Derecho de Contratos
Derecho de Contratos
Derecho de Contratos
CAPÍTULO I
EL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL.
Msc. Teresa DELGADO VERGARA
1 – LA FORMACIÓN DEL CONCEPTO DE CONTRATO.
2 – CONCEPTO DE CONTRATO.
3 – LA ESENCIA DEL CONTRATO COMO INSTITUCIÓN JURÍDICA.
4 - LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD EN MATERIA CONTRACTUAL.
5 – EL CONTRATO COMO ACTO Y COMO NORMA: LA LEX PRIVATA.
6 – TRANSFORMACIONES CONTEMPORÁNEAS DEL DERECHO DE CONTRATOS
– BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO II
JUSTICIA CONTRACTUAL: PRINCIPIOS DE LA BUENA FE Y
DEL JUSTO EQUILIBRIO DE LAS PRESTACIONES EN
LA CONTRATACIÓN.
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ
1 – GENERALIDADES.
2 – EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE COMO MÁXIMA INSPIRADORA
DE LAS NORMAS CONTRACTUALES.
2.1 – Delimitación del concepto de buena fe.
2.2 – El principio de la buena fe en el Derecho en general y especialmente en la contratación.
2.3 – La buena fe en el sistema contractual cubano.
3 – EL PRINCIPIO DEL JUSTO EQUILIBRIO CONTRACTUAL.
3.1 – La equidad y la justicia contractual.
3.2 – Esencia del justo equilibrio como principio contractual.
3.3 – El justo equilibrio y el ordenamiento jurídico cubano.
– BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO III
REQUISITOS DEL CONTRATO.
Msc. Caridad del C. VALDÉS DÍAZ
1 – GENERALIDADES.
2 – ELEMENTOS DEL CONTRATO.
3 – ELEMENTOS ESENCIALES.
3.1 – Elemento esencial subjetivo: el consentimiento.
3.1.1 – La llamada autocontratación en relación con el consentimiento contractual.
3.2 – Elementos esenciales comunes objetivos: objeto, causa y forma.
4 – ELEMENTOS ACCIDENTALES.
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO IV
1
CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS.
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ
1 – GENERALIDADES.
2 – LA CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS DESDE LA ÓPTICA
DE DIVERSOS AUTORES.
2.1 – Clasificación de GIORGI.
2.2 – Clasificación de LEHR.
2.3 – Clasificación de PLANIOL.
2.4 – Clasificación de Betti.
3 – DE LOS DISTINTOS TIPOS DE CONTRATOS.
3.1 – Contratos unilaterales y bilaterales.
3.1.1 – Contratos bilaterales imperfectos.
3.1.2 – Función práctica de la clasificación.
3.1.3 – Contrato Plurilateral.
3.2 – Contratos onerosos y gratuitos.
3.2.1 – Contratos onerosos: concepto, características y subclasificación.
3.2.2 – Contratos gratuitos: concepto.
3.2.3 – Trascendencia práctica de los contratos onerosos y gratuitos.
3.3 – Contratos consensuales, reales, formales y solemnes.
3.3.1 – Contrato consensual.
3.3.2 – Contrato real.
3.3.2.1 – Distinción entre contrato real y contrato con efecto real.
3.3.3 – Contrato formal y solemne.
3.3.3.1 – Interés práctico de la anterior clasificación.
3.4 – Contratos principales y accesorios.
3.4.1 – Contrato derivado.
3.4.2 – Importancia práctica de la clasificación.
3.5 – Contratos nominados e innominados.
3.6 – Contratos típicos y atípicos.
3.6.1 – Admisibilidad y validez de los contratos atípicos.
3.6.2 – Clasificación de los contratos atípicos.
3.6.3 – Disciplina jurídica de los contratos atípicos.
3.7 – Contratos “intuitu personae” e “impersonales”.
3.7.1 – Importancia práctica de esta clasificación.
3.8 – Contratos de ejecución inmediata o diferida y de ejecución instantánea
o de tracto sucesivo.
3.8.1 – Importancia práctica de esta clasificación
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO V
FORMACIÓN DEL CONTRATO.
Msc. Dagniselys TOLEDANO CORDERO
1 – CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
2 – DE LOS DISTINTOS PROCEDIMIENTOS DE FORMACIÓN DEL CONTRATO.
2.1 – Los tratos preliminares y la responsabilidad precontractual.
2.1.1 – Los tratos preliminares.
2.1.2 – La responsabilidad precontractual: concepto y requisitos.
2
2.1.2.1 – Fundamento jurídico de la responsabilidad precontractual.
2.1.2.2 – Alcance del resarcimiento de la responsabilidad precontractual.
2.2 – Concurrencia de la oferta y la aceptación.
2.2.1 – La oferta: concepto y requisitos.
2.2.1.1 – Retirada y revocación de la oferta.
2.2.2 – La aceptación: conceptos y requisitos.
2.2.2.1 – Revocación de la aceptación.
2.2.3 – El momento de perfección del contrato.
2.2.4 – El lugar de perfección del contrato.
2.3 – La subasta y el concurso como procedimientos de formación.
2.3.1 – La subasta: concepto y clases.
2.3.2 – El concurso: concepto.
2.4 – La figura del precontrato.
2.5 - El contrato por adhesión: concepto y notas distintivas.
2.5.1 – Naturaleza jurídica de los contratos por adhesión.
3 – LA FORMACIÓN DEL CONTRATO EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO
CUBANO.
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO VI
EL CONTENIDO DEL CONTRATO.
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ
1 – CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
2 – DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL CONTENIDO DEL CONTRATO.
3 – LAS REGLAS CONTRACTUALES DE CONDUCTA.
4 – DE LAS FUENTES DEL CONTENIDO DEL CONTRATO.
5 – LA PREDISPOSICIÓN DEL CONTENIDO DEL CONTRATO.
5.1 – Los contratos reglamentados o dictados.
5.2 – Los contratos normativos.
5.3 – Los contratos forzosos o impuestos.
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO VII
LA MODIFICACIÓN DEL CONTRATO.
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ
1 – CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
2 – LA MODIFICACIÓN CONVENCIONAL DEL CONTRATO.
2.1 – La cesión de contrato: concepto, requisitos y naturaleza jurídica
2.1.1 – Efectos de la cesión de contrato.
2.1.2 – Distinción entre cesión de contrato y el subcontrato.
2.1.3 – La cesión de contrato y el Derecho Positivo cubano.
3 – LA MODIFICACIÓN DEL CONTRATO POR REVISIÓN JUDICIAL.
3.1 – De las teorías que fundamentan la revisión del contrato.
3.1.1 – Teoría de la imprevisión.
3.1.2 – Teoría de la excesiva onerosidad de la prestación.
3.1.3 – Teoría de la base del negocio.
3.1.4 – Teoría del vicio funcional de la causa.
3
3.1.5 – Principios Generales como fundamento de la revisión del contrato.
3.1.5.1 – La buena fe.
3.1.5.2 – La lesión contractual.
3.1.5.3 – El enriquecimiento indebido
3.1.5.4 – El abuso de derecho.
3.1.6 – La cláusula rebus sic stantibus.
3.2 – La revisión del contrato.
3.2.1 – Quién realiza la revisión del contrato
3.3 – Los efectos del cambio sobreviniente de circunstancias.
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO VIII
DE LA INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN CONTRACTUAL.
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO
1– DE LA INTERPRETACIÓN CONTRACTUAL.
1.1 – INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS. PRINCIPIOS GENERALES.
1.1.1 – Concepto y función de la interpretación del contrato.
1.1.2 – Interpretación del contrato e interpretación de la ley: zonas de acercamiento y de
distanciamiento.
1.1.3 – Interpretación y calificación del contrato.
1.1.4 – Tipos de interpretación: Interpretación subjetiva e interpretación objetiva.
1.1.5 – Criterio de nuestro Código Civil.
1.1.6 – La interpretación contractual atendiendo a los sujetos que intervienen.
1.1.7 - Principales reglas de interpretación contractual.
1.1.7.1 – In claris non fit interpretatio.
1.1.7.2 – Búsqueda de la común y real voluntad de las partes voluntas spectanda
1.1.7.3 – Conservación del contrato.
1.1.7.4 – El canón hermenéutico de la totalidad.
1.1.7.5 – Interpretatio contra proferentem.
1.1.7.6 - Buena fe.
1.1.8 – Interpretación y casación.
1.1.9 – Especial referencia a la interpretación integradora del contrato.
1.2 – INTERPRETACIÓN DE LAS CONDICIONES GENERALES DE
LOS CONTRATOS.
1.2.1 – Particularidades que ofrece la interpretación de las condiciones generales de los contratos.
1.2.2 – Reglas para la interpretación.
1.2.2.1 – Regla de la prevalencia.
1.2.2.2 – Regla de la condición más beneficiosa.
1.2.2.3 – Regla de la condición más importante.
1.2.2.4 – Regla de la interpretación contra preferentem.
1.2.2.5 – Regla de la interpretación restrictiva
2 – DE LA INTEGRACIÓN CONTRACTUAL.
2.1 – Concepto y función de la integración del contrato.
2.2 – Integración, Interpretación, Interpretación integradoras.
Razones para distinguirlas.
- BIBLIOGRAFÍA.
CAPÍTULO IX
4
DE LA EFICACIA CONTRACTUAL I. PRINCIPIOS GENERALES.
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO
CAPÍTULO X
DE LA EFICACIA CONTRACTUAL II. ESPECIAL REFERENCIA AL
CONTRATO A FAVOR DE TERCERO.
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO
5
1 – DEL CONTRATO A FAVOR DE TERCERO. CONSTRUCCIÓN DOGMATICA
1.1 – Generalidad o excepcionalidad de la figura.
1.2 – Naturaleza de la estipulación a favor de tercero.
1.2.1 – La estipulación como tipo contractual.
1.2.2 – La estipulación como pacto que, en principio, puede incluirse en cualquier contrato.
1.2.2.1 – Admisión del contrato – estipulación en la doctrina moderna.
2 – REQUISITOS.
2.1 – Requisitos subjetivos.
2.1.1 – Partes contractuales: estipulante y promitente.
2.1.1.1 – Capacidad.
2.1.2 – Tercero Beneficiario.
2.1.2.1 – Momento de la designación.
2.1.2.2 – Capacidad,
2.1.2.3 – Determinación.
2.1.2.3.1 – Legitimados para determinarlos.
2.1.2.4 – Tercero futuro.
2.1.2.5 – Distinción del adjectus solutionis gratia, y de otros terceros en supuestos
contractuales.
2.1.2.6 – Del derecho a favor del tercero.
2.1.2.6.1 – Distintas teorías esgrimidas sobre su naturaleza.
2.1.2.6.2 – De la adquisición del derecho por el tercero, rol de la aceptación.
2.1.2.6.2.1 – Naturaleza de la aceptación.
2.1.2.6.2.2 – Forma.
3.2.6.2.2.1 – La presunción iuris tantum de aceptación contenida en el artículo 316-2 del Código Civil
cubano.
2.1.2.6.2.3 – Destinatarios de la aceptación.
2.2 – Requsitos objetivos.
2.3 – Requisitos formales.
3 – SISTEMA DE RELACIONES.
3.1 – Relación de cobertura.
3.2 – Relación de valuta.
3.2.1 – Causa de la atribución patrimonial a favor de tercero: a) causa donandi; b) causa credendi; c) causa
solvendi.
3.2.2 – Relación de ejecución o de tercero.
3.2.2.1 – Acciones del beneficiario frente al promitente.
3.2.2.2 – Excepciones del promitente frente al beneficiario.
4 – CAUSAS EXTINTIVAS.
4.1 – Ineficacia del contrato – base.
4.2 – Renuncia del tercero.
4.3 – Revocación de la estipulación.
4.3.1 – Naturaleza Jurídica.
4.3.2 – Forma.
4.3.3 – Modalidades.
4.4.4 – Titularidad del poder de revocación.
4.5.5 – Efectos.
BIBLIOGRAFÍA.
6
CAPÍTULO I
EL NEGOCIO JURÍDICO CONTRACTUAL
Sumario:
La voz contrato proviene del latín contractus que a su vez es participio del verbo contrahere,
el cual significaba “lo contraído”; por tanto, no era más que la situación que daba origen a un
vinculum iuris de carácter especial, este es la obligatio. Para que esta existiera era preciso que
los actos que dieran lugar a ella tuvieran un connotado carácter ritual y solemne. El ordenamiento
jurídico no daba fuerza obligatoria más que a un numerus clausus de contratos; no se concebía el
contrato como una categoría general.
El primer contrato que conoció el Derecho Romano fue la stipulatio, o sea, la promesa sujeta
a rituales o formalidades. Esto impedía otorgar eficacia obligatoria a todos los pactos o
convenciones que no habían sido realizados bajo la rígida regla de la solemnidad en la
transacción.
Posteriormente aparecen los contratos que conocemos como reales, en tanto exigían la
entrega de la cosa (mutuo, depósito), y más adelante los consensuales como consecuencia de la
flexibilización que va experimentando el uso de la forma dado el desarrollo comercial de la
sociedad romana. Pero ello no significa que la idea de contrato en este sistema, responda a la
noción actual. Ni siquiera en el Derecho justinianeo en el que son aceptados los contratos
innominados (do ut des, do ut facias, facio ut des, facio ut facias) puede considerarse que el
contrato en Roma responda a los esquemas teóricos actuales.
Es el Derecho Canónico el que ejerce una influencia mucho mayor en la formación del
concepto moderno de contrato. Los canonistas otorgan un relevante valor al consenso y
establecen la idea de que en la voluntad está la fuente de la obligación, sustentado ello en los
preceptos religiosos de fidelidad a la palabra dada y de la obligación moral de ser veraces en lo
que se pacta. La matriz del principio de la buena fe y del pacta sunt servanda, es esencialmente
canonista.
1
El ius mercatorum, como incipiente Derecho Mercantil impuso la necesidad de flexibilizar las transacciones para
agilizar el tráfico según las necesidades concretas de los mercaderes.
7
También es notable la influencia del voluntarismo jurídico y de la Escuela del Derecho
Natural racionalista dado que refuerzan el paradigma de la voluntad como fuerza generadora per
se de las obligaciones. Resultado del voluntarismo jurídico es el principio según el cual, por
cualquier forma que el hombre quiera obligarse quedará obligado 2. Este axioma fue consagrado
en el Ordenamiento de Alcalá en 1340.
En los siglos XVII y XVIII, con la Escuela del Derecho Natural se llega a que el fundamento
del vínculo obligatorio está en la libre voluntad de los contratantes y en el respeto a la palabra
dada, tomando como punto de partida el racionalismo y el individualismo jurídico.
Pero esta construcción jurídica del contrato como fenómeno volitivo-jurídico sufre sucesivas
erosiones que analizaremos infra, dadas fundamentalmente por las transformaciones que en el
orden económico ha experimentado la sociedad desde el siglo pasado y por las condiciones
histórico-concretas de las formaciones económico-sociales en particular, pero siempre teniendo en
cuenta que el contrato es la categoría que, en el orden jurídico, expresa lo que ocurre en el
ámbito económico, al ser el cauce para el intercambio de bienes y servicios entre las personas.
2. Concepto de contrato
El contrato, lato sensu, es todo acuerdo de voluntades tendente a producir efectos jurídicos.
En ese acuerdo subyace obviamente un intercambio económico, por lo que se ha afirmado que el
contrato es la veste jurídica de una operación económica 3. Esto evidencia el carácter patrimonial
de la relación contractual, es decir, todo contrato tiene prestaciones susceptibles de valoración
económica determinables en mayor o menor medida. La patrimonialidad de la prestación
constituye nota esencial de ese peculiar acuerdo de voluntades llamado contrato.
“El contrato es un acto jurídico bilateral para cuya existencia se requiere (...) la manifestación
de voluntad de dos o más personas; las que, reconociendo distintas causas y tendientes a
diferentes fines, han de coincidir necesariamente para formar el consentimiento (...) del que se ha
de derivar los efectos obligatorios de la manifestación de voluntad: todo consentimiento, en este
2
Por primera vez se establece el principio de que solus consensus obligat, que llega realmente a consagrarse como principio
dogmático de Derecho Natural.
3
Vid. LASARTE, Carlos, Principios de Derecho Civil, Tomo III, Editorial Trivium, Cuarta ed., s.f., p. 6.
8
sentido, resultará obligatorio, aunque no todo contrato reconocerá como base de su eficacia el
mero consentimiento.” (sic)4
Lo que sí queda claro es que cualquier intento de definir el contrato no puede prescindir de
dos ideas fundamentales: la voluntad y la relación jurídica obligatoria. Con razón se afirma que es
el contrato la principal fuente de obligaciones, en tanto es el poder jurígeno de la voluntad
humana, el que crea un vínculo obligacional en el que las partes quedan inmersas porque así lo
han decidido; pero además pueden, en virtud de la fuerza de sus voluntades, modificar o extinguir
tal vínculo del mismo modo que lo hicieron nacer a la vida jurídica, o sea, de manera concordante
y bilateral.5
Este concepto aparece reflejado en la regulación positiva cubana. 6 Así, el artículo 309 del
Código expresa que mediante el contrato se constituye una relación jurídica o se modifica o
extingue la existente. Aunque el legislador cubano no hace referencia expresa al término
obligación, es obvio que es a este tipo de relación jurídica a la que se refiere, toda vez que el
contrato es la fuente principal de las obligaciones.
4
BLANCO, Alberto; Curso de Obligaciones y Contratos en el Derecho Civil español, Tomo II, 2da edición, La Habana,
1948, p. 48.
5
La bilateralidad del contrato no significa en modo alguno que no existan contratos unilaterales en los que las
obligaciones corren únicamente a cargo de una de las partes. Hablamos de bilateralidad en esta sede, referida a la
concurrencia de dos manifestaciones de voluntades que buscan el consenso.
6
No define el Código cubano el contrato (no ha de verse como deficiencia pues no es función de una ley redactar
conceptos) sino que expone en su redacción los efectos que del contrato se derivan, a saber: creación,. modificación y
extinción de obligaciones,. Tampoco lo conceptúa el legislador español (art. 1.254) quien se limita a regular el
momento en que debe entenderse perfeccionado.
9
3. La esencia del contrato como institución jurídica.
La Ciencia del Derecho denomina institución jurídica al núcleo de normas que dentro de una
rama del Derecho regula relaciones sociales de igual naturaleza. Desde esta óptica el contrato es
entonces una institución del Derecho Civil. Pero no puede reducirse el fenómeno contractual a
esto pues no se manifiesta únicamente como un grupo o subsistema de una rama del Derecho.
Por ello, es necesario referirse a las llamadas instituciones mixtas que no son sino aquellas
que coexisten en las diferentes ramas del Derecho con un régimen jurídico similar en virtud de la
innegable relación que existe entre ellas, teniendo en cuenta que el Derecho constituye un
sistema armónico y de ninguna forma una suma de partes más o menos especializadas en
determinado sector social.
Hemos abordado cómo influye el voluntarismo jurídico en la formación del concepto moderno
de contrato. De esta idea parte a su vez, la noción sobre cuya base se ha sustentado el Derecho
Civil durante los últimos siglos: la autonomía de la voluntad. Háblase así de autonomía privada o
libertad de la persona para designar aquella facultad que tiene el particular para regular libremente
sus intereses, ejercitar los derechos subjetivos de los cuales es titular y concertar negocios
jurídicos.
Etimológicamente la voz autonomía (del griego: auto, por sí; nomos, norma) significa auto
normarse, lo que llevado entonces al Derecho de Contratos no es más que la creación por parte
de los sujetos de la relación patrimonial, de reglas que ordenen el contenido del negocio.
La autonomía de la voluntad tiene valor como principio general del Derecho 8 y se encuentra
positivado en la mayoría de los ordenamientos jurídicos. 9 En el campo contractual es, ante todo,
“libertad de contratación, lo que significa la libre opción del individuo entre contratar y no contratar,
es decir, significa la libertad de constitución de la relación contractual; con libertad, por tanto, de
elección del otro contratante. Significa además la libertad de elección del tipo contractual
(Typenfreiheit) (...) Significa, por último, la posibilidad de modificar también libremente, en los
7
Ello no significa que el Derecho no imponga limitaciones a la libertad del sujeto y por ende a la autonomía de la
voluntad en sede contractual, que encuentran su fundamento en la función social del Derecho como sistema que
confiere orden a las relaciones entre los hombres en beneficio de la mayoría.
8
Vid., PÉREZ GALLARDO, Leonardo, “De la autonomía de la voluntad y de sus límites”. Lecturas de Derecho de
Obligaciones y Contratos, Edit. Félix Varela, La Habana, 2000, pp. 217-218
9
Cfr., V.gr., Arts. 1.255, 454-1, 1354, 669, 1207, 312 de los Códigos civiles de España, Bolivia, Perú, Paraguay,
Puerto Rico, y Cuba, respectivamente.
10
contratos regulados por la Ley, el contenido legal de estos contratos, sustituyéndolo por otro
distinto.“ 10
Pero todo ello no conlleva al ejercicio ilimitado de la autonomía. Las normas que rigen los
contratos y en general el Derecho Civil son de carácter dispositivo, por consiguiente, disponibles
para las partes, quienes pueden, por su voluntad, excluirlas y/o sustituirlas por aquellas más
convenientes a sus intereses. Pero también encontramos en materia contractual preceptos de ius
cogens a los cuales la voluntad privada tiene que subordinarse. Naturalmente, la determinación de
cuándo una norma es imperativa, y en consecuencia, irrenunciable, es una cuestión de
hermenéutica. En términos generales, puede decirse que son imperativas las normas que
contienen prohibiciones o dictan conductas obligatorias a seguir so pena de ser sancionada con la
nulidad su inobservancia.11
10
DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial I, Volumen Primero, Quinta ed., Edit. Civitas, Madrid,
1996, p. 128.
11
V.gr., Arts. 342 y 380 Código civil cubano.
12
El Código Civil cubano no hace referencia a estos en su artículo 312 como sí lo hace el Código Civil español en el
correlativo 1.255.
13
DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos...cit., p.129.
11
En todo caso, estas limitaciones a la libertad contractual quedan sujetas a la interpretación
que se les dé, atendiendo a la ratio legis de la norma que las reconozca como tales; a las
circunstancias históricas; y a las concepciones éticas, políticas, jurídicas, y de toda índole,
imperantes en el Estado en cuestión cuya legislación las imponga.
El contrato es, ante todo, un fenómeno económico consistente en una acción voluntaria de
los interesados que produce efectos jurídicos; esto es, un acto jurídico, más concretamente, un
negocio jurídico y en ello radica su naturaleza.
Pero no se reduce la idea de contrato a un mero acto, sino que es también el resultado
normativo que aquel implica. Por ello se habla del contrato como acto y como norma, entendido en
este último sentido como la ordenación de la conducta de las partes, de lo cual son ellas mismas
14
ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, Lecciones de Derecho de las Obligaciones, Ediciones Del Foro s.r.l., Montevideo,
1998, p.215.
15
La intervención del Estado debe ser, en todo caso, mesurada y fundada en las concepciones que aporta la Ciencia
del Derecho.
16
Vid., V.gr., artículo 380 del Código Civil cubano
12
las autoras. Se le denomina a ello lex privata o lex contractus porque la reglamentación
contractual es obligatoria para los contratantes. 17
Es diferente la estructura (el acto es algo dinámico y la norma es algo estático), de la función
(el acto como causa de la situación normativa, como acto genético, y la norma como efecto dicho
acto), con lo que deben quedar claros ambos conceptos. La existencia de esa norma implicará,
además, la de una relación contractual, entendida como la situación en que las partes se colocan
tras haber celebrado el contrato, situación que ha sido la que han creado, modificado o extinguido.
Las partes de la relación contractual que de tal negocio jurídico se deriva se colocan en
posición de cumplir con carácter obligatorio 18 aquello que por su voluntad han creado. El contrato
constituye una unidad lógico-jurídica. Por tanto, es, simultáneamente, acto y norma de carácter
privado
Las nuevas realidades económicas y sociales plantean exigencias que difieren de las del
siglo XIX e incluso, podemos avizorar aunque estamos en los albores del siglo XXI, que el
tráfico jurídico futuro también será distinto al del recién culminado siglo XX.
Desde el punto de vista de las políticas económicas, se deja de lado el laissez faire y los
gobiernos comienzan a ejercer un mayor control en la economía. En el campo jurídico se produce
la quiebra de dos grandes dogmas del Derecho: por un lado, el de la autonomía de la voluntad, y
por el otro, el de la culpa como presupuesto de la responsabilidad, con la aparición de sistemas de
responsabilidad objetiva o por riesgo sustituyendo en todo o en parte los decimonónicos moldes
de la responsabilidad subjetiva.
La llamada crisis del contrato expresa, por consiguiente, una disociación entre la teoría y la
práctica. El enfoque teórico acuña la idea de que el contrato se funda en la libertad y en la
igualdad. En la práctica se observa una generalización de un sistema de negociaciones
estandarizado que denota la inexistencia de la libertad y la igualdad plena en la contratación,
17
La obligatoriedad del contrato es su principal efecto y a ella nos referiremos Vid. infra. Capítulo IX, 2. .
18
La fuente esencial de las obligaciones es el contrato. En caso de incumplimiento se activan los mecanismos
jurídicos procedentes: cumplimiento forzoso en específico, resolución del contrato, indemnización de daños y
perjuicios.
13
teniendo la posición preponderante las grandes empresas que basan su actuación en el
individualismo más que en los principios de libertad e igualdad.
A nuestro juicio, estas nuevas condiciones económicas han impactado en la teoría general
del contrato en tres cuestiones esencialmente:
a) Rediseño del principio de la autonomía de la voluntad: Esto significa no sólo que aumenten
las limitaciones a la voluntad privada sino que esta se halla configurada de forma diferente,
considerándose incluso que las limitaciones no son tales sino que el derecho en cuestión se
ha conceptuado con un contenido que excluye aquello que podría entenderse que lo
limita.19
b) Nuevas formas de formación del contrato: Sustitución del modelo de contrato por
negociación por el modelo de contrato por adhesión, aparición de la contratación
electrónica que no constituye un nuevo contrato sino un modo de generación del contrato
que responde a las nuevas exigencias del tráfico y de la tecnología: La contratación
moderna está marcada por la proliferación de modelos contractuales preestablecidos cuyas
cláusulas no pueden ser discutidas por las partes. Ya no es el contrato por negociación el
que marca la época actual del Derecho de Contratos. Por tanto, la teoría de la formación
del contrato no puede explicarse a partir de la concepción clásica oferta-aceptación, con
tratos preliminares o discusiones coetáneas, sino que aparecen los contratos de adhesión,
las llamadas condiciones generales de contratación y otros fenómenos que constituyen
claros exponentes de la masificación y estandarización contractual. Por otra parte tenemos
el fenómeno del comercio electrónico que es una realidad a la que se aboca la contratación
moderna, y en consecuencia, la doctrina civil. El comercio electrónico consiste en la
utilización de la tecnología propia de Internet para comprar y vender productos o servicios.
Esto trae beneficios pero también tiene limitaciones. Es un medio que revoluciona las
formas tradicionales de comercialización y donde tanto empresas como usuarios,
profesionales y organismos pueden darse a conocer y negociar sus productos o servicios
on line. Todo esto conlleva un importante desafío consistente en la adaptación del Derecho
a la nueva realidad mediante la interpretación legislativa y jurisprudencial en relación con la
doctrina, o en el establecimiento de un marco jurídico propio que tenga por finalidad la
seguridad jurídica de las transacciones electrónicas
Todas estas figuras (entre otras) son la expresión en la práctica jurídica de la nueva
dimensión que adquiere la doctrina general del contrato al enfrentarse a una nueva realidad
económica, social, tecnológica, axiológica y también a nuevas estructuras políticas y normativas.
Los nuevos canales de negociación como ocurre con Internet permiten que una persona
desde su casa adquiera en pocos minutos productos que antes examinaba físicamente antes de
comprarlos. Ello significa una modificación en los esquemas de formación del contrato, de
garantías contractuales y de remedios o acciones para reclamar responsabilidad.
La escala de valores sobre el Derecho en sí y sobre los fenómenos sociales que refleja ha
variado también, en tanto el Derecho no es entendido como norma únicamente sino también como
valores expresados en ella; y en tanto los paradigmas de igualdad y libertad individual se han
trocado en la preocupación de proteger al débil del fuerte, de superponer el poder del Estado
respecto al del monopolio, en intervenir para que los muy manidos principios de libertad e igualdad
sean reales y no formales a la hora de contratar.
Las reflexiones precedentes no implican en modo alguno que debamos considerar como
cierta la obsolescencia de la teoría general del contrato. Sus postulados, repensados bajo la
óptica actual, son válidos para enfrentar científicamente los retos que se imponen. 21
20
LASARTE, Carlos, Op. Cit., p. 71
21
Cfr., DELGADO VERGARA, Teresa, “El contrato como institución mixta” y “El contrato como institución central del
ordenamiento jurídico”, Lecturas de Derecho de Obligaciones y Contratos, Edit. Félix Varela, La Habana, 2000.
15
De lo que se trata es de modificar las legislaciones cuando se requiera, de adaptarlas a las
nuevas circunstancias, de dictar nuevas normas cuando sea necesario, pero sobre todo de no
abandonar en la creación del Derecho, ni en su aplicación por los operadores jurídicos, la
concepción teórica de las instituciones aunque estas hayan de ser vistas desde los prismas de la
sociedad moderna, e incluso de la que se avecina, recordando que el Derecho es ser y deber ser,
esto es, reflejo adecuado de lo que somos y de lo que queremos ser.
BIBLIOGRAFÍA:
BORDA, Guillermo, Manual de Contratos, s.ed, Edit. Perrot, Buenos Aires, 1993. DÍEZ PICAZO, Luis,
Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial I, Volumen Primero, Quinta ed., Edit. Civitas, Madrid, 1996.
BLANCO Alberto, Curso de Obligaciones y Contratos en el derecho Civil español, Tomo II, segunda
edición, La Habana, 1948; “¿Una nueva doctrina general del contrato?. Anuario de Derecho Civil. Tomo
XLVI. Fascículo IV. Octubre-Diciembre. 1993, pp. 1708-1717. LASARTE , Carlos, Principios de Derecho
Ciili, Tomo Tercero, Edit. Trivium, Cuarta edición, s.f. ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, Lecciones de
Derecho de las Obligaciones, Ediciones Del Foro s.r.l., Montevideo, 1998. PÉREZ GALLARDO, Leonardo y
otros, Lecturas de Derecho de Obligaciones y Contratos, Edit. Félix Varela, La Habana, 2000. RAPA
ALVAREZ, Vicente, Manual de Obligaciones y Contratos, 1ra parte, s.ed., Facultad de Derecho, Universidad de
La Habana, 1991.
Legislación
CAPÍTULO II
JUSTICIA CONTRACTUAL: PRINCIPIOS DE LA BUENA FE Y
DEL JUSTO EQUILIBRIO DE LAS PRESTACIONES EN LA
CONTRATACIÓN
Sumario:
1. Generalidades.
Los principios de la buena fe y el justo equilibrio de las prestaciones constituyen sin lugar a
dudas, pilares sobre los que han de sustentarse las normas contractuales en la sociedad
contemporánea, han adquirido en los momentos actuales una trascendencia incuestionable en la
vida jurídica, dado los cambios económicos, políticos y sociales que se han producido en la
materia a través de la pasada centuria, lo que ha motivado transformaciones en la doctrina clásica
que sobre el contrato existía, al producirse intervenciones estatales en la contratación, que entre
sus fines principales lo que trata es de buscar un sistema de justo equilibrio de las prestaciones de
cada una de las partes contratantes.
16
En los últimos años se ha producido la aparición de un conjunto de normas cuyo objetivo es
la protección de los consumidores. La idea del consumo adquiere una dimensión extraordinaria,
refiriéndose prácticamente a la mayor parte de las actividades económicas que las personas
realizan, apareciendo los llamados estatutos de los consumidores, los cuales están dirigidos a la
protección de los ciudadanos como consumidores futuros de bienes o servicios. En tal sentido
estos estatutos cubren en buena medida la contratación privada, en la que no hay dudas de que el
principio de buena fe adquiere virtualidad.
La buena fe y el justo equilibrio de las prestaciones son dos principios distintos, sin embargo,
se hallan íntimamente unidos por lo que resultarán difícilmente separables en la práctica.
22
Apud ALGUER, José. “El concepto de buena fe en la génesis y en la técnica del Derecho Privado”, Revista Jurídica
de Cataluña, p. 435.
23
Cfr. artículo 1258 del Código Civil español; artículo 2 del Código Civil suizo; artículo 25 del Código de las
obligaciones suizo; artículos 1134 apartado 2 y 1135 del Código Civil francés; artículo 1124 del Código Civil italiano;
artículos 1197 y 1198 del Código Civil argentino, entre otros muchos que pudieran citarse.
24
Vid. Sentencia de 19 de noviembre de 1966 citada por CASTRO LUCINI, F. “Sobre la buena fe en la obra del profesor
Federico DE CASTRO”, A.D.C. 1983, p. 1238.
25
Como son las leyes de protección a los consumidores y sobre las condiciones generales de contratación.
17
Asimismo, el justo equilibrio de las prestaciones implica la existencia de la buena fe y ésta no
existiría si no hay justo equilibrio contractual 26. Al establecerse en las normas relativas a la
protección de los consumidores una prohibición de perjudicar a éstos; perjuicio que se considerará
ocasionado cuando hay una desproporción en los derechos y obligaciones de la contraparte
(predisponente) en contra de las exigencias de la buena fe, tal prohibición persigue considerando
el principio de igual nombre, una compensación equitativa de los intereses de las partes
contratantes27, por lo que resulta esencial el análisis y ponderación de los intereses de las partes
para determinar la existencia o no del equilibrio entre las prestaciones.
La buena fe y el justo equilibrio de las prestaciones son principios que pueden distinguirse,
no obstante lo antes dicho, toda vez que la buena fe aun cuando ha sido objetivizada (como
veremos a posteriori) prima en ella el aspecto subjetivo, a contrariu sensu del justo equilibrio en
que el rasgo prominente es la objetividad dada por la desproporción de las prestaciones o el
contenido de los derechos y obligaciones de las partes contratantes.
En sentido muy general la buena fe puede ser considerada como una disposición de ánimo
que lleva a proceder leal y sinceramente en las relaciones con las demás personas, o sea, como
la convicción personal en que se encuentra un sujeto de que obra correctamente cuando actúa
como titular de un derecho formulando una pretensión jurídica o rechazando la que le sea
interpuesta a él.
Del concepto de buena fe se llega al del principio jurídico de igual nombre, el cual significa
que el Derecho quiere que todos amolden su conducta al tipo suministrado por aquél, protegiendo
a quienes lo hacen, para no defraudarlos.
Así tenemos que en la primera de las formas expuestas se manifiesta la buena fe – creencia,
conectándose de esta manera a las distintas teorías existentes sobre el derecho aparente; en la
26
En tal sentido se puede profundizar en el estudio realizado por BUESO GUILLÉN, Pedro en “Los criterios
determinantes del carácter abusivo en la directiva comunitaria sobre cláusulas abusivas en contratos celebrados con
consumidores” R. D. B. B. Julio – septiembre 1995. pp. 660 – 661.
27
Vid. artículos: 9, 10 y 11 de la Ley para la regulación del Derecho de las Condiciones Generales de los Contratos –
A.G.B.G. de 9 de diciembre de 1976.
28
Apud. ALSINA ATIENZA, Dalmiro. “El Principio de la Buena Fe en el Proyecto de Reforma de 1936”. Buenos Aires.,
1942. p. 4.
18
segunda, se pone de relieve el principio de la buena fe – probidad, que se relaciona a las doctrinas
del ejercicio abusivo del derecho29, de la imprevisión y otras.
La buena fe surge, paralelamente a los conceptos tradicionales del Derecho, como nueva
fuente de obligaciones y como principio de interpretación, convirtiéndose ésta en un fecundo
principio integrador del Derecho, que conferirá mayor flexibilidad a sus reglas aparentemente
rígidas, en tal sentido la buena fe es un elemento subjetivo que informa, estructura y vivifica todas
las relaciones, por ser un concepto jurídico que se apoya en la valoración de conductas deducidas
de unos hechos, apreciándolas libremente los tribunales, que sólo tendrán en cuenta los hechos y
circunstancias que aparezcan probados.
Cualquiera que sea la técnica seguida por el legislador, la norma queda incompleta, no
pudiendo ser considerado el punto central de la regulación de la buena fe. En algunos casos
puede estar como precepto básico que la consagra como Principio General del Derecho, teniendo
entonces que acudirse a disposiciones contenidas en el propio cuerpo legal o en otros y a la
conformación jurisprudencial32 de la buena fe.
Como hemos referido con anterioridad la buena fe como principio jurídico se manifiesta de
diferentes formas, lo cual nos lleva a desentrañar la ambivalencia de la expresión en el ambiente
jurídico. En tal sentido algunos autores 33 consideran que la expresión buena fe tiene dos
significados:
Para DIEZ – PICAZO34, al clasificar los artículos del Código Civil español en los que se hace
referencia a la buena fe, estima que ésta es apreciada de diversas formas en estos preceptos, así:
Subjetivo: preceptos que se refieren a la buena fe como correcta situación del sujeto
dentro de la relación jurídica y no al contenido o a los efectos de la relación misma.
Aquí el legislador no prescribe que la conducta deba ser realizada de buena fe, sino que
establece que, en determinadas hipótesis, puede derivarse que una determinada persona actúe
de buena fe.
Cualquiera que sea la posición que se adopte sobre los sentidos a que me he referido
sucintamente, ha de tenerse en cuenta que la buena fe no puede entenderse como pura
referencia a un estado de ánimo subjetivo de las personas que se encuentran relacionadas en
virtud de cierta causa36. Es obvio que la conducta de cualquiera de ellas ha de ajustarse a una
conducta honrada, por lo que cualquier pretensión ilícita o dolosa no puede ser tutelada por el
ordenamiento jurídico. En consecuencia, el legislador al consagrar la buena fe como principio
jurídico no sólo ha de referirse a la conducta de los sujetos de la relación, sino también a las
consecuencias del acto jurídico que sean conformes a la misma.
34
DIEZ – PICAZO, Luis, La doctrina de los propios actos, Barcelona, 1963, pp. 134 y ss.
35
LASARTE, Carlos. Sobre la integración del contrato: la buena fe en la contratación, Revista de Derecho Privado 1980.
p. 76
36
La relación jurídica puede tener múltiples causas que la originan ( Cfr. art. 47 del Código Civil cubano) entre las que
se encuentra el contrato como acto jurídico que constituye.
20
De tal manera la buena fe no puede ser considerada sólo desde una perspectiva subjetiva,
como imposición de un deber de comportamiento honorable, conforme con los criterios morales
imperantes en la sociedad y en el trato jurídico, sino como un criterio ordenador e inspirador de las
relaciones jurídicas que se superponen al propio comportamiento de los sujetos, amoldando el
contenido o efectos del acto a las reglas de conducta socialmente aceptadas como dignas de
respeto.
En consecuencia, la buena fe tiene una manifestación objetiva, de la que carece el dolo 37,
constituyendo en cierto sentido, lo que la técnica anglosajona conceptúa como verdadero estándar
jurídico, un modelo de conducta al que ordinariamente ajusta su proceder el hombre diligente y
honesto. Por tanto, la buena fe no es una mera cualidad de la voluntad que sirve para moderar o
excluir las responsabilidades derivadas de los actos humanos, sino un principio normativo del que
derivan determinados deberes que deben ser respetados aun cuando no aparezcan expresamente
determinados en la ley ni el contrato.
La buena fe es considerada más que un estado de ánimo subjetivo, una fuente de normas
objetivas, un complejo de disposiciones jurídicas que aun careciendo de formulación positiva
concreta son reunidas bajo aquella denominación; anhelándose que el desarrollo de las relaciones
jurídicas, el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones, se produzcan
conforme a una serie de principios que la conciencia jurídica estima como necesarios, aunque no
hayan sido formulados por el legislador ni establecidos por la costumbre o el contrato, principios
que por consiguiente deben estar implícitos o estar en el ordenamiento positivo con carácter
general, pero que al mismo tiempo tienen que ser aplicados a cada caso concreto conforme con
sus particularidades, resaltando ello la función normativa que desempeña la buena fe.
La buena fe como principio jurídico es una presunción básica en toda relación jurídica,
aunque el legislador no la haya previsto expresamente para el caso concreto de que se trate,
permitiendo al juzgador aplicar tal principio por constituir un postulado que puede surgir de toda la
economía de la ley, pues prescindir de ella sería darle la espalda a una de las fundamentales
reglas de la convivencia social, además esa ley ha de contener prescripciones que son
consecuencia de una o de otra forma de este principio, por ser una regla tradicional de alto valor
ético y jurídico.
37
Buena fe y dolo no pueden dejar de ser contemplados como conceptos correlativos y complementarios, aun cuando
no se debe considerar que la mala fe que el dolo significa sea un concepto negativo, en el sentido de falta de buena
fe, de la misma manera que la buena fe no supone simplemente falta de actuación dolosa, teniendo ambos un aspecto
subjetivo.
38
Vid. art. 7 del Código Civil español.
39
Vid. Sentencia de 11 de mayo de 1991. Citada por Jaime DE CASTRO GARCÍA en op. cit p. 22.
21
moldes de los preceptos legales, otorgándole mayor protección, exigiéndola con más intensidad
en las relaciones humanas sometidas al Derecho, de manera que aun cuando en principio era
reconocida la buena fe expresamente en las normas relativas a los contratos, se ha sostenido por
la jurisprudencia opuesta al abuso del derecho que la buena fe puede y debe entenderse en un
sentido amplísimo de principio general del Derecho, aplicable en todos los ordenes del derecho
privado, por no haber nada que excluya su aplicación analógica ante cualquier ansia de justicia 40.
Por ello lo trascendente radica en adoptar el principio de buena fe no sólo para apreciar las
obligaciones derivadas de un acto jurídico, sino como criterio de interpretación e integración de las
manifestaciones de voluntades, en los casos de lagunas u obscuridades de la ley, ya que los
problemas de la hermenéutica jurídica son los más polémicos en el Derecho actual.
Es en el contrato, como paradigma del negocio jurídico, donde se ha enfatizado
legislativamente el tratamiento del principio jurídico de la buena fe, lo que ha motivado una profusa
doctrina científica y jurisprudencial.
La formulación legal del principio de buena fe reviste especial importancia pues ella implica el
reconocimiento de la función correctora 41 de la Ley que cumple éste, y aunque la indeterminación
es inmanente al principio general de buena fe es necesario concretar la regla que hace contrario a
él el ejercicio de un derecho y la consecuencia jurídica que esa regla impone, sin embargo, es
imposible una tipificación de los diversos supuestos de aplicación del principio, ya que su propia
naturaleza y funciones42 lo impiden; su ámbito de aplicación general al abarcar todo el
ordenamiento jurídico43, en tal sentido el artículo 7 apartado 1 del Código Civil español, no
constituye una norma en sentido técnico, su sola mención no es fundamento suficiente en la
sentencia para concluir el fallo.
40
Comentarios de PÉREZ GONZÁLEZ Y ALGUER citados por Dalmiro ALSINA. Op. cit p. 22.
41
Función que permite nuevas formulaciones judiciales de normas de conducta y de enteros institutos jurídicos.
42
Además de la anteriormente señalada, la buena fe cumple una función complementadora del ordenamiento jurídico,
creando otras reglas de conducta (Cfr. art. 1258 del Código Civil español) y una función limitadora de los derechos
subjetivos (Cfr. art. 7 apartado 1 del propio cuerpo legal).
43
Vid. DIEZ – PICAZO, Luis y otros. Comentarios del Código Civil, Tomo I, Ministerio de Justicia. Madrid, 1991, p. 40.
44
Vid. DIEZ – PICAZO, Luis y otros. Comentarios del Código... cit. Tomo II, p. 437.
22
En el mundo actual se han producido cambios socioeconómicos que han motivado
modificaciones sustanciales en la doctrina tradicional del contrato. Ya no se puede pensar en él,
sólo como aquel acuerdo de voluntades libremente concertado a través del cual las partes
expresan su autonomía privada, estableciendo entre ellas libremente una determinada relación
obligatoria y creando la regla de conducta o el precepto por el cual esa relación ha de regirse; por
cuanto hoy la aparición de un conjunto de normas cuyo objetivo es la protección de los
consumidores, categoría que sustituye la anteriormente conocida como parte económicamente
más débil, producto de lo que se conoce como contratación en masa que cobra una dimensión
extraordinaria refiriéndose prácticamente a la mayor parte de las actividades económicas que el
ciudadano realiza, lo cual lo sitúa en una posición desventajosa frente a la organización que han
adoptado los productores y distribuidores.
Ese conjunto de disposiciones ha dado lugar a lo que se conoce como estatuto de los
consumidores con los cuales se cubre gran parte de la contratación privada, lo que influye
decisivamente en la consideración actual del derecho de contrato, no quedando al margen de esto
el principio de buena fe. En tal sentido la buena fe es considerada en las legislaciones referidas a
la protección de los consumidores desde el punto de vista objetivo no subjetivo.
La buena fe es por definición el más evanescente de los medios integradores del contrato.
Sin embargo, no por esto el menos importante pues constituye un instrumento al que alude el
legislador para tratar que los efectos del contrato se adecuen al ambiente normativo en que el
acuerdo contractual ha de insertarse evitando que se llegue a conclusiones injustas y
reprochables por la conciencia jurídica del momento. Su evanescencia es el corolario necesario de
la amplia misión que cumple la buena fe al ajustar los efectos del contrato a las reglas objetivas de
conducta honorable exigidas por el tráfico jurídico.
La buena fe como criterio informador: el carácter informador del principio significa que
éste otorga al sistema jurídico una cierta fisonomía que se desprende de la aparición del
principio en la base, en el fundamento de todo el conjunto, y de instituciones o normas
aisladas; presentándose como verdadero fundamento del sistema.
23
La buena fe como criterio de interpretación, considerando el papel que desempeña para
determinar la voluntad de las partes.
La buena fe como límite al ejercicio del Derecho; integrándose de esta forma al concepto
de abuso de derecho y pasa a establecer el alcance y los límites dentro de los cuales es
lícito ejercer un derecho.
La buena fe como factor de integración del contenido del contrato, ejerciendo una función
de complementación a los aspectos no previstos expresamente por las partes, pero
acordes con la finalidad práctica del negocio concertado y las exigencias éticas de la
situación concreta.
El Código Civil cubano refrenda en sus disposiciones de una u otra forma los principios
generales del Derecho, aun cuando no podemos afirmar que constituyen estos fuentes de
Derecho; así, dispone que sus preceptos se interpreten y apliquen de conformidad con los
fundamentos políticos, económicos y sociales del Estado cubano expresados en la Constitución
(Cfr. artículo 2)45.
45
La Constitución al proclamar la primacía de los valores básicos sobre los que se edifica la organización de la
convivencia, asienta el edificio del Derecho sobre la solidez de unos valores objetivos, impeditivos del arbitrismo legal,
imponiendo desde ella contenidos objetivos e intangibles de valor a la ley y viabilizando la función fundamentadora de
los principios generales del Derecho y por medio de ellos se lograría para todo el ordenamiento jurídico una síntesis
de legalidad y legitimidad.
La Constitución cubana no es una norma de aplicación directa en su conjunto (Cfr. artículo 66, cuya interpretación
pudiera dar como resultado el carácter no absolutamente programático de la norma constitucional), pues constituye la
expresión de los postulados fundamentales sobre los que se desarrollará todo nuestro sistema jurídico, en ella se
manifiestan de una u otra forma principios generales, v. gr.: principio de la legalidad, Cfr. artículos 10 y 25; principio de
igualdad, Cfr. artículo 11; principio de libertad, Cfr. artículos 9 inciso a) apartado tercero, 53, 55 y 58 entre otros.
En los principios generales hay una fuerza positivizante que tal vez sea atribuida por ser una especie de abstracción
de la legalidad positiva, que contienen como nota esencial una peculiar creatividad que encierra todo principio y que lo
define como sede de una actividad propiamente filosófica, al contener facetas sociológicas, dogmáticas y axiológicas.
46
v. gr.: Artículos 175, 180, 181, 186 apartado 1, 187 y 192 apartado 1. En todos ellos la buena fe es un elemento
integrador del supuesto de hecho a que se refieren, buena fe subjetiva en cuanto consiste en hechos, creencias o
ignorancia en que se exige conforme lo establecido en el artículo 6.
24
El análisis del articulado de dicho texto legal en sede contractual nos conduce a toda una
serie de cuestionamientos que dejan en situación precaria al mismo. Encontramos que no existe
precepto que consagre el principio de obligatoriedad del contrato ni el reconocimiento de que el
cumplimiento de éste y sus efectos sean conforme entre otros a la buena fe, aun cuando se
sanciona el principio de consensualidad (Cfr. artículos 310, 311 y 312).
En ningún artículo referido a la materia que nos interesa se alude al principio de buena fe y
en los casos que señalaremos llegamos a él por abstracción, así encontramos en lo referido a la
cesión de créditos, en que el cedente responde por la legitimidad del crédito (Cfr. artículo 259),
nos preguntamos ¿su responsabilidad se extiende a la solvencia del deudor?; doctrinalmente se
considera que el cedente de buena fe no responde por ello, v. gr.: artículo 1529 del Código Civil
español, en cambio el que ha actuado de mala fe sí será responsable de la insolvencia del deudor
cedido, v. gr.: artículo 1529 in fine; el Código cubano opta por el silencio, ¿podrá entonces el
tribunal que conozca un caso en que se pretenda reclamar responsabilidad al cedente por la
insolvencia del deudor cedido fallar aplicando el artículo 6?.
Considero que no es posible fundamentar sólo la sentencia sobre la base del precitado
artículo, por cuanto este precepto habría que vincularlo al que concreta la regla que opone a la
buena fe el ejercicio del derecho y la consecuencia jurídica que esa norma impone, no existiendo
en esta materia disposición legal que exija una conducta que responda a los requerimientos del
principio analizado, ni como supuesto de hecho, ni como principio general en el sentido de la
buena fe objetiva, o sea, como comportamiento leal o límite en el ejercicio de los derechos y en el
cumplimiento de las obligaciones47.
Con relación al tema de las garantías del cumplimiento de las obligaciones, en el anticipo,
por ejemplo, se establece que cuando incumple el que lo entregó el anticipo queda a favor del que
lo recibió (Cfr. artículo 286 apartado segundo). Salta a la vista una interrogante ¿con ello queda
extinguida la responsabilidad del deudor?; considero negativa la respuesta pues de ser afirmativa
no se estaría considerando el principio de buena fe – probidad, ya que admitiríamos la actuación
deshonesta de la parte que entregó el anticipo, que se encontraría en la situación de quedar
impune ante el incumplimiento, al ocasionar un daño no satisfecho por el sólo hecho de poder
quedarse la otra parte con el anticipo recibido.
