Bang - El Arte Participativo y La Transformación Social
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Claudia Bang
UBA
Argentina
Introducción
“Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo,
no socializan los medios de producción y de cambio [...] Pero quizás desencadenen la
alegría de hacer y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y
cambiarla un poquito es la única manera de probar que la realidad es transformable.”
(Galeano 22)
Este trabajo forma parte de la investigación doctoral de la autora1, que aborda las
articulaciones entre arte y salud mental en una experiencia de realización de eventos
participativos de arte, creatividad y juego realizados en el espacio público por una red
de instituciones en un barrio del centro de la ciudad de Buenos Aires. En este escrito
tomaremos la dimensión específicamente artística de esta experiencia para abordar las
características y especificidad de un arte que se articula a procesos participativos y
comunitarios para la transformación social.
Actualmente posee gran consenso la idea de que las prácticas participativas de
arte en lo comunitario presentan grandes potencialidades. La Declaración de Lima sobre
arte, salud y desarrollo afirma, por ejemplo, que el arte deviene en “una poderosa
herramienta promotora y reparadora de la salud […] La participación social a través del
arte define una práctica y una producción social entre sujetos y organizaciones,
construyendo relaciones simétricas que contribuyen a la generación de condiciones de
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Este trabajo pudo ser realizado gracias al financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) a través de dos becas doctorales con sede en el Instituto de
Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. También, parte del
trabajo de campo fue realizado gracias al financiamiento de un proyecto UBACyT de la misma facultad
(bajo la dirección de la Dra. Alicia Stolkiner).
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sino a la población que concurre a cada institución, junto con artistas del barrio y
vecinos, lo que resulta en un proceso altamente participativo.
El objetivo de este escrito es describir y analizar la dimensión artística contenida
en esta experiencia que articula arte de creación colectiva, participación comunitaria y
transformación social en el espacio público. Nos proponemos hacer dialogar dicha
experiencia con una trama conceptual construida multirreferencialmente (Lourau) para
analizar múltiples dimensiones que hacen a su especificidad. Incluimos un apartado
sobre las diversas prácticas teatrales presentes en los eventos (teatro comunitario, teatro
del oprimido y teatro callejero), lo que aporta riqueza a la comprensión del proceso
creativo.
Encontramos que, en experiencias que se desarrollan desde un arte para la
transformación, muchas veces se reconoce como fundamental sólo su dimensión social,
entendida como externa a lo „puramente artístico‟. A su vez, el contenido artístico de
dichas propuestas es generalmente subestimado, caracterizado como un arte menor o
arte pobre y, por lo tanto, poco estudiado. Como hipótesis de trabajo que sustenta esta
investigación afirmamos que lo social nunca es externo a lo artístico y que toda práctica
artística posee una dimensión social que le es intrínseca y hace a su especificidad. Nos
proponemos abordar esta especificidad en el campo de prácticas de arte para la
transformación social, aspecto poco explorado pero fundamental para visibilizar la
complejidad de su entramado y sus fuertes potencialidades.
Diseño metodológico
Metodológicamente, este escrito se enmarca en un estudio exploratorio y
descriptivo que combina técnicas cualitativas y cuantitativas en la recolección y análisis
del material. En primer lugar, en este trabajo abordamos algunas ideas que conforman
nuestra trama conceptual en la investigación. Hemos desarrollado el trabajo de campo
desde la perspectiva etnográfica, caracterizada por el contacto directo del investigador/a
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con los actores, participando de su vida cotidiana y recogiendo todo tipo de datos
(Hammersley y Atkinson). Hemos tomado la observación participante como técnica
madre y esencial del trabajo de campo, prestando especial atención al registro de los
eventos callejeros (Guber). El proceso de selección, ordenamiento y re-transcripción de
los registros de campo de forma comunicable y completa permitió arribar a
descripciones etnográficas de diversas situaciones (Geertz). En este escrito presentamos
una de estas descripciones que aborda el día de realización de uno de los eventos
callejeros. Luego, hemos incorporado un análisis de datos cuantitativos de los
contenidos artísticos de 11 eventos realizados por la red, todo lo que nos permite llegar
a presentar una descripción de las actividades artísticas presentes. Incluimos un apartado
que aborda las diversas formas de artes escénicas presentes (teatro comunitario, teatro
del oprimido y teatro callejero) para acercarnos a la comprensión del proceso creativo
comprendido en estas prácticas. A partir del principio de recurrencia temática (Stake)
desprendemos las principales características que hacen a la especificidad de la
dimensión artística en la experiencia estudiada. Este desarrollo nos permite incorporar
una articulación entre arte comunitario y arte popular que incluye aportes de la teoría
teatral, para arribar a una propuesta de definición/denominación de arte participativo.
