Contra Althusser

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CONTRA

ALTHUSSER

Ernest Mande!
Jean Marie Brohm
lean Marie Vincent
J. M. Poiron - Daniel Bensaíd
Catherine Colliot-Théléne
Alain Brossat-Denise Avenas
editorial madragora
Emest Mandel
Jean Marie Brohm
Jean Marie Vincent
J.M. Poiron-Daniel Bensaíd
Catherine Colliot-Théléne
Alain Brossat-Denise Avenas

CONTRA ALTHUSSER

Introducción Manuel Cruz

editorial
madrágora

bailón 35 ■■■
borcelana 10 ^B ^B ^B
© Union Genérale d’Editions, 1974
Título de la Ed. original: Contre Althusser
© Editorial Madrágora, 1975
Traductor: José Sarret Grau
Diseño de la cubierta: Enric Abad
Impreso en España - Printed in Spain
por Sololibros, S. A. Avda. José Antonio, 160
Barcelona - España
ISBN: 84-85235-01-0
Depósito Legal: B. 34.355-1975
NOTA A LA
EDICION ESPAÑOLA
El presente volumen recoge un conjunto de trabajos, apareci­
dos originalmente en diversas publicaciones francesas, que
tienen como denominador común el tema que tratan: Ahhus-
ser. Son dos las características que unifican a los diferentes
autores: la distancia crítica que adoptan frente a aquél, v la
perspectiva política —la de la IV Internacional— en la que lo­
dos ellos se sitúan.

En la presente edición hemos añadido —a modo de introduc­


ción— el trabajo de M. Cruz, "El concepto de repfN^ón en
Althusser", que hace intervenir, en la discusión, a autores per­
tenecientes (o más cercanos) a nuestro contexto cultural. Di­
cho trabajo, compartiendo con los demás la primera caracte­
rística —la distancia critica— se separa de ellos en la segun­
da. Creemos que esta diferencia, más que perjudicar la uni­
dad del volumen, enriquece, con otra perspectiva, et proyecto
común. Proyecto critico, por otra parte, de notoria actualidad
en el panorama actual de la problemática marxista, panorama
que el presente libro puede enriquecer, creemos, eficazmente.

LOS EDITORES.
El concepto de REVOTUCION en ALTHUSSER

INTRODUCCION

Manuel Cruz Rodríguez


1. Advertencias previas

Vayan por delante, antes de entrar en lo que es propiamente el


objeto de este trabajo, una serie de consideraciones previas.
1.1. En primer lugar, si he escogido este aspecto dentro de la
problemática althusseriana —por delante de problemas epistemo­
lógicos, metodológicos, etc., ha sido, entre otras razones, por el
íntimo convencimiento de que. en este momento, la cuestión de
más interés respecto a Althusser y sus discípulos es ver el juego
político que su teoría —de su práctica no cabe hablar— ha sido
capaz de dar. en qué medida todo su montaje teórico es capaz de
traducirse en propuestas concretas, en actitudes ante la práctica.
1.2. Para acercarme al concepto que intentaba detectar, he te­
nido que dar —parafraseando al mismo Althusser— un largo ro­
deo a través de otros conceptos —los de "clases" y "lucha de cla­
ses". esencialmente. Sólo a partir de ellos podía rastrearse el de
"revolución". De alguna forma puede parecer que este rodeo es
inútil en la medida en que, al final de él —y esto ya puede ade­
lantarse— es muy poco lo que se encuentra. Sin embargo, pienso
que esta impresión sería equivocada: si al final del rodeo se en­
cuentra el vacío teórico, la no-existencia (o la existencia “tenue")
del concepto de revolución, dicho rodeo lo que demuestra es la
necesidad del vacío, la imposibilidad de pensar dicho concepto
desde los supuestos de! althusserianismo, la necesidad de cam­
biar de terreno teórico.
1.3. Es de todo el mundo sabido que en Althusser existe un
hiato, una distancia casi insalvable, entre lo que es su montaje pu­
ramente especulativo y sus textos —los menos— directamente

9
políticos. No acaba de verse por otro lado, en qué medida, entre
ambos aspectos, puede existir una relación causa-efecto. De ah i
que, para cubrir este espacio, para tender un puente entre estas
dos dimensiones, haya recurrido a textos de autores en la linea al-
thusseriana que, en un intento sistematizador, han procurado cu­
brir esos huecos, dar una imagen global y armónica del proyecto
del francés.
Los textos que utilizaré serán los de Marta Harnecker
* y
E. Fioravanti.12 Más allá de la razón "sistemática" a la que aludia,
no oculto que el recurrir a estos autores encubre una doble finali­
dad. Por una parle, colaborar a acabar con esa actitud provinciana
—tan propia de nuestro colonizado contexto cultural— que "cele­
bra". “saluda", cualquier obra, cualquier trabajo, independiente­
mente de su calidad, por el solo hecho de haber sido realizado por
un autor nacional. Sin duda, no es esa la mejor forma de contri­
buir a dignificar nuestro panorama teórico. La mejor forma pasa
pro procurar, ya en la misma "práctica teórica", ser al máximo ri­
gurosos, críticos, exigentes. (Obviamente esto lo digo pensando en
Fioravanti. no en la chilena a la que. en este caso, no aludo). Por
otra parte, estos textos vienen a demostrar lo nocivo, lo escleroti-
zante. de las actitudes escolásticas. Sin minusvalorar para nada lo
que de pedagógico (y, por tanto, político) puedan tener dichos tra­
bajos no puede dejar de constatarse que. en ambos autores, el ex­
cesivo respeto, la estricta fidelidad a la terminología y categoriza-
ción althusserianas. funcionan como un lastre y les compromete
en los defectos y "tics" —que no son pocos— del francés.

2. El planteamiento en Marta Harnecker

2.1. Definición de las clases a través de los conceptos de Mo­


do de Producción, Formación Social y Coyunturas Políticas.
Es decir, a través, de tres de los conceptos fundamentales del
Materialismo Histórico tal como se lo plantea Althusser.
(Insistiendo en lo que decía hace un momento, el lector vera
que, sólo al aceptar esto, al establecer esta metodología, Marta
Harnecker queda hipotecada a Althusser en un doble aspecto. Por

1 Marta Harnecker. "Los conceptos elementales tlel materialismo histórico". México.


Ed. Siglo XXL 6 * edición 1971.
’ E. Fioravanti. "El concepto de modo de producción". Barcelona Ed. Península.
1972

10
un lado, conviene las clases en un "concepto a definir" (y, en
última instancia, "a construir"). Por otro lado, y como conse­
cuencia de lo anterior, acepta elaborar dicho concepto a través de
otros de un nivel epistemológico muy diverso. Puesto que no está
nada clara (por utilizar una expresión benévola) la relación exis­
tente entre el “objeto abstracto-formal" que es el Modo de Pro­
ducción y el "objeto real-concreto"3 que es la Formación Social.
Más difícil resultará entonces entender como pueden ser definidas
las clases a través de conceptos tan heterogéneos. ¿Podrán ser
consideradas como "objetos abstracto-formales” (?) a nivel de
Modo de Producción? ¿Y como "objetos real-concretos" a nivel
de Formación Social? ¿Es, entonces, el mismo concepto "desdo­
blado"?...)
Hablando a nivel de Modo de Producción, sin embargo, Marta
Harnecker plantea la relación entre dicho concepto y el de clase
social como la gran aportación de Marx al estudio de las clases y
de la lucha de clases ("El gran aporte del marxismo al estudio de
las clases sociales ha sido, precisamente, establecer esta rela­
ción").4 De ahi la definición: "Las clases sociales con grupos
antagónicos en que uno se apropia del trabajo del otro a causa del
lugar diferente que ocupan en la estructura económica de un modo
de producción determinado".3 Y dicho lugar está determinado, en
última instancia, por las relaciones de producción, esto es, por las
relaciones que dichos grupos mantienen con los medios de pro­
ducción (relaciones de propiedad o no-propiedad). Esto es lo más
importante (y Marta Harnecker lo subraya): que las clases se defi­
nen por su lugar en lo económico, y, aquí, por las relaciones de
producción. (Como se verá, probablemente está aqui la fuente de
las discrepancias M. Harnecker/Fioravanli (= Poulantzas). que
tendrá unas consecuencias en el plano político nada desdeñables).
Esto, por supuesto, no implica que los factores extraeconó­
micos no intervengan para hacer comprensibles las clases y sus
relaciones. Intervienen, y en según que modos de producción
—vgr.: el M. de P. Feudal— de forma fundamental. Sin embargo,
esto no altera para nada las afirmaciones anteriores. La "determi­
nación en última instancia por lo económico" es eso: en última

’ N. Poulantzas. "Poder Político y clases sociales en el estado capitalista ", trad


Florentino M. Torncr. México, lid. Siglo XXI. 1969. pg. 6.
' Mana Harnecker. ibid. pg. I SO.
instancia, y su reconocimiento no debe hacer temer —como teme
siempre Fioravanti— la caída en el economicismo.
En el M. de P. Capitalista sólo existen dos clases antagónicas:
la burguesía y el proletariado. El "problema de las tres clases"
lleva a Marta Hamecker a rozar la cuestión que en un paréntesis
anterior planteaba: ¿qué significa exactamente hablar de la exis­
tencia de una clase a nivel de modo de producción, si éste es un
“objeto abstracto-formal”? La “existencia” de la que aqui se ha­
bla no puede ser más que. por asi decirlo, una existencia "lógica",
y afirmar que en el M. P. C. sólo existen dos clases únicamente
puede significar que sólo son lógicamente necesarias dos clases.
Sin embargo la cosa no acaba aqui. Porque no es solamente
que Marta Hamecker defina las clases sociales a través de dos
conceptos de un nivel epistemológico diferente, sino que. además,
cada uno de ellos permite extraer determinaciones diferentes refe­
ridas a aquellas. Con lo que las preguntas anteriores podrían repe­
tirse ahora, complicadas: ¿Cómo pueden deducirse determinacio­
nes a partir de conceptos dispares? ¿Son determinaciones referi­
das a un mismo concepto o a conceptos distintos —las clases a
nivel de modo de producción y a nivel de formación social?
¿Serán, en un caso, "determinaciones a nivel abslracto-formal" y.
en otro, “determinaciones a nivel concreto-real"?
La cuestión puede no ser trivial, si se considera que las deter­
minaciones que se van a deducir tienen un interés político de pri­
mer orden. Así. el concepto de interés de clase, que es el deducido
en primer lugar. Puede ser de dos tipos: interés espontáneo inme­
diato e interés estratégico a largo plazo. Este último, que es el que
aqui puede tener más relevancia ("sólo los intereses estratégicos a
largo plazo representan los verdaderos intereses de clase”4) es
definido en los siguientes términos: "... los intereses estratégicos a
largo plazo son los intereses que surgen de la situación propia de
cada clase en la estructura económica de la sociedad"3 ¿De qué se
habla al hablar de “estructura económica" y de "sociedad"? Del
Modo de Producción, claro está. ¿Y qué es lo que surge de la "si­
tuación" de un concepto —las clases— en otro concepto —la es­
tructura económica de la sociedad? Y este surgimiento ¿qué
otra cosa puede ser sino "necesidad lógica"? Pero del interés de
clase, ¿puede decirse que es “lógicamente necesario"?
La segunda determinación deducida es la de conciencia de cla­
se. intimamente vinculada a la anterior ya que Marta Harnecker
afirma que "un individuo tiene conciencia de clase cuando está
consciente de sus verdaderos intereses de clase".8 Esta no nace
espontáneamente, y no debe ser confundida con instinto de clase.
Este último —tercera determinación— es la tendencia a reac­
cionar de una manera típica que una clase social posee por su si­
tuación objetiva dentro de la producción. Puede hablarse, por tan­
to. de “instinto de clase/prolelario" y de "instinto de clase peque-
ñoburgués”. etc. (Como hace Althusser1 en un contexto algo dife­
rente).
Si se abandona el nivel "abstracto del M. de P." y se “des­
ciende" al más “concreto" de la formación social, la primera ne­
cesidad que se impone es la de introducir un nuevo concepto.8 El
de estructura de clases, para poder pensar la articulación de las di­
ferentes clases y fracciones en los diferentes niveles de una forma­
ción social. En esta coexisten (o pueden coexistir) muy diversas
clases vinculadas en diferentes relaciones de producción. La clase
dominante en las relaciones de producción dominantes, lo es tam­
bién en la formación social.
En cualquier caso, sea cual sea el lugar que ocupe una clase
(dominante o subordinado) en la estructura. Marta Harnecker re­
conoce veladamente lo que yo algo más arriba apuntaba: que. de
alguna forma, las clases no son las mismas —o no se puede decir
lo mismo de ellas— si se desciende al nivel de una sociedad histó­
ricamente determinada, "...cada una de estas clases sufre modifi­
caciones al estar articulada a todas las demás y desempeñar un
papel dominante o subordinado en esta articulación".9
Y quizá la modificación más importante es la que se produce a
nivel político, donde "surge la necesidad de la intervención políti­
ca para reproducir las condiciones de explotación, cosa que for­
malmente, a nivel del modo de producción puro, parecía no
ser necesaria’.'10 (subrayado M. C.). Es importante dejar cons-

