Franco Ricoveri - Libro Fe y Cultura
Franco Ricoveri - Libro Fe y Cultura
Franco Ricoveri - Libro Fe y Cultura
Franco Ricoveri
Introduccin
Los antiguos tenan una frase siempre presente al hablar o escribir: respicie finem.
Lo propio del hombre sensato es mirar el fin de lo que hacemos. Y el fin de estas pginas es
meditar un drama de nuestros tiempos al decir de Pablo VI, utilizando uno de los
principios ms obvios y elementales de la vida humana: para hallar soluciones a los pro-
blemas de nuestros das, nada mejor que aprender de aquellos que nos han precedido con
xito. El catecismo lo dice as: ante los problemas, el cristiano debe "volver los ojos hacia los
testigos de la Fe".
Por cierto que podramos revestir este principio con un ropaje ms elegante. Una
forma sera invocar autoridades. Citar por ejemplo, al famoso estudioso de la cultura hel-
nica Werner Jaeger, cuando en el prlogo de su Paideia dijo que "el conocimiento esencial
de la educacin antigua constituye un fundamento indispensable para todo conocimiento o
propsito de la educacin actual... Esta conviccin ha sido el origen de mi inters cientfico
por el problema y, por consiguiente, de este libro."
Otra manera magnfica sera con esta cita del Padre Castellani: "no se puede crear
una cultura nueva por destruccin de la antigua, como no se puede producir flores sin
ramas ni races. Hay que regar las races y la flor viene sola, por obra de Dios, el sol y el
viento...".
Pero en el fondo es lo mismo. Y si bien aclaramos que todo esto es obvio, poco
novedoso, no significa que no sea original. Al menos original en el sentido estricto de esta
palabra, sentido hoy perdido: est de acuerdo con el origen mismo de la cultura, con su
concepcin tradicional. Lo contrario, una cultura desligada de la vida cotidiana, una mera
erudicin arqueolgica o acumulacin de conocimientos carentes de sentido real y vivifi-
cante, sera... vanidad de vanidades.
* * *
Al ver al hombre a lo largo de los siglos muchos dicen que la historia se repite, lo
cual si bien estrictamente es falso, metafricamente vale. Los problemas fundamentales que
enfrentan los hombres hoy, son similares a los de hace cien, doscientos o mil aos, y las
respuestas en lo bsico tambin. All tratamos de apuntar: simplemente intentar ver qu es
lo que dicen de importante al hombre de hoy esos autores tan lejanos; simplemente "regar
nuestras races".
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"Los autores de la Edad Media descubrieron sus principales definiciones en cuatro
diferentes tipos de textos: la Biblia, las obras filosficas, los manuales tcnicos y la
literatura de los Padres griegos y latinos. En realidad, tanto los filsofos como los tcnicos
de la msica, de la pintura, de la retrica, de mtrica, y los propios Padres, reflejan una
civilizacin concreta que, en el plano de la esttica y de la filosofa del arte, por regla
general, no han hecho sino expresar opiniones populares y universalmente difundidas.
Razn por la cual no se debe esperar que la Edad Media aporte definiciones nuevas y
originales: los medievales no pretenden descubrirlas ni defenderlas, simplemente se dan por
satisfechos con lo que encuentran en los textos antiguos, pues, en su opinin, stos no slo
transmiten el pensamiento de los Antiguos, sino que son la evidencia misma del sentido
comn que es tambin buen sentido."(2)
Quizs el redescubrir esto tan elemental sea uno de los mayores encantos que nos
depara el adentrarnos en la sabidura de la cristiandad antigua y medieval.
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tender hacia esa simplicidad. Se los ve siempre guiados por y hacia la luz, tratando de
iluminar la realidad. Simples por excelencia son los Evangelios.
Ahora bien, se cumple esta afirmacin tambin en nuestros das? Por supuesto. El
problema es que a la religin cristiana la ha reemplazado otra de muy distintos valores y
que engendr una cultura consecuente con sus intereses. Y lo ms triste es que los mismos
cristianos nos hemos dejado atrapar o engaar por ese fetiche que la reemplaza. Fraude al
que Castellani llama falsocultura, al que Maritain, quizs ms polticamente, cultura
inhumana, y al que tambin en los ltimos aos se le ha dado un buen apelativo: cultura de
la muerte. Da lo mismo cmo llamarla siempre que tengamos bien presente la distincin
entre el "humanismo de la cruz" y la cultura del mundo (en sentido propio, esto es
evanglico). Da lo mismo, siempre que recordemos que cultura no solamente tiene la misma
etimologa que el culto, sino que es en el culto donde la cultura cobra su real valor. El culto
es la fuente primera de la cultura y todo lo dems, incluso la teologa, est subordinada a
ese vnculo. O debiera estar, se podra corregir, porque a la ruptura de este vnculo le
debemos muchos de nuestros males. Culto al Dios verdadero, culto a Mamn, culto a la
ciruga esttica... cada culto engendrar y sostendr su cultura.
De manera vaga podramos responder que es necesario ese dilogo con el otro para
que nos ilumine las obscuridades que solemos vivir. La cultura es para el hombre clsico un
medio de comunicacin, un lenguaje para comunicar, no ya las cosas triviales, sino las cosas
trascendentes.
Es que hay algo que no podemos olvidar y es que siempre, ineludiblemente, la acti-
tud fundamental del hombre deriva de su actitud frente al misterio de Dios y de la vida. He
aqu la nica profundidad posible, aquella que nos ayuda frente a lo definitivo: el cmo
vivir y cmo morir. Eso es todo.
A esta altura no podemos sino afirmar que lamentablemente estos parecen no ser
temas de nuestro tiempo. La cultura moderna no ha hecho otra cosa que eludir
sistemticamente el adoptar una posicin firme frente a los problemas fundamentales del
hombre.
Con otras palabras a lo mismo ha apuntado repetidamente el Magisterio: el drama
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de nuestro tiempo es la separacin existente entre el Evangelio y la cultura. Diversas formas
de escepticismos, subjetivismos, individualismos, indiferentismos, escapismos, (etc. para no
aburrir) nos han llevado a un abismo del que no se sabe si podremos volver como sociedad.
Sin embargo hay cosas que no se pueden eludir, y llegado el momento todos deben enfren-
tarse a ellas; y es entonces cuando las respuestas no llegan y ya no se puede escapar. Aqu
los nombres cambian: angustia, tristeza, nusea, hasto... desesperacin... suicidio... fin, the
end...
Qu queda para el hombre desesperado, al que sus ojos heridos le impiden ver la
luz? En qu lugar del obrar humano se puede dar dilogo rico y trascendente sobre los
problemas profundos del hombre?
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Pero aunque ste sea nuestro tema de fondo, no intentaremos analizarlo; aqu slo
pretenderemos contemplar con sencillez en la historia lo que signific para los primeros cris-
tianos el poder compartir a travs de algunos autores sus experiencias, sus anhelos, sus
interrogantes, sus dolores y alegras.
Por cierto: all est la magnificencia de la cultura medieval que no nos deja mentir:
desde las grandes catedrales hasta Dante, desde Santo Toms de Aquino al canto
Gregoriano pasando por los ms humildes artesanos o caballeros, todos son testigos que no
nos dejan mentir.
Es una gracia especial el poder participar a travs de los siglos de esas riquezas; es
una gracia que nos permite vivir con los santos, con los sabios y con los hroes de todos los
tiempos.
Lo dijo Quevedo en su famoso soneto " Desde la torre":
"En la bsqueda de la verdad de dos modos uno es ayudado por los dems. Una
ayuda directa la recibimos de aquellos que ya han encontrado un aspecto de la verdad,
tales hallazgos quedan sintetizados en su unidad y totalidad para los investigadores
posteriores, como poderoso recurso para un conocimiento integral de la verdad. Indi-
rectamente los pensadores siguientes son ayudados de los anteriores, en que los errores de
los primeros dan ocasin a los ltimos para esclarecer la verdad en un serio trabajo
intelectual. Es equitativo, por consiguiente, que estemos agradecidos a todos aquellos que
nos han ayudado en el esfuerzo por el bien de la verdad.".(8)
* * *
6
Si por la abundancia de notas alguien supone que se encuentra frente a un trabajo
erudito, se equivoca (por supuesto que decimos esto estimando la sana erudicin): stas
tienen slo un motivo: abrir puertas, servir de primera gua a quien quiera profundizar un
tema.
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Captulo I
Desde el punto de vista cultural, los primeros tiempos de nuestra era estn
marcados por un gran encuentro: el de la cultura grecorromana con el nuevo y pujante
cristianismo. Y desde ya que no era un encuentro ms, sino uno preparado desde todos los
siglos: la Verdad, Cristo, iluminando la mente de los hombres, an por caminos misteriosos
que no eran los de la Revelacin directa como la que tuvo el pueblo hebreo.
Como es lgico pensar, existi un choque, una prueba de fuerzas entre los discpulos
de la Verdad y quienes con ms fuerza y destreza la haban buscado intelectualmente: el
pueblo griego. Comenzaremos entonces esta mirada histrica sobre la cultura cristiana
leyendo a San Pablo a quien ese choque entre las dos culturas le toc vivirlo en carne
propia, porque era de ciudadana romana pero hebreo y adems, hablaba y pensaba en
griego.
"Dnde est el sabio? Dnde el docto? Dnde el sofista de este mundo? Acaso
no cambi Dios por necedad la sabidura del mundo? De hecho, como el mundo mediante
su propia sabidura no conoci a Dios. En su divina sabidura, quiso el Seor salvar a los
creyentes mediante la necedad de la predicacin. As, mientras los judos piden seales y
los griegos buscan sabidura, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escndalo para
los judos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judos que griegos,
un Cristo, fuerza de Dios y sabidura de Dios. Porque la necedad divina es ms sabia que la
sabidura de los hombres, y la debilidad divina, ms fuerte que la fuerza de los hombres.
Mirad, hermanos, quines habis sido llamados! No hay muchos sabios segn la carne ni
muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios ms bien lo necio del mundo
para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo dbil del mundo, para confundir lo
fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a
la nada lo que es. Para que ningn mortal se glore en la presencia de Dios. De l os viene
que estis en Cristo Jess, al cual hizo Dios para nosotros sabidura de origen divino,
8
justicia, santificacin y redencin, a fin de que, como dice la Escritura: l que se glore,
glorese en el Seor.".(9)
Si malentendiramos las palabras del Apstol, podramos llegar a creer que este es
un elogio de la ignorancia, de lo despreciable y plebeyo en s mismo, pero por cierto que no
es as. Necio es en este contexto aqul que no entiende, que no sabe, no valdra aqu la
significacin del aqul que no quiere saber. Aquella frase tan querida para los griegos "slo
s, que no s nada", tambin resonara en los odos de los Corintios. Griega era la lengua de
Pablo y, como siempre se seala, es incomprensible que se utilice como instrumento una
lengua como la griega sin que por la nueva doctrina fluya como un torrente de conceptos y
concepciones antiguos.(10)
Y si bien son infinitas las riquezas que podramos comentar en estas palabras de
Pablo a los Corintios, queremos destacar un aspecto: la humildad como virtud fundamental
que nos hace ver nuestra ntima realidad y construir nuestra edificacin espiritual no segn
nuestras fuerzas, sino en la persona de Cristo. Y valga una aclaracin: si bien la humildad es
una virtud eminentemente cristiana, al mismo tiempo fue y es caracterstica de aquellos
verdaderamente sabios an entre los paganos.
"Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a
nios en Cristo. Os di a beber leche y no alimento slido, pues todava no lo podais
soportar. Ni lo soportis al presente; pues todava sois carnales."(11)
9
ida y vuelta donde no se oye simplemente; se nos exige una respuesta que puede ser
aceptacin y fidelidad, o bien rechazo e infidelidad.
Por eso el mismo Seor puede decirles a los judos, cuando lo trataban de trampear
y engaar: "Por qu no comprenden mi lenguaje? "(13)
Qu era lo que no comprendan? El arameo?
Por supuesto que no, eso lo entendan; lo que no entendan era la gravedad del
hecho que estaban viviendo. Lo dems era evidente, pero all Nuestro Seor exiga a los
judos algo que ellos no estaban dispuestos a dar: una respuesta ntima, personal que slo se
encuentra en el silencio de la meditacin y de la contemplacin.
Esta es una pregunta que el Seor viene repitiendo desde siempre, y la seguir
repitiendo mientras los hombres no seamos dciles a su Palabra.
Ahora bien, podramos suponer que hay menosprecio por la sabidura en las pala-
bras de San Pablo?
Si as fuese, no hubiese comenzado el discurso de Atenas con tantos elogios: "Varo-
nes atenienses -leemos en los Hechos de los Apstoles-, veo que vosotros sois extremadamente
religiosos..."(14)
Existe una sabidura tal en los griegos, que les ha hecho buscar al Dios verdadero:
"Lo que vosotros adoris sin conocer -nuevamente palabras del Apstol-, es lo que yo os
anuncio.". Dios no se les haba revelado en la historia, sino naturalmente, a travs de la
creacin, como tambin explicar en la Carta a los Romanos. Este primer encuentro de la
Antigedad con el cristianismo no es sino el preludio de una comprensin, de una
compenetracin y de un entendimiento nicos en la historia de la humanidad.
Es de notar, entonces, un doble movimiento: uno que nos dice que todo esto no vale
nada en comparacin, y el otro que afirma que en tanto nos ayuden a percibir lo funda-
mental, son talentos que debemos multiplicar.
"Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ngeles, si no tengo caridad,
soy como bronce que suena o cmbalo que retie. Aunque tuviera el don de profeca, y
conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de Fe como para
trasladar montaas, si no tengo caridad, nada soy."(15)
Y como la caridad es una virtud, un hbito bueno, nos exige un continuo ejercicio,
un ejercicio constante y paulatino al que, como obrar humano, debe asociarse tambin la
cultura.
Por eso valdra el preguntarnos por ltima vez: hay desprecio por la cultura en
10
Pablo?
Y ya podemos ser bien terminantes: no! Hay una gran estima como "medio"
subordinado. Y ste ser en ms el mismo "aprecio" que encontraremos en toda la cristian-
dad a lo largo de los siglos.
Se podr advertir que este "justo medio" exige un equilibrio difcil de lograr. De all
que a lo largo de la historia encontremos dos peligros tpicos: la supervaloracin o el
menosprecio de la cultura.(16) Lo cierto es que en los autores ms ortodoxos encontramos
siempre esa valoracin sin menosprecio, aunque a veces esto se d sin explicitaciones u ocul-
tamente. Es muy significativo que una de las paradojas de la literatura cristiana antigua
haya sido la de condenar programticamente a los clsicos, pero al mismo tiempo, casi
siempre, imitarlos, ya sea en lo formal o en sus contenidos (17) (ms adelante veremos las
razones de esta aparente contradiccin). La brecha entre la cultura y la Fe pareci grande
en un momento, pero slo fue un engao. En el fondo, no existi.
"Por lo dems, hermanos, todo lo que es conforme a la Verdad, todo lo que infunde
pureza, todo lo justo, todo lo que es santo, todo lo que os hace amables, todo lo que sirva al
buen nombre, toda disciplina loable, todo esto debe ser objeto de vuestro estudio."(18)
11
Captulo II
A los primeros tiempos de nuestra era se los llama los tiempos de los padres
apostlicos. En aquel entonces lo necesario fue marcar diferencias, distancias; no slo por el
peligro que para la Fe y las costumbres encerraban algunos escritos paganos, sino porque la
cultura pagana se consideraba al servicio de mucho de aquello que causaba horror. El
ambiente que predominaba no era precisamente el de Catn el Censor... el decoro romano se
haba perdido en una serie de perversiones, en una sociedad corrupta.
En este marco se inscribe la condena que leemos en uno de los ms antiguos escritos
de estos tiempos, la Didach (19): "abstenerse completamente de libros paganos". La frase es
dura, terminante, pero no deja de tener lgica, sobre todo considerando la atmsfera en la
que surge: una plaga de obstculos y persecuciones . Se sufra un ataque en dos frentes: por
un lado la fobia de los paganos que advertan detrs de los cambios que propugnaba el
cristianismo un peligro poltico, y por el otro, el tenaz odio de los judos que, aunque casi
por naturaleza rechazaban todo lo extranjero, no dudaban en aliarse a los paganos,
azuzndolos y delatando a los cristianos.(20) Frente a tales tormentas de odio, fue lgica
cierta desconfianza y distancia.
Uno de los primeros ejemplos del dilogo entre la cultura y la Fe que suele citarse es
el de la Epstola a los Corintios del Papa San Clemente Romano. An sin referencias expl-
citas, all encontramos un buen modelo de cmo utilizar elementos de la retrica y de la
filosofa para hacer ms eficaz el discurso cristiano frente al mundo.