Así en el supuesto de la exceptio inadimpleti contractus que nuestro Código consagra (Cfr.
artículo 295 apartado tercero in fine), se evidencia el principio de buena fe; la cláusula resolutoria
47
Para mayor profundidad en el tema vid. DIEZ – PICAZO en Comentarios... cit. Tomo II, p. 437.
48
Como excepción a la regla referida podemos citar los artículos 348 y 349 relativos a la responsabilidad del vendedor
por la presencia de vicios o defectos en el bien vendido en los que se agrava la responsabilidad si aquel ha actuado
de mala fe.
25
implícita en los contratos bilaterales (Cfr. artículo 306) es otra manifestación de este principio 49; en
la figura de la dación en pago cuando se realiza a través de la cesión de créditos pro solvendo
(Cfr. artículo 297 apartado tercero); en los contratos de prestación de servicios en aquellos que se
requiere la entrega del bien (Cfr. artículos 324; 325 apartado segundo y 329); en el contrato de
compraventa, en lo relativo a las prohibiciones para concertar los contratos traslativos del derecho
de propiedad (Cfr. artículo 338) y la responsabilidad por vicios o defectos ocultos (Cfr. artículos
348 y 349), sin embargo, en relación a la responsabilidad por evicción no se tiene en cuenta si el
vendedor ha actuado de buena o mala fe para agravar la misma.
Igualmente en el mandato, contrato que se funda en la confianza que ha de existir entre las
partes, al establecer las obligaciones del mandatario no hay dudas que en ellos está presente el
principio de buena fe, por consiguiente, al exigirle responsabilidad a éste ha de ponderarse la
presencia o no de tal principio (Cfr. artículos 406, 407, 408 y 412 ). Asimismo en la regulación de
la gestión sin mandato se aprecia la presencia de la buena fe – creencia (Cfr. artículos 418 y 422).
En la regulación del contrato de seguro, cuyo uno de sus principios per se es la máxima
buena fe, observamos un pálido reflejo del mismo en la preceptiva dedicada a este contrato, sólo
en los artículos 457 y 458 se manifiesta la buena fe – probidad.
Como se demuestra por lo hasta aquí expresado, las disposiciones contenidas en el Libro
Tercero del Código Civil no son expresión de la sistematicidad con que ha de ser regulado el
principio de buena fe, el que en materia contractual no cabe dudas que ha de tener un carácter
normativo, informador e integrador.
49
Ya que está inspirado en el principio del Derecho intermedio por el cual fragante fidem, fides non est servanda, lo
que conduce a que no es suficiente corroborar la existencia de cualquier incumplimiento, por el contrario, es preciso
examinar si éste tiene trascendencia en la economía del contrato que justifique la resolución del mismo.
Vid. sentencias de 6 de julio de 1954; 4 de noviembre de 1958; 22 de junio de 1959 y 7 de junio de 1978. cit. por José
ALBACAR LÓPEZ en Código Civil Doctrina y Jurisprudencia, p. 182.
50
Vid. Supra. 2.1
26
3. El principio del justo equilibrio contractual.
a) La equidad.
Según Aristóteles la equidad es una virtud del juzgador, fue este filósofo quién según algunos
autores ofrece el concepto más exacto de la equidad, en su obra “Etica a Nicómaco” resalta la
función correctiva de la ley en cuanto por su generalidad precisa la adaptación al caso singular de
que se trate, afirmándose en tal sentido que la equidad es la justicia del caso concreto.
Aristóteles distingue las nociones de equidad y justicia: “lo equitativo y lo justo son una
misma cosa; y siendo buenos ambos, la única diferencia que hay entre ellos es que lo equitativo
es mejor aun”. La dificultad está en que lo equitativo, siendo justo, no es lo justo legal, sino una
dichosa rectificación de la justicia rigurosamente legal. La causa de esta diferencia es que la ley
necesariamente es siempre general, y que hay ciertos objetos sobre los cuales no se puede
estatuir convenientemente por medio de disposiciones generales. Y así, en todas las cuestiones
respecto de las que es absolutamente inevitable decidir de una manera puramente general, sin
que sea posible hacerlo bien, la ley se limita a los casos más ordinarios, sin que disimule los
vacíos que deja. La Ley no es por esto menos buena: la falta no está en ella; tampoco está en el
legislador que dicta la ley, está por entero en la naturaleza de las cosas prácticas. Por
consiguiente cuando la ley dispone de una manera general, y en los casos particulares hay algo
excepcional, entonces, viendo que el legislador calla o que se ha negado por haber hablado en
términos generales, es imprescindible corregirle y suplir su silencio, y hablar en su lugar, como el
mismo lo habría hecho, si hubiera podido conocer los casos particulares de que se trata. Lo propio
de lo equitativo consiste precisamente en restablecer la ley en los puntos en que se ha engañado
a causa de la fórmula general de que se ha servido 52.
51
Las leyes son por esencia enunciados generales, por amplios que sean no pueden abarcar todos los casos, por lo
que hay múltiples situaciones que escapan a la previsión del legislador por más sagaz que éste sea.
52
Vid. GARCÍA MAYNEZ, Eduardo. Introducción al Estudio del Derecho, 40ma. Edición, Editorial Porrúa, S. A.,
Argentina, 1989, p. 371.
27
un criterio de interpretación y de aplicación de la ley, no como un principio extraño y en conflicto
con el Derecho.
CASTÁN53 la define como el criterio de determinación y valoración del Derecho que busca la
adecuación de las normas y de las decisiones judiciales a los imperativos de la ley natural y de la
justicia, en forma tal que permita dar a los casos concretos de la vida con sentido flexible y
humano (no rígido y formalista) el tratamiento conforme a su naturaleza y circunstancias.
La equidad más que fuente de Derecho, directa o indirecta, ha sido considerada como un
criterio de interpretación de las normas jurídicas que permite llegar a una aplicación de la regla
general y abstracta al caso concreto en términos de proporción y equilibrio, para evitar las
consecuencias que puedan derivarse, en ocasiones, de la apreciación de cualquier norma jurídica
o disposición legal en su sentido estricto y rigurosamente legal; en este sentido la equidad es una
forma racional y humana de administrar justicia 54.
La aplicación equitativa del Derecho constituye una exigencia indeclinable derivada del
principio jurídico según el cual en la aplicación de la norma general a un caso concreto procede
siempre considerar las circunstancias concurrentes, para evitar que se llegue a conclusiones
injustas; una norma jurídica general aplicada sin tener en cuenta las circunstancias del caso
conducirá siempre a resultados injustos y por tanto no queridos por el legislador.
¿Quiere esto decir que el papel que le corresponde a la equidad sea sólo correctivo de la
ley?, ¿no podrá desempeñar también una función supletoria cuando no hay preceptos aplicables a
una situación determinada, y el juez ha agotado los recursos que la interpretación jurídica le
ofrece?
Las respuestas a estas interrogantes nos llevará a establecer la relación entre equidad y
principios generales del Derecho, respecto a la cual se han tomado diferentes posiciones
doctrinales. Las que niegan la posibilidad de identificar la equidad con los principios generales,
entre los que se encuentran PACCHIONI Y ROTONDI, quienes plantean que la equidad es un recurso
del juez al que puede acudir después del examen de los términos de la ley para salir de la duda
por medio de los principios generales del Derecho. Las que hacen de la equidad un principio
general del Derecho, entre los que se destacan OSILIA Y MAGGIONER, al considerar a la equidad
como fuente del Derecho al concebirla conjuntamente con el procedimiento de abstracción de los
principios generales del Derecho positivo 55.
53
CASTÁN TOBEÑAS, José. Derecho Civil español común y foral, Volumen II, Editorial Reus, Madrid, 1993, pp. 293 y ss.
54
GARCÍA MAYNEZ, Eduardo. Op. cit p. 373.
55
Para mayor profundidad en el tema, vid. GARCÍA MAYNEZ en op. cit pp. 374 – 377.
28
Cualquiera que sea la posición que se adopte frente al problema de la relación entre equidad
y principios generales, creemos que la primera debe ser considerada como principio general del
Derecho y como el primero de ellos, pues sirve de base a todos los demás principios.
La seguridad jurídica demanda que los jueces al resolver una controversia cumplirá su
cometido con la mayor fidelidad posible a la ley vigente, pero si no existe ley aplicable para el caso
y se han agotado los recursos que brinda la interpretación, la justicia exige y el Derecho positivo
permite que el juez se inspire en criterios de equidad, pues no puede abstenerse de resolver el
asunto sometido a su conocimiento. La seguridad jurídica no se daña, pues la armonía que debe
existir en todo sistema impide al intérprete dictar una resolución contraria a la ley.
La aplicación del criterio de equidad, en los casos que existan lagunas legislativas, permite
conciliar las exigencias de la justicia con las de la seguridad jurídica y hace posible además la
realización de otro postulado capital de la vida del Derecho, la coherencia y unidad armónica de
todo sistema jurídico.
b) La justicia contractual
La justicia es un sentimiento común a todos los hombres por lo que tradicionalmente ha sido
considerada como el valor jurídico por excelencia; de ahí su contenido axiológico.
Aristóteles se refirió a una justicia distributiva que exige que en el reparto de los bienes y
honores públicos cada cual sea tratado según sus merecimientos y a una justicia correctiva que
puede ser conmutativa (que alude a las relaciones contractuales) o judicial (relacionada con la
aplicación judicial del Derecho).
56
PINA, Rafael de y Rafael de PINA VERA. Diccionario de Derecho, 16ma. edición, Editorial Porrúa, S. A., México, 1980,
p. 325.
29
Para tratar de establecer el equilibrio entre las prestaciones recíprocas de ambas partes en
los contratos bilaterales57, las legislaciones nacionales han adoptado hasta el presente distintos
sistemas que de manera esquemática corresponde también a formas diversas de concebir la
justicia en el contrato. En este sentido puede hablarse de una justicia liberal en oposición a una
justicia igualitaria y asimismo de una justicia individual en contraste con una justicia colectiva.
La justicia liberal prevaleció durante todo el siglo XIX bajo el imperio de los códigos civiles
que se inspiraron en el principio de la autonomía privada preconizado por el Código Napoleónico;
según estos cuerpos legales lo fundamental que debía prevalecer en el contrato y garantizarse era
la libertad irrestricta de una y otra parte, ya que del ejercicio incontrolado de esa libertad brotaba
espontáneamente y de forma natural el equilibrio de las prestaciones recíprocas de ambos
contratantes a consecuencia de la ley de la oferta y la demanda.
1) Como justicia individual y correctiva, mediante una sentencia judicial en cada caso particular
enmienda el desequilibrio en las prestaciones, decretando la nulidad del contrato de que se trate o
reduciendo a sus justos límites la desproporción de las prestaciones, este primer procedimiento se
concreta en la acción por lesión58 aplicable a todos los contratos bilaterales.
Esta justicia igualitaria como justicia individual y correctiva es de carácter judicial y casuístico,
que en su momento constituyó un avance notable, constituye en la actualidad una rareza
excepcional por ser poco frecuente.
2) Es lo que se conoce como justicia colectiva y preventiva que es más eficaz por el establecimiento
de leyes imperativas de interés social o de orden público tendientes a proteger a la parte más
57
Vid. Infra Capítulo IV Contratos bilaterales.
58
La lesión como vicio de la voluntad para algunas legislaciones, Cfr. artículo 17 del Código Civil mexicano, es el vicio
de la voluntad de una de las partes, originado por su inexperiencia, extrema necesidad o suma miseria en un contrato
conmutativo y debe producir el efecto de que la otra parte obtenga un lucro excesivo, que sea evidentemente
desproporcionado a lo que ella por su parte se obliga. Para otras legislaciones la lesión atiende exclusivamente al
desequilibrio de las prestaciones, ponderándose la lesión objetiva, o sea, las diferencias enormes de los valores entre
una y otra prestación y en consecuencia no se considera un vicio del consentimiento en la medida que es apreciada
estrictamente en su faz objetiva, Cfr. artículo 561 del Código Civil boliviano, y su apreciación debe efectuarse en el
momento en que se perfecciona el contrato.
30
“débil”, pero no a éste o aquél contratante individual en un concreto y particular contrato, sino a
toda la masa o categoría de personas que celebren determinado contrato considerado en abstracto.
De ahí la adecuada adopción del nombre de justicia igualitaria colectiva, cuyas normas a la vez
sirven no para remediar a través de una sentencia judicial los efectos inequitativos de la
desigualdad económica de las partes y reponer el equilibrio roto de las recíprocas prestaciones,
sino que son el medio parra impedir con una ley general tales efectos inequitativos antes de que se
produzcan, de ahí la atinada denominación de justicia igualitaria preventiva.
La teoría general de las obligaciones estaba pensada sobre los esquemas de una economía
agraria y de pequeños comerciantes sobre la que incide decisivamente el planteamiento
ideológico del liberalismo individualista, lo que produjo la denominada concepción clásica o liberal
del contrato, el que aparece como fuente por excelencia de obligaciones. Esta visión del contrato
estaba fundada en la igualdad de las partes situadas en un mismo rango y con iguales
posibilidades de exigir y prestar, así como en la libertad plena de ambas para acordar lo más
conveniente para sus intereses, elevándose ello a la categoría de principio contractual, el de la
autonomía de la voluntad, el cual se traduce en el postulado de respeto absoluto e incondicionado
de la voluntad contractual, la que no puede verse modificada legal y jurídicamente por
consideraciones de justicia material, ya que si las partes son iguales y libres lo acordado por ellas
debe ser cumplido en sus propios términos. Existe,
entonces, una justicia contractual subjetiva, pues las prestaciones se consideran equivalentes
porque las partes las han estimado como tales con independencia de la proporcionalidad que
pueda existir en ellas, en oposición a la denominada justicia contractual objetiva cuyo principio es
la equivalencia objetiva de las prestaciones pactadas.
La realidad socioeconómica actual dista mucho de este esquema clásico; la alteración más
importante es la aparición y progresiva consolidación de la llamada sociedad de consumo, unida a
la introducción en el tráfico económico de nuevas categorías de servicios que determinan lo que
se conoce como el paso del sector industrial al sector de los servicios. En la economía moderna
existe una inversión en la relación producción – mercado, siendo este último quien tenga que
adaptarse a las exigencias de la producción a través de la captación de los consumidores.
59
Hay autores que consideran que el justo equilibrio de las prestaciones, considerado en la equivalencia entre las
prestaciones no constituye un principio general del Derecho en materia contractual, pues vale con limitaciones a
ciertas situaciones, Vid. MESSINEO en Doctrina General del Contrato, Tomo I, p. 20. Estamos conteste en que no es un
principio general del Derecho pero si una manifestación de uno de ellos: justicia, y que si constituye un principio del
derecho contractual.
31
afectación patrimonial proporcional a los beneficios que en la ejecución del contrato puedan
obtener cada una de ellas, lográndose así la justicia contractual.
Con ello se evidencia la relación que existe entre el valor jurídico justicia y el principio
contractual objeto de análisis. Para la mayor parte de los autores, el justo equilibrio de las
prestaciones hace referencia a la necesidad de que exista en la relación contractual una igualdad,
en cuanto a que de ella no debe resultar una ‘descompensación entre las posiciones que ocupan
cada una de las partes, conforme a la exigencia de la equidad 60. Este principio que puede tener
más de una posible interpretación, debe ser entendido con mayor amplitud, o sea, no debe
limitarse al equilibrio de las prestaciones, contraprestaciones o de las obligaciones y derechos de
los contratantes, sino que ha de extenderse a todo el contrato y no únicamente al objeto de las
obligaciones que de él se derivan (las prestaciones).
En el plano filosófico encontramos, de una parte las ideas de igualdad y libertad de los
hombres consideradas de forma abstracta, con independencia de las desigualdades de hecho que
pueden afectar a los individuos, y por otra parte la consideración de la libertad individual como
única fuente de obligaciones y de justicia; desde esta perspectiva el contrato representa el mejor
arreglo de los intereses privados, al ser la obra común de las partes contratantes situada en un
mismo plano económico61.
En el plano económico, la doctrina de laissez faire, laissez passer, basada en la idea de que
las leyes del mercado son las que propiciarán la prosperidad, vinculadas al egoísmo individual
actuando en interés propio, en consecuencia la justicia contractual que expresaba la búsqueda del
justo precio, no puede ser determinada desde el exterior en forma objetiva, son las convenciones
de las partes las que por el libre juego de la oferta y la demanda crean lo justo.
Como institución de carácter privado, el contrato presupone que los sujetos que en él
intervienen se encuentran en paridad jurídica, aunque, en ocasiones estén en situación de
60
Vid. Supra 3.1 inciso a.
61
En tal sentido los clásicos partieron de la base de que lo querido por los considerados jurídicamente iguales es justo
y equivalente, sin analizar la realidad o la esencia de la equivalencia de las prestaciones, lo cual conlleva a que los
contratos onerosos conmutativos con prestaciones interdependientes sean considerados formalmente con
prestaciones equivalentes.
62
Vid. Infra Capítulo IX.
32
disparidad económica, en virtud de la diferente fuerza económica de que cada uno de ellos pueda
hallarse dotado.
Paridad jurídica significa que ambos contratantes gocen de tutela de igual intensidad por
parte de la ley, (Cfr. art. 1) que ninguno de ellos pueda apelar sino a la libre determinación del otro
para que estipule el contrato (libertad de contratar) y que ninguno de ellos pueda imponer
unilateralmente el contenido del contrato (libertad contractual).
La paridad económica entre los contratantes significa que cada uno de los contratantes está
en condición de no sufrir la presión psíquica del otro.
Hoy gran cantidad de países han salido en defensa del consumidor, controlando excesos,
regulando expresamente ciertas cláusulas abusivas en contratos concertados bajo condiciones
generales de contratación63, sobre la base de lograr un mayor equilibrio entre las prestaciones;
con ello de lo que se trata es de asegurar la existencia de una equivalencia real y no meramente
formal.
“De esta forma se viene generando un principio general dentro de la contratación, conforme
al cual, sobre la base de lograr una mayor justicia contractual se considera y se tutela la
equivalencia razonable de las prestaciones”.64
En los últimos decenios se ha abierto paso la idea de que en los contratos onerosos, en los
que se evidencia un intercambio, rige la regla de la conmutatividad, lo que nos sitúa en el ámbito
de la justicia, ya que las relaciones contractuales de intercambio se encuentran regentadas por la
justicia conmutativa, que es inherente al propio concepto de contrato de intercambio.
ORDOQUI CASTILLA, Gustavo. Lecciones de Derecho de las Obligaciones, Tomo I, Ediciones “Del Foro” S. R. L.,
64
Esta solución tiene alguna virtualidad práctica, ya que los principios de justicia y buena fe
deben ser conciliados con los de libertad y responsabilidad individual, al decir de MARTÍNEZ DE
AGUIRRE65, citando a GHESTIN, presumiéndose que el contrato realizado por individuos
responsables es justo. Sin embargo, al comprobar la existencia de un desequilibrio excesivo entre
las prestaciones o al constatar que una de las partes no ha estado en condiciones de defender sus
intereses ha justificado la intervención del Estado para restablecer el equilibrio; situación en que
puede encontrarse el consumidor, por estar situado en una posición de inferioridad que permite
presumir, en el supuesto de que no exista equilibrio de las prestaciones, que ha existido abuso de
superioridad de la contraparte. Por ello se ha enfatizado en el papel que le corresponde a la buena
fe y a la lealtad en el correcto desenvolvimiento de las relaciones contractuales, la carencia de
buena fe en sentido objetivo ocasionará un desequilibrio injustificado en el contrato, favoreciendo
a la parte más “fuerte” de la relación.
Por tanto, se establecen diversas previsiones legales que manifiestan el carácter no absoluto
o concluyente de la voluntad, v. gr.: las que permiten revocar el consentimiento contractual. De
esta forma se ha visto la necesidad de establecer mecanismos de control del contenido del
contrato para evitar los abusos que puedan derivarse de una situación de inferioridad de uno de
los contratantes y del déficit de libertad que esto comporta, para establecer así una justicia
contractual sustantiva, encaminada a la obtención de un mayor grado de justicia contractual
objetiva.
65
MARTÍNEZ DE AGUIRRE, Carlos. “Trascendencia del principio de protección a los consumidores en el Derecho de
Obligaciones”, A. D. C., 1944, pp. 60 y ss.
34
esenciales que se desprendan de la naturaleza del contrato, o que la consecución del fin
contractual sea puesta en peligro.
Es por ello que el desequilibrio se da cuando del balance y ponderación de los intereses de
las partes puestos en juego a través de la configuración del contrato, resulta que los de una de
ellas se encuentran por debajo de ese nivel distorsionándose de manera importante el equilibrio
de los derechos y obligaciones en perjuicio de la otra parte.
En los contratos celebrados por consumidores se entiende que existen cláusulas abusivas 66,
cuando existen dos componentes acumulativos; uno referido a razones formales y otro a razones
materiales, lo que da lugar a una configuración bipolar del concepto de carácter abusivo en el que
se distingue, un carácter abusivo formal67 y un carácter abusivo material68, ambas formas de
carácter abusivo encuentran su origen en la vulneración del principio de buena fe, cuya
contravención tiene la función de introducir un parámetro objetivo 69.
66
Vid. BUESO GUILLÉN, Pedro J. Op. cit pp. 654 y ss.
67
Para que una cláusula desde un análisis formal no se considere abusiva, debe estar redactada den forma clara y
comprensible en correspondencia con el principio de transparencia.
68
Una cláusula tendrá carácter abusivo material cuando pasado el análisis formal se observe que no existe equidad
entre las prestaciones o el contrato comporte una posición de desequilibrio entre los derechos y obligaciones de las
partes en perjuicio de una de ellas (el consumidor).
69
Vid. artículo 9 de A.G.B.G. y artículos 4 y 5 de la Directiva Comunitaria 93/13 citados por BUESO GUILLÉN en op. cit
pp. 656 y 660.
35
3.3 El justo equilibrio y el ordenamiento jurídico cubano.
La Ley No. 59 de julio de 1987 (Código Civil cubano) reconoce en su exposición de motivos
como valor jurídico inherente a la legislación civil, la seguridad jurídica (Cfr. Por Cuanto segundo in
fine), así como el principio de igualdad entre las partes de las relaciones jurídicas civiles (Cfr. art.
1); en consecuencia, presumimos ab initio que prima en las relaciones contractuales el principio de
justo equilibrio de las prestaciones70.
A diferencia de otras legislaciones, en que se recurre a la rescisión por lesión para solucionar
los problemas que suscita el hecho del desequilibrio de las prestaciones, o sea, las diferencias
enormes de valores entre una y otra prestación, apreciándose la lesión en el momento en que se
perfecciona el contrato, el Código Civil cubano establece un artículo (objeto de análisis infra), en
que aun relativo a la rescisión, es particularmente referido a otro supuesto en que la prestación se
vuelve onerosa después de contraída por razones imprevistas, lo que se encuentra regulado en
otras legislaciones como resolución por excesiva onerosidad o la situación de la “imprevisión”.
El artículo 80 del Código Civil cubano regula: “procederá también la rescisión de toda
obligación cuando circunstancias posteriores, extraordinarias e imprevisibles al momento de su
constitución, la hagan tan onerosa para el deudor que pueda presumirse razonablemente que éste
no la hubiera contraído de haber podido prever oportunamente la nueva situación sobrevenida”.
En la doctrina nacional se critica la inclusión del riesgo imprevisible entre los casos de
rescisión de los actos jurídicos, porque en él no hay lesión económica, se trata de un acto jurídico
bilateral perfecto al que una circunstancia irresistible impide para una de las partes que se
continúe su cumplimiento.
La crítica al Código Civil cubano debe ser amplia y extenderse más allá del lugar donde está
ubicada, lo que en doctrina se conoce entre otros, como cláusula rebus sic stantibus, resolución
por excesiva onerosidad, teoría de la imprevisión, entre otras.
El artículo de referencia establece que procede para toda obligación, lo cual es erróneo,
puesto que es sólo para aquellas obligaciones de tracto sucesivo o ejecución diferida, sobre las
que nada dice el Código, abriendo la puerta a cualquier obligación sea cual sea su naturaleza
jurídica, esté o no cumplida; faltaría además una definición legal en relación a los contratos
aleatorios, si podrían o no rescindirse en caso de que el riesgo sobrevenido no esté incluido en el
aleas del contrato; cuestión que en otros cuerpos legales se resuelve de forma general en el
sentido de que en estos contratos no son aplicables los preceptos relativos a la resolución del
contrato por esta causa.
¿Podría renunciarse a la acción por excesiva onerosidad?. Nada regula el código al respecto,
sólo cabría la renuncia al amparo del artículo 5 del propio cuerpo legal.
Es evidente que cabe esta fórmula en los contratos civiles entre particulares, sean personas
naturales o jurídicas. Resulta interesante en las condiciones de nuestro país analizar si procede la
acción por excesiva onerosidad en los contratos que siendo de naturaleza civil, la parte
contratante es una empresa estatal.
Se acostumbra aun cuando sea un contrato civil a modificarlo unilateralmente cuantas veces
estime necesario la administración, se sube la tarifa del agua, de la luz y del teléfono, sólo resta al
particular aceptar el aumento de precio o decidirse a prescindir del agua, de la luz y del teléfono;
así en este sector de la contratación ¿cabría la cláusula rebus sic stantibus?
Claro, que para este tipo de contrato existen normas especiales, que al decir de algunos
autores, en la ejecución de sus contratos de Derecho privado la administración dispone de las
mismas prerrogativas fundamentales que en los contratos administrativos: la inmunidad respecto a
las vías ejecutivas ordinarias, privilegio de la decisión previa, prescripción cuatrienal y hasta cabe
que se reserve potestativamente poderes de modificación unilateral del vínculo. Con ello resulta
que la diferencia entre los contratos administrativos y los contratos del Derecho privado de la
Administración es ciertamente mucho menos grande que la que existe entre estos últimos y los
contratos particulares o interprivados. En tal sentido el contrato deja de ser privado, es decir
particular, de cada uno de los contratantes, para pasar a ser públicos toda vez que el Estado
también está interesado y aspira a ser parte de aquel, no obstante, el culto que suele rendírsele a
la autonomía de la voluntad.
Lo anterior resulta cierto, pero sucede que en nuestro caso, donde sólo puede contratarse
estos servicios públicos con las empresas estatales que asumiendo esa potestad dejan
abandonado al particular sin recursos para hacer valer sus derechos como contratante y
consumidor, de donde emerge la urgencia de promulgar leyes de protección al consumidor, y
dotar de una naturaleza verdaderamente civil a estos contratos al menos, garantizar una
alternancia entre los suministradores de estos servicios, que significa libertad de elección entre
precios, condiciones, ofertas y garantiza un status más amplio de protección al consumidor.
37
¿Por qué ubicada esta materia en el acápite de la rescisión? Esto nos conduce al
fundamento buscado para justificar la intervención judicial en los contratos. Resulta que está
ubicado en la Sección Sexta del Capítulo III del Título IV del Libro Primero, dedicado a la rescisión.
Sin embargo, se refiere a la excesiva onerosidad, aludiendo a la previsibilidad de las partes,
hubiera ganado en claridad si hubiera sentado de forma determinante una de las teorías que han
tratado de explicar la posibilidad de desatar el vínculo obligacional, a partir de la redacción legal
que tiene, la de la lesión sobrevenida, que como tal tiene que ocasionar una onerosidad imprevista
para las partes.
Claro, esta lesión superviniente tiene estrechos límites, los mismos que la teoría de la
excesiva onerosidad72 y que por consiguiente son adolecidos por el Código Civil cubano.
Sólo permite la intervención judicial para una de las consecuencias que produce la
circunstancia sobrevenida: el desequilibrio patrimonial, que rompe la relación de equivalencia.
Pero es que esta circunstancia puede producir otros órdenes de consecuencia y resultar
igualmente afectado uno de los contratantes. Otto LENEL73 previene sobre ella con ejemplos
explícitos.
Basta pensar que aquellos casos en que el cumplimiento de un contrato ocasionaría graves
peligros para la vida, la salud o la libertad del deudor, siempre que fueran imprevistos. Si una
persona se compromete a ocupar un cargo en la India, ¿está obligado a desempeñarlo si después
se declara allí la peste?
Provocaron que quedara prohibido por disposición legal bañarse allí (contra la libertad).
¿Es justo, racional, conforme a la buena fe, exigirle al hombre en cada uno de estos casos
que cumpla su obligación de atravesar la piscina? Evidentemente no, aunque la respuesta, llevada
por nobles móviles, puede encerrar el peligro de la desvirtuación de la seguridad del comercio
jurídico.
No abogo por una intervención de los jueces al estilo de la Escuela Libre del Derecho, pero
es demasiado latente la realidad del summun ius, summan iniura. Para los casos anteriores, la ley
debe arbitrar recursos, allí donde sea posible suspender el cumplimiento y sobreseer en el
apremio, dejar a la parte que resultará beneficiada ofrecer una base de reajuste a la contraparte,
72
Teoría de origen italiano, que en su inicio se trató de una fórmula doctrinal con el mismo fundamento teórico que la
cláusula rebus sic stantibus o la teoría de la imprevisión. No se trata en este caso de cualquier mutación de las
circunstancias sino de aquellas que provocan una excesiva onerosidad sobrevenida de las prestaciones contractuales.
73
Vid. LENEL. “La cláusula rebus sic stantibus”, en Revista de Derecho Privado., 1923.
38
que signifique un nuevo espacio de mediación para entre las partes refundar el pacto como única
vía de mantener un estado de equidad en el contrato y así combatir la resolución, por respeto
elemental al principio de conservación del contrato.
Los jueces no deben tomar en sus manos la responsabilidad de fijar los términos del
cumplimiento, su actuación debe ser última ratio, intervenir cuando las partes son incapaces en
común de corregir la injusticia y deben entonces intervenir en el contrato sólo para resolverlo.
Así, debe primar la revisión del contrato por las partes, que éstas lo modifiquen o adecuen
según sus interese particulares, siempre bajo la sombra de la conminación judicial para resolverlo.
Debe ampliarse esta facultad y sacarla de los límites de la excesiva onerosidad, también
para aquellos casos en que pierda sentido la finalidad común perseguida.
Los casos en que las circunstancias hagan que el contratante vea en peligro su libertad,
moral o salud, deben analizarse minuciosamente, pues sería nefasto consagrar una regla explícita
que autorizase establecer el vínculo en estos casos, porque cae demasiado en el campo de los
valores y la subjetividad y, no obstante el contenido axiológico del Derecho, éste no puede estar
condicionado por las particulares representaciones e intereses de las partes.
En el supuesto de los atentados contra la libertad, existen medios para destruir el vínculo en
este caso, como considerarlo imposibilidad objetiva de cumplimiento.
No resuelve el Código (en realidad muy poco) que hacer con lo pagado como adelantos en
contratos que después devienen en excesivamente onerosos. Nunca puede extenderse la
resolución por alteración de circunstancias a los plazos ya cumplidos, a lo ya pagado. Si ya se
pagó el anticipo y el resto de la prestación tiene un plazo diferido para su ejecución y deviene
excesivamente onerosa en ese lapso, aquel será despreciable. Si en ese mismo lapso sucede que
el resto de la prestación se devalúa sustancialmente, también quedará envilecido el valor del
anticipo. De cualquier forma hay una razón de justicia implícita en esto, no se le puede exigir la
resolución al que resultará beneficiado, sabiendo que se le afectará patrimonialmente y querer
reembolsar todo pago hecho por el presunto perjudicado.
BIBLIOGRAFÍA:
Doctrina
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Sección de Publicaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales. Buenos Aires. 1942. BUESO
39
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Revista Jurídica No. 19. La Habana. 1988. pp. 92 y ss.
Fuentes Legales
CAPÍTULO III
REQUISITOS DEL CONTRATO
Sumario:
40
1. Generalidades. 2. Elementos del contrato. 3. Elementos esenciales. 3.1. Elemento esencial
subjetivo: el consentimiento. 3.1.1 La llamada autocontratación en relación con el consentimiento
contractual. 3.2 Elementos esenciales comunes objetivos: objeto, causa y forma. 4. Elementos
accidentales. Bibliografía.
1. Generalidades.
En su artículo 49, el Código Civil cubano señala que el acto jurídico es una manifestación
lícita, expresa o tácita, de voluntad, que produce un efecto dispuesto por la ley, consistente en la
constitución, modificación o extinción de una relación jurídica.
Lo anterior no significa que el Código Civil cubano deseche la teoría del negocio jurídico, que
resulta ser una pieza muy útil para la comprensión de reglas básicas y generales que rigen la
autonomía de la voluntad, autonomía privada que es el poder conferido por el ordenamiento
jurídico a la persona para que gobierne sus propios intereses o atienda a sus necesidades dentro
de determinados límites, de la cual el negocio jurídico es máxima expresión.
Cuando estudiamos el negocio jurídico como tipo especial de acto caracterizado por ese
extenso papel y alcance de la voluntad, apuntábamos que aquél constituye una abstracción de
abstracciones, toda vez que “se presenta como una generalización de segundo o tercer grado.
Mediante él se trata de englobar en una figura unitaria todos aquellos hechos o supuestos en los
cuales el papel de la voluntad individual es relevante y en cierta medida condiciona y determina
los efectos jurídicos que los actos del hombre han de producir. Se trata, en definitiva, de una figura
jurídica que trata de englobar los contratos, los testamentos y otros actos análogos, como las
renuncias de derechos o supuestos similares” 75.
74
En este sentido, el legislador cubano ha seguido una posición unificadora del acto y el negocio que goza de
aceptación en algún sector de la doctrina, fundamentalmente francesa y española, que considera que la categoría
acto jurídico es suficiente para englobar tanto el acto jurídico en sentido estricto o acto no negocial, como el negocio
jurídico. Vid. LÓPEZ LÓPEZ, A. M. y V. L. MONTÉS, Coordinadores, Derecho Civil. Parte General, Tirant lo Blanch,
Valencia, 1995, p. 582.
75
Vid. DÍEZ-PICAZO, A. y A. GULLÓN BALLESTEROS, Sistema de Derecho Civil, volumen I, Tecnos, Madrid, 1994, p. 477.
41
pero dentro de aquella categoría general tiene sus particularidades, su peculiar forma de
manifestarse en la realidad jurídica.
De lo planteado hasta aquí se deduce que al referirnos a los requisitos del contrato,
tendremos que acudir de forma obligada a los elementos configurativos del negocio jurídico ya
estudiados, máxime cuando la sistemática de nuestro Código Civil parte de analizar estos en su
Parte General, resultando luego improcedente su regulación particular al tratar acerca de los
contratos, pues dichos elementos se suponen comunes a todo acto jurídico. Sin embargo, no es
ocioso referirnos aquí, como más adelante se hará, a ciertas cuestiones peculiares propias de los
elementos o requisitos que deben o pueden integrar un contrato.
Para la mejor comprensión de los elementos del contrato, sin embrago, acudiremos a la
distinción que hace la doctrina entre elementos esenciales, elementos accidentales y elementos
naturales, a pesar de no ser recogida ésta por nuestro Código.
Son elementos esenciales aquellos sin los cuales el contrato no puede existir, aquellos que
no pueden faltar nunca porque de su presencia depende la vida misma del acto negocial. Si
alguno de tales elementos no concurre, el contrato carece de efectividad y ni siquiera la voluntad
de las partes puede remediar tal defecto. Son pues imprescindibles y necesarios para la existencia
del negocio.
Los elementos naturales son consecuencias ordinarias y lógicas que normalmente producen
los contratos, pudiendo excluirse del mismo por voluntad de las partes. No aparecen
expresamente consignados en el acto ya que por su propia naturaleza se presume su existencia,
pero si pueden excluirse o modificarse por voluntad de las partes. Más que verdaderos elementos
constitutivos del negocio, son consecuencias que este produce normalmente 76.
76
Como ejemplo típico de los mal llamados elementos naturales del negocio jurídico, se sitúa la tácita reconducción en
el contrato de arrendamiento. En tal sentido, el artículo 392.1 del Código Civil cubano dispone que si al expirar el
término del arrendamiento, el arrendatario o sus herederos permanecen en el uso del bien arrendado, sin oposición
del arrendador o del nuevo dueño del bien, el contrato queda prorrogado por un término igual al originalmente
pactado. También puede señalarse como ejemplo de estos “elementos” lo regulado en cuanto al saneamiento por
evicción en los artículos 341 al 345 de nuestro Código Civil.
42
3. Elementos esenciales.
Existen circunstancias que siempre deben estar presentes en todo tipo de negocio,
incluyendo, por supuesto, al contrato, denominándose por ello elementos esenciales comunes 77.
Son estos precisamente los que pasamos a examinar brevemente a continuación, valorando su
presencia y regulación en el Código Civil vigente y las particularidades de su manifestación en el
contrato.
Dentro de los elementos esenciales comunes, cabe distinguir entre aquellos que son de
carácter subjetivo y los que son de carácter objetivo.
77
La doctrina se refiere también a elementos esenciales especiales, que son aquellos que necesariamente deben
estar presentes en una serie de negocios de igual tipo, y a los elementos esenciales especialísimos, que son
necesarios en algunos específicos negocios jurídicos.
43
3.1. Elemento esencial subjetivo: el consentimiento.
La palabra consentimiento proviene de las voces latinas sentire cum, que significan
etimológicamente sentir juntos o al mismo tiempo. Así, el consentimiento consiste en la
concordancia de las dos o más voluntades de las partes que celebran el contrato, sin cuyo
consenso no puede llegar a formarse el contrato. 78 Para que el contrato llegue a conformarse no
basta una simple declaración de voluntad, es preciso que las partes coincidan en querer lo mismo
desde diversos puntos de vista o posiciones contrapuestas, es decir, desde sus respectivas
posiciones de acreedor y deudor deben estar de acuerdo, conformes o contestes en cuanto a
todos aquellos extremos del contrato que no estén ya determinados por la ley. Estas
declaraciones de voluntad de las partes que forman dicho consentimiento son las llamadas oferta
y aceptación, que se estudiarán en próximos capítulos.
El contrato se considera como estructura consensual desde el punto de vista técnico, pues
se entiende por tal a la concordancia de las declaraciones de voluntad de las partes contratantes,
de lo que se deduce la importancia trascendental del consentimiento como elemento del contrato,
que incluso lo define resumidamente.79
El consentimiento contractual debe reunir determinados requisitos para que produzca sus
efectos propios:
El artículo 49 del Código Civil establece este requisito al señalar que el acto jurídico debe
constituirse por manifestación lícita de voluntad, lo que se reafirma más adelante en el artículo 67,
incisos b) y ch), que declara nulos los actos jurídicos realizados por personas que no están en
78
Vid. ALBALADEJO, M., Derecho Civil, tomo II, Derecho de Obligaciones, volumen primero, La obligación y el contrato
en general, Bosch, Barcelona, 1994, p. 358.
79
Vid. PUIG FERRIOL et al., Manual de Derecho Civil, tomo II, Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 531.
80
Vid. PUIG BRUTAU, J., Compendio de Derecho Civil , volumen II, Bosch, Barcelona, 1987.
81
Vid. DIEZ PICAZO, L., Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Volumen Primero, Cívitas, Madrid, 1993, p. 144.
44
condiciones de ejercer su capacidad jurídica, o que realizan dicho acto en contra de una
prohibición legal.
Se toman en consideración aquí las dos variantes que siempre han sido valoradas para la
apreciación de este requisito: de una parte el que no puede manifestar su voluntad por carecer de
capacidad, por condiciones internas suyas, y de otra, el que pudiendo manifestarla por razón de
capacidad se ve impedido de hacerlo por una prohibición legal, por condiciones externas a él pero
que le afectan particularmente.
Son vicios del consentimiento los ya estudiados como vicios de la voluntad, es decir, aquellas
circunstancias que inciden en la misma, bien porque disminuyen las posibilidades del sujeto que
interviene en el negocio de poder emitirla de manara racional y consciente, o porque simplemente
hacen del todo imposible tal situación, excluyen totalmente la voluntad.
Nuestro Código Civil no conceptúa el error, pero se refiere a las distintas especies o
modalidades del mismo que resultan invalidantes del negocio en el artículo 70. El inciso a) se
refiere al error que se produce cuando los términos de la manifestación de voluntad no responden
a la verdadera intención del manifestante. Este es el caso del llamado error impropio u obstativo,
que recae en la declaración de la voluntad y no en su formación interna, es una divergencia no
deseada entre lo declarado y lo realmente querido. Resulta una novedad la inclusión de este tipo
de error entre los que pueden provocar la anulación del negocio, pues el Código Civil español
82
Vid. CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho Civil español, común y foral, tomo tercero, Reus, Madrid, 1988, p. 507.
45
vigente entre nosotros hasta 1987 no lo regulaba específicamente, aunque un gran sector de la
doctrina y la jurisprudencia se inclina a su asimilación al error propio o error- vicio, teniendo en
cuenta la protección de la confianza suscitada en quien recibe la declaración negocial o la
interpreta de buena fe como tal83.
El inciso b) del propio artículo 70 señala que existe también error si el manifestante ha
querido realizar un acto distinto al efectuado. Aquí si estamos en presencia de un error propio o
error- vicio, que recae sobre la voluntad interna que no se ha formado adecuadamente, de
carácter esencial, de la modalidad o tipo in negotio. Este tipo de error puede producir la anulación
del contrato que se ha efectuado por equivocación de una de las partes, cuando se impugna por
quien la sufrió al momento de efectuarse el acto o por quien sufre sus consecuencias posteriores.
Así, por ejemplo, si A contrató con B creyendo que efectuaba una compraventa cuando en
realidad se realizaba un arrendamiento, el negocio podrá anularse por parte interesada, ya que en
realidad no hubo entre ellos consentimiento, pues el supuesto acuerdo de voluntades no ha
recaído sobre el mismo tipo de acto85.
83
Vid. DIEZ PICAZO, L. y A. GULLÓN, op. cit., p. 503.
84
Ello no quiere decir que el Código Civil cubano se afilie a la teoría subjetiva en sede de interpretación, pues la labor
indagatoria del tribunal debe extenderse también a aspectos objetivos, tales como el significado de las palabras y las
demás circunstancias concurrentes, según se expresa en el mencionado artículo. En este sentido, el texto legal sigue
una posición ecléptica que nos parece apropiada.
85
Algunos autores consideran que en este caso el negocio que se realiza con tal tipo de error es inexistente, pues
faltaría el consentimiento como expresión de la voluntad de ambas partes que converge en un punto. Pero creemos
acertado que el legislador cubano insertara este tipo de error dentro de los que producen nulidad relativa pues ello
hace posible que, si a pesar del error, las partes desean mantener el negocio, el mismo continúe surtiendo efectos sin
necesidad de un acto posterior.
46
sustancia, que el error sobre sus cualidades o su identidad, siempre que su presencia haya
motivado la formación errónea de la voluntad del que lo padece.
El error en la persona a que se refiere la segunda parte del propio precepto, abarca tanto la
persona que sirve de contraparte en el negocio, como el destinatario de la declaración de voluntad
que contiene un negocio unilateral de carácter recepticio. En ambos supuestos se incluye tanto el
error de identidad, que se produce cuando se realiza el negocio con una persona creyendo
erróneamente que es otra, como el error de cualidades, que se da cuando el acto se efectúa
tomando en consideración determinadas particularidades o habilidades que se supone posee la
persona con quien éste se realiza, sin que tenga relevancia su identidad como tal.
Por último, el inciso ch) del propio artículo 70 se refiere al error que existe cuando el
manifestante prometió una prestación notablemente superior o aceptó una contraprestación
claramente inferior a la que realmente quiso prometer o aceptar. No se trata aquí del simple error
de cálculo o de cantidad que puede evitarse con una diligencia media, sino del error que recae en
la prestación misma o sus cualidades, error en la cantidad que puede considerarse elemento
básico del negocio, si el mismo se ha celebrado porque al objeto se le supone con una
determinada medida, extensión o peso, diferentes a las que realmente poseen la prestación
realizada o la contraprestación recibida.
No regula nuestro Código Civil el error de derecho como vicio de la voluntad. El error de
derecho es la ignorancia o el conocimiento imperfecto de la ley vigente, el falso conocimiento de la
norma o regla jurídica en cuanto a su contenido, existencia, interpretación o aplicación al caso
concreto, cuando el sujeto ha decidido realizar el negocio como consecuencia de dicha ignorancia
o falso conocimiento. Por ejemplo, si contrato con un individuo creyendo que, por su desarrollo
físico, es ya mayor de edad y por tanto posee capacidad para obligarse, estaré incurriendo en un
error de hecho, el llamado error en la persona a que se refiere el ya mencionado inciso c) del
artículo 70; pero si he contratado con él sabiendo que es menor de edad, por estimar que,
conforme a la ley, los menores pueden concertar negocios jurídicos, mi error será de derecho
porque recae sobre el conocimiento de la ley 86.
El artículo 3 del Código Civil cubano deja sentado que la ignorancia de los preceptos que en
él se establecen no excusa de su cumplimiento, como expresión de la máxima error iuris non
excusat, principio que se considera adecuado y de gran utilidad, pues si se permitiera que la
ignorancia de la ley excusara del deber de cumplirla la eficacia de las normas jurídicas dependería
de cada individuo, resultando muy sencillo evadir ese deber de cumplimiento alegando no conocer
la norma. Por ello, si bien es cierto que el principio, aplicado estrictamente puede llevar a
situaciones injustas, peor serían las consecuencias de su derogación.
Sin embargo, parece racionalmente fundado que se distinga entre la necesidad de que la
eficacia de las normas no esté condicionada por el conocimiento que de las mismas se tenga, y la
86
Los romanos no trazaron una línea rígida de separación entre estas dos clases de error, sino que lo estimaron como
una diferencia de grado, pero consideraron sólo excusable el error de hecho, no el de derecho, pues entendían un
deber ineludible de todos el conocer la ley. No obstante, admitieron algunas excepciones. Así, la mujer podía, en
algunos casos, ignorar el Derecho, debido a que su educación y su vida no eran propias para conocerlo. Gozaban de
igual "privilegio" los menores de veinticinco años, los militares y los campesinos; los primeros por razón de su corta
edad, los segundos porque su vida de campamento no era la más propicia para conocer las leyes civiles, y los
terceros porque su aislamiento en el campo producía el mismo resultado. Estas excepciones fueron reconocidas con
cautela y no de un modo absoluto. Vid. DIHIGO Y LÓPEZ TRIGO, E., Derecho Romano, tomo I, 2ª parte, Ed. EMPES, La
Habana, 1987, p. 167.
47
circunstancia de que deba valorarse la conducta del sujeto teniendo en cuenta su posible error
acerca de lo que la ley dispone, siempre que ese error de derecho pueda considerarse admisible,
lo que sin duda resultaría más difícil de demostrar que el error de hecho, pero eso no significa que
el error de derecho sea siempre inexcusable. Debiera, por tanto, reconocerse como cierta "válvula
de escape" que actúe excepcionalmente, restrictivamente, en circunstancias muy especiales, que
no impidan la eficacia de la ley, pero que "dulcifique" sus resultados para el agente
desconocedor87.
En cuanto al vicio tradicionalmente conocido en la doctrina como dolo, debe estimarse que
existe cuando una persona se vale de artificios o engaños para inducir a otra a otorgar su voluntad
para la realización de un negocio que de otra forma no hubiera efectuado. Nuestro Código prefirió
denominarlo fraude, y considera que está presente, según lo preceptuado por el artículo 71,
cuando una parte infunde a la otra una falsa creencia, o la confirma en ella, a fin de que emita una
manifestación de voluntad que en otras circunstancias no habría hecho.
La nueva denominación escogida por el legislador cubano permite diferenciar esta figura del
dolo penal, y la forma en que aparece redactado el precepto permite englobar en este vicio no sólo
la acción de inducir la falsa creencia, sino además la confirmación de ella en el otro sujeto, forma
de actuar que es común y que históricamente había escapado a la configuración del dolo. Sin
embargo, el Código en su instrumentación de esta figura ha incurrido en un defecto técnico
jurídico, pues describe el fraude de manera que sólo es posible aplicar al negocio contractual,
pues se refiere a las maquinaciones o astucias que utiliza una parte frente a la otra, situación que
no se da en el testamento, que también puede estar afectado por fraude, pero proviniendo las
maquinaciones insidiosas de terceros, no de otra parte, pues en este negocio no hay más parte
que el testador. Apareciendo regulados los vicios de la voluntad en la Parte General del Código,
deben aplicarse a todo acto jurídico regulado en su Parte Especial, por lo que la redacción de este
artículo, en el sentido antes apuntado, resulta inadecuada.
El tercer vicio es la intimidación o coacción moral, que es el temor racional y fundado que se
inspira a una persona por otra, para obligarle, mediante amenaza injusta o ilícita, contraria a
derecho, a emitir una declaración de voluntad. El artículo 72 regula este vicio bajo el nombre de
amenaza, señalando que la misma existe si el manifestante obra bajo los efectos del temor
provocado por medio del anuncio de un mal contra la vida, el honor o los bienes de él o de un
tercero. La amenaza se caracteriza por tener efectos mediatos, es decir, normalmente media un
período de tiempo determinado entre el actuar del agente que infunde el temor y el actuar del que
sufre la intimidación, detalle que puede apreciarse en la redacción adecuada de éste artículo que
se refiere al actuar del manifestante de la voluntad viciada "bajo los efectos" del anuncio en
cuestión. Puede provenir de una de las partes del negocio o de un tercero, afectando tanto al
negocio contractual como al testamento.
87
Vid. GIL RODRÍGUEZ, J., Eficacia y aplicación de la norma civil, material fotocopiado, Curso de Doctorado,
Universidad de Valencia, 1997.
48
El artículo 49 materializa este requisito al señalar que la manifestación de voluntad que
encierra el acto jurídico debe ser expresa o tácita, formas tradicionalmente acogidas por la
doctrina como vías para la exteriorización de la misma. La manifestación expresa se verifica a
través de la palabra oral o escrita u otros signos equivalentes, que revelan explícita y directamente
la voluntad del sujeto sin que sea necesario deducirla, porque se exterioriza de forma clara,
evidente e inequívoca. La manifestación tácita es aquella que no se produce mediante declaración
del sujeto, sino a través de un comportamiento que constituye una modificación objetiva del
mundo exterior que tiene cierto significado en el mundo jurídico. Estas formas o vías de manifestar
la voluntad marcan las diferencias entre los negocios de declaración, que serían los primeros, y
los negocios de comportamiento o actuación, que serían los segundos 88.Tanto en uno como en
otro caso, el ordenamiento jurídico atribuye significado y dota de valor preceptivo a la situación
creada por los particulares.
