Ensayo Cartas A Pedro

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Ensayo #2: Cartas a Pedro Parte 2

¿Y ahora que le respondo? Como profesionales, en muchas ocasiones nos hemos podido topar con

esta interrogante, ya que andamos con el rol de saberlo todo y obviamente que estas respuestas

sean llenas de teorías, porque debemos dar devoluciones o interpretarle al paciente para que este

avance, sin embargo, en muchas ocasiones encaja la frase: “las palabras están de más.” Y no digo

esto porque no valgan, al contrario, sino que el mostrarnos al paciente como quien está al tanto

de sus palabras, reflejar esa empatía desde la escucha activa importa más que mil y una teoría.

Los pacientes, más allá de la problemática que aflora en el motivo de consulta, en muchas

ocasiones llegaran a nuestro consultorio sólo en búsqueda de ser acogidos. Vienen atribulados,

luchando con personas que quizás minimizan sus problemas, buscan ese desahogo, ser

escuchados, pero ¿Qué sería si solo se topan a alguien que tiene respuesta hasta de un suspiro?

Pero, basándonos en otro punto, también están los extremos. Es importante que haya un balance

en cuanto escucha activa sin intervención y escucha activa con intervención e incluso por qué no,

contención.

¿Por qué no hay una materia que nos prepare a las noticias difíciles? Sinceramente en mi corta

experiencia en intervención psicológica no he vivenciado el “por qué a mí” al momento de tratar a

un paciente en una condición donde su calidad de vida tiende de un hilo. Sin embargo, el sólo

hecho de hacerme la idea me genera angustia. Es como decir, somos psicólogos, no seres

insensibles. Considero que, como futuros clínicos, es necesario, no digo que estudiar, pero si tener

una alternativa de emergencia en casos de emergencias extremas. Aunque seamos sinceros, la

teoría en la práctica es otra cosa. Conclusión, la preparación la tenemos cuando nos ponemos

manos a la obra.
Pero, continuando con el tema, quizás no he vivenciado el hecho de un paciente con una

enfermedad terminal, más si una paciente que experimentaba una pérdida familiar justo en un

tiempo en el que yo recién había experimentado una. ¿Al final que hice? Opté por referir. Quizás

otra persona en mi lugar hubiese seguido adelante, pero, en esa ocasión no fue así.

Hay que ser realistas, a nuestros consultorios llegaran diversos casos, unos más sensibles que

otros, pero creo y siento que, aunque leer o prepararse no certifica que iremos en automático en

como respondamos, de alguna manera nos tiende esa luz de ayuda para acompañar a ese

paciente.

Una de las interrogantes dentro del caminar profesional es la elección de la corriente psicológica

con la que trabajarás. Una de las cosas que he aprendido durante la formación de maestría es que

no hay corriente mejor que otra, pero siempre buscar lo que mejor funcione al paciente y que esta

pueda tener respaldo con evidencias. Y no precisamente para jactarse en que tal corriente pesa

más que otra, sino, por pensar en ese ser humano que deposita en nosotros su confianza con la

intención de poder mejorar en busca de calidad de vida. La metáfora de las corrientes como un

idioma me parece perfecta, porque, ¿te imaginas que todos hablásemos el mismo idioma? adiós

diversidad. Es por eso por lo que es muy importante que como terapeutas no es que ahora

haremos una mezcla de todo un poco, pero tampoco nos cerremos a no querer comprender que

habrá enfoques que, aunque queramos no se adaptaran a nuestros pacientes. A todo esto, yo lo

podría resumir en una sola palabra “flexibilidad” basada en la evidencia.

Ligado a todo esto de enfoques y demás, también va de la mano el tiempo. Podríamos llamarlo, la

carrera del proceso terapéutico. Muchas veces el corredor podrá ser el paciente, en otras nosotros

como terapeutas. Porque en el afán de querer ver mejoras, se nos olvida que, como todo en la

vida, a algunos le toma más tiempo y a otros menos. Sin embargo, esto no significa que haya
estancamiento o cero progresos. En base a esto, creo que mucho tiene que ver cuándo por

ejemplo, trabajamos con un paciente en base a equis protocolo. En efecto, ese protocolo tiene un

tiempo aproximado de aplicación, y allí está el detalle, es aproximado. Pero en muchas ocasiones,

por querer llevar las cosas al pie de la letra pueden ocurrir dos cosas: agarramos al paciente a

trabajar con un ritmo acelerado buscando cumplir con el protocolo. Y si este no funciona, él quizás

no está poniendo de su parte o nos decepcionamos de nosotros mismos, dudamos de nuestras

capacidades y pensamos que quizás debamos cambiar de alternativa.

Cambiar de alternativa no es mala idea, siempre y cuando como especialistas hayamos evaluado el

por qué de lo que está ocurriendo.

Una de las barreras con las que podamos toparnos en el proceso terapéutico es hablar. Me

imagino a ese paciente que por primera vez llega a nuestro consultorio. Derribando sus propios

miedos y tener que expresarlos ante un completo desconocido. Súper fácil ha de ser.

Muchas veces esos pacientes ni siquiera saben expresar que están sintiendo o incluso no saben

que fue lo que les hizo sentir así, ya que muchos de ellos no aprendieron a expresar lo que sienten

emocionalmente mediante la palabra. Es por eso por lo que, desde la infancia, es necesario que los

padres les comuniquen a los niños con palabras las situaciones que ocurren, ya sea de alegría,

tristeza, enojo, miedo, etc.

Pero ¿qué podemos hacer si nos llega un paciente que no aprendió a comunicar? Con mucha

empatía, le prestaremos palabras o buscaremos su medio de expresión.

Al final, creo que el caminar como terapeutas siempre será de aprendizaje, hay muchos libros,

pero no hay mejor manual de intervención que ir a la práctica. Al principio será difícil, y quizás siga

siendo así, pero podremos crecer y echar raíces profesionalmente que nos permitirán formar las

bases sin olvidar que seguimos siendo Pedros.

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