Ética y Política en La Edad Media
Ética y Política en La Edad Media
Ética y Política en La Edad Media
y renacentistas
de Aristóteles
Compiladores
Colección Filosófica
Lecturas Medievales y Renacentistas de Aristóteles
De Iustitia et Iure 2018
Universidad Panamericana
ISBN: 978-607-7905-72-1.
México, 2020.
ÍNDICE
Introducción 11
José Alberto Ross Hernández
para defender que sólo existen dos tipos de ley: natural y positiva.
La ley positiva es la concreción y es aquella ley a la que nadie
refería, pero una vez referida todo mundo debe seguirla. Domingo
atribuye a Aristóteles esta distinción entre ley natural y positiva
y le sirve para explicar la diferencia de leyes que existen en los
reinos de su época: todo reino debe buscar seguir la ley natural,
pero por usos y costumbres surge la ley positiva. Sin embargo,
no puede ser el caso que una ley positiva sustituya o atente contra
la ley natural. Dicho lo anterior, de Rosa estudia los casos donde
Domingo de Soto recupera los análisis de la justicia propuestos
por Aristóteles. Domingo quiere demostrar, con la distinción entre
ley natural y positiva, que la justicia no es la ley. Para Domingo,
“dikaion” es un término polisémico y por ello a veces refiere a lo
justo y otras veces al derecho. Es decir, significa tanto el objeto
de la justicia como las formas prescritas y proscritas para alcanzar
dicho objeto. Este razonamiento analógico le permite defender a
Domingo que las leyes positivas del derecho sólo serán justas si
brotan de la ley natural, evitando así la tesis que iguala justicia con
ley. La misma analogía sirve como piedra de toque para analizar
cuestiones de justicia y ética. Además, la analogía funciona como
criterio para distinguir el bien del mal en una doble faceta: unas
cosas están mandadas porque son buenas o prohibidas porque son
malas, y otras en cambio son buenas porque están mandadas o
malas porque están prohibidas.
En el capítulo “¿El ser humano es causa sui? Aristóteles y Santo
Tomás”, Rafael Cúnsulo examina las referencias a Aristóteles
hechas por Santo Tomás cuando éste discute el problema del
libre albedrío. Su propósito es mostrar cómo se debe entender la
frase liber est causa sui en Tomás para trazar la diferencia que
existe respecto a Aristóteles en esta apropiación tomista. Antes
de esto, Cúnsulo ofrece un rápido mapeo de la expresión causa
sui en la modernidad: Dios será para Descartes, Spinoza o Hegel,
Introducción 21
la única causa sui. Esto le sirve para entender la metamorfosis
de dicha expresión, pues para Aristóteles la noción de causa sui
se usa en contextos de ética, específicamente para explicar las
acciones voluntarias donde el hombre determina actuar de una u
otra forma. A diferencia de los modernos quienes ven en el causa
sui una autosuficiencia ontológica, Aristóteles no quería afirmar
que el hombre sea causa de sí. Al contrario, la ética aristotélica
no ve en la voluntad la fuente de toda acción, sino que ésta tiende
y se ordena al bien. Tomás de Aquino, por su parte, retomó estas
reflexiones de Aristóteles para resolver el problema del libre
albedrío. El Aquinate considera que sólo el hombre, dentro de los
seres terrenales, es causa de sí en el sentido que es causa de su
movimiento y de su juicio, pues el juicio requiere de una reflexión,
pero también de una indeterminación anterior a él. Esto se refuerza
a través de un contraste con los seres inertes y con los animales:
los primeros no tienen principio de movimiento en ellos mismo y
los segundos no tienen la indeterminación típica del humano, sino
que el instinto vuelve necesarias sus acciones. De esta forma, la
noción de causa sui explicaría el libre albedrío del hombre.
Jazmín Ferreiro, en su artículo “El naturalismo político
aristotélico en el pensamiento político medieval. Continuidades y
rupturas”, ofrece un vistazo general a la influencia del pensamiento
político de Aristóteles en el Medievo para mostrar cómo se
desarrollaron verdaderas investigaciones políticas que allanan
el terreno a la ciencia política moderna. Ferreiro explica que la
Política revolucionó el Medievo gracias a su noción empírica de
naturaleza. Tomás de Aquino sería uno de los exponentes de la
originalidad de las propuestas medievales. Un ejemplo de ello
sería que así como la estructura social en Aristóteles se componía
de roles asignados a cada quien en virtud de su naturaleza, en
Tomás de Aquino esa estructura sería redefinida bajo una lógica
de división de trabajo que no busca otra cosa, sino la perfección
22 José Alberto Ross Hernández
Introducción1
Presento textos y a un autor relevantes, pues se trata del primer
teólogo y filósofo de América designado oficialmente para la
cátedra de Prima theologiae y para impartir el primer curso formal
de filosofía en la facultad de Artes. Ya había habido profesores
de filosofía y teología, e incluso ya se habían impartido sesiones
de lógica siguiendo los comentarios a los textos de Aristóteles
de Domingo de Soto, pero Alonso de la Veracruz es el primer
profesor formal en esas cátedras después de que, en 1553, llegó
la Cédula Real de Carlos V, la cual avalaba la fundación de la
1
Me permito hacer aquí un breve esbozo biográfico: Alonso de
Gutiérrez (1507-1584) nace en Caspueñas, en la provincia de Toledo.
De familia acomodada, estudió gramática en Alcalá y filosofía y teología
en Salamanca; entre 1532 y 1535, tras recibirse, imparte clases como
profesor de Salamanca en la facultad de Artes. Después viaja a América.
Llega al puerto de Veracruz en 1536, donde toma el hábito agustino y
el nombre del puerto. Vive en América hasta su muerte, aunque viaja
a España durante once años (entre 1562-1573); en 1573 funda la
espléndida Biblioteca de la Universidad y es Rector en 1578. Muere en
México en 1584. Cfr. A. de la Veracruz, The Writings of Alonso de la
Veracruz (Roma - St. Louis: S.J. Jesuit Historical Institute - St. Louis
University, 1968), pp. 12-14.
26 Virginia Aspe Armellla
5
Cfr. V. Aspe Armella, “El aristotelismo de la primera etapa de
la Universidad de Salamanca”, en Francisco de Vitoria en la escuela
de Salamanca y su influencia en Nueva España, (Pamplona: EUNSA,
2014).
6
Cfr. V. Aspe Armella, “Antecedentes histórico-filosóficos
para una acertada interpretación de las obras lógicas de Alonso de la
Veracruz”, en Pensamiento Novohispano 16, (Toluca: UAEM, 2015), pp.
87-106. En ese texto muestro la diversidad de opiniones que hay entre
la escuela de Walter Redmond y Mauricio Beuchot y la de Ambrosio
Velasco, Carolina Ponce y Carmen Rovira. La traducción mencionada
de Miguel Ángel Romero Cora sigue esta segunda opción nominal.
32 Virginia Aspe Armellla
7
Titelman (1502-1537) fue un franciscano y capuchino traducido
por Antonio Jornada en España. Entre éste y Agrícola, Alonso beberá
de un desplazamiento de la lógica deductiva medieval a un sentido
ciceroniano de la lógica-iudicium del razonamiento. Esto, no obstante,
ocurre en la obra de De la Veracruz De locis dialecticis seu topicis, una
parte del corpus lógico alonsino que ahora no trabajamos. Cfr. L. Vega
Reñón, “Alonso de Veracruz y las encrucijadas de la lógica en el siglo
XVI”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía XXX (2003), pp. 119-133.
34 Virginia Aspe Armellla
8
En el latín original: “Hic predicabilium liber introductio est non
solum ad Cathegorias Aristotelis, ed est, ad decem, praedicamenta, sed
ad totam dialecticam inimo ad philosophiam communem. Quippequi
ad definitiones, divisiones, demostrationes sine qui prospere nullus
philosophabitur desireiat et conducat”.
36 Virginia Aspe Armellla
9
De Alberto Magno dice que, siguiendo a Avicena y Algazel,
consideró que la argumentación era el sujeto de la lógica, pero Alonso
concluye que el sujeto de la dialéctica es el universal en los predicables
obtenidos por la operación del intelecto.
38 Virginia Aspe Armellla
10
Para ver más sobre este tema, cfr. C. Sabido, El pensamiento
ético-político de Alfonso de Madrigal, (Pamplona: EUNSA, 2016), pp.
21-40; L. Vega Reñón, “Alonso de la Veracruz y las encrucijadas de
la lógica en el siglo XVI”. El esfuerzo alonsino por la asimilación del
humanismo, de cara a sus aportaciones lógicas en autores como Titelman
y Rodolfo Agrícola, pretende la inserción de los estudiantes en el
contexto social del momento. Cfr. R. Kagan, Universidad y sociedad en
la España moderna, (Madrid: Tecnos, 1981). En este sentido, la primera
obra lógica en América tiene un claro afán pedagógico y utilitario.
40 Virginia Aspe Armellla
15
Cfr. W. Redmond y M. Beuchot, Pensamiento y realidad en fray
Alonso de la Veracruz, pp. 37-51.
16
W. Redmond y M. Beuchot, Pensamiento y realidad en fray
Alonso de la Veracruz, p. 39.
42 Virginia Aspe Armellla
las más cercanas son las singulares (An. Post., 72a5); explica ahí
lo que entiendo por “universal”: lo que se da en cada uno en sí y
en cuanto tal, en clara referencia a la ousia.
Es a partir de la lectura de este pasaje que Alonso encuentra
la confusión medieval sobre el universal y la comprensión de
que la lógica es ciencia, ya que el Estagirita añade que “por tanto
es evidente que todos los universales se dan por necesidad en
las cosas” (An. Post., 73b29). Para Alonso, la dificultad de esta
sentencia, como lo explicó en el prólogo a la Lógica, estriba en que
muchos autores medievales otorgaron estatuto existencial a algo
que, de suyo, no es real. Su prólogo echa mano de los comentarios
de Domingo de Soto, que sigue a de Aquino, quien acertadamente
había comprendido la sentencia aristotélica, pero añade a la
discusión nuevos argumentos aristotélicos para refutar tanto a
la vía platónica descendente medieval (que otorgaba a la lógica
estatuto de ciencia, borrando así las fronteras entre conocimiento y
realidad), al tiempo que se separaba de la interpretación terminista
que negaba toda posibilidad de conocimiento de la substancia en
tanto que ousía. Por eso su principal argumento es decir que la
lógica es hábito (hexis), y ello lo toma de la teoría del conocimiento
aristotélica presente en An. Post., 99b15 y ss., en donde Aristóteles
presenta la siguiente secuencia: a) los seres vivos tienen una
facultad innata para distinguir (sentido); b) en algunos animales
se produce una persistencia de la sensación; c) la persistencia del
sentir produce una sensación en el alma; d) al sobrevenir muchas
sensaciones surge una distinción (diáfora; cfr. 100a1), y surge el
concepto (logos; cfr. 100a3). Es así, continúa la argumentación del
Estagirita, que del sentido surge la memoria y de la memoria la
experiencia, y de ésta el universal que se ha fijado en el alma (cfr.
100a1-5).
La insistencia alonsina por ubicar a la lógica en la definición y la
división y no en la argumentacion ni la demostración encuentra en
La Dialecticca Resolutio de Alonso de la Veracruz 47
este pasaje su explicación: que algunos pensadores de la tradición
medieval habían confundido los modos de ser como innatos,
cuando en realidad los modos de ser proceden de la sensación (cfr.
An. Post., 11-19, 100a10-12). Es así que, para Alonso al igual que
para Aristóteles, el universal se da por primera vez en el alma, no
por convención externa (como para los lingüista-nominales) ni por
causa extrínseca alguna (como para algunos realistas medievales
de interpretación neo-platónica). Ésta es la batalla y polémica del
prólogo que abre la lógica alonsina: que la sensación lo es del
universal y que la ciencia y la intuición son verdaderas porque
ningún otro género del saber es más exacto que la intuición, pese a
que, en efecto, exista un mecanismo complejo proposicional, una
herramienta, para demostrar lo conocido: el silogismo axiomático
deductivo (100b1-7).
Por esta razón, autores como Mauricio Beuchot han dirigido
acertadamente el estudio de la lógica alonsina hacia el tema de
las relaciones entre filosofía y lenguaje.18 Y otros, como Walter
Redmond, han subrayado su paralelismo entre conocimiento y
realidad.19 A pesar de esta aproximación inicial, queda pendiente
la tarea de profundizar específicamente en cada parte del Organon
Alonsino a la luz de la recuperación aristotélica; el presente
análisis ha pretendido mostrar al lector cómo la apertura de sus
escritos lógicos prueba su asimilación aristotélica aunada a las
contribuciones de la lógica salmantina sotiana.
18
Cfr. M. Beuchot, Filosofía y lenguaje en la Nueva España
(Ciudad de México: UNAM, 2011), pp. 43-49. Sin embargo, Beuchot da
fuerza a la interpretación argumental de la lógica alonsina en Estudios de
historia y de filosofía en el México colonial, (Ciudad de México UNAM,
1991), p. 156.
19
Cfr. W. Redmond y M. Beuchot, La lógica mexicana en el siglo
de oro, (Ciudad de México: UNAM, 1985).
48 Virginia Aspe Armellla
1
Cfr. De Rijk, L. M., “Boèce logicien et philosophe”, en L.
Obertello (ed.), Atti del Congresso Internazionale di studi boeziani,
(Roma: Herder, 1981).
52 Gabriel González Nares
2
Boecio, De consolatione philosophiae et Opuscula sacra,
[en adelante, Cons.] C. Moreschini (ed.), Bibliotheca graecorum et
54 Gabriel González Nares
8
Boecio, Cons., V, p. 4, 31-38-: “Quare demonstrandum prius est
nihil non ex necessitate contingere, ut praenotionem signum esse huius
necessitatis appareat; alioquin si haec nulla est, ne ilia quidem eius rei
signum poterit esse quae non est. Iam vero probationem firma ratione
subnixam constat non ex signis neque petitis extrinsecus argumentis sed
ex convenientibus necessariisque causis esse ducendam”.
9
Boecio, In Categorias, 159 C, JP Migne, PL, 64: “in haec
opere haec intentio est, de primis rerum nominibus, et vocis rerum
significantibus disputare, non in eo quod secundum aliquam proprietatem
figuramque formantur, sed in eo quod significantes sunt”.
58 Gabriel González Nares
Boecio,
10
Secundum in De interpretatione, C. Meiser (ed.),
(Teubner, Leipzig: 1877).
11
Hay dos lugares de Cons., V en los que esta idea de la subjetividad
del conocimiento aparece. Por una parte, el de p.6, 72-75: “Quod totum
Tres argumentos de presciencia divina y libertad contingente 59
neoplatónico que hace énfasis en la naturaleza del cognoscente
más que en la del cognoscible. Este énfasis lo trata Boecio en esta
parte de la Consolación con la idea de aclarar que la naturaleza del
intelecto divino conoce todas las cosas y los futuros contingentes
como necesarios no por la naturaleza de tales futuros, sino por
la del divino intelecto, que por estar fuera del tiempo no conoce
las sucesiones de actos, sino que ve todas las cosas en un solo
conjunto. Dios, por su inmaterialidad y primacía ontológica (tema
recurrente e hilo conductor de toda la obra) no conoce ni sensible
ni imaginariamente, sino de modo intelectual: “La imaginación no
llega a los caracteres universales, ni la razón a las formas simples.
En cambio, la inteligencia, como desde una atalaya, conocida la
forma simple, distingue todo lo que a ésta se refiere; y esto por
el mismo proceso que sigue al conocer las formas simples, a las
cuales solamente ella puede llegar”.12 De modo que Dios puede
ver, en un sentido lógico o pensado, los futuros contingentes como
necesarios sin que se pierda la capacidad natural y la libertad
que algunas realidades tiene para actuar. Pues el estatuto del
conocimiento divino de las cosas contingentes no es el mismo que
el de la acción contingente en sí misma. Ambos tienen una forma
semejante de contenido, pero no tienen el mismo estatuto, pues el
conocimiento divino no es la causa próxima de la existencia de la
contra est: omne enim quod cognoscitur non secundum sui vim, sed
secundum cognoscentium potius comprehenditur facultatem”. Por otra
parte, el de p. 6, 58-59: “Quoniam igitur omne iudicium secundum sui
naturam quae sibi subiecta sunt comprehendit”. También el pasaje de
OSI, 2 es paralelo a estos dos.
12
Boecio, Cons., V, p. 4, 91-97: “Neque enim sensus aliquid
extra materiam valet vel universales species imaginatio contuetur vel
ratio capit simplicem formam; sed intellegentia quasi desuper spectans
concepta forma quae subsunt etiam cuncta diiudicat, sed eo modo quo
formam ipsam, quae nulli alii nota esse poterat, comprehendit”.
60 Gabriel González Nares
14
Boecio, In De interpretatione 9,...188: 15-18. Texto latino de
la ed. De Meiser (188: 15-18) “praedicativarum autem propositionum
natura ex rerum veritate et falsitate colligitur. quemadmodum enim sese
res habent, ita sese propositiones habebunt, quae res significant. nam si
in se res ullam retinent necessitatem, propositiones quoque necessariae
sunt”.
62 Gabriel González Nares
15
Boecio, Cons., V. m. 5, 10-15: “unica gens hominum celsum
levat altius cacumen/atque levis recto stat corpore despicitque terras./
Haec, nisi terrenus male desipis, admonet figura:/qui recto caelum vultu
petis exserisque frontem,/in sublime feras animum quoque, ne gravata
pessum/ inferior sidat mens corpore Celsius levato”.
16
Boecio, Cons., V, p. 4, 31-38-: “ut praenotionem signum esse
huius necessitatis appareat; alioquin si haec nulla est, ne ilia quidem eius
rei signum poterit esse quae non est. Iam vero probationem firma ratione
subnixam constat non ex signis neque petitis extrinsecus argumentis sed
ex convenientibus necessariisque causis esse ducendam”.
Tres argumentos de presciencia divina y libertad contingente 63
basa este reconocimiento en el ser mismo de la necesidad o de la
contingencia: Lo que tiene una naturaleza necesaria es cognoscible
en tanto a tal, y del mismo modo con lo que tiene naturaleza
contingente:
“Un hecho que no obedezca a necesidad alguna en
el momento de producirse tampoco tuvo necesidad
de existir antes de que se produjera. Luego hay
acontecimientos que deben verificarse y cuya
realización está libre de toda necesidad. Porque
nadie dirá que un hecho que se ha verificado
no estaba en camino de realizarse antes de que
sucediera: he aquí, pues, un hecho previsto y cuya
realización es libre”.17
De este modo es posible ver que la contingencia o necesidad de
los hechos está primero en ellos, como una presencia consubstancial,
y luego pueden ser comprendidas por la mente. Así, las cosas que
pueden ser vistas desde un punto de vista futuro (o atemporal y
eterno) como necesarias, no son tal por sí mismas, sino que su
naturaleza es contingente y libre: tanto pudieron suceder como no.
El origen de esta distinción está presente en varios lugares del
Segundo comentario al De Interpretatione, sin embargo, menciono
aquí dos lugares que descuellan por su claridad y porque son más
generales que técnicos. El primero habla sobre la valoración que
Aristóteles hace sobre la manifestación de la verdad o falsedad en
17
Boecio, Cons., V, p. 4, 50-56: “Quae igitur cum fiunt carent
exsistendi necessitate, eadem prius quam fiant sine necessitate future
sunt. Quare sunt quaedam eventura, quorum exitus ab omni necessitate
sit absolutus. Nam illud quidem nullum arbitror esse dicturum, quod,
quae nunc fiunt, prius quam fierent eventura non fuerint. Haec igitur
etiam praecognita liberos habent eventus”.
64 Gabriel González Nares
20
Boecio, Cons. V, p. 4, 50-56: “Quae igitur cum fiunt carent
exsistendi necessitate, eadem prius quam fiant sine necessitate future
sunt. Quare sunt quaedam eventura, quorum exitus ab omni necessitate
sit absolutus. Nam illud quidem nullum arbitror esse dicturum, quod,
quae nunc fiunt, prius quam fierent eventura non fuerint”.
21
Boecio, Cons, V, p. 5,10-18: “Hac itaque ratione multiplices
cognitiones diversis ac differentibus cessere substantiis. 3. Sensus enim
solus cunctis aliis cognitionibus destitutus immobilibus animantibus
cessit, quales sunt conchae maris quaeque alia saxis haerentia
nutriuntur; imaginatio vero mobilibus beluis, quibus iam inesse fugiendi
appetendive aliquis videtur affectus; ratio vero humani tantum generis
est, sicut intellegentia sola divini”.
Tres argumentos de presciencia divina y libertad contingente 67
Estos dos breves pasajes sugieren que la libertad y la racionalidad
están íntimamente ligadas, pero no terminan de mostrarlo de un
modo clarísimo. Hace falta unir el deseo con la razón para que
aparezca la facultad de elegir de un modo más demostrativo.
Boecio sabe muy bien que de hecho, deliberamos porque somos
racionales y deseamos los diversos bienes de la realidad. De hecho
suceden situaciones en las que nosotros somos las causas y no
alguien o algo más. La capacidad de elegir de un modo deliberado,
en la conjunción de libertad y racionalidad puede dar cuenta de la
planeación de la vida como un proyecto. Este pasaje muestra de un
modo más terminado esta unión de deseo y racionalidad:
“Existe el libre albedrío; ya que un ser dotado de
razón no puede carecer de él. En efecto, aquel que
por su naturaleza puede servirse de la razón, es
capaz de juzgar lo que le conviene elegir: por tanto,
distingue por sí mismo lo que debe rechazar y lo
que puede apetecer. Buscará, pues, lo apetecible
y se apartará de lo rechazable. De manera que el
que está dotado de razón, está por el mismo hecho
dotado de libertad para querer o no querer; pero hay
que advertir que no todos tienen el mismo grado de
libertad”.22
De modo que existe el libre arbitrio, puesto que los actores
racionales, libres y contingentes, son la causa próxima de su propia
22
Boecio, Cons., V, p. 2, 5-13: “— Est, inquit; neque enim fuerit
ulla rationalis natura, quin eidem libertas adsit arbitrii. 4. Nam quod
ratione uti naturaliter potest, id habet iudicium quo quidque discernat;
per se igitur fugienda optandave dinoscit; quod vero quis optandum esse
iudicat, petit, refugit vero quod aestimat esse fugiendum. Quare quibus
in ipsis inest ratio, inest etiam volendi nolendique libertas, sed hanc non
in omnibus aequam esse constituo”.
68 Gabriel González Nares
potestatem abesse quis nesciat? sed est liberum arbitrium, quod ipsa
quoque vocabula prodilnt, liberum nobis de voluntate iudicium”.
70 Gabriel González Nares
Bibliografía
Fuentes originales
Boecio. De consolatione philosophiae et Opuscula sacra, C.
Moreschini (ed.), Bibliotheca graecorum et romanorum
teubneriana, (Munich-Leipzig: De Gruyter, 2005).
—. Secundum in De interpretatione, C. Meiser (ed.), (Leipzig:
Teubner, 1877).
Traducciones
Aristóteles, Categorías, De interpretatione, Minio-Paluello (ed.),
OCT (Nueva York: Oxford University Press, 1949), reimpr.
2008.
Boecio, La consolación de la filosofía, Pablo Masa (trad.), (Madrid,
España: Sarpe, 1955).
—. La consolación de la filosofía, Paedro Rodríguez (trad.),
(Madrid, España: Alianza, 2015).
Tres argumentos de presciencia divina y libertad contingente 71
Boethius, On Aristotle’s On interpretation 9, first and second
commentaries, N. Kretzmann (trad.), (Gran Bretaña: Cornell
University Press, 1998).
De Rijk, L. M., “Boèce logicien et philosophe,” en L. Obertello
(ed.), Atti del Congresso Internazionale di studi boeziani,
(Roma: Herder, 1981).
Phillips, P. E., “Anicius Manlius Severinus Boethius: A Chronology
and Selected Annotated Bibliography”, en N. H. Kaylor Jr. y
P. E. Phillips (eds.), A Companion to Boethius in the Middle
Ages, (Leiden: Brill, 2012), pp. 551–589.
DE LA ÉTICA ARISTOTÉLICA DE LA VIRTUD A LA
ÉTICA MEDIEVAL DE LA INTENCIÓN.
LA METAMORFOSIS CRISTIANA DE LA ÉTICA
GRIEGA
Silvana Filippi
Universidad Nacional de Rosario - CONICET
1
Píndaro, “Pítica segunda”, lin. 72, Odas y fragmentos, (Madrid:
Gredos, 1984).
2
Aristóteles, Eth. Nic. (Oxford: Oxford University Press, 1920),
II, 6: “La virtud es, por tanto, un hábito electivo, consistente en una
De la ética aristotélica de la virtud a la ética medieval... 75
en absoluto el sentido que históricamente otorgaron los griegos
a la areté, sino que más bien lo reafirmó. La virtud es para los
antiguos un modo habitual de obrar que se constituye, como dirá
el Estagirita, en una suerte de segunda naturaleza y que expresa
la perfección de la esencia humana en cuanto es lo que es: un ser
racional.
Tal es el peso puesto por estos pensadores sobre la adquisición
de aquellos hábitos buenos que se constituyen en cualidades
permanentes y en manifestación de lo que es máximamente
alcanzable por el hombre bajo la guía de la razón, que en sus
disquisiciones no puede advertirse que concedan un peso
considerable a los actos singulares. De hecho, una sola golondrina,
según Aristóteles, no hace verano.3 Lo que cuenta es un modo
permanente de obrar conforme a la razón; el vicio no indica sino
un yerro,4 una conducta desordenada consecuente con un error
5
Salmo 27, 3.
6
Salmo 43, 22.
7
Salmo 7, 10.
De la ética aristotélica de la virtud a la ética medieval... 79
bondad o maldad que anida en el corazón de cada hombre. Dios
es qui judicas juste, et probas renes et corda.8 Nada hay que no
pueda alcanzar el Dios que siendo creador es omnisciente, y por
eso no es posible a sus creaturas ocultarle alguna intención o
pensamiento: Omnia enim corda scrutatur Dominus, et universas
mentium cogitationes intelligit.9 Al contrario, los seres libres,
bajo esta nueva mirada, han de rendir cuenta no sólo de sus obras
exteriormente visibles, sino también de sus actos interiores,
pues la intención y el consentimiento íntimos ya son actos que
acuerdan o no con la justicia, aun si no pudiesen materializarse en
hechos públicamente verificables. Que en el marco de la legalidad
social no puedan ser condenadas las intenciones, sino sólo ciertos
actos efectivamente constatables, poco o nada dice acerca de la
moralidad de un individuo. Hay infinidad de crímenes que escapan
a los estrechos márgenes de la ley humana.
Esta concepción se ha mantenido incólume a lo largo de
toda la Escritura. Quizás, entre muchos otros pasajes, podría
recordarse aquella terrible admonición de Jesús: “¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros
blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están
llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también
vosotros, por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro
estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”.10
Semejante concepción no podía pasar desapercibida, tanto por
la constancia con que se mantiene a lo largo del Libro Sagrado
como por su contraste con la ética pagana de la virtud. No es,
en realidad, que ambas visiones acerca del valor moral de los
hombres fuesen radicalmente incompatibles. De hecho, la historia
del pensar mostrará que no lo fueron. Pero lo que ha acontecido
8
Jeremías 11, 20.
9
Crónicas I, 28, 9.
10
Mateo 23, 27-28.
80 Silvana Filippi
12
Justino Mártir, I Apología, 15, (J. P. Migne, Patrologia Graeca,
t. 6, col. 349 B).
13
Atenágoras, Leg. pro Christ., 33, (J. P. Migne, Patrologia
Graeca, t. 6, col. 965)..
82 Silvana Filippi
14
Pedro Abelardo, Ethica seu Liber dictus Scito te ipsum, cap. III
638 C).
15
Pedro Abelardo, Ethica seu Liber dictus Scito te ipsum, cap. III,
(J. P. Migne, Patrologia Latina, t. 178, col. 643D).
De la ética aristotélica de la virtud a la ética medieval... 83
con buena intención.16 Tanto es así, que el mismo acto puede ser
realizado por dos personas con distinta intención, una buena y otra
mala, e incluso una persona que realiza la misma acción en dos
momentos distintos, puede en un caso obrar bien y en el otro mal,
si la intención ha variado. Por eso “ni el mérito ni la gloria están
en la obra misma, sino en la intención del que la ejecuta”, de tal
modo que Dios “no juzga lo que se hace, sino la intención con que
se hace”.17
Abelardo distingue así netamente entre el orden moral, que es
el de la interioridad de la conciencia y su intención, y el orden de
la legalidad, que es externo y está referido a las obras. Y en ello
no ve contradicción alguna, pues los hombres no pueden juzgar
sobre la profundidad de la conciencia personal, sino sólo sobre
los actos externos y sus consecuencias sociales. El juicio sobre la
conciencia y la intención moral le compete sólo a Dios. Por eso
de Él se dice en la Escritura que es el “que escruta los riñones y
el corazón” (Jr 20, 12), y que “ve en lo secreto” (Mt 6, 4). Los
hombres, en cambio, sólo tienen en cuenta las obras y, por eso, sea
por error o por imposición de la ley, muchas veces deben condenar
a los inocentes y absolver a los culpables.
Ahora bien, la ética de Abelardo mostraba dos puntos
particularmente problemáticos. Al trasladar exclusivamente el
núcleo de la moralidad a la intención abría las puertas, en primer
lugar, a la posibilidad de una completa subjetivización de la
moral que se agotaría en el ámbito de la interioridad individual.
En segundo lugar, su insistencia en que la bondad o la maldad
moral depende sólo y absolutamente de la intención parece hacer
de las obras efectivamente realizadas algo éticamente carente de
16
Pedro Abelardo, Dialogus inter Philosophum, Iudaeum et
Christianum (J. P. Migne, Patrologia Latina, t. 178, col. 1677 C).
17
Pedro Abelardo, Ethica seu Liber dictus Scito te ipsum, cap. III
(J. P. Migne, Patrologia Latina, t. 178, col. 644 A).
84 Silvana Filippi
1
J. J. Chevallier, Storia del pensiero politico, I. Antico e Medioevo,
N. Tonna (trad.), (Bologna: Il Mulino, 1989); C. H. Mcllwain, Il pensiero
politico occidentale, dai Greci al tardo Medioevo, G. Ferrara (ed.),
(Venezia: Neri Pozza Editore, 1959); A. Gewirth, Marsilio of Padua,
(Chicago, 1978).
88 Antonio Sparano
2
A. Sparano, Dall’Ἀγαϑόν alla vita sufficiens. Declino e rinascita
del dialogo politico, (Roma: Aracne Editrice, 2017) I, c. 2.
3
Platón, La República F. Adorno (ed.), F. Gabrieli (trad.),
(Milano: BUR, 2001), libro VI, 485b.
La vita sufficiens y el carácter coercitivo de la ley 89
una conclusión similar. Aunque desde el punto de vista metafísico
se ha distinguido bastante de su maestro, desde el punto de vista
político Aristóteles termina tomando una posición muy cercana
a la platónica. De hecho, aunque sostiene que el Estado debe
responder a las necesidades naturales del hombre,4 sobre todo a la
de sociabilidad [Aristóteles define al hombre: πολιτικόν ζῶον5], él
también vincula su modelo de Estado perfecto con la consecución
de la Virtud [Ἀρετή], es decir: hace coincidir el concepto de buen
ciudadano con el de hombre virtuoso.6
Esta concepción deóntica7 también emerge en la última gran
corriente filosófica de la Antigüedad: el Estoicismo, inclusive en
su versión romana. De hecho, Cicerón,8 y luego Séneca,9 los dos
mayores herederos latinos de esta tradición, trataron de inculcar
buena parte de la ética estoica en la mentalidad pragmática de
sus conciudadanos, y especialmente en la clase política romana,
con el objetivo de transformar Roma y su imperio en un Estado
perfecto inspirado en el Summum Bonum. Pero es sobre todo con
el advenimiento del Cristianismo que esta concepción se radicaliza
hasta el punto de asumir un carácter escatológico. El alcance
innovador de su mensaje también influyó en la reflexión política:
una clara prueba de esto es la teología de Agustín de Hipona. Para
Agustín, el logro del Bien por parte de cada individuo, y, por lo
tanto, de una felicidad duradera, más bien eterna, coincide con la
4
Aristóteles, Política, A. Viviano (ed.), (Milano: BUR, 2002),
libro 1, cap. 2, 1253a 29-31.