“ Muría Harnecker. ibid. pg 1X2.


’ I.. Althusser. "Para leer El Capital". trad casi de Marta Harnecker. México, cd. Si­
glo XXL 1969. pg 6
“ Acepto aquí, por no entrar en cuestiones de otro orden, la definición de concepto co­
mo "unidad de significación de un discurso científico" contrapuesta a la de nocion que se­
ria la "unidad de significación de un discurso ideológico" Vid M Castells y E de Ipola
"Metodología y Epistemología de las ciencias socales". Madrid. Ed Ayuso. 197 5. pg 142
“Marta Harnecker. op cíl . pg 1X4.
•"Marta Harnecker. ibid. pg 1X5.

13
lancia de la “aparición" de la necesidad de la intervención políti­
ca, en la medida en que, como examino más adelante, estas afir­
maciones pueden entrar en contradicción con lo que el mismo Al-
(husser expone en su Presentación a la obra de la Harnecker.
En cualquier caso, la introducción de la dimensión política no
hace a la autora perder de vista aquello que, en última instancia,
determina las clases: el nivel económico. Y es el dominio en éste
el que determina el dominio en la estructura social. En este senti­
do, la postura M. H. es muy precisa y ajustada, demostrando sa­
ber hacer uso del concepto de “sobredélcrminación" (cosa que no
sucede en Fioravanti).
A través del concepto de estructura de clase, cabe deducir dos
elementos diferentes. Por una parle, las clases de transición. Estas
aparecen a nivel de formación social tan solo. En palabras mismas
de Marta Harnecker: "la pequeña burguesía... no existe como cla­
se al nivel de modo de producción puro, sino que aparece como tal
a nivel de la formación social”.11 Hay por tanto, como puede ver­
se, dos tipos de "existencia" para las clases.
Por otra parte, y según el lugar ocupado en la estructura de
clase, se puede hablar de un segundo concepto deducido: el de
situación de clase. “Las clases se definen (sic) por su situación en
la estructura social".13 Parece innecesario resaltar las resonan­
cias estructuralislas de esta afirmación. (De la misma forma que la
constante y sistemática confusión entre lo "abstraclo-formal" y lo
“concreto-real" denuncia la incapacidad allhusseriana —herencia
inequívoca del peor estrucluralismo— para distinguir el plano
epistemológico del onlológico). Aunque quizá si valga la pena se­
ñalar que no queda muy claro cuales son los "títulos" de este
concepto, al que M. H. dedica muy poco espacio y que no acaba
de presentar ningún respaldo teórico. Parece más bien que intro­
duce este concepto como un “concepto-puente" entre "instinto de
clase” y “posición de clase”. Una especie de efecto retórico para
poder dar un cierto juego teórico/práctico a los conceptos defini­
dos a nivel de modo de producción.
Finalmente, al pasar al nivel más concreto, el de la coyuntura
política (o "momento actual"), surgen, a través de él. dos deter­
minaciones: la posición de clase y la fuerza social.
La posición de clase —o toma de partido por una clase en una
juntura política determinada— tiene su origen en la situación
'1 Mana Harnecker. ibid. pg IXX.
'•Mana Harnecker. ib>d. pg 1X9.

14
de clase. Esta “crea", por así decirlo, un instinto de clase, que es
el que hace que los miembros de esa clase lomen partido por
aquella a la que realmente pertenecen. Algo asi como:

situación de clase—> instinto de clase----------> posición de clase


l.l ।
(Formación Social) (Modo de Producción) (Coyuntura PoL)

Haría falla disponer de esos “Conceptos elementales del Ma­


terialismo Dialéctico" (que en la obra se anunciaban) para enten­
der, por un lado, cómo conceptos pueden "crear" (?) conceptos,
y, por otro, cómo un concepto definido a nivel de formación so­
cial —la "situación de clase"— puede engendrar un concepto de­
finido a nivel de modo de producción. (Porque ¿y si resulta que
estamos hablando de una fracción de clase que "no tiene existen­
cia" en el M. de P.? ¿Qué "instinto de clase" puede tener?). Por
eso afirmaba más arriba que el concepto de “situación de clase"
es algo asi como un “concepto-puente": porque, sin él, el instinto
de clase adquiere un carácter sospechosamente metafisico, fatal.
De esta otra forma consigue presentar un respaldo “real", y no
aparecer como “el-inslinlo-que-en-el-modelo-abstracto-formal-
le- correspondería - poseer ”,
La segunda determinación deducida a través del concepto de
coyuntura política es la de fuerza social. Las fuerzas sociales se­
rian algo asi como las clases en su tercer nivel de existencia:
cuando participan en la lucha política. Se introduce por tanto, la
distinción clase/fuerza social, justificada en un texto de la "madu-
M. de^P. F. S. Coyunl. Polit.

ración teórica de Marx".13


Con lo que, de alguna manera, podría esquematizarse todo lo
anteriormente expuesto en la forma que se muestra en la pág. 16.

2.2. La lucha de clases

“La coyuntura política es el 'momento actual' de la lucha


de clases en una formación social o sistema de formaciones socia-
” Vid. Loáis Allhusscr. ‘La revolución (cortea de Marx", irad. casi, de Mana llame
*
cker. México, Ld Siglo XXL 196K. pg. 25.

15
Nivel
abstracto-formal

concreto-real
les”.14 O, en un lenguaje más críptico, “la coyuntura, objeto de
la práctica política y lugar privilegiado en que se refleja la indi­
vidualidad histórica de una formación, es la situación concreta de
la lucha política de clases".15* Este es el nivel en el que. en el
planteamiento de M. H., tiene lugar la lucha de clases. Y ello por­
que. en la coyuntura política "Las relaciones sociales consisten en
prácticas de clase, situándose en ellas las clases sociales en oposi­
ciones: las clases sociales sólo pueden concebirse como prácticas
de clase, y esas prácticas existen en oposiciones que. en su uni­
dad. constituyen el campo de la lucha de clases".,B (Excep­
tuando este punto y el de la cuestión de las Tuerzas sociales", las
diferencias entre la Harnecker y Poulantzas. como se podrá ver.
son muy profundas). Aunque, por otra parte, afirmar que la lucha
de clases tiene lugar a nivel de coyuntura política no deja de ser
una perogrullada, teniendo en cuenta que a ésta la hemos definido
como el "momento actual" de aquella.
l a lucha de clases se da en los tres niveles de la estructura
social global. Hay. por tanto, una lucha económica, una lucha
ideológica y una lucha política. De estas tres dimensiones en las
que se manifiesta una misma lucha de clases cabe preguntarse cual
es la determinante. Aunque, de alguna forma, puede parecer que
la pregunta es innecesaria, ya que hemos llamado al marco, al te­
rreno en el que se desarrolla la lucha de clases, coyuntura política.
Además, la afirmación marxiana de que toda lucha de clases es
una lucha política parece hablar muy claro respecto a cual de los
tres niveles es el determinante.
Y. sin embargo. Marta Harnecker no acaba de aceptar abierta­
mente dicha determinación. Reconoce que “el enfrentamiento de­
finitivo de las clases antagónicas sólo se produce cuando la clase
oprimida pasa a cuestionar es sistema de poder que hace posible
su condición de explotación",17 esto es, "el sistema que permite
la reproducción de las clases antagónicas en cuanto tales"18 (sub­
rayado M. C.). Pero la reticencia es evidente: cuestionarse el siste­
ma de poder es condición necesaria ("sine qua non"), pero no su­
ficiente. para llegar al enfrentamiento definitivo.

14 Mana Harnecker. op ol . pg 152.


' N Ponlanlzav |>P vil pp I I I ■ I I 2.
N P.xilanl/ac. ibid. pg 100.
” Muría I lariK-ckcr. op vil. pg 206.
"María Harnecker. ibid. pg 207.

