Responsabilidad Civil
Responsabilidad Civil
Responsabilidad Civil
Sin duda alguna puede afirmarse que desde sus orígenes remotos, el
Derecho Privado dio cabida a la indemnización de perjuicios en eventos de
responsabilidad civil extracontractual. Tanto es así que en la antigua
normatividad romana operaba como principio general la obligatoria reparación o
indemnización a cargo de todo el que causare daño a otro.
No obstante presentar ciertos elementos esenciales que permiten su
caracterización desde la Antigüedad, en el transcurso de la historia la noción de
responsabilidad civil extracontractual ofrece connotaciones propias en los
diferentes ordenamientos jurídicos. En la actualidad, se tiene claro que este tipo
de responsabilidad tiene sus principios y fundamentos específicos, en caso
alguno equiparables a los de responsabilidad penal, aunque sin abierta
oposición entre ambas modalidades; la más significativa de las diferencias
aplicable en estos casos alude a la noción de culpa, puesto que al respecto hay
diversidad de criterio desde una u otra perspectiva. En otras palabras,
observamos que penalmente la culpa supone necesariamente relación subjetiva
entre el hecho y la intención del causante, y se establece responsabilidad
demostrándose dolo, culpa o preterintención; tratándose de responsabilidad
civil, en cambio, no siempre es exigible el vínculo entre el hecho y la
intención, al punto de que llega a ser causa suficiente de responsabilidad
la simple relación casual entre el afectado y la persona, objeto o cosa que
originan el daño.
Sin embargo, resulta imposible desconocer que en los últimos tiempos, sobre
todo a partir de la Constitución Política de 1991 hoy vigente –con su
consagración de derechos, deberes y responsabilidades tanto para el Estado
como para los ciudadanos− en nuestro medio se han dado modificaciones
pertinentes en los ámbitos normativo, jurisprudencial y doctrinal, con el fin de
responder en parte a la problemática derivada de la desigualdad social, al tiempo
que para ajustar más eficazmente la acción de la justicia al mandato superior; de
ahí, por ejemplo, las tablas indemnizatorias mínimas aplicables en casos de
responsabilidad civil extracontractual, factor que permite cuando menos
salvaguardar el respeto por la dignidad humana de las víctimas. Sin embargo −tal
como señala el profesor Martínez Rave−, en este aspecto nuestras normas
evidencian no sólo retraso informativo y legislativo, sino también
2
desactualización de cifras .
Señala también el profesor Martínez Rave que en aras de lograr mayor eficacia y
representatividad de las decisiones judiciales en materia de responsabilidad
civil, las medidas cautelares vigentes debieran también modificarse, de modo
que fueren aplicables en cualquier evento de este tipo −incluidos naturalmente
accidentes derivados de la fabricación y operación de atracciones mecánicas−.
3
MARTÍNEZ RAVE, Gilberto., Op. cit., p. 47.
propios” , bajo el criterio de que cualquier abuso en este sentido constituye
en todos los casos lesión de derechos de terceros que indudablemente origina
responsabilidad, esto es, la obligación de asumir las consecuencias del hecho
por el causante del mismo.
Para concluir este ítem, debe destacarse que lo expuesto sobre el tema permite
inferir sin dificultad que en nuestro medio colombiano se cuenta con regulación
legal y constitucional sobre responsabilidad civil. Sin embargo, se advierte
falta de coincidencia entre el mandato superior y la normatividad civil −en tanto
la Carta contiene derechos no debidamente desplegables a través de la
aplicación de la norma −; además, quizá por no coincidir exactamente con las
previsiones constitucionales, las normas parecieran no ser por completo
suficientes y acertadas, dando con ello lugar a procedimientos legales que no
siempre logran el resultado que de los mismos se espera. Esta última
consideración resulta oportuna sobre todo cuando la realidad muestra que en su
mayoría los ciudadanos desconocen los mecanismos e instrumentos legales
para defender sus derechos; así las cosas, en casos de vulneración de alguno o
algunos de estos últimos como resultado de conducta dañosa, y ameritándose el
respectivo resarcimiento, lo cierto es que son pocos los afectados que efectiva y
realmente acceden a la reparación del daño dispuesta mediante sentencia; antes
bien, es común observar que el demandado opte por insolventarse para no
cumplir con la obligación que le fue impuesta.
