¡Es Ahora! Feminismos Abolicionistas Del Sist Carcelario

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¡ES AHORA!

FEMINISMOS
ABOLICIONISTAS
DEL
SISTEMA CARCELARIO

por

Angela Y. Davis,
Gina Dent,
Erica R. Meiners,
y Beth E. Richie

Traducción:
Cooperativa de Traducciones Anticarcelarias
Título original:
Abolition. Feminism. Now
© Angela Y. Davis, Gina Dent, Erica R. Meiners, y Beth E. Richie, 2022

1ª edición en inglés, 2022


Haymarket Books
P.O Box 180165
Chicago, IL 60618
773-583-7884
www.haymarketbooks.org
[email protected]

Distribuido orginalmente en los Estados Unidos por Consortium Book Sales and
Distribution (www.cbsd.com) e internacionalmente a través de Ingram Publisher
Services International (www.ingramcontent.com).
El libro fue publicado en inglés con el apoyo de Lannan Foundation an Wallace
Action Fund.

Título de la traducción:
¡Es ahora! Feminismos abolicionistas del sistema carcelario

1º versión al castellano por la Cooperativa de Traducciones Anticarcelarias, 2022

Este material fue traducido, corregido y editado por la Cooperativa de Traduc-


ciones Anticarcelarias, ficción política de alianza internacional entre traductores
activistas integrada en esta oportunidad por: Alejandra Celi, cele aichino, Ernesto
Alves Temperán, flor mazzadi, gabi herczeg, Gabriela Adelstein, Gabriela Miti-
dieri, Ileana Arduino, Juan Goldin, Lelya Troncoso Pérez, Luisina Gentile, Malena
Low, Nicolás Cuello, pat pietrafesa, Solana de la Torre, Lucía Sbriller, Valentina
Stutzin y zuri. Maquetado por Esteban Grille.

Este material fue traducido con el objetivo de amplificar la accesibilidad a las


historias del movimiento abolicionista de las prisiones. Es un trabajo realizado
originalmente sin fines de lucro. Se recomienda su lectura de forma colectiva.

La edición de esta traducción colectiva se realiza bajo una


Licencia de Producción de Pares: compartir y hacer obras derivadas bajo la mis-
ma licencia - copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra. Este
material fue traducido sin intención de lucro, pero sí con fines de socializar y vol-
ver accesible herramientas que consideramos urgentes. La explotación comer-
cial de este trabajo de traducción sólo está permitido a cooperativas y organiza-
ciones de trabajadores autogestives donde no existan relaciones de explotación,
pero especialmente a aquellas organizaciones y colectivos sin fines de lucro que
dedican su vida al trabajoso sueño de la abolición del sistema carcelario. Todo
excedente o plusvalía obtenidos por el ejercicio de los derechos concedidos por
esta licencia deben ser distribuidos por y entre les trabajadores.
Contenido

Sobre las autoras....................................................... 4

Prólogo a esta traducción......................................... 5

Prefacio...................................................................... 10

INTRODUCCIÓN
Abolición. Feminismo. Ahora ................................. 17

I. Abolición................................................................. 50

II. Feminismo..........................................................111

III. Ahora..................................................................166

Epílogo.....................................................................221

Anexos.....................................................................228

Otros Recursos.......................................................247
Sobre las autoras

Este libro ha sido escrito por cuatro investigadoras-mili-


tantes, con una experiencia colectiva única en los movi-
mientos sociales que dieron lugar, de forma conjunta, al
feminismo abolicionista. 

Angela Y. Davis es militante política, escritora y orado-


ra. Es una defensora abierta de les oprimides y explota-
des y escribe sobre la Liberación Negra, la abolición de
las prisiones y las intersecciones de raza, género y clase.
Es autora de numerosos libros, desde Angela Davis: Auto-
biografía hasta La libertad es una batalla constante.

Gina Dent escribe y enseña sobre raza, feminismo, cul-


tura popular y artes visuales como profesora asociada
de Estudios Feministas, Historia de la Conciencia y Estu-
4
dios Jurídicos en la University of California, Santa Cruz. 

Erica R. Meiners es profesora de Educación y de Estu-


dios de Mujeres y Género en la Northeastern Illinois Uni-
versity. Es autora de varios libros, entre ellos Right to be
Hostile: Schools, Prisons and the Making of Public Enemies.

Beth Richie es profesora de Estudios Afroamericanos,


Sociología, Estudios de Género y Mujeres, y Criminolo-
gía, Derecho y Justicia en la University of Illinois en Chi-
cago. Su libro más reciente es Arrested Justice: Black Wo-
men, Violence and America’s Prison Nation.
Prólogo a esta traducción

Abolicionismos negros, prohibicionistas


blancas: la ocupación epistemológica del
feminismo antiprostitución

Agustina Iglesias Skulj1

La sororidad es una relación de poder/ bell hooks 

Tal como aborda este libro, el movimiento abolicionista


tiene múltiples traducciones en las diferentes latitudes y
temporalidades en las que se ha ido desarrollando. No
obstante, existe cierto consenso en definirlo como un
discurso y una práctica política orientados a señalar la 5

violencia selectiva, individualizante y excluyente del sis-


tema penal, que subraya el dolor que causa a las perso-
nas intervinientes y a sus allegades y deja sin reparar los
daños generados. Una de sus propuestas más valientes
es la de construir un horizonte que entrañe una imagi-
nación radical para resolver los conflictos y de esta for-
ma intervenir en la distribución diferenciada de las vio-
lencias entre las poblaciones racializadas, precarizadas,
criminalizadas. 
Por lo tanto, no debemos confundir el abolicionismo
con otras teorías críticas del poder punitivo, cuyas pro-
puestas apuntan a una reforma humanitaria de las cár-
celes o la promoción de pedagogías entre les operadores
judiciales o las fuerzas policiales para contrarrestar los
sesgos y la selectividad con la que opera dicho sistema

1 Abogada , criminóloga transfeminista y activista por la descrimi-


nalización del trabajo sexual.
(poblaciones migrantes, LGTBQ*, mujeres, personas ra-
cializadas, pobres, etc.). Tal como sostiene el abolicionis-
mo penal estos intentos humanizadores se demuestran
insuficientes a lo largo de la historia y solo (re)legitiman
las prácticas aberrantes del castigo y el encierro. 
En Estados Unidos, tal como denuncian Angela Da-
vis, Gina Dent, Erica R. Meiners y Beth E. Richie, autoras
de este libro, se observan efectos y continuidades del
sistema esclavista en las formas en que fue diseñado
el poder punitivo. Esta perspectiva ha sido profundiza-
da en los estudios sobre los procesos de racialización,
privatización y expansión en el ámbito del control social
penal en los últimos años creando un campo cada vez
más amplio de estudios abolicionistas y de experiencias
políticas que se despliegan con esa mirada. Tal como po-
demos ver en este libro, la imaginación antipunitiva se
anuda a las trayectorias emancipadoras de los feminis-
mos negros y de la lucha por el reconocimiento de los
derechos civiles.
6 Estos diálogos han sido enormemente productivos
también al momento de plantear problematizaciones
alrededor del devenir punitivo del feminismo blanco
institucionalizado que encontró en el derecho penal una
herramienta privilegiada para la protección de los dere-
chos de las mujeres (cis, blancas, de clase media). En las
últimas décadas, frente al crecimiento exponencial de
las poblaciones encarceladas en Estados Unidos (centro
de detención de migrantes, cárceles, refugios para per-
sonas sin casas, clínicas de recuperación de personas
con problemas de salud mental o de adicciones, etc.),
las mujeres negras y poblaciones cuirs, trans, migrantes,
empobrecides, encarcelades, estigmatizades denun-
ciaron categóricamente que las demandas en clave de
legitimación del sistema punitivo por parte de ese fe-
minismo abonaron una descarnada persecución y con-
secuente desprotección de esas poblaciones. 
Dentro de las denuncias contra el feminismo blan-
co punitivista también encontramos una que es bas-
tante elocuente y sobre la cual me gustaría reflexionar
brevemente. Las personas negras y racializadas hace ya
varios años señalaron la apropiación de la lucha anties-
clavista de parte del feminismo blanco que busca abolir
la prostitución. A partir de fines del s. XIX, el feminismo
blanco burgués encontró en la sexualidad femenina la
posibilidad de plantear reivindicaciones de derechos po-
líticos y civiles. Demandaron ingresar al espacio público
estableciendo una diferencia cualitativa con los varones:
ellas traerían a la política valores femeninos tales como
la decencia, la templanza y la moderación. Simultánea-
mente, se produjo la proliferación en Inglaterra y Francia
de reglamentos y ordenanzas para evitar el contagio de
enfermedades venéreas entre la población y las prosti-
tutas, que estuvieron sujetas al control sanitario, admi-
nistrativo y policial.
En ese contexto, la disputa entre las reglamentacio-
nes y la abolición de esa actividad pretendía ser saldada
de la mano de distintos pánicos morales azuzados por
cambios en las estructuras sociales y culturales suma-
dos a la migración femenina hacia el continente ameri- 7
cano. La preocupación del feminismo abolicionista por
los movimientos migratorios residía en la probabilidad
de que las mujeres ejercieran el trabajo sexual en los lu-
gares de destino; esa preocupación se convirtió en una
cruzada contra la explotación sexual de las mujeres po-
bres bajo el nombre de “trata de blancas”, destinada a
impedir la migración femenina hacia otros destinos bajo
el mito de que irían a ser prostituidas por proxenetas
con perfiles racializados en los países de destino. Toda
esta parafernalia les permitió convertirse en las salvado-
ras de las prostitutas frente al riesgo de ser secuestradas
y explotadas. Mediante la colonización de las ideas aboli-
cionistas transatlánticas, las prostitutas fueron descritas
como esclavas que debían ser rescatadas de la inmora-
lidad y la humillación que genera la propiedad sobre
sus cuerpos por parte de los varones y del Estado. Estas
nociones parten de que existe una sexualidad buena
(en contra de la de las putas) que debe ser resguardada
para ingresar a la vida pública y al ejercicio de sus dere-
chos en igualdad. 
Esta apropiación de la gramática de la abolición tran-
satlántica fue posible gracias al recorte e invisibilización
de los sistemas de poder del control racial y sexual. An-
gela Davis, en Mujeres, raza y clase (Akal, 2004) explica
esta apropiación de la mano del mito del violador negro
de la mujer blanca y sostiene que “En la historia de Esta-
dos Unidos, la acusación fraudulenta de violación emerge
como uno de los artificios más formidables inventados por
el racismo. El mito del violador negro ha sido evocado, de
manera metódica, cada vez que se han necesitado justificar
de manera convincente las oleadas recurrentes de terror y
de violencia que han sacudido a la comunidad negra” (176).
Ese mito funciona gracias a la asignación de una sexua-
lidad anormal y descarriada de las mujeres negras que
no es digna de ser protegida.
Otra de las críticas contra el feminismo blanco an-
tiprostitución “abolicionista” proviene de quienes se
8 oponen a los efectos criminalizantes y estigmatizantes
de esa forma de gobierno de la prostitución. Porque si
bien el feminismo abolicionista aparece como una refe-
rencia que es transparente, es decir, que existe un con-
senso social y político entre los feminismos sobre lo que
aquella etiqueta connota, si miramos un poco mejor nos
damos cuenta que es el producto de una epistemología
colonizadora de historias, de emancipaciones, de terri-
torios, de experiencias y de corporalidades. Una simpli-
ficación rampante que distribuye beneficios simbólicos
y materiales entre quienes alimentan los procesos de
estigmatización y criminalización de les trabajadores se-
xuales bajo la paradoja de que quienes buscan abolir la
prostitución lo hacen en nombre de una libertad sexual
que les vedan a las personas que se dedican a esa acti-
vidad. La equiparación entre esos fenómenos mediante
la apelación a la “esclavitud” funciona para ocultar los
sistemas de dominación de clase, de género, de sexua-
lidad y racialidad que organizan la maquinaria punitiva,
policial y judicial que busca abolir la prostitución.
En este sentido, los feminismos “abolicionista” y car-
celario reducen el campo de problematización a una
cuestión de daño individual que invisibiliza las causas
estructurales de las opresiones y silencia las experien-
cias de quienes padecen los efectos criminalizantes
encubiertos bajo la lógica del rescate. Podemos definir
la apropiación del abolicionismo como una ocupación
epistemológica, que en primer lugar, les permite recha-
zar las acusaciones de ser un feminismo (prohibicionis-
ta) punitivista, racializante y estigmatizante, y, en segun-
do lugar, esta ocupación robustece el carácter ficcional
sobre el que se asienta el discurso jurídico-legal (abs-
tracto, universal, igualitario) que legitima la expansión
del sistema punitivo. 
Afortunadamente tenemos entre manos un libro que
permite poner en tela de juicio la apropiación que se-
ñalamos, junto con otras herramientas que denuncian
la “cultura del castigo” y las racionalidades punitivas del
campo de lo social y de las instituciones, promotoras de
la expulsión y el encierro selectivo como la herramienta 9
privilegiada para resolver conflictos de muy diversa es-
cala (en general aquellos que tienen por protagonistas
a personas racializadas, empobrecidas y precarizadas,
trans y cuirs). Las experiencias y las narraciones que nos
convida pueden ayudarnos a conocer con mayor pro-
fundidad la operatividad de esa máquina infernal de do-
lor e invitarnos a imaginar formas colectivas de resolver
nuestros conflictos.
Prefacio

En 2001, un grupo de personas que formaban parte de


dos organizaciones emergentes, vinculadas a movimien-
tos que crecían muy rápidamente, se reunieron en una
habitación diminuta durante el fin de semana para ha-
cer algo más que escribir una declaración pública. Un
acontecimiento clave para reunir aquel pequeño grupo
- compuesto fundamentalmente, por mujeres de color-
era una pregunta urgente: cómo continuar realizando,
en conjunto, campañas y haciendo análisis enfocados
tanto en construir no solo un mundo sin prisiones ni
vigilancia policial, sino también un mundo sin violencia
sexual ni de género. INCITE! Mujeres de Color Contra la
Violencia [INCITE! Women of Color Against Violence] era
una red en crecimiento que ponía en cuestionamiento
la dependencia y la confianza en la vigilancia policial y el
10
castigo en los que se apoyaban los movimientos hege-
mónicos/movimientos conformados por gente blanca,
y Critical Resistance, se fusionaron en una organización
de abolicionistas en campaña por el fin de la vigilancia
policial y las prisiones.2 Si bien ambas organizaciones
eran nuevas, y muchas personas que participaban en
una también lo hacían en la otra y también compartían
muchos análisis, estos dos grupos reconocieron el va-
lor de articular una visión colectiva, y la importancia de
escribir y poner en circulación una declaración sobre la
dificultosa intersección de su trabajo compartido. Enten-
dieron que la elaboración de una declaración conjunta,
que preste atención en igual medida tanto a la violencia
interpersonal como a la violencia estatal, representaba

2 Lo que antes se llamaba INCITE! Mujeres de Color Contra la Vio-


lencia [INCITE! Women of Color Against Violence] se llama ahora IN-
CITE! Mujeres, personas de género no conforme y trans de color [INCITE!
Women, Gender Non-Conforming, and Trans People of Color Against
Violence]. Ver https://incite-national.org
no sólo un modo de enfrentar los temas más proble-
máticos para ambas organizaciones, sino también una
oportunidad para adoptar un compromiso público en la
producción de análisis compartidos, elaboración de de-
mandas y visiones radicales.
Integrantes de los dos grupos recientemente con-
formados pasaron un intenso fin de semana en el Mills
College de Oakland, California discutiendo, debatiendo, y
finalmente dando forma a la Declaración sobre Violencia
de Género y el Complejo Industrial Carcelario de INCITE! -
Critical Resistance [INCITE!-Critical Resistance Statement
on Gender Violence and the Prison Industrial Complex],
que puso en palabras claras la visión y el desafío.3 En
una parte de la declaración, se lee:

Es fundamental que desarrollemos respues-


tas a la violencia de género que no dependan
de un sistema de justicia criminal sexista,
racista, clasista y homofóbico. También es im-
portante que desarrollemos estrategias que 11
cuestionen el sistema de justicia penal y que
también proporcionen seguridad a les sobre-
vivientes de violencia sexual y doméstica.

Dibujando el esquema de cómo “la libertad radical, la


responsabilidad mutua y reciprocidad apasionada” pue-
den construir “la supervivencia y el cuidado de todas las
personas”, esta declaración de once puntos daba cuen-
ta, en lo más esencial de sí, por qué, precisamente, la
abolición debe ser feminista y por qué, el feminismo
debe ser abolicionista. Como la mayor parte de los tra-
bajos políticos que son colaborativos, la Declaración de

3 Observamos, mientras escribimos, que Mills College, con una


mayoría estudiantil compuesta por mujeres de color y personas
LGBTQ, anunció recientemente su cierre y prontamente su posible
fusión con Northeastern University. Con una importancia significativa
para gran parte del movimiento progresista, la no viabilidad de un
futuro independiente para este campus en el corazón de la ciudad
de Oakland es una casualidad con múltiples causas.
INCITE! - Critical Resistance [INCITE! - Critical Resistance
Statement], llegó en 2001 mucho después de su fecha
prevista e hizo una aparición que inicialmente no generó
mucho ruido. Originalmente publicado como un afiche y
un manifiesto, la declaración circulaba en espacios del
movimiento feminista y abolicionista, impulsado por la
claridad y la convincente naturaleza de sus demandas,
y la creciente cantidad de cuadros de las organizaciones
en quienes la declaración resonaba. Como punto central
de referencia en la historia del feminismo abolicionista,
el documento es reivindicado como un llamamiento
ejemplar y contundente para un abordaje más complejo
hacia los movimientos anti-policiales y anti-carcelarios,
así como también una necesidad de insistir sobre el anti-
rracismo y el anticapitalismo como dimensiones centra-
les del feminismo contemporáneo.
En el 2021, volvemos a esta declaración y sus inter-
venciones, en un momento crucial para el futuro de la
justicia social, ya que las prácticas contemporáneas de
12 organización hacen de la abolición algo cada vez más di-
fícil de resistir, tanto como modo de análisis como de
práctica política. Pasando desde los márgenes hacia la
primera plana, desde lo último en el programa de la cur-
sada a aparecer en el principio, las demandas en pos
de la abolición son cada vez más. Los titulares del dia-
rio The Guardian anuncian un apoyo “sin precedentes” al
desfinanciamiento de la policía. Teen Vogue publica múl-
tiples artículos, todos enmarcables dentro del tag aboli-
ción, que incluyen temas que van desde cómo la policía
no nos hace sentir más segures, hasta por qué las leyes
contra los crímenes de odio no pondrán fin a la violencia
contra las personas asiáticas.4 Las multitudes en las ca-
lles corean “Abolición” en sus cantos. La proliferación de
la abogacía abolicionista ha sido promovida en parte por
la resolución del National Lawyers Guild [Gremio Nacional
de Abogades] donde se respaldó la abolición, en el 2015,

4 “Abolition,” Teen Vogue, en https://www.teenvogue.com/tag/


abolition.
por personas anteriormente encarceladas que abrie-
ron asesorías legales como el Centro Legal Abolicionista
de Pittsburgh [Pittsburgh’s Abolitionist Law Center]; y en
seminarios online y reuniones patrocinadas por grupos
como Derecho a favor de las Vidas Negras [Law for Black
Lives]. Los órganos de gobierno de las escuelas, desde
Oakland hasta Minneapolis, están votando por cancelar
contratos con los Departamentos de Policía. Facultades
y universidades están cuestionando el rol de estos cuer-
pos policiales privados dentro de sus predios, y conside-
rando entablar relaciones contractuales con organismos
locales de seguridad.
Sin embargo, a medida que la abolición va ganando
más terreno, en tanto meta, sus linajes feministas son
crecientemente menos visibles, incluso en situaciones
y contextos que precisamente fueron posibles gracias
a organizaciones feministas, especialmente aquellas de
les jóvenes queer de color, cuya labor y análisis esencial
es borrado tan frecuentemente. Como algunes reco-
nocieron veinte años atrás, podemos avanzar mucho 13
más en la tarea de la abolición cuando nombramos y
sostenemos análisis y prácticas que son colectivas y fe-
ministas. Regresamos a la profunda intervención de la
declaración de INCITE!-Critical Resistance: la abolición es
inimaginable sin nuestro feminismo radical, anticapita-
lista, antirracista, decolonial y queer. Este pequeño libro
plantea que las tradiciones abolicionistas se han apoya-
do en análisis y formas de organización feministas des-
de sus comienzos, y que la versión del feminismo del
que nosotras decidimos ser parte tampoco es posible
sin una imaginación abolicionista. Creando puentes en-
tre los mundos de les académiques y el de les activistes,
superpuestos pero a veces discontinuos, exploramos
aquí movimientos recientes y formaciones organizacio-
nales - incluyendo aquellas coordinadas INCITE! Muje-
res de Color Contra la Violencia [INCITE! Women of Color
Against Violence] y Critical Resistance- para dar cuenta
de todo un ecosistema del abolicionismo feminista que
usualmente queda relegado, pateado hacia el fondo.
Como la libertad es una lucha constante, el feminismo
abolicionista ha sido siempre una política -el rechazo a
hacer humanes y otros seres material descartable - inse-
parable de la práctica.5
Observamos las intervenciones realizadas por unas
de las primeras militantes feministas. Por ejemplo, la
Declaración del Colectivo de Combahee River [Combahee
River Collective Statement (1977)] fue una de las muchas
proclamas políticas fundamentales que abrieron un ca-
mino político para organizaciones feministas y que fue,
como todo manifiesto, tanto una declaración como un
proceso. Mientras que para muches la Declaración del
Colectivo Combahee River es un documento histórico que
cimienta el feminismo negro, lesbiano/queer, y anticapi-
talista, la organización que le dio forma fue tan central
como el contenido de la declaración. Al poner en el cen-
tro del debate las vidas de las mujeres negras y otras mu-
jeres de color, su organización colectiva hizo sentir que
era urgente una forma de compartir la propia verdad, en
14 la que las campañas feministas de liberación que traba-
jan territorialmente participaran de los debates y princi-
pios políticos más amplios y abarcativos. Esta definición
amplia, optimista, compuesta de elementos diversos y
enfocada en la acción y su teoría del cambio resuena en
los esfuerzos de organizaciones que activamente traba-
jan para liberar a las personas, como Sisters Inside, con
sede en Brisbane, Australia, y Sisters Uncut del Reino Uni-
do, y a través de declaraciones contemporáneas, cartas
abiertas, afiches y manifiestos de redes como la Colecti-
va Feminista Crunk [Crunk Feminist Collective], el Movi-
miento por las Vidas Negras [Movement for Black Lives],
la Declaración de Solidaridad con Palestina de la Abolition
and Disability Justice Coalition [Statement of Solidarity

5 Ver, por ejemplo, Angela Y. Davis, La libertad es una batalla cons-


tante. Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento, (Capitán
Swing, 2017). [Freedom Is a Constant Struggle: Ferguson, Palestine,
and the Foundations of a Movement, (Chicago: Haymarket Books,
2016)].
with Palestine from Abolition and Disability Justice Coa-
lition], y, por supuesto, la Declaración de INCITE! - Critical
Resistance [INCITE!-Critical Resistance Statement]
Armamos este libro como una genealogía crítica,
más que como manifiesto; una genealogía que enfatiza
cuán importante es trazar linajes políticos. Ofrecemos
un conjunto de ideas y descripciones pormenorizadas
de prácticas inacabadas, en lugar de promocionar defi-
niciones rígidas. Intentamos develar los hilos constituti-
vos comunes de las promesas y el trabajo del feminis-
mo abolicionista, en vez de restringirlo a una posición
política sectaria. Desde pequeños lugares de reunión
en Chicago y prisiones en Manchester hasta las calles
de São Paulo y las aulas en Johannesburgo, realizamos
nuestro trabajo genealógicamente para dar cuenta de
historias subyugadas de organización que deben nutrir
y fortalecer nuestras movilizaciones actuales. Usamos
el término ecosistema para evitar un enfoque normati-
vo o cosificante y para amplificar una ecología dinámica
del trabajo político, destacando legados, análisis y pre- 15
guntas frecuentemente ocultadas o borradas. También
usamos el término ecosistema para remarcar la comple-
jidad de un paisaje poblado de redes, campañas, mo-
vilizaciones y organizaciones entrelazadas. Narrar una
historia del ecosistema en el presente de hoy -poniendo
atención a los conocimientos subyugados y a los borra-
mientos-, no solamente demuestra el estrato subyacen-
te del trabajo colectivo que necesita ser hecho, sino tam-
bién provee herramientas imaginativas y conceptuales
claves para involucrarnos dentro de nuestro momento
contemporáneo.
Dado que nuestro pensamiento y nuestra práctica
continúan siendo ampliados y desafiados por el apren-
dizaje, la enseñanza y el análisis de la lucha colectiva,
nosotras no ofrecemos este proyecto colaborativo como
un relato histórico lineal exhaustivo de cada forma or-
ganizativa o conceptual de abordar el feminismo abo-
licionista. Por el contrario, ¡Es ahora! Feminismos aboli-
cionistas del sistema carcelario coloca al abolicionismo
feminista como un concepto en diálogo con la praxis
política e ideológica, tanto histórica como contemporá-
nea, que demanda ideas explícitas y expansivas acerca
de cómo forjar la libertad. Como toda genealogía crítica,
comenzamos reconociendo que estas historias super-
puestas de los movimientos abolicionistas y feministas
están profundamente entrelazadas, pero que no se
despliegan una junto a la otra en un orden cronológico
prolijo. La historiadora Elsa Barkley Brown describe la
historia como “todo el mundo hablando al mismo tiem-
po, como múltiples ritmos siendo tocados simultánea-
mente” y nos recuerda que “una historia lineal nos lleva-
rá a políticas lineales y ninguna nos sirve en un mundo
asimétrico”.6 Saludamos otras interpretaciones del femi-
nismo abolicionista, y sostenemos que las genealogías
siempre deben ser cuestionadas, porque siempre hay
una razón no reconocida para comenzar en un cier-
to momento de la historia en lugar de otro, y siempre
importa qué narrativas del presente son marginadas o
16 suprimidas. Más que leer este breve libro y las fotos de
campañas, formulaciones organizativas y análisis que
ofrecemos como una hoja de ruta - como herramientas
prescriptivas para el presente y el futuro-, o como la voz
autorizada sobre las organizaciones o movimientos, su-
gerimos un compromiso participante con el objetivo de
nuestra escritura colectiva: expandir el diálogo, la prácti-
ca, la reflexión y más.

6 Elsa Barkley Brown,“‘Lo que ha sucedido aquí’: La política de


la diferencia en la historia de las mujeres y las políticas feministas”
[“‘What Has Happened Here’: The Politics of Difference in Women’s
History and Feminist Politics”], Feminist Studies 18, no. 2 (Summer
1992): 295–312.
INTRODUCCIÓN
Abolición. Feminismo. Ahora

¿Por qué feminismo abolicionista del


sistema carcelario?
Mientras que el abolicionismo ingresa tímidamente
dentro del discurso público y algunes de sus defenso-
res enfatizan la dimensión feminista del abolicionismo
así como la dimensión abolicionista del feminismo, una
articulación clara del término feminismo abolicionista se
vuelve un desafío crucial. Los conceptos, derivados tanto
del activismo como de la investigación académica, pue-
den volverse frágiles, términos vacíos —herramientas
para utilizar contra otres—, en vez de marcos interpreta- 17
tivos vivientes, generativos y rigurosos que profundicen
y fortalezcan nuestro entendimiento político y nuestros
movimientos por la transformación social y política.
Cuando comenzamos a colaborar en este libro, asu-
mimos que identificar lo que era y es feminista o abo-
licionista iba a ser relativamente simple. Sin embargo,
eso terminó siendo una cuestión más compleja, en cier-
ta medida debido al medio: puede ser desafiante escri-
bir sobre modos de organización, organizaciones e ideas
que están naturalmente en movimiento y, por lo tanto,
siempre matizadas en su relacionalidad. Ni la abolición
ni el feminismo están hechos de identificadores estáti-
cos, sino que son más bien métodos y prácticas políticas.
¿Es un proyecto o una campaña feminista o abolicionis-
ta, si sus participantes no usan estas palabras para des-
cribir su trabajo o su campaña? ¿Podríamos señalar cla-
ramente qué hay de “feminista” en el “abolicionismo” y
qué hay de “abolicionista” en el “feminismo”? ¿Cómo re-
toma el feminismo abolicionista las preguntas políticas
pertinentes, pero frecuentemente ocultadas en la repre-
sentación de ambos conceptos, como por ejemplo, el
capitalismo racial, el heteropatriarcado, el internaciona-
lismo y la transfobia?
Dado que estas y otras preguntas siguen teniendo
los roles de generar más preguntas sin exigir respues-
tas reduccionistas, separamos cada palabra del título de
este libro con un punto para indicar que cada uno de es-
tos conceptos, con sus propias historias singulares, en-
marcan este proyecto7. Como la abolición y el feminismo
siguen siendo teorizados cada uno por su lado por una
serie de académiques y organizadores, nuestro proyec-
to no es borrar, corregir o suplantar estos esfuerzos pre-
existentes (y en curso). Más bien, el propio significado
del término feminismo abolicionista incorpora una dialéc-
tica, una relacionalidad y una forma de interrupción: la
insistencia en que las teorías y las prácticas abolicionis-
tas son más potentes cuando también son feministas y,
a la inversa, un feminismo que también es abolicionista
18 es la versión más inclusiva y convincente del feminismo
para estos tiempos.
Aunque estos enfoques siempre se superponen des-
de el punto de vista analítico y de la experiencia —el mo-
vimiento para acabar con la violencia de género y sexual,
por ejemplo, nunca puede aislarse del trabajo para aca-
bar con la violencia del estado, incluida la violencia poli-
cial— esta comprensión más holística no siempre puede
presuponerse. Como escribió Mari Matsuda, pensadora
de Teoría Crítica de la Raza, en 1991, un feminismo capaz
de desafiar significativamente las formas de dominación
emergentes y existentes debe ser siempre lo suficiente-
mente flexible como para “hacer la otra pregunta”:

7 N de T: Las autoras se refieren al título original en inglés:


Abolition. Feminism. Now [Abolición. Feminismo. Ahora]. He-
mos optado por una traducción ligeramente diferente, por las
cuestiones mencionadas en el prólogo.
La forma en que intento comprender la
interconexión de todas las formas de subor-
dinación es a través de un método que llamo
“hacer la otra pregunta”. Cuando veo algo
que parece racista, pregunto: “¿Dónde está el
patriarcado en esto?”. Cuando veo algo que
parece sexista, pregunto: “¿Dónde está el he-
terosexismo en esto?”. Cuando veo algo que
parece homofóbico, me pregunto: “¿Dónde
están los intereses de clase en esto?”. Traba-
jar en coalición nos obliga a buscar tanto las
relaciones de dominación obvias como las no
obvias y, al hacerlo, hemos llegado a ver que
ninguna forma de subordinación se sostiene
sola.8

La afirmación de Matsuda requiere el reconocimien-


to de la interseccionalidad de las luchas y también re-
presenta nuestra voluntad de anticipar el cambio y de
incorporar en nuestras organizaciones, una reflexividad 19
crítica y generativa así como la oportunidad de aprender
y crecer.
Para nosotras, el feminismo abolicionista es un traba-
jo político que abraza esta perspectivas simultáneas, lo
que nos ubica más allá de la lógica binaria del “y/o”, y de
las reformas superficiales. Reconocemos la relación en-
tre la violencia individual y la del estado, y por eso enmar-
camos nuestra resistencia en consecuencia: ayudamos
a les sobrevivientes y señalamos la responsabilidad les
perpetradores, trabajamos local e internacionalmente,
construimos comunidades mientras respondemos a las
necesidades inmediatas. Trabajamos junto a personas
en situación carcelaria, al tiempo que pedimos su libera-
ción. Nos movilizamos con absoluta indignación frente a
la violación de otra mujer y rechazamos el aumento del

8 Mari Matsuda, “Junto a mi hermana, frente al enemigo: Teoría


Legal y Coalición” [Beside My Sister, Facing the Enemy: Legal Theory
Out of Coalition], Stanford Law Review 43, no. 6 (1991): 1183, 1189.
control policial como respuesta. Apoyamos y construi-
mos cambios políticos y culturales sostenibles y de largo
tiempo, cambios para terminar con el capacitismo y la
transfobia, mientras que multiplicamos diferentes res-
puestas “para el momento” cuando el daño ocurre. A ve-
ces desordenadas y riesgosas, estas prácticas colectivas
de creatividad y reflexión dan forma a nuevas perspec-
tivas sobre la seguridad, creando panoramas complejos
que dan forma al abolicionismo feminista.
La habilidad de mirar tanto hacia adentro como ha-
cia afuera, de poder responder a demandas inmediatas
así como de enfrentarse a los grandes sistemas de injus-
ticias, y de pensar en distintos niveles sobre la abolición,
es lo que caracteriza al enfoque feminista del cambio.
Nuestro enfoque se construye sobre las ideas de de do-
ble y triple determinación propuestas por Fran Beal y
la Alianza de Mujeres del Tercer Mundo [Third World Wo-
men’s Alliance], junto a la teoría de opresiones múltiples
de Deborah King o la idea de que las formas de domina-
20 ción y opresión se interrelacionan y se van “sumando”,
en el sentido usado por las finanzas, para generar aún
más opresión9 (lo que Kimberlé Crenshaw definirá luego

9 N.de T: Para King “múltiple” no significa solamente diferentes


opresiones simultáneas, sino también “relaciones multiplicativas en-
tre ellas”. En otras palabras, “su equivalente sería decir el racismo
multiplicado por el sexismo multiplicado por el clasismo”.
como interseccionalidad en el contexto legal).10 Estas
ideas tienen importantes linajes, que a menudo se re-
montan al siglo XIX. El feminismo abolicionista es una
praxis (una praxis nutrida políticamente) que requiere de
movimientos intencionales y respuestas perspicaces a la
violencia de la opresión sistémica. Construyendo desde
estos enfoques fundacionales, esta teoría del cambio
proclama que podemos y debemos hacer varias cosas al
mismo tiempo. Trabajamos local e internacionalmente.
Señalamos la responsabilidad de las personas por sus
actos y creemos que pueden cambiar. Creemos en ser
radicales y actives. Reflejamos, aprendemos y modifica-
mos nuestras prácticas. Reaccionamos ante la injusticia.
Construimos modos diversos de vivir. Tenemos en claro
que organizarnos para terminar con la violencia de gé-
nero, debe incluir el trabajo contra el complejo indus-
trial carcelario -contra las patrullas fronterizas, contra la
encarcelación capacitista, contra la criminalización de la
protesta radical democrática- y con igual de importan-
cia, el trabajo por la ayuda mutua, la creación de univer- 21
sidades sin policías, la justicia reproductiva y la garantía

10 “Doble peligro: ser negra y mujer” [“Double Jeopardy: To Be


Black and Female” ] de Fran Beal, se publicó por primera vez como
un folleto y luego se revisó y publicó en Mujeres negras: una antología
[The Black Woman: An Anthology] (New York: New American Library
Publishers, 1970), de Toni Cade. “Triple desafío” [“Triple Jeopardy”]
fue el título elegido por el periódico de la Alianza de Mujeres del
Tercer Mundo [Third World Women’s Alliance], y en el encabezado
se leía “Racismo, sexismo, imperialismo” [“Racism, Sexism, Imperia-
lism”]. Consultar también: Deborah K. King, “Multiple Jeopardy, Multi-
ple Consciousness: The Context of a Black Feminist Ideology” [“Desa-
fío múltiple, conciencia múltiple: el contexto de la ideología feminista
negra”], Signs 14, no. 1 (Otoño de 1988): 42–72; y Kimberlé Crenshaw,
“Cartografiando los márgenes: interseccionalidad, políticas identita-
rias, y violencia contra las mujeres de color” [“Mapping the Margins:
Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Co-
lor”], Stanford Law Review 43, no. 6 (Julio de 1991): 1241–99. De este
último texto existe una traducción al castellano:
https://www.uncuyo.edu.ar/transparencia/upload/crenshaw-kim-
berle-cartografiando-los-margenes-1.pdf.
de vidas dignas para las personas trans.11 Todo esto es
posible porque “nosotres” no es una suma de individuos
sino un colectivo que fundamenta y define a sus miem-
bros y los proyectos, objetivos y campañas que se co-
nectan con el día a día, incluyendo la alegría y la lucha.
Inseparablemente.
El feminismo abolicionista no le teme a las contra-
dicciones, que son a menudo la chispa para el cambio.
Al abrazar este “ambos/y”, podemos y, de hecho, apo-
yamos nuestras necesidades colectivas inmediatas y
cotidianas vinculadas con la seguridad, la ayuda y los
recursos mientras, al mismo tiempo, trabajamos para
desmantelar los sistemas carcelarios. Las personas sin
vivienda deben poder acceder a un espacio seguro para
dormir mientras organizamos campañas para construir
viviendas para todes. Las campañas para cerrar las cár-
celes y prisiones pueden avanzar mientras continuamos
enseñando dentro de las prisiones, y mientras apoya-
mos los procesos de justicia restaurativa y nos organi-
22 zamos en torno a las audiencias de libertad condicional.
Las protestas contra las agresiones sexuales y asesina-
tos cometidos por oficiales de policía pueden continuar,
mientras construimos movimientos de solidaridad in-
ternacional contra la exportación de tácticas policiales
militarizadas. Descubrir y, de hecho, abrazar este terre-
no ambiguo situado en el espacio entre las respuestas
necesarias a necesidades inmediatas y las demandas
colectivas y radicales de cambio estructural y, en últi-
ma instancia, revolucionaria, es un rasgo distintivo del
feminismo abolicionista. Más que una limitación, un

11 En su texto “Ayuda mutua: Construyendo solidaridad duran-


te esta crisis (y la próxima)” (London: Verso, 2020) (traducción al
castellano:
http://www.deanspade.net/wp-content/uploads/2021/05/Ayu-
da-Mutua-Dean-Spade-Espanol-1.pdf), Dean Spade sugiere que “La
ayuda mutua es la coordinación colectiva para satisfacer las nece-
sidades de unes y otres, generalmente a partir del conocimiento de
que los sistemas que tenemos implementados no van a satisfacer-
las” (página 6 de la traducción mencionada).
horizonte prescriptivo o una oportunidad para arreglos
rápidos y vacíos que resuelven poco, estas contradiccio-
nes son espacios prolíficos y necesarios para el análisis
y el trabajo colectivo.
La negociación en este terreno sigue creando prác-
ticas experimentales y colectivas de seguridad, respon-
sabilidad y reparación ajenas al sistema criminal legal
existente. A menudo denominada formalmente como
responsabilidad comunitaria o justicia transformativa,
estas herramientas y prácticas (acompañadas de aná-
lisis) proveen y multiplican respuestas sin involucrar al
estado carcelario o punitivo. El compromiso es reactivo
-qué hacer cuando se producen la violencia y el daño-
y, al mismo tiempo, provee ejemplos e ideas para mar-
cos preventivos más amplios y a largo plazo, o de cómo
lograr que los daños dejen de ocurrir. Las prácticas de
responsabilidad comunitaria y justicia transformativa
emanan de nuestros marcos políticos y ofrecen múlti-
ples modos concretos para que más personas puedan
participar de ellos. 23
Este ecosistema feminista, abolicionista e interna-
cionalista en crecimiento -sostenido mayormente por
trabajo no pago- sigue produciendo herramientas ra-
dicales y otros recursos. Antes de disolverse en enero
de 2020, el Colectivo de Justicia Transformativa de Berlín
[Berlin’s Transformative Justice Kollektiv] dedicó años
a documentar las múltiples formas en las que la gente
común intentaba responder al daño interpersonal, par-
ticularmente la violencia de género y sexual, sin recu-
rrir a la policía ni a las prisiones, y ofrecieron talleres y
recursos en los que compartieron tácticas y estrategias.
Mediante círculos de lectura y aprendizaje, grupos de
discusión y otros talleres, Justicia Alternativa [Alternative
Justice] en India trabaja ofreciendo “intervenciones co-
munitarias, anticarcelarias y feministas al daño sexual y
el abuso en India”. A través de acciones directas, decla-
raciones y eventos educativos políticos, la red Sisters Un-
cut del Reino Unido identifica y muestra, concretamente,
cómo los recursos presupuestarios pueden sacarse de
formas carcelarias y reinvertirse en las comunidades,
en cuidado de la salud, educación y en las artes. Sobre-
viviente y castigada [Survived & Punished] y Amar y pro-
teger [Love & Protect] apoyan a les sobrevivientes que
son criminalizades por autodefenderse al desarrollar
campañas apoyan a estas personas y, al mismo tiempo,
visibilizan las formas estructurales y sistémicas de la vio-
lencia estatal. Redes de personas queers y trans -desde
el grupo Bent Bars del Reino Unido hasta el Projecto de
Justicia Transgénero, Génerofluido e Intersex de la Bay Area
[Bay Area’s Trasgender, Gender Variant and Intersex Justice
Project] - construyen y difunden maneras de garantizar
seguridad, cuando llamar a la policía no es una opción
y cuando algunes son encerrades en instituciones pre-
suntamente por violencia.
Entre esta rica ecología de recursos, circulan tex-
tos prácticos (“how-to”) sobre cómo practicar la justicia
transformativa que encienden las discusiones y la prác-
tica, y estimulan nuevas invenciones. Personas contra
24 las prisiones de Aotearoa [People Against Prisons Aotea-
roa] en Aotearoa, Nueva Zelanda, ofrecen volantes que
acompañan sus talleres, incluido “Taller de Justicia Trans-
formativa: modos prácticos de resolver daños interpersona-
les y conflictos en nuestras comunidades” [“Transformative
Justice Workshop: Practical Ways of Solving Interperso-
nal Harm and Conflict in our Communities”], que pro-
vee herramientas para resolver formas de conflicto co-
tidianas sin involucrar a las fuerzas de la ley.12 En busca
de Reparación [Fumbling Towards Repair], de Mariame
Kaba y Shira Hassan es un “Taller para facilitadores de

12 Personas contra las prisiones de Aotearoa [People Against Prisons


Aotearoa en Aotearoa], Nueva Zelanda, “Taller de Justicia Transfor-
mativa: modos prácticos de resolver daños interpersonales y con-
flictos en nuestras comunidades” [“Transformative Justice Workshop:
Practical Ways of Solving Interpersonal Harm and Conflict in our
Communities” ], en
https://ndhadeliver.natlib.govt.nz/delivery/
DeliveryManagerServlet?dps_pid=IE37919216.
responsabilidad comunitaria”.13 Más allá de la supervi-
vencia: estrategias e historias del Movimiento de Justicia
Transformativa [Beyond Survival: Strategies and Stories
from the Transformative Justice Movement] de Ejeris
Dixon y Leah Laksrmi Piepza-Samarinha, y la colección
editada por Ching-In Chen y camaradas titulada ‘La revo-
lución comienza por casa: enfrentar la violencia doméstica
dentro de comunidades activistas’ ‘[The Revolution Starts
at Home: Confronting Intimate Violence within Activist
Communities’] están repletas de historias que reflejan
y analizan cómo las personas enfrentan, a veces sin éxi-
to, los conflictos y daños dentro de las comunidades
organizadas.14 El recursero de 576 páginas elaborado
por Intervenciones creativas [Creative Interventions] y
el Proyecto de Narración y Organización [StoryTelling and
Organizing Project] de Oakland ofrece herramientas, len-
guajes y abundantes materiales para comenzar a estu-
diar y practicar. Sin ser una “lista de control”, ni algo que
ofrece “arreglos en el acto”, este conjunto creciente de
recursos y organizaciones -una parte de nuestro ecosis- 25
tema de feminismo abolicionista internacionalista- ofre-
ce herramientas múltiples y tangibles que las personas
pueden utilizar juntas, ahora.15 Estos recursos -y muchos

13 Mariame Kaba and Shira Hassan, En busca de reparación: Manual


para facilitadores de responsabilidad comunitaria [Fumbling Towards
Repair: Workbook for Community Accountability Facilitators ] (Project
NIA, 2019)

14 Ejeris Dixon y Leah Lakshmi Piepzna-Samarasinha, Más allá de la


supervivencia: estrategias e historias del Movimiento de Justicia Transfor-
mativa [Beyond Survival: Strategies and Stories from the Transformative
Justice Movement (Chico, CA: AK Press, 2020)] y Ching-In Chen, Jai Du-
lani, and Leah Lakshmi Piepzna-Samarasinha, La revolución comien-
za por casa: enfrentar la violencia doméstica dentro de comunidades
activistas [The Revolution Starts at Home: Confronting Intimate Violence
Within Activist Communities] (Brooklyn, NY: South End Press, 2016)

15 Consultar también Abolición para la gente: movimiento por un fu-


turo sin policías ni prisiones [Abolition for the People: The Movement for
a Future without Policing & Prisons] ed. Colin Kaepernick, (Kaepernick
Publishing, 2021) .
otros- se comparten, critican, traducen y modifican en
reuniones y convenciones de base en todo el mundo, la
mayoría de ellas organizadas mediante trabajo no pago.
Junto a estos recursos textuales, les artistas siguen
produciendo una serie de intervenciones visuales en
nuestro estado carcelario —incluyendo obras que docu-
mentan meticulosamente las realidades de la supervi-
vencia diaria en prisión. Les artistas siempre han sido
agentes clave que han sembrado la resistencia y han
proporcionado las herramientas para que imaginemos
algo diferente —como lo ejemplifican las imágenes in-
corporadas a lo largo de este libro. Nuestros carteles,
memes, pancartas, declaraciones, eslóganes, grupos de
Signal y Snapchat, etc., también crean —para retomar
una frase de la académica de artes visuales Nicole Flee-
twood, una “estética anticarcelaria”16 o, como la enmar-
caríamos, una estética feminista de la abolición —para
aumentar nuestra capacidad colectiva de visualizar el ré-
gimen de castigo heteronormativo y racializado que es el
26 estado penitenciario/policial estadounidense y también
las innumerables formas en que las personas —pobres,
queer, de las Primeras Naciones, marrones, negras y/o
no ciudadanas— intentan prosperar y resistir a pesar
de todos estos obstáculos. En la última década también
aumentó la atención hacia la obra de escritoras que se
centran en futuros especulativos de mujeres negras (y
queer), como Octavia Butler, N. K. Jemison y Nnedi Oko-
rafor. El aumento del interés por estas autoras y artistas
que se centran en la lucha por el futurismo negro —y el
conjunto cada vez más amplio de obras que han surgido
en diálogo con estos textos especulativos— no puede se-
pararse de las demandas materiales que surgieron du-
rante este período: Financiar los Futuros Negros [Fund

16 Nicole Fleetwood, Marcando el tiempo: el Arte en la Era del Encar-


celamiento en Masa [Marking Time: Art in the Age of Mass Incarceration
(Cambridge: Harvard University Press, 2020)].
Black Futures].17 Abolición. Feminismo. Ahora. Mientras
las organizaciones locales siguen transformando el en-
torno discursivo, fomentando y legitimando el discurso
abolicionista sobre las prisiones y la policía, los proyec-
tos culturales y artísticos también ayudan a desnatu-
ralizar el estado carcelario y a enmarcar esta violencia
institucionalizada como un tema esencial para las dis-
cusiones oficiales. Consideremos, por ejemplo, el espec-
táculo multimedia de marionetas de Papel Machete, que
crea una narrativa especulativa sobre la última prisión
de Estados Unidos.18 La cultura visual, la música, el arte y
la ficción dan forma a la imaginación popular de manera
profunda, superando los cambios en la política y la ley.

27

17 Para más información sobre la demanda de Financiar los Futuros


Negros [Fund Black Futures] de organizaciones tales como Proyecto Ju-
ventud Negra 100 [Black Youth Project 100], ver David Turner, “De #Re-
sistCapitalism a #FundBlackFutures: Juventudes Negras, Economía
Política y la Imaginación Radical Negra en el Siglo XXI” [“#ResistCapita-
lism to #FundBlackFutures: Black Youth, Political Economy, and the 21st
Century Black Radical Imagination”] en Abolition Journal (12/8/2016),
https://abolitionjournal.org/resistcapitalism-to-fundblackfutures

18 Ver la performance de Papel Machete: https://www.youtube.


com/watch?v=qtAPHtG0hLQ
28

Ilustración de cómo la ciencia ficción enciende la


imaginación radical, por Ira M. Leigh, 2015.
Sin embargo, como reconocen todas estas fuentes,
incluso al crear múltiples intervenciones y respuestas
para suplantar las aproximaciones carcelarias, las muje-
res serán sexualmente agredidas, las personas trans se-
rán golpeadas, las personas discapacitadas serán reteni-
das como rehenes en sus hogares, y las personas negras
y otras personas de color sufrirán, se harán daño les
unes a les otres. Nuestros propios contextos, proyectos,
lugares de trabajo y de organización no son inmunes.
Mientras escribimos esto, denuncias de (sexual harm),
transfobia y racismo aparecen dentro de las organiza-
ciones y movimientos que nos rodean. No es fácil. Y re-
conocemos que usualmente les más vulnerables son les
que pagan el precio más alto: las personas que viven y
se organizan, sin remuneración alguna, desde dentro de
las cárceles y otros sitios carcelarios, y les que trabajan,
sin remuneración, en movimientos y organizaciones de
base. Con humildad reconocemos los riesgos y, sin em-
bargo, nos entregamos de lleno, juntes. Lo que hace que
esta tarea no sea imposible, es que la hacemos juntes. 29
Abolition. Feminism. Now. [Abolición. Feminismo. Ahora.]
describe cómo y por qué la abolición es inimaginable sin
el feminismo, cómo el feminismo es inimaginable sin la
abolición, y por qué este diálogo es imperativo, ya. Es-
peramos que les lectores reflexionen sobre las ideas de
este libro y que algo en él despierte en elles la voluntad
de actuar. Y hacerlo, no porque estemos prescribiendo
algo nosotras, sino porque las acciones tomen inspira-
ción del trabajo, las ideas y los desafíos de los que este
libro es un archivo.

¿Por qué nosotras?

Nos une la organización, la enseñanza y el aprendizaje


desde una perspectiva feminista y abolicionista. Como
académicas, educadoras y organizadoras, estamos invo-
lucradas en proyectos relacionados a la abolición de las
cárceles y de la policía, ya que intentamos expandir los
enfoques anticarcelarios a la interna de los movimientos
feministas contra la violencia. De manera colaborativa,
hemos construido y apoyado numerosas organizacio-
nes, hemos trabajado en campañas, participado en de-
legaciones y convocado encuentros, hemos enseñado (y
aprendido); todo ello como parte de nuestro trabajo en
movimientos y organizaciones. En particular, mantene-
mos historias profundas en relación a INCITE! Mujeres,
Personas de Género No-Binario y Personas Trans de Color
Contra La Violencia [INCITE! Women, Gender Non-Con-
forming, and Trans People of Color Against Violence] y
Resistencia Crítica [Critical Resistance]. Angela es una de
las fundadoras de Resistencia Crítica [Critical Resistance],
Beth es miembra fundadora de INCITE!, Gina ha estado
involucrada en Resistencia Crítica [Critical Resistance]
desde sus comienzos en la primera conferencia de 1988
y Erica se unió a Resistencia Crítica [Critical Resistance]
en 2006. Para Beth, Gina y Angela, estos intercambios
empezaron a finales de la década de 1990, mientras que
Erica, la más joven en este trabajo colectivo, se incorporó
30 diez años después. Durante viajes en auto y en paneles
de conversación, como también en reuniones de organi-
zación y en campañas, tanto en aulas como en sesiones
de estrategia, o compartiendo comidas en la cocina, los
fragmentos de nuestras conversaciones se movieron a
través de Chicago, Nueva York, Oakland, Bahía, Brisbane,
Londres, Palestina y otras partes del mundo. ¿Qué signi-
fica que el tema de la abolición aparezca actualmente al
principio de muchos programas de estudios como una
base y no como una ocurrencia que se aborda en unas
pocas semanas al final de un curso? ¿Cuál es el impacto
de que pocas personas reconozcan formalmente la ma-
nera en que el feminismo ha forjado al abolicionismo?
¿Por qué debemos seguir luchando para que el feminis-
mo se nutra del abolicionismo?
Nuestra decisión de escribir juntas un pequeño libro
titulado Abolition. Feminism. Now [Abolición. Feminismo.
Ahora] vino mucho antes de que las protestas antirracis-
tas de la primavera de 2020 en Estados Unidos y en otras
partes del mundo levantaran consignas como “Defund
the Police” [Desfinanciar a la Policía] o “Police Out of
Schools” [Policías fuera de las Escuelas]. Nos reuníamos
semanalmente por Zoom antes de que las clases, confe-
rencias y reuniones online por Zoom se volvieran la nor-
ma. Continuamos trabajando durante los primeros días
de la pandemia, durante las revueltas que surgieron en
nuestras calles y mientras negociábamos con unas con-
diciones de trabajo, de vida y organización cambiantes.
Seguimos adelante en medio de la impredictibilidad do-
méstica, la mala conexión de internet, los tornados, nue-
vos cachorros, incendios forestales, las demandas de
cuidado y las diferentes cuarentenas, e incluso una in-
surrección suprematista blanca. Nuestras llamadas es-
taban marcadas por la urgencia del presente: consultas
sobre la salud de los seres queridos, actualizaciones en
tiempo real sobre acciones locales urgentes, preguntas
sobre la enseñanza y el aprendizaje, preocupaciones so-
bre las elecciones de 2020 y sesiones estratégicas sobre
las debilidades y el futuro del movimiento. Siempre he-
mos sentido este proyecto como un imperativo: nuestra 31
participación en múltiples comunidades que resisten al
mismo tiempo el encarcelamiento y la violencia de géne-
ro, muestra un imperativo indivisible —el feminismo es
central para la abolición y la abolición es inseparable de
nuestro feminismo— que nos motiva a colaborar para
documentar, teorizar y amplificar el feminismo aboli-
cionista. Las movilizaciones de 2020, la insurrección del
supremacismo blanco a principios de 2021 y la pande-
mia de COVID-19 no han hecho más que aumentar esta
urgencia y, sin embargo, también impusieron muchas
demandas rivales.
A medida que el panorama que rodea este proyecto
cambiaba rápidamente, y que el trabajo se iniciaba y se
detenía según las exigencias del día a día, prestamos mu-
cha atención al proceso colaborativo. Venimos de lugares
muy diferentes, nos hemos formado en tradiciones aca-
démicas y organizativas divergentes, y trabajamos y ense-
ñamos en ámbitos que se entrecruzan pero que también
son distintos. Tal vez sin quererlo, nuestra práctica de
escritura para este proyecto reflejó la organización que
queríamos encarar y, en parte, relatar. Buscamos una voz
colectiva que reflejara nuestro pensamiento y práctica
compartidas, alimentamos una reflexividad crítica con-
tínua y nos preocupamos sobre qué y a quiénes omitía-
mos o dejábamos fuera, siempre conscientes del impera-
tivo de reconocer las narrativas, las personas y los análisis
que se olvidan o se entierran con facilidad. A pesar de la
insatisfacción con las tecnologías y las herramientas dis-
ponibles, luchamos por apoyar la escritura y el análisis
colectivos, abrazamos las curiosidades generativas que
surgen de herramientas y vocabularios tan superpuestos
como discordantes, al tiempo que sosteníamos nuestro
profundo sentido de responsabilidad hacia las moviliza-
ciones colectivas —pasadas, presentes y futuras. Hicimos
explícito el carácter inacabado de nuestras discusiones
acerca de los supuestos conocimientos de nuestro pú-
blico imaginario, así como también manifestamos nues-
tro deseo colectivo de ir más allá de una simple crónica
32 histórica desde el presente para trazar un gesto hacia el
quehacer y el futuro por venir, trabajando con humildad y
con el reconocimiento profundo de que los colectivos que
incorporan la diferencia, más que los actores individuales,
nos impulsan y nos sostienen. Estos modos de conver-
gencia y disonancia productiva están enlazados a lo largo
de nuestra escritura y también reflejan los movimientos
y las movilizaciones que narramos. Nuestro punto clave
de unidad es un compromiso continuo con la práctica y la
política del feminismo abolicionista y una confianza que
surge desde el compartir trabajos, visiones, aprendizajes,
espacios y cuidados durante la(s) última(s) década(s). Este
es el tiempo siempre lento de la colectividad, urgente y
tortuoso, deliberado y completamente inmerso.