5
Aristóteles, Política, libro 1, cap. 2, 1253a 2-3.
6
Aristóteles, Política, libro 7, cap. 15, 1334a 28-34.
7
O sea, con respecto a un deber-ser de la communitas politica.
8
Cicerón, De re publica, A. Resta Barrile (ed.), (Torino:
Mondadori, 2010), libro III, cap. 3.
9
Séneca, De Clementia, L. De Biasi, A. M. Ferrero, E. Malaspina
(eds.), (Torino: UTET, 2009), II, 7, 3.
90 Antonio Sparano
12
Tomás de Aquino, Suma Teológica (Dominicos Italianos, trad.
y comentario), (Sancasciano: Casa Editrice Adriano Salani, 1966), I, q.
96, a. IV.
13
Aristóteles, Política, libro 3, cap. 9, 1280a31 – 1281a10; cap.
12, 1282b – 1283a15.
14
Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, q. 96, a. IV.
92 Antonio Sparano
16
Tomás de Aquino, De Regimine Principum, libro I, cap. 1.
17
Tomás de Aquino, De Regimine Principum, libro I, cap. 14.
94 Antonio Sparano
que alcanzar, cada uno, sus propios objetivos: él sabe que las
actividades de cada uno [siendo el individuo parte de las societa]
se realizan en el mismo campo (de acción), y, por supuesto, en
parte coinciden; sin embargo, no considera la communitas politica
como un fin en sí mismo, sino que le asigna un objetivo [la bona
vita], que sin embargo se convierte, a su vez, en una preparación,
es decir, en un medio para una vida aún mejor para el individuo.
El fin de la política, para Tomás, es subordinado al del individuo,
ya que la llamada vida virtuosa, que el Estado quiere y debe
realizar, no constituye el objetivo final del hombre, que es y sigue
siendo ultramundano [la perfectio supernaturalis]. A pesar de su
proximidad a la posición aristotélica, especialmente en lo que se
refiere a la necesidad y el valor de la societas, la doctrina política
tomista permanece anclada a la escatología agustiniana: la vida
social y política es necesaria para el hombre de acuerdo con todo
el sistema del orden providencial.
b) El intelectualismo político de Dante
En cuanto al pensamiento político de Dante, en primer lugar
hay que decir que el Florentino está dirigido por la obstinada e
inflexible convicción de que el ideal del imperio universal, exaltado
en todos sus escritos, puede finalmente realizarse: el imperio, o
sería más correcto decir la monarquía universal, siempre seguirá
siendo, para Alighieri, un programa factible. Dante sostiene que
la humanidad es una y tiene un único fin intelectual, es decir que
retoma de la Política de Aristóteles la definición de hombre como
animal politicum: por naturaleza el ser humano tiene características
por las que no puede obtener, por sí mismo, todo lo que necesita
para garantizarse una vida feliz; por lo tanto, advierte la irreprimible
necesidad de juntarse en comunidad con sus semejantes.18 Y al igual
IV, 1.
La vita sufficiens y el carácter coercitivo de la ley 95
que Aristóteles, Dante también selecciona las múltiples formas
de grupos humanos, diferenciándolos a partir de su capacidad de
responder a las necesidades de las personas que los componen.
Así que, procediendo de acuerdo con un orden cuantitativa y
cualitativamente creciente, identifica: la familia, la ciudad, el reino,
y finalmente la monarquía.19 Ella es la única capaz de garantizar
a los hombres las condiciones necesarias para ser verdaderamente
felices. Y ¿qué significa ser feliz? Para Alighieri la felicidad, que
en la Ética a Nicómaco Aristóteles presenta como el fin último20
del hombre, no equivale solo al cumplimiento de las necesidades
biológicas, económicas y/o éticas; para el Poeta, el fin natural del
hombre es el logro de la perfección de la que él es naturalmente
capaz. Esta virtud propia del hombre es la razón [intellectus], a
saber: el completo desarrollo de sus capacidades intelectuales, a
las que debe predisponer toda su vida, incluida la práctica. Él, por
lo tanto, hace suya también la tesis aristotélica sobre el intelecto
humano, pero reinterpretándola en clave política. Sin embargo,
la communitas politica que puede garantizar el logro de este fin
no es, como podría argumentar Aristóteles, la polis, ni el regnum
de Tomás de Aquino: el Estado por excelencia, el absolutamente
autárquico, solo puede ser el imperio. Las comunidades políticas
más pequeñas, dice Alighieri, como las ciudades y el reino,
naturalmente convergen hacia la unidad orgánica de la monarquía
universal, porque ésta, moderando las relaciones entre las ciudades
y los reinos, inaugura en el mundo terrenal aquella paz universal,
que permite a todos los pueblos concentrarse, todos juntos, en el
logro del único fin de la humana civilitas, es decir: el perfecto
21
Dante, Monarquia, F. Sanguineti (ed.), (Milano: Garzanti, 2006),
I, III; 7.
La vita sufficiens y el carácter coercitivo de la ley 97
garantizar la paz. Para Marsilio, la pax es la condición principal
para que en un Estado se pueda realizar una excelente convivencia
entre sus partes y, por lo tanto, una vida feliz para cada ciudadano.
Pero la paz entre las partes de una sociedad, como ya había
dicho Aristóteles, puede ser minada por numerosos factores de
discordia: el Estagirita, presentado como philosophorum eximius
in civili sciencia, de hecho, ha descrito casi todas las causas de
una mala organización del sistema político;22 sin embargo, añade
el Paduano, hay una que ni Aristóteles, ni ningún otro filósofo
contemporáneo o antecedente al Estagirita, podría identificar
e investigar. Es una causa “singular y muy oculta”, que, “como
la enfermedad en el viviente”, hace que los hombres pierdan su
felicidad y los conduzca a las tinieblas del conflicto: un germen
desconocido por Aristóteles, pues se ha ganado subrepticiamente
su espacio en la historia solo después de su muerte y después de
un evento extraordinario, o más bien, se lo ha ganado más allá de
cualquier posibilidad natural,23 es decir: después de la venida de
Cristo y la fundación de su Iglesia [Ecclesia]. Marsilio aclara que,
por supuesto, la causa de la discordia dentro de las comunidades
políticas no tiene que identificarse con la misma Iglesia, sino con
su consecuencia involuntaria y accidental, a saber: en la pretensión
de los obispos romanos de justificar su jurisdicción coercitiva
universal en el mundo, atribuyendose la plenitud del poder.24
Esta es una pretensión inaceptable, para el Paduano, ya que en
una comunidad política [politia] en la que haya muchas partes que
aspiran al gobierno, faltaría la jurisdicción, el orden y la ejecución
de las leyes; por lo tanto, habría división, contraste y separación
22
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, Mt. Fumagalli Beonio
Brocchieri (introducción); M. Conetti, C, Fiocchi, S. Radice, S.
Simonetta (trad. y notas); (Milano: BUR, 2001), I dictio, cap. 1, par. 3.
23
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, I dictio, cap. 1, par. 3.
24
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, I dictio, cap. 19, par. 9.
98 Antonio Sparano
anima.
100 Antonio Sparano
27
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, I dictio, cap. 4, par. 4.
La vita sufficiens y el carácter coercitivo de la ley 101
Llegados a este punto de su discurso, probemos profundizar
la parte en la que el magister desarrolla su idea de ley, que, como
he dicho, es el otro aspecto nuevo de su doctrina política que voy
a tratar. Partiendo de una premisa ciertamente menos noble, pero
también menos abstrusa y hermética, de un trascendente Summum
Bonum, como, precisamente, es la vita sufficiens, Marsilio intenta
concretar la definición clásica de lex, que, condicionada a su vez
por la tradición platónico-aristotélica, había puesto su naturaleza
en una racionalidad intrínseca y, sobre todo, abstracta.28 A tal fin
recurre a una rigurosa indagación filológica: analiza los diversos
significados del término ley hasta identificar el más apropiado al
ámbito político. De acuerdo con esta indagación: primero, ley
designa una inclinación natural; luego, un orden físico; o bien, el
conjunto de reglas que en una posible vida ultraterrenal conducen a
la salvación o, si no se siguen, a la perdición, como en el caso de la
ley evangélica; finalmente, lex indica, según el magister paduano,
la ciencia o el juicio universal sobre lo que es justo y ventajoso
para la comunidad política y su contrario.29 A partir de este último
significado, es posible hacer otras dos distinciones: puede indicar,
de hecho, el objeto de una ciencia particular, es decir, de esa
ciencia conocida con el nombre de derecho, que se ocupa de lo
justo y lo injusto en sí mismo; pero también puede designar la
disposición de lo que es justo y ventajoso [y de su contrario] para
una comunidad y para cuya obediencia está previsto un precepto
coactivo [preceptum coactivum]. Y solo si se considera en este
sentido, dice Marsilio en conclusión de su investigación filológica,
la ley puede decirse realmente conforme a su propio significado.
Entonces, para resumir su razonamiento, el Paduano afirma que
una ley es tal solo si puede obligar a su cumplimiento.
28
Platón, Las Leyes F. Ferrari (introducción); F. Ferrari y S. Poli
(trads.), (Milano: BUR, 2005), 793b.
29
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, I dictio, cap. 10, par. 3.
102 Antonio Sparano
30
Marsilio de Padua, Defensor Pacis, I dictio, cap. 10, par. 5.
31
“[…] ὁ δὲ νόμος ἀναγκαστικήν ἔχει δύναμιν λόγος ὦν απὸ
τινος φρονήσεος και νοῦ”. [Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro 10, cap.
10, 1180a 21s.].
La vita sufficiens y el carácter coercitivo de la ley 103
Bibliografía
Aquino, Tomás de., De Regimine Principum, A. Meozzi, (ed.),
(Lanciano, R. Carabba Editore, 1930).
—. Suma Teológica, Dominicos Italianos (trad. y comentarios),
(Sancasciano: Casa Editrice Adriano Salani, 1966).
Aristóteles. Ética a Nicómaco, C. Natali (ed.), (Bari: Laterza,
2009).
—. Política, A. Viviano (ed.), (Milano: BUR, 2002).
Cicerón. De re publica, A. Resta Barrile (ed.), (Torino: Mondadori,
2010).
Dante. Convivio, P. Cudini (ed.), (Milano: Garzanti, 1995).
—. Monarquia, F. Sanguineti (ed.), (Milano: Garzanti, 2006).
Hipona, Agustín de., De Civitate Dei, C. Carena (ed.), (Torino:
Einaudi, 1992).
Padua, Marsilio de., Defensor Pacis, Mt. Fumagalli Beonio
Brocchieri (introducción); M. Conetti, C, Fiocchi, S. Radice,
S. Simonetta (trad. y notas), (Milano: BUR, 2001).
Platón. Las Leyes, F. Ferrari (introducción); F. Ferrari y S. Poli
(trad.), (Milano: BUR, 2005).
—. La República, F. Adorno (ed)., F. Gabrieli (trad.), (Milano:
BUR, 2001).
Séneca. De Clementia, L. De Biasi, A. M. Ferrero, E. Malaspina
(eds.), (Torino: UTET, 2009).
Bibliografía secundaria
Battocchio, R., Ecclesiologia e politica in Marsilio da Padova,
(Padova: Istituto per la storia ecclesiastica padovana, 2005).
Fumagalli, M., Il pensiero politico medievale, (Milano: Laterza,
2004).
Gewirth, A., Marsilio of Padua, (Chicago, 1978).
104 Antonio Sparano
1
Aristotelis, Ethica Nicomachea, I. Bywater (ed.), (Oxford:
Oxford University Press, 1991), 1095 b 15. (E. N. en adelante)
2
Aristotelis, E. N. 1095 b 5 y ss.
3
Aristotelis, E. N. 1113 a 15 passim 1113 b 2; 1176 a 5-29.
4
Clément d’Alexandrie, Les Stromates, A. Le Boulluec (ed.),
(París: Ed. Du Cerf, 1981) V, 11, 68.1, pp. 136-137: “...la mayor parte
106 Beatriz Reyes Oribe
7
S. Thomae Aquinatis, Scriptum super II Sententiarum, E. Alarcón
(ed.), Corpus thomisticum, http://www.corpusthomisticum.org/iopera.
html, d 7, q 1, a 2. (En adelante Super sententiarum).
8
S. Thomae Aquinatis, Summa contra gentiles, Opera omnia XV,
(Roma: Ed. Leonina, 1930), 4, c. 95, nº. 3.
9
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae, Opera omnia V,
(Roma: Ed. Leonina, 1889), I, q. 83 a. 1 ad 5.
108 Beatriz Reyes Oribe
10
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae, Opera omnia VI,
(Roma: Ed. Leonina, 1891), I-II, q. 9 a. 2 co.
11
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae I-II, q. 58 a. 5 co.
12
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae, Opera omnia VIII
(Roma: Ed. Leonina, 1895), II-II, q. 24 a. 11 co.
13
S. Thomae Aquinatis, Quaestiones disputatae de veritate, Opera
omnia XXII (Roma: Ed. Leonina, 1973), q. 24, a 10, co. (En adelante
De veritate).
14
S. Thomae Aquinatis, Quaestiones disputatae de malo, Opera
omnia XXIII, (Roma: Ed. Leonina y Paris Vrin, 1982), q. 2 a. 3 ad 9. (En
adelante De malo).
15
S. Thomae Aquinatis, Quaestiones disputatae de virtutibus, q. 2
a. 12 co. (En adelante De virtutibus).
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 109
j) En el cuerpo de un artículo sobre la conexión de las virtudes,
donde usa esta sentencia en relación a la recta estimación de los
fines, necesaria para la virtud.16
k) En el Comentario a la Ética de Aristóteles.17 Allí se trata
de las diversas estimaciones sobre el bien debidas a la naturaleza
particular.
l) En los comentarios a las Epístolas de San Pablo, donde explica
que el hombre que lleva una vida animal no puede comprender los
bienes espirituales; de ahí la obra del Espíritu Santo que enciende
los corazones en el amor de esos bienes.18 Y también que el hombre
con hábitos malos no puede sentir las cosas espirituales ni estimar
adecuadamente sobre el fin.19
16
S. Thomae Aquinatis, De virtutibus, q. 5 a. 2 co.
17
S. Thomae Aquinatis, Sententia Ethicorum, Opera omnia XLVII
(Roma: ed. Leonina, 1969), III, l. 13 nº 2.
18
S. Thomae Aquinatis, Super I ad Corinthios cap. 2 l. 3.
19
S. Thomae Aquinatis, Super Romanos, cap. 8 l. 1.
20
S. Thomae Aquinatis, Super Sententiarum, II, d. 25 q. 1 a. 1 arg.
5.
21
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae I, q. 83 a. 1 arg. 5
22
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae I-II, q. 10 a. 3 arg. 2.
110 Beatriz Reyes Oribe
23
S. Thomae Aquinatis, De veritate, q. 24 a. 1 arg. 19.
24
S. Thomae Aquinatis, De virtutibus, q. 1 a. 5 arg. 2.
25
S. Thomae Aquinatis, De virtutibus, q. 1 a. 9 arg. 21.
26
S. Thomae Aquinatis, Super Sententiarum II, d. 7 q. 1 a. 2
co. “[...] Peccatum autem voluntatis contingit dupliciter circa finem;
vel ex passion deducente rationem ab actuali consideratione recti finis;
et talis peccator poenitens est passione cessante; vel ex malitia, quae,
secundum philosophum in 7 Ethic. Est corruptiva finis. Dicitur enim ex
malitia peccare qui ex electione pravi finis peccat, eo quod qualis est
secundum habitum, talis finis videtur ei; ut qui habet habitum luxuriae,
delectationem veneream sibi ponit finem. Et cum error circa finem in
operabilibus sit sicut error circa prima principia in speculativis, circa
quae errantem non contingit ex aliis magis notis dirigi; oportet quod sic
peccans sit impoenitens, ut dicit Philosophus ibidem. [...]”.
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 111
poder arrepentirse de este pecado es necesario que cese la pasión
o remover el hábito por el que se quiere el fin depravado. El
Aquinate cita aquí un paso del Libro VII de la Ética Nicomaquea,
al que parafrasea para explicar de qué modo hay pecados difíciles
de remover.27
El lugar citado del Estagirita es importante ya que distingue
dos efectos de los hábitos morales: la virtud confirma el principio
y el vicio lo destruye. Pero el principio en lo agible es el fin, de
ahí la dificultad de cambio para el vicioso. Además Aristóteles
dice que la virtud, sea natural o por costumbre, es la que enseña
rectamente sobre fin. Por otra parte, ya había señalado un poco
antes que el vicio es por elección, lo cual pone en la pista de por
qué no es removible28.
En segundo lugar, veamos el paso b) hallado en Contra
Gentiles.29 Allí el Aquinate sostiene que el hombre apetece la
beatitud porque le es natural; sin embargo, no es lo mismo apetecer
esa beatitud en general, que apetecer un bien bajo la razón de
beatitud. Pero para que pueda darse ese apetecer especial, debe
darse una disposición también especial de la naturaleza. Para
apetecer la bienaventuranza alcanza con ser hombre. Para apetecer
la bienaventuranza de tal modo, es necesario disponerse respecto
de ciertos bienes y de cierto fin.
27
Aristotelis, E. N. 1151 a 15.
28
Aristotelis, E. N. 1151 a 6-7.
29
S. Thomae Aquinatis, Contra gentiles IV, cap. 95 n. 3. “[…] Et
hoc quidem sequitur in universali naturam rationalem, ut beatitudinem
appetat: sed quod hoc vel illud sub ratione beatitudinis et ultimi finis
desideret, ex aliqua speciali dispositione naturae contingit; unde
philosophus dicit quod qualis unusquisque est talis et finis videtur ei. Si
igitur dispositio illa per quam aliquid desideratur ab aliquo ut ultimus
finis, ab eo removeri non possit, non poterit immutari voluntas eius
quantum ad desiderium finis illius. […]”.
112 Beatriz Reyes Oribe
30
S. Thomae Aquinatis, Contra gentiles IV, cap. 95 n. 2. “[…]
Unde non posset homo mutari de vera acceptione principiorum in
falsam, aut e converso, nisi per mutationem naturae: non enim qui errat
circa principia, revocari potest per aliqua certiora, sicut revocatur homo
ab errore qui est circa conclusiones. Et similiter nec posset aliquis a vera
acceptione principiorum per aliqua magis apparentia seduci. Sic igitur
et se habet circa finem. Quia unusquisque naturaliter habet desiderium
ultimi finis. […]”.
31
S. Thomae Aquinatis, Contra gentiles IV, cap. 95 n. 4.
32
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae, I-IIae q. 9 a. 2 co.: “[...]
id quod apprehenditur sub ratione boni et convenientis, movet voluntatem
per modum obiecti. […]Et inde est quod gustus diversimode dispositus,
non eodem modo accipit aliquid ut conveniens et ut non conveniens.
Unde, ut Philosophus dicit in III Ethic., qualis unusquisque est, talis finis
videtur ei. Manifestum est autem quod secundum passionem appetitus
sensitivi, immutatur homo ad aliquam dispositionem. Unde secundum
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 113
Una pasión puede disponer al hombre respecto de un bien que
entonces le resulta conveniente. Así es recibido por la voluntad
como un bien y, por tanto, como objeto. Aunque esta disposición
sea transitoria, mientras dura, es posible que la voluntad quiera
como objeto el bien real o aparente según la pasión.
Entonces, vemos que esta sentencia no solamente es usada para
explicar la disposición respecto de los fines, sino también respecto
del objeto.
En cuarto lugar, consideramos el paso e) sobre la prudencia y
las virtudes morales.33
Dice el Angélico que los principios que se conocen como
universales, en general, se corrompen en particular. Esto puede
darse, por ejemplo, por las pasiones. De ahí que sean necesarias
las virtudes morales para que el hombre se haga, en cierto modo,
connatural a los fines particulares y pueda juzgar rectamente sobre
ellos, ya que según uno sea, así se le aparecerá el fin. Algo semejante
sostiene en el paso f) sobre la caridad. Allí dice que la mente
del hombre juzga sobre lo que debe hacer según su disposición
quod homo est in passione aliqua, videtur sibi aliquid conveniens, quod
non videtur extra passionem existenti, sicut irato videtur bonum, quod
non videtur quieto. Et per hunc modum, ex parte obiecti, appetitus
sensitivus movet voluntatem. […]”.
33
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae I-IIae, q. 58 a. 5 co.
“[…]Contingit enim quandoque quod huiusmodi universale principium
cognitum per intellectum vel scientiam, corrumpitur in particulari per
aliquam passionem […]ad hoc quod recte se habeat circa principia
particularia agibilium, quae sunt fines, oportet quod perficiatur per
aliquos habitus secundum quos fiat quodammodo homini connaturale
recte iudicare de fine. Et hoc fit per virtutem moralem, virtuosus enim
recte iudicat de fine virtutis, quia qualis unusquisque est, talis finis
videtur ei, ut dicitur in III Ethic. Et ideo ad rectam rationem agibilium,
quae est prudentia, requiritur quod homo habeat virtutem moralem.
[…]”.
114 Beatriz Reyes Oribe
34
S. Thomae Aquinatis, Summa Theologiae II-II, q. 24 a. 11 co.
“[…] Habitui vero proprium est ut inclinet potentiam ad agendum quod
convenit habitui inquantum facit id videri bonum quod ei convenit,
malum autem quod ei repugnat. Sicut enim gustus diiudicat sapores
secundum suam dispositionem, ita mens hominis diiudicat de aliquo
faciendo secundum suam habitualem dispositionem, unde et philosophus
dicit, in III Ethic., quod qualis unusquisque est, talis finis videtur ei.
[…]”.
35
S. Thomae Aquinatis, De veritate, q. 24 a. 10 co.
36
S. Thomae Aquinatis, De malo, q. 2 a. 3 ad 9.
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 115
Séptimo, consideramos el uso que hace Tomás de la sentencia
en la cuestión sobre la virtud de la caridad en el paso mencionado
en i).37 Por el hábito virtuoso tiene el hombre recta estimación del
fin, ya que está dispuesto e inclinado a ciertos bienes a los que se
ha hecho connatural por dicho hábito. Eso significa que juzgará
bueno lo que concuerde con su disposición y malo, lo discordante.
Amará lo que le sea conveniente y tendrá repugnancia por lo
opuesto.
Pero casi inmediatamente, aclara el Angélico que en esta
vida es posible juzgar la inclinación de un hábito a partir de otro
conocimiento, como es el caso de un lujurioso que pudiese razonar
sobre la fealdad del vicio. Además, porque la caridad tampoco
completa en esta vida toda el alma humana, ya que en definitiva
no vemos a Dios por esencia. De manera que, en esta respuesta
encontramos dos elementos valiosos para el estudio que estamos
haciendo: la estimación de los fines en esta vida depende de los
hábitos; pero como ningún hábito completa a todo el hombre in via
y es posible juzgar los propios hábitos, es dable, a su vez, salir del
círculo que parece encerrar la sentencia aristotélica.
Finalmente, interesa tomar el paso citado en j), sobre la conexión
de todas las virtudes.38 Retoma el tema de la recta estimación del
37
S. Thomae Aquinatis, De virtutibus, q. 2 a. 12 co. “[…] habitus
virtutis inclinat hominem ad recte agendum, secundum quod per ipsam
homo habet rectam aestimationem de fine; quia, ut dicitur in III Ethic.,
qualis unusquisque est, talis et finis videtur ei. Sicut enim gustus iudicat
de sapore, secundum quod est affectus aliqua bona vel mala dispositione,
ita id quod est conveniens homini secundum habitualem dispositionem
sibi inhaerentem, bonam vel malam, aestimatur ab eo ut bonum; quod
autem ab hoc discordat, aestimatur ut malum et repugnans; unde et
Apostolus dicit, I ad Cor., cap. II, 14, quod animalis homo non percipit
ea quae sunt spiritus Dei”.
38
S. Thomae Aquinatis, De virtutibus, q. 5 a. 2 co.
116 Beatriz Reyes Oribe
5.
40
S. Thomae Aquinatis, Super Sententiarum, II, d. 25 q. 1 a. 1 ad
5.
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 117
que depende de nosotros. Por su parte, los hábitos infusos son
predisposiciones para los hábitos mismos.
Algunas observaciones:
41
No es el lugar de desarrollar este asunto, pero podemos
mencionar su origen estoico. Cfr. J. J. Prado, Voluntad y naturaleza, (Río
Cuarto: Ed. U. Nacional de Río Cuarto, 1974), pp. 194-195.
42
S. Thomae Aquinatis, Summa theologiae I, q. 83 a. 1 arg. 5.
43
S. Thomae Aquinatis, Summa theologiae I, q. 83 a. 1 ad 5.
118 Beatriz Reyes Oribe
47
S. Thomae Aquinatis, De veritate, q. 24 a. 1 ad 19.
48
M. de Wulf, Histoire de la Philosophie en Belgique (París: F.
Alcan, 1910), pp. 80-116.
49
M. Leone, “Goffredo di Fontaines e la libertà”, Medioevo.
Rivista di storia della filosofia medievale, XLII (2017), pp.187-225, p.
223: “…Goffredo non esita nelle sue dispute a sostenere ripetutamente
che la censura di Tempier impedisce l’insegnamento della verita, prende
in giro i simplices e corre persino il rischio di mettere in pericolo dottrine
di eminenti maestri, come ad esempio, quelle di Tommaso d’Aquino…”.
120 Beatriz Reyes Oribe
50
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, pp. 45-
60, M. de Wulf y J. Hoffmans (eds.), Les quodlibet cinq, six et sept de
Godefroi de Fontaines, (Louvain: Institut Supérieur de Philosophie de
l’Université, 1914).
51
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p 45.
52
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p 46.
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 121
presta atención al discurso de otro o a la lectura de algún texto. En
el error permanece el negligente que no considera la dificultad del
conocimiento y que no sigue el deseo natural de no quedarse en los
meros principios o en una falsa simplificación de la realidad total,
sino de ir hasta las conclusiones.53 Esto es así, aunque la mayor
parte de los hombres no alcanza la ciencia, porque se detienen
en los bienes carnales y temporales que desea el apetito sensible,
supuesta la naturaleza destituida del estado original.54
Dice el maestro de Lieja que, dado que el hombre está inclinado
y desea naturalmente su perfección, desea también naturalmente
concluir los conocimientos. Esto significa no quedarse en los meros
principios, donde se conocen potencialmente las conclusiones,
sino buscar esas conclusiones actualmente. Saber, que es lo que
todo hombre desea naturalmente, consiste en saber perfectamente,
es decir, desde los principios hasta las conclusiones. Sólo la pereza
y los bienes inferiores hacen que el hombre se detenga y no busque
su perfección. De ese modo podría la afectividad entorpecer el
conocimiento especulativo.55
Godofredo insiste en que volver de un error especulativo está
en potestad del hombre sano.56 Antes había dejado aclarado que es
posible encontrar impedimentos involuntarios al desarrollo de la
racionalidad.57
Luego, nuestro autor pasa a estudiar los errores en lo agible.58
Aclara que en este caso no es posible revertirlos a partir de la mera
consideración racional, porque se trata de una verdad que involucra
al mismo sujeto. Pone como ejemplo el adulterio, y sostiene que
53
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 49
54
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 50.
55
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 48.
56
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 49.
57
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 48.
58
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 50.
122 Beatriz Reyes Oribe
59
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 51.
60
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 52.
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 123
Este practicar los actos contrarios al vicio puede considerarse
como virtuoso dispositivamente. Y así, mientras hay error en la
razón por el hábito, puede el hombre hacer actos contrarios al
vicio.
Continúa Godofredo explicando que esto es posible porque la
bondad del objeto se distingue de la del fin. De ahí que pueda
haber actos buenos por su objeto, que no sean rectos en cuanto al
fin, ya que quien los practica no quiere ni juzga rectamente.
Dice el maestro belga que, según Aristóteles, para adquirir
virtudes son necesarias tres cosas: la naturaleza, la costumbre
y la doctrina.61 Pero esta última es ineficaz sin las otras. De ahí
que propone comenzar con la costumbre, porque, si se modifica,
lograremos juzgar rectamente.62 Con esto Godofredo le da
importancia al temor al castigo, porque aunque sea por esa vía,
se adquiere la costumbre. Godofredo también considera que, para
entender mejor este asunto, hay que considerar que antes que una
inclinación por costumbre y un juicio particular, tenemos una
inclinación natural y también la sindéresis.63 Ésta reprende el
mal. Pero también necesitamos juzgar rectamente del principio
particular. Recuerda Godofredo que este principio particular está
bajo el universal, y que el fin particular está bajo el universal.
De ahí que el hombre siempre conserve la potestad de dirigirse y
dominarse a sí mismo.64
Asimismo, el maestro de Lieja distingue entre la necesidad que
reviste el fin último de la contingencia de los fines particulares. Esto
61
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, pp. 53-54.
62
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, p. 59.
63
Cfr. M. Leone, “Coscienza e sinderesi in Goffredo di Fontaines”,
Lexicon philosophicum, (2017), v. 5, pp. 127-159.
64
Cfr. sobre el tema del libre albedrío O. Lottin, “Le libre arbitre
chez Godefroid de Fontaines”, Revue néo-scolastique de philosophie
(1937), nº 54, pp. 213-241.
124 Beatriz Reyes Oribe
65
Godofredo de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, pp. 59-60.
66
M. Leone, “Utrum voluntas moveat seipsam. Goffredo di
Fontaines e l’automovimento di la volontà”, en M Leone y L.Valente
(eds.), Libertà e determinismo. Riflessioni medievali, (Roma: Aracne,
2017), 259-307, pp. 288-289.
67
A. G. Vigo, “Incontinencia, carácter y razón”, Anuario
Filosófico (1999), 32, pp. 59-105, p. 60: “…En particular, enfatizaré el
hecho de que, pese al interés que presenta para una teoría de la acción, la
concepción aristotélica de la incontinencia está estructuralmente inserta
La sentencia aristotélica qualis unusquisque est,... 125
citada, se descubre en realidad como un círculo virtuoso, cuyas
claves son: inclinación –sea la natural, sea la adquirida por los
hábitos–, juicio o estimación del fin connatural, virtudes o vicios.
Por otra parte, como la razón puede juzgar las inclinaciones
adquiridas por las costumbres o los hábitos, mientras el hombre
permanezca viador será posible no quedar encerrado en la
perspectiva sobre el fin que le muestren los vicios.
Por su parte, Godofredo rompe el círculo aparente que encierra
la sentencia aristotélica, en la misma línea que Tomás, aunque
el modo de desarrollarlo y expresarlo sea menos transparente y
envuelto en las disputas sobre la voluntad y el intelecto posteriores
a las condenaciones de París.
El belga aporta a la discusión el conectar explícitamente la
complejidad del acto voluntario y la distinción de las fuentes de
la moralidad. Este proceder le permite dar cuenta del proceso de
cambio del vicio a la virtud, porque frecuentar los actos buenos
por su género, permite juzgar rectamente en lo particular y por
tanto adquirir la rectitud sin más. Y así se cumple la sentencia sin
desconocer el dominio sobre los propios actos humanos.
Bibliografía
Fuentes
Aristotelis, Ethica Nicomachea, I. Bywater (ed.), (Oxford: Oford
University Press, 1991).
Godefrois de Fontaines, Quintum quodlibetum, q 12, pp. 45-60
M. de Wulf y J. Hoffmans (eds.), Les quodlibet cinq, six et
sept de Godefroi de Fontaines, (Louvain: Institut Supérieur De
Philosophie De L’université, 1914).
S. Thomae Aquinatis, Opera omnia, E. Alarcón (ed.), Corpus
thomisticum, http://www.corpusthomisticum.org/iopera.html.
1
Nicolás de Oresme, DeMoneta , Tratado acerca de la moneda, A.
Tursi y H. Basbus (introducción, trads. y notas), (Buenos Aires: Editorial
Macchi Hnos., 2000).
2
Todas las citas de Aristóteles a las que acudiremos en este
trabajo se referirán a la traducción castellana de las Obras Completas
del Filósofo hecha por Patricio de Azcárate, (Buenos Aires: Ediciones
Anaconda, 1947), (Biblioteca de la Universidad Católica Argentina
(UCA) Topográfico I ARISTOTE – A717OC/1Z) en cuanto no se
especifique otra fuente.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 131
una manera dada”; y más adelante, en la misma obra, Aristóteles
precisa que el ser es lo verdadero, y el no-ser lo falso.3
De un hipotético “verdadero-falso” podría decirse que resulta
ser un oxímoron absolutamente excluyente; y así continúa diciendo
Aristóteles en los párrafos citados de la Metafísica: “Pero cuando
se trata de cosas que no pueden ser de otra manera de como son,
no hay entonces tan pronto verdad como falsedad: estas cosas son
eternamente verdaderas o falsas”.
