Serra Nicolas La Masoneria Al Derecho y Al Reves II

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NICOLÁS S E R R A Y C A U S S A

PRESBÍTERO

MASONERÍA =
al derecHo y al revés
ESTUDIO SOBRE LA NATURA-

LEZA Y FINES DE LA MISMA

TOMO I I

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA

BARCELONA

L i b r e r í a y T i p o g r a f í a C a t ó l i c a , Pino, 5 r
MASONERÍA AL DERECHO Y AL REVÉS

M A S O N B B Í A . T. ir.—1
MASONERÍA
al derecho y al revés

O SEA

ESTUDIO SOBRE LA NATURA-

LEZA Y FINES DE LA MISMA


POR

NICOLÁS S E R R A Y CAUSSA
PRESBÍTERO

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA

TOMO I I

BARCELONA = = = = =

Librería y Tipografía C a t ó l i c a , Pino, 5


ES PROPIEDAD DEL AUTOR

Queda hecho el depósito que marca la ley


MASONERÍA AL DERECHO Y AL REVÉS

CAPÍTULO PRIMERO

Filosofemos.—Cuanto más traidor, tanto mejor masón.—No fue-


ron traidores por interés, sino por masones.—Cosmopolitismo de
la secta probado por los hechos.—Una sola causa de la Revolu-
ción francesa.—No francesa, sino cosmopolita.—¿Por qué comen-
zó en Francia?—Pruébase su única causa.—Efectos de la revo-
lución.

y enojosa ha sido por demás nuestra e x -


!á.RGA

pedición por el campo de la historia, para nos-


otros tanto como para nuestros lectores, pero
forzosa y de provecho grande: demos por bien
empleada nuestra fatiga.
En primer lugar y ante todo con el argumento de los he-
chos, que en el terreno social y práctico traen consigo em-
bebida la interpretación más auténtica, la representación
más lúcida y expresiva, y la prueba más fehaciente de las
teorías; con la historia en la mano, inspeccionada en la ca-
dena no interrumpida de los datos singulares que la esla-
MASONEBÍA. T. I I . — í í
6 CAPÍTULO I

bonan, y estudiada en todo su contexto, logramos nuestro


primero é importantísimo intento; á saber, comprobar y con-
cluir que la secta, en el período histórico recorrido, fué
constantemente enemiga de la patria, puesto que en todos
los países y en todos los casos ocurrentes siempre conspiró
contra ella, y siempre la vendió á sus enemigos. Esto es lo
menos que arrojan de sí los hechos innegables. ¿Eesulta de
ellos algo más? Sí: como que lo que la masonería fué enton-
ces, esto fué después, esto es ahora y será siempre, porque
la naturaleza no se desmiente á sí misma. Sigúese invenci-
blemente, que si entonces conspiró contra la patria, cons-
piró después, conspira ahora y conspirará siempre en caso
ofrecido; si entonces la vendió, la vendió más tarde, la ven-
de ahora y la venderá siempre y cuando se lo haya pedido
ó se lo pida el cuerpo, es decir, su maldita índole y perver-
sos ideales. En consecuencia siempre sin variación ni mu-
danza ha sido, es y será enemiga de la patria en obedeci-
miento al impulso de su íntima naturaleza.
Por lo demás, si hiciese falta, que no la hace después de
lo demostrado, fácil nos fuera seguirle los pasos y conti-
nuar de algún modo hasta el fin el relato de sus hazañas
alevosas en las épocas subsiguientes al período de la Re -
volución francesa, si esta tarea no perteneciese más pro -
píamente al curso general de la Historia de la masonería,
que á pesar de nuestra insuficiencia nos reservamos para
otros ocios, y si no fuese tanto como engolfarse en una mar
vasta y profundísima, en la historia completa y ordenada
de los misterios más hondos de la política moderna, arduum
opus, empresa colosal, que demanda las fuerzas y el tesón
de un P. Barruel ó de un Crétineau-Joly, aun después de
haber sudado tanto y tan meritoriamente en ella un P. Des-
champs y un Claudio Jannet.
Volviendo al hilo de nuestro discurso, este ensañamiento
y carácter obstinado de traición á la propia patria lo lleva
la infanda orden en la masa de la sangre. ¿Masonería, di-
jiste? Pues dijiste fraternidad universal, cosmopolitismo,
perfecto comunismo, humanidad independiente y diviniza-
da, tomado todo en el sentido y conforme á la idea masó-
nica. ¿Fraternidad universal? pues una familia sola com-
FILOSOFEMOS 7

puesta de todo el género humano en junto, con inexcusable


negación de cualquiera familia particular grande ó chica.
¿Cosmopolitismo? pues una ciudadanía única para todos
los hombres, el mundo ó el universo, con abolición de cual-
quier otro título de ciudadano para nadie ni de ninguna
patria ó nacionalidad. ¿Comunismo? pues comunión recí-
proca de derechos, bienes y personas en una posesión y
fondo común, con absoluta proscripción de cualquier distin-
ción, de propiedad ni derecho privativo ó exclusivo para
nadie. ¿Humanidad? pues unificación perfecta de todos los
-pueblos constitutiva de esta humanidad, la cual informada
de la libertad esencial y absoluta, que hace de un hombre
un dios de sí mismo, por una parte asume y representa la
divinidad de todos ellos, y por otra concentra en sí la suma
de todos los derechos emanados de aquella libertad, divi-
nos también por consiguiente.
De suerte que siendo la masonería fraternidad universal,
cosmopolitismo, perfecto comunismo, y humanidad divini-
zada, quien dice masonería, dice respectivamente negación
ó exclusión de cualquier familia particular, supresión de
cualquiera singular ciudadanía, fin y término de toda dis-
tinción y separatismo entre los hombres, divinización fi-
nalmente de la unidad y comunidad perfecta de todo el
género humano, con derecho también divino para realizarla
y mantenerla por medio de la absorción de todos los pue-
blos. Esto es de la esencia de la masonería, enemiga según
lo dicho por sí misma de todas las patrias y nacionalidades:
la destrucción de todas ellas es por lo tanto derecho divino
masónico; ya sabemos que el Dios de la masonería es la
Humanidad. El alma masónica no respira más que odio,
abominación y exterminio contra ellas: el masón debe estar
poseído de estos sentimientos, y no puede por menos, ó no
es masón. Masón y patriotas son términos contradictorios,
cualidades que se destruyen entre sí: la esencia del masón
es en gran parte ser antipatriota; cuanto más venal, más
traidor y más desalmado antipatriota, mejor masón.
Un reparo podría ocurrírsele á alguno contra la signifi-
cación prestada á aquella urdimbre de traiciones hechas á
la patria. En ellas jugaba gran papel el interés, el diñe-
8 CAPÍTULO I

ro: luego aquellos traidores no lo eran por masones, sino


por codiciosos y venales. Ya se ve, que no disimulamos el
ataque.
Salimos á la escapatoria. 1. El caso del duque de
Brunswick es único en esa continua serie de traiciones.
Los pentarcas de París, que eran los directores generales
del movimiento revolucionario, en ejecución del plan ma-
duramente concertado en el areópago de la secta, despa-
chan sus ejércitos de sansculotes á las órdenes de sus D u -
mouriez, sus Pichegrus y sus Oustines, que no eran cier-
tamente genios de la guerra, bajo la bandera de la república
universal proyectada, á establecer en Europa y en el mun-
do entero el imperio de la libertad, igualdad y soberanía
popular masónica. El más importante de estos ejércitos,
del cual dependía el éxito de todas las futuras campañas,
era el de Dumouriez, que ante todo ha de hacer frente á
los aliados que han invadido á Francia y cuyo generalísi-
mo es Brunswick. Este puede reducir á polvo á Dumou-
riez, una vez en Valmy y otra en la Campagne, salvar á
Luis 16.° y dar buena cuenta de todos los carmañolas fran -
ceses: pero masón él, y aindamáis gran maestre de la ma-
sonería universal nombrado en el congreso de Willhemsbad
nada menos; masones los generales enemigos, masón el rey
de Prusia y protector de la masonería; en riesgo sobre todo
de perecer la causa de ésta quien sabe si para siempre
¿qué había de hacer? lo que hizo él y en trance parecido
habría hecho cualquier otro buen masón; y como estaba
arruinado el pobre, recoger de paso los millones que le re-
galaba la audacia de Danton, y que él por otra parte ha-
bría podido muy bien ir á París á cobrarlos por sus manos.
Vaya, que con tanto como le dieron en diamantes y en oro,
no pecaron los pentarcas de despilfarrados.—Por el estilo
fueron, bien que en cantidades de poca monta, algunas
otras, no muchas, generosidades y recompensas de la secta
á favor de los suyos, bien en contante, bien en empleos l u -
crativos. ¿De cuándo acá, para estimular el celo y activar
el trabajo, sobre todo en pago ó agradecimiento de servi-
cios extraordinarios é insignes, no se ha acostumbrado en
todo el mundo remunerar con largueza el brillante compor-
tamiento de los mismos que estaban obligados á la obra?
FILOSOFEMOS 9

2 . Desde antes de estallar y aun después de haber e s -


tallado la revolución francesa, y al desbordarse por toda
Europa, todos los masones conspiraban y estaban prepa-
rando la entrega de sus respectivas patrias: testifícalo la
historia. ¿Cuántos eran ellos?—En 1 7 8 7 se contaban: 7 0 3
logias en Francia, 6 2 3 en Alemania, 5 2 5 en Inglaterra,
2 8 4 en Escocia, 2 2 7 en Irlanda, 1 9 2 en Dinamarca, 7 9 en
Holanda, 7 2 en Suiza, 6 9 en Suecia, 1 4 5 en Rusia, 7 5 en
Polonia, 9 en Turquía, 8 5 en la América del Norte, 1 2 9 en
las posesiones ultramarinas de los Estados europeos, amén
de las de Italia, España, Portugal, Grecia, etc., que no
figuran en la estadística masónica; componiendo un total
de tres millones de hermanos. ¿Con qué capital se había de
pagar á tantos traidores y tantas traiciones, á cual más
importante?—Respondemos otra vez con los datos oficiales
de la secta. Ya á punto de pegar fuego á la mecha, se jun-
taron en París las asambleas generales de la masonería,
convocadas por el comité director de los Filaletas, y crea-
ron ua club ó logia de propaganda: «Este club tiene por
objeto, según salen todos, no solamente consolidar la re-
volución en Francia, sino también introducirla en todos
los pueblos de Europa y derribar todos los gobiernos ac-
tualmente establecidos. Sus estatutos se imprimieron por
separado. El 2 3 de Marzo de 1 7 9 0 había en caja 1 . 5 0 0 . 0 0 0
francos, de ellos 4 0 0 , 0 0 0 suministrados por el señor duque
de Orleans: el resto había sido dado por los honorables so-
cios en el acto de su recepción. Estos fondos están desti-
nados á sufragar los gastos de los viajes de los misione-
ros, llamados apóstoles, y de los folletos incendiarios
compuestos para un fin tan saludable.» A continuación vie-
ne la lista de los miembros del c l u b . — ¡ 1 . 5 0 0 , 0 0 0 francos!
¡qué miseria para tanta gente y para atenciones casi innu-
merables! A esta mezquina suma añadamos los cincuenta y
un millones que acusamos en nuestra reseña histórica pre-
cedente: ¿no es una bicoca para empresa tan gigantesca
como la conquista y transformación radical de todos los
pueblos de Europa, con sus adminículos indispensables de
organización de ejércitos, propaganda vastísima y continua
propiamente dicha, tantos viajes regios como los de Ca-
10 CAPÍTULO I

gliostro y otros, tantos tumultos populares, etc., etc., que


demandan expensas incalculables? Aquí nosotros rechaza-
mos la calumnia de codiciosos lanzada contra los masones,
y en alta voz proclamamos su desinterés: aquí lo que admi-
ra, lo que adarva á cualquier hombre reflexivo, es la penu-
ria extrema ó la sordidez de los jacobinos franceses, es el
fanatismo é increíble desprendimiento de aquellos millones
de hermanos, que por alguna que otra mísera gratificación
iban á batir el cobre en los campos de batalla, pues no po-
dían faltar ocasiones con todo y los secretos complots, ó
arriesgaban el pellejo en los motines populares y maquina-
ciones subterráneas, por solo el amor de la libertad é igual-
dad masónica. No, mil veces no; en el ardor de aquella fie-
bre revolucionaria, que sin cesar consume las entrañas del
buen masón, si los masones vendieron entonces y son capa-
ces de vender á su patria á cualquier hora, no fué ni es por
codiciosos, sino por masones.
3 . Ea los momentos de la explosión francesa, estaba ya
extendida la trama de la conspiración por toda Europa sin
dinero: ya para entonces sin más dinero que el necesario
para los precisos gastos, como es natural, los iluminados
más eximios en el arte de la seducción y más rendidos á la
causa masónica, se habían repartido el mundo como apósto-
les de Satanás, con facultades de inspectores y superinten-
dentes generales, bajo la dirección del areópago superior é
invisible de la secta, difundiendo y acreditando la idea ma-
sónica, formando la opinión por medio de la propaganda
gratuita de la prensa, reclutando nuevos iniciados, enarde-
ciendo el celo de los antiguos, organizando la asociación y
el trabajo con la máquina de aquellos clubs, de los cuales
el solo Zimmermann se gloriaba de haber fundado más de
cien en una correría por Italia, Suiza y Hungría, ganando
inteligencias y auxiliares en el campo enemigo, estable-
ciendo núcleos de conjuración y de traiciones.
4 . Sin dinero fueron entregadas á Custine Worms, Spira
y Maguncia, perdida después y luego recuperada; á Dumou-
riez la Flandes; á Pichegru las capitales y fortalezas de
Holanda; los cuales invadieron y tomaron posesión pacífica
de esas provincias, á manera de las aguas que soltadas
FILOSOFEMOS 11
de una ¡gresa 6 pantano de riego, se tienden sosegadamente
por campos y dehesas para fertilizarlos.
5, Sin dinero los saboyanos, los suizos, los piamonteses,
los subditos del Papa, los napolitanos salían amistosamente
al -encuentro de los carmañolas, llevados á pelear retroce-
dían delante de ellos, les abrían las puertas de las ciuda-
des, daban entrada en el p&is á sus ejércitos con cualquier
pretexto, como en España. En Merengo y Austerlitz trai-
ción hubo; esto consta; otra cosa Q O parece.
Basta, m suma, pesar debidamente los formidables com-
promisos de un verdadero iniciado y la sanción tremenda
impuesta á su d-esobediencia é inconstancia, de que por aque-
llos días 'menudeabas! los ejemplos, fuera de su errada opi-
niéa sectaria, para 'darse cuesta de cómo, <por intimación de
los -superiores de l a orden, paedan con t¿tal desinterés ha-
cer traición á su patria militares de graduación, magistra-
dos, ateos 'funcionarios políticos que, libres de aquellos apre-
mios y conviccio-nes, por ningún tesoro quizás habrían ven-
dido -su conciencia ni empañado tan feamente su reputación.
.ILos tales, ó debían sas ascensos y dignidades al mérito de
^su'iniciación y de su grado en los «isterios, caso muy fre-
cuente entonces y afcora, pues Weishaupt ahincaba mucho
-en esto,'«tanto por ssotívo de recompensa, como en atención
á'los particulares, servicios que desde su puesto había de
prestar elfavorecite; ó'feien se iniciaron después de haber
obtenido aquello s cargos. Los primeros, trabados con tan-
cas íigas ¿cómo 'iafeían-íde desacatar las órdenes por costo-
sas y repugnant ,es •quefaesen? Les segundos ¿( -.orno podían
dejar de acatar? cuando con «toda libertad y son toda su
alma, ya perveí iMa, se habían estregado á la se cta, atados
de pies y mano: 5, con solemne juramento de cons. igrarle ho>-
nor, intereses 3 r la vida misma? Menester es desc onoeer por
completo lafrá' jfciea de obediencia bárbara y crimit al estilada
en la secta y 11 avada al extremedel patet eccitus, ó sea, del
suicidio, preso it& por conveniencias ó simple a viso de la
orden; menest jr e s no saber jote de aquel fanati smo atroz
y salvaje, supf ¡rior al mismo fie los seides del V tejo de la
montaña, exa' ifcado hasta los saá? horrorosos exc asos; me-
nester es no h afcer medido jama.? el alcance de aqi lella má-
12 CAPÍTULO I

xima, profundísimamente inmoral, del Iluminismo—el fin


santifica los medios—suya principal aplicación la hacían
aquellos foragidos con relación al fin de la secta; para creer
que un iluminado, un masón cualquiera, haya de titubear
ni por un momento ante el sacrificio de la patria, que es ar-
tículo señalado en los programas de la orden, y que ella exi-
ge y urge como indispensable y conducente á su fin prima-
rio, que es el triunfo de la Humanidad masónica, conforme
á lo que llevamos ya dicho é inculcado. De consiguiente, no
por cebo del interés ó esperanza de remuneración, sino por
esencia y ley del instituto, estará el masón pronto siempre
á vender á su patria.
Conclusión. En aquella infinita cadena de traiciones á la
patria, no nos venga nadie á desfigurar los crímenes de los
adeptos ni á achicar la malicia y fuerza real de la fementida
hermandad, imputando al amor del vil metal lo que sólo es
imputable á la increíble malignidad de su espíritu.-

Otro fruto de nuestra excursión histórica es la confirma-


ción práctica del cosmopolitismo de la secta. El comité se-
creto de los amigos reunidos, que se nombraban también
Filaletas. y tenían la representación del Gran Oriente
francés, convocaron una asamblea general de masones de
Francia y del extranjero para Febrero de 1785 en París:
en esta asamblea se decretó para dentro de breve plazo la
revolución francesa con todo el plan en ella luego desarro-
llado, y su propagación por toda Europa. Es decir, que
aquella revolución, así como no brotó espontáneamente por
efecto de causas peculiares de Francia, según se producen
en todos los países conmociones más ó menos graves, sino
que hubo de ser preparada y resuelta por acuerdo general
de la masonería; así también, por vigor del mismo decreto,
no había de quedar circunscrita dentro de los angostos lí-
mites de aquella nación, sino desatarse y desbordarse por
todas las demás naciones: donde ya aparece su carácter de
universalidad; pues quien dice Europa, dice todos los pue-
blos de la tierra, sometidos en mayor ó menor grado á la
influencia moral de aquella. Y, puesto que alguno había de
presuponerse ¿cuál era el objeto de la revolución? Era, se-
FILOSOFEMOS 13
gún que sus heraldos, sus caballeros y sus seides lo anda-
ban pregonando por el mundo, fundar el reinado de la liber-
tad, la igualdad y la fraternidad con la soberanía popular
en el gobierno, que son aquellos principios fundamentales
de la secta, ya largamente considerados por nosotros; y es-
te reinado actuado en la forma republicana, por ser la úni-
ca adaptable conforme á la teoría masónica. Así es que el
transporte y ampliación de la revolución á todas las nacio-
nes, siendo las mismas para todos los hombres aquella li-
bertad é igualdad radicales, importaba la constitución de la
república única, de que todos ellos fuesen ciudadanos. Y he
aquí como por consecuencia de aquel decreto y su ejecu-
ción, venía prácticamente afirmado y realizado el cosmopo-
litismo masónico, por si acaso necesitaba alguno la demos-
tración de los hechos.
Por último, la observación de aquel movimiento simultá-
neo iniciado en Francia, nos presta la clave para entender
lo que fué aquella Revolución francesa, acerca de la cual
anda á tientas y tropezones la opinión común, extraviada
tanto en el señalamiento de sus causas, como en el estudio
de su marcha y de sus resultados. La idea clara que nos
formemos sobre este asunto será otro de los frutos más pre-
ciados que saquemos de nuestra excursión por el dominio
de la historia.
Si consultamos el parecer de los más sobre las causas de
dicha revolución, nos admirará la diversidad de juicios, y
hasta lo disparatado de algunos: como por ejemplo en esta
línea el desatino materialista de la evolución fatal ó nece-
saria, cuya explicación consiste en no tenerla, y contra cu-
yo sofisma protesta instintivamente en los pueblos, lo mis-
mo que en los individuos, el sentimiento íntimo de la liber-
tad humana; como también la ocurrencia de considerar aque-
lla revolución cual un hecho providencial atemperado á los
cambios verificados en la sociedad á consecuencia de los
grandes descubrimientos físicos de la época y de los pro-
gresos de la industria; sin meditar que mal se aviene con
la justicia y santidad de la providencia divina el carácter
esencialmente antirreligioso de la revolución francesa, y que
en otros momentos históricos se han originado alteraciones
14 CAPÍTULO I

económicas semejantes entre las diferentes clases sociales,


y sin embargo no ha surgido ninguna conmoción tan extra-
ordinaria. Otras causas discurren otros: los abusos del an-
tiguo régimen de gobierno con su feudalismo y absolutis-
mo; la disolución general de costumbres, particularmente
de la nobleza, y los escándalos de la corte con el natural
contagio de las demás clases; el desorden de la hacienda,
pública y el mal estado económico general con la miseria y
exasperación de la multitud en casos; alguna sorda conspi-
ración del protestantismo, y mucho más aún el cisma y he-
rejía persistente de los jansenistas, y sus luchas con Ios-
buenos católicos; la endemoniada propaganda de impiedad
y libertinaje sostenida por los filósofos, en especial por el
genio maléfico de Voltaire y de Rousseau. Causas suficien-
tes para producir en el pueblo francés malestar y descon-
tento, desprestigio del brazo noble, empobrecimiento del
Estado, debilitación del poder real, disminución de la anti-
gua fe, discordias religiosas y parciales asonadas tal vez;
males susceptibles de remedio con el beneficio de un gobier-
no reparador, prudente y enérgico, según lo muestra la
experiencia de situaciones análogas en la historia de la mis-
ma Francia: causas secundarias, favorables á la eficacia de
otra causa superior y más poderosa, que con tal auxilio oca-
sionara más fácilmente un profundo trastorno en la nación;
pero impotentes é incapaces de levantar todas juntas el es-
pantoso incendio que, abrasando aquel reino y salvando to-
das las fronteras, derramó sus llamas por todos los países,
y aun perdura en sus devastadores efectos: causas comunes
á Francia, á lo menos equivalentemente, con otras nacio-
nes, donde sin embargo no se suscitó la misma hoguera, si
no es por comunicación de la francesa; causas, en una pa-
labra, mezquinas, desproporcionadas, totalmente inadmisi-
bles para dar cumplida razón de aquel cataclismo general,
y hasta el día de hoy perseverante en sus resultados. EQ
vano es que nos fatiguemos en inquirir causas y enhilar ex-
plicaciones: la explicación y la causa es única; la acción
fuerte, combinada y arrolladora de la masonería.
En efecto. Acabamos de ver, cuál fué el objeto de la re-
volución francesa, manifestado tanto por la desenvuelta y
FILOSOFEMOS 15
repetida confesión de sus promotores y abanderados, como
por sus obras mismas; á saber, el triunfo de la libertad é
igualdad de marras con el imperio de la soberanía popular
encarnada en la forma de gobierno republicana. ¿No consti-
tuye esto mismo uno de los fines primarios de la masonería?
¿no nos enseña la historia como trasladaron á la práctica
ese ideal? Además ¿quiénes fueron los autores, maestros y
directores del infernal complot? ¿quiénes sus caudillos, re-
clutadores y emisarios? ¿quiénes sus oficiales y actores de
toda ralea? Los masones é iluminados de las cien familias y
variedades, hechos un haz. Por último ¿con qué medios y
procedimientos amasaron, encaminaron y aseguraron la ho-
rrenda conjuración? Con los usuales de la secta; logias,
clubs, juramentos, misterios, hipocresías, propaganda anár-
quica, corrupción, traiciones, motines y seducciones de las
masas. ¿Qué más se quiere? Cuando los mismos malhechores
no lo hubieran publicado, y abonado su dicho los herederos
y continuadores modernos de sus inicuos proyectos; cuando
á una voz no lo atestiguaran la historia profana y la secta-
ria; bastarían los anteriores datos para evidenciar el origen
masónico de aquella revolución.
Mas ¿por qué ésta fué francesa, como podía haber sido
bávara, prusiana, austríaca ó italiana? Podía haberlo sido,
cierto; y esta misma suposición no descaminada persuade
por sí sola la insubsistencia de las hipótesis triviales antes
enumeradas para dar la explicación satisfactoria de aconte-
cimiento tan trascendental. Sí, minadas estaban, y aun al-
gunas á punto de voladura, todas las naciones europeas, y
más allá de Europa se habían tendido los hilos de la trama
universal: pero ¡ah! en Francia había de saltar la funesta
explosión que aterrorizase al mundo, y no en otra parte.
¿Por qué razón? ¿en consideración á aquellas hipótesis de
vulgares historiadores? ¡Quiá! Lo decretó Weishaupt, y
basta. Aquel Espartaeo, el conspirador más profundo de
los siglos en sentir de Luis Blanc, aquel aborto del Aver-
no, que atesora en su alma la malicia de todos los enemi-
gos del género humano, que confiado en la virtud de su
iluminismo dominante en todos los antros secretos, se arro-
ga el poder de refrenar ó desatar á su placer las tempesta-
16 CAPÍTULO I

des, allá en su apartada manida juzga que ya los tiempos


han llegado á madurez, y envía á Francia sus dos más e s -
cogidos areopagitas, que acaben de iluminarla, que ultimen
los preparativos y den la señal de la espantable conflagra-
ción. Y la revolución á la hora marcada estalló. ¿Cuál fué
el motivo de su preferencia á favor de aquella nación para
teatro de sus horribles proezas y centro de sus operacio-
nes? Nos lo declara un gran francés, el descubridor más
sagaz y valeroso de los misterios y maquinaciones secta-
rias, eternamente cargado, en pago del inapreciable servi-
cio que prestó á la humanidad, con las maldiciones de los
feroces esclavos de Manes, el P. Barruel. Son sus pa-
labras:
«Para abrir en Europa camino á las revoluciones y dar
impulso á la multitud de iniciados desorganizadores, sola-
mente necesitaba la secta comunicar sus votos y revelar
sus misterios á una nación activa y pujante; que por des-
gracia muchas veces se deja llevar más de los acaloramien-
tos que previenen la reflexión, que de la reflexión que pre-
viene las desgracias; nación que en la fogosidad de sus
arrebatos se olvida con mucha facilidad, de que para ser
verdaderamente grande, no basta tener valor en arrostrar
los obstáculos, y que los vándalos mismos y hasta los pue-
blos más bárbaros han contado sus héroes: nación en fin,
sobre la cual siempre ha ejercido imperio la ilusión; que
antes de consultar á la sabiduría en sus consejos, podía en
sus primeros transportes derribar altares, volcar tronos, y
no salir de su funesto delirio hasta el momento de no que-
darle más recurso que llorar sobre las ruinas. Esta ilusión
dominaba en la Francia entera, nación que se jactaba de la
primacía en Europa; y aquella ilusión, tan peculiar de los
franceses, llamó las atenciones del Areópago escudriña-
dor. Este juzgó que ya había llegado el momento de enviar
sus apóstoles á las orillas del Sena...»
Que este mismo concepto del carácter francés se había
formado el patriarca del Iluminismo, testifícalo el Padre
Barruel:
«Ya en el año de 1782 Filón Knigge y Weishaupt habían
concebido el proyecto de agregar á su iluminismo la nación
FILOSOFEMOS 17

francesa; pero el genio de ésta ardoroso, impaciente é in-


dómito sugeríales motivos muy poderosos para no acelerar
sus conquistas por esta parte de Estrasburgo. Podía ser
prematura la explosión en Francia: pueblo excesivamente
activo, fogoso y violento, podía no aguardar que las demás
naciones estuviesen igualmente dispuestas para el grande
objeto; tanto más que Weishaupt no era hombre de con-
tentarse con una revolución parcial y local, que sólo sir-
viese de despertar la atención de los demás soberanos de
Europa.»
Es decir, que para el fin y plan meditado, hechos ya los
preparativos en toda Europa y no faltando otra cosa por
hacer, Weishaupt despacha allá sus iluminados, y por efec-
to de esta maniobra revienta el volcán, arroja y derrama
desde Francia por el mundo una inundación de lava asola-
dora. Como dice el P. Deschamps, Weishaupt escogió á
Francia por teatro de la grande explosión, tanto para sa-
ciar su odio particular contra la casa de Borbón, cuanto
para aprovechar en favor de la causa revolucionaria el ge-
nio impetuoso y el espíritu de proselitismo peculiares del
pueblo francés.

Dijimos arriba, por no dejar la cosa á medias, que nues-


tra precedente reseña histórica nos suministraba informes
seguros acerca de la marcha y resultados de la vulgarmen-
te llamada revolución francesa, que las probanzas nos auto-
rizan para llamarla con más propiedad cosmopolita; por
cuanto no fué sino el primer ensayo en grande de revolu-
ción armada hecho por la secta, el más pernicioso por cier-
to, imitado y repetido después en varias ocasiones con efec-
to frustráneo para ella.
Pues bien, aquella marcha triunfal y los funestos resul-
tados de aquella deben cargarse á la misma causa eficiente
ó productora. Los crímenes y traiciones masónicas fueron
las que en su comienzo salvaron la revolución en Francia
antes del regicidio, las que abrieron paso á su desborda-
miento, las que le agenciaron sus triunfos en Europa. ¿Qué
hubiera sido si no de los ejércitos de Dumouriez y Keller-
mann, ni qué de la misma república naciente, sin las trai-
18 CAPÍTULO I

ciones del gran maestre Brunswick; si éste hubiese entrado


victorioso en París, libertando y reponiendo en el trono al
rey cautivo, castigando con mano fuerte á aquellas turbas
de bandidos y salvajes y restableciendo con firmeza el or-
den trastornado, como pudo fácilmente y debió? Aun des-
pués de esta venta increíble ¿cuál habría sido la suerte de
los ejércitos republicanos, á no haberse deshecho con el
veneno y el puñal masónico de Leopoldo de Austria y de
Gustavo 3.° de Suecia, soberanos que habían celebrado es-
trecha alianza para matar á la fiera revolucionaria? A no
ser por aquella tela sin fin de traiciones ¿cuándo se habrían
conquistado con sólo una especie de paseo militar Flandes,
Holanda, el Rhin, Suiza, Saboya é Italia? ¿cuándo, sin el
agua tofana propinada al invicto Ricardos, habrían los re-
publicanos forzado la barrera del Pirineo en España, ni ha-
brían entrado sin resistencia en este pais, si la felonía de
Godoy no les hubiese abierto las puertas? No tratamos de
amenguar el talento militar y político de Napoleón 1.°, que
sacó á flote la revolución, cuando estuvo á pique de dar al
través por la ineptitud de sus directores. Pero aun pasan-
do por alto lo de la compra de Malta, aquellas sombras de
la batalla de Marengo y la traición de Austerlitz, para no
hablar de las oportunas retiradas y descuidos de los enemi-
gos en Italia ¿cómo explicar la prosperidad de sus armas en
Alemania, sin meter en cuenta aquella «hoja de trébol (1)
misteriosa, compuesta de hombres de Estado los más emi-
nentes, que á trneque de conseguir la unidad é indepen-
dencia de A lemania, que es plan muy antiguo de la secta,
ayudaban al monarca extranjero en la ejecución de sus pro-
yectos enderezados al engrandecimiento de Francia?» El
autor de este apunte es uno délos jefes supremos de la Car-
bonería, el famoso Juan de Witt, en sus Fragmentos ex-
tractados de mi vida y de la historia de mi tiempo; al
cual quien no conoce, ignora el Cristus a de historias man-
dilescas.

(1) Esta hoja de trébol (de tres hojas) era la Carbonería ó el Hu-
manismo alemán, que estaban organizados por triángulos, s e g ú n
la forma inventada por W e i s h a u p t .
FILOSOFEMOS 19

Merece recordarse aquí nuevamente el pasaje del P. Des-


champs, algunas planas atrás inserto, sobre aquella singu-
lar terquedad de la fortuna en no volver la espalda á N a -
poleón en todo el curso de sus empresas hasta el año de
1 8 0 9 ; ni recomendamos menos la observación de nuestro
leal Eckert; quien, por sabido se calla, trae siempre bue-
nos papeles, y dice así acerca del muy importante que en
las campañas napoleónicas jugaban las logias militares:
«La entrada en las logias alemanas teníanla siempre
franca los masones militares, lo cual era un poderoso medio
de vigilancia y de propaganda. A veces los hermanos visi-
tantes importunaban con su presencia, pronunciaban pom-
posos elogios, ó se ponían á corromper á los otros herma-
nos con grave daño de la patria... La masonería en todas
partes abrigaba la esperanza de que con la dictadura napo-
leónica, ella juntarla todos los pueblos en un solo reino
de hermanos, CUMPLIENDO ASÍ TODOS LOS FINES DE LA. OR-
DEN.—Alemania ofreció á la sazón un espectáculo extraño,
incomprensible. Aquellas tropas aguerridas, que hasta ha-
cía poco se distinguieran por su valor, de súbito parecen
haberse vuelto inertes y sus generales ciegos: en todos los
encuentros con las fuerzas republicanas primero, y luego
con las imperiales, desmerecen de su antigua nombradla.
Las guarniciones de las fortalezas rinden las armas sin
quemar un cartucho; las confidencias recibidas por los jefes
son falsas; las resoluciones tomadas en los consejos de gue-
rra son inmediatamente comunicadas al enemigo; las órde-
nes no se dan ó se ejecutan mal; los refuerzos no llegan á
tiempo; faltan las municiones, se sospecha de la fidelidad
de los oficiales; siniestros rumores siembran el desaliento en
los ejércitos. ¿Cómo explicar semejantes fenómenos?... A la
infidencia de los oficiales alemanes son debidos, bajo la di-
rección de los jefes supremos de la masonería.—La orden
contemplaba en el emperador Napoleón 1.° al instrumento
destinado á destruir todas las nacionalidades europeas, espe-
rando, después de este colosal descombramiento y despejo,
realizar más fácilmente su plan de república universal.»
En realidad Napoleón, llevado por la comente de los su-
cesos é impulsado por sus instintos sectarios, hacía algo
20 CAPÍTULO I

más, algo infinitamente peor que matar nacionalidades,


como dice Eckert; algo por lo cual la masonería le idolatra-
ba y le rendía complaciente todo género de servicios; y este
algo era nada menos que la reforma completa y radical de
la Europa antigua, modelada ésta principalmente por él y
renovada en ideas, sentimientos, é instituciones conforme
á la imagen y á las supremas aspiraciones de la orden. A
pesar de, todo, en cuanto ella echó de ver que el glorioso
Capitán la supeditaba á su personal ambición y á los inte-
reses de su familia, en el acto le abandonó y revolvió con-
tra él; verificándose de resultas, que así como antes con el
apoyo de ella había corrido de victoria en victoria, así en lo
sucesivo caminara de desastre en desastre hasta parar pri-
mero en la isla de Elba y por fin en la roca de Santa Elena.
Con lo cual una vez más se manifiesta, cuan grandísima
parte de los pasados triunfos podía legítimamente vindicar
para sí la malvada cofradía.

Por lo que toca á los resultados de la revolución, déjase


entender que hubieron de ser correspondientes á la natura-
leza de la causa, la masonería, y como es causa inteligente,
á los fines de la misma. Por razón de esa naturaleza, evi-
dentemente todo lo que ella en sí contiene y entraña de
malvado y pernicioso para el individuo, para la familia,
para la propiedad, para el orden público, para las armóni-
cas relaciones de superiores, inferiores é iguales entre sí,
para la mutua concordia y felicidad de los ciudadanos, con-
tra la santidad del derecho, contra el ejercicio de la única
libertad razonable, contra la nobleza de las virtudes parti-
culares y sociales, contra el imperio general de la justicia;
todo lo que constituye el propio ser de la misma, de espíri-
tu de soberbia y rebelión, de impío y blasfemo, de radical
inmoralidad, de abyecto sensualismo, de rastrero egoísmo,
de antipatriótico, de antisocial, de revolvedor y despótico
á la par, de anárquico en todas las esferas, de odio mortal á
todas las instituciones y tradiciones salvadoras, de altanero
menosprecio de la razón y de la dignidad humana: todo irre-
misiblemente hubo de reflejarse en la sociedad europea
conmovida hasta en sus cimientos, inficionada y podrida
FILOSOFEMOS 21

hasta los huesos por la revolución, y propagado el contagio


al mundo entero: lo contemplamos, lo sentimos aun hoy, y
no vemos como sin alguna maravilla y magnificencia del
gran poder de Dios se sanarán tantas llagas, tan profundo
y enconado es el mal.
Por razón de los fines del agente, no fueron menos tristes
y lamentables los resultados; como que siendo aquellos los
motores impulsivos del agente, necesariamente hubieron de
traducirse y representarse en la obra. Ahora, después de
todo lo expuesto ¿quién no se ha hecho cargo de esos fines
de la secta? La Humanidad emancipada, Moloch déla secta,
al cual se inmola la Divinidad del cielo, con su majestad
inefable, con sus altos atributos y perfecciones infinitas, con
sus derechos soberanos sobre la creación, y en especial so-
bre esa mísera y á la vez rebelde humanidad; se inmola el
hombre cuanto es y cuanto vale, con todas sus preciadas
facultades y dones de naturaleza, con toda su mirífica dig-
nidad sobrenatural, con todas las riquezas y los beneficios
de la redención; se inmola la sociedad, formada por supe-
rior é íntimo impulso y ordenada por la razón, constituida
por el derecho, consolidada por la fuerza de los siglos, un
tiempo manchada y degenerada, mas luego purificada, enal-
tecida y perfeccionada por la virtud penetrante y vivífica de
Cristo inoculada en sus venas: y junto con esa Humanidad
tan vil como orgullosa, en calidad de fin también de la mis-
ma hermandad, la restitución del género humano al estado
de la naturaleza primitiva, masónicamente ésta entendida,
á obtener y realizar mediante la aniquilación de todo lo
existente y una renovación utópica, imposible, irracional
del género humano; es decir, por medio de la subversión,
desquiciamiento y perturbación más completa llevada á t o -
dos los órdenes en lo natural y sobrenatural, y la aplicación
de los principios más disolventes y más contrarios á la ra-
zón y al bien de los hombres, que trastornen todos los or-
ganismos de la sociedad, rompan todos sus vínculos, sequen
todas sus fuentes de vida, acaben con todos sus elementos
de cultura, y dando rienda suelta á los instintos más inno-
bles, la reduzcan al estado salvaje, y aún más, la rebajen á
la condición de los brutos que vagan en manadas por mon-
MASONEBf A. T . I I . — 3
22 CAPÍTULO I

tes y florestas, conforme al ideal y ejemplar supremo, aun-


que parezca increíble, diseñado en las teorías de Rousseau
y otros doctores tales, anhelado por la secta como término
último de perfección y regeneración cabal de la naturaleza
primitiva de sus sueños.
Teniendo la revolución siempre á la vista semejantes ti-
pos sociales y arrastrada por tales móviles ¡cuál pararía en
sus victoriosas correrías á las sociedades europeas, qué e s -
tragos no causaría en ellas, como causó, y qué gérmenes
ponzoñosos no difundiría como difundió por todo el ámbito
del mundo! No es de nuestro presente instituto trazar con
detenimiento el cuadro lastimoso de los daños producidos
por ella, que además fácilmente se coligen de nuestras in-
dicaciones, y bien patentes están á los ojos de quienes los
tienen para ver y para llorar. En compendio, sin pondera-
ción es lícito asegurar, que cuantas calamidades y dolen-
cias sociales han aquejado y aquejan á las modernas gene+
raciones, deben reputarse como efectos de la revolución
devastadora, nuncios precursores de otros más graves ma-
les no lejanos.

Con esta triste nota é impresión dolorosa imponemos fin


á nuestro estudio sobre la guerra de exterminio incesante,
universal é inacabable sostenida y á sostener por la maso-
nería contra patrias y nacionalidades: campo vastísimo de
infamia, asolamiento y ruinas; capítulo de acusación de los
más graves contra la maldecida secta; tema fecundísimo
que al desenvolverse prueba y saca á plaza muchos de los
infinitos cargos justamente promovidos contra ella; una de
las muestras más odiosas y repugnantes de su carácter ma-
léfico, que la hace digno objeto de entrañable y perpetua
animadversión del género humano, que provoca sobre ella
las maldiciones de todo hidalgo patriota, de todo caballero
bien nacido, de todo varón justo y honrado.
Sí, por todo lo visto, sin sombra de duda, con la eviden-
cia fulgurante de la demostración más severa y apremiado-
ra, la masonería lleva en sus entrañas el odio á la patria:
este odio á la patria es condición necesaria de su existen-
cia, es impulsor en gran parte de sus empresas políticas y
FILOSOF 3MOS 23
sociales, es el secreto tenebroso del gobierno de muchas na-
ciones. Este odio á la patria lo ha preconizado ella sin ver-
güenza á la faz del mundo entero, lo ha santificado en el
corazón de sus míseros esclavos, y con sus continuas trai-
ciones, mal cohonestadas bajo la cubierta de títulos espe-
ciosos y fútiles teorías, lo ha testimoniado por sí misma.
Quien no odia á su patria, grima da pensarlo, cuanto más
decirlo, quien no odia á su patria, quien no sacrifica su pa-
tria á la consigna, quien no se siente con ánimo de vender-
la á la más mínima insinuación de un superior desconocido,
es indigno de ser masón, no es masón, por lo menos no es
masón de provecho, masón útil; á lo más será, en una so-
ciedad de explotadores y explotados, simplemente uno de
tantos explotados.
24 CAPÍTULO !!•

CAPÍTULO II

La masonería, destructora de las libertades populares.—


Prueba de los hechos.—Verdadera libertad y felicidad en las l i -
bertades particulares.— Enemiga de éstas la masonería por su
esencia.—El Estado único libre y señor.—Rousseau.—Soberanía
popular: sufragio universal.—Despotismo de la ciencia.

ATJSAEÁ extra ñeza el tema inscrito á hombres


superficiales. ¿Pues qué, no es principio fun-
damental de la secta la libertad? ¿no es su di-
visa y blasón? Por lo tanto ¿quién admitirá
que ella por nativo impulso tienda á menosca-
bar ninguna libertad, ó que la haya atropellado donde-
quiera que hubiere hecho prevalecer sus ideales? No obs -
tante como eso las baraja ella, poniendo en continua opo-
sición sus obras con su lengua por aquel su innato espíritu
de embuste é hipocresía: nada hay mejor sentado que nues-
tra tesis en el terreno de la teoría y en el de la expe-
riencia.
Desde luego encomendamos la demostración á la elocuen-
cia abrumadora é incontestable de los hechos. Pasando por
alto, para no tomar el salto de tan atrás, ni meternos en
mayores honduras, ciertas elevadas consideraciones harto
pertinentes á nuestro asunto, que á algunos de los más pers-
picaces y soberanos talentos de la edad moderna, á nuestro
Balmes por ejemplo, sugirió con relación á las públicas li-
bertades el fenómeno del protestantismo, que fué el primer
grito y desahogo del libre pensamiento ó razón emancipa-
da; bien es verdad que la orden reproba no alcanzó, á pesar
de la horrenda explosión francesa y de las demás sucesivas,
LA MASONERÍA, DBgTKUOrOBA. DE LAS LIBERTADES. • • 25

ni ha de alcanzarla hasta el día de la general apostasía y


del reinado del Anticristo, la postrera y universal victoria
con que sueña; mas con todo logró conmover profundamente
las sociedades, subvertir el orden déla justicia y consumar
numerosas iniquidades. De entonces datan sus primeros
atentados contra las libertades particulares. Cayeron en
Francia al golpe de la cuchilla igualitaria la nobleza y el
clero, que con sólo la posesión y el goce de sus merecidos
privilegios é inmunidades sentaban el principio de una jus-
ta exención, ofrecían un dique á los desmanes del poder y
servían de sombra y amparo á la común libertad de los ciu-
dadanos: pasó el mismo nivel despótico por los monasterios
y por todo género de fundaciones religiosas, que represen-
taban la imagen de la democracia cristiana, hecha accesi-
ble á las clases inferiores; ni libraron mejor las universi-
dades y la antigua escuela, en cuyos dominios se espaciaba
señora la libertad cientíñca y los santos derechos de la fa-
milia eran resguardados: por el mismo tiránico rasero fue-
ron medidos los gremios de artes y oficios con sus privati-
vos reglamentos, noble ejemplo de fraternidad, dignidad é
independencia cristiana; las franquicias y régimen especial
de municipios y provincias, expresión viva de leal, honrada
y directa autonomía; y hasta fué decapitado y para siempre
proscrito el derecho consuetudinario, yugo suave nunca sa-
cudido ó quebrantado, como fruto espontáneo de la sabidu-
ría y virtud popular, voz y ley de la conciencia fiel, salva-
guardia de la justicia, custodio y tutor de la hacienda y de
los lazos fraternales. Con esta operación los derechos más
legítimos é incuestionables quedaron todos pulverizados y
reducidos á nada bajo la acción del irresistible martinete
centralizador, todas las libertades parciales trocadas en una
común servidumbre, y los ciudadanos que componían las
clases y agrupaciones, contados como «unidades matemáti-
cas iguales,» segúa la valiente frase de Taine (La Beto-
lution).
De Francia salió y fué paseado en triunfo por todas las
naciones el nivel demoledor convertido en máquina infernal;
y aquello fué cercenar y rebanar desigualdades, que decían
ellos, de jerarquías, títulos gloriosos, categorías, autóno-
26 CAPÍTULO II

mas instituciones, fueros, privilegios, derechos individua-


les, particulares y generales, hasta dejarlo hecho todo una
tabla rasa, una superficie llana, pareja y lisa, en que no
parecen más que moléculas compactas y apretadas, nada
saliente, ninguna escabrosidad ó cabeza que sobresalga, en
holocausto y para monumento de la malhadada igualdad. Y
véase de paso, como en el heroico trigramma ó divisa revo-
lucionaria—libertad, igualdad, fraternidad—se ponen á re-
ñir sus dos principales miembros. ¡Viva la libertad! Pues
á disfrutar de la suya propia cada uno, sea individuo, llá-
mese corporación, grupo ó clase, y nadie se meta con mis
dineros. Mas ¡viva la igualdad! ¡Ay! que la igualdad me qui-
ta lo que la libertad me otorgara. ¿Cómo es esto? Es el per-
petuo embuste y farsa de la tal libertad y la tal igualdad
masónicas juntas.
Volviendo á nuestro cuento, tarea curiosa fuera, pero harto
prolija, la de indagar y enumerar nación por nación todas
las tropelías y desafueros que con el bárbaro sistema de
nivelación absoluta se cometieron dondequiera que pene-
traron las armas ó las ideas de la revolución, que es decir en
todo el mundo. El espíritu y los intentos fueron siempre
los mismos; pero no en todas partes alcanzaron las fuerzas
ó consintieron las circunstancias, que se llevara á efecto el
desmoche total. Aunque todo se andará, y ya el socialismo,
el anarquismo y el nihilismo se preparan á arrojar con ro-
busto brazo el mismo nivel masónico sobre la triste y ex-
traviada generación humana.
Al matar aquellas entidades libres y distinguidas la ma-
sonería no sólo incurre en flagrante contradicción consigo
misma, y vimos ser cosa manifiesta, sino que al mismo tiem-
po comete la mayor injusticia y monstruosidad. Filosofa so-
bre este sujeto con extraordinaria lucidez el clarísimo Dom
Benoit, y después de haber procedido por rigurosa demos-
tración basada en datos de experiencia, concluye:
«Estas influencias sociales naturales, á saber, la aristo-
cracia de la fortuna, la de nacimiento y el clero, forman
juntamente con los depositarios del poder supremo, la ca -
leza de la sociedad; y en todo cuerpo, sabido es, la direc-
tora es la cabeza. Por esto:
LA MASONEBÍA, DBBTRUOTOBÁ D E L A S LIBERTADES... 27

«1.° El poder público exige, que á lo menos en los gran-


des Estados no se exponga el poder público cada diez ó
veinte años al riesgo de la suerte 6 de las intrigas de una
elección, sino que se confíe á una familia, que por el pode-
roso motivo de su vocación y de la confianza de la nación
sienta la necesidad moral de no vivir más que para el pue-
blo gobernado. 2.° Importa que la constitución señale pues-
to distinguido é influencia especial á cuantos se recomien-
dan por méritos eminentes. 3 . ° Importa asimismo que la
misma junte en lo posible esos hombres eminentes en cuer-
pos y órdenes permanentes, á fin de que ejerzan en la so-
ciedad influencia regular y constante. Estas tres condicio-
nes bastan para dar estabilidad á las sociedades temporales
contra la perturbación de todas las pasiones y la natural
fragilidad de los elementos humanos, y hacen de ellas un
remedo del orden perfecto que resplandece en el reino de
los cielos.
"Además los hombres fueron hechos para ser libres, no
por cierto en el sentido masónico, de vivir en estado de
rebelión contra Dios y sus legítimos representantes, sino en
el sentido natural y cristiano de ensanchar, por decirlo así,
su personalidad y desplegar su actividad en la esfera pro-
pia de su movimiento y vida. Conviene por lo tanto que los
hombres, á quienes asocian las condiciones de lugar, la con-
formidad en tradiciones y carácter y la comunidad de inte-
reses, puedan libremente concertarse, darse bajo la juris-
dicción del poder superior régimen propio, consultar entre
sí y administrar por sí sus negocios. Conviene que los que
siguen una misma profesión, se dedican al mismo arte ú ofi-
cio, puedan reunirse, si les place, para socorrerse y ayu-
darse mutuamente, y con su unión protegerse. Así que en
un pais libre habrá poblaciones, distritos y provincias, que
gozarán de amplias libertades; habrá multitud de corpora-
ciones obreras y asociaciones de toda clase, bien que pú-
blicas todas ellas; diversas por su organización, conforme á
sus elementos, intereses, y espíritu distinto; sin que se vea
tal vez una sola provincia, municipio ó corporación en un
todo parecida á otra, por la diferencia de tradiciones é in-
tereses y porque se deja alas disposiciones naturales de los
28 CAPÍTULO II

individuos y de las corporaciones que se desarrollen libre-


mente. En el antiguo régimen, con aquella amplitud de
franquicias locales, la vida propia del municipio y la pro-
vincia y la muchedumbre de gremios y cofradías, repartidos
en grupos los hombres por las semejanzas de condiciones,
talentos é intereses, y colocados bajo la dirección del rey y
de las clases influyentes, se movían libre y concordemente
al modo de esos astros que sometidos á movimientos regu-
lares y circunscritos en su órbita propia, concurren con in-
variable armonía al orden general del universo.»
¡Magnífleo discurso! ¡soberbio cuadro!
Tal era en efecto aquella sociedad, obra del amor y de
la sabiduría de la Iglesia y corona suya; producto legítimo
de la fecundidad cristiana, de las virtudes evangélicas, que
purificaban y perfeccionaban los sentimientos y aspiracio-
nes naturales de racional libertad, de propia conservación,
bienestar y prosperidad, de pacífiea y concertada unión y
recíproca defensa. Reunidos los hombres bajo alguna cabe-
za por alto instinto de sociabilidad y por el aguijón de dia-
rias necesidades, venía la caridad á estrechar y ennoblecer
aquellos lazos, á fortificarlos contra los impulsos del egoís-
mo animal, y era aplicada á diferentes objetos de las rela-
ciones sociales, revistiendo formas varias circunstanciales,
marcadas siempre con el sello religioso; la justicia inclina-
ba los ánimos al reconocimiento de todos los derechos, y
contenía á los distintos miembros dentro de la órbita en
que debían moverse sin extralimitaeión, dando fortaleza á
la potestad suprema para el mantenimiento del orden é
inspirándole solicitud para la procuración del bien común,
poniendo en el alma á las clases directoras ciencia y cor-
dura para desempeñar su oficio de intermediarias y mode-
radoras, comunicando á la masa popular respeto á la supe-
rioridad, hábitos de orden y conformidad con su propio
estado; enlazando así hermanablemente lo sumo con lo me-
dio y lo ínfimo, y formando de todos los organismos un solo
cuerpo vivo, armónico y vigoroso, merced á la savia divina
que circulaba uniforme por todas sus partes, que era la fe
y la virtud de Cristo. Allí todo era espontáneo, todo pro-
porcionado y como nacido de natural complexión; nada
LA MASONERÍA., DESTRUCTORA DK LAS LIBERTADES... 29

había allí de forzado ó violento, nada de utópico ó sistemáti-


co, nada de convencional ó facticio; que es lo que hoy por
miserable dolencia de las nuevas generaciones se ha hecho
lo ordinario y normal en el ser y vida arrastrada de nues-
tras sociedades, siempre perturbadas por imprevistos acci-
dentes, siempre convulsas y sobresaltadas por temores de
un aciago porvenir.
La obra admirable y secular de la Iglesia y como la vida
interna de los Estados cristianos vino la masonería á des-
truirla con la muerte dada á las libertades y derechos par-
ticulares tan legítimos, y que en el regazo maternal de
aquella habían crecido y prosperado para quietud estable y
felicidad del humano consorcio. ¿No es esto una enorme in-
justicia? ¿no es una monstruosidad?
No faltan en nuestros días de ignorancia de los altos
principios y de confusión de ideas, quienes excusen ó cano-
nicen estos grandes crímenes de la horda revolucionaria
con el pretexto de los abusos de clases ó corporaciones, á
título de la soberanía del poder ó con la llamada y recurso
especioso á la igualdad de cargos y beneficios entre los ciu-
dadanos de un mismo pueblo; como si el abuso no fuera de
suyo la apología indirecta del recto uso, ó no alcanzara á
remediarlo quien tuvo el brazo sano para acabar con la ins-
titución acriminada; como si la soberanía equivaliera á
despotismo y pudiera nunca anular la legitimidad recono-
cida del derecho arbitrariamente y aun en contra de las
consideraciones debidas al bien procomunal; ó como si no
fuera ley de toda racional igualdad proporcionar las distin-
ciones y privilegios á los merecimientos y condiciones es-
peciales de los ciudadanos, participables ó asequibles igual-
mente para todos. Pobre y errado concepto tienen del
derecho los que así juzgan; en poco estiman el don de una
sana y justa libertad; envidiosamente entienden la igual-
dad, confundiéndola con la humillación del más digno; espí-
ritu de servilismo manifiestan en la adulación y adoración
del poder dominante.
Mas vengamos ya á la prueba teóriea: en la esencia de la
masonería está su enemiga irreconciliable con toda clase de
libertades particulares. ¡Ah! no la engaña, no, el espíritu de
30 CAPÍTULO II

impiedad y rebelión de que está penetrada hasta los huesos


en la elección del blanco al cual dirigir sus baterías. Por lo
que toca á la realeza cristiana, madrina amorosa de dichas
libertades, se cae de su peso. ¿No es autoridad? ¿no es vida
y sostén de la sociedad? Caiga; no hay cuartel para ella.
Dicha autoridad, en cuanto legítima ¿no dimana de Dios,
rey de reyes, y señor de cuantos ejercen imperio? ¿no res-
plandece con la aureola del derecho divino? ¿Cómo la secta
había de contener su saña, ella que desconoce á Dios, ella
enemiga suya, consagrada á combatir su soberanía y á bo-
rrar su nombre de la tierra? ¿con qué furor no habrá de
guerrear contra cualquier representante de la Divinidad?
Menos malo, que el depositario de la autoridad renegase
de la fuente original de su poder, se volviese contra la ma-
jestad, la palabra y la ley divina, á ejemplo de otros que
mancharon las páginas de la historia moderna: podría la
secta entonces pactar treguas más ó menos largas, mien-
tras no sonaba la hora de la, dominación universal. Por lo
que hace á la variedad de instituciones libres, hijas amadas
de la Iglesia, ornamento y gloria suya ¿cómo no detestar-
las de muerte? ¿cómo no hacerlas desaparecer, que nunca
jamás resuciten?
Otras razones más comprensivas dan nuevo pábulo á su
furor, y deben de haberlas vislumbrado nuestros lectores en-
tre las secuelas de nuestros precedentes discursos. El espí-
ritu de la masonería es esencialmente nivelador; no sufre
diferencias de ningún género, se subleva contra cualquiera
distinción entre los hombres, está á matar con jerarquías y
categorías, las cuales dicen gradación de méritos y venta-
jas, mayor participación de unos y menor de otros en algún
bien, superioridad de unos é inferioridad respectiva de
otros, altos y bajos, exclusivismo, privilegio, desigualdad,
en fin. ¿No es la igualdad su lema y blasón? ¿no es su alma
y su vida, y toda su substancia? ¿no constituye la igualdad
material y absoluta el fondo de su doctrina? ¿y su fin único
absorbente no lo forma esta igualdad física, mecánica, apli-
cada á todo el contexto de la humanidad? ¿Qué es esto de
aristocracias, preeminencias, honores, dignidades, fueros y
exenciones? En la teoría masónica (que como vimos, cae
LA MASONERÍA, DESTRUCTORA DE LAS LIBERTADES... 31

por su base por razón de la hipótesis falsa de la libertad


esencial, absoluta é independiente) todos los hombres son
iguales, porque todos son libres; pues en esto consiste la
igualdad, en la posesión de una misma libertad: ahora sien-
do la libertad la misma para todos, como radicada en la
naturaleza, y esta naturaleza la misma en todos ¿cómo ha-
bía de caber desigualdad entre los que por naturaleza son
iguales? Además cualquiera distinción importaría superio-
ridad respectiva, la superioridad del uno limitaría la liber-
tad del otro y en un sistema de superioridades sociales e s -
tablecería una escala de más á menos. ¿Cómo es esto posi-
ble, cuando la libertad es la misma para todos los ciudada-
nos, por descansar en una naturaleza misma según lo dicho?
De donde ó se ha de negar y hacer variable la naturaleza,
caso imposible, ó la libertad habrá de permanecer la misma
é igual, decapitando ó nivelando cualquiera superioridad
que la limitara; por cuanto limitarla sería destruirla, y ella
es indestructible, inamisible por ser esencial en el indivi-
duo, absoluta é independiente.
Trasladando de un modo más directo el raciocinio al
cuerpo social, todavía se patentiza mejor en la doctrina
masónica el por qué de la igualdad absoluta. En efecto,
supuesta, bien que jamás concedida, la libertad esencial
del hombre absoluta é independiente; supuesta, y siempre
negada, la absurda celebración del pacto social; en virtud
de aquella imaginaria refundición total de libertades en la
masa ó yo común de Rousseau, ningún derecho correspon-
de á uno que no corresponda á otro, ningún derecho nuevo
sobreviene á uno que no sobrevenga á otro; por cuanto en
aquel yo común, en aquel acervo confuso é impartible de
derechos, lo de cada uno es de todos y lo de todos es de
cada uno, no solamente la posesión actual, sino hasta la
capacidad de la posesión futura, puesto que esta capacidad
significa é importa derecho, habilidad ó aptitud para ad-
quirir. ¿Qué se sigue de ahí? l.° Que no se da en el siste-
ma sectario ningún derecho privativo de nadie, pues en el
acto se haría extensivo á los demás por haber ingresado en
la masa común de derechos de que todos participan por
igual. 2.° Que quienquiera se adjudica algún derecho, di-
32 CAPÍTULO II

gase preeminencia, dignidad, honor, fuero, privilegio, lo


ostenta, ejercita 6 gallea con él, lo usurpó y debe perderlo
sin remisión.
O bien puede variarse la demostración en esta forma:
Por consecuencia de la ficción masónica, la sociedad no ad-
mite ninguna cabeza ó superioridad so pena de perecer ipso
fado según fallo decretorio de Eousseau que ya apuntamos:
los gobernantes mismos son simples comisionados, oficiales
ó miaistros de la soberanía popular, removibles á placer y
como descabezables. Mas el privilegio ó distinción cualquie-
ra, tomada en su más lata acepción, connota ó establece
superioridad, que de suyo obligaría á los demás á respetar
el tal privilegio: luego este repugna á la vida y concepto
de tal sociedad. Por consiguiente ¡fuera!
El error tiene su lógica, y sus consecuencias son infali-
bles, mortales, si no se le ataja descabezándolo desde su
primer arranque ó punto de partida. Así también la maso-
nería es consecuente consigo misma: pero es error, es fic-
ción inadmisible, es pura falsedad, es maliciosa impostura;
el error, la ficción, la falsedad, la impostura de la maligna
invención del sicofanta ginebrino, la mentira fundamental
del pacto ó contrato social, que ya rebatimos, pusimos en
evidencia y sacamos á la vergüenza.
Tan aleve y traidor como Rousseau en aderezarlo, pues
ni la novedad de la idea le pertenece, es de aleve y traido-
ra la secta en prohijar el código inmoral y subversivo, y en
aplicarlo á sus fines destructores, dándolo á los pueblos co-
mo signo embustero de general redención, como bandera
amparadora del libertinaje, como programa venenoso de to-
das las revoluciones antisociales y anticristianas. Es evan-
gelio de muerte de todos los derechos y libertades humanas
en la intención homicida del sofista, en el ansia rabiosa de
su negro y luciferino corazpn, del cual rebosan como llama-
radas de odio reconcentrado estas expresiones, proferidas
con la calma y frialdad aterradora de un reprobo implacable
en su rencor contra la humanidad:
«Para instituir ó formar un pueblo, no hay como quitarle
sus fuerzas propias y darle otras de que no pueda hacer uso
sin auxilio ajeno. Cuanto más sus fuerzas naturales queden
LA. MASONERÍA, DESTRUCTORA D H LAS LIBERTADES... 33

muertas, aniquiladas, tanto más sólida y perfecta es la ins-


titución; de suerte que cuando el ciudadano es nada ni pue-
de nada, entonces la legislación ha llegado al más alto gra-
do de perfección que puede alcanzar.» (Consideraciones
sobre el gobierno de Polonia).
Palabras que parecen escritas con todas las hieles de la
canalla precita por tinta, y á que la inmortal envidia del
príncipe infernal al bien y salud de la humana progenie,
creo no tendría nada que añadir, y pondría su visto bueno.
¡Qué conceptos tan espantosos y qué horrible contraste!
Téngase bien en cuenta que no se trata aquí de un pueblo
cualquiera, sino del pueblo por excelencia en la mente de
Eousseau, del pueblo universal, de todo el conjunto del g é -
nero humano, para el cual el sofista, por obsesión demonía-
ca, se juzga á todas horas llamado á legislar. Ahora pese-
mos palabra por palabra.
Despojo de todas las fuerzas de los hombres; imposibili-
dad para éstos de moverse sin auxilio ajeno: ya veremos
quién es este auxiliador necesario. Cuanto más muertas y
aniquiladas todas las fuerzas naturales, tanto más podero-
sa, floreciente y perfecta la institución: ya veremos cuál es
esta institución. Reducidos los hombres á la nada del ser,
á la nada del poder; levantada y avasalladora y triunfante
la legislación. Aclaremos el contraste; aquel auxiliador,
aquella institución, esta legislación es el Estado, el coloso
del Estado omnipotente, única fuerza, única vida, único po-
der en la tierra; á sus pies yace agotado, exhausto, muer-
to, aniquilado, sin esperanza de resurrección el género hiL-
mano. Este es el pensamiento pérfido é inhumano de Rous-
seau: este es el plan de la reproba hermandad.
Este es el término fatal á que es arrastrado el género hu-
mano seducido: concreta y prácticamente en esto ha de v e -
nir á parar todo el encanto, y este fruto ha de dar aquella
pomposa trilogía—Libertad, igualdad, fraternidad.—Esta
bienandanza os anuncia el código masónico, el verdadero le-
gislador de la masonería; código de muerte, legislador sa-
tánico: no os llaméis á engaño.
¿Cómo la secta no ha de triturar todas las libertades par-
ticulares en el mortero de su código nihilista, dejando re-
34 CAPÍTULO II

ducidos á moléculas disgregadas los individuos de la socie-


dad, á unidades matemáticas? Tras esto los Estados me-
nores caen en las fauces de las grandes potencias; éstas á
su vez son devoradas por las potencias del mundo: lo vati-
cinó un gran malhechor y un gran profeta, Bluntschli. Por
último—et erit consummatio—vendrá la total consumación:
la República concentrada en el Estado, y el Estado tendido
á las plantas del Rey del infierno en acto de adoración.

En contra de lo dicho nos zumba hace rato en los oidos


una objeción terrible que echa por el suelo nuestra argu -
mentación y nos aplasta. ¡Ay de nosotros!
La secta predica y adopta la soberanía popular dotada
de poder legislativo, administrativo y ejecutivo para gober-
nar el Estado, y no contenta con proclamarla, promete ha-
cerla efectiva por medio del sufragio universal. ¡Ciudada-
nos, á votar! todos sin excepción, con ganas ó sin ellas: to-
dos y cada uno sois soberanos. A votar, el capitalista y el
proletario, el magnate y el menestral, el mozo y el ancia-
no, el hombre y la mujer, el padre y el hijo de familia, el
rudo y el sabio, el nieto de héroes y el mozo de cordel: to-
dos sois unos é iguales, todos sois unidades matemáticas de
la gran suma, la nación.
Como sois el único soberano, en todo ha de satisfacerse
vuestra voluntad y de vuestra mano han de recibir la in-
vestidura todos los depositarios y partícipes de la autori-
dad pública, desde el rey ó presidente de república hasta el
alcalde de monterilla, desde los legisladores de la cámara
popular hasta el último funcionario; y esto en todos los ra-
mos, en la milicia, en la magistratura, en la administración;
porque el Estado debe ser á todas horas la expresión viva
de la voluntad popular.—¿Qué más te pide el cuerpo, sobe-
rano? tu voluntad es tu voto; con tu voto haces y deshaces,
apruebas y repruebas sin apelación, ensalzas y hundes en
el polvo; tu voluntad se cumple, tu voluntad domina; tú
eres el señor. ¿Qué tienen que ver aquellas libertades ra-
quíticas de antaño, pareadas con este poder creador, legis-
lador y rector omnipotente del Estado? Esta soberanía obs-
curece todos los rancios timbres de grandeza, y en compen-
LA MASONERÍA, DESTRUCTORA DE LAS LIBERTADES • •. 35

sación de aquellas mezquinas preeminencias, encumbra al


ciudadano á una dignidad divina, como arbitro de cuanto
en el Estado respira 6 tiene apariencia de ser, mérito ó
valor.
¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!
Desde luego la experiencia de largos años viene á desha-
cer en un instante ese retablo de maese Pedro de la sobe-
ranía popular y sufragio universal. «Las masas populares,
obáerva Dom Benoit, y le hace coro la asamblea unánime
de los hombres de juicio, son ineptas é incompetentes para
el sumo gobierno de los negocios públicos, y tan necesita-
dos están hoy de guía como en tiempos antiguos. Mas ha-
biéndolas privado de sus conductores naturales con aquella
desmocha total de clases directoras é influencias sociales,
quedaron á merced de intrigantes y aventureros, y éstos
son quienes las dirigen y les escamotean el ejercicio de su
soberanía.)) ¿No deponen esto los hechos por más que va-
ríen las formas por exigencia.de las circunstancias? ¿Hay
alguno entre los mismos burlados, siquiera tenga un dedo
de sentido común, que no haya hecho chacota de la moji-
ganga del pueblo soberano?
¡Qué irrespetuosos son los hechos! Mas dejémoslos y vol-
vamos al terreno de la teoría, indignémonos contra el gua-
són de Rousseau, legislador supremo, quien, después de ha-
bernos mecido á su sabor con las ilusiones de nuestra gran-
deza popular, de repente nos quita de los ojos la venda de
nuestra candidez, y sin decir agua va dispara contra el ob-
jeto del sufragio universal en esta forma:
«La idea de representantes es moderna: nos viene del go-
bierno feudal, de aquel inicuo' y absurdo gobierno que de-
grada á la humana especie y deshonra hasta el dictado de
hombre. En las antiguas repúblicas jamás el pueblo conoció
representantes, ni el nombre: la soberanía no puede ser re-
presentada por la razón misma de no poder ser enajenada.
En el punto mismo de darse representantes un pueblo, deja
de ser libre, deja de existir. (Contr. soc. L. III. Cap. XV).
¡Ah, traidor! ¿no merecía el follón una carrera de baque-
tas? Pero bien, conforme á esta doctrina ¿qué hacemos del
sufragio universal? Nada: es una ilegalidad, es antirrepu-
36 CAPÍTULO II

blicano. Por esto seguramente el bergante ginebrino apela


á la suerte para la elección de caciques, diciendo:
«El sorteo es lo más conforme á la aaturaleza de la de-
mocracia. Las elecciones encomendadas á la suerte ofrece-
rían pocos inconvenientes en una verdadera democracia;
porque siendo en ésta todo igual, así por lo tocante á la
moralidad y á los talentos, como por lo tocante á las má-
ximas y á las fortunas, la elección resultaría casi indi-
ferente, n
A rifar nombres, pues. Mas ¡ayl que añade:
«Pero ya tengo dicho que no existe verdadera demo-
cracia.»
Ni el recurso de la rifa nos deja. ¡Grandísimo trapalón!
Así se mofa del pueblo, á quien no cesa de infatuar y en-
tontecer con sus libertades é igualdades quiméricas, con
sus derechos imprescriptibles y soberanía única é inaliena-
ble; aunque bien merecido se lo tiene por idiota: así se bur-
la de sí mismo y de sus propias doctrinas á costa de la hu-
manidad insensata. Mas cambiemos nombres, y á cada uno
lo suyo: no es tanto Rousseau el burlador y el incendiario,
cuanto la masonería, que le debe las ideas, las sopla por el
mundo cual miasmas deletéreos, las toma por el instrumen-
to de m a l e n c o s designios, se hace toda manos y ejecutora
fiel de las perversas teorías del farsante corruptor.

Resultado sorprendente, la masonería, así como fué la


destructora de las antiguas libertades, así también, si es
consecuente con las enseñanzas de su maestro y oráculo, se
declara enemiga de la soberanía popular, aunque falsamen-
te la brinde. Esta soberanía se ejercitaría con el sufragio
universal; pero el tal sufragio es antirrepublicano, un dere-
cho fantástico, nada más.
Conque el mísero pueblo queda como el gallo de Morón,
desplumado y cacareando libertad: que así paga el diablo á
quien bien le sirve.
Y es que la infeliz muchedumbre tomó por lo serio la en-
gañifa de sus astutos capataces, sin advertir en la verdad
de la sentencia pronunciada por un gran Pontífice, Pío IX:
«¿Sufragio universal? Mentira universal.»
. LA MASONERÍA, DESTRUCTORA DE LAS LIBERTADES... 37

En efecto, la hermandad está reñida con todo sistema de


elección para colocar al frente de la cosa pública á quien
mejor le cuadre. En fuerza de sus principios, que son los
de su maestro, repudia el sufragio universal por antidemo-
crático: tampoco se contenta con el arbitrio del sorteo,
practicable solamente en la suposición de una verdadera
democracia, mas que en realidad no existe. ¿No existe?
Luego fuera de ella, y no dándose en la idea masónica tér-
mino medio ¿qué es lo que resta? La autocracia: la masone-
ría es esencialmente autócrata.
Esta conclusión, que parecería tal vez excesivamente
sutil y como traída por los cabellos, se hace más palpable
con la observación de los usos de la cofradía y los docu-
mentos de sus doctores.
«Su organización, nota el P. Deschamps, sólo en apa-
riencia descansa en la elección, puesto que el ascenso de
un grado á otro únicamente depende del beneplácito de los
superiores, y el régimen de las logias está reservado á los
miembros de alta graduación, donde los hubiere. Así que
por ordenados procedimientos los grupos verdaderamente
directores, retienen el poder á perpetuidad, divirtiendo á
la tropa de masones con simulacros de elecciones. En caso
apurado el Gran Oriente, ó el Supremo Consejo, según sean
los ritos, tiene facultad de suspender, ó echar entredicho á
la logia que se substrae á su dirección; y sus sentencias son
casi siempre acatadas.»
El apóstata h . \ Renán tanto caso hace de los decanta-
dos derechos del pueblo, que se pone á bosquejar un estado
social monstruoso sostenido por el imperio de la fuerza,
diciendo:
«La humanidad tiene en su mano un instrumento de que
antes no podía disponer, la ciencia... la fuerza organizada
al servicio de una aristocracia intelectual y moral... Para
hallar algo firme, hase de concebir un corto número de sa-
bios, que sujeten la humanidad por medios de que ellos
solos posean el secreto y que la multitud no pueda utilizar
por carecer del gran fondo de ciencia abstracta necesaria
para ello. El fin propuesto al mundo debe ser, no el de aba-
jar cumbres, sino el de crear dioses, seres superiores, á
MASONERÍA. T. II.—4
38 CAPÍTULO ir

quienes el resto de los seres conscientes adoren y sirvan,


teniéndolo á dicha. El fin de la humanidad es producir
grandes hombres: esta obra colosal se llevará á cabo por
medio de la ciencia, no de la democracia. Si para esto es
necesaria condición la ignorancia de la multitud, tanto peor
para ésta: la naturaleza no se detiene por semejantes pe-
queneces; sacrifica especies enteras con tal de proporcionar
á otra sus condiciones esenciales de vida...» (Diálogos y
variedades filosóficas).
La barbarie de estos conceptos responde perfectamente
á las lecciones de los dos profetas mayores, Saint-Martin
y Weishaupt, los cuales en la exposición de su sistema
otorgan derecho absoluto al iniciado, al hombre de ciencia,
para dominar sobre sus semejantes con imperio soberano.
«Los positivistas, prosigue el P. Deschamps, que hoy
por hoy son la expresión científica de la francmasonería, se
muestran todos hostiles al sufragio universal, y afirman
que el sufragio es privilegio exclusivo de los que están en
posesión de la ciencia positiva: por esto aclamaron la Co-
muna parisiense como la primera realización de la supre-
macía de las poblaciones urbanas sobre las rurales, por el
mérito de haber sido educadas en la ciencia integral.»
Los internacionalistas y todos los socialistas contempo-
ráneos, que juntos forman la escuela más lógica de la revo-
lución, no piensan de distinto modo. Su órgano oficial, la
Egalite, abrió en 1878 campaña solemne contra la sobera-
nía popular, reduciéndola á polvo, y sacando por última
consecuencia que debe ser substituida por la absoluta domi-
nación de los pretensos sabios.
«Donde la ciencia se haya generalizado, ella dictará la
ley antes que la voluntad de la mayoría.
«La ley de las mayorías puede ser absurda é inicua, y
por lo que á nosotros toca, la rechazamos con toda la ener-
gía de que somos capaces en nombre de la ciencia, y la des-
terraremos siempre de nuestra sociedad igualitaria.»

En esta pelambrera nosotros, metiendo el montante de la


razón, para contentar á unos y á otros, ó mejor, para des-
contentarlos por parejo, exorcizamos la ciencia sectaria por
LA MASONERÍA, DESTRUCTORA DE LAS LIBERTADES... 39

soberbia, impía y revolucionaria empedernida; repulsamos


y execramos la soberanía popular, por enemiga de la justi-
cia, del orden y el sentido común, y patrocinadora de mal-
dades. Conque resultan igualados los libertinos é igualita-
rios de uno y otro bando.
Comoquiera queda por los suelos la soberanía popular,
que ha enloquecido á los hombres, con llanto y sangre de
tantas generaciones.
A cambio de las concretas y prácticas libertades anti-
guas, que hacían felices á los pueblos, tomen sufragio uni-
versal, tomen soberanía popular los ilotas de Rousseau y
de la masonería.
Es cuanto por ahora tenemos que decir, sin lo que nos
guardamos.
40 CAPÍTULO III

CAPÍTULO III

Actuación de la humanidad emancipada, la república de


Rousseau, universal, inmutable (corolarios), despótica.—Princi-
pio de la soberanía popular.—Textos masónicos.

N los capítulos precedentes hemos demostrado


que la masonería es enemiga: 1. de la reli-
gión, de Dios, de la Iglesia de Cristo; 2. de
la familia; 3. de la propiedad; 4. de toda au-
toridad y gobierno; 5. de patrias y nacionali-
dades. Ya se ve, que estos sagrados objetos en su conjunto
constituyen el cuerpo social, la sociedad tal como .existe:
tal como la formó la naturaleza guiada por la luz de la ra-
zón, obediente á los impulsos del corazón humano, subor-
dinada á las necesidades de los hombres, sujeta á la fuerza
de los hechos y de las variables relaciones nacidas de estos
mismos hechos; tal como á poco de su formación, indócil á\
la ley eterna de Dios promulgada por la razón, arrebatada
por el ciego ímpetu de las pasiones rebeldes á los designios
paternales de un Dios providente, desordenada y corrom-
pida fué á su sazón visitada y alumbrada con la luz del
Evangelio, rectificada con otra nueva ley de lo alto, reno-
vada y perfeccionada con la gracia de Cristo. Esta sociedad
viene á destruir la masonería para substituirla con otra de
su invención, contraponiendo punto por punto á la obra de
Dios la obra exclusiva del hombre alzado contra Dios.
Para esto ella, conforme á la doctrina fundamental ex-
puesta en sus textos y códigos oficiales, comienza por ne-
gar á Dios haciendo del hombre Dios, y por desconocer de
rechazo la revelación y cualquiera orden sobrenatural; y
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA. 41

consiguientemente por una parte rechaza el dogma de una


desventura y caída primordial de la humana prole, y por
otra desecha la idea de un más allá venturoso ó desdichado.
Con tales disposiciones se ostenta como portadora de feli-
cidad para el género humano, circunscrita en este bajo sue-
lo. Mas contrariamente á este fin, la sociedad es imperfecta,
criminal, está plagada de vicios, injusticias, siendo así, dice
ella, que el hombre es perfecto: luego para mejorarla, no á
los individuos, sino á la sociedad misma urge reformar,
puesto que es la culpable; y para reformarla y rehacerla,
no hay otro medio sino destruirla, forjando otra nueva so-
bre la base de la naturaleza humana que, al deeir de aque -
lia, es buena. En virtud de estos principios, que más falsos
no pueden ser, determínase la secta á la acción en esta for-
ma: ¿Cómo dar cabo á la destrucción de la sociedad actual?
echando por tierra y reduciendo á la nada sus elementos
constitutivos: religión, familia, propiedad, autoridad, pa-
tria; elementos del todo repugnantes á la perfección de la
naturaleza humana primitiva, que consiste en la libertad
esencial y absoluta del hombre y en la consiguiente igual-
dad de todos ellos: en nombre y por el fuerte brazo de esa
libertad é igualdad sucumban por lo tanto anonadadas para
siempre religión, familia, propiedad, autoridad y patria.
Nuestra fidelidad en la interpretación de la idea masónica
abónala fuera de todo lo dicho y no corto, Weishaupt y con
él en lo substancial todos sus congéneres, el cual dice:
«Quien desee trabajar por la felicidad del género huma-
no, contribuir al contento y paz de los hombres y acallar
sus quejas, debe escudriñar y debilitar los principios per-
turbadores de esta paz, contento y felicidad. A esta clase
pertenecen los sistemas contrarios al ennoblecimiento y per-
fección de la humana naturaleza.—La igualdad y la liber-
tad son los derechos esenciales que el hombre en su perfec-
ción original y primitiva recibió de la naturaleza. El primer
atentado cometido contra la igualdad fué la propiedad. El
primer atentado contra la libertad fué cometido por las so-
ciedades políticas y los gobiernos; los únicos sostenes de la
propiedad y los gobiernos son las leyes religiosas y civiles.
Luego para restaurar al hombre en sus derechos primitivos
42 CAPÍTULO III

de igualdad y libertad, es necesario comenzar por destruir


toda religión, toda sociedad civil, y terminar con la abo-
lición de la propiedad.»
Este es el meollo del sistema social de nuestra enemiga,
cuya memoria nuevamente refrescamos á nuestros lectores,
para que les quede bien inculcado: importa.
Mas esta es la doctrina; y no cabe duda que la secta, la
cual no se achica á la pequenez de una escuela filosófica en-
tretenida no más en puras especulaciones, habrá cuidado
bien de trasladarla á la práctica, actuándola en alguna forma
especial y adecuada. Así es y existe esta forma concreta,
sensible, digamos corporal, y comprensiva de los planes
destructores y reconstruetores de aquella.
La República es esta forma, y como estos planes trata de
aplicarlos á todo el género humano, república universal es
ella. La república universal representa en los ensueños de
la masonería, de plantearse en conformidad con sus ten-
dencias conocidas, el coronamiento de sus empresas, la rea-
lización de su ideal inmediato, el término y acabamiento de
la sociedad actual á destruir, el principio de la sociedad
antigua á reconstruir ó restaurar; aquella mentada regene-
ración de la naturaleza primitiva, el reinado de aquella li-
bertad esencial y absoluta del hombre, el triunfo de la na-
turaleza rebelada sobre la obra de la providencia y del amor
divino, la perdurable glorificación del hombre en la tierra y
la eterna anulación del Dios Creador y Redentor.
Es una república sui generis, en nada parecida á esas
repúblicas menores ó parciales, por muy extenso territorio
que posea cualquiera, que conocemos por ahí, que viven una
al lado de otra sin excluirse recíprocamente, independiente
y soberana cada una; semejantes genéricamente en el reco-
nocimiento de una autoridad, en la adoración de un Dios,
en el respeto á la justicia, en la rectitud general de una
conciencia, en las relaciones hermanables de los conciuda-
danos, en los demás dones y frutos de una civilización cris-
tiana; pero opuestas, varias ó desiguales en posesión ó domi-
nio territorial, en gobiernos, leyes, organización, riqueza, po-
der, cultura, artes, religiosidad, virtudes y vicios particula-
res y sociales, genios, costumbres, lengua, unión patriótica,
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 43

6 discordia intestina y demás prendas ó defectos, que impri-


men á cada una un sello característico, las deslindan y
diversifican unas de otras, dando origen á tantos cuerpos
morales distintos, cuantos son ellas. República tan ambi-
ciosa, que á título de universal, sería única y bajo su impe-
rio y dentro de su círculo encerraría el mundo entero,
absorbiendo en su amplísimo seno, no digo las repúblicas
menores, sino los Estados del orbe todo, cualquiera que
fuese su forma de gobierno: república tan arrasadora, que
devoraría las naciones, sin dejar rastro ni reliquia de sus
organismos, instituciones, derechos especiales, fines, ni de
todo su ser, refundiendo todas las funciones de gobierno y
todas las relaciones mutuas de los hombres en un sistema
práctico de desenfrenada licencia salvaje y animal, bajo la
férula, cuando más, de los caciques jaleadores déla utopia:
república tan nunca vista, que por sentencia de Weishaupt,
suprimiría las ciencias y las artes por baldías y superfluas
en un mundo donde todos habrían de trabajar, y trabajar
sólo para comer y gozar á lo salvaje, y no comer quien no
trabajare, según estimaba Fichte: república tan extraordi-
naria en fin, que en su abismo 6 vorágine, lo mismo que
todas las naciones, desaparecerían también los individuos,
perdida la personalidad, borrados sus caracteres y notas
singulares, reducido todo á la unidad monstruosa, cada
uno todos y todos cada uno, y esta unidad es la Humanidad
real y divina, subsistente con el derecho de ser adorada y
el deber común de prestar esta adoración, objeto y sujeto
de ésta al mismo tiempo; rebajados los individuos de esa
humanidad á la condición de partes integrantes de ella, no-
minalmente divinos también, pero desnudos de toda repre-
sentación y ser propio.
Así podría dibujarse la república soñada por los hombres,
de la Revolución, con fundamento en sus teorías, confesio-
nes, hazañas y proclamas. Mas ¿á qué andar en busca de
colores que nos la retraten, si ya con otro nombre se la
presentamos á nuestros lectores? ¿Quién al pasar los ojos
por nuestra descripción, no recordó al instante la imagen
de aquel pueblo ideal forjado en la fantasía de Rousseau de
que hablábamos en el capítulo pasado? Porque aquel pueblo
44 CAPÍTULO III

es esta república ni más ni menos: natural conformidad


proveniente de la necesaria correlación de ideas y objetos,
como es visible. ¿Por qué han de perecer todas las patrias
y nacionalidades? Por ser condición indispensable para la
fusión de todas ellas en un solo pueblo masónico. ¿Qaé cosa
es en su más simple expresión la república universal masó-
nica? Es la fusión de todos los diferentes pueblos ó sea pa-
trias y nacionalidades, en un solo pueblo modelado confor-
me á las ideas masónicas. Esto ya no es correlación ó con-
formidad, es identidad. Decíamos en el pasaje aludido:
En virtud de este pacto de Rousseau, unánime, libérrima
y simultáneamente celebrado, con la refundición total de
todas las individualidades del mundo en la unidad, se cons-
tituye un cuerpo colectivo y moral, es lenguaje del far-
sante G-inebrino, con yo común, vida y voluntad común.
Este es el pueblo: pueblo sin nombre, porque es la socie-
dad universal, es la humanidad en todo su complexo; pue-
blo verdaderamente soberano, por cuanto su soberanía ra-
dica en el ejercicio de la libertad esencial y absoluta é
independiente de cualquiera potestad ó superioridad de la
tierra y del cielo; pueblo por excelencia y único de la tie-
rra, en la desatinada hipótesis del sofista, porque resultó
del concurso de todos los vivientes racionales, y tras la
totalidad no resta nada; legislador único, porque en su yo
común, en su vida y voluntad común resume y trae embe-
bidos todos los derechos, encierra la fuente de ellos; gober-
nante único, porque su libertad común, producto de la li-
bertad esencial de los individuos, es según la delirante
fantasía del embaucador, el germen y raiz de toda potestad
y autoridad; único pueblo, legislador y gobernante posible,
porque después de la universalidad de los individuos se
agotaron los materiales para componer otro pueblo, en aquel
yo y voluntad común se absorbe todo poder legislativo, y
fuera de aquel germen de autoridad no cabe en el sueño
rousseauyiano imaginar otro.
Este pueblo es aquella república. En efecto; república
fundada en el pacto de Rousseau, puesto que para la maso-
nería no existe otro código social; república sin denomina-
ción de territorio, como que es universal; república sobe-
ACT&ACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 45

rana con soberanía perfecta y absoluta, según es absoluta


la libertad de cada uno de sus ciudadanos constituyentes;
república única posible, pues en la disparatada suposición
del ginebrino, resulta del concurso de todos los hombres;
república legisladora y gobernante única posible, pues sólo
en ella se concentra la suma de todos los derechos acumu-
lados de los ciudadanos. De modo y de manera, que esta
república no es sino la forma regular y apropiada de aquel
pueblo.
En una palabra, la república universal es la única forma
natural, posible por tanto con que la masonería, confor-
me á sus principios, habría de gobernar el mundo. Del có-
digo social de Rousseau, digamos de la masonería, brota
espontáneamente la soberanía popular, y ésta esencial é im-
prescriptible, como esencial, inamisible é inalienable es,
masónicamente hablando, la libertad de cada ciudadano: á
tal soberanía no se adapta evidentemente más que la forma
republicana, una república. Pero aquella soberanía popular
resulta de la masa de las soberanías individuales de todos
los hombres, es universal por consiguiente; luego república
universal.
Demás de universal, la soñada república de la masone-
ría, es inmutable. Cualquiera de las repúblicas que vemos,
puede, á imitación de tantos ejemplos registrados en la his-
toria, trocarse en monarquía, optar por otra forma de g o -
bierno, ó aceptarla, siempre que lo exija el bien manifiesto
de la comunidad, que es la suprema é inapelable ley de la
razón en estos asuntos; y entonces no sufre lesión ningún
derecho, y el pueblo, substaneialmente el mismo se es mo-
nárquico que se era republicano, sin variación alguna. Esto
es de clavo pasado para cuantos saben algo de dere-
cho natural, y en su estudio se guían, no por prejuicios fa-
náticos ó por amor de mezquinos intereses, sino por el im-
parcial dictamen de la sana razón.
En masonería, como todo allí es ficticio y las teorías son
amañadas, las cosas se pasan de distinto modo. La repú-
blica es forma esencial de gobierno para ella, ó sólo reina
la anarquía desatada: el pueblo masónico es la república
masónica; son términos que esencialmente se convierten, ó
46 CAPÍTULO III

vienen á parar en lo mismo. ¿No hay república, y esta ma-


sónica, esto es, dotada por carácter distintivo de soberanía
omnímodamente absoluta é independiente? pues no hay pue-
blo masónico, esto es, dotado de soberanía omnímodamente
absoluta é independiente, resultante de las soberanías ab -
solutas é independientes que lo componen, según dicta el
código social de la secta. Esta soberanía absoluta é inde-
pendiente del individuo redúcese á aquella recalcada liber-
tad esencial y absoluta suya; que siendo esencial, como las
esencias no perecen, es inamisible é inalienable; que siendo
absoluta, no depende ni de Dios, ni de nadie; porque, y
aquí viene la resolución última y quicio de toda la teoría
masónica, no hay más Dios que la naturaleza ó el universo,
de que cada individuo es una parte divina, ó que la subs-
tancia única, de que el individuo es una emanación divina,
quedando así constituido rey y dios de sí mismo, y su li-
bertad absoluta é independiente, como de tal Dios. De don-
de sale este proceso ó consecución de soberanías: 1. sobe-
ranía, ó sea libertad esencial y absoluta del individuo; 2.
soberanía de todos y cada uno de los individuos en un yo
común, ó sea pueblo; 3. soberanía popular en la república,
forma natural de gobierno de este pueblo. Deduzcamos.
Luego si la soberanía es esencial de cada individuo, y por
razón de los individuos lo es del pueblo que ellos componen,
claro está que lo es también de la república, forma natural
de gobierno de este pueblo, toda vez que por república
siempre se entendió el gobierno del pueblo por el pueblo;
con la diferencia respecto de la república masónica, que
ésta es el gobierno del pueblo por el mismo pueblo reves-
tido de soberanía esencial, absoluta é independiente, carác-
ter que nadie atribuye al pueblo de ninguna otra república,
y por esto las demás pueden cambiarse en otra forma de
gobierno: mas la masónica no, por ser la forma natural de
un pueblo esencialmente soberano, absoluto é independien-
te, que dejaría de serlo desde el punto y hora que sufriese
cualquier amo ó señor con otra forma de gobierno: por esto
la república masónica es inmutable.

Lo dicho no es más que la suma del llamado contrato ó


pacto social de Rousseau, recopilado en gran parte en estas
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 47

frases del insigne patrañero... «El pueblo es soberano, y su


soberanía es imprescriptible é inalienable...» «Si el pueblo
promete simplemente obedecer (se entiende, á cualquier
superior), en el hecho mismo se deshace y pierde su cuali-
dad de pueilo: desde el momento que hay un amo ó señor,
deja de haber soberano, y desde entonces el cuerpo político
es destruido...» Con la monarquía y con otra cualquiera
forma de gobierno no republicana, la soberanía pasaría, en
suposición, del pueblo á manos de uno ó de muchos: por esto
canta Rousseau, que la soberanía del pueblo es imprescrip-
tible é inalienable. Si el pueblo obedece á uno ó á muchos,
entonces, dice el sicofanta, el pueblo deja de ser; en ha-
biendo un amo ó señor, deja de haber soberano, porque fal-
ta el único legítimo que es el pueilo, y falta todo título de
soberanía, que exclusivamente reside en el pueblo; el cuer-
po político es destruido, porque es cuerpo sin alma ó sin
soberanía, puesto que se perdió con el pueblo que dejó de
ser. Es decir, que la república es esencial al pueblo masó-
nico; inmutable por consiguiente.

Corolarios.—1. Ahora se comprende el por qué de los


merecidos anatemas lanzados contra esa soberanía popular,
aclamada desde la revolución francesa en tantas constitu-
ciones de los pueblos modernos por los liberales de todos
grados y procedencias. La soberanía popular es de filiación
masónica: es ni más ni menos la soberanía del individuo,
comunicada á la masa popular del modo que nos explicó el
sofista, es aquella libertad absoluta y esencial representada
y ejercitada por el pueblo; y así como esta libertad hace al
individuo independiente del verdadero Dios y Dios él mis-
mo, así comunica al pueblo la misma independencia y divi-
nidad, presta al Estado que funciona en nombre del pueblo
poder y superioridad divina, y por último consagra Dios á
la Humanidad por doble título, por el de representación del
conjunto divino de todos los pueblos é individuos y por el
del fundamento de la divinidad que radica en cada indivi-
duo, levantando así en fuerza de la soberanía popular con-
tra y sobre el Creador y Señor de cielos y tierra al pueblo
mismo, al Estado agente suyo y á la Humanidad que se
48 CAPÍTULO III

incorpora, lo suma y representa todo, substituido el imperio


de Dios en el mundo con el reinado de la razón.
Ahí es nada, para los que no son miopes, la cola que
arrastra la dichosa soberanía popular. Pero oigan llover.
Desde luego el principio de donde arranca, segúu vimos,
la tal soberanía es la primera en cabeza de todas las pro-
posiciones contenidas en el Syllabus y condenadas por Pío
el Grande, concebida en estos términos: No existe ningún
ser divino, supremo, sapientísimo, y providentísimo, dis-
tinto de la universalidad de las cosas, esto es, el univer-
so; y Dios es lo mismo que la naturaleza, y por consi-
guiente sujeto d mudanzas; y efectivamente, Dios se hace
en el hombre y en el mundo, y todas las cosas son Dios y
su substancia es la misma substancia de Dios; y Dios es
una sola y misma cosa con el mundo, y por ello el espí-
ritu con la materia, la necesidad con la libertad, lo ver-
dadero con lo falso, lo bueno con lo malo, lo justo con lo
injusto. Consecuencias de este puñado de horribles blasfe-
mias y errores con casi todos los demás del naturalismo,
racionalismo absoluto y moderado, é indiferentismo, pros-
criptos en el documento pontificio.
Tras éstos se suceden envueltos y reatados á la sobera-
nía popular una cáfila de otros errores, á cual más tras-
cendental y más pernicioso: negando el estado á la Iglesia
el concepto de sociedad verdadera y perfecta, determinan-
do y limitando los derechos de ella; sujetando el ejercicio
de la potestad eclesiástica al gobierno civil; arrogándose el
derecho de conceder ó revocar á la misma toda potestad
temporal directa 6 indirecta; rehusándole el derecho de
adquirir, poseer y administrar bienes temporales; fiscali-
zando las gracias por el Romano Pontífice concedidas; atre-
pellando las inmunidades eclesiásticas á título de libertad;
ingiriéndose en la dirección de la enseñanza teológica; ne-
gando la supremacía del Pontífice Romano en la Iglesia;
atribuyendo al concilio nacional valor irreformable; forman-
do Iglesias nacionales, independientes de la autoridad del
Pontífice; haciéndose origen y fuente de todos los derechos
y adjudicándose jurisdicción ilimitada; declarando á la Igle-
sia contraria al bien y provecho de la buena sociedad; re-
ACTUACIÓN DE L A HUMANIDAD EMANCIPADA... 49

conociendo al Estado aun infiel potestad indirecta y nega-


tiva iii sacra; adjudicándose facultad de rescindir y anular
los Concordatos, de inmiscuirse en las cosas pertenecientes
á la religión, á las costumbres y al régimen espiritual, has-
ta sobre la administración de Sacramentos; usurpando el
régimen de las escuelas públicas y haciéndose dueño abso-
luto de la enseñanza elemental y superior, con exclusión de
toda autoridad é intervención de la Iglesia; autorizando la
enseñanza neutra para la juventud; interceptando la comu-
nicación de los Obispos y del pueblo fiel con el Eomano Pon-
tífice; arrogándose potestad de dar posesión y deponer á los
Obispos; abrogando las leyes protectoras de las órdenes re-
ligiosas y atribuyéndose la potestad de extinguirlas y apo-
derarse de sus bienes, lo mismo que de los de las iglesias
colegiales y beneficios simples; proclamándose independien-
te de la Iglesia y superior á ella en las competencias de
jurisdicción; destruyendo la naturaleza del matrimonio ecle-
siástico y secularizándolo; abogando por la abolición del
poder temporal del Papa; moral sin sanción divina, leyes
disconformes con el derecho natural y su fuerza obligatoria
sin respeto á Dios; profesión de materialismo y fines de la
moral las riquezas y los goces sensuales, el derecho funda-
do en el hecho material y la autoridad en la suma del nú-
mero y de las fuerzas materiales; conciliación de la santi-
dad del derecho con la injusticia del éxito afortunado; de-
recho de insurrección; libertad de cultos y de imprenta;
reconciliación del Eomano Pontífice con el progreso, libera-
lismo y civilización moderna.
Tal es el alcance de la impía y revolucionaria libertad
masónica individual y popular.
Los enumerados errores deben calificarse rigurosamente
de masónicos, por la sencilla razón de que, ó están inclusos
en la doctrina oficial y oficiosa de la secta, ó entrañan sus
propósitos de acción y pertenecen á sus programas, ó son
expresión de atentados cometidos por ella contra la Iglesia
y la sociedad: aserto de fácil probanza con sólo confrontar
cada proposición con los libros y sistemas de la orden, en- x

señanzas de sus doctores reconocidos y aceptados, resolu -


ciones tomadas en logias y demás juntas, actos y fechorías
50 CAPÍTULO III

de conspiraciones y gobiernos propios suyos; comprobación


tan á la mano, como interesante por la novedad y convin-
cente de la indecible perversidad de la secta, para desen-
gaño de algunos católicos casquivanos y superficiales; pero
de que á nosotros, á pesar de su facilidad no nos es lícito
encargarnos, porque equivaldría á una digresión excesiva-
mente prolija y distractiva de nuestro asunto principal. Sin
embargo, considerando que este abultado manojo ó fardo de
errores masónicos llenan y casi integran por completo el
iSyllabus del gran Pontífice, derecho nos asiste para pro-
clamar, que si bien el Syllabus es obra de la Iglesia, mas
los masones dieron pie, causa y los materiales para formar-
lo, y que en la condenación de sus proposiciones está ence-
rrada sin remedio la condenación solemne de la masonería
en cuerpo y alma.
Ahora para acabar de ilustrarse acerca de la concepción
masónica del Estado y de la Iglesia, explicatoria de la ma-
yoría de aquellos errores ¿les agradará á nuestros lectores
un apunte que vale por muchas pruebas? Pues oigan como
se desabrocha y se descose en su Teoría general del Es -
tado, el gran maestre Blunstehli, uno de los más sabios
masones indudablemente habidos y por haber, de quien hi-
cimos el panegírico en nuestro capítulo sobre patrias y na-
cionalidades. Habla:
«El Estado moderno está fundado humanamente sobre
la naturaleza humana. El Estado es una comunidad huma-
na de vida, creada y administrada por el hombre con un fin
humano.
«Li conciencia moderna odia toda teocracia. El Estado
moderno es una organización constitucional humana; su
poder está arreglado por el derecho público; su política pro-
cura el bien público en conformidad con las concepciones de
la razón humana por medios humanos.
«El Estado moderno se considera como una persona com-
puesta de un espíritu (espíritu nacional) -y de un cuerpo
(la constitución). Se siente independiente y libre hasta
respecto de la Iglesia, la cual es persona colectiva que
igualmente tiene su espíritu y su cuerpo; y afirma por en-
cima de ella su alto derecho.»
ACTUACIÓN D 2 LA HUMANIDAD EMANCIPADA. 51

Todo lo hace la Humanidad: funda el Estado, le da un


fin humano, odia todo lo divino, toma por regla la razón
humana, adopta medios humanos, independiente de la
Iglesia, con alto derecho ó soberanía sobre ella; es decir,
la Humanidad contra y sobre Dios y todo lo de Dios.
Sin tantas cavilaciones y ritornelos, uno de los fundado-
res de la unidad italiana, Scialoja, en el Parlamento italia-
no, Enero de 1 8 6 7 , con mucho garbo ponía de relieve la
misma idea capital del Estado, en tales términos:
«Ya no hay cuestiones mixtas: el principio humano, que
lo sabe todo, quiere tener derecho de decidirlo todo por sí
solo. Por esto todas las enmiendas basadas sobre la exis-
tencia de un poder espiritual, único competente en ciertas
cuestiones, van desapareciendo ante la omnipotencia del
poder civil. El concordato con Francia fué desconocido al
otro día de concluirse, en virtud de los artículos orgánicos.
Lo mismo hicieron España, Italia y Austria, sin hacer nin-
gún caso de las reglas de los contratos sinalagmáticos y de
la justicia, porque el Estado soberano no admite derecho
contra su derecho.»
Sin comentarios. Pasemos al segundo corolario.

2. El otro corolario es referente al derecho divino. ¿De


dónde les viene á los liberales, masones ellos ó parientes
suyos más ó menos inmediatos, algunos quizás sin saberlo,
la eterna ojeriza contra el derecho divino de los gobiernos?
¿cuál de las furias les inspira sus virulentas declamaciones
contra el alto señorío de Dios sobre las sociedades, cual si
fuese atentatorio y enemigo de la humana libertad? ¿Por
qué en medio de sus rechiflas, sarcasmos y dicterios con-
traponen por lo regular á este derecho divino la soberanía
popular?
Después de lo expuesto la contestación es obvia. Este
derecho divino es la muerte de lo que más aman liberales y
masones, es la salvaguardia de lo que ellos más detestan y
juraron destruir. En efecto, la soberanía popular de los sec-
tarios es la encarnación del derecho nuevo, como ellos lo
denominan, del derecho humano en la gobernación de los
pueblos; y el derecho humano tal como ellos lo proclaman
52 CAPÍTULO III

y según acabamos de ver, dice la apostasía universal, dice


sin más ni menos la independencia del hombre y la sociedad
respecto de Dios, dice la guerra abierta á Dios en el terre-
no social, hasta substraer á las normas, influencias, institu-
ciones divinas el sostenimiento y régimen de la sociedad,
con el doble objeto de aislarla y desmantelarla, de batirla y
destruirla sin obstáculo, y luego sobre sus ruinas cantar el
triunfo de la Revolución y asentar el trono de la Humani-
dad emancipada. El derecho divino es orden, justicia, de-
fensa de la sociedad; es la anulación del derecho humano;
es la esperanza única de verdadera restauración social. ¿Có-
mo los enemigos de Dios y del género humano no lo han de
aborrecer y perseguir de muerte? Ahora, si escarnecen y
combaten ese derecho divino particularmente en las monar-
quías, es porque en los tiempos anteriores a l a revolución
francesa, la forma monárquica era la dominante en los E s -
tados, y esta forma precisamente es la más opuesta por su
naturaleza al proyecto de república universal masónica. Por
lo demás, repúblicas y monarquías, en todos los grados y
temperamentos de unas y de otras, están dentro de la ór-
bita del derecho divino, caen bajo el incontrastable dominio
y soberanía de Dios como Creador del universo y Señor de
todo lo creado, recibiendo necesariamente de su ley eterna,
origen y sagrada investidura la autoridad y poder social,
fuerza la ley, sanción la moral y norma la justicia, regula-
das así conforme al destino final del hombre las relaciones
de las criaturas con el Creador, de gobernantes con gober-
nados y de los ciudadanos entre sí. Es muy de advertir que
los detractores y adversarios del derecho divino con ánimo
doloso lo confunden con el derecho eclesiástico, achacando
á los representantes de éste pretensiones que nunca abri-
garon é intrusiones que nunca cometieron para echarlo todo
á barato, revolver especies obscureciendo la verdad de las
cosas, y colorear la sinrazón de sus furibundas diatribas:
aunque bien acostumbrados nos tienen á su mala fe y á los
trampantojos de su genial astucia.
Por último, sigúese también de lo dicho, que importando de
suyo la soberanía popular desconocimiento de Dios y rebelión
contra él, los gobiernos en ella fundados, por forzosa y prác-
ACTUACIÓN DB LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 53

tica consecuencia de tal principio, han de ser ateos y per-


seguidores de la verdad y de la obra divina; y lo que el
discurso persuade, la experiencia lo confirma.

Concluimos con el último carácter que distingue á la re-


pública masónica, lo despótico: el despotismo se abraza in-
separablemente con ella, como que pertenece á su esencia.
Rara maravilla para la gente insubstancial y frivola que se
detiene en la corteza de las cosas; una institución que con
su sola divisa recomienda, ostenta y brinda la más amplia
libertad para todos, y en nombre de ella inundó el mundo
de lágrimas y sangre, sea con todo la mayor opresora y el
verdugo de esta misma libertad. Sin embargo, rada hay más
cierto, y fácilmente cualquier hombre reflexivo se persuade
de la triste realidad. En efecto; por su profesión de fe pro-
pia y por la rigurosa secuela de nuestros razonamientos, la
república masónica es autónoma en último grado, autónoma
hasta la independencia, hasta el desprecio de todo superior
y legislador extraño, señora absoluta y legisladora de sí
misma; autonomía comunicada por la suma de todas las au-
tonomías individuales que concurrieron á formar el engen-
dro del yo común, que se llama pueblo ó república masó-
nica; es la autonomía de la razón de cada individuo, ya
en otros términos lo hemos explicado; pero forzoso es re-
petirlo en cada aplicación de la errónea teoría.
En último resultado, pues, la razón autónoma es la g o -
bernadora de tal república, la ciega y flaca razón, desnuda,
solitaria, limitada, falible, cambiante al soplo de todos los
vientos, desamparada de faro luciente y fijo que le marque
el derrotero de la verdad y la aquiete en su posesión; pri-
vada de norma y regla segura que rectifique sus juicios y
enmiende sus extravíos; dada por juguete á las mil varia-
bles impresiones de fuera, á la fantasmagoría de tantas ilu-
siones de adentro, al ímpetu indomable de las pasiones vo-
races y caprichosas.—¿Qué cosa es gobierno despótico, sino
gobierno voluntarioso, arbitrario, sin norte ni freno que lo
enderece y contenga? El arbitrio de la razón personal, vol-
taria y desenfrenada, campea é impera en la república ma-
sónica, el despotismo.
MASONERÍA. T. II.—5
54 CAPÍTULO III

Además la república masónica en su origen, en su cons-


titución y en su esencia es una pura ficción, lo mismo, ya
lo vimos, que el pacto de Rousseau. Estamos entendidos
desde atrás, en que república y pueblo, masónicos ambos,
se compenetran y se convierten, por ser aquella forma esen-
cial de éste. Pues bien, de dicho pacto se engendra, por él
se constituye el pueblo masónico, y la esencia de éste nace
de las singulares condiciones del estupendo pacto: lo mismo
dígase de la tal república. Mas ¡ay! que fuera de otras nu-
lidades, la suposición de que parte el ginebrino trapacero,
de la libertad absoluta é independiente del individuo, es em-
beleco y quimera: quimérico por consiguiente todo lo que
en la falsa suposición descansa. Así que ni por los cerros de
Ubeda parecen aquella traída y llevada soberanía indivi-
dual, aquella cacareada soberanía popular con todas las gan-
gas, atributos, privilegios y superlativas excelencias del
hombre libre y soberano de Rousseau. Bien podrán los i n -
dividuos, en la hipótesis del imaginario contrato, forjarse
la ilusión de que conservan entera é intacta su libertad ori-
ginal; de que su voluntad, de que hicieron total donación ó
entrega, obra contenida en la voluntad, vida y yo común
tan activa como antes: lo real y positivo es, que quienes
mandan y mangonean no son ellos, sino los bastoneros ó ca-
ciques que atraparon la representación del pueblo soberano,
con título de mandatarios, agentes ó simples oficiales, ó co-
mo quieran apodarlos, pero con tal autoridad, que los ciu-
dadanos quieran ó no, han de bailar al son que les tañen,
bajo la amenaza de ser severamente eliminados como inso-
ciables con el destierro ó por la horca, conforme á las cláu-
sulas expresas del código roussoviano, el día que su liber-
tad se les suba á la cabeza y trate de armar bullanga su
voluntad discordante. Los caciques tallan, cortan y sajan,
hacen y deshacen con el mismo desparpajo que pudieran en
cualquiera otra república, ó cual si fueran ministros irres-
ponsables de un gobierno constitucional, ó ministros univer-
sales de una monarquía ó imperio el más autoritario.
Lo que por dar cuerda á la desaforada fantasía del gine-
brino imaginamos como presente, bien podría convertirse en
profecía cierta y segura de lo venidero, si algún día por al-
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 55

ta permisión de la Providencia y para azote del mundo re-


negado llegare á tomar cuerpo de realidad el sueño pertinaz
de las sociedades secretas. Entonces la experiencia acredi-
tará lo que el sentido común avisa y el razonamiento más
sencillo demuestra, que una república universal, colocada
fuera de toda ley superior, de toda regla invariable de jus-
ticia, y asentada sobre la movible arena de una conciencia
emancipada, prácticamente por fuerza irremediable ha de
parar en el despotismo universal.
Hasta ahora hemos hecho ver palpablemente dos cosas:
primera, que la forma de gobierno predilecta y única adop-
table por la masonería es la república, por ser la forma
esencial del pueblo de Rousseau, esto es, del pueblo univer-
sal, de la sociedad que se ha de reorganizar adaptada al
pacto del sofista, en que todo el género humano ha de tener
cabida: segunda, los caracteres que ha de revestir dicha
república con arreglo á las condiciones de aquel código so-
cial.

Ahora, para total desarrollo de nuestro plan y cumplida


satisfacción del estudioso lector, tócanos poner ante los
ojos, con el testimonio fehaciente de los mismos adeptos y
el argumento de sus obras, que la idea de la república uni-
versal responde efectivamente á las notorias aspiraciones y
designios prácticos de la orden; con la advertencia de que,
en la imposibilidad de acumular todos los datos de una y
otra especie, tantos son, nos contentaremos con algunos en
número y significación suficientes, como hemos venido ha-
ciéndolo en otros casos.
Antes, como prueba general y compendiosa, mas peren-
toria, de nuestro aserto, recuérdese cuanto llevamos expues-
to en los capítulos anteriores, particularmente en el de pa-
trias y nacionalidades. Aquel triángulo, ó trinidad masóni-
ca—Libertad, Igualdad, Fraternidad—de un extremo á
otro del globo terráqueo vociferada sin cesar de dos siglos
á esta parte en las logias, pregonada furiosamente hasta la
saciedad en todos los tonos, estilos y formas imaginables,
representada ostentosamente por los tres colores de las
banderas republicanas de todo el orbe ¿no expresa al vivo
56 c a p í t u l o iii

en su fondo y en toda su extensión la idea republicana, tal


como difusamente la hemos declarado? Aquella profesión
contumaz de odio y rencor inapagable contra todo principio
de autoridad, cualquiera.que sea; contra cualquiera gobier-
no, que no sea el propio masónico ¿no predica á las claras
como único aceptable el dogma de la soberanía popular por
nexo lógico inseparable de la forma republicana? ¿Ni qué
otra cosa significa el pérfido sistema de ir suprimiendo pa-
trias y nacionalidades, con rabioso tesón mantenido y sa-
biamente practicado, con la mira de reducir las sociedades
todas á una sola nación y un solo pueblo? Ni tiran á otro
blanco de parte de los violentos el desapoderado furor, las
atroces calumnias y horribles imprecaciones contra imperios
y monarquías, el jurado propósito de barrerlas todas apri-
sa de la haz de la tierra; y de parte de los más astutos la
consagración dada al derecho novísimo del más fuerte sobre
el débil, la política desalmada de graduales anexiones y ab-
sorciones y la formación de vastas agrupaciones, distingui-
das por razas, á fin de escombrar el mundo para el día de
la general unificación. Finalmente, aquella universalidad
masónica, aquel cosmopolitismo, aquella concentración de
todas las familias humanas en una sola, aquella fusión de
todos los pueblos en uno, aquella alianza é igualdad de t o -
dos los hombres sin excepción, estrechada por los vínculos
de una misma fraternidad, aquel gigantesco pacto social
que condensa en un yo común todas las individualidades,
aquella rehabilitación ó restitución al estado primitivo de la
naturaleza humana que en su órbita encierra todos los indi-
viduos connotados por ella, aquella Humanidad monstruosa,
en fin, que en sí asume y recopila todas las personalidades
singulares, que por ellas vive, goza, lo llena y mueve todo,
é impera como personalidad única, activa y soberana del
universo; todos estos conceptos, imágenes, fórmulas y fic-
ciones, vulgarizadas por los hombres de la secta ¿qué son
sino variantes sobre un mismo tema, representaciones de
un mismo pensamiento, suspiros de un mismo anhelo, for-
mas distintas de un mismo ideal, manifestaciones diversas
de un mismo propósito firme y obstinado? Este pensamien-
to, anhelo, ideal y propósito fijo é invariable es el de la re-
ACTUACIÓN DS LA HUMANIDAD EMANCIPADA. 57
pública universal que palpita en todas las teorías masóni-
cas, marca el término de todas las empresas de la orden,
por estimarla condición indispensable para alcanzar el triun-
fo de su libertad é igualdad supuestas, para actuar en el
cuerpo social estos atributos imaginarios de la naturaleza
humana, y mediante esto, arribar victoriosa á otro fin su-
perior, que es el reinado soberbio de la Humanidad eman-
cipada con la divina exaltación del hombre en este bajo sue-
lo y la anulación de la Divinidad verdadera.

Mas vengamos al punto concreto de nuestra investiga-


ción.
Si consideramos las doctrinas ya explicadas y penetra-
mos en la significación de las ceremonias, palabras y em-
blemas, república (y ésta universal, se entiende siempre),
república gritan todos los grados de los diferentes ritos,
desde los simbólicos hasta los de puñal y Santocristo piso-
teado; república demandan como objeto complementario de
su idea todos los sistemas de la secta, desde el masonismo
escocés más antiguo hasta el templario renovado, el ilumi-
nismo místico teúrgico y el iluminismo salvaje de Weis-
haupt, con todas sus ramificaciones y formas modernas; re-
pública es el lema y fiero clamor de todas las federaciones
filiales de la masonería, Socialismo, Internacional, Alianza
republicana universal, Alianza internacional democrática,
Anarquismo, Nihilismo, Alianza religiosa universal, Joven
Europa con todas las juventudes particulares, etc., etc.;
república, por fin, es el santo y seña y el ídolo de los mi-
llones de francmasones, desde el más bisoño y atrasado en
iniciación, por más brillantes condecoraciones que ostente,
hasta los carbonarios y solidarios más rabiosos, hasta los
jefes invisibles de la revolución impía y antisocial.
Veamos como en 1825 el célebre francmasón Blumenha-
gen se extasiaba en una logia con la contemplación de la
futura adorada de sus sueños:
«La orden de la francmasonería salió de su infancia y su
adolescencia. Llegó á la edad viril, y el mundo conocerá lo
que es. Su espíritu está despierto y vigilante, y anticipán-
dose al tiempo y al espíritu del mundo, se introduce en t o -
58 CAPÍTULO III

dos los rincones de la tierra y se asienta firme en el cora-


zón del pueblo. Y puesto que el mundo entero es su tem-
plo, su bóveda el firmamento azul, sus murallas los polos,
el trono y la Iglesia sus machones (esto es, lo más bajo),
entonces los potentados de la tierra se inclinarán espontá-
neamente, nos dejarán á nosotros el gobierno del mundo, á
los pueblos la libertad que nosotros les hemos ganado, Con-
cédanos el Señor del universo un siglo de plazo, y habremos
conseguido lo que desde ahora vaticinamos. Entonces los
pueblos buscarán á sus príncipes entre los escombros del
pasado...»
Y efectivamente por desgracia, según lo que vamos vien-
do, allá caminamos. Al mismo ideal republicano canta Le
Monde Maconnique, Abril 1 8 7 6 :
«La Humanidad incesantemente progresará, conforme á
su ley. Cuando lo que por mucho tiempo ha sido mirado
como un ideal se realice, los horizontes más vastos de un
nuevo ideal ofrecen á la humana actividad, que continua-
mente camina hacia un mejor porvenir, nuevos campos de
exploración, nuevas conquistas que emprender, nuevas e s -
peranzas que acariciar.»
Zehokke, 1 8 1 5 , uno de los escritores más fecundos y co-
rruptores de Suiza, decía: «El arquetipo de la Humanidad
es la fraternidad universal, la asociación general del huma-
no linaje sin diferencia de religiones.» Y se congratulaba
de que «los príncipes mismos, instrumentos de la masone-
ría, cumplen hoy ( 1 8 1 5 ) lo que hace diez años fué condena-
do en la persona de los más sabios filósofos.»
Graribaldi.—«Socialismo, comunismo, república, son pa-
labras sinónimas.»
Spuller en la logia los Héroes de la Humanidad.—«No
hay diferencia entre buen francmasón y verdadero republi-
cano.»
El h . \ Limousin en la fiesta de las logias confedera-
das, 1882.—«Para ser francmasón, es necesario ser republi-
cano.»
Billaut Varenne, en su Informe sohre la teoría del go-
bierno democrático.—«La república es la fusión de todas
las voluntades, de todos los intereses, de todos los esfuer-
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 59

zos; de suerte que cada uno perciba de esta suma de bienes


una parte igual á la que él puso.»
Contrato social de Rousseau.—«Todo gobierno legítimo
es republicano.»
El h . \ Colfavru, en la asamblea de 1885.—«Hace trein-
ta y cinco años, hermanos, que combato á favor de la franc-
masonería y de la república; dos cosas que en mi conciencia
y en mi espíritu han sido siempre inseparables.»
Manifiesto de los socialistas alemanes, 1 8 7 0 . — « S i vemos
la república en Suiza y más allá del Océano, si existe de
hecho en España y Francia, no vacilemos en dar el grito
que un día anunciará la aurora déla libertad en Alemania,
grito triunfal: ¡Viva la república!»
H . \ Fontaine, en el Congreso de Lieja.—«Nosotros que-
remos en el orden político, mediante la realización de la
idea republicana, llegar a la confederación de los pueblos
y solidaridad de los individuos.»
H . \ Janson, en el mismo Congreso.—«Una cosa hay cier-
ta para las inteligencias elevadas, y es que la abolición de
todos los privilegios provenientes de raza ó nacimiento, de
todas las distinciones de orden y de casta, y el gobierno de
la nación por ella misma mediante el sufragio universal,
son el anhelo de la humanidad, y todos estos objetos vienen
comprendidos en una sola palabra: república.»
En los primeros días de la República francesa de 1 8 4 8 ,
el h . \ Cremieux, revestido de las insignias masónicas y
respondiendo en nombre del gobierno provisional ala dipu-
tación del Gran Oriente que había ido á dar el parabién,
decía así:
«La República está dentro de la masonería: por esto en
todas las vicisitudes, felices ó desdichadas, la masonería ha
hallado adherentes en toda la superficie del globo... Pues
bien la República hará lo que hace la masonería, porque
es la brillante prenda'déla tmio'n de los pueblos sobre to-
dos los puntos del globo, por todos los lados de nuestro
triángulo; el gran Arquitecto del universo desde lo alto del
cielo se gozará con este noble pensamiento de la república,
que corriendo por todas partes, juntará en un mismo sentir
todos los ciudadanos de la tierra. Ciudadanos y hermanos
francmasones: ¡Viva la República!»
60 CAPÍTULO III

Cremieux, el judío Cremieux, que fué uno de los prime-


ros, de los más activos, fanáticos é influyentes masones del
mundo, sabía lo que se decía: la República está dentro de
la Masonería, como que la masonería podría definirse la
República en acto ó en deseo: la República masónica, se
entiende, la unión de los '¿medios olradapor todos los la-
dos del triángulo masónico, basada en la ecuación de la
naturaleza con Dios, ó sea, negación de Dios y divinización
del hombre; constituida con sujeción á los principios y leyes
del Código social de Rousseau: aquella ecuación entrañada
en la libertad esencial y absoluta del hombre que harto co-
nocemos. La correspondencia y enlace de unos conceptos
con otros no puede ser más estrecho, y salta á la vista.
Nos abstenemos de comentar los demás textos, cuyo ca-
tálogo se podría acrecer indefinidamente con sólo entresa-
car de los autores y oradores de la hoja, todas las frases
directas ó equivalentes de federaciones, solidaridades, li-
gas, alianzas generales, fraternidades, comunismos, huma-
nitarismos, democracias y otras cien expresivas ó indicati-
vas todas de la universalidad y unidad juntas en el gobier-
no AelpiueMo masónico por el pueblo mismo. Mas no podemos
contenernos de citar á causa de la particularidad de la fe-
cha y lugar en que fueron pronunciadas, y por apuntar una
idea, no nueva, pero interesante, las palabras de un jaco-
bino francés dichas en la logia-club jacobina, en 1 7 9 2 , y
son éstas:
«¡Ah! si fuese verdad que comenzó el despertar de los
pueblos; si fuese verdad que la ruina de todos los tronos ha
de ser el resultado próximo del triunfo de nuestros ejércitos
y del volcán revolucionario, entonces que cada región liber-
tada se escoja un gobierno proporcionado á la extensión de
sus territorios, y de todas estas convenciones nacionales
saqúese el número conveniente de diputados extraordinarios,
que en un punto céntrico del globo formen una convención
universal, destinada á velar fijamente por la guarda de los
derechos del hombre, por la libertad general del comercio.»
Esta es la república universal; éste el plan de su organi-
zación ideado desde 1 7 9 2 por Milhaud, que así se nombraba
aquel celoso jacobino, plan incubado desde entonces en el
fondo de las logias.
ACTUACIÓN DB LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 61

Apoderóse de la idea, andando los tiempos, Mazzini, le


dio vuelo y trató de convertirla en realidad con la fundación
de repúblicas democráticas (es decir, sectarias) en todos los
países uno tras otro. Al efecto, desde los Estados Unidos,
terreno tan bien preparado por el protestantismo y la maso-
nería, esparció la semilla revolucionaria con el programa
que vamos á continuar.

C o n f i r m a c i ó n d e l o s h e c h o s . — A l i a n z a republicana universal
de M a z z i n i .

Fin de la sociedad.—Asegurar el derecho de cada pue-


blo á gobernarse con la forma republicana, y por consi-
guiente el deber de todos los republicanos de unirse para
constituir una solidaridad republicana.
«Organización.—La sociedad se compondrá de distintas
secciones... y éstas representarán las futuras repúblicas,
mientras sus delegados, que juntos formarán un consejo
central, representarán la solidaridad ó comunidad de repú-
blicas, cuya creación es el fin supremo propuesto al traba-
jo de la Alianza.
«Medios de acción.—Caja alimentada por medio de con-
tribuciones pagadas por los socios, en forma de cuotas de
fraternidad, impuestos fijados anticipadamente y donati-
vos voluntarios hechos en favor de la causa.
u Consejo central.—Se compondrá de un Presidente, un
secretario de Hacienda, un secretario de actas y otros tan-
tos secretarios, cuantas sean las nacionalidades representa-
das en el consejo. Cada uno de estos representantes de una
república actual ó futura será el ministro acreditado de su
sección respectiva y el intermediario con ella: será respon-
sable de la afiliación de sus miembros y de su adhesión á
las disposiciones del consejo central. Estos secretarios,
transcurrido el primer año, serán elegidos por las diversas
secciones.
62 CAPÍTULO III

«Las actas del consejo central serán secretas.


«Serán instituidos consejos subalternos. Se comunicará la
lista de sus miembros al consejo central en la forma que
éste indicare.
u Ordenes y reglamentos.—Los generales habrán de ema-
nar del consejo central.
«A filiación.—Cualquiera asociación, de cualquiera de-
nominación que sea, existente en escuelas, colegios ó co-
munidades, puede afiliarse en la A lianza republicana uni-
versal, con tal que dicha asociación comunique la lista de
sus socios al consejo central, subscriba la misma profe-
sión de fe y pague las cuotas de afiliación.
«•Agentes especiales.—Los nombrará el consejo central
para cualquier asunto necesario y concerniente á la organi-
zación ó ampliación de la A lianza republicana universal.
uPublicaciones.—Todas las que emanaren de la Alianza
serán impresas bajo la autoridad de una comisión expresa-
mente elegida para este objeto por el consejo actual.
u Cuota de afiliación.—25 céntimos.
uProfesión de fe.—Yo creo en la república, la cual es
la organización de un pueblo libre sobre el fundamento de la
igualdad de derechos sociales y políticos, cual medio único
para un pueblo de expresar y traducir en actos su voluntad
con el cumplimiento de su destino y de sus deberes para
con la humanidad.
«Así como creo en la necesidad de la organización repu-
blicana para cada pueblo, á fin de que éste pueda conseguir
su completo desarrollo moral, así estoy obligado á creer
en la necesidad de una organización republicana para
todas las naciones...
«Creo por consiguiente en la solidaridad de la humani-
dad, en los deberes de un pueblo para con otro pueblo, en
los deberes de cada individuo, no solamente para con su
propio pais, sino también para con el mundo entero.
«Creo por lo tanto que es derecho y deber sagrado para
cualquiera nación y para cualquier hombre, ayudar por to-
dos los medios posibles los esfuerzos de las demás naciones
y de los demás hombres en la fundación de una, Alianza re-
publicana universal.
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 63

«Y me obligo, como miembro de esta sociedad, á ayudar


con todo mi poder y por todos los medios, ala propagación
y realización de esta profesión de fe.»
Esta es la obra de Mazzini. ¿Quién no conoce á Mazzini?
Conspirador por naturaleza, conspirador eterno é indómito,
encarnación viva del espíritu de Weishaupt, poseído del
odio de Satanás contra la Iglesia' de Cristo, masón radical
en su ñebre de destrucción sobre los más radicales, legisla-
dor sanguinario de la Joven Italia y de la Joven Europa,
que mandaba matar á cualquier desobediente hasta entre
los pechos de su madre ó dentro del Tabernáculo de Cris-
to; verdadero Hadschishin ó Viejo de la montaña, que con su
horda de asesinos enrojeció de sangre la Europa y aterrori-
zó á muchos de los más desalmados colegas de secta, cabe-
cilla de la república romana de 1 8 4 9 , por muchos años fué
en el mundo el jefe de la potencia ó partido guerrero de la
masonería y director de todas sus maquinaciones. Dígannos,
si una tal prenda, al diseñar el plan de la República univer-
sal no sería fiel intérprete de la idea masónica, y si esta
obra de tal bandido del género humano no equivale por sí
sola á la prueba más satisfactoria de nuestra tesis.
Para confirmarla y ampliarla, véase como al llamamiento
de su Patriarca, publicado en Nueva York, Enero de 1 8 6 7 ,
respondieron incontinenti los adeptos italianos con la si-
guiente proclama:
«Siendo los enemigos de Italia el Senado, el Parla-
mento, el Estado y todo lo que es obra de la monarquía
piamontesa, es de toda necesidad derribar esta monar-
quía, que es la ÚNICA T VERDADERA CAUSA DE LOS MALES
DE LOS PUEBLOS.
«LA ALIANZA UNIVERSAL ITALIANA, la cual de-
clara que está en relaciones con TODOS LOS PUEBLOS LIBRES;
pide que en el mundo entero se realice la UNIDAD REPUBLI-
CANA, y hace saber que tocante á Italia, existe allí un co -
mité supremo, oculto é invisible por ahora, al cual cada
uno de los cómplices debe obedecer aun á precio de la
vida, exponiéndose, si es menester, al tormento antes que
hacer traición á sus hermanos, OBLIGÁNDOSE Á TOMAR LAS
ARMAS tan pronto como suene la hora, y á no abandonarlas
hasta no haber conseguido el objeto.»
64 CAPÍTULO III

Para remachar el clavo, en 1872, el general Grant, el


elegido y representante del partido radical de los Estados
Unidos con ocasión de inaugurar su segundo período presi-
dencial, usaba este lenguaje en su manifiesto oficial:
«El mundo civilizado camina á la república, al gobierno
del pueblo por medio de sus representantes, y nuestra gran
república es la destinada á servir de guía á todas las de-
más... Nuestro creador prepara el mundo para que á su
tiempo se convierta en una grande nación, donde no se
hable más que una sola lengua y donde no hagan falta ni
ejércitos ni flotas.»
Lenguaje masónico á no poder más. Sabido es que ese
Grant en los Estados Unidos figuraba como el prohombre
de aquella fracción de la masonería, más avanzada que la
masa común de las logias del país, empeñada en la guerra
sistemática contra el catolicismo.