¿Por qué colectivo?


La clave de este ecosistema feminista abolicionista son
las redes, organizaciones y colectivos. Este trabajo nun-
ca es un proyecto en solitario. Los individuos se cansan,
se desvanecen. Los movimientos se amplían y conti-
núan. A veces, el grupo se compone meramente de al-
gunas personas trabajando en conjunto en el sótano de
una iglesia, pero estas reuniones, redes y grupos, sean
ad hoc o formales, crean sitios insurgentes de educación
política que construyen relaciones, comparten lengua-
jes, estrategias, herramientas y análisis, y crean apertu-
ras para que la gente aprenda y ponga en práctica: ¿qué
herramientas están disponibles para responsabilizar a
alguien si no llamamos a la policía?. El colectivismo es
una temática clave que atraviesa generaciones, pueblos
y movilizaciones, que suele ser subvalorado y no recono-
cido, pero que es clave para la construcción de libertad.
Tenemos cuidado aquí de no romantizar ninguna
red o campaña. Las personas hacen el trabajo y, por lo
tanto, como sucede con todas nosotras, siempre existen
fallas. Un giro hacia “la comunidad” es tenso, a veces mí-
tico: la comunidad constituye tanto una visión radical,
una posibilidad fugitiva y, a su vez, una lucha: el feminis-
mo abolicionista en la práctica. Las redes y los colectivos 33
representados en esta genealogía (sólo una fracción del
trabajo emergente en el panorama feminista abolicio-
nista) nos recuerdan que la abolición no terminará con
todos los daños o la violencia interpersonal: debemos
hacer el trabajo necesario tanto para prevenir como
para reducir los daños, mientras practicamos y desarro-
llamos a su vez formas transformadoras de responder
cuando el daño efectivamente sucede. El feminismo
abolicionista es esta inversión intencional de nuestros
recursos para apoyar el florecimiento de lo mejor de
nuestras colectividades, reapropiándonos simultánea-
mente de la “responsabilidad” del régimen carcelario.
La organización colectiva siempre se vincula con pro-
cesos de aprendizaje y cambio, y sabemos que los ries-
gos se distribuyen de manera desigual. Y si bien el re-
conocimiento de la complejidad de la epistemología del
punto de vista no respalda la ignorancia aprendida —por
ejemplo, personas cisgénero y/o blancas cuya fragilidad
e incompetencia son el resultado de un compromiso
voluntario por no saber, no escuchar o no aprender— la
conciencia política es un proceso continuo, colectivo y
pedagógico y no una meta fija a alcanzar. Sin embargo,
¿cómo cultivamos espacios en nuestros movimientos
para que las personas aprendan, se equivoquen y des-
aprendan, sean responsables y cambien?. Ya que este
tipo de trabajo sólo puede ocurrir en relación, en comu-
nidades, siempre es imperativo que la carga del trabajo
no vuelva a caer sobre los mismos cuerpos, especial-
mente las mujeres, usualmente mujeres de color.
Nuestra habilidad para hacer “la otra pregunta”, y
para luchar y ensayar colectivamente es simultáneamen-
te fortalecida y dificultada debido a que las aspiraciones
de un feminismo abolicionista son descritas a menudo
como utópicas. La abolición es especulativa por necesi-
dad, y abrazamos ardientemente su dimensión utópica.19
Sin embargo, si un movimiento se enmarca como una
progresión hacia la utopía, sus movimientos conceptua-
les y organizativos pueden a su vez reforzar un mito cen-
34 tral sobre la abolición: que es poco práctico, inalcanzable,
un sueño. (El encuadre de los Estados Unidos como un
atípico caso distópico y excepcional en un espectro de
estados carcelarios internacionales no ayuda a erosionar
los sentimientos de imposibilidad de la abolición en los
Estados Unidos, con una minimización simultánea de la
necesidad de la abolición en otros estados-nación). Los
abordajes utópicos pueden ser tildados de limitados, y
esto es un reproche que se usa con demasiada frecuencia
contra les abolicionistes, junto con apelaciones a nuestro

19 Revisar el trabajo de Avery F. Gordon, especialmente “El Archivo


Hawthorne: Cartas desde los márgenes utópicos” [“The Hawthorne
Archive: Letters from the Utopian Margins”], (New York: Fordham
University Press, 2013).
“fervor evangélico”, nuestra ingenuidad, nuestra falta de
pragmatismo y nuestro “extremismo”.20
Nuestra intervención busca volver a anclarnos en la
inseparabilidad entre feminismo y abolición e insistir en
que no solo es fundamental generar espacio para lo que
aún no hemos podido imaginar, sino, al mismo tiempo,
continuar mostrando que la práctica está en los territo-
rios, es diaria, y se está desplegando ya—en el ahora.
La visión y la práctica no son contradictorias sino más
bien inseparables, la insistente prefiguración del mundo
que sabemos que necesitamos. Como escribe una de las
iniciadoras del movimiento “Nadie es ilegal” [“No One Is
Ilegal”] Harsha Walia: “La prefiguración es la noción de
que nuestra forma de organización refleja la sociedad
en la que deseamos vivir - que los métodos que practica-
mos, las instituciones que creamos y las relaciones que
facilitamos al interior de nuestros movimientos y comu-
nidades se alinean con nuestros ideales”21.
Las organizaciones a las que se hace referencia en
este proyecto, y muchas más en barrios a lo largo de 35
todo el mundo, configuran una constelación dinámica
formada por y a través del feminismo abolicionista que
circula y despliega herramientas cotidianas para termi-
nar con nuestra dependencia de la vigilancia y el castigo
y para crear comunidades más auténticamente seguras.
Como una práctica del ahora, el feminismo abolicio-
nista se niega a dejar ir lo visionario —aquello que aún no
existe— y la radicalidad de lo imaginario como un espacio
para lo aún impensable, al borde de lo posible. Decimos

20 Sobre “fervor evangélico” revisar Roger Lancaster, “Cómo


acabar con el encarcelamiento masivo” [“How to End Mass In-
carceration”], Jacobin, August 18, 2017, https://jacobinmag.
com/2017/08/mass-incarceration-prison-abolition-policing.
Sobre “extremismo,” revisar Darren Walker, “En defensa del matiz”
[“How to End Mass Incarceration”], Ford Foundation September 19,
2019, https://www.fordfoundation.org/news-and-stories/stories/
posts/in-defense-of-nuance/.)

21 Harsha Walia, Deshacer el imperialismo de las fronteras [Undoing


Border Imperialism] (Chico, CA: AK Press, 2013).
sí a la brillante especulatividad de Octavia Butler: vamos
a soñar un modo de salida; debemos imaginar más allá
de lo que nos está dado. También decimos sí a la prácti-
ca diaria de organizadores como Fannie Lou Hamer y Fay
Honey Knopp: hacer el trabajo, todos los días, de cual-
quier forma. Y como señaló nuestra querida camarada
Rose Braz, ahora fallecida, en una entrevista de 2008: “Un
prerrequisito previo para buscar cualquier cambio social
es nombrarlo. En otras palabras, aun cuando la meta que
buscamos esté muy lejana, a menos que la nombremos
y luchemos por ella hoy, nunca llegará.”22 La tensión pro-
ductiva de aferrarnos a una visión radical, real y profunda
mientras que al mismo tiempo, nos involucramos en la
desordenada práctica diaria, es la praxis feminista: el tra-
bajo de la gente cotidiana para intentar, construir y hacer.
Y esto requiere colectividad. Siempre.

¿Por qué ahora?


36 El feminismo abolicionista es nuestro momento político.
Tras la ejecución racista llevada a cabo en Minneapolis,
Minnesota, por representantes uniformados del poder
estatal y registrado en teléfonos celulares por tran-
seúntes, el nombre de George Floyd resonó por todo
el mundo. ¿Cómo reflejar también los asesinatos y los
continuos ataques a mujeres asiáticas y asiático-ameri-
canas, o los arrestos violentos a personas trans negras,
la detención de latines y otres niñes inmigrantes en “la
frontera” o la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez,
México?. Aunque por primera vez dentro de nuestra
memoria, las autoridades declararon casi de inmediato
que la matanza policial de George Floyd fue “asesinato”,
y que los asesinatos masivos de mujeres asiáticas en At-
lanta en 2021 fueron “crímenes de odio”, el despertar

22 Hans Bennett, “Organizarse para abolir el complejo industrial pe-


nitenciario” [“Organizing to Abolish the Prison-Industrial Complex”],
July 11, 2008, Dissident Voice,https://dissidentvoice.org/2008/07/
organizing-to-abolish-the-prison-industrial-complex/.)
colectivo fue ocasionado por el hecho que decenas de
millones de personas o tal vez más, presenciaron los úl-
timos nueve minutos de la vida de George Floyd y cómo
las mujeres asiáticas claramente eran convertidas en
“un blanco” para disparar odio. 23 Aún para aquelles que
pueden estar poco familiarizades con la historia de la
violencia racista en los Estados Unidos, estas escenas
despertaron el espectro histórico del linchamiento y el
femicidio. Pero esta vez, todes estuvimos implicades. Y
la falta de respuesta fue equivalente a un consentimien-
to implícito. Mientras preparamos este manuscrito para
ser publicado, al igual que los grandes números de ma-
nifestantes y aquelles que simpatizan con les activistas
en las calles a través del mundo, estamos aún reponién-
donos de la sensación de que el tiempo histórico se nos
ha adelantado, incluso cuando el presente nos deja ver
cuán cautives por cuestiones sin resolver del pasado
aún estamos.

37

23 Por una crítica a la legislación sobre crímenes de odio, ver “Cons-


truir un movimiento trans y queer abolicionista con todo lo que tene-
mos” [“Building an Abolitionist Trans & Queer Movement with Everything
We’ve Got” ], de Morgan Bassichis, Alexander Lee y Dean Spade, en Gé-
neros cautivos: Cuerpos trans y las prisiones del complejo industrial [Captive
Genders: Trans Embodiment and the Prison Industrial Complex] editado
por Eric Stanley y Nat Smith (Oakland, Ca: AK Press, 2011)
38

Reivindicaciones planteadas en 2020 por la campaña


#8toAbolition, dirigidas a desmantelar los sistemas de
violencia estatal.

“#8toAbolition: Un mundo sin cárceles ni policía,


donde todes podamos estar segures. Creemos en
un mundo donde no habrá muertes a manos de
la policía, porque no habrá policía. La abolición no
puede esperar. Desfinanciar a la policía, Desmilitarizar
las comunidades, Sacar a la policía de las escuelas,
Liberar a la gente de las cárceles y las celdas, Rechazar
las leyes que criminalizan la supervivencia, Invertir
en el autogobierno de las comunidades, Proveer
Viviendas seguras para todes, Invertir en el Cuidado,
no en la policía.”
Este momento colectivo ha sido guiado por una lar-
ga trayectoria de campañas, movilizaciones y acciones
a menudo precipitadas por violencia y muerte. Aunque
conocemos los nombres de muchos hombres negros
que perdieron sus vidas por la violencia policial, las mu-
jeres, personas de género no conforme, personas trans
y aquellas que ejercen el trabajo sexual que fueron ase-
sinadas son, en su mayoría, casi siempre relegadas. Du-
rante el período precedente al asesinado de George Flo-
yd, Breonna Taylor una mujer joven negra que trabajaba
como técnica de emergencias médicas fue ejecutada por
la policía en Louisville, Kentucky, cuando irrumpieron en
su residencia con un permiso judicial para entrar sin avi-
so, aparentemente expedido porque ella había conocido
a una persona buscada por la policía. Breonna Taylor es-
taba en la cama con su novio cuando la policía irrumpió
en su casa y le disparó ocho veces. Si el nombre de Geor-
ge Floyd sintetiza una interminable lista de hombres ne-
gros que han sido objetivos de violencia estatal racista,
en la más reciente época, Mike Brown, Eric Garner, Fre- 39
ddie Gray, Walter Scott, Philando Castile y tantos otros,
los nombres de las mujeres son a menudo borrados,
con la excepción de Breonna Taylor, Sandra Bland, Reia
Boyd y algunos otros.
El asesinato de George Floyd se volvió un cataliza-
dor fundamental para las demandas abolicionistas en
gran parte por una organización radical previa. En 2012,
pocos días después de cumplir veintiún años, Ce Ce Mc
Donald fue arrestada por defenderse contra la violencia
callejera racista y transfóbica. Mientras ella encaraba el
cargo de asesinato de su atacante y una larga senten-
cia en prisión, una pequeña pero significativa red mul-
tirracial formada en su mayoría por gente joven queer
y trans multirracial visibilizaron su caso a través de las
redes y organizaron acciones callejeras y talleres. Este
apoyo fue especialmente importante durante los 19
meses en que Ce Ce, una mujer trans negra, fue reteni-
da en una prisión de hombres. Ce Ce y la campaña que
emergió alrededor de ella también funcionó para llamar
por sus nombres todas las formas que el sistema legal
criminal sirve como un aparato de represión contra la
gente en las periferias de la sociedad, particularmente la
gente trans de color. Esta organización al rededor de Ce
Ce, casi una década antes del levantamiento del verano
2020, elucidaba las conexiones ideológicas entre la vio-
lencia estatal, la violencia callejera y la violencia interper-
sonal, una conjunción en el corazón de todo el trabajo
del feminismo abolicionista.
Las campañas enfocadas en las mujeres negras que
son objetivo de las formas del entramado de la violencia
interpersonal y estatal han emergido en Estados Unidos,
como han surgido en el resto del mundo carcelario donde
raza, género y marginalidad juegan un rol similar en la
criminalización. Un 11 de junio de 2016, Sarah Reed, una
mujer negra de 32 años con una historia de discapacidad
psiquiátrica se convirtió en la última persona que moría
en la prisión Holloway de Londres (la cárcel más grande
de Europa occidental hasta que fue cerrada permanen-
40 temente seis meses después de esto). Sarah fue encon-
trada muerta en su celda con tiras de lino alrededor de
su cuello. Ella estaba en prisión preventiva en Holloway
después de haber sido acusada de lesiones corporales
graves porque había intentado defenderse de un ataque
sexual por parte de un paciente, en la unidad de “enfer-
mes de alta peligrosidad” de un establecimiento de salud
mental. Aunque las investigaciones encontraron que su
muerte fue autoinfligida, eso no persuadió a que los ofi-
ciales pensaran que ella se había quitado la vida. El fracaso
para proveer un cuidado adecuado y oportuno, y su en-
carcelamiento en vez de un cuidado de salud apropiado,
fueron factores causales en lo que fue declarado como
suicidio. A raíz de esta muerte bajo custodia, Sisters Uncut,
un grupo de acción directa antirracista y feminista que se
organiza contra los recortes en los servicios de violencia
doméstica, ocupó el Centro de Visitantes [Visitor’s Center]
en Holloway en memoria de Sarah Reed y las otras diez
mujeres que habían muerto en allí desde 2004, exigiendo
que ese espacio de violencia estatal se transforme en un
edificio que brinde servicios contra la violencia para mu-
jeres y personas no binarias.
Si bien todes nosotres hemos estado involucrades
en muchos de estos casos, las temporalidades de nues-
tras luchas se hicieron pedazos durante este período. Lo
que entendemos como tiempo real cambió de manera
drástica durante el tiempo que estuvimos trabajando en
este libro. Como señalamos, la idea original se estuvo
gestando durante años: se originó durante nuestras dis-
cusiones en conferencias, comidas en eventos, mientras
leíamos libros juntas y reflexionábamos sobre estrate-
gias de campaña, durante largos viajes para reunirnos
con nuestres estudiantes en los cursos que impartimos
en la cárcel de Stateville. Inspiradas por las emocionan-
tes formas en que las ideas feministas y abolicionistas
están convergiendo para animar los movimientos de re-
sistencia, ahora parecía ser el momento adecuado para
documentar este trabajo.
El título de nuestro libro —Abolition. Feminism. Now.
[Abolición. Feminismo. Ahora.]— refleja estas teorías y 41
prácticas feministas de muchas partes del mundo que re-
conocen, como Sisters Uncut, la campaña de CeCe McDo-
nald y el movimiento por la justicia para Breonna Taylor
y otras, las múltiples formas en que se desarrollan las
luchas contra la violencia individual e íntima ligadas inte-
gralmente a las luchas contra la violencia estatal. En todo
el mundo, las formas de resistencia a la violencia estatal
acentúan las tramas históricas y contemporáneas de los
sistemas de opresión. El trabajo, por ejemplo, de la con-
cejala de Río de Janeiro Marielle Franco, una organizado-
ra queer, feminista y antirracista asesinada en marzo de
2018, que desafió fervorosamente la militarización de las
fuerzas policiales brasileñas, ha inspirado profundamen-
te a muches de nosotres comprometides en un trabajo
similar en los Estados Unidos. El enfoque feminista de
Marielle Franco y su articulación de raza y género dejó
absolutamente en claro que, la defensa de las mujeres
negras debe estar vinculada a la lucha contra la violen-
cia policial, incluso cuando sus objetivos inmediatos son
predominantemente hombres. Su organización se centró
en las necesidades de las mujeres negras en las favelas
de la ciudad, incluida la lucha por las guarderías noctur-
nas para las madres trabajadoras y por los derechos re-
productivos de las mujeres, además de articular las con-
diciones de pobreza, militarización, violencia y represión
al impacto estructural e institucional de raza y género.
Aquelles que están tratando de radicalizar la política elec-
toral se han visto envalentonades aún más por el hecho
de que, tras el asesinato de Marielle, un número sin pre-
cedentes de mujeres negras se postularon para cargos
públicos en Brasil, a menudo denominadas las “semillas
de Marielle”: Erica Malunguinho da Silva, por ejemplo, se
convirtió en la primera mujer trans negra en ser elegida
para la asamblea legislativa de São Paulo.

42
43

Obra de Micah Bazant, creada en 2013 como parte de


la campaña para liberar a CeCe McDonald.

“Honrar a nuestres muertes y luchar como nunca por


les vives. En junio de 2011, CeCe McDonald resistió
un ataque racista y transfóbico. Fue condenada a 41
meses en una prisión para hombres por homicidio
en segundo grado, a pesar de las evidencias claras de
defensa propia. Liberen a CeCe. Apoya a las mujeres
trans de color.”
Los discursos y la organización centrados en Estados
Unidos pueden saturar los movimientos políticos abo-
licionistas contemporáneos, reforzando y profundizan-
do el imperialismo estadounidense y eludiendo poten-
cialmente las historias locales de violencia y resistencia.
Por lo tanto, los compromisos internacionalistas son
imprescindibles para ilustrar las repercusiones globales
y continuas del colonialismo y el imperialismo enraiza-
dos en las instituciones policiales y carcelarias. En 2020,
en el contexto de la insurgencia global #LasVidasNegra-
sImportan [#BlackLivesMatter], un colectivo sudafricano
publicó un informe de acción, Reimaginar la justicia en
Sudáfrica más allá de la policía [Reimagining Justice in
South Africa beyond Policing]. Destacando la larga his-
toria de violencia de las cárceles y la vigilancia policial
en Sudáfrica (el colectivo LosPolicíasSonUnosFracasados
[CopsAreFlops] ha sostenido que el Servicio de Policía de
Sudáfrica supuestamente mata tres veces más personas
per cápita que las fuerzas policiales de Estados Unidos),
44 el informe señaló: “No es acerca de encajar una narrati-
va ‘sudafricana’ en una narrativa ‘estadounidense’... es-
tamos teniendo fundamentalmente la misma conversa-
ción”24. Al afirmar que la violencia policial en diferentes
lugares puede entenderse como diferentes facetas de
la “misma conversación”, como LosPolicíasSonUnosFraca-
sados [CopsAreFlops] sugiere, desarrollamos enfoques
analíticos más amplios a medida que nuestras estrate-
gias y las filas de nuestras luchas se expanden.

24 Reimaginar la justicia en Sudáfrica más allá de la policía [Reimagining


Justice in South Africa beyond Policing], producido por LosPolicíasSo-
nUnosFracasados [CopsAreFlops], https://drive.google.com/file/d/1kr-
Ncg_saPFABqjuFkQvtVKUpIjivd8Es/view?fbclid=IwAR2ve10x0CS-
Pi9sipQdXyD2vdYHI_lYzuFYMQ0PTHX26m4WfR6sz8e0nT2I.
LosPolicíasSonUnosFracasados [CopsAreFlops] es una iniciativa reali-
zada desde/por jóvenes que se dedica a imaginar y trabajar por un
sistema de justicia sudafricano que vaya más allá de la policía y el
encarcelamiento. LosPolicíasSonUnosFracasados [CopsAreFlops] pue-
de ser encontrado en Instagram, Facebook y Twitter: @copsareflops.
Las movilizaciones locales tienen tentáculos globa-
les. Por ejemplo, las campañas contra la militarización
de la policía de Estados Unidos muchas veces han cen-
trado la atención en el papel del ejército israelí para ca-
pacitar a los departamentos de policía de todo el mundo
(incluida la pequeña fuerza de Ferguson, Missouri). En
el área de la bahía de San Francisco, Resistencia Crítica
[Critical Resistance], el Centro de Organización y Recursos
Árabes [Arab Resource and Organizing Center], la Coa-
lición para la Moratoria de Xicana [Xicana Moratorium
Coalition] y otras organizaciones llevaron a cabo una
campaña prolongada que finalmente provocó el cierre
de Escudo Urbano [Urban Shield], la exposición de armas
y el programa de entrenamiento SWAT que se realiza-
ba anualmente los 11 de septiembre, atrayendo orga-
nismos encargados de hacer cumplir la ley de todo el
mundo, incluido el estado de Israel. Esta campaña re-
flejó cambios desde posiciones que simplemente exigen
prácticas policiales “más humanas” sin cambiar las es-
tructuras policiales existentes hacia una comprensión 45
más compleja de la forma en la que los departamentos
de policía locales son afectados y, a su vez, fortalecen las
tendencias de militarización. Por lo tanto, la victoria de
2019 en la campaña para detener Escudo Urbano [Urban
Shield] representó no solo una victoria local sino un mo-
mento significativo en la forja de enfoques internaciona-
listas hacia la violencia estatal.
46

Portada de Mikayla Boorany para el libro Reimagining


Justice in South Africa beyond Policing [Reimaginando la
Justicia en Sudáfrica más allá de la Policía], 2020.

“¿La impartición de justicia en Sudáfrica tiene que


venir vestida con un chaleco antibalas azul marino,
escopeta y tanquetas blindadas o podemos imaginar
una justicia más allá de eso?”
Este internacionalismo puede ayudar a rastrear y
construir una genealogía vibrante y compleja, recor-
dándonos que debemos pensar más allá de lo que
constituye lo dado dentro de contextos geopolíticos
particulares. El objetivo es no aspirar a ninguna de es-
tas condiciones: los permisos de prisión para las per-
sonas que cumplen largas condenas no es un objeti-
vo final. Sin embargo, una lente internacionalista al
menos hace el trabajo necesario para sacarnos de los
horizontes familiares y cotidianos y construir análisis,
vínculos y organización. Por ejemplo, reconocer que les
de Montreal y Londres están involucrades en la misma
conversación que nuestros homólogos sudafricanos
fortalece nuestra capacidad para argumentar que la
actuación policial puede estar impulsada por el racis-
mo estructural incluso cuando la mayoría de los agen-
tes de policía son negros. Quizás uno de los ejemplos
más convincentes se pueda encontrar en el trabajo de
la recién formada Red de Acción Colectiva Feminista Pa-
lestina [Palestinian Feminist Collective-Action Network] 47
y su compromiso radical con el anticolonialismo y la
descolonización que afirma la vida frente a la violencia
sionista. Estas y otras oportunidades para aprender de
la organización más allá de nuestras propias fronteras
violentas también funcionan como recordatorios de
que los actuales acuerdos se producen históricamente
y, por lo tanto, pueden modificarse y que el capitalismo
racial, tanto como el COVID-19, no guarda fidelidad con
ningún estado-nación en particular.
Debido a que el feminismo abolicionista es una po-
lítica y una práctica, hemos estructurado este libro en
capítulos breves que ofrecen capturas instantáneas de
nuestras prácticas, campañas, proyectos, aprendizajes
y compromisos colectivos e individuales. Para ilustrar
la indivisibilidad de los conceptos centrales que estruc-
turan este libro, el Capítulo 1 ofrece una genealogía crí-
tica parcial de la abolición con inflexiones feministas,
mientras que el Capítulo 2 proporciona una genealogía
crítica parcial de los movimientos feministas contra la
violencia con inflexiones abolicionistas. El Capítulo 3
aborda los detalles de un lugar, Chicago, para mapear
cómo en este momento el feminismo abolicionista tra-
baja en territorio, en los vecindarios, con organizacio-
nes, grupos comunitarios, campañas e iniciativas de
educación popular que trabajan contra la encarcelación
y por la libertad. Ninguno de los ejemplos contenidos
en este breve proyecto son definitivos, pero los ofre-
cemos para mostrar cómo en medio de una profunda
opresión estructural y violenta, hay espacios posibles
donde la imaginación y la creatividad pueden prospe-
rar. En conjunto, los ejemplos de este libro —una frac-
ción de una ecología emergente— forman un mosaico
de lo que hace posible el feminismo abolicionista, no
en un sentido prescriptivo, sino más bien para mostrar
que un mundo nuevo es posible: ya estamos constru-
yendo uno colectivamente.
Le ponemos nombre al cambio que queremos: Abo-
lición. Feminismo. Ahora.
48 La abolición requiere cambios profundos en cómo
nos organizamos contra la opresión y qué hacemos
para crear el mundo que queremos. Para nosotras, el
feminismo ofrece un mapa político e ideológico para
orientar ese trabajo. La urgencia, el “ahora”, es impul-
sado por los recientes levantamientos en Estados Uni-
dos y la larga historia de luchas diarias en las comuni-
dades negras, latinas, inmigrantes, queer e indígenas:
luchas por la seguridad, la justicia alimentaria, por un
salario justo garantizado, por la ampliación del derecho
al voto, así como la libertad de esterilización forzada o
cirugía de asignación de género y de regímenes repre-
sivos de vigilancia, control y castigo. Es importante des-
tacar que, si bien la urgencia —el ahora— está animada
por los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y
Marielle Franco, el rico legado de la organización femi-
nista abolicionista da forma a las luchas actuales y nos
recuerda el trabajo lento, en tiempos siempre urgentes,
de construir comunidades emergentes a largo plazo.
49

Afiche de la lucha persistente contra la ultraderecha


en Brasil, por Luciane Fortuna,
Colección del Instituto Marielle Franco.
I. Abolición

Cuando la Casa de Detención de Mujeres [Women’s House


of Detention] de Nueva York abrió en 1932, fue anuncia-
da como un modelo nacional, un ejemplo importante de
“penología moderna”. Localizada en el Greenwich Villa-
ge donde intersectan la Sexta Avenida, la Calle Décima
y la Avenida Greenwich, y construida con un costo de
dos millones de dólares, esta nueva prisión fue diseñada
para afrontar el creciente número de mujeres que entra-
ban al sistema penal. Las noticias que cubrieron su crea-
ción enfatizaron el cambio esencial en el vocabulario
oficial, que dictaba que las mujeres encarceladas fueran
nombradas como “internas” en lugar de “prisioneras”,
marcando así lo que en el momento se consideraban
reformas significativas. La Casa de Detención de Mujeres
[Women’s House of Detention] fue también elogiada
50
por su incorporación a la naciente “investigación cien-
tífica”, particularmente la práctica de aislamiento car-
celario como respuesta a la presunción de que una de
las “principales causas del crimen” era la “facilidad con
la que jóvenes criminales se ven influenciades por vie-
jes delincuentes en prisión.” En lo que se ha convertido
en un eco familiar, la construcción de una nueva prisión
“innovadora” en línea con la “mejor” ciencia emergente
se presentó como la idea de reforma más desarrollada
y necesaria.25
Sin embargo, pese al objetivo de aislamiento de la
prisión, su proximidad con la calle y con el centro de la
ciudad creaba caminos tangibles de comunicación e in-
tercambio. Las visitas de gente que habitaba el “mundo
libre” no siempre estuvieron confinadas a los encuentros

25 “La Casa de Detención de Mujeres protege a las delincuentes sin


antecedentes penales [Women’s House of Detention Protects the First
Offenders]”, New York Times, 8 de marzo de 1931.
oficialmente regulados dentro de la prisión vía teléfono
o a través de paneles de plexiglás pequeños y eventual-
mente degradados, lo que requería que ambas partes se
mantuvieran de pie durante la visita. También había visi-
tas callejeras decididamente no reguladas en las cuales
las personas gritaban desde la Avenida Greenwich para
que cualquiera que escuchara desde adentro le avisara
a quien querían visitar que se acercara a la ventana. Au-
dre Lorde describe esa estrategia de comunicación en
1982:

Información y cariño volaban arriba y abajo,


mientras les conversadores aparentemente
indiferentes a los oídos de les transeúntes
discutían sobre la disponibilidad de aboga-
des, la duración de la detención, la familia, las
condiciones y la eterna calidad del verdadero
amor. La Casa de Detención de Mujeres [Wo-
men’s House of Detention], justo ahí en el
medio del Village, siempre se sintió cercana a 51
nosotres -un desafiante bolsón de resistencia
femenina, como recordatorio permanente de
posibilidad, y también de castigo.26

Como su proximidad con la calle proveía acceso a


comunicación que no estaba regulada ni, en gran me-
dida, vigilada por la prisión, también creaba vías para la
organización. Aunque temporal y fracturada, activistas
dentro y fuera encontraron formas para interrumpir y
desestabilizar los regímenes de aislamiento de la cárcel.
En 1969, durante los días entre Navidad y año nuevo,
el emergente Frente de Liberación Gay [Gay Liberation
Front] protestó las 24 horas de cada día en las puertas
de la prisión en respuesta al encarcelamiento de Afeni

26 Audre Lorde, Zami: Una biomitografía. Una nueva forma de es-


cribir mi nombre [Zami: A New Spelling of My Name], Berkeley, CA:
Crossing Press, 1982, 206.
Shakur y Joan Bird -dos Panteras Negras cuyos casos atra-
jeron significativa atención mediática.
Mientras Angela Davis estuvo detenida en la Casa de
D. [House of D.], como se la llamaba, simpatizantes ayu-
daron a organizar una campaña de fianza coordinada en
parte a través de esta comunicación no regulada entre
les encarcelades y las calles. Prefigurando la campaña
Acción de Fianza de las Mamás Negras [Black Mamas Bail
Out Action], iniciada en 2017 por Mary Hooks de Sureñes
en Nuevo Suelo [Southerners on New Ground (SONG)],
quienes estaban afuera reunían dinero para fianzas y las
mujeres en el interior decidían colectivamente quién se
beneficiaría de la campaña de fianza.27 Había mujeres
que pasaban varios meses entre rejas aunque sus cargos
eran relativamente menores, porque ellas y los miem-
bros de sus familias tenían pocos o ningún recurso. Des-
de su perspectiva, lo mismo daba una fianza fijada en
500 dólares que en 500.000. La organización y toma de
decisión colectiva entre las mujeres encarceladas era es-
52 pecialmente importante porque aquellas que lograban
salir bajo fianza se comprometían en la recolección de
fondos para la campaña luego de ser liberadas. Mien-
tras la misión de aislamiento era promovida por lo que
era presentado como evidencia científica, literalmente
materializada en la “moderna” penología que la Casa de
D. [House of D.] simbolizaba, la historia de esta institu-
ción también estuvo caracterizada por la resistencia.
Las prácticas colectivas establecidas por las personas
dentro y fuera de la Casa de D. [House of D.] emergieron
de las herramientas y recursos a la mano: voces, gen-
te, dinero recolectado. Aunque no fueran nombradas
como abolicionistas o como feministas, estas prácticas
colectivas son sin embargo elementos importantes en
la genealogía del feminismo abolicionista del complejo

27 Sureñes en Nuevo Suelo [Southerners On New Ground], “Acción


de Fianza de las Mamás Negras [Black Mamas Bail Out Action]”,
https://southernersonnewground.org/our-work/freefromfear/
black-mamas-bail-out-action)
industrial carcelario. Aun cuando la recaudación de fon-
dos para fianzas fue creada por presos políticos como
H.Rap Brown28, la mayoría de las personas encarceladas
no tenía acceso a esas redes. No obstante, por lo que
podemos aseverar, la campaña en la Casa de D. [Hou-
se of D.] fue una de las manifestaciones más tempranas
de campañas de fondos para fianza para gente sin perfil
público, como las contemporáneas Acción de Fianza de
las Mamás Negras [Black Mamas Bail Out Action] y la apa-
rición de fondos de fianza organizados por movimientos
de base a lo largo de Estados Unidos.29 El establecimien-
to de fondos de fianza, las redes de comunicación desa-
rrolladas a partir de gritar hacia las ventanas de las cel-
das desde la calle, y el rechazo colectivo y deliberado de
quienes estaban dentro y fuera a consentir el aislamien-
to promulgado por la prisión, constituyeron una inter-
vención poderosa de abolicionismo feminista temprano.
Los esfuerzos actuales por abolir enteramente la fian-
za -como el anuncio de 2020 del fiscal de distrito Chesa
Boudin de que su oficina anulaba la fianza en dinero-, le 53
deben mucho a estos esfuerzos pioneros del feminismo
abolicionista del complejo industrial carcelario.

28 N de T: Jamil Abdullah Al-Amin (Baton Rouge, 4 de octubre de


1943), más conocido como H. Rap Brown, fue un líder del movimien-
to afroamericano. En la década de 1960, fue presidente del Comité de
Coordinación de Estudiantes por la No Violencia [Student Nonviolent
Coordinating Committee (SNCC)]. Fue acusado y condenado a cade-
na perpetua por la muerte de dos policías.

29 El Fondo de Libertad de Bronx [Bronx Freedom Fund] establecido


en 2007 y probablemente el primer fondo de fianza contemporáneo
accesible a cualquier persona, fue discontinuado en 2020, en bue-
na medida por algunas reformas que se implementaron. Ver http://
www.thebronxfreedomfund.org/.
54

Imagen de Black Mamas Bail Out Action para recaudar


fondos para fianza, diseñada por Micky Jordan para el
Día de la Madre en 2019.

“Hasta abolir la fianza en dinero, nos vamos a liberar


a nosotres mismes. #FinDeLaFianzaEnDinero”

En 1974, la población de la Casa de Detención de Mu-


jeres [Women’s House of Detention] fue trasladada a la
prisión de la Isla Rikers. La Casa de D. [House of D.] fue
demolida. Joan Nestle sugiere que las persistentes inte-
rrupciones de las mujeres encarceladas a la vida cotidia-
na de las calles del barrio de Greenwich, consideradas
“malas para el negocio inmobiliario y para el turismo”,
eventualmente empujaron al alcalde a cerrar la prisión.30
Luego de una organización significativa, se creó un jardín
en el antiguo sitio de la Casa de D. [House of D.] Estas ricas
historias de organización han sido ampliamente borradas
de las historias de los movimientos abolicionistas. Pero el
vacío de los argumentos en favor de la penología moder-
na de 1932 reverbera en los llamados contemporáneos
a crear supuestas cárceles más lindas, más amables a lo
largo de Estados Unidos (particularmente en la ciudad de
Nueva York) durante la lucha por un plan alternativo al
ahora deslegitimado plan de la prisión de la Isla Rikers.
San Francisco, Denver, Bellingham, Los Angeles, y
muchas otras ciudades y condados se están organizan-
do contra y a veces derrotando exitosamente las nue-
vas propuestas de construcción, expansión y esquemas
de financiamiento de prisiones. Inconcebible para mu-
ches hace diez años atrás, hoy el cierre de prisiones, la
eliminación de fianzas en dinero, clemencia y “liberación
compasiva” están siendo debatidas en medios de comu-
nicación masivos como el Washington Post y elogiadas en 55
foros progresistas de políticas públicas como ejemplos de
cambio necesario. Estos cambios ideológicos y materia-
les representan enormes victorias. Sin embargo, la lente
del feminismo por la abolición del sistema carcelario nos
enseña que nuestro trabajo no es simplemente “ganar”
campañas específicas sino re-encuadrar el terreno sobre
el cual ocurren las luchas por la libertad. En efecto, uno
de los preceptos fundamentales de la abolición es que ga-
nar una campaña no es la única medida del éxito: cómo
luchamos, cómo nuestro trabajo habilita luchas futuras,
y cómo mantenemos la claridad acerca de aquello por lo
que luchamos, importa. Al trabajar desde esta foto ins-
tantánea del análisis generativo y las historias de gente
organizándose por la liberación alrededor y dentro de la
Casa de D. [House of D.], este capítulo ofrece una vía para

30 Joan Nestle, “Casa de Detención de Mujeres, 1931-1974 [Women´s


House of Detention, 1931-1974]”, Outhistory, 2008 https://outhistory.
org/exhibits/show/historical-musings/womens-house-of-detention)
pensar acerca de cómo la práctica abolicionista fue mol-
deada por el feminismo. Al incorporar la formación orga-
nizativa de Resistencia Crítica [Critical Resistance] y otras
redes que construyen los movimientos abolicionistas
contemporáneos, la influencia de los aportes históricos
de W.E.B. Du Bois, y el análisis de campañas contempo-
ráneas, este capítulo rastrea los caminos feministas que
propulsaron prácticas abolicionistas. Hoy, como siempre,
es crucial resaltar estas formas de organización en una
genealogía de la abolición y del feminismo.

Genealogías de Organización
Tres años antes de la demolición de la Casa de D. [House
of D.], los Hermanos de Attica [Attica Brothers] lanzaron
en 1971 un apasionado llamado por la abolición del sis-
tema carcelario durante la rebelión de cuatro días que
reverberó dentro de diversos movimientos y círculos ac-
tivistas.31 En el inicio de la revuelta de Attica, salieron a
56 la superficie numerosos ejemplos de los comienzos de
un discurso contrahegemónico —tales como la revuelta
en la prisión Walpole en Massachussets donde personas
encarceladas organizaron un sindicato y dirigieron la pri-
sión32— aun cuando este ímpetu fue obstaculizado por
la retórica de la ley y el orden reinante. La organización
Comité de Servicio de los Amigos Estadounidenses [Ame-
rican Friends Service Committee] publicó el documento
Lucha por Justicia: Un Informe sobre Crimen y Castigo en Es-

31 Ver la edición especial de 1991 de Social Justice (vol. 18 nº 3) edi-


tado por Robert P. Weiss (“Attica: 1971-1991 - Edición Conmemorativa
[Attica: 1971–1991 - A Commemorative Issue]”). Ver también Heather
Thompson, Sangre en el agua: La revuelta de la Prisión de Attica en 1971
y su legado [Blood in the Water: The Attica Prison Uprising of 1971
and Its Legacy], Nueva York: Pantheon, 2016.

32 Sobre esta revuelta, ver: Cuando los prisioneros dirigieron Wal-


pole: Una Historia Real del Movimiento por la Abolición de las Prisiones
[When the Prisoners Ran Walpole: A True Story in the Movement for
Prison Abolition], de Jamie Bissonnette, Ralph Hamm, Robert Dellelo,
Boston: South End Press, 2008.
tados Unidos [Struggle for Justice: A Report on Crime and
Punishment in America]. La sección final de este infor-
me enfatizaba, entre otras cuestiones, “la oposición a la
construcción de nuevas prisiones”, argumentando que

Como reforma, las prisiones “modernas”


podrían aliviar las más duras privaciones
físicas de estar encarcelade, pero el elemento
punitivo esencial de la prisión —privación de
la libertad y de la posibilidad de elegir— se
mantiene. Cuando las presiones por refor-
mas llevan a demandas para aliviar el hacina-
miento añadiendo nuevas celdas o espacio
para camas, el resultado es inevitable: la red
coercitiva del sistema de justicia se exten-
derá hacia un número mayor de personas,
atrapándoles por períodos de tiempo más
largos. Si las prisiones están superpobladas,
deberían encontrarse maneras para recortar
la masa de leyes penales y los tipos de apli- 57
cación que envían a tanta gente a prisión.
La construcción de nuevas prisiones no es
compatible con nuestra mirada del rol co-
rrecto de la legislación penal en una sociedad
democrática.33

El manual para abolicionistas del sistema carcela-


rio En Lugar de Prisiones [Instead of Prisons], editado en
1976, delineó igualmente de manera clara estrategias
para el desencarcelamiento y documentó una historia
abreviada de análisis abolicionistas con más de un siglo
de citas de organizaciones y personas libres y encarce-
ladas. El manual citaba al Juez Bruce M. Wright, quien

33 Equipo de Trabajo del Comité de Servicio de los Amigos Estadouni-


denses [American Friends Service Committee Working Party], Lucha
por la Justicia: Informe sobre crimen y castigo en Estados Unidos [Strug-
gle for Justice: A Report on Crime and Punishment in America], Nueva
York: Hill and Wang, 1971, p. 173.
eventualmente se desempeñó en la Suprema Corte
del Estado de Nueva York, y quien visitó la prisión de
Greenhaven en 1975: “Durante años he condenado las
prisiones en Estados Unidos. Siempre dije que el siste-
ma carcelario que hoy existe en Estados Unidos debería
ser abolido. A medida que envejecí, no he visto razón
para cambiar esa perspectiva.”34 El manual En Lugar de
Prisiones [Instead of Prisons] fue co-escrito por la activis-
ta cuáquera Fay Honey Knopp, una abolicionista pionera
del siglo XX, quien más tarde argumentó que la abolición
era una dimensión significativa del feminismo radical.35
Estas ideas fueron retomadas en la década de 1970
por la organización Proyecto de la Cárcel de Mujeres Santa
Cruz [Santa Cruz Women’s Prison Project], quienes tra-
bajaron para crear una vibrante comunidad de perso-
nas dentro y fuera de las prisiones a lo largo de la Costa
Oeste, siendo anfitrionas de discusiones acerca de “al-
ternativas a la prisión”, haciendo circular gacetillas con
novedades compartidas y análisis, creando redes de
58 apoyo para personas dentro y después de su liberación,
y generando campañas sostenidas para detener la cons-
trucción de nuevas cárceles y prisiones.36 Estas contribu-
ciones al discurso contrahegemónico que emergió luego
de Attica revela un núcleo necesario de feminismo por
la abolición del sistema carcelario ya presente en esos
esfuerzos pasados.
Las ideas abolicionistas acerca de la democracia, la li-
bertad, la seguridad y la justicia continuaron filtrándose

34 Proyecto de Acción, Educación e Investigación en la Prisión [Pri-


son Research Education Action Project], En Lugar de Prisiones: Manual
para Abolicionistas [Instead of Prisons: A Handbook for Abolitionists],
Syracuse: Prison Research Education Action Project, 1976, p. 19.

35 Fay Honey Knopp, “Feminismo Radical y Abolición [Radi-


cal Feminism and Abolition]”, Peace Review 6, nº2, 1994, p.
203-208.
36 Ver los archivos de Proyecto de la Cárcel de Mujeres Santa Cruz
[Santa Cruz Women´s Prison Project] en Freedom Archives, https://
www.ncjrs.gov/pdffiles1/Digitization/107516NCJRS.pdf.
a lo largo de las siguientes décadas, aun cuando las de-
mandas por reformas sustantivas abrieron el camino a
llamados a crecientes estrategias punitivas a menudo re-
dactadas en las mismas reformas diseñadas para volver
más humano al encarcelamiento. Casi veinticinco años
después de la demolición de la Casa de D. [House of D.],
cuando el establecimiento de esas tempranas y situadas
formas de resistencia —que incluían el trabajo de base
para la recolección de fondos para fianza— habían sido
ampliamente olvidados, la abolición como idea fue revi-
talizada por la conferencia de 1998 “Resistencia Crítica:
Más allá del complejo industrial carcelario” [Critical Resis-
tance: Beyond the Prison Industrial Complex”]. Tirando
del hilo de linajes previos, esta convocatoria propuso
al abolicionismo como una estrategia del siglo XXI para
abordar no sólo el asombroso aumento del número de
personas encarceladas en Estados Unidos sino también
en Europa, Australia, África y Sudamérica. En el otoño de
1996, Cassandra Shaylor, entonces graduada en Historia
de la Conciencia en la Universidad de Santa Cruz (UCSC) 59
y abogada de mujeres encarceladas, y Angela Davis, aca-
démica de ese departamento universitario, comenzaron
a discutir la posibilidad de organizar una conferencia
que reuniera a personas para desarrollar juntas estra-
tegias radicales de organización antiprisión.37 Para evi-
tar excluir a quienes no pudieran pagar, la admisión a
la conferencia era gratuita, y se recolectaron fondos adi-
cionales para costear el viaje de personas ex-convictas.
Vale la pena notar que de les 28 integrantes del comité
organizador, todes excepto cinco eran mujeres o perso-
nas no binarias. Originalmente, les organizadores de la

37 A medida que la conversación continuaba, se unió la filántropa


radical Gita Drury, quien presentó el comité de organización emer-
gente a Edwin Cohen y su Fundación Blessing Way, que ofreció los
fondos que hicieron posible la conferencia. Para más contexto sobre
Critical Resistance y su convocatoria inicial, ver la edición especial del
año 2000 de la revista Social Justice (vol. 27, nº3) editada por el colec-
tivo de publicaciones de Critical Resistance (“Critical Resistance to the
Prison-Industrial Complex”).
conferencia asumieron que era optimista la expectativa
de que varios cientos de activistas tuvieran interés en
asistir. Sin embargo, al momento en el que la conferen-
cia tuvo lugar en septiembre de 1998 en la Universidad
de California, Berkeley, alrededor de 3.500 asistieron.

60
61

Afiche con trabajo artístico a cargo de Rupert García,


creado para la conferencia de Critical Resistance de
1998.
“Prisiones. Vigilancia. Castigo. Represión. Unite a
nosotres para construir una campaña para resistir
la expansión de la industria del castigo. Critical
Resistance: más allá del complejo industrial carcelario.
Conferencia nacional y sesión de estrategia.
Septiembre 25-27, 1998. University of California,
Berkeley”
Este encuentro marcó el comienzo de una fase com-
pletamente nueva de activismo antiprisión. Consolidó
una mayor presencia organizativa, resaltando los abor-
dajes abolicionistas en ciudades como Oakland, Nueva
York, Chicago, Nueva Orleans, Los Angeles y Portland,
que involucraban trabajos tales como desafiar sistemá-
ticamente la construcción de nuevas prisiones y promo-
ver estrategias de desencarcelamiento. El grupo trabajó
con educadores para promover campañas en torno a
demandas como “escuelas, no cárceles” y “educación, no
encarcelación”. Dos años y medio más tarde, en mayo de
2001, Resistencia Crítica [Critical Resistance] se estable-
ció como una organización nacional con Rose Braz como
directora de comunicación y de campaña. Hoy, luego de
más de dos décadas de protestas, campañas, defensa
y construcción de movimiento, Resistencia Crítica [Criti-
cal Resistance] no sólo ha ayudado a dirigir la atención
pública hacia la crisis de la prisión sino también a movili-
zar una amplia masa de organizadores que se distanció
62 del discurso de las demandas liberales por reformas de
la prisión, cambiándolo por la abolición de las cárceles,
reconociendo que la misma lógica aplica a las estructu-
ras de vigilancia y otras formaciones carcelarias. Como
un momento clave en la historia y genealogía de la abo-
lición, la convocatoria marcó el comienzo de un movi-
miento filosóficamente anclado por la noción de aboli-
ción con fuertes inflexiones feministas.
La Conferencia Resistencia Crítica [Critical Resistance
Conference] creó una vía para otros múltiples encuen-
tros que promovieron la abolición. Algunas de esas
convocatorias —demasiadas para recopilarlas— fueron
eventos singulares. Por ejemplo, la conferencia de 2007
“Transformando la Justicia: Terminar con la criminaliza-
ción y encarcelamiento de personas trans y de género no
conforme [Transforming Justice: Ending the Criminali-
zation and Imprisonment of Transgender and Gender
Non-Conforming People]” (organizada y sponsoreada
por Proyecto de Justicia Transgénero, Género-Variante e In-
tersex [Transgender, Gender Variant and Intersex Justice
Project], Proyecto Legal Sylvia Rivera [Sylvia Rivera Law
Project], Resistencia Crítica [Critical Resistance] y otras
organizaciones) demostró por qué los análisis del com-
plejo industrial carcelario que no incluyan la resistencia
queer y trans son incompletos e inadecuados.38 Otros
encuentros se volvieron oportunidades anuales para la
evaluación integral de la construcción del movimiento:
en marzo de 2020, la décima conferencia anual de Más
allá de las rejas [Beyond the Bars] tuvo lugar en Nueva
York, “Planes de Libertad: Estrategias para desafiar una
Sociedad carcelaria [Freedom Plans: Strategies for Cha-
llenging a Carceral Society]”, organizada por una red de
personas que habían estado previamente en prisión, li-
derada por Kathu Boudin y Cheryl Wilkins. Otras reunio-
nes dieron forma a nuevas organizaciones: en 2011 se
fundó la organización abolicionista Estudiantes contra las
encarcelaciones masivas [Students Against Mass Incarce-
ration] en la Universidad de Howard, durante la lamen-
tablemente poco exitosa campaña para salvar a Troy
Davis de la pena de muerte.39 Luego de organizar una 63
conferencia nacional en 2013, congregando estudiantes
de universidades históricamente negras y universidades
como Morgan State, se llevaron adelante numerosas
campañas en los campus universitarios, tales como el
movimiento demandando la quita de financiamiento a
las prisiones privadas.
Resistencia Crítica [Critical Resistance] popularizó
análisis radicales sobre las formas en las que el encar-
celamiento y la vigilancia y control policial, se enlazaban

38 Ver Géneros Cautivos: Corporalidad Trans y Complejo Industrial


Carcelario [Captive Genders: Trans Embodiment and the Prison In-
dustrial Complex], editado por Eric Stanley y Nat Smith (2011).

39 N. de T.: Troy Anthony Davis (9 de octubre de 1968 – 21 de sep-


tiembre de 2011), fue un hombre afroestadounidense condenado y
ejecutado por el asesinato del policía Mark MacPhail, hecho ocurrido
en Savannah, Georgia, en 1989. De los nueve testigos que declararon
en contra de Davis en el juicio, siete se retractaron posteriormente
y en 2009 denunciaron que fueron presionados por la policía para
inculpar al joven Davis.
firmemente con desarrollos en el capitalismo global,
incorporando y enmascarando simultáneamente al ra-
cismo estructural. Este movimiento abolicionista intentó
explicar el tremendo incremento en el número de perso-
nas encarceladas durante la década de 1980 en relación
con los cambios estructurales producidos por el auge
del capitalismo global durante ese período. La desindus-
trialización de la economía estadounidense, que condu-
jo a la eliminación de una vasta cantidad de empleos,
especialmente en la manufactura pesada como el acero,
la automotriz y la minería, tuvo un impacto devastador
en las comunidades negras en ciudades como Detroit,
Los Angeles, Philadelphia y Chicago. Como la expansión
del capitalismo global también involucró estrategias
neoliberales para desestabilizar servicios ligados al esta-
do de bienestar, las personas desempleadas perdieron
cualquier vestigio de red de seguridad/contención. En
lugar de abordar directamente los problemas creados
por estos cambios estructurales en la economía, el casti-
64 go, como recurso provisorio para “solucionar”, consolidó
el enlace entre racismo y criminalización.
65

Afiche creado por Pete Railand para la conferencia del


décimo aniversario de Critical Resistance en Oakland,
California, en 2008.

“Soñar. Empoderar. Cuestionar. Estudiar.”

