La Imposibilidad Del Hombre, Dennis Priebe
La Imposibilidad Del Hombre, Dennis Priebe
La Imposibilidad Del Hombre, Dennis Priebe
Definiciones.-
Es crucial que definamos pecado, pureza y perfección tan cuidadosamente como sea posible. Si el
significado primario de pecado es naturaleza pecaminosa, luego ya somos pecadores al nacer en este
mundo. Sin embargo, si su significado es el de carácter pecaminoso, entonces llegamos a ser pecadores
por las elecciones que hacemos después de poder escoger entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo
injusto. Si el pecado es nuestra naturaleza, sobre esto no tenemos control, y somos pecadores por natu-
raleza. Si el pecado es nuestro carácter, ciertamente tenemos control sobre las elecciones que hacemos,
y somos pecadores por elección o porque escogemos.
Sobre la misma base, si la impecabilidad quiere decir una naturaleza pura, luego es posible en la
segunda venida de Cristo, pues retenemos nuestra naturaleza pecaminosa hasta ese tiempo. No obstan-
te, si la impecabilidad significa un carácter puro, esto es posible siempre que escojamos no pecar.
Nuestra definición de pecado es el factor determinante. Si nos estamos refiriendo a naturaleza cuando
utilizamos la palabra pecado, no puede existir perfección hasta la segunda venida de Cristo. Si estamos
haciendo alusión al carácter cuando usamos el término pecado, entonces la impecabilidad es una posi-
bilidad antes de la segunda venida.
Con estas definiciones en mente dispongámonos a analizar la palabra perfección. Hay al menos
cuatro definiciones de perfección que son relevantes aquí. La primera es la perfección absoluta. Se dice
algunas veces que como seres humanos nunca podemos ser absolutamente perfectos, y esto es cierto
pues esta condición atañe sólo a Dios. No hay otra perfección absoluta, y esta no es accesible a los se-
Pág. 2
res creados, ya sean seres humanos o ángeles. “La perfección angélica falló en el cielo. La perfección
humana falló en el Edén” Our High Calling:45.
Cuando Lucifer empezó a sugerir por primera vez que Dios era injusto, casi la mitad de la hueste
angélica le escuchó y pensó que podría estar en lo correcto. Vea La Historia de la Redención: 18. En-
tonces realizó un concilio celestial en el cual estableció la verdad acerca de Jesucristo, Dios pleno,
mostrando así que la recusación de Lucifer era infundamentada. Vea PP:14-15. Pasado el concilio,
aproximadamente un tercio de los ángeles se declararon por Lucifer y fueron arrojados del cielo. Vea
3T:115.
Esto implica que un número significativo de los ángeles, quienes habían escuchado a Lucifer y
habían pensado que estaba en lo correcto, cambiaron de parecer.
En consecuencia, no podemos utilizar el término perfección absoluta para describir estos ángeles,
quienes mudaron sus ideas acerca de Dios y Lucifer. En efecto, los ángeles no se convencieron plena-
mente de la rectitud de Dios y de lo errado de Satanás sino hasta la cruz. Algunos de ellos hasta ese
momento aparentemente no se persuadieron de que las acusaciones de Satanás eran falsas. Solamente
entonces fue despojado completamente éste de todos los afectos de los seres celestiales. Su simpatía
por Satanás terminó en la cruz. Vea DTG:706-710. Seguramente entonces, es justo decir que la perfec-
ción absoluta no es un término que podamos aplicar al discutir la justicia por la fe, ya que ni aún cobija
a los ángeles, sino únicamente a Dios.
La segunda definición de perfección es la naturaleza perfecta y ésta será eliminada solamente en
ocasión de la segunda venida de Cristo, luego de lo cual ya no habrá más insinuaciones pecaminosas
desde nuestro interior. Así, la naturaleza perfecta, la cual incluye la extirpación de la tentación desde
nuestro interior ocurrirá únicamente en la segunda venida. Antes de esto no podremos experimentar la
posesión de una naturaleza perfecta.
Sin embargo, si nuestras definiciones de pecado e impecabilidad se enfocan en el carácter, enton-
ces seguramente podemos discutir significados de la perfección accesibles a nosotros hoy. Hay al me-
nos dos aspectos del carácter que pueden ser descritos por las palabras perfecto o perfección. El prime-
ro es la rendición del carácter. Esto ocurre al momento de la conversión, cuando entregamos nuestras
vidas completamente a Cristo. En ese momento somos contados perfectos en él. Nuestra perfección es
completa en ese momento, mas solo estamos empezando la carrera cristiana. Nos hemos rendido por
completo, hasta el punto de que nos entendemos a nosotros mismos y reconocemos la voluntad de Dios
para nosotros. Dios aceptará la entrega completa de todo lo que sepamos de nosotros mismos hasta ese
tiempo. Así nuestra rendición del carácter es perfecta al ser considerada perfecta por Dios.
Pero hay otro concepto que debemos examinar, la maduración del carácter. Si creemos que el pe-
cado está sobre la base de la elección, también debemos creer que podemos elegir no pecar. Un carácter
cuerdo es simplemente la madurez de la cosecha en la vida individual. Nos estamos arraigando en Cris-
to, madurando en él, cuando ya no escogemos más pecar contra Dios. Elegimos no rebelarnos, y esto
puede acontecer en cualquier momento. Si Jesucristo realmente vive dentro de nosotros a través de los
procesos de justificación y santificación, entonces cuando él controla nuestras vidas, no pecamos, pues
Cristo no peca. Cristo no hace nada en desarmonía con su voluntad. Cuando pecamos, estamos esco-
giendo el control de Satanás, le estamos permitiendo que domine nuestras vidas.
