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III CONGRESO NACIONAL y II

ENCUENTRO INTERNACIONAL de ESTUDIOS


COMPARADOS en EDUCACIÓN

“Reformas Educativas Contemporáneas: ¿continuidad o


cambio?”
Buenos Aires del 25 al 27 de junio de 2009

“Políticas educativas argentinas en perspectiva


comparada. El rol del Estado en la Ley federal de
educación y la Ley de Educación Nacional”

Nelson Dionel Cardozo

(UBA /UNQ/ UAJFK)

[email protected]
Políticas educativas argentinas en perspectiva comparada. El rol del Estado
en la Ley federal de educación y la Ley de Educación Nacional.

Resumen

La finalidad de este trabajo es indagar cuál es el rol de Estado en la


educación dentro de la política educativa del gobierno actual. Tomamos
como elemento central de la misma la Ley Nacional de Educación.
Nuestra pregunta es si la nueva ley representa un avance o un
retroceso en la centralidad del Estado en la educación con respecto a
la ley derogada. La estrategia que utilizamos es, por un lado el
análisis del articulado, y por otro la indagación empírica a docentes
de escuelas medias y primarias, mayormente del Gran Buenos Aires. El
trabajo se centra en una primera parte que recapitula el rol del
Estado en la educación durante los 90 y en una segunda parte donde se
compara la Ley Federal de Educación con la nueva Ley Nacional. Luego
se sintetizan las opiniones sobre las dos leyes, de la situación
actual, proceso de consulta y perspectivas de los docentes, para
finalmente esgrimir un comentario final.

PALABRAS CLAVE: Estado- Rol Central- Rol Subsidiario-Ley- Reforma

Presentación: La ley Nacional y la política educativa como política pública

Nuestro eje de análisis el rol del Estado en la Educación. Lo que


reflexionaremos es como se piensa y se plasma en la política educativa, las
relaciones entre Estado y educación. La política pública es el Estado en movimiento:
la entendemos como una toma de posición, ya sea por acción y omisión frente a
una cuestión socialmente problematizada. Para Oslak y O’Donnell (1982) “las
políticas estatales se insertan en una ‘estructura de arenas’, que debemos conocer
mejor para entender por qué se plantean y resuelven cuestiones en unas u otras”
(Oslak y O’Donnell. 1982; p.99) La importancia del tema que estudiamos nos
remite a las posturas de Weiler (1996), quien apoya su argumentación acerca de la
controversia que despiertan los cambios en materia de la política educativa debido
a que la educación está estrechamente interrelacionada con el tejido social, de dos
maneras: “desempeña un papel fundamental en la asignación de funciones sociales,
y por lo tanto, en la determinación y el mantenimiento de las jerarquías sociales”
(…) a la vez que “es el principal instrumento mediante el cual las sociedades
transmiten sus valores y normas y los inculcan a las sucesivas generaciones de
ciudadanos” (Weiler: 1996; p.220). En política educativa, esta toma de posición
que va a articular nuestro trabajo será la centralidad-subsidiaridad del Estado en

1
educación y sus tópicos relacionados: como influye esta postura en la relación
público-privado y a quién corresponde la responsabilidad por la educación; como es
considerado el derecho a la educación en tanto el Estado como garante; y la
relación gobierno nacional con las subunidades en torno a la administración y
gestión del sistema educativo. Los interrogantes centrales que nos hacemos es:
¿Cómo delinearon las concepciones del rol del Estado en la educación en los
noventa las normas jurídicas y las políticas educativas? Para ello destinaremos la
primer parte del trabajo a indagar el proceso de reforma del sistema educativo en
la Argentina en la década precedente. La otra cuestión a la que nos referimos a
continuación es: ¿Representa un cambio en esas visiones la Ley Nacional de
Educación? ¿Qué perspectivas del rol de Estado en Educación recupera esta norma?
¿Representa un avance o un retroceso en la centralidad del Estado en materia
educativa? Para intentar aproximarnos a esas cuestiones haremos primero un
repaso por el articulado de la Nueva Ley de Educación focalizando nuestro eje
principal, utilizando la perspectiva comparada con la Ley Federal de Educación, y a
continuación trataremos de recuperar las apreciaciones de los profesores a partir de
entrevistas que realizamos entre docentes de los niveles primario y medio. El
instrumento de recolección de datos fue una entrevista focalizada con un
cuestionario previo como disparador1. Finalmente, desarrollaremos las reflexiones
finales de nuestro trabajo.

2. El marco de sanción de la Ley Nacional de Educación

2.1 Rol de Estado en Educación en la década anterior

Nuestra idea central es que las reformas de los 90 representan un retroceso


en el rol del central que había tenido el Estado durante todo el siglo XX. Desde el
panorama internacional se van dando procesos que erosionan la capacidad del
Estado para guiar la directriz de la política educativa. La globalización implica una
reducción en términos prácticos e ideológicos de la capacidad de intervención. Para
Ball (2002), se gesta lo que él denomina una “nueva ortodoxia” que puede
resumirse en: una adecuación de la educación al proceso económico; vinculación
entre educación y trabajo; reducción de los costes de educación; ponderación de
los criterios de la gestión privada; auge de la teoría de elección educativa, y una
revitalización de las economía institucionales que ven positivamente la gestión local
y por parte de actores de la comunidad de la educación. Para Follari, esto último, es

1
La muestra se desarrolló sobre 20 docentes, en base a criterios topológicos. Los ejes para la
selección de los casos fueron, escuela céntrica-periférica, docente novel-experimentado;
docentes-directivos; gestión pública-privada.

2
una “fetichización de la sociedad civil” y ello plantea una dicotomía donde el Estado
encarna todo lo negativo, y se depositan las virtudes en un “sector público no
estatal”:“la apelación a la sociedad civil queda investida mágicamente de una
pureza originaria que la dejaría afuera de los intereses de la acción del Estado”
(Follari; p.63) Para este autor, hablar de sector público no estatal es “vaciar al
Estado de funciones tendientes a la igualdad de oportunidades, para que
abiertamente sea financiador de la gestión privatizada del aparato escolar (Follari;
p.64). Podemos ver en los ’90 continúa el proceso que viene desarrollándose desde
la última dictadura en la Argentina que para Puiggrós (2006) plantea la
subsidiariedad del Estado y el estímulo a la iniciativa privada, la descentralización y
transferencia de instituciones educativas. A esta visión se contrapone la de Decibe
(2001), quien dice que la reforma representa un avance en las propuestas de
subsidiariedad que llevó a cabo el PRN, reafirmando que en la Ley Federal de
Educación se toma la postura de la educación como un bien público. Esta autora
argumenta que dicha reforma encuentra en parte asidero en las conclusiones del
Congreso Pedagógico que funcionó de 1984 a 1988. En el mismo se había acordado
“la descentralización, la extensión del período de obligatoriedad, la revisión de la
propuesta pedagógica, la atención a las diferencias que se registraban en los
rendimientos según poblaciones, sectores sociales y ubicación geográfica, la
vinculación entre las demandas del mundo del trabajo, la nueva formación para los
docentes” (Decibe: 2001, p.5). Para Paviglianiti (1993), hay dos corrientes que
confluyen en el menoscabo del rol del Estado en educación: la Iglesia Católica y las
posturas neoconservadoras. La iglesia sostiene el rol subsidiario del Estado, el
derecho de la persona humana a la educación, la autonomía pedagógica, libertad
de opciones educativas, la centralidad de la familia como agente natural de la
educación y de la Iglesia. Dentro de las vertientes neoconservadoras Feldfeber
afirma que la educación es una mercancía como cualquier otra que debe ser
adquirida en el mercado: “El estado, desde un rol subsidiario, sólo debe garantizar
la libertad de elección de los padres (de ahora en más los consumidores) y brindar
apoyo únicamente a quienes no puedan comprar educación en el mercado. La
educación es un derecho básicamente individual y no social” (Feldfeber: 1997:
p.56). Concordante con estas posturas están los documentos del Banco Mundial
(1996), que sostienen solamente garantizar la educación básica, y para el primer
ciclo del nivel secundario, mientras que para los siguientes ciclos, es pertinente
cobrar derechos de matrícula e implantar sistemas meritocráticos de becas, a la vez
que habla de “derecho a la educación general básica”, y que la equidad consiste
solamente en que haya escuelas.