A mediados del siglo II surgi una literatura por medio de la cual, los cristianos se
defendan de las injustas acusaciones de sus perseguidores. Sus autores son conocidos como
Padres apologetas o apologistas, pues tomaron sobre s una doble tarea: la exposicin y
defensa de la Fe, junto a la crtica y acusacin a quienes rechazaban el mensaje del Salva-
dor. Esta tarea ciertamente exigi un gran esfuerzo y los mejores medios. Cules eran
stos? Cuando hubieron de construir cara a la filosofa, un cuerpo de doctrinas sobre el
mundo y sobre el hombre, tuvieron que servirse de lo que tenan: el lenguaje y la cultura
helnica. (22)
12
mrtir; a los dems, con sus importantes contribuciones, los dejaremos en manos de los
estudiosos.(23)
Iniciador de nuevos caminos para la teologa, Justino expuso como idea central, el
plan salvfico de Dios manifestado por Cristo a quien gustaba llamar con la famosa palabra
griega Lgos. La razn humana (nombrada como lgos, con minscula) es una participacin
del Verbo-Lgos. Tambin podramos traducirlo de la siguiente manera: la palabra humana
es participacin de la Palabra divina. La imagen con que San Justino lo explica (mejor que
nosotros) ha sido repetida a lo largo de los siglos y es un verdadero hallazgo: en cada hombre
hay una semilla del Lgos, una semilla de la Verdad; as pues, en las verdades obscuras e
incompletas de los filsofos encontramos "semillas del Lgos" que no pueden ni deben ser
despreciadas. Toda palabra, todo lenguaje en tanto sea verdadero, encuentra razn de ser
en el Lgos, en la Palabra, el Verbo.
Habra dos clases de paganos para Justino: los que buscan la verdad y la virtud, que
viven de acuerdo a la razn, y los que se entregan a la insensatez, al poder de los espritus
impuros. Todos los que vivieron de acuerdo al Lgos, fueron cristianos, "entre ellos los
griegos Scrates, Platn, Herclito y los hombres como ellos."(24) Por tanto podemos decir
que "todos los gneros de verdad, bondad y belleza son patrimonio comn de los cristianos,
ya que fueron esparcidos por el Verbo, esto es, Cristo Nuestro Seor."(25) Pero obviamente
todo esto debe ser acorde con lo primordial; lo omos con otras palabras:
"Declaro que todas mis oraciones y mis esfuerzos tienen por blanco el mostrarme
cristiano: no digo que las doctrinas de Platn sean simplemente extraas a Cristo, pero s
que no coinciden en todo con l, lo mismo que las de los otros filsofos como los estoicos, o
las de los poetas o historiadores. Porque cada uno de estos habl correctamente en cuanto
que vea que tena por connaturalidad una parte del Lgos seminal de Dios. Pero es
evidente que quienes expresan opiniones contradictorias y en puntos importantes, no
poseyeron un conocimiento infalible ni un conocimiento inatacable. Ahora bien, todo lo
que ellos dijeron correctamente nos pertenece a nosotros los cristianos (...) Y todos esos
escritores, por la semilla del Lgos inmersa en su naturaleza pudieron ver la realidad de las
cosas, aunque de manera obscura."(26)
Queda claro que lo que no se puede inferir sera un falso "pluralismo" de corte
moderno, que pretenda, como omos tantas veces, bajo una falsa humildad igualar todo a
un mismo nivel. Eso de que "todas las religiones tienen algo de verdad" y a la vez que
"nadie tiene toda la verdad" es algo sencillamente repugnante; no es otra cosa que negar a
Cristo, quien afirm ser "la Verdad, el Camino y la Vida."(27)
Justino no slo con palabras declar que "todo el que pudiendo decir la verdad no la
13
dice, ser juzgado por Dios"(28), sino que lo confirm con su sangre, siendo decapitado por
su fidelidad en el ao 165.
Haba pasado toda su juventud buscando esa verdad, recorriendo las distintas
escuelas de los filsofos de su poca; la Verdad la descubri en la sangre de los mrtires, y la
abraz de corazn dedicndose en ms a predicarla vestido con el pallium, el manto usado
por los filsofos.
Es enriquecedor para nuestros fines una pequea reflexin en torno a dos grandes
figuras de los primeros tiempos que cayeron en la hereja. En primer trmino, dentro del
ambiente griego, encontramos a un discpulo de Justino, el sirio Taciano; tambin l posea
una gran cultura helnica, pero descrea en ella. Escribi un famoso Discurso contra los
griegos cuyo ttulo nos dice bastante. Lo omos:
"Los mitos no cuentan sino mentiras"; "las artes no se fundamentan en otra cosa
que en disparatados dislates"; "la literatura es el origen de todos los absurdos, desvaros y
trivialidades."(30)
14
Taciano nos lleva y hace pensar en aqul que fue el primer gran escritor de la
latinidad: Tertuliano.
Ms o menos contemporneo, miembro de la floreciente cristiandad africana,
tambin fue un pagano culto converso, tambin un hombre de un fuerte temperamento y
tambin termin, al menos hasta donde sabemos, en la hereja.
Su poca, valga la obviedad, fue una poca dura, sangrienta, sin medias tintas.
Quizs la dureza de Tertuliano se debi al temor de que el dilogo con lo paganos
comportase ciertas concesiones y por eso propugna el aislamiento absoluto de los cristianos
(cosa ya imposible por el nmero).
No duda en llamar intiles a los esfuerzos conciliadores de los apologetas y con su
ingeniosa fogosidad asegura:
"El juicio final ser el gran espectculo, cuando los dioses, los filsofos y los poetas
sern arrojados a la hoguera del infierno. All los actores tendrn oportunidad de
lamentarse ms reciamente que nunca, y los danzantes agitarse con mayor soltura y
viveza."(33)
El Gnosticismo fue la error de los "abiertos", de los que decan que haba que
adaptarse, ajustarse a las culturas del momento (no escrutar los signos de los tiempos sino
"aliarse" a ellos, modernizarse diran hoy). En qu consista el gnosticismo? En un cierto
15
misticismo individualista, puro sincretismo: un poquito de los griegos, otro de Oriente, algo
de cristianismo...todo mezclado y sazonado a gusto (gusto que en lo moral iba del ms
desaforado libertinaje, a rigores de estilo calvinista)(36). Y como responda a los deseos del
"consumidor", su xito fue fenomenal y su peligro maysculo; era una religin mucho ms
cmoda que la Cruz, y humanamente slo pudo ser neutralizada por la labor de los sabios y
doctos pastores de esos tiempos.
Lo cierto es que las races tanto del rigorismo tipo montanista como del gnosticismo
las podramos encontrar en la psicologa misma del hombre. En el fondo son peligros que
acechan y se presentan con diversos nombres a lo largo de la historia, pero ese es otro tema.
In medio sit virtus. Pero debemos remarcar que ese medio no es la tibieza que huye
de lo fro tanto como de lo caliente; la tibieza es el vmito de Dios y la virtud es Su Palabra.
A la pregunta de Tertuliano: "Qu hay de comn entre la Hlade y el Evangelio?
Etienne Gilson le supo responder en nombre de la Tradicin: "...el hombre, esa unidad
indivisible de cuerpo y alma, que sin el cristianismo es seguro que no habra podido redi-
mirse, pero sin el cual el cristianismo no hubiese encontrado nada que redimir."(37)
* * *
Toda una civilizacin se estaba convirtiendo. Y como toda conversin, fue una
Gracia preparada desde siempre por el Padre misericordioso a la espera de la vuelta del hijo
prdigo. Y como toda conversin tambin fue algo de conversacin, de dilogo, de comu-
nicacin, respuesta y acogida.
En fin, los Padres apologistas tuvieron la lucidez de saber ver en los grandes
hombres de la antigedad semillas del Lgos, semillas de la Verdad que de algn modo
contribuan a iluminar el conocimiento humano. A ellos el mximo aprecio y
agradecimiento, sabiendo que siempre su origen es el Lgos, Cristo.
16
Captulo III
Clemente tuvo una formidable cultura y una fecunda vida intelectual. La idea
madre de sus escritos es precisamente la conciliacin entre su Fe y la filosofa, dentro de una
concepcin de "pedagoga" divina a travs de la historia de la salvacin (de all el nombre de
una de las partes de su famoso trptico: el Pedagogo). La inteligencia prctica de San Cle-
mente parti sobre todo del hombre concreto que se le ofreca: ese pagano de grandes
riquezas culturales pero de costumbres corrompidas; ese cristiano que muchas veces no lo
era ms que al rezar(38), en parte por sus limitaciones culturales. La verdadera fuente de
sabidura ser para el alejandrino, la religin cristiana; nuestro Pedagogo, lo hemos dicho: el
Verbo a quien el Padre nos confa.
Su libro Pedagogo es un tratado de moral prctica que mucho agrega a nuestra
bsqueda. Se trata de una moral religiosa, cristiana, esencialmente evanglica, pero que a
cada instante, para dar ms peso a sus consejos recurre a la "sabidura del mundo"; es una
moral racional que recoge en su sntesis el bello ideal de la sabidura helnica, hecha de
equilibrio, armona y medida.
Clemente practica la distincin, el gusto, el buen porte y la sonrisa -el cristiano sabr
evitar la bufonada y la grosera, pero cuando es preciso, bromear con gracia-. Pudor,
delicadeza, dominio de s, todo esto lo toma por su cuenta nuestro moralista y lo traspasa a
un plano autntica y profundamente cristiano(39).
Es por eso que sistemticamente al lado de las Sagradas Escrituras, Clemente cita a
Homero, a Platn y a miles de otros poetas y prosistas que ayudan a iluminar la
Verdad(41).
"La filosofa -nos dice- es como la lluvia: puede ser de gran provecho o causar gran
dao segn el terreno donde caiga". "Nos hace conocer una verdad parcial, mientras que
Cristo nos ensea toda la Verdad", pero sin embargo, "prepara a quien cree en la
Providencia a recibir la Verdad."(42) Aun as "el vulgo -declara no sin melancola- tiene
miedo de la filosofa como los nios tienen miedo de un espantajo."(43)
17
Y estas palabras llevan a otra afirmacin que ya vimos apuntada en los autores
anteriores, pero que aqu surge fulgurante: la cultura cristiana no slo no teme la confronta-
cin y el dilogo, sino que los busca para probar al mundo su veracidad.
* * *
Todava muy joven, ante la muerte de su padre Lenidas, a quien haba exhortado
a afrontar el martirio con dignidad, fund una escuela de gramtica para poder as sostener
econmicamente a su madre y a sus seis hermanos.
Orgenes fue impulsado a estudiar filosofa por sus ansias de saber ms. No fue un
filsofo converso como Justino o Clemente, que conservara en el cristianismo su antigua
mentalidad. Fue un apstol, un misionero que comprendi la necesidad de expresar el
cristianismo a lo ms granado de la intelectualidad de su tiempo, de conocer la filosofa que
daba vida a esa intelectualidad para poder responder a las dificultades que ella le opusiese y
recalcar los aspectos del cristianismo que ms pudiesen impresionarla(47). Fue un apstol
descontento tambin con la estrecha y poco inteligente religin del cristiano medio(48).
Podemos decir que Orgenes dio aplicacin prctica y de muy vastos alcances a los
consejos de Clemente. Estas enseanzas que suscitaron entusiasmo entre alumnos de toda
proveniencia y tambin de fe diversa, constituyeron uno de los modelos metodolgicos ms
clebres de la pedagoga cristiana. El influjo que ejerci en el amplio mbito de la actividad
teolgico literaria del cristianismo fue inconmensurable. Su mtodo de enseanza influy no
18
solamente sobre la actividad de otras escuelas o centros catequsticos, sino tambin sobre la
orientacin cultural, plenamente pedaggica, de los posteriores grandes maestros.(51)
El clima que se viva en su escuela nos lo relata San Gregorio Taumaturgo quien
guardaba gran veneracin por su maestro:
"Tena Orgenes por bien que filosoframos recogiendo con todo empeo cuantos
escritos quedan de los antiguos filsofos y poetas... nos era permitido aprender toda
doctrina, helnica o brbara, mstica o poltica, divina o humana; todo lo recorramos,
todo lo inquiramos, de todo nos llenbamos y de todos los bienes del alma goz-
bamos."(52)
Sed de sabidura que se ve reflejada en esta simptica y sabrosa descripcin del gozo en el
Paraso:
Pero aunque la sed de sabidura alcance todos los saberes, como a la astronoma o
las matemticas, no haba que olvidarse de algo bsico en la educacin: la tutela de un
maestro que ayude a discernir. El porqu es interesante orlo con las palabras del mismo
Orgenes en su obra Contra Celso:
"Si apartamos a los nios de maestros que ensean las indecencias de la comedia y
los licenciosos poemas ymbicos y dems obras que ni mejoran al que los recita ni son de
provecho a quienes los oyen; si los apartamos, repito, de maestros que no saben interpretar
filosficamente los poemas y aadirles el comentario que convendra para provecho de los
jvenes, en tal caso, hacemos algo que no nos avergonzamos de confesar. Mas si me
presentas maestros que dan una especie de propedutica e iniciacin en la filosofa, yo no
tratar de apartar de ellos a los jvenes; ejercitados ms bien como en una instruccin
general y en las doctrinas filosficas, tratar de levantarlos a la magnificencia sacra y
sublime, oculta al vulgo, de los cristianos, que discurren acerca de los ms grandes temas,
al par que demuestran y ponen ante los ojos cmo toda esa filosofa se halla tratada por los
profetas de Dios y por los apstoles de Jess."(54)
El texto sigue, pero con slo estos renglones tenemos una orientacin clarsima del
fin de la vida intelectual y del papel que en funcin del mismo le toca al "maestro".
Quizs lo que ms nos impresiona de esta escuela es la seriedad con que se encaran
estos estudios. Para ensear las Sagradas Escrituras, Orgenes utilizaba un manuscrito
preparado por l mismo a seis columnas: en hebreo con caracteres hebreos, en hebreo
trasliterado al griego, y las cuatro versiones griegas conocidas: la de Aquila, la de Simmaco,
la de los Setenta y la Teodociana. El trabajo de anlisis textual (estrictamente cientfico) en
donde se sealaban las dudas, los agregados, etc. dara envidia a los ms famosos institutos
19
bblicos de nuestros das. Es mucho lo que se puede discutir de su acercamiento intelectual a
las Sagradas Escrituras, pero no se puede obviar que marc hondamente los estudios
teolgicos de todos los tiempos, ya sea en forma directa o indirecta.
Sus estudios sobre las Sagradas Escrituras fueron el ms profundo anlisis del len-
guaje que se haba intentado hasta entonces. El significado de las palabras se explicaba
siempre cuidadosamente, con la ayuda de todos los medios disponibles entonces: desde el
anlisis filolgico, hasta el estudio de la historia y las antiguas costumbres hebraicas. Se
puede observar en Orgenes una triple significacin de la Palabra que corresponde a su
concepcin antropolgica: un significado literal o corpreo, uno moral o psquico y uno
mstico o espiritual. Es esto original? Ciertamente que no, se inspira en la concepcin del
hombre segn la tradicin filosfica griega.(55)
Todo esto se nos hace quizs ms claro en el estudio del Antiguo Testamento ledo
en funcin del mensaje de Cristo. Pero deberamos repetir algo ya dicho: estas lecturas care-
ceran de sentido si las pensamos como reflexiones aisladas una de la otra, para Orgenes el
estudio de la Escritura tiene un sentido espiritual prctico, encarnado, no puramente espe-
culativo, cientfico o libresco; esto lo sita bien lejos de gran parte de la exgesis moderna.
Por eso no se olvida de lo fundamental, el presupuesto para entender el lenguaje Divino es
la Fe, pero el conocimiento luego se unir con el amor y la esperanza, las otras virtudes
infusas. Aqu deberamos recalcar que sin Fe es imposible comprender no slo el profundo
misterio de las Escrituras, sino por extensin, la misma realidad. La relacin entre Fe y
razn queda as enunciada, pero ser un tema a tratar ms adelante, especialmente con San
Agustn.
En fin, con Clemente y Orgenes tenemos, el primer gran ensayo de sntesis entre las
verdades naturales aprehendidas por el mundo antiguo y las verdades sobrenaturales
reveladas por Cristo, probando as que no slo eran compatibles sino que, como lo intuy
San Pablo, el mundo antiguo estaba como "esperando" la gran revelacin y la Providencia
no los haba desamparado. Y esta sntesis se plasm en ese modelo metodolgico del que
hablbamos, una concepcin de la enseanza de la sabidura an vigente. Esto es, primero
las humanidades, luego la filosofa y por ltimo la coronacin de las ciencias sagradas; una
sana apertura a las riquezas del mundo antiguo pero siempre considerando su orden al fin
ltimo.
Los autores que veremos a continuacin, no harn otra cosa que profundizar esta
senda. Y por sus frutos la conoceremos.
20
Captulo IV
Daremos algunos nombres como ejemplo, pero no slo por "santos" como se ver. Es
la poca de San Agustn, quizs el ms grande escritor de la historia, de San Juan Crissto-
mo, "boca de oro" por su genio oratorio, de San Basilio Magno, de los exquisitos San Grego-
rio Nacianceno y San Gregorio de Nissa, de San Jernimo dueo de un latn admirable y
gran traductor de las Escrituras, de San Ambrosio, tan gran obispo como fino poeta, de San
Antonio Abad, San Hilario de Poiters, etc., etc., formando una lista inacabable, que desde
ya no vamos a abarcar.