Este concepto puede ser expresado en una forma simple aunque clara. Cristo dentro, el pecado
afuera. El pecado dentro, Cristo afuera. No podemos tener a Cristo y al pecado reinando sobre el trono
de la vida a la vez. Cristo no aceptará un corazón dividido. En un carácter maduro Cristo ejerce un con-
trol absoluto y total y la persona no estará escogiendo opciones rebeldes. Elige no rebelarse contra Dios
ni en pensamiento, ni en palabra, ni en acción. Lo que estamos haciendo acá es enfocándonos en lo que
Dios puede hacer, no en lo que el individuo no puede. Podemos hablar por horas acerca de las imposi-
bilidades del hombre caído, mas ¿por qué no hablar de las posibilidades de Dios? ¿Por qué no podemos
hablar de lo que es posible?
Pág. 3
En relación a nuestras definiciones, las que son más importantes para nuestro estudio, son aque-
llas categorías sobre las cuales ejercemos control. Si creemos que el pecado es por elección, entonces
también admitiremos que podemos escoger obedecer. Podemos decidir rendirnos y crecer en madurez
de carácter. A todos los cristianos entregados a su Maestro les es posible poseer un carácter puro gra-
cias al poder que Cristo provee para lograr la victoria. Así la perfección cuidadosamente definida, es
una realidad; no es una imposibilidad. Son entonces las áreas sobre las cuales ejercemos control las que
debemos estudiar.
El nuevo nacimiento trae perfección en Cristo, lo cual es siempre suficiente para salvación. So-
mos salvos sobre la base de esa rendición; el problema es que la interrumpimos. El poder de Cristo que
mora en nosotros no cambia, pero nuestra rendición a Cristo no es constante. Son las interrupciones las
que pueden y deben cesar, permitiendo así que Cristo nos controle totalmente a todo momento. El fac-
tor variable es la constancia de nuestra entrega. El poder de Cristo es constante, pero nuestra relación
fluctúa a veces.
Por naturaleza siempre seremos pecaminosos hasta que Cristo venga, pero podemos decidir no
hacer elecciones contra la voluntad de Dios. Realmente podemos poseer un carácter perfecto en una na-
turaleza pecaminosa. Vemos aquí la importancia vital de una correcta comprensión de la naturaleza de
Cristo. Si Cristo venció los impulsos de su naturaleza pecaminosa a través del control del Espíritu San-
to, luego el mismo método es válido para nosotros. Empero si Cristo no tuvo nuestra naturaleza, enton-
ces el método no es muy claro. Es muy importante que se nos recuerde en este punto que la culpa no
nos es imputada a causa de nuestra naturaleza, sino solamente debido a las opciones hechas y al subsi-
guiente carácter desarrollado.
La Perfección en la Biblia.-
Judas 24 expresa una verdad muy importante tocante a lo que Cristo puede hacer. “Y a Aquel que
es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”.
¿Puede guardarnos Cristo de caer? Judas bajo inspiración, lo afirma decididamente. De ahí que caer no
es una realidad inevitable para nuestras vidas. Cristo puede guardarnos de caer. En Fil. 4:13 encontra-
mos otra declaración que debemos considerar seriamente. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
¿Son posibles todas las cosas a través de Jesucristo? ¿Es realmente cierto que la victoria sobre el peca-
do es posible?
2 Pedro 2:9 dice, “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos”. Entonces no es necesario que
cedamos a la tentación pues Cristo puede librarnos de ella. No podemos autoliberarnos de la tentación,
pero Cristo sí puede hacerlo. El proveerá una vía de escape si nosotros lo deseamos y estamos dispues-
tos. 1 Cor. 10:13 añade: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es
Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con
la tentación la salida, para que podáis soportar”. Dios ha prometido que no permitirá que nos sobreven-
ga una tentación demasiado fuerte, pues esto causaría nuestra caída inevitable. Esto significa que con
toda tentación se otorga también una vía de liberación. No nos sobrevendrá ninguna tentación que pue-
da hacernos pecar irremediablemente. Dios ha prometido que si confiamos en él nos mostrará la vía de
escape a cada tentación.
1 Pedro 2:21-22 declara, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por
nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en
su boca”. Reconocemos que Cristo vivió una vida sin pecado, pero a veces no queremos admitir que él
es también nuestro ejemplo, invitándonos a seguir en sus pasos. Por supuesto, esto asume que Cristo
nació como nosotros, sintiendo nuestras tentaciones y experimentando nuestros deseos. Si todo eso fue
cierto para él y no pecó, entonces ciertamente puede ser un ejemplo para nosotros.
1 Juan 3:2-9 es un pasaje significativo en relación a nuestra posición después de la conversión.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
Pág. 4
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel
que tiene esta esperanza en él, se purifica a si mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pe-
cado, infringe también la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para qui-
tar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él no peca; todo aquel que
peca, no le ha visto, ni le ha conocido ... El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca
desde el principio ... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de
Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. Si estamos en Cristo, no estamos
en rebelión contra él; el pecado es rebelión. Si permanecemos en él, no pecaremos, pues él no peca en
nosotros. Aquí volvemos a nuestra declaración anterior de que Cristo no peca. Luego si moramos en
Cristo constantemente, él no estará pecando en nosotros. Así no nos estaremos rebelando en pensa-
miento, ni en palabra, ni en acción mientras permanezcamos en él.