Los artículos 2341 a 2358 del Código Civil colombiano contemplan lo relativo a
este tipo de responsabilidad. El punto de partida previsto en el primero de los
artículos citados asume como ciertos los postulados generales de
responsabilidad, a saber: a) todo aquel que por sí o a través de sus agentes
cause daño a otro por hecho o culpa propia, tiene obligación de resarcir el
daño causado; b) quien reclama la indemnización, en principio deberá demostrar
el perjuicio sufrido, la intencionalidad o culpa en el hecho y el nexo de
causalidad entre ambos factores. Sin embargo, mediante el artículo 2356 el
legislador consagró como fuente de responsabilidad ciertas actividades
calificables como riesgosas en virtud de su naturaleza o por los medios para
realizarlas; con base en ello la jurisprudencia “ha implantado un régimen
conceptual y probatorio cuya misión no es otra que la de favorecer a las víctimas
de ese tipo de actividades en que el hombre, provocando en sus propias labores
situaciones capaces de romper el equilibrio antes existente, coloca de hecho a
los demás en un peligro inminente de recibir lesión en su persona o en sus
bienes (G.J. Tomos CLII, pág. 108, y CLV, p. 210)” 4.
4
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sala de Casación Civil. Sentencia S-021-95,
febrero 22 de 1995. Magistrado Ponente doctor Carlos Esteban Jaramillo Schloss.
Los elementos o factores constitutiv os de la responsabilidad civil son cuatro, a
saber: el hecho, la culpa, el nexo causal y el daño, cada uno de los cuales ofrece
ciertas características cuyo contenido se sintetiza en la Figura 1, página
siguiente. Además, este tipo de responsabilidad, se aborda generalmente a partir
de tres perspectivas jurídicas, así:
Propio = art. 2341 C.C.: Lo ejecuta quien debe asumir las consecuencias patrimoniales.
Ajeno = art. 2347 C.C.: Lo ejecuta persona sobre la cual el responsable tiene el deber de vigilancia y
cuidado.
HECHO
Animadas: arts. 2348/49 C.C. - Animales domésticos, domesticados y salvajes.
Con cosas 2. Inanimadas: arts. 2350/55 C.C. - Objetos inertes - Ruina edificios - Caídas partes altas.
3. Por actividades peligrosas: art. 2356 C.C. - Transporte - Construcción - Energía - Gases ...
5
Cfr. MARTÍNEZ RAVE, Gilberto. Op. cit., p. 21.
Figura 1. Elementos de la responsabilidad civil extracontractual
2.2.1. Responsabilidad civil directa. El ordenamiento civil colombiano prevé
esta modalidad en el artículo 2341 del Código, entendiéndola como responsabilidad
por el hecho propio, con culpa probada. El fundamento lógico de la norma
involucra expresamente toda la responsabilidad aquiliana, adoptando como punto
de partida la culpabilidad e intencionalidad atribuibles al causante del daño.
La interpretación conceptual del citado artículo indica que se trata de
responsabilidad directa o por el hecho propio, que sirve como fundamento doctrinal
para consagrar un elemento esencial de nuestro ordenamiento civil: la
responsabilidad con culpa probada. Lo anterior permite inferir que la
eventual imputación de responsabilidad objetiva y directa a un individuo por
determinado hecho, necesariamente supone que éste haya sido autor o causante
del mismo; en lo referido a culpabilidad, si por cualquier motivo llegare a
cuestionarse dicha autoría material no será posible simultáneamente culpabilizar al
responsable, toda vez que en tal caso se configuran dos factores o alternativas
excluyentes entre sí. La aplicación de la norma deviene, entonces, de la condición
culposa o no de quien causa daño o lesión a otro.
§ Si bien es cierto que las reglas consagradas en los artículos 2341 y 2356 del
Código parecieran representar un mismo criterio enunciado dos veces, igualmente
lo es que el sentido y valor de las mismas difiere completamente: el primero de
tales artículos involucra daños causados con culpa, obligándose a la víctima a
probar tanto el daño como la culpa; el artículo 2356, por su parte, tiene que ver con
daños por lo regular causados sin culpa. Con base en ello se establece la diferencia
conceptual y práctica entre ambos contenidos, destacando que en el primer caso
debe probarse la culpa como elemento subjetivo, mientras que en el segundo la
culpa sólo se presume.