Y es curioso: a esta poca tambin con justicia suele llamrsela "siglo de las herejas"
pensando en las luchas dentro del seno mismo de la Iglesia: el destierro de los Papas Marcelo
y Eusebio, el cisma de Melecio, las herejas donatistas y arrianas principalmente, pero
tambin los priscilianistas, los maniqueos, los secuaces de Pelagio, etc., etc. Tambin
tenemos aqu la ltima gran persecucin: la de Diocleciano, sangrienta especialmente en
Oriente.
Y este siglo de contrastes fuertes nos presenta, poco despus, la conversin de
Constantino, el hijo de Santa Helena, emperador por "el signo de la cruz." Luego, las luchas
fratricidas en que se embarcaron sus hijos por el poder, donde el cristianismo slo se
demostr en algunas leyes pro-cristianas teidas a menudo por intereses espreos.
Es histricamente impresionante y literariamente asombrosa, la descripcin que de
este tiempo nico hizo San Basilio Magno en su Tratado del Espritu Santo:
Miremos este cuadro: De los dos lados, terrible, la flota se lanza contra la
adversaria; despus, en el brillo de una implacable clera, se lanzan unos contra otros y
comienza la batalla. Imagina, si quieres que una violenta tempestad dispersa las naves, que
una densa obscuridad cada de las nubes se entretiene, tapando la vista hasta el punto de
hacer imposible toda distincin entre amigos y enemigos, porque en la confusin general no
se reconocen los pabellones. Aadamos a este cuadro, para darle an ms animacin, un
mar turbado que se hunde e inflama, cayendo de las nubes violentas cataratas y una
21
terrible agitacin de olas levantadas por marejadas enormes. Y he aqu que de todas partes,
los vientos se ponen a soplar en la misma direccin. Para la flota entera es la colisin. Entre
aquellos que estn en la lnea de batalla, unos traicionan y se pasan al enemigo en el curso
del combate, otros son obligados, todo a la vez, a avanzar contra el asaltante y a
masacrarse entre s bajo el golpe de la revuelta que suscitan el rechazo de la autoridad y el
deseo de cada uno de ser el amo. (...) Ya no se oye la voz del comandante, ni la del piloto, es
un desorden y una confusin terrible, porque el exceso de desgracias, trayendo la
desesperacin de sobrevivir, suprime todo temor de cometer faltas. Aade a esto una
extraordinaria, una loca pasin por la gloria, tanta y tan buena que el navo tiene a bien
irse a fondo, mientras la tripulacin contina disputndose el primer lugar.
Y ahora, pasa de la imagen al mal que es su modelo. (...) La tormenta de la Iglesia
no es ms salvaje que el tumulto del mar? Todo lmite puesto por los Padres se encuentra
desplazado, todo fundamento, todo lo que serva de muralla a los dogmas de la Fe est
quebrantado, todo lo que se levantaba sobre las bases podridas es trastornado, la menor
sacudida los derriba. nos lanzamos unos sobre otros y nos tiramos unos a otros. Si el
enemigo no ha sido el primero en alcanzaros, de vuestro auxiliar viene la herida. Y si herido
quedas tirado, tu camarada de combate te pisar al pasar. No estamos unidos ms que en la
medida en que probamos un odio comn. Una vez pasado el enemigo, nos miramos unos a
otros como enemigos...(56)
Decamos que son muchas las figuras admirables que deberamos tratar en esta
poca dorada, pero ms all de la cronologa vamos a tomar en particular a un
representante del mundo griego: San Basilio Magno y a otro del mundo latino: San Agustn
de Hipona; luego (y rompiendo un poco nuestro orden cronolgico) trataremos de dar unas
simples pinceladas pintorescas a partir de figuras que no son menores: San Ambrosio y San
Jernimo.
22
Captulo V
La primera figura que tomaremos dijimos que es la del gran Basilio, pero a pesar de
ser autor de muchas de las ms bellas y grandes obras patrsticas, nos basaremos sobre todo
en un clebre opsculo conocido con el largo ttulo de Discurso a los jvenes sobre cmo leer
con provecho a los autores paganos(57).
Como nos lo hace suponer su ttulo, el Discurso a los jvenes es una obrita elemental;
pero debemos decir esto en el mejor sentido de la palabra (tambin podra decirse
fundamental). Sus consejos son simples y a la vez ricos en profundidad, erudicin y sentido
comn, caractersticas que lo convierten en una lectura insoslayable para quien quiera
profundizar nuestro tema.
Pero tenemos otro motivo ms para dedicarle una especial atencin: su actualidad.
Con todas las loas que hicimos del siglo de Basilio, el siglo IV, dudaramos mucho en
imaginar cualquier semejanza con nuestro s. XX, siglo que al oro lo encerr en las cajas
fuertes de las bancas usureras ms que en la cultura; pero podemos encontrar una radical
afinidad: tanto el siglo de oro de la patrstica como el actual, comparten un grave peligro: la
posible victoria del paganismo. Ese paganismo, sin embargo, es de muy distinto cuo; la
marca de nuestro tiempo es la apostasa. C. S. Lewis deca que ya podamos llamar a
nuestros tiempos con el calificativo de postcristianos. Tristemente los cristianos y los
paganos -afirmaba el autor ingls- tenan entre s muchos ms elementos en comn que los
que cualquiera de ellos tienen con un postcristiano; el postcristiano est separado, aislado
de su pasado cristiano, y, por tanto, doblemente aislado del pasado pagano(58).
No era un ignorante de las maravillas del mundo cuando eligi su destierro monacal
a orillas del Ro Iris, sino absolutamente todo lo contrario, alguien que las conoca y
23
apreciaba. Y porque las estimaba en su verdadero valor poda decir:
"Si uno abrazase y reuniese todas juntas las alegras del gnero humano,
encontrara que estas no resisten siquiera comparacin con una mnima parte de aquella
felicidad [de la otra vida], encontrara, en cambio, que todos juntos los bienes de esta tierra
valen tan poco comparados con el ms mnimo de los bienes eternos cuanto distante es la
sombra de la realidad."(61)
En s, aquello que rigi todo actuar de San Basilio fue su plena conciencia acerca del
fin ltimo del hombre: la vida en Cristo. All se fundament su sabidura, y jams se cans
de publicarlo a diestra y siniestra:
"Pues qu hacer entonces?, dir alguno. Qu otra cosa que cuidar de nuestra
alma dejando de lado todo el resto?"(62) "Nosotros afirmamos como fin por el cual todo
hacemos y nos esforzamos, aquel feliz modo de vivir de la vida futura, que ser alcanzada
si somos regidos por Dios."(63)
"As, el hombre razonable -nos dice nuestro santo- no puede escoger cosa alguna
ms excelente que tal fin."(64) "En todo debemos utilizar el ejemplo de las abejas. Ellas no
van indistintamente a todas las flores, ni siquiera buscan llevarse todo, de aquellas do se
posan, sino que toman slo cuanto sirve a sus labores, abandonando el resto. Nosotros, si
somos sabios, tomaremos de aquellos escritos cuanto se adapta a la verdad, y omitiremos
lo dems."(65)
A partir de esta omnipresente conciencia del fin ltimo del hombre llegamos otra
vez a nuestro punto central: hay lugar para la cultura profana en el alma de un santo? -nos
preguntamos nuevamente -. Y si lo hay, cul es el lugar que le corresponde a esa "im-
perfecta sabidura" en la nueva paideia cristiana?
La gran afinidad y el gran reconocimiento que senta nuestro santo doctor por la
cultura de su tiempo se ven justificados plenamente gracias a ese similar fondo comn que
en ella encontramos con nuestra fe. Dijo Werner Jaeger que "el tema esencial de la historia
de la educacin griega es el concepto de aret [virtud]."(66) Esencial, deberamos aclarar,
por dos motivos: porque indudablemente hacia su consecucin se diriga toda la pedagoga
helnica y porque es, a travs de su expresin en los peculiares momentos histricos y de las
diversas realidades, el hilo conductor que nos conduce desde el ideal caballeresco y heroico
de la tica homrica, pasando por diversas concepciones, hasta el ideal socrtico-platnico
de la bsqueda de un fundamento absoluto y trascendente constitutivo de la aret
misma(67). No se le escap este detalle a la pluma de San Basilio y por eso en el Discurso a
los jvenes se ocup de ejemplificarlo ampliamente, pero siempre teniendo ante sus ojos que
la culminacin de este proceso llega recin con la perfeccin de la Nueva Alianza:
24
con los hombres ms ilustres de la antigedad a travs de tus escritos, yo os digo que
habis encontrado una ayuda notable. "(68)
"Puesto que es necesario entrar en la otra vida mediante la virtud, y por otra parte
precisamente al elogio de la virtud han dedicado muchos escritos los poetas, los historia-
dores y mucho ms los filsofos, debemos principalmente dedicar nuestra atencin a los
escritos de esta clase."(69)
"Y, a qu fin sino para exhortarnos a la virtud Hesodo compuso esos versos que
estn en boca de todos? 'spera, muy empinada, difcil y llena de sudores y fatigas es la va
que a la virtud conduce'. Por eso no todos estn en condiciones de subir por lo escabroso, ni
de llegar agradablemente a la cumbre una vez iniciado el camino. Pero quien es capaz de
llegar, puede contemplar desde lo alto cun suave y propicia, cun fcil y practicable es, y
cuanto ms agradable que la otra que conduce al vicio, que como dice el mismo poeta, es
de cmodo acceso."(71)
No recuerda Hesodo aquellas similares palabras del Salvador, cuando nos dijo:
"entrad por la puerta estrecha..." (Mt. VII, 13-14)? Anlogamente describi el santo doctor
el mito de Hrcules segn un escrito del filsofo sofista Prdico de Keos:
"Cuando Hrcules era muy joven y tena aproximadamente vuestra misma edad,
en el punto de decidir qu camino tomar, si aquel que a travs de fatigas conduce a la
virtud, o bien aquel ms fcil, se le presentaron dos mujeres: una era la virtud y otra el
vicio. Aunque callaban, prontamente transparentaron con su actitud la diferencia que las
distingua." [Una ostentaba y traa consigo todo un enjambre de voluptuosidad; prometa
mucho ms y buscaba atraer a Hrcules. La otra, en vez, era descarnada y no prometa
placeres, sino sudores sin fin y peligros por mar y tierra, pero el premio a todo esto era
llegar a ser como dios. Este ltimo fue el que Hrcules se decidi a seguir.(72)
De igual modo hablaba Basilio del gran Homero: "toda su poesa es un elogio a la
virtud y todo su discurso, excepto lo que es accesorio, hacia ella conduce."(73) Y citando a
Soln deca: "La virtud permanece siempre, inmutable, mientras que las riquezas humanas
pasan de un dueo a otro. (74)
Pero hay algo ms fuerte que las bellas teoras: la conducta de aquel que confirma
con los hechos la virtud limitada por otros a las solas palabras, es el nico sabio, los otros
son sombras que pasan dice el capadocio citando a su vez a Homero(75). Y por eso no se
olvid de quienes aplicaron las bellas normas helnicas, como Alejandro Magno, cuando
25
"hechas prisioneras las hijas de Daro, que tenan fama de maravillosa belleza, no quiso
siquiera mirarlas" para no manchar su corazn(76). O Clinia, discpulo de Pitgoras, que se
rehus a jurar para evitar una multa, "porque a mi parecer - deca Basilio- no parece sino
que hubiera odo el precepto que nos prohbe jurar."(77)
En fin, puesto que los paganos nos hablan a veces de manera admirable, no debemos
olvidar su sabidura, sino todo lo contrario, enriquecernos con su experiencia y utilizar la
antigua paideia helnica como propedutica de la paideia cristiana. He aqu las principales
justificaciones del santo en forma programtica:
2. "Si se quiere que la idea del bien quede indeleble, despus de habernos dedicado,
entonces, a estos estudios, entenderemos los misterios de las Sagradas Doctrinas; y
una vez acostumbrados a mirar, por decir as, el sol reflejado en el agua, dirigiremos
nuestra mirada a la luz misma."(79)
3. "As, quien en un primer momento se form con estos ejemplos, no podr jams
pensar como imposible, por escasa confianza, el cumplimiento de los preceptos
evanglicos."(80)
4. "En tanto [no estudiemos los textos Sagrados] trataremos de delinear cierto esbozo
de la virtud, deducindolo de las enseanzas profanas."(81)
5. "Es una ventaja notable que en el alma de los jvenes nazca una cierta familiaridad
y acostumbramiento a la virtud, puesto que tales enseanzas restan indelebles por
naturaleza, imprimindose profundamente en el nimo sensible de los jvenes."(82)
6. "Si hay afinidad alguna entre las dos doctrinas, el conocimiento de ambas no podr
ser sino til; si no la hay, el solo hecho de confrontarlas y reconocer las diferencias
ayudar no poco a confirmarnos en la mejor."(83)
Es decir, con otras palabras, el conocimiento y familiaridad con los autores paganos
es beneficioso y necesario en primer lugar, para introducirnos a la sabidura natural, como
propedutica.
Esta preparacin que ya habamos comentado en Clemente y Orgenes, aqu toma
una mayor dimensin, por que no es casual esa triple mencin de poetas, historiadores y
filsofos. Se podra hacer hasta una cierta "defensa del politesmo" y de la mitologa.
Muchas veces nos hemos preguntado por qu es en el mbito grecorromano en donde la
tierra es ms propicia para la semilla de Cristo. Carlos Disandro en un valioso libro que de
alguna manera se nos emparenta, Las fuentes de la cultura, dice que la mitologa no es mera
fantasa novelesca sino "conocimiento mtico potico" de la realidad "ex terra ad caelum"; su
origen desde ya que no es la Revelacin, pero su trmino, mbito y bsqueda, es s el
conocimiento de Dios. Un novelista dijo que el mito era como un chispazo de verdad cado
en la imaginacin de los hombres. Y fue con esos chispazos cados en la imaginativa y
26
potica mente antigua, que la Providencia de algn modo prepar a la civilizacin greco-
rromana y al hombre concreto educado en ella para entender los Misterios de la Fe. La
mente antigua -prosigue Disandro- ha adquirido a travs de su desarrollo concreto una
capacidad de contemplacin del Misterio que ha de realizarse en el nivel de la
Encarnacin... De manera que la "plenitudo temporis" de la que habla San Pablo sera la
confluencia del profetismo hebraico y del conocimiento mtico potico, propio de la estirpe
indoeuropea.(84)
Es decir que la preparacin cultural de la que habla San Basilio, y la tradicin toda,
va ms all de lo evidente. Dira con su siempre feliz y clara pluma:
"Si es virtud propia del rbol cargarse de frutos de estacin, no obsta que se
produzca el adorno de las hojas que se agitan en las ramas; as tambin para el alma el
fruto esencial es la Verdad, y sin embargo, no es nada desagradable que se revista de
sapiencia profana como de hojas que ofrecen reparo al fruto y lo adornan convenientemen-
te."(85)
27
Captulo VI
Todo el arte en cuanto tal se adhiere al ethos, dice Platn(87), de all, y en el mismo
sentido, se podra ampliar: toda forma cultural se adhiere al ethos. Este presupuesto bsico
responde a las exigencias de la cultura cristiana. Ni an por un instante Basilio y toda la
tradicin clsico-cristiana que lo acompaa pueden pensar en la autonoma de la belleza
trascendental respecto al bien trascendental. Para los griegos el trmino kaln abraza en s
mucho ms que cuanto solemos decir con nuestro trmino belleza. Kaln es lo justo, lo
apropiado, lo til, lo bueno, lo proporcionado a la esencia, aquello en lo cual ella posee su
integridad, salud y salvacin.(88) Solamente teniendo esto en consideracin podremos
apreciar la particular relacin que en Basilio, los clsicos y en los Padres en general une a la
belleza con la virtud.
Omnia derivantur a fine, dijimos alguna vez. Todo el pensamiento de Basilio acerca
de cualquier tema tiene frente a s, como ya hemos comentado, el fin ltimo del hombre, la
vida en Dios. Se nos ocurre que con gusto afirmara al igual que Platn que la filosofa es la
meditacin acerca de la muerte.(90)
En esta base se da la alta estima de nuestro santo por el valor psicaggico del arte: la
palabra potica de los salmos, el valor de la palabra litrgica, la conveniencia de una
adecuada formacin literaria y musical, etc. Donde todo se conjuga en una doble finalidad:
el placer esttico y la "utilidad" al alma.