La adulteración de la moneda radicaba, hasta la entrada en
circulación del billete de papel, en la alteración de la ley de metal
precioso en la moneda circulante; el bastardeo del metal importaba
lisa y llanamente una falsificación en manos del príncipe, que de
esa manera estafaba a los ciudadanos poniendo en sus manos una
moneda de menor valor intrínseco que el que la comunidad le
asignaba a cada pieza.
Con la aparición del billete de papel –en Europa algo después
de la época de Oresme– la maniobra se vio facilitada pues ya
no era necesario contar con el metal para perpetrarla; y no hace
falta esforzarse en demasía para imaginar el potencial peligro
prohijado en los tiempos que corren por el dinero electrónico. La
desnaturalización de la moneda que en Oresme se circunscribía
a la adulteración de la ley del metal utilizado para su emisión,
o bien o en la cantidad o peso que se utilizaba, se verifica a lo
largo de la historia cada vez que se altera la ecuación necesaria
para mantener el equilibrio entre los bienes y servicios que una
sociedad dada requiere y es capaz de producir y consumir, y la
cantidad de los medios de cambio aceptados por esa comunidad
con independencia del valor intrínseco de estos últimos.
3
Aristóteles, Metafísica IV,c.4,p.116; y IX, c.10, p. 240.
132 Juan Eduardo Leonetti
4
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXV, p. 104.
5
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. I, p. 45.
6
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XIII, p. 73.
7
Dt 32, 8.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 133
Sobrevienen citas veterotestamentarias del Génesis, del
profeta Isaías, del Libro de los Proverbios, del Éxodo, del Libro
de la Sabiduría, de Ezequiel, de Ester, y del Eclesiástico, donde se
reprocha a quienes ejercen el poder con rudeza y a los que inducen
al rey al mal con la adulación y la mentira.
La última cita del Antiguo Testamento que hemos de
mencionar se refiere al “Libro tercero de los Reyes”,8 donde se
lee, en transcripción de Oresme, “que el rey Roboam se llevó los
áureos escudos que había hecho su padre Salomón, y en lugar de
los cuales hizo escudos de bronce”.
Este rey de Judá resulta seriamente amonestado por nuestro
autor a través de los siglos, cuando respecto de él, con cita del
Eclesiástico, dice que si “hubiera recibido y mantenido el reino
de su padre Salomón así compuesto, nunca habría perdido diez de
las doce tribus de Israel”.9
Hemos dejado para el final de esta enumeración de fuentes a
las provenientes de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan, así como de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
que aparecen en el texto de Oresme mencionados en precisos
momentos del estudio.
Respecto de cada una de esas menciones podría escribirse
más de un acápite, lo que excedería los límites de este trabajo.
Pero resulta insoslayable destacar, dentro del Capítulo VI de
De Moneta, donde bajo el inequívoco título de “De quién es la
moneda”, Oresme parafrasea al celebérrimo pasaje evangélico que
podemos leer en los tres primeros evangelistas antes mencionados,
8
Cita Oresme al Libro III de los Reyes según la versión Vulgata,
en el Capítulo XIX de De Moneta, p. 86, pasaje que puede leerse en
el Libro I de los Reyes, 14 (26-27) de la Biblia Latinoamericana, 45°
edición, (Madrid: Editorial Verbo Divino y San Pablo, 2003), p. 430.
9
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXV, p.107.
134 Juan Eduardo Leonetti
10
Mt. 22,20; Mc 12,13; y Lc. 20,20.
11
Nicolás de Oresme, De Moneta, c.VI, pp. 55-56.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 135
alteraban la composición de las de metales
preciosos utilizados para emitirlas. Hacia 1630 la
Santa Inquisición se hacía cargo de los procesos
contra los contrabandistas y falsificadores de
moneda, atendiendo a la gravedad que tales
acciones implicaban para la comunidad”.
Veinte años antes, había sido el Parlamento de París, y no la
Santa Inquisición, quien ordenó la quema en la hoguera de las
obras de Juan de Mariana referidas al tema, lo que fue concretado
en el atrio de Notre Dame el 8 de junio de 1610, como respuesta a
las ideas propiciadas por este singular pensador.12
Ahora bien, comparando los dos párrafos recién citados,
vemos que en el primero la vindicta pública se dirigía contra
los delincuentes comunes; en tanto que del segundo surge la
persecución para abortar la difusión de ideas que asemejaban la
falsificación “privada” con la cometida por el príncipe al alterar
la ley de la moneda, alertando con sus invectivas sobre los efectos
mucho más graves por su generalización sobre la comunidad en
su conjunto.
En los dos supuestos el bien jurídico afectado era el mismo: la
fe pública que la moneda debía merecer; lo único que la pena en el
caso de la moneda falsa emitida por un particular era gravísima; y
en el otro, cuando quien tenía el monopolio de la emisión era quien
la bastardeaba, parecería no haber otro castigo que la crítica de los
entendidos en el tema.
12
J. E. Leonetti, “El impuesto inconsulto y el bastardeo de
la moneda en el pensamiento de Juan de Mariana S. J”, El Derecho-
Revista de Jurisprudencia y Doctrina (Suplemento Tributario), (Buenos
Aires: Universidad Católica Argentina (UCA), N° 12.471, 26 de mayo
de 2010).
136 Juan Eduardo Leonetti
13
Aristóteles, Moral V, .c. V, p. 146.
14
B. R. Raffo Magnasco, Traducción al castellano de la obra de
Santo Tomás de Aquino La Justicia (comentario al Libro Quinto de la
Ética a Nicómaco de Aristóteles), (Buenos Aires: Cursos de Cultura
Católica, 1946), Lección novena, p. 158.
15
A. Gómez Robledo, Versión española e introducción a la
Ética Nicomaquea y a Política de Aristóteles, (México: Porrúa, 1992),
Decimotercera edición, p. 65.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 137
de Aristóteles, me parece que fundamentalmente
debe decirse, comenzando por el origen de las
monedas; sin eludir nada sino colocando todo
bajo la corrección de mis mayores que quizás
podrán, a partir de las cosas que voy a decir, ser
estimulados a determinar la verdad sobre ello, al
punto que, dejando de lado todo escrúpulo, todos
los prudentes puedan convenir por igual en un solo
juicio y entonces encontrar lo que a los príncipes y
a sus súbditos, esto es a toda la república, beneficie
en el futuro”.16
Y es así que en el Capítulo I, bajo el inequívoco título de “Por
qué se inventó la moneda”, Oresme puntualiza las dificultades
que sobrevienen del trueque, las que dieron lugar a la invención
de la moneda, que era un instrumento (artificial) de permutación
respecto de las riquezas naturales (ejemplifica con las ovejas y el
trigo), “las cuales de por sí subvienen a las necesidades humanas”.17
Remite entonces Oresme al Libro V de la Ética a Nicómaco
donde se dice que la moneda es “la medida común de todas las
cosas” y viene a posibilitar los intercambios entre los hombres
para satisfacer las necesidades de cada uno; esa necesidad, dice
Aristóteles, “es en realidad el lazo común de la sociedad”.18
”Si los hombres no tuviesen necesidades, [sigue
diciendo Aristóteles] o si no tuviesen necesidades
semejantes, no habría cambio entre ellos, o por
lo menos el cambio no sería el mismo. Por efecto
de una convención completamente voluntaria, la
16
Nicolás de Oresme, De Moneta, Proemio, p. 39.
17
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. I, p. 45.
18
Aristóteles, Moral V, c. V. p. 145.
138 Juan Eduardo Leonetti
19
Aristóteles, Moral V, c. V, p. 145/146.
20
Aristóteles, Política I, c. III, p. 547.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 139
moneda, para recién encontrarnos con una remisión explícita a
Aristóteles, cuando tanto en la Política como en la Ética se refiere
al tema del valor estable de la moneda.
Bajo el título “De los cambios de las monedas en general”
comienza Oresme el Capítulo VIII de su tratado advirtiendo
que salvo evidente necesidad no deben ser cambiadas “las leyes
primeras, los estatutos, las costumbres o las ordenanzas que
afectan a cualquier comunidad”.21
Cita entonces a Aristóteles cuando en la Política, dice que
“sustituir ligeramente las leyes existentes con otras nuevas es
debilitar la fuerza misma de la ley”,22 acotando significativamente
Oresme que “el curso y el precio de las monedas deben ser como
una ley y una firme ordenanza” ya que “las pensiones y algunas
rentas anuales son tasadas a precio de dinero”,23 con lo que la
actualidad del aserto no deja de sorprender.
En la Ética el Filósofo, enlazando ahora su pensamiento con
aquello de “depende de nosotros mudar su valor y hacerla inútil
si queremos”, o lo que es igual “hacerle del todo incapaz para
satisfacer ninguna de nuestras necesidades”, nos dice que “la
moneda no conserva siempre el mismo valor, si bien este valor
es más fijo y más uniforme [estable] que el de las cosas que
representa”.24
Se impone ahora citar a Santo Tomás (aunque no esté en
Oresme) cuando en su ya mencionado Comentario al Libro V de
la Ética Nicomaquea, preceptúa que el valor de la moneda “debe
ser instituido de tal manera que permanezca más en el mismo valor
21
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. VIII, p. 59.
22
Aristóteles, Política I, c. V, p. 578.
23
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. VIII, p. 59.
24
Aristóteles, Moral, V, .c. V, p. 146.
140 Juan Eduardo Leonetti
25
Santo Tomás de Aquino, La Justicia (comentario al Libro
Quinto de la Ética a Nicómaco de Aristóteles). Lección novena, p. 158.
26
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XV, p. 76.
27
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XV, p. 76.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 141
Expresa Oresme que una mutación de la moneda por lo general
va a modificar su valor en favor del príncipe y en contra de la
comunidad, siendo que mantener la estabilidad de la unidad de
cambio es fundamental para la convivencia, ya que cada uno de
sus legítimos tenedores que guarden la moneda para cuando surja
la necesidad de usarla deberían estar seguros de la intangibilidad
de sus ahorros.
Agrega Oresme, que “si el príncipe dijera, como suelen mentir
los tiranos, que tal lucro lo vuelca a la utilidad pública, no debe
creérsele, porque con igual razón podría tomar mi túnica y decir
que él la necesita para beneficio de la comunidad”.28
6. Lo antinatural del lucro obtenido con el cambio de la moneda
y con la usura
El Capítulo XVI de De Moneta comienza diciendo que “Aunque
toda injusticia es de alguna manera contraria a la naturaleza, sin
embargo, obtener lucro por el cambio de la moneda es de un modo
especial una injusticia antinatural”.29
Asimismo, siguiendo el mismo pensamiento de Aristóteles en
Política I, c.1., donde el Filósofo se refiere a la usura, sostiene
Oresme que es contra naturam todo aquello que una cosa infecunda
en sí misma, como la moneda, produzca.
Es natural que el grano y los animales se multipliquen con
ganancias para su dueño, pues como dice Aristóteles:
“A la Naturaleza […] compete exclusivamente
dar la primera materia” que asegure el alimento al
ser que ha creado; y “Siendo doble la adquisición
de bienes […] es decir comercial y doméstica,
ésta necesaria y con razón estimada, y aquélla [la
28
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XV, p. 76.
29
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XVI, p. 78.
142 Juan Eduardo Leonetti
30
Aristóteles, Política I, c. III, pp. 549-550.
31
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XVI, p. 79.
32
Dt. 23,20-21, entre muchos otros.
33
Mt. 25, 24-27; y Lc. 12, 35-38.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 143
Es sumamente ilustrativo ver la evolución de este pensar en la
obra de Abelardo Del Vigo, Cambistas, mercaderes y banqueros
en el Siglo de Oro Español, de imprescindible consulta al abordar
estos temas.34
El Capítulo XVII de De Moneta, enuncia desde su título que,
para Oresme, “lucrar con la alteración de la moneda es peor que
la usura”. Recordemos ahora aquello de los tres modos con que,
según él, se podía lucrar con la moneda –más allá de su uso natural
como unidad de valor e instrumento de cambio–, y que a saber
eran: el arte cambiario (custodia o comercio monetario), la usura,
y la alteración de la moneda.35
Volvemos ahora al comienzo de este trabajo cuando
adelantábamos el contenido del capítulo que estamos analizando,
vistas ya las críticas que Aristóteles formuló tanto acerca del
cambio monetario como del préstamo de dinero mediante interés,
formas antinaturales –y por lo tanto injustas según su pensamiento
– de hacer crecer la riqueza.
Tal afrenta a la naturaleza surge patente cuando Aristóteles cita
al Rey Midas, de quien la mitología cuenta que “llevado de su
codicia desenfrenada, hizo convertir en oro todos los manjares de
su mesa”36 a los que obviamente no podía comérselos.
Culmina el capítulo Oresme reiterando que la alteración de la
moneda es peor que la usura, porque es “contraria a la voluntad de
los súbditos, sin ventaja alguna [para la comunidad] y totalmente
innecesaria; y porque el lucro del usurero no es tan excesivo, ni así
perjudicial a muchos en general, como aquello que contra y sobre
34
A. del Vigo Gutiérrez, Cambistas, mercaderes y banqueros en el
Siglo de Oro Español, (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos (BAC),
1997). En igual sentido ver P. Debergé, El dinero en la Biblia, Miguel
Montes (trad.), (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2000).
35
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XVII, p. 80.
36
Aristóteles, Política I, c. III, pp. 547-548.
144 Juan Eduardo Leonetti
37
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XVII, pp. 81-82.
38
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXI, p. 92.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 145
destacando entonces lo pernicioso que resulta tal maniobra en cada
uno de los estamentos que enuncia, como ya lo hiciera desde los
Capítulos VIII al XIV respecto de cada uno de los cambios que
de hecho podían sufrir las monedas en cuanto a su forma exterior,
proporción de metales utilizados, denominación, peso, y materia
de la que estaban compuestas.
Comienza a analizar los efectos perniciosos que estos cambios
producen, en el Capítulo XVIII de su tratado, afirmando que si
bien a veces la comunidad puede tolerar, para que no ocurran
mayores males, “cosas deshonestas y malas como los lupanares
públicos”, como así “otras veces, también por alguna necesidad,
se permite un negocio vil, como es el arte cambiario, o incluso
depravado como la usura” […] “no aparece en este mundo causa
alguna por la cual pueda admitirse tanto lucro mal habido, ya que
esto no evita el escándalo, sino más bien lo genera”.39
Debe entenderse que lo que Oresme anatemiza es la obtención
del lucro mal habido a través de la desnaturalización de la moneda,
mientras que sólo tolera el acudir a ello ante circunstancias
excepcionales, como, por ejemplo, cuando debe pagarse un rescate
para liberar al príncipe prisionero en el extranjero.
Continúa Oresme su análisis de los efectos protervos de la
alteración de la moneda, afirmando que se trata de una ilícita
exacción encubierta que reside en la puesta en circulación de
numerario adulterado en la ley del metal que lo compone por parte
del príncipe –o de sectores de falsificadores con esa capacidad
operativa–, que perjudica al propio príncipe en su honra, y que
redunda en perjuicio de quien recibe la moneda como paga por
su trabajo, quien ve así disminuida injustamente su remuneración.
Esto provoca –dice Oresme– que los comerciantes se alejen
de tales reinos donde circula moneda envilecida, con demérito
39
Nicolás de Oresme, De Moneta, c .XVIII, p. 83.
146 Juan Eduardo Leonetti
40
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XX, p. 88.
41
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXI, p. 90.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 147
muchos quieren de otras contribuciones, de donde
se originan las envidias, disensiones, litigios,
escándalos, y muchos otros inconvenientes que no
vienen de tal alteración de la moneda”.42
La alteración de la moneda en estos casos excepcionales que
Oresme ejemplifica en su obra, no sólo puede sino que debe
hacerse por parte de la comunidad que es la verdadera dueña
de la moneda, pero debe concretarse con mesura, tal como si se
tratara de cualquier otra tributación, dentro del marco de lo justo,
“porque ni la comunidad ni nadie puede con justicia abusar de su
propiedad”.43
Superada la situación excepcional que la justificó a renglón
seguido afirma Oresme que “la moneda debe ser reducida a su
estado debido y permanente y debe cesar el beneficio sobre la
misma”.
Oresme cierra esta argumentación que viene desarrollando
sin citar a Aristóteles, pero con indudable presencia de su
doctrina, preguntándose si la comunidad podría “condescender”
válidamente el manejo de la moneda por parte del príncipe para
que “pueda mantener su status noble y honesto, como es decoroso
para una magnificencia propia de un príncipe o de una majestad
regia”, respondiéndose que “querer remover la potestad de alterar
las monedas es atentar contra el honor del reino, desheredar al
príncipe, más aún empobrecerlo y destituirlo de su status de debida
magnificencia, no sólo de manera injusta sino también vituperable
frente a toda la comunidad a la cual no es decoroso tener un
príncipe, a menos que mantenga la excelencia de su status”.44
42
Nicolás de Oresme, De Moneta, c .XXII, p. 94.
43
Nicolás de Oresme, De Moneta, c .XXII, p. 95.
44
Nicolás de Oresme, De Moneta, c .XXIII, pp. 97-98.
148 Juan Eduardo Leonetti
48
Nicolás de Oresme, De Moneta, c.XXV, p. 104.
49
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXV, p. 105 (Libro VIII,
Capítulo 7, de la versión castellana de Política que estamos utilizando).
50
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXV, p. 106.
51
Aristóteles, Política, VIII, Capítulo IX, p. 769, de la versión
castellana de Patricio de Azcárate seguida por nosotros.
150 Juan Eduardo Leonetti
52
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXV, p. 107.
53
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXVI, p. 109.
54
Nicolás de Oresme, De Moneta, c. XXVI, p. 110, con cita del
Evangelio según San Juan, 18, 23.
Nicolás de Oresme y la alteración de la moneda... 151
8. Epílogo
Hemos tratado de glosar –como meros advenedizos a la
historia de los impuestos que somos– un texto singular de la
teoría económica, que en la Baja Edad Media intentó relacionar
la realidad crematística del reino de Francia con las ideas que
Aristóteles había desarrollado acerca de la moneda. En esto hemos
centramos el objetivo de este trabajo.
Intentamos pasar revista desde la óptica de la tributación
al De Moneta de Nicolás de Oresme, quien escribió la primera
versión en latín en 1349, y luego en francés en 1358, sin
variaciones sustanciales respecto de la versión original, salvo un
agregado al final que como colofón entendemos debe transcribirse
íntegramente.
Dice Oresme:
“Así entonces, desde el prefacio y capítulos arriba
mencionados, aparece una parte, aunque no la
totalidad, de los escándalos, daños y desventajas
que pueden surgir, y que ya están comenzando en el
reino o país en que tales abusos son permitidos en
la acuñación y en los nobles metales de los cuales
ella [la moneda] consiste o debe consistir. Y aunque
yo no tengo pretensión de interferir, siendo el más
pequeño y el más ignorante e iletrado de todos los
hombres, ruego que esta advertencia sea tomada y
entendida para mostrar mi celo y benevolencia para
el bien común, y no sea expuesta al ligero abuso de
sus lectores”.
Nos llamó la atención al leer por primera vez el texto de
Oresme, rogando que esto haga las veces de nota bene, el asistir a
una científica disección de las causas del envilecimiento del signo
152 Juan Eduardo Leonetti
1
El siguiente trabajo es parte del proyecto de investigación
“Modernidades en pugna en el pensamiento y la praxis económica
contemporánea: un análisis filosófico de los conflictos epistemológicos
en la ciencia económica y sus proyecciones en las tradiciones de
pensamiento y política económica en la Argentina y en América Latina
(Etapa II)” UCAFCE 201909.
2
Una revisión sobre la actualidad de los estudios respecto a esta
cuestión puede verse en el volumen monográfico Cauriensia, (Vol. VI,
diciembre 2011), dedicado a la Escolástica Latinoamericana. También
puede consultarse la presentación hecha por Roberto Hofmeister Pich,
“Scholastica Colonialis”, Bulletin de philosophie médiévale 52 (2010):
pp. 25-45.
3
J. A. Schumpeter, Historia del Análisis Económico, (Barcelona:
Ariel, 1971).
156 Álvaro Perpere Viñuales
4
D. Díaz Fuentes y J. Revuelta, “La contribución de Oreste
Popescu al pensamiento económico escolástico hispanoamericano”,
Cultura Económica, (Año 31, Nro. 86, diciembre 2013), p. 65.
5
D. Díaz Fuentes y J. Revuelta, “La contribución de Oreste
Popescu al pensamiento económico escolástico hispanoamericano”, p.
64.
6
O Popescu, Estudios en la historia del pensamiento económico
latinoamericano, (Bogotá: Plaza Janés, 1986), publicado también en
inglés bajo el título O. Popescu, Studies in the History of Latin American
Economic Thought, (Nueva York: Routledge, 1997). La otra obra central
por su mirada de conjunto del período probablemente sea Contribuciones
de teoría monetaria en la economía indiana, (Buenos Aires: Academia
Nacional de Ciencias Económicas, 1994).
7
Además de referencias a Matienzo en las obras de Popescu
citadas más arriba, este se dedica especialmente a su pensamiento en “El
pensamiento Social Latino-americano y las Teorías del Justo Precio y
Cuantitativa de la Moneda”, Desarrollo Indoamericano, Año 19, nro. 82,
mayo 1985 y muy especialmente Aspectos analíticos en la doctrina del
justo Precio en Juan de Matienzo (1520-1579), (Buenos Aires: Programa
BIBLEH-UCA-CONICET, 1982). Este último ha sido reeditado varias
veces, entre ellas en Económica, Nro. 1, abril, 1983, y también en Oreste
Popescu (dir.), Aportaciones a la económica indiana, (Buenos Aires:
Instituto de Historia del pensamiento Económico Latinoamericano,
1995). Las citas del presente trabajo se toman de esta última edición.
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 157
de esa ciudad, se dedicó a la jurisprudencia, ejerciendo en la
Audiencia de Valladolid. Luego de más de quince años en ese
cargo, se trasladó a Sudamérica al asumir, en 1561, como Oidor
en la Audiencia de Charcas, donde permaneció hasta su muerte en
1579.8 Matienzo representa a juicio de Popescu el más original de
los escolásticos latinoamericanos en temas de economía.
En sus escritos sobre Matienzo, Popescu no se limita a abordarlo
desde la perspectiva de la historia de las ideas económicas. Antes
bien, en su esfuerzo por dar una idea más acabada de su importancia,
intentó explicitar las tesis filosóficas que subyacen en sus escritos
dedicados a temas económicos. Esto es especialmente importante
en sus análisis sobre la teoría del precio propuesta por Matienzo.
Allí, Popescu no se limita a aspectos puramente económicos, sino
que avanza en busca de la teoría del valor que sirve como fuente y
fundamento de todo el planteamiento económico relacionado con
los precios y los intercambios. En este sentido, aun cuando no es
la filosofía de la economía el principal aspecto al que Popescu
prestó atención, la profundidad de su análisis hace que su trabajo
resulte ineludible para todo aquel que quiera indagar sobre los
presupuestos filosóficos que pueden verse en la obra del Oidor de
la Audiencia de Charcas.
8
Una reseña de las obras escritas por Matienzo puede verse en Juan
de Matienzo, Gobierno del Perú, (Buenos Aires: Cia. Sudamericana de
Billetes de Banco, 1910), pp. VII-VIII. La primera de ellas, a la que haré
especial referencia en este trabajo. Sus ideas económicas se encuentran
desarrolladas especialmente Juan de Matienzo, Commentaria Ioannis
Matienzo Regii Senatoris in Cancellaria Argentina Regni Peru in
librum quintum recollectionis legum Hispaniae, (Mantuae Carpentanae:
Excudebat Franciscus Sanctius, 1580). Matienzo no alcanzó a ver esta
obra terminada e incluso la carencia de índice exhaustivo revela, para
Popescu, que ni siquiera alcanzó a darle una última revisión. Aunque fue
reimpreso en el siglo siguiente, las citas referirán a esa primera edición.
158 Álvaro Perpere Viñuales
9
Una parte sustancial del presente trabajo ha sido posible gracias
a una estancia de investigación en la Universidad de Salamanca, junto al
profesor J. L. Fuertes Herreros. La posibilidad de acceder a la biblioteca
y su fondo antiguo de esa universidad ha sido de invalorable ayuda en
mis investigaciones sobre filosofía de la economía de la Escuela de
Salamanca.
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 159
en la doctrina del Justo Precio en Juan de Matienzo (1520-1579).
En su trabajo, Popescu comienza señalando que la teoría del valor
que propone Matienzo puede ser comprendida como una respuesta
a la posición usualmente atribuida a Duns Scoto, según la cual
había que asociar el valor de los bienes económicos a los costos de
producción.10 En efecto, Matienzo, luego de exponer concisamente
lo central de esa posición afirma taxativamente que esta tesis es
“falacisima”.11 Pero, a continuación, al buscar dar una explicación
alternativa a la del maestro franciscano, Matienzo recurre como
fuente intelectual a dos textos a los que gran parte de la tradición
escolástica prestó especial atención al discutir sobre cuestiones
económicas, y que en cierto sentido pueden ser considerados
“vertebrales”.12 El primero de ellos fue escrito por San Agustín en
la Ciudad de Dios. Allí establece que el valor económico no debe
ser confundido con el valor natural u ontológico de un objeto. Este
último, afirma, está vinculado a la naturaleza de los objetos, y bajo
esta perspectiva, un animal es superior a un vegetal y este, a su vez
superior a un no viviente. Sin embargo, además de esta valoración
vinculada a la naturaleza del ser, Agustín reconoce que “existen
otras muchas suertes de apreciación según la utilidad de cada uno;
10
Estudios modernos han cuestionado esta atribución. Cfr.
O. Langholm, The legacy of Scholasticism in economic thought,
(Cambridge: Cambridge University Press, 2006), pp. 124-127
11
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, pp. 90-92. El
análisis de Matienzo se encuentra en Commentaria Ioannis Matienzo, T.
11, ley 1, Gl. 2, nro. 10, p. 327.
12
O. Langholm: The legacy of Scholasticism in economic thought,
especialmente su primer capítulo “The aristotelian tradition” y el tercero
“The Augustinian tradition”. Una tercera fuente, a la que Langholm le
dedicó especial atención, es la proveniente del derecho Romano. Esta
tradición también está presente, aunque más matizadamente, en la obra
de Matienzo.
160 Álvaro Perpere Viñuales
13
San Agustín, De Civitate Dei, XI, XVI (Tomo la traducción de
San Agustín, La Ciudad de Dios (1°), (Madrid: BAC, 2007), p. 713).
14
Aristóteles, Ética Nicomaquea, V, V, 11.
15
Utilizo la transliteración que usa Popescu en todas sus obras.
16
Aristóteles, Ética Nicomaquea, V, V, 12.
17
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, p. 99.
18
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, p. 99.
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 161
precisamente en haber captado la importancia que esta intuición
aristotélica tiene para elaborar una ajustada teoría del valor.19
Estos “materiales aristotélico-agustinianos” fueron “reunidos
y sincronizados” por Matienzo,20 que lo hizo siguiendo lo que
Popescu considera una tradición de pensamiento, que incluye
a Diego de Covarrubias y Leyva, Domingo de Soto, Conrado
Summerhart, y, en última instancia, a Santo Tomás de Aquino.21
En efecto, el Aquinate no se mantuvo ajeno a la polémica sobre el
fundamento del valor económico de las cosas, y, de hecho, el texto
de la II-IIae q. 77, especialmente en su artículo 1, es central para
la historia de las ideas económicas y fue especialmente influyente
en los maestros de Matienzo.22 En esa cuestión, el dominico
considera que es importante desarrollar alguna explicación sobre
la naturaleza del precio, y sobre todo, descubrir cuál es el motivo
que nos lleva a estimar unas cosas más que otras. En orden a dar
una respuesta propone una cierta síntesis entre las ideas de San
Agustín con las de Aristóteles. Tomando el ya citado texto del
obispo de Hipona, Tomás señala que la valoración económica
no puede quedar exclusivamente atada a la pura naturaleza del
objeto. Cualquier observador puede fácilmente reconocer que
esa posición no muestra lo que sucede en la realidad. Dice el
Aquinate: “Según dice Agustín en IX De civ. Dei, el precio de las
cosas objeto de comercio no se determina según la jerarquía de su
naturaleza, puesto que algunas veces se vende más caro un caballo
que un esclavo, sino según la utilidad que los hombres tienen de
ellas”.23 El valor económico surge de la estimación que tenemos de
19
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, p. 100.
20
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, p. 94.
21
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, pp. 94-95.
22
Fue ampliamente discutido hasta bien entrado el siglo XVII.
23
Tomás de Aquino, Suma de teología, II-IIae, q. 77, a. 2 ad. 3.
“Ad tertium dicendum quod, sicut Augustinus dicit, in XI de Civ. Dei,
162 Álvaro Perpere Viñuales
25
Juan de Matienzo, Commentaria Ioannis Matienzo, T. 11, ley 1,
Gl. 2, nro. 2, p. 327.
164 Álvaro Perpere Viñuales
26
El ejemplo del cambio del valor del agua refiere a un clásico
ejemplo de Walras. Cfr. L. Walras, Elements of Pure Economics,
(Fairfield: Augustus M. Kelley Publishers, 1977), pp. 461-463. Un
análisis de este problema puede verse en J. C. Cachanosky, “Historia
de las teorías del valor y del precio”, Libertas, (Año XII, Nro. 22, mayo
1995), especialmente pp. 133-168.
27
O. Popescu, Aspectos analíticos del Justo Precio, p. 100.
28
La coincidencia se da entre Juan de Matienzo, Commentaria
Ioannis Matienzo, T. 11, ley 1, Gl. 2, nro. 2 de la página 327, de la
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 165
pensar que la reflexión hecha por Popescu sobre Matienzo debería
ser descartada y, en cambio, se debería adjudicar todo lo dicho
sobre él a su maestro Covarrubias.
Sin embargo, una mirada más completa muestra que la
reivindicación que Popescu hace del vallisoletano está en el
retorno al pensamiento de Aristóteles como fuente última de
inspiración conceptual, aunque para ello recurra principalmente
a lo que considera que es un ejemplo original y con importante
carga conceptual. En otras palabras, para Popescu, el ejemplo del
caballo y la perla manifiesta la asunción de aspectos esenciales de
la posición del Estagirita en la cuestión de la valoración. Como
intentaré mostrar en lo párrafos que siguen, este punto, ciertamente
el más importante en términos conceptuales, no puede ni debe
descartarse. Por el contrario, a mi juicio es precisamente el hecho
de reconocer que Matienzo copió el ejemplo de Covarrubias, lo
que resalta aun más la influencia de la tradición del pensamiento
de Aristóteles en su obra. O, dicho de otro modo, es precisamente
29
Diego de Covarrubias y Leyva, Variarum ex iure pontificio,
regio, et caesareo resolutionum libri III, p. 399
30
Diego de Covarrubias y Leyva, Variarum ex iure pontificio,
regio, et caesareo resolutionum libri III, p. 399.
31
Diego de Covarrubias y Leyva, Variarum ex iure pontificio,
regio, et caesareo resolutionum libri III, pp. 399-400.
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 167
no es el fundamento de la estimación, su análisis no señala cuál
sería el fundamento buscado.
Esta lectura más completa permite vislumbrar el contraste con
el texto de Matienzo y su marcado aristotelismo. En efecto, en su
Commentaria Ioannis Matienzo…, luego del citado ejemplo del
caballo y la perla, Matienzo abandona al texto de Covarrubias y
hace en cambio una referencia a la obra de Domingo de Soto.32
Más allá del cambio de referente intelectual, lo que se observa
es un claro cambio de perspectiva conceptual: el acercamiento
a Domingo de Soto es utilizado por Matienzo como un camino
para realizar una vuelta explícita a la vieja tesis de Aristóteles
y resolver el fondo de la cuestión: la causa de la estimación
económica proviene de la indigencia (indigentia). Ella es la que
hace que valoremos las cosas del modo en que las valoramos. En
otras palabras, una vez que se ha dejado en claro que el valor no
está atado a la naturaleza, ni al uso natural que puede darse a los
bienes, Matienzo sí soluciona la cuestión, apelando a la noción
aristotélica de necesidad o indigencia que tenemos de los bienes. E
incluso va más allá y afirma sin dudar que los precios surgen sobre
la base de esta indigencia.33
Esta vuelta a la tesis del Estagirita le permitirá no solamente
entender mejor el fundamento filosófico del valor económico,
sino también ser mucho más preciso al explicar la realidad de los
precios en el mercado. Estos, muchas veces, muestran valoraciones
extrañas, extravagantes, absurdas e incluso inmorales. Como se
puede ver, el precio surge de la indigencia, pero no hay en ningún
momento una exigencia de que el precio, para ser un precio, sea
32
Juan de Matienzo, Commentaria Ioannis Matienzo Regii
Senatoris: “Domingo de Soto, lib. 6 de iustitia et iure, articu. 3 conclusio
1 dicentem rationem ese quia indigentia causa est”, p. 327.
