Aproximación Antropologica Crianza

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GEMA GÓMEZ-ZURITA LÓPEZ Y DANIEL MARTÍN BAYÓN 89

APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA A LA CRIANZA


Y OTROS ASPECTOS DE LA ORGANIZACIÓN
DE LA VIDA FAMILIAR (IMPLICACIONES
TEÓRICAS PARA LA CLÍNICA DESDE
UN ABORDAJE CULTURAL)*

Gema Gómez-Zurita López** y Daniel Martín Bayón***

RESUMEN

Desde las premisas del posestructuralismo, los estudios


culturales o la antropología materialista cultural, pretendemos
mostrar cómo el ser humano se desarrolla en las formas de
organización familiar más variadas sin que ninguna de ellas
pueda establecerse a priori como más perjudicial que otra. Así
mismo, sostenemos que los factores tecno-económicos son un
factor causal importante de psicopatología, y que a menudo son
escasamente tenidos en cuenta desde perspectivas psicologi-
zantes.
Palabras clave: posestructuralismo, antropología, transcul-
tural, crianza, familia.

* Comunicación libre presentada en el XXII Congreso Nacional de


SEPYPNA que bajo el título “Nuevas formas de crianza: Su influencia en la
psicopatología y la psicoterapia de niños y adolescentes” tuvo lugar en Bilbao
del 22 al 24 de octubre de 2009. Reconocido como actividad de interés cien-
tífico-sanitario por la Consejería de Sanidad y Consumo del Gobierno Vasco.
** Psiquiatra. Equipo infanto-juvenil, C.S.M Arganda del Rey.
*** Psiquiatra. Hospital de día de adolescentes, Instituto Psiquiátrico Mon-
treal.

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ABSTRACT
Human being develops in different kinds of family organiza-
tion, and there is no proof that any of them can be set as more
harmful than another, according to poststructuralist theories,
cultural studies or materialistic cultural anthropology. We must
admit, as well, that techno-economic factors are important psy-
chopathology causal factors, and they are sometimes hardly
taken into account by psychological perspectives.
Keywords: poststructuralism, anthropology, cross-cultural,
parenting, family.

INTRODUCCIÓN
A la hora de abordar el tema propuesto por el congreso de
las nuevas formas de crianza, pretendemos incluir aspectos cul-
turales más generales que completen o amplíen el punto de
vista específico que desde la salud mental se puede tener sobre
el tema tanto de las formas de crianza como de su posible
repercusión en la psicopatología.
Las bases conceptuales de esta reflexión se refieren a una
corriente de pensamiento que desde la filosofía, la sociología y
la antropología, se viene proponiendo en los últimos tiempos
como reflexión crítica acerca del pensamiento occidental que ha
predominado en nuestra cultura a lo largo de los dos últimos
siglos, mediante lo que se ha dado en llamar “un giro epistemo-
lógico” que propone estrategias diferentes de estudio y reflexión
que afectan a todo el conocimiento, y que ponen bajo observa-
ción “al que observa”.
En filosofía, por ejemplo, ha cobrado mucha importancia la
reflexión acerca de la alteridad desde Levinas hasta la actuali-
dad pasando por las teorías de género y el multiculturalismo.
Desde la filosofía posestructuralista ya se advertía del peligro de
enunciar un discurso dominante que niegue o excluya la posibi-
lidad de los otros. Foucault señalaba cómo la salud mental
tiende a contribuir al establecimiento de este discurso desde las
relaciones de poder; Deleuze y Guattari denuncian cualquier
intento de rigidificación de la identidad cultural proponiendo
nuevas metáforas, como el “sujeto nómada” o el “sentido rizo-

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mático”; Derrida plantea la deconstrucción como método para


evitar el cerrojazo que supone la imposición del sentido; Lyotard
ha mostrado la deslegitimación de los grandes discursos que
han predominado en el pensamiento occidental en el último
siglo, etc.

Por su parte, la sociología inglesa viene planteando desde


los 70, mediante los estudios culturales, la necesidad de dirigir
el aparato de métodos y herramientas de la crítica textual hacia
los productos de la cultura de masas y las prácticas culturales
populares para descubrir que éstas, a pesar de haber sido
denostadas por la llamada “alta cultura”, suponen en numero-
sas ocasiones pautas de resistencia contra la dominación (estu-
dios en “tribus urbanas”, manifestaciones del llamado “arte
urbano” y “callejero” graffitis, cómics, etc.).

