10 Cualidades de Un Terapeuta

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HABILIDADES DE UN TERAPEUTA

10 CARACTERÍSTICAS DE UN TERAPEUTA INTEGRAL


MÓDULO I

10 CARACTERÍSTICAS DE UN
TERAPEUTA INTEGRAL
Estos diez puntos, están desarrollados,
en general, para toda aquella persona
que, de forma habitual o puntual,
remunerada o no, se ha hecho cargo de
otra persona con el objetivo de
consolarla, ayudarla o mejorar su salud.
Esto, incluye indudablemente a quienes
hemos decidido acompañar a otros en su
proceso curativo personal a través de la
medicina complementaria.

A continuación, encontrarás
características que, a nuestro
entender, atesoran todas aquellas
personas que, de corazón, tienen alma
de terapeuta.

Léelos a consciencia si ya eres terapeuta. Puede que te dé alguna idea, te reafirme en tu


profesión o incluso haga replantearte tu futuro profesional. Si no eres terapeuta y te sientes
reflejado, tal vez descubras tu verdadera vocación. Finalmente, si eres consultante, sabrás
si tu terapeuta cumple con los requisitos que considero indispensables.

1. Escucha a sus pacientes y manifiesta una gran


receptividad.
Un buen terapeuta sabe escuchar a sus pacientes. Pero no sólo aquello que dicen, sino
también aquello que hacen y aquello que son.

Lo que nos cuenta un consultante durante la


anamnesis es fundamental. Pero también lo es la
forma en que camina y se mueve, la forma en que nos
mira o el tono de voz con el que nos responde. Todo
lo que emana del paciente es importante, y un buen
terapeuta sabe tenerlo en cuenta, para saber de esto
es importante el conocimiento que tenga y
claramente la experiencia va mejorando esta
habilidad. No temas, al principio siempre nos costará
un poco más.

Para poder escuchar la globalidad de un consultante, hay que estar en un estado receptivo
óptimo que trasciende el pensamiento racional. ¿Por qué? Porque la mente suele

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bloquearse, engañarnos y usar patrones repetitivos cerrados que nos impiden avanzar o
encontrar soluciones.

Cuando nuestra mente está libre, tranquila y sosegada, conseguimos operar de forma
simultánea con otros canales perceptivos, como la intuición, y logramos una atención
plena que nos permite percibir mucha más información, lejos de los prejuicios.

Desde este estado de receptividad somos más eficaces a la hora de captar detalles sutiles,
relacionar datos y encontrar los gatillantes que harán en el consultante los clics que necesita,
muchas veces sólo con haber logrado hablar y ser escuchado.

Procura que el lugar sea adecuado, que sea privado y que idealmente no tengas
interrupciones.

2. Sabe realizar un buen diagnóstico.


Un buen terapeuta sabe que una de las
claves del éxito de la terapia es un buen
diagnóstico.

Si acudes a cualquier tipo de terapeuta


holístico y éste empieza a tratarte sin antes
haber hablado contigo y haberte hecho
muchas preguntas, si no pide tu expresa
autorización antes de iniciar, es mejor que
salgas de ahí.

Un terapeuta que se limita aplicar


técnicas no es más que un operario de
fábrica, capaz de solucionar ciertos
problemas generales, pero potencialmente
peligroso e incapaz de dar respuesta a
problemas complejos, y sabemos que los
problemas emocionales son complejos, merecen dedicación y conocimiento.

Un terapeuta capaz de hacer un buen diagnóstico, mejora sobremanera su eficacia, pues


conocerá cuál es el problema y sabrá exactamente dónde y cómo aplicar su acción
terapéutica, pero también sabrá que el que decide qué necesita es el paciente.

3. Utiliza de forma equilibrada sus conocimientos y su


experiencia.
Un buen terapeuta no sólo debe atesorar una gran cantidad de conocimientos técnicos
teóricos y prácticos (anatomía, fisiología, semiología, patología, entre muchos otros).

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También debe acumular experiencia y, con el paso de los años, utilizarla para perfeccionar
su razonamiento clínico y mejorar la eficacia de sus tratamientos.

