Mod.6. Relacion Terapéutica - 21in
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1.1.4. La Comunicación................................................................................................... 9
1. RELACIÓN TERAPÉUTICA
La Psicoterapia Humanista Integrativa es una forma de terapia que surge y se enfoca en una
concepción humanista de la persona. En la práctica terapéutica centramos el trabajo en el
AMOR dentro de la Relación Terapéutica y en la resolución del conflicto en el nivel
emocional.
Para acompañar a las personas a resolver el conflicto a nivel emocional profundo, desde este
enfoque, necesitaremos una relación terapéutica que sea tan segura, sólida, amorosa, fiable
y protectora que, de nuestra mano, se atrevan a abrir su corazón y nos permitan acceder a
él.
Cuando una persona llega a terapia lo primero que necesita es una acogida cálida, sentirse
respetada, escuchada y comprendida a nivel emocional profundo, experimentar que lo que
transmite es importante para el/la terapeuta. Nunca deberá recibir juicios, descalificaciones,
descuentos, ni ningún detalle que pueda vivir como falta de respeto hacia lo que trae a
terapia, o hacia su persona.
Por otro lado, el/la terapeuta deberá transmitir que comprende a la persona y su realidad.
El/la paciente tiene que salir de la primera sesión con la convicción de que su terapeuta
tiene suficiente capacitación profesional para ayudarle a resolver sus problemas, que se
encuentra en buenas manos y que es tenida en cuenta. Debe terminar esa primera sesión
sabiendo qué es la terapia y cómo va a ser su
tratamiento.
Hace años diseñamos un esquema para hacer un poco más didáctica la enseñanza de un
tema tan complejo como es la relación terapéutica, ahora lo hemos modificado y dado
mayor profundidad y contenido. En él mostramos claramente que tiene dos partes
nucleares: LA ESTRUCTURA Y EL AMOR.
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1.1. LA ESTRUCTURA
Ya sabemos que para que el niño o la niña consiga incorporar una estructura interna en su
etapa de crianza, debe recibir en su educación límites claros y firmes de sus figuras
parentales, también será importante que incorpore rutinas de higiene, de alimentación y de
cuidados. Junto a todo esto, necesita que sus padres sean modelos que muestren que tienen
incorporado lo que les están inculcando, y que lo actúan en su vida cotidiana.
Al igual que en la crianza, necesitaremos establecer límites claros y firmes para estructurar la
relación, y esto lo hacemos con nuestras 4 reglas de obligado cumplimiento, que las
personas aceptan de buen grado antes de comprometerse con su proceso de terapia.
Para dar estructura a la Relación Terapéutica, una clave fundamental será el contrato
terapéutico, que ofrece protección a paciente y terapeuta, así como a la relación; así cada
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una de las partes se puede sentir segura y saber cómo se va a regular el funcionamiento de
dicha relación. En el contrato terapéutico se explican las 4 reglas de obligado
cumplimiento de las que hablaremos en la primera sesión:
4) Acabar la sesión: que no salga de la sesión antes de terminar dando un portazo, sino que
ante algo que se haya podido abrir, se dé el tiempo de trabajarlo para poderlo cerrar de
manera protectora.
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Así mismo, le pedimos que cuando quiera terminar su proceso de terapia, lo comunique y
venga al menos a dos sesiones para cerrar: en la primera los temas abiertos, y en la segunda
la propia relación terapéutica.
Cuando se sienta revuelta, herida o mal durante la sesión, la persona se compromete a darse
tiempo mientras dura la sesión para trabajar el malestar, elaborarlo y resolverlo, y a no irse
abierta con la posibilidad de que pueda poner su vida en peligro. Esta regla incluye acabar la
terapia bien y que la persona no la termine sin cierre. Como en nuestro modelo nunca
damos el alta, es el/la paciente quien decide cuando finaliza el proceso, lo que le pedimos es
que lo comunique y asista a dos sesiones de cierre para cerrar bien. Así la relación
terapéutica no quedará rota, sino cerrada, de manera que pueda afrontar su vida en las
mejores condiciones y que, si lo necesita, pueda volver en otro momento. Esta regla es muy
protectora para el proceso y para el/la paciente.
Estas reglas vienen acompañadas de una máxima que dice: “Aquí NUNCA harás nada que no
quieras hacer”, lo que le da permiso a la persona para negarse a hacer cualquier cosa que no
quiera realizar, aunque sea su terapeuta quien le hace la indicación. Si la persona no quiere
hacer algo, tiene todo el derecho a negarse.
Una vez comunicadas las reglas de obligado cumplimiento, la explicación que damos
después es realmente importante. La terapia es un espacio de crecimiento personal, donde
cada persona da pasos hacia su autonomía y por tanto necesita ser lo menos dependiente
posible de la autoridad de quien le acompaña en este proceso, en este caso el/la terapeuta,
la institución y el proceso de terapia. Todo debe de estar en función de favorecer y facilitar
su autonomía y curación. Consideramos que toda persona que quiere crecer, que está en un
proceso de crecimiento, debería de ser autónoma (en su proceso) y saber qué es lo que
puede y lo que no puede hacer.
Con las 4 reglas de obligado cumplimiento claras y aceptadas, la persona sabe lo que no
puede hacer: no violencia, no sexualización, confidencialidad y acabar la sesión. Son 4 límites
muy claros. Eso quiere decir que sí puede hacer todo lo demás, aunque esté mal visto por la
sociedad, aunque sea de mala educación, aunque pueda ser desagradable. Lo importante es
que se sienta libre para elegir hacerlo o no hacerlo. Conociendo esos límites, teniéndolos
claros y asumidos, la persona va a poder crecer dentro de ese espacio y la terapia se
convertirá en un proceso productivo para el camino hacia su autonomía.
1.1.2. El Encuadre
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El encuadre aporta el marco de referencia que necesita la relación para que la persona sane
lo que necesite. Cuando en el transcurso de la terapia surjan dificultades, el encuadre nos va
a permitir mantener la orientación.
En el día a día de la consulta nos podemos encontrar con dificultades para avanzar en la
terapia porque se activan los mecanismos psicológicos defensivos de paciente o terapeuta.
Estos mecanismos están diseñados para mantenernos a salvo de peligros y, por lo tanto,
inicialmente su función es protectora. El problema surge porque la mayoría se desarrollan en
la primera infancia y esto hace que estén hechos con los ojos del niño o la niña que fuimos, y
no de la persona adulta que somos en la actualidad. A nivel interno siguen acompañándonos
así, aunque hayan pasado muchos años.
Activamos los mecanismos de defensa para protegernos, pero en realidad, lo que estamos
haciendo es limitarnos e impidiendo que podamos vivir plenamente.
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d) Frecuencia de las sesiones: nuestras sesiones son semanales, lo que permite que se
dé un proceso de avance constante y que dicho proceso no se detenga en ningún
momento. Eventualmente puede haber alguna semana que, por imposibilidad de
alguna de las dos partes, no se tenga sesión y en la mayoría de las ocasiones no
ocurre nada, porque el vínculo fuerte no permite que las defensas produzcan el
alejamiento del/la paciente. De hecho, uno de los problemas que puede existir es
que, si esto sucede con frecuencia, el vínculo terapéutico se debilite y la persona
acabe cerrando su proceso de forma prematura.
e) Horario de atención: no existe un horario mejor que otro, porque cada situación vital
es diferente. Pero sí es importante tener claro lo que para cada profesional está bien
y respetarlo. Hay muchos profesionales que atienden pacientes en horas a las que les
gustaría no estar trabajando y bajo mi punto de vista, hacerlo así es un error, porque
es probable que inconscientemente estemos generando una deuda emocional.
f) Contrato terapéutico: para que las dos partes implicadas en el proceso de terapia,
paciente y terapeuta tengan claro lo que pueden esperar, tanto del otro como del
proceso en sí, puede ser bueno dejar el encuadre reflejado en un contrato de terapia.