En la antropología cultural se ha aprovechado la experiencia


etnográfica adquirida en los estudios de culturas lejanas para
centrarse ahora en grupos sociales pertenecientes a la nuestra.
Marvin Harris, desde la teoría del materialismo cultural insiste en
la relación causal de los factores económicos denominados
infraestructurales y estructurales, y cómo éstos determinan
prácticamente todas las conductas observables y las produc-
ciones de una cultura, incluidas las manifestaciones psicopato-
lógicas. Los estudios de sociosomática han ilustrado cómo en
ocasiones las manifestaciones de psicopatología se relacionan
directamente con un daño social, y solo cesan si se repara dicho
daño, mientras que un abordaje psicoterapéutico centrado en
los conflictos intrapsíquicos puede resultar estéril en estos
casos.

El debate que por lo tanto pretende abrir esta reflexión es


si realmente podemos establecer relaciones entre formas de
crianza y psicopatología, o si la causa de ésta, no radicará en
factores más generales como económicos, sociales y cultura-
les. En este sentido, incluso podría plantearse si la pretensión
de establecer relaciones entre formas de crianza y psicopato-
logía no podría estar siendo mantenida con el objetivo de no
cuestionarse estas otras posibles causas más difíciles de
afrontar.

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NOCIONES
Nos centraremos ahora en la descripción de hallazgos
antropológicos que según Marvin Harris vienen a confirmar las
hipótesis de la ya citada antropología materialista cultural, según
la cual se establece una cadena causal que se inicia en factores
ecológicos diversos (infraestructurales), que determina factores
económicos y tecnológicos (estructurales), y que a su vez deter-
minan en último caso las producciones culturales más variadas
(supraestructurales). Desde esta perspectiva, la psicopatología
es un factor supraestructural más, igual que las formas de
crianza, y ambos están determinados por factores causales tec-
noeconómicos. Antes nos detendremos en algunos conceptos
antropológicos de utilidad.
Las descripciones antropológicas pueden realizarse desde
dos puntos de vista diferentes:
Una descripción emic es la que se realiza en términos signi-
ficativos para el agente que las realiza. Una descripción emic de
cierta costumbre estaría basada en cómo explican los miem-
bros de esa sociedad el significado y los motivos de la misma.
Es decir, se trataría de una visión interna de dicha cultura.
Una descripción etic se realiza en términos de hechos
observables por un investigador que no pretende descubrir el
significado que los agentes involucrados le dan. Es decir, se
trataría de una visión exterior a la cultura.
La descripción etic y emic de un mismo fenómeno pueden
no coincidir, y en un mismo estudio antropológico pueden con-
templarse ambas descripciones. Estableciendo una analogía
entre el método antropológico y el psicoanalítico, emic equival-
dría al contenido manifiesto, y etic al contenido latente.
En una cultura, la continuidad en los estilos de vida se man-
tiene gracias al proceso conocido como endoculturación. Éste
consiste en la experiencia de aprendizaje, parcialmente cons-
ciente y parcialmente inconsciente, a través de la cual la gene-
ración de más edad induce a la más joven a adoptar los modos
de pensar y comportarse tradicionales.
La incomprensión del papel que se desempeña en el mante-
nimiento de las pautas de conducta y pensamiento de cada
grupo (que se mantiene en la creencia de que las pautas propias

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son naturales, buenas, etc., mientras que las de los extraños


son primitivas, irracionales, inhumanas, etc.) se denomina etno-
centrismo. Siguiendo con la misma analogía, la endocultura-
ción correspondería a los mecanismos mediante los cuales se
introyectan los objetos y se constituyen las instancias intrapsí-
quicas, mientras que el etnocentrismo equivaldría a los meca-
nismos de defensa (como la racionalización, negación y proyec-
ción) empleados para garantizar que el sistema permanezca
inalterado aunque ya no esté siendo eficaz.

