Teoría de La Historia - Karl Marx

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Profesorado de Educación Inicial

Filosofía1
Docente: Ramírez, Fernando Lautaro
Selección de textos: Marx, K. (2012). Textos de filosofía, política y economía. Manuscrito
de París. Manifiesto del partido comunista. Crítica del programa de Gotha. (1a ed.).
Gredos. pp. 77-81.

TEORÍA DE LA HISTORIA
LA CIENCIA DE LA HISTORIA2
Sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. La historia puede dividirse,
considerada desde dos lados, en la historia de la naturaleza y la historia de los hombres.
Ambos lados resultan, sin embargo, inseparables: en tanto existan seres humanos, la
historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionarán mutuamente. La
historia de la naturaleza, la llamada ciencia natural, no nos afecta aquí; de la historia de
los hombres habremos de ocuparnos en la medida en que la casi totalidad de las ideologías
se reduce bien a una concepción errada, invertida, de dicha historia, bien a una abstracción
completa de la misma. La ideología misma no es otra cosa que una de las caras de esta
historia.
LA ANATOMÍA DE LA SOCIEDAD Y LA PREHISTORIA DE LA SOCIEDAD
HUMANA*’
[...] Mi investigación desembocó en el resultado de que las relaciones jurídicas, al igual
que las formas de Estado, no pueden ser comprendidas a partir de sí mismas ni de la
llamada evolución general del espíritu humano, sino que hunden más bien sus raíces en
las condiciones y relaciones materiales de vida que Hegel, siguiendo el ejemplo de los
ingleses y franceses del siglo XVIII, sintetiza globalmente bajo el nombre de «sociedad
civil», pero que la anatomía de la sociedad civil ha de ser buscada en la economía política.
Proseguí la investigación de esta última, que había comenzado, en París, en Bruselas,
lugar al que hube de emigrar a consecuencia de una orden de expulsión del señor Guizot.
El resultado general al que accedí y que, una vez obtenido, pasó a operar como hilo
conductor de mis estudios, puede ser brevemente formulado así: en la producción social
de su vida los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de
su voluntad, en relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio
evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto global de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se alza
una sobreestructura jurídica y política, y a la que corresponden determinadas formas