Este movimiento también fue moldeado por la orga-


nización, especialmente por parte de feministas negras,
que continuaron iluminando el poder punitivo de los
programas estatales marcados como asistencia social y
otros servicios sociales. El programa asistencial existente
“Ayuda para familias con hijes a cargo [Aid to families with
Dependent Children]” se asociaba en el discurso popular
con las mujeres negras, aunque la mayoría de las bene-
ficiarias eran blancas. El mito de la “reina de la asistencia
social” negra creó un blanco fácil y fue una estrategia
discursiva crucial que responsabilizó a las mujeres de
comportamiento delictivo tanto en el presunto mal uso
de fondos de asistencia social como en la generación
de una cultura delictiva que sería perpetuada en gran
medida por sus hijos varones.40 Como Dorothy Roberts
documentó en Asesinar el cuerpo negro [Killing the Black
Body], publicado por primera vez en 1997, «Un objetivo
persistente de la política social estadounidense ha sido
monitorear y restringir esta “tendencia corruptora” de la
maternidad negra».41 Aunque los servicios para niñes y
familias a menudo son concebidos erróneamente como
formas «suaves» de control y vigilancia policial, lo que
Roberts ha llamado el «sistema de regulación familiar»
y, más recientemente, «el sistema de vigilancia familiar»,
es utilizado directamente como un arma contra las fa-
milias pobres, desproporcionadamente mujeres negras
66 e indígenas.42 Lejos de ser un «padre amable y justo»,
la intervención del Estado tiene resultados monstruosos
para las familias, especialmente para les jóvenes.

40 . Esta tesis es elaborada en Kaaryn S. Gustafson, Engañando a


los Servicios Sociales: Asistencia pública y criminalización de la pobreza
[Cheating Welfare: Public Assistance and the Criminalization of Po-
verty], Nueva York: New York University Press, 2011.

41 Dorothy Roberts, Matar el cuerpo negro: Raza, reproducción, y el


significado de la libertad [Killing the Black Body: Race, Reproduction,
and the Meaning of Liberty], New York: Vintage, 1997. Ver también la
obra más reciente de Roberts, Destrozades: Cómo el Sistema de Servi-
cios Sociales para Niñes destruye las familias negras - Y cómo la aboli-
ción puede construir un mundo más seguro [Torn Apart: How the Child
Welfare System Destroys Black Families—And How Abolition Can
Build a Safer World], Nueva York: Basic Books, 2022.

42 “La abolición es la única respuesta´: Conversación con Dorothy


Roberts [‘Abolition Is the Only Answer’: A Conversation with Doro-
thy Roberts]”, Rise, 29 de octubre, 2020, https://www.risemagazine.
org/2020/10/conversation-with-dorothy-roberts.
Lo que diferencia este enfoque explícitamente abo-
licionista de las ideas y escenarios predominantes que
abordan la represión carcelaria, tanto antes como aho-
ra, es la crítica tenaz de la reforma penitenciaria y de la
reforma de la justicia penal en general, así como el re-
conocimiento de que el impulso ideológico de contener
todos los esfuerzos para abordar el daño social causado
por las prisiones dentro de los parámetros de la «refor-
ma» sirven para autorizar aún más el encarcelamiento
como fundamento legítimo e inmutable de la justicia. La
organización abolicionista reconoció que no había solu-
ciones reformistas fáciles para la noción hegemónica de
que les indígenas y les negres, otras personas de color,
les pobres, las personas trans y las mujeres de todos los
orígenes raciales que no se ajustan a las expectativas de
género dominantes eran naturalmente propenses a la
delincuencia y debían estar en prisión. Una amalgama
de fuerzas económicas, políticas, culturales y de repre-
sentación produce esta «normalidad» fatal. Les políti-
ques ganaban elecciones explotando la idea de la ley y 67
el orden y pervirtiendo las definiciones de seguridad, los
medios de comunicación apoyaban estas ideas para su
propio beneficio y las corporaciones se beneficiaban de
los servicios a las prisiones y de su mano de obra barata.
El campo de la arquitectura penitenciaria se expandía,
ya que las compañías telefónicas desarrollaron contra-
tos lucrativos con las agencias correccionales y la indus-
tria de la construcción misma prosperaba como resulta-
do de las muchas cárceles y prisiones que se construían.
Además, la violencia de género fue conceptualizada cada
vez más como otro delito que debía abordarse dentro del
marco de la ley y el orden por parte de un movimiento
emergente por los derechos de las víctimas respaldado
por legisladores conservadores. Las mismas condiciones
que fueron responsables de los problemas económicos/
raciales que impulsaron el auge de las prisiones en los
Estados Unidos también fueron responsables de la ruina
de las economías locales en el Sur Global y, por lo tanto,
impulsaron una mayor migración, particularmente a los
Estados Unidos, especialmente desde áreas del mundo
sujetas al ajuste estructural de acuerdo con las exigen-
cias del capital financiero internacional. Los centros de
detención de inmigrantes, muchos de ellos propiedad
de las empresas penitenciarias privadas que los operan,
consolidaron aún más las estrategias de lo que ahora se
conoce como «encarcelamiento masivo». La reorienta-
ción y revitalización de la abolición como tradición filo-
sófica y activista en el contexto de la intensificación de
la violencia estatal permitió comprender que las meras
reformas no visibilizarían ni eliminarían ninguna de es-
tas condiciones estructurales.
Debido a que el lenguaje siempre ha sido una dimen-
sión central de los movimientos políticos radicales, uno
de los objetivos explícitos de Resistencia Crítica [Critical
Resistance] era generar nuevos vocabularios y nuevas
estrategias teóricas que pudieran impulsar a académi-
ques, artistas, defensores y organizadores hacia com-
promisos críticos más audaces con las ideologías pre-
68 dominantes de la ley y el orden. Dos de los términos
clave que Resistencia Crítica [Critical Resistance] ofreció
al movimiento fueron “complejo industrial carcelario”
y “abolición”. Ambos conceptos fueron diseñados para
evitar soluciones reformistas al problema de la crecien-
te población carcelaria. En 1995, el teórico urbano Mike
Davis describió la economía de California como reali-
zando un movimiento desde la agroindustria hacia un
complejo industrial carcelario.43 Resistencia Crítica [Criti-
cal Resistance] definió formalmente el complejo indus-
trial carcelario, o CIC, como “los intereses superpuestos
del gobierno y la industria que utilizan el monitoreo, la
vigilancia policial y el encarcelamiento como soluciones

43 Mike Davis, “Fábricas del infierno en el campo: Un complejo indus-


trial carcelario [Hell Factories in the Field: A Prison-Industrial Com-
plex]”, Nation, 20 de febrero de 1995. Ver también Angela Y. Davis,
“Racismo enmascarado: Reflexiones sobre el complejo industrial carcela-
rio” [“Masked Racism: Reflections on the Prison Industrial Complex”],
Colorlines, 10 de septiembre de 1998.
a los problemas económicos, sociales y políticos”.44 La
introducción del concepto de complejo industrial car-
celario permitió un análisis del gran crecimiento de la
construcción de prisiones en las décadas de 1980 y 1990
y el consiguiente aumento de la población carcelaria
que podía dejar de lado el supuesto naturalizado de
que quienes estaban en prisión lo estaban simplemente
porque habían cometido crímenes. Teniendo en cuenta
que el uso de la expresión “complejo industrial militar”,
introducido irónicamente por el entonces presidente
Eisenhower cuando dejó el cargo, ayudó a impulsar el
movimiento contra la guerra durante la era de Vietnam,
se esperaba que la similiar expresión “complejo indus-
trial carcelario” también podría indicar un análisis más
profundo de la relación entre la expansión carcelaria y
la economía política del capitalismo racial.45
Durante este período formativo de resistencia, les
organizadores abolicionistas insistieron en una com-
prensión geopolíticamente amplia del complejo indus-
trial carcelario, que, en muchos sentidos, reflejaba un 69
compromiso feminista complejo con las relaciones que
constituyen el CIC. Que las poblaciones de cárceles y pri-
siones fueran predominantemente masculinas no auto-
rizaba a descartar el género como una categoría analí-
tica importante. Además, precisamente porque el CIC
fue conceptualizado como un conjunto de relaciones
más allá del proceso de encarcelamiento —económicas,

44 Resistencia Crítica, “¿Qué es el CIC?¿Qué es la abolición?” [Critical


Resistance, “What Is the PIC? What Is Abolition?”] http://criticalresis-
tance.org/about/not-so-common-language/.

45 En 1974, el Sindicato de Trabajadores Prisioneros de Ca-


rolina del Norte [North Carolina Prisoners Labor Union], uno
de los muchos vibrantes intentos de formar un sindicato en
prisión en la década de 1970, exigió el fin del “complejo ju-
dicial-carcelario-de libertad condicional-industrial”. Véase Dan
Berger y Emily K. Hobson, Reconstruir lo radical: Lecturas do-
cumentales de base de Estados Unidos, 1973-2001 [Remaking
Radicalism: A Grassroots Documentary Reader of the United
States, 1973–2001], Athens: University of Georgia Press, 2020.
políticas, legales, sociales— dio impulso a que activistas
e investigadores reconocieran que el sistema educati-
vo, así como los servicios para niñes y familias y otros
sistemas de servicios sociales eran dominios de castigo
profundamente generizados, capacitistas y racializados.
Con respecto al encarcelamiento, centrarse en las expe-
riencias de castigo de las mujeres ayudó también final-
mente a aclarar las relaciones entre la violencia estatal
y la violencia doméstica y a dilucidar cómo las prisiones
reproducen formas de violencia que proliferan en el
“mundo libre”.
Al insistir en las perspectivas feministas para com-
prender el encarcelamiento, los organizadores de la
Conferencia de Resistencia Crítica [Critical Resistance] se
basaron en el trabajo de coaliciones de mujeres encar-
celadas y anteriormente encarceladas para deshacer la
noción de que las mujeres estaban menos sujetas a la
violencia estatal debido a que había relativamente pocas
tras las rejas y, por lo tanto, se las podía ignorar cuan-
70 do nos esforzamos por comprender la naturaleza de la
crisis penitenciaria. Aunque las mujeres constituían una
minoría de personas tras las rejas, claramente soporta-
ban la carga de la criminalización y el encarcelamiento:
las mujeres siempre han sido las principales defensoras
de las personas en prisión, no solo como organizadoras,
sino también como sostenes de familia y redes de pa-
rentesco profundamente afectadas por prácticas de en-
carcelamiento. Esto es especialmente cierto en el caso
de las mujeres de color. Estas ideas feministas se incor-
poraron directamente a la estructura de la conferencia
Critical Resistance de 1998. El comité organizador pasó
muchas horas deliberando sobre las formas en que las
metodologías feministas podrían mejorar varios análisis
y perspectivas de organización. El liderazgo visible de ac-
tivistas y académicas feministas, tanto en la planificación
de la conferencia como durante el evento mismo, indi-
caba que un marco abolicionista poderoso requería una
práctica feminista antirracista y anticapitalista.
Relacionado con esta insistencia en la visibilidad ana-
lítica feminista y los métodos de organización, estaba
el imperativo de desafiar enérgicamente los supues-
tos ideológicos que a menudo acompañan y contami-
nan gravemente el trabajo contra las prisiones y otros
esfuerzos de organización que asumen las formas de
opresión existentes, desde los derechos civiles hasta
las luchas de les trabajadores agrícolas. Entrar en ese
trabajo ha implicado con frecuencia la creación implícita
de relaciones jerárquicas que objetivan a las personas
para las que se trabaja como necesitadas de asistencia
caritativa. Esta posición misionera define implícitamente
a les beneficiaries como inferiores y a les benefactores
como superiores en relaciones que están estructura-
das de tal manera que hacen imposible la sociabilidad
igualitaria.46 En otras palabras, las personas en prisión
siempre siguen siendo “reclusas” o “prisioneras”, al igual
que las mujeres que sufren violencia de género son re-
legadas al estatus de “víctimas” y quienes las defienden
y ayudan se vuelven categóricamente más capaces que 71
los objetos de su caridad. Los movimientos de reforma
penitenciaria, como los grupos contra la violencia, inclu-
so los más efectivos, han sido especialmente suscepti-
bles a la creación de tales relaciones ideológicamente
estructuradas. Como resultado, las personas en prisión
(incluidas las sobrevivientes de violencia de género y
estatal) rara vez son reconocidas como sujetos capaces
de comprender y transformar sus propias condiciones.
Precisamente para evitar este síndrome de “caridad”, les
organizadores de Resistencia Crítica [Critical Resistance]
(un grupo que incluía a personas que habían estado en
prisión) insistían en que las personas en prisión se invo-
lucraran directamente en todos los niveles, incluso en el

46 Véase Angela Davis y Gina Dent, “La prisión como frontera:


Conversación sobre género, globalización y castigo [Prison as a
Border: A Conversation on Gender, Globalization, and Puni-
shment]”, Signs 26, no. 4 “Globalization and Gender”, Verano
2001: 1235–41.
programa de la conferencia. Este llamado a la inclusión,
junto con otros principios organizativos, reflejaba un fe-
minismo que no estaba estrechamente vinculado al gé-
nero. Se invitó a personas encarceladas anteriormente
y en ese momento a participar en tantos paneles como
fuera posible, incluso cuando esto planteaba problemas
tecnológicos, como la instalación de líneas telefónicas
que permitían a las personas tras las rejas hacer llama-
das a cobrar al lugar de la conferencia. Debido a que las
personas encarceladas habían generado gran parte del
conocimiento que permitió la formación de este movi-
miento para abolir el encarcelamiento, una conferencia
así no sería eficiente sin su participación directa.
Al popularizar el concepto de complejo industrial
carcelario y desarrollar una crítica abolicionista de las
estrategias de castigo de la democracia burguesa, les
abolicionistas siempre han apuntado hacia una concep-
ción muy diferente de la justicia. El sistema legal penal
existente supone que la justicia es retributiva, o que el
72 castigo es la esencia misma de la justicia, y naturaliza el
supuesto de que la única forma en que se puede res-
tablecer el equilibrio después del daño es mediante un
castigo proporcional. Les crítiques de la justicia retribu-
tiva señalan la forma en que la venganza, y no la justi-
cia, parece impulsar el proceso. La abolición nos insta
a alejarnos de los conceptos miopes e individualistas y
centrarnos en cambio en cómo los casos particulares
encarnan y reflejan preocupaciones más amplias y re-
velan mayores amenazas a la seguridad y la libertad de
lo que sería evidente si se observaran de forma aislada,
desde contextos sociales más amplios. Un análisis aboli-
cionista va más allá del encarcelamiento literal de cuer-
pos considerados desechables hacia un conjunto más
amplio de restricciones crueles que incapacitan y vigilan
a comunidades enteras.
Para generar conversaciones de amplio alcance sobre
el complejo industrial carcelario, les abolicionistas, tomán-
dolo prestado del teórico cultural Stuart Hall, efectuaron
una “desarticulación” de crimen y castigo.47 Los discursos
populares sobre la prisión frecuentemente daban por su-
puesto que el castigo existía en una relación causal con
el crimen, como lo implica el adagio “No cometas el cri-
men, si no puedes cumplir con el castigo”. Transformar
la opinión pública, respecto de la razón del aumento de
la cantidad de personas en prisión, requería convencer
a bastantes personas de que el crimen no era la causa
incondicional del castigo. Este proceso de desarticular cri-
men y castigo creó una oportunidad de participar de una
política de rearticulación para argumentar en contra de la
noción de que la prisión era simplemente la consecuencia
apropiada de la comisión de crímenes reconociendo que
son muchas las razones por las que las personas termi-
nan tras las rejas y que son muchas las necesidades que
experimentan quienes son dañades.
Un elemento central de este proceso de rearticula-
ción fue el reconocimiento de que la raza, el género, la
clase y la sexualidad eran determinantes más importan-
tes de quién va a prisión que la simple comisión de un 73
delito. De hecho, la práctica activista actual de referirse a
las personas en prisión —y esto es especialmente cierto
en el caso de las mujeres, tanto cisgénero como trans—
como “criminalizadas” en lugar de “criminales” nos ayu-
da a comprender el peligroso trabajo ideológico que la
prisión y el sistema legal penal realizan. Esta atención
abolicionista y feminista al lenguaje y al poder se refleja
en la “Carta abierta a nuestres amigues sobre la cuestión
del lenguaje [Open Letter to Our Friends on the Question
of Language”] de Eddie Ellis, publicada en 2007:

(C)uando no se nos llama perros rabiosos,


animales, depredadores, delincuentes y
otros términos despectivos, se nos denomina
preses, convictes, prisioneres y delincuentes,

47 Stuart Hall, et al., Policiar la crisis: Asaltos, Estado y la Ley y


el Orden [Policing the Crisis: Mugging, the State, and Law and
Order], Londres: Macmillan, 1978.
todos términos desprovistos de humanidad,
que nos identifican como “cosas” en lugar de
que como personas. Estos términos se acep-
tan como el idioma “oficial” de los medios de
comunicación, las fuerzas del orden público,
el complejo industrial carcelario y las agen-
cias de políticas públicas. Sin embargo, ya no
son aceptables para nosotres y le pedimos a la
gente que deje de usarlos.
En un esfuerzo por ayudar en nuestra tran-
sición de la prisión a nuestras comunida-
des como ciudadanos responsables y para
crear una imagen humana más positiva de
nosotres mismes, les pedimos a todes que
dejen de usar estos términos negativos y que
simplemente se refieran a nosotres como
PERSONAS. Personas actual o anteriormente
encarceladas, PERSONAS en libertad condi-
cional, PERSONAS recién liberadas de pri-
74 sión, PERSONAS en prisión, PERSONAS con
condenas penales, pero PERSONAS.48

Esta necesidad de cambiar el lenguaje relacionado


con las personas con experiencias de encarcelamiento
también se discutió y formalizó en 1989 cuando la Na-
tional Red Nacional para Mujeres en Prisión [Network for
Women in Prison] celebró la Cuarta Mesa Redonda Na-
cional sobre Mujeres en Prisión en el Área de la Bahía de
San Francisco, pero queda poca documentación de esta
discusión y su amplio impacto, un problema que en-
frentan muchas pequeñas redes de organización. Que-
dan algunos registros: carteles de convocatorias (pero
no tanto actas detalladas), instantáneas de personas

48 Eddie Ellis, “Carta abierta a nuestres amigues sobre la cuestión del


lenguaje [An Open Letter to Our Friends on the Question of Langua-
ge]”, Center for NuLeadership on Urban Solutions, 2007, https://cm-
jcenter.org/wp-content/uploads/2017/07/CNUS-AppropriateLangua-
ge.pdf.
reunidas (pero rara vez resúmenes extensos de los de-
bates y discusiones), imágenes de personas en acciones
(pero no grabaciones de las reuniones de planificación
que dieron forma a estas estrategias). La gramática y la
genealogía de la abolición y el feminismo, por lo tanto,
a veces se basan en fragmentos y artefactos visuales, lo
que destaca la importancia de recuperar momentos del
pasado de la abolición que podrían iluminar los futuros
del feminismo abolicionista.
Escribir con la historia también revela la forma en que
el abolicionismo siempre se había desenvuelto en un con-
texto internacional.49 El capitalismo global, las estrategias
financieras asociadas al Banco Mundial y al Fondo Mo-
netario Internacional, y los escenarios neoliberales que
definen la pobreza como individual más que social, via-
jan por el mundo junto a la exportación de ideologías y
estrategias carcelarias. La organización de la conferencia
creó oportunidades para conectarse con los esfuerzos
anticarcelarios en Australia, Europa, Medio Oriente (espe-
cialmente Palestina) y América del Sur. Posteriormente, 75
les activistas de Resistencia Crítica [Critical Resistance] co-
menzaron a cultivar conexiones con campañas en Cana-
dá, Australia, el Reino Unido y otras partes del mundo.
Estas relaciones internacionalistas ofrecieron nuevas
formas de construir intervenciones en la intersección de
feminismo y abolición. En Queensland, Australia, la orga-
nización Sisters Inside, fundada por Debbie Kilroy y Anne
Warner en 1992, finalmente comenzó a concentrarse en
la abolición como la solución más efectiva para el encar-
celamiento de mujeres aborígenes. Compartieron su es-
tructura organizativa, que insiste en incluir en el liderazgo

49 Véase la antología de 2005 de Julia Sudbury (ahora Chinyere


Oparah), Confinamiento global: Raza, género y el complejo industrial
[Global Lockdown: Race, Gender, and the Prison-Industrial Complex]
(Londres: Routledge), que colocó las campañas e investigaciones
sobre mujeres encarceladas dentro de un contexto que reflejaba el
alcance global del complejo industrial carcelario y las múltiples for-
mas en que éste explotaba y construía sobre regímenes de racismo y
heteropatriarcado.
de mujeres actualmente encarceladas, con activistas fue-
ra de Australia.50 Al mismo tiempo, las Sociedades Elizabe-
th Fry [Elizabeth Fry Societies] en Canadá, históricamen-
te una organización benéfica tradicional que apoya a las
mujeres afectadas por el sistema legal penal, adoptaron
gradualmente una lente abolicionista, centrándose en la
organización para el desencarcelamiento, bajo el lideraz-
go de la actual senadora canadiense Kim Pate.51
Les preses polítiques en Turquía, el pueblo kurdo y
sus aliades, comenzaron a protestar por la institución de
prisiones al estilo estadounidense, llamadas allí “celdas
tipo F” [“F-type cells”], participando en huelgas de hambre
prolongadas o ayunos de muerte. Las mujeres líderes,
centrales en esta lucha, trajeron un análisis feminista al
frente de estas acciones. El hecho de que apuntaran es-
pecíficamente a las formas de encarcelamiento desarro-
lladas y promovidas por los Estados Unidos significaba
que les activistas contra las prisiones de los Estados Uni-
dos deberían prestar mucha más atención a la dimensión
76 global del complejo industrial carcelario. Además, debi-
do a que los desafíos feministas a la violencia de género
y los análisis feministas socialistas están en el centro de
la lucha kurda en curso por la democracia, hay lecciones
cruciales que aprender sobre los futuros abolicionistas.52
La abolición, como tradición, filosofía y teoría del
cambio, se aleja de un enfoque miope sobre la institu-
ción específica de la prisión hacia una visión más am-
plia de los procesos sociales, políticos y económicos que
definieron el contexto dentro del cual el encarcelamien-
to llegó a ser visto como la mano legítima de la justicia.
Como “herramienta de organización práctica y objetivo

50 Ver el sitio web de Sisters Inside en https://sistersinside.com.au

51 “Lo que hacemos [What We Do]”, Canadian Association of Eliza-


beth Fry Societies, https://naacj.org/en/about_us_whatwedo.php.

52 Ver este informe de Amnistía Internacional sobre la campaña


contra las prisiones tipo F organizada por los revolucionarios kurdos:
https://www.refworld.org/pdfid/3b83b70ae.pdf.
a largo plazo”, la abolición es una visión política con el
objetivo de eliminar el encarcelamiento, el control y la
vigilancia policial y crear alternativas duraderas al cas-
tigo y al encarcelamiento.53 Como lo ilustra la historia
de la prisión y la policía, las reformas vendidas como
“progresistas” funcionan con demasiada frecuencia para
enmascarar mandatos, lógicas y líneas presupuestarias
en expansión. Los movimientos abolicionistas requieren
luchas sobre estrategia y visión: cuáles, por ejemplo, son
las “reformas no reformistas” (para usar la frase acuña-
da por el teórico marxista André Gorz y empleada por
Thomas Mathiesen en su Políticas de Abolición [Politics
of Abolition]) que hacen sostenibles y materiales las di-
ferencias en las vidas de las personas que viven bajo el
control de sistemas opresivos?54
A pesar del largo desarrollo histórico de un marco
feminista de la abolición, que es a la vez revolucionario
e internacionalista, las interpretaciones dominantes de
este movimiento contemporáneo a menudo se han cen-
trado estrechamente en la negación o ausencia, en lo 77
que les abolicionistas pretenden eliminar o desmante-
lar. En una entrevista de diciembre de 2020, el expre-
sidente Barack Obama ofreció una crítica familiar: los
“lemas ingeniosos” como “retirar los fondos a la policía”
son perjudiciales. Dijo: “Se pierde gran audiencia cuando
se lo dice, lo que hace que sea mucho menos probable
lograr los cambios que se desean”. Lo que ofusca este
sentimiento son las inmensas conquistas y rupturas que
ofrece el lenguaje de los movimientos sociales y políti-
cos. Como indica nuestra confianza en una genealogía
crítica de la abolición, la abolición siempre se ha centra-
do tanto en el trabajo que se centra en la construcción

53 Critical Resistance, “¿Qué es el CIC? ¿Qué es la abolición? [What Is


the PIC? What Is Abolition?]”.

54 André Gorz, Estrategia para la clase trabajadora: Una propuesta


radical [Strategy for Labor: A Radical Proposal], Boston: Beacon Press,
1967, y Thomas Mathiesen, Políticas de Abolición [Politics of Abolition],
Londres: Martin Robertson and Company, 1974.
y la experimentación como en lo que debe desmante-
larse. Como ha señalado Ruth Wilson Gilmore, “La abo-
lición tiene que ver con la presencia, no con la ausencia.
Se trata de construir instituciones que afirmen la vida”.55
La construcción siempre ha sido central, particular-
mente para aquellas que trabajan en la intersección del
feminismo y la abolición. Por ejemplo, dado que las femi-
nistas reconocen la omnipresencia de la violencia sexual
y de género, el trabajo no puede consistir únicamente
en desfinanciar a la policía, ya que esto no abordará los
daños endémicos en las comunidades. El feminismo por
la abolición del sistema industrial carcelario siempre ha
requerido una práctica, un compromiso: respuestas co-
munitarias preventivas que se pueden implementar tan-
to para reducir la incidencia de la violencia sexual y de
género como para abordar el daño cuando ocurre, sin
llamar a la policía. Por definición, esto requiere revisión,
experimentación y compromiso, no simplemente la au-
sencia o remoción de policías o prisiones.
78

55 Ruth Wilson Gilmore, “Conferencia Haciendo y Deshaciendo el


Encarcelamiento Masivo [Making and Unmaking Mass Incarceration
Conference]”, Universidad de Mississippi, diciembre de 2019.
79
Libertad a Nuestras Reinas, hecho por Melanie
Cervantes y las becarias de Women in Reentry
[Mujeres en Reinserción] en el People’s Paper Co-op
para recaudar fondos para el Fondo de Fianza de la
Comunidad de Filadelfia, 2020.

“Usted se equivoca respecto de mí. No soy una


criminal. Ni un monstruo. Ni una estadística.

Soy una mujer que cometió un error. Una hija y una


madre. Tengo una vida. Tengo sueños propios. Todo el
mundo merece una segunda oportunidad.

Libertad a nuestras reinas


www.peoplespaperco-op.com
#LibertadANuestrasMamás #BastaDeFianzaEnEfectivo
Melanie Cervantes
Antecedentes cruciales
Abolicionista como adjetivo e identidad en el momento
contemporáneo abreva profundamente del siglo XIX
como inspiración. Así como la esclavitud racial fue un
objetivo de abolición en ese entonces, un sistema legal
penal retributivo y centrado en el castigo que siempre
ha estado estructuralmente inclinado hacia la violencia
racista es el foco de la abolición ahora. Algunes también
han comparado la abolición con el uso del término revo-
lución: amorfa, cambiante, definida sólo a través del uso.
Una variedad de activistas, académiques y figuras públi-
cas lo ponen en movimiento para describir un amplio
espectro de trabajo, incluido el trabajo diseñado para
abordar la era del encarcelamiento masivo racial sin po-
ner fin a la totalidad del sistema legal penal. Si bien la
abolición se ha convertido en un término del siglo XXI
que define el punto de vista de muches activistas radi-
cales involucrades en los movimientos por la justicia glo-
80 bal, podemos aprender de una lectura atenta de su uso
en el siglo XIX.
Les activistas de principios de este siglo entendieron
lo difícil que sería intentar alejarse de un sistema peni-
tenciario que logró parecer natural y permanente, como
poner fin al sistema de esclavitud racial transatlántica
alguna vez pareció un objetivo político imposible. Las
analogías con la abolición de la esclavitud racial se han
arraigado en los círculos abolicionistas de las prisiones,
incluso, o quizás especialmente, en los enfoques más
estrechos para poner fin al encarcelamiento masivo, o
en los estudios sobre la muerte social de la esclavitud
y la muerte civil del encarcelamiento.56 Intentamos aquí
distinguir entre una relación puramente analógica entre
la esclavitud y el encarcelamiento y una que reconoce
una conexión genealógica entre las dos instituciones.
Es dentro del contexto de resaltar la influencia histórica
del sistema de esclavitud, con sus castigos violentos y
racializados manifestados en el desarrollo del sistema
de arrendamiento de convictos y el sistema penitencia-
rio posterior a la esclavitud del Sur, que rastreamos las
convergencias pasadas de abolición y feminismo dentro
del movimiento antiesclavista. Las mujeres blancas, por
ejemplo, desarrollaron una conciencia de su propia si-
tuación colectiva al comparar la institución del matrimo-
nio con la esclavitud sin prestar atención a las violencias
perpetuadas por sus propias acciones e inacciones. Ade-
más, podemos querer considerar que el mismo término
feminismo, una anglicanización del feminisme francés,
tiene su origen dentro de la tradición del utopismo aso-
ciado con Charles Fourier, quien interpretó la condición
81

56 Orlando Patterson, en un libro de 1982, Esclavitud y muerte so-


cial: Un estudio comparativo [Slavery and Social Death: A Comparative
Study] (Cambridge, MA: Universidad de Harvard), ofreció un análisis
de la esclavitud en diferentes contextos, argumentando que la es-
clavitud tenía como objetivo producir “muerte social”. Otres acadé-
miques se han basado en el trabajo de Patterson para argumentar
que las comunidades criminalizadas, específicamente las afroameri-
canas, experimentan formas de muerte civil. Por ejemplo, después
de cumplir sus condenas, las personas con antecedentes penales se
enfrentan a una red de formas sancionadas de discriminación que
restringen su derecho a la privacidad, a la paternidad, al acceso a
beneficios sociales y otros derechos, al voto y más. Ver, por ejem-
plo, Joan Dayan, “Esclavos legales y cuerpos civiles [Legal Slaves and
Civil Bodies]”, Nepantla 2, no. W, 2001, 3–39. Ver también su libro de
2011 publicado como Colin Dayan, La Ley es un perro blanco: Cómo
los rituales legales hacen y deshacen a las personas [The Law Is a White
Dog: How Legal Rituals Make and Unmake Persons] (Princeton, NJ:
Princeton University Press, 2011).
social de las mujeres como una forma de esclavitud.57
Hay algunos aspectos de la relación entre los movimien-
tos contra la esclavitud y contra la prisión y los momen-
tos políticos en los que ocurrieron que aún no se han
incluido en una conversación que reconozca las trampas
y el potencial del feminismo.
De las muchas fuentes de inspiración para el tra-
bajo de les abolicionistas en la actualidad, una de las
más importantes es un texto que circuló ampliamente
entre les estudioses y pensadores laicos afiliados al mo-
vimiento negro antes de que se convirtiera en parte del
canon académico en la década de 1980. El libro La Re-
construcción Negra en América: Un ensayo para una histo-
ria sobre el papel que jugó la población negra en el intento
de reconstruir la democracia en América, 1860-1880 de W.
E. B. Du Bois [Black Reconstruction in America: An Es-
say Toward a History of the Part Which Black Folk Juged
in the Attempt to Reconstruct Democracy in America,
1860–1880], se publicó en 1935, un momento de ajuste
82 de cuentas social y político muy parecido al que estamos
viviendo hoy.58 Escrito cuando había una apertura a nue-
vas posibilidades a raíz de la crisis capitalista, el volumen
de Du Bois sobre la historia de la Reconstrucción Radical
[Radical Reconstruction] posterior a la esclavitud y su
desaparición no solo reformuló el período al centralizar
la agencia negra en la creación de una nueva democracia,

57 Leslie F. Goldstein, “Primeros temas feministas en el socialismo


utópico francés: Les Santsimoinianes y Fourier [Early Feminist Themes
in French Utopian Socialism: The Saint-Simonians and Fourier]”,
Journal of the History of Ideas 43, no. 1, 1982, 91–108. Republicado
en enero de 2004 en Socialismo: Conceptos críticos de Ciencia Política
[Socialism: Critical Concepts in Political Science], editado por Jeremy
Jennings (Routledge).

58 W.E.B. Du Bois, Reconstrucción negra en Estados Unidos: Un en-


sayo por la historia del rol que jugó la población negra en el intento
de reconstruir la democracia en Estados Unidos [Black Reconstruction
in America: An Essay Toward a History of the Part Which Black Folk
Played in the Attempt to Reconstruct Democracy in America], 1860–
1880, Nueva York: Free Press, 1998 [1935].
sino que también invitó a les lectores de su tiempo a
observar la aplastante fuerza contrarrevolucionaria de
las élites propietarias. Defendió la idea según la cual las
personas esclavizadas y la población negra libre fueron
fundamentales en la abolición de la esclavitud, que la
esclavitud fue de hecho la causa de la Guerra Civil y que
la Reconstrucción fue más que una negación de la escla-
vitud (y por lo tanto fue percibida como una amenaza
por los propietarios blancos). Su análisis representa un
desafío tanto para les historiadores del período como
para el presente en el que escribió. Estos argumentos
también anticipan los siguientes enfoques abolicionistas
contemporáneos: 1) el liderazgo de aquelles que se ven
más directamente afectades, de modo que el trabajo in-
corpore las perspectivas de quienes están directamente
en la mira del sistema y no simplemente de sus defen-
sores más cómodes; 2) llamar al desmantelamiento de
instituciones que abiertamente están causando muerte
social y civil; 3) ampliar la agenda liberadora para incluir
aparatos de opresión más allá de los que se entienden 83
específicamente como carcelarios; y 4) vincular la praxis
contemporánea de la abolición —o la teoría más la ac-
ción y la reflexión— con las cuestiones del capitalismo
racial.
Du Bois no sólo prefiguró el término capitalismo ra-
cial, la idea de que el capitalismo no puede entenderse
fuera de una relación con el poder y la raza, sino que,
con una lente internacionalista, también insistió en que
la abolición siempre estuvo ligada a desafiar el capita-
lismo. Hacia el final de Reconstrucción Negra [Black Re-
construction], Du Bois reflexiona sobre el daño causado
por la expansión del capitalismo después de la esclavi-
tud, que se hizo especialmente evidente con el estallido
de la Primera Guerra Mundial: “El mundo lloró y todavía
está llorando y está ciego con lágrimas y sangre. Esto se
debe a que comenzó a surgir en los Estados Unidos en
1876 un nuevo capitalismo y una nueva esclavitud del
trabajo.”59 La guerra puso al descubierto lo que Du Bois
describió como:

Ganancias y Pobreza grotescas, Abundancia
y Hambruna, Imperio y Democracia, mirán-
dose el uno al otro a través de la Depresión
Mundial. Y la reconstrucción, ya sea ahora
o un siglo después, se remontará y debe
remontarse a los principios básicos de la Re-
construcción en los Estados Unidos durante
1867–1876: Tierra, Luz y Liderazgo para es-
clavos negros, marrones, amarillos y blancos,
bajo una dictadura del proletariado.60

Un texto de la era de la Depresión infundido con la


visión de lo que Du Bois denominó “abolición de la de-
mocracia”, Reconstrucción Negra [Black Reconstruction]
fue conceptualizado como una historia del presente y,
más específicamente, una descripción de los desarrollos
84 históricos que habían producido la era de Jim Crow.
A pesar de haberse enfocado necesariamente en hu-
manizar a les sujetes negres que abolieron la esclavitud
al rehacer la democracia, el trabajo de Du Bois aún de-
safía las suposiciones predominantes sobre el proyecto
y la disciplina de la historia. La teoría de la historia que
anima, no se basaba ni en la teleología —la idea de que
la historia humana conduciría inevitablemente hacia la
mejora social— ni en la teología; en cambio, sugirió que
el arco del universo moral no se inclina necesariamente
hacia la justicia. La reconstrucción de la democracia re-
quirió el trabajo y el sacrificio de muches, y el estudio de
su supresión no se centró simplemente en los hacenda-
dos del sur y los que tenían esclaves, sino también en los

59 Du Bois, Reconstrucción negra [Black Reconstruction], 634.

60 Du Bois, Reconstrucción negra [Black Reconstruction], 635.


capitalistas del norte que se unieron a ellos para consoli-
dar el interés de propiedad en la blanquitud.61
A partir de una lectura colectiva de Reconstrucción Ne-
gra [Black Reconstruction], nos vemos impulsades ​​a re-
examinar la era posterior a los derechos civiles, una era
en la que el dramático giro hacia la derecha del perío-
do de construcción de prisiones guarda relación con la
desaparición de Reconstrucción Radical [Radical Recons-
truction]. Esa relación ha sido descrita analógicamente,
como un período bastante parecido a éste, que llevó al
Rev. William Barber, por ejemplo, en 2013 a pedir una
Tercera Reconstrucción que se basaría en la primera en
el siglo XIX y la segunda en el XX (la era moderna de los
derechos civiles).

85

61 Cheryl I. Harris, “La blanquitud como propiedad [Whiteness as


Property]”, Harvard Law Review, 10 de junio, 1993, http://harvard-
lawreview.org/1993/06/whiteness-as-property.
86

Afiche creado en 2010 por Alexander Dwinell y Sanya


Hyland conmemorando la Rebelión de la Prisión de
Walpole en 1973.

“Construyendo libertad tras las rejas”


Reconstrucciones radicales, no reformas
liberales
Les abolicionistas feministas buscan una reconstrucción
radical. Abolicionistas de la prisión y académiques se
han inspirado en la perspectiva revisada de Du Bois, así
como en la necesidad de ir más allá de una perspectiva
estrecha centrada en jaulas y seres humanos armados,
hacia una visión emancipatoria más amplia que abarca
todos los aspectos de la sociedad. Fue en parte gracias
a Reconstrucción Negra [Black Reconstruction] que pudi-
mos empezar a ver el encarcelamiento como dentro de
un continuum con la esclavitud racial, en vez que per-
teneciente a una nueva y separada era de libertad. No
es suficiente liberar a las personas de sus cadenas. Tal
como Du Bois desafió la idea que la esclavitud podría
ser eliminada en tanto institución discreta, dejando in-
tactos los marcos políticos y económicos existentes, les
abolicionistas contemporáneos cuestionan el supuesto
prevaleciente que sostiene que el encarcelamiento ma- 87
sivo puede ser efectivamente abordado sin analizar las
causas fundamentales de la injusticia y el impacto de
otros sistemas de opresión como, en primer lugar, el ca-
pitalismo global. La pregunta general planteada por les
abolicionistas contemporáneos —¿Qué tendríamos que
cambiar en nuestras sociedades existentes para que és-
tas sean menos dependientes de la supuesta seguridad
asociada con los enfoques carcelarios de la justicia?— es
una reformulación de una pregunta central planteada
por Du Bois. Du Bois preguntó cómo la sociedad podría
ser reformulada para incorporar a las personas previa-
mente esclavizadas, entregándoles acceso a la tierra,
educación y poder político. Tal como les ex esclaves ne-
cesitaron tierra o poder económico, educación o poder
intelectual y representación en el gobierno o poder po-
lítico, las comunidades encarceladas serán liberadas del
yugo de la carceralidad únicamente adquiriendo acceso
a poder económico, intelectual y político. Este marco re-
suena con los feminismos, porque para hacer obsoletas
las prisiones, la vigilancia y el control, también tenemos
que construir movimientos que demanden una refor-
mulación de la sociedad con el objetivo de eliminar las
estructuras racistas y heteropatriarcales sobre las que
se sostiene la violencia de género y sexual.
Dado que la Decimotercera Enmienda a la Constitu-
ción de los Estados Unidos condonó la esclavización de
personas legalmente condenadas por actos delictivos,
los movimientos crimino-legales contemporáneos insis-
ten en la siguiente analogía: la esclavitud, a una escala
diferente, está vinculada al proyecto y régimen de la pri-
sión. Las analogías pueden ser útiles. Paul Wright, el edi-
tor de Noticias Legales sobre Prisiones [Prison Legal News],
escribió en 1998 un artículo titulado “Esclaves del Estado”
[“Slaves of the State”], en el que señala que “el efecto de
la Enmienda 13 [13th] no fue el de abolir la esclavitud,
sino que limitarla a aquelles que han sido condenades
por un crimen”.62 La idea que las personas encarceladas
son “esclavas del estado” circulaba entre las personas
88 negras en prisión desde mucho antes que les académi-
ques-activistas empezaran a probar la relación entre la
esclavitud y el sistema punitivo contemporáneo en Es-
tados Unidos. Esta noción ayudó a generar importantes
movimientos en las prisiones, especialmente aquellos
que llamaban a la creación de sindicatos para los sa-
larios y beneficios para les trabajadores encarcelades.
Esta analogía continúa siendo efectiva: en la película En-
mienda 13 [13th] de Ava Duvernay (2016), Bryan Steven-
son señala que actualmente hay más hombres negros
encarcelados que los que había esclavizados en 1850,

62 Paul Wright, “Esclaves del Estado [Slaves of the State]”, en El en-


celdamiento de Estados Unidos: una mirada al interior de la industria
de la prisión en EEUU [The Celling of America: An Inside Look at the
U.S. Prison Industry], Monroe, ME: Common Courage, 1998, p. 102.
Esta noción deriva de la opinión predominante en Ruffin versus Com-
monwealth de Virginia, 62 Va 790 (1871).
un punto también enfatizado por Michelle Alexander en
el libro El Nuevo Jim Crow [The New Jim Crow] (2010)63.
A pesar del poder revelador de esta dramática esta-
dística, los métodos históricos que dependen demasia-
do del razonamiento analógico (que algo es como otra
cosa), pueden llevar, a menudo, a confusiones.64 Muchas
veces, basarse en analogías puede obturar el imperativo
de hacer trabajo analítico. Este trabajo analítico puede
realizarse de manera más efectiva al establecer una re-
lación genealógica entre la institución de la esclavitud y
la institución de la prisión. El libro Texas Dura: El Auge del
Imperio Carcelario en Estados Unidos [Texas Tough: The
Rise of America’s Prison Empire] (2010) de Robert Per-
kinson explora los modos en que los regímenes y casti-
gos asociados con la esclavitud entraron al sistema pe-
nitenciario de Texas (y otros estados sureños) después
de la Guerra Civil, problematizando así la ampliamente
generalizada suposición que los centros penitenciarios
de Pensilvania y Nueva York constituyeron los únicos
paradigmas importantes en la historia de la prisión en 89
Estados Unidos65
Complicando aún más este panorama, los términos
“esclavitud”, “esclavitud moderna” y “abolición” tam-
bién son utilizados por movimientos contemporáneos

63 Michelle Alexander, El Nuevo Jim Crow: Encarcelamiento masivo


en la era de la ceguera al color [The New Jim Crow: Mass Incarceration
in the Age of Colorblindness], New York: New Press, 2010; Enmien-
da 13 [13th], dirigida por Ava DuVernay, 2016, Oakland, CA: Forward
Movement.

64 Ver Anna Mae Duane y Erica Meiners, “Analogías útiles: La escla-


vitud antes y ahora [Working Analogies: Slavery Now and Then]” en
Luchando contra la esclavitud moderna y el tráfico de personas: Historia
y política contemporánea [Fighting Modern Slavery and Human Tra-
fficking: History and Contemporary Policy], editado por Jessica Pliley,
Genevieve LeBaron y David W. Blight, Cambridge, UK: Cambridge
University Press, 2021.

65 Robert Perkinson, Texas dura: El auge del imperio carcelario en


Estados Unidos [Texas Tough: The Rise of America’s Prison Empire],
New York: Henry Holt, 2010.
que abogan por un aumentod el paradigma carcelario,
específicamente en torno a la trata –particularmente
tráfico y trata sexual– y el trabajo sexual. Por ejemplo,
Polaris, una organización global antitrata sexual, “toma
su nombre de la Estrella del Norte, que las personas es-
clavizadas en los Estados Unidos usaron como guía para
navegar su camino hacia la liberación.”66 Esto se va enre-
dando más, ya que campañas y legislaciones que buscan
únicamente la eliminación de la trata sexual –por ejem-
plo, en Estados Unidos las leyes FOSTA-SESTA de 2018
(Ley para Permitir a los Estados y Víctimas Luchar contra
el Tráfico Sexual en Línea y Ley para Inhabilitar a los Tra-
ficantes Sexuales [Allow States and Victims to Fight On-
line Sex Trafficking Act & Stop Enabling Sex Traffickers
Act])– son utilizadas para perseguir y penalizar el trabajo
sexual doméstico.67 Por lo tanto, es importante siempre
distinguir cuidadosamente el abolicionismo anticarcela-
rio y antipolicial del uso del concepto abolicionismo para
referirse al trabajo sexual y perseguir a les trabajadores
90 sexuales.
Más allá de lo escurridizo de las analogías, los mo-
vimientos anticarcelarios también contribuyeron a pro-
pulsar al público general algunas concepciones distor-
sionadas. Sin socavar el poder e influencia innegables
de libros como El Nuevo Jim Crow [The New Jim Crow]
de Alexander y la película Enmienda 13 [13th] de Ava

66 Ver el Proyecto Polaris (https://polarisproject.org/) y Julie Bindel,


El proxenetismo de la prostitución: Abolir el mito del trabajo sexual [The
Pimping of Prostitution: Abolishing the Sex Work Myth], London: Pal-
grave, 2017.

67 Ver Aja Romano, “Una nueva ley para combatir el tráfico sexual
amenaza el futuro de la internet que conocemos [A New Law Inten-
ded to Curb Sex Trafficking Threatens the Future of the Internet as
We Know It]”, Vox, 2 de Julio de 2018. https://www.vox.com/cultu-
re/2018/4/13/17172762/fostasesta-backpage-230-internet-freedom;
y Liz Tung, “Se suponía que FOSTA SESTA impediría el tráfico sexual. En
lugar de eso, impulsó un movimiento [FOSTA SESTA Was Supposed to
Thwart Sex Trafficking. Instead, It’s Sparked a Movement]”, PBS, Julio
10 de 2020, https://whyy.org/segments/fosta-sesta-was-supposed-
to-thwart-sex-trafficking-instead-its-sparked-a-movement/.
DuVernay (que comparte la conceptualización histórica
de Alexander), una lectura y un visionado atento y deta-
llado revelan que, tanto el libro como la película, enmar-
can el fenómeno del encarcelamiento masivo en Estados
Unidos como un problema que emana principalmente
del fracaso para abordar de manera integral las conse-
cuencias económicas, políticas y culturales del caduco
sistema de esclavitud tradicional68. Si bien Alexander y
DuVernay hacen parte de los discursos activistas abo-
licionistas contemporáneos y reconocen la importancia
de situar el análisis de la crisis de las prisiones dentro de
un marco global, con frecuencia algunas personas que
no comparten esta visión amplia han interpretado es-
tos trabajos desde la perspectiva que el problema del
encarcelamiento racializado se resolverá mediante el
activismo convencional de derechos civiles. Es decir, sin
necesariamente alterar otros marcos mayores y globa-
les de poder como el capitalismo y el heteropatriarcado.
Aunque el término “encarcelamiento masivo” ha ju-
gado un rol significativo en el despertar de una crítica 91
pública al hecho que Estados Unidos es el país que más
personas encarcela en el mundo (tanto a nivel absolu-
to como per cápita), su uso como concepto en círculos
gubernamentales, tanto progresistas como conservado-
res, ha inevitablemente estimulado la suposición que la
respuesta adecuada es, por sí sola, la excarcelación de

68 N de T: “Sistema de esclavitud tradicional” (chattel slavery) re-


fiere al sistema de esclavitud en que una persona es considerada
y tratada como propiedad o bien mueble de otra que se considera
su dueño/a y que puede venderla o comprarla. La persona esclavi-
zada debe servir y proveer de mano de obra a su dueño/a desde el
nacimiento hasta su muerte, sin poder abandonarle sin su permiso
explícito. En caso de fuga o extravío, la persona esclavizada será res-
tituida a su amo. Es el modelo que se implementó en el continente
americano en la colonización europea.
poblaciones específicas.69 Asimismo, el uso de la catego-
ría de “inocencia” es frecuentemente invocada como una
medida adecuada para determinar quién será liberado
y quién “merece” quedarse en prisión. Las reacciones
oficiales asumen que el problema del encarcelamiento
masivo puede ser abordado simplemente liberando de
la prisión a un cierto número de personas, y que el pro-
blema de la violencia de género puede ser solucionado
simplemente mediante el encarcelamiento de los perpe-
tradores individuales (especialmente figuras masculinas
destacadas). Sin embargo, las manifestaciones y levan-
tamientos populares de la primavera de 2020 demanda-
ron el desfinanciamiento de la policía, demostrando no
solo que los muchos años de desarrollo de estrategias
de organización colectiva abolicionista estaban por fin
teniendo un mayor impacto social, sino también que las
estrategias reformistas, ­–por ejemplo, legislaciones fe-
derales como el Acta del Primer Paso [First Step Act], que
abría potenciales vías para la excarcelación del sistema
92 penitenciario federal de un número muy limitado de
personas–, no pueden ni siquiera comenzar a abordar el
carácter estructural del racismo carcelario.
Aunque logrando insertarse en mayores audiencias,
estas analogías, conceptos y textos muchas veces im-
pulsaron y naturalizaron reformas que no perturban las
condiciones de racismo estructural responsables de los
abusos policiales y el encarcelamiento de tantas perso-
nas de color. Un ejemplo destacado es el Acta del Pri-
mer Paso [First Step Act], cuya firma a finales de 2018 fue
celebrada con ovaciones tanto por los círculos liberales
como conservadores. Fue aclamada como “la reforma
más significativa al sistema de justicia criminal en déca-
das” y algunas personas expresaron la esperanza de que

69 Ver, por ejemplo, Dylan Rodríguez, “‘Encarcelación masiva’,


un nombre inapropiado [‘Mass Incarceration’ as Misnomer]” The
Abolitionist,
https://abolitionistpaper.files.wordpress.com/2017/04/the-abolitio-
nist-issue-26.pdf
pudiese servir como un avance. Una vez otorgada, un
poco más de personas fueron liberadas de las prisiones
federales antes de lo esperado, pero el impacto general
sobre la población encarcelada –personas en prisiones
estatales, cárceles de condados y ciudades, cárceles en
territorios indígenas, centros de detención de migran-
tes, prisiones militares, así como prisiones federales–
será mínimo. La población en prisiones federales es de
181,000 personas, lo que consiste en menos del 10% del
número total de personas encarceladas en Estados Uni-
dos. Si el presidente de Estados Unidos hubiese condo-
nado a todas las personas encarceladas en prisiones fe-
derales, la población total encarcelada en el país habría
disminuido solamente de 2.1 millones a 1.9 millones.70
Leyes como el Acta del Primer Paso [First Step Act] y
otras medidas relativamente menores han sido enar-
boladas como soluciones importantes a los problemas
subsumidos bajo la categoría de encarcelamiento ma-
sivo. Lamentablemente, el encarcelamiento masivo es
interpretado generalmente de forma aislada a la expan- 93
sión policial, los allanamientos del Servicio de Control de
Inmigración y Aduanas de Estados Unidos [US Immigra-
tion and Customs Enforcement (ICE)], la expansión de
los registros públicos, el sistema de vigilancia familiar,
y otras dimensiones del complejo industrial carcelario.
La rica y extensa historia del feminismo abolicionista de
fines del siglo XX a la actualidad, aboga contra abordajes
simplistas de las cuestiones relativas a las prisiones, la
policía y la violencia de género. Por lo tanto, es especial-
mente descorazonador para nosotres como feministas
abolicionistas, aunque no sorprendente, ver la estrate-
gia excesivamente simplificada diseñada para abordar
esto que se ha dado por llamar crisis de encarcelación

70 Ver German Lopez, “El Acta del Primer Paso explicada [The
First Step Act, Explained]”, Vox, 5 de Febrero de 2019, https://
www.vox.com/future-perfect/2018/12/18/18140973/state-of-
the-union-trump-first-step-act-criminal-justice-reform.
masiva, al mismo tiempo que los abordajes más promi-
nentes para la violencia de género y la violencia sexual
se basan precisamente en “soluciones” carcelarias. Sa-
bemos que la historia del sistema carcelario ha sido de
reformas putativas, que precisamente han resguardado
cuidadosamente al sistema del tipo de crítica que no
solo podría haber contribuido al desarrollo de nuevas
estrategias para enfrentar los daños, sino también al re-
conocimiento de que es imposible enfrentar los modos
de castigo sin un análisis profundo de los factores so-
cioeconómicos e ideológicos que estructuran las socie-
dades a las cuales las prisiones sirven.
Dado que la teoría y la práctica abolicionistas deman-
dan poner el foco en las fuerzas estructurales, esta aten-
ción no puede detenerse una vez que destacamos que
estas fuerzas estructurales están profundamente imbri-
cadas en el complejo industrial carcelario. Por ejemplo,
¿cuál es la relación entre el número masivo de personas
negras, indígenas y latines encarceladas y el sistema más
94 amplio del capitalismo racial? Hacernos esa pregunta
nos advierte de las trampas de asumir que el racismo es
simplemente un concepto dado, por sí mismo fundacio-
nal y explicativo que no necesita mayor análisis. Un aná-
lisis así de trunco lleva, por ejemplo, a las suposiciones
falaces de que el encarcelamiento masivo producto del
racismo es un fenómeno particular de Estados Unidos,
aunque veamos desarrollos similares bajo la presión del
capitalismo global en países como Sudáfrica, Colombia
y Brasil.
95

Poster creado por Jesus Barraza, de Dignidad Rebelde,


2020.