Nuestro Código Civil reconoce a ambas en el artículo 50, como vías para exteriorizar la
voluntad, pero incurriendo en el error técnico de reducir el acto jurídico a esa manifestación que
los produce, sin tener en cuenta el resto de los elementos necesarios para que éste se conforme
como tal, refiriéndose luego en el artículo 51 a los actos que deben constar por escrito, que serán
todos los que realicen las personas jurídicas, aquellos cuyo objeto tenga un precio superior a
quinientos pesos y los demás que disponga la ley.
Las declaraciones tácitas no deben confundirse con la voluntad presunta, que es aquella que
deriva de la ley frente a determinado comportamiento de la persona que no se encamina a
declarar o que no es, por su naturaleza, medio de declaración. Significa esto que la ley dispone
que una conducta determinada debe ser considerada como declaración de tal o cual voluntad,
porque así la norma lo deduce o lo presume.
Aquí no es otro sujeto el que deduce de un actuar ajeno la voluntad que encierra dicho
comportamiento, sino que es la ley la que establece que la conducta de la persona encierra,
posiblemente, una determinada voluntad, admitiéndose generalmente prueba en contrario.
El artículo 49, en su apartado 2, hace también alusión al valor de las omisiones y el silencio
como supuestas formas de manifestar la voluntad, destacando que estos tendrán los efectos que
determinen las normas, en juego con la voluntad presunta, o en su defecto, los que les concedan
las partes en el acto jurídico de que se trate, o sea, lo que las partes entiendan de esa
exteriorización tácita de voluntad89.
Sin embargo, es necesario destacar aquí que en realidad el problema del silencio,
considerado como posible declaración de una voluntad contractual, no puede recibir una
respuesta idéntica, de carácter general, para todos los casos. En cada hipótesis concreta ha de
88
Vid. DÍEZ-PICAZO, L. y A. GULLÓN, op. cit., p. 487.
89
El silencio pudiera considerarse también en algunos casos como exteriorización expresa de voluntad, cuando las
partes pactan previamente que el silencio equivaldrá a un acuerdo, si el que debe aceptar una oferta no lo hace en
cierto tiempo. Vid. ALBALADEJO, M., op. cit., p. 168.
49
valorarse con minuciosidad el supuesto de hecho, las circunstancias que inciden en él, de acuerdo
con las exigencias de la buena fe y con el sentido objetivo que razonablemente tenga la conducta
omisiva.
1) El oferente de un contrato no puede lícitamente establecer sin más, de forma unilateral, que
considerará aceptada la oferta de no recibir contestación. Si el destinatario de la oferta no responde
no debe considerarse vinculado a la oferta.
2) El silencio puede ser considerado como una tácita aceptación en aquellos casos en que las
exigencias de la buena fe y el sentido objetivo del comportamiento permitan deducir esa conclusión.
3) La conclusión anterior debe adaptarse a las circunstancias del caso, valorándose de forma especial
si existen o no entre las partes relaciones de negocios anteriores y continuadas, cuáles eran entre
ellos sus usos particulares en cuanto al modo de valorar el silencio y cuáles son, dentro del mismo
marco, los usos generales del tráfico en el ramo de negocios de que se trate.
La voluntad que se declara debe coincidir con la que internamente tiene el sujeto que la
manifiesta, pues en caso contrario se produce lo que en doctrina se conoce como discordancia
entre la voluntad interna y su manifestación, discrepancia que puede producirse
inconscientemente, de forma no voluntaria, dando lugar al error obstativo o impropio al que se hizo
referencia, o de forma voluntaria y consciente, que puede adoptar tres modalidades
fundamentalmente: la reserva mental, la declaración falta de seriedad y la simulación, que a su
vez puede ser absoluta o relativa.
Nuestro Código declara absolutamente nulos los negocios realizados sólo en apariencia, sin
intención de producir efectos jurídicos, en su artículo 67, inciso e), y en el siguiente apartado,
inciso f) del propio artículo, regula la simulación relativa disponiendo que serán nulos los actos
jurídicos realizados con el propósito de encubrir otro acto distinto, señalando que en este caso el
acto encubierto o disimulado será válido para las partes si concurren los requisitos legales
necesarios para ello.
Según hemos apuntado hasta el momento, el contrato es entendido como obra común de
dos o más personas cuyas voluntades se entrelazan y coinciden en un punto para conformar el
consentimiento. No obstante, existe en la doctrina una paradójica figura denominada
“autocontrato” o contrato consigo mismo, en virtud de la cual el contrato se perfila como obra de
una sola persona, en aquellos casos en que su autor se encuentra en una determinada posición
que le permite realizar actos eficaces en la esfera jurídica de otra persona y, además, en la suya
propia.
Numerosos son los autores que han intentado delinear, con todo rigor técnico, los perfiles del
llamado autocontrato. DÍEZ-PICAZO92, por ejemplo, plantea que “existe autocontratación cuando, en
cualquier tipo de contrato, interviene una sola persona actuando, por una parte, en su propio
nombre y, por otra, en nombre de un tercero. La hipótesis se puede producir también cuando
interviene una sola persona, actuando en una doble representación”.
92
DIEZ PICAZO, L., op. cit., p. 189.
51
ALESSANDRI93 lo define como el acto jurídico que una persona celebra consigo misma y en el
cual actúa, a la vez, como parte directa y como representante de la otra, o como representante de
ambas partes”.
La cuestión relativa a la naturaleza jurídica del autocontrato también ha sido muy discutida y
analizada por los autores. La doctrina más antigua se dividió entre los que consideraron que no
era posible su construcción teórica y los que, por el contrario, admitían la posibilidad conceptual de
la misma, existiendo en este último grupo las más diversas posiciones, que van desde las que lo
consideran un verdadero contrato hasta las que plantean que debe considerarse un acto jurídico
unilateral.
Los opositores de la tesis del autocontrato como verdadero contrato esgrimen como
argumento fundamental que en el mismo no existe el consentimiento como elemento esencial, sin
el cual no puede haber contrato, pues aquí no confluyen dos voluntades que convergen en un
determinado punto, sino que es una sola voluntad la que establece una relación jurídica entre dos
personas, y al no existir el acuerdo de voluntades no puede buscarse la naturaleza jurídica de esta
figura en la institución contractual.
Por su parte, los defensores del autocontrato como negocio jurídico bilateral argumentan
frente a sus opositores que si bien en aquella figura una única voluntad aparece como
conformadora del acto, en realidad hay dos actos volitivos, pues aunque ciertamente el
representante no tiene dos voluntades, en la esfera del Derecho él puede expresar la voluntad de
su representado y además la suya propia, y por tanto cada declaración suya debe considerarse
como emitida por personas distintas. Además, añaden, el consensus necesario para que haya
contrato no exige el ejercicio de dos voluntades independientes, sino solamente que los efectos
contractuales sean decididos por la voluntad competente para actuar por ambas partes y que ello
sea declarado. Por otra parte, pretenden también justificar la tesis contractualista señalando que la
obligación nacida del contrato lo que realmente establece es un vinculo entre patrimonios, no un
nexo entre personas como entendió el Derecho Romano, por lo que si una misma persona puede
93
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, A., La autocontratación o el acto jurídico consigo mismo, tomo XXVIII, Ed. Imprenta
Cervantes, Santiago de Chile, 1931, pp. 4 - 45.
94
RODRÍGUEZ CORRÍAS, R., Trabajo de investigación Consideraciones teórico doctrinales sobre la autocontratación
como forma de ejercicio anormal del poder de representación, s. Ed., Valencia, 1999, p.21.
95
Vid. CAPOTE ARIAS, A. y V. RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Los conflictos de intereses y el acto jurídico consigo mismo,
Trabajo de Diploma tutureado por Leonardo B. PÉREZ GALLARDO y Caridad VALDÉS DÍAZ, Facultad de Derecho,
Universidad de La Habana, 2001, p. 65. Aclaran allí las autoras que ese poder de disposición no se obtiene solo por la
vía de la representación, pues aunque en la práctica los casos en que presenta mayor interés el autocontrato se dan
en sede de representación tanto legal como voluntaria, pues en ellos se puede presentar con máxima gravedad el
conflicto de intereses, el contrato consigo mismo no se limita a los casos de representación, puede aparecer también
en supuestos como el régimen dotal y la sustitución fideicomisaria que también se analizan en el Trabajo de Diploma.
52
disponer de dos patrimonios, de uno como propietario y de otro como representante, puede
celebrar un contrato relacionándolos por su sola voluntad 96.
Pese a los argumentos anteriores, en rigor, como afirma DIEZ PICAZO97, el problema debatido
desde el punto de vista teórico no puede resolverse manteniendo la línea de la bilateralidad, es
por ello que algún sector de la doctrina ha seguido la línea marcada hace años por RÜMELIN y
aceptada luego por DE CASTRO, que defiende la idea de considerar al autocontrato como un
negocio jurídico unilateral. El propio DIEZ PICAZO precisa en este sentido que “el autocontrato es
un negocio jurídico unilateral que surge cuando, estando dos patrimonios independientes
sometidos a una persona, que tiene un poder de disposición sobre ambos, esta persona, dentro
de los límites de su poder de disposición, crea entre ellos relaciones obligatorias” 98.
La calificación del autocontrato como negocio jurídico de carácter unilateral es la más exacta
tanto para su análisis estructural como funcional, pero ello no basta para dilucidar los
presupuestos de validez y admisibilidad de la figura.
El principal argumento que emiten los partidarios de las tesis que niegan la validez del
contrato consigo mismo es el conflicto de intereses que inevitablemente ha de producirse cuando
una sola persona enlaza intereses discordantes, pues sin dudas existe la posibilidad de que el
representante sacrifique el interés del representado en su propio beneficio, o que al tutelar dos
intereses ajenos cuando representa a dos personas distintas se incline a amparar en mayor
medida a una de ellas.
En el orden nacional, nuestro Código Civil, en su artículo 63, prohibe expresamente las dos
formas clásicas en que puede manifestarse el autocontrato cuando expresa: “El representante no
puede realizar actos jurídicos en los cuales concurra, simultáneamente, en nombre propio y de su
representado o de dos o más de las partes” 99.
96
Las críticas a cada una de estas posiciones doctrinales pueden encontrarse en el Trabajo de Diploma antes citado,
donde las autoras estudian con adecuada profundidad y rigor técnico la figura que nos ocupa, en particular, para lo
aspectos referidos a la naturaleza jurídica del autocontrato, deben consultarse las páginas 65 a 73.
97
Vid. DIEZ PICAZO, L., op cit., p. 193.
98
DÍEZ-PICAZO, L., La representación en el Derecho Privado, 1ª edición, Cívitas, Madrid, 1979, p. 219.
99
Vid. Artículo 63 del Código Civil cubano, Ley Nro. 59 de 1987.
53
Consideramos que la prohibición rigurosa del autocontrato en nuestro Código Civil no es
acertada, pues si bien el mismo es una figura anómala que puede traer consigo perjuicio para una
de las partes, no siempre se produce conflicto de intereses y aún cuando se presente, debe primar
la voluntad de la persona que, siendo capaz, puede obligarse en la medida que lo considere
pertinente, por lo cual, si determina que otra persona afecte su patrimonio mediante
autocontratación, siempre que no contravenga las normas legales ni perjudique a terceros, ya sea
otorgando poder para ello o ratificando lo ya realizado, su voluntad debe ser suficiente para
conceder validez al acto jurídico consigo mismo realizado por el representante ya que, en última
instancia, el perjudicado será sólo él. Por ello nos parece adecuada la fórmula de la anulabilidad a
instancia de parte interesada, en este caso el perjudicado, que adoptan otras legislaciones y no la
prohibición absoluta de la figura que, en ocasiones, puede contribuir adecuadamente al tráfico
jurídico.
En resumen, coincidimos con el criterio que enarbolan aquellos que consideran que el
autocontrato debe ser admitido en los siguientes casos:
2) Cuando exista una manifestación de voluntad del dominus negotti que autorice expresamente al
representante para la autocontratación.
3) Cuando sin haber autorización previa para autocontratar, el dominus negotti convalida el acto
realizado por el representante mediante subsiguiente ratificación expresa o tácita.
Caso de realizarse el autocontrato existiendo una prohibición legal expresa y absoluta que
impida la autoentrada, el acto efectuado adolece de nulidad absoluta, tal ocurriría en nuestro
medio en virtud de lo preceptuado por el ya mencionado artículo 63, en relación con el inciso ch)
del artículo 67 también de nuestro Código Civil.
En otros ordenamientos jurídicos donde la figura sea admitida, aunque con limitaciones,
habrá de dilucidarse que tipo de ineficacia puede producir el autocontrato que se realice. Como
regla, si no se admite la autoentrada en caso de conflicto de intereses, al verificarse tal
incompatibilidad el acto será nulo; en el resto de los casos, es decir, cuando no exista autorización
previa o ratificación posterior del dominus negotti, la doctrina y las legislaciones se inclinan
mayoritariamente por la variante de la anulabilidad, que puede ser invocada por las personas en
cuya protección se establece y que además permite la subsanación posterior del acto anulable.
Elementos esenciales comunes de carácter objetivo del negocio jurídico en general y del
contrato en particular son el objeto, la causa y la forma.
El objeto del negocio a sido entendido de diversos modos por la doctrina, identificándolo
unas veces con el fin que persiguen los sujetos al realizar el mismo, otras con la prestación debida
reduciendo de esta forma el elemento objeto a los negocios contractuales, y a veces con la cosa o
bien sobre la que versa el negocio. Sin embargo, si pretendemos dar al objeto la utilidad que tiene
realmente como elemento esencial de cualquier tipo de negocio, debe entenderse por tal la
materia sobre la que recae dicho acto negocial.
54
Teniendo en cuenta que el negocio es un tipo especial de acto jurídico, y que éste genera
relaciones jurídicas, puede entonces deducirse que el objeto del negocio jurídico es coincidente
con el objeto de la peculiar relación jurídica de la que es causa, lo que significa que objeto
inmediato del negocio contractual, por ejemplo, sería la prestación, y del testamento lo sería el
patrimonio del cual dispone su titular para después de su muerte. No obstante, conviene recordar
que el Código no renuncia a la concepción del objeto- fin totalmente, y que éste debe valorarse
como objeto mediato de la relación. Así pues, en el contrato puede hablarse de un objeto mediato
que será el propósito de las partes al contratar: transmitir la propiedad mediante una compraventa,
por ejemplo, lo que se materializa en la entrega del bien y del precio, o disponer el destino de los
bienes que poseemos nombrando heredero mediante testamento que recoge la voluntad del
testador.
En cuanto al objeto del contrato, conviene recordar que algunos autores, como
ALBALADEJO100, consideran que si bien el acuerdo de voluntades de las partes debe recaer sobre
algo, ese algo no es parte del mismo contrato sino entidad sobre la que aquél versa, por tanto no
debe entenderse al objeto como requisito o elemento constitutivo del contrato. La opinión
mayoritaria, sin embargo, siguiendo la definición que ofreciera DE CASTRO101, entiende al objeto del
contrato como elemento esencial del mismo, describiéndolo como la representación común de las
partes acerca de un sector de la realidad social (materia) que acotan con relación al contrato
determinado que celebran entre sí, sobre el cual recae el consentimiento.
1) Existencia: Al ser el objeto un elemento esencial del contrato, tiene que existir para que exista
aquél, o sea, la existencia del objeto es presupuesto para la existencia del contrato, tiene que haber
una acotación de la realidad sobre la que recaiga el consentimiento de las partes para que pueda
conformarse la relación jurídica contractual.
2) Posibilidad: El objeto del contrato ha de ser posible, esto es, ha de tratarse de una realidad acotada
por las partes que posea aptitud para convertirse en realidad jurídica en función del contrato de que
se trate. Si el objeto de la prestación emanada del contrato está configurado por cosas o bienes, la
posibilidad se refiere a su cualidad de poder ser o poder suceder, pues la cosa o bien necesita de una
existencia actual o futura de acuerdo a lo previsto en el propio contrato; si se trata de servicios,
comprendiendo tanto la actividad como la inactividad, la posibilidad radica en poder ejecutar, que
debe medirse por criterios físicos y conforme a la naturaleza del contrato. La falta de este requisito
en el objeto conduce a la imposibilidad de la prestación, en sus diferentes variantes, ya estudiada en
Derecho de Obligaciones.
3) Licitud: Como en el requisito anterior, debe distinguirse entre cosas y servicios. En las primeras, la
licitud es su condición de comercialidad o apropiabilidad, pues no pueden ser objeto de contratos
las cosas fuera del comercio o las cosas comunes o que no pueden formar parte del patrimonio de
una persona. En cuanto a los servicios, no pueden ser contrarios a lo permitido por la ley.
Ciertamente, la causa del negocio jurídico ha sido tema muy llevado y traído en la doctrina,
conduciendo a posiciones muchas veces contradictorias y llevando a la producción de múltiples
teorías que han generado gran cantidad de literatura. A modo de resumen puede señalarse que el
problema de la causa de una atribución patrimonial responde a la necesidad de que todo
desplazamiento de bienes de un patrimonio a otro debe fundarse en una razón que el
ordenamiento jurídico considere adecuada y justa, que como regla debe ser un negocio jurídico
válidamente celebrado. Ello es algo distinto a la causa del negocio que fundamenta dicha
atribución, que es la que nos ocupa en este apartado y ha dado lugar a distintas corrientes o
líneas de pensamiento.
Las teorías que defienden la existencia de la causa como elemento esencial del negocio,
parten de la concepción enarbolada por los franceses DOMAT y POTHIER en cuanto a ella, respecto
a los elementos constitutivos del contrato, concepción ésta que a su vez procede de
interpretaciones y comentarios del Derecho Romano que hicieron los glosadores de los textos del
Digesto primero y la doctrina iusnaturalista después, generalizando luego la posición causalista a
los demás negocios jurídicos. Dentro de esta línea, se configuran las teorías subjetivas y las
teorías objetivas respecto a la causa103.
Las teorías subjetivas identifican la causa con el fin o propósito que persiguen las personas
con el negocio. La causa es elemento esencial del negocio porque ella representa lo que los
sujetos quieren lograr con el mismo, con independencia de qué sea lo que quieran o lo que motivó
su realización. La principal dificultad de esta corriente se localiza en el abandono de la licitud, pues
siguiendo tal línea de pensamiento sería imposible explicar adecuadamente por qué el
ordenamiento jurídico dispone la nulidad de pleno derecho de los negocios con causa ilícita.
Por su parte, las teorías objetivas defienden el criterio de que la causa del negocio es la
función económico- social que éste tiene y que el ordenamiento jurídico tutela y reconoce. Se
confunde así la causa con la función del negocio, y con ello tampoco se da respuesta a la
interrogante que señala el hecho de que se reprueben las causas ilícitas o inmorales, pues
lógicamente no podrá prever el ordenamiento jurídico la posibilidad de fines objetivos ilícitos, y los
móviles subjetivos no cuentan aquí como integrantes de la causa.
Dentro de la propia corriente causalista y para atenuar las dificultades de las teorías
anteriores, se formulan concepciones que combinan postulados de ambas, presentando la causa
del negocio como el fin objetivo del mismo, su función social con razón suficiente para merecer
tutela jurídica, que a su vez es la causa querida y concebida por el agente que realiza el negocio,
lo que le motiva subjetivamente a conseguir aquel fin objetivo.
Si entendiéramos que ésta última es la posición adoptada por nuestro Código Civil, sería
complicado explicar por qué aparece establecido en él que el acto jurídico realizado en contra de
los fines de la sociedad y el Estado, en contra de una prohibición legal, sin propósito de producir
efectos jurídicos o con la intención de ocultar otro negocio distinto, se reputa absolutamente nulo.
Verdaderamente, todo ello puede incluirse en los requisitos de la voluntad para que surta plenos
efectos en el negocio, como ya hemos analizado, pero cabría entonces preguntarse por qué se
establecen tales requisitos.
Si las partes de un contrato pactan la realización de una prestación que es contraria a los
fines sociales o estatales, por ejemplo, el ordenamiento jurídico se niega a concederle eficacia al
consentimiento que es base subjetiva de ese negocio porque no hay causa objetiva en el mismo
para tal protección, es decir, la razón económico - social del negocio no se considera digna de
protección jurídica y, ante su falta, se decreta su nulidad. Si el consentimiento se emite por las
partes de un contrato en contra de una prohibición legal, podemos deducir de igual modo que no
se reconoce como válido el mismo también por falta de causa legítima o porque la causa de dicho
negocio es ilícita. Si las partes simulan un negocio sin el propósito de producir efectos jurídicos,
sólo aparentando que el mismo se realiza, con el propósito de engañar a otros o burlar la ley, esa
divergencia entre la voluntad interna y la declarada produce nulidad absoluta del negocio simulado
porque falta la causa, no hay verdadera motivación subjetiva de que el negocio se produzca. Si las
partes aparentan realizar un negocio que en realidad oculta otro distinto, el negocio simulado será
nulo porque es expresión de una causa falsa, que no vale como tal, mientras que el negocio
disimulado será válido porque tiene causa verdadera y lícita, aunque ésta se ocultara bajo causa
falsa.
La forma se considera también elemento esencial del negocio jurídico de carácter objetivo.
Cuando nos referimos a la forma debe distinguirse entre los dos aspectos que ésta comprende: la
forma como elemento constitutivo del acto, y las formalidades como elemento de validez o prueba
del mismo. Así, afirma CASTÁN104 que “la forma en abstracto es elemento esencial para la
existencia de todo contrato; pero, en su sentido concreto de imposición de una forma determinada,
sólo es, en el Derecho moderno, requisito especial de ciertos y particulares contratos”.
Por una parte, la exteriorización de la voluntad interna, de lo querido por el sujeto, mediante
cualquier signo verbal o escrito, o por la realización de una conducta determinada. En este
sentido, todo negocio requiere de una forma de realizarse, de hacerse reconocible ante los demás,
104
CASTÁN TOBEÑAS, J., op. cit., p. 507.
57
en el mundo objetivo. El propio artículo 49 del Código Civil hace referencia a la forma, vista de
este modo, con los inconvenientes ya apuntados.
Por otra parte, la forma también abarca la observancia de ciertas normas establecidas por el
ordenamiento jurídico, o incluso convenidas por las propias partes, reconocidas como las únicas
aptas para la declaración de voluntad, bien porque de ella dependa la existencia misma del acto,
porque se necesite para su eficacia, o porque tenga como fundamento la prueba del acto y la
protección de los derechos de terceros105.
Como principio general, los sujetos pueden elegir libremente la forma de realizar el acto, de
exteriorizar su voluntad. Pero en algunos casos el ordenamiento jurídico impone la necesidad de
observar una forma determinada atendiendo a la naturaleza del contrato de que se trate, o las
partes del mismo pueden convenir una forma determinada para su realización, lo cual sería una
formalidad voluntariamente impuesta y tendría igual fuerza entre ellos que la establecida
legalmente.
Teniendo en cuenta la función que cumplen las formalidades en los actos de forma impuesta
o exigida por la ley, aquellos pueden ser absolutamente solemnes cuando ésta constituye la
esencia estructural del negocio, y el incumplimiento de esas formalidades acarrea la nulidad
absoluta del acto, no produciendo éste efectos jurídicos.
Por último, la forma impuesta puede tener carácter ad probatinem, es decir, la formalidad
exigida está encaminada a probar el acto en caso de que resulte necesario, además de proteger
los derechos de los terceros. En estos supuestos, cuando la ley requiere de una determinada
forma para que se demuestre en juicio la existencia de un negocio, esta sólo podrá ser probada a
través de esa forma determinada.
4. Elementos accidentales.
Al depender de la voluntad del sujeto o de las partes que intervienen en el negocio, los
elementos accidentales que se incorporen al mismo pueden ser muy variados. Ellos no son
necesarios para la configuración y validez del acto si quienes intervienen en el mismo no se
pronuncian al respecto, pero una vez incorporados al negocio son de obligatorio cumplimiento 106.
105
Vid. GHERSI, C.A. y colaboradores, Derecho Civil. Parte General, 2ª edición, Astrea, Buenos Aires, 1999, pp. 456-
460.
106
DÍEZ-PICAZO y GULLÓN consideran que incluso puede afirmarse que los elementos accidentales vienen a ser, por
voluntad de las partes, requisitos de la eficacia negocial, pues los efectos del negocio quedan, en cierto modo,
58
Los más comúnmente utilizados, y los que regula nuestro Código en su Parte General, son la
condición, el término y la carga modal.
Según la doctrina, pueden existir diferentes tipos de condición 108, dentro de los cuales
nuestro Código regula expresamente la condición suspensiva y la condición resolutoria,
clasificación que se realiza atendiendo a sus efectos en el negocio, es decir, según su
cumplimiento indique el comienzo o la cesación de los efectos del acto, del contrato en este caso.
La condición suspensiva, como su nombre lo indica, suspende los efectos del contrato hasta
su cumplimiento. El artículo 53.2 establece que, si el acto se realiza bajo condición suspensiva,
afectados por ellos. No cabría entonces considerarlos, como ha pretendido un sector de la doctrina, "determinaciones
accesorias de la voluntad", pues ellos inciden en la voluntad que lleva a querer o no querer los efectos del negocio,
pudiendo considerarse ésta denominación como acertada sólo en algunos casos de carga modal, donde puede ser
posible detectar junto a la voluntad "principal" de hacer una liberalidad, otra voluntad "accesoria" dirigida a la
consecución de otra finalidad lícita que se impone al favorecido. Vid. DIEZ PICAZO, L. y GULLÓN, A., op. cit., pp. 550-
551.
107
Vid. ALBALADEJO, M., op. cit., pp. 286-287.
108
Vid. ALBALADEJO, M., op. cit., pp. 292-303; CLEMENTE DÍAZ, T., op. cit., tomo II, Segunda Parte, pp. 618-666; DIEZ
PICAZO, L. y A. GULLÓN, op. cit., pp. 551-554; GHERSI, C.A., op. cit., pp. 438-439; PUIG BRUTAU, J., op. cit., pp. 337-
339.
59
sus efectos sólo se producen al cumplirse la condición, sin retroactividad. El negocio jurídico
existe, pero su eficacia se mantiene en suspenso hasta que se cumpla la condición.
La condición resolutoria, por el contrario, pone fin a efectos ya producidos por el contrato. A
ella se refiere el artículo 53.4, estableciendo que, si el acto se celebra bajo condición resolutoria,
sus efectos se producen inmediatamente, al realizarse el mismo, pero cesan al cumplirse la
misma, precisando el propio precepto que la resolución no tiene carácter retroactivo, por lo que los
efectos ya producidos por el negocio mantienen su eficacia.
A lo anterior se añade lo preceptuado por el apartado 3 del propio artículo, que sanciona que
debe considerarse como cumplida la condición suspensiva que no pueda efectivamente cumplirse
porque así lo impida el interesado en que ésta no se cumpla. Es lo que en doctrina se conoce
como dolus pro impleta condicione, requiriéndose para que proceda la sanción que el propio
interesado en que la condición no se cumpla haya obrado voluntariamente en contra de la buena
fe, siendo tal conducta la causa del incumplimiento de la condición.
Ya se apunto antes que la condición como elemento esencial del negocio se regula en la
Parte General del Código, lo que llevaría a considerar que ésta puede estar presente en todo tipo
de acto negocial, sin embargo, es importante señalar que la misma no puede estar presente en el
negocio jurídico testamentario, pues existe al respecto una prohibición legal contenida en los
artículos 481 y 498 del propio cuerpo legal, que impide que la institución de heredero y los legados
queden sujetos a condición o término. En el contrato, sin embargo, es frecuente la incorporación
de este elemento accidental por voluntad de las partes.
60
El término indica el momento temporal en que comienzan o terminan los efectos de un
negocio jurídico. A diferencia de la condición, el término no se caracteriza por la incertidumbre, es
un suceso futuro pero cierto. La futuridad y la certidumbre son en este caso las que tipifican a este
elemento accidental. Vale señalar que la certidumbre puede ser exacta, en tanto las partes
señalan una fecha determinada como acontecimiento constitutivo del término, que es el que se
conoce como certus an et quando, o puede basarse en la necesaria llegada de ese momento
señalado por las partes, aunque se ignore cuando exactamente llegará, que se conoce como
término certus an incertus quando.
El término también puede adoptar distintas clases, dentro de las cuales está la distinción que
lo clasifica como suspensivo o resolutorio, según indiquen, como en el caso de la condición, el
momento inicial o final de los efectos del contrato.
Cuando el término es suspensivo, dies a quo o ex die, los resultados del acto se retardan o
demoran hasta la llegada del mismo, pero a diferencia de la condición suspensiva que suspende
el nacimiento del derecho hasta su cumplimiento, el término lo que dilata es su exigibilidad, pues
el derecho o la obligación sujeta a él nacen desde que se realiza el contrato. Esta es la línea
seguida por el legislador en el artículo 54.2.
El modo o carga modal es una carga o gravamen que acompaña a una liberalidad, una
prestación que ha de cumplir el destinatario de una atribución gratuita, impuesta por el disponente,
por quien realiza la liberalidad. El beneficiario que resulta gravado con el modo debe seguir una
determinada conducta, pero esa obligación que asume no es una contraprestación a la liberalidad
que recibe, que debe continuar siendo gratuita.
A diferencia de lo que ocurre con la condición, el modo no suspende la eficacia del contrato
ni lo extingue, sencillamente agrega una carga accesoria a la obligación principal, que corre a
cargo de quien recibe el beneficio. En caso de incumplimiento de la carga modal, el artículo 55.3
dispone que el beneficiario ha de responder de los daños y perjuicios que se causen por ese
motivo, lo que indica que no producirá de inmediato la invalidez del negocio ni podrá compelerse a
61
su cumplimiento forzoso específico al que debía realizarla, particulares en los que se profundizará
al estudiarse éste en materia de donación.
Las obligaciones contractuales han de cumplirse, en primer término, en el lugar fijado por las
partes, en virtud del principio de autonomía de la voluntad que permite a estas determinar donde
debe realizarse el pago. Si las partes se pronuncian en este sentido, el lugar acordado es el único
efectivo para que aquél pueda verificarse válidamente, se convierte esa estipulación nacida de la
voluntad de los contratantes en requisito obligatorio del contrato. El artículo 236.1 del Código Civil
cubano se pronuncia en este orden, estableciendo que el lugar de cumplimiento de la obligación
es el fijado por las partes y sólo en su defecto se atenderá a lo fijado por la ley.
BIBLIOGRAFÍA:
ALBALADEJO, Manuel: Derecho Civil. Introducción y Parte General, tomo I, Volumen Segundo, Bosch,
Barcelona, 1996; ALESSANDRI RODRÍGUEZ, A., La autocontratación o el acto jurídico consigo mismo, tomo
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HERNÁNDEZ, Los conflictos de intereses y el acto jurídico consigo mismo, Trabajo de Diploma dirigido por
Leonardo PÉREZ GALLARDO y Caridad VALDÉS DÍAZ, Facultad de Derecho, Universidad de La Habana,
2001; CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho Civil español, común y foral, tomo tercero, Reus, Madrid, 1998;
CLAVIJO, F., "El nuevo Código Civil de Cuba: recuento y reflexiones", en Revista Cubana de Derecho, La
Habana, octubre- diciembre, 1991; CLEMENTE DÍAZ, Tirso: Derecho Civil. Parte General, tomo II, Primera
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Obligaciones, volúmenes I y II, Ed. Universitaria, ENPES, 1989; DÍEZ-PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN, :
Sistema de Derecho Civil, Tecnos, Madrid, 1984; DÍEZ-PICAZO, L., La representación en el Derecho
Privado, 1ª edición, Cívitas, Madrid, 1979; DIHIGO Y LÓPEZ TRIGO, E., Derecho Romano, tomo I, 2ª parte,
EMPES, La Habana, 1987; ENNECCERUS y RIPPERTEY: Tratado de Derecho Civil, 2ª edición española, Ed.
Bosch, Barcelona, 1953; GHERSI, C.A. y colaboradores, Derecho Civil. Parte General 2ª edición, Astrea,
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Curso de Doctorado, Universidad de Valencia, 1997; LARENZ, K., Base del negocio jurídico y cumplimiento
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Comercial, Ediciones Jurídicas Europa- América, Buenos Aires, 1954;OJEDA RODRÍGUEZ, N. y T.
DELGADO VERGARA, Teoría General de las Obligaciones: Comentarios al Código Civil cubano, Felix
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HUALDE SÁNCHEZ, Manual de Derecho Civil, tomo II, Marcial Pons, Madrid, 1997; RAPA ALVAREZ,
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Año VI, UNJC, La Habana, abril- junio 1988; RODRÍGUEZ CORRÍAS, R., Trabajo de investigación
Consideraciones teórico doctrinales sobre la autocontratación como forma de ejercicio anormal del poder
62
de representación, s. ed., Valencia, 1999; VALDÉS DÍAZ, C. et al., Derecho Civil. Parte General, Felix
Varela, La Habana, 2001.
63
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
CAPÍTULO IV
CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS
Sumario:
1. Generalidades
64
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
técnico jurídico, es decir, por el hecho de que los mismos estén sometidos a una
disciplina jurídica que es común a varias figuras de contratos aunque no a todas;
por ello algunos autores110 opinan que la clasificación de los contratos se puede
realizar siguiendo dos criterios: uno estrictamente jurídico ateniéndose a lo que
surge del mismo Código Civil111 y otro es el criterio doctrinario, en el cual se
atiende a las propuestas doctrinarias que se han efectuado en tal sentido.
Para cada uno de esos grupos se han establecido reglas adecuadas que si
son válidas para el grupo dado, son inoperantes para los otros grupos. De estos
grupos, de sus caracteres distintivos y las reglas respectivas trataremos en el
presente capítulo, lo que contribuirá a demostrar la razón de existencia de una
doctrina o teoría general del contrato113.
65
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
clasificación sistemática de los contratos, sino hablar tan sólo de los motivos
diferentes, o bases sobre las cuales pueden agruparse algunos tipos de
contratos114.
2.1.Clasificación de GIORGI116
Los cinco primeros tipos de contratos de esta clasificación tienen por punto
de vista el objeto del contrato y el último la clase de relación entre las partes
contratantes.
114
VALVERDE VALVERDE, Calixto. Tratado de Derecho Civil Español Tomo III, 4ª. Edición, Valladolid,
1937, p. 323.
115
Vid. ORDOQUI CASTILLA, Gustavo. Op. cit p. 322.
116
GIORGI, Jorge. Teoría General de las Obligaciones en el Derecho Moderno, Madrid, 1928.
66
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
b) Contratos que tienen por objeto el uso o consumo de una cosa (préstamo, comodato,
alquiler).
c) Contratos que tienen por objeto una prestación de servicios o de obra (alquiler de
servicios, contrato editorial, contrato de corretaje).
PLANIOL118 crea una clasificación en la cual señala que existen tres clases
fundamentales de contratos: contratos relativos al trabajo, contratos relativos a las
cosas y contratos relativos a los derechos.
a) Los contratos relativos al trabajo son aquellos en los cuales alguno o ambos
contratantes se comprometen a ejecutar un trabajo en beneficio de otro contratante.
Estos contratos PLANIOL los subdivide en contratos a título gratuito y a título
oneroso, según el trabajo se prometa contra la obtención de un interés o beneficio o
sin contraprestaciones.
117
LEHR, Derecho Civil Germánico.
118
PLANIOL Y RIPERT, Traité practique de dorit civil franÇais, Tomo II, Paris, 1952.
67
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
El autor italiano BETTI119 al igual que MESSINEO entre otros, considera que la
función económica del contrato permite percibir la individualidad de cada contrato
y proporciona un criterio apto para interpretar la disciplina normativa que aparece
condicionada a la función que desempeña el contrato.
d) Contratos de Goce. Son los que están orientados a permitir que el acreedor disfrute
de un bien sin tener la disponibilidad del mismo.
g) Contratos de Prevención del Riesgo. Son aquellos que están orientados a prevenir el
riesgo, a tomar las precauciones para que el riesgo tenga las menores consecuencias
adversas.
119
Vid. BETTI. Teoría General de las Obligaciones, Madrid, 1969.
120
En este resultado hay ligeras discrepancias entre BETTI y MESSINEO, quien ofrece un resultado
clasificatorio diferente, Vid. Doctrina General del Contrato, pp. 35 – 37.
68
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
121
VALVERDE Y VALVERDE. op. cit p. 333.
122
MESSINEO. op. cit p. 413.
123
VALVERDE Y VALVERDE. Op. cit p. 333.
69
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
existe un solo deudor y un solo acreedor, por consiguiente el peso del contrato
está de un lado y del otro se encuentra toda la ventaja 124.
Para que el contrato sea bilateral es preciso que: a) las partes resulten
obligadas; b) las obligaciones sean recíprocas o interdependientes, o sea, que
cada obligación encuentre su razón de ser en la otra obligación; c) se exige que
las dos obligaciones recíprocas sean originarias, es decir, que surjan con el
perfeccionamiento del contrato.
124
ORDOQUI CASTILLA .Op. cit p. 249.
125
Citado por ORDOQUI CASTILLA en Op. cit p. 248.
126
Como dice GIORGI citado por VALVERDE Y VALVERDE en Op. cit p. 333.
127
VALVERDE Y VALVERDE. Op. cit p. 333.
128
DIEZ – PICAZO Y GULLÓN. Sistema de Derecho Civil, Volumen II. 6ª. Edición, Editorial Tecnos,
Madrid, 1990, p. 35.
70
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
a) Puede ocurrir que con posterioridad a la perfección del contrato surjan nuevas
prestaciones, pero esto no produce el cambio de la naturaleza del contrato, ya que
como señalamos supra se debe considerar en todo caso al momento de la
concertación del mismo y no al de su ejecución, además, con respecto a estas
obligaciones no existe reciprocidad.
71
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
b) Sólo en los contratos bilaterales se presenta el problema del riesgo, o sea, en materia
de riesgos el sistema a seguir varía según se esté ante un contrato bilateral o
unilateral, en los cuales no es posible que ello suceda ya que en ellos si la
obligación a cumplir por el deudor se hace imposible sin su culpa el deudor se
libera; en los contratos bilaterales por su parte, cuando el deudor queda liberado por
imposibilidad del cumplimiento, el acreedor se libera de la prestación que le
correspondía realizar. (Cfr. artículo 299 apartado 2 del Código Civil cubano).
131
Vid. Infra Capítulo VIII
132
Es un tipo de cláusula que doctrinalmente se denomina pacto, insertada o convenida por las
partes generalmente en el contrato de compraventa, en virtud del cual las partes acuerdan que si el
precio no se paga en el momento debido se resuelva automáticamente el contrato, por tanto no se
requiere la intervención del Tribunal. Opera como una especie de resolución de pleno derecho.
72
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
g) Todo contrato bilateral lleva implícita una condición resolutoria tácita, por la cual el
incumplimiento de la obligación de una parte da lugar al nacimiento por tal motivo
de la acción resolutoria (Cfr. artículo 306 del Código Civil cubano, artículo 1124
del Código Civil español y 1431 del Código Civil uruguayo).
a) En los bilaterales la conclusión del contrato se produce tan pronto las partes
declaren su mutuo consentimiento; en los plurilaterales el problema es complejo,
por cuanto es preciso establecer a quién y en qué forma se debe manifestar la
voluntad.
b) En los bilaterales las obligaciones son correlativas a las partes; en los plurilaterales
cada parte adquiere derechos y obligaciones respecto a todos los demás.
c) Los bilaterales son por regla general de ejecución inmediata o instantánea, los
plurilaterales son en cambio de tracto sucesivo, de ejecución demorada o
continuada.
133
Vid. Infra Capítulo VII.
134
DIEZ – PICAZO Y GULLÓN. Op. cit p. 35.
73
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
e) Los bilaterales están limitados a las partes originarias, en los plurilaterales se admite
el ingreso o la posibilidad de nuevas partes, así como el retiro de las originarias.
Hay autores que consideran sin embargo que la clasificación de los contratos
en estudio nace o se funda en la naturaleza del título de pedir y causa de deber lo
que da como resultado los contratos a título oneroso y a título lucrativo o
gratuito137.
Los contratos onerosos o a título oneroso son aquellos que tienen por objeto
la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno en beneficio del otro; o
sea, aquellos en los que cada una de las partes obtiene una prestación a cambio
de otra que ha de realizar y se reputa equivalente, teniendo ambos contratantes
un interés pecuniariamente apreciable.
135
BLANCO, Alberto. Curso de Obligaciones y Contratos en el Derecho Civil Español, Tomo II, 2ª.
edición ampliada, revisada y puesta al corriente. La Habana, 1948. p. 57.
136
MESSINEO, Francisco. Op. cit p. 421.
137
VALVERDE Y VALVERDE. Op. cit p. 335.
74
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
138
MESSINEO, Op. cit p. 416.
139
DIEZ – PICAZO Y GULLÓN. Op. cit p. 35
140
Cfr. artículo 76 incisos a y b del Código Civil cubano, en virtud del cual es rescindible el contrato
que produce una lesión patrimonial consistente en la desproporción o desequilibrio.
141
Este nexo existe, pero sólo cuando el contrato oneroso es también bilateral o de prestaciones
recíprocas.
75
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
142
En lo que se refiere a la equivalencia originaria de las prestaciones no existe consenso acerca
de lo que debe entenderse por equivalencia, hay autores que entienden que equivalencia es
cambio de prestaciones que se consideran como cambio de ventajas equivalentes; otros entienden
que no es cambio de ventajas sino la ventaja que cada parte se propone obtener, por tanto supone
una apreciación subjetiva, o sea, la ventaja que cada parte pretende obtener, no importando la que
objetivamente resulte.
143
Lo cual no significa que no sea posible la evaluación de la ganancia o pérdida hasta el momento
en que se realice el acontecimiento futuro e incierto, que si bien es cierto constituye una
76
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Por ello es que esta subclasificación, por lo que más interesa al Derecho y en
donde tiene importante aplicación es en la rescisión del contrato por lesión, Cfr.
artículo 80 del Código Civil cubano, lo que si puede estimarse en los contratos
conmutativos y no puede considerarse en los contratos aleatorios, ya que, como
hemos analizado, en todo contrato hay un cierto riesgo en la determinación del
resultado, pero en estos últimos se asume tomándose concientemente ese riesgo.
característica del contrato aleatorio, es exacto parcialmente, pues existen contratos aleatorios en
los que se puede desde su perfección y antes de la ocurrencia del acontecimiento incierto evaluar
la ganancia o pérdida, v. gr.: el contrato de apuesta.
144
Vid. MESSINEO. Op. cit p. 417.
77
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
d) La responsabilidad del deudor se determina con criterio más severo en los contratos
a título oneroso que en los a título gratuito.
e) En principio se puede decir que la ley exige siempre una mayor capacidad de las
partes cuando se trata de contratos gratuitos que cuando se trata de contratos
onerosos.
145
VALVERDE Y VALVERDE. Op. cit p. 335.
78
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
j) Los actos de liberalidad a título gratuito entre herederos del obligado tienen ciertos
controles especiales, v. gr.: colación entre los herederos, reducción de donaciones
por inoficiosa, etc., Cfr. artículos 530 y 378 del Código Civil.
79
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
VALVERDE146 considera que esta clasificación que nos viene del Derecho
Romano, que tomaba como base o motivo de ella la perfección del contrato,
distinguiendo cuatro grupos de contratos: reales, consensuales, verbales y
literales147; no está fundada en la naturaleza de las cosas, sino formada por el
influjo de pobres puntos de vista y prueba de ello es que el legislador puede dar o
quitar el carácter de real, consensual, formal o solemne a los contratos.
80
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
No obstante, la figura del contrato real no depende del orden de las ideas de
unidad cronológica en la formación del contrato, se puede considerar
indispensable la entrega para el perfeccionamiento del mismo aun suponiendo que
dicho contrato queda en suspenso mientras no siga la entrega de la cosa, o bien
se postula que si no entra en los propósitos de las partes, efectuar la entrega de la
cosa, habrán concluido, no el contrato real dado, sino el correspondiente contrato
preliminar.154
149
Cfr. artículos 1794 y 1803 del Código Civil Federal de México; artículos 450, 452 y 453 del
Código Civil de Bolivia; artículos 1258, 1261, 1262 y 1278 del Código Civil español y artículos 50,
310 y 311 del Código Civil cubano.
150
Este contrato toma su nombre de la palabra latina “res” que significa cosa.
151
DIEZ – PICAZO Y GULLÓN. Op. cit p. 34.
152
En ellos la entrega adquiere un valor de elemento esencial del contrato y puede parangonarse a
lo que es el elemento forma, en los contratos solemnes; la entrega o tradición es un elemento
formal (tradición contrahendi causa).
153
MESSINEO. Op. cit p. 106
154
Vid. Infra Capítulo V.
81
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Por ello muchos autores155 opinan que hoy subsiste la distinción entre
contratos consensuales y reales, ya que los Códigos Civiles admiten tipos de
contratos reales, en que se exige la entrega de la cosa como perfección de los
mismos, por lo que basta para considerar como conservada por la legislación tal
categoría, la cuestión entonces no puede resolverse de iure conditio, a base de
criterios puramente doctrinales, sino que hay que ajustarse al Derecho positivo,
cuyos preceptos están inspirados no sólo en exigencia de orden estructural sino
además a exigencias económicas o técnico – jurídicas.
Corresponde distinguir lo que es el contrato real del contrato con efecto real,
ya que de contratos reales se habla en la doctrina moderna en un sentido
completamente distinto a lo que hasta el momento hemos explicado, para aludir a
los que producen como efecto la constitución, transmisión, modificación o
extinción de un derecho real.
82
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
83
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
objeto tiene un precio superior a los $500.00, en virtud de tal precepto el contrato,
cuyo objeto tiene un precio superior a esta cantidad, deberá consignarse en
documento público o privado, pero su inobservancia no provoca la nulidad del
mismo, pues sólo es requerida como prueba del negocio, no condiciona así la
eficacia negocial.
Las formalidades habilitantes son aquellas que la ley exige para superar
ciertas incapacidades, V. gr.: cuando se requiere autorización para realizar ciertos
contratos de disposición, Cfr. artículos 87 del Código de Familia y artículo 191
apartado 1 del Código Civil en relación con el artículo 70 de la Ley General de la
Vivienda. Las denominadas formalidades habilitantes no impiden de ninguna
manera que el contrato siga siendo consensual; la ausencia sin embargo de esta
formalidad habilitante conforme a nuestra legislación es causa de nulidad absoluta
del contrato, Cfr. artículo 67 inciso d y el artículo 191 apartado 2 ambos del Código
Civil.
a) Contrato formal, es aquel donde la ley exige que la voluntad de las partes se externe
bajo cierta forma que ella dispone. Si la forma no se cumple el acto existirá, pero no
podrá surtir la plenitud de sus efectos jurídicos, en especial contra terceras personas.
b) Contrato solemne, es aquel donde la ley exige como elemento de existencia que la
voluntad de las partes se externe con la forma prevista por ella y si la forma no se
cumple el contrato no se perfecciona.
84
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
El contrato accesorio es aquel que tiene vida y existe en razón y medida que
sirve para dar fuerza o garantizar el cumplimiento de un derecho de crédito; por
tanto será accesorio aquel contrato que tiene por objeto asegurar el cumplimiento
de una obligación principal, de manera que no puede subsistir sin ella, v. gr.:
fianza, hipoteca, prenda.164
161
Vid. PERAL COLLADO, Daniel. Obligaciones y Contratos Civiles, La Habana, 1980, p. 121.
162
Vid. BLANCO, Alberto. Op. cit pp. 61 – 62.
163
Idem Nota N° 53 p. 122.
164
Recuérdese que en nuestro Derecho positivo no son reguladas como contratos, sino como
formas de garantía del cumplimiento de las obligaciones, Cfr. artículos 270 apartado 1; 280
apartado 1 y 288; lo cual no desvirtúa la naturaleza contractual de ellas.
165
Vid. ORDOQUI CASTILLA. Op. cit p. 273.
85
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Esta clasificación nos viene del Derecho Romano y se realiza en razón del
nombre o denominación del contrato; en este Derecho tuvo mucha importancia
porque el nombre del contrato era una cosa directamente relacionada con la
acción que de ellos nacía, pero en el Derecho moderno esta clasificación no tiene
ese excepcional interés.
86
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Los contratos típicos son los que poseen regulación legal y los contratos
atípicos los que carecen de ella.166
El artículo 1260 del Código Civil urugüayo 168 señala que: “los contratos
tengan o no denominación particular, están sujetos a unos mismos principios
generales. Las reglas particulares a los contratos nominados se establecen en los
títulos respectivos y las peculiaridades a las transacciones mercantiles en el
Código de Comercio”.
Como se puede observar de los conceptos hasta ahora aquí ofrecidos, hay
una identificación entre las categorías de contrato nominado y contrato típico por
una parte y entre las de contrato innominado y contrato atípico, de lo que resulta
que, desde un punto de vista terminológico, corresponde realizar precisiones.
166
DIEZ – PICAZO Y GULLÓN. Op. cit p. 37.
167
Vid. GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ, Ernesto. Derecho de las Obligaciones, 5a. edición, Editorial Cajica,
S. A. Puebla, 1984, p. 188.
168
Código Civil uruguayo, actualizado con la Ley 16.7119 de 6-10-95. en Colección Códigos de la
República Oriental del Uruguay, Montevideo, Uruguay, 1998.
169
Vid. DIEZ – PICAZO PONCE DE LEÓN, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, Volumen
I, Editorial Civitas, Madrid, 1996, p. 386.
87
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
de hospedaje), pueden luego pasar a ser típicos, desde que cuentan con
normativa en el ordenamiento jurídico, Cfr. artículos 438 al 443 del Código Civil,
relativos al contrato de hospedaje.
88
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
De esta manera existirá una tipicidad legal, otra social y los contratos
propiamente atípicos que carecen de toda referencia o regulación conocida.
170
Vid. DIEZ – PICAZO, Fundamentos.... cit. pp. 361- 363.
89
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Los contratos complejos son aquellos en los que el contenido total del
contrato encaja en dos o más tipos de contratos típicos, de tal manera que no hay
una yuxtaposición de contratos típicos sino una fusión de los mismos, v. gr.:
contrato de hospedaje.
Hay autores171 que proponen una clasificación más sencilla, de la que resulta:
los contratos irregulares, que serían aquellos que entran perfectamente en un tipo
contractual determinado pero cuya disciplina presenta algunas modificaciones
especiales; la irregularidad consiste en la exclusión o modificación de un elemento
no esencial, pero característico del contrato que se realiza por acuerdo de las
partes, v. gr.: depósito irregular y los contratos mixtos que reflejan un fenómeno
de combinación de uno o varios tipos contractuales.