Al estar por escrito hay menos probabilidad de malentendidos, lo que nos evitará
situaciones conflictivas a lo largo del proceso.
Como ya hemos dicho, excepto las normas de obligado cumplimiento que, como su
nombre indica, es obligatorio que la persona las acepte para poder iniciar un proceso
de terapia, las demás patas del encuadre deben ser sólidas y estables, aunque
contamos con poder flexibilizarlas en caso de que sea necesario.
Eso sí, ante cualquier cambio en el encuadre propuesto por cualquiera de las partes,
deberemos tener claro por qué y para qué lo hacemos, y ante la más mínima duda, es
mejor mantener el encuadre original para evitar caer en juegos psicológicos.
Inicialmente es mejor dar por hecho que un cambio de encuadre a mitad de una
terapia es una mala idea…
Cuando suceda esta situación, habrá que reencuadrar a la persona, es decir, volver a
encuadrar de forma explícita la parte del contrato que sintamos que se está saltando.
Como es fácil que sintamos miedo, también es fácil que tengamos la tentación de
esperar a reencuadrar más adelante, lo que supone un error terapéutico claro. De
hecho, ir procrastinando el reencuadre es lo que puede poner en riesgo la terapia, ya
sea porque la persona no avance, o porque directamente decida concluirla al sentir la
desprotección.
Por ejemplo, las normas de obligado cumplimiento de las que hemos hablado
anteriormente resultan imprescindibles para las interacciones de cada participante
del grupo. Si son importantes en terapia individual, cuando incluimos a más
personas, precisamos de ellas para que se produzca el ambiente protector necesario
para trabajar a un nivel profundo.
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Estos tres elementos, que sirven para dar estructura a la Relación Terapéutica, deben estar
soportados por una buena comunicación entre terapeuta y paciente.
1.1.4. La Comunicación
Una relación terapéutica suficientemente segura, nos permitirá realizar una indagación
fenomenológica e histórica respetuosa en el tema que estemos tratando, validando y
acompañando a la persona desde el amor para que, al conectar con vivencias dolorosas, que
puedan implicar rabia, tristeza o miedo, se sientan seguras de que ahora están siendo
escuchadas y comprendidas, más allá de lo que sus palabras expresan. Valorando sus
experiencias de vida y sus decisiones de supervivencia.
Bloqueos en el Diálogo
Descuento: quitar importancia a lo que está viviendo, o a sí mismo, para evitar contactar con
la emoción.
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Sobreemotividad: alguien que, por ejemplo, se pone a llorar sin control o se ríe y rompe el
diálogo. A veces la persona está tan pasada de emoción que llora o ríe por todo. Las
expresiones sobreemotivas bloquean el diálogo: alguien que grita, por ejemplo, está
agrediendo y bloqueando la verdadera expresión de la emoción. En estas ocasiones es
conveniente confrontar a la persona: "cuando me cuentas esto ¿qué emoción estás
expresando?"
Hay personas que han aprendido a hablar muy alto por supervivencia, por necesidad de
decir que estoy aquí. En terapia hay que explicar que es bueno modular el tono para alcanzar
un nivel de intimidad adecuado.
Sobregeneralización: es cambiar el todo por la parte, sucede sobre todo cuando la energía
está puesta en el Niño: "todo, nada, siempre"... habla un niño/niña y está generalizando.
Desmontar esta generalización.
Falta de ser directo: es irse por las ramas. Si la persona que tengo enfrente me acompaña
por todo lo que le estoy contando, entonces me quiere. Es una necesidad imperiosa de
demostrar que quien cae en mis redes, me quiere.
La honestidad da pié a una relación de confianza estable, es clave para la terapia. Hemos de
procurar que esto lo entienda también la/el paciente, y si intuimos que le está faltando
honestidad con nosotros será necesario llevarlo a terapia y confrontarlo.
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No terminar las frases: cuando en una conversación alguien deja las frases sin terminar, lo
que hace es evitar responsabilizarse de lo que está diciendo y obliga a su interlocutor a
adivinar o a poner contenido de su cosecha.
1.2. EL AMOR
1.2.1. La Confianza
Establecer una relación de confianza profunda con su paciente es una tarea difícil para quien
acompaña. Si nos permitimos generalizar, la inmensa mayoría de las personas que vienen a
terapia traen una herida de confianza en su pasado. Esto hará todavía más difícil generar la
confianza necesaria, que nos permita acceder a los orígenes de su conflicto.
Una de las características que podemos observar con mayor frecuencia en las personas que
llegan a terapia es la poca confianza que tienen en ellas mismas; y para crearla y/o
aumentarla seguiremos el mismo orden que se da en la relación madre / hija/o
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1. La madre se siente segura de sí misma como persona y confía en ella como madre.
1.2.2. El Respeto
Existen acepciones de la palabra respeto que tienen que ver con el miedo que nos da algo o
alguien que tenemos enfrente. Aquí nos referiremos a un valor que permite que la persona
pueda reconocer, aceptar y valorar las cualidades del otro y sus derechos, es decir, el
respeto sería el reconocimiento del valor propio y de los derechos del individuo y de la
sociedad. En términos más coloquiales, el respeto así entendido sería tener en cuenta al otro
y a su mundo, en el más amplio sentido de la palabra.
Respetar a una persona es ponerla frente a ti de igual a igual, y no por debajo. Significa
decirle siempre la verdad, aunque nos cueste. No hacerle esperar, no defraudarla. No forzar
a que tome un camino que no haya elegido.
Todo el material que el paciente trae a terapia es importante. El terapeuta debe respetar
cada punto de su historia y tener en cuenta sus carencias para acompañarlo a resolver los
problemas que éstas le provocaron. Es importante que un paciente sienta que su terapeuta
respeta sus opiniones, sus ideas, sus decisiones, para poder acompañarlo también en su
proceso de cambio.
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El respeto, junto con el amor, va a posibilitar que el paciente descubra nuevas formas de
vivir su vida, sin peligrar su seguridad afectiva. Debemos tener en cuenta que muchos de los
caminos erróneos que tomamos en nuestra vida, pudieron ser debidos al miedo del Niño a
quedarse solo. El acompañamiento afectivo facilita probar otros caminos, antes
impensables.
Respetar su ritmo y sus tiempos es fundamental: muchas de las decisiones arcaicas que
necesita replantearse fueron tomadas por ser o sentirse apremiados por sus figuras
parentales. Si en el curso de la terapia, el terapeuta respeta de forma continuada el ritmo
del paciente, éste se atreverá a replantearse ciertas decisiones.
Cuando descubrimos alguna carencia que el paciente trae del pasado podemos
proporcionarle aquello que le faltó. Al provenir de una relación terapéutica segura y
amorosa, podrá incorporarlo sanando en este aspecto.
En mi práctica profesional he tenido muchos pacientes con la herida “de no ser tenido en
cuenta”. Es primordial ser tremendamente respetuosos con ellos. Tenerles en cuenta ante
cada paso que damos es muy importante, pues serán extremadamente sensibles a esos
detalles que “confirmarían” su decisión primaria de “no soy importante” o, dicho de otro
modo, “no soy digno de ser tenido en cuenta”. Un padre que no presta atención a su hijo,
que no piensa en su vida ni en los acontecimientos importantes, que se olvida de ir a
buscarle al colegio o de una promesa hecha con anterioridad… Pueden ser muchos los
detalles que inciden en el Niño y que van ayudando a crear la herida. No importa que la
causa real de la figura parental que descuenta al hijo sea “de fuerza mayor”, como un
problema laboral grave o una enfermedad. El Niño no está juzgando la actuación parental
sino tan solo acusando sus consecuencias. Si el padre no cumple con lo prometido o lo
necesitado, es suficiente.
mientras el Niño no la confirme repetidamente. Eso sí, ante las primeras confirmaciones va
sensibilizándose y viviendo las escenas posteriores con una visión sesgada que tiende a
confirmar su aprendizaje primario. Que no lo confirma, lo irá diluyendo. Que lo confirma, irá
cada vez ahondando más la “protoherida” hasta que la fija definitivamente como tal.