§ Los daños siempre son resultado de una determinada actividad; las actividades
son de dos tipos: peligrosas, que implican culpa, y no peligrosas, donde no opera
tal implicación; respecto de las primeras se aplica el artículo 2356, para las
segundas rige el 2341 7.
Por lo demás, la posición así adoptada respecto del artículo 2356 ha favorecido y
motivado desde entonces el empeño e interés de la jurisprudencia y doctrina
nacionales en el sentido de establecer y destacar las amplias diferencias existentes
entre responsabilidad civil con culpa probada –artículo 2341 C.C.– y
responsabilidad con culpa presunta –artículo 2356 del mismo Código– 9.
8
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia del 14 de marzo de 2000, Magistrado
Ponente doctor Manuel Ardila Velásquez.
9
Cfr. COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia de Casación, 30 de septiembre de
1946. En: Gaceta Judicial, t. LXI, p. 120.
10
TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., p. 5.
facultad discrecional para calificarla como culposa o no; por el contrario, en el
segundo caso (art. 2356), las actividades peligrosas están calificadas
normativamente como culposas. Al tenor de l artículo 2341 el demandante prueba
genéricamente los hechos, con base en lo cual el juez infiere o no culpabilidad,
mientras que respecto de actividades peligrosas contempladas en el artículo 2356,
el fallador da por sentada la culpa una vez probada la peligrosidad del hecho. En
síntesis, señala el tratadista Tamayo Jaramillo, la aplicación del artículo 2341
supone tanto probar el hecho físico como demostrar factores concurrentes de
negligencia, imprudencia o impericia en cabeza del imputado; respecto del artículo
2356, en cambio, se excluye la necesidad de tal demostración atendiendo
precisamente a la natural condición peligrosa del hecho 11.
2.2.2. Responsabilidad civil por el hecho ajeno. También denominada por algunos
responsabilidad indirecta, está consagrada en los artículos 2347 a 2349 del C.C. La
norma establece que toda persona legal o contractualmente obligada a cuidar de
otra, es responsable por los actos ilícitos que ésta cometa, involucrando
eventos de responsabilidad como la que compete a los padres respecto de hijos
menores que habiten con ellos, la de directores de instituciones educativas
respecto de sus alumnos, la de patronos frente a sus empleados, por mencionar
sólo algunas. En pocas palabras, la responsabilidad indirecta se define como “…
13
’aquella’ que grava a un sujeto extraño a la causa productora del ‘daño’” . Los
11
Op. Cit., Íbid.
12
OLANO VALDERRAMA, Carlos Alberto. Tratado técnico jurídico sobre accidentes de circulación
y materias afines, 6 ed. Bogotá: Librería Ediciones del Profesional. 2003, p. 85.
13
DE CUPIS, Adriano. Il danno, Vol. II, p. 126. En: OLANO VALDERRAMA, Carlos Alberto. Op. cit.,
p. 87.
responsables de cuidar a quien o quienes generan el hecho no participan de las
actividades que concluyen con el daño, pero sí recae sobre ellos la responsabilidad
en virtud de su relación directa con el autor material del hecho; el requisito
indispensable para calificar a una persona determinada como indirectamente
responsable, es que dicha persona de algún modo haya participado de la acción
dañosa, y de ser así, el sindicado deberá asumir tanto esta responsabilidad
indirecta, como también la propia si la hubiere.
Por otra parte, se destaca que sobre personas jurídicas, sean éstas de derecho
público o de derecho privado, no aplican las obligaciones derivadas de la
responsabilidad indirecta. No obstante, resulta oportuno hacer hincapié en el
15
criterio de la Corte Suprema de Justicia , según el cual la responsabilidad
indirecta, refleja o de derecho, se manifiesta cuando una persona es
llamada por la ley para responder frente a terceros por consecuencias
nocivas provenientes de acciones realizadas por aquellos bajo su custodia o
cuidado “… o de quienes en situación de dependencia, reciben concurso
empresarial, principio éste de carácter general formulado con toda nitidez en el
inciso primero del art. 2347 del C. Civil … complementándolo a continuación el
señalamiento de los supuestos en que a juicio del legislador esa clase de
responsabilidad mejor se identifica …” , y señalando en el inciso final que no se
configura tal responsabilidad si aquel a quien se le atribuye logra demostrar de
modo fehaciente que a pesar de sus obligaciones en la guarda y cuidado de
terceros y de su condición de subordinante, le fue física y completamente imposible
impedir el hecho generador de la exigencia legal de reparación de perjuicios.