En Apoc. 3:21 encontramos una magnífica declaración. “Al que venciere le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. El modelo a
seguir para vencer es Jesucristo, y debemos vencer como él lo hizo. Ciertamente debemos depender de
su fuerza y de su poder, pero sigue siendo cierto que venceremos como él venció. 2 Cor. 10:5 es otro
versículo clásico. “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
El ideal de Dios para nosotros es que llevemos todo pensamiento en cautividad a Cristo. No so-
lamente los pensamientos positivos, sino aún los negativos, para que él controle todos nuestros pensa-
mientos y nuestras actitudes. Gál. 5:16 añade: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne”. Si el Espíritu Santo está al control, no sucumbiremos a los deseos de nuestra natu-
raleza. No tenemos por qué caer y fallar constantemente, una y otra vez. La promesa de las Escrituras
es que podemos vencer y podemos obtener victorias sucesivas en la batalla contra la carne.
Elena de White habla clara y poderosamente del tema del crecimiento hasta la madurez. “Pode-
mos vencer. Si; completamente, enteramente. Jesús murió para proveernos un camino de escape,
para que podamos vencer todo mal temperamento, todo pecado, toda tentación y sentarnos fi-
nalmente con él” 1T:144. Por favor note que todo pecado debe ser vencido. Pero debemos recordar al
leer estas sentencias que nosotros vencemos, no por nuestra propia fuerza, sino solamente a través de la
rendición al poder de Dios, mientras permitimos que Jesús more en nuestro interior constantemente. “Si
os colocáis bajo el estandarte teñido de sangre del príncipe Emanuel, estando fielmente a su ser-
vicio, nunca cederéis a la tentación; pues hay uno a vuestro lado quien es capaz de guardaros sin
caer” Our High Calling:19. ¡Qué verdad más maravillosa! No tenemos por qué ceder a ninguna tenta-
ción. ¿Por qué? Porque hay uno a nuestro lado quien puede guardarnos sin caer. El poder de Dios es
mucho más fuerte que el de Satanás. Si mantenemos a Dios en el trono del corazón constantemente, no
hay razón para caer.
“No hay disculpa para el pecado. Un temperamento santo, una vida semejante a la de Cris-
to, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y creyente” DTG:278. Pero miremos atrás al con-
texto inmediato de esta declaración. Elena de White expresa que el ideal de Dios para sus hijos es más
alto de lo que puede concebirlo cualquier mente humana y se refiere a la orden de Jesús de ser perfec-
tos como el Padre en el cielo lo es. Agrega que esta orden es una promesa y que Dios desea que seamos
completamente libres del poder de Satanás.
“Los ataques de Satanás no deben ser estimados como excusa para un sólo acto malo. Satanás se
regocija cuando oye a los profesos seguidores de Cristo interponer excusas por su deformidad de carác-
ter. Son precisamente estas excusas las que llevan a pecar”. A la luz de estos pensamientos, Elena de
White dice que no hay excusa para pecar. ¿No estamos en peligro de excusarnos cuando decimos, “Yo
peco todos los días. No puedo hacer otra cosa. Mi naturaleza es pecar. Pecar es inevitable”? ¿No hace-
Pág. 5
mos jubiloso a Satanás cuando nos excusamos por nuestros caracteres deformes? No hay excusa para
pecar. Ciertamente tenemos una excusa por haber nacido en un mundo lleno de pecado y haber hereda-
do una naturaleza caída, pues no tenemos elección o control sobre esto; pero también es cierto que te-
nemos el poder de elegir y tenemos control sobre el pecado. A eso se refiere Elena de White cuando
habla de perfección e impecabilidad.
Elena de White nos dice que si estuviéramos en sujeción a Dios como lo estuvo Cristo, poseería-
mos su perfecta humanidad. Vea DTG:619. “Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación.
Así también podemos hacer nosotros” DTG:98. Es realmente un asombroso concepto aquel de que
no tenemos que ceder a la tentación, ni en un pensamiento, si estamos siendo controlados por Jesús.
“La vida que Cristo vivió en este mundo puede ser vivida, a través de su poder y bajo su instruc-
ción, por todos los hombres y mujeres. Al enfrentar a Satanás, pueden ellos disponer de toda la
ayuda a la que Cristo tuvo acceso. Pueden ser más que vencedores a través de Aquel quien los
amó y se dio a si mismo por ellos” 9T:22. Ya hemos visto que Cristo no tuvo acceso a algo diferente
de lo que podamos nosotros requerir. El poder de Cristo emanaba del control de su vida por el Espíritu
Santo y nosotros podemos tener ese mismo poder si nos sometemos a Dios como él lo hizo (Vea el ar-
tículo: “Cómo Vivió Cristo?).
Cristo vino a esta tierra para mostrarnos que podemos obedecer la ley de Dios, si dependemos del
poder del Padre como lo hizo él. Vea RH, 4 de Julio de 1912. “Esa vida en nosotros producirá el
mismo carácter y manifestará las mismas obras que manifestó en él. Así estaremos en armonía
con cada precepto de su ley” El Discurso Maestro de Jesucristo: 68.