Una forma de respeto es la tolerancia. El ser tolerante va a ser uno de los elementos que van
a formar parte de las habilidades profesionales de un buen psicoterapeuta humanista
integrativo. También la flexibilidad. El paciente, para sentirse respetado por el terapeuta,
debe encontrarse con un acompañante flexible y tolerante con él y con su proceso. Todo
signo de rigidez podría abrir viejas heridas.
Nosotros no cambiamos a nuestro paciente, no podemos hacerlo. Nosotros tan solo los
acompañamos desde la relación terapéutica, basada en el amor y el respeto.
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El contacto es importante y fundamental en la relación, que la persona note que lo que nos
está contando nos llega, que nos lo quedamos, que lo acogemos. Esto lo podemos transmitir
con la cara, con la expresión, con nuestra postura corporal. No se trata de que literalmente
nos quedemos con su dolor, pero sí que la persona experimente que lo que nos cuenta nos
importa y que lo acogemos incondicionalmente.
El contacto es una de las principales necesidades psicológicas del ser humano. Sin él, la
personalidad se desajusta y, en casos extremos, puede llevar a la muerte.
En el vientre materno, desde el momento de nuestra concepción, todo se nos dio hecho:
comida, calor, seguridad... Con el nacimiento perdimos esa simbiosis y pasamos a la absoluta
dependencia de los primeros meses de nuestra vida. Dependencia que progresivamente
vamos perdiendo a través de los años y la maduración.
Podríamos definir el contacto como ese pasaje que se establece entre la unión y la
separación: es el punto mismo en que pasamos de una situación de separación a otra de
unión, y viceversa. A través del contacto, cada ser humano tiene la posibilidad de
encontrarse en forma nutricia con el mundo exterior, realizando una incorporación o
intercambio de alimentos, afectos, informaciones... El encuentro acaba inmediatamente y es
sustituido por el retiro, de forma más o menos voluntaria, ya que la decisión puede ser
nuestra o de la otra parte.
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foco exterior. La energía así estancada provoca una serie de síntomas en los que podemos
ver que sus órganos están supliendo al mundo exterior.
Interesante la fase de A. Schnake (1995), al respecto: "Las personas creen que pueden
obligar al cuerpo no sólo a hacer proezas increíbles, sino además a cargar o contener dentro
de él lo que se les ocurra, desde siliconas a personas enteras".
El hilo conductor de la relación terapéutica desde el enfoque humanista integrativo será sin
duda “La conexión Emocional”. Debe existir un flujo constante de emociones entre paciente
y terapeuta. Debemos estar muy presentes y pendientes de que el flujo emocional esté
abierto y no haya bloqueos. Como terapeutas, para poder trabajar a nivel emocional
profundo, necesitamos poder querer a nuestras/os pacientes y debemos permitir que ese
flujo emocional nos abra las puertas de los lugares más recónditos de su historia.
Para que esta conexión se dé, será fundamental la HONESTIDAD, como protectora de la
relación. Durante el proceso terapéutico transitaremos zonas en las que nunca hemos
estado antes. La honestidad será una guía para no perderse. Todo el mundo sabe lo que es
honesto y lo que no, aunque sea algo nuevo o desconocido. Será más fácil tomar decisiones
desde la honestidad. Me puedo preguntar: ¿esto es honesto?, si la respuesta es sí…. lo hago.
Si la respuesta es no… no lo haré.
Una de las bases de la función parental es aportar a los hijos e hijas todo lo necesario para
que se conviertan en personas adultas autónomas. Esto se puede lograr gracias a que la
relación parental permite que las hijas e hijos hagan suyo lo que obtienen de sus padres y
madres, de forma que puedan crecer hacia la autonomía. A lo largo de la historia se han ido
creando diferentes tipos de relaciones, buscando cubrir la necesidad de transmitir ciertos
conocimientos y aprendizajes, de la misma manera que se realiza entre padres/madres e
hijos/hijas. Así aparecen distintas relaciones (aprendiz –
profesional, alumno/a – maestro/a, etc.), que permiten que una
persona aprenda de la otra y que esa enseñanza quede para
siempre, como parte del bagaje experiencial
de quien lo recibe. Estas relaciones son reguladas por, al menos,
dos reglas que protegen tanto a sus integrantes como su finalidad:
el Tabú del Incesto y la Intencionalidad.
Relaciones verticales: se establecen entre personas que están en dos niveles diferentes.
Incluyen las relaciones padre/madre - hijo/hija, médica(o) - paciente, psicoterapeuta -
paciente, profesora/profesor - alumna/alumno etc. Regulación: por un lado, están sometidas
al tabú del incesto (prohibición de sexualidad entre sus integrantes) y por otro la
intencionalidad de la actuación está dirigida siempre hacia el del nivel inferior, es decir, las
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actuaciones irán destinadas al beneficio de la persona que recibe (la madre actuará en
función del beneficio de su hijo, la profesora para que el alumno aprenda, el médico para
que la paciente sane, etc.) Permiten la incorporación de los elementos trasmitidos dentro de
la relación, que quien está abajo haga suyo lo que le transmite quien está arriba.
Nosotros necesitamos que el/la paciente haga suyo lo que le damos en terapia. Hay una
diferencia tremenda entre lo que te puede decir un amigo o el terapeuta. Con el amigo o la
amiga puedes aprender, pero no incorporar como una introyección, que es lo que hacemos
en la infancia con nuestras figuras verticales.
Si el hijo, por ejemplo, tiene carencia afectiva de un padre, puede buscarla en la pareja, pero
no lo está curando, lo está cuidando, entonces lo que establece es una simbiosis, mientras
dura funciona, pero si la relación se acaba, el vacío afectivo permanece.
Para que se produzca una incorporación tiene que acatarse el tabú del incesto porque si no,
la relación vertical se convierte en horizontal.
Las relaciones de incorporación permitirán que, dentro del contexto que sea (familia,
terapia, trabajo, etc.), la persona que recibe vaya incorporando todo el aprendizaje que se le
ofrece, haciéndolo suyo. Lo más importante que necesita incorporar, tanto para el niño o la
niña dentro de su familia como para el/la paciente dentro de su psicoterapia, es el AMOR
incondicional que recibe que, una vez integrado, le permitirá vivir y relacionarse sin
dependencias.
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Quien inicia un proceso de terapia, lo hace a través de una primera decisión de pedir ayuda,
a la que tiene que sumar su constancia, su energía y hacerse cargo de su propio proceso con
responsabilidad y con una actitud activa.
Ante el miedo las tres reacciones instintivas de cualquier persona pueden ser:
Huida: muchas veces ante una situación que nos da miedo la solución es huir. Ante miedos
internos la huida no sirve para resolver, sólo será una
forma de calmarse, pues se distrae del mismo miedo.
(Por ejemplo, ante un miedo profundo alguien decide
cambiarse de ciudad y se lo justifica de varias maneras.