Con relación a los contratos atípicos es preciso definir por qué normas o por
qué criterios se regulan éstos, ya que si el contrato es típico no hay dudas de que
el propio hecho de que dispongan de una normativa legal impone la necesidad de
acudir a dicha normativa para solucionar los conflictos que se susciten entre las
partes; sin embargo, los contratos atípicos carecen precisamente de regulación
expresa.
a) Lo querido por las partes, o sea, por las reglas contractuales establecidas por las
partes en cuanto estas reglas, pactos, cláusulas o estipulaciones deben considerarse
ellas mismas como lícitas y admisibles. Cfr. artículo 312.
171
ORDOQUI CASTILLA. Op. cit p. 301
90
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
c) Y por los principios generales del derecho contractual, al que también nos remite el
artículo 314, pero que desdichadamente no encontramos en el texto del Código
Civil su expreso reconocimiento, no obstante, consideramos que se está
reconociendo tácitamente lo que en otras legislaciones, en la doctrina y
jurisprudencia se tiene por tales, a saber, entre otras:
Consensualismo173
Principio de la autorresponsabilidad.
a) Teoría de la absorción: Esta teoría significa que al contrato atípico deberá aplicarse
las normas del tipo contractual dominante, en consecuencia debe buscarse dentro de
la totalidad del contrato atípico un elemento preponderante que se ha de
corresponder con el elemento preponderante de algún contrato típico y aplicar al
conjunto la disciplina normativa del contrato típico al que pertenezca dicho
elemento preponderante. Lo difícil es conforme a esta teoría determinar
cuál es el elemento preponderante o determinante de un contrato atípico híbrido,
172
Vid. Infra Capítulo IX.
173
Vid. Supra Epígrafe 3.3.3
174
Vid. Infra Capítulo XI.
175
Vid. DIEZ – PICAZO, Fundamentos.... cit. pp. 365 – 366.
91
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
pues hay casos en que todos los elementos del contrato forman un todo orgánico, de
manera que no puede delimitarse cual de las prestaciones es la principal y en
consecuencia prevalente y cuales las accesorias; por otra parte con la presente teoría
se le resta importancia a aquellos elementos aun secundarios, pero que le dan al
contrato atípico su rasgo característico.
176
DIEZ – PICAZO, Fundamentos... cit. p. 366
177
Cuando estos sean absolutamente atípicos desde el punto de vista legislativo y no permiten
aplicar ninguna de las teorías expuestas.
178
Vid. MESSINEO. Op. cit p. 400
92
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
179
Vid. ORDOQUI CASTILLA . Op. cit p. 323.
93
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
cumplimiento por parte del tercero, Cfr. artículo 290 in fine, en que el acreedor, por
tratarse de una prestación que no puede ser ejecutada por un tercero sólo podrá
exigir la ejecución por equivalente.
180
MESSINEO. Op. cit p. 429.
181
Ibidem
94
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
contrato recibe ejecución inmediata, sino que el contrato se ejecuta uno actu, es
decir, con una solutio única y con esto mismo queda agotado.182
182
MESSINEO. Op. cit p. 429 - 430.
183
Ibidem.
95
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
d) En los contratos de ejecución continuada las partes suelen estar facultadas para
concluir el contrato ejerciendo el derecho de denuncia unilateral. Se trata de un
derecho potestativo que se ejerce sin expresar motivos, pues con ello se busca que la
perpetuidad de la relación jurídica no llegue a afectar la libertad personal.
f) En los contratos de ejecución continuada que suelen acordarse por cierto plazo
pueden ser renovados en algunos casos por la denominada tácita reconducción,
después de la expiración del término, lo que supone que debido a la actitud asumida
por las partes, una vez vencido el plazo del contrato se considera como renovado en
forma automática, Cfr. artículo 392 del Código Civil cubano.
BIBLIOGRAFÍA:
DOCTRINA
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Barcelona. 1989. BETTY Teoría de las Obligaciones. Revista de Derecho Privado. Madrid.
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(ampliada, revisada y puesta al corriente) La Habana. 1948. DIEZ – PICAZO PONCE DE
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A.. Puebla. 1954. LEHR, DErecho Civil Germánico. MASSEAUD. Leçons de droit civil.
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Contratos. 1ª. Parte. La Habana. 1991. SIMONE, Mario de. Los negocios jurídicos
irregulares. Traducción de F, J. OSSET. Revista de Derecho Privado. Madrid. 1956.
184
Vid. Infra. Capítulo VII.
96
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
VALVERDE Y VALVERDE, Calixto. Tratado de Derecho Civil Español. Tomo III. 4ª.
edición. Talleres Tipográficos “Cuesta”. Valladolid. 1937.
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Por Jaime DE CASTRO Y GARCÍA y otros autores. Editorial Calex. Madrid. 1993. Código
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Código Civil uruguayo. Actualizado con la Ley 16.7119 de 6 de octubre de 1995.
Colección de Códigos de la República Oriental del Uruguay. Montevideo. (Uruguay). 1998.
97
CAPÍTULO V
FORMACIÓN DEL CONTRATO
Sumario:
1. Consideraciones preliminares.
185
CASTÁN TOBEÑAS, José. Derecho Civil español Común y Foral, tomo III, 16ª. Edición, Reus,
1992, pp. 700-711.
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Desde el Derecho romano hasta nuestros días, los juristas se han visto
obligados a estudiar todo lo relacionado con la figura jurídica de los contratos,
debido a la trascendencia que los mismos tienen en la vida cotidiana. Sin
embargo, durante una etapa algunos autores se limitaron a estudiar lo relativo a la
perfección y consumación de los contratos, mostrando cierta reticencia a abordar
lo referente al período precontractual.
99
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
un debate entre los contratantes; de ahí que exista un intervalo de tiempo desde
que las partes se ponen en contacto hasta que se produce la perfección del
contrato.
Los Tratos Preliminares son definidos por DÍEZ – PICAZO como “... los actos
que los interesados o sus auxiliares llevan a cabo a fin de elaborar, discutir y
concertar el contrato...”192. Requieren que las partes se pongan en contacto con la
seria intención de contratar, a partir de entonces, deberán realizar, ya sea de
conjunto o separadamente, actos encaminados a la conclusión del contrato.
188
Vid. DÍEZ – PICAZO, op. cit., pp. 270 y ss.; PUIG FERRIOL, Luis; María del Carmen GETE-ALONSO Y
CALERA; Jacinto GIL RODRÍGUEZ; José Javier HUALDE SÁNCHEZ, Manual de Derecho Civil, tomo II,
1ª. edición, Marcial Pons, Madrid, 1996, pp. 549 y ss; DÍEZ – PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN,
“Sistema de Derecho Civil”, volumen II, 7ª. edición, Tecnos, Madrid, 1995, pp. 65 y ss.; LASARTE,
Carlos, Curso de Derecho Civil Patrimonial. Introducción al Derecho, 2ª. edición. Tecnos, Madrid,
1990, pp. 368 y ss.
189
La UNIDROIT es el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado, esta
institución tiene su sede en Roma, Italia.
190
Artículo 2.1: “Modo de Formación del Contrato. Todo contrato podrá celebrarse mediante la
aceptación de una oferta o por la conducta de las partes que sea relevante para demostrar la
existencia del mismo”.
191
Vid. HILSERAND, op. cit., p. 19.
192
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 270.
100
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
101
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
dictar su fallo el Tribunal tuvo en cuenta que las partes ya habían demostrado
serio interés en la conclusión del contrato realizando actos encaminados a tal fin.
Estos elementos han sido sostenidos de este modo por la doctrina 196.
102
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
las partes existe confianza en la conclusión del contrato por el modo en que se
han desarrollado las conversaciones.
La más antigua de las teorías fue elaborada por IHERING. El ilustre autor
alemán consideraba que la culpa in contrahendo tenía su fundamento en la
responsabilidad contractual; al haberse ocasionado el daño en la preparación del
contrato, su reparación debía tomar como base al contrato que deseaban otorgar
los interesados.
103
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
104
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
202
HILSERAND, op. cit., p. 77.
203
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p. 275.
204
HILSERAND, op. cit., p. 77.
?
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p. 275.
?
HILSERAND, op. cit., p. 82.
105
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Para que una declaración de este tipo se le considere oferta es preciso que:
205
Vid. DÍEZ – PICAZO, L. y A. GULLÓN, Sistema..., cit., p. 69; DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p.
280.
206
Sobre este particular PUIG FERRIOL et. al., op. cit., p. 552; DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p.
280.
106
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
207
Vid. LASARTE, op. cit., p. 370; PUIG FERRIOL, et. al., op. cit., p. 553; DÍEZ – PICAZO, L. y A.
GULLÓN, Sistema..., p. 69.
208
Vid. DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., pp. 285 y ss.
209
PUIG FERRIOL, et. al., op. cit., p. 553.
210
Artículo 2.2 “Definición de la oferta. Toda propuesta de celebrar un contrato constituye una
oferta si es suficientemente precisa e indica la intención del oferente de quedar vinculado en caso
de aceptación”.
107
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
211
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 294.
212
Vid., CO PAYERA, Miguel, Comentarios al artículo 1. 262, en Comentarios al Código Civil, 2ª.
edición, Gráficas Arias Montero, Madrid, 1993, pp. 418-449; Luis RIVERA ALSA, Contrato, en Nueva
Enciclopedia Jurídica, tomo V, 1ª. edición, Francisco Seix, Barcelona, 1985, p. 318.
213
DÍEZ – PICAZO, L. y A. GULLÓN, Sistema..., p. 69; DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 294.
214
Vid., sobre éstos particulares: DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., pp. 296-298.
108
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
215
Artículo 2.4: “Revocación de la oferta.
1. Cualquier oferta puede ser revocada hasta que el contrato se celebre si la comunicación de
su renuncia llega al destinatario antes de que éste haya enviado la aceptación.
2. En todo caso, la oferta no podrá revocarse:
a) Si en ella se indica que es irrevocable, ya sea señalando un plazo fijo para su
aceptación o por darlo a entender de alguna otra manera.
b) Si el destinatario pudo considerar razonablemente que la oferta era irrevocable y ha
procedido con dicha oferta.”
109
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
216
El apartado 1 del artículo 2.11 de la UNIDROIT estipula: “La respuesta a una oferta hecha en
términos de aceptación, con adiciones, limitaciones u otras modificaciones, se considerará como
un rechazo de la oferta y constituirá una contraoferta”. Vid., CO PAYERA, op. cit., pp. 418-449 y
RIVERA AISA, op. cit., p. 318.
217
Consúltese PUIG FERRIOL, et. al., op. cit., p. 515-516; DÍEZ – PICAZO, L. y A. GULLÓN, Sistema...,
pp. 72-73; CO PAYERA, op. cit., p. 452 y RIVERA AISA, op. cit., p. 320.
110
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
ubica la conclusión del contrato en diversos instantes, que abarcan desde que se
emite la aceptación hasta que la conoce el oferente.
111
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
221
CO PAYERA, Fundamentos..., op. cit., p. 454.
222
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p. 324.
223
En estos casos se está haciendo referencia a las teorías del conocimiento y de la emisión.
112
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
224
DÍEZ – PICAZO, Fundamentos...I, cit., p. 324-325.
225
Vid., DÍEZ – PICAZO, “Los llamados contratos forzosos”, en Anuario de Derecho Civil, 1956, p. 95.
113
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
226
CASTÁN TOBEÑAS, José. Derecho Civil Español. Común y Foral, tomo 4º. Derecho de
Obligaciones. Las particulares relaciones obligatorias, 14ª. edición, Reus, Madrid, 1988, p. 28.
227
GARCÍA AMIGO, Manuel. “Sobre la naturaleza jurídica de las condiciones generales de los
contratos” en Revista de Derecho Privado, 1965, p. 721.
228
Las obligaciones de hacer son aquellas en las que una persona se compromete a desplegar
cierta actividad a favor de otra. Vid. al respecto LASARTE ALVAREZ, Carlos. Principios del Derecho
Civil, tomo 2º., Derecho de Obligaciones, 4ª. edición, Trivium, Madrid, 1996, pp. 75-76.
114
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
El segundo criterio entiende que las partes del Contrato Preparatorio deberán
establecer las líneas bases para la concertación del futuro contrato; en este
supuesto, los contratantes deberán emitir una nueva declaración para desarrollar
cuanto hubiesen previsto. Las partes al establecer las líneas bases deberán cuidar
entonces su extensión, ya que un desarrollo desmedido de las mismas
conformaría totalmente el contrato posterior 232. CASTÁN TOBEÑAS al analizar la idea
del contrato base concluye: “En el precontrato se convienen, de momento, las
bases contractuales, dejando para después su desarrollo. Las partes no deben
celebrar en lo futuro un verdadero contrato, sino, simplemente, desarrollar las
bases de un contrato completo contenidas en el negocio precontractual...” 233
229
ROMÁN GARCÍA, Antonio. “Precontrato” en Nueva Enciclopedia Jurídica, tomo XX, 1ª. edición,
Francisco Seix, Barcelona, 1985, pp. 158-159; PUIG FERRIOL, et. al., op. cit., p. 454.
230
Sobre este particular consúltese LASARTE ALVAREZ, Principios del ... cit., pp. 192-193.
231
Cuando se acude a un Tribunal, éste puede, una vez vencido el plazo previsto para emitir el
nuevo consentimiento sin que el obligado cumpla, tenerlo por presentado. A esta situación se le
denomina sustitución judicial de la voluntad del rebelde. Vid. DÍEZ – PICAZO, L. y A. GULLÓN,
Sistema... cit., p. 75.
232
Vid. PUIG FERRIOL, et. al., op. cit., p. 567.
233
Vid. CASTÁN TOBEÑAS, op. cit., p. 29.
234
Vid. DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 335; PUIG FERRIOL. et. al., op. cit., p. 568.
235
Vid. CASTÁN TOBEÑAS, op. cit., p. 30.
115
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
116
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
una de las partes para determinar ciertos derechos y obligaciones dimanantes del
contrato. Las condiciones generales pueden estar incorporadas al contrato,
sometidas a la aceptación y firma de la otra parte contratante, mientras que a las
segundas, no recogidas en el contrato, se les denomina condiciones generales de
la contratación, que son elaboradas por grupos o ramas de industriales o
comerciantes240. Algunos ordenamientos jurídicos destinan a las condiciones
generales leyes especiales, cuyas disposiciones evitan el uso de cláusulas
abusivas y protegen al aceptante.
117
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
aceptación de una oferta”245. El hecho de que una parte fije el contenido del
contrato no es elemento determinante de la naturaleza contractual del acto. Estos
aspectos son los que se conjugan en la teoría ecléctica que ve en el contrato por
adhesión “... una base contractual sobre un fondo reglamentario” 246.
245
Idem, p. 349.
246
Vid. ROYO MARTÍNEZ, op. cit.,p. 60.
247
Vid. Supra 2, 2.4.
248
Artículo 318: “1. El que promete públicamente una remuneración a cambio de una prestación
está obligado a satisfacerla de conformidad con la promesa.
2. El promitente puede retirar la promesa utilizando el mismo medio publicitario en que la hizo, pero
la revocación carece de efecto respecto de la persona que ya ha ejecutado la prestación”.
118
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
119
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
120
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
256
Artículo 17: “A falta de sumisión expresa o tácita de las partes, las obligaciones contractuales se
rigen por la ley del lugar de ejecución del contrato”.
257
Existe conflicto de leyes cuando convergen varias leyes de posible aplicación a una relación
jurídica por la existencia en ella de uno o más elementos extranjeros. Vid. ORTÍZ DE LA TORRE, José
Antonio Tomás, Derecho Internacional Privado, Parte General, Volumen I, 1ª. edición, Ed. Agisa, S.
A., Madrid, 1992, pp. 24-26.
258
Vid. Supra 2, 2.2.4.
259
Vid. Supra 2, 2.1.2.1.
260
Artículo 82: “El que cause ilícitamente daño o perjuicio a otro está obligado a resarcirlo”.
121
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Por su parte, los términos que aparecen redactados los articulos 506 y 508
de la LPCAL264, conducen a la conclusión de que el remate de bienes en esta
norma regulado, sólo opera en los casos en que existe una resolución judicial. El
primero de estos preceptos confiere un término al “deudor” para presentar nuevas
personas (postores) que realicen mejores ofertas. Asimismo, el artículo 508,
dedicado a la adjudicación, compara el valor de la postura seleccionada con el
“importe del crédito reclamado”, fijando el destino del mismo respecto al “acreedor”
y el “deudor”. Estos elementos refuerzan la idea de la exclusión de la subasta
judicial voluntaria.
261
Artículo 275: “El acreedor a quien no se le haya pagado su crédito, puede enajenar el bien en
subasta pública.
262
El párrafo cuarto del artículo 505 dispones: “A ese objeto se anunciará la celebración del acto
con cinco días por lo menos de antelación, mediante edicto que se fijará en la tablilla de avisos del
Tribunal y en cualquier otro lugar que éste, en su caso disponga. Si se trata de inmuebles la
publicación se hará, además, en todo caso, en la tablilla de avisos del Tribunal Municipal Popular
en cuya demarcación los bienes se hayan situados”.
263
Vid. Supra 2, 2.3.1.
264
Artículo 506: “Las terceras personas de que hace mención el artículo anterior podrá asimismo
hacer ofertas por cantidad inferior a las cuatro quintas partes que en él se expresan; pero, en este
último caso, se dará traslado al deudor por cinco días para que pueda, a su vez, presentar
personas dispuestas a mejorar aquéllas y en tal supuesto, previa celebración de nueva
comparecencia, se llevará a efecto el remate en los términos que resulten más favorables al
deudor, a tenor de las reglas antes referidas”.
Artículo 508: “Cuando la adjudicación se lleve a efecto por una cantidad superior al imorte del
crédito reclamado, sus intereses de demora y las costas, se hará pago al acreedor previa la
práctica de la oportuna liquidación, conforme previene el artículo 514, y dejará a disposición del
deudor el remate que resulte a su favor”.
122
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
También resulta interesante, la exigencia del párrafo tres del artículo 509 265; a
tenor de este precepto, los postores que se presentan al remate deben abonar una
fianza por el valor del 10 por ciento del bien previamente tasado. La fianza en
cuestión se imputa al precio a pagar por la persona a cuyo favor se adjudique el
bien, y podrá ser decomisada si se incumple su obligación de pago. El resto de las
fianzas se devolverán a los demás postores. La exigencia de fianza no es propio
de la figura en estudio, los postores no tienen porque garantizar su participación
en tanto ello no constituye una obligación, y, su simple presencia en la subasta, no
genera obligación alguna que necesite de garantía.
Finalmente observar, que el primer párrafo del artículo 513 266 contiene dos
estipulaciones en nuestra opinión incompatibles con la subasta. Es importante
tener en cuenta, que una vez realizada la licitación con la mejor postura ya se
entiende perfeccionado el contrato, el denominado momento de remate o
adjudicación es un acto confirmatorio, por ende, es erróneo otorgar facultades
para “antes de aprobarse el remate”. En adición a lo anterior, al haberse
perfeccionado el contrato con la mejor postura no podrá nunca el titular de los
bienes licitados revocar su voluntad, como se admite en la parte final del párrafo
de referencia.
265
El párrafo tercero del artículo 509 establece: “Las terceras personas que concurran a hacer
ofertas conforme a los artículos 505 y 506 deberán haber constituido previamente fianza por
cantidad igual al 10 por ciento del importe de la tasación, sin cuyo requisito no serán admitidas.
Dicha fianza se prestará en efectivo, consignándose en poder del Secretario a las resultas de la
obligación a que queden sujetos de abonar dentro de los cinco días el precio íntegro aprobado,
conforme a la regulación y por el orden a que se contrae el artículo que sigue”.
266
Conforme al cual: “Antes de aprobarse el remate, podrá el deudor liberar sus bienes pagando el
crédito, intereses y costas. Después de aprobado, quedará la venta irrevocable”.
267
En el artículo 10 inciso b) se dispone: “dar fe de hechos, actos o circunstancias de relevancia
jurídica de los que se deriven o declaren derechos o intereses legítimos para las personas o de
cualquier otro acto de declaración lícita”.
268
Artículo 312: “En los contratos las partes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones
que tengan por conveniente, salvo disposición en contrario”.
123
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
BIBLIOGRAFÍA:
124
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
1. Consideraciones Preliminares.
En capítulo anterior269 se analizó la caracterización del contrato desde el
punto de vista estructural, al estudiar sus elementos constitutivos; en tal
oportunidad quedó claro que los elementos esenciales son requisitos o
presupuestos de validez del contrato; mientras que los “elementos naturales” son
obligaciones contractuales derivadas de normas jurídicas dispositivas que
funcionan en defecto de pacto en contrario de las partes; por último los elementos
accidentales son maneras de configurar la eficacia del contrato, cuya
accidentalidad puede considerarse del tipo abstracto del negocio tal y como está
previsto en la ley, pero que e el contrato real concertado por las partes adquieren
el rango de determinaciones esenciales de la reglamentación de intereses que
entre ellos se establece.
Nos ocupará en este capítulo el estudio del contenido del contrato, categoría
de gran trascendencia práctica, lo que será corroborado en el desarrollo del
presente capítulo; de ahí la necesidad de distinguir el contenido el contenido de
otras categorías tales como: elementos, presupuestos y efectos.
Los elementos del contrato son aquellos componentes que entran a formar
parte de la configuración del contrato. Para que el contrato exista es necesaria la
presencia de sujetos, intereses materiales que afectan a esos sujetos y una
determinada actividad mediante la cual los sujetos declaran su voluntad e
implantan su declaración dotándola de vigencia preceptiva entre ellos. Los
elementos del contrato son una realidad exterior y anterior lógica y
cronológicamente al contrato270.
269
Vid Supra Capítulo III
270
Vid. DIEZ – PICAZO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. Volumen I, 4ª. Edición,
Editorial Civitas. Madrid, 1995, p. 328.
125
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Por ello, aun cuando existe relación entre contenido y efectos del contrato,
estas categorías no deben confundirse. Los efectos del contrato son
consecuencias de éste, por tanto son algo posterior que el contrato produce, algo
que se crea o surge por el hecho de haberse celebrado el contrato 272.
Los efectos jurídicos son fijados exclusivamente por la ley, sin que a las
partes le sea preciso fijarlos o establecerlos, bastando que su conducta quede
comprendida dentro del amplio campo normativo en el que se permite el libre
juego de la autonomía privada273. De tal manera los efectos del contrato no están
marcados sólo por lo querido por las partes, sino que surgen de lo querido por
ellas dentro de lo previsto por el ordenamiento jurídico; por lo que se pueden
diferenciar lo que son efectos voluntarios (contenido) de lo que son efectos
necesarios (surgen del orden jurídicos) 274, pues, tal como hasta aquí hemos
expuesto, el contrato no es sólo el acuerdo de partes, sino que la voluntad de
ambas necesariamente debe interrelacionarse con el orden jurídico en atención a
cuál sea su causa o fin esencial.
Otro sector de la doctrina opina que el contenido del contrato está integrado
por la voluntad de los contratantes, como fenómeno abstracto resultante del
encuentro de varias voluntades individuales, manifestándose así lo que se conoce
como el voluntarismo jurídico276, sin embargo, aunque la voluntad es un elemento
271
Vid SCOGNAMIGLIO, Renato. Teoría General del Contrato. Volumen IV, traducción Fernando
HINESTROSA, 1ª. edición, 1983. (Reimpresión) Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1991,
p. 250.
272
Vid. DÍEZ – PICAZO. op. cit. p. 328.
273
ORDOQUI CASTILLA, Gustavo. Lecciones de Derecho de las Obligaciones, Tomo III, Volumen I,
Ediciones “Del Foro” S.R.L., Montevideo, 1999, p. 6.
274
Ibídem.
275
Vid DÍEZ – PICAZO. op. cit. p. 329.
276
Como se verá posteriormente, la tesis voluntarista encuentra restricción en el principio
contractual que enuncia que el contrato no sólo obliga a lo que en ellos se expresa, sino a todas las
126
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
sine qua nom del contrato pues sin voluntad no existe este negocio jurídico, la
voluntad no constituye ni la esencia ni el contenido del contrato.
Por ello el contenido del contrato está constituido por el intento práctico de
las partes, si bien no hay inconveniente en configurarlo como intento jurídico, al
tratar de perseguir el fin propuesto por un procedimiento de tal índole, pertenece a
la esfera de la autonomía de la voluntad. De tal forma, el contenido del negocio
alude a lo querido por las partes y es precisamente lo que es objeto de
interpretación278.
DÍEZ - PICAZO279 considera que el contenido del contrato es lo que éste lleva
dentro de sí, aquello que constituye su más íntima sustancia; en definitiva, lo que
en verdad es y aquello en que consiste. Es la composición misma del contrato, su
sustancia más íntima y entrañable.
El contenido del contrato está formado por una o varias reglas de conducta,
desde este punto de vista el contrato siempre tiene un contenido reglamentario,
preceptivo. El contenido del contrato es, entonces, la formulación, la regla que
establece los deberes y poderes que las partes ostentan en su relación, en otros
términos, el contenido de todo contrato son las reglas de conducta que han de
observar las partes.
consecuencias que según su naturaleza sean conformes a la equidad, al uso o a la ley, pues todos
los contratos han de ejecutarse de buena fe.
277
Considerando los valores de seguridad jurídica, confianza y buena fe.
278
Vid ORDOQUI CASTILLA, Op. cit. p. 6.
279
Vid DÍEZ – PICAZO, Fundamentos... cit. pp. 328-329.
280
Vid Supra crítica a la consideración de la voluntad como contenido del contrato.
281
De lo que se deriva el efecto contractual de obligatoriedad, elevado a la categoría de principio,
Vid Capítulo IX.
127
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Las cláusulas esenciales son las que dan su calificación jurídica al acto que
se celebra y sin las cuales no se puede concebir la existencia del contrato, o en su
ausencia el contrato tendría una denominación jurídica diversa. Estas cláusulas
que se deben cumplir porque la ley las determina, pueden o no consignarse
expresamente en el contrato, pues las plasmen o no las partes, se requieren para
la existencia misma del acto. En consecuencia, el contrato se debe cumplir de
acuerdo con lo que la ley determina y estas cláusulas, aunque no se inserten, son
de su esencia y sin ellas no es posible su concepción.
Las cláusulas naturales son aquellas que sin ser esenciales a la vida del
acto, derivan del régimen legal complementario a éste, no obstante que los
contratantes nada hayan dicho al respecto, pero, también por acuerdo de éstos, se
puede excluir de la convención, v. gr.: pacto de exención de responsabilidad por
vicios ocultos; pacto relativo a que los gastos de entrega y recepción del bien sean
a cargo del vendedor Cfr. artículo 337 apartado 1 y apartado 4 del Código Civil
cubano.
Las cláusulas accidentales son aquellas que por regla general existen sólo
cuando las partes las establecen, no resultan ni de la esencia ni de la naturaleza
del contrato, v. gr.: pacto de preferencia283.
282
Vid GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ, Ernesto. Derecho de las Obligaciones, 5ª. edición, (rectificada y
adicionada), Editorial Cajica, S. A., Puebla, 1984, pp. 365-368.
283
El pacto de preferencia origina un derecho de preferencia a favor del vendedor, que es la
facultad pactada entre comprador y vendedor para que este adquiera el mismo bien vendido con
preferencia a un tercero, si el comprador desea enajenarlo posteriormente.
128
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
284
Si las reglas de conducta constituyen contenido esencial o accidental.
285
La llamada nulidad parcial sólo es posible cuando la irregularidad se encuentra en una parte
accidental del contenido del contrato, Cfr. artículo 55 apartado 2; al interpretar el contrato si existen
dudas y estas recaen en circunstancias accidentales, si el contrato es gratuito se resolverá a favor
de la menor transmisión de derechos y si fuese oneroso la duda se resolverá a favor de la mayor
reciprocidad de intereses; sin embargo, si la duda recae en el objeto principal del contrato éste será
nulo. (Cfr. artículo 1289 del Código Civil español y 1857 del Código Civil Federal de México).
286
En relación a la buena fe y la costumbre o los usos ha de señalarse que encuentran virtualidad
al momento de interpretación y ejecución del contrato.
129
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
130
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
131
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
integración de las lagunas del contrato entre las que se encuentran: las normas
legales de carácter dispositivo, normas consuetudinarias y las normas derivadas
de la buena fe contractual.
Consagra también los usos y prácticas al disponer que las partes están
obligadas por cualquier uso en cuya aplicación hayan convenido y por cualquier
práctica que hayan establecido entre ellas, dichos usos han de ser ampliamente
conocidos y regularmente observados en el tráfico mercantil de que se trate por
sujetos participantes en dicho tráfico, a menos que la aplicación de dicho uso no
sea razonable (cfr. artículo 1.8).
132
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
294
Conforme los moldes conceptuales que la ciencia jurídica clásica había elaborado sobre los
principios del liberalismo
295
DÍEZ – PICAZO, Luis. “Los llamados contratos forzosos”, Anuario de Derecho Civil, 1956, p.89.
296
Con esta expresión se designan todos aquellos casos en que el contrato ha sido impuesto a los
contratantes y difiere de las expresiones contratos reglamentados, regulados, dictados o
normativos, con las que se hace referencia o no a la imposición de concertar el contrato sino a la
determinación imperativa de su contenido. Lo curioso es que todas estas expresiones dispares,
nacidas de distintos observaciones han pasado a los tratados de derecho civil con lo cual se ha
favorecido la confusión. Vid DÍEZ – PICAZO, “Los llamados... cit. Anuario de Derecho Civil. p. 87.
133
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Suponen la sustitución del precepto privado que todo contrato contiene, por
un precepto público (la norma jurídica) en la reglamentación de las relaciones
privadas; de tal manera que en estos tipos de contratos los imperativos legales en
la determinación del contenido del contrato se superponen a la voluntad de las
partes.
Los contratos normativos son aquellos contratos que tienen por objeto
establecer la disciplina jurídica de un contrato eventual y futuro. Estos contratos no
producen la obligación de concluir el contrato futuro, pues ellos fijan sólo el
contenido de esos contratos que las partes no están obligadas a concluir, pero que
pueden llegar a concertar.
297
DÍEZ – PICAZO considera que han sido examinados en la doctrina con intensidad y provocado
que se hable de crisis del principio de autonomía, sin embargo, aunque ellos suponen una
alteración de la esencia de la institución contractual por existir una restricción a dicha autonomía
los llamados contratos normados son efectivamente contratos. Vid DÍEZ – PICAZO, idem., p. 89.
Muestra de ellos en el Derecho positivo cubano está el contrato de arrendamiento urbano Vid
Decreto Ley No. 171 de 15 de mayo de 1997 sobre el arrendamiento de viviendas, habitaciones o
espacios.
298
No existe en la actualidad acuerdo doctrinal sobre estos conceptos, empleándose en ocasiones
los mismos vocablos para aludir a diferentes figuras o llamando de diferentes modos al mismo
fenómeno. Vid DE CASTRO, “Las condiciones generales de los contratos y la eficacia de las leyes”.
Anuario de Derecho Civil. 1961; LASARTE, “La predisposición del contenido contractual”, Revista de
Derecho Privado 1979.
134
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
tengan un efecto tal que penetre en el contenido del contrato singular después de
realizado, incluso contra la voluntad de las partes que lo concertaron.
135
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
136
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
los conceptos del negocio jurídico y contrato, ya que han dejado de ser los actos
de autonomía privada reguladores de las relaciones jurídico privadas para incluir
también los actos de autoridad creadores de esas mismas relaciones; b) se
construye al lado de los actos de ordenación privada de relaciones una figura
nueva que de paso a la nueva realidad de los actos de ordenación y creación
pública de esas relaciones privadas.
BIBLIOGRAFÍA:
DOCTRINA
137
Msc. Nancy de la C. OJEDA RODRÍGUEZ.
Fuentes Legales.
Ley No. 59 de 16 de julio de 1987. Código Civil cubano. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1989. Ley No. 7 de 19 de Agosto de 1977. Ley de Procedimiento Civil,
Administrativo y Laboral. Publicación Oficial del Ministerio de Justicia, La Habana, 1979.
Ley No. 5 de 1977. Ley de Procedimiento Penal. Código Civil español. 17ma. edición,
Editorial Civitas, Madrid, 1994. Decreto Ley No. 171 de 15 de mayo de 1997. Sobre
arrendamientos de viviendas, habitaciones y espacios. Gaceta Oficial Extraordinaria No. 3,
Año XCV de la misma fecha
138
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
CAPÍTULO VII
LA MODIFICACIÓN DEL CONTRATO
Sumario:
1. Consideraciones Preliminares.
La fuerza vinculante del contrato se impone no sólo a las partes sino que
debe ser respetada por el Tribunal y por terceros, aunque esta vinculación es más
flexible que la prevista entre las partes.
La asimilación del contrato a la ley lleva a que éstos sean intangibles, o sea,
que no pueden ser modificados, ni suspendidos, ni revocados, salvo nuevo
acuerdo, que equivale a derogar el contrato existente o que la ley así lo disponga.
139
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
las relaciones creadas por él de ningún tipo, de ahí su imposición a las partes, a
terceros y al juez.
La modificación del contrato está dada entonces, por los hechos ulteriores a
la concertación del contrato que pudieran introducir cambios en el acto
válidamente celebrado314; por tanto es distinta a las acciones de nulidad y
anulabilidad en virtud de cuyo ejercicio se produce una ulterior ruptura entre las
partes por una causa que ya existía en el momento de celebrarse el contrato 315.
313
La naturaleza del contrato; la buena fe; el uso y la ley. Vid. Supra Capítulo VI.
314
FERNÁNDEZ HIERRO, J. Manuel. La modificación del contrato, Editorial Aranzadi, Pamplona,
Navarra. 1992, p. 11.
315
Ibidem.
140
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Como hemos visto, el contrato es una lex, que ultima a ser cumplida según el
tenor específico de las condiciones en que fue pactado, esta “ley” que supone todo
contrato cesa en sus efectos al realizarse el contenido del mismo, fuera de este
supuesto sólo acaba en su antípoda, o sea, un consentimiento de las partes no
para crearlo sino para destruirlo 316, en consecuencia, no es posible desatar el
vínculo por voluntad unilateral, sin embargo, existen excepciones, algunas ya
indicadas supra, a las que podemos añadir: las basadas en una razón de justicia
conmutativa, v. gr. exceptio non adimpleti contractus cfr. artículo 306 del Código
Civil cubano; las fundadas en una especial protección por lesión, cfr. artículo 76
del mismo cuerpo legal y la posibilidad de suspender, revisar o, resolver el
contrato de prestaciones periódicas de ejecución sucesiva o de complimiento
diferido en virtud de circunstancias posteriores, imprevisibles y extraordinarias
respecto al momento del pacto y que hacen devenir la prestación excesivamente
onerosa para una de las partes, cfr. artículo 80 del ya mencionado Código. En este
último caso las soluciones que se han ofrecido han sido de naturaleza legal 317,
contractual318 o judicial319.
316
Recuérdese el mutuo disenso, modo extintivo de las obligaciones. Vid. OJEDA RODRÍGUEZ,
Nancy y Teresa DELGADO VERGARA, Teoría General de las Obligaciones: Comentarios al Código
Civil.
317
Las soluciones de tipo legal están dadas por leyes que promulga el órgano legislativo del
Estado, de aplicación general para atender a las circunstancias de un momento excepcional; son
leyes de emergencia o de exigencia social.
318
Las soluciones de tipo o naturaleza contractual están dadas porque son las mismas partes
contratantes las que prevén la posible alteración de las circunstancias y toman medidas cautelares
contra ellas, v. gr. cláusulas de estabilización.
319
Las soluciones de tipo judicial son aquellas que se derivan de una resolución judicial por
haberse otorgado al Tribunal la facultad de fallar contra la fuerza obligatoria del contrato. Este tipo
de solución puede ir dirigida a resolver el contrato con cese absoluto de sus efectos o a revisarlo
para reconducirlo a la equidad, con lo cual no sería juicio de resolución sino juicio por reajuste de
las condiciones del contrato o finalmente a suspender los efectos del contrato.
320
Ya mencionadas supra.
321
Siempre que la obligación que del contrato se deriva no tenga carácter personalísimo y se
considere infungible, cfr. artículo 235 del Código Civil cubano, pues en tal caso no sería posible la
modificación, sino que la muerte de la persona produciría la extinción de la obligación, cfr. artículo
305 del propio cuerpo legal.
141
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En cuanto a los sujetos el cambio puede producirse por actos jurídicos cuyo
objeto es el cambio de la persona al ser su finalidad la transmisión de varios de los
efectos producidos por la obligación existente entre las partes, de manera que
estamos hablando de las conocidas figuras de la cesión de crédito, subrogación
por pago y asunción de deudas 323, no obstante, el fenómeno puede ser más
complejo denominado cesión de contrato.
142
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Concepto:
143
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
contratos como valores económicos y como tales, para una determinada forma de
circulación en consideración a la autoridad futura que el contrato está encaminado.
El instrumento para tal circulación admite que uno de los originarios contratantes
puedan transferir a un tercero, con el consentimiento imprescindible del otro
contratante originario (llamado contratante cedido), la relación contractual entera,
como conjunto de derechos y obligaciones, como única resultante de elementos
activos y pasivos326
Requisitos:
Naturaleza jurídica:
144
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
contrato base, sino para subentrar en todo o en parte del contrato con la
consiguiente adquisición de los derechos y obligaciones.
El subcontrato depende del contrato base al cual está conexo, o del que se
deriva; su contenido depende de éste pues tiene un contenido económico análogo
al contrato base.
329
Son los que se desprenden de otro contrato, se asemejan al contrato accesorio en que ambos
dependen de un contrato principal y en que éste le imprime ciertas características propias. La
doctrina considera el subcontrato como un caso típico de contrato derivado, como un contrato
dependiente.
330
ORDOQUI CASTILLA, Gustavo. Lecciones de ... cit., p. 286.
331
Idem. P. 287.
145
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Así las cosas no hay dudas que conforme a la legislación cubana la figura
que estudiamos puede estar presente, ya que no existe regulación legal que
expresamente lo prohíba, pero encontramos que la carencia de normas jurídicas
expresas que la regulen dificultan la solución de posibles conflictos como
consecuencia de su realización, por ello se hace necesario el reconocimiento legal
expreso de la cesión de contrato en nuestro ordenamiento civil.
146
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
147
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
335
Aun en los contratos unilaterales puede producirse una injusticia en el contrato, dada porque la
alteración sobrevenida de las circunstancias provoque que la prestación devenga en sí mucho más
onerosa para quien la presta.
148
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Es constante la referencia que hacen los autores al cuidado con que debe
emplearse la teoría de la imprevisión para salvaguardar la seguridad del tráfico.
336
Sólo en escasas ocasiones y con ciertas vacilaciones ha sido aplicada por los tribunales.
337
PLANIOL Y RIPERT. Traité practique de droit civil français, tomo II, París, 1952, p. 531.
338
Figuras que para algún sector de la doctrina son afines y análogas
149
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Ese equilibrio debe estar dado por una mutación en las circunstancias que
provoquen una excesiva onerosidad sobrevenida de las prestaciones
contractuales y debe ser apreciado por el Tribunal.
150
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
una parte sufra graves pérdidas en lugar de las ganancias que esperaba o aun en
el supuesto de que el cumplimiento del contrato ya no tenga sentido para dicha
parte.
Sin embargo, el propio artículo 6.2.1 reconoce que el carácter obligatorio del
contrato no es absoluto, pues si se produce un cambio de circunstancias que sea
de tal importancia que llega a alterar en forma fundamental el equilibrio de las
prestaciones, se produce una situación excepcional que los Principios denominan
“excesiva onerosidad”342.
342
Los principios adoptan tal denominación porque considera que este fenómeno es contemplado
en variados sistemas jurídicos bajo diversas figuras tales como: “frustración de la finalidad del
contrato”; imprevisión, etc., pero la expresión utilizada en ellos es ampliamente reconocida como
parte integrante de los usos del comercio internacional, confirmado por la frecuencia con la que se
incluyen en los contratos internacionales las llamadas “cláusulas hardship”.
343
LARENZ, Karl. “Bases del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos”. Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1956, p. 22.
151
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
344
Vid. FERNÁNDEZ HIERRO, La modificación... cit., p. 17.
345
Vid. LARENZ. Bases del ... cit., pp. 223 y ss.
346
Por base del negocio subjetiva entiende LARENZ que es una representación mental de ambos
contratantes por la que ambos se han dejado guiar al concluir el contrato. Si falta o desaparece la
base del negocio subjetiva, el contrato es por regla general ineficaz.
347
Por base del negocio objetiva ha de entenderse el conjunto de circunstancias y estado general
de cosas cuya existencia o subsistencia es objetivamente necesaria para que el contenido, según
el significado de las intenciones de ambos contratantes, pueda subsistir como regulación dotada de
sentido. En consecuencia desaparece la base del negocio objetiva cuando la relación de
equivalencia entre prestación y contraprestación se ha destruido o cuando la común finalidad
objetiva del contrato, expresada en su contenido, haya resultado definitivamente inalcanzables; en
el primer caso nos encontramos ante la destrucción de la relación de equivalencia en el segundo
ante la frustración de la finalidad.
152
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
3. La revisión del contrato no puede ser admitida con carácter general, sino
sólo en los especiales casos legalmente establecidos y a través del
procedimiento a tal fin determinado.
La causa es la relación que media entre los dos objetos de la relación jurídica
obligatoria: el fin práctico buscado por ambos contratantes al perfeccionar el
contrato que en definitiva asuma el intercambio de prestaciones; esta causa para
realizarse tiene que partir de una voluntad y arribar a otra y viceversa con un
rango de fidelidad a lo originalmente querido, por tanto, debe recorrer un íter de
una voluntad a otra, el que puede estar afectado por circunstancias posteriores e
imprevistas respecto al pacto.
348
En relación a ello existe diversidad de criterios doctrinales, legales y jurisprudenciales. Vid.
Supra, Capítulo III.
349
BELTRÁN DE HEREDIA. “El cumplimiento de las obligaciones”, Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1956.
153
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Distintos han sido los principios enarbolados por la doctrina para justificar la
revisión del contrato entre ellos podemos señalar:
154
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Combatida más tarde por GROCIO y la escuela del derecho natural por
considerarla incompatible con el pacta sunt servanda, comienza a ganar adeptos
en los siglos XVII y XVIII, sobre todo aceptada por LEYSER y CUJACCIO, regulada
después en el Código General Prusiano de 1794, y en el Codex de MAXIMILIANEUS
de 1756.
353
Vid. BELTRÁN DE HEREDIA, J. El cumplimiento ... cit., p. 366.
354
Un estudio de estos aspectos se encuentran en GUANCHE ZALDÍVAR, J. C., La influencia de las
circunstancias sobrevenidas en la vida del contrato, La Habana, 1995, p. 10.
155
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
156
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Tal posición que parte de las premisas expuestas propugna que debe
mantenerse el contrato siempre que se pueda y por tanto, es preferible modificar
el contenido el contrato a romper totalmente la relación contractual.
157
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Pero cuando la revisión del contrato no ha sido prevista por las partes (lo que
evidentemente es frecuente), en qué sentido debe modificarse el contrato y cuáles
son los criterios objetivos que hay que admitir para ello, en sentido general
podemos admitir los siguientes:
358
LARENZ, Bases del negocio... cit., p. 212.
359
Principios sobre los Contratos Comerciales Internacionales.
360
Situación excepcional que se produce por cambio de circunstancias que llegan a alterar en
forma fundamental el equilibrio de las prestaciones.
361
PLANIOL y RIPERT, Traite... cit., p. 558.
158
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
parte del daño que exceda de la normalmente previsible y asumida por las
partes.
362
No obstante, puede ocurrir que haya en supuestos extraordinarios que resolver el contrato,
porque cualquier otra alternativa no sería justa para el acreedor que sólo desea obtener la
prestación original.
363
FERNÁNDEZ HIERRO, La Modificación... cit., pp. 86-87.
159
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En primer lugar deberán ser los propios contratantes quienes pueden decidir
de acuerdo con la libertad de pactos que los Códigos reconocen (cfr. artículos 312
del Código Civil cubano, 1261 del Código Civil español entre otros).
El acuerdo de las partes puede ser o bien mediante una cláusula específica,
preventiva, que indique el modo y la forma de la modificación contractual, o bien
mediante un acuerdo entre ellas después de que hayan surgido los hechos
modificativos.
364
Principio de conservación del contrato. Vid. Infra Capítulo VIII.
160
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
una controversia entre las partes sobre el alcance y validez de dicho contrato, en
consecuencia existen dos posturas encontradas y por tanto controversia judicial.
VALVERDE Y VALVERDE, Calixto. Tratado de Derecho Civil español, tomo III, 4ª. edición, “Cuesta”,
366
161
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
BIBLIOGRAFÍA:
DOCTRINA
Fuentes Legales.
367
Vid. Supra Capítulo II.
162
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Código Civil boliviano. Editorial Tribuna de los Trabajadores, UPS. :La Paz, 1999.
Código Civil cubano. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989. Código Civil
español. 17ma. edición, Editorial Civitas, Madrid, 1994. Código Civil Federal de
México, Ediciones Delma, México, 2001.Código Civil Italiano de 1942. Código Civil
Portugués de 1967. Código Civil uruguayo. Colección de Códigos de la República
Oriental del Uruguay, Montevideo, 1998.
CAPÍTULO VIII
DE LA INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN
CONTRACTUAL
Sumario:
163
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
1. DE LA INTERPRETACIÓN CONTRACTUAL.
164
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
370
LACRUZ BERDEJO, José Luis et al., Elementos de Derecho Civil II, Derecho de Obligaciones,
volumen 2º – Teoría General del Contrato, 2ª edición, Bosch, Barcelona, 1987, p. 283.
371
MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Rubinzal-Culzoni Editores, Buenos Aires, 1997, p. 301.
372
Cit. pos GHERSI, Carlos Alberto, et al., Contratos civiles y comerciales, 4ª edición, actualizada y
ampliada, Astrea, Buenos Aires, 1999, pp. 257-258.
373
PÉREZ FUENTES, Gisela, Separata de Derecho Civil. Parte General, ENPES, Ciudad de La
Habana, 1989, pp. 64-67.
374
Según SPOTA, Alberto G., Instituciones de Derecho Civil. Contratos, volumen II, Depalma,
Buenos Aires, 1975, pp. 88-89, la función de las reglas de interpretación contractual es
precisamente “(...) la de establecer el genuino sentido del consentimiento contractual, o sea, de
hechos comprobados y de los cuales resulte la intención de uno y otro contratante”.
165
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En el terreno de las analogías, se cita, con razón que, tanto la una como la
otra buscan la eficacia y la aplicación del material interpretativo, o sea, de la ley o
del contrato.
166
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
167
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
168
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Napoleón, el nuestro que sigue en este sentido la orientación del BGB, se limita a
regular la interpretación del acto jurídico en un único precepto, de alcance general:
el artículo 52, a cuya expresión literal: “Cuando los términos de una manifestación
de voluntad no son suficientemente claros, deben ser interpretados teniendo en
cuenta la voluntad presumible del que la emitió, la significación generalmente
aceptada de las palabras y las demás circunstancias concurrentes”.
verdaderas normas jurídicas y que el sentido de las palabras sea valorado como la pauta principal
del cual sólo sea admisible apartarse cuando la Ley lo haya permitido expresamente, mientras que
precisamente se ha excluido la enumeración de todas las demás circunstancias posiblemente
relevantes”
Peculiar resulta la posición asumida por el Código de VÉLEZ SÁRSFIELD. En efecto, el aún vigente
Código Civil argentino tampoco consagró ninguna regla interpretativa. En el afán de encontrar una
explicación a esa omisión que resulta desusada para su época, en especial si tenemos en cuenta
que el Code Civil dedicó una sección al tema (artículos 1156 al 1164), algunos juristas han
afirmado que el codificador lo creyó innecesario o superfluo teniendo en cuenta las cláusulas
contenidas en el Código de Comercio de 1862; otros, por el contrario, piensan que el silencio fue
intencionado por juzgar a tales reglas como impropias de un cuerpo de leyes, destinado a contener
normas preceptivas y no meros consejos. Vid. MOSSET ITURRASPE, op. cit., p. 304.
383
Para PÉREZ FUENTES, op. y loc. cit., el criterio de nuestro legislador parece haber sido el de no
agobiar con una serie de preceptos estereotipados, que pudieran ser arbitrarios e injustos o vagos
e imprecisos, que nada resuelvan, optando por una fórmula que la propia autora calificó de
“concreta y simple”. Empero, a su propio juicio, en la fecha en que redactaba sus comentarios al
artículo 52 (téngase en cuenta que el Código Civil fue promulgado en julio 1987, puesto en vigor en
abril de 1988 y su libro se edita un año después), no era aconsejable hacer pronósticos sobre la
efectividad o no de tal norma jurídica. Por ello afirma la autora que: “ (...) no nos atrevemos a
pronosticar si la solución será eficaz o, deberá esperarse a la práctica judicial para que con el
tiempo dicte su veredicto probatorio o desfavorable”
384
Al decir de PÉREZ FUENTES, op. y loc. cit., la fórmula utilizada por el legislador puede calificarse
de “(...) muy general, que difícilmente encuentre algún contratiempo anulador”.
169
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
170
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Una buena parte de los Códigos Civiles vigentes 389, del cual no escapa el
nuestro390, enuncian el viejo axioma romano a cuyo tenor ante expresiones claras
y precisas, se excluye todo tipo de interpretación.
De ello resulta que la interpretación sólo opera cuando los términos del
contrato no resultan claros, o sea, sean dudosos, ambiguos, contradictorios. Sin
embargo, la realidad se muestra distinta a los términos empleados por los
legisladores. Si bien la controversia jurisprudencial no es pacífica, la virtualidad del
interpretado.
387
Vid. supra VIII, 1, 1.1,1.1.5.
388
Vid. supra en referencia consignada en nota anterior.
389
Vid. artículo 1132, párrafo primero, del Código Civil de Panamá; artículo 2496, párrafo primero,
del Código Civil de Nicaragua; artículo 1851, párrafo primero, del Código Civil de México para el
D.F.; y artículo 1576, párrafo primero, del Código Civil de Honduras.
390
El vigente Código Civil en su artículo 52 refiere que se acudirá a la interpretación del acto
jurídico, “Cuando los términos de una manifestación de voluntad no son suficientemente claros
(...)”. De lo que se colige que, por un razonamiento a contrario, de ser claros éstos no habrá que
acudir a la interpretación. Razonamiento que, aunque adecuado en el orden lógico-formal, da al
traste con la propia ratio de la interpretación negocial.