ANTROPOLOGÍA DE LA CRIANZA Y OTROS ASPECTOS


DE LA ORGANIZACIÓN DE LA VIDA DOMÉSTICA

Desde la perspectiva antropológica del materialismo cultu-


ral, por lo tanto, cualquier conducta observable o producto de
una cultura es susceptible de ser explicada en términos de fac-
tores infraestructurales, estructurales o supraestructurales.
En este contexto, la reproducción también tiene marcados
intereses económicos, al ser una forma de producción de pro-
ductores, que a su vez puede condicionar los modos de pro-
ducción de una cultura determinada. La producción de niños es
beneficiosa porque contribuyen a la producción de bienes, al
cuidado y seguridad de los padres, participan en intercambios
valiosos para el grupo (matrimonio, alianzas). Esto no significa
que no existan otras causas o motivaciones posibles a la hora
de tener hijos como la satisfacción emocional. Sin embargo
ésta, aunque fuera genética y condicionada biológicamente, es
radicalmente modificable por la cultura de forma que en todas
ellas se permiten individuos sin procreación, e incluso cuando
se procrea, se hace en menor número que los que serían capa-
ces de producir. Por lo tanto, tener hijos, el número de ellos y el
ritmo al que se tienen es una función de equilibrio entre el coste
y el beneficio en factores culturales. De esta manera es cono-
cido que sociedades cazadoras-recolectoras limitan la repro-
ducción al peso que pueden cargar las madres durante el noma-
deo, en condiciones en las que la producción de alimentos no
es intensificable. Por su parte, las sociedades de agricultores-
ganaderos tiene más hijos para intensificar la producción, y

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saben establecer el límite óptimo de descendencia (entre 4 y 5


generalmente). Contrariamente a lo que la gente cree, en socie-
dades de este tipo tener mas hijos aporta ventajas a corto plazo,
y es la desestructuración del sistema económico tradicional lo
que provoca un desequilibrio social, donde las medidas antes
adaptadas se hacen desadaptadas. En sociedades urbanas,
caracterizadas por un modo de producción industrial, se invierte
en menos hijos pero más costosos al estar más preparados. En
la India parejas provenientes del mismo entorno cultural tienen
más hijos en entorno rural y menos en entorno urbano cuando
emigran.
Esta regulación de la reproducción en función de factores
económicos y adaptativos existe en todas las culturas, y lo ha
hecho en tiempos previos a la existencia de los modernos méto-
dos anticonceptivos. Los mecanismos por los que esta regula-
ción se consigue son diversos, y se consigue mediante factores
culturales que determinan:
– El trato dispensado al feto y a los niños: según Devereux el
aborto directo es absolutamente universal. El aborto indi-
recto se consigue por factores encaminados a negar a la
embarazada las necesidades para gestar a un niño a tér-
mino, o mediante el infanticidio directo o indirecto.
– Trato dispensado a las mujeres: aportando o no los facto-
res necesarios para la fertilización.
– Lactancia: su duración pautada culturalmente determina
períodos más o menos largos de amenorrea.
– Frecuencia del coito y su programación: se regulan
mediante prácticas culturales como tabúes sexuales,
masturbación, homosexualidad, formas de sexualidad sin
coito que pueden limitar el número de embarazos, tabúes
culturales sobre la maternidad de la soltera, sexo extrama-
trimonial, edad de matrimonio, forma de matrimonio (poli-
gamia reduce el número potencial de hijos al poner menos
mujeres a disposición de ser fecundadas).
Otro aspecto importante que aparece regulado por factores
culturales, y determinado por factores económicos, es en gene-
ral toda la organización de la vida doméstica. Sin embargo, la
variedad de combinaciones de actividades características de la

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vida doméstica humana es tan grande que es difícil encontrar un


único denominador común para todas ellas. Su composición es
igual de variada e imposible de definir. Ninguna otra especie
muestra una variedad tan enorme de comportamientos asocia-
dos a las pautas de comer, dormir, buscar abrigo, tener relacio-
nes sexuales y criar a los recién nacidos y a los niños. A pesar
de la enorme variabilidad que demuestran los estudios antropo-
lógicos, ha existido y existe la teoría de que la familia nuclear
compuesta por hombre-mujer-hijo es universal y que sería la
que mejor garantizaría las funciones esenciales que compren-
den la relación sexual, la reproducción, la educación y la subsis-
tencia, y que otros grupos diferentes no podrían hacerlo con la
misma efectividad. Desde esta premisa, las familias no nuclea-
res son fácilmente consideradas inferiores, patológicas o con-
trarias a la naturaleza humana.
Por el contrario, el estudio en detalle de familias nucleares
desde sociedades de cazadores-recolectores hasta industriales
muestra que la educación frecuentemente tiene lugar fuera del
grupo familiar, lo cual sucede tanto entre los Masais como entre
la aristocracia inglesa, donde el peso de la educación se deja en
manos de instituciones especializadas. En muchas sociedades
en las que se da la familia nuclear, el marido no vive nunca o casi
nunca en casa con la mujer, y una vez más, esta práctica es tan
común a las casas de hombres de algunas tribus como a los
clubes exclusivos para hombres de algunas sociedades occi-
dentales. Los Fur de Sudán duermen separados y comen sepa-
rados de sus mujeres; entre los Ashanti de África occidental los
maridos comen con sus hermanas, madres sobrinos y sobrinas,
pero no con sus esposas e hijos; entre los Nayar de Kerala el
esposo y la esposa nunca viven juntos, y su hijo es criado por el
hermano de madre. Parece evidente por lo tanto que la familia
nuclear, desde un punto de vista etic, no cumple las funciones
que se le atribuyen desde el punto de vista emic.
Por otra parte, también abundan otras formas de organiza-
ción diferentes a la familia nuclear, sin que haya podido estable-
cerse que den lugar a mayor “patología” o “infelicidad”. La poli-
gamia, en mayor o menor medida se da en el 90 % de las
culturas conocidas. Otra forma de organización frecuente es la

