s.10 - Economia Peruana - Informalidad

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S.

10 LA ECONOMÍA PERUANA

El otro Perú: formalidad, informalidad y economía delictiva


Por Carlos Castillo Peralta.

Francisco Durand ha escrito un libro titulado El Perú


fracturado: formalidad, informalidad y economía delictiva.
Según el autor en nuestro país coexisten tres economías con
distintos niveles de legalidad: la formal, la informal y la
delictiva. Y estas economías se caracterizan por: operar a
nivel nacional, tener todas una estructura piramidal, y tener
vasos comunicantes entre sí a pesar de sus diferencias.

A continuación realizamos una breve reseña de los aspectos


–según nuestro punto de vista– más relevantes.

La economía formal está compuesta por las empresas y


trabajadores que operan dentro de la legalidad. Es decir, los
agentes de esta economía están incorporados funcionalmente
al sistema, pagan impuestos y contribuyen al financiamiento
del Estado. No obstante, que estén dentro del sistema no
quiere decir que no puedan cometer abusos o sacar provecho
gracias a la legalidad en condiciones de asimetría de poder.
«La formalidad da poder y, por lo tanto, privilegio, pero sobre
todo para aquellos que lo concentran, las élites económicas y
los políticos de turno», advierte el autor.

Constituyen el sector formal desde grandes corporaciones nacionales y extranjeras –mayormente de


propiedad privada– hasta numerosas pequeñas y medianas empresas (pymes). Sin embargo, son las
grandes corporaciones las que llevan las riendas del sector, aquellas que se caracterizan por producir
mucho y emplear poco. Mientras las pymes formales dan empleo a la mayoría de trabajadores del
sector.

¿Qué tanto peso tiene la formalidad comparada con los otros sectores de la economía? Usando como
parámetro el empleo formal a nivel nacional se observa que éste bordea el 30%. Por tanto, el otro 70%
tiene que estar empleado regularmente en las otras dos economías.

La economía informal está constituida por empresas y trabajadores que operan en una zona
institucional poco clara. Según Durand «no es que sean ilegales sino que muchas de sus operaciones
no son legales… además, la mayoría aspira a la formalidad sin barreras». Se trata de agentes
económicos muchas veces invisibles o ignorados por el Estado, por tanto, no están sujetas a control
fiscal y contable. En muchos casos se mantienen así por la desidia del Estado, literalmente desbordado
para controlar a esta economía, pero también por efecto de la corrupción. Por lo general los
trabajadores están sujetos a un régimen abusivo de explotación, peor incluso que el formal.

El síntoma más visible de la existencia de la informalidad es el comercio ambulatorio, cuyos productos


son comercializados mayormente en mercados informales, ya sea en locales o en las calles, y cuyos
demandantes son principalmente pobres. El origen de lo vendido es variado, pueden ser productos
formales, informales, de contrabando o incluso robados. Observamos, entonces que los comerciantes
informales venden parte de lo producido por las otras dos economías aparte de la suya.

Este sector también está compuesto por grandes empresarios que constituyen la llamada burguesía
informal, generalmente de origen provinciano o popular. En muchos casos conviven con sus
trabajadores en los barrios menos acomodados, pero desde el punto de vista económico son
emergentes, es decir, en su sector forman una clase alta. Sin embargo, a diferencia de sus pares
formales, los mandamases del sector informal «se matan trabajando».

Cuando esta burguesía informal es detectada afirma como todos los demás agentes económicos que es
pobre. Durand manifiesta que «tal argumento tiene un fondo de razón mezclado con la necesidad de
disfrazarse». De ocurrir operativos represivos, esta burguesía informal moviliza a sus trabajadores y
proveedores, ejerciendo presión social. De hecho, probablemente los gremios, usados como escudos
frente al abuso, la delincuencia y el Estado, son dirigidos por estos burgueses informales.

Una curiosa situación que hace notar Durand es que en ocasiones «los comerciantes formales se
informalizan para evadir la ley y sus obligaciones y operar en el próspero sector informal» y por el
contrario «los trabajadores informales se intentan formalizar para reclamar derechos». Tal situación
nos sugiere que quienes ganan más con la informalidad son las élites y quienes pierden más son los
pobres.

La economía delictiva es aquella cuyas operaciones violan la ley, atenta abiertamente contra el Estado
y la sociedad, pues opera sobre la base de violencia y corrupción. Durand afirma que solo así «gracias
a eso dos perniciosos instrumentos, la economía delictiva prospera para, al mismo tiempo, intimidar o
acoplarse a la estructura formal del poder». Las mafias o lumpemburguesía que manejan este sector de
la economía se concentran en tres grandes actividades: el narcotráfico, el contrabando a gran escala y
la piratería de productos y marcas patentadas internacionalmente.

La lumpemburguesía a diferencia de la burguesía informal no pasa desapercibida, al contrario, al


operar se disfraza muchas veces de formalidad. «Curiosamente, a veces llegan a ser buenos
cumplidores tributarios: sus empresas son un disfraz para continuar manejando los grandes negocios
ilícitos y pueden pagar sus impuestos cómodamente» afirma Durand. Al respecto, debido a que esta
economía es mucho más rentable que la informal puede ascender posiciones en la alta sociedad, su
escudo consiste en disfrazarse de riqueza para aparentar respetabilidad.

Por tanto, esta economía es más peligrosa, no solo por ser delictiva, sino porque se camufla en la
legalidad y contamina la formal. Usa también la informal, la explota como mecanismo de distribución
de sus productos de contrabando o pirateados. En ese sentido, tiene fuertes y variadas conexiones con
las otras dos economías.