28
Castellani tiene profundas reflexiones en torno a la influencia de la Palabra artstica en el
espritu humano. No podemos evitar citar sus propias palabras:
"La belleza que es el objeto del arte, tiene que ver con la Verdad y con el Bien
ontolgicos, que son dos nombres de Dios; y cuya bsqueda no es peligrosa, al contrario;
pero la Belleza es el resplandor desos trascendentales, a travs o por medio de las cosas
sensibles; y el hombre est demasiado apegado a lo sensible, y sus sentidos estn
desordenados: "concupiscencia" llaman los telogos no solamente al desequilibrio ms
notorio con respecto a la lujuria, sino con respecto a todas las cosas creadas, incluido el
propio "YO".(91)
"El arte tiene una ventana abierta al infinito y en su mesa el resabio del paraso
terrestre; y por eso es grande y a la vez peligroso. En su casa es donde Dios y el diablo
libran las ms hondas batallas. Santa Catalina de Siena, prendada por el de su tiempo, lo
estim ministro de la contemplacin; Len Bloy, furioso por la corrupcin del nuestro, lo
crey un parsito de la antigua serpiente".(92)
Y como San Basilio se autoproclama al principio del Discurso: "prctico en las cosas
de la vida", para l ninguna accin, absolutamente ninguna, es buena fuera de su finalidad
totalitaria y excluyente, ni siquiera el placer esttico. Lo cual es negar enfticamente toda
pretensin de autonoma absoluta del arte. Del hecho de que el arte sea autnomo dentro de
los lmites de sus dominios y con un fin propio, no puede inferirse que pueda llegar a
alcanzar ese fin independiente del obrar humano, de la actividad moral. Las facultades
subalternas logran su fin sirviendo al fin especfico del hombre, de alterarse este orden se
produce, valga la redundancia, un desorden, un pecado, un mal moral.
Podr el artista sujetndose a las reglas del arte pero desvinculndose del canon de
la perfeccin humana obrara artsticamente bien? O, dicho con otras palabras, es acepta-
ble como artsticamente buena una obra humana y moralmente mala? Como el bien
supremo del hombre prima sobre los medios y los fines intermedios, incluso sobre el del arte,
la obra ser simplemente mala (93).
Aclaremos! -pueden pedir algunos-. Mala como obra de arte o como obra humana?
Simplemente mala. Y punto. Aqu tampoco San Basilio va a entrar en sutilezas "intiles".
De este razonamiento se desprende la actitud con que el santo doctor ilumina a sus
jvenes, al sealar el peligro frente al cual se pueden encontrar por la frecuentacin indis-
criminada de los autores paganos. El problema haba sido discutido desde los albores de la
humanidad y nuestro santo conoca todos los argumentos y discusiones tericas, pero al
mismo tiempo, tenemos que remarcar, haba visto con sus propios ojos y sufrido sus
consecuencias en Cesarea, Constantinopla y Atenas, en sus largos peregrinajes y en su vida
de pastor. Habla desde su profunda cultura y experiencia, no simplemente desde sus
principios.
Su prudencia, entonces lo impulsa a recomendar una actitud mesurada:
"Ni siquiera una vez debis dejar en manos de estos autores el timn de vuestras
inteligencias, sino que escogiendo de ellos cuanto es til, sepis tambin cunto es necesa-
29
rio descartar."(94)
Por esta causa, a una gran parte de los autores paganos es necesario "dejarlos ir",
"cuidndonos de aquello que tienen de nocivo".(95)
"El escuchar las palabras de los perversos es un camino para llegar a los hechos. Se
debe, por tanto, vigilar el alma con gran cuidado, no sea que admitamos sin percibirlo,
alguna idea perversa a travs de la seduccin del estilo, a la manera de quienes toman
veneno mezclado con miel. Por eso no daremos nuestra aprobacin a los poetas cuando
hacen hablar a sus personajes con lenguaje blasfemo o soez, o cuando representan los
amores y las embriagueces, ni cuando reducen la felicidad a una mesa bien servida y cantos
licenciosos. Y nunca escucharemos a los que hablen de los dioses y menos an cuando los
describan dando a entender que son muchos y se pelean entre s."(96)
Podr esto parecer simplemente restringible a esos jvenes a los que habla el santo,
y realmente se podra conceder que a una persona formada, con recta conciencia, el peligro
que le causa la frecuentacin de autores inmorales es menor, pero que sea menor no significa
que sea nulo. Del mismo modo que la literatura acta beneficiosamente con ese
"acostumbramiento paulatino a la virtud" que ya sealamos, puede causar el efecto
contrario(97).
"Cuando las obras [de los poetas] narran acciones de hombres perversos, es necesario
rechazarlos - afirmara San Basilio- tapndonos los odos con no menos precaucin de la
que dicen que tuvo Ulises cuando debi huir del canto de las sirenas."(98)
San Basilio toma sus ejemplos no ya de su vida como pastor (aunque seguramente
los habr tenido, ya que su amor por la msica litrgica es notorio), sino de la cultura paga-
na. Nos cuenta, por ejemplo, cmo el flautista Timoteo supo con su habilidad y cambios de
tono manejar el bravo nimo de Alejandro Magno, hacindolo en un momento correr a
tomar sus armas y en otro volver tranquilamente al banquete en donde estaban(100).
Tambin nos cuenta como Pitgoras, encontrndose con un grupo de jvenes ebrios, los
hizo abandonar su mala conducta al obligarle al flautista a tocar "en tono drico"(101).
Aconsejaba "no dejar en el odo melodas corruptoras, porque precisamente de tal gnero de
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msica surgirn a menudo pasiones innobles y degradantes"(102). En fin, el peligro del
canto de las sirenas.
Charles Baudelaire, autor de Las flores del mal, entre otras obras, tuvo una vida fue
tan profundamente tormentosa, como una mente lcida. Lo que citaremos ahora es, pues,
dolorosamente confesional:
Como debemos dejar la ltima palabra a nuestro gran santo, repetiremos esa
bellsima imagen que ya citamos:
"Si es virtud propia del rbol cargarse de frutos de estacin, no obsta que se
produzca el adorno de las hojas que se agitan en las ramas; as tambin para el alma el
fruto esencial es la Verdad, y sin embargo, no es nada desagradable que se revista de
sapiencia profana como de hojas que ofrecen reparo al fruto y lo adornan convenientemen-
te."(106)
Quince siglos despus, el telogo Urs von Balthasar, recurre a una imagen similar: la
teologa cristiana coloca a la sabidura antigua en torno a su nuevo misterio, a la manera de
un precioso ostensorio, que adorna y realza la infinita Belleza del fragmento de pan
eucarstico(107). El fruto no es lo mismo de las hojas, el oro labrado no vale ni un pice de
lo que vale Cristo sacramentado, pero de alguna manera nuestra humanidad necesita de
esos auxilios para entrever el Misterio, un Misterio inconcebible que el lenguaje humano es
incapaz de transmitir.
31
Captulo VII
* * *
Gran parte de este camino lo encontramos narrado en sus Confesiones, y aqu debe-
mos dejar sentado algo: si pretendemos entender qu es lo que significa la cultura cristiana
ste es un libro de esos "que no se pueden dejar de leer", uno de los ms maravillosos libros
jams escritos(110), es un libro nico en la historia de la literatura, la inauguracin y a la
vez el punto culminante de un gnero literario: la autobiografa, o mejor dicho, como dice el
mismo ttulo: las "confesiones".
Cmo definir ese itineriario espiritual de San Agustn? Como una bsqueda
constante de Dios. He aqu nuestro primer texto:
Qu es lo que amo, Seor, cuando digo que te amo? No por cierto, la belleza de
los cuerpos, ni la gracia de los cielos; no amo la blancura de la luz, tan amiga de mis ojos, ni
las dulces melodas de los cantos. No amo la fragancia de las flores o perfumes, ni el man,
ni la miel, ni el abrazo querido de quien ama: no es esto lo que amo cuando amo a mi
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Seor.
Y, sin embargo, al amar a mi Dios amo cierta luz y cierta voz, amo las fragancias,
los alimentos y alguna forma de abrazo, porque mi Seor es luz, es msica, perfume,
manjar y abrazo del hombre interior que hay en m. All brilla para el alma una luz que no
cabe en un lugar, se oyen armonas que el tiempo no se lleva, se perciben perfumes que el
viento no dispersa, sabores que la voracidad no anula. All la unin es tan firme que no
existe el hasto. Todo esto es lo que amo cuando amo a mi Dios.
33
aunque tomase otros ropajes o nombres.
"Tarde te am, belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te am. T estabas
dentro de m, pero yo andaba fuera de m mismo, y por all afuera te andaba buscando.
Me lanzaba todo deforme entre las hermosuras que t creaste. T estabas conmigo, pero
yo no estaba contigo; me retenan lejos de ti cosas que no existiran sin ti. Pero tu me
llamaste y ms tarde me gritaste, hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor
esplndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetr en mi respiracin y ahora
suspiro por ti. Gust de tu sabor y por eso ahora tengo ms hambre y ms sed. Me tocaste,
y con tu calor me encendiste en tu paz."(114)
El creer para entender es necesario para dar a la vida una orientacin cierta y
sapiencial; el entender para creer, a fin de profundizar los nicos dos grandes problemas del
pensamiento humano: Dios y el hombre. Entre la Fe y la razn no puede haber sino
armona, y esto es claro, tan lejos del racionalismo en el que alguna vez haba cado l
mismo, como del ciego fidesmo. Lo habamos sealado: su sabidura es apertura a la
realidad.
34
"Progresa nuestro entendimiento para comprender lo que cree y progresa la Fe
para abrazar las cosas que entiende. Y en la progresiva inteleccin consiste el adelanto de
la mente. Mas todo se realiza no con las fuerzas naturales, sino con la ayuda de la
Gracia."(116)
Aqu, aunque parezca descolgado, valdra la pena recordar aquella distincin que ya
mencionamos al pasar, acerca de los diversos niveles de la Palabra segn la lcida reflexin
de Carlos Disandro:
Esa palabra "sacerdotal" que dice Disandro, ese "lenguaje" de la Fe, implica como
nos dice San Agustn, la ayuda de la Gracia. El hombre con sus solas fuerzas es incapaz de
entender las "cosas mayores." A veces puede intuirlas, sobre todo por medio de la poesa,
pero no mucho ms.
Y las cosas "menores"?
Las menores puede llegar a conocerlas, pero siempre teniendo en cuenta que su falta
de perspectiva le har incurrir ms fcilmente en errores. Porque en definitiva esa humildad
que ya dimos como nota distintiva del saber cristiano, es la virtud que le permite crecer
hacia el infinito al evidenciar su propia finitud.
En aquellos momentos en que slo encontramos refugio en la fe, en que pareciera
que nada entendemos, en el fondo estamos siendo llenados de una sabidura superior.
Parece simple, pero todava hoy no se llega a comprender (ni mucho menos) la
profundidad de esta relacin, y continuamente, tanto a nivel personal como ms all,
caemos en errores graves por ello. O hay algo ms trgico en nuestro tiempo que la
incapacidad del cristiano medio (clero incluido) para comprender la plena conformidad
existente entre la Fe y la razn, o ms particularmente entre la Fe y la ciencia? A pesar de
que la Fe est por encima de la ciencia, jams puede llegar a haber desacuerdo, si lo hay es
una apariencia fruto de la ignorancia. Como deca Chesterton, para entrar en la Iglesia no
hace falta sacarse la cabeza, basta sacarse el sombrero.
35
con la gentileza y caballerosidad de un buen pastor, en los todos los testimonios de su vida
donde se palpa la virtud "conductora" de la caridad.
Aqu vale la pena seguir a nuestro autor en su distincin de las funciones u officia de
la inteligencia humana. Existe una "funcin" superior: la sapientia que se aplica a la con-
templacin de las verdades eternas, aquella de la cual su misma raz etimolgica nos
recuerda que debe ser sabrosa. Y tambin, una funcin inferior: la scientia que es la aplica-
cin de la mente a los datos de la experiencia sensible, el conocimiento de las cosas
temporales.(119)
Y es de notar estos ltimos verbos (quae veram beatitudinem ducit, gignitur, nutritur,
defenditur, roboratur) no son superfluos: la ciencia (en tanto verdadera cultura) no es
innecesaria.
En De Doctrina Christiana, una de sus ltimas obras, en donde resume y explicita
toda su experiencia educativa, Agustn es muy claro y fuerte al decirlo:
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quedara el hecho de que este conocimiento se da mediante la adquisicin de una lengua
humana, cuyo estudio comprender necesariamente un aspecto tcnico."(121)
Este aspecto tcnico que incluye no slo la gramtica (que era mucho ms que esa
seca, aburrida e inconducente diseccin que es la gramtica moderna(122)), sino tambin la
retrica, la historia, la geografa, las matemticas, que a su vez implicaban la msica y la
geometra, y por ltimo la filosofa.(123)
Frente a las Sagradas Escrituras, lugar a donde nuestras ansias de sabidura nos
deben llevar, Agustn nos obliga a seguir un camino que dista tanto de la rida disciplina a
la que conduce mucha de la exgesis contempornea(126), como de interpretaciones pseudo-
espirituales que slo creen en la "inspiracin divina" personal, como leamos. Dos caras de
una misma moneda: una conduce al escepticismo, la otra al subjetivismo, y ambas estn
hoy plenamente vigentes an en nuestra Iglesia Catlica. Y una vez ms las equivocaciones
provienen de no or a los maestros.
Si habamos dicho que la cultura era una especial apertura a la realidad, vemos aqu
en concreto cmo ese buscar "ver las cosas tal cual son" marca absolutamente todos los
mbitos de reflexin humana. El alejarse de la realidad conduce a desviaciones que lejos de
ser meramente intelectuales, luego se traslucen indefectiblemente en opciones morales.
Adnde conduce una mirada escptica o subjetiva frente a las Escrituras? Conduce
a negar la historicidad de los Evangelios y en cascada a sinfn de negaciones: "bueno las
cosas no son tan as, habra que ver..", etc. etc. (127)
En fin, San Agustn exige rigor intelectual aunque eso no quiera decir el poner todas
las ilusiones y esperanzas en ello: "Los hombres son demasiado dbiles para encontrar la
verdad con la sola razn", escribi en Las Confesiones(128); pero aun con todo, como
leamos anteriormente, es insensato confiarse simplemente en la inspiracin divina para
alcanzar la sabidura, como si nada tuviese que ver el esfuerzo intelectual y cultural del
hombre para comprender la Palabra.
37
Captulo VIII
Su bautismo estaba an fresco cuando escribi los seis libros que componen De
musica, una obra que lamentablemente nunca lleg a terminar. Lo primero que trata en
estos libros es la relacin entre la gramtica y la msica; su definicin de msica es: la
ciencia de la buena modulacin. Lo ms alto de la msica para nuestro santo es el canto
humano, la palabra cantada. Se debe cantar como hombres, no como pjaros, porque los
hombres conocen el canto de los mirlos, los papagayos, los cuervos, las urracas, sin que stos
comprendan nada. Slo al hombre Dios le ha concedido un canto inteligente(131), donde se
exprese tanto la voz, como lo ms ntimo del corazn(132).
La forma de exteriorizarse por excelencia que tiene la oracin es, por tanto, el canto
sagrado.(133)
"Quien canta reza dos veces", habamos dicho, y la cita merece una reflexin.
Valdr dos veces en s mismo el canto o por lo que provoca? Le dejamos la respuesta al
mismo Agustn en otro texto no menos conocido:
"Cuando recuerdo las lgrimas que derram por el canto de la Iglesia en los
primeros das de mi renacida fe; y cuando veo que an ahora me siento conmovido, ya no
por el canto, sino por la substancia de las cosas que se cantan cuando se cantan con limpia
voz y adecuada modulacin, tengo que reconocer de nuevo, la utilidad de esta
institucin."(134)
"Cada uno pregunta cmo ha de cantarle a Dios. Cantadle, pero no mal. Dios no
quiere que le molestes sus odos. Canta bien, hermano! Si te da temblor el cantar sin
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conocimiento alguno frente a un buen msico, quin cantar delante de Dios que como
excelente msico oye, juzga al cantor y examina todas sus salmodias? Cundo puedes
demostrar tan depurada maestra que no desagrades en nada a odos tan perfectos?(136)
Si se quiere lo dicho por Agustn son palabras de sentido comn que iluminan ese
gran problema de nuestros das que es la msica en la liturgia. Es difcil pensar que alguien
podra llegar a conmoverse as tan profundamente y convertirse admirado por la liturgia
desacralizada y carente muy a menudo de todo atisbo de belleza que frecuentemente se
celebra en nuestros templos(139). Pero volvamos a lo nuestro.
Siempre que en los salmos se habla de "gritos de jbilo", Agustn seala que un
hombre incapaz de expresar su gozo mediante el lenguaje ordinario, levanta su voz en
exclamaciones "del corazn" que expresan lo que no sabran decir de otra manera, y por
tanto, no es inadecuado dirigirse a Dios de esta manera, con el corazn:
"Debes cantar con jbilo. Qu significa esto? Entender sin poder explicar con
palabras aquello que con el corazn se est cantando. Puesto que quienes cantan, mientras
cosechan o mientras vendimian o cuando estn ocupados con ardor en otra actividad,
comienzan a manifestar su alegra con el canto de palabras, pero luego, casi llevados por
tanta alegra que ya no la pueden expresar ms por palabras, dejan caer las slabas de las
palabras y se abandonan al grito de jbilo. El jbilo es un cierto sonido que expresa lo que
el corazn quiere dar a luz, aquello que no puede decirse con simples palabras. Y, a quin
le corresponde ese jbilo si no al Dios inefable? Es inefable aquello que no puedes decir,
pero ni siquiera puedes callarlo, qu te queda si no es el alegrarte y expresarte de modo
que el corazn se abra a una alegra inmensa y sin palabras, y que la alegra se dilate
inmensamente ms all de los lmites de las palabras?(140)
Este fragmento de sus comentarios a los salmos, es una verdadera joya de expresin
de lo inexpresable, y nos sirve de alguna manera para atisbar todo lo que haba de cierto y
sentido en los textos que lemos de Las confesiones y todo lo que expresa el verdadero canto
sagrado como portador de un significado que supera al del lenguaje ordinario.