Alto a las redadas. Libertad a todes [les migrantes]. Fin


a la deshumanización.
Un foco miope en la institución de la prisión ha pro-
tegido a la institución misma de la crítica abolicionista.
No es suficiente centrarse en la abolición en un senti-
do estrecho. De hecho, les abolicionistes hemos llega-
do a reconocer que nuestro activismo debe identificar
mucho más que la sola institución como el sitio para la
abolición. Simplemente, no es posible destruir las prisio-
nes y dejar todo lo demás intacto, incluyendo el racismo
estructural que vincula la prisión a la sociedad, o el hete-
ropatriarcado y la transfobia que producen violencia de
género y sexual. Este es el insoslayable mensaje que el
libro Reconstrucción Negra [Black Reconstruction in Ame-
rica] de Du Bois nos deja a les activistas e intelectuales
en el siglo XXI, ya que las prisiones y la policía continúan
constituyendo las postrimerías de la esclavitud.71

Estrategia: Cuidados, no Policía


La abolición también demanda que respondamos a las
96 comunidades que requieren servicios valiosos, afirma-
tivos y accesibles, incluyendo salud y vivienda, pero no
cuando éstos van de la mano del castigo. En esta segun-
da década del siglo XXI, el análisis y discurso abolicionis-
ta ha emergido en una serie de luchas en todo el mun-
do. Las campañas abolicionistas contra nuevas cárceles
y otras formas de expansión carcelaria, y por reformas
de la ley penal se intersectan con las consecuencias ma-
teriales que tiene el abandono del estado en las vidas de
personas con necesidades diversas. Es crucial separar el
acceso a servicios de salud y salud mental –y otras nece-
sidades sociales como vivienda y educación– del encar-
celamiento y de otras facetas del aparato carcelario. Este
proceso de desvinculamiento representa un principio

71 Esta frase resuena del trabajo de Saidiya Hartman. Ver Vidas


caprichosas, experimentos hermosos: Historias íntimas de chicas negras
rebeldes, mujeres difíciles y queers radicales [Wayward Lives, Beautiful
Experiments: Intimate Histories of Riotous Black Girls, Troublesome
Women, and Queer Radicals] (Nueva York: Norton, 2019).
fundamental de la abolición, que es el impugnar la mi-
gración de la carceralidad desde las cárceles concretas a
distintos lugares de la vida cotidiana donde la vigilancia
y el control punitivo dominan otros aspectos de la inicia-
tiva estatal. Nuevamente, como no es de extrañar, este
cuidadoso trabajo hacia la abolición –separar el castigo
de las formas auténticas de cuidado, cuestionar y resistir
los modos en que el estado absorbe el lenguaje de las
demandas comunitarias por apoyo y sustento y hábil-
mente las traduce en coerción y represión– ha siempre
sido la labor de feministas que se oponen al capitalis-
mo racial. Dado que cada vez más las luchas en torno a
la expansión carcelaria se convierten o se fusionan en
luchas por servicios, incluidos salud y vivienda, el femi-
nismo abolicionista nos guía para organizarnos audaz
y cuidadosamente. El cómo se desenvuelven las luchas
importa.
La vinculación directa de la cárcel y otras institucio-
nes carcelarias con los cuidados y accesos a tratamien-
tos ensancha la red del estado carcelario. Aunque para 97
algunas personas el encarcelamiento haya sido el pri-
mer o único lugar donde han podido encontrar acceso
a salud, esto nunca debería ser elogiado o convertirse
en política pública. Tal como muches activistas e inves-
tigadores sugieren, los programas de tratamiento de
consumo problemático de drogas y servicios de salud
mental son raramente liberadores o afirmativos, parti-
cularmente en entornos donde las personas más empo-
brecidas no tienen acceso a estos recursos por fuera del
marco punitivo. La investigación de Kerwin Kaye sobre
una reforma ampliamente reconocida como progresista
–los “juzgados de drogas”, o juzgados que ofrecen trata-
miento supervisado como una alternativa a sentencias
de prisión en casos de delitos relativos a drogas– ilustra
que no sólo aproximadamente el 50% de las personas
derivadas a estos programas “fracasan” en el tratamien-
to, sino que, en primer lugar, para poder participar, la
persona debe declararse culpable.72 El 50% que “fracasa”
debe entonces cumplir la sentencia de la condena origi-
nal por la cual se declaró culpable, sin poder renegociar
la declaración de culpabilidad o la condena. Kaye ilustra
que, lejos de ser espacios de “cuidado” o tratamiento,
los juzgados de drogas y sus programas obligatorios de
tratamiento son simplemente nuevas formas de “go-
bierno terapéutico” o nuevos anexos del complejo in-
dustrial carcelario. Por supuesto, el “fracaso” no implica
una responsabilidad del programa o del proveedor del
tratamiento.
Esta fluida habilidad del complejo industrial car-
celario para incorporar las demandas de las comunida-
des por “cuidados” y “tratamientos” no es una novedad.
Activistas discas, usuaries de drogas, jóvenes, y particu-
larmente feministas han reconocido cómo la vulnerabi-
lidad, en la forma de necesidad de cuidado, protección,
tratamiento y un respeto por las diferencias, es coopta-
da por el sistema carcelario.
98 La abolición, como alternativa transformadora frente
a la estrategia conservadora de reformas recurrentes e
ineficaces, se ha visto enriquecida y profundizada con
los aportes de teorías y prácticas asociadas al movi-
miento disca. Tal como el estigma de la criminalización
ha tenido que ser seriamente desafiado para persuadir
a la gente que las luchas contra el encarcelamiento son
una parte valiosa e importante del activismo por la jus-
ticia social, el movimiento por la justicia disca ha tenido
que desafiar el estigma de la patologización y demos-
trar que los derechos de las personas en situación de
discapacidad son derechos humanos esenciales, y por
tanto, ocupan un lugar central en las agendas de lucha
por justicia social. Mientras que los activistas disca llevan
bastante tiempo sosteniendo que la discapacidad es en

72 Kerwin Kaye, Forzar la libertad: Juzgados de Drogas, comunidades


terapéuticas, y las intimidades del Estado [Enforcing Freedom: Drug
Courts, Therapeutic Communities, and the Intimacies of the State],
New York: Columbia University Press, 2019.
sí misma un constructo social, y han luchado contra la
institucionalización de personas con discapacidad física,
psiquiátrica e intelectual, en la actualidad investigadores
del campo de los estudios de la discapacidad han procu-
rado vincular la lucha por abolición de las prisiones con
la lucha por la desinstitucionalización.
La activista y académica Liat Ben-Moshe, en su más
reciente trabajo titulado La Discapacidad Desencarcelada
[Decarcerating Disability], señala que “la discapacidad y
la locura están ampliamente ignoradas en los análisis
del encarcelamiento y las resistencias a éste”, argumen-
tando convincentemente sobre la necesidad de que el
abolicionismo de la prisión aprenda de las experiencias
de desinstitucionalización. Criticando la suposición pre-
dominante que pone en los procesos de desinstitucio-
nalización de los asilos públicos una de las causas del
aumento de la indigencia, falta de vivienda y encarcela-
miento, ella escribe:

La desinstitucionalización no provocó la 99
indigencia y el aumento del encarcelamiento.
El racismo y el neoliberalismo sí lo han he-
cho, vía la privatización, el recorte de presu-
puestos en todos los servicios y sectores de
bienestar, y casi nulo financiamiento para
viviendas asequibles y accesibles y servicios
sociales, mientras que los presupuestos para
correccionales, policía y castigo (en su mayo-
ría para personas de color empobrecidas) se
dispararon73.

El feminismo abolicionista rechaza explícitamente


los intentos estatales de utilizar la vulnerabilidad y las di-
ferencias en pos de expandir la carceralidad. En cambio,

73 Liat Ben-Moshe, La discapacidad desencarcelada: Desinstituciona-


lización y abolición de la prisión [Decarcerating Disability: Deinstitutio-
nalization and Prison Abolition] (Minneapolis: University of Minneso-
ta Press, 2020).
el feminismo abolicionista destaca el rol del estado en
la perpetuación de la violencia, exigiendo intervencio-
nes que apoyen a las personas más afectadas, al mismo
tiempo que se enfrentan las causas de base del encarce-
lamiento: la pobreza, la supremacía blanca, la misoginia.

100
101
Poster diseñado por Shana Agid para Critical Resistance
en 2018 para analizar las diferencias entre reformas
(ver el texto completo en Anexos).

“Reformas reformistas vs. pasos abolicionistas para


acabar con el ENCARCELAMIENTO. Este poster
es una herramienta para evaluar y entender las
diferencias entre las reformas que refuerzan el
encarcelamiento y los pasos abolicionistas que reducen
su impacto general y crean otras posibilidades para el
bienestar. Mientras trabajamos para desmantelar el
encarcelamiento en todas sus formas, debemos resistir
las reformas comunes que crean o expanden las jaulas
en todas partes, incluso bajo la excusa de “responder
a las necesidades” o como reemplazos “actualizados”.
Las cárceles y prisiones privan a las comunidades
de recursos como servicios de salud física y mental,
transporte, comida y vivienda. En nuestras luchas, es
crítico realzar y contribuir estratégicamente con los
movimientos liderados por personas encarceladas,
tanto para responder a las condiciones más urgentes
como para la abolición. En todas las estrategias de
descarcelación, debemos utilizar tácticas que mejoren
las vidas de les más afectades y hagan espacio para
102 construir los mundos que necesitamos.”
La absorción del “cuidado” bajo el paraguas de la cri-
minalización y el desdibujamiento de las categorías de
necesidades sociales, enfermedad, y criminalidad –go-
bierno terapéutico– se logra a través del astuto despla-
zamiento de la falsa división entre las esferas pública y
privada. Les feministas han rastreado desde hace tiem-
po estas manipulaciones: el Estado define el cuidado de
les niñes como una responsabilidad privada pero defi-
ne a los fetos, la reproducción, y a ciertes cuidadores/
xadres como una preocupación pública sujeta a la ma-
nipulación político partidaria. Para algunes, la (hetero)
sexualidad se considera un asunto privado, pero las per-
sonas queer, VIH-positivas, con discapacidad, y/o involu-
cradas en el trabajo sexual, están sujetas a la represión
estatal. Imbuidas con un sello de permanencia e inevita-
bilidad, las distinciones entre lo público y lo privado no
sólo generan vulnerabilidad –el apoyo dentro del hogar,
por ejemplo, para las personas con discapacidad, es una
responsabilidad personal que a veces genera riesgos y
precariedad– sino que la raza, el género, la riqueza, la 103
sexualidad, y la capacidad siempre han definido tam-
bién quién tiene acceso a algún derecho a la privacidad.
Por ejemplo, algunos estados exigen la realización de
tests de drogas a les beneficiares de la Asistencia Tempo-
ral para Familias Necesitadas [Temporary Assistance for
Needy Families (TANF)] u otros programas de asistencia
social. Y la esfera pública está siempre segregada: Las
mujeres —en su inmensa mayoría racializadas— que
cometen el “crimen” de anotar “falsamente” a sus hijes
en distritos escolares más pudientes, en los que no resi-
den, son procesadas y condenadas. En 2011 dos madres
negras, Kelley Williams-Bolar y Tanya McDowell, fueron
condenadas por delitos de “falsificación de registros y
robo de educación pública” y “saltarse los límites”.74 Le-

74 Annie Lowrey, “Su único delito fue defender a sus hijes [Her Only
Crime Was Helping Her Kids]”, Atlantic, 13 de Septiembre de 2019,
https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2019/09/
her-only-crime-was-helping-her-kid/597979/.
jos de ser neutrales y estáticos, los maleables contornos
de lo público y lo privado no sólo profundizan las des-
igualdades sino que frecuentemente enmascaran los
rastros que evidencian la violencia racializada, capacitis-
ta, y heteronormada.
Aprendiendo de las campañas contra nuevas cárce-
les propuestas en otras localidades y construyendo so-
bre décadas de organización comunitaria feminista abo-
licionista que rechazaba la vigilancia y la encarcelación
como soluciones de salud o seguridad públicas, en 2019,
una coalición de organizaciones de Los Ángeles que in-
cluyó a Dignidad y Poder Ahora [Dignity and Power Now]
y Resistencia Crítica [Critical Resistance], derrotaron, por
ahora, la propuesta de un “centro de tratamiento” de
corte carcelario de cuatro mil camas, que claramente no
era, como se propagandeó, una instalación de “atención
primaria”. Los Ángeles había propuesto este nuevo “cen-
tro de salud mental” como reemplazo a la Cárcel Central
para Hombres, que estaba desmoronándose, y otorgó
104 un contrato de 2200 millones de dólares a una corpora-
ción con fines de lucro con un historial de construcción
de cárceles, McCarthy Building Companies. Con el tra-
bajo y el liderazgo de miembres de la comunidad con
experiencias directas de encarcelamiento, mayormente
mujeres racializadas, la campaña se enfocó en enseñar
a las comunidades que era posible y necesario desvin-
cular a los servicios de salud del castigo, y resaltaron
cómo podía hacerse esto. La campaña también trabajó
para visibilizar por qué el contrato con McCarthy Buil-
ding Companies era simplemente una expansión de la
cárcel existente. Como declaró Hilda Solia, una integran-
te de la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles
[LA County Board of Supervisors] que revirtió su voto y
rescindió el contrato: “Una cárcel es una cárcel es una
cárcel. No alcanza con cambiar el nombre de la instala-
ción.”75 Este es el impacto del lento trabajo del feminis-
mo abolicionista en tiempos siempre urgentes, el traba-
jo lento que tiene su mirada en el largo plazo.
Otro ejemplo de cómo el estado manipula los progra-
mas reformistas es el monitoreo electrónico, que tam-
bién se presenta cada vez más como un compromiso
más amable cuando las comunidades se ponen en con-
tra de la construcción de nuevas cárceles o penitencia-
rías. A veces propuesta como una reforma progresista,
incluso por algunes que se identifican como feministas,
la e-encarelación es alabada por ser no sólo más barata
sino más humana, ya que potencialmente responde a
las críticas a las condiciones tóxicas de la cárcel, inclu-
yendo las prolongadas esperas por un juicio y los exorbi-
tantes precios de las fianzas. Estratégicamente se quita
atención a las altas tasas que las personas deben pagar
por sus propios dispositivos de vigilancia y al mercado
en rápida expansión para el e-encarcelamiento. El grupo
con fines de lucro GEO, que opera la mayoría de las cár- 105
celes privadas de Estados Unidos, también controlaba,
bajo su división “GEO Care” en 2018, alrededor del 30
por ciento de todos los dispositivos de monitoreo. Estas
formas de lo que James Kilgore ha llamado “humanismo
carcelario”, o “feminismo carcelario”, no eliminan las jau-
las.76 Más bien las redibujan, y así las suelen volver me-
nos transparentes, mientras al mismo tiempo amplían
los límites del actuar policial ,el castigo y la vigilancia,
como fue astutamente demostrado por Victoria Law y
Maya Schenwar en La cárcel con cualquier otro nombre:

75 Francisco Aviles Pino, “El condado de Los Ángeles vota dete-


ner la construcción de la nueva instalación carcelaria [LA County
Votes to Stop Construction of New Jail-Like Facility]”, The Inter-
cept, 22 de agosto de 2019, https://theintercept.com/2019/08/22/
los-angeles-county-mental-health-facility-abolition/

76 James Kilgore, “Reempaquetando la encarcelación masi-


va [Repackaging Mass Incarceration]”, Counterpunch, 6 de ju-
nio de 2014, https://www.counterpunch.org/2014/06/06/
repackaging-mass-incarceration.
Las consecuencias dañinas de las reformas populares [Pri-
son by Any Other Name: The Harmful Consequences of
Popular Reforms]. Es también, y no es sorprendente, un
giro con un profundo carácter de género: el corrimiento
hacia el monitoreo electrónico adicionalmente transfor-
ma los hogares en prisiones, y a las esposas, madres,
nietas, hijas, tías y hermanas en carceleras no pagas.
Hasta cuando creemos que “ganamos” o vencemos fren-
te a propuestas de expansión de cárceles o proyectos de
construcción de nuevas cárceles, cómo y porqué y con
qué herramientas luchamos, importa.

Lucha: Reforma o abolición


Las vidas están en el corazón de toda lucha abolicionis-
ta. En 2015, Kalief Browder, de veintidós años (hermano
menor e hijo, a quien su madre apodaba “Maní”), murió
por suicidio luego de estar preso durante más de dos
años en Rikers Island mientras esperaba juicio por pre-
106 suntamente haber robado una mochila. Kalief Browder
fue retenido en parte porque no pudo pagar la fianza
de 3000 dólares. Su muerte, y la atención mediática que
la acompañó puso a la industria de la cárcel y a la de la
fianza bajo un creciente escrutinio público. Aunque las
comunidades marrones, negras, queer, y pobres vienen
haciendo campaña hace tiempo en contra de las condi-
ciones tóxicas en las cárceles y la extorsión de la liber-
tad bajo fianza, y aunque grupos en todo Nueva York,
incluyendo el Proyecto legal Sylvia Rivera [Sylvia Rivera
Law Project] y las sedes en Nueva York de Resistencia Crí-
tica [Critical Resistance], tienen historias de organización
que incluyen reclamos explícitos por el cierre de Rikers
Island, la muerte de Kalief Browder profundizó las movi-
lizaciones. Casi cincuenta años después de que las per-
sonas dentro de Casa de D. [House of D.] establecieran
fondos para el pago de las fianzas, el movimiento para
terminar el pago de fianzas en dinero, y la Campaña para
Cerrar Rikers, ganaron un poderoso impulso.
En respuesta a la presión creciente de movimien-
tos de base, liderados y moldeados por organizaciones
feministas abolicionistas luego de la muerte de Kalief
Browder, en 2019 una comisión elegida por el entonces
alcalde Bill de Blasio propuso cerrar el Centro Correccio-
nal de Rikers Island, la cárcel más grande de los Estados
Unidos, y abrir cuatro nuevas cárceles, una en cada mu-
nicipio de la ciudad, con un costo estimado de casi 11 mil
millones. Este plan construiría lo que una fuente de no-
ticias de arquitectura describió, en una declaración no
irónica que se apoyaba en el marco teórico de Michael
Foucault, como un “archipiélago carcelario disperso”.77
Muches reconocieron que cuatro nuevas cárceles
claramente expandirían, en vez de reducir, la huella del
encarcelamiento en la ciudad de Nueva York. El drenado
de los dólares públicos hacia corporaciones con fines de
lucro para construir locales carcelarios, una forma de lo
que Jackie Wang denomina “acumulación racializada por
desposesión”, es sólo una de las formas en que el esta-
do desvía dólares públicos hacia las arcas privadas.78 La 107
mayor parte de los 11 mil millones inicialmente presu-
puestados irán hacia corporaciones con fines de lucro
y aún así, los pagos no se detendrán después de que
estas cárceles hayan sido construidas. Aunque muches
han criticado, correctamente, cómo los movimientos so-
ciales y políticos en contra de la “encarcelación en masa”
a menudo se han estancado en un enfoque estrecho en
dejar de invertir en cárceles privadas (como si las cárce-
les públicas estuvieran bien), les abolicionistas plantean
que la continuada destreza del capitalismo racial requie-
re interrogación continua, particularmente de cómo las

77 Antonio Pacheco, “Interrogantes sobre los impactos del plan de reu-


bicación de la cárcel Rikers de la iudad de Nueva York [Interrogating the
Impacts of NYC´s Rikers Jail Replacement Plan]”, Architect News, 12 de
diciembre de 2019, https://archinect.com/news/article/150174335/
interrogating-the-impacts-of-nyc-s-rikers-jail-replacement-plan.

78 Jackie Wang, Capitalismo carcelario [Carceral Capitalism], Cam-


bridge, MA: MIT Press, 2018.
formas democráticas de gobierno son usadas como ar-
mas para extraer riqueza de las comunidades.
Con acciones directas estratégicas y visibles,
memes y medios de comunicación creativos, y presión
organizada sobre actores políticos claves, No Nuevas
Cárceles en NYC [No New Jails NYC] (NNJNYC) condensó
y amplificó la resistencia, y ofreció estrategias de segu-
ridad pública tangibles. Es decir, la campaña NNJNYC
no se trata simplemente de lo que las comunidades no
quieren, sino que, en la tradición del feminismo de la
abolición, se centra en todo caso en lo que la gente ne-
cesita y quiere para sentirse segura. En efecto, aunque
el eslógan principal de la campaña es “No más cárceles
nuevas”, la demanda más central es invertir recursos
públicos en lo que las comunidades reconocen como
apoyo a esfuerzos por reducir el daño interpersonal y
generar seguridad. De los foros comunitarios, talleres, y
materiales de educación política, por ejemplo, emergie-
ron deseos de un presupuesto no carcelario que refleja-
108 ra una inversión seria en la comunidad. La página web
de NNJNYC reclama “11 mil millones para el pueblo”:
Llamamos a la ciudad a dar fondos a programas que
realmente nos mantengan a salvo, reduzcan el conflicto
interpersonal, y prevengan que nuestros seres querides
vayan a la cárcel. Estos programas incluyen: vivienda
para todes, reparar la Autoridad de Vivienda Central de
Nueva York [New York Central Housing Authority (NY-
CHA)] y las condiciones de vivienda; expandir recursos
de salud mental comprehensivos que estén basados en
la comunidad y sean culturalmente responsivos; invertir
en programas de reducción de daño; expandir el acceso
a la educación especialmente para personas que hayan
experimentado encarcelamiento; aliviar la extrema po-
breza; terminar con la vigilancia en masa y la extracción
de riqueza de las comunidades a través de las multas,
tasas, sobreprecios, y fianzas de las cortes penales; y
acabar con los arrestos falsos e ilegales.79
NNJNYC está en contra de la construcción de nue-
vas cárceles, pero más críticamente provee espacios
para que las personas lidien, juntas, con definiciones
de auténtica seguridad pública —¿qué haría que nues-
tra comunidad sea más segura?— y subsecuentemente
genera y circula caminos tangibles. Participantes clave
de NNJNYC son las organizaciones, como Sobrevivente y
castigada [Survived and Punished], Negro y Rosa [Black
and Pink], y el Proyecto Audre Lorde, que llevan más de
una década organizándose para acabar con la violencia
sexual y de género sin apoyarse en respuestas carcela-
rias. Esto es feminismo abolicionista en práctica.
La ciudad de Nueva York está avanzando activamen-
te en el plan de construir cuatro nuevas cárceles para
reemplazar los edificios en Rikers Island. Sin embargo, a
través de la visión y la métrica del feminismo abolicionis-
ta —un relato que se extiende más allá de este momen-
to político concreto— los logros son tangibles. Los mate- 109
riales de educación política circularon extendidamente,
resaltando cómo la seguridad pública podría lograrse
invirtiendo en las comunidades en lugar de la expansión
de las cárceles. Un conjunto de organizaciones adhirie-
ron a NNJNYC y generaron vínculos conectando su tra-
bajo alrededor de la justicia y calidad de la vivienda y el
transporte público gratuito, por servicios de salud signi-
ficativos y reafirmantes, y en contra de la deportación
y la violencia interpersonal. Las personas directamente
impactadas por las prácticas policiales y el encarcela-
miento, y sus seres queridos, estuvieron en el centro de

79 Para más sobre esta campaña, ver Osha Oneeka Daya Brown,
Lee Doane, Sterling Fleming, Hakim Trent, Jeremy Valerio, y Outside
Organizers with No New Jails NYC, “¿¡11 mil millones de dólares para
qué?! Activistas encarcelades y No a Nuevas Cárceles en Nueva York ex-
plican cómo cerrar Rikers sin construir nuevas prisiones [$11 Billion for
What?! Incarcerated Organizers with No New Jails NYC Explain How to
Shut Down Rikers Without Building New Jails]”, CUNY Law Review, 20
de marzo de 2020.
la organización y el análisis. Las organizaciones antivio-
lencia tuvieron roles claves y visibles, presionando en
contra de la carceralidad como respuesta a la violencia
sexual y de género. El poder de la riqueza acumulada
en manos privadas y la filantropía organizada que ma-
nejan un estatismo carcelario fue hecho temporalmente
transparente y cuestionado.80 Las raíces carcelarias de
los demócratas progresistas fueron expuestas hasta
cierto punto. Todos los tentáculos relacionados con la
expansión de las cárceles —incluyendo el accionar poli-
cial— se hicieron visibles y se les opuso resistencia. Esta
campaña movió la línea de inicio para el siguiente paso
en la movilización: la acción. ¿El costo? La vida de Kalief
Browder y demasiades otres.

110

80 En 1969, en Despertar negro en Estados Unidos capitalista [Black


Awakening in Capitalist America] (New York: Doubleday, 1969), Ro-
bert Allen mencionó el rol que jugaba la filantropia blanca en ma-
nejar las insurgencias políticas, particularmente los movimientos del
Poder Negro [Black Power]. En los 1980s la Fundación Ford, la Funda-
ción Field, y otras grandes fundaciones se movieron agresivamente
para redirigir a las organizaciones de trabajadores rurales para que
se alejen de acciones “militantes” como huelgas y acción directa y
se desplacen hacia proyectos centrados en el apoyo educativo y la
provisión de servicios. En 2019, cuando crecía el poder de los sindi-
catos docentes, mayormente integrados por mujeres muchas veces
no blancas, las fundaciones de Eli y Edythe Broad y Bill y Melinda
Gates inyectaron recursos para la reforma educativa de la educación
primaria, en su versión de arriba-abajo y antisindicalista.
II. Feminismo

En el verano del 2020, un pequeño grupo en crecimiento


de feministas abolicionistas escribió una poderosa carta
abierta al movimiento antiviolencia llamada “El momento
de la verdad” [“The Moment of Truth”]81. Reconociendo
que las principales intervenciones contra la violencia de
género se habían basado excesivamente en el sistema
penal y, como tal, “fallaron repetidamente a sobrevi-
vientes, líderes, organizaciones y movimientos negros,
indígenas y de personas de color”, cuarenta y siete coa-
liciones anti-violencia establecidas de veinte estados de
los Estados Unidos firmaron la carta. Al hacerlo, demos-
traron su voluntad de solidarizarse con les activistas que
escribieron que “dar la espalda ya no es una opción. La
reforma superficial no es suficiente”. De hecho, la carta
se basó en la afirmación de que los objetivos feministas
111
no son posibles sin la abolición del sistema carcelario:

• No hemos escuchado a las feministas negras liberacio-


nistas y a otras colegas de color en el movimiento que
nos advirtieron sobre las consecuencias de elegir ma-
yor vigilancia policial, enjuiciamiento y encarcelamien-
to como la solución principal a la violencia de género.
• Hemos promovido falsas soluciones con reformas del
sistema que están diseñadas para controlar a las per-
sonas, en lugar de soluciones reales basadas en las co-
munidades que apoyan la sanación y la liberación.
• Hemos invertido una cantidad significativa de energía
en el sistema penal, a pesar de saber que la gran ma-
yoría de las sobrevivientes optan por no participar en

81 “El Momento de la Verdad: Declaración de Compromiso con las


Vidas Negras” [“Moment of Truth: Statement of Commitment to Black
Lives”], 30 de junio de 2020, https://wscadv.org/news/moment-of-truth.
él y que quienes lo hacen a menudo sufren, a conse-
cuencia de ello, nuevos traumas.
• Hemos sostenido invocaciones a la “seguridad de las
víctimas” para justificar el encarcelamiento e ignorado
el hecho de que las prisiones albergan algunas de las
poblaciones per cápita más densas de sobrevivientes
de traumas del mundo.
• Hemos ignorado y descartado los enfoques en torno a
una justicia transformadora centrada en la sanación, la
responsabilidad y la reparación, enfoques creados por
líderes de color y utilizados con éxito en las comunida-
des de personas de color.

Llamando explícitamente a centrar el liderazgo en las


comunidades negras e indígenas, así como de otras co-
munidades de color, y despojandose del sistema legal
penal, la carta significaba triunfo y problemas. Algunos
112
de las organizaciones firmantes, especialmente las coali-
ciones contra la violencia doméstica y la agresión sexual
que representan un gran número de centros de acogida
y centros de crisis por violación muy convencionales en
los estados más conservadores, se enfrentaron a una
reacción violenta inmediata. Calificando la declaración
de “ofensiva” y “peligrosa”, la Asociación de Fiscales de
Idaho, la Asociación de Alguaciles de Idaho y la Asocia-
ción de Jefes de Policía de Idaho retiraron su apoyo a
la Coalición contra la Violencia Doméstica y Sexual de
Idaho82. Los financiadores cuestionaron el foco de su
trabajo, los legisladores rechazaron el análisis de cómo
las leyes han interferido con la seguridad, los jefes de

82 Tommy Simmons, “Fuerzas del Orden retiran su apoyo a la Coa-


lición de Idaho por la carta que exige justicia racial [Law Enforcement
Groups Withdraw Support of Idaho Coalition Over Letter Calling for
Racial Justice]”, Idaho State Journal, 21 de octubre de 2020, https://
www.idahostatejournal.com/news/local/law-enforcementgroups-with-
draw-support-of-idaho-coalition-over-letter-callingfor-racial-justice/arti-
cle_cef47a44-5de3-55f7-9998-3f17ef458777.html.
policía se opusieron a ser identificados como parte del
problema y los socios del servicio local se distanciaron
porque temían perder su estatus si se identificaban con
los valientes miembros de la coalición que se atrevieron
a hablar sobre la orientación carcelaria de aquellas ac-
tivistas feministas contra la violencia que se interponen
en el camino de las estrategias emancipatorias que re-
querirían tomarse la abolición en serio.
Al mismo tiempo, la declaración “El Momento de la Ver-
dad” [Moment of the Truth] impulsó un apoyo más gene-
ral a la justicia racial por parte de los programas contra
la violencia. Inspiró a Embrace, una agencia de defensa
de mediana escala en el condado de Barron, Wisconsin,
que atiende a personas que han sido dañadas por la vio-
lencia doméstica, a escribir una declaración pública:

En medio de un levantamiento y un diálogo


nacional sobre la violencia de Estado, Embra-
ce suma sus voces afirmando la humanidad
y la dignidad de personas negras, indígenas 113
y otras personas de color. Compartimos el
duelo mundial por la vida de George Floyd,
Breonna Taylor y Ahmaud Arbery, así como
por los fusilamientos de Jacob Blake, y los
muchos otros actos de violencia racista
perpetrados contra personas negras en los
últimos 400 años en este país. Como Mar-
tin Luther King, Jr. y Emmett Till, no serán
olvidados.
Como organización contra la violencia, Em-
brace no puede poner fin a una forma de
violencia sin abordar la otra, y no podemos
atender adecuadamente a todos les sobre-
vivientes si no reconocemos y abordamos
la opresión y la violencia que experimentan
aquelles más marginades.83

Esta declaración, como la de “El Momento de la Ver-


dad [Moment of Truth]”, argumenta que las causas fun-
damentales del racismo, la violencia policial, la violencia
sexual y la violencia de género son las mismas y que el
trabajo para poner fin a la violencia de género debe in-
cluir atención a cómo la opresión estructural y el estado
la violencia da forma y, de hecho, profundiza el impac-
to en los sobrevivientes y otras personas. El documentó
terminaba con una declaración contundente: “Embra-
ce apoya al movimiento por las Vidas Negras [Black Li-
ves]. Escuchamos sus palabras, levantamos sus voces y
defendemos los valores contra la violencia de nuestra
organización. Esperamos que se unan a nosotros para
romper el ciclo de trauma creado por el racismo y la vio-
lencia”. Embrace consolidó su compromiso al colocar un
cartel de Las Vidas Negras Importan [Black Lives Matter]
114 en la ventana frontal de la organización, cerca de la ban-
dera del arcoíris que se muestra de manera prominente,
lo que indica el compromiso de la organización con la
solidaridad queer.
A medida que los programas individuales y las coa-
liciones contra la violencia en todo el estado expresa-
ron su apoyo al movimiento “Las Vidas Negras Importan
[Black Lives Matter]” y dejaron atrás su involucramiento
con el estado carcelario, los departamentos de policía,
los fiscales, abogados estatales y otras entidades co-
menzaron inmediatamente a romper los lazos con estos
programas contra la violencia. Las poderosas palabras
de Embrace y las apasionadas invitaciones fueron reci-
bidas con inmediato desdén por parte de líderes clave
de la comunidad. La Junta de Supervisores del Condado

83 Embrace, “Embrace apoya a las comunidades de color” [“Embrace


Supports Communities of Color”], https://www.documentcloud.org/
documents/20398151-embracestatement-on-supporting-communi-
ties-of-color.
de Barron detuvo la financiación de la organización, re-
duciendo su presupuesto en $25,000. Junto con cuatro
departamentos de policía del área, el Departamento de
Sheriffs del Condado de Barron cortó lazos con la agen-
cia, lo que probablemente significa que ya no derivarán
a las personas que necesitan asistencia a Embrace para
servicios de emergencia. Otros grupos contra la violen-
cia que tal como Embrace y los signatarios de la declara-
ción “El Momento de la Verdad [Moment of Truth]” se han
expresado públicamente, han experimentado formas si-
milares de repentinas represalias por parte de las fuer-
zas del orden y otras entidades estatales y carcelarias84.
La velocidad con que se deshicieron las relaciones entre
los actores carcelarios y los grupos contra la violencia de
género con orientaciones explícitamente abolicionistas,
revela su fragilidad inherente.
El trabajo de organización que produjo la declaración
“El Momento de la Verdad [Moment of Truth]”—y la reac-
ción violenta que hizo resurgir las tensiones de décadas
entre el trabajo feminista contra la violencia de género y 115
las demandas abolicionistas de cerrar las cárceles— tra-
jo el recuerdo de los conflictos anteriores entre activis-
tas que se enfocaban en la violencia racista del estado y
quienes pedían poner fin a la violencia doméstica. Una
desalineación política que, hirviendo a fuego lento bajo
la superficie, ahora estaba, una vez más, en exhibición.
Los formuladores de políticas carcelarias, las organiza-
ciones encargadas de hacer cumplir la ley, las financia-
doras conservadoras, los principales proveedores de
servicios y muches investigadores académiques, en su
mayoría, no estaban dispuestes a reconocer que los pro-
gramas dirigidos a la violencia de género debían preocu-
parse por promover la justicia racial y se mostraron rea-
cies a considerar que les sobrevivientes de violencia de

84 Melissa Gira Grant, “Un movimiento antiviolación sin poli-


cía” [“An Anti-Rape Movement Without Police”], New Republic, 20
de Octubre de 2020, https://newrepublic.com/article/159850/
anti-rape-movement-without-police.
género podrían ser dañades, en lugar de ayudades, por
la policía. Uno de los ejemplos más destacados de esta
tensión fue la historia principal del Informe sobre Vio-
lencia Doméstica [Domestic Violence Report] de amplia
circulación (“Otra Perspectiva sobre ‘La Declaración de
El Momento de la Verdad’”), que criticaba las demandas
abolicionistas y afirmaba que “les sobrevivientes no apo-
yan que se desfinancie a la policía.”85 Las amplias afir-
maciones del Informe sobre el papel de la policía en la
creación de seguridad para quienes experimentan vio-
lencia de género ignoraba descaradamente lo que mu-
chas mujeres y personas de color no binarias han estado
afirmando durante años: dado que el racismo sistémico
impulsa el sistema legal penal, no solo no protege a les
sobrevivientes que no son parte del mainstream, sino
que les pone en peligro.
De hecho, las tensiones entre la abolición y el femi-
nismo, ejemplificadas por el artículo en el Informe sobre
Violencia Doméstica [Domestic Violence Report], son tan
116 antiguas como familiares. Precisamente en el momento
en que la violencia doméstica y la agresión sexual se re-
conocían como delitos, lo que presumiblemente reque-
ría respuestas carcelarias, les abolicionistas contempo-
ráneos desafiaban efectivamente un sistema legal que
naturalizaba el castigo retributivo. Desafortunadamente,
el trabajo de abolición que surgió a principios de la dé-
cada de 1970 no atendió necesariamente las cuestiones
de violencia de género a pesar de la presencia de líderes
feministas. Para algunes líderes de ambos movimientos,
esta discordia, tanto de naturaleza filosófica como polí-
tica, fue tratada como un obstáculo fundamental. Para
otres, décadas de trabajo en este movimiento ilustraron
esta cruda realidad: si bien es fundamental hacer que
les que ejercen violencia rindan cuentas, abogar por una
mayor participación del sistema penal es, en el mejor de

85 Casey Gwinn y Gael Strack, “Otra perspectiva sobre el ´Momento de


la Verdad´” [“Another Perspective on ‘The Moment of Truth’”], Domestic
Violence Report 26, no. 2 (Diciembre/Enero 2021): 17–21.
los casos, contraproducente y, de hecho, puede poner
en peligro aún más a algunes sobrevivientes.86
El análisis del feminismo abolicionista que presenta-
mos en este libro se basa en la indivisibilidad de la abo-
lición del sistema penal y el feminismo. La abolición es
más fuerte y más efectiva precisamente por su feminis-
mo. Por otro lado, la justicia de género no se realizará
sin la incorporación de la praxis abolicionista. Más allá
de los desafíos planteados por las fuerzas adversarias,
las feministas abolicionistas reconocen la necesaria in-
tersección de preguntas planteadas tanto por activistas
contra la violencia de género como por abolicionistas
del sistema penal. Por ejemplo, los llamamientos para
desfinanciar a la policía, ¿consideran plenamente el pe-
ligro de haber clasificado la violencia de género como
un delito como cualquier otro, lo que lleva a inversiones
aún mayores en la policía y las prisiones? ¿O los análisis
sobre la forma en que el racismo estructural en el sis-
tema penal promueve la transfobia también incluyen la
atención a la justicia por discapacidad? ¿Dónde está el 117
imperativo feminista de reconocer las interseccionalida-
des de las luchas —como política y praxis explícitas— en
las movilizaciones abolicionistas actuales? ¿Dónde está
el compromiso político sostenido con la abolición en
el trabajo feminista contra la violencia? Estas son pre-
guntas urgentes, planteadas aquí como parte de una
estrategia retórica para repensar el movimiento actual
y para invitar a un reconocimiento dentro de la genea-
logía más prominente de la abolición, de sus raíces en

86 Ver, por ejemplo, Donna Coker, “Por qué oponerse a la hipe-


rencarcelación debe ser central en el trabajo del Movimiento Contra la
Violencia Doméstica” [“Why Opposing Hyperincarceration Should Be
Central to the Work of Anti-Domestic Violence Movement”], University
of Miami Race and Social Justice Law Review 585 (2015), y Mimi Kim,
“Desafiando la búsqueda de criminalización en una era de encarcelación
masiva. Los Límites de la Respuesta del Trabajo Social a la Violencia Do-
méstica en Estados Unidos” [“Challenging the Pursuit of Criminalization
in an Era of Mass Incarceration: The Limits of Social Work Response
to Domestic Violence in the US”], British Journal of Social Work, 2015.
la organización radical contra la violencia tanto estatal
como íntima. Regresamos a los legados históricos del
feminismo abolicionista como una forma de mostrar
cómo las mujeres de color y otres activistas radicales
contra la violencia han pedido durante mucho tiempo la
desinversión del sistema legal penal.

118

Ilustración de Cristy C. Road, de 2003, publicada en la


tapa del manual de INCITE!, Law Enforcement Violence
Against Women of Color & Trans People of Color
[La violencia de las fuerzas de seguridad contra las
mujeres y las personas trans de color], publicado en
2018.
INCITE!
El feminismo abolicionista involucrado en la declara-
ción “El Momento de la Verdad [Moment of Truth]” surgió
como consecuencia de una organización persistente y a
largo plazo, junto con un pensamiento profundo sobre
ese tipo específico de trabajo, representado por las his-
torias con las que se involucra este libro. Aquí, ofrece-
mos instantáneas de una historia de origen particular, la
fundación de INCITE! Mujeres de color contra la violencia
(más tarde Mujeres, Personas de Género No Conforme
y Trans de Color Contra la Violencia). Mientras INCITE!
no fue la única experiencia pionera en nuevos análisis
interseccionales, creemos que desempeñó un papel
fundamental al intentar interrumpir los efectos políticos
de la criminalización y al reprender enérgicamente a los
feminismos que se apresuraron a adoptar soluciones
carcelarias.
Para INCITE! la necesidad de este cambio provino
principalmente de mujeres activistas de color a fines de 119
la década de 1990 que insistieron firmemente en que
después de treinta años de intentar reformar las organi-
zaciones contra la violencia desde adentro, era hora de
pasar a un trabajo más radical. Las mujeres de color acti-
vistas que habíamos dedicado nuestras vidas a trabajar
contra la tiranía de la violencia de género y por la justicia
para nuestras comunidades, nos encontramos luchando
durante años para rehacer organizaciones que ofrecían
respuestas simplistas y neoliberales a problemas com-
plejos. Estos grupos culparon de manera individual y sin
cuestionamiento alguno a los perpetradores de violen-
cia en lugar de investigar más profundamente las es-
tructuras sociales opresivas, cuya responsabilidad está
ideológicamente excluida. Este trabajo más radical era
necesario porque a fines de la década de 1990 el movi-
miento contra la violencia orientado a la justicia social
había sido efectivamente cooptado por el Estado, y los
programas contra la violencia dejaron de ser una red de
grupos radicales de base centrados en la ayuda mutua,
para transformarse en un servicio industrial altamente
profesionalizado.
En el año 2000, un pequeño grupo de dieciocho mu-
jeres de color, activistas contra la violencia, decidió re-
chazar definitivamente y por completo el proyecto re-
formista por su complicidad y dependencia del estado
carcelario87. Este grupo se había reunido con el propó-
sito de afinar un análisis de la violencia de género que
acentuara su relación con la violencia estatal, especial-
mente en el contexto del racismo. Decididas a cuestio-
nar los paradigmas de liderazgo existentes, decidieron
rechazar sin disculpas los compromisos que margina-
ban la raza, la clase, la sexualidad, el estatus migratorio
o la discapacidad como cuestiones secundarias. En el
mismo proceso de esta deliberada organización y teori-
zación colectiva, se estaban embarcando en un camino
que transformó la fatiga y la frustración política en una
alegre rabia revolucionaria. Como sucedió más tarde
con la declaración “El Momento de la Verdad [Moment
120 of Truth]”, el llamado no era solo a criticar lo que esta-
ba mal o lo inadecuado, sino también, y lo que es más
importante, a construir el movimiento de liberación más
grande sin el cual nunca acabaríamos con la violencia de
género. Las organizaciones contra la violencia, como la
Coalición contra la Violación y el Abuso [Coalition Against
Rape and Abuse - CARA], Sista II Sista, El Proyecto Audre
Lorde e INCITE!, adoptaron este análisis, desarrollando
y practicando respuestas en-el-territorio a la violencia
de género y sexual, a menudo identificándose explícita-
mente como formaciones feministas abolicionistas.
Como Resistencia Crítica [Critical Resistance], INCI-
TE! comenzó en una convocatoria en el año 2000 que
reflejaba un hambre de ideas y prácticas radicales. La

87 Las miembras fundadoras de INCITE! fueron Sandra Comacho, Ja-


mie Lee Evans, Michelle Erai, Kata Issari, Jamie Jimenez, Isabel Kang,
Valli Kalei Kanuha, Mimi Kim, Kelley Mitchell-Clark, Beth E. Richie, Loret-
ta Rivera, Ana Clarissa Rojas Durazo, Andrea Smith, Nan Stoops, Sharon
Todd, Janelle White, y Sherry Wilson.
conferencia, “El color de la violencia: violencia contra las
mujeres de color [The Color of Violence: Violence Against
Women of Color]”, se organizó con varios objetivos. Pri-
mero, las planificadoras de la conferencia esperaban
brindar una oportunidad para que las mujeres de color
activistas revisaran y profundizaran los análisis radica-
les y las estrategias correspondientes para poner fin a
la violencia de género centrándose en las luchas anti-
rracistas y antiimperialistas. La visión consistía no tan-
to en enfatizar cómo la organización política se había
vuelto más conservadora, sino en reclamar el poder
político que caracterizó el temprano activismo liderado
por mujeres de color en torno a la violencia de género.
Fue un intento de revertir el hecho de que “ganamos el
mainstream pero perdimos el movimiento”88. En segun-
do lugar, las organizadoras de la conferencia esperaban
revocar la tendencia a considerar la violencia de géne-
ro aisladamente de otras formas de violencia. Más allá
de simplemente responder a la violencia de pareja y la
agresión sexual, este enfoque más amplio condujo a la 121
inclusión de los derechos de les migrantes, los derechos
de los tratados indígenas y la justicia reproductiva, así
como la violencia del encarcelamiento y el militarismo.
Este análisis más inclusivo también identificó el daño
profundo y persistente de la homofobia y el heterosexis-
mo dentro del trabajo del activismo institucionalizado.
Formado por la organización abolicionista y el análisis
feminista, INCITE! movilizó la idea de que la violencia de
género era sistémica y sintomática de patrones más am-
plios de opresión. Es importante destacar que la agen-
da de la conferencia alentó la participación práctica en
campañas de organización política y, centralmente, una

88 Beth E. Richie, Justicia arrestada: Mujeres negras, violencia y nación


carcelaria en Estados Unidos [Arrested Justice: Black Women, Violence,
and America’s Prison Nation], New York: New York University Press,
2016; Susan Schechter, Mujeres y violencia masculina: Las visiones y lu-
chas del Movimiento de Mujeres Golpeadas [Women and Male Violence:
The Visions and Struggles of the Battered Women’s Movement], Boston:
South End Press, 1982.
transición desde la prestación de servicios de interven-
ción altamente regulados en crisis de emergencia hacia
el desarrollo de estrategias de justicia social para garan-
tizar la seguridad.
Estos objetivos, con un enfoque implícito en lo que
ahora podríamos llamar feminismo abolicionista, sur-
gieron de la preocupación de que el otrora análisis ra-
dical de la violencia de género se había convertido en
algo tan mainstream que los elementos esenciales del
movimiento habían sido borrados. Por ejemplo, el lega-
do de las lesbianas negras y las constribuciones de otras
feministas de color que habian simultaneamente traba-
jado en grupos de base comunitarias en torno a la justi-
cia racial y en organizaciones feministas predominante-
mente blancas fue totalmente excluido de la memoria
dominante del movimiento colectivo. En un ambiente de
justa celebración, la conferencia El Color de la Violencia
volvió a centrar el trabajo antirracista radical que activó
el movimiento para poner fin a la violencia de género
122 originalmente.89
La mera idea de la conferencia El Color de la Violen-
cia encendió una energía contagiosa. Este entusiasmo
dejó en claro que las mujeres de color habían anhelado
durante años un espacio así y estaban listas para impul-
sar el trabajo basado en los mandatos del feminismo
abolicionista. Las mujeres de color de todo el país y de
más allá de las fronteras de los Estados Unidos hicieron
todo lo posible para asistir, incluso juntaron los escasos

89 Lisa Levenstein, No nos vieron venir: La historia secreta del feminis-


mo en la década del 90 [They Didn’t See Us Coming: The Hidden His-
tory of Feminism in the Nineties], New York: New York: Basic Books,
2020; Ann Russo, Responsabilidad feminista: Irrumpir en la violencia y
transformar el poder [Feminist Accountability: Disrupting Violence and
Transforming Power], New York University Press, 2018; Beth Richie, Val
Kalei Kanuha, and Kayla Martensen, “Tramando y resistiendo al Estado:
La organización contra la violencia de género en Estados Unidos [Colluding
With and Resisting the State: Organizing Against Gender Violence in
the U.S.]”, Feminist Criminology, 19 de Enero de 2021, https://journals.
sagepub.com/doi/full/10.1177/1557085120987607
recursos, organizaron la cobertura en el hogar y maneja-
ron durante días para llegar a California. Originalmente
planeada para doscientas participantes, la primera con-
ferencia El Color de la Violencia finalmente atrajo a mil
personas. Otras mil personas que querían asistir fueron
rechazadas por falta de espacio. Para abordar el lega-
do histórico del racismo dentro del movimiento contra
la violencia, se tomaron fuertes medidas para garanti-
zar que esta vez las conversaciones se desarrollaran de
manera diferente. La conferencia permitió que asistiera
solo un pequeño número de personas que no fueran
mujeres de color; a otres que participaron se les pidió
que patrocinaran la asistencia de mujeres de color, se
les invitó a no dominar las sesiones principales y se les
indicó que no participaran en las sesiones de estrategia
a menos que se les invitara específicamente a hacerlo.
Esto fue más que una serie de gestos simbólicos. Soli-
dificó la insistencia de que el trabajo de INCITE! no se
preocuparía por la negociación, el apaciguamiento o in-
cluso por desafiar a los principales activistas de las orga- 123
nizaciones dominantes contra la violencia por sus fallas.
En cambio, el trabajo se trataba de avanzar de manera
estratégica y entusiasta en un análisis antirracista y anti-
capitalista de la violencia de género y volver a centrar la
justicia social y la libertad.
124

Dandelions & Butterflies [Dientes de León y Mariposas]


por art twink, hecho en colaboración con Jennicet
Gutiérrez y Forward Together para el Trans Day of
Resilience [Día de la Resiliencia Trans], 2018.

Texto en la imagen: Desmantelar las prisiones. Dejen


de arrestar a la gente trans. No a la policía, no a las
fronteras. Abolir I.C.E.
Desde entonces, y durante más de veinte años, las
delegaciones de base y afiliades de INCITE! en los Esta-
dos Unidos han organizado extensas campañas de jus-
ticia social para vincular la violencia de género con otras
formas de daño. INCITE! siempre ha sido un colectivo vo-
luntario, sin personal remunerado, excepto para tareas
puntuales y discretas, asociadas con la planificación de
conferencias, la producción de materiales de educación
política o al desarrollo de campañas en las redes socia-
les. En Nueva Orleans, por ejemplo, la delegación apoyó
a mujeres de color de bajos ingresos y sin seguro social
después del huracán Katrina, demostrando nuevamente
cómo fueron ellas las que presionaron por la supervi-
vencia de sus comunidades cuando las respuestas gu-
bernamentales y sin fines de lucro continuaron perpe-
tuando prácticas abusivas y dañinas. La delegación de
Filadelfia se organizó en torno a la vivienda y la gentri-
ficación, mientras que les afiliades de INCITE! situados
en Brooklyn, el grupo Sista II Sista, trabajaron contra el
acoso sexual hacia mujeres de color por parte del De- 125
partamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.
El colectivo nacional INCITE! ha organizado conferen-
cias y eventos sociales, incluidos “Construyendo un Movi-
miento [Building a Movement]” (2002) en Chicago, “Dete-
niendo la Guerra contra las Mujeres de Color [Stopping the
War on Women of Color]” (2005) en Nueva Orleans, “La
revolución no será subsidiada: Mas allá del complejo indus-
trial sin fines de lucro [The Revolution Will Not Be Funded:
Beyond the Non-Profit Industrial Complex]” (2004) en
Santa Bárbara, California, y “Mas allá del Estado: Incitando
posibilidades radicales [Beyond the State: Inciting Radical
Possibilities]” (2015) en Chicago. Para compartir análisis
políticos y archivar este trabajo radical, INCITE! publicó
dos antologías. El Color de la Violencia: La Antología de
INCITE! [Color of Violence: The INCITE! Anthology] (2006)
incluyó escritos de treinta y tres feministas radicales de
color, con un fuerte enfoque en la ley federal India, la po-
lítica de adopción, la justicia reproductiva, la resistencia
palestina y la aplicación de leyes. Cuatro años después
de la conferencia de 2004, INCITE! publicó La revolución
no será subsidiada: Más allá del complejo industrial sin fi-
nes de lucro [The Revolution Will Not Be Funded: Beyond
the Non-Profit Industrial Complex], que exploró el im-
pacto del sistema de organizaciones sin fines de lucro
en la construcción del movimiento revolucionario. Con
una circulación a nivel mundial, estas formas de edu-
cación política, como el “Juego de herramientas para la
responsabilidad comunitaria [Community Accountability
Toolkit]” y el “Juego de herramientas antimilitaristas [An-
ti-Militarism Toolkit]”, han profundizado el proyecto del
feminismo abolicionista y, a su vez, reformado el trabajo
antiviolencia contemporáneo.
Estas comunidades de feministas abolicionistas se
unieron por un sentimiento de desesperación y por un
lugar de amor y honor que en años posteriores resul-
tó ser mucho más complicado. Pero una sensación de
frustración y sentimientos de traición en torno a los
compromisos de solidaridad abandonados por parte de
126 les colaboradores no disuadió a las organizadoras que
continuaron con el trabajo. Aquellas que habían respon-
dido inicialmente al llamado de INCITE! trajeron energía,
esperanza y la convicción de que era posible un cami-
no diferente. Este optimismo que generó un sentido de
urgencia y la creencia en la posibilidad de un trabajo
contra la violencia que resonara más ampliamente, fue
contagioso y se extendió rápidamente por todo el país y
más allá de las fronteras de los Estados Unidos. Al mis-
mo tiempo, este optimismo dominante logró eclipsar
importantes desacuerdos y controversias duraderas.
Delegaciones locales formalizadas, afiliades sueltes e
innumerables personas se consideraban miembres de
INCITE! Participando en pequeños y grandes proyectos
de resistencia —protestar contra las nuevas prisiones,
brindar ayuda mutua, leer y escribir colectivamente para
campañas de educación política y, lo que es más impor-
tante, apoyar a las sobrevivientes de la violencia de gé-
nero en todas sus formas— INCITE! también enfrentó el
daño dentro de sus propias filas y lidió con las tensiones
y traiciones internas. Entre los fracasos más graves en
los veinte años de historia de INCITE! se encuentra la ex-
clusión inicial de las personas trans en el encuadre de
su horizonte político. Ahora es virtualmente axiomático
que cualquier desafío efectivo a la violencia de género
debe centrarse en las múltiples violencias infligidas a las
personas trans y de género no conforme. Como muchas
redes, INCITE! luchó por establecer sistemas de respon-
sabilidad y transparencia comunitaria. Más reciente-
mente, han salido a la luz investigaciones ampliamen-
te publicitadas sobre las identidades indígenas de sus
fundadoras. Estos son aspectos críticos de la historia de
INCITE! y deben tenerse en cuenta en cualquier historia
de sus logros. Al explorar las genealogías del feminismo
abolicionista, debe señalarse que la influencia de INCI-
TE! ha sido tanto como movimiento e identidad política, al
haber encarnado un feminismo abolicionista radical que
fue mucho más allá de su influencia como organización.
A pesar de que luchó, a veces sin éxito, con una serie
de problemas organizativos, el legado perdurable del in- 127
ternacionalismo anticapitalista y antirracista de INCITE!
es lo que impulsa el feminismo abolicionista. Un desafío
continuo para el feminismo carcelario, es un compromi-
so colectivo para poner fin a todas las formas de violen-
cia, desde el dormitorio hasta las calles, las estaciones
de policía y las celdas de prisión. Es un compromiso co-
lectivo para forjar nuevos futuros basados no​​ en la vio-
lencia sino en el florecimiento de la vida.