171
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Coincido con LACRUZ BERDEJO cuando en el análisis que ofrece del párrafo
primero del artículo 1281 del Código Civil español, a cuyo tenor se expresa que:
“Si los términos de un contrato son claros y no dejan dudas sobre la intención de
los contratantes, se estará al sentido literal de sus cláusulas”, considera que dicho
precepto no sólo excluye la interpretación, sino que la presupone 391.
391
Por el interés que demuestra reproduzco algunas de las sentencias del Tribunal Supremo
español citadas por el autor en Elementos ... II, cit., pp. 287-288: “(...) el afirmar que una cláusula
es clara implica una valoración de las palabras y de la congruencia que guardan con la voluntad,
por lo que es falso el axioma in claris non fit interpretatio”, (sentencia de 1 de marzo de 1979);
aunque “la regla in claris non fit interpretatio supone ya una toma de postura, sentando de
antemano la claridad del texto” ello “no impide que tal regla hay de ser aplicada de modo natural e
incondicionado cuando haya verdadera armonía entre las palabras y su significado relacional con
el contexto, con su estructura finalista, que haga inútil o redundante la búsqueda de su sentido,
porque del propio texto no resulte ningún indicio de duda o de ambigüedad”, (sentencia de 3 de
mayo de 1985).
No obstante el propio Tribunal Supremo español, en sentencias más recientes reitera su posición de que las
normas sobre interpretación contractual contenidas en los artículos del 1282 al 1289 del Código Civil tienen
un valor subsidiario sobre la regla contenida en el artículo 1281, de suerte que, a juicio del más alto foro
español, si los términos del contrato no dejan lugar a dudas ha de atenerse el juzgador al sentido literal de las
declaraciones contractuales. Así, la sentencia de 2 de febrero de 1996 (Ref. 1996/5734), cuyo tema litigioso
se centra en la determinación del porcentaje establecido como contraprestación a contrato de permuta de
terrenos por edificación. Alega el recurrente una incorrecta interpretación de las cláusulas contractuales
realizada por el juzgador de instancia, manifestando el Tribunal Supremo que: “(...) dada la claridad con la
que aparecen los términos del contrato, no cabe acudir a las normas interpretativas que el Código Civil
establece, ya que dichas normas tienen un carácter subsidiario, sin que quepa su aplicación cuando la
literalidad del contrato no deja lugar a dudas sobre la intención de los contratantes” , en consecuencia, la
Sala declara no haber lugar al recurso; la sentencia de 18 de junio de 1992 (Ref. 1992/6525), por la que el
Tribunal Supremo declara no haber lugar el recurso de casación interpuesto por el recurrente contra la
sentencia dictada por la Audiencia Provincial que desestimó el recurso de apelación y confirmó la sentencia
procedente de primera instancia. “En la interpretación de los contratos es preferente la aplicación de los
criterios contenidos en el artículo 1281 del CC, siendo subsidiarios los artículos 1284 y 1289”; la sentencia
de 20 de diciembre de 1988 (Ref. 1988/9983), en la que el Tribunal Supremo, señala, entre otros argumentos,
que “(...) la interpretación de los contratos es función encomendada al Tribunal de instancia, salvo que las
condiciones obtenidas se muestren contrarias al recto criterio o estén en pugna con las pautas legales
señaladas para la tarea hermenéutica, y que dichos vicios no son predicables en este caso en que el objeto de
la compraventa se deduce 'de los claros términos del contrato y a cuyo sentido literal debe estarse conforme
al artículo 1281 del Código Civil' “, por tanto desestima el recurso, afirmando que. “(...) la aplicación
expresa y acertada del artículo 1281, párrafo primero, del Código Civil y que excluye la posibilidad de
acudir con éxito a las reglas de investigación interpretativas de carácter secundario consignadas en los
demás preceptos del capítulo”; la sentencia de 23 de noviembre de 1988 (Ref. 1988/9247), por la que el
172
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
El aforismo in claris non fit interpretatio, por tanto, no debe entenderse como
una dispensa a la tarea interpretativa, ya que ella misma es premisa de la
hipotética claridad. La literalidad de los términos, tanto si exteriormente son claros,
como si no lo son, tiene un papel subordinado al momento de estimar, en una
valoración en conjunto de todos los datos (escritura y conducta), cuál fue la
verdadera intención de las partes, objetivo final y principal de la hermenéutica
contractual392.
En primer orden hay que partir de que se debe buscar la intención común de
los contratantes y no la individual de cada uno de ellos, lo que tuvieron en miras
ambas partes y no lo que cada uno pudo perseguir como finalidad personal. La
indagación de la intención, así comprendida, importa la averiguación de la
“voluntad real de las partes”.
173
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Esta voluntad común prevalece frente a la literalidad del contrato. Tal ha sido
el sentir de los legisladores de aquellos Códigos Civiles que han llevado a norma
positiva esta importante regla de interpretación contractual 393 y de la
jurisprudencia394.
Asimismo la referida regla (considerada también principio interpretativo) 395, se
enarbola como uno de los principios de UNIDROIT, consagrada en el artículo 4.1
(intención de las partes), en sede de interpretación contractual y de los Principios
del Derecho europeo de contratos 396 (vid. artículo 5:101 (1)).
393
De esta manera, vid. el artículo 1362 del Codice Civile; el artículo 1281, segundo párrafo, del
Código Civil español; el artículo 708, primer párrafo, del Código Civil de Paraguay; el artículo 1618
del Código Civil de Colombia; el artículo 1132, segundo párrafo, del Código Civil de Panamá; el
artículo 510, fracción I, del Código Civil de Bolivia; el artículo 1298 del Código Civil de Uruguay; el
artículo 1560 del Código Civil de Chile; el artículo 1593, segundo párrafo, del Código Civil de
Guatemala; el artículo 1851, segundo párrafo, del Código Civil de México para el D. F.; el artículo
2496, segundo párrafo, del Código Civil de Nicaragua y el artículo 1576, segundo párrafo, del
Código Civil de Honduras. Preceptos todos que, en síntesis, reflejan la superioridad de la voluntad
común de las partes sobre la literalidad de las palabras empleadas.
394
En este sentido se ha pronunciado la jurisprudencia española. El Tribunal Supremo la ha hecho en su
reciente sentencia de 8 de marzo del 2000 (Ref. 2000/2148), por la cual la Sala declara no haber lugar al
recurso de casación interpuesto contra la sentencia dictada en apelación, como consecuencia de autos sobre
rescisión de contrato. La Sala ratifica “(...) la falta de claridad de la cláusula del contrato discutida, por lo
que hay que acudir a los actos coetáneos o posteriores al contrato para indagar y descubrir la intención de
los contratantes. Prevalece la intención sobre la palabra, la voluntad sobre la mera documentación”. De
igual manera la Audiencia Provincial de Cáceres en sentencia de 20 de abril de 1999 (Ref. 1999/25480), por
la que estima el recurso de apelación deducido contra la sentencia de primera instancia que desestimó la
demanda de nulidad de contrato de arrendamiento. Indica la Sala, de acuerdo con las reglas del Código Civil,
“(...)la prevalencia de la intención evidente de los contratantes sobre las palabras cuando éstas parecieran
contrarias a aquella, atendiendo para juzgar la intención de las partes a los actos coetáneos y posteriores al
contrato, y en el presente supuesto de los hechos se colige que el actor al firmar el contrato de
arrendamiento creía que éste recogía las rentas en cuantía proporcional a la que había venido manteniendo
con anterioridad y no una muy inferior a la que había venido percibiendo sufriendo un error esencial en su
consentimiento con el efecto de declarar la nulidad del contrato”.
395
Así, DÍEZ - PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 370.
396
Los citados Principios obedecen al caro anhelo de grandes juristas europeos de redactar un
proyecto de Código Civil europeo, bajo la dirección del jurista danés Ole L ANDO. La actual versión,
es un revisión de la primera, preparada en los años 1992-1996 y aumentada en el trienio 1997-
1999. El texto de la nueva versión aún no está acabado, pues restan por incluirse materias como la
ilicitud e inmoralidad del contrato, la disciplina de los intereses, las reglas sobre condiciones y
sobre prescripción y temas propios del área intermedia entre el contrato y el ilícito, la cesión de
créditos, la responsabilidad solidaria y otros. Sobre este tema vid. ALPA, Guido, “I 'Principles of
174
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
European Contrat Law' predisposti dalla Commissione Lando” en Rivista Critica del Diritto Privato,
año XVIII – 3, septiembre 2000, pp. 483-545.
397
Así, el artículo 1282 del Código Civil de España; artículo 1133 del Código Civil de Panamá;
artículo 1301 del Código Civil del Uruguay; artículo 2497 del Código Civil de Nicaragua; artículo
1577 del Código Civil de Honduras; artículo 708, segundo párrafo, del Código Civil de Paraguay;
artículo 510, fracción II, del Código Civil de Bolivia. Con la salvedad de que estos dos últimos
Códigos, o sea, el de Paraguay y el de Bolivia, se refieren al “comportamiento total” de las partes
contratantes lo que supone la inclusión ex lege de los actos anteriores al contrato.
398
Según refiere LACRUZ BERDEJO, op. cit., p. 291, en el caso de la jurisprudencia española,
conforme con la sentencia del Tribunal Supremo de 9 de diciembre de 1944, en franca alusión al
adverbio “principalment”e que el artículo 1282 del Código Civil español emplea, que no es
excluyente de otros actos, distintos a los coetáneos y posteriores.
399
V.gr. A y B conciertan un contrato para la edición de un libro. B, el editor, indica que el libro debe
consistir de “alrededor de 300 páginas”. Durante las negociaciones, B le ha asegurado a A, el
escritor, que la necesidad de indicar el número aproximado de páginas obedece únicamente a
razones administrativas, y que A no se encuentra obligado a limitarse a dicho número de páginas
sino que, de ser necesario, puede excederse sustancialmente. A entrega un manuscrito de 500
páginas. Para interpretar el significado de alrededor de 300 páginas se deben tomar en
consideración las negociaciones preliminares, según artículo 4.3 a). Ejemplo tomado de los propios
comentarios a los Principios.
400
V.gr. A, un fabricante canadiense, y B, un comerciante minorista de los Estados Unidos,
conciertan varios contratos para la entrega de lentes ópticos. El precio de la compraventa siempre
se expresa en dólares canadienses. A propone a B una nueva oferta, esta vez indicando el precio
en dólares sin más especificaciones, pero con el propósito de referirse, una vez más a dólares
canadienses. En ausencia de una indicación en contrario, prevalecerá la intención de A, según
artículo 4.3 b). Ejemplo tomado de los propios comentarios a los Principios.
175
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
f) los usos402;
g) la buena fe (esta última sólo reconocida por los Principios del Derecho
europeo de contratos).
1.1.7.3 Conservación del contrato.
176
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
406
Este principio es una derivación al campo contractual de lo que en la Parte General del Derecho
Civil se ha llamado principio de conservación del acto jurídico (utile per inutile non vitiatur, magis
valeat quam pereat). Si bien, algunos autores, prefieren llamarlo principio del máximo significado
útil. Así, vid. SPOTA, op. cit., pp. 102-106.
407
Ello ilustrémoslo con un ejemplo tomado de los comentarios a este principio, reconocido por
UNIDROIT. A, una cadena comercial de televisión, concierta un contrato con B, un distribuidor de
películas, para el suministro periódico de películas a ser trasmitidas por A durante horas de la
tarde, ya que sólo en este horario se pueden proyectar películas aptas para todo el público. De
acuerdo con el contrato, las películas “deben haber pasado la prueba de admisión” de la comisión
de censura. Surge una diferencia entre A y B acerca del significado de esa frase. Mientras que B
sostiene que “pasar la prueba de admisión” se refiere a que la comisión de censura debe aprobar
la circulación de las películas, aunque la película haya sido clasificada “no apta para menores”, A
insiste en que el significado de “pasar la prueba de admisión” es el de que la calificación de la
película sea “apta para todo el público”. Si no existe otro medio para establecer el significado de
esta frase, debe prevalecer la opinión de A, ya que la opinión de B dejaría sin efecto la disposición.
408
Vid. artículo 1161 del Code; artículo 1363 del Codice Civile; artículo 1285 del Código Civil
español; artículo 1564 del Código Civil de Chile; artículo 1136 del Código Civil de Panamá; artículo
1622 del Código Civil de Colombia; artículo 1598 del Código Civil de Guatemala; artículo 1854 del
Código Civil de México para el D.F.; artículo 2500 del Código Civil de Nicaragua; artículo 1580 del
Código Civil de Honduras; artículo 514 del Código Civil de Bolivia; artículo 709 del Código Civil de
Paraguay y artículo 169 del Código Civil de Perú, este último con un alcance más general, pues se
reconoce en sede de actos jurídicos.
409
De esta manera prefiere llamarla MOSSET ITURRASPE, op. cit., pp. 309-310.
177
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
han de interpretar las unas por las otras, atribuyéndose a las dudosas el sentido
que resulte del contexto general410.
La regla se basamenta en el hecho de que el contrato se considera un
conjunto orgánico y no una mera suma yuxtapuesta de cláusulas. Si queremos
encontrar la común intención de las partes hay que buscarla en todo el contexto
del contrato y no en cláusulas aisladas.
Incluso dentro de cada cláusula las palabras y expresiones usadas por una o
ambas partes no operan de forma aislada, sino como partes integrantes de un
todo. Por lo tanto, ellas deberán ser interpretadas a la luz del contexto general del
contrato o dentro de los enunciados en el cual se encuentren incorporadas 412.
410
Así lo ha entendido la jurisprudencia española. V.gr. el Tribunal Supremo en su sentencia de 27
de mayo de 1993 (Ref. 1993/ 5038), recaída en un caso sobre reclamación de daños y perjuicios,
derivados del incumplimiento de un precontrato, por arrendamiento de servicios, que según el
recurrente -representante de entidad mercantil- no corresponde indemnizar. A través de una
interpretación sistemática de las cláusulas del precontrato estima como responsable de la
indemnización a la empresa y no al recurrente; el propio Tribunal Supremo en su sentencia de 20
de abril de 1993 (Ref. 1993/3711), estimando el recurso de casación interpuesto por la recurrente -
arrendataria frente quien se resolvió el arrendamiento de local de negocios por terminación del
plazo- entiende que: “(...) de la interpretación sistemática del contrato se concluye el sometimiento
al sistema de prórroga forzosa, haciendo uso de la libertad de pacto”. De esta manera se declara
haber lugar al recurso, “(...) dado que el espíritu del contrato, es indivisible, no pudiendo ceñirse en
el caso a una cláusula o varias aisladas de las demás sino a todo el conjunto orgánico que lo
constituye”; y el propio órgano en su sentencia de 30 de diciembre de 1991 (Ref. 1991/12380), por
la que declara no haber lugar al recurso de casación interpuesto por la recurrente contra la
sentencia dictada por la Audiencia Provincial que estimó parcialmente el recurso y revocó la
sentencia apelada procedente de Primera Instancia. Para lo cual aduce que: “(...) la interpretación
de un contrato atípico cuyo objeto consiste en la entrega de un solar a cambio de un porcentaje de
lo que en su día se edifique debe hacerse sistemáticamente en razón del conjunto de sus
cláusulas”; en tanto la Audiencia Provincial de Lleida en su sentencia de 20 de abril de 1998 (Ref.
1998/8866), valora que es necesario acudir a la interpretación del contrato objeto de discusión, de
acuerdo con las normas que establecen los artículo 1281 y siguientes del Código Civil.
Consecuencia de ello, la Sala, al igual que el juzgador de instancia, considera que: “(...) de una
interpretación sistemática de las distintas cláusulas del contrato, aparece claro que dada la
finalidad de la cláusula que era el recibir los propietarios por el solar el importe que habían
convenido a través de la obra construida y de los perjuicios que les podía ocasionar la falta de
cumplimiento por parte del constructor, quedaba debidamente garantizado con la cláusula penal y
la exigencia de recibir la obra terminada o en su caso el importe de su terminación, por lo que hay
que atribuir a la cláusula resolutoria el alcance indicado por la sentencia de instancia”. Por otra
parte en la jurisprudencia argentina es reseñable lo dispuesto por la CNCiv, Sala E, 21/5/96, DJ,
1996-2-489 cit. pos GHERSI, op. cit, p. 260, en el sentido de que: “La interpretación contextual
(artículo 218, inciso 2º del Código de Comercio) de las cláusulas de un contrato aprehende lo
declarado como un todo integral, cuyo sentido y espíritu es uno”.
411
DÍEZ - PICAZO, Fundamentos... I., cit., p. 374.
412
A modo de ejemplo, tomemos el siguiente, contenido en los comentarios a esta regla, recogida
en los principios de UNIDROIT. A, un licenciatario, se entera de que a pesar de lo estipulado en el
contrato en que B, el licenciador, le ha otorgado una licencia en exclusiva, B ha concertado un
178
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Teorizando sobre la esencia de esta regla, cabe argüir, que los cuerpos
normativos que la reconocen, no lo hacen en el sentido de concebirla como una
pena contra el que provocó la oscuridad, sino como un mero criterio
hermenéutico417.
179
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
pérdida o daño a la propiedad (excepto la obra), muerte o lesiones personales causados por la
negligencia del contratista, sus empleados y mandatarios”. Fuera de las horas de trabajo, uno de
los empleados de A daña las instalaciones y equipos de B. A rechaza su responsabilidad alegando
que la cláusula en cuestión cubre sólo los actos de los empleados, en función u ocasión de su
trabajo. En ausencia de cualquier disposición en contrario, la disposición se interpretará de la
manera menos favorable a A, incluyendo su responsabilidad por los actos de sus empleados aún
cuando no sean realizados en función u ocasión de sus funciones. Tomado de los comentarios a
esta regla en los Principios de UNIDROIT.
418
Según refiere CARIOTA FERRARA, cit. pos, REZZÓNICO, Juan Carlos, Principios Fundamentales de
los contratos, Astrea – Depalma, Buenos Aires, 1999, p. 178. Sobre el principio de
autorresponsabilidad en el Derecho de contratos, vid. esta obra de REZZÓNICO, pp. 159-180.
419
Op. cit., pp. 70-71.
420
Nos recuerda PUIG BRUTAU, op. cit., p. 303, que resulta interesante recordar ciertos precedentes
en el Digesto: “Parece bien a los antiguos que un pacto oscuro o ambiguo perjudique al vendedor,
y al que arrendó, en cuya potestad estuvo consignar más claramente la ley del contrato” (D. 2. 14.
39); “Escribió LABEON que la oscuridad de un pacto más bien debe perjudicar al vendedor que lo
hubiera expresado, que al comprador, porque pudo, estando íntegro el negocio, expresarlo con
más claridad” (D. 18. 1. 21).
421
Vid. artículo 1662 del Code; artículo 1370 del Codice Civile; artículo 1288 del Código Civil
español; artículo 1624, segundo párrafo, del Código Civil de Colombia; artículo 1304, segundo
párrafo, del Código Civil de Uruguay; artículo 1566, segundo párrafo, del Código Civil de Chile;
artículo 1600 del Código Civil de Guatemala; artículo 2503 del Código Civil de Nicaragua; artículo
1583 del Código Civil de Honduras; artículo 1139 del Código Civil de Panamá; artículo 518 del
Código Civil de Bolivia y artículo 713 del Código Civil de Paraguay.
422
En la jurisprudencia española reciente, pueden citarse, a modo de ejemplo: la sentencia del
Tribunal Supremo de 4 de julio de 1997 (Ref. 1997/6076), por la que se desestima el recurso de
casación interpuesto por la recurrente, alegando ésta la limitación de la cuantía indemnizatoria
contenida en la póliza. La Sala afirma que: “(...) en los llamados contratos de adhesión, la doctrina
jurisprudencial viene sosteniendo que las dudas que puedan suscitarse respecto de la
interpretación de sus cláusulas, deberán interpretarse en el sentido que resulte más favorable para
el asegurado, en tanto que, redactadas las cláusulas por una sola de las partes, la oscuridad del
180
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
181
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Como las partes son, en primer orden, las que pueden y de hecho interpretan
el contrato al que han dado vida. Son ellas mismas las que cuentan con los
argumentos más adecuados, a los efectos de determinar el significado del contrato
concluido, pero para esto, su actuar debe estar guiado por el principio de la buena
fe.
182
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
supone que los contratantes deben observar una conducta funcional, o sea, no
abusiva430 ya que la buena fe no es sino una directiva para establecer si medió o
no una conducta no reñida con los fines éticos, sociales y económicos de las
prerrogativas o facultades jurídicas431.
De ahí que algunos Códigos Civiles a partir de la consagración en el BGB de
la buena fe como directiva en la interpretación contractual, le han dado carácter de
norma positiva432.
1.1.8. Interpretación y casación.
430
Nuestro Código Civil en su artículo 4, veda el ejercicio abusivo de los derechos: “Los derechos
que este Código reconoce han de ejercerse de acuerdo con su contenido social y finalidad, y no es
lícito su ejercicio cuando el fin perseguido sea causar daño a otro”. Sobre el tema vid. el valioso
Trabajo de Diploma: “El principio del abuso del derecho” de Naiví CHICOC BARREDA, bajo mi
dirección, Facultad de Derecho, Universidad de La Habana, 2001, (en Biblioteca de la Facultad de
Derecho).
431
En este sentido se ofrecen sentencias interesantes en la jurisprudencia española, a saber: la
dictada el 26 de octubre de 1995 por el Tribunal Supremo (Ref.1995/7722), cuyo supuesto de
hecho supone que en un contrato de arrendamiento se incluye opción de compra, con la condición
de que su ejercicio se llevará a cabo mediante el pago en efectivo del precio en un plazo de 5 días.
Ejercitado por el arrendatario su derecho, el arrendador opone la caducidad del plazo de ejercicio
de la opción al no haberse ejercitado en el tiempo y la forma determinada en el contrato, esto es,
con el pago de la cantidad convenida. Esta pretensión le es denegada en instancia, debido a que el
arrendador había incumplido el contrato al haber constituido poco antes de la expiración del
contrato y, por lo tanto, poco antes del momento de ejercicio de la opción, una hipoteca sobre la
nave objeto del litigio. Presentado recurso, es desestimado por el Tribunal Supremo que manifiesta
que: “(...) la buena fe ha de informar todo contrato, obligando a un comportamiento justo, leal y
honrado. De tal forma que, como señala el Código Civil, las partes quedan obligadas no solo a lo
estrictamente pactado, sino también a sus derivaciones naturales, conforme a la buena fe, al uso y
al derecho. Comportamiento que debe ser el adecuado para dar al contrato efectividad para la
obtención de los fines propuestos”. En este caso, el Tribunal Supremo considera que: “(...) la
hipoteca constituida frustra el buen fin del contrato al no mantener el status quo preestablecido,
constituyendo un incumplimiento previo, que justifica la cautela del optante de no entregar el dinero
al ejercitar la opción ante el riesgo de que, aún ejercitada la opción en forma y perfeccionada la
compraventa, su derecho se viera frustrado por el ejercicio de acción hipotecaria por tercero. Esto
conduce a que no sea preceptivo fijarse en el modo de ejercicio del derecho de opción, y si éste se
adecua a lo establecido en el contrato, sino que es preciso atenerse al incumplimiento previo del
recurrente”; la sentencia de la Audiencia Provincial de Cádiz de 4 de mayo del 2000 (Ref.
2000/24446), por la que se estiman parcialmente los recursos de apelación de ambas partes
litigantes contra la sentencia de primera instancia que también estimó parcialmente las demandas
principal y reconvencional sobre resolución de contrato de distribución e indemnización de daños y
perjuicios. La Sala indica que: “(...) no discutido por las partes la existencia entre ellas de un
contrato de distribución en exclusiva, en el que se han fijado cláusulas determinantes de una
exclusividad recíproca y en que el distribuidor codemandado se obliga a realizar unas compras
mínimas anuales, no se ha probado el carácter de contrato de adhesión del mismo por dicho
codemandado y ha habido incumplimiento del mismo al no hacer frente al pacto de compras
mínimas cuya causa radica en el incumplimiento por la demandante de la puesta en conocimiento
de la existencia de un importante stock del producto por la anterior distribuidora y el no impedir su
distribución, lo que constituye dolo incidental, infringiendo gravemente los principios de buena fe y
de lealtad precontractual y hace surgir un deber indemnizatorio de la concedente demandante,
pero no ha habido tal incumplimiento durante el ejercicio en que si se ha demostrado el
incumplimiento del pacto de compras mínimas por la distribuidora, sin que haya ésta articulado la
resolución contractual, por lo que se debe entender tolerancia de ésta al incumplimiento de la
183
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
concedente, y, al haber incumplimiento por la distribuidora, hay justa causa resolutoria para dicha
concedente y el deber de indemnización para la distribuidora, sin que pueda alcanzar tal obligación
a la sociedad de la que depende ésta, por la falta de una regulación legal que determine su
responsabilidad y de acuerdo a la doctrina jurisprudencial existente al respecto”; la sentencia de la
Audiencia Provincial de Barcelona de 11 de octubre de 1999 (Ref.1999/39571), por la que no se da
lugar al recurso de apelación interpuesto por la demandante en instancia contra la sentencia que
desestimó la demanda formulada por la actora y absolvió a las demandadas de todos los
pedimentos formulados en su contra. Considera la Sala que: “(...) no se ha probado que se haya
infringido el modelo de conducta de buena fe por parte de la demandada, más allá de los juicios de
valor que, en el ámbito de contratación, puede suscitar la resolución unilateral de una relación
jurídica de distribución y el derecho del distribuidor a ser indemnizado por las inversiones, stock,
clientela... los cuales quedan al margen de este proceso”; la sentencia de la Audiencia Provincial
de Zaragoza de 24 de febrero de 1999 (Ref. 1999/5648), por la que se estima un recurso de
apelación interpuesto contra la resolución de primera instancia que, estimando una demanda de
reclamación de cantidad contra una compañía aseguradora, había resuelto la concesión de una
indemnización a favor del actor por incapacidad laboral permanente a consecuencia del
padecimiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida. La Audiencia Provincial revoca la
sentencia de instancia, fundándose “(...) en el conocimiento por parte del actor de su condición de
enfermo del VIH en el momento de contratar la póliza de seguro en base a la cual se le concedió la
indemnización, y ello por el incumplimiento del artículo 10 de la Ley del Contrato de Seguro,
incurriendo en dolo contractual al haber omitido el deber de informar exigido por la buena fe”; la
sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga de 16 de febrero de 1998 (Ref.1998/2593) por la
que se estima el recurso de apelación interpuesto por ambas partes contra la sentencia de
instancia que declaró el incumplimiento de la entidad de crédito demandada de su obligación de
actuar con buena fe en el cumplimiento del contrato de crédito con garantía hipotecaria suscrito
con la actora, y condenó a aquélla a indemnizar a ésta. La Audiencia, al estimar el recurso
interpuesto por la demandante, confirmando “(...) la existencia de abuso de derecho por parte de la
sociedad de crédito, expresa que: “(...) en su conducta concurren los requisitos
jurisprudencialmente marcados: la circunstancia subjetiva de ausencia de finalidad seria y legítima,
al proceder a la resolución unilateral del contrato cuando la conducta de la actora acreditaba su
voluntad de mantenerlo y cumplir con sus obligaciones, y la objetiva de excederse en el ejercicio de
un derecho, que utilizó de modo anormal y contrario a la convivencia, pues ninguna estipulación del
contrato recoge su facultad resolutoria para el caso de un primer impago de una cuota” . En lo
relativo a la cuantía indemnizatoria, la Sala revoca la fijada en la sentencia apelada, que sólo tuvo
en cuenta el lucro cesante, y eleva esa cuantía al comprender también los perjuicios sufridos por
daño emergente; la sentencia de la Audiencia Provincial de Teruel de 26 de abril de 1996 (Ref.
1996/1908), por la que se estima el recurso de apelación interpuesto por la entidad mercantil
demandada a través del que impugna la sentencia de instancia en el particular relativo a la
condena a la devolución de los bienes objeto del arrendamiento financiero, fundándose en que una
de las cláusulas del contrato suscrito por las partes, permite a la arrendadora, en caso de impago,
optar por exigir el pago inmediato de todas las rentas vencidas y pendientes de vencer, o la
devolución de los bienes arrendados, sin posibilidad de acumular ambas opciones; ante ello la Sala
entiende que: “(...) una interpretación acorde con el principio de buena fe contractual a que se
184
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
declaración, es una pura fijación de hechos, que por tal está reservada a las
instancias inferiores, por lo que no puede hacerse por el Tribunal de casación. La
fijación de hechos realizada por el último tribunal de instancia sólo puede ser
impugnada en casación si la fijación de hechos se ha realizado violando las
disposiciones procesales, lo que sucederá también si no han sido considerados
todos los hechos relevantes para esa fijación 433.
refiere el artículo 1258 del Código Civil, lleva a estimar que, en supuestos como el presente donde
se esta reclamando el pago de la totalidad de las rentas objeto del contrato, no goza el arrendador
de la facultad de exigir la devolución de las cosas objeto del contrato, prevista para aquellos
supuestos en que la reclamación de las rentas sea, tan sólo, parcial, pues lo contrario conduciría al
absurdo de que, abonado por el arrendatario la totalidad del precio pactado, o incluso pendiente
únicamente del abono de un valor residual simbólico, se vería sin embargo, por una interpretación
literal y excesivamente rigurosa de la cláusula contractual, privado de adquirir la titularidad de los
bienes, que en definitiva constituyen el objeto primordial del contrato”; y la sentencia de 22 de
febrero de 1994 (Ref. 1994/13217), de la Audiencia Provincial de Madrid, en la que la Sala
confirma la sentencia impugnada por la parte demandante, que estimó en parte la demanda sobre
declaración de derechos en contrato de arrendamiento urbano formulada por la actora, en base no
sólo a que: “(...) la sentencia de primer grado da perfecta interpretación a la cláusula contractual
litigiosa, referente a que las dos habitaciones del piso controvertido tan sólo podrán ser utilizadas
por el propietario-arrendador y no por sus parientes o por terceros, como pretende el recurrente,
que ajusta el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones de la buena fe, sin
permitir el abuso de derecho o el fraude de ley, sino que es imposible entender que al apelante,
además de reservarse el uso y disfrute de dichas habitaciones tenga también otros derechos sobre
el resto de la vivienda, pues de ser así se cercenaría la relación arrendaticia que supuso el uso y
disfrute en todo aquello que no se comprendiese en la condición primera del contrato de
referencia”.
432
Literalmente el §157 del BGB expresa: “Los contratos serán interpretados de acuerdo con los
requisitos de la fidelidad y la buena fe, teniendo en consideración los usos del tráfico”. Igualmente
el artículo 1366 del Codice Civile; “Il contratto debe essere interpretato secondo buona fede” y los
Códigos que en él se han inspirado, a saber: el de Perú que en su artículo 1362 regula: “Los
contratos deben negociarse, celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena fe y común
intención de las partes”; el de Paraguay en su artículo 714, segundo párrafo, a cuyo tenor: “El
contrato debe ser interpretado de acuerdo con la buena fe”; y el de Argentina, que tras la reforma
operada por la Ley 17.711 de 22 de abril de 1968, reza en su artículo 1198, primer párrafo, que:
“Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión”. Hoy
día el Proyecto de Código Civil Unificado de la Argentina de 1998, reconoce en su artículo 1023,
como primera regla de interpretación de los contratos la buena fe: “Interpretación de buena fe. El
contrato debe ser interpretado de buena fe. En la aplicación de esta regla debe atenderse a lo
dispuesto en el artículo 967, asignando especial relevancia a:
a) Lo que ha sido común intención de las partes, antes que a la literalidad de lo manifestado.
b) El sentido que razonablemente hubiera atribuido a la manifestación de una de las partes una
persona en la situación y de las condiciones de la otra.
c) La existencia de diferencias significativas en el poder de negociación relativo de cada una de las
partes.
d) La relación de equivalencia de las contraprestaciones si el contrato es a título oneroso”.
En tanto los artículos 966 y 967 contemplan, dentro de la eficacia contractual, el deber de buena fe
de las partes. Así, según el artículo 966: “Deber de buena fe. Las partes deben actuar de buena fe
durante la celebración y la ejecución del contrato”, en tanto el artículo 967 prescribe: “Alcances de
185
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
186
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
187
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
contratos que se considere ha sido infringido, de cuya naturaleza normativa carecen los preceptos
invocados en este trámite casacional. Además, la calificación de los contratos, en cuanto integrante
de la interpretación de los mismos, es función propia de los juzgadores de instancia cuyo resultado
hermeneútico ha de ser mantenido invariable en casación”; la sentencia de 23 de septiembre de
1998 (Ref. 1998/23064), por la que el Tribunal Supremo desestima el recurso de casación
interpuesto contra la sentencia en la que, de una parte, se confirmó la condena del arrendatario
demandado al pago de los daños y perjuicios por la imposibilidad de explotación de la industria
arrendada y privación de la misma derivada del desahucio promovido por el arrendador y, de otra
parte, se condenó a este último al pago de la mitad del importe de las obras realizadas y el
correspondiente lucro cesante. Considera la Sala que: “(...) es manifiestamente abusivo que por el
error en la expresión utilizada en la sentencia recurrida, que no es de interpretación del contrato, se
case la misma, toda vez que, de un lado, para combatir el recurrente las cláusulas contractuales
debió concretar las normas de interpretación de los contratos vulneradas, y, de otro, este Tribunal
no tiene facultades para volver a interpretar el contrato, sólo para comprobar si la norma
supuestamente infringida lo ha sido efectivamente”; y la sentencia de 25 de febrero de 1998 (Ref.
1998/955), por la que el Tribunal Supremo desestima el recurso de casación interpuesto por los
demandados contra la resolución de la Audiencia que, estimando la demanda de los actores,
obligaba a los demandados a entregar unas plazas de garaje a los demandantes. La base de la
sentencia objeto de casación es la interpretación que ha hecho de los contratos en atención a los
cuales se originó el litigio. El Tribunal Supremo reitera una vez más lo que viene siendo
jurisprudencia habitual en él y manifiesta que: “(...) la interpretación de los contratos es una función
encomendada a los Tribunales de la instancia, cuyo resultado debe ser respetado en casación, a
no ser que el mismo sea ilógico o contrario a la ley o hay incidido en manifiesta equivocación. Así,
entra a analizar la interpretación que del contrato hizo la sentencia de la instancia, y encontrando
que la clasificación y la interpretación que le da dicha sentencia no es equivocada, ilógica o
contraria a la ley, concluye diciendo que la sentencia de la instancia debe mantenerse y por
consiguiente, desestimarse íntegramente todos los motivos de casación que se argumentaron
sobre la base de la incorrecta interpretación de los contratos”.
De igual modo, a manera ilustrativa, cabe citar, aquellos casos, en que de forma excepcional, el
Tribunal Supremo ha estimado el recurso de casación fundado en la indebida u omisa aplicación
de las normas de hermenéutica contractual reconocidas en el Código Civil, v.gr. la sentencia de 18
de abril del 2000 (Ref. 2000/6202), por la que el Tribunal Supremo acoge el recurso de casación
planteado por el abogado del estado contra la Comunidad Autónoma de Canarias por el que se
pretende por parte de los recurrentes la confirmación de la sentencia de primera instancia que fue
revocada por la Audiencia, esto es, el cumplimiento por parte de la recurrida de adquirir las
acciones del instituto demandante. La cuestión fundamental se basa en la interpretación de una
cláusula del contrato, y la Sala entiende que: “(...) la interpretación correcta es la que hizo el juez
de primera instancia, que obligaba a la recurrida a cumplir con las exigencias vertidas en la
demanda; es doctrina reiterada de esta Sala que la interpretación de los contratos, aunque función
propia de los juzgadores de la instancia, puede ser revisada casacionalmente cuando el resultado
exegético por ellos obtenido sea irracional, ilógico o conculcador de las normas de la hermeneútica
contractual, tal y como ha ocurrido en el presente supuesto”; la sentencia de 26 de octubre de 1998
188
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
proximidad con la integración del contrato. De manera que la distinción entre una y
otra “es tan clara sobre el papel como confusa en la realidad” 439.
(Ref. 1998/25091), por la que el Tribunal Supremo acoge el recurso de casación interpuesto por el
recurrente en el que se alega que se ha infringido por interpretación errónea o indebida aplicación
el artículo 1285 del Código Civil. “Se afirma que la interpretación de los contratos es facultad
soberana del Tribunal de instancia, salvo que dicha actividad hermenéutica, en casación, se estime
errónea o equivocada, contraria a la lógica o las reglas de la sana crítica. El Tribunal Supremo llega
a la conclusión que la interpretación del contrato privado suscrito por las partes no es la correcta
desde una perspectiva de la hermenéutica contractual y desde un punto de vista de la lógica”; y la
sentencia de 10 de mayo de 1991 (Ref. 1991/4881), por la que el Tribunal Supremo declara haber
lugar al recurso de casación interpuesto por los actores contra la sentencia de la Audiencia, no sólo
por la oscuridad de determinados aspectos resultante de la lectura del documento privado que
consigna el contrato origen de la controversia, sino porque: “(...) aunque la jurisprudencia de esta
Sala mantiene, por regla general, la intangibilidad de la interpretación contractual efectuada por el
Juez "a quo" y acepta sus consecuencias, cuando como en el caso presente ocurre, la
interpretación es ilógica, por estar fuera de las circunstancias normales de razonabilidad que se
infieren del contrato y de sus respectivas prestaciones, aquella regla aludida cede ante la evidencia
de haberse superado el arbitrio contenido dentro de los límites normativos”.
437
Según refiere FLUME, op. y loc. cit, el Bundesgerichtshof considera también el “uso lingüístico
como “máxima de la experiencia”, de modo que se considera competente para el control de la
interpretación en caso de una divergente concepción del tribunal de instancia sobre el significado
de una declaración según el uso lingüístico.
438
Generalmente el Bundesgerichtshof remite el litigio de nuevo al tribunal de apelación cuando no
comparte su interpretación. No obstante, cada vez más es él quien decide la interpretación por sí
mismo cuando es de la opinión de que “el caso que subyace a la interpretación puede ser juzgado
definitivamente por él”. En particular se considera facultado cuando aprecia un “vacío en las
consideraciones del juez de apelación para interpretar los documentos independiente y libremente”.
Sobre el tema, vid., por todos, FLUME, op. y loc. cit.
439
PUIG BRUTAU, op. cit., p. 297.
440
Así, ALFARO-AGUILA REAL, op. cit., pp. 374 y ss. Este autor ofrece un agudo análisis de la
interpretación integradora en el Derecho alemán, la que somete a críticas, valorando además la
posibilidad de su aplicación en el ordenamiento jurídico español.
189
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
441
DÍEZ - PICAZO, Fundamentos... I, cit., pp. 380-381.
442
PUIG BRUTAU, op. cit., p. 296.
443
Así, Vid. LÓPEZ Y LÓPEZ, op. cit., pp. 6-16.
190
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
444
En la que resulta notoria la impronta alemana. No puede negarse que ha sido la doctrina
alemana quien ha desarrollado el tema, de forma más completa y acabada.
445
Al decir de ALFARO AGUILA-REAL, Jesús, Las condiciones generales de la contratación, 1ª
edición, Cívitas, Madrid, 1991, pp. 294-295.
446
El propio ALFARO AGUILA-REAL, op. cit., p. 298 precisa que el ámbito natural de aplicación de
tales reglas es el individual o concreto, en tanto se tratan de reglas de interpretación
circunstanciada, lo que no impide que puedan aplicarse en el ámbito abstracto.
191
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Esta regla se aplica con preeminencia a la regla anterior. Aún cuando la regla
tenga carácter particular, debe estarse a si resulta o no más beneficiosa para el
consumidor o usuario. O sea, según la formula ALFARO-AGUILA REAL, en caso de
divergencia entre una condición general y una particular, se aplicará la que resulte
más beneficiosa para el adherente. En el caso de que no pueda determinarse cuál
447
Por regla especial se entiende aquella que ha sido pactada por las partes para el caso concreto,
con independencia de la amplitud de su contenido o ámbito de aplicación.
448
Vid. artículo 1342.1 del Codice Civile. Hoy día se propone su inclusión en el Proyecto de
Reformas al Código Civil boliviano, en la fracción II del artículo 518 y de igual manera en el párrafo
segundo, del artículo1028 del Proyecto de Código Civil Unificado de la Argentina de 1998.
449
En cuanto las condiciones particulares encuentran su legitimidad en la autonomía de la
voluntad.
192
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
El doble rol de esta regla viene dado según A LFARO-AGUILA REAL en que: por
un lado distribuye equitativamente los riesgos de la ambigüedad en la declaración,
atribuyéndolos al que declara; y por el otro, estimula al predisponente a
expresarse claramente “sancionándole” con una interpretación a su costa en caso
de que no lo haga y con independencia de su buena o mala fe subjetiva 453.
450
Op. cit., pp. 312-313.
451
Al decir de DÍEZ - PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 387.
452
Vid. supra VIII.1.1.7.5.
453
Op.cit., p. 319.
454
Op. cit. pp. 318-327.
193
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
A tenor del segundo, para que opere tal imputabilidad se requiere que el
predisponente sea él mismo el redactor de la cláusula o bien que haya sido él
quien ha provocado su inclusión en el contrato. De manera que quedan excluidos
del ámbito de aplicación de dicha regla los casos en los que la duda provenga de
una cláusula pactada458 o de una condición general que se limite a reproducir una
norma legal459.
2. DE LA INTEGRACIÓN CONTRACTUAL.
455
Al no determinar con precisión su supuesto de hecho, o sea, el adherente no puede deducir con
exactitud en qué casos va a aplicar la condición general y en cuáles no.
456
Al no proporcionar el tenor literal de la cláusula suficiente información sobre su ámbito de
aplicación.
457
Al utilizarse palabras o expresiones polisémicas, o sea, con varios significados admitidos.
458
Porque entonces la cláusula es atribuible a ambas partes.
459
Dado que quien se limita a reproducir una norma de Derecho dispositivo no asume ninguna
responsabilidad respecto a la formulación.
194
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
460
En este sentido vid., por todos, PUIG BRUTAU, op. cit., pp. 297-298 y MOSSET ITURRASPE, op. cit.,
pp. 316-317.
461
Según LARENZ, cit., pos, ALFARO-AGUILA REAL, op. cit., pp. 376-377.
195
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
BIBLIOGRAFÍA:
DOCTRINA:
196
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
FUENTES LEGALES:
197
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
CAPÍTULO IX
DE LA EFICACIA CONTRACTUAL I.
PRINCIPIOS GENERALES
SUMARIO:
Entendidos los efectos del contrato como las consecuencias jurídicas que dimanan de
éste. Hay que señalar entonces que éstos se causan ordinariamente al momento mismo de
su perfección (nacimiento o trasmisión de obligaciones y trasmisión o constitución de
derechos reales), pero en ocasiones no se generan sino hasta que se ejecuta el contrato
v.gr. en el caso de que las obligaciones queden sujetas a un término o a una condición.
Oportuno resulta señalar que no cabe confundir el efecto del contrato con el efecto de la
obligación (cfr. artículo 233 de nuestro Código Civil). El contrato sólo de manera indirecta o
mediata es causa o fuente de los medios tendientes a la satisfacción del derecho del
acreedor.
En sentido general el contrato está dirigido a reglar los derechos de las partes por
medio de las relaciones jurídicas creditorias. En este orden el artículo 309 de nuestro Código
Civil hace referencia a la eficacia constitutiva, modificativa y extintiva del contrato. Si bien
nada refiere sobre su eficacia declarativa y modificativa. Tal espectro de la eficacia
contractual se ubica en lo que la doctrina suele denominar efectos directos del contrato,
efectos todos que se encuentran ya contemplados por la ley, pero que las partes pueden
incluir en sus convenciones, con lo que se tendría una superposición entre lo dispuesto en la
lex legislatoris y la lex contractus465.
2. DE LA OBLIGATORIEDAD CONTRACTUAL.
465
En este sentido DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, tomo I, Introducción. Teoría
del Contrato, 4ª edición, Cívitas, Madrid, 1993, p. 390, a la luz del análisis del artículo 1258 del Código Civil
español distingue entre los efectos necesarios y voluntarios del contrato. Los primeros como proyección del
contenido dado al contrato por los propios autores, en tanto los segundos no dependen tanto del contenido
prefijado por las partes como de la imposición del ordenamiento jurídico. Una vez escogido el contrato – sigue el
autor- por las partes, adoptado el tipo contractual, los efectos son impuestos exlege. Esta eficacia legal puede
ser dispositiva o imperativa, según las partes puedan maniobrar o no a su antojo, o sea, puedan ser pospuestos
los efectos legales a los propuestos en el ordenamiento privado, de manera que sólo funcionen cuando las
partes nadan han previsto sobre el particular o cuando los efectos legales se anteponen a los previstos en la
convención privada, incluso, aún cuando aquellos se hayan expresamente excluidos.
198
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
La lex contractus es una ley autónoma, son preceptos que se da cada contratante 468, a
tenor del compromiso que suscribe, vinculándose a una conducta: actuar a través de un dar
o un hacer o abstenerse de hacerlo. El contrato es, sin dudas, la principal fuente de las
obligaciones, conforme con el citado artículo 309 del vigente Código Civil, el contrato es
creador de relaciones jurídicas, principalmente obligatorias y como tal título acreditativo de
los derechos de créditos y reales que puede originar.
Los autores del Derecho Canónico sustentan el criterio de corte moralista: quien falta a
la palabra dada viola una regla de moral trascendente, cual es la obligación de no mentir
inscripta en el Decálogo.
Para KANT y su escuela filosófica del Derecho, que es en Alemania la escuela del
Derecho natural, el hombre dicta su propia ley; “a la coacción exterior se sustituye la interior”.
466
Vid. Infra 3
467
LACRUZ BERDEJO, José Luis et al. Elementos de Derecho Civil II, Derecho de Obligaciones, volumen 2º – Teoría
General del Contrato, 2ª edición, Bosch, Barcelona, 1987, pp. 317-318.
468
El propio LACRUZ BERDEJO, op. cit., pp. 318-319, sostiene la tesis de que el efecto vinculante del contrato
opera por la voluntad de las partes, lo cual distingue al contrato de otros actos jurídicos. La voluntad persigue en
el contrato un efecto práctico a través de la vinculación que el propio contrato produce, y que es precisamente el
contenido de la voluntad de los contratantes. No es preciso que el contratante conozca las exactas
consecuencias del negocio, ni aún su nomen iuris, con tal que tenga una idea de su resultado esencial, o que
haya de responder por sus declaraciones. Dándose estas condiciones, todos los efectos que produzca el
negocio se consideran aceptados por él.
199
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Los utilitarios defienden la tesis del interés positivo. Para BENTHAM interesa más al
hombre la observancia de los acuerdos que llega a celebrar que su inobservancia, ya que al
producirse ésta decae la confianza que merece a sus semejantes y en definitiva es él mismo
quien se perjudica.
Para LACRUZ BERDEJO la fuerza obligatoria de los contratos se impone por dos razones:
una de índole moral y otra de naturaleza económica. A tenor de la primera se imponen el
respeto a la palabra dada, la buena fe y, en su caso, la equidad que exige corresponder a la
prestación de la otra parte; conforme con la segunda resulta indispensable un clima de
seguridad del cumplimiento de las transacciones y promesas para la existencia del crédito 469.
MOSSET ITURRASPE cree “(...) que la regla jurídica que impone la obligatoriedad de los
contratos (...) tiene su fundamento en la regla moral que hace al hombre sirviente de su
propia palabra, pero concurren a dar fuerza a ese vínculo la libre aceptación de las cláusulas
limitativas de la voluntad individual y la confianza que mutuamente se suscitan los
contratantes, así como la satisfacción que por esta vía se logra de los intereses colectivos y
del bien común”470.
recogiéndose así como uno de los principios generales de la contratación según UNIDROIT
que en su artículo 1.3 lo reconoce: “Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes”.
Una buena parte de los Códigos de tradición civilista (sistema romano-francés) siguen
el modelo del Code, llevando a la norma la idea de la equiparación del contrato a la ley en
cuanto a su fuerza obligatoria concierne. Obvio es que tal equiparación viene de la propia
fuerza vinculante pero no en los aspectos formales. Sólo atañe a la firmeza del vínculo que
se asume con el contrato o la fuerza vinculante similar entre el contrato y la ley.
Las partes lo que hacen al perfeccionar el contrato es crear una regulación normativa
privada para la interrelación de sus intereses. Crean una reglamentación a la que deben
ajustarse y respetar. Lo que sí debe quedar claro es que cuando la norma jurídica regula la
fuerza de ley del contrato, la asimilación ley-contrato no se refiere sino a la imperatividad del
vínculo. Una vez perfeccionado el contrato, se crea una norma que compele a las partes
como la ley misma, y esa norma no puede dejarse sin efecto, en principio por una
manifestación unilateral de voluntad473.
Hasta el momento de la creación del vínculo las partes son libres de contratar o no.
Luego de haber formalizado el contrato las normas que de él surgen las obligan y las sujetan
a su contenido. Al decir de LACRUZ BERDEJO “no dice el precepto (se refiere al 1091 del
mutuo o por causas legales”; artículo 406-I del Código Civil de Portugal: “O contrato deve ser pontualmente
cumprido, e só pode modificar-se ou extinguir-se por mutuo consentimiento dos contraentes ou nos casos
admitidos na lei”; artículo 1602 del Código Civil de Colombia: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley
para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”;
artículo 715 del Código Civil de Paraguay: “Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes
una regla a la cual deben someterse como a la ley misma, y deben ser cumplidas de buena fe. Ellas obligan a lo
que esté expresado, y a todas las consecuencias virtualmente comprendidas”; artículo 519 del Código Civil de
Bolivia: “El contrato tiene fuerza de ley entre las partes contratantes. No puede ser disuelto sino por el
consentimiento mutuo o por las causas autorizadas por la ley”; artículo 1159 del Código Civil de Venezuela:
“Los contratos tiene fuerza de Ley entre las partes. No pueden revocarse sino por mutuo consentimiento o por
las causas autorizadas por la ley”; artículo 1022 del Código Civil de Costa Rica: ”Los contratos tienen fuerza de
ley entre las partes contratantes”; artículo 1129 del Código Civil de Panamá: “Los contratos serán obligatorios
siempre que en ellos concurran las condiciones esenciales para su validez”; artículo 1044 del Código Civil de
Puerto Rico: “Las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes contratantes, y
deben cumplirse al tenor de las mismas”; artículo 1134 del Código Civil de República Dominicana: “Las
convenciones legalmente formadas tiene fuerza de ley para aquellos que las han hecho” ; artículo 2479 del
Código Civil de Nicaragua: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede
ser invalidado, sino por su consentimiento mutuo o por causas legales” y artículo 1291, primer párrafo, del
Código Civil de Uruguay: “Los contratos legalmente celebrados forman una regla a la cual deben someterse las
partes como a la ley misma”.