El Aleluya debiera ser una exclamacin tpica de esta msica del corazn, msica
cordial, alabanza inefable nacida del alma. Slo este canto es el que llega a las moradas del
Rey; quien canta slo con el cuerpo es mudo, aqul que ardientemente lo desea, canta con el
corazn an cuando est callado, y el que no desea nada, enmudece para Dios, por ms que
cante.(141)
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Si teologa en griego quiere decir lo que se puede decir acerca de Dios, y vemos que nada
expresa lo inefable mejor que el culto sagrado, especialmente la Palabra cantada, la con-
clusin es inevitable. La palabra interior que Cristo hace brotar en nuestros corazones
encuentra aqu su mejor canal de expresin. Frente al Misterio del sacrificio en la Cruz, la
palabra ms cabal del hombre se da en el canto de la liturgia.
Nos reservamos en este comentario al margen una ltima cita del Magisterio: de San
Po X en su famoso Motu proprio. Una cita fuerte:
"En vano se ha de esperar que descienda sobre nosotros abundante la bendicin del
cielo, cuando nuestro obsequio al Altsimo no asciende en olor de suavidad, sino que pone
de nuevo en manos del Seor el ltigo con que en otro tiempo el Divino Redentor arroj
del templo a sus indignos profanadores."
"La crisis del conocimiento simblico procede de la muerte del coro; la disgregacin
de la "visio comprehensionis" interrumpe el acto de la expresin cultual del "misterio" sin el
cual el cristianismo tiende a transformarse en una "ideologa" en el peor sentido del
trmino. La interrupcin de la experiencia cultual corta los nexos entre la teologa como
realidad tendrica en la palabra del culto, la palabra como profericin del mundo divino y
la teologa como ciencia de la Revelacin. Y aqu se introduce la segunda crisis, la del saber
doctrinal y teolgico en su significado obvio. Esta crisis del saber teolgico comienza por
una crisis de la quaestio, se encamina al derrumbe de la "estructura cientfica" y concluye
por igualar el saber teolgico con el saber de los "sofistas modernos", que confunden todos
los niveles del conocimiento y provocan la quiebra de la tradicin y de la Fe. Es sta
precisamente la situacin ltima de muchas corrientes de pensamiento cristiano,
embarcadas en el historicismo, evolucionismo, marxismo..."(142)
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Lo que para el desconocedor parece un simple detalle de buen gusto: el canto de la
liturgia en el coro, tiene en verdad un papel importantsmo en la vida de la Iglesia. Por
cierto que, aunque Disandro no es un autor optimista acerca de nuestra realidad, y a
menudo debamos leerlo con reparos, lo que describe es lgico, tanto como esta prxima cita:
Reasumir y repensar la tradicin es lo que hicieron San Agustn, San Basilo Magno,
y todos estos grandes. Su ejemplo y el camino recorrido por ellos, seran de inmensa ayuda
para que esa ltima afirmacin sobre nuestra crisis: "profunda y completa", no sea tan
irrevocable.
* * *
Para cantar hace falta tener odo. Tener el odo atento para escuchar al Maestro
Interior quien nos dicta las palabras que deben entonarse. Hay que vivir musicalmente,
decan los antiguos con perfecta expresin, porque el canto no es slo sonido:
"Quieres cantar?- y esta es nuestra ltima cita de San Agustn- Que no sea
solamente tu voz aquella que canta las alabanzas divinas sino que tu voz cante acorde con
tus obras. Si slo cantas con la voz, en algn momento debers callar: canta con la vida as
jams callar tu canto... Por cierto que la alabanza a Dios ser perfecta cuando lleguemos
a la ciudad eterna, cuando seremos como los ngeles de Dios, cuando en ninguna parte
haya ms necesidades que nos vengan a preocupar, cuando no sentiremos ms los reclamos
del hambre o de la sed, cuando no nos agobiar el calor y entumecer el fro, cuando no nos
abatir la muerte. Y bien, para cantar esta perfecta alabanza es que nos estamos prepa-
rando."(144)
* * *
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La cultura cristiana de San Agustn es medieval por su inspiracin general, por su
carcter religioso y por la preocupacin de colocar a todas las manifestaciones de la inteli-
gencia dependiendo de la fe. Toda la vida medieval conservar este carcter, la cultura
continuar a vivir toda entera bajo el signo de la Cruz.
Y sin embargo, la cultura de San Agustn es esencialmente antigua, tanto por sus
contenidos como por sus mtodos. San Agustn es un literato antiguo, un discpulo de Cice-
rn, un lejano seguidor de Iscrates; es un gramtico, un retor, un erudito.(145)
Contradictorio?
En absoluto, lo uno es la consecuencia lgica de lo otro. La sabidura antigua
encuentra su cauce, su real identidad, no en la veta pagana del Renacimiento, como suele
pensarse, sino en la cultura medieval, en la cultura cristiana.
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Captulo IX
Nuestro vuelo por el siglo de oro de la patrstica terminar en torno a otras dos
figuras muy singulares: San Ambrosio y el dlmata San Jernimo. Desde ya que no
respetamos la cronologa, pero se nos excusar en virtud de la brevedad de estas pginas.
De Ambrosio y Jernimo no intentaremos ms que trazar un par de retratos para
reforzar la idea clave: no estamos frente a islotes extraordinarios de sabidura y santidad,
sino a una comunidad curiosamente rica en tesoros por ser hijos fieles de la tradicin.
Agustn fue San Agustn en gran parte gracias a San Ambrosio. El por qu, lo
explica en muchas ocasiones, pero esta vez nosotros trataremos de descubrirlo a travs de
una breve resea biogrfica de su maestro.
Lo que ms nos llama la atencin es cmo Ambrosio lleg a ser obispo. Nacido en el
ao 339, haba tenido una rigurosa formacin clsica (otra vez!). A los 31 aos lo
nombraron gobernador de Liguria y Emilia, con sede en Miln. Era la poca de la poderosa
hereja arriana. Los obispos estaban divididos, pero no slo por lo dogmtico, pesaban
tambin las razones e intereses polticos; la confusin religiosa era grande. En el ao 374
muri Auxencio, obispo arriano de Miln y los fieles, catlicos y arrianos, se congregaron
para ver a quin elegan como nuevo pastor. Hacia all se dirigi el gobernador, previendo
disturbios y sabiendo que su autoridad podra imponerse para lograr la paz llegado el caso.
Hasta dnde llega el milagro? Indudablemente toda Gracia del Seor lo es, pero,
segn ya hemos entrevisto: gratia perfecit naturam, non supplet, la gracia perfecciona la
naturaleza, no la suple. Y el genio de Ambrosio no slo era de naturaleza excelente, sino
tambin cultivado con esmero, como hemos dicho. Al ser nombrado obispo, reconoci con
humildad que saba poco para hacer frente a todas las necesidades que estaban esperndolo
(sobre todo las arduas disputas teolgicas) y entonces hizo lo que estaba acostumbrado
desde nio: pidi consejo, busc maestros y se dedic a estudiar fervorosamente. En el
fondo Ambrosio respondi de la manera esperada: no saba de teologas, pero tena todo el
rigor romano de su formacin humanstica que le permita estar a la altura de su misin, y
adems tena la humildad necesaria para buscar y aprender de los que saben. No es un
ejemplo de todo lo preconizado hasta ahora sobre la cultura catlica?
Y por cierto que no eran simples las tareas que tuvo que enfrentar: nada ms
completo que las actividades de estos buenos obispos del siglo IV: bautizaban, confesaban,
predicaban, imponan penitencias pblicas y privadas, lanzaban anatemas y quitaban
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excomuniones, visitaban a los enfermos, alimentaban (literalmente) a los hurfanos, a las
viudas, a los enfermos, administraban los bienes de la Iglesia, eran jueces de paz entre parti-
culares y rbitros entre las ciudades, escriban tratados de teologa, combatan las herejas,
se ocupaban de las ciencias y de las artes, contestaban personalmente toda su corresponden-
cia, asistan con sus consejos a los gobernantes, contenan a los brbaros, rezaban... y
mucho ms. Parece imposible, pero la vida de Ambrosio es un ejemplo de lo dicho.
"Quien mucho abarca poco aprieta" -nos tentara a sospechar la envidia, o las
comparaciones-. Pero no era as: Agustn, por dar un ejemplo, qued tan maravillado al or
sus predicaciones, que aun sin ser catlico ni mucho menos piadoso, por tres aos no perdi
ninguno de sus sermones dominicales. Por supuesto que ese amor termin donde deba: en
la conversin. La palabra de Ambrosio fue vital para el cambio de Agustn. Qu palabra?
El discurso racional "filosfico discursivo? La palabra potica? La palabra proftica?
La Palabra, as con maysculas; el Verbo del que habla San Juan? S a todas las pregun-
tas. Ambrosio tuvo el rigor de la filosofa, la belleza de la poesa y la apertura al Misterio.
Hubiese sido posible todo esto de no mediar su pulida educacin?
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Captulo X
El sueo de Jernimo
Un da tuvo un sueo: se le apareci el gran Juez rodeado por una luz brillante:
"Haba all tanta luz e irradiaban los asistentes tal fulgor de claridad que, derribado
por tierra, no me atrev a levantar los ojos. Interrogado acerca de mi condicin, respond
que era cristiano. Pero el que estaba sentado exclam: 'Mientes! eres ciceroniano y no
cristiano!' Donde est tu tesoro all tambin est tu corazn. (Mt. 6, 21.)
Enmudec al punto y, entre los azotes -pues el Juez haba dado orden que se me
azotara-, atormentbame ms el fuego de mi conciencia, considerando dentro de m aquel
versculo: Mas en el infierno, quin te alabar? (Ps. 6, 6.). Sin embargo, empec a gritar y
decir entre gemidos: Ten compasin de m, Seor, ten compasin de m (Ps. 56,2.)
Entonces los presentes intercedieron por l, mientras Jernimo lloraba y peda perdn,
jurando nunca ms leer escritos profanos.(148)
Sabemos por una discusin epistolar que tuvo con un tal Rufino, que Jernimo no
cumpli del todo ese juramento (l mismo se excusa: no era tan exigible porque lo haba
hecho dormido), pero s conocemos que lo tom muy en serio y que marc claramente su
vida. De all que este momento sirva a los expertos para separar tres perodos en ella: el
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primero hasta antes del sueo, marcado su fuerte amor por los clsicos; el segundo, fruto del
mismo, de unos quince aos de duracin, caracterizado por una fuerte reaccin contra su
propio culto anterior a la literatura. El tercero es el perodo de la madurez: Jernimo ms
calmo, lleg a comprender y valorar armoniosamente lo que significaba para un cristiano la
cultura. Son tres perodos de la historia personal de San Jernimo, pero a la vez son tres
etapas por las que siempre ha pasado la historia de esta curiosa aproximacin del cristia-
nismo y la cultura.
"Tu estilo est repleto de faltas y de tachas y resulta tan confuso, que me resulta
imposible entender lo que quieres decir. Qu significan esas palabras monstruosas? Ese
desorden en la construccin?(151)
Lo mismo que le reproch a un tal Vigilancio: incompetente tanto por sus ideas
como por sus palabras, por lo que no est en condiciones de defender la verdad, y dando
Jernimo un ejemplo de buen humor, deca que mejor que "Vigilancio", habra que llamarlo
"Dormitancio"(152). Pero ah no terminaba:
"Una carencia de cultura llena de santidad slo es til para el mismo santo. Si ste
quiere ejercer influencia sobre los dems le ser necesaria una santidad cultivada y docta."
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Captulo XI
Belloc en el libro que ya citramos, llama a este largo perodo que va del s. VI al X,
"el sitio de la cristiandad". Y aunque entre nuestros autores ya es algo comn, conviene
aclarar que llama "cristiandad" a la civilizacin medieval en su conjunto, "la ms alta y
mejor civilizacin de las que recuerda la historia", como dice textualmente (154).
Quizs alguno se est preguntando cmo es que ya avanzada esta exposicin de
autores, vengamos ahora con semejantes generalidades acerca de la Edad Media; pero creo
que vale la pena detenernos un poquito ms en este problema, porque en esta poca algo ya
conclua.
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pusieron a copiar manuscritos, y ante la cada de la escuela antigua, refundaron un sistema
educacional a travs de los monasterios y de las catedrales, etc., etc.
* * *
San Isidoro es un hombre de su tiempo, aunque no uno comn, sino que uno de los
ms brillantes. Y si el marco socio-cultural es importante para el estudio de cualquier
personaje, an ms lo es el familiar. Pues bien, la figura ms influyente en Isidoro es la de
su hermano mayor, San Leandro, predecesor suyo tambin en la sede episcopal de Sevilla.
Es muy probable que desde joven se encaminara hacia la formacin clerical, quizs pasando
sus primeros aos en las escuelas monsticas.
Fue una buena formacin? San Gregorio Magno haba dado rigurosas
prescripciones acerca de la cultura del clero y en ello jugaron un papel fundamental tanto
las escuelas episcopales como las monsticas. Haba una clara conciencia de lo necesario de
una adecuada cultura para el ejercicio sacerdotal y eso dio sus frutos. Incluso despus de
ordenados los sacerdotes podan ser devueltos a la escuela si no mostraban suficiente
competencia. Isidoro dira que los ignorantes e inexpertos deban ser excluidos del
ministerio de la misma forma terminante que los inicuos y pecadores(155). El Concilio IV
de Toledo pona como impedimento a la ordenacin de un obispo el no ser versado en las
letras(156). Y esta conciencia llegaba hasta los mismos laicos que participaban de los
concilios y estudiaban concienzudamente las Escrituras.
Decamos que sta fue una poca de transicin, pues bien, lo mismo debe decirse de
la obra de Isidoro: recogi la cultura latina amasada durante varios siglos en el seno del cris-
tianismo y proporcion los elementos que sirvieron de base al renacimiento carolingio y
para la elaboracin de los sistemas medievales.(157) Para algunos ese esfuerzo fue utpico y
carente de sentido de realidad, puramente libresco; para otros, la gran cultura espaola le es
deudora de muchas de sus riquezas, y decir eso no es poco. La presencia y el amor por San
Isidoro en la cultura espaola dan la mejor respuesta a esta disyuntiva.
Gilson afirma que para los antiguos, las Etimologas cumplieron un papel semejante
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al de una enciclopedia moderna tipo Larrouse o la Britnica. Sus veinte libros contenan
todo lo que se conoca hasta entonces, desde la gramtica hasta el arte culinario... todo de
todo(158). Se le ha criticado muchas veces cierta superficialidad, pero en verdad su
finalidad era solamente la de transmitir y resumir, as es que ms no se puede pedir.
Oigamos como San Braulio, obispo de Zaragoza, lo exhortaba a trabajar:
"Creo que Dios, despus de tantas ruinas y olvidos, lo suscit en estos ltimos
tiempos para restaurar los monumentos antiguos, a fin de que no nos hundiramos en la
barbarie."(159)
"Cmo es que tardas tanto en distribuir esos tesoros que no son tuyos sino de Dios?
Extiende ya tu mano compadecindote de las muchedumbres, para que la necesidad no les
haga perecer de hambre. Bien sabes que el acreedor no tardar en pedirte cuentas. O crees
que los caudales que Dios te dio son para ti slo? Son tuyos, son nuestros, son de
todos."(160)
Y es necesario dejar bien claro que esta cita no est puesta por simple piedad (dicho
con el honor que la piedad merece), sino porque es un ejemplo concreto ms, de todo lo que
hemos visto en los autores precedentes. Por qu y para qu escribe un cristiano y ms si es
santo?
Que el papel de las Etimologas haya sido semejante al de un diccionario enci-
clopdico, no significa que su espritu haya sido el mismo, todo lo contrario. Si bien la
comparacin de Gilson es muy til y cierta, debemos hacer una aclaracin y restringirla;
hay algo en lo cual difieren absolutamente, sobre todo pensando en cul es el elemento
fundamental de la obra de Isidoro y el mensaje que de ella tomaremos nosotros. As como
una enciclopedia es un conjunto acumulado de datos encajonados por estanteras (llmese
alfabetos, temas, etc.), sin demasiada conexin ni unin, lo que llama la atencin de los
estudiosos es que toda esta suma de conocimientos volcados por Isidoro dan vuelta en torno
a una palabra: orden.
Todo cuanto existe se encuentra dentro de un orden claro, de una jerarqua clara de
los seres que est en funcin directa del grado de mutabilidad: Dios, el alma, el mundo...