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familia extensa, que además pueden ser poligínicas (como los


Bathonga de Mozambique) o monógamas (como la familia tradi-
cional China). En estos tipos de organización familiar, las parejas
están subordinadas al orden mayor de la familia extensa de
manera que en ocasiones no pueden ni hablar entre sí, e incluso
en algunos tipos de familia extensa, si un hombre muestra
demasiado interés por su esposa se supone que es víctima de
brujería.
Otro tipo de organización de la institución doméstica es la
familia no nuclear con un solo progenitor, cuyo tipo más fre-
cuente es la matrifocal (madre sola). Funcionalmente es polián-
drica no simultánea, y en ocasiones se organiza como una fami-
lia extensa. En estudios realizados en Antillas, Latinoamérica y
entre familias negras estadounidenses, se observa que cierta-
mente estos tipos de organización están frecuentemente aso-
ciados a lacras sociales como la pobreza, pero nada prueba que
sean inherentemente más patológicas que las nucleares.
De esta manera, parece evidente que no existe una pauta
acerca de las instituciones domésticas que sea más natural
que otra.
Una vez constituido el núcleo familiar en el seno de una cul-
tura, ésta tiene pautas para regular prácticamente todos los
aspectos de la organización de la vida familiar. Dentro de estas
pautas se encuentran las reglas que definen a los parientes, que
son las personas relacionadas entre sí a través de la filiación o
de una combinación de afinidad (relaciones a través del matri-
monio) y filiación. El campo de ideas constituido por las creen-
cias y expectativas que los parientes comparten entre sí se
llama parentesco.
Todas las culturas tienen teorías sobre la reproducción y la
herencia. La filiación es la creencia de que ciertas personas
desempeñan un papel importante en la procreación, nacimiento
y crianza de los hijos, mediante la conservación de algún
aspecto de la sustancia o espíritu de la gente en futuras genera-
ciones, y es pues, una forma simbólica de inmortalidad. En
nuestra cultura se cree que tanto el varón como la hembra con-
tribuyen por igual a la existencia del hijo, con analogías del
semen con una semilla y el útero como un campo dónde se

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planta. Se supone que la sangre es el fluido más importante que


sustenta la vida y que varía según la filiación. En otras culturas
la filiación puede no depender de la sangre ni implicar aporta-
ciones iguales de ambos progenitores (los Ashanti creen que las
características físicas y la sangre provienen de la madre, mien-
tras que el espíritu del padre; muchas culturas, como los Alo-
rese de Indonesia, creen que el feto es resultado de adiciones
repetidas de semen durante el embarazo; los Tamil de la India,
poliándricos, creen que un feto se hace de muchos tipos de
semen distinto; los esquimales creen que el niño-espíritu trepa
por las botas de madre y es alimentado por el semen; los Tro-
briandeses niegan el papel del semen, el varón solo se encarga
de ensanchar el camino al útero, pero su papel social es esen-
cial, pues ningún niño espíritu se introduciría en la vagina de una
mujer no casada. De esta manera, en todas las culturas se pre-
supone una colaboración entre cónyuges para el proceso de
reproducción, pero las expectativas en cuanto a derechos y
obligaciones pueden variar, y estas expectativas se fundamen-
tan en creencias relativas a la filiación. Estas creencias susten-
tan también las reglas de filiación: de las relaciones de filiación
de un individuo pueden deducirse sus deberes, derechos y pri-
vilegios con respecto a otras personas y en relación a muchos
aspectos de la vida social. De estas relaciones puede depender
el nombre, familia, residencia, rango, propiedad y estatus étnico
o nacional del individuo. Estas reglas pueden ser igual de varia-
das que cualquiera de los aspectos anteriormente descritos,
baste decir que diferentes estudios antropológicos han descu-
bierto correlaciones significativas entre estas reglas de filiación,
las pautas de residencia posmarital y las terminologías
empleadas para el parentesco, y que todas estas pautas cul-
turales son a su vez determinadas por condiciones demográfi-
cas, tecnológicas, económicas y ecológicas.