Las actuaciones que conlleva el cambio la distraerán
del miedo que lo motivó, que quedará oculto. Tras
unos meses, cuando la persona se encuentre asentada
en el nuevo espacio, el miedo volverá a aparecer)
• Paralización: No hacer nada, significa emplear la energía psíquica para inhibir las
respuestas y el pensamiento (por ejemplo, permanecer de pie con aspecto triste,
cuando se le pide que recoja algo que se le ha caído).
• Agitación: Hacer cosas sin productividad. Es utilizar energía en actividades sin
objetivos ni metas y sin productividad (paseos erráticos, cambiar las cosas de lugar
sin orden, hacer zapping, juegos de ordenador o móvil continuos, navegar sin rumbo
por internet, etc.)
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• Sobreadaptación: hacer lo que cree que los demás esperan de él o ella. Hay ansiedad
por agradar e identifica a los otros como figuras parentales con más importancia,
cuyas necesidades y deseos tiene la responsabilidad de calcular (por ejemplo, la
persona que necesita que la abracen, pero no lo pide porque supone que la otra
persona no lo querrá, o la persona que dice o hace algo porque cree que es lo que el
otro espera de él o ella)
• Agresión pasiva: con la finalidad de que el entorno se haga cargo. Pueden incluir
fumar, enfermarse, olvidos en relación con una misma o con otros, “accidentismo”,
drogarse, desmayarse, etc. y en casos extremos: volverse loco o loca, atacar a
alguien...
Cuando el/la terapeuta observa que su paciente entra en pasividad, deberá buscar el origen
del miedo que está intentando gestionar de este modo y le acompañará a que se enfrente a
él, ayudado de la relación terapéutica.
3.2. EL TERAPEUTA
Para lograr una buena Relación Terapéutica desde el enfoque Humanista Integrativo, el/la
terapeuta deberá preparase bien a través de un proceso personal y profesional, para
conseguir tener una buena aptitud, una adecuada actitud y así establecer una estupenda y
efectiva relación profesional.
Aptitud: para acompañar bien se requiere tener una buena formación profesional y un buen
proceso personal a través de una terapia profunda, también contar con el apoyo de la
supervisión. La importancia de la terapia personal de quien acompaña está fuera de toda
duda: es imprescindible. La efectividad, eficacia y éxito de quien acompaña dependerá de su
proceso personal y de su salud psicológica.
La Actitud de quien acompaña debe ser lo suficientemente buena para que el/la paciente,
de su mano, se atreva a realizar un camino que a priori puede antojarse imposible. Habrá
numerosas cualidades que irá adquiriendo en su proceso de formación para acompañar a
cada persona en si individualidad hasta donde quiera llegar.
Expresando el impacto que nos ha producido lo que narra, hacemos que se permita
experimentar la emoción, entrar en ella. Es un modo de acompañar en el
sentimiento. En otras ocasiones se puede apoyar con una frase del tipo: “Cuánto
dolor” o “debió ser muy duro vivir eso”
• Accesibilidad. El/la paciente debe sentirse importante para su terapeuta, saber que
en un momento de emergencia puede contar con su ayuda sin obstáculos.
• Firmeza. Quien acompaña debe mostrarse firme en los límites que establezca en
terapia. No es bueno para el acompañamiento ni la rigidez ni la excesiva laxitud. La
firmeza transmite consistencia y cierta tolerancia sin llegar a la laxitud. Límites, en
Bonding 01/06/2011
• Positividad. Una persona que solicita ayuda necesita a alguien que le aporte luz.
Vivirá momentos difíciles y oscuros durante el proceso de terapia, y en muchos casos
con negatividad. Quien la acompañe deberá poder aportar un punto de vista
positivo, un soporte amoroso y optimista que le permita encaminarse hacia una
solución.
• Validación. El/la paciente necesita validación de sus actitudes, sus decisiones, sus
ideas, sus sentimientos y su persona.
Habrá ocasiones en las que no sea posible trabajar con alguna persona, entonces es
bueno poder derivarla y no dejarla desprotegida, explicándole amorosa y
cuidadosamente que no crees ser quien mejor puede ayudarle en este momento.
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Esta es la base para que el encuentro interpersonal se convierta en una relación terapéutica
humanista integrativa.
Escucharemos lo que nos cuenta desde la primera sesión, mostrando interés para que el/la
paciente sienta que nos importa lo que nos
está contando, sin juzgar ni querer
demostrar que ya sabemos lo que le pasa.
Que como psicoterapeutas le transmitamos
“tus necesidades son normales y
aceptables para mí”, implica una total
aceptación, protección y estima
incondicional. Que la persona se sienta
entendida y tenida en cuenta, por alguien
que ha podido vivir una experiencia
parecida, o haber trabajado con otras
personas que han pasado por experiencias similares, le va a dar la seguridad de estar
acompañada por alguien que le comprende.
Para profundizar un poco más en este tema puedes leer el siguiente artículo de Pepe Zurita,
publicado en la revista Bonding, 6/12/2011, La Presencia en Terapia
¿Cuáles son las derivaciones más importantes que para la terapia tiene el término
presencia?
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En una primera instancia significa estar presente. Una persona que viene a la sesión de
terapia a resolver los problemas de su vida, a disminuir su sufrimiento, necesita que su
terapeuta esté presente.
También podemos hablar de acompañar con presencia de ánimo, es decir, poder aportar
serenidad a la persona que sufre o que sufrió un trauma, sobre todo cuando no contó con un
soporte afectivo que la contuviera. Como terapeutas, necesitamos ser capaces de mantener
nuestra presencia en cualquier situación que atraviese la/el paciente, al margen de lo que
esté pasando. Y esto no quiere decir que no nos emocionemos, sino que mantengamos
nuestro soporte, suceda lo que suceda: sólo así podrá sentirse segura en su camino.
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Otra de nuestras funciones es ayudar a la persona a que aprenda a estar presente en su vida.
Nuestro modelo va a ser fundamental en este proceso de aprendizaje, pero habrá muchas
más intervenciones importantes que le podrán ayudar.
Cada vez que formamos un grupo nuevo de terapia, ya sea por la nueva incorporación de
alguien a un grupo en marcha o porque comenzamos la actividad, siempre iniciamos con una
presentación. Animo a presentarse de manera individual y les explico que esto significa
mostrarse en el presente, es decir enseñar al resto quien soy yo hoy, profunda y
honestamente. Y es esta apertura la que permite formar un grupo de calidad para poder
trabajar intensa y profundamente de forma segura.
No sé si esta frase es original suya, pero yo lo aprendí de mi maestra Muriel James: “El
pasado no existe pues ya pasó, el futuro es una fantasía. El presente es un regalo y por eso
se llama presente”
La utilización del humor en terapia, en muchas ocasiones, puede servir para establecer la
relación terapéutica de manera adecuada, para orientar el diagnóstico, para facilitar la
expresión de las emociones y el trabajo emocional, y para ayudar a la persona a observarse.
Puede ayudar a establecer una vía distinta de comunicación, permitir a él/la paciente
observarse de una manera más objetiva y distanciada sin sentir amenaza, ayudándole a
superar su drama y verlo desde el punto de vista cómico.
Quien acompaña debe asegurarse de que la persona no se sienta herida por una mala
interpretación de la intervención, que podría entenderse como una burla, ridiculización, o
descalificación. También debe tener cuidado, ya que el humor puede emplearse para evitar
la comunicación de sentimientos dolorosos, inhibiendo o estancando el progreso
terapéutico.
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“Quiero hablaros del sentido del humor en psicoterapia. ¿Quién dijo que tenemos cinco
sentidos?, por supuesto que son muchos más, y el sentido del humor es uno de los más
preciados para que la persona y su entorno se sientan mejor.
Ni que decir tiene que el paciente debe ser tratado con el máximo respeto, y que en ningún
momento se debe sentir menospreciado, descalificado, ni avergonzado por esa
desdramatización de lo que nos está trayendo a terapia.