1
Material elaborado por el docente exclusivamente para el uso de Filosofía en el Instituto de Educación
Superior y Formación Docente 9-001 “Gral. San Martín”.
2
Traducción: Jacobo Muñoz. Fuente: iMEW m, pág. 18.
Traducción: Jacobo Muñoz. Fuente: MEW xm, págs. 69-71.
sociales de consciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso
vital social, político y espiritual en general. No es la consciencia de los hombres lo que
determina su ser, sino que es, contrariamente, su ser social lo que determina su
consciencia. En un determinado nivel de su desarrollo las fuerzas materiales de
producción de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción
existentes o, lo que no es sino una expresión jurídica de ello, con las relaciones de
producción en cuyo marco se habían movido hasta entonces. De formas evolutivas de las
fuerzas productivas mutan estas relaciones en cadenas de las mismas. Irrumpe entonces
una época de revolución social. Con la transformación de la base económica pasa la
gigantesca sobreestructura a transformarse más o menos lenta o rápidamente. Fin la
consideración de estas transformaciones hay que distinguir siempre entre la
transformación material en las condiciones económicas de producción, que debe ser
considerada con fidelidad científico-natural, y las formas jurídicas, políticas, religiosas,
artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas, en las que los hombres se
hacen conscientes de este conflicto y lo zanjan. Una época de transformaciones de este
tipo no puede ser enjuiciada a partir de la consciencia que tiene de sí misma sino en tan
nula medida como acostumbra a juzgarse a un individuo por el tono que se da; antes bien
tiene que ser explicada dicha consciencia por las contradicciones de la vida material, a
partir del conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de
producción. Una formación social no sucumbe nunca antes de que se desarrollen todas
las fuerzas productivas que es capaz de contener, y nunca pasan a ocupar el lugar nuevas
fuerzas productivas superiores antes de que las condiciones materiales de existencia de
las mismas hayan sido incubadas en el seno de la vieja sociedad. Por eso la humanidad
no se propone nunca otras tareas que las que puede llevar a buen termino, pues
observando las cosas con mayor precisión se encontrará siempre que la propia tarea sólo
se plantea allí donde se dan ya las condiciones materiales de su resolución o son, cuanto
menos, concebidas en el proceso de su devenir. Los modos de producción asiático,
antiguo, feudal y burgués moderno pueden, a grandes rasgos, ser caracterizados como
épocas progresivas de la formación económica de la sociedad. Las relaciones burguesas
de producción son la última forma antagónica del proceso de producción social,
antagónica no en el sentido del antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que
surge de las condiciones sociales de vida de los individuos; pero las fuerzas productivas
que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean asimismo las condiciones
materiales llamadas a resolver este antagonismo. Con esta formación de la sociedad
termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana.
EL DESARROLLO DE LAS CONTRADICCIONES’
[...] el desarrollo de las contradicciones de una forma histórica de producción es el único
camino de su disolución y nueva configuración.
LA CLAVE DEL FENOMENO*’
En el epílogo a la segunda edición alemana de El Capital... hablo de «un gran erudito y
crítico ruso» con la alta consideración que merece: en artículos muy notables se ha
ocupado dicho crítico, en efecto, de la cuestión de si Rusia debería, como exigen los
economistas liberales, comenzar por destruir las comunidades aldeanas para
seguidamente pasar al régimen capitalista, o si no podría más bien hacer suyos, por el
contrario, todos los frutos de este sistema, sin pasar por sus torturas, por el procedimiento
de desarrollar sus presupuestos históricos efectivos. [...] Para poder enjuiciar la evolución
económica de Rusia con pleno conocimiento de la cosa he aprendido ruso y he estudiado
durante largos años los escritos oficiales, y de otro tipo, de relevancia. He aquí el resultado
al que he llegado: Si Rusia prosigue el camino que ha emprendido desde 1861, perderá la
mayor oportunidad que la historia ha ofrecido nunca a un pueblo para pasar, en cambio,
por todas las funestas vicisitudes del sistema capitalista.
[...] El capítulo sobre la acumulación originaria no se propone otra cosa que describir el
camino por el cual ha surgido en la Europa occidental la ordenación capitalista de la
economía en el seno de la ordenación feudal de la misma. Expone, pues, el movimiento
histórico que, en la medida en que separó los productores de sus medios de producción,
convirtió a los primeros en trabajadores asalariados (proletarios en el sentido moderno de
la palabra) y a los propietarios de los últimos en capitalistas. [...] Al final del capítulo se
retrotrae la tendencia histórica de la producción a lo siguiente: que (esta producción)
«genera su propia negación con la necesidad de un proceso natural»; que ella misma ha
creado los elementos de un nuevo orden económico en la medida en que confiere a un
tiempo a las fuerzas productivas del trabajo social y a la evolución multilateral de todo
productor individual el mayor de los impulsos; que la propiedad capitalista, que de hecho
descansa ya sobre una especie de producción colectiva, sólo puede transformarse en
propiedad social. [...]
¿Qué aplicación podría hacer a Rusia mi crítica de este esbozo histórico? Sencillamente
sólo ésta: Si Rusia aspira a convertirse en una nación capitalista al modo europeo-
occidental —y en los últimos años se ha esforzado mucho en ese sentido—, no lo
conseguirá sin transformar antes en proletarios buena parte de sus campesinos; y
entonces, una vez absorbida por el torbellino de la economía capitalista, tendrá que
soportar las implacables leyes de ese sistema, exactamente igual que los pueblos profanos.
Eso es todo. [...]
En varios lugares de El Capital me he referido al destino que corrieron los plebeyos de la
antigua Roma. Estos eran originariamente campesinos libres que cultivaban sus predios,
cada cual por su cuenta y riesgo. Fueron expropiados en el curso de la historia romana.
El mismo proceso que los separó de sus medios de producción y subsistencia acarreó no
sólo la constitución del latifundio, sino también la de grandes capitales monetarios. Y,
así, un buen día, hubo, por una parte, hombres libres desprovistos de todo lo que no fuera
su fuerza de trabajo y, por otra, lo necesario para la exploración de ese trabajo, los
poseedores de las riquezas así adquiridas. ;Qué ocurrió? Que los proletarios romanos no
se convirtieron en trabajadores asalariados, sino en un populacho parasitario aún más
despreciable que los poor whites de los estados sureños de Norteamérica, y que a su lado
se desarrolló no un modo de producción capitalista, sino un modo de producción basado
en el trabajo esclavo. Unos acontecimientos de llamativa analogía, pero desarrollados en
diferentes medios desembocaron, pues, en resultados por completo diferentes. Si se
estudia cada uno de esos procesos por sí mismo y luego se compara uno con otros, se
encuentra fácilmente la clave del fenómeno; pero nunca se conseguirá abrir sus puertas
con la ganzúa de una teoría histórico-filosófica general cuya mayor excelencia consista
en ser suprahistórica.

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