Comienzos radicales, nuevamente


Situamos a INCITE! dentro de la genealogía del femi-
nismo abolicionista porque muestra cómo las feministas
radicales de color históricamente han problematizado
el esencialismo de género, desarrollando con el tiem-
po una conciencia política colectiva que considera a la
violencia de género siempre atravesada por el racismo,
el prejuicio de clase, la transfobia, el heterosexismo, y
demás. Esta genealogía resiste las historias convencio-
nales de los movimientos antiviolencia que continúan
enfocándose en la blanquitud y en las respuestas car-
celarias. Si bien es cierto que el reconocimiento de la
ubicuidad del abuso físico y sexual contra mujeres de
sectores que antes demandaban su silencio fue un ca-
talizador importante para el movimiento de mujeres
de fines de la década de 1960, hay una larga historia de
trabajo contra el abuso sexual y la violencia de género
vinculado más ampliamente con lo que ahora recono-
cemos como activismo feminista negro. El hecho de que
el movimiento antiviolencia estadounidense a menudo
sea periodizado convencionalmente en conexión con
la fundación de la Organización Nacional para las Muje-
res [National Organization for Women - NOW] en 1966
y la posterior creación de un grupo de trabajo dentro
de esta organización enfocado en las violaciones, invisi-
biliza las importantes contribuciones de las mujeres de
color. Aunque la violencia de género siempre ha cruzado
128 las fronteras de raza y clase, las denuncias públicas y las
sesiones de concientización (estrategia para alentar a las
mujeres a exponer públicamente la violencia sufrida en
el marco de relaciones íntimas y mantenida en secreto)
que se proponían romper el silencio sobre las violacio-
nes y la violencia doméstica estuvieron principalmente
asociadas al feminismo blanco. Por cierto, estos espa-
cios de concientización, denuncia y aprendizaje colectivo
fueron acciones políticas radicales. Pero las mujeres de
color, las mujeres blancas de clase obrera, y otres con
una conciencia política más amplia, insistían en hacer
importantes vinculaciones con el antirracismo, la justicia
reproductiva, las campañas antiimperialistas, los movi-
mientos obreros y otras luchas por la justicia social. Por
ejemplo, las mujeres activistas radicales blancas que
formaron parte de la organización Mujeres de Santa Cruz
contra la Violación [Santa Cruz Women Against Rape]
publicaron en 1977 la “Carta al Movimiento AntiViolación
[Letter to the Anti-Rape Movement]”, que afirmaba que
el sistema jurídico penal “racista y sexista” hacía que el
problema de la violación fuera “peor”90. Incluso el térmi-
no “mujeres de color”, popularizado en esa época, signi-
ficaba la formación política de una alianza feminista ra-
dical entre mujeres que compartían opresiones debidas
a múltiples fuerzas estructurales además del heteropa-
triarcado, incluyendo la criminalización generalizada de
sus comunidades.

129

Periódico de la Third World Women’s Alliance [Alianza


de Mujeres del Tercer Mundo], Triple Jeopardy, 1971.

90 Robin McDuff, Deanne Pernell y Karen Saunders, “Carta al Mo-


vimiento AntiViolación” [Letter to the Anti-Rape Movement”], Off Our
Backs 7, n° 5, Junio de 1977: 9-10.
130

Primera página de la “Letter to the Anti-Rape Movement”


[Carta al movimiento anti-violación] por Santa Cruz
Women Against Rape [Mujeres de Santa Cruz contra la
violación], publicada por Off Our Backs en 1977. [Hay
traducción disponible en https://www.cosecharoja.
org/de-1977-a-la-actualidad-la-critica-al-movimiento-
contra-la-violacion/]
Sin subestimar la posibilidad de surgimiento de un
movimiento antiviolación y antiviolencia fuerte, una len-
te feminista por la abolición viene a perturbar las his-
torias convencionales que todavía, y con demasiada
frecuencia, son el eje de las organizaciones de mujeres
blancas y hegemónicas. El grupo “HermanasTestimonian
[Sisters Testify - ST]” es un proyecto de narrativas dedi-
cado a asegurar que la resistencia de las mujeres negras
al abuso sexual no se pierda en los registros históricos
de las organizaciones del movimiento contra la violen-
cia de género. El proyecto Sisters Testify se focaliza en
afianzar el trabajo que realizaron Barbara Ransby, De-
borah King y Elsa Barkley Brown en respuesta al acoso
sexual y el maltrato legal al que fuera sometida Anita Hill
por parte de Clarence Thomas, quien poco después fue
nombrado juez de la Suprema Corte de Estados Unidos.
La organización “Mujeres Afroamericanas en Defensa Pro-
pia [African American Women in Defence of Ourselves
- AAWIDO]” se formó en 1991, luego de que 1.600 mu-
jeres negras y otres aliades firmáramos una carta publi- 131
cada en el New York Times, en la que expresábamos que
“el trato racista y sexista especialmente ofensivo hacia la
profesora Anita Hill” y la “maliciosa difamación de la pro-
fesora Hill ha sido un insulto para todas las mujeres de
ascendencia africana y transmitió un peligroso mensaje
para toda mujer que considerara presentar una denun-
cia por acoso sexual”. ST es uno entre los muchos pro-
yectos que intentan describir de forma más completa
la genealogía del feminismo abolicionista manteniendo
viva la historia de AAWIDO. Estos borramientos conti-
núan: el crédito por la creación del #MeToo para enfa-
tizar las dimensiones pandémicas de la violencia sexual
en 2017 fue atribuido a Alyssa Milano, una actriz blanca,
aun cuando la feminista negra Tarana Burke ya había
utilizado el #MeToo por primera vez en el año 2006. Mu-
chas imágenes contemporáneas asociadas con el movi-
miento #MeToo, el Time’s Up, y con las iniciativas para
las universidades relacionadas con el Título IX91, siguen
siendo abrumadoramente blancas, y reflejan respuestas
institucionalizadas a la violencia sexual que se alinean
con el feminismo carcelario.
En este contexto podríamos preguntarnos por qué el
importante trabajo contra las violaciones y la violencia
sexual qué realizó el movimiento por la libertad negra
en el sur de Estados Unidos fue tan marginalizado que
recién después de muchos años de investigación y acti-
vismo llegamos a reconocer, por ejemplo, a Rosa Parks
como una precursora de las activistas antiviolación de
fines de la década de 1960. Rosa Parks, Esther Cooper
Jackson, Anne Braden y otras vincularon estrategias an-
tiviolación con campañas contra el uso racista de las de-
nuncias por violación en los juicios contra los “Nueve de
Scottsboro” (1931-1937) y Willi McGee (1945-51), y en el
asesinato de Emmett Till en 1955, acusado de realizar
comentarios sexuales a una mujer blanca. Tal como han
señalado muches académiques y activistas, la lucha por
132 defender a los hombres negros de falsas acusaciones
de violación estaba directamente relacionada con la de-
fensa de las mujeres negras violadas, como Recy Taylor;
la violación y la manipulación racista de las acusaciones

91 N. de T.: El Título IX de la Enmienda Educativa de 1972 es una


ley federal de Estados Unidos que prohíbe la discriminación sexual
en las instituciones de todos los niveles educativos que reciben fi-
nanciamiento público, y las obliga a realizar acciones de prevención,
denuncia y acompañamiento. Bajo el término “discriminación sexual”
se incluyen acoso, violación, agresión por orientación sexual e identi-
dad de género, expulsión por embarazo y otras formas de violencia.
por violación estaban estrechamente conectadas92. Gran
parte del trabajo inicial del feminismo negro y del femi-
nismo radical de las mujeres de color consistió en tratar
de corregir el registro histórico – señalando que las mu-
jeres blancas no eran las únicas mujeres que desafiaban
a la misoginia y al patriarcado, y que las mujeres de co-
lor asumían estos desafíos de formas más complejas e
interseccionales.
Si reconocemos que la historia de las demandas fe-
ministas abolicionistas contemporáneas planteadas
por la declaración El Momento de la Verdad [Moment of
Truth] (y, en relación con ésta, los esfuerzos activistas
de grupos como Love & Protect, API-Chi, y Just Practi-
ce) puede ser rastreada en el tiempo hasta los intentos
abolicionistas del siglo XIX por vincular las estrategias
antiesclavistas con el sufragio femenino y otros proyec-
tos feministas, entendemos que una genealogía crítica
del feminismo abolicionista no puede excluir el linaje
que proviene del importante trabajo contra la violen-
cia de género relacionado con los movimientos contra 133
la represión racista de la era McCarthy. Dado que este
trabajo ha estado sujeto al borramiento o la tergiversa-
ción, solo recientemente les académiques han llevado
a cabo investigaciones que visibilizan las importantes
contribuciones de grandes precursoras del feminismo
negro en las décadas de 1940 y 1950. A menudo comen-
zamos la historia del feminismo negro del siglo XX (y de

92 Así como las genealogías convencionales del activismo contra


la violencia de género están siendo cuestionadas productivamente,
lo mismo sucede con los estudios sobre los vínculos históricos entre
racismo y castigo. Sarah Haley, en No hay compasión aquí: Género,
castigo y modernidad Jim Crow [No Mercy Here: Gender, Punishment
and Jim Crow Modernity] (Chapel Hill: University of North Carolina
Press, 2016) hace una crónica de cómo las prácticas de encarcelación
de fines del siglo XIX y principios del XX configuraron lógicas raciali-
zadas y generizadas. Este trabajo es un ejemplo convincente sobre lo
que significa desarrollar análisis e investigaciones ricas e interdisci-
plinarias basadas en teorías y prácticas antirracistas y feministas. Es
un libro que podría caracterizarse como feminismo abolicionista en
acción.
la interseccionalidad como metodología feminista) con
el panfleto germinal escrito por Fran Beal en 1969 “Doble
Peligro: Ser Negra y Mujer [Double Jeopardy: To Be Black
and Female”]” republicado en 1970 en la antología de
Toni Cade Bambara La Mujer Negra [The Black Woman]
y también en la colección editada por Robin Morgan en
1970, La Hermandad es Poderosa [Sisterhood Is Power-
ful]. Sin embargo, más de veinte años antes de “Doble
Peligro [Double Jeopardy]”, Claudia Jones, una comunista
de Trinidad, escribió un extenso artículo titulado “¡Bas-
ta al Abandono de los Problemas de la Mujer Negra! [An
End to the Neglect of the Problems of the Negro Wo-
man!]” en el que argumentaba que las mujeres negras
eran sometidas a “superexplotación”93. Más aún, insistía
en que la ocupación como trabajadoras domésticas a la
que fueron relegadas la mayoría de las mujeres negras
durante las décadas que siguieron a la esclavitud estaba
asociada a los mismos peligros que las mujeres negras
habían experimentado durante la esclavitud: violación,
134 abuso sexual y acoso en general. Claudia Jones, clara-
mente, había comprendido la naturaleza estructural de
la violencia sexual.
Si el uso que Claudia Jones hace del término “supe-
rexplotación” apunta a una comprensión implícita tanto
del capitalismo racial como del impacto del patriarcado,
esta redacción de la crítica marxista de la economía po-
lítica era sostenida por una comunidad mayor de acti-
vistas radicales negras, que también comprendían las
implicancias de la principal ocupación disponible para
las mujeres negras. Esther Cooper Jackson, una figu-
ra referente del Congreso de la Juventud Negra del Sur

93 Fran Beal, “Doble peligro: Ser negra y mujer [Double Jeopardy: To


Be Black and Female]”, en Toni Cade (ed.), La Mujer Negra: Una Anto-
logía [The Black Woman: An Anthology], Nueva York: New American
Library Publishers, 1970; y en Robin Morgan La hermandad es podero-
sa [Sisterhood is Powerful], Nueva York, Vintage, 1970; Claudia Jones
“¡Basta de abandono de los problemas de la mujer negra! [An End to
the Neglect of the Problems of the Negro Woman!]”, Political Affairs
28, n°6, 1949: 51-67.
[Southern Negro Youth Congress] en los años 40, fun-
dadora y editora de Freedomways, en 1949 escribió su
tesis de maestría sobre La Trabajadora Doméstica Negra
en Relación con el Sindicalismo [The negro Domestic Wor-
ker in Relation to Trade Unionism]94. Ella Baker fue una
de las organizadoras de la Asociación Nacional para el
Progreso de las Personas de Color - NAACP mucho antes
de surgir como una figura referente del movimiento por
la libertad negra de mediados del siglo XX; en 1935, ella y
Marvel Cooke escribieron un artículo para la revista The
Crisis, la publicación de la NAACP, titulado “El Mercado de
Esclavas del Bronx [Bronx Slave Market]”95. Los grupos de
mujeres negras que buscaban trabajo como domésticas
y se reunían en las esquinas de la ciudad eran conocidos
como los “mercados de esclavas”, no sólo por las remu-
neraciones extremadamente bajas sino también por-
que las condiciones de trabajo eran más parecidas a la
esclavitud que al trabajo asalariado. A pesar de que las
descripciones predominantes sobre los abusos sexuales
eran eufemísticas, todas estas activistas eran claramen- 135
te conscientes de que el abuso sexual y el acoso eran
riesgos de rutina en esa ocupación. En una entrevista
citada en el artículo de Baker y Cooke, una mujer expre-
saba que había dejado su empleo no solo por lo pesado
del trabajo sino también porque uno de los hijos adultos
de la familia era “rápido de manos”. Al igual que Esther
Cooper Jackson, Baker y Cooke también enfatizaban la
importancia crucial de organizar sindicatos de trabaja-
doras domésticas.

94 Esther Cooper Jackson, “La trabajadora doméstica negra y la re-


lación con el sindicalismo [The Negro Domestic Worker in Relation to
Trade Unionism]”, Tesis de Maestría, Fisk University, 1940. Republi-
ca en Viewpoint Magazine, 31 de octubre de 2015, https://viewpoint-
mag.com/2015/10/31/the-negro-woman-domestic-worker-in-rela-
tion-to-trade-unionism-1940

95 Ella Baker y Marvel Cooke, “El Mercado de Esclavas del Bronx”


[Bronx Slave Market]”, The Crisis, Noviembre 1935: 330-32.
A pesar del blanqueamiento de la historia de las or-
ganizaciones antiviolencia a lo largo de décadas y de la
tendencia a ignorar el racismo dentro del movimiento
en diferentes momentos, las mujeres de color continua-
ron organizándose contra la violencia sexual y de gé-
nero. Por ejemplo, en 1980, en la primera Conferencia
Nacional sobre Mujeres del Tercer Mundo y Violencia
realizada en Washington DC, liderada por pioneras del
feminismo abolicionista como Loretta Ross y Nkenge
Toure, grupos como Mujeres de San Francisco contra la
Violación [San Francisco Women Against Rape], Centro
de Mujeres Asiáticas de Nueva York [New York Asian Wo-
men’s Center], Organización Nacional de Feministas Ne-
gras [National Black Feminist Organization], y Caucus de
Mujeres de Color de la Coalición Nacional contra la Violen-
cia Doméstica [Women of Color Caucus of the National
Coalition Against Domestic Violence], estaban comen-
zando a asegurarse un merecido lugar en el panorama
de las organizaciones antiviolencia. Estas redes se desa-
136 rrollaron a partir de la organización de grupos como Mu-
jeres de Todas las Naciones Originarias [Women of All Red
Nations] que, en 1974, comenzó a abordar un abanico
de cuestiones centrales para las vidas de las mujeres in-
dígenas que incluía, pero no se limitaba, a la violencia
interpersonal. Estas organizaciones llevaban adelante
acciones políticas y culturales, dinámicas, amplias y am-
biciosas —fundamentalmente abolicionistas—, que a
menudo se basaban en un feminismo transnacional y
poscolonial. Las organizaciones artísticas y literarias ha-
cían circular los análisis políticos de los feminismos de
mujeres de color. La editorial Kitchen Table Press publicó
antologías clave como Esta puente mi espalda/This Brid-
ge Called My Back, de Cherrie Moraga y Gloria Anzaldúa,
y Chicas de Casa [Home Girls] de Barbra Smith. La can-
ciones de las Sweet Honey in the Rock, lideradas por Ber-
nice Johnson Reagon, una de las fundadoras del grupo
musical Freedom Singers del Comité de Coordinación de
Estudiantes por la No Violencia [Student Nonviolent Coor-
dinating Committee - SNCC] era la banda de sonido de
la organización del movimiento. El clima de esta época,
lleno de esperanza, salpicado de alegría, fue fundacional
para la clase de organización que INCITE! aspiraba a ser:
una organización que no estaba sumida en la tristeza
de las organizaciones reformistas hegemónicas. Por el
contrario, este ejemplo de feminismo abolicionista en
acción consistía en una red de activistas unides por una
visión de lo que el mundo podría ser y anclades en una
historia compartida de valiosa organización inicial. Des-
pués de años de sentirse desalentades y traicionades
por el activismo antiviolencia hegemónico, les miembres
fundadores (y quienes ahora caminaban a su lado) de-
seaban regresar a estos vibrantes primeros momentos
en los que el trabajo radical contra la violencia incluía
la celebración de nuestras relaciones y logros, y estaba
impulsado por la pasión por la justicia. El compromiso
de construir a partir de ese legado —trabajar por la li-
bertad en lugar de hacerlo meramente contra el peligro
y la desesperación—, fue un elemento importante en las
organizaciones feministas abolicionistas. 137
Dentro de estas coaliciones, mujeres que estaban
o habían estado en prisión, muchas de las cuales eran
sobrevivientes de violencia de género, activaban para
redefinir la seguridad y comenzaban, cada vez más, a lu-
char por la abolición96. En 1985, se llevó a cabo la prime-
ra audiencia pública sobre mujeres golpeadas y sistema
penal en Bedford Hills Correctional Facility, una cárcel de
máxima seguridad para mujeres en Nueva York, donde
las mujeres encarceladas se enfocaron en los vínculos

96 Brandi Jackson, “Revisen las Leyes de Legítima Defensa para que


les sobrevivientes de violencia doméstica no sean encarcelades por de-
fender sus vidas [No Ground on Which to Stand: Revise Your Stand
Your Ground Laws So Survivors of Domestic Violence Are No Longer
Incarcerated for Defending their Lives]”, Berkeley Journal of Gender,
Law and Justice 154 (2015); Barbara L. Zust, “Evaluando y abordando
la violencia doméstica experimentada por mujeres encarceladas [Asses-
sing and Addressing Domestic Violence Experienced by Incarcerated
Women]”, Creative Nursing: Social Justice and Nursing 14, no. 2.
entre la criminalización y la violencia de género97. Orga-
nizada por mujeres que estaban encarceladas y sus de-
fensoras desde afuera, los doce testimonios señalaron
claramente que la violencia de género era un camino
para la encarcelación de las mujeres. Estas audiencias
iluminaron las profundas y persistentes formas en que
la violencia de género (incluyendo la violencia en el mar-
co de relaciones de pareja) y la violencia del Estado, se
intersectaban y contribuían a los índices de encarcela-
miento, tanto de las mujeres como de quienes las ha-
bían agredido. Consistentemente, los testimonios de las
mujeres encarceladas (cuyos nombres no se mencionan
en el informe por razones de seguridad) señalaban que
la policía no ofrecía soluciones: “Yo sentía que estaban
habilitando a mi marido a volver y golpearme otra vez
cuando ellos se fueran, y eso hizo”. Los testimonios
llevaron, lamentablemente, a incluir una serie de reco-
mendaciones en el informe final que en realidad acen-
tuaban la respuesta legal penal a la violencia de géne-
138 ro —más entrenamiento policial, endurecimiento de las
condenas—, en parte porque se ignoró el contexto de
violencia estatal. Es decir, aunque el informe intentaba
centrarse en las experiencias y los análisis de las sobre-
vivientes criminalizadas, su estrecho marco de análisis
es un ejemplo de por qué es tan importante el feminis-
mo abolicionista.
Enfocándose en las experiencias y los análisis de las
personas en prisión, y en las relaciones entre violencia
estatal y violencia interpersonal, esta organización de
Bedford se desarrolló en base al trabajo previo, que
incluía la organización de campañas de autodefensa y
libertad para mujeres encarceladas tales como el movi-
miento Liberen a Joan Little [Free Joan Little] en 1974 y el

97 Committee on Domestic Violence and Incarcerated Women,


“Mujeres golpeadas y Justicia Penal: Informe del Comité de Violencia
Doméstica y Mujeres Encarceladas [Battered Women and Criminal
Justice: A Report of the Committee on Domestic Violence and Incar-
cerated Women]” junio de 1987, https://www.ojp.gov/pdffiles1/Digi-
tization/107516NCJRS.pdf.
surgimiento, en la década de 1970 de grupos como Asis-
tencia para Mujeres Encarceladas [Aid to Incarcerated Mo-
thers], Madres Encarceladas y sus Hijes [Prison Mothers
and Their Children - Prison MATCH] y otras convocato-
rias como la ”Conferencia para la Acción de Mujeres contra
la Represión y la Violencia [Action Conference of Women
Against Repression and Prison]” en 1977, que reunió 120
participantes, en su mayoría mujeres que habían estado
encarceladas y otras que representaban organizaciones
por la justicia en las prisiones98. Este trabajo plantó las
semillas para el surgimiento de un amplio abanico de
grupos liderados por personas que estaban o habían
estado en prisión, incluyendo la Red Nacional para Mu-
jeres en Prisión [National Network for Women in Prison];
Justicia Ya! [Justice Now!, Defensa Legal de Chicago para
Madres Encarceladas [Chicago Legal Advocacy for Incar-
cerated Mothers]; la Asociación de Mujeres en Prisión [Wo-
men’s Prison Association]; y más tarde iniciativas como
la Coalición de California para Mujeres en Prisión [Califor-
nia Coalition for Women in Prison]; Mujeres Organizadas 139
para Contar su Historia [Women on the Rise Telling Her
Story]; Proyecto de Justicia para Personas Transgénero, de
Género Diverso e Intersex [Transgender, Gender Variant
and Intersex Justice Project]; y Mamás Unidas contra la
Violencia y la Encarcelación [Moms United Against Violen-
ce and Incarceration]. Simultáneamente, crecieron las
redes que se enfocaban tanto en un marco abolicionista
como en la experiencia de sobrevivientes de violencia
doméstica y sexual, incluyendo a Black & Pink, Survived
& Punished, y el Proyecto Sylvia Rivera99. Cada vez más

98 Ver la Cartilla de Novedades del Proyecto de Prisión de Mujeres


Santa Cruz [Santa Cruz Women’s Prison Project Newsletter], febrero
de 1974, en http://freedomarchives.org/Documents/Finder/DOC70_
scans/70SCWPP.Newsletter.Feb1974.pdf.

99 Estas organizaciones fueron (y son) apoyadas por feministas


abolicionistas como Alisa Bierria, Kathy Boudin, Rachel Caidor, Moni-
ca Cosby, Andrea James, Mariame Kaba, Mimi Kim, Colby Lenz, Miss
Major, Colette Payne, Cassandra Shaylor, Gail Smith y Dean Spade.
feministas y abolicionistas en su práctica y su orienta-
ción, la mayoría de estos grupos liderados por sobrevi-
vientes continúan trabajando dentro y fuera de las cár-
celes y prisiones para poner en relieve la justicia racial,
promover una interpretación más amplia de lo “carcela-
rio” (incluyendo la violencia inherente a las agencias de
asistencia social y protección de la niñez) y desafiar el
capitalismo racial y las falsas soluciones que propone el
complejo industrial carcelario100.

140

Afiche de la Declaración de INCITE! y Critical Resistance


sobre la Violencia de Género y el Complejo Industrial
Carcelario, 2001. (Ver el texto completo en los anexos).

100 Beth E. Richie, Obligada a delinquir: La trampa del género y las mu-
jeres negras golpeadas” [Compelled to Crime: The Gender Entrapment
of Battered Black Women] (New York: Routledge, 1996); Karlene Fai-
th, Mujeres Rebeldes: las Políticas de Confinamiento y Resistencia [Un-
ruly Women: The Politics of Confinement & Resistance], New York:
Seven Stories Press, 2011 [1993]; Paula Johnson, Vidas internas: voces
de mujeres afroamericanas en prisión [Inner Lives: Voices of African
American Women in Prison] (New York: NYU Press, 2004).
Cooptación carcelaria y feminismo
carcelario
A pesar de años de trabajo incansable, hacia la década
de 1990 el abismo entre las perspectivas abolicionistas y
el trabajo sobre género se profundizó, y muches sobre-
vivientes iban cayendo en el peligroso espacio entre los
dos movimientos. El lenguaje y los análisis de les activis-
tas radicales también estaban siendo cooptados y absor-
bidos por las organizaciones tradicionales, a medida que
los cambios legales y legislativos promovían políticas lo-
cales pro-arresto y respuestas policiales obligatorias. Dis-
traídas por un falso sentido del éxito y por la percepción
del apoyo de la política convencional, las organizaciones
antiviolencia tradicionales, cada vez más, se financiaban
con recursos del estado, se enfocaban en la recolección
de datos y en los modelos de prestación de servicios, y
se encontraban organizadas y profesionalizadas según
una jerarquía dominada por personas blancas. Los ser-
vicios de atención de emergencias comenzaron a repro- 141
ducir otros programas de intervención neoliberales, que
poblaban el paisaje con una creciente industria del ser-
vicio social. Tiempo después, Beth Richie y Kayla Morten-
sen describieron cómo “los servicios se transformaron
en seguridad”101. El énfasis de estos programas estaba
puesto en el cuidado individual más que en las causas
principales de la violencia, en la reforma de los sistemas
más que en la creación de alternativa, y en la provisión
de alivio a corto plazo para las personas que habían sido
dañadas más que en la producción de cambios estruc-
turales de largo plazo. Este cúmulo de organizaciones,
que abarca desde organizaciones antiviolencia hasta or-
ganizaciones de “caridad” que brindan acceso a comida

101 Beth Richie y Kayla Martensen, “Resistir la carceralidad, abrazar


la abolición: Implicaciones para la práctica del Trabajo Social [Resisting
Carcerality, Embracing Abolition: Implications for Social Work Practi-
ce]”, Affilia 35, no. 11 (2020).
o alojamiento, son consideradas ahora como parte de
un complejo industrial sin fines de lucro102.
Mimi Kim y otres academiques-activistas han docu-
mentado cómo las actividades de autoayuda que inicial-
mente caracterizaban al movimiento contra la violencia
de género de la década de 1970 fueron cooptadas a me-
dida que les activistas se comprometieron más con la
defensa de los sistemas y con la construcción de coali-
ciones con actores estatales autorizados a controlar el
“delito”103. A medida que el trabajo evolucionó y asumió
un tono más conservador, las cuestiones de injusticia
racial, explotación sexual, violencia perniciosa estatal,
y el análisis de las formas de opresión relacionadas se
volvieron incompatibles con una conceptualización de la
violencia de género emergente basada exclusivamente
en el esencialismo de género104. Dentro de este marco,
la víctima legítima de violencia de género y sexual no
podía ser una persona dedicada al trabajo sexual, una
persona queer, una mujer de color y, ciertamente, no
142 podía ser una persona en prisión. Esta conceptualiza-
ción se afirmaba en falsas asunciones de solidaridad y
en la presunción de la uniformidad de las experiencias
de la violencia. Y, lo que es más importante, rechazaba
las preocupaciones que señalaban a la injusticia como

102 Ver, por ejemplo, la discusión sobre el Complejo Industrial sin


Fines de Lucro [Non-Profit Industrial Complex - NPIC] en la antología
de INCITE!: La revolución no será financiada: Más allá del Complejo In-
dustrial Sin Fines de Lucro [The Revolution Will Not Be Funded: Beyond
the Non-Profit Industrial Complex] (Durham, NC: Duke University
Press, 2017).

103 Mimi E. Kim, “El horror carcelario: Violencia de género, raza y la


expansión del Estado Punitivo, 1973-1983 [The Carceral Creep: Gen-
der-Based Violence, Race and the Expansion of the Punitive State,
1973-1983]”, Social Problems 67, no. 2 (2020): 251-69.

104 Alisa Bierria, “Buscando una agenda antiviolencia radical dentro/


fuera de una estructura sin fines de lucro [Pursuing A Radical Anti-Vio-
lence Agenda Inside/Outside a Non-Profit Structure]”. En Incite! Wo-
men of Color Against Violence (Ed.), La revolución no será financiada
[The Revolution Will Not Be Funded], 151–163.
raíz del problema y, por el contrario, llevaba a un análisis
carcelario simplista que promovía el control y las prisio-
nes como solución.
Hay que reconocer que este trabajo convencional
y de gran visibilidad contra la violencia de género dejó
claramente establecido que las relaciones íntimas son
lugares de mucho daño para las mujeres. Quienes acce-
dieron al sistema recibieron algún alivio de la tiranía del
abuso: más del 25 por ciento de todas las mujeres he-
terosexuales cisgénero informan haber sido violentadas
por alguien con quien están o han estado en relación,
lo que puede incluir a un marido, un compañero sexual
no conviviente, o una relación anterior105. Les investiga-
dores e integrantes de organizaciones tradicionales re-
colectaron y pusieron a disposición este tipo de datos, y
aunque éste fue un logro importante y transformador,
los datos eran asimétricos e incompletos: por ejemplo,
cuestiones más amplias sobre socialización de género
y heteropatriarcado –los sistemas y comunidades que
legitiman la violencia de género y sexual–, así como las 143
respuestas alternativas que no dependen del estado
carcelario quedaron sin explorar y, por lo tanto, perma-
necieron invisibilizados.
La recolección y la difusión de los datos estadísticos
describía el problema en términos cuantitativos, que te-
nían resonancia en el público y los legisladores tradicio-
nales, pero no revelaban la magnitud real del daño ni
las causas principales de la violencia de género. El abu-
so crónico por parte de un compañero íntimo se vuelve
mucho peor por las consecuencias que trae aparejadas:
la degradación emocional, el aislamiento social, la de-
pendencia económica, y el sentimiento de vergüenza y
alienación del propio cuerpo y espíritu, que típicamente

105 “Informe Abreviado del Estudio Nacional sobre Violencia Sexual y


de Pareja [National Intimate Partner and Sexual Violence Survey Sum-
mary Report]”, National Center for Injury Prevention and Control of
the Center for Diseases Control, 2010.
aparecen junto con el abuso físico y sexual. Para las per-
sonas indocumentadas, discapacitadas, usuarias de sus-
tancias ilegales, precarizadas económicamente, queer,
mayores, o afectadas por el sistema penal, la vulnerabili-
dad a la violencia de género puede ser mucho peor aún.
Las personas de color, las que no tienen asegurada la
vivienda, las mujeres responsables del cuidado de otres,
y les jóvenes queer que intercambian sexo por dinero,
por ejemplo, están expuestxs a mayores riesgos por las
consecuencias adversas del abuso y aún siguen sin ser
tenides en cuenta por el movimiento tradicional. El re-
sultado es que estos grupos quedan extremadamente
vulnerables a daños mayores, producidos tanto por sus
relaciones personales como por el Estado.
La Ley sobre Violencia contra las Mujeres [Violence
Against Women Act -VAWA] se situó dentro de este pa-
norama: organizaciones antiviolencia tradicionales, que
cosechaban mayor reconocimiento del estado y definían
el género y la violencia sexual de manera estrecha. La
144 recepción que tuvo fue esperable. Por supuesto, el esta-
do debía “proteger a las mujeres”, por lo tanto, poques
cuestionaron las formas carcelarias concomitantes que
surgieron y se profundizaron. Esta ley fue la cara más vi-
sible de lo que Mimi Kim denomina la “escalada carcela-
ria” de la década de 1990. Como parte de la Ley de Control
de Crímenes Violentos y Orden Público [Violent Crime Con-
trol and Law Enforcement Act - VCCLEA], más conocida
como la “Ley Criminal” de 1994, la Ley sobre la Violencia
hacia las Mujeres (VAWA) respaldaba esta conceptualiza-
ción errónea de la violencia de género en tanto asumía la
necesidad de una solución desde la justicia penal106. Esa
ley criminal fue aprobada con amplio apoyo bipartidario
y destinó dinero proveniente de la recaudación de im-
puestos a la expansión del control y las prisiones, llevó a

106 Ley de Control de Crímenes Violentos y Orden Público de 1994 [Vio-


lent Crime Control and Law Enforcement Act of 1994], US Depart-
ment of Justice Fact Sheet,
https://www.ncjrs.gov/txtfiles/billfs.txt
un influjo de financiamiento público y privado, y conso-
lidó el control estatal sobre las respuestas a la violencia
de género. Mari Matsuda se expresó inmediatamente
después de su aprobación, en una de las pocas críticas
públicas que se le hicieron. Especialmente preocupada
por la proliferación de delitos federales pasibles de pena
de muerte incluidos en la ley criminal, Matsuda escribió
en la revista Ms. en 1994: “El desafío para las feministas
es luchar contra el modelo patriarcal que engendra ra-
cismo, abuso policial, corrupción y un sistema que valo-
ra la propiedad más que a las personas”107. Veinte años
después, Mimi Kim afirmaba que Matsuda había subra-
yado “el escalofriante silencio de las feministas aparen-
temente deseosas de sofocar cualquier tipo de duda so-
bre la colaboración con el sistema jurídico penal bajo el
estruendo del aplauso autocelebratorio”108.
A pesar de las protestas de mujeres de color, lesbia-
nas, sobrevivientes, activistas y referentes comunitaries,
la federalización de la respuesta mediante la aprobación
de la Ley sobre Violencia contra las Mujeres creó estruc- 145
turas burocráticas impermeables a nivel local, estatal y
nacional, además de una presión por la profesionaliza-
ción que cooptó completamente a un movimiento por la
seguridad y la justicia que alguna vez había sido radical.
Tal como describe Kim, “Los primeros éxitos del mo-
vimiento social contra un sistema penal que inicialmen-
te no daba respuestas se transformaron en unas rela-
ciones de colaboración que alteraron la autonomía y la
constitución iniciales de las organizaciones que forma-
ban parte del movimiento”109. Consideremos la simul-

107 Mari Matsuda, “Crimen y castigo [Crime and Punishment]”, Ms.


Magazine, Noviembre/Diciembre de 1994, 86–88.

108 Mimi E. Kim, “VAWA @ 20: La hegemonizacion de la crítica a la cri-


minalización: Reflexiones sobre la Ley VAWA 20 años después [“VAWA @
20: The Mainstreaming of the Criminalization Critique: Reflections on
VAWA 20 Years Later]”, City University of New York Law Review 18, no. 1
(2014): 52–57.

109 Kim, “El horror carcelario [Carceral Creep]”, 251.


taneidad de la aceleración de otras políticas y sistemas
que afirmaban abordar la violencia de género y sexual,
como los requerimientos de información obligatorios y
la creación de registros de agresores sexuales, progra-
mas orientados al “rescate” de trabajadores sexuales,
legislación sobre violaciones, y juzgados de violencia
doméstica y otras dependencias judiciales. Desplegan-
do argucias retóricas sobre la vulnerabilidad generaliza-
da de (ciertas) mujeres y niñes, el riesgo omnipresente
para les individues (más que la violencia estructural) y
la capacidad del Estado para brindar seguridad bene-
volente (paternalista), el movimiento antiviolencia tra-
dicional aceptó acríticamente las soluciones carcelarias
como respuesta a lo que las activistas de color, durante
mucho tiempo, habían señalado como un problema de
justicia social del cual el estado era parcialmente culpa-
ble. Si la violencia estatal y la violencia de género son
inseparables, la explosión de “soluciones” carcelarias
aumentaba el daño y creaba condiciones más peligro-
146 sas para les sobrevivientes de violencia. Es aquí, donde
las respuestas conservadoras a la violencia de género
fueron absorbidas por la retórica popular carcelaria y el
desarrollo concomitante de una nación-prisión, donde
vemos más claramente la trayectoria de un movimiento
que da un giro hacia lo que se ha dado en llamar femi-
nismo carcelario —en directa oposición política al femi-
nismo abolicionista110.
Feminismo carcelario hace referencia a una con-
fianza desmedida en los enfoques carcelarios para so-
lucionar el problema de la violencia de género, a pesar
de que las investigaciones claramente establecen que
el régimen carcelario daña a las personas negras y de
color y a otros grupos marginalizados. Al afirmar que

110 El término “feminismo carcelario” fue desarrollado original-


mente por Elizabeth Bernstein en el contexto de su análisis de los
esfuerzos contra la trata. “La política sexual del ‘Nuevo Abolicionismo’
[Sexual Politics of the ‘New Abolitionism’]”, differences 18, no. 3 (2007):
128–51.
la legislación penal tiene el potencial y la obligación de
“proteger a las víctimas de violencia”, el feminismo car-
celario autoriza al Estado a utilizar las leyes y las fuerzas
represivas para ejercer legítimamente el poder: el esta-
do juzga y controla los comportamientos considerados
“malos”, definiendo como “malos” a quienes realizan
actos criminales. Este marco asume que la opresión de
género es una experiencia común, básicamente un pro-
blema de hombres cisgénero individuales que ejercen
violencia contra mujeres cisgénero, y que el Estado debe
intervenir aumentando el control, haciendo cambios le-
gislativos, creando nuevas leyes y políticas de detención,
persiguiendo a más personas, expandiendo los encarce-
lamientos, e implementando otras estrategias carcela-
rias. El resultado no es seguridad ni justicia, sino mayor
criminalización de los grupos marginalizados.
Enfatizamos la simultaneidad de la evolución de la
conciencia abolicionista radical y de las tendencias tra-
dicionales para el abordaje de la violencia de género:
a medida que las críticas a la encarcelación se movían 147
hacia los espacios tradicionales, lo mismo hacían las
críticas a las respuestas conservadoras a la violencia de
género. Un público más amplio se familiarizó con la en-
carcelación masiva y la agresión sexual, física y verbal,
debido a muchas décadas de organización constante y a
menudo no reconocida en ambas áreas. La violencia de
género fue reconocida como la forma más pandémica
de la violencia en el mundo, pero también fue entendida
en términos individualistas y descontextualizados. Dado
que la mayoría de las veces la atención está focalizada
en perpetradores individuales, como si ellos fueran el
principio y el fin de estas violencias, se omite la conside-
ración de las bases estructurales e institucionales de las
agresiones sexuales y otras formas de violencia de gé-
nero. Este es un ejemplo desafortunado del fracaso en
aprender de las luchas contra el racismo: quedarse en
el nivel de lo individual lleva a una infinita repetición de
procedimientos legales o de otro tipo, en esfuerzos que
implícitamente se afirman en la imposibilidad de purgar
a nuestras sociedades de estos daños. De esta forma, la
perpetua confianza en las estructuras de control quedó
garantizada.

Intervenciones críticas
Las feministas de color pasaron años tratando de alterar
los patrones en la individualización de la violencia y la
resultante inversión en el sistema penal. Alrededor del
cambio de milenio, una serie de reuniones produjeron
documentos de posición y declaraciones que pronosti-
caban el impacto nocivo que tendría la dependencia ex-
cesiva del sistema penal en la lucha contra la violencia de
género. Un ejemplo digno de mencionar es el artículo de
2001 de Annanya Bhattacharjee titulado “¿La seguridad
de quién? Mujeres de color y la Violencia del Poder Coerci-
tivo [Whose Safety? Women of Color and the Violence of
Law Enforcement]”, publicado por American Friends Ser-
vice Committee111. Como uno de los primeros cuestiona-
148 mientos directos a la dependencia excesiva del Estado
carcelario en el nuevo milenio, este artículo consideraba
los derechos humanos y la justicia reproductiva y am-
biental desde un marco antiviolencia de género de una
manera claramente feminista abolicionista. Bhattachar-
jee preguntaba provocativamente: “¿Qué significa en la
práctica luchar contra la violencia contra las mujeres y,
al mismo tiempo, trabajar sobre la violencia estructural
que enfrenta la comunidad en general?”. O, como for-
mulamos la pregunta hoy: cómo reconocer el carácter
estructural de la violencia de género junto a sus inter-
secciones con las violencias generadas por el racismo y
el capitalismo.

111 Anannya Bhattacharjee, “¿La seguridad de quién? Mujeres de


color y la violencia de la aplicación de la Ley [Whose Safety? Women
of Color and the Violence of Law Enforcement]”, American Friends
Service Committee, Committee on Women, Population, and the Envi-
ronment, 2001, https://www.afsc.org/sites/default/files/documents/
whose%20safety.pdf
Un prendedor distribuido por Project Nia en 2019,
basado en una frase de Mariame Kaba.
149
Por supuesto, la posibilidad de poder plantear aque-
llas preguntas es algo que se construye sobre generacio-
nes de trabajos previos, como el de la referente comuni-
taria antirracista blanca Anne Braden en el siglo pasado
y la activista contra los linchamientos de principios del
siglo XX Ida B. Wells, que cuestionó los fallidos proyec-
tos y planes carcelarios del Estado que supuestamente
“protegerían” a las mujeres (específicamente mujeres
blancas)112. Las intelectuales feministas negras y las re-

112 Ver, por ejemplo, Anne Braden, “Libertad a Thomas Wansley: Car-
ta a las Mujeres Blancas del Sur [Free Thomas Wansley: A Letter to
White Southern Women]” (Louisville: SCEF Press, 1972), en https://
newsreel.org/guides/Anne-Braden-A-Letter-to-White-Southern-Wo-
men.pdf; e Ida B. Wells Barnett, El Registro Rojo: Estadísticas tabuladas
y presuntas causas de los linchamientos en Estados Unidos, 1892-1894
[The Red Record: Tabulated Statistics and Alleged Causes of Lynching
in the United States, 1892-1894] (reimpreso por CreateSpace Inde-
pendent Publishing Platform, 2015).
ferentes comunitarias han intentado incansablemente
articular la violencia de género con la violencia racista
hacia personas negras. Debido a que la historia misma
de los Estados Unidos procede de la nociva interrelación
del colonialismo y la esclavitud, el racismo contra los ne-
gros y la violencia racista contra les negres y contra los
pueblos indígenas siempre han involucrado sistemas
mutuamente interconectados. Así como las académi-
cas-activistas feministas indígenas han señalado que la
violencia sexual fue una herramienta indispensable de
la violencia colonial, las feministas negras pensaron di-
námicas semejantes durante la esclavitud –y estas nue-
vas comprensiones implican continuar reconociendo
cómo se enredan las historias del imperialismo y la vio-
lencia de género/sexual. En resumen, cualquier intento
de teorizar la violencia dirigida a mujeres y personas no
binarias debe ir más allá de abordar la violencia inter-
personal para poner fin a las formas de violencia del Es-
tado. Por lo tanto, proyectos emprendidos por muchas
150 organizaciones feministas de color han implicado argu-
mentar que la opresión de género es fundamental para
comprender la violencia racista y que, del mismo modo,
la supremacía blanca es fundamental para comprender
la violencia de género. Capitular ante un feminismo car-
celario que llama al Estado a “proteger” a las mujeres de
la violencia de género replicaría las mismas condiciones
que necesitan ser desafiadas.
Si bien la expresión “feminismo carcelario” es relati-
vamente nueva, el giro hacia el Estado que describe no
es nada nuevo. Esta es precisamente una de las razo-
nes por las que las mujeres de color históricamente han
dudado en identificarse con el feminismo. El daño que
se produce y reproduce a través de interminables ciclos
de reforma continúa mientras que los líderes contra
la violencia que más atención acaparan en los medios
piensan obstinadamente la violencia de género de for-
ma aislada, la desconectan de otras formas de injusti-
cia y rechazan la atención al racismo y otras formas de
violencia estatal. Al cuestionar intentos de reforma que
inevitablemente fracasan, el feminismo abolicionista de-
safía la conceptualización ideológica de la seguridad y
la protección como algo que se pueda lograr a través
de la autoridad punitiva del estado. Crea, por tanto,
nuevos terrenos de lucha: por el acceso a los recursos
para el desarrollo de la comunidad, la ayuda mutua o la
sanación, y crea nuevos espacios analíticos y materia-
les para imaginar y experimentar formas más auténti-
cas de seguridad. Las políticas carcelarias se infiltran en
instituciones y prácticas sin que tengan ningún tipo de
efectividad en términos racionales y, por lo tanto, produ-
cen múltiples espacios y oportunidades para prácticas y
luchas feministas de abolición que de hecho se proponen
poner fin a la violencia de género, en todas sus formas113.
Sin embargo, a medida que aumentan los compromisos
del feminismo abolicionista, persisten las preguntas so-
bre el contorno de una reforma. De hecho, “la libertad
es una lucha constante”, y debemos al mismo tiempo
tenernos paciencia y tener altas expectativas de nuestro
trabajo114. Hacerlo nos permite no olvidar abrazar la ex- 151
perimentación y la complejidad, y practicar optimismo y
esperanza a medida que hacemos crecer nuestras orga-
nizaciones y praxis feministas abolicionistas.
Estas reconceptualizaciones de la idea de seguridad
requieren comprender que el pretexto de poner fin a la
violencia de género permite que el Estado determine la
naturaleza del problema, tome soluciones “razonables”
y categorice a las personas como merecedoras de no

113 Hay un gran debate alrededor de esta pregunta. Para un buen


resumen de los argumentos, en particular su vinculación con cuestio-
nes de racismo estructural y vigilancia y control policial, ver el sitio web
de la organización Survived & Punished #SetThemFree: https://survi-
vedandpunished.org. Otra buena fuente que lo resume también es la
nota de Meg April “Why Domestic Violence Survivors Fear Turning to
the Police” disponible en https://www.dayoneny.org/blog/2020/8/5/
why-domestic-violence-survivors-fearnbsp-turning-to-the-police

114 Angela Y. Davis, La libertad es una lucha constante [Freedom Is


a Constant Struggle: Ferguson, Palestine, and the Foundations of a
Movement], Chicago: Haymarket Books, 2015.
sufrir daños o lesiones. Estas son las mismas tácticas
que utilizan las personas que causan daño en relacio-
nes íntimas: autoridad arbitraria, atribución de culpa
para justificar el castigo y expulsión de quienes son ob-
jetables, amenazantes u obsoletos. Monica Cosby, una
feminista de la abolición que vive en Chicago, sostiene
enfáticamente que la cárcel es, literalmente, una forma
de violencia de género. En ambos casos, el daño resul-
ta del uso arbitrario de la autoridad, el abuso de poder
con impunidad, el control absoluto de cuerpos, mentes
y espíritus de los sobrevivientes, así como de la forma en
que el impacto tanto la violencia de género y el encarce-
lamiento son ignorados o minimizados. A las personas
que sufren ambas se les culpa por su condición, y la re-
victimización es común. El sistema penal enmascara tan
profundamente el daño que produce que incluso cuan-
do el sistema no ayuda a las personas, el sistema nunca
es responsable de sus fallas y, en cambio, le individue
tiene la culpa. Cosby argumenta además que las prisio-
152 nes causan la muerte social de las mujeres encarceladas
al deshumanizarlas, despojarlas de sus derechos y ha-
cerlas invisibles detrás de alambres de púas y paredes
de ladrillo. En una discusión del 2020, “La prisión es abu-
so”, Cosby adaptó una imagen: “La rueda del poder y el
control [The Power and Control Wheel]”, que les militantes
antiviolencia hicieron circular ampliamente para reflejar
la mirada del feminismo abolicionista sobre la violencia
de género. Basándose en su experiencia mientras es-
tuvo encarcelada, Cosby creó la “Rueda del poder y el
control de la violencia de pareja y de la violencia estatal”.
Así, ilustró la conexión entre la violencia interpersonal y
la estatal al describir una requisa o redada en una celda
personal donde se destruye la propiedad personal, lo
que cristalizaba su análisis de esta relación:

Si hay alguien que nunca ha estado en la cár-


cel, pero conoce de relaciones violentas, es lo
mismo. Sólo por ser insultado, él (el guardia)
tomó represalias contra nosotras y terminé
en confinamiento solitario. La idea simple-
mente me hizo “clic”. Y creo que hacía tiempo
me venía dando vueltas en la cabeza que lo
que me estaba pasando (en la prisión) era lo
que pasa en las relaciones violentas”

153

“Intimate Partner Violence and State Violence Power


and Control Wheel” [La Rueda del Control y el Poder:
Violencia en las Relaciones Íntimas y Violencia Estatal],
por Monica Cosby e ilustrada por Sarah Ross (ver el
texto completo en los apéndices).
Cosby describió cómo sus propias experiencias de
abuso y de encarcelamiento se sintieron igual: les pre-
ses se ven obligades a ceder frente a las reglas y regu-
laciones de las cárceles para que no ser castigades con
violencia, al igual que les sobrevivientes de violencia
que, como dice, “se encuentran a la merced de su pareja
abusiva.”
La idea de Cosby fue precedida por un análisis similar
de la violencia estatal que surgió en el trabajo de Sisters
Inside, una organización en Queensland, Australia, para
mujeres encarceladas y ex-encarceladas. Sisters Inside se
enfoca en mujeres que han vivido experiencias de en-
carcelamiento para producir comprensiones más com-
plejas de la violencia interpersonal y estatal, así como
concepciones más amplias del feminismo que enmar-
can el género, la raza, la sexualidad y la capacidad como
una interacción recíproca. En 2001, Sisters Inside llevó a
cabo una campaña importante e ingeniosa contra lo que
llamaron agresión sexual estatal. Esta campaña (“¡Bas-
154 ta de agresión sexual estatal!”) representaba al Estado
como agente de violencia sexual, especialmente cuan-
do se trata de procedimientos invasivos pero rutinarios
como los cacheos corporales o las inspecciones de cavi-
dades, y se basó en una teorización de la violencia de gé-
nero que vinculaba la violencia individual e institucional,
la violencia íntima y la estatal. Las mujeres que estaban
o habían estado encarceladas señalaban que el abuso
físico y sexual por parte de sus parejas y otras personas
no se sentía diferente del abuso detrás de las rejas. Esta
campaña feminista abolicionista y su marco internacio-
nalista reconceptualizaron la relación entre la violencia
estatal y la violencia sexual individualizada. Sisters Inside
también reconoce la persistencia de la violencia colonial
y, al desafiar el complejo industrial de la prisión, trabaja
por la autodeterminación indígena. Esta reconceptuali-
zación de la seguridad dentro de un marco decolonial
es un ejemplo importante de la visión organizativa del
feminismo por la abolición.
Movimientos en marcha, tensiones ya
conocidas
Los levantamientos contemporáneos han hecho re-
surgir tensiones parecidas: los llamados urgentes para
desfinanciar a la policía se chocan con una resistencia
cautelosa por parte de quienes también apoyan esa idea
pero expresan preocupación por “las mujeres que han
sido agredidas sexualmente” o “las personas que necesi-
tan protección contra parejas abusivas” y que requieren
una intervención de emergencia. A pesar del vibrante
panorama de las feministas abolicionistas organizándo-
se, y de las poderosas intervenciones a lo largo de dé-
cadas como las declaraciones “El Momento de la Verdad”
e INCITE!-Critical Resistance, el momento político actual
se hace eco de una pesadilla carcelaria anterior cuando
les militantes contra la violencia de género volvieron a
invertir en la política de “la ley y el órden”. Los levan-
tamientos contra la violencia policial que sucedieron en
la primavera y el verano de 2020 crearon una oportuni- 155
dad para organizaciones feministas contra la violencia
para resistir, activar, visibilizar la violencia del Estado,
pero también crearon una oportunidad para consolidar
y profundizar las formas existentes de poder estatal.
Cada nueva iteración de leyes federales y estatales
supuestamente diseñadas para “proteger” a mujeres y
niñas vulnerables, también representa potenciales con-
cesiones a las respuestas carcelarias, enmarcando el
avance carcelario como inevitable115. De la misma ma-
nera en que las luchas para que el Estado rinda cuentas
por un “policía asesino” pueden desviar la atención de
la violencia omnipresente de la policía, las preocupacio-
nes sobre qué hacer con el violador serial o el abusador

115 La versión de 2021, que se estaba debatiendo al momento en


que este libro entraba en imprenta, incluía una provisión de justicia
restaurativa apoyada por muchas organizaciones hegemónicas, for-
taleciendo por lo tanto la expansión carcelaria y el apoyo al sistema
legal criminal.
doméstico a largo plazo se presentan como un “llamado
a ser realista” dirigido a les abolicionistas demasiado op-
timistas y para justificar su falta de consideración sobre
la violencia de género. Por supuesto, estos no son nue-
vos predicamentos políticos: las tensiones contempo-
ráneas entre quienes trabajan para liberar las vidas de
les negres y quienes se comprometen con la justicia de
género hacen eco de dinámicas anteriores.
La actual repetición de esta ya conocida tensión so-
bre las demandas de alejarse de las soluciones carce-
larias ignora la importante evidencia de que el control
policial y los castigos no reducen las tasas generales de
violencia de género, incluso cuando pueden proporcio-
nar algún alivio a corto plazo ante una crisis. Esta crítica
a las demandas de desfinanciar o desviar recursos de
las fuerzas del orden asume que la institución policial
tiene la capacidad y la voluntad de resolver la violencia
de género. En el nivel más básico, les defensores de las
reformas carcelarias asumen que los enfoques abolicio-
156 nistas son “anti-víctimas”, ignorando la realidad de que
la policía está entrenada para usar la fuerza en lugar de
prevenir o abordar las causas profundas de la violencia,
razón por la cual los oficiales de policía son más propen-
sos a involucrarse en conductas violentas con sus pare-
jas que otros grupos116.
Además, el alivio a corto plazo asociado con el arres-
to estatal y el castigo no es siempre (ni siquiera por lo
general) lo que quieren les sobrevivientes de violencia;
no les involucra en la toma de decisiones sobre lo que
necesitan y rara vez restaura lo que perdieron. Un poco

116 Connor Friedersdorf, “La Policía tiene un problema de violencia


doméstica mucho mayor que el de la Liga Nacional de Fútbol [Police
Have a Much Bigger Domestic-Abuse Problem Than the NFL Does”],
Atlantic, 19 de septiembre de 2014, https://www.theatlantic.com/
national/archive/2014/09/policeofficers-who-hit-theirwives-or-girl-
friends/380329. Y Leigh Goodmark, “Manos Arriba en casa: Masculini-
dad militarizada y oficiales de policía que ejercen violencia contra sus pa-
rejas [Hands up at Home: Militarized Masculinity and Police Officers
Who Commit Intimate Partner Abuse]”, BYU Law Review 2015 (5).
menos de la mitad de todos los incidentes de violencia
por parte de parejas se denuncian a la policía; incluso la
cantidad de denuncias por agresiones sexuales es mu-
cho menor. Las mujeres negras, indígenas y otras muje-
res de color, las personas trans, las personas en relacio-
nes homosexuales, las mujeres migrantes, las personas
discapacitadas, les niñes —quienes posiblemente corren
mayor riesgo de violencia íntima, por parte de extraños,
de los Servicios de Protección Infantil, de la policía y la
prisión— es aún menos probable que busquen ayuda
del estado carcelario. Como dice Leigh Goodmark, pro-
fesora de derecho de la Universidad de Maryland (cuyo
nombre en Twitter a partir de 2021 es “Feminista carce-
laria recuperada: ¡pregúntenme cómo!”) y principal de-
fensora de la despenalización de la violencia de género:
“Ahora sabemos que no funciona. Tenemos los datos
que muestran que el sistema penal no disuade la violen-
cia de pareja, no reduce las tasas de esa violencia, y no
hace que la violencia sea menos severa”117.
157

117 Citado en Melissa Jeltsen, “No utilicen a las víctimas de violencia


doméstica para obstaculizar la reforma de la policía [Don’t Use Domes-
tic Violence Victims to Derail Police Reform]”, 20 de julio de 2020, do-
mesticshelters.org
https://www.domesticshelters.org/articles/in-the-news/
don-t-use-domestic-violence-victims-to-derail-police-reform.
158

Retrato de Eisha Love, que estuvo encarcelada por


defenderse y pasó casi cuatro años en prisión porque
no podía pagar su fianza, por Micah Bazant.