El sentido del humor es más una actitud, que se puede y debe instalar en la relación
terapéutica, y que permitirá fortalecer el vínculo, disfrutar mejor los intercambios positivos y
agradables de la relación, y ayudará a soportar mejor los desagradables.
Uno de los principales peligros que aparecen cuando una persona sufre un trauma es la
victimización, y será fundamental nuestra
actuación para que el paciente no entre, o en
su caso salga lo antes posible, de ese estado de
víctima que sólo serviría para empeorar las
cosas. El humor juguetón del terapeuta
romperá en muchos casos ese proceso de
victimización, tan frecuente como negativo, en
la que la realidad desaparece y el escenario
donde transcurren las transacciones es el
triángulo dramático (Salvador, Víctima,
Perseguidor)
En cualquier caso, me gustará animaros a reflexionar sobre la importancia del sentido del
humor en psicoterapia, un elemento muy preciado, que facilitará cada paso del proceso
sanador y de crecimiento del paciente, y mejorará la calidad de vida del psicoterapeuta.”
Una característica fundamental de la Relación terapéutica es que, al ser una relación vertical
la intencionalidad, debe ser siempre hacia abajo, es decir, hacia el paciente. El protagonista
es él. Todo el proceso debe ser para beneficio del paciente. Cada paso será por y para él. Y
para la actuación profesional del terapeuta esto no es fácil, no sale solo. Hay que cultivarlo.
Es una de las dificultades añadidas al ya de por sí difícil aprendizaje de esta maravillosa
profesión.
Al principio cuesta hacerse a la idea de que ese foco está en él. Actúo para estimular algo en
su interior. Le acompaño hacia donde vaya. Le acepto haga lo que haga. Le quiero por ser él.
Él decide los objetivos. Cada paso debe ser aceptado por él. No le curo, se cura.
Al hablar de la paciencia podríamos pensar que la debe tener el paciente, pues a ésta le debe
su nombre, que viene de la medicina. Si vemos la definición de la Wikipedia: “La paciencia es
la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para
conseguir algún bien”. Sin embargo, yo quiero hablar de la paciencia como habilidad del
terapeuta, algo imprescindible si queremos acompañar a nuestro paciente en todos los
vericuetos de su proceso. Podemos entenderlo mejor si nos vamos a su opuesto, la
impaciencia para ver que sería muy difícil ser un buen terapeuta mostrando signos de
impaciencia ante las dudas, los bloqueos, subidas y bajadas de los estados de ánimo del
paciente.
La paciencia va unida al respeto del ritmo del paciente, fundamental para que el proceso sea
suyo y no del terapeuta. Es necesario llenarse de calma y de paciencia para, aun viendo e
intuyendo cual va a ser el camino, esperar a que nuestro cliente resuelva y decida por sí
mismo sin adaptarse al terapeuta. Darle tiempo para que elabore por sí mismo los pasos de
su camino. Que aprenda a resolver de forma autónoma los conflictos del allí y entonces que
vaya descubriendo, siempre bajo nuestra protección y acompañamiento.
Para desarrollar sus destrezas profesionales, el terapeuta tiene dos procesos paralelos: la
formación profesional y su propia psicoterapia personal. Será en esta última donde irá
incorporando ciertas habilidades de su propio terapeuta, aprendiendo por modelaje a la vez
que experimentará desde dentro todo el proceso de cambio. Hará consciente el proceso por
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En nuestra sala de terapia, cuando estamos frente a nuestro paciente, muchas veces
necesitamos explicar un concepto y con toda nuestra mejor intención le hablamos y
pretendemos que lo entienda. Pero … a veces, frente a nosotros no está el Adulto capaz de
comprender, sino un niño asustado al que las palabras que buscan explicar la idea no le
llegan bien o le confunden, con lo que el problema se hace un poquito más grande.
Una de las necesidades del terapeuta es tener una estructura profesional que le permita
saber qué está pasando en cada momento de la sesión, quién está sentado en frente y cuál
es su Estado del Yo, qué está sintiendo y en qué situación cognitiva se encuentra para
encajar nuestra siguiente intervención. Y esto, no es nada fácil.
Cuando detectamos alguna dificultad cognitiva, lo más conveniente será hacer llegar el
mensaje a quien está frente a nosotros a través de otra vía, que no requiera la disponibilidad
adulta. Existen algunas opciones válidas que a mí me parecen de verdadera utilidad en
terapia.
Dependiendo del momento, del paciente, de su estado y del mío, del concepto a
transmitir…, usaré una u otra forma de comunicación para conseguir que esta llegue a su
destino. Después deberé comprobar si efectivamente ha llegado, y en un tiempo
comprobaré si dio resultado.
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Muchas veces sacaremos algún fragmento de la historia de un antiguo paciente, y con sumo
cuidado para no facilitar la identificación de este, iremos explicando, apoyándonos en su
historia, el paso de cambio o el tramo del proceso que nos interesa mostrar.
Una de las cosas que habitualmente les cuento a mis pacientes, buscando mostrar la
importancia que tiene cada paso de nuestra vida, es mi experiencia cuando era estudiante
como profesor de medicina a estudiantes de auxiliar de clínica, que además de permitir
mantener a mi familia nada más casarme, me hizo un verdadero experto en explicar
conceptos médicos complejos a estudiantes que contaban solo con estudios primarios. Este
aprendizaje fue estupendo para mi posterior trabajo como psicoterapeuta, y las necesarias
explicaciones a los pacientes de “cómo funcionamos” tanto psíquica y como anímicamente.
En terapia de grupo podemos utilizar una narración o cualquier intervención explicativa con
un paciente, y que el destinatario efectivo sea otro miembro del grupo que está
simplemente escuchando y al que le puede llegar el mensaje indirectamente. Así podrá
cogerlo y si quiere, hacerlo suyo para que la idea nazca dentro de él. Seguro que es mucho
más poderoso para el cambio.
Existen por tanto multitud de posibilidades para hacerle llegar una idea a nuestro paciente,
deberemos estar plenamente atentos para utilizar una u otra y que el mensaje llegue a su
destino con éxito”.
En Psicoterapia es muy importante tener claro nuestro punto de interés, porque eso nos va a
llevar a un determinado modo de actuar. Hay terapias que buscan el porqué e investigan el
pasado, otras buscan el cómo y lo que trabajan es el cómo hace la persona para estar
enferma; en nuestro enfoque lo que nos interesa es el para qué, es decir la función de la
patología, qué consigue actuando así, para qué le sirve vivir así. En nuestro trabajo lo que
existe es el presente, (formado por el instante presente, el pasado inmediato y el futuro
inminente) y entendemos la psicoterapia como un proceso, en el que un paso, aunque
aparentemente sea microscópico, siempre es importante.
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Para ello contamos con numerosas técnicas y cuidamos, sobre todo, el establecimiento del
vínculo terapéutico, pues sin él no se podrá dar el proceso terapéutico tal y como lo
entendemos.
Actividad
Son los medios que ayudan a recoger y acoger todo lo que la/el terapeuta recibe de la
persona a quien acompaña. En este proceso de recepción intervienen todos los sentidos, y la
comunicación no verbal será tan importante como la verbal. De aquí la importancia de
entrenarse bien en los siguientes aprendizajes:
Hay una diferencia clara entre oír y escuchar. Escuchar tiene un matiz de actividad, "me
preparo" para escuchar. La escucha es activa, toda mi vida la dejo aparte para estar con esta
persona y escucharla desde la dedicación, la apertura, poniendo todo mi ser a disposición de
recibir lo que me llega de ella.
