Ricoeur, P. - La Identidad Narrativa (Con OCR)
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LA IDENTIDAD NARRATIVA12
Pa u l R ic o e u r
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latinos idem e ipse. Según el primer sentido [ídem), idéntico quiere decir
extremadamente parecido (en alemán: Gleich, Gleichheit; en inglés: same,
sameness) y, por tanto, inmutable, que no cambia a lo largo del tiempo. Según
el segundo sentido (ipse), idéntico quiere decir propio (en alemán: eigen; en
inglés: proper) y su opuesto no es diferente, sino otro, extraño. Este segundo
concepto de identidad guarda una relación con la permanencia en el tiempo
que sigue resultando problemática. Mi tema de estudio es la identidad para
sí como ipseidad, sin juzgar de antemano el carácter inmutable o cambiante
del sí mismo. Al estudio que propongo en este momento le precede una
exploración de la reflexividad en tres ámbitos en los que hoy en día se está
investigando con una gran profundidad: a) la teoría de la acción, en la que
el sí mismo se designa como agente, es decir, como autor de una acción que,
para él, depende de sí mismo; b) la teoría de los actos de habla (speech-acts),
en la que el sí mismo se designa como hablante, es decir, como emisor de
enunciados; y c) la teoría de la imputación moral, en la que el sí mismo se
designa como responsable.
Al considerar la dimensión narrativa, surgen aspectos del sí mismo que
no se han puesto de manifiesto en los estudios anteriores. En primer lugar,
se encuentra la dimensión temporal de la experiencia humana. Aunque es
cierto que el agente, el emisor de enunciados y el sujeto de la imputación
moral se designan a sí mismos en la acción, en la enunciación y en la asun
ción de responsabilidades, esta reflexividad, que no es intemporal, no tiene
en cuenta el tiempo.
3 Kant, Kritik der reinen Vemunft, en Kant’s Werke, vol. III. Berlín, Georg Reimer, 1911,
p. 137; vol. IV, p. 102. (Crítica de la razón pura, vers. esp. Madrid, Alfaguara, 1978, p. 186.
[A 144, B 183]. N. delirad.)
4 Ibid., vol. III, p. 162; vol. IV, p. 124 (Vers. esp.: p. 215 [A 182, B224], (N. del trad.)
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carse a una axiomática de la naturaleza física. No sabemos muy bien qué regla
aplicar a la hora de pensar la mezcla de permanencia y de no-permanencia
que parece implicar la conexión de una vida.
Y, sin embargo, tenemos cierta precomprensión de dicha regla, en la me
dida en que la noción de conexión de una vida orienta el pensamiento hacia
esa combinación de los rasgos de la permanencia y del cambio. La mediación
del relato se ofrece, precisamente, en este punto. ¿Cómo? Eso es lo que ahora
vamos a tratar de mostrar. Vamos a proceder del siguiente modo: tras hablar
de la identidad que confiere la trama al relato, pasaremos a abordar la iden
tidad del personaje en el relato, para alcanzar, por último, a la identidad del
sí mismo tal como es refigurada principalmente en el acto de la lectura.
La c o n f ig u r a c ió n d e l r e l a t o
y l a id e n t id a d d e l p e r s o n a je
5 En francés: "Elle y paraít méme si étroite”; se propone: “En este texto dicha coordi
nación aparece limitada”. El traductor invierte el sentido de la afirmación de Ricoeur. (N.
de los eds.)
6 En Tiempo y relato I comenté esta primacía de la elaboración de la trama (rnythosJ
respecto al personaje (París, Seuil, 1983. p. 64 (Tiempoy narración I. vers. esp. Madrid, Cris
tiandad, 1987, p. 94). En el pasaje dedicado a las seis partes de la tragedia, la trama ocupa
el primer lugar, antes de los caracteres y del pensamiento (diánoia), que junto con la trama
constituyen el “qué” de la imitación de la acción. Aristóteles desarrolla esta subordinación
hasta el punto de declarar: “la tragedia es imitación, no de los hombres, sino de una acción, de
una vida y de la felicidad (también la desgracia se encuentra en la acción), y el fin es una
acción, no una cualidad [...]. Además, no podría haber tragedia sin acción, aunque podría
darse sin caracteres” (Poética, 1450 a 16-25. Madrid, Gredos, 1974, pp. 147-148). Nos de
tendremos posteriormente en esta última hipótesis cuando evoquemos la desaparición del
personaje en parte de las novelas contemporáneas.