473
Ilustrativa resulta la Sentencia de 5 de enero de 1994 de la Audiencia Provincial de Lleida (España) (Ref.
1994/7552) que resolviendo el recurso de apelación radicado al número 712/1993 en su Fundamento de
Derecho Primero dispuso: “ (...) resulta evidente que todo contrato contiene dentro de sí una imperatividad que
no descansa en la voluntad de las partes contratantes, sino que resulta impuesta por el propio ordenamiento
jurídico, de tal forma que el contrato no crea normas de derecho objetivo, sino únicamente normas particulares
para regular las relaciones entre los contratantes, lo que no es óbice para que lo acordado contractualmente
pueda imponerse coactivamente a los contratantes, si éstos no se someten voluntariamente a ello (artículos.
1098 y 1099 Código Civil), no debiendo olvidarse que es la voluntad propia de las partes, la que produce la
fuerza obligatoria de los contratos, inspirándose en el principio 'pacta sunt servanda', precisamente en aras del
valor y eficacia de lo libremente pactado, en servicio de la seguridad jurídica, de público interés para el
mantenimiento del orden social, y también del orden privado, que se basa en las relaciones que ligan a los
ciudadanos”.
201
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Código Civil español) que el contrato sea ley, sino que las obligaciones nacidas de él
vinculan a su cumplimiento como la ley misma”474.
Lo que se quiere señalar con la asimilación del contrato a la ley es que las partes no
pueden sustraerse del deber de observar el contrato de acuerdo con su tenor, en su conjunto
y en cada una de sus cláusulas. Quedan sometidas a una norma particular.
Precisamente para algunos autores como L ALAGUNA DOMINGUEZ la fuerza de ley que se
atribuye al contrato como producto de una voluntad común destaca su función social como
fuente de obligaciones, cuyo fundamento moral es la unidad real de las premisas de libertad
e igualdad de las partes contratantes.
2.4. Repertorio de los efectos jurídicos directos que entre las partes puede
crear el contrato.
Siguiendo a DÍEZ-PICAZO476, el repertorio de efectos que entre las partes el contrato lleva
consigo puede sintetizarse en:
a) Eficacia constitutiva del contrato: opera cuando entre las partes a consecuencia del contrato
concertado entre ellas surge una situación jurídica que antes no existía, a saber: la relación
jurídica contractual477, situación que no solo crea, sino también que dota de sentido y le
atribuye una peculiar naturaleza. V.gr. la relación jurídica de mandato o de arrendamiento o
de sociedad que nacen de los respectivos contratos de mandato, arrendamiento y sociedad.
b) Eficacia modificativa del contrato: existe ésta cuando el contrato, incidiendo sobre una
relación jurídica preexistente, altera el contenido o esquema de dicha relación.
Así, esta modificación puede ser de naturaleza subjetiva en los supuestos de cesión de créditos
(vid. artículo 257 del Código Civil), asunción de deudas (vid. artículo 263 del Código Civil) o
cesión de contrato; de índole objetiva en el caso del contrato modificativo del objeto de un
474
LACRUZ BERDEJO, op. cit., p. 317
475
LALAGUNA DOMINGUEZ, Enrique, Estudios de Derecho Civil. Obligaciones y Contratos, Reus, Madrid, 1978,
pp. 17-20.
476
DÍEZ-PICAZO, Fundamentos... I, cit., pp. 396-398.
477
Que es distinta a las relaciones jurídicas obligatorias que pueden nacer del contrato obligacional. La relación
jurídica contractual es la situación jurídica en que las partes se colocan después de haber concertado el
contrato. Lo que subyace después del momento de perfección del contrato.
202
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
contrato precedente, como puede ser en el cambio del objeto social en el contrato de sociedad,
o puede referirse al contenido de los derechos y deberes de la relación precedente, v.gr. en el
aplazamiento de una deuda, supresión del término o la condición, liberación al deudor de una
carga modal, etc.
c) Eficacia preceptiva del contrato: el contrato puede proyectar efectos en las relaciones
interpartes, en cuanto a establecer o determinar el conjunto de deberes, obligaciones, cargas,
poderes, derechos subjetivos, facultades o titularidades que las partes van a ostentar en virtud
de la relación jurídica que entre ellas existe o puede existir en el futuro. Desde este punto de
vista, el contrato presenta la regla ordenadora, el estatuto o la carta del régimen jurídico de
esta relación. V.gr. las obligaciones del vendedor en el contrato de compraventa que, salvo lo
que las partes dispongan, vendrán reconocidas en el artículo 340 del Código Civil; la carga de
notificación por el asegurado al asegurador del acaecimiento del siniestro, prevista en el
contrato de seguro de bienes, conforme el artículo 457 del vigente Código Civil, a cuyo tenor:
“Al ocurrir el suceso previsto, el asegurado u otro interesado debe notificarlo al asegurador
dentro del plazo que se establezca que no será nunca menor de treinta días. Dicha notificación
deberá contener datos suficientes para la identificación del asegurado, del bien y las
circunstancias del hecho”.
d) Eficacia declarativa del contrato: se habla en este sentido cuando la finalidad del contrato
aparece dirigida a constatar la existencia o la inexistencia de una relación jurídica, su
contenido o el significado y el valor que ha de atribuirse a anteriores declaraciones negociales
hechas por las mismas partes.
Igualmente se suele hablar de eficacia declarativa del contrato en todos aquellos casos en que
las partes, de común acuerdo, establecen el valor y la significación que deben darse a las
declaraciones por ellas emitidas en un negocio anterior. Se habla en este caso de negocio
interpretativo o contrato de interpretación.
3. DE LA INTANGIBILIDAD CONTRACTUAL.
203
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Lo que las partes deciden en el ejercicio del poder normativo negocial es inalterable:
cada parte aisladamente no puede alterar el contenido del contrato, aún las dos partes no
pueden hacerlo cuando ello va en perjuicio de un tercero. El juez debe respetarlo como la ley
misma, incluso el legislador sólo podrá afectarlo en la medida en que actúe por el interés
general, y si causa daños ilíctos deberán repararse.
Empero, también cabe que los efectos del contrato cesen por las causas previstas y
reconocidas en la ley, o al menos sean alterados o modificados, cuando circunstancias
extraordinarias e imprevistas hagan inequitativas las prestaciones contractuales,
autorizándose en tal supuesto una revisión judicial del contrato por circunstancias
sobrevenidas que supongan una onerosidad excesiva. En tal caso, el juez, en clara
intromisión en la normativa privada, intentará poner fin a tal desequilibrio contractual en aras
de ajustar el cronograma de las prestaciones por cumplir a los principios de justicia y equidad
contractual, salvando, en última instancia, los fines perseguidos por las partes con la
concertación del contrato patológicamente afectado.
4. DE LA RELATIVIDAD CONTRACTUAL.
Dicha relatividad supone que el conjunto de deberes y derechos que la relación jurídica
contractual creada despliega, sólo atañe a los autores del negocio contractual, y a sus
herederos. La fuerza compulsiva del contrato no puede expandirse a los terceros, quienes,
en principio, resultan extraños al negocio concertado 485.
Sin embargo, más que de relatividad como un efecto propio del contrato, como así
sostienen algunos autores mexicanos486, es dable hablar de relatividad de los efectos del
contrato, no es que la relatividad sea un efecto más, sino que la obligatoriedad que el
negocio contractual implica para sus autores, tiene un carácter relativo, constriñendo tan solo
483
Idem, p. 398.
484
Apud VALPUESTA FERNÁNDEZ, María Rosario (coordinadora) et al., Derecho de Obligaciones y Contratos, 3ª.
edición, Tirant lo blanch, Valencia, 1998, p. 431.
485
La Jurisprudencia francesa así se ha pronunciado: “Una transaction entre cohéritiers à laquelle l’un d’entre
eux n’a pas été partie ne fait naître ni obligation ni droit à sa charge; les juges du fond ne portent done pas
atteinte au principe de la relativité des effets du contrat en lui refusant toute qualité pour attaquer cet acte. En
revanche, ils sont en droit de lui imposer le respect des relations que cet acte avait établies entre les autres
cohéritiers”. Civ. 1re., 7 de julio de 1981: Bull. civ. I, nº 250, Civ. 1re, 28 de abril de 1981: ibid I, nº 139, y 30 de
junio de 1993: ibid I, nº 241.
486
Vid. por todos, SÁNCHEZ MEDAL, op. cit., pp. 86–89.
206
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
a aquellos. La relatividad es, pues, un principio informador del Derecho Contractual, a cuyo
amparo las partes asumen los beneficios y consecuencias del negocio creado, pero per se
no constituye un efecto más del contrato, y sí tan solo, la manera de expresión o concreción
de la obligatoriedad contractual.
Como sostiene GIORGI487 pocos principios del Derecho son enseñados en forma tan
acorde por los escritores y sancionados con tanta constancia por los legisladores 488.
Expresa LASARTE que: “Con la expresión principio de la relatividad del contrato se trata
de poner de manifiesto que la eficacia del contrato como categoría (...) no tiene alcance
general respecto de la colectividad, como ha de predicarse de la norma jurídica, sino un
alcance limitado a las partes contratantes”490.
por autores como ABELIUK que no es “(...) un principio limitado a los contratos, ni tan siquiera
a las convenciones, sino a todos los actos jurídicos, y aún a ciertos actos de autoridad como
son las sentencias, (...)” 492, así el propio efecto de la cosa juzgada en el orden civil afecta tan
solo a las partes litigantes no a quien no ha comparecido en el pleito.
La erosión del ya clásico principio ha venido por doquier. Se sostiene – y con razón-
que señalar que el contrato “no puede perjudicar a terceros”, “no daña ni aprovecha a los
sociedad demandada que no fue parte en el contrato ni quedara acreditado que tuviera en cartera ninguna
acción representativa de su propio capital. Asimismo vid. sentencias de 27 de enero de 1989, 3 de diciembre de
1990 y 12 de mayo de 1992, en las que se pronuncia expresamente el Tribunal Supremo en el sentido de
catalogar como principio a la relatividad contractual.
492
ABELIUK, op. y loc. cit.
493
Me refiero al ordenamiento jurídico cubano, a contrario sensu del español en el que el citado principio se
normativiza, (artículo 1257-1º del Código Civil).
494
Así, algunos autores como MANS PUIGARNAU, Jaime, Los Principios Generales el Derecho, Repertorio de
reglas, máximas y aforismos jurídicos con la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia, s. ed., Bosch,
Barcelona,1979, p. xxx, expresa que la distinción técnica entre principio general y regla de Derecho no resulta
nada fácil, los principios suponen conceptos o normas fundamentales y abstractas, hayan sido o no objeto de
una formulación concreta, en tanto la regla, una locución concisa y sentenciosa que sirve de expresión a un
principio jurídico. Corresponde al jurista la misión de descubrir los principios fundamentales del sistema jurídico,
en tanto estén contenidos e implícitos, como presupuestos remotos en las normas particulares, o de cualquier
manera sean exigidos por ellos como su complemento lógico. Empero, acontece que el propio jurista puede
encontrar tales principios ya en parte formulados si no en su íntegro significado, sí al menos en algunos de sus
aspectos o fases, por obra del propio legislador. Vid. también DEL VECCHIO, Giorgio, Los Principios Generales
del Derecho, traducción y apéndice por Juan OSSORIO MORALES, 3ª edición, Bosch, Barcelona, 1979, pp. 68 y
ss.
495 ?
Recordemos que el principio de relatividad contractual si bien se reconoce explícitamente en la mayoría de
los Códigos Civiles, en ocasión de regularse las disposiciones generales en sede de eficacia contractual, en
otros Códigos resulta necesario destilarlo del espíritu de sus normas jurídicas.
Así, v. gr. en la legislación chilena no existe un precepto que consagre el citado principio, como tampoco en los
Códigos de Colombia y Ecuador, inspirados en el Código de Andrés BELLO. Cuba se une a esta posición,
coligiéndose del contexto de su Código Civil la vigencia de la relatividad contractual como principio, de esta
manera los artículos 309, 310, 311, 312 y 313, comprendidos en las disposiciones generales del Capítulo I,
Título II, Libro III del Código hacen referencia exclusivamente a las partes como artífices de la concertación,
perfección, contenido y forma del contrato.
208
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
terceros”, no significa afirmar que el contrato no existe frente a ellos, que los terceros lo
pueden desconocer, que, no les es oponible 496.
La relatividad contractual viene sufriendo una evidente erosión. La rigidez con la que
antaño fue concebida ha dado al traste frente a las realidades del tráfico moderno.
Tradicionalmente ha sido negado que los terceros, aunque perjudiquen un crédito, sean
responsables frente al acreedor. ENNECERUS y LEHMANN sostienen que el hecho de que un
tercero, influyendo sobre la persona del deudor o el objeto de una obligación, imposibilite su
cumplimiento, no constituye una violación del derecho obligatorio, ya que éste no se dirige en
modo alguno contra el violador, y su acto, cualquiera que sea su naturaleza, no contradice
facultad alguna del acreedor que tenga fuerza de vincularse 502.
Tal y como hemos expuesto desde el inicio de este epígrafe la tendencia actual ha sido
correctora de este errado análisis, imponiéndose en la doctrina e incluso en la jurisprudencia
505
el principio general de respeto tanto de los derechos personales como de los reales. Si
bien es cierto que el cumplimiento de la prestación tan solo es exigible al deudor, único
compelido a ello, tampoco puede ser desconocido por los terceros. Como apunta VATIER
FUENZALIDA506 la diferencia entre los derechos personales y reales radica en su arista interna,
de modo que ambos tipos de derecho subjetivo están provistos de tutela externa frente a los
terceros.
502
ENNECERUS – LEHMANN, Derecho de Obligaciones en Tratado de Derecho Civil de ENNECERUS – KIPP -
WOLFF, (traducción castellana, anotada por PÉREZ y ALGUER), 1ª edición, Barcelona, 1944, pp. 633 y ss.
503
RUGGIERO, Roberto de, Instituciones de Derecho Civil, (traducción al castellano de la 4ª edición italiana,
anotada y concordada con la legislación española por Ramón SERRANO SUÑER y José SANTA CRUZ TEJEIRO),
tomo II, volumen 1º. - Derecho de Obligaciones - Derecho de Familia - Derecho Hereditario, Reus, Madrid,
1977, pp. 218 y ss.
504
VALLET DE GOYTÍSOLO, Juan, Estudios sobre Derecho de Cosas I. Temas Generales, 2ª edición ampliada,
Montecorvo, Madrid, 1985, nota (74), p. 300.
505
Se citan en la jurisprudencia del Tribunal Supremo español las Sentencias de 23 de marzo de 1921 y 29 de
octubre de 1955, referidas por VALLET, YZQUIERDO TOLSADA y DÍEZ-PICAZO en sus respectivas opp. citt. En la
jurisprudencia francesa, resultan ejemplificantes: “Una banque qui, bien que s´étant engagée à contrôler
l’utilisation des fonts empruntés, les affecte à un autre usage en les portant au compte courant de son client afin
de diminuer le découvert de celui-ci commet une faute et engage sa responsabilité délictuelle à l’égard du tiers
qui aurait dû bénéficier de l’affectation convenue”. Aix – en – Provence, 21 de febrero de 1991.
“Un locataire, victime de la violation par au autre locataire du même bailleur d’une clause de non-concurrence
insérée dans un bail commercial, n’étant pas partie à ce contrat, ne peut exercer une action contractuelle
'directe' contre l’auteur des actes de concurrence, mais la responsabilité quasi délictuelle de ce dernier peut
être recherchée sur le fondement de la faute (poursuite de l’activité illicite après mise en demeure du bailleur)”.
París (16e ch A), 15 de octubre de 1991.
506
Op. cit., pp. 854-855.
210
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Para HERNÁNDEZ GIL507 tanto el crédito como la deuda son elementos patrimoniales
susceptibles de lesión por terceros, por lo que a éstos les es exigible la reparación. LARENZ508
dice que: “la situación jurídica del acreedor (...) es una posición jurídica que todos vienen
obligados a considerar, a respetar. No es ciertamente un derecho absoluto, pero al igual que
éste, es digno de protección y por ello, en caso de vulneración, ha de equipararse a los
demás derechos a que se refiere el § 823, apartado I del BGB.”, (análogo de los artículos
1902 y 81509 de los Códigos Civiles español y cubano respectivamente).
4. 2. Partes y terceros.
GONZÁLEZ PACANOWSKA que ha estudiado con detenimiento esta temática nos refiere
que, en la doctrina y jurisprudencia españolas es frecuente considerar como parte a quien
haya concurrido por sí o por medio de representante 510. Las partes constituyen el elemento
personal del contrato, o sea, los sujetos que lo conciertan, son las personas de los
contratantes. PUIG BRUTAU511 ha asociado al término parte con intervención directa en la
concertación del contrato, ya por sí o por medio de representante (legal o voluntaria), en
tanto LASARTE512, siguiendo la misma línea de pensamiento, delimita a las partes contratantes
como aquellas que asumen las obligaciones, u ostentan los derechos derivados de cualquier
relación contractual, con independencia de su real intervención en la concertación u
otorgamiento del contrato, o sea, aquellas que por voluntad propia se consideran titulares de
una posición contractual, aunque no concierten el contrato por sí mismas, sino a través de
representante.
Para caracterizar a un sujeto como parte en el contrato se han manejado varios
criterios, así:
sólo pueden alcanzar a quien, haciendo uso de su propia libertad contractual, ha consentido la
formulación del contrato, por sí o por medio de representante. Esta posición también es
sostenida por MARTY514 para quien las partes son las personas cuyas voluntades han
concurrido a la formación del contrato.
514
Op. cit., pp. 164-192.
515
Op. cit., p. 333.
516
Vid. artículos 51 y del 59 al 62 del Reglamento de la Ley de las Notarias Estatales.
517
Los autores o sostenedores de esta teoría llamada de la representación, partieron de la idea de que la
voluntad y la declaración de voluntad del representante son consideradas como voluntad y declaración de
voluntad del representado. Otros autores han preferido distinguir entre actos constitutivos y elementos del
negocio, para ello han separado la causa del efecto. La causa es la acción y concierne a la persona del
representante; el efecto es el derecho y concierne a la persona del representado.
Matizada por la idea de colaboración se sostiene por DE CASTRO una teoría ecléctica que intenta determinar la
verdadera función que en el negocio representativo desempeñan el representante, el representado y sus
respectivas voluntades. Para el maestro –según refiere DÍEZ-PICAZO- habría de tenerse en cuenta quién
expresa realmente la decisión tomada, lo cual estará, en gran medida, determinado por el alcance de las
instrucciones conferidas.
Al respecto vid. DÍEZ-PICAZO, Luis, La representación en el Derecho Privado, reimpresión de la 1ª edición,
Cívitas, Madrid, 1992, pp. 251–254.
518
Op. ult. cit., p. 253.
212
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
sólo quien actúa, sino ambos al unísono, como coautores del negocio jurídico, actuando cada
uno, en la medida en que su concreta voluntad es la que da lugar a la actuación.
Por último, cabe acotar que la situación de cada una de las partes contratantes puede
ser simple o compleja, ya estén organizadas con régimen de unicidad o pluralidad de sujetos
respectivamente.
Por ello el propio principio de la seguridad jurídica exige que al fallecer una persona,
sus obligaciones tanto en el aspecto pasivo como en el activo-, sigan subsistiendo en cabeza
de sus herederos. Así expresamente lo reconoce el artículo 468-1 y el artículo 525-1, ambos
del Código Civil cubano521.
La expresión herederos, empleada en los Códigos Civiles, incluye tan solo a los
sucesores a título universal, no así a los legatarios, para quienes rigen disposiciones
especiales522. La transmisibilidad es la regla general derivada de la propia naturaleza del
519
Vid. artículo 1122 del Code Napoleón; artículo 717 del Código Civil del Paraguay; artículo 1108 del Código
Civil de Panamá; artículo 1292 del Código Civil de Uruguay; artículo 1195 del Código Civil de Argentina; artículo
1024 del Código Civil de Costa Rica; artículo 1363 del Código Civil del Perú; artículo 1549 del Código Civil de
Honduras; artículo 1122 del Código Civil de República Dominicana; artículo 1209–1º. del Código Civil de Puerto
Rico y artículo 1257–1º. del Código Civil de España.
520
Apud OSSORIO MORALES, Juan, Lecciones de Derecho Civil. Obligaciones y Contratos. (Parte General), 2ª.
edición, revisada y puesta al día por Juan Miguel OSSORIO SERRANO, Comares, Granada, 1986, pp. 239-240.
521
Artículo 468-1: “El heredero es sucesor, a título universal, en el todo o en parte alícuota de los bienes,
derechos y obligaciones del causante”.
Artículo 525-1: “Por la aceptación de la herencia el heredero responde de las obligaciones de ésta solamente
con los bienes, derechos y acciones que la integran”.
522
Los legatarios, en principio, no responden de los adeudos del causante, ni aún los de parte alícuota, en este
supuesto, cabría la posibilidad de que el testador le ordenase tal legado, imponiendo al legatario la obligación
de pagar algunas deudas, pero en tal caso, el legatario no queda obligado como sucesor del testador, sino
como sujeto pasivo o responsable de una carga impuesta a su legado. La excepción viene dada cuando toda la
herencia se distribuye en legados (artículos 891 del Código Civil español y 499 del Código Civil cubano),
supuesto en que se establece ex lege una responsabilidad pro viribus hereditatis de los legatarios por el pasivo
hereditario. Aún así, el legatario nunca ocuparía la posición de heredero, pues se limitaría a responder de los
adeudos del causante hasta el valor del bien legado, más no ocuparía su posición, pues de admitirse dejaría de
ser, propiamente dicho, legatario. Ello no empece a que un legado pueda tener como contenido la posición
jurídica del causante derivada de contrato, pero en todo caso se referiría a uno u otro contrato en concreto, no a
213
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
La ley contempla los supuestos en que la posición de parte contractual fenece a la par
de su titular, ello en virtud de varias razones:
a) por estar basado el vínculo contractual en la confianza, así en el mandato, por muerte de una u
otra parte (artículo 409 inciso c) del Código Civil cubano)523;
b) por haberse realizado el contrato en contemplación a las cualidades de las partes: muerte del
comodante o del comodatario (artículo 386 inciso a) del Código Civil cubano)524;
c) o, en sentido general, por ser indispensable la participación personal del obligado (artículo
305-1 del Código Civil cubano)525 o tener carácter personal la necesidad o el interés a
satisfacer del acreedor (artículo 305-2 del Código Civil cubano)526.
En todos estos casos se evidencia un intuitu personae en la posición asumida por una o
por ambas partes, sin embargo, nada obsta a que pueda pactarse lo contrario, al amparo de
la autonomía de la voluntad consagrada en el artículo 312 de nuestro vigente Código Civil 527.
Dichas normas no tienen valor imperativo y, sí meramente dispositivo, susceptibles de
sustraer su aplicación si así lo estipularen las partes.
la generalidad de los contratos en que el causante fue parte, como resulta de la sucesión a título universal.
523
Artículo 409: “Además de las causas generales de extinción de las obligaciones, el mandato se extingue por:
c) incapacidad, ausencia, inhabilitación o muerte del mandante o del mandatario;”.
524
Artículo 386 : “Además de las causas generales de extinción de las obligaciones, el comodato se extingue
por:
a) muerte del comodante o del comodatario;”.
525
Artículo 305-1: “La muerte de la persona natural extingue las obligaciones para cuyo cumplimiento es
indispensable su participación personal”.
526
Artículo 305-2: “La muerte del acreedor extingue la obligación cuando la prestación tenía por objeto
satisfacerle una necesidad personal”.
527
Artículo 312: “En los contratos las partes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan
por conveniente salvo disposición legal en contrario”.
214
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
para el acreedor, garantía que per se es renunciable, siempre que no redunde en perjuicio de
tercero ni se lesione la legítima528.
Del pacto por el que se acuerda que la posición de parte es intransmisible, debe
distinguirse la renuncia a exigir responsabilidad a los herederos por las consecuencias de
contratos ya producidos en vida del causante. No parece que los preceptos que se refieren a
la relatividad en los Códigos Civiles estén pensando en este supuesto, dado que el pacto se
coloca como alternativa a la intransmisibilidad por ley o por naturaleza, y en estos dos
últimos casos no se refieren a excluir la responsabilidad de los sucesores por lo realizado en
vida por el causante, sino a la extinción del vínculo por muerte de alguna de las partes. La
renuncia a la responsabilidad de los herederos sólo puede producirse cuando efectivamente
se haya acordado la resolución por muerte de alguna de las partes, y entonces con la
añadida consecuencia de no responder por efectos ya producidos en vida del causante.
En cuanto al contenido de tales pactos, éste puede ser muy variado. Podrá convenirse la
extinción del vínculo en el momento en que fallezca uno de los contratantes, o supeditar su
continuidad a la presencia en los herederos de ciertas circunstancias o aptitudes. Cabría
configurar la persistencia de la relación con los herederos como una opción, sea de la parte
supérstite, sea de los propios herederos.
Nada obsta que pueda pactarse que sólo se disuelva el vínculo si fallece uno de los
contratantes, no así si falleciere el otro. En tales casos, la muerte del contratante al que se
refiere la consideración de sus cualidades personales determinará la extinción del vínculo.
Cuando se trata de adquirente a título singular de un bien no por ello ocupa la posición
de parte de su causante en contratos que éste hubiere concertado con respecto al mismo,
sin perjuicio de su legitimación para invocar ciertas facultades contractuales que
correspondían a su autor que, se entienden transmitidas con el bien mismo, en tanto que el
cesionario del contrato está llamado a ocupar la misma posición contractual que su causante,
subrogándose en su lugar.
La cesión del contrato es un mecanismo a través del cual el cesionario deviene parte en
el contrato concertado por su autor, siempre que se hubiesen observado los requisitos
necesarios para obtener tal resultado.
asisten, en tanto el cesionario adquiere tales derechos, asumiendo las obligaciones como si
el mismo hubiera sido el contratante533.
Por algunos autores se ha considerado que la configuración del cesionario como parte
sería una excepción al principio de la relatividad, dado que los efectos directos del contrato
alcanzan a quien no fue parte originariamente, sin embargo, se ha destacado que cuando la
cesión tiene su origen en un acuerdo entre cedente y cesionario en realidad éste no resulta
alcanzado por los efectos del contrato primitivo, que sigue siendo para él res inter alios acta,
sino por los que derivan del propio acuerdo de cesión. En realidad -como sostiene P ÉREZ
CONESA-, con la concertación del acuerdo de cesión se actúa conforme con la regla general
prevista en el artículo l257-lº del Código Civil español, el cesionario no es parte del contrato
objeto de cesión, en él las partes lo son los contratantes originarios, o sea, cedente y cedido.
Ahora bien, dada la eficacia del contrato de cesión, el cesionario pasa a ocupar la posición
contractual del cedente, y deviene parte de las relaciones que se transmiten con la cesión 534.
Realmente el cesionario es parte en el segundo contrato (acuerdo de cesión) del que nacen
derechos y obligaciones para él como interviniente en el mismo, a cuyo tenor sustituye a uno
de los contratantes en el contrato primigenio, de manera que, dicha sustitución, le permite
subentrar en la totalidad de los derechos y obligaciones que se derivan del contrato
concertado por el cedente reemplazado.
El cesionario no es parte del negocio genético (respecto del contrato cedido), sino
penetra en la situación jurídica en virtud de un segundo contrato (el acuerdo de cesión) 535, del
cual sí es parte y el contenido de su propia posición viene determinada tanto por el principio
nemo plus iuris, que preside toda adquisición derivativa, como por el ámbito contemplado en
el acuerdo de sustitución subjetiva.
533
Apud LACRUZ BERDEJO et al., Elementos de... II, volumen II, pp. 335–336.
534
PÉREZ CONESA, Carmen, op. cit. pp. 32 - 35.
Vid. asímismo CICALLA, Raffaelle, Il negozio di cessione del contratto, s. ed., Napoles, Jovene, 1962, p. 42, para
quien el cesionario no pasa a formar parte del contrato, sino de las relaciones que éste creó en su día, de
manera que la cesión es una vicisitud de la relación, que es actual, la cesión no incide en el efecto del hecho, el
contrato/acto, sino que provoca la sucesión en la relación.
535
Este negocio no tiene regulación normativa en nuestro Código Civil, aunque, nada obsta que al amparo de
los artículos 312 y 314 las partes puedan concertarlo. Se trataría de un negocio atípico, para cuya conformación
pudieran resultarles de aplicación las normas reguladoras de la cesión de créditos (artículos 256 a 262, ambos
inclusive) y la asunción de deudas (artículos 256, y 263 a 265, ambos inclusive), según lo dispone el propio
artículo 314 remisor a las normas de los contratos más afines (tesis analógica para la integración contractual).
Resulta oportuno acotar la diferencia que al efecto apunta CRISTÓBAL MONTES, Angel, “La Cesión de Contrato”,
en Anuario de Derecho Civil, tomo XXI, Madrid, 1968, pp. 872, en el sentido de que no es dable identificar
contrato cedido y contrato de cesión, cada uno, por el contrario, tienen vida propia e independiente, y por
supuesto su propia causa, función económico–social, finalidad objetiva y permanente, tal cual es en el segundo
de los casos la transmisión a un tercero de la relación contractual.
217
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
La doctrina francesa sobre la base del artículo 1122 del Code538, y en lo que a los
sucesores particulares atañe, es coincidente respecto a la transmisión al sucesor particular
de los derechos del causante relativos o vinculados con la cosa transmitida, cuando de
derechos reales se trata, así como de derechos personales accesorios y ventajas nacidas
directa o indirectamente de la ley. Todos esos derechos, cuando nacen como consecuencia
de una convención del causante, pasan al sucesor, el cual viene así a beneficiarse con los
contratos pertinentes, a pesar de que ellos son res inter alios acta. La razón está en que tales
derechos son inherentes o inseparables de la cosa o bien transmitidos.
Para los autores franceses la dificultad concierne a los derechos no incluidos en las
categorías mencionadas, o sea, que no son reales ni personales accesorios, ni resulta su
transmisión de una disposición expresa de la ley.
En este aspecto, una primera doctrina que compartía las ideas de POTHIER, nacida con
anterioridad al Code Napoleón y mantenida por algunos tratadistas posteriores, se inclinaba
por considerar transmitidos a los sucesores singulares los derechos personales creados
convencionalmente por el autor o causante con tal que se vincularan o refirieran al objeto
transmitido.
536
Tal sería el caso, tratándose de créditos, de las fianzas, hipotecas y demás garantías que lo refuercen, como
también de las ventajas creadas en su favor por la ley (privilegios). Cfr. artículo 257-2 del Código Civil cubano.
537
V. gr. posesión, propiedad.
538
«On est censé avoir stipulé pour soi et pour ses héritiers et ayants cause, à moins que le contrarire ne soit
exprimé ou ne résulte de la nature de la convention».
Este precepto tiene su sustento o ratio legis en las ideas de POTHIER, según el cual no solamente es válido
estipular en los contratos con respecto a las cosas que nos pertenecen, a favor de los herederos y de los
sucesores singulares – sin que esto último signifique estipular por otro-, sino que se presume que así se ha
hecho, aunque no se haya expresado.
218
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
DEMOLOMBE, -citado por JORGE LAJE-, sostiene que en la misma medida en que las
obligaciones contraídas por el causante no pasan al sucesor, así ocurre con los derechos
que sean correlativos a ella 539. De ahí que no deban ser considerados adquiridos por el
sucesor particular los derechos nacidos de contratos sinalagmáticos, los cuales tienen su
contrapartida en las obligaciones que el carácter bilateral pone a cargo del acreedor.
Otro criterio sostenido en doctrina es el de la cesión, según él, los derechos nacidos de
una convención concertada por el causante o autor con un tercero, solamente pueden ser
invocados –no siendo reales, accesorios o previstos por una disposición legal- si fueron
cedidos al sucesor singular, expresa o tácitamente, por el enajenante. Con respecto a la
cesión expresa, no habría dificultad. En cuanto a la tácita podría resultar de haberse obligado
el sucesor en el acto de adquisición de su derecho, a cumplir las obligaciones relativas al
contrato concertado anteriormente por el autor. No obstante, la existencia de una cesión,
expresa o tácita, importaría una excepción contractualmente impuesta al principio general de
que no pasan al sucesor particular los derechos nacidos de contratos concertados por el
autor.
La doctrina francesa542 ha rechazado una interpretación lato sensu del artículo 1122 y
niega la posibilidad de considerar transmitidos al sucesor particular, los derechos adquiridos
por el causante que no tengan carácter real o accesorio o que no se consideren transmitidos,
sea por disposición de la ley o por cesión.
539
Vid. JORGE LAJE, Eduardo, Derechos y obligaciones del sucesor particular, Ediciones Arayú, Depalma,
Buenos Aires, 1954, pp. 6-12.
540
ZACHARIAE, C. S., Cours de Droit Civil Français, traduit de l’ allemand sur la cinquième édition (1839) par
AUBRY et RAU, tome premier, 2e. édition, Meline, Cans et Comp., Libreires-Editeurs, Bruxelles. 1850, pp. 441-
442.
541
GIORGI, op. cit., volumen VI, s. ed., Hijos de Reus Editores, Madrid, 1912, p. 347, sin embargo, este autor
atribuye la doctrina que combate a MASSE y VERGÉ, cuando, en realidad es de ZACHARIAE.
542
Así, GAUDEMENT, Eugene, Teoría General de las Obligaciones, traducción y notas de Derecho mexicano por
Pablo MACEDO, 2ª edición, Porrúa, México,1984, pp. 234-244, sostiene que en lo atinente a los causahabientes,
hay que distinguir entre la transmisibilidad de los derechos reales y la intransmisibilidad de los créditos y
deudas. Al no tener el causahabiente a título particular derecho general alguno sobre el patrimonio de su
causante, los actos que afecten éste como un todo, sin modificar particularmente el derecho transmitido, no
tendrán efecto alguno respecto de él. Ello conlleva, que no podrá prevalerse de los créditos adquiridos por su
autor, ni tendrá que responder de las deudas que sobre el mismo graviten.
219
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Coincido con GONZÁLEZ PACANOWSKA en “(...) que no existe un claro fundamento legal
en el artículo 1257, apartado 1º, para extender a los causahabientes a título singular los
derechos contractuales que respecto del bien transmitido correspondieran a su autor, y más
teniendo en cuenta que en los casos sometidos a la consideración del Tribunal Supremo
existían otras vías para llegar a la misma solución, sin tener que acudir a la extensión de los
efectos del contrato.(...)”. Se ha entendido, por tanto, forzar la interpretación del artículo
1257, apartado 1º, del Código Civil español, para encauzar la posición de los subadquirentes
interesados en ejecutar la acción de responsabilidad por ruina.
Prima facie, sólo cabe delimitar a los terceros de forma negativa: quien no es parte,
quien no ha contratado por sí o por medio de representante ni es sucesor a título universal 545.
Respecto del contrato como negocio genético, es claro que todos los demás son terceros.
Frente a ellos rige la regla res inter alios acta, aliis nec nocet nec prodest, por ser
precisamente poenitus extranei, o sea extraños a la conclusión del contrato, los no autores
del mismo, aquellos a quienes ni une ni unirá con las partes contratantes ninguna relación
obligatoria, porque el programa contractual no repercute en sus intereses, ni incide en su
patrimonio.
En primer orden, cabe exponer que el contrato es una realidad jurídica que no puede
ser desconocida por los terceros. La relatividad en los efectos del contrato, no le permite a
los terceros obviar la existencia de la relación jurídica contractual que en virtud del contrato
puede crearse. “Es un error creer que sólo los derechos reales se dan erga omnes y que por
eso son absolutos. Toda relación jurídica sea real o personal, se da erga omnes y debe ser
respetada por los terceros; su violación apareja siempre responsabilidad. Es de aplicación el
principio alterum non laedere”547.
El contrato como fenómeno que penetra y se instala en la realidad jurídica no es jamás
algo absolutamente indiferente para los terceros. Existe, pues, un evidente círculo de
eficacia del contrato frente a los terceros.
Los efectos directos del contrato, consisten, en primer orden, en crear el deber de
observancia de la regla contractual y en la proyección del contrato sobre las relaciones o
situaciones objetivamente contempladas por el propio contrato.
La idea de eficacia refleja parte de IHERING: los actos reflejos se caracterizan porque no
proceden de la voluntad del que realiza el acto, causa del efecto reflejo, y se manifiestan en
punto distinto a aquel en el que reside la causa originaria. Como acertadamente expresa
DÍEZ-PICAZO, la eficacia refleja ofrece la noción de “repercusión” que indica precisamente la
producción de un efecto ulterior o de segundo grado.
547
MOSSET ITURRASPE, op. cit., p. 344.
Vid. también YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, Responsabilidad Civil. Contractual y Extracontractual, volumen I, 1ª
edición, Reus, Madrid, 1993, pp. 99–105 y CASTRO AMY, Francisco, “Neminem Laedere y el Tercero
Contractual” en Forum, Año I, Núm. 4, San Juan, Puerto Rico, octubre–diciembre, 1985.
221
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
5. DE LA OPONIBILIDAD CONTRACTUAL.
No hay que confundir, por tanto, como suele ocurrir con frecuencia, el principio del
efecto relativo de los contratos y el principio de la oponibilidad de los contratos a terceros.
Este último principio, en la mayoría de los textos normativos vigentes no aparece
positivizado, si bien ello no impide que se le reconozca como tal.
Ello significa que las partes pueden invocar el contrato frente a todos, erga omnes, o
sea, la posibilidad de prevalerse de la existencia del contrato y de sus efectos frente a los
que no son partes, fundando eficazmente su pretensión contra el tercero u oponiendo a la
pretensión de ese tercero la concertación del contrato. V.gr. la oposición de las partes al
ejercicio de la actio in rem verso por un tercero, la responsibilidad aquiliana del tercero que
es cómplice del incumplimiento contractual como en la vulneración de un pacto de exclusiva,
o su invocación como título de adquisición de un derecho.
b) la oponibilidad de los efectos del contrato por los terceros frente a las propias partes, llamada
también “utilizabilidad del contrato”.
En este supuesto el tercero no pretende ejercitar una acción derivada del contrato, pero
su concertación es uno de los presupuestos o elementos que originan una pretensión a su
favor o se utiliza como prueba del daño sufrido. V.gr. los terceros pueden invocar frente a las
partes el contrato por ellos concertado para exigir los daños extracontractuales causados por
cosas defectuosamente fabricadas con incumplimiento de obligaciones contractuales por una
de las partes o para obstaculizar la actio in rem verso, en cuanto subsidiaria, si el
empobrecido tiene acciones contractuales para obtener la reparación del daño; o cuando el
acreedor (tercero) funda su pretensión de satisfacción de su crédito en un contrato
concertado por su deudor, en cuya virtud éste adquirió bienes que ahora pretende realizar su
acreedor.
5.3. Requisitos.
Por último se sostiene, con acierto, que para que el primero de los supuestos básicos
de oponibilidad, descrito en el epígrafe anterior, opere, se requiere: que el contrato esté
legalmente perfeccionado, cumplimentando las formalidades que respecto de él se exigen ex
lege; que pueda probarse; y que pueda ser conocido por los terceros (publicidad
contractual)558, no pudiendo ser, tal conocimiento, meramente presumido cuando no haya
registración o publicidad.
556
Tal es el parecer de la autora en “Notas sobre ...”, cit., p. 1470 y de los autores franceses y belgas que allí
cita.
557
Vid. al respecto, ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, Lecciones de Derecho de las Obligaciones, tomo III, volumen I,
Doctrina General del Contrato. Sus efectos, Ediciones “Del Foro”, Montevideo, 1999, pp. 125-126; GONZÁLEZ
PACANOWSKA, “Notas sobre ...”, cit., p.1471-1473, entre otros.
223
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
BIBLIOGRAFIA:
DOCTRINA:
FUENTES LEGALES:
CAPÍTULO X
DE LA EFICACIA CONTRACTUAL II – ESPECIAL
REFERENCIA AL CONTRATO A FAVOR DE TERCERO
Sumario:
224
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Con el Código Civil español, y los que en él se han inspirado, al partir su formulación
normativa (artículo 1257-1º) de la relatividad en los efectos del contrato se ha querido dotar a
la figura de un ropaje de excepcionalidad. Si bien la doctrina moderna y la jurisprudencia,
motivadas por la finalidad práctica que se busca, no han encontrado reparos para llevar a
cabo una interpretación del precepto que de al traste con esa aparente excepcionalidad 561.
respaldar las posiciones individualistas que de antaño basamentaban la estricta eficacia inter
partes del contrato.
Coincido con MARTÍN BERNAL, quien en la primera de las conclusiones a las que arriba
en su renombrada monografía, asevera que: “(...) la estipulación a favor de tercero, (...), es
un contrato autónomo con sustantividad y entidades propias, no reclamando, desde ese
punto de vista, un especial y particular fundamento, siéndole aplicable entonces la teoría
general de las obligaciones”569.
Deslindar la naturaleza de esta peculiar figura, resulta tarea hartamente difícil y no poco
labrada por la doctrina científica. PACHIONNI, que no era partidario de una doctrina que
proclamara la validez, como principio general, de todo contrato a favor de tercero, distinguió
la figura y la definió como: “(...) aquel que realizado válidamente entre dos personas,
pretende atribuir un derecho a una tercera que no ha tenido parte alguna, ni directa ni
indirectamente, en su tramitación y perfección, y que, no obstante, logra efectivamente el
atribuir a esa tercera persona un derecho propiamente suyo (...)” 571.
A pesar de ello, coincido con MEDICUS, en que no se puede significar el contrato a favor
de tercero como un contrato tipo, como la compraventa, el arrendamiento, sino más bien se
570
Idem, p. 134.
571
Los contratos a favor de..., cit., p. XVIII.
573
CASALS COLLDECARRERA, Miguel, “Contrato a favor de tercero”, en Nueva Enciclopedia Jurídica, tomo V,
Francisco Seix, Editor, Barcelona, 1953, p. 370.
Siguiendo esta exposición sistémica de los contratos nominados a favor de tercero en el ordenamiento español,
cabría apuntar que en el ordenamiento cubano, dada la nimiedad con la que han sido regulados los tipos
contractuales por el Código Civil, amén de los que resultan del Código de Comercio español, aún vigente,
respecto de los cuales operarían las mismas razones de CASALS COLLDECARRERA, tan sólo serían manifestación
de contrato o estipulación a favor de tercero, el seguro personal de vida para caso de muerte (artículos 460 y
461), la designación de beneficiarios en los saldos de cuentas de ahorro, (artículo 545-1) y la donación sub
modo al amparo del artículo 55.
227
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
trata de una modificación que puede convenirse para todos los tipos de contrato e incluso
los atípicos, por ello debe regularse en ocasión de la parte general y no la especial del
Derecho de Obligaciones574 .
Esta tesis ha sido la más aceptada por la doctrina clásica 575, en pura exégesis del
artículo 1257-2º del Código Civil español, que interpretado literalmente, pudiera conducir a la
sola admisión de la estipulación contenida dentro del contrato base.
interpretación ad litteram del artículo 316 del Código Civil de Cuba 577 pudiera considerarse la
admisibilidad tan sólo de una o de determinadas cláusulas en las que se estipulara el
beneficio a favor del tercero.
En el plano doctrinal se sustenta que frente a la literalidad del Código Civil español, la
validez del contrato-estipulación a favor de tercero no está supeditada a que se trate de una
parte de la prestación que recibe el estipulante, ni ha de ser prestación accesoria de la
principal habida inter partes. A tales efectos se reseña la Sentencia de 9 de diciembre de
1940, a cuyo tenor se admite que la prestación del promitente se pueda destinar de forma
íntegra y autónoma al tercero ajeno al contrato 579.
577
Este precepto es una copia, bastante fiel, de su precedente español, cambiando el tiempo de redacción de la
norma (del futuro al presente), con alguna que otra matización que analizaremos a posteriori. En realidad el
legislador cubano fue poco atrevido en la regulación de esta figura jurídica, cuando contaba con antecedentes
legislativos de altos quilates como el Codice Civile de 1942, y los que en él se han inspirado en Iberoamérica, a
saber: los Códigos Civiles de Bolivia, Perú y Paraguay.
578
Artículo 460: “1. Si se ha convenido que el riesgo cubierto sea la muerte del asegurado, éste puede designar
por su nombre a la persona o personas que tienen derecho a recibir los beneficios después que dicho
acontecimiento haya tenido lugar.
2. La designación del beneficiario puede ser modificada durante la vigencia del contrato.
3. La suma de seguro correspondiente al beneficiario no forma parte de la comunidad matrimonial de bienes ni
del caudal hereditario del asegurado”.
Artículo 461: ”1. Si son varios los designados, a falta de distribución expresa por el asegurado, el beneficio
alcanza a todos por partes iguales.
2. Si al tiempo de la ocurrencia del acontecimiento no se hubiere designado beneficiario o el designado renuncia
al beneficio o no puede recibirlo por alguna otra causa, éste pasa a los herederos del asegurado”.
579
En los comentarios a la citada sentencia DÍEZ-PICAZO, Estudios sobre la jurisprudencia civil, volumen I, 2ª
edición, 1ª reimpresión, Tecnos, Madrid 1979, pp. 402-03, expone que: “(...) en líneas generales la estipulación
en provecho de terceros supone una relación contractual en la que el acreedor deriva la prestación del deudor
hacia otra persona que no ha intervenido en el contrato (...)”.
229
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Hoy día, en sede doctrinal 580, se impone la aceptación del contrato a favor de tercero,
conténgase una sola estipulación o la íntegra prestación, contenido del contrato a favor del
beneficiario581. Concebir el concepto y los efectos de esta institución a través del artículo
1257-2º del Código Civil español o del artículo 316 582 del Código Civil cubano, sin darle la
amplitud preconizada, ocasionaría su muerte, privándole de la función verdaderamente
trascendental que en la vida moderna realiza, ya en el orden práctico, ya en el orden jurídico,
como medio de explicar disímiles situaciones que de otra suerte carecerían de una técnica
adecuada que precisara sus requisitos, formas, consecuencias, desde el punto de vista legal.
580
Así, PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER en sus anotaciones a ENNECERUS, Tratado de Derecho Civil, tomo II –
Derecho de Obligaciones, volumen 1º - Doctrina General, 11ª revisión por Heinrich LEHMANN, traducción de la
35ª edición alemana, con estudios de adaptación y comparación a la legislación española, Bosch, Barcelona,
1933, pp. 174-175, son partidarios también del contrato con estipulación única e íntegra a favor del tercero,
sustrayendo tal supuesto de la idea de la representación, pues tal contrato se concluye por las partes en
nombre propio, afectando a los contratantes todas las consecuencias jurídicas que del mismo se derivan.
LACRUZ BERDERJO, José Luis, et al., Elementos de Derecho Civil II – Derecho de Obligaciones, volumen 2º -
Teoría General del Contrato, 2ª edición, Bosch, Barcelona, 1987, admite la validez del contrato íntegramente a
favor de tercero, a partir del artículo 1255 del Código Civil español. Idéntica posición asume GETE-ALONSO y
CALERA en Manual de Derecho Civil, tomo II – Derecho de Obligaciones. Responsabilidad Civil. Teoría General
del Contrato, 1ª edición, Marcial Pons, Madrid, 1996, pp. 621-637, del cual es coautora.
ALBALADEJO GARCÍA, Manuel, Derecho Civil II – Derecho de Obligaciones, volumen 1º - La Obligación y el
Contrato en General, 9ª edición, Bosch, Barcelona, 1994, pp. 428-435, es partidario del contrato con
estipulación a favor de tercero. Para ello se apoya no sólo en la falta de cualquier regla del Derecho positivo
español que colisionase con ella, sino en que la propia ley contempla casos singulares de contratos que pueden
ser íntegramente a favor de tercero, y en haberla admitido la jurisprudencia. Según cita las SS.TS. de 9 de
mayo de 1932, 31 de enero de 1935, 9 de diciembre de 1940, 11 de noviembre de 1950, 10 de junio de 1977 y
23 de noviembre de 1987.
ENTENZA ESCOBAR, Pedro F., quien fuera profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de
Puerto Rico, “El Contrato a favor de tercero: estudio comparativo”, en Revista de Derecho puertorriqueño, Núm.
13, Año IV, julio-septiembre 1964, p. 6, considera que aunque el Código Civil puertorriqueño en su artículo
1209-2º (idéntico al 1257-2º del español, del cual es una versión adaptada) sólo se refiere al contrato con
estipulación a favor de tercero, no hay por qué suponer que rechace al contrato a favor de tercero, por lo que
prefiere dar un tratamiento idéntico al del contrato con estipulación, llamándolo indistintamente contrato a favor
de tercero.
Por último, en las citadas VII Jornadas de Derecho Civil de la Argentina, con sede en Buenos Aires, 1979, en su
comisión Nº 3 se concluyó que la estipulación a favor de tercero puede ser sólo una cláusula del contrato, pero
puede también ocupar íntegramente el acto básico.
582
Artículo 316: ”1.Si el contrato contiene alguna estipulación a favor de un tercero, éste puede exigir al deudor
su cumplimiento siempre que le comunique su aceptación antes de que la estipulación sea revocada.
2. La aceptación del tercero se presume por el hecho de reclamar el cumplimiento de la obligación”.
230
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
2. Requisitos.
2.1.1.1. Capacidad.
En lo referente a la capacidad habrá que decidirse por las reglas que sean aplicables al
contrato de que se trate, siendo, en principio, regidas por lo dispuesto en el artículo 29 del
Código Civil cubano584. Por lo tanto, se ha de tener plena capacidad jurídica para ejecutar el
acto de atribución patrimonial que opera. Para ello será necesario deslindar la causa de la
atribución (si donandi, credendi o solvendi), a los fines de determinar si el ordenamiento
legitima al estipulante a realizar dicho acto. En lo que se refiere al promitente, habrá que
estar a la capacidad exigida ex lege para la concertación del contrato base, en el que podría
insertarse la estipulación, de no agotar ésta el contenido de dicho contrato 585.
583
Hay autores que prefieren llamarlos promisario, v.gr. ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, COSSÍO, entre otros.
Promisee y promisor es el nombre con el que se les bautiza al estipulante y al promitente en common law.
584
Artículo 29: “La plena capacidad para ejercer los derechos y realizar actos jurídicos se adquiere:
a) por arribar a la mayoría de edad, que comienza a los 18 años cumplidos; y
b) por matrimonio del menor”.
585
Respecto de éste no existe en nuestra legislación un requisito general como en la francesa, en que se exige
su accesoriedad a una obligación principal.