Su gran cultura lo haca comprender mejor que muchos esa profunda armona de la
Creacin. Si ningn tema se le escapaba, no era en absoluto por pedantera o simple
eruditismo (aqu inventamos la palabra), sino por ser conciente de que todo est en funcin
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de la teologa, cumbre de toda sabidura.
Es infalible al tratar todos los temas? Ni mucho menos, a veces se equivoca como
todos los hombres de su tiempo, y otras veces manifiesta con humildad su ignorancia. No se
esperaba otra cosa.
"La etimologa -nos define- es el origen de las palabras, cuando el significado del
vocablo o del nombre se expresa por su traduccin verbal."(162) Es un concepto amplio co-
mo amplios son sus fines: intent no tanto descubrir el proceso de formacin de las
palabras, cuanto llegar al conocimiento profundo de lo que cada cosa es. Desde este punto
de vista, podemos decir con toda razn que la etimologa considerada en sentido global es
un mtodo filosfico de conocimiento.(163)
As en el prefacio de las Etimologas, leemos: "He aqu que te envo la obra acerca del
origen de algunas cosas.". Al indagar sobre la causa y el origen de los nombres se pasa del
signo gramatical a la realidad que representa, conocimiento de la realidad que varias veces
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sealamos como fin de toda sabidura. Se parte de una reflexin lingstica, pero para llegar
a lo profundo de la cosa nombrada(164). A veces las etimologas son un tanto forzadas o
falsas, pero ms que la exactitud histrica de lo dicho interesaba la reflexin consiguiente, y
de la misma no podemos negar su valor. Por otra parte es relativamente comn encontrar
etimologas errneas en los autores antiguos y medievales, desde el divino Platn hasta el
anglico Santo Toms de Aquino. A menudo una etimologa cientficamente errnea,
infundada, puede ser adecuada plenamente en otro plano. Por ejemplo se dijo que la
palabra spes, esperanza, provena de pes, pie, porque al desesperado le falta el pie, que es
Cristo, para poder caminar. Falsa, pero ilustrativa y profunda. Es directamente otro plano
en el que los autores antiguos y medievales se muevan, y desde ya que apunta a lo
fundamental, a develar el verdadero significado de la palabra.
Con San Isidoro de Sevilla nos encontramos frente a un escritor inclasificable para la
mente moderna: cientfico, filsofo, telogo, etc., etc. Por qu tanto?
"Todo el que es sabio segn Dios es feliz", dice en una de sus Sentencias (165). Por
eso pasa de un tema a otro, compila, guarda, atesora todo: las migajas o los tesoros de sabi-
dura que encuentra diseminados por todas partes.
En la historia, su papel de transmisor de cultura fue clave: la bsqueda etimolgica
que da unidad a la "enciclopedia" de San Isidoro, supone una respuesta al problema filo-
sfico de la ciencia y la sabidura en la vida del cristiano.
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Captulo XII
Ms all del ttulo de este captulo, centraremos nuestra mirada sobre una de las
figuras ms notorias de esta escuela de Chartres: Juan de Salisbury. Nos situamos ya en el
siglo XII, otro salto que sera grosero si estuvisemos haciendo una historia detallada o al
menos de los grandes personajes de estas pocas.
Cmo justificar el hecho de pasar de San Isidoro de Sevilla, sin etapas a este
personaje del s. XII? Sobre todo, habiendo en el camino pocas como el gran renacimiento
carolingio, figuras de la talla de San Anselmo de Canterbury, italiano a pesar de ese
nombre, de San Bernardo de Claraval, a quien suele llamrsele el ltimo de los Padres, de
Pedro Abelardo y muchos ms.
Cmo justificar nuestro salto? Con el correr de las lneas esperamos que se vaya
develando cul es el sentido de la eleccin del protagonista de este captulo, importante
claro est, pero al que los manuales de Historia de la Filosofa no le dedican demasiado
espacio en comparacin con las otras estrellas.
Juan de Salisbury naci en Inglaterra, a principios del s. XII. Pieper, a quien vamos
a seguir en esta primera parte (166), dice que se le nota un sello inconfundiblemente anglo-
sajn (pero de los de antes, me tentara agregar). Muy joven fue mandado a estudiar todo lo
que exista en el campo de la Filosofa y de la Teologa, por lo que conoci a la totalidad de
los mejores y ms famosos maestros de Europa. Tras doce aos de estudio se decidi a no
abrazar la profesin intelectual, como podra esperarse; no se hace profesor, sino diplo-
mtico. Con l comienza la larga serie de intelectuales ingleses que son al mismo tiempo
polticos, eclesisticos, humanistas, filsofos y escritores.
Recomendado por San Bernardo se convirti en secretario del primado de
Inglaterra, primero Teobaldo de Canterbury y luego el famoso Santo Toms Becket, el del
Asesinato en la Catedral, a quien acompa en el exilio, y con quien estaba en el momento
de su martirio. Viaj muchas veces por Italia a cargo de misiones diplomticas, hasta que
en el ao 1180 fue nombrado obispo de la ciudad francesa de Chartres.
"Somos como enanos subidos sobre los hombros de gigantes. Vemos, pues, ms
cosas que los antiguos y ms lejanas; pero no por la penetracin de nuestra vista o por
nuestra mayor talla, sino porque ellos nos levantan con su altura gigantesca.(167)
Esta frase es clebre porque resume mucho de lo que fuimos diciendo, a lo largo de
52
estas pginas, sobre lo que signific el amor a la cultura para los primeros cristianos y con
qu actitud se aprenda de los otros.
Pero esta poca trae novedades en el campo de la educacin de las letras; la lgica
comienza a tomar un papel importante en la enseanza de la lengua como nos lo explica
Gilson:
"El siglo XII seala sensible progreso en la invasin de gramtica por la lgica, y
este movimiento tendr dos consecuencias principales. En primer lugar, conducir a la
decadencia de la cultura clsica propiamente dicha en las escuelas francesas del s. XIII,
sobre todo en la Universidad de Pars. En lugar de hacer que la literatura sirva a la
formacin del gusto y del carcter, sta quedar reducida al estudio de la gramtica, pero
considerndola como una rama de la lgica."(168)
Lo cual notarn que tiene un cierto tufillo a modernidad que vamos a comentar
(aunque desde ya, debemos dejar sentado que no son esas novedades las que hacen grande
al siglo XII). Estos humos no entraban en Chartres, al contrario, uno de sus mritos es ser
un bastin de la cultura clsica tradicional.
Juan de Salisbury, escribi sus dos obras ms importantes durante sus aos de des-
tierro en Francia: el Metalogicon y el Polycraticus, obras de gran finura tanto en su estilo
como en su pensamiento donde segn Pieper se observa "...la seguridad tranquila nunca
acalorada pero tampoco dubitativa de quien ha conocido por lo menudo muchas cosas por
sus propios ojos y el humorismo apenas perceptiblemente irnico que hasta hoy puede
pasar como una simptica caracterstica de la prosa inglesa."(169)
53
Al arte del sofista lo llama ars pistoria, un arte que se aplica los hombres que no
sirven para nada til. Hoy este trmino no nos suena despectivo, pero s lo sera entonces:
"arte de panaderos." Gilbert de la Porr, otro de los chartrianos, mandaba a estos
neosofistas a que se fuesen a trabajar de panaderos, porque all tendran un oficio fcil y
digno de quienes ms les interesa el lucro que la educacin.
Cornificio combata la elocuencia clsica, deca que era poco prctica, que haba que
ir a lo concreto, aligerar los estudios. "Para qu estudiar en su pureza las lenguas muertas?
Para qu esos autores tan pasados de moda?" Qu tienen ellos que decirnos a nosotros,
hombres del siglo XII? "Hay que quitarle espacio a las intiles humanidades" e ir a lo
prctico.
Y Cornificio todo lo afirmaba teniendo con la cultura el mismo espritu que la zorra
de la fbula ante las uvas. No era por cierto un Tertuliano.
Corpulento, pesado de espritu, charlatn; sus manos eran las de un avaro, tena
gestos frvolos y costumbres vergonzosas, la fealdad de su cuerpo corresponde a lo impdico
de su vida, "deformitatem corporis, turpitudinem vit".
Cornificio buscaba (hablbamos en pretrito?) y quera ser original, entretena a
sus alumnos con historias personales, "sin los beneficios del arte, sin el estudio de los
antiguos, repentinamente quiere formar filsofos, como si cayeran del Parnaso."
Desmitifica (o desmitificaba?) a los grandes hombres del pasado: son gente corriente, como
nosotros, dice; les gusta inventarles miserias, generalmente aquellas en que l mismo cae. Y
a quienes se dedican a estudiarlos los acusa de ser cobardes, sin honor ni orgullo. Y si an
as estos autores gustan, los cornificianos gritan: "miren al anticuado!" Dnde quiere ir?
Hay que acabar con el yugo de las enseanzas y hechos de la Antigedad! Nosotros nos
ponemos nuestras propias reglas; hay que ser uno mismo -diran hoy-, hay que hacer lo que
se siente y por eso nada nos puede ensear la Tradicin.
Cornificio parta del principio de que podemos hacer slo lo que nuestra naturaleza
nos permite, entonces el esfuerzo en el fondo es algo intil.
54
mejor.
"Expresa temerariamente todo lo que te aflora a los labios y tu xito estar garan-
tizado." Posees el arte de crear una nueva humanidad, si continas hablando, tu gloria, tu
xito estarn garantizados!
Ya se habrn dado cuenta el por qu elegimos a este autor: sus observaciones sobre
los entonces modernos cornificianos son de impresionante actualidad. Todo nos recuerda
muchas cosas de nuestros das y tambin nos trae a la memoria el soneto de Miguel de
Unamuno: Don Juan de las Ideas.
A Cornificio lo engendraron los eruditos secos, los que abandonaron la sapientia, los
embanderados bajo la primaca de la lgica, aquellos de los que tambin se quej nuestro
autor. La sabidura corre por otros carriles. La pregunta que surge es: creern los
cornificianos que lo que hacen es de valor?
La voz interior de la que hablaba San Agustn, el Maestro interior, les reprochar su
inutilidad. Seguramente tendrn que orlo.
Lo que quedar es, o bien aceptar, reconocer y llorar arrepentimiento, o extender ese
juicio de inutilidad a todo lo que lo rodea. El paso siguiente es el escepticismo. "En realidad,
no soy solamente yo el intil, todo es intil, y nada importa... salvo tratar de pasarla
bien...".
Pero Juan de Salisbury tambin supo describir el buen camino. De Bruyne resume
su teora positiva en cuatro puntos principales: ni naturaleza sin arte, ni cultura sin estudio
de los antiguos, ni verdadera elocuencia sin sabidura y entendimiento de las cosas, ni
55
formacin verdadera sin medida ni armona. Absolutamente clsico, absolutamente tradi-
cional, puramente catlico.
En fin, la figura de Juan de Salisbury nos hace pensar por su tremenda actualidad y
por su seguridad al mostrarnos su amor a la tradicin cultural vigente hasta entonces,
aunque ya enfrentada ante un enemigo que con el tiempo lograr vencerla.
O al menos as parece...
56
Captulo XIII
Si bien de todas aquellas flores nos quedaremos con una de las ms significativas, lo
cierto es que dejamos parte de este trabajo incompleto: nos faltara admirar muchas
bellezas; slo su contemplacin nos hara entender que nada haba de puramente terico en
los escritos de los Padres sobre la cultura. Pero tambin es cierto que a veces ms vale la
simple contemplacin que el discurso.
De modo que si no quisiramos dejar nuestra visin inconclusa, si quisiramos or
bien todo lo que el hombre de la Cristiandad tiene an hoy para decirnos, tendramos que
ver en perspectiva el desarrollo de toda nuestra cultura, sea la medieval, la espaola de los
siglos de oro, o bien la de aquellos islotes sobrevivientes en la modernidad.
Esta es la razn por la cual hemos elegido para este ltimo captulo la figura de
Santo Toms de Aquino, en quien se concentra y profundiza todo lo hasta ahora dicho
acerca de la cultura cristiana(171). Siendo su figura tan conocida iremos directamente al
grano.
Studiorum ducem, doctor comn de la Iglesia, prototipo del filsofo cristiano, doctor
anglico, maestro universal, cuntos ttulos bien merecidos ha ganado Toms por su
sapiencia! Pero, cul es el secreto de la permanente vigencia del pensamiento tomista?
Chesterton tiene un simptico juego de palabras: "Que el tomismo es la filosofa del sentido
comn, es, a su vez, cosa de sentido comn."(172) Aunque observa al mismo tiempo que
esto conviene afirmarlo de cara a la filosofa moderna, ya que "desde que comenz el mundo
moderno, ningn sistema filosfico ha correspondido realmente al sentido de la realidad de
todos; a eso que llamaran los hombres ordinarios sentido comn."(173)
57
Con la ms sincera humildad y caridad, con un estilo sencillo, claro, respetuoso del
lector, el Anglico no elude ni los problemas ms oscuros e inefables, ni los ms simples e
infantiles.
Para qu escriba y enseaba? Para reflejar en su obra "el orden del universo y sus
causas."(174) Sera el hombre capaz de apreciar ese orden?
Toms, maestro del optimismo cristiano, est convencido de que el hombre es capaz
de penetrar, a travs de los fenmenos, en el ser de las cosas.(175) Y esto, que al ajeno a la
filosofa puede llegar a parecerle obvio, no lo es en absoluto; es de capital importancia para
la historia del pensamiento. Es toda una orientacin hacia el realismo que muy poco ms
tarde comenzar a ser abandonada por la escolstica nominalista, dando pie a otras
tendencias que se alejarn cada vez ms de la realidad, y abriendo caminos que llevarn con
el tiempo, al ms pleno subjetivismo y escepticismo.
* * *
Si hay algo que molesta a los amantes de la cultura medieval es esa concepcin
escolar, simplista y falsa, del medioevo negador de lo temporal, de lo terreno, tenebroso
ignorante de la felicidad. Entender las "danzas de la muerte"(177) como paseo por el "tren
fantasma" o antecesor del cine "de terror" holywoodense, sera desconocer su verdadera
significacin en orden a la humildad y la esperanza. Cunta distancia del verdadero
sentimiento medieval! Esas obscuridades tortuosas descriptas por novelas tipo El nombre de
la rosa (y peor an en su versin flmica), slo tienen cabida, como ya sealramos, en la
mala intencin o en la ignorancia (que no es el caso de Eco). Pero, volvamos a Toms.
Una de las grandes deudas que tenemos con su doctrina es su antropologa, el haber
comprendido en profundidad lo que es el hombre, su psicologa, su espritu y su carnalidad.
Ms all de que aqu vemos esa ntima relacin entre el mundo pagano y el cristiano
que sealramos en muchas otras oportunidades, lo que queremos destacar (slo eso) es la
concepcin tomista del hombre y su comprensin acerca de la unin entre alma y cuerpo.
Comprendemos este avance si recordamos que en algunos Padres de la Iglesia, en
ltima instancia, slo el alma sera el verdadero hombre(179). Si bien slo desde la hereja se
llega a afirmar que el cuerpo, habiendo salido de la tierra, no puede salvarse(180) (en el
58
Credo negamos esto al afirmar la resurreccin de la carne), es frecuente encontrar exhorta-
ciones al ascetismo cargadas de cierto dualismo platnico(181) (expresiones tipo "crcel del
alma", etc.).
Para Santo Toms la unin del cuerpo con el alma no significa ninguna humillacin
para sta, sino ms bien una perfeccin de la vida temporal. Esta doctrina trajo nuevos
aires, pletricos de vida, como nuevos fueron los que introdujo en su tiempo Aristteles
frente a la moral platnica. Tan clave fue la mirada de Santo Toms sobre el hombre que
marca a su poca radicalmente. Gilson describe estos momentos como los de un "huma-
nismo cristiano" que no slo preanunci, sino que en realidad super ampliamente al huma-
nismo de las formas surgido posteriormente.
Por qu?
En aras de la claridad, le cedemos nuevamente la palabra a Chesterton:
"Haba en realidad una razn para considerar los sentidos y las sensaciones del
cuerpo y las experiencias del hombre comn, con una reverencia a la que el gran
Aristteles hubiese contemplado estupefacto y ninguno de la antigedad hubiera
principiado a comprender. El cuerpo no era ya lo que fue cuando Platn y Porfirio y los
antiguos msticos le haban dejado por muerto. Haba estado pendiente de un hacha; haba
surgido de una tumba. No era ya posible para el alma despreciar a los sentidos, que haban
sido los rganos de algo superior al hombre. Platn poda despreciar la carne; pero Dios no
la haba despreciado. Los sentidos haban llegado a ser verdaderamente santificados
cuando fueron bendecidos uno por uno en el bautismo catlico. La frase ver para creer
ya no era la trivialidad de un simple idiota o de un individuo ordinario... Esos odos que
resuenan con ruidos comunes, haban reportado al conocimiento secreto de Dios el ruido de
la muchedumbre que arrojaba las palmas y el de la multitud que gritaba por la crucifixin.