Estas declaraciones dejan muy claro que: 1) La ley de Dios puede ser obedecida. 2) Que la obe-
diencia es posible solamente a través del poder dinámico de Dios permeando y controlando la débil y
pecaminosa naturaleza, que es nuestra por herencia.
La siguiente declaración señala uno de los propósitos de la encarnación. Cristo vino con nuestra
naturaleza débil y caída a mostrarnos que no es necesario que nos desanimemos por haber heredado
una naturaleza caída. Él probó, para aliento nuestro, que si la humanidad está controlada por la divini-
dad, no hay lugar para el pecado en la vida. “El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humani-
dad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza
humana les impida vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina”, y
su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca” El
Ministerio de Curación:136. “Cristo vino a esta tierra y vivió una vida de perfecta obediencia, para
que los hombres y las mujeres, a través de su gracia, pudieran también vivir vidas de perfecta
obediencia. Esto es necesario para la salvación de todos” RH, 15 de Marzo de 1906. Cualquier cosa
de las que Cristo realizó, incluyendo su obediencia perfecta, está abierta a todos aquellos quienes usen
el mismo método de vencer que él usó.
Elena de White es muy explícita al exponer que la causa de nuestros fracasos y pecados está en
nuestra propia voluntad en vez de en nuestra debilitada naturaleza humana (Vea PVGM: 266). “Me-
diante el plan de redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo pecaminoso y resis-
tir cada tentación, no importa cuan poderosa sea” 1 MS: 94. Es un concepto repetitivo en sus escri-
tos el de que toda tentación puede ser resistida por el poder de Cristo. Si ciertamente, toda tentación es
alejada por la voluntad, entonces el resultado inevitable será que no pecaremos.
El concepto de vivir sin pecar es precisamente el foco central de las siguientes tres declaraciones.
El poder de Cristo morando en una persona es más fuerte que cualquier tentación a pecar. “No os incli-
néis a la cómoda silla de Satanás diciendo que no hay caso, que no podéis vencer el pecado, que
no hay poder en vosotros para vencer. No hay poder en vosotros aparte de Cristo, pero es vuestro
privilegio tenerlo morando en vuestro corazón por la fe, y él puede vencer el pecado en vosotros,
cuando cooperáis con sus esfuerzos” Our High Calling:76. “A todo aquel que se entregue comple-
tamente a Dios le es dado el privilegio de vivir sin pecado, en obediencia a la ley del cielo”. “Dios
requiere de nosotros obediencia perfecta” RH, 27 de Septiembre de 1906. “Cristo murió para ha-
Pág. 6
cer posible en nosotros el dejar de pecar, y el pecado es la transgresión de la ley” RH, 28 de Agos-
to de 1894.
Elena de White enfatiza que Dios requiere la perfección moral. Nunca debemos rebajar la norma
a causa de las tendencias a pecar, ya sean éstas heredadas o cultivadas. De hecho, la imperfección de
carácter es pecado y debe ser corregida. “La perfección en acción” se manifiesta a sí misma en la me-
dida que el individuo progresa hacia un carácter perfecto. Vea PVGM:265-267. Algunos han tratado de
hacer una separación entre la relación personal con Dios y el comportamiento, aduciendo que uno pue-
de tener una viva relación con Dios aunque el comportamiento personal todavía sea un poco defectuo-
so. Debería estar claro como el cristal que cuando la motivación y los deseos del corazón están en ar-
monía con la voluntad de Dios, las acciones externas harán lo mismo.
Al hablar de los últimos eventos en esta historia terrenal, Elena de White es muy específica al de-
clarar que el pueblo de Dios estará ganando victorias sobre los pecados personales. “Pero antes de que
venga ese tiempo (la segunda venida), todo lo que sea imperfecto en nosotros habrá sido visto y
quitado. Toda envidia, y celos y malas sospechas, y todo plan egoísta, habrán sido eliminados de
la vida” 3MS:488. Esta declaración prueba en forma concluyente que el pueblo de Dios no estará pe-
cando hasta la segunda venida de Cristo, como algunos pretenden. Aún los motivos y los sentimientos
perversos serán vencidos por el poder de Cristo antes de la segunda venida.
Ahora hemos llegado a un principio extremadamente importante en nuestra consideración del te-
ma de la perfección. ¿Por qué es importante la perfección? ¿Qué prueba ésta? “La misma imagen de
Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprome-
tidos en la perfección del carácter de su pueblo” DTG:625. “El honor de Cristo debe estar com-
pleto en la perfección del carácter de su pueblo escogido” Signs of the Time, 25 de Noviembre de
1897. El propósito de la perfección del carácter no es tanto que podemos ser salvos. La salvación ya ha
sido alcanzada al rendir el carácter, en ocasión de la justificación. La perfección tiene que ver con la
credibilidad de la Palabra de Dios. Dios ha dicho que su ley es razonable y puede ser obedecida. Sata-
nás ha desafiado esta aseveración, y la decisión final no ha sido dada todavía.