3
2.2 La implementación de la reforma

Para Feldfeber (2000), hay cinco elementos jurídicos en los que se apoyó la
reforma: La ley de Transferencias de 1992; la Ley Federal de Educación; la
Constitución Nacional Reformada; La ley de Educación Superior y el Pacto Federal
Educativo. Con respecto a la ley de descentralización, siguiendo a Kisilevsky
(1998), se continúa lo comenzado con la Ley de Transferencia de la última
dictadura militar y puede pensarse dentro de la lógica del ajuste fiscal. Para Botana
(2002), implicó un “repliegue del Estado nacional que, de actor directamente
involucrado en tanto generador de conocimiento (…) siguió desempeñando el papel
de organizador de planes y de currículum, y de facilitador de créditos y
financiamientos alternativos, junto con el nuevo rol de árbitro y coordinador”
(Botana: 2002 p.212). Esto configuró lo que señala Decibe (2001) como un
Ministerio Nacional que opera como “observatorio” de las transformaciones, y que
tiene como contrapartida ministerios provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires,
con real capacidad de gestión. Esta descentralización de la gestión tiene
fundamento en parte en el modelo chileno, pero como muestran Tiramonti y
Suasnabar (2001) en el caso chileno, se llegó a la municipalización de la gestión, y
el gobierno central se encargó del financiamiento del sistema y diseño del
currículum; a diferencia del caso argentino, donde la gestión y el currículum se
provincializó y el financiamiento corre por parte de las provincias. Lo que el caso
chileno prestó al caso argentino, fue la centralidad de la evaluación y el carácter
compensatorio de las políticas sociales en educación. Por su parte la Ley Federal de
Educación, no hace ninguna mención a la gratuidad de la educación, pone en pie de
igualdad a la educación pública y particular (art. 7º), garantiza el derecho de
enseñar y aprender (art. 2º), y en el artículo 3º menciona la participación de la
familia, la comunidad, sus organizaciones y la iniciativa privada. La ambigüedad
acerca de quién debe tener el rol central educación aparece en el art. 4º, como
señalan tanto Feldfeber (2000) como Paviglianiti (1994), porque la educación es
responsabilidad de el“Estado como responsable principal, de las provincias, los
municipios, la Iglesia Católica, los municipios, sus organización y la iniciativa
privada”. Lo que sí vemos claramente es como favorece al sector privado al
homologarlo con la educación estatal, lo que lo habilita a reclamar subsidios por
parte del Estado a la vez que menciona expresamente la responsabilidad educativa
de la Iglesia Católica discriminada de las otras confesiones. Frente a la ambigüedad
del la centralidad del Estado en la educación “el sector privado tiene asegurados
explícitamente sus reclamos: dictar sus propios planes de estudio, determinar per

4
se las formas de gobierno, y administración de sus institutos, otorgar certificados
con validez nacional, elegir su propio personal y recibir los aportes del tesoro
público para su funcionamiento” (Paviglianiti: 1994; p.137). Así mismo, la ley no
menciona, el carácter de entidades de derecho público de la universidades
nacionales, lo que puede ser leído como la igualdad del sector público y privado en
educación superior, a la vez que reafirma la autonomía y autarquía de las
universidades y alude la posibilidad de aplicar mecanismos alternativos de
financiamiento, lo cual puede ser dilucidado como la habilitación del
arancelamiento. A la vez uno de los aspectos de la LFE que más impactó fue el
nuevo sistema de EGB y Polimodal que para Puiggrós (2006) empeoró la situación
educativa nacional, sobre todo por la implementación del tercer ciclo de la EGB. La
LFE, en su art. 10, especifica que: "La estructura del sistema educativo, que será
implementada en forma gradual y progresiva, estará integrada por: Educación
Inicial, constituida por el Jardín de Infantes para niños/as de 3 a 5 años de edad,
siendo obligatorio el último año. Educación General Básica (EGB), obligatoria, de 9
años de duración a partir de los 6 años de edad, entendida como una unidad
pedagógica integral y organizada en ciclos (...) Educación Polimodal, después del
cumplimiento de la EGB, impartida por instituciones específicas, de 3 años de
duración como mínimo".Por lo que queda en claro que la educación obligatoria
pasaba de 7 a 10 años. Otros puntos importantes, entre los muchos que hay, es
que en la LFE se considera el gobierno y administración del sistema como una
"responsabilidad concurrente y concertada del Poder Ejecutivo Nacional y de los
Poderes Ejecutivos de las provincias y de la Municipalidad de la Ciudad de Bs. As."
(art. 52).La Constitución Nacional en el art. 75º inc. 19 también toma una postura
subsidiaria en educación, ya que supedita la gratuidad a la equidad, eso quiere
decir elimina el derecho universal a la enseñanza gratuita. Bravo (1998), en
contraposición, afirma que equidad, implica “igualdad de oportunidades”, e
interpreta el rol central del Estado al mencionar “la responsabilidad indelegable del
Estado” que figura en este apartado. También se eleva a rango constitucional la
autonomía universitaria, lo cual es retomado por la Ley de Educación Superior. Los
cuestionamientos a la Ley de Educación Superior vienen dados porque no prohíbe el
arancelamiento y no habla de una reforma en el gobierno universitario. Con
respecto al Pacto Federal educativo, podemos afirmar que si bien por un lado
implicó un reposicionamiento del control del Estado nacional, por otro lado implicó
un retiro del mismo, ya que se focalizó en políticas compensatorias destinadas a las
necesidades educativas de infraestructura, equipamiento, capacitación demás.

