Resumen de Trabajos Prácticos Psicodiagnóstico
Resumen de Trabajos Prácticos Psicodiagnóstico
Resumen de Trabajos Prácticos Psicodiagnóstico
PSICODIAGNÓSTICO (2022)
TP 1: EL PROCESO PSICODIAGNOSTICO.
Entendemos la evaluació n psicoló gica como una rama específica del quehacer profesional del
psicó logo, que puede desarrollarse en distintos campos: clínico, educacional, laboral, jurídico o
comunitario.
Las tareas de evaluació n en psicología clínica incluyen bá sicamente todos los procesos relacionados
con el estudio de individuos, grupos, instituciones o comunidades en relació n con el proceso salud-
enfermedad.
El psicodiagnó stico conforma una subá rea dentro del campo de las evaluaciones psicoló gicas en
Psicología Clínica. Un psicodiagnóstico es un proceso a través del cual los clínicos obtienen la necesaria
comprensión del paciente para tomar decisiones de manera informada. Su propósito central es describir
al individuo, sujeto, grupo o comunidad de forma tan compleja como sea posible, en todas sus facetas o
niveles.
Podemos realizar tareas de evaluación psicológica en el campo de la psicología clínica que no supongan
o impliquen un psicodiagnóstico: por ejemplo, ocuparse de la valoración de programas o de la
evaluación de la eficacia de determinados procesos terapéuticos. Ninguna de las evaluaciones
mencionadas puede ser categorizada como un psicodiagnóstico aunque el proceso psicodiagnóstico
pueda formas parte de las mismas. Por otra parte, los psicó logos desarrollamos tareas de evaluació n
psicoló gicas de relevancia por fuera del campo clínico. Así por ejemplo, podemos ocuparnos de la
evaluació n de la calidad de los aprendizajes o de los vínculos docente-alumnos en el campo de la
Psicología Educacional y Escolar.
El psicodiagnóstico es una disciplina científica íntimamente relacionada con la psicología en tanto
ciencia. No puede reducirse a una mera tecnología psicológica (los tests o los instrumentos de medición)
sino que en él se articulan los distintos planos que constituyen una disciplina científica aplicada. Las
distintas teorías psicoló gicas dotan al proceso psicodiagnó stico de marcos referenciales y de
estrategias metodoló gicas.
El psicodiagnó stico brinda a aquéllas una vertiente aplicada específica: el estudio descriptivo,
comprensivo y explicativo de los comportamientos de los sujetos y grupos humanos en relación con los
contextos.
Circunstancias sociales y políticas concretas derivadas de la Segunda Guerra Mundial hará n posible el
surgimiento de propuestas teó ricas y tecnoló gicas centradas en el modelo clínico médico, con cierto
énfasis en el empleo de los denominados tests psicoló gicos.
En la década de los añ os 50’ va a hacer eclosió n la polémica entre los denominados defensores del
modelo clínico-médico, en su mayoría profesionales formados en contextos médicos hospitalarios, con
puntos de vista psicoanalíticos o muy pró ximos a ellos, que resaltan los determinantes intrapsíquicos
y minimizan los ambientales, y los defensores de la predicció n estadística, que formulan a las
anteriores duras críticas.
Detrá s de ambas posturas se irá n configurando propuestas alternativas. Con el nombre de clínico
surgen las prácticas de un modelo médico-clínico y se van diferenciando las propuestas básicas de un
modelo psicoanalítico.
El enfoque psicométrico o diferencial va a plantear la necesidad del empleo de métodos
estandarizados, dando mayor peso a las evaluaciones de tipo objetivas. A mediados de la década de los
60 aparece una fuerte crítica de corte conductista a los dos métodos y se comienza a hablar de la
necesidad de un aná lisis funcional de la conducta. El comienzo de los añ os 70 marca el momento de
má s bajo prestigio de todo lo relacionado con la evaluació n y el psicodiagnó stico.
Uno de los principales aportes de la crítica conductista es haber planteado que toda evaluació n se
realiza para poder planificar una intervenció n y está a su servicio, así como remarcar que toda
evaluació n debe ocuparse de la valoració n de las intervenciones realizadas y de la reorientació n de las
mismas.
A finales de los añ os setenta surge una mayor preocupació n por los temas concernientes con la
evaluació n clínica, como fruto de la inserció n de los psicó logos en á reas específicas de trabajo
relacionadas con la salud comunitaria, el reconocimiento de la incidencia de las diferencias culturales
y sociales, el reconocimiento de la baja confiabilidad de los diagnó sticos clínicos, la falta de criterios
claros para poder decisiones respecto al tipo de tratamiento adecuado que necesitan distintos tipos de
pacientes, y por ú ltimo, la necesidad de brindar respuestas má s eficaces a los distintos tipos de
malestares humanos.
Empiezan a tomar cuerpo las ideas de Lewin, quien había argumentado que toda conducta está en
funció n de la persona y su entorno. Por otra parte, se producen hallazgos de importancia en cuanto a
los correlatos bioló gicos de la conducta. Se desarrolla un mayor conocimiento del sistema nervioso y
de las relaciones entre cerebro y experiencias subjetivas.
Un proceso psicodiagnóstico que pretenda ser válido, confiable y útil debe integrar los siguientes
aspectos:
1-La presentación que el sujeto o grupo hace de los síntomas que lo aquejan. La capacidad manifiesta
para poder vivienciar aspectos contrastantes de los hechos, sentimientos y conflictos que se relatan.
Los sujetos humanos se diferencian notablemente en la posibilidad de poner en palabras sus afectos.
La entrevista libre y la observació n siguen siendo los recursos bá sicos en esta etapa.
2-Una valoración del estilo de las relaciones interpersonales, datos que se pueden obtener analizando
los aspectos transferenciales y contratransferenciales. En muchos casos es necesario
complementarlos con la informació n que brinden los miembros de sus grupos primarios de
pertenencia.
3-Una evaluación del estilo cognitivo, entendido como la manera en que el sujeto o grupo procesa la
informació n sobre su subjetividad así como la referida al mundo externo.
4-Infromación detallada sobre la autopercepción consciente de un sujeto, có mo se ve a sí mismo en
relació n a có mo quiere ser visto.
5-Información sobre las características de los mecanismos de defensa que el sujeto utiliza frente a
situaciones de conflicto.
6-Poder plantear los diagnó sticos diferenciales posibles.
7-Recabar información sobre la etiopatogenia del malestar actual, la etapa del ciclo de desarrollo o
edad en que se manifiestan los primeros síntomas, las estrategias de afrontamiento puestas en juego
frente a ellos, así como su relació n posible con sujetos o eventos estresantes del ciclo vital personal.
8-La integració n de la informació n relevada y la posibilidad de plantear juicios clínicos basados má s
en inferencias e interpretaciones de bajo nivel que en generalizaciones.
9-Brindar una atenció n má s respetuosa a los puntos de vista del propio paciente sobre los malestares
que lo aquejan y las soluciones posibles.
10-Ocuparnos de manera sistemá tica, especialmente en el marco de las instituciones hospitalarias, del
estudio de las redes de apoyo social con las que cuenta el paciente, para poder decidir acerca de la
internació n o no de una determinada persona, así como sobre la externació n, necesitamos conocer
có mo percibe la integració n de su red afectiva de apoyo y sostén.
11-Formular recomendaciones terapéuticas en base a las inferencias e integraciones realizadas.
Comentarios finales
Toda evaluació n clínica no es sino un esfuerzo humano que pretende ayudar a los individuos a que
puedan solucionar los problemas que los aquejan. En la actualidad, debemos reconocer la existencia
de modelos teó ricos diversos, así como la necesidad imperiosa de un abordaje interdisciplinario de
nuestro quehacer. Los seres humanos, pacientes o profesionales de la salud, somos simultá neamente
sujetes del inconsciente, actores sociales, miembros de grupos culturales específicos, portadores de un
cuerpo a partir del cual edificamos nuestras identidades, sujetos con autoimá genes conscientes que
regulan en gran medida nuestras acciones cotidianas. Un abordaje integrador redundará en un trabajo
profesional má s eficaz.
Los Precursores
La hipó tesis proyectiva es de Frank en 1939, pero el uso de estímulos ambiguos y la preocupació n
respecto de la percepció n subjetiva se puede rastrear hasta los griegos. También Leonardo Da Vinci y
Boticelli recurren a un material inestructurado como punto de partida de sus producciones y lo usan
para evaluar la capacidad imaginativa en la selecció n de los candidatos a ser alumnos de su taller.
En el siglo XIX la técnica de las manchas de tinta se convierte en un juego de saló n llamado Blotto en
que los jugadores deben asociar imá genes e inventar poemas respecto de lo percibido. Este juego
parece haber interesado a Binet, quien lo incluye como una prueba de imaginació n sistematizada en
su test. También puede ser visto como antecedente directo del Rorschach.
En el siglo XX Galton es quien propone la primera Técnica Proyectiva formalizada al hacer una lista de
palabras-estímulo para la asociació n. Esto lo retoma Jung (1912) con el test de asociació n de palabras.
También por estos añ os Rorschach realiza su tesis doctoral sobre las manchas de tinta como técnica
psicoló gica (1921).
Pero a pesar de este movimiento “proyectivo”, durante las tres primeras décadas de este siglo
predominan la construcció n y el uso de test de inteligencia y toda la concepció n psicométrica de la
personalidad que se dedica a la evaluació n de rasgos específicos y delimitados.
A partir de la creació n del T.A.T de Murray (1935) un grupo de psicó logos comienzan a esbozar una
fundamentació n teó rica para esclarecer y ampliar la hipó tesis proyectiva que subyace al test.
El Desafío Actuarial.
La Psicología actuarial pone el énfasis en el aná lisis estadístico, la predicció n y la validez. Surge como
respuesta a las necesidades planteadas por la Segunda Guerra Mundial: evaluar con mayor rapidez y
certeza a muchos sujetos a fin de poder individualizar a los más aptos para ser asignados a las diferentes
armas para el combate.
Meehl en 1954 encontró en sus estudios que la predicció n actuarial era superior o igual a la realizada
por medio del juicio clínico. Lo que estaba en discusió n era lo siguiente: el funcionamiento má s o
menos exitoso de una forma de interpretació n e integració n mecá nica e impersonal vs. la que se
centra en el juicio clínico del entrevistador.
Por primera vez los psicó logos clínicos que habían logrado seguridad y prestigio mediante el uso de
las técnicas proyectivas, debieron ponerse a revisar su forma de pensar y trabajar para contrarrestar
el “ataque actuarial”.
TP 2: EL DIAGNÓSTICO ESTRUCTURAL.
La aproximació n descriptiva al diagnó stico, que se centra en los síntomas, en la conducta, y la genética
(herencia bioló gica) no han probado ser suficientemente precisas cuando se aplica a trastornos de
personalidad. Creo que un entendimiento de las características estructurales intrapsíquicas de los
pacientes con una organizació n de personalidad límite junto con criterios originados en el diagnó stico
descriptivo, pueden resultar en una mejoría de la precisió n del diagnó stico.
La personalidad neuró tica implica: una identidad integrada, presenta una organizació n defensiva
centrada en defensas de alto nivel, particularmente la represió n, y conserva la prueba de realidad.
Las estructuras límites y psicó ticas se basan en: operaciones defensivas de bajo nivel, centrá ndose en
la escisió n. En el límite se conserva la prueba de realidad, pero está gravemente deteriorada en la
psicosis.
La entrevista estructural se centra: en los síntomas, conflictos o dificultades que presenta el paciente,
y los modos particulares en que los refleja en la interacció n de aquí y ahora con el entrevistador.
La concentració n del entrevistador sobre los principales conflictos del paciente creará suficiente
tensió n, de modo que surja la organizació n estructural y defensiva del funcionamiento mental del
paciente.
Al destacar estas operaciones defensivas en la entrevista, obtenemos datos que nos permiten
clasificarlo en una de las tres estructuras de personalidad con base: al grado de integració n de la
identidad, en el tipo de operaciones defensivas predominantes, y la capacidad de prueba de realidad.
Para activar y diagnosticar estas características estructurales, hemos desarrollado una entrevista que
combina: el examen tradicional del estado mental, con una entrevista orientada psicoanalíticamente
que se centra en: la interacció n paciente-terapeuta y en la clarificació n, confrontació n e interpretació n
de los conflictos de: identidad, mecanismos defensivos y distorsió n de la realidad, que el paciente
revela en su interacció n, particularmente al expresar estos elementos identificables de la
transferencia.