El pueblo remanente de Dios tendrá un papel que jugar en la vindicación de la credibilidad de su
Palabra. En realidad, Dios vindicará su propio nombre al proveer a su pueblo con el poder divino nece-
sario para obedecer su ley perfectamente. “Si alguna vez hubo un pueblo en necesidad de una cons-
tante luz creciente del cielo, es el pueblo que, en este tiempo de peligro, Dios ha llamado a ser los
depositarios de su santa ley y a vindicar su carácter ante el mundo” 5 T:746. “Cómo ha de ser el
mundo iluminado, salvo por las vidas de los seguidores de Cristo?” “El pueblo de Dios va a reflejar an-
te el mundo los brillantes rayos de su gloria”. “Dios ha declarado abiertamente que él espera que sea-
mos perfectos, y debido a esto, ha hecho provisión para que seamos partícipes de la naturaleza divina”
RH, 28 de Enero de 1904. Así el carácter perfecto desarrollado por el pueblo de Dios es crucialmente
importante para la resolución final de la gran controversia entre Cristo y Satanás. En realidad, esta ra-
zón para acentuar el concepto de la perfección en el pueblo de Dios en el tiempo del fin, puede ser di-
cho en pocas palabras fácilmente. La afirmación de Dios es que la obediencia total es posible; la de Sa-
tanás es que un carácter y una naturaleza pecaminosa hacen la obediencia imposible. ¿Quién está di-
ciendo la verdad? Solamente el remanente de Dios puede probar que Satanás es un mentiroso.
Será totalmente imposible para cualquiera de nosotros recibir el sello de Dios mientras tengamos
caracteres defectuosos. No pude haber ni arrugas, ni manchas en los templos de nuestra alma (Vea
5T:214). “Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por no-
sotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido
a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento ... Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de
Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo
en él ningún pecado del cual Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben en-
contrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia” El Conflicto de los Siglos:680-
681.
Pág. 7
este tema. “Dios requiere perfección de carácter de sus hijos”. “Podemos decir que nos es imposi-
ble alcanzar la norma de Dios; mas cuando Cristo vino como nuestro substituto y garante, fue
como un ser humano ... Con su divinidad velada por la humanidad, vivió una vida de perfecta
obediencia a la ley de Dios”. “Como vivió Cristo la ley en la humanidad, de la misma forma po-
demos hacerlo nosotros si nos aferramos del Fuerte a fin de obtener fuerza” Signs of the Time, 4
de Marzo de 1897.
¿Ve usted cuan importante es entender la naturaleza que Cristo tomó y el método que usó para
obedecer? “A nadie se le impide alcanzar, en su esfera, la perfección de un carácter cristiano ...
Dios nos invita a que alcancemos la norma de perfección y pone como ejemplo delante de noso-
tros el carácter de Cristo. En su humanidad, perfeccionada por una vida de constante resistencia
al mal, el Salvador mostró que cooperando con la divinidad los seres humanos pueden alcanzar
la perfección de carácter en esta vida. Es esa la seguridad que nos da Dios de que nosotros tam-
bién podemos obtener una victoria completa” Hechos de los Apóstoles:424.
Si la naturaleza de Cristo fue diferente a la nuestra, o si usó un método diferente de vencer el pe-
cado del que nosotros podemos usar, seguramente estaría más allá de cualquier posibilidad razonable el
que alguna vez pudiéramos hacer lo que él hizo. Mas porque su naturaleza fue la nuestra y su método
fue el mismo nuestro, tenemos esperanza para una completa victoria en nuestras vidas. Él nos mostró
cómo hacer posible lo imposible, a través de su poder y alentados por su ejemplo. “En su vida y ca-
rácter, no solo revela el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre” 1MS:409. “Él vino a
cumplir toda la justicia, y, como la cabeza de la humanidad, mostrar al hombre que puede hacer
la misma obra, cumpliendo toda especificación de los requerimientos de Dios ... La perfección de
carácter puede ser obtenida por todo aquel quien se esfuerce por conseguirla” God´s Amazing
Grace:141.
Elena de White fue muy fuerte en su reprensión a aquellos que negaban la posibilidad de vivir vi-
das perfectas. “Se requiere obediencia perfecta, y a aquellos que dicen que no es posible vivir una
vida perfecta echan sobre Dios la imputación de injusticia y falsedad” Manuscrito 148, 1899. Las
razones por las que ella insistió en la necesidad de creer en la posibilidad de la perfección fueron do-
bles: Primero, debido al peligro psicológico de excusar los propios pecados personales, y segundo, la
necesidad de mantener en primer plano en la mente el poder de Cristo para dar victoria sobre cualquie-
ra y todos los pecados personales. “El amar y querer el pecado, es amar y querer a su autor, aquel
enemigo mortal de Cristo. Cuando ellos (el pueblo profeso de Dios) excusan el pecado y se afe-
rran a la perversidad de carácter, le están dando a Satanás un lugar en sus afectos y le rinden
homenaje” Our High Calling:321. “Aquel que no tiene suficiente fe en Cristo para creer que lo
puede guardar de pecar, no tiene la fe que le dará la entrada al reino de Dios” RH, 10 de Marzo de
1904.
Estas son declaraciones clásicas de Elena de White en el área de la perfección y de la impecabili-
dad. Constantemente está hablando acerca de vencer y afirmando que no tenemos por qué ceder a la
tentación. Ella asegura que podemos, a través de la dependencia del poder de Cristo, vencer como él
venció. Él nos mostró cómo, y nosotros podemos seguir en sus pisadas. Una y otra vez Elena de White
dice que podemos vivir vidas de obediencia a Dios, y está cómoda usando la palabra impecabilidad
(pureza) cuando usa el término en este contexto.