2.3 El escenario que quedó configurado

5
La implementación de la reforma de los 90 conllevó a un nuevo escenario en
materia de política educativa. Retomando el modelo las políticas sociales de
Coraggio (1997) la política educativa podría ser tomada como un medio para: 1)
continuar el desarrollo económico (teoría del capital humano); 2) compensar
coyunturalmente los efectos negativos de las reformas económicas; o 3)
instrumentar la política económica, es decir reestructurar el gobierno. Para las
posturas de Tiramonti y Suasnabar (2001), la finalidad de las reformas es
claramente la segunda opción, lo cual puede evidenciarse en la focalización de las
políticas compensatorias, y la reformulación de la estructura. “Retener como forma
de contención social frente a la fuerza desintegradota del modelo y, a la vez,
retardar el ingreso de los distintos sectores sociales al mercado laboral, parecen ser
la razón de no haber planteado una estrategia de reforma centrada en la
universalización de la vieja escuela secundaria, la cual, la lógica histórica, hubiera
presionado aún más sobre la universidad” (Tiramonti y Suasnabar: 2001: p.68).
Puiggrós (2006) también recupera el carácter compensatorio de la política
educativa con metáfora “la escuela es un comedor” al mencionar que “a mediados
de la década de 1990, la escuela se había convertido en un comedor, centro
asistencial y única institución que contenía a niños y adolescentes cada vez más
abandonados por su golpeada comunidad y sin el resguardo que otrora les
brindaban las coberturas de salud y programas sociales” (Puiggrós: 2006; p. 194).
Nosotros ampliamos esa visión e introducimos el tercer elemento de Coraggio a
través Weiler (1996) quien adiciona la categoría de gobernabilidad en el esquema
de análisis. Adhiriendo a Feldfeber (2000), se configura un sistema en donde el
Estado nacional descentraliza responsabilidad, y centraliza el control. “La
descentralización educativa se convierte en una estrategia muy importante para
abordar situaciones enormemente conflictivas. La ventaja evidente de la
descentralización, desde el punto de vista de la gestión de conflictos, es que
permite al Estado difundir las fuentes del mimo e intercalar filtros adicionales de
aislamiento entre los conflictos del resto del sistema.” (Weiler: 1996; p. 221). La
otra arista de la descentralización para este autor es la “legitimación
compensatoria” que es esgrimida en nombre del federalismo y hace que el Estado
aparezca más cercano a la ciudadanía, no tan lejano y monolítico; sino más atento
a las demandas; a la vez que permite la expresión de las identidades locales y
regionales, que ahora no se ven avasalladas por un Estado centralizador que
pisotea la diversidad en pos de unidad cultural nacional. El poder que el Estado
nacional delega a las provincias es recuperado en los mecanismos de evaluación y
control. Por un lado hay un retiro del Estado al descentralizar la gestión, pero se

6
encuentra presente a través del control y la evaluación. Este nuevo diseño muestra
un Estado mínimo, pero fuerte, propio de las concepciones neoliberales. Se rompe
con la idea del Estado como garante de la educación de los ciudadanos, y delinea
un carácter sectorial de la política educativa, a la vez que producto de la
descentralización y la implementación de la nueva estructura vemos una
fragmentación del sistema educativo argentino. Para la CTERA (2002) hay un retiro
del Estado porque se manifiesta una incapacidad de definir una educación común
nacional; no se ve una articulación de los niveles; hay una carencia de políticas
estatales para garantizar la obligatoriedad plasmada en la LFE; y finalmente hay
una imposibilidad de hablar de un sistema educativo nacional. La obligatoriedad es
la “promesa incumplida” de la LFE, y reinan la fragmentación y la desigualdad en
los sistemas educativos provinciales. Para Roza (2006) lo que encontramos es una
desresponsabilización del Estado Nacional en materia educativa, lo cual se
evidencia en el desfinanciamiento de las partes del sistema; exclusión y
desigualdad con respecto al acceso y posibilidades de apropiación del conocimiento,
y la erosión de los derechos de enseñar y aprender, por la precarización de las
condiciones de los docentes y la mercantilización de la capacitación docente.

2.4 El debate y la sanción de la ley de Educación Nacional

A comienzos de 2006 el Ministerio de Educación de la Nación lanzó una


consulta pública que invitaba a debatir en torno a las problemáticas que guiarían la
confección de la nueva ley en sus principios fundamentales. Tras el período
estipulado y luego de un debate que involucró a gran parte de la comunidad
educativa y logró visibilidad en los medios, el gobierno nacional presentó su
proyecto de Ley Nacional de Educación en el Congreso. Existían otros seis
proyectos, surgidos de diferentes bancadas parlamentarias, que eran tan disímiles
como quienes los propugnaban. Salvo por un punto compartido: todos proponían la
derogación de la vieja Ley Federal y no su reforma. Entre los distintos proyectos, el
de la Red de Encuentro Social sugería la disolución del Ministerio de Educación; el
del diputado Jorge Vanossi (del PRO), el retorno liso y llano a la Ley 1420 de 1884,
pero con una escolaridad obligatoria de 14 años, y el del ARI optaba por una
dotación presupuestaria para educación igual al 6% del PBI y una propuesta de
erradicación del analfabetismo en dos años. A pesar de todo, el Senado sólo trató el
proyecto oficial y lo aprobó velozmente, dando paso a un trámite semejante en la
Cámara de Diputados, donde se aprobó con 34 votos en contra. Terigi (2006)
debate el nuevo posicionamiento del Estado al plantear el cambio en la manera de
hacer política pública del gobierno al manifestar la necesidad de la derogación de la
Ley Federal de Educación: “hasta el momento su estrategia fue otra: cada vez que

7
identificaba un problema para el cual a su criterio una ley podía ser una solución, el
Ministerio de Educación impulsó una ley específica” (Terigi: 2006; p.122). Se
observa un cambio en la manera de plantear el asunto. No es una cuestión puntual
sino un tema más profundo. Nuestra postura, suma otro ingrediente, a saber: la
necesidad de incluir a los docentes, y a la comunidad educativa dentro del
entramado de apoyo, ver explícitamente la toma de posición de los maestros y
profesores frente a esta materia de agenda pública, también agrega un elemento
diferenciador dentro de la política educativa.

3. El texto de la le ley Nacional de Educación

3.1 El rol del Estado en educación

La ley comienza remitiéndose a la Carta magna, donde aparece cristalizado el


derecho de “enseñar y aprender” del art. 14º, y el artículo 75º inc., 17, 18 y 19, en
donde queda mencionada entre las atribuciones del Congreso Nacional “la
responsabilidad indelegable del Estado, la participación del la familia y la sociedad”.
En perspectiva comparada con la Ley Federal de Educación vemos que hay un
avance porque sostiene que “la educación y el conocimiento son un bien público y
un derecho personal y social, garantizados por el Estado” (art. 2º). En el artículo 4º
dice que “El Estado Nacional, las Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
tienen la responsabilidad principal e indelegable de proveer una educación integral,
permanente y de calidad para todos/as los/as habitantes de la Nación, garantizando
la igualdad, gratuidad y equidad en el ejercicio de este derecho, con la participación
de las organizaciones sociales y las familias.” Acá nuevamente podemos recuperar
la centralidad del Estado en educación, puesto que sostiene que el principal agente
encargado de la educación es el Estado Nacional, concurrentemente con las
subunidades nacionales, pero reconoce la “participación” de otras entidades, lo que
es un avance en la concepción de subsidiariedad de la LFE que ponía en pie de
igualdad al Estado nacional, las provincias, la familia como agente natural y
primario, los municipios y la Iglesia Católica, como “responsables”. Ahora, el Estado
nacional, las provincias y la Ciudad de Buenos Aires se encuentran por encima de
otros agentes, los cuales solamente participan y no son responsables de la
educación. El Estado es el garante de la educación, puesto que en el artículo 6º dice
que “El Estado garantiza el ejercicio del derecho constitucional de enseñar y
aprender. Son responsables de las acciones educativas el Estado Nacional, las
Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en los términos fijados por el
artículo 4° de esta ley; los municipios, las confesiones religiosas reconocidas