Cuando el que escucha oye, sabe que ha establecido un buen contacto, y cuando el que habla
sabe que es oído también su contacto se reanima. (Polster’s)
Desde el enfoque de la psicoterapia de la Gestalt podemos considerar que hay dos tipos de
escucha: interna y externa. La interna es la capacidad de la persona de mirarse hacia dentro,
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de tomar conciencia de sí. Es una buena herramienta para acompañar usar las propias
sensaciones y emociones al servicio de la mejor comprensión y escucha del otro. La escucha
externa es afinar los sentidos. Qué dice y cómo lo dice, qué le pasa a su cuerpo. Decía Perls:
La comunicación verbal es una mentira... No escuchen las palabras, escuchen lo que la voz
dice, los movimientos, postura, imagen...
Por lo tanto, a la hora de poner en práctica la escucha será importante tener en cuenta:
Prestaremos atención al nivel verbal y al no verbal para conseguir crear un buen vínculo: el
contenido cognitivo lo dan las palabras, el emocional el cuerpo.
1
C.R. Rogers (1902-1987). La psicoterapia rogeriana se dirige a facilitar la emergencia de una imagen de sí
mismo que sea congruente con la experiencia o vivencia orgánica personal. La tarea fundamental de terapeuta
consiste en crear las condiciones idóneas para que el cliente pueda crecer y desarrollarse.
2
Thomas Gordon, discípulo de Carl Rogers, el padre de la empatía.
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La escucha es importante:
Aun cuando el discurso se pueda referir tanto a hechos como a experimentos, nos
centraremos primordialmente en la escucha de sentimientos.
Se trata de actuar como un espejo de los sentimientos de la otra persona. Esto implica la
empatía que es la comprensión de sus sentimientos, no significa que me tenga que contagiar
de sus sentimientos, pero sí entenderlos, sintonizar con él o ella. La persona tiene que saber
que estamos cerca y que humanamente nos tiene, debe sentirse acogida, escuchada,
entendida, comprendida tanto desde un punto de vista emocional como intelectual.
Vamos a prestar mucha atención a todo lo que nos llega de la otra persona, también a lo que
no nos dice. Poner mucha energía en todo lo que nos está transmitiendo, aunque no se vea,
implicar todos nuestros sentidos, incluido el de la intuición. Recoger todos los datos que nos
llegan, conscientes e inconscientes y darles sentido, potencia interna. No se trata de
interpretar, sino de hacer confluir todos los datos y darles un sentido desde la persona.
Vía de entrada
Un dato que puede ser relevante a nivel profundo es identificar la vía de entrada de la
agresión. A veces se utiliza el nombre de esfínter ya que es algo que abrimos y cerramos,
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que sirve como punto de entrada o de salida. El cuerpo tiene muchas vías de entrada y
salida, también con relación a las sensaciones y emociones. Es interesante saber por qué vía
entró la herida, porque se quedará sensibilizada y habrá que sanarla. Por ejemplo, un niño o
una niña que ha oído amenazas de muerte tendrá más sensibilidad en sus oídos. Es diferente
también quien ha sido abusado sexualmente con contacto, con penetración o por vía oral,
por ejemplo.
Procesamiento de la información
• Postura
• Distancia
• Gestos
• Cercanía
• Calidez
• Adecuación
Es importante preparar la sala de una manera adecuada para recibir a la persona que vamos
a acompañar. Nosotros solemos utilizar esta posición de las sillas:
Nos permite acercarnos como dejar más espacio. El eje central facilita que podamos adecuar
la distancia con cada paciente y, sobre todo, que él o ella pueda acercarse o separarse según
se sienta mejor.
Cuando hablamos de distancia óptima, no nos referimos a algo fijo, depende del momento
de la relación, y en ella siempre manda el/la paciente. El sitio de quien acompaña
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normalmente es fijo, para que en la sesión pueda estar ubicada. Importante tener siempre
un reloj a la vista.
En la recepción es muy importante que el tono sea cálido, de intimidad. Es bueno asentir con
la cabeza acompañando de algún sonido, para hacerle notar a la otra persona que la
estamos siguiendo y que nos importa lo que nos dice, pero no de una forma automática.
Nuestra comunicación no verbal dice a veces más que nuestras palabras, por eso es
importante hacernos conscientes de ella y cuidarla, no sólo lo que vamos a decir sino cómo
lo vamos a hacer.
Necesitamos, sobre todo, transmitir calma. A veces podemos estar reflejando nuestros
problemas o nuestra ansiedad, y el/la paciente no viene a llevarse lo nuestro sino a resolver
lo suyo.
Es importante que seamos flexibles, que no mantengamos una estructura demasiado rígida,
cada paciente es una realidad única y es bueno mantener la apertura a lo que nos trae,
desde su propia idiosincrasia. Podemos contemplar incluso la posibilidad de hacer
actuaciones terapéuticas fuera de la consulta, aunque lo habitual sea tenerlas en ella.
• Sintonía
• Empatía
• Acompañamiento afectivo
• Acogimiento
• Impacto
Presencia vincular es unir el vínculo terapéutico con la presencia, con el estar ahí, ser una
figura para el/la paciente que le dé seguridad. Para esa presencia vamos a tener en cuenta la
empatía, la sintonía, el acompañamiento afectivo, el acogimiento, ser nosotras y nosotros
mismos en terapia.
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construir un vínculo muy potente. Hasta que no tenga seguro el amor terapéutico, no
conviene poner límites que la asusten pues peligraría la terapia.
También es bueno que haga consciente a su paciente de la posibilidad de que los cambios
que incorpore puedan afectar a otras personas, y que eso les vaya a obligar a su vez a hacer
cambios. Una de las máximas de nuestra profesión es: "Nadie puede cambiar al otro”.
Puedes cambiar tú, y tu cambio puede ejercer un cambio en el otro, si el otro se adapta para
no romper la relación.
• Palabra
• Tono de voz
• Ritmo
Otras técnicas:
• Identificación: para establecer un buen vínculo, el/la terapeuta tiene que poder
identificarse con su paciente y eso significa poder ponerse en sus zapatos, no
entender las cosas en abstracto sino como su paciente las vive desde su propia
realidad. Para ello el que cada terapeuta haya realizado su propio proceso personal
es una buena ayuda, pues cuando realizamos nuestra propia terapia en algunas
ocasiones pasaremos por situaciones similares a las de quienes acompañamos.
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Los consejos frecuentemente acaban formando parte de juegos psicológicos y con los
roles del triángulo dramático repartidos.
No nos interesa activar el NA, nos interesa el A o el NL. Lo que buscamos en terapia
es el cambio y no la adaptación. Por eso no decimos “haz esto” o "mejor que hagas
esto" sino: "yo haría esto" o “yo veo estas opciones" (no más de 2 ó 3). Se trata de
abrir posibilidades, pero sin dirigir, permitiendo que la persona elija y tome sus
decisiones libremente. Como excepción puede haber situaciones comprometidas en
las que se debe decir: "ahora mismo lo que tienes que hacer es esto" o "ahora tú y yo
vamos a ir de la mano para..." dejando claro la importancia del momento y de la
acción a realizar.
• Explicaciones didácticas: hay momentos en los que el/la terapeuta puede explicar el
esquema de los cinco niveles, el triángulo dramático para ver en qué rol se sitúa, los
juegos psicológicos, los estados del yo, etc. Todo esto ayuda a comprenderse, a
buscar objetivos, a comprender también su entorno.
• Ejemplos: cuando explicamos algo necesitamos que lo entiendan, para ello contamos
con múltiples recursos, el más frecuente va a ser utilizar ejemplos que faciliten la
comprensión. Debemos ir adquiriendo experiencia en el uso de ejemplos. A veces un
ejemplo bien elegido será crucial para que la persona “vea la luz”
podemos utilizar para que vea ciertos aspectos que distorsiona o que no quiere ver
de su propia ralidad.