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está dado por una temática, un tipo de población o por un estilo artístico en particular,
sino por el reconocimiento que le otorgue la comunidad a esa manifestación artística.
Desde esta perspectiva y lejos de pretender una definición formal o precisa de
arte, nos centraremos en el campo de prácticas que conjugan arte y trasformación social.
Desde hace más de dos décadas, se han desarrollado en nuestro país numerosas
experiencias que proponen al arte como herramienta de transformación, muchas de las
cuales se han multiplicado con mayor fuerza en los últimos diez años. El carácter
trasformador del arte se ha puesto de manifiesto mediante lo que algunos autores llaman
estetización de la expresión política, al referirse a nuevas formas de expresión
orientadas a la opinión pública, donde se expresa más en la forma de gestos e imágenes,
que con palabras y manifiestos. Las imágenes y la teatralización movilizan
integralmente y ocupan para la época el lugar de la evidencia y la información
(Riechamn y Fernandez Buey).
Desde el arte y su articulación con otras disciplinas, se han creado formas
comunitarias de intervención para el abordaje de problemáticas psicosociales complejas
(Palacios 2011). Como dijéramos en otra oportunidad (Bang 2014), el aislamiento, la
soledad relacional, la discriminación y la indiferencia son solo algunas de las
problemáticas compartidas abordadas. En estos procesos, la creatividad ocupa un lugar
central, se trata de una forma de creatividad al servicio de la comunidad, trabajando para
la conformación de vínculos y espacios de encuentro creativo. Muchas de estas
experiencias han sido abordadas bajo el nombre de arte comunitario (Dubatti y Pansera)
como nuevo campo de trabajo incipiente y, por lo tanto, poco estudiado aún. En él
proliferan formas múltiples y heterogéneas de intervención creativa, que podrían
potenciarse al ser acompañadas de procesos de investigación y sistematización acordes.
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“Murga Los Ángeles del Valle”. Al final de las columnas de baile marchan los 5
jóvenes que integran la banda con bombos y platillos, liderados por Luis, quien
coordina la murga. No todos llevan el traje completo, algunos solo el pantalón negro
con flecos de colores, otros la levita roja y lentejuelas, la que se completa con pechera,
sombrero con plumas y espejitos, guantes blancos y polainas de raso. Luis me contaría
en otra oportunidad, que ellos se definen como una murga chica, barrial, conformada
por chicos humildes del barrio. Nació porque en la Iglesia Los Ángeles del Valle
querían acercar a los chicos con problemáticas de consumo, para poder incluirlos en
algún proyecto barrial que les diera contención.
Al retirarse la murga se arma una ronda que inaugura un momento de juegos
tradicionales callejeros. Luego, se realiza una actividad psicodramática: se relatan
fragmentos de la historia del barrio de Abasto, mientras se arrojan coloridas telas
entre los presentes. Las mismas, al desplegarse, invitan a quienes están cerca a
sostener algún extremo y quedar así relacionados a través de la tela. La historia se
cuenta a partir de rasgos representados por diferentes colores. El relato concluye
cuando todas las telas están desplegadas, metaforizando un “quedar enredados”
comunitario. Suena una música y se baila con el sostén de las telas. La mayor parte de
la gente participa, algunos más tímidos quedan mirando, aunque por la expresión de
sus rostros, pareciera que se sienten parte.
A las 20 hs. se anuncia por micrófono: “En este momento está comenzando una
función en el teatro de enfrente, para no hacerles ruido vamos a aprovechar la
siguiente hora para ver unos cortos que proyectaremos en la pared de La Casona”. En
la semana anterior, habíamos ido con una compañera de la red a hablar con los dueños
del pequeño teatro independiente, para acordar en qué horarios a ellos les molestaría
la música en la calle. Unas 500 personas pueblan la calle, la mayoría se acerca a ver la
proyección: en primer lugar se muestra un video institucional de la red, el que había
sido filmado para esta ocasión; le sigue un video corto de presentación de actividades
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Imagen 1
Muestra del taller de fotos de uno de los centros culturales
que participa en el Corte-Cachengue. (Foto: Claudia Bang.)