17
Dicha reticencia tiene unas resonancias allhusscrianas claras.
Althusser. al obviar, al esquivar el lugar de la práctica en sentido
Tuerte —y. en especial, de la práctica política— a base de calificar
a lo que podría llamarse simplemente “actividad", como “prácti­
ca”,18 se ve incapaz de dar cuenta de la lucha de clases. De alguna
manera, lo que le sucede a Marta Hamecker puede considerarse
análogo: es cuestión de que la política tenga/no-tenga un lugar
determinante. Para ello se introduce una artificiosa distinción
—del mejor estilo althusscriano — entre “la” política (la lucha de
clases en general) y “lo” político (la lucha política). A la lucha de
clases se la ha bautizado como "la política", pero luego no es tal.
porque resulta que engloba tanto lo político como lo no-politico.
Además, este juego de palabras tiene la cualidad suplementaria de
resolver aparentemente el problema de la determinación de uno de
los tres niveles. Para que nadie pueda acusar a M. H. de que su
lucha de clases "en general" no es más que la yuxtaposición de
tres luchas “en particular", es cuestión de llamar a una.de estas
(“interpelar", que diría Althusser) con el mismo nombre que
aquélla. Y nada más. Algo asi como: "si se llaman de la misma
manera, por algo será...”.
No es este el único punto que no queda claro en el plantea­
miento de la lucha de clases que M. H. presenta. Asi. vgr.. el
problema que Althusser llamaría "del papel del individuo en la
historia".20 aqui vuelve a aparecer. Si los hombres no son sujetos,
sino "soportes”, "portadores", ¿qué significa exactamente la lu­
cha de clases? Es decir ¿quien la protagoniza? ¿O es. por asi de­
cirlo. un combate "ciego"? Marta Hamecker no esquiva el plan­
tear el problema en los términos "clásicos": "Al afirmar el mar­
xismo (i. e. Althusser) que las clases son las portadores de deter­
minadas estructuras está rechazando toda concepción voluntarista
acerca de las clases sociales".21 Y se podría completar la frase
añadiendo "...para caer de lleno en una concepción determinista
de las mismas". ¿Qué otra cosa se puede seguir de definirlas co­
mo "efectos de la estructura social global sobre los individuos"?
Obviamente, no es la política lo que está en primer plano. Y
son las afirmaciones del principio del apartado sobre el terreno en

ei.límenle el npari.Klo ’H.il.mee ernieo"


Vid 1 Ahhuseer. "P-.ira leer...". iip eil. pp K
11 Mana Harnecker. <>p eil . pg 197.

18
que tiene lugar la lucha de clases —la coyuntura política— las
que confirman esto. Dejando aparte que incluso esc terreno es un
"falso terreno" —ya he mostrado cómo ni ahi en la política es
realmente determinante— ¿en nombre de qué, cómo se justifica el
haberle “encerrado" en ese terreno? Hablando de las característi­
cas de la clase capitalista en una formación social. M. H. dirá:
"En el nivel político, por ejemplo, surge la necesidad de la inter­
vención política para reproducir las condiciones de explotación,
cosa que formalmente, a nivel de modo de producción puro, pa­
recía no ser necesaria''12 (subrayado. M. C.). (Como ya mostra­
re más adelante, esto posiblemente entra en contradicción con las
afirmaciones —más “izquierdistas"— del último Althusser, el
cual, en la Presentación al libro de la chilena, afirma cosas tales
como que "la lucha de clases está... enraizada en la producción
misma", o "la lucha de clases propia de la sociedad capitalista es
consustancial con la sociedad capitalista".23)

2.3. La revolución y el partido político

A) No es anticipar demasiado adelantar que la diferencia fun­


damental entre M. Harnecker y Fioravanti en lo relativo al con­
cepto de revolución, es que mientras en la primera •—con todas las
salvedades que quepa hacer— dicho concepto es posible, en el se­
gundo. por el contrario, es impensable, imposible —como con­
secuencia, por supuesto, de las premisas que él mismo ha sentado
previamente.
De entrada, hay un dato, sintomático, que vale la pena subra­
yar: el apartado 5 del capitulo VIH, dedicado al concepto de tran­
sición, es. en palabras de la misma autora, "uno de los más débi­
les del libro”.24 No es casualidad. Es aqui. en el interior de este
apartado, donde va a tener cabida el concepto de revolución.
La transición debe entenderse como el paso de un modo de
producción a otro. O. precisando, el reemplazo de las antiguas re­
laciones de producción por otras nuevas, adecuadas al desarrollo
actual de las fuerzas productivas. Proceso que tiene lugar de forma
espontánea sólo hasta un cierto limite. Las clases dominantes en
las viejas relaciones de producción las defienden y hacen inlerve-
'» Murta Harnecker. <bid. pg. 1X5.
” 1 Allhusser. 'I’rcseiil.icion". en M.in.i Il.irncckcr. <>p cu XIV-XV.
'•María Harnecker. ihid. pg 155.

19
nir su poder —el Aparato (represivo) de Estado y los Aparatos
Ideológicos de Estado que controlan— en dicha defensa.
Es en este contexto —descrito, como puede verse, en términos
"clásicos"— en el que cuadra hablar de la revolución. "A través
de la lucha de clases, de la revolución, es como es posible destruir
el poder de las antiguas clases dominantes y sus consecuencias
económicas".25 Por supuesto que esa "transición" sólo puede te­
ner lugar en el seno de una formación social determinada —que
es. con todas las reticencias que se quieran, lo único "real". Co­
mo que en ella coexisten diferentes relaciones de producción, la
transición significará un cambio de dominancia: "una de las rela­
ciones de producción hasta entonces subordinada empieza a ad­
quirir un papel cada vez más importante hasta que llega a consti­
tuirse en la relación de producción dominante a nivel de la es­
tructura económica".28
Todo este proceso, como decía hace un momento, sólo puede
tener lugar haciendo intervenir la acción política. La transición
del capitalismo al socialismo —que.es. naturalmente, lo que aqui
me ocupa— no puede producirse de forma espontánea —a dife­
rencia. vgr.. de la transición feudalismo-capitalismo. En este caso,
lo primero que se establece son las relaciones juridico-politicas. Y
esto sólo puede conseguirse a través de una revolución que dé el
poder político a la única clase que puede acabar con las antiguas
relaciones de producción: la clase obrera. “El proceso conscien­
te y violento de destrucción de las antiguas relaciones de pro­
ducción, esto es. la revolución, es la ley general que caracteriza el
cambio de dominación de la relación de producción por otra en
una formación social determinada"27 (subrayado M. C.). (Sin em­
bargo. nótese que este planteamiento, esencialmente correcto, so­
bre todo en lo relativo a la necesidad de la existencia de unas de­
terminadas condiciones objetivas previas, olvida la más mínima
referencia —imprescindible teniendo en cuenta, sobre todo, los
lectores en los que piensa la autora— a la teoría leninista del "es­
labón más débil"). La acción política revolucionaria, pues, llega
un momento en que se adelanta a las relaciones de producción:
"el proceso espontáneo del desarrollo social, preparado a nivel de
la infraestructura, es reemplazado por la actividad consciente de
las masas guiadas por la clase más interesada en romper con
’-'Mana H.inx-ckcr. >hij. pg 156.
•"María Harnccker. ibid. pg 157.
” María H.irneckcr. loe. eil.

20
el antiguo sistema"2* (subrayado M. C.). Todo lo cual lleva a
plantearse el segundo aspecto que se anunciaba en el título del
apartado: el partido político.
B) En sentido estricto, puede afirmarse que esta cuestión del
partido político. Marta Harnecker nunca la encara abiertamente.
Ella habla —según las ocasiones—. de "partido de la clase obre­
ra". de “partido revolucionario", de "partido marxisla-leninista",
etc. Por el contrario, nunca aparece la expresión "partido comu­
nista". Y no parece estar pensando en ninguno de ellos —en nin­
guno de los "oficiales", se entiende— cuando, hablando de las
formas de la lucha de clases, sugiere como tales "En el frente
ideológico: publicaciones, emisiones de radio y televisión de
orientación revolucionaria: utilización revolucionaria de las
concentraciones políticas y campañas electorales, etc."29 (subra­
yado M. C ). Sin embargo, nunca llega a precisar exactamente sus
posturas en este terreno. Lo cual no deja de contactarla —una vez
más— con Allhusser. De ella cabria decir lo que Ranciere afirma,
a propósito del francés, en su último libro: “Aqui está también el
secreto de la dialéctica de los marxistas de salón. Úna vez que han
definido doctamente la necesidad para la clase obrera de organi­
zarse. el "papel dirigente" de la clase obrera, de su Partido, de la
ideología proletaria, etc., ellos son perfectamente libres de encar­
nar o no estas abstracciones en tal realidad empírica. Es así como
el teórico "comunista" o sus colegas "marxistas-leninistas" pue­
den justificar por el mismo discurso —susceptible de justificar lo
que sea— posiciones políticas diferentes".30 Confirmando esto,
no deja de ser significativo que en los apartados más directamente
políticos del libro de la chilena, las citas de Allhusser escaseen y
prácticamente sólo aparezcan referencias de los clásicos. Esto
vendría a ratificar la critica de Aron, cuando denunciaba31 la ine­
xistencia de una teoría del partido político dentro de la obra del
francés.
Con todo, seria injusto silenciar que Marta Harnecker dice al­
go más acerca del papel de esc "partido revolucionario". Algo
más no exento —incluso ello— de reticencias y vacilaciones. Asi.

'"María HariK'cker. ibid. pg. 156.


"Mana Harnecker. ibid. pg 20«.
Jacqucs Ranciere. "la legón d'Ahhusscr". Pane. Gallimard 1974. pg 52.
” Raymond Aron. "I ex marxismes nnaginaires". París. Gallimard. 1970 < Hay
los marxismos imaginarios"!.

21
al hablar de las formas de la lucha de clases, reproduce un lexto
de Lcnin acerca de los dos principios leóricos fundamentales para
examinar esta cuestión: no ligar el movimiento a una sola forma
determinada de lucha, aceptando y potenciando las que puedan
surgir en el transcurso de la lucha de clases, por una parte, y con­
siderar esta cuestión (de las formas de lucha) desde un punto de
vista absolutamente histórico. Parece evidente que este texto no
deja muy claro cual es el papel del partido de la clase obrera
—porque no es de lo que se está tratando—, y, sobre lodo —mal
interpretado— puede dar pie a posturas espontaneistas. Marta
Harnecker se anticipa a ese posible reproche, y asigna al "partido
marxista-leninista" la función de "determinar en cada momento
cual es la forma de lucha que debe ocupar el papel principal, y
como deben subordinarse las otras formas a la forma principal".32
Sin embargo, lo que me hacia decir más arriba que estas afirma­
ciones no están exentas de vacilaciones, es el hecho de que el
párrafo siguiente no "se sigue" del anterior. Este parece haberse
añadido con posterioridad, puesto que aquel comienza diciendo
"Pero un partido marxista-leninista no debe limitarse a seguir las
formas de luchas que aparecen espontáneamente en las masas
trabajadoras (?)...".33
Muy poco "partido", como se ve, puede sacarse de estas con­
sideraciones tan "escurridizas" acerca del partido político. E- in­
cluso más adelante —en el apartado "estrategia y táctica en la lu­
cha de clases"— dichas consideraciones se convierten de escurri­
dizas en vulgares —otro punto más que le conecta a Althusser:
recuérdese su "Reponse a John Lewis". No cabe considerar de
otra manera afirmaciones —en cursiva en el lexto— como "sin
participación de las masas no hay revolución" o "Es... en la lucha
y no en las declaraciones donde se reconoce la verdadera vanguar­
dia revolucionaria".34 De ahi que. al tener que plantear la cues­
tión de las condiciones subjetivas necesarias para que la revolu­
ción social se lleve a efecto, M. H. no encuentre forma de dar
cuenta del problema. Y asi. recurre a un texto de Lenin, en el que
se habla de la capacidad que ha de tener la clase revolucionaria
para realizar acciones de masas vigorosas, etc., como cambio sub-

op vil . pg 209.