La interpretació n, (en contraste con la confrontació n), establece lazos entre: el material consciente y
preconsciente y las funciones o motivaciones inconscientes del aquí y ahora asumidas o bajo
hipó tesis. La interpretació n se centra: en las ansiedades subyacentes y en los conflictos activados.
1.- Ansiedad.-
Y má s inestables las relaciones objetales conectadas con estas interacciones, tanto má s debiera
considerarse la presencia de una organizació n límite de la personalidad.
Es una informació n inicial importante una historia que comprenda la sintomatología y peculiaridades
de las interacciones interpersonales, con todos los pacientes en quienes ha de evaluarse el diagnó stico
de la organizació n límite de la personalidad.
Teó ricamente:
En las estructuras psicó ticas, en contraste, está presente una refusió n regresiva o falta de
diferenciació n de las representaciones del sí mismo y de los objetos.
2.- En contraste con la estructura neuró tica: las imá genes del sí mismo han sido integradas en un sí
mismo comprensivo y donde las imá genes buenas y malas de los otros pueden integrarse en
conceptos comprensivos de los demá s,
En la organizació n límite, dicha integració n falla, y en tanto las representaciones del sí mismo como de
los objetos permanecen como representaciones afectivo-cognoscitivas del sí mismo y de los otros,
mú ltiples y contradictorias.
3.- Esta falta de integració n de los aspectos buenos y malos se debe a la predominancia de una
agresió n grave temprana activada en estos pacientes. La disociació n de las representaciones protege
al amor y la bondad de la contaminació n por el odio y la maldad predominantes.
Capítulo 2.
En esta lectura del psicodiagnó stico no se trata de volver al signo, de volver al dato, para “ver” có mo
una persona organiza su campo estimular solamente, y clasificarla. Nos importa ver y explorar el
procesamiento de la informació n del campo estimular para develar y conocer lo que esta persona cree
que son los hechos y la organizació n diná mica que vincula su realidad psíquica con la realidad externa.
Escuchar, dejá ndonos alcanzar por los sonidos y silencios del “clima” de los discursos verbales,
grá ficos, vinculares, emocionalmente expresivos, captarlos a través de la transferencia y
contratransfrencia y reconocer que la pantalla de las técnicas má s que una pantalla en blanco,
propone “encuentros” con situaciones (las técnicas) diversas y que también registra y refleja nuestra
propia intervenció n.
Contará el psicó logo con tres tipos de lecturas, tal como desarrolla J. Sauri refiriéndose al hecho
psicopatoló gico:
1) una lectura informativa: cuando aborda el proceso psicodiagnó stico en tanto paquete de
informació n.
2) una lectura hermenéutica: dando, enunciando niveles de abstracció n psicodiná mica que mediante
las interpretaciones podrá n de manifiesto “algo má s desconocido” del discurso ahondando en el plano
semá ntico del lenguaje. “Surge de todo esto que la ló gica hermenéutica al ser comprensiva, abarca un
á rea mayor que la argumentativa y si ésta es lineal, la primera relaciona reticularmente diversas
interpretaciones del texto”. Pero la lectura hermenéutica no es una simple interpretació n pues “la
conjunció n de lo semá ntico con lo sintá ctico le impide ser totalmente externa al texto donde se
genera”.
3) la lectura mayéutica: en la que apuntaremos a los ordenamientos subyacentes intrínsecamente a la
articulació n de la armazó n de sentido que sostiene las expresiones a la articulació n de la armazó n de
sentido que las expresiones manifiestas.
El proceso psicodiagnó stico, considerá ndolo un texto a ser leído, develado, nos requiere:
Nuestro trabajo fue concebido para responder a las grandes necesidades de ordenamiento que hemos
venido registrando en nuestros trabajos: el desarrollo de amplios ordenamientos que establecerá n las
bases para los respectivos abordajes terapéuticos. Estos má s amplios y comprensivos marcos
conceptuales son conocidos diagnó sticamente como diagnó stico estructural.
Específicamente considerando el diagnó stico estructural, Kernberg expresa: “es el que incorpora al
enfoque descriptivo -síntomas y conducta-, y al enfoque genético -historia familiar-, la comprensió n de
las características estructurales intrapsíquicas de los pacientes.
La necesidad de explicitar, por un lado, los procesos bá sicos que subyacen a los distintos recursos y
comportamientos movilizados en las técnicas, así como el aná lisis factorial, por otro lado, nos
permiten recortar ciertas nociones centrales que consideraremos puentes articulatorios entre la
teoría y nuestra base pragmá tica. Puentes articuladores con los resultados obtenidos a través de la
batería.
En el cuadro siguiente podemos visualizar los grandes criterios articuladores que llamaremos “ejes”.
Estos ejes puentes se visualizan justamente en la columna del medio.
Capítulo 4.
“Si, yo me diferencio del psicoanalista tradicional n que me parece muy importante el diagnó stico
diferencial inicial y el trato de ajustar el tratamiento al diagnó stico. Separo el diagnó stico del
tratamiento”. “La importancia del diagnó stico diferencial, a mi juicio, no está solamente relacionada
con la indicació n del tratamiento y el pronó stico, sino también porque es fundamental para confirmar
las predicciones de uno, el efecto de la técnica diferencial y para la investigació n empírica” – Kernberg.
Cuando tratamos de diferenciar cuadros clínicos, recurrimos a las clasificaciones nosoló gicas
disponibles que frecuentemente derivan en conclusiones insatisfactorias s no realizamos una
cuidadosa ampliació n conceptual del cuadro que estamos designando.
El síntoma es una forma de cumplimiento del deseo. La especificidad de la estructura utiliza ciertos
materiales significantes para dar lugar al cumplimiento del deseo a través de las formaciones del
inconsciente.
El término estructura tendrá significaciones muy diferentes segú n se aplique a la teoría de la pulsió n o
en el estructuralismo.
Estructura, en lenguaje corriente, implica una disposició n compleja, aunque estable y precisa de las
partes que la componen. Es decir, la manera misma en que se integra un todo, y en que sus partes se
relacionan entre sí.
a) un conjunto de elementos, y
Las estructuras entonces, diferirá n segú n las naturalezas de sus elementos o componentes, o la
elecció n de las leyes que les son aplicadas.
La aplicació n de la noció n de estructura a un campo de investigació n presenta un interés
esencialmente heurístico: se trata de un instrumento prá ctico estratégicamente favorable al
descubrimiento, puesto que permite percibir ciertas relaciones entre los componentes de un dominio
dado. Una concepció n estructural puede hacer percibir estas relaciones disimuladas entre los objetos
o entre sus elementos solamente con esta condició n.
Los principios de regulació n interna inducirá n perfiles estructurales diversos cuya estabilidad se
revelará sobre la base de ciertos rasgos específicos.
Kernberg define al diagnó stico diferencial estructural como “aquel que integra a la aproximació n
descriptiva, síntomas y conducta observables y a la aproximació n genética la comprensió n de las
características estructurales intrapsíquicas de los pacientes.
Define las estructuras como “configuraciones relativamente estables de los procesos mentales que
diná micamente integran subestructuras: como las configuraciones cognoscitivas y defensivas del yo,
estas estructuras y subestructuras son derivaciones de las relaciones objetales interiorizadas”
Esta manera de concebir las “estructuras mentales” se relaciona con el concepto de aná lisis
estructural referido a la organizació n permanente del contenido de los conflictos inconscientes
particularmente del complejo de Edipo como un elemento organizacional de la mente, con una
historia de desarrollo que está diná micamente organizada y que es má s que la suma de sus partes,
incorporando experiencias tempranas y organizaciones de las vicisitudes de los impulsos en
momentos específicos.
Dentro de este esquema Kernberg propone la existencia de tres organizaciones estructurales amplias
correspondientes a la organizació n neuró tica, o borderline y psicó tica de la personalidad. Pero son en
particular sus criterios de diferenciació n clínica, los componentes estructurales que nos importan: la
prueba de realidad y el pensamiento; la organizació n de las operaciones defensivas.
Estos tres tipos de organizació n se reflejan en las características predominantes del paciente,
particularmente respecto a: 1) el grado de integració n de la identidad; 2) los tipos de operaciones
defensivas que habitualmente emplea; 3) la capacidad para la prueba de realidad, cuya distribució n
puede observarse en el cuadro que sigue:
Nuestro trabajo no se apoyará en supuestos sintomá ticos de las técnicas, sino en la lectura y
desciframiento de indicaciones que den cuenta del sentido latente del síntoma, el grado alcanzado por
el desarrollo libidinal del yo, superyó y de la naturaleza, flexibilidad y eficacia de los mecanismos
defensivos. Apuntaremos a la noció n amplia estructural, en el seno de una organizació n de los
vínculos e identidad, el reconocimiento y trato de la realidad, su juicio y pensamiento, sus mecanismos
defensivos y su vinculació n con el inconsciente, la calidad de la angustia y también el funcionamiento
sublimatorio, goce, trabajo humor.
Estudiamos el funcionamiento de la estructura intrapsíquica que dará cuenta del nivel neuró tico,
psicó tico o borderline segú n evaluemos la integració n de la identidad, la cualidad de la organizació n
defensiva y el reconocimiento y vínculos con la realidad.
Estructura y normalidad.
Se vuelve necesario repasar nuestras relaciones con la noció n de normalidad, ya que de ella no nos
hemos ocupado cuando trazamos los criterios estructurales de diferenciació n clínica.
La “integridad de las bases narcisistas de la constitució n del yo, la extensió n de las posibilidades
creadoras y relacionales, integració n genital y de Eros”, para Bergeret aludirían a la normalidad.
Así la estructura sería la “base ideal de organizació n estable de los elementos metapsicoló gicos
constantes en un sujeto” en tanto que el cará cter aparece por otra parte, como el nivel de
funcionamiento manifiesto y no mó rbido de la estructura. La sintomató logía se convierte en el modo
de funcionamiento mó rbido de una estructura dada si ésta se descompensa, es decir desde el
momento en que los factores internos de conflictualizació n dejan de estar equilibrados por un juego
eficaz sin ser perturbador en sí mismo, de los conflictos, mecanismos de defensa y adaptació n.
Su concepció n, esencialmente diná mica, nos permite reubicar a la funció n del síntoma en relació n con
la estructura de base, y el funcionamiento caracterial.
Cada tipo de estructura profunda de la personalidad podrá así generar modelos relacionales
diferentes, alguno de los cuales permanecerá n dentro del dominio caracterial, en tanto que otros se
internarían má s o menos radicalmente dentro del registro patoló gico.
Utilizando los criterios de diferenciació n clínica, el enfoque estructural apunta al sujeto total
evaluando su vida interna de relaciones objetales en términos del concepto de sí mismo y sus vínculos
con otros significativos, los mecanismos de defensa, la relació n con la realidad.
Enfoca una cadena de procesos: diagnó stico de síntomas y conducta, diagnó stico descriptivo e
histó rico.genético y diagnó stico de la diná mica intrapsíquica.
Decimos sujeto total porque apuntamos tanto a los aspectos manifiestos y conscientes como a los que
permanecen inconscientes, en el aquí y ahora conductual y transferencial.
Los grados y cualidad de la salud variará n sin embargo en cada estructura y cada subjetividad.
Con estilo me refiero a una forma o tipo de funcionamiento que es identificable en un individuo, a
través de una gama de actos específicos. Los estilos son modos de funcionar. Habla de cuatro estilos: el
obsesivo-compulsivo, histérico, impulsivo y paranoide. Estilo: forma, modo de funcionamiento como
el decir, el pensamiento, el percibir, el emocionarse, los modos en que un sujeto hace esto.
Pertenece, identifica a una estructura. Estas formas de funcionamiento determinan el síntoma, los
mecanismos de defensa y el rasgo adaptativo. “Uno siente que la naturaleza del síntoma se adecua a
las actividades, inclinaciones y rechazos que constituye su base o antecedente”. El psicoaná lisis en su
origen considera el contenido del síntoma má s no su funcionamiento.
En los primeros estudios psicoanalíticos respecto del cará cter se preocupaban má s en la relació n de
este con sus representaciones instintivas. En relació n al concepto de cará cter cita a Reich, para quien
el cará cter surge a partir de un conflicto instintivo infantil y cumple funciones defensivas, ya que
amarra los impulsos en formas estables, les limita la flexibilidad.