33
Juan de Matienzo, Commentaria Ioannis Matienzo Regii
Senatoris…: “ergo indigentiae admetiri debemus rerum pretia”, p. 327.
168 Álvaro Perpere Viñuales
34
Juan de Matienzo, Commentaria Ioannis Matienzo Regii
Senatoris, tit. 25, l. 1, gl. 17, pto. 2.
170 Álvaro Perpere Viñuales
Conclusión
La llamada escolástica colonial se presenta, en cierto sentido,
como un vasto terreno a explorar. Pero esta exploración puede
darse también en disciplinas menos frecuentes dentro de la
filosofía, como sería el de la filosofía de la economía. El caso de
Juan de Matienzo es un ejemplo de la profundidad conceptual a
la que llegó un representante de esta escuela, viendo la realidad
económica americana en articulación con su formación filosófica,
jurídica y teológica recibida en España.
El historiador O. Popescu llamó la atención, a mi juicio con
razón, sobre la originalidad de su pensamiento, en el que la tradición
aristotélica le permite hacer sutiles pero profundos cambios a la
teoría del valor que había aprendido de sus maestros. Su reflexión
filosófica, fuertemente influenciada por el aristotelismo, le
permitió comprender mejor los fundamentos filosóficos del valor
económico, y, al mismo tiempo, explicar mejor el comercio que
veía en Sudamérica. Sin embargo, siendo cierta la tesis de Popescu,
considero que su justificación teórica y material puede y debe ser
corregida. Es precisamente en el reconocimiento de la similitud
con Covarrubias, y en análisis de sus diferencias, donde se puede
ver con toda claridad la asunción original del pensamiento del
Estagirita. Y esto último era lo central de lo dicho por Popescu
sobre él.
Por ello, a mi juicio, es también correcta la tesis de Popescu que
propone a Matienzo como un lúcido economista que percibe con
siglos de antelación la problemática que en el siglo XIX presentará
en economía el llamado “modelo neoclásico”,35 con una noción
de utilidad que se pretende alejar totalmente del plano normativo.
2013), pp. 2-3. Allí analiza la propuesta del premio Nobel de Economía
La influencia de Aristóteles en la reflexión de Juan de Matienzo 171
Ante esto, Matienzo (e intuyo también que el propio Popescu) se
presentan como un intento por mantener cierta relación entre la
estimación económica y cierto marco normativo, pero evitando
caer en posiciones que subsumen y anulan la realidad de la ciencia
económica dentro de la ética, sin ninguna autonomía propia. Es
esta perspectiva aristotélica la que le (les) permite sostener que los
precios surgen de la estimación, y que esta surge de la indigencia,
pero que al mismo tiempo, todo el proceso puede ser calificado
moralmente, sin que esta calificación niegue o anule su existencia
fáctica. Eso es lo que Matienzo parece haber intentado hacer en su
obra, y es lo que Popescu especialmente le reconoció, aun cuando
no haya sido por las razones que él le atribuyó.
Bibliografía
Agustín de Hipona, De Civitate Dei, (Madrid: BAC, 2007, dos
tomos).
Aristóteles, Ética Nicomaquea, (Madrid: Gredos, 2000).
Becker, G., The Economic Approach to Human Behavior, (Chicago:
Chicago University Press, 1978).
Cachanosky, J. C., “Historia de las teorías del valor y del precio”,
Libertas, (Año XII, Nro. 22, mayo 1995).
Cauriensia, (Vol. VI, diciembre 2011).
Covarrubias y Leyva, D. de, (Variarum ex iure pontificio, regio,
et caesareo resolutionum libri III, Faure, Jacques; Honorat,
Sébastien, 1557).
Díaz Fuentes, D. y Revuelta, J., “La contribución de Oreste Popescu
al pensamiento económico escolástico hispanoamericano”,
Cultura Económica, (Año 31, Nro. 86, diciembre 2013)
Hoevel, C., The Economy of Recognition, (Nueva York: Springer,
2013).
1
Cf. I. van ’t Spijker, Fictions of the Inner Life. Religious
Literature and Formation of the Self in the Eleventh and Twelfth
Centuries, (Turnhout: Brepols, 2004), pp. 1-17.
2
Cf. C. Harrison, The Art of Listening in the Early Church,
(Oxford: Oxford University Press, 2013).
Modulaciones del lenguaje en la tradición cristiana... 177
fueron originalmente hablados y, consecuentemente, fueron
pensados por sus autores para ser oídos antes que para ser
leídos. Las palabras que contenía ese lenguaje sonaban, resonaban
y se imprimían en el espíritu y en la memoria a través del oído
más bien que de la vista. Muchos de estos textos eran sermones
que se predicaban y de los cuales tomaba nota un secretario.
Las conferencias o meditaciones de los personajes religiosos, o
los debates públicos con los herejes que ahora poseemos como
libros, son transcripciones de palabras que fueron originalmente
habladas. Encontramos, por supuesto, textos que fueron escritos
en primer término, pero aún en ese caso estaban destinados a ser
pronunciados en voz alta y escuchados por los otros. Es el caso,
por ejemplo, de los textos litúrgicos, las oraciones, himnos y, hasta
cierto punto, las cartas.
Afirma Harrison que incluso los tratados teológicos y otras
obras que fueron compuestas pensando en lectores, con frecuencia
están escritos en un estilo que prácticamente no se puede distinguir
de aquellos otros compuestos originalmente para ser expresados de
forma oral. Están escritos como si fueran dirigidos directamente a
quien escucha. Por tanto, se pregunta la autora, si nosotros como
lectores ignoramos la dimensión oral y auditiva de estos textos, y
cerramos nuestros oídos a esas voces, corremos el riesgo de ser
sordos a lo que ellos querían decirnos.
Pero no es suficiente tener en cuenta el uso retórico del
lenguaje sino que también debemos considerar la contribución,
generalmente silenciosa, de quien escucha aquello que es leído.
Este grupo mas o menos numeroso y al que va dirigido el discurso,
influía en lo que se decía y, consecuentemente, producía algún
efecto en los textos que ahora leemos. Ambos actores –los que
hablaban y los que escuchaban– se influían mutuamente, y cuando
nos acercamos a los textos de ese largo periodo de la historia,
debemos estar atentos a esas influencias.
178 Rubén Peretó Rivas
3
Guillermo de Saint-Thierry, Expositio super Canticum
Canticorum 21,1, Paul Verdeyen (ed.), CCCM 86, (Turnhout: Brepols,
1997), pp. 54-55.
Modulaciones del lenguaje en la tradición cristiana... 179
debería decir, en el interior del mismo que lee y
que siente la bondad y el poder de Dios”.4
Guillermo había conocido personalmente a San Bernardo y
había compartido con él una temporada en Claraval en el que se
dedicaron a leer y comentar juntos el Cantar. Este dato permite
entender el motivo de la presencia en las obras de Guillermo de
una de las característica que el fundador del Cister le imprimió
a su obra, y me refiero a la acentuación de los aspectos de lo
humano, sobre todo sensibles, en su vida de relación con Dios.
Ya no se trataba solamente de apresar las palabras que se leían
con la inteligencia sino también de vivirlas o experimentarlas. El
autor habla de experientie manu palpare et tractare, y el concepto
de experientia al que recurre Guillermo no posee las mismas
connotaciones de autenticidad irreductible y subjetividad que tiene
en la modernidad, sino que para él como para todos los medievales
está estrechamente relacionada con cogitatio y affectus. De hecho,
lo que quiere transmitir en el texto es que él experimenta palabras
que son comprendidas a través de una operación intelectual
-cogitatio- pero también sentidas emotivamente. Y se trata de una
cogitatio que es pensar, pero un pensar enmarcado dentro de una
elaborada red de actividades mentales que van mucho más allá de
una mera actividad lógica.
4
“Cum enim Scripturarum interiorem sensum, et virtutem
mysteriorum et sacramentorum Dei ceperimus non solum intelligere,
sed etiam quadam, ut ita dicam, experientie manu palpare et tractare,
quod non fit nisi quodam conscientie sensu, et experientie disciplina
intelligentis, immo, ut plus dicam, intus in semetipsa legentis, et
sentientis bonitatem et virtutem Dei”, Guillermo de Saint-Thierry, De
natura et dignitate amoris 37, en Guillaume de Saint-Thierry. Deux
traités de l’amour de Dieu, M.-M. Davy (ed.), (Paris: Vrin, 1953), p.
114.
180 Rubén Peretó Rivas
5
E. Póntico, Tratado práctico, Prólogo 9, en Obras espirituales, J.
González Villanueva y J. P. Rubio Sadia (eds.), (Madrid: Ciudad Nueva,
2013), pp. 135-6.
182 Rubén Peretó Rivas
6
Sobre quiénes son los ancianos a quienes se refiere Evagrio,
puede consultarse la introducción de A. Guillaumont a: Évagre le
Pontique, Traité pratique ou le moine, t. 1, SC 170, (París: Cerf, 1971),
pp. 121-128.
7
Cf. R. Peretó Rivas, “Las doctrinas secretas en la obra de Evagrio
Póntico”, en Mediaevalia 32, (2015), pp. 15-28.
Modulaciones del lenguaje en la tradición cristiana... 183
Esta característica del lenguaje –elocuencia y opacidad
simultáneamente– que Evagrio emplea en su texto tiene una
finalidad definida. Considera que las verdades se irán revelando al
monje a medida que éste vaya escalando en la vida espiritual. La
develación de las verdades escondidas en la teología evagriana posee
la característica de un ascenso: “La escala al cielo es la revelación
de los misterios de Dios, por los cuales el intelecto asciende por
grados y es elevado hacia Dios”.8 Esta afirmación reportada por
los discípulos de Evagrio, muestra el sentido que él le daba a la
escala de Jacob. La escala simboliza tres progresiones análogas: la
del monje hacia la apátheia a través de la disciplina de la práctica
ascética; su avance hacia la gnosis a través de la contemplación
natural, y el avance de las criaturas racionales hacia la unidad a
través de mundos sucesivos. El carácter esotérico aparece en la
segunda de estas ascensiones, es decir, la correspondiente a la
contemplación natural segunda, o de las realidad materiales. El
gnóstico, es decir, aquel que ha alcanzado la impasibilidad, recibe
una iluminación particular que le viene por gracia de Dios, merced
a la cual es capaz de conocer los logoi o las razones profundas
del ser, o la esencia, de las cosas naturales. El conocimiento que
posee de un árbol, por ejemplo, es de una naturaleza distinta de
aquel que, sobre el mismo objeto, posee quien aún no ha alcanzado
la vía gnóstica, ya que éste solamente consigue el conocimiento
superficial que le brindan los sentidos. El gnóstico los conoce
en su profundidad más íntima, pues es capaz de develar o ver su
interior, el lugar donde residen los logoi, o las razones primeras de
su creación o existencia.
En este segundo “cuadro”, entonces, vemos que para Evagrio el
lenguaje posee una riqueza y complejidad que atraviesa la primera
8
E. Póntico, Chapitres des disciples d’Évagre 192, P. Géhin (ed.),
SC 514, (París: Cerf, 2007), p. 252.
184 Rubén Peretó Rivas
repromissionis ingredi per plurima mansionum loca, hoc est per diversa
virtutum increment conamur”. P. Damian, Epistola 160, en K. Reindel,
Die Briefe des Petrus Damiani, Monumenta Germaniae Historica. Die
Briefe der Deutschen Kaiserzeit IV, (München: MGH,1993), pp. 104-
105.
186 Rubén Peretó Rivas
10
“Nam quia homo microcosmus hoc est minor mundus asseritur,
necesse est, ut ad suae plenitudinis incrementa contendens ipsam
mundanae conditionis speciem imitetur, ut sicut visibilis atque corporeus
hic mundus per suarum molem ac multitudinem consummatus est
partium, sic et homo noster interior paulatim ad sui plenitudinem veniat
per augmenta virtutum”, P. Damian, Epistola 49, MGH IV, p. 66.
188 Rubén Peretó Rivas
11
Escapa a los límites de este trabajo profundizar en la capacidad
especular del lenguaje. Sobre este tema puede verse: S. Vázquez, “Aportes
para una historia de la metáfora del espejo. El horizonte logo-terapéutico
de su tematización en Evagrio Póntico y otros autores tardoantiguos”, en
Revista de Historia de la Psicología 40/1, (2019), pp. 45-54.
12
H. de San Víctor, Didascalicon. De studio legendi, C. Muñoz
Gamero y M. L. Arribas Hernáez (eds.), (Madrid: Universidad Nacional
de Educación a Distancia - Biblioteca de Autores Cristianos, 2011).
Modulaciones del lenguaje en la tradición cristiana... 189
de su origen, reconocería que es nada todo lo que
está sometido al principio de la mutabilidad”.13
El conocimiento, que se alcanza a través de la lectura –es
decir, del lenguaje–, debe partir e incluso permanecer en el
conocimiento interior. Hugo piensa que todo conocimiento de las
cosas exteriores o mudables es superfluo ya que lo que está dentro
del alma es suficiente para alcanzar la sabiduría. La palabra es la
expresión adecuada del único conocimiento necesario que es el
conocimiento de lo permanente frente a la variabilidad del mundo
sensible. Aparece aquí expuesto el platonismo que permea la
escuela victorina y que se reconoce también en la última frase del
párrafo transcrito, donde se hace referencia al recuerdo del origen
del hombre que se opone, por su permanencia, al fluctuante mundo
presente.
El lenguaje, entonces, expresado en la lectura y la meditación
es el medio por el cual el hombre, refugiado en el recuerdo de su
origen, es capaz de conocerse a sí mismo, o bien, de centrar la
atención en su propia interioridad, sustrayéndose de esa manera de
la variabilidad de las cosas exteriores.
Hugo explica más adelante de qué modo se produce este
proceso:
“En efecto, el espíritu, adormecido por las pasiones
del cuerpo y arrastrado fuera de sí mismo por las
formas sensibles, se olvidó de lo que había sido y,
13
“Inmortalis quippe animus sapientia illustratus respicit
principium suum et quam sit indecorum agnoscit, ut extra si quidquam
quaerat, cui quod ipse est, satis esse poterat. Scriptum legitur in tripode
Apollinis: gnoti seauton, id est, cognosce te ipsum, quia nimirum homo
si non originis suae immemor esset, omne quod mutabilitati obnoxium
est, quam sit nihil, agnosceret”, H. de San Víctor, Didascalicon, I, 1; p.
9.
190 Rubén Peretó Rivas
14
“Animus enim, corporeis passionibus consopitus et per
sensibiles formas extra semetipsum abductus, oblitus est quid fueris, et,
quia nil aliud fuisset se meminit, nil praeter quod videtur esse credit.
Reparamur autem per doctrinam, ut nostram agnoscamus naturam et non
discamus extra non quaerere quod in nobis possumus invenire”, H. de
San Víctor, Didascalicon I, 1, p. 13.
Modulaciones del lenguaje en la tradición cristiana... 191
Ricardo, por su parte, ingresó a la abadía de San Víctor el mismo
año en que murió Hugo y con el paso del tiempo, se convertió
también en uno de los maestros más conocidos de esa escuela.
En De archa mystica o Benjamin maior, establece una reflexión
sobre la contemplación, graduándola en una suerte de ascenso.
Para las contemplaciones más elevadas, las que corresponden a la
contemplación de los espíritus angélicos y de la misma Divinidad,
es necesario el autoconocimiento.
“La primera cosa en esta consideración es que
vuelvas a ti mismo, entres en tu corazón y aprendas
a valorar tu propio espíritu. Discute qué eres, qué
serás, qué deberías ser, qué puedes ser [...] Aprende
a conocer desde tu mismo espíritu qué debes pensar
acerca de los otros espíritus. Esta es la puerta,
esta es la escalera, esta es la entrada, aquí está el
ascenso; por aquí se entra en lo íntimo, por aquí nos
elevamos hacia lo más alto, este es el camino para
la cima de la especulación, este es el mecanismo
para la misericordia; esta, sin duda, es la técnica
por la cual se alcanza la pureza de corazón, y una
vez que se ha alcanzado, se conserva”.15
15
“Primum ergo est in hac consideratione, ut redeas ad teipsum,
intres ad cor tuum, discas aestimare spiritum tuum. Discute quid sis, quid
fueris, quid esse debueris, quid esse poteris. […] Disce ex tuo spiritu
cognoscere, quid debeas de aliis spiritibus aestimare. Haec porta, haec
scala, hic introitus, iste ascensus, hac intratur ad intima, hac elevamur
ad summa, haec via ad huius speculationis fastigium, hoc fabricandi
propitiatorii artificium, haec ars absque dubio, per quam cordis munditia
recuperatur, recuperata servatur”. R. de San Víctor, Benjamin Maior
III,3, en Contemplatio. Philosophische Studien zum Traktat Benjamin
Maior des Richard von St. Victor. Mit einer verbesserten Edition des
192 Rubén Peretó Rivas
1
Vulgata, (Madrid: BAC, 2005),Gen. I-III.
198 José María Felipe Mendoza
2
Vulgata, Ep. ad Rom. V, 12: “Propterea, sicut per unum hominem
peccatum in hunc mundum intravit, et per peccatum mors, et ita in omnes
homines mors pertransiit”.
3
Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, (Textum
Taurini 1953 editum), en adelante De malo, q. 4 a. 1 arg. 2: “Praeterea,
accidens non traducitur nisi per traductionem sui subiecti. Subiectum
autem peccati est anima rationalis. Cum ergo anima rationalis non
traducatur per originem, ut habetur in Lib. de Eccl. dogmatibus, videtur
quod neque aliquod peccatum per originem contrahatur”.
4
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 arg. 1: “Dicitur enim Eccli.
XV, 18: ante hominem vita et mors, bonum et malum: quodcumque
voluerit, dabitur ei. Ex quo potest accipi, quod peccatum, quod est
spiritualis mors animae, in voluntate consistit. Sed nihil quod homo
contrahit ex origine sua, consistit in eius voluntate. Ergo nullum
peccatum contrahit homo ex sua origine”.
5
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 arg. 3: “Sed dicendum,
quod licet subiectum peccati non traducatur, traducitur tamen caro, quae
est causa peccati.- Sed contra, ad traductionem accidentis non sufficit
traductio eius quod non est sufficiens causa; quia ea posita, non ponitur
effectus. Sed caro non est sufficiens causa peccati; quia quantumcumque
Aristóteles en el contexto de la transmisión del pecado original 199
Un grupo de objeciones enfocan su atención en la posibilidad de
la transmisión del pecado de Adán a sus descendientes a través
de la carne. Algunas niegan la posibilidad de la carne como único
vehículo, y otras, por el contrario, la afirman. En derredor de estas
últimas hallamos textos biológicos de Aristóteles. Y su razón está
en lo que sigue: el Génesis no menciona explícitamente el modo
en que el pecado del primer hombre está en sus hijos, y en los
hijos de sus hijos, y así sucesivamente. Solo afirma la pervivencia
de la transgresión original. El pecado de Adán se transmite a la
naturaleza humana, haciendo de ella una naturaleza que comparte,
del mismo modo que el primer varón, el estado de caída original. La
transmisión es, entonces, el hecho bíblico que requería, mediante
la ciencia del momento, ser explicada.
Tomás, según el corpus científico del siglo XIII, encontró
en Aristóteles una posible respuesta que diera una explicación
racional a este evento bíblico. Los textos de biología aristotélicos
aportaban la posibilidad de compatibilizar la razón y la palabra
sagrada. Las cuestiones sobre el mal parecen manifestar que la
tesis embriológica del Filósofo podía leerse en clave teológica,
al priorizarse el aporte masculino sobre el femenino, cuando, por
ejemplo, afirma: “la intención del alma está en el semen”.6 Si
por Adán entró el pecado en este mundo, entonces es allí donde
la ciencia debe investigar. Las descripciones fenomenológicas
de Aristóteles justificaban el relato del Génesis que aparece
sintetizado en la Carta a los Romanos.
7
Aristóteles, Sobre la reproducción de los animales, 735a9-10
(Madrid: Gredos, 1994).
8
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 737b 30.
Aristóteles en el contexto de la transmisión del pecado original 201
entidad de un cuerpo determinado”.9 Tal es la explicación para
el dato observable de que un singular procrea otro singular de la
misma especie.10 Líneas más adelante declara que el esperma, en
cuanto universal, es espeso y blanco por estar mezclado con aire,11
siendo su blancura un accidente de su configuración constitutiva,
que es el ser espuma.12
Las descripciones de este fenómeno espermático concernientes
a la totalidad de la zoología superior (aquellos animales de
naturaleza más caliente, más húmeda y no terrosa, cuya medida
del calor está dada por los pulmones,13 y que es aquello que
Tomás y Aristóteles mencionan con los ejemplos de caballo,
buey, etc., y que incluye también al ser humano14) esconden una
reminiscencia singular y mítica que solo Aristóteles menciona,
mientras que el Aquinate la señalaría tácitamente. Así como
esperma significa espíritu espumoso, de modo tal que se indique
con ello la transmisión carnal de la vitalidad singular del macho
–porque el esperma contiene en sí mismo el movimiento que le
dio el reproductor–15 en conjunto con los caracteres primarios de
la especie singularizada, así también el detalle de la espuma16 en
Aristóteles quedaría signado por la diosa Afrodita.
El afán de sistematización y profundización descriptivo, no
obstaculiza, para la mentalidad griega del filósofo, la incorporación
de diferentes relatos míticos. El carácter espumoso del espíritu
espermático proviene, como fuente original, del nacimiento de la
9
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 738b 25-30.
10
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 735a10-20.
11
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 736a9.
12
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 736a14-15.
13
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 732b 30-35.
14
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 735a 20.
15
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 734b 5-10.
16
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 735b 10-15; 736a 20.
202 José María Felipe Mendoza
17
Cfr. Homero, Odisea M. Fernández-Galiano (introducción), J.
M. Pabón (trad.), (Madrid: Gredos, 1993) VIII, 266 y ss; Ilíada E. Crespo
Güemes (trad., prólogo y notas), (Madrid: Gredos, 1994), II, 819-821.
18
Tomás de Aquino, Sentencia super Meteora, Textum a K.
White in “Mediaeval Studies” (1992 editum), lib. 2 cap. 1 n. 3: “Circa
primum duo facit: primo ponit opiniones antiquorum theologorum;
secundo naturalium, ibi: qui autem sapientiores etc. Circa primum
sciendum est quod ante tempora philosophorum, fuerunt quidam qui
vocabantur poetae theologi, sicut Orpheus, Hesiodus et Homerus: quia
sub tegumento quarundam fabularum, divina hominibus tradiderunt”.
19
Hesíodo, Teogonía, (Madrid: Gredos, 2000), pp. 18-19 (155-
200). El texto comienza así: “[Cronos, de mente retorcida, castró a su
padre Urano por petición de Gea, su madre]. En cuanto a los genitales,
desde el preciso instante en que los cercenó con el acero, y los arrojó
lejos del continente en el tempestuoso Ponto, fueron luego llevados por
el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro
inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació la diosa. […] Salió
del mar la augusta y bella diosa […] Afrodita la llaman los dioses y los
hombres […]”.
20
P. Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, (Buenos
Aires: Paidós, 2010), p. 11.
Aristóteles en el contexto de la transmisión del pecado original 203
entre los genitales de Urano y las olas darían lugar a la noción de
espuma que habría sobrevivido también en los tratados de biología
medievales como parte integrante de la definición de esperma. La
fuerza de esta referencia viene dada también por Platón, quien en
el Cratilo afirma: “no sería digno de contradecir a Hesíodo, sino
convenir con él en que fue llamada Afrodita, por su nacimiento de
la espuma”.21
Si bien es cierto que Aristóteles forja una tradición de estudios
sistemáticos sobre embriología, también es correcto afirmar que
en torno al debate seminal de la Antigüedad el rol de la hembra no
fue simplemente material y secundario, tal como el Estagirita los
interpreta.22 Aristóteles sigue la teoría de Diógenes de Apolonia,
quien también entiende que el aporte de la hembra es secundario,
y asocia el carácter espumoso del semen con la diosa Afrodita,
considerando, a su vez, una combinación fisiológica de los
elementos míticos que lo originan: sangre, aire, agua y testículos.23
Para el caso de Diógenes leemos:
“Alejandro, llamado amigo de la verdad (Alejandro
Filaletes), discípulo de Asclepíades, en su obra
Acerca del Semen dijo que la esencia de éste
es la espuma de la sangre, concordando con las
opiniones de Diógenes de Apolonia en su libro
Sobre la Naturaleza, quien dijo, de modo similar,
que la esencia del semen es la espuma de la sangre.
21
Platón, Crátilo, 406ad (Madrid: Gredos, 2010).
22
Cfr. Aristóteles, Sobre la reproducción…, p. 47: “La creencia
tradicional de que la aportación de la hembra se limitaba a la de ser un
mero receptáculo no era la opinión predominante entre los presocráticos,
y en algunos médicos hipocráticos la opinión era que ambos progenitores
segregaban semillas”. Cfr. Alcmeón (DK 24A 54) y Anaxágoras (DK
59a 111).
23
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 736a.
204 José María Felipe Mendoza
24
Cfr. J. A. De la Fuente Freyre, La biología en la Antigüedad y la
Edad Media, (España: Salamanca, 2002), p. 77.
25
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 737a 7-10.
Aristóteles en el contexto de la transmisión del pecado original 205
26
Aristóteles, Sobre la reproducción…, 736b 25-30.
27
Cfr. Vulgata, Ep. ad Rom. V, 12.
28
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 co.: “scilicet secundum
carnem, cui Deus animam infundit; et sic sicut anima divinitus infusa
pertinet ad naturam humanam ab Adam derivatam, propter carnem
cui coniungitur; ita et defectus praedictus pertinet ad animam propter
carnem, quae ab Adam propagatur non solum secundum corpulentam
206 José María Felipe Mendoza
31
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 ad 12: “quod in semine
est corruptio originalis peccati non actu sed virtute, eo modo quo est ibi
virtute humana natura: quae quidem virtus activa in semine est in spiritu
spumoso, ut Aristoteles dicit in Lib. de Gener. animalium, non autem in
materia quae amittit unam formam et recipit aliam”.
32
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 ad 9: “quod corruptio quae
est in carne, est quidem actus naturalis, sed intentione et virtute moralis.
Ex peccato enim primi parentis destituta est caro eius illa virtute ut ex
ea possit decidi semen per quod originalis iustitia in alios propagetur; et
sic in semine defectus huius virtutis est defectus moralis corruptionis, et
quaedam intentio eius”.
33
Tomás de Aquino, De malo, q. 4 a. 1 ad 10: “quod nihil prohibet
a causa spirituali causari effectum corporalem”.
208 José María Felipe Mendoza
1. Introducción
Domingo de Soto inicia su De iustitia et iure1 señalando que el
término ius es polisémico, siendo sus dos significados principales
la regla de lo justo –esto es, la ley– y lo justo mismo en cuanto
objeto de la justicia; es decir, en el lenguaje de la Summa, la misma
cosa justa. Esta aclaración inicial le permite abordar en primer lugar
el asunto de la ley, atendiendo al hecho que toda virtud tiene sus
normas propias. Volverá a reiterar este carácter “bisario” de ius-
iure al principio del libro III, para considerarlo en cuanto objeto de
la justicia e introducción al tratamiento de la virtud propiamente
dicha.
Al momento de leer la obra del Segoviense es importante
tener presente que, cuando habla del derecho, emplea la palabra
latina ius y no el término directus, siendo este último el que
etimológicamente se corresponde con “derecho” y que –como
recuerda Massini Correas–, comenzó a usarse con sentido jurídico
a partir del s. IV de nuestra era.2 Este detalle no es menor, dado
1
En adelante, DII.
2
C. I. Massini Correas, Filosofía del Derecho. Tomo I, El
Derecho, los Derechos Humanos y el Derecho Natural, (Buenos
Aires: Lexis Nexis-Abeledo Perrot, 2005), p. 31.
212 Marta Hanna de Rosa
3
Aristóteles, Ética Nicomaquea. A. Gómez Robledo (versión
española y notas), (México: Universidad Nacional Autónoma de México,
1954). “τοῦ δὲ πολιτικοῦ δικαίου τὸ μὲν φυσικόν ἐστι τὸ δὲ νομικόν,
φυσικὸν μὲν τὸ πανταχοῦ τὴν αὐτὴν ἔχον δύναμιν”. En adelante: EN.
Texto griego: Aristotle, Nicomacheam Ethics, J. Bywater
(ed.), disponible en http://www.perseus.tufts.edu/hopper/
text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0053%3Abekker%20
page%3D1134b%3Abekker%20line%3D15,
4
Domingo de Soto, De iustitia et iure, edición facsimilar hecha por
Soto en 1556, (Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1967), I, q.3, a.1
21 B (9-11). Las referencias al texto sotiano están tomadas de la versión
facsimilar editada en Madrid por el Instituto de Estudios Políticos, en
1967. Se identifica la columna con las letras A y B; los números entre
paréntesis han sido añadidos para identificar las líneas del texto latino.
5
Domingo de Soto, DII, I, q.3, a.1 21 B (36-38).
214 Marta Hanna de Rosa
6
Domingo de Soto, DII, I, q.3, a.1 22 B (13-18): “Iustum autem
hoc aut constituitur a rerum ipsa natura in qua lex naturalis versatur (…)
aut constituitur a lege positiva. Et hoc appellat Arist. 5 Ethico. iustum
legale (...)”.
7
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 A (22-23).
8
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 A (43-45. 50-52).
Empleo del término “dikaion” por Domingo de Soto 215
estableció leyes para sus gentes, conforme a las condiciones del
lugar”.9
Cierra su argumento señalando que a esta dualidad (actos que
son virtuosos o no según la ley natural y actos que lo son por ley
humana) “la conoció Aristóteles claramente, Ethico. 7, donde
distingue iustum naturale ac legitimun, o sea humano o civil”.10
Tal y como se advierte, el texto del salmantino no es una cita
textual de Ética a Nicómaco, sino una paráfrasis. Solo hay allí
términos latinos.
En el siguiente artículo de la q. 4, vuelve a recoger el pasaje en
estudio. Esta vez para responder a la preguntas “Si la ley natural
puede cambiarse o suprimirse”. “La ley natural, en sus primeros
principios, –señala Soto– no puede en manera alguna cambiarse
en el segundo modo [por sustracción], es decir, no puede hacerse
que lo que primero fue de ley natural, deje más tarde de serlo”.11 Y
añade: “Por lo que dijo Aristóteles en 5 Ethico. c.7, el Ius naturae
es inmutable”.12
c) Continuando con el hilo argumental, en la q. 5, sobre la
ley humana en general, reaparece el pasaje aristotélico. En el a.
2, “Si toda ley humana procede de la ley natural”. Hace alusión
directa a él en tres de las cuatro dificultades, cuando señala que:
“Iustum civile (como dice Aristóteles en 5 Ethi. c. 7) es aquel que
9
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 B (25-31).
10
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 B (34-36).
11
El Segoviense, partiendo de la distinción analizada en el artículo
anterior entre los principios y las conclusiones de ley natural, concluyes
que no hay inconveniente en que ésta sea cambiada por adición –en el
orden de las conclusiones–; pero no por sustracción, en el orden de los
principios. Cf. Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.5 36 B (10-20. 30-34).
12
“Ius ininquit naturae immutabile est”, Domingo de Soto, DII, I,
q.4, a.5 36 B (51-52).
216 Marta Hanna de Rosa
13
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 40 A (16-18).
14
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 40 A (27-29).
15
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 40 A (21-22).
16
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 41 B (1-3).
17
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 41 B (9-12). La segunda
objeción es que el derecho positivo se divide por oposición al natural.
18
Domingo de Soto, DII, I, q.5, a.2 41 B (13-15).