22
jelivo necesario.35 Pero esta consideración, aquí, es absolutamente
falaz. No es ese el problema. El problema es de dónde sale esa ca­
pacidad. Paradójicamente, es en este caso Althusser el que mejor
responde a la cuestión —en un texto del año 62 ("Contradicción
y sobredeterminación"), sólo parcialmente citado por la autora.
"Lenin no se equivocó al discernir en esta situación excepcional y
‘sin salida’ (para las clases dirigentes), las condiciones objetivas
de la revolución en Rusia, y al forjar, en ese partido comunista
que fue una cadena sin eslabón débil, las condiciones subjetivas,
el medio de asalto decisivo contra esc eslabón débil de la cadena
imperialista"39 (subrayado M. C.).
De alguna forma. Marta Harnecker demuestra estar presa de
su planteamiento anterior: si instinto de clase + situación de cla­
se = conciencia de clase, el problema del partido político queda
obviado. Esto la autora lo ve, y es precisamente lo que le hace re­
conocer —con reticencias: "porque interfiere la ideología domi­
nante"—37 la necesidad de dicho partido. Olvidando la afirma­
ción clásica de que la clase obrera, por si misma —si se la aban­
dona a su instinto— a lo máximo que llega es a posturas sindica­
listas. trade-unionistas.
Culminación de esta enorme ceremonia de la confusión puesta
en marcha por M. H. es el siguiente párrafo, que no me resisto a
dejar de transcribir: "... estas condiciones objetivas y subjetivas
que eran para Lenin las condiciones necesarias para que la insu­
rrección general triunfara, no pueden ser usadas, por lo tanto, co­
mo criterio para determinar el momento en que debe comenzar
una guerra popular prolongada (sic) que tiene como uno de sus
objetivos, justamente, crear las condiciones de la revolución so­
cial".39

23
3. El planteamiento en Fioravanti (Poulantzas)

3.1. ¿Desde dónde se explican las clases?

Es. sin duda, en la respuesta a esta pregunta donde hallamos


la explicación de la caracterización de las clases sociales que hace
Fioravanti. y desde donde, asimismo, podemos entender hasta qué
punto sus conclusiones políticas son consecuencia lógica del plan­
teamiento previo que ¿I ha hecho de la cuestión.
Marta Harnecker39 considera como el punto nodal estratégico
de los errores teóricos de Poulantzas (que son los de Fioravanti)
acerca del concepto de clases sociales, la caracterización que aquél
hace del modo de producción. O. más exactamente, de lo que sea
la matriz del M. de P. "Lo que distingue... un modo de produc­
ción. y que. por consiguiente, especifica un modo de producción,
es esa forma particular de articulación que mantienen sus ni­
veles: es lo que en adelante se designará con la palabra matriz
de un modo de producción".40 Ya en este punto puede detectarse
cuál es la obsesión teórica de Poulantzas-Fioravanti: el miedo a
caer en el economicismo. Para esquivarlo, es cuestión de. ya en el
nivel más abstracto (el del modo de producción), explicar, no des­
de la economía, sino, hipostasiando. desde la "articulación".
Aunque esto, obviamente, no resuelve nada. La misma arti­
culación. a su vez. debe ser explicada. Decir que ella es la matriz
del M. de P. no es. a lo sumo, más que una redundancia. De ahí
que. más adelante.41 Poulantzas se vea forzado a reconocer que las
relaciones de producción (propiedad, apropiación real) son las que
determinan el tipo de articulación de los niveles del modo de pro­
ducción.
Sin embargo, reconocer esto no significa aceptar la determina­
ción de lo económico porque —y este es el punto que M. Har­
necker no ve— las relaciones de producción son. aqui. entendidas
de una forma peculiar. Y es en este punto donde el texto de
Fioravanti resulta especialmente esclarecedor.
Para empezar, quede constancia de algunas perplejidades: La
primera, y quizá menos importante, es el extremado "paralelis­
mo" (por utilizar un término suave) que en muchos capítulos se
advierte entre la obra de la Harnecker y la de Fioravanti. La se-
”Muría H.iriK-cker. ibid. pp 143-144. ñola 10.

24
gunda es la increíble confusión enire “proceso de producción"
y "proceso de trabajo”. Dice el autor en un apañado titula­
do "definición de proceso de producción o (sic) proceso de
trabajo": “Llamaremos producción en general o práctica eco­
nómica a todo proceso de transformación de un elemento de­
terminado —natural o ya trabajado previamente— en un pro­
ducto determinado, transformación que se efectúa mediante una
actividad humana determinada, utilizando determinados instru­
mentos o útiles de trabajo".42 Esta definición, que valdría para el
proceso de trabajo, no vale para el proceso de producción, en la
medida en que no tiene en cuenta un elemento fundamental: las
relaciones de producción. Mal podrá dar cuenta de ellas
Fioravanti si, al tener que definir la producción, se las olvida.
Esta confusión da pie a confusiones ulteriores. Y asi, cuando
entre propiamente en el tema (de las relaciones de producción)
confundirá la cooperación —que se establece a nivel de proceso
de trabajo— con la colaboración —que se da a nivel de proceso
de producción—. Para él, las relaciones de cooperación reciproca
"son las que se establecen cuando existe una posesión social de
los medios de producción y ningún sector de la sociedad vive de la
explotación de otro".43 Un caso seria la "cooperación compleja",
la cual "se establece sobre la base de la división técnica del traba­
jo (en los trabajos agrícolas de los pueblos primitivos, unos aran
la tierra, otros siembran, etc.)".44 Ahora bien, es claro que la
"cooperación compleja", tal como la define Fioravanti, no implica
forzosamente posesión social de los medios de producción. Asi. en
la gran industria capitalista se da la cooperación sobre la base de
una división técnica del trabajo (en la cadena productiva), sin que
ello implique en absoluto ningún tipo de colaboración, de pro­
piedad social de los medios de producción.
En cualquier caso, si antes afirmaba que aquí las relaciones de
producción son entendidas de una forma peculiar, es porque, en
ellas. Fioravanti separa las relaciones de posesión (nivel
económico) y las relaciones de propiedad (nivel juridico-polilico).
Con esto, las relaciones de producción se hacen “estallar", deben
ser entendidas desde dos niveles a la vez. No se puede ya afirmar
que la estructura social está unificada por las relaciones de pro-

25
ducción, porque estas, a su vez. están "dispersas" en el nivel
económico y el juridico-polilico. Solo cabe hablar, entonces, de
unidad debida a la “articulación de los niveles", etc.
Poco importa que. para llegar aqui, el autor incurra rn inter­
pretaciones erróneas de conceptos elementales. Lo importante pa­
ra él es conseguir salvar la idea de la articulación y rehuir el fan­
tasma del cconomicismo. Aunque para ello deba poner un signo
igual entre "relaciones de posesión” y "relaciones técnicas de
producción", o afirmar que sólo las relaciones de propiedad son
relaciones de clase (¿por qué le niega este carácter a las rela­
ciones de posesión?).
En realidad, lodo el cap. III —"Las relaciones de produc­
ción"— es una muestra clarísima de violentación sistemática del
discurso, a fin de acceder a unas conclusiones fijadas de antema­
no. Y esto es palpable desde el principio, en que saca a colación
una cita de Marx en la que textualmente se afirma: “El conjun­
to de las relaciones de producción constituyen la estructura
económica de la sociedad, la base concreta sobre la cual se ele­
va una superestructura jurídica y política...".4® Cita que, obvia­
mente. no favorece a Fioravanti. Sin embargo, con un tesón digno
de mejor suerte, no tiene el más minirpo reparo en contradecir la
cita que él mismo ha colocado y afirmar que las relaciones de pro­
ducción también deben ser consideradas a nivel jurídico (!).
Para poder, de alguna forma, respaldar esta tesis (nada
marxisla. como puede verse), es cuestión de obviar los aspectos
más conflictivos. Y asi. más adelante, se da por supuesto que las
relaciones de propiedad implican propiedad real, que los propieta­
rios jurídicos son. automáticamente, propietarios reales ("aquellos
que disponen de los medios fundamentales de producción"). Todo
ello con una finalidad muy clara: es cuestión de subrayar la im­
portancia del derecho de propiedad —soslayando la
cuestión de la propiedad real— para asi poder definir exhausti­
vamente las relaciones sociales de producción a nivel juridico-
polilico. Asimilando propiedad real a propiedad jurídica se esca­
motea la realidad de que la propiedad jurídica "per se" no tiene
ningún valor. ¿Qué puede querer decir ("sensu estriclu") "rela­
ciones de producción (sic) a nivel juridico-polilico"? ¿Acaso
existe alguna "producción juridico-politica"? Marx, mal que le
pese a Fioravanti. dejó las cosas muy claras...
*'■ M.irx .ipud lioniv.inn. ibid. pg 45

26
A partir de aquí, lodo es posible. Incluso afirmar que "las re­
laciones sociales de producción son las relaciones de propiedad y
de no propiedad que los agentes de la producción establecen
con los medios de producción"
** (subrayado M. C.). para, a
reglón seguido —y esta vez acertadamente— definirlas como las
relaciones de los agentes entre si. O también puede suceder que,
después, de afirmar que “Relaciones de posesión = Relaciones
técnicas de producción = Relaciones de apropiación real (es la
apropiación o no apropiación de los medios de producción por el
productor en el proceso de trabajo. Nos referimos al exclusivo ni­
vel económico)", se diga "En conclusión (sic), tenemos: a) A ni­
vel económico: la apropiación del plus trabajo por el capital" (!).
cosa que. como se ve. no es conclusión de nada. Un sentido de la
inferencia realmente critico el de Fioravanti.