Así Reich no da el paso de concebir formas generales con una existencia estable independiente de
requerimientos defensivos o conflictos instintivos. Cita como sucesores de Reich, a Hartmann, Erikson
y Klein, quienes contribuyeron a una concepció n de modos generales y estables de funcionamiento.
Destaca a Klein, quien plantea que tendencias cognoscitivas estables determinan có mo una necesidad
influye en el conjunto de la personalidad. La disposició n de esas tendencias constituyen el estilo
cognitivo. Bien, Freud enseñ a que los síntomas tienen sentido y éste se lo establece rastreando tras él
la tendencia pulsional reprimida.
Determinado tipo de funcionamiento tiene una “actividad” que hace al mantenimiento del mismo. Es
decir que en un sujeto neuró tico, su modo de ser y la forma en que ve las cosas lo llevan a sentir,
pensar y hacer cosas que continú en la experiencia neuró tica y sean indispensables para la misma.
De acuerdo al esquema mental que posea, el sujeto no puede hacer otra cosa má s que lo que hace. Así
el estilo es determinante. Así la persona no sufre de neurosis, como se sufre de un resfrío, sino que
participa activamente en la misma, funciona activamente y de acuerdo con ella. Su estilo, formado
histó ricamente, constituye una parte integrante de ese modo de funcionamiento neuró tico y mueven
al neuró tico a pensar, sentir y actuar en formas que le son indispensables.
• Entrevista de devolució n
Este conjunto de etapas más la confección del informe constituyen el proceso psicodiagnóstico. Se llama
preentrevista al registro de los sucesos previos a la entrevista inicial.
La situación de test tiene una estructura psicológica compleja. El consultante trae esperanzas, miedos,
exigencias, suposiciones y expectativas reales o imaginadas, que llamamos definición subjetiva, que él
hace de las situaciones de test y que ejerce una intensa influencia en el desempeño de las pruebas.
Nuestra primera tarea será hacernos cargo de la existencia de esta definición subjetiva, que puede ser
conocida en parte, pero no del todo por él y para ello debemos realizar el esclarecimiento a través de una
nueva definición objetiva conjunta de la situación de test, de nuestros objetivos y propósitos, modos de
hacerlo, etc., a partir de lo cual va a dar lugar al contrato.
• Permitir que el sujeto pueda incluir tanto aspectos difíciles de su vida como aquellos má s
satisfactorios.
Para el logro de dichos objetivos es importante hacernos cargo del sujeto tal como se nos presenta,
atender a lo que se verbaliza, qué, có mo y cuá ndo verbaliza y con qué ritmo, apreciando las
características del discurso y que aspectos de su vida elige para comenzar a hablar, establecer el grado
de coherencia o discrepancia entre lo verbalizado y lo que captamos a través del lenguaje no verbal,
así como sus lapsus, silencios, omisiones.
Con respecto al motivo de consulta cabe discriminar entre el motivo manifiesto y el latente. El motivo
manifiesto es el síntoma que preocupa, y el latente es el má s subyacente, el má s profundo e
importante.
Finalizando las entrevistas iniciales nos resulta muy apropiado para motivar al sujeto e involucrarlo
en el proceso psicodiagnó stico, ofrecerle la oportunidad de que nos plantee preguntas acerca de sí
mismo, que le gustaría esclarecer o aclarar.
Selecció n de observables: El psicó logo observa no solo lo que el sujeto dice, sino lo que ocurre a partir
de la interacció n entre ambos participantes, centrá ndose en el vínculo y en el discurso. Es importante
que el entrevistador observe atentamente la conducta tanto verbal como no verbal, y la modalidad
comunicació nal y la secuencia en que presenta los temas.
Ansiedad en la entrevista: Rolla distingue distintos tipos de ansiedad que aparecen en la entrevista
por parte del consultante. En los comienzos predomina la ansiedad paranoide dirigida al psicó logo
para descubrir quién es y có mo es, la cual se denomina “ansiedad de descubrimiento”.
La presencia o ausencia de esta ansiedad es una señ al para la construcció n del diagnó stico. Como
también sería la presencia inicial de un predominio de la angustia depresiva expresada a través del
desaliento, desesperanzas o autoreproches.
Luego de esta primera etapa el consultante pasará a mostrar un predominio depresivo relacionado
con el logro del establecimiento y luego con el mantenimiento de la vinculació n. Es bá sicamente el
temor a la pérdida o ruptura del vínculo y por ende una necesidad percibida como de cuidar al objeto
y al vínculo: “ansiedad de mantenimiento”.
Al final del trabajo reaparecerá n aspectos con predominio paranoide como en el comienzo. Una
mezcla adecuada de ingredientes de ansiedad de abordaje y de ansiedad de mantenimiento habrá de
dar particular forma de ansiedad que, dado el predominio ligeramente confusional, se denomina
“ansiedad de separació n”.
-Entrevista diagnóstica estructural (Celener)
Se puede hablar de un cuarto tipo de entrevista, llamado por su autor Otto Kernberg “entrevista
estructural”: este autor propone como objetivo la diferenciación diagnóstica entre tres estructuras
psicopatológicas, fundamentándose en la teoría Kleiniana y la suya propia. Las estructuras son:
neurótica, psicótica y borderline. Se seguirá sus aportes, pero en funció n de un marco teó rico freudiano
(neurosis, psicosis, perversió n).
Objetivo: diagnó stico estructural.
La entrevista diagnóstica estructural incorpora:
• Una aproximació n descriptiva de los síntomas y conductas observables.
-Entrevista a adultos:
Hay una serie de datos que no puede faltar en una entrevista semidirigida ya que aportan informació n
sobre la identidad del sujeto, sobre aspectos adaptativos y/o conflictivos. Los datos aportados por el
entrevistado permitirá n efectuar inferencias de segundo nivel acerca de las características
psicoló gicas y psico-sociales del sujeto.
1. Datos de filiació n
2. Relaciones familiares actuales
3. Relaciones familiares de origen, datos significativos de la infancia
4. Relaciones interpersonales
5. Sexualidad
6. Estudios
7. Trabajo
8. Utilizació n del tiempo libre
-Entrevista a Padres:
Es importante entrevistar a ambos padres, porque es comú n q cada uno aporte una visió n diferente.
Ademá s se puede inferir identificaciones del niñ o con características de uno y otro, y evaluar el
vínculo de cada uno con el hijo.
Datos a obtener
1. Motivo de consulta
2. Historia del niñ o
3. como se desarrolla un día en su vida diaria, un domingo y el día de su cumpleañ os
4. como es la relació n de los padres, entre ellos, con sus hijos, y con el medio familiar inmediato.
Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe de su
infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las
condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará , así como para las metas que habrá
de fijarse. Esto da por resultado, digamos así, un clisé que se repite de manera regular en la
trayectoria de la vida. Segú n lo que hemos averiguado por nuestras experiencias, só lo un sector de
esas mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico; ese sector
está vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente, y constituye una
pieza de esta ú ltima. Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, está
apartada de la personalidad consciente así como de la realidad objetiva, y só lo tuvo permitido
desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero en lo inconsciente, siendo entonces no
consabida para la conciencia de la personalidad. Y si la necesidad de amor de alguien no está
satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a volcarse con unas
representaciones expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca, y es muy probable
que las dos porciones de su libido, la susceptible de conciencia y la inconsciente, participen de tal
acomodamiento.
Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de
alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestra premisa,
esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en
cuestió n o, como también podemos decirlo, insertará al médico en una de las “series” psíquicas que el
paciente ha formado hasta ese momento. Responde a los vínculos reales con el médico que para
semejante seriació n se vuelva decisiva la “imago paterna”. Empero, la transferencia no está atada a ese
modelo; también puede producirse siguiendo la imago materna o de un hermano varó n.
No comprendemos que la transferencia resulte tanto má s intensa en personas neuró ticas bajo aná lisis
que en otras, no analizadas; y en segundo lugar, sigue constituyendo un enigma por qué en el aná lisis
la transferencia nos sale al paso como la má s fuerte resistencia al tratamiento, siendo que, fuera del
aná lisis, debe ser reconocida como portadora del efecto salutífero, como condició n del éxito. En este
sentido, hay una experiencia que uno puede corroborar cuantas veces quiera: cuando las asociaciones
libres de un paciente se deniegan, en todos los casos es posible eliminar esa pará lisis aseverá ndole
que ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo
perteneciente a él. En el acto de impartir ese esclarecimiento, uno elimina la pará lisis o muda la
situació n: las ocurrencias ya no se deniegan; en todo caso, se las silencia.
No es correcto que, durante el psicoaná lisis, la transferencia se presenta má s intensa y desenfrenada
que fuera de él. En los institutos donde los enfermos nerviosos no son tratados analíticamente se
observan las má ximas intensidades y las formas má s indignas de una transferencia que llega hasta el
sostenimiento, y aun la má s inequívoca coloració n eró tica de ella. No corresponde anotar en la cuenta
del psicoaná lisis aquellos caracteres de la transferencia, sino atribuírselos a la neurosis.
En cuanto al segundo problema -por qué la transferencia nos sale al paso como resistencia en el
psicoaná lisis- aú n no lo hemos tocado. Evoquemos la situació n psicoló gica del tratamiento: una
condició n previa regular e indispensable de toda contracció n de una psiconeurosis es el proceso que
Jung acertadamente ha designado como “introversió n” de la libido.
Vale decir: disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad, y en esa
misma medida aumenta el sector de ella extrañ ada de la realidad objetiva, inconsciente, que si bien
puede todavía alimentar las fantasías de la persona, pertenece a lo inconsciente. La libido se ha
internado por el camino de la regresió n y reanima las imagos infantiles. Y bien, hasta allí la sigue la
cura analítica, que quiere pillarla, volverla de nuevo asequible a la consciencia y, por ultimo, ponerla al
servicio de la realidad objetiva.
El aná lisis tiene que librar combate con las resistencias de ambas fuentes. La resistencia acompañ a
todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en
cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y
aquellas, ya mencionadas, que las contrarían.
Si se persigue un complejo pató geno desde su subrogació n en lo consciente hasta su raíz en lo
inconsciente, enseguida se entrará en una regió n donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez
que la ocurrencia siguiente no puede menos que dar razó n de ella y aparecer como un compromiso
entre sus requerimientos y los del trabajo de investigació n. En este punto, segú n lo atestigua la
experiencia, sobreviene la transferencia. Si algo del material del complejo es apropiado para ser
transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia
inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia. De esta experiencia inferimos que la
idea transferencial ha irrumpido hasta la conciencia a expensas de todas las otras posibilidades de
ocurrencia porque presta acatamiento también a la resistencia. Un proceso así se repite innumerables
veces en la trayectoria de un aná lisis.
En la cura analítica la transferencia se nos aparece siempre, en un primer momento, só lo como el
arma má s poderosa de la resistencia, y tenemos derecho a concluir que la intensidad y tenacidad de
aquella son un efecto y una expresió n de esta. El mecanismo de la transferencia se averigua, sin duda,
reconduciéndolo al apronte de la libido que ha permanecido en posesió n de imagos infantiles; pero el
esclarecimiento de su papel en la cura, solo si uno penetra en sus vínculos con la resistencia.
Al fin uno cae en la cuenta de que no puede comprender el empleo de la transferencia como
resistencia mientras piense en una “transferencia” a secas. Es preciso decidirse a separar una
transferencia “positiva” de una “negativa”, la transferencia de sentimientos tiernos de la de
sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el médico. Y la
positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos que son susceptibles de
conciencia, y la de sus prosecuciones en lo inconsciente. De estos ú ltimos, el aná lisis demuestra que de
manera regular se remontan a fuentes eró ticas, de suerte que se nos impone esta intelecció n: todos
nuestros vínculos de sentimiento, simpatía, amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida,
se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la meta sexual
a partir de unos apetitos puramente sexuales, por má s puros y no sensuales que se presenten ellos
ante nuestra autopercepció n consciente. En el origen só lo tuvimos noticia de objetos sexuales; y en el
psicoaná lisis nos muestra que las personas de nuestra realidad objetiva meramente estimadas o
admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo inconsciente en nosotros.