Un terapeuta que, además de saber escuchar a sus pacientes y realizar un buen


diagnóstico, integra simultáneamente sus conocimientos y su experiencia es capaz de
dar soluciones a problemas complejos. ¿Por qué? Porque comprende la naturaleza de la
disfunción y, por tanto, sabe aplicar con eficacia la mejor técnica o acción terapéutica en cada
caso.

Un terapeuta que no trabaje simultáneamente en su propia curación personal, no es capaz


de soportar el proceso curativo de otro, es fundamental, antes de acompañar a una persona
en este proceso personal, al menos estar intentando la propia sanación personal.

4. Usa el poder de la intención.


Un buen terapeuta, además utilizar sus
conocimientos y su experiencia, conecta y
empatiza con el paciente de forma humana
con un único y honesto propósito:
ayudarle a mejorar de sus dolencias y
acompañarlo en su proceso de curación
individual.

Esa intención o voluntad sincera de


ayudar al paciente es un pilar fundamental
en la eficacia del tratamiento, ya que, por sí
sola, activa el proceso de curación.

Cuando un terapeuta pone la mano sobre un paciente (en caso de terapia manual) y focaliza
su atención en su curación, se ponen en marcha cambios sutiles a nivel energético,
subatómico, celular… que van dirigidos a la mejora de sus dolencias. Y eso, tarde o
temprano, tiene una incidencia positiva en la salud y la clínica del paciente.

Un terapeuta que trabaja con el poder de su intención (además de los puntos


anteriormente comentados) da un salto cualitativo en la eficacia de sus tratamientos.

5. Sabe implicar al paciente en el proceso de curación.


En cualquier disciplina terapéutica, saber implicar y motivar
al paciente es básico para tener éxito.

La actuación y las competencias del terapeuta


representan, tal vez, la mitad del proceso terapéutico.
El resto depende, efectivamente, del consultante.

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Así pues, un buen terapeuta hace que sus pacientes participen y se impliquen al
máximo en sus tratamientos.

Y es que, cuando un paciente es consciente del problema que tiene, sabe por qué lo tiene,
confía en su terapeuta y alberga la firme voluntad de mejorar sus dolencias, las
probabilidades de éxito o curación aumentan exponencialmente.

6. Es humilde y es consciente de que él no cura


Muchos terapeutas, a medida que
mejoran profesionalmente, tienden
a desarrollar cierta arrogancia e
incluso la falsa creencia de que son
responsables directos del proceso
de curación del paciente.

Un buen terapeuta es humilde, y


sabe que el último responsable de
la curación es el propio
consultante. Por tanto, es
consciente de que, en ocasiones,
nada puede hacer para lograr dicha curación. Por muchos conocimientos, experiencia y
talento que tenga.

Es más, a veces, la enfermedad es un proceso necesario para la evolución y el


crecimiento espiritual del paciente. Y eso es algo difícil de aceptar y comprender tanto
para el terapeuta como para el propio paciente.

Mi experiencia como terapeuta me dice que la humildad y la aceptación suelen ser más
eficaces a la hora de conseguir resultados que la arrogancia y el exceso de control.

Un terapeuta no es más que el medio que el propio paciente elige


para sanarse a sí mismo.

7. Busca la mejora continua.


Un buen terapeuta busca la excelencia de forma continua en todos los aspectos.

Cuando es estudiante suele dedicarse en cuerpo y alma a sus estudios. Y aunque sacrifique
parte de su vida social y familiar, sabe que todo ello valdrá la pena cuando esté frente a un
paciente y, gracias a ello, sepa dar respuesta a sus problemas.

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Cuando ejerce su profesión, se forma continuamente en nuevas técnicas, descubrimientos o,


simplemente, en revisar y no olvidar lo que ya sabe. Y también se esfuerza por no caer en la
ejecución repetitiva de técnicas y protocolos, sino que intenta innovar y probar nuevas
formas de tratar a sus pacientes.

Por último, asume que su profesión es un reto y una responsabilidad de por vida que implica,
en muchas ocasiones, trabajar bajo presión y hacer ciertos sacrificios.

8. Sabe que ejerce una de las más grandes profesiones u


oficios que existen.
Las más grandes profesiones que existen son aquéllas que ayudan al prójimo a
desarrollar la versión más grande de sí mismo.