Empleo del término “dikaion” por Domingo de Soto 217
de la Ética19 y de Política. Me limitaré a recopilar los textos del
libro V, a los efectos de situar el pasaje en estudio.
a) Aristóteles es convocado en el sed contra del a. 1: “En contra,
(…) el Filósofo, al principio del 5 de los Éticos dijo que se llama
unánimemente justicia al hábito con que se practica “iustorum”.20
La referencia corresponde al inicio del libro V, donde se lee:
“Todos… entienden llamar justicia aquel hábito que dispone a
los hombres a hacer cosas justas [praktikoi twn dikaíwn eisí] y
por el cual obran justamente [dikaiopragousi] y quieren las cosas
justas [boúlontai tà díkaia]”.21 Soto lo trae a colación en varios
momentos del desarrollo del artículo 1.
Antes de proceder a la argumentación, recuerda el Segoviense
que “El Filósofo, en el 5 de los Éticos, cap. 1, la llama [a la justicia]
toda la virtud”.22 Se está refiriendo al final de V, 1: “La justicia así
entendida no es una parte de la virtud, sino toda la virtud…”.23
Nuevamente señala que “Aristóteles define la justicia por lo justo
[per iustum], diciendo que es un hábito mediante el cual deseamos
y practicamos lo que es justo [iustum]”.24
19
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 191 A (29-33). Así, por
ejemplo, las palabras del Filósofo son traídas a colación al inicio –q.
I, a. 1–, en relación con la definición de derecho de Celso (Ius est ars
boni et equi), y la introduce Soto para recordar que el arte es una virtud
intelectual, según enseña Aristóteles en el libro VI de EN.
20
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 191 B (5-10). Se refiere a
Eth. Nic. V, 1, 1129ª 5-10, traduciendo dikaíwn por ius.
21
La traducción del griego corresponde a A. Gómez Robledo:
Obras completas de Aristóteles. Ética Nicomaquea. A. Gómez Robledo
(versión española y notas), (México: UNAM, 1954).
22
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 191 B (14-15)
23
Aristóteles, EN, V, 1, 11130ª, 10-15.
24
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 191 B (46)-192 A (1-2). Ya
citado: Aristóteles, EN, V, 1, 1129ª 5-10.
218 Marta Hanna de Rosa
25
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 193 A (8-12).
26
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1, 193 A (16-18)
27
En griego en el original. Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1,
193 A (20-27).
28
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 194 A (42-44).
29
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 A (19-23).
Empleo del término “dikaion” por Domingo de Soto 219
tiene la misma fuerza [vim] en todas partes y no porque así sea
visto’, es decir, es necesario en todas partes y no por haber sido
puesto por juicio y arbitrio humano”. 30
Antes de resumir el asunto, vuelve a citar la EN: “Y por esto
el filósofo dijo en el mismo lugar que el justo legítimo a nada
refiere antes de ser establecido [positum], sino después de ser
establecido”.31
c) Retoma la referencia al libro V de EN, en la respuesta a la
primera dificultad, al explicar que algunas cosas naturales pueden
cambiar, aquellas que se refieren a los medios: “Y este es el género
de las cosas naturales que pueden cambiar, como dijo Aristóteles
en el lugar ya citado”.32
30
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 A (2-16). El pasaje
completo dice: “Por lo cual Ulpinao I, 1 ff. De iust. & iur. dijo que
ius naturale es común a todos y en todos lados, y está en todas partes
(habetur aliqua) por el instinto natural, no por una constitución. (…)
oponiendo natural instinto y constitución, insinúa nuestra división
bimembre. Y allí es referida la división de Cicerón en lib. De Inuen.,
donde dice: ‘Natura ius es aquello que está en nosotros no por opinión,
sino en cuanto cierta connatural aserción (innatavis assert)’. Todas estas
definiciones son hechas por la causa eficiente. Pero Aristóteles, 5 Ethic.
cap ya citado, lo define de modo filosófico por la causa formal, diciendo:
‘Ius naturale es aquel que tiene la misma fuerza (vim) en todas partes y
no porque así sea visto’, es decir, es necesario en todas partes y no por
haber sido puesto por juicio y arbitrio humano.” El ejemplo de lo que
es justo natural se corresponde con el de Aristóteles: Quien recibe 10,
debe devolver 10; eso es justo no “porque así lo hayan determinado los
hombres, sino que lo es por naturaleza”, cf. Domingo de Soto, DII, III,
q. 1, a. 2, 195 A (16-19).
31
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 A (23-25).
32
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 B (38-40), se está
refiriendo a EN V, 7, 1134b 25-30.
220 Marta Hanna de Rosa
33
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 B (49-54)- 196 A (1);
Aristóteles, EN, V, 7 1134b, 15-20.
34
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 3, 197 B (24-30).
35
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 4, 198 B (in fine)-199 A (1-2).
Se refiere a Aristóteles, EN, V, 6, 1134b, 5-10: “La justicia del amo y del
padre no es la misma que la de los ciudadanos, sino semejante; porque
no hay injusticia en sentido absoluto con lo que es de uno mismo”.
Empleo del término “dikaion” por Domingo de Soto 221
en las cuales se contiene resumida la opinión de este filósofo”.36
En los argumentos echan mano principalmente de pasajes de la
Política.
4. El nombre “dikaion”
Como se ha señalado en el punto anterior, Fray Domingo de
Soto remite expresamente al término griego dikaion, escribiéndolo
en la lengua del Estagirita en una sola ocasión, y lo hace en la
primera cuestión del libro III, al abordar el ius entendido como
objeto de la justicia.
En varios loci recuerda al lector que ius es término polisémico,
que designa tanto a la ley como al objeto de la justicia. Por ello
afirma que “el griego dikaioν tanto significa lo justo y el derecho
[ídem promiscue significat, quod iustum & ius]”.37 Esto es, dikaion
nombra tanto al objeto de la justicia, la cosa debida y la conducta
por la cual se da al otro lo suyo [iustum], cuanto a la regla racional
que ordena la conducta debida, prohibida, permitida o castigada
[ius-lex].38
En el libro I, nunca aparece el término griego, aun citando
expresamente el pasaje de EN V, 7, 1134b, 15-20. Como se señaló
antes, aparece traducido por ius; incluso, en algún caso, por lex.
36
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 4, 199 A (3-7).
37
En griego en el original. Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 1,
193 A (20-27).
38
La actual “Lógica deóntica” se mueve con cuatro operadores
que permiten identificar el contenido de las normas en cuanto órdenes o
mandatos: lo obligatorio (OB), lo prohibido (IM), lo permitido (PE) y lo
omisible (OM). Se añade a esto lo opcional (Op). Se corresponde con los
efectos de la ley, que recoge Soto en la línea de la tradición occidental,
en el L. I, con la diferencia de que el cuarto efecto es castigar. Por lo
demás, lo obligatorio es lo mandado, lo prohibido es llamado igual, lo
permitido, opcional u omisible se corresponden con “permitir”.
222 Marta Hanna de Rosa
39
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 A (25-29).
40
Cristóbal Orrego Sánchez, “Iusnaturalismo contemporáneao”,
en F. Zamora- Núñez Vaquero (ed.), Enciclopedia de Filosofía y Teoría
del Derecho, Vol 1, cap. 2 (México: UNAM, 2015), pp. 37-59. Disponible
en https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3875/5.pdf
(última consulta 21 de agosto 2018).
El profesor chileno señala seis problemas sobre los cuales se puede
dar una posición iusnaturalista: 1. Origen del mundo y del hombre; 2.
Dignidad del hombre y sus límites; 3. Criterios de lo bueno y lo malo,
lo justo y lo injusto; 4. Fundamento trascendental del orden natural; 5.
Fundamento moral y explicación suficiente de las leyes humanas y, 6.
Cuestiones especiales de justicia y de ética personal social.
Empleo del término “dikaion” por Domingo de Soto 223
así lo decide, en virtud de las circunstancias. O como expresa el
Segoviense: “unas cosas están mandadas porque son buenas, o
prohibidas porque son malas, y otras en cambio son buenas porque
están mandadas, o malas porque están prohibidas”.41
2. Como “fundamento moral y explicación suficiente de las
leyes humanas”: Tal es el sentido de la referencia de las leyes
humanas a la ley natural (y, por esta, a la eterna), al punto que
“Toda ley que establezcan los hombres, si es justa, se deriva de la
ley natural”.42
3. Como “piedra de toque en algunas cuestiones especiales de
justicia y de ética personal social”: Esto es, como objetos debidos
(justos) al hombre en razón de su propio ser humano, de los que
habla Soto en el Libro III, q. 1, a. 3.
5. Conclusiones
Resumiendo, en el Libro I, el Segoviense echa mano del pasaje
de EN V, 7 en más de una oportunidad. Y lo hace entendiendo
que allí, Aristóteles distinguió lo que es justo “en todas partes con
la misma fuerza (ubique vim habet eandem)”, 43 de aquello que
solo es justo porque la razón humana así lo considera, en cuanto
conveniente o no según las circunstancias, esto es, lo que en
principio no está determinado que sea de un modo u otro, sino
que “se determina cuando se establece (cum vero positum fuerit
refert).44 En otras palabras, lo justo natural de lo justo legal o
civil, usando indistintamente los términos “ius” y “lex” para el
correspondiente griego “dikaion”.
41
Domingo de Soto, DII, III, q. 1, a. 2, 195 A (25-29).
42
Domingo de Soto, DII, I, q. 5, a. 2, “Si toda ley humana procede
de la ley natural”, 40 A (41-42).
43
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 B (36-39).
44
Domingo de Soto, DII, I, q.4, a.3 33 B (39-41).
224 Marta Hanna de Rosa
Rafael Cúnsulo
I. Introducción
La noción de libertad como autodeterminación o causa sui
proviene de Aristóteles1 y ha sido constantemente adoptada para
definir la libertad absoluta o incondicionada. Plotino definió a la
Inteligencia como la obra de su misma actividad en “cuanto tiene
el ser de sí y para sí misma”.2 Por medio del neoplatonismo árabe,
especialmente de Avicena y también de la tradición filosófica
judaica, este concepto llega a Spinoza.
Dios fue presentado como causa sui por Descartes en su
prueba (que Kant llamó ontológica) de la existencia de Dios.
Spinoza comenzó su Ética “por causa de si entiendo aquella cuya
esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no
puede concebirse sino como existente”.3 Se trata de una de las
muchas expresiones de la necesidad de la naturaleza divina, según
el concepto que precisamente el neoplatonismo formó de Dios.
Puede decirse que en Descartes y en Spinoza se da una definición
positiva de causa sui, a diferencia de la definición escolástica
medieval, que era más bien negativa, por cuanto afirmaba que
1
Aristóteles, Ética a Nicómaco, III, I, 1110a, (Barcelona: Ediciones
Folio, 1999).
2
Plotino, Eneadas, VI, 8, 16, (Madrid; Gredos, 1998).
3
B. Spinoza, Ética, I, def. 1, en Spinoza, Ética. Tratado teológico-
político. Tratado político, (Madrid: Gredos, 2011).
228 Rafael Cúnsulo
4
En realidad, a lo único que cabría llamar realmente sustancia es
a Dios, es decir, a la res infinita, puesto que ésta es causa de sí misma
(causa sui). La idea de sustancia infinita sí es una idea innata, según
Descartes. En sus propias palabras, la idea de Dios es “la huella que
el creador ha impreso en la conciencia de la criatura, […] esta idea ha
nacido y ha sido producida conmigo”. Sólo en la idea de un ser perfecto
coinciden esencia y existencia: “es por lo menos tan cierto que Dios, el
Ser Perfecto es o existe como lo puede ser cualquier demostración de la
geometría” (Discurso del Método, 4ª Parte). Es la verdad de Dios, donde
esencia y existencia se dan unidas, la que va a posibilitar la necesidad
de los juicios existenciales. Es Dios como causa sui quien asegura el
aspecto existencial. “Incluso lo que antes he considerado como una
regla (a saber, que las cosas que he concebido clara y distintamente, son
verdaderas) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo
lo que hay en nosotros procede de él”.
5
Cf. Enciclopedia de las ciencias filosóficas, (México: Porrúa,
1977, &153).
¿El ser humano es causa sui? 229
mismo va a causar. El hombre según la ontología tradicional sólo
tenía que “esforzarse” en ser la causa de sí mismo, pero no en
determinar qué sí mismo iba a causar. Tenía, desde luego, un sí
mismo previamente fijado e invariable, consistente, por ejemplo,
en infinitud.6 Determinar lo que va a ser es el desafío más grave
para el hombre.
II. En Aristóteles
Quizá una de las primeras formulaciones de la expresión causa
sui sea la que se encuentra en la Ética a Nicómaco de Aristóteles,
cuando, al hablar de las acciones voluntarias e involuntarias,
define éstas últimas como aquéllas que se hacen por fuerza o
por ignorancia; se obra voluntariamente, en cambio, “porque
el principio del movimiento de los miembros instrumentales en
acciones de esa clase está en el mismo que las ejecuta, y si el
principio de ellas está en él, también está en su mano el hacerlas o
no”.7 El tema que subyace a estas consideraciones aristotélicas es
la afirmación de la libertad como autodeterminación o causa sui.
En este preciso significado, la expresión ha sido universalmente
empleada para explicar la libertad. Por tanto, en su origen, causa
sui no hacía referencia al Absoluto, sino más bien al hombre, en
cuanto que éste puede autodeterminarse libremente a actuar o no
actuar y actuar de una manera o de otra. Repárese en que esta precisa
significación no lleva consigo que el hombre que se autodetermina
libremente sea en rigor, en el estricto sentido de la noción de
causalidad, causa de sí mismo; más bien habría que señalar que,
propiamente hablando, nada es causa de sí mismo: todo ente tiene
su causa en otro anterior. Por ello, aunque Aristóteles admita cierta
auto-causalidad en los entes (la voluntad humana es una cierta
causa sui, la libertad es autodeterminación), la ética propugnada
6
J. Ortega y Gasset, La historia como sistema, VI, 33.
7
Aristóteles, Ética a Nicómaco, III, 1, 1110a.
230 Rafael Cúnsulo
8
Cf. I. Falgueras, La res cogitans en Spinoza, (Pamplona: EUNSA,
1976), p. 168.
9
Cf. Aristóteles, Metafísica, 982, b 25-28. Cf. S. Bretón,
“Réflexions sur la causa sui”, Revue des sciences philosophiques et
théologiques (1986), p. 350.
10
I. Falgueras, La res cogitans en Spinoza, pp. 167-168.
11
Cf. Aristóteles, Metafísica, 1071b28-29.
¿El ser humano es causa sui? 231
ser movido, en cuanto que es objeto de deseo o de amor.12 El Dios
aristotélico es exterior a lo movido; su mover como causa final es
un atraer separado, trascendente y no inmanente.
Falgueras ha compendiado de modo espléndido la tesitura
en la qué se ancló Aristóteles sobre la presunta posibilidad de la
autocausalidad del Absoluto:
“Tampoco la totalidad del cosmos es para Aristóteles
causa sui por la sencilla razón de que no hay una
totalidad real del cosmos: Dios queda fuera; todo se
mueve por Él, pero el Absoluto es independiente de
todo [...]. La noesis noeseos no puede ser entendida
como autocausalidad.13 La noesis noeseos enuncia
la absoluta mismidad entre el cognoscente perfecto
y lo conocido perfecto, hasta el punto que decir lo
uno sea estrictamente equivalente a decir lo otro.
Pese a la apariencia de la fórmula, en la noesis
noeseos no existe duplicidad alguna, sino que lo
establecido en ella es la perfección absoluta según
la índole del conocer [...]. Dicho brevemente, la
noesis noeseos es la fórmula de la identidad según
el principio de no contradicción”.14
Debe decirse que el Absoluto aristotélico concilia la simplicidad
con el pensarse a sí mismo. El primer deseable o pensamiento
del pensamiento es un acto puro que no se autoconstituye o se
autoproduce; y –dicho sea de paso– el pensamiento del pensamiento
12
Cf. Aristóteles, Metafísica, 1072a26.
13
Cf. Aristóteles, Metafísica, 1074b34: “Se piensa a sí mismo,
puesto que es lo mejor que existe, y su pensamiento es pensamiento de
pensamiento”.
14
I. Falgueras, La res cogitans en Spinoza, pp. 168-169.
232 Rafael Cúnsulo
15
Cf. para un estudio aquilatado del Dios de Aristóteles, los
trabajos de H. P. Cunnigham, Téléologie, nature et esprit; V. Decarie, Le
divin dans l’Ethique aristotélicienne; Th. De Konninck, La «Pensée de
la Pensée» chez Aristote, recogidos en el volumen La question de Dieu
selon Aristote et Hegel, Th. De Konninck y G. Planty-Bonjour (eds.),
(Paris: PUF, 1991).
16
Cf. Y. Morin, “Le rapport à la causa sui: de Plotin à Descartes
par la mediación du débat entre Ficin et Pic“ en Renaissance et Rèforme,
XXVI/2 (2002), p. 44. Cf. asimismo, J. Ecole, “La notion Deus causa
sui dans la philosophie française contemporaine”, Revue Thomiste 54
(1954), pp. 374- 384, y A. de Segura, “La noción de causa sui desde
una perspectiva cristiana”, en El hombre. Inmanencia y Trascendencia.
Actas de las XXV Reuniones Filosóficas de la Universidad de Navarra,
vol. II, (Pamplona: 1991), pp. 1153-1175.
17
La definición dada por Aristóteles en el libro I de la Metafísica se
refiere principalmente a la ciencia más noble y elevada, que es buscada
por sí misma. Cf. Aristóteles, In Metaphysicorum, L. I, nn. 36‑41 y 51.
¿El ser humano es causa sui? 233
de límites al dominio humano sobre sus propios actos: ¿Dios, el
pecado, las buenas obras, la razón?18
Según Tomás, hay tres modos de enfrentar el problema: desde
la fe (fides astringit), desde la experiencia (manifesta indicia
inducunt) y desde una argumentación racional (evidens ratio
cogit).19 A pesar de estos tres modos, él seguirá solamente la
argumentación racional, porque la fe puede no ser compartida o la
experiencia puede ser diversa en los distintos hombres.20
En la naturaleza se encuentra esta diferencia, dice Tomás: hay
seres que tienen en sí mismos el principio de su movimiento y hay
seres que lo tienen fuera de sí.
El segundo tipo de seres de ningún modo puede ser causa sui.
El primer tipo, que es analizado con detalle en la cuestión 24,
admite una ulterior distinción:
1) Los que se mueven a sí mismos (seipsis) pero no por sí
mismos (a seipsis), como los inanimados, que son movidos por la
forma.
2) Los que se mueven por sí mismos (a seipsis), a su vez, se
dividen en:
- Los que se mueven según un juicio natural, como los animales,
los cuales en una misma especie obran todos de modo semejante.
- Los que se mueven según un juicio racional, como el hombre,
que actúa con juicio reflexivo (potest de suo arbitrio iudicare),
porque conoce la razón del fin, los medios para alcanzarlo y la
18
Otras fuentes importantes son Jeremías y Juan; en este grupo
de objeciones cita también a Agustín, el Liber de Causis, Averroes,
Bernardo, Nemesio (conocido bajo el nombre de Gregorio de Niza) e,
indirectamente, cita a Platón.
19
S. Tomás, De Ver., q. 24, a. 1, c. En las cuestiones De Veritate es
notable la influencia de Aristóteles, citado más de 30 veces.
20
Cf. A. Schurr, “La concezione della libertà nel De Veritate di
San Tommaso d’Aquino”, Philosophica I, (1978), p. 427.
234 Rafael Cúnsulo
21
Cf. S. Tomás, De Ver., q. 24, a. 1, c.
22
La teoría aristotélica del finalismo natural, expresado en relación
al acto voluntario en el libro III de la Ética a Nicómaco, es fundamento
de todo el análisis de la cuestión.
23
S. Tomás, De Ver., q. 24, a. 2, c.
¿El ser humano es causa sui? 235
“Rationales dicimur non solum a potencia rationis,
sed ab anima rationali, cuius potentia est voluntas:
et sic secundum quod rationales sumus, dicimur
esse liberi arbitrii. Si tamen rationale a rationis
potentia sumeretur [...] esset primam liberi arbitrii
originem”.24
En una concepción teleológica, como la de santo Tomás, el
origen del movimiento es el fin (causa causarum), en cuanto éste
mueve al agente a obrar; por lo tanto, la diferencia del obrar no se
encuentra en el fin sino en el agente, que lo recibe y sigue según
su propia naturaleza.
El agente, asumiendo el fin, lo lleva a su mismo nivel entitativo,
haciéndolo atractivo para sí. De este modo, el hombre asume el fin
racionalmente, en cuanto su naturaleza es racional, en cuanto tiene
inteligencia y voluntad.
El texto señala, en primer lugar, la diferencia de naturaleza:
animal racional ‑ animal no racional. El libre albedrío, según
Tomás, es posible sólo en la naturaleza racional (espiritual), la
cual, en cuanto es naturaleza, está determinada (a la verdad y el
bien), y en cuanto es racional, está abierta a múltiples modos de
efectuarlos, porque su juicio se extiende a todas las cosas y de
modo reflexivo.25
La amplitud de juicio equivale a una indeterminación, sea
de la razón, sea de la voluntad, porque a la indeterminación de
una corresponde armónicamente la indeterminación de la otra
potencia. La indiferencia racional fundamenta la existencia del
libre albedrío en el hombre.26
24
S. Tomás, De Ver., a. 6, ad. 4.
25
S. Tomás, De Ver., a. 2, c.
26
S. Tomás, De Ver., a. 2, ad 3. Este argumento lo ha tratado más
expresamente en su Comentario a las Sentencias. Cf. L. II, d. XXIV, q.
236 Rafael Cúnsulo
1, a. 1 (pp. 589‑598).
27
S. Tomás, De Ver., a. 2, c.: “Iudicium autem est in potestate
iudicantis secundum quod potest de suo iudicio iudicare”.
28
Ya Ricardo Fishacre había definido el libre albedrío por la
capacidad reflexiva de la razón. Cf. O. Lottin, Psychologie et morale
aux XIIe et XIIIe siècles, t. V: Problèmes d’histoire littéraire. L’école
d’Anselme de Laon et de Guillaume de Champeaux, pp. 113, 115 in fine.
29
En el artículo tercero prueba la existencia del libre albedrío en
los ángeles y en Dios.
30
S. Tomás, S. Th., I, q. 83, a. 1, c. Tradicionalmente, estos dos
elementos se consideran una ayuda para el acto de elegir.
¿El ser humano es causa sui? 237
fuerzas extrañas que lo presionan. La espontaneidad puede ser
vivida como una sensación de necesidad de frente a los impulsos
vitales o, al contrario, como un hecho de total libertad. Por eso, la
espontaneidad debe ser acompañada de ese sentirse dueño: dueño
de decir sí o no a los deseos.31
4) el hombre vive estos actos libres con sentimientos de
moralidad: permitido ‑ no permitido, castigo ‑ mérito, responsable
‑ no responsable.32
A esta exposición de la evidencia de experiencia, santo Tomás
agrega nuevamente el argumento racional para probar la existencia
del libre albedrío, partiendo de la definición aristotélica (causa
sui).
Tal como lo hizo en el De Veritate, en la Summa Theologiae
tratará de aplicar la noción de causa sui, en un análisis detenido y
preciso, a todas las realidades que tienen cierta autonomía en sus
movimientos.
Parece superfluo analizar el movimiento de los seres inanimados
(comúnmente llamados “inmóviles”), pero en ellos se descubre
un movimiento propio: caer, en el ejemplo de la piedra, puesto
por Tomás. Este movimiento “propio” de la piedra no encuentra
en ella su principio, sino que es movida por otro ser: es movida
naturalmente, si cae; es movida violentamente si es lanzada hacia
arriba. Estos seres inanimados tienen un movimiento propio o
31
Esta experiencia de ser dueños del acto que hacemos (“causa
sui”), y que ha llevado a los filósofos antiguos a una definición del libre
albedrío, está puesta, en la filosofía contemporánea, en un segundo
plano. Hoy se hace resaltar más, casi con exclusividad, la espontaneidad
del obrar. Sin embargo, según Bergson, la espontaneidad debe estar
conjugada con la totalidad en la cual está comprometida la profundidad
del yo. Cf. V. Jankelevitch, Bergson, (Paris: Alcan, 1931), p. 103.
32
S. Tomás, S. Th., I, q. 83, a. 1, c.: “Alioquin frustra essent [...]
prohibitiones, praemia et poenae”.
238 Rafael Cúnsulo
33
S. Tomás, S. Th., I, q. 83, a. 1, c.: “et similiter omnia cognitione
carentia”.
34
Se trata nuevamente del fundamento racional de la existencia
del libre albedrío, y no de la conjugación de las potencias para producir
el acto libre.
35
S. Tomás, S. Th., I, q. 83, a. 1, c.
36
En De Ver. (24, a. 2, c.) dice que sólo quien tiene dominio de
su juicio los que tiene libre albedrío: “Iudicium autem est in potestate
iudicantis...”.
¿El ser humano es causa sui? 239
El hombre, en cambio, puede juzgar sobre su propio acto y, de
este modo, dominar su propio juicio; dominio que se manifiesta
desde tres perspectivas:
‑ desde la reflexión, ya analizada en De Veritate.
‑ desde el conocimiento de la relación que hay entre las cosas
que juzga.
‑ desde el porqué del juicio.
De estas tres perspectivas, santo Tomás en la Summa Theologiae
sólo analiza la segunda. En el análisis muestra la diferencia
entre el conocimiento animal y el conocimiento humano por esa
capacidad que tiene el hombre de comparar, de relacionar juicios,
de conocer ex collatione. En la comparación, el hombre encuentra
que un mismo hecho tiene diversas soluciones y son diversas las
opiniones o interpretaciones que de él pueden darse; en definitiva,
su juicio no está determinado ad unum, a una sola posibilidad
que lo coacciona. Así se constata que el hombre tiene libertad de
juicio, porque no está determinado a una sola posibilidad. A esta
indeterminación de la inteligencia, según el orden y la armonía de
lo creado, corresponde una capacidad indeterminada del apetito
racional: el libre albedrío. Afirmando una razón y una voluntad
indiferente respecto a los particulares, Tomás pone de manifiesto
la diferencia entre el conocimiento animal y el conocimiento
humano. El hombre puede ser dueño de su acto y de su juicio
(causa sui in iudicandum et in agendum).37
37
La indiferencia de la razón como fundamento del libre albedrío
es reconocida por la escuela tomista sin dificultad. Cf. T. De Vio Caietani,
In Summam Theologicam comentarium, en S. Thomae Aquinatis,
Summa Teologiae, Opera omnia, (Roma: ed. Leonina, 1889), t. V, p. 308;
D. Báñez, Scholastica comentaria in primam partem angelici doctoris
D. Thomae, (Salicatium: Venetiis Altobellum, 1587), pp. 1344‑1380;
Joannis a Sancto Thoma, Cursus Philosophicus Thomisticus, (Parisiis:
240 Rafael Cúnsulo
S. Agustín, De Trinitate, I, c. l.
41
242 Rafael Cúnsulo
42
S. Tomás, C. G., I, 22.
43
Cf. S. Tomás, S. Th., I, q. 3, a. 7.
44
Para una explicación más amplia de la doctrina tomista de la
causalidad entitativa y la correcta intelección de esos textos de santo
¿El ser humano es causa sui? 243
existencia de la libertad en el ser humano y en Dios; pero esta
libertad no puede ser entendida como autocreación en Dios, ya
que habría una contradicción entre ser incausado y causarse, y
en el hombre, ya que, por un lado, la experiencia y la razón le
muestran sus límites y, por otro, su finitud lo ubica en el mundo de
lo causado, de lo creado.
Ambas perspectivas nos muestran la belleza y la sinfonía
de la libertad divina y de la libertad humana: Dios creando por
sobreabundancia de bondad y el hombre eligiendo libremente los
bienes que le han sido dados para su plenificación.
Bibliografía
A. Fuentes
Aristóteles
“Rhetorica”, en Corpus Philosophorum Medii Aevi Aristoteles
Latinus, (Leiden: Brill, 1978), T. XX.
“Ethica”, en Corpus Philosophorum Medii Aevi Aristoteles
Latinus, Leiden, Brill, T. XXV. 1972-1974.
L’Ethique a Nicomaque, R. A. Gauthier y J. Y. Jolif (intr. y
trad.) (Louvain‑Paris: Publications Universitaires ‑ Béatrice‑
Nauwelaerts, 19702).
Etica Nicomachea, C. Mazzarelli (intr. y trad.), (Milano: Rusconi,
1979).
ThomaeAquinatis, S.
“Summa Theologiae”, en Opera Omnia, iussu Leonis XIII P.M.
edita, (Roma Typographia Polyglotta, 1889), T. V.
“Sententia Libri de Anima”, en Opera Omnia, iussu Leonis XIII
P.M. edita, (Roma ‑ Paris: Commissio Leonina ‑ Vrin, 1984),
T. XLV.
Jazmín Ferreiro
Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
1
A. Kamp: “Il pensiero politico di Aristotele devienne un
“classico” nella forma della sua traduzione latina”, La teoria politica
di Aristotele. Presupposti e temi principali, (Napoli: Valentino Editore,
1993), p. 13.
248 Jazmín Ferreiro
2
El opúsculo De regno ad regem Cypre fue escrito por encargo
entre 1271 y 1273. Al quedar inconcluso fue completado con una segunda
parte por Tolomeo de Lucca, discípulo de Tomás. Sancti Thomae de
Aquino, De Regno ad Regem Cypri, en Hyacinhte- F. Dondaine (ed.),
Opera omnia iussu Leonis XIII, P.M. edita (Roma: Editori di San
Tommaso, 1979). Usaremos la traducción española de Antonio Tursi,
Aquino, Del reino (Buenos Aires: Losada, 2003).
3
Thomae Aquinatis, Sententia libri Politicorum, en H. F. Dondaine
- L. J. Bataillon, Opera omnia iussu Leonis XIII P. M. edita, t. 48 A,
(Roma: Ad Sanctae Sabinae, 1971).
El naturalismo político aristotélico 249
caracterización del “naturalismo político” no es apropiada para
entender el alcance de las tesis aristotélicas.
¿Qué es lo que irrumpe con el texto aristotélico y explica la
aparición de los nuevos textos medievales? Lo que irrumpe en
el texto aristotélico es un discurso naturalista que da cuenta del
origen, del fin del orden político y el gobierno. Durante algún
tiempo la posición más influyente sobre este tema ha sido la
de Walter Ullmann,4 quien considera que fue la recepción del
naturalismo político aristotélico la causa del tránsito desde una
teología política hacia una filosofía política en la Edad Media,
y de la inauguración del camino hacia la constitución del estado
moderno.5 Los conceptos de naturaleza y de ley natural eran
conocidos por filósofos, teólogos y juristas antes de la recepción
de la Política –reconoce Ullmann–, pero a partir de esta lectura del
texto aristotélico se produce un cambio en el modo de concebir la
naturaleza. Según Ullmann, la novedad del concepto aristotélico
de naturaleza es su carácter empírico. El concepto agustiniano
de naturaleza, que predomina con anterioridad a la recepción de
Aristóteles, tiene un carácter teórico-especulativo. Con la lectura
de Aristóteles la naturaleza comienza a ser concebida como una
realidad que puede ser objeto de conocimiento a partir de la
4
La lectura de Ullmann se desarrolla de forma completa por
primera vez en su libro de 1961: Principles of Government and Politics
in the Middle Ages, (Nueva York: Barnes and Noble).
5
“Los medios que hicieron posible esta transformación fueron
proporcionados por el concepto de naturaleza y la consiguiente noción
de ley natural y, como consecuencia, cambió radicalmente el carácter
de la sociedad, del hombre y del individuo”. W. Ullmann, Principios
de gobierno y política en la Edad Media, (Madrid: Alianza, 1985), pp.
27-28.
250 Jazmín Ferreiro
6
“La repercusión que tuvieron las teorías sobre el gobierno y los
principios éticos de Aristóteles en el siglo XIII trajo consigo un viraje
radical en todos los aspectos del pensamiento: la concepción unilateral
del gobierno y del derecho, monolítica y especulativa, iba a encontrar
su contrapartida perfecta. Sería difícil hallar otro fenómeno dentro de
la historia del pensamiento que hubiera producido cambios de tanto
alcance como esta influencia de Aristóteles”, W. Ullmann, Principios de
gobierno y política en la Edad Media, p. 235.
7
La primer crítica importante a las tesis de Ullmann aparece en un
texto de Francis Oakley publicado en 1973 en Past and Present, “Celestial
Hierarchies Revisited: Walter Ullmann ́s Vision of Medieval Politics”.