Despus que la Encarnacin haba venido a ser la idea central de nuestra civilizacin, era
inevitable que hubiese una vuelta al "materialismo", en el sentido del valor real de la
materia y de la hechura del cuerpo. Una vez que Cristo surgi, era inevitable que
Aristteles surgiese de nuevo."(182)
Y valga una aclaracin: Chesterton aqu no es un simple estudioso, sino alguien que
encontr la Verdad en la Iglesia, Verdad que le ayud a salir de las tinieblas del
escepticismo y la angustia. El descubrimiento de la realidad es el tema que lo fascina y de
all nace su inters por la figura del Anglico.
Como toda concepcin de cultura depende de la concepcin que se tenga del hombre,
la luz que da el tomismo es ms que considerable. Es un gran paso que se da hacia adelante,
pero remarcamos: en la misma direccin.
El mayor favor que se le puede hacer a uno, consiste en que se le lleve del error a la
verdad.(183)
59
Cuando decamos que l escriba, enseaba o predicaba para mostrarnos, develarnos
"el orden del universo y sus causas", nos olvidamos de dar la otra causa: la clave de bveda
que une todo y da elevacin es la Caridad, el Amor de Dios al que se deben consagrar los
mayores esfuerzos.
Queda algo claro: el ideal religioso es el ms alto valor de la cultura, sin embargo, los
valores terrenos estn muy lejos de ser diluidos o menospreciados, ms bien son transfigura-
dos, profundizados y ordenados.
Cun lejos est Santo Toms de una exagerada o melanclica negacin de lo terreno
lo podemos apreciar en esta magnfica cita:
60
El discernimiento de Santo Toms, cumbre formidable del pensamiento medieval, se
fundamenta en el amor a esa Luz verdadera que puede iluminar an debajo de los ms pro-
fundos escombros, an entre ruinas y tormentas, an donde ya se han perdido las
esperanzas humanas.
Si, tal como se deca, "sabio es quien ve las cosas, tal como en realidad son", a nadie
mejor que al Anglico le cabe el ttulo de Doctor.
61
Captulo XIV
Conclusiones y perspectivas
Hemos empleado ya varias decenas de miles de palabras meditando cul fue y cul
es el sentido de la cultura cristiana; sin embargo hasta ahora no hemos intentado ni una
definicin.
Nos conformaremos en un primer trmino con una pequea (y gran) comparacin
casera (segn su autor). Hela aqu: la cultura es como una armazn intelectual ordenada
al buen vivir. Una vez ms la cita es del Padre Castellani (qu vamos a hacer si sabe
nombrar tan bien a las cosas por su esencia!)(187).
Qu es lo que le confiere ese "orden al buen vivir"? Su capacidad de comunicacin,
de enseanza acerca de las cosas fundamentales del hombre.
Y aunque esto no coincida lo que se entiende hoy normalmente por cultura (trmino
envuelto en la mxima vaguedad), sigue siendo lo que sostiene el Magisterio:
62
Eso quiere decir que la cultura debe ser siempre "apologtica"? una derivacin del
catecismo? Ni por asomo, simplemente debe respetar la realidad. Un novelista famoso,
Franois Mauriac, supo decirlo inmejorablemente: "no hay un solo novelista que en la
medida en que nos ayuda a conocernos, no nos aproxime a Dios" y previendo nuestras
reticencias, termina manifestando que "de las ms cnicas, de las ms tristes confidencias de
los hijos de este siglo, surgen gemidos inenarrables que narran lo que es la miseria del
hombre sin Dios.(189)
Ahora bien, es justo agregar que en la vida humana muchos "viven porque viven,
noms", sin ningn tipo de planteos, al menos aparentemente. A estos les convienen ms las
palabras de Heidegger: "la existencia banal est hecha de abdicacin y termina en el vaco y
la angustia." Una respuesta en fin al dilema de Camus.
He aqu la gran diferencia con el hombre medieval. Las miserias, las pestes y guerras
existieron tanto como en nuestros das -algunas quizs mayores tambin-; sin embrago ellos
vivan un optimismo radical(190).
Para comprenderlo quizs nos sirva la imagen de un San Francisco de Ass. Quin
am y goz ms que l de la naturaleza? Sin embargo no hubo ascetismo ms duro que el
suyo. Son como dos caras de una misma moneda. El menosprecio cristiano por los bienes
del mundo, que tanto escandaliza al hombre moderno, no es odio, es su opuesto ms radical,
es amor bien entendido. Pero esto slo se puede entender desde adentro. Desde afuera
quizs parezca otra cosa. Para comprender al hombre medieval y su amor por la cultura,
tendramos que mirar sus imgenes, escuchar sus msicas, revivir sus ocupaciones y sus
fiestas... tener su misma Fe. Qu haba detrs de todo aquello? Intentaremos decirlo con
dos breves pinceladas.
63
nos que llevan a Santiago de Compostela, rezando y cantando: "Seor, recbenos en tu reino,
estamos cansados y abatidos...El bastn que nos pesa es lo nico que nos queda y sin embargo
nuestros ojos brillan, brillan ya pensando en verte..."
Es verdad que temblaba ante los truenos de la Inquisicin? Muy lejos estuvo de
hacerlo. Quizs tembl aunque sea slo una vez? Hara falta ignorar el descaro que tenan
los fieles frente a las autoridades para poder creerlo. La Inquisicin desarrollaba sus juicios
de acuerdo a reglas jurdicas muy precisas y nuestro estudiante tena poco que temer, su
libertad acadmica era total. Los tribunales laicos y eclesisticos eran indulgentes y rara
vez tenan necesidad de condenar a prisin. Jams se tuvo la sensacin de vivir en una
dictadura teocrtica.(192)
"Somos como enanos subidos sobre los hombros de gigantes. Vemos, pues, ms
cosas que los antiguos y ms lejanas; pero no por la penetracin de nuestra vista o por
nuestra mayor talla, sino porque ellos nos levantan con su altura gigantesca...".
"Los santos observaban desde arriba la vida espiritual de cada uno; los reyes, los
sabios y los soldados, la vida secular: para consolar, alentar e instruir. En todas las edades
haba amigos, antepasados y protectores. Cada cual tena su lugar, por modesto que fuese,
en un gran linaje; no haba razones para sentirse ni orgulloso, ni abandonado."(194)
64
La cristiandad se una para construir, luchar, festejar, rezar... y todo en "orden al
buen vivir". Los mayores sealaban el camino (el "magisterio de los arquetipos"(195)), los
dems se unan a ellos y el resultado fue ese esplendor tan mentado.
No hubo descarriados? Desde ya que los hubo, pero eso no cambia nada de lo
dicho. Fue un todo absolutamente homogneo? Una sociedad de santos? Sera ridculo
slo pensarlo. La diferencia es que se vea la realidad del hombre. El pecador se saba
pecador y no se envaneca en serlo. Poda caer mil veces, pero todo lo que lo rodeaba le
recordaba su honor y dignidad de hijo de Dios.
* * *
Las causas de la disgregacin del orden medieval fueron muchas y no vienen al caso.
Lo cierto es que la humanidad se distanci cada vez ms de ese orden, y hacindolo, se
distanci del mismo hombre...
Cmo puede ser eso, una vez ms nos lo explica una comparacin del Padre Castella-
ni:
"En el seno de un pueblo, los individuos no somos sino eslabones, o mallas de red.
Roto el nexo con los eslabones anteriores, tambin se rompe el nexo recproco con los
coetneos; y todo el conjunto empieza a deshilacharse."
* * *
Ya citamos cmo hace muchos aos Peguy, viendo a sus contemporneos, afirmaba
con dolor: "El mundo pagano tena alma. De un alma pagana se pudo hacer una alma
cristiana. De un cero de alma no se puede hacer nada."(196) Parece pesimista, puede ser,
65
pero es algo que l mismo vivi, y no por eso perdi la Esperanza y como era poeta, lo dijo
magnficamente: "la Gracia de Dios es terca y espera."
Aunque la objecin persiste: gratia perfecit naturam, non supplet, lo sobrenatural no
sirve para sustituir aquello en que nosotros estamos faltos en nuestras capacidades natu-
rales. Lo que meditamos en la historia, se observa tambin en la intimidad de los corazones.
De un cero de alma no se puede hacer nada...
Cuntas veces nos preguntamos qu hacer por tantos hombres cuya inteligencia
est tan embotada que los hace incapaces de comprender lo ms mnimo? Habrn sentido
lo mismo los primeros cristianos frente a los brbaros? Probablemente, pero perseveraron lo
mismo. "La Gracia es terca y espera."
* * *
En fin (esta vez en serio), la "evangelizacin de la cultura" debe cooperar con lo que
el hombre moderno necesita: recobrar su verdadera naturaleza humana, restaurar su propia
dignidad de hijo de Dios. Los gigantes estn all ofrecindonos su anchos hombros. No hay
lugar para la desesperanza, aunque nos quede en los labios un ltimo cmo?
Julin Maras dio una buena receta en La Nacin -diario (lo que ya es de por s un
milagro de la Providencia porque el periodismo no suele caracterizarse por su profundidad)-
:
Pues bien, a partir de nuestro ttulo, La Fe y la cultura, uno poda llegar a pensar
que tratbamos de acercar dos cosas diversas. Y realmente as fue durante un breve tiempo;
la sabidura cristiana llev a que con los siglos, esas dos palabras se hicieran imprescindibles
la una a la otra y se unieran en un mismo Fin (y dicho esto, qu ms podemos decir que
repetir esta esperada palabra: Fin - o estn pensando: por fin!?).
66
NOTAS
67
Escrituras que los poetas habran conocido y saqueado. Los Padres tomaron este tpico de
procedencia hebraica de Filn de Alejandra y Aristbulo.
(26) II Apol. 12 ss.
(27) Ms all de los embates de al modernidad sta es la posicin de siempre de la Iglesia (y
del sentido comn). Albino Luciani (ms tarde Papa Juan Pablo I) en su maravilloso libro
Ilustrsimos Seores (Madrid, 1978. p. 267.) relata con su profunda sencillez una "fabulita"
de Tolstoy llamada Los elefantes del rey que recomendamos para ilustrar este tema.
(28) Dial. 82,3.
(29) MORALES, J. La investigacin sobre San Justino y sus escritos. Scripta Theologica 16
(1984/3). p. 871.
(30) En MIGNE PG. VI, 8-13, VI, 805; VI 860.
(31) Op. Cit. Bs. As., 1954. p. 137.
(32) Ibidem. p. 138.
(33) De spect. In PL 660.
(34) De vir. Ill. LVII. Esto nos sirve para recordar uno de los fines de estas pginas: que la
historia ilumine el presente. Se repiten los hombres con sus vicios y virtudes. Se repiten el
orgullo, las envidias, las miserias... De modo que al mirar los errores de los otros, podemos
tratar de no cometerlos nosotros mismos, de buscar en los santos, como apuntamos, los
modelos a seguir. Si a Tertuliano o a... fulanito lo hubisemos tratado con caridad...!
(35) Entre la mucha bibliografa existente puede consultarse: FILORAMO, G. Storia della
gnosi. Bari, 1983.
(36) Como semejanza, porque el error nunca es original sino repetitivo, podramos decir que
en muchos aspectos el gnosticismo se asemejara a lo que hoy se nos presenta como New
Age.
(37) In HOLZNER,J. Op. cit. p. 88.
(38) DANIELOU, J. La catequesis en los primeros siglos. Madrid, 1975. p. 143.
(39) MARROU, H-I. Decadencia romana o antigedad tarda? Madrid, 1980. p. 67.
(40) JAEGER, W. Op. cit. p. 92. Y es de remarcar que este esquema conserva una plena
actualidad para los estudios teolgicos.
(41) SIMONETTI, M. Op. cit. p. 50.
(42) Stromata. I,7, 37; I, 20, 97. I, 16, 80.
(43) Cita sin especificar fuente LABRIOLLE, P de. Culture classique et christianisme.
Bouletin d'ancienne literature (1914) p. 266.
(44) Una aclaracin necesaria: es muy discutida la ortodoxia o no de este autor, pues bien,
las afirmaciones que compartiremos con l aqu son plenamente ortodoxas, lo dems lo
dejamos en manos de quienes saben.
(45) Ambas, clsicas fuentes de datos histricos.
(46) Para dar un ejemplo mnimo: comentar la primera frase del Evangelio de San Juan,
"En el principio era el Verbo...", le llev dos libros completos.
(47) DANIELOU, J. Orgenes. Bs. As. 1958. p. 105.
(48) WATKIN, E.I. Arte catlico y cultura. Madrid, 1950. p. 27.
(49) JAEGER, W. Op. Cit. p. 87.
(50) Ep. ad Greg. 1.
(51) NALDINI, M. Paideia origeniana nella "oratio ad adolescentes" Vetera christianorum
(1976) p. 297.
(52) In CANALS VIDAL, F. Historia de la filosofa medieval. Barcelona, 1985. p. 31.
(53) Periarchon, II, XI.
68
(54) Contra Celso III, 58.
(55) Tambin se le atribuye la doctrina de la cudruple significatividad de la Palabra: a) el
significado literal; b) significado alegrico, con Cristo como centro de la historia; c) signifi-
cado tropolgico, que atiende al comportamiento del cristiano luego de la venida de
Nuestro Seor; d) significado anaggico, que hace presentir los bienes esjatolgicos.
(56) BASILIO EL GRANDE Tratado del Espritu Santo. Mxico, 1983. p. 115 ss.
(57) Una de las ltimas traducciones aparecidas en lengua espaola de este pequeo tratado
es de Editorial Lumen (Buenos Aires, 1989). La ms completa edicin del texto original
(bilinge) estuvo a cargo de NALDINI, MARIO. Firenze, 1984. En esta encontramos una
resea de la profusa bibliografa que se le ha dedicado y un penetrante anlisis
introductorio.
(58) LEWIS,C.S. De descriptione temporum. En XX Century literary criticism. London,
1972. pp. 443-454.
(59) San Basilio lo dice de esta manera tan elegante, pero con tal fuerza que bien podramos
traducirlo de otra manera ms fuerte... pero aqu no nos atrevemos.
(60) Ver BENITO Y DURAN, A. El discurso de San Basilio a los jvenes sobre el modo de
leer con utilidad los libros de los gentiles. Primera introduccin humanstico-cristiana a la
filosofa. Cuenca, 1959.
(61) Discurso a los jvenes. cap. II, 5.
(62) Ibidem cap. IX,1.
(63) Homilia in ps. I. In PG. XXIX, 432 a.
(64) Homilia in ps. I In PG XXIX, 432a.
(65) Cap. IV, 9.
(66) JAEGER,W. Paideia. Mxico, 1980. p.20.
(67) NALDINI, M. Discorso ai giovani. Introduzione. Firenze, 1984. p. 24.
(68) Discurso a los jvenes. I, 5.
(69) Ibidem Cap. V,1.
(70) Cf. In PG.32, 352.
(71) Discurso a los jvenes. Cap. V, 3.
(72) Ibidem V, 13 ss.
(73) Ibidem Cap. V, 7.
(74) Ibidem Cap. V, 11.
(75) Ibidem Cap. VI, 2.
(76) Ibidem Cap. VII, 10.
(77) Ibidem Cap. VII, 13.
(78) Ibidem Cap. II, 7.
(79) Ibidem Cap. II, 7.
(80) Ibidem Cap. VII, 9.
(81) Ibidem Cap. X, 1.
(82) Ibidem Cap. V, 2.
(83) Ibidem Cap. III, 2.
(84) Op. Cit. pp. 47 ss.
(85) Discurso a los jvenes. Cap. III, 2.
(86) Ibidem Cap. I,6.
(87) Pol. III, 400 de.
(88) BALTHASAR, H. U. VON. Gloria. Milano, 1984. vol. IV. p. 186.
(89) Pol. X, 601d.
69
(90) Fedn 64a.
(91) Doce parbolas cimarronas. Bs. As. 1959. p. 162.
(92) CASTELLANI, L. Arte y Escolstica. Criterio (1931) p. 337.
(93) DERISI, O. Relaciones entre el arte y la moral. Criterio (1934) p. 371.
(94) Discurso a los jvenes. Cap. I, 6.
(95) Cap. IV, 3ss.
(96) Ibidem.
(97) Numerosos ejemplos de esto encontramos en el Discurso, especialmente en los captulos
IV y IX.
(98) Ibidem. Cap. IV, 2.
(99) Ascenso y descenso del alma por la belleza. Junn, 1984.
(100) Cap. III, 10.
(101) Cap. IX, 9.
(102) Cap. IX, 8.
(103) El arte romntico. Bs. As., 1954. p. 122.
(104) Op. cit. p. 88.
(105) Del desprecio ignorante que despierta lo medieval al hombre moderno, es un buen
ejemplo el juicio que esta pequea obra del Gran Basilio despert en muchos autores: que
"es un refrito falto de originalidad", que "slo sabe criticar y no construye" (como gusta
decirse en nuestros das), etc. Pero est visto que estas crticas carecen de base, por eso, lejos
de preocuparnos por ello, nos limitamos a sealar la coherencia plena con la lnea "cultural"
de la toda Iglesia patrstica.