Según esta definición, la profesión de terapeuta es, sin duda, una de ellas.

Cuando ejerces como terapeuta, enriqueces la vida de cada uno de tus consultantes,
mejorándola de una forma u otra. Del mismo modo, cada uno de tus pacientes te enseña
cosas que te convierten en una persona mejor. Este proceso interpersonal de mejora
recíproca es la forma más eficaz de contribuir a crear una sociedad y un mundo mejor.

De hecho, cualquier profesión, realizada de forma adecuada, tiene ese potencial. El


potencial de mejorar la vida de las personas y del mundo en el que vivimos.

9. El dinero es una motivación secundaria para el


terapeuta.

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Un buen terapeuta ama su profesión y, por tanto, disfruta haciéndola. Por ello, si no
necesitase dinero para vivir, seguiría, con toda seguridad, ejerciendo como
terapeuta.

Desgraciadamente, en un mundo regido


por parámetros económicos, necesitamos
dinero para vivir, con lo cual, solemos estar
obligados a trabajar por dinero. No
obstante, la motivación principal de un
buen terapeuta es el placer de servir y
ayudar al prójimo a recuperar su salud.

En el momento que el dinero se


convierte en nuestra motivación
primaria, dejamos de ser terapeutas: nos convertimos en hombres de negocios utilizando
la terapia como medio para enriquecernos.

¿Y qué ocurre entonces? Que el objetivo deja de ser la curación del consultante. Es más
interesante, económicamente hablando, tener muchos pacientes. Y si son de larga duración,
mejor.

En ese momento se tienden a traspasar todos los límites éticos, pues se deforma
nuestra forma de ver las cosas. ¿En qué sentido? Hoy en día, por ejemplo, los terapeutas
no se preocupan de ver gente sana ni se alegran de ver sus consultas vacías; quieren ver
pacientes enfermos y consultas llenas. Para poder seguir ganando dinero, claro.

Eso suele derivar en: abusos, engaños, estafas y, en general, mala praxis profesional.
¿Quieres más ejemplos? Piensa en las farmacéuticas que se niegan secretamente a
comercializar medicamentos que curan para vender aquéllos que crean pacientes crónicos y
dependientes. Piensa en cuántos cirujanos habrán realizado operaciones que realmente no
eran necesarias. O piensa en cuantos fisioterapeutas han pedido prescripciones médicas para
poder seguir tratando pacientes que no necesitan tratamiento. La gran diferencia con la
medicina alópata no es solamente el tiempo que toma la consulta, sino el verdadero fin de la
terapia, sanar.

10. Es un idealista y un romántico


El terapeuta que cumple todas las cualidades anteriores se convierte, necesariamente, en un
idealista y un romántico. Tal y como he ido describiendo, éstas son algunas de las ideas que
suele desarrollar:

• Desearía poder trabajar por placer y no pedir dinero a sus pacientes.


• No desea enriquecerse de forma prioritaria sino servir a ayudar a sus pacientes
y, por tanto, a la sociedad y al mundo en general.

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• No se obsesiona con llenar la consulta, sino que le pide al universo que le traiga
a aquellos pacientes que realmente lo necesitan y a los que puede ayudar, algo que
suele darse de forma natural.
• Percibe la terapia como una relación de mejora personal recíproca entre él y
sus pacientes.
• Es honesto y sabe dónde están sus límites, con lo cual, no duda en derivar a otros
colegas o profesionales cuando no es capaz de ayudar.
• Lo da todo por sus pacientes, pero no quiere ser perfecto. Sabe que, como las
parejas, el mejor paciente para una persona, puede no serlo para otra.
• Asume que, a veces, la enfermedad es parte del proceso de evolución de la
persona y, por tanto, acepta y asume que la curación no siempre es posible.
• Ama su profesión y busca la excelencia para realizarse y sentir que su profesión
es una de las grandes profesiones que existen.

¿Y tú? ¿Reúnes las cualidades de un buen terapeuta? ¿Las cumple tu terapeuta?

Te deseamos lo mejor en este camino que recién comienzan para algunos y que otros ya
llevan recorrido.

No olvide que siempre es importante mantener claridad con respecto a la ética de atención.

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