El autor esboza algunas alternativas de solución:

✓ Primero, enfrentar el problema y dejar de ignorarlo, solo así se genera la voluntad para entender
el comportamiento de los diferentes actores involucrados.
✓ Segundo, atacar el problema por la vía democrática, descartando el autoritarismo como salida.
✓ Tercero, en la medida que las dos economías no legales incorporan a millones de peruanos,
toda estrategia requiere sensibilidad frente al problema social, pero no al punto de la parálisis.
✓ Cuarto, se debe avanzar en la construcción de una institucionalidad gubernamental a todo nivel
y hacer que la sociedad civil se rija por la normatividad.
✓ Quinto, desarrollar la capacidad de la sociedad civil de demandar cambios profundos y ejercer
la vigilancia sobre el Estado y las élites económicas.
✓ Sexto, las reformas legales e institucionales deben contar con una estrategia diferenciada en
tanto lo informal no es lo mismo que lo delictivo en grado y forma. En el caso de la
informalidad el cambio debería ser gradual y firme, buscando consensos para evitar
enfrentamientos, y aislar a las burguesías informales que se agazapan detrás de los pobres.
✓ Sétimo, en el caso de la economía delictiva, es inevitable un combate frontal, pero centrado en
la lumpemburguesía, no en sus trabajadores. Aquí, a diferencia de la economía informal, no
puede haber tolerancia y solo queda el enfrentamiento inteligente y valiente.
✓ Octavo, un combate decidido y organizado es posible si se combina un buen liderazgo,
planificación, comunicación, capacidades y recursos.

Finalmente, el profesor Durand concluye que el Perú como sociedad no ha alcanzado la tan ansiada
modernización, no hemos logrado un cambio auténtico y profundo. Lo cierto es que existen bolsones
de modernidad (predominio de la economía formal) en algunas partes puntuales del territorio, pero no
marcan el conjunto, sino por el contrario constituyen la excepción. Ocurre exactamente al revés que
en un país desarrollado, lo que indica que estamos frente a un «neosubdesarrollo». Durand pone de
manifiesto que la «cultura de la transgresión», entendida como una violación o ignorancia de la
normatividad, es la base de las economías informal y delictiva que confluyen con la formal.

Fuentes consultadas

DURAND FRANCISCO. 2007. El Perú fracturado: formalidad, informalidad y economía delictiva.


Fondo Editorial del Congreso del Perú. p. 284. Lima-Perú.

LA ECONOMÍA PERUANA EN LA MIRADA DE MICHAEL PORTER

Michael Porter es un hombre polémico. La primera vez que este gurú de la competitividad llegó al Perú
generó la molestia del presidente Alan García por su visión sobre nuestra economía y ayer en la 48
Conferencia Anual de Ejecutivo 2010 (CADE)
aseguró que el Perú no es un éxito total.

En la hora y media de su ponencia en Urubamba,


Porter explicó que el Perú es todavía un país de
grandes desigualdades que no permiten un
verdadero desarrollo sostenible, pero a la vez
esbozó una serie de recomendaciones.

Diagnóstico del problema

El profesor de la Escuela de Negocios de la


Universidad de Harvard asegura que no todos se
benefician del crecimiento económico que ha
vivido el Perú en la última década. “Esto es
porque el crecimiento simplemente se da en sectores que no emplean a mucha gente y tenemos que ver
una manera de compartir este crecimiento”.

Afirmó que si bien la tasa de pobreza se redujo ligeramente, esta sigue siendo alta en varias regiones del
país. Además insistió en que el Perú es un país que depende del precio de los minerales, debido a que se
ha preocupado muy poco por diversificar sus exportaciones.

Burbuja financiera
Uno de los comentarios de Porter que más preocupación causaron entre los invitados es que en el Perú
se ha formado una gran burbuja financiera, por un mal diseño en las reglas del sistema financiero y los
riesgos no serían pocos.

“Hay una burbuja aquí en este momento, ustedes quizá podrían querer ignorarlo pero yo espero que
decidan no ignorarlo porque es una burbuja ahí y las burbujas revientan, explotan y la gente es dañada
por esto”.

La receta

Generar una visión estratégica de la economía y tener una visión consensuada de dónde queremos que
esté el Perú en los próximos 10 años, encabeza la lista del recetario del profesor de Harvard. Además
plantea diversificar la economía y dejar el centralismo limeño.

Porter advierte que un país no puede ser competitivo si no mejora su productividad y menos si sus
empresas no son lo suficientemente competitivas. Por ello recomienda educación de calidad,
infraestructura, respeto a la ley y desterrar la corrupción.

Además comentó que no se puede pensar en desarrollo económico sin tocar el desarrollo social. Destacó
que una de las tareas fundamentales para el Perú es revigorizar el Consejo Nacional de la Competitividad
e invertir en ciencia y tecnología.

Pese a las grandes debilidades Porter confía en que si se toma conciencia del desarrollo de la
competitividad, al 2021 el Perú sería el primer país en la costa del Pacífico sur con el mayor nivel de
inversión extranjera directa y con una tasa de pobreza de 20%.

Coincidencias y discrepancias

Tras la ponencia de Porter y ya en una mesa de debate, el economista Kurt Burneo discrepó sobre la teoría
de la productividad del profesor de Harvard. Considera que la productividad es tan solo una condición
necesaria pero no suficiente para definir el estándar de vida de los trabajadores.

A su turno, el decano de la Facultad de Economía de San Marcos y columnista de esta casa editora
Humberto Campodónico coincidió con Porter en que la inversión en ciencia y tecnología es fundamental
para el desarrollo económico y lamentó que solo el 2% de las exportaciones manufactureras peruanas
tengan un real valor agregado.

Texto extraído de: http://blog.pucp.edu.pe/blog/daupare/2010/11/13/michael-porter-y-la-economia-


peruana/

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