La pregunta que muchos parecen estar formulando hoy es: ¿Ha logrado alguien alguna vez esta
perfección de carácter? ¿Quién entre nosotros es perfecto? Elena de White responde: “El piadoso ca-
rácter de este profeta (Enoc) representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que
serán ´redimidos de entre la tierra´... en el tiempo de la segunda venida de Cristo” PP:77. Ella
describe a Enoc como viviendo necesariamente en un tiempo cuando la polución moral hervía a su al-
rededor, pero su mente estaba en Dios y en las cosas celestiales. Su rostro estaba iluminado con la luz
que brilla en el semblante de Jesús. La atmósfera que respiró estaba manchada con pecado y corrup-
ción, sin embargo vivió una vida de santidad y se sostuvo sin contaminarse de los pecados prevalecien-
Pág. 9
tes de la época. Vea 2T:122. Aparentemente Enoc escogió no pecar. Eligió colocar su vida en armonía
con la de Cristo en un tiempo cuando las cosas eran tan malas como alguna vez lo han sido en la histo-
ria de este mundo.
“Algunos pocos en cada generación desde Adán resistieron a cada uno de sus artificios y se
erigieron como nobles representantes de lo que estaba en el poder del hombre hacer y ser ... Enoc
y Elías son los correctos representantes de lo que la raza humana debería ser a través de la fe en
Jesús si así lo escogieran y decidieran. Satanás estuvo profundamente perturbado debido a que
estos santos y nobles hombres se mantenían incorruptos entre la polución moral que los rodeaba,
y fueron contados dignos de ser trasladados al cielo. Como habían permanecido fijos en noble
rectitud en el poder moral, venciendo las tentaciones de Satanás, no los pudo llevar bajo el domi-
nio de la muerte. Él se había atribuido la victoria de que había tenido poder para vencer a Moisés
con sus tentaciones y de que había podido estropear su ilustre carácter y guiarlo al pecado de
atribuirse para sí mismo, delante del pueblo, la gloria que pertenecía a Dios” RH, 3 de Marzo de
1894.
Aparentemente hubo algo especial acerca de los caracteres desarrollados por Enoc y Elías antes
de su traslación. Ellos en efecto, escogieron resistir al pecado por el poder de Dios. Entonces encon-
tramos estas maravillosa declaración: “Y en nuestros días también hay Enocs” PVGM:267. Así que,
¿ha logrado alguien este tipo de perfección de carácter? La respuesta parece obvia.
La respuesta de Elena de White a esta pregunta es muy clara. “Cuanto más cerca estéis de Je-
sús, más imperfectos os reconoceréis, porque veréis más claramente vuestros defectos a la luz del
contraste de su perfecta naturaleza. Esta es una evidencia de que los engaños de Satanás han
perdido su poder y de que el Espíritu de Dios os está despertando” CC:64-65. Mientras más se
pongan nuestras vidas en armonía con Jesús, menos veremos que hay bondad en nosotros. Mientras
más cerca estemos de su ideal, más indignos nos sentiremos. “Cuanto más nos acerquemos a Él y
cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente veremos la
extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a noso-
tros mismos” HAp:448.
Aseveraremos entonces ser perfectos o sin pecado? “Los que en verdad tratan de perfeccionar
un carácter cristiano nunca acariciarán el pensamiento de que no tienen pecado” Edificación del
Carácter: 5. “No nos jactaremos de nuestra santidad ... No podemos decir, ´estoy sin pecado´, has-
ta que este vil cuerpo sea cambiado y moldeado al glorioso cuerpo de Cristo”. Signs of the Time,
23 de Marzo de 1888. “Cuando el conflicto de la vida se termine ... Cuando los santos de Dios estén
glorificados, entonces y solamente entonces será seguro proclamar que somos salvos y sin peca-
do” Signs of the Time, 16 de Mayo de 1895.
Estos pasajes se refieren a la aseveración de impecabilidad, al pensamiento en nuestras mentes de
que no tenemos pecado. Por favor note que el último párrafo citado dice que solamente cuando estemos
glorificados será cierto asegurar que estamos salvos y sin pecado. ¿Podemos estar en condición de sal-
vos ahora mismo, tal que si muriéramos tuviéramos esa certeza? Creo que la Biblia nos asegura que
podemos confiar en que somos salvos en Cristo ahora. Pero Elena de White nos advierte que no será
seguro, hasta la glorificación, clamar que somos salvos. Así que hay una diferencia entre estar salvo y
proclamar que lo estamos.
Si esto es cierto, ¿podría haber una diferencia entre estar salvo y afirmar que no tenemos peca-
dos? “Ninguno que se adjudique santidad es realmente santo. Aquellos quienes están registrados
como santos en los libros del cielo no están conscientes de este hecho, y son los últimos de jactarse
de su propia bondad” The Faith I Live By:140. Aquí vemos clara evidencia de que aquellos a quienes
Pág. 10
Dios llama santos nunca lo afirmarán, mostrando que puede haber una diferencia entre estar sin pecado
y sólo decir estarlo.
¿Debemos asegurar alguna vez que estamos sin pecado? El clamor de impecabilidad nunca será
hecho por el que esté en más armonía con Dios, ya que mientras más cerca nos alleguemos a él, menos
trataremos de adjudicarnos nada para nosotros mismos. Nuestro sentir será echar todo al pie de la cruz,
nuestra gloria, nuestro orgullo y cualquier logro que hallamos obtenido. Pueden muy bien haber hoy,
aquellos quienes están tan en armonía con la voluntad de Dios que no se están rebelando en pensamien-
to, palabra o acción. Pero ellos serán los últimos en proclamar esa condición.