Texto en la imagen: La autodefensa no es delito. En


2012, Eisha Love, una mujer trans negra y joven fue
atacada por un grupo de hombres. Ella lastimó a uno
de ellos accidentalmente tratando de escapar. Fue
arrestada y pasó casi 4 años sin juicio en una cárcel
para hombres porque no podía pagar la fianza. Apoyá
a las mujeres trans de color.

El feminismo por la abolición del sistema carcelario


nos enseña que la violencia de género es un problema
social complejo con profundas raíces culturales, que
ha sido incorporado por los sectores hegemónicos al
proyecto carcelario más amplio. Recurrir a agencias de
castigo y a tácticas de control social no protegerá a las
mujeres y otras personas perjudicadas por la violencia
de género. Les sobrevivientes de la violencia tendrían
muchas más probabilidades de beneficiarse si los más
de ocho mil millones de dólares gastados en la Ley sobre
Violencia hacia las Mujeres (VAWA) entre 1995 y 2018
hubieran sido destinados a servicios gratuitos y subsi-
diados como vivienda permanente asegurada, educa-
ción, atención médica y de salud mental accesible, guar-
derías infantiles de alta calidad, capacitación e inserción
laboral, además de bienes colectivos y ambientales
tales como servicios barriales que promuevan la salud
y el bienestar, parques, opciones de alimentos saluda-
bles, activismo cultural y artístico, y proyectos de ayuda
mutua118.
Incluso mientras las objeciones contra el desfinancia-
miento de la policía utilizan la violencia de género como
“cortina de humo”, los proyectos y acciones de las femi- 159
nistas abolicionistas en torno a esas violencias —que
usualmente se desarrollan en un registro diferente y
dentro de un calendario diferente— continúan alteran-
do el panorama. Por ejemplo, las iniciativas organizativas
de feministas negras queer trabajan para crear formas
cotidianas de seguridad fuera de la vigilancia y el control
policial. Tanto la iniciativa del Proyecto Audre Lorde “A
salvo fuera del sistema [Safe Outside the System]”, como
la campaña “Si ella está a salvo, todes estamos a salvo [She
Safe, We Safe]” de Black Youth Project 100 (BYP100) tie-
nen como objetivo “cambiar la cultura y establecer nue-
vas formas de mantenernos a salvo dentro de nuestras
comunidades Y trabajar para luchar contra la violencia

118 Congressional Research Service, “La Ley sobre Violencia Contra


las Mujeres: Reseña istórica, financiación y reautorización [The Violen-
ce Against Women Act (VAWA): Historical Overview, Funding, and
Reauthorization]”, 23 de abril de 2019, https://fas.org/sgp/crs/misc/
R45410.pdf.
del Estado, particularmente la violencia patriarcal de la
policía”119. La organización Survived & Punished (en es-
pañol, “Sobreviviente y Castigada”) apoya a las mujeres
que han sido criminalizadas para que superen las se-
cuelas del encarcelamiento, en parte a través de la edu-
cación comunitaria sobre la prevención de la violencia
–una forma de crear un mejor regreso a casa desde la
prisión para las sobrevivientes criminalizadas. En 2020,
el Movimiento por las Vidas Negras [Movement for Black
Lives] comenzó a organizar discusiones estratégicas so-
bre la violencia patriarcal en un intento de integrar com-
pletamente a su agenda política el trabajo feminista por
la abolición.
Al mismo tiempo, coaliciones estatales más amplias
—organizaciones que alguna vez fueron financiadas por
agencias federales— también están llamando por alter-
nativas abolicionistas. Alentadas por la declaración “El
Momento de la Verdad”, la Asociación contra la Violencia
Doméstica de California [California Partnership to End
160 Domestic Violence] y la Coalición Nacional de Programas
contra la Violencia [National Coalition of Anti-Violence
Programs], una red emergente de coaliciones anti-vio-
lencia estatal más radicales están reflexionando sobre
su propia connivencia con el Estado carcelario y comen-
zando a volcarse a prácticas que aborden la violencia
de género sin aumentar la vulnerabilidad a la violencia
estatal. Motivadas por la necesidad de corregir el curso
del trabajo contra la violencia, estas iniciativas abarcan
desde la creación de alternativas para llamar al 911 y
el desarrollo de nuevas fuentes de financiación, hasta
cambiar explícitamente las leyes que penalizan o fomen-
tan el exceso de vigilancia y control policial.
Dorothy Roberts argumenta muy convincentemente
a favor de una expansión del marco abolicionista para
que incluya la violencia del sistema de “servicios de pro-
tección infantil” y lo que denomina el “sistema de policía

119 Ver la campaña “Si ella está a salvo, todes estamos a salvo” [She
Safe, We Safe]” en https://www.shesafewesafe.org.
familiar’’. Las cuestiones relacionadas con este tipo de
instituciones contribuyen a la normalización de las res-
puestas de tipo carcelario como único medio para abor-
dar los problemas sociales que experimentan las fami-
lias negras pobres y otras familias de color instaladas en
la pobreza. Cuando, por ejemplo, el hecho de que haya
ratas en un departamento se utiliza como prueba para
iniciar un procedimiento para “proteger” a les niñes ale-
jándoles de su familia, se considera culpable a la madre
o adulte responsable y se le castiga quitándole a les ni-
ñes. No se asigna responsabilidad ni al propietario de la
vivienda ni al sistema social más amplio. Según Roberts,

La misión abolicionista de liberar a les ne-


gres del cautiverio debe incluir liberar de la
vigilancia a quienes brindan cuidados fami-
liares y de la institucionalización a les niñes.
En definitiva, movimientos para desmontar
diferentes piezas del estado carcelario están
trabajando por el mismo mundo: un mundo 161
donde todes les niñes están segures y son
cuidades sin necesidad de policías, cárceles
y separación familiar. Una comprensión más
amplia de la vigilancia y control policial, por
un lado, y sobre el abolicionismo que impug-
na el terror benévolo del Estado, por el otro,
es esencial para construir colectivamente una
nueva sociedad que apoye a las familias y
comunidades en lugar de destruirlas120.

En Australia, “Flat Out”, una organización por y para


mujeres en el sistema penal en Melbourne, puso el foco
sobre cómo las prisiones y los sistemas de servicios para

120 Dorothy Roberts, Destrozades: Cómo el Sistema de Seguridad So-


cial para les Niñes destruye las familias negras - Y cómo la abolición
puede construir un mundo más seguro. [Torn Apart: How the Child Wel-
fare System Destroys Black Families—and How Abolition Can Build a
Safer World], Nueva York: Basic Books, 2022, pág. 40.
niñes y familias crean más daño, pero se representan
a sí mismos como mitigadores de la violencia domés-
tica121. En 2019, impulsada por la muerte de personas
en las cárceles de toda Australia, en particular mujeres
indígenas, Sisters Inside comenzó una campaña de bús-
queda colectiva de fondos, #FreeHer, para recaudar di-
nero para el pago de fianzas por la liberación de muje-
res indígenas y otras mujeres encarceladas, a menudo
arrestadas y encarceladas por pequeñas deudas impa-
gas. Sisters Inside recaudó más de $300,000 y en el pro-
ceso hizo visible el ya conocido secreto sobre las raíces
profundamente capitalistas y coloniales del complejo
industrial carcelario122. Estos esfuerzos creativos se es-
tán desarrollando en muchas partes del mundo. En los
municipios negros fuera de Johannesburgo, las mujeres
queer y trans han desarrollado patrullas de seguridad y
poco a poco están organizando sistemas más amplios
de apoyo en sus comunidades123.
Este ecosistema del feminismo abolicionista rara
162 vez se mapea, se nombra formalmente o se reconoce
como parte de un movimiento internacionalista más
amplio. Sisters Uncut, una organización feminista radi-
cal dirigida por sobrevivientes, basa su trabajo en una
comprensión internacionalista e interseccional de cómo
la violencia de género produce y refuerza la violen-
cia de Estado y de cómo el feminismo por la abolición
exige la transformación social como único medio para
garantizar la seguridad de les sobrevivientes Tomando

121 Ver Flat Out, http://www.flatout.org.au

122 Calla Wahlquist, “Campaña de Financiamiento Colectivo para Li-


berar a Mujeres Indígenas ‘asombrada’ por la respuesta [Crowdfunding
Campaign to Free Indigenous Women ‘Shocked’ by WA Response]”,
en The Guardian, 22 de enero de 2019, https://www.theguardian.
com/australia-news/2019/jan/23/crowdfunding-campaign-to-free-in-
digenous-women-shocked-by-wa-government-response.

123 Sohela Surajpal, “El feminismo carcelario no es la respuesta [Car-


ceral Feminism Is Not the Answer]”, Africa Is a Country, https://africa-
sacountry.com/2020/09/carceral-feminism-is-not-the-answer.
un claro posicionamiento en solidaridad, en 2020 Sis-
ters Uncut emitió una declaración en apoyo del pueblo
Wet’suwet’en de Turtle Island (en la región conocida
como “Columbia Británica”, en Canadá):

163

Afiche del grupo de trabajo del Centre for the Human


Rights of Imprisoned People [Centro por los Derechos
Humanos de la Gente Encarcelada], un proyecto de
Flat Out, creado en 2015.

Texto en la imagen: Escuelas, no cárceles. No hay


justicia en la cárcel para las mujeres aborígenes.
Desencarcelar ahora. Construir comunidades, no
prisiones. Las requisas al desnudo son abuso sexual.

“Desde el vientre de la bestia colonial, Sisters


Uncut se solidariza con les que están en la
primera línea de batalla y con los pueblos
indígenas de todas partes en la lucha global
contra el imperio. Reconocemos los enlaces
directos entre la violencia supremacista blan-
ca, de género y colonial. Luchamos contra el
colonialismo en todas sus formas, incluida
su imposición de estructuras patriarcales y el
binarismo de género. Apoyamos la lucha del
pueblo Wet’suwet’en y su histórico movimien-
to de resistencia, un movimiento donde las
mujeres indígenas tienen el liderazgo”124.

El feminismo abolicionista supone el respeto a los


movimientos por la autodeterminación, reconociendo
a las formas de opresión que atraviesan las fronteras
como un contexto importante para redefinir tanto el tra-
bajo contra la violencia como la libertad125.

164

124 “Sisters Uncut se solidariza con les Wet’suwet’en [Sisters


Uncut Stands in Solidary with the Wet’suwet’en]”, 20 de fe-
brero de 2020, https://www.sistersuncut.org/2020/02/20/
sisters-uncut-stands-in-solidarity-with-the-wetsuweten/.

125 Maureen Mansfield, “¿Qué es el feminismo abolicionista y por


qué importa? [What Is Abolition Feminism, and Why Does It Matter?]”
IPPR Progressive Review, 13 de junio de 2018, https://www.ippr.org/
juncture-item/what-is-abolitionist-feminism-and-why-does-it-matter.
165

En 2013, la Chicago Alliance to Free Marissa Alexander


[Alianza de Chicago para Liberar a Marissa Alexander]
usó esta imagen de Molly Crabapple en sus esfuerzos
para apoyar y liberar a Marissa Alexander, una madre
que fue criminalizada y encarcelada por defenderse
de su marido abusador. Después de que Marissa logró
un juicio abreviado, la CAFMA se transformó en Love
& Protect.
III. Ahora

Es el 10 de abril de 2020, y el sol de principios de


primavera que atraviesa los prados casi oscurece la
realidad: se trata de una caravana de autos que rodea
una prisión durante una pandemia. Casi un mes des-
pués de la orden estatal de “refúgiese en el lugar don-
de se encuentre [shelter in place]” en Illinois —antes de
George Floyd, antes de Breonna Taylor, antes de Tony
McDade— y con doce muertes relacionadas con el CO-
VID-19 reportadas, la prisión de Stateville en Crestville
es un punto conflictivo nacional, como muchas otras
prisiones en todo el país. La Guardia Nacional está su-
pervisando los servicios médicos, las mascarillas y el
desinfectante de manos son escasos, y la gente dentro
de la cárcel está confinada las 24 horas. Como el virus
se aceleró a principios de la primavera de 2020 con el
166
aumento de las infecciones y los informes de muerte,
familiares, seres querides y las organizaciones comu-
nitarias de base se movilizaron con urgencia para pre-
sionar por la liberación de las personas encarceladas. A
pesar de las peticiones de suspensión de condena, de
liberación compasiva y clemencia, nadie de esta prisión
de máxima seguridad para personas designadas por el
Estado como hombres, con una población de aproxi-
madamente 3.500 personas, ha sido liberado. Aunque
la letalidad de COVID-19 en espacios confinados ha lle-
vado, según se informa, a tomar acciones en otros lu-
gares —Indonesia, Irán e India—, muy pocas personas
fueron liberadas de las prisiones estatales de EE.UU. en
el transcurso de la pandemia, a pesar de la vitalidad del
movimiento para desfinanciar a la policía.126

167

126 Mientras que el número de personas en algunas cárceles dismi-


nuyó durante la pandemia de coronavirus, según el Instituto de Polí-
tica Penitenciaria (PPI), en el verano de 2020, las cárceles “no libera-
ron a casi nadie”. El PPI realizó un seguimiento de las excarcelaciones
(y muertes) relacionadas con el COVID-19 en Estados Unidos. Véase
“Los cambios más significativos en politicas de justicia penal duran-
te la pandemia de COVID-19” [The Most Significant Criminal Justice
Policy Changes from the COVID-19 Pandemic], 18 de mayo de 2021,
https://www.prisonpolicy.org/virus/virusresponse.html
Véase también DLA Piper y la Asociación para la Prevención de
la Tortura [Association for the Prevention of Torture], “Un análi-
sis global de las liberaciones de presos en respuesta a COVID-19”
[A Global Analysis of Prisoner Releases in Response to COVID-19],
diciembre de 2020 https://www.dlapiper.com/~/media/files/insi-
ghts/publications/2021/03/dla-piper-prison-population-during-co-
vid-19.pdf?la=en&hash=F5C1EBBA0D3D86BDDA58FAC87DB9E-
F3CAE3815DF#:~:text=The%20study%20concluded%20that%20
at,between%20March%20and%20July%202020.
168

Sin título, por Joseph Dole. Escritor, artista y militante,


Joe es una de las primeras personas encarceladas en
el estado de Illinois en obtener un título de pregrado
en las últimas décadas; recibió su título en 2018.
También es cofundador de Parole Illinois y miembro
del Prison + Neighborhood Arts / Education Project
[Proyecto artístico educativo Prisión + Barrio].

Texto en la imagen: La cárcel es una pandemia. La


gente es potencia. Desencarcelar.

La caravana se desgasta por la duración del trayec-


to: se tarda unos quince minutos para dar una vuelta
completa alrededor de la prisión que ocupa una impre-
sionante superficie de 2.200 acres. Los autos siguen a
un camión que remolca un altavoz con música y un pro-
grama de treinta minutos de Zoom con los comentarios
pregrabados de personas encarceladas que describen la
desesperada situación en prisión. Se leen los nombres
de les muertes que se conocen. Les principales organi-
zadores —mujeres anteriormente encarceladas— tam-
bién testifican. Esta caravana multirracial está formada
en gran parte por mujeres, niñes y jóvenes, y personas
queer. Como muches de los integrantes de la carava-
na son visitantes habituales de esta prisión —personas
queridas, educadores, abogades— se siente estimulante
dar vueltas en autos decorados con carteles: ¡Libérenles
a todes! ¡Abolición ya! Tal vez anticipando una insurgen-
cia, la prisión bloquea todas las entradas con vehículos
de las fuerzas del orden y oficiales armados. Durante la
pandemia, caravanas de autos como estas —que rodean
prisiones, cárceles y otros centros de detención— se ex-
tendieron por todo el país.
La muerte prematura a causa del COVID-19 galvanizó
estas demandas y, sin embargo, la gente moría ya dema- 169
siado pronto en las cárceles.127 La negligencia médica,
el hacinamiento, la mala alimentación, las celdas

127 Ruth Wilson Gilmore ha definido el racismo como “la produc-


ción y explotación extralegal y/o del estado de la vulnerabilidad a la
muerte prematura para un grupo diferenciado”. Véase Gulag dora-
do: prisiones, excedentes, crisis y oposición en la California globalizada
[Golden Gulag: Prisons, Surplus, Crisis, and Opposition in Globalizing
California] (Berkeley: University of California Press, 2007), 247. Ade-
más de la muerte prematura, el envejecimiento también se acelera
para las personas que viven en las cárceles, incluso cuando la edad
es un concepto muy discutido. En todos los Estados Unidos, las pri-
siones no poseen un marcador de edad uniforme para una persona
“vieja”, “anciana” o “envejecida”, lo que afecta la recolección de da-
tos y también limita la organización. Aunque limitadas, un conjunto
de investigaciones emergentes ilustran que aproximadamente a los
cincuenta años las personas encarceladas comienzan a mostrar pro-
blemas de salud normalmente asociados a personas mucho mayo-
res. Véase, por ejemplo, Maurice Chammah, “¿Envejeces más rápido
en la cárcel?” [Do You Age Faster in Prison?], Marshall Project, 24 de
agosto de 2015, https://www.themarshallproject.org/2015/08/24/
do-you-age-faster-in-prison
estrechas, el acceso limitado a los preservativos y las co-
midas comunitarias [communal eating] conducen a en-
fermedades prevenibles e infecciosas, como la hepatitis,
el VIH y la diabetes. Las condiciones crueles y de explo-
tación, como la manipulación de los precios en el econo-
mato y en las telecomunicaciones, junto con la escasez
de jabón, suministros menstruales y papel higiénico, son
condiciones normalizadas.128 Antes del COVID-19, entre
ochenta y cien personas morían cada año en las cárceles
de Illinois, según los datos que el Estado se vio obligado
a hacer públicos. Esta cifra no incluye a las víctimas de
las aproximadamente 250.000 veces que las personas
pasan por las noventa y dos cárceles del condado de
Illinois, o el recuento de las prisiones federales y otros
centros de detención. El encarcelamiento en sí mismo
siempre ha sido una pandemia.
La respuesta de emergencia al estallido de la pande-
mia en Illinois fue organizada por grupos compuestos
en su mayoría por mujeres de color, personas queer y
170 jóvenes. Antes de la caravana, esta red informal convo-
có a las reuniones de planificación, elaboró las agendas,
tomó notas, tejió las relaciones, apresuró la búsqueda
de los escasos recursos necesarios, se encargó de la lo-
gística y promovió los informes de la acción. Esto refleja
la realidad pre pandémica: la sala de espera de la prisión
siempre ha estado repleta de madres, esposas, amantes,
hermanas, hijas. Las mujeres que esperaban para visitar
ahora ayudaban a organizar caravanas, a repartir sumi-
nistros de emergencia, y a pedir el ¡desencarcelamiento
ya! Aunque algunas de las que rodearon la prisión ese
día se identifican como abolicionistas y como feminis-
tas, este trabajo no es ampliamente reconocido como
feminista, o incluso, como relativo al género. ¿Cuáles

128 “Dentro de la prisión en medio de la pandemia de coronavirus:


un periodista encarcelado dice que millones de personas tras las re-
jas están en riesgo”, entrevista con Juan Moreno Haines, ¡Democracia
ya! [Democracy Now!], 17 de marzo de 2020, https://www.democra-
cynow.org/2020/3/17/coronavirus_prisons_san_quentin
son los costes de este borramiento, de este fracaso en
visibilizar y nombrar la indivisibilidad del feminismo con
el abolicionismo?
Avancemos varios meses en 2020 hasta otra crisis,
otra movilización, más trabajo y acción: el fin de semana
del 4 de julio en Chicago con una cuarentena por CO-
VID-19 todavía en efecto, cientos de personas acudieron
al entrenamiento de resistencia masiva por el desfinan-
ciamiento del Departamento de Policía de Chicago. Con
una convocatoria en las redes sociales para asistir a “una
orientación sobre la abolición de la policía y las prisiones”
y un debate sobre “cómo vamos a desfinanciar a la poli-
cía de Chicago, y cómo podemos utilizar la organización,
la acción directa y la construcción del movimiento para
ganar”, ese fin de semana fue organizado con pocos días
de antelación por un nuevo colectivo movilizado casi de
la noche a la mañana, la Red Abolicionista Negra (BAN)
[Black Abolitionist Network]. Las sesiones de cuatro ho-
ras cada día del largo fin de semana —un evento al aire
libre con distanciamiento físico, barbijos y desinfectante 171
para las manos— se centraron en la accesibilidad en una
cantidad de formas que incluían la provisión de comida
excelente, el cuidado gratuito de infancias, descansos,
y la interpretación en lengua de señas. Situados en ba-
rrios a lo largo de Chicago, mientras la temperatura iba
en aumento, estos entrenamientos, con muchas muje-
res negras jóvenes queer que dirigían las operaciones y
los talleres, se llenaron casi inmediatamente. Desde la
limpieza de los terrenos donde se impartían las forma-
ciones hasta la creación de una dinámica que fomenta
el pensamiento visionario, les organizadores crearon un
espacio para imaginar un mundo diferente. Como la ca-
ravana de autos alrededor de la prisión de Stateville, el
fin de semana del 4 de julio en Chicago significó un femi-
nismo abolicionista en acción.
En el verano de 2020, las demandas públicas sosteni-
das para desinvertir, reducir o abolir (no reformar) la po-
licía y ¡abolición ya! emergieron tras décadas de prácti-
ca, experimentación y evaluación crítica. Estas prácticas,
junto con el compromiso colectivo, hacen el lento traba-
jo de deconstrucción, o de crítica y desautorización del
Estado carcelario, así como el de una experimentación
productiva en cuanto a la creación y el compromiso con
nuevas herramientas y un análisis/lenguaje compartido.
Estos años también proliferaron nuestra capacidad de
soñar audazmente: como escribió la escritora y activis-
ta feminista Gloria Anzaldúa en 1987: “Nada ocurre en
el mundo ‘real’ si no ocurre antes en las imágenes de
nuestra cabeza.”129 Con el paso del tiempo, estas varia-
das manifestaciones del feminismo profundizaron en
nuestro imaginario colectivo: el Estado no ofrece la so-
lución para la violencia interpersonal, y las formas exis-
tentes de “protección” del Estado, incluyendo la policía,
las prisiones y los programas de bienestar social, crean
más violencia y daño. Las articulaciones colectivas del
feminismo abolicionista —ad hoc y formal— desde el Co-
lectivo de Combahee River [Combahee River Collective]
hasta Sisters Uncut, desde el trabajo germinal contra la
172 violencia del Proyecto Nacional de Salud de las Mujeres
Negras [National Black Women’s Health Project] hasta la
fundación de INCITE! continúan construyendo respues-
tas diarias a una amplia gama de daños al tiempo que tra-
bajan para desafiar las formas sistémicas y estructurales
de la violencia estatal. Estas pequeñas redes —algunas
de las cuales perduran durante décadas— ejemplifican
la práctica y la política del feminismo abolicionista.
En este capítulo se aborda la cotidianidad de un lu-
gar, Chicago, y se analizan las dos últimas décadas de
organización del feminismo abolicionista y la experi-
mentación cotidiana y colectiva de vivir de otro modo.
Sin embargo, Chicago no es excepcional. Hay muchos
capítulos por escribir sobre Johannesburgo, Montreal,
Seattle y muchos otros lugares. Sin embargo, sostene-
mos que incluso un enfoque parcial de la cotidianidad
de un lugar concreto ofrece la oportunidad de sacar a

129 Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera: La nueva mestiza


(San Francisco: Aunt Lute, 1987), 109.
la luz el poder de las acciones y redes pequeñas, hiper-
locales y a veces fugaces, así como de cartografiar y ar-
chivar el impacto continuo, acumulativo y colectivo de
estas articulaciones (a menudo minúsculas). A partir de
la insistencia en atender a las organizaciones ya desapa-
recidas, campañas en gran parte olvidadas, eventos muy
locales, y pequeños colectivos, este capítulo ilumina el
rico movimiento histórico del feminismo abolicionista
como método.
Las prácticas y los análisis del feminismo abolicionista
no crecieron a través de su ampliación a escala o a través
de las formas de poder institucionalizadas. Predicado en
la uniformidad y a menudo erradicando la diferencia, la
ampliación a escala puede impedir la transformación.130
Un estrecho compromiso con un lugar sugiere que una
ecología feminista abolicionista emerge de las prácti-
cas cotidianas, los experimentos colectivos impulsados
por la necesidad, la práctica y la reflexión, y en redes
sinuosas que entrelazan el tiempo y el espacio. Lejos de
ser una utopía, este mundo está a mano, ya en marcha. 173
Como el abogado y activista Bryan Stevenson manifestó
en una serie de actividades artísticas y políticas virtuales
tituladas Visualizando la abolición [Visualizing Abolition],
la presencia de algo diferente es palpable: “Simplemen-
te creo que hay algo mejor esperándonos. Creo que hay
algo que se parece más a la libertad, más a la igualdad,
más a la justicia, que nos espera. A todes nosotres”.131
Como historia del presente de Chicago, y con un oído
atento a las notas en los márgenes, este capítulo

130 Véase, por ejemplo, Estrategias emergentes: dando forma al


cambio, transformando mundos [Emergent Strategies: Shaping
Change, Changing Worlds], de adrienne maree brown: (Chico, CA:
AK Press, 2017) para una sólida discusión sobre la escala y los movi-
mientos sociales.

131 Bryan Stevenson y Gina Dent, “Imágenes, memoria y justicia”,


Visualizando la abolición ”[“Images, Memory, and Justice”, Visuali-
zing Abolition], Institute of the Arts and Sciences, University of Ca-
lifornia, Santa Cruz, 27 de octubre de 2020, https://ias.ucsc.edu/
content/2021/visualizing-abolition
pretende hacer una crónica y promover prácticas loca-
les que no sólo exigen, sino que movilizan algo mejor.
Ahora es el momento de construir, de practicar y, sí, de
estudiar. Ahora es imperativo nombrar cómo el feminis-
mo es central para el abolicionismo, y el abolicionismo
es indivisible de nuestro feminismo.

174

Sounds of Abolition [Sonidos de Abolición], por


Mónica Trinidad, creada en colaboración con gente
encarcelada a través de la People’s Paper Co-op en
2021.

Texto en la imagen: ¡En un mundo sin mujeres


encerradas, el sonido de la música, la risa, los desfiles
y el chasquido del pororó van a llenar las calles!
Violencia policial
El 24 de noviembre de 2015, Chicago volvió a estar en las
calles por la muerte de otro joven negro, Laquan McDo-
nald, de diecisiete años, a manos de un agente de policía
blanco. Más de un año antes, Laquan McDonald había
sido blanco de dieciséis disparos por parte de Jason Van
Dyke. En un principio se dictaminó que se trataba de un
“homicidio justificado”, pero la grabación de la cámara
de control del incidente, suprimida tanto por el muro
azul de silencio132 como por los funcionarios cómplices
de la ciudad, se publicó recién luego de trece meses de
incesante presión por parte de periodistas independien-
tes, la familia de Laquan McDonald y una red de peque-
ñas organizaciones comunitarias. Las imágenes eran de-
vastadoras: treinta segundos después de llegar al lugar
de los hechos, Van Dyke disparó su arma contra McDo-
nald, quien no se abalanzaba hacia el oficial de policía
sino que huía de él.
Hasta hace poco, las muchas formas de violencia po- 175
licial y sus conocidos blancos —personas negras y ma-
rrones, pobres, maricones, trabajadores organizades
[organizing labors], trabajadores sexuales, inmigran-
tes— rara vez aparecían en los titulares. Los asesinatos
policiales de natives americanes, el grupo racial o étnico
con más probabilidades de morir a manos de las fuerzas
del orden de Estados Unidos, rara vez reciben cobertu-
ra de los medios de comunicación.133 La encuesta trans-
género de Estados Unidos del Centro Nacional para la
Igualdad Transgénero [National Center for Transgender
Equality] expuso en 2015 que el 58% de les encuesta-
des que habían tenido contacto con la policía o con las

132 N.T: Referencia al uniforme azul de la policía en Chicago.

133 Stephanie Woodard, “Los asesinatos de la policía de los que


nadie habla” [The Police Killings No One Is Talking About], In These
Times, 17 de octubre de 2016, https://inthesetimes.com/features/na-
tive_american_police_killings_native_lives_matter.html
fuerzas de seguridad informaron algún tipo de maltra-
to.134 También se ha invisibilizado la “violencia lenta”
de cómo otras entidades carcelarias como los servicios
sociales apuntan a las mujeres pobres, en su inmensa
mayoría negras e indígenas —por ejemplo, en cuanto a
los controles de drogas obligatorios y aleatorios para el
acceso a los beneficios insignificantes como la Asistencia
Temporal para Familias Necesitadas (TANF) [Temporary
Assistance for Needy Families]. La policía —en sus diver-
sas formas— siempre ha sido una pandemia.
Chicago cuenta con una profunda historia de resis-
tencia a esta continua violencia policial.135 Apenas unos
años antes de la muerte de Laquan McDonald, en 2012,
la red Acusamos por genocidio [We Charge Genocide]
dio visibilidad al asesinato de otra persona joven negra
de veintidós años, Rekia Boyd, por un policía blanco. El
grupo exigía formas de responsabilización [accountabili-
ty] más allá del enjuiciamiento, y en 2014 Acusamos por
genocidio [We Charge Genocide] presentó un informe
176 extraoficial a las Naciones Unidas, “La violencia policial
sobre las juventudes de color de Chicago” [Police Vio-
lence Against Chicago’s Youth of Color], documentan-
do el hecho de que los agentes policiales practicaban

134 Centro Nacional para la Igualdad Transgénero [National Center


for Transgender Equality], “El reporte del resumen administrativo de
la encuesta transgénero de los Estados Unidos” [The Report of the US
Transgender Survey Executive Summary], diciembre de 2016, https://
transequality.org/sites/default/files/docs/usts/USTS-Executive-Sum-
mary-Dec17.pdf

135 Véase Flint Taylor, “Cómo les activistas lograron reparaciones


para les sobrevivientes de tortura del departamento de policía de
Chicago [How Activists Won Reparations for the Survivors of Chicago
Police Department Torture], In These Times, 26 de junio de 2015, ht-
tps://inthesetimes.com/article/jon-burge-torture-reparations; Alice
Kim, “Rompiendo paredes: Lecciones de Chicago” [Breaking Walls:
Lessons from Chicago], en El largo plazo: Resistir sentencias perpe-
tuas, trabajar hacia la libertad [The Long Term: Resisting Life Senten-
ces, Working Toward Freedom], editado por Alice Kim, Erica R. Mei-
ners, Audrey Petty, Jilly Petty, Beth E. Richie y Sarah Ross (Chicago:
Haymarket Books, 2018).
regularmente la tortura.136 Dentro de sus veinte reco-
mendaciones, Acusamos por genocidio [We Charge
Genocide], insistía en la definición y creación de una
idea de seguridad por fuera del marco carcelario, y en
la construcción de alternativas a la vigilancia policial y
al encarcelamiento. Ya para el año 2015, la reacción a
la muerte de Laquan McDonald y el encubrimiento po-
licial se sintió diferente de las revueltas anteriores en
respuesta a la violencia policial. Mientras que los llama-
mientos para procesar a Jason Van Dyke surgieron inme-
diatamente y los cánticos en las calles eran familiares,
“Sin Justicia, No hay Paz, No a la Policía Racista”, las dife-
rentes estrategias y demandas de responsabilización y
transformación cobraron impulso. Con casi un 40% del
presupuesto operativo de Chicago que ya se destina a la
policía (15% del presupuesto total de la ciudad incluidas
las subvenciones), en un momento político en el que la
lógica de la austeridad justificaba el cierre de las escue-
las públicas y los centros de salud mental públicos en
los barrios negros y marrones, una red de activistas de 177
base presionaron no para procesar sino para reducir la

136 “Acusamos al genocidio, violencia policial contra la juventud de


color de Chicago: un reporte preparado para el Comité contra la Tor-
tura de las Naciones Unidas” [We Charge Genocide, Police Violence
against Chicago’s Youth of Color: A Report Prepared for the United
Nations Committee against Torture], septiembre de 2014, http://re-
port.wechargegenocide.org
huella policial.137 En el velorio de Laquan McDonald, la
demanda de financiar el futuro de las personas negras
y de desinvertir en la policía como una vía para la segu-
ridad y la toma de responsabilidad resonó a lo largo de
nuevas audiencias. Esto era el feminismo abolicionista
en la práctica.
La indignación en Chicago por el asesinato de La-
quan McDonald tuvo eco en todo el país, acentuando el
hecho de que en todas partes, desde Nueva York hasta
Ferguson o Minneapolis, la policía mata impunemente.
La violencia del Estado también se ejerce de otras mane-
ras, apuntando a las mujeres, a las personas trans y a las
personas disconformes con el género [gender noncon-
forming people]. En los raros casos en que la violencia
estatal se hace visible, la toma de responsabilidad está
finamente individualizada: el problema es un incidente
aislado, un policía específico. En 2015, el ex agente de
policía de Oklahoma City, Daniel Holtzclaw, fue conde-
nado por violar a trece mujeres negras. En 2020, dos
178 policías de Kansas City, Missouri, fueron imputados tras
acosar a Brianna (BB) Hill en una vereda de la ciudad.138
Aunque estos procesamientos son infrecuentes y las
condenas más infrecuentes aún, la acción policial es un
mecanismo clave de la violencia estatal: los asesinatos

137 Para más información sobre el presupuesto de la policía de Chi-


cago, véase, por ejemplo, “¿Cuál es el presupuesto del Departamento
de Policía de Chicago?” [What is the Chicago Police Department Bud-
get?], 23 de junio de 2020, https://www.civicfed.org/civic-federation/
blog/what-chicago-police-department-budget Esto no es exclusivo de
Chicago. Véase, por ejemplo, el análisis del porcentaje de los presu-
puestos municipales canadienses que se gasta en actividades policia-
les y el gasto per cápita en Tom Cordoso y Molly Hayes, “El rango de
gasto de la policía de las ciudades canadienses va desde un décimo a
casi un tercio de los presupuestos totales, descubre Globe Analysis”
[Canadian Cities’ Police Spending Ranges from One 10th to Nearly
a Third of Total Budgets, Globe Analysis Finds], Globe and Mail, 16
de agosto de 2020, https://www.theglobeandmail.com/canada/arti-
cle-canadian-cities-police-spending-ranges-from-one-10th-to-near-
ly-a/

138 Hill también era conocida como “Breonna “Be’Be” Hill.


de Breonna Taylor, Tony McDade, Sandra Bland y miles
de otras mujeres negras e indígenas y personas queer
y trans, son una prueba nefasta del carácter misógino y
transfóbico de la policía, que, junto con el racismo, se ex-
presa en el asesinato de hombres cisgénero de color.139
Ante este panorama, les organizadores y estudioses de
la lucha contra la violencia trabajaron para analizar criti-
camente las dimensiones de género y heterosexistas de
la violencia policial.
Entre estos esfuerzos destaca la campaña #Decí-
SuNombre [#SayHerName] organizada y dirigida por
la profesora Kimberlé Crenshaw, del Foro por Políticas
Afro Americanas [African American Policy Forum] (AAPF).
Desde la publicación del original de mayo de 2015 “Decí
su nombre: Resistiendo a la brutalidad policial contra las
mujeres negras” [Say Her Name: Resisting Police Bruta-
lity against Black Women], el AAPF ha documentado las
formas específicas en que las mujeres negras, niñas, fe-
mmes, y las personas trans están en la mira de la violen-
cia policial, y cómo el silencio crea más peligros para las 179
mujeres que están por fuera de la mirada de la mayoría
de les activistas contra la violencia y de la justicia racial.
Desde la celebración de tribunales públicos hasta la co-
producción de una canción de Janelle Monáe, la AAPF
ha desafiado al movimiento a incluir los nombres —y,
por tanto, a no olvidar nunca las vidas— de las mujeres
negras asesinadas por la policía.
Una diferencia clave en este momento de violencia
policial es que los celulares con cámara y las redes so-
ciales documentan y amplifican algunos de los casos
más recientes y atroces de violencia estatal. La poeta Eli-
zabeth Alexander describe la “Generación Trayvon”, les
jóvenes que crecen viendo estos vídeos de asesinatos
en sus teléfonos, “en el bús escolar”, “bajo las frazadas”,

139 Andrea Ritchie, Basta de invisibilidad: violencia policial en contra


de mujeres negras y mujeres de color [Invisible No More: Police Vio-
lence Against Black Women and Women of Color] (Boston: Beacon
Press, 2017).
“entreladazes y concentrades”.140 Estas agresiones gráfi-
cas en tiempo real, de la mano de la creciente demanda
de responsabilización policial, a veces se traducen en
intentos de sancionar a las fuerzas policiales o de apli-
car “nuevas” medidas de vigilancia policial, incluidas las
cámaras corporales.141 Sin embargo, las demandas de
toma de responsabilidad policial que emanan de las re-
vueltas de 2020 se basan cada vez más no en las refor-
mas, sino en los llamamientos abolicionistas a despren-
derse del Estado carcelario mediante el diálogo crítico:
si sabemos que la fiscalía y el Estado no nos protegerán,
¿qué hacemos con los policías asesinos, los policías vio-
ladores y transfóbicos que la supremacía blanca y el he-
teropatriarcado producen y protegen? Jason Van Dyke
fue acusado de asesinato en primer grado en Chicago
el día en que las imágenes de vídeo fueron finalmente
publicadas. Otros tres policías, incluyendo a su compa-
ñero, también fueron acusados de conspiración para
encubrir el asesinato de Laquan McDonald.
180 Aunque es indudable que existen policías individua-
les que son racistas y transfóbicos, los sistemas e insti-
tuciones son quienes empoderan, educan, reproducen,
validan y arman a estos actores individuales. Sin embar-
go, si el sistema jurídico penal apenas está equipado
para procesar a sus propios empleados, es totalmente
incapaz de examinar críticamente e imputar su propia

140 Elizabeth Alexander, “La generación Trayvon” [The Trayvon Ge-


neration], New Yorker, 15 de junio de 2020.

141 En la década de 1960, en un esfuerzo por controlar el accionar


policial, el Departamento de Policía de Chicago puso en marcha una
iniciativa experimental en la que algunos policías grabaron en au-
dio sus interacciones con la gente. Las organizaciones de liberación
gay que se oponían al acoso y las trampas rutinarias de la policía
y a este mandato de “detener y preguntar”, describieron con pesar
esta opción de reforma en un boletín gay de Chicago de los años
sesenta, Mattachine Midwest: “Así que, si tienes la suerte de que te
paren mientras te graban, recuerda hablar con claridad”. Véase The-
rese Quinn y Erica R. Meiners, “¿Policía bueno? ¿policía malo? ¡ningún
policía!” [Good Cop? Bad Cop? No Cop! Queer Resistance to Policing],
Windy City Times, 29 de julio de 2015.
estructura. Con aproximadamente veinte denuncias
civiles en el expediente personal de Van Dyke, en gran
parte relacionadas con el uso de fuerza excesiva —un
número de quejas superior a la media para un oficial de
policía de Chicago—, ninguna de ellas dio lugar a medi-
das disciplinarias. Desde otro punto de vista, Van Dyke
no era ni particularmente excepcional ni atípico. Simple-
mente lo atraparon.

Genealogías feministas
Diecisiete años antes de que Laquan McDonald fuera
asesinado y una década antes de que Rekia Boyd fuera
asesinada, las comunidades de Chicago se estaban or-
ganizando —por necesidad— para construir y definir la
seguridad al margen de la vigilancia policial. Llamamos
la atención sobre el Proyecto de Empoderamiento de las
Mujeres Jóvenes [Young Women’s Empowerment Pro-
ject] (YWEP) que comenzó en 2002 y terminó en 2013, 181
autodescrito como un “proyecto de organización de
justicia social dirigido por y para jóvenes de color que
han tenido o tienen experiencia en el comercio sexual
y la economía de la calle”.142 Con el mantra “no somos
el problema, somos la solución” y con una práctica de
ayuda mutua y de reducción de daños, esta organiza-
ción local puso a la vista cómo aquellas entidades del Es-
tado encargadas de la protección de les jóvenes, incluí-
des les trabajadores sociales y la policía, son una de las
principales fuentes de peligro y daño para jóvenes que
viven en la calle. Las campañas de educación popular
del YWEP se centraron en informar sobre sexo seguro,
el intercambio de agujas y jeringuillas, la atención a la
salud gratuita y empoderante, el apoyo legal, y el acceso

142 YWEP fue iniciado por Claudine O’Leary. Entre les principales
organizadores de YWEP y miembres de la comunidad se encuentran
Shira Hassan, Tanuja Jagernauth, Laura Mintz, Dominique McKinney,
C. Angel Torres, Naima Paz y Cindy Ibarra.
a comida y tecnología de forma gratuita. Desde su crea-
ción, sus materiales de educación política, las campañas
y los actos públicos, sirvieron para educar (y a menudo
alarmar) a otros grupos que trabajan con jóvenes en la
economía informal.
YWEP fue precedido por un grupo de redes locales
contra la violencia que se unieron en respuesta a las
formas cotidianas de violencia de género y sexual. Es-
tas formaciones, como Un largo camino a casa [A Long
Walk Home], Mango Tribe, AquaMoon, Red GABRIELA
Chicago [GABRIELA Network Chicago], Las Hijas de Ella
[Ella’s Daughters], Mujeres Unidas para la Acción [Fema-
les United for Action], Girl Talk, Red de Acción Colectiva
para Mujeres y Niñas [Women and Girls Collective Action
Network], Narradoras mujeres encendiendo la revolución
para acabar con la violencia [Female Storytellers Igniting
Revolution to End Violence], y el Equipo de Acción de Mu-
jeres Jóvenes de Rogers Park [Rogers Park Young Women’s
Action Team] se centraron en la violencia que sufren las
182 jóvenes de color, como el acoso callejero, la agresión se-
xual, el racismo y la transfobia y homofobia.143 Recono-
ciendo que las familias, las escuelas y la policía no ofre-
cen apoyo ni protección, y que el daño no es individual
y privado, sino endémico y sostenido ideológicamente,
estas redes (tanto ad hoc como formales, tanto autóno-
mas como vinculadas a organizaciones más grandes) no
exigen simplemente servicios o reconocimiento sino un
cambio estructural y sistémico.
Junto con los diálogos esbozados en el capítulo dos,
estas formas de organización y acción directa a menudo
relacionan el racismo, el capacitismo y el capitalismo con
la violencia sexual y de género, y no se limitan a acusar
a autores individuales, sino que ofrecen vías para que
las comunidades y los barrios imaginen y desarrollen

143 Estos grupos fueron apoyados por aliades adultes como Kay
Barrett, Lara Brooks, Rachel Caidor, Jen Curly, Stacy Erenberg, Mia
Henry, Mariame Kaba, Manju Rajendra, Ann Russo, Mary ScottBoria,
Melissa Spatz, Salamishah Tillet y Scheherazade Tillet.
respuestas colectivas a la violencia de género y sexual.
Aunque muy pocos de estos grupos antiviolencia de
Chicago se identificaron explícitamente como abolicio-
nistas o incluso como feministas durante los primeros
años de la década del 2000, sus fanzines, conversatorios
y talleres de educación popular rechazaban la respuesta
ineficaz del sistema jurídico penal. Su trabajo puso de
manifiesto la incapacidad del Estado para reconocer la
violencia sexual y de género como un daño concreto,
especialmente cuando la sufren les jóvenes de color, in-
cluides y especialmente les jovenes queer.144
Chicago estaba preparada para hacer demandas di-
ferentes después del asesinato de Laquan McDonald,
en parte gracias a la labor y el análisis de estas redes
antiviolencia de base. Un punto clave fue la coalición en
Chicago que construyó marcos de colaboración para la
justicia restaurativa y para poner fin a las políticas y prác-
ticas disciplinarias racistas, discriminatorias y heteronor-
madas [heterogendered] en las escuelas. Les jóvenes de
color se unieron en organizaciones culturales y políticas 183
como Blocks Together, El Sur Unido Activando por el Po-
der [Southside Together Organizing for Power], Colectivo
de Jóvenes del Suroeste [Southwest Youth Collaborative],
and Batey Urbano, para obligar a los responsables po-
líticos a prestar atención al la expulsión escolar, donde
las políticas y las prácticas hacen imposible que les jó-
venes permanezcan en la escuela. En 2006, dos aboga-
das, Ora Schub y Cheryl Graves, crearon el Instituto de
Justicia Comunitaria para la Juventud [Community Justi-
ce for Youth Institute] para generar prácticas de justicia
restaurativa en toda la ciudad. Schub y Graves son casi
las únicas responsables de la formación de toda una ge-
neración de profesionales de la justicia restaurativa en

144 Ann Russo y Melissa Spatz, “Comunidades comprometidas con


la resistencia a la violencia” [Communities Engaged in Resisting Vio-
lence], Red de acción colectiva de mujeres y niñas [Women & Girls
Collective Action Network], 2008, https://comm-org.wisc.edu/pa-
pers2008/russo.htm#What_You_Can_Do!
Chicago, y de crear espacios para una gran variedad de
personas en contextos íntimos, para dialogar y esforzar-
se en pensar colectivamente conceptos difíciles como la
toma de responsabilidad y la transformación.145 En 2005,
la Organización de la comunidad y asuntos familiares
[Community Organizing and Family Issues], una organi-
zación del Lado Sur [South Side] por y para cuidadores
de familias negras, en su inmensa mayoría mujeres, se
unieron para desafiar las políticas de suspensión y casti-
go en las escuelas de su barrio.146 Organizaron recursos
y capacitaciones para que les adultes crearan prácticas
de justicia escolar restaurativa gratuitas o de bajo coste
para frenar la llegada de les jóvenes de color al sistema
carcelario.147 Aunque estas organizaciones siguen for-
mando a las comunidades en ideas y prácticas radicales
“alternativas” de seguridad, toma de responsabilidad y
transformación, el panorama que configura y define la
justicia restaurativa ha cambiado. Como se ha señalado
en un capítulo anterior, el sistema carcelario ha coop-
184 tado el lenguaje y algunas de las prácticas de la justicia

145 Jenny Simeone-Casas y Sarah Conway, “Abuelas del mo-


vimiento de justicia restaurativa de Chicago” [Grandmothers
of Chicago’s Restorative Justice Movement], City Bureau, 3 de
enero de 2018, https://www.citybureau.org/stories/2018/3/1/
grandmothers-of-chicagos-restorative-justice-movement

146 Savannah Shange ha señalado una dinámica similar para San


Francisco: Distopía progresista: abolicionismo, anti-negritud y escolari-
dad en San Francisco [Progressive Dystopia: Abolition, Antiblackness,
and Schooling in San Francisco] (Durham, NC: Duke University Press,
2019).

147 Karen Lynn Morton y Felipa Mena coordinaron e impulsaron


gran parte del trabajo de Organización de la comunidad y asuntos
familiares [Community Organizing and Family Issues] sobre justicia
restaurativa con familias y padres. Véase la “Guía de xadres a xa-
dres: Justicia restaurativa en las escuelas públicas de Chicago” [Pa-
rent-to-Parent Guide: Restorative Justice in Chicago Public Schools”,
Community Organizing and Family Issues Organización de la comu-
nidad y asuntos familiares], diciembre de 2015, http://www.cofion-
line.org/COFI/wp-content/uploads/2016/06/COFI-P2P-guide-upda-
te-2015.pdf
restaurativa, desconectando este trabajo de sus oríge-
nes como práctica comunitaria de toma de responsabili-
dad y transformación.
Estas prácticas del feminismo abolicionista hicieron
visibles y desafiaron tanto al fracaso del Estado a la
hora de apoyar a las mujeres y a otros grupos estruc-
turalmente vulnerables, como a la violencia inherente
a los sistemas o instituciones estatales (o apoyadas por
el estado) aparentemente diseñadas para proteger. En
2013, tras años de organización con jóvenes en el sis-
tema de acogida [Foster care system], Charity Tolliver
puso en marcha Negres de Chicago en ambos lados
[Chicago’s Black on Both Sides* (BOBS). BOBS trabajaba
para “destacar las voces y experiencias de les jóvenes
negres/afroamericanes en régimen de acogida mientras
lanzaba una campaña de organización de acciones di-
rectas para abordar las causas del pasaje directo des-
de los hogares de acogida a las prisiones”. Mediante el
apoyo directo a jóvenes en el sistema y a las madres y
cuidadores que corren el riesgo de perder a sus niñes, 185
BOBS apoyó campañas y facilitó debates y eventos para
aumentar la visibilidad de la naturaleza depredadora
del sistema de regulación familiar y para construir es-
trategias de supervivencia para las mujeres y jóvenes di-
rectamente afectades. BOBS apoyó explícitamente dos
campañas nacionales y locales contra la expansión de
la denuncia obligatoria y contra las leyes que criminali-
zan el colecho (cuando une cuidadore, usualmente una
madre, comparte la cama con une bebé/niñe). Estos son
sólo dos ejemplos de cómo aquello que Dorothy Roberts
anteriormente llamaba sistema de regulación familiar,
ahora es también un sistema de vigilancia familiar [fami-
ly policing system], que vigila y coacciona a les cuidado-
res y tiene como objetivo a las madres de color de bajos
ingresos.148 Este sistema utiliza el lenguaje de la protec-
ción de la infancia pero, en realidad, hace muy poco para
ayudar a las familias vulnerables con niñes, para reducir
o erradicar la violencia hacia las infancias, o para crear
diálogos públicos sobre los contextos estructurales que
facilitan el daño.
El feminismo abolicionista echó raíces en estas
organizaciones de Chicago que desafían el sistema de
vigilancia familiar, pero también en los movimientos que
trabajan para repensar las limitadas demandas refor-
mistas de los movimientos de inmigración dominantes.
Las organizaciones locales de justicia para inmigrantes,
particularmente la Liga de Justicia para Jóvenes Inmi-
grantes [Immigrant Youth Justice League] establecida
en 2009, se unieron para oponerse a la criminalización
y deportación de inmigrantes bajo las administraciones
de Bush y Obama.149 Formades desde sus propias ex-
periencias y también por los contextos nacionales y lo-
cales emergentes, muches organizadores empezaron
186 a rechazar los míseros marcos legislativos que deja-
ban a la mayoría de las personas fuera de la limitada

148 Dorothy Roberts, “Abolir la vigilancia también significa abolir la


regulación familiar, [Abolishing Policing Also Means Abolishing Fami-
ly Regulation]” Imprint, 16 de Junio de 2020, https://imprintnews.org/
child-welfare-2/abolishing-policing-also-means-abolishing-family-re-
gulation/44480?fbclid=IwAR1vfOAeWs9vZ1ZhAfCCyC5WPoSjPMXbQ-
6g8vJkV9x7rPklfBQ-AgD1WIX4
ver también, https://www.risemagazine.org/2020/10/
conversation-with-dorothy-roberts

149 La Liga de Justicia para Jóvenes Inmigrantes [Immigrant Youth


Justice League] comenzó a funcionar con jóvenes indocumentades
del área de Chicago, entre ellos, Rigo Padilla, Tania Unzueta, y Rey
Wences.
protección frente a la deportación que proveía DREAM
Act.150 Les organizadores empezaron a poner en el cen-
tro un análisis que no separaba el Servicio de Control de
Inmigraciones y Aduana del complejo industrial carcela-
rio (como lo ejemplifican los cánticos populares en las
marchas por la justicia de 2006 en Chicago y en todo Es-
tados Unidos, “Yo no soy criminal”151). Surgieron nuevas
organizaciones, como Comunidades organizadas contra
las deportaciones [Organized Communities Against De-
portations], con un marco explícitamente interseccional
que se centraba en la no-desechabilidad [non-disponsa-
bility] de todas las personas migrantes.152
Mientras Chicago cultivaba un pequeño pero prós-
pero panorama de organizaciones de base que comen-
zaban a identificarse explícitamente por la abolición,
el lenguaje y el análisis del feminismo abolicionista
proliferaban y se profundizaban, influenciados por el
trabajo nacional (y cada vez más local) de INCITE! y de
Resistencia Crítica [Critical Resistance]. Las filiales de IN-
CITE! y Critical Resistance desarrollaron convocatorias, 187
acciones, declaraciones públicas, campañas y conjuntos
de herramientas junto con la Asesoría Legal de Chica-
go para Madres Encarceladas [Chicago Legal Advocacy

150 Inicialmente propuesta en 2001, la Ley de desarrollo, alivio y


educación para menores extranjeros [Development, Relief, and Edu-
cation for Alien Minors Act] (DREAM Act) básicamente proveería a
algunos jóvenes indocumentades, que hubieran llegado a Estados
Unidos con menos de 16 años de edad, sin antecedentes penales y
“buen carácter moral”, un alivio limitado y temporal frente a la posibi-
lidad de ser deportades o, potencialmente para algunes, un camino
hacia la ciudadanía estadounidense. Versiones de esa ley fueron su-
cesivamente introducidas a lo largo de las últimas dos décadas pero
ninguna de ellas prosperó.