La transferencia sobre el médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es
una transferencia negativa, o una positiva de mociones eró ticas reprimidas. Cuando nosotros
“cancelamos” la transferencia haciéndola consciente, solo hacemos desasirse de la persona del médico
esos dos componentes del acto de sentimiento; en cuanto al otro componente susceptible de
consciencia y no chocante, subsiste y es en el psicoaná lisis, al igual que en los otros métodos de
tratamiento, el portador del éxito. En esa medida confesamos sin ambages que los resultados del
psicoaná lisis se basaron en una sugestió n; solo que por sugestió n es preciso comprender lo que con
Ferenzci hemos descubierto ahí: el influjo sobre un ser humano por medio de los fenó menos
transferenciales posibles con él. Velamos por la autonomía ú ltima del enfermo aprovechando la
sugestió n para hacerle cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria una mejoría
duradera de su situació n psíquica.
En la pesquisa de la libido extraviada de lo consciente, uno ha penetrado en el á mbito de lo
inconsciente. Y las reacciones que uno obtiene hacen salir a la luz muchos caracteres de los procesos
inconscientes, tal como de ellos tenemos noticia por el estudio de los sueñ os. Las mociones
inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en
consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinació n de lo inconsciente.
A. Entrevista de psicodiagnóstico.
Bleger define a la entrevista psicoló gica como: “el instrumento fundamental del método clínico, y es
por lo tanto, una técnica de investigació n científica de la psicología”.
El objetivo que se persigue es: llegar a una conceptualización o descripción de la estructura dinámica de
la personalidad, evaluar las posibilidades que posee el sujeto (en cuanto a la problemática que trae) e
implementar la estrategia o tipo de abordaje terapéutico adecuado o indicado para cada caso y del cual
obtendrá más beneficios.
Tomando como pará metro de distinció n el tipo de conductas del entrevistador y el tipo de conductas
que éste espera del consultante se consideran tres tipos de entrevistas: Dirigida, Semi/dirigida y
Libre.-
Segú n Bleger: En la primera entrevista las preguntas está n previstas al igual que el orden y la forma
de plantearlas. El entrevistador no puede alterar ninguna de estas disposiciones. Se trata de un
cuestionario (recordar como ejemplo el “cuestionario desiderativo”), por ejemplo la anamnesis
médica. El interés está centrado en obtener una cantidad de datos del historial personal y no del
mundo subjetivo del paciente.
2. En la entrevista libre el entrevistador tiene amplia libertad para intervenir o preguntar entendiendo
que “esta libertad reside en una flexibilidad suficiente como para permitir que el entrevistado
configure el campo de la entrevista, segú n su estructura ló gica particular”.
3. Para Lunazzi la entrevista semi/dirigida es característica del proceso psicodiagnó stico y comparte
elementos tanto de la entrevista dirigida como de la libre. La entrevista es siempre un fenó meno
grupal pues el campo es de dos personas reales y una multitud de personas imaginarias. La entrevista
psicodiagnóstica intenta el estudio del comportamiento total del sujeto en todo el curso de la relación
establecida y debe usar ese conocimiento para formularse hipótesis interpretativas.
El registro completo del comportamiento total del sujeto en el curso de la entrevista, implica un
intenso investimiento emocional e intelectual para hacerse cargo de cuanto está manifestá ndose de
modo de incluirlo en un abordaje del caso. En la entrevista tenemos configurado “un campo” lo cual
significa que entre los participantes se estructura una relació n de la cual depende todo lo que en ella
acontece.
El entrevistador debe permitir que el campo de la relació n interpersonal sea predominantemente
establecido y configurado por el consultante. La escucha será su instrumento. No hay observación pura
en ningún sentido, toda observación implica una interpretación del hecho observado. La máxima
objetividad se alcanza incluyendo al observador como una de las variables que condiciona el fenómeno
que se está observando. La manera óptima de proceder consiste en una disociación instrumental que
significa que el entrevistador debe entrar en la situación, comprometerse en lo que le pasa al consultante
pero a la vez debe salir de ella para no perder su actitud de experto, para poder continuar con su papel
de observador.
A. El encuadre.
Es la explicación al sujeto de las diferentes fases que comprende el proceso. También consiste en la
transformación de cierto número de variables en constantes. Funciona así como una especie de
estandarización de la situación de psicodiagnóstico que se ofrece al consultante. El consultante trae
miedos, esperanzas, exigencias que podríamos llamar definición subjetiva que él hace de la situación de
test y que ejerce una intensa influencia en el desempeño de las pruebas.
Nuestra primera tarea (principal objetivo de la entrevista inicial) será hacernos cargo de esta definición
subjetiva, privada. Debemos realizar una nueva definición conjunta de la situación de test, de nuestros
objetivos.
D- entrevista de devolución.
La entrevista de devolució n es un componente explicitado en el encuadre que afecta como constante a
los resultados, ya que el sujeto trabaja en el proceso psicodiagnó stico motivado con expectativa de
respuesta. Es necesario diferenciarla del informe (consiste en los resultados escritos) que en forma de
respuesta, generalmente, con términos técnicos se contesta a quien ha derivado el estudio.
La entrevista de devolución es el espacio jerarquizado dentro del psicodiagnóstico tanto para articular
la promoción de cambios como para facilitar la experiencia al sujeto de un vínculo dentro del cual poder
interrogarse acerca de sí mismo. Cabe destacar que no existe diagnó stico absoluto y cristalizado sino
tan solo perspectivas vá lidas en tanto proporcionan una interpretació n coherente y significativa del
sujeto de estudio. Interpretació n que es construida por el investigador con sus có digos teó ricos, los
instrumentos de observació n y con las deformaciones propias de su subjetividad.
La entrevista de devolució n es un proceso que se inicia desde la “primera entrevista” cuando
trabajamos para esclarecer las preguntas latentes y manifiestas en la demanda que pone en marcha el
proceso diagnó stico. No hablamos de una devolució n pormenorizada de conflictos, defensas y
explicaciones, lo que sí podemos hacer es crear bases para los tratamientos promoviendo, a través del
encuentro psicodiagnó stico, la posibilidad de posicionarse de diferente manera frente a los síntomas
que motivaron la demanda. El acontecimiento psicodiagnó stico se enriquece si recogemos preguntas
concretas al comienzo, como si preferiblemente, luego de las entrevistas de administració n de test, en
una entrevista de predevolució n, en la cual se repasa con los sujetos el material producido.- “Ahora
mire sus grá ficos: ¿Có mo le impresionan estas figuras? No tome en cuenta que usted lo hizo ¿Qué le
comunica este á rbol?
Ansiedad en la entrevista.
La ansiedad constituye un índice en el curso de la entrevista y debe ser atentamente seguida por el
entrevistador, tanto la que aparece en él mismo, como la que aparece en el consultante.
Durante la entrevista se incrementa la ansiedad y los mecanismos defensivos del consultante porque
lo desconocido que enfrenta es la situació n externa nueva y el peligro de lo que desconoce de su
propia personalidad.
Segú n Rolla:
1. “Ansiedad de descubrimiento”. En los comienzos de la entrevista: prevalece un particular tipo de
ansiedad de predominio paranoide o persecutorio sobre todo al psicó logo para descubrir quién es y
como es.
2. “Ansiedad de mantenimiento”. Está relacionado con el logro del establecimiento y luego con el
mantenimiento de la vinculació n. Es bá sicamente el temor a la pérdida o ruptura del vínculo y por
ende la necesidad percibida como de cuidar al objeto.
3. “Ansiedad de separación”. Hacia el final del trabajo reaparecerá n aspectos con predominio
paranoide como en el comienzo. Esta es una ansiedad donde predominan aspectos de índole
confusional.
Se describen las ansiedades típicas cuyo quantum y diferenciació n permitirá reconocer las diferencias
subjetivas. El interjuego de ansiedades y reacciones transferenciales y contratransferenciales tejerá la
trama de diná mica ú nica.
Acontecimientos psicoterapéuticos tienen lugar dentro del Proceso Psicodiagnóstico en sí mismo, puede
pensarse como un campo de acciones psicoterapéuticas potenciales. Este es el sentido de la clínica de la
pantalla. En esta propuesta no se introducen modificaciones ni al uso ni a la interpretació n
estandarizada de las técnicas, las que só lo se recontextuan en un objetivo má s amplio.
Una de las formas de definir los métodos proyectivos ha sido utilizar la metáfora del proyector y la
pantalla: Así, las técnicas serían una pantalla, donde se registrarían los procesos mentales de los sujetos,
siendo el psicólogo el encargado del revelado. Schafer señala al psicólogo como un componente activo
del proceso, señalándolo como partícipe y no solo observador. Dejamos de pensar en “técnicas
proyectivas” administradas a un sujeto y pasamos a pensar en “situaciones de administración”, en las
cuales los sujetos se encuentran con las láminas o con las consignas que se le proponen, pero dentro de
una relación interpersonal, con una cualidad esencial: la de administración proyectiva.
Focaliza ciertos procesos de cualidad psicoterapéutica que se desarrollan durante la puesta en marcha
de la evaluació n. Sugiere pensar los procesos interpersonales con propó sitos facilitadores de “cambios
saludables” los cuales será n promovidos en la situació n clínica psicodiagnó stica: la Clínica de la
Pantalla retiene la referencia a la pantalla porque permite expresar:
1. La presencia de un referente externo o pantalla, cuando trabajamos en evaluació n. En la prá ctica del
psicodiagnó stico, los psicólogos contamos con cierto grado de estandarización de las técnicas.
2. El proceso psicodiagnóstico le facilitará al paciente una pantalla mediadora (entendida como espacio
transicional) donde reflejarse y a veces, reconocerse, a través de las distintas técnicas, expresar, hacer
manifiestos y observables, aspectos disímiles de sí mismo.
3. El proceso psicodiagnóstico ofrecerá al psicólogo una pantalla a través de la cual podrá acceder a la
organización y funcionamiento de los procesos mentales. Podrá, escudado en esta pantalla, tomar
contacto con situaciones humanas intrapsíquicas de intenso sufrimiento y emerger en cierto modo,
indemne.
El psicólogo no debe quedarse tras la pantalla. Es la situación psicodiagnóstica una oportunidad
privilegiada para desarrollar una experiencia de comunicación interpersonal. Allí el psicólogo será el
promotor de cambios saludables (por ejemplo: que el sujeto se posicione de otra manera frente al
síntoma). Tiene valor psicoterapéutico toda experiencia proyectiva-introyectiva que aumente la
comprensión del sujeto acerca de sí mismo. El proceso psicodiagnó stico debe convertirse en un espacio
a partir del cual estimular el deseo de interrogarse sobre sí mismo. Apuntamos a favorecer procesos
de mentalizació n.
La situació n de test tiene una estructura psicoló gica compleja. El paciente no puede sino traer muchas
esperanzas, miedos, exigencias, suposiciones y expectativas a la situación de test. El examinador también
trae miedos, esperanzas, suposiciones, exigencias y expectativas a la situación de test. Y por
consiguiente, también responde a la realidad y a la fantasía de esta situació n.
Una intrincada relació n interpersonal con aspectos reales o no, se dan durante la situació n de test.
Esta relació n debe ser considerada como inevitable. Só lo la mancha de tinta o la ilustració n de un niñ o
y un violín no definen totalmente la situació n estímulo existente en ese momento. Hay muchos otros
estímulos má s o menos incontrolables pero má s o menos identificables en esa situació n. Hay
significados situacionales e interpersonales má s amplios que invaden al simple estímulo del test.
Se puede preguntar por ejemplo: ¿La ayuda en tal lá mina, alentó o no al paciente? ¿Fue la ayuda
aceptada o rechazada? ¿Después de la ayuda el paciente se pudo recuperar o no?
Las respuestas a estas preguntas pueden enriquecer el material del test. Como pudimos ver el
examinador debe enfrentar y manejar una serie de stress en las distintas situaciones en que se
requieren sus servicios. La manera como el examinador y el paciente manejan las ansiedades y
resentimientos influenciará significativamente: en la situació n de test y en la eficiencia del informe
final.