• Hacer de espejo: el espejo nos devuelve una imagen real y verdadera de quienes
somos. No perfecta, sino verdadera. Para conocer nuestras partes ocultas
necesitamos un espejo especial que no existe en las tiendas, y esa función la puede
realizar quien acompaña. En multitud de ocasiones debemos hacer de espejo para
señalar aspectos que la persona no puede ver por falta de distancia de enfoque (está
demasiado implicada consigo misma o demasiado cerca). El otro ve en mí lo que yo
no puedo o no quiero ver, por lo tanto, cuanto más preciso sea "el espejo", más
detallada y fiel será la imagen que perciba.
• Conclusiones: consiste en un comentario o idea final que resume los aspectos más
importantes tanto del tema que se ha estado trabajando en la sesión, de una
temporada de trabajo terapéutico o de la terapia. Puede servir de cierre o para que
la persona reflexione sobre ella. Es importante que, en cada sesión, si es posible, la
persona que acompañamos se lleve algo. Podemos aportarlo nosotros o el/la
paciente. Una buena forma de terminar la sesión es con la pregunta “¿qué te llevas
de la sesión?”
• Tareas terapéuticas: utilizamos esta sencilla técnica para promover una actitud
activa frente al cambio y, de paso, chequeamos y exploramos las resistencias que
aparecen en la persona. Las tareas son propuestas simples para realizar un trabajo
entre sesiones. Que escriba algo, que prepare un paso del proceso, que realice algún
acto simbólico, etc.
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• Trabajo con modelos: en terapia vemos a muchas personas que, o bien no han
tenido un modelo sano en su infancia, o bien los que tuvieron no les sirven para lo
que quieren en el presente. Le pedimos a nuestro/a paciente que busque a dos o tres
personas que son como él o ella quiere ser, o bien que tengan alguno de los aspectos
que quieren conseguir, y que los fijen como modelos para copiar esos aspectos. En
muchas ocasiones estos modelos eran personas cercanas e incluso alguien de su
grupo de terapia y les pudimos proponer que hablasen con esa persona sobre cómo
consiguieron ser así, de las dificultades que tuvieron para lograrlo, etc. y esa
conversación puede ser muy buena para lograr sus objetivos
• Desconfusión de los Estados del Yo” (Berne 1961; --b.D. Clark, 1991; Clarkson y Fush,
1988), facilita que el paciente sea consciente del estado del Yo en que se encuentra.
Actividad
Área de Trabajo: en esta área, fuera del círculo incluimos todo lo referente al mundo
profesional, todo lo que tiene que ver con el trabajo, cuál es y cómo se desarrolla la
ocupación profesional.
Y dentro del círculo está lo referente a la persona que se está presentando con relación a su
trabajo, cómo se siente en este trabajo, si lo ha elegido o no, si se siente realizada en él...
Cómo se trata a sí misma en el trabajo y cómo deja que le traten sus compañeros, jefes,
otras personas relacionadas con él.
Área de Ocio: aquí incluimos, fuera del círculo, todas las actividades que tienen que ver con
el tiempo libre, la relación con amistades, hobbies, etc. y dentro del círculo todo lo referente
a la persona que se relaciona con amistades, que practica deportes, hobbies..., si se pone en
peligro, si se trata mal, si disfruta... y cómo vive todo lo que concierne a esta área.
Si ya tiene familia propia, se trata de que haga lo mismo también con su familia formada.
Área de Pareja: incorporaremos todo lo relacionado con la pareja, y dentro del círculo todo
lo referente a la persona que se está presentando como parte de esa pareja, el lugar que
ocupa en la relación, cómo se trata a sí misma dentro de la relación y cómo deja que la trate
su pareja.
• Una verde que representa al núcleo fisiológico, sobre el que en principio no tenemos
poder para interferir: ahí estarán todas las funciones de nuestro cuerpo (digestión,
respiración, formación de orina, etc.).
• El círculo amarillo intermedio, que se refiere a nuestra parte más íntima: todo lo que
la persona hace por y para ella misma, que no está en relación con ninguna de las
otras cuatro áreas.
• Y por último, el círculo amarillo más exterior, que representa lo que hay de personal
dentro del resto de las áreas (que ya hemos visto dentro de cada una de ellas). Por
ejemplo: cómo me trato en mi trabajo, cómo me protejo ante los riesgos, si practico
deporte, cómo me cuido en mis relaciones familiares, etc.
Vamos a utilizar algunas preguntas que ayudan a la persona a hacer un análisis Adulto de
cualquier problema, o tema que estemos trabajando en sesión.
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Para ello sugerimos el siguiente esquema, como una regla mnemotécnica que nos ayude a
recordar las 9 preguntas adultas básicas: qué o cuál, por qué, para qué, cómo, cuándo,
dónde, cuanto, quien y para quién.
Vamos a utilizar el siguiente ejemplo (la decisión de estudiar una carrera determinada) para
explicar cómo se realiza un análisis adulto de un tema. Identificaremos primero el problema
a tratar y ese será el objetivo del análisis:
¿Qué o cuál? ¿Qué carrera estudio? A continuación, utilizamos todas las demás
preguntas con el contenido que nos encaje a la pregunta.
¿Para qué quiero estudiar...? (las respuestas las iremos apuntando y nos irán
descubriendo pistas para resolver el enigma).
• ¿Por qué quiero estudiar...? (aquí irán saliendo respuestas que nos orientarán sobre
las motivaciones por las que queremos estudiar determinada carrera)
• ¿Cuándo quiero estudiar...? ¿Cuándo quiero acabar?... (iremos viendo el momento
adecuado para poner en marcha esta decisión y también nos ayuda que la decisión
final se adecue a nuestros tiempos)
• ¿Dónde quiero estudiar...? ¿Dónde quiero vivir mientras estudio? ¿Dónde quiero
trabajar? (nos ayudan a situar en el espacio el tiempo del estudio y el del objetivo
cumplido)
• ¿Cuánto? Todo lo cuantificable lo podremos analizar en este punto: dinero, tiempo,
energía, etc.
• ¿Cómo? Se refiere al proceso. ¿cómo queremos estudiar? ¿Cómo queremos que sea
nuestro trabajo?
• ¿Quién? Aquí buscaremos todos los protagonistas en el objeto de análisis, en este
ejemplo solo soy yo, en otros ejemplos puede haber más protagonistas.
• ¿Para quién? Para beneficiar a qué persona (conocida u oculta) tomamos la decisión.
Esta pregunta es especialmente importante en terapia, ya que por debajo de muchas
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Una vez que ya se han respondido a todas las preguntas del carro, leyendo las
respuestas, habrá varias que podamos afrontar nuevamente, dando un paso más en
el análisis.
Comencé el desarrollo del esquema de los cinco niveles hace más de 20 años, cuando estaba
empezando en psicoterapia. En aquel momento trabajaba con toxicómanos, especialmente
heroinómanos, y necesitaba tener un esquema de trabajo con mis pacientes que me
permitiera clarificar desde mi cabeza cómo hacer el tratamiento. Empecé a buscar modelos
que me sirvieran para trabajar y encontré el Diagrama de la Comunicación de Graham
Barnes, (transaccionalista del norte de Europa), de tres niveles: nivel social, psicológico y
existencial y con él busqué el modo de comprender la profundidad que había en las
intervenciones terapéuticas con mis pacientes.