2.2.3 Responsabilidad por el hecho dimanante de las cosas, de los animales y de las
actividades peligrosas. Se halla consagrada en los artículos 2350 y 2353 a 2355 del
ordenamiento civil; corresponde a una tercera modalidad de responsabilidad
civil, de amplia incidencia en los últimos tiempos puesto que continuamente crece
el número de procesos de este tipo, derivados tanto de la actividad social
como de nuevas situaciones susceptibles de responsabilidad en ese contexto. Así
contemplada, esta modalidad ha dado origen a precisiones doctrinales y
conceptuales en orden a protege r los intereses y expectativas de la sociedad, y con
base en ello se plantea la deseable distinción entre esta forma de responsabilidad y
las modalidades directa e indirecta (artículos 2341 y 2347 C.C., respectivamente).
16
Op. cit., p. 8.
aspectos todos ellos desplegados en los incisos posteriores, lo mismo que en los
artículos 1385 y 1386 subsiguientes.
Ahora bien, teniendo en cuenta que las necesidades sociales de hoy rebasan las
posibilidades legales previstas en la norma –sobre todo por la antigüedad de ésta–,
fue necesario desarrollar una interpretación que, sin apartarse del origen del texto
en cuestión, permitiera su aplicabilidad en el ámbito términos de la doctrina y
jurisprudencia actuales. El proceso interpretativo así concebido, dio como
resultado la formulación de tres teorías sobre responsabilidad por el hecho de las
cosas, a saber las teorías del riesgo, de la guarda y de la garantía; enseguida se
reseña brevemente cada una de ellas, destacando sus características y contenidos
jurídicos:
Algunos estudiosos del tema consideran que la responsabilidad derivada del riesgo
se basa en el llamado riesgo-provecho, resultando de este modo válido el criterio a
cuyo tenor, todo aquel que obtenga provecho de una actividad en detrimento de
otro está obligado a soportar la carga ocasionada por los daños inherentes al
riesgo.
Pero lo cierto es que frente a lo dicho no hay unanimidad de criterio entre todos
los doctrinantes. Por tanto, y teniendo además en cuenta que continuamente
aparecen actividades no provechosas que originan indemnización en favor de
víctimas, sin que para ello se requiera probar la culpa del causante, se ideó la
llamada teoría del riesgo creado. Según ésta, todo aquel bajo cuya autoría
se origine un riesgo –con provecho o no derivado del mismo– está obligado a
17
resarcir al lesionado por daños que cause dicho riesgo ; dentro de esta
última modalidad tendría cabida –a juicio nuestro- la responsabilidad para
fabricantes y operadores de juegos mecánicos.
17
Cfr. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., p. 20.
guarda una cosa o un animal está obligado a impedir que éste o aquélla
causen daño; la ocurrencia de tal daño supone omisión respecto de la obligación
legal de guarda y, en consecuencia, habrá falta imputable al obligado a dicha
guarda. En su condición de presunto guardián de las cosas inanimadas y de
animales, su dueño es responsable de daños causados por estos o aquellas, y
como tal está obligado a impedir que escapen a su control material; en
consecuencia, se infiere, que cualquier daño ocurrido en estos casos
obedece a incumplimiento de obligaciones por parte del guardián frente a las cosas
o animales de su propiedad.
Desde un criterio objetivo e imparcial, debe destacarse que esta teoría no ofrece
claridad alguna para diferenciar entre culpa y daño, con lo cual se desdibuja el
sentido subjetivo de la falta y jurídicamente ésta queda sometida a
eventualidades externas, fortuitas o aleatorias. De este modo, asumida la culpa
como instancia psicológica interna, el daño ocurrido lo será
independientemente de si hubo o no culpa. Pero en todo caso ésta debe
existir, aún si no se produce el daño; cosa bien distinta es la de que probado éste
se presume aquélla.