Este texto habría señalado las limitaciones del esquema ascendente/
descendente, así como la tesis que afirma que Aristóteles habría influido
en las teorías que sostienen la tesis ascendente o populistas del poder,
señalando casos, como por ejemplo el Juan de Viterbo, en los que las
argumentaciones aristotélicas fueron utilizadas para defender tesis de
carácter teocrático-descendentes. Cf. C. Nederman, “What is dead and
what is living in the Scholarship of Walter Ullmann” en Pensiero Politico
Medievale, (Bologna: Pàtron Editore, II, 2004), p. 15.
El naturalismo político aristotélico 251
clásicas y cristianas que articularon el mismo concepto: Cicerón,
Séneca, San Agustín, Lactancio.8 El redescubrimiento de
Aristóteles confirmaría ciertas consideraciones sobre lo naturaleza
como fundamento de los vínculos sociales ya presente en textos
filosóficos, teológicos, legales, etc.9 Nederman considera entonces
que la función que cumplió el tratado aristotélico fue la de
confirmar o reforzar una concepción de la naturaleza ya presente en
la época. Desde esta perspectiva, el naturalismo político presente
en los tratados políticos de los siglos XIII y XVI expresa cierta
concepción respecto del orden político no exclusiva de Aristóteles,
sino común al pensamiento romano. Tal naturalismo podría ser
encontrado en ciertas doctrinas presentadas por Cicerón, entre
otros.10 Según Nederman, la principal contribución de Cicerón es
la explicación de la sociedad humana en virtud de la existencia
de ciertas capacidades: la razón y el habla. La razón induce a los
seres humanos el deseo a vivir en una sociedad civil, mientras que
el habla ofrece el método a través del cual este fin puede lograrse.
8
Cf. C. Nederman, “Nature, Sin and the Origins of Society: The
Ciceronian Tradition in the Medieval Political Thought”, Journal of the
History of Ideas XLIX (1988), p. 3. Los autores y pasajes citados por
Nederman son: Séneca, De beneficiis 7.1.7; Macrobio, Commentarium
in Somnium Scipionis 1.8; Lactancio, Divinae instituciones.
9
En relación a la presencia del pensamiento ciceroniano hay
que tener en cuenta que Cicerón es el único pensador político pagano
cuyos escritos continúan siendo accesibles al occidente cristiano luego
del colapso de la dominación romana. De republica y De legibus no
circularon directamente, pero su influencia puede leerse en Agustín o
en Lactancio. De officiis y De inventione sí circularon y fueron muy
leídos. Cf., C. Nederman, “Nature, Sin and the Origins of Society: The
Ciceronian Tradition in the Medieval Political Thought”, p. 4-5.
10
El texto ciceroniano citado es De officiis, I, cap.4. Cf. C.
Nederman, “Nature, Sin and the Origins of Society: The Ciceronian
Tradition in the Medieval Political Thought”.
252 Jazmín Ferreiro
11
“Unlike a teleological conception of nature, which involves an
inexorable pull towards the completion or realization of a purpose, Cicero
́s concentration on natural faculties implies a propensity which may or
may not be employed according to circumstance”. Cf. C. Nederman,
“Nature, Sin and the Origins of Society: The Ciceronian Tradition in the
Medieval Political Thought”, p. 9.
12
Cf. J. Coleman, A History of Political Thought (From the Middle
Ages to the Renaissance), (USA: Blackwell, 2000), p.105.
13
Cicerón, De Officiis I, 16; II, 12, 17, 21. De Republica, I, 25,
citado en A. Black, El pensamiento político en Europa, 1250-1450 (trad.
española), (Cambridge: Cambridge University Press, 1996), pp. 28-29.
254 Jazmín Ferreiro
14
A. Black, El pensamiento político en Europa, 1250-1450, p. 15.
El naturalismo político aristotélico 255
también respecto del carácter exclusivo del influjo aristotélico,
afirmando que el texto de Aristóteles vino a reforzar o enfatizar
tesis estoicas presentes a lo largo de la Edad Media en las figuras
de Cicerón o Séneca. Sin embargo, en algo coinciden: los distintos
autores que mencionamos tipifican en términos bastante cercanos
el naturalismo, que reconocen como constante en los textos
medievales y acuerdan en que tal tipificación se corresponde con
las tesis Aristotélicas y Ciceronianas. A continuación vamos a
exponer ciertas características propias del “naturalismo político”
tal como son expuestas por una extensa literatura, para luego
intentar demostrar los límites de dicha caracterización a la hora de
percibir el alcance de las tesis aristotélicas.
2. Caracterización del “naturalismo político”
Es posible encontrar en la literatura especializada tres aspectos
centrales que caracterizarían al naturalismo político aristotélico
presente en los tratados medievales.
a. El orden político es un producto de la naturaleza
Se suele definir al naturalismo político como una doctrina que
afirma que la comunidad política se funda directamente en las
necesidades de la naturaleza humana. En estos términos se opone
a las formulaciones que afirman que es un tipo de acuerdo o pacto
lo que instaura la comunidad política. Estas últimas acentúan
el carácter convencional de la institución política. En directa
oposición con la idea de un origen natural, ponen en el origen
de la comunidad política el arbitrio de una institución divina o
una convención.15 Sea como expresión de una ley natural, de una
evolución natural desde las comunidades prepolíticas o como
15
Cf. C. Nederman, “Aristotelianism and the Origins of Political
Science in the Twelfth Century”, Journal of the History of Ideas, LII, No
2, (April-June 1991), p. 180.
256 Jazmín Ferreiro
16
“La doctrina (la teoría aristotélica) culmina en la consideración
del Estado, comunidad suprema, como producto de la naturaleza. Según
Aristóteles, el Estado surge de la ley natural, y no de ningún acuerdo o
pacto” (W. Ullmann, Principios de gobierno y política en la Edad Media,
p. 236). “El Estado aristotélico crece; está constituido orgánicamente,
está sujeto a los principios de la evolución natural y toma en cuanta
las diferencias, divergencias y variaciones del desarrollo humano de
una manera que podríamos calificar de realista. En todos sus aspectos
esenciales, la posición cristocéntrica es precisamente su contraria,
ya que el estado, es decir, la Iglesia, en tanto que unión de todos los
cristianos, clérigos y laicos, parte de una fundación, fue establecida por
un acto consciente y deliberado de Cristo; (...) el estado aristotélico es
una entidad natural que deriva su esencia, ser y desarrollo de las propias
fuerzas naturales; la Iglesia es extranatural y deriva su esencia, ser y
desarrollo de su propia fundación divina”, (W. Ullmann, Principios
de gobierno y política en la Edad Media, p. 239). Siguiendo esta línea
interpretativa, Coleman afirma: “He (Tomás) showed no interest in
empires as products of force and conquest, nor was he concerned with
a notion of government as the product of human artifice. Government is
natural”, (J. Coleman, A History of Political Thought (From the Middle
Ages to the Renaissance), p. 105); también en la misma línea afirma
Black: “El concepto de estado como producto de la naturaleza humana
y de la experiencia social se vio reforzado a partir de 1260 por las ideas
tomadas de la Política de Aristóteles, especialmente I, 1-2”, (A. Black,
El pensamiento político en Europa, 1250-1450, p. 29-30).
El naturalismo político aristotélico 257
17
Nederman sostiene que, desde la perspectiva ciceroniana, la
razón y el habla son capacidades naturales que expresan el carácter
naturalmente sociable y político del hombre que le permiten obtener
aquello que necesita para la supervivencia. Cf. C. Nederman, “Nature,
Sin and the Origins of Society: The Ciceronian Tradition in the Medieval
Political Thought”, p. 8. Cicerón presenta el intelecto y el lenguaje como
capacidades naturales que preparan a la especie humana para conseguir
lo necesario para su supervivencia. Si, como afirma en De officiis, es la
razón y el habla humanas lo que provee el inmediato impulso natural
para la sociedad, entonces, los productos económicos y políticos de la
asociación humana tienen un origen natural en virtud de su compatibilidad
con el impulso gregario. Cf. C. Nederman, “Nature, Sin and the Origins
of Society: The Ciceronian Tradition in the Medieval Political Thought”,
pp. 8-9; Coleman también sostiene esta relación entre la razón y el habla
258 Jazmín Ferreiro
20
“Si, según Aristóteles, el Estado, en tanto que suprema asociación
humana es un producto y un deseo de la naturaleza, no solo no puede
actuar de ninguna manera contra ella sino que constituye la satisfacción
suprema de sus dictados”, (W. Ullmann, Principios de gobierno y
política en la Edad Media, p. 237). Esta idea de necesidad en el operar
de la naturaleza también es señalado por Nederman como característica
propiamente aristotélica, ausente en el planteo naturalista ciceroniano.
Según el autor, la concepción teleológica de la naturaleza aristotélica
envuelve una idea de inexorabilidad alrededor de la realización de un
propósito. Cf., C. Nederman, “Nature, Sin and the Origins of Society:
The Ciceronian Tradition in the Medieval Political Thought”, p. 9. “Lo
que proporcionaba –y proporciona– a la doctrina aristotélica un aspecto
fascinante era su carácter no especulativo, lo cual contrasta con las
concepciones tradicionales. Se basaba en la observación racional, en la
deducción de las experiencias científicas y era, en resumen, empírica.
(...) En suma, la naturaleza era ahora un concepto físico empírico, y no
de especulación teórica. No se trataba de un simple cambio de acento,
sino de una reorientación”, (W. Ullmann, Principios de gobierno y
política en la Edad Media, pp. 240- 241).
260 Jazmín Ferreiro
21
Desarrollo esta idea con mas detalle en J. Ferreiro, “Tensiones
entre physis y nómos en la teoría de la pólis de Aristóteles”, Revista
Jurídica UANDES 1-2 (2017).
262 Jazmín Ferreiro
22
Tomás de Aquino, DR, I, 1, 154-167. Ésta y toda referencia al
De regno de Tomás de Aquino corresponde a Aquino, Del reino, Antonio
Tursi (trad.), (Buenos Aires: Losada, 2003).
El naturalismo político aristotélico 263
comunidad política, sino que asocia uno al otro: el orden político
es el supremo o más perfecto porque es el más completo. Esta
lectura es confirmada por un pasaje del Comentario a la Política,
coincidente con la formulación del De regno en relación al criterio
para establecer la perfección de una comunidad: “Qué comunidad
sea superlativamente principal lo manifiesta por lo que añade: “a
todas abarca”. En efecto, la comunidad es un todo; en los todos se
encuentra un orden tal que el todo que incluye en sí otro todo es el
principal”.23 De este modo, Tomás resalta un criterio cuantitativo
por sobre un criterio cualitativo. La dicotomía –bien diferenciada
en el pensamiento de Aristóteles– entre un ámbito prepolítico
dominado por la necesidad, en el que los vínculos se establecen
no por elección sino por un impulso natural, y el ámbito político
que se caracteriza por ser el ámbito de la mayor libertad, se diluye
en el planteo de Tomás. Lejos de marcarse una dicotomía entre
las comunidades que tienen por fin satisfacer necesidades y la
comunidad política stricto sensu, se establece una relación causal
de continuidad entre las primeras y la última. La autarkía, aspecto
distintivo de la pólis, es reemplazada en el planteo del Aquinate
por la noción de sufficientia vitae.24
En segundo lugar, en el De regno se verifica un proceso
continuo que comienza en el hombre y culmina en la civitas. Tal
proceso es movilizado por la búsqueda de la suficiencia de vida:
23
Tomás de Aquino, Sententia libri Politicorum, en H. F. Dondaine
- L. J. Bataillon (eds.), Opera omnia iussu Leonis XIII P. M. edita, t. 48
A, LI, lec.1, (Roma: Ad Sanctae Sabinae, 1971).
24
“La segunda razón (que explica el carácter natural de la civitas)
dice que lo óptimo en cada uno es el fin y en razón de lo cual algo se
realiza. Tener suficiencia es óptimo, por tanto tiene razón de fin. Como
la ciudad es una comunidad que posee por sí suficiencia de vida, es el fin
de las otras comunidades” (Aristóteles, In Pol. LI, lec.1).
264 Jazmín Ferreiro
25
Tomás de Aquino, DR. I. I.
26
Aristóteles, In Pol. I., 1. Eschmann confirma que Tomás
está pensando en las calles o barrios de las ciudades medievales,
diferenciadas por la práctica de diversos oficios: “Modern towns still
preserve the memory of this mediaeval arrangement in street names such
as Shoemaker Row, Cordwainer street, Butter Row, etc.” Cf. St Thomas
Aquinas, On Kingship to the King of Cyprus, G. B. Phelan (trad.), I. TH.
Eschmann (revisión, introducción y notas), (Canadá: Pontifical Institute
of Mediaeval Studies, 1949). p. 9 n. 22.
El naturalismo político aristotélico 265
formas de asociación existentes en su época. Define al vicus como
una comunidad que satisface aquello relativo a un oficio o arte,
de modo que la civitas se presenta como perfecta porque reúne
lo que en las otras societates se encuentra diferenciado como
resultado de una división del trabajo y la comercialización. La
teleología de la naturaleza, que en Aristóteles está determinada
por la adecuación de los medios a los fines, es reinterpretada por
Tomás en términos del principio de división del trabajo: “Natura
autem sic non facit ut unum ordinet ad diversa officia; sed unum
deputat ad unum officium”.27 El criterio potencialmente ilimitado
de la búsqueda de la sufficientia vitae admite la posibilidad de que
el proceso de realización de la comunidad perfecta no se detenga
con la civitas. Queda abierta así en la argumentación tomista la
posibilidad de postular nuevas comunidades. Luego de afirmar que
la civitas es la communitas perfecta, Tomás propone la posibilidad
de otras comunidades más amplias que la civitas, y por lo tanto
–aplicando un criterio cuantitativo– más perfectas.28 Mientras que
para Aristóteles la pólis en tanto comunidad perfecta es la última,
el planteo tomista pone en evidencia la ausencia de un télos propio
de la civitas y puede proponer la provincia como comunidad más
perfecta por satisfacer la necesidad de defensa frente al peligro
externo.
Veremos ahora cómo en un texto de Marsilio de Padua se
acentúan características ya presentes en el tratado de Tomás de
Aquino. El Defensor pacis, siguiendo uno de los loci communes
de los tratados políticos medievales, se pregunta por el origen de
la civitas:
“como desde lo imperfecto, progresaron los
hombres a las comunidades perfectas, regímenes y
27
Aristóteles, In Pol. LI, lec.1.
28
Tomás de Aquino, DR. I, 1. 154-170.
266 Jazmín Ferreiro
29
Marsilius von Padua, Defensor pacis, (Hannover: Herausgegeben
von R. Scholz, 1932), I, III, 2-3. Traducción citada: El defensor de la
paz, L. Martínez Gómez (estudio preliminar, trad. y notas), (Madrid:
Tecnos, 1989).
30
Una muy importante fuente de Marsilio habría sido Pedro de
Abano y su filosofia natural, esto ha sido ya indicado por Vasileios
Syros, Marsilius of Padua at the Intersection of Ancient and Medieval
Traditions of Political Thought, (Toronto: University of Toronto Press,
2012), p. 21. Otra fuente de Abano imprescindible para comprender la
fundamentación científica realizada por Marsilio es el tratado astrológico
Lucidator. Cfr. A. Mulieri, “Marsilius of Padua and Peter of Abano: the
scientific foundations of law-making in Defensor Pacis”, British Journal
for the History of Philosophy, vol. 26, Nº 2 (2018).
El naturalismo político aristotélico 267
mejor diferenciación funcional.31 La comunidad más perfecta es
la que más se especializa, la que desarrolla más oficios y, por lo
tanto, en la que mejor se distinguen sus partes. El mismo impulso
(la búsqueda de la sufficientia vitae) que en Tomás conducía al
establecimiento de más abarcadoras formas de comunidad, en
Marsilio conduce a la expansión y especialización en el interior
de la comunidad política. Así, mientras que en el De Regno se
formula la posibilidad de una apertura hacia afuera a través de la
existencia de comunidades ulteriores al regnum (recordemos que
Tomás proponía como comunitas perfecta la provincia por ofrecer
defensa ante el ataque enemigo), en el planteo marsiliano tal
apertura deviene en una apertura hacia adentro, bajo la forma de
una atomización dentro la forma política, a través de la ilimitada
posibilidad de ulteriores especializaciones. El planteo marsiliano
supone así la idea de un crecimiento cuantitativo, de instancias
que se suceden unas a otras en el tiempo como resultado de la
multiplicación del género humano,32 por un lado, pero de la
experiencia de los hombres adquirida a lo largo del tiempo, por otro.
Una tal experiencia se cristaliza en la invención de artes y oficios
que hacen posible una mejor forma de vida. Como resultado del
conocimiento que se adquiere por experiencia se descubren cada
vez mejores y más específicos modos de satisfacer necesidades y,
31
Marsilius von Padua, DP. I, 3, 5.
32
También Tomás define como segunda causa de la formación de la
aldea, la multiplicación de la prole, fenómeno surgido de un impulso no
exclusivo de la especie humana. Tomás debilita la distinción específica
entre las diversas comunidades, poniendo el acento en un aspecto
cuantitativo explícitamente negado por Aristóteles como causa de tal
distinción. En varias oportunidades establece como causa explicativa del
carácter natural de la aldea la multiplicatio prolis. Otro pasaje además
del citado es el siguiente: “Unde cum multiplicatio prolis sit naturalis,
sequitur quod communitas vici sit naturalis” (Aristóteles, In. Pol., I, 1).
268 Jazmín Ferreiro
1
Cf. Platón, Pol. 293a y ss .
2
Platón, Pol. 293e.
274 Ivana Costa
3
Platón Pol. 297a-b.
4
Entre la bibliografía de las últimas décadas, además del volumen
que recoge los ensayos consagrados al Político durante el III Symposium
Platonicum Cf. Rowe, C. J. (ed.), Reading the Statesman, Proceedings
of the III Symposium Platonicum, (Sankt Augustin, Academia Verlag,
1995), una nueva colección de trabajos sobre el diálogo se publicó en
2018: Bossi, B. y Robinson, T. M. (eds.), Plato’s Statesman Revisited,
(Boston y Berlín: De Gruyter, 2018). Sobre la Política, aparte del clásico
y siempre iluminador comentario de Newman: The Politics of Aristotle,
with an Introduction, two prefatory essays and notes critical and
explanatory, W. L. Newman, (ed.), (Oxford: Clarendon Press, 1902);
véase la bibliografía referida en las traducciones anotadas de M. I. Santa
Cruz y M. I. Crespo (2004) y de G. Livov (2015).
Por encima de la ley... 275
6
En Platón, Simp. 186c-d es manifiesta la demarcación entre
médico teórico (cf. epistéme y diagignósko, en 186c6-7) y práctico (cf.
demiourgós, en 186d5). Se trata de una distinción que ya aparecía en
el corpus hippocraticum: la especificidad de reconocer (diagignóskein)
está registrada en de natura hominis 9, y la aclaración de que la terapia
consiste en producir una transformación efectiva, en el de morbo sacro.
Es propiamente platónica, en cambio, la ordenación de esa dimensión
diagnóstica del conocimiento técnico-científico en una serie de reglas
formalizadas en códigos escritos.
Por encima de la ley... 277
esta concepción global del saber científico sea la que prevalece en
el Político, cuando se inscribe al político regio dentro de los que
poseen una ciencia o técnica.
Al comienzo del diálogo se dice que el arte regio está entre las
ciencias cognoscitivas (es decir: no está entre las ciencias manuales
o artesanales ni entre las prácticas7), pero a la vez se establece que
dentro de las ciencias cognoscitivas, que incluyen dos géneros:
uno crítico y otro directivo,8 al arte regio se lo ubica dentro del
segundo género. El Extranjero niega que el político regio pueda
identificarse tout court con el conocedor de las reglas, “como si
fuera un espectador”,9 y por eso incluye su actividad dentro de la
parte directiva, la de los que mandan. Concentrarse mayormente
en los códigos escritos parece ser tarea no del género del gobierno
regio sino del heraldo o del rey de armas.10 La consideración del
aspecto crítico como la actitud de quien sólo observa, o la de quien
se ocupa de enviar mensajes escritos, organizar blasones, ordenar
registros, determinar castigos y organizar ceremonias, revela una
de las motivaciones del argumento. El político regio tiene la ciencia
7
Cf. Platón, Pol. 259c-d: τῆς δὴ γνωστικῆς μᾶλλον ἢ τῆς
χειροτεχνικῆς καὶ ὅλως πρακτικῆς βούλει τὸν βασιλέα φῶμεν
οἰκειότερον εἶναι. La distinción anticipa en cierto modo la clasificación
análoga que traza Aristóteles entre tres tipos de ciencias: productivas,
prácticas y teoréticas (aunque es incierto qué se entiende aquí por
praktiké, pues, como vemos, Platón elige situar la basiliké téchne entre
las ciencias cognoscitivas y no, como Aristóteles, entre las que se ocupan
del obrar, de la praxis).
8
Cf. Platón, Pol. 260a-b: κρίσει δὲ καὶ ἐπιτάξει διαφέρετον
ἀλλήλοιν τούτω τὼ γένη;
9
Platón, Pol. 260c.
10
Cf. la comparación del basilikón génos con el kêrux en Platón,
Pol. 260d. Y también con el ministro o cómitre, el intérprete, el heraldo,
el adivino, etc., en 260d-e.
278 Ivana Costa
11
Su capacidad de mandar depende de cierta autosuficiencia
que deriva de su capacidad de calcular con medida y con sentido de la
oportunidad: métron y kairós. Cf. Peixoto, M. C. D., “On the Limits of
Law and the Sovereignity of the Wise. Conjectures about the Primacy
of Law in Plato’s Statesman”, en B. Bossi y T. Robinson eds., Plato’s
Statesman Revisited, (Boston y Berlín, De Gruyter, 2018), pp. 261-262.
12
Cf. Platón, Pol. 293d.
Por encima de la ley... 279
y entre dos clases de democracia (que aunque varíen sus criterios,
no cambian su nombre).13 En todo caso, estos tres criterios sirven
para el análisis en tipos de régimen, pero ninguno de ellos puede
ser garantía de la rectitud del gobierno; sólo lo es el hecho de que
se gobierne estando en posesión de la ciencia regia, que es a la vez
crítica y prescriptiva (o mejor, directiva).14 A juicio del Extranjero,
esto permite concluir que puede ser recto el gobierno de quien
gobierna sin leyes. Como el Joven Sócrates se muestra un tanto
desconcertado y reticente con esta conclusión, el Extranjero se
extiende: si bien la función legislativa es parte del arte del gobierno
regio, “lo mejor es que imperen no las leyes, sino el hombre regio
dotado de sensatez”.15
La phrónesis parece ser un elemento que el buen político, el
hombre regio, agrega a la ley. Podemos entender esta afirmación
notable, de la que seguramente Aristóteles tomó nota, como
ilustración de que la ley “jamás podría abarcar con exactitud lo
mejor y más justo para todos a un tiempo y prescribir así lo más
útil para todos. Las diferencias que existen entre los hombres y
13
Aristóteles sigue la misma clasificación en Política III 7, donde
distingue politeía (régimen recto) de democracia (desviado). Insiste,
como Platón, en que el criterio meramente numérico es abstracto (cf.
1279b34-45). El que accedan ricos o pobres establece, sí, una distinción
cualitativa.
14
Ni gobernar con o sin leyes, ni ser rico o pobre, ni hacerlo de
manera compulsiva o con la voluntad de los gobernados, ninguno de
ellos son garantía de la rectitud del gobierno; sólo lo es el hecho de que
gobierne quien o quienes están en posesión de una ciencia a la vez crítica
y prescriptiva (o directiva) Cf. Platón, Pol. 292a-c y 293c-d y también
260c (directiva).
15
Cf. Platón, Pol. 294a: τρόπον τινὰ μέντοι δῆλον ὅτι τῆς βασιλικῆς
ἐστιν ἡ νομοθετική: τὸ δ᾽ ἄριστον οὐ τοὺς νόμους ἐστὶν ἰσχύειν ἀλλ᾽
ἄνδρα τὸν μετὰ φρονήσεως βασιλικόν.
280 Ivana Costa
16
Cf. Platón, Pol. 294b. La observación de que ningún asunto
humano se está quieto parece un eco del comienzo de las Historias.
Heródoto advierte que su indagación sobre el conflicto perpetuo entre
griegos y persas va a comenzar con la vida Creso, el rey de Lidia, el
primero que cobró tributo a los griegos, porque su vida de abundancia
y derrota ilustra bien la idea que lo inspira: que la eudaimonía humana
jamás permanece en el mismo punto.
17
Cf. Platón, Pol. 294d-e y nota 18.
18
Platón, Pol. 294e-295a: καὶ τὸν νομοθέτην τοίνυν ἡγώμεθα (...)
μή ποθ᾽ ἱκανὸν γενήσεσθαι πᾶσιν ἁθρόοις προστάττοντα ἀκριβῶς ἑνὶ
ἑκάστῳ τὸ προσῆκον ἀποδιδόναι.
Por encima de la ley... 281
en cierto modo, en general”.19 Aristóteles retoma esta observación:
la política, dirá, en cuya esfera se encuentra la legislación, es
conocimiento de lo que ocurre en la mayoría de los casos (hos
epì tò polý). A la ética o a la política no se les puede pedir la
exactitud (akríbeia) de la geometría, sino que –como se afirma en
la Ética Nicomaquea– en cada ámbito del saber hay que buscar la
exactitud que esa materia admita, y en la medida de su método.20
Sin ser errado o falso, tiene el rigor que puede, porque no se dirige
a la verdad como fin sino a la acción. Las leyes que rigen la vida
en comunidad no son tan exactas como las de la geometría, pero
no dejan de ser por eso principios de racionalidad en un universo
en el que, como dice Platón (o el Extranjero de Elea), “nada está
quieto”.
La analogía platónica del médico y el entrenador retoman
el problema de la generalidad de la ley: si tiene que ausentarse,
el experto confía a los pacientes sus prescripciones, recetas que
responden a los códigos escritos de su ciencia o técnica; sin
embargo, a su regreso, no dudaría en cambiarlas si considerara
que ya no son las mejores para ese caso en particular.21 Los
códigos escritos no están pensados para el caso particular y sólo
la agudeza del experto es capaz de adaptar la generalidad de la
norma (o modificarla) para que resulte particularmente adecuada.
Así también, el régimen político más recto sólo puede provenir
de quienes ejercen el gobierno con “la fuerza de su téchne, que
es superior a la de las leyes”. Siguiendo la distinción trazada
en la madurez, la fuerza de la téchne parece sumar al aspecto
19
Cf. Platón, Pol. 295a: ἀλλὰ τὸ τοῖς πολλοῖς γε οἶμαι καὶ ὡς ἐπὶ
τὸ πολὺ καί πως οὑτωσὶ παχυτέρως ἑκάστοις τὸν νόμον θήσει.
20
Cf. Aristóteles, EN 1098a26-29 y también 1094b24-26: “hay
que buscar la exactitud en cada género [de conocimientos] en la medida
en que la admite la naturaleza del tema”.
21
Cf. Platón, Pol. 295c.
282 Ivana Costa
22
Cf. Platón, Pol. 292e y 297b-c.
23
La denominación, “thought experiment”, la emplean por
igual M. Lane, en “A new angle on utopia: the political theory of the
Statesman”, en C. J. Rowe (ed.), Reading the Statesman, Proceedings of
the III Symposium Platonicum, pp. 201-276, (Sankt Augustin, Academia
Verlag, 1995), y M. M. Mc Cabe, en “Chaos and Control: Reading
Plato’s Politicus”, en Phronesis XLII.1, (1997), p. 111.
Por encima de la ley... 283
Político 300a.24 Otros han entendido la especulación acerca de
una comunidad que prohíbe el libre ejercicio de las técnicas y las
ciencias como el resultado de experiencias concretas en la vida
intelectual de Platón.25 En todo caso, el ejemplo concluye que un
semejante apego a la formalidad de la ley sería un absurdo: las
técnicas quedarían “por completo destruidas” y la vida, ya difícil,
“se volvería intolerable”.26
Por eso, el régimen político por excelencia es, para Platón, el
del gobernante regio, que posee la ciencia del gobierno regio, y
que está por encima de la ley en virtud de su phrónesis, es decir,
de la sagacidad que le permite actuar cuando la generalidad o
la formalidad de los códigos escritos resultan inadecuadas. Por
su parte, las leyes, “escritas por hombres que en la medida de
24
Es una síntesis de la visión de M. Lane en “A new angle
on utopia...” pp. 284-285, quien advierte, no obstante, la diferente
comprensión que se tiene del gobierno de la ley en el régimen recto y en
el descripto por este experimento mental.
25
Mc Cabe en “Chaos and Control: Reading Plato’s Politicus”,
p. 111 –y menos enfáticamente M. Lane en “A new angle on utopia...”
p. 285 – consideran que en la Atenas del año 399 aC., el del juicio y
condena a Sócrates, una posición como la que se plantea en el Político
podía resultar bastante cercana a la realidad.
26
Cf. Platón, Pol. 299e. En la interpretación global que propone C.
Gill, este ejemplo ficticio tiene por objeto mostrar que, si se acepta que
hay efectivamente una politiké epistéme objetiva que puede adquirirse,
es preciso dejar de lado la idea en buena medida compartida por los
atenienses del siglo IV aC. de que la mejor politeía es el gobierno de
la ley. La conclusión del ejemplo obligaría al Joven Sócrates a dejar de
lado su anterior reticencia a la idea de que se puede gobernar rectamente
sin leyes. Cf. Gill, C., “Rethinking constitutionalism in Statesman 291-
303”, en C. J. Rowe (ed.), Reading the Statesman, Proceedings of the III
Symposium Platonicum, (Sankt Augustin, Academia Verlag, 1995), pp.
294-295.
284 Ivana Costa
27
Cf. Platón, Pol. 300d-e.
28
Como también sería absurdo, y destruiría la posibilidad misma
de hacer ciencia, el hacer depender el saber de un código fijo o del control
de los que no son expertos. Según M. Lane, en Method and Politics in
Plato’s Statesman, (Cambridge: Cambridge University Press, 1998), p.
155, las dos visiones de la ley que se contraponen en el Político, la ley
como recordatorio (“que habilita la útil función de suma y aproximación
protegiendo a la vez la posibilidad de corrección”) o como la mano
muerta del pasado (rígida y paralizante) permite descartar esta última y
reivindicar en cambio a la primera como herramienta dentro del ideal.
29
Platón, Pol. 297d.
Por encima de la ley... 285
(...) rey que nazca en las ciudades como el que
surge en las colmenas, un único individuo que sea
sin más superior en cuerpo y alma, se hace preciso
que, reunidos en asamblea, redactemos códigos
escritos, según parece, siguiendo las huellas del
régimen político más genuino”.30
30
Platón, Pol. 301d-e.
31
Cf. Aristóteles, Política III 15 1286a27-30.
32
Cf. Aristóteles, Política III 11, 1281b3-7.
286 Ivana Costa
33
Con una excepción, que él mismo señala, en Política 1286b31.
34
Lo pueden hacer a partir del cuarto día, y si lo hacen antes es
bajo su responsabilidad. Sobre las razones para esperar al cuarto día, cf.
Historia Animalium 553a9, y Newman, The Politics of Aristotle..., pp.
281-282.
Por encima de la ley... 287
gobernantes corruptos. Además, la analogía es errónea porque el
médico o el entrenador no se tratan a sí mismos, y acuden a otros
expertos, médicos o entrenadores, para evitar que su propio dolor,
su propia pasión, en fin, su compromiso afectivo con la materia a
tratar, interfiera en su buen juicio.35 En política, para encontrar esa
falta de pasión y esa imparcialidad hay que recurrir a las leyes.
A diferencia de los hombres –y este es el punto fundamental–
las leyes no están sujetas a las pasiones que corrompen el buen
razonamiento. Por eso los hombres, individualmente, no son
mejores que las leyes.
Si bien Aristóteles reconoce que la generalidad de la ley la
vuelve “claramente incapaz” de dictar prescripciones exactas
en todos los casos, y que en ellos es el criterio de quien manda
el que debe primar,36 pero advierte que incluso para corregir lo
inespecífico de las normas escritas y atender los casos particulares
son necesarias las leyes, pues para evaluar que se está delante de
un caso particular es preciso tener internalizadas las indicaciones
generales de la ley.37 Por lo tanto, las leyes deben gobernar en
35
Cf. Aristóteles, Política 1287a3-40.