Se puede definir el rol del examinador clínico de la siguiente manera: el examinador es una persona
entrenada en ciertas técnicas de observació n y cuyo objetivo es dar ayuda a otras personas
perturbadas por conflictos de diversas índoles. El paciente en la medida que solicita ayuda y está en
contacto con la realidad percibe y acepta el rol del examinador. Esta definició n aunque vá lida es
superficial e incompleta. Tanto el examinador como el examinado tienen tendencias a reaccionar
inconscientemente. Estas tendencias primitivas inconscientes y reprimidas está n siempre presentes y
siempre listas para este interjuego de tendencias limita su trabajo. Por lo tanto es importante analizar
algunos aspectos implícitos, primitivos e inconscientes del rol del examinador. Se analizará n cuatro
constantes del rol del examinador. Son constantes en el sentido que parecen estar presentes sin tener
en cuenta las motivaciones personales del examinador.
-Aspecto voyeurista del rol del examinador; está en una posició n de voyeur psicoló gico. “Espía” el
interior de las personas pero nunca entra en una relació n má s íntima con ellas. Este “espiar” puede ser
instrumentado por el examinador de diversas formas hostiles. Esto puede aumentar
significativamente la ansiedad del paciente. Los aspectos ansió genos de esta situació n pueden a la vez
estimular en el examinador ansiedad, culpa y deseos de reparació n. La ansiedad y la culpa del
examinador ante el aspecto voyeurista de su rol pueden llevarlo a sentir y comportarse ante el
paciente de una manera muy distante o muy íntima. Esto merma la efectividad del test.
Por otro lado, la oportunidad de esta situació n voyeurista avalada por el test puede estimular una
indagació n excesiva, en una bú squeda á vida de detalles de las respuestas y verbalizaciones.
-Aspecto autocrá tico. El aspecto autocrá tico y dominador de su rol implica mucha participació n de
control en la relació n. El examinador le dice qué hacer, cuá ndo hacerlo y cuá ndo dejar, y algunas veces
có mo hacerlo. El examinador es en este caso un á rbitro psicoló gico. Los pacientes está n bajo el lá tigo
del examinador. Este implícitamente permanece dominante. La completa libertad y la falta de reglas
son justamente otra clase de control y no una ausencia de éste. Los conflictos y la culpa del
examinador de dominar pueden por lo tanto introducirse fá cilmente en la relació n de test.
-Aspecto oracular. Es también una constante en el rol clínico del examinador. É l extrae inferencias
importantes de signos y símbolos, conoce los significados ocultos, predice cambios de hechos e
implícita o explícitamente aconseja. Má s se refuerza este aspecto cuando el psiquiatra explica al
paciente la prescripció n de exá menes psicoló gicos como una manera de obtener la evidencia objetiva.
Otra contribució n a la concepció n oracular del rol del examinador puede ser puesta por el paciente:
los pacientes comú nmente proyectan poderes má gicos y adivinatorios.
Para aquellos examinadores que ansiosamente se adhieren a esta fantasía oracular el paciente confuso
o “difícil” se convierte en una amenaza. En todos nosotros existe este deseo de omnisciencia
Aspecto piadoso: Hemos visto como en un nivel primitivo de experiencia el examinar al paciente
implica connotaciones voyeuristas, có mo el preguntar y dirigir implican connotaciones autocrá ticas y
có mo el comprender implica connotaciones oraculares. De la misma forma el ayudar al paciente
implica connotaciones “piadosas”. El examinador hace lo que puede para ayudar al paciente sin
importar cuá n desgraciado es éste. El examinador agota todos sus recursos mientras crea que es por
el bien del paciente. Trata de comprender los problemas del paciente.
El examinador puede optar por varias actitudes. Frente al paciente se puede manifestar distante y sin
interés. Otra puede ser la de tomar al paciente como objeto de interés teórico y de investigación.
La Personalidad Del Examinador En La Relación De Test
Ahora consideremos al examinador: de acuerdo con su personalidad y có mo ésta puede activamente
influir o estructurar la situació n.
El Examinador Con Un Sentido Inseguro De Su Identidad Personal: con estos problemas de identidad
el tomar test se convierte en una excelente oportunidad de observar una gran variedad de soluciones
respecto de la identidad. Puede utilizar esta situació n para justificar su “normalidad o anormalidad”.
En el aspecto positivo el examinador en bú squeda de una identidad, posiblemente aumente su
percepció n de có mo el paciente está tratando de resolver sus problemas. Socialmente Inhibido: El
tomar test se convierte para este examinador en un camino hacia el contacto humano y de alguna
forma hacia la intimidad interpersonal. Dependiente Como expresió n de esta orientació n dependiente
el testear puede ser encarado como un medio para obtener gratificació n receptiva. El examinador
pide, el paciente da.
Los Peligros De La Autoconfrontació n. El hacer test representa y es sentido por el paciente como un
asalto a sus defensas. Anticipando que puede tener que confrontarse con sus aspectos má s rechazados
y quizá s reprimidos, responde con ansiedad y es forzado a una situació n sutilmente ambivalente: en la
medida que hay partes sanas que desean curarse, el paciente querrá cooperar respondiendo completa
y ampliamente a todo lo que se le presenta. Por otro lado por sus ansiedades neuró ticas y por sus
necesidades masoquistas de sufrir, se resistirá a ayudarse.
Tentaciones Regresivas. Pedir y recibir ayuda es difícil y doloroso para los pacientes. Por lo general el
paciente se siente derrotado en sus esfuerzos para encontrar él mismo una solució n. Entonces regresa
a una posició n pasiva y desamparada y exige que una figura real o fantaseada lo salve. Pero al mismo
tiempo tiene resistencias. Entonces necesita defenderse de estos impulsos regresivos, negando o
alejá ndose en una actitud arrogante, rebelde e inflexible.
Los Peligros De Libertad. La carencia de reglas también impone de alguna manera una exigencia, en el
sentido que presiona sobre el paciente una obligació n que es: tomar todas las decisiones de todo lo
que tiene que hacer y expresar y qué tiene que inhibir. Por otro lado, el paciente no só lo teme, se
resiente y escapa de la libertad, sino que reacciona en forma similar ante las exigencias y reglas
estructuradas.
Capítulo 2.
Desde una comprensió n freudiana, el grafismo infantil, al igual que el juego, sería la expresió n de una
sublimació n exitosa de los impulsos, íntimamente relacionada con la identificació n. Las pulsiones
sexuales son satisfechas de una manera “desexualizada”, el impulso originario desaparece porque su
energía le es quitada en beneficio de la catexis de su sustituyo, permitiendo así la gratificació n del yo.
Autores de la línea kleiniana, han realizado una aproximació n diferente ligando la capacidad simbó lica
a la posibilidad de reparar.
Dice Aberastury que “el hecho de que la imagen sea fugitiva, angustia al niñ o. A los 2 o 3 añ os
descubre como recrearla y retenerla mediante dibujos y de este modo disminuye la angustia”. El niñ o
explora primero su cuerpo y luego los objetos. Cuando pequeñ o garabatea con mucho entusiasmo,
pero también rompe, luchan dentro de él, fantasías de agresió n-destrucció n y deseos de reparació n
del objeto materno dañ ado. Los primeros dibujos son hijos fantaseados que ofrece a la madre en un
acto de reparació n. El dibujo con su permanencia, permite disminuir la ansiedad paranoide.
Su cuerpo, las modificaciones que va sufriendo, las funciones que va adquiriendo, el trato que recibe
del mundo adulto, van despertando sus intereses, su curiosidad y le presentan enigmas. Todo esto va
a formar pate de su investigació n lú dica y grá fica. Cuando un niñ o dibuja nunca copia solamente,
siempre crea, inventa, de ahí que sus dibujos siempre sean un mensaje que hay que descifrar.
El dibujo se parecería al sueñ o y el proceso de dibujar al proceso de soñ ar, ya que permite la
emergencia del inconsciente pero enmascarado. Sería en este sentido un medio de expresió n y de no
expresió n al mismo tiempo, parecido al síntoma.
Para Winnicott, no habrían captado en su totalidad la importancia del hecho creativo al intentar
reducirlo a la sublimació n o la represió n. Para este autor, su origen es diferente, surgiendo del espacio
transicional que se establece en el primer vínculo madre-bebé, en las primeras etapas de la
dependencia total. El objeto (producto del proceso de ilusió n) inaugura el espacio del mundo interno,
la madre como objeto real o independiente inaugura el espacio de la realidad (facilitado por la
“desilusió n”) pero es el objeto y la zona transicional las que inauguran el espacio de la creatividad.
Dice: “es en el juego y só lo en el juego que el niñ o o el adulto individual pueden usar la creatividad y
usar toda su personalidad, y es só lo en el ser creativo que el individuo descubre su self”.
Para Doltó , dibujos, efusió n de colores, formas, son medios espontá neos de expresió n en la mayor
parte de los niñ os. El dibujo espontá neo de los niñ os, permitirá entonces, descifrar auténticos
fantasmas así como localizar las instancias del aparato psíquico.
Dentro del proceso de la evaluació n psicoló gica, utilizaremos al mismo tiempo, la observació n y
registro cuidadoso de la secuencia (comentarios, cambios de conducta, preguntas, zonas reforzadas,
borradas, interrupciones, etc) y la posterior creació n de una historia y/o comentarios sobre lo ya
dibujado, esta secuencia, incluye por lo tanto el orden en que se realizan los diferentes elementos de
un grafismo, así como el tiempo y la dedicació n que se le brinda a cada uno.
Aquí los tamañ os son disímiles, pero recurre la preocupació n por asentar figura en una base:
Las posibilidades de recurrencia tanto de las pautas formales como de contenido son casi infinitas.
Deberemos en cada caso establecer su significació n y al igual que los mecanismos de defensa
establecer si la reiteració n es adecuada o excesiva, si transmite un rasgo esencial que hace a la
estabilidad o es indicador de rigidez.
En general, es esperable que las pautas formales tengan mayor estabilidad, ya que responderá n má s a
aspectos centrales de la personalidad y que las pautas de contenido se presenten como má s variables,
por ejemplo ante un test-retest, logrando por lo tanto un nivel má s bajo de confiabilidad.
La convergencia puede ser por lo tanto:
- Dos modalidades exarcerbadas y contrarias de una misma pauta formal o de contenido
- Dos pautas formales disímiles
- Dos pautas de contenido disímiles
- Una pauta formal y otra de contenido
La convergencia bá sicamente permite ir conformando gestalten de pautas cuya integració n da mayor
fuerza y enriquece las hipó tesis que luego siempre deberá n ser refrendadas con el resto del material
grá fico, la batería y la entrevista, a fin de que estos datos formen el contexto dentro del cual se va a
intentar comprender la diná mica siempre particular y ú nica de cada caso individual.
Al igual que las recurrencias, las convergencias pueden aparecer dentro de un mismo dibujo y entre
varios dibujos diferentes. Pero, a diferencia de la recurrencia, la convergencia se presta má s para ver
la posibilidad de integrar datos grá ficos con verbales.
El concepto de convergencia permite la correlació n de pautas significativas intra-test e intertest; así
como entre los test, la conducta desplegada durante el proceso de evaluació n y la historia.
Nuestro trabajo de cada material grá fico será :
- Primero una aproximació n gestá ltica por la cual permitiremos que nos impacte globalmente.
- Un rastreo mas detallado de las pautas formales y de contenido, sus recurrencias y
convergencias.
- Las ampliaciones de las hipó tesis hasta aquí formuladas con los datos de la secuencia y de las
asociaciones verbales.
- La contrastació n de ese material específico con otros de la batería.
- La integració n de los datos aportados por el material con los datos de la historia y en el caso de
hacerse, con la observació n directa del grupo familiar.
No corresponde en cambio, hacer una aproximació n inversa, partir de los datos de la historia
buscando su reafirmació n en el material, ya que esto así no enriquecería nuestras hipó tesis iniciales y
se corre el peligro de forzar el material para “comprobar” lo pensado anteriormente.
Otra forma de sistematizació n de las pautas expresivas es la presentada por Elkish quien jerarquiza en
la evaluació n de los grá ficos los indicadores que podrían dar elementos para ver el grado de fortaleza
yoica que se expresaría en la riqueza, flexibilidad y adaptació n de recursos expresados en el grafismo.
Utilizando los criterios que ella denomina A y B, pero interpretá ndolos en realidad como dos puntos
de un continuum, podemos realizar el siguiente cuadro, sistematizando mejor sus aportes,
diferenciando indicador y pauta:
En este cuadro figuran características del dibujo que en su utilizació n moderada son aspectos del
grafismo que indican buenas potencialidades yoicas.