18
Op. cit., p. 22.
cuestionamiento: ¿en nuestro medio quién responde por las actividades
peligrosas?. A la luz de la actividad generadora del daño, es claro que dicha
actividad necesariamente deberá calificarse como peligrosa, para entonces sí
determinar a quién podrá demandarse civilmente por el daño causado; más aún,
eventualmente puede ocurrir que respecto de una misma cosa o actividad haya
varias personas vinculadas, jurídicamente o de hecho, es decir, varias personas
pueden resultar demandables; en el caso concreto de atracciones mecánicas, se
trata de una actividad que involucra a fabricantes, propietarios, administradores,
empresarios, operarios, e incluso un usuarios que en determinado momento
pudieran aparecer como terceros, observándose sin dificultad que las personas
enunciadas, desde su posición, ejercen algún tipo de influencia sobre el desarrollo
de la actividad como tal.
Lo expuesto permite concluir que es guardián de la cosa todo aquel que ejerce
poder intelectual de uso, dirección o control sobre la misma, bien sea en forma
individual, colectiva o por diversas situaciones de hecho.
El mismo Pérez Vives reitera que cuando la actividad peligrosa es ejercida por
medio de cosas o de unidades de explotación, la teoría francesa de la guarda
resulta ampliamente aplicable al artículo 2356 del C.C. colombiano; pero que no es
posible dicha aplicación cuando la actividad peligrosa se ejerce sin cosas, o
cuando no son éstas las que estructuran la peligrosidad. Hecha la anterior
salvedad, concluye que el responsable de la actividad peligrosa ejercida
con cosas, es quien tiene el poder intelectual de dirección y control sobre ellas; y
que dicho poder puede radicar en cabeza de una o varias personas naturales o
jurídicas, cada una de las cuales puede guardar diverso tipo o grado de
relacionamiento o vinculación con la actividad peligrosa en cuestión.
20
PÉREZ VIVES, Álvaro. Teoría general de las obligaciones, t. II. Bogotá: TEMIS. 1968,
p. 358.
contra merece sanción como responsable del hecho, y sobre él recae la obligación
de reparar el daño o indemnizar al perjudicado.
• Criterio de falta: opera en aquellos casos en que aún siendo muy dañina o
peligrosa la actividad, al menos ofrece una justificación inicial de tipo jurídico. De
este modo, habiéndose comprobado culpa, la falta justifica jurídicamente la
responsabilidad que compete al agente de la misma.
Pero, como antes se dijo, la presunción de culpa consagrada en el artículo 2356 del
C.C. se adoptó de modo expreso sólo en 1938, para desde entonces y con base en
ello, iniciar la conformación de todo un acervo teórico sobre responsabilidad civil
por actividades peligrosas. Doctrina y jurisprudencia nacionales han evolucionado
en el transcurso de los años, hasta el punto de que en la actualidad el criterio
jurisprudencial señala que en eventos de esta naturaleza la víctima sólo está
llamada a probar que el daño infligido es consecuencia de una actividad peligrosa,
21
Cfr. STARCK, Boris. Derecho civil. Obligaciones (trad. de J. Colombo). S.l.: LEX. 1980.
22
Cfr. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., p. 47.
dando lugar a que el demandado sólo pueda librarse de responsabilidad mediante
demostración de causa extraña 23.
De otra parte, señala el citado tratadista Tamayo Jaramillo que es escasa la doctrina
nacional sobre actividades peligrosas, destacando que al respecto son pocos los
aportes de los autores, con excepción del amplio tratamiento del tema por el
profesor Álvaro Pérez Vives 24. En pocas palabras, puede afirmarse que éste plantea
un sistema mixto que combina la culpa y el riesgo; postulado que se encarga él
mismo de fortalecer cuando afirma la conveniencia de “… mantener el
sistema de la culpa, pero adaptándolo a la hora presente en la forma que
hemos procurado hacerlo anteriormente. E igualmente, consagrar para casos
concretos la teoría del riesgo, a medida que las posibilidades económicas y
sociales lo permitan y lo exijan, de modo a ir (sic) implantando una mayor equidad
sobre tan difícil materia” 25.