36
Cf. Aristóteles, Política 1282b1-6 (ἡ δὲ πρώτη λεχθεῖσα ἀπορία
ποιεῖ φανερὸν οὐδὲν οὕτως ἕτερον ὡς ὅτι δεῖ τοὺς νόμους εἶναι κυρίους
κειμένους ὀρθῶς, τὸν ἄρχοντα δέ, ἄν τε εἷς ἄν τε πλείους ὦσι, περὶ
τούτων εἶναι κυρίους περὶ ὅσων ἐξαδυνατοῦσιν οἱ νόμοι λέγειν ἀκριβῶς
διὰ τὸ μὴ ῥᾴδιον εἶναι καθόλου διορίσαι περὶ πάντων) y también
1286a20 y ss. Cf. también Newman, The Politics of Aristotle..., p. 283
para quien Aristóteles “sigue aquí la pista de Platón, en Político 295d-e
y 300c”, y cuyo rey, investido con poderes de esta naturaleza, “debe ser
ex hypothesi un άνηρ άριστος”.
37
La comparación de esta situación con la que se plantea en
Ética Nicomaquea V 1137b26–32, que proponen autores como S.
Berges “Understanding the Role of the Laws in Plato’s Statesman”,
en Prolegomena 9.1, (2010), p. 10, es adecuada sólo de manera muy
acotada, ya que allí se trata de contemplar una excepción mediante un
288 Ivana Costa
41
Cf. Aristóteles, Política 1287a18.
42
Cf. Platón, Político 277e-278b.
43
Como se discute en diversos diálogos, entre otros, República II
y III, y Leyes II.
44
Aristóteles, Política 1287a29-30: ὁ μὲν οὖν τὸν νόμον κελεύων
ἄρχειν δοκεῖ κελεύειν ἄρχειν τὸν θεὸν καὶ τὸν νοῦν μόνους.
290 Ivana Costa
45
Platón, Leyes 875c3-d5: ἐπεὶ ταῦτα εἴ ποτέ τις ἀνθρώπων φύσει
ἱκανὸς θείᾳ μοίρᾳ γεννηθεὶς παραλαβεῖν δυνατὸς εἴη, νόμων οὐδὲν ἂν
δέοιτο τῶν ἀρξόντων ἑαυτοῦ: ἐπιστήμης γὰρ οὔτε νόμος οὔτε τάξις
οὐδεμία κρείττων, οὐδὲ θέμις ἐστὶν νοῦν οὐδενὸς ὑπήκοον οὐδὲ δοῦλον
ἀλλὰ πάντων ἄρχοντα εἶναι, ἐάνπερ ἀληθινὸς ἐλεύθερός τε ὄντως ᾖ κατὰ
φύσιν. νῦν δὲ οὐ γάρ ἐστιν οὐδαμοῦ οὐδαμῶς, ἀλλ᾽ ἢ κατὰ βραχύ: διὸ
δὴ τὸ δεύτερον αἱρετέον, τάξιν τε καὶ νόμον, ἃ δὴ τὸ μὲν ὡς ἐπὶ τὸ πολὺ
ὁρᾷ καὶ βλέπει, τὸ δ᾽ ἐπὶ πᾶν ἀδυνατεῖ. Las itálicas en la cita son mías.
Por encima de la ley... 291
inteligencia sin pasión,46 y sólo de ese modo puede ser su gobierno
realmente divino. En la Ética Nicomaquea, advierte: “Lo que
buscamos no es sólo la justicia sin más sino la justicia política”47
y “efectivamente hay justicia para aquellos cuyas relaciones están
reguladas por alguna ley”.48 Esta es la razón por la cual, sigue
Aristóteles, “no permitimos que nos mande un hombre sino un
principio racional (lógos), porque el hombre lo hace en su propio
interés y se convierte en tirano”.49
A esta razón de orden teórico-conceptual, añade Aristóteles su
convicción, basada en la observación de casos, de que “hoy en día
ya no surgen realezas (basileîai), y cuando surgen monarquías son
más bien tiranías” (Pol. 1313a4-5), porque nadie se distingue tanto
en la pólis “como para estar a la altura de la magnitud y dignidad
de ese cargo”. El gobernante regio que imagina el Extranjero de
Elea parece estar, a juicio de Aristóteles, más cerca de la fantasía
que de la realidad.
Conclusiones: la ley como principio racional y como el
resultado del genuino saber
Tanto en las Leyes como en la Política encontramos la apelación
a la inteligencia (noûs) y el conocimiento (epistéme) como ideales
regulativos de la comunidad política. En la perspectiva platónica,
la epistéme está incluida en el político regio, ya que él está
provisto de téchne basiliké y phrónesis, la suya es una actividad
46
Aristóteles, Política 1287a32: διόπερ ἄνευ ὀρέξεως νοῦς ὁ
νόμος ἐστίν.
47
Aristóteles, EN 1134a24-25: δεῖ δὲ μὴ λανθάνειν ὅτι τὸ
ζητούμενόν ἐστι καὶ τὸ ἁπλῶς δίκαιον καὶ τὸ πολιτικὸν δίκαιον.
48
Aristóteles, EN 1134a30: ἔστι γὰρ δίκαιον, οἷς καὶ νόμος πρὸς
αὑτούς.
49
Aristóteles, EN 1134a35-b1: διὸ οὐκ ἐῶμεν ἄρχειν ἄνθρωπον,
ἀλλὰ τὸν λόγον, ὅτι ἑαυτῷ τοῦτο ποιεῖ καὶ γίνεται τύραννος.
292 Ivana Costa
50
Cf. Aristóteles, EN 1140b4-5: phrónesis es una “disposición
racional verdadera y práctica respecto de lo que es bueno para el
hombre”. La phrónesis parece referida a uno mismo, pero cuando no lo
está “toma el nombre de economía, legislación, política”; cf. Aristóteles,
EN 1141b29-31.
51
Cf. Aristóteles, EN 1143a8-10: ἡ μὲν γὰρ φρόνησις ἐπιτακτική
ἐστιν (...)ἡ δὲ σύνεσις κριτικὴ μόνον.
52
La explicación aristotélica es que no se aplican a lo que es
siempre e inmóvil ni a lo que de un modo u otro llega a ser sino a lo que
puede presentar dificultades y ser objeto de deliberación.
53
Aristóteles, EN 1141b 27-29.
54
Cf. Platón, Carta VII 324b-326b. Para cuando se escribió el
Político, cuya fecha ubica Skemp en Plato’s Statesman. A translation of
Por encima de la ley... 293
como la reconstruye la moderna indagación histórica,55 explique
en parte su particular evaluación de los regímenes políticos, y
su confianza en la efectiva capacidad de un individuo de poseer
la ciencia política, que es garantía de justicia. Así, aunque no es
ajeno a la posibilidad siempre latente de que el gobernante caiga
en un egoísmo tiránico (introduciendo algo bestial),56 Platón
enfatiza también el sinsentido que puede entrañar la sujeción
acrítica al imperio de la ley por encima de quien está en posesión
de la epistéme basiliké. El “experimento mental” que se propone
en Político 298a-299e subraya justamente cómo –en virtud de
su generalidad y formalidad– la ley puede quedar al servicio de
un ejercicio perverso poder, o simplemente de un formalismo
absurdo, actuando así contra la inteligencia, volviendo imposible
la indagación epistémica desprejuiciada (por fuera de lo que
explícitamente afirma la ley) o el desarrollo genuino del saber. Y
sin inteligencia no hay ley que pueda garantizar la justicia.
Bibliografía
Ediciones
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preliminar y notas), (Buenos Aires: Universidad Nacional de
Quilmes, 2015).
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Symposium Platonicum, (Sankt Augustin, Academia Verlag,
1995).
ELEMENTOS Y PROYECCIÓN DE LA RAZÓN
PRÁCTICA EN TOMÁS DE AQUINO
1
Cfr. Tomás de Aquino, Scriptum Super Libros Sententiarum III-
IV, M. F. Moos, (ed.), (París: 1933-1947), III, d. 3, q. 2, a. 3, b, co.; d.
35, q. 1, a. 3, b, co.
2
J. F. Sellés, “Razón teórica y razón práctica según Tomás de
Aquino”, Cuadernos de Anuario Filosófico, N° 101, (Pamplona: Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000), p. 15.
298 Gabriela de los Ángeles Caram
Aquino”, p. 13
Elementos y proyección de la razón práctica 299
la que se originan todas las demás leyes, y el hombre, en cuanto
criatura racional, tiene la premisa inexcusable de conocer lo que la
ley eterna le exige y de conformarse a ello, lo cual implica que esta
ley está inscrita en su propia naturaleza, y por ello se denomina
ley natural.4 Se denomina sindéresis, y contiene los primeros
principios de la ley natural, de la cual derivan todos los juicios de
la razón práctica. De esta ley participan todos los seres a su modo,
y según sus posibilidades. El hombre participa intelectualmente,
como manifiesta el texto del Aquinate: “Unde patet quod lex
naturalis nihil aliud est quam participatio legis aeternae in rationali
creatura”.5 En cuanto ley natural primera dicta: “hacer el bien y
evitar el mal”.
A pesar de la universalidad y evidencia de esta ley (per se
nota), no pueden obrar en la vida cotidiana todos los hombres
de la misma manera, pues hacer lo bueno y evitar lo malo no
implica el decreto arbitrario de una conducta determinada, sino
la posibilidad de interpretar la ley natural inscrita en la sustancia
humana y regirse por ella en las instancias siguientes a la ley.
De esta ley provienen todas aquellas normas de la ley natural en
las que se especifica el entendimiento de lo que es bueno para el
hombre, proponiéndole un fin que tiene razón de bien: “Et haec est
synderesis, cuius officium est remurmurare malo, et inclinare ad
bonum…”.6 Tomás afirma expresamente que procede del intelecto
4
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Editio Leonina, vol.
XXV, (Roma-París: Comissio Leonina, 1888-1906), I IIae, c. 91, a. 2,
co.
5
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. I-IIae, q. 91, a. 2, co.
6
Cfr. Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae De Veritate,
Editio Leonina, vol. XXII, (Romae, ad Sanctae Sabinae: 1970-1976), q.
16, a. 2, co.
300 Gabriela de los Ángeles Caram
7
Tomás de Aquino, II Sent, d. 24, q, 2, a. 3.
8
Tomás de Aquino, II Sent, d. 24, q, 2, a. 3, co.
9
Tomás de Aquino, S.Th., II, q. 53, a. 1, co.
10
E. Takemura, “El valor epistemológico de la relación ciencia-
sindéresis-intellectus principiorum: una interpretación contemporánea”,
C. Muñoz (ed.), Estudios de la Academia de Humanidades, (Mendoza:
2014).
Elementos y proyección de la razón práctica 301
por un principio universal y rector, no contingente. Esta actividad
se efectúa en el intelecto solo, pasando luego por un movimiento
discursivo de la razón previo a la intervención de la voluntad.11 El
momento de carácter intelectual se corresponde con el intelecto de
los primeros principios, y luego continúa con la etapa aprehensiva
del bien, con el racional de la prudencia y las virtudes particulares
que ésta implica, concluyendo finalmente con la actividad de la
ratio particular –cogitativa–, que es dirigida por la prudencia.
Esta secuencia continúa con la elección, que es un “appetitivus
intellectus, vel appetitus intellectivus”,12 el acto completo por el
cual la voluntad se determina a partir de un juicio o principio del
intelecto.
Antes de que se produzca cualquier elección, existe una
instancia de deliberación o consilium que debe concluir en un
juicio de razón práctica para que la decisión no se prolongue al
infinito en relación con todas las posibilidades de ejecución del
acto. Es decir que existe un largo itinerario que comienza en
los primeros principios y termina o se consuma en un acto de la
potencia apetitiva. Al elegir uno de los medios propuestos por la
deliberación para alcanzar el fin, por un consensus se produce la
elección: “Et ideo electio substantialiter non est actus rationis,
sed voluntatis, perficitur enim electio in motu quodam animae
ad bonum quod eligitur. Unde manifeste actus est appetitivae
potentiae”.13
11
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. I Iae., q. 14, a. 1, ad. resp, y 2, ad
resp.
12
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 83, a. 3, co: “quod in nomine
electionis importatur aliquid pertinens ad voluntatem, dicit enim
philosophus, in VI Ethic. quod electio est appetitivus intellectus, vel
appetitus intellectivus”.
13
Cfr. Tomás de Aquino, S.Th. I IIae., q. 13, a. 1, co.
302 Gabriela de los Ángeles Caram
14
Cfr. Tomás de Aquino, S.Th. I IIae. q. 49, a. 4, ad 1.
15
Cfr. Tomás de Aquino, S.Th. I-IIae. q. 54, a. 3, ad resp. y a. 55,
1-4.
Elementos y proyección de la razón práctica 303
a. Hábitos y connaturalidad
Se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que los hábitos
tienen la impronta de ser como una segunda naturaleza, como
sabemos por el legado aristotélico.16 Nuestra naturaleza requiere
en sus principios y en su reflexión, cierto grado de connaturalidad.
Esto significa que hay algo que es connatural en el hombre, que
acompaña inexorablemente su naturaleza, como expresa Miguel
Acosta López: “La connaturalidad se dice de la relación que surge
entre el sujeto y el objeto, no sobre sí misma, de lo contrario
se entendería que la connaturalidad es una segunda naturaleza
superpuesta. Se trata, pues, de una relación de “con-formidad””.17Y
señala a continuación: “De esta manera, donde hay hábito aparece
una disposición connatural. Los hábitos intelectuales generan una
connaturalidad a nivel intelectual, los hábitos de la voluntad la
connaturalidad volitiva y los hábitos afectivos una connaturalidad
afectiva”.18
En el trabajo de Eduardo Sánchez denominado La esencia del
hábito según Tomás de Aquino y Aristóteles, el autor se explaya
abundantemente sobre las aristas que la naturaleza del hábito
implica. Y en una de sus secciones expone: “Es verdad que por una
parte “se dice que la quidditas o esencia o naturaleza de la cosa
16
Aristóteles, Etica Nicomaquea, (Madrid: Gredos, 1995), Libro
VII, 10, 1152 a 33.
17
M. Acosta López, “Dimensiones del conocimiento afectivo. Una
aproximación desde Tomás de Aquino”, Cuadernos de Anuario filosófico,
Serie Universitaria, N° 102, (Pamplona: Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Navarra, 2000), p. 30. Cfr. también: J. M. Pero Sanz, El
conocimiento por connaturalidad, (Madrid: Rialp, 1964), pp. 92-93.
18
M. Acosta López, “Dimensiones del conocimiento afectivo”,
p. 31.
304 Gabriela de los Ángeles Caram
19
Tomás de Aquino, In XII libros Metaphysicorum Aristotelis
expositio, M. R. Cathala y R. M. Spiazzi, (eds.), (Turin: 1971), VII, 1270.
20
E. Sánchez, “La esencia del hábito según Tomás de Aquino y
Aristóteles”, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria,
N° 107, (Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Navarra, Pamplona), 2000, p. 42.
21
Tomás de Aquino, In VI Metaph., 1275.
22
Cfr. E. Sánchez, “La esencia del hábito según Tomás de Aquino
y Aristóteles”, p. 43.
23
A. M. González, “Introducción”, en: Tomás de Aquino, “De
Veritate, cuestiones 16 y 17”, Serie Universitaria, N° 61, Cuadernos
de Anuario Filosófico, (Pamplona: Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Navarra, 1998), Cuestión 17, p.12.
24
Cfr. A. M. González, “Introducción”, p.12: “Según Santo Tomás
esto es lo que ocurre con los hábitos naturales que perfeccionan a la
razón humana tanto en su uso especulativo como en su uso práctico”.
Elementos y proyección de la razón práctica 305
especulativo como en su uso práctico,25 y el principio interior del
cual surgen los hábitos intelectuales es la misma luz del intelecto
agente.
Los hábitos morales, por su parte, son modos de comportarse
que han adquirido una cierta fijeza, una estabilidad difícil de
remover.26 Y ellos advienen luego de que los primeros principios
realizan su acción directiva. La sindéresis proporciona un
conocimiento práctico pero demasiado universal, por ello no
podría promover por sí sola la integración práctica de los bienes
propios de cada una de nuestras tendencias: para esto es necesaria
la prudencia, que es un hábito intelectual y ético a la vez, cuya
función es primordial, como expresa Ana Marta González en la
introducción a la edición castellana correspondiente a De Veritate,
cuestiones 16 y 17: “Sin ella, la sindéresis no acertaría a dirigir
racionalmente nuestras tendencias; sus principios quedarían
demasiado lejos de la práctica, y no llegarían a informar nuestra
estructura tendencial”.27
b. La Prudencia y sus hábitos subordinados
La prudencia, como hábito teórico y práctico de la razón,28
es movida por la sindéresis, del mismo modo como la ciencia es
movida por los primeros principios especulativos. Su acto teórico
25
Cfr. Tomás de Aquino, S.Th. I-IIae, q. 51, a. 1, sol.
26
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. I-IIae, q. 53, a. 1, arg. 1: “Videtur
quod habitus corrumpi non possit. Habitus enim inest sicut natura
quaedam, unde operationes secundum habitum sunt delectabiles. Sed
natura non corrumpitur, manente eo cuius est natura”.
27
A. M. González, “Introducción”, p. 15.
28
La prudencia, que es la «recta ratio agibilium», aparece en el
comentario a la Ética Nicomaquea dentro de la referencia a los hábitos
intelectuales, mientras que en: Tomás de Aquino, S. Th. II-IIae, q. 47, a.
6, se la relaciona con la sindéresis.
306 Gabriela de los Ángeles Caram
29
J. F. Sellés, “La virtud de la Prudencia en Tomás de Aquino”,
Cuadernos de Anuario Filosófico, N° 90, (Pamplona: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Navarra, 1999), p. 48: “…el hábito
que perfecciona la razón práctica en orden al precepto, imperio o
mandato se denomina propiamente prudencia.” Cfr. también: Tomás de
Aquino, In III Sent., d. 35, q. 2, a. 4, b, ad 3; y Tomás de Aquino, S. Th.
I-II, q. 61, a. 3, co.
30
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. II-II, q. 47, a. 3, co.
31
Cfr. Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro VI, 9,1142 b.
Elementos y proyección de la razón práctica 307
bueno o malo de una acción, tratando de hallar la mejor solución
a una situación, o evaluando si un bien es mayor que otro, etc. Se
distingue de la opinión porque ésta última puede ser variable y no
es necesariamente según rectitud, como ocurre con la eubulia.32
Synesis: es un hábito que se denomina desde el Estagirita33 con
este término y se trata de un juicio penetrante acerca de las acciones
conforme a la ley común y a lo obtenido por la eubulia. La palabra
significa sentenciar bien (de allí viene la expresión “sensatez”), y
se distingue de la ciencia y de la opinión porque es el juicio recto
sobre las cosas agibles, anota Sellés: “…la synesis capacita para
juzgar bien sobre las cosas agibles, mientras que a la prudencia
pertenece el fin y el complemento, a saber, mandar lo que procede
para actuar”.34 De este modo se entiende que mientras la prudencia
en general es preceptiva (en cuanto que su fin es determinar lo que
es mejor realizar), la synesis posee sólo una función judicativa.35
Gnome: Juzga de acuerdo a la razón natural en los casos en
que la ley no prevé. Es el juicio obrado con sensatez que completa
el juicio de la synesis, con la cual se diferencia sólo sutilmente.36
Synesis y gnome se diferencian en cuanto que la primera busca
ajustarse a la ley para juzgar acerca de aquellas cosas que acontecen
de modo plural y la segunda inquiere el sentido más correcto de
32
Cfr. J. F. Sellés, “La virtud de la Prudencia en Tomás de Aquino”,
pp. 45-48.
33
Cfr. Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro VI, 10, 1143 a l y ss.
34
J. F. Sellés, “La virtud de la prudencia en Tomás de Aquino”,
p. 47.
35
Cfr. Tomás de Aquino, Sententia libri Ethicorum, l. 6, lect. 9,
n.6.
36
Estos datos de los tres hábitos subordinados a la prudencia se
encuentran también especificados en el trabajo ya citado de M. Acosta
López, “Dimensiones del conocimiento afectivo”.
308 Gabriela de los Ángeles Caram
37
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. II, q. 57, a. 6, rta. 3.
38
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. II, q. 96, a. 6, co.
39
Cfr. M. Acosta López, “Dimensiones del conocimiento
afectivo”, p. 28.
40
J. F. Sellés, “La virtud de la prudencia en Santo Tomás de
Aquino”, p. 182.
41
J. F. Sellés, “La virtud de la prudencia en Santo Tomás de
Aquino”, p. 182.
Elementos y proyección de la razón práctica 309
orden a estimar rectamente acerca de las intenciones singulares de
las cosas particulares.
La cogitativa es una potencia cognoscitiva con base orgánica,42
como se dijo, pero, aunque tiene su correlato en la estimativa de
los animales superiores, ella se encuentra siempre en el ámbito de
la libertad, pues no somos seres naturalmente determinados. El
texto de Sellés resulta esclarecedor:
“Es decir, un hombre puede conocer alguna
realidad concreta mediante la cogitativa y no
hace nada, es decir, no actuar sobre tal cosa sino
conocerla sin más, y valorarla como buena sin más,
no como buena para él en ese momento y lugar y
demás circunstancias. En cambio, en los demás
animales, lo real físico en cuanto que se percibe
por la estimativa está encuadrado inexorablemente
dentro de la instintividad del animal registrada
como bueno o nocivo, es decir, se encuadra dentro
de una actividad determinada como bueno o malo
para tal acción, pero no se valora separado de la
acción concreta en sí. Para conocer eso se requiere
salir del instinto, no estar determinado “ad unum”,
a un solo modo de actuar, esto es, se precisa estar
42
Cfr, nota 25 de J. F. Sellés, pp. 33-34, “Razón teórica y razón
práctica según Tomás de Aquino”, donde se cita: Tomás de Aquino, III
Sent., d. 23, q. 2, a. 2; y otros pasajes de la Opera Omnia, y donde el
autor comenta: “Es curioso que Tomás de Aquino la colocara en una
parte determinada del cerebro, como se nos dice en alguna de estas
referencias: “in medio capitis”. La disposición del órgano es, por tanto,
indispensable para su correcto funcionamiento: cfr. Tomás de Aquino,
Quaestiones Disputatae de Anima, Editio Leonina, vol. XXIV, B-C.
Bazán (ed.), (Roma-París: Comissio Leonina - Éditions du Cerf, 1996),
q. un, a 8 co.
310 Gabriela de los Ángeles Caram
43
J. F. Sellés, “Razón teórica y razón práctica según Tomás de
Aquino”, pp. 34-35.
44
Tomás de Aquino, Sententia Metaphysicae, Textum Taurini, (Ed.
Busa, 1950), Lib. 1, l. 1, n. 15: “Experimentum enim est ex collatione
plurium singularium in memoria receptorum. Huiusmodi autem
collatio est homini propria, et pertinent ad vim cogitativam, quae ratio
particularis dicitur: quae est collative intentionum individualium, sicut
ratio universalis intentionum universalium. Et, quia ex multis sensibus et
memoria animalia ad aliquid consuescunt prosequendum vel vitandum,
inde est quod aliquid experimenti, licet parum, participare videntur.
Homines autem supra experimentum, quod pertinent ad rationem
particularem, habent rationem universalem, per quam vivunt, sicut per
id quod est principale in eis.”
45
J. F. Sellés, “Razón teórica y Razón práctica según Tomás de
Aquino”, p. 37.
Elementos y proyección de la razón práctica 311
formación de los fantasmas necesarios para entender el contenido
y la proyección que deben tener en el proceso de objetivación.46
Por eso es que su trabajo, al igual que el de la imaginación y la
memoria, es preparar los fantasmas para que reciban la acción del
intelecto agente.47 De este modo, se trata de ayudar a la capacidad
racional para que piense sobre las cosas en concreto y realice el
silogismo prudencial.48
De manera que por la mediación de dicha capacidad humana,
el alma entiende, y puede conocer no solamente el ser concreto
de la realidad física, sino la quididad en concreto de las cosas
materiales: “En efecto, con tal hábito conocemos la esencia del
universo físico, y para ello se requiere previamente conocer el
quid de tal o tal realidad física, a lo que alude la cogitativa”.49
A partir de los conceptos estudiados, se esclarece que sin la
cogitativa queda incompleta la relación entre la razón teórica y la
razón práctica, y también la relación de éstas con la voluntad.50 Tan
preponderante es su papel que la sentencia universal de la razón
práctica no puede ser aplicada al acto particular si no es por esta
potencia media que aprehende lo singular, la cogitativa.51
46
Cfr. C. Fabro, Percepción y pensamiento, (Pamplona: Eunsa,
1978), p. 296.
47
Cfr. J. F. Sellés, “Razón teórica y Razón práctica según Tomás
de Aquino”, p. 37. Donde se cita: Tomás de Aquino, S. C. G. II, c. 60,
n. 1.
48
Cfr. C. Fabro, Percepción y pensamiento, 1978, pp. 219-222.
49
J. F. Sellés, “Razón teórica y Razón práctica según Tomás de
Aquino”, p. 38
50
Cfr. J. F. Sellés, “Razón teórica y Razón práctica según Tomás
de Aquino”, p. 33.
51
Cfr. J. F. Sellés, “La virtud de la prudencia en Tomás de Aquino”,
p. 183. Donde se cita: Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d. 50, q. 1,
a. 3, rc. 3.
312 Gabriela de los Ángeles Caram
52
Cfr. J. F. Sellés, “La virtud de la prudencia en Tomás de Aquino”,
p. 44. Ver también Tomás de Aquino, S Th. II-II, q. 153, a. 5, co.
Elementos y proyección de la razón práctica 313
que «ve lo mejor y lo aprueba pero sigue lo peor»”.53 Aristóteles
había aceptado que el incontinente (ἀκρατής) obra dominado por
la pasión, de tal modo que desobedece el dictado de la razón:
“no se produce la afección en presencia de lo que consideramos
conocimiento en sentido estricto, ni es este conocimiento el que es
arrastrado de acá para allá por la pasión, sino el sensible”.54
Tomás de Aquino, por su parte, describe la posibilidad de ir
contra lo que la razón exhorta en su primer ley directriz como una
afección de la voluntad, que en algunos casos es nombrada como
una incontinencia, una falta de dominio de sí mismo y también
como una querella entre dos oponentes: la pasión (irascible y
concupiscible) y la razón, en la cual, la voluntad es la que decide
finalmente el resultado de la lucha, por lo que la acción incorrecta
se debe a su declinación a raíz de causas determinadas. Esto puede
diferenciarse de la visión socrática que consideraba que sólo el
desconocimiento produce el mal moral. Bonnie Kent, desde su
perspectiva de análisis, supo efectuar una cuidadosa distinción
entre la consideración aristotélica, de acuerdo con la cual la acción
incontinente se produciría contra su elección, y la tomasina, que
enseña que el incontinente escoge eligiendo (eligens).55 Tomás de
Aquino consideró, en esta dirección, que la llamada incontinencia
concierne a un problema en la decisión de la voluntad, determinada
por el tipo de juicio con que las personas actúan.56 Efectivamente,
53
I. Serrano del Pozo, Debilidad de la voluntad y dominio racional.
El problema de la incontinencia y la continencia en la Filosofía de Tomás
de Aquino, (Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Navarra, 2012), p.16.
54
Aristóteles, Ética Nicomaquea, Libro VII, 3, 1147 b.
55
Cfr. B. Kent, “Transitory Vice: Thomas Aquinas on
Incontinence”, Journal of the History of Philosophy 27, (1989), p. 206.
56
Cfr. B. Kent, “Aquinas and Weakness of Will”, Philosophy and
Phenomenological Research 75/1, (2007), p. 71.
314 Gabriela de los Ángeles Caram
57
Es preciso señalar que el término latino peccatum se refiere
a una acepción más genérica que la que ofrece la lengua española, y
suele designar toda acción frustrada, debido a una falta de habilidad,
que puede estar libre de culpabilidad. Se presenta, en Tomás, una doble
valencia de esta noción, a saber: una teológica y una filosófica. El filósofo
considera el pecado como aquello que es contrario a la razón. Cfr. M.
Šilar, “Acciones irracionales: incontinencia y debilidad de la voluntad
en Tomás de Aquino”, en D. González Ginocchio (ed.), Metafísica y
libertad, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie universitaria, Nº 214,
(Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra,
2009), p. 165.
58
Tomás de Aquino, Quaestiones De malo, (Roma-París: Comissio
Leonina – Librairie Philosophique J. Vrin, 1982), q. 2, a. 3, ad 5.
59
Tomás de Aquino, S. Th. II-II, q. 154, a. 5, co.
Elementos y proyección de la razón práctica 315
“De este modo, basta con que se produzca algún tipo
de fallo en uno u otro conocimiento para hacer que
la obra no sea buena y que la voluntad no sea recta.
Asimismo, nada impide que el agente posea un
conocimiento de modo habitual y que, sin embargo,
no se considere de modo actual en un determinado
momento. La no consideración actual de un
conocimiento puede ser por motivo de una mera
falta de atención o por algún tipo de impedimento
sobreviniente. Esos impedimentos sobrevinientes
pueden ser exteriores, tales como ocupaciones o
deberes o algún tipo de enfermedad corporal. La
pasión constituye un tipo de impedimento interior
que impide la consideración en particular de aquello
que se conoce en universal”.60
Solamente a partir de un estudio detallado de los impedimentos
mencionados para la realización de la obra buena, se podría
aportar una significativa respuesta a la pregunta por el error moral.
Es por ello que el tema de la incontinencia y de la debilidad de la
voluntad ha sido objeto de variados posicionamientos en torno a
su determinación específica.
Donald Davidson, por su parte, planteó esta cuestión en
su singular trabajo How is Weakness of Will Possible?: The
Thomistic Advance, mostrando que lo principal a tener en cuenta
en el tratamiento de esta temática es el estudio de las causas e
intenciones mentales que intervienen para la falla en el gobierno
de uno mismo. De este modo, procedió a afirmar que el problema
de la incontinencia debería ubicarse en el ámbito de la teoría de
la acción, y no en el de la filosofía moral, considerando que las
60
M. Šilar, “Acciones irracionales: incontinencia y debilidad de
la voluntad en Tomás de Aquino”, p. 166.
316 Gabriela de los Ángeles Caram
61
Cfr. D. Davidson, “How Is Weakness of the Will Possible?: The
Thomistic Advance”, en J. Feinberg (ed.), Moral Concepts, (Oxford:
Oxford University Press, 1969), pp. 104-125.
62
Para una aproximación más cabal hacia la noción de
incontinencia en Davidson, se puede consultar: C. E. Caorsi, “La teoría
davidsoniana de la akrasia”, Signos filosóficos 7/13, (2005), pp. 9-30.
Para complementar este tema con su teoría de la acción, íntimamente
relacionada con las intenciones, razones y causas, también se sugiere la
lectura de: J. Vidal, “La teoría de la acción en Davidson”, Tópicos 22,
(2002), pp. 95-111.
Elementos y proyección de la razón práctica 317
de los estudios de R. Reilly: “Weakness of the Will: The Thomistic
Advance”,63 de J. C. Doig, Aquinas’s Philosophical Commentary
on the Ethics: A Historial Perspective,64 los autores contemplan
tácitamente la posibilidad de la “debilidad de la voluntad” en
Tomás de Aquino, es decir, no afirman expresamente la existencia
de dicha debilidad en la facultad volitiva. Desde otra perspectiva,
hay quienes han negado claramente la presencia de tal debilidad
–en cuanto genitivo subjetivo- en el Doctor del Medioevo, tales
como: B. Davies, en su “Introduction to Thomas Aquinas”,65 o
R. Pasnau, en Thomas Aquinas on Human nature,66 entre otros
trabajos y autores. Estos últimos se han concentrado en explicitar
que la idea de “debilidad de la voluntad” no permite la comprensión
de las causas de que la persona pueda obrar en contra de lo que
constituye su mejor opinión o juicio.
Con respecto a esta problemática, adherimos a la inteligente
reflexión de Mario Šilar, quien, realizando un detallado recorrido
por la Summa Theologiae, señala que, ciertamente, para la
consideración de la acción humana recta, es necesario recordar
el principio clásico según el cual las acciones versan sobre los
singulares, mostrando, de esta manera, los tres modos en que
la pasión puede impedir la consideración recta particular de la
63
Cfr. R. Reilly: “Weakness of the Will: The Thomistic Advance”,
Proceedings of the American Catholic Philosophical Association 71,
(1977), pp. 198-207.
64
Cfr. J. C. Doig, Aquinas’s Philosophical Commentary on the
Ethics: A Historial Perspective, (Dordrech –Boston-London: Kluwer
Academic Publishers, 2001).