231
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Sin dudas, la figura más controvertida del contrato a favor de tercero, lo constituye el
propio tercero, nadie mejor que él para provocar derroche de tinta en la doctrina precedente.
Es el titular del derecho que de forma autónoma y directa le es deferido, siendo preciso
deslindar que, desde mi posición el beneficiario o tercero es totalmente extraño al contrato 586,
de lo contrario no fuera tercero.
2.1.2.2. Capacidad.
Ahora bien -prosigue el mentado autor- es obvio destacar que su capacidad no tiene
por qué ser necesariamente actual, como la de un contratante cualquiera, pues hasta que
concurra el tiempo del cumplimiento de la estipulación, la convención se sostiene (...) entre
estipulante y promitente (...)”594.
2.1.2.3. Determinación.
qui ne lui appartient pas, puisqu’il l’a fait naître aut profit d’autrui”.
591
Vid. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho Civil, tomo II, volumen I – Doctrina General del Contrato,
3ª edición, Bosch, Barcelona, 1988, pp. 270 y ss.
592
Vid. infra, 2.1.2.6 y 2.1.2.6.1.
593
En contra, VON THUR, op. cit. p. 204, para quien ni tan siquiera necesita capacidad de obrar al no intervenir
en la concertación del contrato, ni requerir conocimiento del mismo. A favor, JOSSERAND, op. cit., pp. 262-263.
594
Op. cit., pp. 183-184.
595
Vid. artículo 85 de la Ley española sobre el Contrato de Seguro. Al respecto vid. también REGLERO CAMPOS,
Fernando, “Beneficiario y Heredero en el Seguro de Vida” en Revista de Derecho Privado, tomo LXXXI, marzo,
1997, pp. 216-221. Este autor considera que habrá designación genérica de beneficiarios cuando el tomador no
procede a una identificación personal (nominatim), sino que nombra como tal a una persona indeterminada,
pero determinada por reunir una condición o característica puntual, o a un colectivo de personas que participan
de alguna cualidad común.
Entre las designaciones genéricas más comunes, previstas en la citada ley, se encuentran: la realizada a los
hijos de una persona, la de los herederos del tomador, del asegurado o de otra persona, la hecha a favor de los
herederos sin otra especificación y la designación genérica del cónyuge.
Asimismo vid. artículo 1920 del Codice Civile italiano.
596
Vid. Regla DECIMOSEXTA de la citada Resolución 76/1988 de 22 de abril del Presidente del Banco Popular
de Ahorro -Reglas del Servicio de Ahorro-, que en su párrafo primero dispone que: “Los titulares de Cuentas de
Ahorro Indeterminadas (...), pueden optar por no designar un beneficiario específico, pudiendo determinar en su
lugar que se tengan como tales a sus hijos y cónyuge por partes iguales o en su defecto a sus padres y a falta
de los anteriores a sus hermanos, siempre que la cuantía sea hasta el límite máximo que establece la ley
233
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En el caso de que el tercero se halle determinado, esta determinación puede ser intuitu
personae o alterable, así como cabe que se especifique al tercero sólo por designación de
determinadas circunstancias; v. gr. quien obtenga determinado premio por un
descubrimiento. Lo importante o significativo es su determinabilidad.
($5000.00)”.
597
Así, PUIG BRUTAU, Fundamentos..., cit., pp. 270-290); CASALS COLLDECARRERA, “Contrato a favor...”, cit., p.
371; MARTY, G., Derecho Civil, Teoría General de las Obligaciones, volumen I, traducción de José M. Cajica Jr.,
Puebla, México, 1952, p. 185; VODANOVIC H., Antonio, Curso de Derecho Civil, tomo IV, Fuentes de las
Obligaciones, s. ed., Nascimento, Santiago de Chile, 1942, pp. 268-293; ALBALADEJO, Derecho Civil II, volumen
1º..., cit., pp. 428-435; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos... I, cit., p, 408, que expresa que el beneficiario puede quedar
transitoriamente indeterminado y sometido a una posterior determinación de acuerdo con los criterios fijados en
el propio contrato; JOSSERAND, Louis, Derecho Civil, revisado y compilado por André BRUN, tomo II, volumen I –
Teoría General de las Obligaciones, traducción de Santiago CUNCHILLOS y MANTEROLA de la 3ª edición francesa
publicada por Libraire du Recueil Sirey, Ediciones Jurídicas Europa-América, Bosch y Cía. – Editores, Buenos
Aires, 1950, pp. 183-226; DE BUEN, Demófilo, “La estipulación en provecho de tercero” en Revista de
Legislación y Jurisprudencia, tomo 142, Reus, Madrid, 1923, p. 230, quien ejemplifica además con el contrato
de seguro hecho por un patrono para que se les pague a sus obreros la correspondiente indemnización por
accidentes de trabajo, sin estipular el seguro a favor de obreros nominalmente determinados, sino asegurando a
todos los obreros que trabajen a sus órdenes durante un cierto tiempo; ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, Estudios
de Derecho... I, cit., p. 226; ABELIKUK MANASEVICH, René, Las obligaciones, tomo I, s. ed., Temis, Santiago de
Chile, s.f., p. 115, quien argumenta cómo la tendencia actual es a permitir que el beneficiario sea persona
indeterminada, dejando atrás los tiempos en que, incluso, se podía declarar nula la estipulación a favor de dicha
persona indeterminada, el propio autor cita un caso en que la Corte Suprema chilena actuó de esa manera;
LARROUMET y MONDOLONI, “Stipulation...”, cit., p. 8, parten de la tesis de que no es necesario que el beneficiario
sea designado en el contrato, lo que no impide que sea determinable en el momento en que la estipulación
producirá efectos, en voz de los propios autores respecto del beneficiario indeterminado arguyen: “Tout rapport
d’ obligation duit avoir un créancier.(...) la rétroactivité de l’ acceptation du bénéficiaire permet de considérer que
le droit a eu un titulaire dès l’ origine. Cependant, la rétroactivité est d’ autant plus une fiction ici que
l’acceptation n’est pas une condition de la naissance du droit bénéficiare. Elle a seulement pour objet de rendre
son droit irrévocable. En réalité il faut considérer que la naissance du droit est retardèe jusqu’à la détermination
du bénéficiare. Plus précisément, le principe de la créance du bénéficiare et les conditions de son attribution
résultent du contrat conclu entre le stipulant et le promettant, mais l’existence effective de ce droit est
subordonnée à la determination du bénéficiare”.
598
Vid. ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, op. y loc. ult. cit,, a lo cual también se refieren los anotadores de
ENNECERUS -PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER-, op. cit., pp. 174-175, quienes son partidarios de que la determinación
del tercero pueda hacerse sólo por circunstancias indirectas, citando los artículos 772 y 773 del Código Civil
español, relativos a las reglas de determinación de los herederos, ausentes éstas en el Código Civil cubano.
599
Así han sido construidos supuestos de contrato a favor de tercero en la jurisprudencia francesa v.gr.
Sentencia de 27 de julio de 1992 de 3e CH. del Tribunal de Grande Instance de Nice que hace referencia a un
contrato de transfusión de sangre a título oneroso del cual se deriva una estipulación a favor de tercero
indeterminada en el momento de concertación del contrato, “le malade, bénéficiaire d’une stipulation pour autri
dans le cadre du contrat originaire auquel il n’ était pas partie, est créancier direct à l’ égard du centre de
transfusion sanguine de l’ obligation de fournir un sang non vicié; (...)”. En este mismo sentido se pronuncian la
Sentencia de 12 de julio de 1993 de 1re. CH. CIV. B de la Cour D’ appel D’ aix – en - Provence “le contrat passé
conformément aux dispositions du code de la santé publique relatives à la distribution du sang humain à des fins
thérapeutiques médico –chirurgicales entre l’ établissement de soins, stipulant, et le centre de tranfusion
sanguine, promettant, comporte une stipulation pour autrui implicite en vertu de laquelle ce dernier s’ oblige à
fournir au malade un sang exempt de tout agent pathogène; (...)”, y la Sentencia de 28 de noviembre de 1991
de la Cour D’ apel de Paris: “Le contrat conclu entre une clinique et un centre départemental de transfusion
234
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
nada obstaculiza la existencia del contrato con estipulación a favor de tercero indeterminado
(pero determinable)600. En este mismo sentido se ha pronunciado el Tribunal Supremo
español601, incluso Códigos Civiles modernos como el portugués, que en ocasión de regular
el contrato a favor de tercero admite las prestaciones a favor de persona indeterminada,
ofreciendo pautas en la plena admisión legal para la determinación a posteriori del tercero
beneficiario602.
Con idéntico parecer se expresaron los juristas argentinos en las VII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, con sede en Buenos Aires, en 1979.
Menos probable -aunque no imposible-, resulta el caso de que se deje al arbitrio del
promitente la designación del tercero favorecido, sin embargo, nada restaría la validez de tal
sanguine, auquel le bénéficiaire du sang est associé par la stipulation tacite qu’ il contiente en sa faveur, n’ est
pas un contrat de soins médicaux par lequel le centre s’ engagerait à soigner le malade mais un contrat de
fourniture de sang pour l’ exécution d’ une prescription médicale; (...)”.
600
“Nei conttratti a favore del terzo il beneficiario della prestazione debe esser determinato o determinabile ”.
Cassazione Civile, sez III, 18 de septiembre de 1980. stipulation pour autrui n.5298.
601
Que en sus Sentencias de 10 de diciembre de 1956, 29 de abril de 1970 y 30 de abril de 1971 manifiesta que
no es necesaria la individualización o identificación actual del tercero, con tal de que sea determinable según
circunstancias previstas en el contrato y, respecto de las personas jurídicas, en la Sentencia de 1 de julio de
1977 admite que, aunque no esté constituida “lo importante es que esté claramente designada, legalmente
constituida y que se identifique como la beneficiaria de la reserva de derecho en el momento de reclamar su
cumplimiento”. Todas citadas por GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., pp. 392 y 393, de donde las extraigo.
602
Artigo 445º: “(Prestações em benefício de pessoa indeterminada).
Se a prestação for estipulada em benefício de um conjunto indeterminado de pessoas ou no interesse público, o
direito de a reclamar pertence não só ao promissário ou seus herdeiros, como às entidades competente para
defender os interesses em causa”.
603
Con este mismo espíritu se pronuncia la Ley española del Contrato de Seguro de 1980 que en su artículo 84-
1º establece que la designación del beneficiario corresponde al tomador del seguro (estipulante) y no al
asegurado, obviamente, cuando no concurran en la misma persona ambas condiciones, designación que podrá
hacerse en la póliza, en una posterior declaración escrita comunicada al asegurador o en testamento (artículo
84-2º de la citada ley) e igualmente la modificación de la designación corresponde al tomador del seguro, sin
que sea necesario para ello el asentimiento del asegurado, pues basta con que éste exista -según prevé el
artículo 83-2º-, para la efectividad del contrato. Por consiguiente la designación o su modificación, hecha por el
asegurado (a no ser que se haga a través del tomador) carece de eficacia alguna. Vid., al respecto, REGLERO
CAMPOS, op. cit., p. 215-216.
Idem en relación con la designación de beneficiario en saldos de cuentas de ahorro. Vid. Regla DECIMOSEXTA
de la Resolución 76/1988 de 22 de abril del Presidente del Banco Popular de Ahorro, ya citada.
235
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
A mi juicio no existe óbice alguno para que el tercero beneficiario sea un concepturus o
un nasciturus, pues nunca sería parte contractual, y su derecho nacería sin necesidad de su
aceptación, tratándose, en todo caso, de efectos netamente favorables 609.
604
Vid. MARTÍN BERNAL, La estipulación a favor..., cit., pp. 188-189, en expresa alusión a ROCA SASTRE.
605
Artículo 25: “El concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables a condición de
que nazca vivo”.
606
Op. cit., pp. 226-227.
607
Tratado de las Obligaciones, traducción por W. ROCES, tomo II, 1ª edición, Reus, Madrid, 1934, p. 204.
608
A su tenor: “Las sustituciones fideicomisarias en cuya virtud se encarga al heredero que conserve y transmita
a un tercero el todo o parte de la herencia, serán válidas y surtirán efecto siempre que no pasen del segundo
grado, o que se hagan a favor de personas que vivan al tiempo del fallecimiento del testador”.
609
En la doctrina es admitida tal posibilidad por MARTY, op. cit., p. 185; PUIG BRUTAU, Fundamentos... I, cit., pp.
270 y ss.; VODANOVIC, op. cit., pp. 268-293; LACRUZ BERDEJO, op. cit., p. 320; ALBALADEJO, op. cit., pp. 428-435;
entre otros, siendo además uno de los pronunciamientos de las citadas VII Jornadas Nacionales de Derecho
Civil de la Argentina.
Particular referencia merece los criterios sostenidos en la doctrina francesa por LARROUMET y MONDOLONI, op. y
loc. cit.,, en lo que al tratamiento del concebido como posible o no tercero futuro debe darse: “L’enfant conçu
doit, en effect, être assimilé à l’ enfant né, sur le fondement de la régle Infans conceptus pro nato habetur, ce
dont il résulte qu’ il n’ est pas une personne future”.
236
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
El adjectus solutionis causa, está tan solo investido de simple capacidad pasiva,
careciendo por ello de legitimación para reclamar el cumplimiento, aunque el deudor se libere
por obra del pago hecho al mismo, y ello porque las partes no se han propuesto en absoluto
beneficiar al tercero, constituyendo un derecho a favor de éste, atribuyéndole un efecto
únicamente casual y meramente económico, pero no jurídico. A diferencia del tercero
beneficiario de la estipulación en que existe un marcado interés por las partes de atribuirle el
derecho de forma autónoma, directa y exclusivamente 611.
Será labor del juez determinar en cada caso concreto si se ha concedido directamente
el derecho a reclamar la prestación al tercero, por lo tanto corresponde al intérprete
determinar cuándo nos encontramos ante un verdadero contrato a favor de tercero 615, para
ello será preciso indagar en la voluntad de las partes. En la jurisprudencia española se han
tenido en cuenta varios factores 616 y en particular la atribución de derecho propio al tercero
parece cifrarse en la comunicación que se le haga de lo estipulado a su favor 617, aunque no
es necesario que dicha estipulación se haga en forma explícita 618.
611
Vale acotar en este orden, en la jurisprudencia italiana, la interesante Sentencia de 11 de junio de 1983 a
cuyos efectos: “Per la configurabilita’ di un contratto a favore di terzi non e’sufficiente che il terzo riceva un
vantaggio economico indiretto dal contratto intervenuto tra altri soggetti, ma e’ necessario che questi ultimi
abbiano inteso direttamente attribuirglielo, nel senso che i soggetti stessi, nella qualita’ di contraenti, abbiano
previsto e voluto una prestazione a favore di un terzo estraneo al contratto, come elemento del sinallagma”.
Cassazione Civile, sez II, n. 4012.
Con este mismo parecer, en la doctrina itliana, GIORGI, op. cit., p. 431 en nota Nº 2: “(...) no hay estipulación a
favor de tercero más que en los convenios en que estipulante y promitente pretenden crear un derecho en
ventaja de tercero. No toda cláusula o pacto contenidos en un contrato ajeno, aunque sea útil a un tercero se
llama en sentido técnico estipulación en favor de tercero, sino sólo aquella en que los contratantes toman como
objeto el interés de un tercero, atribuyéndole un derecho (...)”.
612
Vid. infra, pp. 320-322
613
Vid. supra, 1.2.
615
En el ordenamiento alemán, nos refiere MEDICUS, op. cit., pp. 313-354, el BGB ofrece pautas al juez. Así el
parágrafo 328-II, remite, para esto, en principio a las circunstancias, en especial a la finalidad del contrato. A
continuación la ley brinda algunas reglas concretas de interpretación: la asunción de cumplimiento, en la duda,
vale al acreedor que no tiene acción propia frente al asumiente para el cumplimiento de la obligación, § 329. Por
otro lado, a tenor del § 330, en los contratos de seguro de vida y vitalicios, así como en indemnizaciones para
tercero, en la asunción de contratos del patrimonio o de bienes, en la deuda, el tercero tiene que obtener una
acción propia.
Además el § 330 aún menciona otros casos que se presentan, en los que con una asignación gratuita, se
impone al asignatario una prestación a un tercero. En este caso se estima una donación del receptor de la
promesa al promitente con una carga a favor de un tercero. El tercero en la asignación, que recibe del asignado,
tiene que participar en lo posible en una forma jurídicamente garantizada, o sea, mediante una acción contra el
asignatario.
616
Así, “el tenor de la obligación” para afirmar el derecho del tercero, en la Sentencia de 13 de febrero de 1983
del Tribunal Supremo.
617
En la Sentencia de 8 de octubre de 1984 se niega que la obligación asumida por los compradores de pagar
las deudas de los vendedores sea estipulación a favor de tercero, pues ésta “(...) no se produce cuando se trata
de pactar una simple delegación pasiva o voluntaria, como es el pago a determinado banco ajeno al contrato,
cuyo crédito permanecía inalterado y ni siquiera se vigoriza con una obligación cumulativa o de refuerzo hasta
el punto de que se estipula el carácter de reservado del acuerdo”.
618
Así, Sentencia de 7 de junio de 1976 del Tribunal Supremo.
237
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
619
Vid. LARROUMENT y MONDOLONI, op. cit., p. 2.
620
Vid. supra, Capítulo IX, 4.2.1
621
Op. cit., pp. 266-267.
622
En la jurisprudencia francesa: ”(...) la Cour de Cassation a affirmé que la stipulation pour autrui ne peut faire
naître une obligation à la charge du bénéficiaire. Mais, l’ arrêt qui a ainsi statué” (Cass. 3e civ. 10 avr. 1973.),
“(...) la jurisprudence admet que la stipulation pour autrui n’ exclurait pas que le bénéficiaire soit tenu d’
obligations dans le cas où il les aurait acceptées en même temps que le droit stipulé à son profit” (Cass. 1re.
Civ. 21 nov. 1978). Tomado de LARROUMENT y MONDOLONI, op. cit., p. 7.
623
V. gr. en los seguros de vida a favor de tercero y en los saldos de cuentas de ahorro con designación de
beneficiario.
624
Vid. artículos 57, 58 y 59 del Código Civil cubano.
625
Vid. infra, 3.1
238
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Por otra parte, el tercero acreedor, en el negocio de asunción tiene que manifestar su
consentimiento, con eficacia constitutiva, para dicho negocio 631, en tanto, en el contrato a
626
Vid. artículo 64 en relación con los artículos 406, 407, 408, y 413, todos del vigente Código Civil cubano.
627
Vid. infra, 3.2.
628
Artículo 256: “Los créditos se ceden y las deudas se asumen con los mismos requisitos formales observados
en el momento de su constitución”.
Artículo 263: “El traspaso por el deudor de su deuda a otra persona sólo puede realizarla con el consentimiento
del acreedor”.
Artículo 264: “La fianza o prenda ofrecida en garantía por un tercero queda sin efecto si el fiador o deudor
prendario no la ratifica a favor del nuevo deudor”.
Artículo 265: “El nuevo deudor tiene derecho a oponer a la reclamación del acreedor todas las excepciones
derivadas de la relación jurídica entre éste y el deudor original”.
629
De ahí la expresión del artículo 263 del Código Civil cubano: “el traspaso por el deudor de su deuda a otra
persona (...)”.
630
En este sentido explica MARTÍN BERNAL, op. cit., p. 285, a quien sigo en las diferencias entre ambos institutos,
que si bien en la estipulación existe una derivación de la prestación que el promitente, en lugar de realizar en el
estipulante, deriva hacia el tercero, tal derivación actúa únicamente como mecanismo posterior a la constitución
de ese derecho ex novo entre estipulante y promitente (éste deriva la prestación debida del estipulante hacia el
tercero), mientras que la deuda derivada de la sucessio tiene otro tono gramatical, el de traspasada, que implica
la no extinción de la deuda.
En la dogmática alemana D ANZ, Erich, La interpretación de los negocios jurídicos, traducción de la 3ª edición
alemana y concordancias con el Derecho español por W. R OCES, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid,
1926, pp. 302-326, ha señalado que este contrato no es a favor de tercero, porque en él para que el acreedor
obtenga un derecho se requiere su cooperación, su asentimiento, es necesario, por tanto, que el acreedor
acepte, para que el derecho a su favor nazca; mientras que en los contratos a favor de tercero, si no quiere
239
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
favor de tercero, el derecho del tercero ha de nacer inmediatamente, sin cooperación suya,
del contrato entre las otras dos partes632.
Cabe también la distinción del tercero beneficiario de otros terceros como el que se
plantea en el subcontrato. En esta figura se supone la existencia de un contrato principal,
previo y anterior del cual trae causa el subcontrato. En tanto el contrato a favor de tercero es
único y puede concretarse en una estipulación a favor de tercero, que puede integrar y
constituir el total contenido de dicha relación jurídica.
Por último, en cuanto a los supuestos que dan lugar a la extinción de una y otra son
distintas. La renuncia del tercero y la revocación de la estipulación 635 cuando el tercero no ha
hecho saber su aceptación al obligado, operan en la estipulación a favor de tercero, en
cambio no así en el subcontrato.
Distinta también es la posición del tercero en el contrato por persona a declarar o
persona a designar como también se le suele denominar cuya “(...) característica principal es
que despúes de la formación del acto a uno de los sujetos (denominado estipulante) le
sustituye por su voluntad otra persona que deviene parte en un sentido técnico, como si ab
initio hubiese contratado”636.
Como elementos análogos entre ambas figuras -cita MARTÍN BERNAL-, el que la electio o
designación, si no se ha estipulado plazo, deberá ser hecha antes del transcurso del término
señalado para el cumplimiento de la obligación 637. En tanto, sus diferencias están dadas -
Ahora bien, aún cuando exista normalmente ese interés especial en la protección del
tercero, éste no tiene acción alguna para exigir la prestación, pudiendo pedir el resarcimiento
de daños al promitente ante ciertas interrupciones de la prestación, o sea, el tercero no es
titular de la prestación que devendrá a favor del estipulante, pero sí puede ser titular de la
acción resarcitoria643; contrariamente el tercero beneficiario de la estipulación deviene desde
641
Resulta paradigmática al respecto, la Sentencia de 13 de febrero de 1981 de la sección II de la Corte de
Casación Civil italiana (n. 891) en la que el foro intenta ante un supuesto negocial complejo con la intervención
de tercero, dar configuración jurídica al negocio, a los fines de determinar las normas del Codice Civile
aplicables. En el supuesto se pretende dilucidar si se está ante una cesión del contrato, un contrato por persona
a nominar o un contrato a favor de tercero. El pronunciamiento judicial in concreto expresa: “In un contratto
preliminare di compravendita inmobiliare, la clausola che preveda che il promissario acquirente acquisti per se’o
per persona da nominare puo’comportare la configurabilita’sia di una cessione del contratto ai sensi degli art.
1406 e seguenti c.c., con il preventivo consenso della cessione a norma dell´art. 1407 stesso codice, sia di un
contratto per persona da nominare di cui all´art. 1401 c.c. e cio’sia in ordine allo stesso preliminare che con
riferimento al contratto definitivo. Tale pluralita’di configurazioni giuridiche in relazione alregolamento
dell’intervento di terzi nella fattispecie contrattuale – preliminare o definitiva – va correlata necessariamente al
contenuto effettivo della volonta’ delle parti contraenti, che l’interprete debe récercare in concreto anche in
correlazione alla funzione –invalsa nella prassi quotidiana degli affari – di impiegare il contratto preliminare per la
disciplina intertemporale dei rapporti contrattuali delle parti, al di fuori di una coincidenza, che non sia
meramente verbale, con gli schemi tipici approntati dal legislatore. In tale prospettiva, la specificata clausola
contrattuale puo’ anche comportare la configurazione del contratto preliminare come contratto a favore del terzo
mediante la facolta’di designazione concessa all’uopo al promissario, fino alla stipulazione del definitivo , e la
posizione della persona,cui si riferisce tale facolta’di nomina, come destinatario della prestazione pattuita,
consistente nella prestazione del consenso per la stipula del contratto definitivo, con la conseguente
possibilita’nel giudizio promosso ex art. 2932 c.c., per il promisario di chiedere la attuazione del trasferimento in
favore della persona nominata e per ques’ultimo di intervenire nel giudizio per manifestare la propria
accetazione ai sensi del comma 2 dell’art. 1411 c.c. al fine di rendere possibile l’effetto tralativo – cui in definitiva
mira il procedimento ex art. 2932 c.c. – direttamente in suo favore”.
642
El estipulante puede estar ligado con el tercero por una causa credendi o solvendi. Al respecto, vid. infra,
3.2.1
643
Así también ha sido reconocido por la doctrina y la jurisprudencia italianas. Para G AZZONI, Francesco,
Manuale di Diritto Privato, V edizione aggiornata, Edizioni Scientifiche Italiane s.p.a. Napoli, 1994, pp. 895 –896:
242
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Por último, nos resta distinguir nuestro tercero en el contrato-estipulación del tercero de
la promesa de hecho ajeno. Esta figura, legitimada al amparo del artículo 1255 del Código
Civil español y del artículo 312 del Código Civil cubano, supone la existencia de una
promesa en la cual una de las partes contratantes se obliga frente a la otra a que un tercero
entregue alguna cosa o preste algún servicio. La parte que así actúa, lo hace en nombre
propio, por ello se exige la manifestación de voluntad del tercero, no con efectos constitutivos
del negocio, sino para que quede compelido al cumplimiento de la obligación que se contrae.
No obstante, si previamente el tercero manifiesta su voluntad quedaría obligado ab initio.
ante el tercero, sí ante el prometido, de la actuación del tercero, cuya ratificación procura, so
pena de indemnizarlo por la ausencia del asentimiento que se prometió 646.
Un nudo gordiano en la figura que vengo analizando lo es, sin temor a equivocarme, la
naturaleza del derecho que deviene del contrato a favor del tercero beneficiario. Intentaré,
por tanto, desbrozar algunas inquietudes en este concierto.
Varias han sido las teorías que se han disputado, antológicamente en qué consiste el
derecho que nace a favor del tercero.
A. Teoría de la oferta.
646
Así, artículo 531 del Código Civil boliviano, que regula con contornos bien definidos la figura: “si se ha
prometido la obligación o el hecho de un tercero el promitente queda obligado a indemnizar al otro contratante
cuando el tercero rehusare obligarse a cumplir el hecho prometido”; artículo 731 del Código Civil paraguayo,
que la regula bajo la denominación “contrato a cargo de tercero” y en ocasión y a la par del contrato a favor de
tercero: “Si(...), no se ratifica la promesa o no se cumple la prestación ofrecida, el estipulante podrá exigir daños
e intereses al promitente. Si éste no hubiere garantizado la ratificación o el cumplimiento, sólo será responsable
si no se ha ocupado de obtenerlos o si no los obtuvo por su culpa” y artículos 1470 y 1472, ambos inclusive, del
Código Civil peruano que también norma con autonomía esta figura: “se puede prometer la obligación o el
hecho de un tercero, con cargo de que el promitente quede obligado a indemnizar al otro contratante si el
tercero no asume la obligación o no cumple el hecho prometido, respectivamente”, “(...) la indemnización a
cargo del promitente tiene el carácter de prestación sustitoria de la obligación o del hecho del tercero”, “Puede
pactarse anticipadamente el monto de la indemnización”.
Asímismo en la doctrina chilena ABELIUK, op. cit., pp. 123-125, sostiene que lo que nunca faltará en este instituto
jurídico es la responsabilidad del promitente, pero no frente al tercero, sino de la actuación de éste frente al
prometido. De esta manera -arguye el autor-, si el promitente fracasa en su intento, el acreedor no podrá
obtener el cumplimiento forzoso de la obligación, pues no existirían los medios para compeler al tercero a
ratificar. Por ello el artículo 1450 del Código Civil chileno concede al acreedor la acción para obtener del
promitente le indemnice los perjuicios del incumplimiento como única alternativa.
647
MARTÍN BERNAL, La estipulación a favor..., cit., p. 210.
648
Ibídem.
649
LAURENT, F., Principes de Droit Civil, tome 15, s. ed., Bruxelles, 1878, pp. 639 y ss.
650
TOULLIER, M., Droit Civil français, tome VI, 5e. édition, Jules Renouard, Libraire, París, 1830, p. 152-154.
651
RICCI, Francesco, Derecho Civil teórico y práctico, tomo XIII, s. ed., Antalbe, Barcelona, 1985, pp. 90 y ss.
244
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Según esta doctrina el estipulante estipularía en primer lugar por sí mismo; solamente
con respecto a él se comprometería el promitente, en su patrimonio nacerían los derechos
procedentes de la operación. Después de esto el estipulante ofrecería al tercero la
transmisión de ese derecho, al hacer que pase a él el beneficio de la operación. Si esta
oferta es aceptada, se habrá realizado un segundo contrato, éste ya, entre primus y tertius,
que tendrá como efecto transferir de uno a otro el beneficio del primer contrato; traspasar el
derecho de crédito del estipulante a la persona del tercero, parte en la segunda convención.
Para esta teoría, el derecho del tercero no nace, desde luego, y por el solo hecho de la
estipulación concertada entre promitente y estipulante. El derecho del tercero, mediante la
aceptación, se produce en virtud de un nuevo vínculo contractual y no a tenor de la primera
vinculación653.
La crítica ha sido sustentada por JOSSERAND, de cuya obra tomamos sus criterios:
1º A su tenor el derecho del tercero no nacería sino por la aceptación de la oferta que
se le hace: hasta ese momento nos encontraríamos en presencia de una simple
policitación. Ahora bien, la oferta es frágil por su constitución; podría convertirse en
caduca, de derecho, por el fallecimiento del policitante, así como también por el del
destinatario, lo que resultaría fatal para el seguro de vida o los saldos de cuentas de
ahorro, cuyo fallecimiento se encontraría de esa manera caído en el momento
mismo en que se planteara la cuestión de su aceptación por el destinatario.
2º Con esta teoría, el crédito del tercero pasa al patrimonio del estipulante antes de
entrar en el suyo; ahora bien este itinerario puede serle fatal:
653
Para LAFAILLE, Héctor, Curso de Contratos, tomo I – Parte General, s.ed., Biblioteca Jurídica Argentina,
Buenos Aires, 1927, pp. 241-252, el artículo 504 del Código Civil argentino inspirado en el Code (art. 1121) y
en el Proyecto de GARCÍA GOYENA (artículos 997 y ss.), se incorpora a la teoría de la oferta, o sea, da por
sentada la existencia de una propuesta del estipulante y una aceptación del beneficiario. Posición que no
parece pacífica entre los doctrinantes argentinos.
654
Artículo 307.2: “Los acreedores igualmente privilegiados cobrarán sus créditos a prorrata, de ser insuficiente
el patrimonio transmisible del deudor”.
655
Cuando se considere una donación indirecta.
656
En ese orden de ideas DE BUEN, op. cit., p. 213, formula una lógica consecuencia: esta teoría para explicar la
contextura de la estipulación en provecho de tercero, lo que hace es negar su efectividad, pues no es dicha
estipulación la que produce el efecto a que se aspira sino el nuevo contrato concertado entre el estipulante y el
tercero.
245
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
WISCHEIND -citado por DE BUEN-659 objetó a esta teoría el no satisfacer la voluntad de las
partes, pues éstas no se proponen que el estipulante adquiera un derecho sino que, por la
propia virtualidad de la estipulación, lo adquiera el tercero. La tesis enunciada no hace sino
ofrecer rodeos inútiles y tortuosos para llegar a un mismo resultado: el que puede lograrse
directamente dando eficacia a la voluntad real de los contratantes 660.
Quienes enarbolan esta tesis reducen la estipulación a favor de tercero al concepto más
comprensivo de la gestión de negocios. La aceptación no es sino la ratificación del dueño,
cuyos intereses han sido provechosamente defendidos por el gestor, por lo que debe tener
efecto retroactivo hasta el día del acto de gestión, o sea, del contrato concertado entre
estipulante y promitente; después de esta aceptación ratificatoria, se supone que el tercero
había tratado con el promitente, ya que es un principio que la ratificación transforma en
mandato la gestión de negocios: ratihabitio mandato aequiparatur662.
658
Vid. PÉREZ CONESA, op. cit., pp. 101 y ss.
659
Op. y loc. ult. cit.
660
Para PÉREZ CONESA, op. cit., p.107, esta teoría representa una posición negativa referente a la eficacia
directa del contrato a favor de tercero, en tanto en ninguna de sus variantes se le ofrece el valor que tiene el
contrato-base como fuente de los derechos del tercero, pues éste lejos de comportarse como tal, termina
formando parte de un contrato que casualmente, no es el contrato-base de donde deriva su derecho.
661
A cuyo tenor admitía que el contrato a favor de tercero fuese válido entre las partes cuando el estipulante
pudiese ser considerado como gestor del tercero, vid. PACHIONNI, op. cit., p. 166.
En Francia, PLANIOL sustenta su doctrina sobre una base constituida por una supuesta gestión de negocios.
246
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Coincido plenamente con la crítica que le ofrece DE BUEN663 cuando sustenta que tal
teoría lo que hace es destruir la posibilidad doctrinal de la estipulación a favor de tercero, ya
que ésta no existe si resulta que es el propio tercero el que ha intervenido en la estipulación,
aún cuando sea por medio de su gestor oficioso.
En nuestro ordenamiento mucho menos éxito tendría esta tesis para explicar el
nacimiento del derecho del tercero, pues si bien ordenamientos como el francés que partió
de la prohibición de la estipulación por otro, hoy sumamente superada por la doctrina y la
jurisprudencia, no obstante, resulta poco fáctica la argumentación de la tesis de la gestión de
negocios665, reconocida institucionalmente en el Code. No se comprendería entonces cómo
un ordenamiento como el cubano que en el artículo 316 del Código Civil admite la
estipulación a favor de tercero, se justificara por la gestión de negocios la naturaleza del
derecho del tercero, cuando dicha gestión resulta regulada por normas distintas a ese fin,
con naturaleza y función totalmente diferentes a la de la estipulación.
Esgrimida por BOISTEL. Con ella se pretende dar vida a una obligación alternativa
en cuanto a la designatio del acreedor. Así, el promitente estaría obligado a efectuar la
prestación, alternativamente, al estipulante o al tercero 666. Se intenta recurrir a la analogía
legis, aplicando la normativa reguladora de las obligaciones objetivamente alternativas al
caso (artículo 1131 del Código Civil español y 244 del Código Civil cubano 667).
LAMBERT -citado por CASALS COLLDECARRERA-668 opina que esta teoría carece de
fundamento ya que resulta baldío argumentar la posibilidad de la alternatividad subjetiva, por
analogía a las formas reconocidas de las obligaciones objetivamente alternativas, que no
representan ninguna alteración esencial de los elementos personales básicos de la
contratación.
663
Op. cit., pp. 214-215.
664
Artículo 416: “El que, sin mandato, se encarga de los asuntos de otro, está obligado a actuar de acuerdo con
el interés presunto de éste”.
665
Vid. CASALS COLLDECARRERA, op. cit., p. 367, quien atribuye la diferencia esencial entre estas dos figuras en
la función psicológica del estipulante; en la gestión de negocios el gestor se obliga por cuenta de otro, en
cambio en el contrato a favor de tercero, el estipulante se obliga en beneficio de otro, lo cual es sustancialmente
distinto.
666
Según PACHIONNI, op. cit., p. 167, BOISTEL construye su teoría de la siguiente forma: en el contrato base se
establecen dos obligaciones en forma alternativa, la primera, que debía considerarse como principal a favor del
estipulante, y la segunda a favor del tercero, que sería accesoria. Su contribución obedece al contrato de
seguro mixto a favor de tercero y no es sino una descripción del modo de ser tratados estos contratos en la
jurisprudencia francesa.
667
Artículo 244: “En las obligaciones en que debe cumplirse una prestación entre dos o más alternativas, si de
la naturaleza de las mismas no se deduce otra cosa, la elección corresponde al obligado”.
668
Op. cit., p. 367.
247
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
La esencia de esta teoría supone una traspolación de los principios que tipifican las
obligaciones objetivamente alternativas para explicar el mecanismo atributivo del derecho del
tercero; la alternatividad está en la elección del sujeto acreedor frente al cual se debe cumplir
la prestación. Así, el estipulante sería el acreedor principal y el beneficiario el accesorio o
alternativo, de manera que el primero es tratado como un acreedor in obligatione y el
beneficiario como un acreedor in facultate solutionis. De ahí la suplencia del tercero, cuya
condición de acreedor dependerá de la consolidación de su derecho con la oportuna
designación669.
De esta teoría se ha dicho, con razón que, en el fondo no resuelve nada porque decir
que el acreedor puede colocar a su lado a otro acreedor alternativo no es sino afirmar que se
puede estipular a favor de otro, o sea, aquello que se pretende precisamente demostrar.
669
Apud PÉREZ CONESA, op. cit., pp. 112-116.
670
Op. cit., pp. 222 y ss.
671
Op. cit., pp. 215 y ss.
673
Apud PÉREZ CONESA, op. cit., pp.117 y ss.
248
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Según esta teoría el derecho del tercero nace perfectamente formado, como resultado
del contrato concertado entre estipulante y promitente, y lo adquiere inmediatamente el
tercero, salvo renuncia preventiva. El mero hecho de la estipulación crea el derecho del
tercero.
A su tenor la auténtica naturaleza jurídica del derecho del tercero surge de una
disposición, de suerte que la prestación que ejecuta el promitente a favor del tercero se
realiza en cumplimiento de la obligación contraida con el estipulante en el contrato base.
Esta teoría, como toda teoría ha sido censurada. Se afirma que “no se trata de una
teoría sino de una renuncia a toda teoría” (BÄHR). Que “acredita un resultado pero no lo
explica”. Que la explicación que ofrece no es del todo satisfactoria, el tercero no puede
asimilarse a un contratante; su situación no es la misma que si hubiera sido parte en el
contrato678.
Ha sido JOSSERAND680 uno de sus exponentes, quien en franca crítica a la teoría del
derecho directo ubica el origen del crédito en sede unilateral. El promitente -en palabras del
maestro-, se compromete respecto a él. Dicha declaración unilateral de voluntad, ineficaz por
sí misma, produce efecto por razón de la circunstancia de que viene a apoyarse, a injertarse
en el contrato concertado entre estipulante y promitente, se desarrolla en un terreno
contractual que asegura su vitalidad. Para JOSSERAND la stipulation pour autri es una de las
raras aplicaciones de la declaración unilateral de voluntad en el Derecho francés.
674
COLÍN A. y H. CAPITANT, Curso elemental de Derecho Civil, tomo III, traducido por la redacción de la Revista
Genarl de Legislación y Jurisprudencia, s. ed., Reus, Madrid, 1922-1923, p. 655.
675
BAUDRY-LACANTINERIE G. y L. BARDE, Trattato di Diritto Civile - Delle obbligazioni, volumen I, Tradotto sulla III
edizione originale, a cura dei professori P. BONFANTE, G. PACHIONNI y A. SRAFFA, Casa Editrice Dor. Francesco
Vallardi, Milano, s.f., pp. 206-207.
676
Op. cit., p. 205.
677
DANZ, Erich, La Interpretación de los negocios jurídicos, traducción de la 3ª edición alemana y concordancias
con el Derecho español por W. R OCES, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1926, pp. 302-326. Este
último autor sostiene que el derecho de crédito de los terceros -como todos los derechos de crédito que el
contrato produce en beneficio suyo-, se adquiere inmediatamente, o sea, sin necesidad de aquiescencia,
ratificación ni conocimiento por su parte.
678
JOSSERAND, op. cit., pp. 183-226.
679
Op. cit., en nota (116), p. 224.
680
Op. cit., pp. 183-226.
249
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Sin negar la virtualidad de la tesis defendida y los recursos técnicos empleados por sus
partidarios, considero un rodeo inútil e innecesario, emplear la fórmula de la declaración
unilateral de voluntad para explicar el origen de los derechos del tercero, sus propios
defensores683 no niegan que el acto jurídico unilateral está situado en un cuadro contractual
que le da vida y asegura eficacia pero argumentan que este acto contractual no puede crear
directamente los derechos del tercero y no es que considere descabellada la tesis en sí, sino
que se intenta explicar la estipulación a favor de tercero como un supuesto de declaración
unilateral de voluntad hecha por el promitente al tercero, a cuyo tenor éste adquiere derechos
sin prestar su asentimiento. Con esta construcción se prescinde de la concurrencia del
estipulante en el contrato que da origen a tales derechos, separando del consentimiento que
lo forman la declaración de voluntad del promitente, para de ese modo, aisladamente
considerada, deducir de ella los derechos del tercero.
BONET RAMÓN686 intentando desentrañar la expresión literal del tantas veces citado
artículo 1257-2º del Código Civil es partidario de que para determinar el alcance de los
términos del artículo, hay que tener en cuenta qué es lo que se le ofrece y, por lo tanto,
acepta el tercero. Y aquello que se le ofrece -es para el autor-, la estipulación hecha en su
favor y en los términos en que ha sido hecha.
Para DE BUEN687 el acto del tercero, sin dejar de ser una aceptación tiene analogía con
la convalidación y la ratificación debiendo tener, por tanto, efecto retroactivo, de manera que
una vez prestada la aprobación, la estipulación producirá sus efectos a favor del tercero
como si éste hubiera intervenido en ella a pesar de no haber tenido intervención en la misma.
Por muchos se considera que para que el tercero adquiera el derecho estipulado a su
favor, resulta necesaria la aceptación 688, cuya eficacia, según DE BUEN689, se retrotrae al día
de la estipulación. En la misma línea ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU690 mantienen que desde la
estipulación existe una vocación al tercero, semejante a la delación sucesoria, cuya
aceptación tiene valor análogo a la aceptación del heredero, es una conditio iuris de la
adquisición del derecho estipulado a su favor, presupuesto legal que provoca la adquisición.
684
MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y Comercial, traducción de Santiago SENTÍN MELENDO, tomo
IV – Derecho de Obligaciones – Parte General, Ediciones Jurídicas Europa – América, Buenos Aires, 1955, p.
507.
685
Op. cit., p. 10. Para ellos el origen contractual del derecho del beneficiario permite excluir todo ligamen de
ese derecho a un pretendido vínculo unilateral del promitente hacia el beneficiario. Explicación sostenida por
CHAMPEAU, CAPITANT, WORMS, actualmente abandonada. El llamado a la noción de la declaración unilateral de
voluntad no permite explicar la dependencia del derecho del tercero beneficiario en relación con el contrato
entre estipulante y promitente.
687
Op. cit., p. 228. En el mismo sentido, BONET RAMÓN, op. cit., p. 230, quien retoma esta idea.
688
ESPÍN CÁNOVAS, op. cit., p. 372; VALVERDE y VALVERDE, op. cit., p. 286; CASTÁN TOBEÑAS, op. cit., p. 639;
ALBALADEJO, op. cit., p. 474.
689
Op. cit., p. 228.
690
Op. cit., pp. 223 y ss. También CASALS COLLDECARRERA, op. cit., p. 368.
251
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Los que defienden la necesidad de la aceptación basan sus criterios en que nadie
puede adquirir derechos sin su voluntad, (nihil volitum quim praecognitum)691. La aceptación
se convierte así en un presupuesto de la existencia del derecho, de su entrada en el
patrimonio del tercero692.
Superados estos postulados doctrinales, hoy en día es unánime en la doctrina el hecho
de que la aceptación del tercero no sirve para conformar el contenido del beneficio acordado
a su favor.
En Italia, con la entrada en vigor del Codice se cambia el panorama reseñado por
PACHIONNI en su obra. Para MESSINEO694 la aceptación del tercero es una declaración
unilateral de voluntad, que puede incluso, ser tácita, y no contribuye a la formación del
contrato, ni tiene la función de perfeccionar la estipulación a favor de otro. Tal declaración tan
solo tiene el efecto de hacer irrevocable e inmodificable la estipulación en lo que concierne al
tercero. El derecho del tercero es concebido como autónomo y se adquiere contra el
promitente, el tercero puede per se hacer valer el derecho directamente frente al promitente,
y no está obligado a pedir la intervención del estipulante 695. A tales efectos es claro el artículo
1411-2º del Codice: “Salvo patto contrario, il terzo acquista il diritto contro il promittente per
effetto della stipulazione”.
En la doctrina francesa MARTY697 ubica como uno de los efectos de la stipulation pour
autrui el crear en provecho del tercero beneficiario, un derecho de crédito directo contra el
promitente, derecho que nace con la concertación del contrato e, incluso, antes de su
691
Sin embargo, comenta GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p. 396, que estos argumentos no son absolutamente
decisivos, puesto que en el sistema de Derecho español se pueden adquirir derechos sin necesidad de
aceptación, como ocurre con el legado. Ubicándose en el campo de los negocios dispositivos con efectos
mediatamente beneficiosos que no requieren aceptación, la figura de la condonación. Supuestos de aplicación
en el Derecho cubano dada la formulación normativa ofrecida por el legislador del Código Civil. Así, artículo
498: “Los legados (...) se adquieren desde la muerte del testador” y artículo 301-1º: “La obligación se extingue
cuando el acreedor libera al deudor de su deuda”. En ambos se hace mutis a la declaración de voluntad del
recipiens.
692
Criterio mantenido por CASALS COLLDECARRERA, op. cit., pp. 369-370, para quien la aceptación, al producir la
adquisición de la prestación por el tercero, obra con efectos retroactivos.
693
Vid. DANZ, op. cit., pp. 302-326; ENNECERUS-LEHMMAN, op. cit., pp. 170-183.
694
Op. cit., pp. 507-509.
695
En este sentido, vid. Sentencia de la Corte de Cassazione Civile, sez. II de 1 de septiembre de 1994, n.
7622, que reza: “Nel contratto a favore di terzo il diritto del terzo e’autonomo rispetto a quello dello stipulante e,
anche se di natura reale, (nella specie, servitu’costituita in favore del terzo), puo’essere, pertanto, fatto valere
contro il promittente anche in via diretta, senza necessita’ dell’intervento in giudizio dello stipulante”. Asimismo,
Sentencia de la propia Corte, sez. III, de 8 de abril de 1981, n. 1992: “In tema di contratto a favore di terzo, il
diritto di questo ha carattere autonomo rispetto a quello dello stipulante e puo’essere fatto valere, in via diretta,
contro il promittente, suo inmediato debitore, senza necessita’che nel giudizio intervenga lo stipulante”.
697
Op. cit., pp. 164-192.
252
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Otros cuerpos legales como los Códigos Civiles de Puerto Rico 712,Argentina713,
Uruguay714, Panamá715, Honduras716, Colombia717, Chile718, y Ecuador719, hacen referencia a la
aceptación en su rol de exclusión de la facultad revocatoria y de presupuesto para la
exigibilidad de la prestación, con marcada similitud a la formulación contenida en los Códigos
Civiles de España y de Cuba.
706
Artículo 527-I: “El tercero adquiere en virtud de lo estipulado e independientemente de que acepta o no,
derecho a la prestación, contra el obligado a prestarla, excepto pacto en contrario”.
II “(...) Pero podrá el estipulante revocar o modificar la estipulación antes que el tercero haya declarado, expresa
o tácitamente que quiere aprovecharla”.
707
Artículo 1164-3º: “Salvo comunicación en contrario, por efecto de la estipulación el tercero adquiere un
derecho contra el promitente”.
En tanto en el párrafo anterior (2º) consigna que “el estipulante no puede revocar la estipulación si el tercero ha
declarado que quiere aprovecharse de ella”.
708
Artículo 444º-1º: “O terceiro a favor de quem for convencionada a promessa adquire direito à prectação,
independentemente de aceitação” y artículo 448º-1º: “Salvo estipulação em contrário, a promessa é revogàvel
enquanto o terceiro não manifestar a sua adesão (...)”.
709
Artículo 1869-1º: “La estipulación hecha a favor de tercero hace adquirir a éste, salvo pacto escrito en contra
el derecho de exigir del promitente la prestación a que se ha obligado”.
Artículo 1870: “El derecho del tercero nace en el momento de perfeccionarse el contrato, (...)”.
Artículo 1871: “La estipulación puede ser revocada mientras el tercero no haya manifestado su voluntad de
querer aprovecharla (...)”.
710
Artículo 733-1º: “El tercero o sus derechohabientes pueden reclamar directamente del deudor, salvo
convención en contrario, la ejecución de la prestación”.
Este cuerpo normativo no reconoce expresamente el valor de la que el tercero hace, como así la denomina. Sin
embargo, de la redacción del artículo 735 se colige (argumentum a contrariis) tal efecto, a saber: “Si la
prestación debiere ser efectuada al tercero después de la muerte del estipulante, podrá éste revocar el beneficio
aún mediante disposición testamentaria y aunque el tercero hubiera declarado que quiere aprovecharla (...)”.
711
Artículo 1458: “El derecho del tercero surge directa e inmediatamente de la celebración del contrato. Empero
será necesario que el tercero haga conocer al estipulante y al promitente su voluntad de hacer uso de ese
derecho para que sea exigible, operando esta declaración retroactivamente.
La declaración del beneficiario puede ser previa al contrato”.
712
En su artículo 1209-2º reproduce el 1257 del Código Civil español, vigente con adaptaciones en esta isla.
713
El Código de VÉLEZ SÁRSFIELD en su artículo 504 asume similar posición que la del Código Civil español, por
lo que evito su transcripción.
714
Artículo 1256 con idéntica nota que el anterior.
715
Artículo 1108-2º, idem.
716
Artículo 1549, idem.
717
Artículo 1506, idem.
718
Artículo 1449, idem.
719
Artículo 1492, idem.
254
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
2.1.2.6.2.2. Forma.
Para ello, dada la formulación normativa contenida en el artículo 316-2 del Código Civil
cubano, esta aceptación no debe preceder cronológicamente a la intimación judicial o
extrajudicial para el cumplimiento 727. Ella está ínsita en la propia reclamación, y el hecho o
721
Artículo 420: “Si una persona realiza un acto jurídico en favor de un tercero careciendo de facultades, la otra
parte tiene derecho a exigir que el tercero declare dentro del plazo que le señale, si ratifica el acto, quedando
liberado de toda responsabilidad si transcurre dicho plazo sin producirse la ratificación”.
722
Al decir de DÍEZ-PICAZO, Comentarios al Código... cit., p. 1258, no debe entenderse que la aceptación del
tercero forme parte integrante del contrato y que constituya requisito de perfección del mismo, de tal manera
que el negocio se convierta en plurilateral. En este mismo sentido GAZZONI, op. cit., p. 891 y MOSSET ITURRASPE,
op. cit., pp. 335-364. Tesis contraria mantiene BETTI, Emilio, Teoría General del Negocio Jurídico, traducción y
concordancias con el Derecho español por A. MARTÍN PÉREZ, s. ed., Revista de Derecho Privado, Madrid, s.f.,
pp. 424-426, según él, “la declaración del tercero es complementaria e integradora del contrato concluido”.