II

E n s a y o s y c o n a t o s de república

Decíamos al principio de la presente discusión: La idea


de la Eepública universal responde á las notorias aspira-
ciones y designios prácticos de la orden.—Patentizamos
nuestra aserción con el testimonio fehaciente de los adep-
tos mismos: fáltanos el argumento de sus obras, que tam-
bién prometimos. A él.
Gran Revolución francesa. República. Los ejércitos re-
volucionarios pasean por Europa los Derechos del hombre
en la punta de las bayonetas.
Napoleón proclama las repúblicas cispadana y transpa-
dana, de las dos hace la cisalpina, proclama la república
liguriana, la romana, la partenopea (napolitana), destru-
yendo las antiguas de Genova y Venecia, disponiendo inso-
lente de esta última como bien mostrenco á favor de Aus-
tria. Así quiere y así trata un masón á las repúblicas,
cuando no son masónicas, y aun siéndolo.
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA... 65

Los carmañolas crean la república cisrhenana.


Conspiraciones de los iluminados para establecer la r e -
pública en Austria y en Prusia, aun después del tratado de
paz hecho por el prusiano Guillermo 3.° con la masonería.
Plan del iluminado Mauvillon, el Mirabeau germano para
convertir toda la Alemania en república.
En 1 8 0 8 álzase contra Napoleón toda la masonería euro-
pea, así como antes lo había sostenido y protegido, y fun-
dan en Alemania el Tugendhmd (asociación de virtud) las
eminencias masónicas, con el objeto inmediato de derribar
al Corso, y el ulterior, según los adherentes, de sublevar
toda la Alemania y transformarla en república represen-
tativa, ó bien en un fantasma de monarquía electiva con
una constitución archiliberal, ó como dice uno de los con-
sortes, en un Estado perfecto, tasado en la más insigne
moralidad producida por la inteligencia: que es la jerga
masónica.
Al Tugendhmd reemplázalo ó absórbelo la Asociación
alemana, cuyo blanco es, después de haber rechazado á
los franceses hasta sus antiguas fronteras, hacer de Alema-
nia una república social, con el destronamiento de todos los
príncipes.
La Carbonería reorganizada en París, en 1 8 2 1 , prepara
un movimiento general en Francia con la bandera de la
soberanía popular. Ya hemos visto que ésta no se entien -
de ni se plantea sin la república.
En 1 8 2 1 también, fórmase en París la Alianza cosmo-
polita, grupo carbonario y junta central compuesta de ma-
sones de varios países, de ellos españoles Galiano, Mina y
Borso de Carminati, en continua correspondencia con la
Alta Venta romana, y con el propósito de derribar todos
los gobiernos legítimos de Europa.
Desde 1 8 2 0 , en vista de que pueblos y soberanos habían
quedado predispuestos y escarmentados con los excesos
de la república francesa, se dio á la masonería de todas
partes por ^consigna la constitución, ajustada á un molde
común para todos los pueblos: soberanía popular, poder
legislativo encomendado á las Cámaras, poder ejecutivo en
manos de ministros irresponsables, rey ó príncipe que reina
66 CAPÍTULO III

y no gobierna: disposición inmediata y llamamiento para la


república, máquina de constante perturbación, escuela y
aprendizaje de república para los pueblos, ó gobierno repu-
blicano de hecho con un presidente de honor.
Revolución y triunfo constitucionalistas con conatos de
república en España (los Niños ele Ecija y cautiverio de
Fernando VII)—revolución en Ñapóles, Lombardía y E s -
tados Pontiñeios—gobierno constitucional en Francia.
Movimiento carbonario simultáneo., en la América espa-
ñola, correspondiente al de la Metrópoli, haciendo brotar
repúblicas en todas partes; un imperio en México á los dos
años transformado en república federal y popular.
Gobierno constitucional de Luis Felipe, del cual decía
el tipo perfecto de masones y carbonarios, Lafayette, que
había consolidado el dogma de la soberanía popular, ante el
cual la cuestión de nombre ó forma de gobierno, constitu-
cional ó no, era secundaria.
Levantamiento republicano de Polonia, promovido en 1 8 3 0
por los carbonarios.
De 1 8 1 7 á 1 8 2 5 idea nacional-ruso-socialista, propaga-
da y sostenida por los masones para la organización repu -
blicana del pais.
Conjuración republicana en Rusia, en 1 8 2 5 , que había de
estallar con el asesinato del emperador Nicolás, pero que
fracasó.
. En 1 8 4 8 República en Francia. Tras ella alzamientos
republicanos en Viena, en Berlín, en Milán, en Parma, en
Venecia y en España, preparados por Mazzini.
En 1 8 4 9 República romana.
En 1 8 5 9 - 1 8 6 0 conspiración republicana de Mazzini en
Polonia, Galitzia, Hungría, Servia, Venecia, con el plan de
una república europea.
En 1 8 7 0 en Francia, República netamente masónica,
triunfante hasta hoy.
Proyecto de una república latina, otra germana y otra es-
lava. El designio de la secta es formar grandes unidades,
á las cuales se les dé, cuando no la tienen, forma republica-
na, para llegar más fácilmente al establecimiento de la Re-
pública Universal.
ACTUACIÓN DE LA HUMANIDAD EMANCIPADA.. 67
Esta Eepública Universal sería el imperio de la masone-
ría en el mundo; y como sociedad política, en consecuencia
de todo lo discutido, presentaría los mismos caracteres que
distinguen á la reproba hermandad; al igual de ésta sería
antirreligiosa y antisocial, en lo cual todo está, compren-
dido. Sería por tanto, no solamente anticristiana, sino
atea, y más aún, declarada enemiga de Dios y perseguido-
ra de toda religión, destructora de toda moral, de la fami-
lia, de la propiedad, de toda autoridad, de todo orden civil
y social, de toda patria y nacionalidad: en fuerza de los
principios, según la última expresión de éstos, y conforme
á las confesiones de los adeptos mismos, sería, en fin, la
anarquía desatada, imagen y fiel trasunto de aquel reino
tenebroso, uli nullus ordo, sed sempiternus horror irilia-
Utat, como eco y resultado de la primera de las rebeliones,
iniciada en la celeste esfera al grito de non serviam; al
cual, en último desenlace, ha de responder otro grito: Quis
v.t Dcusi
Por esto las repúblicas y demás Estados de nuestros
días, donde con variable intensidad ejercen influjo ó predo-
minio los secuaces del bando ominoso, reflejan con mayor ó
menor viveza aquellos caracteres específicos, en cuanto las
adversas resistencias lo permiten.
68 CAPÍTULO I V

CAPÍTULO IV

Una mirada atrás

N nuestro compromiso de presentar á la faz del


mundo la masonería tal cual es, algún camino
llevamos andado: mucho todavía nos resta por
andar. Hagamos alto aquí, y echemos una
ojeada atrás, para mejor señalar en la carta lo
que nos falta recorrer de nuestra derrota.
Si no nos engaña la presunción, en nuestro estudio he-
mos caminado siempre atenidos al orden lógico de las ideas;
obligación no tan fácil de cumplir tratándose de una insti-
tución tan amiga de la obscuridad, de senderos y trochas
extraviadas; que á la continua recata el interior de su casa;
de acción tan complexa y general, de formas y manifesta-
ciones tan varias, mudables y falaces. Pero fuera de los
preciosos adoctrinamientos de prácticos antiguos, guiábanos
buen piloto, el Pontífice Sumo que, en su inapreciable Encí-
clica Eumanwn genus, nos dejó marcados los caminos segu-
ros para enderezar nuestra ruta.
Con los rasgos magistrales de su pulso, sin trabajo pudi-
mos formar el bosquejo acabado de la secta nefaria y entre-
garla á la contemplación de las gentes admiradas, certifi-
cando, con la seguridad mayor que en lo humano cabe, el
hecho de su existencia é importancia lamentable, para con-
vencimiento de los más incrédulos y neciamente negativos;
delineando en seguida el cuadro general de sus conjuracio-
nes y siniestros designios con las infinitas tortuosidades de
UNA. MISADA ATEAS 69
su acción secreta ú ostensible; pintando, por fin, desnuda y
al vivo, rasgando velos y sondeando abismos de maldad, su
enmascarada fisonomía que la hace deforme, horrible, abo-
minable y execranda á los ojos de cuantos los tienen sanos y
limpios de feos humores ó interna enfermedad. Luego en-
sayamos una definición en regla, consultados previamente
los pareceres de una y otra banda, de masones y de profa-
nos, entresacando de los dichos de todos las notas indivi-
duantes ó diferenciales más razonables y fundadas, des-
echadas las falsas é impertinentes; abreviando é interpre-
tando las formas de expresión, y sosteniendo uno por uno
los concisos calificativos con sólida probanza: por donde se
nos mostró clara la naturaleza de la masonería en conjunto,
nos dimos cuenta de lo que es esta sociedad y poder miste-
rioso que llena el mundo, que cada día nos espanta con nue-
vos atentados y amenazas nuevas y no ha de apagar su fu-
ror hasta el fin de los siglos. Mas ansiosos de calar hasta
el fondo el alma de esta hija de tinieblas, después de bien
aquilatado el valor del testimonio masónico, cuya luz tanto
había de servir para orientarnos en nuestra exploración,
cuyos datos tanto peso habían de prestar á nuestros juicios;
y comoquiera que los fines é intenciones del agente son los
que mejor ponen al descubierto las profundidades de su áni-
mo y especifican sus obras, nos engolfamos resueltamente
en la dura labor de investigar el fin último y supremo de la
artificiosa orden, descartados los fines dolosamente supues-
tos, frivolos y remotos, que la muy taimada con gran des-
enfado arroja al público como pantalla encubridora de rea-
les y hondos misterios, como cebo ó carnaza á la vez para
pesca de tontos é incautos que ciegamente se esclavicen á
su mandar sin saber á dónde los llevan. Tras ímproba t a -
rea de mucho interrogar á profanos y á iniciados y de largo
escudriñar palabras, símbolos, ceremonias, hechos y e x -
trañas filosofías, vinimos á parar en la victoriosa conclusión
de que el fin supremo, el misterio más profundo y recóndito
de la mortal enemiga de Dios y de los hombres es el sa-
tanismo: con lo cual ya desciframos el enigma de la e s -
finge, ya nos posesionamos de la clave inerrable que nos
explica todos los dogmas, sistemas, fines particulares, m e -
MASONEBÍA. T. II.—6
70 CAPÍTULO IV

dios, leyes, funciones, hechos, obras y designios de la


secta.
Mas por una parte fuera el colmo de la imprudencia pro-
poner de buenas á primeras, y aun después de algunas
pruebas, á los nuevos conscriptos de la orden fin tan negro,
detestable y extraordinario cual norte de conducta. Por
otra ¿cómo preparar en la escena del mundo y en la co-
rriente de los tiempos este final y consumado término de
una manera adecuada y por natural pendiente? Por medio
de otro fin inmediato que, sin sobresaltar ó causar maravi-
lla á los neófitos más ó menos avanzados, sea á la par anun-
cio no bien comprendido, precursor, último escalón ó paso
para llegar á la meta suspirada. En la era presente á los
iniciados más despiertos y profundos, tanto en el secreteo
de sus escondites como en lo público, no se les cae de la
boca el nombre sagrado de Humanidad, como divisa de sus
empresas, como ídolo de sus amores y adoraciones, como
ideal clavado en su mente y su corazón. Efectivamente e s -
ta Humanidad independiente, emancipada de Dios, subsis-
tente por sí misma, divinizada, constituye el fin inmediato
que servirá de transición casi insensible, en llegando que
llegue la hora, á la demonolatría; y como tal fia, se hace
fácilmente perceptible á la rudeza de los más atrasados en
saberes y artes masónicos por medio de los conceptos del
vulgar trigramma—Libertad, Igualdad, Fraternidad—con
aplicación práctica á los principios y organismos sociales, á
los objetos en que hace blanco la acción deletérea de las
logias, en esta forma por ejemplo: No hay propiedad—todo
es de todos. No hay familia—amor libre y comunismo de
mujeres. No hay autoridad—¡ancha Castilla! No hay go-
bierno—cada uno es rey de sí mismo y á quien más pueda.
No hay patria—todos hermanos, y nuestra patria la huma-
nidad. No hay Iglesia ni hay Dios—cada uno es Dios de sí
mismo. ¡Guerra sin cuartel á todas estas cosas!—¿Quién no
entiende este lenguaje? Decididamente este fin inmediato,
así propuesto, es de lo más accesible á la común compren-
sión y lo más acomodado para lanzar la gran masa de los
facinerosos de Hiram á la destrucción de una sociedad que
tan mal anda para ellos con propiedad, familia, autoridad,
UNA MIRADA ATRÁS 71
gobierno, patria, Iglesia y Dios; para la construcción de
otra nueva levantada sobre la base de la Humanidad, im-
personal é inofensiva de suyo, pero que un día se hará con-
creta é inaguantable por el yugo tiránico de un poder irres-
ponsable, por la férrea dominación de los simples manda-
tarios de la República universal, que hará las delicias á
palos de los masones libres, iguales y hermanos.
Tales son los asuntos que ordenada y razonadamente he-
mos ido tratando con la extensión requerida, á fin de hacer
la luz en medio de la obscuridad y confusión de secretos,
embustes y artificios procurada por la masonería; á fin de
mostrarla con pruebas invencibles, como las hemos dado,
tal cual es con su naturaleza propia, fines y tendencias
averiguadas, con sus doctrinas, sistemas y proyectos bien
comprobados; respondiendo así á la curiosidad y ansiosa ex-
pectación de los hombres reflexivos y sensatos, contribuyen-
do al merecido y público descrédito de aquella en obsequio
á las vivas exhortaciones del Pontífice Sumo y á los votos
de todos los corazones leales. Con mayor ó menor arte y
habilidad, con formas más ó menos literarias que otros juz-
garán, pero sí con claridad y distinción, con fuerza de
irrebatibles argumentos y testimonios irrecusables, paré-
cenos haber logrado nuestro intento; y únicamente dejarán
de ver y entender lo que la secta es, lo que pretende, por
dónde camina y lo que hace, quienes por voluntaria obce-
cación, por culpable indiferencia, por vicio de ocultas pa-
siones ó por obstinada adhesión y complicidad con los ma-
los, no quieren ver ni entender nada, y mucho menos con-
fesar la verdad conocida. Algunos con lo ganado se darían
tal vez por satisfechos, pues la batida ha sido provechosa;
pero nosotros no paramos aquí, no nos contentamos con tan
poco y no hemos de descansar antes de haber recorrido va-
rios puntos que no ajustaban del todo en nuestro cuadro y
habernos hecho cargo de algunas particularidades tocantes
al modo de ser y obrar de la maléfica hermandad; que en
cuanto alcancen nuestra memoria y limitada penetración,
completen, perfeccionen y realcen nuestra pintura de ella,
la dejen por lo que es, por enemiga de Dios y de los hom-
bres, en opinión de todos, y fortalezcan más á los buenos
72 CAPÍTULO IV

en sus propósitos de aborrecerla sin fin ni medida, de vigi-


lar contra sus emboscadas, de contrarrestar su perniciosí-
simo influjo, de combatirla sin tregua en todos los terrenos
por todos los medios posibles y honestos, directos é indi-
rectos, con unidad de esfuerzos, con juramento de estrecho
pacto y alianza indisoluble.
SSOEETO MASÓNICO 73

CAPÍTULO V

Secreto masónico.—¿Hay 6 no hay secreto? León XIII.

CASTRO buen amigo, el ilustre P. Gautrelet,


con quien desde el principio de este rudo en-
sayo entramos en provechosas relaciones, hace
una oportuna y hermosa comparación, que en
substancia es así: ¿Cuál es el tipo y modelo
de los cristianos? Jesucristo.—¿Quién es Jesucristo? Ego
sum lux mundi.—¿Y los Apóstoles? Vos estis lux mundi.
—¿Y la Iglesia? Non potest abscondi civitas supra mon-
tem posita.—gl los hijos de ella? Filii lucís.—Por donde
el Evangelio es predicado, no en secreto, sino en público
y sobre los tejados.—Ahora la contra: ¿Quién es el padre
de la masonería? Princeps tenebrarum.—¿Y sus jefes?
Rectores tenebrarum.—¿Y su poder? Potestas tenebra-
rum.—¿Y su señal y divisa? In fronte ejus, nomen scrip-
tum: mysterium. De donde el carácter de la masonería es
la obscuridad, el secreto.
Pero unos afirman, y otros contradicen.
¿Quiénes son los contradictores?—¿Quiénes han de ser?
los que se sienten quemados, los interesados, los masones.
El primero es el doctor sagrado, el cual oyendo que le
dieen un mal nombre á su madre, protesta gravemente di-
ciendo: «La masonería .no es una sociedad secreta, sino
sociedad que guarda un secreto.» Dime, doctorcito ¿qué
más da junto ó pegado?—El mismo autor á la segunda par-
te de su Ortodoxia masónica la titula: Masonería oculta,
en que se trata de las ciencias ocultas. Luego la primera
era masonería pública. ¡Qué hábil!
74 CAPÍTULO V

Otro hijo amartelado de la Viuda, h . \ Francisco Favre.


—«La asociación masónica, sólo es sociedad secreta donde
la persiguen y proscriben; donde nó, está simplemente ce-
rrada.»—Cerremos, y á otro.
El autor de Sarsena ó del maestro elegido, que fué ma-
són por cuarenta y siete años y pasó por la ristra de todos
los grados, asegura que todos los misterios de las logias se
reducen á un hatajo de noticias fabulosas sobre la antigüe-
dad de la secta, de cuentos disparatados sobre la muerte
de Hiram y la palabra perdida, y de frases huecas que no
contienen nada misterioso. Este sería ciego de nacimiento.
Otro h . \ que, dice Albano Stolz, envejeció bajo el apa-
rejo.—«El mayor y el último misterio de los francmasones
es que no tienen ninguno. La importancia atribuida á estas
niñerías fué causa de que altos entendimientos y sabios de
marca, como los Lessing, JBoss, Crause, etc., abandonaran
la orden y le volviesen las espaldas con soberano despre-
cio.»—Si cargaba aparejo, según dicho de Stolz, seguro bu-
rro ó muía, si no era maula. Desde principios del siglo
XVIII se dedicaron loablemente muchos escritores en I n -
glaterra y Francia á echar á la calle los misterios de la so-
ciedad tenebrosa; pero quienes más tarde llenaron de e s -
panto á Europa con sus revelaciones, á toda luz comproba-
das con gran copia de documentos, testimonios y hechos
irrecusables, fueron el inglés Robison, el francés P. Ba-
rruel, el suizo Haller y el sajón Eckert. Conmovióse el
mundo profano, las gentes alarmadas comenzaron á gritar
¡sus! contra la traidora canalla, temblaron las columnas del
templo de Hiram y sus hierofantes juzgaron del caso repe-
ler la terrible inculpación del secreto que por sí solo cons-
tituye un instrumento de convicción, diciendo: de Robison,
que es ilógico y sofista; de Barruel, un embustero y trapi-
sondista; de Haller, un ente ridículo y despreciable para
quien tenga un adarme de sentido común; de Eckert, el vie-
jo del Fausto que cuando abre la boca, parece oirse el
barullo infernal de las voces de mil locos que gritan á la vez.
Nada, que no hay tal secreto y los grados que dieron oca-
sión á la grita, son travesuras y juegos inocentes é inofen-
sivos nada más.
SECRETO MASÓNICO 75
En resolución. ¿Hay ó no secreto?
La voz de León XIII.—Encíclica Humanum genus:
«En nuestra época las sectas, si bien no demuestran em-
peño mayor en ocultarse en las tinieblas, celebran sus jun-
tas en plena luz y á la vista de todos y publican sus perió -
dicos; con todo, bien mirado, retienen la naturaleza y los
usos de las sociedades clandestinas. Pues muchas cosas hay
en ellas semejantes á arcanos, que es de ley esconder con
muy exquisita diligencia, no sólo á los extraños, sino á mu-
chos de sus afiliados; como son los íntimos y finales desig-
nios, los jefes supremos de cada fracción, ciertas reuniones
más secretas y recónditas, las resoluciones, la manera y los
medios de llevarlas á cabo. Al efecto sirve la múltiple dife-
rencia entre los socios de jurisdicción, obligaciones y car-
gos, la distinción fijada de órdenes y de grados, y la seve-
ridad de la disciplina por que se rigen. A los iniciandos se
les exige promesa, y aún por lo común solemne juramento
de no descubrir nunca ni en modo alguno sus compañeros,
signos ni doctrinas. Así con estas mentidas apariencias y
sistema constante de fingimiento, con todo ahinco procuran
los masones, como en otro tiempo los Maniqueos, recatarse
y no tener otros testigos que á los suyos. Buscan en todo el
escondite, tomando el antifaz de hombres de letras y sa-
bios, que se asocian por motivos científicos; hablan á toda
hora de su celo por la ilustración, de su amor á la plebe
menesterosa; que su único deseo es mejorar la condición de
la muchedumbre y comunicar á cuantos más puedan las
ventajas de la sociedad civil. Propósitos que aunque fuesen
sinceros, no encerrarían todos los fines que ellos pretenden.
Además deben los afiliados dar palabra y seguridad de cie-
ga y absoluta obediencia á sus jefes y maestros, de estar
prontos á cumplimentar sus órdenes á la menor señal é in-
dicación, y de no hacerlo así, de sujetarse á los más duros
castigos y á la muerte misma. Y en efecto, cuando se ha
juzgado que algunos han hecho traición al secreto ó han
desobedecido las órdenes, no es raro darles muerte con tal
audacia y destreza, que el asesino burla á menudo las pes-
quisas de la policía y elude el castigo de la justicia.»
Hasta aquí el Pontífice Sumo. Con breves rasgos espresa
76 CAPÍTULO V

ó apunta todo lo relativo á la materia: Ley del secreto—á


quiénes se extiende—objetos principales que señala—me-
dios y ardides—sanción. Pero lo dice el Papa.—Sí, lo dice
el Papa, tanto más cierto, autorizado y digno de racional
asentimiento cuanto dice. A buen seguro que si el eminen-
tísimo Dechamps, el egregio Arzobispo de Malinas, hubiese
tenido la suerte de vivir en los tiempos de la Encíclica Hu-
manwn genus, hubiera rectificado su ambiguo sentir acerca
del secreto masónico y tal vez acerca de otros puntos con-
cernientes á la negra cofradía.

L e y del secreto

Conocida es la solicitud y extrema vigilancia con que cui-


daban del secreto más riguroso desde los gnósticos y ma-
niqueos hasta los templarios, albigenses, rosacruces y de-
más progenitores de la secta. En sus Estatutos funda-
mentales de Inglaterra, 1723, nada se recomienda en tér-
minos más graves y solemnes, y sobre ningún punto se
multiplican tanto reglas minuciosas y consejos: que el ma-
són en su trato con los profanos se muerda la lengua, ate
la de preguntones ó platicones insidiosos y astutos con
buenas salidas ó desviando la conversación hábilmente, ni
deje escapar palabra de la logia, ni en su porte la vista más
aguda pueda penetrar nada que sepa á masonería, mostrán-
dose por lo demás afable, cortés y digno: que con los her-
manos conocidos trate familiarmente de lo concerniente á la
orden, si son masones bien probados; y si no son conocidos,
esté sobre sí, estudíelos con atención, sírvase para ello de
los medios prescritos, para mandarlos á paseo, si no son lo
que dicen, ó para hacerles buena acogida, si lo son, etcéte-
ra, etc.—El h . \ duque de Brunswick, en su hipócrita de-
creto de fingida extinción de la orden tan celebrado y tan reí-
do, regañaba así: «Vuestros maestros debían haberos dicho
SECRETO MASÓNICO 77
conforme nos enseñaron nuestros padres, que los secretos de
la sociedad no pueden ser conocidos más que por algunos
maestros; porque ¿qué sería de secretos que fueren conoci-
dos de muchos?»—«El secreto, dicen las constituciones ma-
sónicas, es la primera señal característica de la orden.—El
alto masón Dreseke, en la logia Rama de olivo de Breme,
1 8 4 9 , se expresaba así:
«En nuestros templos se habla á la continua de un se-
creto, ó mejor, no se habla de otra cosa: secreto que no
es posible celar á quien tenga ojos, el cual lo cala sin
necesidad de la logia y es un iniciado sin haber pisado
nuestros santuarios.—Otro habrá que no llegue á com-
prenderlo nunca ni aun en la logia ni con todos sus gra-
DOS: EL CUAL ES UN PROFANO POR MÁS QUE OCUPE SU SITIAL
EN EL ORIENTE DEL TEMPLO Y OSTENTE LAS CONDECORACIO-
NES DE GRAN MAESTRE. LOS medios mismos que empleamos
para resolver este problema, nuestros símbolos, imágenes y
signos, los reputamos por secretos. ¿Con qué razón y dere-
cho? Es que nuestros símbolos no son como los juguetes he-
chos para matar el tiempo y entretener á chiquillos, sino
los vasos sagrados en que se guarda el santo de los san-
tos y está expuesto á la vista de los iniciados: son las pa-
labras que serían profanadas, si se arrojasen á los animales
inmundos. Nuestros símbolos no son el objeto representado,
sino alusiones, reminiscencias, por las cuales se invita al
espíritu á esforzarse para inferir lo invisible de lo visible.»
—¡Qué irreverente y qué groserote estaba ese masona-
zo! mas se explicotea al caso suyo y al nuestro.
Las autoridades masónicas se fatigan, bien que en balde,
por atajar la publicidad cada día mayor dada á los actos de
las logias, á medida que los adeptos se van adueñando del
poder público. Así en Junio de 1 8 7 7 , la asamblea general
de las logias del Gran Oriente de Italia ordenó que en lo
sucesivo hubiese mayor reserva y se suprimiesen los nom-
bres de los hermanos en los impresos de la logia. En Bél-
gica se tomaron desusadas precauciones, á fin de que ni un
solo ejemplar del Boletín del Gran Oriente, cayese en po-
der del mundo profano. Desde 1 8 9 9 ó antes, el Boletín del
Gran Oriente de Francia fué reemplazado por Memorias,
78 CAPÍTULO V

no tanto por ahorrar, los tacaños, el depósito periodístico,


cuanto por evitar la publicidad.—En 1890, conforme á los
Estatutos (Oostituzioni) de la masonería italiana, cuén-
tase entre las culpas graves, merecedora de severísimo cas-
tigo, la violación del secreto masónico, «por ser este uno
de los más poderosos coeficientes de nuestra obra,» decían;
y el gran maestre, el judío Nathan, en la conferencia gene-
ral masónica italiana, congregada en Turín en 1898, ratifi-
caba y proclamaba como artículo del nuevo programa el
secreto de la sociedad, dando por causa de él ¡fariseo! el
recelo de que «sea perseguida por los clericales.» ¡Ni el
escarnio nos perdona!

Certifícase además esta ley del secreto con las precau-


ciones de la logia y el juramento del candidato. Antes de
dar principio á la sesión ó tenida, se practican estas cere-
monias, que no son de pura formalidad: «Venerable.—Her-
mano Primer Vigilante ¿cuál es la primera obligación de
un Vigilante de la Logia?
«Primer Vigilante.—Asegurarse de que la Logia está
cubierta (esto es, de que nadie puede ver ni oir nada).»
Por orden del Venerable el Vigilante encarga al segundo
Diácono se informe con el Retejador, de que en el patio ó
zaguán no hay ningún profano y que desde las casas veci-
nas nada se pueda ver ni oir. El Retejador abre la puerta,
visita la cámara de los Pasos Perdidos, mira si están bien
cerradas las puertas y vuelve á dar cuenta de su diligencia
al Segundo Diácono, y éste al Primer Vigilante.
«Primer Vigilante.—Venerable, la Logia está cubierta.
«Venerable.—¿Cuál es la segunda obligación?
«Primer Vigilante.—Asegurarse de que todos los asis-
tentes son masones.
«Venerable.—Hermanos Primero y Segundo Vigilante,
recorred el Norte y el Mediodía y cumplid vuestro deber.
Hermanos, á la orden.»
A esta intimación todos los hermanos se ponen de cara
al Oriente, vueltas la espalda cada uno al que le sigue.
Los Vigilantes salen de sus lugares, y caminando del P o -
niente al Oriente, examinan uno por uno á los asistentes,
SECRETO MASÓNICO 79
los cuales al acercárseles el Vigilante á cada uno, hacen el
signo masónico de modo que el que está delante no puede
verlo. Terminado el examen, regresando á su puesto los
Vigilantes informan al Venerable de que en la Logia no
hay ningún profano, ningún coman (enemigo), dicen los
ingleses.
En la recepción de Aprendiz, el hermano Terrible, lleva
y coloca al postulante entre las dos Columnas, ó sea en me-
dio de la Logia y apoya la punta de la espada en la tetilla
izquierda del infeliz. El Venerable le dice: «Sabe que el arma
cuya punta sientes, es la imagen de los remordimientos
que despedazarán tu corazón, si acaso tuvieres la desgra-
cia de hacer traición á la sociedad...» Después de la pri-
mera prueba, el Venerable dice al candidato: «Voy á ha-
certe conocer las condiciones de tu admisión... la primera
es que contraes la obligación de guardar silencio absoluto
acerca de los secretos de la Francmasonería.»
Concluidas las pruebas viene el juramento, que se pro-
nuncia de rodillas:
«Juro en nombre del Arquitecto sumo de todos los mun-
dos, no revelar jamás los secretos, signos, toques, pala-
bras, doctrinas y usos de los Francmasones, y guardar so-
bre ello perpetuo silencio. Prometo y juro á Dios de no
descubrir jamás nada ni con la pluma, ni por señas, pala-
bras ó gestos, ni haciendo escribir, litografiar, grabar ó
imprimir, ni publicar jamás lo que me ha sido confiado
hasta ahora ó se me confiare en adelante. Me obligo y su-
jeto á la pena siguiente, si faltare á mi palabra: que me
quemen los labios con un hierro ardiendo; que me corten
la mano, que me arranquen la lengua, que me corten el
cuello, que mi cadáver sea colgado en una logia durante el
trabajo de admisión de un nuevo Hermano para deshonra
de mi infidelidad y terror de los demás, y luego quemado,
y arrojadas las cenizas al viento, á fin de que no quede
ningún rastro ni memoria de mi traición. Digo verdad, así
me ayude Dios y su santo Evangelio. Así sea.»
Este juramento es prestado por el Aprendiz en Francia,
Inglaterra, Escocia y Alemania en todas las logias del Rito
escocés: en substancia es igual al de los demás ritos para
el mismo grado.
80 CAPÍTULO V

Suprímelo, y quien sabe cuanto más suprimirá la edi-


ción castellana de Clavel, hecha en Madrid, 1847, que t e -
nemos delante. Pobre Clavel deshojado, ni muerto te dejan
en paz tus hermanastros.—Publicó la transcrita fórmula
el Mundo de París: gran rechifla de aquellos masones mo-
tejándole de desmañado impostor.—Moralidad importan-
tísima: en los tiempos actuales, para mofa y anzuelo de
profanos, ios hermanos del gordillo se entretienen en dar
ediciones reformadas de sus rituales y de las obras de sus
maestros: ¡estar alerta!
El juramento del secreto no es peculiar del primer grado,
sino que se extiende á los demás. Nótese.
Concluye el diligentísimo investigador Coulteux de Can-
teleu:
Las sociedades secretas tienen casi siempre dos reglas
y dos doctrinas distintas: una vulgar y general, y otra par-
ticular y secreta, conocida solamente de unos cuantos ini-
ciados que por rareza se hallan en los grados superio-
res, mas por cuyas manos todo pasa y en realidad todo se
ejecuta.»
Es notabilísima la observación del limo. Ketteler en su
obra: Libertad, Autoridad é Iglesia:
«La francmasonería reivindica y disfruta en todo el uni-
verso del singular privilegio de una posición por todo ex-
tremo excepcional. De ella únicamente, salvas algunas
excepciones de la prensa periodística, no se habla en el
mundo, y ella no quiere que se hable. El sacerdote predi-
ca y sentencia sobre todos los asuntos de interés para
los hombres; el Cristianismo con sus documentos y obser-
vancias, el Estado con sus leyes y constituciones son objeto
de discusión, y hasta las relaciones personales más íntimas
se echan á la calle: sólo la francmasonería, en virtud de un
consentimiento europeo general, es cosa sagrada, á la cual
no conviene tocar.»
«He aquí, comenta Jannet, por qué en las historias del
siglo XVIII y de la Revolución, para no citar las presen-
tes, sistemáticamente ni tan siquiera se menciona la exis-
tencia de las logias. Cierto que algunos sectarios interpre-
tando con mayor latitud sus juramentos, no han vacilado
SECRETO MASÓNICO 81
en pregonarlas grandezas de la orden; pero otros escrito-
res, y por más señas de los más avanzados, parece que han
tomado á cargo especial despistar al público. Ahí está en-
tre otros Bluntschli, quien en sus obras notables cabalmen-
te por la vasta erudición, describe todos los elementos del
Estado moderno y de la política: no se ciñe á las formas
jurídicas, sino que con la exactitud de un catálogo, va re-
corriendo en ellas todas las manifestaciones de la vida po-
lítica, partidos, prensa, asociación, opinión pública: y sin
embargo en su revista enciclopédica sólo las sociedades
secretas pasa completamente por alto, y esto que es gran
maestre de una de las potencias masónicas de Alemania, y
con sus discursos sobre el influjo de la masonería ha llenado
volúmenes de tratados especiales para la orden. Pero en
sus libros destinados al mundo profano no deja sospechar
ni una palabra de ella, si no es para los que por una larga
costumbre aprendieron á rastrear los pensamientos de los
afiliados y saben leer entre líneas.
Son de gran peso estas observaciones para convencer al
más despreocupado de la existencia del secreto, de su pun-
tual y cautelosa observancia y del arte finísimo con que los
primeros iniciados lo solapan.
A la ley del secreto, la hipocresía es en ellos mal orgá-
nico, la nombran con mote farisaico ley de discreción.
A quiénes se extiende el secreto.—A todos los profanos
sin excepción, á no ser en casos particulares bien medita-
dos; ora por motivo de propaganda, cuando algún iniciado
perito, pero encubierto, juzga oportuno en círculos eleva-
dos, escogidos ó vulgares, ó bien con determinados indivi-
duos, quitar predisposiciones, siempre justas, contra la sec-
ta, inducir disposiciones favorables, sembrar ideas masóni-
cas, defender los principios, usos y conducta de la orden,
todo con suma habilidad y discreción; ora con intención de
recluta, insinuándose en el ánimo de los que trata de con-
quistar con declararles de las doctrinas, empresas ó proce-
deres de aquella lo más atractivo y eficaz respectivamente
para inclinarlos, dominarlos y hacerles caer en el lazo, aun-
que de esta industria hablaremos largo y tendido en su ca-
pítulo correspondiente. El Boletín de la gran Logia Sim-
82 CAPÍTULO V

bólica, 1881, reproduce ciertas resoluciones tomadas en la


logia húngara Oalileo: la de la divulgación de las tenden-
cias y aspiraciones de la masonería, mas recomendando el
secreto acerca de las palabras y signos de reconocimiento,
para distinguir con esta cautela á los masones de los profa-
nos y evitar sensibles equivocaciones; la de que los herma-
nos «no informen á sus mujeres de asuntos masónicos sino
con gran mesura y proporcionadamente al carácter y cultu-
ra intelectual de cada una.»
Pero, vamos, es de suponer que esa ley tiránica, inhu -
mana y obscurantista del sigilo no rija para los masones, y
que en presencia de cualquiera de ellos rásguense y caigan
de un golpe todos los velos. Así debe de ser forzosamente,
como que desde el primero de los grados, el de Aprendiz,
sólo al grito de libertad se abren al candidato las puertas
de la logia; grito primario de toda la hermandad, y repre-
sentativo de toda su alma, sin cesar repetido desde el últi-
mo taller hasta el areópago más sublime: al mismo candi-
dato con aquella desnudez en que se le presenta y con el
despojo de sus metales se le mete en el corazón el aborre-
cimiento á la propiedad y la afición al comunismo; con aque-
lla venda en los ojos, la soga al cuello y la punta de la es-
pada en el pecho se le persuade la obediencia ciega y faná-
tica; y por último, con aquellas tres delicadas lecciones de
religión y moral se le desbasta de toda moral y religión,
para que resulte hecha y derecha en su persona la figura del
salvaje libre, desvergonzado é independiente de Rousseau,
Weishaupt y Saint-Martin. Ahora bien ¿en esta áurea suma
especulativa y práctica no se encierra el meollo y la doc-
trina fundamental de la secta? ¿no se le dijo tan pomposa-
mente al aprendiz en el acto de su admisión.—Sea la luzí
¿Luego qué resta de misterios por descubrir?—Válida fuera
esta razón, si el común de los neófitos estuviesen dotados de
fuerza penetrativa para sondear, de brioso y robusto enten-
dimiento para rumiar y desenvolver hasta sus últimas apli-
caciones la primera enseñanza que se les da; y no decimos
nada de las disposiciones de ánimo requeridas para abrazar
sin parpadeo todas las consecuencias de la doctrina y para
inflamarse en su práctica y ejecución, y que sólo puede in-
SBOKBTO MASÓNICO 83
fundirlas de ordinario la gradual y lenta educación de la
logia.
Por esto, á pesar de que en el acto de admisión dice pom-
posamente al aprendiz.—Sea la luz,—la masonería, seme-
jante á una vieja cutre ó roñosa, y es comparación de On-
clair, que prometiendo el oro y el moro, sólo suelta el dine-
ro á su favorecido de peseta en peseta, con apercibimiento
de que á nadie haga noticioso de tanta largueza; así ella
por partículas va destilando á sus alumnos la luz en cada
grado, con rigurosa prohibición de comunicarla á ninguno
de grado inferior, manteniéndolos en la congojosa expecta-
tiva del pleno día, que como nunca amanece sino para unos
pocos contados, deja á la inmensa multitud de los demás
suspirando cual almas del purgatorio, con la diferencia de
que á éstas tarde ó temprano no les ha de fallar su espe-
ranza.
Así que impenetrable secreto existe para los masones
mismos de cualquier grado respecto de otro superior: im-
prescindible revista de los Vigilantes á las columnas del
taller, al comienzo de la tenida, en el momento antes ex-
presado, para evitar fraudulentas intrusiones; inviolable
precepto de extricta incomunicación del secreto impuesto
en la colación de cada grado, precepto sellado á las veces
con obligación jurada y de tanto rigor, como es de ver en
la recepción del Caballero de San Andrés ó maestro supe-
rior escocés:
«Juro libremente ante Dios creador del universo, en ma-
nos del maestro legítimo de esta logia, ocultar de la manera
más reservada posible los secretos á que acabo de llegar y
todas las presunciones que pudiere sacar de ellos, y no re-
velarlos á nadie ni aun al maestre mismo de toda la or-
den, á no ser que le reconociere en alguna alta logia esco-
cesa, ó que mis superiores de esta logia me le señalaren
como perteneciente á ella.»
A propósito sobre esto. Buena pasada le jugaron sus co-
frades, en 1841, al barón de Stassart, gran maestre de la
masonería belga. Ni siquiera le invitaron á una reunión de
las principales logias de Bruselas, celebrada para acordar
acerca de los candidatos para diputados al Congreso; de lo
84 CAPÍTULO "V

cual resultó que no pudiese estorbar la declaración de gue-


rra contra el ministerio compuesto de amigos suyos. El ho-
norable gran maestre dio sus quejas en una junta masónica,
y los hermanos le trataron de tonto y retrógrado. El po-
bre renunció su distinguido cargo.
Lo más frecuente es que en la mayoría de las logias sus
miembros desconozcan á sus verdaderos jefes, porque los
titulares sólo ejercen una autoridad aparente; pues los man-
dones efectivos son uno ó algunos individuos obscuros de la
misma logia, que sin sentir relacionan á ésta con otra supe-
rior, á la cual informan de las disposiciones de los herma-
nos, reciben de ella las consignas y transmiten las noticias,
verdaderas ó falsas, que interesa propalar. Los hermanos
inocentes ignoran los grados intermedios que los separan de
los supremos directores: y éstos ¿quiénes son? ¿dónde pa-
ran? ¿cuántos son? El vulgo délos masones no saben jota de
eso, dice Dom Benoit. Y en efecto, de esas tretas del sigilo
nos enteran con suma claridad los papeles de Weishaupt y
otros caporales, lo mismo que del sistema de fraterno espio-
naje mutuo, escalonado y perfectamente organizado, que es
de uso corriente entre esos hermanos iguales.
Ni para todo aquí. No ya los individuos, sino sociedades
masónicas enteras, nota Dom Benoit, son secretas unas
para otras. Conocidas son de todas las demás algunas de
ellas; pero tan metidas entre sombras están otras, que ni
su existencia es sospechada por la mayor parte. Tal socie-
dad obrera, por ejemplo, presume de manejar en una ciudad
los negocios públicos á su capricho, y no sabe que otra ig-
nota sociedad burguesa á escondidas la lleva á ella del
ronzal.
¿Y qué decir del encubrimiento del fin completo y total
de la orden? Preguntad á ese obrero, cuál es el objeto de la
sociedad secreta, á que dio el nombre, y si se digna contes-
taros, os dirá con sus cuatro patas: Queremos la emancipa-
ción de los trabajadores. Interrogad á uno del libre pienso,
y os responderá: Ya estamos hartos de tiranía clerical. Y si
á cien preguntáis, cien contestaciones distintas sacaréis.
Quién pone el fin de la secta en la asistencia mutua, quién
hace de ella una sociedad de beneficencia laica, ó la baraja
SKOBETO MASÓNICO 85
con una academia científica y literaria; siendo de advertir,
que en esto los más viejos en masonería son quienes más
estultamente ignoran por la ceguera del fanatismo, quienes
más disparatadamente y con mayor frescura desbarran,
cuando no pertenecen al corto número de los más finos ini-
ciados, que entonces con mayor desfachatez mienten y tra-
tan de despistaros.
Esta ocultación de misterios á los de la misma familia
profésala por arte propia la masonería, según autorizado
testimonio del Alto masón de Módena, á quien ya cono-
cemos:
«En nuestra orden en verdad sublime debemos propor-
cionar el dogma ó la enseñanza á la capacidad. Penetré-
monos bien de que jamás debemos exponer nuestra doctrina
de golpe con toda su luz ni en términos formales á cualquier
aspirante.»
Igual artificio y consiguiente graduación de conocimien-
tos entre los hermanos confiesa el Iniciador al grado de
Maestro Escocés, al decir:
«Todas las ceremonias simbólicas de nuestra orden tien -
den únicamente á preparar por grados al masón á la pose-
sión de la verdadera luz, reservada para el pueblo predilec-
to del G-ran Arquitecto del Universo.»
Mas ¡ah! que según nos consta, este pueblo se encierra
en breve número de escogidos, y la infinita muchedumbre
restante no es más que tropa, chusma, más cercana, decía
un maestro del Arte Real, de los pro/anos, que de nos -
otros.
Lo que decimos de la encubierta de tantos otros miste-
rios hecha á la gran mayoría de la recua masónica, entién-
dase asimismo de muchos proyectos secundarios y complots
á cuya ejecución se hace que cooperen con igual ignorancia
la multitud de ganapanes de la orden sullime.
Aquí viene que más á pelo no puede ser un gracioso cua-
dro simbólico de la masonería, trazado por Albano Stolz:
«Un día, cuenta, estaba en Esmirna parado en el anti-
guo puente de las Caravanas, entretenido en ver desfilar
unas largas hileras de camellos. Llegaban del extremo del
Asia cargados de fardos de mercancías que iban á ser de-
M A S O N E R Í A . •", U.— 7
86 CAPÍTULO V

positados en la ciudad y en el puerto. Cada recua se com-


ponía de veinte, treinta y aun más animales, enseñados á
no desviarse ni un pie de la fila, y á la cabeza de cada par-
tida caminaba gravemente otro individuo, muy inferior en
talla, igual por lo menos á los camellos en inteligencia, un
asno, vamos, sea dicho con perdón. Este era el guión de la
cuadrilla, el corneta digamos por su cencerro de toda la
tropa, á quien seguían los jibosos con una docilidad y una
exactitud ejemplares; pero este sabio conductor no era más
que un jefe subalterno, aunque él mismo y su escuadrón de
camellos pudiesen tal vez pensar que era él quien de su ca-
beza marcaba la ruta y llevaba la dirección. En el entre-
tanto por aquí y por allá, á los flancos de la columna ó á la
retaguardia, corrían y daban vueltas, sin que rara vez los
viesen el fingido conductor ni los cabos de fila, unos cuan-
tos negros, que eran los encargados de la conducción y vi-
gilancia de toda la caravana; y mientras los camellos y su
gran maestro de largas orejas avanzaban con mucha mesura
y prosopopeya, aquellos no guardaban en su porte ninguna
compostura, corriendo ya para adelante, ya para atrás sin
compás ni decoro, ó bien trepándose con gran confianza y
desenvoltura á la altiva joroba del primer camello que se
les presentaba. El traje de estos hombres, lejos de ser ele-
gante, era hasta desaliñado, mientras por el contrario los
animales lucían al cuello insignias, medias lunas de cobre,
amuletos musulmanes y retales de percal, y el rucio coro-
nel con su cencerro, endeble símbolo de su potente órgano
bucal, se pavoneaba más finchado que un portugués.
«Sin querer, en estos momentos se me figuró ver desfilar
ante mis ojos una procesión de francmasones. ¿Cómo se me
ocurrió semejante idea? A la verdad lo ignoro. Ellos que
son tan afectos á los símbolos y que deben ser de agudo en-
tendimiento, fácilmente descifrarán lo que simbolizan los
camellos, el asno y los negros.»
Esto es pintar al natural; éste es un cuadro típico, plás-
tico. Con lo que llevamos expuesto, poco fósforo necesitan
tener dentro de la sesera nuestros lectores, para dar con la
adivinanza.
SECRETO MASÓNICO 87

II

Objetos del secreto

En este asunto debemos ante todo prevenir una objeción


que tienen en la punta de la lengua ciertos inconscientes é
involuntarios encubridores profanos de la secta, muy pa-
gados de su despreocupación en esta materia; y la objeción
vamos á tomarla de la boca de los más interesados en ca-
llarla, de los masones mismos. Con el título picante—La
publicidad y el secreto—&\ periódico sectario de mayor
consideración tal vez, Bauliütte de Leipzig, publicó una
serie de importantes artículos, cuyo resumen da la Chaíne
d? Union en esta forma:
«Preciso es reconocer que en nuestros días se han modi-
ficado sobremanera los puntos de vista para mirar las co-
sas. Hase aflojado mucho el rigor con que antiguamente se
guardaba el secreto en todo lo tocante aun de lejos á la
masonería. Desde que los francmasones recorren las calles
de nuestras ciudades vestidos de uniforme de gala simbóli-
co, y la prensa periódica hace la relación pormenorizada de
las ceremonias del todo secretas antes; desde que se han
divulgado los rituales y los novelistas los han tomado por
su cuenta para sus relatos de sensación, el secreto masó-
nico casi no existe más que en apariencia.»
¿No es ésta la mágica revelación y el maravilloso argu-
mento con que algunos desalumbrados é inocentes amigos
nuestros y cabezas de chorlito, procuran sosegar sus cató-
licos recelos, escudar su despreocupación y ligereza de cri-
terio en tan graves asuntos y tener en paz su acomodaticia
conciencia, quitando tomo y valor, casi casi excusando, ó
por lo menos calificando de pueril espantajo ala dañosísima
secta? ¿no es éste el gran tapaboca con que esos candidos
se proponen acallar y hasta poner en ridículo ó nulificar to-
dos nuestros discursos referentes al sigilo, y aun estamos
88 CAPÍTULO V

por decir, todas las cuestiones masónicas que venimos dilu-


cidando? Porque, desengañémonos, una vez quitado de en
medio el secreto, que es la señal característica de la orden
al decir de ella y en el concepto general, en grandísima
parte queda ella reducida á nada ó poco menos; vanos son
nuestros temores, fácil la defensa y caución contra sus
emboscadas y atrevimientos, ninguno el interés que debe
inspirar su estudio, invenciones y sueños de imaginación
asustadiza cuanto de ella se cuenta y se razona. Si todo es
público, si todo pasa á la luz, si está á la vista, ó cuando
menos todo se vislumbra, está destapado y descubierto, ó
transpira, ó sin grande malicia se olfatea y se colige, claro
es que todos esos horroríficos ademanes y aparatos, amena-
zas, sombrías cavernas, sangrientos y devastadores planes,
puñales, venenos, calaveras y satanases son pura farsa y
juego de gente de buen humor que se divierte á expensas
de nuestra risible credulidad: ¡vaya! que la masonería es
fantasma nada más, la masonería no existe.
Esta sería la última consecuencia á que vendríamos á
parar, de conceder la disparatada premisa, la negación del
secreto masónico, para los que considerasen á éste de una
manera aislada, echándose á la espalda el sinnúmero de
pruebas que hemos ido aglomerando para demostrar una
tras otra todas nuestras tesis del principio al fin.

Mas oigan esos atolondrados amigos nuestros, si toda-


vía conservan un adarme de sentido común, si-en algún es-
condrijo de su alma católica les resta alguna miaja de v e -
neración y acatamiento á la palabra incorruptible de la más
alta, soberana y más santa autoridad de la tierra, oigan la voz
del Pontífice Supremo, que hace poco invocamos, y despre-
cíenla luego, si tanto osan esos inverecundos católicos:
«En nuestra época las sectas, si bien no muestran empe-
ño mayor en ocultarse en las tinieblas, celebran sus juntas
en plena luz y á la vista de todos y publican sus periódicos,
con todo, bien mirado, retienen la naturaleza y los usos de
las sociedades clandestinas. Pues muchas cosas hay en ellas
semejantes á arcanos, que es de ley esconder con muy ex-
quisita diligencia, no sólo á los extraños, sino á muchos de
SECRETO MASÓNICO 89
sus afiliados; como son los íntimos y fiaales designios, los
jefes supremos de cada fracción, ciertas reuniones más se-
cretas y recónditas, las resoluciones, la manera y los me-
dios de llevarlas á cabo. Al efecto, etc.»
Oigan esos temerarios la voz de todos los Pontífices pre-
cedentes, á contar desde Clemente XII en 1738, que no ha
dejado de resonar un solo instante en el mundo católico,
para anatematizar, entre crímenes varios, el carácter se-
creto de la masonería, cualquiera que sea el nombre y dis-
fraz que tome ella: oigan el grito de alerta circulado en toda
la cristiandad por el Episcopado de la Santa Iglesia con-
corde en advertir el peligro y la maldad de ese secreto con
la paterna solicitud de los Sumos Pastores.
Este aviso, que de seguro no había entrado en sus cuen-
tas, debe bastar para cualquier católico, por muy atrasado
que se le suponga de noticias, por muy resfriado que esté
en el obsequio y reverencia debida á la Iglesia de Jesu-
cristo.
Ahora por lo que toca á los demás, ahí van un montón de
consideraciones.
En primer lugar, el mismo periódico citado, que es acaso
el más sagaz y el más prestigioso de la negra banda, como
dirigido por el endiablado Blunstchli, se rectifica á sí mismo
en estos precisos términos:
«Comoquiera que sea, fuera desconocer el espíritu de
la orden renunciar d imponer el secreto general á todos
los iniciados.—El autor de este estudio, añade la Ohaine
d'Union, distingue entre una publicidad útil y otra vana.
Estima que en bien de la masonería, deben corregirse con
una prudente ó diestra publicidad las ideas erróneas que
circulan hoy entre las masas en orden á las miras reales de
los francmasones; bien que la publicación no surta ningún
efecto fuera del círculo de los iniciados.»
Luego por decreto de los más caracterizados de ellos, es
contra el espíritu de la orden renunciar al secreto general,
ó sea sobre todas las cosas, respecto de todos los iniciados,
sin excepción ninguna ni distinción de grados. Por consi-
guiente, á pesar de la exagerada divulgación ó publicidad
de noticias, subsiste la materia del secreto. Conste.
90 CAPÍTULO V

Además, á pesar de los descubrimientos que sin cesar se


iban haciendo ya desde remota fecha, los maniqueos rete-
nían el secreto hasta la más refinada hipocresía, la simula-
ción sacrilega, el perjurio y el tormento, según es histórico;
manteníanlo en sus misterios y complots los albigenses y
todas las demás ramas é hijuelas de Manes; con él se en-
volvían los maestros de la Constitución de Colonia, dando
el pretexto farisaico de esquivar la vana ostentación de sus
buenas obras. Con todo y las detalladas y expresivas reve-
laciones del procurador general del parlamento de París,
Joly de Fleury, del abogado Barbier, de Lefranc, de P e -
rau, de Larudan, de Cazzote, de G-assicourt, el cual espe-
cialmente nos pinta la sociedad al vivo como si oyésemos y
viésemos sus palabras, acciones y movimientos y nos mues-
tra ante los ojos sus entrañas como en una mesa de disección,
y otros cien en Inglaterra y en Francia; no obstante esto en
todo el siglo XVIII y en buena parte del XIX se persistió
sin ningún cambio ni mitigación en la exacta observancia
del secreto. Y en nuestros días y á nuestra propia vista, en
medio de esa tan ponderada vulgarización de conocimientos
masónicos, con esa estudiada negligencia en dejar que se
evaporen noticias ó de escaso interés ó difíciles de substraer
á las presentes investigaciones ¿por qué rodearse de som-
bras cada día más espesas, multiplicar hasta lo indecible las
artes encubridoras de los principios, é inventar nuevos dis-
fraces para recatar á la mirada escrutadora de los profanos,
fines y acuerdos determinados, haciendo de la misma publi-
cidad instrumento de ocultación con la tercería de la pren-
sa venal é infame? ¿á qué reformar con tan solícito cuidado
ó transformar rituales, falsificar historias comprometedoras,
renovar y agravar leyes de previa censura, mantener en pie
la sanción del secreto, y con semblante de suavizar anti-
guos procedimientos de crueldad y venganza, abandonar á
la discreción de cada logia el castigo de los infractores ó
delincuentes?
Enhorabuena que la obligación del sigilo, aun sin existir
materia apta ó necesaria de él, según la condición artificio-
sa de la cofradía pueda en absoluto ser empleada como arti-
maña, como cebo y atractivo de enganche para cierta clase
SECRETO MASÓNICO 91

de gente inclinada á lo extraordinario, á lo misterioso, á lo


vedado. Pero siendo el continuo secreto de suyo un medio
sospechoso, vituperable y deshonroso para cualquiera insti-
tución ¿en qué cabeza cabe, que con semejante superchería
ó fingimiento haya querido la secta imprimir gratuitamen-
te á su nombre esta indeleble marca de ignominia que tan-
to la infama y perjudica? No, no es ficticio, no es simple
tramoya ese secreto; bajo su cubierta se velan reales y po-
sitivos misterios, que sacados á la luz malograrían muchas
inicuas empresas; misterios que cuando ha desaparecido la
causa de la reserva han sido gritados por los hechos; mis-
terios indudables acerca de mil casos especiales y acerca de
varios objetos, que siempre escaparán á la pesquisa de los
profanos y de la casi totalidad de los cofrades mismos.
¿Quiénes, por ejemplo, á la hora que es, con todo y la es-
candalosa publicidad de nuestros días, conocen ni siquiera
por señas á los supremos directores del actual movimiento
cosmopolita? ¿quién se gloriará de haber hundido su mirada
en ese orden interior, como le llaman, de que hablamos en
otro paraje, y que mientras abandona á los caciques subal-
ternos á sus naturales impulsos sectarios con cierta libertad
de acción, en realidad es el que por lo menos en gran parte
lleva las riendas de la política mundial? ¿cómo está consti-
tuido y se sostiene su poder? ¿cómo transmite sus mandatos
é instrucciones á los que ante el vulgo masónico figuran y
operan en primera fila? ¿cuáles son las líneas de su plan
complexivo para realizar el proyecto confesado de una re-
pública universal y absoluta dominación masónica? ¿cuáles
las corrientes diversas ó encontradas que se cruzan en las
alturas del gobierno central? ¿por qué caminos extraviados
ó imprevistos piensan acercarse al objeto primario de su te-
nebrosa conjuración? Hoy nos son conocidos por sus nom-
bres, y aun no todos, merced á sagaces indagaciones pos-
teriores á los sucesos, los personajes que intervinieron en
las principales explosiones de la secta, además de la Revo-
lución francesa, en 1 8 2 0 , en 1 8 3 0 , en 1 8 4 8 , en 1 8 7 0 , etc.:
nos son manifiestos sus actos, sus tramas y hasta sus luchas
intestinas; los hemos visto maniobrar en el teatro déla his-
toria, hemos seguido el hilo de los dramas y tragedias con
92 CAPÍTULO V

sus desenlaces de victorias 6 fracasos; hasta recientemente


nos ha parecido asistir á ciertas conjuras, y podríamos dar
la razón filosófica de las grandes crisis de la humanidad ci-
vilizada en tal ó cual período de la época moderna. Pero
esto ha sido después de mucho observar, comparar y medi-
tar. Mas en los días mismos de los acontecimientos ¿quié-
nes traslucieron su origen y midieron su alcance? unos po-
cos muy contados, y esto de un modo parcial é incompleto.
Y cuenta que en tiempos pasados se trabajaba más al des-
cubierto: 1. por la menor publicidad; 2. por el menor nú-
mero de los que se dedicaban á semejantes inquisiciones;
3. por el dominio más estenso y más seguro, aunque parez-
ca paradoja, de la secta por menos conocida. Hoy se ha re-
doblado al parecer la vigilancia y se ha estremado el rigor
del disimulo, con ayuda en gran parte de esa prensa mal-
hechora casi por entero pagada, inspirada ó influida por la
secta. Pongamos un caso de estos últimos años. Después de
la junta reservada deLocarno, 1872, y de la de París, 1880,
motivos sobraban para temer un formidable estallido en Eu-
ropa: república latina de Francia, España é Italia; repúbli-
ca germana tras la destrucción del Austria y con el destro-
namiento del viejo Guillermo de Prusia; maniobras y pre-
parativos para la república eslava: todo encerrado en el
plan de la campaña masónica. ¿Quién contuvo ó desvió el
movimiento? ¿quién varió el plan y marcó el compás de e s -
pera? ¿cuál es el plan novísimo? Respecto de crisis y acon-
tecimientos notables de cada nación en particular, la lobre-
guez se aumenta, y el secreto se hace más impenetrable.
Resulta por lo tanto históricamente indubitable la sen-
tencia del Papa: «Existen en las sociedades secretas miste-
rios, que es de ley esconder con la más exquisita diligencia,
no sólo á los extraños, sino á muchos de los afiliados.»
Y aquellas palabras d' Israeli, preñadas de énfasis:
«El mundo es gobernado por personajes muy distintos de
los que se imaginan los que no meten los ojos entre bastido-
res...—Los gobiernos de este siglo no tienen que habérselas
solamente con otros gobiernos, con emperadores, reyes y
ministros, sino además con las sociedades secretas, elemen-
to con que se debe tener cuenta, que á última hora pueden
SECRETO MASÓNICO 93
nulificar todos los arreglos, que tienen agentes por doquier,
y agentes sin escrúpulos..."
O bien la advertencia del alto masón Enrique Misley.
«Conozco un poco el mundo y sé que en todo este gran
porvenir que se prepara (1830, poco antes del degüello de
los frailes en España, y otros excesos en España y fuera
de ella), no hay más que cuatro ó cinco que tengan la da-
raja. Otros muchos creen tenerla, pero se engañan.»
Aquí del cuento de los camellos, del asno y de los negros.
Y no decimos nada del fin último de la masonería, el sa-
tanismo, con sus doctrinas y prácticas diabólicas, blasfe-
mias, imprecaciones, idolatrías, sacrilegios y odio formal
á Dios; nada de su fin inmediato con sus conspiraciones,
traiciones, principios y sistemas corruptores y otros medios
reprobados; nada de su vida interior é inmoralidades de
todo género legalizadas; que si bien no pueden calificarse
en todo rigor de secretas, puesto que cosa por cosa hemos
sacado á plaza y demostrado todos esos puntos en buena
compañía de otros que nos han precedido; sin embargo por
los trampantojos, marañas, embustes y arterías de los de
la hoja, de tal suerte se enmascaran, embozan y disfrazan,
que bien merecen conceptuarse por misterios reales respec-
to de muchísimos profanos y de muchísimos adeptos crasa-
mente ignorantes.
¿Qué viene V. á enseñarme? salta un masón emérito pi-
cado por nuestras observaciones: he crecido y envejecido
en las logias, sé lo que hacen y lo que quieren; en jamás
de los jamases he visto ni oído lo que se cuenta. No somos
conspiradores; somos filántropos, promotores de la ilustra-
ción, amigos de los pobres y los obreros; y no hay más acá
ni más allá.
Denle alfalfa á ese emérito; y á esos profanos, por ser
más culpable su ignorancia, alfalfa y encima unos azotes.

Entre los objetos recomendados á la discreción, como


dicen ellos, enumeran:
La logia húngara Qalileo— Palabras y signos de recono-
cimiento.
La fórmula inglesa — Los misterios confiados en cada
grado.
94 CAPÍTULO V

La fórmula alemana—Signos, toques, palabras, doctri-


nas y usos.
Países Bajos y Bélgica—Instituciones de la orden y me-
dios empleados para alcanzar el fin.
Eagon—Secretos revelados en la logia, todo lo que ve y
oye en ella.
Constitución italiana de 1861—No sólo lo que se dice en
la logia, sino también los nombres de los socios y visita-
dores.
Uso general—no sólo doctrinas y medios generales, sino
también doctrinas especiales y medios particulares, órde-
nes diarias, planes, consignas, etc.
El P. Gautrelet precisa y compendia así:—1. objeto
final, cuya revelación el mundo no es todavía capaz de
soportar; 2. doctrina y enseñanza doble, de la cual una
parte debe quedar oculta; 3. compromisos que hace con-
traer á los socios la secta; 4. iniciaciones progresivas, en
que se ignora más de lo que se sabe, porque ella sabe más
de lo que dice; 5. su acción y trabajo, porque la mayoría
de los socios son simples peones inconscientes; 6. socios
desconocidos de los profanos; 7. reuniones por lo común
nocturnas; 8. acuerdos.
Nosotros añadiríamos á este catálogo la perfecta signifi-
cación de los símbolos, conforme al aviso de Ragon: «En el
estudio de los misterios un solo descubrimiento es hilo con-
ductor para todos los demás;» y por cierto los más impor-
tantes en orden á los orígenes, doctrinas y fines de la secta,
según nuestros lectores despiertos habrán echado de verlo
en el decurso de nuestras investigaciones.
El propósito firme y ansia mayor de la masonería fuera
tender un velo impenetrable sobre todas las cosas á ella re-
ferentes; agradecería que fuera de algunas extraordinarias
ocasiones, ni su nombre sonase jamás en el mundo.—Inútil
deseo, después de las mil revelaciones dadas al público des-
de principios del siglo XVIII, mucho más después de la
amplísima divulgación de nuestros días.—Deseo, replicamos
nosotros, muy cumplidero en lo substancial y más intere-
sante á pesar de los pesares dichos, gracias á los infinitos
ardides puestos en juego para desautorizar aquellas revela-
S B C B E T 0 MASÓNICO 95
ciones, para desorientar y embaucar al común de la gente;
gracias también al olvido ó menosprecio de las fuentes de
información, antiguas y contemporáneas, y á la inexplicable
desidia de los hombres honrados para rasgar disfraces y
desengañar á la sencilla multitud: con todo lo cual se forma
en torno de la secta una densísima y obscurísima nube que
por la general ignorancia envuelve en el secreto hasta lo
averiguado y descubierto.

III

S a n c i ó n de la l e y del s e c r e t o

Palabras de León XIII:


«Cuando se ha juzgado que algunos han hecho traición al
secreto, no es raro darles muerte con tal audacia y destre-
za, que el asesino burla á menudo las pesquisas de la policía
y elude el castigo de la justicia.»
En el rito martinista, después de recibido el juramento:
«Huye la tentación de descubrir lo que has oído; porque
el rayo no es más rápido que el puñal que te traspasará
dondequiera que estés.»
Por tal crimen Cazzote es condenado á muerte por el tri-
bunal revolucionario.
Las logias del martinismo, y creemos que otras también,
llevaban dos listas: una negra, de los sospechosos; y otra
roja, lista de sangre, de los sentenciados á muerte. De
Lescure, el padre del héroe de la Vendée, pertenecía á la
logia de Ermenonville, martinista, en la cual las mujeres
admitidas á los misterios eran hechas comunes á todos los
hermanos, pensaba desprenderse de aquella horrorosa com-
pañía, y tal vez denunciarla. A poco murió envenenado,
asegurando antes de expirar al marqués de Montroi, Oficial
general: «Muero víctima de esa infame horda de Ilumina-
dos.»
En los Estados Unidos, 1827, un periodista llamado Mor-
96 CAPÍTULO V

gan penetró en una logia y publicó sus secretos. Fué arro-


jado al lago Erie, después de haberle horriblemente despe-
dazado. Los jueces del distrito, masones ellos, rehusaron
perseguir á los criminales, y fué tal el escándalo cuando
más tarde se hicieron nuevas averiguaciones, que en el Es-
tado de Nueva York se creó un partido anti-masónico con
el único objeto de exeluir de los cargos públicos á los que
estuviesen afiliados á las logias.
Stromayer, uno de los primeros fundadores de la socie-
dad La Joven Europa, fué asesinado por orden de la mis-
ma por delito de indiscreción.
El estudiante Lessing, de Zurich, tuvo el mismo fin en
castigo de haberse adelantado en rastrear los secretos de
Mazzini.
La misma suerte, por causa parecida, corrieron otros
sin ser de la cofradía, como el abate "Wíllars, quien en su
Conde de Galalis se había tomado la libertad de entregar-
en estilo medio alegre á la pública curiosidad la doctrina de
los Rosa Cruz acerca del mundo de los espíritus. Un día
fué hallado muerto de puñal en el camino de Lyon, y no
hubo á quien culpar de esta fechoría sino á los silfos ó á los
gnomos, á los duendes.
Nos hemos contentado con citar estos casos; pero son in-
finitos, muchísimo más numerosos los ignorados que los sa-
bidos y comprobados. En apoyo seguro de esta afirmación,
entre otras pruebas, basta recordar el juramento del Apren-
diz arriba inserto, y que sólo es uno de tantos como se pres-
tan en la colación de los diferentes grados; basta reparar
en la enseñanza continua y en la frecuente práctica de esos
forajidos en la glorificación del agua toffana y del puñal,
etcétera. ¿A. qué viene todo eso? ¿Y la voz de los hechos co-
nocidos? Si tantos quedan sepultados en el silencio ó se ca-
rece de instrumentos de convicción, esto cuadra muy bien
con la advertencia del Papa: «... no es raro darles muerte
con tal audacia y destreza, que el asesino burla á menudo las
pesquisas de la policía y elude el castigo de la justicia.» El
P. Deschamps por su parte no titubea en llamar á las lo-
gias escuelas de asesinato, y lo peor es que lo prueba.
(T. II, pág. 224).
SECBETO MASÓNICO 97
Un caso celebérrimo de sanción penal fué el del franco,
sencillo é ingenuo Clavel el bueno. En 1 8 4 3 , 2 0 de Octu-
bre, el G-ran Oriente francés pronunció y anuló en una mis-
ma sesión sentencia de exclusión perpetua contra e l h . \
Clavel por haber divulgado parte (parte nada más, sépase)
de los secretos de la orden con la publicación de su Histo-
ria pintoresca de la Francmasonería. El 8 de Noviembre
dictó la censura. No conformándose con este fallo, el h.-.
Clavel renunció su cargo de Secretario general. En 3 0 de
Noviembre de 1 8 4 4 el Gran Oriente decretó de nuevo, pero
ya definitivamente, su exclusión por el único delito, tanto
esta vez como la primera, de haber violado la ley del secreto.
¿Por qué no le dieron pasaporte para el otro mundo?
¿Y el asador—lo comieron? No, señor. Era caso de con-
ciencia. Porque no se habría armado chica marimorena con
las simpatías de que gozaba Clavel, recibido cariñosamente
en todos los Talleres de la correspondencia.

Pero es menester decirlo todo y no imitar á esos malhe-


chores que suelen quedarse con la verdad en el cuerpo en-
cubriéndola. Desde la última Constitución del Gran Oriente
francés, que redujo el castigo de la indiscreción á la expul-
sión del individuo y á la quema de su nombre entre las co-
lumnas, los hermanos se rien de nosotros ó nos miran con
desdén al echarles en rostro su barbarie y espíritu vindica-
tivo. ¡Hase visto fenómeno de indulgencia y moderación!
Pero ¡ca! la antigua cruel sanción «está vigente en las re-
cientes sociedades de Alemania, revive en las de Francia,
se ve inscrita en los estatutos de la Joven Italia, la Joven
A lemania y la Joven Europa, y la, A lianza republicana
sacó á relucir la hoja del puñal sobre la cual el adepto jura
fidelidad y la muerte al quebrantador del secreto;» nos avi-
sa el P. Onclair con la Civiltd ( 1 8 7 4 ) . ¿Qué cosa pasa en-
tonces? Lo siguiente: La logia es la escuela donde se ense-
ñan las teorías y se educa á los alumnos; éstos se encargan
de poner en práctica la doctrina, sin responsabilidad de la
logia, por su propia cuenta y riesgo. «Se ha mitigado, con-
tinúa el autor citado, la ley del secreto; mas la sanción ha
pasado al arbitrio de las sociedades secretas; en substancia
98 CAPÍTULO V

las cosas siguen como antes.» En otros términos: Si maña-


na dejan á uno tieso de una puñalada por lenguaraz, aque-
llo no lo hizo la masonería, que no se hace responsable de
los actos de sus socios, sino tal individuo de tal ó cual lo-
gia á propia cuenta y riesgo. Este es el nuevo régimen y
la mitigación de la pena.
¡Ah!—Basta de sanciones, puñales y venenos.

IV

T r e t a s y a r d i d e s p a r a g u a r d a r el s e c r e t o

Además de los medios indicados, echan mano de todos


los recursos de la falsificación, hipocresía, disimulación,
asechanza, embuste y calumnia.
¿En los primeros años (siglo XVIII) de los estatutos mo-
dernos un hablador descubre el juramento con los pormeno-
res tocantes á irreligión, complots políticos y traiciones á
los reyes? La enmienda es fácil. Ea Inglaterra, se ingirió
en el primer capítulo de los Estatutos el culto debido á
Dios, la fe en la Providencia, y hasta se dotó á las logias
de capellanes; se reformó el capítulo segundo concerniente
á la política. En Holanda, donde eran más fuertes los car-
gos de conspiración, se hizo nuevo el capítulo respectivo,
negando socorro y compasión y desterrando de la logia al
culpable, por infidente á las autoridades legítimas. En
Francia, distinguida entonces por su celo de la religión y
su fidelidad al rey, desde los primeros artículos se niega
inexorablemente la entrada en la orden á quien no jure an-
tes fidelidad inviolable á la religión, al rey y á las leyes
del honor. Todo quedó arreglado, y trampa adelante.—¿Ro-
bison y Barruel dan el escándalo del siglo echando á la pla-
za los puñales, bramidos de venganza y demás enormidades
del Caballero Kadosch y de otros facinerosos graduados?
A retocar, reformar y mutilar cuadernos, rituales y cere-
moniales se ha dicho, y á poner de oro y azul á los impru-
SEOEETO MASÓNICO 99
dentes ritualistas, sus maestros y antepasados. En seme-
jante reforma cogimos nosotros con las manos en .la masa al
editor madrileño del Clavel, año de 1 8 4 7 , y al americano
Cassard, edición de Nueva York de 1 8 6 7 , que por elegan 4

cia suprimen los juramentos de los grados nada menos, y


otras iguales futesas. Y en estos años, según hablillas de
profanos, sigúese reformando retejadores ó manuales á
más y mejor, que tengo para mi santiguada que no conoce-
rían á sus hijos los antiguos y candidos maestros de cere-
monias que los parieron.—De Weishaupt ya recordaremos
el chiste, cuando con toda la gravedad germánica se ofrecía
á iniciar al Elector de Baviera en todos los grados superio-
res de su iluminismo, el de Hombre-Rey inclusive; eso sí,
después de pudorosamente expurgados y reformados. ¿Han
perecido, ó siquiera han caido en desuso, ciertas antiguas
fórmulas, discursos, juramentos y ceremonias? No pondría
por ello las manos en la lumbre, porque estoy seguro que
las sacaría tostadas ó carbonizadas.
Los símbolos son representativos y á la vez encubridores
del fin y de los medios: son representativos.—«El simbo-
lismo acompaña ó reviste todos nuestros actos, es la esen-
cia de nuestras ceremonias, forma la armazón más sólida
de nuestras instituciones, sensibiliza con figuras emblemá-
ticas las grandes ideas que nos asocian y las hacen á todas
horas presentes ante nuestros ojos.» (En la clausura de la
asamblea de 1 8 8 3 ) . Son encubridores.—«En nuestra orden
con verdad sublime, debemos proporcionar el dogma ó en-
señanza á la capacidad. Persuadámonos bien de que jamás
debemos exponer nuestra doctrina de golpe y con toda su
luz ni en términos formales á cualquier aspirante. Un espí-
ritu avizor podría deducir de ella consecuencias muy funes-
tas para las intenciones que recubre. Así, apenas le hemos
mentado las dos palabras sagradas: Libertad, Igualdad,
en el acto hemos de prevenir ó atajar el curso de sus refle-
xiones, para lo cual nos ofrecen remedio seguro nuestros
emblemas y jeroglíficos manejándolos rápidamente para dis-
traer la atención del aspirante: táctica admirable y fruto
de la refinada política de nuestro autor, de no presentar la
copa encantadora y misteriosa y hacer pasar su contenido
100 CAPÍTULO V

al alma de cada uno de los hermanos, si no es envuelta y


tajo una forma inocente-que disimule su verdadero sen-
tido.»
• Así, por vía de ejemplo, el Gran Arquitecto del Uni-
verso para los verdaderos iniciados denomina la naturaleza
misma con sus fuerzas cósmicas: para los deístas, judíos,
cristianos, etc., representa el Dios que cada uno se forje.
La palabra naturaleza en concepto de unos no excluye la
idea del orden sobrenatural: en el de otros excluye los mis-
terios revelados, pero no las verdades naturales sobre la
divinidad: para los más avanzados expresa la idea de un
Dios indistinto del universo mismo: para algunos gorrinos
«la naturaleza es por excelencia el ser viviente en su ac-
ción más sublime.» Adoniram, Hiram ó Hermes, la es-
trella flamígera, triángulo, piedra cúbica, y lo mismo los
demás vocablos y símbolos, comportan variedad de inter-
pretaciones.
Encubridores de hondísimos secretos son también los
grados superiores, y esta calidad motivó su institución.
«Como los tres primeros grados de la masonería, nos instru-
ye Luis Blanc, contenían gran número de sujetos opuestos
por estado y por principios á cualquier proyeeto de subver-
sión social, los novadores se dieron á multiplicar las gradas
ó peldaños de la escalera mística que se había de subir: in-
ventaron las traslogias reservadas para las almas ardien-
tes, instituyeron los grados superiores... santuario tene-
broso cuyas puertas no se abren al adepto sino después de
una larga serie de pruebas, de tal suerte dispuestas y pro -
porcionadas, que muestren los progresos de su educación
revolucionaria, abonen la constancia de su fe y acrediten el
temple de su corazón.»
¿Dónde se agazapan los verdaderos iniciados? En algu-
no tal vez de los grados filosóficos ó administrativos, y
aun bajo la capa de un Vigilante ó Secretario cualquiera,
mangoneándolo todo sin que se sienta; ó ya emboscados en
ciertos ritos más secretos por encima de los ritos ordina-
narios, ó bien en ciertos grados secretos y superiores de
estos mismos, que los muy sátrapas reservan exclusiva-
mente para sí. Eso sí, casi en todos los países, y aun sin
SECRETO MASÓNICO 101
el casi, los tales hacen á un lado ceremonias y emblemas,
que despreciativamente dejan para el vulgo de los masones,
y en sus conventículos se desentienden de simbolismos para
no ocuparse más que en abiertas conspiraciones, yéndose
al grano.
De cómo se engaña á los masones vulgares acerca de la
naturaleza de su madre.—Les dice Ragon en su Ortodo-
xia: «Las logias son escuelas de moral, donde se enseña á
practicar la virtud, á honrar á Dios con pureza de corazón
y buenas obras, á amar la humanidad y socorrer á los her-
manos-;.—¡Oh, canalla, ya hemos visto lo que tú enseñas!—
"Weishaupt adoctrinaba así á los caporales del iluminismo:
«Tan pronto hablo de una manera como de otra, para no
verme embarazado y para no dejar penetrar mi verdadero
pensamiento á los inferiores... Advertid y recomendad,á
nuestros iluminados mayores, que con sus subordinados
varíen de la misma suerte sus razonamientos.»—El alto
masón de Módena, tan pillo como Weishaupt: «Guardémo-
nos de explicarnos con claridad hasta no conocer las dispo-
siciones é índole del aspirante. Si no le hallamos bastante
fuerte, hemos de cambiar incontinenti la batería, y con
toda destreza dar un giro favorable, debilitar y atenuar
cada palabra hasta borrar nuestra intención... La libertad
y la igualdad, digamos, no miran sino á la sociedad, y de
ningún modo van más allá; nada de rebelión, de indepen-
dencia ni desconocimiento de la autoridad. En un abrir y
cerrar de ojos se ha de variar la decoración con habilidad:
ya no habrá sino deberes que cumplir, un Dios á quien
adorar, virtudes que practicar, sumisión y fidelidad in-
violable á cualquiera autoridad. Apréndase á incensar y
adorar á tiempo al coloso que nos aplasta, para lograr de-
rribarle más á mansalva.» Y con semejantes fullerías y
garatusas quedan los candidatos neófitos tan orondos, y so-
bre todo tan bien enterados de lo que es la masonería per-
dularia. •
En las recepciones es de cajón suprimir y reformar, par-
ticularmente en los grados superiores, ceremonias, discur-
sos, juramentos, etc., conforme lo aconsejan la calidad y
demás circunstancias de los candidatos: á los príncipes y fér^Q
MASONEBÍá. T. I I . — 8
102 CAPÍTULO V

altos personajes, cuya protección y generosidades se quiere


granjear, se los inicia con mucha circunspección en las pa-
labras y con enmiendas en las rúbricas, hasta reducirlo
todo á un vano ceremonial y á una fiesta de etiqueta. Y
hételos iniciados, muy enjaezados con bandas, dijes y cor-
dones, las manos llenas de pergaminos esmaltados de trián-
gulos, soles, águilas y arquitectura, y ennoblecidos con tí -
tulos y grandezas rimbombantes y estrafalarias, tan inicia-
dos de verdad como el Rocinante de D. Quijote.
Útilísima estratagema usada para la apología y para el
enganche entre el mundo profano, al mismo tiempo que
para disimular siniestros fines y medios, es la mentira des-
carada. «Nuestro secreto, clama un orador de los suyos,
es el amor de nuestros semejantes; nuestros resortes ocul-
tos la justicia; nuestras asechanzas y complots la sinceri-
dad, el buen sentido y la razón; el estudio y la ciencia, la
verdadera ciencia del honor, de la probidad, de la huma-
nidad, éste es nuestro secreto, y secreto por entero.» ¡Ma-
yor desfachatez! La masonería, con su arte y desenvoltura
sin igual para mentir, se hace pasar por una sociedad filan-
trópica, adoradora de Dios é indiferente para todas las
religiones, extraña á la política, respetuosa con las auto-
ridades y hasta con los príncipes, nacionalista y patriota,
benévola con toda clase de instituciones. Con la claridad
del sol hemos patentizado en sus lugares correspondientes
todas estas supercherías. Pero con ellas enmascara su ma-
ligna naturaleza y logra alucinar á infinitos desgraciados.
¿Sin pizca de vergüenza no tienen la avilantez de procla-
mar á Nuestro Señor Jesucristo, los jacobinos el primero
de los jacobinos y descamisados, los carbonarios el sublime
institutor de los dueños primos, los escoceses el fundador
de la masonería escocesa, los socialistas y comunistas el
valeroso predicador de sus latrocinios é infamias, el común
de los masones el primero de sus hermanos y el mayor de
sus maestros, y todos los liberales en coro el patriarca y
maestro de su libertinaje? A imitación de sus padres los
gnósticos y los maniqueos, por no ser menos ¿no se venden
con los ignorantes y babiecas, cuyo número es sinnúmero,
por los cristianos más perfectos é instauradores del puro
SECRETO MASÓNICO 103
cristianismo, diciendo por boca de uno de ellos: «El cris-
tianismo (de los maniqueos) es por esencia amigo nuestro:
el clericalismo (el cristianismo de la Iglesia romana) es
nuestro irreconciliable enemigo; porque aquel (el de los
maniqueos) es favorable á la Libertad, Igualdad y Frater-
nidad (masónicas), y el clericalismo (el cristianismo de
San Pedro y sus sucesores) es el encarnizado adversario de
la Libertad, Igualdad y Fraternidad (masónica).» Este es
el clericalismo, como con lisura y nobleza confesaba y pre-
gonaba el h . \ Courdavaux ante los suyos, el catolicismo.
Otro artificio es el empleo de palabras y fórmulas equívo-
cas ó ambiguas. Tales son, por ejemplo, las de libertad,
igualdad, filosofía, progreso, civilización, ciencia, demo-
cracia, propagación de las luces, principios del 89, dere-
chos del hombre, fraternidad, ilustración, derecho nue-
vo, grandeza nacional, emancipación social, redención,
regeneración, etc., con sus contrapuestos abusos del anti-
guo régimen, horrores de la Inquisición, manejos de la
pandilla clerical, privilegios, superstición, feudalismo,
ignorancia, obscurantismo, fanatismo, cadenas del pen-
samiento y de la conciencia, jesuitismo, hipocresía, cle-
ricalismo, esclavitud, tiranía, estancamiento, mordazas,
autos de fe, etc. Decía Mazzini: «Las doctas discusiones
no son necesarias ni oportunas. Hay palabras regenerado-
ras que lo dicen todo, y que importa repetir al pueblo:
como libertad, derechos del pueblo, progreso, igualdad,
fraternidad. Estas las entiende el pueblo, especialmente
cuando se las hace contrastar con estas otras de despotis -
rao, privilegios, tiranía, esclavitud, etc.» Con estas pala-
brotadas se da gato por liebre al pueblo y se le lleva como
borrego, sin que sepa él á dónde. *
Otras artimañas. Amonestaba Weishaupt: Sentar siem -
pre el principio, no mostrar nunca las consecuencias. De
estos principios son el reinado de la igualdad, el reinado
de la libertad, la secularización, la ciencia, la emancipa-
ción, etc., sin dejar traslucirlas aplicaciones prácticas ni
las intenciones de trastienda.—Con fines más ó menos plau-
sibles ó excusables en apariencia se encubren fines perver-
sos. Así con el pretexto de la salubridad y orden público se
104 CAPÍTULO V

vedan las procesiones y peregrinaciones religiosas: con la


hipocresía del respeto debido á las imágenes y actos sagra-
dos, se prohibe el culto público: so capa de fomentar la
prosperidad común y la circulación de la riqueza, se despo-
ja de sus bienes á la Iglesia, para empobrecerla y envile-
cerla: con nombre de libertad de conciencia se tira contra
la integridad de la fe y contra la conciencia religiosa de los
ciudadanos: á título de libertad de pensamiento se persi-
gue la predicación, la enseñanza y la propaganda católica:
so color de salud públiea y defensa del espíritu nacional, se
extermina á las órdenes religiosas. Así con la bandera de la
unidad ó nacionalidad italiana se derribó el poder temporal
del Papa y se combatió el Pontificado espiritual mismo, que
nunca perecerá: con la indigna solapa de las libertades pú-
blicas y de la buena administración de los Estados, la diplo-
macia masónica europea se entrometió en el gobierno civil
de la Iglesia, amargando los días del venerable Pontífice
Gregorio XVI: por espíritu sectario con el colorido de la
nacionalidad germánica, Napoleón 1.° derrumbó el sacro im-
perio romano y destruyó los principados eclesiásticos: con
la insignia piratesca de la unidad alemana se preparó la
ruina inminente del único imperio católico, el Austria, se
traspasó la hegemonía germánica á manos de una potencia
protestante y se allanó el camino para una república ger-
mánica realizable en cualquiera ocasión propicia: con la
añagaza de la hermandad, de la libertad y de convenciona-
les simpatías se desnaturalizó el objeto de los levantamien-
tos polacos, se impidió la resurrección de una potencia ca -
tólica, Polonia, y se hizo á este pueblo feudo de la masone-
ría é instrumento apto para coadyuvar al proyecto de una
república eslava: infames hipocresías puestas en juego con
el santo Pío IX, de memoria inmortal: continua hipocresía
sectaria y tejido de traiciones de Napoleón 3.° en los nego-
cios de la Iglesia desde la intervención armada en 1849
hasta el abandono de Eoma. La historia moderna de E s -
paña es una trama y cadena casi nunca interrumpida de
maquinaciones é intrigas masónicas; hoy el león español,
domesticado y amaestrado por la secta, está dispuesto á
desgarrar las entrañas de la madre patria á la primera
orden.
SECRETO MASÓNICO 105
Otra de las más nocibles astucias es poner con dañada
intención la causa originaria y el incentivo de males graví-
simos con estudiada preterición del enemigo, contra quien
se arman las baterías. ¿Qué cosa es la Declaración de los
derechos del hombre? Para algunos católicos memos, inca-
paces de sondear su trascendente malicia, es un documento
casi inofensivo y en su conjunto pasadero, como que no se
descara contra los derechos de Dios; mas en este mismo si-
lencio desdeñoso de Jesucristo y de la Iglesia esconde su
mortífera ponzoña, basando ese código de justicia y gobier-
no social en la humana razón independiente de Dios y sen-
tando arteramente los principios de la rebelión universal
contra Jesucristo y la Iglesia. La Declaración de los dere-
chos del hombre era el pabellón que paseaban en triunfo los
salvajes ejércitos de la Revolución francesa, el virus con
que mataban el alma de los pueblos devastados, ha sido
desde entonces el evangelio de todas las revoluciones so-
ciales, y lo será siempre hasta la hora de levantar á la faz
del mundo entero el negro estandarte y la efigie de Sata-
nás, á quien mil generaciones apóstatas adorarán: la Decla-
ración de los derechos del hombre es el grito de la Huma-
nidad independiente en guerra contra Dios.—En orden in-
ferior otra raposería de la secta es tomar el papel de vícti-
ma, que obliga á la defensa de la sociedad contra las agre-
siones del clericalismo; con lo cual vienen cohonestadas en
nuestros días y en casi todas las naciones las violencias
más atroces de la persecución desatada contra la Iglesia.—
Otra maña encubridora de uso diario es el simulado des-
acuerdo entre la fracción belicosa y la pacífica de la maso-
nería para lavarse ésta las manos de los crímenes y excesos
de la primera, á pesar de que ella fué la verdadera promo-
tora y responsable; y otro trampantojo, ya apuntado, el de
cargar en cabeza única del individuo los actos reprobables
que los capataces ordenaron é intimaron, pagando secreta-
mente su hazaña al culpado con aplausos y galardón.
Interminables nos haríamos si en este cuadro hubiéramos
de recoger sin dejar una todas las artes, hipocresías, bella-
querías, embustes, calumnias y ficciones con que esa univer-
sal confraternidad de malhechores emboza, disimula, palia
106 CAPÍTULO V

y excusa sus depravados intentos y maldades sin cuento.


Lo dicho es suficiente para formar el justo criterio de nues-
tros lectores y tenerlos siempre en guardia con ojo avizor y
arma al brazo.
¿Cuándo se anulará esta ley del secreto?
Sin rebozo lo canta, 1880, el Diario de la Francmaso-
nería belga, uno de los más avanzados:
«La francmasonería sólo perdería su razón de ser en el
caso de haber sido derribados todos los gobiernos de usur-
pación y privilegio y reemplazados por una sociedad demo-
crática regular, en que la verdad (masónica) pudiese mos-
trarse á plena luz, sin concitar contra sí los clamores y
alianzas de los intereses aristocráticos; cuando en fuerza
del liberalismo de la opinión, la Revolución pudiese conti-
nuar su obra pacífica sin otra rivalidad que la noble emula-
ción en la investigación de la verdad y en la práctica del
bien. En esta última hipótesis, no es que se anulara la ma-
sonería, sino que se generalizaría y de la humanidad entera
formaría un solo templo masónico.»
De donde, hecha á un lado la fraseología falsa, hipócrita
é impertinente, condición esencial de la masonería es el se-
creto; mas éste desaparecerá únicamente en el día del triun-
fo universal. Hay secreto para rato.

El secreto m a s ó n i c o antisocial y criminal

Es verdad eterna, del Evangelio de San Juan, al cap. 3:


Qui male ágil, odií lucem: axioma de la fe y de la razón
justificado por la experiencia. Tal secreto es por lo menos
sospechoso. Sentenciaba el limo. Ketteler:
«Me parece que las sociedades secretas son, bajo todos
aspectos, incompatibles con un Estado constituido de un
modo regular y manchadas con la nota de inmoralidad...
Ese sordo y misterioso trabajo de zapa que destruye la
SBCRET0 M A S Ó N I C O 107
confianza en las relaciones sociales (pues nadie está seguro
de que no tenga que habérselas con hermanos ligados entre
sí por algún juramento desconocido) es siempre de temer,
mientras la mas.-, siga siendo una sociedad oculta, ampara-
da por altos protectores. La mas. ., lo mismo que las de-
1

más sociedades secretas que alardean de representar las


ideas más levantadas del tiempo actual, están en perpetua
contradicción con el espíritu del siglo que en todos los ór-
denes exige la publicidad. Por esto cabalmente nos asiste
el derecho de reclamar universalmente en nombre del carác-
ter de nuestra época, que se ponga término á amenazas
subterráneas» (Libertad, Igualdad, Iglesia). Amenazas,
según prueba en su vigorosa exposición el esclarecido Pre-
lado, contra los derechos é intereses de los ciudadanos,
contra la equitativa distribución de los oficios públicos, con-
tra la igual administración de justicia, contra el libre ejer-
cicio de la autoridad, contra la libertad de la religión y de
la ciencia, contra la independencia del gobierno, contra la
paz del Estado, contra el orden social de los pueblos; ame-
nazas que la conjuración del secreto masónico por virtud
propia trae siempre suspendidas sobre el género humano,
con cuanta frecuencia y estrago cumplidas y consumadas,
harto lo lloramos. No es decible la impresión que en Ale-
mania causaron las palabras del valeroso Obispo, ni los gri-
tos de rabia que arrancaron á la masonería á falta de po -
sible defensa.
El h . \ Goffin, belga, era el sectario más exaltado y fa-
nático que existió bajo la capa del cielo: lo patentiza su
programa, el más radical de cuantos se publicaron. Pero
era á la par franco cual ninguno. Todavía truena sobre la
inmensa turba facinerosa aquella su terrible increpación:
Bueno, qq.-. lili.'. ¿A qué ocultaros, si obráis bien?
En efecto, ni uno solo de esos millones de bandidos han
chistado á esa reconvención. Vivo, le despreciaron y le de-
jaron vegetar en la miseria: muerto, le ensalzaron.
Ningún fin bueno, dado que se lo propusiese, afirma el
nobilísimo Eckert, y apenas tiene razón, es compatible con
la organización secreta de la masonería; y prueba su dicho
con las malvadas obras de ésta y con irrecusables testimo-
108 CAPÍTULO V

nü s. El primero de Niebuhr, eminente publicista y distin-


guido historiador, el cual dice:
«Sin razón se pone tacha á los gobiernos por condenar á
una orden, que con la cubierta de un fin á todas luces in-
significante, pueda á la sombra de ciertos misterios (infu-
gam vacui) tramar las más peligrosas conjuraciones. Ahí
está en abono mío el iluminismo. Benemérito fuera el histo-
riador, que reuniendo opiniones y hechos, tomase á pechos
investigar si no han sido acreditados doquiera por la maso-
nería ese desprecio hoy manifestado á la religión, el dog-
ma político de la igualdad de clases... En general toda
sociedad secreta es peligrosa; porque se compone de hom-
bres experimentados que sólo trabajando en la sombra y el
misterio, logran realizar lo que el temor de los tribunales
les fuerza á esconder. Los beneficios otorgados por la cons-
titución á todos los ciudadanos forman un patrimonio co-
mún, al cual todos tienen igual derecho en proporción de
la capacidad y el valer de cada uno. Una sociedad particu-
lar que promete esos bienes á favor exclusivo de sus miem-
bros, es un Estado dentro del Estado, y merece ser exter-
minada como un mal funesto para la comunidad.»
Testifica á su vez el profesor Struve, en su libro sobre
las sociedades secretas:
«En las sociedades secretas, cuyo fin, plan y organiza-
ción no son conocidos sino de unos pocos que están sentados
al gobernalle, á quienes por obligación la tropa ordinaria
admira con sagrada y muda reverencia ¿á qué tenebroso y
profundo laberinto no puede ser llevada la ciega turba por
el artificio de unos cuantos caporales?... Cualquier sociedad
secreta por su propio ser está expuesta á precipitarse en la
más honda corrupción, y es tanto más fatal á la sociedad,
en razón directa del mayor secreto en ella observado, de la
perfección de su organismo, de su concierto y unidad de
fuerzas.»
Pero ningún dictamen hay tan luminoso ni de tanto peso
como el del famosísimo barón de Knigge, por nombre de
guerra Filón, el cabecilla más instruido y en algún tiempo
el más activo del iluminismo, dice Eckert; brazo derecho
de Weishaupt, que con su talento, su influjo y sus intrigas,
SECRETO MASÓNICO 109
en el congreso cosmopolita de Willhemsbad y fuera de él y
en la empresa de iluminar todas las masonerías, hizo más
que el mismo inimitable Espartaco. Si será testigo de cali-
dad entre todos los habidos y por haber.
«Entre los juguetes (juguetes los llama el grandísimo
masonazo iluminado) á un tiempo frivolos y funestos, con
que gusta de divertirse nuestro siglo filosófico, escribía so-
bre fines del XVIII, se han de colocar las asociaciones y
órdenes secretas, cualquiera que sea su naturaleza. Espo-
leados, ya por el deseo de saber, ya por la necesidad de
movimiento y trato social," ó bien por indiscreta curiosidad,
apenas habrá alemán, con raras excepciones, que no haya
pertenecido, á lo menos por algún tiempo, á una ú otra de
esas asociaciones. Hora es ya de que todas desaparezcan,
porque todas son ó fútiles ó dañosas para la vida social.
«Con el larguísimo tiempo que pasé ocupado en estas co-
sas, derecho tengo á invocar mi experiencia y desaconsejar,
con conocimiento de causa, á cualquiera joven activo y la-
borioso, no se haga afiliar en ninguna sociedad secreta, sea
cual fuere el título con que se ennoblezca. Todas ellas son,
ó inútiles ó peligrosas.
«Por el pronto son inútiles: porque en la época que al-
canzamos no hay absolutamente necesidad de encubrir nin-
guna doctrina con el manto del misterio. De tal claridad
está dotada la religión cristiana y tan perfectamente res-
ponde á todas las aspiraciones, que no ha menester como
las religiones paganas, ni de enseñanza secreta ni de es -
cuelas dobles. En las ciencias los descubrimientos son y
deben ser públicos para el bien de la humanidad... Por me-
dio de la publicidad se juzga, si la enseñanza es realmente
útil para ilustrar, ó si la moneda es de ley más baja que
la que se desecha.
"Ellos hallan un lenguaje simbólico, sujeto á todo gé-
nero de interpretaciones... Antes de arrogarse el derecho
de formar un círculo de acción particular y secreto, que no
aprueba el Estado, faltaría demostrar que nada se puede
adelantar con el sistema de publicidad, ó que á él se oponen
obstáculos insuperables. La beneficencia excusa las tinieblas
del misterio, la amistad estriba en la libertad de acción, el
trato social no está necesariamente ligado al secreto.
110 CAPÍTULO V

«Además dichas sociedades secretas son peligrosas y fu-


nestas por numerosas razones. Lo que se hace en las tinie-
blas suscita legítimas sospechas, y por esto los ministros de
la sociedad pública tienen el deber de informarse acerca del
fin de cada asociación; porque sin este cuidado, bajo el v e -
lo de las sombras podrían cobijarse proyectos y doctrinas
malas: Los socios iniciados no están todos al tanto de las
perversas intenciones que se disfrazan á menudo con las
más hermosas apariencias: sólo los espíritus mediocres se
dejan prender en esa trampa, mientras que los hombres su-
periores, ó retroceden en el acto, ó se echan á perder y de-
generan, ó andan por recovecos, ó se hacen los dominado-
res á expensas de los demás: lo más ordinario es, que los
jefes desconocidos se mantienen tras cortina, y es cosa in-
digna de un hombre de inteligencia y de corazón cooperar
á la ejecución de un plan que le es desconocido, de cuya
bondad é importancia no le responden sino sujetos para él
también desconocidos, con quienes contrae compromisos sin
reciprocidad, sin saber á quién hacer cargos, pues nadie se
da por fiador: explotan esas sociedades intrigantes y vagos
que dominan y arrastran á los demás en pos de sus miras
personales: cada individuo lleva sus pasiones á la asocia-
ción, y allí, á la sombra y bajo la capa del secreto, les da
campo más libre que á la luz: esas sociedades degeneran
poco á poco á consecuencia de la mala elección de sus miem-
bros: hacen perder dinero y tiempo: distraen de los negocios
serios de la vida civil para avezar á la holganza ó á que-
haceres inútiles: muy pronto vienen á parar en puntos de
cita para aventureros y haraganes: fomentan toda clase de
fanatismo político, religioso y filosófico: engendran peligro-
so espíritu de cuerpo y echan la semilla de gravísimos ma-
les: finalmente, son la ocasión de tramas, disensiones, per-
secuciones, intolerancia é injusticia, no solamente respecto
de los hermanos asociados, sino hasta respecto de buenos
masones que no pertenecen á la misma orden, ó no son par-
tidarios del mismo sistema.»
«Esta es mi profesión de fe acerca de las sociedades s e -
cretas... y aun ahora, 1796, tal es mi juicio invariable so-
bre ellas.»
SECEETO MASÓNICO 111
De entonces acá ni ha variado en lo substancial la ley
del secreto, ni la naturaleza de éste ha sufrido alteración,
ni han podido caducar sus efectos inevitables, que lo mar-
can con el estigma de reprobación de las conciencias hon-
radas.
Luego, resumiendo, por confesión de uno de los maestros
más duchos, curtidos y más insignes en malas artes de
cuantos han deshonrado la historia de la humanidad, el se-
creto es cobertera de perversas intenciones, instrumento
de dominación, maña indigna de hombres de inteligencia y
de corazón, abrigo de intrigantes y vagos, de aventureros
y holgazanes, fomento de aviesas pasiones, enemigo del
trabajo útil y honrado, atizador de fanatismos, semillero de
males gravísimos, forjador de tramas, disensiones y perse-
cuciones; sin contar lo que por naturales razones de masón
encallecido y empedernido era de esperar que callase, y es
infinitamente más de lo que dice y nosotros sabemos.
Porque, lo que discurre el buen Eckert en nombre del
sentido común: «Los iniciados dicen á los profanos que en
el interior de las logias reinan la libertad, la igualdad y la
fraternidad. Lo lógico y regular, conforme á las ideas y
propensiones humanas ¿no era de desear que se agrandase
y ensanchase el círculo de venturosos iniciados, y procurar
que de una manera más práctica gozasen otros de aquella
felicidad de las logias? Los masones, por justo sentimiento
de benevolencia ¿no debieran hacer partícipes de su dicha
á todos los ciudadanos sin distinción, invitándoles á ella?
Esa libertad, igualdad y fraternidad, que son patrimonio
exclusivo de las logias ¿no habrían de ser el sueño dorado
de todas las clases sociales?»
Pero motivos hay para celar á la vista de los demás lo
que allí se encierra con tantos velos y en la obscuridad de
las sombras.
"QQ.'. lili.', ¿á qué ocultaros, si oiréis Men?»
Y mejor el Espíritu Santo: Qui mole agit, odit lucem:
el que mal obra, aborrece la luz.
112 CAPÍTULO vr

CAPÍTULO. VI

Juramentos masónicos

OMO vulgarmente se dice, que tras la soga va


el caldero y al cuerpo sigue su sombra, así no
se puede por menos, á seguida del secreto ma-
sónico, que hablar del juramento que viene á
sellar las promesas del neófito. Aunque deci-
mos mal el juramento, cuando son muchos: uno en cada gra-
do por lo corto, y á las -veces dos, tres y hasta cuatro, y no
bajando de 90 los grados del rito de Misraim, pongamos por
ejemplo, echen juramentos.
Es asunto delicado éste á la cuenta para los de la hoja,
y que demanda extrema discreción, según se muestran ta-
citurnos ellos tan bachilleres en otras fruslerías, y según
son de cautelosos en borrar de ciertos libros esos juramen-
tos, y ya les cogimos la podrida; razón de más para que á
nosotros nos pique el interés.
La obligación del juramento masónico abarca, en térmi-
nos explícitos ó sobreentendidos, toda la materia compren-
dida bajo la ley del secreto con la aceptación de la sanción
correspondiente; y además, por lo común, incluye de un
modo expreso ó implícito la ciega obediencia prestada á los
superiores sin réplica ni demora, cualesquiera que fueren
los mandatos; la consagración absoluta de la propia influen-
cia social, los bienes y la vida misma á los intentos de la
secta; la preferencia que para todo y en todas partes se ha
de dar á los hermanos; el olvido y desprecio de cualquier
vínculo de patria, amistad y parentesco que han de ser s a -
crificados á la gran causa; el suicidio perpetrado para ob-
JURAMENTOS MASÓNICOS 113
viar peligros é inconvenientes de revelaciones ú otros com-
promisos; el asesinato mismo ordenado por los superiores á
cualquier costa y riesgo. Abundan los casos de las últimas
especies, que se harían más cuesta arriba al asentimiento
de quien no conociese las entrañas de la maléfica herman-
dad, y todos los puntos enumerados van perfectamente ajus-
tados al cartabón de sus dogmas y moral.
¡Qué máximas tan feroces encerradas en esos juramentos!
Lo sacrilego de éstos osténtase por ahí: préstanse ante el
«Gran Arquitecto del Universo,» ante Dios, ante Cristo
mismo, que todo dice igual para ellos, la naturaleza: prés-
tanse hipócritamente, ó para engañifa de bausanes, sobre la
Biblia, sobre el Evangelio, especialmente el de San Juan,
ya dijimos por qué al hablar de la Cabala: préstanse en los
talleres más avanzados sobre los Estatutos ¿e la Orden,
código anticristiano y antisocial; préstanse, para arrojar la
careta de todo Dios, sobre un libro de hojas en blanco, en
las cuales no hay escrito ni Dios ni ley, pero puede inscri-
birse algún día el nombre de su Dios real, Satanás: prés-
tanse, en fin, jurando el candidato por sí mismo, la mano
puesta sobre el pecho, haciéndose él mismo Dios.

Muestras de j u r a m e n t o s

Por lo que toca á la guarda del secreto y á la barbarie


de la sanción, citamos en el capítulo antecedente el jura-
mento del Aprendiz. Ahí va otro, el del Minerval de los
Iluminados, que como todas las masonerías fueron ilumi-
nadas, según es notorio y arriba hemos hecho notar, por
esta circunstancia se recomienda muy especialmente á nues-
tra atención:
«En presencia del Dios Omnipotente y ante vos, pleni-
potenciario de la altísima y excelentísima Orden, en la cual
pido ser admitido, reconozco la total flaqueza é insuficien-
114 CAPÍTULO VI

cia de mis fuerzas. Confieso que á pesar del privilegio de mi


estado, honores, títulos y riquezas que pudiere tener en la
sociedad civil, no soy más que un hombre como los demás
hombres (humanitarismo é igualdad absoluta, que es el
principio fundamental de la secta)... Jamás emplearé en
disfavor del lien general (de la Orden) el poder ó la consi-
deración de que pueda gozar: por el contrario, resistiré con
todas mis fuerzas á los enemigos del género humano y de
la sociedad civil (á los enemigos de los derechos del hom-
bre). Prometo aprovechar ardientemente todas las ocasio-
nes de servir á la humanidad, perfeccionar mi espíritu y
mi voluntad, dedicar mis conocimientos al lien general, en
tanto que el lien y los estatutos de mi sociedad lo exigie-
ren. Me obligo á mirar los intereses de la Orden como pro-
pios míos: prometo servirla con mi honor y con mis bienes.
Si alguna vez por imprudencia, por pasión ó malicia obrare
contra las leyes ó contra el bien de la serenísima Orden,
me someto á todo lo que ella ordenare en castigo mío. Tam-
bién prometo ayudar á la Orden lo mejor que pudiere y en
conciencia, con mis consejos y obras, sin consideración á
mi interés personal, tener por amigos y enemigos míos los
de la Orden y seguir respecto de ellos la conducta que la
Orden me trazare (sea justa ó injusta). Igualmente estoy
dispuesto á trabajar con todas mis fuerzas y recursos en la
propagación y acrecentamiento de la Orden. Renuncio en
estas promesas á cualquiera restricción secreta, y me obli-
go á cumplirlas todas, de conformidad con el sentido que
arrojan las palabras y con el que le da la sociedad al impo-
nerme este juramento.»
Apenas tiene malicia esta última condición ó declaración.
¿Cuál es el sentido que la sociedad prefija á las antedichas
promesas? El que el Iniciante había cuidado bien de mar-
car al Novicio con esta advertencia: «Nuestra sociedad exi-
ge de sus miembros el sacrificio de la libertad, no en todas
las cosas, sino absolutamente en todo lo que puede servir
de medio para que aquella alcance su objeto.» Sentido acen-
tuado con estas preguntas subsiguientes, entre otras:
«¿Queréis y podéis considerar el bien de nuestra Orden
como el vuestro propio?—¿Dais á nuestra Orden y sociedad
JURAMENTOS MASÓNICOS 115
el derecho de vida y mtierte?—¿Estáis dispuesto á dar en
cualquiera ocasión á los miembros de nuestra Orden la
preferencia sobre todos los demás hombres (familia, ami-
gos, patria, etc.)?—¿Os obligáis á una obediencia absoluta
sin reserva alguna?»—El novicio hubo de responder que
sí á todo. Y se le observó: «¿Habéis pesado maduramente
que echáis un lance aventurado de importancia al aceptar
compromisos desconocidos?"—Y al contestar otra vez que
sí, se le puso este reparo: «Si vinieseis á descubrir que en
la Orden se ha de hacer alguna cosa mala ó injusta ¿qué
resolución tomaríais?» A lo cual hubo de responder: «Las
cosas mandadas por la Orden dejan de ser injustas desde el
punto que vienen á ser medios para llegar á la felicidad y
conseguir el fin general: el fin santifica los medios.»
Conque el fin último del iniciado es el bien de la Orden:
humanitarismo, igualdad, obediencia absoluta y sin reserva
hasta para lo malo é iDJusto, sacrificios de la libertad y del
pensamiento hasta respecto de lo injusto, obligaciones des-
conocidas, derecho de vida y muerte de la Orden; familia,
amigos, patria, honor, bienes, vida propia, sacrificados á
la Orden en cualquiera ocasión hasta la muerte propia ó
ajena, etc.
Otra muestra:
En el último grado del Iluminismo martinista jura el
candidato:
«Rompo los lazos carnales que puedan ligarme todavía á
padre, madre, hermanos, hermanas, parientes, amigos,
mancebas, reyes, amos, bienhechores, á cualquier hombre
á quien he prometido fidelidad, obediencia, gratitud ó ser-
vicio. Juro manifestar al nuevo jefe que reconozco todo
cuanto hubiere visto, hecho, leido, oido, entendido ó adivi-
nado, y hasta rastrear y espiar lo que no pasare á mi vista.
Juro honrar el agua tofana, cual medio seguro, pronto y
necesario de purgar la tierra con la muerte ó entorpeci-
miento de los que pretenden envilecer la verdad ó arran-
carla de nuestras manos.»
Emancipación, incesto (madre y hermanas), anarquismo,
salvajismo, degradación, traición, atroz espionaje, instintos
de tigre y de víbora; lo indecible y casi inconcebible.
116 CAPÍTULO VI

Un ejemplar de nueva especie:


En el rito escocés el Superintendente de los Tabernácu-
los jura:
«Por la libertad que profeso en mis cinco sentidos na-
turales, por la existencia de mi razón y de mi alma que yo
declaro no estar sujetos á nada, por la inteligencia que
me sostiene, me guía é ilustra; sí, yo prometo, yo juro y
hago voto de guardar inviolablemente todos los secretos,
signos y misterios... aprobando en alta é inteligible voz y
sin miedo, ahora que mi vista es libre y no preocupada, que
no me pesa nada de los juramentos ó compromisos anterio-
res, bien que contraidos en la obscuridad de nuestras lo-
gias, declarando de corazón y teniéndolos por inviolables
(los secretos)...»
Jura por sus sentidos libres ó rebelados contra la con-
ciencia; por su razón y su alma independiente, proclamando
así su carne y su espíritu rebeldes á Dios y jurando en con-
secuencia por la divinidad de su propio ser.
Horribles imprecaciones.
Del Superintendente de los Tabernáculos:
«Que me abran las venas de las sienes y del pescuezo, y
que expuesto sobre la más alta pirámide, me sujeten á pa-
decer la violencia de los vientos, los ardores del sol y la
frialdad de las noches; que mi sangre corra lentamente de
mis venas hasta extinguirse el espíritu que anima la subs-
tancia y materia corpórea; y para aumentar los sufrimien-
tos del cuerpo y del espíritu, se me fuerce á tomar el ali-
mento estrictamente preciso para prolongar y conservar
un hambre devoradora y cruel, ya que no hay vindicta su-
ficiente contra un perjuro.»
Del Maestro Elegido del rito francés:
«Después que mis ojos hayan sido privados de la luz con
un hierro enrojecido, sea mi cuerpo dado en presa á los
buitres, y mi memoria tenida en execración por los hijos
de la Viuda en toda la tierra.»
Del Caballero de Rosa-Cruz:
«Que un raudal de sangre corra sin cesar de mi cuerpo;
que padezca las más crueles congojas de alma; que las más
penetrantes espinas me sirvan de cabecera, y de bebida
hiél y vinagre; y acabe mi vida en el suplicio de cruz.»
JURAMENTOS MASÓNICOS 117

Del convencional Fauchet, obispo renegado de Calva-


dos, 1 7 9 2 :
«Jaro rencor implacable al trono y al sacerdocio, y con-
siento, si violo este juramento, que mil puñales se claven
en mi corazón perjuro, que mis entrañas sean despedaza-
das y abrasadas, y que mis cenizas esparcidas á los cuatro
vientos del mundo, sean monumento de mi infidelidad.»
Del castigo de muerte ejecutado en los indiscretos res-
ponden los hechos, algunos de los innumerables de ellos
arriba contados; responde la doctrina correspondiente; res-
ponden esos mismos juramentos formulados por la herman-
dad misma. Aunque en todos éstos se sobreentienda, con-
forme á la ley de la obediencia ciega y bárbara, la obliga-
ción del asesinato oficial, en algunos sin embargo se expresa
de un modo especial.
Así en el juramento del Maestro Elegido: «Prometo sa-
crificar á los manes de Adoniram, á los perjuros que pu-
diesen revelar algunos de nuestros secretos á los profanos.»
—Así también se le exige al Juez Desconocido: «¿Juráis
y prometéis no perdonar jamás á los traidores y aplicarles
la pena que la orden les destina...? Lo juro y lo prome-
to...» A este propósito saquemos otra vez á escena al más
taimado y experto de todos los masones, el renombrado
Knigge, por filiación sectaria Filón: el cual á seguida de
su juicio sobre las sociedades secretas, aconseja al joven
que cayó en la trampa:
«Si te has aburrido de la orden, si te pesa de la inicia-
ción, retírate sin ruido ni escándalo. Si quieres librarte de
persecuciones, no sueltes jamás una palabra sobre cuanto
viste y oiste. Pero si á pesar de toda tu reserva, no te
dejan en paz, descúbrete de una vez, y para ejemplo de los
demás manifiesta á la faz del público la impostura, la insa-
nia y la perversidad de tales sociedades.»
Y además de todas estas prevenciones, añadiremos nos-
otros, supliendo lo que de puro discreto se comulgó el pollas-
trón de Knigge, mira bien dónde comes, dónde bebes y dón-
de andas, acompañado siempre de un buen revólver por de
contado, pues se dieron muchos casos; y Dios te ampare y
el santo Ángel de tu guarda no te deje.
MASONERÍA. T. II.—9
118 CAPÍTULO VI

II

F u e r z a y e x t e n s i ó n d e e s o s j u r a m e n t o s . — C a s o s y hechos.

La siguiente.
En cuanto el iniciado martinista acaba de pronunciar aque-
lla protesta atroz: juro romper los lazos carnales, etc.,
oye una voz que le dice:
«Quedas libre de todos los juramentos que hasta la hora
presente hiciste á la patria y á las leyes.»
Y en efecto, como advierte el P. Desehamps, esa anula-
ción total de las obligaciones contraidas con la familia, los
bienhechores, los amigos, la propia conciencia, la justicia,
la patria, los señores legítimos y las leyes, no es privativa
de las logias martinistas, sino que va envuelta en los jura-
mentos de todas las demás, por poco que se quiera reflexio-
nar sobre el interno espíritu de la secta, sobre sus teorías
y el sentido de sus ceremonias.
El Francmasón de París, Noviembre de 1857, refiere
que el mes anterior se propuso en el Consejo de Caballeros
Kadosch de San Germán-en Laye, una cuestión concebida
en estos términos: u¿Basta qué punto obliga el juramento
masónico á los hermanos que son magistrados, funciona-
rios públicos ú oficiales del Ministerio?» Por supuesto,
«esta cuestión presentada por el gran Maestre del Consejo
de la buena fe, no pudo ser resuelta, y fué de nuevo reco-
mendada al estudio...» Este silencio habla á gritos. Los
tiempos no consentían mayor franqueza.
Creíase dispensado de tanta circunspección el hermano
Boully, que fué largo tiempo segundo Gran Maestre de la
Orden mas. , y pasaba por un oráculo entre los suyos, e x -
-

presándose así: «Entre los mas.*, el poder de los lazos fra-


ternales es tan fuerte, que se ejerce hasta en aquellos á
quienes dividen los intereses de la Patria.» Después diri-
giéndose á los mas.-, militares: «No distingáis ni la nación
JÜRAMBNTOS MASÓNICOS 119
ni los uniformes; no veáis sino h h . \ y recordad, vuestros
juramentos.» (Globo, t. IV).
Ni se nos oponga que esas son teorías desprovistas de
efectos prácticos; porque el h . \ Lefevre, ejerciendo funcio-
nes de orador en el Gran Oriente, nos hará saber, que «la
Mas.", hace mucho más... Se ha visto aún en los campos
de batalla á combatientes encarnizados hacerse una señal y
detenerse ...porque las leyes inexorables déla guerra
han cedido al poder masónico. Se ha visto á combatientes
tirar las armas, darse el beso de unión, y de enemigos trans-
formarse en amigos, en h h . \ , como se lo ordenan los ju-
ramentos.» (Globo, t. III).—En Waterloo, en medio de una
carga furiosa, un oficial belga reconoce á un h. .: se olvida
-

entonces de todo, se precipita hacia él, y le salva, con ries-


go de pasar por traidor. (Anales masónicos, título II).
Para poner de manifiesto como las obras se ajustan á los
juramentos y éstos son inspirados y se explican por los fines
generales de la cofradía, tráiganse á la memoria las desco-
cadas declaraciones de pública notoriedad hechas por la ma-
sonería en tres grandes y recientes ocasiones. En la guerra
Austro-Prusiana los masones levantaron pendón contra el
obscurantismo católico del Austria á favor de la idea
•regeneradora del protestantismo prusiano. En la Fran-
co-Prusiana «la masonería internacional, afirmaba el polí-
tico ruso Giers, hizo causa común con Prusia protestante
contra el pueblo francés representante del principio católi-
co; era yo entonces legado ó ministro de Rusia en Suiza y
fui testigo de lo que pasaba: la agencia de comunicaciones
autifrancesa radicaba en Berna, y es increíble la rapidez con
que los traidores franceses transmitían las noticias perjudi-
ciales á su propia patria.» En el escandaloso latrocinio de las
colonias españolas los masones vociferaban que éntrela ido-
latría católica de España y la libertad republicana de los
Estados Unidos, ellos estaban por los suyos, es decir, por
los bandidos, sacrificando á la teoría masónica las máximas
de la honradez y los santos fueros de la justicia. Estas re-
soluciones y este modo de obrar venían indeclinablemente
imperados por la fuerza del juramento sectario.
Como lo que abunda no daña, véase por otro testimonio
120 CAPÍTULO V£

fehaciente, de qué manera la ley y la autoridad más sagra-


da han de sucumbir y ser trituradas por la ley de la natu-
raleza (masónica) y la ley de la humanidad (masónica)
comprendidas en el juramento de los h b . \ Regístrase en la
Astrea, manual de francmasones, 1845, el siguiente trozo
del discurso pronunciado ante la Logia de Sonderhausen
(Sajonia) por el h . \ orador:
«Si el poder se obstina en mantener algo desacreditado
y añejo, preciso es según las leyes de la dinámica, que se
levante un poder más fuerte para romper toda traba y cum-
plir la ley de la fatalidad. Esto cabalmente hicieron la Re -
volución francesa y la Reforma religiosa. Menester era
derribar los andamios, ya inservibles, de la Iglesia y el Es-
tado, conforme nos lo había ordenado el Maestro; y efec-
tivamente, de en medio del pueblo brotaron hombres enér-
gicos que así lo intentaron... Que la cosa fué violenta: ¿y qué
remedio? Si á los ojos de la ley humana era condenable,
en cambio era muy conforme á la ley de la naturaleza, úni-
ca que tiene fuerza para con la humanidad.»
Bien aprendido tienen nuestros lectores, con tanto como
hemos matraqueado sobre ello, que esa ley de la natura-
leza y esa humanidad justamente constituyen la base é in-
tegran el concepto esencial de la nefanda hermandad: siendo
así ¿cómo este concepto no habría de estar directa y firme-
mente encajado en la significación del juramento, dictado é
impuesto por ella á sus adeptos con la mira exclusiva de
incorporarlos y asimilarlos á su propio ser, de convertirlos
en instrumentos seguros y ejecutores fieles de sus tenden-
cias últimas? ¿cómo estos ciegos esclavos no habrán de to-
mar ese concepto por única luz de su mente y regla forzosa
de su voluntad, para adaptarse al espíritu de su iniciación y
satisfacer ajustadamente con la obra á su obligación jura-
da? De donde resultará, que cualesquiera otros compromi-
sos, deberes, leyes y juramentos los más sacrosantos, como
necesariamente hayan de desviarse de aquella línea rígida
é invariable, cederán, quedarán abrogados y nulificados
por la fuerza insuperable de aquel juramento, que forma el
único y universal criterio de un masón, el vínculo único
y universal capaz de obligar la conciencia de un ma-
JURAMENTOS MASÓNICOS 121
son. Por lo cual aquel furibundo reniego del iniciado mar-
tinista y espeluznante proclama de ruptura y sublevación
contra todos los nobles sentimientos del corazón, contra to-
da justicia y honestidad dictada por la sana razón, contra la
santidad de todas las leyes humanas y divinas, no sorpren-
de lo más mínimo á nadie que conozca el alma masónica tal
cual es; antes le parece la genuina expresión del ideal, y
franco desahogo de los instintos sectarios, el resultado na-
tural de la educación recibida en la escuela de Hiram. Así
es que en ello lo de admirar es únicamente la violencia que
la restante masonería hizo á su genio para no prorrumpir
en los mismos desaforados gritos del rito martinista, acon-
sejada seguramente por la táctica cautelosa que en todas
ocasiones la inclina á sofocar manifestaciones compromete-
doras, por si llegaren á noticia de los profanos. Pero los
juramentos de los demás ritos, en virtud de la indispensa-
ble profesión de aquella abyecta obediencia y con el acom-
pañamiento de ceremonias y discursos que hacen resaltar é
individualizan su sentido, todos envuelven, bien que arre-
bujada con los pliegues de la astucia, la misma perversa
doctrina y entrañan igual malignidad que el atroz juramen-
to martinista.
La consecuencia legítima de lo dicho es: que para cual-
quier masón, sea cual fuere su rito y su grado, realmente
no hay en el mundo ni puede haberlo en cualquier orden
que se suponga, ni más juramento ni más obligación que el
juramento y la obligación de la secta, así como no hay otro
Dios legislador y señor, ni otra moral ó justicia que el Dios,
la moral y la justicia masónica. De la cual secuela se nos
viene encima saltando otra, que pone el colmo á la horripi-
lante maldad y echa rayos de siniestra luz por todos lados:
luego como el masón es ante todo y sobre todo masón y to -
do él es masón, sin admitir otro ningún predicado ni nota
específica, de tal suerte prevalece, y levanta bandera en su
corazón, y ocupa su alma entera el juramento masónico,
lazo inquebrantable en su alcance de unión y perpetuo va-
sallaje, que todos los demás juramentos, cualquiera que sea
su origen, su materia, su fuerza, su sanción y las relaciones
que arrastren, son nada, son de ningún valor y nulos por sí
122 CAPÍTULO VI

mismos, todos son indignos de aprecio alguno, todos desapa-


recen, todos pueden ser en conciencia masónica violados,
atropellados, burlados y escarnecidos por el simple manda-
to de cualquiera superioridad jerárquica de la orden, que
es la única autoridad, el único señor y el único Dios del
masón.
Con tan sencillo razonamiento se desvanecen muchas som-
bras y se aclara el horizonte, se inutilizan las defensas, ter-
giversaciones y argucias de la disimulación hipócrita y sis-
temática, cesa la admiración de los poco avisados, se hace
patente en gran parte la historia secreta de los pueblos, se
descifran muchos enigmas de la política moderna, se mues-
tra al descubierto el desenlace misterioso de grandes em-
presas, se aprende á conocer algunos principales resortes
del mundo y aquilatar con justeza celebridades y presti-
gios, devolviendo á los personajes la talla que les corres-
ponde; hasta en el mezquino teatro de la vida y las relacio-
nes ordinarias se explica la razón de ciertos fenómenos y
chocantes particularidades y se dan provechosas lecciones
de prudencia; quedando en todo esto convicta la secta de
falaz, desleal, maestra de corrupción y enemiga por voto
de la honradez, la justicia y la paz del consorcio social.
Algunos hechos registrados por el P. Barruel:
En los días de las horrendas matanzas de la Revolución
francesa hechas en París, Barnave, el violentísimo orador
rival de Mirabeau, se estaba contemplando como aquellas
fieras humanas llevaban ensartadas en las picas las cabezas
de los guillotinados, y con aquella su risa sardónica y la ex-
presión feroz de su semblante exclamaba: ¿Tan ptira era
su sangre, que no pudiese derramarse de ella una sola
gotaí—Otra vez Chapellier, ej mismo Mirabeau y Gregoi-
re veían pasar á los asesinos, que iban á inundar de san-
gre el palacio de Versalles, á derramar principalmente la
de la reina, y les gritaban: El pueblo necesita de victimas.
—El iniciado Chenier, al ver á su hermano entregado á los
verdugos, decía fríamente: Si mi hermano no ha de seguir
el partido de la revolución, que le sacrifiquen.—Otro día
Philip presentaba en triunfo a los Jacobinos las cabezas de
su padre y de su madre.—La secta, nunca harta de san-
JURAMENTOS MASÓNICOS 123
gre, pedía por boca de Marat ciento setenta mil cabezas, y
poco después ya no quería contarlas sino por millones.—
Cuando los consejeros de Montauban manifestaron sus t e -
mores por la escasez de provisiones, les respondió Le Bon:
Tranquilizaos: bastantes víveres tiene Francia para doce
millones de personas; las demás, esto es, los otros doce
millones de habitantes, serán muertos, y entonces ya no os
faltará pan.—Condorcet vociferaba en la asamblea legis-
lativa: Perezca el mundo entero antes que sacrificar nues-
tros principios de igualdad: esto lo había aprendido de
muy atrás en el famoso club de Holbach.—Cuando aque-
llos bandidos dieron principio á sus movimientos revolucio-
narios, incendiando palacios en las provincias y derribando
las cabezas de los nobles, el abate Eoyou, muy calificado
por su celo contra los sofistas, tuvo que huir de París y an-
dar á salto de mata, errante de pueblo en pueblo, hasta
que volviendo sigilosamente á la capital, se presentó en mi
casa á eso de las cuatro de la mañana. «Casi siempre, con-
taba, me refugiaba en casa de los curas, quienes me trata-
ban muy bien, aunque estaba poco con cada uno por temor
de exponerlos á iguales peligros. El último con quien fui á
dar, se me hizo sospechoso, cuando observé que habiendo
recibido una carta de París, la abrió y leyó con un semblan-
te que aumentó mis sospechas. Seguro que se hablaba de
mí, en una breve ausencia del cura entré en su cuarto y
encontré la carta concebida en estos términos: Querido
amigo, se ha leido la carta de V. en presencia de todo el
club. Remos quedado admirados de ver tanta filosofía
(tanta felonía) en un cura de lugar. Esté V. tranquilo,
estimado cura: somos trescientos (el club de Filaletas de
la Sourdiere) señalamos las cabezas, y éstas caen. Aun
no le toca el turno á la que V. nos señala...» La carta
llevaba esta firma: uDietrich, secretario.» Este Dietrieh
fué el primero que introdujo en Francia el Iluminismo ale-
mán.—Mr. Mallet du Pan manifestaba al sanguinario Sie -
yes el horror que le causaban los medios revolucionarios
que ellos empleaban, y Sieyes le replicó: Siempre nos ha-
bláis de nuestros medios revolucionarios; pero, señor,
debe V. penetrarse del fin, objeto y término que nos he •
mos propuesto.
124 CAPÍTULO VI

De estos pasajes de la Revolución francesa fielmente re-


cogidos sobre el campo por el P. Barruel ¿quién no echa de
ver en unos la expresión de los sentimientos inspirados por
el juramento masónico, y quién no descubre en otros la idea
generadora que dictaba é imponía este juramento para ha-
cer estallar aquellos sentimientos, que es la idea, el fin, ob-
jeto y término indicados por Sieyes, es la idea masónica
pura, la cual de consiguiente no puede por menos de infor-
mar los juramentos de todos los ritos y grados? Así, por
aquello de que el masón todo él es masón y en todo lo es, ó
bien deja de serlo en realidad y sólo lo es de nombre, los
dichos y hechos más singulares se nos prestan á testificar y
robustecer invenciblemente las consecuencias que antes in-
feríamos.
¿Quién se espanta después de esto de la suma facilidad
con que cualquier sectario jura y perjura ó desempeña los
oficios más viles, siempre que el interés de la orden lo de-
manda; con que á título de hermandad la magistratura pre-
varica, ó los representantes de la autoridad pública colman
de bondades á conspiradores y criminales perniciosos? Y en
otra esfera más elevada ¿quién se maravilla de la frecuencia
y descaro con que los ministros ó consejeros de las coro-
nas, por la simple intimación de un jefe oculto, entregan los
secretos de Estado, fraguan la ruina de sus señores ó ponen
la patria en manos de sus enemigos? ¿quién se asombra de
la villanía con que los militares iniciados comunican los pla-
nes de batallas ó campañas, rinden sin motivo las armas ó
emprenden la fuga delante del enemigo, le abren las puer-
tas de las fortalezas ó se pasan con ejército y todo al con-
trario? ¿Quién es capaz de abarcar en breve discurso todos
los géneros, artes y modos de perfidia, traición y maleficio
de que son capaces hombres que tienen su conciencia, fe,
religión y alma toda esclavizadas al poder desconocido, ti-
ránico é incontrastable de una sociedad, cuya divisa y ley
de sus obras es la máxima de que el fin justifica los me-
dios, siendo este fin el más perverso y abominable del mun-
do? Conforme á lo cual y trayendo á colación la historia de
ignominias, de que en su lugar dimos los puntos principales
¿quién en aquel desbordamiento de las hordas jacobinas fran-
JURAMENTOS MASÓNICOS 125
cesas pudo contar los eslabones de la cadena sin fin de ven-
tas y alevosías con que los serviles juramentados de las lo-
gias pusieron á los pies de la Revolución toda Europa y en
su puño los destinos de casi el orbe entero? Tras aquellos
Judas descamisados, tras tanto cúmulo de infamias, suce-
diéronse otras: en Francia con Decaces y Talleyrand, quie-
nes con la máscara de la fe jurada socavaban el trono de
Luis 18.°; con el indigno Maisón, que escupiendo á su jura-
mento militar, traspasó el cetro de Carlos 10.° á manos del
afiliado Luis Felipe; con Oiilón Barrot, que inmoló la nue-
va dinastía al juramento republicano, y con tantos otros fo-
rajidos de las cavernas de Hiram hasta los actuales mons-
truos: en España, Italia, Austria y en los demás pueblos
católicos con la infinita caterva de traidores, que ora en los
campos de batalla, ora en las cancillerías y gobiernos res-
pectivos, ya en los parlamentos y en la prensa, ya revuel-
tos en la masa de la población y eternos conspiradores, unas
veces con l a intriga, la astucia y su sistema corruptor,
otras con la violencia brutal, no han cesado un solo instan-
te, de un siglo á esta parte, de alentar y promover con to-
do esfuerzo la causa de la secta, de ensayar algunos golpes
de mayor ó menor importancia, de abonar y preparar el te-
rreno para una explosión decisiva, sacrificando al ideal y al
juramento masónico toda clase de respetos, compromisos,
sentimientos é intereses, las instituciones y elementos vita-
les de la sociedad, la honra y prosperidad de la patria, la
concordia y unión de los ciudadanos, el orden y bienestar
general, la existencia misma de cada pueblo; hasta la uni-
ficación de Italia y suspirado aniquilamiento del principado
temporal pontificio, grandísimo triunfo de la orden y resul-
tado de un tejido de vilezas y felonías apenas creíbles; has-
ta aquel terrible desastre y lastimosa humillación de E s -
paña con la pérdida de sus antiguas colonias, obra exe-
crable de algunos españoles .espúreos y renegados vendi-
dos á la secta, monumento el más escandaloso de infidencia,
maquiavelismo, perfidia y traición desvergonzada de la in-
fernal cofradía.