Este breve relato ilustra algunas características de los eventos callejeros que aquí
queremos resaltar. Este festejo se ha organizado teniendo en cuenta, por ejemplo, los
horarios de las funciones de un teatro cercano. Se han preparado actividades puntuales
para esos horarios y así se pretende no perturbar el funcionamiento de esta y otras
instituciones. Así el evento, ya desde su organización, se va incluyendo y articulando en
la vida cotidiana del barrio, respetando la actividad de otros actores sociales del mismo
territorio. Este aspecto nos muestra en acto cómo la experiencia se va tejiendo en lazos
y redes comunitarias. Otro punto a destacar en este sentido, es el efecto que se produce
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en muchos de los que participan por primera vez al colaborar con la limpieza del
espacio callejero: un ejemplo de ello está dado al final del relato con la señora que se
queda a barrer la calle el mismo día que descubre la existencia de la actividad. A partir
del lazo social que promueven estos eventos, ocurre una verdadera reapropiación del
espacio público: un espacio verdaderamente habitado por la comunidad y en
consecuencia, cuidado colectivamente.
Imagen 2.
Teatro espontáneo por el Grupo Jupsi en el Corte-Cachengue.
(Foto: Colectivo CUJUCA y Casona Cultural Humahuaca.)
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Esta caracterización fue realizada sobre un relevamiento de once fiestas en total, realizado a lo largo de
cuatro años: la Fiesta de la Quema del Muñeco correspondiente a tres años consecutivos, una Cumbre de
Juegos Callejeros (CUJUCA) del día del niño, la Fiesta de las Diferentes Culturas del Abasto
correspondiente a dos años consecutivos, una Fiesta por el Día Mundial de la Salud en la puerta del
Centro de Salud, El Corte-Cachengue relatado en este escrito y el realizado un año siguiente y la Muestra
de fin de año en la calle realizado en dos años consecutivos por una organización cultural que trabaja con
familias del barrio.
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Como podemos observar, estas actividades involucran una serie de elementos que
le dan su singularidad. Cada músico que canta, cada pintura que se muestra, cada mural
que se realiza en conjunto, cada obra de teatro que se desarrolla participativamente entre
actores y público, cada canto de copleras combina de forma particular diferentes
elementos de creación y presentación. Esta heterogeneidad aporta una gran riqueza de
recursos y posibilidades de intervención comunitaria a través del arte.
Cada actividad rompe con la idea de arte erudito en algún aspecto, a partir de una
o más características que hacen de su presentación un hecho de resistencia al arte de
elite, revelando su carácter social. Esto lo encontramos expresado en uno o más de los
siguientes elementos:
- Los géneros artísticos utilizados: murga, candombe, expresiones de los pueblos
originarios, música y danza africana, danzas folklóricas y tango, como rescate y
revalorización de expresiones populares no hegemónicas.
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Imagen 3
Presentación de la Murga Los Ángeles del Valle. Fiesta en la puerta del centro de salud
que participa de las actividades de la red de instituciones. (Foto: Claudia Bang.)
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El teatro callejero
La Bisagra Callejera es un grupo artístico formado por un conjunto de teatristas y
un músico interesados en incidir desde el teatro en lo social. Este grupo se ha presentado
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en varios eventos callejeros de la red Rioba con su obra La Fiesta. Culto a la Cultura
Culta, que aborda la problemática de la exclusión social y las lógicas segregativas en el
espacio público, utilizando una estética que toma elementos del grotesco y el absurdo,
dando a conocer una postura de apoyo al desarrollo cultural en lo comunitario.
La intervención teatral consiste en la escenificación de una fiesta organizada por
un grupo de personajes reunidos como “simples vecinos” del barrio, con los que podría
identificarse el público presente. Poco a poco, estos personajes van dejando ver una
postura altamente conservadora, propia de algunos sectores medios de la población,
cuyo discurso xenófobo se encuentra vigente en algunos medios de comunicación.