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oficialmente y las organizaciones de la sociedad; y la familia, como agente natural y
primario.” Con este enunciado puede argüirse que las instituciones privadas para
garantizar este derecho, y como históricamente lo hizo la Iglesia Católica, pueden
reclamar financiamiento para ejercer su derecho de enseñar y aprender. Pero es
posible ver un retroceso de la fórmula de LFE que proclamaba una igualdad en la
responsabilidad del Estado e instituciones de la sociedad civil, ya que al remitirse al
artículo 4º, donde a aparece la responsabilidad del Estado con la participación de
otros agentes, y al mencionarlo en primer término, la conclusión que se avizora es
que hay una primacía del Estado por sobre otros actores en el sistema educativo.
En el artículo 128 se menciona que los padres “tienen derecho a ser reconocidos
como agentes naturales y primarios de la educación”. Una de las posturas críticas a
este artículo es la de de Carli (2006), quien sostiene que este retrotraimiento de la
función educativa al ámbito privado, por un lado trata de incorporar la educación a
la esfera privada, a lo cual se remite la categoría de familia. Además, en este
mismo artículo de la ley se sostiene que los padres tienen derecho a “elegir para
sus hijos (…) las instituciones educativas cuyo ideario responda a sus convicciones
filosóficas, éticas o religiosas”. Este apartado implica poner la dimensión privada
dentro del ámbito público. Como sostiene esta autora en relación a los documentos
preliminares sobre los que después se discutió la norma estudiada: “Ligando la
defensa del papel ‘educativo’ a la familia y la libertad de enseñar y aprender, (…)
no se distingue conceptualmente ‘crianza’ de ‘educación’ ni los distintos niveles de
responsabilidad ‘educativa’ de la familia, de la institución, del Estado y de la
sociedad en general” (Carli: 2006; p.2). Homologar la familia con la escuela, es un
argumento inconsistente, debido a que la familia no cuenta con los mismos
propósitos y recursos que las instituciones formales de educación. Mientras que la
familia se encarga de la socialización primaria, la escuela se encarga de la
socialización secundaria. Entendemos que el fundamento de estos planteos en el
texto tiene su asidero en el ‘acuerdo’ que menciona Paviglianiti, de las posturas
neoconservadoras y de la Iglesia Católica. La lectura que podemos rastrear dentro
de la primera tradición es la libertad de elección de los padres, de elegir el tipo de
oferta educativa a la que encaminarán sus hijos frente a la tiranía de las
burocracias estatales; mientras que por el lado de la Iglesia Católica, el argumento
que subyace es el de la tríada educativa familia-sociedad-Iglesia, en la cual esta
última por delegación de la familia –de ahí la importancia de la familia en la
educación- completará la educación de la persona humana, que como educación
verdadera debe ser cristiana. Sin embargo, otro de los aspectos que podemos
tomar para pensar una mayor importancia del rol de Estado en educación es la
inclusión más temprana de la socialización secundaria, es decir que con la nueva

9
ley se tratará de incluir desde más corta edad a los niños en el sistema educativo
formal, y por más tiempo. Esto puede ser visto como una ruptura de la socialización
primaria, y como analizamos anteriormente se desarrolla en el ámbito familiar, es
decir dentro de la esfera privada. Entonces, siguiendo esta argumentación esto
implica una mayor presencia del Estado. Al reafirmar la obligatoriedad de la
educación desde los 5 años hasta completar la ecuación secundaria (art. 16º), y
marcar el comienzo de la educación formal desde los 45 días, podemos observar
como se plasman estas apreciaciones en la norma. Otro artículo en donde podemos
rastrear la centralidad del Estado del Estado en educación es el artículo 3º, que
afirma que “la educación es una prioridad nacional y se constituye en política de
Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad
nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía, respetar los derechos humanos y
libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación”.
Si ahora la educación es una política de Estado, no puede quedar librada a los
agentes privados, debe ser llevada a cabo fundamentalmente por éste. Además
retoma las posturas de constitución de la ciudadanía y el desarrollo de la Nación
que nos remiten a la Ley 1.420, donde el Estado docente se constituyó como
agente principal tanto de la educación para la unidad nacional y el impulso de las
fuerzas productivas. Para los razonamientos de Feldfeber (2006) la educación como
derecho social tiene como contrapartida la responsabilidad del Estado. Habría en el
texto una contradicción con la postura de recuperar lo dicho en la LFE sobre la
responsabilidad de los municipios, las confesiones religiosas reconocidas
oficialmente y las organizaciones de la sociedad; y la familia, como agente natural y
primario, porque “el hecho de destacar la responsabilidad estatal no implica en
modo alguno desconocer la importancia de la participación de la sociedad en las
definiciones e implementación de las políticas tendientes a garantizar los derechos
sociales” (Feldfeber: 2006; p.3). Hay dos reflexiones que nos surgieron a partir de
esta visión. Por un lado que sigue subyacente, la idea de dicotomización de Estado
vs. Sociedad Civil, no hay una recuperación, por ejemplo del concepto de Estado
ampliado gramsciano que menciona Follari (2003), sino la concepción liberal que
escinde el ámbito público como lugar del Estado, y el ámbito privado habitado por
la sociedad civil. En este sentido, la ley dice “el Estado es el principal responsable,
pero no por eso hay que dejar a la sociedad civil de lado”. Y la otra idea que nos
surgió que también acordamos con Feldfeber, es que esta ambivalencia en torno a
la centralidad del Estado en educación puede ser por la carencia de un consenso
sobre su rol en la educación, pero la ampliamos, sosteniendo que esa laxitud y
ambigüedad puede estar fundamentada en la manera en que el Estado debe
satisfacer diferentes clientelas en sus políticas públicas, y en como los diversos

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actores hicieron sentir su influencia a la hora del debate. Estamos pensando, sobre
todo en la Iglesia Católica y en el sector privado en la educación.

3.2 Las políticas de subsidiariedad

Cuando revisamos las nuevas disposiciones, vemos una continuidad con la


Ley Federal de Educación, con respecto a garantizar los derechos del sector privado
y fomentar su desarrollo. En el artículo 14, se dispone que “El sistema educativo
nacional es el conjunto organizado de servicios y acciones educativas reguladas por
el Estado que posibilitan el ejercicio del derecho a la educación. Lo integran los
servicios educativos de gestión estatal y privada, gestión cooperativa y gestión
social, de todas las jurisdicciones del país que abarcan los distintos, ciclos y
modalidades de la educación.” Podemos ver una “copia” del artículo 7º de la Ley
Federal de Educación, y nuevamente se reedita la igualdad del sector privado con el
sector público de la educación. Está implícita la concepción neoliberal que existe un
“espacio público no estatal”. Esto habilita lisa y llanamente la transferencia de
fondos a los establecimientos particulares. Con respecto a las facultades del sector
privado, queda plasmado en el artículo 63 en consideración a los establecimientos
particulares, donde queda mencionada en primer término nuevamente la Iglesia
Católica, lo siguiente:
a) Derechos: crear, administrar y sostener establecimientos educativos; matricular,
evaluar y emitir certificados y títulos con validez nacional; nombrar y promover a
su personal directivo, docente, administrativo y auxiliar; formular planes y
programas de estudio; aprobar el proyecto educativo institucional de acuerdo con
su ideario y participar del planeamiento educativo.
b) Obligaciones: Cumplir con la normativa y los lineamientos de la política
educativa nacional y jurisdiccional; ofrecer servicios educativos que respondan a
necesidades de la comunidad; brindar toda la información necesaria para la
supervisión pedagógica y el control contable y laboral por parte del Estado.” Queda
ampliamente garantizado de manera expresa, por medio de estas potestades para
los establecimientos de gestión privada, el derecho de enseñar y aprender de los
particulares, de asociarse con fines útiles, y la autonomía pedagógica que impulsan
las posturas neoconservadoras y de la Iglesia Católica. Dice al respecto Paviglianiti
en referencia a la LFE, que se visualizan diferencias en la legislación de lo público y
lo privado porque en las “normas ambiguas o derivadas para el sector público y las
claras y taxativas disposiciones para el sector privado, la urgencia puesta en su
sanción obedece al interés por asegurar al sector privado las condiciones de
funcionamiento descripto” (Paviglianiti: 1994: p. 49).