Si realmente creemos que hay un cierre del tiempo de gracia y que Dios va a demostrar algo es-
pecial luego de este evento, entonces parece que debemos también creer en la completa madurez del
carácter, lo cual significa vivir sin ceder a los deseos pecaminosos. Después del cierre del tiempo de
gracia “ya no habrá santuario sacerdote que ofrezca ante el trono del Padre las oraciones, sacrifi-
cios y confesiones de ellos” PE:48. “También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir
a la vista del Señor durante el tiempo de angustia, cuando no haya Sumo Sacerdote en el santua-
rio. Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia deben refle-
jar plenamente la imagen de Jesús”. “Pero ya no habrá tiempo para ello ni tampoco mediador
que abogue por ellos ante el Padre” PE:71. “Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión
de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin media-
dor. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la
sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser ven-
cedores en la lucha con el mal” CS:478.
Habrá una diferencia en el cielo luego del cierre del tiempo de gracia, en que no habrá ministerio
sacerdotal por Jesús, no habrá intercesor ni mediador, rogando por la causa de los pecadores ante el Pa-
dre. Ciertamente esto no implica que el poder fortalecedor de Jesús morando dentro de sus hijos en la
tierra sea quitado. Pero el ministerio sacerdotal del perdón llega a su fin con el cierre del tiempo de gra-
cia. “Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios”
CS: 671-672. “Después que terminó la mediación de Jesús, los santos tuvieron que vivir sin intercesor
en la presencia del Dios santo” La Historia de la Redención: 423. El que Cristo finalice la obra de in-
tercesión significa que no habrá más perdón de pecados luego del cierre del tiempo de gracia. Si el mi-
nisterio del perdón de los pecados habrá cesado, entonces parece imperativo que no habrá más pecados
de parte de aquellos quienes están sellados para Dios luego del cierre del tiempo de gracia. Solamente
podemos ser perdonados si Jesús está intercediendo por nosotros y perdonando nuestros pecados.
Personalmente, creo que la razón primaria para una corta demora antes de la venida de Cristo du-
rante la cual no hay mediador, es dramatizar delante del atento universo la realidad del completo poder
de Dios sobre el pecado en las vidas de aquellos cuyas voluntades están unidas totalmente y para siem-
pre a la suya. Algunas de las mismas personas quienes antes habían traicionado su confianza sagrada al
estar de acuerdo con Satanás en que era imposible obedecer la ley de Dios finalmente demostrarán que
realmente no hay excusa para pecar. El cierre del tiempo de gracia jugará una parte muy importante en
la demostración final que Dios está haciendo delante de su universo: que, ciertamente, es posible para
el hombre caído obedecer la ley de Dios, la cual es justa, buena y santa.
Si tomamos seriamente las advertencias bíblicas a vencer, la realidad del cierre del tiempo de
gracia, y el reto de los 144.000, luego debemos también tomar seriamente la verdad de vivir sin pecar.
No obstante, debemos recordar que cuando estamos disertando de la perfección, estamos hablando
acerca del objetivo, el resultado final. Nuestro enfoque necesita estar en la justificación y en la santifi-
cación, pues este es el método de recibir salvación. Jesús nos perdona nuestros pecados. Él viene a
nuestras vidas con poder y victoria. Al centrarnos en la justificación y en la santificación, el resultado
Pág. 11
final (meta) seguirá en forma natural. Será el resultado natural de permitir a Dios realizar su completa
obra en nuestros corazones. Como un atleta corriendo en una pista se enfoca en los próximos metros,
mientras está recordando la cinta que está al final de la carrera, así el cristiano se centra en su relación
con Cristo hoy, mientras siempre tiene presente que hay una meta al fin de la carrera.
Primero debemos ser muy claros en cuanto a lo que no es santificación. Si queremos entender lo
que es la perfección, debemos alejarnos completamente de aquellos conceptos que están en oposición a
la doctrina bíblica de la perfección. Creo que la mayoría de las objeciones a la doctrina de la perfec-
ción, están basadas en malas interpretaciones de lo que es. La perfección nunca es absoluta, ni ahora ni
después de la venida de Cristo. La perfección nunca es igualdad con Cristo. La perfección no significa
una falta de debilidad o libertad de la tentación. La perfección no significa libertad de enfermedad o
una ausencia de errores mentales o físicos. Ninguno que sea perfecto sentirá alguna vez que lo es.
El término perfeccionismo tiene una connotación negativa en muchas mentes. Estrictamente ha-
blando, no debería existir nada negativo acerca de la palabra, pues ésta describe simplemente una
creencia en la perfección. Pero en muchas mentes, el perfeccionismo describe una visión distorsionada
y extrema de la perfección. El perfeccionismo, en este sentido negativo, enfatiza un punto absoluto más
allá del cual no puede haber más desarrollo. Esta creencia realmente es emanada de la filosofía griega
en vez de la Biblia. Este perfeccionismo distorsionado se enfoca en una cualidad en el hombre, la cual
puede existir independientemente de la presencia de un Cristo morando en el corazón.