Escrito lo antecedente, casi nos duele de haber gastado


126 CAPÍTULO VI

tanto calor y tinta en hacer resaltar ese carácter innoble y


abominable de perenne falsía y deslealtad, que no la aban-
dona en ninguna de sus empresas y acciones y que concita
sobre su cabeza las justas iras de todos los hombres bien
nacidos, al echar de ver que tiene ella misma la avilantez
de contar entre sus glorias sus perjurios y gozarse con el
provecho de semejantes infamias. Véase la justicia de nues-
tra acusación en el siguiente relato del P. Gautrelet.
«El comportamiento de la masonería francesa, tenido con
Luis 1 8 . ° y Carlos 1 0 . ° , á quienes había jurado fidelidad,
se ha hecho proverbial con el nombre de Comedia de quin-
ce años. Un periódico de París, el Globo, órgano de las lo-
gias, hizo de ella una admirable descripción, Noviembre de
1 8 3 0 . Es un cuadro de mano maestra. Helo aquí tal como
salió flamante del taller del periódico masónico.
«Mr. de Kergolay, par de Francia del tiempo de Car-
los 10.°, fué condenado en 1 8 3 0 por la cámara de los Pares
por motivo de la publicación de una carta en que mantenía
su juramento de fidelidad prestado á la rama primogénita
de los Borbones, y fundaba su negativa á prestarlo en favor
de la segundona (Luis Felipe). Tres días después el Globo
hacía las siguientes reflexiones acerca de este proceso:
«Mr. de Kergolay cometió el desacierto de tomar como
definitivo y serio uno de los compromisos en suposición con-
traidos entre los Borbones y Francia, interpretando al pie
de la letra la Carta (constitución) de 1 8 1 4 . . . No acaba de
entender que el régimen legal y las protestas de adhesión
cariñosa hechas á la Carta, no eran, por parte de los libera-
les de todos matices, sino un ardid de guerra... Cuando
nosotros (los masones) juramos fidelidad á Carlos 40° y
obediencia á la Carta; cuando nosotros atarantábamos ó
aturdíamos á este monarca con nuestras protestas de amor;
cuando cubríamos con arcos triunfales los caminos, juntá-
bamos á su paso los pueblos para saludarle con mil aclama-
ciones, sembrábamos á sus pies adulaciones, hacíamos r e -
sonar los templos, las academias y las escuelas con el con-
cierto embriagador de elogios y bendiciones tributadas á su
persona y á su familia, animábamos á nuestros poetas á que
cantasen sus virtudes y se deshiciesen en lisonjeras alusio-
JURAMENTOS MASÓNICOS 127
nes á la valentía de este nuevo Enrique 4.°, á la gallardía
de este moderno Franciseo 1.°; todo esto no era más que pu-
ro fingimiento, por cuyo medio procurábamos escapar á las
cadenas con que él se aprestaba á amarrarnos. Os parecéis
vos á uno de esos espectadores noveles que, sentados por
primera vez en un anfiteatro, toman á las veras la fábula
que se representa en el escenario. Desengañaos, pues, Pa-
res, diputados, magistrados y simples ciudadanos, todos lie-
mos representado una comedia de quince años, ti
A recoger, á recoger esas preciosas confesiones, que ya
no se nos cuece el pan en el cuerpo. Primera de todas, gra-
vísima, interesantísima sobre todo extremo: «aquellas pro-
testas... por parte de los Hiérales de todos matices—nos-
otros los masones» (habla u n masón, y de oficio), los auto-
res de aquellas protestas. Es decir ¡mucha atención! los
masones, y masones de copete, masones que hablan de ofi-
cio, como representantes de la reprobada hermandad, pn la
prensa, actores en toda aquella farándula, vamos, verdade-
ros iniciados, son... desde el año de gracia de '1850,
son... los liberales de todos matices. ¡Qué atrocidad! Los
liberales de todos matices equiparados por un masón á los
masones, ó los masones honrándose por boca de un masón
con el dictado de liberales de cualquier matiz que sean: á
escoger. ¡Qué ráfaga de luz! De todos matices recalca.
¿Hasta del matiz moderado, del matiz católico-liberal de
Montelembert? Hasta de éste, respondría el h . \ Globo: po-
drán no ser ellos masones efectivos; pero son ramas adheri-
das al tronco de la doctrina, son preciados auxiliares que
hacen el caldo gordo, inconscientemente quizás, á la propa-
ganda y obra de la masonería. ¿Recuerdan Vds. lo que de
ellos decía Pío IX? Y lo peor es que en España y en otras
partes los hechos han estado confirmando las palabras del
inmortal y santo Pontífice.
Ahora á nuestro primer propósito. Conque para esos per-
didos los juramentos más solemnes son simple estratagema
ó ardid de guerra: el juramento hecho al soberano legítimo
ó á la constitución del Estado, el juramento de los Ministros,
de los Magistrados, de los funcionarios públicos, el jura-
mento militar, y quien éstos dice, dice cualquiera otro, t o -
128 CAPÍTULO v r

dos para esos desorejados son mera fieción, superchería de


titiriteros, socorrida industria y artificio de bribones para
tender lazos á la buena fe, á la hombría de bien, á la no-
bleza y caballerosidad; empleados con inaudita desfachatez
para conseguir un fin preponderante sobre todas las consi-
deraciones humanas y divinas, y un fin maligno, villano,
perniciosísimo, el más criminal y execrable, representando
por largos años, como lo han hecho, no digo en Francia, si-
no en muchos pueblos de la tierra, con la más baja y detes-
table hipocresía una infame comedia, mientras lo han me-
nester para el logro de sus abominables intentos.
A esto se reducen todos los demás juramentos, obligacio-
nes, palabras, empeños y compromisos de honor los más
sagrados ante el juramento masónico, á indigna farsa; y es-
te es el cinismo de estos facinerosos, gloriarse de su propia
indignidad.

Terminaremos con un sucedido, que por lo diario y co-


rriente, tanto más viene á pelo y tanto más arma á nuestra
intención de presentar al desnudo la excesiva inmoralidad
de los juramentos sectarios: de él respondemos bajo nuestra
fe, por haberlo recogido de labios del interesado... ¿dónde?
¿en Europa? ¿en América? Dondequiera (sí, íbamos á dar
las señas). Pues, señor, sabido es que una de las promesas
contenidas en tales juramentos es la de preferir por todo y
en todo, en cualquiera ocurrencia de la vida, á los herma-
nos; y el caso es como sigue.—Un sujeto con quien nuestro
narrador había tenido tratos, le debía algunos miles de pe-
sos y no hallaba modo de hacérselos soltar. Entabla deman-
da y pleito contra el fraudulento deudor, fiado en la bondad
de su causa: que si quieres, la justicia no da paso ó se mue-
ve contra él, y ya se ve en riesgo de perder su cuenta, y
encima la honra; cuando averigua que su contrincante es
masón y que á esta cualidad debía el favor de los jueces,
conforme á la citada ley de bandidos. ¿Qué hace entonces?
aconsejado por el interés, mal consejero, ingresa él también
en la logia, ostenta su título de h . \ , y así igualado el cam-
po, dase maña á mover los mismos resortes ó influencias que
hasta aquella hora habían amparado á su contrario: vence
y se junta con sus dineros.
JURAMENTOS MASÓNICOS 129
Casos parecidos, pero muchísimo más graves, son de t o -
dos los días y en todas partes, campeando siempre en ellos
la justicia y la virtud de la fraternidad, sellada con jura-
mento para edificación de profanos y de toda la gente hon-
rada.

III

P o r c u á n t o t i e m p o o b l i g a n e s o s j u r a m e n t o s . — H a s t a en la v i d a
p ú b l i c a . — H a s t a á los pasivos.—Imprimen carácter indeleble.

En la intención de la secta, se entiende; porque ningún


juramento impío é inmoral, como son los suyos, obliga, ni
en consecuencia puede prestarlo nadie, ni queda por él obli-
gado quien lo presta, y delinque contra todas las leyes quien
lo cumple.
Obligan para siempre en la intención de la secta.
Obligan para siempre hasta á los que la abandonaron 6
fueron excluidos de ella con la imponente ceremonia de que-
mar, entre una y otra columna, sus nombres escritos en una
cédula con tinta roja, y les obliga cuando menos por lo que
respecta al silencio y á no hacer directamente nada en con-
tra de la misma; y ¡guay de ellos! si en cualquiera de estos
dos casos violaren la fe jurada, porque si no les alcanza tan
pronto como el rayo el puñal asesino, según se amenaza al
iniciado martinista, y en innumerables ocasiones se ha cum-
plido, por lo menos estará condenado á vivir en constante zo-
zobra. Se nos hace que por esta razón, se muestran tan
extremadamente cautos y medidos en sus palabras los tales
cuando se les interroga acerca de su anterior profesión, y
hasta responden en términos encubridores; y á fe que no es
infundado su temor, porque la hermanable cofradía tanto
como es de malvada, es de rencorosa y sanguinaria.
Obligan dichos juramentos para siempre y de un modo
absoluto á los mismos que dejaron de frecuentar la logia y
no toman parte alguna en sus deliberaciones, suspendieron
130 CAPÍTULO VI

el pago de sus cuotas, se hicieron los dormidos, como di-


cen, y cuentan en el número de los socios pasivos. En ab-
soluto duran obligados, están en disponibilidad de la sec-
ta, han de hallarse prontos á cumplimentar sus órdenes, á
coadyuvar y servir á sus planes é intenciones, á obedecer
la consigna en cualquiera posición que ocuparen en el mun
do profano, en cualquier oficio público que desempeñaren,
fueren reyes, emperadores ó presidentes de república, si en
realidad pertenecieren al número de los verdaderos inicia-
dos. Testigo Napoleón 3.° entre mil, quien, habiéndose ol-
vidado un tanto de sus compromisos de carbonario, por mi-
lagro escapó al recuerdo fraternal de las bombas de Orsini,
y que si después de aquel enérgico aviso logró salvar la vi-
da, debiólo únicamente á su promesa formal de la enmien-
da, á su ardor y constancia en lanzarse á la campaña mili-
tar y diplomática para hacer la unidad italiana y consumar
la ruina del poder temporal del Papa; que así las gastaba
la hermandad, y la historia no miente.
Podría figurársele á cualquier masonete que sin más ni más
y como le pete, le es lícito entrarse en los goces de la vida
pública, ó una vez acomodado en su puesto, desentenderse
de las monsergas de la logia y dar una patada á sus anti-
guos y vigilantes amos. Pobrecito, mira como éstos cogen
todos los cabos y saben atar corto á sus bulliciosos vasa-
llos. El d . \ 5.° del 11.° mes de 5855 (en cristiano, 5 de
Enero de 1855), el Oran Comité, ó comisión permanente
del Gran Oriente belga, dictaba las siguientes reglas:
«1. En tiempo de elecciones cada logia propondrá de los
suyos un candidato á la aprobación del Gran Oriente, y
esta aprobación será impuesta á los h h . \ de la obediencia.
«2. Esta aprobación será necesaria y privativa del Gran
Oriente únicamente, tanto para diputados á las cámaras
nacionales, como al consejo provincial ó municipal.
«3. Todos los masones jurarán usar de todas sus in-
fluencias para sacar victoriosa la candidatura.
«4. El candidato elegido estará obligado á hacer en la
logia una profesión de fe, levantándose acta de ella.
«5. Habrá de recurrir á las luces de esta logia ó del
Gran Oriente en las ocurrencias graves que se le ofrezcan
en su mandato.
JURAMENTOS MASÓNICOS 131
«6. El incumplimiento de estos compromisos le acarrea-
rá severas penas, hasta la exclusión de la orden masó-
nica.»
En 1856, un acuerdo del Oran Oriente de Bélgica con-
firmó solemnemente dichas resoluciones en esta forma:
«Vistas las resoluciones del Gran Comité tomadas con
fecha deld.-. 5.° del mes 11.° de 5855.
«Visto el informe presentado en nombre del Gr.-. Comi-
té por su relator el M . \ Q.-. H.-. Bourlard Gr.-. O.-.
«Considerando que una respetable logia ha propuesto al
Gran Oriente la siguiente cuestión: ¿Tiene un taller el
derecho de pedir explicaciones á uno de sus miembros
entrado en la vida política acerca de sus actos ejecutados
en ella? Consultadas las columnas, y oidas las conclusiones
del gran orador, el Gran Oriente responde.... La obli-
gación aceptada por un mas.-, imprime á éste carácter
indeleble. Al prometer el cumplimiento de sus obligacio-
nes, el masón enajena una parte de la libertad absoluta
de sus acciones. Al atarse con los lazos de la institución
masónica el h . \ franc.-. se obliga á combatir la ignorancia
dondequiera. La masonería toma por objeto la sociedad
entera. Las logias son escuelas, donde se forman los hom-
bres, para que salgan á luchar vigorosos en el mundo pro-
fano, especialmente en la arena política.
«La masonería debe vigilar á todas horas á sus soldados.
Sin esta vigilancia de la masonería sobre sus miembros en-
tregados á la vida pública, el trabajo de la masonería sería
estéril, engaño la abnegación de los hh.-. y quimera las
esperanzas en el porvenir.
«Por estas principales consideraciones el Gran Oriente
sin vacilación resuelve la cuestión propuesta, y determina
que las logias tienen no solamente el derecho, sino el
deber de fiscalizar los actos de la vida pública de aque-
llos miembros suyos á quienes introdujeron en las fun-
ciones políticas, el deber de pedirles explicaciones, cuando
parece que alguno ó muchos de sus actos no tienden á ilus-
trar la sociedad con la antorcha de la verdad. El Gran
Oriente juzga que ha de usarse de severidad inexorable con
los que rebeldes á las amonestaciones, llevan su felonía al
132 CAPÍTULO VI

extremo de apoyar en la vida política actos combatidos con


todas sus fuerzas por la masonería por contrarios á sus
principios y sobre los cuales no cabe transacción.
«La sabiduría de las logias resolverá en cada caso par-
ticular, quedándoles por lo demás franco el recurso al
Gr.\ O.-, antes que la sentencia, si importa alguna pena
rigurosa, tenga ejecución definitiva.
«Acordado en la ten.-, del G-.\ O.-. e l d . \ l . ° d e l l . m . \
e r

de 5856.
'I.er
Q.-. V. . en ejercicio ele G.'. M.\
-
nacional,
VERHAGEN, mayor.

Por mandato:
G.\ E.\ en ejercicio de G.\ Secr.-.
ENRIQUE SAMUEL.»

Este acuerdo fué comunicado á las logias de la obe-


diencia con la siguiente circular:
«Al dirigiros 25 ejemplares del acuerdo n.° 703, procu-
re V. en una de las próximas tenidas llamar seriamente la
atención de los h h . \ de la logia sobre los deberes que el
masón tiene contraidos con la orden desde el día mismo
de su iniciación en nuestros misterios; deberes formula-
dos en términos generales en el Art. l.° y 2.° de nuestros
estatutos generales y de que ningún masón puede desen-
tenderse en ninguna circunstancia de su vida masónica
y profana.
Por mandato:
G. . Experto
m
en ejercicio dé G. Secretario,
ENRIQUE SAMUEL.»

Estos documentos valen un tesoro. Muy jugosas y tras-


cendentales enseñanzas nos es dado sacar de ellos.
Por el pronto de su conjunto resalta patente aquel gran-
de y luminoso principio que ya arriba asentamos y vimos
desprenderse por sí solo de la educación general dada al
adepto en graduales iniciaciones desde que puso el pie en
JURAMENTOS MASÓNICOS 133
la logia: el masón todo él es masón; y por añadidura masón
de por vida.
Analicemos los textos. Pasamos por alto lo sabido y r e -
tesabido y hasta pasado de puro rancio, aquella ingenua y
esplendorosa afirmación de que la masonería viene á luchar
con toda la pujanza de su brazo en el mundo profano, sobre
todo en la arena política: sí, porque la política particular
de cada pueblo y la general de todos los pueblos, es su con-
tinua faena y honda preocupación, es la robusta palanca y
máquina poderosa que pone enjuego con el afán de exten-
der y cimentar el reino de su dominación universal.
Vengamos á las inmediatas de nuestro propósito espe-
cial.
El masón desde luego tiene cerrado el ingreso á la vida
pública, si no se lo franquea la orden, si ésta no le da el
empujón cariñoso, si no le lleva de la mano, y le guía paso
tras paso; porque según forzosamente se infiere de su repe-
tido voto de obediencia mecánica, y de la servil tutela á
que libremente se sujetó, ay de él, si en un arranque de ga-
llarda autonomía, por su pie y de motu proprio á espaldas
de su aya y tutora se mete en carrera; y ay de él, si una
vez entrometido se acuerda de que tiene cabeza propia, su
alma en su almario y una voluntad arrestada para decir:
debajo de mi manto al rey mato. Es un simple soldado y en
cualquier grado que milite, y cualesquiera que fueren los
joyeles con que se pavonee en la logia, es soldado raso pen-
diente á cada instante de una voz de mando que no sabe de
dónde le suena, y quien manda manda y cartucheras al
cañón, y donde manda capitán no manda marinero, ni el
más enjaezado. Es tronante decreto del Gran Oriente y
¡viva la libertad! aquella adorada libertad, digo, esencial,
independiente y soberana.
Y viene la más negra. «La obligación, dice, aceptada
por un masón, imprime á éste carácter indeleble." Pero
esta obligación es el montón de obligaciones comprendidas
bajo el juramento, que es en la inteligencia de los herma-
nos el que imprime ese carácter, y por esto la obligación
persiste siempre y es irretractable. En vano es que se de-
clare dormido, ocupe puestos públicos que absorben todo
MASONERÍA. T. I I . — Í O
134 CAPÍTULO VI

su tiempo y atención, y pase á la categoría de los pasivos:


recibió el carácter como el del bautismo para el cristiano;
perdura la obligación, yace atado de pies y manos bajo el
dominio de la superioridad masónica. Tanto más que esto
se halla previsto en el artículo 1.° de los Estatutos, y por
interpretación del Gran Oriente se extiende á todos los ac-
tos de su vida masónica y profana. Así es que en la logia y
fuera de ella, muévase por donde quiera y cualquiera cosa
que haga, todo está sometido á la inspección y censura de
los amos que voluntariamente se dio y en cuyas manos hizo
y repitió juramentos; ha de cumplirlos por consiguiente que
quiera que no, enajenó su libertad absoluta con apercibi-
miento, por lo que toca á sus actos de la vida pública, de
graves penas y vindicta inexorable hasta la expulsión de
la orden, y aunque no lo diga, pero testigo de ello es la
historia, hasta la expulsión fuera de este mundo, si el caso
lo pidiere.
En consecuencia dura para siempre la obligación del j u -
ramento, tanto para pasivos como para activos, por la sen-
cilla razón de que al iniciarse el masón, todo él ha sido he-
cho masón y para siempre, en virtud del carácter indeleble
que le imprime el juramento inviolable.
Tal es en fuerza de su juramento la degradante esclavi-
tud del masón, que comienza el día mismo de su iniciación
en los misterios, que le lleva amarrado en todas las cir-
cunstancias de su vida masónica y profana y cuyas ca-
denas no se rompen jamás, porque se enlazan con las de la
eternidad infernal.
El valor de los documentos transcritos es innegable y
más firme no puede ser. Tan perfectamente se conformaba
el acuerdo del Gran Oriente con la práctica de las logias,
que todas lo aceptaron sin la más mínima protesta; esos
importantes documentos por espacio de veinticinco años
fueron citados muchas veces en las discusiones parlamenta-
rias, sin que nadie contestase jamás su autenticidad, y nun-
ca han sido anulados ó abrogados. Así lo fingieron más tar-
de los cofrades y á esa engañifa apelaron, al echar de ver
que aquellos actos en alguna ocasión pudieran comprome-
terlos; mas los convenció de embusteros A. Neut, y por
JURAMENTOS MASÓNICOS 135
otra parte ya estamos al cabo de la calle de esas falsas
retractaciones y dolosas retiradas, cuyo expediente les
enseñó Weishaupt y hasta se lo preceptuó como norma de
artera conducta.

IV

P e r v e r s i d a d del j u r a m e n t o masónico

Es evidentísima por multitud de razones.


1. Por el secreto jurado. El iniciado jura guardar el se-
creto con todos, por consiguiente hasta para con los gober-
nadores de la Iglesia ó del Estado; mas éstos tienen el de-
recho de conocerlo para prevenir el mal que se maquinare:
luego este juramento lo es de desobediencia formal con in-
sulto á la autoridad emanada de Dios. El iniciado jura
guardar el secreto hasta de lo desconocido, fuere bueno ó
malo: juramento temerario hasta no poder más. El secreto
es de suyo sospechoso, y el Evangelio dice: «Quienquiera
que obra mal, aborrece la luz, y por esto no sale á la
luz, para que no sean reconvenidas sus obras: por esta
sola circunstancia del secreto, dice el Papa Clemente XII
en su condenación de la masonería, ésta es infamada de
maldad: sacrilego es por lo tanto el juramento de este se-
creto malvado.
2. El juramento importa vínculo y sello de unión con la
secta. Condenada está repetidas veces la secta: condenado
el juramento.
3. Es profesión de las doctrinas de la secta: doctrinas
anticristianas y antisociales en sus múltiples objetos y apli-
cación de principios; naturalismo en todas sus formas, con-
ceptos y consecuencias, inmoralidad, impiedad, apostasía,
odio á toda la religión, rebelión contra Dios, satanismo.
4. Por los fines de la secta jurados en globo y sin res-
tricción, algunas veces ignorados por el neófito, pero com-
prendidos todos en la adhesión incondicional á aquella: fines
136 CAPÍTULO VI

inmediatos, ya los conocemos, cuales son la guerra á toda


religión y á la Iglesia, la destrucción de la moral, de la fa-
milia, de la propiedad, de la autoridad, del orden y gobier-
no civil, del derecho, de la sociedad, de las libertades po-
pulares, de patrias y nacionalidades, la anarquía, el salva-
jismo, la reconstrucción social sobre las bases de la Libertad,
Igualdad y Fraternidad masónicas: fin último, el reinado de
Satanás en la tierra. ¿No es monstruoso semejante jura-
mento?
5. Por el voto de obediencia ciega, absoluta, ilimitada
y perpetua, sin saber á quién ha de obedecer, ni sobre qué
cosas, aunque sea lo más irrazonable, lo más injusto, lo
más repugnante, lo más criminal. Ningún hombre ilustra-
do, ningún hombre prudente, ningún hombre de honra jura
sin saber lo qué jura y á quién.
6. Por algunos objetos expresados ,de esta obediencia
estúpida, bestial. El iniciado jura poner su influencia social,
sus bienes todos, su propia sangre y vida al servicio de la
secta, sin saber para qué fines, ó si lo sabe, sabiendo que
para fines inicuos. Jura en un todo y por todo y siempre dar
la preferencia á los hermanos, aunque sean criminales, y
aunque sea en cosas malas, pero no perjudiciales á la or-
den. Jura suicidarse para bien de la orden. Jura matar á
quienquiera por mandato de la orden. Califique cada uno
estos juramentos.
7. Por el castigo á que se somete el iniciado con las ho-
rrorosas imprecaciones ya citadas, por ejemplo: «En caso
de infracción, que me arranquen la lengua, destrocen mi
corazón, abrasen mi cuerpo, avienten mis cenizas, etc.»
¿Quién ha hecho á esos bandidos jueces y verdugos de sus
esclavos? ¿quién ha otorgado á ese frenético derecho sobre
sus miembros y su vida, para que pueda transmitirlo á
otros?
8. Por la odiosa hipocresía con que se invoca el nombre
del Dios masónico, que no es el Dios del cielo, ni el Dios de
los cristianos; por la impiedad y blasfemia con que el ini-
ciado, en la invocación, al nombre de Dios substituye la
hermandad ó se substituye él mismo; por las ceremonias
burlescas y ridiculas que acompañan al juramento.
JURAMENTOS MASÓNICOS 137
9. Porque ese juramento anula todos los demás jura-
mentos y obligaciones, según es de ver en la fórmula del
iniciado martinista: Rompo los lazos carnales, etc., que se
sobreentiende en los demás ritos ó es reemplazada equiva-
lentemente.
Juramentos temerarios, locos, injustísimos, nulos, mal-
vados, deshonrosos, sumamente perjudiciales al bien social,
corruptores, sacrilegos, que solamente puede prestar un
hombre atolondrado, destituido de inteligencia y sentido co-
mún; ó bien, si no le excusa una estolidez supina, una in-
sensibilidad rayana con la del salvaje ó del bruto; si sabe
lo que se hace, y quiere lo que conoce, y lo jura, con diver-
sas graduaciones de malicia, proporcionalmente al conocí -
miento y perversión de cada uno, únicamente puede pres-
tarlos un hombre rematadamente perdido, falto por completo
de dignidad, de conciencia, de natural rectitud y nobleza,
de religión, de principios de sana moral, mente pervertida,
corazón podrido, alma petrificada, despreciador y aborrece-
dor del género humano, enemigo formal de Dios, entregado
á reprobos instintos, juguete de sus pasiones, rencoroso,
desalmado, obcecado, genio del mal, poseído del fanatismo
de la impiedad hasta la rabia sanguinaria de la persecución
y el exterminio, imagen la más parecida del ángel precito,
el cual entre maldiciones é imprecaciones, mientras sacia su
furor en la perdición de innumerables almas en la tierra, se
goza desde su ígneo trono en los tormentos de los condena-
dos en el infierno.
138 CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VII

La masonería, sanguinaria por instituto

A masonería es destructora por esencia. Pro-


pósito suyo fijo, obstinado, jurado y pregona-
do es arrasar y aniquilar todo lo existente, la
civilización cristiana en todos los órdenes con
todos sus beneficios, instituciones y resulta-
dos, y sobre el hacinamiento de las inmensas ruinas asentar
la reconstrucción ó restauración del estado primitivo del
género humano, que es el sueño y obsesión constante de su
vida. Mas ¡ah! que para esa monstruosidad de renovación
universal y conquista de toda la tierra sojuzgada bajo sus
plantas, como necesariamente ha de chocar á cada paso con
la razón, con la justicia y el derecho, con las costumbres é
instituciones, con la fuerza de la tradición, con la inercia
de los hechos y hábitos seculares, con los sentimientos ge-
nerales de los hombres, ya individualmente considerados,
ya reunidos en cuerpos sociales compactos; claro es, que ha
de encontrar en sus tentativas resistencias insuperables y
siempre renacientes. Empeñada en esta lucha, no bastán-
dole para arrollar obstáculos sus medios acostumbrados, la
propaganda ejercida por todas las artes é instrumentos, la
enseñanza de la niñez y la juventud de ambos sexos puesta
á su servicio, las legislaciones de los pueblos á su sabor y
provecho fabricadas, su sistema de corrupción deletérea en
todas las clases, la política de las naciones y el poder públi-
co esclavizado á sus quereres, con todas las inagotables in-
dustrias de su doblez, hipocresía y malignidad inereible;
no le resta otro recurso que apelar á la violencia desafora-
LA. MASONERÍA, SANGUINARIA POB IMSTITUTO 139

da, exterminando de una vez á toda especie de reacciona -


rios, que así los llama por opuestos á su acción demoledo-
ra, á generaciones enteras y grupos sociales perpetuamente
refractarios á sus nefandos intentos. Por esto anda siempre
sedienta de la sangre de los que rehusando doblegarse á
sus planes asoladores, le hacen generosa é inacabable gue-
rra. En una palabra ¿hay hombres, hay sociedades bastan-
te valerosas y arrestadas para contravenir á sus decretos
soberanos, para contrarrestar sus inicuas empresas? Matar-
los, exterminarlos, y se allanan las barreras, acaba la re-
sistencia.
Esta llana filosofía da la razón del espíritu sanguinario
que la arrebata, de que reviste á sus secuaces, con que por
medio de los reiterados juramentos envenena é inflama el
corazón de sus Viejos de la montaña y de sus seides, hace
resonar con horríficos rugidos de venganza las cavernas
subterráneas de esos malhechores, pasando á ser la logia
una escuela de asesinos en los grados filosóficos, desde el
primer Elegido armado de puñal hasta el Caballero Kadoseh,
nombrado en el antiguo rito inglés por antonomasia, Ki-
ller, así, asesino.
Siendo tema de este capítulo hacer el retrato de este fu-
nesto espíritu que tan expresivamente caracteriza á la mal-
hadada cofradía, en ningún lugar encajaba mejor que en éste
á seguida de los juramentos, que encienden la hoguera con
que dicho espíritu principalmente se exalta, apura y acri-
sola. Analizando.

L l a m a s de f u r o r h o m i c i d a

Carta de Fauché á la Convención, en los días de las eje-


cuciones de Lyon.—«Muy lentamente van las demoliciones:
la impaciencia republicana exige medios más rápidos de
destrucción. Solamente la explosión de una mina y la acti-
140 CAPÍTULO VII

vidad devoradora del fuego representan la omnipotencia del


pueblo. La justicia del pueblo debe ser tan pronta como su
voluntad.»
Carta de Napoleón 1.°, escrita en Tolón después del sa-
queo de la ciudad y la matanza de sus habitantes.—«Ciu-
dadanos representantes, de en medio de este campo de glo-
ria y pisando la sangre de los traidores, con júbilo os par-
ticipo, que vuestras órdenes se cumplieron y Francia está
vengada. No se ha perdonado ni á edad ni á sexo. Cuantos
sólo habían quedado heridos por el cañón republicano, fue-
ron hechos pedazos con la espada de la libertad y la ba-
yoneta de la igualdad. Salud y admiración.» La firma era:
«Bruto Bonaparte, ciudadano sanculote» (1).
Marat.—«Dadme doscientos napolitanos puñal en mano y
con cualquier manta liada al brazo izquierdo á manera de
escudo: con ellos recorreré toda la Francia y haré la Revo-
lución.»
Fauehé en carta á Collot d'Herbois.—«Seamos terribles
para no degenerar en flacos ó crueles (conque el régimen
del terror fueron flores y pan pintado). Aniquilemos con
cólera y de un solo golpe todos los rebeldes, todos los cons-
piradores, todos los traidores, para ahorrarnos la pena, el
largo suplicio de castigarlos al estilo de rey (esto es, por
trámites de justicia).»
Carrier.—«Antes haremos de toda Francia un cemente-
rio que dejarla de regenerar á nuestro modo.»
Barreré.—«La humanidad consiste en exterminar á los
enemigos y la generosidad en economizar la sangre de los
republicanos.»
Los ciudadanos libres de Dole, 1790, á la asamblea l e -
gislativa.—«Queremos plantar la oriflama de la libertad
sobre las montañas de cráneos de los enemigos de nuestra
santa constitución. Ya que nuestros enemigos pisotean las
reglas inmutables de la igualdad política, apliquémosles las
leyes de la igualdad natural en el polvo del sepulcro.»

(1) Napoleón no desconoció la carta, sino ú n i c a m e n t e dio á en-


tender, por t e s t i m o n i o de Michaud, que bien podría ser que la
h u b i e s e escrito s u hermano Luciano.
LA MASONERÍA, SANGUINARIA POR INSTITUTO 141

Comisión administrativa del Jura, 1793.—«Como nos-


otros abjuramos todo parentesco, todo deudo, todo vínculo,
cualquier sospechoso, aunque fuese nuestro padre ó nuestro
hermano, es para nosotros un enemigo, á quien persegui-
remos y trataremos como á tal. No perdonéis á nuestros
padres, si son sospechosos ó peligrosos, porque nosotros no
perdonaremos ni á los vuestros, ni á vosotros mismos.»
Baudot á los jacobinos de Estrasburgo.—«Siendo enemi-
gos de la libertad, aunque fuesen un millón ¿no los sacrifi-
caríamos, como se sacrifica una vigésima parte del cuerpo
para cortar la gangrena?»
Según Taine, La Révolution, Juan Bon Saint-André sos-
tenía que para establecer sólidamente la república en Fran-
cia, era menester reducir la población á la mitad; y Gufroy
quería que se degollase á veinte millones de ciudadanos, y
no se dejasen más que cinco millones.
Estas furias eran del tiempo de la revolución francesa:
oigamos á algunos de nuestros días:
El zapatero Pellering en el congreso de Lieja.—«Si cien
mil cabezas sirven de obstáculo, que caigan.»
La Gaceta alemana, 1859.—«Fácil es que la grande po-
da revolucionaria que se prepara en Europa cueste un par
de millones de cabezas. Mas ¿qué vale la muerte de dos
millones de infelices para la felicidad de doscientos millones
de hombres?»
Strune, jefe socialista alemán.—«La mancha antigua de
la esclavitud no puede borrarse sino con el veneno, el hie-
rro y el fuego... Hijo de la luz y de la libertad, toma este
puñal, obedece ciegamente á tus jefes y no creas haber he-
cho nada en pro de la humanidad, en tanto que el hombre
no haya reconquistado su dignidad sublime, no reconocien-
do más Dios, más Pontífice, más rey, ni otro amo que á sí
mismo.»
Consejo central de la Internacional, 1874.—«En breve
recurriremos á explosiones violentas y terribles, que se en-
cargarán de ajusticiar el sistema social presente, derriban-
do con el hacha y el fusil, si es menester, cuanto está en
pie en el orden civil y religioso.»
Karl Marx en Amsterdam, 1873.—«Muy cierto es, que
142 CAPÍTULO VII

en la mayor parte del continente europeo la violencia ha-


brá de ser la palanca necesaria de nuestra revolución.»
Kropotkine, Palabras de un rebelde.—«Se manifesta-
rán, sí, las aspiraciones de la humanidad, al estruendo del
cañón, al estallido graneado de la metralla, al llamear de
los incendios.»
Estos gritos de muerte y asolamiento recogidos de dife-
rentes sectarios y de grupos distintos de la secta, se les es-
capan de tiempo en tiempo por la violencia misma del ren-
cor á todos los grupos y á todos los corifeos de la misma, y
persuaden como verdadera una afirmación de Dom Benoit y
una sentencia fatídica de un inmortal Pontífice: «Sien cas-
tigo de la apostasía de las sociedades modernas, permite
Dios un día que se levanten las compuertas de esos volca-
nes subterráneos y se derrame por el mundo su devastadora
lava, presenciaremos el espectáculo vaticinado por Pío IX
á los soberanos y á los pueblos de Europa: La justicia de
Dios contra los malvados será justicia por el fuego. Ar-
derá, Europa toda; y el infierno se desbordará sobre la
tierra, y aquello será el reino del fuego.
Amenaza segura de la tremenda catástrofe entrañan las
feroces y salvajes doctrinas de la hermandad que por menor
hemos expuesto, aquellos fierísimos juramentos y la signifi-
cación maligna de las ceremonias y discursos de la logia que
en sus lugares hemos venido indicando, y liviano de juicio
ha de ser quien no haya advertido en ello.
No es factible presentar de un golpe en un cuadro com-
pendioso, animado, fulgurante de viva y espantosa realidad,
tantos son, el cúmulo y enormidad de los estragos, desde
mediados del siglo XVIII hasta la hora presente produci-
dos por el frenesí destructor de la secta, como indicios y
muestras de lo que es capaz de hacer, como ensayos de su
calamitoso plan último, como augurios de la desventura
final que prepara al género humano, como expresión en fin
de su carácter sanguinario, que es el objeto de nuestro pre-
sente estudio. Mas en reducidos bosquejos y como por ras-
guños sueltos penetraremos en sus negras interioridades y
apuntaremos muchos de sus horrendos crímenes, con que
formarnos la idea más aproximada posible de su maléfico ca-
rácter é instintos destructores. A la obra.
LA. MASONBEÍA, SANGUINARIA POH INSTITUTO 143

II

Algunos antecedentes y amenazas

Diderot desea «ahorcar al último rey con las tripas del


último sacerdote.» Voltaire quisiera ver á todos los jesuitas
precipitados en los abismos del mar, amarrados pecho á pe-
cho cada uno con un jansenista. Otro de esos malhechores
rabia por no ser posible encerrar en un inmenso tonel todos
los sacerdotes y aristócratas del mundo para hundirlos jun-
tos en el mar.—Los Jueces filósofos desconocidos, una de
las sectas, «juran odio implacable á los enemigos de la or-
den y aniquilar con todas sus fuerzas á cuantos intervinie-
ron en la extinción de los Templarios (esto es, á los reyes
y sacerdotes).» Desde los primeros grados se jura vengan-
za por la muerte de Adoniram contra sus tres compañeros
traidores (la monarquía, el sacerdocio y la magistratura).
En un grado el candidato descarga el puñal sobre el cuello
ó la cabeza de un muñeco, haciendo saltar la sangre de las
tripas que lo rellenan: en otro corta unas cabezas colocadas
sobre una serpiente, ó degüella con los ojos vendados un
carnero, creyendo degollar á un hombre. Aquí pasa á cu-
chillo á los enemigos que le estorban la vuelta á su patria:
allí cabezas clavadas en postes, ó un cadáver depositado en
un ataúd y en torno los hermanos dolientes y tramando la
venganza. La Joven Italia manda á los suyos que cada uno
se provea de un puñal y de un fusil con cincuenta cartuchos.
Todos son puñales, espadas y aparato de guerra, obedien-
cia bestial á jefes desconocidos, juramentos de muerte y ho-
rribles imprecaciones. Tratándose de educar á hombres
para asesinos, aquí exclama el mártir autor del Velo alza-
do para los curiosos ¿qué más se necesita para hacerles
perder el horror á la muerte y enseñarles á ahogar los
remordimientos de una conciencia no del todo empederni-
da? (Dom Benoit).
144 CAPÍTULO VII

Véase como la masonería se comporta con los traidores.


Traidores llama, no sólo á los adeptos que descubren sus
secretos, la denuncian á cualquier autoridad ó de cualquier
modo le hacen guerra, sino á los que niegan la obediencia,
rehusan el cumplimiento de sus compromisos, y hasta á los
que en uso de su libertad se separan ó intentan separarse
pacíficamente de ella. Entre paréntesis, y para conocimiento
exacto de su lenguaje abusivo, de traidores califica tam-
bién á los profanos por el solo hecho de mostrarse ó pare-
cer sospechosos de ser adversos á su gobierno, á sus em-
presas ó simplemente á sus ideas, ó que publican ó hacen
algo contra ella; por suponer que de una manera ú otra,
aun de solo pensamiento, venden la causa de la Humanidad
masónica, que en su ánimo exclusivista y despótico debe
ser la causa ó interés único de todos los hombres. Con ese
afrentoso y calumnioso apodo regalaban los sansculotes
franceses, salvajes traidores de verdad y maestros en toda
suerte de perfidias, á los nobles, á los ricos ó propietarios,
al clero, á todo el pueblo honrado, que eran prez y gloria
de la Francia antigua: serviles imitadores de aquellos pri-
meros facinerosos, en eso como en todo, los masones de otros
países con igual mote denigrante pretendieron en balde
manchar injustamente la honra de los enemigos de su ban-
do impío y ominoso, antes que otros se lo arrojasen á ellos
al rostro con justicia; por ejemplo, en México.
Algunos recuerdos sobre la primera especie de traidores,
estimados tales por la secta.—«Ningún príncipe, decía
"Weishaupt, puede salvar á quien nos hace traición: la e s -
pada, y sobre todo el agua toffana, aguardan á los her-
manos olvidadizos de su deber.»—En el rito sueco se dan
al candidato algunos ligeros alfilerazos con el puñal, para
advertirle que en ninguna parte estaría seguro si vendiese
el secreto.—Conforme á los estatutos de la Joven Italia,
«los culpables han de perder la vida sin remedio, heridos
por una mano invisible en el pecho mismo de su madre ó en
el tabernáculo del mismo Cristo.»—«Cualquier juez ó novi-
cio, se lee en el Reglamento de los Jueces Filósofos Des-
conocidos, debe ser puntual á la convocación hecha para el
bien de la orden, á menos de causa de dispensa legítima,
LA MASONERÍA, SANGUINARIA POR INSTITUTO 145

de que ha de dar cuenta al superior inmediato y cuya vali-


dez será examinada. Si se ve que es una excusa, se vigila-
rá al sospechoso: si vuelve á faltar á la cita, se le sujetará
á un juicio; si no comparece, es considerado perjuro y con-
denado como tal.» El perjurio repútanlo como el delito más
grave, y se comete con faltar á los juramentos. El castigo
vendrá sobre el culpable, en cualquier parte del mundo
donde se refugie.—En algunos institutos no se hace men-
ción de la pena de muerte; pero ¿qué importa, si en casi
todos con atroces imprecaciones el iniciado la llama sobre
su cabeza?—En 1788 los jefes de la masonería francesa di-
rigieron á los Venerables de provincia las últimas instruc-
ciones para la inminente revolución con este apercibimien-
to: «En cuanto te llegue este pliego acusarás recibo, acom-
pañando juramento de ejecutar fiel y puntualmente todas las
órdenes que se te manden en la misma forma, sin averiguar
de qué mano provienen ni por qué conducto te llegan. Si
rehusas prestar este juramento ó si faltas á él serás con-
siderado como infractor del que prestaste á tu entrada en
la orden de los hermanos. Acuérdate del agua toffana;
acuérdate de los puñales destinados para los traidores.»

III

Si se cumplen ó n o las a m e n a z a s

Algunos recalcan mucho en la ordinaria lenidad actual de


la secta para cumplir sus terribles amenazas, y casi casi
las echarían á guasa, entre otros nuestro muy respetable
amigo Dom Benoit, de quien tomamos las precedentes ci-
tas. Nosotros, con la independencia de nuestro criterio, nos
apartamos de tal opinión y la conceptuamos, salva reve-
rentia, no solamente errónea, sino peligrosa cuando menos,
como tan benigna, favorable y grata á los masones, que en
nuestro sentir, y suponemos que en el de nuestro distingui-
do amigo, son hoy y serán mañana et in sécula los mismos
146 CAPÍTULO VII

bandidos de siempre, según lo abonarán los hechos que se


precipitan por momentos y que probablemente alcanzare-
mos hasta los viejos. Desde luego ningún mediano conoce-
dor de esa gente desalmada pondrá en duda que tanto los
Jueces Filósofos Desconocidos como los sicarios del Gran
Oriente francés en 1788, que acabamos de nombrar, hicie-
sen efectivas, en caso ofrecido, sus amenazas ó fuesen capa-
ces de ello: respecto de la Joven Italia... la comandaba el
tigre Mazzini; punto redondo. Conque en parte ganamos la
partida: pero sigamos.
En asuntos prácticos ningún fallo absoluto por lo común
va muy ajustado á la realidad de las cosas: por esta razón
sobre la disminución ó mitigación de esas venganzas secta-
rias, creemos que no es discreto generalizar ni juzgar por
reglas fijas ó constantes, sino con prudente distinción. ¿Trá-
tase de institutos masónicos que sobresalieron por su fana-
tismo, como eran los Jueces Filósofos Desconocidos, s e -
lección compuesta de verdaderos iniciados Kadoschs, los
Martinistas de LyOn, los Filaletas de la Revolución france-
sa, los Carbonarios, la Joven Italia, etc.? Estos de ordina-
rio no perdonaban ó no perdonan á los míseros reputados
por delincuentes. ¿Hablase de épocas críticas de actividad
y efervescencia, cuando para acreditar un instituto nuevo,
para los preparativos de una explosión que sea sonada, pa-
ra asegurar el avance de la masonería guerrera sobre la
llamada pacífica, ó para animar el celo de los combatientes
en lo más recio de la lucha conviene robustecer la discipli-
na? Entonces todos los institutos extreman el castigo, des-
pliegan lujo de rigor y crueldad con propios y extraños.
Esto en general y comprobado con varios casos, con el Te-
rror de Francia, con otros casos y otros Terrores en dife-
rentes países. En particular hay hombres que no son hom-
bres, sino hienas ó demonios, Mazzini uno de ellos: mien-
tras dominó en la Carbonería, mientras tuvo en el puño á
la Joven Italia, no sabemos que perdonara jamás; tenía
aterrorizada á Italia con sus ejecuciones. Otro caso: danse
faltas masónicas que no perjudican mayormente al presti-
gio ni á la obra masónica: ¿por qué no usar de indulgencia
en tales y tales tiempos y adjuntos? Pero que el perjuicio
LA. MASONERÍA, SANGUINARIA. POR INSTITUTO 147

sea grave; estad seguros que á esta gravedad, si no con la


muerte, á lo menos con la deshonra, con procesos crimina-
les, con un manicomio como el de Frappoli, con la ruina de
la fortuna, etc., responderá la gravedad de la venganza.
Otro caso: ocurren circunstancias y condiciones de perso-
nas que quizá prestaron antes valiosos servicios á la orden,
y la astucia de ésta aconseja la moderación para no dar una
campanada de mal efecto, para sincerarse de justas inculpa-
ciones de ferocidad: que si se atraviesa algún importante
interés de la secta, inexorablemente vendrá el tremendo
castigo. Testigo Napoleón con las bombas de Orsini; testi-
go el tan benemérito del liberalismo, Cánovas, desde don-
de esté, suponiendo cierta, por no desmentida que sepamos,
su filiación masónica. Por último vienen épocas de bonanza,
de dominación pacífica de la hermandad victoriosa ó entro-
nizada: ¿á qué ensañarse por pequeneces, y aunque no lo
sean tanto, al tenor de reglas y juramentos, si no han de
entorpecer la marcha de su carro triunfal?
En una palabra, bien ventilados los casos, aparecerá
claro que si la infanda cofradía á las veces ha condonado ó
mitigado la severidad de las penas, ha sido por alguno de
esos motivos ó consideraciones ú otros semejantes, no por-
que á la fiera le haya cortado nadie las garras, ó no le so-
bre aliento para despedazar á las víctimas, ó haya cambia-
do naturaleza, como en último análisis podría darse á enten-
der. En los días actuales, que son para ella de pingüe co-
secha, en que merced á anteriores descombramientos, á su
actual predominio y numerosas alianzas, puede caminar
sosegadamente á la meta de sus ansias con los medios ge-
nerales de propaganda, enseñanza y educación, corrupción
sistemática, leyes y gobiernos; en que gran parte de esta
sociedad gastada y podrida masoniza sin saber y coadyuva
sin darse cuenta á sus planes desastrosos ¿para qué escan-
dalizar y poner en cuidado al mundo con escenas de barba-
rie, que siempre son de mal gusto para la molicie de este
siglo? ¿qué necesidad hay de apelar á recursos de fuerza, á
la violencia antes de tiempo? Lo dicho explica su aparente
mansedumbre é indulgencia, si es tanta como algunos dan
en imaginarse. Mas días vendrán, á no tardar por desgracia
148 CAPÍTULO VII

y por alta permisión del Dios justiciero, en que llegada la


hora de una campaña decisiva, la hija de Satanás despierte
sus instintos carniceros y cebe su saña en propios y extra-
ños con desencanto de muchos y terror de la humana raza.
Entonces se mostrará tal cual es y nunca ha dejado de ser.
Nos pareció que debíamos rectificar y desvanecer ideas
benignas, pero muy peligrosas.

IV

El Viejo de la m o n t a ñ a y s u s s e i d e s

Nuestro Viejo de la montaña es el superior masónico, y


descendientes, según autores, de aquellos Ismaelitas del si-
glo X ó Asesinos (de haschiscMn, masticadores de has-
chis ) son nuestros masones. Dícese en efecto que los Tem-
plarios de Oriente fueron iniciados en la orden ú horda de
aquellos forajidos por un Sidna, Viejo de la montaña, que
este título se daba á cada capitán ó rey despótico de dichos
Asesinos. ¡Honroso abolengo!
Lo cierto es que en dos cosas se parecen hasta confun -
dirse los nietos á los supuestos ilustres ascendientes: 1. en
la ley del asesinato, por virtud de los solemnes juramentos
masónicos; 2. en la obligación del suicidio. Del primero di-
jimos; tócale el turno al otro.
El patet exitus (salida franca) ó suicidio libre, ó forzoso,
en alta voz proclamado por Weishaupt, es axioma del Ilu-
minismo bávaro; lo es también, añade el P. Deschamps, «de
todas las filosofías masónicas, ó por lo menos consecuencia
evidente de sus principios, consecuencia por los adeptos
pregonada.»
Por lo que hace á Weishaupt y su carnada, recuérdense
las declaraciones jurídicas de Cosándey, Renner, etc., atrás
producidas. Los superiores iluminados á menudo repetían á
los adeptos, «que debían darse la muerte primero que ha-
cer traición (esto es, descubrir) á la orden.» A este fin se les
LA MASONERÍA, SAN9UINARIA POR INSTITUTO 149

inculcaba que en general el suicidio es cosa lícita, y que en


particular, «cuando la naturaleza abruma á los hombres con
alguna carga excesiva, con el suicidio han de arrojarla.»
Aun más, «los superiores, testificaba Renner ante el tribu-
nal, tienen el arte de presentarlo como un medio tan fácil
y ventajoso en ciertas circunstancias, que no extrañaría
nada ver á cualquier discípulo arrastrado á cometerlo, mo-
vido por el aliciente de un goce especial que dicen ellos
acompaña al placer de darse la muerte; lo cual tratan de
probar con ejemplos.» «Los Iluminados, declara á su vez
Cosandey, recomiendan el suicidio por cierta secreta delicia
que se le junta.»
«En todos los institutos, oportunamente observa Dom Be-
noit, se predica á los socios, que nunca por ningún caso ni
delante de ningún tribunal están autorizados para revelar
el más mínimo secreto, que «el bien general es la ley s u -
prema,» y la orden «tiene el derecho de exigir cuanto es
necesario para la conservación de la misma.» En varios
institutos no sólo se les enseña la obligación de matarse,
siempre que el bien de la orden lo demandare, sino que se
les quita el horror á ese crimen; pues en todas partes pu-
blican, que el suicidio no es un acto de cobardía y cruel-
dad, sino «de resistencia legítima á enemigos superiores,»
«la victoria de un alma heroica sobre la adversidad,» «el
triunfo del espíritu y la derrota de la earne.»
Por lo demás, la defensa de esta espeluznante doctrina
era común entre los padres de la revolución del siglo XVIII.
Rousseau decía:
«No ofendemos á Dios ni á los hombres al quitarnos la
vida, cuando ésta es un mal para nosotros... puede uno
ofrecer á Dios el sacrificio de la vida por medio del suici-
dio... quien se da la muerte prueba que es filósofo, que es
virtuoso y grande.»
Practicó en propia cabeza la infame teoría el mismo
Rousseau, según es voz: aplicaron sus lecciones Mirabeau
pidiendo una copa de opio para abreviarse la existencia,
Condorcet y otros muchos Girondinos suicidándose, Robes-
pierre intentándolo, su lugarteniente Lebas ejecutándolo.
En bárbaro cumplimiento de la ley masónica muchos más
MASONERÍA. T. I I . — 1 1
150 CAPÍTULO VII

se sacrificaron por su propia mano. En el ejército alemán


del tiempo de la revolución francesa, el ayudante general
del príncipe Carlos, Fischer, aeusado de recibir del Direc-
torio ó Pentarcas parisienses la propina de mil luises men-
suales, él mismo como buen iniciado acudió al palet exitus
de la secta envenenándose, para no denunciar el número y
calidad de sus cómplices de traición. En Portugal y por los
mismos días, el emisario de la revolución Segré, descubierta
su conspiración, es apresado: á poco recibe en su encierro un
colchón, saca de él la navaja de afeitar que venía oculta y
comprendiendo el lenguaje de los suyos, se degüella; le en-
contraron nadando en su propia sangre. Sorprendida por el
gobierno de Viena la formidable conspiración de Semonvi-
lle, que urdida por los clubs revolucionarios de París, iba á
trastornar de arriba abajo la monarquía austríaca, á des-
quiciarla y tal vez á borrarla del mapa de las naciones,
multitud de sectarios se quitaron la vida para escapar al
interrogatorio. El estudiante Sand de la universidad de Je-
na, que era almáciga de haschischin, mata de una puñala-
da en nombre de la libertad al periodista Kottzebue, corre
á la plaza pública y allí se da de puñaladas en presencia del
pueblo atónito; luego es decapitado. Bazot, el Gran Secre-
tario del Gran Oriente francés, refiere con salvaje compla-
cencia y glorifica la proeza del asesino y suicida en su Có-
digo de francmasones, p. 2 3 2 , 2 3 9 : pues claro, era lo
natural.
Aquí de nuevo encontramos á Dom Benoit atenuando la
fiereza de la sanguinaria hermandad. ¡Vaya unas interce-
siones y benevolencias! las cuales á fe no encajan muy
bien que digamos con el rosario que nos reza del principio
al fin de su obra, y perfectamente rezado, de las barbari-
dades enseñadas y practicadas por la orden inhumana.
Dice: «La francmasonería está lejos (así al pie de la letra)
de intimar el suicidio á lodos los que peligran de hacer re-
velaciones comprometedoras. Sin embargo de más de un
siglo á esta parte ha impuesto dicha obligación á muchos.»
—Gracias que no niegue esos muchos casos, que era lo que
faltaba. ¿Qué tan lejos ha de estar de tal impiedad y ensa-
ñamiento una sociedad de quien el mismo clarísimo autor
LA MASONBHÍA, SANOUTNA.BTA POB INSTITUTO ] 51

cuenta y abomina, por cierto con verdad y con razón, tan-


tas fechorías, tantas salvajadas y tantas monstruosidades
en deseo, en propósito y de obra? Aquí de la consecuencia.
Sobre aquello de si á tocios, ó sólo á parte se ha intimado
el suicidio, cuando ha habido riesgo positivo de revelacio-
nes verdaderamente peligrosas, se nos hace que la masone-
ría no ha ido á darle á él cuenta y satisfacción, agradecida
al buen celo y tesón con que el benemérito publicista conti-
nuamente la saca á la vergüenza. Por lo demás abrigamos
la íntima convicción, fundada en las doctrinas, en los pro-
cederes, en todo el modo de ser y alma de la secta, de que
tanto respecto á los asesinatos como á los suicidios manda-
dos, es con mucho inferior el número de los conocidos al de
los ignorados; y por lo tocante á los dispensados é indul-
genciados ¿cómo diablos querría Dom Benoit que se les exi-
giese el sacrificio espontáneo á ciertos conspiradores, cuan-
do por el maravilloso privilegio de la fraternidad masónica
consta con la más segura confianza, que ni siquiera han de
comparecer ante los tribunales, ó todo ha de parar en juego
de compadres? Así pocos años hace acaeció en España con
el masón y Gran Oriente Morayta, con otros dos masones,
los magistrados madrileños Puga y Pantoja: bien probada
estaba su participación y aun principal iniciativa en la re-
volución masónica y en la venta infame de las Filipinas al
extranjero, y no hay dudar que sus declaraciones gran luz
habrían suministrado al gobierno: luego á suicidarse. Que
si quieres. Después de haber andado á salto de mata ó ha-
berlo fingido por unos cuantos días, se echa tierra encima
al negocio, y hoy año de desgracia de 1903 el Morayta se
halla en potencia propincua de encaramarse á la presiden-
cia de una inminente República española. Así se dan los
dados, mi respetable Dom Benoit.
152 CAPÍTULO Til

Algunos asesinatos por muestra

El de Carlos 1.° de Inglaterra por Cromwel, que era ma-


són, y varios otros allí mismo.
Los de Foulon, Berthier, Belsunce y muchos más cita-
dos por Lefranc, Velo levantado, etc.
Un buen número ejecutados en h h . \ traidores, referidos
en su obra, Los francmasones aplastados, por Perau,
1747, uno de los publicistas más formales y mejor informa-
dos de su época.
Los de la familia real de Francia con la guillotina.
El del duque de Berry, padre de Enrique 5.°, ejecutado
por Louvel y por orden de un ministro de la policía, que
era cabeza de la masonería de los ritos unidos.
El del abate Villars por una novela semimasónica.
El del célebre Cazzote por traidor.
El de Lescure envenenado por haberse querido retirar
de la secta, y el de muchos otros de la primera nobleza por
causas parecidas.
El del masón Leopoldo de Austria envenenado.
El del masón Gustavo 3.° de Suecia de un balazo.
El de Morgan en los Estados Unidos.
El del duque d'Eughien cometido por Napoleón 1.° para
satisfacer á los revolucionarios y acabar con los Borbones.
El de Pablo 1.° de Rusia.
El de Alejandro 1.° de Rusia.
Los del director de policía de Módena, del prefecto de
policía de Ñapóles, del legado de Ravena, del masón estu-
diante Lessing de Zurich, de los generales de Latour,
d'Auerswald, de Lemberg, de Lignowki y muchos otros me-
nos conocidos, condenados á muerte y ejecutados por las
juntas misteriosas.
El del patriota suizo Leu.
LA MASONERÍA, SANGUINARIA POR IN3TITOTO 153

El de Rossi.
Los de Kotzebue, de Nast por infidelidad y de Stromayer
por indiscreción.
El del duque Carlos 3.° de Parma.
El de García Moreno, Presidente del Ecuador.
El del arzobispo de Quito, limo. Sr. Checa, envenenado
en Viernes Santo con el vino de la Misa.
El de un sacerdote en Roma á puñaladas por ser perio-
dista católico.
El del general Pimodan de un tiro por la espalda á boca
de jarro por uno de los traidores que mandaban los piamon-
teses al campo de los zuavos.
El de un h.-. arrepentido en la escalinata de San Andrés
delta Valle de Roma.
El del carbonario Nubius envenenado.
Las operaciones, así llamaban aquellos caníbales á los
asesinatos, que un tal Ciminini de Terni pagaba por en-
cargo superior á tanto por cabeza para deshacerse de gente
que obstruía el camino para Roma, 1867.
Los sonados cometidos por los Penianos.
Los resonantes perpetrados por la Internacional en Fran-
cia, por los Nihilistas y Anarquistas en Rusia y en todas
partes.
Suma: la mar de asesinatos conocidos y más escandalo-
sos, sin meter en cuenta los de gente menuda y los pasados
por ojo (1).

(1) Uno de l o s m á s espantosos que ocupó á la prensa de aquel


tiempo, 1833, fué el de Emiliani. Este infeliz sectario había sido
sentenciado á muerte en el tribunal d e Mazzini. V i v í a e n Rodez,
y andando por una calle, asáltanle seis compatriotas suyos que le
dan de puñaladas y le dejan por muerto. L o s asesinos salen c o n -
denados por la Audiencia del lugar á cinco años de cárcel.—Había
asistido a l a s e n t e n c i a Emiliani, algo repuesto de s u s heridas, e n
compañía de s u esposa, y de allí con ésta entró en u n café, y con
ellos estaba Lazzoneschi; apenas acababa de sentarse el enfermo,
cuando se presenta Gavioli y sin decir palabra, le h u n d e el puñal
e n el pecho, derriba de otra puñalada á Lazzoneschi y con otras
dos hace rodar á la señora que defendía á s u esposo. H u y e , y sólo
con gran trabajo pudieron sujetarle u n o s j ó v e n e s robustos. Todo
154 CAPÍTULO Vil

Total efectivo: casi innumerables.


Con más las continuadas tentativas.
Con todo á esos vándalos, tal es de voraz su sed de san-
gre, se les han de hacer pocos: cuando les digo á Vdes. que
un masón citado en la historia de la Revolución francesa,
de veinticinco millones de franceses, no quería dejar á vida
pasados de cinco millones.
Tienen razón esos señores: vamos á contentarlos.

VI

Matanzas y otros desastres

«Contad, exclama Dom Benoit, si podéis, los crímenes


que desde fines del siglo XVIII y durante el curso del XIX
han acompañado el triunfo de las sectas, desde la expulsión
de los Jesuítas y las matanzas de Septiembre de 1 7 9 2 hasta
la inmolación de los rehenes en 1 8 7 1 : de tantas maldades
sin número perpetradas en Francia y en el resto de Euro-
pa no hay una que no deba atribuirse á los sectarios.» Mu-
cho decir es, reponga tal vez alguno.
Sin embargo, ellos eran los que en toda Francia andaban
asaltando á sangre y fuego los palacios y ricas moradas,
obligando ásus inofensivos habitadores á expatriarse, ha-
ciendo almoneda de sus propiedades y poniendo talla á sus
cabezas: ellos los que en sus listas de proscripción incluían
á los ciudadanos más virtuosos é ilustrados, á saber, los
religiosos y todo el clero. Entran en la ciudad de Lyon, y
reuniendo á los habitantes en la plaza pública, los ametra-
llan hasta no dejar uno con vida; en pocos días degüellan
3 1 , 0 0 0 ciudadanos y arruinan 1 , 7 0 0 edificios, pdra conver-

el m u n d o estaba aterrorizado. Entretanto Mazzini, entrando en


Suiza, como u n tigre en s u cubil después de la carnicería, prosi-
g u i ó fríamente s u obra de destrucción social.
LA MASONERÍA, SANGUINARIA POR INSTITUTO 155

tirla en Giuclacl Libre. Arrasan á Tolón, con el cañón y la


bayoneta dan muerte á 1 4 , 6 2 5 habitantes. Contra la invic-
ta Vendée emprenden guerra de exterminio con los procedi-
mientos más crueles é ignominiosos, matando 9 0 0 , 0 0 0 ciu-
dadanos y destruyendo 2 2 , 0 0 0 entre pueblos, aldeas y cor-
tijos; ejemplo de barbarie tal vez no visto jamás en el mun-
do pagano: juntando el ultraje á la inhumanidad, para e x -
cusar sus propios atentados y sofocar todo sentimiento de
compasión en favor de las víctimas desdichadas, por medio
de relatos embusteros esparcidos por doquier, calumniosa-
mente transforman en hazañas de espantosa crueldad las
justas y moderadas represalias de los perseguidos, y á aque-
llos héroes, á aquellos atletas armados en defensa de sus
sacerdotes y sus altares, los presentan como bandidos re-
belados contra la patria.
Sectarios, continúa Dom Benoit á quien estamos trans-
cribiendo, expedidos á todas partes por un parlamento de
sectarios, cual era la Convención, ó por otro consejo de sec-
tarios, y era la Comuna de París, levantan cadalsos per-
manentes, Schneider en Estrasburgo, Lebon en Arras, Ca-
rrier en Nantes, de los cuales el último en una dictadura
de unos cuantos meses hace morir á 3 2 , 9 2 4 ciudadanos ino-
centes, á muchísimos con exquisitez de tormentos más que
de caribes. Durante este solo primer gobierno masónico,
llevado el saqueo y la muerte por mil emisarios á todas las
provincias, dada muerte al rey, á la reina, á muchos prín-
cipes, á una multitud enorme de sacerdotes, de nobles, de
ciudadanos de todas categorías, sumaron las víctimas:
1 7 , 6 0 8 decapitados, 3 0 , 0 0 0 muertos en las cárceles y 2 0 , 0 0 0
de hambre. Por supuesto que en esta cuenta no están com-
prendidos los que perecieron á manos de Carrier y de otros
verdugos. Esto sin contar los 1 2 4 , 0 0 0 blancos y 6 0 , 0 0 0 ne-
gros que sucumbieron en Santo Domingo, las dos ciuda -
des y 3 , 2 0 0 habitaciones destruidas en la misma colonia;
matanzas y destrucciones causadas por los sectarios de
Francia.
Como de un librepensador puede pasar el siguiente in-
forme de Taine extractado por Dom Benoit. Taine, pues,
en su obra de la Révolution cuenta más de 1 5 0 , 0 0 0 entre
156 CAPÍTULO VII

fugitivos y desterrados en los cuatro primeros años de la


revolución francesa; 1 0 , 0 0 0 matados sin proceso alguno en
la sola provincia de Anjou; 5 0 0 , 0 0 0 muertos en los once
departamentos del Oeste. El 2 de Febrero de 1 7 9 6 el g e -
neral Hoche escribe al ministro del Interior: «De la pobla-
ción de 1 7 8 9 no quedan vivos más que el cinco por ciento.»
Hubo hasta 4 0 0 , 0 0 0 desgraciados encerrados á la vez en las
cárceles. Más de 1 . 2 0 0 , 0 0 0 han padecido en sus personas;
muchos millones de propietarios, grandes y chicos, han
padecido en sus bienes. ¡Qué estadística de sangre y des-
ventura!
Salida astuta é infame de liberales emparentados por lí-
nea directa con aquellos sectarios, laxo temperamento de
católicos tocados de la manía conciliatoria, es el de cargar
la serie ordenada de aquellos crímenes horrendos é inaudi-
tos á vicio y pasiones del pueblo desbordado, descargando
de la mayor responsabilidad á la masonería y excusándola
casi de todo reato de culpa, tanto por lo que mira á aquella
explosión tremenda, como á otras imitaciones en pequeño
efectuadas en distintas partes. No, el pueblo por sí solo no
es capaz de planear una revolución, de organizaría, de sos-
tener y dirigir su gradual desenvolvimiento con orden me-
ditado en medio del natural desorden, furor y desenfreno.
¿Quién en aquella época aciaga, después de los estudiados
preparativos de que cualquiera puede darse cuenta con
nuestras antecedentes noticias, quién soltó la ñera popular?
La masonería, primero por medio de la impía y desmorali-
zadora propaganda, luego con la activa recluta sectaria
hecha en grande escala, y por último con la excitación y
desencadenamiento de todas las concupiscencias. ¿Quién,
una vez dada á las masas la espantable sacudida cuidadosa-
mente preparada, fué paso por paso, bajo una dirección su-
prema y universal, desarrollando por medio de sus apósto-
les y fanáticos siervos los diferentes actos de aquella larga
y luctuosísima tragedia? La masonería, que centralizada en
París, extendía cual enfurecido Briáreo sus cien brazos de
gigante á todos los ángulos de la nación, decretando heca -
tombes y destrozos, repartiendo verdugos sin entrañas,
tendiendo las redes de atrocísimo espionaje á los puntos más
LA MASONERÍA, SANGUINARIA. POR INSTITUTO 157

remotos y escondidos, dominándolo todo con el terror, v e -


lando á todas horas sobre la puntual ejecución de sus órde-
nes sanguinarias, sin soltar un solo instante de la mano los
hilos de la desalmada conjuración, ni las riendas del tiráni-
co gobierno. El pueblo... El pueblo fué inculpable en aque-
llas horribles jornadas de eterna maldición: el verdadero
pueblo lo componían el sinnúmero de víctimas que acaba de
enumerarnos, y aun quedándose á menos de la mitad, un
publicista librepensador; víctimas de todo género que for-
maban la mayoría inmensa de la población total, y por esto
el energúmeno que atrás citamos, de los veinticinco mi-
llones de franceses no perdonaba la vida más que á cinco
millones. Fuera de este verdadero pueblo, el resto lo inte-
graban las odiosas traillas mantenidas con el ateísmo y la
inmoralidad de las logias y los clubs; las manadas de tigres
rabiosos azuzados con los gritos de libertad sectaria, ceba-
dos con la esperanza del botín y del libertinaje desenfrena-
do, brutales instrumentos de los planes de exterminio fra-
guados en los antros más profundos de la masonería. Estos
antros los llenaban, y es el mismo librepensador quien lo
asevera, «usurpadores tan despreciados como aborrecidos,
advenedizos y aventureros elevados, no por su talento ó su
mérito, sino por los vaivenes de una revolución (y por las
intrigas de las sociedades secretas), en que flotando por
la liviandad de su peso, levantados como sucia y ligera es-
puma al penacho de la última ola, estos miserables aherro-
jaban á Francia so pretexto de libertarla, la desangraban á
título de robustecerla, conquistaban los pueblos en son de
romper sus cadenas, los despojaban con la ficción de rege-
nerarlos, y desde Brest y desde Amsterdam á Lucerna ma-
taban y saqueaban en grande escala y sistemáticamente con
el fin de sostener la efímera dictadura de su brutalidad,
ineptitud y corrupción.» Con este lenguaje tan veraz igual
que deshonroso, clava en la picota á aquellos monstruos un
librepensador como el citado Taine; bien que sin darles su
nombre propio de familia, bien que sin mentar para nada á
ésta, era caso de conciencia, y empequeñeciendo así la ma-
licia de los móviles y la magnitud de los cargos. Pero ¿qué
importa, si nosotros conocemos perfectamente á esa familia,
158 CAPÍTULO Til

de que ellos eran sangre y por cuyo vivaz espíritu se mo-


vían, y eran lo que dice Taine y mucho más?
Pues bien, ni estos hombres de la secta, únicos iniciado-
res y directores de la revolución desde su principio al fin,
ni las legiones de sus seides, manos eficaces de su obra des-
tructora, eran el pueblo francés, maleado y todo como esta-
ba. El verdadero pueblo era la víctima inmolada por la fe-
rocidad de unos y de otros, no el sacrificador ni revolucio-
nario.
¡Pobre pueblo, cómo te infaman y escarnecen los mismos
que abusando á las veces de tu sencillez é imprudencia, tras
haberte hecho servir de instrumento á sus perversos de-
signios, luego te ponen por cubierta y pantalla de sus ini-
quidades!
Por Dios que ningún hombre de seso, mucho menos nin-
gún católico concienzudo, al apreciar las causas y los modos
de las revoluciones modernas, caiga en la zalagarda de los
enemigos, y por afán precipitado de señalar la explicación,
al parecer más obvia y natural, de los sucesos, no se haga
eco de la artera consigna ni cómplice inconsciente de la tác-
tica estilada por la secta de parapetarse, salvar su respon-
sabilidad y encubrir con el socorrido achaque de expansio-
nes y desahogos populares, lo que es resultado de maquina-
ciones subterráneas, hazaña de agitadores echadizos y sica-
rios asalariados.
¿Era el pueblo de Madrid aquella banda de asesinos, muy
corta en número, en 1834, que capitaneados por misterio-
sos personajes con disfraz y pagados después de la abomi-
nable faena en las torres de los comuneros (carbonarios),
aprovechando la larga siesta del Capitán General y la ca-
sual ausencia del Ministro Martínez de la Rosa, ido por so-
laz al sitio real de la Granja, corrieron aullando de con-
vento en convento, acuchillaron y despedazaron á sangre
fría á los indefensos y pacíficos religiosos? ¿Ni qué pueblo
eran las pequeñas turbas carniceras que al año siguiente de
1835 en otras ciudades españolas por mezquina paga de su
trabajo continuaron matando frailes y otra gente honra-
da é incendiando conventos? La primera matanza confesó
de plano, en documento escrito de su puño, haber sido obra
LA. MASONERÍA, SANGUINARIA POR INSTITUTO 159

de las sociedades secretas, el mismo Martínez de la Eosa,


y de las demás matanzas y de los incendios consta no haber
sido otros los autores. De donde al par que resalta el espí-
ritu sanguinario de la masonería, surge la apología del pue-
blo contra las mal intencionadas acriminaciones de ésta.
Insistiendo en nuestra doble demostración mancomunada
¿qué parte cabe imputar al pueblo, puesto que nuevamen-
te, como de ordinario, fué él sacrificado sin piedad por la
secta, en aquellas escenas de vandalismo que inundaron de
sangre y cubrieron de ruinas el reino de Ñapóles, invadido
por las hordas sectarias del Piamonte? Véase una imitación
de la barbarie masónica de la Vendée en un corto pasaje
que tomamos de las Revelaciones de un agente de Cavour,
publicadas después de la muerte de su autor Carletti:
«Los Pinelli, dice el masón Carletti, los Nerinos, los Ga-
lateri, los Fumeles, etc., al invadir los Estados Napolita-
nos proclamaron una guerra de exterminio en que la huma-
nidad era un crimen. Cialdini, que puede jactarse de haber
hecho él solo más fusilamientos por masas en el espacio de
su breve mando que todos sus predecesores juntos, dirigía
á sus subalternos esta proclama: Haced saber que yo fusi-
lo á todos los campesinos que caen en mis manos. Sacrifi-
cios humanos hubo de 40 ó PO prisioneros en montón. En
Monteficiane, por ejemplo, de 87 prisioneros, 47 fueron pa-
sados por las armas; en Montefialeone 50 hombres refugia-
dos en la casa de Dios fueron degollados allí mismo; en Mon-
tecoglioso un capitán encerró en una choza 10 ó 12 jornale-
ros que no le habían informado bien del camino tomado por
los insurgentes (y eran los defensores de su rey y de su
patria), y los quemó ante los ojos de sus familias. En la
época de Garibaldi, pueblos enteros presenciaron las ma-
tanzas de Ariano, Trasso, Paduli, Montemiletto, Terrecu-
so, Panepisi, San-Antino, Castelucio, Castelsarraceno, Car-
bone y Lutronico, que eran pacíficos asilos de la agricultu-
ra y la industria. Durante la conquista fueron arrasados los
pueblos de San Marco-in-lunis, Viesti, Cotronei, Spinello,
Bignano, Barile, Vico di-Palma, Campo-di-Miano, Guarda-
regia, con acompañamiento de horrorosos saqueos, viola-
ciones, sacrilegios... En fin ¿quién no ha oido el espantoso
160 CAPÍTULO V t t

relato del asolamiento é incendio de Pontelundolfo y Casal-


duni?... ¿Y qué decir de los asesinatos de Roma, Ñapóles,
Parma, Ferrara y Bolonia? Según las estadísticas oficiales
comunicadas por el Ministerio del Interior de Turín y muy
distantes de lo cierto, 3 0 , 0 0 0 italianos se contaban mendi-
gando el pan en tierra extraña, 8 0 , 0 0 0 arruinados y redu-
cidos á la miseria, más de 1 8 , 0 0 0 fusilados ó envueltos en
las matanzas, 1 4 , 0 0 0 napolitanos encarcelados en un solo
año.»
Así escribía, instigado por la voz de la conciencia, para
perpetuar las infamias de la secta, un masón calificado, es-
pectador de los sucesos, actor en ellos y agente de confian-
za de Cavour, del hombre que presidió á la unificación ma-
sónica de Italia. Como se ve, el pueblo era la víctima, ver-
dugos los sectarios.
Para muestra bastan, nos parece, las matanzas referi-
das. De otras maneras la negra cofradía manifiesta su cora-
zón inhumano.

VII

Guerras y revoluciones

Un revolucionario gritaba en 1791.—«Dondequiera hay


un trono, tenemos un enemigo.»
Vergniaud en 1792.—«Ciudadanos, hombres libres, de-
fended vuestra libertad y procuradla á todo el género hu-
mano. [A las armas, á las armas! Me parece que los manes
de las generaciones pasadas se agolpan en este Templo (así
llama á la Asamblea legislativa, que en efecto era masóni-
ca) para conjuraros á nombre de la esclavitud que ellos so-
portaron, que preservéis de suerte igual á las generaciones
futuras, cuyos destinos están en vuestras manos. Escuchad
su ruego, sed en lo sucesivo una nueva Providencia; sed los
mandatarios de la eterna justicia.»
Aquí se expresa que más á las claras no puede ser el fin
LA MASONEBÍÁ, SANGUINABIA POB INSTITUTO 161

y misión cosmopolita de la secta; misión que los adeptos


cumplen fielmente en el mismo año de 1 7 9 2 , declarando en
trecho de pocos días la guerra al Austria, á Holanda, I n -
glaterra, Italia y España. ¡Cuántos trastornos! ¡qué devas-
taciones y qué ríos de sangre derramaba en aras exclusiva-
mente de la libertad masónica! Maléfico apóstol de ella, Na-
poleón recorre triunfalmente la Europa, subyugando pue-
blos, imponiendo á todos el código pestilencial de Rous-
seau, aclamado como verdadero Mesías por la raza judaica,
sostenido por el brazo vigoroso de las logias, que ponen en
todas partes á su disposición ejércitos y caudales, le facili-
tan victorias y conquistas por medio de la traición, mien-
tras de él esperan la ilusoria regeneración de aquella famo-
sa humanidad de sus amores, la consumación de los ideales
sectarios, y el imperio universal soñado por Weishaupt;
pero que burladas á la mitad del camino en su expectativa
por la ambición personal del guerrero, de pronto le retiran
su confianza, y tornándose contra él quebrantan las alas del
águila altanera, liman sus garras y la encierran en duro
cautiverio, enseñando al mundo que ni los potentados más
soberbios de la tierra pueden contar con su favor, sino á con-
dición de entregarse en sus manos como dóciles servidores
de sus voluntades.
Ahora bien ¿se quiere saber cuántas víctimas del azote de
la guerra hizo la nefasta hermandad sólo en los primeros
años de su atroz dominación, de 1 7 9 2 á 1 7 9 9 ? 2 . 0 0 2 , 6 1 9
soldados perecieron. ¿Cuántos de 1 8 0 0 á 1 8 1 5 ? 1 0 millones
y medio de humanas criaturas fueron sacrificadas ( 1 ) .
¡Qué caras cuestan y qué desalmadas son la Libertad, la
Igualdad y sobre todo la Fraternidad!—Sigamos.
La masonería es quien riega los campos de Lombardía
con sangre francesa y austríaca; quien á poco inunda de
sangre la tierra alemana para aniquilar en Sadowa la fuer-
za de la primera potencia católica y constituir un imperio
protestante; quien siembra estragos en Italia para acabar

(1) JJEAN D E M O U S S A C : Les Bienfaüs de la Re'eohUion.


162 CAPÍTULO vrr

con el principado pontificio; quien llena de luto y conster-


nación á un gran pueblo para resguardar á aquel imperio
contra la remota eventualidad de una pujante monarquía
católica.
Bien sabido se lo tenía el ilustre político que dijo en 1876:
«Los gobiernos de este siglo no lo han únicamente con
otros gobiernos, emperadores, reyes y ministros, sino ade-
más con las sociedades secretas, las cuales á última hora
pueden desbaratar todos los arreglos, tienen agentes en to-
das partes, y agentes desaprensivos que usan del asesinato
y son capaces de hacer una matanza.» Y nota que en la úl-
tima guerra de Rusia con Turquía, los príncipes de los Es-
tados á cada paso encontraban la mano de los príncipes de
la masonería.
Este político era D'Israeli, el célebre ministro de Ingla-
terra.
Revoluciones masónicas.
¿Quién podrá contarlas? Tráigase á la memoria que ar-
tículo principal del código sectario es el derecho y deber
sacrosanto de insurrección, y constante axioma el de que el
fin santifica los medios. Por estos dos carriles ¿cómo no ha
de volar el carro de Jagrenat de todas las revoluciones?
Las revoluciones de 1830, 1848 y 1870, en Francia, la úl-
tima con acompañamiento de la Comuna de París: las varias
de Polonia falseadas y desnaturalizadas por la intervención
sectaria: las de la carbonería europeas y americanas desde
el año 1820 en adelante: general levantamiento republicano
de 1848 en Europa con la particular explosión de la Repú-
blica romana: las innumerables ó estado de revolución cró-
nica de España con la especialidad de las guerras carlistas
provocadas por la secta, con los conatos de república en
1820, 1848 y 1854, con el ensayo de 1868: guerra del Son-
derbund ó revolución promovida con el fin de exterminar á
los suizos católicos: revoluciones de Cuba y de Filipinas or-
ganizadas y sostenidas por las logias. Todas ellas encami-
nadas por la masonería á objetos singulares con subordina-
ción á su fin general.
Resumen. Con las montañas de cenizas y escombros aquí
y allí acumuladas por la seeta, bien podría levantarse un
LA MASONERÍA, SANGUINARIA POR INSTITUTO 163

monumento más soberbio y colosal que el Himalaya, de


eterno baldón é ignominia para ella, de escarmiento y lec-
ción saludable para el resto de los mortales: con la derra-
mada por la multitud inmensa de víctimas en tantos asesi-
natos, matanzas, guerras y revoluciones, bien se formaría
un mar de sangre comparable al Mediterráneo, horribilísi-
mo, estremecedor, que helaría de espauto al mundo entero
que lo contemplase. En ese mar pavoroso han naufragado,
ó por lo menos han sufrido gravísimas averías y destrozos
todos los principios salvadores del género humano, mientras
en él lainfanda orden navega alborozada cantando los triun-
fos de su Libertad, Igualdad y de su Fraternidad.

VIII

Rasgo final

Algunos han calificado, y con razón, á la masonería de


escuela de asesinato, en vista de sus ceremonias, discursos,
prácticas y juramentos, que todos á la continua respiran
venganza, rabia, muerte y exterminio. A propósito de ello
citamos ya en su lugar las palabras del mártir de la Revo-
lución francesa, el P. Lefrane:
«Tratándose de educar á hombres para asesinos ¿qué más
puede ocurrírsele á nadie para hacerles perder el horror á
la muerte y enseñarlos á ahogar los remordimientos de una
conciencia no del todo empedernida?»
Subsistía hasta hace poco esa escuela de asesinato en las
logias y es de suponer que subsista todavía, en ciertos gra-
dos por lo menos. Confírmalo el P. Deschamps con el si-
guiente caso, que fué público:
«Delante de la audiencia ó tribunal supremo de Bolonia
en Italia, Octubre de 1868, fueron conducidos, después de
tres años de prisión preventiva, treinta acusados jóvenes,
obreros unos y de la clase media otros. Se habían amonto-
nado informaciones sobre informaciones, á fin de sacar en
164 CAPÍTULO VII

limpio si esa banda 6 partida era la autora de veinte críme-


nes sumamente graves, tres ó cuatro asesinatos, etc. Se le-
yó ante el tribunal un acta terrible de acusación; pero de
2 0 0 testigos ni uno solo sirvió eficazmente para poner en
claro la verdad: todo se les iba en distinciones, disimulaban,
tenían miedo, huían el cuerpo al cumplimiento del deber so-
cial. Uno sin embargo osó decir que los acusados se ejerci-
taban juntos en el manejo del puñal. El ministro público
en su requisitoria alza la prevención en conjunto ó sobre-
see de plano, y hasta se oyen de sus labios estas palabras
verdaderamente masónicas: «¡Vaya con la maniobra de la
espada y Ae\ puñal/ ¡Bah! si yo mismo la he practicado, y
no me tengo por un malhechor. (Aplausos). En mis moce-
dades, y en compañía de hombres que en la actualidad
ocupan los puestos más elevados de la administración
pública, me divertía con el manejo de la espada y hasta
del puñal.» Los jurados respondieron negativamente á las
1 4 3 preguntas que les fueron propuestas, y todos los acu-
sados en el acto mismo, fueron puestos en libertad con sal-
vas de aplausos triunfales.»
¡Viva la Fraternidad masónical
PLAN GENERAL DE LA MASONERÍA 165

CAPÍTULO VIII

Plan general de la masonería.—Medios generales


de destrucción.

ESPTJÉS de cuanto hasta aquí hemos disertado


acerca de lo interno y externo de la masone-
ría, juzgamos conveniente al propósito de
abarcar de una sola mirada el vasto conjunto,
ofrecer á nuestros lectores el plan general de
su acción perseverante.
Fin último de ella es el satanismo: fin inmediato condu-
cente al fin último, la Humanidad emancipada mediante el
ejercicio y desarrollo de la libertad masónica. El día que esta
libertad triunfe de todos sus enemigos, en ese mismo punto
quedará hecha la Humanidad emancipada. Por consiguiente
bandera de la masonería, mientras dure el agitado período
de lucha, ondea á todos vientos dicha Libertad con sus
acompañantes é hijas de su vientre la Igualdad y Fraterni-
dad masónicas. Los enemigos perpetuos é irreconciliables
de tal Libertad, Igualdad y Fraternidad son cualquiera re-
ligión, la idea é imperio de Dios en la tierra, la moral y
cualquiera virtud, la sociedad actual con sus constitutivos
de familia, propiedad, autoridad y gobierno, derechos y li-
bertades particulares, patrias y nacionalidades. La libertad
no puede triunfar sino con la total aniquilación de estos sa-
grados elementos que por ingénito y necesario impulso le
hacen guerra. De donde toda la atención y esfuerzos de
la secta están concentrados en esas completas destruccio-
nes, de las cuales por natural desenvolvimiento surja la
República universal imaginada, el reino de la Humanidad
MASONERÍA. T. II.—18
166 CAPÍTULO VIII

emancipada con la restitución del género humano al estado


primitivo y la soñada bienandanza bajo el cetro del príncipe
infernal.
De los medios de destrucción empleados por la secta, unos
son singulares y directos para combatir cada uno de los ob-
jetos señalados á sus iras, la Iglesia, por ejemplo, la reli-
gión cualquiera que sea, la familia, la propiedad, etc. Otros
son medios generales, que sirven y arman en montón para
producir la ruina de la sociedad actual y disponer la im-
plantación de la sociedad nueva que ha de substituirla, con-
forme á los intentos de la orden.
Los primeros se hallan ya expuestos ó vienen indicados
en sus lugares correspondientes, al pasar revista á la serie
de destrucciones emprendidas. Los segundos pueden á nues-
tro ver reducirse á los siguientes: 1. Propaganda omnifor-
me; 2. enseñanza; 3. legislación; 4. corrupción sistemática;
5. política; 6. poder público; 7. violencia. Aun de éstos al-
gunos los hemos considerado ya, tales como la corrupción
sistemática y la violencia ejercitada en guerras y revolu-
ciones.

Propaganda omniforme

Los objetos sobre que versa esta propaganda son: a) Las


ideas masónicas relativas á la Iglesia y sus instituciones
(Pontificado, clero, órdenes religiosas, bienes eclesiásticos,
culto, celibato, etc.), á la moral, derecho y justicia, á la
familia (matrimonio, deberes, derechos y lazos recíprocos
de sus individuos), á la propiedad, á la autoridad (en sus
varias formas y modos de ejercerse), al gobierno, á las ins-
tituciones sociales, á los derechos y libertades particulares,
á patrias y nacionalidades: b) Los planes masónicos, para
disimularlos, ó bien al contrario para divulgarlos, acredi-
tarlos y formar la opinión á favor de ellos, para engañar y
MEDIOS.—PROPAGANDA 167
entusiasmar á los pueblos, para transmitir y popularizar
las consignas de la logia: c) La secta misma, para extra-
viar las inteligencias acerca del fin y naturaleza de ella,
ocultar sus secretos con el manto de engañosa publicidad,
engrandecer sus actos, canonizar sus intenciones y hacerla
amable é interesante: d) Los procederes de la secta, ne-
gándolos descocadamente cuando son inexcusables, atenuán-
dolos ó santificándolos con motivos y razones falsas: e) Los
hombres de la misma, ponderando sin medida sus méritos ó
achacándoles los que no tienen, rodeándolos de prestigio y
formándoles aura popular y partido á favor de ellos para
fines meditados: f) Los enemigos de la misma, calumnián-
dolos, fleshonrándolos, haciéndolos odiosos y causándoles
todo el daño posible, para inutilizarlos y quitarles todo po-
der y ascendiente.
Instrumentos y modos de propaganda: a) La palabra de
los masones, tantos como son, y muchísimos encubiertos,
en todos casos, tiempos y lugares, en tenidas blancas, en
conferencias, en los parlamentos, en congresos científicos y
literarios, en fiestas públicas y en toda clase de bureos: b)
Sociedades filiales, auxiliares y afines, mutualistas, de re-
creo y sport, políticas, literarias, científicas y artísticas,
cualquier junta 6 reunión de liberales: c) Prensa masónica
descarada, que en algunas partes es considerable y llega á
muchas manos: d) Prensa masonizante, que sin tener ca-
rácter oficial, está destinada á la difusión de las doctrinas
masónicas con máscara de conciliación y moderación, y es
tal vez la más peligrosa: e) Prensa periódica numerosísima
y barata, subordinada á la consigna é inspiración sectaria,
subvencionada y circulada por la masonería: f) Libros, no-
velas, folletos, revistas, hojas volantes, toda suerte de pu-
blicaciones de todo género y de todos los asuntos, más ó
menos empapadas de las ideas masónicas: g) Bibliotecas
públicas y empresas de librería muy barata ó regalada: h)
Teatro, las artes del dibujo y la pintura, toda suerte de li-
teratura.
¿Quién ignora la eficacia y la multitud de estos instru-
mentos para formar las costumbres y la opinión pública,
que es una de las palancas más formidables para el mal,
adaptada á toda clase de fines y empresas?
168 CAPÍTULO VIII

IT

E n s e ñ a n z a . — P r i m e r o s ataques á la enseñanza católica: d i s c u s i ó n . —


Guerra á la enseñanza católica en toda E u r o p a : enseñanza femenina.
— R e f l e x i o n e s y discusión.

La enseñanza que en su sentido más amplio, comprende


la instrucción propiamente dicha y la educación de la niñez
y la juventud, es en los pueblos el molde de las almas: cual
es el molde, así salen los alumnos. Por esto la masonería se
empeña á todo trance en agarrar el molde con derecho de
exclusiva, para vaciar en él por completo las futuras gene-
raciones. Sin esta diligencia se estrellarían, como se deja
entender, perpetuamente sus esfuerzos por conseguir la to-
tal renovación de la sociedad, blanco de sus ansias; pues
subsistiría perenne la fuerza cristiana resistente á sus pro-
yectos de transformación. Ni las leyes, ni el ejercicio del
poder público, ni la violencia arrasadora le garantizarían
por sí solas la posesión tranquila y estable de sus conquis-
tas: la propaganda en tanto vale en cuanto educa influyen-
do principalmente en las inteligencias, y este influjo en gran
parte es neutralizado por vigor de una enseñanza cristiana
sólida y luminosa y por el celo activo de una propaganda
buena provocado é inflamado con la lucha: por último la co-
rrupción sistemática misma, con ser tan insidiosa, tan co-
rrosiva y tan temible por ir derecho al humano corazón
y tener en su favor los innatos apetitos, ella misma puede
ser prevenida y contrarrestada con las máximas y los há-
bitos familiares de honradez y virtud, con la reacción de
una sana conciencia general, con la protesta y animosa liga
de resistencia formada por los hijos de la Iglesia contra la
campaña corruptora del enemigo; los cuales todos son fru-
tos naturales y saludables de la enseñanza cristiana sabia-
mente dirigida. Por donde no es de extrañar, que ella haya
sido para la astuta hermandad su primera y más viva pre -
MBDIOS • —BNSEÑA.NZ i. 169
ocupación, desde aquellos días en que á mediados del si-
glo XVIII comenzó á dar la cara y alcanzó algún predomi-
nio; que en frente de ella haya emplazado sus más fuertes
baterías de intrigas, propaganda, injustas leyes y violen-
cias, y hoy mismo concentre contra ella todos sus fuegos,
hasta no destruirla, con ultraje de los santos derechos co-
rrespondientes á la familia y á la Iglesia; hasta no apode-
rarse de la educación de la juventud y convertirla en arma
de combate suya la más poderosa y elemento eficaz de co-
rrupción universal. Tampoco es de admirar, que consecuen-
te en su plan invasor, después de haber sacado triunfante
su empresa de secularización y monopolio de la enseñanza
masculina en muchos países, pusiese los ojos en la mujer, y
reconociendo en ella el último baluarte de las ideas y la in-
fluencia cristiana, tratase de asaltarlo por medio de la mis-
ma enseñanza y con la invención de ese feminismo, que en
suma no es sino la exorbitante é irracional emancipación de
la mujer, la aplicación lógica de la libertad masóniea á su
vida y representación social, para substraerla de su esfera
propia y moldearla conforme á las ideas y moral de la secta.
Con lo cual ésta, dueña absoluta de las futuras generacio-
nes por el instrumento de la enseñanza, el día que tal pro-
pósito realice, y donde lo realice (¡ay pobre Francia! ¡ay
pobre México!), podrá desembarazadamente y sin enorme
fatiga dedicarse á redondear la conquista del mundo.
Tal trascendencia reviste la cuestión de la enseñanza,
campo de batalla ardiente en que la masonería despliega su
mayor furia y ensañamiento, como si de allí esperase su vic-
toria decisiva. Por esto vamos á tratar el asunto con toda
la extensión que su importancia demanda.

Nosotros, acordes con los historiadores protestantes de


mayor prestigio, por no citar á los católicos que valen tan-
to y más que ellos, no creemos que los indignos cortesanos
del siglo de Rousseau y Voltaire se ensañasen hasta el ex-
terminio con la gloriosa Compañía de Jesús únicamente por
el mérito esclarecido de sus colegios: la Compañía hacía
algo más en el mundo que educar á la juventud en sus es-
cuelas, y este algo más entonces y siempre estorbó á los
170 CAPÍTULO VIII

sectarios tanto como aquellos colegios, así como les fueron


estorbando más tarde y en estos momentos les estorban á
rabiar las capuchas de los frailes, las cogullas de los mon -
jes, y hasta la blanca toca de la Hermana de la Caridad. Sin
embargo no cabe duda que Voltaire y d'Alembert con toda
la chusma enciclopedista de parlamentarios, estadistas y
ciertos hombres de sotana, al matar á la Compañía, quisie-
ron matar al mismo tiempo sus colegios. La supresión de la
Compañía de Jesús fué el primer golpe asestado en casi
todo el globo á la enseñanza católica, con el muy deliberado
propósito de desbrozar y aplanar el terreno para fines ulte-
riores, substituyendo desembarazadamente la católica con
la enseñanza cortada al patrón de la idea masónica.
En efecto todo estaba ya listo y preparado: ya en 1763,
con toda solemnidad era depositado en la secretaría del Par-
lamento de Bretaña el Ensayo de educación nacional ó
flan de estudios para la juventud, por el procurador ge-
neral del Eey, La Chalotais; plan de estudios compuesto
bajo la inspiración y dirección de Voltaire y d'Alembert,
acogido por los filósofos con estrepitosos aplausos en toda la
línea. Principio fundamental suyo es el monopolio de la en-
señanza en manos del Estado. En él se lee: «El bien de la
sociedad (la masónica, por supuesto) exige manifiestamente
una educación civil; y si la nuestra no se seculariza, vivi-
remos eternamente en la servidumbre del pedantismo.» «He
hablado de moral; pero la enseñanza de ésta pertenece y lia
pertenecido siempre al Estado: no depende de la revela-
ción.» «Importa reducir la religión al puro deísmo, descar-
narla de todas las fútiles controversias y bagatelas sagra-
das.» Ese pedantismo, esas futesas y esas láyatelas son
la autoridad de la Iglesia, los dogmas de la fe, los princi-
pios y beneficios de la Redención de Jesucristo. Sigamos
analizando: «Donde los niños y jóvenes deben aprender
cristiandad, es en el interior de la familia cristiana y en las
instrucciones de la parroquia.»—«Quienes hacen y desha-
cen las costumbres, las sujetan y arreglan al gusto de sus
pasiones y caprichos, son los gobiernos.»
El Estado, señor originario y absoluto de la enseñanza y
educación conforme al decreto de Rousseau y de todos los
MBDI08.—BNSENANZA. 171
revolucionarios; el mismo Estado, regulador supremo de la
moral y por consecuencia fuente del derecho; educación lai-
ca, ó como hipócritamente la llaman, neutra; educación an-
ticristiana é impía; total exclusión de la Iglesia.
Materias de enseñanza: mucha aritmética y geometría,
historia, recreaciones físicas y matemáticas, historia natu-
ral, baile, música, buena ortografía, artes y oficios, higie-
ne, máquinas, gestión de negocios, libertades de la Iglesia
galicana (rasgo típico de la época: salta á los ojos la mala
intención). Instrucción por medio de libros escritos... de los
mismos filósofos ¿quién no lo entiende?
Educación utilitaria, materialista, práctica, como dan
ahora en nombrarla; perversión sistemática; enciclopedia ó
tintura de todo.
¡Carámbanos, si sabían los truhanes de Voltaire, d'Alem-
bert y La Chalotais, y qué bien ataron todos los cabos del
primer plan de enseñanza masónica, primor, obra maestra y
modelo acabado de todos los planes por venir y subsiguientes
hasta el día de hoy! nada se echa de menos en él, tanto por
lo que dice como por lo que calla: monopolio del Estado,
absolutismo del Estado, moral Waprés nature dada por el
Estado; exclusión de la Iglesia en un todo, alto desprecio
de la revelación; en punto á religión, decía Voltaire con
zalamería á La Chalotais, yo me atengo á lo que decís y á
lo que calláis; educación civil, ó séase cívica; preterición
intencional del estudio de la filosofía; puro naturalismo del
principio al fin. Vaya ¿qué tienen que echar en cara á aque-
llos gerifaltes los positivistas y librepensadores modernos?
ni ¿qué saben ellos de planes de estudios que los otros no
hubiesen planteado con un siglo de ventaja?
Con una nota chusca y característica, resabio de altane-
ría aristocrática de aquellos cortesanos é igualitarios teóri-
cos á la vez, Voltaire y d'Alembert, digo, de su amanuense,
anatematiza severamente y proscribe la instrucción popular
en esta forma:
«Los Hermanos de la Doctrina cristiana han sobrevenido
para acabar de rematarlo todo. Enseñan á leer y escribir á
gente que no debería pasar del dibujo y el manejo del cepi-
llo y la lima, y que después ya no quiere trabajar con estos
172 CAPÍTULO VIII

instrumentos. Esos son los émulos ó sucesores de los jesuí-


tas. El bien de la sociedad reclama que los conocimientos
del pueblo no vayan más allá de sus ocupaciones. A la gen-
te del pueblo casi no hace falta saber leer y escribir, sino
es á los que necesitan de ello para vivir.»
A la verdad la Iglesia siempre enseñó gratuitamente y
con especial predilección, no digo á la gente del pueblo,
sino aun á los indios de América, y no sólo lectura y escri-
tura, sino toda clase de asignaturas y saberes; y de esa
gente del fuello y de la multitud de esos indios, sacaba
espectables magistrados, ilustres hombres de gobierno, dis-
tinguidos literatos y eminentes doctores en todas las cien-
cias; y esto, á expensas propias, ó merced á las fundaciones
de todo en todo voluntarias y generosas de los fieles más
pudientes, no con las arbitrarias y forzadas exacciones im-
puestas á los contribuyentes, á los mismos á quienes se
obliga hasta con penas á participar del lene/icio, que ellos
rehusan, de una instrucción y educación atea é inmoral.
Y es que aquellos sátrapas de la orden no debieron de
tener todavía entera confianza en el pueblo de entonces
para vulgarizar las luces. ., á pesar de cuanto se afanaban
1

por corromperlo más y más de día en día. Mas bien presto


vinieron sus discípulos á enmendarles la plana en esta línea,
por ver cuánto cuadraba su instrucción popular y obligato-
ria á su sistema prefijado de descristianización y desmora-
lización de las llamadas masas populares.
Pero mientras esto sucedía, y lograda ya la supresión de
la Compañía de Jesús en Francia, 1762, púsose ardorosa é
inmediatamente en campaña la facción enciclopedista, no
dándose manos á fundar colegios modelados conforme á los
estatutos dichos, siendo d'Alembert á guisa de superinten-
dente el encargado de suministrar el mayor contingente de
profesores devotos suyos, y de crear una comisión de insti-
tutores filósofos, un ministerio de instrucción pública en
bosquejo, con expresa recomendación de ilustrar lo más
posible á la juventud. Esta comisión estaba en acecho de
todas las plazas vacantes, informaba de los sujetos disponi-
bles para ocuparlas y facilitaba los medios: á ella recurrían
todos los. adeptos deseosos de colocarse de preceptores ó de
MEDIOS.—ENSEÑANZA. 173
ayos en las familias ricas y grandes. Con este tejemaneje
d'Alembert había extendido sus relaciones por todas las
provincias y aun fuera del reino, haciendo estragos en la
nueva generación. Así es que pudo muy bien afirmar el au-
tor de las Memorias del duque de Riclielieu:
«La revolución de 1 7 8 9 fué hecha principalmente por los
franceses nacidos desde 1 7 5 0 , ilustrados por la filosofía de
la época y privados desde 1 7 6 2 de la educación de la Com-
pañía de Jesús.»
Eivalizando con sus consortes franceses en honda malig-
nidad, véase con qué lisura Weishaupt descubría su pecho
en su Ojeada general al sistema de la orden acerca de la
maniobra escolar:
«Para difundir la verdad y sacar triunfante la virtud,
que es el doble objeto de nuestra orden, se ha de comenzar
por sanar á los hombres de sus preocupaciones y sentar los
principios derivados de la naturaleza. Para esto hemos
de abrir las fuentes de los conocimientos, apoderarnos de
la educación, formar entre los mejores talentos una liga
indisoluble, y combatir osada, mas prudentemente, la su-
perstición, la credulidad, la tontería. Este oficio desempe-
ñan las escuelas minervales y los grados inferiores de la
masonería.» «Es de la mayor importancia para el éxito fe-
liz de nuestro sublime proyecto... atraernos los sujetos no-
tables del clero, las autoridades civiles y militares, los
maestros de la juventud, sin exceptuar los reyes, los prín-
cipes y sobre todo sus ¡lijos... En su educación conviene
diestramente y con las formas más seductoras introducir al
descuido el germen de nuestros dogmas...» «Por medio de
tales industrias, usadas con discreción y particularmente
empleadas con los corazones juveniles, muy débiles para
discernir nuestra verdadera y última intención, conseguire-
mos que nos ayuden en esta grande obra...»
Está bueno: claréase que más no puede ser la dañada
intención de la secta en apoderarse de la educación, y lue-
go nos enteraremos de la tenacidad inquebrantable con que
lia trabajado en este empeño. Mas en esta materia, como en
tantas ó en todas ¿nos será lícito pasar por alto al sofista
mayor de los siglos, Rousseau? de ninguna manera: ¿puede
174 CAPÍTULO VIII

haber procesión sin tarasea? Porque en cuestión de ense-


ñanza los masones más duchos y sabidos no se contentan
con adjudicarse su dominio con el derecho de la fuerza, sino
que alegan en favor propio la fuerza del derecho, y este de-
recho ¿dónde habían de hallarlo sino en el arsenal pestilen-
te de Rousseau? Eu efecto, por necesaria consecuencia de
la mutua cesión de derechos, imaginada por el farsante en
su código social, los hijos no son del padre, sino del Esta-
do, del pueblo, del yo común, á quien el padre traspasó por
entero sus propios derechos: por consiguiente, así como fue-
ra de la ficción del pacto social, en rigor de derecho natu-
ral indiscutible á la autoridad paterna originariamente per-
tenece la educación de los hijos, así una vez admitida aque-
lla ficción con la consiguiente traslación fantástica de los
derechos del padre á la comunidad, al pueblo, al Estado, á
éste y no á nadie más corresponde dicha educación. Esta es
lógica revolucionaria, trastornadora, como basada en una
quimera, en la hipótesis ficticia del contrato de Rousseau;
pero es lógica, es deducción forzosa de aquel principio fal-
so. Rousseau se traga esta falsedad como se traga y hace
tragar á su servum pecus toda la fábula de su contrato, y
salta á la consecuencia:
«La educación pública, según reglas prescritas por el go-
bierno y bajo la autoridad de los magistrados puestos por el
soberano (el pueblo), es una de las máximas fundamentales
del gobierno popular y legítimo.»
Por algo el fiero Danton vindicaba el derecho torcido del
Estado, diciendo: «Los hijos pertenecen á la república, an-
tes de pertenecer á sus padres;» la Convención sentencia-
ba: «La totalidad de la existencia del hijo pertenece al Es-
tado;» y Ferry, el furioso tirano de la enseñanza, gritaba
desaforado en el parlamento: «Existe un padre de familia
que los comprende todos, el Estado.» Con tales embustes
dementaban á las turbas y entraban á mano airada en el
campo de la enseñanza ¡aprovechados discípulos de tal
maestro!
Bien es verdad que el histrión ginebrino no se olvida de
consolar á los padres de verdad y de derecho con esta pam-
plina filosófica:
MEDIOS.—ENSEÑANZA. 175
«Si la autoridad pública, al ponerse en lugar de los pa-
dres y encargarse de esta importante función (la educa-
ción), adquiere los derechos de ellos llenando sus deberes,
tanto menos motivo de quejarse tienen, cuanto que á este
respecto no hacen más que cambiar de nombre, pues posee-
rán en común, á título de ciudadanos, la misma autoridad
sobre sus hijos que ejercieran por separado con el dictado
de padres.»
O como había advertido en teoría general el mismo co -
mediante: «El individuo deja su existencia absoluta para
tomar otra relativa, transportando su yo á la unidad co-
mún;» ó según entonces comentábamos, ya no será padre ab-
soluto de sus hijos, sino relativo, así como por la misma ley
no es marido absoluto, sino relativo, de su mujer.
¿Quién no repara en el absurdo y ridiculez de semejantes
teorías? Pues bien, á pesar de tal absurdidad no dejarán
de producirlas jamás los revolucionarios en defensa de sus
atropellos é inicua usurpación en materia de enseñanza;
con la donosa particularidad de que, haciendo hincapié en
esa doctrina sin otro apoyo, el más manco retuerce contra
ellos el argumento y demuestra la legitimidad del derecho
originario que asiste á los padres de familia para educar por
sí ó por delegados á sus hijos, convirtiendo así contra la
masonería las propias armas que ella esgrime. Porque díga-
senos si no ¿con qué título se toma despóticamente la liber-
tad de educar á la juventud? Con el derecho, responderá, y
no tiene otra salida, que le ha sido comunicado por los pa-
dres, en virtud de aquella total refundición de los derechos
de cada uno en el yo común tan decantado: esta es la doc-
trina neta y pelada, ni señala Eousseau, ni nadie en los
días de la vida señalará otro antecedente, base ó fuente de
los derechos adjudicados á la comunidad, al Estado, sobre
educación lo mismo que sobre los demás objetos del extra-
vagante y podrido código social del ginebrino. Luego, aquí
entramos nosotros, por confesión y concesión espontánea de
nuestros adversarios, el derecho del individuo, el derecho
de cada padre respecto de sus hijos, es anterior al derecho
de la comunidad, como que ésta en suposición necesitaría
recibirlo de aquel por inevitable presupuesto. En conse-
176 CAPÍTULO Y til

cuencia subsiste, fundado en la naturaleza, el derecho del


padre de familia con prioridad de tiempo, con prioridad de
razón. ¿Por qué se lo arrebatan? ¿Con qué fuero el Estado
se substituye al padre cuando éste protesta enérgicamente
contra la tropelía, la intrusión? ¿escudarán el despojo, la
injusticia con algún motivo superior, con algún fundamento
más poderoso? Que lo aduzcan, que lo sostengan.
Mas ¡ay! un argumento echan por delante, su aquiles, su
arma única, diciendo que la discusión sobre el derecho de
educar sólo cabe en el estado de sociedad, mas que la so-
ciedad toma origen del pacto social, en fuerza del cual el
padre de familia hubo de resignar su derecho en favor de la
comunidad. ¡Inepta solución! que se reduce á repetir lo que
ya nos sabíamos y dio pie á nuestra retorsión de argumen-
to, confirmando nuestro raciocinio, lejos de invalidarlo, y
que toda ella descansa en falsos supuestos é imposibilida-
des. ¿No queda mucho hace demostrado hasta el fastidio que
no es el origen de la sociedad el pretendido por el sofista
ginebrino? ¿no queda patentizado lo ficticio, quimérico, ca-
prichoso y fantástico del traído y llevado pacto social? Lue-
go es por demás el alegato: no hubo jamás tal cesión recí-
proca de derechos; no hubo jamás tal abandono, renuncia
ni traslación de derechos paternos á favor de la comunidad,
república, gobierno ó Estado. Eesulta por lo tanto victorio-
so é incólume en todo su ser y vigor el derecho del padre
de familia, implícitamente confesado y admitido por nues-
tros adversarios, firmemente sentado por su propia teoría;
derecho que no se hace perdidizo é inválido, que no cae ni
se destruye por la invención de una fábula estrafalaria de
un iluso ó un bribón, ó las dos cosas á la vez. ¿No dijimos
que nuestros opositores se degollaban con su propio acero?
Ahí están.
Yace por el suelo la gran defensa de la esencial ó forzo-
sa transmisión y renuncia del derecho paterno en pro de la
comunidad para vindicarse ellos el dominio de la enseñan-
za. Mas otra les queda, sugerida también ¿cómo no? por el
visionario ginebrino, y es la que traen de la obligación que
insta al Estado de dar á los ciudadanos forma, alma ó espí-
ritu nacional, como les place decir, propuesta ó indicada
por el sofista de esta suerte:
MEDIOS. —ENSEÑAS Z A 1"J7
"El hijo, en abriendo los ojos, debe ver á la patria, y no
debe ver otra cosa hasta la muerte.»—Las leyes, al deter-
minar la educación conveniente, «deben dar á las almas la
forma nacional, y de tal modo dirigir ó regular sus opinio-
nes y sus gustos, que se hagan patriotas por inclinación,
por pasión, por instinto necesario.»
Antes de venir á las inmediatas ¿quién habla aquí de pa-
tria? ¿no es el mismo que con el comento y fantasía de su
fuello universal y único, tira aviesamente á la absorción y
exterminio de todas las patrias? ¿Quiénes tienen la avilan-
tez de tomar en boca el sagrado nombre de patria y de ve-
nirnos con camándulas de formas y espíritus nacionales? ¿no
son los mismos que por instituto han vendido y han de ven-
der siempre á sus patrias, los que juran acabar con todas
las nacionalidades y hacer de ellas una sola república uni-
versal? ¡Impostores!
Ahora, con la mano en la cintura rebátese la nueva ar-
gucia con que tratan los revolucionarios de paliar sus aten-
tados. Porque ante todo, bien garantida por el derecho na-
tural la primacía originaria del padre tocante á la educa-
ción de sus hijos, no hay pretexto ideado para suplantarla
que valga, no hay sofisma tramado para impugnarla que no
se deshaga de un soplo. Pueden los padres, y aun deben,
sin lesión de su autoridad radical, deferir y sujetarse en el
ejercicio de ella á una potestad de categoría superior, cual
es la divina y religiosa: puede el Estado por el bien proco-
munal auxiliar subsidiariamente con su intervención á los
padres en el desempeño de su oficio; pero ¿negar, anular ó
atropellar su derecho? no le es lícito. Derecho esencialmen-
te anexo á la paternidad, correlativo á la obligación impues-
ta por el Creador, que en todas las cosas subordina y enla-
za los efectos con sus causas propias; traspasando, por de-
cirlo así, á éstas sus funciones de proveedor y bienhechor
de sus criaturas, descargándose en los padres respecto de
los hijos, pues éstos son efecto y obra exclusiva de cada fa-
milia, prenda de la conservación y perpetuidad, de la mis-
ma, deseada por el Dios conservador, delegando á los pa-
dres su representación y armándolos para el cumplimiento
de tal obligación con los derechos apropiados al fin de la
178 CAPÍTULO VIII

provisión y solicitud universal de las criaturas. De donde


en la mente de Dios, en la realidad y en el natural desen-
volvimiento de las cosas, estos derechos esenciales de la fa-
milia son anteriores á cualquiera pretensión del Estado fu-
turo; fueron libremente ejercitados sin reclamación de na-
die, mantenidos sin interrupción, entrega ni renuncia hecha
á favor de nadie; y con el pleno goce de ellos entró la fami-
lia como elemento constitutivo en la composición del Esta-
do: destruirlos es matar la esencia y vida de este elemento
constitutivo, es trastornar el orden de la naturaleza, es dar
un mentís á la tradición y á la historia, es renegar del sen-
tido común, es pisotear y befar los sentimientos más ínti-
mos del corazón humano, es destruir la familia, es entroni-
zar un despotismo más que salvaje, es subvertir de arriba
abajo los planes de una sabia Providencia en la constitución
y hermanable consorcio de las sociedades.
Esto es lo que dicta la razón, esto se lee escrito en el li-
bro de la naturaleza: lo que la naturaleza escribe no lo bo-
rran convencionalismos humanos, ni utopias que fueran se-
mipoéticas ó sentimentalistas, á no ser tan profunda y des-
caradamente falsas, ni proyectos inmorales y asoladores,
sectarios al cabo. El Estado posee sus derechos, pero no to-
dos los derechos, mucho menos el derecho sumo y omnímodo
de poner y quitar derechos á su talante: el Estado en tér-
minos de razón y dentro de la naturaleza, ni puede salirse
de esos términos, ni abolir la naturaleza, á menos de suici-
darse ó de hacerse irrealizable, degenerando en un mons-
truo de la fantasía engendrado en el delirio de un calentu -
riento, ó abortado, si es que alguna vez ha de traducirse en
la práctica, por el fuego brutal de todas las pasiones y por
el rencor de Satanás desencadenado. La secta en su absor-
ción impermixta de todos los derechos particulares, si con -
sulta á la razón, se contradice miserablemente: si el Estado
es Dios, proclámalo la secta, lo es, y hemos demostrado la
génesis ó proceso de esta divinización, en cuanto que el in-
dividuo, uno de ellos el padre de familia, es Dios; y al usur-
par y devorar el derecho de estos Dioses singulares, con-
culca y aniquila el principio y fundamento de su propia di-
vinidad, dándose así el espectáculo de un Dios que mata á
MEDIOS.—ENSEÑANZA. 179
otro Dios, por quien él lo es. ¿Qué valen gratuitas hipótesis,
ni violencias salvajes, ni furores de animalidad, ni palabras
artiñeiosas, si el derecho queda en pie victorioso y desafía
el ímpetu de todas las borrascas? La novísima invención,
la última hipocresía ensayada para pasar á vías de perse -
cución, para justificar todos los excesos del odio, sin escan-
dalizar á los fanáticos de la idea y sin perder ante los ilu -
sos del mundo profano el concepto de rectitud é imparciali-
dad, fué la consigna de forma, espíritu ó alma nacional, que
el Estado se encarga de infundir, y dice que no puede con-
seguirse, si no se echan en fusión las sucesivas generaciones
dentro de un molde común fabricado por los gobiernos sec-
tarios y nombrado molde nacional, molde patriótico; y añade
que este molde único es la educación de la juventud, y que
por consiguiente esta educación ha de estar con mero y
mixto imperio en manos del gobierno.
¿De cuándo acá datan semejante pretensión y el nuevo
santo y seña? Junto con los esfuerzos de los llamados filó -
sofos por substraer el mundo al influjo de la instrucción
cristiana, datan desde el punto y hora que el trastornador
ginebrino, sintetizando en un solo plan todas las concepcio-
nes de los impíos, soñó su pacto social y lo arrojó como tea
incendiaria en medio de una sociedad corrompida, disgusta-
da del orden, predispuesta y solicitada á la total subversión
de las antiguas instituciones. Contraria aquella utopia á to-
das las tradiciones y á la misma naturaleza humana, no po-
día sostenerse ni transportarse al mundo de las realidades,
sino es creando un pueblo nuevo, infundiendo en las futuras
generaciones un espíritu nuevo ó nueva alma análoga y ade-
cuada al sistema preconcebido y extraordinario; y tamaña
transformación moral era imposible de obtenerse, á menos
de conquistar la educación de la juventud, arrancada del
poder de sus legítimos señores y entregada á las garras de
los partidarios del sistema, correspondiendo de esta suerte
á lo innatural de éste lo innatural é inicuo de la usur-
pación.
Conque la educación es el molde; el título injusto es la
forma, espíritu ó alma nueva de la sociedad con abominable
hipocresía llamada patriótica ó nacional. Tanto el medio de
180 capítulo viii

dominación sectaria, el molde, como el título, son inven-


ción de Rousseau: la masonería, fiel alumna y obsecuente
servidora del sofista, adoptó y puso en planta el medio,
tomó la máscara y la consigna dadas. Esta es la historia y
esta la filosofía del argumento masónico: con sólo presen-
tarlo, se refuta por sí mismo. Ea efecto, consta y está visto,
que la educación es derecho propio de la familia: viene la
secta á desposeerla, y para justificar el irracional despojo
apela á la conseja de la cesión recíproca y refundición de
derechos en el poder del Estado; pero le dimos en los nudi-
llos con su propia badila. ¿Conque, replica ella, no surtió la
treta? allá va otra.—El Estado tiene el deber de velar por
la unificación y conservación del espíritu ó forma nacional,
y el modo de velar es educar, que quieran que no.—Tam-
poco resulta ésta: porque ese tu espíritu es espíritu malo,
por razón de lo que deshace y por razón de lo que hace: por
culpa de él échase á pique el derecho válido y bueno de la
familia, y es lo que deshace; y bajo la manta del mismo ca-
mínase á la dominación masónica, y es lo que hace. Además
¿cómo es, que en toda la historia de los siglos, con excepción
de algún ensayo salteado, por ejemplo el del bárbaro comu-
nismo de Licurgo en Esparta, la familia haya vivido en pa-
cífica posesión de su derecho, sin querella ni conflicto con
la potestad social, sin dejarse nunca sentir la necesidad de
atrepellarlo so pretexto de unidad y pureza del espíritu na-
cional? ¿cómo es, que la familia, por espacio de tantos si-
glos y á través de la infinita variedad de evoluciones de los
pueblos, haya ejercitado su derecho, educando por sí á la
prole conforme á las máximas y hábitos tradicionales de
cada región, ó subrogando á otros de su confianza en este
ministerio, y que se hayan sucedido generaciones tras gene-
raciones formadas de esta suerte, sin queja de nadie, sin
ruina ó menoscabo del espíritu nacional? Fuera de esto
¿quién escatimó jamás al Estado, con esta salvedad hemos
entrado en brega, la facultad de intervenir en forma suple-
toria, pues otra no le corresponde, para remediar las gra-
ves deficiencias, las reales y no las supuestas, los vicios
probados, y no los achacados, de la educación familiar, ejer-
cida directamente ó por delegación implícita ó expresa de
MEDIOS.—ENSEÑANZA 181
la familia? ¿quién en ninguna nación cristiana combatió ó
rechazó la protección honrada y bien intencionada del Esta-
do dispensada á la escuela de cualquier grado, no el avasa-
llamiento ó intrusión oficiosa, siempre que aquel guardó los
respetos debidos á la moral verdadera y á la enseñanza r e -
ligiosa en textos muertos y vivos, en métodos y disciplina
escolar; siempre que en todo hizo acto de sumisión y acata-
miento á la suprema directora y maestra nata de toda recta
enseñanza, la Iglesia? Y dando ya en la llaga viva ¿quién
será capaz de sustentar que en las edades modernas, á par-
tir desde la segunda mitad del siglo XVIII, haya sido mala,
reprobable y enemiga del espíritu nacional de verdad, la
enseñanza y educación familiar, la enseñanza religiosa, tan
sañudamente perseguida desde entonces por la secta? ¿quién
por el contrario no está íntimamente convencido por el peso
de innumerables confesiones y hechos de los mismos suyos,
que el móvil é incentivo de ésta en apoderarse de la educa-
ción en todas partes, lejos de ser el propósito de hacerla
buena, es todo al revés, la siniestra intención y ahincado
empeño de convertirla de buena en mala, para difundir su
reprobo espíritu por toda la superficie del globo? ¿quién por
fin no ha visto más claro que la luz, que su designio último
en esta malvada empresa ha sido el de imposibilitar para
siempre la sana educación con el exterminio de los minis-
tros de ella y un tiránico monopolio, el de formar por medio
de la escuela masónica y modelar á su imagen y semejanza
las nacientes generaciones, y con el instrumento de éstas
arribar al fin incesantemente suspirado de la dominación
universal?
Luego insubsistente, vano y nulo es el argumento aduci-
do para defender injustas pretensiones y cohonestar escan-
dalosos atentados, último esfuerzo de la sinrazón tiránica y
triunfante de la secta.
Dejen por consiguiente supercherías á un lado, una vez
que estamos al cabo de la calle, y no vengan á saltear los
derechos seculares de la familia y de la Iglesia sobre la en-
señanza con falsa bandera á estilo de piratas, alucinando y
engañando miserablemente al vulgo candido con nombre es-
pecioso de forma, espíritu ó alma nacional. Deshónrala ma-
MiSOHEBiA. T. II.—13
182 CAPÍTULO VIII

sonería este espíritu nacional con sólo tomarlo en boca, ó lo


envenena con su pestilente vaho: del verdadero espíritu
nacional y genuinamente patriótico fué siempre núcleo, foco,
centro y principio generador la escuela cristiana, según á
' voces lo publica la historia moderna de los pueblos más he-
roicos; de este espíritu nacional que la secta enlodas par-
tes ha falsificado y procurado matar, transmutándolo en es-
píritu cosmopolita, espíritu de perturbación y guerra in-
testina, de felonía é infidencia, según también muy alto lo
atestigua para lección y desencanto de ilusos la misma his-
toria de las infinitas traiciones sectarias al nativo hogar,
tierra y madre patria de cada uno.