En cuanto a la dupla complejidad versus simplicidad, la exacerbació n del detallismo, la bú squeda de
una exagerada completud, muchas veces acompañ ada de la necesidad de encontrar simetrías,
indicaría también rasgos obsesivos. Sin embargo la complejidad, cuando no exagerada, implica un
buen contacto con la realidad, interés, discriminació n de partes, es decir, una adecuada capacidad de
síntesis, la jerarquizació n de la línea en su expresividad, que puede hacer obviar los detalles.
La exacerbació n del detallismo en cambio, daría una cierta morisidad en el dibujar, el no poder
desprenderse hasta no haber completado cada elemento en sus detalles má s ínfimos. Ejemplo típico
en la figura humana, serían botones enla manga, cordones en los zapatos, elementos que
simbó licamente también indican preocupació n por el control. Es frecuente ademá s que se den juntos,
la exacerbació n de la regla y el detallismo, aunque también puede verse en algunos casos el interjuego
de ritmo y detallismo acentuado, generalmente en dibujos de ritmo má s maníaco o de características
má s evacuativas.
Cuando existe exacerbació n de pautas, para cualquiera de ellas requiere sobre todo en niñ os la
observació n de muchos dibujos y claros conocimientos de lo normativo y esperable de acuerdo a las
edades, así como la posible incidencia del sexo del niñ o.
Cuando hay simpleza en vez de simplicidad podría deberse a situaciones muy diferentes pero todas
relacionadas con un yo débil.
Puede haber pobreza de detalles por bajo nivel intelectual, por exceso de represió n en una
personalidad histérica, por depresió n. Sin embargo, cualitativamente esta pobreza será diferente,
sobre todo en cuanto a la impresió n que puede dar de esquematismo, deterioro o chatura general del
dibujo. En niñ os, puede indicar un yo empobrecido, inhibiciones, timidez.
La dupla expansió n versus comprensió n se refiere bá sicamente al uso del espacio grá fico siendo un
exceso de expansió n indicador de impulsividad, falta de límites, en algunos casos de megalomanía o
fuga de ideas. Cuando predomina el efecto de ampulosidad, de fachada, podríamos pensar en una
inflació n exagerada y compensatoria del yo y en rasgos de índole psicopá tica.
De todas maneras, en niñ os, el uso del espacio grá fico también está incidido en gran parte por el
momento evolutivo: el niñ o pequeñ o tiende a ser expansivo y a no respetar los límites de la hoja; con
la entrada a la escuela se adquieren controles y aparece cierta restricció n.
La diferencia es estadísticamente significativa: los analfabetos grafican figuras humanas má s pobres,
pero sobre todo mucho má s pequeñ as que aquellos que tienen escolaridad.
La exacerbació n de la comprensió n, daría idea de encierro; un Yo que se siente limitado, preso,
aparece a veces en estructuras fó bicas indicando coartació n. Inhibició n.
La integració n versus la separació n o no integració n (diferente de la desintegració n que sería ya la
pauta exacerbada) también son rasgos adecuados en tanto no estén exagerados, ya que se requiere
poder unir elementos, integrar las partes y el todo, pero también diferenciar y en algunos casos hacer
uso de una disociació n adecuada. La exacerbació n de la integració n, en cambio, delataría cierta
rigidez, por la cual se observa como un forzamiento a la unidad de tipo defensivo, esto es lo que puede
dar el impacto de la fachada. Cuando se unen exceso de integració n con características exacerbadas de
reglas y detallismo, puede tratarse de los esfuerzos para evitar justamente su opuesto, la
desintegració n previa a un brote o una descompensació n.
La ultima pauta de realismo versus simbolismo que plantea Elkish es en parte equívoca, porque todo
grafismo es en sí simbó lico, pero ella se refiere a la diferencia entre grá ficos en que el niñ o se atiene
especialmente a las características reales del objeto en relació n a aquellos otros que prefieren dar mas
libertad a su fantasía. Ambas pautas son necesarias y un adecuado equilibrio entre la posibilidad de
respetar lo real y poder enriquecerlo con la fantasía son necesarias para hablar de un Yo fuerte con
capacidad creativa.
Cuando se exacerba el realismo, aparecen los casos de niñ os incapaces de dibujar sin un modelo, a los
que se les solicita un dibujo libre y copian elementos del cuarto o reiteran un objeto ya conocido.
El principal objetivo del psicólogo es el estudio de la personalidad. Para llevar adelante este estudio el
psicólogo requiere de un marco teórico y de recursos técnicos. Entre los recursos técnicos utilizados por
el clínico, las técnicas proyectivas se tratan de materiales poco estructurados, por sí solos no brindan
más que datos, y estos datos sólo cobran sentido cuando son analizados e interpretados por el psicólogo.
Es precisamente en este punto donde aparece el tema central, el tema de la elaboración de juicios
clínicos. Schafer plantea que en los intentos de integración de datos clínicos es quizás donde adquiere
una importancia central el talento y el background del psicólogo.
Podríamos caracterizar al juicio clínico como: los pasos a seguir en la elaboración de hipótesis
diagnósticas. Descriptivamente, un juicio clínico es un proceso de transformación de datos. El psicólogo,
en la situación clínica, intenta llegar a la comprensión de otra persona, comprensión que lo lleva a
atribuir sentido a la conducta de esa persona. Para ello: selecciona, jerarquiza, ordena, compara,
relaciona, busca recurrencias, integra, intenta en definitiva que su hipótesis esté sustentada por la
reiteración de datos similares que la refuercen o por la convergencia de datos que le den coherencia.
En la elaboración de los juicios clínicos podemos reconocer por lo menos la incidencia de tres variantes:
1.- El modelo teórico que el psicólogo maneja circunscribe la naturaleza de los problemas que va a
abordar y el tipo de juicio clínico que va a formular. Con la teoría elegirá determinados test, guiará la
selecció n y jerarquizació n de los indicios relevantes en el aná lisis de dicho material y también guiará
las conclusiones que de él obtenga.
Holt plantea que el proceso diagnó stico comienza con la identificació n de variables en el material
clínico a través de un proceso empá tico y de inferencia primaria. La base de la inferencia primaria
puede ser empírica, basada en la experiencia o en un estudio estadístico. El clínico en un segundo
momento que Holt denomina de inferencia secundaria elabora su descripció n y evaluació n
psicodiagnó stica. La utilizació n de la teoría psicoanalítica como modelo en el proceso psicodiagnó stico
y psicoterapéutico confiere un papel hegemó nico a la inferencia y a la interpretació n para acceder al
conocimiento de los procesos internos que subyacen a las conductas manifiestas. Para el psicoaná lisis
interpretar es ir del texto manifiesto al texto latente, traducir, recorrer el camino de lo significante a
sus significados.
2.- Cuanto mayor sea el entrenamiento y la experiencia del psicólogo que analiza un material clínico,
mayor será su posibilidad de abordaje de dicho material con eficacia y obtener información más rica.
El manejo interpretativo descansa fundamentalmente en la habilidad del psicó logo para encontrar e
integrar indicios significativos.
3. La apertura del clínico a su propia y discriminada experiencia interna, su capacidad de empatía, el
manejo de la contratransferencia y su sensibilidad para captar en el material clínico indicios sugerentes,
son factores relevantes en su habilidad para hacer juicios acerca de la experiencia interna de otros.
Normalidad/normatividad.
La normalidad en términos numéricos es el porcentaje mayoritario de ciertos comportamientos o puntos
de vista, constituyendo un lugar discriminatorio para las minorías. La normalidad se enfoca en relación
con los demás, es un ideal o regla. La anormalidad muchas veces se equipara con enfermedad.
Nina Rausch se pregunta qué sentido tiene el término normalidad, si tiene un sentido de media como
la referencia estadística que se asimila al mayor nú mero, también si tiene un sentido de organizació n
ideal.
Wolf habla de tres tipos de normalidad: la estadística, la normativa, la clínica.
1. El concepto estadístico nos dice que una persona es normal cuando esta próxima a la tendencia de un
grupo típico de individuos. No nos sirve, porque hay enfermedades como el sarampión que se dan en la
mayoría; y hay fenó menos como el virtualismo que está n por fuera del término medio y no por ello
pueden considerarse enfermedad. Este concepto equipararía la mediocridad con la normalidad y la
conducta superior con la anormalidad. En psicodiagnó stico la informació n estadística queda en
suspenso pues nos posicionamos en la subjetividad.
2. El concepto normativo considera que es normal aquella persona que cumple con las reglas éticas, las
normas del grupo al que pertenece, se muestra asimilada a las expectativas de conductas habituales de
su grupo de pertenencia. Aquí normalidad se confundiría con el mejor ajuste adaptativo.
No debemos confundir ajuste con adaptación porque confundiremos adaptació n con un criterio de
conformismo social. La adaptació n se realiza entre dos tipos de equilibrios: el equilibrio interno
(homeostasis) y el equilibrio externo. Para Piaget la adaptació n es el equilibrio entre asimilació n y
acomodació n. El error en este criterio es que quedaría: Adaptación, conformismo= salud; Inadaptación,
inconformismo= enfermedad. El criterio de normalidad ética o normativa no nos sirve porque aparecen
como no éticos y anormales sujetos lo suficientemente sanos como para cuestionar y transformar su
medio, o muy “normales” sujetos que han hipotecado sus recursos fantasmáticos/energéticos en pro del
ideal social.
Salud
Retomando lo mencionado en relació n con la normatividad la salud implicaría la noción de equilibrio
móvil, un interjuego, movilización y transformación. Experimentar conflictos es inherente a la salud y a
la vida del hombre; la salud psíquica sería la posibilidad de reorganización y adaptaciones creativas. La
patología sería entonces la cristalización, la rigidez, la dificultad de elección de otras posibilidades ante
las exigencias internas y/o externas, y no la presencia de conflictos, generadora característica del ser
humano que si es suficientemente sano, los vive, los atraviesa y accede a nuevas propuestas
conflictivas, de experiencias enriquecedoras tanto afectiva como cognitivamente. La hipótesis central
que subyace a estas afirmaciones es considerar el conflicto como inherente al funcionamiento mental.
La salud no es, entonces, ausencia de patología, sino capacidad de desarrollo y cambios conducentes a un
crecimiento humano; estar en buen estado de salud significa poder enfermarse y restablecerse, pasando
a ser la salud mental “un estado de relativo equilibrio e integración de los elementos conflictivos
constituyentes del sujeto”, al decir de Bergeret. No equiparamos salud con ausencia de conflicto sino
salud con medios de resolución o equilibración. Pero estar sano y ser normal no son hechos totalmente
equivalentes porque la patología puede presentarse como una especie de normalidad. Estar sano no
es só lo ser normal en una situació n dada sino en situaciones imprevistas, o poder superar la norma,
tolerar infracciones a la norma habitual e instituir normas nuevas.
Pensaremos la salud (Alcock) bajo la forma de libertades; para pensar con efectividad dentro de su
capacidad intelectual, para actuar (sin compulsió n o inhibició n exagerada), para sublimar impulsos
instintivos y conflictos inconscientes (es decir, usar conflictos inconscientes para fines constructivos
conscientemente deseados), para establecer, mantener y gozar de los vínculos humanos.
Gozar y disponer de estas libertades configurarían las situaciones “vitales” saludables. Entonces la
salud mental pasa a pensarse en términos de libertades, como el poder inmanente al sujeto en orden a
su realizació n, que puede definirse como la capacidad de decidirse o de autodeterminarse. Y la
enfermedad mental pasa a ser vista en términos de esclavitud, restricció n o limitació n (despojada de
connotaciones estadísticas o éticas).
La patología sería la cristalizació n, la rigidez, la dificultad de elecció n de otras posibilidades. La rigidez
sería enfermedad psíquica.
Resumiendo
• Rigidez: enfermedad psíquica.- Dentro del enfoque estructural, la enfermedad o patología sería la
ruptura del entendimiento del sujeto con su estructura (cuando ésta se descompone). Puede ser que
sea un grito hacia la salud, habría ruptura del entendimiento pero no patología.
• Salud psíquica: posibilidad de reorganizaciones adaptativas y creativas.