Nosotros no queremos estar envueltos en un perfeccionismo extremista, ya que es un legalismo
egoísta, el cual coloca el yo sobre el trono del corazón una vez más y depone a Cristo del control de la
vida. Procura éste forzar la obediencia, así que uno llega a obedecer por sus propios esfuerzos. Este
perfeccionismo desenfocado es extremamente peligroso, como también lo es la de la imperfección, la
cual le permite a la pecaminosidad y a la incapacidad del hombre eclipsar lo que Dios promete hacer
por los pecadores arrepentidos a través de la presencia habilitadora del Espíritu Santo.
Dudar que esa perfección es una meta real es dudar del poder viviente que realiza, que obra aque-
llo que Dios ha prometido. La imperfección no entiende a Jesús como el completo sustituto y ejemplo
para el hombre, quien demostró que la ley de amor de Dios podía ser guardad y que el hombre podía
seguramente ser un vencedor aquí y ahora. Creo que la doctrina bíblica de la perfección es diferente de
ambos extremos de perfeccionismo e imperfección.
Habiendo aclarado lo que no es perfección, creo que es necesario decir qué es. Perfección signifi-
ca estar en una relación tan íntima, tan estrecha con Cristo que el individuo cesa de responder a los
clamores a pecar, ya sean internos o externos. La perfección significa una completa cooperación con
Cristo; significa una continua muerte al yo y una negación de la voluntad propia y de sus inclinaciones.
La perfección es un total rechazo del egoísmo y del orgullo; es una unión de la voluntad del hombre
con la de Cristo para que el Espíritu Santo esté al control en forma completa y final. La perfección es
un ejercicio ininterrumpido de fe que guarda el alma pura d pecado y de la deslealtad a Dios. La per-
fección se refiere al estilo de vida dinámico, creciente de la persona quien refleja la vida de Jesús, así
que ya no cede más a la rebelión, ni a los deseos pecaminosos. Perfección es ser como Cristo, combi-
nando una relación con Dios tal como Jesús la tuvo, con las cualidades del carácter que él manifestó; es
vivir una vida madura en el Espíritu, llena de los frutos del Espíritu y por lo tanto sin pecado. Si la per-
fección es entendida correctamente, la veremos en términos de madurez de carácter, lo cual significa
que vivimos en armonía con la voluntad de Cristo. Él mora dentro de nosotros y esta realidad impedirá
que los deseos rebeldes y pecaminosos obtengan el control. Cristo controlará lo que nosotros solos no
podemos.
Aunque esta doctrina parece ser clara en el Nuevo Testamento y en los escritos de Elena de Whi-
te, hay algunos quienes continúan albergando el pensamiento de que Dios no espera pureza, impecabi-
Pág. 12
lidad y ausencia total de pecado antes de la traslación. Quizás esta interpretación errada de lo que Dios
está tratando de decir a su pueblo no es deliberada, y puede aún no ser consciente. Este error comienza
con una mala interpretación de lo que es el pecado y de cómo vivió Cristo como hombre y es perpetua-
da en incomprensiones de la justificación por la fe. Ahora usted lo puede ver, si Jesús fue solamente el
sustituto del hombre, pero no su ejemplo, entonces el reto a hacer lo que él hizo se reduce en forma in-
mensurable. “Él (Satanás) trata constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su fatal
sofisma de que les es imposible vencer” CS:543.
Entendida correctamente, la justicia por la fe en el poder de Dios para guardar al hombre de caer,
es una fuerza positiva dinámica apremiante en la vida de una persona. Conociendo muy bien su propia
debilidad cuando está separada del poder de Dios, el hombre de fe ahora ve lo que puede ser logrado en
su vida, y encuentra su máximo gozo en vivir la vida victoriosa. Entonces el mensaje de la Biblia llega
a ser excesivamente simple. “Jesús lo hizo, y a través de la dependencia de Dios, yo también. Puedo vi-
vir como él lo hizo, por la fe en mi Padre celestial”. En esta experiencia viviremos sin pensamientos re-
beldes en ningún área de la vida. Habremos alcanzado la perfección del carácter en una naturaleza caí-
da que todavía es capaz de pecar. Ya no tendremos más incursiones ocasionales al terreno de la indul-
gencia propia. Siempre diremos NO, como Jesús dijo NO a todas las tentaciones. Para silenciar la últi-
ma duda persistente de que quizás Jesús no pecó porque era Dios, la generación final probará más allá
de ninguna sombra de duda que los hombres y las mujeres con naturalezas caídas pueden vivir sin pe-
car. Esta demostración final contribuirá a la vindicación del carácter de Dios, de su gobierno, de su jus-
ticia y de su misericordia, y el gran conflicto estará muy cerca de su conclusión.
¿Podemos aceptar este desafío? “Cristo tomó la humanidad y soportó el odio del mundo para
mostrar a los hombres y a las mujeres que podían vivir sin pecado, que las palabras de ellos, sus
acciones y su espíritu podían ser santificados a Dios. Nosotros podemos ser cristianos perfectos si
deseamos manifestar este poder en nuestras vidas” The Upward Look:303. Dios ha prometido que
puede dar victoria sobre todo pecado. Debido a esta promesa, la perfección bíblica nunca debería ser un
tópico desalentador; mas bien debería ser el prospecto más glorioso puesto alguna vez delante del pue-
blo de Dios. Dios, en realidad es capaz de guardarnos sin caer.
www.eme1888.cl; [email protected]