Ahora, bien que larga nuestra digresión ó paréntesis, im-


portaba aclarar esta materia, á fin de proseguir con mayor
fruto é ilustración de nuestros lectores el relato de los ata-
ques en serie interminable dirigidos contra la recta ense-
ñanza. Considerada y utilizada la enseñanza por nuestros
enemigos como potentísima arma de perversión, de descris-
tianización y consiguiente servidumbre universal, nótese
bien la táctica generalmente seguida por sus grados para
dichos fines: 1. Enseñanza del Estado, ó sea monopolio, ar-
bitrio ideado para esclavizar y á su tiempo abolir cualquiera
otra enseñanza, ó para neutralizar por lo menos su influjo.
2. Enseñanza laica, independiente de toda moral y toda re-
ligión; llamada hipócritamente neutra, en realidad atea y
esencialmente corruptora. 3. Enseñanza gratuita, así mala-
mente la nombran, expensada al rigor por los agraciados y
demás contribuyentes de la nación, destinada á matar com-
petencias y á extender el contagio del mal. 4. Enseñanza
obligatoria, para hacer forzosa la perversión y descristiani-
zación del pueblo.
Máquina de violencia y despotismo el más cruel y de la
más refinada perfidia, obra maestra y exclusiva de la bene-
ficencia masónica.
Estudiemos esta obra de destrucción en la historia mo-
derna.
El plan de La Chalotais desenvolvía dos puntos princi-
pales: el monopolio del Estado con exclusión de la interven-
MHDI03.—RN3ENANZA. 183
ción de la Iglesia, la enseñanza francamente impía y des-
moralizadora.
La consigna estaba dada. Obedeciéronla pronto y furio-
samente los hombres de la Revolución.
La Constituyente francesa entregó inmediatamente al
Estado las escuelas, colegios, todas las instituciones de en-
señanza dirigidas en pueblos y ciudades por sacerdotes y
religiosos, y hasta las universidades, á pesar de su inde-
pendencia de la jurisdicción laica.
Al año de haber sido confiscados los bienes eclesiásticos,
el apóstata Talleyrand rinde ante la asamblea revoluciona-
ria un informe acerca de la instrucción pública, calcado so-
bre las ideas y sentimientos de La Chalotais, con más un
apunte ó llamada para inmiscuirse en la organización de
los estudios eclesiásticos: se mandó archivar como pauta y
matriz de otros sucesivos.—Por encargo de la Asamblea
legislativa, el marqués de Condorcet elaboró otro informe
semejante, con particular acentuación de odio fanático con-
tra la Religión. Rasgo saliente: se anatematiza el estudio
de las lenguas sabias, en especial del latín, á causa de la
propensión á la aristocracia marcada por los historiado-
res romanos, principalmente en la condenación de las leyes
comunistas de los tribunos. Se habla de una sociedad na-
cional encargada de dirigir el monopolio de la enseñanza.
Tampoco este informe pasó de la categoría de ensayo á los
ojos de la Convención.—Otro del regicida Lepelletier, que
le pareció á Robespierre dictado por el genio de la huma-
nidad, propone la educación promiscua de niños de ambos
sexos, vida común é igualitarismo de falansterioy por ocu-
pación principal trabajos agrícolas y oficios manuales.—El
convencional Lakanal pide para la formación moral fiestas
de la naturaleza con danzas patrióticas y revoltura de los
dos sexos á semejanza de las logias de Adopción.—A con-
secuencia de un nuevo informe de Daunou, oratoriano após-
tata, atestado de injurias y baldones contra la ignorancia,
el fanatismo y las preocupaciones antiguas, decreta el
Directorio: 1. Escuelas primarias cantonales; 2. Enseñan-
za secundaria departamental; 3 . Instituto nacional en Pa-
rís.—Por de contado en todos estos proyectos la religión
184 CAPÍTULO VIII

era ultrajada y quedaba excluida; la moral independiente 6-


natural triunfaba. Breve intermedio. El primer cónsul Na-
poleón Bonaparte en son de queja exclama:
«La instrucción pública lia dado algunos pasos en Pa-
rís y en corto número de departamentos; en casi todos los
demás ó languidece ó no existe. Si no salimos de la línea
marcada, dentro de poco no habrá ilustración más que en
ciertas partes, y fuera de allí ignorancia y barbarie.»
A esta queja contestaba Eoederer, encargado de otro
proyecto de ley: «La experiencia ha probado que la mayo-
ría de los padres de familia querían que sus hijos fuesen
educados en los principios de su culto, y por esto preferían
las escuelas que ellos mismos costeaban, donde se enseñaba
su religión, á las gratuitas, donde no se enseñaba.»
Y mejor todavía Daru, miembro del Cuerpo legislativo:
«La opinión, más fuerte que todas las leyes, rechazó la
nueva ley. ¿Cuál fué la causa de esta resistencia? No me
engaño, al atribuirla á las opiniones religiosas... nada tan
natural como la alarma de los padres de familia, cuando se
les invitó á confiar sus hijos á un maestro que había de
guardar absoluto silencio respecto de la religión que ellos
mismos profesaban.» Y más claro y decisivo aún el conse-
jero de Estado, Portalis:
«Escuchad la voz de todos los ciudadanos honrados: Es
tiempo ya de que las teorías enmudezcan ante los hechos.
No hay instrucción sin educación, y no hay educación sin
moral y sin religión. Es menester tomar la religión por
base de la educación. La niñez carece de la idea de la divi-
nidad, de la noción de lo justo y lo injusto; y de esto pro-
vienen esas costumbres fieras y bárbaras, ese pueblo feroz.
Si se compara lo que es la instrucción con lo que debería
ser, no puede uno menos de llorar por la suerte que ame-
naza á las generaciones presentes y futuras: así que toda
Francia llama á la religión en socorro de la moral y de la
sociedad.»
Parece que el ruidoso fracaso de todas las leyes anterio-
res de enseñanza impía, la evidente razón y elocuencia de
los varones más insignes, junto con la forzada confesión de
masones tales como Rosderer, los datos oficiales y memo-
MEDIOS.—ENSEÑANZA. 185
rias de los consejos ó diputaciones de los departamentos
favorables á la instrucción religiosa, y el clamor casi uná-
nime del pueblo francés, deberían haber contenido á los
hombres de la Revolución. La respuesta del fanatismo ma-
sónico fué una ley tiránica que en modo vergonzante repro-
ducía los antiguos planes revolucionarios, depurados de al-
gunas exageraciones del todo intolerables.
Vino á dar el último golpe con el monopolio perpetuo del
Estado en la enseñanza Napoleón, ya hecho emperador, el
cual en esto llevaba la doble mira de esclavizar la Iglesia
al poder civil y de afirmar la omnipotencia del Estado. En
la discusión del proyecto de ley, el futuro gran maestre de
la masonería, Fontanes, hacía esta declaración:
«Al otro día de una revolución, salidos de la anarquía y
en frente de partidos hostiles, se hace precisa en la ense-
ñanza, como en todo lo demás, la unidad de miras y de
gobierno. Francia tiene necesidad, por algún tiempo á lo
menos, de una sola universidad, y ésta de una sola ca -
beza.»
«Esto es, repuso el dictador, usted me ha comprendido.»
El proyecto de ley presentado, 6 de Mayo de 4806, por
el director de instrucción pública, Fourcroy, comenzaba con
este artículo:
«Art. I. Se formará, con el nombre de universidad im-
perial, una corporación encargada con derecho exclusivo de
la enseñanza y de la educación pública en todo el imperio.»
En la exposición de motivos decía el mismo masón:
«El proyecto de ley tiene por objeto, no destruir, sino
consolidar las nuevas instituciones, ligar sus diferentes
partes entre sí y fijar de un modo invariable sus relacio-
nes necesarias con la administración general.»
Es decir, la enseñanza para el gobierno racionalista, no
el gobierno para la enseñanza, y ésta rendida al servicio
del despotismo masónico, hoy monárquico, mañana republi-
cano, siempre liberal, empleado en infundir el espíritu ma-
sónico á toda la nación, para que sea y se llame el espíritu
nacional.
Napoleón 3.°—Rouland, ministro de cultos, 1860, acon-
seja á su amo en informe secreto que no permita más fun-
186 CAPÍTULO VIII

daciones de enseñanza, proteja cuanto sea posible la laica


primaria, no reconozca como de pública utilidad ninguna
congregación para la primaria, sostenga enérgicamente el
monopolio del Estado. J. Simón decía á gritos: «La Uni-
versidad es racionalista: lo proclamo, y por mi cuenta de-
claro, que yo lo seré hasta el último aliento de mi vida.»
H . \ Macé.'. «¡Quien tiene por suya la escuela, lo tiene
todo!»—Fundó la Liga de la enseñanza con el activo con-
curso del director general de instrucción pública, 1866, y
como precursora de las leyes de los hh.-. Ferry y Bert.—
En 1869, presidía el congreso masónico deMetz, donde por
primera vez se propuso la supresión del nombre de Dios en
los documentos y estatutos de la orden.—El gobierno im-
perial favoreció á la Liga en todas partes y con todas sus
fuerzas por medio de los empleados: de la masonería no hay
que decir. En el Boletín de la Liga decía Macé:
«Lejos de rehuir la ayuda de las logias, la solicité y hasta
la reclamé por la sencilla razón, de que el objeto de la Liga
es la aplicación práctica de los principios predicados en
aquellas y el cumplimiento del compromiso que al entrar en
ellas se contrae, de procurar la ilustración de los hombres
(las luces masónicas) para hacerlos mejores (masones).»
El G . \ M . \ del G . \ O.-., general Mellinet, recomendó
inmediatamente la Liga á todos sus vasallos. El Mundo Ma-
sónico los exhortaba á inscribirse en ella, diciendo: «Los
principios que nosotros profesamos están en perfecta conso-
nancia con los que inspiraron al b . \ Macé.» El Gran Maes-
tre en la asamblea del G . \ O.-., 1870: «Todos estamos de
acuerdo sobre el principio de la instrucción gratuita, obli-
gatoria y laica, tan calurosamente aclamado en la última
asamblea.» En la junta anual, 1872, de las logias en E s -
trasburgo, se renovó dicho acuerdo por voto casi unánime,
y se pronunció este brindis:
«¡A la inscripción de todos los masones en la Liga! Allí
se trabaja en su favor.
«¡Al ingreso de todos los de la Liga en la masonería! Es-
ta es.su sostén natural y decuplará su fuerza.
«¡Al triunfo de la luz, que es la consigna común de una
y de otra!» Los círculos de la Liga crecieron hasta 400 á
MEDIOS.—ENSEÑANZA. 187
fin de 1 8 7 7 , y después mucho más. Se adhirieron expresa-
mente y en cuerpo 1 1 1 logias.
Una junta muy secreta, 1 8 7 9 , acuerda: «Descristianizar
la Francia, sobre todo estrangulando el catolicismo poco á
poco con leyes graduales dadas contra el clero... hasta lle-
gar al cierre de las iglesias. Dentro de ocho años, merced
á la instrucción laica sin Dios, tendremos una generación
atea. Entonces levantaremos un ejército y lo lanzaremos
sobre Europa. Nos darán la mano los hermanos y amigos de
los países que vayamos invadiendo...» El decreto se cum-
plió. ¡Lloremos hoy con nuestros hermanos franceses!
La Liga fué la precursora de la campaña decisiva que es-
taba á punto de iniciar la masonería, disponiendo los áni-
mos, reconociendo el terreno y reclutando con sus varias
formas populares afiliados á la masonería.
La Asamblea General del G . \ O.-, francés, 1 8 8 0 , nom-
bró una comisión encargada de animar la composición de li-
bros de texto penetrados de espíritu liberal y democrático.
Congreso de la Liga, 1 8 8 1 : Habla Macé: «Los numerosos
delegados expedidos por las logias á nuestro congreso, e s -
tán presentes para dar fe, de que la obra de la Liga es una
obra masónica, al par que patriótica. Guando una logia
guarda las espaldas á la fundación de una institución
de instrucción, está en su lugar propio.» Y en el discurso
de conclusión, exclamaba Gambetta: «Esta poderosa socie-
dad (la masonería) que tanto ha hecho para ilustrar el su-
fragio popular y para vulgarizar el instituto de esta Liga.»
La Liga celebra fiestas de la niñez, bien mareadas con
el sello masónico y muy aparatosas. Bajo pretexto de la
instrucción militar en las eseuelas, organiza batallones ó
secciones de jacobinos armados en todo el pais, en virtud de
acuerdo de las Logias.—Es empleado como instrumento de
propaganda republicana y masónica á la vez, y medio sola-
pado de ir formando un ejército jacobino para fines ulterio-
res.—Macé declara guerra abierta á la enseñanza libre.—
En número cada día creciente se alistan en la masonería
profesores de la enseñanza superior y secundaria. Un pro-
fesor déla Universidad era iniciado en la L . \ La Verda-
dera Reunión deseada Or.\ de Gray y el orador Edmun-
do Gardien les endilgó esta alocución:
188 CAPÍTULO VIII

"El porvenir pertenece á la masonería, y este porvenir


es la instrucción, la vulgarización de todas las ciencias; el
porvenir, hermanos, es la Universidad caminando de Ira-
cero con nuestra institución. Universitarios, vosotros com-
ponéis cuadros de una nueva generación: mostraos dignos
de una misión tan noble como la vuestra. Formad hombres,
educad ciudadanos.»
HH. •. Ferry y Bert.—Ferry entró en campaña con gran-
des méritos y con prendas soltadas de gran masón. Su pri-
mer proyecto de ley prohibe la entrada en los consejos
académicos y en el Consejo de Instrucción pública á los
escasos representantes de la enseñanza libre y de las gran-
des corporaciones del Estado, dejando al exclusivo antojo
del Ministro la elección del Consejo. El segundo hace tabla
rasa de las Facultades y Universidades libres creadas en
virtud de la ley de 1875.—La Liga aseguró el triunfo de
estas leyes y el sostenimiento de Ferry en el Ministerio.
Todas las logias multiplicaron conferencias y manifestacio-
nes á favor de dichas leyes. A J. Simón, porque las con-
tradecía, quisieron rayarlo de la logia, en que estaba alis-
tado, y aun suspender la logia misma. P. Bert presenta otro
proyecto de ley para desterrar de la enseñanza pública la
religión y la moral, el nombre de Dios, la doctrina de la
inmortalidad del alma y la vida futura, porque los legis-
ladores no quieren dirimir querellas, las eternas querellas
de los metafísicos.» En lugar de la de religión se hará obli-
gatoria la clase de gimnasia. P. Bert adjudica á los Muni-
cipios las donaciones y legados hechos á los asilos y escue-
las dirigidas por congreganistas. Macé dice que en las es-
cuelas públicas se proscribirá la enseñanza confesional
(religiosa); pero que «se la reemplazará con las nociones
de este fondo común de religión universal, que campea
sobre todas las confesiones y que cada día ensancha más
el progreso de la conciencia humana.»
En el Congreso estudiantil de Lieja, 1865, decía Reg-
nard: «Hay dos métodos de enseñanza; uno solo es bueno,
el positivista ó experimental, el de Bacon, de los enciclope-
distas y de Augusto Comte. Lo han llamado también ma-
terialista, llenándolo de vituperios. No conviene renegar
MEDIOS.—ENSBÑANZ V 189
de él: yo lo acepto; francamente lo declaro; soy materia-
lista.»
Las logias de París se agruparon para fundar una escue
la superior de ciencias positivas,á fin de propagar el so-
cialismo entre las clases inteligentes, y con él el materialis-
mo, que es el término del positivismo y de la masonería.
Después de las leyes tiránicas Ferry-Bert, ha continuado
la masonería trabajando infatigablemente contra la ense-
ñanza católica.
Francia fué la escogida por las mismas razones que le
dieron el lugar preferente respecto de la primera grande
explosión revolucionaria de 1789: Francia se considera tam-
bién hoy colocada en la vanguardia de la Revolución, y pa-
rece concentrar todos los esfuerzos é iniciativas de la con-
juración universal promovida contra aquella enseñanza. Por
esto era razón que le diésemos la preferencia en nuestro
estudio y atención más detenida.
Bélgica.—Con Francia rivaliza Bélgica en ardor secta-
rio.—Ya en 1855, en la fiesta solsticial de la logia de Lie-
ja, el h . \ G-offin incluía en su programa de la masonería,
como uno de los principios de aplicación inmediata, la ins-
trucción primaria gratuita y obligatoria. Lo de impía é
inmoral se sobreentiende, al fin masónica. Desde 1842 se
habían hecho tentativas en este sentido con la fundación de
la universidad de Bruselas, sectaria por supuesto.—Al en-
trar en cualquier logia, el profano se comprometía á traba-
jar por la enseñanza obligatoria con sanción penal.—En
1860 las logias toman abiertamente partido contra la ense-
ñanza religiosa. El G . \ O. , decreta: Obligación forzosa
-

de frecuentar la escuela; supresión de la instrucción reli-


giosa; sanción penal graduada, hasta el extremo de robar
los niños á sus padres; escuela promiscua para ambos se-
xos.—En 1865 fúndase la Liga de la enseñanza, modelo y
compañera de la de Macé.—En 1876 resolución de la asam-
blea general de la masonería: «La enseñanza pública, que
debe comprender la instrucción moral, debería ser en lo su-
cesivo exclusivamente laica, científica en todos sus grados,
gratuita y obligatoria.—En 1873 el Congreso decreta esta
resolución, excluyendo toda intervención de Obispos, pá-
190 CAPÍTULO VIH

rrocos y padres de familia, y nombrando el ministro de Ins-


trucción pública los inspectores principales y cantonales y
comisiones escolares, á fin de quitar á los municipios la li-
bertad de establecer la enseñanza religiosa.—Acuerdo del
episcopado belga: 1.° En cuanto á las escuelas normales,
niegúese la absolución á los maestros y á los alumnos de
ellas; 2 . ° la enseñanza religiosa dada en las escuelas laicas
se reputa cismática, y en consecuencia los maestros incu-
rren en excomunión; 3 . ° niegúese la absolución á todos los
maestros laicos indistintamente.—La logia Los Filadélfos
de Verviers: «Secularización de la enseñanza. El T . \
(taller) estima que una dueña enseñanza laica es el medio
más poderoso de liberalizar las poblaciones: el sacerdote
debe desaparecer de la escuela.»
La logia de los Amigos filántropos:
«¿Qué otra cosa es la instrucción obligatoria sino una
conscripción ó recluta de todos los hijos de familia bajo la
bandera de la civilización, recluta mucho más justa que la
quinta para el ejército, por cuanto no sólo es más fecunda
y productiva, sino además general? ¿Qué cosa es la obliga-
ción de la instrucción sino la razón de utilidad pública pre-
dominante, como en el caso de expropiación forzosa
sobre el interés privado y hasta sobre el derecho del indivi-
duo? Aquí se opone el derecho del propietario, allí el pre-
tenso derecho del padre de familia.»
Grito de guerra del h.-. Bourlard, G . \ M.*. adjunto del
G. . O.-, de Bélgica en un banquete del gran Oriente:
-

«El obstáculo opuesto al desarrollo intelectual de Fran-


cia, lo que la mata á ella, á nosotros y al mundo entero, es
la ignorancia, es el fanatismo... Levantémonos auna... pe-
rezca para siempre Roma, el ultramontanismo, todas sus
derivaciones sucumban por efecto del desarrollo de la edu-
cación que lleva á la moral, del desarrollo de la instrucción
que desenvuelve por completo la inteligencia.»
Goblet d'Aviella, en la consagración del templo de los
Amigos filántropos, 1 8 7 9 , levanta de una manera solemne
el estandarte contra la enseñanza cristiana.—Van Humbeck
publica el ateo é inmoral Reglamento general de las escue-
las normales y de las secciones normales primarias del
MEDIOS. —ENSEÑAK Z A 191
Estado. La Mandes liberal dice: «Quienquiera que envía
á su hijo á la escuela municipal, queda de hecho alistado en
las filas liberales.»—Los maestros de la provincia de Lie-
ja, obedientes á las instrucciones del gobierno, obligan á
los alumnos á la asistencia con multas y hasta con priva-
ción de los socorros municipales.—En el congreso pedagó-
gico general de Arlon el h . \ Germain, director general de
la enseñanza primaria: «La escuela municipal, la única ap-
ta para asegurar el verdadero desarrollo nacional... no
consintáis que se os arrebate la escuela primaria, que es la
tierra fecunda en que germinan la ciencia, la moralidad y
la libertad... estoy seguro de que con todo esfuerzo procu-
raréis el triunfo definitivo de la enseñanza nacional.»—El
mismo congreso establece un jurado del elemento oficial
para discernir á los alumnos de escuela privada, lo mismo
que á los de la oficial, el certificado de suficiencia que los
habilite para entrar á su tiempo en la administración pú-
blica, en los establecimientos industriales, para disfrutar
del derecho electoral y de los socorros ministrados á fami-
lias necesitadas.»—Mientras se niega á los estudiantes de
teología, se otorga la inmunidad del servicio militar á los
alumnos de las escuelas normales y á los maestros de la en-
señanza oficial.
España.—La guerra contra la enseñanza católica comen-
zó en el reinado de Carlos 3.°. Los colegios superiores fue-
ron reformados en sentido sectario, ó por completo supri-
midos: en muchos seminarios se profesaban los errores jan-
senistas y hasta el ateísmo enciclopedista: Estala, rector
del seminario de Salamanca, enseñaba la religión natural,
é insinuaba el ateísmo: lo mismo andaban los de Osma, Cór-
doba y Murcia: todo con el apoyo eficaz del gobierno. Car-
los 3.°, por decreto ó pragmática, condenaba las doctrinas
jesuíticas (alias, romanas), y al catecismo de Ripalda subs-
tituía otro jansenista: las doctrinas jansenistas y masónicas
tenían partidarios en las sedes episcopales, en los cabildos
y universidades: hasta los iluminados habían penetrado en
el cabildo de San Isidro de Madrid, y allí eran catedráticos
los secuaces de Locke y d'Alembert: en la real Academia
dominaba Llórente con su trinca.—Desde 1812 el cateéis-
192 CAPÍTULO VIII

mo de la doctrina cristiana debía llevar lecciones de ins-


trucción cívica.—En el reinado de Isabel 2. , Gil de Za-
a

rate acabó de desorganizar y liberalizó la enseñanza públi-


ca.—Apenas subido al trono Alfonso 12.° obligó al Episco-
pado á reclamar contra las innovaciones anticristianas he-
chas en la enseñanza, pues se atribuía al Estado la supre-
ma dirección de la pública y aun de la privada, y el dere-
cho de fijar la moral que había de enseñarse, contraria á los
principios de la Constitución española, mientras se descono-
cía ó era hecha ilusoria la legítima intervención de la Igle-
sia.—Más adelante se ha ido señalando más la hostilidad
de día en día.
Italia.—Fueron expulsadas las congregaciones docentes:
multiplicáronse en las capitales las escuelas heréticas y las
impías, donde no se oye el nombre de Dios: la asamblea ge-
neral del G . \ O.", discernió un premio al mejor código de
moral para la niñez, que en las escuelas reemplazase al
catecismo católico, 1878.—Las logias, so color de libertad
de enseñanza, rechazan toda ingerencia de la Iglesia en
ella: imponen la enseñanza obligatoria bajo sanción penal.
—en el novísimo programa de la masonería el judío Nathan,
pontífice máximo, proclama en la asamblea general italiana
que es urgente descristianizar á Italia por medio de la en-
señanza laica, 1898.—En 1901 resuélvese la abolición de
la enseñanza religiosa, la escuela obligatoria laica. Desde
hace muchos años se plantearon en todas las principales
ciudades Ligas de enseñanza como sucursales de la Liga
francesa.
Holanda.—Si bien la enseñanza neutra venía determina-
da por la ley, se daba libertad religiosa para la instrucción
privada.—Los liberales, so capa de enseñanza nacional,
fundaron una asociación semejante á la Liga de enseñanza
francesa: la Liga de las escuelas se extendió en forma de
círculos, y contó con el decidido apoyo de los pastores mo-
dernos, ó sea, librepensadores. Hizo votar una ley en 1878
que excluye de la escuela pública la enseñanza religiosa;
pero hasta el presente no ha logrado hacer la enseñanza ri-
gurosamente obligatoria.
Suiza.—Los radicales ó masones, valiéndose de la i n -
MEDIOS. — EK SBÑANZA 193
fluencia del Dr. Schenk, antiguo presidente de la confede-
ración, intentaron desterrar de la escuela los emblemas
cristianos, la oración y toda manifestación religiosa, y hasta
obtuvieron el nombramiento de una comisión informadora
sobre instrucción pública. Los católicos y los conservadores
protestantes se defendieron bien. El movimiento anticris-
tiano suizo coincidió con el de otros países.
Alemania.—Desde el principio del siglo XIX un discípu-
lo de Weishaupt, Mongelas, introdujo en Baviera la ense-
ñanza obligatoria. Desde luenga data la secta pone en prác-
tica la consigna del Iluminismo: corromper para dominar;
mucho más allí, donde hallaba magníficamente preparado el
terreno por el protestantismo que lógicamente termina en
el racionalismo, y por el socianismo que sin sentir ha infi-
cionado hasta el tuétano todas las confesiones protestantes.
El autor de las Sociedades secretas en A lemania trazaba
por los años de 1825 el siguiente cuadro de las universida-
des alemanas:
«En 1818 cursaban 8,200 estudiantes en 21 universida-
des, de ellas seis católicas nada más, y catorce protestantes.
Siendo de 27.500,000 almas la población alemana, tocan á
cada millón 288 estudiantes, de los cuales 150 por lo tajo
son iluminados, ó afiliados á otras sociedades secretas, como
el Tugenbund, Banda negra, etc.; de suerte que más de
la mitad de la generación que va á entrar en los negocios
públicos de Alemania está imbuida en los principios de la
secta.»
Quien mayores estragos hizo en las jóvenes generaciones
fué el ministro de Federico Guillermo 4.° de Prusia, el en-
cumbrado masón d'Alskentein, heredero de toda la astucia
y perfidia de Weishaupt; el cual, refiere el limo. Ketteler,
paso á paso se hizo dueño, no solamente de las universida-
des, sino de todos los gimnasios, de todas las escuelas se-
cundarias y hasta de todas las primarias en las ciudades y
poblaciones rurales; señalando para la más insignificante
escuela de campo el plan de estudios, los libros de texto y
hasta los de simple lectura. «Su propaganda era lo más in-
sidiosa concebible.—De estos últimos tiempos no digamos
nada: bien advierte el P. Pachtler, que en el fondo de los
194 CAPÍTULO VIII

cacareados métodos de esas lecciones de cosas, sistema


Frsebel, en medio d e e s a s instituciones filantrópicas, como
los Kindergarten, aparece la activa difusión de los prin-
cipios naturalistas hecha entre la más tierna niñez.—Bis-
marck expulsa las congregaciones docentes y con el cinis-
mo más osado sujeta á su caprichosa disciplina los estudios
y educación de los jóvenes levitas.
Austria.—María Teresa y José 2.° se rodeaban de profe-
sores iluminados.— Según se mostró en una especie de
congreso pedagógico, aquellos maestros de escuela se dis-
tinguen por su odio al clero, su hostilidad contra cualquiera
intervención é influjo de la Iglesia en la escuela, su racio-
nalismo é irreligión.—Los profesores de las universidades,
panteístas ó materialistas, enseñan á la primera juventud del
imperio las doctrinas más peligrosas: la escuela de medici-
na es generalmente materialista; la de derecho profesa, con
la cobertera de liberalismo, las ideas revolucionarias y j o -
sefistas.—En ninguna universidad de Hungría faltan uno ó
dos apóstatas entre el claustro de catedráticos.
Inglaterra.—Se fundó hace cuarenta años la Liga de
Educación Nacional con el fin de que el Estado tuviese
mano directa en la instrucción popular y de emanciparla en
un todo de la religión. Compónese esta sociedad en gran
parte de librepensadores, ateos y disidentes. Gladstone,
1870, retira la subvención á la enseñanza religiosa y repar-
te indistintamente auxilios á las escuelas denominacionales
(religiosas) y á las demás, en proporción al mérito de los
alumnos probado en los exámenes. Instituyéronse en todos
los Municipios Schoóls loards independientes de las deno-
minacionales y sostenidas por el Gobierno, con prohibición
de cualquiera enseñanza religiosa. Estas escuelas, muy de
pensado abiertas en las capitales, cayeron en manos de di-
sidentes, librepensadores y secularistas, como era de espe-
rar, los cuales se proponen arruinar las confesionales sub -
venidas únicamente con donativos particulares. Se otorgó á
aquellas generosamente la facultad de echar contribuciones
y levantar empréstitos; y como por una parte conocida es
la hostilidad de la mayoría de los disidentes á la Iglesia es-
tallecida y ala católica, y por otra sabido es que predomi-
MEDIOS.—ENSEÑANZA 195
nan los radicales, no hay que decir si se acentuará cada día
más esta separación entre la enseñanza y la religión. Favor
que los leales creyentes deben reconocer al masón consu-
mado Gladstone.
Estados Unidos.—El sistema de escuelas públicas (com-
mon sclwols) desligadas de toda confesión religiosa, unsec-
tariam, es, afirma C. Jannet, opuesto á las tradiciones del
pueblo americano y al genuino espíritu de su constitución:
es importación extranjeriza, cuyos primeros gérmenes e s -
parcieron y fomentaron los sectarios venidos á posta de Eu-
ropa, antes que llegase á entronizarse en los grandes Esta-
dos del Norte entre los años de 1845 á 1850. Fué un fran-
cés fugitivo, Girard, quien en 1828 abrió el primer colegio
de esta especie en New-York, de que se expulsaba toda
enseñanza religiosa; luego los revolucionarios cosmopolitas
de World reformers tomaron empeño en sostener y divul-
gar la nefasta idea. Después del fracaso de la Ñero Har-
mony de Owen, se creó una escuela fundada sobre la na-
turaleza: tomaba de los padres de familia á los niños desde
la edad de uno á dos años y los educaba para hacerlos hom-
bres y mujeres razonables, esto es, libres de toda creencia
en Dios y en la inmortalidad, de toda aspiración hacia un
mundo invisible; hombres y mujeres, que supiesen conside-
rar esta vida como la única, esta tierra como su única mo-
rada, el cuidado de los intereses terrenos y el goce de los
placeres como su único fin.—En 1867 se fundó la Order oj
American Union, con juramento de no mandar nunca á
sus hijos á escuelas católicas y de sostener el sistema de
escuelas públicas unsectariennes. Grant la protegía y or-
denó que cada estado mantuviese «escuelas públicas gra-
tuitas que diesen la enseñanza elemental sin diferencia de
sexo, color, origen ni religión entre los niños, con prohibi-
ción de todos los dogmas religiosos ateos ó paganos; y ve-
dando que ningún estado ó municipio, por ningún título
cualquiera que fuere, asignase á favor de ninguna confesión
religiosa ninguna renta ó impuesto escolar.» Otra sociedad
secreta tiene por objeto oponerse por todos los medios á la
fundación de escuelas confesionales.
Escuela femenina—&VL Francia Duruy, ministro de ins-
196 CAPÍTULO VIII

tracción pública, quería encargar al Estado la educación de


la mujer, como preparación seguramente para las logias de
Adopción.—La logia Renovación de Amiens, 1867, dio por
tema de la fiesta solsticial: «Educación é instrucción de la
mujer: lo que ha sido—lo que es—lo que podría y debería
ser.»—La Opinión nacional, 1867: «Comencemos desde
luego por la educación de la mujer: Es la cuestión vital para
el pais.»—La Escuela: «La enseñanza secundaria de ni-
ñas está por fundarse en Francia. Debería asentarse sobre
una base ancha y democrática, que no hallamos aquí, y aun
así no tendría consistencia, á no ser que reemplazando la li-
bertad y el sentido común al privilegio y á las preocupacio-
nes, las profesiones liberales se hiciesen accesibles á la mu-
jer.»—Las logias escocesas de Lyon, 1878, celebraban una
fiesta de familia, en que el h . \ Payer hizo una conferencia
sobre la importancia ele la instrucción y educación de la
mujer. «Quería que nos esforzásemos enérgicamente por
conseguir una enseñanza especial para niñas, y que ésta
comprendiese un buen programa de moral, de que se ex-
cluyesen los antiguos errores, y en que con un plan muy
sencillo se tomasen por únicos principios las leyes de la-
naturaleza. Sobre ésta se podría levantar el edificio moral
deseado por los hombres de buena voluntad, en que con el
cincel y el mallete dé la F . \ M . \ se grabasen las palabras
de la divisa republicana: Libertad, Igualdad, Fraternidad.»
Al año siguiente era propuesta y votada la ley de esta en-
señanza, que hacía descansar la moral sobre las leyes de
la fisiología. Celebraba la ley en 1881 el h . \ Challemet,
diciendo: «Instruyamos á las niñas, si queremos transfor-
mar las generaciones sucesivas. ¡Por fin también las mu-
jeres abrirán los ojos! ¡También ellas respirarán el aire
vivificante de las ideas modernas! y escaparán al influjo de
los enemigos de nuestras libertades.» La escuela normal
secundaria para niñas establecida, 1881, en Versalles, te-
nía por directora á una protestante, la viuda de J. Favre,
y por profesor de moral al h . \ José Favre, que en sus Ele-
mentos de Filosofía enseña, entre mil blasfemias, que «La
moral puede y debe ser independiente de Dios.»—En Bél-
gica, la logia Filadelfos de Verviers avanzaba en 1875:
MBDIOS. — E N 8 B Ñ A.N Z A. 197
«La educación de la mujer debe ser atendida con el mayor
cuidado y elevada al nivel del progreso moderno. Junto con
las escuelas primarias, deben establecerse escuelas medias
y pensionados, donde los padres de familia liberales puedan
proporcionar á sus hijas una instrucción completa y razona-
ble. «Luego la masonería volvió á tomar en cuenta esta re-
clamación y pidió al ministerio liberal que procurase á la
mujer esta educación razonable.—Al mismo tiempo que en
Francia, también en Alemania se consideraba como uno de
los principales objetivos de la política del Estado el dominio
sobre la educación de la mujer para desmoralizarla, y á esta
villana maniobra debe atribuirse la general relajación de
costumbres que se manifiesta enelpais de los millones. En
1 8 7 4 y en Berlín se daba por tema de composición literaria
á las niñas de una de las principales escuelas: /Sentimientos
despertados en el primer encuentro con un teniente de
húsares. Y en otra escuela frecuentada por niñas de las
familias más distinguidas de la sociedad, á las de la prime-
ra división, de unos 1 4 á 16 años de edad, se las hacía di-
sertar sobre este punto: Ventajas respectivas del matri-
monio y del celibato.—En Hungría el director de la E s -
cuela superior de mujeres, en Buda-Pesth, es el vice-gran
maestre h.-. Bereiz.—En México, que es la república de la
América española donde desde largos años gobierna la ma-
sonería con más absoluto y tiránico imperio, la educación
está por completo en manos del Estado, subyugada hasta
la instrucción privada, tanto de mujeres como de hombres.
—No hay para que mencionar lo ocurrido en las demás na-
ciones; pues la consigna fué igual para todas, y sólo por
insuperable imposibilidad á las veces se ha detenido la sec-
ta en el camino de sus usurpaciones.
Reflexiones:
1. Los ataques contra la enseñanza tradicional y cris-
tiana han partido siempre de la masonería, como tal maso-
nería. Aunque esta afirmación tenga visos de perogrullada
para algunos espíritus inocentes y superficiales, importa sin
embargo, consignarla y ponerla de relieve, para cerrar al
enemigo la puerta falsa de que la radical transformación
producida en la enseñanza no obedeció á ninguna intención
MASONERÍA. T. II.—14
198 CAPÍTULO VIII

dañada ni plan preconcebido, sino que debe atribuirse sim-


ple y llanamente al loable anhelo de ciertos hombres ilus-
trados de sustraer la razón á la tutela embarazosa de la fe
y de extender en el mundo el reinado de la ciencia contra
la tiranía de la Iglesia, que llaman ellos también obscuran-
tismo y fanatismo: con la cual salida quedarían para siem-
pre glorificados los autores de semejante revolución; y e s -
tos son los masones: ¡loor y gratitud á la madre de tan ge-
nerosos hijos, la masonería!—Sí, es cierto, masones fueron
y son los modernos redentores de la enseñanza, desde Vol -
taire, d'Alembert y la infinita recua enciclopedista ó libre-
pensadora de Holanda, nido de la primera Liga de ense -
ñanza, España, Portugal, Austria, Alemania y casi todo el
resto de Europa, siguiendo por los hombres dé la Legisla-
tiva, la Convención y el Directorio francés, hasta el férreo
despotismo del primer Napoleón; masones, los que desde
éste, por etapas progresivas casi sin interrupción en todos
los países, después de haber dado buena cuenta de los fue-
ros escolares se lanzaron á la abierta hostilidad, á las au-
dacias de la época contemporánea, á la persecución rabio -
sa, al aniquilamiento de la sana escuela, hasta llegar al
complot cosmopolita desde los años de 1880 tramado y en-
carnizadamente desarrollado en estos mismos días contra
los últimos restos de derecho y libertad del padre de fami -
lia, de la divina y universal maestra de los hombres, la
Iglesia. Sí, masones fueron los bandidos que desde la se -
gunda mitad del siglo XVIII vinieron á talar el fértil campo
de la enseñanza tradicional y cristiana, sin cejar un punto
hasta la hora presente en su obra de perdición: conocidos
son uno por uno sus nombres y su deshonrosa filiación en
todos los pueblos, cuando su misma huella devastadora no
los delatase, cuando ellos mismos no hiciesen alarde de sus
malvadas proezas. Sobre estono cabe controversia ni asomo
de duda: todo lo contrario, nos place señalar y recomendar
á las futuras edades ese padrón de ignominia para la secta.
Pero lo falso de toda falsedad en este orden es, que al
entrar á saco aquellos piratas en el dominio de la enseñan-
za, los moviese ningún bien de lia humanidad, pues la des-
trozan con la pervertida educación de la juventud; ni tam-
MEDIOS.—ENSEÑANZA 199
poco vale para excusar su atropello el colorido falaz de sus
razones. No hay tales cadenas de la razón, que nunca an-
duvo tan suelta y libre, como llevada en alas de la fe y vo-
lando por todos los horizontes inmune de toda servidumbre
del error; ni la verdadera ciencia pudo estar jamás quejosa
de la Iglesia, que en siglos de tinieblas fué única guardiana
de los tesoros de aquella y en todos tiempos su decidida
protectora, munífica dispensadora del saber en beneficio de
todas las clases sociales. Por donde, y sin olvidar por lo
significativo aquel aristocrático desdén por la ilustración
popular, que según en su lugar anotamos, á las claras mos-
traban los primeros innovadores La Chalotais y comparsa,
abuelos por línea recta délos presentes; se convence que en
la campaña actual de usurpaciones sistemáticas y sañuda
persecución, la masonería, no tanto se anima por el amor de
la verdad y los progresos de la ciencia, ni por el puro celo
de vulgarizar la instrucción, cuanto por el diabólico empeño
de corromper las futuras generaciones con el veneno de la
enseñanza impía, y reclutar en las escuelas y liceos los ejér-
citos jacobinos que más adelante le conquisten el imperio
universal, procediendo de esta suerte como tal masonería,
según marcábamos y es menester que conste una vez por
todas.
2. Conforme á lo dicho, para desenmascarar hipocresías
y batir cataratas de candorosos y engañados, nótese como
salta la inconsecuencia con que la secta se desmiente á sí
misma y deja ver la hilaza de su perfidia. Nosotros, grita
por órgano de sus voceros, como hijos de quien somos
venimos á deshacer obscurantismos, á inundar de luces el
mundo, á combatir la ignorancia con las armas de la cien-
cia.—Pero, cínicos embaucadores, si la Iglesia en las eda-
des más lóbregas de la historia fué el único luminar que con
sus fulgores desterró para siempre las tinieblas del orbe
habitado, y lo cantan con hacimiento de gracias los anales
ele todas las naciones: si la Iglesia, apenas nacida, tomó por
su cuenta y tan á pechos tomó el oficio de esclarecer las in-
teligencias, que en cada pueblo por olvidado que fuera, ha-
cía del sacerdote el apóstol, el padre de las almas y el
maestro de la niñez en una pieza: si la Iglesia luego, al
200 CAPÍTULO VIII

compás y medida que con grandes sudores iba ahuyentando


las sombras y despejando los horizontes, sembraba por do-
quiera firmes centros de ilustración, abría graciosamente
caudalosas fuentes del saber, á donde con la igualdad de la
democracia cristiana confluía la juventud de todas condicio-
nes á templar y pulir su espíritu como apresto para el ejer-
cicio de las profesiones liberales; donde se la adoctrinaba
de balde para todas las carreras literarias, y generosamen-
te se le franqueaban los tesoros de las ciencias llevadas to-
das de frente cuantas eran conocidas. ¿Quién levantó aque-
llas universidades, monumentales templos de la sabiduría,
que difundían sus rayos por todos los órdenes y jerarquías
del Estado? ¿quién fundó la noble escuela? ¿quién le dio vida
propia é independiente, á cubierto de las intrusiones del
poder y las asechanzas del despotismo? ¿quién enalteció
aquella aristocracia del talento y del progreso científico?
¿quién abrió aquellas sabias palestras, emulación de los in-
genios, y quién formó aquella celebrada república de las
letras, que popularizaba la cultura intelectual é- infundía
espíritus generosos en las venas de la sociedad? ¿quién sino
la Iglesia? ¿Quién como ella con tanto amor, y amor tan in-
genuo y desinteresado, eficazmente promovió y con larga
mano fomentó en todas las capas sociales todo género de es-
tudios y disciplinas, desde las artes bellas y ornamentales
hasta las ciencias más elevadas, en su constante solicitud
por ensanchar los límites de la verdad en todas las esferas,
por la generalización de sanos y útiles conocimientos, por
nuevas conquistas de la inteligencia y por el ennoblecimien-
to del alma cristiana? Nadie.
Mas he aquí que mientras la Iglesia andaba ocupada en
tan meritoria empresa, dispuesta á aceptar mejoras y pro-
vechosas iniciativas, preséntase á mediados del siglo XVIII
la masonería ya potente, y explotando las viles pasiones de
los gobiernos tiránicos é impíos de la época, madura la con-
juración más infame para aniquilar la obra bienhechora.
¡Ingratos forajidos! Si tanto os conmovían el bien de la hu-
manidad y el interés de la común ilustración y de la cien-
cia, como no cesáis de vociferar, lo natural era que os pu-
sierais del lado de quien por tan caros objetos siempre se
MEDIOS. — ENSEÑANZA 201
ha sacrificado, y que coa todo aliento cooperarais al logro
de sus benéficos designios. Mas vosotros impulsados por el
odio á la misión civilizadora de la Iglesia, á Jesucristo, al
mismo Dios, jurasteis la destrucción de la única enseñanza
saludable, de la enseñanza católica, y no parece sino que el
infierno os allana la consumación de vuestros fines repro-
bados. Conocida es la negra historia de vuestras iniquida-
des en este camino, desde la supresión y abolición de la
inmortal Compañía de Jesús hasta el último horrible com-
plot fraguado por la secta universal en estos mismos días
en el centro de la catolicidad. No perecerá la Iglesia, no;
no perecerá tampoco, no, su enseñanza; porque ha de ense-
ñar hasta el fin. En cambio queda sin máscara vuestra hi-
pocresía; descubiertos y patentes á los ojos del mundo en-
tero los planes homicidas que embozabais con el manto de
una falsa ciencia; desengañados los que habían caido en el
lazo de vuestra artificiosa palabrería, y bien convencidos
de que vuestras luces masónicas son luces que no alumbran,
sino que incendian al género humano.
3. Está visto, la guerra á la enseñanza católica es ma-
sónica por sus cuatro costados: masóniea por la calidad de
sus promotores, masones todos; masónica por la injusticia
de la invasión contra los derechos seculares é inconcusos
de la familia y de la Iglesia, injusticia basada, conforme
llevamos largamente declarado, en el sistema ó código ma-
sónico, enemigo por parejo de la Iglesia y de la familia;
masónica además por los fines é intereses pretendidos que
se condensan en la deseristianización de los pueblos y en el
predominio de la secta. Guerra farisaica por copete, pues
su bandera de instrucción popular y de ciencia es bandera
de piratas, que engaña para sorprender y robar. Sigue el
farisaísmo. Proclaman la escuela neutra, para no asustar á
los padres de familia poco avisados; la escuela neutra, que
ni debe ni puede serlo, como es evidente. Farsa, trampan-
tojo, hipocresía y más hipocresía, virtud connatural de la
nefasta hermandad. Aún en la suposición de ser posible ó
practicable semejante neutralidad en la escuela ¿cuál sería
su producto? El materialismo. ¿Cuál resultaría el alumno?
Un ateo ó infiel en lo especulativo, en lo moral un utilita-
202 CAPÍTULO VIII

rio; raspado lo cristiano si algo tenía de ello, y sobrepuesto


lo animal. Estos soldados y este pueblo necesita la secta:
fábrica de ellos es la escuela neutra ó laica: á este blanco
tiran en resumidas cuentas el monopolio del Estado y la
enseñanza obligatoria. Lo de gratuita es añagaza truhanes-
ca; pagan los contribuyentes, los supuestos beneficiados: si
el Estado no se entrometiese á mano armada donde ningún
derecho le llama, ahorraría al bolsillo de los ciudadanos la
gravosa carga de la instrucción pública que antes no costa-
ba nada. Pero le faltaría el pueblo suyo, le faltarían sus
soldados: este es todo el pensamiento de la hija de Satanás;
este es el móvil de su guerra desapiadada y sangrienta á la
enseñanza católica y la razón de su táctica.

Si bien la prueba de nuestros conceptos resalta lumino-


samente de tantas manifestaciones y confesiones sectarias,
apuntadas en nuestra antecedente revista, con todo en
atención á la suma importancia del asunto y en vista de
que hoy, en estos momentos mismos, los fuegos enemigos
parecen de preferencia concentrarse en la enseñanza, juz-
gamos muy conveniente para más amplia ilustración y alien-
to de los buenos, insistir y multiplicar aquellos testimonios.
Sea el primero el del Anti-eoncilio de Ñapóles, ó junta de
los setecientos endemoniados representantes de todas las
grandes logias del globo, celebrada para blasfemar contra
las definiciones del Concilio Vaticano á la sazón congre-
gado y contra todas las verdades de la Iglesia y de J e -
sucristo:
«Los suscriptos... proclaman la libertad de la razón con-
tra la autoridad religiosa, la escuela libre contra la ense-
ñanza del clero, el hombre libre, etc., reclaman la instruc-
ción en todos sus grados, gratuita, obligatoria, exclusiva-
mente laica y materialista.»
Nadie, dice el P. Deschamps, ha presentado la idea re-
volucionaria y masónica, contenida en el fondo de la ense-
ñanza del Estado, con mayor precisión que M. Thiers,
caballero Kadosch emérito, en su defensa del monopolio
universitario, 1844, en estos términos:
«La importancia de la cuestión suscitada es tan grande,
MEDIOS.—ENSEÑANZA 203
la causa de la REVOLUCIÓN FRANCESA, la única verdadera-
mente amada de mi corazón, se halla tan visiblemente
comprometida ó envuelta en ello, que me levanto á defen-
derla con el mayor ahinco, cuésteme lo que me costare.—
Yo pertenezco al partido de la Revolución francesa... Nos-
otros, señores, somos los verdaderos guardianes y cam-
peones de la Revolución francesa.—¿No ha visto el g o -
bierno, que al desamparar á la Universidad, desamparaba
á la Revolución, de la cual él salió, y que se hacía trai-
ción á sí mismo al hacerla á su principio? No considero
por cierto á Napoleón como un apóstol de la libertad: mas
cuando él vino, otra tarea tenía á su cargo, la de formar
una sociedad homogénea; por esto pidió una cantidad enor-
me de becas, á fin de apoderarse de la juventud francesa.
—Los maestros son el molde en que se arroja á la juven-
tud. ¡Pues bien, el molde debe ser en un todo semejante á
la sociedad para la cual se forma esa juventud!»
Más claro no lo dice un loro. El monopolio de la enseñan-
za es la causa de la Revolución francesa: la Universidad,
esto es, la enseñanza del Estado es la Revolución: los cam-
peones de tal enseñanza son los de la Revolución: una socie-
dad homogénea, es decir, toda revolucionaria: apoderarse
de la juventud para la Revolución: para este objeto la e s -
cuela del Estado es el molde: á sociedad revolucionaria,
molde revolucionario. ¿Quién no entiende este cantar? no le
falta ninguna nota de la carmañola.
En género de música popular no hay sobre el mismo mo-
tivo como el poutpourri ejecutado en un congreso de ense-
ñanza de Bruselas, 1880, masónico por de contado de la
cruz á la cola con variedad de voces:
«Los países protestantes llevan ventaja á los católicos en
punto á enseñanza: la moral no se aprende en el catecismo.
—Los congresos de instrucción traerán la República uni-
versal.—Las Universidades católicas son esclavas y no sa-
ben de ciencia independiente: el dogma las estrangula.—
Las Iglesias se quejan á veces de que la ciencia invade su
dominio y se atrincheran en el monopolio de la enseñanza
de la moral: los pueblos advierten que la escuela (la masó-
nica), ensanchando la esfera de su capacidad intelectual
204 OA.PÍTÜLO VHt

(¡mentira!), levanta las almas, purifica la atmósfera moral,


y mejor que el pulpito, el confesonario, las leyes represi-
vas, los jueces, la policía y las cárceles, convierte contra
la inmoralidad la conciencia del hombre y el juicio todopo-
deroso de sus semejantes.—La escuela será buena, si está
cimentada sobre los principios científicos; por el contrario
será mala, si descansa en los principios dogmáticos: debe
ser laica para que sea nacional.—El ideal para formar al
hombre moderno es la enseñanza de los resultados obteni-
dos por la humanidad. La ciencia nos da la prosperidad ma-
terial, que es fundamento de nuestra prosperidad intelec-
tual.—Quisiera que la política entrase en el programa de
estudios. Debería enseñarse la separación absoluta de la
Iglesia y del Estado y la necesidad de proporcionarse cada
uno la educación religiosa por sí mismo sin ninguna inter-
vención oficial.—El Estado no sabe defenderse; debe repri-
mir á la religión, amiga de invadir el terreno de la política.
—Es necesario introducir la educación militar en la escue-
la: ¿qué cosa más fácil que educar militarmente á los niños
y jóvenes?—Se pondrán en planta todas las mejoras pro-
puestas.»
Guerra á la Iglesia, guerra al dogma ó á la fe; arriba la
ciencia independiente, enemiga de aquellas: escuela atea,
escuela política militar para organizar un grande ejército,
y con él llegar á la República universal.

Para despedirnos de esta importante materia, tres puntos


recomendamos á la meditación de nuestros lectores:
1. El gran postulado en que esos corsarios apoyan sus
pretensiones y con que escudan sus asaltos contra la buena
enseñanza es la omnipotencia del Estado; pero que ni es
evidente por sí mismo ni demostrable: es simplemente la
consecuencia inmediata ó la expresión del sistema masónico
del Estado, constituido por la libertad esencial de los indi-
viduos que refunden todos sus derechos en el yo común
fantaseado por Rousseau, y que hacen de este yo común, es
decir, del Estado, el centro y fuente manantial de todos los
derechos y de todo el poder. Por consiguiente el ostentoso
postulado no tiene más fuerza ni valor que la quimera so-
cial del ginebrino, ó sea, ninguno*
MEDIOS.—ENSBÑANZA. 205
2. Otro argumento formidable es el del principio nacio-
nal. El sofisma finca en lo de nacional. Quien con solo apli-
car las doctrinas expuestas prueba, y no habrá de sudar la
gota gorda para ello, que el tal principio, respecto de cual-
quiera sociedad cristiana, es esencialmente revolucionario,
de un soplo desvanecerá el embeleco de lo nacional, y echa-
rá por tierra el argumento. No puede ser nacional, ó sea
protector de la unidad y espíritu verdaderamente nacional,
lo que es revolucionario, ó sea destructor de lo mismo.
3. Exaltan en su favor los derechos de la ciencia. No
se da ciencia contra ciencia, así como no se da verdad con-
tra verdad. Una vez demostrado el hecho de la revelación
divina, no es ciencia, no es verdad lo que con la fantasma-
goría de tal contradice á la verdad divina. Por consiguiente
no existen los cacareados derechos de la ciencia contra los
derechos nativos de la enseñanza dada por la Iglesia, como
dan á entender para tomar pretexto de combatir la ense-
ñanza católica. Ni los hay tampoco, si se considera la parte
meramente humana de la ciencia, porque no se oponen á
ella el dogma ni la autoridad de la Iglesia.
De donde en limpio se saca únicamente el nefando empe-
ño de hacer armas contra la Iglesia, de anular su influjo sa-
lutífero, de substituir á su soberanía la independencia de la
razón, de consumar la general apostasía, de sostener todos
los principios enemigos de la Divinidad, la divinización
misma del hombre en contraste con la verdadera Divinidad,
esto es, la Revolución dominadora.
206 CAPÍTULO IX

CAPÍTULO IX

Medios generales de destrucción

III

L e g i s l a c i ó n . — P r i n c i p i o s generales.—Constituciones.—Derechos de
h o m b r e . — S o b e r a n í a popular.

OMAMOSaquí esta palabra en el sentido más


amplio posible. Las leyes en un pueblo son,
genéricamente hablando, las reglas impuestas
por la autoridad legítima para dirigir la con-
ducta social de los subditos ó ciudadanos y de
los mismos gobernantes. Cuando estas reglas se ordenan al
bien común son justas, obligan en conciencia y se llaman
leyes con toda razón. Las leyes injustas, ó contrarias al bien
común, no son leyes, no merecen la honra de tal dietado,
se reducen á simples mandatos, que sólo obligan en aten-
ción á circunstancias externas que miran al bien común, al-
gunas veces se cumplen úuicamente por imperio de la fuer-
za, cuyo incumplimiento y desacato es en determinados ca-
sos obligatorio, como sucede en las épocas de persecución
religiosa, que hace de los ciudadanos, no subditos obedien-
tes, sino mártires. La primera de todas las leyes es la
constitución de cada Estado, que además de señalar los
elementos constitutivos de la sociedad y del Gobierno, e s -
tablece los principios generales de la acción social. En tér-
minos de razón, que manda que el ser ó cuerpo moral, á se-
ME DIO S. —LEGISLACIÓN 207
mejanza de los seres físicos, se conserve, desarrolle y flo-
rezca por los medios apropiados á su naturaleza, la consti-
tución de cada Estado debe ser producto ó parto espontáneo
del carácter, usos, tradiciones, tendencias, destinos provi-
denciales y demás accidentes peculiares de cada pueblo;
puesto que está destinada á contener ó expresar en general
los medios aptos para la conservación y prosperidad del pue-
blo, cuya naturaleza se comprende y manifiesta en aquellas
condiciones. La constitución así trazada será una constitu-
ción bien hecha, como salida de las entrañas del pueblo pa-
ra quien se hizo, será la ley primaria que dé vida, forma y
color á las demás leyes secundarias, inspirada por el deseo
del bien común y á él encaminada, acepta al pueblo, digna
por todos lados del noble título de ley, acreedora al más
rendido acatamiento y religiosa obediencia. Las leyes par-
ticulares sucesivas han de ser fiel complemento de aquella
primera, prolongación de aquellas líneas generales, desen-
volvimiento de aquellas ideas matrices, rasgos que llenen el
diseño, aplicaciones de aquellos principios á los diferentes
grupos y órdenes de objetos sobre los cuales se ha de legis-
lar, á los organismos inferiores que han de poner en movi-
miento el cuerpo social. Las leyes particulares que sobre-
vengan como un apéndice ó superfetación extraña al primer
parto, si de suyo son provechosas, argüirán imperfección ó
deficiencia en la constitución; si no, acusarán vicio, pasión,
impericia ó intención torcida en los legisladores que las dic-
taren: las que abiertamente contraríen á la constitución
serán leyes injustas, perderán el carácter y fuerza de leyes,
como adversas al bien común, que fué la norma y principio
inspirador de la constitución. Y bastan á nuestro intento
estas consideraciones.
Veamos ahora como la masonería hace servir la constitu-
ción y las leyes de medio para sus fines y el grandísimo
partido que de ellas saca. Vamos discurriendo.
Dejando por lo que son las utopias descabelladas que al-
gunos sabios, henchidos de ideas preconcebidas y guiados
por segundas intenciones, se han forjado en el rincón de sus
gabinetes, como la de aquel pacto de Rousseau, que nunca
se celebró en ninguna parte y supone hecho lo mismo que
208 CAPÍTULO IX

se trata de indagar cómo se hizo; es innegable que supues-


to el instinto de sociabilidad impreso por Dios en el cora-
zón del hombre y demostrado por la misma naturaleza y las
facultades de la criatura racional, el bien propio de cada
uno combinado con el bien de los demás, ó sea, la necesidad
de ayuda y defensa mutua con el atractivo de mutuos goces
y servicios, en una palabra, el bien común, hubo de impul-
sar á los individuos á congregarse estrechamente, hubo de
animar y sostener la sociedad una vez formada, so pena de
reputar por locos á los individuos y por un manicomio suel-
to á la sociedad, pues siendo criaturas racionales, habrían
procedido sin atención á ningún fin ó bien propio y honesto
como exígela razón; bien común resultante de la justa pon-
deración y correspondencia de ventajas y sacrificios, parti-
cipare á favor de los individuos y familias que componen la
sociedad. Así se formó ésta en general, y por lo que mira á
la existencia de sociedades varias, su división se explica
satisfactoriamente por la multiplicidad de hechos, circuns-
tancias y accidentes distintos que las separaron unas de
otras con el aliciente del bien común que por camino diver-
so perseguía cada una de las diferentes agrupaciones: de
suerte que en último resultado la bandera del bien común
es la que unió á los individuos en sociedad y la que dio na-
cimiento á las varias sociedades; el bien común en todo y
por todo.
Ahora bien, en relación con lo expuesto sobre leyes del
Estado y sobre el fundamento social ¿cómo se porta la secta
con los pueblos que se entregaron en sus manos ó están so-
metidos en mayor ó menor grado á su fatal influencia? La
razón del bien común, que es la razón del orden natural es-
tablecido por Dios, la razón de la justicia, la expresión de
la ley eterna de Dios aplicada al régimen de las sociedades,
debe considerarse en virtud de lo dicho, como la base, nor-
te y regla de la Constitución y las leyes de los pueblos. Pa-
ra la legislación masónica no hay más base, norte y regla
que la razón masónica, razón convencional y arbitraria, ra-
zón antinatural como apartada del orden divino, razón e x -
clusivamente fundada en aquella libertad esencial y absolu-
ta del hombre independiente de Dios, de que tanto hemos
MEDIOS.—LEQ ISLAOIÓN 209
disertado. ¿Qué es eso de un bien común conforme con el
orden de las cosas y la naturaleza misma del hombre? No
se da otro bien común que el evangelizado por la secta,
ideado de fresca data por el portentoso cacumen de uno
de sus legisladores, Eousseau, reñido con el sentido común,
con los documentos de los sabios, con la tradición de los si-
glos, destinado por arte mágica á hacer felices á los hom-
bres, consistente en la perfecta posesión y comunión de la
traída y llevada libertad esencial y absoluta de cada hom-
bre y de todos ellos juntos en un pueblo universal.
En efecto, si la masonería vino por voto á trastornar de
arriba abajo el orden establecido en la sociedad, á título de
resucitar un estado primitivo que ella se soñó para su tras-
tienda; vino de propósito á regenerar esa naturaleza del
hombre que no se conocía á sí misma, hasta que ella por
boca del sofista ginebrino la informó de su propio valer
¿qué cuenta había de tener en su obra de reconstrucción
con ese bien común basado en ese orden y en esa naturale-
za, que la voz unánime de los siglos predica como norma
única de buena legislación y gobierno, prenda de cumplida
ventura para las sociedades, cualquiera que fuere la forma
de gobierno? Así es que la constitución por ella fraguada,
forzosamente será masónica, masónicas serán sus leyes, he-
chas y amañadas en consonancia con la tal constitución y
arregladas á sus fines. Así lo pensó y así lo hizo, y los he-
chos dieron testimonio de su pensamiento, para no dejar
resquicio á la duda acerca de su depravada índole y perni-
ciosos intentos.
Una sola Constitución ha forjado, obra maestra de cap-
ciosidad y miras trascendentales, desde que en los prime-
ros días de la Revolución francesa y cosmopolita se puso á
legislar y se sintió con bríos de legislar para el mundo en-
tero; una sola, y no forjará otra hasta el fin de los siglos,
tan acabada y perfecta es, resumen cabal y substancioso del
Código de Rousseau, y en que la secta puso y exprimió toda
su alma; una sola Constitución, como forzoso molde, en que
fuese vaciado todo el género humano sin respeto ninguno á
orígenes, carácter, religión, costumbres, instituciones, tra-
diciones ni forma de gobierno, para ostentar su alto despre-
210 CAPÍTULO IX

ció del bien común, el cual de suyo es variable, según los


casos de cada pueblo 6 nacionalidad; una sola Constitución
para todos á fin de mostrar y publicar con el hecho mismo
su sello de universalidad y su jurado empeño de acabar con
los pueblos distintos y hacer de todos el pueblo por exce-
lencia, el único pueblo masónico bajo el pabellón de una sola
república tan vasta como la redondez de la tierra.
Esta Constitución modelo, se llamó: Los DERECHOS DEL
HOMBRE, que dieron la vuelta á Europa y más allá en las
bayonetas de los sansculotes. La República francesa se hizo
invasora desde sü nacimiento; no érala República francesa,
era la revolución sin nombre de patria, la que invadía la
tierra con el poder de las armas y la fuerza de las trai-
ciones, conquistaba las naciones con los DERECHOS DEL
HOMBRE.
Algunos dicen, y no es mentira, que la secta es amiga
de mudar constituciones. En esto se muestra consiguiente
consigo misma, pues estos cambios, despertando el espíritu
público, acostumbrando á los ciudadanos á la vida pública,
según los masones se glorían, á semejanza de lo que pasaba
en las repúblicas de la antigüedad, producen choque de opi-
niones y traen necesaria perturbación; y el desorden y las
continuas alteraciones forman su elemento propio y entran
en su táctica, porque debilitan á los pueblos, quebrantan el
poder público, desprestigian la autoridad y fomentan los
instintos revolucionarios; con todo lo cual se le hace el jue-
go á ella, y saca enormes ganancias, como que no desea
mejor. Por lo demás esas variaciones suelen indicar un paso
adelante en el sistema de perdición, significan un nuevo des-
envolvimiento ó retoque de la constitución típica, donde y
cuando ésta no pudo introducirse y plantearse en toda su
extensión ó con todo descaró por consideraciones especiales;
ó á lo sumo se concretan á puntos de organismo y discipli-
na, ú obedecen á circunstancias accidentales; no retractan
nada de lo fundamental, ni tocan á la substancia de los prin-
cipios venenosos.
Eu el antiguo régimen, que llaman, las constituciones ni
eran cambiantes como las modas, ni tampoco escritas. Por
lo regular cada pueblo se regía, á no atravesarse las huma-
MEDIOS.—LEGISLACIÓN 211
ñas pasiones para trastornar el orden debido, por su cons-
titución natural, nacida del genio, costumbres y necesida-
des del mismo pueblo, inspirada por el anhelo del bien co-
mún, dictada por la sabiduría popular ó de los mejores y
por el sentimiento innato de la justicia, perfeccionada ó mo-
dificada á las veces por las lecciones de la experiencia, gra-
bada sin violencia en todos los corazones, desarrollada en
pocas leyes conducentes al bien procomunal, sostenida por
convenientes instituciones que amparando las justas liber-
tades, armonizaban todos los derechos y simplificaban la
gestión del gobierno. Queda inmortal en la historia el re-
cuerdo de monarquías y repúblicas constituidas de esta suer-
te al calor y bajo la guía de la fe y la conciencia cristiana en
los siglos de mayor pujanza é influjo benéfico de la Iglesia,
y en que el bienestar y dicha de los pueblos se hermanaban
con la rectitud y amor paternal de los gobiernos.
Por el contrario la masonería sentencia, lo nota muy
oportunamente Dom Benoit, que pueblo desprovisto de
constitución escrita es pueblo sin constitución. Salta á la vis-
ta el por qué de este falso axioma y se nos alcanza la avie-
sa intención escondida de sus forjadores. La constitución
masónica es puramente artificial, engendro caprichoso de
un ingenio extraviado y de un corazón perverso, y como
del todo artificial, completamente extraña al sentir y habi-
tuales ideas del pueblo, el cual por tal concepto jamás por
sí caería en la cuenta de ella, si no la viese consignada por
escrito y en esta misma forma propalada: es además forza-
da, que por estar ajustada á un patrón invariable, en la va-
riedad de los casos necesita ser impuesta de un modo vio-
lento, y así lo fué, testigo la historia, como el fallo inexora-
ble de un juez, el decreto de un tirano ó la orden del día
dada á un ejército; y en tal virtud ha de ser conocida en
sus términos precisos. Mas, ea, ahorremos circunloquios.
¿Qué cosa viene á ser la Constitución masónica? La Consti-
tución masónica, cuyo tipo primordial fueron y serán siem-
pre los campaneados Derechos del hombre de 1789, quinta
esencia del código social de Rousseau, fué soltada al mundo
adaptada con prudenciales variantes á los países de la con-
quista revolucionaria, á manera de cartilla y programa pre-
212 CAPÍTULO IX

ciso é inmutable que sirviese para inculcar y popularizar en


las naciones los principios de la exótica libertad sectaria:
y ¿qué medio más apto que la. fijeza de la escritura, tanto
para facilitar la enseñanza y propaganda, como para deter-
minar exactamente la fórmula escogida y resguardarla de
infieles interpretaciones? Con esta malicia la secta de-
cretó magistralmente que las constituciones han de ser por
necesidad escritas, para introducir ladinamente la suya,
que lo era, con preferencia á las demás, que no lo eran. Con
otra ventaja más, que aun la misma constitución natural,
impresa y arraigada en el corazón del pueblo, en siendo es-
crita, con mayor facilidad, por grados y sin sentir se presta
á ser artificiosamente adulterada, hasta llegar á suplantarla
con la masónica. ¿No se echa de ver la falsía en sostener el
extraño axioma de las constituciones escritas'? Y aquí ya
se nos manifiesta al descubierto el mucho interés de la ma-
sonería en este punto por el grandísimo provecho que re-
porta de su Constitución en orden á sus fines.
En efecto echemos una ojeada á los famosos Derechos del
hombre, tales como fueron acordados y escrupulosamente
formulados en los más profundos sanedrines de Hiram.
Allí de todo en todo se prescinde de Dios, ó si se le nom-
bra hipócritamente en los preámbulos con el mote de Ser
Supremo, es para rebajarle al papel de figura decorativa sin
acción, movimiento ni intervención alguna en los negocios
de los hombres, como si no existiera; lo cual es perfecto
ateísmo social.
Allí, Art. I, se pone por fundamento primario de la so-
ciedad la libertad é igualdad nativas del hombre, esto es,
esenciales, con independencia de Dios, del cual no se hace
cuenta.
Allí, Art. II, se niega todo otro fin, sobrenatural ó na -
tural, de la sociedad política que no sea la conservación de
los derechos del hombre, derivados de aquella libertad nati-
va ó esencial: de suerte que el Dios de la sociedad política
es esta libertad por razón de fin, así como es su funda-
mento.
Allí, Art. III, se asienta sin distinción ni salvedad de
ninguna especie, que «el principio de toda soberanía reside
MEDIOS.—LEGrSLACIÓN 213
esencialmente en la nación; que ninguna corporación ni in-
dividuo alguno puede ejercer autoridad que no emane e x -
presamente de dicha soberanía nacional.» Luego descono-
cimiento y exclusión absoluta de la autoridad de la Iglesia,
que radica en la soberanía de Dios; negación completa de
esta misma.
Allí, sin respeto á otra ley ni legislador, «la ley (Art. VI)
es la expresión de la voluntad general;» y como ésta es la
suma de las voluntades individuales, resulta que la libertad
esencial de cada individuo viene á ser ley de sí misma, in-
dependiente de cualquier legislador, y por consiguiente
Dios de sí misma.
Allí se enseña lógicamente que en la sociedad no existe
deber ni regla moral ninguna. ¿Quién los impondría? ¿la so-
beranía nacional, la ley, que es la expresión de la voluntad
general? Pero si esta voluntad y aquella soberanía radical-
mente descansan en la libertad esencial de cada individuo
que es inamisible. Luego cualquier deber ó regla moral
sería violación de la misma. De donde desaparece por falta
de base la distinción de lícito é ilícito, bueno y malo, justo
éiujusto, y quedan arbitros del mundo, ó el libertinaje más
desenfrenado y la anarquía, ó bien si se. recurre á la fuerza
para imponer el respeto á la voluntad general, la tiranía
más irracional y bárbara. Al grito de libertad cada uno hará
lo que se le antoje y pueda hacer, ó en nombre de la ley se
degollará á los ciudadanos libres.
Allí se proclama como sagrado, no sólo el derecho, sino
el deber prescrito por el ñn de la sociedad política, de in-
surrección, puesto que taxativamente se cuenta, Art. II,
entre «los derechos naturales é imprescriptibles del hombre
la resistencia á la opresión,» sea por usurpación de la au-
toridad que no emane expresamente de la soberanía nacio-
nal, ó por extralimitación de la autoridad delegada.
Allí se enaltece «cual uno de los derechos más preciosos
del hombre, Art. XI, la libre manifestación de pensamien-
tos y opiniones.»
Allí por rigurosa consecución del principio de la sobera -
nía nacional y por el contexto general de la Declaración
de los Derechos del homlre, en especial por el Art. XVI,
MASONERÍA. T. II.—15
214 CAPÍTULO IX

se predica que todos los gobiernos han sido y son ilegíti-


mos, fuera de la república y ésta universal, por cuanto los
Derechos del hombre enunciados en esta forma indefinida,
son los derechos de todos los hombres sin acepción ni dife-
rencia de países, climas, razas, nacionalidades, sexos, cla-
ses ni edades. La libertad esencial es como el sol que á to-
dos alumbra, como la sangre que á todos vivifica, como el
oxígeno que purifica y alimenta la sangre de todos: dijo
esta libertad quien dice soberanía esencial.
Allí se da escuela de anarquismo, porque se enseña que
no cabe gobierno de ninguna clase en el mundo; y es cosa
evidente. Gobierno dice autoridad, y la autoridad manda y
supone obediencia; pero donde todos poseen por igual la li-
bertad esencial, todos son señores y no pueden dejar de ser-
lo ni por un solo instante: ninguno puede obedecer, ni por
consiguiente ninguno puede mandar; de donde resulta im-
posible cualquier gobierno.
Esta es la notificación oficial, éste el cartel y bando de la
Humanidad independiente, de mucho atrás preparado, con
toda solemnidad lanzado desde entonces para siempre al
mundo por la Asamblea nacional francesa, en 1789, en nom-
bre de la masonería.universal; ésta es la Constitución mode-
lo, con todo lo que dice por lo claro, y lo que sobreentiende
por lo obscuro, y mucho más que pudiéramos añadir.
Ahora vengamos á cuentas para nuestro objeto. ¿Qué re-
sultará de semejante Constitución donde pueda libremente
plantearse? Una revolución francesa. Ya sabemos lo que fué
en su casa: propagado el incendio, duran todavía y durarán
sus efectos en el orbe.
¿Qué sucederá donde solamente en parte sea dado intro-
ducirla ó implantarla? Algo proporcional á aquello; pero
algo tan favorable á la secta, como fatal para la nación des-
venturada que fuere la víctima: muchas á la hora presente
lloran sangre por ello, casi sin esperanza de remedio.
Aquí se nos descubre de lleno el secreto del extraordina-
rio empeño, que la reproba hermandad pone en mover esta
tremenda palanca, constituyendo á los pueblos conforme á
su ejemplar típico. Veamos cómo.
Principio general que palpita en la Declaración de los
MBDIOS.—LEGISLACIÓN 215
derechos del hombre, es el naturalismo: descompuesto en
ateísmo, aversión á Dios y á su Iglesia, libertad esencial
del individuo, soberanía popular, emancipación de toda ley
superior y de toda moral, orden artificial de la sociedad,
derecho de insurrección, libertad de pensamiento y de con-
ciencia, idea republicana masónica, gérmenes de anarquis -
mo: elementos que sumados dan: revolución y aniquilamien-
to de la sociedad.
Los principios cierto no son todavía los hechos, de que
han de ser causa natural; pero ya en el estado de meros
principios, son disposición adecuada que prepara los he-
chos, con la perversión de las inteligencias, el descrédito
de las máximas salvadoras, la debilitación de las concien-
cias, y el influjo de una opinión pública viciada. Los prin-
cipios no son los hechos; pero abonan el terreno que ha de
fructificar en hechos á su tiempo y sazón: las ideas no pa-
san de ideas; pero son luz de la inteligencia, guía de la vo-
luntad, y si no se las sofoca con ideas contrarias, por la
complicidad de las pasiones y malos instintos se traducen
en los hechos correspondientes.
Tanto más que la masonería no se contenta con sembrar
ios principios ó ideas de su Constitución, sino que donde ha
logrado sembrarlas, se da prisa á realizarlas y actuarlas en
forma de leyes análogas á la misma Constitución que ha lo-
grado establecer. Tiene bien estudiados sus principios y el
arte de desenvolverlos, muy andados los caminos de la prác-
tica; no pierde de vista un solo punto su fin; es tan osada y
tenaz, como flexible y cautelosa para no estrellarse contra
obstáculos insuperables, para atemperar sus leyes á las cir-
cunstancias. Los principios masónicos inscritos en la Cons-
titución, si no llegan á prevalecer por completo del primer
antuvión, irán paso á paso reemplazando á los principios
tutelares de la sociedad en el ánimo de muchos, apagando
los sentimientos de resistencia é infundiendo nueva alma á
la nación: las leyes vigorosamente sostenidas quebrantarán
los hábitos antiguos, crearán otros nuevos y acabarán por
transformar la vida social. Un pueblo trabajado por esta
doble acción simultánea será en plazo más ó menos largo
un pueblo conquistado, domesticado con mayor ó menor s u -
216 CAPÍTULO IX

misión, uncido al carro de la masonería para coadyuvar á


sus empresas de dominación universal. Formidable instru-
mento de guerra es la legislación de un pueblo en manos
de ella.
Cierto que en muchos casos no le será concedido plantar
su Constitución, renovar de un golpe todo el código social,
y se verá forzada á guardar prudentes respetos á veneran-
das instituciones y costumbres seculares; que tampoco le
será lícito al pronto legislar con desenvoltura al gusto de su
paladar y en consonancia con los principios de su Constitu-
ción de estampilla. Pero ¿qué importa, si consigue al menos
endilgar ó entrometer en ella, como furtivamente ó por sor-
presa, alguno de esos principios fundamentales que en poco
lo condensan todo, y que sabiamente manejados ó aplicados
dan correa larga para todo? Hablemos sin ambajes. Princi-
pios masónicos hay de tanta miga, que se asemejan por su
profunda malicia y trascendencia á los venenos sumamente
activos que en mínima dosis administrados descomponen y
matan en un pensamiento el organismo humano más robus-
to, ó á ciertos perfumes tan penetrantes que en el acto im-
pregnan todos los objetos que los rodean. Y aun más claro:
con que la masonería deslice ó ingiera en cualquiera cons-
titución su gran axioma ó postulado de la soberanía nacio-
nal ó popular, por ejemplo, tan insignificante y vago como
parece, estará armada para trastornar el reino ó imperio
más potente, hallará pie y ocasión para legislar y reformar
á su gusto sobre todos los ramos de gobierno.
Esto se lo sabe ella de memoria y es procedimiento suyo
trivial, empleado á cada paso en su obra de destrucción.
No hizo más en la noble España, entre los pueblos amantes
de sus sanas tradiciones y valientes en defenderlas el pri-
mero; dotarla de una Constitución de mano sectaria en
1812 con el reconocimiento de la malhadada soberanía po-
pular, para inocular en ella la ponzoña de sus bastardas
teorías, corromper el espíritu público, asentar el reinado
del liberalismo, encender la tea de sangrientas discordias,
enflaquecerla, degradarla, hasta precipitarla en la miseria
presente: abundan ejemplares parecidos en otras partes.
¿Quién no recuerda, por poco versado que esté en la histo-
MEDIOS.—LEGISLACIÓN 217
ria moderna, la grande marejada constitucionalista exten-
dida por Europa á unos cuantos lustros de la revolución
francesa? ¿quién por poco que haya profundizado en la filo-
sofía de esta historia, no sorprendió la mano masónica en
aquel inusitado movimiento? Colocada á dos dedos de su
total naufragio la nave revolucionaria en Francia, á conse-
cuencia del último desastre de Napoleón 1.° y de la general
reacción monárquica, debió su salvamento no más á la Car-
ta ó Constitución que fué dictada al representante de la
antigua dinastía Luis 18.°; Constitución, se entiende,
informada por el espíritu de la soberanía nacional. Por los
mismos días, bajo el manto de una Constitución liberal ó
democrática tramábase la unificación republicana de Ale-
mania: la Constitución en España detenta la autoridad real,
lleva al rey cautivo, insurrecciona las colonias y siembra
de repúblicas la América: al grito de ¡Rey y Constitución
española! arde en conspiraciones toda Italia desde el dimi-
nuto Piamonte hasta el extremo Ñapóles: al nombre de
Constitución es doblegada la libre Suiza baja el yugo sec-
tario, sucédense sin parar los complots en Rusia y se arman
asechanzas á la vida de los emperadores Alejandro y Nico-
lás con intento de arrasar el imperio moscovita: la propa-
ganda masónica, desbordándose como bravio torrente desde
Berlín á Suiza, Bélgica é Italia, desde París á España y
Portugal, desde Madrid al reino de las Dos Sicilias y á las
remotas Américas, desde Lisboa al Brasil, vomita insurrec-
ciones, al modo que arrojan lava asoladora los volcanes en
plena erupción. La Carbonería, recién nacida de las entra-
ñas de la secta y ministro de sus infernales venganzas, á
la única voz y consigna de Soberanía popular, esparce por
doquiera llamas de furor y medita la ruina de todos los tro-
nos, el exterminio de la Iglesia de Cristo, con el pensa-
miento de repetir aquella espantosa revolución del 93,
fijando nuevamente su cuartel en Francia y tomándola por
brazo fuerte que vuelva á poner en conflagración el mundo
entero. Bien pudo más tarde, en 1864, un masón calificado,
Anghera, en su Historia secreta de la orden, contar las
glorias infames de aquella jornada con estos extraños acen-
tos de salvaje entusiasmo: «¡Qué sones tan armoniosos daba
218 CAPÍTULO IX

al viento el mallete masónico, al caer sobre el eje de los


carbonarios!»
Tal es el poder de la Constitución masónica: estos son
los prodigios obrados por la hermandad con un solo artículo
de su credo, con uno solo de sus principios, diestramente
intercalado como buena levadura en la constitución de cual-
quier pais. Semejante resultado á ninguno de nuestros lec-
tores causará sorpresa, que haya hecho alto en nuestro aná-
lisis de la doctrina libertaria profesada por la secta. La
soberanía popular, tal como ella la reclama, viene á resol-
verse en la aplicación de la libertad rousoviana al conjunto
del sistema social, en todos los órdenes del humano consor-
cio. ¿Libertad religiosa? es el descreimiento total, la perse-
cución religiosa. ¿Libertad moral? es moral independiente,
libertinaje, ausencia de todo fundamento moral. ¿Libertad
de pensamiento? es insania, error, orgía de la inteligencia.
¿Libertad en la familia? es unión libre. ¿Libertad en el uso
de los derechos civiles? es latrocinio, fraude, centralización,
ley de los caciques. ¿Libertad política? es derecho de insu-
rrección, fuerza del número, anarquía. ¿Libertad social?
es república universal. ¿Libertad omnímoda y absoluta? es
el caos.
Todas estas libertades traen en su pestilente seno la so-
beranía popular como procreada de aquel tronco infecto, la
libertad esencial del individuo, que es libertad de perdi-
ción. La soberanía popular comienza por abolir cualquier
otra soberanía que no sea la del número, la de la fuerza re-
sultante de la libertad individual de los ciudadanos en ma-
yoría, dando puerta franca á dichas libertades: de ellas pro-
cede el trastorno, desquiciamiento y ruina de todos los or-
ganismos y principios vitales y conservadores de la socie-
dad, la anarquía reinante en todas las esferas. Allí está la
masonería en su centro, allí triunfa: allí consuma la obra
de destrucción de todo lo existente, y puede entregarse con
sosiego á su obra de reconstrucción social, emprendida con
el hombre reducido al estado salvaje como material indis-
pensable en conformidad con el pensamiento de Weishaupt
y demás patriarcas, modelada con ajuste á su ideal de la
Humanidad independiente del Dios del cielo y esclavizada
bajo el cetro del rey del infierno.
MEDI08.—LEGISLACIÓN 219

En. la práctica ordinaria el objeto inmediato de la sobe-


ranía nacional es, mientras se llega á la república descara-
da, crear una república disfrazada, un gobierno constitucio-
nal, que toma su nombre de, la Constitución infecta de
aquella soberanía; gobierno en que el rey reina y no gobier-
na, con sede de honor, pero no de positiva jurisdicción; en
que la suma potestad y el ejercicio de ella están en manos
de la llamada representación nacional, y ésta es la que en
nombre del pueblo legisla, la que por sí y por medio de los
ministros de los diferentes ramos, salidos de su seno y amo-
vibles á su voluntad con arreglo á fórmulas y expedientes
convencionales, sostiene todo el peso de la gobernación,
propone, discute y vota los presupuestos y toda clase de
iniciativas, atiende á los servicios públicos, mantiene y or-
ganiza las fuerzas del Estado, dirige la política, todo lo vi-
gila, en todo entiende y lo dispone todo sin responsabilidad
alguna para sí ni para sus ministros, que son delegados
suyos, así como ella es mandataria del pueblo, es único so-
berano, y por lo tanto irresponsable: dejando después de
todo esto al príncipe, mientras no se le reemplaza ó se le
expulsa llanamente, tan sólo un refrendo ceremonioso de
cortesanía y el goce de su lista civil y de ciertos obsequios
tributados á su majestad nominal.
Parécenos que ésta es en breves rasgos la vera effigies
del gobierno constitucional ideado por la secta, ó no enseña
nada la experiencia: y siendo así ¿qué más se necesita para
dar vida y vuelo á la idea republicana entre las gentes de
antemano acostumbradas á la comedia diaria de la sobera-
nía popular? De sobra nos consta que la celebradísima re-
presentación nacional no es tal representación del pueblo ni
por sueño, y que cualquier cosa representa y gestiona me-
nos los intereses y el bien del pueblo mismo: harto sabemos
que de ordinario las ponderadas elecciones populares son al
desnudo obra de la intriga, del soborno, del pandillaje, de
la imposición ó dictadura de un tirano incontrastable nada
más; pues los bondadosos ciudadanos ni nombran á sus ce-
losos oficiales, como los apoda Rousseau, ni á lo sumo los
conoce más que de vista: todos convenimos en que el vene-
rable santuario de las leyes, parlamento por buen nombre,
220 CAPÍTULO IX

no es más por lo regular que el foco y hervidero de todas


las ambiciones, una palestra de oratoria, una lonja de con-
tratación de prebendas y negocios, un instmmentum regni
del partido dominante, ó una escuela de teorías disparata-
das é incendiarias, ó bien todas estas cosas juntas; y que al
supuesto soberano, el pueblo, no le queda otro recurso que
criar espaldas para aguantar las ignorancias, impertinen-
cias, exorbitancias, cohechos y grandes traiciones de sus
mandatarios, irresponsables é inviolables padres de la patria;
todo esto conocemos, y á una voz gritamos que el gobierno
constitucional se reduce á pura ficción, mentira y perpetua
farándula.
Pero bien ¿y qué? ¿es esto por ventura un fracaso ó un
perjuicio para la cofradía? Nada menos: antes ¿no la bene-
ficia grandemente? Y en pocas palabras se convence. El go-
bierno constitucional ¿no es un ensayo vergonzante de re-
pública ó introducción para ella? ¿no vulgariza y arraiga
entre las clases inconscientes, dirigibles y manejables déla
sociedad la idea de gobierno del pueblo por el pueblo sin
reconocimiento ni intervención de superioridad alguna, si-
quiera sea ésta ficticia? ¿no despierta en los ánimos el sen-
timiento egoísta de soberbia con la revelación de los dere-
chos imprescriptibles del pueblo? ¿no lo incita al menospre-
cio de cualquier autoridad? ¿no remueve y alborota los ins-
tintos revolucionarios con la fogosa proclama del primer de-
magogo advenedizo? Los vicios mismos y desórdenes ingé-
nitos del gobierno constitucional, la consideración de los
abusos cometidos en este régimen, la agravación de la ti-
ranía y de las cargas que por el despilfarro de las rentas
públicas pesan sobre el pueblo, la desestima y burla que
continuamente se hace de éste y de sus decantados derechos
¿no añaden leña al fuego y ayudan á exaltar aquellos senti-
mientos de orgullo y rebelión? ¿Cómo no ha de ser todo e s -
to oro molido para la secta, atenta siempre á traer el agua
á su molino, especialmente si se toma en cuenta su perfidia
en procurar, según tiene por estilo, que el descontento po-
pular, las quejas y dicterios converjan, no contra el siste-
ma constitucional, que es el único culpable, sino contra el
testaferro de la monarquía; y que allí donde por participa-
MEDIOS.—LEGISLACIÓN 221
ción de la común soberanía hay irresponsabilidad para t o -
dos; irresponsables los diputados que votan, legislan y me-
dran por cuenta del pueblo ó anima vilis; irresponsables
los ministros que mangonean y triunfan por delegación
efectiva de los diputados, allí el único responsable de to-
dos los desaguisados y malandanzas resulte el desdichado
monarca?
Y aquí no hablamos de otras ventajas que se le vienen á la
mano; cuales son, la suma facilidad, ofrecida por el desbara-
juste constitucional de costumbre, de introducir y apostar
hombres de su confianza, que ya en el parlamento, ya en la
administración pública, lleven la voz de la masonería, pro-
muevan sus intereses y tomen posiciones para los futuros
eventos; la oportunidad de ir mañosamente sugiriendo y san-
cionando leyes impregnadas de su espíritu y encaminadas á
actuar paulatinamente sus ideales; hoy, por ejemplo, entro-
metiéndose en asuntos de la Iglesia, restringiendo alguna de
sus justas libertades, amenguando su consideración y rato-
neando sus haberes, reconociendo la libertad de conciencia,
secularizando ó acivilando sacramentos y actos religiosos, ó
limitando la benéfica expansión de congregaciones y órdenes
regulares; mañana, llevada de sus peculiares apetitos res-
pecto de enseñanza, suprimiendo de un ramalazo las secu-
lares y beneméritas instituciones docentes fundadas por el
amor de la Iglesia y la libertad de los pueblos, adjudicán-
dose el pleno dominio de la escuela con desprecio de la au-
gusta potestad de la misma Iglesia y de la familia, dictan-
do en este sentido las medidas más tiránicas y vejatorias,
ó bien igualando tal vez la enseñanza del error con la de la
verdad; otro día atentando contra los vínculos de la fami-
lia, disponiendo, por vía de impuestos y gabelas cada día
más crecidos y arbitrarios, de las fortunas particulares y
explotando los vicios y penuria de los individuos con pro-
pósito de llegar al comunismo del Estado.
Con tales elementos de disolución como en sí mismo en-
cierra el sistema constitucional y con medios tan eficaces
como suministra á la actividad masónica ¿qué tanto dista
aquella especie de gobierno de una república franca y des-
envuelta? Un solo paso.
222 CAPÍTULO IX

¿Es de admirar por consiguiente el empeño sostenido con


que la hermandad, sagaz inventora de aquel sistema, se
ha afanado por plantearlo en las naciones, dándole tanta
importancia, que librara en la época á que nos referimos,
en este poderoso recurso todo el éxito de aquella ardiente
campaña emprendida contra los tronos de Europa y en fa-
vor de su República suspirada?
Tanto es el poder de la constitución masónica con su na-
tural acompañamiento de leyes ajustadas á su molde: que es
lo que nos propusimos declarar.
MEDIOS.—SISTEMA DE CORRUPCIÓN GENERAL. 223

CAPÍTULO X

Medios generales de destrucción

IV

Sistema de corrupción general

ÜB existe tal propósito desde fecha atrasada,


y con infatigable persistencia se ha estado
realizando desde los tiempos de Voltaire y
demás pandilla filosofante, como trabajo pre-
paratorio de todas las revoluciones, y que para
desdicha del género humano ha producido los muy lamenta-
bles resultados bien previstos, es cosa que á toda satisfac-
ción demostramos en su lugar correspondiente. Sólo nos
resta ahora remachar el clavo con un testimonio mayor de
toda excepción.
Conocida es la tremenda explosión revolucionaria de 1848,
iniciada con la proclamación de la segunda República fran-
cesa, secundada á un mismo tiempo y hora en los demás Es-
tados de Europa y que á pique estuvo de volcar todos los
tronos é incendiar al mundo entero. La Carbonería la pre-
paró y la Joven Europa la hizo reventar, dirigida aquella
por los hombres de la A Ita Venta. Cuatro años antes del
formidable estallido uno de ellos, Cayetano por nombre de
guerra sectario, cambiaba impresiones con el primer caudi-
llo de los conjurados, JVuiius, otro nombre de guerra, en
estos términos:
224 CAPÍTULO X

«En.trecho de pocos años hemos avanzado mucho: en to-


das partes domina la desorganización social; en el norte lo
mismo que en el mediodía, en el corazón de los hombres de
representación al igual que en el alma de los eclesiásticos
(lo decía por algunos ejemplares salteados de clérigos per-
didos) todo ha descendido hasta el nivel á que nosotros
queríamos relajar al género humano. Nos propusimos
corromper para llegar á imperar, y no sé si vos os espan-
táis como yo de nuestra obra. Temo que hayamos ido dema-
siado lejos: tal vez hayamos corrompido demasiado, y al
ponerme á estudiar el personal de nuestros agentes de Eu-
ropa, se me figura que no estará en nuestra mano encauzar
el torrente que vamos á desatar. Existen pasiones insacia-
bles que yo no había sospechado, concupiscencias descono-
cidas, odios salvajes, que fermentan en torno y debajo de
nosotros: pasiones, concupiscencias que al mejor día pueden
devorarnos; si hubiese tiempo de remediar esa gangrena
moral, sería para nosotros un beneficio. Ha sido tarea muy
fácil pervertir: ¿lo será tanto enfrenar á los pervertidos?...
«Hemos sido extremosos en muchas cosas. Hemos quita-
do al pueblo todos sus dioses del cielo y de la tierra, á
quienes rendía homenaje; le hemos arrancado la fe religio-
sa, la Je monárquica, la honradez, las virtudes domésti-
cas, y ahora que oímos sus sordos rugidos, temblamos re-
celosos de que el monstruo nos devore. Poco á poco le he-
mos ido despojando de todo sentimiento honrado: no tendrá
-entrañas... Aquí en Viena, cuando se dé el grito de ¡arriba!
la chusma nos arrollará, y su futuro caudillato de un día
tal vez esté hoy en presidio ó en alguna casa mala. Supongo
que vos en nuestra Italia, donde se juega la misma parti-
da, participaréis de los mismos temores. ¿No hemos revuel-
to juntos el mismo lodo? El cieno ha salido á la superficie, y
tengo miedo que me ahogue.»
Por su parte el judío Piccolo-Tigre (Tigrito) escribía dos
años después, 1846, al mismo Nubius, diciéndole entre otras
cosas:
«Para matar con toda seguridad al mundo antiguo, nos-
otros juzgamos que era menester ahogar el germen católico
y cristiano; y vos con la audacia del genio os ofrecisteis
MSDI03.—SISTEMA DE CORRUPCIÓN GENERAL 225

para herir en la cabeza con la honda de otro David al Go-


liat pontificio.»
¡Espléndidas confesiones! De dos de los principales direc-
tores y manipuladores en aquella obra de corrupción, desde
largos años ocupados en ella.
Eealidad del plan:—Era menester ahogar el germen
católico y cristiano.» uEl nivel á que queríamos rebajar
al género humano.»—«Nos propusimos corromper.»
Fin perseguido.—«Para llegar á imperar.» «Para des-
atar la revolución, el torrente.» «Para matar con toda
seguridad al mundo antiguo.» «Para herir en la cabeza
al Goliat pontificio.»
Realización.—«Desorganización social en todas partes.»
«Tal vez hemos corrompido demasiado.» «Hemos arran-
cado al pueblo su fe religiosa, su Je monárquica,' su hon-
radez, sus virtudes domésticas; le hemos despojado de
todo sentimiento honrado.» «Temblamos recelosos de que
el monstruo nos devore.» «Remos revuelto el lodo y el
cieno ha salido á la superficie.»
¿Qué le falta á la demostración? Nada.
Los medios los enumeramos antes: son de toda especie,
hasta los más infames que no se citan, pero constan.

Política

Política, por vigor de la significación y empleo originario


de la palabra, tanto vale como arte de la gobernación del
Estado, cualquiera que sea la forma de éste. Hay política
interior, ó sea, dicho arte aplicado á la gobernación de cada
Estado; y política exterior, ó sea dicho arte aplicado á las
relaciones de un Estado con otro. Una y otra constituyen
uno de los medios más eficaces usados por la secta en la
prosecución de sus fines.
Ella es esencialmente política, sin que esto quiera decir
226 CAPÍTULO X

que no sea algo más que política, según creen algunos cor-
tos de vista, ó fingen creerlo otros que se pierden de vista;
puesto que de lo político 6 con lo político pasa á lo antiso-
cial, á lo antirreligioso y hasta á lo satánico. Pero la cues-
tión del momento no es ésta, que ya declaramos por todo su
ancho, largo y profundo más arriba.
Ejercita de tal suerte la política, ó es tan política esa hija
de tinieblas, que por donde quiera que se la atisbe, le relu-
ce la hilacha política, y por cualquier parte que se la tien-
te, se le encuentra el flaco político. Y ¡pensar que sus legis-
ladores en sus estatutos y reglamentos con tanto escrúpulo
y sobrecejo pusiesen entredicho á las logias para hablar y
tratar de política! Buenos farsantes. A bien que según he-
mos venido observando, se ríen sus prohombres con gentil
desenfado de todos los vetos y cortapisas, y afirman su alto
derecho ¿qué digo á tratar de ella? á meterse de hoz y de
coz en la política superior, social, humanitaria, que dicen
ellos enfáticamente; hasta en la política menuda y más ras-
trera, nos enseñan á nosotros los hechos.
Y en verdad que tienen razón por encima de la cabeza.
Porque dígannos los opinantes contrarios por vida suya ¿si
no atañe á la política la práctica de aquella libertad funda-
mental, quicio de las doctrinas y norte de las empresas sec-
tarias, con relación á los elementos sociales que deben te-
nerse en cuenta para la acertada gobernación del Estado,
como son la propiedad, la familia, el principio de autoridad
y el origen de ésta, la forma de gobierno, la distribución de
los poderes ó potestades, la moral, la religión, la Iglesia,
la enseñanza, la fuente y aplicación del derecho, las cos-
tumbres, leyes é instituciones preexistentes, todos los ob-
jetos en fin y relaciones á que pueda extenderse la acción
gubernativa? Claro está que la masonería, al intrusarse con
ínfulas de reformadora del mundo, en el régimen de los pue-
blos, como por vital impulso se siente arrastrada á ello, y
al tender sobre dichos objetos y relaciones la vara de aque-
lla su libertad, no puede menos de hacerlo sino trastornán-
dolo todo, atropellando derechos é instituciones, pisoteando
leyes y tradiciones, desbaratando organismos, cambiando
procedimientos, alterando relaciones, transformando el mis-
MEDIOS.—POLÍTICA 227
mo ser constitutivo de los Estados; 6 dejaría ella de ser lo
que siempre fué y renegaría de todas sus doctrinas y jura-
mentos. ¿No es esto política interior y de la más radical?
Por lo que toca á la política exterior, la igualdad y fra-
ternidad de la secta, su profesión de cosmopolitismo, su as-
piración constante á una república universal, con la ruina
de cualquiera otra forma de gobierno, la abolición de pa-
trias y nacionalidades con el derribo de todas las fronteras,
la fusión de todos los pueblos en una sola familia, aquel so-
ñado reino de una paz estable entre todas las razas y tribus
de la tierra, la soberanía popular hecha extensiva á todos
los hombres por la unidad de naturaleza, el comunismo uni-
versal, la unidad de código para todo el género humano y
la unidad de gobierno mundial, la forzada reducción de to-
dos los hombres á un estado primitivo y salvaje, todas éstas
son ideas que entran en el cuadro de la futura Humanidad
imaginada por la secta, que ésta acredita por todos los me-
dios, en que cifra la regeneración de las sociedades presen-
tes y la esperanza de una ventura interminable. Ahora
bien, cada paso que da, y los está dando sin cesar, porfia-
damente en pos de sus ilusorios ideales ¿no es un acto de
política exterior, y de la más trascendental, como que in-
mutaría por completo la faz del mundo y subvertiría de
raiz el orden establecido en todas las naciones del globo?
En una palabra, la masonería vive en la política; más
aún, no puede vivir sin ella; como el pez vive en el agua,
y fuera de ella muere. Aunque así como el agua no es la
vida del pez, pero es condición de su vida, así por una sem-
blanza la política no es la vida misma, espíritu, naturaleza
íntima y fin último de la masonería, sino manifestación de
esta vida, espíritu y naturaleza, y medio externo para con-
seguir el imperio del mundo. La razón de lo primero es ob-
via y se trasluce de lo mucho que llevamos discutido. ¿No
es propósito de la masonería, transformar la constitución
misma de cada pueblo, donde trabaja? esto no se hace sino
por medio de cambios políticos graduales. ¿No es también
ahinco suyo transformar las relaciones y el modo de ser de
cada pueblo, fundiéndolos todos en un solo pueblo animado
de una vida única y regidos por una sola constitución? pues
228 CAPÍTULO X

esto á su vez no puede alcanzarse más que por efecto de un


movimiento político gigantesco, cual únicamente fué bas-
tante á producirlo, bien que infinitamente mayor y sin com-
paración maravillosísimo, la predicación del Evangelio por
virtud divina, superior por extremo infinito á la virtud sa-
tánica, que es la inspiradora y sostén de las obras masó-
nicas.
Por consiguiente á cualquier lado que por su nativa fuer-
za de impulsión se revuelva la masonería en el cumplimien-
to de sus designios, encuéntrasela barajada con la política.
La política es, digamos, el ambiente en que se dilatan y
refrescan sus pulmones para la acción, requiérela por nece-
sidad de medio para satisfacción de sus ansias que nada
menos se terminan en la conquista y posesión del universo.
Ella lo comprende perfectamente, y por esto en cuerpo
y alma se entrega á la política, considerándola como ins-
trumento, no sólo necesario, sino de la mayor valía y po-
tencia entre todos los de su arsenal. Mil veces lo predica-
ron con energía sus más decididos campeones, lo expusie-
ron en forma científica sus doctores más profundos y de
más penetrante intuición. De estos últimos valga por mu-
chos ó por todos el renombrado Bluntschli, y recuérdese su
concepción ó sueño humanitario, según el cual, después de
absorbidos los Estados menores, de cualidades femeniles,
por las grandes Potencias, de cualidades viriles, éstas á
su vez por las potencias del mundo, á la postre los Impe-
rios de éstas serán devorados y consumidos por la Huma-
nidad progresiva para constituir el Estado único ó Repú-
blica universal, todo por obra y beneficio de la política ma-
sónica. De los primeros tan terminantes como numerosos
son los testimonios, y de ellos con algunos nos contentare-
mos aquí.
El célebre h . \ Bourlard, en 1854, en presencia y con
aplauso del supremo consejo de Bélgica y de centenares de
representantes de todas las logias.—«Todas las grandes
cuestiones sobre principios políticos, todo lo que se refiere
á la organización, á la existencia, á la vida del Estado ¡oh!
esto sí nos pertenece antes que á nadie.»
El h . \ Cremieux, en 1848, en nombre del gobierno pro-
MEDIOS.—POLÍTICA. 229
visional de la república francesa.—«La masonería no tiene
ciertamente (¡mentira!) por objeto la política: pero la alta
política, la política de la humanidad, siempre ha en-
contrado abiertas las puertas de las logias masónicas.»
E l h . \ Verhcegen, 1854, gran maestre de la masonería
belga.—«Se nos dirá que nuestros estatutos nos vedan las
discusiones políticas y religiosas. Mas debemos de una vez
examinar este punto seriamente. Conste desde luego que
en muchas circunstancias la francmasonería ha desconocido
unánimemente esta restricción, puesto que con toda activi-
dad ha intervenido en las luchas políticas; y ¿quién se atre-
vería á reconvenirla, cuando el triunfo de su causa saluda-
do por la nación entera mostró las simpatías que tiene en
el pais?—Pierdan cuidado los que juzgan infringida la ley
masónica con mi declaración. Al escudriñar el pasado de
nuestra constitución ¿no veo siempre á la masonería como
atento vigía que dirige la nave política en su ruta? En las
crisis políticas siempre que era menester, el centro, el pun-
to ñrme de apoyo en la masonería se fijaba. Ella ha desple-
gado su actividad en las luchas políticas: si la opinión libe-
ral triunfó en Bélgica, á la masonería debió su victoria.
Por los hechos y en derecho estamos autorizados para pres-
cindir de la prohibición dictada por la letra.»
Interminable catálogo podríamos tejer con testimonios de
palabras y citas de hechos para patentizar la intervención
de la funesta hermandad en la política tanto particular co-
mo general de los pueblos, ordenada al fin inmediato de la
emancipación de la Humanidad en un imperio universal.
La prueba histórica de nuestra tesis es tan evidente y tan
amplia, estamos por decir, cual la historia completa de la
Europa moderna tomada desde la época de la revolución
francesa, y aun antes respecto de algunos Estados: basta
decir que nadie es capaz de darse razón cumplida de dicho
período, sin tomar en cuenta aquella intervención masónica
en la marcha de los sucesos. De Francia no se diga, agitada
por el continuo tráfago de la secta, quitando y poniendo re-
yes y emperadores, ensayando repúblicas, avanzando, re-
trocediendo en apariencia, recogiendo fuerzas en los altos
para arremeter con mayor empuje. En España no interrum-
MASOHEBÍA. T. II.—1G
230 CAPÍTULO X

pida cadena de motines, guerras, tentativas de república,


osadías de constituciones nuevas, preparativos para un gol-
pe decisivo, lucha perenne entre la antigua tradición y las
instituciones revolucionarias. Contienda y brega parecida
en Portugal. En Italia, eterna fragua y hervidero de conju-
raciones encaminadas á la unidad italiana con mira reser-
vada al derrocamiento del principado temporal de la Igle-
sia. En Bélgica, ardiente campo de batalla entre católicos
y liberales, maquinaciones y violencias sectarias y valerosa
defensa católica. En Suiza, caverna de revolucionarios cos-
mopolitas, crueldades y tiranías masónicas, heroísmo de los
hijos de la Iglesia. En la generosa Polonia repetidas trai-
ciones sectarias á la causa de la independencia patria. Aus-
tria desde el siglo XVIII minada internamente en su ser
tradicional, víctima de la revolución en combinaciones po-
líticas y guerras desoladoras, amenazada por ella de pró-
xima é irremediable ruina. Prusia acariciada con los favores
de la secta, escogida como punto de apoyo é instrumento
para vastas empresas, cuyo paradero le ha de ser fatal. Las
Américas convertidas el mayor número de sus repúblicas
en feudo de las sociedades secretas, que poco á poco van
matando su savia cristiana. A todo esto la protestante I n -
glaterra saciando el odio de su impiedad á costa de la Igle-
sia y de los pueblos católicos con el brazo de la masonería
y cobrando el barato de todas las revoluciones.
¡Ah! por desgracia no es despreciable fanfarronada la
conclusión del h . \ Malapert, orador del supremo consejo
del rito escocés, cuando exclamaba, 1874: «En el siglo XVIII
estaba tan propagada en el mundo la francmasonería, hasta
poder afirmarse, que desde aquella época, nada se ha he-
cho sin su consentimiento.»
Ni peca de exagerado el aserto de aquella mujer que en
espíritu sectario se las apostaba con muchos hombres de la
misma cuerda, cuando decía: «Hay días en que la historia
de los imperios no existe más que nominalmente, y en que
sólo gozan de vida real las sectas ocultas en su seno.»
Ni puede ser más exacta la expresión del célebre Enri-
que Martin en su Historia de Francia, cuando llama á las
sociedades secretas, después de haber hecho de ellas déte-
MEDIOS.—POLÍTICA. 231
nido estudio—Instrumento general de la filosofía (atea,
se entiende) y laboratorio de la revolución.
Dichos que concuerdan puntualmente con las repeti-
das advertencias del eminente estadista y publicista in-
glés D'Israeli; con las sentencias del Card. Manning, del
limo. Ketteler, de nuestros amigos Eckert, Deschamps,
Jannet, y de todos los tratadistas de cosas masónicas, com-
pendiadas digamos en términos no nada ponderativos por
cierto, con un solo rasgo por el Card. Mathieu, á cuyas pa-
labras prestan singular autoridad su larguísima experien-
cia, su mucho saber y práctica en los negocios políticos.
«No puedo por menos, dice, de preguntarme á mí mismo
angustiado y de inquirir, cómo es posible que los poderosos
de este siglo no consideren en torno suyo y tan cerca de sí
lo que los está minando y consumiendo y que ha de acabar
por arruinarlos completamente. Abrigo la profunda convic-
ción de que la mayor parte de los grandes y funestos acon-
tecimientos de nuestros días han sido preparados y consu-
mados por la masonería. (Carta de 481'o á Mr. Bolinet
de Clery).«
Por nuestra cuenta y á nuestro propósito, á tan grave
dictamen añadiremos una sencilla observación ó comentario.
¡Qué de manejos, hazañas y trastornos políticos particulares
en las diferentes naciones han debido contribuir y preceder
á esos grandes y funestos acontecimientos de la política ge-
neral, cuyo cargo en justicia toca á la fatídica hermandad!
Conclusión de todo lo dicho.—La política es medio natu-
ral y necesario de la masonería para el intento de conquis-
tar, de extender y afirmar su dominio: es medio usual y or-
dinario de ella: ha sido y es medio poderosísimo.
Agregamos: es medio general, tanto por la universalidad
de los objetos propios suyos á que ella lo aplica, cuanto por-
que de su empleo pende el resultado completo de otros me-
dios. En efecto, religión, Iglesia, moral, familia, propiedad,
autoridad, gobierno, libertades particulares, patrias ó na-
cionalidades, organización y orden social, la sociedad en
todo su complexo, caen dentro del radio de acción de la po-
lítica tal como la explicamos: sin la política los medios e s -
peciales escogidos contra cada uno de estos objetos, ni los
232 CAPÍTULO X

otros medios comunes, á saber, la propaganda, la enseñan-


za, la legislación, el sistema de corrupción, el poder públi-
co, ni la violencia, logran realizar con firmeza en toda su
plenitud el fin pretendido por la secta. Consigúese de lo
dicho.

VI

P o d e r p ú b l i c o . — C e n t r a l i z a c i ó n , burocracia, fuerza pública

El poder público en calidad de medio de que se sirve la


secta, es la fuerza del gobierno utilizada para las empresas
de ésta.
El poder público no es lo que hemos convenido en llamar
legislación. El gobierno, si no es absoluto, no legisla por sí;
en cambio extiende sus atribuciones á objetos no determi-
nados en las leyes, y alcanza aun más allá, puesto que en
su mano está convertirlas, tal vez con arbitrariedad, en pa-
pel mojado y hasta anular prácticamente la Constitución
misma del Estado. Tampoco se confunde con la política to-
mada en su amplio sentido, que no sólo mira á la goberna-
ción interior de un Estado, sino que abarca las relaciones
generales de los varios Estados entre sí; distinguiéndose
además en que la política dicha interior, ó sea, la interven-
ción en la gobernación del Estado, no supone en rigor que
el gobierno esté al servicio de la secta.
Déjase entender fácilmente de cuanta eficacia sea este
medio puesto á la disposición de la masonería. Gracias á él
los puntos de la Constitución que le son adversos los nulifi-
ca, cuando le acomoda; los dudosos ó ambiguos los interpre-
ta á su antojo. Si la Constitución fué obra suya con la acos-
tumbrada proclamación de libertades y derechos, buen cui-
dado tiene de no consentir, aun con mengua de sus princi-
pios y contradiciéndose á sí misma, que esas libertades y
derechos beneficien á los ciudadanos que considera como
enemigos, y pone igual empeño en aplicar los artículos
MBDIOS.—PODER PÚBLICO 233
opresores con máximo rigor hasta sus últimas consecuen-
cias: Vae victis!
De las leyes y del poder legislativo mismo no hay que
hablar. Saldrá la cámara representativa que al poder pú-
blico acomode. ¿Elecciones populares? ¿quién se ahoga en
tan poca agua? El poder público nombra lisa y llanamente
á los padres de la patria, ó bien, si gusta de dar á la na-
ción un simulacro de elecciones, encasilla ó señala la mayo-
ría del gobierno, y la saca triunfante contra viento y marea
por cualquiera de los procedimientos primitivos, el garrote,
la resurrección de los muertos, el pucherazo. Vengamos á
la labor de los diputados. Allí se legisla poco, se habla lar-
go y tendido, á no ser que importe dictar medidas condu-
centes al progreso de la secta, liberalizando al pueblo, per-
virtiendo la conciencia pública y democratizando á las tur-
bas. Allí contra la Iglesia siempre hay algo que hacer, en
orden al plan persistente de humillarla, desconsiderarla y
aun subordinarla á las pretensiones del Estado; por ejem-
plo, en orden á la libertad de conciencia, á la potestad,
personas y bienes eclesiásticos, al ejercicio del ministerio
sagrado, al empobrecimiento y envilecimiento del clero, á
las relaciones con Roma, á las órdenes y congregaciones
religiosas, que son hoy la más brava pesadilla de los gobier-
nos liberales: contra la propiedad se mete á saco los bienes
de propios, se merman con gabelas arbitrarias las fortunas,
con gravámenes insoportables se obliga al propietario po-
bre á entregar sus fincas al fisco, se reduce al industrial á
la mendiguez, y uno y otro se ven forzados á emigrar en
busca de países inexplotados: contra las libertades civiles
se anulan los derechos comunales, se priva de toda autono-
mía al municipio, á la provincia y á la región; y con el sis-
tema despótico de férrea centralización, que es genuinamen-
te masónico, el organismo libre y espontáneo de un pue-
blo libre por tradición es trocado en mecanismo brutal, á
cuyas ruedas viven amarrados los ciudadanos como esclavos
á semejanza de los serví molinarii de la antigüedad: con-
tra la familia se substituye el sacramento del matrimonio
con el ayuntamiento ó concubinato civil, se inventa y favo-
rece el feminismo, se decreta y facilita el divorcio, se equi-
234 CAPÍTULO X

paran los derechos del hijo legítimo y del bastardo, se igua-


la el hijo al padre en derechos políticos, se concede libérri-
ma testamentifieación: contra el orden social se sanciona el
ateísmo, se reconoce la moral independiente, por medio del
sufragio universal se nivela á todos los ciudadanos por un
mismo rasero, borradas las distinciones naturales de clases,
categorías y privilegios de mérito y de tradición, en todas
las disposiciones se hace resaltar el interés material, é im-
plícitamente se enaltece la moral utiliaria, y se plantea el
sistema de fuerza enseñando prácticamente la preponderan-
cia del número, fomentando las insurrecciones del proleta-
rio contra el burgués, el socialismo y el anarquismo.
Los referidos y otros temas análogos contra la Iglesia,
la religión, la moral, la propiedad, la familia, las libertades
y el orden social, fielmente transcritas del programa ó elen-
co de la secta, informan los proyectos de ley en el Estado
donde en absoluto domina ella ó por lo menos prevalece
mediante el poder público. Y lo que se propone, se vota,
entra en vigor y nunca se retracta. Así se introduce el ele-
mento masónico en la vida del Estado, así se va formando
el pueblo masónico.
Mas ¿qué decir de lo mucho que al mismo intento contri-
buyen las ordenanzas, reglas de observancia y demás actos
emanados de un tal poder? ¿Y cómo no sumar á esta fuerza
el influjo de la magistratura elegida de mano de la secta,
obligada á ella por el vínculo de la gratitud interesada,
pronta siempre á seguir sus insinuaciones, sea para el cré-
dito ó aplicación de sus leyes ó doctrinas, sea para defensa
y bien de sus favorecidos? Fuera de lo cual ¿qué apoyo y
qué recursos no encontrará en semejante poder público la
omniforme propaganda de la herejía, de la impiedad, de las
ideas disolventes? ¿qué alientos no cobrará el sistema de
corrupción general animado con la cooperación de un go-
bierno que, en comunidad de fines con los mismos promoto-
res, cuenta á su disposición con tantos medios auxiliares,
directos é indirectos? Respecto á la enseñanza, monopoliza-
da ya por la tiranía del Estado, enseñanza atea y desmora-
lizadora ¿qué auge no tomará ayudada por los caudales pú-
blicos y la decidida protección oficial? ¿cuánto dificultará ó
MEDIOS.—PODES PÚBLICO 235
cómo destruirá con la injusticia la competencia de la ense-
ñanza católica, y con qué rapidez no adelantará hacia su
término, á la perversión de las futuras generaciones?

Fuera de lo dicho no hemos de pasar por alto otras dos


fuerzas ó elementos que el poder público brinda al servicio
de la masonería dominante ó influyente en el Estado; dos
ejércitos nada menos á cual más poderoso, el de los emplea-
dos ó funcionarios de la administración pública y el ejército
armado. El más numeroso es el primero.—¿Cómo así?—Por
esto: al tender la cofradía su nivel igualitario sobre la so-
ciedad, necesariamente hubo de matar todas las libertades
particulares por el reato de engendrar otras tantas desigual-
dades como eran ellas: al mismo tiempo por amor de la ben-
dita igualdad, como en virtud de la primitiva libertad indi-
vidual de cada ciudadano ninguno de ellos debía parecer ni
una línea superior á otro, fué preciso, para regir la masa
social en conformidad con los dictados de Rousseau, nom-
brar una representación común de todos los individuos so-
beranos, dotada asimismo de la soberanía total de sus comi-
tentes para ordenar á su arbitrio todas las cosas, desde las
sumas á las ínfimas, al bien imaginario de la sociedad utó-
pica. ¿Qué resultó de ese traslado de la soberanía de la ma-
sa total á la representación común? Que la voluntad y po-
der de todos y cada uno pasó á ser absorbido en la voluntad
y poder representativo único, los ciudadanos nominalmente
libres quedaron reducidos, por la espontánea renuncia de
sus derechos, á unidades matemáticas, á nulidades reales,
y el pueblo soberano se vio convertido en un inmenso esta-
blecimiento ó colonia de hospicianos ó pupilos dependientes
en un todo, para la satisfacción de sus necesidades y para
el ejercicio de la vida comunal, del Estado libre, soberano
y omnipotente. De esta teoría es consecuencia y natural sig-
no el hecho de la vasta y estrecha centralización adoptada
en la edad presente como arte de gobierno, como preludio
y preparativo del régimen que ha de imperar en el pueblo
único y universal de los sueños masónicos, en el falansterio
por venir de todo el género humano.
Resultado de esta centralización absorbente ha sido en
236 CAPÍTULO X

las naciones modernas la creación de un poder único depo -


sitado en manos de unos pocos que forman el único cuerpo
orgánico y vital de la sociedad y la construcción de un me-
canismo colosal de varios é infinitos rodajes, que necesita
para funcionar los brazos de gran multitud de oficiales y
operarios destituidos de propia iniciativa y pensamiento, en
un todo identificados con los miembros del cuerpo orgánico,
verdaderos siervos, no de la gleba, sino de la rueda guber-
namental. Este es el ejército descomunal que decíamos,
asalariado, instrumento ciego de las voluntades del gobier-
no, que reforzado con el valor moral de las familias de los
soldados, mantenidas con el mismo pan del soldado y exten-
dido por toda la masa social, es incondicional adicto al po-
der central, necesario apologista de sus actos, pregonero
de sus hazañas y ferviente propagador de sus ideas por el
aliciente de la paga, ejerciendo en el corazón del pueblo in-
fluencia tan decisiva que, en las contrarias vicisitudes polí-
ticas, por sí solo á las veces ha sostenido á la facción rei-
nante, hasta con sacrificio ó menoscabo del bien procomu-
nal, contra los asaltos envidiosos de sus rivales y enemigos.
Lo cual no es de admirar. La burocracia moderna, el em-
pleado, para darle su nombre propio, con arreglo al siste-
ma centralizador de nuestros días figura en todos los actos
de la vida pública é íntima del ciudadano, desde los más im-
portantes hasta los más leves, es actor y testigo de ellas en
virtud de su representación y oficio, conoce y oye palpitar
el alma del pueblo en todas las situaciones. El empleado es
el ejecutor, intérprete, y en categoría secundaria, autor
de leyes y reglamentos tocantes á los diferentes órdenes:
valuador de las fortunas, recaudador de tributos y gabelas,
el magistrado y el juez en los negocios, celador de los pro-
cederes y hasta espía de las manifestaciones de cada uno,
regulador de opiniones y sentimientos, fiscal en materia de
derechos y de honra, forzoso maestro, educador y tutor de
la familia, arbitro de carreras y profesiones, definidor en
puntos de moral y religión, Papa en las doctrinas, ministro
casamentero, obispo, cura, sacristán y campanero en lo
eclesiástico, dispensador del tesoro público, expropiador de
fincas, interventor en vuestras empresas, partícipe de vues-
MEDIOS.—PODER PÚBLICO 237
tras ganancias, censor y anotador perpetuo de vidas priva-
das, inventor inagotable de trámites y registros, con mul-
titud de otros oficios y atribuciones: el empleado es, en una
palabra, las manos, la voz y los pies del gobierno centrali-
zado^ está en continua é inmediata comunicación con el
pueblo, como encargado de marcar uno por uno los pasos,
regular las palabras y acciones y contar las pulsaciones de
cada ciudadano, dirigirle en lo general y en lo particular,
en lo exterior y en lo interior en representación del Estado;
el cual por medio de sus legiones de empleados, que compo-
nen, en unión de sus familias atadas al mismo destino, una
parte muy considerable de la población total, todo lo sujeta
á disciplina, todo lo reglamenta y registra, en todo entien-
de, de lo grande á lo mínimo, á fuer de tutor, curador, pro-
veedor, amo y Dios de la sociedad reducida á servidumbre
y pupilaje. Párese cualquiera á reflexionar ¿á dónde con tal
poder central y tal regimentación á su servicio no alcanzará
la masonería? ó por mejor decir ¿quién pondrá coto á sus
intrusiones ni podrá escapar á su dominio, intervención ó
influjo? A nombre de la ley, que cualquier capricho del ti-
rano es ley por más injusta, y á nombre de la autoridad in-
tangible y veneranda, aunque proceda y vaya contra las
mismas leyes, el ciudadano resulta ser un puñado de arci-
lla configurado en manos del empleado, á guisa del más
despreciable juguete. Esta es la utilidad que presta el ejér-
cito de la burocracia.
De otro género es la ventaja que la secta reporta del
ejército armado ó fuerza pública, cuando logra tenerla á sus
órdenes por medio del poder público.
El estado ó sistema de fuerza es en todo tiempo de ur-
gente necesidad en cualquiera congregación de hombres,
donde no impera ningún principio superior ni sentimiento
bastante robusto, que incline los ánimos al respeto mutuo
y mantenga así la unión y concordia. De esta especie es
cualquiera sociedad masónica, fundada en el absurdo prin-
cipio de la libertad absoluta; en la cual ni se da conciencia
común, porque supondría un legislador supremo, y lo recha-
za la noción de aquella libertad ó independencia absoluta,
ni cabe ninguna regla de justicia por la misma causa; que-
238 OA.PÍTOLO X

dando en consecuencia por única dueña del campo dicha l i -


bertad, que no es sino vaporoso fantasma de un demente,
que repugna á la naturaleza de una criatura racional, y que
en la vida práctica no puede menos de ser desvanecido y
arrollado por el egoísmo de las pasiones individuales. Con-
que si la ley de la conciencia y la ley de la justicia no pa-
recen por ninguna parte en la sociedad masónica, y el egoís-
mo individual es el único que ha de gallardear en ella, claro
es que para evitar las riñas y disgregación de los indivi-
duos, y garantir algún orden más ó menos pasajero, no hay
más recurso que contrarrestar esta fuerza del egoísmo con
otra mayor, igualmente brutal; de donde en vez de la ley
de la conciencia y la justicia viene por rápida pendiente á
ser entronizada la ley de la fuerza.
Lo que la razón dicta filosofando sobre el principio fun-
damental de la masonería, sugirióselo el instinto de conser-
vación á los autores de la primera Constitución revolucio-
naria, modelo de todas ellas, al consignar en la tabla de los
derechos del hombre:
«Art. XII. La garantía de los derechos del hombre y
del ciudadano necesita una fuerza pública. Queda por lo
tanto instituida esta fuerza para bien de todos.»
Y con razón, pues no se daba otra garantía contra los
efectos de la libertad masónica. En el antiguo régimen, que
dicen, bastaba la justicia ordinaria con su escolta de unos
cuantos alguaciles en las ciudades, bastaba en los despobla-
dos la insignificante tropa de cuadrilleros para mantener en
paz y seguridad á la gente contra los asaltos de algunos mal-
hechores vulgares. A medida que la predicación de la liber-
tad moderna con todas sus secuelas fué amenguando la fuer-
za moral de la conciencia y amortiguando los sentimientos
cristianos de justicia, de honor y de honradez, día por día
se hizo necesario el aumento de la fuerza material para res-
guardo de la hacienda, de las vidas y del orden, hasta los
tiempos modernos en que contra los ejércitos de la libertad
los gobiernos han de mantener para los casos ocurrentes un
verdadero ejército que gravita sobre el erario público.
A varios empleos dedica la secta la fuerza pública. 1 . Sír-
vele de instrumento de corrupción para los pueblos con el
MEDIOS.—PODEB PUBLICO 239
ejemplo de la licencia militar, como es notorio, y en Espa-
ña con refinada malicia se ha empleado para liberalizar
ciertas provincias notables por la moralidad de sus costum-
bres: mucho más cuando en ciertos países católicos se priva
al soldado de la influencia religiosa, quitándole el capellán
é imposibilitándole la asistencia á la Iglesia. 2. Ofrécele un
medio de persecución indirecta ó solapada, cuando el servi-
cio militar se hace obligatorio hasta para los futuros levitas
del santuario, interrumpiéndoles los estudios y poniéndolos
en riesgo de perder su vocación. 3. Ayúdala para vencer la
resistencia que necesariamente han de encontrar en el pue-
blo sus leyes, su conducta y sus tendencias, según notába-
mos al explicar sus procedimientos de violencia. 4. Sírvele
grandemente, y cuando no existe organizada esta fuerza
pública, créala para consolidar su poder en los centros im-
portantes de población. El facineroso Savalette de Lange
en los tempranos días de la revolución francesa dio el pri-
mer ejemplo, fundando la guardia ó milicia ciudadana, ur-
bana ó nacional, compuesta de la gente más pervertida,
soez y desalmada; y desde entonces fructificó de tal suerte
el ejemplo en todos tiempos y lugares, que la milicia na-
cional ha venido á hacerse el acompañamiento obligado, la
manifestación típica de cualquier asonada ó triunfo secta-
rio. 5. Emplea también la fuerza armada, juntamente con el
soborno y la traición de los hermanos.*, para encender y
sostener esas revoluciones que con tanta frecuencia agitan
las sociedades. 6. De la fuerza pública ha dispuesto siem-
pre para sus empresas de conquista y de venganza. Así en
el período de la primera revolución francesa lanzó sus ejér-
citos sobre toda Europa y más allá; luego vuelta contra su
primer ídolo y favorito, Napoleón, lo destronó con los ejér-
citos de los aliados; más tarde, ya quebrantó la pujanza del
Austria católica con las armas de Francia primero, y des-
pués con las de Prusia, ya con el ejército del Piamonte, con
el oro, los barcos y las intrigas de Inglaterra, hizo la Italia
una para derrocar el poder temporal del Pontífice Eomano.
7. Por último la fuerza pública ha sido el azote providen-
cial, con que durante la Eevolución francesa particularmen-
te, y aun en España en ciertos períodos más turbulentos,
240 CAPÍTULO X

se han castigado unos á otros, tan criminales aquellos como


éstos, los hijos de una misma Viuda.
Un hecho notabilísimo, de los de mayor resalte, acaecido
en estos mismos días, viene á confirmar lo dicho sobre el uso
que de la fuerza pública tiene por costumbre hacer la maso-
nería y aporta un dato más sobre su espíritu sanguinario.
Lo tomamos de la relación de un respetable misionero re-
cién llegado á Francia de la república de Colombia; relación
publicada en la Lectura Dominical de Madrid, 14 de J u -
nio de 1903.
Todos oímos hablar de la revolución de Colombia y todos
creímos que era una de tantas revueltas intestinas que tan
á menudo zarandean la mayor parte de esas pequeñas re-
públicas americanas. «Desde luego debo decir, nos advier-
te, que el vocablo revolución es en este caso inexacto.» La
realidad de los hechos fué, que:
«El general Castro, francmasón presidente de Venezuela,
suministró un fuerte contingente de tropas, con municiones
y armas perfeccionadas de tiro rápido, para invadir á Co-
lombia por el Norte; que el general Alfaro, h . \ presidente
del Ecuador, hizo otro tanto en el Sur; y que el general Ze-
laya, h . \ presidente de Nicaragua, en compañía de su dig-
no compadre, el general Regalado, h . \ presidente de El
Salvador, hicieron lo mismo para atacar el Centro. Si añado
que lejos de haber recibido de sus hermanas las repúblicas
vecinas ni siquiera una declaración de guerra motivada, Co-
lombia sólo recibía por aquel tiempo las más calurosas pro-
testas de amistad, todos convendrán en estigmatizar esa
agresión como la más villana é infame. Sí, Colombia fué ata-
cada, porque estos hermanos ele los tres puntos concertaron
la agresión en la junta masónica celebrada en Nicaragua
en 1894. Allí se declaró de urgente necesidad volcar un go-
bierno que se tomaba la libertad de estar en perfecto acuer-
do con la Santa Iglesia...
«Colombia tiene el insigne honor de haber destruido to-
das las fuerzas enviadas contra ella por los francmasones
reunidos: muchos de sus hijos extraviados reconocen hoy su
error. Más de 50,000 colombianos encontraron la muerte en
la horrorosa guerra suscitada por la francmasonería.»
MEDIOS. —VIOLENCIA 241
A este número habrá que sumar de parte de los mismos
invasores por lo bajo otras tantas víctimas de la ferocidad
sectaria.
Para esto sirve la fuerza pública en manos de la aciaga
hermandad.

Concluyendo: En vista de todo lo declarado ¡qué medio


tan poderoso y tan general para la consecución de sus fines
es el poder público intervenido ó manejado por ella!