La creación de esta obra ha sido articulada y consensuada con las diferentes
organizaciones de la red RIOBA, convirtiéndolos en co-autores. En un contexto de falta
de apoyo a las políticas culturales por parte del Gobierno local, desde la ironía se invita
a compartir un festejo “porque por fin la cultura será culta y sólo para gente “como
uno”, dicen los personajes, mostrando el movimiento degradante que las organizaciones
de Rioba sienten que ha sufrido la cultura en la ciudad.
Los personajes son un policía inepto, una “ama de casa” con plumero en mano
lista para “salir a limpiar la ciudad de todo lo que no nos gusta”, un funcionario
corrupto, una profesora defensora de la educación privada, una monja cuyo discurso es
el más conservador de la iglesia y una señora elegante que todo el tiempo hace alarde de
su cultura “culta”. Luego de algunas escenas que muestran de forma cada vez más
exacerbada la oscuridad de estos personajes, terminan pidiendo a gritos “rejas
electrificadas en los espacios públicos” y proponen juntar firmas para que se tomen las
medidas necesarias para que el acceso a la cultura sea “sólo para quienes hicimos el
esfuerzo por merecerla”, “la cultura no es para cualquiera”. Al terminar la obra, se
propicia un debate e intercambio con el público presente.
La obra tiene por finalidad concreta movilizar al espectador-participante
desprevenido, sorprender, descolocar, generar una escena que cobra fuerza
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Imagen 4
Presentación teatral de La Bisagra Callejera en el Corte-Cachengue.
(Foto: Nicolás Mikey.)
El teatro comunitario
En una de las Fiestas de la Quema del Muñeco, como en tantas otras fiestas de la
red, un grupo de personajes aparece entre el público y la gente les va haciendo lugar. Se
forma un semicírculo en el centro de la calle. Se representa una escena que recrea
situaciones del Abasto: aparecen señoras con chalinas y delantales, como una evocación
a la figura tradicional de “la señora de barrio”, las que se encuentran en la calle, donde
diversas situaciones intentan contar fragmentos de la historia barrial. Luego cantan una
canción y se retiran aplaudidos fuertemente. Se trata de la presentación del grupo de
teatro comunitario La Picazón del Abasto, grupo formado por vecinos del barrio.
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Este grupo teatral era integrante activo de la red, se había creado durante el 2007,
nucleando a una treintena de vecinos que se reunían en dos organizaciones
pertenecientes a Rioba: Casa Abasto y Casona Cultural Humahuaca. “La idea era
comenzar a dar cuenta de la vida y problemáticas del barrio”, relataba una de sus
protagonistas: “desde nuestros comienzos elegimos tratar un tema social muy latente:
los desalojos. Como consecuencia del arribo turístico y toda la limpieza que se requiere
para no dar una mala imagen”. Así se gestó este proyecto de dramaturgia actoral que
en otra oportunidad trató también la temática del derecho a servicios dignos de salud en
el barrio.
Esta experiencia forma parte de un movimiento artístico-cultural más amplio. El
teatro comunitario nace en la postdictadura, pero tuvo su gran auge con la crisis de
representación de los partidos políticos y de las instituciones, que evidenciaron la
desarticulación de los mecanismos de participación ciudadana (Bidegain, Marianetti y
Quain). Estos grupos teatrales realizaron actividades comunitarias participando en
asambleas barriales y clubes del trueque posteriores al año 2001. Barrios y pueblos
vuelven a recuperar su voz y su identidad por medio de esta forma de hacer arte que une
a la comunidad con un fin específico: la recuperación de la memoria colectiva y la
reconstrucción de los vínculos del tejido social (Proaño Gómez). Encontramos aquí una
expresión de un hilo subterráneo que muestra el origen de muchas de estas
manifestaciones artísticas en las formas de los movimientos asamblearios que
emergieron a partir de la crisis del año 2001.
En la última década se ha multiplicado esta propuesta, con grupos de teatro
conformados por vecinos en cada barrio. Estos grupos en general recuperan la historia
del barrio, la ciudad y el país a través de una dramaturgia y actuación colectiva (Scher).