Los obispos de estos tiempos decan las cosas rotundamente, con tanta fuerza y
valenta como caridad y compromiso. Y eran escuchados. Y sus frutos dan testimonio; ya
tendremos oportunidad de comprobarlo en los autores que siguen.
(106) Discurso a los jvenes. Cap. III, 2.
(107) BALTHASAR, H.U.VON. Gloria. Milano, 1984. tomo IV p. 209.
(108) 31-XII-95.
(109) Como una de nuestras intenciones es la de sugerir vas de profundizacin citamos dos,
en primer lugar, la clsica Introduccin a San Agustn de E. Gilson. Ms especficamente en
nuestro tema otro clsico: San Agustn y el fin de la cultura antigua. de H-I.Marrou al que
seguiremos de cerca, ms all de apreciaciones que haran retractarse luego al mismo autor.
(110) Si con el tratado de San Basilio pudimos armar un collage, que mal que mal nos deja
entrever lo fundamental, no sera posible esperar eso ahora.
(111) Libro X. cap. 6.
(112) Algunos tratan de ver a San Agustn como un "idealista cristiano", para oponerlo
dialcticamente a la figura de Santo Toms de Aquino. Lo hacen sobre todo basndose en
textos juveniles de los que existen, por cierto, retractaciones de su propia pluma. Von
Balthasar en el segundo tomo de su Gloria (cito aqu desde su edicin italiana, Milano 1978.
p. 105), nos aclara que "existe una evolucin innegable en lo interno del pensamiento de
Agustn, entre una primera fase en que predomina el pensamiento neoplatnico, y una ms
madura caracterizada por el surgir cada vez ms claro y conciente del pensamiento bblico."
Esto llevara por ejemplo, de cierto desprecio neoplatnico por lo sensible, hacia una
apreciacin realista de lo sensible, perfectamente acorde con lo que ms adelante desa-
rrollara Santo Toms. A esta apreciacin se llega mediante aquella realidad concreta que es
Cristo verdadero hombre tanto como verdadero Dios.
Puede consultarse, adems, a PRZYWARA, E. Il fondamento religioso della
70
gnoseologia di Agostino. Milano, 1995.
(113) MARROU, H-I. S. Agostino e la fine della cultura antica. Milano, 1987. p. 159.
(114) Confesiones. Libro X, cap. XXVIII.
(115) Serm. 43, 7, 9.
(116) En. in psalm. 118, serm. 18,3. In CAPANAGA, V. Obras Completas de San Agustn T.
I Introduccin General. Madrid, 1946. p. 138.
(117) Op. Cit. p. 75.
(118) Tr. 96, 4.
(119) Ver. De Trinitate. Cap. XII-XIV y MARROU, H-I. Op. Cit. pp. 310ss.
(120) De Trinitate, cap. XIV, 1,3.
(121) Prologus (4-9), 17, 20.
(122) Muy sintticamente podramos decir que inclua cuatro aspectos: lectio (lectura
expresiva), emendatio (crtica textual y crtica de estilo), enarratio (comentarios) y iudicium
(coronacin de todo estudio: revisin y juicio).
(123) Marrou, H-I. Op. cit. pp 170 ss., 335 ss.
(124) Ibidem p. 333.
(125) Ibidem. p. 339.
(126) La exgesis moderna muchas veces ha pretendido inventar una ciencia donde no
existe, llenndose la boca de teoras que desde un punto de vista estrictamente literario no
se pueden probar, y que difieren de lo que ense en forma unnime la tradicin durante
siglos.
Como ilustracin a este grave problema recomendamos leer una conferencia dada a
seminaristas anglicanos por C. S. Lewis y publicada con el ttulo de Esporas de helechos y
elefantes en un libro que toma el mismo ttulo (Glasgow, 1979) traducida al castellano por
la Ed. Andrs Bello con el ttulo de El Perdn y otros ensayos cristianos. Aqu encontrare-
mos un ejemplo concreto de la importancia del tema que estamos tratando; Lewis es
sincero: los errores de la exgesis moderna son fruto de una mala formacin cultural del
clero. Y si bien preponderantemente se critica a "telogos" protestantes, nuestros
catedrticos de Sagradas Escrituras padecen en general del mismo mal, con la consiguiente
transmisin al pueblo de Dios a travs de la predicacin de los sacerdotes as mal formados.
Bultmann, blanco principal de la irona de nuestro autor, todava es estudiado y
recomendado en los Seminarios. El resultado: muchas veces disparates en forma de
sermones. Su causa: mala formacin cultural. En esto Lewis es demoledor y definitivo.
(127) Del mismo modo en que se desacraliza la liturgia, se trata a menudo de quitar todo
rastro de sobrenaturalidad en las Escrituras. Las resurrecciones no seran tales, las multi-
plicaciones de panes, simples simbolismos literarios, los milagros adiciones de los autores de
los Evangelios, que desde ya pueden llegar a ser cualquiera menos los cuatro que cono-
cemos.... Todo bajo un falso ropaje cientfico.
(128) Libro VI, c. 5.
(129) Siguiendo con nuestra pequea bibliografa, podemos citar a SVOBODA, K. La
esttica de San Agustn y sus fuentes. Madrid, 1958; y ms en general, DE BRUYNE, E.
Historia de la esttica. Tomo II. Madrid, 1963.
(130) En. in psalm. 72, 1.
(131) Enarr. in ps. 18, 2, 1.
(132) Enarr. in ps. 114, 1.
(133) Un excelente resumen de lo que significa esta relacin de la palabra con el canto en la
Tradicin, lo encontramos en el Curso de latn eclesistico del Padre Gabriel Daz (Bs. As.,
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1996).
(134) Confesiones. libro X, cap. XXXIII.
(135) SVOBODA, K. Op. cit. p. 221.
(136) Enarr. in ps. 32, II, 8.
(137) Enarr. in ps. 32, II, 5. y De doctrina christiana, II, 28. Tristemente debemos meditar
que San Agustn no pensaba en las guitarras elctricas o bateras que a veces omos en
nuestras iglesias con total desapego tanto a la tradicin como a las normas litrgicas del
Concilio Vaticano II; aqu se hace mencin a otros instrumentos mucho ms "inocentes",
como la ctara, porque lo necesario es distinguir lo sacro de lo profano.
(138) Enarr. in ps. 41, 9.
(139) Para quien crea entender estas lneas como un panegrico preconciliar, deberamos
sealar que ste es un problema que se daba tambin antes del Concilio Vaticano II. Si bien
las reformas propuestas por el mismo en la letra quisieron solucionarlo, sus malas inter-
pretaciones, los muy frecuentes abusos y la falta de cultura de una buena parte del clero,
condujeron a la liturgia actual muchas veces a una situacin an ms distanciada del ideal
de San Agustn que la anterior.
(140) Enarr. in ps. 32, II, 1.
(141) Enarr. in ps. 86, 1.
(142) Op. cit. p 87.
(143) Ibidem. p. 88.
(144) Enarr. in ps., 2.
(145) MARROU, H-I. Op. Cit. p. 437.
(146) Ep. 52 ad Paulinum.
(147) Ep. 22, 30.
(148) Ibidem.
(149) Ep. 133.
(150) En Os. PL. 26, 390.
(151) Adv. Iov. I.
(152) Contra Vig. 3
(153) Ep. 57
(154) Podemos encontrar una atractiva disquisicin sobre los trminos Edad Media y
Cristiandad en el primer captulo de La Cristiandad y su cosmovisin, del siempre brillante
Padre Alfredo Senz. (Bs. As., 1992.).
(155) Sent. 3, 35, 1.
(156) a. 653. c. 19. En LOZANO, SEBASTIN, F.J. San Isidro y la Filosofa clsica. Len,
1982.
(157) LOZANO, SEBASTIN, F.J. Op. Cit. p. 81.
(158) No resistimos a la tentacin de compartir un breve sumario de lo que trata Isidoro en
sus Etimologas porque es la nica manera de palpar su amplitud:
I.- De gramtica: 25 captulos sobre la gramtica con una especie de introduccin general
sobre la ciencia y las artes liberales.
II.- De rhetorica et dialctica: 30 captulos que podran constituir el plan de enseanza de
la filosofa seguido en la escuela episcopal de Sevilla.
III.- De quatuor disciplinis mathematicis: Exposicin del quadrivium: aritmtica,
geometra, msica y astronoma.
IV.- De medicina: La medicina, sus inventores, enfermedades y curaciones.
V.- De legibus et temporibus: Derecho y cmputo del tiempo.
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VI.- De libris et officiis ecclesiasticis: Heterogneo; junto a datos bblicos y otros temas se
ocupa de las bibliotecas y del material de escribir.
VII.- De Deo, angelis et fidelium ordinibus: 13 captulos teolgicos.
VIII.- De Ecclessia et sectis diversis: Junto a herejas judas y cristianas coloca a los
filsofos paganos.
IX.- De linguis, gentibus, regnis, militia, civibus, affinitatibus: Amplio contenido.
X.- De vocabulis: Pequeo diccionario por orden alfabtico.
XI.- De homine et portentis: Anatoma humana, edades y anormalidades (gigantes,
hermafroditas, etc.).
XII.- De animalibus: Zoologa tras las huellas de Plotino.
XIII.- De mundo et partibus: Cosmografa.
XIV.- De terra et partibus: Asia, Europa, Lybia, Insulis.
XV.- De aedificiis et agris: Enumeracin de las principales ciudades y construcciones.
XVI.- De lapidibus et metalis: Detalladas y curiosas descripciones de las piedras preciosas y
otros minerales. Pesos y medidas.
XVII.-De rebus rusticis: Agronoma.
XVIII.- De bello et ludis: 69 captulos sobre la guerra y espectculos, gimnasia, teatro, etc.
XIX.- De navibus, aedificiis et vestibus. Sobre marinera, construccin y vestimentas.
XX.- De mensis et escis et potibus et vasculis eorum. Ajuar domstico y arte culinario.
(159) En CDIZ, J. M. de Op. Cit. p. 549.
(160) Ibidem.
(161) Misc. Isid. p. 295
(162) Etym. 1, 29, 1.
(163) LOZANO, SEBASTIN, F.J. Op. cit. p. 94.
(164) Dando un paseo por nuestros tiempos, encontramos en algunos de los primeros
filsofos del lenguaje un deseo semejante al de Isidoro. G. E. Moore (1873-1958) dira que la
funcin del filsofo es la de "interpretar el mundo", y dos ttulos de sus obras nos marcaran
un sano "volver hacia atrs": El rechazo del idealismo, 1903 y La defensa de la verdad del
sentido comn, 1925. Pero como el vnculo con la cultura tradicional ya estaba roto... la
realidad podra llegar a ser solamente intuida por ese "sentido comn", transmitida por los
artistas, pero no mucho ms. El bien puede intuirse, pero no hay manera de conocerlo ni
explicarlo. Es probable, dir, que siguiendo las costumbres establecidas obremos bien... Lo
que es la ceguera del hombre moderno!
Pero aunque el tema slo lo introducimos, debemos aclarar que esta intencin
sensata, aunque insuficiente, de vuelta al sentido comn y a la verdad de las cosas, no sern
el tpico ordinario de los "filsofos del lenguaje".
(165) 2, 1, 1.
(166) Filosofa medieval y mundo moderno. Madrid, 1973. pp. 110 ss.
(167) En GILSON, E. Historia de la Filosofa medieval. Madrid, 1976. p. 243.
(168) Op. cit. p. 244.
(169) Op. cit. p. 111.
(170) En tren de recomendar libros vienen bien dos joyas de Chesterton: Su San Francisco
y su Santo Toms de Aquino. Libros que suman al conocimiento, la pluma y la intuicin de
un poeta, libros sumamente exquisitos y de fcil lectura. Adems, en la vida del Doctor
Anglico tenemos segn la opinin autorizada de E. Gilson, la mejor introduccin a su
pensamiento que se haya escrito. Otro libro introductorio a la poca es La cristiandad y su
cosmovisin del Padre Alfredo Senz (Bs. As., 1992). All tambin encontraremos una abun-
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dante e inteligente bibliografa sobre el medioevo en general. Un nuevo y gran aporte a
nuestro tema, y particularmente valioso por su visin a la modernidad desde el tomismo es
La cultura catlica de Fray Anbal Fosbery (Bs. As., 2000).
(171) Las mil excusas que dimos hasta ahora por tratar superficialmente tantos autores
debemos multiplicarlas en este momento al hablar del Anglico.
(172) SANTO TOMS DE AQUINO. Obras Completas. vol. IV Barcelona, 1952. p. 1005.
(173) Ibidem. p. 1006.
(174) De veritate q.2.a.2.
(175) Summa Th. I-II q. 94 a.2.
(176) Op.Cit. p. 977.
(177) Frecuente tema pictrico y literario en donde la muerte alcanza a todos por igual.
(178) Op. cit. p. 58.
(179) Ibidem p. 62.
(180) Adv. haer. V, 27, 9.
(181) Aunque es necesario destacar que esas expresiones no deben leerse fuera del contexto
en que se manifestaron.
(182) Op. Cit. p. 987.
(183) De divinis nominibus. c.4 l. 4.
(184) Comentario a Isaas. En GRABMANN Op. Cit. p. 113.
(185) Op. cit. pp. 115 ss.
(186) La cristiandad y su cosmovisin. Bs. As., 1992. p. 80. Y seguimos la cita porque vale la
pena: "...armona del objeto con el sujeto en al mbito del conocimiento; armona del alma
con el cuerpo en el hombre individual; armona de los seres inorgnicos y orgnicos en el
mundo fsico; armona de los trascendentales metafsicos del ser en el interior del ente;
armona de la creacin con el Creador; armona de la Iglesia y del Estado en la polis;
armona de las naciones en el orden internacional. Dicha unin armnica brota, sin duda, de
una consideracin sinttica del universo, entendido como obra sublime de un Dios
perfectsimo, as como de un concepto elevado del hombre...".
(187) Por otra parte este concepto es bien comn. Francisco Vocos, con otro estilo, tambin
supo iluminar este concepto: "...la cultura no es otra cosa que la accin inteligente dirigida,
inmediata o mediatamente, a la adquisicin de todos aquellos hbitos virtuosos, que
acarrean la mxima disposicin para las operaciones superiores de la inteligencia. " En
Actas del primer congreso nacional de filosofa. Mendoza, 1949. tomo II p. 1343.
(188) Discurso a los hombres de la cultura.
(189) En PLAZAOLA, J. Introduccin a la esttica. Madrid, 1973. p. 624.
(190) Cfr. GILSON, E. El espritu de la filosofa medieval. Madrid, 1981. pp. 115 ss.
(191) No hay paralelo con la proliferacin de Sociedades Annimas que estamos viviendo en
nuestro pas "desregulado". Cfr. JUAN PABLO II. Constitucin Apostlica sobre las univer-
sidades catlicas. c. 1.
"Por su vocacin la 'Universitas magistrorum et scholariurn' se consagra a la
investigacin, a la enseanza ya la formacin de los estudiantes, libremente reunidos con
sus maestros animados todos por el mismo amor al saber. Ella comparte con todas las
dems Universidades aquel 'gaudium de veritate', tan cerca a San Agustn, esto es, el gozo
de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla en todos los campos del cono-
cimiento. Su tarea privilegiada es la de "unificar existencialmente en el trabajo intelectual
dos ordenes de realidades que muy a menudo se tienden a oponer como si fuesen antitti-
cas: la bsqueda de la verdad y la certeza de conocer la fuente de la verdad".
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(192) En MOULIN, LEO. La vita degli studenti nel medioevo. Miln, 1992. pp. 9-10.
(193) LECLERC, JEAN. Umanesimo e cultura monastica. Milano, 1989. pp. 26 ss.
(194) La imagen del mundo. Barcelona, 1980. pp. 140-1.
(195) Cfr. CAPONNETTO, ANTONIO. Los arquetipos y la historia. Bs. As., 1991.
(196) Palabras cristianas. Sgueme, 1966. p. 98
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INDICE
Introduccin.
La cristiandad medieval frente a la realidad y la trascendencia del hombre..2
Captulo I
Los orgenes de la reflexin cristiana en torno al problema de la cultura: San Pablo y la "sabidura
del mundo" ..8
Captulo II
El discernimiento de los primeros Padres de la Iglesia frente a la cultura pagana...12
Captulo III
Desde la nueva escuela de Alejandra..17
Captulo IV
El siglo de los doctores de la Iglesia..21
Captulo V
La paideia de San Basilio Magno.23
Captulo VI
La esfera de la moral y sus alcances.28
Captulo VII
San Agustn de Hipona, maestro a travs de los siglos32
Captulo VIII
San Agustn y el "lenguaje" la msica..38
Captulo IX
San Ambrosio, entre el ltigo y las lgrimas43
Captulo X
El sueo de Jernimo 45
Captulo XI
San Isidoro de Sevilla y el conocimiento a travs del lenguaje.47
Captulo XII
La escuela de Chartres y la defensa de la cultura clsica..52
.
Captulo XIII
Santo Toms de Aquino y la filosofa de la cultura..57
Captulo XIV
Conclusiones y perspectivas62
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