La noció n de salud será asociada a la noció n de buen funcionamiento interior de un sujeto teniendo en
cuenta los datos particulares de cada individuo. Cabe destacar que má s allá que tomemos grandes
nociones y marcos teó ricos, cada caso es inédito y lo que nos interesará es acceder a sus principios y
especiales patrones organizativos, las constantes estructurales con que se maneja como sujeto y su
modo de configurar estructura o de no configurarla.
En nuestro dispositivo diagnó stico nos interesa subjetivizar la noció n de normalidad y ademá s,
separar diagnó stico de estructura mental de normalidad psicopatoló gica.
La normalidad que nos interesa es la construida por el sujeto en la historia de su vida, con respecto a
la cual uno o muchos sucesos pueden o no crear “disloques” que desorganicen esa normalidad.
Normalidad que puede ser sana o patoló gica así como esos disloques, “crisis”, o “descompensaciones”
puedan tener, desde una reflexió n sobre lo saludable, consecuencias saludables o no. Llamaremos
normatividad a la dimensió n que permite y sostiene la construcció n del estilo de ser y vivir de cada
sujeto.
Normalidad será como el sujeto se entiende con su propia estructura psíquica. Su modo de entenderse
considerado posdictivamente (una reconstrucció n del presente al pasado) nos permitirá reconocer un
cierto estilo de trazado que llamaremos su normatividad.
El juicio clínico.
Problemas epistemológicos, metodológicos y éticos en psicodiagnóstico.
El diagnó stico es una palabra que tiene su origen etimoló gico en el griego. Es un término que está
formado por el prefijo diag, que significa ”a través de”; la palabra gnosis que es un sinó nimo de
“conocimiento”, y finalmente el sufijo tico, que se define como “relativo a”. Implica recabar datos,
analizarlos e interpretarlos, lo que permite identificar y evaluar una cierta condició n.
En el psicodiagnó stico, juicio clínico se refiere al acto de conclusió n o afirmació n a la que llega el
psicodiagnosticador sobre la situació n del sujeto consultante. Consiste en una conclusió n estimativa
luego del proceso de interacció n con él, la ponderació n del material informativo emitido y silenciado,
la integració n de la producció n obtenida en sus técnicas e instrumentos. Expresará el resultado del
proceso de estudio en una conclusió n diagnó stica.
La psicología clínica.
Dijo Lagache: “los resultados no deben ser estimados como resultados brutos sobre aptitudes sino
como expresiones indirectas de la personalidad entera. En consecuencia, cada prueba exige una
actitud clínica, en cuya virtud los resultados se integran en la personalidad entera, concreta y sobre
todo dentro de la relació n yo-tu. El psicó logo clínico y el método consiguiente no deben ignorar
ninguna línea de investigació n tratando de penetrar en todos los factores condicionan cada conducta
en el campo psicoló gico. La actitud experimental y la actitud clínica difieren polarmente. El
experimento crea una situació n y controla los factores no variando má s que un factor a la vez de modo
que el aislamiento supone una abstracció n del resto. En cambio, el método clínico considera al factor
que le interesa en el contexto de la personalidad.
El psicodiagnóstico.
Consideramos al psicodiagnó stico como un espacio de integració n entre el marco teó rico y los saberes
metodoló gicos y técnicos procedentes.
En todo caso el diagnó stico de estructura es solo un título en el cual se inscribe el estudio clínico del
sujeto. Se considera que esta lectura constituye la base de formació n adecuada a partir de la cual
pueden desarrollarse aplicaciones del psicodiagnó stico en otros campos de aplicació n específica,
como es el laboral, el aeroná utico, del deporte, el forense o el educativo.
Dentro del gran á rea de la evaluació n psicoló gica se inscribe una subá rea, el psicodiagnó stico, que
comparte la premisa de evaluar, especialmente en tanto delimitar y estimar y no tanto como medir, ya
que “cuantificar la complejidad” es un propó sito inapropiado.
El psicodiagnó stico tiene como objeto el conocimiento diacró nico de lo singular a través de un método
nominado “proceso vincular técnico encuadrado”. Se destaca así, la referencia como proceso:
a) el despliegue en etapas
b) dentro de la interacció n del entrevistador y entrevistado
c) técnico en cuanto se afirma el conocimiento científico de las herramientas de la batería y la
instrumentació n del encuadre
d) en tanto marco regulador de variables en juego.
La peculiaridad del proceso psicodiagnó stico respecto de la evaluació n psicoló gica es que apunta a un
objeto complejo que es la subjetividad, y se interesa por la polisemia y sistemas relacionados que se
despliegan durante el proceso psicodiagnó stico. Al hacernos cargo del estudio del sujeto nos importa
capturar la diná mica salud/enfermedad y no solo los aspectos psicopatoló gicos que podrían interesar
cuando se aplican escalas determinadas para medir, por ejemplo, estrés, depresió n, psicopatía, etc.
Identificar entonces al psicodiagnó stico como una miniinvestigació n, marca que dentro de un enfoque
clínico se apropia de los procedimientos investigativos: indaga un tema y problema, dispone de
formaci´´on y equipamiento teó rico-técnico como para formular hipó tesis respecto del problema,
emplea un encuadre para establecer el foco de lo estudiado, implementa una estrategia metodoló gica
y examina los resultados obtenidos en las técnicas aplicadas y en toda la experiencia.
Abordajes del psicó logo interesado en explorar y evaluar las características de los funcionamientos
psicoló gicos.
Proponemos diferenciar tres abordajes:
1) la evaluació n psicoló gica
2) el psicodiagnó stico como prá ctica profesional
3) el psicodiagnó stico como situació n clínica de evaluació n terapéutica.
1) la evaluació n psicoló gica como disciplina científica se dedica a obtener estatus científico a través de
investigació n para obtener confiabilidad y validez en sus métodos e instrumentos. Apunta
particularmente a establecer rigor científico en la construcció n de las inferencias interpretativas
teniendo como base los datos empíricos y se dirige a desarrollar los recursos adecuados tales como
métodos y baremos. Es decir, se interesa en ofrecer bases conceptuales y empíricas a la prá ctica.
Podemos decir que el psicó logo que se desempeñ a en esta á rea se encuentra má s cerca de ser un
evaluador psicoló gico, interesado principalmente en la medició n o la puntuació n del caso y de
explicitar las metodologías apropiadas.
2) el psicodiagnó stico como prá ctica profesional se propone los objetivos de proveer respuestas a
importantes preguntas provenientes de la comunidad que requieren clarificació n. Consisten estas
demandas en cuestiones a ser esclarecidas. Tales preguntas a ser esclarecidas y evaluadas variará n
segú n anudan de instituciones judiciales o legales, laborales, educacionales, clínicas, etc. Para ello, el
psicodiagnosticador facilitará la descripció n, las diná micas, la estructura, el pronó stico e la
personalidad de un sujeto particular, acompañ ando con las respectivas recomendaciones. Se incluye
dentro de esta prá ctica el facilitar informes y devoluciones verbales y/o escritas.
3) el psicodiagnó stico como situació n clínica de evaluació n terapéutica.
Bajo este titular se hallarían los desarrollos que implementan la devolució n de resultado con fines de
ampliar la comprensió n del consultante sobre sí mismo o también que tratan con el aquí y ahora de
los “acontecimientos”, frecuentemente presentes, en las interacciones y producciones o que se
despliegan en el proceso psicodiagnó stico. Se ocupan de compartir en una relació n colaborativa con el
consultante los hallazgos observables en la producció n psicodiagnó stica, con el objetivo de desarrollar
experiencias de transformació n o neogénesis.
Los tests psicoló gicos se está n volviendo cada vez má s importantes en la investigació n clínica. Han
sido aplicados a una amplia variedad de casos, de dos maneras principales: 1) Para establecer índices
de diagnó sticos estructurales; 2) Para aclarar y delinear las diferencias de personalidad entre grupos
que han sido establecidos sobre la base de un amplio criterio clínico (alcohó licos cró nicos). Esta
aplicació n se propone acrecentar nuestro conocimiento de las condiciones intrapsíquicas en las cuales
pueden aparecer los fenó menos psicopatoló gicos.
Resumen.
La investigació n que procede tomando a las características de la personalidad y no a los diagnó sticos
como criterios clínicos, a la variació n individual como foco de interés junto con las tendencias de
grupo, al aná lisis cualitativo “ciego” antes que a la comparació n clínica estadística, a las
interpretaciones como micro unidades del aná lisis y a las baterías de tests como macro unidades de la
investigació n, parece significar una gran promesa para la investigació n de la personalidad.
Dado que la mayoría de los autores está n de acuerdo en plantear que la validez y la confiabilidad de
un test no solamente dependen de las características especificas del mismo, sino también de la
sagacidad y experiencia de quienes lo usan, nos pareció oportuno incluir en este trabajo un breve
resumen de las reglas de interpretació n que presenta Schafer en su libro Psychoanalytic
Interpretation in Rorschach Testing. Aunque el autor hace especial referencia al Test de Rorschach y
por su enfoque enfatice sobre todo el aná lisis de los impulsos y las defensas, nos Pareció que los
criterios que presenta pueden aplicarse a la interpretació n de las técnicas proyectivas en general. Dice
Schafer que cuando a partir de un material hacemos una interpretació n, nos manejamos con
indicadores o inferencias que pueden llevarnos bastante lejos de la respuesta original. Nuestras
conclusiones pueden ser "fascinantes", "profundas", y "brillantemente explicativas", Pero pueden no
tener má s nada que ver con el paciente específico que estamos tratando de comprender. Es
justamente para diferenciar comprensió n de fantaseo que necesitamos criterios que nos permitan
juzgar si la interpretació n es adecuada. El autor propone seis criterios bá sicos:
1. Debe de haber suficiente evidencia para la interpretació n.
5. Debe asignarse a la tendencia interpretada una posició n jerá rquica dentro del cuadro de la
personalidad total.
6. Deben especificarse tanto los aspectos adaptativos como los patoló gicos de la tendencia
interpretada.
No siempre es posible cumplir con los criterios, pero una interpretació n adecuada supone responder a
un nú mero suficiente de estos para tener sentido psicoló gico y permitir al entrevistador una relativa
seguridad sobre la validez de sus afirmaciones y la posible verificació n de las mismas.
No es fá cil establecer que es lo que constituye una evidencia suficiente. En general es difícil o aú n
erró neo justificar una elaborada interpretació n a partir de una sola respuesta. Afortunadamente los
pacientes suelen dar varias imá genes que apuntan a una misma tendencia o conflicto reforzando así la
seguridad de nuestra interpretació n. Una interpretació n será por lo tanto construida a partir de
evidencias mú ltiples dado que un solo indicio generalmente es insuficiente para establecer una
tendencia central. El aná lisis debe hacerse tomando en cuenta sobre todo recurrencias y
convergencias.
Esto no significa sin embargo que no se explote a fondo las implicaciones de cada respuesta que se
muestra aislada o diferente del resto: una contaminació n, confabulació n o M- dentro de un protocolo
adaptado puede ser una dramá tica señ al de atenció n que no puede descuidarse, un indicio de
patología que las demá s respuestas aú n no permiten entrever.
Refiriéndose al aná lisis de contenido del Rorschach afirma que “la seguridad con la cual podemos
formular una interpretació n es una funció n de una funció n del grado de convergencia que se da entre
las imá genes del contenido, los aspectos formales de las respuestas y las actitudes del sujeto a lo largo
del test, consideradas en sí mismas, en interacció n y en relació n a la secuencia”. Esto que es bá sico en
el aná lisis de un mismo test, deberá repetirse como método de trabajo para la interpretació n de la
batería como totalidad.
En cuanto a interpretaciones que apuntan a lo genético o etioló gico necesitamos tener aú n mayor
cuidado: así por ejemplo en la LIV “paternal” del Rorschach podemos suponer que respuestas como
“gigante”, “gorila” o “monstruo” pueden ser indicadores de una mala relació n con la figura paterna;
pero especular mucho má s allá puede ser arriesgado y necesita de una co-validació n con otros datos.