151 N.T.: En castellano en el original.

152 En abril de 2021, en un encuentro organizado por el Instituto de


investigación sobre raza y políticas públicas [Institute for Research
on Race and Public Policy], “Forced Out,” organizaciones de Chicago y
redes de trabajo contra la deportación y el encarcelamiento compar-
tieron análisis y estrategias.
for Incarcerated Mothers], especialmente en el Proyec-
to Voces Visibles [Visible Voices Project], que se centró
en el liderazgo, el análisis y la voz pública de las muje-
res afectadas por el encarcelamiento.153 Grupos ad hoc
como Queers a la Izquierda [Queer to the Left] y Gen-
derJUST desarrollaron acciones directas creativas contra
la policía, y el Proyecto Nia creó y distribuyó materiales
educativos que cuestionaban el complejo industrial car-
celario y ofreció una amplia gama de talleres. El Colecti-
vo de la Marcha de las Tortas de Chicago [Chicago Dyke
March Collective] planificó celebraciones radicales sin
policía. Las mujeres vinculadas a personas confinadas
en la prisión de máxima seguridad de Illinois en Tamms
se movilizaron con éxito para cerrar la prisión. Les jóve-
nes dentro y fuera del Centro de Detención Temporal
de Menores del Condado de Cook organizaron el colec-
tivo Girl Talk. El Proyecto de justicia transformativa y ley
[Transformative Justice Law Project], impulsó iniciativas
autogestivas del tipo Hazlo Tu Mismo y de ayuda mutua
188 para la gestión de cambio de nombre, así como también
apoyo legal por y para personas trans afectadas por el
sistema jurídico penal. Comunidades Organizadas con-
tra la Deportación [Organized Communities against De-
portation] generó campañas públicas y militantes de au-
todefensa para personas blanco de deportación.
Estas corrientes de organización feminista y por
la abolición impulsaron nuevas líneas de investigación
y dieron un nuevo impulso a viejas reivindicaciones.
Por ejemplo, esta red insistió en el reconocimiento del
Estado como responsable clave de la violencia y apoyó
la organización que permitió nuevas formas de visibili-
dad de la violencia policial racista. Durante décadas, los
grupos habían presionado para que la ciudad rindiera
cuentas de la violencia policial: entre 1972 y 1991, más
de cien hombres negros y al menos una mujer fueron

153 Entre les organizadores claves de Voces Visibles [Visible Voices]


estuvieron Colette Payne y Joanne Archibald.
torturades por el oficial Jon Burge de la policía de Chica-
go. Un informe dirigido al Comité por la Eliminación de la
Discriminación Racial de las Naciones Unidas detallaba:

La tortura fue infligida intencionalmente para


extraer confesiones, y las técnicas incluían
descargas eléctricas en los genitales mascu-
linos, las orejas y labios, con picanas o una
caja de descargas eléctricas, violación anal a
los hombres con picanas, asfixia con bolsas
de plástico, simulacros de ejecución y pali-
zas con guías telefónicas y mangueras de
goma.154

Durante décadas, muches sobrevientes de la tortura,


junto con sus seres querides y organizaciones de Chica-
go trabajaron sin descanso para denunciar la violencia y
los subsiguientes encubrimientos y para liberar a aque-
lles condenades por confesiones falsas. Esta red incluía
la Oficina Legal del Pueblo, [People’s Law Office], Aler- 189
ta Ciudadana [Citizen’s Alert], el Grupo de Trabajo para
Confrontar la Violencia Policial, el Comité de Defensa de
Aaron Patterson, la Campaña para Acabar con la Pena
de Muerte, y Gente Negra Contra la Tortura [Black Peo-
ple Against Torture].
Esta organización de larga data recibió nueva
energía y herramientas de los ecosistemas feministas
abolicionistas del complejo carcelario de We Charge Ge-
nocide, Project Nia y otras redes. Sus trabajos, análisis
e intervenciones ayudaron a enmarcar la victoria más
importante de este movimiento, no la condena de Burge

154 Andrea J. Ritchie y Joey L. Mogul, “En las sombras de la guerra


contra el terror: Persistencia de la brutalidad policial y el abuso de la
gente de color en Estados Unidos: Informe elaborado para el Comité
contra la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Uni-
das [In the Shadows of the War on Terror: Persistent Police Brutality
and Abuse of People of Color in the United States: A Report Prepared
for the United Nations Committee on the Elimination of Racial Discri-
mination]”, DePaul Journal for Social Justice 1, no. 2 (2008): 175–250.
por perjurio y obstrucción a la justicia en un tribunal fe-
deral, sino la aprobación unánime de la legislación sobre
reparaciones por parte del Ayuntamiento de Chicago en
2015, en el momento álgido de la organización de Las
Vidas Negras Importan [Black Lives Matter]. Esta legisla-
ción marcó la primera vez que un municipio votó explíci-
tamente para ofrecer reparaciones en casos de violencia
policial racista. Además, la impresionante organización
acerca de la tortura policial llevó a la participación de
muches artistas en un concurso para un memorial pú-
blico. El Memorial de Justicia por la Tortura en Chigado
[Chicago Torture Justice Memorials] sigue presionando
a la actual alcaldesa, Lori Lightfoot, para que utilice la
legislación de reparaciones para financiar la construc-
ción del memorial. Esta organización relacionada con la
“tortura policial” amplió nuestro análisis para reconocer
y poner en el centro a la “violencia de la policía”, que
lejos de ser excepcional, su trabajo es la regulación, la
coerción y la violencia, como muchas comunidades mar-
190 ginadas reconocen íntimamente, incluyendo las de las
trabajadoras sexuales, la gente sin casa y les jóvenes.
De este análisis más profundo acerca de la sobre-cri-
minalización como una herramienta de la violencia esta-
tal, surgió la idea de que la tortura y el uso excesivo de
la fuerza deben situarse en un continuo que incluya la
criminalización de les sobrevivientes de la violencia de
género. Organizaciones fundadas más recientemente,
como, como el grupo activista de Chicago, Amar y Pro-
teger [Love & Protect] (y su homólogo nacional, Sobrevi-
viente y Castigade [Survived & Punished]) existen decidi-
damente en ese continuo, apoyando a les sobrevivientes
de la violencia de género e impulsando intervenciones
abolicionistas del sistema penal carcelario. Love & Pro-
tect delimita su misión a “apoyar a quienes se identifican
como mujeres y personas de color no conformes con el
género que son criminalizadas o perjudicadas por la vio-
lencia estatal e interpersonal. A través del amor trabaja-
mos para sanar y transformar a estas personas y a sus
familias. A través de la resistencia, buscamos proteger
su derecho a defenderse”.155

Logo de Love and Protect, por Monica Trinidad.


191

Love & Protect redefine la seguridad, proclamando


que “a través del amor, a través de la resistencia, pro-
tegemos”. Al cambiar la narrativa, Love & Protect argu-
menta que sólo se puede defender a les sobrevivientes
desfinanciando a la policía: “Las prisiones no apoyan
a les sobrevivientes, sino que les castigan”, tanto por-
que el encarcelamiento no es protector como porque,
como sugieren Monica Cosby y otres, las prisiones y
los centros de detención son lugares centralizados de
abuso físico, sexual y emocional. Es importante señalar
que Love & Protect no sólo trabaja en casos individuales
para liberar a les sobrevivientes criminalizades; también
produce materiales políticos educativos diseñados para
educar al público sobre lo que muches sobrevivientes

155 Ver el sitio de “Love & Protect” para más información sobre sus
objetivos y acciones: https://loveprotect.org/misson.
quieren y necesitan: construir una cultura (y una defi-
nición) de seguridad que no esté relacionada con el
encarcelamiento.156
Al abordar la violencia íntima y cotidiana experimen-
tada por las personas marcadas como desechables por
el Estado, estas organizaciones —que forman una eco-
logía del feminismo abolicionista— siguen construyen-
do herramientas, prácticas, lenguajes, análisis y redes
de ayuda mutua esenciales, desde la rabia, el amor y
la necesidad. La educación política accesible, gratuita
y horizontal que llevan a cabo estos grupos, a menudo
con poques o ningune integrante pagado y con escasos
recursos, sigue siendo impresionante: las reuniones pú-
blicas en las que las personas directamente afectadas
comparten análisis sobre cómo intervenir e interrumpir
la violencia infligida por el Estado; los numerosos kits de
herramientas, laboratorios sobre seguridad y talleres
enfocados en cómo hacer frente a los daños interper-
sonales sin necesidad de vigilancia policial; los recursos,
192 los servicios y el apoyo a les sobrevivientes entendides
ampliamente; las iniciativas de ayuda mutua para reu-
nir recursos para el alquiler, las cirugías de reafirmación
de género, la fianza, la comida y fiestas; y los ensayos,
libros, artículos y entradas de blog que explican cómo
la gente fomenta la responsabilidad, la sanación y la
transformación fuera de un marco carcelario. La lista
de eventos, campañas, recursos y talleres es intermina-
ble: talleres de justicia transformativa y abolición, una
“universidad comunitaria” [communiversity] de verano
sobre el complejo industrial carcelario, encuentros por
correspondencia de amigues con prisioneres, grupos
de lectura y estudio, círculos los sábados por la maña-
na para personas que han estado encarceladas, proyec-
ciones de películas como Visions of Abolition, Out in the
Night, y Southwest of Salem, y laboratorios sobre seguri-
dad que ofrecen la oportunidad de participar en juegos

156 Sobrevivientes por la Desinversión [Survivors for Divestment]


http://www.defendsurvivorsnow.org/survivors-for-divestment.
de rol acerca de cómo intervenir en experiencias cotidia-
nas de daño interpersonal sin la policía. A veces alegres,
siempre imperfectos, y realizados con la expectativa de
que el cambio es relacional y raramente inmediato, es-
tos eventos y grupos crean las condiciones necesarias
para imaginar, practicar y fortalecer el feminismo abo-
licionista. El linaje y la práctica de este ecosistema femi-
nista de base construye responsabilidad y seguridad por
fuera de la ley y el orden.
A veces este lento trabajo de construcción de
nuestra capacidad colectiva para imaginar y actuar de
formas que no amplíen el complejo industrial de las pri-
siones se ha sentido y se sigue sintiendo interminable.
Desordenado. Una especie de belleza familiar pero caó-
tica en reuniones de dos horas que se extienden hasta
tres. O un círculo en el que las presentaciones se alargan
demasiado. Otra actuación de palabra hablada. Una ver-
sión de la misma pregunta crucial de une participante:
“¿Qué pasa con la “gente realmente mala?” Y a pesar de
este ecosistema, demasiadas veces las prácticas no son 193
suficientes: por ejemplo, cuando une organizadore daña
sexualmente a otre organizadore. Persistiendo incluso
ante estas urgentes y desgarradoras contradicciones,
durante las primeras dos décadas del nuevo milenio,
Chicago ensayó y fortaleció los músculos y las herra-
mientas para un tiempo venidero. Soñado y llevado a
cabo por mujeres, personas no binarias y otras perso-
nas queer, este es el siempre urgente tiempo lento de la
abolición del complejo industrial carcelario.

Seguir con el problema


Estas formas de experimentación no están exentas
de conflictos y siempre suponen riesgo. La presión con-
tra las narrativas dominantes y las instituciones pode-
rosas conlleva una reacción. La gente se organiza sin
atención sanitaria y sin un salario digno. Las personas
quedan agotadas. Muchas personas luchan mientras
se enfrentan a sus propias experiencias de violencia y
trauma. Lo que hemos aprendido, sin embargo, es que
ningún momento es el momento equivocado para orga-
nizarse, para evaluar los movimientos y para plantear
preguntas críticas y desafiantes. Esta organización, que
a menudo está dirigida por jóvenes feministas de color,
frecuentemente empuja necesariamente “otras pregun-
tas” a la vanguardia de los movimientos abolicionistas
del complejo penal carcelario.
El 1 de abril de 2016, antes de las protestas por el
asesinato de Laquan McDonald y antes de la necesidad
de hacer una caravana alrededor de una prisión para
aumentar la visibilidad de las personas que están den-
tro muriendo de COVID, la gente estaba en las calles
para resistir otra crisis. Una marcha en toda la ciudad
denunciando los dos años de crisis presupuestaria dise-
ñada por un gobernador republicano consiguió cerrar
Chicago. En la manifestación de cierre representantes
de muchas de las principales organizaciones de justicia
194 social de Chicago —sindicatos, grupos de lucha contra la
pobreza, redes de justicia pro migrantes— hablaron de
su visión por un Chicago floreciente. Hacia el final de la
manifestación, Page May, una joven adulta organizadora
de la red juvenil Assata’s Daughters, recordó al público
que mientras el estancamiento presupuestario devasta-
ba comunidades, también lo hacía el espectáculo de las
muertes negras, orquestado por la policía. Desde el es-
cenario proclamó: “Que se joda la policía, a la mierda el
DPC [Departamento de la Policía de Chicago], a la mier-
da la FOP [Orden Fraternal de la Policía] .... Que se joda
la policía y que todo el mundo se cague en ella”.157 Los
comentarios de May provocaron inmediatamente abu-
cheos y aplausos dispersos; a pesar de la larga historia
de violencia y racismo del Departamento de Policía de

157 La canción de N.W.A del año 1988, llamada “Fuck tha Police”, del
disco Straight Outta Compton era una canción testimonial acerca de la
violencia policial y resurgió en 2014 como un himno para acompañar
el asesinato de Michael Brown en Ferguson.
Chicago, y a pesar del hecho de que la frase se había
popularizado veintiocho años antes por una canción de
N.W.A. del mismo nombre, ella sorprendió a muches, in-
cluides les organizadores de la acción, la dirección del
Sindicato de Docentes de Chicago (CTU).158 La reacción
no se hizo esperar. Muches atacaron a May personal-
mente, algunes con amenazas de muerte a través de las
redes sociales y de los principales medios de comunica-
ción. Algunes participantes en la manifestación se dis-
tanciaron inmediatamente de sus comentarios y otros,
como la CTU, se manifestaron equívocamente. Lo que
se ocultó en los medios fue la asimetría entre el inmenso
poder que tienen los sindicatos policiales y una persona
que grita “¡que se joda la policía!”.
La reacción a este comentario puso de mani-
fiesto la necesidad de desafiar el poder de los sindica-
tos carcelarios, sobre todo entre les trabajadores y en
los movimientos de izquierda. Los sindicatos policiales
ejercen un enorme poder y, como documenta Kristian
Williams en Nuestros enemigos de azul [Our Enemies 195
in Blue], la policía “se organiza como policía, no como
trabajadores”.159 Asimismo, cuando los funcionarios de
prisiones se movilizan políticamente es siempre a favor
de la legislación o en apoyo de los responsables políti-
cos que promueven agendas de “mano dura” contra el
crimen. Su poder no es intrascendente: la Asociación
de Funcionarios Penitenciarios de California es uno de

158 Laura Moser, “La incómoda radicalización del Sindicato de


Maestres de Chicago [The Awkward Radicalization of the Chica-
go Teacher’s Union]”, Slate, 7 de Abril de 2016, https://slate.com/
human-interest/2016/04/chicago-teachers-union-is-going-throu-
gh-an-awkward-radicalization.html.

159 Kristian Williams, Nuestros enemigos de azul: policía y poder en


América [Our Enemies in Blue: Police and Power in America] (Oakland,
CA: AK Press, 2015).
los comités de acción política más influyente del esta-
do.160 El mayor sindicato de policía municipal del país es
la Asociación Benéfica de la Policía de Nueva York, con
24.000 miembros.
El movimiento obrero en general rara vez ha de-
safiado directamente el poder de los sindicatos carcela-
rios, con unas pocas excepciones: en California, les afilia-
des locales al Sindicato Internacional de Empleados de
Servicios (SEIU) [Service Employees International Union]
fueron persuadides para unirse a la Coalición por una
Seguridad Pública Eficaz (CEPS) [Coalition for Effective
Public Safety], una coalición formada hace más de una
década y media para hacer retroceder el gasto y otras
inversiones en los centros penitenciarios. Mientras SEIU
tiene miembros en las prisiones de California, la edu-
cación política abolicionista del complejo industrial car-
celario que se lleva adelante por miembros de la CEPS
—incluyendo a Resistencia Crítica [Critical Resistance],
Justicia Ya [Justice Now] y Una nueva forma de vivir [A
196 New Way of Life]— convenció a les afiliades al SEIU de
que su supervivencia y crecimiento no podían, ni debían,
basarse en el encarcelamiento. Al apoyar esta coalición,
el SEIU señaló que entendía que el futuro de sus traba-
jadores no dependía de trabajar en la cárcel. En 2020,
la AFL-CIO161 comenzó una cautelosa discusión sobre
el papel de les trabajadores organizades en desafiar el
“encarcelamiento masivo”, pero no ha puesto fin a su
afiliación con la Unión Internacional de Asociaciones
de Policía ni ha rechazado la afiliación o las cuotas de

160 Wes Venteicher, “‘No hay justificación evidente’ para el aumen-


to de guardias de prisiones en California, advierte un analista” [‘No
Evident Justification’ for California Prison Guard Raises in Contract,
Analyst Warns]”, Sacramento Bee, 17 de junio de 2019.

161 N. de T.: Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de


Organizaciones Industriales [American Federation of Labor and Con-
gress of Industrial Organizations]
los sindicatos policiales y penitenciarios.162 El Sindica-
to internacional de costeros y depósitos [International
Longshore and Warehouse Union] también debería ser
reconocido por su coherente trabajo durante años en
apoyo al preso político Mumia Abu-Jamal y por otros de-
safíos a los sistemas carcelarios en Estados Unidos, Sud-
áfrica y la Palestina ocupada. Más que ningún otro sindi-
cato, han abrazado causas antirracistas y abolicionistas.
Algunos sindicatos de docentes, empujados por
décadas de austeridad planificada y de organización
de base por la justicia restaurativa, están empezando a
comprometerse con la abolición del sistema industrial
carcelario. En Chicago, un distrito en el que el 90% de
les estudiantes son de color y el 75% de las escuelas ca-
recen de biblioteca, el Comité de Educadores de Base
[Caucus of Rank and File Educators] (CORE) dio un nue-
vo vigor al Sindicato de Docentes de Chicago en 2010 al
poner en el centro el liderazgo y el análisis de un grupo
intergeneracional de mujeres de color, incluida la difun-
ta y muy querida Karen Lewis, quien inició el proceso de 197
redefinir el sindicato como una fuerza por justicia social
colectiva. A lo largo de la última década, el CTU ha re-
forzado constantemente los lazos de solidaridad con las
comunidades negras y marrones, ha creado una cultura
de educación política interna y externa, ha rechazado la
privatización y ha puesto en el centro las necesidades y
visiones de les trabajadores y las comunidades de color.
En el más reciente proceso de negociación del contrato,
el CTU se comprometió con lo que la administración de
la ciudad intentó degradar y trivializar como “negocia-
ción por el bien público” exigiendo escuelas santuario
(sin presencia del Servicio de Control de Inmigración y
Aduanas (ICE) [Immigration and Customs Enforcement]),

162 Kenneth Quinnell, “Conozca a les Afialides de AFL-CIO:


Unión Internacional de Asociaciones Policiales [Get to Know
AFL-CIO’s Affiliates: International Union of Police Associations]”
AFL-CIO, 23 de setiembre de 2019,https://aflcio.org/2019/9/23/
get-know-afl-cios-affiliates-international-union-police-associations.
viviendas asequibles, y enfermeras y bibliotecas en cada
escuela pública. La visión de la CTU resonó con familias,
comunidades y trabajadores, lo que llevó a dos huelgas
exitosas en 2012 y 2019.
Mientras las demandas de la CTU pusieron en
primer plano aspectos de lo que podríamos llamar una
agenda abolicionista, aunque el sindicato no se describa
a sí mismo en estos términos, los comentarios de May
hicieron aflorar cuestiones clave. Sin embargo, la cober-
tura de los medios de comunicación se centró principal-
mente en el enojo de May. ¿Por qué tuvo que decir, “que
se joda la policía”? Este giro hacia la política de respeta-
bilidad para descalificar los puntos de vista disonantes
radicales y críticos no es nuevo.163 Las muestras de ira
y otras “emociones fuera de la ley”, como las describió
Audre Lorde, se utilizan con frecuencia contra les acti-
vistas radicales, especialmente las mujeres de color.164
Este enfoque en lo afectivo justifica el borramiento del
mensaje principal al centrarse en el tono o la forma de
198 expresarse. Como observó Lorde:

He visto situaciones en las que las muje-


res blancas oyen un comentario racista, se
resienten de lo que se ha dicho, se llenan de
furia y permanecen en silencio porque tienen
miedo. Esa rabia no expresada yace dentro
de ellas como un artefacto no detonado, que
suele lanzarse contra la primera mujer de
color que hable de racismo.

163 Cuando la campaña para cerrar la prisión de Rikers en Nueva


York parecía tener éxito, se anunció que se construirían cuatro nue-
vas cárceles en Rikers Island. Becaries de la Fundación Ford [Ford
Foundation] y otres que criticaron a Darren Walker, presidente de la
fundación, por su apoyo a ese plan y su participación en la toma de
decisiones, fueron amonestades por su “aspereza”.

164 Audre Lorde, “Los usos de la ira: Mujeres respondiendo al ra-


cismo [The Uses of Anger: Women Responding to Racism]”, en Sister
Outsider: Essays and Speeches (Berkeley, CA: Crossing Press, 1984),
124–33.
Pero la ira expresada y traducida en acción
al servicio de nuestra visión y nuestro futuro
es un acto liberador y fortalecedor de clarifi-
cación, ya que es en el doloroso proceso de
esta traducción donde identificamos quiénes
son nuestros aliados con los que tenemos
graves diferencias y quiénes son nuestros
auténticos enemigos.165

Este momento ofrece otro recordatorio de que


nuestra organización debe asumir cuestiones que algu-
nes perciben como incómodas y también que nuestro
trabajo debe abrir caminos para que la gente florezca.
Las prisiones, las cárceles y la policía están siempre
contratando y, sin embargo, Chicago despide docentes
(desproporcionadamente educadores negres) y cierra
escuelas públicas en los barrios negros y marrones166.
Nadie contrata a poetas y artistas, y sin embargo parece
que siempre hay recursos disponibles para las cámaras
de vigilancia y la policía escolar. Esta forma de abando- 199
no organizado, por utilizar el término acuñado por David
Harvey, y ampliamente desarrollado por Ruth Wilson
Gilmore, mapea cómo se configuran los entornos para
crear condiciones óptimas y flexibles para el capital y
son intencionalmente difíciles de reconocer.167 Dirigido
por mujeres de color, el grupo CORE del sindicato de
docentes de Chicago está empezando a abordar estas

165 Lorde, “Usos de la ira [Uses of Anger]”, 1,27.

166 Sarah Karp, “Docentes negres golpeades más fuerte por


los despidos de CPS [Black Teachers Hit Harder by CPS Layo-
ffs]”, Better Government Association [Asociación Mejor Gobier-
no], 2 de setiembre de 2015,https://www.bettergov.org/news/
black-teachers-hit-harder-by-cps-layoffs/.

167 Ver, por ejemplo, Charles R. Hale, ed., Enfrentarse a las contra-
dicciones: Teoría, política y métodos de la investigación militante [En-
gaging Contradictions: Theory, Politics, and Methods of Activist Scho-
larship] (Berkeley: University of California Press: 2008); David Harvey,
Los límites del capitalismo y la teoría marxista [The Limits to Capital],
(London: Verso, 2018).
cuestiones y, con su ejemplo, está empujando a los sin-
dicatos para que se enfrenten a la naturalización de la
policía en nuestras comunidades. La creación de opor-
tunidades para el compromiso crítico, la formulación de
la otra pregunta, forma parte del trabajo del feminismo
abolicionista.

Lo que enseña la lucha


A medida que se acercaba el juicio a Van DyKe en 2018,
los intercambios que ocurrían en las redes de organiza-
ciones de base llegaban, en algunas ocasiones, a los me-
dios de comunicación dominantes en torno a preguntas
tales como: el procesamiento de un policía, ¿puede ayu-
dar a detener la violencia policial racista? La pregunta, a
su vez, estimuló el diálogo e introdujo otras tales como
¿No es importante que la gente vea que la policía no está
por encima de la ley? Si no los perseguimos penalmen-
te, ¿Cuáles otras formas tenemos de que él, y la policía,
200 sean responsabilizados? Surgieron tensiones en torno a
las tácticas de responsabilización, particularmente entre
jóvenes y comunidades queer que exigían cambios más
allá de la condena individual del oficial, mientras que
organizaciones civiles, religiosas y legales más antiguas
y establecidas resaltaban la condena como un logro
importante.168
Jóvenes del Proyecto Juventud Negra 100 [Black You-
th Project 100] irrumpieron en muchos de los actos pú-
blicos del Alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, usando re-
meras con la consigna “Financien futuros negros” [“Fund
Black Futures”] y cantando “16 tiros y un encubrimiento”
[“Sixteen shots and a cover up”]. Su “Fund Black Futu-
res” funcionó para imaginar y llevar a la acción formas
de responsabilización más allá del procesamiento penal

168 Benji Hart, “Misoginia en Mag Mile: un punto de inflexión


[Misogyny on the Mag Mile: A Turning Point]”, Radical Fag-
got, 2 de diciembre de 2015,https://radfag.com/2015/12/02/
misogyny-on-the-mag-mile-a-turning-point/.
de cada oficial de policía, la diversificación de las fuerzas
policiales o la inversión en innovación en entrenamiento
policial, además de impulsar la concientización [expan-
ded consciousness] y debates en torno a qué remedios
y respuestas podrían producir un verdadero efecto en
materia de seguridad y responsabilización. Aunque al-
gunas de las organizaciones reformistas tradicionales
insistían con volver atrás, argumentando que una con-
dena era el único camino para enviar un mensaje claro
contra la violencia policial, ya era demasiado tarde: las
organizaciones de base habían alterado el terreno, insis-
tiendo con la viabilidad de demandas radicales.

201
202

Imagen de Jett George de un panfleto distribuido por


Survived and Punished en 2021.

Texto en la imagen: No hay buenos fiscales,


ahora o nunca. Cómo el fiscal del distrito de
Manhattan acapara dinero, perpetúa el abuso de les
sobrevivientes y silencia a sus defensores.
Esa sensación de poder colectivo en el marco de las
luchas públicas en torno a la responsabilidad policial, lle-
vó a una red de organizaciones que luchan en torno a las
políticas de inmigración y justicia a impulsar en el año
2018, con éxito, un gran cambio en lo que se conocía
como “Registro de Pandillas“ [“The gang database”], una
red de bases de datos e información compartida entre
condados y a nivel estatal, supuestamente sobre perso-
nas que tenían vínculos con pandillas y otras informacio-
nes demográficas que, en base a algoritmos predictivos,
permitían identificar quiénes podrían estar involucra-
des en delitos. Mediante demandas legales, informes,
acciones directas y coberturas periodísticas, Comuni-
dades Organizadas Contra la Deportación y Mijente169
en acuerdo con otras organizaciones, desarrollaron la
campaña #BorrenElRegistro [#ErasetheDatabase], que
destacó la escala, errores y otros daños derivados de la
existencia de esa base de datos. Como campaña en con-
tra de la reforma, #BorrenElRegistro insistía en que la
única respuesta efectiva contra el registro era borrarlo, y 203
esa lucha dejó ver que una postura radical podía ser una
demanda “ganable”.170
Una diferencia marcada entre el activismo anti poli-
cía anterior a la era contemporánea del Las Vidas Negras
Importan [Black Lives Matter] es que ahora no estamos
satisfeches con el procesamiento individual a policías
que están perpetrando actos de violencia racista. Tam-
bién reclamamos cambios estructurales. Ni el hecho de
que el oficial de policía Darren Wilson no haya sido acu-
sado por el gran jurado por la muerte de Mike Brown
en Ferguson, Missouri, ni la acusación formal contra el
oficial de policía Brett Hankison por el cargo de tener
conductas que pusieron en peligro injustificado la vida

169 N. T. Forma contraída de la expresión chicana “Mi gente”.

170 Ver “Base de datos de pandillas de Chicago [The Chicago Gang


Database]”, Borrar el Registro [Erase the Database], setiembre de
2018, http://erasethedatabase.com/wp-content/uploads/2018/09/
Chicago-Gang-Database-Proposed-Ordinance.pdf.
de otra persona por la muerte de Breonna Taylor, fre-
naron las demandas de desfinanciamiento a la policía.
Sin embargo, a pesar de los recursos y los años inver-
tidos —acumulados durante siglos— para hacer que el
sistema penal y la policía sean responsabilizadas como
instituciones , nada ha precipitado su ruina. Múltiples
campañas para condenar individualmente los “malos
actos” de policías supremacistas blancos, misóginos y
transfóbicos no han logrado reducir el poder de vigilan-
cia o en volverlo menos represivo. Las organizaciones
civiles y otros organismos de control social han tenido,
en el mejor de los casos, un insignificante impacto en re-
ducir la violencia policial.171 Esas estrategias podrían dar
como resultado que algunos policías pierdan su empleo
o sean penados, el procesamiento penal de oficiales de
policía no deshace el sistema ni expone las lógicas sub-
yacentes de las estructuras que perpetúan daños. Igual-
mente, enjuiciar individualmente a hombres que come-
ten hechos de violencia de género y violencia sexual (o
204 poner sus nombres en registros públicos) no han reduci-
do ni la violencia de genero ni la violencia sexual.172
Las redes comunitarias y organizaciones luchan para
saber cómo responder a la constante violencia de la po-
licía, así como también nosotres colaborativamente lu-
chamos e intentamos responder a la violencia de género
y sexual más allá del arresto, el procesamiento y el en-
carcelamiento individual de los hombres. Necesitamos

171 Ver, por ejemplo, Alex Vitale, El fin de la policía [The End of Poli-
cing] (Brooklyn: Verso, 2017) y Beth Richie, Dylan Rodríguez, Mariame
Kaba, Melissa Burch, Rachel Herzing, y Shana Agid, “Problemas con el
control comunitario de la policía y propuestas alternativas [Problems
with Community Control of Police and Proposals for Alternatives]”,
https://static1.squarespace.com/static/5ee39ec764dbd7179cf1243c/
t/6008c586b43eee58a4c4b73e/1611187590375/Problems+with
+Community+Control.pdf.

172 Ver Erica Meiners, “Nunca inocentes: Problemas feministas con


registros de ofensores sexuales y protección en la nación carcelera
[Never Innocent: Feminist Trouble with Sex Offender Registries and
Protection in a Prison Nation], en Meridians Volumen 9, No. 2 (2008).
debatir críticamente y discutir acerca de cómo construir
el mundo que sabemos que necesitamos. Poner en el
centro el valor de una apertura crítica y generativa, de
la reflexividad comprometida, y de las condiciones co-
tidianas de las organizaciones tampoco deberían vaciar
de rigor o de significado ni al feminismo, ni al abolicio-
nismo. El entrenamiento policial hacia tareas de justicia
restaurativa no es abolición. Contratar a más mujeres
para ser carceleras no es feminista. Construir una nueva
sección transgénero en una prisión para inmigrantes no
es abolición.
Ese tipo de reformas refuerzan el presupuesto, el al-
cance y la lógica subyacente de los sistemas carcelarios.
Las “jaulas más amables y gentiles” siguen siendo prisio-
nes, tal como la cofundadora de Critical Resistance escri-
bió en 2006 en su respuesta pública a la propuesta del
Estado de California llamada “prisiones con perspectiva
de género”, un plan para construir 30 o 50 “mini prisio-
nes” en comunidades a lo largo de toda California.173 La
construcción de 4 nuevas pequeñas prisiones en Man- 205
hattan, el Bronx, Brooklyn y Queens en reemplazo de Ri-
kers (como tratamos en el capítulo 2) profundiza los mis-
mos problemas carcelarios que el cierre de esa prisión
pretendía resolver. Ninguna de esas reformas funciona
para desmantelar, ni tampoco aborda, los daños que se
utilizan para reforzar el sistema carcelario, incluídas dis-
tintas formas de violencia sexual y de génerol. Como el
Estado rápidamente absorbe o coopta las herramientas
y lenguajes radicales, y a veces organizaciones enteras,
al servicio de la legitimación estatal de la violencia, el fe-
minismo abolicionista se centra en una flexibilidad crí-
tica y generativa, y en una cultura de educación política

173 Rose Braz, “Jaulas más gentiles, amables y con perspectiva de


género: la expansión de las prisiones no es una reforma de las pri-
siones [Kinder, Gentler, Gender Responsive Cages: Prison Expansion
Is Not Prison Reform]”, Women, Girls & Criminal Justice (Octubre/No-
viembre de 2006): 87–91.
que se encuentra íntimamente atada a las bases socia-
les y movimientos políticos.
A veces, las diferencias entre las reformas que traba-
jan para acabar con nuestra confianza en el encarcela-
miento y las que profundizan y fortalecen su arraigo no
son tan obvias. Las tácticas a menudo no son inherente-
mente abolicionistas, sino que su potencial radical reside
en la forma en que se desarrolla el trabajo y en el análisis
y el lenguaje que va formándose y creciendo a través de
campañas o estrategias. Atar los objetivos de corto plazo
a metas propias de luchas de largo plazo, de cambios de
paradigma, mientras se asegura que quienes participan
en las campañas comprendan esas conexiones, ha sido
siempre una tarea de algunas feministas queer anticapi-
talistas de color. Si bien lo que está en juego respecto de
nuestras vidas suele crear líneas claras, de acuerdo con
Naomi Murakawa, “permanecer modal e interseccional
es la mejor manera de protegernos de mejoras reformis-
tas y movernos hacia cambios transformativos”.174 Esta
206 politización de métodos y estrategias respecto a cómo se
desarrolla la organización y el trabajo es importante para
reconocer las tensiones y costos inherentes a los movi-
mientos sociales: la necesidad de reemplazar siempre el
“esto O aquello” por “esto Y aquello” , y de cambiar las
reglas de juego mientras trabajamos para asegurarnos
que la gente pueda hacer algo más que simplemente so-
brevivir. Esta práctica requiere la voluntad de habitar las
contradicciones, evitar la pureza y abrazar las tensiones
y contradicciones propias de los movimientos sociales y
políticos que buscan un cambio radical y sistémico. Por
necesidad y visión, el feminismo abolicionista siempre ha
estado ligado, al menos, a una doble práctica: como Mari

174 Jordan T. Camp and Christina Heatherton, “Cómo les liberales


legitiman las “ventanas rotas”: una entrevista con Naomi Murakawa
[How Liberals Legitimate Broken Windows: An Interview with Naomi
Murakawa]”, en Vigilando el Planeta: por qué la crisis de la policía
llevó a Black Lives Matter [Policing the Planet: Why the Policing Crisis
Led to Black Lives Matter], editado por Jordan T. Camp y Christina
Heatherton (New York: Verso Books, 2016), 227–36.
Matsuda nos recuerda, nosotres trabajamos para hacer-
nos la otra pregunta.

El largo recorrido
En el invierno de 2018, en un tribunal repleto de oficia-
les uniformados y rodeados de manifestantes, Van Dyke
fue condenado por el cargo menos grave de asesinato
en segundo grado, con una condena de 81 meses de
prisión. Nadie quedó satisfecho con la sentencia, la pri-
mera a un policía en toda la ciudad en los últimos casi
cincuenta años. La Asociación de Policías de Illinois [The
Illinois Fraternal Order of Police] protestó por la “farsa
de juicio” y por ese “vergonzoso veredicto”.175 Algunes lí-
deres de la comunidad negra estaban indignades por la
indulgencia del tribunal cuando las prisiones de Illinois
están repletas con personas que cumplen sentencias de
por vida por asesinato en lugar de plazos medidos en
meses. Al escribir estas líneas, el Fiscal General y el Fiscal
Especial de Illinois, estaban apelando con el objetivo de 207
alargar la sentencia de Van Dyke. Mientras la conversa-
ción acerca de cómo responsabilizar a este oficial y al
Departamento de Policía de Chicago continúa, emergen
nuevos lugares para la lucha.
No mucho tiempo después de concluido el juicio y
tras el mayor cierre de escuelas públicas en cualquier
distrito del mundo, Chicago aceleró su plan para cons-
truir una academia de formación policial de 95 millones

175 Paul Biasco y Mitchell Armentrout, “La Unión de Policías


critica la farsa de juicio y el vergonzoso veredicto de culpabili-
dad de Van Dyket [Police Union Blasts ‘Sham Trial and Shame-
ful’ Van Dyke Guilty Verdict]”, Chicago Sun Times, 5 de octubre
de 2018, https://chicago.suntimes.com/2018/10/5/18460941/
police-union-blasts-sham-trial-and-shameful-van-dyke-guilty-verdict.
de dólares.176 A raíz de ese veredicto, cuando la visión y
práctica de la seguridad estaba siendo revisada activa-
mente y la vigilancia desnaturalizada, la campaña #NoA-
cademiaPolicial [#NoCopAcademy] y la coalición que de
allí emergió accionaron para cuestionar la costosa cons-
trucción de una academia de entrenamiento de última
generación. La campaña #NoAcademiaPolicial produjo
materiales de formación política inteligentes, orquestó
campañas de acción directa muy creativas e hizo el duro
trabajo cotidiano de educación política —en la vía públi-
ca, en los barrios y en los medios— sobre cómo los 95
millones de dólares destinados a la nueva academia de
policía podían invertirse en el bienestar de las comuni-
dades, particularmente en los barrios negros y marro-
nes. La Caja de Herramientas “Dinero, Policía y Comuni-
dades” [Coins, Cops, and Communities Toolkit] producidas
por esta campaña hicieron más visibles las profundas
asimetrías y las dimensiones éticas en torno al presu-
puesto de la ciudad. Por ejemplo, el presupuesto anual
208 de Chicago para el abordaje del consumo problemático
de sustancias (U$S 2,581,272) equivale a lo que se gasta
en medio día en vigilancia.

176 John Byrne, “El Alcalde Rahm Emanuel anuncia el próximo paso
en el proyecto de Academia de Policía, un plan que continúa gene-
rando críticas [Mayor Rahm Emanuel Announces Next Step in Police
Academy Project, a Plan That Continues to Draw Criticism]”, Chicago
Tribune, 16 de noviembre de 2018, https://www.chicagotribune.com/
politics/ct-met-rahm-emanuel-police-academy-20181116-story.html.
209

Portada del Manual “Coins, Cops, and Communities”


de la AFSC, diseñada por Nicole Trinidad en 2016.

Texto en la imagen: “Dinero, Policía y Comunidades”.


Una caja de herramientas con actividades y materiales
complementarios para explorar el costo de la policía
en Chicago y cómo sería una seguridad comunitaria
real más allá de la vigilancia policial.
Aunque la ciudad votó la aprobación para construir
la nueva academia de policía hacia fines de 2019, la cam-
paña #NoAcademiaPolicial expandió la conciencia polí-
tica y tradujo visiones abolicionistas en demandas con-
cretas: más de 120 organizaciones firmaron y acordaron
que contraer el poder y el alcance de la vigilancia es una
meta común y alcanzable. Esa es una enorme victoria.
Como señaló el organizador de Chicago, Benji Hart, “la
coalición perdió la votación pero cambió la narrativa
sobre el gasto policial”.177 La campaña #NoAcademia-
Policial movilizó una amplia gama de organizaciones,
muchas de las cuales no habían centrado su activismo
en la vigilancia o la abolición, creando nuevos puntos
de partida para las luchas emergentes. Por ejemplo, en
agosto de 2020, cuando la Junta Escolar de Chicago votó
después de un extendido debate no revocar su contra-
to con el Departamento de Policía, emergió la campaña
#PolicíaFueraDeEscuelasPúblicas de Chicago [#CopsOu-
tOfCPS], la cual se basó en conversaciones anteriores en
210 torno a la abolición y los sindicatos docentes organiza-
ron contracursos a través de Zoom y acciones directas
dirigidas a la Junta Escolar.
Haciendo hincapié en que los presupuestos son in-
dicadores de prioridades y valores, las campañas #NoA-
cademiaPolicial y #PolicíaFueraDeEscuelasPúblicas se
basaron en el trabajo previo de organizaciones feminis-
tas abolicionistas para separar la seguridad pública de la
vigilancia policial. Este trabajó se alineó con las investi-
gaciones que muestran que la mayoría de las llamadas
a la policía no son acerca de “delitos” sino acerca de ne-
cesidades de apoyo o servicios. Como ha documentado
el historiador y activista escolar Micol Seigel, la policía
dedica realmente muy poco tiempo a la categoría inven-
tada del delito:

177 Benji Hart, “Cómo #NoCopAcademy sacudió la máquina


[How #NoCopAcademy Shook the Machine]”, Chicago Reader,
26 de abril de 2019, https://www.chicagoreader.com/chicago/
how-nocopacademyshook-the-machine/Content?oid=69862164.
Las cosas que la policía hace que no tienen
que ver con el “delito” podrían —y debe-
rían— ser hechas por otres: trabajadores
sociales, socorristes, bomberes, recolectores
de basura, consejeres, asociaciones vecinales
o barriales y amigues, entre otres. Este, no
por casualidad, es el núcleo de un proceso
práctico y gradual de abolición de la policía:
comenzar por dar a las agencias no violentas,
paso a paso, las herramientas que común-
mente están asignadas a hombres y mujeres
de azul.178

Esa investigación ofrece una plataforma de acciones


para la abolición de la policía a nivel nacional, incluyen-
do campañas para reducir los llamados al 911 y para
desacoplar los servicios de atención de la salud respecto
de las fuerzas policiales.
El feminismo de la abolición ayudó a sembrar el sue- 211
lo que hizo imaginable este trabajo. Este proceso lento
y continuo de educación política y de construcción de
coaliciones puede ser arduo porque los espacios de
coalición a menudo no son “la casa de nadie”, como nos
recordaba en 1981 la activista por los derechos civiles
y música, Bernice Johnson Reagon.179 Este trabajo nece-
sario, detallado y relacional, que casi nunca es compen-
sado ni reconocido, y recaeen las feministas, concreta-
mente en las mujeres de color, demuestratambién que
la construcción radical en las comunidades puede ser

178 Micol Seigel, Violence Work: El trabajo de la violencia: poder Es-


tatal y los límites de la policía [State Power and the Limits of Police]
(Durham, NC: Duke University Press, 2018), 7.

179 Bernice Johnson Reagon, “Políticas de coalición: cambiando el


siglo” en Chicas de casa: una antología feminista negra, [“Coalition
Politics: Turning the Century,” in Home Girls: A Black Feminist An-
thology] editado por Barbara Smith (New York: Kitchen Table Press,
1983), 343–56.
contagiosa y alegre por “la belleza que impulsa los expe-
rimentos para vivir de otra manera”.180

Más allá del éxito/fracaso


Estas pequeñas campañas y organizaciones de base dis-
persas en la ciudad son sólo una parte de la historia del
feminismo abolicionista en Chicago. Incluso si son co-
nocidas, es probable que se perciban como desconec-
tadas, y potencialmente como proyectos fallidos, una
larga lista de pequeñas organizaciones que se esfuma-
ron sin concretar legislación ni lograr nada. Se acumulan
otros fracasos: a pesar de una poderosa campaña lide-
rada por INCITE! en 2017 en Chicago, la activista esta-
dounidense-palestina, Rasmea Odeh, fue deportada.181
Muchos de los grupos descritos en este capítulo se
han desarmado, y ya no están activos. Algunas de esas
campañas involucraron sólo a un puñado de personas.
La mayor parte de su trabajo nunca llegó a los medios
212 de comunicación más importantes. Visto de cierta ma-
nera, la lista de nuestros fracasos es larga: un evento
con poca concurrencia, une líder carismátique del staff
que fue despedide, un proyecto que quedó sin presu-
puesto ni energía y desapareció sin dejar rastros. Las
tensiones causaron la fractura de los grupos, ya nadie
quería trabajar en colectivo. En el contexto de las pro-
testas de 2020, la mayoría de estos pequeños grupos,
campañas y eventos han sido olvidados o permanecen
invisibles. No sólo merecen ser reconocides como pre-
cursores del cambio radical, sino que, más críticamente,

180 Saidiya Hartman, Vidas caprichosas, experimentos hermosos: his-


torias íntimas de chicas negras rebeldes, mujeres difíciles y queers ra-
dicales [Wayward Lives, Beautiful Experiments: Intimate Histories of
Riotous Black Girls, Troublesome Women, and Queer Radicals], Nue-
va York: Norton, 2019, 33.

181 Ver el trabajo del Comité de Defensa de Rasmea [Rasmea De-


fense Committee] en http://justice4rasmea.org/.
su borramiento debilita nuestra capacidad para luchar,
colectivamente, a largo plazo.
Esas formas de borramiento estructural, una episte-
mología de la ignorancia aprendida y organizada, están
lejos de la arbitrariedad: nuestras historias de resisten-
cia y organización como feministas queer y mujeres de
color están intencionalmente empobrecidas —a menu-
do letalmente— y quedan pocos rastros de sus podero-
sas y frecuentemente notables campañas a nivel local
que construyen coaliciones a través de las fronteras, ha-
ciendo retroceder la violencia estatal, expandiendo ima-
ginaciones sobre seguridad y comunidad, y sembrando
cambios en el lenguaje y la cultura.182 Este borramiento
es más fácil de producir en base a métricas dominantes
acerca del éxito y el fracaso, creadas por sistemas e insti-
tuciones que reproducen y naturalizan la violencia racis-
ta y heteropatriarcal. Por ejemplo, los tres grupos de Cri-
tical Resistance que funcionaron en Chicago entre 2005
y 2012 fueron olvidados porque no tuvieron resultados
tangibles para sus audaces campañas, incluyendo la de 213
2011 “no dejen niñes tras las rejas” con la que exigían ce-
rrar la cárcel de jóvenes más grande de Chicago.183 Una
lógica normativa de evaluación de éxitos –un logro es
que se apruebe una ley, crear una política o una organi-
zación que perdure en el largo plazo, algo tangible- está
internalizada, y a veces produce vergüenza: Al final, ¿Qué

182 Para más sobre ignorancia aprendida, ver Eve Kosofsky Sed-
gwick, Epistemología del Closet [Epistemology of the Closet] (Cambrid-
ge, MA: Harvard University Press, 1990), y Charles Mills, El contrato ra-
cial [The Racial Contract] (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1997).

183 En 2020 el Gobernador de Illinois, Pritzker, anunció que pla-


neaba cerrar cinco grandes prisiones estatales para gente joven
y la “transformación” del sistema de justicia juvenil en Illinois. Ver
Heather Cherone, “Pritzker revela un plan para “transformar” la
justicia juvenil en Illinois cerrando grandes instalaciones [Pritzker
Unveils Plan to ‘Transform’ Juvenile Justice in Illinois by Closing Lar-
ge Facilities]”, WTTW News, 31 de julio de 2020, https://news.wttw.
com/2020/07/31/pritzker-unveils-plan-transform-juvenile-justice-illi-
nois-closing-large-facilities
hicimos? Fallamos. Pero como el feminismo abolicionista
nos recuerda, aunque cambiar las leyes y políticas pue-
de ser necesario, eso nunca es suficiente.
En esta ecología del feminismo de la abolición, el len-
to y urgente tiempo de los movimientos significa que
alguna de las formas más críticas de relacionamiento y
cambio suelen no ser reconocidas como “victorias”, pero
estas genealogías raramente reconocidas y sinuosas,
que unen movimientos y campañas a través del tiem-
po y el espacio, siguen prendiendo chispas de libertad.
Entretejidas en delicadas relaciones, esas organizacio-
nes están cambiando el poder, construyendo nuevos
lenguajes, y haciendo el trabajo difícil: forjar posibilida-
des radicales. La campaña del Proyecto de Juventudes
Negras, “Forjar Futuros Negros”, no habría sido posible
sin INCITE! o sin el Proyecto de Empoderamiento de Mu-
jeres Jóvenes, como tampoco sin la filial de Chicago de
Mujeres de Todas las Naciones Indígenas [Women of All
Red Nations]. Las filiales de Chicago de Resistencia Crí-
214 tica [Critical Resistance] profundizaron conversaciones
sobre el abolicionismo que resonaron durante todo el
verano de 2020. La Chicago Freedom School es posible
gracias a Batey Urbano. La Asesoría Legal de Chicago
para Madres Encarceladas184 hizo posible la organización
de redes como el proyecto de educación en artes “Pri-
sión + Vecindario”. En 2019, el Fondo Comunitario para
la Fianza de Chicago [Chicago Community Bond Fund]
(CCBF) comenzó a vincularse con Resiliencia [Resilience],
una organización importante en Chicago de servicios
de respuesta a la violencia sexual. Resilience y el CCBF
se unieron para conectar la lucha por la eliminación de
la fianza en efectivo con el imperativo de apoyar a les
sobrevivientes de violencia sexual. Estos tenues víncu-
los, raramente visibles, son cruciales. Sin embargo, la
forma dominante de comprender la historia, y la eco-
logía del cambio social y político, está intencionalmente

184 N.T.: Referencia a los nombres de los programas de Critical Re-


sistance mencionados.
estructurada de forma estrecha, blanqueada y hetero-
normada, y siempre resalta a les individues en vez de a
los colectivos, a las victorias políticas/legales/legislativas
y no a los procesos, y las acciones, y ciertamente no a la
educación política o las culturas que crean una nueva
capacidad para la conciencia política radical.
El olvido y el borramiento organizado no son lo único
que hay que cambiar. Muchas de estas pequeñas redes
se fracturan como resultado de presiones provenientes
de financiadores y otros para que “escalen” u “optimi-
cen” o “desarrollen marca” o para que provean servicios
en lugar de organizarse, focalizarse en trabajos de polí-
ticas no basados en la construcción, elevando liderazgos
carismáticos individuales antes que colectivos o alianzas
con legisladores y no con gente común. Las organiza-
ciones exitosas que movilizan personas e impulsan de-
mandas efectivas al Estado, a veces son cooptadas y ab-
sorbidas porque el Estado carcelario tiene la capacidad
de “ofrecer acomodo o conjurar la desaparición de todo
impulso progresista”.185 El Departamento de Policía de 215
Chicago incluso tiene una Oficina de Estrategias de Jus-
ticia Restaurativa completa, incluso con su propio perfil
en Twitter.186 La cooptación puede traducirse en profe-
sionalización, íntimamente ligada a la blancura, e impli-
car la descalificación de aquelles que han estado hacien-
do este trabajo sin reconocimiento formal ni pago, así
como la reconversión de los movimientos basados en la
ayuda mutua en agencias de servicio social y de caridad.
La profesionalización también puede individualizar en la
medida en que rechaza lo colectivo y comunitario, mer-
cantilizando y privatizando habilidades, conocimientos

185 Mimi E. Kim, “Feminismo anticarcelario: las contradicciones del


progreso y las posibilidades de la lucha contra hegemónica [Anti-Car-
ceral Feminism: The Contradictions of Progress and the Possibilities
of Counter-Hegemonic Struggle]”, Affilia 35, no. 3 (2020): 309–26.

186 Ver la cuenta de Twitter de la Oficina de Estrategias Restaurati-


vas del Departamento de Policía de Chicago en https://twitter.com/
cpd_rj? lang=en.
y a veces historias. Por ejemplo, al abrirse puestos de
trabajo pago para pasantes y expertos en justicia res-
taurativa, ahora muchos de esos cargos solo pueden ser
ocupados por quienes pueden exhibir certificaciones y
credenciales. Esas formas de cooptación, atención y pre-
sión provenientes de grandes organizaciones filantrópi-
cas impulsan una narrativa del fracaso: nosotres inten-
tamos eso, pero no funcionó. Persiste la desaparición
organizada.

216
217

Afiche ilustrado por Monica Trinidad anunciando una


serie de eventos abolicionistas en Chicago en 2017.
Sin embargo, estas formas de cooptación también
son indicadores de nuestro poder: es inevitable que los
poderes dominantes respondan a los movimientos so-
ciales, intentando rechazar las comprensiones radicales
de problemas sociales como la crisis de la prisión o la
pandemia de violencia de género. No obstante es pre-
cisamente nuestra tenaz participación en campañas lo
que ha empujado a otres en esa dirección. Lejos de ser
un fracaso, un ecosistema feminista abolicionista —kits
de herramientas perdidos en internet, grupos de estudio
y acción que se enfocaron en lo primero y olvidaron lo
segundo, proyecciones de documentales independien-
tes, pequeños grupos de militantes piqueteros, grupos
universitarios que estallan y luego se disipan­— genera-
ron una ecología que ha venido sosteniendo la idea de
que el procesamiento de ningún oficial de policía cual-
quiera puede ser nuestra solución.
Después de la sentencia, Jason Van Dyke no se con-
virtió inmediatamente en una de las 40.000 personas en
218 el Departamento de Correccionales de Illinois: la gente
blanca es el 65 por ciento de la población del Estado y
el 30% de la población de sus prisiones.187 Como es tí-
pico en el excepcional caso de que un policía sea efec-
tivamente condenado, él fue inicialmente transferido a
Connecticut a cumplir su tiempo en una prisión federal.
Meses después de la sentencia, su esposa Tiffany anun-
ció que su marido había sido agredido en prisión. Pidió
información sobre sus heridas y su estado: “no sé si él en
este momento está a salvo, ni el alcance de las heridas
que recibió”.188 A pesar de sus solicitudes de información

187 Para más información sobre población carcelaria en Illinois,


ver los informes de datos elaborados por el Vera Institute of Justi-
ce, https://www.vera.org/downloads/pdfdownloads/state-incarcera-
tion-trends-illinois.pdf; y el Prison Policy Institute [Instituto de Políti-
cas de Prisión] https://www.prisonpolicy.org/profiles/IL.html.