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3.3 El rol del Estado nacional y de las subunidades

Uno de los aspectos primordiales para analizar el rol del Estado en educación
es ver en qué medida se halla dispersa la función educativa. Qué atribuciones
tienen el gobierno federal y cuáles tienen los estados provinciales y la Ciudad de
Buenos Aires, constituye un elemento decisivo a la hora de ver la capacidad del
Estado a la hora de direccionar las políticas educativas. En el texto de la ley
Nacional se advierte la responsabilidad común por la educación tanto del gobierno
nacional como las subunidades, ya que en el artículo 4º se afirma que “El Estado
Nacional, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tienen las
responsabilidad principal e indelegable de proveer educación”. Y luego “El Estado
Nacional, las Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de manera
concertada y concurrente, son los responsables de la planificación, supervisión y
financiación del Sistema Educativo Nacional”. La planificación es llevada a cabo por
el Consejo Federal de Educación (art. 116) que es “organismo interjurisdiccional, de
carácter permanente, como ámbito de concertación, acuerdo y coordinación de la
política educativa nacional, asegurando la unidad y articulación del Sistema
Educativo Nacional. Estará presidido por el Ministro de Educación, Ciencia y
Tecnología e integrado por las autoridades responsables de la conducción educativa
de cada jurisdicción y tres representantes del Consejo de las Universidades”. Pero
cuando vemos en lo respecto a quién se encarga de ejecutar efectivamente la
política educativa vemos una ambivalencia ya que menciona que “El gobierno y
Administración del Sistema Educativo Nacional es una responsabilidad concurrente
y concertada del Poder Ejecutivo Nacional a través del Ministerio de Educación,
Ciencia y Tecnología y de los Poderes Ejecutivos de las Provincias y del Gobierno de
Ciudad Autónoma de la Ciudad de Buenos Aires.” (art. 113). Aquí se repite la
ambivalencia en torno a quién gobierna y quién ejecuta. Y en el artículo 5º, dice
que el Estado nacional “fija la política educativa y controla su cumplimiento con la
finalidad de consolidar la unidad nacional, respetando las particularidades
regionales, “lo cual es llevado cabo por el Ministerio de Educación Ciencia y
Tecnología” (art. 115). Recuperando a Correa y Gándara (2006), vemos que se
reedita la vieja Ley Federal, puesto se asigna a función de monitor y coordinador
del gobierno federal, no responsabilizándolo por el financiamiento. Según estos
autores se “deja intacta la descentralización, producto de la política de
transferencia que, desde la dictadura y particularmente a partir de la reforma de los
90, llevó a la desnacionalización del sistema educativo y, en consecuencia a su
desfinanciamiento progresivo” (Correa y Gándara, 2006: p.7) Para Terigi (2006) en

12
la Ley Nacional del 2006 la responsabilidad está a cargo del “Gobierno Nacional
que establece y direcciona las políticas al tiempo que deja los problemas de la
administración en manos de los gobiernos provinciales” (Terigi: 2006; p.74). La
ambigüedad puede leerse en lo respectivo al financiamiento, porque “El Estado
garantiza el financiamiento del Sistema Educativo Nacional conforme a las
previsiones de la presente ley” (art. 9), y se remite a la Ley de Financiamiento
Educativo. Luego sostiene que “el presupuesto consolidado del Estado Nacional, las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires destinado exclusivamente a
educación, no será inferior al seis por ciento del PIB”; y en el artículo 12 sostiene
que la financiación corresponde al Estado Nacional y las subunidades “de manera
concertada y concurrente”. Lo no queda claro es qué ‘Estado’ será el responsable
financiero de la educación, si el federal o las provincias, o dicho de otro modo,
como se repartirán las cargas fiscales de la inversión en educación entre la Nación y
las provincias, ni a través de qué mecanismos se hará. Como sostiene Roza se
continúa con las políticas de desfinanciamiento y desresponsabilización del Estado
Nacional. Se mantiene el carácter focalizado y compensatorio de los programas
tendientes a erradicar la desigualdad por parte del Estado Nacional, en virtud que
en el artículo 80º dice que “El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología en
acuerdo con el Consejo Federal de Educación proveerá textos escolares y otros
recursos pedagógicos, culturales, materiales, tecnológicos y económicos a los/as
alumnos/es, familias y escuelas que se encuentren en situación socioeconómica
desfavorable.” En esta línea “la estrategia de compensación parte del
reconocimiento de una situación de desigualdad e interviene puntualmente
mediante la provisión de un bien y servicio sin proponerse una acción que permita
abarcar la complejidad del fenómeno de la desigualdad” (Tiramonti y Suasnabar:
2001; p.69). La idea que está presente en esta disposición es la de un rol
subsidiario en educación debido a que toma las posturas neoconservadoras al
proponer un sistema de asistencia social directa, dirigiendo los recursos a los
alumnos, familias y escuelas. Se parte del reconocimiento de la calidad de los
“pobres” como personas que no pueden adquirir servicios y productos en el
mercado, y de este modo la equidad es pensada como la distribución de estos
bienes y servicios que no pueden ser comprados. Pero como se sostuvo más arriba
esa difusa responsabilidad del financiamiento tiene su contrapartida en el detallado
sistema de control y evaluación que conservará el gobierno central, a través del
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (arts. 94 al 99). Hay un Estado
Nacional que está ausente a la hora del financiamiento, pero muy presente a la
hora de ejercer el control centralizado a la hora de la evaluación.

13
4. Las visiones del sistema educativo por parte de los docentes de nivel
medio y primario

4.1 El rol de Estado en la educación

Cuando se consultó a los docentes acerca de quién tendría que tener


principalmente la responsabilidad en materia educativa, aparece una visión
compartida de la centralidad del Estado que se plasma en los siguientes
comentarios de los entrevistados: “La responsabilidad principal es del Estado, sin
lugar a dudas. Eso no se puede delegar. Después, la participación de las familias y
de los padres, obviamente es importante, y de los chicos. Pero básicamente la
responsabilidad es del Estado indudablemente.” (anexo: entrev. 6; p. 15) “Que
tendría que ser para todos –el derecho a la educación- y que lo tendría que
proporcionar el Estado todos los elementos, a las escuelas, pero lamentablemente
el Estado siempre se mantiene al mínimo, sí? Siempre está ajeno de lo que pasa en
la escuela realmente” (entrevista a un docente 28 años); “El rol de la educación
tiene que estar en el Estado, en manos del Estado.” (entrevista a un directivo 54
años). La demanda más recurrente en los docentes es que haya más presencia del
Estado entendido como políticas públicas. La interpelación al Estado como garante
de la educación aparece reflejada en la mayoría de las entrevistas. En el trasfondo
de todos los discursos que analizados se trasluce una visión muy crítica a la actitud
del gobierno actual en política educativa, ya que se piensa que mientras aparecen
elementos como la ley que retoman este carácter central del Estado en la
educación, no pasa de una mera “declaración de principios” que no encuentra
asidero en las acciones concretas del Estado como principal responsable de la
educación, pensada como un derecho social.