3.2. Definición de las clases

A partir de lo anterior, cabe intentar ver qué concepto de cla­


ses sociales puede manejarse aqui. Naturalmente, será un concepto
en relación con el de "relaciones de producción". Al igual que
éste, va a participar de una misma dispersión, de una misma am­
bigüedad. en absoluto exenta de efectos políticos.
Afirma Fioravanti: "Para Marx y Engels... la palabra "clase"
definía a un cierto estamento social con respecto al conjunto de la
sociedad e incluía en si el papel conservador o revolucionario que
correspondía a ese estamento".47 Las clases, pues, no se definen
sólo por su lugar en lo económico, sino que. además, incluyen en
su definición la dimensión política (revolucionaria o conservado­
ra).
Como se verá, esta actitud frente a las clases es extremada­
mente coherente con lo que anteriormente afirmaba Fioravanti
respecto a la matriz del modo de producción y las relaciones de
producción. Una vez más. la obsesión del autor, es evitar el eco-
nomicismo. De ahi que afirme: "El concepto de clase social, en la
interpretación de Marx, no está referido exclusivamente a la es­
tructura económica de la formación social, sino, por el contrario,
al conjunto de estructuras y a las interrelaciones que existen entre
eflas '.48 Lo que significa que el estudio de las clases remite a la
consideración de las relaciones de producción, tanto desde el pun­
to de vista económico, como juridico-polilico. o ideológico. La
dispersión que antes denunciaba respecto a las relaciones de pro­
ducción. es perfectamente aplicable ahora al concepto de ‘‘clase
social".
Este es. sin duda, el lugar de la diferencia. Por lo demás, las
correspondencias entre Fioravanti y M. Hamecker son frecuentísi­
mas. Sin embargo, hay un punto en el que constantemente se in­
siste: las clases sociales —"agrupaciones de individuos anta­
gónicos" (sic). en expresión del autor— se presentan siempre co­
mo el efecto de la articulación de las estructuras económica,
polilico-juridica e ideológica".49 Articulación, por otra parte, cuya
especificidad nunca acaba de verse en qué consiste.
Fioravanli ha sustituido, en parle, la fidelidad a Althusser
—que se veia en la Harneckcr— por la fidelidad a Poulanlzas.
Asi (y valga como muestra), al igual que.este incurre en el error
de pensar la formación social como una simple combinación de
modos de producción. Para Fioravanti una formación social “es
una combinación particular, especifica, de varios modos de pro­
ducción puros. La formación social constituye por si misma una
unidad compleja en la cuál domina un cierto modo de producción,
que imprime el carácter, sobre otros".40 Dicho con otras palabras
—las de Poulantzas—-. “una sociedad concreta en un momento
dado —una formación social— está compuesta de varios modos y
formas de producción, que coexisten de forma combinada".41 La
misma subordinación se encuentra por lo que respecta al concepto
de clase social.
Para reforzar estos puntos de vista, el español evita el penetrar
en la cuestión del interés de clase, la conciencia de clase o el ins­
tinto de clase, cosa que. sin duda, le llevaría a conclusiones
"inoportunas". En lugar de ello, alude al problema de la aristo­
cracia obrera, para poder asi insistir en la necesidad de recurrir a
criterios políticos e ideológicos "puesto que los simples análisis

” I loravami. ibid. pg 215.


*'l loravami. ih<d. pg 239
'"Fioravanli. ibid. pg. 20.
11 N. Poulamzas. "I es elasses mkiuIcs". "I 'honiine el la socieie". n " 24 25. pg
(Hay irad casi a careo de Carlos Díaz, con vi mulo ■ ( lases sociales y alianzas por el po
der”. en ZYX).

28
económicos nos conducirían, de una forma errada, a incluir la
aristocracia obrera en la clase obrera" (!).“
Este planteamiento (que. como se verá en el apartado siguien­
te. lleva a conclusiones políticas equivocadas) se presenta como
un planteamiento "de izquierdas", "revolucionario": "En la so­
ciedad actual tienden a uniformarse los salarios; y por esta razón,
para hacer un correcto análisis de clase, es preciso recurrir a crite­
rios ideológicos y políticos, criterios que se definen por la forma
en que participan los miembros de la sociedad en la lucha de
clases".53 Afortunadamente, la experiencia ha ido mostrando que
las exhortaciones crispadas a la lucha de clases funcionan como
pantalla —en los intelectuales separados de la autentica práctica
transformadora de la realidad— que intenta ocultar —en vano—
el teoricismo y las contradicciones personales.
Porque sucede que. detrás de esta actitud "izquierdista", ni
tan siquiera hay un planteamiento político claro. Porque mientras
Marta Harnecker afirmaba: "Una clase que. por su situación en
la estructura económica, domina en la estructura de clase de
una formación social determinada, puede abandonar el poder
político a otra clase para conservar el dominio en la estructura
económica, lo que a su vez determina su dominio en la estruc­
tura social"
** (subrayado M. C.). Fioravanti rehuye encarar esta
cuestión —directamente política— y se limita a hablar de la clase
"realmente" (?) dominante, o a decir que "El lugar especifico que
ocupa la clase burguesa en la estructura de clase determina el ca­
rácter de su intervención en el nivel político".55 Lo que equivale a
no decir nada. Porque ¿que significa “realmente" dominante en la
particular onlologia de Fioravanti? ¿que se quiere decir con lo de
“el fugar especifico en la estructura de clase", si estas definen a
los tres niveles —económico, juridico-polilico e ideológico?
Realmente. Fioravanti no consigue evitar al lector una sensa­
ción de profundo desconcierto, reflejo claro de las contradicciones
teóricas en las que se halla inmerso. Y para intentar, de alguna
forma, dar salida a estas contradicciones, se ve obligado a inser­
tar. al lado de afirmaciones del estilo de las que he mostrado,
definiciones que caen dentro de la más exquisita ortodoxia. Vgr.-.

1,1 Fioravanii. op. cil.. pg 243.


” Fioravanii. ibid. pg. 246.
54 M. Harnecker. op. cil. pg 186.
Fioravanii. op cil.. pg. 248.

29
“La situación de dase depende de las relaciones que los grupos es­
tablecen con los medios de producción, relaciones en las cuales
intervienen (sic) elementos de la superestructura juridico-politica
o ideológica. Las clases sociales son, pues, el efecto de diferentes
niveles de determinación y dependen, en última instancia de su
situación en la estructura económica"™ (subrayado M. C.).
Inobjetable.
Aunque ello no debe hacer olvidar que todo el planteamiento
anterior, en función del cual —y esto es lo importante— va a
extraer las conclusiones políticas, difiere del que podría suponerse
por esta cita. Para Poulantzas-Fioravanti. las clases se definen a
través de tres niveles, cuya articulación es un fin en si misma y
que no es explicada. En definitiva, se definen a través de tres ni­
veles yuxtapuestos. No se olvide esto, pues es lo que permitirá
entender —dentro de lo que cabe— las particulares concepciones
de Fioravanti respecto a la lucha de clases y el partido político.

3.3. La lucha (?) de clases y el partido político

Al entrar en el análisis de la coyuntura política —espa­


cio en el que se desarrolla la lucha de clases— Fioravanti
aplica en las prácticas de clase los criterios que. a un nivel más
general, acabo de mostrar. De esta forma, al hablar de la
posición de dase —recuérdese: “toma de partido" por una clase
en una coyuntura política determinada—. no podrá extraer de
aquellos más que actitudes relativistas. O quizás es que es ése
su interés. No deja de ser muy significativo que en vez de aplicar
el concepto a las dos clases antagónicas de la sociedad capitalista,
se preocupe únicamente por los casos de alguna forma "excep­
cionales". No es descubrir nada nuevo señalar la actitud contra­
dictoria de la aristocracia obrera, o denunciar las vacilaciones de
la pequeña burguesía. Todo ello es cieno, de acuerdo. Pero no es
suficiente como para concluir; a partir de ahi, que "La posición de
clase de un grupo social no es siempre la misma y depende de la
coyuntura política".57 Existe una situación de clase —poco volu­
ble. por lo general— que es la que determina, en lo esencial, la
toma de partido.

Fioravanti. ibid. pg 249.


” Fioravanti. ibid. pg. 251.

30
Sin embargo, a Fioravanti le interesa anticipar estas ideas, en
la medida en que, en su particular análisis, las posiciones de la
clase obrera, su práctica política en la formación social neocapi-
talista, demuestran que ya no es la clase llamada a subvertir el or­
den burgués. En este sentido, lo que no se le puede negar al autor
es una profunda coherencia entre sus afirmaciones teóricas más
generales —acerca del modo de producción, de las relaciones de
producción, etc.— y las conclusiones político-organizativas que
de ellas extrae. Conclusiones que, para ser honesto, se ha de reco­
nocer que Marta Harnecker o Althusser no comparten. Son más
bien la hipoteca personal de Fioravanti respecto a Poulantzas. (No
deja de ser muy significativo que el español apenas dedique espa­
cio al concepto de "fuerza social" —el menos “poulantziano").
Obviamente, ello comportará que la lucha de clases va a ser en­
tendida de una forma peculiar. De entrada, las relaciones explota-
dor/cxplolado se desplazan de una formación social concreta y se
sitúan en otro nivel: "las relaciones entre clases que existían en
tiempo de Marx se han transformado y han pasado fundamental­
mente a convertirse en relaciones entre países desarrollados y
*
Tercer Mundo". 8 Este tesis —profundamente conflictiva, como
es sabido— sirve para desplazar el problema y abrir una cuestión
nueva: ¿cuáles son, entonces, las relaciones de clase en el seno de
los "países desarrollados"?
La respuesta no se hace esperar: "en el interior de un país de­
sarrollado ha de plantearse el problema de forma muy diferente y
sustituir las relaciones de clases y e! concepto de explotación por
relaciones de alienación"
* 9 (subrayado M. C.). Si previamente
las clases no se han definido, en lo básico, por su lugar en la pro­
ducción, sino por su situación en los tres niveles, no hay ningún
inconveniente en plantear ahora la relación entre ellas a nivel su-
praestructural. poniendo en primer plano la integración cultural e
ideológica.
Aunque esto no obvia, por supuesto, la necesidad de explicar
qué cambios se han sucedido a nivel de infraestructura económica.
En este terreno. Fioravanti no consigue disimular las influencias
de las ideologías imperantes en Mayo del 68. Concede gran im­
portancia al consumo —por encima de la producción— y afirma
que "La técnica y el automatismo conducen a un dominio más

Fioravanli. ibid. pg. 257.


” l'ioravanli. loe til.

31
intensivo de las fuerzas productivas sobre las relaciones de
producción, dominio que desborda las relaciones sociales dán­
doles una forma bien distinta"90 (subrayado M. C.).
Dejando aparle el posible peligro de lecnocralismo —que no
creo que Fioravanti evite— y sus consecuencias teórico-politicas
(equiparación de sociedades con un mismo grado de desarrollo de
sus Tuerzas productivas, sin tener en cuenta sus diferentes rela­
ciones de producción), lo que si es cierto es que la afirmación an­
terior pone muy directamente en cuestión el papel revolucionario
de la clase obrera, y apunta cuál es. en su planteamiento, la nueva
clase llamada a dirigir el tránsito a un nuevo modo de producción.
La estructura social, en este esquema, adquiere unos nuevos
perfiles, y se han de buscar unos nuevos criterios de clasificación.
“El problema no debe. pues, plantearse a nivel de explotación, si­
no a nivel de integración. Deduciremos que la sociedad deberá es­
tructurarse. si queremos intentar analizarla con un cieno rigor
(!). en un país desarrollado, en individuos integrados y no in­
tegrados en el sistema. La aceptación o el rechazo de los su­
puestos del sistema han de ser los criterios fundamentales pa­
ra una nueva estructuración social"01 (subrayado M. C.). Fran­
camente. no parecen unos criterios muy operativos, sobre todo si
para definir la integración tan sólo se afirma que ésta "supone el
aceptar los presupuestos económicos, políticos o ideológicos de la
sociedad".62
Si la contradicción ya no es capital/trabajo, sino integra­
ción/rechazo, el antiguo planteamiento que enfrentaba a dos cla­
ses antagónicas (burguesía y proletariado) ya no valdrá, en cuanto
dicho enfrentamiento venia dado por su lugar en la producción.
Fioravanti no puede ser más claro: "En cuanto a la lucha de cla­
ses, no hay más remedio que negarla si se la considera como la
forma de movimiento social que existía en las sociedades en vía de
industrialización"63 (subrayado M. C.). Las cosas ahora son dife­
rentes. ya no existe una "clase pobre", como en el siglo XIX (co­
mo si el carácter polencialmcnle revolucionario de clase obrera
dependiera de su nivel de consumo, y no de su lugar en la produc­
ción; para más sarcasmo, el autor presenta estas “aportaciones"
como los primeros pasos de una "nueva era" dentro del marxis-
f loravanu. ibid. pg 25K.

l-'ioravanii. ibid. pg 251).