VII

Violencia

Ya la estudiamos como signo y manifestación del espíritu


sanguinario que anima á la negra orden; pero aquí la consi-
deramos en calidad de medio utilizado para la realización
de sus propósitos. En este concepto, aunque parece que por
su naturaleza debería ser el medio extremo á que ella ape-
lase, á saber, cuando los demás se han agotado ó no alcan-
zan para el efecto apetecido; sin embargo en algunos casos,
después de haber anticipado su secreta introducción en- al-
gún pueblo, la trama de sus sordas conspiraciones y el indis-
pensable reclutamiento, la violencia es el primer arbitrio
de que echa mano, bien estrechada por la necesidad de coo-
perar al desarrollo de una grande empresa, ó por lo imprac-
ticable en determinadas circunstancias de los otros medios
pacíficos y ordinarios; bien aguijada por el ansia de abreviar
camino, emprendiendo de sopetón la conquista descarada de
algún terreno virgen y refractario á la siembra de sus
ideas.
¿Quién va á ponderar los ominosos trofeos que ha ganado
con sus procedimientos de fuerza? Francia convertida en un
montón de ruinas morales, más horrorosas aún que las ma-
teriales, y de nación cristianísima trocada en un campa-
mento y receptáculo de hordas impías; Europa subyugada
242 CAPÍTULO X

por la Revolución, y los Derechos del hombre, ya entroniza-


dos como código soeial de las nuevas generaciones, ya frau-
dulentamente introducidos á modo de levadura envenenada
en las Constituciones de los pueblos más heroicos y más ce-
losos de la fe y de las puras tradiciones; el árbol de la liber-
tad pestífera plantado y sus semillas profusamente derrama-
das por doquiera; la bandera tricolor, odioso emblema de la
trinidad sectaria, ondeando triunfante en el anchuroso con-
tinente americano, y la república aclamada en él como la
mejor y única posible de las formas de gobierno, mientras
llegan los días de la república universal; y para no alar-
garnos en la enumeración de los hechos, en todas partes las
gloriosas libertades de los pueblos conculcadas y proscrip-
tas, el derecho tradicional y santo substituido por el dere-
cho del número y de la fuerza, la caridad y la justicia cris-
tianas abolidas por la fraternidad y el despotismo revolu-
cionarios, el principio de autoridad escarnecido, la majestad
de la Iglesia aprisionada y arrastrada por el lodo, la ciencia
adulterada y tornada en fruto de muerte, reinantes el liber-
tinaje legalizado, la impiedad y la blasfemia continua, pla-
ga de constituciones para el régimen del mundo forjadas to-
das en la misma fragua infernal, la monarquía constitucio-
nal modelada con ajuste á los simbolismos de la logia para
irrisión de las monarquías y ensayo de república, las mu-
chedumbres sistemáticamente corrompidas, materializadas,
exaltadas y embravecidas con la seducción de quiméricas
igualdades y bienandanzas imposibles: tales, sin contar
otras muchas, son las hazañas obradas y los resultados ob-
tenidos por el empleo de la violencia masónica, que con el
creciente predominio de la secta en casi todos los Estados
del globo, han de precipitar al género humano en la más
completa subversión de todo lo divino y humano, en la anar-
quía más espantosa, en el caos social.
Por lo demás ya tenemos aprendido con qué celo y pro-
videncia tan expeditiva la orden en los casos ocurrentes ta-
pa la boca á los hermanos indiscretos y sueltos de lengua,
y aun de vez en cuando á algunos profanos que no juraron
silencio; con qué eficacia hace doblar el pescuezo aun sin
ganas á los cofrades de genio voluntarioso y amigo de cum-
M HDIOS.—VIOLBNOTA. 243
plir su gusto antes que el mandato del superior, tal vez por
justo asco de la cosa ordenada; valiéndose al efecto en uno,
y otro caso de cualquier chisme punzante y cortante, ó ad-
ministrando á la víctima en plena salud alguna medicina ra-
dical, líquida ó en polvos, instrumentos que no hacen ruido
y cuyo uso, dirán, está suficientemente justificado por la
necesidad de apuntalar la disciplina del secreto, de robus-
tecer la ley de la obediencia, y corregir las demasías de al-
gunos atrevidos extraños poniendo á los sobrevivientes en
cuidado. Tampoco pasaremos en blanco que en ciertas oca-
siones, quier para domar la tiesura de algunos pueblos re-
calcitrantes é ingratos á los beneficios de la secta, quier por
el loable deseo de regenerarlos de raiz sacándoles toda la
sangre vieja, 6 bien con la piadosa intención de precaver en
lo futuro lamentables resistencias, asentando de paso el
crédito y poderío de la sociedad, se le ha pasado la mano á
ésta en el rigor conveniente, desplegando lujo de crueldad
en matanzas, latrocinios, destrozos, incendios, y toda clase
de fechorías, como si para esto sólo hubiera venido al mun-
do. Y en verdad que dimos más arriba algunos apuntes so-
bre estos excesos de celo con el catálogo ¡ayl muy incomple-
to de asesinatos, mortandades, guerras, revoluciones y de-
sastres sin fin, proezas todas de la violencia y barbarie ma-
sónicas, que solamente en el espacio de veintiséis años, de
1789 á 1815, costaron á la humanidad la friolera de doce
millones de vidas mal contados, fuera de las indecibles ca-
lamidades de otras especies, y sin contar por supuesto los
millones de víctimas y males sin término y de consecuencia
sucedidos desde aquella data hasta la hora presente, é im-
putables á la misma autora maleficentísima.
Mas un retoque le faltó al cuadro por su pequenez defec-
tuoso que trazamos en el capítulo sobre el salvajismo sec-
tario, y es el de las sediciones, que suelen ser la prepara-
ción inmediata y anuncio de las revoluciones en forma y en
grande escala. De ellas dice Dom Benoit:
«Tantas sin número como han acaecido desde 1789 acá,
todas, con excepción de tres ó cuatro, han sido obra de la
francmasonería: la de 14 de Julio de 1789, por ejemplo, que
destruyó la Bastilla y derramó la sangre de De Launay, De
244 CAPÍTULO X

Flaselles, Foulon y Berthier; la de 5 y 6 de Octubre, que


trajo prisionera á París la familia real y sometió la Consti-
tuyente bajo la dependencia inmediata de los clubs de la
capital; las de 20 de Jimio y 40 de Agosto, que despose-
yeron á Luis del último resto de autoridad y le arrastraron
con su familia al calabozo del Temple. A la masonería de-
ben cargarse las numerosas ocurridas en Italia durante la
empresa de la unificación. En carta dirigida á La Fariña
en 1857, Cavour nos entera de que por entonces maniobra-
ban en la península italiana «94 juntas insurgentes unidas
en un solo haz y que recibían la consigna de Turín.»
Dom Benoit no menciona sino las sediciones de Francia
é Italia. De España cabe afirmar que su historia se desen-
vuelve en una serie interminable de asonadas, motines, y
revueltas promovidas en su gran mayoría, motivadas al
menos las pocas restantes, por la masonería; de ello da la
muestra el catálogo de Sublevaciones militares y pronun-
ciamientos políticos y asesinatos de autoridades desde
4808 á 4870 inclusive—que es uno de los últimos apéndi-
ces añadidos por Vicente de la Fuente á su Historia de
las sociedades secretas. ¿Y las sediciones posteriores? ¿y
las innumerables de las repúblicas americanas, buenas hi-
jas é imitadoras de su antigua madre? ¿y las de otros paí-
ses? Con toda certeza puede asegurarse que el mismo virus,
que desde mediados del siglo XVIII comenzó á malear y
más tarde corrompió á la gran metrópoli del Nuevo Mundo,
contagió á sus posesiones de América, les infundió espíritu
de rebelión, las hizo adoptar la forma republicana de gobier-
no, como la más apropiada á la teoría y á los intentos masó-
nicos, y hoy sigue multiplicando estragos en casi todas ellas.
Para terminar, sepan nuestros lectores que la práctica de
las sediciones la redujo á arte la secta, según se prueba con
la instrucción que los Grandes Maestros Grandes Elegi -
dos carbonarios leían en sus asambleas, para tener bien
estudiados el mecanismo de las conspiraciones y motines, y
cuyo contenido es el siguiente:
«Cada uno de los directores acudirá á eso de las once de
la noche de... (el día) al lugar de la junta señalado á los
maestros carbonarios para celebrar venta de su grado co-
MEDIOS.—VIOLENCIA 245
rrespondiente. Les comunicará de palabra el objeto de las
reuniones generales que se preparan, y distribuirá las pla-
zas ó demás sitios públicos á donde cada uno habrá de con-
currir en compañía de sus aprendices y demás partidarios,
aunque sean estos profanos, pero dignos por sus opiniones
liberales de cooperar á la gloria de la jornada. Nombrará
á los hombres de corazón que se muestren decididos á dar
los primeros golpes, y los pregoneros que inmediatamente
proclamen la eaida y ñn de los opresores del pueblo, ene-
migos mortales de la Orden de los Carbonarios: en seguida
se entregarán á los jefes principales de la expedición las
listas de los satélites del poder derribado que convenga de-
tener, encarcelar, ó matar en caso de resistencia. A estos
mismos jefes los encargarán de fijar en parajes públicos el
programa que constituye el nuevo gobierno provisional, al
cual incumbirá proclamar la libertad de Italia y reunir la
cámara única elegida por todos los ciudadanos sin excepción
llegados á la edad de 20 años cumplidos, cámara que deberá
inaugurarse en... (el nombre de la localidad) en el término
de un mes á más tardar, contado desde el día del levanta-
miento general de la patria. Este gobierno provisional, es-
cogido por los Grandes Maestros Elegidos reunidos, y re-
conocidos por la Italia entera como los más celosos partida-
rios de una libertad sabia y fuerte, inaccesibles á todas las
seducciones, habrá de instalarse en el palacio ocupado por
los tiranos, tan pronto como se arroje de él á éstos y se los
entregue á la venganza del pueblo. Una guardia poco nu-
merosa y compuesta de ciudadanos libres y fieles á nues-
tros principios de igualdad, se habrá apoderado ya de
las puertas del palacio y de los edificios ministeriales, lo
mismo que de todas las cajas públicas. El programa que
contendrá un apunte de todas estas disposiciones, declarará
traidores á la patria á cuantos se opusieren al nuevo or-
den de cosas y no prestaren juramento de obedecer al
gobierno popular y provisional de los %l miembros que
nosotros hemos señalado provisionalmente y que residen
en esta gruta tenebrosa (la venta ó logia de Carbonarios),
de la cual van á brotar los primeros rayos de luz, oculta
tanto tiempo por la fuerza de los tiranos.
MASONERÍA. T. II.—1S 1
246 CAPÍTULO X

«Si el movimiento se realiza sin encontrar resistencia muy


sangrienta, se peleará lo menos posible, y los individuos
culpables ó sospechosos serán custodiados en lugar segu-
ro, hasta después de la apertura de la cámara y la organi-
zación del gobierno definitivo. Los jefes nombrados por los
directores darán después de la ejecución cuenta exacta de
las operaciones políticas y guerreras, primero á quienes les
hubieren dado las instrucciones, y luego al gobierno provi-
sional establecido sobre las ruinas de la tiranía.
«Los directores del movimiento estarán vigilantes mez -
dándose con la muchedumbre, alentando á los débiles,
animando á los vacilantes á unirse con los valientes, y
prometiendo las más generosas recompensas de reconoci-
miento nacional á los patriotas, carbonarios, francmasones,
y á los profanos que se distinguieren con sus actos de valor
y patriotismo en esta guerra corta y legítima, emprendida
por la liberación de todas las regiones de la península ita-
liana.»
La violencia, en calidad de medio de conquista y domi-
nación, ha sido siempre la ultima ratio y la solución ó cu-
chilla de los nudos gordianos que se han atravesado á la san-
guinaria cofradía en todas sus empresas, conforme se palpa
y evidencia con la historia de la mayor parte de guerras y
revoluciones desencadenadas sobre el mundo de más de un
siglo hasta hoy, y cualquiera puede apreciarlo con los nu-
merosos datos que aquí y allí hemos producido.
TÁCTICAS DE LA MASONBRÍA 247

CAPÍTULO XI

Tácticas de la masonería

A masonería es verdadera milicia, ejército de


Satanás: táctica, según la raiz griega, es el
arte de las evoluciones militares.
Las tácticas de la masonería" entiéndense
ciertas reglas, modos y artes que ella tiene y
aplica, sea para atender á la conservación y crecimiento del
cuerpo, sea para dirigir las maniobras de ataque y defensa
en orden á los fines intentados por los medios particulares
y generales, de que suele hacer uso. Algunas son de carác-
ter, por decirlo así, continuo, permanente y diario; otras
son transitorias ó de ocasión, adaptadas á la variedad de
circunstancias, urgencias y situaciones particulares. Las
iremos considerando, ya por orden de importancia, ya por
orden lógico de desenvolvimiento.

El secreto

La primera y fundamental de todas las tácticas de la


orden es el secreto. En el presente estado de la sociedad
condición esencial es del mal obrar el secreto, conforme á
la inapelable sentencia de Jesucristo por nadie ignorada:
Qui mole agit, odit Mcem, et non venit ad lucem, ut non
248 CAPÍTULO XI

arguantur opera ejus: quien mal obra, aborrece la luz, y


no comparece á la luz, para que no sean condenadas sus
obras: lo cual de lleno le cae á la masonería. Estudiamos
ya los objetos sometidos por ella á la ley del secreto, los
artificios mil con que lo emboza, lo disfraza y lo encubre.
En general diremos aquí, que el secreto como arte de gue-
rra sírvele para ocultar tres cosas: quién es ella: quiénes
son ellos: qué es lo que hacen ella y ellos. Con estas tres
ignorancias del común de la gente bien puede correr al tér-
mino de sus empresas con desembarazo y entera confianza.
A ser conocida ella tal cual es, conocidos sus verdaderos
directores, agentes y subalternos, patentes sus maniobras
á todos los ojos, fracasarían sin duda la mayor parte de sus
planes á la corta 6 á la larga. Por esto es tan celosa de la
reserva hasta la superfluidad y hasta lo más nimio: es ab-
solutamente impenetrable respecto de ciertas cosas y per-
sonas; á cualquier desliz de la lengua llama traición, y lo
venga con ensañamiento, hasta la sangre, según hemos
visto.
Sin embargo, cosa rara para algunos, admirémonos: ella
misma alza de vez en cuando el velo de su obscuridad, per-
mite que se alce, lo aplaude y gusta de ello. Nos consta
por boca de Mazzini, el más feroz verdugo de indiscretos
(Stromayer, el estudiante Lessing, Emiliani, etc.), el cual
se expresaba así en una de sus instruceionBS, 1846:
- «Muchas veces (en las trifulcas de unos sectarios con
otros) el secreto será descubierto: tanto mejor. El secreto
importa para seguridad de los miembros; pero cierta trans-
parencia es conveniente para intimidar á los estacionarios
ó retardatarios.»
Mas á pesar de todo no pierde la confraternidad aborre-
cible su genio y marca de secreta: visible é invisible á la
vez, así discurre el sabio P. Gautrelet; pública como socie-
dad, secreta por su fin recóndito y tendencias últimas; doc-
trina externa y doctrina oculta; enseñanza pública y en-
señanza escondida; logias y traslogias; gobierno visible y
gobierno invisible; objeto aparente y objeto real y positivo
muy distinto; organización exterior y organización interna
encubierta con la otra; reglamentos y constituciones hechas
TÁCTICAS DB LA MASONERÍA 249
para engañifa de los profanos, otros y otras para uso e x -
clusivo de los verdaderos iniciados, flor y nata de la orden.

II

Mentira é h i p o c r e s í a

Es táetica aprovechada para burlar, no digo á los profa-


nos, sino aun á sinnúmero de afiliados bisónos y neófitos,
que forman la inmensa mayoría, acerca de la naturaleza y
propósitos de la secta.—«Que es una sociedad filantrópica
ó de beneficencia—una sociedad de socorros mutuos—una
academia de filosofía y ciencia—una escuela de moral, don-
de se> enseña á practicar la virtud, á honrar á Dios con
puro corazón por medio de obras buenas, á amar á la hu-
manidad socorriendo á los hermanos, con abstracción de
cualquier culto.» (Ragón)—una liga política destinada á
proporcionar á los pueblos la libertad civil y la política—
«todo lo que se exige á los masones es que sean hombres
de honor, fieles, probos.» (Ragón).
Conque beneficencia ante todo, amor á la humanidad,
estudio y ciencia, libertad civil y política de los pueblos,
moralidad, honor, honradez... ¡Magnífico! A todo esto se
les cierra la boca con una sola palabra, con la pregunta
aplastadora, ya citada, del más fanático masón que haya
existido en la tierra, pero franco, ingenuo y rudo, Goffin.
Hermanos, si oiréis lien ¿por qué os ocultáis?
Algunos católicos, peores para el caso que el desarrapa-
do Goffin, crédulos quizás á esas voces masónicas, ó aluci-
nados por apariencias y circunstancias de ninguna signifi-
cación, ayunos de todo saber y noticia de la cosa, pero eso
sí muy pagados de su talento y perspicacia natural, muy
llenos de sí mismos, muy vacíos y desnudos de reverencia
á los documentos más solemnes de los Sumos Pontífices,
cual si hubiesen sido dados para las paredes, muy católica-
mente ignorantes de los anatemas de la Iglesia, sentencian
250 CAPÍTULO xi

con gran magisterio: ¡Bah! la masonería es una pamplina ó


una farsa.
Artimaña del mismo jaez es la piramidal superchería del
cristianismo de la secta, fiel imitación del farisaísmo de los
maniqueos. Claro, los tiestos se han de parecer á las ollas.
Los masones todos al unísono, desde los Iluminados, Jaco-
binos de 1789, Carbonarios, Escoceses, etc., etc., hasta los
socialistas y comunistas de hoy, exaltan y subliman con el
más loco frenesí al célebre Jesús de Nazaret, al gran filó-
sofo y filántropo, al primero de los hermanos y más ex-
celente de los maestros, eso sí, reducido á la simple talla
de hombre y negada la Majestad de Dios en el hombre.
Ellos al igual de los gnósticos, al igual de los maniqueos,
al igual de los Templarios apóstatas, ellos son cristianos,
más cristianos que los cismáticos griegos, que los protes-
tantes, en especial á cien leguas de altura más y mejores
que los católicos y la Iglesia de Pedro; vamos, son los cris-
tianos más puros y perfectos, en compañía, con que se
honran, de Caín, de Judas y de los sodomitas; quizá, quizá
los únicos cristianos del mundo. Y hay quienes los creen y
se van tras ellos; y esto es justamente lo que se proponen
ellos con esas hazañerías de cristianismo, no espantar la
caza.
Pero en esta línea lo maravilloso, lo sumo, el colmo de
la audacia y la perfidia, el non plus ultra de la astucia é
hipocresía, ejemplar y refinamiento último de malicia ver-
daderamente luzbélica, es el grado de JEpopta, uno de los
más avanzados del Iluminismo alemán; donde elHierofante
razona en esta forma... Al lector avisado toca ir pesando
una por una las palabras del capciosísimo discurso, hecho,
comenta el gran sátrapa Knigge, aquel famoso iluminado
segundo ó parejo de Weishaupt, «hecho para dar una expli-
cación del cristianismo, que por una parte ganase para la
razón (el racionalismo) á los supersticiosos (á los creyentes
á medias) y por otra enseñase á nuestros salios más libres
(esto es, á los incrédulos) á no rechazar la cosa á pesar de
su abuso.» Dice pues el Hierofante:»
«Nuestra doctrina es la doctrina divina que Jesús ense-
ñaba á sus discípulos, aquella cuyo verdadero sentido él
TÁCTICAS DE L A MASONERÍA. 251
les declárala en sus secretas conferencias. Nuestro gran-
de y por siempre célelre maestro Jesucristo de Nazaret,
compareció en medio de un siglo de corrupción general, en
medio de un pueblo, que desde tiempo inmemorial había
soportado el yugo de la esclavitud (la. esclavitud de los re-
yes y sacerdotes) y que esperaba al Libertador anunciado
por los profetas. Jesucristo niño á enseñar la doctrina de
la razón. A fin de que la enseñanza resultase más eficaz.,
de la doctrina hizo una religión, sirviéndose de las tradi-
ciones de los Judíos (como de cobertera del racionalismo
antiguo y moderno), que encubriesen la esencia y lo inter-
no de su doctrina... Mostró que ésta se hizo para todos, es
á todos comprensible y que la inteligencia de las verdades
de la razón no es privilegio exclusivo de los grandes...
Acreditó su doctrina con la vida más inocente y la selló
con su sangre... Nadie ocultó tan prudentemente su alto
sentido, ni abrió caminos tan seguros para llegar á la li-
bertad como nuestro gran maestro Jesús de Nazaret. Ocul-
tó, cierto, alsolutamente en todo el sentido sublime y las
consecuencias naturales de su doctrina, porque su verdade-
ra doctrina era secreta, según lo vemos por más de un pa-
saje del Evangelio, etc.» Y aquí Weishaupt, que es el au-
tor de este razonamiento como de todo el grado y el Ilumi-
nismo alemán, se da maña á probar con varios textos del
Evangelio que Jesucristo enseñó en secreto la lilertad, la
igualdad y la fraternidad tales como las entiende la franc-
masonería, terminando con esta conclusión falaz:
«Ahora, constando del fin secreto de Jesús, mantenido
por medio de la disciplina de los misterios, se comprende
en qué sentido Jesús ha sido el Salvador, el Libertador
del mundo. Ahora se explica la doctrina del pecado origi-
nal, de la caida del hombre y de su rehabilitación. A este
término conduce la moral (masónica), sobre todo la moral
más perfecta, la de Jesús (falsificada por la secta). El día
que ésta se haya hecho la doctrina común, entonces por fin
vendrá á la tierra el reinado de los buenos y los escogidos.»
La traducción es esta: el pecado original y la caida del hom-
bre consistió en la formación de las presentes sociedades;
obtendráse la rehabilitación por medio de la restauración del
252 OAPÍTOLO XI

estado de la naturaleza primitiva ó salvaje; consumaráse


esta redención cuando dicha restauración se haya efectua-
do en todas partes mediante la destrucción de toda autori-
dad, de toda ley, de toda sociedad, á nombre ó con la pan-
talla de la doctrina de Jesucristo. Tal es el cristianismo de
los Iluminados de Weishaupt, y lo es también de la mayo-
ría de los demás institutos masónicos.
El objeto de la táctica es doble: limpiarse de la mancha
de ateísmo y anticristianismo que justamente se les impu-
ta; facilitar en mayor escala el reclutamiento de protestan-
tes y aun de católicos á medias ó muy bausanes. ¡Qué ad-
miración por la doctrina de Jesucristo! ¡qué celo evangéli-
co en ganarle prosélitos! Y luego su cristianismo ¡sin reli-
gión, pues ellos mismos la tienen por un disfraz! es el más
puro; el de la Iglesia católica es un cristianismo degenera-
do en manos del mismo San Pedro, según ellos predican.
¿Quién no ha de alistarse?
Corona Weishaupt con un golpe magistral sobre todo en-
comio:
«No podéis figuraros, escribía á uno de sus tahúres, qué
admiración ha producido mi grado de sacerdote, ó Epopta,
en medio de nuestro mundo (el mundo masónico). Lo más
particular es que grandes teólogos, protestantes y reforma-
dos que son miembros de nuestro Iluminismo, están ínti-
mamente persuadidos de que la parte del discurso relativa
á la religión encierra el verdadero espíritu, el genuino sen-
tido del cristianismo.» Y concluye con este epifonema ca-
paz de despabilar al más dormido: ¡Oh hombres! ¿que' no
podría yo haceros tragar?
Carta y discurso del Hierofante regístranse en las popu-
lares Memorias, etc., del P. Barruel, al tom. III.
TÁCTICAS DE LA MASONKBfA 253

III

Recluta preferente

Todas las sociedades son reclutadoras, porque todas por


aaturaleza tienden á la expansión, al crecimiento. Así la
masonería, desde los primeros días de su moderna organi-
zación, se propagó, reclutó: guarda la historia los nombres
de lores, generales y diplomáticos ingleses que, en la pri-
mera mitad del siglo XVIII, como bandada de aves de ra-
piña que se abalanzan á la presa y cual encendidos misione-
ros de Satanás, cayeron sobre Europa y se desparramaron
hasta las más apartadas regiones, abriendo logias é inocu-
lando en ellas el espíritu malenco que hoy mismo las infor-
ma. Pero en esta labor de propaganda distingüese algo ca-
racterístico que constituye una verdadera táctica de guerra
puesta en uso entonces y ahora, y es la selección particu-
lar de la recluta.
Recluíanse de preferencia príncipes y grandes perso-
najes. A esta causa en grandísima parte atribuye muy jui-
ciosamente el P. Onclair, con la Giviltá Cattolica, la rápi-
da y extensa propagación de la secta. Ingleses de la pri-
mera nobleza ó la más alta distinción llevaron la luz ma-
sónica á París, á Madrid y Cádiz, á Bengala, á Holanda y
Rusia, á Boston, Nueva York, Pensilvania con todos los
Estados Unidos, á Hamburgo con Prusia, Austria, Bohe-
mia, Hungría y todos los principados alemanes, á Portu-
gal, á Polonia, á Constantinopla, Esmirna y Alepo, á Gi-
nebra, á Chambery, al Monferrato, á Florencia con toda la
Italia, al Hanovre, á Beyrouth, al Cap Coast en África, á
Antigoa, á Jamaica, á las Bermudas, á Luisburgo, á Dina-
marca y Noruega, á Alejandría, á todas las costas del Me-
diterráneo, á las colonias de África, América y las Indias,
etcétera, etc.; todo lo inundaron de logias, por sí ó por me-
dio de sus emisarios, en plazo de cortos años antes de la
254 CAPÍTULO Xt

segunda mitad del siglo XVIII, impelidos, se diría, por los


vientos de una tempestad infernal.
Aprobados los nuevos estatutos en 1 7 1 7 , la asamblea de
todos los masones de Londres decretó que en cada región
la presidencia fuese desempeñada por el maestro de logia
más antiguo, hasta tanto que viniere á ocuparla algún per-
sonaje de mérito extraordinario ó de elevada posición so-
cial, marcando así las predilecciones aristocráticas de la or-
den. De esta calidad fueron los grandes maestres que en
Inglaterra se estuvieron sucediendo. Los duques, el de An-
tin, el de Clermont y el de Chartres, Felipe Igualdad, su-
blimados á la grande maestría de la masonería francesa, es-
cudaron á ésta con su protección desde 1 7 3 8 hasta la pri-
mera república. El duque Francisco de Lorena, duque de
Toscana primero y luego Emperador de Alemania por sus
nupcias con María Teresa, recibido masón en la Haya por
el embajador de Inglaterra en 1 7 3 1 , tomó la defensa de la
secta en su Estado de Italia y la amparó en Austria. Fué
alistado en ella con las pruebas de tabla en 1 7 3 8 , antes de
subir al trono Federico 2 . ° de Prusia, quien ardorosamente
la patrocinó, y nombrado Venerable quiso darse el gusto de
afiliar asimismo á su hermano, el príncipe Guillermo de
Prusia, al marcgrave Carlos de Brandeburgo y al duque
Federico Guillermo de Holstein-Beck. Estos ejemplos di-
vulgados en secreto, continúa el P. Onclair, de quien trans-
cribimos esta noticia, atrajeron á la sociedad la mayor par-
te de los personajes más ilustres ó más poderosos de toda
condición, y numerosa turbamulta de nobles; de suerte que
no quedó en Alemania príncipe laico que no hubiese recibi-
do por lo menos algún baño de masonería. Apasionóse e x -
tremadamente por ella Fernando de Brunswick, aceptó el
cargo de gran maestro, prodigó honores á los miembros de
la cofradía, ayudó al lustre y desarrollo de ésta por muchos
años; bien que más tarde, viendo claro en la obscuridad de
los misterios escondidos, fulminase contra ella y la arrojase
de sus dominios.
A estos enganches hay que agregar: en Francia Napo-
león 1.°, su hermano José, todos los Bonapartes, el prínci-
pe Murat, Luis Felipe, Napoleón 3 . ° ; en Prusia Federico
T Á C T I C A S DK L A M A S O N B E Í A . 255

Guillermo 3.° y 4 . ° , el primer emperador Guillermo, Fede-


rico 3.°; en Austria José 2.°, Leopoldo, envenenado por la
secta; en Suecia Gustavo 3.°, también asesinado por la mis-
ma; Gustavo 4 . ° , Carlos 13. y Osear 2.°; en Holanda los
0

príncipes Guillermo y Federico; en Dinamarca Cristiano 8 . ° ,


Federico 7 . ° , Cristiano 9 y su hijo; en Hannover Ernesto
o

y Jorge 5.°; en Rusia Pedro el Grande, Catalina 2. , Pa- a

blo, Alejandro; todos los Coburgos; Alejandro, príncipe de


Orange; Luis 4 . ° , gran duque de Hesse; en Italia Carlos
Alberto, Víctor Manuel 1.°, Humberto y Víctor Manuel 2.°;
en España Fernando 7 . ° , etc.; fuera de otras familias rei-
nantes; sin contar una turba innumerable de nobles, poten-
tados, ministros de los reyes y la jauría incontable de filó-
sofos, literatos y publicistas de todos los países.
¿Cómo los príncipes se enganchan en la masonería que ha
jurado su perdición? Algunos por perversión propia; otros
por vanidad, con el cebo de pomposos títulos, brillantes
condecoraciones y honores que les tributa; otros por interés
ó por miras ambiciosas, ora para conquistar con su ayuda
alguna corona ó nuevos dominios, ora para hacerla servir
de instrumentum regni; en cuyo intento á la postre siem-
pre salieron burlados. Se arrepintieron de su ceguedad el
Buque de los diamantes, Federico 2.° de Prusia, José 2.°
de Austria, Pablo y Alejandro de Rusia, quien, según todas
las probabilidades, pagó de ribete su arrepentimiento con
la vida. A esos grandes del mundo los mantiene la secta en
la más absoluta ignorancia de sus secretos y designios últi-
mos: fantasmones los apodaba Weishaupt, muñecos Ventu-
rini; embaucados con vanas apariencias de mando: para
quienes las logias directoras del sistema ecléctico en Ale-
mania advertían á sus hermanos en una larga circular: «Se-
rá permitido á una ó más logias elegir un prolector, aun-
que sea extraño, con la condición sin embargo de que ja-
más les dé órdenes ni se le atribuya ninguna clase de di-
rección.» Y es la práctica constante de todas las potencias
masónicas del mundo.
Recluta de eclesiásticos.—Dice Claudio Jannet: «Al re-
correr las estadísticas de las logias, hechas poco antes de
la Revolución francesa, sorprende el número relativamente
256 CAPÍTULO X t

considerable de eclesiásticos y religiosos registrados en


ellas. ¿Será que los sacerdotes galicanos habían llegado á
ignorar las gravísimas censuras de los Sumos Pontífices, 6
que se había apoderado ya del primer orden del Estado
aquella corrupción que se manifestó luego con tan gran nú-
mero de apostasías al dictarse la constitución civil del cle-
ro? Fundadas son ambas explicaciones.» El autor se refiere
á Francia.
Casi en todas las logias figuraban curas y canónigos, á lo
menos en algunas provincias. Algunos conventos casi en
cuerpo se transformaban en logias: dígase lo mismo de algu-
nos cabildos. Hacían cabeza guardianes y provinciales. Re-
belábanse contra los Obispos celosos y abandonaban en
masa los monasterios. No faltaba un Arzobispo de Tours,
Mons. de Conzie, que anduviese secularizando comunida-
des, en vez de reformarlas, y con singular predilección en
todo y por todo distinguiese entre los religiosos francisca-
nos á los que se habían hecho masones.
En la época de la Revolución se señalaron, fuera de otros
muchos eclesiásticos, entre los h h . \ el indigno Talleyrand,
obispo de Autun; el insigne traidor Brienne, arzobispo de
Sens; Jarente, obispo de Orleans; Savines, obispo de Vi-
viera; el obispo Gobet de Lyda, Gregoire, Chabot, Goute,
el energúmeno Fauchet, Tourné, Lamouret, etc., etc., sin
contar los religiosos de diferentes órdenes.
La corte del príncipe Arzobispo de Maguncia, José de
Erthal, era uno de los focos más activos de la secta y cen-
tro de propaganda impía en toda Alemania. Conocido es
Dalberg, arzobispo gran elector de Francfort, uno de los
principales discípulos de Weishaupt. El P. Pachtler da por
afiliados un buen número de prelados alemanes y austríacos
al fin del siglo XVIII; así el príncipe Miguel de Briggido,
arzobispo de Laybach, admitido en 1778 en los grados de
la estricta observancia; así Aloys Fickert, prior de los
agustinos en Praga, admitido en 1791. Gregoire cita igual-
mente á Martinowiez, consejero imperial, prevoste de la
catedral de (Edenbourg, al abate de Zagras, gran revolu-
cionario.
No podían faltar tampoco iniciados entre los eclesiásticos
TÁCTICAS DE LA MASONBEÍA 257
de todas categorías, ó jansenistas ó enciclopedistas, en Es-
paña, en Portugal, y sobre todo en la alta Italia. Del famo-
so Llórente, secretario de la Inquisición española, no hay
que dudar.
Decía Weishaupt (escritos originales):
«Nos importa mucho ganar los seminarios eclesiásticos
y á sus superiores. Con esta gente está por nosotros la
mayoría del pais; desde luego nos quitamos de delante álos
principales enemigos de innovaciones, y lo que vale más
que todo, con los eclesiásticos nos hacemos dueños del pue-
blo y de la clase vulgar.»
Más arriba apuntaban los hombres de la Alta Venta
(Crétineau Joly, L Eglise Romaine en face de la Révb-
1

lution, t. II, p. 85-88):


«Lo que nos convendría sería un Papa á la medida de
nuestros deseos... G-anganelli se entregó atado de pies y
manos á los ministros de los Borbones que le intimidaban,
y á los incrédulos que celebraban su tolerancia; con lo cual
vino á ser un gran papa. Uno de estas condiciones nos ven-
dría bien, si hay todavía posibilidad de ello. Con esto arri-
baremos el asalto de la Iglesia mejor que con los libelos de
nuestros hermanos de Francia y aun que con el oro de I n -
glaterra. Estamos seguros de llegar á este blanco de nues-
tros esfuerzos. Pero ¿cuándo? ¿cómo? no se despeja todavía
la incógnita... Para contar con un papa de las cualidades
dichas, es necesario modelarle una generación que respon-
da á nuestros ensueños de dominación. Entretanto camine
el clero bajo vuestros estandartes, creyendo caminar siem-
pre bajo la enseña de sus jefes apostólicos.»
¡Hasta dónde llega la audacia de la secta y cuan vastas
son sus miras!
Otra recluta especial.—Recluta de jóvenes.
Circular de la Alta Venta.—«Es menester dirigirse ala
juventud, es menester seducirla y arrastrarla, sin que lo
sienta, bajo nuestra bandera. Dejad á un lado la ancianidad
y la edad madura; cazad ante todo á la juventud, á la ni-
ñez misma, si es posible.»
Recluta de estudiantes de carreras liberales. Para ellos
con especialidad Weishaupt instituyó el grado de Minerval
258 CAPÍTULO XI

que venía á ser bajo la forma de academia literaria y cien-


tífica una escuela de impiedad. Por los años de 1820 se fun-
dó una secta peculiar para la juventud estudiosa. Esos j ó -
venes son los futuros médicos, abogados, magistrados y al-
tos empleados, que un día pondrán á disposición de la or-
den su influencia y sus riquezas; que jamás podrán desasirse
de aquella en fuerza de los compromisos contraidos en el
fuego de la edad.
Eeeluta de maestros de escuela, de profesores de colegios
y universidades, de abogados activos, traviesos y que po-
sean el don de la palabra, «verdaderos demonios difíciles
de manejar, mas preciosa adquisición.»
Recluta de periodistas. ¿No son los artífices y directores
de la opinión pública? ¿No es la prensa el sacerdocio del li-
bre pensamiento?
Recluta de funcionarios públicos ó empleados civiles y
militares, desde jueces, agentes y administradores, hasta
empleados de correos y policías.
A los maestros de escuela, profesores y militares se les
rebaja la mitad de las cuotas ó derechos ordinarios.
Recluta de ministros y consejeros de los reyes y prínci-
pes y de los más allegados á ellos. «Quien logró conquistar-
los, léese en el Código del Iluminismo, hizo más que si hu-
biese conquistado al príncipe mismo.»
No hay para que encarecer la importancia respectiva de
cada una de estas reclutas, ni mucho menos en particular la
de príncipes y hombres políticos, tanto para el prestigio de
la sociedad.—Siempre que se hable, decía Weishaupt, de
algún personaje insigne por su gran reputación y sus mé-
ritos, haced correr que es de los nuestros—y para los au-
mentos del tesoro, como para la felicidad de las empresas.
¡Cuánto no le valió á la hermandad la decidida protección
de Federico 2.°! ¿Qué decir de Brunswick, quien con los
ejércitos aliados pudo haber matado en flor la República
francesa? La persecución de los Iluminados en el electorado
de Baviera y en el Imperio de Austria no sirvió de nada,
porque los jefes encontraron seguro amparo en todo el res-
to de Alemania; el rey de Prusia se negó á proceder contra
ellos, y Weishaupt, amorosamente acogido por el príncipe de
TÁCTICAS DE LA MA.SONEBÍA 259
Goburgo G-otha, pudo impunemente seguir con el gobierno
de la orden. En el congreso de Verona el rey de Prusia
otra vez se opuso á los emperadores de Austria y Rusia,
salvando á la masonería en virtud del tácito convenio cele-
brado con ella. ¿Quién arrojó á ésta la presa del poder tem-
poral del Papa y la Italia una, sino los hh.*. Palmerston,
Napoleón 3.°, Cavour y Víctor Manuel 1.°? ¿Por quién más
que por ella desató Bismark contra la Iglesia la guerra del
ImUurkanvpf en toda Europa? ¿ni quién otro sino el mismo
Bismark con sus amenazas de una nueva invasión libertó á
la secta de la restauración de la monarquía cristiana en
Francia, tan deseada de los buenos?
Para no citar más que estos ejemplos del inmenso valor
que tiene para la cofradía la afiliación ó la amistad de los
poderosos del siglo.

Artes de reclutamiento general y leva

Respecto á los individuos, conocido es el artificio que más


arriba indicamos, el de corrupción sistemática: sacar al hom-
bre de la vida de familia, quitarle el tino y pervertirle en
disipaciones mundanales, infundirle aborrecimiento á sus
comunes obligaciones: hace el resto un extraño afán por
otro modo nuevo de vivir, la curiosidad y seducción de lo
desconocido, ciertas vagas aspiraciones é inquietud por no-
vedades políticas y sociales: de ahí con cualquier empujón á
la logia.
Weishaupt en su código multiplica instrucciones de la
más refinada sagacidad y astucia, encaminadas á formar
perfectos Insinuantes ó reclutadores, cuyo oficio se com-
pendia, según que agudamente refiere Dom Benoit, en el
arte del disimulo, del disfraz, de sutileza para hacer todos
los papeles, hasta no enredar en el lazo á la pobre víctima
á fuerza de habilidad y con toda clase de asechanzas. Les
señala y describe sus presas favoritas en esta forma:
260 CAPÍTULO XI

«Traedme jóvenes listos y avisados. Nuestros adeptos


han de ser insinuantes, intrigantes, fecundos en arbitrios,
osados, emprendedores: han de ser además flexibles, ma-
nejables, obedientes, dúctiles, sociables. Traedme también
hombres poderosos, nobles, ricos y sabios. No perdonéis
medio alguno para ganar á esa gente. Si por buen camino
no resulta, acudid al diablo... Fijaos en las exterioridades
de los sujetos, que sean hombres bien formados, buenos mo-
zos... que su gentil continente predisponga á la simpatía.»
Mas no es tanto este reclutamiento individual, cuanto el
reclutamiento por masas ó en globo el que da pie y materia
á otra táctica de la orden. Acompañémonos con Dom Be -
noit, que es guía seguro é inmejorable.
Le gusta á la masonería colarse ó escurrirse en las socie-
dades públicas ya establecidas y acreditadas: sea ella algu-
na ilustre academia, sea una floreciente asociación de lite-
ratos, sabios ó artistas, ó bien algún concurrido círculo ó
casino civil ó militar. No tarda la logia del lugar ú otra ve-
cina en introducir allí algunos de sus hermanos más finos y
diestros, ó en alistar de dicha sociedad á los que considera
mejor dispuestos para ello. Sean aquellos emisarios, ó bien
los nuevos afiliados, desempeñarán por el pronto en las reu-
niones el oficio de espías para dar cuenta de sus observa-
ciones, y juntamente el de predicadores ó apóstoles para
dejar caer arteramente la semilla masónica con medias pa-
labras, rotundas afirmaciones, disertaciones ó discusiones,
despertando recelos y desconfianzas contra el influjo sacer-
dotal, abonando los principios, hechos y hombres de la re-
volución, haciendo prevalecer la libertad de lenguaje y el
aprecio exclusivo del progreso material.
En tal academia propónese la admisión de un sacerdote
que es una lumbrera: como por resorte asoman algunas son-
risas de desprecio. En tal otra sociedad de beneficencia mu-
chos solicitan la cooperación de un acaudalado católico que
es la providencia general de los pobres de la comarca;—
¡oh! es un clerical, un intolerante, un fanático, claman
unos cuantos. En cual otro círculo es deseada la suscrip-
ción á un periódico ó revista netamente católica: no faltan
quienes reclamen en contra, hagan mofa ó se incomoden. Es
TÁCTICAS DE LA. MASONERÍA 261
visible que obedecen á una consigna. Son los primeros en
tachar de extravagante á un autor que combate las doctri-
nas racionalistas, en calificar de imparcial á otro que entre
ambajes y excusas cohonesta los crímenes de la revolución.
Se les ve á todas horas espiando la ocasión de fomentar sim-
patías é inclinar voluntades entre los socios á favor de la
causa masónica, y de formar una opinión que divulgada al
exterior, sirva de medio de propaganda.
Andando el tiempo y con mil mañas á menudo llega la
masonería á dominar por completo en las sociedades más
honradas. Pocos representantes tenía en ellas al principio;
luego pudo contar con gran mayoría. En algunas partes
academias, sociedades sabias y círculos hay donde á duras
penas se da entrada á quien no venga de la logia.
El procedimiento expuesto no es de ayer en el maquiave-
lismo de la secta. ¿De cuál otro se valió desde varios siglos
atrás para infectar muchos gremios y corporaciones de toda
suerte y con esto perpetuar su detestable espíritu en buena
porción de naciones europeas? ¿no acusa y publica esta mis-
ma artimaña el título de accepted, masón aceptado, que ex-
plicamos en el primer capítulo de esta obra, y que es aun
hoy de estilo corriente entre los cofrades, con aplicación al
rito escocés antiguo y aceptado?
Ni limita á las sociedades profanas el uso de la ruin ma-
niobra, sino que la extiende á las cofradías y á toda clase
de asociaciones religiosas. Alentaba á los suyos un cabecilla
de la Alta Venta citado por Crétineau Joly:
«Italia está llena de cofradías religiosas y de penitentes
de diversos colores. No os descuidéis en destacar echadi-
zos á algunos de los nuestros en medio de esos reíanos
guiados por una devoción estúpida. Dense á estudiar con
detenimiento el personal de esas cofradías y verán como
poco á poco hacen buena cosecha... Tended las redes como
Simón Barjona, pero no en el fondo del mar, sino en las sa-
cristías, seminarios y conventos, y si tenéis calma, os
prometo una pesca más milagrosa que la de aquel.»
Un extraño reglamento de los Carbonarios ordena, que
«nose admitan mujeres á la iniciación, ano serlas que an-
tes hayan pertenecido á alguna orden monástica, ó por lo
MASONERÍA. T. II.—18
262 CAPÍTULO X t

menos á alguna cofradía.» (Cost. dei Carbonari, p. 184).


Recuérdese qué estrago hicieron los masones con este ar-
did en las cofradías del Brasil y de Vaneouvert, hasta ne-
cesitar el cauterio de Roma.
Otro arbitrio ponen en juego dóciles á los consejos de
aquel mismo sátrapa de la Alta Venta:
«Con cualquier pretexto, por frivolo que sea, pero nunca
político ó religioso, dedicaos vosotros mismos, y si es por
mano extraña, mejor, á fundar sociedades de comercio, de
industria, de música ó de bellas artes.»
Eu efecto, debidas á la iniciativa ó á la inspiración de las
logias, por cientos y por miles pululan de un siglo á esta
parte las sociedades geográficas, geológicas, botánicas,
filarmónicas, artísticas, de emulación, de tiro, de gimna-
sia, etc., cuerpos de beneficencia, asociaciones filantrópi-
cas, juntas agrícolas, agencias encargadas de organizar
exposiciones regionales ó universales, congresos de la paz;
cuales consagradas al estudio de todos los ramos de las cien-
cias naturales, tales explotadoras de los productos que se
dan en todos los rincones del globo, otras destinadas al fo-
mento de la industria en todas sus formas ó á procurar re-
medios para todas las miserias humanas. Eu esta labor in-
cesante la secta unas veces mañosamente se eclipsa, otras
da la cara con ufanía; aunque en general seguros estamos,
que donde la agitación es mucha, por allí anda su mano, por
muy honrados que parezcan los fines ostensibles.
Vino á nuestros ojos, concluye Dom Benoit, cuya es la
precedente descripción, una estadística, que representaba só-
lo para la ciudad de Lyon mil cien asociaciones sometidas á
la influencia de las logias: de ellas cuatrocientas subordina-
das á la acción directa de la masonería, setecientas en ma-
yor ó menor grado penetradas de su espíritu y en relacio-
nes con ella, bien que animadas en su origen de propósitos
distintos.
Con profundo sentido y expresando en una cifra la táctica
usual de la orden, repetía Mazzini: Asociación, asociación,
asociación; todo se encierra en esta palabra. El trabajo no
es convencer al pueblo, sino reunido. El día que esté reu-
nido, ése será el comienzo de la era nueva.»
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 263
Con arreglo á esta táctica se desvive la masonería por
multiplicar las sociedades mutualistas de todos oficios y
profesiones, de hombres y hasta de mujeres, que al revés
de los gremios antiguos sellados por el espíritu de piedad
y caridad cristiana, se engendran del desnudo sentimiento
utilitario, cuando no lo toman por pantalla, excluyen como
por voto cualquiera muestra ó señal de religión, se convier-
ten prácticamente en semilleros de indiferentismo ó de libre
pensamiento y en campo favorable de recluta sectaria: se
esfuerza por invadir y dominar toda clase de asociaciones y
sindicatos obreros, que con tanta variedad de nombres é
institutos hoy se estilan, para echar leva en gran parte de
la masa popular, que la ayude poderosamente en los días de
las sangrientas batallas que ella misma suele provocar.
Por último en nuestros días, ganosa de mayores incre-
mentos y en perspectiva de próximos y generales movi-
mientos, vésela en varias naciones, particularmente en
Francia, foco inicial obligado de vastas explosiones, entre-
garse con furor á la tarea de la afiliación universal; ora
simplificando los trámites de admisión y las prácticas acos-
tumbradas para comodidad del vulgo embaucado con el ali-
ciente del socorro mutuo, como en los Estados Unidos; ora
agenciando con especial ahinco el alistamiento de oficiales
del ejército, que han de componer los estados mayores para
las futuras guerras y la conquista del mundo; bien organi-
zando batallones escolares armados y equipados en varias
ciudades con los alumnos de las escuelas municipales y la
incorporación de los demás niños ó mozos sueltos de cada
barrio; bien afiliando en masa á los niños de los arrabales
en forma sumaria y con ostentosas ceremonias; ya fundando
en París un círculo selecto, que sirva de centro de corres-
pondencia, reunión é impulso para todos los masones de la
misma capital, de las provincias y de las naciones extrañas;
ya sembrando á cara descubierta por todas partes socieda-
des de carácter abiertamente masónico, como la Asociación
politécnica y la Filotécnica francesas, la Liga de las escue-
las y la Asociación de enseñanza nacional en Holanda, las
Sociedades de solidarios en número de veinte y más para
sólo Bélgica, en Francia la Liga de la enseñanza y la, Aso-
264 CAPÍTULO XI

dación del centavo para las escuelas laicas del h . \ Macé


con sus innumerables sucursales en provincias, las Socie-
dades de bibliotecas populares, las republicanas de ins-
trucción, las sociedades dichas del libre pensamiento, los
Círculos de eskidios sociales, los Grupos ateos, la Li-
ga de los derechos de las mujeres, la Unión democráti-
ca de propaganda anticlerical; en Inglaterra las socieda-
des Free Thinhers, y en todas partes otras de iguales 6
diferentes denominaciones; ó bien finalmente creando con
el título de Agrupación fraternal y cívica un importante
organismo, compuesto de masones, pero independiente por
ficción de las autoridades y formalismos masónicos, senci-
llo y modesto en apariencia, pero de resultados muy prác-
ticos y eficaces, destinado inmediatamente á dirigir la opi-
nión pública, y también á todos los demás fines, déjase en-
tender, convenientes á la secta: sistema federativo por su
estructura, que consta de tantos grupos cuantas son las
provincias ó distritos en que se divide una nación y que re-
cibiendo únicamente de la agrupación central un plan de
estudios y un método de procedimientos para la obra, sin
más leyes, intervención ni dependencia del centro á lo que
se dice, cada grupo consulta y discute todos los asuntos de
interés público, y luego en asamblea ó reunión general del
pueblo sostiene y defiende por medio de sus oradores los
puntos acordados relativos á la provincia ó distrito corres-
pondiente; con el bien entendido, que para dar fuerza á la
federación y uniformar la acción común, existe un consejo
central integrado por los delegados ó representantes de las
fracciones, dos por cada grupo. ¿No es este el sistema de
los clubs y asambleas permanentes del pueblo, derechamen-
te nacido del axioma de la soberanía popular y ensayado por
los hombres de la secta desde el principio de la Revolución
francesa?
En efecto, lo es, y vamos á exponer este arte de recluta-
miento general, para mostrar el último desenvolvimiento de
la táctica observada en vísperas de alguna formidable per-
turbación. Redondeada y perfeccionada la constitución de
las logias, hechas en su personal por uno ú otro medio las
necesarias depuraciones, escogidos los cuadros de iniciados
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 265
que han de presidir á las operaciones de mayor confianza,
distribuidos sabiamente los papeles y maniobras entre los
subalternos, bien preparada y enardecida la restante patu-
lea de las logias; cuando se considera que la propaganda
alcanzó ya el límite deseable, se han previsto los obstáculos,
se ha acordado el plan definitivo de la campaña, la suprema
dirección está reconocida y bien sentada en sus estribos,
todo á punto de madurez y no falta más que señalar el plazo
y hacer las últimas prevenciones; entonces ¿qué resta para
levantar el grito, desencadenar la tormenta y dar el golpe
seguro con rapidez y violencia irresistible? Una sola cosa, y
es caldear lo suficiente las turbas populares, formar con ellas
el ejército del fanatismo y la destrucción y arrojarlo con ím-
petu á la pelea bajo la dirección asidua de los jefes desig-
nados. Este es el servicio de los clubs y asambleas popula-
res. Un ejemplo, el primero de todos.
Unos h h . \ de la célebre logia Boca ele hierro, Fauchet
entre ellos, inauguraba en 1790 y en el Palacio Real de Pa-
rís el club nombrado Amigos de la verdad con una concu-
rrencia de ocho á nueve mil hombres. Fauchet, elegido pro-
curador general de la verdad, explicaba así los propósitos
de aquel círculo popular: «Libertad á los hombres de la
esclavitud, del hambre, etc., y dar á todos la libertad, la
igualdad y la propiedad... formar con la organización ma-
sónica un pacto federativo de todo el género humano.» «Se-
ñores, exclamaba el nuevo apóstol, un gran pensamiento
nos reúne. Se trata de dar principio á la confederación de
los hombres, juntando todas las verdades útiles, enlazándo-
las en forma de sistema, aplicándolas al gobierno de las na-
ciones, y así labrando mediante el concierto de las almas la
felicidad del mundo.» Encarecía la pujanza de una asamblea
central, á que concurriesen todos los amigos de la verdad,
de la libertad, de la dicha de los hombres, hoy divididos en
sociedades particulares para estrecharse en una comúu alian-
za; y á este fin proponía la organización general de las logias
masónicas, que recibiesen su impulso de un consistorio úni-
co, residente en París, la capital de la humanidad.—«Este
círculo social, concluía, coadyuvará á nuestros esfuerzos,
entablando relaciones con los demás círculos y secundando
266 CAPÍTULO XI

nuestra correspondencia con las sociedades externas que se


formarán á invitación de la nuestra en las naciones...» Así
disertaba el demagogo en el diario Boca de hierro, nombré
de la antigua logia, que era el órgano del círculo social.
He aquí la logia transformada en club. Allí comenzaron
á discutirse los primeros capítulos del contrato social de
Eousseau, y á las sesiones se agolpaba inmensa muchedum-
bre. «Fijado el sentido de un artículo, nos informa el h . \
Luis Blanc, se enviaba por medio del periódico, con sus co-
rrespondientes comentarios, á todas las cabeceras corres-
ponsales del club, y de todas partes llegaban á éste precio-
sas ilustraciones para esclarecimiento de los principios de la
verdad.» «¿Y cuáles eran éstos, se interrumpe aquí á sí
mismo Blanc, sino los principios idénticos de la organiza-
ción masónica, despojada de los grados superiores y movida
por la autonomía de las logias simbólicas?... Porque había
sonado la hora. La estatua que el artista labró en secreto
cubriéndola con cien velos, una vez recibida la última ma-
mano, sácase á la vista de todos, tal cual debe quedar
siempre.»
Ahora nosotros, pues interesa, para dar nombre á las co-
sas y descifrar misterios. El artista es la masonería; la es-
tatua es la sociedad que de piedra bruta ha de ser trans-
formada y modelada á imagen de ella ó según el concepto
de su mente; esos velos... pues, son los grados superiores
que ocultan la acción masónica, son velos que tapan la obra
del artista, pero que no la alteran lo más mínimo; y la e s -
tatua resguardada con los velos de los grados superiores, la
misma é idéntica es que dejan transparentar, ó mejor, que
muestran patente al público los grados simbólicos para ojos
que sepan ver. Por consiguiente resulta identidad en la
esencia y significación de grados superiores y grados sim-
bólicos; ocultos aquellos y reservados sólo para algunos, ac-
cesibles éstos á todos y para todos descubiertos y claros el
día que la luz de los hechos se refleja en ellos: necesarios
aquellos para evitar estorbos á la obra, mientras no se con-
cluya, pero superfluos en el día de la conclusión ó triunfo
presumido de la secta; permanentes los otros por la necesi-
dad de mantener el lazo que une la obra á su artífice para
TÁCTICAS DE I A MASONERÍA 267
que se conserve y dure como tal obra de tal artífice. De
suerte que conforme á esto, la masonería se comienza con
la iniciación simbólica de los individuos, y es el principio
de la formación ó de la obra proyectada, y se termina en la
iniciación simbólica de la humanidad, que sería la consuma-
ción de la obra. La lucha entre simbolistas y aristócratas
de la secta, cuando ha sido real y no pura farsa, provino del
error de los primeros en creer que en tales ó cuales momen-
tos históricos era llegada la época de la iluminación ó ini-
ciación universal y del triunfo definitivo: así se lo imagina-
ría tal vez hace unos treinta años en México Ignacio Alta-
mirano, rabioso simbolista, aunque tal vez no miraba tan
alto, sino á lo bajo de la vanidad de maestro en masonería
como en poesía, de la cual le regalaron el tituló dicho.
Con más razón que el poeta mexicano, y aun que el poe-
ta francés, podían cantar á la diosa de la libertad los sans-
culotes del Círculo social, pues consideraban estar á punto
de realizarse ó actuarse por momentos el sueño de Rous-
seau, del pueblo por excelencia ó sin nombre de patria, for-
mado de toda la humanidad. Para ellos con la voz de su
Boca de hierro profería Fauchet aquel arrebatado apostro-
fe: «Oh sublime Rousseau, tú entendiste, uno de los prime-
ros, el orden eterno de la justicia. Sí, todos los hombres
tienen derecho á la tierra, y en ella deben tener en propie-
dad (común) el dominio de su existencia.» Si es viejo y es
masónico el socialismo de hoy... Y concluye Luis Blanc con
esta noticia: «Otro carácter especial del círculo social; las
mujeres eran admitidas á reivindicar los derechos de su se-
xo. Pedir á la Revolución que elevase la condición de la
madre, de la esposa, de la manceba, era reclamación digna
de aquella» (1). Si es viejo y si será masónico el femi-
nismo...
Este es un club de afiliación universal de los que se or-
ganizaron en Francia como preparativo inmediato de la Re-

tí) B u l l e t i n de la grande loge symbolique, aoút 1880.


268 CAPÍTULO XI

volución, pronta á estallar con todo su horror, uno de tantos


como poco después cubrieron casi toda la extensión de Eu-
ropa para disponer el recibimiento y facilitar las conquistas
ó marchas triunfales de los ejércitos revolucionarios, de los
que uno solo de los apóstoles conspiradores, Zimmermann,
se gloriaba de haber fundado más de cien en una sola ex-
cursión por Italia, Suiza y Hungría.
Esta es una de las tácticas especiales y más poderosas
de reclutamiento general, de la que la masonería ha echado
y echa mano en ocasiones parecidas en todas partes.

Masonería pacífica y m a s o n e r í a g u e r r e r a

De esta táctica nos informa el buen Eckert, citado por


el P. Gyr.
«Las revoluciones modernas prueban que la orden está
dividida en dos secciones, una pacífica y otra guerrera.
«La primera no se sirve sino de medios intelectuales, es-
to es, de la palabra y de la escritura. Su directorio ó junta
de gobierno se llama Gran Oriente.
«Se apodera en provecho de la orden de todos los desti-
nos del Estado, de la Iglesia (entendámonos, de las confe-
siones protestantes, pues protestante es el que habla) y de
las universidades, de todas las posiciones influyentes, en una
palabra. Seduce á las masas, domina la opinión pública por
medio de la prensa y de las sociedades filiales ó dependien -
tes...
«Cuando la sección pacífica ha llevado sus trabajos de
propaganda y de todo género al punto de juzgar que se
puede emprender con probabilidades de feliz éxito un ata-
que violento en término poco lejano, cuando se ha inflama-
do las pasiones, debilitado bastante la autoridad, ó que los
puestos importantes se hallan ocupados por traidores, en-
tonces da orden á la sección guerrera de desplegar toda su
actividad.
T Á C T I C A S DE L A M A S O N E R Í A 269
«Luego la división guerrera se pone á organizar cuerpos
revolucionarios para el fin especial que sublevó las pasio-
nes, y se subdivide en dos brazos ó sistemas de insurrec-
ción, de los cuales el uno obra intelectual y el otro física-
mente, colocándose al frente de cada junta política un ma-
són de la división guerrera. Estas sociedades ó cuerpos re-
volucionarios, formados de gente que no pertenece á la or-
den, pero dirigidos por ella, aparecen con frecuencia como
enemigos entre sí; y esta lucha aumenta el fervor del mo-
vimiento, triunfando la secta con cualquiera que triunfe, en
virtud de la dirección que tiene de cada cuerpo.
«Conseguido el objeto de la revolución, ó aplazada ésta
para más tarde, la división guerrera licencia ó disuelve los
cuerpos ó sociedades revolucionarias. Si no se consigue di-
solverlas, los masones de la división guerrera que las capi-
taneaban se retiran, y la división pacífica las denuncia al
gobierno por medios que no la comprometan, bien que avi-
sándolas prudentemente de que están amenazadas por la
autoridad civil. Con cuya industria la orden consigue tres
cosas: salvar (en apariencia) su fidelidad al gobierno, disol-
ver la asociación, que se hizo peligrosa, y substraer los cul-
pables á la justicia.
«Cuando alguna de estas sociedades revolucionarias cuen-
ta con sujetos ó sistemas que pueden ser de positiva utili-
dad, la orden los incorpora á la división guerrera.
«El directorio de ésta se llama firmamento.
«Cuando va á comenzar el ataque á mano armada y la di-
visión guerrera ha tomado el mando de los cuerpos, la divi-
sión pacífica cierra sus logias.
«Además como los miembros de la división beligerante
ó guerrera, por razón de su categoría pertenecen á la pací-
fica, aunque no viceversa; y como la existencia de esta di-
visión es desconocida á la mayoría de los miembros de la
otra, los primeros podrán replegarse á los segundos, si hu-
bieren fracasado. Las logias pacíficas acuden luego por to-
dos los medios á proteger á los hermanos de la división be-
ligerante, presentándolos como patriotas demasiado ardien-
tes, que se han dejado arrastrar por el torrente más allá de
las reglas de la orden y de la prudencia.
270 CAPÍTULO X t

«Con lo cual todo se guarda en el misterio, los herma-


nos son salvados y la orden queda sincerada ante el go-
bierno. »
Tal es la táctica, que más astuta no cabe.
El mismo Eckert refiere el caso siguiente:
En la época de la gran Revolución francesa había en Vie-
na tres sectas sobrepuestas. Una se componía de hombres
muy fogosos, pero conocidos. Debajo de ella existía otra de
revolucionarios secretos, que mantenían vasta correspon-
dencia, hacían burla de las declamaciones de los primeros,
y hasta, para mejor encubrirse, cuando encarcelaban á é s -
tos, aplaudían. Debajo de esta segunda sociedad, que no
sospechaba nada de ella, se escondía otra tercera, mucho
más recóndita y temible, relacionada con los jefes de la Re-
volución francesa, que numeraba entre sus miembros á los
personajes más encumbrados y al parecer más adictos al
Imperio, disponía de poderosos agentes en todas las ciuda-
des de la monarquía y preparaba en Alemania una explo-
sión no menos terrible que la que había estallado en Fran-
cia. La policía pronto dio con la primera secta y le dio su
merecido: luego vino á descubrir la segunda, que era teni-
da y ella misma se tenía por cabeza del complot. ¡Cuál no
fué la estupefacción general cuando, de resultas de algunas
inesperadas revelaciones, se cayó en la cuenta de que aque-
lla segunda era gobernada por otra tercera sociedad más
recóndita y malvada; cuando se convencieron de que hasta
entonces sólo habían echado el guante á revolucionarios su-
balternos, y que los jefes reales se ocultaban en antros más
profundos donde maquinaban inauditos atentados!
Se dan tantos casos de este juego en la masonería... Los
capataces de una secta se cuelan en la logia suprema de
otra y logran atrapar los primeros títulos y cargos más im-
portantes: la segunda secta queda conquistada, mientras
gallardea de independiente, y avasallada por otra de quien
desconoce el señorío respecto de ella y quizá quizá hasta la
existencia, dándose la extrañeza de una sociedad que es
secreta para la misma á la cual rige. Así en la Carbonería
para las Ventas locales son secretas las Centrales y para
éstas la Alta Venta.
TÁCTICAS DE LA MASONBRÍA 271

VI

Vanguardias

Jannet describe así esta vanguardia: «Los grandes Orien-


tes apellidados Potencias masónicas, comunmente se dejan
arrastrar por sus tendencias estacionarias. Mas cada vez
que esto sucede, vienen á empujar los grupos de hombres
nuevos, que forman logias jóvenes, y que ahondando en el
sentido de la idea masónica, luego de un salto se plantan
en punto más avanzado que el de sus caducos predecesores.
Estas son las logias de vanguardia.» Y continúa: «Cuando
las potencias masónicas empeñan la lucha con ellas, acaban
por ser. vencidas, y al cabo de algún tiempo se ven obliga-
das á hacer las paces con los mismos á quienes antes exco-
mulgaran.»
Mr. Jannet supone que se hacen altos ó paradas en el
movimiento natural y progresivo del espíritu sectario hacia
su término inmediato de estado de naturaleza y anarquía,
narrado en las doctrinas de Weishaupt y Saint-Martin, y
cuya expresión es la República socialista; y en consecuen-
cia parece creer en la real contrariedad y oposición de las
logias nuevas con las viejas. Mas por una parte la fácil con-
descendencia de éstas en avenirse y pasar por las condicio-
nes de aquellas, la activa y perpetua gradación observada
de ley por la secta en el desarrollo y ejecución de sus planes,
y la particularidad constante de que los avances iniciados por
la vanguardia hallan buena acogida, con excepción tal vez
de algún grupo aislado, en todo el campo de la masonería,
denuncian una especie de general inteligencia y descubren
la flor de los tahúres; y por otra bien prevenidos nos tiene
el P. Desehamps y aun el mismo Jannet, con la observa-
ción de los tortuosos caminos de la orden, contra la tramo-
ya de tirar la piedra y esconder la mano, de los escándalos
farisaicos y de las retiradas falsas, tan celosamente reco-
272 CAPÍTULO XC

mendada á los suyos en sus clásicas instrucciones por el


maestro de toda trapacería Weishaupt, para que caigamos
en la trampa de los escrúpulos y aspavientos de aquellas
graves Potencias, cuando una vanguardia al parecer des-
bandada y un si es no es excéntrica, sale como de improvi-
so á hacer alguna de las suyas por el mundo, que podría
dejar mal parado el prestigio de la secta y descomponer sus
relaciones con las autoridades profanas. A otro perro con
ese hueso; que nosotros bien convencidos estamos por las
razones antedichas y por la experiencia tangible de lo ocu-
rrido en diversas ocasiones y países, de que esas vanguar-
dias con sus pasos adelante y sus arrestos de juventud
atronada, son pura y simplemente ardid de guerra algo pa-
recido al de la masonería pacífica y guerrera, socorrida
maña para salvar responsabilidades de doctrinas y actos
comprometedores, echando el muerto á imprudentes nova-
dores.
Conque otra táctica zorruna es la invención de las van-
guardias. Sobremanera instructivos son los datos siguien-
tes, extractados por orden casi todos del mismo Jannet:
1825.—La mayoría de los individuos que componían las
logias eran espiritualistas. Parecíanlo al menos. Su filósofo
era Cousin, discípulo y traductor al francés del panteísmo
alemán.
1840.—El orador del Gran Oriente de París, Wentz, en
sus informes se alarma por las tendencias democráticas de
muchas logias de provincia, demasiado activas y arrisca-
das, que florecen con sus elementos juveniles, mientras las
viejas, ajustadas al cartabón ofieial, se van extinguiendo.
La logia Amistad proporciona continuos sinsabores al
Gran Oriente, sobre quien llueven apercibimientos de la
prefectura de policía.
Otra logia de París pone á discusión este tema: ¿La
creencia en Dios es indispensable, en el orden moral, para
las instituciones sociales"?—pregunta que convida á esta
respuesta: No.
1848.—El honrado h.*. Wentz, desahuciado por trasto
viejo, dimite su cargo de orador oficial, mientras que el
Gran Oriente festeja con transportes de júbilo la proclama-
ción de la república.
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 273

1 8 5 0 . — E n Amsterdam fúndase la logia Post motila luce,


cuyo primer artículo de la Constitución es éste: uLa logia
Post nubila lux es una corporación masónica independien-
te.» Una de las primeras del mundo en borrar las fórmulas
relativas á la existencia de Dios y á la inmortalidad del
alma. En amigables relaciones con gran número de talleres
de Europa y de los Estados Unidos y arrastrando en su es-
plendente cauda casi toda la masonería holandesa, concluye
por ser recibida con aplauso en el gremio común de la igle-
sia de Satanás.
1855.—Fundación en Amsterdam también del Dageraab
(Alborada), revista y sociedad pública, librepensadoras am-
bas, nacidas del amoroso seno de la logia Post nubila lux,
honradas con la buena correspondencia de los librepensado-
res de Francia, de Alemania, de Inglaterra, de Italia y de
Bélgica; que en 1 8 5 7 celebró un congreso universal de
librepensadores, creemos que el primero de esta laya.
1855.—Programa del h . \ G-offin en Liege. Este fué
trueno gordo y una de las más esclarecidas proezas de la
vanguardia. Detengámonos un momento, pues lo merece la
arenga, modelo de elocuencia masónica de vanguardia, y el
programa. Habla Goffin.
«¿Qué, no somos ya los hijos de nuestros padres? ¿no so-
mos ya los descendientes de los héroes del 89? Llegó el
tiempo de alzar inexpugnable barrera á las invasiones del
clero, de organizar formidable oposición contra los hombres
y las ideas de lo pasado, de reanimar el celo y la fe masó-
nica y de constituir la unión solidaria (los solidarios) de
cuantos preconizan el progreso (progreso de solidarios) de
la humanidad. Permitidme, h h . \ míos, recomendaros algu-
nos principios que debéis tener presentes al formular vues-
tra profesión de fe.

PRINCIPIOS P A S A MÁS ADELANTE

«Sufragio universal directo.—Abolición de los ejércitos


permanentes, causa de ruina y opresión de los pueblos.—
Supresión de la magistratura inamovible, fuente de in-
justicias y de procesos escandalosos.—Abolición de presu-
puesto del clero.
274 CAPÍTULO XI

PRINCIPIOS DE INMEDIATA APLICACIÓN

«Sufragio universal para las elecciones provinciales y mu-


nicipales.—Instrucción primaria, gratuita y obligatoria.
—Organización del trabajo por medio de grandes socieda-
des obreras.—Reducción de todos los presupuestos, del de
guerra sobre todo.—Formación de sociedades encargadas
de sepultar á los muertos sin intervención del clero.—
Abolición de la pena de muerte por causas políticas y cri-
minales.
«Tal debe ser en mi concepto la orden del día para la
gran reunión masónica que próximamente se celebrará.
¿Queremos aplastar al infame ó aguantarlo?»
Como este discurso vino luego á conocimiento del mundo
profano, el Gran Oriente de Bélgica lo condenó por peli-
groso y suspendió la logia de Lieja, siendo Werhsegen el
gran maestre, el mismo que decía con jactancia que des-
pués del éxito feliz de las revoluciones se glorificaba á la
masonería de haberse metido en ellas á despecho de los e s -
tatutos. El h . \ Goffia por de contado fué rehabilitado en
todos sus derechos masónicos, gozó de gran ascendiente en-
tre los suyos y publicaba el Diario de la Francmasonería
Belga. La logia cosmopolita irregular de Londres, los Fi-
ladelfos del rito reformado de Menfis, le alabó y le gratificó
con el grado de Rosacruz.
El programa de Goffia sirvió de bandera á toda la maso-
nería, dondequiera lo hacían hábil las circunstancias. De
entonces acá ha llovido mueho y han sucedido otras van-
guardias más resueltas.
1852-1860.—Ea este período varias logias de Bélgica,
Suiza é Inglaterra reúnen demagogos refugiados en estos
países, y de allí salen los proyectos concebidos para organi-
zar las sociedades de librepensadores y solidarios, que la
masonería universal había de propagar desde el 1860 en
adelante. A la cabeza de este movimiento estaban los des-
terrados Edgardo Quinet y Eugenio Sue.
1866.—La logia Constancia, de Lovaina, invocando los
principios constitutivos de la secta y recordando la marcha
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 275
progresiva que ha seguido siempre, rechaza las fórmulas
espiritualistas hasta entonces observadas; por cuyo motivo
arma pelotera con el Gran Oriente de Bélgica, terminando
éste á la vuelta de algunos años por rendir pleito homenaje
á sus rebeldes subditos.
1866.—La logia Parisiense el Porvenir, después de una
discusión de seis semanas y de haber hecho llamamiento á
todas las logias francesas, da á los vientos un articulado
rabioso, librepensador y solidario, é instituye un Comité de
librepensadores,aceptado todo por el Gran Oriente de Bru-
selas. Mas el Gran Oriente de París muy despavorido por
la resonancia del escándalo, pena á la atrevida vanguardia
con seis meses de suspensión.
1869.—El congreso de las logias del Este de Francia,
congregado en Metz y capitaneado por el demonio del h . \
Macé, reclama del Gran Oriente la supresión del artículo
de los estatutos generales vigentes, que dice: «La orden de
los Francmasones tiene por base: la existencia de Dios, la
inmortalidad del alma y el amor de la humanidad:» y su
substitución por éste: «...tiene por principio único la soli-
daridad humana.ii
1869.—Anti-concilio de Ñapóles. Ya tienen noticia de
él nuestros lectores. Su última declaración, adoptada por
aclamación, firmada y sellada por el Presidente, está ex -
presada en esta forma:
«Los librepensadores reconocen y proclaman la libertad
de conciencia y la libertad de examen... rechazan cualquier
dogma fundado en cualquiera revelación... considerando que
la idea de Dios es la fuente y sostén de todo despotismo é
iniquidad... que la religión católica es la más completa y
más terrible personificación de esta idea, y el conjunto de
sus dogmas la negación misma de la sociedad... los libre-
pensadores asumen la obligación de procurar la abolición
pronta y radical del catolicismo y su exterminio, por todos
los medios, el de la fuerza revolucionaria inclusive.»
«A esta orgía verdaderamente diabólica, nota el P. Des-
champs, fueron convocados y concurrieron 700 delegados
de las grandes logias de los Estados Unidos, de México,
del Brasil, Asia, África, y de todos los reinos y principados
276 CAPÍTULO X t
de Europa.» Suponemos que no faltarían á la cita los de las
demás repúblicas americanas; de modo y de manera que en
dicho aquelarre estuvo representada la masonería en ple-
no. Lo decimos para marcar y acentuar toda su significa-
ción.
Una apostilla del mismo P. Deschamps: «Aquellos sete-
cientos delegados no eran más que una vanguardia. Muy
luego los G-randes Orientes regulares de la mayor parte de
los países pusieron en planta el programa,» incluso el punto
del feminismo, que vino expresado en la primera declara-
ción del Anti-concilio. Quedan bien aclarados la naturaleza
y oficio de las tales vanguardias.
1 8 7 7 . — L a masonería francesa, en la asamblea general
(convento la llaman ellos, ó reunión) de 1 8 7 7 , consultadas
todas las logias sujetas á la obediencia del Gran Oriente,
por considerable mayoría de votos decretó la reforma del
artículo de marras en estos términos: «La Francmasonería
tiene por principios: la libertad absoluta de conciencia y la
solidaridad humana. No excluye á nadie por sus creen-
cias.»
Así las empingorotadas Potencias vienen á besar los
pies á las díscolas vanguardias... y es el desenlace de la
comedia un abrazo y un aplauso recíproco por lo bien
jugado.
1880.—Once logias de las más antiguas (luego las avan-
zadas no son efecto exclusivo del fuego juvenil) sacuden.la
obediencia del Supremo Consejo del rito escocés, forman
una confederación con su Gran Logia Simbólica escocesa
al frente, tomando por lema de su doctrina: La Francmaso-
nería libre en la logia libre. Libertad omnímoda de reclu-
tamiento hasta de mujeres, admitidas y revueltas en las
mismas logias de hombres; libertad de la prensa y publica-
ción para talleres y para masones, con independencia de
censura previa, castigos ni amonestaciones; libertad la más
absoluta de discusión, sin limitación de asuntos ni ideas; li-
bertad de los talleres para celebración de tenidas y para
asociarse unos, con otros; libertad ilimitada de acción en to-
dos los terrenos; reivindicación efectiva de la soberanía del
pueblo en las elecciones y en el gobierno.
TÁCTICAS DE LA MASONEBÍÁ 277
La Gran Logia obtiene el reconocimiento de casi todas
las Potencias masónicas del globo, suplanta al Supremo
Consejo, sonsacándole las logias de su obediencia, viene á
ser el núcleo de los nuevos talleres, despliega inusitada ac-
tividad en la política y es madre de muchas hijas, la logia
Social entre otras, que con sólo su nombre paga; la de los
Librepensadores del Pecq, que es la primera en reeibir á
una mujer con la misma iniciación de los hombres, arras-
trando tras su ejemplo á toda la masonería.
Si fué aprovechada esta vanguardia.
Casi todos los datos enumerados son referentes á Francia.
Es cosa convenida en la orden y demostrada por la his-
toria desde antes de la Revolución francesa, que aunque
la doctrina, la iniciativa y el supremo mandato parta á
las veces de otro punto, pero el foco, espejo y principio
de la propaganda y acción masónica sea comunmente
Francia.
No que falten aplicaciones de la misma táctica en otras
naciones, en España verbigracia, sin ir más lejos, donde el
famosísimo turno de los partidos de marras, el progresista
y el moderado ó conservador, se reducía al consabido juego
de vanguardias, representadas por el partido progresista,
con alternativas de partido conservador, que aprobaba y
consolidaba las conquistas de las vanguardias, haciendo
progresar por manos de la masonería al pueblo español has-
ta el misérrimo estado en que le lloramos.

VII

Opinión pública

Decía Weishaupt: La grande arte de hacer una revolu-


ción sin miedo de que falte nunca, es la de ilustrar á los
pueblos, esto es, la de conseguir que la opinión pública
insensiblemente se declare á favor de los cambios preten-
didos con la revolución. He aquí una verdadera táctica.
MASONERÍA. T. I I . — 1 9
278 CAPÍTULO Xt

Llaman á la opinión pública la reina del mundo, y lo es


en efecto, porque le arrastra y domina. Mas para la maso-
nería es reina constitucional, puesto que la crea y de ella se
sirve para gobernar el mundo.
En las logias se forjan las consignas, entre otras, de lo
que se ha de creer ó á lo menos se ha de divulgar; de allí
bajan á las logias ordinarias; los hermanos recíbenlas con
humilde acatamiento como palabra ó como decreto venido
del cielo, muy poseídos algunos por la fe de sus maestros,
de que aquello es la verdad pura, convencidos otros de que
es menester venderlo por tal, séalo ó no lo sea. Salen cual
nuevos apóstoles de su tenebroso cenáculo, ardiendo en sa-
cro fuego de predicar á los míseros profanos lo que llevan
bien estudiado en su corazón, tantos pregoneros cuantos
son los hermanos: hácenle coro la multitud de sociedades
tributarias, aliadas y amigas, y vienen á reforzar el con-
cierto con su prestigio y en variedad de tonos y floreos las
cien trompetas de la prensa adicta ó asalariada, que suele
ser la más numerosa y popular. A un momento dado suélta-
se la noticia conveniente á los propósitos de la secta, ó sú-
bita y resonante como un cañonazo, ó á manera de sordo
rumor que cunde misteriosamente: repítenla con su voz au-
torizada los periódicos de la secta, que ya estaban en el se-
creto, le dan cuerpo y formas varias, coméntala y discútela
el vulgo: antes de muchos días y aun á las pocas horas no
se habla de otra cosa, á nadie se le ocurre dudar de lo que
dicen todos, y queda la noticia asentada por cierta, aun la
más inverosímil, por el valor de la pública fama.
Dos casos notables menciona Dom Benoit. En 1791 corre
por Francia la nueva terrorífica de una invasión de bando-
leros. En las ciudades créese que las compañías de bando-
leros vienen de las comarcas vecinas, y en el campo que se
desbordan de las ciudades. En París se asegura que los
bandoleros proceden de la frontera del Este, y en los alre-
dedores de París, se los teme de la capital misma. En rea-
lidad no había tales bandidos: los únicos malhechores eran
los cabecillas de las logias, que dando la consigna del anun-
cio á todos los suyos á un tiempo mismo, con el pánico de
la invasión se propusieron enfurecer al pueblo y tenerlo de
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 279

su parte para los actos de violencia que tenían proyectados.


Sabido es entre paréntesis que los sansculotes de allá decían
de bandoleros, brigantes, á los heroicos Vendeanos, campeo-
nes de la religión y de la patria: así también á los defenso-
res de la buena causa los llamaban en Italia briganti, en
España facciosos.—En 1 8 7 0 los diarios masónicos impro-
visamente anuncian todos á una que los curas de Francia
son los autores de la guerra con Prusia, ayudando al ene-
migo con todo su dinero: el mismo día se repite la notieia
en todas las tabernas y cafés de los 8 9 departamentos. Com-
préndese la intención ( 1 ) .
De hecho en nuestros días la opinión pública, tal como
se quiere entender y mejor debía llamarse popular, es una
potencia formidable; porque se considera como la expresión

(1) Véase u n a de las maniobras que usaban los primeros revo-


lucionarios franceses para formar la opinión pública y por medio
de ella hacer triunfar s u s proyectos: nos la describe el célebre
Gregoire en sus Memorias, s e g ú n cita del librepensador Taine:
«Para hacer la forzosa á la A s a m b l e a Nacional, nuestra táctica
era sencilla. N o s p o n í a m o s de acuerdo en que uno de nosotros
aprovechase la primera coyuntura de presentar su proposición en
cualquiera de las sesiones. Seguro estaba de ser recibido con
aplausos de pocos y grita de la mayoría. N o importa: reclamaba
el pase á u n a comisión, y allí esperaban los opositores matar la
proposición. Mas los Jacobinos de París la tomaban por s u cuen-
ta: por m e d i o de circulares ó con u n aviso de s u periódico, se la
hacía discutir en 3 ó 400 sociedades afiliadas, y á las tres s e m a n a s
llovíanle á la Asamblea representaciones, pidiendo la ley ó . d e -
creto cuyo proyecto ella m i s m a había rechazado, pero l u e g o
aprobaba por gran mayoría de votos por cuanto la discusión h a -
bía madurado la opinión pública... E n u n m o m e n t o dado la vas-
ta asociación de los clubs llena todo el territorio de ejemplares de
las muchas desaprobaciones. Cada club afiliado obedece á la con-
signa enviada desde París, y desde el centro á l a s extremidades,
y desde las extremidades al centro m a n t i é n e s e vivo el acuerdo
por medio de u n a activa correspondencia; l a cual forma u n g r a n -
de aparato político, u n a maquinaria de m i l e s de brazos que o p e -
ran todos á la vez por u n solo i m p u l s o y cuyo m a n u b r i o p á r a m o -
verlos está en la calle de S a n Honorato (antiguo convento de
Franciscanos ó Jacobinos) en m a n o s de u n o s cuantos agitadores.»
280 CAPÍTULO XI

de los sentimientos y voluntades del pueblo, y consiguien-


temente como la suprema ley y fundamental criterio de
buen gobierno.—Esto es, reclamará alguno, doctrina ma-
sónica y subversión de los principios de sana razón.—En
efecto, con arreglo al dictado de la razón no existe otra
norma y regla saludable de gobierno que el bien procomu-
nal, que es la causa y fin de la sociedad; y cuando este fin
es defraudado, la manera de manifestarse la opinión pública
consiste en la eficaz defensa legal dentro de la órbita del
derecho establecido, en la justa y prudente representación
ejercitada contra los errores y desmanes del poder; ala cual
bien podrán seguirse las vías de hecho en los casos permi-
tidos y aconsejados por aquella máxima del bien común.
Esto es filosofía, es política racional y cristiana. Pero ¿á la
masonería con estas? Es esencialmente revolucionaria, des-
tructora del bien común, enemiga de toda rectitud y justi-
cia; no vino á poner ó conservar ningún orden, sino á tras-
tornarlo, pues empresa suya es, no reformar y perfeccionar
las sociedades, sino arruinarlas desde sus cimientos, para
crearse una sociedad nueva y única modelada por la ima-
gen de sus desvariados sueños. Según sus fantásticas con-
cepciones el pueblo es el único soberano, única autoridad
legítima, única fuente de cualquier derecho; dotado de ra-
zón infalible para no errar nunca, pues siendo independien-
te y tipo de sí misma, no hay fuera de ella quien pueda rec-
tificarla, y de voluntad omnipotente é irresistible, á la cual
debe todo plegarse sin estorbo ni vacilaciones. Por consi-
guiente la opinión del pueblo, que es la palabra de esta ra-
zón y el signo de esta voluntad, es la que debe prevalecer,
hacer y deshacer en el gobierno, con absoluto arbitrio de
aprobar, desaprobar, dirigir, inspirar y dictar su conducta
al gobernante, á quien reputa por mandatario suyo, á quien
soporta sólo por apremio de la fuerza, hasta tanto que le
sea posible deponerle, arrumbarle ó suprimirle, reivindi-
cando su derecho propio y recogiendo el mando de manos
de quien á su juicio injustamente lo detentaba. Esto es se-
cuela inevitable de la teoría de Rousseau, el sumo pontífice,
oráculo y fetiche de la congregación de Satanás, digo, la
masonería: tal es la génesis verídica de la opinión pública
moderna y el misterio de su valimiento y poder.
TÁCTICAS DE LA MA80NEEÍA 281
Esas predicaciones insensatas, obstinadamente repetidas
á todas horas, en todos lugares y en todas las formas ima-
ginables, han enloquecido en muchas naciones las inteligen-
cias predispuestas al error por la obliteración ó el obscure-
cimiento de la fe, han hinchado de orgullo los corazones
destituidos de virtud y sobriedad cristiana, han por último
producido el efecto intentado por la secta y de cuyo logro
se glorifica ella á cada paso: á saber, «han despertado el
espíritu público,» que dicen ellos, el ansia inmoderada de
tratar y entender en asuntos de gobierno; «han excitado el
interés por la cosa pública,» ó sea, el vano afán por infor-
marse al pormenor y discurrir sin competencia alguna sobre
las necesidades del Estado y su remedio, sobre marina,
guerra, tratados, comercio, industria, agricultura, expe-
dientes, arbitrios y proyectos para lo futuro; «han arrojado
á los ciudadanos á la vida pública,» sacándolos del hogar,
del templo, del taller ú oficina, avezándolos al descuido de
sus obligaciones; engolfándolos en el torbellino y sucio ma-
remagnum de la política, haciendo de ellos materia prima y
tropa de barricadas ó motín puesta á merced de ambiciosos
intrigantes y astutos conspiradores. Bien pueden engrande-
cerse de semejante resultado los traidores de la huma-
nidad.
Los cuales tanto han ponderado la soberanía del pueblo,
tanto han exaltado la absoluta libertad individual como raiz
y columna de la grandeza de la patria, tanto han levantado
por las nubes cierta dorada igualdad de los hombres hecha
de su cuño, tanto han garlado de abusos, esclavitud y des-
potismos, tanto han recalcado en la urgencia de salvadoras
reivindicaciones, tanto han azuzado á la pobre gente contra
las clases directoras, y tales desconfianzas han sembrado
contra todo lo que no es pueblo, ó mejor dicho, plebe; que
el pueblo infeliz en su simplicidad llegó á tomar por lo se-
rio los embustes de pérfidos sicofantas, y á fuerza de oir
que él es por natural investidura el único señor del mundo
y que á él corresponde con propiedad exclusiva la adminis-
tración de la cosa pública, se infatuó, sintió que le crecían
las alas, y cobrando desusados alientos se puso á ejercer las
funciones de su soberanía, mientras de una manera efectiva
282 CAPÍTULO XI

no le era dado ejercerla, con la altanería del pensamiento y


la soltura de lenguaje, discurriendo sin freno de la mañana
á la noche sobre asuntos de gobierno y problemas sociales,
entregándose en cuerpo y alma á las discusiones políticas
de cosas y personas, manteniendo los ánimos en estado de
continua fermentación: hoy en muchos países todos son po-
líticos y hasta diplomáticos, desde el hombre de letras has-
ta el último menestral. De esta mala disposición de los pue-
blos y del consiguiente prurito y costumbre general de ha-
blar sin tasa nació la opinión pública, fenómeno social des-
conocido en otros tiempos, hasta que la masonería produjo
aquella disposición, provocó y fomentó este prurito y c o s -
tumbre para utilizar su efecto, ó sea, dicha opinión pública
como táctica de guerra, que ella mañosamente dirige al fin
de levantar y derribar gobiernos, de hacer y deshacer r e -
putaciones y prestigios, de votar y nulificar leyes y consti -
tuciones, de acreditar y desacreditar sistemas, de extra-
viar y seducir el espíritu de los pueblos, de combatir á
sus enemigos, de concitar y promover toda clase de revo-
luciones.
Su principal instrumento para formar y manejar esa opi-
nión pública artificial es la prensa periódica, que con su
colosal poder casi toda la del mundo está en manos de la
secta. Por testimonio de Jannet los judíos, estrechamente
ligados con los masones, son dueños en propiedad de casi
toda la prensa alemana y de una parte de la inglesa, inclu-
so el Times: preponderan además en el periodismo ameri-
cano. Del resto de periódicos que se publican en las demás
naciones son sin cuento los que están á estipendio de la or-
den. Ejemplo monstruoso de los servicios que á ésta sabe
prestar la prensa lo será para todas las edades el caso e s -
tupendo de la última guerra de España con los Estados
Unidos, en la cual mediante estipulaciones, ó cuando muy
menos inteligencias masónicas, Sagasta, el muy I . \ y P . \
h . \ Paz, el político de execrable memoria para todos los
buenos españoles, se propuso ó se comprometió á vender al
enemigo los últimos restos del imperio colonial y el honor de
la patria. Mas ¿cómo perpetrar el nefando parricidio sin que
el pueblo español ahorcase y despedazase, como era razón,
TÁCTICAS DB LA MASONEBÍÁ 283
al ministerio traidor y demás cómplices de la horrible mal-
dad, y juntamente castigase en justicia y barriese de su noble
suelo las instituciones conniventes? Aquí de la prensa libe-
ral ó masónica, la cual con tanta habilidad y tales artes su-
po jugar con la opinión pública favoreciendo á los traidores,
que logró encantar, dementar y adormecer al león español
para que impunemente y hasta con befa fuese desarmado y
domeñado, y se consumase la atroz y enorme iniquidad, re-
dondeada con el tratado de París de eterno baldón é igno-
minia.
En resumen, la opinión pública, cuarto poder del Esta-
do, que bien podría en nuestros tiempos graduarse de pri-
mero, tal y como la vemos organizada, es genuina inven-
ción moderna de la masonería: su varia formación y mane-
jo debe considerarse cual una de sus más poderosas y segu-
ras tácticas de que sin parar hace uso. Por medio de ella en
grandísima parte señorea el mundo.

VIII

Gobierno ó régimen constitucional

No se confunda éste con el gobierno representativo, s e -


gún que con refinada astucia lo confunde la secta por medio
de sus voceros, los periódicos y oradores populacheros de la
hoja, embaucando al vulgo con que en punto á monarquías,
de no admitir el régimen constitucional, se salta sin reme-
dio al absolutismo: afirmación á más no poder embustera,
porque se da medio entre monarquía absoluta y monarquía
constitucional, y la representativa, y distan entre sí las dos
últimas tanto como el cielo de la tierra. La representativa
es de antiguo cuño y fué muy estilada en pueblos de noble
abolengo; la constitucional, de data comparativamente mo-
derna, puesta en uso de menos de dos siglos á esta parte:
natural la primera, originaria del espontáneo desenvolvi-
miento de las sociedades; del todo artificial la segunda,
284 CAPÍTULO X t

amañada para falsear la institución monárquica: muy cris-


tiana aquella, nacida de las entrañas del Evangelio; masó-
nica ésta de pura raza: legítima la una, engendrada en los
pueblos de la discreta afición á una libertad razonable; bas-
tarda la otra, forjada en el molde forzado y ficticio de la
soberanía popular: benéfica aquella, ordenada á la felicidad
de los pueblos con el sabio equilibrio de los poderes; nociva
y destructora la otra, dirigida en la mente de sus invento-
res y patronos á promover el desorden y causar la perdi-
ción de los mismos pueblos: en una palabra, verdadera y
saludable monarquía, la representativa, en que el rey go-
bierna en unión del pueblo y para bien del pueblo; repúbli-
ca disfrazada de monarquía la constitucional, en que el rey
reina y no gobierna, ni gobierna el pueblo, sino la orden
secreta, ó la pandilla triunfante de la masonería, para rea-
lizar los perversísimos ideales de la misma, que van á pa-
rar al total desquieiamento de la humana sociedad.
Sirva lo dicho para aclarar cierta ambigüedad de lengua-
je en que incurren publicistas de la talla de Mr. Claudio
Jannet y para dejar bien marcada la línea divisoria que se-
para por inmenso espacio la monarquía de verdad represen-
tativa y la llamada constitucional, como que pertenecen á
especies completamente distintas de gobierno; al monárqui-
co popular la primera, al republicano oligárquico y absolu-
to la segunda, una vez que en masonería, bajo la capa ó re-
presentación del pueblo, quienes mandan con exclusivo y
despótico imperio, en fuerza de su organización, son sus
primarios caciques desconocidos, según lo abonan los he-
chos.
Ténganlo entendido los menos avisados, abran de una vez
los ojos y aprendan á discernir entre la genuina, libre, dig-
na y altiva representación popular de las antiguas monar-
quías católicas de gobierno mixto, ante la cual se inclina-
ban los reyes; y la representación nacional de mentira,
contrahecha y servil de las otras monarquías de nombre,
elegida por imposición ó por amaños de los reyezuelos sin
corona, que son los ministros de los príncipes constitucio-
nales, ó compuesta en circunstancias ventajosas de la secta,
de los hombres entresacados de ésta ó de la plebe, excluida
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 285
ó nulificada la presencia 6 intervención de las clases direc-
toras de la sociedad, conforme sucedió en la Asamblea de la
Revolución francesa.
Monumento perdurable de aquel gobierno representativo
cristiano serán, para no citar otros ejemplos, las Cortes de
Castilla, cuyo brazo popular contrapesaba la influencia del
clero y nobleza juntas, y en tiempo de Enrique 3.°, soste-
teniendo á éste, abatió el orgullo de los nobles usurpadores;
y mejor aún las Cortes de Aragón, en las cuales la clase
media equilibraba el poder del brazo noble, y en el acto de
la investidura del rey, que entre paréntesis allí no sólo rei-
naba, sino que también gobernaba, el rey, puesto de rodi-
llas en medio de la representación nacional, prestaba jura-
mento en conformidad con este discurso del Justicia Ma-
yor: Nos, que cada uno somos tanto como vos, y que jun-
tos valemos muclio más que vos, vos PACEMOS REY, y con
la condición de guardar nuestras leyes y nuestros fueros;
É sí NON, NON. En aquella edad de oro, de cristiandad y de
consiguientes libertades populares, aquel pueblo honrado y
leal, exento de todo yugo y bajo servilismo, y que no sabía
de leyes electorales ni de intrigantes muñidores y compra-
dores de votos, nombraba por sí con soberana entereza, sin
consultar más que al bien procomunal y á su conciencia, á
sus diputados y les dictaba sus encargos; y guay del des-
venturado que faltaba á su mandato, porque le arrastraban
por traidor á la causa del pueblo, como lo hicieron con su
diputado infiel los ciudadanos de Segovia. En cambio hoy
en las monarquías constitucionales, amén de las mejores re-
públicas de hoy, la violencia, el imperio de algún dictador,
las artes más villanas y el oro son quienes ganan ó hacen
las elecciones y sacan á su gusto los representantes del
pueblo, sin que nadie se ponga á arrastrarlos por las calles,
más que voten la deshonra y la ruina de la patria; porque
se tiene como de clavo pasado en la moral política de ogaño,
que han de ser abyectos esclavos de la consigna sectaria, ó
han de servir bajamente, cuando menos, á las ambiciones
de la facción reinante ó más adinerada.
Quede en. consecuencia bien fijo y claveteado, que puede
haber, y la historia nos lo muestra como blasón de la liber-
286 CAPÍTULO xr

tad cristiana, gobierno de verdad representativo, distante


muchas leguas de cualquier gobierno constitucional: que és-
te ni por chanza merece el nombre de representativo, sino
es generalmente de la idea y de los planes masónicos. A lo
cual para no perder de una vez la ida por la venida, añadi-
remos una observación que empalma con lo dicho; de que
es una falsedad como un templo la de que el gobierno abso-
luto sea por necesidad despótico, según lo vocifera la mis-
ma turba maleante que contrapone su monarquía constitu-
cional á la monarquía despótica. Que no es tal por natura-
leza el gobierno de uno solo, cuyo norte ha de ser en tér-
minos de razón, lo mismo que para el gobierno de muchos,
el bien común; y gobiernos absolutos ha inmortalizado la
historia, con que nos tendríamos hoy por muy contentos, y
que han labrado la felicidad de los pueblos, de quienes el
rey absoluto no fué el tirano, sino el padre de corazón y la
providencia bienhechora.
No se dejen, pues, entontecer los sencillos é inexpertos con
las mieles de los sofistas, con los artificios retóricos de los
charlatanes de profesión, ni con la vocinglería desatada por
la secta con sus millares y millares de secuaces y de tropa
asalariada.
Mas ¿hasta dónde corrió la pluma? Bien corrido; que era
de urgencia desbaratar sofismas, deshacer encantos, batir
cataratas y sacar traidores á la vergüenza. Tanto más que
la precedente discusión, lejos de divertirnos de nuestro ca-
mino, nos lo aplana.
Efectivamente ¿euál es la forma de gobierno preferida
por la secta? Ninguna, si no es la señora de sus pensamien-
tos, la república universal forjada según el código de Rous-
seau: todas las aborrece ó se abraza con ellas por igual,
según los casos. Las detesta y persigue de muerte, si las
juzga contrarias á sus fines, y con la misma furia se ensaña,
advierte Jannet, «contra las constituciones tradicionales in-
formadas del más amplio espíritu de libertad, las del Tirol,
verbigracia, y de las Provincias vascas españolas, que con-
tra las repúblicas más libres, cuales eran las de los canto-
nes montaraces de Suiza» que ella aniquiló en la guerra del
Sonderbund, por el solo carácter de católicas de aquellas y
TÁCTICAS DB LA MASONBEÍA 287
de éstas, enemigas naturales por lo tanto de la secta, de
sus leyes y de sus máximas. Mas ¿qué, no derribó sin con-
templaciones la monarquía constitucional de Luis Felipe,
levantada ella sobre los hombros déla masonería, coronado
él por sus propios hermanos los masones? Pero no respon-
dían una y otro á las esperanzas concebidas, ni eran ins-
trumento apto para la ejecución de ciertos proyectos exicia-
les, la guerra al Pontificado. Por el contrario con todas las
formas de gobierno se aviene y hace migas, á los pies de
los monarcas más absolutos se arrastra y los embriaga de
incienso, cuando protegen su acción y favorecen sus pro-
gresos, sin perjuicio entretanto de minar los tronos y ma-
quinar la pérdida de sus altos protectores: testigo la his-
toria.
Pone de manifiesto la táctica de la hermandad el célebre
D'Israeli, citado por Jannet, diciendo con la autoridad de
su grande experiencia á propósito de la Revolución de J u -
lio, 1848, que destronó al rey ciudadano:
«No fué la burguesía quien levantó las barricadas; yo co-
nozco la clase de gente que las hizo: no componen ninguna
nación, sino una confraternidad. Sus sociedades secretas
forman una red tendida sobre Europa. Están derramadas
por toda España y de ellas está infectada Italia: la misma
organización existe en Alemania y Rusia. Los wighs (par-
tido liberal de Inglaterra) no fían más que en un remedio
á su juicio infalible, el gobierno constitucional; y aseguran
que las sociedades secretas son incapaces de coexistir con
las instituciones representativas: pero á mí me parece, tal
vez me engañe, que más lien las sociedades secretas ha-
rán desaparecer las instituciones representativas.» (En-
dymion, 1.1, c. III).
Déjase entender que esas instituciones representativas
que las sociedades secretas han de hacer desaparecer por
sentencia de Mr. D'Israeli, son las monarquías constitucio-
nales antes aludidas. Pero entonces ¿cómo se achaca á
aquellas el crimen de la primera fundación y patrocinio del
gobierno constitucional, si habían de acabar con él, que es
hechura suya, lo mismo que Saturno devoraba á sus pro-
pios hijos? Por eso precisamente; ahí está su táctica, que
vamos á declarar.
288 CAPÍTULO XI

Cuando á principios del siglo XVIII la masonería, de


mucho atrás ya incubada en casi todos los pueblos cultos,
recibió nueva organización y zarpó armada de todas sus ar-
mas de corrupción, perfidia é hipocresía, de las brumosas
costas de Inglaterra á la conquista de Europa y del mundo
entero con unidad de plan y firmeza de propósitos, al lan-
zar el programa de libertad, igualdad y fraternidad cosmo-
polita, diseñada primero en la Nueva A tlántida de Bacón,
rasgueada en la Fama fraternitatis y en la Themis áurea
de Maier, expresada en el Patülieisticon de Toland y de-
más escritos de los Free TMnlers ingleses, y que más tar-
de con toda claridad había de formular Rousseau en su có-
digo social, encontró á la monarquía más ó menos absoluta,
dominante en la mayoría de las naciones; ló cual cuanto re-
pugnase á la idea republicana que ella traía en el alma y
cuanto contrariase á sus miras, no hay para que decirlo.
También echó de ver, que todas las monarquías indistinta-
mente eran por naturaleza sostenedoras del principio de
autoridad y de orden que ella venía á trastornar, y que en
especial las católicas á fuer de hijas leales de la Iglesia y
agradecidas á sus beneficios seculares, eran además las de-
fensoras natas de la misma Iglesia y de las instituciones
cristianas que ella había jurado borrar de la haz de la tie-
rra. No es de extrañar por tanto que desde aquellos pri-
meros días buscase la manera de vencer aquella poderosa
resistencia á sus malignos intentos, dirigiendo sus baterías
contra el poder y ascendiente de la monarquía.
El primer arbitrio de que se valió, fué la incansable pro-
paganda contra el prestigio del trono hecha en el interior
de las logias y entre el mundo profano; en cuya labor es
indecible cuanto sudaron y se afanaron Voltaire y demás
comparsa filosofante como buenos hijos de la Viuda, y qué
frutos de impiedad y desmoralización consiguieron. Mas el
principal ardid y de efecto más ventajoso que ideó, fué el
de la monarquía constitucional, tan cuidadosamente perfi-
lada, según en su lugar observamos, en el grado de Caba-
llero de Oriente ó Caballero masón libre; acordada en los
conciliábulos de la orden como de aplicación inmediata gene-
ral, á no dudarlo aun antes de emprenderla campaña deci-
TÁCTICAS BE LA MASONEHÍA 289
siva de la Revolución francesa; ensayada incontinenti en
cabeza de Luis 16.°, cuando al recibirle los hermanos bajo
la bóveda de acero, le transformaron de rey hereditario en
rey popular por valor de la arenga que le dirigió uno de
ellos en nombre de todos: «Hasta ahora debisteis la corona
á vuestro nacimiento; desde este punto la debéis á vuestras
virtudes:» esto es, á la estimación del pueblo que os gran-
jearon vuestras virtudes; haciendo resaltar así la nulidad
del título hereditario. Monarquía constitucional, en que un
término mata al otro; monarquía revuelta con soberanía po-
pular, ó república vestida de manto real, ó bien república
enmascarada, que por el dictado de monarquía no alarmase
á los príncipes y á sus cortesanos, pero república efectiva,
bien que templada, que sirviese de paso ó escalón á la re-
pública jacobina, y de ésta, con la confederación de las re-
públicas particulares, á la república universal, conforme al
plan trazado en su Alianza republicana por Mazzini, fiel
representante y campeón de las primitivas tradiciones de
la secta.
Como se ve, elemento esencial é imprescindible presu-
puesto de esa monarquía es la constitución, que le da nom-
bre y la caracteriza; constitución, por de contado forjada
en la fragua masónica, y de consiguiente cortada al patrón
y aderezada conforme al primer modelo de las constitucio-
nes escritas, los Derechos del hombre, ni debía esperarse
otra cosa; informada de soberanía popular, y como natural
acompañamiento de ésta, de libertad absoluta para profe-
sar y propagar el error bajo el mal embozo de libertades de
conciencia, de la prensa y de asociación. Aquella soberanía,
fuerza es repetirlo por centésima vez, socava los fundamen-
tos y anula cualquiera monarquía, sea ésta absoluta ó de
verdad representativa; igual oficio destructor desempeña
en particular la libertad de imprenta que bajo los auspicios
de sus interesados pregoneros ha de degenerar siempre en
libertinaje; á la misma obra cooperan la libertad de con-
ciencia, disfrazada de tolerancia, y la de asociación, en va-
rios modos; y las tres libertades juntas, ya lo sabemos por
la historia y por la dolorosa experiencia de nuestros días,
se traducen según la interpretación práctica de los maes-
290 CAPÍTULO Xt

tros y caudillos de la Hampa, en servidumbre y persecu-


ción de la conciencia y de la religión, de cualquiera verdad,
de las asociaciones eclesiásticas y de la asociación más uni-
versal denominada Iglesia en todos sus actos, personas,
manifestaciones y en su ser mismo excelso. De suerte que
la tal constitución de la tal monarquía es detestable veneno
capaz de matarlo todo, únicamente respecto á aquella ma-
ravillosa sociedad divina neutralizado por la virtud de Cris-
to; es el ariete armado para combatir á la vez con su terri-
ble pujanza monarquía, Iglesia y religión.
Al poder de esta máquina infernal no hay monarquía que
á la larga resista, y por esto con tanta porfía la insidiosa
hermandad la ha manejado en Francia, en Italia, en Espa-
ña, en Portugal y en Austria: los funestos resultados á la
vista están para los que sepan apreciar el deplorable estado
actual polítieo, social y religioso de estas naciones católi-
cas, á quienes señaló el enemigo con singular preferencia
por víctimas de su furor.
El uso de esta máquina obedece en los altos y secretos
areópagos á esta regla: ¿Alcanza la masonería á dominar
directamente y sin contraste en un pueblo ó nación? La má-
quina está demás: plántase allí é impera un gobierno repu-
blicano á cara descubierta. ¿Se interpone y hace frente una
monarquía? Aquí de la máquina destructora. ¿Se ha logra-
do por servicio de ésta el objeto pretendido? Al tiempo y
sazón que las circunstancias, las astutas y pacientes com-
binaciones del más oculto sanedrín lo pidan y aconsejen,
llegadas las cosas á su completa madurez, estalla la máqui-
na, desaparece como por encanto la monarquía constitucio-
nal ó república solapada y mansa, sueédela la república ja-
cobina: entonces, si la máquina terrorífica había sido mon-
tada en muchas naciones juntamente, y sonó la hora de la
consigna, aquello será volar con horroroso estruendo todas
las monarquías constitucionales, llenando la tierra de e s -
combros, al modo que el wlcán de Java pobló con su explo-
sión las altas regiones de la atmósfera con masas inmensas
de polvo luminoso; la masonería cantará el himno triunfal
de la república y de su padre Satanás, y aquello será el día
del juicio. Este es cabalmeite el caso anunciado con fatídi-
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 291
co acento por D'Israeli, y cumplido aun más allá de su
prodigiosa intuición.
Tal es el funcionamiento de la máquina exterminadora,
comprobado con los hechos y presagios de la historia con-
temporánea, particularmente en Francia, evidentes para
quien sepa meditar y discurrir.
Bien decíamos, que la monarquía constitucional era una
táctica de primer orden para la secta farisaica.

IX

Explotación de nacionalidades

Conocida es la guerra á muerte, que conforme á su pro-


grama y á su doctrina hace y ha hecho siempre la masone-
ría á todo género de nacionalidades: con mucho detenimien-
to lo demostramos hasta la última evidencia. Pues bien,
esta misma hermandad hipócrita, antipatriótica por esencia
é inhumana destructora de todas las patrias, parece contra-
decirse de intento á sí misma, de cuando en cuando se sien-
te poseída é inflamada del más celoso patriotismo y em-
prende muy sangrientas guerras para sostener tal ó cual
nacionalidad determinada. No hay que sorprenderse: es
táctica muy propia suya.
Vedla con qué frenético entusiasmo enaltece y proclama
la nacionalidad italiana, evoca las virtudes y glorias de
aquel pueblo romano avasallador del orbe, levanta cruzada
contra los tiranos que traen subyugado al pueblo más gene-
roso de la tierra y aduna las armas con la diplomacia de
las naciones más potentes á fin de redimirlo de su triste
servidumbre. ¡Ah! nimium ne créele colorí. ¿Cuál es el mó-
vil de esta empresa extraordinaria, el precio de tanta san-
gre y sacrificios tantos? ¿Conjurará á esas gentes el amor
desinteresado del pueblo italiano? Nada menos. El móvil es
múltiple. Primero, quebrantar las fuerzas del Austria, po-
tencia católica de primer orden, con una guerra asoladora;
292 CAPÍTULO 21

debilitarla con el despojo de la Lombardía y el Véneto, que


perdió para siempre: otro, acabar con los principados cató-
licos que se repartían la Italia: y otro y dominante entre
todos por extremo, la destrucción del poder temporal del
Papa, consumada ya una vez por Napoleón idea tan
masónica como napoleónica, ó mejor dicho, napoleónica por
masónica. A estos fines hace compañía el establecimiento
de una monarquía masónica, como carcelera del Pontífice
cautivo, mantenedora del sacrilego latrocinio y de las con-
secuencias de la revolución italiana: debe contarse además
la perversión producida en gran parte del pueblo italiano,
la seguridad de transformar la monarquía italiana en una
república jacobina el primer día que ésta haga falta para
redondear el cuadro de la Eepública latina junto con las de-
más de la misma laya. Quien desee ver puestos de relieve
estos designios, estudie los hechos y las revelaciones aduci-
das por el P. Deschamps en su obra magistral; confirmado
todo por la calidad de los cómplices principales de aquellas
últimas jornadas, el masónico y protestante gobierno de
Inglaterra, el carbonario Napoleón 3.°, empeñados en la
ominosa revolución por odios infernales y miras exclusiva-
mente sectarias.
Vaya otro ejemplo menos complexo. Desde la segunda
década del siglo pasado, la unificación alemana era el clavo
que traía la secta hincado en su fementido corazón, plan
cuyo término debía ser la corona imperial de Alemania ce-
ñida á las sienes del rey de Prusia, de alguno de los suce-
sores de aquel rebelde y protestante Brandeburgo, que tu-
vieron siempre pacto casado con la secta. Después de intri-
gas y acontecimientos varios, á la postre el antiguo proyec-
to tomó cuerpo de realidad con la derrota de Austria en 1866,
siendo primer tal emperador un protestante y fervoroso ma-
són él.—Interés meramente político, dirá alguno barajando
las causas del hecho, en oponer esta robusta muralla á las
ambiciones eventuales de la Rusia invasora.—Mas fuera de
que el valladar natural del centro de Europa contra las
irrupciones del oso moscovita, debía de ser el imperio aus-
tríaco con la confederación alemana, según siempre se ha-
bía considerado, otros caminos se ofrecían de proveer á la
TÁCTICAS DB LA MASONERÍA 293
defensa de la Europa oeeidental; como el de robustecer al
Austria misma 6 estrechar la liga de ésta con Prusia, si el
asunto se hubiese tratado con rectitud y de buena fe. ¿Qué,
buena fe en la masonería, que fué la única iniciadora, con-
sejera, empresaria y truchimán en este negocio? Fe púnica
es la suya y arte de Maquiavelo, regulada no más por la
utilidad propia, nunca justa y honesta, en orden al logro de
sus intentos, siempre reprobados y malignos. En sus pro-
fundos conventículos ha pronunciado de muy atrás senten-
cia de muerte, cumplidera á plazo más 6 menos corto, con-
tra el Austria como nación católica, que con todo y estar
minada por las sociedades secretas y vendida por sus hom-
bres políticos, le sirve sin embargo de estorbo y podría ser
temible adversaria de sus propósitos el día que el cetro pa-
sase á manos más hábiles y vigorosas. Lastimoso dañó cau-
saron al Austria las guerras con Italia y Francia por el
menoscabo de sus dominios y de su ascendiente; pero más
terrible y de mayor consecuencia todavía fué para ella su
desastre en la contienda con Prusia, que le arrebató en de-
finitiva su hegemonía en Alemania. Con el cual resultado
¿qué restaba para acabar de derribar por completo el obstá-
culo tradicional, que se oponía á los fines embozados de los
Maquiavelos de la logia? Una sola cosa, el golpe de gracia
que por decreto de la secta había de asestar Bismark al im-
perio austríaco, anonadándolo para siempre, y que única-
mente fué suspendido por la deposición del canciller alemán;
para que allanado así el terreno y contando con la facilidad
de mandar á paseo, así se expresaban ellos, al decrépito
Guillermo, fuese proclamada la república germánica, que
en unión de la república eslava, reportase á la orden el triun-
fo decisivo y el señorío de Europa. Así ha explotado la ma-
sonería la idea ó sentimiento de la nacionalidad germánica,
y ha de seguir explotándolo con todos los disfraces y artifi-
cios imaginables. Hoy es, y á pesar de haber fallado la pri-
mera combinación, después de tantos años, corren en el
mundo político siniestros anuncios acerca de la superviven-
cia del imperio austríaco, para el día en que el actual em-
perador rinda su jornada mortal.
Otro caso. Era un pueblo noble, rico en legítimas glorias,

MASONERÍA. T. I I . - S O
294 CAPÍTULO x r

reino de María, antiguo antemural de la cristiandad, en-


tregado más tarde á la rapacidad de buitres vecinos que lo
despedazaron, la infortunada Polonia. «En manos de N a -
poleón 1.° estuvo en 1 8 0 9 y 1 8 1 2 , asegura Jannet, levantar
del sepulcro el reino de Polonia, que le había servido de
fuerte punto de apoyo para sus operaciones militares: acon-
sejábanselo todos los buenos políticos de su comitiva.—No
quiero, respondía él, á Polonia sino como una fuerza disci-
plinada que figure en el cuadro de un campo de batalla—y
en sus conversaciones íntimas declaraba su aversión á las
antiguas libertades de aquel pueblo, á su fanatismo místi-
co ó demagógico.» «Tampoeo Napoleón 3 . ° quiso en 1 8 5 4
ni en 1 8 6 3 tender una mano protectora á Polonia, continúa
Jannet, siendo así que le habría importado grandemente
para sus empresas militares.» Expresión del odio reconcen-
trado de la secta contra el carácter católico del pueblo po-
laco son las palabras de uno de los corifeos de ella, Petruc-
celli della Gr atina, pronunciadas en el congreso de Turín.
En 1 8 6 4 se propuso allí una demostración de simpatía en
favor de la insurrección polaca, y aquel rabioso diputado la
combatió, diciendo: «Los polacos son católicos, y su primer
paso, si lograsen emanciparse, sería prosternarse á los pies
del Papa y decirle: Aquí nos tenéis: nuestra espada, nues-
tra sangre y nuestra hacienda quedan al servicio de la San-
ta Sede.» En efecto, fué aplazada la orden del día, con
aplauso de las logias.
No cuente jamás ningún pueblo católico con el auxilio ó
favor de hombres sectarios.—Mas ¿qué fenómeno es éste?
Notable es el levantamiento patriótico de Polonia en 1 8 3 0 ,
y toman ardiente parte en él las sociedades secretas: ¿qué
significa esto? Envista de la Revolución de 1 8 3 0 hecha por
masones para derrocar al rey legítimo y sentar en el trono
de Francia al masón Luis Felipe, el emperador Nicolás re -
suelve dar batalla campal á la revolución europea, con la
alianza de Austria y Prusia que acceden á su invitación:
¡ay de Francia! Un solo recurso se ofrecía para conjurar la
tormenta, y era ocupar á Rusia en su propia casa por me-
dio de una insurrección polaca, que no se había de pacificar
sino con muchas tropas y después de largos meses de com-
TÁCTICAS DE LA MAS3NEBIA 295

bate y de ocupación de territorio: así se ganó la partida.


Por supuesto que á los engañados patriotas que creían pe-
lear y derramar su sangre por su independencia, Luis F e -
lipe no les envió ni un soldado, pero sí al experto carbona-
rio general Remorino que tomó un mando.—En 1 8 4 8 salió
al descubierto la idea de la República ele los Estados Uni-
dos de Europa con tres confederaciones, la romana ó lati-
na, la germánica y la eslava. El ruso Bakounine decía:
«Hemos de alargar la mano á todos los eslavos, pero en es-
pecial á los polacos, que son nuestros más próximos veci-
nos: en tanto que ellos estén subyugados, durará la estrecha
alianza de los gobiernos de Berlín, Viena y Petersburgo.
No hay un ruso que niegue la necesidad de libertar la P o -
lonia.» Sí, para que la nacionalidad polaca sirva á las con-
juraciones de la secta.—Nueva desgraciada insurrección
polaca en 1 8 6 2 . Promovióla el comité de la revolución uni-
versal residente en Londres, bajo la dirección de Mazzini,
Saffl, Turr y Kossuth, con objeto de contrastará la política
de Napoleón 3 . ° . De esta manera otra vez se convertía
aquella nacionalidad en tapadera, pretexto é instrumento
de proyectos masónicos. La táctica acostumbrada.
También en Irlanda la ha ejercitado la orden, haciendo
juguete de su doblez y villanía á los buenos patriotas. Es
innegable el derecho de los católicos irlandeses á ciertas
reivindicaciones contra la opresión y tiranía del gobierno
británico, y lo ejercitan con toda energía, pero respetando
ciertos principios de moral y de subordinación á las autori-
dades legítimas. Vino á envenenar, después de la muerte
del gran Oconnell, esas justas aspiraciones, primero la re-
volución europea de 1 8 4 8 que fundó la Joven Irlanda por
el corte y con la misma trastienda de las demás juventudes
mazzinianas; y años después el Fenianismo con el prospec-
to de emancipación de Irlanda y de república enemiga de
la Iglesia y socialista. Una y otro con el señuelo de la li-
bertad y nacionalidad irlandesa, lo que en realidad procu-
ran, á vueltas de conspiraciones y atroces crímenes, es lle-
var las corrientes del patriotismo al molino de la secta.
Finalmente por ahí rueda en las logias españolas y por-
tuguesas la consigna de la Unión Ibérica, que al descuido
296 CAPÍTULO XI

se deja transpirar de vez en cuando y que saldrá á relucir


en sü día y ocasión oportuna.
No cabe duda, es verdadera táctica la de las nacionali-
dades.

Tácticas especiales usadas en países católicos

Dos de ellas expónelas Dom Benoit, siendo la primera la


de coligar todas las sectas disidentes contra la Iglesia, y
cuyo plan diseña con singular fruición y encarnizamiento el
impiísimo E. Quinet:
«Para acabar de una vez con toda religión, dos caminos
se os brindan. Uno es, combatir á un tiempo, no sólo al ca-
tolicismo, sino también á todas las religiones de la tierra,
con especialidad á las sectas cristianas: pero entonces os
echáis encima el mundo entero. Por el contrario, teniendo
de vuestro lado todos los elementos hostiles al catolicismo,
particularmente las sectas cristianas que están en guerra
con él, y comunicando á esta unión la fuerza impulsiva de
la revolución francesa, pondréis al catolicismo en el mayor
apuro en que se haya jamás visto. Por esto yo acudo á to-
das las creencias y religiones que han combatido á Roma;
todas forman en nuestras filas, que quieran que no, pues
en lo substancial su existencia es tan inconciliable como la
nuestra con la dominación de Roma. Porque no solamente
están con nosotros y contraía Eterna Opresora Rousseau,
Voltaire y Kant, sino también Lutero, Cal vino, Zwinglio,
etcétera, etc., la legión de todos los que ayudados de sus
pueblos y del espíritu de la época batallan contra el mismo
enemigo, que en nuestros días nos corta los pasos. ¿No es
lo más lógico que pueda darse reunir en un solo haz todas
las revoluciones que se han sucedido en espacio de tres si-
glos, y hacerlas entrar juntas en pelea, para completar la
victoria sobre la religión de la Edad Media?»
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 297

La segunda táctica es la de protestantizar á los católicos;


tarea á que se dedican con muchísimo ardor á las veces los
sectarios en los pueblos católicos vecinos á otros protestan-
tes, ó donde éstos viven mezclados con aquellos. «El mejor
medio de descristianizar á Europa, decía Eugenio Sue, es
hacerla protestante:» y Quinet á su vez: «Las sectas pro-
testantes son las mil puertas abiertas para salir del cristia-
nismo.»—«Para que los pueblos salgan de la vieja Iglesia
romana, no hay como hacerlos entraren las nuevas iglesias
de la Reforma.»—«Lo que importa es predicar una reli-
gión ele oposición, y siéndolo el protestantismo, para bene-
ficiar al racionalismo basta que se abrace cualquiera secta
protestante.» Instrumento de esa propaganda anticatólica
son las /Sociedades Bíblicas, fundadas á veces, dirigidas ó
á io menos favorecidas por la masonería, que operan por
medio de eseuelas, orfelinatos y la difusión de Biblias y
otros escritos protestantes, abusando de la sencillez del vul-
go y de la miseria de algunas familias desvalidas.
De estas dos tácticas parece resultar contradicción entre
la práctica y los principios de la masonería. Porque efecti-
vamente, según lo demostrado con tanta evidencia, ¿no es
nota singular y carácter específico de ella el ateísmo, la
perpetua enemistad contra toda religión, la impiedad radi-
cal y el naturalismo absoluto? Eutonees pues ¿cómo puede
celebrar alianzas con cualquier linaje de sectas religiosas
que sea? ¿cómo se empeña en arrastrar á los católicos al
protestantismo, que se precia de ser una religión divina y
adopta por código de sus creencias un libro en suposición
sobrenaturalmente inspirado? A bien que esta conducta
aparentemente contradictoria, denunciaría otra táctica de
la orden, la de dividir á sus enemigos y juntar contra el
más fuerte y temible de ellos las armas de los demás, para
más tarde rematar á los instrumentos y auxiliares mismos
de la campaña principal; explicándose de esta suerte al
mismo tiempo el hecho notorio de concentrar todos los fue -
gos contra el catolicismo, dejadas en paz y pasadas por alto
las sectas religiosas disidentes en montón, sea por despre-
cio de su poco ser y valimiento, sea por contarlas la orden
como presa segura ó que tiene entre sus garras.
298 CAPÍTULO XI

Con sin igual frescura y certero juicio nos abren su pe-


cho en esta materia los doctores del mandil. La revista ma-
sónica Latomia no puede ser más explícita: «Bajo el aspec-
to religioso, dice, el protestantismo no es sino la mitad de
la masonería, y no hay término medio entre creer ó no
creer, ser católico ó ser ateo (Latomia, t. II, p. 164). Ra-
cionalismo disimulado ó razón independiente es en resumi-
das cuentas el libre examen de los protestantes: con la ra-
zón independiente les arguyen los masones y los concluyen.
Bien clara está la hermandad de unos con otros.
Más rudo es todavía el lenguaje del h . \ Conrard, vene-
rable de una logia, en la Bauhütte de Leipzig:
u Cuanto al protestantismo, que quedó lamentablemen-
te atascado en el pantano de la esclavitud á la letra de
un libro, y que privado de una disciplina vivaz que em-
pujase el espíritu por la senda del progreso, se quebrantó
é hizo pedazos en débiles partidos confesionales, no tiene
más valor que el de una rúbrica estadística. Únicamente
la organización fuerte y maciza del catolicismo se mantiene
como factor activo, capaz de oponer poderosa barrera á la
actuación de la Humanidad independiente en el mundo:
no lo pierdan de vista los masones celosos de sus juramen-
tos. Cuanto el blanco está á mayor altura, tanto es necesa-
rio poner más alta la puntería. En virtud de la infalibilidad
de la Iglesia católica, papal y romana, de ningún modo un
francmasón puede ser cristiano: esta iglesia desafía sin c e -
sar, no solamente á la sociedad francmasónica, sino á cual-
quiera sociedad civilizada. ¿Deseamos, á fuer de buenos
masones, adelantar según el espíritu de nuestra sociedad?
¿Sí? entonces hemos de repetir con Strauss resueltamente:
Nosotros no somos cristianos por nada, sino francmaso-
nes, sin más ni menos. Con esto basta. Hemos de reconcen-
trar todas nuestras fuerzas en lo único realmente útil al hom-
bre, la asociación humanitaria. La masonería de aficiona-
dos pocos beneficios reporta á la humanidad y poco presti-
gio le acarrea á nuestra sociedad. O lo uno ó lo otro por
entero.»
He aquí encerrada y expuesta en breves términos con
energía y perspicuidad toda la filosofía masónica.
TÁCTICAS DE LA MASONERÍA 299
A los dos textos citados pone Jannet este comentario:
«En efecto, de siglo y medio acá todas las principales ba-
terías de la secta se han dirigido contra los pueblos católi-
cos, y esto da razón de los trastornos políticos de que han
sido continuo teatro.»
Jannet terminaba su comentario con esta observación:
«Bien que la secta modifica su sistema según las circuns-
tancias de tiempos y demás adjuntos.» Aquí viene indicada
una especialidad de la táctica acostumbrada, que consiste
en guerrear contra la Iglesia y llevar adelante los princi-
pios de la orden por medio de los hombres de la misma Igle-
sia. Ya nos escandalizamos en el capítulo sobre Recluta-
miento de la audacia con que aquella se encamina á su ob-
jeto: ya vimos con qué encarecimiento Weishaupt encarga-
ba el enganche de los seminarios eclesiásticos y en los ca-
bildos catedrales; con qué astucia la Alta Venta despacha-
ba sus más diestros ganchos ó insinuantes á las cofradías
de penitencia y oración, animándolos á tender sus redes en
las sacristías, seminarios y conventos, halagándolos con la
esperanza de pescar, les decía en su lenguaje insolente,
«una revolución de tiara y capa magna, de cruz y guión, que
por poco que se la aguijase metería candela en los cuatro
costados del mundo;» y recordaremos también la avilantez
con que aquellos mismos carbonarios alzaban los ojos hasta
el mismo trono de San Pedro: completaremos aquella cita.
—«El Papado, decían, en todas las épocas ha tenido mano
con efecto siempre decisivo en los asuntos de Italia con su
brazo, su voz, su pluma y el corazón de sus innumerables
obispos, sacerdotes, monjes, religiosos y fieles de todas las
latitudes. El Papado halla hombres de abnegación á todas
horas, prontos al martirio y al entusiasmo; y dondequiera
le place llamarlos, le responden amigos que por él mue-
ren ó le dan cuanto tienen. Hoy no se trata de restaurar en
favor nuestro este poder, cuyo prestigio está decaído: nues-
tro fin último es el de Voltaire y de la Revolución france-
sa... Lo que nos convendría es un Papa hecho á la medida
de nuestras necesidades... Ganganelli, atado de pies y ma-
nos y entregado á merced de los ministros de los Borbones,
que le metían miedo, y de los incrédulos que ensalzaban su
tolerancia, al cabo fué un muy gran Papa...»
300 CAPÍTULO xr

A no tener en cuenta el espíritu de soberbia luciferina


entrañado en la sinagoga de Satanás, inverosímiles é insen-
satas nos parecerían semejantes bravatas á los que descan-
samos firmes y alentados en la indefectible asistencia de lo
alto, para que jamás prevalezcan las puertas del infierno
contra la Iglesia santa. Sin embargo ¿quién negará que en
algunas épocas de la historia, y en varias naciones, aque-
llas arrogancias lograron un principio de ejecución por la
desventurada, bien que pasajera, corrupción del clero y las
órdenes religiosas, con la connivencia y flojedad de gobier-
nos indóciles á la autoridad de los Pontífices, predispuestos
y trabajados por malignas insinuaciones de la impiedad sec-
taria, ó excesivamente engreídos con la elevación del po-
der? Tráigase á la memoria el resonante triunfo alcanzado
sobre la siempre benemérita Compañía de Jesús en las mo-
narquías borbónicas con escándalo y duelo de toda la cris-
tiandad; el lujo de persecución religiosa desplegado en Por-
tugal, y apenas interrumpido por breves intervalos de res-
piro desde Pombal hasta nuestros días; las aflicciones y
perturbación de la Iglesia causadas en Austria por el insa-
no cesarismo de José 2 . ° ; el cisma descarado y apostasía
del Norte de Italia y de Toscana, suscitado por la pérfida
herejía de Jansenio, puesta al servicio de la secta; la dis-
cordia producida en el campo católico por el jansenismo
francés, caminando de pareja con el enciclopedismo por pac-
to implícito cuando menos para la misma obra de perdición
de las almas; el gran contingente de iniciados y la conside-
rable fuerza y prestigio aportados á la Revolución francesa
por el clero y algunas familias religiosas; la calamitosa l e -
pra del regalismo, hijo de la incredulidad y el orgullo de
los príncipes, extendido en los países católicos y utilizado
como arma de combate contra la supremacía de la Iglesia;
las artes hipócritas empleadas en el Brasil y en Vancouver
para extraviar la piedad y religión del pueblo y entregar
á merced del enemigo las instituciones religiosas mismas.
Desde muy atrás, ciertamente, cuando el celo de la fe
comenzó á resfriarse en el corazón de los monarcas y los
vientos de la impía libertad protestante avivaron en ellos
el fuego de la soberbia, habíanse presenciado ejemplos de
TÁCTICAS DB LA MASONERÍA 301

rebeldía á la suprema jurisdicción eclesiástica y de invasio-


nes perpetradas en el terreno espiritual y sagrado. La ma-
sonería vino á generalizar y poner el colmo á estos males,
popularizando mañosamente su doctrina de la independen-
cia y aun superioridad del Estado respecto de la sociedad
católica y de su altísimo Jerarca, y reduciendo á sistema
diabólico los modos é industrias de hacer guerra á la Igle-
sia, ya bajo el malicioso amparo de leyes tuitivas del poder
real, ya con el título especioso de obispo de lo exterior,
atribuido al príncipe secular; ora con pretexto de abusos y
extralimitaciones de los Prelados eclesiásticos, ora con la
aplicación extemporánea de privilegios bondadosamente
otorgados por los Pontífices á reyes, que en otras edades
y circunstancias habían merecido bien por sus leales servi-
cios; embozando sus malévolas intenciones con la capa del
simulado respeto á la libertad del gobierno y á la santidad
del ministerio sagrado; confundiendo arteramente unos tiem-
pos con otros ya pasados, muy diversos de los presentes y
mejores; corrigiendo el derecho inviolable con innovaciones,
corruptelas y atrevidas interpretaciones; adelantando paso
á paso con estudio en el camino de licencias y usurpacio-
nes; desconceptuando artificiosamente la autoridad de los
Vicarios de Cristo y de los Obispos; procurando insensible-
mente apartar el cuerpo sacerdotal de la dependencia y ad-
hesión legítima al centro común de la cristiandad; y sobre
todo tirando con la dispensación de gracias y honores á ama-
ñarse en la elevada jerarquía del clero un partido cortesa-
no y paniaguado que excusase ó atenuase osadías de la am-
bición, enervase la resistencia, ahogase la voz de justas re-
clamaciones, coadyuvando de esta manera con su servilis-
mo al intento del enemigo de ofender en países católicos,
con manto de religión ó con zalamerías de hipócritas consi-
deraciones, á la Iglesia por manos de los hombres de la Igle-
sia misma; que es lo más fiuo de la táctica traidora. Bien
es verdad que en la edad contemporánea, con el creciente
predominio de la secta, ésta ni siquiera cuida en algunas
naciones de disimular sus propósitos con el velo del sofisma
ó del artificio, ni guarda tantos miramientos con la majes-
tad de la Iglesia; sino que con el mayor cinismo en ciertas
302 CAPÍTULO XI

materias, en lo relativo especialmente á la enseñanza, al


presupuesto eclesiástico, á las órdenes religiosas, procede
á su antojo, salvas ciertas formalidades, haciendo casus le-
lli de cualquiera dificultad ocurrente en Roma. Pero aun go-
biernos descaradamente masónicos y crueles perseguidores
en países católicos porfían en mantener el uso de antiguas
regalías, para dar color de vana legalidad á sus exorbitan-
cias y atentados, como si les asistiese título valedero, ó aun
en caso de poseerlo, como si no se hubiesen hecho por mil
razones indignos de conservarlo.
En demostración del lugar preferente que al odio secta-
rio merecen las órdenes religiosas, particularidad de la tác-
tica es separar la causa de ellas de la del clero secular, fa-
voreciéndolas con especiales honores de persecución; ó bien,
cuando las circunstancias no permiten embestirlas á todas
juntas, distinguiendo por blanco de su saña alas que tienen
su superior general en Roma, y que tanto por esta circuns-
tancia como por caracteres propios de su instituto y su ce-
lo, contribuyen con mayor esfuerzo que las demás á estre-
char los lazos de la unidad católica. «Este es el secreto,
observa Jannet, de los enconados ataques dirigidos contra
la Compañía de Jesús, y cuando respecto de ésta consigue
la masonería dividir los juicios de los buenos, se da por muy
pagada como de una gran hazaña.»
En suma, tirar pérfidamente á degüello contra la Iglesia
con los hombres y elementos mismos de ella, metiendo ma-
no en sus cosas, corrompiéndola, debilitándola, con máscara
de religión ó excusa de legalidad por lo común y con ase-
chanzas, tal es la táctica expuesta, una de las más perni-
ciosas y que mayores estragos han causado y causan en los
pueblos.
ESTRATAGEMAS COMUNES 303

CAPÍTULO XII

Estratagemas comunes.—i. Introducción de masones en car-


gos y oficios públicos.—2. Gritos de guerra y consignas.—3.
Contradicción estudiada de los principios con las obras.—4.
Afectada reticencia.—5. Astucia de serpiente.—6. Avanzar los
principios sin mentar las consecuencias,—7. Papel de víctima,
— 8 . Congresos científicos.—9. Cadena secreta,—10, Toleran-
cia traidora.