Por ejemplo, en un ecosistema caracterizado por la escasez


de recursos no intensificables, en condiciones tecnológicas que
imposibilitan la agricultura o la ganadería, las sociedades se
organizan según un modo de producción que se denomina
“cazadores-recolectores”. Estas sociedades necesitan en estas
condiciones núcleos familiares pequeños y móviles, por lo que

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organizan sus familias en familias nucleares. Su sistema de filia-


ción es bilateral (los hijos son parientes tanto de la familia del
padre como de la madre) y su pauta de residencia es neolocal,
formando cada pareja un nuevo núcleo familiar independiente.
Su terminología de parentesco suele ser la denominada termi-
nología esquimal que es idéntica a la nuestra. Se organizan de
esta manera sociedades tan diversas como los bosquimanos o
los esquimales.
Sorprendentemente nuestra cultura postindustrial tiene
requerimientos infraestructurales parecidos a las sociedades de
cazadores-recolectores debido a la necesidad de movilidad
derivada de la necesidad de la búsqueda de empleos, y por lo
tanto también mantenemos familias nucleares fácilmente movi-
lizables, con las reglas de parentesco, terminología y pauta de
residencia posmarital referida.
En ecosistemas y condiciones tecnológicas donde la agri-
cultura es posible, el núcleo familiar se organiza en familias
extensas, frecuentemente de filiación unilineal (los hijos son
parientes de una rama, sea del padre o de la madre), con ter-
minologías de parentesco hawaiana o iroquesa, y pautas de
residencia ambilocales (la nueva familia reside en el hogar
paterno o materno), ya que estas sociedades necesitan garan-
tizar un grupo grande que permita intensificar la explotación y
asegurar la defensa.
En este tipo de sociedades, la patrilocalidad (nueva familia
se muda a hogar paterno, filiación será patrilineal) facilita la
cooperación militar entre hombres que se han criado juntos,
mientras que la matrilocalidad (la nueva familia se traslada al
hogar materno, implica reglas de filiación matrilineales) es más
ventajosa cuando los hombres han de ausentarse para expedi-
ciones comerciales o guerreras muy duraderas.

CONCLUSIONES
– Las formas en las que una cultura organiza su propia vida
doméstica son contempladas desde esa propia cultura
desde un punto de vista emic. Este punto de vista tiende
además a justificar y perpetuar el mantenimiento de las

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mismas mediante endoculturación. Desde un punto de


vista etic, sin embargo, la organización de la vida domés-
tica es en gran parte determinada por factores económi-
cos, ecológicos, tecnológicos, etc. que normalmente no
son tenidos en cuenta en el punto de vista emic.
– La forma en la que cada cultura organiza la vida doméstica
es extremadamente variable, y en cada caso define unos
parámetros que son considerados normales dentro de esa
cultura. En principio, ninguna de estos tipos de organiza-
ción es ni mejor ni más “natural” que otros.
– Cualquier desajuste que se observe en una cultura, inclu-
yendo pautas culturales que se asocien a psicopatología,
puede dar lugar a sufrimiento y malestar. Diferentes dis-
ciplinas del conocimiento estudian nuestra sociedad
para localizar las posibles fuentes de los conflictos que
generan este “malestar en la cultura”. Así, además de las
reflexiones que posibilita la antropología, desde el ámbito
filosófico se enuncian teorías que hacen posible cuestio-
nar de forma crítica el proceso de endoculturación
cuando éste perpetúa funcionamientos que generan
sufrimiento, y la sociología estudia los conflictos que sur-
gen entre diferentes grupos de una misma sociedad que
pueden pasar desapercibidos hasta que se expresan psi-
copatológicamente.
– Si se están observando diferentes pautas de organización
de la vida familiar (incluidas nuevas formas de crianza), y
además parecen asociarse a la aparición de psicopatolo-
gía, es necesario profundizar en el estudio de los factores
infraestructurales y estructurales que están cambiando
para provocar estas manifestaciones supraestructurales.
– Una perspectiva exclusivamente psicologizante de este
asunto podría contribuir a pasar por alto posibles causas
de estos conflictos que son más difíciles e incómodas de
abordar, pero que si no se hace se corre el riesgo de per-
petuar el problema que se pretendía resolver.

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