Kioravailli. ibid. pg 260.

32
mb. "una era de renovación, de creación y de análisis cien-
tinco").84 La nueva clase dominante se define por el conoci­
miento, por su nivel de educación, y esto hace que su dominación
no tome la forma de explotación —como cuando dicha clase se
definía por la propiedad—, sino de alienación.
Fioravanti —que en esta parte sigue (junto por punto a
A. Touraine— no explica qué uso del término “alienación" está
aceptando. Cuestión nada trivial si se considera que, en el trans­
curso de la obra de Marx, cabe diferenciar cuanto menos tres
usos distintos del término.65 Lo único que afirma es que "Se tra­
ta... de una relación social (?) más que de una relación eco­
nómica".88 Desde luego, no se puede decir que sea echar mucha
luz sobre el problema.
En cualquier caso, lo indudable es que el conflicto social debe
ser definido de una nueva forma. No se trata de riqueza —que ya
no define a la nueva clase dominante— sino de conocimiento. Lo
que está en juego es la información, porque ésta significa acceso a
la decisión. Y es evidente, entonces, que la lucha revolucionaria
no puede ser llevada por la clase obrera —que se define, precisa­
mente, por su separación de la información y, en consecuencia, de
la decisión. El único sector en condiciones de hacerlo es el forma­
do por "elementos más resistentes inleleclualmenle" = "los de-
tenlores de la competencia científica y técnica" (Touraine). De
ahí, que, al plantear la necesidad de formas, nuevas de la lucha de
clases, Fioravanti conceda especial importancia a los movimien­
tos estudiantiles, en.la medida en que son los estudiantes esos fu­
turos detentores de los que hablaba Touraine (altos técnicos,
científicos integrados en la producción, etc.).
Prescindiendo por un momento de los errores teóricos de las
premisas, que son las que permiten extraer estas conclusiones,
dentro de ellas hay un punto que merece interés y que permite
empalmar con el segundo aspecto que se loca en este apartado: el
partido político. Fioravanti, después de hablar de la necesidad de
formas nuevas de la lucha de clases, cambia de terreno, y rehuye
el plantear lo que posiblemente seria la cuestión principal: todo
eso ¿cómo se hace? ¿necesitarían esos nuevos sectores revolu-

f-ioravanli. ibid. pg. 259.


Vid li. M.indel, "I .1 lormalion de la pciisee ccononuquc dans K Marx". París. Mas-
pero 1972. e igualmente, el colectivo ■ Alienación e ideología". Madrid. Comunicación
197 3
l'ioravanli. op cu pg 261.

33
cionarios algún tipo de organización política? Si es asi ¿de qué
clase?87
Sin ninguna duda, cuando debe abordai el tema de la acción
política, Fioravanti adopta unas posiciones muy lejanas al marxis­
mo-leninismo. Y no sólo eso, sino posiciones que revelan una
profundísima ignorancia respecto a la cuestión del partido po­
lítico.
También es cierto que, para el autor, la ortodoxia se reduce
estrictamente a Marx, y es de sus textos de donde pretende inferir
conclusiones políticas, no sirviéndole para ello ni el mismo Lenin
al que, de alguna forma, se le considera como desviacionista. Es
casi innecesario decir que éste es un proyecto imposible, ya que
los textos políticos -«-en el sentido fuerte— de Marx son escasos,
y. por otra parle, existen toda una serie de problemas que él no se
pudo plantear —o se planteó de forma insuficiente— por el sim­
ple hecho de que en la época histórica que le correspondió vivir,
dichos problemas aún no se habían presentado —o lo habían em­
pezado a hacer en una forma muy distinta a como evolucionaron
posteriormente. Asi, el caso del imperialismo.
Por ello, remitirse a Marx —de forma harto confusa, por otra
parte— para afirmar que "La clase (más explotada) no se realiza
a través de un partido determinado, sino que su autoactividad se
manifiesta a través de organizaciones que tienen un carácter
efímero",88 es, entre otras cosas, una enorme imprecisión históri­
ca. Ni Marx ni Engels pudieron plantearse de forma profunda el
problema dd partido político. Lenin si pudo hacerlo. Y su plan­
teamiento se fue perfilando —e incluso modificando— a partir de
lo que las condiciones objetivas iban mostrando.
Tómese como ejemplo la polémica con los populistas rusos.
Como es sabido, estos querían evitarle al campesinado la etapa de
industrialización capitalista que, según Engels, era la etapa de
máxima pauperización. Tanto él como Marx eran, al principio,
muy favorables a los populistas. Pero esta actitud, evidentemente,
tiene un valor teórico muy relativo. Entre otras cosas porque
cuando el proletariado es mayoría de la población —como era el
caso de las sociedades conocidas por Marx y Engels—. no surgen
problemas. Ni siquiera se plantea la dificultad del partido político
como necesidad acuciante. En el caso contrario —el de Rusia—.

dría mirarse. vid Mareuse. entrevista en "Triunfo", del 3-2-73.


"" Fioravanti. op. cil. pg 252.

34
hace falta ver cuál es el papel del campesinado, etc. Y es entonces
cuando Lenin puede cuestionarse el problema. Es la propia lucha,
la propia práctica del enfrentamiento de las clases, la que va dic­
tando. en cada momento, las actitudes a lomar y las formas orga­
nizativas necesarias."9 De ahí que sus posiciones cambien en
1917. dada la proximidad de las dos revoluciones. Porque la cues­
tión de la "organización necesaria", no puede plantearse en abs­
tracto. "a priori". sino en función del nivel alcanzado en la lucha
de clases.
Ningún valor, por tanto, tiene afirmar —con un argumento de
autoridad muy caro a Fioravanti— que "Marx nunca habla de
partido único que deba dirigir la lucha del proletariado. Cada cla­
se puede estar representada por varios partidos".70 Esto si que son
actitudes "dogmáticas", "seguidislas". a-históricas, etc.
Aunque lo más irritante de todo esto es que. para conseguir
salvar la argumentación, se recurra a la deformación del pensa­
miento ajeno. Es lo que hace Fioravanti al acusar de blanquismo a
las concepciones leninistas del partido político. Afirmar algo asi
implica ignorar, dejar en la sombra —deliberadamente o por des­
conocimiento. eso da aquí igual— las aportaciones más importan­
tes de Lenin al tema: las que hizo a caballo de la propia revolu­
ción del 17. Es cierto que. en un primer momento, se le asigna a
lo subjetivo un papel muy importante dentro del partido. Se insis­
te en la importancia de la teoría revolucionaria para que haya mo­
vimiento revolucionario, en la necesidad de que la conciencia de
clase sea introducida "desde fuera" —i.e.. por los intelectuales
revolucionarios—. etc. También es cierto que las características
que asigna al partido —un núcleo de revolucionarios profe­
sionales. no muy extenso, de vanguardia, clandestino, lo más pa­
recido a una organización militar, etc.— le aproximan al
blanquismo. Pero no es menos cierto que esta caracterización la
hace polemizando con el economicismo. que sólo introducía en las
fábricas los problemas económicos. Esta concepción, que aparece
en "¿Qué hacer?", ya fue criticada en su momento por Rosa
Luxemburgo —que hizo, por vez primera, la acusación de
"blanquismo" que repite Fioravanti— y por Trolsky. y no es co-

Para este pumo, vid A. Walicki. " Pipuhsino y marxismo en Rusia". Barcelona. lis-
lel:i. 1971. y V I. l enin. "¿A que herencia renuiKi.unos.’" y "IX>s tácticas de la socialde-
ntocr.icia en la revolución democrática". Moscú fíd Progreso. "Obras Escogidas en tres to­
mos". I." tomo.
'“Fioravanti. op. cil.. pp. 252 -255.

35
rrccio repetir dichas criticas, en cuanto las posturas leninianas
cambiaron posteriormente.71
Por tpdo ello, reivindicar —como hace F. —que en la lucha
de clases cada clase tiene necesidad de una serie de organiza­
ciones políticas y sindicales representativas, con un carácter
efímero, significa desconocer el gran peligro de una situación re­
volucionaria: "...si el partido del proletariado no está organizado
de tal manera que quede garantizada la pertinencia de su linca
política como única válida para la clase que representa, los nuevos
aliados que en número creciente van apareciendo en toda
situación revolucionaria pueden aportar más bien que ayuda,
desorden. Porque las otras clases oprimidas de la sociedad (cam­
pesinos, intelectuales, pequeños burgueses) no aspiran, como es
obvio, a los mismos objetivos que el proletariado". 72 Y no vale
argumentar como hace Fioravanti polemizando con Lenin, que
caben luchas políticas sin que el proletariado tenga su vanguardia
política en el partido obrero, porque esa argumentación se vuelve
en su contra. Nadie discute que puedan darse levantamientos es­
pontáneos de las masas —Fioravanti pone (¡cómo no!) el ejem­
plo del Mayo francés—. entre otras cosas porque es un hecho.
Pero es más cierto aún que esos levantamientos, para cristalizar en
una real toma del poder, necesitan de la intervención de un parti­
do capaz de interpretar los auténticos intereses de la única clase
que puede acabar con la explotación (suya y de las demás clases y
capas): la clase obrera.
No se trata, por tanto, de un partido de "Kamikaces" que pre­
tenden satisfacer su mala conciencia de pequeños burgueses, sino
del sector más consciente de la clase obrera que, precisamente
porque recoge el sentir más profundo de sus compañeros de clase,
interviene en la lucha política, rompiendo con el fatalismo meca-
nicista —en última instancia, la actitud tanto de Poulantzas como
de Fioravanti— y potenciando la lucha consciente unitaria del
pueblo (i.c. la clase obrera y sus aliados) en dirección al
socialismo.