PAUL RICOEUR 345
Esta correlación no es desmentida por la novela moderna, esta última
confirma el axioma enunciado por Frank Kermode según el cual, para de
sarrollar un personaje, hay que seguir narrando.7
Por tanto, hay que buscar en la trama la mediación entre la permanencia
y el cambio antes de aplicarla al estudio del personaje.8
Voy a recordar las líneas directrices de la teoría de la narración que
propuse en Tiempo y narración. Posteriormente, trataré de desarrollarlas,
aplicándolas a la teoría del personaje que sólo he esbozado hasta ahora.
Tomando como guía el modelo trágico de Aristóteles, he caracterizado la
identidad dinámica que la Poética asigna al mythos de la tragedia mediante el
conflicto que existe entre la exigencia de concordancia y el reconocimiento
de las discordancias que, hasta la clausura del relato, ponen en peligro su
identidad. Entiendo por concordancia el principio de orden que rige lo que
Aristóteles llama “disposición de los hechos”. Se caracteriza por tres rasgos:
completud, totalidad y extensión apropiada. Hay que entender por comple-
tud la unidad de la composición, que requiere que la interpretación de una
parte se subordine a la del todo. El conjunto de la obra, dice Aristóteles, es
“aquello que tiene comienzo, medio y fin”.9 Desde luego, un acontecimiento
sólo cumple la función de comienzo, medio o fin en virtud de la composición
poética j Al respecto, jla clausura del relatoy que tantos problemas plantea en
la novela moderna, es la piedra de toque del arte de componer. Sucede lo
mismo con la extensión: la acción tiene un contorno, un límite y, en conse
cuencia, una extensión en la trama: “La extensión que posibilita el cambio
o la transición10 de la felicidad a la desgracia o viceversa mediante una serie
para que pudiera aplicarse a las formas modernas del arte de componer,
tanto en el ámbito de la novela como en el del drama. Con ese objeto, pro
puse definir la concordancia discordante característica de toda composición
narrativa mediante la noción de síntesis de lo heterogéneo. De ese modo,
trataba de dar cuenta de las distintas mediaciones que lleva a cabo la trama:
entre los acontecimientos y la unidad temporal de la historia contada, entre
las componentes inconexas12 de la acción —intenciones, causas y golpes de
azar— y el encadenamiento de la historia, y, por último, entre la pura sucesión
y la unidad de la forma temporal, que, en última instancia, puede modificar
la cronología hasta el punto de suprimirla. Estas múltiples dialécticas ponen
de manifiesto, a mi juicio, la oposición presente en el modelo trágico de Aris
tóteles entre la dispersión episódica del relato y la capacidad de unificación
característica de la acción configurativa en que consiste la poíesis.13
Quizá podamos dar cuenta de la identidad del personaje en relación con
la elaboración de la trama mediante la que el relato obtiene su identidad.
Como hemos dicho, este problema no parece haber preocupado a Aristóte
les, pues subordinaba completamente los caracteres a la acción. Pero hemos
de sacar provecho de esa subordinación. Si toda historia, en efecto, puede
considerarse como una cadena de transformaciones que conducen de una
situación inicial a una situación final, la identidad narrativa del personaje
sólo puede ser el estilo unitario de las transformaciones subjetivas reguladas
por las transformaciones objetivas que obedecen a la regla de completud,
de totalidad y de unidad de la trama. Éste es el sentido de la siguiente fra
se de W. Schapp en In Geschichten verstrickt—Enredados en historias—: “Die
Geschichte steht für den Mann”14 (“La historia responde del hombre”).
Resulta que la identidad narrativa del personaje sólo puede ser correlativa
de la concordancia discordante de la propia historia.
Esta correlación que pone en funcionamiento la narratología en un ni
vel formal realmente superior al que alcanza la Poética de Aristóteles, pero
que surge del mismo deseo de tomar como modelo el arte de componer.15
Al respecto, Propp ha abierto la vía a todos los intentos de articular una
tipología de los papeles narrativos mediante una tipología de los encadena-
Una vez dicho esto, ¿cuál es la contribución de la poética del relato a la pro
blemática del sí mismo? Señalemos lo que la aproximación narrativa confirma
de los anáfisis anteriores y lo que les agrega.
En primer lugar, confirma los rasgos característicos de la persona descritos
en la teoría strawsoniana de los particulares de base y, más exactamente, en
19 Véase, por ejemplo, M. Leiris, Biffure. París, Gallimard, 1948; L’Age d'homme. Par
Gallimard, 1973. [La edad del hombre. México, Aldus, 1996 (N. de los eds.)].
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