STAS son los ardides de guerra, tretas, astucias


y engaños usados con destreza por la herman-
dad á fin de obtener ventaja sobre sus enemi-
gos y conseguir el feliz éxito de sus opera-
ciones.
¿Cuáles y cuántas son? En variedad y número infinitas.
Fuera de los medios comunes adaptados á los fines cono-
cidos, fines y medios que ya enumeramos; además de las
tácticas que acabamos de referir, no pueden reducirse á
guarismo las artes de que se vale para el logro de sus in-
tentos una sociedad, que tiene el secreto por ley inviolable
y carácter privativo, por constante regla de conducta la
mentira 6 el embuste en todas sus formas de fingimiento,
disimulo, hipocresía y perfidia, por principio universal y
móvil único de sus acciones la máxima de que el fin justi-
fica los medios. A semejante sociedad ¿qué camino le está
cerrado ó qué recurso, cualquiera que sea, no se le muestra
lícito y expedito? De un punto á otro no se puede trazar
más que una línea recta; mas las curvas ¿quién las contará?
Maquiavelo, con su vil utilitarismo y con toda la fecunda
304 CAPÍTULO X t l

inventiva de su alma atravesada, no supo imaginar tantas


vueltas y revueltas, recovecos, falsías, tortuosidades, tra-
pazas, disfraces, minas y contraminas, rodeos y zorrerías,
cuantas ha ideado y aplicado la masonería en su vida secu-
lar de perdición y maléficas aventuras, según la diversidad
de casos y circunstancias; como que es el maquiavelismo an-
dando pulido, perfeccionado y refinado en tan larga escuela
y experiencia, muchas veces centuplicado por tantos y tan-
tos maquiavelos, cuantos son los verdaderos iniciados, so-
bre todo de los grados superiores.
Conforme á esto, imposible fuera hacer relación indivi-
dual de las estratagemas empleadas por la secta en los mil
casos particulares ocurrentes, en que se apuran todos los
recursos del ingenio para el mal y se saca partido de todas
las pasiones y miserias de los hombres. Mencionaremos al-
gunas de aplicación más general.
1. Introducción de masones en oficios y cargos del
Estado.—La recomienda y prescribe con mucho ahinco
Weishaupt. Ea el grado de su Iluminado Mayor se pre-
gunta al postulante: «¿No consideráis ser de vuestra obli-
gación proporcionar á nuestros amigos probados los benefi-
cios exteriores posibles, que galardonen su honradez (su
celo por la causa de la orden) y le hagan la vida más agra-
dable? ¿Estáis pronto á cumplir lo que la orden exige á los
hermanos de este grado, al ordenar que cada uno de nos-
otros se obligue á informar todos los meses á sus supe-
riores de los empleos, oficios, beneficios y demás dignida-
des ó puestos parecidos de que él puede disponer ó conse-
guir por recomendación suya, á fin de que asi nuestros
superiores aprovechen la oportunidad de presentar para
estos empleos los sujetos dignos de nuestra orden?» El
candidato hace protesta solemne ó juramento de satisfacer
á la obligación correspondiente, y prosigue el iniciante, ex-
plicándole las razones de este proceder: «Habiendo puesto
á prueba á los hombres mejores, procuramos irles recom-
pensando y servirles de apoyo, á fin de dar insensiblemen-
te al mundo una forma nueva. Conviene rodear á los po-
tentados de la tierra de una legión de hombres infatiga-
bles, que en todas partes dirijan sus trabajos conforme
E S T E ATA GtBM A S C O M U N E S 305
al flan de la orden... Mas todo esto debe hacerse en silen-
cio: nuestros hermanos deben sostenerse mutuamente, ayu-
dar á los buenos (masones) y esforzarse en conquistar todos
los destinos que comunican poder.» Demás de esto, Weis-
haupt manda á los Caballeros Escoceses que velen celosa-
mente, porque sus subalternos «no se descuiden en su obli-
gación» de informar sobre los puestos vacantes que han de
ser ocupados por los hermanos.
Explicaen concreto y nos pone delante de los ojos la tramo-
ya el incomparable lugarteniente de Weishaupt, Pilon-Knig-
ge, en estos términos: «Supongamos que un príncipe tiene
por ministro á un iluminado y pregunta á éste, cuál sería el
sujeto apto para llenar la vacante de tal empleo: inconti-
nenti el ministro le hará el retrato de diferentes personajes
(iluminados) y el príncipe no tendrá más que escoger.»
Aquel Cosandey arrepentido, que según vimos fué llama-
do por el Elector de Baviera para testificar en la causa del
Iluminismo, describe así los nocivos resultados de la insi-
diosa maniobra: «Entre las maquinaciones de los Ilumina-
dos observé la que llaman ellos Imperio ó Gobierno moral.
De tal gobierno que pondría en sus manos la fuerza de los
Estados, dependerían sin recurso de apelación al príncipe
todas las gracias, promociones y repulsas: en virtud del
mismo ejercerían el derecho de juzgar irrevocablemente so-
bre la honradez y aptitud de los individuos, los profanos
quedarían excluidos de la carrera de los empleos y la santa
legión de sus adeptos tendría cercado, encadenado al prín-
cipe y le dictaría á su sabor las providencias. Este régimen
ó cabildo moral, que nombran ellos también comisión mo-
ral, daría á la secta la libertad del más terrible despotismo
en las cuatro partes del mundo y reduciría á los sobera-
nos á la condición de impotentes y despreciables fantoches
y de siervos coronados.» Lo mismo depuso Renner en su de-
claración jurídica.
Pero ésta, se dirá, no es simple estratagema, sino todo
un sistema, táctica formal.—Lo mismo da; en masonería
ambas son aleves y traidoras.
Un ejemplo notable. ¡Qué próspera corría la fortuna para
Napoleón 1.° con la decidida protección de la secta! Mas
306 CAPÍTULO XII

¡ay! que por una parte ésta cayó en la cuenta de que había
sido triste juguete de la ambición personal de su ídolo fa-
vorito: por otra, Europa toda estaba cansada de tanta opre-
sión y tan continuos desastres; los pueblos aspiraban á la
independencia y se estrechaban más con las antiguas dinas-
tías; gran número de hombres de bien, que arrastrados por
la corriente de las nuevas ideas habían ido á parar en las
logias, estaban horrorizados de los crímenes atroces come-
tidos por la Revolución; en Inglaterra mismo, que había sido
el primer foco de las perversas doctrinas y del apostolado
masónico, cayeron rápidamente en el mayor descrédito la
impiedad y el anticristianismo, y se comenzó á atar muy
corto á las logias; ni contribuyeron poco á esta mudanza y al
desengaño general las importantísimas y bien certificadas
revelaciones hechas desde 1799 á la faz del mundo por Ro-
bison y el P. Barruel. La masonería repentinamente, en
1808, desamparó al gran capitán y por todos lados alzó
pendones contra él: quien desde aquel momento, en vez de
los fáciles triunfos alcanzados con el auxilio de las traicio-
nes sectarias, caminó de derrota en derrota hasta dar en el
cautiverio de Santa Elena; mientras ella por su cuenta ¿qué
pensó y qué hizo? Aquí principia la serie de sus estratage-
mas. Considerando cuanto habían variado los tiempos y la
vuelta dada por el espíritu público, los hombres más saga-
ces de las sociedades secretas advirtieron que era inútil
bregar contra el torrente de las ideas y resolvieron aplazar
sus proyectos, ateniéndose por el pronto á impedir que la
fuerza de la reacción no llegase al término de restaurar el
antiguo orden social cristiano. Para esto ellos, los cosmopo-
litas, los jurados enemigos de patrias y nacionalidades, se
asocian al común movimiento para extraviarlo de su curso
natural, y hételos poseídos del más ferviente patriotismo;
y puesto que no renuncien por imposible á sus principios de
impiedad, se esfuerzan los hipócritas en dar color ó barniz
cristiano á la orden en Alemania bajo la dirección del após-
tata Fessler, con que halagar los sentimientos del falso mis-
ticismo de los primeros monarcas, á fin de tenerlos á su fa-
vor para miras ulteriores. Juntamente con esto, sacan del
fondo de las logias martinistas, que infructuosamente la
ESTRATAGEMAS COMUNES 307

habían agitado en 1 7 8 9 , la bandera del constitucionalismo


ó de la monarquía constitucional, y corre por consigna á to-
dos los masones, hasta en Rusia. Gran paso: ya están ar-
mados para todo evento.—Pero en Francia arrecia por
momentos el peligro de una restauración borbónica: no
importa; Francia tendrá monarquía constitucional. En
efecto, de repente lozanea como entusiasta campeón de
la legitimidad el sacerdote renegado y obispo cortesano,
ciudadano y ministro del Directorio y del Consulado, Ta-
lleyrand, alma de la masonería, con toda la plana mayor de
ésta; el general Beurnonville, en calidad de gran maestre
adjunto, rinde la orden á los pies de Luis 1 8 . ° , respondien-
do de ella como de sí mismo. El nuevo rey, bien que resa-
biado con las filosofías del siglo precedente, no pasa por la
constitución que se le impone. Aquí de aquella comisión
moral: todos los monarcas de la Santa A lianza se hallan
sitiados por hombres de la secta, y el más poderoso de aque-
llos, Alejandro 1.° de Rusia, obliga al Capeto á aceptar no
sólo la constitución, sino el ministerio Talleyrand y Fouché
por ribete. Y se procede á la elección de diputados para la
Asamblea; pero á despecho de toda la mandilería ¡qué
Asamblea sale, Dios Santo! compuesta en su gran mayoría
de la flor de los ciudadanos y propietarios, tan independien-
tes por sus condiciones de carácter como por su representa-
ción social y sus haberes; tan fervorosamente adictos á la
monarquía como entendidos adversarios de la centralización
y de la omnipotencia ministerial. Con semejante asamblea
van á resucitar gloriosamente en Francia la religión, la au-
toridad, las libertades, la patria en fin; y si dura algunos
años ¡ay para siempre de los planes masónicos y los triun-
fos revolucionarios! ¡Terrible situación! Huyen más que de
prisa los viejos y taimados masones del ministerio; pero
huyen al modo de los partos, ofendiendo, dejando á su es-
palda y al lado del rey un sucesor probado en los subterrá -
neos de las logias, menos conocido que los primeros, á quien
le era más fácil disfrazarse y tomar todas las formas: éste
era el duque de Decazes, á quien su flexibilidad, lisonjas é
hipocresía junto con las maniobras de los adeptos hicieron
el favorito de la corte de Francia y de las extranjeras. Este
308 CAPÍTULO XII

con sus intrigas logró vencer la resistencia de Luis 18.°


hasta determinarle á disolver por ultrarealista aquella
Asamblea selectísima, á la cual el mismo rey llamaba Vin-
trouvable, la inhallable y sin par. Desde este punto las so-
ciedades secretas renovaron sus conspiraciones contra la
monarquía con desahogo y con mayores bríos que nunca,
hasta conseguir con otra alevosía la abdicación de Carlos 10.°,
que consumó la ruina délos Borbones en Enrancia.
A posta nos hemos entretenido en la relación de este ca-
so para ejemplo en una sola pieza, no sólo de la estratage-
ma presente, sino de otras además.

2. Gritos ele guerra y consignas.


Estratagema es también el uso de ciertos gritos de gue -
rra adoptados á manera de consignas, para señalar y recor-
dar á los hermanos á todas horas en cada período de la lu-
cha el objetivo de los ataques, vulgarizados con la signifi-
cación maligna de la secta para encender las pasiones y
conformar el espíritu del pueblo á los malvados designios
de la misma. En la época, primero, de la conjuración tra-
mada contra la noble Compañía de Jesús hasta obtener su
extinción, y luego de su restablecimiento y nueva propaga-
ción, el grito fué ¡muerte al jesuitismo! expresivo de todas
las preocupaciones, desconfianzas y odios sembrados contra
la Iglesia, las instituciones y obras religiosas. Sucedióle el
de ultramontanismo, para mantener durante los reinados
legítimos de Francia la exacerbación del galicanismo, vol-
terianismo y regalismo; para alentar la resistencia á la uni-
dad y supremacía eclesiástica, á las órdenes y providencias
de Roma, encaminadas al remedio de aquellos males. Sonó
más adelante el grito de obscurantismo, contraponiendo
una supuesta ignorancia á la ilustración y ciencia mentida
de los modernos regeneradores; cuando la cofradía, hecha
ya dominadora, juzgó llegada la sazón y se aprestó á de-
vastar por completo el campo de la enseñanza, apoderán-
dose de ella con exclusivo imperio, neutralizando é imposi-
bilitando la católica, atropellando insolentemente los de-
rechos de Dios, de la familia y la sociedad, pisoteando ó
falseando todas las libertades de buena y de mala ley. El
ESTRATAGEMAS COMUNES 309
último grito que no cesa de resonar, diólo uno de los dema-
gogos peor intencionados, G-ambetta, y es el de clericalismo;
grito tan mentiroso é hipócrita como los demás, que acumu-
la sobre el Catolicismo todos los sofismas, calumnias y renco-
res de este mundo desastrado, es toque de llamada dirigido á
todos los revolucionarios del siglo, y señal de combate para
dar el asalto general y, en esperanza de los malos, decisivo
á la fortaleza de la Iglesia.
Estos gritos tienen de estratagema la falsedad del con-
cepto, lo artificioso del lenguaje, la astuta apropiación de
cada uno á su tiempo, lo encubierto de la dañada intención;
sus perniciosísimos efectos entre la ignara é imprudente
multitud son el engaño y embaucamiento, el extravío de los
afectos, la irritación y ceguera de los ánimos, la justifica-
ción de los más crueles atentados, el prestigio de las ideas
y aprobación de los planes masónicos, y el crecimiento e x -
traordinario de las huestes y poder de la sociedad maldita
para sus campañas asoladoras (1).

3. Otra celada es la contradicción estudiada de los prin-


cipios con las obras. Nadie nos la describe tan al vivo como
cierto revolucionario, Taine (La Révolution): «Ayer (bajo
la Constituyente), dice, el jacobino exagera los derechos de
los gobernados hasta abolir el de los gobernantes; mañana

(1) D e u n a treta parecida á esta estratagema cuenta la historia


u n caso chistoso. Sabido es que desde 1789 los sectarios se servían
de la c o n s i g n a de constitución para agitar las masas, y se jactaban
de que habían de apellidarla hasta en Rusia y hasta en C o n s t a n -
tinopla, y así fué con el tiempo. Pues bien, en 1825, al día siguien-
te de la muerte de Alejandro 1." estalló u n a revolución al grito de:
/ Viva la Constitución! Los oficiales bien sabían de que se trataba;
pero á l o s soldados se les hizo tragar que Constitución era el nom-
bre de la esposa del gran duque Constantino, á quien ellos q u e -
rían por emperador á pesar de habar él abdicado á favor de s u
hermano Nicolás, y se quedaron tan satisfechos. Así también en
México los m a s o n e s hacían pelear á los sencillos y cristianos indí-
g e n a s contra la Iglesia diciéndoles: «Esto no va contra los padre-
cilos (sacerdotes), sino contra el clero.» Para la gente del mandil
cualquiera superchería es buena.
MASONEBÍÁ. T. II.—31
310 CAPÍTULO XII

(bajo la Convención) exagerará los de éstos, como si aque-


llos no tuviesen ninguno. Si se le oye, el pueblo es el único
soberano, mientras le trata como á esclavo: al decir suyo,
el gobierno es un simple servidor, y al mismo tiempo le
otorga los fueros de un sultán. Ahora arguye de crimen el
más mínimo ejercicio de la autoridad pública; luego casti-
gará cual un crimen la menor resistencia á ella. ¿Cómo po-
drá excusar semejantes cambios de frente, ni con qué cara
negará los principios con que escudó sus usurpaciones? Bien
se guarda de negarlos, antes los proclama con todas ganas;
con esta traza la muchedumbre ignorante, viendo que se le
pone siempre delante la misma copa, se da á creer que se
le sirve siempre el mismo licor, y beberá la tiranía con
nombre de libertad.»

4. Otra artimaña es la afectada reticencia ó preterición


de algunas cosas. Hacen guerra sin piedad á sus enemigos,
pero sin nombrarlos, cual si no supiesen de ellos ó no se
acordasen, y simulando otros motivos de sus acciones. Los
traídos y llevados clereclws del hombre contenidos en la fa-
mosísima Declaración de 1789 ¿qué otra cosa son sino un
patente libelo de repudio expedido á Dios y á la civilización
cristiana, la fórmula de independencia y rebelión de la ra-
zón individual y de la sociedad contra todo ser, providencia
y orden sobrenatural? Ya lo vimos: principio general que
palpita en ella es escueto naturalismo, descompuesto en
ateísmo, aversión á Dios y á la obra del Redentor, etc.; na-
die que no sea ciego y sordo, para no ver y penetrar el sen-
tido que á tal Declaración atribuyen su contexto y su no-
toria procedencia del código roussoviano, para no oir el
estruendo de aquella Revolución, las reiteradas y paladinas
confesiones de los cofrades y el testimonio irrefragable de
la historia, dejará de reconocer que es verdadera declara-
ción de guerra contra Dios, contra Jesucristo y contra la
Iglesia. Pues bien, ni una sola vez se menciona en ella ni á
Jesucristo ni á la Iglesia para bien ni para mal. Sin embar-
go, según corrían por entonces los sucesos, la fuerza en
manos de la secta, bien urdida y sólida la trama, segura la
victoria, próxima la conquista del mundo civilizado ¿quién
ESTRATAGEMAS COMUNES 311
estorbaba á aquellos hombres 6 fieras, poseídos del espíritu
de blasfemia, saturados de rencor demoníaco, hacer impune-
mente sin ningún embozo y á cara descubierta la manifes-
tación de sus sentimientos y firmes determinaciones? Pero
no, guarda, Pablo, bien pesadas las ventajas del artificio,
tanto para disimulación de planes ya maduros, como para
añagaza de inocentes, no renunciaron á la estratagema. Hoy
es, y á los ojos se muestran la ejecución y los resultados de
aquellos planes, y abunda entre los católicos, recalcan el
P. Ramiére en sus Esperances de l'Eglise y Dom Benoit,
gente poco maliciosa ó de buen contentar, que se empeña
en tomar la Declaración de los derechos del hombre «por un
documento casi inofensivo, que en su conjunto en nada em-
pece ni agravia á los derechos de Dios.» ¡Oh ceguedad de
la preocupación! ¡oh poder del engaño sutil!

5. Astucia de serpiente—Monde Maconnique, Febrero


1865: «La masonería en cuanto institución moral no tie-
ne más cometido que formar los corazones y las almas; en
la práctica las acciones engendradas de esta mutua educa-
ción moral recibida en el común foco, corresponden á los in-
dividuos,» ó sólo ellos son responsables de las mismas. Por-
que, dicen los masones, la logia es el molde en que se va-
cian y forman los planes, el taller en que se bruñen y agu-
zan las armas destinadas á pelear contra el fanatismo y la
superstición, el santuario en que se aprende la ciencia de
las libertades para hacerlas triunfar. Mas entiéndase asi-
mismo, que la ejecución de los proyectos concebidos, el ma-
nejo de las armas, el apostolado y la aplicación de la liber-
tad enseñada en la logia al mundo profano, caen bajo la
exclusiva responsabilidad del individuo. Si sale airoso, re-
coge gratitud y favor universal; si fracasa, tanto peor para
él. Ejemplo de esta graciosa teoría es la carta de Cavour
dirigida al almirante Persano, cuando éste maniobraba en
aguas de Genova en seguimiento de Garibaldi: el sátrapa
del ministro ordenaba al almirante que favoreciese á la ex-
pedición de los Mil, pero en la inteligencia de que había de
obrar á su cuenta y riesgo, exponiéndose al castigo, si ma-
rraba el golpe. La maña es esta: salga á la palestra y com-
312 CAPÍTULO XII

prométase el individuo; mas para nada asome la sociedad.


A este fin se ocultan al vulgo profano los nombres de los
afiliados, se excusa fuera de la logia el tratamiento de herma-
nos, y cada masón, aun en funciones del servicio, no obra
sino en su propio nombre: el caso es, que aunque perezca
un miembro, se salve la cabeza, que es lo que hace la ser-
piente.
Lo que se dice de la sociedad en general, entiéndase de
cada logia. Ayúdese, sosténgase al individuo, si es menes-
ter; pero quede oculta la mano protectora, y la logia como
un poder moral, invisible, sin ser conocida ni sentida,
manifieste su actividad en el trabajo de sus miembros.
Así durante la tormenta revolucionaria de 1848, el Gr.\
O.-, francés repartía á diestro y siniestro advertencias y
reprensiones hasta suspender algunas logias, que no sa-
bían refrenar sus alborotos republicanos. Mas una vez triun-
fante la revolución y proclamada la república, no se daba
mano á enviar gratulaciones, mandó hacer fiestas en todos
los dominios de su obediencia y ofreció sus servicios al go -
bierno republicano. Esta es la treta y esto se llama sacar
las castañas con la mano del gato.

6. Otra raposería, soltar los principios sin chistar acer-


ca de las consecuencias. «Siempre el principio por delante,
decía Weishaupt, nunca las consecuencias.» La estratagema
descríbela así Dom Benoit.
¡Viva la igualdad! este es el principio todos los días
pregonado de palabra y por escrito, en diarios, revistas y
libros: se dejan á obscuras la división de los patrimonios por
partes iguales, la destrucción de clases y corporaciones, el
nivelamiento general.—¡Viva la libertad! que excluye toda
ley ó autoridad divina y humana: consecuencias que se han
de sacar, la libertad de conciencia y de cultos, de la pren-
sa, de pensamiento y de reunión, substitución de gobiernos
parlamentarios á monarquías absolutas, creación de repúbli-
cas, libertad de la familia con el divorcio y la emancipación
total de la mujer.—¡Secularización! principio vago y obs-
curo: consecuencias claras la apostasía del Estado, de la fa-
milia y del individuo con el despojo de la Iglesia, la Iglesia
BSTBA.TA GEMAS COMUNES 313
esclava, el monopolio completo del Estado en la enseñanza
y ésta laica, matrimonio y entierro civil, moral cívica, et-
cétera, etc.
Se exaltan los principios, bala rasa contra los principios
contrarios; se fascina al pueblo, con calma y mala intención
una tras otra se dejan entrever y se van planteando las con-
secuencias por la buena ó por la tremenda.

7. El papel de víctima. Grita con extrema angustia la


masonería: «Se nos viene encima el clericalismo: ¡ay de la
sociedad moderna! ¡A. defendernos contra las invasiones del
clero, si queremos salvar nuestras leyes é instituciones!» Y
se arrojan sobre la Iglesia. Así el león devora al cordero,
porque le enturbia el agua. Es uso corriente.

8 . Congresos científicos. Nos guardaremos de decir que


en todos ande la mano negra de la cofradía. Quedaron para
siempre señalados los que desde 1 8 3 9 á 1 8 4 7 celebráronlos
sabios italianos sucesivamente en Pisa, Turín, Florencia,
Padua, Luca, Milán, Ñapóles, Genova y Veneeia. Se abrían
con una Misa solemne y parecían la cosa más inocente y
santa del mundo. Gregorio XVI les negó hospitalidad en
los Estados pontificios y le trataron de intolerante; en cam-
bio ensalzaron á Pío IX, papa libertador, «quien lejos de
seguir el ejemplo de otros príncipes, andaba de acuerdo con
el pueblo y con el tiempo.» Convocó el primer congreso
Carlos Luciano Bonaparte, quien más adelante había de ser
uno de los fautores de la república mazziniana de 48í8,
y ya entonces estaba metido en todas las sociedades secre-
tas. Esta buena alhaja fué quien dijo en el último de los ta-
les congresos: «Hemos concluido la novena: el año próximo
celebraremos la fiesta.» Y la fiesta fué la República roma-
na, para la cual él había trabajado como el que más. Cuan-
do hecha la unificación italiana instauraron los congresos
científicos, los agitadores se alababan mucho de la gracia
con que bajo la capa de la ciencia, fuera de las sesiones pú-
blicas los corifeos de la secta se reunían para entablar co-
rrespondencias, hacer amistades y concertar planes en favor
de la causa italiana.
314 CAPÍTULO XII

No afirmaremos que muchas ni la mayor parte de seme-


jantes reuniones sirvan de cobertera á reprobadas ma-
quinaciones; pero sea bajo este concepto, sea bajo otro no
extraño á la hermandad, las hacen sumamente sospechosas
varias circunstancias: 1. La conjuración visiblemente tra-
a

mada en nombre de la ciencia contra la verdad por multi-


tud de sabios, cuyo perpetuo afán tira á sacar de la filoso-
fía, historia, paleontología, arqueología, física y astronomía
argumentos ó hipótesis más ó menos directamente contrarias
á la doctrina é instituciones religiosas, hasta el punto de
que los vocablos de ciencia, critica y filosofía, valgan en
boca y en la pluma de muchos autores como sinónimos de
impiedad, racionalismo, libertinaje de la inteligencia. 2 . a

La singular conformidad de tales sistemas con teorías y fal-


sas tradiciones masónicas, observada hasta en algunos sa-
bios que no dieron el nombre á la secta. 3 . El oficio des-
a

empeñado por la logia, la cual, notaba ya en 1791 el autor


del Velo levantado para los curiosos, «alternativamente
es escuela de moral estoica ó epicúrea, y en ella los desati-
nos de los astrólogos suceden á las presunciones de los al-
quimistas, las opiniones de los filósofos paganos andan re-
vueltas con los delirios de la cabala, y sobre todo se enseña
que la naturaleza es el dios del mundo y á manera de espí-
ritu universal que todo lo agita y pone en acción.»
De este apunte que nos suministra Dom Benoit, bien
puede colegirse sin nota de maledicencia, que esas reunio-
nes sabias por lo menos se utilizarán como un medio de pro-
paganda radical muy importante y una ocasión de engan-
che. Que si además se tiene en cuenta el descaro con que
en los congresos pedagógicos, con ser menos sabios, se
conspira abiertamente contra la recta enseñanza; si á esto
se juntan los indicios de ciertos hechos, y si se repara aten-
tamente en la solicitud y presteza de la secta en aprove-
char toda suerte de industrias clandestinas para sus confa-
bulaciones y trapisondas ¿no se cae de su peso, que no ha
de desperdiciar semejantes oportunidades, cuando se le vie-
nen rodadas á la mano? Suponer lo contrario sería candor
excesivo. Vaya un caso ocurrido en los primeros días del
pontificado del reinante Pío X. Celebróse uno de esos con-
ESTEATAGEMAS COMUNES 315
gresos en Roma: terminadas sus tareas, el masón Víctor
Manuel 2.° ofreció un banquete á todos los congresistas,
que eran todos masones con excepción de uno, que era ca-
tólico y de los más distinguidos por su saber: éste quedó
excluido de la fiesta; la presencia de un profano estorbaba.
Esto, Inés, ello se alaba, no es menester alaballo.
Por entendido se calla, que la mala nota atribuida á los
congresos científicos, debe hacerse extensiva á las demás
reuniones nacionales ó cosmopolitas de cualquier género hoy
tan frecuentes, con el temperamento al principio expresado
y en proporción de los indicios observados en cada caso
particular.

9. Cadena secreta.—Si quisiéramos, que bien lo deseá-


ramos á no demandar tan prolija tarea, presentar en globo
á nuestros lectores un abultado ramillete de habilísimas e s -
tratagemas usadas en la cofradía, sea para afiliación de so-
cios, formación perfecta de reclutas y régimen del vastísi-
mo cuerpo, sea para la conquista del poder, amplificación de
dominios y auge de la propaganda; ora para combatir á los
enemigos, aplicar los medios generales y expeditar el ejer-
cicio de las tácticas, ora para ejecutar en el mundo los mo-
vimientos parciales y preparar la gran revolución que ha
de ser coronada con el triunfo universal y definitivo; una
sola cosa nos bastaría, y fuera sacar un extracto ordenado
del código de Weishaupt, de sus instrucciones complemen-
tarias y de la historia del Iluminismo llevada no más hasta
los días de la Revolución francesa. En la relación de las vi-
cisitudes de la secta y demás sucesos que precedieron á la
tremenda explosión, en aquella exposición de los grados
preparatorios de Novicios y Minervales con sus correspon-
dientes Reclutadores y Maestros, de misterios menores y
mayores, de grados supremos, de organismos de la orden,
de métodos de gobierno interior y política exterior, se ma-
nifiesta y desenvuelve tan larga y complicada serie de arti-
ficios, cautelas, asechanzas y engaños, sagacísimamente
trabados y combinados unos con otros, que si por una parte
el hombre reflexivo se espanta de considerar tanta maligni-
dad y perfidia en humanos corazones, por otra no puede
316 CAPÍTULO XII

menos que sentirse inclinado á apropiar aquella inagotable


inventiva y máquina de falacias, dolos, astucias, malas ar-
tes y emboscadas á una inteligencia más que humana, al
genio mismo del mal encarnado en persona de Espartaco y
de los alumnos de éste formados á la imagen de su padre y
maestro.
Dos volúmenes llena el P. Barruel con la cuenta y relato
de refinadas invenciones de la malicia más extraordinaria,
y sin embargo con todo su talento investigador como pocos,
con toda su insuperable diligencia en allegar datos y ven-
tear noticias de todas partes, á las veces se duele y lastima
de que se le quiebra á lo mejor el hilo de sus indagaciones
y de que no le es dado penetrar hasta ciertos abismos in-
sondables de artificiosa maldad: dos volúmenes necesita
para encerrar el tesoro de tan afanosos estudios. ¿Cómo
fuera posible que nosotros comprendiéramos ni siquiera en
breve compendio, con la especificación y peso debido, el nu-
meroso catálogo de tantos amaños é intrigas? Por consi-
guiente quien gustare de una información individual sobre
el asunto, acuda á la fuente, revuelva y medite los tomos
III y IV de las Memorias para servir á la historia del
jacobinismo de nuestro esclarecido catedrático de prima, y
allí le henchirán las medidas de su loable curiosidad.
Nos contentaremos, por remate de estratagemas, con dar
clara razón de una industria ó traza muy socorrida, hallada
por la ingeniosidad de Weishaupt y por él expuesta en esta
forma:
«Por ahora no me enviéis otro inmediatamente sino á
Gotez, hasta que yo os escriba, para que yo tenga tiempo
de hacer especulaciones y colocar d cada uno de los nues-
tros en su lugar; pues todo depende de esto. Yo trataré
con ellos según esta figura:
ESTRATAGEMAS COMUNES 317
«Tengo inmediatamente debajo de mí á dos iniciados, á
quienes comunico todo mi espíritu; cada uno de éstos tiene
á otros dos, y así progresivamente. De este modo, el más
sencillo del mundo, puedo poner en movimiento é inflamar
á millares de hombres. De este modo se ha de proceder
para que lleguen las órdenes y se obre con política.» Así
se expresa en carta dirigida á Gaton Zwach, y en otra que
envía á Celso Bader, después de haber reproducido la figu-
ra ó schema, añade:
«La figura manifiesta como se puede metódicamente y
sin mucho trabajo tener en el mejor orden posible una
grande multitud de hombres... Él espíritu del primero,
que es el más fervoroso y profundo de los iniciados, se co -
munica sin interrupción cada día á los dos AA; por medio
de un A se comunica á BB y por medio del otro A se co-
munica á CC. De estos cuatro se comunica á los ocho si-
guientes. Oá lo digo en compendio: cada uno-tiene su ayu-
dante, por cuyo medio obra sobre los otros. Toda la fuerza
sale del centro y vuelve á juntarse en él. Cada uno tiene
subordinados en algún modo á otros dos, á quienes cono •
ce á fondo, de los cuales dispone, los inflama y ejercita
como reclutas, por decirlo así, para que á su tiempo pue-
dan hacer el ejercicio de fuego con todo el regimiento. Este
procedimiento es adaptable á todos los grados.» Hasta aquí
Weishaupt.
Tal es la cadena secreta, cuyos ramales progresivamente
ampliados, según resalta de la figura misma, penden y se
conectan todos con el eslabón primero, que los afianza y les
traspasa toda su fuerza, formando en cada grado un sistema
completo, del cual cada uno de los eslabones postreros, ha-
ciendo funciones de principal, desciende al grado inferior
inmediato, para dar origen á tantos sistemas cuantos son
ellos, y que en conjunto producen otro sistema total más
extenso y numeroso; luego cada uno de los postreros esla-
bones de este segundo sistema, bajando á otro grado, repite
la misma operación, y así sucesivamente va creciendo el
número de individuos de manera prodigiosa en cada sistema
total inferior, hasta alcanzar una suma gigantesca de grado
en grado y de sistema en sistema, hasta componer un ejér-
318 CAPÍTULO XII

cito innumerable, movido hora por hora y gobernado por la


voluntad del General, que así se llama Weishaupt él mismo
y llama al primer anillo y sostén de la maravillosa cadena.
¿Cuáles son los oficios de ella? Varios: 1.° El de la corres-
pondencia, poniendo en fácil y segura comunicación al Ge-
neral desde su santuario con cualquier sistema hasta la
extremidad de la tierra. 2.° Transmitir los decretos ó man-
datos con toda uniformidad y mantener el mejor orden po-
sible en tan grande multitud de hombres. 3.° Transfundir
con puntualidad el mismo espíritu de la cabeza en todos los
sistemas y grupos, conforme á él perfeccionar la educación
de los novicios, que son condiciones esenciales de fuerza,
progreso y hasta subsistencia de la orden. 4.° Dar unidad
y robustez al gobierno de una sociedad tan vasta, que fun-
ciona en situaciones y circunstancias tan diversas y varia-
bles. 5.° Comunicar rapidez á los actos del gobierno, como-
didad necesaria para conspiradores de profesión. 6.° Pro-
porcionar la ventaja de las armas invisibles haciendo que
se presenten de golpe, poniéndolas en acción, dirigiéndolas
y llevando con ellas á cabo las revoluciones más espanto-
sas, aun antes de advertirlo los sostenedores de los tronos.
7.° Conciliar con el secreto respetabilidad al gobierno des-
conocido y á sus órdenes, proveer á la seguridad de los
superiores incógnitos y á la persistencia de las tramas, im-
posibilitando traiciones y descubrimientos que lo trastornen
todo por completo. Este servicio de la cadena secreta junto
con el precedente de las armas invisibles dan por conse-
cuencia el modo de obrar con política, como dice Weis-
haupt.
En efecto, échese una ojeada á la figura. Al general no
le conocen más que los miembros de su areópago ó consejo
supremo de la orden; de él salen A A: BB no conocen más
que al primer A y CC al segundo A, DD al primer B y E E
al segundo, y así sucesivamente: con la graduación de sis-
temas, supuesta la gravísima sanción hasta de muerte ad-
herida al juramento, se hace moralmente imposible la sor-
presa ó la traición contra los individuos de los sistemas
superiores de la serie ó cadena; y lo demuestra la experien-
cia de las conjuraciones modernas, en que contra las pes-
ESTRATAGEMAS COMUNES 319

quisas de la autoridad, á los primeros 6 á los pocos eslabo-


nes se ha cortado la cadena y los individuos de los sistemas
superiores han quedado envueltos en el misterio ó se han
puesto en salvo para renovar 6 variar sus operaciones. Para
lo cual ayuda maravillosamente el favor y auxilio eficaz de
los sectarios apostados en altos destinos de la diplomacia ó
de los gobiernos profanos.
A propósito de esto, como ejemplo sumamente instructivo
de lo que hace entre masones la ley de fraternidad ó pro-
tección mutua, de lo que valen las obligaciones y juramen-
tos más sagrados del mundo profano, de lo que sirve aque-
lla comisión moral mencionada en la primera de estas
estratagemas y de la ignominiosa corrupción producida por
las máximas de la secta en las relaciones sociales, no resis-
timos al deseo de narrar, siquiera en resumen tomado del
P. Deschamps, ciertas aventuras del gran carbonario sueco
Juan de Wit, contadas por él mismo en sus Memorias:
«Cuando fué preso, refiere aquel, los funcionarios de pri-
mera jerarquía le daban por cárceles magníficos alojamien-
tos, tanto en Milán como en Baireuth, y en Baireuth como
en Berlín. El feld-mariscal Bubnat, gobernador general á
la sazón de la alta Italia; Walden, presidente de la regen-
cia de Baireuth; y de Schuckmann, ministro de la policía
en Berlín, le rendían acatamiento y obsequiaban cual á uno
de los más encumbrados dignatarios de la masonería y car-
bonería.—En sus Memorias él mismo hace mérito de sus
buenas relaciones con M. de Serres, con el inspector gene-
ral de la policía M. Decazes; de su amistad con el ayudante
de campo de Marmont, el célebre comandante Favier, que
tomó parte muy activa en todas las conjuraciones, y con el
Obispo apóstata Gregoire, cuya casa cita como punto de
reunión de todos los hermanos alemanes y del Norte. En la
nota de la página 124 de sus Memorias, se lee lo siguien-
te: Nunca podré mostrar todo mi agradecimiento á los
francmasones. En todas partes fui objeto de sus bonda-
des, que me acompañaron hasta dentro de los calabozos,
y donde temía encontrar á un juez acusador, DESCUBRÍA
Á UN AMIGO BIENHECHOR.—De las piezas de su proceso, si-
gue él relatando, se le enseñaba cuanto podía serle útil ó
320 CAPÍTULO XII

perjudicial: el ministro de policía llegó al extremo de dar


orden al juez de instrucción de Berlín, que pusiese en ma-
nos del prisionero todos los documentos secretos relativos
á las sociedades extranjeras, á fin de que distinguiese lo
verdadero de lo falso. «Se me permitió, agrega él, por or-
den expresa de M. de Sehuckmann, sacar copia de un in-
forme que la dirección general de la policía francesa había
confiado al príncipe de Metternich, y que éste por razón de
su importancia había transmitido á la comisión central de
informaciones y á todos los gobiernos particulares. Este in-
forme procedía del barón Franchay d'Esperny. Cuanto con-
cernía á este asunto, pasaba por mis ojos: los partes de
M. Niebhür desde Roma, de Otterstedt desde Suiza y de
M. Werther desde París.»
El P. Gyr reproduce casi por entero la relación del mis-
mo Wit, que aderezada en forma de novela, sería de lo más
interesante y provechoso; y termina con estas motivadas
exclamaciones: "
«Un hombre, cuya vida ha sido una conspiración incesan-
te contra los Estados de Europa; un antiguo miembro de
las sociedades secretas alemanas; un carbonario que ocupa
en las Ventas una posición eminente; un francmasón de los
grados supremos, autor y partícipe activo de todas esas ne-
gras maquinaciones que han hecho temblar al antiguo con-
tinente; un hombre que por confesión propia, ha paseado
por toda Alemania la tea incendiaria; el cómplice, quizá el
instigador de esos revolucionarios franceses que no dejan
respirar á su desgraciada patria un solo instante con sosie-
go; uno de los principales causantes de los sacudimientos
misteriosos (el P. Gyr escribía antes de 1866) que en Italia
desde la Lombardía hasta el reino de las Dos-Sicilias de-
rramaron torrentes de sangre y amontonaron escombros de
instituciones seculares; ese hombre halla acogida en todas
partes, apoyo, protección, comodidades, honores, distincio-
nes, auxilios morales y pecuniarios ¡ese hombre en todas
partes escapa á la cuchilla de la ley!»
El caso del carbonario Wit ha sido el caso de todos los
tiempos y lugares, desde que hay masonería dominante en
el mundo, y es hoy el caso de todos los días. Quede la en-
ESTRATAGEMAS COMUNES 321
señanza grabada para siempre en la memoria de los hom-
bres.

10. Tolerancia.—-He aquí otra astucia de las más finas


sin parecerlo, y lo es tanto más precisamente, cuanto me-
nos lo parece en la común estimación y errado juicio de la
sociedad actual. En la inteligencia masónica, no que al de-
bido respeto de toda clase de personas y á la natural incli-
nación que nos mueve á sobrellevarnos y perdonarnos unos
á otros, lo cual en corazones cristianos es ejercicio de noble
y meritoria virtud; sino que torciendo fines y trastrocando
motivos, se refiere ante todo á ideas y principios, confun-
diéndolos en una igual y absoluta indiferencia. La toleran-
cia masónica arranca de la perfecta libertad reconocida en
todos los hombres sin excepción, cualquiera que sea su pais,
estado ó creencias, para pensar y obrar, como le convenga á
cada uno sin daño ni ofensa de otro, por donde ya asoma su
malicia; y en la práctica enseña á considerar y amar en
nuestro semejante, no al francés, al inglés ó al español, no
al sabio ó idiota, al poderoso, ni al cristiano, sino al hom-
bre, abrazando á todos con una fraternidad universal y
uniéndolos en una sola humanidad, sin distinción de patria,
familia, tradiciones, vínculos naturales, condiciones socia-
les ni religión; y por aquí la tal tolerancia se nos muestra sin
rebozo alguno de cuerpo entero. Este es el cosmopolitismo,
el humanitarismo masónico; esta es la esencia misma de la
secta.
Ni recata su semblante la maldita, sino que muy de pen-
sado, con aleve premeditación y dañado intento de enamo-
rar y embebecer á la gente reflexiva y descuidada, osten-
ta así las delicias de su tolerancia en un discurso del Pré-
cis historique de l'órdre de la francmaconnerie:
«¡Qué de religiones y cultos existen en el mundo! Aquí
se adora á Baal; allí á Jehová; y en una misma región se
ven becerros de oro y serpientes de bronce. Allá Dios pro-
hibe las imágenes de talla, y son hechas trizas; más acá el
sacerdote las levanta y las coloca en los altares. En unas
partes no hay más que un Dios; en otras se cuentan más de
mil. En un pais se escarnece al clero; en el vecino el sacer-
322 CAPÍTULO XII

dote, rodeado de verdugos, diee: ¡O creer, ó morir! y en-


ciende las hogueras. Dentro de la masonería ni la violencia
ni la mentira dictan leyes á nadie; no hay ni becerros de
oro ni serpientes devoradoras, sino que cada uno celebra á
la divinidad á su antojo. Sólo se prescribe un culto, el de la
virtud, y ¿quién negará que es el único digno del verdadero
Dios? En el mundo se distinguen fieles é infieles, creencias
antiguas y modernas; se numeran judíos, paganos, musul-
manes, griegos, protestantes, antiprotestantes y otras mil
sectas, cuyas pretensiones aturden la mente, y que enemi-
gas unas de otras, en el decurso de los siglos se han dego-
llado recíprocamente en nombre y por la honra del cielo.
Para la masonería la Meca y Ginebra, Roma y Jerusalén
valen lo mismo; ¡no hay judíos, mahometanos, papistas ni
protestantes: no se conocen sino hermanos, que delante de
Dios, padre común de todos, han jurado vivir siempre como
hermanos!»
Sin tantos ritornelos y en su lenguaje afilosofado declara
Findel sus atrevidos pensamientos, diciendo:
«La francmasonería aproxima á los amigos de la ilustra-
ción y los junta en apretada fila, escogiendo los medios de
unir entre sí á los hombres, y no de dividirlos: inculca gran-
de estima de la dignidad humana que no consiente la servi-
dumbre: alza el estandarte de la libertad individual, del
libre pensamiento y de la conciencia libre.—Así como las
diversas reformas dejan á cada uno en libertad de inter-
pretar la Biblia á su capricho, así también se ha de soltar
sin freno que cada uno entienda la naturaleza como le plaz-
ca; ó en otros términos, la libertad de ciencia, de concien-
cia y de profesión religiosa constituyen en parte la religión
del porvenir. Tan imposible es que los hombres estén de
perfecto acuerdo en su modo de pensar, como que todos los
árboles se vistan de una misma corteza. Por consiguiente
cesen esas recíprocas acusaciones de herejía y usemos de
indulgencia y tolerancia.» (Losprincipios de la francma-
sonería).
A la pata llana Findel descubre el juego por completo.
El juego de esta filosofía masónica es, si bien se mira, que
no hay verdad ninguna absoluta; de donde surge por irre-
ESTRATAGEMAS COMUNES 323
sistible secuela la independencia ó libertad absoluta, uni-
versal y omnímoda del individuo en pensar, y por lo tanto
en obrar también. Esta libertad es la dignidad del masón,
es la raiz de la insidiosa tolerancia que sin cesar predica
en la logia y fuera de ella. Así por todos los rumbos veni-
mos á recalar en el principio fundamental de la masonería,
que es la libertad y total emancipación de la humanidad.
El principal veneno de esa tolerancia demuéstralo
León XIII en su inmortal Encíclica—Eumanum genus—
al decir:
«Abriendo los brazos á cualesquiera de cualquiera reli-
gión que vengan, consiguen (los masones) persuadir de he-
cho el grande error de la época presente, á saber, el de
considerar entre las cosas indiferentes el cuidado de la re-
ligión y de estimar iguales todas las formas religiosas: prin-
cipio el más acomodado para arruinar todas las religiones,
en especial la católiea, que siendo entre todas la única ver-
dadera, no puede ser rebajada al nivel de las demás sin la
mayor injusticia.»
Este indiferentismo nace, como es claro, del escepticis -
mo, ó sea, de aquella negación de la verdad absoluta.
Mas en todo esto ¿por dónde parece y en qué consiste la
estratagema? Consiste en la manera artificiosa de conseguir
la secta algunos de sus ruines propósitos más codiciados.
Esta sagacidad la muestra en el dolo oportuno de las razo -
nes y motivos con que alucina á los imprudentes, da crédi-
to y valor á su predicación de funesta tolerancia.
Carcomen la sociedad moderna la incredulidad y el liber-
tinaje de la inteligencia y del corazón; plagas extendidas en
el siglo XVIII por la endemoniada propaganda impía y des-
moralizadora del enciclopedismo, agravadas por los excesos
y el influjo de la Revolución francesa, cuyos efectos duran
hasta el día de hoy en los pueblos y perdurarán. Acostum -
bradas las gentes á sacudir el yugo de las autoridades más
sublimes y venerandas, á tener en menosprecio las luces y
norma de la razón divina; infatuadas con la exaltación de
las preeminencias de la razón individual, soltadas al des-
enfreno de las pasiones con la lisonja de una supuesta per-
fección inamisible de la humana naturaleza; y por otra
324 CAPÍTULO XII

parte descaminadas en la apreciación de los hechos por la


conjuración permanente de la historia moderna contra la
verdad, faltas de todo criterio seguro y seducidas por la
ilusión de engañosas teorías ¿qué mucho que así abonado
el terreno y predispuestos los ánimos, la secta los ganase
con sus falaces argumentos para el partido de su maléfica
tolerancia?
Al efecto presenta las religiones todas sin excepción co-
mo hijas del humano capricho y causa de tantos rencores y
guerras intestinas que han desgarrado y ensangrentado á la
mísera prole de Adán; contrapone el cuadro deleitoso de
paz, armonía y estrecha unión que han de reinar en el mun-
do, una vez extirpada aquella raiz amarga de discordias
por medio de la mutua y apacible condescendencia respecto
de las opiniones contrarias; fascina con el encanto de una
fraternidad, que haga de todos los pueblos uno solo y de
todos los hombres una sola familia, fundada en la recíproca
prestación de servicios y de amable tolerancia: juntamente
con esto, para irritar maliciosamente los instintos de orgu-
llo, rebeldía y espíritu de independencia no domados, des-
pliega la bandera de una dorada libertad, que hace al indi-
viduo dueño irresponsable de sus pensamientos y volunta-
des, eximiéndole de toda subordinación y reconocimiento á
ninguna superioridad en la tierra ni en el cielo, dando base
y materia á la humana dignidad, que siendo igual en todos,
impera el respeto mutuo, fomenta la unión y prescribe la
hermosa tolerancia, como prenda de dicha imperturbable.
Esta es la red y lazada tendida al descreimiento de mu-
chos, á la simplicidad de otros, que despreciaron las luces
y la regla de la religión verdadera.
Los frutos que de su estratagema recoge la masonería, son
los siguientes: 1.° Esa tolerancia es el indiferentismo reli-
gioso con larga mano sembrado en la moderna sociedad y con
tristes lágrimas llorado por el gran Pontífice León XIII.
2 . Esa tolerancia generalizada es la difusión teórica y prác-
a

tica y el arraigo de los principios de fraternidad, cosmopo-


litismo y libertad masónicas. 3.° Esa tolerancia dominante
es una importante victoria obtenida por virtud de aquel in-
diferentismo contra la Iglesia de Dios, contra la religión
ESTRATAGEMAS COMUNES 325
verdadera y contra toda religión, en conformidad con el fin
principal de la secta. 4.° Esa tolerancia acreditada en el
siglo es uno de los medios más aptos para substraer la so-
ciedad al influjo salvador de la Iglesia y una de las mejores
disposiciones para preparar el reinado universal de la secta.
5.° Esa tolerancia diestra y sutilmente en medio del tráfago
mundanal infiltrada en todos lugares y ocasiones, en todas
las formas de manifestación del pensamiento, como dogma
y sello de despreocupación y espíritu ilustrado, como nece-
sidad impuesta por el bien de la convivencia y la actividad
creciente de relaciones y cruce de intereses, es una ense-
ñanza popular de las doctrinas masónicas, un aprendizaje
insensible de masonería, un anzuelo oculto y disimulado re-
clamo de enganche/) recluta. 6.° Por último esa tolerancia
desde los primeros grados sin cesar y solícitamente incul-
cada en la logia, como principio que contiene la esencia de
la masonería y verdad fundamental que hace al neófito ver-
dadero masón y sin la cual éste no posee la cualidad y ho-
nor de tal, es positiva iniciación y educación primaria con
que se desbasta la piedra Iruta que cayó en manos de los
experimentados maestros de la logia.
No es chica la cosecha, no son insignificantes los prove-
chos que reporta la malhadada estratagema.

MASONERÍA. T. 11.-38
326 CAPÍTULO XIII

CAPÍTULO XIII

Estratagemas Circunstanciales.— i. Cierre y reapertura d e


logias.—2. Disolución d e la orden.—3. Masonería jesuítica.—
4. Masonería cristiana.—5. Cambios d e sucesión á los tronos.—
6. Manojo de estratagemas.

CESTO que tal vez no sea posible, mucho menos


necesario, comprender aquí y especificar to-
dos los géneros de estratagemas usados por la
secta, algunos ejemplos ayudarán para mues-
tra de su fecunda inventiva en el ramo.

1. a
Cierre y reapertura de las logias francesas.—Ac-
tivísima y aprovechada había sido en Francia la propagan-
da masónica emprendida entre las clases más elevadas de la
sociedad por los conspicuos mensajeros de las logias britá-
nicas, en particular durante el ministerio de Choiseul, el
furibundo perseguidor de la mártir Compañía de Jesús.
Mas cuando en 1772 se nombró al duque de Chartres gran
maestre de la gran logia nacional ó Gran Oriente, aquello
no fué un alistamiento cualquiera, bien que numeroso gra-
cias á la complicidad ó connivencia del gobierno, sino una
avalancha ó irrupción, una leva general, voluntaria, públi-
ca y ostentosa de personajes de la nobleza, de la magistra-
tura, del ejército, de los burgueses más acaudalados, y has-
ta del orden eclesiástico y de las familias religiosas. Al in-
flujo y arranque impetuoso de tantos distinguidos reclutas
debe atribuirse lo pingüe del Tesoro de guerra de la Re-
volución con lo subido de las tarifas señaladas para el in-
greso en la orden y el aumento de salarios ó ascensos en
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCIALES 327
los grados; la crecida muí ti plicaci&n de logias hasta el nú-
mero de unas setecientas, instaladas aun en poblaciones
insignificantes y en lugares del campo.
Ahora bien, aconteció lo que era inevitable, que así como
las logias aristocráticas miraban por debajo del hombro á
las plebeyas, así éstas de reojo á las primeras, de las cua-
les por aditamento desconfiaban los más profundos inicia-
dos. Estalló la Revolución francesa: por una parte muchos
de los afiliados que las componían hubieron de poner los
pies en polvorosa y emigrar por su mala nota de aristócra-
tas, y los restantes inspiraban fuertes sospechas; por otra
recrudecía más y más la aversión á los elementos aristocrá-
ticos, á pesar de los eminentes servicios que le habían pres-
tado ala hermandad, y los jacobinos los consideraban como
un estorbo para la ejecución de planes ulteriores. ¿Qué par-
tido tomar? Muy sencillo: transformar las logias en clubs,
que es táctica usual en época de alguna grande explosión,
declarar cerradas las logias y suspender las funciones del
Gran Oriente. Así se efectuó en 1791 y 1792: se cerraron
las bgias; en 1793 Felipe Igualdad se vio obligado á renun-
ciar su cargo de gran maestre. Eu 1795 se reorganizó el
Gran Oriente y se reformaron las logias á gusto de la
secta.
A pesar del cierre general, continuaban los trabajos sub-
terráneos. Es completamente abonado el testimonio de Ca-
det Gassicourt, autor presencial de los sucesos, en su Tum-
ba de Santiago Molay, historia, etc., 1794:
«Bien que cerradas las logias masónicas, mantiénese el
capítulo de Santiago Molay, y nunca los Templarios jaco-
binos han estado tan pujantes. Siguen conspirando calvinis-
tas, hombres de todas las sectas, altos personajes, antiguos
ministros y miembros de las primeras asambleas: el club de
Marat es el foco de la conspiración."

2.a
Disolución de la orden.—Espléndido é inolvidable
monumento de la hipocresía sectaria, documento irrefraga-
ble para demostrar la plena responsabilidad de las socieda-
des secretas en los acontecimientos de la Revolución france-
sa y europea.
328 CAPÍTULO XIII

La tempestad estaba sacudiendo fuertemente las bases


del mundo político y moral, la espantosa conflagración ame-
nazaba de muerte la sociedad europea y todos los tronos se
tambaleaban agitados por fuertes movimientos subterrá-
neos, cuando los monarcas sacados de su torpor por el ins-
tinto de la propia conservación y á vista de la inminente
catástrofe, registraron en torno suyo, y atinando con la
causa productora de tamaños trastornos, se aprestaron de-
cididos á extinguirla y aniquilarla, combatiendo á una con
mano enérgica á la masonería. ¡Tremendo conflicto para
ésta y peligro seguro, si no de total ruina, por lo menos de
retroceso ó de inmensas dificultades para lo porvenir! ¿Có-
mo sortearlo?
En estos momentos críticos, en 1796, el duque de Bruns-
wick, gran maestre de todas las masonerías, lanza á los
cuatro vientos una manifestación solemne, en que con grave
ira excomulga á los revolucionarios y disuelve la orden en-
tera, «derribando de un martillazo las columnas de los san-
tuarios y dejando el templo desierto.» La razón de este in-
dignado proceder, que juega en toda la exposición de mo-
tivos hecha por el Duque de los diamantes, es la rebeldía
de los ciegos trastornadores, que pervirtiendo el secreto de
la orden acerca de su fin, precipitando locamente los suce-
sos, arremetiendo contra la religión y sus ministros y za-
pando la autoridad de los príncipes, niegan la obediencia á
los superiores de la orden y siembran el cisma. Como se ve,
el golpe fué dado con destreza, para el efecto de esquivar
cargos, de aplacar y desorientar á los monarcas alarmados.
Observemos como á vuelta de algunas forzadas confesiones
teje su tela artificiosa el incomparable Duque, ó mejor, el
areópago de la secta.
«Sería un crimen contra la verdad y la humanidad dejar
encubiertas cosas que suministran la única clave de los
acontecimientos pasados y futuros.»
¡Qué escrupulosos! Pero, menos mal, es de estimar la
franqueza con que van á denunciarnos á los únicos respon-
sables de tales acontecimientos, los cuales fueron:
"Los obreros ó constructores actuales, á quienes (por
esto) despedimos de sus talleres. Ellos destruyeron el tem-
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCIALES 329
pío, y su culpa consistió en haber acelerado el trabajo con
sobrada precipitación.
Como quien dice: Sí, esos constructores fueron los cau-
santes de dichos acontecimientos; el trabajo andaba bueno,
y nosotros lo aprobábamos; mas vez. muy precipitado, y con
esto nos partían por en medio: ó en otros términos, coinci-
díamos y concordábamos; mas era muy precipitado, y con
esto nos echaban de cabeza: ó en otra forma, coincidía-
mos y concordábamos en el objeto; pero disentíamos en el
modo: ó más claro todavía, conveníamos en los resultados
nosotros y ellos, ó sea en aquellos acontecimientos. Conque
por su propia boca los masones, superiores y obreros, fue-
ron los culpables de aquellos acontecimientos. ¡"Valiosa con-
fesión!
Prosigue el Duque:
«El primer secreto de la orden es su fin... Los secretos
nunca debían salir fuera de nuestro círculo: los hombres no
eran bastante robustos ni estaban preparados para so-
portarlos, comprenderlos ni gustar de ellos. Mas vinieron
quienes trataron del secreto licenciosa y presuntuosamente.»
¿Quiénes son esos? Aquí viene la parte más falaz é insi-
diosa del manifiesto, que encierra toda la intención fraudu-
lenta de sus redactores, llevando por objeto persuadir á los
monarcas desconfiados que todos los desmanes de la revo-
lución son debidos, no á la orden, sino á la facción rebelde,
despreciadora de la autoridad sensata. Tras una larga dia-
triba contra los indisciplinados pervertidores de los puros
fines de la masonería, finge sacarlos á la vergüenza pública
con estas increpaciones:
«Se ha levantado una gran secta, que de la bandera de
la.humanidad ha hecho capa de sus medros particulares.
Conocida de todo el mundo, como lo son también sus her-
manos y su nombre (el Iluminismo), ella es la que ha soca-
vado los cimientos de la orden, la que ha envenenado y
extraviado á la humanidad por muchas generaciones, y
obra suya es la fermentación producida en lospueblos.—
Empleó las armas del sarcasmo y del desdén contra la
religión misma y contra sus ministros. Predicó desde los
tejados máximas de la licencia más desenfrenada, y á esta
330 CAPÍTULO xni

licencia di6 nombre de libertad. Inventó unos derechos del


hombre que es imposible descubrir en el libro mismo de la
naturaleza, y azuzó á los pueblos á denegar á sus príncipes
el reconocimiento de supuestos derechos. En todos sus
discursos y actos manifestó el plan meditado de romper
todos los lazos sociales y destruir el orden por comple-
to... El abuso hecho de nuestra orden y el engaño órnala
inteligencia acerca de nuestro secreto son los que han oca-
sionado los tumultos que hoy conmueven la tierra.»
Vale un tesoro este pasaje y no tiene ripio. Analicémoslo.
El Duque de los diamantes, ó mejor, el areópago de la
secta, pues sólo él podía autorizar ó permitir acto tan so-
lemne y trascendental, denuncia á la execración de reyes
y de pueblos una gran secta como autora y responsable de
todos los males de la religión, de los reyes y de la sociedad.
¿Cuál era esa secta tan gran malhechora? Con toda eviden-
cia histórica, en la fecha del célebre manifiesto, ni existía
otra tan umversalmente conocida por sus doctrinas, por sus
hombres, por su fama y por sus obras, ni el día de hoy existe
otra, puesto que la masonería presente es simple continua-
ción de la pasada, más que el Iluminismo.
Ahora bien, consta asimismo por la historia, que en el
congreso de Wilhemsbad, entre el Iluminismo de Weis-
haupt y el de Saint-Martín, toda la masonería del globo fué
en lo substancial iluminada ó convertida en Iluminismo, y
que en este estado reunida en 1785 en el congreso univer-
sal de París, decretó la Revolución con su principio, centro
y foco en Francia y su propagación ulterior al resto de Eu-
ropa.
Consta por último que el duque de Brunswick fué recono-
cido como gran maestre de todas las masonerías así ilumi-
nadas, y con este carácter por lo tanto dio al mundo su ma-
nifiesto de abolición.
¿Qué se sigue de estas premisas?
Que es el embuste más colosal y descarado el sostenido
en el manifiesto, de que existiesen a l a vez dos masonerías
opuestas y rivales, á saber, la masonería regular y mode-
radora de un lado, y de otro la rebelde y facciosa, ó sea, la
gran secta del Iluminismo, puesto que una y otra estaban
fundidas en un solo Iluminismo.
ESTBATAGEMA.S 01B0UNSTA.NCIALES 331
Sigúese también inevitablemente, que no existiendo sino
una masonería única iluminada con unidad de principios y
acción, á ella por entero, y no á ninguna gran secta faccio-
sa ó cismática que no existía, deben atribuirse y cargarse
en rigurosa cuenta todos aquellos excesos y maldades acu-
mulados en el documento contra la facción sistemática. El
haber envenenado y extraviado á la humanidad por mu-
chas generaciones, la fermentación producida en los pue-
blos, el sarcasmo y desdén empleados contra la religión
misma y sus ministros, aquella libertad desenfrenada y
licenciosa, la invención de aquellos derechos del hombre,
la rebelión contra los supuestos derechos de los principes,
aquel plan meditado de romper todos los lazos sociales y
destruir el orden por completo, con todo el aluvión de ma-
les é iniquidades de que no reza palabra el manifiesto.
Sigúese la confesión y acusación más pública, solemne,
irrevocable y estrepitosa de la masonería única iluminada
contra sí misma, hecha por propia boca del Duque de los
diamantes á la faz del mundo, á tambor batiente y á cam-
pana herida, en nombre y representación autorizada y os-
tentosa de toda la secta maldecida.
Sigúese por fin que lo del cisma y discordia que desga-
rraba la orden y lo de su abolición espantable no fué más
que patraña, farsa y superchería desvergonzada; que el
tremendo fallo de disolución fulminado por el duque de
Brunswick con tan aparatosa indignación se reduce á una
clásica estratagema de las que son familiares á la secta.
Para dar tinte de verosimilitud á la indigna comedia,
alegaría tal vez algún masón instruido la división de los dos
partidos atestiguada por Haugwitz en su memoria leida al
congreso de Verona. Pero fuera de que la diferencia no
versaba sino sobre puntos accesorios del ritual, caminando
de perfecto acuerdo los dos partidos á la dominación del
inundo, según palabra del mismo conde masón; aquella
misma aparente discordia era valor entendido y nuevo ar-
did sectario, excogitado para despistar acerca del fin supre-
mo de la orden á los necios, y sobre todo á los príncipes, y
con esto servirse á mansalva de la autoridad de éstos en
ruina de ellos mismos.
332 CAPÍTULO XIII

Más tarde en 1 7 9 8 , Weishaupt había de repetir una j u -


gada semejante, publicando por medio de su confidente
Bsetliger en el Monthly Magazine de Londres, que la or-
den había dejado de funcionar desde 1 7 9 0 . Con este noti-
ción y las intrigas de los adeptos de alto copete, que por
beneficio de la famosa Comisión Moral algunos capítulos
atrás mencionada, dominaban en la dieta de Ratisbona, se
pudo evitar la supresión de todas las sociedades secretas
sin distinción con que en dicha asamblea germánica las ame-
nazaba Francisco 2 . ° de Austria,

3. Masonería jesuítica.—Parece cuento ó feliz ocurren-


cia de guasón: con todo la estratagema es histórica y su
efecto fué maravilloso. Distínguense en el proceso de la fá-
bula dos períodos, el alemán y el francés.
Período alemán.—Filón (Knigge) en un escrito que pu-
blicó en 1 7 8 1 con el nombre de Aloisio Mayer, ya había
apuntado algo de esta invención al patriarca Weishaupt;
volvió á la carga en la circular, que de orden de Espartaco
dirigió á las logias masónicas, y luego insistió de nuevo en
sus Adiciones á la historia de la francmasonería. Los
iniciados germanos trabajaron empeñosamente en divulgar
y acreditar la conseja, como lo lograron, y por fin Bode,
otro iluminado de gran pro, coleccionó cuanto se había di-
cho y cuanto le plugo zurcir sobre el particular, y se lo envió
al h . \ Bonneville, que se hallaba en París. Con general e s -
panto y consternación resonó por todo el campo masónico la
voz fatídica de que, después de extinguida la Compañía de
Jesús, sus dispersos alumnos habían conquistado y maneja-
ban despóticos el imperio de la hermandad, para terror de
príncipes y naciones ¡ay! ¡ay! La resultante de esta patra-
ña ó pajarotada era: que los verdaderos misterios de la
francmasonería no habían de buscarse entre los iniciados de
la rosa-cruz, ni entre los Caballeros escoceses, ni menos en
la masonería inglesa, ni en la estrecha observancia, sino
única y exclusivamente en las logias eclécticas, dirigidas
bajo cuerda por los iluminados. Aquello fué correr de los
masones de todas castas en tropel y precipitarse en dichas
eclécticas hasta reventar éstas. Así cumplió Weishaupt la
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCÍALES 333
promesa amenazadora de conquistar álos de la estrecha ob-
servancia y de la rosa-cruz, 6 bien aniquilarlos. Es relato
fidedigno como el que más de nuestro catedrático de prima
el P. Barruel, al t. 4.° de sus Memorias, á donde puede
acudir quien desee pasar un buen rato sobre el mismo asun-
to, á expensas de los hermanos de la hoja, maquiavélicos
unos como un demonio, estúpidos los más hasta lo invero-
símil.
Período francés.—Expónelo con brevedad y lucidez el
P. Desehamps.
Acordada y bien planeada con todos sus pormenores la
Revolución, en el congreso universal de París, 1785, pro-
pagadas las logias en el ejército, en la magistratura y par-
lamentos, en todas las provincias, todo estaba ya á punto.
Mas en ellas junto con tanta escoria andaba revuelta gente
honrada é ilusa, que podía hacer abortar ó entorpecer la
conspiración. ¡A expulsarla y hacer el apartado de los ele-
mentos útiles! Tal fué el objeto de la estratagema.
De repente suéltase y cunde como por consigna el rumor
de que los jesuítas han invadido la francmasonería y que
una orden secreta de su hechura se ha infiltrado en los ta-
lleres y en los capítulos de los grados superiores. Uno de
los adeptos más aprovechados publica un libro titulado:
Los jesuítas expulsados de la masonería y su puñal he-
cho trizas por los masones. El autor según Barruel, era
Bonneville, el cual á poco desde el O. , de Londres daba á
-

luz otra obra, en que prometía revelar la organización s e -


creta de los jesuítas, titulándola: La masonería escocesa
comparada con las tres profesiones y el secreto de los
Templarios del siglo XIV.
Mirabeau por su lado, para mejor dar el timo, declara en
su obra de la Monarquía Prusiana, compuesta con la ayu-
da de Mauvillon, que las sociedades secretas son el peligro
más temible del Estado, y que el gobierno no debe tolerar-
las; dedicando un capítulo especial á los iluminados, acerca
de cuyo origen y tendencias engaña al público, y remitiendo
al libro del sabio Bonneville para verlas pruebas de un he-
cho que casi todos los hombres de talento de Alemania
consideran como demostrado, á saber: la invención y di-
334 CAPÍTULO XIII

recelan de la masonería y de sus puñales por los jesuítas.


Estas supuestas revelaciones siembran el pánico en las
logias, y los sátrapas iniciados se dan prisa á excluir de la
orden á los partidarios de la monarquía y la religión: des-
enlace apetecido.

4. Masonería cristiana.— A ésta le tocó el turno en


Alemania.
Ya lo advertimos, los excesos mismos de la revolución
habían provocado una reacción saludable en los ánimos, y no
pudiendo la secta detener la corriente general, se propuso
encauzarla y torcerla de un modo favorable á sus fines, im-
pidiendo la restauración del antiguo orden social cristiano
con máscara de un falso cristianismo, mucho más detesta-
ble, nocivo y destructor que la impiedad descarada; y hete
aquí]a masonería cristiana. Intímase ordena las logias,
que antes no se ocupaban en otra cosa, de dar treguas á sus
ataques contra la religión: inténtase crear cierta unión re-
ligiosa de Alemania sobre la base humanitaria, presentan-
do la filosofía, la filología y la ciencia de la naturaleza como
la trinidad en que se asiente la Iglesia alemana del porve-
nir: en las cátedras universitarias y en los libros se inculca
la moral del cristianismo, al paso que sus dogmas son re-
bajados á la condición de símbolos; con lo cual en el patrio-
tismo germano se hermanaban monstruosamente la incredu-
lidad y la fe. Director, si no también autor, de este extraño
pietismo, que conforme al espíritu de los iluminados de
Saint-Martin de oponer la religiosidad á la religión, tan per-
fectamente encaja con el plan masónico de arruinar la ver-
dadera Iglesia, ese director, digo, es Fessler, el fraile bi-
gardo, quien después de haber introducido honoríficamente
la masonería y la corrupción en la corte de María Teresa é
inspirado al francmasón José 2.° todas sus medidas de po-
lítica anticatólica; obligado luego á salir de Austria á la
muerte del emperador, pasó á Prusia donde renegó abierta-
mente de la fe católica y se dedicó al empeño, según E e -
kert, de dar forma exterior al fin y medios de la secta y or-
ganizó el sistema de la Masonería cristiana.
Así como de ésta el patriarca fué Fessler, así el órgano
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCIALES 335
é instrumento fué el Tugendlund (asociación de la vir-
tud ) , el cual salido del corazón de la secta y por ella movi-
do en secreto, bajo las apariencias puramente científicas y
morales de la masonería cristiana, se proponía tres objetos:
regenerar á Alemania con los principios de la libertad,
igualdad y fraternidad de las logias; destruir en unión de
las demás sociedades secretas las nacionalidades particula-
res para substituir éstas con una Alemania grande y una,
que á su vez se transformase en una sola democracia ó repú-
blica germana; lo cual siempre fué desde los primeros tiem-
pos de Weishaupt y continúa siendo hoy sueño dorado de
los iluminados; cumplir en fin el acuerdo sectario de aniquilar
las fuerzas y el despotismo de Napoleón 1.° con un ardoroso
llamamiento al patriotismo alemán, congraciándose de paso
con el rey de Prusia. Este carácter patriótico en especial
hizo sumamente popular la asociación, sirvió para solapar
las más hondas conspiraciones y le granjeó el favor y vali-
miento de Guillermo 3.°, ciego para no ver que latet an-
gnis in hería. Para estos fines íntimamente ligados entre
sí la masonería cristiana era capa encubridora, auxiliar y
fuerte brazo.
La obra del apóstata Fessler no pudo venir en circuns-
tancias más favorables para conseguir el fruto deseado;
cuando Guillermo de Prusia andaba envuelto y desvaido
con las prestidigitaeiones ó espiritismos de los adeptos, y
Alejandro de Rusia padecía la obsesión ó demencia del mis-
ticismo protestante y pietista, víctimas ambos y embauca-
dos por el iluminismo de Saint-Martin, que á la sazón pri-
vaba en una y otra corte. Alejandro fué el inspirador y aun
el redactor por aquellos días de aquella estupenda conven-
ción de la Santa Alianza, que como decía riendo el conde
de Maistre, no podía ser santa, porque invocando al Padre
y al Hijo, con notorio desaire pasaba en silencio al Espíritu
santificador ¿cómo le había de nombrar un ruso cismático?
en la cual los emperadores de Rusia y Austria y el rey de
Prusia se daban al mundo como cabezas de tres grandes fa-
milias cristianas, que no formaran más que una sola, con-
forme á la concepción humanitaria de la masonería cris-
tiana.
336 CAPÍTULO x t i r

Nota muy importante es en todo este laberinto de misti-


ficaciones, enredos é hipocresías la parte activísima y prin-
cipal que tomaron, en unión del ministro real Stein y del
consejero de Berlín Gruner, los profesores Fichte, Fries y
Jahn; para que se vea como los filósofos alemanes estaban
entregados en cuerpo y alma á la masonería, y se perciba
la razón del íntimo enlace de sus doctrinas con las teorías
fundamentales de la hermandad: ejemplares de lo mismo
son Lessing, Seydel, Eant y el francés Cousin.

5. Cambio de sucesión al trono.—Esto no es ya una es-


tratagema, sino una maraña de falsías.
Destruido en España el gobierno revolucionario llamado
de los Niños de Ecija (nombre de una famosa partida de
bandoleros) y repuesto Fernando 7.° en el ejercicio del po-
der, se dieron los masones á preparar otro golpe, sentando
su cuartel general de operaciones en Londres. Mientras con
los periódicos y demás hojas extranjeras, particularmente
francesas é inglesas, divulgaban mil acusaciones contra el
gobierno español, el Gran Oriente enviaba á los suyos, en-
tre otras, esta instrucción:
«Con más ahinco que nunca se trabajará en dividir las
familias de los déspotas en la presente crisis. Las logias de
la península extenderán por toda ella, que los realistas des-
contentos están conspirando para proclamar á Carlos 5.°
de España, para destronar á Fernando 7.°; que van confor-
mes los deseos de sus hermanos con esta conspiración, y
que no tienen otro objeto las frecuentes visitas de tantos
realistas en los cuartos de los infantes.»
Las logias hieieron circular por todas partes manifiestos
que daban como procedentes de juntas realistas, y en que
se encarecía la necesidad de entronizar á D. Carlos; mani-
fiestos en realidad forjados é impresos en Londres. Con lo
cual y los celos que Fernando 7.° había concebido de su
hermano por el carácter independiente de éste y el amor
que le profesaban los españoles, empezó á mirarle con des-
confianza; bien que ese amor del pueblo estuviese justifica-
do, porque con la esterilidad del matrimonio real el here-
dero presunto de la corona era D. Carlos. Este indignado
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCIALES 337
por los rumores atentatorios á su lealtad, promovió una
averiguación judicial, y ni rastro de complot resultó de las
deposiciones de más de mil testigos.
Luego, en 1 8 2 7 , los masones provocaron un alzamiento
en Cataluña y se hicieron espías del general enviado para
reprimirlo, á fin de suscitar sospechas y divisiones con este
juego doble entre los realistas: más les falló también esta
maniobra, pues se vio que casi todos los prisioneros eran
masones y se les encontró un plan de las sociedades secre-
tas forjado en Londres por Mina sobre planteamiento de
gobierno constitucional en caso de salir vencedores.
Otra tentativa. Resentido Luis Felipe con Fernando 7 . ° ,
por no haber querido reconocerle, gran masón él por con-
tera, se venga consintiendo que dentro de territorio francés
prepare una expedición Mina, el cual se las promete felices
con la numerosa tropa de oficiales españoles y estudiantes
universitarios, juramentados en la cofradía unos y otros:
ya los periódicos ingleses daban por hecho que iban á caer
sobre Madrid. Apenas transpusieron el Pirineo, los acorra-
laron los realistas y les hicieron repasar las crestas rosello-
nesas más que á escape.
Y va la vencida, gracias á la entrada en escena de dos
mujeres napolitanas. Fallecida en 1 8 2 9 la virtuosa Amalia,
tercera esposa de Fernando 7 . ° , aconseja á éste Luisa Car-
lota, casada con el Infante Francisco de Paula y estrecha-
mente ligada con la francmasonería, que contraiga nupcias
con María Cristina, princesa de Ñapóles, hermana de la
misma Carlota y de maldecida memoria para España. ¡Qué
gozo y qué triunfo de los mandileros! si se tiene en cuenta
que muchos miembros de la familia real de Ñapóles estaban
afiliados en las logias.
A fuerza de tramas é intrigas apoyadas por la reina Cris-
tina, logró Carlota sacar al aciago Fernando la pragmática
real de 1830, que abolía la ley sálica y en consecuencia tras-
pasaba la corona de manos de D. Carlos á las de la Infanta
Isabel, nacida al rey apenas hacía un año. Persuadido el
malaventurado rey por las razones de Calomarde, compren-
dió la injusticia que cometía contra su hermano y el crimen
contra su pueblo, y en el lecho de muerte hizo un codicilo
338 CAPÍTULO XIII

en 1 8 3 2 que revocaba su pragmática de 1 8 3 0 ; mas sabedo-


ra de este acto la nefasta Carlota, sin pérdida de tiempo
fué á arrancar al aterrorizado moribundo con súplicas y
amenazas la retractación del eodieilo.
Apresúranse las logias á cambiar el ministerio, á abrir las
universidades cerradas por culpa de la propaganda liberal
ó sectaria que en ellas se hacía, á repatriar con un decreto
de amnistía la mayor parte de los revolucionarios; otórgase
la regencia del reino á Cristina, distribúyense entre maso-
nes los destinos del gobierno, quiérese obligar á D. Car_-
los al reconocimiento de la niña Isabel como heredera del
trono.
Así se afirma en España la era constitucional, el reinado
de la masonería y la ruina de la patria.

A propósito de toda esta sarta de maquinaciones es in-


teresante por demás un imborrable capítulo perteneciente á
la historia de San Carlos de la Rápita:
En aquella conspiración, además de Prim, Dulce y otros
generales estaban comprometidos los mismos reyes de en-
tonces, abuelos de Alfonso 13.°, D . Isabel y D. Francisco
a

de Asís, quienes quisieron de este modo descargar de un


gran peso su conciencia.—La conversión del heroico gene-
ral Ortega al carlismo se debió á las insistentes excitacio-
nes de la famosa infanta Carlota, quien en los últimos años
de su vida sintió atroces remordimientos del daño que había
causado á España. Comentarios.
Machacaba en hierro frío el esclarecido Balmes con su
elocuentísimo, patriótico é irresistible Pensamiento de la
nación, descubriendo su falta de noticias masónicas, lo
mismo que el ilustre Donoso Cortés en sus cartas polí-
ticas.

6. Manojo de estratagemas.—Lo recogemos de la ins-


trucción enviada á los W . \ HH.'. de las logias de la Alta
Italia por el G . \ 0 . \ italiano, 1 8 8 9 , el cual la dirige á la
francmasonería universal en su guerra á la Iglesia. En el
primer párrafo después de haber declarado que el Gran
Oriente se esfuerza cada vez más por agrupar bajo su di-
ESTRATAGEMAS OIRCÜNSTANOIALES 339

rección las fuerzas italianas y por «reunirías para el triunfo


del humanitarismo contra todas las derivaciones supramun-
danas producidas por los instintos malvados de la teocracia
de las religiones sobrenaturales, y de la más tenaz de ellas,
la Religión católica,» la circular elogia los triunfos alcan-
zados; en particular la supresión de las órdenes religió •
sas, la desamortización de los bienes eclesiásticos y la
destrucción del poder temporal. Siguen luego, entre otras
instrucciones, estos mónita secreta.
«Sobre todo se ha de inculcar á los pueblos la idea de
que la masonería no se propone ningún fin político, sino
únicamente el bienestar y la paz, la libertad y redención
del cautiverio de los espíritus, agravado por los dogmas y
preceptos religiosos.
«Se ha de mostrar á todo el mundo que la masonería no
combate á los católicos, sino á los clericales, que son los
corruptores del Catolicismo, que lo deshonran al mezclar
con él las manifestaciones de plaza y contiendas políticas.
«Pruébese que la religión es más libre y florece mejor en
las naciones, en las cuales, como en los Estados Unidos, es
completa la separación entre la Iglesia y el Estado, y cuán-
to conviene que en adelante los Estados no se comprometan
en concordatos con la Iglesia.
«La instrucción y educación de las escuelas deben ser el
afán cotidiano de los H H . \ MM.\.
«Debe procurarse que no se den títulos, salvo casos ex-
cepcionales, á personas católicas ó sospechosas de católicas:
las escuelas municipales, asilos, gimnasios, liceos y escue-
las técnicas, según las circunstancias, han de ser indiferen-
tes ó contrarias al Catolicismo, enseñando en ellas teorías
y costumbres naturalistas y libres, ajenas á toda preocu-
pación religiosa: las escuelas superiores deben estar en po-
der de los H H . \ ó sus afines.
«Para apoderarse de las escuelas municipales, persuadan
que los municipios no tienen suficiente educación y libertad,
y que están dominados por pasioncillas de lugar.
«Ganen á los maestros prometiéndoles mayor retribución
del Estado, y á los maestros y maestras afectas á las ran-
cias ideas religiosas hacerlos impopulares y obligarlos á
abandonar su oficio ó carrera.
340 CAPÍTULO XIII

«Ponderar la excelencia de la ilustración y educación hu-


manitaria y exagerar todo lo que pueda deshonrar al clero
docente y á los maestros que participan de sus ideas.
«Mientras el gobierno llega á estar en condiciones de
destruir oficialmente al clero por medio de leyes y obligarle
á la inacción, impidiendo su influencia sobre el pueblo, es
necesario continuar presentando al clero como un mistifica-
dor que predica virtudes en que no cree, que carece de ins-
trucción y vive de la ignorancia pública.
«Al mismo tiempo es necesario dejar al clero en la per-
suasión de que los poderes públicos serán sus amigos y pro-
tectores de la Iglesia, cuando cesen en su oposición y rin-
dan armas.
«Persuádase al clero, que el gobierno desea enriquecerlo
y emanciparlo de los Obispos y del Papa, y empléense todos
los medios posibles para favorecer la opinión de que el pue-
blo tiene derecho á la administración de las parroquias y á
la elección de los párrocos, y que los Obispos y el Papa han
destruido tiránicamente este derecho; y así se prepara el
camino á la secularización de la Religión, á hacer impo-
tente la jerarquía eclesiástica y á una legislación civil in-
dependiente de la Iglesia.
«Recomendamos á los V V . \ H H . \ que tengan siempre á
la vista las disposiciones masónicas sobre cremación de ca-
dáveres, matrimonio y funerales civiles: no permitan, en
cuanto sea posible, el bautismo de los niños; desacrediten
todo lo que tenga carácter religioso, y sobre todo la prensa
católica: socorran solamente á los que en espíritu pertenez-
can á la masonería ó dan esperanza de ello.
«Para propagar entre el pueblo las ideas dichas, ayuden
á los periódicos, las asociaciones, las sociedades obreras de
socorros mutuos, las cooperativas, las conferencias, los cen-
tros y los corresponsales masónicos en las aldeas y comar-
cas donde existan logias masónicas.»
Esos mónita (avisos) secreta juntan con la maldad la as -
tucia y la hipocresía.
Todas estas espigas hemos recogido en una sola circular
del areópago ó del Papa masónico, que ya forman gavilla,
ya pasan á gavillero ó montón. ¿Qué será en tantas otras?
ESTRATAGEMAS CIRCUNSTANCIALES 341
Esta es de ayer ¿qué será eu las de dos siglos á esta parte,
por ejemplo? Sin miedo de errar puede asegurarse, que t o -
da la fecundísima astucia y ánimo perversísimo del demonio
se ha traspasado al corazón de la masonería, y no es hacer-
le favor.

Basta de estratagemas, que son infinitas; basta de tácti-


cas que no hemos agotado. No dudamos que su descripción
habrá confirmado, esclarecido y redondeado el justo concep-
to que de la negra y detestable Sinagoga de Satanás ten-
drían ya formado nuestros lectores. ítem más estamos s e -
guros y aun nos gloriamos, no siendo nada vituperable la
satisfacción de la buena obra emprendida y llevada á cabo
con la más sana y recta intención, de haber hecho, con todo
lo expuesto desde el principio de nuestro imperfecto tratado
hasta este punto, la fiel, distinta y viva pintura de la her-
mandad, que no pueda desfigurarse ni confundirse con nin-
guna otra: nos lisonjeamos de haberla presentado igual á sí
misma y en un todo conforme á su naturaleza propia, con
sus caracteres y atributos reales y privativos, bien desen-
trañados su fin supremo, su fin mediato general, sus fines
intermedios y secundarios; puestos de realce sus medios ge-
nerales y particulares y sus reglas de acción: nos parece
por último, si algo vale el análisis detenido y concienzudo
del objeto de nuestro estudio; si en algo se estiman la evi-
dencia, multitud y variedad de invencibles argumentos, sa-
cados de las entrañas de la cosa misma; si algo montan la
autoridad veneranda de los Pontífices Sumos de la Iglesia,
los fallos condenatorios de los príncipes seculares, sean ca-
tólicos, protestantes ó infieles, y los juicios de eminentes
estadistas y políticos del siglo pasado, pertenecientes á di-
versas escuelas; si merecen alguna cuenta las paladinas
confesiones, testimonios, libros y documentos oficiales, doc-
trinas, programas, juramentos, prácticas, actos públicos y
solemnes y la historia bien comprobada de la secta, la di-
rección ó eficaz intervención de ésta patentizada en todos ó
casi todos los acontecimientos más importantes de la época
moderna, concernientes á la vida, constitución, gobierno y
revoluciones de los pueblos; creemos, si las mil voces de la
MASONERÍA. T. II.—83
342 CAPÍTULO XIII

verdad, si tal cúmulo de datos y demostraciones, si el e s -


pectáculo presente y los resultados visibles y tangibles de
la dominación ó influencia masónica en el mundo algo pesan
y en algo por fuerza deben apreciarse, nos persuadimos, sin
hacer alarde de superior perspicacia ó valentía de ingenio,
de haber logrado en la medida de nuestra pequenez el fruto
de nuestros desvelos y el cumplimiento leal de nuestro pro-
pósito; de haber llegado al término de nuestro prolijo alega-
to, de haber en fin asentado en el ánimo de nuestros lecto-
res serenos é imparciales, quier amigos, quier enemigos, la
convicción clara y profunda de que la masonería es verda-
dera sociedad real, viva, organizada, activísima, una, uni-
versal y cosmopolita, perpetua de suyo, trascendente, ma-
léfica, satánica, antisocial, anticristiana y antirreligiosa por
esencia, por voto ó juramento y por sus obras. Quien esto
no ve á pesar de la rudeza é imperfección de nuestro traba-
jo ó de la impericia de su autor, es que nació ciego de en-
tendimiento; ó si tiene vista, bien puede sacarse los ojos,
porque no le sirven para ver la luz del sol á mediodía.
ORGANISMO MASÓNICO 343

CAPÍTULO XIV

Organismo masónico.—Grados simbólicos.—Patriarca, orden


interior, firmamento.—Ordenes y grados.—Riqueza de la secta.
—Comedia de los grados inferiores contra los superiores.—Ri-
tos.—Potencias y sus reglas.—Gobierno interior.

o nos hemos quedado cortos en la precedente


discusión, si bien expeditarla en cuatro palo-
tadas no lo sufría la importancia del asunto, y
de ello debemos de habernos convencido.
Ahora sí, aplanado ya el terreno, se nos da
puerta franca para entrarnos desembarazadamente por los
montes y breñales de la masonería, á fin de hacernos campo
libre, cazarla en sus gazaperas, sorprender sus ardides, se-
guir su alcance, jugar contra ella nuestras máquinas de
guerra, que son la variedad de nuestras probanzas, volver
contra ella sus propias armas, que es cosa muy divertida,
hasta hacerla besar el polvo y confesar su vencimiento,
con gran confusión y mengua suya, para espanto y lección
provechosa de todos los vivientes; y lo iremos haciendo y
viendo por sus pasos contados.
Es una sociedad humana, con todo y la tiznada oreja que
en ella á cada triquitraque desde tras cortina asoma aquel
primer tizón del infierno. Gomo sociedad de tal género, es
visible mal que le pese, mas que ande trasconejada por las
revueltas de sus minas sigilosas, como tan amiga del tra-
bajo de zapa: es visible en la casi totalidad de sus innume-
rables afiliados; lo es también en su organismo y en las ma-
nifestaciones de su actividad; lo es igualmente en las for-
344 OAPÍT0L0 XIV

midables masas de sus tropas auxiliares. Patentes otrosí


están á la luz meridiana y hasta entregados á la ciencia
vulgar hoy en día, abstrusos misterios que por largas eda-
des yacieron escondidos á la vista de las gentes; y hoy día
de la fecha casi exclusivamente quedan sepultados en la
más densa obscuridad del secreto los consejos y acuerdos
superiores y más trascendentales de la orden nefasta. Les
llegará su turno de publicidad á estos misterios, así como
uno por uno se ha ido rasgando y arrancando velos. Mas
por el pronto nos contentaremos con beneficiar en pro de
nuestros candidos lectores el tesoro de aquella primera no-
toriedad relativa á la organización de la masonería, gratifi-
cándolos con la noticia más amplia y más indispensable de
la estructura y conformación de ésta, yaque pudimos intro-
ducirnos con pie firme en sus interioridades y darla á co-
nocer por todos lados al derecho y al revés según el trillado
modo de decir. No de otra suerte quien se propone formar-
se idea cabal, exacta y detallada de una grandiosa fábrica,
antes de sentar la planta en su interior, primero desde los
puntos de vista más ventajosos se para á contemplar la im-
ponente mole, la mide, la rodea, considera su orientación y
situación topográfica, estudia la proporción de sus partes,
se fija en el arte del ingenioso constructor acomodada al
destino de la obra; y con esta previa diligencia ya dispues-
to, arde en deseos y no ve la hora de inspeccionar por den-
tro el vasto edificio, para apagar plenamente su curiosidad
y completar su estudio. Con una ventaja notabilísima, si
trasladamos la comparación al caso de una fábrica moral y
animada, precisamente el nuestro, de que el observador,
mejor que en la construcción material, barrunta desde afue-
ra gran parte de lo interno de la obra y luego más fácil-
mente acábala y perfecciona su concepto á entera satisfac-
ción.
Mas vamos poniendo en efecto nuestro plan, y Cristo con
nosotros y contra ellos.

Toda la organización de la masonería, semejante á la de


los antiguos gnósticos y maniqueos, consiste, descansa y
gira al rededor de dos quicios nada más, y son los tres gra-
ORGANISMO MASÓNICO 345
dos dichos simbólicos y la autoridad suprema que preside,
ordena, manda é imprime todo el movimiento. No hay más
acá ni más allá; esto es lo esencial, esto lo indispensable,
esto en rigor lo suficiente, para que funcione la horrible
máquina: así contestes y unánimes sin la más mínima dis-
crepancia nos informan los de la casa y los de fuera: y ven-
gamos á lo primero de los tres grados iniciales.
Con toda viveza expresa su sentir Onclair en estas fra-
ses: «Los diferentes ritos son frutos de una misma semilla,
troncos de una misma raiz, ramas vivificadas por una mis-
ma savia... en germen los tres grados simbólicos encierran
toda la fuerza y vitalidad masónica: una sola y misma na-
turaleza, diversas formas extrínsecas.» Ni puede ser más
terminante el h . \ Malapert, uno de los escritores contem-
poráneos de la gavilla, al decir de Jannet, más expectables,
el cual discurseando en una logia por él presidida á fuer de
orador del Supremo Consejo del rito escocés antiguo y
aceptado, rotundamente aseveraba: «Más arriba de la
maestría, magisterio, magistral, magistralía, (reservamos el
maestrazgo para la dignidad de Gran Maestre) ó como se
quiera llamarla, no resta absolutamente nada que apren-
der... la grande obra se condensa, recopila y reconcentra
por entero en el aprendizaje (grado del aprendiz), oficia-
lía (grado del compañero ú oficial) y maestría (grado del
maestro).» (Cliaine d Union, 1874). A no tardar cargare-
l

mos en cuenta al sátrapa del orador y le refregaremos cier-


tas especies falaces y embusteras contenidas en el pasaje
íntegro. Ni enumera otros grados substanciales la memora-
ble constitución de Colonia, cuya autenticidad pusimos en
salvo en nuestros Orígenes de la masonería.
Lo que á una voz enseñan y proclaman tirios y troyanos,
mónteseos y capuletos, es de fácil justificación por medio
del atento examen y cotejo de los tres grados fundamenta-
les con los superiores, que ciertamente no pasaremos por
alto. Contentémonos por ahora con una alegación de nues-
tro respetable doctor el P. Barruel. El cual habiendo asis-
tido en calidad de maestro graduado á la recepción de un
aprendiz, comentaba el caso en esta forma:
«Pronunciado el juramento, el Venerable dirige al neófi-
346 CAPÍTULO XIV

to estas palabras que he retenido muy bien, pues es de ima-


ginar la impaciencia con que yo las esperaba: «Querido her-
mano, el secreto de la francmasonería se cifra en estas pa-
labras: igualdad y libertad; todos los hombres son igv,ales
y Mires; todos los hombres son hermanos.» El Venerable
no añadió una palabra más. Abrazamos al hermano igual
y libre, y con toda alegría se fueron al banquete masónico.»
—Y agrega que estuvo á pique de soltar la carcajada, y
candorosamente, sigue narrando, á quema ropa les espetó
esta á sus padrinos introductores: «Si en esto consiste
vuestro gran secreto, ya me lo sabía de muy atrás.»
Pero, y aquí está lo mejor del chiste, el mismo Barruel
cayó de su burro más tarde y paladinamente hubo de con-
fesar que de hecho en aquellas palabrejas manoseadas se
encerraba todo el meollo; sino que era menester desentra-
ñarlo con instrucciones sucesivas para la gran mayoría á
causa de sus cortas entendederas: raros son los que al vue-
lo cazan el sentido recóndito, y de aquí, con grados ó sin
ellos, la gran distinción entre iniciados y perpetuos bisónos
ó pipiólos. Porque en realidad para un entendimiento des-
pierto y agudo, nada aprende de nuevo el Caballero Rosa-
Cruz, nada alcanza de más, después de haber trepado por
la escalera de las treinta zancas, el Caballero Kadosch que
no se le haya clareado asaz en los símbolos, ceremonias y
razonamientos de los tres primeros grados: refresqúese si
no la memoria y ahóndese en el significado de la famosa
bandera tricolor—libertad, igualdad, fraternidad—según
que más arriba lo desciframos.
Con razón á este propósito, el doctor canónico y entroni-
zado, doctor eximio, doctor máximo y úaico, llora amarga-
mente ¡ay, ay, ay me! la supina ignorancia de los suyos,
hasta de lo más granado, con estas sentidas endechas:
«La masonería que es Luz opuesta á las tinieblas de la
ignorancia para atajar sus funestos estragos, si hubiese
sido más estudiada, habría siempre sin interrupción ni cor-
tapisas proporcionado á sus hijos el goce de los beneficios
que derrama. Mas la inepcia de sus cabezas principales ha
ocasionado las tribulaciones que todavía la agobian... Esos
masones casi profanos por ignorar ignoran su propio alfa-
ORGANISMO MASÓNICO 347
beto...» (Alfabeto masónico que sigue al Ritual del com-
pañero).
Siendo así ¿cómo han de penetrar ni comprender la sig-
nificación de los grados, siquiera sean rudimentarios, de
más ardua inteligencia que el caló de su alfabeto?
Conque demos por asentado que la masonería estriba
como en su base cimental en los tres primeros grados suso-
dichos, denominados simbólicos por la multitud de emble-
mas ó figuras con que visten y disfrazan los verdaderos
principios de la secta, ó masonería azul, dicha así probable-
mente por el color de la decoración que orna sus logias;
grados comunes y presupuestos en todos los ritos, tan esen-
ciales se los estima. La logia se nombra también taller por
consecuencia de la alegoría (aprendiz, compañero ú oficial
y maestro), y se constituye por la junta legal y autorizada
de cinco maestros, según Jannet, de siete maestros al me-
nos según otros, conforme á los Reglamentos franceses y en
consonancia con los Estatutos de Colonia, que exigen la
presencia de siete maestros encabezados por un maestro
elegido para la iniciación de candidatos. El iniciado provis-
to del correspondiente diploma ó letras patentes, encuentra
puerta franca en todas las logias del mundo de igual ó infe-
rior categoría á la suya, y ya puede criar alas de ambición
y optar á aumentos de salario, ó sea, á nuevos ascensos y
promociones, hasta tocar á la cúspide del honor y el pode-
río, si se siente con bríos para ello; á no ser que le paren
los pies, ó sin él percatarse le corten la carrera, destinán-
dole á perpetuidad por inhábil á cierta clase de tropa, que
cargados de oropeles de títulos sine re se imaginan á seme-
janza de D. Quijote en su Clavileño volar por las altanerías
de los cielos, mientras se quedan pegados en el suelo vil de
los que desembolsan y nunca avanzan, garbosos y enga-
ñados.
Tal es la logia inferior, ó sea, el vientre pestilencial de
todas las masonerías, al infinito multiplicada, como los hon-
gos en tierra húmeda, como los microbios en su medio pro-
pio, con la fecundidad de los conejos australianos y larga-
mente extendida por las cinco partes de este planeta sub-
lunar.
348 CAPÍTULO XIV

Mas este cuerpo inmenso demanda y reclama, al igual, y


aun más, de cualquiera otra sociedad, una autoridad, rector
ó cabeza so pena de muerte. La tiene, la reconoce, la acata
y ciegamente la obedece á sabiendas ó por embaucamiento.
Esta autoridad es visible é invisible á la vez; visible en los
órganos intermedios y subalternos que de más cerca ó de
más lejos comunican dirección y órdenes á la logia embrio-
nal de los tres primeros grados; totalmente invisible en el
motor y rector soberano, que jinete sobre el lomo de toda
la orden visible, con el freno de una pujanza irresistible é
incontrastable la gobierna y revuelve á todos lados, la lle-
va á paso sostenido, la pone al trote, la hace brincar valla-
dos y malezas, la lanza al galope, la tiende á la carrera fu-
riosa y desbocada, atropellando cual torbellino cuanto se le
atraviesa, mientras él sereno é impasible permanece envuel-
to en la nube del misterio más impenetrable. ¿Existe de
cierto este sumo imperante ó potestad supereminente? La
controvierten, la niegan con descaro, la arrebujan, la e s -
conden y recatan tras cien velos los más encopetados pro-
hombres, y en nada con tanto ahinco y artería hacen la di-
simulada; éste es el secreto de los secretos junto con el de
los planes más hondos, y nos da el grito León XIII en su
Eumanum genus. Así traidoramente muerde la víbora, y
la cabeza es lo que ante todo salva.
¿Qué juzgar de Dom Benoit, que llama á duda ese gobier-
no invisible y en la historia masónica sólo por temporadas
lo avizora ó columbra? Allá se las avenga el ínclito publicis-
ta para explicar lafortísima cohesión, la maravillosa unidad
y concordancia de acción de todos los organismos sectarios
coadunados y empeñados en una común, universal y nunca in-
terrumpida obra. Por lo demás de ordinario pasa en auto-
ridad de cosa juzgada la aseveración, un tanto jactanciosa,
del judío d'Israeli al decir: «El mundo es gobernado por per-
sonajes muy distintos de los que se figuran quienes no saben
meter el cuezo entre bastidores.» Ni vale menos la adverten-
cia de cierto dignatario (Misley) de la más alta jerarquía, al
declarar: «Conozco algo el mundo, y me consta que en los pre-
parativos de un grande y próximo provenir la baraja anda
en manos de cuatro ó cinco nada más: muchos otros presumen
ORGANISMO MASÓNICO 349
de manejarla también, pero se llevan chasco.» ¿Cómo puede
restar ni vapor de incertidumbre, si en abono de nuestra
opinión contamos con el brillante é inexpugnable argumento
histórico arriba desenvuelto para convencer la unidad de la
masonería, fortificado con mil confesiones de los mismos
reos? Repítase su lectura, y quien no se rinda ó ande en
ambajes, es capaz de tomar por obscura sombra el más puro
y refulgente rayo del sol.
A bien que según al mismo Dom Benoit se le cae de la
boca, parece que en ciertas épocas la mayor parte de los
institutos masónicos dependieron de una sola superioridad;
parece innegable que en los fines del siglo XVIII Weishaupt
logró someter bajo su mando la mayoría de las sociedades
secretas; parece que en el pasado siglo la Alta Venta tuvo
las riendas en su mano. Lo que á nosotros nos parece es
que la secta perennemente vive en activa y universal con-
juración, que supone una cabeza y un impulsor único; por-
que aquella siempre, conforme á ese fin de universal reno-
vación del mundo, concibe planes universales, y cuando
fracasa uno en todo ó en parte, luego forja otro y con el
mismo ardor inmediatamente se pone á trabajar en la reali-
zación del nuevo, y nunca para ni descansa.
No así por cierto el preclaro Pontífice, cuya acotación de
la Encíclica Humanum gemís le tomamos prestada al mis -
mo Dom Benoit: «Favorécense con mutuo auxilio los adep-
tos ligados todos por nefando pacto y clandestina comunidad
de designios, y unos á otros se encienden para malvados
atrevimientos: por lo cual todos los buenos deben formar
una vastísima coalición de obras y de oraciones.» Palabras
que ó poco dicen ó predican un núcleo central. Y en el prin-
cipio del monumental documento el Papa, poseído de esta
idea, había considerado la masonería «á manera de un cen-
tro, de donde surgen y á donde tornan todas las sectas:»
frase pintoresca, cuya significación es obvia, aplicada á una
sociedad, y ésta una y universal. Como que á la fiel y clarí-
sima memoria de León XIII no se le huye ni obscurece el
último párrafo de la Constitución de Colonia, donde textual-
mente se lee: «Siendo nuestra sociedad regida por un Jefe
único y universal...» y da la razón, dos renglones más aba-
350 CAPÍTULO XIV

jo, de este absolutismo: «Porque, prosigue, nada hay más


indispensable que la perfecta uniformidad entre todos los
que diseminados por la superficie de la tierra semejan miem-
bros dispersos de un solo cuerpo.» Tampoco para su riquí-
sima erudición son libros sellados ó peregrinos las obras de
los valentísimos Eckert y Gyr, en que se registra este pa-
saje: «Siendo la masonería una asociación universal, es go-
bernada por una cabeza única, que se llama Patriarca...
Lo asesoran dos, comisiones, legislativa una y otra ejecuti-
va, cuyos individuos son los únicos que conocen á aquel.» Ni
mucho menos es región inexplorada para su espíritu emi-
nentemente observador la obra magistral del P. Desehamps
refundida y copiosamente adicionada por el esclarecido Clau-
dio Jannet, harto conocida de nuestros lectores.—Les socié-
tés secretes et la société.—Pues bien, allí Claudio Jannet
asienta y demuestra la existencia de una orden interior
oculta y dominadora de las extensas masas sectarias de t o -
dos ritos, grados y países; asienta y demuestra la personifi-
cación de esta orden interior, desde el último cuarto del
siglo XVIII, en la orden del Temple, reputada como resto
ó continuación del antiguo Temple; asienta y demuestra la
cerrada alianza de estos templarios con el Iluminismo ale-
mán para entregar á éste la dirección de todo el movimiento
revolucionario; asienta y demuestra la persistencia del se-
ñorío templario hasta la época de la restauración monár-
quica francesa; asienta y demuestra la traslación sucesiva
de esa indiscutible supremacía al Carbonarismo, á Mazzini,
á otras desconocidas potestades inglesas, alemanas ó rusas.
Todo esto asienta y demuestra con hechos, con documentos,
con revelaciones masónicas. También nosotros podríamos
reproducir datos, acumular testimonios profanos y secta -
rios. Pero basta lo dicho para nuestro objeto.
Mas ea... ¡plaza, plaza! que con sus pergaminos, cordo-
nes, collares, mantos, bandas, medallas, bordados taparra-
bos, y también con sus buidos puñales y demás chirimbolos
del menester, se nos vienen encima las hordas masónicas,
la alquímica, la cabalística, la cruzada, la druídica, la egip-
cia, la ecléctica, la hermética, la hirámica, la estrática, la
misraimita, la memfística, la filosófica, la pitagórica, la salo-
ORGANISMO MA8ÓNIOO 351
mónica, la cristiana, la selvática, la azul con sus grados
simbólicos, la roja con los capitulares, la negra con los filo-
sóficos, la blanca con los administrativos, y Dios solo sabe
cuantas más; sumando por lo muy corto 75 masonerías, y e s
una miseria; 52 ritos, 34 órdenes generales, 26 órdenes an-
dróginas, 6 academias, repartido el todo en 1,400 grados, y
nos parece una friolera. Hágase profundo acatamiento á la
flota de variados ritos, el francés ó moderno, los numerosos
escoceses (el antiguo, el rectificado, el reformado, el de He -
rodom, el de Kilwining, el de York, el de Edimburgo, el
antiguo aceptado, etc.), el de los Elegidos sacerdotes, el de
los filadelfos, el de Zinnendorf ó Juanista, el de Swedenborg,
el de Sehrceder, el sueco, el de los caballeros de la ciudad
santa de Jerusalén, el de los hermanos moravos, el de los
hermanos africanos, el oriental, el martinismo, el iluminis-
mo bávaro, el carbonarismo y demás retahila. Descúbranse
todos con humilde cortesía delante de una caballería como
pocas: Caballeros de Oriente, de Occidente, del Sol, del
Creciente, del Sepulcro, del Elefante, del Dragón patas
arriba, de San Esteban, de Nuestra Señora de Loreto, de
la Preciosa Sangre, de San Miguel, de la Lámpara inextin-
guible, del Cardón, de la Azucena, de los Siete sabios, de
la Mesa redonda, de los Perfumes de los atrios, de Paracel-
so, del Minotauro, de la Lanza de oro, de la Serpiente de
bronce, etc.: delante de los Favoritos de Salomón, de San
Andrés, de Clermont; delante de los Principes de los Levi-
tas, de los Siete planetas, del Tabernáculo, de Jerusalén,
del Eeal Secreto, de María, de Osiris, de los Adeptos, e t -
cétera: delante de los Iluminados Menores, Mayores, del
Zodíaco, de la Palestina, Teósofos, de las siete Espadas,
de Baviera, de Stokolmo, de Aviñón, de Montpellier, etc.;
delante de los Escoceses de Albión, de Copenhague, de Va-
laquia, de Mesina, de Ñapóles, de Alcidonia, del Triángu-
lo, de las tres I. I. L , de la Purificación, de la Pasión, de
la Santa Trinidad, de San Genaro, de San Andrés de Eusia,
del Águila blanca, del Águila negra, del Águila Eoja, del
Trono, del Altar, de la Bóveda sagrada, de Hiram, de los
grandes Aposentos, de los Aposentos chicos, de la Estrella
polar, de los Mártires de la Pasión, etc. Si á grandezas va-
352 CAPÍTULO XIV

mos en la familia igualitaria, fuera de los Sublimes, los


muy Sabios, los muy Perfectos, los Poderosísimos, los So-
beranos, los Soberanos de Soberanos, ríndase homenaje al
Gran Guardián 1.° y 2.°, al Gran Juez 1.° y 2.°, al Gran
Hospitalario, al Gran Porta-estandarte, al Gran Comenda-
dor, al Gran Maestro de Ceremonias, al Gran Patriarca, al
Gran Secretario, al Gran Guarda-sellos, al Gran Introduc-
tor, al Gran Caballero de la elocuencia, al Gran Sacrifica-
dor, al Gran Experto, al Gran Escudero, al Gran Pontífice,
al Gran Tesorero, al Gran Capitán de guardias, al Gran
Inspector, á todas las Grandes Logias, á todos los Grandes
Orientes, á todos los Grandes Consejos, á todos los Grandes
Maestres, y á una caterva más de Grandezas, esto por de
contado sin mínimo detrimento de la más estricta y severa
igualdad tan decantada.
¿Ven Vds. toda esa algarabía y cáfila abigarrada de ma-
sonerías, ritos, grados, títulos nobiliarios, denominaciones
grotescas, ampulosas, raras, exóticas, caprichosas, estram-
bóticas y hasta sacrilegas? Pues no se rían Vds., porque
con esa maraña, tosca y revuelta urdimbre se fabrica la re-
sistente, apretada, durable y fina tela y malla de la orga-
nización masónica. Bastan, cierto, los tres primeros grados;
pero no bastan: bastan en cuanto que en sus ríñones traen
envuelta la esencia de la masonería; pero no bastan ni para
los limitados alcances de la inmensa mayoría, ni mucho me-
nos para el cumplido desenvolvimiento y eficacia de la vir-
tud y acción masónica. Y aquí venimos á solventar la cuen-
ta pendiente con aquel pollastrón de Malapert, orador egre-
gio del Supremo Consejo del rito escocés antiguo y acep •
tado, reproduciendo de cabo á rabo el pasaje aludido:
«Más allá de la maestría nada hay que aprender. Los
grados ulteriores son títulos acordados á hermanos escogi-
dos con ciertas miras. La grande obra se despliega por
completo en el aprendizaje, oficialía y maestría. El Rosa-
Cruz y el Kadoseh no saben palabra más que los maestros,
puesto que me haga cargo de que en determinadas épocas
precise formar grupos particulares, como adecuado medio
de dar vuelo á la práctica de nuestros ideales. Así después
de la maestría hay masones entregados á la más directa
ORGANISMO MASÓNICO 353
realización de nuestras teorías generales. Bajo este concep-
to los grados superiores prestan servicio, aunque bien se
puede sin ellos trabajar provechosamente.»
Resumen de toda esa retorcida y capciosa fraseología:
los grados superiores no hacen maldita la falta; pero sí ha-
cen falta, no más á temporadas: pero en todos tiempos ha-
cen falta; pero no hacen falta para trabajar útilmente.
¡Ah, bellacuelo! ¿á qué carta te quedas, sirven ó no sirven?
como que de ellos se entresaca la gente del bronce y de pelo
en pecho, de aviesa intención y alma atravesada, la cua-
drilla del puñal y agua toffana, y además la plana mayor,
los oráculos y divinidades de la gran familia, los primeros
capataces y adalides de todas las revoluciones.
Hablemos en serio: ninguna sociedad puede pasar sin
una ordenada jerarquía, y ésta debe ser tanto más extensa
y escalonada, cuanto es más vasta la corporación, más des-
parramada, más dilatada la esfera de sus operaciones, más
variadas éstas y desemejantes, bien que á un solo blanco
enderezadas todas. Por lo cual en sus días aquellos pajarra-
cos que elaboraron la Constitución de Colonia, ladinamente
á los grados fundamentales sobreañadieron y sobrepusieron
la categoría de los Maestros elegidos y la clase de los Su -
premos maestros elegidos, que subalternadamente fuesen
los pies y las manos del Gobernador y Patriarca excelso:
instaba la necesidad, así hubo de ser desde un principio,
porque es orden exigido por la naturaleza misma de cual-
quiera asociación en grande. Esta nos parece á nosotros la
causa primaria de haber multiplicado los grados y con oca -
sión de los grados, los ritos. Téngase por válida también la
razón de prudencia de ir paso á paso y cautelosamente des-
cogiendo y desenrollando la idea y los genuinos secretos
masónicos, que si en substancia están recogidos en los tres
primeros grados, pero contados son los capaces de desci-
frarlos al golpe, y tiento es menester para no escamar con
prematuras revelaciones á los novatos á las primeras de
cambio. Otro motivo anota el h . \ Luis Blanc y tiene su
peso, y es la diversidad de elementos y diferencia de con-
diciones, talentos y demás disposiciones de los reclutas. Dos
considerandos más pondera el h . \ Juge: que el cebo de los
354 CAPÍTULO XIV

grados es muy apto resorte de seducción y propaganda con


el atractivo de lo nuevo é inesperado y el interés de la va-
nidad y el orgullo: abre además una veta de plata con el
subido arancel y la explotación del amor propio de los pa-
ganos. Aunque bien mirado todo, vale por muchas la ob-
servación del P. Gautrelet, cuando ha precedido verdade-
ra iniciación: entonces la colación de los grados sirve para
evaluar los merecimientos de cada socio, medir la altura de
sus conocimientos, estimar la profundidad de su iniciación,
ponderar la fuerza de sus compromisos, aquilatar la firmeza
de su voluntad, mostrar la confianza de la secta, atesti-
guar la formación más ó menos completa de los individuos.
No tiene consistencia alguna el parecer de los que toman la
masonería ordinaria y abierta por cobertera de la superior
y reservada, ó reputan la distinción de grados como una
línea de demarcación echada entre una y otra, después de
la publicidad que se ha dado á entrambas y del descaro con
que los interesados campean por esos mundos.
También hay que tirar al cesto de los desperdicios la ca-
lumniosa y artera versión ó especie del perínclito Eagon, el
maestro único, quien imputa mayormente á baja codicia la
invención de los ritos y grados distinguidos. [La codicia!
como si los tripunteados tuviesen necesidad en ninguna
parte del mundo, según las pingües prebendas de que se
arman, de andar lamiendo ó picoteando las migajuelas que
suelta el dispensario de títulos y condecoraciones lujosas,
no digo para sacar la tripa de mal año, mas ni aun para
acumular esos tesoros secretos de las mil y una noches, esos
inagotables bancos de avío, esos inexhaustos depósitos de
capitales, que á lo mejor derrama la hermandad á caja abier-
ta para el mantenimiento de la conspiración perenne en las
cinco partes del mundo, para esos movimientos revolucio-
narios en grande escala, como el general de 1848 én E u -
ropa por ejemplo, con los cuantiosos sueldos de los poderes
masónicos, con los enormes gastos de agentes encopetados,
de comisionados y confidentes subalternos, de muchedum-
bres sobornables, de ligas, asociaciones, propagandas, pren-
sa, armas, viajes, etc., etc.: como si se nos escondiese la
procedencia y manantial perpetuo de esos caudales ineal-
ORGANISMO MASÓNICO 355
enlabies en la comodidad de los hermanos de alto coturno
de hundir las uñas hasta el codo en los públicos erarios con
el ejercicio de los ministerios y cargos más substanciosos
de los gobiernos, con el mangoneo de negocios, contratas y
empresas archimillonarias por ellos iniciadas ó bajo cuerda
dirigidas. ¿Qué son esas miserables hebritas y piltraflllas
de la despensa suntuaria de los grados para los bueyes ce-
bados con que sin cesar se regodea á mansalva la cofradía?
Sino que el matrero del doctor máximo trató de taparnos el
juego y comulgarnos con ruedas de molino; á bien que á pe-
rro viejo no hay tus tus, como al muy marrullero se lo va-
mos á probar incontinenti.
Ea, maestro. •. Eagon ¿qué nos cuentas, y dispensa la fami-
liaridad, de la jocosa comedia, tan bien urdida, hilada y des-
enlazada que nos representas con aquella descomunal bata-
lla de los grados chicos con los gordos? Porque es de saber,
que la secta desde larguísima fecha estaba en pacífica po-
sesión y usufruto de los grados mayores; con ellos se cobi-
jaba y le iba tan ricamente para sus conveniencias; nadie
hablaba ni al parecer sabía pizca de ellos, como si no exis-
tiesen más que en los posibles de la cabeza del diablo, has-
ta que lo añascó y vino á tirar de la manta la amable Pro-
videncia de Dios con aquellos oportunos descubrimientos y
hallazgos de la corte de Baviera, en que atraparon con las
manos en la masa al famoso cabecilla Weishaupt, confiscán-
dole sus manuscritos. En esta fuente les dio la humorada
de ir á beber á algunos mal entretenidos y maleantes pro-
fanos, á nuestro Barruel verbigracia, al buen Robiano y
hasta á un honradote francmasón llamado Robison; y hete
ahí que á no mucho andar se armó en todas las naciones un
escándalo mayúsculo con las publicaciones de los impruden-
tes y atrevidos profanos: ayúdenme á sentir.
Buen cuidado había tenido de sangrarse en salud desde
el siglo XVIII el Gran Oriente, que en solemne delibera-
ción votó esta sentencia:
«Esa multitud de grados cuya forma varía al infinito,
que riñen unos con otros y cuyo objeto huye á cada paso a
la penetración de los más sagaces masones, contradice al
genuino espíritu de nuestra orden.» Data del decreto, 3 de
Octubre de 1777, si no mienten los bellacos.
356 CAPÍTULO XIV

A través de ese fallo condenatorio se trasluce la inocen-


te intención de echar polvo á los ojos, más aún que de los
profanos, de los afiliados, á quienes importaba á toda costa
tener á obscuras acerca de las traslogias ó trastiendas de la
confraternidad, no cayesen de su asno. En contra de la tal
resolución ó acuerdo y para mostrarnos la oreja de la segun-
da intención se nos brindan los Estatutos y Reglamentos
generales de la orden, en '1826, Art. 586, que canta así:
«La serie de grados que componen cada uno de los ritos
admitidos por elGr.\ 0 . \ (francés), está generalmente di-
vidida en clases, y cada clase termina en el principal de sus
grados: éstos no deben ser conferidos, sino con la pompa y
las ceremonias propias de cada ritual. Únicamente los gra-
dos intermedios se pueden dar por comunicación.»
Conque de claro en claro sale al descubierto la artima-
ña y zalagarda de la hipócrita sentencia anterior.
Entretanto estampados los libros de los tres investiga -
dores antedichos, se vulgarizaban por momentos y hacían
mella en los ánimos despreocupados, tales eran de fidedig-
nas y bien documentadas aquellas revelaciones, con gran
desprestigio é infamia de la solapada hermandad. Con lo
cual se hizo forzoso idear otro trampantojo para embaimien-
to de poco avispados é incautos; y entonces se aplicaron
los buenos cofrades á poner en escena el más regocijado
saínete, fingiendo con mucha formalidad una contienda á
brazo partido entre los paladines de los grados elementales
y los campeones de los grados de honor. De los primeros
los galanes son Ragon, el histriónieo autor sagrado, y el
Experto Retejador, y desempeñan ambos á dos su oficio á
la perfección. Óigase, en extracto sacado de Eckert, como
alborota y bravea el sagrado:
«El origen de los grados mayores, masónicamente hablan-
do, es imposible de justificar. Son hechura de una camarilla,
de una carnada de facciosos, de traficantes hambrones: de
masónico no tienen más que la forma; peligrosos, nocivos,
inútiles para el estudio, ridículos juguetes de muchachos,
instituciones supermasónicas, que en vez de moralizar e s -
tancan en el vicio. Les hizo nido la excesiva condescenden-
cia; andando los vividores acrecentaron su número. Nin-
ORGANISMO MASÓNICO 357
guna falta hacen más que para sembrar cismas; tantos ritos,
tantos cismas: no sirven sino para alebrestar á las autori-
dades, atraernos sus persecuciones, granjearnos enemigos,
dar pie para los disculpables libelos de Barruel y de otros.»
A este cantor en el tono de la misma farsa no le hace mal
son el Experto Retejador, el cual pita de esta confor-
midad:
«Son unos intrusos los de los grados aristocráticos: la
verdadera masonería, según prueba la historia, los ha aco-
ceado (¡mentira más desvergonzada!). ¿Dónde están vues-
tras credenciales, dónde el testificante de vuestra filiación?
Afirmaciones gratuitas, sucesores sin herencia, degenera-
ciones forzadas, importaciones extranjeras; grados inmora-
les como sembradores de alteraciones y odios domésticos,
enemigos de la paz, de la justicia, traidores. Hermanos del
rito escocés, venid á nuestros brazos; podréis trabajar en
ambos ritos á la par: sellemos nuestra unión con un rasgo
de mutua generosidad. ¡Qué legado tan glorioso transmiti-
ríais á los siglos y pueblos por venir!»
Dígase que no estudiaron bien su papel esos juglares y
que no lo hacen á las mil maravillas.
Los de la contra, para acreditarse de tan diestros come-
diantes como los primeros, capitaneados por el truhán de
Tory arropados con el manto de su dignidad, ó sólo con-
testan con el desdén de un majestuoso silencio, ó se con-
tentan de vez en cuando con saludarles las posaderas á la-
tigazos, usando sobre poco más ó menos este lenguaje:
«¿Qué sabéis vosotros de nuestros augustos grados? Más
distáis vosotros de nosotros que los profanos de vosotros...
¡Ciegos, ingratos! ¿Qué seríais sin nosotros, y qué valen
vuestros símbolos sin el benigno aditamento de nuestros
desarrollos y comentos? Nosotros somos los que limpiamos
de nubes el sol resplandeciente de la verdad, de que vos-
otros no .permitís entrever más que pálidos reflejos. Nos
amenazáis, cautivas criaturas, y tembláis de miedo de que
os soltemos los andadores y deis de bruces en el santo suelo
ó de cabeza en el abismo tenebroso.»
Después de esto desgárrase el velo engañador y apareee
la intriga de la falsificada pelotera entre nobles y plebeyos.
MASONERÍA. T. I I . — 3 4
358 CAPÍTULO XIV

El sagrado, fingiéndose convencido por la fuerza de los


azotes, da las manos, afloja el nudo de la artificiosa fábula,
y levantando el telón, la desenlaza garbosamente en esta
forma:
«Ya nos vamos persuadiendo que la existencia de los al-
tos cargos ha venido á convertirse en una especie de nece-
sidad, no precisamente por razón de jerarquías que debe-
rían relegarse al mundo profano, ni por la mágica seducción
de sus títulos y arrequives, sino porque sabiamente mane-
jados estimulan al estudio de la ciencia masónica y dan pá-
bulo á la emulación provechosa. Nada encontramos mejor
que los siete grados del Gran Oriente francés, más allá de
los cuales no cabe interpretación masónica, á menos de dar
las mismas berzas.» (Ortod. masón.).
¡Ah, Eagon, Eagon! ¿Conque de repente los grados esco-
ceses dejaron de ser una superchería? ¿conque ya se torna-
ron inocentes, seguros, valederos y loables esos grados del
Gran Oriente que en sí encierran y recopilan la malignidad
de todos los grados nobiliarios? Se te cayó el antifaz, entre-
gaste la carta, descubriste la hilaza de tu simulación y frau-
dulencia.
Aunque no era menester que se desabrochase tan á la
descubierta para entendérsele la comedia que estaba jugan-
do, cuando el máximo doctor, después de haber tan feamen-
te baldonado y maldecido aquellos vergonzosos juguetes de
la vanidad, luego á renglón seguido de la primera parte de
su Ortodoxia masónica, abre con prosopopeya su Reteja-
dor general, en que promete destapar los secretos de todos
los grados, los de la mas.*, de adopción inclusive, y da al
Oficial ad hoc de la logia las señas para reconocer á los vi-
sitantes de cualquier grado. Bien es cierto que para no des-
mentir su profesión de intrigante, disimula el contrabando con
esta engañadora etiqueta: Masonería oculta en que se tra-
ta de ciencias ocultas. No tienes madre, farandulero Eagon.
Para acabar de sacarnos la espina de toda incertitud,
otro que bien las tañe anda en el fandango. Hablo de E e -
bold. ¿Cuál de nuestros lectores no conoce al guasón, al tra-
pacista del h . \ Eebold? También se batió lanza en ristre al
lado de Eagon en el desaforado combate contra los superio-
ORGANISMO MASÓNICO 359

ristas 6 aristócratas. Mas también, para no ser menos que


Ragon, hace su cuarto de conversión, ó mejor, finge hacer-
lo, y á mucha honra acepta el encargo de revisar los gra-
dos capitulares, diz que para repulirlos, «para transformar
en grados filosóficos los que en la actualidad carecen de sen-
tido» (esto lo dice con la boca chica). (Historia de las tres
Grandes Logias, pág. 2 9 6 , nota).
Más. Se le ocurrió un día al mtro. . Fauvety, que debe
-

ser de los candidos, descorrer la cortina de los misterios ó


suciedades eleusinas de la alta masonería. ¡Tú que tal hi-
ciste! Se arrojan sobre él como rabiosos tigres los Grandes
Conservadores, tirándole estos zarpazos:
«Se necesita ser muy muchacho para hablar con tanta
suficiencia de cosas de nuestra institución en descrédito de
hombres que el más mozo tiene veinte años de antigüedad
en ella, y que todos están investidos con los grados más en-
cumbrados de la orden, mientras Fauvety no pasa de la ín-
fima clase de maestro.» (Carta de los Grandes Conservado-
res á M. L. Havin, director político del Siécle). ¡Ca, si no
hay masonería oculta, ni grados superiores!
Finalmente, para rematar de un machetazo á nuestra víc-
tima, el mismo faramallero de Ragon no se harta de gritar
á todos los vientos:
«Cuando se pone uno á estudiar la verdadera masonería
(nótese, la verdadera) con todos los cismas (¡hipocritón!)
nacidos en su seno, párase estupefacto de encontrar en me-
dio de ese batiburrillo de ritos, grados, símbolos y fórmulas
sin fin una sola doctrina y un solo objeto... la masonería
es una... su punto de partida es uno solo... se reparte en
muchos centros de acción, pero un solo centro de unidad
reconoce. ¡Ay de ella si llegara á faltarle este requisito!
acabaríase.» (Ortodoxia masónica, primeras páginas).
Basta y sobra. Queda á la vergüenza, arrancada de entre
bastidores, la farsa, y no hay que hablar más de ello. Ya
sabemos una vez más á qué atenernos y que la sinceridad de
esa gente es embeleco.