11 Para este punto, vid. V I. Lenin. ed. cil.. "Un paso adelante, dos pasos atras’.
"Sobre la reorganización del partido" ( en tomo I.). "l as tarcas del proletariado en nuestra
revolución" (especialmente el apartado "¿Cómo debe denominarse nuestro Partido...'.
*") en
tomo 2.) "La enfermedad infantil del ’izquierdismo’ en el comunismo" (especialmente "III.
Las etapas principales dd la historia del bolchevismo"), y "Carla al Congreso" (en tomo

”G Ilikacs. "Lenin". trad cast de Jacoho Muñoz. México. Id Grijalho. 1970


P¿

36
Lo que está revelando Fioravanti con sus posturas es. en
última instancia, una absoluta incapacidad —común al mismo
Althusser y a los allhusserianos— para pensar las relaciones en­
tre la teoría y la práctica, para verter en propuestas concretas sus
montajes intelectuales. Reflejo de esta incapacidad es el sallo que
debe dar tras haber planteado la necesidad de buscar formas
nuevas de lucha de clases. A continuación no habla (¿cómo iba a
poder hacerlo?) de ninguna de esas formas, sino del poder y los
aparatos del Estado.
En este punto. Fioravanti sigue a Poulanlzas.73 considerando
el poder no como algo situado en ningún nivel particular de la
estructura social, sino como un efecto de la articulación del con­
junto de esos niveles. O. dicho de una manera más concreta, "la
capacidad de una clase-social para realizar sus intereses objetivos
específicos".74 Esto, que en principio puede aceptarse, resulta más
difícil de admitir si a continuación se añade: "Estos intereses ob­
jetivos indican la necesidad de la imposición de clase, necesidad
que tiene todo grupo social de dominar a los demás y que has­
ta ahora se ha manifestado en la existencia de una serie de con­
tradicciones internas que se han manifestado en la lucha de clases
y en acción de los grupos con intereses antagónicos"75 (subrayado
M. C.). Si. pero, "a partir de ahora", se supone que el interés de
la clase obrera no es imponer un nuevo dominio, sino treabar con
las clases, acabar con todo dominio de un grupo sobre otro. Si
durante una breve etapa histórica —un el planteamiento de
Lenin— el proletariado debe imponer su dictadura sobre la bur­
guesía (y sólo sobre ella) es porque la toma del Aparato de Es­
tado no significa que la lucha de clases haya terminado. Mientras
subsistan clases antagónicas, subsiste la lucha entre ellas.
Fioravanti confunde las dos cosas —la loma del Aparato de
Estado y la supresión de las clases—. y su actitud se convierte en
fatalista, en el "no hay-nada que hacer", a partir de examinar qué
es lo que ha sucedido con el Aparato de Estado en la Unión
Soviética. Examen, por otra parle, ciertamente “peculiar". He
aqui lo que pasó: "Este era el deseo de Lenin (introducir fuerzas
nuevas), pero los antiguos funcionarios estaban ya demasiado in­
filtrados para que la nueva juventud pudiera desbancarlos. Los

” Vid. N. Poulantzas. "Poder político ". op cil. pp 117 y v.


14 N Poulanlzas. ibid . pg 124
711: Fioravanti. op cil . pg 264

37
antiguos profesores y maestros de la época zarista enseñaban a
estos jóvenes, quienes evidentemente adquirían parte de la men­
talidad de aquellos; la mentalidad burocrática no se perdía sino
que se acentuaba. Surgía asi una nueva clase o grupo dominante,
el de los burócratas-lccnócratas".7* Realmente, el que no lo en­
tiende es porque no quiere.
Como se verá, resulta muy problemático intentar extraer de
lodo este panorama teórico algún tipo de conclusión práctica. Al
texto de Fioravanti, cuando se le despoja de lo que es Althusser.
Poulantzas. Beltelheim o Marta Harnecker. no hay por donde
cogerle. Prueba clarísima de ello son los párrafos que cierran el
libro, y que. a pesar de su extensión, no me resisto a dejar de
transcribir. Una retórica decimonónica, digna de novelas por en­
tregas. que no tiene desperdicio:
“Cada vez es menos necesaria la ley de la matraca (?). el in­
dividuo es ahora más 'manejable' ante las 'delicias' de la sociedad
de la abundancia, del 'frigorífico' y de la 'mantequilla' (?). La ex­
tensión del conformismo y la generalización de los instintos son
las mejores armas con que cuenta el grupo dominante.
En el futuro, el desarrollo del automatismo traerá aparejado
un gran incremento del ocio, problema que no tienen aún resuello
los dirigentes de la sociedad de consumo. En el ocio ven un
peligro, asi como en la juventud en 'revuelta' que se niega a in­
tegrarse. a aceptar los presupuestos de la sociedad de consumo.
¿Qué ocurrirá cuando este fenómeno se generalice? ¿Podrán los
cerebros electrónicos resolver este grave problema? o. por el con­
trario, ¿será el detonante que haga explotar toda la estructura
social? El hombre es quien debe decir la última palabra".77 No
deje de leer el próximo capitulo.
Que. por cierto, se titula "En busca del rigor perdido". Visto
todo lo anterior, uno no puede dejar de pensar que el rigor de
Fioravanti es como la flor de las muchachas: cuando se pierde no
se recupera.

™ Fioravanti. ibid. pg. 266. siguiendo a Poulantzas. "Faseisme el Dietature". París


Maspero 1970. pp. 242-253. que a su vez remite a la obra de Beltelheim. "l a lutle di
classes a I URSS"
” Fioravanti. ibid. pg. 268.

38
4. Conclusión

4.1. Acerca de la distancia Althusscr-Fioravanti


Puede ser importante señalar cuales son las discrepancias
existentes entre los dos autores porque, aun siendo cierto que son
discrepancias inherentes a una misma problemática, no es menos
cierto que vienen a demostrar la descomposición, el cuar-
teamicnto. la profunda imposibilidad de darle algún juego —ya no
político, sino incluso teórico— al althusserianismo.79 Y no se
piense que centrarse en la distancia Allhusser-Fioravanti es algo
irrelcvante. escolástico. En última instancia, tras Fioravanti
resuena la voz de Poulantzas. al que no se le puede negar el carác­
ter de inspirador de las actitudes políticas de algunas formaciones
y grupos de por estas latitudes.
Pues bien, yo situaría las discrepancias entre los dos autores
señalados, básicamente en tres puntos:
a) En primer lugar, y empezando por el final, es evidente que
Althusser nunca podría aceptar la concepción ideológica que
subyaoe bajo la última afirmación de Fioravanti (“El hombre es
quien debe decir la última palabra"). No deja de ser en parte con­
tradictorio afirmar algo asi. tras haber mantenido, anteriormente,
que "Las relaciones sociales de producción no son únicamente
‘relaciones humanas'."79 Lo cual es algo muy semejante a lo que
le sucede a Poulantzas que. curiosamente, acaba cayendo en un
humanismo del que tan alejado parecía en un principio.90
Frente a ellos, la postura de Althusser. como es sabido, es ab­
solutamente opuesta. Afirmar que el hombre tiene la última
palabra (como hace Fioravanti). significa asignarle el papel de
sujeto de la historia. Y "la historia es un proceso" y un proceso
sin sujeto. La cuestión de saber cómo “el hombre hace la historia"
desaparece completamente: la teoría marxisla la rechaza defini­
tivamente a su lugar de nacimiento: "la ideología burguesa".91

39
La culpa, por supuesto, no significa negar la existencia de los
hombres reales, lo que si se niega con esto es una determinada idea
de “el hombre”. Algo más adelante. Althusser lo expresa con cla­
ridad y ofrece una alternativa a este humanismo “inevitable".
Una cosa es cierta: no se puede partir del hombre, porque esto
significaría partir de una idea burguesa de “el hombre", y que la
idea de partir de el hombre, o. dicho de otra manera, la idea de
un punió de partida absoluto ( = de una “esencia ") pertenece
a la filosofía burguesa. Esta idea de "el hombre" de la que es
necesario "partir" como de un punto de partida absoluto, es el
fondo de toda la ideología burguesa, es el alma de la gran Econo­
mía política clásica como tal. “El hombre" es un mito de la ideo-
logia burguesa: el marxismo-leninismo no puede partir de "el
hombre". “Parte del periodo social económicamente dado": y. al
final de su análisis, puede “llegar” a los hombres reales. Estos
hombres son entonces el punto de llegada de un análisis por parte
de las relaciones sociales del modo de producción existente
de las relaciones de clase, r de la lucha de clases. Estos hom­
bres no tienen nada que ver con “el hombre" de la ideología bur­
guesa82 (subrayado M. C.).
No se puede plantear, ni en abstracto ni de partida, la cuestión
de "el hombre". Al igual que no puede hablarse en el mismo
estilo de “la libertad". El análisis, como dice Althusser citando a
Marx, ha de partir de otro lugar. Lugar de donde, como se habrá
podido ver. no parle Fioravanti. Sólo de esa forma pueden en­
contrarse los hombres reales —y no el fantasma de "el hom­
bre"— el burgués idealizado. Y es entonces cuando puede
apreciarse la profundísima carga ideológica de esta problemática.
“En la medida en que su ideología esté liberada de las con­
cepciones burguesa y pequeño-burguesa. las masas no se
reconocen como ‘hombres' ni buscan reivindicar su ‘dignidad
humana'."83
(Como se apreciará, en este planteamiento humanista puede
reconocerse lo que Althusserllama, en otro lugar,84 "el mecanismo
de la ideología en general". Es interesante esta relación aunque.

I. Allhusscr. ibid.. pg 33.


"’Saul Karsz. "Thcoric el poliliquc l.ouis Allhusscr". París. F.d Fayard. 1974
Pg 267.
Ml. Allhusscr. -Escrilos". Barcelona. Fd Estela. 1974. trad. casi , de Alberl Roies
especialmente "Ñolas para una investigación; ideología y AIF. pp. 139 y ss.

40
obviamente, no es este el momento para entretenerse en dicho
punto).
b) En segundo lugar, otro punto de discrepancia entre los
autores es, según se habrá podido ir entreviendo, el del partido
político. Ya se ha visto la concepción (o, mejor, la no-
concepción) que funciona en Fioravanti. Es importante añadir
que. quiza por "simpatía”, la de Poulantzas resulta también muy
discutible. Por supuesto que, en él tampoco, los perfiles del par­
tido polilico acaban de aparecer claros. Aunque si lo suficiente
como para discrepar de él profundamente.
En sus “puntualizaciones” al tema de los AIE,85 el autor nos
presenta al Aparato de Estado como una especie de gigantesco
pulpo cuyos poderosos tentáculos (los AIE) alcanzan a lodos los
rincones de la sociedad. De ellos no escapan ni los partidos
políticos, que son también considerados como AIE. ¿Significa
esto ir a parar a una actitud fatalista, derrotista, como la que ya se
dió en Fioravanti? No exactamente, puesto que aquí se deja un
resquicio, se insinúa una posibilidad: “no pueden finalmente
escapar' al sistema de los aparatos ideológicos de Estado más que
las organizaciones revolucionarias y la lucha de clases”.'"’ Peno
esto, claro está, no tiene nada que ver con la concepción leniniana
del partido político, como el mismo Poulantzas medio reconoce a
continuación.
Frente a ambos. Allhusser adopta una posición mucho más
definida. En absoluto original si se quiere, pero básicamente
correcta, Y. además. —lo que siempre es de agradecer— muy
coherente con su visión anterior del problema del humanismo: "si
la cuestión de *el hombre sujeto de la historia' desaparece, esto
no quiere decir que la cuestión de la acción política desa­
parezca. ¡Al contrario!, la critica del fetichismo burgués de ‘el
hombre' le da toda su fuerza: sometiéndola a las condiciones de la
luchá de clases, que no es una lucha individual, deviene una lucha
de masas organizadas para la conquista y la transformación revo­
lucionaria del poder de Estado y de las relaciones sociales."81
Por supuesto, esta acción política no se puede plantear en abs­
tracto: para hacerla efectiva debe ser enmarcada en unas deter­
minadas formas organizativas. Es decir, en el Partido revo-