Nivel Social
Nivel Psicológico
Nivel Existencial
Como aquello no era suficiente para mí, porque me faltaba sitio para meter los contenidos
que iba trabajando con mis pacientes, lo enfrenté al esquema de los tres niveles de
actuación del Análisis Transaccional: acción, pensamiento y emoción, como señala Richard
Erskine en el artículo ABC de una Psicoterapia efectiva (TAJ, abril 1975)
Acción
Pensamiento
Emoción
Y al enfrentarlo con el Diagrama de Graham Barnes descubrí que no coincidían los niveles y
quedaban acabalgados. Al juntarlos me di cuenta de que se formaban 6 niveles distintos, y
aquello empezó a tener sentido para mí, y empecé a poder clasificar contenidos en este
esquema.
Inicié la tarea de darle nombre a cada uno de los seis niveles que aparecieron y el primero,
una acción a nivel social claramente es donde está la conducta. A continuación, en la franja
de pensamiento y todavía a nivel social, está el pensamiento social, que es el procedimiento
del proceso cognitivo para llevar a cabo acciones a nivel social y está íntimamente ligado con
el nivel superior, la conducta, ya que es necesario para llegar al movimiento, a la acción. Por
ejemplo, si yo quiero hacer una paella tengo que comprar el arroz, tener el recipiente y
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seguir los pasos de la receta para los ingredientes, tiempos de cocción, etc., todo eso está en
mi cabeza y van a ser una serie de procesos mentales que me van a llevar a realizar una
acción, eso es el pensamiento social.
Acción
CONDUCTA
...................................................................................................................................................
Nivel Social
PENSAMIENTO SOCIAL
...................................................................................................................................................
Pensamiento
PENSAMIENTO PROFUNDO
...................................................................................................................................................
Nivel Psicológico
EMOCIONES BÁSICAS
...................................................................................................................................................
Emoción
EMOCIONES PROFUNDAS
...................................................................................................................................................
Nivel Existencial
ESPIRITUALIDAD
...................................................................................................................................................
En la banda de la Emoción vamos a distinguir dos niveles diferentes, que más adelante
explicaré, Emociones básicas y Emociones profundas.
Y por último quedaba un hueco vacío que durante algunos años dejé en interrogante. Salía
un nivel más, pero no tenía datos para darle un contenido y llamé a este esquema “el
esquema de los 5 niveles” porque yo trabajaba en estos 5 niveles y me quedaba el último
con una interrogación; después empecé a poner tímidamente espiritualidad y más tarde
trascendencia, para terminar, volviendo a denominarle Espiritualidad, y poco a poco he ido
confirmando que este nivel es muy importante para todo el esquema. Incluye los contenidos
más profundos del ser humano que tienen ver con la espiritualidad. Durante el proceso de
terapia se producen cambios en él ya que, de alguna forma, hemos visto que está presente
transversalmente a través del sentido que la persona le da a su vida y desde la escala de
valores que sustentan su visión del mundo.
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Para llegar a las emociones profundas, vamos al bebé que sólo tiene la
posibilidad de sentir placer. ¿Cuándo lo siente? Cuando le dan de mamar, lo atienden, lo
abrazan, lo lavan. El bebé conecta con el placer cuando está recibiendo el amor parental. Ese
placer se equipara al amor parental.
Sentirá displacer cuando esté solo, sucio y no lo cambian, cuando falta el amor parental y
mamá no lo atiende. El bebé experimenta el displacer como miedo a perder el amor de
mamá. El bebé no tiene percepción del tiempo, no sabe qué es pasado, futuro... Un bebé
que tiene hambre, la tiene para siempre... y está solo para toda la eternidad... El miedo a
perder el amor de mamá conecta con un miedo profundo a nivel existencial, que es el miedo
a dejar de existir. Nos vamos al desarrollo del mundo emocional del bebé, cuando todavía no
puede sentir, sólo puede notar o experienciar dos opciones: placer/displacer.
Y del MIEDO, según evoluciona el niño, desarrollará las tres emociones básicas
desagradables: la tristeza, el miedo lógico y la rabia.
Alegría Tristeza
Poder Rabia
Miedo al Abandono: es el miedo más profundo. El niño, que necesita a sus padres
para existir, cuando siente peligrar la relación amorosa puede conectar con el Miedo
a caer en el vacío existencial.
Amor y miedo están opuestos porque cuando sientes miedo el amor te protege, y cuando
falta el amor lo que sientes es miedo.
aparecerá en blanco, cuando hay una ausencia de mamá, entonces la tinta empezará a
llenar la superficie del papel, según la intensidad y la duración de la emoción. El bebé está
con mamá y la aguja entintada estará levantada sin manchar el papel, cuando el bebé se
siente solo la aguja bajará y la tinta comenzará a manchar el papel. Los bebés se adaptan al
instante presente a gran velocidad y en cuanto mamá vuelve a estar la aguja se levanta y
deja de manchar, vuelve a fluir el AMOR.
La clave de este esquema es que cada elemento que está en un determinado nivel necesita
tener por debajo un contenido coherente con el concepto del nivel más superficial para
soportarlo y permitir que se asiente... entonces, si hay un elemento que no es coherente con
el anterior se producirá una falla en la columna, que la persona no puede aguantar
demasiado tiempo. El contenido del nivel inferior soporta el de los niveles superiores y va
haciendo cambiar el contenido de los que están por encima en función de la coherencia. El
nivel inferior es el que manda, si está enfermo permaneceremos en patología y en salud si
está sano. Podemos hablar de una tendencia a la congruencia, a la estabilidad entre los
niveles.
En alguien que nos cuenta su conducta problema, vamos viendo cual es el pensamiento
social que soporta esa conducta y qué material cognitivo más profundo es coherente con ese
pensamiento social y la conducta. Después exploraremos qué emociones básicas y qué
emociones profundas encontramos coherentes entre sí y congruentes con el resto de los
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Si tomamos como ejemplo un paciente alcohólico debemos tener en cuenta que con su
conducta está actuando su conflicto. La persona se hace adicta porque tiene una serie de
conflictos internos con los que el alcohol encaja. Es habitual que haya una madre detrás que
no le ha dejado ser él mismo. Con el alcohol intenta acallar su dolor y en la primera copa
funciona, pero la tolerancia hace que con el tiempo sea necesario aumentar el consumo.
Analizando su problema con el esquema de los 5 Niveles veremos que presenta en:
La patología tiene unos contenidos congruentes (en este caso negativos) en todos los
niveles, lo que garantiza una estabilidad que permite que se asiente en la persona y que
perdure durante mucho tiempo.
Lo que habrá que buscar es “cómo” hacer para que un paciente se cure, es decir que los
contenidos de la columna del lado de la patología den lugar a otros en el lado de la salud, y
que construya una columna congruente.
Actividad
¿Cuál es el Problema?
terapeuta escuche su narración y se haga una idea general de qué es lo que la persona quiere
analizar, para poder ordenar y orientar mejor sus intervenciones exploratorias.
Describe cómo era la situación, qué hacías, qué pensabas y qué sentías.
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Módulo 06. Relación Terapéutica y Técnicas Básicas en PHI. Los cinco niveles de Intervención
Según vas realizando las preguntas, con las respuestas de tus pacientes irás obteniendo
datos que podrás colocar en cada uno de los 5 niveles de intervención en PHI. Del resultado
de esta clasificación de los datos saldrá una columna que reflejará la sintomatología de la
persona y resumirá su patología en los 5 niveles.
El siguiente paso consistirá en que el/la terapeuta, con la lista de psicopatología elaborada
delante, vaya explorando con su paciente los objetivos terapéuticos para cada nivel, y los
reflejará una vez concretados en la columna derecha del esquema de los 5 niveles.
El tercer paso consistirá en pensar y decidir qué técnica o intervención psicoterapéutica nos
puede ser útil para conseguir el objetivo terapéutico marcado.
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