4.2 La escuela en la actualidad

¿Para qué sirve la escuela? ¿Cuáles son sus responsabilidades? ¿Qué cosas
atañen y que cosas no a la escuela? ¿Cuál es su desafío? “Ir a la escuela no implica
que uno pueda estudiar bien. Uno va a la escuela y la escuela cumple un montón de
roles aparte de enseñar, no se sabe bien. El nene puede aprender o puede no
aprender. Pero bueno, va a la escuela, está ahí” Podemos retomar la metáfora de
Puiggrós (2006) para sintetizar la idea que tienen los docentes de la escuela
pública: “la escuela es comedor”: la finalidad de la escuela ahora es “Contener,
contener a todos los chicos. (entrevista a un docente, 28 años) Actualmente yo

14
creo que esta con un cambio de funciones, que no viene desde ahora sino que
acompaña a la crisis digamos, y la escuela a tenido otras funciones que, perdió un
poco de vista la función especifica que es la de educar como sujeto y como
ciudadano, como sociedad, como producto social el individuo, ¿no?. Actualmente
creo que ésta tiene otras funciones que es la de contención afectiva, y no solo
afectiva, sino también un paliativo a la crisis social, o sea, comedores escolares,
asistencia, básicamente asistencialismo” (entrevista a un directivo de escuela
primaria, 54 años). Hay un corrimiento de las funciones pedagógicas y la escuela se
encuentra sobrecargada de demandas a la raíz de los procesos de fragmentación
social y pauperización que ha ocurrido en las últimas décadas. Como sostiene
Puiggrós “la pobreza y la desocupación inciden en muchos problemas como la
inseguridad ciudadana, las violaciones a la ley por parte de los niños y
adolescentes, la indisciplina escolar, los cambios en los procesos psicopedagógicos
que manifiestan actualmente los alumnos, todos los cuales son síntomas de un
profundo desorden social. (Puiggrós: 2006; p.200). Para la mayoría de los docentes
hay una irrupción de “la cuestión social” en las aulas, un proceso ‘desacralización’
de la escuela (Dubet: 2003), ya no es más ese recinto aislado del mundo donde nos
encerrábamos para aprender, sino que la urgencia de las necesidades de los
alumnos procuran que los docentes tengan que dejar de realizar la labor de educar
para comenzar a “contener”. Aquí encontramos la “escuela para resistir el
derrumbe” que menciona Tiramonti (2004) como un espacio donde “confluyen
procesos de desinstitucionalización que se expresan en la ineficiencia de la regla
instituida, el debilitamiento de los marcos de regulación, la ruptura de los lazos de
articulación social y la conformación de referencias normativas propias a la luz de
las exigencias de la supervivencia” (Tiramonti: 2004; p.30). La escuela es un
espacio destituido (Duschatzky y Corea 2002), para una mirada instituida según los
hábitos estatales, los chicos sin instituciones están en banda, a la deriva: sin familia
portadora de ley, sin escuelas productoras de ciudadanía ni oportunidades, y sin
Estado protector. Así mismo, otra arista del proceso de fragmentación social es la
emergencia de circuitos educativos diferenciales y disímiles sentidos que adquiere
la escuela de acuerdo al público que asiste. Como ilustra una profesora: “En la
actualidad yo creo que depende mucho del tipo de escuela. Hay escuelas donde el
único fin es contener y hay escuelas en las que se plantea ayudar a que la persona
crezca, educar, promover valores”. (entrevista a un docente, 32 años). Se han
conformado derroteros escindidos que no encuentran un marco de referencia
común, y la fragmentación pulveriza la idea de igualdad que el discurso
homogeneizador de la escuela enuncia. Aquí concordamos con Feldfeber cuando
dice que “el desafío de las políticas educativas, pasa por implementar políticas

15
tendientes a la construcción de la igualdad y no a la reducción de la pobreza;
políticas pensadas desde, para y por la igualdad lo que de modo alguno significa
homogeneidad” (Feldfeber: 2006; p. 3). De igual modo, es difícil encontrar el punto
medio para encontrar políticas igualitaria. Una docente habla de un hecho concreto
que sucede en las aulas con respecto a los exámenes y a los recuperatorios “Se
trata de dar tantas oportunidades para que un alumno apruebe, que termina siendo
injusto porque el chico que aprueba sin recuperar nada se tuvo que poner a
estudiar de en serio... ahora el que aprueba después del recuperatorio del
recuperatorio es diferente porque aprueba con lo mínimo de lo mínimo” (entrevista
a una estudiante de profesorado y docente, 24 años) Y las desigualdades surgen ya
desde la entrada del niño al sistema escolar, desde el Jardín de Infantes, ya que en
la LNE se plantea la universalización del Nivel Inicial hecho esencial para poder
partir con las mismas condiciones. Pero esto requiere un compromiso concreto y
una inversión real para poder ser cumplido fehacientemente. Una docente nos
comenta indignada “Igualdad de oportunidades: mentira! Ellos no tienen igualdad
de oportunidades. Ellos ya desde primer grado no tienen igualdad de
oportunidades, desde su escolaridad en jardín que es obligatoria no la tienen...
entonces esto está muy lindo pero no contempla a estos chicos que es la mayoría
de los chicos.”

4.3 Las reflexiones sobre el proceso de consulta y debate

Nos parece importante la apertura a otros actores en la convocatoria al


debate. Lo negativo es que sólo haya quedado en padres y alumnos. De la
indagación, si bien muchos docentes recuperan la experiencia de tener acceso al
proyecto y poder manifestar su opinión: “Por un lado me parece bueno, porque se
consultó a todas personas, fue democrático, se consultó a gente fuera del sistema”
(entrevista a un directivo, 54 años); “Creo que toda consulta es buena, pero para
consultar a alguien, la otra parte tiene que estar preparada “(entrevista a una
estudiante del profesorado, 27 años); “Me parece que hacer una consulta de ese
nivel te da un peso en importancia”, la sensación fue que el proceso no fue
significativo a la hora de influir en el texto de la ley. Cuando se les consultó que
opinaron sobre el proceso, o si se vio reflejado lo debatido en la norma finalmente
sancionada, surgen opiniones como “Hubo muy pocos cambios entre el
anteproyecto y la Ley, creo que prácticamente no se había cambiado nada, hay que
ver como fueron las opiniones de las otras escuelas” o “No. Por eso sostengo que
me parece que esto fue preparado de antemano, como lo fue la ley federal”, que
subestiman el papel de la consulta a la hora de incidir en la nueva legislación; y en