Volvamos á entrar en nuestras casillas, á la formalidad


de que nos sacaron los enredos y trapisondas de Ragon y
compinches.
360 CAPÍTULO XIV

Con que resulta por cosa asentada, fija, firme, resuelta y


segura, que fuera de la masonería vulgar de los tres gra-
dos, existe, se menea, actúa y maniobra otra más encubier-
ta, compuesta en suposición de la flor y nata. Esta maso-
nería más elevada se distribuye en ritos y grados.
¿Qué fueron primero en su fabricación los ritos ó los
grados?
Claro que los segundos cuanto á lo substancial, que en el
repartimiento de la faena representan los oficios y cargos
correspondientes á las clases de individuos en proporción
de aptitudes, pruebas y ascensos en la iniciación: hecho
este arreglo, los grados convenientemente caracterizados y
ordenados por escala rigurosa según la importancia de los
empleos, fueron comprendidos bajo la denominación de un
rito. Los ritos hoy usuales tomaron nombre, ya de los luga-
res á que con verdad ó con mentira se asigna su origen,
ya del de sus forjadores, ora de alguna circunstancia pecu-
liar del mismo rito.
¿Qué tan antiguos son los grados? Con los motes que hoy
se les ponen ó con otros, tan antiguos son como la masone-
ría misma, á lo menos desde que ésta abarcó más territo-
rios ó adquirió mayor amplitud en sus operaciones, toda vez
que á las exigencias del trabajo y la acción debieron ellos
su nacimiento, conforme á lo expuesto en el capítulo
anterior.
¿Cuántos y cuáles son los ritos hoy estilados?
De los cien y un ritos paridos por la fértil y caprichosa
imaginativa de los cien y un hermanucos más ó menos co-
petudos, no subsisten más que diez en vigor, y son los
siguientes:
1.° Rito de Yorli ó masonería del Arco Real;
2.° Rito escocés antiguo y aceptado;
3.° Rito de Herodom (Herodom, montaña fantástica
de Escocia, junto á Kilwining).
4.° Rito francés;
5.° Rito escocés antiguo reformado;
6.° Rito escocés filosófico;
7.° Rito joanista ó de Zinnendorf;
8.° Rito ecléctico;
OBGlNISMO MASÓNICO 361

9.° Rito sueco de Swedenlorg;


10.° Rito de Misraim y Memfis.
Este catálogo da Dom Benoit: el P. Deschamps lo supone.
Pero esta enumeración es manca. ¿Qué se hizo el carbo-
narismo, que tan en boga estuvo, no sólo en Italia, sino en
Francia, España (comuneros, numantinos, anilleros, et-
cétera), en toda Europa, másemenos transformado, andan-
do el tiempo, por Mazzini? Reliquias deben de quedar; al
menos á él huele la masonería insurrecta de Filipinas.
¿Y el iluminismo, sea el martinista, sea el alemán, se lo
tragó la tierra? A bien que desde la asamblea de Wilhems-
bad toda la masonería es iluminada,: en todos los ritos está
cobijado y embebido el iluminismo.
Dos importantes observaciones: 1. Todos los ritos sin
a

excepción descansan sobre la base de los tres primeros gra-


dos y de rigo^ los presuponen, aunque ya lo anotamos más
arriba. 2 . Todos los ritos, escasa ó abundante su escala,
a

mayor ó menor la variedad, riqueza y lujo de sus ceremo-


nias, practican tres grados esenciales sin los cuales expresos
ó al justo equivalentes, no se concibe masonería verdadera,
y son los de Maestro, de Rosa-Cruz y de Kadosch. Páse-
se en comprobación los ojos por el adjunto cuadro, donde
hasta los ritos más pobres tienen lugar señalado para el
Rosa-Cruz y el Kadosch: la maestría sabido es que co-
rresponde invariablemente al tercero ó tal vez cuarto gra-
do. En la primera columna numérica se marcan los grados
de cada rito:

RITOS Grados Rosa-Cruz Kadoscn


Rito de Yorlí 30 11 27
« escocés antiguo aceptado. . . 33 18 30
25 19 24
33 11 27
» escocés antiguo reformado. . 33 11 •27
15 6 13
7 4 6
» ecléctico. 5 4 5
12 6 9
» de Misraim y Memfis. . . • 90-115 46 65
362 CAPÍTULO XIV

Los ritos suelen dividir sus grados en series, las series


en clases. Los de las tres primeras series terminan en uno
de los tres, Maestro, Rosa-cruz y Kadoseh: los intermedios
se consideran como preparatorios. Las series por lo regular
cuéntanse cuatro: grados simbólicos ó masonería azul; gra-
dos capitulares ó masonería roja; grados filosóficos ó ma-
sonería negra; grados administrativos 6 masonería blanca.
En los ritos más pobres lo filosófico y lo administrativo se
refunden y concentran.
El nombre genérico de toda junta de masones es taller.
El taller de la 1. serie es logia, el de la 2 . capítulo, el
a a

de la 3 . areópago, el de la 4. , donde la hay, se repar-


a a

te así:
1.° Tribunal soberano—poder judicial;
2.° Consistorio ó Oran Campamento—poder ejecutivo;
3.° Consejo Supremo—poder gubernativo.
Conforme al art. 357 de los Estatutos y Reglamentos,
los grados principales se han de conferir indispensablemen-
te, después del noviciado respectivo, con todas las ceremo-
nias y aparato de ritual: los demás se pueden otorgar por
comunicación, es decir, sin tales requisitos.

Masonería de adopción ó mujeril.—Mal contado nos


fuera si la pasásemos en blanco, como quiera que á más de
los usos familiares á que se las destina en la cofradía, las
mujeres desempeñan por ocasión primeros papeles en los
asuntos más graves. Se dice mal, mujeril, pues en todas
las logias de adopción andan revueltos hombres con muje-
res: por esto el mote que le cuadra es andrógina, que de-
nota la revoltura de hombres y mujeres. Esta masonería
existe de remotísima data. Además es muy corriente: «Cual-
quier logia de hombres, aseguraba el mendaz Taxil, tiene
derecho de crear y anexionarse otra de mujeres... un sesen-
ta por ciento de logias masculinas tienen anejas otras tan-
tas femeninas... cierto Venerable de una logia parisiense
ahijó á ella, no una, sino dos de mujeres.» ¡Viva la frater-
nidad! ó sea ¡Viva la Pepa!
Los principales ritos de las amables hermanucas ya los
dimos.
ORGANISMO MASÓNICO 363
Este cúmulo de ritos con sus grados nos ofrece el diseño
al por menor de la masonería y compone su osamenta. Va-
mos desplegando el cuadro de su organización.
Cada rito tiene en su cumbre una autoridad absoluta, á
la que indeclinablemente yacen sometidos todas las ramifi-
caciones y talleres de su obediencia, llámese aquella Con-
sistorio, Supremo Consejo, Gran Oriente, Gran Logia,
Logia Matriz, ó como quiera. Esta autoridad de los dife-
rentes ritos constituye, bajo un vocablo común, las Poten-
cias ó Poderes masónicos. Cada nación cuenta los suyos
correspondientes á los varios ritos en ella practicados, y la
junta de ellos forma la confederación masónica universal:
los de Asia, Oeeanía y África radicaban antes en Europa.
Son independientes entre sí en la órbita del rito propio.
¿No se despertarán celos y rivalidades? ¿no surgirán dis-
cordias y querellas? Y luchas sangrientas: díganlo Prim,
Fulgosio, León, Riego, etc., para no hablar más que de
España, como asimismo podríamos de otros países. Atiza-
dores de estos incendios han sido vanidad, ambiciones é in-
tereses personales, espíritu de cuerpo, oposición de miras,
disonancia de pareceres en planes de campaña, bien que
guardada la más armónica conformidad en los designios ca-
pitales. A bien que á estos riesgos y contratiempos obvia
la secta cautelosa, para no desperdigar ni debilitar fuerzas,
con varios medios de unificación:
1. Ninguno de esos Poderes goza la facultad de fundar
en jurisdicción ajena: pueden sin embargo establecer ó abrir
colonias en cualquier pais ó territorio nullius, esto es, don-
de todavía no se ha erigido Potencia nacional; y de cierto
al amparo de estas colonias cundió la masonería. Mas aque-
lla ley no se juzgue inflexible ni mucho menos. Excepción
al canto y no muy añeja. La Asamblea general del rito e s -
cocés antiguo y aceptado, congregada en 1875 en Lausa-
na, adjudicó á perpetuidad al Supremo Consejo de Francia
la colonia de St. Thomas, sita en jurisdicción holandesa.
Otra, mucho más arbitraria sin comparación. La misma
Asamblea malcriada, caprichosa y despótica denegó sin por
qué su legalización al Consejo Supremo de España que jus-
tamente la reclamaba, y arrebatándolas al de España, en-
364 CAPÍTULO XIV

riqueció al Supr. Cons. de Colón con el dominio de las An-


tillas, lanzando este chocante y asombroso nkase:
«La jurisdicción del Supr.-. Cons.'. de Colón sobre Cuba
y las demás islas españolas de las Indias occidentales, es
un derecho imprescriptible. Este derecho, garantizado por
el Acta de Confederación, no puede ser invalidado ni por la
erección de un Supr.-. Cons.". regular en España.»
¿Quién parió este derecho, ni menos lo hizo imprescripti-
ble contra todo fuero, tradición y costumbre masónica? La
autocrática Asamblea de Lausana; aunque torpe ha de ser
quien no vea por tela de cedazo: la masonería era cubana,
ó la insurrección cubana era masónica, á escoger, y á los
valientes de la manigua en todas ocasiones les brotaba el
masonismo por todos los descosidos. Tan estupendo fué este
golpe de autoridad sultánica, que sin alzar mano los dipu-
tados ingleses, con todo y lo de muy masones, con vivo
apremio arrancaron á los galopines de la Asamblea el reco-
nocimiento de independencia masónica á favor de las colo-
nias de su patria. Y por Dios que hicieron bien, porque fué
sangrarse en salud (1).
2. Cuando los talleres de un pueblo ó reino han alcan-
zado suficiente desarrollo y acabalado su escala ó gradería
jerárquica, ordinariamente se afilian bajo la bandera de un
Poder nacional, se fraguan sus particulares Estatutos, no-
tificando el acto y solicitando el beso fraternal de los demás
Poderes extranjeros, sin descuidarse además en enviarles
un Garante (así le llaman) de amistad, delegado ó repre-
sentante.
3. Los Poderes se mandan recíprocamente, en testimo-

(1) En 1895, tres años antes de los sucesos, con previsión cier-
ta ¡y tan cierta como salió! de la catástrofe y de nuestro d e s a s -
tre colonial, e x p u s i m o s con mayor amplitud l o s precedentes d a -
tos con la seguridad de lo que había de suceder y sucedió, en
u n artículo que publicó el Correo Español de México, lugar de
nuestra residencia por entonces. En el m i s m o diario n o s replicó
u n español anónimo, tratándonos de antipatriota y hasta, por al-
g u n a s puridades que sacábamos de la secta, de denunciante, d i s -
paratero y libertino. Con los m i s m o s piropos hizo como que nos
ORGANISMO MASÓNICO 365
nio de fraterna concordia, esos representantes, embajadores
ó plenipotenciarios, nombrados Garantes 6 fiadores de amis-
tad, para estrechar los lazos de unión y á las veces tratar
negocios particulares de interés. La elección se hace entre
lo más granado por terna rigurosa y con mucha solemnidad,
y se extiende al elegido diplomática credencial.
4. Celebran los Poderes entre sí tratados para concer-
tarse sobre los medios y fines inmediatos pendientes de eje-
cución, sobre los auxilios con que darse mutuamente la ma-
no, sobre los obstáculos que urge remover.
5. En ocasiones un rito ó instituto decaído ó menos
acreditado se acoge á la sombra de otro más lozano y flore-
ciente, y abdica en él la propia autonomía, bien que sin re-
nunciar á sus grados, símbolos y reglas peculiares. De aquí
que algunas Potencias más vigorosas empuñen las riendas
de varios cuerpos masónicos á un tiempo.
6. Esta fusión en casos es forzada, cuando algúa insti-
tuto de mucha vida y sagaz introduce fraudulentamente sus
miembros en las filas de otro, arteramente las gana, ó con-
quista para los suyos los puestos más elevados, suplantando
é imponiendo su dominación al desprevenido. Ejemplo para
siempre memorable de esta estratagema dejó el iluminismo
alemán, que en compañía del martinista, desde la asamblea
universal de Willhemsbad en 1782, todas las masonerías
juntó en un haz bajo sus órdenes y se hizo rector supremo

contestaba en el periódico oficial de la Hermandad .'. u n o de la


l o g i a Benito Juárez, n. 3, al cual le d i m o s fuerte con la badila en
los nudillos y le redujimos á vergonzoso silencio. Seguro para mí
que aquel español anónimo era este m i s m o é idéntico masón. Se-
ría u n o de tantos como por entonces, l u e g o en la época aciaga de
las desgracias coloniales, después y hoy m i s m o lian tenido y t i e -
n e n el encargo, desde las gazaperas de las logias de allá, de falsi-
ficar noticias de las cosas españolas y extraviar la opinión de aque-
llos sencillos y laboriosos compatriotas nuestros.
Sirva de advertencia á los de acá. Pero, qué, si la masonería es
u n a i n o c e n t e . . . ¡Qué bien se entienden los h e r m a n o s .•. de aquí
con los de allí, y qué bien les hacen el j u e g o los de allí á los de
aquí, particularmente en las temporadas de gobiernos más l i b e -
rales!
366 CAPÍTULO x i v

del movimiento revolucionario hasta ir á sentar sus reales


en París, como en centro y casa propia.
7. Las confederaciones de las Potencias y las grandes
Asambleas de un solo rito, de muchos ó de todos.
8. La triple amarra y cadena para mantener sujetos y
trabados en uno los múltiples y desemejables miembros del
cuerpo inmenso de la masonería, es el poder indiscutible,
irresponsable y encumbradísimo sobre todos los Poderes
centralizados en la Orden ó directorio interior, cuya exis-
tencia demostramos, y que todo lo sojuzga y avasalla á sus
inapelables sentencias é inflexibles mandatos.

Aquí para complemento de lo explanado es hora de hacer


una pregunta muy interesante. ¿Cómo se pone en movimien-
to y funciona ese gigantesco y complicado mecanismo? De
una manera muy sencilla, gracias á los dos estables ¿ i m -
prescindibles puntos de apoyo que jamás de los jamases de-
jará la secta de sostener firmemente y en que estriba todo
el arte de apliear y utilizar su fuerza colosal; á saber lo se-
creto de su maniobra ó tejemaneje y la bestial obediencia
de sus animados resortes y engranaje. Con la vara mágica
de este doble arbitrio el domeñar, menear y regular la mons-
truosa máquina es lo más llano y hacedero.
La Orden interior acuerda un proyecto, toma una pro-
videncia, elige tales ó cuales medios de acción. Con la más
delicada reserva hace llegar su pensamiento y voluntad con
todos los necesarios detalles y conveniente distribución de
tareas á los diferentes Poderes; éstos con igual cautela des-
piertan la actividad de los areópagos; los areópagos sin sen-
tir y esquivando el bulto, hacen bullir en consonancia con
el objeto intentado los capítulos; los capítulos con el mismo
riguroso sigilo de ordenanza aquejan, hurgan y hacen an -
dar en un pie las logias, y éstas tan contentas, como si de
su propio motivo se afanasen: tal es de exquisita la discre-
ción y finura en correr la escalera de los talleres de arriba
abajo. Y todos toman las posiciones respectivas con el más
absoluto rendimiento, y se atarean y fatigan clavados en
su puesto ó vagan solícitos, entregados con sus cinco senti-
dos á su labor especial: aquello es una colmena; ordenada-
ORGANISMO MASÓNICO 367
mente trabajan los escuadrones, cuál en obra fina, cuál en
oficio más bajo, ninguno se desmanda ni refunfuña, la reina
augusta preside y manda rodeada de obsequiosa corte; sino
que en nuestro caso el rey con su breve séquito se hunde
en impenetrable noche. Y es que en cada logia, bajo la capa
de un simple maestro, se eseonde un buen rosa-cruz; en el
capítulo mangonea con la cubierta de rosa-cruz un listo ka-
dosch; y en el areópago con el disfraz de kadosch maneja
los dados algún ladino representante de los grados Admi-
nistrativos, verificándose á obscuras aquello del gato al
rato, el rato á la cuerda, la cuerda al palo: yo te engaño,
tú me engañas, aquel nos engaña, al juego de pasa pasa.
En los apretados regimientos de los grados inferiores no
han de faltar seguro quienes los muy largos sepan más de
lo que les enseñaron, quienes de ingenio vivaz atisben el
escamoteo y se coman la flor, quienes poco flexibles se re-
sistan á inclinaciones y encorvamientos, quienes por natu-
ral revolvedores y bullangueros lo echen todo á doce aun-
que no se venda. No importa: de buen ó mal grado todos se
han de volver sordos, ciegos, dúctiles, simplainas y maja-
deros: sujeción y obediencia, más que ciega, brutal, man-
sedumbre y resignación de asno. ¿Respinga alguno á la hora
de la votación ó de la práctica? ¡Consejo de disciplina! por
supuesto sin conocer á los jueces y sin lugar á defensa. ¡Ra-
diación (expulsión)! odio y persecución contra el rebelde en
todos los actos y empresas de su vida, según los casos.
¿Quién no se rinde y doblega? ¿quién se acuerda, fuera de
unos cuantos estrafalarios ó patarateros, de dignidad per-
sonal ó de altiva independencia de carácter? Con algunos
tente tieso á tiempo para escarmiento, y ciertas tretas in-
significantes, como la tramoya del sagrado Ragon, que
mientras en las logias se desgañifaba furibundo y anuncia-
ba muy próxima la ejecución á garrote vil de los grados
soberbios y aristocráticos, no se daba manos á fundar en
toda Francia capítulos rosa-cruz y areópagos kadosch, ejer-
cía de Soberano Gran Inspector General, y acumulando so-
bre su cabeza más y más grados de los maldecidos, se tre-
paba en el rito Misraim hasta el grado 87, por no dejar;
ó bien con la otra farándula bastante usada de elevar, de
368 CAPÍTULO XIV

plataforma nada más, algunos mentecatos á las dignidades


de rosa-cruz y kadosch, para que paseándolos por los talle-
res plebeyos, los hermanos bobalicones de escalera abajo se
mofasen en persona de aquellos infelices de dichos timbres
de nobleza, y otras y otras que inventan esos maulas; con
estos expedientes é industrias, repito, se vuelven las logias
una balsa de aceite y los hermanucos una seda, no hay
quien levante el gallo, ni se atreva á estornudar. Reina la
paz en Varsovia, pechos por tierra, manda quien manda, sin
que nadie sepa á quién.
¡Absolutismo tiránico y feroz! ¡descarado ludibrio! ¡ab-
yecta esclavitud!

Cuando se prepara alguna horrenda explosión que haga


temblar el mundo, ó se trae entre manos alguna grande
empresa de vastas proporciones, de trascendentales conse-
cuencias, erizada de peligros y dificultades, entonces de la
flor y nata del personal, y ésta bien espumada, se entresa-
can los agentes más hábiles y astutos, los más activos, au-
daces y mejor probados; y éstos investidos de ilimitados po-
deres, como si en sus hombros no más sustentasen el honor,
la suerte y las esperanzas todas de la institución, recorren
diligentes todas las líneas de la circunscripción que se les
ha señalado, visitan los talleres del más alto al más bajo,
husmean, se informan, levantan los espíritus, apaciguan
rencillas y malquerencias, componen y armonizan volunta-
des; y una vez con estos preparativos desbrozado y aplana-
do el propio terreno, aquello es repartir papeles por gru-
pos y por individuos, prodigar instrucciones, fijar ó variar
trazas, sugerir industrias y malas artes, multiplicar órde-
nes y prevenciones, desparramar caudales que son el ner-
vio de la guerra, enardecer corazones, coordinar operacio-
nes, movilizar tropas auxiliares, combinar aprestos de gue-
rra, prensa, viajes de propaganda, telégrafo, espionaje,
cohechos y traiciones, intrigas diplomáticas, armas, socieda-
des, reuniones turbulentas, choques de partidos, eferves-
cencia general; todo previsto, ordenado, la mina cargada
hasta la boca á punto de estallar, de suerte que no se nece-
site sino arrimar la mecha, para que todo arda como un vol-
ORGANISMO MASÓNICO 369
can; y una monarquía se derrumba, y un imperio se convier-
te en república, y una dinastía derrueca á otra, y los her-
manos de una misma patria se matan unos á otros como
animales dañinos, 6 bien se ensangrientan con espantosa
guerra varias naciones á la par; y estas hogueras levanta y
enciende la maldita secta, hoy aquí, mañana allí, y son más
todavía las ruinas morales que amontona, la idea masónica
infecta el mundo, corrompe las antiguas y venerandas ins-
tituciones, dementa á los pueblos, dilata el imperio de su
madre aborrecible y la entroniza sobre las espaldas de la
apóstata humanidad. Eu uno de esos momentos solemnes,
en una de esas campañas de la violencia ó de la malicia dia-
bólica, en una de esas revoluciones sociales, en su incesan-
te y rabiosa guerra bajo la enseña de Lucifer contra Dios y
su Cristo en toda la latitud del globo, allí se ostenta con si-
niestro fulgor la asombrosa unidad y el increíble poderío de
la secta; allí se le ha de estudiar; allí se ha de aprender á
temerla en lo justo, allí han de templar sus aceros los solda-
dos de Cristo, estrechar con tal ejemplo sus falanges con in-
quebrantable unión y madurar planes de resistencia y ex-
terminio en todos los campos, hasta el de la fuerza, contra
el enemigo infernal.
A algunos bienaventurados causan indecible extrañeza y
escándalo nuestros relatos y pinturas, que estiman ponde-
rativas ó medio fantásticas, acerca del poderío terrible de
la infanda hermandad. Mas su admiración menguará y les
crecerá el seso y cordura, si recapacitan para formarse un
concepto aproximado de aquella robustísima y admirable
organización descrita, que ésta no SÍ ata y ciñe á la ordena-
ción y regimiento de las huestes activas que tiene á su
mando continuo é inmediato, de suya ya numerosísimas y
formidables; sino que encima abraza las legiones cuatro ó
cinco veces más cuantiosas de los miembros pasivos que
acuden con su valer, influencia y municiones de boca y gue-
rra. Y esto sin hacer mérito de multitud de asociaciones, á
cual más poderosa, que una sola de ellas de tiempo en tiem-
po estremece de espanto ó cuando menos pone en grande
confusión á los gobiernos, la Internacional, por ejemplo, el
nihilismo, el anarquismo, etc., disfrazadas bien con un apo-
370 CAPÍTULO XIV

do, bien con otro, cambiándolo á su sabor, fundadas por los


hombres de la secta, amamantadas á los pechos de ésta 6
imbuidas en su espíritu, sigilosamente regidas por ella,
aprovechadas en épocas especiales, sobre todo para la con-
sumación de sus mayores atentados. ¿Y qué, si metemos en
cuenta el sinnúmero de otras juntas y agrupaciones, que
con colores, insignias y títulos simulados y al parecer ino-
centes, á ella han debido el ser, bajo sus auspicios manio-
bran, de ella están colgadas y sus pabellones siguen? Y no
ponderamos aquí, por ser materia de otro ramo, el género
de obras en que de gustosa preferencia anda empleada, ni
la laxitud de su criterio en la elección de los medios que en
el humano consorcio hacen prosperar los negoeios y al cri-
minal reportan ventajas incalculables.
¿Se van abriendo los ojos? ¿se va comprendiendo cuan
tristemente maravillosa es la organización de nuestro temi-
ble adversario? ¿cuál el vigor y eficacia de su disciplina?
¿cuan dilatada la esfera de su acción? ¿cuan extraordinaria la
muchedumbre y cuan hábil la coordinación de sus agentes
y elementos?
BJÉBCITO MASÓNICO 371

CAPÍTULO XV

Ejército masónico

'ffr* ^ S ¿ f i
A
í a es un gran todo ó conjunto orgá-
m a s o n e r

i nico: es un grande ejército. El todo se divide


BairaMsIñ e
P *n
* Jército se compone de varios
a r e s : e e

^ ^ ^ ^ § 1 cuerpos. Con su perspicua mente dominó la fe-


S f i s h a H nomenal colectividad León XIII y lanzó á los
cuatro vientos este oportuno aviso:
«Muchas sectas existen, que si bien se diversifican en
nombre, ritos, forma y origen, mas como por cierta comu-
nión de miras y semejanza de principios entre sí estén uni-
das, concuerdan de hecho con la secta masónica, la cual es
á manera de centro de donde proceden y á donde retornan
todas.» (Encícl. HTJMANTJM GENUS).
El temeroso ejército se compone de tres formidables
cuerpos:
l . cuerpo.—El de las sociedades masónicas perfectas, con
e r

su enorme reserva ó tropa auxiliar de miembros pasivos.


2.° cuerpo.—El de las sociedades imperfectas.
3 . cuerpo.—El de las sociedades tributarias ó aliadas.
er

P r i m e r c u e r p o : masones activos y pasivos.—Cálculos numéricos


y discusión.

Consta de miembros activos y pasivos. Activos se nom-


bran los que frecuentan las logias, desempeñan quehaceres
en ellas y pagan las mesadas ó anualidades de reglamento.
372 CAPÍTULO XV

Pasivos se dicen los que de aquellas se retiraron por no


pagar la cuota ó por cualquier otro motivo. En esta clase
inclúyense, oído á la caja, los hombres políticos de alto co-
pete entregados en cuerpo y alma á la masonería y que
por circunstancias suspenden su asistencia á los talleres.
ítem más, es de advertir muy señaladamente, que á tenor
de las Constituciones de la orden, ésta imprime con la ini-
ciación carácter inamisible, y por esto las autoridades ma-
sónicas perpetuamente reclaman de derecho la jurisdicción
sobre todos sus miembros, aun los pasivos.

MASONES ACTIVOS

Ante todo ocurre preguntar: ¿Cuál es el número de so-


cios activos? Mas por delante ha. de ir otra pregunta: ¿Es
posible conocer con alguna exactitud este número? Se con-
testa con un no redondísimo. La única fuente de informa-
ción es la palabra de los masones, y la palabra ó testimonio
masónico es por esencia recusable. ¿Recusable, dije? sospe-
choso hasta más no poder y falaz por esencia, según de-
mostramos en los Orígenes de la masonería (cap. III), y
está en la conciencia de los bien informados, y con arreglo
al sentido común de la gente juiciosa é imparcial. Ni los
periódicos ó revistas ni los libros masónicos hacen ninguna
fe, de cualquier género ó de cualquier nación que vengan:
acortan ó estiran el guarismo al sabor de su voluntad y á la
medida de sus conveniencias ó intereses del momento. Claro
que ellos para su gobierno forman sus puntuales censos ó
encabezamientos; pero ¿echarlos en la plaza? guarda, P a -
blo; sí, que se maman el dedo.
Sin embargo para satisfacción de la general curiosidad,
vamos á probar de hacer un tanteo, poniendo á contribu-
ción el agregado de datos y noticias suministrados por uno
y otro bando.

Abra camino Findel, personaje de lo más entonado de la


congregación, dignidad de las más sublimes, iniciado ínti-
mo, potentado de los de muy arriba, de los escritores ma-
sónicos en cuadrilla uno de los primeros y tan reciente,
EJÉRCITO MASÓNICO 373
como que todavía hace poco mordía pan en este mundo y me-
rendaba cristianos. Por mucho favor nos deja saber ¡cual-
quier cosa! que la cantidad de grandes logias ó potencias
masónicas es de 1 2 0 , de 9 , 0 0 0 la de las logias, con un t o -
tal de 4 ó 6 0 0 , 0 0 0 miembros activos en toda la tierra. En
la ligera semblanza que de él hicimos, se nos pasó una de
sus mayores excelencias: es tan masonazo, como taimado y
embustero; ya nos constó en los Orígenes de la masonería.
Conque sólo en los Estados Unidos, por fe de otros maso-
nes (Freemason's Ohronicle, citado por el Monde Macon-
nique, Enero 1 8 8 0 ) se registraban 5 4 grandes logias, 1 0 , 0 0 0
logias y 7 0 0 , 0 0 0 socios activos: y es dato certísimo. Ayú-
deme V. á sentir.
Y otra te pego. El Anuario masónico de 1 8 6 5 traía la su-
ma de 8 , 2 5 0 logias, que adjudicando á cada una el efectivo
de 7 0 individuos, sumaban 5 7 8 , 0 0 0 aproximadamente. ¿Qué,
en el plazo de veinte ó más años, con el vuelo de la maso-
nería tomado dondequiera, por cuanto es la de repartir el
turrón de los destinos públicos y de los negocios suculentos
en todas las naciones, no se habría acrecentado la partida?
Mas aquí del payaso de Rebold, á quien estamos ya har-
tos de tomar el pelo. Ese botarate nos asegura muy estira-
do ¡atención! que de cada 1 6 afiliados apenas queda un
miembro activo. Apliquemos el cuento. Nosotros para sa-
car los 5 7 8 , 0 0 0 del Anuario masónico, calculábamos á razón
de 7 0 por logia; pero viene Rebold con sus manos lavadas
á enmendar la errata, avisándonos que de cada 16 afiliados
apenas queda uno: luego los 7 0 se reducirán á 4 masones
más una partícula de masón. Ahora multipliquemos estos
cuatro, tirada la partícula á la calle, por las 8 , 2 5 0 logias
del Anuario, y en toda la redondez del globo, Europa, Asia,
África, América y Oceanía, resultarán por junto 3 3 , 0 0 0 ma-
sones activos. Es así que en el año de gracia de 1 8 9 6 , al
principio de la insurrección de las Islas Filipinas, sólo en
la provincia de Cavite se contaban, según noticias frescas
y bien comprobadas, 5 0 , 0 0 0 masones activos, más ó menos
listos, más ó menos bolos, más ó menos bandidos que los de
cualquiera otra parte. Sigúese de esto, repárese en la con-
secuencia, que en la única provincia de Cavite se atroparon
MASONEBÍÁ. T. 11.-35
374 CAPÍTULO XV

todos los masones del mundo, 3 3 , 0 0 0 , con más un sobrante de


1 7 , 0 0 0 , sabrosa carnaza para echar á los peces del Océano
Pacífico. O si algún escrupuloso contador tilda de incorrec-
to 6 sofístico nuestro cálculo, echaremos por otro lado. Re-
bold es hombre que rebaja á unos 4 5 0 , 0 0 0 los masones
activos, mientras jura que de cada 16 reclutas no permane-
ce más que uno. Siendo así, para reunir los 4 5 0 , 0 0 0 han
de haber ascendido los reclutas á 7 . 2 0 0 , 0 0 0 ¡suposición es-
tupenda! O bien por otro camino: no nos alargamos desme-
suradamente, si concedemos á la secta un aumento ó ingre-
so de 5 0 , 0 0 0 tortolicos al año, dado que el Gran Oriente de
Francia por sí tuvo una entrada de 2 , 6 2 3 confesados en sólo
un año. Para 5 0 , 0 0 0 , multiplicando por los 16 delh.-. Rebold
¿cuántos neófitos debieron ingresarenlas escuadras?800,000:
esto es pura guasa. Conque Rebold, míresele por un lado,
pálpesele por otro, es el mismo majadero de siempre.

Tomemos otro rumbo y pongámonos al habla con gente


de más peso. Dom Benoit no nos ofrece sino un superficial
apunte de esta manera:
Inglaterra, 1 2 9 , 0 0 0 masones.—Escocia, 8 2 , 0 0 0 . — I r l a n -
da, 7 6 , 1 0 0 . — B é l g i c a , 1,000.—España, 16,000.—Estados
Unidos, gran florecimiento.—Brasil, 1 8 , 0 0 0 . — I t a l i a , 9 , 0 0 0 .
—Colombia, 1 4 , 1 0 0 . — Y concluye en resumen: 1 0 8 poten-
cias masónicas, 1 7 , 0 1 6 logias, y poco más de un millón de
socios activos.
El P. Paehtler, S. J. ha profundizado mucho en las cosas
de la masonería y su voto es de calidad. Su cómputo deta-
llado de 1 8 7 4 arroja 1 1 , 0 0 0 logias con más de un millón
de socios y 5 3 entre revistas y periódicos netamente masó-
nicos. Pero de aquella fecha acá los triunfos de la revolu-
ción han acrecido notablemente la suma, como que sólo en
un año el Gran Oriente de Francia nada más confiesa una
entrada de 2 , 6 2 5 .
León Taxil ajustaba así su cuenta por los ritos en uso ( 1 ) :
Rito de York, 7 6 6 , 1 7 0 . — E s c o c é s antiguo aceptado,

(1) León Taxil era el embusterísimo que sabemos; pero que en


esta cuenta se guiaba por los datos c o m u n e s , lo m i s m o que para
BJÉBClTO MASÓNICO 375
1 6 0 , 1 4 5 — De Herodom, 92,760.—Francés, 1 8 , 0 0 0 . — Z i n -
nendorf, 8 , 1 2 0 . —Ecléctico, 4 , 2 0 0 . — Escocés filosófico,
3,700.—Escocés antiguo reformado, 3,200.—Swedenborg,
2,700.—Misraim, 5 0 0 . — R e s u l t a d o : 1 . 0 6 0 , 4 9 5 .
El mismo León Taxil tejía otra estadística geográfica,
que hermosamente por su distinción se presta á los conve-
nientes reparos. Hela ahí:

NACIONES LOGIAS MASONES

150 9,000
409 26,000
2,107 129,000
701 82,000
1,021 76,000
<
cu
9 3,000
o, 22 1,600
79 2,200
P
H, 467 42,500
2 180
9 700
398 28,500
114 8,000
* 79 3,900

RICA.—Liberia 6 115

10,148 569,600
Canadá y Colonias inglesas.. . . 549 27,120
10 700
5 200
o 13 600
i—i Haití 38 2,300
tí, 234 18,650
H
3 236 14,100
16 980
República Argentina.. . . . . 53 2,850
31 1,900
Venezuela. . 39 2,350
Suma. . . . 16,940 1.034,045

notificamos t a n t a s cosas ciertas como d i v u l g ó de la masonería.


A n i n g u n o parecerán exageradas las cifras ó s u m a s de m a s o n e s
376 CAPÍTULO XV

Con escasa diferencia esta es la cuenta de Dom Benoit,


la cuenta del P. Pachtler, la cuenta de Jannet, quien se
arrima al parecer á la del P. Pachtler; la cuenta de la
Chaine d Union (masónica) 1 8 7 8 , la cuenta del h... Optato
l

Scalquin del G-... O... de Bélgica en carta al Correo de


Bruselas, 1 8 8 0 . El P. G-autrelet no admite más de 5 0 0 , 0 0 0
á 8 0 0 , 0 0 0 masones, guiado (mala guía) de documentos ma-
sónicos, según nos participa el autor. Amando Neut trae
una estadística muy circunstanciada sin determinar canti-
dad, si bien parece adherirse al cálculo de Rebold, que
buen provecho le haga.
Salvo el respeto debido á los precedentes autores, si han
aderezado sus cómputos al talle de León Taxil ó con la
ayuda de datos parecidos, fuerza será juntos en montón
condenarlos inapelablemente y sin remisión. Véase si no.

IMPORTANTES RECTIFICACIONES Á LEÓN TAXIL

¿Estaría dormido al fraguar su cuadro? ¿escribiría á obs-


curas? ¿ó adrede intentaría obscurecer á los que á la buena
de Dios siguieron su luz? Suposiciones ó sospechas á cual
más aceptable.
1. ¿Con qué alma de un bocado se almuerza ese hombre
dos continentes enteros y verdaderos y tamaños, como son
Asia y Oeeanía, á quienes ni por misericordia se nombra,
como si se los hubiese engullido el mar? Y á fe que no es
poco antigua la propagación de la secta en el Asia y en las
posesiones inglesas de la Oeeanía, como que desde el siglo
XVIII siquiera los acanallados hijos de Albión fueron los
misioneros, valedores y muñidores de aquella en todo el
mundo habitado: y si de las Filipinas en especial hablamos,
en gracia de Dios ahí es nada el enjambre y tropel de co-
frades, cuando en la única provincia de Cavite se topó con

que da á cada país, y sus cálculos m á s bien se quedan cortos; cor-


tísimos con toda evidencia respecto de los Estados Unidos y de
otras n a c i o n e s .
HJÉBCITO MASÓNICO 377
un hormiguero de 5 0 , 0 0 0 alistados y filiados en toda regla,
y no me dejará mentir el Morayta de una Historia 6 la his-
toria del Morayta en compañía de dos honorables magistra-
dos de la audiencia de Madrid. Vamos, que él total de
4 1 2 , 5 8 0 hermanitos que en el recuento de nuestro león ra-
pante se conceden á Europa, bien sería sobrepujado por el
continente asiático y el oceánico.
2 . ítem, por lo que respecta al África ¿en todo este an-
churoso continente no es digna de mención más que la di-
minuta república de Liberia?¿cómo, los mandileros del Con-
go belga, los de la costa septentrional de Marruecos, los de
Argelia, Túnez, Egipto, el Cabo, etc., donde se arrremoli-
nan ingleses, franceses, alemanes é italianos, se los ha tra-
gado la tierra?
3 . ítem ¿qué Potencia masónica con todos sus fueros
ha facultado á nuestro león dormido para borrar ó barrer
del mapa de América á Chile, Bolivia, Guatemala, Nicara-
gua, Honduras, Salvador y Costa-rica, repúblicas mandi-
lescas de las buenas? En estas lagunas de la estadística
leonina puede desahogadamente columpiarse un acorazado
de primera. Y me callo sobre otros entuernos y afrentas he-
chas á la libre tierra americana. Desde luego por fallo de
Claudio Jannet los Estados Unidos, documentos oficiales
en mano, con su rama inmensa de Odd-Fellows particular-
mente, no pasan por menos de 7 0 0 , 0 0 0 hermanos, y les
viene corto el guarismo; porque allí con ciertas rúbricas
sacrilegas del grado de Kadosch hasta el vulgo está fami-
liarizado. [Y 7 0 0 socios para México! Es cosa de irnos de
espaldas por tanta cortedad los que ese territorio tenemos
bien andado, puesto que sobrepasan este número los del
Estado de Veracruz nada más, del cual uno de los últimos
tesoreros, que no cito por no darle este gustazo, al día si-
guiente de haber tomado posesión del cargo juró no dar
turrón ó empleo á hombre nacido, desde el prefecto del pri-
mer cantón hasta el recaudador y maestro de escuela del
último poblacho, que no hubiere ingresado ó ingresare en
la hermandad, y como lo juró lo cumplía. La miseria de
2 0 0 se atribuyen á Colón y Cuba con la más irritante in-
justicia: esto pasa de castaño obscuro, dado que allí sólo
378 CAPÍTULO XV

del rito escocés antiguo y aceptado funciona boyante un Su-


premo Consejo regular; allí tras cada matorral de la ma-
nigua se esconde una logia entera, y cuidado si es grande
la manigua. Al Brasil dótale con 18,650, al Brasil que
cuando le petó pudo en paz octaviana dar un puntapié por
despedida á un emperador en pleno ejercicio; al Brasil que
había metido el compás y la escuadra hasta en las congre-
gaciones religiosas, obligando al manso Pío IX á disolver-
las todas de un golpe y á raja tabla. A la Argentina pródi-
gamente se le regalan 2,850. ¿Qué tropelía es esta? Si los
100,000 y muchos más huéspedes italianos que cobija, para
quienes la logia es su casa, se bastan y se sobran para lle-
gar, no digo á los 2,000, sino á los 20,000, y todavía se les
hace agravio, amén del gentío de otros extranjeros, y amén
de los criollos que en tales golfos bogan bien su remo. Y
dejemos ya América por la paz.
4. ítem más, haciendo vela para Europa, tragaderas son
menester para manducarse como un merengue todas las
Eusias con su Siberia, estepas y todo, pues se las comulga
nuestro león febricitante, no menos que los antiguos princi-
pados ó reinos danubianos, el imperio austríaco mismo y
hasta la Turquía, donde en estos mismos días está coleando
la Joven Turquía, que ya peina canas. Esto es imperdona-
ble, manso león: no eres león, eres megaterio, eres más que
Minotauro por lo tragaldabas. Y vamos pormenorizando.
Míseros 9,000 le salen á Italia: es caso de reírse y escan-
dalizarse: á Italia, tierra clásica de intrigas y conjuras, so-
bre todo desde el advenimiento de los italianísimos; ya nos
contentaríamos con que no excediesen de los 30 ó 40,000.
A Francia por especial merced se le reconocen 26,000; á
Bélgica, la solidaria, socialista y tumultuosa Bélgica, 1,600.
Decididamente este león rendido estaba con la fiebre, y por
esto deliraba. La Independencia belga (órgano masónico
de los muy prestigiosos) no más en París encerraba en 1880
15,000 activos; saqúese la proporción para el resto de los
37 millones de republicanos: por lo que hace á Bélgica, en
1845 se gloriaba el Gran Maestre Defacqz de revistar á
sus órdenes de 9 á 10,000 bravos legionarios, y en 1854 se
alborozaba el h . \ Bourlard por ver dobladas ó triplicadas
EJÉRCITO MASÓNICO 379

las falanges. No reparemos finalmente en los 4 0 , 0 0 0 de


Alemania, desproporción enorme con los 2 0 ó 3 0 , 0 0 0 de
Bélgica, ni nos demos por entendidos á causa de los 7 0 0 de
Grecia, patria de piratas, bandidos, cismáticos y masones;
porque sería cuento de no acabar.
Aquí hacemos punto en nuestra interesante pesquisa.

En conclusión, pasando de las chanzas á las veras, razo-


nando con seriedad, madurez y reposo, sobreponiéndonos á
cualquier género de preocupaciones y al cobarde recelo de
pasar plaza de exagerados, ponderativos y espantadizos,
una de tres: ó de una vez es imposible de toda imposibili-
dad echar cálculos ni aproximados ni remotos, por cuanto
el masón es embustero y trapacista jurado por idiosincrasia,
por educación sectaria y por rigor de estatuto; ó de repen-
te se extinguió y desapareció del teatro de la creación la
maldita raza y simiente, hipótesis quimérica, gratuita y ri-
sible, diariamente desmentida por el clamoreo de hechos es-
trepitosos; ó bien por último, y no hay más que bebería ó
derramarla, el cómputo de León Taxil, con sus desmesura-
das y numerosas lagunas, con tantas menguas, restas y
ocultaciones, viene á achicarse muy por bajo de la triste
realidad, y en buena razón urge por lo menos duplicar sin
empacho el guarismo restringido á un miserable millón y
pico. Respecto á la primera suposición, por más que mien-
tan y tergiversen los masones, alguna vez se les resbala el
embozo y asoma el gatuperio y tracamandería; máxime que
no estamos atenidos únicamente á sus enredos, según son
los mil indicios seguros y datos de confianza de que nos es
fácil disponer. La segunda suposición ningún aprecio mere-
ce. Ahora la tercera, que es la fija, cierta é irrecusable, y
no hay que tirar coces contra el aguijón, se persuade y se
funda llanamente y sin fatiga.
Si el P. Gautrelet y Amando Neut por no haber investi-
gado ó no acomodarse á entrar en reflexiones, se empeñan
en ir de reata tras un Rebold ú otro tal, allá con su pan se
lo coman, no va nada con ellos. Pero tocante á los más di-
ligentes y escudriñadores, cuya recta voluntad, saber y
erudición ponemos sobre nuestra cabeza, no pueden huir el
380 OiPÍTDLO XV

cuerpo á esta disyuntiva: ó aliñaron y compusieron sus es-


tados tan dejada y desgalichadamente como León Taxil,
con iguales ó parecidas garrafales omisiones, con tan cho-
cantes faltas, mitigaciones y escaseces en las partidas alis-
tadas; ó bien caso de no haber incurrido en aquellas supre-
siones, han rebajado y empequeñecido todavía más que Ta-
xil los contingentes masónicos de cada pais ó nación. Es así
que tanto en uno como en otro supuesto las antecedentes
observaciones, argumentos y datos positivos condenan tan-
ta reducción, destruyen y desmienten por corto, pobre y
minorado el resultado final. Luego de buen ó mal grado,
por la puente ó por el vado, no resta más opción que adicio-
nar considerablemente la suma y elevar el número de ma-
sones activos por lo muy menos con toda moderación y par-
simonia á dos millones, en fuerza, por virtud y rigor de
nuestros fundamentos alegados.
Se nos saldrá al encuentro diciendo que grandísima por-
ción de este colosal ejército solamente hacen número, no
componen figura, son unos pobres diablos, unos zotes, los
mozos de cordel ó ganapanes, á lo más la carne de cañón de
la masonería. No se me da nada. ¿Están empadronados y
afiliados, ó no? ¿han sido iniciados en las logias ínfimas que
sea, ó no? En conformidad con nuestras noticias robadas á
masones y profanos, por legítima ilación de las estadísticas
citadas y de los totales que de ellas se desprenden, la tal
tropa de bisónos y estafermos son de hecho afiliados ó ini-
ciados; esto basta á mi propósito, y no hay Paco que venga
con la rebaja.
Son unos bodoques.—No tanto tanto, como entiendan, y
no pueden menos, su maldad de ingresar y permanecer en
el sarnoso rebaño, y la arrostran; su gravísimo reato en la
complicidad y en la bestial ejecución de los más execrables
atentados contra la religión, la autoridad, la propiedad y la
sociedad, y no por ello se arredran.
¿Qué saben ellos de iniciaciones?—Por atrasados, torpes
y zamarros que se los suponga, como escogidos y educados
por la logia, llevan metida en el alma, á falta de otra, la
iniciación de las infames ideas y principios, de intenciones
perversísimas, que es pura, genuina y fundamental inicia-
ción masónica.
EJÉRCITO MASÓNICO 381
En suma, hablen cartas y mientan barbas: lo que hace fe
es el documento, el censo oficial.—¿Lo tuvisteis vosotros?
¿No? Pues corremos parejas. ¿Sí? Entonces también nosotros,
puesto que nos hemos aprovechado y hemos puesto á contri-
bución todos vuestros datos, con una ventaja sin embargo,
como quien no dice nada, de haber considerablemente acre-
centado y enriquecido vuestro caudal con multitud de adi-
ciones, corrigiendo por aquí y por allá mentiras y deficien-
cias hasta hacer una nueva edición aumentada y mejorada
de vuestros cómputos y estados.
Además, adelantando más y tomando la ofensiva, es fal-
so, falsísimo y se desmorona por su base el sistema, mal di-
cho histórico, escéptico de no asentar ningún hecho sin do-
cumento positivo de una clase ú otra en mano. De esta crí-
tica menguada y rastrera pronunciamos ya la sentencia en
nuestros Orígenes ele la masonería, al condenar el criticis-
mo, que es la negación de la crítica noble, franca y recta.
Los hechos hablan de por sí y se mueven algunas veces en
el escenario de la historia sin certificados ni muletas de pa-
peles ó monumentos materiales; y oficio de la razón es en
sujetos de ardua y obscura investigación rastrear y de co-
nocidos antecedentes legítimamente inferir lo desconocido,
y sacar á luz doctrinas, propósitos y obras ocultas de indi-
viduos, y más de sociedades, con la aplicación de los princi-
pios morales á las acciones de los hombres. Aun antes de
los importantísimos descubrimientos de Barruel, Robison y
Proyart (Louis 46J éme
eletroné avant d'&tre roí, 1819), en
el primer tercio del siglo XVIII y en Francia ¿no pudieron
los respetables Joly de Fleury y D'Aguesseau penetrar el
refinado espíritu de impiedad y rebeldía entrañado en la
masonería? ¿no pudo en 1729 el caballero Folard denunciar
las tramas subterráneas de ella? Y ¿qué justificantes de pa-
pel ó qué cuerpos de delito ni á éste ni á aquellos les era
dado presentar en tiempos de tan estricta observancia del
sigilo y de tan atroces penas decretadas y ejecutadas en los
contraventores? ¿No pudo en 1745 el autor, sea el P. La-
rudan, sea Perau, de La orden ele los francmasones ven-
dida y revelado el secreto de las 31opsas y de Los franc-
masones aplastados, divulgar un exacto y cumplido diseño
382 CAPÍTULO XV

sobre la naturaleza y designios perniciosos de la hermandad?


Y sin embargo, salvo lo que se le alcanzaba de los tres gra-
dos rudimentarios ¿qué piezas de convicción tuvo en sus
manos ó pudo beneficiar en aquellos días de ferocidad dra-
coniana contra charlatanes ó imprudentes?
Enemigos acérrimos é irreconciliables nos declaramos de
la fácil y superficial ligereza de los escritores de ciertos
países, devorados por la fiebre literaria de engendrar mu-
chos hijos, de transmitir á la posteridad rimeros de libros
más ó menos originales suyos, y á más tal vez por la auri
sacra James, vivo acicate de actividad y furor desapodera-
do; de donde resultan planes ó prospectos desdichados, eru-
dición fútil ó indigesta, aserciones sin probanza, noticias
mancas y truncas, informaciones á la carrera y descabeza-
das, desprecio y mala elección de las fuentes, falta de juicio
y consideración, cuadros y pinturas desfigurados, color de
novedad sospechosa, mofa de lectores confiados y descora-
zonamiento de los advertidos, desprestigio y vergüenza de
la historia. Mas con la misma saña perseguimos y por igual
nos encocora y enoja y aburre y escandece la suspicacia des-
mesurada, la cavilosidad pachorruda, el disgusto sistemá-
tico, el magisterio orgulloso, la rigidez convencional, proli-
ja y enfadosa sarta de autores, el escepticismo positivista,
que rebasando los límites de la prudencia y convirtiendo
una laudable sagacidad en hábito de sempiterna duda, no
se satisface en asuntos históricos sino con el monumento
frío y descarnado que ve con los ojos y palpa con las manos,
imitando la incredulidad de Santo Tomás que por honor al
testimonio de su tacto individual, locamente menospreciaba
el soberano testimonio de todos los discípulos ¡desenfreno
de amor propio! como si para la dignidad de la historia no
se diese otra cosa de valía más que el criterio material, tra-
yendo debajo de los pies la tradición oral y la observación
de lo que todavía no consta por escrito, desdeñada la induc-
ción ó inferencia lógica, mirado sobre el hombro el discurso
filosófico, absorbida la atención en la materialidad arcaica
de los objetos, repudiada la especulación de alto vuelo, des-
mayados los alientos, hecha ley y norma una especie de
descreencia seminaturalista, que luego por fruto imprevisto
EJÉRCITO MASÓNICO 383
de tal escuela, como de la mano es llevada y transportada
por genios audaces y novadores á órdenes superiores, dejo
y resabio de la práctica protestante y racionalista. La crí-
tica debe ser grave y circunspecta, no nimia ni temátiea;
sabia y racional, no incrédula; ampliamente discursiva, no
rastrera; franca y desembarazada, no reparona, argumen-
tosa ni sofística.

Conque zanjando litigios, fijémonos en 2 . 0 0 0 , 0 0 0 de ma-


sones activos, y no tiramos de largo como podríamos, pues
derecho nos asiste de sobra.

MASONES PASIVOS

Pertenecen á la bárbara milicia, por aquello de la marca


indeleble que traen impresa, y por lo otro de derechos ad-
quiridos ó presupuestos y aceptación de parte, según nota-
mos y recalcamos. Se juzgarán estos títulos por más ó me-
nos legales y válidos; pero el caso es que por uso y costum-
bre son reconocidos de unos, explotados por otros, respetados
por todos. De los hermanos temporeros y de mentirijillas
divorciados de la logia por razones de estado que diríamos,
no hay que pasar cuidado: ellos empujarán el carro con más
gallardía y con más fruto que muchos de los activos reuni-
dos, por la comodidad de las altas posiciones en que ga-
llean. Los demás tendrán á mucha honra en los lances
oportunos ser invitados á prestar sus servicios, como un
linaje de retaguardia ó prevista reserva.
Respecto á su cuantía poco nos hemos de quebrar la ca-
beza, una vez dirimida la anterior controversia.
Rebold, como tan belitre, llamado al corro por el P. Gau-
trelet, es aquí el único revolvedor. En 1 8 5 0 tiraba de la
barra hasta los ocho ó nueve millones de miembros pasi-
vos ¿decía verdad ó mentira? En 1 8 6 4 , que enmendado,
que arrepentido, de un salto baja la mano á dos ó tres mi-
llones ¿dice mentira ó verdad? El P. G-autrelet le da una
sofrenada y se estira de siete á ocho millones, si bien con
una desproporción exorbitante entre activos y pasivos, lle-
vado de los malos consejos de Rebold. Mas cuanto á los mi-
llones de pasivos, no anda descaminado.
384 CAPÍTULO XV

Jannet de las deducciones numéricas presentadas por los


escritores de la familia saca por norma general un triple de
pasivos respecto de los activos, con lo cual según su cuenta
de estos últimos se detiene en un total de tres 6 cuatro mi-
llones de los primeros. La Ohaine d'Union (gaceta masó-
nica) en 1 8 7 8 no quiso pasar de 3 . 5 0 0 , 0 0 0 entre unos y
otros, resultado bastante módico y discreto, pues dejaría en
mucho menos de un millón á todos los activos contra toda
verosimilitud y contra lo fijo y averiguado. Más parco es
aún y más discreto el h . \ Optato Scalquin, el cual en 1 8 8 0
partiendo de los padrones más recientes, por lo que valga
su palabra, y vale muy poco, reducía la cuenta á 2 . 8 0 6 , 7 7 3 .
Y aquí te pillo, aquí te mato. Por ciertas sospechas y ba-
rruntos, como conozco á esos farsantes, se me ocurrió su-
mar las cifras significativas de la cantidad: 2 más 8 más 6
más 7 más 7 más 3 = ... 3 3 , esto es, grado 3 3 . Es mucha
casualidad ¡caramba! Así quieren divertirse con nosotros
esos tunantes, bien que no lo consiguen. Ahí queda ese
Scalquin por trapalón, digo, por masón.
Comoquiera falla la regla de Jannet desmentida por él
mismo, á juzgar por un dato que con muy especial recomen-
dación suya menciona y acepta de la Independencia Belga,
según la cual en la Ciudad de París, en 1 8 8 0 , 1 5 , 0 0 0 acti-
vos se contaban y á 1 2 0 , 0 0 0 subían los pasivos. ¡Cáspita!
esto no es el triple, sino el óctuplo justo.
¿A qué nos atenemos? ¿al triple ó al óctuplo? Mas no sea
dicho que nos prevalemos de nuestra ventaja, apremiamos
á nuestro amigo, llevamos las cosas al extremo y tratamos
de sacar sangre: nos contentaremos con la triplicación di-
ciendo: dos millones, bien corridos, de masones activos, seis
millones ídem de ídem pasivos. Suma = ocho millones co-
rridísimos de masones en el mundo. Nadie nos regatee ni
nos escatime de este guarismo, ni nos venga con sofiste-
rías. O nada valen cuentas, ó aunque sea á regañadientes,
es necesario devorar el expuesto resultado: 8 . 0 0 0 , 0 0 0 por
lo más corto.
EJÉRCITO MASÓNICO 385

IT

S e g u n d o c u e r p o : sociedades imperfectas.

Recuérdese ante todo el doble objetivo ya manifestado á


que se endereza esta revista de los diferentes cuerpos que
constituyen el ejército masónico, y son completarla idea
de la organización de la secta, y de paso mostrar la fuerza
y poderío de ésta para lección y desengaño de lelos y ato-
londrados.
De Dom Benoit, que en el arte de dividir y clasificar es
extremado y á las veces extremoso, prohijamos la distinción
de las sociedades masónicas. Este ilustre profesor desen-
vuelve los caracteres que separan las imperfectas de las
perfectas, y son los siguientes:
1.° Las perfectas señálanse por la jerarquía de grados
y de gobierno. Las imperfectas no admiten desigualdad ó
escala, rigurosa al menos, de grados, bien que han de acep-
tar la jerarquía de gobierno, supuesto el cual necesaria-
mente ha de haber superiores que manden é inferiores que
obedezcan, y tal vez subalternos intermedios para comodi-
dad del mismo régimen.
2.° Las perfectas á la consecución del fin supremo y
universal de la masonería ordenan todos sus esfuerzos. Las
imperfectas se limitan á algún fin parcial, y éste quizás in -
mediato: cuál, por ejemplo, á la exclusión de toda influen-
cia religiosa en la enseñanza; cuál á la común apostasía por
medio de la jurada renuncia á todos los sacramentos; cuál á
la perturbación y destrucción total de la humana sociedad.
3.° Las primeras se entretienen en multiplicar emble-
mas, signos, fórmulas y ceremonias. Las segundas solamen-
te las precisas formalidades de reconocimiento observan.
4.° En aquellas la inmensa mayoría de los adeptos des-
conocen, entre muchas otras cosas, los designios finales poi-
que trabajan y á sus jefes inmediatos. En éstas sucede al
revés.
386 CAPÍTULO XV

5.° De las primeras sale la plana mayor de las segun-


das, siendo aquellas el tronco y éstas las ramas. Las cosas
pasan así: con un destino particular digno de la secta, el de
matar, verbigracia, las órdenes religiosas, se le ocurre á
un rabioso masón hacer algo, fundar una sociedad; allá van
circulares, prospectos, invitatorias á todas partes de ambos
hemisferios. Esto no más se necesita, si el hombre goza de
crédito y ascendiente; á los convites responden las adhe-
siones de los finos y consecuentes hermanos, y con ellos se
llenan los cuadros de la nueva milicia ligera; fórjanse e s -
tatutos apropiados, avívase la propaganda, háeese rápida-
mente cantando y cosiendo el enganche, cátete hecha y ar-
mada otra ardiente legión al mandar de la prolífica madre.
Estas sociedades secundarias, si bien imperfectas, repú-
tanse masónicas de verdad, en cuanto que por masones y
bajo la inspiración de la masonería han sido fundadas, por
ella son dirigidas, de ella aprenden sus máximas y á la vic-
toria de sus empeños en determinados ramos cooperan. A
todas ellas convienen esas razones; pero no lo mostraremos
de cada una en singular, porque demandando todas ó casi
todas capítulo aparte, para allá remitimos este quehacer.
En esta inteligencia véase ahora la lista de ellas:
Internacional.—Programa: auxilio mutuo, progreso y
completa emancipación de los obreros ó proletarios, en co-
munidad de bienes. Llegó á numerar muchos millones de
socios: 5 0 0 , 0 0 0 en Alemania, 3 0 0 , 0 0 0 en Austria, etc., etc.
Alianza republicana universal.—Programa: la conver-
sión de todas las formas políticas en la republicana con ten-
dencia á la República universal.
Liga universal de la democracia socialista.—Programa:
comunidad de bienes, de poder, de mujeres y ¡guerra á DiosI
Anarquismo.—Programa: libertad absoluta, nada más
que la libertad y toda la libertad.
Nihilismo, Fenianos, etc.—Programa: liquidación y ex-
terminio social completo. Hacen su recluta entre todas las
clases del pueblo, desde la más baja hasta la más alta é
ilustrada.
Solidarios.—Programa: ¡fuera sacerdotes en el bautismo,
en el matrimonio y en la muerte!
EJÉRCITO MASÓNICO 387
Liga universitaria y de la enseñanza.—Programa: ab-
soluta secularización de la enseñanza.
Liga religiosa universal.—Programa: religión racional
y progresiva fundada en las luces naturales.
Liga para la separación de la Iglesia y del Estado.—
Programa: dicha separación en el sentido de persecución
de la verdadera Iglesia.
Sansimonismo.—Programa: armonía, igualdad y frater-
nidad con fundamento en el comunismo más radical y más
embrutecido.
Fourrierismo.—Programa: unidad universal constitui-
da por la unidad del hombre consigo mismo (alma y cuerpo
una sola cosa), la unidad del hombre en Dios (hombre y
Dios una sola substancia) y la unidad de Dios con el uni-
verso (hombre Dios y universo un solo todo). La práctica
de este sistema es tan brutal como la del anterior.
Nueva armonía.—El verdadero Satanás son la religión,
el matrimonio y la propiedad. Práctica igualmente bestial.
Dom Benoit estas tres últimas las relega á la sección de
sociedades tributarias, seguramente por no haberse coloca-
do en su obrar caprichoso bajo la férula de la secta; pero
es tan directa su generación y derivación respecto de ellas
y tan estrecha su conformidad en las doctrinas, que no du-
damos en agregarlas á la serie de las sociedades imperfec-
tas. En contra comprende entre estas últimas la Joven Ita-
lia y la Joven Europa; muy mal comprendidas á nuestro
juicio, pues todas las juventudes de Mazzini y pandilla per-
tenecen á la masonería perfecta, como lo arguyen y paten-
tizan sus grados y demás caracteres; y á la par con ellas
corre también la Carbonería, y el Comunerismo español,
etcétera, á tuerto por algunos autores diversificados de la
pura y neta masonería. Dígase lo mismo de la Unión ale-
mana, los Amigos de la luz alemanes, el Tugendbwid (so-
ciedad de la virtud), la Asociación de los justos alemana,
la Sociedad de los Negros alemana, la Unión de los Esta-
dos alemanes, los Burschenschaften (sociedades estudian-
tiles), la Sociedad de hombres, la Sociedad de jóvenes, la
Sociedad de ancianos y cien otras variedades germano-
masónicas, trajes diferentes de un mismo sujeto, ó el mis-
mo perro con distintos collares.
388 CAPÍTULO XV

Entre paréntesis y para que desde ahora se empiece á


calar la astucia sectaria, obsérvese la multitud de nombres
con que la institución en Alemania se adornaba y su extre-
ma facilidad en cambiar nombres y formas por una de tres
causas: ó para embozarse con inusitado disfraz cuando era
sorprendida por el público, ó para llevar á efecto alguna
nueva evolución en fuerza de mandato supremo, ó para des-
pistar á sus perseguidores. Este ardid usaba en Alemania
y del mismo siempre y en todas partes se ha servido. Hace
algunos años llenaba el mundo la fama de la Internacional,
del Nihilismo, etc., y de boca en boca andaban los nombres
de sus jefes: hoy nadie menciona á los caudillos de la Revo-
lución y en el campo de ésta no se habla más que de socia-
listas y anarquistas.

III

T e r c e r c u e r p o : sociedades tributarias ó sucursales: liberalismo.

Este género de sociedades son las que ni tienen grados,


como las del primer cuerpo de ejército, ni persiguen al me-
nos á la descubierta ningún fin mediato peculiar de la ma-
sonería, al revés de las del segundo cuerpo, pero con más ó
menos sujeción obedecen al gobierno ó dirección de ella, le
sirven de instrumento y tal vez en mayor ó menor dosis
participan de su espíritu.
De ellas unas son formadas por la masonería de propia
mano para tapar con honradas apariencias torpes manejos y
trabajos de zapa; otras son arteramente invadidas por ella.
De estas últimas podrán llegar á ser un colegio ó universi-
dad, un casino ó cualquiera reunión numerosa de lícito so-
laz, una sociedad literaria, artística ó militar, etc., a l a
cual destaca la logia algún despabilado y travieso emisario,
que primero hace el papel de espía para explorar el terreno,
pasa luego á disimulado propagandista, á insinuarse dies-
tramente en los ánimos, y acaba por llevar la voz, adquirir
EJÉRCITO MASÓNICO 389
ascendiente, envenenar paso á paso el ambiente de la in-
cauta asociación, hasta transformarla y traerla á las ideas
y á la devoción de la traidora secta. Con tales mañas y ar-
timañas en la Edad media lograron los maniqueos, progeni-
tores de nuestros sectarios, ingerirse en los inocentes gre-
mios de menestrales, viciarlos, seducirlos y someterlos á su
enseñanza y régimen, según validos de buenos testimonios
explanábamos en los Orígenes de la masonería.
A este efecto también Weishaupt, padre del iluminismo
alemán, armaba á sus adjuntos con estas lecciones: «No
quitemos un punto los ojos de los Colegios militares, Aca-
demias, Imprentas, Librerías, Cabildos catedrales, de cual-
quier establecimiento en fin concerniente á educación ó á
gobierno. Anden nuestros agentes urdiendo trazas y bus-
cando caminos cubiertos, á fin de clavar allí nuestra ban-
dera. »
Iguales arterías soplaba á sus carbonarios el Tigrotto de
la Alta Venta: «Queréis, les decía, ver borrados hasta los
vestigios de los tiranos y opresores? Pues echad vuestras
redes como Simón Barjona, pero no al fondo del mar, sino
en el golfo de las sacristías, seminarios y conventos, y si
os manejáis atentamente, os auguro una pesca tan milagro-
sa como la de aquel; porque pescaréis una revolución ornada
de capa y tiara caminando tras la cruz y el guión, una
revolución que por poco que se la pique con la aijada, me-
terá candela en los cuatro ángulos del orbe.»
Y en verdad que no cayeron en saco roto estos consejos,
puesto que de tal suerte se intrusaron los masones y se hi-
cieron los amos de las más fervientes cofradías en Vancou-
ver y en el Brasil, que allí el Obispo y aquí el Obispo de
los Obispos se vieron precisados á cerrarlas y extinguirlas
todas, hecho muy sabido.
Respecto á las otras sucursales más pegadas al cuerpo
sectario, deben considerarse á manera de colonias ó facto-
rías, muchas veces errantes ó viajeras, enviadas al mundo
profano bajo la conducta de los más insinuantes reclutadores
de la baraja: sociedades de geografía, de geología, de botá-
nica, de literatura, de música, de tiro al blanco, de gimna-
sia y esgrima, de beneficencia y filantropía, mutualistas,
MASONERÍA. T. 11.-86
390 CAPÍTULO XT

comisiones agrícolas, de exposiciones regionales 6 univer-


sales, compañías industriales, congresos científicos, etcéte-
ra, ete.: 11,000 asociaciones distintas contenía la sola ciu-
dad de Lyon, de ellas 4 0 0 directamente manejadas por la
cofradía, 7 0 0 intervenidas 6 influidas por ella. Unas veces
hurtan el bulto, otras muéstranse con ostentación, y por lo
común donde anda cierta gente alterada, hay bulla y remo-
lino, por indiferentes que parezcan los fines, bien puede
asegurarse que por allí hace de las suyas la mano negra.
Sucederá en ocasiones que en tal ó cual agrupación per-
sonalmente no figure ningún representante de la logia: no
importa; si de aquella se aleja el elemento sacerdotal, no
faltarán por lo regular quienes indiscretamente acudan por
consejo á algún individuo de la consabida, y habrá bastan-
te con ello para que degenere en mundana la asociación, no
se haga nada de provecho y el resto vendrá por sus pasos
contados.
Hácense gustosos á las tretas sugeridas por el Tigrotto,
cuando mal aconsejaba: «Reunios en cualquier paraje, en
una sacristía que sea, ó dentro de una capilla, y prevalién-
doos de la simplicidad de vuestro ganado, ponedlo bajo el
cayado de un virtuoso sacerdote muy bien acreditado, pero
sencillo y de buenas creederas: infiltrad cautamente el ve-
neno en los mejores, administrándolo por cucharadas y eomo
á quien se le cae sin pensar; cuando deis la vuelta, vos-
otros mismos os espantaréis del magnífico resultado.»
«Ocultad, repetía Weishaupt, vuestra orden bajo el man-
to de una compañía comercial ó cualquier otro disfraz.»

Liberalismo.—A posta hemos dejado para la postre esta


innúmera brigada del formidable ejército, y la inscribimos
como fortísima retaguardia en el tercer cuerpo. La justifi-
cación de nuestro proceder un claro indicio la manifiesta.
A pesar de ser tan considerable en Bélgica la tropa de
afiliados, se admiraba el bueno de Amando Neut, en vista
del gran predominio que allí alcanzan, del corto número de
logias. Mas luego recapacitando él mismo da con la expli-
cación del fenómeno. ¿Qué extraño es, dice, si la mayoría
de ellos esconden el mandil debajo de la holgada capa del
BJÉROITO MASÓNICO 391

liberalismo, y éste se afana por cuenta de ellos? Bien se


cumplió, añade, el anuncio del h.'. Grisar, cuando en 1 8 4 5
arengando á la logia Perseverancia de Amberes: «El libe-
ralismo, exclamaba, seremos nosotros: nosotros seremos
su pensamiento, su alma y su vida; nosotros en fin seremos
él mismo.» Es á saber, el liberalismo en cuerpo y alma está
identificado con la masonería.
Lo que ese hermanazo profetizaba, el discurso lo conven-
ce realizado aun antes que aquel se las echase de profeta.
En efecto ¿el liberalismo, según lo más ó menos avanzado
de sus aplicaciones, tiene grados, no es verdad? Pues bien;
en todos sus grados entraña y suena una sola cosa, la inde-
pendencia de la razón más ó menos restringida ó ampliada,
ó bien absoluta, según los grados. Ahora hagamos la com-
paración: ¿cuál es el primer fundamento de la masonería,
según llevamos ya indicado y más arriba con toda extensión
se hizo patente? la independencia de la razón. ¿Cuál es la
diferencia? éehenle galgos á alcanzarla, ni con microscopio
se vislumbra ninguna. De aquí proviene la afinidad de ideas
con más ó menos rigor adaptadas al individuo, á la familia
y á la sociedad; de aquí la aproximación ó unión de volun-
tades; de aquí la semejanza ó identidad de máximas, prácti-
cas y miras; de aquí las simpatías marcadas entre unos y
otros sujetos; de aquí la igualdad ó analogía de textos para
el estudio de las cuestiones vitales por libros, periódicos,
etcétera; de aquí el mutuo auxilio y más ó menos perfecta
solidaridad. Pierden los estribos y tiran coces contra estas
naturales consecuencias algunos liberales muy moderados y
católicos de pasta flora. Sí, pero vaya V. á detener la lógi-
ca, una vez puestas las premisas y cuando éstas se defien-
den por sí solas.

Recapitulemos.

EJÉRCITO MASÓNICO

Primer c u e r p o . — 2 . 0 0 0 , 0 0 0 de masones activos: 6 . 0 0 0 , 0 0 0


pasivos = 8 . 0 0 0 , 0 0 0 . Si pusiéramos 1 0 millones, nos arri-
maríamos más á la realidad.
392 CAPÍTULO x v

Segundo cuerpo.—Sociedades filiales: muchas, nutridísi-


mas y crecidísimas.
Tercer cuerpo: 1. Sociedades sucursales y tributarias. 2.
Liberalismo.
Ejército inmenso, indestructible, si no es con el infinito
poder de Dios.
¿Quién se ríe ahora del increíble poderío de la masonería?
Insensato ha de ser.
CUESTIONES SUELTAS 393

CAPÍTULO XVI

Cuestiones sueltas

§^§¡¡ QUÍ haríamos punto y nos despediríamos de


nuestros amables lectores, si la conciencia no
nos instigase á tener en cuenta y prestar aten-
ción á ciertos puntos ó cuestiones sueltas; de
, las cuales una en particular, si no encuadraba
al justo en nuestro plan general, pero responde cumplida-
mente á nuestra determinada voluntad de examinar á la co-
fradía por todos lados, de darla á conocer, no sólo en los
procederes usuales ya estudiados, sino en otros extraordi-
narios que á maravilla se adaptan á sus designios de mayor
consecuencia; no sólo en sus comunes formas envueltas en
símbolos y misterios y guardadas con el más rígido secreto,
sino en otras trazas ó sistemas, francos al parecer, descu-
biertos y populares; ño sólo en la matriz misma y núcleo de
las conspiraciones, cabezi y directora de todas las empre-
sas, sino en otras sociedades filiales, dependientes de la
principal, por ella engendradas, puestas en actividad y sa-
biamente regidas. Aludimos áesas terribles sociedades, que
apoyadas en la fuerza irresistible del número y de la mate-
ria rendida al servicio del hombre, impulsadas y violenta-
mente arrastradas por el ímpetu furioso de todas las pasio-
nes humanas y animales, agitadas de extraña manera como
por un espíritu de vértigo y como por una energía sobrehu-
mana y suprasensible, conmueven hondamente y tienen en
continuo sobresalto al mundo, amenazando como el último
azote vengador de la humana iniquidad á todos los gobier-
nos, todas las instituciones, el orden social en sus propias
394 CAPÍTULO XVI

bases y en todos sus miembros, á la humanidad entera con


un cataclismo y naufragio universal é irremediable: fenó-
meno prodigioso de la edad contemporánea, que no se expli-
ca suficientemente por la rivalidad tan antigua como el
mundo entre ricos y pobres, felices y desheredados, ni por
el creciente y desapiadado egoísmo de unos y punzadora en-
vidia de otros, ni por la moderna organización del trabajo,
salvaje ley de la oferta y la demanda y consiguiente males-
tar del proletario, convertido en siervo de la máquina y en
máquina de producción; fenómeno, que por inequívocas se-
ñales que luego haremos resaltar, no puede menos de atri-
buirse á la mano aciaga de un poderoso y maléfico agente,
á la autora de todas las revoluciones é infinitas calamida-
des que atormentan á las tristes generaciones de nuestros
días.
Aquí ¡qué campo tan anchuroso y fértil en útiles ense-
ñanzas se ofrece á nuestras investigaciones, para seguirlos
pasos á la pérfida acción de la secta, poner de manifiesto el
extremo de su maldad y descubrir los caminos desusados
por donde se dirigen á consumar sus finales designios, á co-
ronar sus funestas doctrinas en el terreno de los hechos, á
labrar la infelicidad más completa del género humano con
la radical destrucción de todas las leyes y fundamentos so-
ciales, el imperio del salvajismo y la reconstrucción de una
humanidad sin Dios, sin señor, sin orden, sin moral ni sen-
timientos humanos, modelada al talle de los ideales nihilis-
tas y animalescos de Weishaupt.
Crimen fuera en nosotros al par que torpeza imperdona-
ble desentendernos de explicar la generación, la naturale-
za y el peligro de semejantes sociedades. ¿Cómo habríamos
de hacer traición á nuestra conciencia y al compromiso de
honor contraído con nuestros hermanos, con los hombres
amantes de la verdad y rectitud en todo, suprimiendo un
capítulo de cargo tan grave contra la orden nefasta? ¿Cómo
habríamos de desperdiciar coyuntura tan favorable de dar
brillo especial á nuestra demostración y nuevo realce é in-
terés al proceso sostenido contra aquella, pasando inconsi-
deradamente por alto una de sus mayores iniquidades y más
perjudiciales maquinaciones? ¿Cómo habríamos de consentir
SOCIALISMO 395
por nuestra incuria el error del mundo profano, ni hacer-
nos cómplices con nuestro silencio del artificio sectario en
engañar y desorientar á la gente acerca de la gran cues-
tión del día, la cuestión socialista con sus anexos y secue-
las, imputándola exclusiva ó principalmente á causas rate-
ras y vulgares, y apartando de la vista y consideración co-
mún la causa preponderante y motriz, que es la vasta cons-
piración de la misma secta? No, esto no era posible ni cum-
plía á nuestra dignidad de caballero y de cristiano cargar
sobre nuestra alma tamaña responsabilidad; y por esto nos
arrestamos, con el valor que infunden la posesión de la ver-
dad y las armas de la justicia, á señalar con el dedo y de-
nunciar á la pública maldición á la gran culpable de los e s -
tragos y ruinas producidas y por producir en la sociedad, la
masonería servida por el Socialismo, con la Internacional, el
Anarquismo, el Nihilismo y demás familias congéneres,
que son todas sucursales é hijuelas de aquella é instrumen-
to de sus planes devastadores.
En nuestra requisitoria procederemos por puntos gradua-
les ó escalonados, y andaremos siempre fundados en prin-
cipios y hechos incontestables. Manos á la obra.

S o c i a l i s m o . — E s masónico: doctrinas y t e s t i m o n i o s . — E l obrero


pervertido.

Nos dicen algunos: El peligro de hoy no es la masonería,


sino el anarquismo y demás atroces sociedades. Cuando
esto oimos, clavamos los ojos en nuestro colocutor y rápi-
damente llamamos á la memoria sus antecedentes, estudian-
do en su fisonomía los rasgos del ignorante, del aturdido ó
del masonizante, si no es masón disfrazado. Vamos, era de
perentoria necesidad pasar revista á semejantes sociedades.
De todas ellas en nuestros buenos tiempos es origen,
raiz y común tronco el socialismo. Mas este es masónico.
Luego... ayúdenme á sentir.—
396 CAPÍTULO XVI

Despleguemos nuestras fuerzas.


Repásese el capítulo en que presentamos á la masonería
como destructora de la propiedad. Si destructora de ésta,
luego socialista ó comunista; que allá se van para el caso
uno y otro calificativo. Efectivamente ¿no niega un Dios
personal distinto de la naturaleza creada y arbitro de ella;
no impugna la creación del mundo con la eminente sobera-
nía del Creador sobre todo lo existente; no desconoce la no-
ción de una Providencia sabia y gobernadora en el reparto
de bienes y goces naturales? Con tales ideas ¿por qué puer-
ta se introduciría cualquier derecho privativo, cual es el de
la propiedad particular? ítem más, al proclamar la absoluta
independencia ó emancipación de la humanidad, que consti-
tuye á ésta fuente de todos los derechos; al profesar como
invariables los dogmas de la libertad é igualdad esencial
del hombre, desaparece asimismo el fundamento de aquel
derecho exclusivo.
Mas ¿á qué amontonar argumentos? Ya lo vimos en el ca-
pítulo citado, desde el grado de aprendiz se da muy de
sentado al neófito lección de socialismo, y repítese en todos
los grados y ritos: además el cuadro del estado primitivo ó
salvaje de la humanidad, en que la naturaleza entera con
sus espontáneos dones y riquezas era de todos y para todos,
es clásico y fundamental en todos los sistemas del Arte
Real. Finalmente por si quedaba algún reconcomio, el con-
trato antisocial ó pacto socialista de Rousseau fué adoptado
como texto sagrado y fielmente aplicado con autoridad de
código sacro de la cofradía, que se resume en aquellas dos
cláusulas sintéticas:
«Cada miembro de la comunidad se entrega á ella... él y
todas sus fuerzas, de las cuales son parte los lienes que
posee.»—«El Estado, con relación á sus miembros es dueño
de todos sus bienes.11
¿Quién va á pedir allí propiedad? Sí, indudablemente el
socialismo es doctrina de la secta.
Doctrina heredada de sus patriarcas y maestros los gnós-
ticos y maniqueos. De los gnósticos, según Matter su apo-
logista, quien cita de ellos estos axiomas: «La naturaleza
revela dos grandes principios, el de la comunidad y el de la
S0OfAL18MO 397
unidad de todas las cosas. Las leyes humanas contrarias á
estas leyes naturales, son infracciones culpables opuestas
al orden legítimo y divino. Para restaurar este orden, es
menester establecer la comunidad déla tierra, de bienes
y de mujeres.» De los maniqueos, quienes por testimonio
de San Épifanio y San Agustín prohibían retener en propie-
dad casas, campos ni otro bien alguno.
Doctrina enseñada, sostenida, sin cesar propagada y
puesta en práctica en todas las ocasiones favorables por los
alumnos de la secta. En confirmación de ello, sin reprodu-
cir ninguna de las citas aducidas en el paraje dicho, testifi-
que el primero Redares, intérprete autorizado del Gran
Oriente de Francia:
«Acabo de exponer los dos principios tomados de la natu-
raleza del hombre, que han dado cuerpo y alma á la maso-
nería y servido de base á su doctrina... Todo el tiempo que
subsistió el régimen de la comunidad fraterna, la inocen-
cia y simplicidad de costumbres mantuvieron tranquilos y
dichosos á los hombres, y no hacían falta códigos de moral
y religión, leyes civiles y políticas, ni nada de cuanto tien-
de á encadenar la libertad y el beneplácito del hombre.
Pero desde el instante que el tuyo y mío impusieron su
bárbara tiranía, y cada individuo se apropió una parte del
vasto dominio de la naturaleza y la acotó; el interés, que es
padre de todos los crímenes, y la ambición que los provoca,
dominaron los corazones y se hicieron los arbitros supremos
de los destinos sociales... Aquellos son los principios de la
verdadera luz, la ciencia sagrada que alumbraba la inteli-
gencia de los obreros de Salomón é Hiram. El genio de t i -
nieblas destruyó su obra santa; mas quedó en pie el plan,
el soberano arquitecto lo conservó para la generación de los
elegidos: trabajemos sobre estas bases eternas, devolva-
mos al templo simbólico su belleza original. La masonería
es el mito regenerador de la humanidad, el huevo que en-
cierra el germen de la perfectibilidad social...))
¡Magnífico! El socialismo, enemigo mortal del tuyo y
mío, régimen de la comunidad fraterna, que puede pasar-
se sin códigos de moral y religión, sin leyes políticas ni
civiles, sin restricción ninguna de la libertad y caprichos
398 CAPÍTULO XVI

humanos, devolverá al mundo la inocencia y simplicidad de


costumbres, la tranquilidad y la dicha, al templo simbólico
su belleza original; fué la obra santa de los operarios de
Salomón é Hiram; es él plan de los elegidos de hoy, guar-
dado por la masonería para la perfección de la sociedad.
Vaya, que no le falta ningún perfil al cuadro masónico, ni
hay más que pedir. Bien le había bebido los alientos el dis-
cípulo al maestro, Redares á Rousseau, en aquel pasaje de
éste, en su Discurso sobre el origen de la desigualdad en-
tre los hombres, que empieza con este arranque:
«El primero, á quien después de haber acotado un terre-
no, se le ocurrió decir: Esto es mío, y que halló hombres
bastante mentecatos para creerle, fué el verdadero funda-
dor de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, asesi-
natos, desgracias y horrores habría ahorrado al género hu-
mano, si alguno arrancando los mojones ó rellenando las
zanjas, hubiese gritado á sus semejantes: «No escuchéis á
ese impostor; estáis perdidos, si os olvidáis de que los frutos
son de todos y la tierra de nadie, etc.»
Sobre la idea y propósitos socialistas de la orden no es
menos explícito el doctor sagrado Ragon:
«Únicamente la masonería, por medio de su poderosa pa-
lanca de asociación, es capaz de realizar, en una comunión
generadora, la grandiosa unidad social concebida por los
Jaunez, los Saint-Simon, los Ornen y los Fourier. A la
hora que los masones quieran, las generosas concepciones
de estos pensadores filántropos dejarán de ser vanas uto-
pias. Por lo demás el movimiento social desde hace largo
tiempo absorbe la atención de la masonería general, y en
particular del Gran Oriente de Francia.»
«Y es la verdad, glosa el P. Deschamps, todos los funda-
dores de sistemas socialistas han brotado de su seno y las
logias siempre han sostenido la propaganda socialista.»
«Buonarroti, el autor de la Carbonería francesa é italia-
na, el propagador infatigable de todas las sociedades secre-
tas en tiempo de la Restauración, era antiguo cómplice de
Babeuf y embebió sus principios comunistas en la constitu-
ción de la Carbonería.
«Saint-Simon es contado por los autores masónicos entre
SOCIALISMO 399
las lumbreras de la orden, y Enfantin (otro Carbonario y
comunista) afirma la solidaridad del Saintsimonismo con los
carbonarios y jacobinos.
«En la época de la propaganda del Fourrierismo, las lo -
gias masónicas de París la ayudaban con sus simpatías.
Jaunez y Pompery pertenecían á las logias, en ellas daban
conferencias y hacían prosélitos. Lo mismo pasó al dar vue-
lo á la Internacional.
«Tal ha sido la conducta tradicional de la hermandad. En
1845 las logias belgas decretaban honores masónicos á Eu-
genio Sue, y el novelador socialista, en su respuesta ala lo-
gia Perseverancia de Amberes, aseguraba en términos ex-
presos que «las logias masónicas estaban al frente del par-
tido socialista.»
«En 1866 la logia Perfecta inteligencia y Estrella uni-
das de Lieja se afiliaba en la de los Filadelfos de Lon-
dres, para continuar la obra de la Masonería militante y
progresiva (sic) explicándole en una plancha qué entendía
por esa masonería progresiva, así:
«Arrancar del alma la vana preocupación de una vida fu-
tura y el fetichismo de una providencia dispuesta á socorrer
la desgracia—acabar con las fuerzas ciegas—abatir el or-
gullo del dinero y de los privilegios—transformar la cari-
dad que humilla á los pobres y procurar el derecho que ele-
va á los podres—igualar las inteligencias por medio de la
instrucción, las fortunas con el equilibrio proporcionado
de los salarios, las protecciones por medio de leyes igual-
mente respetuosas para todos—realizar la justicia en vez
de aplazarla para un mundo desconocido.»
«El primer socialista alemán, el sastre Weitling, que en
1837 dio principio á sus conquistas en Suiza y Alemania,
organizó sus sociedades por el patrón de los iluminados y
carbonarios, y se servía de las asociaciones de canto, que
por lo común eran logias disimuladas.
«Las logias masónicas suministraron á la Internacional
los primeros cuadros; y aun después del fracaso de la Co-
muna parisiense han continuado predicando el socialismo.
«La logia El Globo de Vincenne en 1879 concurría al
acto de la oración fúnebre del h . \ La Chambaudie, poeta
socialista y apóstol sansimoniano.
400 CAPÍTULO XVI

«La logia Igualdad de Palermo, en circular mandada á


la prensa en 1 8 7 8 , invita á los suyos á tomar participación
en las cuestiones sociales, declarando que el bienestar y fe-
licidad del pueblo no es de esperar sino de la emancipación
económica.
«Las logias de París se hacen á una para fundar una es-
cuela superior de ciencias positivas, conforme al método
positivista, destinada á propagar científicamente el socia-
lismo entre las clases ilustradas, y junto con el socialismo
ese materialismo brutal y esa negación radical, que consti-
tuyen la esencia del positivismo y de la masonería.»
Digno remate de los antecedentes datos entresacados del
P. Deschamps fórmalo el siguiente apostrofe de Luis Blanc
enderezado á los patriarcas de 1 7 8 9 :
«¿Quién desde 1 7 9 2 proclamaba el ateísmo, y en especial
el panteísmo, cuya deducción lógica es la comunidad de
tienes? ¿Quién desde entonces proponía la distribución de
las tierras por partes iguales, gritando: Todo es de todos?
Para mí no hay más que una sola ciudadanía, un pueblo
único, una misma ley social para todos, un mismo espíritu
y un mismo Dios en tres personas, que son: Yo, Té, Él.
¿Quién en aquella época transformaba en club, con el nom-
bre de Círculo social, la logia masónica del Palais-Royal?
¿Quién proclamaba estos principios? ¿quién con el título de
Boca de hierro fundaba un diario consagrado al fin de pro-
pagarlos? Los jefes de la masonería, los masones ilumina-
dos, los Fauchet, los Bonneville, los Groupil de Prefeln, los
Condorcet.»
Consecuencia.—Luego quien dice socialismo, dice maso-
nería, no sólo por la perfecta identidad de principios tocan-
tes á la propiedad, sino por andar el socialismo necesaria-
mente envuelto en la empresa de total disolución de la so-
ciedad presente y reconstrucción de otra nueva en orden
al restablecimiento del estado ó naturaleza primitiva (de-
caída), que es el sumo ideal de la masonería.
Otra.—Luego el socialismo, no sólo en lo especulativo,
sino en el terreno práctico, es cosa de la masonería; como
que ésta lo recomienda, lo difunde, lo promueve, lo sostie-
ne, lo organiza y lo gobierna, y ha de seguir con este em-
SOCIALISMO 401
peño, mientras no reniegue de su propio ser y ñn. Consta
de lo expuesto.

A mayor abundamiento, para remachar el clavo y obstar


á cualquiera argucia y escapatoria, nos hacemos fuertes en
nuestra anterior afirmación. El socialismo moderno, con los
caracteres que reviste, á saber: radicalismo en principios y
modos de obrar, guerra sin cuartel declarada contra todo
capital y propiedad, vasta é imponente organización, direc-
ción y gobierno secreto, sistema de violencia ajeno á toda
consideración, á toda ley de justicia y equidad, profesión de
impiedad descarada, desprecio de toda autoridad y poder
legítimo superior que con su ascendiente respetable inter-
venga en favor de sus derechos fundados; este socialismo
no es, ni puede ser resultado peculiar, ni mucho menos
exclusivo, de la estrechez, miseria ú opresión de la clase
obrera, exasperada por el egoísmo, desmanes y abusos de
la riqueza, ni de la inevitable rivalidad de clases, ni aun
del cambio ó trastorno producido por la revolución del si-
glo XVIII y por el modo de ser nuevo en el estado de vida
del operario, en las condiciones y fruto del trabajo, con la
destrucción de las libertades é instituciones protectoras del
menestral.
En efecto, conforme á la conciencia general de las socie-
dades cristianas, y prescindiendo de influencias y predica-
ciones extrañas que la tuerzan ó extravíen, el operario en
suposición hambriento, abrumado de trabajo, maltratado y
aun vejado por un amo codicioso é insolente ¿qué es lo que
pide y á qué limita sus demandas? Pide tasa moderada en
la duración de la jornada; pide un salario proporcionado á
su labor, á las necesidades y accidentes ordinarios propios
y de su familia, para vivir con razonable y relativo desaho-
go; pide en los procederes las consideraciones debidas á la
humana dignidad, que mantienen la armonía en el trato re-
cíproco de superior é inferior á pesar de las naturales des-
igualdades. ¿Cómo pide esto? En nombre de la justicia y
equidad, por los medios lícitos de protesta, de reclamación,
de recurso á las leyes, á las autoridades y á personajes de
valimiento, de representación colectiva, de manifestaciones
402 CAPÍTULO XVI

y huelgas pacíficas, algunas veces con el empleo de la inti-


midación, de represalias y de la fuerza, que suelen cesar
por satisfacción ó vencimiento de la parte más débil. Por lo
regular del patrón depende, si es hombre de conciencia y
moderado, tener en paz y satisfecha á su gente trabajado-
ra. Al jornalero á quien no han pervertido el corazón los
corredores ó agentes del vicio en tabernas, cafés ó malos
pasos, ni le han trastornado la cabeza en los clubs ó en
ciertas juntas mutualistas los encantos de la Circe socialis-
ta, no le embarga otra preocupación que el bienestar propio
y de su familia, y este es el úaico motivo de sus luchas y
resistencias; sin armar litigio sobre los derechos del amo á
su tierra ó industria, sin maldecir ó blasfemar de la Provi-
dencia que á unos da más y á otros menos, sin soñar en re-
formas y problemas sociales que no se le alcanzan, sin me-
terse en más caballerías que su interés y conveniencia par-
ticular. ¿Qué tiene esto de socialismo, ni cómo éste iba á
engendrarse de tal modo de pensar y tal conducta?
A la inversa el socialismo, tal como lo formulan sus doc-
tores y corifeos en todas ocasiones, tal como palpita en sus
reglamentos, programas y empresas ¿qué pretende y cómo
procede? Para enterarnos á satisfacción, oigamos atenta-
mente el manifiesto ó bando feroz que al resplandor de los
incendios, con acompañamiento de rugidos de verdugos,
ayes de víctimas, horroroso estampido de máquinas inferna-
les y universal alarido de espanto, promulga y arroja al ros-
tro de la humanidad civilizada:
La suprema dicha del hombre aquí está. ¿Hay un más
allá? ¿existe una Providencia? no nos cuidamos de ello. ¿Do-
mina una ley superior? si ha de poner embarazo ó cortapisa
á nuestra libertad, no la reconocemos: por esto abominamos
de toda religión, porque nos amenaza con semejante yugo.
El hombre es señor de sí mismo, todos los hombres somos
iguales y todos corremos tras la felicidad en esta vida y la
ciframos en disfrutar de toda clase de bienes terrenos. Pero
entiéndase, que los bienes de la naturaleza no son de nadie
privativamente, sino de todos y para todos: comunismo per-
fecto de campos, riquezas, posesiones y hasta de mujeres;
es ley universal de la naturaleza. De donde la propiedad es
SOCIALISMO 403
un robo ¡al fuego los títulos egoístas! reparto de las tierras:
nivelación de fortunas: igualdad en el trabajo, en sus frutos
y en los placeres: siendo el hombre un animal más sobre la
tierra ¿por qué se le habría de negar ningún goce de la ani-
malidad? Enemigos de nuestras ideas y nuestro sistema ál-
zanse el capital, la propiedad ó burguesía, junto con las
preocupaciones reinantes en el mundo actual. ¡Guerra sin
fin ni tregua á la burguesía, empleando la tea, el plomo, el
puñal ó la dinamita, de preferencia con las cabezas más er-
guidas! ¡guerra á esas preocupaciones, que en forma de
moral, de religión, de leyes, costumbres, instituciones ú or-
den establecido, aherrojan los libérrimos instintos de la na-
turaleza y tienen carcomida la sociedad! Y no queda otro
recurso para limpiarla de esta lepra sino el exterminio, has-
ta acabar con todo lo existente, para levantarla de sus ce-
nizas renovada y regenerada. Mas ¡ah! que cuando se cuen-
ta con la fuerza, como nosotros contamos, segura prenda de
victoria es la unión. Por esto para arribar en tamaña em-
presa, nos juntamos y fraternizamos hombres de todas ra-
zas, climas y nacionalidades, nos afiliamos y organizamos
bajo una enseña única, combatimos al imperio de una sola
voz á fin de poner concierto en nuestra obra de arrasamien-
to y destrucción. Somos internacionalistas, porque para
nosotros no hay más que una nación y una patria, que abar-
ca la redondez del mundo, de un polo á otro polo, de orien-
te á occidente: somos anarquistas, porque descontentos del
orden presente, venimos á trastornarlo de arriba abajo: so-
mos nihilistas, porque no queremos dejar nada en pie, e s -
perando que de la total ruina surja la humanidad de la na-
turaleza, independiente ó emancipada. Estos son nuestros
dogmas, nuestros propósitos, nuestros medios y nuestro g o -
bierno, la razón de nuestro ser, la clave de nuestras ha-
zañas y aventuras.
Este es socialismo neto.
Tanto como el cielo de la tierra dista este programa del
diseño, en que presentábamos las intenciones y procederes
del obrero angustiado, pero libre de influencias revolueio -
narias, abandonado á sus impulsos espontáneos, aguijonea-
do por la necesidad, inspirado por su interés particular, di-
404 CAPÍTULO XVI-

rígido por las reglas de prudencia y equidad natural, repor-


tado y contenido hasta en sus excesos en los momentos de
la lucha trabada contra la inclemencia y avaricia de un pa-
trón sin entrañas ni conciencia.
Y quieren darnos al obrero socialista, ya exclusivista ó
puro socialista, ya jacobino, por el prototipo del obrero, y
los rasgos de este modelo pretenden sacarlos del mismo
coneepto y condición del obrero. Esto es falsedad, injusti-
cia y calumnia manifiesta á la vez. No, el obrero, sólo en
calidad de tal considerado, no es ese frenético y torvo con-
jurado, ese horrible monstruo que anida en los grandes cen-
tros industriales, ese enemigo sanguinario é implacable de
la sociedad, ese asesino, ese incendiario, ese sucio animal,
ese impío feroz. Apelo al común sentir de todos los pueblos
civilizados; apelo á la conciencia de toda la gente honrada
y de juicio; apelo al testimonio de las naciones, donde toda-
vía no ha penetrado ó no domina la temerosa plaga del so-
cialismo; apelo á los millones de obreros, que en Europa
misma viven en posesión y goce de los derechos de justicia
y earidad que les competen, viven seguros, tranquilos y fe-
lices, en paz con sus patrones, en paz con las leyes, en paz
y honor ante el mundo entero. Hubo quien hizo al obrero
socio de la Internacional, del anarquismo y del nihilismo;
hubo quien extravió la inteligencia del obrero, quien corrom-
pió su corazón, quien le hizo esclavo y miserable carne de
cañón de intentos subversivos y asotedores; y los que tales
proyectos trazaron y dirigen su ejecución, no fueron por
cierto ni son obreros ni piensan como obreros; son los hom-
bres de la secta maldita, ya lo vimos, lo acabamos de de-
mostrar, los iremos descubriendo más, convictos y confesos
de su obra homicida y exterminadora.
Queda triunfante nuestro primer aserto, descrita la g e -
nuina naturaleza del socialismo y éste señalado como tronco
y raiz de todas las funestas sociedades que hoy hacen tem-
blar la tierra.
INTERNACIONAL 405

II

Internacional.—Historia.—Doctrinas.

Nuestro intento al dedicar capítulo aparte á la Interna-


cional y á otras sociedades de la misma laya, lo avizora un
ciego y es más claro que el agua. ¿No quieren algunos dar
á entender, por exeeso de ignorancia unos, por sobrada ha-
bilidad y cuquería otros, que nada con aquellas le va á la
masonería, exonerando á ésta de gravísimas responsabilida-
des? Pues bien, á los tales les volvemos su dicho al cuerpo,
con sólo demostrar, como nos parece haber demostrado una
por una, que el socialismo en sus doctrinas y por sus hom-
bres es hechura de la secta; es patentemente la simple ac-
tuación ó realización graduada de uno délos objetos finales,
que ella ostenta inscritos en su credo y en su plan de ope-
raciones, á saber, la descomposición y aniquilamiento de la
sociedad actual; es uno de los medios extremos empleados
para obtener esta descomposición y consiguiente transfor-
mación de la sociedad cristiana y civilizada en el estado sal-
vaje, ideado éste primero por algunos filósofos paganos;
prohijado por los ascendientes de nuestra masonería, gnós-
ticos y maniqueos; propuesto y desenvuelto en la época
moderna por Hobbes y Rousseau; adoptado como sistema
fundamental por los demás revolucionarios, desde los pri-
meros iluminados, desde los filosofantes ingleses y alema-
nes y discípulos suyos, hasta el último anarquista, socialis -
ta y nihilista de ayer.
Con lo antes disertado lícito nos fuera dar por rematado
nuestro compromiso, supuesto que en aquella cuenta ó ex-
posición de principios, y en aquellos testimonios de hechos,
vienen comprendidas todas las agrupaciones, que han bro-
tado gradualmente del socialismo como las ramas de su
tronco. Mas como por mucho pan nunca mal año y á buen
pagador no le duelen prendas, tanto más que la malicia de
MASONERÍA. T. 11.-37
406 CAPÍTULO XVI

nuestros adversarios podría echar nuestro estudio de la bre-


vedad á miedo de hablar 6 fraudulencia, nos place alargar
nuestras pruebas por separado respectivamente á cada una
de aquellas sociedades aborrecibles. Sea la primera en or-
den, la que lo fué en nacimiento, la Internacional.
La Internacional es masóniea de pies á cabeza. Demos-
tración al canto: prueba de hechos y prueba de doctrinas,
sacada una y otra de los bien abastecidos arsenales de Dom
Benoit y del P. Deschamps, quienes á su vez pusieron á
contribución los dos excelentes opúsculos de otro abate, di-
putado en el parlamento alemán, P. Winterer: Socialismo
contemporáneo y Tres años ele la historia del socialismo
contemporáneo.
Hechos:
La franca enemiga entre burgueses y obreros data de los
días de la revolución francesa, la cual comenzó á poner á
los proletarios en frente de los capitalistas; á los que no tie-
nen nada en frente de los que tienen. ¿Cómo no? el instinto
y la sangre masónica obraban en aquellos revolucionarios
de coleta y casaca.
Desde 1 8 3 0 á 1 8 4 8 los proletarios empiezan á organizar-
se en varios países: el organizador es el masón Weitling,
futuro compañero, en 1 8 4 7 , de otro masón Cari Marx en pre-
parar el destronamiento de Pío IX, y que en 1 8 3 7 dio prin-
cipio á su propaganda en Suiza y Alemania, modelando sus
sociedades, como buen sastre que era de oñcio, por un buen
patrón ó figurín, el de los iluminados y carbonarios, sir-
viéndose de las sociedades de canto, que lo eran de Arte
Real.
Los socialistas alemanes convocan desde Londres un
congreso Internacional de obreros para Bruselas y para
1 8 4 8 , fecha señalada, que no tuvo verificativo por el fraca-
so del movimiento masónico del mismo año. ¿No quiere de-
cir nada esta relación de causa y efecto?
En 1 8 5 0 muchas ciudades de Alemania tenían sociedades
de obreros conocidas con el nombre significativo de comu-
nidades ó comunas, dotadas de una caja central y regidas
por los masones, no obreros, Engel, Marx y Fribourg, que
encabezaban sus proclamas con este llamamiento: «Proleta-
rios de todos los países, á reuniros.»
INTERNACIONAL 407
En 1 8 6 2 toma la sociedad grandísimo incremento con la
denominación de Sociedad Internacional de Trabajado-
res, y aprovéchase la oportunidad de la Exposición univer-
sal de Londres para reclutar obreros venidos de los cuatro
puntos del globo, declarando que los intereses de los prole-
tarios eran solidarios para todo el mundo y que era menes-
ter organizarse para atender á la defensa de los derechos
comunes.
En 1 8 6 4 , después de muchos dares y tomares, dimes y
diretes, una numerosa asamblea de obreros de todas partes
nombra una comisión permanente de cincuenta socios para
formar Estatutos. Acude Mazzini con un manifiesto y pro-
yecto; presenta los suyos Marx, y son aceptados por unani-
midad con el nombre expresivo de Pacto fundamental:
pacto no podía faltar donde se copiaba la doctrina de Rous-
seau. El cual pacto fué solemnemente aprobado en Ginebra
por los jefes congregados en 1 8 5 6 , y promulgado con el tí-
tulo de Estatutos Generales; y así masón es también el
autor de las leyes por las cuales se rige la sociedad.
Si alguno se figurase que por haber sido ella instituida
en apariencia para bien de los obreros, obreros habían de
ser, con exclusión de otros cualesquiera, los llamados á la
gestión y gobierno de la misma, se engañaría lastimosa-
mente. Ya estaban para soltar la presa quienes la habían
hecho en aquellos inocentes; quienes los habían levantado
de cascos, los habían aleccionado desde el abecé de la re-
volución, los habían criado á sus pechos, les habían dado
ser, importancia y alas, hécholes servidores de sus volun-
tades é instrumentos inertes de sus planes solapados, em-
puñando la sartén por el mango. Así es que desde los pri-
meros días, cediendo de buen gradólos puestos de presiden-
te, secretario y tesorero del Consejo general á un ebanista,
á un sastre y á otro obrero, hicieron irrupción por las an-
chas puertas de la Internacional multitud de hombres que
en su vida habían sud ado una gota en trabajos manuales,
eso sí revolucionarios de cuenta y bien tripunteados; como
Longuet, Emilio Richard, entre ellos personajes del calibre
de Julio Simón, Enrique Martin el historiador popular, el
activo colaborador de Proudhon Gustavo Chaudey, Corbon
408 CAPÍTULO XVI

antiguo vicepresidente de la Constituyente de 1 8 4 8 , el yer-


no de Marx ¿afargue, el Dr. Büchner autor de Fuerza y
Materia, Lueraft, empleado de las escuelas neutras de I n -
glaterra, el profesor belga Hins, y el asesino de la comuna
parisiense general Cluzeret; para no contar los aprovecha-
dos estudiantes del congreso de Lieja, ni los miembros de
la Sociedad internacional de libre-pensadores, que no re -
cogieron mala cosecha de reclutas entre las filas de la In-
ternacional obrera. Estos forasteros, estos intrusos eran en
realidad quienes desde sus puestos secundarios manejaban
las riendas, y por intermedio suyo la secta era el timonel y
capitán, á pesar de las repetidas protestas y las iras de los
sencillotes obreros contra los charlatanes, como les llama -
ban, contra cuantos no fueran operarios de verdad. En la
Internacional el Congreso universal elige el Consejo gene-
ral ó internacional, que es lo que para la masonería el
Oriente Supremo.—Cada sección nacional nombra su Con-
sejo federal ó nacional, cuyos miembros corresponden con
el Consejo general, y bien que subalternados á él, de hecho
son los directores omnipotentes de cada federación ó grupo
nacional y comparables á los Orientes nacionales. Hay por
fin secciones locales que cabe asimilar á las logias de la ma-
sonería.
El hermano Asse en el llamamiento que hacía á todos los
adeptos de la Internacional para que sostuvieran las huel-
gas del Creuzot (Francia) invocaba el nombre de la maso -
nería en estos términos:
«En nombre de la democracia republicana social procla-
mamos en alta voz nuestra adhesión á la grande sociedad
internacional de trabajadores, que es la sublime Francma-
sonería de todos los proletarios del mundo, la esperanza
del porvenir...» Por último consta que en la comuna de
París, 1 8 7 0 , las secciones de la Internacional estuvieron
aliadas con los jacobinos y con todas las sociedades revolu-
cionarias, como si dijéramos, con toda la masonería.
En efecto, Fribourg, uno de los fundadores, asegura que
en todas partes la Internacional se apoyaba en la masone-
ría. Por instigación del mismo Fribourg se juntaron en
1 8 6 5 muchas logias parisienses para la preparación de un
gran congreso de obreros de todas las naciones.
INTERNACIONAL 409
Ea una palabra, masónica fué la primera idea é inspira-
ción de la Internacional, masónica su propaganda, masóni-
ca su primera formación, masónica su organización, maso-
nes sus primeros jefes, masón su legislador, masones sus
patronos y fautores, masones sus directores y sostenedores.
Por no haber reparado en esto, algunos bienaventurados
se dieron á esperar que, á causa de esta inmensa y dese-
mejable multitud, la Internacional vendría á disolverse por
sí misma, por efecto de las contiendas intestinas que de
vez en cuando la perturban. Soñaba el ciego que veía...
Cuando se deshaga la masonería, se deshará y acabará la
Internacional. Esperen los tales sentados como judíos la ve-
nida del Mesías.
Parece que los hechos... Vamos, por no dejar, que en ri-
gor no haría falta, á las
Doctrinas:
Algunas espigas por muestra en mies tan abundante bas-
tarán:
Los socialistas belgas.—«Declaramos guerra á muerte á
la reacción triunfante, al derecho divino, á la república
burguesa, al capital, á la Iglesia, al Estado, en una pala-
bra, á todas las manifestaciones de la vida social presente.»
Sobre Dios y religión:
Memoria adoptada en el Congreso de Ginebra.—«La Di-
vinidad no ha sido ni ha podido nunca ser otra cosa que un
ideal de perfección para la humanidad, en el desarrollo
completo de sus facultades.»
El Mirabeau, periódico socialista belga.—«La idea de
Dios es inmoral y absolutamente contraria á todo progreso.»
El amigo del pueblo, ídem ídem.—«Maldecimos la idea
de Dios.» «Seremos esclavos mientras viva un sacerdote.»
Murat en el Congreso de Bruselas.—«La Biblia es el có-
digo de la inmoralidad.»
Sobre enseñanza:
Congreso de Laussana.—«El Congreso decreta la ense-
ñanza científica, integral, separada de toda enseñanza re-
ligiosa.»
Sobre la familia:
Vecinier en reunión de internacionalistas en Londres, en
410 CAPÍTULO XVI

1869.—«En cuanto á la familia, la rechazamos con todas


nuestras fuerzas en nombre de la emancipación del género
humano; á ella es debida la esclavitud de la mujer y el
embrutecimiento de los hijos. Los hijos pertenecen á la
sociedad, no á sus padres. Negar la familia es afirmar la
independencia del hombre desde la cuna; es libertar á la
mujer de la esclavitud en que la sumieron los clérigos y
una civilización podrida (la del Evangelio).»
Sobre la propiedad y gobiernos:
El mismo.—Guerra implacable al capital, ala.propiedad
y á los gobiernos que la protegen.
Dupont en el Congreso de Bruselas.—«Ya no queremos
gobiernos, porque nos abruman con impuestos: ya no que-
remos ejércitos, porque nos acuchillan.»
Sobre la patria:
El mismo Vecinier.—«Repudiamos la patria, porque no
admitimos que los hombres se degüellen en nombre de las
nacionalidades. Todos los trabajadores, todos los proleta-
rios son hermanos.»
Sobre la sociedad:
El mismo.—«La enemiga es la sociedad tal cual está
organizada. La sociedad es malvada; luego es menester
cambiarla.»
Programa general.
El famoso socialista Bebel en el Reischtag.—«Queremos
en política la república, en economía el socialismo, en reli-
gión el ateísmo.»
Un diputado de los obreros suizos llamado Catalán apli-
caba á los trabajadores lo que del tercer estado decía el
masón Sieyes: «¿Qué cosa es el trabajador? Nada. ¿Qué
debe ser? Todo.» Debe ser religión, sacerdocio, Iglesia, so-
ciedad, magistratura, nacionalidad, reino, república, poder,
capital y propiedad. A esto va á parar la doctrina socialis-
ta. Mas, ¿no es esta misma la doctrina masónica?
¿Es secreta la Internacional? Pública es por sus manifes-
taciones; pero secreta es por su gobierno eficaz, como diri-
gida tenebrosa y misteriosamente por jefes efectivos que
viven en continuas relaciones con las logias y combinan con
éstas la acción de la sociedad internacional.
ANARQUISMO 411
Los internacionalistas se dividen en colectivistas y co-
munistas: distinción imaginaria, sabiamente vuelve á ob-
servar el P. Deschamps: pues una y otra escuela se dan la
mano en suponer la destrucción previa del orden social
existente, la abolición de la propiedad y el capital, la r e -
constitución de la sociedad por medio del Estado omnipo-
tente conforme á tal ó cual plan hipotético, en cuya elec-
ción disiente una de otra. Estas disensiones domésticas se
originan de rivalidades personales, que desaparecen en el
momento de emprender la obra destructora: todas las socie-
dades secretas, jacobinas, mazzinianas, marxistas y anar-
quistas se hicieron pina en la Comuna de París, y más tar-
de, á pesar de todas las discordias, formaron juntas un solo
cuerpo compacto.

III

A n a r q u i s m o . — A l i a n z a internacional de la democracia socialista:


federación jurasiana: anarquía.

Trasladamos del P. Deschamps el siguiente notable pa-


saje de Mr. de Laveleye en el Socialismo Contemporáneo
de este último:
«Cuando Dante, bajando por las estancias escalonadas del
infierno, llega á lo más hondo de la «ciudad sin esperanza,»
encuéntrase frente á frente con el rey horrendo de los án-
geles rebeldes—L imperator del doloroso regno. — Así
1

también, el que penetra hasta las últimas capas del socia-


lismo revolucionario, allí topa con Bakounine. No se puede
adelantar más, porque él es el apóstol de la destrucción
universal, del anarquismo absoluto, ó según él mismo nom-
bra su doctrina, del amorfismo. El fué quien tomando de
la internacional el nombre y la organización, difundió el
socialismo anárquico en todos los pueblos latinos: sus ideas
dominaron en la Comuna de París; forman en la hora pre-
sente la substancia de los programas adoptados por casi
412 CAPÍTULO XVI

todas las asociaciones socialistas de Italia, Suiza, Bélgica,


España, y aun de Francia.»
Este luminoso rasgo del publicista francés nos muestra
el camino para nuestro breve estudio del anarquismo. Del
carácter masónico de éste ya no formalizaremos pruebas
con expresa enumeración de hechos y doctrinas, pues re-
surtirán de la exposición misma que vamos á tejer con los
datos comparados de Dom Benoit, P. Deschamps y Claudio
Jannet. Distinguimos tres épocas: Primera etapa:

ALIANZA INTERNACIONAL DE LA DEMOCRACIA SOCIALISTA

Fundóla y organizóla Bakounine de 1850 á 1860. Publicó


su programa en 1868.
El fin de la sociedad es la nivelación completa de todos
los hombres y hasta de todos los seres. Dios, creador, con-
servador y gobernador del universo, es para esos sectarios
«el primer aristócrata.» Así es que empiezan por recha-
zarle conforme á su primer artículo: La Alianza se decla-
ra atea: quiere la abolición de cultos, la substitución de
la fe por la ciencia, de la justicia divina por la liumana:
negación de toda revelación, de toda religión, en especial
del dogma del infierno, y de Dios mismo.
Art. 5.°—«La sociedad entiende, que todos los Estados
políticos y autoritarios actualmente existentes irán por gra-
dos reduciéndose á simples funciones administrativas de los
servicios públicos en cada pais, hasta desaparecer dentro
de la unión universal de las sociedades libres, agrícolas ó
industriales.» Esto es, negación de todo gobierno, de toda
autoridad.
Familia y propiedad.—«Reparto de todas las propieda-
des raíces, abolición del matrimonio, educación de los hijos
en común, establecimiento de talleres nacionales, supresión
de derechos de sucesión, y adjudicación de herencias á fa-
vor de la comunidad.»
La internacional de trabajadores de Marx proclamaba:
¡Comunidad de bienes!
La internacional republicana de Mazzini gritaba: ¡Co -
munidad de poder!
ANARQUISMO 413

La internacional democrática de Bakounine inscribía


en su estandarte este lema: ¡Comunidad de tienes, de po -
der y de mujeres, y guerra á Dios! Así dice Dom Benoit,
aunque en la guerra á Dios las tres internacionales esta-
ban acordes.
¿Qué otra cosa era la internacional democrática sino la
proclamación cabal y expresa del plan masónico? Expresa
decimos, porque sobreentendida se hallaba en las otras dos
por la identidad de principios.
1 8 6 0 . Bakounine añlió su internacional en la de trabaja-
dores, con promesa formal de someterse á la obediencia del
Consejo general.
Segunda etapa:

FEDERACIÓN JURASIANA

Faltando Bakounine á su palabra, mantenía en su inter-


nacional una organización secreta y aparte. Observólo el
Congreso general y disolvió aquella alianza democrática:
mas luego revivió ésta con el nombre de Federación j u -
rasiana.
Tercera etapa:

ANARQUÍA

Claro está que la Federación jurasiana (dicha así del


Jura bernés, donde tenía su asiento), gobernábala Bakou-
nine, como rama que era, sucesora y representante de la
Alianza democrática, parto ésta á su vez del demagogo
ruso. Ahora bien, en 1 8 7 2 la internacional de trabajadores
había celebrado un congreso en la Haya, arrastrando en
pos de sí multitud de secciones suizas, la mayoría de las
españolas é italianas, que habían sido formadas por Bakou-
nine: y el mismo año los separatistas reunieron un congre-
so en Ginebra en que se hallaban representadas secciones
españolas, holandesas, francesas, inglesas y suizas, y al
cual envió por telégrafo su adhesión el partido alemán de
Lasalle, otro caudillo socialista. Y así quedó consumada la
división.
414 CAPÍTULO XVI

Refiere Dom Benoit que se hicieron tentativas para res-


tablecer la unión, según parecer de muchos, con el éxito
apetecido. A nuestro modo de ver, nunca ha podido faltar
mancomunidad de esfuerzos para la obra de destrucción
cuando menos, bien que diversos la organización y procedi-
mientos de cada partido, tanto por la unidad de miras y
objeto inmediato, como por la eomúu dependencia respecto
de un centro principal, que primero fué el fundador y pro-
motor, siempre ha sido el supremo director de esos cuerpos
revolucionarios, conforme á la prueba de los hechos desde
la Comuna parisiense acá. Comoquiera se señalaron en la
Internacional dos corrientes de ideas, una de los socialistas
moderados, enemigos irreconciliables del capital ó propie-
dad individual, pero partidarios de un Estado omnipotente,
al cual representa el Consejo general compuesto de las va-
rias delegaciones nacionales: otra de los socialistas avan-
zados, que juntamente con el capital, suprimen cualquier
especie de poder y autoridad central, y adjudican la au-
tonomía no sólo á la comuna ó entidad federativa, sino á
cualquier grupo corporativo. «El primer partido es el del
Estado popular, que según la inteligencia de los socialis-
tas alemanes, debe entrar en posesión de todas las riquezas
acumuladas, distribuirlas entre las sociedades obreras, or-
ganizar la producción y el cambio, proveer á la vida y al
funcionamiento de la sociedad entera. Mas como la mayor
parte de los socialistas de raza latina, aleccionados por la
experiencia, responden que semejante Estado equivale á la
peor de las tiranías, á ese modelo anticuado oponen un nue-
vo ideal, formando el partido de la anarquía, que propone
la abolición completa de todos los Estados y la organización
que procede de lo simple á lo compuesto por medio de la
federación libre de las fuerzas populares, de productores y
consumidores.» Así se expresa en sus Palabras de un re-
belde Kropotkine, heredero de las teorías de Bakounine; y
bosquejó el plan de esa anarquía Pi y Margall en su libro
de las Nacionalidades.
NIHILISMO 415

IV

N i h i l i s m o . — C a u s a s de su desarrollo en R u s i a . — D o c t r i n a s . —
Observaciones.—Panslavismo.

¿Qué diferencia existe entre nihilismo y anarquismo? Doc-


trinal, ninguna. El mismo é idéntico principio masónico de
radical y universal destrucción de la sociedad presente con
todos sus constitutivos, efectos y manifestaciones, dio na-
cimiento por igual á uno y á otro, los informa y penetra de
un espíritu común; el mismo ñu los alienta, la quimérica
restauración de una supuesta naturaleza primitiva, que á
realizarse tal como la fantaseaban en sus sueños impíos los
maestros y patriarcas de la secta, desde Rousseau, Weis-
haupt y Saint-Martin hasta Bakounine y Kropotkine, sería
lisa y llanamente la dominación de la naturaleza corrupta,
el abyecto rebajamiento al estado salvaje, el reinado de la
bruta animalidad. Empresa en la cual sudan en escala as-
cendente, algunos sin darse cuenta y abominando tal vez
del ignominioso objetivo final á que se tiende, desde los
llamados católico-liberales y liberales sin adjetivo de todos
grados y matices, rebaño innumerabilísimo; desde los ma-
sonizantes y masones de baja estofa, hasta los masones me-
jor iniciados y más resueltos, que hoy se llaman legión en
casi todas las naciones; hasta los caudillos y rectores de la
acción incesante y los incógnitos consejeros del Gran San-
hedrin, asentado en la nebulosa cúspide del monstruoso or-
ganismo sectario.
Sólo que á los anarquistas rusos, señalados entre todos
por su carácter osadamente destructor, antojósele, con esta
ó la otra intención, á un novelista compatriota suyo, Ivan
Tourguenieff, bautizarlos con el nombre de nihilistas, que
ellos en el acto recogieron como propio, haciendo ostenta-
ción de él como de timbre de honor, á ejemplo de los por -
dioseros de Flandes y los sansculotes de la revolución
francesa.
416 CAPÍTULO XVI

De suerte que á los nihilistas no los distingue del común


de los anarquistas más que su apelativo circunstancial y al-
guna mayor dosis de ferocidad.
Ni es menos evidente la identidad de origen entre ellos.
Los rusos han estado renegando por espacio de dos siglos
de su tradición nacional y de su religión, para mendigar y
tomar de países extraños todos los elementos de su vida
intelectual y moral; y expone las causas de este fenómeno,
nos dice el P. Deschamps, el insigne Schedo Ferroti (ba-
rón Firks) en su Nihilismo en Rusia, libro muy intere -
san te, que ojalá tuviésemos á mano.
En efecto, y va por nuestra cuenta, Pedro el Grande,
todo empapado aun en barbarie, es introducido prestamente
por su consejero el ginebrino Lefort en los subterráneos de
Hiram, y con su desapoderado afán de civilizar y extranje-
rizar á su pueblo, abre de par en par las puertas de Mos-
covia á todo contrabando de ideas y costumbres sin discer-
nimiento ni selección alguna, manda fuera de su patria á la
juventud rusa á traer cultura exótica, cualquiera que ella
fuere, como quien importa á granel mercancías de que se
carece en el nativo suelo. Muerto en 1 7 2 5 , su impulso es
fiel y vigorosamente sostenido y secundado por las mujeres
que le suceden en el imperio y los favoritos de ellas: con
bandera de ilustración y despreocupación, desde la segunda
mitad del siglo XVIII las ideas impías que comenzaban á
hacerse de moda, cobran ascendiente é infectan á las clases
superiores de la sociedad rusa, corrómpese la nobleza y el
libertinaje se sienta en el trono con Isabel Petrowna, hija
menor de Pedro, y sobre todo con la escandalosa Catali-
na 2 . . ¿Mujer, y de talento, y desvergonzada, y protestante
a

por contera? Ella pondrá el colmo.


Desde los primeros días de su reinado traba íntima co -
rrespondencia con Helvecio, Voltaire y D'Alambert, hace
la literatura francesa de la época la única fuente de ilustra-
ción y código de moral para su pueblo, acoge amorosa en
la corte al funesto apóstol de la masonería Cagliostro y le
envía bien despachado con un regalo de 2 0 , 0 0 0 rublos;
mientras deja ancho campo á los martinistas, que recluten
á más y mejor para su iluminismo en todos los círculos de
NIHILISMO 417
gente instruida desde los grandes señores hasta el maestro
de escuela y el cirujano de aldea; que aliados con los calvi-
nistas y encubiertos con apariencias místicas, seduzcan á las
almas religiosas é infiltren en la Iglesia ortodoxa el espí-
ritu sectario. Así la negra cofradía llega á contar en 1 7 8 7 ,
1 4 5 logias en Eusia y 7 5 en la Polonia rusa. Pero si Cata-
lina desde el principio se declaró protectora de la masone-
ría... y no para hasta levantar en Petersburgo la logia
Imperial.
En vano es que despertada de su encanto en 1 7 9 2 por las
hazañas de la revolución francesa y la afiliación masónica
de su hijo Pablo, se apreste á barrer con toda la villana ra-
lea. EQ vano que Pablo 1.°, rompiendo nefandos juramentos,
cierre de un golpe todas las logias y escriba al R. P. Grü-
ber, de la Compañía de Jesús: «Para contener los avances
de la impiedad, el iluminismo y el jacobinismo en mi imperio,
yo no hallo otro recurso que entregar la educación de la ju-
ventud á los jesuítas. Es menester restaurar el edificio des-
de cimientos; si no, todo se desplomará y no quedarán ni
religión ni gobierno.» El infeliz monarca caía á breve tiem-
po cosido á puñaladas.
Alejandro 1.°, alma noble y candida, pervertido por su
preceptor Víctor Laharpe, que fué uno de los sectarios más
malditos de su tiempo, comienza por abandonar la enseñan-
za á los hermanos de la Hoja, y bástala formación del clero
á los calvinistas; y él, iluminado martinista, incrédulo, pro-
testante, místico ó pietista en una pieza, en manos de Spe-
ranski, Boher, el desenfrailado y apóstata Fessler, mada-
me Krudener, una protestante mística, y de las Sociedades
bíblicas, precursoras de la Joven Rusia socialista al decir
del socialista Herzen, es juguete de todos como un niño, y
el instrumento más idóneo para el triunfo de la secta y la
ruina del imperio. Un día sabe, por remordimientos de uno
de la pandilla, de la conjuración urdida contra su trono y
vida. «Manda buscar á los conjurados, mas este paso—cer-
tifica Mr. Jorge Michalof, autor sumamente caracterizado,
de quien toma la noticia el P. Deschamps,—no hace más
que precipitar su fin; y en 1 8 2 5 muere repentinamente en
Taganrog.»
418 CAPÍTULO XVI

Entre paréntesis, para no perder ripio, á estos repentes


nos tiene acostumbrados la maleante hermandad, y ese g e -
nio inocentón de Alejandro nos explicaría cumplidamente
que ni mandado hacer las traiciones de Valmy y de Aus-
terlitz.
Por lo demás, quién le mandó á ese malaventurado prín-
cipe desestimar aquellas advertencias y consejos, que des-
de 1811 en una memoria confidencial le dirigía un diplomá-
tico tan clarividente, leal y desinteresado como el conde de
Maistre, cuando le ponía en guardia contra «esa secta, he-
cha una sola ele todas para aniquilamiento de reyes y Es-
tados, y que sólo respira odio diodo género de autoridad;»
y cuando más especificadamente le decía:
«El Iluminismo de Alemania no es más que el calvinis-
mo consecuente, esto es, desentendido de los dogmas que
había conservado por mero antojo. En una palabra, no exis-
te más que una sola secta. Lo cual ningún hombre de E s -
tado debe ignorar ni echar en olvido. Esta secta que es ala
vez una y muchas, tiene sitiada Rusia, ó mejor, la penetra
por todos lados y la corroe hasta sus raíces más hondas. No
necesita, como en el siglo XVI, subir al pulpito, levantar
ejércitos y sublevar ruidosamente á los pueblos. Sus medios
en nuestros días son más hábiles: guarda todo el alboroto
para el fin: bástale por hoy contar con eloido atento délos
niños de todas edades y la paciencia de los gobernantes.
Ya la ha emprendido con vuestro clero, y el daño es mayor
de lo que se cree... Ni nos vengan con que estos dogmas
son anticuados; al contrario son más vivaces y activos que
nunca. En el siglo XVI eran niños... ahora son adultos y
no sufren ningún freno. Esta espantosa secta, que se llama
legión, nunca ha sido tan temible como ahora, particular-
mente por sus alianzas» (con todas las masonerías, se en-
tiende).
El conde de Maistre era profeta: el don de profecía es
atributo de los hombres de talento.
Haga la aplicación quien guste á México. Bien que eso de
«la paciencia de los gobernantes" hoy en muchos Estados
modernos es cobardía ó connivencia.
NIHILISMO 419
Y ahora anudando nuestro discurso, he aquí el resultado
de los antecedentes históricos referidos: descreimiento de
las clases directoras y de las instruidas en toda la escala
social, moda de impiedad, perversión de las doctrinas reli-
giosas en el clero mismo, desprecio soberano délas tradi-
ciones sanas y leyes morales, corrupción general en los in-
dividuos de uno y otro sexo, trastorno completo de las re-
laciones de familia; una sociedad en fin trabajada y dominada
por las ideas y la acción eficaz masónica, formada según el
tipo del filosofismo francés, del materialismo germánico y
de la libertad socialista; destituida de todo elemento puro
en que fundar la esperanza de regeneración cristiana y sal-
vadora. Y sigue en lo interior la enseñanza masónica en-
venenando la sangre de las futuras generaciones, y no cesa
la peregrinación de la juventud rusa á las universidades
alemanas y á Francia, donde se nutre y hace acopio de prin-
cipios destructores. Ivan Tourguenieff, que tanto contribu-
yó con sus novelas á diseminar la idea nihilista, se pasó
tres años en Berlín, de 1 8 3 8 á 1 8 4 1 , en estudiar la filosofía
hegeliana: las primeras manifestaciones de los estudiantes
nihilistas se verificaron en la universidad de Zurieh, y lue-
go fueron secundadas en las de la madre patria.
Las doctrinas de los nihilistas rusos son el eco de las en-
señadas por los naturalistas alemanes contemporáneos. El
Dr. Luis Biiehner, congresista de la Internacional en Laus-
sana, autor de los libros Fuerza y Materia y El hombre
según la ciencia, propagador de ciencia materialista y so-
cialismo práctico, es aclamado en el romance de Tourgue-
nieff Padres é Hijos, como el mejor intérprete del pensa-
miento nihilista.
En conformidad con estas indicaciones dice Tourguenieff,
mostrando al descubierto las entrañas del nihilismo:
«El hombre, como ser vivo é inteligente, es obra de la
naturaleza. De donde se sigue, que no solamente su ser,
sino también sus acciones, voluntad, pensamiento y senti-
mientos, están fatalmente sometidos á las leyes que rigen
el universo... El libre albedrío y la espontaneidad repre-
sentan un papel muy secundario en sus acciones, que de-
penden siempre y en última resolución de ciertas necesida-
420 CAPÍTULO XVI

des físicas determinadas... Hacemos abstracción de toda


cuestión de moral y dé utilidad. La naturaleza no existe ni
por la religión, ni por la moral, ni por el hombre, sino por
si misma.»
Este es el principio fundamental del nihilismo, como lo
era del iluminismo de Weishaupt, como lo es del masonis-
mo cosmopolita para quienquiera sea capaz de entender y
raciocinar: la naturaleza es el Gran Todo; en ella está la
felicidad del hombre; todo por la naturaleza y sus leyes ne-
cesarias, y fuera de ella nada.
Aplícalo Tourguenieff á la vida y consorcio humano en
esta forma:
«Entre los hombres no existen relaciones de justicia ni de
sentimientos, no hay más que sensaciones... Dejadme beber
y comer hasta que se me extinga la última chispa de calor
animal.»
¡Ah, Epicuro, marrano!
Con igual crudeza, bien que en lenguaje afilosofado, el
mismo pensamiento expresa nuestro conocido Bakounine:
«La ley moral, cuya existencia nosotros los materialistas
y ateos (valga la franqueza) reconocemos más realmente
que no puedan las idealidades de cualquiera escuela, no es
una ley verdaderamente moral, ley á la vez, lógica y mo-
ral, ley poderosa, que debe triunfar de todos los idealistas
del mundo, sino en tanto que emana de la naturaleza mis-
ma de la humana sociedad, naturaleza cuyas lases rea-
les es menester luscar, no en Dios, sino en la anima -
lidad.il
Como la naturaleza nihilista lo iguala todo, iguala en to-
do las mujeres con los hombres (¡ah maniqueos!) y estable-
ce la comunidad de mujeres (¡maniqueos otra vez!) y tam-
bién de hombres (es consiguiente): detesta por enemigos
de la igualdad, entre otras razones, el matrimonio y la ma-
ternidad.
«La maternidad, testifica uno de los fundadores é histo-
riador titulado de la Internacional, siendo efecto de una
desigualdad de la naturaleza, los nihilistas (para corregir-
la) la evitan por todos los medios posibles (¡oh, maniqueos
y masones!—Liga de Malthus, etc., etc.) y cuando no lo
NIHILISMO 421
logran, la hembra nihilista abandona con toda frescura el
fruto de sus amores, 6 mejor, de sus necesidades natura-
les» (1).
A esa perfección de la igualdad sí que no llegan los co-
chinos, los perros, ni las fieras.
Ahora bien, para alcanzar esta perfección, que ha de ha-
cer bienaventurado al género humano, necesario es dar
vuelo á la animalidad, dejar que obren por sí las fuerzas de
la naturaleza; y esto no es posible, mientras subsistan las
presentes instituciones sociales. Luego fuerza es destruir-
las. Lo sentencia así Tourguenieff:
«Lo que urge ante todo, es desbrozar y limpiar el terre-
no. Una vez destruidas todas las instituciones y hecha ta-
lla rasa perfecta de todo, entonces las fuerzas existentes,
entonces la humanidad tomará una forma nueva y definiti-
va con instituciones apropiadas al medio natural... Una vez
reformada la sociedad, lo mismo dará que un hombre sea
estúpido ó inteligente, bueno ó malvado; todos obtendrán la
misma posición.»
Claro: todos vivirán con sus sensaciones, todos pécora
campi, todos animales.
Que es la igualación de naturaleza de Proudhon y demás
socialistas europeos, plagiada por los nihilistas rusos.
Y véase por dónde de aquella afilosofada, brutal y desa-
tinada teoría de la naturaleza primitiva masónica sacan la
ley de destrucción y nihilismo radical.
La despepita en su Catecismo revolucionario Bakouni-
ne, aquel hombre señalado entre todos por su significación
en la historia contemporánea de la Revolución por antono-
masia:
«I. El revolucionario reviste carácter sagrado. En él
todo lo absorbe un objeto único, un pensamiento único, una
pasión única: la Revolución.
«II. El rompió decisivamente, desde lo más íntimo de
su ser, con todo el orden civil actual; no conoce, pero bien,

(1) Fribourg: L'Association inlernaiionale des ira/oailleivrs, p á g i -


na 184.
MASONERÍA. T. I I . - 8 8
422 CAPÍTULO XVI

sino una ciencia: la Destrucción. Estudia la mecánica, la


física, la química y quizás la medicina, mas sólo con el ob-
jeto de destruir... Su ansia será siempre la destrucción más
rápida y segura de esas innobles condiciones sociales.
En todo esto ¿quién no ve dibujarse distinta, palpable-
mente, con todos sus rasgos, la filiación masónica tocante á
la doctrina, considerada ésta en sus antecedentes desde las
teorías de Helvecio, Rousseau y Voltaire, los sistemas de
los iluminados, hasta los programas de los modernos socia-
listas? Ni consta con menor evidencia de la tradición histó-
rica por los datos referentes al origen y desarrollo del ni-
hilismo, lo mismo que á las relaciones nunca interrumpidas
entre nihilistas y demás focos revolucionarios del continente
europeo, relaciones á todo el mundo notorias.
Un retoque para completar el cuadro de los hechos que
hemos ido apuntando.
Por los años de 1 8 7 3 á 1 8 7 5 , espantado el ministro de
Justicia de Rusia, conde de Pahlen, de los atentados nihi-
listas, expone el resultado de sus pesquisas en carta confi-
dencial dirigida á los magistrados, en estos términos:
«Los procesos han demostrado que muchas personas de
edad madura, padres y madres de familia, acomodados y
de respetable posición social, en vez de estar contra los
propagandistas, manifiestan por el contrario muy á menudo
francas simpatías por ellos, los han auxiliado y socorrido,
como si en su ciego fanatismo no tuviesen conciencia de
que con semejante conducta labraban la ruina, no sólo de
toda la sociedad, sino también la propia.»
Y cita numerosos y notables ejemplos de esa complici-
dad. Luego señala la causa de esa vasta perversión de las
clases cultivadas ó ilustradas, la educación de la juventud,
diciendo:
«En muchas comarcas del imperio ruso se ha hecho una
de las propagandas más criminales, que amenaza por pare-
jo á la religión, á la moral y á la propiedad. Tales incre-
mentos ha tomado el mal, que son ineficaces para reprimir-
lo los solos recursos judiciales; porque no se halla ningu-
no que se allane á juzgar de crímenes y de atentados esas
teorías perniciosas. Lo que es mucho peor, entre las per-
NIHILISMO 423
sonas que por su carácter oficial y su representación so -
cial deberían ser las más ajenas á las maniobras comu -
nistas y revohtcionarias, se cuentan quienes, no sólo
presencian impasibles estos hechos, sino que tienen el
valor de hacer cargos al gobierno por las medidas adop-
tadas contra propaganda tan funesta que de día en día
va ganando terreno.—Los revolucionarios han escogido
por instrumento de su infame labor, precisamente aquello
que para todos los hombres respetables é ilustrados es ob-
jeto de la mayor solicitud, la juventud y la escuela. Por
desgracia esos niños y esos jóvenes, en vez de encontrar
en sus compañías y en sus familias oposición á las doc-
trinas exaltadas y á las utopias políticas de que están
tocados, lo que al revés frecuentemente encuentran, es
aliento y apoyo. Así se explica la extensión con que han
cundido en treinta y siete gobiernos ó provincias las teo-
rías socialistas. Padres y madres hay que se las han incul-
cado ellos mismos á sus hijos.»
Y da la última pincelada la hoja gubernamental el Dia-
rio de Moscou, resumiendo en dos palabras los frutos de-
liciosos de aquella enseñanza y aquella propaganda:
«No podemos pensar en nuestra juventud sin la mayor
amargura y grave sobresalto. A los doce años el niño ha
dejado de creer en Dios, en la familia y en la patria; á los
catorce ya prácticamente protesta contra todo esto; á los
quince se hace conspirador; á los dieciséis es ya tal vez un
criminal; á los diecisiete cierra su cuenta saltándose la
tapa de los sesos. Esta es ¡ay! la historia hartas veces re-
petida de nuestros hijos.»