Con un gran compromiso social, realizan sus funciones muchas veces en calles y plazas,
haciendo un teatro de vecinos para vecinos. La dramaturgia de creación colectiva
permite a la comunidad historizarse, construir y ser conscientes de esa historia
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idea es apelar a lo interesante que cada uno trae consigo para potenciarlo creativamente.
La persona misma, muchas veces desconoce su potencial hasta que lo descubre en estos
procesos de trabajo y desarrolla la confianza. Los miembros de la obra callejera lo
mencionaban así: “utilizamos la creación colectiva como metodología y fundamento
ideológico congruente con la finalidad de las intervenciones: abrir territorios
desconocidos, proyectarse hacia el futuro colectivamente” (Bang 2011b). Tal vez lo
más novedoso es que este proceso de creación colectiva no solo involucra a los artistas,
sino también al público, muchos de los cuales presencian por primera vez una obra
teatral.
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donde hay un encuentro que produce lo nuevo e inesperado, en la relación entre artistas,
público y obra.
Reconocemos en esta experiencia una doble influencia, ya que contiene elementos
originarios tanto del campo del arte popular como del arte comunitario. Por un lado,
toma de este último su carácter procesual y comprometido con las realidades sociales,
cuyo objetivo principal es la transformación comunitaria a través del arte. El arte
comunitario tiene su origen en los planteamientos que, en los años setenta, integraron
dos tendencias clave: en primer lugar, la idea de que el significado del arte debe
encontrarse en el contexto (físico o social) y no en el objeto autónomo, y el nuevo
interés por el público y por las formas de implicarlo en la obra (Palacios 2009). Algunos
autores consideran que el arte comunitario identificaría a otro de los nuevos
movimientos sociales que surgieron en la crisis y que se vienen desarrollando desde
fines de los 90 (y que tomaron gran protagonismo con el inicio del nuevo siglo), junto a
los más difundidos de los piqueteros, fábricas recuperadas, asambleas barriales,
trabajadores autoconvocados, entre otros (Dubatti y Pansera). Podemos encontrar
múltiples antecedentes dentro de la abundante producción cultural que siempre existió
en nuestro país, pero este nuevo movimiento comenzó a tomar características
particulares en el contexto social de crisis del 2001, donde estas propuestas reafirman y
legitiman el carácter transformador del arte.
Por otro lado, esta experiencia toma del arte popular la revalorización de las
expresiones culturales no hegemónicas que surgen del devenir histórico-cultural de los
pueblos, resistiendo a las lógicas dominantes del arte de elite y de masas (Escobar). En
el arte popular, el énfasis para identificar a un artista como tal, estaría puesto en el
sentido que tiene la producción artística para determinado colectivo, por lo que el genio
individual y la originalidad pasan a segundo plano. Asimismo, el arte popular desde esta
perspectiva, favorecería no solamente la función estética en sí misma, sino que también
cobra importancia la función social de sus prácticas, en tanto las producciones podrían
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Los muñecos creados colectivamente para la Fiesta de la Quema del Muñeco.
(Foto: Luisina Varela.)
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Muestra del taller de plástica para niños de una de las organizaciones de la red,
durante un evento callejero. (Foto: Claudia Bang.)
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apuesta a generar una acción política concreta: instrumentar a través de canales estéticos
la sensibilización y reflexión colectiva sobre las problemáticas sociales que nos
atraviesan, impulsando una toma de posición activa ante las mismas. La intervención
cultural en el espacio público nos sorprende y sensibiliza, obligándonos a posicionarnos
ante una situación que nos interpela directamente. Este dispositivo permite hacer del
transeúnte, habitante callejero, un espectador activo de su realidad/otra realidad
presentada colectivamente por medios creativos. La actividad en la calle como espacio
público nos da esa posibilidad de reflexionar y transformarnos conjuntamente.
En este sentido, encontramos que cada propuesta artística se presenta como una
forma de resistencia creativa y propuesta de producción de subjetividad alternativa. En
este sentido, las propuestas artísticas contenidas en las fiestas callejeras de Rioba se
constituyen en espacios de búsqueda, de creación, de hallazgos de nuevos tipos de
solidaridad, de nuevas formas de ser en los grupos. Al decir de Eduardo Pavlovsky, se
trata de nuevos territorios existenciales a inventar una micropolítica de ensayo tal vez
para el futuro (Pavlovsky).
© Claudia Bang
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