723
Así también se ha pronunciado el Alto Foro español, en sus Sentencias de 20 de febrero de 1915, 9 de mayo
de 1932, 13 de julio de 1958, 29 de abril de 1970, 7 de julio de 1976, 31 de enero de 1986 (según la cual, la
aceptación resultaba claramente del acto de conciliación) y 6 de marzo de 1989.
En la doctrina, vid. SALVAT, Raymundo M., Tratado de Derecho Civil argentino – Fuentes de las Obligaciones,
tomo I – Contratos, 2ª edición, puntualizada con textos de doctrina, legislación y jurisprudencia por Arturo
ACUÑA AROZARENA, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1950, pp., 233- 252; JOSSERAND, op. cit., pp.
183-226; que incluso admite la presunta; ALBALADEJO, op. cit., pp. 428-435; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos... I, cit.
pp. 411-412.
727
En el contexto del ordenamiento español, MARTÍN BERNAL, op. cit., p. 340, sostiene una posición contraria
tras la expresión literal del artículo 1257-2º del Código Civil español, “siempre que hubiere hecho saber” lo que
255
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
comportamiento del tercero hace presumir ex lege el que esté conteste con el beneficio hacia
él deferido.
Como declaración presunta que es, supone que el Derecho considera a cierto
comportamiento (en este caso la reclamación extrajudicial o judicial del cumplimiento de la
prestación) que no se encamina a declarar, o que, no es por su naturaleza, medio de
declaración, como declaración de una determinada voluntad, o sea, la ley (artículo 316-2 del
Código Civil) dispone que una conducta debe ser considerada como ordenación de tal o
cual voluntad. La ley presume la voluntad. Realmente la ley hace eso porque la conducta
observada por el sujeto corresponde normalmente a la determinada voluntad que se
presume728.
Por último, como presunción iuris tantum que es, admite prueba de voluntad contraria,
para ello si se prueba que realmente el tercero que realizó la conducta o comportamiento no
tiene la voluntad que la ley presumió, no deberán producirse los efectos previstos.
Había expresado que tal acto unilateral en que dicha declaración de voluntad consiste
tiene carácter recepticio, o sea, persigue su recognoscibilidad exterior, pero encaminada a
que llegue a conocimiento de las personas a quienes afecta. La declaración recepticia,
aparte de contener una voluntad (declarada) y de suponer una voluntad de declaración,
implica una voluntad de comunicación al destinatario 729.
le hace suponer que tal aceptación, que puede ser expresa, pero también tácita o derivada de los propios actos,
debe preceder cronológicamente a la intimación judicial o extrajudicial para el cumplimiento.
728
Apud ALBALADEJO, op. cit., volumen I – Introducción y Parte General, pp. 371-372. Este propio autor nos
ofrece la apreciada distinción entre las declaraciones tácita (facta condudentia) y presunta. En la primera es el
sujeto que tiene conocimiento de ella, el que, a tenor de la conducta del declarante, establece que ésta encierra,
sin duda, una determinada voluntad. En la declaración presunta es la ley la que establece que la conducta del
declarante encierra probablemente una determinada voluntad.
729
Idem, p. 370.
730
Vid. MOSCARINI, op. cit., pp. 68-69; GAZZONI, op. cit., pp. 891-892; MESSINEO, op. cit., pp. 502-509.
Sin embargo el Codice en su artículo 1411-2º refiriéndose a la estipulación establece: “Questa però può essere
revocata o modificata dallo stipulante finché il terzo non abbia dichiarato, anche in confronto del promittente, di
volerne profittare “.
De los Códigos Civiles consultados sólo el portugués exige la comunicación del tercero a ambos (estipulante y
promitente), así artículo 447-3: “A adesão faz-se mediante declaração, tanto ao promitente como ao
promissário”.
256
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
732
GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p. 399.
733
Cit. pos GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. y loc. ult. cit..
734
En nuestro ordenamiento jurídico siguiendo las huellas de su antecesor, el Código Civil exige para que la
transmisión de la posesión sea consumada la traditio (artículo 178), de suerte que, la simple declaración de
voluntad nunca es suficiente para la transmisión de la propiedad. Según se reconoce en tal precepto, junto a la
manifestación de voluntad (título) se exige la traditio de la cosa objeto de la transmisión (modo). Traditio que
tiene además una naturaleza fundamentalmente posesoria (artículo 206-1º y 2º), aunque se admitan algunas
modalidades de traditio ficta longa manu o simbólica (artículo 206-2 b) c) ch) y 3).
735
Así, al menos en las condiciones de nuestro ordenamiento, similar a lo que sucede en el ordenamiento
español, que a tenor del artículo 609-2º del Código Civil dispone que: “La propiedad y los demás derechos
sobre los bienes se adquieren y trasmiten por la ley, por donación, por sucesión testada e intestada, y por
consecuencia de ciertos contratos mediante la tradición” (el subrayado es mío), traspaso posesorio que supone
ésta del bien objeto del contrato, salvo en el supuesto del artículo 1462- 2º, que reconoce, la llamada por la
doctrina traditio simbólica instrumental, a cuyo tenor “cuando se haga la venta mediante escritura pública, el
otorgamiento de ésta equivaldrá a la entrega de la cosa objeto del contrato, si de la misma escritura no resultare
o se dedujere claramente lo contrario” (el subrayado es mío). De ello se colige que, en principio, la estipulación
por sí misma no transmite el derecho real de propiedad, salvo que el negocio - base se haya documentado por
escritura pública, supuesto para el cual no es la simple declaración de voluntad de las partes (estipulante y
promitente), la que transmite la propiedad per se, sino el título documental en el que esté contenido el negocio-
base, que tiene valor ex lege de transmisión posesoria.
736
Vid. MARTÍN BERNAL, op. cit., pp. 198-203.
257
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En consecuencia la forma aplicable será la que la ley exija para el tipo de contrato de
que se trate cuando en virtud de alguna norma especial dicha forma venga exigida 744.
737
Así, GAZZONI, op. cit, pp. 892-893. Para este autor en el ordenamiento italiano: “(...) inaccettabilie è la tesi di
chi esclude la possibilitá di contrarre a favore di terzo con efficacia reale, perché la vicenda tralativa immediata
presupporrebbe sempre il consenso secondo quanto disposto dall’art. 1376. Si è già osservato infatti che il
principio della necessaria consensualità non ha piú ragion d´essere là dove l’effetto è incrementativo”.
738
De esta manera, la Sentencia de 25 de febrero de 1980, n. 1317 de la Corte di Cassazione Civile, sez. III:
“Nel contratto a favore di terzi non sussistono limit relativi alla qualita’ e al contenuto dell ’atribuzione, che quindi
puo’ ben consistere, di una servitu’prediale”.
739
Vid. Sentencia de 17 de mayo de 1982, n. 3050 de la Corte di Cassazione Civile, sez. III: “ Nel contratto a
favore di terzi non sussistono limiti in ordine alla qualita’ ed al contenuto della prestazione da farsi al terzo:
questa puo’ consistere in un dare, in un facere, in un non facere, presente o futuro, o anche nella costituzione di
un diritto reale”.
740
En la misma sentencia citada en la nota anterior, la Corte di Cassazione cita un caso en que el objeto del
contrato a favor de tercero conformado era un acuerdo de naturaleza traslativa, así: “ (...) avendo, in precedenza
del giudizio, una delle parti transatto la lite con altro soggetto impegnandosi a rinunziare all’azione pendente,
l’altra parte, quale terzo beneficiario aveva invocato tale transazione, ed il giudice del merito aveva dichiarato
che il giudizio non poteva proseguire. La S. C. In base all’enunciato principio ha con confermato tale decisione”.
741
“La prestazione di lavoro, alla quale un contraente si impegni dietro corrispettivo versato dall’altro contraente,
debe essere qualificata a titolo oneroso, non gratuito, anche nel caso in cui il beneficiario di essa sia un soggetto
estraneo all’accordo, tenendo conto che l’attivita puo’ costituire oggetto di un contratto sinallagmatico a favore di
terzo”, Sentencia de 29 de Julio de 1987, n. 6548, de la Corte di Cassazione Civile, sez. I.
742
Cuyo artículo 443º-2 dispone: “Por contrato a favor de terceiro, têm as partes ainda a possibilidade de remitir
dívidas du ceder créditos, e bem assim de constituir, modificar, transmitir ou extinguir direitos reais “.
743
Vid. supra, 2.1.2.6.2.2.
744
La Resolución Nº 47/97 del Ministro de Finanzas y Precios de Cuba, que establece el seguro temporario de
vida en su anexo 4, contentivo de las Condiciones Generales dispone que la designación y cambio de los
beneficiarios, pueda hacerse por el asegurado durante toda la vigencia de la póliza, pero para ello deberá dar
258
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En todo lo demás, serán de aplicación las normas que respecto de la forma se exige ex
lege. En el caso de Cuba lo dispuesto en los artículos 50 y 51 745, y en el de España lo
reconocido en los artículos del 1278 al 1280, todos de los Códigos Civiles cubano y español,
respectivamente. Ese es el sentido que le atribuyen todos los Códigos Civiles
iberoamericanos, ninguno de los cuales exige una formalidad o solemnidad especial al
contrato-estipulación a favor de tercero, aún cuando llevare implícito una donación
indirecta746. Similar posición ha seguido la jurisprudencia 747.
3. Sistema de relaciones.
Corresponde ahora demarcar el sistema de relaciones que suscita esta peculiar figura
precisando:
tercero. De la validez y eficacia de este contrato pende la suerte del derecho atribuido al
tercero.
En lo que se refiere a la justificación causal del contrato que nace entre promitente y
estipulante, debe subsistir un interés del promitente en relación con el eventual vínculo de
cobertura que le liga con el estipulante. El promitente, con la estipulación, puede, de hecho,
extinguir una obligación que preexistía en relación con el estipulante, o bien asumir una
obligación correspectiva, o puede también cumplirlo con un acto de liberalidad.
No puede perderse de vista que, aunque el tercero es el titular del derecho nacido con
el contrato base, los titulares de la relación contractual son el estipulante y el promitente.
En efecto, la ratio iuris del estipulante no es otra que el interés en que la prestación sea
cumplida a favor de un tercero que no forma parte del contrato- base. El interés del
estipulante puede resultar, de servirse del promitente para cumplimentar por medio de este
último, un preexistente deber patrimonial suyo hacia el tercero (causa solvendi), o
únicamente beneficia al tercero (causa donandi), en este caso el estipulante se valdrá del
promitente para ejecutar la prestación, en vez de efectuarla él mismo; pero puede resultar
también, que con tal pretensión el estipulante persiga constituir un crédito a su favor, (causa
credendi).
Ahora bien, la relación obligatoria creada entre promitente y estipulante puede ser
unilateral o bilateral, depende de cómo haya sido constituido el contrato- base. En el primer
supuesto sólo quedaría obligado el promitente a realizar la prestación a favor del tercero
(título lucrativo), en el segundo, el promitente quedaría compelido para con el estipulante a
realizar una prestación a favor de un tercero y, a su vez, el estipulante se obligaría para con
el promitente a realizar una prestación a su favor (título oneroso). En este orden de ideas, se
expone que las partes pueden exigirse todo aquello que a cada una de ellas el contrato da
derecho y a cumplir entre sí las obligaciones derivadas del mismo 750.
Así, el estipulante puede exigir lo que se le deba por el contenido base, más igualmente
está legitimado para pedir el cumplimiento a favor del tercero beneficiario 751. Respecto a este
particular, hoy en día la doctrina es casi unánime en admitir que el estipulante está legitimado
para ejercitar la acción de cumplimiento, aún cuando él no sea el verdadero acreedor del
derecho derivado de la estipulación, tiene un marcado interés en el cumplimiento de ésta a
748
Recuérdese el clásico pronunciamiento del Tribunal Supremo español en la memorable Sentencia de 9 de
diciembre de 1940: “(...) en líneas generales, la estipulación en provecho de tercero supone una relación
contractual en la que el acreedor deriva la prestación del deudor hacia otra persona que no ha intervenido en el
contrato (...)”.
749
Vid. infra, 3.7
750
Vid. ENTENZA ESCOBAR, op. cit., pp. 8-9.
751
Vid. Sentencias de 8 de octubre de 1984 y 14 de abril de 1986 del Tribunal Supremo español.
260
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
favor del tercero752, luego, no sería de aplicación el adagio cui nihil interest actio non datur,
pues el interés del estipulante siempre existe, aún sea un interés afectivo 753, y de igual
manera una gran parte de los Códigos Civiles se pronuncian admitiendo expresamente el
derecho del estipulante a exigir del promitente el cumplimiento de la prestación a favor del
tercero754.
Nada obsta, por tanto, que el estipulante exija del promitente el cumplimiento de la
prestación para el tercero, ya que, además del crédito para el tercero, del contrato también
nace un derecho del estipulante contra el deudor para que se haga efectiva al tercero la
prestación que éste mismo puede, por sí y ante sí, reclamar, y ese derecho precisamente
del estipulante, encierra un valor especial, aparte del patrimonial indirecto o interés de
afección cuando el tercero no esté en condiciones para hacer valer por sí mismo su derecho.
752
En contra, VODANOVIC, op. cit, pp. 268-293 para quien sólo el tercero puede solicitar el cumplimiento de lo
estipulado, (argumento ex artículo 1449 del Código Civil chileno). Con idéntica posición ABELIUK, op. cit., pp.
116-117, quien dentro de la propia doctrina chilena razona que lo excepcional de esta figura es que el efecto
principal del contrato: el derecho de exigir el cumplimiento, no cede a favor de uno de los contratantes, sino del
tercero beneficiario y únicamente éste puede solicitar el cumplimiento, y no tiene facultad para hacerlo el
estipulante, a menos que, agregue a la estipulación una cláusula penal que se hará efectiva si el promitente no
cumple lo convenido. Lo excepcional del caso -sostiene el autor- está en que el estipulante, si bien no está
facultado para exigir el cumplimiento de la obligación principal, si ésta no se cumple frente al beneficiario, nace
en el estipulante el derecho a cobrar la pena, de suerte que, el estipulante que normalmente no tiene derecho
alguno, pasa a tenerlo en el evento de incumplimiento. Estos autores siguen la posición de PLANIOL en la
doctrina gala.
753
En la jurisprudencia francesa. vid. Req. 30 de abril de 1888 “En stipulant pour soi, on peut stipuler en memê
temps pour un tiers, lorqu´on a un intérêt direct et inmédiat, fût-il même purement moral, à cette stipulation”.
754
En la legislación comparada, una gran parte de los códigos civiles reconocen el derecho del estipulante a
exigirle al promitente el cumplimiento de la prestación a favor de tercero, así: artículo 732 del Código Civil
paraguayo: ”El que obrando en su propio nombre estipule una obligación a favor de un tercero, tiene el derecho
de exigir su ejecución en provecho de ese tercero”; artículo 112-1º del Código suizo de las obligaciones: “Celui
qui, agissant en son prope nom, a stipulé una obligation en faveur d’un tiers a le droit d’en exiger l’exécution au
profit de ce tires”; artículo 1869-2º del Código Civil mexicano: “también confiere al estipulante el derecho de
exigir del promitente el cumplimiento de dicha obligación”; artículo 1461 del Código Civil peruano: “El
estipulante tiene derecho a exigir el cumplimiento de la obligación por el promitente”; § 335 del BGB: “El
estipulante puede, si no se presume una voluntad contraria en los contratantes, exigir la prestación a favor del
tercero, aún cuando le corresponda a éste el derecho a exigirla”; artículo 1531-1º del Código Civil
guatemalteco: “El que estipulare a favor de un tercero tiene derecho a exigir el cumplimiento de la obligación”;
artículo 1098, párrafo inicial, del Código Civil brasilero: “O que estipula em favor de terceiro pode exigir o
cumprimento da obrigaçao”; artículo 527 -II del Código Civil boliviano: “el estipulante tiene asimismo el derecho
de exigir al promitente el cumplimiento, salvo lo estipulado (...)” ; artículo 444-2º del Código Civil portugués: “O
promissário tem igualmente o dereito de exigir do promitente o cumprimento da promessa, a nao ser que outra
tenha sido a vontade dos contraentes”.
755
Vid. ENNECERUS-LEHMANN, op. cit., pp 170-183, quienes parten de la tesis de que en este caso nacen dos
créditos de igual contenido (dirigidos a la prestación a favor del tercero), pero no un crédito solidario, porque el
estipulante o promisario no puede exigir que se le haga a él la prestación y el deudor tampoco puede hacérsela.
756
Vid. supra, 2.1.2.6.2.
261
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
resolutoria reconocida ex artículo 306 del Código Civil cubano, 757 acción de la que si bien es
titular, el estipulante, una vez declarada la voluntad por el beneficiario en sentido afirmativo,
no sería ejercitable pues redundaría en contra de un derecho ya adquirido e incorporado en
el patrimonio del beneficiario (acreedor) con su plena aquiescencia 758. En todo caso el
ordenamiento le dispensa la acción de cumplimiento forzoso (ex artículos 289, 290 y 291759)
o por equivalente (ex artículo 293 del mismo texto legal 760), en auxilio del cumplimiento de la
prestación y con ello del interés que la operación le representa.
En esta relación subyacente, para algunos ajena al contrato-estipulación 761, salvo que
las partes (estipulante y promitente) la expresen, supuesto en el cual operará sobre éste,
como atinadamente exponen ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU762 al caracterizar esta relación, en
ella “(...)no surge acción entre ambos, aunque pueden surgir consecuencias”.
.
Volviendo al supuesto interés del estipulante, la doctrina italiana que ha enfocado su
atención en este particular, ha defendido el criterio de que dicho interés no puede nunca
faltar, pues su ausencia determina la nulidad de la estipulación. De ello se colige que no
existe relación alguna entre los intereses del estipulante y los del acreedor (argumento ex
757
Artículo 306: “En las obligaciones recíprocas, el que ha cumplido la que le corresponde puede exigir el
cumplimiento o la ejecución a costa del otro obligado, o la resolución de la obligación, con indemnización de
daños y perjuicios en todo caso”.
758
Vid. ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, op. cit., p. 228. Con este mismo criterio se han pronunciado los civilistas
argentinos reunidos en las VII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, en Buenos Aires, 1979. En aquella
ocasión, la Comisión que estudió el contrato a favor de tercero, después de valorar que el estipulante tiene
facultad para exigir del promitente el cumplimiento de la promesa para con el beneficiario y que, además, tiene
acción para el resarcimiento de los daños que le causare la inejecución del promitente, se consideró que el
estipulante puede resolver el contrato por incumplimiento, ello siempre que no provoque perjuicio al derecho del
tercero.
759
Artículo 289: “Si el obligado a dar un bien determinado incumple la obligación, el acreedor tiene derecho a
exigir que aquél sea desposeído del bien y que le sea entregado”.
Artículo 290: “Si el obligado a hacer alguna cosa incumple la obligación, el acreedor tiene derecho a exigir la
ejecución a costa del deudor. Si éste no puede ser sustituido por otro, por tratarse de una obligación en que se
ha tenido en cuenta sus condiciones personales, es aplicable, en lo pertinente, lo dispuesto en el artículo 293”.
Artículo 291: “Si el obligado a no hacer incumple su obligación, el acreedor tiene derecho a que, a costa del
mismo, se deshaga lo indebidamente hecho y se restablezca la situación existente en el momento del
incumplimiento”.
760
Artículo 293: “En todos los casos previstos en los artículos anteriores, cuando el acreedor no puede obtener
el cumplimiento de una obligación o sólo puede lograrlo de modo inadecuado, el deudor está obligado a reparar
los daños y perjuicios resultantes salvo que el incumplimiento no le sea imputable”.
761
Así, ENTENZA ESCOBAR, op. cit., pp. 10-11, para quien la relación subyacente entre el estipulante y el
beneficiario es la relación donde se encuentra la causa final del estipulante en el contrato a favor de tercero,
pero carece de trascendencia a este contrato, porque se hace abstracción de ella para darle validez y eficacia al
contrato.
762
Op. cit., pp. 229-230.
262
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a) Causa donandi: resulta la más frecuente en los casos tratados por la jurisprudencia,
supone la vía para una liberalidad del estipulante a favor del tercero, v. gr. contrato
temporario de seguro de vida para caso de muerte y designación de beneficiario en saldos
de cuentas de ahorro. En el primero de los supuestos, nos encontramos frente a una
donación mortis causa, bien que matizada por el carácter indirecto que la misma tiene, como
ya ha sido definida por VALLET DE GOYTÍSOLO766. En el segundo, pudiera también enfocarse la
763
Vid. GAZZONI, op. cit., p. 893.
Para más abundar, GIORGIANNI, Michelle, La obligación – La parte general de las obligaciones -traducción de la
edición italiana de Evelio VERDERA y TUELLS, Bosch, Barcelona, 1958, pp. 66 y ss., explícita que el interés a que
se refiere el artículo 1174 del Codice (del acreedor; ya patrimonial o no), es diverso que el interés de que habla
el artículo 1411-1º “E’ alida la stipulazione a favore di un terzo, qualora lo stipulante vi abbia interesse”, este
último es necesario al fin de contratar a favor del tercero. Naturalmente -sigue expresando el autor-, este
interés de contratar repercute también en los efectos producidos por el contrato entre estipulante y promitente y,
por esto, la obligación que surge para el promitente estaría destinada a satisfacer el interés del estipulante.
Tampoco se duda en la jurisprudencia contemporánea italiana, siguiendo la amplia formulación del artículo
1411-1º del Codice, que la naturaleza del interés pueda ser moral. Así, Sentencia de 3 de julio de 1979, n. 3749
de la Corte di Cassazione Civile sez. II: “L’interesse alla stipulazione, nel contratto a favore di terzo, richiesto per
la validita’ della pattuizione, puo’essere di qualsiasi natura e, quindi, anche morale, non esigendo l’art. 1411 c.c.
che detto interesse debba avere necessariamente carattere patrimoniale. Pertanto, debe ritenersi sussistente
l’interesse alla stipulazione a favore del terzo, qualora con l’atto di compravendita lo alienante convenga la
costituzione di una servitu’ di passaggio sul fondo venduto, oltre che a vantaggio di altro suo fondo, di cúi abbia
conservato la propieta´, anche a favore di un terreno del terzo, allo acopo di assicurare una razionale
sistemazione degli accessi nella zona e di evitare contrasti con i vicini, o, comunque, le loro lamentele» y
sentencia de 1º de marzo de 1993, n 2493 de la misma Corte, sez I, «Il patto concluso, in occasione della
cessione del pacchetto azionario, tra vecchi e nuovi soci, in forza del quale i primi s´impegnano a porre in grado
la societa’ di pagare determinati debiti pregressi, configura un contrato a favore di terzo (art. 1411 c.c.), con
conseguente legittimazione a pretenderne l´adempimento, nei confronti dei promittenti, sia del terzo beneficiario,
la societa’, sia degli stipulanti, i nuovi azionisti, moralmente ed economicamente interessati a che il patto sia
adempiuto in favore della societa’ di cui fanno parte”.
764
Op. cit., p. 6
765
LACRUZ BERDEJO, op. cit., p. 335; MARTÍN BERNAL, op. cit., pp. 317 y ss.; DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., I, cit.,
pp. 413-414; GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., pp. 407 y ss; ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, op. cit., pp. 229 y 230.
766
Vid. VALLET DE GOYTÍSOLO, Juan, Estudios sobre Donaciones, 1ª edición, Montecorvo, Madrid, 1978, pp. 249-
250.
263
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Precisamente al constituir una donación indirecta, en sede de seguro de vida por causa
de muerte, sería reducible, si inoficiosa fuera (artículo 378 a) del Código Civil cubano 769),
pero respecto sólo de las sumas abonadas por el asegurado a la compañía de seguros y no
el capital que a la muerte del asegurado sería pagado al beneficiario, el que también
quedaría sustraído de la acción de los acreedores del asegurado y de los legitimarios, por
formar parte, desde la muerte de aquel, del patrimonio del tercero beneficiario 770.
Por último cabe señalar, siguiendo la posición mayoritaria de la doctrina 772, que la
ausencia de una justa causa permitiría al estipulante dirigir contra el tercero la actio in rem
verso por enriquecimiento sin causa, (artículo 101-1 y 2 del Código Civil cubano 773). En tanto
que el promitente, en principio, no se considera legitimado para alegar la ausencia de interés
del tercero, ni para negarse a cumplir, puesto que es extraño a la relación de valuta y la
causa de su obligación ha de buscarse en el contrato con el estipulante. Por ello también se
ha dicho que si desconoce la falta de interés del estipulante y cumple lo debido al tercero,
quedará liberado cuando paga a quien se encuentra en posesión del crédito 774.
De la manera descrita, no hay duda de que entre promitente y tercero nace una relación
obligatoria, de la que deriva deudor el primero y acreedor el segundo. Aunque también
pudiera constituirse a favor del beneficiario un ius in re aliena (relativo en este caso al
promitente).
772
DÍEZ-PICAZO, Fundamentos... I, cit., p. 414; GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., pp. 413-414; ENNECERUS –
LEHMANN, op. cit., p. 180.
773
Artículo 101: “1. La persona natural o jurídica que sin causa legítima se enriquezca a expensas de otra está
obligada a la restitución.
2. La restitución procede si se ha recibido una prestación sin causa legítima o en virtud de una causa que ha
dejado de existir, no se ha producido o se ha anulado posteriormente”.
774
Apud GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p. 414.
776
Vid. supra, 2.1.2.6.2.2.1.
777
Vid. Sentencia de 1º de septiembre de 1994 de la Corte di Cassazione Civile, sez. II: “Nel contratto a favore
di terzo il diritto del terzo e’ autonomo rispetto a quello dello stipulante e, (...) puo’ essere, pertanto, fatto valere
contro il promittente anche in via diretta, senza necessita’ dell’ intervento in giudizio dello stipulante ” y Sentencia
de 24 de diciembre de 1977 del Tribunal Supremo español, según la cual no hay litis consorcio pasivo necesario
entre el promitente y el estipulante, por lo que este último no tiene por qué ser demandado.
778
Artículo 295.1: “El deudor de una obligación vencida incurre en mora desde que el acreedor le exija judicial o
extrajudicialmente su cumplimiento”.
265
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
DÍEZ-PICAZO incluye también, entre las acciones que como acreedor ostenta, la
subrogatoria y la revocatoria o pauliana como consecuencia del fraude de acreedores
(artículo 111 –f) y g) del Código Civil cubano 779).
Menos probabilidad tiene el ejercicio de la acción resolutoria del artículo 306 del Código
Civil cubano, en primer lugar, porque ningún interés conduce al tercero a su ejercicio y, en
segundo lugar, porque ella es exclusiva de los titulares de la relación contractual o de
cobertura, o sea, estipulante y promitente 780, quienes, en definitiva, son las partes en el
contrato, únicas posibles interesadas en el ejercicio 781.
779
Artículo 111: “La protección de los derecho civiles comprende, fundamentalmente:
f) la subrogación del acreedor en el lugar del deudor para ejercer las acciones de éste; y
g) el ejercicio, por parte del acreedor, de la acción revocatoria de los actos que el deudor hubiese realizado en
fraude de sus acreedores, cuando no pueda satisfacer su crédito de otro modo”.
780
Para YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, Responsabilidad Civil. Contractual y extracontractual, volumen I, 1ª
edición, Reus, Madrid, 1993, p. 99, el tercero beneficiario se asimila en este orden a un contratante, y como tal
exigirá la responsabilidad por el incumplimiento al amparo de las normas reguladoras del contrato-base. En este
mismo orden de ideas, KADUK, citado por GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p. 418 en nota (290).
781
Sólo en los casos en que la relación sea bilateral y antes de la declaración de voluntad del tercero
beneficiario.
GIORGI, Jorge, Teoría de las Obligaciones en el Derecho Moderno (traducción de la 7ª edición italiana, anotada
con arreglo a las legislaciones españolas y americanas), volumen III (Fuente de las Obligaciones – Contratos),
s. ed., Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1910, p. 439, defiende una posición más moderada. A
diferencia de la mayor parte de la doctrina francesa e italiana, prefiere considerar que una negativa absoluta
sería poco aconsejable. A su modo de ver, cuando se habla de acciones que ejercita el tercero, hay que
distinguir aquellos supuestos en que el tercero tenga algún interés para ejercitar por sí las acciones
contractuales, de aquellos otros, en que este ejercicio sería inútil, y constatar también si, al ejercitarlas,
perjudica o no los derechos del estipulante, debiéndose llegar a conclusiones diferentes en los dos casos.
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Desbrozando el sendero, cabe acotar que todas aquellas excepciones que tienen su
ratio en el contrato-base (establecido entre estipulante y promitente) pueden ser opuestas
por el promitente al tercero y en cuanto que el derecho del tercero nace del contrato-
estipulación783. Entre las más utilizadas se incluye la exceptio non adimpleti contractus.
Mediante ella puede el promitente rehusar la ejecución del contrato-estipulación, cuyas
contraprestaciones no se hayan realizado por el estipulante en los términos previstos 784
(artículo 295-4 del Código Civil cubano) 785. Igualmente cabe oponer las referidas a la
ineficacia del contrato-base, y aquellas que puedan derivarse de su relación con el tercero, v.
gr. la compensación (artículos 301 y 302 del Código Civil cubano 786), o las que derivan de
las condiciones objetivas de exigibilidad del derecho del beneficiario, v. gr. deuda no exigible,
prescripción, etc., (artículos 234 y 112 del Código Civil cubano 787).
782
Vid. BONET RAMÓN, op. cit., p. 237; GIORGI, op. cit., volumen III, p. 439; ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, op. cit.,
p. 229; ENTENZA ESCOBAR, op. cit., pp. 15-16; GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p. 419; BETTI, op. cit., pp. 424-
426; MOSCARINI, op. cit., pp. 167 y ss. y DÍEZ-PICAZO, Fundamentos..., I, cit., p. 415, entre otros.
783
Así, Sentencia de 1º de abril de 1994, n. 3207 de la Corte di Cassazione Civile, sez I, según la que: “Nel
contratto di assicurazione contro gli infortuni a favore di un terzo - cui si applica la disciplina della assicurazione
sulla vita – il carattere autonomo del diritto acquistato da beneficiario, ai sensi dell’art, 1920, comma 3, c.c., non
implica che il medesimo diritto sia avincolato dalle clausole e dalle pattuizioni contemplate nel contratto, con la
conseguenza che l’assicuratore, a norma dell’art. 1413 c.c., ben puo’oporre al beneficiario le eccezioni e le altre
eventuali clausole limitative previste dal contratto”.
784
Esta es la corriente que han seguido la mayoría de los Códigos Civiles que regulan el tema relativo a la
oposición de excepciones por el promitente, así: artículo 1413 del Codice: “Il promittente può opporre al terzo le
eccezioni fondate sul contratto dal quale il terzo deriva il suo diritto, ma non quelle fondate su altri rapporti tra
promittente e stipulante”; artículo 733-2º del Código Civil paraguayo: “El deudor puede oponer al tercero las
excepciones resultantes del contrato”; artículo 1872 del Código Civil mexicano: “El promitente podrá, salvo
pacto en contrario, oponer al tercero las excepciones derivadas del contrato”; artículo 1469 del Código Civil
peruano: “El promitente puede oponer al tercero las excepciones fundadas en el contrato, pero no las que
deriven de otras relaciones existentes entre él y el estipulante”; § 334 del BGB: “Las excepciones que se
derivan del contrato corresponden al promitente también frente al tercero”; artículo 530 del Código Civil
boliviano: “Las excepciones derivadas del contrato son oponibles por el promitente aún contra el tercero”;
artículo 449 del Código Civil portugués: “Sâo oponíveis ao terceiro, por parte do promitente, todos os meios de
defesa derivados do contrato, mas nâo aqueles que advenham de outra relaçâo entre promitente e
promissário”.
785
Artículo 295.4: “En las obligaciones recíprocas, ninguno de los obigados incurre en mora si el otro no cumple
o no se allana a cumplir debidamente lo que le incumbe. Desde que uno de los obligados cumple la obligación,
comienza la mora para el otro”.
786
Artículo 301: “Si dos personas son recíprocamente deudoras por prestaciones monetarias o de la misma
especie, líquidas y exigibles, cada una de las partes puede compensar su deuda con su crédito, hasta la
ascendencia del crédito menor”.
Artículo 302: “La parte interesada en que se produzca la compensación debe notificarlo a la otra. Hecha la
modificación, los efectos de la compensación se retrotraen al momento en que se hizo posible”.
787
Artículo 234: “1. El cumplimiento de la obligación es exigible en el término legal o, en su defecto, en el
expresamente pactado o en el que se infiere de su propia naturaleza.
2. De no existir término, el cumplimiento puede exigirse en cualquier momento y el obligado, en este caso, debe
cumplir la prestación dentro de los quince días contados a partir de la exigencia.
3. La exigibilidad respecto a las obligaciones de no hacer surge desde el momento en que el titular del derecho
conoció o debió conocer el incumplimiento del deber de abstención”.
267
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Se excluyen los que tengan su ratio en la relación entre estipulante y tercero (relación
de valuta) la cual, en principio, es indiferente para el promitente 788.
4. Causas extintivas.
En el ocaso del estudio de esta escabrosa figura jurídica conviene examinar los
supuestos de extinción, a saber:
Artículo 112: “Las acciones civiles prescriben cuando no son ejercitadas dentro de los términos fijados en la
ley”.
788
Apud MARTÍN BERNAL, op. cit., pp. 315-316; ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU, op. cit., p. 229 y GONZÁLEZ
PACANOWSKA, op. cit., pp. 418-419.
789
Fundamentos... I, cit., p. 415 y también LACRUZ BERDEJO, op. cit., pp. 334-335. Con disímil parecer respecto
a la oposición al tercero de la excepción de compensación ex persona promisarii, vid. BONET RAMÓN, op. cit.,
pp. 237-239.
790
Vid. nota (189).
268
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
La vida del derecho del tercero descansa en la validez y eficacia del contrato- base.
Cualquier causa que provoque la ineficacia de éste, conduciría irremediablemente a la
ineficacia de la estipulación a favor de tercero, ya se trate de un supuesto de nulidad (artículo
67 y 68 del Código Civil cubano 791), anulabilidad (artículo del 69 al 73, ambos inclusive del
Código Civil792) o rescisión (artículos 76, 77 y 80 del Código Civil 793), resultando de aplicación
las reglas contenidas en tales preceptos citados y en los principios generales en sede de
ineficacia.
791
Artículo 67: “Son nulos los actos jurídicos realizados:
a) en contra de los intereses de la sociedad o el Estado;
b) por personas que no pueden ejercer su capacidad jurídica;
c) con violencia física;
ch) en contra de una prohibición legal;
d) sin cumplir las formalidades establecidas con carácter de requisito esencial;
e) sólo en apariencia, sin intención de producir efectos jurídicos;
f) con el propósito de encubrir otro acto distinto. En este caso el acto encubierto o disimulado es válido para las
partes si concurren los requisitos esenciales para su validez; y
g) por una persona jurídica en contra de los fines expresados en sus estatutos o reglamento”.
Artículo 68.1: “El acto jurídico nulo no puede ser convalidado y es impugnable en todo momento por parte
interesada o por el fiscal.
2. Las personas capaces no pueden ejercitar la acción de nulidad alegando la incapacidad de aquéllos con
quienes realizaron un acto jurídico”.
792
Artículo 69: “Son anulables los actos jurídicos en los que la manifestación de voluntad esta viciada por error,
fraude o amenaza”.
Artículo 70: “Existe error si:
a) los términos de la manifestación de voluntad no responden a la verdadera intención del manifestante;
b) el manifestante ha querido realizar un acto distinto al efectuado;
c) el manifestante tuvo en cuenta otra cosa u otra persona distinta o de cualidades distintas de aquélla que es
objeto del acto; y
ch) el manifestante prometió una prestación notablemente superior o aceptó una contraprestación claramente
inferior a la que realmente quiso prometer o aceptar “.
Artículo 71: “Existe fraude si una parte infunde una falsa creencia a la otra o la confirma en ella, a fin de que
emita una manifestación de voluntad que en otras circunstancias no habría hecho”.
Artículo 72: “Existe amenaza si el manifestante obra bajo los efectos del temor provocado por medio del anuncio
de un mal contra la vida, el honor o los bienes de él o de un tercero”.
Artículo 73: “El error, el fraude y la amenaza sólo son determinantes de la anulación del acto jurídico si
influyeron decisivamente en su realización”.
793
Artículo 76: “Son rescindibles los actos realizados válidamente:
a) por los tutores sin autorización judicial, siempre que las personas a quienes representan hayan sufrido lesión
en más de la cuarta parte del valor de los bienes que hubiesen sido objeto de dichos actos;
b) por los representantes de los ausentes, siempre que éstos hayan sufrido la lesión a que se refiere el apartado
anterior;
c) por los deudores en fraude de acreedores;
ch) por el demandado sobre un objeto litigioso, sin conocimiento y aprobación de las partes litigantes o de la
autoridad judicial;
d) por los causantes, en el caso de donaciones inoficiosas;
e) por los adjudicatarios de la herencia, si la partición se hace con preterición de algún heredero”.
Artículo 77: “Son también rescindibles los pagos hechos en estado de insolvencia por obligaciones a cuyo
cumplimiento no podía ser compelido el deudor al tiempo de hacerlos”.
Artículo 80: “Procederá también la rescisión de toda obligación cuando circunstancias posteriores,
extraordinarias e imprevisibles al momento de su constitución, la hagan tan onerosa para el deudor que pueda
presumirse, razonablemente, que éste no la hubiera contraído de haber podido prever oportunamente la nueva
situación sobrevenida”.
269
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Como formula un sector de la doctrina española 794, en tal caso sería insignificante la
declaración de voluntad del tercero, en el sentido de querer aprovechar el beneficio que a su
favor nace con el contrato-base. Si su derecho tiene su ratio en el contrato, merced a la
voluntad de las partes, cualquiera sea la causa que aniquila el contrato-base llevaría implícita
que desapareciera la adquisición del derecho por el tercero. Al ausentarse la causa de la
obligación del promitente hacia el tercero, por resultar ineficaz el contrato -base, no existiría
razón para que el promitente cumpliera su obligación frente al beneficiario 795, o en todo caso,
si ya ésta hubiere operado, correspondería el ejercicio de una condictio por enriquecimiento
indebido (artículo 101-1 y 2 del Código Civil cubano) a quien le resulta disminuido su
patrimonio.
Otra de las causas de extinción que se ha de estudiar, por las peculiaridades que ofrece
es la renuncia del tercero.
La citada renuncia implica el rechazo del beneficiario del derecho ya adquirido en virtud
del contrato-estipulación. En efecto, si partimos de que a tenor del contrato-estipulación nace
un derecho independiente del estipulante para el tercero, es dable conferirle entonces a ese
tercero la posibilidad de rechazar o eliminar de su patrimonio el derecho que se adquiere con
independencia de que el tercero conozca o no la estipulación a su favor 798.
La mayoría de los ordenamientos jurídicos reconocen, por tanto, la posibilidad que tiene
el tercero de rechazar el beneficio estipulado y ello obedece a un principio general de tutela
mínima irrenunciable de la autonomía en la esfera jurídico-patrimonial del tercero 799. Como a
nadie se le impone la adquisición de un derecho sin su voluntad, y como el crédito del tercero
nace sin su aquiescencia, lógico es que tales ordenamientos legales le ofrezcan al tercero la
posibilidad de rechazarlo800.
4.3. Revocación de la estipulación.
Otra de las causas con efectos extintivos para la estipulación reconocida por casi todos
los Códigos Civiles801 con un entramado de consecuencias muy atendible, lo es la
revocación.
Como datos adicionales se citan por la doctrina 802 el que debe ser comunicada al
promitente como condición de eficacia, y al beneficiario si a éste se le hubiese hecho saber la
existencia del contrato, sin embargo, en las leyes positivas raramente se exige 803.
Como había apuntado, la revocación supone un poder o facultad jurídica ejecutable por
su titular, sin más límite que la declaración del tercero de querer aprovecharse del beneficio.
Poder que se concreta en una declaración unilateral de voluntad de carácter negocial, la que
debe ser del conocimiento del promitente, pues su ignorancia podría repercutir para el
estipulante, al tenerse por extinguida en tales circunstancias la obligación ejecutable a favor
del tercero ex artículo 261 (aplicación ex analogía legis)804.
4.3.2. Forma.
802
DÍEZ-PICAZO, op. y loc.. ult. cit..
803
Así, artículo 1466 del Código Civil peruano: “Para que el estipulante y sus herederos, en su caso, puedan
hacer valer la revocación o modificación, se requiere que el tercero haya conocido la existencia del contrato y
no haya expresado aún la voluntad de hacer uso de su derecho”.
804
La doctrina, en su afán de polemizar sobre su naturaleza le ha atribuido el valor de derecho potestativo,
equiparable o no a un derecho subjetivo, vid. VON THUR, op. cit., p. 206, e incluso para algunos, ABELIUK, op.
cit., pp. 117-118, se trata de un derecho absoluto y, en consecuencia, no cabe aplicar en su ejercicio la doctrina
del abuso del derecho.
805
Vid. supra, 2.1.2.6.2.2.
806
SALVAT, op. cit., pp. 233-252; BLANCO, Alberto, Curso de Obligaciones y Contratos en el Derecho Civil
español, tomo II - Teoría General de los Contratos, s. ed., Cultural, La Habana, 1942, pp. 50-60; JOSSERAND, op.
cit., pp. 183-226; PLANIOL y RIPERT, op. cit., p. 500; BAUDRY-LACANTINERIE y BARDE, op. cit., pp. 222-223.
807
En nuestro ordenamiento la ya citada Resolución Nº 47/97 del Ministerio de Finanzas y Precios, por la que se
establece el seguro temporario de vida, regula en la DECIMOSEPTIMA de las Condiciones Generales, (Anexo
Nº 4), que tanto la designación como cambio (revocación relativa) de beneficiarios deberá ser avisado por
escrito a la entidad aseguradora.
El Codice en su artículo 1921-1º formula: “La designazione del beneficiario è revocabile con le forme con le
quale può essere fatta a norma dell’articolo precedente(...)”. Dicho artículo (1920-2º) a su vez establece: “La
designazione del beneficiario può essere fatta nel contratto di assicurazione, o con successiva dichiarazione
scritta comunicata all’ assicuratore, o per testamento; (...)”.
En tanto la Ley del Contrato de Seguro de España, asume similar posición que el Codice, al establecer en su
artículo 87-1º que la forma de la revocación será la misma que la establecida para la designación, (artículo 84-
2º). En este sentido expresa REGLERO CAMPOS, op. cit., p. 223, que lo normal será que se haga mediante
declaración escrita comunicada al asegurador y, con menos frecuencia en testamento.
272
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
de la autonomía de la voluntad (ex artículo 312 del Código Civil cubano), podría
reglamentarse una forma determinada para la ulterior revocación (forma ex voluntate).
808
Esta posición la reconocen el BGB (§332), el Código Civil brasilero (artículo 1100, párrafo único), el Codice
(artículo 1412-1º referida a la revocación de la prestación que debe ser hecha después de la muerte del
estipulante), y el Código Civil paraguayo (artículo 735-1º y con idéntica formulación que la del Codice).
273
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
4.3.3. Modalidades.
Tanto el Código Civil cubano como el Código Civil español guardan silencio sobre la
titularidad del poder de revocación. De inicio, la doctrina 812 y algunos Códigos Civiles
foráneos813 se muestran partidarios en que pertenece al estipulante. Más, el promitente
pudiera tener interés en la ejecución de la prestación a favor del tercero, siendo entonces
necesaria su aquiescencia para que el estipulante revoque por sí solo con la anuencia de él,
o lo hagan ambos, operando un negocio distinto, a saber: el mutuo disenso -como ya
expuse-. En el primer caso la intervención del promitente se concretaría a asentir tan sólo la
revocación del estipulante, siendo un presupuesto de la eficacia de aquella. En el segundo,
se daría lo que llama la doctrina una revocación conjunta 814.
Autores como ROCA SASTRE y PUIG BRUTAU815 estiman que sería más lógico que la
facultad de revocar fuera conjuntamente de estipulante y promitente en todos los casos de
contratos onerosos, exceptuando el seguro de vida en que tal poder corresponda al
estipulante816.
809
Op. cit., p. 373.
810
Vid. artículo 460-2º del Código Civil cubano y Resolución 47/97 del Ministro de Finanzas y Precios, ya
citada, (Anexo Nº 4 – 17ª de las Condiciones Generales) relativa al seguro temporario de vida y en la
legislación comparada: artículo 1100-1º del Código Civil brasilero; artículo 734 del Código Civil paraguayo y
artículo 1463 del Código Civil peruano.
812
Vid. PLANIOL y RIPERT, op. cit., p. 499; BONET RAMÓN, op. cit., pp. 231-232; ALBALADEJO, op. cit., p. 479;
CASALS COLLDECARRERA, op. cit., p. 373; LACRUZ BERDEJO, op. cit., p. 333; GONZÁLEZ PACANOWSKA, op. cit., p.
404; GIORGI, op. cit., volumen III, p. 440; ENTENZA ESCOBAR, op. cit., pp. 10-11.
813
En este sentido, artículo 448 del Código Civil portugués: “O direito de revogação pertence ao promissário
(...)”; artículo 1466 del Código Civil peruano: “Para que el estipulante y sus herederos, en su caso, puedan
hacer valer la revocación o modificación(...)” ; artículo 527-II del Código Civil boliviano: “(...) Pero podrá el
estipulante revocar o modificar la estipulación“; artículo 735-1º del Código Civil paraguayo: “Si la prestación
debiere ser efectuada al tercero después de la muerte del estipulante, podrá éste revocar el beneficio aún
mediante disposición testamentaria y aunque el tercero hubiera declarado que quiere aprovecharlo, salvo que
en este último caso el estipulante hubiere renunciado por escrito a su poder de revocación”; artículo 1100,
párrafo primero, del Código Civil brasilero: “O estipulante pode reservar-se o dereito de substituir o terceiro
designado no contrato, (...)”.
814
Vid. PUIG BRUTAU, op. cit., pp. 270-290; ALBALADEJO, op. cit., pp. 428-435.
815
Op. cit., p. 231.
816
El artículo 87-1º de la Ley del Contrato de Seguro de España así lo establece, (corresponde la facultad de
revocar al tomador del seguro). En Cuba la Resolución 47/97 sobre seguro temporario de vida, ya citada,
274
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
En la doctrina se estima que será necesario el acuerdo del promitente para revocar,
cuando así se haya pactado (ex artículo 312 del Código Civil), o así pueda deducirse de las
circunstancias que el promitente tiene un interés propio en la atribución al tercero o, cuando
la eventual revocación determine un cambio perjudicial en la posición del promitente 817.
Sobre este último extremo se ha objetado por autores como GONZÁLEZ PACANOWSKA818, con
aguda observación, que más que agravarle la posición contractual al promitente, bastante
dudoso por cierto, lo que no debe admitirse sin la aquiescencia del promitente sería la
modificación del contenido de la obligación, supuesto en que sí pudiera resultar más gravosa
su situación.
4.3.5. Efectos.
Lo mismo la una que la otra, hacen desaparecer el derecho del tercero a los beneficios
que la estipulación lleva consigo. Ahora bien, ante tal situación, ¿quién será el destinatario de
la prestación dirigida en un inicio al tercero? El principio general aducido se concreta en
beneficiar al estipulante o a sus herederos. Incluso, hay autores como BETTI819 que lo
describen como un caso de conversión del negocio jurídico. Al renunciar el tercero al
beneficio conferido, pasa entonces a manos del estipulante la posición de acreedor de la
prestación, convalidándose el negocio, ante la posible ineficacia que la renuncia del tercero
pudiera comportar, pero, la propia doctrina se ha encargado de poner coto al citado principio,
y para ello se ha tratado de buscar la respuesta en la propia naturaleza del contrato o en la
voluntad de las partes.
a) Cuando se trata de una donación sub modo, la que, por su propia naturaleza,
impediría que el modo con el que se le grava al donatario (promitente) repercuta a
favor del estipulante. En tal caso dada la liberalidad que la donación representa,
también lo dispone (Anexo 4, 17ª Condición General). En tanto que en contratos de otra naturaleza, como los
de cuentas de ahorro con designación de beneficiario, tal designación puede ser revocada, libremente por el
titular de la cuenta, -también estipulante-, (vid. Regla DECIMOQUINTA de la Resolución Nº 76/1988 de 22 de
abril del Presidente del Banco Popular de Ahorro, contentiva de las Reglas del Servicio de Ahorro).
817
LARROUMET y MONDOLONI, op. cit., p. 7, defienden esa tesis esgrimiendo que: “(...) la révocation n’est possible
de la part du stipulant que si le promettant ne s’y est pas opposé dans l’acte générateur de la stipulation pour
autrui. Or, il pourrait éventuellement avoir intérêt à le faire “.
818
Op. cit., p. 405.
819
Op. cit., pp. 424-426.
820
Op. cit., p. 406.
821
Op. cit., pp. 373-374.
275
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
Este ha sido el sentir de los Códigos Civiles que regulan el destino de la prestación tras
el rechazo del tercero o la revocación del estipulante o de quien proceda, según el caso: en
principio, debe favorecer al estipulante, salvo que otra cosa resulte de la voluntad de las
partes o de la naturaleza del contrato 826, con ello los legisladores han sabido matizar la in
extremis deferencia con la que tradicionalmente se ha revestido al estipulante.
822
Artículo 55: ”1: En los actos jurídicos gratuitos, la parte que otorga el beneficio puede imponer al beneficiario
la obligación de efectuar una prestación en su propio interés, o interés de un tercero, siempre que no
desnaturalice el carácter gratuito del acto.
2. El modo a que se refiere el apartado anterior ha de ser lícito y posible; en caso contrario, se tiene por no
puesto, subsistiendo el acto”.
823
Op. cit., pp. 223-224.
824
En la doctrina italiana GAZZONI, op. cit., p. 891, sitúa el caso: “(...) del contratto di servitú che presuppone la
propietà del fondo dominante in capo al terzo o a quelli intuitus personae con conseguente personalità della
prestazione per il terzo”.
825
Cfr. LARUZ BERDEJO, op. cit., p. 333.
826
Así, artículo 1411-3º del Codice, artículo 733-2º del Código Civil paraguayo; artículo 528 del Código Civil
boliviano, y artículo 1032 del Código Civil costarricense.
276
Msc. Leonardo B. PÉREZ GALLARDO.
BIBLIOGRAFÍA:
DOCTRINA:
FUENTES LEGALES:
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