23
Ver como ejemplos, entre otros: COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Casación del 5
de septiembre de 1978. En: LÓPEZ MORALES, Jairo. Jurisprudencia Civil 1977-1978. Bogotá:
LEX. 1979, p. 124; Casación del 30 de abril de 1976. En: Gaceta Judicial, T. CLII, p. 129.
24
Cfr. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., p. 59.
25
PÉREZ VIVES, Álvaro. Op. cit., p. 374.
ha existido culpa o no en el agente, y tan solo se le permite acreditar que no causó
el daño; o que el daño no le es imputable, o que no existe nexo causal” 26.
26
Cfr. MONTOYA GÓMEZ, Mario. De la responsabilidad extracontractual. Bogotá: TEMIS. 1978,
pp. 225, 260.
27
Cfr. COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia de Casación del 7 de septiembre
de 1985 (entre otras).
cuidado; mientras que al aceptar el criterio de combinación entre culpa y riesgo,
con mayor razón logrará entenderse por qué se exige la causa extraña como una
alternativa mediante la cual se exonera de responsabilidad.
Ahora bien, en orden a una mejor comprensión y mayor precisión sobre el tema,
debe analizarse la figura de colisión de actividades peligrosas desde una posición
conceptual suficientemente clara, que permita entender y aprehender sus
contenidos.
Atendiendo a la consideración precedente y partiendo de una visión objetiva de los
elementos que constituyen dicha figura, se tiene como posible, por ejemplo, que
víctima y demandado estuvieran al momento del daño desplegando una actividad
considerada peligrosa. Además, no debe olvidarse que la colisión de actividades
peligrosas puede generar perjuicio tanto para ambas partes involucradas, como
sólo para una de ellas. En este sentido deben tenerse especialmente en cuenta dos
salvedades, así: a) el juez procurará establecer la existencia de culpas diferentes a
las de la simple actividad peligrosa; por ejemplo, en casos de accidentes ocurridos
en la actividad de las atracciones mecánicas, si advierte violación de alguna norma
por el usuario, descuido evidente de los operarios, mal funcionamiento de la
máquina, u otros factores como el estado de embriaguez de una de las partes y no
detectado oportunamente, cualquier falta de este tipo absorbe en estos casos la
actividad peligrosa y hace que su comitente sea el llamado a responder; no se
toman en cuenta las previsiones del artículo 2356 del C.C., puesto que se
configura responsabilidad directa con culpa probada, consagrada en el artículo
2341 del mismo Código; y b) la posibilidad de aludir en estos casos a colisión de
actividades peligrosas por parte de los involucrados, supone que las actividades
realizadas por estos últimos debieron ser parte activa en la producción del daño; no
es suficiente el simple contacto material entre una actividad y otra, porque puede
ocurrir que ésta sea sólo el elemento pasivo de aquélla, como sería el caso de la
canasta vacía de una rueda de chicago que se desprende desde lo alto y golpea –
por ejemplo- a quienes ocupan una canasta ubicada en ese momento en la
parte inferior estando detenida la rueda; en otras palabras, no hay colisión de
actividades peligrosas en este evento, puesto que demandante y demandado no
fueron en su momento instrumentos eficaces del daño.
28
Publicada en Jurisprudencia civil 1976, p. 187. En: TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit.,
p. 369.
29
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sala de Casación Civil. Sentencia del 25 de
octubre de 1994, Magistrado Ponente doctor Eduardo García Sarmiento.
Ahora, si bien es cierto que la citada teoría se inscribe en el marco de nuestra
doctrina y jurisprudencia, es de advertir que tal como señala el tratadista Tamayo
Jaramillo −interpretación con la cual coincidimos−, su contenido carece del
suficiente fundamento y desarrollo; afirmación ésta apoyada en consideraciones
como las siguientes:
b) la peligrosidad exclusiva del agente hace a éste responsable del daño, omitiendo
la peligrosidad de la actividad de la víctima; de este modo el elemento subjetivo de
la culpabilidad retoma su lugar como fundamento de la responsabilidad civil;
30
Cfr. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., p. 337.
c) en caso de concurrencia de actividad peligrosa al momento del daño, ejercida por
parte tanto del demandante como del demandado, el juez deberá considerar que
ambas por igual conllevan peligro, omitiendo siempre la posibilidad de que una de
ellas absorba a la otra. Significa esto último, además, que estando ambas partes en
actividad peligrosa al ocurrir el daño pero sólo una de ellas resulta lesionada, el
perjuicio será reparado entre demandante y demandado, puesto que hubo
peligrosidad de parte y parte que ocasionó el daño. No debe pensarse en culpa
adicional para una de las partes, pues en ese caso al responsable de tal
circunstancia se le atribuiría la totalidad del daño; tampoco es posible pensar en
ausencia de culpa por una de las partes, puesto que las dos son igualmente
responsables del daño como consecuencia de la actividad que ejercían al momento
del mismo.