65
Cfr. B. Davies, “Introduction to Thomas Aquinas”, en On Evil,
(Oxford: Oxford University Press, 2003), p. 32.
66
Cfr. R. Pasnau, Thomas Aquinas on Human nature, (Cambridge:
Cambridge University Press, 2002), pp. 241-252.
318 Gabriela de los Ángeles Caram
67
Cfr. M. Šilar, “Acciones irracionales: incontinencia y debilidad
de la voluntad en Tomás de Aquino”, p. 167.
68
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 77, a. 2, c.
69
M. Šilar, “Acciones irracionales: incontinencia y debilidad de
la voluntad en Tomás de Aquino”, pp. 167-168, donde se cita: Tomás de
Aquino, S. Th. I-II, q. 77, a. 2, ad 4.
70
Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 77, pr.
Elementos y proyección de la razón práctica 319
asignada a la voluntad debe ser revisada, por cuanto el Doctor de
Aquino prefiere utilizar la expresión “debilidad” para referirse
al alma, y no a las facultades específicas de la inteligencia y la
voluntad. Más bien esta noción puede ser entendida como sinónimo
de “pasión” en las obras del Angélico: “Es la pasión la que figura
como explicación causal de la mala acción realizada en contra del
mejor juicio del agente”.71 Acordamos con esta interpretación, con
todos sus matices, por considerarla precisa y bien ajustada al texto
tomasino.
En torno a lo enunciado sucintamente en relación con este tema,
podemos sintetizar que la falla en el obrar acontece en el horizonte
de una trama compleja, en la que se produce una interacción de
facultades, y una afección de la voluntad a raíz de su vinculación
con la imaginación y la cogitativa, y por la intervención de las
pasiones, distracciones –desorden de la jerarquía de fines–, o por
alteraciones corporales que impiden el correcto pensamiento.72
Por eso es que en el análisis del error moral, se debe poner énfasis
especialmente en las potencias anímicas, aprehensivas y apetitivas,
involucradas en el imperio de la voluntad. Este tema, sabemos,
requeriría un estudio más completo y detallado, que por razones
de espacio no es posible tratar aquí; simplemente se deja esbozado
en un breve status quaestionis y un marco básico, para su posterior
desarrollo.
Consideraciones finales
Es importante explicitar que los estudios éticos de Tomás
de Aquino se refieren a la virtud como fundamento de la ley
71
M. Šilar, “Acciones irracionales: incontinencia y debilidad de
la voluntad en Tomás de Aquino”, p. 168.
72
I. Serrano del Pozo, Debilidad de la voluntad y dominio
racional, p. 36.
320 Gabriela de los Ángeles Caram
73
E. A. Goerner, “On the Thomistic Natural Law: The Bad Man’s
View of Thomistic natural Right”, Political Theory 7/1, (101-122), p.
101.
74
Cfr. L. Thirty, “The Ethical Theory of Saint Thomas Aquinas:
Interpretations and Misinterpretations”, The Journal of Religion 50/2,
(1970), p. 174.
75
Aristóteles, Ética Nicomaquea, L.II, 6, 1106 b.
Elementos y proyección de la razón práctica 321
incontinencia y debilidad del alma, cuya negligencia puede llevar
al hombre a su no realización personal en múltiples aspectos.
Bibliografía
Acosta López, M., “Dimensiones del conocimiento afectivo. Una
aproximación desde Tomás de Aquino”, Cuadernos de Anuario
filosófico, Serie Universitaria, N° 102, (Pamplona: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000).
Aristóteles, Ética Nicomaquea, (Madrid: Gredos, 1995).
Caorsi, C. E.,“La teoría davidsoniana de la akrasia”, Signos
filosóficos 7/13, (2005), pp. 9-30.
Davidson, D., “How Is Weakness of the Will Possible?: The
Thomistic Advance”, en J. Feinberg (ed.), Moral Concepts,
(Oxford: Oxford University Press, 1969), pp. 104-125.
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(Oxford: Oxford University Press, 2003).
Doig, J. C., Aquinas’s Philosophical Commentary on the Ethics:
A Historial Perspective, (Dordrech –Boston-London: Kluwer
Academic Publishers, 2001).
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View of Thomistic natural Right”, Political Theory 7/1, (1979),
pp. 101-122.
González, A. M., “Introducción”, en: Tomás de Aquino, “De
Veritate, cuestiones 16 y 17”, Cuadernos de Anuario
Filosófico, Serie Universitaria, N° 61, (Pamplona: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Navarra, 1998), Cuestión
17.
Kent, B., “Aquinas and Weakness of Will”, Philosophy and
Phenomenological Research 75/1, (2007), pp. 70-91.
—. “Transitory Vice: Thomas Aquinas on Incontinence”, Journal
of the History of Philosophy 27, (1989), pp. 199-223.
322 Gabriela de los Ángeles Caram
Julián Barenstein
UBA-CONICET
1
Cf. D. F. Lackner, “The camaldolese academy: Ambrogio
Traversari, Marsilio Ficino and the Christian platonic tradition” en
Michael J. B. Allen, Valery Rees y Martin Davies (eds.), Marsilio Ficino:
his theology, his philosophy, his legacy, (Leiden-Boston: Brill, 2002),
pp. 15-44; Felix Gilbert, “Bernardo Rucellai and the Orti Oricellari. A
study on the origin of modern political though”, Journal of the Warburg
and Courtland Intitutes 12, (1949), pp. 101-131.
2
Cf. A. Della Torre, Storia dell´Academia Plaonica di Firenze,
(Firenze: Le Monnier, 1902), p. 752.
3
Cf. F. A. Yates, Giordano Bruno and the hermetic tradition,
(London: Routledge, 1964), p. 105.
4
Cf. Poliziano, “Carta a Jacobo Anticuario” en Á. Poliziano,
Estancias, Orfeo y otros escritos, Francisco Fernández Murga (ed.
blingüe), (Madrid: Cátedra, 1984), pp. 221-232.
328 Julián Barenstein
5
G. Semprini, Giovanni Pico della Mirandola. La fenice degli
ingegni, (Lodi: Atanor, 1964), pp. 4-5.
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 329
Kristeller,6 Schmitt,7 Hyde,8 Copenhaver9 y Hankins,10 entre otros.
De otro, hay unos cuantos investigadores que piensan que durante
el período renacentista la autoridad del Aristóteles medieval se fue
desmoronando paulatinamente siguiendo el impulso de una nueva
forma de ver el mundo cuya nota más evidente es la insistencia
en la dignidad del hombre. Esta concepción cuyos principales
representantes podrían ser Burkhardt,11 Cassirer,12 Yates,13 Witt,14
6
Cf. P. O. Kristeller, El pensamiento renacentista y sus fuentes,
(México: FCE, 1993), pp. 52-72.
7
Cf. C. B. Schmitt, Aristóteles y el Renacimiento, (España:
Universidad de León, 2004), pp. 55-104.
8
J. Kenneth Hyde, Padua in the age of Dante ,(London: Routledge,
1966), pp. 193-194.
9
Cf. B. P. Copenhaver y C. B. Schmitt, Renaissance Philosophy,
(Oxford-New York: Oxford University Press, 1992), pp. 60-184.
10
Cf. J. Hankins, “Humanism, Scholasticism and Renaissance
philosophy” en J. Hankins (ed.), The Cambridge Companion to
Renassaince Philosophy (Cambridge: Cambridge University Press,
2003), pp. 30-48. También cf. Luca Bianchi, “Continuity and change in
Aristotelian tradition” en J. Hankins (ed.), The Cambridge Companion
to Renassaince Philosophy, (Cambridge: Cambridge University Press,
2001), pp. 49-71.
11
Cf. J. Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia,
(Madrid: Akal-Sarpe, 1985), pp. 233-288.
12
Cf. E. Cassirer, P. O. Kristeller y J. H. Randall Jr. (eds.), The
Renaissance Philosophy of Man, (Chicago: Chicago University Press,
1948), cap. I et passim.
13
Cf. F. A. Yates, Giordano Bruno and the hermetic tradition, p.
105.
14
R. G. Witt, In the Footsteps of the Ancients. The Origins of
Humanism from Lovato to Bruni, ( Leiden-Boston: Brill, 2001), pp. 30-
80 y pp. 81-116, et passim.
330 Julián Barenstein
15
Cf. S. Cuclas, P. Forshaw y V. Rees (eds.), Laus Platonici
Philosophi, (Leiden-Boston, Brill, 2011), pp. 1-12.
16
Cf. C. Celenza, “The revival of Platonic philosophy” en J.
Hankins (ed.), The Cambridge Companion to Renassaince Philosophy,
pp. 72-96.
17
Cf. M. J. B. Allen, “The Birth Day of Venus. Pico as a Platonic
Exegete in the Commento and the Heptaplus” en M. V. Dougherty (ed.),
Pico della Mirandola. New Essays, p. 81.
18
Cf. J. Kraye, “The philosophy of the Italian renaissance” en
G. H, Radcliffe Parkinson (ed.), Routledge History of Philosophy, Vol.
IV - The Renaissance and 17th century philosophy (Londres-Nueva
York: Routledge, 1993), pp. 15-64. También cf. J. Kraye, “Philologists
and Philosophers” en J. Kraye (ed.), The Cambridge Companion to
Renaissance Humanism, (Cambridge: Cambridge University Press,
20046), pp. 142-160.
19
Nos referimos a De nobilitate, De dignitate et excellentia hominis,
De nobilitate animae y Oratio de hominis dignitate respectivamente. Se
trata de textos cuya redacción abarca un arco temporal que va desde el
primer cuarto del s. XV hasta el final de ese siglo.
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 331
del aristotelismo escolástico y del averroísmo.20 Habría llegado
a adquirir tal conocimiento en estas áreas, que Agostino Nifo
(1473-1545), al leer su Apologia, vería en Pico al único pensador
20
Conviene recordar la división del averroísmo que propuso
Z. Kuksewicz a fines de la década de 1960, una categorización tan
cuestionable como útil. Este autor divide esa corriente de pensamiento
en cuatro períodos: de 1260 a 1277, de 1280 a 1300, de 1300 a 1328 y
1328 a 1350. En la primera descuellan los célebres Siger de Brabante
y Boecio de Dacia, en la segunda Gil de Orleáns, en la tercera y más
importante, Juan de Gottinga, Antonio de Parma, Tomás Wilton, Marsilio
de Padua, Juan de Jandún, Walter Burley, Enrique de Alemania, Enrique
de Bruselas y Juan Vate y en la última, Tadeo de Parma y algunos
averroístas eclécticos como Pedro d´Abano. Así pues, mientras que en
las primeras dos etapas el averroísmo se circunscribía a la universidad
de París, a partir de la tercera emigraría hacia otras, p.e., la de Bologna y
la de Padua, universidad a la que habría de asistir Pico y que será, hasta
bien entrado el s. XVI, el mayor reservorio de esta tradición. (Cf. Z.
Kuksewicz, De Siger de Barbant aà Jacques de Plaisance. La téorie de
l´intellect chez les averroïstes latins des XIIIe et XIV siècle (Wroclaw-
Varsovia-Cracovia: Ossolineum, Éditions de l‘Academie polonaise des
sciencies, 1968), pp. 10-65 et passim; también Cf. C. Lhor, “The Ancient
philosophical legacy and ts transmission to the Middle Ages” en J. J.
E. Gracia-T. B. Noone (eds.), The Blackwell companion to philosophy
in the Middle Ages, (Malden-Oxford-Victoria: Blackwell Publishing,
2002), pp. 15-22. También cf. D. Luscombe, Medieval Thought
,(Oxford-New York: Oxford University Press, 1997), en especial caps.
5 “The Thirteenth Century until 1277”, pp. 74-116 y 6 “The Thirteenth
Century after 1277”, pp. 117-132; S. Brown, “The intellectual context
of later medieval philosophy: university, Aristotle, ars, theology” en J.
Marenbon (ed.), Routledge History of Philosophy, Volume III-Medieval
Philosophy, (Londres-Nueva York: Routledge, 2004), pp. 188-203; y S.
P. Marrone, “Medieval philosophy in context” en A. S. McGrade (ed.),
The Cambridge companion to Medieval Philosophy, (Cambridge: The
Cambridge University Press, 2006), pp. 10-43.
332 Julián Barenstein
21
Cf. A. Nifo, De intellectu, Leen Spruit (ed.), (Leiden-Boston:
Brill, 2011), III, 18, 20-30, p. 345; III, 19, 21-23, p. 351.
22
Si bien Vernia, Ramusio y Del Médigo eran pensadores de
tendencia peripatética, el primero velaba por una interpretación más
ajustada del corpus aristotelicum. Y, en este sentido, se opuso a la
tendencia que, como en el s. XIII, veía en Averroes al Commentator de
las teorías del Estagirita. Hacia 1505 se publican en un solo volumen dos
quaestiones disputatae de Vernia. En la portada, se lo llama “philosophus
perspicacissimus” y las quaestiones llevan por título general Contra
perversam doctrinam Averroys opinionem de unitate intellectu et de
anima felicitate. Empero, volviendo, a la llegada de Pico a Padua, la
interpretación del filósofo cordobés se divulgaba en textos como los que
Ramusio traducía y Del Médigo explicaba y hasta seguía. Quizás se deba
a esto que el Mirandolano se mantuvo más cerca de ellos que de Vernia.
(Cf. N. Vernia, Contra perversam doctrinam Averroys opinionem de
unitate intellectu et de anima felicitate, (Venecia: 1505) f. 3 et passim)
23
Ya hacia 1480 en Venecia, Elia había dictado una serie de cursos
sobre la filosofía de Averroes y compuesto, al parecer, para estos, una
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 333
a fondo el pensamiento del filósofo más importante del islam y
logró, no solo que le impartiera algunas lecciones, sino que,
además, tradujera para él un cierto número de textos del propio
Averroes. Así las cosas, a través del maestro averroísta Pico conoce
las versiones hebreas y árabes del aristotelismo. Pero esto no es
todo, si por medio de él toma conocimiento de un peripatetismo
que la mayoría de los autores contemporáneos dejaban a un lado,
lo hace convencido de que éste presenta una lectura más ceñida a
los textos del Estagirita.
Lo que Pico encontró en Vernia, Ramusio y del Médigo era
toda una línea de pensamiento que los humanistas generalmente
hacían a un lado: estaban allí las especulaciones más profundas
acerca de la unidad del intelecto agente, sobre la eternidad del
mundo, la felicidad del alma, etc.
Hubo, además de los mencionados, otros maestros que
captaron el interés de Pico en Padua: con Antonio Pizamanno y
Domenico Grimani, “aperti verique”,24 estudia las obras de Tomás
de Aquino y con Girolamo Donato, el pensamiento de Alejandro
de Afrodisias. Donato, por su parte, estaba empeñado en una
cruzada contra los lógicos de Oxford que rechazaban la filosofía
y los humanistas que veían una antítesis entre lógica y gramática;
buscaba, pues, una vía intermedia entre ambas escuelas. Gracias a
su influjo, tal vez, Pico llegaría a ser, por así decir, un maestro de
las vías intermedias.
Párrafo aparte merece otro intelectual cuya actitud provocará
la participación de Pico en una de las polémicas más acaloradas
del Quattrocento: Hermolao Barbaro. Si bien el patricio veneciano
estaba ausente durante la estancia de Pico en Padua, hacía un
tiempo que enseñaba allí el más rígido aristotelismo. Su ausencia,
25
Italia se dividió en dos grandes bandos: el de Venecia y el de
Ferrara. Del lado veneciano se contaban el papa Sixto IV y Génova, del
lado ferrarés, se alineaba Florencia, Nápoles, Mantua, Bolonia y Milán.
26
Cf. E. Garin, Pico della Mirandola. Vita e Dottrina, (Firenze:
Ariani, 1936), cap. 1, pp. 3-19.
27
Cf. P. Kibre, The library of Pico della Mirandola, (USA:
Columbia University Press, 1936), pp. 47ss.
336 Julián Barenstein
Berolado de ese mismo año y dos más que Pico habría enviado
a Lorenzo de Médici, en 1484 y a Hermolao Barbaro, en 1485.28
Aquí nos interesa la carta enviada a Lorenzo. En ella Pico alaba
los poemas que el Magnífico había escrito en lengua toscana. Lo
hace por medio de una comparación, temeraria, por cierto, entre
sus versos, por una parte, y los de Dante y Petrarca, por otra. Ante
la inminencia de semejante comparación y antes de bajar a la
arena, el Mirandolano se anticipa a ulteriores críticas, alegando
que muchos antes que él han dicho ya que los versos de Petrarca
carecen de contenido y los de Dante de cierta belleza:
“Hay junto a ti [Lorenzo] dos poetas de lengua
florentina principalmente celebrados: Francesco
Petrarca y Dante Alighieri, acerca de los cuales –
anticipo– hay entre los doctos algunos que echan de
menos el contenido [res] en Francesco y la belleza
[verbum] en Dante.”29
Pico da inicio a la comparación haciendo uso de los términos
“res” y “verbum”, de amplia recurrencia en la tradición filosófica
latina que se remonta, cuanto menos, a Boecio. Así pues, a lo
largo de la carta dibuja la superioridad del poeta mediceo sobre
28
Las razones por las que se conocen éstas cartas con el título
común de De genere dicendi philosophorum, son controvertidas y no
podemos entrar en ello.
29
Sunt apud vos duo praecipue celebrati poetae florentinae
linguae, Franciscus Petrarcha et Dantes Aligerius, de quibus illud in
universum sim praefatus, esse ex eruditis qui res in Francisco, verba in
Dante desiderent. (III Laurentio 1484, 2.[8]) Todos los subrayados son
nuestros. Las cartas de Pico della Mirandola se citan de acuerdo con la
editio princeps de 1496 (ver en Bibliografia, Fuentes). La cita al pie de
página incluye el número de carta en romano, el destinatario en ablativo,
el párrafo en romano y la línea en arábigo, p.e., IV.Laurentio, II.25.
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 337
una implícita “jerarquía de géneros poéticos” que puede leerse
entrelíneas, en donde los versos de Lorenzo son presentados con
características tales como para ser incluidos en el género o estilo
filosófico. El curso de la argumentación piquiana nos llevará a una
inéquivoca conclusión, ya sugerida en el proemio de la epístola:30
en los escritos de Lorenzo se encuentra conjuntamente aquello que
por separado estaría presente en las dos coronas del trecento,31 sus
versos tanto endulzan el oído como dan alimento al espíritu. Más en
detalle: al armar la comparación, Pico hace coincidir los poemas de
Petrarca con la belleza (verbum), el esfuerzo creativo y no original,
la vita contemplativa y la filosofía de Platón, y los de Dante, con
la profundidad de contendido (res), una espontaneidad obvia, la
vita activa y la filosofía de Aristóteles. Se figura, asimismo, los
poemas de Lorenzo, llenos de belleza y contenido, y los relaciona
con una espontaneidad original, con la vida composita32 y con
30
Quis enim in tuis rythmis et numerosa versuum iunctura, saltantes
ad numerum Gratias non sensuit? Quis in canoro dicendi genere et
modulato canente musas non audiat? Quis in lepore non afectato, hilari
argucia, mellitas salibus, aptis illecebris, miro candore, in prudenti
dispositione, in gravísimis sensibus ex penetralibus philosophiae erutis,
adolescentem hominem quis agnoscat? (III Laurentio 1484 1.[2]-[4])
31
Iam videre licet quid te inter Franciscumque et Dantem intersit,
de quibus hoc addiderim, Franciscum quandoque non respondere
pollicitis, habentem quod allectet in prima specie, sed ulterius non
satisfaciat; Dantem habere quod in occursu quandoque offendat, sed
iuvet magis intima persuadentem. Tua non minus habent in recessu quod
detineat, quam habeant in prima fronte quod capiat. (III Laurentio 1484
4.[38]-[39])
32
Cf. III Laurentio 1484, passim. Vale decir que Pico no utiliza aquí
la expresión “vita composita”, como tampoco las de “vita contemplativa”
o “vita activa”. Para una clarificación de estos términos conviene tener en
cuenta el primer libro de las Disputationes Camaldulenses de Cristoforo
Landino, titulado “De vita contemplativa et activa” (1472/73). En el
338 Julián Barenstein
texto, que versa precisamente sobre estos dos géneros de vida, Landino
postula un tercer estilo de vida, la vita composita que incluye a las dos
anteriores aunque guarda al mismo tiempo cierta preeminencia de la
vita contemplativa, representado en este caso por Federico, duque de
Urbino. (Cf. C. Landino, “De vita contemplativa et activa” en E. Garin,
Prosattori Latini del Quattrocento, (Milano-Napoli: Ricardo Ricciardi
Editore, 1952), pp. 788 y 790).
33
Lego, Deum testor, maxime Laurenti, eam, non tam ad
delectationem quam ad doctrinam. Quot enim ibi ex Aristotele, auditu
scilicet physico, ex libris de anima, de moribus, de caelo, ex problematis
quot ex Platonis Prothagora, ex Republica, ex Legibus, ex Symposia,
quae omnia, quamquam alias apud illos legi, lego tamen apud te ut
nova, ut meliora, et in nescio quam a te faciem transformata, ut tua
videantur esse et non illorum, et legens discere mihi aliquid videar. (III
Laurentio 1484, 4.[48]-[49])
34
In te qui mentem habeat et aures neutrum desideraturum, in quo
non sit videre an res oratione, an verba sententiis magis illustrentur. (III
Laurentio 1484 2.[9])
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 339
elegantissima Oratio, llamada más tarde, “de hominis dignitate” y
a las DCCC Conclusiones sive Theses.
3.2. Oratio de hominis dignitate y DCCCC Theses
La Oratio y las Theses de 1486 son parte de un proyecto
desmesurado para nuestra época, pero que Pico creía posible para
el hombre de la suya: la reunión de todos los sabios del mundo
en Roma, dispuestos a debatir públicamente para sentar las bases
de una pax philosophica, concebida como la concordancia de
todas las doctrinas, que posibilitara la consecución de la pax
fidei. La Oratio, es un discurso que Pico pensaba leer a modo de
inauguración de ese concilio de todos los sabios que debería haber
tenido lugar en los meses finales de 1486. Si bien este texto es,
quizás, aquél en el que más veces mencione a Aristóteles, Pico
solo se detiene a decir algo sobre el Estagirita cuando aborda el
tema de la concordia de su filosofía con la de Platón:
“Hemos propuesto, ante todo, –escribe refiriéndose
al contenido de las DCCCC Theses– la concordia
de Platón y Aristóteles, ya antes creída por
muchos, pero por nadie suficientemente probada
[probatam].”35
35
Proposuimus primo Platonis Aristotelisque concordiam a multis
ante hac creditam, a nemine satis probatam. Boetius, apud Latinos
id se facturum pollicitus, non invenitur fecisse unquam quod semper
facere voluit. Simplicius, apud Graecos idem professus, utinam id tam
praestaret quam pollicetur. Scribit et Augustinus in Achademicis non
defuisse plures qui subtilissimis suis disputationibus idem probare conati
siot, Platonis scimicet et Aristotelis eandem esse philosophiam. Ioannes
item Grammaticus cum dicat apud eos tantum dissidere Platonem ab
Aristotele, qui Platonis dicta non intelligunt probandum tamen posteris
hoc reliquit. (Oratio, § 34. 213-216). El subrayado es nuestro. Las citas
de la Oratio de hominis dignitates siguen la edición publicada por The
340 Julián Barenstein
38
Para una interpretación semejante de estos términos, véase
Farmer 1997, p. 365. Por lo demás, es indudable que esta tipificación de
los tres elementos presentes en el lenguaje y en la comunicación tiene
raigambres estoicas.
39
Para más detalles sobre este punto me remito al célebre trabajo
de P. Aubenque, El problema del ser en Aristóteles, Vidal Peña (trad.),
(Madrid: Taurus, 1981), cap. II, “Ser y Lenguaje”, pp. 96ss.
40
Una confirmación de nuestro punto de vista se halla en la
epístola a Hermolao Barbaro. Allí, Pico, al referirse al latín áspero y sin
gracia de los filósofos escolásticos, alega que se puede decir lo mismo
(eadem res) en diferentes idiomas y, aun así, correctamente (recte). (Cf.
IV Hermolao 1485, 3.[104]-[106])
342 Julián Barenstein
41
En apoyo de este punto de vista conviene evocar la opinión Amós
Edelheit. En un trabajo reciente, Edelheit afirmó que en la discusión
de las tesis, Pico podría haber utilizado una suerte de escepticismo
metodológico, al que bien haríamos en llamar “moderado”. En efecto,
de acuerdo con este autor, el Mirandolano no pretendía demonstrare sino
probare, así, de haberse celebrado la disputa, conjetura, habría llevado
a cabo la probatio de algunas de sus tesis recurriendo a ejemplos de
autores y doctrinas aceptados por la tradición. (Cf. A. Edelheit, The
Evolution of Renaissance Theology: Ficino, Pico, Savonarola, (Leiden-
Boston: Brill 2008) pp. 42ss)
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 343
quienes no entienden las palabras de Platón, pero
dejó la prueba [probandum] para la posteridad”.42
Por contraste, el conde de Mirandola había utilizado
“demonstrare” unas líneas antes con un sentido privativo, al
referirse a la capacidad natural del hombre para “innuire veritatem”,
i.e., “vislumbrar la verdad”, incluso cuando no esté a su alcance el
demostrarla.43
Asumimos, por tanto, que este “innuire veritatem” es el fin
de la probatio y, quizás, hasta una expresión sinónima por cuanto
explicatoria. Probare es, pues, un modo de argumentar que no
brinda certezas, antes bien indica cuál es el fin de un camino que
todo filósofo solidario con quienes lo han precedido y le sucederán,
está llamado a recorrer.44 Así entendido, asumimos que “probare”
42
Proposuimus primo Platonis Aristotelisque concordiam a multis
ante hac creditam, a nemine satis probatam. Boetius, apud Latinos
id se facturum pollicitus, non invenitur fecisse unquam quod semper
facere voluit. Simplicius, apud Graecos idem professus, utinam id tam
praestaret quam pollicetur. Scribit et Augustinus in Achademicis non
defuisse plures qui subtilissimis suis disputationibus idem probare conati
siot, Platonis scimicet et Aristotelis eandem esse philosophiam. Ioannes
item Grammaticus cum dicat apud eos tantum dissidere Platonem ab
Aristotele, qui Platonis dicta non intelligunt probandum tamen posteris
hoc reliquit. (Oratio, § 34. 213-216). El subrayado es nuestro.
43
Profecto ingenerosum est (ut ait Seneca) sapere solum ex
commentario et quasi maiorum inventa nostrae industriae viam
praecluserint, quasi in nobis effaeta sit vis naturae, nihil ex se parere,
quod veritatem, si non demonstret, saltem innuat vel de longinquo.
(Oratio, § 32.210). El subrayado es nuestro.
44
La idea de la filosofía como una disciplina de horizonte
inalcanzable y, por eso mismo, solidaria con la tradición, es presentada
en la Oratio y el Heptaplus de 1489. (Cf. Oratio, § 27.167-§ 30.197 y
Heptaplus, Prooemium).
344 Julián Barenstein
45
A lo largo de la Oratio, “probare” con el sentido aludido en el
cuerpo del texto, es utilizado sólo una vez más además de las señaladas,
cuando se refiere al procedimiento que desarrollará en su Teología
Poética, un libro nunca escrito, para dar cuenta de que el Ulises homérico
representa a un mago natural en busca de la sabiduría. (Cf. Oratio, §
38.242).
46
Ver sección anterior.
47
Cf. Oratio, § 35.218.
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 345
aquí en tres pasos, cada uno de los cuales retoma uno de los
elementos de la tesis en la que se expone la concordia de Platón y
Aristóteles, aunque no en el mismo orden.
El primer paso, que no es otra cosa que una toma de posición,
consiste en soslayar los comentarios no de los aristotélicos, sino
de los platónicos que dan pie a interpretaciones erróneas poniendo
en evidencia algunos problemas de estilo (verba),48 y dejar que
la cosa (res) se muestre a sí misma a través de una lectura de los
textos de Platón:
“Permíteme [Poliziano] que, a falta de una lengua
más pulida, utilice algunas palabras [verba] a
las que aun quizás no se les haya concedido, por
derecho propio, el ser provenientes del Lacio, así
lo exige la novedad de los temas y una necesidad
ineludible; no pidas, por tanto, el adorno propio de
un estilo más elegante, pues, como dice Manilio,
“la cosa [res] misma rehúsa adornarse, contenta
con enseñarse””.49
El segundo, estriba en determinar el significado (sensus)
exacto de ciertos pasajes clave así como también el de la obra en
que se inscriben.50 Este paso, pues, incluye una pars destruens de
la probatio, que aquí se enfoca en el Parménides:
“… [todo el Parménides] no consiste sino
enteramente en una ejercitación dialéctica, por lo
48
De ente et uno, Proem. 1.7-9, II.1.4-5, II.1.7 y esp. V.4.54.
49
Liceat autem mihi per te, linguae politioris vindicem, verbis uti
quibusdam nondum fortasse Latii iure donatis. Quae tamen ipsa rerum
novitas et quaedam prope necessitas expressit, nec elegantioris stili
lenocinium quaeras. Ut enim Manilius inquit, “ornari res ipsa negat,
contenta doceri”. (De ente et uno, Proemium, 1.7-9.)
50
Cf. De ente et uno, II.1.7, II.3.26-27 y 4.28-29, y esp. II, 1.6-7.
346 Julián Barenstein
51
Certe liber inter dogmaticos non est censendus, quippe qui
totus nihil aliud est quam dialectica quaedam exercitatio. Cui nostrae
sententiae tantum abest ut ipsa dialogi verba refragentur ut nullae
exstent magis et arbitrariae et violentae enarrationes, quam quae ab his
allatae sunt qui alio sensu interpretari Parmenidem Platonis voluerunt.
(De ente et uno, II, 1.6-7.)
52
Enimvero in Sophiste in hanc sententiam potius loquitur esse
unum et ens aequalia, quam esse unum ente superius. Hoc enim ubi
explicet non invenio, illud multifariam significat, ut per haec verba:
“Nam ita considerans confiteris necessarium esse eum qui aliquid dicit
unum aliquid dicere” et mox “eum vero qui non aliquid dicit necesse est
neque unum quid, idest nihil dicere”. (De ente et uno, II, 3.26-27)
En busca del aristotelismo de Giovanni Pico della Mirandola 347
En el tercer paso, por último, y en base a los resultados
obtenidos en el paso anterior, lo que resta es confirmar la identidad
sustancial de lo dicho (res) por uno y otro filósofo:
“Esto dijo Platón [i.e., en referencia al Sofista].
Son, por tanto, cosas iguales [aequalia] para él, o
mejor aún, son lo mismo no uno y nada e iguales
[aequalia] uno y algo. Después de esto también
prueba [probat] que no puede decirse que él no
ser sea uno y así concluye “el ente no deviene no
ente, luego, el uno no deviene no ente”. Pero habla
del uno del que antes había considerado igual al
ser que es algo, parece, por consiguiente, que está
sosteniendo expresamente que el uno es ente [al
igual que Aristóteles]”.53
Si hemos leído correctamente el De ente et uno, aunque
salteando partes completas de acuerdo con los fines del presente
trabajo, podemos entender –o al menos innuire– cómo pretendía
Pico probare la concordancia de Platón y Aristóteles.
Conclusión
Después de pasar lista a la bibliografía secundaria sobre la
tendencia general del pensamiento piquiano, revisar su biografía
intelectual y estudiar los textos del propio Pico podemos afirmar
que la primera formación filosófica sistemática del Mirandolano
fue en clave peripatética y que esta formación dejó una huella
53
Haec ille. Aequalia ergo apud eum, immo eadem sunt non unum
et nihil, aequalia item unum et aliquid. Post haec item probat dici non
posse non esse unum, atque ita colligit: “Ens non enti non accidit: ergo
unum non accidit non enti”. Loquitur autem de uno quod supra dixerat
aequale esse quod est aliquid. Videtur igitur pro confesso habere unum
esse ens. (De ente et uno, II, 4.28-32.)
348 Julián Barenstein
Fuentes
Giovanni Pico della Mirandola, De Hominis dignitate. Heptaplus.
De ente et uno e scritti vari, a cura di E. Garin, (Firenze: Vallechi,
1942), t. I.
54
Cf. Commento sopra una canzona de Amore composta da
Hyeronimo Benivieni (Commento), III, 2.
55
Tanto las objeciones de los peripatéticos como las respuestas de
Pico están consignadas en el Adversus de ente et uno, passim.
350 Julián Barenstein