188 Lorraine Swanson, “Tiffany Van Dyke: No puedo enterrar a


mi esposo [Tiffany Van Dyke: ‘I Can’t Bury My Husband]’”, Patch.
com, 14 de febrero de 2019, https://patch.com/illinois/chicago/
wife-says-she-was-kept-dark-jason-van-dyke-s-beating.
y por la protección de su marido, el Comité de Adminis-
tración de Prisiones rechazó su pedido de cualquier otra
información más allá de lo ya conocido acerca de que
había ocurrido una agresión y que el procedimiento es-
tándar requería su alojamiento en una unidad de segu-
ridad (SHU, por su sigla en inglés). Un titular del Chicago
Tribune decía “No podemos culpar a Tiffany Van Dyke
por intentarlo, pero su esposo es sólo otro delincuente
convicto”.189 Así, para algunes, Van Dyke pasó de ser po-
licía a delincuente. Tal vez él esté en una prisión donde
se estén organizando activamente para aumentar la vi-
sibilidad de las muertes bajo custodia, tal vez sus seres
queridos se unan a alguna de las brigadas de personas
que marchan en caravanas de automóviles reclamando
y repartiendo tapabocas e insumos médicos para per-
sonas privadas de la libertad durante el COVID. Tal vez.
El trabajo en Chicago destacado en este capítulo es
dinámico y continuo. Y nuestros antecedentes se extien-
den más allá de la temporalidad artificial de este capítulo.
Desde la periodista y organizadora en contra de los lin- 219
chamientos, Ida B. Wells, hasta la sindicalista comunista
[Communist labor and justice organizer], Lucy Parsons,
desde la Colectiva Jane [Jane Collective] hasta Amigas La-
tinas, Chicago tiene sus raíces en el cambio radical.190 Las
movilizaciones feministas abolicionistas emergen desde
y con estrategias y análisis que provienen de esfuerzos
previos. Por necesidad, las personas experimentan y
activan con las herramientas que tienen a mano. Mien-
tras la pandemia de COVID-19 se agrava y profundiza

189 Dahleen Glanton, “No podemos culpar a Tiffany Van Dyke por
intentarlo, pero su esposo es sólo otro delincuente convicto [We
Can’t Blame Tiffany Van Dyke for Trying, but Her Husband Is Just
Another Convicted Felon]” Chicago Tribune, 16 de febrero de 2019,ht-
tps://www.chicagotribune.com/columns/dahleen-glanton/ct-met-
dahleen-glanton-jason-van-dyke-beating-20190215-story.html.

190 De 1969 a 1973, una red de base, la Colectiva Jane [the Jane Co-
llective], proveyó acceso a abortos seguros a mujeres en Chicago. De
1995 a 2015, las Amigas Latinas apoyaron y defendieron a bisexua-
les, transgéneros y otras mujeres latinas cuestionadoras en Chicago.
alrededor del mundo, la pandemia del complejo indus-
trial carcelario coexiste con la pandemia de la violencia
de género. Mientras que las personas se esfuerzan por
apoyar a sus seres queridos, mientras les organizadores
despliegan estrategias junto a las personas que sobrevi-
ven a las pandemias de COVID, de criminalización y de
violencia de género, y mientras los grupos, las campañas
y las organizaciones políticas sostienen la demanda de
libertad frente a las injusticias, que resuena desde la pri-
sión de Stateville hasta Palestina, nos llena de de energía
por el apasionante compromiso de las feministas aboli-
cionistas ahora.
A pesar de lo que algúnes puedan desear —incluides
nosotres, a veces— esta no es una línea de llegada, no
hay resolución final. Y sin embargo, es difícil leer esto y
no querer pasos concretos, una lista de acciones con-
cretas. Algunas garantías. Una hoja de ruta. Nosotres
reconocemos ese deseo. Todavía —como este capítu-
lo en Chicago nos recuerda, y la poetisa y educadora,
220 Wendolyn Brooks, hermosamente lo notó— “Somos la
cosecha de les demás, somos cada une asunto de le
otre; somos la magnitud y el vínculo, unes de otres”.191
Este archivo parcial sobre Chicago ofrece una robusta
respuesta a la más importante pregunta: ¿Qué tenemos
que hacer ahora para construir un feminismo abolicio-
nista del sistema corporativo carcelario?

191 Gwendolyn Brooks, “Paul Robenson” en Negres [“Paul Robeson”


from Blacks] (Chicago: Third World Press, 1984).
Epílogo

¿Cómo trazar una línea cuando el trabajo sigue en desa-


rrollo y no está terminado?
Nadie quería poner fin a este proyecto. Como acti-
vistas y escritoras, esto nos causaba ansiedad: mandar
este libro a imprenta cementará lo que son conversa-
ciones fluidas e ideas en proceso. En las campañas y los
proyectos en el terreno, cierta complejidad del “hacer”
colectivo no resulta totalmente documentable. Sí, pode-
mos difundir entrevistas con participantes, minutas de
reuniones, posters de eventos, o materiales adicionales,
a menudo considerados pruebas u objetos efímeros. Sin
embargo las brechas y desprolijidades y angustias que
tienen un sentido peculiar en las acciones no necesa-
riamente se traducen bien en palabras escritas, y en un
proyecto textual sus omisiones pueden potencialmente
221
leerse como errores.
Como investigadoras, si bien sabemos que las his-
torias son incompletas y cuestionadas, y no es nuestra
intención que este libro sea una crónica de ninguna “his-
toria completa”, sentimos de todos modos el impulso
de seguir agregando más, de expandirnos en ejemplos
y momentos, de contextualizar y profundizar a medida
que el mundo a nuestro alrededor cambia tan rápida-
mente: ¡muchos lugares de este proyecto podrían ser
un libro en sí mismos! Para nosotras, en efecto, dete-
nernos resulta bastante osado. En cualquier lugar. Aquí.
En particular en un momento político en el que el mun-
do virtual está explotando, todos los días, con brillantes
herramientas y recursos y demandas abolicionistas y
feministas. Sin embargo, a la vez sabemos que las ge-
nealogías explícitamente parciales son útiles no solo
porque nos recuerdan las ficciones que son el núcleo
de cualquier crónica que pretenda ser completa, sino
también porque pueden interrumpir un deseo de leer
en forma hagiográfica a los movimientos sociales, a las
organizaciones, y a las personas. Nuestra labor, y el tra-
bajo que lo precede, no es perfecta ni está terminada,
al igual que los movimientos, los activismos, los análisis,
las campañas, y las redes por venir. Nuestras imágenes
instantáneas apuntan a ofrecer pinceladas (una plurali-
dad de lugares donde buscar más, una invocación a es-
tudiar rigurosamente y a ocuparnos del trabajo presen-
te, pasado —y futuro— de colectivas y campañas) más
que puntos fijos de partida o dogma.
A pesar de nuestro objetivo de no hacer de esto un
relato histórico exhaustivo sino una provocación (la abo-
lición es impensable sin el feminismo y nuestro feminismo
es inimaginable sin la abolición), reconocemos que mu-
chas personas pueden leer este proyecto y querer mo-
delos, cronologías detalladas, y definiciones. En efecto,
si bien por momentos podríamos sentirnos presionadas
para desear estas cosas, entendemos las formas de ló-
gica carcelaria que nos obligan de estas maneras. Exis-
te una seguridad conocida (aunque a menudo falsa) en
222 su fijeza, y reconocemos que el feminismo abolicionista
que esperamos promover a través de este libro necesita
nuestra liberación de la tendencia a llegar rápidamente
a la respuesta.
El Ahora del título de este libro connota nuestro sen-
timiento de urgencia y pretende alentar a la acción me-
ditada y de principios; no quiere sugerir que existe una
respuesta a nuestro alcance en este momento. Quere-
mos decir: planteemos preguntas diferentes ahora;
consideremos cursos de acción alternativos ahora; inte-
ractuemos con más personas ahora; compliquemos el
análisis ahora; cambiemos de opinión, pidamos discul-
pas, recalibremos, y probemos de nuevo ahora. Ahora
es el momento para la ayuda mutua y el autocuidado.
Ahora es el momento para la ira honesta y para ubicar-
nos en la dolorosa realidad de la matanza que las prisio-
nes, la vigilancia policial, las detenciones (todo el confi-
namiento forzado) han creado para nosotrxs. Debemos
recordar en este mismo momento cómo las violaciones,
las palizas, los acosos, el trabajo sexual criminalizado, la
violencia dirigida hacia las personas trans, la remoción
de niñxs de sus familias, están arruinando vidas. Y Ahora
es el momento de llorar por aquellas vidas perdidas por
las varias pandemias, los incendios descontrolados, los
huracanes y los terremotos, la guerra sin fin, la explota-
ción racial capitalista y las ocupaciones. Más que ofrecer
el ahora como el punto de llegada (como en “al fin”), lo
ofrecemos como un punto de partida crítico y gozoso.
Mientras trabajábamos en los capítulos, agregando
y refinando palabras y ejemplos, recordando nombres
y sucesos, también aprendimos sobre otras campañas
y organizaciones más, cuando pedíamos comentarios
a camaradas valioses. Vaya nuestra gratitud a Rachel
Caidor, Mimi Kim y Asha Ransby-Sporn, nuestro recono-
cimiento a Erin Eife, Sangeeta Ravichandran y Mariana
Green, y nuestro profundo aprecio a Sara M. Benson.
(También reconocemos a las muchas, muchas otras per-
sonas, nombradas y no nombradas, cuyo pensamiento y
cuya práctica configuran este libro, y a la increíble labor
de la comunidad del Haymarket, incluyendo a Anthony 223
Arnove, Dao Tran y Naomi Murakawa.) A medida que
hablábamos y escribíamos, a nuestro alrededor el pa-
norama seguía cambiando. Durante los dos años en que
trabajamos directamente en este proyecto, tanto el fe-
minismo como el abolicionismo asumieron nuevos posi-
cionamientos políticos. #MeToo/TimesUp y #DefundPo-
lice impulsaron cambios culturales y políticos enormes
y sumamente divergentes. A medida que los contextos
se transformaban, los intereses y el público de este libro
crecieron y mutaron.
Como lo documenta Abolicionismo. Feminismo. Aho-
ra., nuestros movimientos son directamente responsa-
bles de este panorama cambiante. Nuestros trabajos
colectivos alimentan estos desplazamientos culturales
y políticos. Nuestras campañas, nuestras demandas,
nuestro activismo: posters, talleres, marchas, memes,
tweets, webinarios, estudios, acciones, manifiestos, y
tantas otras cosas (la mayoría producida y puesta en cir-
culación por fuera de la economía formal). Nos energiza
en particular la proliferación de un mundo virtual en
expansión que nos rodeaba mientras escribíamos este
libro: reuniones vía Zoom con gente en prisión, encuen-
tros virtuales y webinarios, hilos de Snapchat, llamadas
de FaceTime en autos y durante el tránsito público. Este
auge de la conectividad (con acceso para algunes, no to-
des) continúa creando y reforzando modalidades femi-
nistas abolicionistas rebeldes, entre los movimientos y
dentro de ellos: internacionalistas, interdisciplinarias, y
más.
Reconocemos y sentimos el impacto de este crecien-
te corpus de trabajo, todos los días. Las reuniones de
organización comienzan en nuevos lugares: por ejem-
plo, en lugar de simplemente aceptar “reformas” a la le-
gislación tales como un proyecto de ley para asistencia
posterior a la condena que no se aplica a personas con
cadena perpetua o con penas por delitos sexuales, las
campañas están resistiendo y rehusándose a firmar a
menos que se retiren estas “reformas”. El personal de
224 algunas organizaciones antiviolencia está pidiendo (y
a menudo obtiene) una capacitación profesional inter-
na que se centra en la abolición a través de análisis y
prácticas transformadoras. Las redes están rápidamen-
te produciendo herramientas y talleres en respuesta a
las “consultas frecuentes” [FAQ] que a menudo reciben
les abolicionistas, tales como el manual On the Road to
Freedom: An Abolitionist Assessment of Pretrial and Bail Re-
forms.192 ¿Son estos recursos individuales o estas accio-
nes singulares la solución? No, pero colectivamente
dan forma, profundizan y expanden al ecosistema. Y
si bien no todas estas redes y herramientas en circula-
ción son necesariamente abolicionistas o feministas, sus

192 Mohamed Shehk, Pilar Weiss, Rachel Foran, Sharlyn Grace y


Woods Ervin, “Camino a la libertad: una lectura abolicionista de
las reformas de la prisión preventiva y de la fianza” [“On the Road
to Freedom: An Abolitionist Assessment of Pretrial and Bail Refor-
ms,”], Critical Resistance, junio de 2021, en https://criticalresistance.
org/wp-content/uploads/2021/08/OnTheRoadToFreedom_FINAL_Ju-
ne2021-compressed.pdf
invocaciones y prácticas y preguntas/tensiones emer-
gentes (y sí, incluso anhelos) siembran y refuerzan el
terreno para este crecimiento. La revolución no es un
acontecimiento aislado, como nos lo recuerda Audre
Lorde, y estas redes están construyendo el mundo que
necesitamos, ahora.193

225

“Networkers”, por Molly Costello, 2021.

193 Audre Lorde, “Aprendiendo de los 60s” [“Learning from the 60s”],
discurso para el día de celebración de Malcolm X en la Universidad de
Harvard, febrero de 1982.
A medida que surgen nuevas formulaciones, otras
se desvanecen; las redes y los grupos orgullosamente
se identifican como feministas, queer, discas, negras
y/o abolicionistas. Perturbadas por sus demandas y a
veces simplemente por su formación, las instituciones
dominantes luchan por contener y controlar a estos mo-
vimientos. Pero inevitablemente la creación de otro “co-
mité de diversidad” o la instalación de otro “funcionario
de diversidad” son esfuerzos fallidos por contener a es-
tas demandas insurgentes.
Sí, en parte la identificación visible de las redes como
feministas o abolicionistas podría representar una forma
superficial de fachada. No nos interesa que el feminis-
mo abolicionista se convierta en otro significante vacío.
Pero, a la vez, estas manifestaciones son también fisuras
radicales (aperturas insurgentes) que no pueden senci-
llamente ser encajonadas en un comité de diversidad, o
descartadas por “antiguas”. Al tiempo que lidiamos con
cómo escribir y terminar este proyecto, los medios de
226 comunicación tradicionales ya están prediciendo el fin
del movimiento para desfinanciar a la policía: curiosa-
mente, la complicidad del feminismo convencional con
la violencia sexual y de género (las líderes feministas y
las cabezas de las organizaciones feministas que prote-
gieron y aconsejaron a Andrew Cuomo, por ejemplo) no
ha impulsado ninguna sentencia de muerte para #Me-
Too y #TimesUp194. Pero el apuro con el que estas es-
tructuras de poder dominantes se han movilizado para
proclamar el fin de #DefundPolice ilustra precisamente
el poder de esta demanda.
Nuevamente, este es el imperativo feminista aboli-
cionista del both/and [pensamiento no dualista]: la ne-
cesidad de prestar atención rigurosamente a lo que
sucedió antes, pero también de movernos en forma

194 Liza Featherstone, “Elite Feminists Ran Cover for Andrew Cuo-
mo”, Jacobin, 12 de agosto de 2021, en https://jacobin.com/2021/08/
elite-liberal-feminism-times-up-roberta-kaplan-andrew-cuomo-me-
too.
expansiva y generadora, y estar dispuestxs a aprender y
desaprender. El imperativo de reconocer que las estruc-
turas de poder dominantes intentarán (a menudo con
éxito) absorber nuestro trabajo y nuestras demandas,
y sin embargo seguimos creando un nuevo lenguaje y
nuevas prácticas, y trabajamos, de todos modos. En lu-
gar de contradictorias, estas tensiones (dolorosas y pla-
centeras) son el trabajo. Este libro es una invitación a lxs
lectorxs para escribir y organizarse: para crear otros tex-
tos, películas, zines, colectivas, grupos de estudio y fies-
tas de Abolition. Feminism. Now., y más: la libertad es una
lucha constante. Somos una colectiva que ha trabajado
para promover estos vínculos entre abolición y feminis-
mo: y todo nuestro trabajo nos recuerda, diariamente,
lo vibrante de este panorama, lo que está en juego en
este trabajo, y el imperativo de aprender unxs de otrxs.
Ahora.

227
Anexos

La rueda del control y el poder:


violencia en las relaciones íntimas y
violencia estatal, por Monica Cosby
Violencia en las relaciones íntimas Violencia estatal
Abuso emocional: Hace que se sien- Abuso emocional: Hace que se sientan
tan mal consigo mismes, les insulta, mal consigo mismes, les infantiliza, les in-
hace que sientan que están loques, sulta, hace que sientan que están loques,
les humilla. les humilla.
Intimidación y acoso: hace que sien- Intimidación y acoso: da vuelta sus
tan miedo, rompe sus pertenencias, celdas, les requisa al desnudo, despliega
despliega armas. armas, impone la libertad vigilada, condi-
cional y/o el monitoreo electrónico.
Coerción y amenazas: amenaza con Coerción y amenazas: amenaza con lla-
hacerles daño, amenaza con denun- mar al grupo de operativos tácticos, ame-
ciarles ante otras agencias. naza con la pérdida de las visitas u otras
228 actividades, amenaza con el aislamiento.
Abuso económico: les impide tra- Abuso económico: explotación en el tra-
bajar, hace que tengan que pedirle bajo en la cárcel, extorsión en los precios
dinero, les saca su dinero. del economato, controla cómo pueden
gastar su dinero y quién puede darles
dinero.
Uso de privilegios: les trata como Uso de privilegios: les obliga a manejarse
sus sirvientxs, toma todas las decisio- con reglas arbitrarias, les fuerza a cumplir
nes importantes, usa estereotipos al cualquier orden dada por un oficial, les
vincularse con elles. vigila constantemente a elles y a sus
pertenencias.
Minimizar, negar y culpar: les con- Minimizar, negar y culpar: impone
funde con “luz de gas” (gaslighting); represalias ante las quejas, dice que están
desplaza la culpa por los abusos en la cárcel por “su propio bien”.
diciendo que elles los causaron.
Aislamiento: controla a dónde van, Aislamiento: controla a quién pueden
qué hacen, qué leen; limita su trabajo visitar, con quién pueden hablar por
y sus actividades. teléfono, lee sus correos, usa el confina-
miento solitario.
confinement
Usa a les niñes: Hace que se sien- Usa a les niñes: Amenaza con suspen-
tan culpables por les niñes, usa el derles las visitas, usa a las instituciones
régimen de visitas para acosarles, de protección de la infancia en su contra,
amenaza con quitarles a sus niñes. les separa de les niñes, les amenaza con
separarles definitivamente de les niñes.
Declaración de INCITE! y Critical
Resistance sobre la Violencia de Género
y el Complejo Industrial Carcelario (2001)
Llamamos a los movimientos por la justicia social a
desarrollar estrategias y análisis que aborden tanto la
violencia estatal como la interpersonal, especialmente la
violencia contra las mujeres. En la actualidad, les activis-
tas y movimientos que se ocupan de la violencia estatal
(como los grupos contra las cárceles y contra la violencia
policial) suelen trabajar aislades de les activistas y movi-
mientos que se ocupan de la violencia doméstica y se-
xual. El resultado es que las mujeres de color, que sufren
de forma desproporcionada tanto la violencia estatal
como la interpersonal, han quedado marginadas dentro
de estos movimientos. Es crucial que desarrollemos res-
puestas a la violencia de género que no dependan de un
sistema de justicia penal sexista, racista, clasista y ho-
mófobo. También es importante que desarrollemos es-
229
trategias que desafíen al sistema de justicia penal y que
también proporcionen seguridad a las sobrevivientes de
violencia sexual y doméstica. Para vivir vidas libres de
violencia, tenemos que desarrollar estrategias holísticas
que aborden la violencia y hablen de la intersección de
todas las formas de opresión.

·
El movimiento antiviolencia ha tenido una importan-
cia decisiva para romper el silencio sobre la violencia
contra las mujeres y proporcionar los servicios que tan-
to necesitan las sobrevivientes. Sin embargo, la corrien-
te principal del movimiento antiviolencia viene confian-
do cada vez más en el sistema de justicia penal como el
principal enfoque para terminar con la violencia contra
las mujeres de color. Es importante evaluar el impacto
de esta estrategia.

1) Los abordajes policiales de la violencia contra las mu-


jeres PUEDEN disuadir algunos actos de violencia a corto
plazo. Sin embargo, como estrategia general para acabar
con la violencia, la criminalización no ha funcionado. De
hecho, el impacto global de las leyes de arresto obligato-
rio por violencia doméstica ha llevado a la disminución
del número de mujeres violentadas que matan a sus
compañeros en defensa propia, pero no ha llevado a la
disminución del número de agresores que matan a sus
compañeras. Por lo tanto, la ley protege más a los agre-
sores que a las sobrevivientes.
2) El enfoque criminalizador también ha hecho que muchas
mujeres entren en conflicto con la ley, especialmente las
mujeres de color, las pobres, las lesbianas, las trabaja-
doras sexuales, las inmigrantes, las mujeres con disca-
pacidades y otras mujeres marginadas. Por ejemplo, en
el marco de las leyes de arresto obligatorio, se han dado
numerosos incidentes en que los policías que habían
sido llamados por incidentes domésticos han termina-
do arrestando a la mujer que estaba siendo maltratada.
Al denunciar casos de violencia doméstica y sexual, mu-
230
chas mujeres indocumentadas han terminado deporta-
das. Una agenda de mano dura sobre la ley y el orden
también conduce a largas sentencias punitivas para las
mujeres condenadas por matar a sus agresores. Final-
mente, cuando los fondos públicos son canalizados ha-
cia la policía y las cárceles, los recortes presupuestarios
para los programas sociales, incluyendo a los refugios
para mujeres, la asistencia social y la vivienda pública,
son el efecto secundario inevitable. Estos recortes dejan
a las mujeres con menos posibilidades de escapar de las
relaciones violentas.
3) Las cárceles no funcionan. A pesar del crecimiento ex-
ponencial en el número de hombres encarcelados, las
mujeres no están más seguras y los índices de violen-
cia sexual y doméstica no han bajado. Al reclamar una
mayor respuesta policial y penas más duras para los
perpetradores de la violencia de género, el movimiento
antiviolencia ha alimentado la proliferación de las cárce-
les, que ahora encierran a más personas per cápita en
Estados Unidos que en cualquier otro país. Durante los
últimos quince años, el número de mujeres encarcela-
das, especialmente de color, se ha disparado por las nu-
bes. Las cárceles también infligen violencia al creciente
número de mujeres que se encuentran tras las rejas. Los
cortes, los suicidios, la proliferación del VIH, los cacheos
sin ropa, la negligencia médica y las violaciones de las re-
clusas han sido ampliamente ignoradas por les activistas
contra la violencia. El sistema de justicia penal, una insti-
tución de violencia, dominación y control, ha aumentado
el nivel de violencia en la sociedad.
4) La dependencia de la financiación estatal para sustentar
programas contra la violencia ha aumentado la profesiona-
lización del movimiento contra la violencia y lo ha alejado
de sus raíces de organización comunitaria y justicia social.
Esta situación ha aislado al movimiento antiviolencia
de otros movimientos por la justicia social que buscan
erradicar la violencia estatal, de manera tal que actúa en
conflicto y no en colaboración con estos movimientos.
231
5) La confianza en el sistema de justicia penal ha restado
poder a la capacidad de las mujeres de organizarse colec-
tivamente para poner fin a la violencia y ha depositado
este poder en el Estado. El resultado es que las mujeres
que buscan reparación en el sistema de justicia penal se
sienten desprovistas de poder y alienadas. También ha
promovido un enfoque individualista para poner fin a la
violencia, de modo que la única forma en que la gente
piensa que puede intervenir para detener la violencia es
llamando a la policía. Esta tendencia ha hecho que de-
jemos de centrarnos en desarrollar las formas en que
las comunidades puedan responder colectivamente a la
violencia.

·
En los últimos años, las corrientes mayoritarias del
movimiento anticarcelario han llamado la atención
sobre el impacto negativo de la criminalización y del
aumento del complejo industrial carcelario. Les activis-
tas que buscan revertir la ola de encarcelamiento masi-
vo y la criminalización de las comunidades pobres y de
color no siempre han centrado el género y la sexualidad
en su análisis u organización; por ello, no siempre he-
mos respondido adecuadamente a las necesidades de
lxs sobrevivientes de la violencia doméstica y sexual.
1) Por lo general, les activistas que luchan contra la impuni-
dad policial y las prisiones se han organizado en torno a los
hombres de color y los han conceptualizado como las prin-
cipales víctimas de la violencia estatal. Las mujeres presas
y sometidas a la brutalidad policial han quedado invisi-
bilizadas por este énfasis en la guerra contra nuestros
hermanos y nuestros hijos. No se ha considerado que
las mujeres se ven tan afectadas por la violencia del Es-
tado como los hombres. La situación de las mujeres que
han sido violadas por sus carceleros o por funcionarios
del INS195, por ejemplo, no ha recibido la suficiente aten-
ción. Además, las mujeres soportan la carga de cuidar a
232 la familia extendida cuando sus familiares y otres miem-
bres de la comunidad son criminalizades y encerrades.
Se han creado varias organizaciones para defender a las
mujeres presas; sin embargo, estos grupos han sido fre-
cuentemente marginados dentro de las corrientes prin-
cipales del movimiento contra las prisiones.
2) El movimiento anticarcelario no ha adoptado estrategias
para hacer frente a las formas de violencia rampante que
enfrentan las mujeres en su vida cotidiana, como el acoso
callejero, el acoso sexual en el trabajo, las violaciones y
los abusos en la pareja. Hasta que no se desarrollen es-
tas estrategias, muchas mujeres se sentirán defraudadas
por el movimiento. Es más, al no buscar alianzas con el
movimiento antiviolencia, el movimiento anticarcelario

195 N de T: El Servicio de Inmigración y Naturalización (Immigration


and Naturalization Service, INS) fue una agencia del gobierno de Esta-
dos Unidos encargada de deportar inmigrantes indocumentades. Se
fundó en 1933 y en 2003 fue sustituida por ICE, el Servicio de Control
de Inmigración y Aduanas (Immigration and Customs Enforcement).
ha enviado el mensaje de que es posible la liberación de
las comunidades sin buscar el bienestar y la seguridad
de las mujeres.
3) El movimiento anticarcelario no se ha organizado de ma-
nera suficiente en torno a las formas de violencia estatal
que viven las comunidades LGBTI. La juventud LGBTI en si-
tuación de calle y la población trans en general son par-
ticularmente vulnerables frente a la brutalidad policial
y a la criminalización. A les preses LGBTI se les niegan
derechos humanos básicos como las visitas familiares
de parejas del mismo sexo y se vigilan y castigan las re-
laciones consentidas entre personas del mismo sexo en
la cárcel.
4) Aunque les abolicionistas de la prisión hemos señalado
correctamente que los violadores y asesinos seriales son un
porcentaje pequeño de la población carcelaria, no hemos
respondido a la pregunta de cómo se deberían abordar es-
tos casos. La incapacidad de responder a esta pregunta ha
sido interpretada por muches activistas anti-violencia como 233
una falta de preocupación por la seguridad de las mujeres.
5) Las diversas alternativas al encarcelamiento que han de-
sarrollado les activistas contra la prisión no han proporcio-
nado, en general, un mecanismo suficiente de seguridad y
rendición de cuentas para las sobrevivientes de violencia
sexual y doméstica. Estas alternativas se basan a menu-
do en una noción romántica de las comunidades, que
todavía tienen que demostrar su compromiso y capaci-
dad para mantener a las mujeres y les niñes a salvo o
abordar seriamente el sexismo y la homofobia que es-
tán profundamente arraigados en ellas.

·
Llamamos a los movimientos por la justicia social ocu-
pados en poner fin a la violencia en todas sus formas a:
1) Desarrollar respuestas comunitarias a la violencia que no
se apoyen en el sistema de justicia criminal Y que tengan me-
canismos que aseguren la seguridad y la responsabilización
para les sobrevivientes de violencia sexual y doméstica. Las
prácticas transformativas que emergen de las comunida-
des locales deberían ser documentadas y diseminadas para
promover respuestas colectivas ante la violencia.
2) Evaluar críticamente el impacto del financiamiento
estatal a las organizaciones de justicia social y desarro-
llar estrategias alternativas de recaudación de fondos para
apoyar a estas organizaciones. Desarrollar estrategias
colectivas de financiación y organización en las organi-
zaciones contra la prisión y la violencia. Desarrollar es-
trategias y análisis que apunten específicamente a las
formas estatales de violencia sexual.
3) Trazar conexiones entre la violencia interpersonal, la
violencia infligida por las instituciones estatales nacio-
nales (como las cárceles, los centros de detención, los
manicomios y los servicios de protección infantil) y la
violencia internacional (como la guerra, la prostitución
en las bases militares y las pruebas nucleares).
234
4) Desarrollar un análisis y unas estrategias para acabar
con la violencia que no aíslen los actos individuales de vio-
lencia (ya sean cometidos por el Estado o por individuos) de
sus contextos más amplios. Estas estrategias deben abor-
dar cómo comunidades enteras de todos los géneros se
ven afectadas de múltiples maneras tanto por la violen-
cia estatal como por la violencia de género interpersonal.
En la cárcel, las mujeres maltratadas representan una
intersección entre la violencia estatal y la interpersonal
y, como tales, ofrecen una oportunidad para que ambos
movimientos construyan coaliciones y luchas conjuntas.
5) Situar a las mujeres de color pobres y de clase trabaja-
dora en el centro de sus análisis, prácticas organizativas y
desarrollo de liderazgos. Reconocer el impacto que tienen
la opresión económica, la “reforma” de la seguridad so-
cial y los ataques a los derechos de las trabajadoras en el
aumento de la vulnerabilidad de las mujeres a todas las
formas de violencia, y situar la lucha contra la violencia y
contra las cárceles junto a los esfuerzos por transformar
el sistema económico capitalista.
6) Centrar nuestros esfuerzos de organización en las his-
torias de violencia estatal cometidas contra las mujeres de
color.
7) Oponerse a los cambios legislativos que promueven la
expansión de las cárceles, la criminalización de las comu-
nidades pobres y de color y, por tanto, la violencia esta-
tal contra las mujeres de color, incluso si estos cambios
también incorporan medidas de apoyo a las víctimas de
violencia de género interpersonal.
8) Promover una educación política holística en el día a
día en nuestras comunidades, centrada específicamen-
te en cómo la violencia sexual contribuye a reproducir
la sociedad colonial, racista, capitalista, heterosexista y
patriarcal en la que vivimos, y también en cómo la vio-
lencia estatal produce violencia interpersonal en las
comunidades. 235

9) Desarrollar estrategias de movilización contra el sexis-


mo y la homofobia DENTRO de nuestras comunidades para
mantener la seguridad de las mujeres.
10) Desafiar a los hombres de color y a todos los hombres
en los movimientos de justicia social a que asuman la res-
ponsabilidad concreta de organizarse y hacer frente a la
violencia de género en sus comunidades como estrate-
gia principal para combatir la violencia y el colonialismo.
Desafiamos a los hombres a que afronten cómo sus
propias historias de victimización han obstaculizado su
capacidad para conseguir la justicia de género en sus
comunidades.
11) Conectar la lucha por la transformación personal y la
sanación con la lucha por la justicia social.
Buscamos construir movimientos que no sólo termi-
nen con la violencia, sino que construyan una sociedad
basada en la libertad radical, la responsabilidad mutua
y la reciprocidad apasionada. En esta sociedad, la segu-
ridad y el bienestar no se basarán en la violencia o en
la amenaza de violencia; se basarán en un compromiso
colectivo para garantizar la supervivencia y el cuidado de
todas las personas.

236
Apoyan

ORGANIZACIONES:
American Friends Service Committee
Arab Women’s Solidarity Association, North America
Arab Women’s Solidarity Association, San Francisco
Chapter
Arizona Prison Moratorium Coalition
Asian Women’s Shelter
Audre Lorde Project
Black Radical Congress
Break the Chains
California Coalition for Women Prisoners
CARA / Communities Against Rape and Abuse (Seattle)
Center for Human Rights Education
Center for Immigrant Families
Center for Law and Justice 237
Coalition of Women from Asia and the Middle East
Colorado Progressive Alliance
Committee Against Anti-Asian Violence (New York)
Direct Action Against Refugee Exploitation (Vancouver)
East Asia-US-Puerto Rico Women’s Network Against
Militarism
Institute of Lesbian Studies
Justice Now
Korean American Coalition to End Domestic Abuse
Lavender Youth Recreation & Information Center (San
Francisco)
Legal Services for Prisoners with Children
Minnesota Black Political Action Committee
National Coalition Against Domestic Violence
National Coalition of Anti-Violence Projects
National Network for Immigrant and Refugee Rights
Northwest Immigrant Rights Project (Seattle)
Pennsylvania Lesbian and Gay Task Force
Prison Activist Resource Center
Project South
San Francisco Women Against Rape
Shimtuh Korean Domestic Violence Program
Sista II Sista
Southwest Youth Collaborative (Chicago)
Spear and Shield Publications, Chicago
Women of All Red Nations
Women of Color Resource Center
Youth Ministries for Peace and Justice (Bronx)

PERSONAS:
Debra M. Akuna
Gigi Alexander
Jiro Arase
Helen Arnold, Office of Sexual Misconduct Prevention &
Education, Columbia University
238
Molefe Asante, Temple University
Rjoya K. Atu
Karen Baker, National Sexual Violence Resource Center
Rachel Baum, National Coalition of Anti-Violence Projects
Elham Bayour, Women’s Empowerment Project (Gaza,
Palestine)
Zoe Abigail Bermet
Eulynda Toledo-Benalli, Dine’ Nation, First Nations North
& South
Diana Block, California Coalition for Women Prisoners
Marilyn Buck, Political Prisoner
Lee Carroll, National Coalition Against Domestic Violence
Emma Catague, API Women & Safety Center
Ann Caton, Young Women United
mariama changamire, Department of Communication,
University of Massa chusetts–Amherst
Eunice Cho, National Network for Immigrant and Refu-
gee Rights
Sunjung Cho, KACEDA and Asian Community Mental
Health Services
Christina Chu
Dorie D. Ciskowsky
Cori Couture, BAMM
Kimberlé W. Crenshaw, UCLA Law School
Gwen D’Arcangelis
Shamita Das Dasgupta, Manavi, Inc.
Angela Y. Davis, University of California–Santa Cruz
Jason Durr, University of Hawaii School of Social Work
Michael Eric Dyson, University of Pennsylvania
Siobhan Edmondson
Michelle Erai, Santa Cruz Commission for the Prevention
of Violence Against Women
Samantha Francois
Edna Frantela, National Coalition Against Domestic
Violence
Loretta Frederick, Battered Women’s Justice Project
239
Arnoldo Garcia, National Network for Immigrant and Re-
fugee Rights
Dionne Grigsby, University of Hawaii Outreach College
Lara K. Grimm
Elizabeth Harmuth, Prison Activist Resource Center
Will Harrell, ACLU of Texas
Sarah Hoagland, Institute of Lesbian Studies
Katayoun Issari, Family Peace Center (Hawaii)
Desa Jacobsson, Anti-Violence Activist (Alaska)
Joy James, Brown University
Leialoha Jenkins
Jamie Jimenez, Northwestern Sexual Assault education
Prevention Program
Dorothea Kaapana
Isabel Kang, Dorean American Coalition for Ending Do-
mestic Abuse
Valli Kanuha, Asian Pacific Islander Institute on Domestic
Violence
Mimi Kim, Asian Pacific Islander Institute on Domestic
Violence
Erl Kimmich
Paul Kivel, Violence Prevention Educator
M. Carmen Lane, Anti-Violence Activist
In Hui Lee, KACEDA
Meejeon Lee, Shimtuh & KACEDA
Beckie Masaki, Asian Women’s Shelter
Ann Rhee Menzie, SHIMTUH & KACEDA
Sarah Kim-Merchant, KACEDA
Patricia Manning, Alternatives to Violence Project (AVP)
Volunteer
Kristin Millikan, Chicago Metropolitan Battered Women’s
Network
Steven Morozumi, Programs Adviser, Univ. of Oregon
Multicultural Center
Soniya Munshi, Manavi
Sylvia Nam, KACEDA & KCCEB (Korean Community Cen-
240 ter of the East Bay)
Stormy Ogden, American Indian Movement
Margo Okazawa-Rey, Mills College
Angela Naomi Paik
Ellen Pence, Praxis
Karen Porter
Trity Pourbahrami, University of Hawaii
Laura Pulido, University of Southern California
Bernadette Ramog
Matt Remle, Center for Community Justice
Monique Rhodes, Louisiana Foundation Against Sexual
Assault
Lisa Richardson
Beth Richie, African American Institute on Domestic
Violence
David Rider, Men Can Stop Rape
Loretta Rivera
Alissa Rojers
Clarissa Rojas, Latino Alianza Against Domestic Violence
Paula Rojas, Refuio/Refuge (New York)
Tricia Rose, University of California–Santa Cruz
Katheryn Russell-Brown, University of Maryland
Ann Russo, Women’s Studies Program, DePaul University
Anuradha Sharma, Asian & Pacific Islander Institute on
Domestic Violence
David Thibault Rodriguez, South West Youth Collaborative
Roxanna San Miguel
Karen Shain, Legal Services for Prisoners with Children
Proshat Shekarloo, Oakland
Anita Sinha, attorney, Northwest Immigrant Rights
Project
Wendy Simonetti
Barbara Smith, founder, Kitchen Table Press
Matthea Little Smith
Natalie Sokoloff, John Jay College of Criminal Justice
- CUNY
241
Nikki Stewart
Nan Stoops
Theresa Tevaga
Kabzuag Vaj, Hmong American Women Association
Cornel West
Janelle White, Leanne Knot Violence Against Women
Consortium
Laura Whitehorn, former political prisoner
Sherry Wilson, Women of All Red Nations
Glenn Wong
Yon Soon Yoon, KACEDA
Mieko Yoshihama, University of Michigan School of So-
cial Work
Tukufu Zuberi, Center for Africana Studies, University of
Pennsylvania
Reformas reformistas versus medidas
abolicionistas para terminar con el
encarcelamiento
Este poster es una herramienta para evaluar y com-
prender las diferencias entre las reformas que fortale-
cen el encarcelamiento y los pasos abolicionistas que
reducen su impacto general y hacen crecer otras posibi-
lidades de bienestar. Mientras trabajamos para desman-
telar el encarcelamiento en todas sus formas, debemos
resistir las reformas comunes que crean o amplían las
cárceles en cualquier lugar, incluso bajo el pretexto de
“abordar necesidades” o como reemplazos “actualiza-
dos”. Las cárceles y prisiones privan a las comunidades
de recursos como atención médica y de salud mental,
transporte, alimentos y vivienda. En nuestras luchas, es
fundamental animar y contribuir estratégicamente a los
movimientos liderados por personas encarceladas, tan-
to para abordar las condiciones apremiantes como para
242
la abolición. En todas las estrategias de descarcelamien-
to, debemos utilizar tácticas que mejorarán la vida de
los más afectados y crearán espacio para construir los
mundos que nosotres necesitamos.
Puede esto... Reducir el número Reducir el número Crear recursos e Reforzar las capaci-
de personas en pri- de cárceles, pri- infraestructuras que dades de prevenir
sión, bajo vigilancia, siones, y vigilancia sean estables, pre- o dar respuesta
o bajo otros tipos en nuestras vidas ventivas y accesibles al daño y crear
de control estatal? cotidianas? sin contactar con la procesos para la
policía o la guardia responsabilidad
carcelaria? colectiva?

Construir cárceles NO. Si la construye- NO. Construir más NO. Añadir jaulas NO. Construir más
o prisiones en ron, la van a llenar! cárceles y prisiones se lleva recursos y cárceles y prisiones
respuesta a la Construir más aumenta el alcance fondos locales que consolida la lógica
sobrepoblación o el prisiones y cárceles del complejo indus- podrían dirigirse carcelaria de la
número creciente crea más jaulas, trial carcelario y las a infraestructuras responsabilidad.
de “nueves” presxs punto! infraestructuras de lideradas por las Son sitios que per-
(por ejemplo, lxs la prisión y la cárcel. comunidades. petúan la violencia y
migrantes) Crear nuevas jaulas el daño.
significa construir
algo que vamos a
tener que derribar
más adelante.
Construir cárceles y NO. La historia de NO. No existe tal NO. Los argumen- NO. Las prisiones y
prisiones “más cerca las prisiones es una cosa como una jaula tos a favor de las cárceles no permiten
de casa” o como al- historia de reformas. “humana”. Construir- cárceles “más cerca la responsabilidad.
ternativas “más agra- Las cárceles y prisio- las bajo la preten- de casa” refuerzan Son lugares que per-
dables”, “modernas”, nes que se proponen sión de responder a la idea de que las petúan la violencia y
“rehabilitantes” a las como mejoras a los daños que causa cárceles y la policía el daño.
cárceles y prisiones sitios o edificios exis- el encarcelamiento crean “seguridad” y
que ya existen. tentes expanden los refuerza las lógicas nos quitan la capa-
argumentos en pro de usar jaulas como cidad de construir
de la vida en la cárcel una solución a recursos que puedan
y la alargan. problemas sociales, crear bienestar.
económicos y
políticos.
Construir cárceles/ NO. Los recursos NO. Construir NO. El argumento en NO. Las prisiones y
prisiones que afirmadores de vida cárceles y prisiones pro de estas cárceles cárceles no permiten
“proveen servicios” no pueden ser pro- que encierran a po- y prisiones es que la responsabilidad.
243
para responder a vistos en espacios blaciones específicas proveen servicios es- Son sitios que per-
las necesidades de encarcelamiento. expande el alcance pecializados a través petúan la violencia y
de “poblaciones Estos “servicios” no del encarcelamien- del policiamiento, el daño, y solidifican
específicas”. disminuyen los nú- to, normalizando encarcelamiento, expectativas sociales
meros de personas la idea de que el y control. Los am- opresivas sobre el
encarceladas-man- cuidado puede y bientes de control y género, la sexualidad
tienen encarceladas debe estar acoplado violencia no pueden y la salud mental.
a las personas al policiamiento y proveer de cuidados.
de poblaciones encarcelamiento.
específicas.
Esfuerzos legislativos NO. Esta estrategia NO. Al insistir con la NO. Manufacturar NO. Estos esfuerzos
y de otro tipo para consolida la idea “necesidad” de que divisiones entre las reafirman la idea de
puntualizar algunas de que hay quienes algunas personas personas encarce- que algunas perso-
categorías de sen- “merecen” o “nece- estén encerradas, ladas, como más o nas son un “riesgo”
tenciamiento como sitan” estar encerra- estos esfuerzos for- menos “peligrosas” para la sociedad
“excepciones” des. Priorizar sólo a talecen y expanden limita nuestra y otras “merecen
cierta gente para ser el alcance de las pri- capacidad para crear otra oportunidad”,
liberada justifica la siones, cárceles y el apoyos y recursos fortaleciendo las
expansión. complejo industrial reales que sostengan lógicas de castigo sin
carcelario. a todas las personas. involucrarse con el
contexto de cómo se
da el daño.
Usar monitoreo NO. El monitoreo NO. El monitoreo NO. El e-encarcela- NO. El e-encarcela-
electrónico (arresto electrónico es una trae la cárcel, o miento significa que miento extiende la
domiciliario) y forma de control prisión o centro de los movimientos violencia y el daño
otras “alternativas” estatal. Hace crecer detención al interior regulares diarios del encarcelamiento
lideradas por la la frecuencia de del hogar de una están constantemen- hasta adentro de
policía, a las cárceles contacto con el persona, volviéndolo te vinculados a la los hogares y vidas
y prisiones. complejo industrial un espacio de encar- amenaza de arresto. cotidianas de las
carcelario para todes celamiento, lo que Esto no permite que personas. Ningún
les miembres de un genera un perjuicio las personas cons- aspecto del moni-
hogar, aumentando tanto psicológico truyan y mantengan toreo electrónico
la vulnerabilidad de como financiero. comunidades. crea sistemas de
personas ya sujetas responsabilidad o de
al policiamiento y la sanación.
vigilancia.
Puede esto... Reducir el número Reducir el número Crear recursos e Reforzar las capaci-
de personas en pri- de cárceles, pri- infraestructuras que dades de prevenir
sión, bajo vigilancia, siones, y vigilancia sean estables, pre- o dar respuesta
o bajo otros tipos en nuestras vidas ventivas y accesibles al daño y crear
de control estatal? cotidianas? sin contactar con la procesos para la
policía o la guardia responsabilidad
carcelaria? colectiva?
Construir cárceles y NO. La historia de NO. No existe tal NO. Los argumen- NO. Las prisiones y
prisiones “más cerca las prisiones es una cosa como una jaula tos a favor de las cárceles no permiten
de casa” o como al- historia de reformas. “humana”. Construir- cárceles “más cerca la responsabilidad.
ternativas “más agra- Las cárceles y prisio- las bajo la preten- de casa” refuerzan Son lugares que per-
dables”, “modernas”, nes que se proponen sión de responder a la idea de que las petúan la violencia y
“rehabilitantes” a las como mejoras a los daños que causa cárceles y la policía el daño.
cárceles y prisiones sitios o edificios exis- el encarcelamiento crean “seguridad” y
que ya existen. tentes expanden los refuerza las lógicas nos quitan la capa-
argumentos en pro de usar jaulas como cidad de construir
de la vida en la cárcel una solución a recursos que puedan
y la alargan. problemas sociales, crear bienestar.
económicos y
políticos.
Construir cárceles/ NO. Los recursos NO. Construir NO. El argumento en NO. Las prisiones y
prisiones que afirmadores de vida cárceles y prisiones pro de estas cárceles cárceles no permiten
“proveen servicios” no pueden ser pro- que encierran a po- y prisiones es que la responsabilidad.
para responder a vistos en espacios blaciones específicas proveen servicios es- Son sitios que per-
las necesidades de encarcelamiento. expande el alcance pecializados a través petúan la violencia y
de “poblaciones Estos “servicios” no del encarcelamien- del policiamiento, el daño, y solidifican
específicas”. disminuyen los nú- to, normalizando encarcelamiento, expectativas sociales
meros de personas la idea de que el y control. Los am- opresivas sobre el
encarceladas-man- cuidado puede y bientes de control y género, la sexualidad
tienen encarceladas debe estar acoplado violencia no pueden y la salud mental.
a las personas al policiamiento y proveer de cuidados.
de poblaciones encarcelamiento.
específicas.
Esfuerzos legislativos NO. Esta estrategia NO. Al insistir con la NO. Manufacturar NO. Estos esfuerzos
244 y de otro tipo para consolida la idea “necesidad” de que divisiones entre las reafirman la idea de
puntualizar algunas de que hay quienes algunas personas personas encarce- que algunas perso-
categorías de sen- “merecen” o “nece- estén encerradas, ladas, como más o nas son un “riesgo”
tenciamiento como sitan” estar encerra- estos esfuerzos for- menos “peligrosas” para la sociedad
“excepciones” des. Priorizar sólo a talecen y expanden limita nuestra y otras “merecen
cierta gente para ser el alcance de las pri- capacidad para crear otra oportunidad”,
liberada justifica la siones, cárceles y el apoyos y recursos fortaleciendo las
expansión. complejo industrial reales que sostengan lógicas de castigo sin
carcelario. a todas las personas. involucrarse con el
contexto de cómo se
da el daño.
Usar monitoreo NO. El monitoreo NO. El monitoreo NO. El e-encarcela- NO. El e-encarcela-
electrónico (arresto electrónico es una trae la cárcel, o miento significa que miento extiende la
domiciliario) y forma de control prisión o centro de los movimientos violencia y el daño
otras “alternativas” estatal. Hace crecer detención al interior regulares diarios del encarcelamiento
lideradas por la la frecuencia de del hogar de una están constantemen- hasta adentro de
policía, a las cárceles contacto con el persona, volviéndolo te vinculados a la los hogares y vidas
y prisiones. complejo industrial un espacio de encar- amenaza de arresto. cotidianas de las
carcelario para todes celamiento, lo que Esto no permite que personas. Ningún
les miembres de un genera un perjuicio las personas cons- aspecto del moni-
hogar, aumentando tanto psicológico truyan y mantengan toreo electrónico
la vulnerabilidad de como financiero. comunidades. crea sistemas de
personas ya sujetas responsabilidad o de
al policiamiento y la sanación.
vigilancia.
Puede esto... Reducir el número Reducir el número Crear recursos e Reforzar las capaci-
de personas en pri- de cárceles, pri- infraestructuras que dades de prevenir
sión, bajo vigilancia, siones, y vigilancia sean estables, pre- o dar respuesta
o bajo otros tipos en nuestras vidas ventivas y accesibles al daño y crear
de control estatal? cotidianas? sin contactar con la procesos para la
policía o la guardia responsabilidad
carcelaria? colectiva?
“Asociaciones” pú- NO. Estos servicios NO. Esto expande NO. Estos programas NO. Los procesos de
blico/privadas para trasladan a las el alcance del requieren moverse “justicia” ordenados
contratar servicios personas de un local encarcelamiento, al a través del sistema por un tribunal y
que replican las bajo llave a otro local agregarse al sistema policial y judicial para gestionados por la
condiciones de que generalmente más grande. Éste acceder a cualquier policía conllevan
encarcelamiento. tiene reglas similares es particularmente servicio que pueda amenazas para
y con la amenaza de el caso cuando estar disponible allí. lxs participantes
volver a la cárcel o a las asociaciones similares a las del
la prisión rondando. replican y expanden complejo industrial
las lógicas y reglas carcelario más
de las cárceles y amplio. No necesa-
prisiones, en lugar riamente incluyen
de cuestionarlas procesos signifi-
intencionalmente. cativos para crear
responsabilidad o
herramientas para
prevenir futuros
daños.
Descarceralización- o SÍ. La descarcela- SÍ. Al despriorizar y SÍ. Como parte del SÍ. Cuando trabaja-
reducir el número de rización saca a las deslegitimar las cár- organizamiento abo- mos para disminuir
personas en cárceles personas de las celes, prisiones, y sis- licionista debemos la lógica carcelaria,
y prisiones. prisiones y las cár- temas relacionados enfocarnos en que la podemos acoplar
celes, y del control reducimos la idea del gente salga mientras nuestro trabajo por
estatal directo, con sentido común de construimos fuertes la descarceralización
el objetivo de apoyar que son necesarias infraestructuras de con otras formas
a las personas para y/o “efectivas”. apoyo. de respuesta a y
que se mantengan prevención del daño.
afuera. Invertir en una in- 245
crementará nuestras
capacidades para
la otra.
Cerrar las cárceles y SÍ. Al reducir el SÍ. Cuando cerramos SÍ, cuando nos SÍ. Nuestro trabajo
prisiones existentes número de jaulas, una cárcel o prisión y organizamos para para cerrar las
sin reemplazarlas. podemos reducir el no la reemplazamos ello. Cuando lucha- cárceles y prisiones
número de personas con otro sistema mos por cerrar las y mantenerlas cerra-
dentro de ellas. carcelario, hacemos cárceles y prisiones das es un paso hacia
mella en la idea podemos abrir cami- desplazar el enfoque
de que las jaulas no para desfinanciar hacia responder a
resuelven problemas el encarcelamiento y prevenir el daño
sociales, políticos y e invertir localmente sin violencia y volcar
económicos. en infraestructuras recursos hacia ese
que apoyen y sosten- esfuerzo.
gan a la gente. La
abolición es también
una estrategia de
CONSTRUCCIÓN.
Rechazar el gasto SÍ. Casi todos los SÍ. Al rechazar el SÍ. Cuando SÍ. Cuando
gubernamental en proyectos de inver- gasto en cárceles y rechazamos el rechazamos el
la construcción, sión incluyen mejo- prisiones, rechaza- financiamiento para financiamiento para
renovación y expan- ras que apoyan los mos el argumento cárceles y prisiones, cárceles y prisiones,
sión de cárceles y argumentos a favor de sentido común de esto puede crear esto puede crear
prisiones. de los “beneficios” que son necesarias y oportunidades oportunidades
del encarcelamiento. reducimos el alcance para desfinanciar el para desfinanciar el
del sistema. encarcelamiento e encarcelamiento e
invertir en infraes- invertir en infraes-
tructuras localmente tructuras localmente
que apoyen y sosten- que apoyen y sosten-
gan a la gente. gan a la gente.
Puede esto... Reducir el número Reducir el número Crear recursos e Reforzar las capaci-
de personas en pri- de cárceles, pri- infraestructuras que dades de prevenir
sión, bajo vigilancia, siones, y vigilancia sean estables, pre- o dar respuesta
o bajo otros tipos en nuestras vidas ventivas y accesibles al daño y crear
de control estatal? cotidianas? sin contactar con la procesos para la
policía o la guardia responsabilidad
carcelaria? colectiva?
Reducir el poli- SÍ. El policiamiento SÍ. El policiamiento SÍ. Cuando luchamos SÍ. El policiamiento
ciamiento y el alimenta el encarce- es una justificación por reducir el contac- no previene el
contacto con la lamiento, y es una para el encarcela- to y el financiamien- daño, sino que de
policía en general, y parte importante de miento. Al reducir to de la policía, pode- hecho lo causa.
el policiamiento de los sistemas de con- el contacto con la po- mos liberar recursos Luchar por reducir el
la “calidad de vida” trol. Reducir el con- licía, la legitimidad y estatales. Podemos policiamiento provee
específicamente. tacto con la policía poder de las cárceles organizar presupues- oportunidades para
reduce el número de y prisiones pueden to para infraestruc- que las comunidades
personas atrapadas ser reducidos. turas lideradas por inviertan en sistemas
en el sistema judicial la comunidad que que prevengan
penal. están desacopladas el daño y creen
del policiamiento. responsabilidad.
Debemos eliminar
todas las formas del
policiamiento de los
servicios sociales y
comunitarios.
Crear servicios y SÍ. El acceso a servi- SÍ. Los servicios SÍ. Cuando creamos SÍ. Que se cubran las
estructuras volun- cios que responden voluntarios que servicios e infraes- necesidades de las
tarias, accesibles y a necesidades que son mantenidos e tructuras que están personas en formas
mantenidas por la las personas articu- informados por la desacopladas del determinadas y
comunidad. lan por sí mismas comunidad le quitan policiamiento y el lideradas por la
puede reducir la poder a las cárceles encarcelamiento, de- comunidad previene
vulnerabilidad al y prisiones al sacar el sarrollamos sistemas el daño. Al reforzar
contacto con la foco del encarcela- con el potencial de recursos que respon-
policía y prevenir el miento como solu- responder a las ne- den al daño sin repli-
daño, al mismo tiem- ción a los problemas cesidades complejas car el daño, creamos
246 po que construye sociales, económicos de las personas de oportunidades para
sitios para la auto y políticos. forma consistente, lo la responsabilidad
determinación. que crea confianza. en la comunidad, en
vez del castigo y el
aislamiento.
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