31
Cfr. COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia del 30 de abril de 1976, citada por
la misma corporación en fallo del 25 de octubre de 1999, Magistrado Ponente doctor José
Fernando Ramírez Gómez.
En pocas palabras, lo expuesto significa que la peligrosidad es un factor de hecho
que en cada caso concreto adquiere connotaciones que deben examinarse con
especial cuidado, salvo “… en presencia de una anticipada calificación
32
legal” ; calificación ésta que, a juicio nuestro, no resulta justificable bajo
ningún criterio, puesto que de esta forma no solamente se restan posibilidades
probatorias a cada una de las partes, sino que además dificulta la posibilidad
de establecer en determinados casos el necesario y adecuado nexo de causalidad
que debe existir entre el daño causado y la conducta de quien ocasión éste, a
efectos de que pueda imputarse responsabilidad. Adicionalmente, respecto del
tema que no ocupa consideramos que para poder imputar responsabilidad a un
fabricante o a un operador de atracciones mecánicas en caso de accidente
derivado de la fabricación, operación y uso de las máquinas, resulta
particularmente significativo establecer dicho nexo de causalidad ya que sería un
instrumento expedito para que los eventualmente demandados se encarguen de
desvirtuar la prueba en contra o, por el contrario, asuman el debido resarcimiento a
la (s) víctima (s); asimismo, porque si no se demuestra por completo ese nexo,
tampoco habría de operar la presunción contemplada en el artículo 2356, ya
que se estaría corriendo el riesgo de imputar culpabilidad a quien no es el
33
autor del daño .
32
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Jurisprudencia civil y comercial – 2º semestre 1999. Bogotá:
Editora Jurídica de Colombia. 2000, p. 149.
33
Cfr. Íbid., p. 151.
bajo los términos de la definición inicial; y el artículo 18 ofrece la clasificación de
los espectáculos públicos bajo ocho criterios específicos, a saber:
El artículo 25, por su parte, modificado por el Decreto Distrital 321 de 2004,
establece las normas aplicables para autorización de espectáculos públicos:
solicitud con 15 días de anticipación a la fecha del evento (art. 5 y ss., Decreto-Ley
01 de 1984) y acompañada de los documentos pertinentes; realización de reunión
previa en el Puesto de Mando Unificado, 12 días antes del espectáculo; según los
resultados de esta reunión y atendiendo a la documentación presentada por el
solicitante, mediante acto administrativo se autorizará o no el evento, cuando
menos 10 días antes del mismo. Según el artículo 26, sobre esta decisión proceden
los recursos de reposición directa y apelación ante la Subsecretaría de Asuntos
Locales. El artículo 27 contempla lo relativo a boletería, la cual debidamente sellada
y/o troquelada, se entregará al empresario autorizado, quien no podrá venderla por
abonos o anticipos sino directamente el día del evento. Finalmente, el artículo 28
prevé lo relativo a supervisión de espectáculos públicos, a cargo de personal
delegado y acreditado por la Secretaría de Gobierno mediante acto administrativo.
Si bien es cierto que los artículos citados del Decreto Distrital 350 del 8 de octubre
de 2003 contemplan cierto tipo de normatividad, ésta se refiere a espectáculos
públicos en general, y además es básicamente de tipo administrativo, sin involucrar
ninguna consideración en cuanto tiene que ver con responsabilidad legal a cargo
del empresario y, menos aún, con eventuales consecuencias derivadas de la
accidentalidad que pudiera presentarse en este tipo de eventos, dentro de los
cuales se incluyen expresamente las ciudades de hierro (entendidas como
atracciones mecánicas).
34
Cfr. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Op. cit., pp. 153-154.