16
muchos casos, una fuerte impugnación a dicho proceso: “Personalmente creo que
fue una burla, no veo que estén representados una vez que sacaron el proyecto”.
(entrevista a un docente de media, 42 años); o “El proceso de consulta es
mentiroso porque no se pudo llegar a todos los niveles de la educación, se vio todo
por especialidad”; “ es una burla porque en realidad ya está todo planeado”. En
este sentido podemos tomar las visiones de Correa y Gándara quienes sostienen
que“con los padres se discutió lo que los padres esperan de la institución y con los
alumnos se charló sobre el derecho a la educación” de por si, no todas las personas
encuestadas tenían noción de lo que se esperaba de esas jornadas tampoco lo
tenían muchas de las instituciones. No existe debate alguno. Ni profundo ni
superficial. De los 180 días del cronograma solo se emplearon unas jornadas donde
los docentes, padres y alumnos debieron completar una encuesta. Sí, no, no sabe-
no contesta”. (Correa y Gándara: 2006, p.8) Pese a eso, una docente nos comenta
que en su institución “se los reunía a los padres y primero se los orientaba en como
tenían que responder porque por ahí ellos no sabían como tenían que responder o
completar esas planillas”. Muchas conclusiones que hacen los entrevistados es que
se hizo con una intencionalidad de ‘aclamatio’: “En general cuando se vio el
proyecto fue como que todos acordábamos, cada uno de los que habíamos
debatido, en realidad estábamos todos de acuerdo porque era como expresiones de
deseos y de derechos que uno… no ibas a estar en contra. (…) las preguntas
mismas del cuestionario te llevaban ya también a responder que sí porque no
podías no estar de acuerdo, entonces era como medio capcioso…” (entrevista a un
docente de media, 32 años) o; “se quiso dar esto de lo democrático para consultar
pero en realidad lo democrático no está”. Por lo tanto, se ve que hay una
intencionalidad política, de ‘incluir’ a los involucrados en la arena de formulación de
la política educativa, y desde una postura más crítica, ‘responsabilizar’ a los
docentes por la nueva ley. Y sobre todo, darle el carácter consensuado a la norma,
lo cual era una de las principales demandas que tenían los docentes y los gremios.
Hubo un descreimiento sobre la ‘pureza’ de la idea de la consulta. Se recoge la
sensación que en este debate ninguna mirada es ingenua. Por ejemplo, se advierte
que la Iglesia ha estado comprometida intentando plasmar su visión de las cosas.
Se puede describir como un colegio privado confesional esto fue evidenciado
durante el debate, debido a que una entrevistada nos comentó: “yo trabajo en una
escuela Católica y cuando se planteó el trabajo los directivos sacaron un material
del Consejo de Educación Católica en dónde decía que se le criticaba a la ley
entonces en parte se puso como conclusión que acordábamos con lo escrito por el
Consejo de Educación Católica” (entrevista a una docente, 38 años). A su vez fue
muy debatido el tema de enseñar educación sexual en los colegios y en una de las

17
escuelas se debatió específicamente este tema “Con los docentes se discutió
principalmente el tema de Educación sexual” (entrevista a una docente de media,
35 años). Allende, lo que se visualizó fue que hay mucho desconocimiento y
confusión entre la LFE y la LNE. Entonces nuestra pregunta es si tienen que debatir
la ley todos los miembros de la comunidad educativa, como subraya Terigi “Nuestra
democracia es una democracia representativa, que la institución donde esa
representación se ejerce de manera completa es el Congreso de la Nación, y que
debido a la base partidaria de nuestro sistema político, son los partidos políticos con
representantes en el Congreso de la Nación los que deberán dirimir las cuestiones
en debate” (Terigi: 2006, p. 75). Una docente dice al respecto: “Creo que toda
consulta es buena, pero para consultar a alguien, la otra parte tiene que estar
preparada. Cómo va a contestar sobre distintos ítems si ni sabe que existe, que
procesos se están dando...”.

4.4 La nueva Ley Nacional de Educación

La mayoría de los docentes, remarcan la ambigüedad que ven en la Ley, y


plantean que habría que explicitar “a qué se refiere con cada artículo, porque son
todos como muy ambiguos o muy amplios, entonces queda a criterio de cada uno
interpretar lo que quiere y de ahí ponerlo en práctica”(entrevista a una maestra, 25
años). Esta ambigüedad solapa compromisos e inversiones concretas en educación.
Tal como la autora Carli plantea, se necesitaría “un tipo de discurso que haga
públicas sus posiciones políticas respecto a los derechos... precisando las maneras
políticas y económicas de concretarlas.” (Carli: 2006; p. 1). En las entrevistas, en
general, se ve un descreimiento y una queja constante por todo lo que sean solo
palabras “Si los papeles no van acompañados de propuestas concretas,
presupuesto, dinero que se invierta en educación, preocupación real de los
funcionarios por la educación, no puede haber transformación” (entrevista a una
directiva, 60 años). Es que justamente el documento “no se refería a la cuestión
presupuestaria. El texto sostiene que tal ‘tema’ ha sido tratado en la ley de
financiamiento educativo (…) En realidad no se habla de que realmente hay una
“asfixia financiera” (Carli: 2006; p. 2). Esto se puede escuchar de la voz de los
docentes cuando plantean que trabajan en “escuelas frías en las que nosotros, los
docentes periféricos, las llamamos las escuelas de Duhalde, las escuelas de cartón,
que son paredes finitas... mampostería que se rompe a la semana... aulas
húmedas, frías, con cartones pegados con cinta scotch... entonces a nivel teórico
pueden decir muchas cosas, pero lo concreto es muy diferente...”. (anexo: entrev.
15 p. 37)Frente a este contexto se plantea si hay igualdad de oportunidades.

18
Considerar que “la educación es imprescindible para construir condiciones de
igualdad (…) supone no mitificar su dimensión igualitarista en un país con una
polarización social extrema y con una distribución totalmente injusta de la riqueza”
(Carli: 2006, p.2) Señala una de las docente “a mi entender hay escuelas A, B y C.
Como hay salud A, salud B, y salud C. No se puede comparar la educación que se
recibe en un colegio donde los chicos solo tienen como objetivo estudiar que
aquella en la cual los chicos tienen que salir a trabajar, cuidar a los hermanitos o ir
a visitar al papá a la cárcel... no es lo mismo”(entrevista a una docente de media,
35 años) Entonces nos aproximamos a la idea que esta problemática no sólo puede
ser resuelta por la escuela, sino que tiene que haber un compromiso concreto de
los distintos actores de la sociedad para poder abordar parte de estas cuestiones.
Creemos que recaen muchas responsabilidades sobre la escuela, que algunas
dificultades puntuales pueden ser modificadas desde la escuela pero otras, sería
imposible que se las resuelva desde esta institución. Tal como lo plantea Feldfeber
“no queda claro como la sanción de una nueva norma garantizará un cambio de
rumbo en las nuevas políticas educativas que hasta la fecha no han logrado superar
los problemas básicos de escolarización” (Feldfeber: 2006: p.3). Consideramos que
se le intenta dar a la Ley un valor de transformación y cambio esencial, que no
creemos que se dé específicamente con la sanción de una norma y esto lo expresan
por doquier los docentes cuando plantean: “me parece que la transformación, si la
hubiera, va a ser por la participación de los docentes. No por el papel en sí, ni por
lo que está escrito ahí” (entrevista a un docente primaria, 42 años). En este texto
se nota que prima una visión central del docente. Nosotros no creemos que las
grandes transformaciones se puedan hacer desde un único lugar.” (entrevista a un
estudiante del profesorado de inglés, 24 años) A la vez que no avizoran un
horizonte de cambio a partir del nuevo marco legal, reflexionan que “la finalidad
de la modificación de la ley es que parezca que se está apostando a la educación.
Cuando todos quieren poner palabras pero nadie hace una inversión fuerte en
Educación” o que “Atrás debe haber algo político, algo que ellos apuestan. Pero
creo que en este momento se está descuidando mucho la educación, la salud... está
todo muy descuidado”.