No podemos saber si la figura paterna fue realmente "sobrecogedora", só lo podemos decir que es
vivida como tal por el paciente. Schafer considera a la reconstrucció n genética en gran parte
innecesaria ya que muchas veces no hace má s que formular una presuposició n basada en la teoría y
no realmente en la derivada del material del paciente; sería como si esa interpretació n genética solo
sirviera para refrescarle al terapeuta que es lo que dice la teoría psicoanalítica sobre la imagen
paterna en general. La ú nica reconstrucció n genética realmente ú til y vá lida es aquella referida a la
evolució n de la estructura de cará cter, má s formal que etioló gica, por lo tanto má s segura. También
resulta vá lido intentar una reconstrucció n del pasado cercano del paciente para contrastarlo con el
estado actual a fin de esclarecernos sobre la posibilidad de un brote encubierto, evaluando por
ejemplo el CI premó rbido. Esta reconstrucció n del pasado inmediato es lo que muchas veces permite
dar coherencia a elementos que sino parecen muy contradictorios en el material.
Incluye dentro del criterio de necesidad de evidencia suficiente, en relació n a la simbología del
material, la recomendació n de evitar las interpretaciones que se basen en significaciones unívoras u
universales, de los símbolos. Así por ejemplo aunque la L VII se rotule como "materna", la VI como
“fá lica”, etc. (basá ndose en evidencias tanto empíricas como teó ricas) resulta sin embargo
injustificado interpretar de manera directa traduciendo cualquier respuesta al símbolo esperado,
presumiendo que tal lá mina o tal á rea significan necesariamente tal cosa. De esta manera segú n
Schafer (siempre desde un enfoque de psicología del yo) cometeríamos una serie de errores
psicoló gicos de razonamiento: a) suponer que no hay funciones yoicas adaptativas o defensivas entre
el estímulo y la diná mica profunda del sujeto, b) suponer que no existen imá genes relativamente
neutrales a disposició n del sujeto en su esfuerzo para enfrentarse al estímulo, c) suponer que existe
una significació n profunda ú nica para cada á rea de la lá mina, d) suponer que una tendencia
estadística a es equivalente a una correlació n forzosa, e) dejar de lado lo selectivo de la percepció n en
relació n a la personalidad del sujeto en cuestió n. Solo en el caso de que ciertas á reas sean
sistemá ticamente evitadas o se muestre una conducta inusual en relació n a determinadas lá minas,
podemos hablar con cierta seguridad de shock o ansiedad frente a tal o cual contenido simbó lico, pero
siempre evitando la explicació n simplemente teó rica de tal cambio o conducta.
Resumiendo, este criterio acentú a nuevamente que solo habrá evidencia suficiente cuando por lo
menos varias líneas de inferencia convergen hacia la misma interpretació n a partir de las respuestas
del sujeto en los diversos tests.
Entiende por interpretaciones profundas a aquellas en que se hace referencia a, los impulsos
primitivos, infantiles, instintivos por lo general ampliamente reprimidos que pueden detectarse en el
material.
Critica en ese sentido a aquellas interpretaciones que ponen énfasis en los impulsos orales, anales,
etc., a partir de respuestas tales como morder, ensuciar, señ alando su existencia, pero sin especificar
como se dan en ese sujeto en particular, de que manera suponemos se expresan en la conducta
manifiesta, con que defensas cuenta para controlarlos, que grado de conflicto promueven, etc. De la
misma manera considera inaceptable que a partir de un material muy controlado y restrictivo de
pocas respuestas, o respuestas banales se elabore toda una compleja interpretació n aparentemente
profunda de los impulsos subyacentes, pero que para Schafer no dice nada sobre el paciente, ya que
solamente explicita el marco teó rico con que se mueve el entrevistador. Interpretar impulsos donde
solo se observan las defensas rígidas y compulsivas deben de suponerse tendencias anales o anal-
sá dicas, lo que no es correcto es hacer un informe en el cual estaos impulsos figuren como presentes, a
pesar de los esfuerzos defensivos del paciente.
3. Siempre que sea posible deberá especificarse la forma manifiesta de las tendencias interpretadas
La inclusió n de “siempre que sea posible” se debe a que, segú n Schafer muchas veces resulta
relativamente fá cil inferir la presencia de un impulso, pero no tan sencillo prever cual de las mú ltiples
formas de expresió n asumirá ese impulso en la conducta manifiesta. Así, por ejemplo, podemos
detectar una tendencia homosexual latente, pero no tener demasiados datos en el material para
predecir con exactitud si esta tendencia llevará al sujeto a una homosexualidad activa o encubierta o
incluso a una activa defensa a través de la asunció n del rol de Don Juan.
Esta dificultad para la predicció n, (que se hace menor cuando partimos de los datos mú ltiples de toda
una batería) no invalida sin embargo la utilidad de los tests, ya que si bien no podemos predecir con
seguridad absoluta un tipo de conducta específica, podemos en cambio señ alar con relativa certeza
una gama de conductas posibles, indicando en cada caso cual podría ser la influencia de los factores
ambientales que hagan má s plausible una u otra.
Dado que muchas de las tendencias o rasgos que inferimos de un test son comunes a la mayoría de los
sujetos, o incluso universales, se hace muy necesario aclarar la intensidad con que se presentan en
cada caso en especial, para que nuestro informe no sea banal, y por lo tanto inú til. De mantenernos en
una descripció n genética fá cilmente podemos construir un informe aplicable sin mucho error a un
sujeto que jamá s hemos visto y del cual hemos recogido ningú n material. Comprara por ejemplo
frases tales como “Estímulos emocionales fuertes tienden a producir ansiedad y a disminuir su
eficiencia intelectual” con “Se produce ansiedad extrema en respuesta a estímulos emocionales
moderados que hace declinar su eficiencia intelectual de manera muy marcada”. Aunque acepta que
adjetivos tales como “fuerte, moderado, extremo, etc.” no son má s que estimaciones muy groseras, el
material cualitativo generalmente no permite una discriminació n mucho má s fina de la que nos
aportaría por ejemplo una escala de cinco puntos desde extremo a ausente.
5. Debe asignarse a la tendencia interpretada una posició n jerá rquica dentro del cuadro de la
personalidad total
Este criterio de alguna manera involucra los anteriores, dado que enfatiza la necesidad de integrar los
diferentes elementos dá ndoles una estructura coherente, por la cual se pueda relacionar en forma
explícita o implícita las diferentes tendencias señ aladas en el material. Requiere dentro de lo posible
indicar la relació n entre tendencias, impulsos, defensas, formaciones de compromiso y reacciones
emocionales. Esto debe lograrse a través de un informe que evite las interpretaciones yuxtapuestas
“en cadena” del tipo: “El paciente es muy hostil. Aparece como muy ansioso. Es compulsivo y su
eficiencia intelectual está disminuida”. “Es un paciente que muestra fuertes impulsos hostiles de los
cuales se defiende apelando a conductas de tipo compulsivo. Estas defensas se encuentran
actualmente muy debilitadas pareciendo ser éste el motivo de su creciente ansiedad y disminució n de
loa eficacia intelectual”.
Una integració n de este tipo es lo que permite realmente hacerse un Cuadro general del paciente,
evaluando correctamente cuales son las diferencias en las á reas de conflicto y cual la diná mica
subyacente a las tendencias coexistentes, señ alando primacía o subordinació n de una a otras.
Esta integració n no se logra uniendo simplemente frases por el medio de formulaciones tales como
“ademá s”, “por lo tanto” y “sin embargo”, ni apelamos a hipó tesis. Requiere un cambio, una gran
experiencia y sensibilidad, así como una fundamentació n só lida en una teoría como la psicoanalítica
también “jerá rquica” con hipó tesis de diferente nivel de abstracció n.
Señ ala nuevamente que lo importante es no perder al paciente, ya que si bien una integració n sin una
teoría que la respalde puede ser aleatoria, una integració n forzada en funció n de la teoría puede ser
totalmente erró nea. De ahí que plantee que frente a datos contradictorios que no pueden relacionarse
diná micamente o algú n elemento que no encaje en el cuadro total, es importante ver esa discrepancia
con la mayor honestidad, suponiendo que muchas veces esta contradicció n aparente en realidad está
señ alando una verdadera línea de fractura en el paciente o un momento de transició n importante de
detectar.
6. Deben especificarse tanto los aspectos adaptativos como los patoló gicos tendencias interpretadas.
Termina esta serie de criterios enfatizando la importancia de detectar las potencialidades y el monto
de mecanismos adaptativos con que cuenta el paciente. Generalmente una misma tendencia tiene
aspectos positivos y negativos: como ejemplo señ ala que aú n una formació n reactiva a los impulsos
agresivos, a pesar de su estereotipia y rigidez, tiene un aspecto adaptativo, ya que permite a la
persona integrarse aunque má s no sea superficialmente al ambiente, apelando a una conducta de
tolerancia y amabilidad.
Dado que nadie sublima todos sus impulsos ni supera totalmente tendencias infantiles parece ser
mucho má s realista evaluar la agresividad, el narcisismo, la dependencia, etc., que encontramos en el
paciente co0n menor rigor contrastá ndolo con la fortaleza yoica que presenta en el resto del material
y ubicando los indicadores patoló gicos y los adaptativos en un contexto má s amplio que incluya su
edad, sexo, educació n, ubicació n socioeconó mica, etc.
Siempre que resulte posible cumplir con estos criterios podemos sentirnos relativamente seguros de
que la interpretació n podrá ser validada y puesta a prueba en forma empírica.
-Capítulo 3: Administració n.
La tarea Rorschach tiene dos componentes: un sujeto “sin libreto”; una tarea que le demanda a la vez
recurrir al mundo interno (convocar representaciones, engramas mnémicos y vivencias afectivas) y
acordar con el mundo externo (las lá minas).
Podríamos pensar que para subsistir a nuestras primarias experiencias de desamparo y sin-sentido
construimos una serie de “argumentos” o “libretos” que nos permiten, con mayor o menos éxito,
disponer de un repertorio de “soluciones” para encarar la experiencia de existir como seres humanos.
A su vez estos roles está n sostenidos intrapsíquicamente por una correspondiente representació n de
sí y organizació n de identidad.
Justamente dejamos “sin libreto” al sujeto frente al Rorschach. Le proponemos un encuentro con un
material desconocido, ajeno a las experiencias de reconocimiento cotidiano. Ademá s el material en sí
mismo, alude a la angustia por la carencia o pérdida de la forma. Nina Rausch define al Rorschach
como un espacio de interacciones por:
* Las características objetivas del estímulo, estructurado pero ambiguo, construido pero no
terminado, entero pero alterado, completo y agujereado.
* Por su presencia simbó lica, que adquiere su fuente en la articulació n de sus características.
* Por la consigna dada que remite a lo perceptivo y a lo imaginario.
* Por los componentes de las respuestas ya sea que uno los considere en sí mismas o en su desarrollo
y su contexto. Los factores y sus componentes no tienen valor unívoco. Este varía, en efecto, en
funció n de la sobredeterminació n fantasmá tica y el valor defensivo, lo que marca la presencia
constante de una interacció n, o mejor de una acció n conjunta de las actividades perceptivas y de las
actividades fantasmá ticas. Estas dos formas de actividad expresan la doble relació n con el mundo
externo y con el mundo interno.
Así el Rorschach es un espacio de interacciones, por el proceso de respuesta que remodela una
realidad externa, en funció n de las necesidades y fantasías internas. Hay fusió n de interacciones
variadas y mó viles en la construcció n de un producto que depende de la libertad que el sujeto se
otorgue, de la angustia q tolere y de sus necesidades actuales de realizació n.
Metodoló gicamente disponemos de 3 fases en la administració n, que permiten evaluar al sujeto en
situaciones cognitivo-afectivo complejas. Esas fases son: A) Administració n propiamente dicha; B)
Interrogatorio (incluye período de analogías) y C) Prueba de Límites. Una etapa de encuentro con
situaciones desconocidas y ambiguas (fase A), con situaciones de autoexamen e interacció n
interpersonal (fase B) y en situaciones de gran estructura (fase C).
FASE B. INTERROGATORIO.
“Vamos a verlas juntos nuevamente”. Primero, siempre repetir la respuesta tal como fue formulada
por el sujeto. En segundo lugar intervenir para indagar la entidad de la respuesta (sustantivo). Luego
continuar con preguntas basadas en palabras clave (triste, herido, etc.) En tercer lugar investigamos la
localizació n.
-ELÍAS, D.; LUNAZZI, H.; SILVA ACEVEDO, V. (2010). GUÍA DE ADMINISTRACIÓN DE UN PROCESO
PSICODIAGNÓSTICO. LA PLATA. ED. EDULP. UNLP. (FALTA)