Esto es el nihilismo, estos son sus orígenes históricos,


estas sus proezas en la nación que lo abriga y es teatro de
sus operaciones y atentados. Para nuestro objeto de pre -
sentarlo como hijuela de la masonería y testimonio vivo de
lo que ésta es, de lo que hace y de sus tendencias últimas,
con lo disertado nos contentaríamos. Mas puesto que los
datos aducidos se nos prestan y las actuales circunstancias
nos lo brindan ¿por qué no habríamos de sacar algunas
provechosas advertencias de lo dicho? A ello.
424 CAPÍTULO XVI

1. ¿Qué cosa es ese imponente coloso que se llama Ru-


sia? Por lo visto es un pueblo amenazado de total descom-
posición y desquiciamiento, mantenido en pie en lo político
por la fuerza de un poder autoritario como pocos, y por la
fidelidad de las masas populares á la antigua institución:
es un volcán latente, cuyos gases comprimidos pueden á la
ñora menos pensada lanzar á los aires y destrozar la débil
corteza de esta institución y producir una conflagración ge-
neral en Europa, y tal vez en el mundo entero. ¡Ay del día
en que la siempre vivaz é ilustrada conjuración del nihi-
lismo logre seducir y arrastrar con el halago comunista al
verdadero pueblo ruso! A este fin convergen todas sus ma-
quinaciones é infatigable propaganda.
2.^ ¡Fenómeno único en la historia de las revoluciones
modernas! La revolución en las demás partes se ceba en
las clases inferiores de la sociedad, y éstas forman su ner-
vio: en Rusia se forjó entre la nobleza y la población más
pudiente y culta, y ésta la sostienen y perpetúan. Claro:
como que invadió el imperio moscovita con el filosofismo
francés, con el iluminismo francés y alemán, con la herejía
calvinista y el socialismo occidental de Europa, que infec-
taron las clases instruidas, dominaron y dominan en todos
los centros de enseñanza y cultura; pero que no podían
hacer mella en las muchedumbres colocadas fuera de esta
órbita. Cántalo la historia de la civilización rusa, conforme
á los datos aducidos. Esta particularidad explica la apta
combinación y fijeza con que se ejecutan los atentados nihi-
listas, el poder de publicación de que disponen con escarnio
de todas las diligencias policíacas, la facilidad en procurar
la evasión ó impunidad de los criminales, la osadía de los
golpes dados en el mismo palacio imperial; circunstancias
que denuncian al par que un gran centralismo de organi-
zación, la complicidad de elevados personajes.
3. Otra rareza. La mujer en Rusia es factor ordinario
é importante del nihilismo. ¿Qué digo, importante? Indis-
pensable.
«El elemento más precioso, afirma Bakounine en su ca-
tecismo revolucionario, son las mujeres completamente ini-
ciadas y que aceptan por entero nuestro programa; sin
ellas no podríamos hacer nada.» ¡Oído á la caja!
NIHILISMO 425
Factor temible, según la descripción del P. Winterer, en
sus Tres años ele la historia del socialismo contemporá-
neo; cita ésta, lo mismo que la precedente, de Dom Benoit:
«Lo que siempre nos ha asombrado es la nihilista rusa,
á la cual no confundimos con la petrolera. La petrolera es
la mujer embrutecida; la nihilista es la mujer rusa culta,
que ha pasado por todos los grados de la educación, senta-
da en los bancos de las escuelas, brillando en los gimnasios
de mujeres, ingresando en las aulas de las universidades
en compañía de los hombres: tipo de la mujer libre, tal
como puede formarla la ciencia sin religión. Es la igual del
hombre, tan diestra como él en el manejo del revólver y el
puñal, superior á él en el desprecio de la naturaleza (ó de
¡a vergüenza). Eenuncia á su familia para hacerse revo-
lucionaria, y todo al revés de la mártir cristiana, que es
entregada al verdugo por su padre, ella está pronta á ha-
cer traición al suyo. Se casará quizás, no para ser esposa
y madre, sino para sacudir la autoridad de sus padres y
darse en cuerpo y alma á la secta. La magnitud enorme de
la maldad revolucionaria, lejos de amedrentarla, antes la
llena de entusiasmo.»
Bien entendido, que las nihilistas rusas forman batallo-
nes, ni en el traje y porte se distinguen de los hombres, y
viven con ellos en pequeños grupos, donde todo es común.
La explicación se desprende de lo dicho. Por causa gene-
ral, maléfico influjo de los perniciosos elementos referidos
en la porción instruida de la sociedad. Por consecuencia,
familia francamente nihilista fautora ó simpatizadora del
nihilismo, floja trabazón de sus miembros, ausencia de vida
íntima religiosa y tradicional que mantenga á la mujer pa-
cífica y contenta en el hogar. Por otra parte prurito insano
de ilustración, cortedad de recursos en muchas familias, en-
señanza laica viciada sin contrapeso de moral ninguna, in-
cesante predicación y continuos ejemplos del feminismo más
exagerado, avalancha de institutrices y profesionalistas sin
ocupación ni modo de subsistencia, con el incentivo de la
juventud y las pasiones libremente desenvueltas en un me-
dio corrompido... ¿se quieren causas más favorables? Como
sucedería en México con esa rage (digámoslo en francés) ó
426 CAPÍTULO XVI

furor de normalismoé industrialismo femenino, el día que


desapareciera en la familia el muro de contención de las
costumbres y principios sanos, de las venerables tradicio-
nes y prácticas de religión y moralidad.
Et nunc reges, intelligite.
¿Eesta algo más de bueno que decir del nihilismo ruso?
Sí, lo mejor. El tal nihilismo es el instrumento escogido por
la Hampa cosmopolita para ir preparando aquella república
eslava, que en unión de la germana y la romana ó latina,
integre, en obedecimiento á antiquísimos acuerdos, la gran
confederación de los Estados Unidos Europeos, como feliz
principio de la república universal, para dar ser, realidad
ó cumplimiento á la utopia de la «Nueva Atlántida» de Ba-
con, á la dorada «Fraternidad» de los rosacrucianos alema-
nes, á los sueños disparatados del pactista Eousseau, á los
exiciales proyectos de Weishaupt, á los primeros ensayos
sangrientos de los descamisados franceses, á las tentativas
de tantos locos y malvados, al propósito fijo y persistente
de las traslogias más profundas en constituir sobre los e s -
combros de la sociedad cristiana y civilizada un solo pueblo,
una sola familia, una sola patria (¡nombres sonoros! ¡nom-
bres falaces!), una sola Humanidad independiente de Dios y
enemiga suya, la Humanidad salvaje regida como ley moral
por el principio de la animalidad de Bakounine ó de cual-
quier otro de ellos. Véase el plan de república eslava tra-
zado en el «Catecismo de eslavos,» programa sectario:
«Por medio de una alianza federativa y un gobierno re-
publicano igualitario, que respete las independencias parti-
culares, unir los «ocho» pueblos eslavos, cuyos nombres
serán inscritos en otros tantos cuarteles del escudo, á sa-
ber: Eusia, Polonia, Bohemia, Moravia, Dalmacia, Hun-
gría (?) con Transilvania y Servia, con Moldavia y Vala-
quia. En el centro geográfico del pais eslavo se fundará la
capital de la federación y se levantará sobre un trono la
diosa de la civilización.»
Que será de seguro la misma diosa de la razón de 1793,
una prostituta.
Conque hay un panslavismo: hecho certísimo á no po-
der más.
NIHILISMO 427
¿Limitará sus pretensiones á la creación de una repúbli-
ca del Norte? Ilústrenos el P. Winterer en su obra citada:
¡¡Corromper, nos dice, despedazar, aniquilar la Europa
occidental por medio de la revolución, la anarquía y la gue-
rra; precipitar sobrehila ya asolada las innumerables hordas
eslavas, mientras arroje al proletario insurgente el cebo del
comunismo agrario: este es el panslavismo, el sistema mons-
truoso que amenaza á la Europa civilizada.»
Pero Dom Benoit nos habla de dos panslavismos, cesa-
rista uno y otro que yo llamo masónico puro: el cesarista
fomentado por el gobierno ruso ¡ah fementido! quien por un
lado persigue á los nihilistas en su casa, y por otro los azu-
za y favorece fuera de su tierra para incendiar y agobiar á
las demás naciones y tal vez preparar su conquista: y en
efecto como agentes del gobierno moscovita fueron recono-
cidos el ruso Herzen, capataz del socialismo en Inglaterra,
y el ruso Bakounine, infernal organizador del anarquismo
en el resto de Europa. Díganlo entre tantas infamias suyas
la Mano Negra de España, la insurrección de Cartagena,
etc. El panslavismo puramente masónico tiene por encargo
disponer los ánimos en toda Europa, por medio del comu-
nismo agrario y económico, á recibir después de la general
ruina la organización social decretada.
Una suposición de un publicista austríaco: ¡¡Si por poco
tiempo no más el nihilismo, en forma de panslavismo, pu-
diese disponer de los inmensos recursos del enorme impe-
rio, se precipitaría de Oriente á Occidente sobre Europa un
torrente devastador, cual no se ha visto igual, que llenaría
de escombros todo el continente.»
¡Qué catástrofe para todo el mundo!
Mucho exagérase el peligro amarillo. ¿Qué es en lo mo-
ral y social en frente del peligro moscovita? Ni tan remoto
éste, ni tan extraordinario.

Esto escribíamos en 1903. Han variado por completo las


condiciones, después de la derrota y abatimiento de Rusia.
¡Gracias á Dios!
428 CAPÍTULO XVI

M a s o n e r í a a n g l o s a j o n a . — E s verdadera m a s o n e r í a . — P o r causas
históricas y sociales c o m u n m e n t e no es perseguidora ni r e v o l u c i o -
naria en su p r o p i o pais.

Al observar ciertos rasgos distintivos de la masonería an-


glosajona, no faltarán quiejaes llevados por la corriente de
la moda ya cursi, sin vacilar se encuentren la explicación
del fenómeno en la diferencia puramente etnológica de ra-
zas, clave favorita para ellos de la filosofía de la historia,
con que darse cuenta mayormente de las sorpresas, mara-
villas y contradicciones ocurrentes en el desarrollo de los
sucesos. Así lo darían á entender algunos varones respeta-
bles, que después de haber vivido largo tiempo en los E s -
tados Unidos, por ejemplo, al expresar uno el juicio general
y corriente formado sobre la secta, ó al referir sus acos-
tumbradas proezas, le contestan con una ducha de agua
fresca por este estilo: Allí no es así. Como diciendo: vos-
otros los latinos y aún los germanos veis visiones; ó esto-
tro: esos masones son latinos, germanos, rusos, turcos...
cualquier cosa, menos anglosajones. ¿Y los masones anglo-
sajones no son masones?
Nosotros, lo que sabemos por segurísimos informes de
Claudio Jannet, es que las logias inglesas, considerándose
como pertenecientes á la masonería universal, prestan fra-
terna ayuda, en virtud de los juramentos masónicos, á sus
hermanas del continente siempre y cuando la necesitan: que
la Santa Sede, sin dejarse burlar por engañifas de aparien-
cias, siempre ha mantenido contra las logias de Inglaterra
y los Estados Unidos las censuras lanzadas por todos los
Sumos Pontífices, desde Clemente XII en 1738 hasta el
reinante: que las mismas censuras nominalmente aplicó á
los Odd-FellowsMp americanos, cuyo rito es una extensión,
simplificación y acomodamiento de la masonería para uso de
la clase popular. Esto sabemos y muchísimas cosas más so-
MASONERÍA ANGLOSAJONA 429
bre este punto, que de considerarlas aquí nos distraerían
demasiado de nuestro objeto principal, y por esto las reser-
vamos para un apéndice 6 nota.
Mas una vez adjudicada á los tripunteados anglosajones
la filiación que á buena ley les corresponde, á ellos y lo
mismo á los escandinavos alistados en la cofradía ¿los dis-
tingue alguna cualidad ó circunstancia especial del resto de
la familia universal? Sí los distingue, en honor de la ver-
dad, y por cierto en sentido favorable; y este es el asunto
de la presente investigación.
Pues bien, la diferencia que separa á la masonería an-
glosajona de la de otras partes, consiste en que de hecho
es menos revolucionaria, menos antirreligiosa y antisocial en
Inglaterra y en los Estados Unidos, según afirma y declara
rectamente Claudio Jannet, á quien seguimos. Esta diferen-
cia ¿importa algún cambio, mitigación ó reforma en los prin-
cipios? Ni por soñación; y lo prueba, además de la ya indi-
cada complicidad y el reato igual de censuras con la maso-
nería extranjera, el ardor nunca remiso con que la gran
taifa anglosajona ha cooperado á la persecución de la Igle-
sia y destrucción del orden cristiano fuera de su tierra; el
fruto amarguísimo y desconsolador, que aliada con el pro-
testantismo ha producido en su propia patria, de absoluto
indiferentismo religioso y descreimiento general. Hace po-
cos años en los Estados Unidos la estadística del censo
acusaba por 70 millones de habitantes el guarismo espan-
toso de 30 millones, que á la pregunta sobre su religión
habían contestado: Ninguna.
Con todo y eso ¿quién negará la realidad de aquel fenó-
meno? Pluguiere á Dios, que en muchos de los países más
católicos se otorgase la misma libertad, amplitud y garan-
tías á la Iglesia, igual respeto y consideración de gobiernos
y pueblos á nuestras creencias y á nuestras públicas mani-
festaciones religiosas.
Y se quita la extrañeza. En Inglaterra y países escandi-
navos fué ahogado el Cristianismo en ríos de sangre derra-
mada por la rabia luterana, quedando señor y dominador
único del campo el protestantismo, que si en lo cristiano es
un cuerpo en descomposición, en lo sectario es la mitad de
430 CAPÍTULO XVI

la masonería. Por consiguiente ésta ¿á quién había de per-


seguir en semejantes circunstancias? No al protestantismo,
fautor y compañero suyo por la razón dicha, confirmada con
los hechos: tampoco á la Iglesia, que no existía á los princi-
pios, ó que cuando volvió á introducirse en aquellas regio-
nes, estaba completamente sometida en lo externo á la do-
minación de gobiernos protestantes; tanto más que en el
transcurso de los siglos ya saciado se aplacó el fanatismo
herético, vino el enfriamiento de las pasiones y en los tiem-
pos modernos aquella bandera de tolerancia universal, si-
quier indiferentista, protegió con su sombra la existencia y
los progresos de la Iglesia católica rediviva en aquellos lu-
gares.—Por lo que hace á los Estados Unidos ya emancipa-
dos, base principal y muy prudente de colonización y rápido
crecimiento fué la libertad individual más absoluta y com-
patible con el orden y la total indiferencia religiosa; con-
dición á que por fuerza hubo de doblegarse la secta: por
donde se cerraba también la puerta á la persecución.
En la esfera política y social es menos revolucionaria
también la masonería anglosajona por el sabio temperamen-
to de la libertad ciudadana combinada con la fuerza de la
autoridad, por la general reverencia prestada á la ley, el
mutuo respeto al derecho de cada uno, los arraigados hábi-
tos de orden sostenido por el amor de los intereses particu-
lares y del bien de la patria, bajo la vigilante protección
del gobierno; que son los principios generales de la sólida
constitución y vida de aquellos Estados.
Fuera de las razones dichas, y descontando siempre ca-
sos y materias, en que aun en su tierra aquella masonería
se acuerda de lo que es, con harta aflicción de la Iglesia y
agravio de la común equidad, otras causas alléganse para
explicar aquella relativa mansedumbre y tolerancia de la
secta. En los citados pueblos la fiebre de los negocios y la
sed de oro han despertado y promovido asombrosamente en
todas las capas sociales el espíritu de asociación aplicado á
toda clase de objetos lícitos é ilícitos, y que si atropa nu-
merosos contingentes en las logias, pero todo lo subordina
principalmente al provecho y lucro individual. Por otra par-
te allí, si bien el aliciente del mutualismo entra por mucho
MASONERÍA. ANGLOSAJONA 431
en los aumentos de la secta, mas en cambio hace predomi-
nar en los afiliados el sentimiento ó codicia del interés ma-
terial sobre los demás fines, motivos é intenciones de alis-
tarse en semejante sociedad. Por último con un docto v a -
rón que nos distingue con su amistad, gran conocedor de la
masonería y autor de una de las mejores obras escritas con-
tra ella, nadie desconoce que ciertos ritos vulgares ó popu-
lares fueron creados y son mantenidos, tanto en Inglaterra
como en Estados Unidos, con el intento de multiplicar el
número, engrosar el bolsillo de farautes y enganchadores y
formar batallones de reclutas, que sin embargo no dejan de
prestar útiles servicios á sus tiempos á la secta.
Con tales antecedentes é impulsivos de enganche y pro-
paganda masónica ¿cómo no se ha de mitigar y templar con-
siderablemente aquel espíritu de malquerencia y hostilidad
contra las instituciones religiosas y sociales que tienen siem-
pre arma al hombro á los afiliados de otras partes?
Ahora, para mayor esclarecimiento de nuestras últimas
observaciones, concluimos con un apunte fielmente sacado
del artículo:—Las sociedades secretas en América, que
"W. S. Harwood publicó en la Norih American Beview,
t. 1 6 4 , n. 5 :
«El número de individuos de las sociedades secretas en
los Estados Unidos, en Diciembre de 1 8 7 6 , era de 5 . 4 0 0 , 0 0 0 ,
un quinto de la población masculina: el producto de las cuo-
tas ó contribuciones ascendía á 4 7 5 millones de pesos.—
Las sociedades masónicas cuentan 7 5 0 , 0 0 0 individuos: los
OddFelloivs son 8 1 0 , 0 0 0 : los KnigUs of Py'tilias 450,000:
los menos numerosos son los B'nai B'rith improved, 2 , 7 0 0 .
—El autor, favorable por lo demás á estas sociedades, se-
ñala sus peligros: 1 . excesiva influencia déla logia; 2 . ten-
dencia á formar una especie de Iglesia, cuyas leyes deben
constituir la regla principal de conducta para los adeptos.
—Atento, prosigue el autor, al modo de ser de los Estados
Unidos, siendo la Biblia objeto del más alto respeto de las
sociedades secretas, no hay institución, si exceptuamos la
Iglesia, que con mayor exacción y persistencia reclame y
exija el reconocimiento de una autoridad divina. Si los se-
cretos de estas sociedades, agrega, fuesen sacados á la luz
432 CAPÍTULO XVI

del sol, nada hallaríamos en ellos opuesto lo más mínimo á


los intereses de nuestro pueblo. Los inconvenientes son:
ocasión de faltar en las reuniones á la templanza; exagerada
propensión á lo misterioso; preocupación que distrae aveces
al padre y al marido de los asuntos domésticos; gastos des-
mesurados, ó mejor, gratificaciones ó donativos personales
á que los socios se ven comprometidos.—El crecimiento
anual deesas sociedades es d e 2 5 0 , 0 0 0 á 3 0 0 , 0 0 0 . Entre la
gente de color encontramos la United order ofOdd Fe-
lloros, con 1 3 0 , 0 0 0 individuos.»
Guarismos semejantes sólo en Inglaterra se registran;
para el anglosajón la asociación es una necesidad de la vida.
Sobre el respeto á la Biblia y á la autoridad divina entre
masones, ya saben á qué atenerse nuestros lectores. Acerca
del secreto masónico, recuérdese lo largamente dicho, lo
mismo que tocante á hermanos iniciados y neófitos cuanto
á ese secreto. A ser aceptable el crecimiento anual de
2 5 0 , 0 0 0 en esas sociedades, hoy tendrían un aumento de
7.500,000.
Breve recapitulación. ¿La masonería anglosajona es ver-
dadera y propia masonería? Lo es en sus principios y en su
tendencia esencial é innata de propagar el indiferentismo
religioso; lo es de acción fuera de su tierra, como en 3a fu-
riosa campaña contra el Papado en los Pontificados de Gre-
gorio XVI y Pío IX, y siempre que sus hermanos de otras
partes necesitan su ayuda; lo es también de obra en su pro-
pia tierra en ciertos casos y materias, la enseñanza por
ejemplo. ¿En qué se distingue? En ser tolerante con la Igle-
sia en su propio pais y no ser revolucionaria, bien que
siempre ha cobijado y cobija á los revolucionarios de todos
los países, como es notorio.
EL PROTESTANTISMO ES LA MITAD DE LA MASONERÍA 433

VI

E l p r o t e s t a n t i s m o e s l a m i t a d d e l a m a s o n e r í a . — P r u e b a pe-
r e n t o r i a . — C u l p a de la masonería es el mal g o b i e r n o , revoluciones y
demás desgracias de las naciones católicas.

Este capítulo es complemento del precedente, como se


verá.
En los países que fueron largo tiempo dominados por el
protestantismo, la masonería no encontró en frente de sí
religión que perseguir, puesto que aquel es la mitad de
ésta; con lo cual avino que á ésta se le embotasen en cierto
modo los aceros con el tiempo que todo lo gasta, y el desu-
so de embravecerse la hizo tolerante y menos ñera.
No somos los católicos los inventores de ese estigma, con
que se marca á la Reforma, sino los hijos de la Viuda, en
olfatear y discernir á sus amigos diestros y peritos sin ri-
val. Óigase á la revista masónica, Latomia, t. II, p. 164:
repetimos las citas ya dadas por su grande importancia:
«Bajo el aspecto religioso es la mitad de la masonería.
Considera la esencia de la religión como una revelación di-
vina, y no consiente á la razón sino el inútil trabajo de dar
forma á un objeto que no pertenece al dominio de ella. En
masonería por el contrario la razón debe suministrar, no
sólo la forma, sino también el fondo ó substancia de la re-
ligión. En lo sucesivo será necesario, ó que el protestantis-
mo vuelva al catolicismo, ó que se pare á medio camino, ó
que en continuo progreso llegue á la religión masónica. En
efecto la razón sólo momentáneamente puédese contentar
con el derecho de dar forma razonable á lo que se pretende
hacer superior á nuestra inteligencia... Mas bien luego al-
canzando un conocimiento perspicuo de sí misma, ve clara-
mente la imposibilidad de tal alianza.
«Entonces reclama la segunda parte del derecho natural
que le corresponde, desecha lejos de sí el objeto odioso que
434 CAPÍTULO XVI

quieren imponerle, escoge libremente 6 adopta otro objeto


nuevo que guarde relación con ella.
«Estas consideraciones explican lo que actualmente está
pasando en el protestantismo. La significación mística y ale-
górica de la historia del cristianismo, la interpretación mís-
tico-ideal de los dogmas cristianos, en fin los extraordina-
rios esfuerzos hechos últimamente para encajar este cristia-
nismo en la Iglesia protestante, han expulsado por comple-
to toda revelación del dominio de la razón. Con esas indus-
trias ó manejos empleados para conseguir la paz, la razón
ha podido convencerse de su triunfo y demostrar la antíte-
sis radical entre su doctrina y las enseñanzas de la Iglesia
(protestante); ó sea, que no se da medio entre creer ó no
creer nada, entre ser católico ó ateo.»
Bien parlado á fe: lógica aplastante. En efecto ¿no pro-
claman el libre examen? Y el libre examen ¿qué es sino la
razón autónoma, independiente, principio, luz, regla y
maestra del hombre en la investigación de la verdad reli-
giosa? Ya por ahí el protestantismo es media masonería por
lo menos, la cual á su vez es racionalismo puro. Pero siga-
mos: si la razón es luz y regla de verdad religiosa, parto
de la razón ha de ser la religión. Nada de revelación divi-
na: porque ¿eon qué pies y fuerzas daría el salto, con qué
alas la razón abandonada á sí misma volaría de su bajeza
natural á la altura de la verdad divina y sobrenatural? Con
ningunas. Por consiguiente ó ha de buscar esta fuerza y es-
tas alas en la autoridad y fe de la Iglesia católica, ó ha de
cernerse sin fin en el vacío de sus alegorías, mitos y símbo-
los de un cristianismo convencional, ó en fin ha de arrojar-
se á ojos cerrados en compañía de todos los racionalistas
por los senderos extraviados de la duda y la negación. Y
esto ya es para el caso masonería perfecta.
Cuanto á lo substancial, variada la forma, en el mismo
sentir de la Latomia abundaba la Bauliütle de Leipzig,
1874, cuya primacía en la prensa sectaria fué siempre re-
conocida, afirmando por la pluma del h . \ Conrard, venera-
ble de una logia: también repetimos la cita por idéntica
razón:
«Respecto al protestantismo que por desgracia quedó en-
EL PROTESTANTISMO ES LA MITAD DE LA MASONERÍA 435

clavado en el pantano de la servidumbre á la letra de un


libro, y que privado de una disciplina viva capaz de impe-
ler adelante el trabajo del espíritu, se rompió y fraccionó
en facciones confesionales destituidas de toda fuerza, no hay
que hacer de él más caso que de una rúbrica estadística.
Únicamente la organización fuerte y maciza del Catolicismo
cuenta aún como un factor activo, poderoso para detener
como con robusto dique la formación de los hombres al fin
de una Humanidad independiente.
«Un masón guardador de sus juramentos no debe olvidar
que cuanto más alto está el blanco, más alta ha de ser la
puntería. Ea el sentido de la infalibilidad de la Iglesia cató-
lica papal romana, un francmasón no puede absolutamente
ser cristiano. Esta Iglesia es un reto echado, no solamente
á la sociedad francmasónica, sino á cualquiera sociedad ci-
vilizada (¡!). Si como buenos masones deseamos progresar
en el espíritu de nuestra asociación, debemos decir resuel-
tamente con Strauss: Nosotros no somos nada cristianos,
sino únicamente masones, ni más ni menos. Esto vale por
todo. Todas nuestras fuerzas hemos de concentrarlas en lo
que realmente es útil al hombre, esto es, la asociación hu-
manitaria. La masonería de añeión pocos beneficios trae á
la humanidad, poca estima á nuestra asociación. O todo
uno, ó todo otro.»
¡Pobre protestantismo!... ¡masonería de afición! Ya el
otro lo había llamado la mitad de la masonería. Pero yo
voy á dar la cara por vosotros, protestantes. Mientes,
V. •. Conrard: porque en primer lugar, el que un día ejerce
de afición, al otro día ejerce de profesión, como los músicos
y poetas, que de la noche á la mañana pasan de aficionados
á profesionistas y á profesores: y este paso de protestantismo
á masonería se da todos los días ¿no es verdad? En segundo
lugar, hijos de la Viuda, compañeros de Hiram, albañiles
del grandioso templo de la naturaleza, por los consabidos
tres puntos, por vuestra escuadra y mandil, por las dos
misteriosas columnas Booz y Jakin, por la Eosa-Cruz de
vuestros Caballeros, etc., etc., no seáis olvidadizos, no
seáis desatentos, no seáis ingratos con los buenos protes-
tantes: tres de ellos, predicante de la corte el uno, os pa-
436 CAPÍTULO XVI

rieron segunda vez con los Estatutos modernos; bandadas


de lores y marinos anglicanos, desde la primera mitad del
siglo decimoctavo, llevaron la mala nueva de la cofradía á
todos los continentes y á las islas de todos los mares; pro-
testantes os acompañaron y arrimaron el hombro en todos
vuestros combates y empresas; protestantes os hacen el cal-
do gordo en todos los pueblos católicos, que por muy en-
frailados todavía resisten á vuestras doctrinas é institucio-
nes de perdición, etc., etc.
Al texto del h . \ Oonrard ponía este comentario Claudio
Jannet:
«De siglo y medio á esta parte los principales esfuerzos
de la masonería se han dirigido contra los países católicos,
y esto explica los trastornos de que han sido teatro sin
cesar.»
Algunos católicos tocados de la lepra liberal, de esos
que tan funestos y aborrecibles son en todas partes, atri-
buyen (sigue observando Jannet) el auge de las sociedades
secretas y la recrudescencia de sus instintos antisociales
en las naciones católicas á causas meramente políticas y á
vicios de los gobiernos, los cuales conviene derribar, por
más que sean legítimos, y esto con desprecio de las ense-
ñanzas de la Iglesia; y hacen coro con los enemigos de
ésta, propalando que los pueblos católicos han sido y son
los más desgobernados con la complicidad del clero, á
menos que experimenten los beneficios del movimiento
de 4789.
Renegamos de semejantes hermanos en la medida que
ellos reniegan de la buena fe, del sentido común, de la
historia, del amor á la Iglesia. ¡Ah traidores!
La masonería es ante todo y sobre todo satánica. ¿Cómo
ante todo y sobre todo no ha de perseguir al objeto único
de sus odios y rencores, que es la persona adorable del
Verbo encarnado allí donde la encuentra ó la sienta latir?
La encuentra y la siente en el alma de todo pueblo cató-
lico animado del espíritu de Cristo en su plenitud: allá des-
foga su saña con tanto mayor encarnizamiento, cuanto más
profundamente impregnado de aquel espíritu halla á cada
pueblo, emprendiendo la ominosa campaña bajo la bandera
EL PROTESTANTISMO ES LA MITAD DE LA MASONERÍA 437

piratesca de la política. Porque, sabida cosa es, que para


los liberales, aprendices y aficionados conscientes ó incons-
cientes de masonería, toda la religión entera y verdadera
se resuelve en política; al dominio de la política asignan
las ciencias, doctrinas, prácticas, signos religiosos, mani-
festaciones de la fe, predicación, enseñanza, autoridad ecle-
siástica, todas las costumbres en fin é instituciones cristia-
nas. Con cuyo expediente tienen para gritar: no se trata
de religión; son cuestiones políticas, y el clero es el rebel-
de, ó sea, la Iglesia; cuando ésta por todos lados hostilizada,
defiende las almas de sus hijos y el orden cristiano del Es-
tado contra los incesantes asaltos de la nefanda secta. Y
con el trampantojo de la política encubren la perversidad y
trascendencia de sus fines y traen engañada á la multitud
sencilla y confiada.
Ellos, y no otros, han sido los que con el rabioso empeño
de descristianizarlos, se abalanzaron sobre los pueblos ca-
tólicos, los han mantenido con la astucia y con la violencia
en estado de revolución crónica, y desatando la tempestad
de todas las pasiones y concupiscencias, han hecho imposi-
ble un buen gobierno, han desquiciado la sociedad y perpe-
tuado necesariamente el desgobierno. Y la prueba perento-
ria del hecho es, que cuando aquí ó allá algún gobernante
católico ó bien intencionado siquiera, después de muchas
vicisitudes y trabajos ha logrado restablecer el orden polí-
tico tradicional con el reinado de la justicia, dar paz á las
conciencias y al pueblo, prosperidad á la nación, en el acto
se ha levantado la secta á destruir esta obra benéfica como
obstáculo opuesto á sus malvados intentos de desmoraliza-
ción é impiedad, apelando para ello á los extremos de la
villana traición, al asesinato, la guerra asoladora, á todos
los medios más inicuos y abominables. Luego ¿quiénes son
los autores del desgobierno? ¿quiénes los enemigos del bien
público? ¿quiénes los trastornadores? ¿quiénes los revolu-
cionarios? ¿Con qué vergüenza vienen los liberales á echar
la culpa de los males de la nación á los procederes de los
católicos, ni menos aúu á las instituciones eclesiásticas?
Testigos de lo asentado sean el Ecuador con su héroe
inmortal García Moreno; Colombia combatida, por no que-
MASONERÍA. T. I I . — 2 9
438 CAPÍTULO XVI

rer masonizarse, por cuatro repúblicas masónicas á la vez;


testigos otras repúblicas latinas de América y todas las na-
ciones católicas de Europa en diferentes alternativas y
épocas de los dos últimos siglos. Con sólo una excepción,
la de algunos Estados, donde la masonería en pleno y esta-
ble dominio consiguió plantar sus leyes anticristianas, pro-
curando por lo demás á los ciudadanos los beneficios mate-
riales de una paz artificial; el Brasil, por ejemplo, en los
años de su imperio, y la República Mexicana en estos mis-
mos días.
Lo que acredita la historia, el sentido común patentiza
que no pudo menos de ser así en términos muy apretados.
La masonería deja en paz á los países protestantes, como
terreno amigo; pero arrebatada por su instinto satánico
arremete contra los pueblos católicos con el propósito jura-
do de subyugarlos á sus ideas, leyes y sistema destructor.
El pueblo católico, claro está, rechaza la peligrosa embes-
tida con todo el aliento de su fe, y trábase la lucha á muer-
te; y como la contienda versa sobre todos los elementos
individuales y sociales que constituyen la vida cristiana, la
guerra forzosamente ha de ser duradera y empeñada con
alternativas de triunfos y derrotas, hasta la victoria deci-
siva de uno de los dos combatientes, ó una tregua indis-
pensable impuesta por las circunstancias con ventajas ma-
yores ó menores de una ú otra parte. Y ahí tenemos la
revolución crónica encendida y sostenida por la secta, que
no desarma jamás, sino que aun castigada ó reprimida sus-*
pende tal vez las operaciones, pero espía á todas horas la
primera ocasión de recomenzar con furia igual las hostili-
dades hasta el último extremo. Gran ejemplo de todo esto
España.
Esta es la verdadera filosofía de la historia presente y
de la pasada en los pueblos católicos y la razón de sus des-
venturas. Nada de política propiamente dicha, nada de con-
diciones de razas, nada de espíritu batallador del clero. La
masonería, lo mismo en las repúblicas que en las monar-
quías, es el único y gran criminal, único traidor y enemigo
de la patria, asesino de todos los derechos y libertades l e -
gítimas, genio exterminador de las naciones que viven con
la fe de Cristo y en el amor de la Iglesia.
LOS JUDÍOS EN LA MASONERÍA. 439

VII

L o s j u d í o s en la masonería.—Intervención omnímoda, predomi-


nante, íntima y perpetua.

Respecto al papel y oficios que en la secta desempeñan


los judíos, nada podríamos añadir, fuera de alguno que otro
dato complementario, á lo expuesto largamente en nuestros
Orígenes de la masonería, al capítulo sobre el origen j u -
daico. Pero con todo por fuerza algo hay que decir, mas
que no sea sino una memoria ó suma de lo allí referido:
porque la judería es raza singular y distinguida, que se re-
comienda por sí sola, y donde pone la mano 6 sienta la
planta, allí imprime honda huella característica, en la ma-
sonería sobre todo. ¿Y en esta Masonería al derecho y al
revés habríamos de pasar en blanco la íntima y perpetua
intervención de los alumnos del Talmud? No por vida nues-
tra, como que la condenada hermandad trae judaismo en
las entrañas desde el vientre de su madre y le brota por
todos lados.
Habla hermosamente por nosotros Vicente de la Fuente
en su Historia délas sociedades secretas en España, etc.,
y se le debe creer, según demostramos en el lugar citado
de los Orígenes.
«Desde el siglo I de la Iglesia, dice, existe una sociedad
maldita con la execración de Dios, semejante á Satanás en
su caida, en la privación de sus antiguas preeminencias, en
el destierro perpetuo de su patria, en el deseo de vengan-
za, en el odio encubierto á todo principio de autoridad l e -
gítima... Esa sociedad proscrita en todas partes, y que en
todas partes se halla sin patria; que varias veces ha que-
rido constituir nacionalidad y nunca lo ha logrado; que en
tal concepto desprecia las ideas de nacionalidad y de patria,
substituyéndolas con un frío y escéptico cosmopolitismo,
esa tiene la clave de la francmasonería. El calendario, los
440 CAPÍTULO XTX

ritos, los mitos, las denominaciones de varios objetos suyos,


todos son tomados precisamente de esa sociedad proscrita:
el judaismo.
«Ese principio de odio, de venganza, subversión de todo
principio de autoridad legítima, misterio impenetrable, sen-
sualidad encubierta, superstición, hipocresía, encono rabio-
so contra el cristianismo, ritos sanguinarios, apego á vanas
fórmulas y ridiculas exterioridades, el francmasón necesita
inventarlos y remedarlos; pero el judío los tiene como in-
génitos, los siente desde que nace, y no puede menos de
tenerlos en su situación abyecta, despreciada y de proscrip-
ción... La francmasonería en su principio es una institución
peculiar de los judíos, hija del estado en que vivían, crea-
da por ellos para reconocerse, apoyarse y entenderse sin
ser sorprendidos en sus secretos, buscarse auxiliares pode-
rosos en todos los países, atraer á sí á todos los desconten-
tos políticos, proteger á todos los enemigos del catolicismo,
incorporarse á todos sus renegados, halagar las pasiones de
los poderosos para sojuzgarlos por medio de sus mismos vi-
cios, cobijándose luego bajo el manto de sus ilustres afilia-
dos para eludir la ley y la justicia, proporcionándoles para
sus vicios dinero que no podían devolverles y que los apri-
sionaban á ellos con aquellas cadenas, hijas de sus propios
extravíos, y hablando de libertad, instrucción y beneficen-
cia para encubrir sus verdaderos fines...—Por lo que hace
á las logias... Cuando han reñido sus adeptos, cuando todos
se van cansando de sus farsas y charlatanismo, el judío no
se cansa, el judío no consiente que se abatan las colum-
nas,.y sigue asistiendo á la casi desierta logia.—«¿Sois mu-
chos en la logia? preguntaba Napoleón 3.° á sus hermanos
de Argel, al recibir la comisión que pasó á cumplimentarle
con fraternal cortesía.—No por cierto, respondieron ellos,
¡solamente hemos quedado los israelitas!»
¿Parece á alguno recargada la pintura? Pues para que se
vea, el único defecto que le hallo es quedar el retrato muy
por debajo del original: al lugar citado me remito; re-
pásese atentamente.
En efecto ¡qué corto y atrasado de noticias se nos mues-
tra el bueno de Vicente de la Fuente, confrontado con
LOS JUDÍOS EN LA. MASONERÍA 441
aquel Simonini, que más de sesenta años antes hacía al Pa-
dre Barruel revelaciones, cuyo interés apenas ha decrecido
después del transcurso de un siglo!
Que los francmasones y los iluminados eran fundación de
los judíos—que de ellos habían tomado origen todas las sec-
tas anticristianas,—que sólo en nuestra Italia (habla Simo-
nini) contaban como adeptos más de ochocientos eclesiásti-
cos, regulares y seculares, de ellos muchos párrocos, públi-
cos profesores, prelados, algunos obispos y algunos carde-
nales; y que no desesperaban de tener dentro de poco un
Papa de su partido—que igualmente en España tenían gran
número de partidarios, á pesar de estar vigente todavía la
maldita Inquisición—que para mejor engañar á los cristia-
nos ellos ñogían serlo también—que esperaban á fuerza de
astucia y dinero obtener de todos los gobiernos el reconoci-
miento civil y político—que una vez en posesión de esos de-
rechos comprarían casas y tierras, cuantas pudiesen, y por
medio de la usura bien pronto despojarían á los cristianos
de sus bienes raíces y tesoros—que esperaban en menos
de un siglo hacerse dueños del mundo, abolir todas las de-
más sectas para que la suya adquiera exclusivo dominio,
convertir en sinagogas todas las iglesias de los cristianos y
reducir á éstos á verdadera esclavitud.
Llenas están las historias de comprobantes relativos á las
afirmaciones, á los proyectos, en gran parte realizados, y á
las tendencias sectarias.
Progenitor de la masonería fué el judaismo: judaica fué
ella siempre, hoy más que nunca, cuanto más prepotente él.
Satánica por esencia, el mysterium iniquüatis de la E s -
critura, expresión de todo el pensamiento y malicia del án-
gel exterminador y rey del abismo ¿cuál es la sociedad, ge-
neración ó raza primogénita de Satanás, escogida con espe-
cial predilección por Satanás como representante, órgano y
ejecutor de sus obras maléficas? El judaismo.
¿Qué tal es la intervención de éste en aquella? Omnímo-
da, predominante, íntima y perpetua.
442 CAPÍTULO XVI

VIII

L o s t e m p l a r i o s e n l a m a s o n e r í a . — S u p e r v i v e n c i a del T e m p l e en
la masonería: Eckert, o p i n i ó n m a s ó n i c a . — R i t o templario: su h i s t o -
ria, sus hazañas y sus fines.

¿No acabaron los Templarios á manos del justiciero Pon-


tífice Clemente V?
Conteste un antimasónico protestante, el buen Eckert, y
salga él, que no nosotros, fiador de su propio relato, deriva-
do de fuentes masónicas.
Cuenta, pues, que los Caballeros fugitivos de la quema
de Francia fueron á dar á una isla de Escocia llamada Mull;
y que sus camaradas de Alemania, quienes por cierto no
fueron molestados, encompadraron con los célebres Juanis-
tas. Allí Aumont y Harris, como hermanos militares, y Pe-
dro de Bolonia en calidad de hermano eclesiástico de la or-
den, dieron á ésta nueva organización en el capítulo cele-
brado precisamente en la fiesta de San Juan Bautista de
1307, estatuyendo por fin y objeto de ella su propagación
secreta, su restablecimiento al antiguo esplendor y el com-
promiso de vengar la muerte del G. M. (Molay), y adoptan-
do como orden exterior y encubridor la masonería, de la
cual los Caballeros fueran antes, primero fieles alumnos,
después decididos protectores. ¡Y cómo se acrecentó la or-
den desde 1314 bajo la égida del rey Bruce, con la incor-
poración del capítulo de Herodom, de Kilwinning y de la
rama suelta de San Andrés del Cardo, con la gracia de En-
rique 6.° de Inglaterra y la recluta en masa de toda la no-
bleza británica! ¿Vaya, no logró iniciar á Carlos 2.° en el
destierro de éste y al rey Guillermo de Orange?
Al decir del autor sagrado Eagon, acorde con Eckert, de
muy atrás data la fusión del orden templario con la maso-
nería. «En Italia las antiguas iglesias que pertenecieron á
aquel se llaman por tradición iglesias della massone o'mac-
LOS TEMPLARIOS EN LA MASONERÍA 443
done. ¿Qué significa esto sino que para aquella gente ma-
són y templario eran una misma cosa?» (Oours philoso -
phique, etc., etc.).
E l h . \ Chereau, oficial del Gr.\ O.-, de Francia, con-
cluye: «La masonería es, pues, una sociedad civil, religio-
sa y militar; mas no todos los masones son caballeros de la
orden, ni están por consiguiente iniciados en sus misterios,
que corresponden á grados superiores desconocidos para los
discípulos y postulantes: las dificultades para el acceso en
la orden ó rito de Oriente, único depositario de la alta
masonería, son garantía segura de las virtudes y fidelidad
de los neófitos que tienen el valor de arrostrarlas.» (Expli-
cation de la croix philosophique, etc.).
Es opinión valida entre los autores de la secta, y la pro-
hija Eckert, según vemos, que la Orden del Temple, des-
pués de su extinción, fué continuada dentro de la masone-
ría por los Caballeros sobrevivientes de Francia, Inglate-
rra y Suecia, afirman ellos. ¿Qué hay en ello de cierto? Ave-
rigüelo Vargas.
Fuera de duda está que ha existido, aun ahora se reco-
noce vigente y se practica en la cofradía un sistema ó rito
templario provisto de sus correspondientes grados, cual-
quiera que sea la época de su invención, que repercuten
hasta en las logias mujeriles; y de ellos ¿quién, que sepa de
esas tremendas iniciaciones por los mismos rituales de la
secta, no recuerda con horror el de Caballero Kadosch,
llamado Killer (asesino) en los antiguos manuscritos de la
masonería inglesa, con aquellos gritos de venganza y e x -
terminio, con la representación al vivo de aquel triple ase-
sinato alevoso y con el horrendo ultraje de la cruz rabiosa-
mente pisoteada? Como el nec plus ultra de la masonería
TEMPLARÍA, enaltece este grado el Tuilier (retejador) de
VEcosisme (París, Delaunay, 1821); y el doctor canónico
de la familia, Ragon, asevera que es el resumen de la más
sublime filosofía, EL COMPLEMENTO ESENCIAL DE LA VERDA-
DERA MASONERÍA, destinado á EXPRESAR EL ETN DE LA MASO-
NERÍA EN TODOS sus GRADOS. (Oours d'initiations).
El sin par h . \ Clavel (Historia pintoresca, etc.): «Exis-
te aún en nuestros días, afirma, un Orden del Temple que
444 CAPÍTULO XVI

es una reforma de la masonería;» y sabido es que toda re-


forma afina, depura y perfecciona el ser de la institución.
Otro tripunteado nos informa de que: «El sistema tem-
plario subdivide su grado de Rosa-Cruz en otros nueve,
seis clásicos y tres levíticos. Los levíticos son de Levita
Diácono, Levita Presbítero y Levita Pontífice, y á éstos
se les revelan los últimos secretos: á los de los grados clá-
sicos, muy ufanos con su título de Eosa Cruz, no se les ini-
cia en nada.» (La F.\ U.\ en sus relaciones, etc., etc.).
El Curso de masonería práctica, rito escocés antiguo y
aceptado, por lo que valga la autoridad de este libro anó-
nimo, editado en París por Letouzei et Ané en la época de
León Taxil y demás cuadrilla, clasifica todos los grados en
siete categorías.—5. Categoría: Grados templarios: Gran
a

Pontífice, Venerable Maestro ad vitam, Jefe del Taberná-


culo, Príncipe del Tabernáculo, Caballero de la Serpiente
de Bronce, Escocés Trinitario ó Príncipe de la Merced,
Gran Comendador del Templo, Gran Escocés de San An-
drés.—¿Por dónde anda agazapado el de aquel asesino
(Killer) ó Kadosch, el nec plus ultra de la masonería
TEMPLARÍA, que no figura en esta categoría ni en otra?
Andando los tiempos y en el primer tercio del siglo
XVIII, época memorable é infausta de la gran propaganda
masónica hecha, conforme á consigna, en todo el mundo
por los librepensadores ingleses, viene á llamar la aten-
ción una nueva orden del Temple, reconstituida por el re-
gente Felipe de Orleans, y de la cual fueron sucesivamente
grandes maestres el duque de Maine, el conde de Clermont,
el príncipe de Contí, y en el momento de estallar la revolu-
ción francesa, el duque de Cossé-Brissac.
«Una vez introducido en Francia y Alemania el régimen
templario, dice Elizé de Montazac, todos los ritos masóni-
cos tomaron á Santiago Molay por blanco y término de sus
alegorías.»
«Entonces fué, añade Lecoulteux de Canteleu, cuando la
masonería reanimada por los grandes maestres ingleses y
sus sucesores, afilió en su gremio á todos los enemigos de
la autoridad real, á todos los impíos camaradas del regente,
á todos los filósofos incipientes, á todos los numerosos ad-
LOS TEMPLARIOS EN LA MASONEBÍÁ 445
miradores del sistema político inglés, que ya comenzaban á
disertar sobre la soberanía popular y la división de los tres
poderes, y que no dejaban pasar ningún acto del gobierno
sin discutirlo.»
Un escritor de la hoja h . \ Asveld, noticia: «Que la or-
den masónica del Temple comprende tres clases: la de los
altos iniciados que forman la iglesia juanista, la de caballe-
ros ó levitas que constituyen la milicia ú orden de caballe-
ría, y la fracción política, titulada sociedad de los tres uni-
dos ó de la Trinidad, que con diversos nombres está des-
parramada por todas partes del mundo... Los masones del
Temple son los naturales antagonistas de los jesuitas...
Antes de la revolución de 1 7 8 9 tenían por único propósito
jurado el exterminio del Catolicismo.»
Federico de Prusia, barajando el orden masónico de San
Juan con los sistemas ó grados templarios, fundó el rito de
príncipes del real secreto, y de éste salió, después de va-
rios arreglos y composturas, el rilo escocés antiguo acep-
tado, si no miente Le Monde Maconnique, 1 8 7 8 .
«Hacia 1 7 8 0 , refiere el P. Deschamps, las sociedades de
francmasones, convertidas por entero en templarías, habían
inundado todo el Norte de Europa; pululaban en Alemania .
bajo mil formas, habían penetrado en Polonia y hasta en
Rusia; Francia les construía logias, Suiza se las abría á
competencia en los cantones protestantes, á la sordina se
introducían en Italia y España, hormigueaban en Inglate-
rra, la América del Norte les dedicaba templos, y hacía de
sus ritos y ceremonias una especie de culto para sus naci-
mientos, funerales y actos principales de la vida. Las esta-
dísticas masónicas elevaban á tres millones la suma de
adeptos, y la logia matriz parisiense del Candor se gloria-
ba en Mayo de 1 7 8 2 de contar sólo en Francia un millón,
entre ellos gran número de consejeros de los parlamentos,
muchos canónigos y religiosos, los intendentes de provincia
y más de cuarenta regimientos del ejército pendientes de
las órdenes ocultas que se recibiesen.» ¿Cuándo los anti-
guos Templarios, leales defensores entonces del Santo Se-
pulcro, pudieron soñar con tan vasto poderío? Esto en vís-
peras de la gran revolución.
446 CAPÍTULO XVI

Ea los días del primer imperio francés no se amenguó su


soberano ascendiente sobre todas las logias masónicas; la
orden del Temple revistió en París cierto carácter oficial,
recorriendo en 1 8 0 8 las calles de la capital los cofrades en
procesión y uniformados de gran gala para concurrir á la
iglesia de San Antonio, donde con toda solemnidad se pro-
nunció la oración fúnebre de Santiago Molay.
Durante la Restauración (Luis 1 8 . ° y Carlos 1 0 . ° ) , la or-
den creció con la recluta de hombres políticos, periodistas
y literatos, que sirvieron para regular conforme al fin se-
creto de la hermandad la acción de las logias y de las aso-
ciaciones liberales.
Volvamos al resumen de las glorias templarías, á no po-
der más instructivo, que hizo el h . \ Asveld en 1 8 3 2 , cita-
do por el P. Deschamps, tomándolo del verídico Amando
Neut:
«Antes de la revolución de 1 7 8 9 , los nuevos templarios
tenían por único propósito jurado el exterminio del catoli-
cismo... Bajo el imperio lamentaban los atentados libertici-
das del jefe del Estado... En los días en que las hordas ex-
tranjeras nos echaron encima á los Borbones, se limitaron
á continuar el trabajo de expulsar á esa raza esclavizada,
y hasta el 3 de Agosto fueron fieles á ese patriótico deber...
Contentos con la revolución ( 1 8 3 0 ) á que tuvieron la gloria
de cooperar, he aquí el objeto que ahora se proponen todas
las fracciones del Temple: la libertad absoluta de toda la
especie humana, el triunfo de los derechos populares, de la
autoridad legal; la abolición de todos los privilegios sin nin-
guna excepción, y guerra á muerte contra el despotismo
religioso ó político, sea cual fuere el color de que se pinte.
En estos momentos se ha organizado una propaganda in-
mensa á favor de este fin general.»
En 1 8 3 9 , cuenta el P. Deschamps, figura uno de los pro-
hombres de la orden templaría, Barginet, que había llegado
al puesto de gran maestre, y que con toda actividad traba-
jaba por el encumbramiento de Luis Napoleón en compañía
de otros revolucionarios: sabido es quién era entonces y
quién fué toda su vida Napoleón 3 . ° .
Aquí se agotan las noticias particulares sobre el templa-
LOS TEMPLA BIOS EN LA. MASONEBÍÁ 447
riamo; pero vale por muchas la observación del gran histo-
riador Federico de Schlegel en su Filosofía de la Historia.
—«Casi con toda evidencia, del simple examen de los he-
chos resulta que la orden de los templarios (ya corrompida
en Oriente, se entiende) fué el PUENTE, por el cual todo ese
agregado de misterios pasó al Occidente, á lo menos en su
forma que hoy perdura tal como fué entonces.» Y refuerza
esta opinión el P. Deschamps con esta nota: «La mayoría
de los escritores modernos convienen en reconocer la orden
del Temple como origen, mediato cuando menos, de la ma-
sonería.»
Lo cierto es que con el rito escocés antiguo y acep -
tado, que desde un siglo y más á esta parte es el, que si-
quiera ostensiblemente priva en la masonería universal,
han dominado y dominan aún las iniciaciones del sistema
templario con todo su espíritu de odio satánico y de perse-
cución contra la Iglesia y contra Jesucristo.
Aunque sobre esa divulgación y como exclusiva de dicho
rito escocés, mucho habría que heñir y escudriñar, según
opinión singular nuestra. ¿Cómo? ¿no fué iluminada la maso-
nería toda por la taifa de Weishaupt y la de Saint-Martin en
vísperas y preparativos de la revolución francesa? ¿no echó
el viaje Mirabeau en persona á Berlín para mejor iluminar-
se y no trajo aquella luz á sus hermanos franceses? ¿no se
personó en París una comisión escogida de Weishaupt con
el mismo objeto? Y después de la revolución ¿aquel rito
martinista tan lleno de misteriosa filosofía y de prácticas
preternaturales; aquel sistema tan laboriosamente cincelado
por el patriarca bávaro, obra maestra y filigrana de cons-
piración maligna cual no se ha conocido otra; y aun después
de haber pasado por la piedra de toque de una experiencia
satisfactoria, de repente á los pocos días de vida, como quien
dice, habrían desaparecido, como con una esponja mojada
se borran los trazos de yeso hechos en un encerado, sin de-
jar rastro de sí en un siglo entero en el tejemaneje de los
ritos masónicos? Se nos antoja, que en vista de la publici-
dad que han tenido los secretos masónicos en los últimos
tiempos, á pesar de los retoques que han sufrido los cua-
dernos y rituales modernos, el tal rito escocés, con todo y
448 CAPÍTULO XVI

que por sí denuncia á voces lo que anda entre bastidores,


no es más que una pantalla de otros misterios más signifi-
cativos, y que la pizmienta cofradía está dando el gran ca-
melo al mundo de los profanos, como se hará patente el día
que nazca otro Barruel ú otro Eckert, 6 venga otro Créti-
neau Joly, para callar de un P. Deschamps, de un Jannet,
etc., á tirar gallardamente de la manta encubridora.
Entretanto sigue el rito templario dando juego en las
logias tanto de hombres como de mujeres.
En México, capital de la Eepública Mexicana, y á cinco
de Febrero de este año de gracia la cofradía del mandil ce-
lebró con una tenida Manca el aniversario de la constitu-
ción liberal ¡digna fiesta de tal objeto! En el programa dado
al público figuraba para hablar, á nombre de la logia de
adopción la Cruz Templaría, su oradora oficial; varios ilus-
tres h h . \ pronunciaron sendos discursos por los capítulos
templarios Esperanza, Leales é Invencibles, un Caballero
por el capítulo templario Rosa-Cruz Jesús, dos ilustres por
el consejo supremo del campamento templario, cerrando to-
dos los trozos de elocuencia con una alocución el Gran Ge-
neralísimo del Gran Campamento Templario de los Estados
Unidos Mexicanos. ¡Buen provecho!

IX

C a r b o n e r í a . — E s m a s o n e r í a . — S u s causas.—Su fundación y desarro-


l l o . — S u s grados y carácter.—Su organización.

A mal nos lo tendrían los varones inteligentes, si pasá-


ramos por alto esta rama ó forma de la confraternidad; que
lo fué la carbonería.
En efecto, lo asegura uno de los grandes pontífices é ins-
pectores generales de esta última, alto masón de todos los
demás ritos, el sueco Juan Wit, llamado Deoring, en estos
términos: «Los carbonarios traen su verdadero origen de la
masonería.»
CABBONEHÍA. 449

Lo confirma Luis Blanc en su Histoire de dix ans.


Lo proclama el Siecle: «Las logias fueron la cuna y al-
máciga de la célebre sociedad de los carbonarios, que tan-
to contribuyó al renacimiento del partido republicano en
Francia.»
Blumenhagen, masón él también, lo confiesa: «Los car-
bonarios llevan desenvainado el puñal contra los pretendi-
dos enemigos de la luz: su nombre sólo debe recordar al
masón instruido la degeneración de nuestra sociedad.»
Domingo Anghera, en su Historia secreta de la orden,
1 8 6 4 , celebra gozoso que la acción de los carbonarios ó
buenos primos fuese dirigida por las logias masónicas y con
diferentes nombres sostenida por sus adeptos.
Por último Acerellos, escritor de una ortodoxia masónica
á toda prueba, sentencia en altas voces que: «Los masones
y los carbonarios, unidos por los lazos de una estrecha amis-
tad, no forman por decirlo así sino un solo cuerpo. Cuando
un masón quiere ser recibido en el número de los buenos
primos, está dispensado de las pruebas ordinarias; si ob-
tuvo un grado superior á los tres simbólicos, entra de ron-
dón á maestro carbonario, su nombre queda inscrito en el
libro de oro y se hace mención de sus grados masónicos en
diplomas y certificados.»
Dos consecuencias de lo dicho: 1 . Una vez más la endia-
a

blada hermandad es sorprendida en la artimaña de tomar


nuevo disfraz, tanto para operar con mayor desahogo, como
para zafarse de peligrosas responsabilidades. 2 . Resultan
a

á cargo de ella todas las horribles hazañas de la carbonería,


de las cuales se glorificaba desvergonzadamente después de
los sucesos.

Causas o' motivos de fundar la carbonería: Juan Witt,


el alto masón de todos los ritos se explica así: «Llegado
Napoleón al trono, luego cuidó de destruir, favoreciéndola,
una asociación (la masonería) que consideraba peligrosa
para sí. Así que ésta perdió su independencia y fué reduci-
da (por medio de Cambacéréí, el gran maestre de todos los
ritos) á una institución policíaca, destinada á espiar los sen-
timientos de los adeptos que la componían. Entonces los
450 CAPÍTULO XVI

francmasones que eran partidarios todavía de la difunta


república, se reunieron y formaron dentro de la masonería
otra corporación. Besanzon fué el cuartel general de esos
masones carbonarios y masones filadelfos.»
El P. Desehamps, con testimonios sectarios á la vista,
escribe: «La orden masónica consideraba al emperador Na-
poleón 1.° como instrumento destinado á echar por tierra
todas las nacionalidades europeas, esperando, después de
este gigantesco descombramiento realizar más fácilmente su
proyecto de república universal. Mas en cuanto los caudi-
llos echaron de ver que el despotismo imperial se convertía
al servicio exclusivo de una ambición personal y de los in-
tereses de familia, y que la masonería había sido empleada
sólo como vil instrumento para ese fin egoísta, en el acto
comenzó á borbotar la efervescencia popular producida por
el Tugendbund, que era obra de las notabilidades masó-
nicas.»
Ahora ese Tugendbund (sociedad de la virtud) alemán
era, cuanto á su origen, á la unidad de fin y de dirección
general, la Carbonería de Italia y de Francia y los QomU -
ñeros de España.
«Desde aquel momento, nota Eckert, la dictadura napo-
leónica empezó, puede decirse, á caminar de desastre en
desastre, así como antes había volado de victoria en victo-
ria con el apoyo de la masonería y merced á las traiciones
de ésta.»

Fundación y desarrollo de la Carbonería: Los genera-


les ó coroneles Malet y Oudet, masones de graduación, ini-
ciaron en Besanzon y en los últimos tiempos del directorio
la soeiedad de los Filadelfos, como centro de conspiración
más secreto, adaptado á las circunstancias críticas de aque-
llos días. De estos Filadelfos salió por los años de 1806 la
Carbonería, cuyo nacimiento coincidió con el del Tugend-
bund, como hermanos gemelos que eran. El cabecilla era el
coronel Oudet, refiere el insigne Juan Witt, y militares la
mayor parte de los afiliados; quienes, es de suponer que
con la forma de los buenos primos admirablemente apropia-
da al genio italiano, propagaron la nueva orden desde lúe-
OABBONEBÍA 451
go en el Piamonte y estados septentrionales de Italia, mu-
cho más tarde en el Sur de la península, donde con el fa-
vor de Murat cundió rápidamente. En 1 8 0 9 se instaló en
Capua la primera Venta, que fué la principal y continua-
ción, según el P. Deschamps, de aquel orden interior ó
junta suprema que lo gobernaba todo desde antes de la re-
volución de 1 7 8 9 : dicha A ¡ta Venta era un ramillete de no-
bles corrompidos y de judíos. Eu 1 8 2 0 2 1 se reformaron
los estatutos, recortando las alegorías y parodias sacrilegas
de los tres primeros grados, con el objeto de una adaptación
más general; volvió á Francia la Carbonería y se fusionó la
Alta Venta con el Oran Firmamento (Gran Oriente masó-
nico). Por si á algún caviloso quedara duda sobre la identi-
dad originaria de carbonarios y masones.
¡Qué prestigio y qué incremento el de la Carbonería en-
tre los revolucionarios ó gente perdida de toda Europa! Imí-
tala en sus rasgos el Tugendbund mismo, hasta los rusos la
toman por modelo con su sociedad de Esclavones-Unidos:
la recluta sólo en las Dos Sieilias no baja, si no miente La
Fariña en su Storia d'Italia, de 8 0 0 , 0 0 0 hombres, á que
se han de agregar los contingentes de Francia, Suiza, E s -
paña, etc., etc. Se va á descargar un formidable golpe, que
haga del continente europeo una sola república ó un agre-
gado de monarquías constitucionales archiliberales bajo la
guía y férula del carbonarismo... El congreso de Verona,
1 8 2 2 , enfrena esas hordas de bandidos sedientos de sangre
y pillaje.

Orados y carácter de la Carbonería: Los grados son


siete: tres para el vulgo ó tropa de la sociedad, los otros
cuatro para la traslogia. Los primeros son el aprendiz, el
maestro y el gran elegido; llenos, especialmente los dos
primeros, de impías alusiones á los objetos más sagrados:
los iniciados se llaman buenos primos, Nuestro Señor Jesu-
cristo el primero de ellos. Y aquí cedemos la palabra á Juan
Witt:
«En los tres primeros grados, dice, todavía se hace men-
ción de moral, de cristianismo, hasta de Iglesia... Se ima-
ginan los novatos que el fin de la asociación mira á un ob-
452 CAPÍTULO XVI

jeto elevado, noble, qne tiende á formar una alianza de


hombres que aspiran á una moral más pura, á una piedad
más sólida, á la independencia y unidad de la patria... Mas
todo cambia desde el cuarto grado, que es el del Apóstol,
donde se jura arrasar todas las monarquías, la raza de los
Borbones ante todo. El quinto y sexto grado están tomados
del rito de Misraim. Pero únicamente hasta el séptimo no
se dilata el horizonte de las revelaciones; sólo para el P . \
S . \ P.'. PBINCTPI SUMMO PATEIABCH^;, caen todos los v e -
los y se comprende que el fin de los Carbonarios es idéntico
al de los iluminados: pocos son los admitidos á este grado.
En él el hombre es príncipe y obispo todo junto, y coincide
con el de HOMO-REX de Weishaupt. Allí el iniciado jura la
ruina de toda religión y de todo gobierno, sea él despóti-
co ó democrático. Todos los medios para la ejecución de
sus propósitos son lícitos: él asesinato, el veneno, el per-
jurio, cuanto viniere á mano... El sumo maestro se rie
de la candidez de la chusma carbonaria, que se sacrifica
por la libertad é independencia de Italia: ni una ni otra
son él fin, sino medios para él fin.» (Memoires secretes,
París, A. Roulland, libr. rué Saint-Honoré).

Organización. Una Alta Venta domina con absoluto im-


perio. De ella dependen las Ventas centrales y de cada cen-
tral las particulares correspondientes, unas y otras com-
puestas de veinte individuos. La Venta central se iniciaba
con dos miembros de la Alta, que sin descubrirse con él, se
acompañaban de otro individuo, á quien nombraban presi-
dente, y de ellos tomaba uno el título de diputado y otro el
de censor: el diputado correspondía secretamente con la
Alta Venta y el censor vigilaba los actos de su central.
Empleando un método igual, cada central engendraba otras
particulares. Las Ventas operaban en común y en virtud de
un impulso superior, pero sin conocerse unas á otras, pro-
hibiéndose bajo pena de muerte el que el carbonario de una
Venta procurara introducirse en otra. Esta era la jerarquía
civil.
Al lado de la civil se creó una jerarquía militar, que for-
maban la legión, las cohortes, las céntimas, los manipu-
EPÍLOGO 453
los. Cuando entraba en acción la jerarquía civil, la militar
estaba quieta; y viceversa cuando ésta funcionaba, aquella
desaparecía; ó bien trabajaban las dos en combinación: todo
movido por el resorte de la Alta Venta, desconocida de t o -
dos los inferiores. Con lo cual se obtenía perfecta unidad de
acción de todo el cuerpo y el motor primario era resguar-
dado de las pesquisas policíacas.
Los deberes del carbonario eran tener un fusil con cin-
cuenta cartuchos, estar pronto á sacrificarse y obedecer
ciegamente á todas las órdenes de jefes desconocidos. Los
miembros de cada Venta se reconocían con signos particu-
lares; se pasaban revistas misteriosas; los inspectores vigi-
laban que á ninguno faltasen el fusil y los cartuchos y que
los afiliados se ejercitasen en el manejo de las armas.
Con una organización semejante el secreto más riguroso
era el alma de la Carbonería.

Llegamos ya por favor divino al término de nuestra jor-


nada, cumplida con el presente Estudio sobre la natura-
leza y fines de la masonería la segunda parte de nuestro
antiguo programa, habiendo formado la primera los Oríge-
nes de la masonería, publicados años atrás en México con
inmerecidos, pero alentadores, encomios de una eminentísi-
ma Dignidad del Vaticano.
Intento nuestro fué, desde que pusimos mano á la obra,
el manifestado por su antetítulo—Masonería al derecho y
al revés—esto es, no dejar nada por decir, en cuanto da-
ble fuera, atañedero á la infausta hermandad: retratar su
fisonomía con todos sus rasgos y perfiles, ahondar en sus
principios, desentrañar su espíritu, sacar á plaza sus sinies-
tros fines, mostrar al descubierto sus procederes y artes
malignas, acosarla en todas sus guaridas, espiar sus más
mínimos movimientos, escudriñar sus entretelas, dar alcan-
ce á sus perversos y más recónditos designios, recorrer el
MASONERÍA. T. II.—3©
454 BPÍLOGO

extenso campo de sus operaciones, dar cuenta de sus alian-


zas y afinidades, por la experiencia de lo pasado leer en su
presente y columbrar lp porvenir, sorprender sus infinitos
disfraces y estratagemas, denunciar la horrible malicia de
sus empresas, graduar la suma y pujanza de sus fuerzas es-
pantable, formar de ella el más justo y exacto proceso, su-
jetarla á la disección más minuciosa, hacer, en fin, el estu-
dio cabal y perfecto de su vida siempre malhechora y de su
alma condenada, dar noticia segura é indubitable de la in-
teligencia y poder satánico que la creó, la inspira, la g o -
bierna y la sostiene; á fin de que á despecho de su profesión
cien veces jurada del secreto, por dentro y por fuera sea
dada en espectáculo al mundo entero, tenida en odio sem-
piterno y horror por la universalidad de los creyentes, por
toda sociedad noble y honrada, por todos los hombres de
recto juicio, de alma exenta y libre. Si conseguimos ó no
nuestro objeto, juicio será de nuestros sensatos lectores.
Ahora, después de tanto afanar ¿qué logramos por fruto
de nuestra acérrima campaña? Para propia satisfacción, po-
co, según eran las veras y grandeza de nuestro empeño; pa-
ra advertencia y celoso incentivo de los leales y de toda
conciencia sana, ojalá fuese mucho y bien aprovechado; pa-
ra los méritos de la nefaria cofradía, cumplida y acabada
razón del objeto estudiado, casi nada: que ni la investiga-
ción más sagaz y diligente apenas alcanza á sondear las
profundidades, ni el lenguaje más ponderativo á realzar con-
dignamente la malignidad de la obra maestra de Satanás,
hija de sus negras entrañas, trasunto de su ser precito,
agente de sus maleficentísimas obras y única esperanza de
su triunfo postrimero, cual es la masonería. Tal es de abo-
minable y casi inconcebible su maldad y protervia, como la
del reprobo infernal.
Los malaventurados simpatizadores del triángulo califi-
carán de feroz ensañamiento la viva expresión de nuestras
ideas, la animada exposición de hechos y doctrinas detes-
tables; noble ensañamiento y santa indignación contra las
obras y proyectos execrables de la aborrecible confraterni-
dad, salva la consideración á los individuos; ensañamiento
y gloriosa intransigencia, jamás retractada ni domada, á
EPÍLOGO 455
que nos exhortó con su Encíclica—Humanum gemís—
aquel mismo Pontífice, cuyo entronizamiento antes que na-
die prenunció la secta jubilosa, cuya sabiduría, y con razón,
no cesó de levantar á las estrellas. Los masones y sus ami-
gos se escandalizarán de nuestro motivado, justo y honroso
apasionamiento, lo tacharán con fea nota y como indicio de
furiosa parcialidad, que desvirtúe la fuerza de nuestros vic-
toriosos razonamientos y amengüe el crédito de nuestra pa-
labra, y por única y miserable contestación se refugiarán á
la trillada excusa, á la risible escapatoria y pueril cantine-
la de que á los masones no se les prueban las cosas. ¿No
se las probaron el ex masón Eobison, Barruel, Robiano y
Eekert? Y tanto como se las probaron, sin dejarles más ré-
plica que la burla forzada y el dicterio. ¿No se las volvie-
ron á probar en nuestros días millares de veces Deschamps,
Jannet, Neut, los limos. Ketteler y Fava,' Gyr, Dom B e -
noit, Haller, Gautrelet, la Giviltá con Oaclair, Bresciani y
otros cien? Respondieron... con el silencio y la ignominia
de continuadas derrotas. Ahora nosotros, el último soldado
de la milicia de la verdad y del honor cristiano, guiados por
las copiosas luces de aquellos insignes maestros, y bien per-
trechados con las mismas armas de éstos, hemos entrado en
la lid arguyendo á los masones con sus propios dichos y he-
chos; discutiendo punto por punto todos sus principios y
teorías; haciendo uso, por fuentes y columnas de nuestras
demostraciones, de su expreso testimonio en documentos,
libros y actas oficiales y espontáneas confesiones, de su his-
toria pública y secreta; rasgando velos, arrancando másca-
ras, sentándonos á contemplar á la secta desnuda y en pe-
lota, á revolverla por todos lados con la mayor pausa, ca-
chaza y tenacidad impertinente, no se nos escapase nada
por ver y revisar de la maldita alimaña; cuando desespera-
dos ellos de no haber podido dar un solo mentís fundado á
las mil y mil acusaciones levantadas, desde hace más de un
siglo, por hombres de todas nacionalidades y creencias, y
aun por adeptos suyos, se han dado á la tarea de reformar
sus propios textos para huir el rigor de esas pruebas que
demandan, de multiplicar cautelas para esquivar el peligro
de nuevas revelaciones que más y más los avergüencen, me-
jor y mejor los señalen á la universal reprobación.
456 EPÍLOGO

¿Se atreverán á repetir que no se les prueban las cosas?


Nuestra humilde obra á la vista está: es la síntesis del
largo y nutrido proceso, concienzudamente instruido, con-
tra esa enemiga del género humano por infinidad de digní-
simos y preclaros varones, en los varios períodos de la edad
más moderna. Nuestros cargos son los mismos que ellos,
cada uno á su arte y modo, hicieron; nuestros alegatos y ar-
gumentos substaneialmente idénticos. De aquellos cargos,
uno solo de ellos ¿cuál desvanecieron 6 invalidaron los ma -
sones? De estos argumentos, uno solo de ellos ¿cuál repul-
saron ó deshicieron los masones? Cítenlo, uno solo... ¡alto
silencio!
Y seguirán barbotando: A los masones no se les prue-
ban las cosas.
Lo que hay, y sea nuestra resolución, que todas las ad-
versas alegaciones les han sido probadas ampliamente, cla-
rísimamente, repetidamente, hasta la saciedad, sin excep-
ción ni de una sola.
Con esta satisfacción y firme persuasión, basada en la ex-
celencia sin par de nuestra causa, nos despedimos de nues-
tros amables lectores. Sean ellos quienes fueren, mas que
no sean católicos, mas que no sean creyentes de ninguna
especie, á su natural buena fe nos encomendamos, en su
rectitud de juicio y probidad confiamos, que en nuestras
defectuosas páginas, hallarán como inspiradas y dictadas
por la sabiduría de tantos egregios predecesores nuestros
en este linaje de estudios y benéfica propaganda, la justifi-
cación de los solemnes anatemas fulminados por la Iglesia
contra la Sinagoga de Satanás, la clave y explicación de la
general, espontánea, inevitable y profunda aversión de to-
da conciencia honrada contra la enemiga irreconciliable, no
solamente de toda religión y toda moral, sino también de
todas las instituciones fundamentales de la sociedad, de to-
do orden social y político, de la patria, de todas las liberta-
des legítimas, de toda verdadera civilización, del bienestar
y felicidad del género humano.
APÉNDICES

S o b r é m o r a l masónica.—Dodecálogos.—Crónica edificante.—
Moral independiente.

Dodecálogos masónicos.— El P. Deschamps transcribe


uno de las Memorie Documéntate per la storia della Ri-
voluzione Italiana da Paolo Mencacci, Roma, 1 8 7 9 . Diólo á
conocer en 1 7 5 9 un francmasón convertido, después de ha-
ber pertenecido veinticinco años á una sociedad secreta y
haber recibido en ella á más de doscientas personas. Es co-
mo sigue:
« 1 . Nos per nos.—2. Nullus super nos.—3. Qüseeum-
que, ubicumque et quandocumque comede, bibe, Isetare.—
4 . Gum quocumque quacumque conjunge et disjunge, dum-
modo convenias simul.—5. Da necessaria advictum, vesti-
tum et voluptates signatis nostris indigenis.—6. Uxorem,
filios, filias, servos, ancillas cum alus convenientes non
impedias.—7. Ñeque aliorum voluntati, etsi contraria vo-
lentium, resiste.—8. Nil est quod sit malum, et occisio vo-
luntaria imo.—9. Bonum necare qui volunt prseesse nobis.
— 1 0 . Morimur et vivimus et iterum semper.—11. Possu-
mus omnia faceré quse volumus absque levi etiam culpa.—
1 2 . Ergo semper liberi sumus.»
458 APÉNDICES

Saint-Albin trae otro dodeeálogo, que llama de papel de


estraza, y lo toma del h . \ Rebold, Historia general de la
masonería:
« 1 . Sé justo, porque la equidad es el sostén del género
humano.—2. Sé benigno, porque la benignidad gana todos
los corazones.—3. Sé indulgente, porque tú eres débil y
vives con otros tan débiles como t ú . — 4 . Sé amable, porque
la amabilidad conquista el afecto.—5. Sé agradecido, por-
que la gratitud mantiene y alimenta la bondad.—6. Sé mo-
desto, porque el orgullo subleva á hombres pagados de sí
mismos.—7. Perdona las injurias, porque la venganza per-
petúa los rencores.—8. Haz bien á quien te ofende, para
mostrarte más grande que él y hacértelo amigo.—9. Sé
moderado, sobrio, casto, porque la voluptuosidad, la des-
templanza y los excesos te aniquilan la vida y te hacen des-
preciable.—10. Sé buen ciudadano, porque la patria te hace
falta para la seguridad, para tus placeres y bienestar.—11.
Defiende á tu pueblo, porque á él debes tu felicidad, todos
los vínculos y objetos que amas; aunque sin olvidarte de la
Humanidad ni de sus derechos.—12. No consientas que tu
patria, madre común tuya y de tus conciudadanos, sea opri-
mida, porque entonces se volvería un infierno para ti. Si
injustamente rehusa hacerte feliz, déjala en silencio, pero
sin perturbarla; soporta la adversidad con resignación.»
¡Qué ley moral tan miserable! ¡qué bajeza é infamia de
motivos y principios! Aunque, entiéndase bien, peor mil
veces que este despreciable código es la moral practicada
por la negra hermandad, según hemos sacado de todo lo
dicho.
Más franco y genuinamente masónico es el primer dode-
eálogo: demasiado franco é ingenuo debió de parecerles, y
por esto quisieron borrarlo con la esponja ó trapo del s e -
gundo; inútil precaución.

Crónica edificante.—El h . \ Carlos Fauvety, venerable


de la R.-. L . \ Renacimiento de los Émulos de Hiram, ca-
lificaba así el decoro del Templo masónico:
«El Templo de la masonería francesa recuerda con bas-
tante exactitud los templos de la antigua Babilonia, dedi-
SOBRE MORAL MASÓNICA 459
cados á Venus Mylitta, cuyos recintos estaban atestados de
mujeres que brindaban á los visitantes el don de sus en-
cantos...»
Por vía de nota añadía el fresco hermano:
«Tal vez no pegará mal aquí la reproducción del cuadro
que Herodoto forma con ese rasgo de costumbres livianas.
El parecido es curioso, y existen entre lo que pasaba en
Babilonia y lo que pasa en París, puntos de semejanza en
verdad sorprendentes.»
Advertiremos entre paréntesis con nuestro buen amigo
Saint-Albin, de quien trasladamos este pasaje, que cuando
el autor masónico nombra á París, apunta al hotel ó palacio
de la masonería francesa (rué Cadet), del cual una parte
está destinada á una empresa de bailes públicos. La cir-
cunstancia de estos bailes celebrados en el mismo local de
la masonería francesa, es la que da pie á Fauvety para traer
la cita de Herodoto:
«Todas la mujeres nacidas en aquellas tierras, cuenta el
historiador griego, están obligadas á ir, una vez en su v i -
da, al templo de Venus para entregarse á un forastero.
Muchas se hacen llevar en carros ó coches hasta la puerta
del templo. Allí se están sentadas, y detrás de ellas las
sirvientas que las han acompañado: pero la mayor parte
se sientan en el salón adjunto del templo de Venus con una
corona de bramante ó hilo de cáñamo en la cabeza. Unas
llegan y otras van de retirada. Por todos lados se ven co -
rredores formados por cuerdas tirantes: los forasteros se
pasean por esos corredores y escogen las mujeres que más
les llenan el ojo. La mujer que toma asiento en aquel lugar
no puede volverse á su casa antes que algún forastero le
haya echado dinero en la falda y tenido comercio con ella
fuera del lugar sagrado. Es necesario que el forastero la
diga en el acto de echarle el dinero: Invoco á la diosa My-
litta. Por módica que sea la cantidad, no será desaira-
do, etc., etc.»
«Así que, concluye el ingenuo y despreocupado Fauvety,
la masonería y la prostitución trabajan en compañía, como
dos presidarios amarrados á una misma cadena.»
Y cuenta, que Fauvety pertenecía al Gfran Oriente.
460 APÉNDICES

Los masones le trataron de ignorante, de tránsfuga del


rito de Misraim, etc.: mas confesaron la solidaridad de la
masonería francesa en el asunto, como propietaria del salón
de bailes.

Moral independiente.—Decía el orador oficial del con-


greso masónico bretón de 1866: «Hoy, merced al progreso
de las ideas de tolerancia, nos es dado mostrarnos á la luz
del sol y derramar á manta la semilla de la Moral indepen-
diente entre el mundo profano. Por esto cabalmente propo-
nemos á vuestro juicio el proyecto de vulgarizar la maso-
nería.» (Le Monde Maconnique, Fevr. 1867).
Para aquella propaganda se fundó la revista de la Moral
independiente con el h.-. Massol por jefe de redacción.
Con el mismo pensamiento el h . \ d'Alambert había idea-
do un catecismo de moral para uso de la niñez, y la her-
mandad por los años de 1867 trató de realizar el proyecto,
abriendo un certamen con la oferta de 500 francos al autor
del mejor catecismo de Moral independiente.
Desde entonces acá ¡cuánto se ha andado en Francia en
este camino, cuando el desenfrailado Combes anuncia jac-
tanciosamente en estos días, que los tres cuartos y aun las
cuatro quintas partes de franceses han mandado á paseo
sus prácticas é ideas religiosas!

Hacemos gracia á nuestros amables lectores de la colec-


ción de versos alegres con que los hermanos y hermanas
de la hoja animan sus jolgorios andróginos, y que nos da-
rían un rasguño más de la moral masónica, tanto por el
respeto que dichos lectores nos merecen, como por el que
nos debemos á nosotros mismos. A tales juergas y bailoteos
llamaban ellos Amusements mystérieucc, misteriosos pasa-
tiempos.
BANDERAS DE LA MASONERÍA 461

II

B a n d e r a s de la m a s o n e r í a

El valeroso Eckert publicó un Almacén ele pruebas ó


documentos contra la familia hirámiea que la puso fuera de
sí, y de este bien abastecido Almacén ó bélico arsenal ex-
trajo el P. Gyr para ilustración de los buenos un capítulo
sobre la «División de la orden por el color de sus bande-
ras.» De él entresacamos lo siguiente:
«La revolución francesa nos dio á conocer cuatro colores
por ella enarbolados: blanco, azul, rojo y negro; pero en
realidad falta el quinto, que es el amarillo. La bandera ne-
gra fué llevada á la Convención en la terrible jornada de
20 de Junio de 1792, y en ella se leía esta inscripción:
¡Vivan los sansculotes!... Cada época de la masonería
tiene la bandera particular de cada sistema, destinada á
servir de símbolo para el fin que se desea alcanzar y los
medios apropiados con relación al sistema... En la época
preparatoria todos los sistemas se reúnen bajo la misma
bandera y se emplean todos los medios para despejar el t e -
rreno. Una vez alcanzado el objeto, el sistema siguiente y
más avanzado comienza á enarbolar su bandera bajo la pro-
tección del sistema victorioso, pero sin desplegarla toda-
vía, hasta que llegue á triunfar á su vez; y así sucesiva-
mente, retirándose unos actores y entrando otros...
«He aquí la significación de los cinco colores:
«1. Color amarillo: es el de la combustión por el ele-
mento espiritual de la luz y del fuego, el cual siendo en sí
mismo invisible, penetra toda materia y le da luz, calor y
vida.
«2. Color blanco: es el de la materia etérea, fina, hú-
meda y fresca, por consiguiente muerta, la que después
de haberse condensado por el elemento primitivo del fuego,
produce la receptibilidad y actividad físicas.
462 APÉNDICES

«3. Color azul: es el de la materia blanca de tal modo


impregnada y condensada, que puede penetrar en la mate-
ria grosera y negra de la tierra, para producir allí la san-
gre y las pasiones, y llevarla hasta los espasmos del de-
lirio.
«4. Color rojo: es el de la sangre, de las pasiones y de
los espasmos de la destrucción del antiguo cuerpo por el
joven que vive en él y por él.
«5. Color negro: es el de la materia grosera de la tie-
rra, de su descomposición para llegar á transformarse. En
efecto, dicen los autores masones, que no hay muerte al-
guna, sino únicamente un cambio de las formas visibles de
la materia terrestre; así aun el mismo espíritu es materia,
y ésta es eterna. Según esto el color negro es emblema de
la destrucción.
«La bandera amarilla y blanca fué enarbolada en Fran-
cia en época en que el elemento espiritual de la filosofía
hizo salir á la humanidad profana del fondo del sepulcro
para conducirla á la civilización. En otros términos: es la
época en que la orden comenzó á seducir á la clase elevada,
que hasta entonces había vivido cumpliendo apaciblemente
sus deberes; y que comenzó en el reinado de Luis 14.° en
el momento en que Bayle dirigía y propagaba la masonería.
Llega en Francia hasta el advenimiento de Voltaire, y en
Alemania hasta la creación del sistema de Weishaupt.
«La época del color Manco y azul fué aquella en que las
ideas filosóficas de tal modo impregnaron las clases supe-
riores de la sociedad francesa, que desarrollaron las pasio-
nes en las mismas clases inferiores; y ésta fué la época de
Voltaire hasta Lafayette, el portaestandarte del color azul
hasta 14 de Julio de 1789.
«La época de los colores azul y rojo fué aquella en que
las clases superiores llenaron de malas ideas y pasiones á
las inferiores, y con el auxilio de éstas derrocaron las anti-
guas instituciones políticas y religiosas de la nación con el
objeto de transformarla. Comienza en Lafayette y concluye
con el triunfo de la Gironda.
«La época del color rojo y negro fué la de la disolución
de la sociedad francesa, destrucción de la familia y de la
CAUSA S DE LA PROPAGACIÓN DE LA MASONERÍA 463

propiedad. Data del momento en que aparecieron los após-


toles del comunismo social luchando contra la república
política, á la que hicieron sucumbir y con ella la bandera
roja.
«Pero Eobespierre, jefe de los hermanos negros ó socia-
listas, no acabaló su obra; sucumbió á su vez á consecuen-
cia de una casualidad y de su falta de energía en el momen-
to decisivo. Su caida arrastró la de los demás jefes del
sistema.
«De modo es, que la última época de la bandera negra
y amarilla, no ha terminado todavía.»

III

C a u s a s d e l a p r o p a g a n d a d e l a m a s o n e r í a . — E n los tiempos
modernos.

Investiga estas causas el P. Onclair, ó digamos, la Ci-


viltá Oattolica, cuyo estudio puso en orden, revisó y tra-
dujo al francés el abate belga. Mas sus investigaciones se
circunscriben á los principios del siglo XVIII, á contar des-
de 1717, conforme á su sistema modernista, que nosotros
ampliamente discutimos en nuestros Orígenes de la secta.
Tres causas enumera: la bondad del terreno ó panino, ó
sea, las cualidades y circunstancias propicias de los luga-
res; los artificios del reclutamiento ó propaganda; la alta
posición social de los primeros afiliados y primeros Grandes
Maestres. Respecto á la primera causa, en efecto donde más
presa hizo la hermandad, fué en Inglaterra y en Alemania
por protestantes, en Francia como tan trabajada con la g e -
neral disolución de costumbres desde Francisco 1.° por el
jansenismo y por la incredulidad filosófica; poco se difundió
en los pueblos de más puro y arraigado catolicismo, como
España, Portugal, etc., etc.; en Alemania mucho menos se
divulgó proporcionalmente, según nota el protestante E c -
kert, en las regiones católicas, que en las protestantes.
464 APÉNDICES

Respecto á la segunda causa, bien conocidos tenemos los


usuales artificios de la confraternidad; el secreto, la hipo-
cresía, el disimulo, la mentira, etc. Respecto á la tercera
causa, recordemos que en Inglaterra la masonería fué ante
todo aristocrática y grandes personajes fueron los apóstoles
de ella expedidos á todas partes del mundo; en Francia,
Prusia, norte de Italia y en Alemania, los grandes maes-
tres ó más decididos protectores de la misma fueron los
hombres de la más distinguida nobleza y los príncipes mis-
mos; Felipe de Orleans, Francisco de Lorena, Federico 2.°,
Brunswick, etc., etc.
Estas mismas causas nos explicarían los progresos que
desde sus comienzos hizo la secta en Oriente y andando el
tiempo su invasión en Europa, su dilatación y poder cre-
ciente; como con algunas variantes dan razón asimismo de
los incrementos y dominio alcanzados á las veces por cual-
quiera otra gran conspiración y rebeldía de las pasiones
humanas contra la verdad, el derecho ó el bien, testigo la
historia.
Mas desde el siglo pasado, además de haberse ido agra-
vando de día en día la primera de aquellas tres causas en
fuerza del progresivo descreimiento y la degradación de las
almas, á las mismas otra causa se allega explicativa de la
propagación y crecimiento de la maléfica hermandad, el
sórdido interés individual.
Efectivamente en la época contemporánea, cuando el mons-
truo tenebroso parece oprimir el orbe entero entre sus ga-
rras y alzar á modo de triunfal enseña su triángulo por enci-
ma de todas las instituciones; manejada en beneficio de sus
planes la política mundial y el gobierno de los pueblos, la ad-
ministración de justicia y todos los resortes del consorcio
social hechos juguetes de sus manos, las fuentes de riqueza
en su poder y los elementos de vida distribuidos á su talante,
como si en la disposición de los bienes terrenales disputase
al mismo Dios la acción de una Providencia paternal tocante
á las criaturas ¿qué mucho, si en medio de este mundo
gangrenado por el más abyecto materialismo, los esclavos
del vil egoísmo en todas sus formas, sensuales, ambiciosos,
malhechores intelectuales, facinerosos vulgares, tránsfugas
CAUSAS DE LA PROPAGACIÓN DE LA MASONERÍA 465

de la fe y de toda religión, desertores de la honradez y de-


más virtudes, apóstatas de la verdad y la recta conciencia,
traidores de la humanidad, acuden en tropel alas banderas
de quien, en proporción de sus mayores deméritos y más
grave indignidad, les ofrece destinos, honores, gloria mun-
danal, impunidad para al crimen, oro á manos llenas, los
medios todos en fin de gozar en el revolcadero de las pasio-
nes, de hacer figura en el siglo, ó cuando muy menos, de
pasar holgadamente la vida sin merecimiento, sin afanes ni
temores? ¡Maldita concupiscencia de la carne y maldita so-
berbia de los ojos! Porque en nuestros tiempos de venalidad
y desvergüenza, no hay que dudarlo, la masonería en mu-
chas naciones con la caña de pescar de los empleos que ella
monopoliza, con los tristes despojos de la rapiña de la Igle-
sia, de los pobres enfermos, desvalidos y hasta de las almas
del purgatorio, con el enorme botín debido al comunismo
sectario del Estado puesto hoy en usanza, con el bombo en-
sordecedor de los mil órganos de la opinión falsificada, para
contentamiento de ciertos sabios, literatos y artistas, con la
carnaza de ricas empresas y negocios obscuros, con la s e -
ductora perspectiva de justificación, indulto y ayuda para
cualquiera obra mala y cualquiera situación comprometida,
echó realada, como dicen por acá, entre la canalla de todas
categorías, hizo y sigue haciendo tal recluta, que espanta y
casi nos hace sospechar del testimonio de nuestros ojos.
Mas, qué tales adeptos serán, exclamará alguno, quienes
por motivos tan ruines se entregan.—Cese el escrúpulo:
pues su misma villanía los declara materia apta para incor-
porar en la masa común infame; tanto más, que arte le so-
bra á la astuta hermandad para configurarlos á su imagen
y explotar sus perversas cualidades; y comoquiera esclavos
suyos quedan para siempre, que acrecientan el número y la
fuerza, y cuanto peores ellos, tanto más útiles.
466 APÉNDICES

IV

R a z ó n de cierta i n f a m i a ó vicio m a s ó n i c o . — T e o r í a
prisciliánista ó maniquea.

Vayan dos citas que mucho recomendamos á la conside-


ración de nuestros lectores.
La primera es del capítulo de esta obra—La masonería
destructora de la familia—en el cual presentamos á aque-
lla como partidaria y fautora de la Liga malthusiana y de
las ignominiosas prácticas llamadas también malthusianas.
Últimamente hace unos cuantos meses, vimos en el Univers
de París con qué desvergüenza los h h . \ en conferencias ó
escritos públicos y escandalosos defendían y glorificaban las
mismas torpezas y asquerosidades.
Repásese la otra cita en el capítulo sobre la masonería
de Adopción, con referenciaá la Vraie maconnerie d'Adop-
tion, obra del h . \ Guillemin de Saint-Víctor.
Catecismo del grado de Compañera:
P.—¿Eres compañera?
R.—Dame una manzana y lo verás.
P.—¿Cómo te hiciste compañera?
R.—Por una fruta y un lazo ó vínculo.
P.—¿Cómo por una fruta?
R.—Haciéndomela morder sin tragar la SEMILLA.
P.—¿Por qué está prohibido á los compañeros comer las
semillas de la manzana?
R.—Porque contienen el germen del fruto vedado.
Recuérdese el comentario puesto á este pasaje; él fruto
vedado por Dios, según los masones, son los hijos, la ge-
neración.
Todos sabemos que esta doctrina nefanda es heredada de
los maniqueos, verdaderos progenitores de la secta, enemi-
ga de toda pureza y honestidad; mas pocos conocen el erró-
neo y disparatado fundamento de ella. Ahora bien, enseña-
RAZÓN DE CIERTA INFAMIA Ó VICIO MASÓNICO 467

han los maniqueos que «las almas humanas provienen de la


substancia divina y fueron enviadas del reino de la luz para
combatir á las potencias tenebrosas; pero atraídas por é s -
tas, fueron aprisionadas en los cuerpos, que habían sido
formados con sujeción á los doce signos del zodiaco y some-
tidos al influjo de los doce espíritus residentes en los doce
astros; y dichas almas fueron entonces marcadas con el sig-
no de las potencias del mal. Para destruir la cédula del pe-
cado, que podamos librarnos y redimirnos de la servidumbre
del mal, el único remedio es la extinción del género huma-
no; por esto el comercio camal es lícito, pero no la gene-
ración. El matrimonio y el uso de la carne también están
prohibidos.»
Hasta aquí el Card. Hergenroether en su Historia de la
Iglesia, t. II, c. II, § VII, Priscilianismo; donde expone
la doctrina priscilianista, que es completamente idéntica á
la maniquea.
De suerte que la práctica y el principio masónico es de-
testable, no sólo por su inmundicia misma, sino también por
su paternidad y origen deshonroso á no poder más.

Táctica especial de Mazzini.

Lubienski, Quérres et révolutions di'Italie, París, 1852,


publicó las instrucciones dadas por Mazzini en 1.° de No-
viembre de 1846, y de ellas toma Jannet el siguiente pasa-
je, que es un resumen de la táctica general de las socieda-
des secretas:
«En Italia el pueblo está por formar todavía, pero se
halla dispuesto á romper la envoltura que lo contiene.
Habladle á menudo, largamente y en todas partes de sus
miserias y necesidades. ¿Qué entiende él de esas cosas? Mas
se penetra de estos sentimientos de compasión por el pue-
blo la porción movediza de la sociedad, y á la corta ó á la
468 APÉNDICES

larga se pone á la obra. Las discusiones sabias no son ne-


cesarias ni oportunas. Hay palabras regeneradoras que en-
cierran cuanto hay que repetir al pueblo á cada paso, como
libertad, derechos del hombre, progreso, igualdad, frater-
nidad: esto sí lo entenderá el pueblo, máxime si á ellas
se oponen las otras palabras de despotismo, privilegios, ti-
ranía, esclavitud, etc. No es difícil convencerle, lo es el
juntarlo: el día que se le junte, será el principio de la nue-
va era.
«La escala del progreso es larga, menester es tiempo y
paciencia para llegar al último escalón, y el modo de subir-
la más apriesa es subiéndola escalón por escalón; saltar de
un bote al último, es exponerlo todo.
«Pronto hará dos mil años que un gran filósofo, llamado
Cristo, predicó la fraternidad, y el mundo todavía la anda
buscando. Por consiguiente aceptad todos los auxilios que
se os ofrezcan, sin tener ninguno en poco. El globo terres-
tre está formado de granos de arena; quien quiera dar un
solo paso adelante, sea de los vuestros hasta que os deje.
Si un rey da una ley algo más liberal, aplaudidle pidiéndole
la que debe seguir á aquella; si un ministro en todo mues-
tra tendencias progresistas, proponedle por modelo; si un
gran señor asquea de sus privilegios, colocaos bajo su direc-
ción, y si luego quiere hacer alto, tiempo hay de abando-
narle, dejándole aislado sin fuerza contra vos, mientras por
otra parte tendréis mil medios de hacer impopulares á los
opositores de vuestros proyectos.
«Todos los descontentos, todos los desilusionados, todos
los ambiciosos desairados pueden servir á la causa del pro-
greso, dándoles una buena dirección.»
¡Qué rodaballo el tal Mazzini!
SOBRE TÁCTICAS Y ESTRATAGEMAS DE LA SECTA 469

VI

S o b r e t á c t i c a s y e s t r a t a g e m a s d e l a s e c t a . — S u merecido á
Vicente Lafuente.

Si es incalculable la multitud y variedad de tácticas y


estratagemas usadas por la nefanda cofradía, el número de
casos en que las ha aplicado es infinito. De cualquier pais
6 región sería fácil sacar ejemplo, mucho más de los pue-
blos católicos, en proporción de las dificultades que en cada
uno han debido encontrar los hijos de la mala Viuda, para
la perpetración de sus maldades y consumación de sus pla-
nes asoladores. Pero de ninguna nación quizás como de Es-
paña, tierra privilegiada, donde la invicta firmeza y arrai-
go de las ideas y sentimientos católicos ha opuesto siempre
tenacísima resistencia á la invasión ó al predominio de la
horda hirámica; tanto, que hoy es, aun después de más de
un siglo de batallar incesante contra el enemigo, y el día
que por alta merced de la Providencia surgiese entre nos-
otros un nuevo Fernando el Católico ó un Felipe 2.° á la
moderna, barrería por completo de nuestro territorio, ó por
lo menos acorralaría y emparedaría dentro de sus obscuros
antros á la pestilente hermandad. No es de admirar por lo
tanto que la historia de España, desde el primer tercio del
siglo XVIII hasta el día de hoy, sea una tela continua de
maniobras sectarias de todo género, bordada á trechos de
actos facinerosos y colosales traiciones, capaces de marear
á cualquier historiador que no esté bien nutrido de erudi-
ción masónica. Tal le sucedió á nuestro famoso Vicente de
la Fuente, quien después de anunciar con regular énfasis
su «Historia de las sociedades secretas, antiguas y moder-
nas de España, y especialmente de la francmasonería,»
como si tuviesen particular interés para el caso las demás
sociedades que no fueren masónicas, comienza por desde-
ñar desde lo alto de su suficiencia á los escasos autores que
en nuestra patria habían dado noticias de la seeta, y lue-
MASOHEBlA. T. I I . — 3 1
470 APÉNDICES

go... con aquel su tono doctoral de costumbre, entra en


faena. Pero, qué faena ¡santos cielos! No conoce de la ma-
sonería sino que es sociedad secreta, nada de su naturale-
za, doctrinas y tendencias últimas, ni parece darle ninguna
importancia; no acierta con sus orígenes, ni con la época de
su introducción en la península; ni se toma la molestia de
seguirle sus pasos silenciosos, ni penetrar sus intenciones
de cada momento, ni estudiar sus procederes, ni descubrir
siquiera sus traiciones más escandalosas, como la de la pa-
cífica entrada del ejército francés en nuestro territorio en
1808; ni mucho menos se cuida de relacionarla con los po-
deres ocultos que desde el extranjero la dirigen, y á los re-
presentantes ó emisarios de esos poderes los desprecia
como vulgares mercachifles de medallas, cordones y perga-
minos; nada de profundizar en el constante influjo y acción
de la misma ejercidos en las diferentes situaciones é insti-
tuciones patrias; nada de informarnos sobre sus evolucio-
nes, avances, reclutas, retiradas fingidas, cambios de fren-
te, simulados cismas y rivalidades, cien y cien artimañas y
estratagemas, en que la dolosa enemiga apuró los recur-
sos de su inventiva. El todo lo ve por la superficie, sus re-
flexiones son mayormente pueriles ó de gracejo, y cuando
logró hacer por sí algún descubrimiento, luego nos advierte
que no es la hora todavía de echarlo al público: él achicó la
magna obra de la historia de la masonería á un desnudo
relato y sarta inacabable de motines, intrigas, insurreccio-
nes, asesinatos políticos y otras fechorías, dando por filoso-
fía y alma de los hechos, salvo alguna rara excepción, úni-
ca y exclusivamente la sed de oro, la ambición de mando,
el ansia de figurar ó mezquinas rivalidades, sin más acá ni
más allá, ni vista ó consideración alguna á causas más hon-
das y secretas. Me doy á entender que el ilustre canonista
y autor de una Historia eclesiástica de España escribiría la
de la Francmasonería á ratos perdidos en las horas aburri-
das de las siestas de estío; ó bien por juicio temerario, si
no nos constara certísimamente, como nos consta, de su
probado espíritu católico, habríase de decir, objetivamente
considerada la cosa, que la impresión y el resultado de su
historia masónica es, no descubrir y propalar las hazañas y
LOS JUDÍOS BN LA MASONERÍA 471
misterios de la aborrecible secta, sino encubrirlos y sola-
parlos; tan desmañado anduvo en su escritura.
A fe que sin tantas ínfulas académicas lo entendió y lo
hizo mejor cien veces el masón de verdad convertido don
Mariano Tirado y Eojas en su ensayo de «Masonería en
España,» en que después de una noticia general suficiente
sobre la naturaleza y remotos orígenes de la sociedad tri-
punte, sorprende á ésta en sus obras, le sigue la pista en
sus vueltas y revueltas, la retrata bien en los diferentes
períodos de nuestra historia moderna, todo con sobriedad
de lenguaje, crítica certera, distinción y clara síntesis de
datos, exposición natural y persuasiva, sin asomo de aque-
lla confusión, fárrago y superficialísimo del insigne La Fuen-
te. Esta serenidad de entendimiento se necesita para coger
los cabos de la madeja de tácticas y estratagemas que sin
cesar enreda y desenreda hábilmente ese engendro del pa-
dre de la mentira en nuestra patria.

VII

L o s j u d í o s e n l a m a s o n e r í a : del limo. Meurin, S. J.

En nuestros Orígenes de la masonería, con ocasión de


explicar el ¡Sistema judaico, demostramos suficientemente
la intervención constante y eficaz de la judería en la secta.
Ahora vamos á ampliar aquella noticia con algunos datos
recogidos de La Francmasonería Sinagoga de Satanás,
obra del limo. Sr. Meurin, S. J., arzobispo-obispo de Port-
Louis.
Después de haber asentado la masonería en los diferentes
países cristianos, los judíos consiguieron la preponderancia
en todos los Grandes Orientes por su influencia y por su
número.—Fundaron multitud de logias exclusivamente ju-
días.—Aun antes de la revolución de 1789, los h h . \ von
Ecker y Eckhoffen abrieron una en Hamburgo para judíos
nada más.—Los judíos von Hirsehfeld y Cotter otra en Ber-
472 APBN1M0KS

lín, con intento de poner en contacto á los judíos con los


cristianos.—En 1 8 0 8 se inauguró en Francfort la logia
«Aurora creciente,» privativa de los judíos, bajo los auspi-
cios del Gran Oriente de Francia, y habiéndole exigido el
landgrave de Hesse Carlos que siempre tuviese un maestro
cristiano, ella se afilió á la Gran Logia de Inglaterra.—
Doce judíos solicitaron en 1 8 3 6 de las tres Grandes Logias
de Berlín la admisión de judíos en su gremio, y habiendo -
seles denegado, el judío Gotthold Salomón, de la logia
«Aurora naciente,» las urgió con este argumento: «¿Por
qué los masones no datan su era del nacimiento de Cristo,
sino de la creación del mundo, al modo de los judíos? ¿por
qué jamás se pronuncia el nombre de Cristo ni en los jura-
mentos, ni en las preces en la apertura de una logia, ó en
los banquetes? ¿por qué no figura ningún símbolo cristiano
en todo el ritual de la masonería? ¿de dónde vienen la e s -
cuadra, el nivel y la plomada? ¿de dónde la divisa: Sabidu-
ría, Fuerza y Belleza, en vez de Fe, Esperanza y Cari-
dad?»—Con estas razones los judíos entraron en dos de las
Grandes Logias prusianas, como habían entrado de mucho
atrás en las inglesas y francesas.—Por último, durante la
revolución de 1 8 4 8 dirigida por el Gran Oriente de Fran-
cia, su Gran Maestre, el judío Crémieux, vino á ser ministro
de Justicia, en 1 8 6 0 fundó la Alianza israelita universal,
y con mucho desplante en los Archives israélitiaues de
1 8 6 1 , p. 6 5 1 , pregonó que «en substitución de los Césares
y los Papas, va á levantarse un nuevo reino, una nueva Je-
rusalén.» Y nuestros buenos masones con los ojos vendados
ayudan á los judíos en su «Grande Obra» de construir ese
nuevo «Templo de Salomón.»
Clamores de los francmasones:
Que los judíos se han puesto á la cabeza del movimiento
social con sus escritos, palabras y obras, son los caudillos
y agentes principales en todas las empresas revoluciona-
rias, hasta en las barricadas... en las elecciones.—Hablan
del pueblo ó de la nación, como si en el mundo no hubiese
más que judíos y se hubiesen acabado los cristianos.—El
jefe de los masones judíos, J. Weil, decía en un escrito re-
servado: «Nosotros ejercemos poderoso influjo sobre los
LOS JUDÍOS EN LA MASONERÍA 473
movimientos de nuestra época y los progresos de la civili-
zación para convertir todos los pueblos en repúblicas:» y
otro judío masón se jacta en otro escrito secreto: «Con bra-
zo fuerte hemos conmovido las bases del antiguo edificio so-
cial hasta estremecerlo.»—En Berlín los judíos tienen ma-
yoría en la corporación municipal, y puede decirse con ra-
zón que Berlín es la capital de los judíos.—Los judíos com-
prenden que el Arte Real es el medio más seguro para el
establecimiento sólido de su propio reino.—Existe en Ale-
mania una liga secreta, compuesta de judíos casi por com-
pleto, que trabaja por fines no masónicos, bajo la dirección
de jefes desconocidos.—Así como la masonería es un Esta-
do dentro del Estado, así los judíos forman una masonería
dentro de la masonería.—El fin de la masonería, que es el
imperio del mundo, coincide con las aspiraciones de la raza,
á cuyo Rey se prometió, que «todos los reyes de la tierra le
adorarían y todos los pueblos le serían avasallados.»—En
Europa los judíos ocultan sus logias; pero en América son
más de 2 1 0 . — L o s positivos fundadores del nuevo imperio
alemán fueron los judíos: los caciques en la ciencia, en la
prensa, en la representación social y en la política son los
judíos.—-El reinado de .la libertad universal en la tierra lo
establecerán los judíos.—El hecho de que todas las revolu-
ciones salen de las traslogias sería inexplicable, si no supié-
ramos que los ministerios de casi todas las naciones están
dominados por la masonería, y ésta á su vez por los judíos.
Todo este montón de quejas y agravios se refieren á la
época moderna, desde 1 8 6 0 acá.
Gobierno judaico de la masonería:
Los que la rigen y mandan no son los Soberanos Gran-
des Inspectores Generales del grado 33.°, ni los Presi-
dentes del Supremo Consejo, pues ellos dicen: «Nuestros
Jefes les consintieron (á los demás masones) declarar que la
Política y la Religión son cosas extrañas á la masonería.»
¿Quiénes son estos Jefes? Respondemos.
En 2 9 de Junio de 1 8 6 9 , fiesta de San Pedro, se cele-
braba en Leipzig un concilio judío, al cual se habían dado
cita los grandes rabinos de Turquía, Rusia, Alemania, I n -
glaterra, Francia, Holanda, Bélgica, etc., y cuya resolu-
474 APÉNDICES

ción unánime fué esta: «El Sínodo reconoce que el desarro-


llo y la realización de las ideas modernas constituyen la más
segura garantía para el presente y el porvenir del Judais-
mo y de sus hijos.» Pero esas ideas modernas, se deja en-
tender bien, son las ideas masónicas.
Ahora el P. Chabantv en su obra—Los judíos son nues-
tros amos—asevera: «Es un hecho históricamente incon-
testable, que desde su dispersión hasta el siglo XI, los j u -
díos han tenido un centro visible y conocido de unidad y de
régimen.» Lo formaban los Patriarcas de la Judea, y so-
bre éstos los Príncipes del destierro. El mismo abate de-
muestra además que los judíos obedecen hoy, lo mismo que
en los tiempos pasados, á una cabeza oculta, pero única.
¿Este jefe único desconocido de los judíos no es el mismo
jefe desconocido de la masonería? En virtud de todos los da-
tos recogidos sobre el influjo constante de la raza maldita
en la acción masónica, la afirmativa es muy probable por lo
menos; muchos la dan por cierta.
Este es él papel y representación de la judería en la
secta.

VIII

¿ Cuántos feminismos hay?

Insertamos el artículo que publicamos en México para


contestar á otro articulista católico que había encontrado
dos feminismos:

¿Cuántos feminismos hay?—Hombre, yo no conozco más


que uno, y éste malo.—Pues hay dos; uno cristiano, y
otro... digamos, socialista: el cristiano, que consiste en la
igualdad de la mujer con el hombre en cuanto atañe «á la
dignidad de aquella, y al respeto de sus derechos:» y el...
socialista, que consiste en la igualdad de la mujer con el
hombre, en cuanto al trabajo, ocupaciones y gestión de ne-
¿CUANTOS FEMINISMOS HAY? 475
goeios.—Hombre, si á eso vamos, hay, no dos, sino tres
feminismos por lo menos: Primero. El cristiano; segundo:
el... socialista; y tercero, el feminismo animal de los nihi-
listas. Este último, basado en la «animalidad ó perfecto co-
munismo» sectario, á semejanza del «maniqueo,» y van
cuatro feminismos, rechaza el matrimonio, etc., etc., y dis-
ta más del... socialista, que éste del cristiano... ¡Ah! hay
otro, y van «cinco» feminismos; y es el que puede llamarse
«independiente,» ó como quieran, y consiste en la igualdad
de la mujer con el hombre en cuanto á derechos civiles y
políticos, y en el propósito ó tendencia á emanciparse la
mujer de la natural subordinación en sus relaciones y modo
de ser y de vivir. Esta mujer independiente podrá colocar-
se entre la... socialista y la maniquea.
Conque á sumar. Son cinco feminismos: Primero: el cris-
tiano; segundo: el... socialista; tercero: el independiente;
cuarto: el maniqueo, si es que substancialmente se distin-
gue del ruso; quinto, el nihilista ó ruso.
¿Quién echa más feminismos?... ¿Nadie? Pues gané la
partida.
Un reconcomio me escarabajea, y es, que consistiendo el
feminismo socialista en la igualdad de la mujer con el hom-
bre «en cuanto al trabajo, ocupaciones y gestión de nego-
cios,» se me ocurre lo siguiente: ¡Qué diablos! ¿habrá algu-
na ley cristiana que vede a l a mujer ese «trabajo, ocupa-
ciones y gestión de negocios,» cumplidas en lo demás sus
obligaciones y evitados los peligros? La exhibición innece-
saria y demasiado oficiosa de la mujer, cual hoy la vemos
con disgusto, ciertamente choca con la modestia cristiana;
pero... ¡esas pobres madres de familia, y madres pobres!
Otra espina me queda. Yo tenía entendido hasta aquí,
que lo característico del «feminismo» era la emancipación
ó tendencia á la emancipación «indebida» de la mujer, y lo
infería de la ralea de la gente que aupaba y jaleaba ese fe-
minismo; y hasta por el conocimiento de los malos andares
y peores intenciones de estos hombres, sacaba yo que esa
emancipación mujeril la fundaban en no sé qué principios
de «igualdad absoluta» del hombre y la mujer; de donde se
seguiría que la palabra ó voz «feminismo» fué inventada y
476 APÉNDICES

corrió para significar una cosa intrínsecamente mala. Y


aquí el cavilar ¿cómo se le pone disfraz tan indecoroso y
se le echa semejante albarda á una cosa tan buena, tan ex-
celente, como es la dignidad de la mujer cristiana?
Mas éstos deben de ser escrúpulos de mi espíritu apoca-
do y meticuloso. Eso sí, con todo y mi genio cuitado, al
que no hable como es debido, en adelante le he de decir lo
de un señor Obispo muy antiguo que se llamaba Agustín:
«Teñe sententiam, corrige linguam.» No faltaba más, sino
que por miedo de espantar los pájaros y el deseo de echar-
les reclamo, nos hiciéramos los amables poniendo nombres
feos y falsos á objetos nobles, elevados y radiantes de her-
mosura. El día de mañana, por aquello de que la caridad y
la pagana filantropía se parecen en la materialidad de ha-
cer bien al prójimo, vendría alguno hablándonos de una
«filantropía cristiana,» ó llamando filantropía á lo que es
caridad, confusión de nombres que es una barbaridad como
un templo, como de quien se pusiese el sombrero en ambos
pies; y de esto se oye y se ve mucho de bocas y en escritos
católicos.
Pero ya me despido y me encierro en mi concha; aunque
en mi cortedad, fundado en la razón de mis escrúpulos di-
chos, creo, «salvo meliori,» que no existe más que «un fe-
minismo,» que arraneando de la «igualdad absoluta» del
hombre y la mujer, proclamada millares de veces por la
secta, que la desarrolla y la da varias graduaciones, según
tiempos, lugares y circunstancias llega á parar en el femi-
nismo animal de los nihilistas rusos, que era el gran
«desiderátum» de Voltaire, Weishaupt, Rousseau «é tutti
quanti.»
Y acabé y vengan por otra.
NICOLÁS SEBRA, Piro.

A. M . D . G-.

ET LáTJDEM IMMACULÍE V l R G I N I S MARIÍE


LICENCIA DEL ORDINARIO

VIGñHIflTO GEflEflflli DE IiR OIÓGESIS DE BflRGEuOpiR"

Por lo que á N o s toca, concedemos nuestro permiso para p u -


blicarse la obra en dos t o m o s titulada: Masonería al derecho y al re-
vés: Estudio sobre la naturaleza y fines de la misma, por T>. Nicolás
Serra y Caussa, Pbro., mediante que de nuestra orden ha sido
examinada y no contiene, s e g ú n la censura, cosa a l g u n a contra-
ria al dogma católico y á la sana moral. Imprímase esta licencia
al principio ó final de la obra, y entregúense dos ejemplares de
ésta, rubricados por el Censor, en la Curia de nuestro Vicariato.
Barcelona, 9 de Octubre de 1907.

EL VICARIO OENERAL,
t R I C A R D O , Obispo de Eudo-xia.

POR MANDADO DE SU SEÑORÍA,


Lic. J O S É M. a
DE ROS, Pbro.,
SERIO. CAN.
ÍNDICE

CAPÍTULO PRIMERO.—Filosofemos.—Cuanto más traidor,


tanto mejor masón.—No fueron traidores por interés, si-
no por masones.—Cosmopolitismo de la secta probado
por los hechos.—Una sola causa de la Kevolución fran-
cesa.—No francesa, sino cosmopolita.—¿Por qué comen-
zó en Francia?—Pruébase su única causa.—Efectos de la
revolución
C A P . II.—La masonería, destructora de las libertades
populares.—Prueba de los hechos.—Verdadera libertad
y felicidad en las libertades particulares.—Enemiga de
éstas la masonería por su esencia.—El Estado único li-
bre y señor.—Rousseau.—Soberanía popular: sufragio
universal.—Despotismo de la ciencia
C A P . III.—Actuación de la humanidad emancipada, la
república de Rousseau, universal, inmutable (corola-
rios), despótica.—Principio de la soberanía popular.—
Textos masónicos
I.—Confirmación de los hechos.—Alianza republicana
universal de Mazzini
II.—Ensayos y conatos de república
C A P . IV.—Una mirada atrás
C A P : V.—Secreto masónico.—¿Hay ó no hay secreto?
León XIII
I.—Ley del secreto
II.—Objetos del secreto
III.—Sanción de la ley del secreto
IV.—Tretas y ardides para guardar el secreto
V.—El secreto masónico antisocial y criminal
C A P . VI.—Juramentos m a s ó n i c o s
I.—Muestras de jwamentos
480 ÍNDICE

II.—Fuerza y extensión de esos juramentos.—Casos y he-


chos 118
III.—Por cuánto tiempo obligan esos juramentos.—Hasta
en la vida pública.—Hasta á l o s pasivos. — I m p r i -
m e carácter indeleble 129
IV.—Perversidad del juramento masónico 135
CAP. VIL—La m a s o n e r í a , sanguinaria p o r instituto. . 138
I.—Llamas de Jurorhomicida 139
II.—Algunos antecedentes y amenazas 143
I I I . — S i se cumplen ó no las amenazas 145
I V . — E l Viejo de la montaña y sus seides. 148
V. —Algunos asesinatos por muestra 152
VI.—Matanzas y otros desastres 154
VII.—Querrás y revoluciones 160
VIII.—Rasgofinal 163
CAP. V I I I . — P l a n general de la m a s o n e r í a . — M e d i o s
generales de destrucción 165
I.—Propaganda omniforme 166
II.—Enseñanza. — Primeros ataques á l a enseñanza
católica: discusión.—Guerra á la enseñanza c a t ó -
lica e n toda Europa: e n s e ñ a n z a femenina.—Re-
flexiones y discusión 168
CAP. IX.—Medios generales de destrucción 206
III.—Legislación.—Principios generales. — Constitu-
ciones. — Derechos del hombre. — Soberanía p o -
pular 206
CAP. X.—Medios generales de destrucción. . . . . . . 223
IV.—Sistema de corrupción general . 223
Y.—Política 225
VI.—Poder público.—Centralización, burocracia, fuer-
za pública 232
VIL —Violencia 241
CAP. XI.—Tácticas de la m a s o n e r í a 247
L —El secreto 247
II.—Mentira é hipocresía 249
III. —Recluta preferente 253
IV.—Artes de reclutamiento general y leva 259
V.—Masonería pacífica y masonería guerrera. . . • . . 268
VI.— Vanguardias • 271
VIL—Opinión pública 277
VIII.—Gobierno ó régimen constitucional 283
IX.—Explotación de nacionalidades. . 291
X.—Tácticas especiales usadas en países católicos.. . . 296
C A P . X I I . — E s t r a t a g e m a s c o m u n e s . — - 1 . Introducción de
masones en cargos y oficios públicos.—2. Gritos de g u e -
rra y consignas.—3. Contradicción estudiada de los prin-
cipios con las obras.—4. Afectada reticencia.—5. A s t u -
ÍNDIOB 481
cía de serpiente.—6. Avanzar los principios s i n mentar
las consecuencias.—7. Papel de v í c t i m a . — 8 . Congresos
científicos.—9. Cadena secreta.—10. Tolerancia traidora. 303
C A P . X I I I . — E s t r a t a g e m a s c i r c u n s t a n c i a l e s . — 1 . Cierre y
reapertura de logias.—2. D i s o l u c i ó n de la o r d e n . — 3 .
Masonería jesuítica.—4. Masonería cristiana.—5. Cam-
bios de sucesión á los tronos.—6. Manojo de estratage-
mas 326
C A P . X I V . — O r g a n i s m o m a s ó n i c o . — G r a d o s simbólicos.—
Patriarca, orden interior, firmamento.—Ordenes y g r a -
dos.—Riqueza de la secta.—Comedia de los grados i n f e -
riores contra los superiores.—Ritos.—Potencias y s u s
reglas.—Gobierno interior 343
CAP.—XV.—Ejército m a s ó n i c o 371
I.—Primer cuerpo: m a s o n e s activos y pasivos.—Cál-
culos n u m é r i c o s y d i s c u s i ó n 371
II.—Segundo cneipo: sociedades imperfectas 385
III.—Tercer cuerpo: sociedades tributarias ó s u c u r s a -
les: liberalismo 388
CAP. XVI.—Cuestiones sueltas 393
I.—Socialismo.—Es masónico: doctrinas y t e s t i m o -
nios.—El obrero pervertido . . . . 395
II.—Internacional.—Historia.—Doctrinas 405
III.—Anarquismo.—Alianza internacional de la demo-
cracia socialista: federación jurasiana: a n a r q u í a . . 411
IV.—Nihilismo.—Causas de s u desarrollo e n Rusia.—
Doctrinas.—Observaciones.—Panslavismo. . . . 415
V.—Masonería anglosajona.—"EB verdadera masonería.
—Por causas históricas y sociales c o m u n m e n t e no
es perseguidora ni revolucionaria en s u propio
pais. . . 428
V I . — E l protestantismo es la mitad de la masonería.—
Prueba perentoria.—Culpa de la masonería es el
mal gobierno, revoluciones y demás desgracias
de las naciones católicas 433
VIL—Los judíos y la masonería.—Intervención omní-
moda, predominante, í n t i m a y perpetua. . . . 439
VIII.—Los templarios y la masonería.—Supervivencia
del Temple, en la masonería: Eckert, opinión m a -
sónica.—Rito templario: s u historia, sus hazañas
y sus fines 442
IX. — Carbonería. — E s m a s o n e r í a . — S u s causas.—Su
fundación y desarrollo.—Sus grados y carácter.—
S u organización . 448
482 ÍNDICE

APÉNDICES

I.—Sobre moral masónica.—Dodecálogos.—Crónica edifican-


te.—Moral independiente 457
II.—Banderas de la masonería. . .........461
III.—Causas de la propagación de la masonería.—En l o s t i e m -
pos modernos 463
IV.—Razón de cierta infamia ó vicio masónico.—Teoría prisci-
lianista ó mañiquea 466
V. — Táctica especial de Mazzini 467
YI.—Sobre tácticas y estratagemas de la secta.—Su merecido á
Vicente Lafuente 469
YIl.—Zos judíos en la masonería: del l i m o . Meurin, S. J. . . 471
YIII.—¿Cuántos feminismos hayl 474
Licencia del Ordinario 477

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