5. Consideraciones finales

Tras hacer el recorrido por el análisis del articulado de la Ley Nacional de


Educación en perspectiva comparada y habiendo revisado las opiniones resultado
de nuestras entrevistas realizaremos lo comentarios finales de este trabajo. En
relación a nuestro eje de análisis, podemos ver que no hay elementos concretos

19
que nos hagan pensar que el rol del Estado en educación haya cambiado a partir de
la sanción de esta ley. Si bien hay una enumeración de gran cantidad de principios
y la inclusión en el texto de la educación como derecho social e individual, cuando
buscamos las políticas públicas concretas que anclen esos enunciados en el mismo
texto, observamos que son dejados de lado. Sobre todo cuando se habla de una
cuestión crucial a la hora de observar la política pública, en consideración a las
prioridades que tiene una administración: nos referimos al presupuesto. Ver de qué
manera se asigna y ejecuta el presupuesto es una cuestión concluyente para
contrastar de manera empírica cuán central es el rol del Estado en la Educación. En
una ley que iba a estar destinada a refundar (desde el discurso) el sistema
educativo no queda explicitado de manera alguna quién es el responsable del
financiamiento, quién sostiene qué, cómo y en qué medida. La única precisión qué
se hace es que debe ser del 6 % de PBI, pero deja los temas conflictivos de la
distribución de ese porcentaje en los diferentes niveles (cuánto le corresponde al
nivel medio, primario, universidad, investigación, por ejemplo), quién lo ejecuta (el
gobierno nacional o las provincias), o por qué medios (vía transferencia del Estado
Nacional por coparticipación, partidas específicas, o recursos propios de las
provincias). Esto es uno de los puntos más fuertes que rescatamos para afirmar
que la situación de la educación actual partir de esta nueva ley no tendrá grandes
cambios. Para respaldar esto nos apoyamos en las opiniones de los docentes
quienes reflexionan que la misma no va a modificar las condiciones actuales del
derecho a la educación, porque no está apoyada con acciones concretas por parte
del gobierno. Más aún, pensamos que en el espíritu de la ley hay un fetichismo de
la norma, una visión de la educación como transformadora de la realidad, que no es
acorde a los procesos de transformación, no sólo nacionales, sino globales de las
instituciones educativas. En medio del declive de las instituciones, se apuesta
impulsar el rol central del Estado en la educación desde el gobierno. Pero cuando
revisamos el articulado, la idea de centralidad del Estado, el carácter nacional, que
defiende el texto es totalmente rebatida por dos razones: Por un lado, vemos que
están muy especificados los derechos de las instituciones de gestión privada, en
una clara postura de fomento a la iniciativa privada. Persiste el mismo espíritu
subsidiarista de la Ley Federal de Educación, se continúa asegurando el derecho a
enseñar de los particulares y las confesiones, en especial la Iglesia Católica, lo cual
va en claro detrimento del rol central del Estado que reclama el texto. Al asegurar
los derechos de las instituciones de gestión no estatal, se sigue dejando abierta la
puerta al financiamiento por parte del Estado de la oferta particular, a la vez que
sigue presente la idea de “lo público no estatal”. Por otro lado, cuando se intenta
ver cómo va a quedar trazado el nuevo rol del Estado Nacional en tanto generador

20
de conocimiento y promotor de la igualdad, vemos que sigue la misma estructura
descentralizada y fragmentada que se impulsó desde la Ley Federal. Se continúa
con la ejecución provincializada de la política educativa, y el Estado Nacional
aparece nuevamente como un coordinador, un observador, que actúa de manera
focalizada. El Estado Nacional actúa como compensador de las desigualdades
educativas y al mismo tiempo se desresponzabiliza por la ejecución de las políticas
educativas. Para ilustrar nuestro posicionamiento podemos utilizar el caso de los
hechos recientes en materia de política educativa: Por un lado el Ministerio de
Educación impulsa un aumento salarial a los docentes, pero las encargadas de
pagar los salarios son las provincias, con lo cual hay una atomización del conflicto
que esta medida pudiera ocasionar. Los diferentes sucesos de las provincias en
relación a los conflictos gremiales docentes nos dicen que la Ley Nacional no ayudó
a dar más unidad al sistema, sino que siguió gestionando de manera
descentralizada el conflicto, ya que los costos de las políticas salariales deben
pagarlos los gobiernos subnacionales. En ese sentido compartimos con Terigi que
“la Nación monitorea y garantiza la igualdad en el logro de las metas comunes; un
gobierno nacional, que establece y direcciona las políticas al tiempo que deja los
problemas de administración en manos de los gobiernos provinciales (Terigi: 2006;
p.124). Entonces, si la conclusión a la luz del análisis de la ley, las opiniones de los
docentes y los acontecimientos recientes es que no va a cambiar el sistema
educativo ni el rol del Estado, la pregunta que nos hacemos es por qué el gobierno
destinó tantos recursos en la consulta a la comunidad educativa. La respuesta que
esgrimimos es que se trata de una ‘cooptación’ de la ésta por parte del gobierno.
Trata de neutralizar la oposición de los gremios docentes, que sistemáticamente
vienen reclamando la reforma del sistema educativo, para legitimar la política que
venía llevando a cabo, por medio de una ley que es igual a la anterior pero con un
barniz retórico de la educación como transformadora de la realidad. En este sentido
a través de la consulta, trata de convalidar la postura del gobierno, los agentes
privados, la Iglesia Católica; incluyendo a los docentes dentro la coalición en torno
a la cuestión problematizada. Hacer a “la comunidad educativa” partícipe del
proceso de sanción de la Ley, significa, posicionarlos dentro de la coalición que
impulsó la ley, y evitó que desplegaran una toma de posición diferente a la del
gobierno. La urgencia de los tiempos y la ausencia de real debate pueden ser
explicadas en esta clave. Un verdadero debate hubiera tenido como consecuencia
posiciones claras de apoyo y oposición a la ley. La celeridad de los tiempos convirtió
la consulta en una referendo de la política educativa del gobierno. De esta manera,
se explica por qué si en una democracia representativa el Congreso es la instancia
encargada de hacer la política pública se hizo partícipe a los docentes del proceso

21
deliberativo. Podemos decir que la estrategia fue exitosa porque no despertó
ningún entramado importante de oposiciones en torno a la política educativa, sino
que por el contrario se incluyó a los principales afectados por la política estatal
dentro de la coalición dominante. Entonces, podemos concluir que esta ley no
representa ningún cambio en el rol del Estado en la educación, sigue con las
mismas posturas subsidiaristas que se encontraban encarnadas en la Ley Federal,
debido a que no articula ningún proyecto para erradicar los problemas que enfrenta
el sistema educativo lo cual implicaría una mayor presencia del Estado, a la vez que
con la inclusión de la obligatoriedad hasta los 18 años, sigue el proceso de
‘contenedor’ de la escuela frente al desgajamiento social.

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