10 Cualidades de Un Terapeuta
10 Cualidades de Un Terapeuta
10 Cualidades de Un Terapeuta
10 CARACTERÍSTICAS DE UN
TERAPEUTA INTEGRAL
Estos diez puntos, están desarrollados,
en general, para toda aquella persona
que, de forma habitual o puntual,
remunerada o no, se ha hecho cargo de
otra persona con el objetivo de
consolarla, ayudarla o mejorar su salud.
Esto, incluye indudablemente a quienes
hemos decidido acompañar a otros en su
proceso curativo personal a través de la
medicina complementaria.
A continuación, encontrarás
características que, a nuestro
entender, atesoran todas aquellas
personas que, de corazón, tienen alma
de terapeuta.
Para poder escuchar la globalidad de un consultante, hay que estar en un estado receptivo
óptimo que trasciende el pensamiento racional. ¿Por qué? Porque la mente suele
bloquearse, engañarnos y usar patrones repetitivos cerrados que nos impiden avanzar o
encontrar soluciones.
Cuando nuestra mente está libre, tranquila y sosegada, conseguimos operar de forma
simultánea con otros canales perceptivos, como la intuición, y logramos una atención
plena que nos permite percibir mucha más información, lejos de los prejuicios.
Desde este estado de receptividad somos más eficaces a la hora de captar detalles sutiles,
relacionar datos y encontrar los gatillantes que harán en el consultante los clics que necesita,
muchas veces sólo con haber logrado hablar y ser escuchado.
Procura que el lugar sea adecuado, que sea privado y que idealmente no tengas
interrupciones.
También debe acumular experiencia y, con el paso de los años, utilizarla para perfeccionar
su razonamiento clínico y mejorar la eficacia de sus tratamientos.
Cuando un terapeuta pone la mano sobre un paciente (en caso de terapia manual) y focaliza
su atención en su curación, se ponen en marcha cambios sutiles a nivel energético,
subatómico, celular… que van dirigidos a la mejora de sus dolencias. Y eso, tarde o
temprano, tiene una incidencia positiva en la salud y la clínica del paciente.
Así pues, un buen terapeuta hace que sus pacientes participen y se impliquen al
máximo en sus tratamientos.
Y es que, cuando un paciente es consciente del problema que tiene, sabe por qué lo tiene,
confía en su terapeuta y alberga la firme voluntad de mejorar sus dolencias, las
probabilidades de éxito o curación aumentan exponencialmente.
Mi experiencia como terapeuta me dice que la humildad y la aceptación suelen ser más
eficaces a la hora de conseguir resultados que la arrogancia y el exceso de control.
Cuando es estudiante suele dedicarse en cuerpo y alma a sus estudios. Y aunque sacrifique
parte de su vida social y familiar, sabe que todo ello valdrá la pena cuando esté frente a un
paciente y, gracias a ello, sepa dar respuesta a sus problemas.
Por último, asume que su profesión es un reto y una responsabilidad de por vida que implica,
en muchas ocasiones, trabajar bajo presión y hacer ciertos sacrificios.
Según esta definición, la profesión de terapeuta es, sin duda, una de ellas.
Cuando ejerces como terapeuta, enriqueces la vida de cada uno de tus consultantes,
mejorándola de una forma u otra. Del mismo modo, cada uno de tus pacientes te enseña
cosas que te convierten en una persona mejor. Este proceso interpersonal de mejora
recíproca es la forma más eficaz de contribuir a crear una sociedad y un mundo mejor.
Un buen terapeuta ama su profesión y, por tanto, disfruta haciéndola. Por ello, si no
necesitase dinero para vivir, seguiría, con toda seguridad, ejerciendo como
terapeuta.
¿Y qué ocurre entonces? Que el objetivo deja de ser la curación del consultante. Es más
interesante, económicamente hablando, tener muchos pacientes. Y si son de larga duración,
mejor.
En ese momento se tienden a traspasar todos los límites éticos, pues se deforma
nuestra forma de ver las cosas. ¿En qué sentido? Hoy en día, por ejemplo, los terapeutas
no se preocupan de ver gente sana ni se alegran de ver sus consultas vacías; quieren ver
pacientes enfermos y consultas llenas. Para poder seguir ganando dinero, claro.
Eso suele derivar en: abusos, engaños, estafas y, en general, mala praxis profesional.
¿Quieres más ejemplos? Piensa en las farmacéuticas que se niegan secretamente a
comercializar medicamentos que curan para vender aquéllos que crean pacientes crónicos y
dependientes. Piensa en cuántos cirujanos habrán realizado operaciones que realmente no
eran necesarias. O piensa en cuantos fisioterapeutas han pedido prescripciones médicas para
poder seguir tratando pacientes que no necesitan tratamiento. La gran diferencia con la
medicina alópata no es solamente el tiempo que toma la consulta, sino el verdadero fin de la
terapia, sanar.
• No se obsesiona con llenar la consulta, sino que le pide al universo que le traiga
a aquellos pacientes que realmente lo necesitan y a los que puede ayudar, algo que
suele darse de forma natural.
• Percibe la terapia como una relación de mejora personal recíproca entre él y
sus pacientes.
• Es honesto y sabe dónde están sus límites, con lo cual, no duda en derivar a otros
colegas o profesionales cuando no es capaz de ayudar.
• Lo da todo por sus pacientes, pero no quiere ser perfecto. Sabe que, como las
parejas, el mejor paciente para una persona, puede no serlo para otra.
• Asume que, a veces, la enfermedad es parte del proceso de evolución de la
persona y, por tanto, acepta y asume que la curación no siempre es posible.
• Ama su profesión y busca la excelencia para realizarse y sentir que su profesión
es una de las grandes profesiones que existen.
Te deseamos lo mejor en este camino que recién comienzan para algunos y que otros ya
llevan recorrido.
No olvide que siempre es importante mantener claridad con respecto a la ética de atención.