Si las lesiones llegaren a causar muerte a cualquiera de estos muchachos, sus padres,
serían beneficiarios de la acción de reparación de daños morales o extrapatrimoniales
causados por la conducta punible, sin que al efecto sea necesario demostrar el perjuicio
moral subjetivo por ellos sufrido, pues to que la ley lo presume; el artículo 97 del C.P.,
inciso 1º, consagra el límite legal indemnizatorio establecido hasta por un valor de 1.000
salarios mínimos legales vigentes, y se tienen en cuenta las pautas contempladas en esta
disposición para aplicarlas en los casos concretos; adicionalmente, el inciso 2º, artículo
ibídem, señala que para fijar el monto indemnizatorio se tendrán en cuenta básicamente
dos factores, a saber: la naturaleza de la conducta y la magnitud del daño causado, y el
inciso 3º cons agra la obligación de probar los daños materiales en el transcurso del
proceso 35. Por último, conviene enfatizar sobre la importancia del artículo 99, a cuyo tenor
“La acción civil derivada de la conducta punible se extingue por cualquiera de los modos
consagrados en el Código Civil. La muerte del procesado, el indulto, la amnistía impropia,
y, en general las causales de extinción de la punibilidad que no impliquen disposición del
contenido económico de la obligación, no extinguen la acción civil”.
Por otra parte, tanto los padres como terceros (la institución escolar en este caso) que se
vieren perjudicados individualmente por el hecho de incumplimiento del contrato, gozan
de la facultad de invocar la acción extracontractual (C. de Co., art. 1006).
La acción contractual arriba enunciada, faculta para reclamar por el perjuicio causado al
acreedor contractual. No hay lugar a perjuicio contractual si el usuario muere en el evento
accidental, ya que la vida no es un valor patrimonial, ni tampoco se causó perjuicio moral:
Por el contrario, si el usuario sobrevive, por sí o por sus representantes legales, está
legitimado para cobrar por vía contractual su incapacidad, daño emergente y perjuicios
morales; si fallece sin haber ejercido sus derechos, tanto los padres como sus herederos
(si fuere persona adulta) acceden a la acción contractual. Es claro, entonces, que la
acción puede ser ejercida por el usuario, por sus representantes legales y/o por sus
35
Las disposiciones contenidas en los incisos 1º, 2º y 3º del art. 97, C.P., fueron declaradas
exequibles por la Corte Constitucional mediante Sentencia C-916 -02 de 29 de octubre de 2002,
Magistrado Ponente doctor Manuel José Cepeda Espinosa, quien al respecto señaló en esa
oportunidad: "… en el entendido de que el límite de mil salarios mínimos legales mensuales se
aplica exclusivamente a la parte de la indemnización de daños morales cuyo valor pecuniario no
fue objetivamente determinado en el proceso penal. Este límite se aplicará a la indemnización de
dichos daños cuando la fue nte de la obligación sea únicamente la conducta punible".
herederos, aunque si tanto estos como el causante demandan pretensiones iguales, deja
de tener aplicación la responsabilidad civil por actividades peligrosas, debiendo los
interesados acogerse a lo dispuesto particularmente en los artículos 982, 992 y 1003 del
Código de Comercio. Oportuno es destacar que tal como lo prescribe esta codificación en
su artículo 993, la acción deberá entablarse dentro de los dos años siguientes a la fecha
en que el usuario sufrió el accidente, puesto que de lo contrario aplica la prescripción.
Lo anterior, según la alta corporación, porque “No parece equitativo que quien recibe o
solicita un favor se aproveche de él para invocar una responsabilidad presunta de la
persona que lo otorga”. Diferentes fallos provenientes del alto organismo reiteran la
afirmación precedente, deduciéndose sin dificultad la influencia de la doctrina francesa
sobre nuestra jurisprudencia. Como afirma el profesor Tamayo Jaramillo, se trata de una
realidad no del todo deseable, susceptible de modificarse y que, en consecuencia, amerita
nuevos estudios e interpretaciones, en procura de optimizar la oportunidad y eficacia de
las decisiones de la Corte sobre el particular. Más aún, añadimos nosotros, para que en el
futuro eventuales fallos relativos al tema que nos ocupa, se muestren por completo
en consonancia con las realidades abocadas jurisprudencialmente y no reiteren
planteamientos que, como se dijo, harían bien en modificarse.