N Poulanizus. ibid. pg .US


” I Allhusser. "Reponse ". <>f> cil . pg .14.
lucionario. "...sin él. la conquista del poder de Estado por las
masas explotadas, conducidas por el proletariado, es impo­
sible." Pero esto quiere decir que el “papel del individuo en la
historia", la existencia, la naturaleza, la práctica y los objetivos
de! Partido revolucionario no están determinados por la om­
nipotencia de ¡a "trascendencia", es decir la libertad de "el
hombre”, sino por otras condiciones: "por e! estado de la lu­
cha de clases, por el estado del Movimiento obrero, por la
ideología del Movimiento obrero (pequeño-burguesa o
proletaria), y por su relación con la teoría marxista, por su
linea de masas y por sus prácticas de masas" ** (subrayado
M. C.). Se podrá argumentar, si se quiere, que con este tipo de
textos. Althusser cumple con la larca que le asigna el PCF:
mostrar como izquierdistas las tesis de éste —que es lo que le
recrimina Ranciere. En este contexto da exactamente igual. No
es el caso detenerse en argumentaciones "ad hominem". El único
reproche que se le puede hacer es el de que. teóricamente, todas
sus consideraciones no aportan nada nuevo, son lugares comunes
y. si se me apura, absolutas vulgaridades. Quiza si. pero también
es cierto que este reproche, aquí, tiene muy poco peso especifico.
Sobre todo porque lo que ahora interesa es subrayar la posibilidad
política —cerrada por Fioravanti y Poulantzas— que Althusser
abre. Utilizando su propio lenguaje, permite pensar el partido
político, y la lucha de clases: la prálica transformadora, en
definitiva.
(Otra cuestión, que se deja para el final, es la relación
existente entre estas posturas —directamente políticas— y el
cuerpo de conceptos específicamente althusserianos. su proble­
mática particular, hasta que punto aquéllas son la cristalización
lógica de éstos, o. por el contrario, la respuesta crispada a una si­
tuación personal contradictoria).
c) Finalmente, el tercer punto de discrepancia puede hallarse
en la definición que cada uno de los autores hace de las clases
sociales. Ya se ha mostrado como en Fioravanti éstas se presentan
como los efectos de la articulación de las estructuras económica,
politico-juridica e ideológica. Esta articulación no se explica desde
"más acá", sino desde sí misma, y es lo que en un modo de
producción determinado se denomina “matriz" del mismo. Las

“I Althusser. loe cit

42
relaciones de producción no ocupan, por tanto, ningún lugar
determinante.
Todo lo cual va a tener una consecuencua teórico-política im­
portantísima. No sólo se pasan a segundo plano las relaciones de
producción, sino que se ponen en el primero las fuerzas produc­
tivas. Se subraya el rol dominante de los medios de trabajo, se in­
siste en la afirmación marxiana de que la diferencia entre las
distintas épocas económicas estriba en cómo se realizan los
productos, etc. La transición de un modo de producción a otro
queda aplicada por tanto, en lo fundamental, a partir del
desarrollo de las fuerzas productivas. Puede construirse, asi. una
tipología —una combinatoria— de los diferentes modos de
producción."9 La lucha de clases queda absolutamente obviada.
No hay lugar teórico para ella. Buena prueba es el hecho de que
en el capitulo IV de la obra de Fioravanti. al hablar de "paso de
un modo de producción a otro", no se habla de la lucha de clases,
ni tan siquiera de lo político en general.
Frente a esto. Althusser. aceptando hablar de las clases
sociales como efectos de la estructura social global, afirma que
ésta se explica, en la articulación de sus niveles, desde las
relaciones de producción. Esta diferencia es la que le va a permitir
introducir los conceptos que Fioravanti esquivaba.

4.2. El “último” Althusser

Le va a permitir, sobre lodo, poner en primerisimo plano, la


lucha de clases. "La lucha de clases es... ‘el eslabón decisivo',
no sólo en la práctica política del movimiento obrero marxista-
leninista, sino también en la teoría, en la ciencia y en la filosofía
marxista.”90 (subrayado M. C.).
Para justificar esta radical afirmación. Althusser arranca de un
punto de partida muy claro: no hay producción "pura", o. dicho
de otra manera, no se pueden separar producción y clases sociales.
Todos los fenómenos económicos —producción, distribución, in­
tercambio. etc.— son procesos que se ponen en marcha bajo
determinadas relaciones de clase. Relaciones de clase que son
relaciones de clases antagónicas: relaciones de lucha de clases.
"• Fioravanti. op. cit . pp. 29-Jl.
*•1. Althusser "Presentación a la sexta edición", en Marta Harncckcr. "Los concep­
tos..." op. cil.. pg. XI.

43
Lo que existe, pues, es la unidad de las fuerzas productivas y
las relaciones de producción, bajo la dominación de las
relaciones de producción. Insistiendo en un punto, y es que esas
relaciones, no son sólo relaciones de clases antagónicas. Lo que
se pone. asi. en primer plano es la lucha de clases, y no tan solo
las clases.
Este punto es importante, en cuanto le sirve a Allhusser para
trazar una linea de demarcación entre reformistas y revoluciona­
rios.91 Aquéllos afirmarían la existencia de las clases como algo
independiente y anterior a su lucha, que vendria después, como un
efecto. Para Allhusser —que se incluye en los revolucionarios,
por supuesto— "La lucha de clases no es el efecto derivado de la
existencia de las clases, que existirían anteriormente (de derecho y
de hecho) a su lucha: la lucha de clases es la forma histórica de la
contradicción (intema a un modo de producción) que divide las
clases en clases”.92
Ha sido. pues, el introducir las relaciones de producción
—que son relaciones de explotación y. por tanto, lucha de
clases— como elemento explicativo de la articulación de la estruc­
tura social, la que ha permitido a Allhusser este planteamiento.
Planteamiento que es más ambicioso, en cuanto que la lucha de
clases se pone en primer plano, no ya a nivel de la coyuntura
política —como sucedía en Mana Harnecker— sino a nivel de
historia, de la que es el motor. Lo que significa que "la lucha de
clases... está anclada en el modo de producción"93 —que. recuér­
dese, es el nivel abstracto, teórico, no-real, "existe material­
mente” en la formación social, y se da en cada coyuntura política
determinada. Es, ahora, el hilo conductor que relaciona los tres
“tipos de existencia” de una sociedad —el M. de P.. la F. S. y la
Coyuntura P. Quizás ahora se entiende mejor porque más arriba
afirmaba que Allhusser "permitía pensar” toda una serie de cosas.
Ahora, a la lucha de clases no sólo se la está invocando —exorci­
zando— sino que se le está asignando un determinado espacio
teórico.

44
Además, esa lucha de clases no se plantea "en general”, sino
con unos perfiles muy concretos. Ya en 1967 habia afirmado:
"No basta considerar, para declararse marxista. que la economía,
y, en la economía, la producción, dominan ¡odas las oirás es fe­
ras de la existencia social... El materialismo de Marx supone,
por el contrario, una concepción materialista de la producción
económica, es decir, entre otras condiciones, hacer evidente las
condiciones materiales irreductibles del proceso de trabajo"94
(subrayado M. C.). (Por lo que se ve, y dicho sea de paso, ni con
este mínimo requisito cumple Fioravanti). Ahora va a ir mucho
más allá, y —desbordando en esto a Marta Harnecker— va a exi­
gir una actitud materialista frente a la misma lucha de clases. "Es
necesario pues considerar la materialidad de la lucha de clases: su
existencia material. Esta materialidad es, en última instancia, la
unidad de las relaciones de Producción y de las Fuerzas Producti­
vas bajo las Relaciones de Producción de un modo de producción
dado, en una formación social histórica concreta. Esta materiali­
dad es a la vez la 'base' de la lucha de clases, y al mismo tiempo
su existencia material, pues es en la producción donde tiene lu­
gar la explotación, es en las condiciones materiales de la explota­
ción donde está fundado el antagonismo de las clases, la lucha de
clases. Esta verdad profunda ha sido expresada por el Marxismo
Leninismo en la conocida tesis deja lucha de clases en la infraes­
tructura. en 'la economía’, en la explotación de clase —en la tesis
del enraizamiento de todas las formas de la lucha de clases en la lu­
cha de clase económica. Es con esta condición que la tesis revo­
lucionaria de la lucha de clases es materialista"™ (subrayado
M. C.).
Más arriba —y entre paréntesis— afirmaba que una cosa es la
corrección o incorrección de estas posturas, y otra la relación
existente entre ellas y la producción allhusseriana anterior. Por lo
que respecta a lo primero, las afirmaciones althusserianas
son indiscutibles. Quizás, entre otras cosas, porque no son
althusserianas. Quiero decir que —más allá de la trampa que
supone polemizar con un filósofo tan de segunda fila como John
Lewis. habiendo recibido criticas mucho más profundas e in­
teligentes— no supone una gran aportación, ni pueden ser objeto

M 1. Althusser. "Pitra leer...’’. op. cil . pg IH6.


I Althusser. "Reponse ". t>p cii . pp 10-31

45
de demasiado debate —entre marxistas. me refiero— afirmaciones
tales como “la lucha de clases es el motor de la historia", o "son
las masas quienes hacen la historia." Lo que no excluye que.
frente a los desvarios de autores pretendidamente marxistas como
Fioravanti, sea oportuno recordarlas.
Otra cuestión muy diferente es el tipo de vínculo existente en­
tre esto y "lodo lo anterior". Lo que podríamos llamar "al-
thusserianismo" ¿qué juego político ha dado? Desde luego, si
se mira por el lado de sus colaboradores más escolásticos y
teoricistas (vgr.: Balibar. Poulantzas. etc.) tendremos que concluir
que ninguno, y si se mira —como en este trabajo— por el lado de
los que han intentado una labor pedagógica de acercamiento de la
teoría a las masas, el resultado político —en sentido fuerte— es el
mismo. Quizás, incluso, en estos últimos es donde mejor se
traduce la impotencia althusseriana para pensar las relaciones en­
tre teoría y práctica.
Esto no contradice mis afirmaciones anteriores, respecto a que
Allhusser si permite pensar la lucha de clases, el partido político,
etc. A partir del "primer Allhusser" no se sigue nada. En
todo caso, un menosprecio por el trabajo polilico. por la práctica
transformadora, en beneficio de la "práctica teórica". Aunque
para algunos, antes del Mayo francés, ni eso estaba claro. Su ac­
titud frente a dichos acontecimientos provocó el desencanto de
muchos que, de alguna forma, lo consideraban como la izquierda
del PCF. El propio Allhusser no ha tenido nunca demasiado in­
terés —reflejo quizá de su impotencia— en resolver esta am­
bigüedad. este carácter "bifronle": "izquierdista" para los de den­
tro, "ortodoxo" para los de fuera. (No deja de ser muy
significativo el hecho de que no permitiera la publicación en
francés de la carta a M. A. Macciocchi. publicada en italiano, en
la que se definia frente a los sucesos de Mayo del 68).98
Su insistencia final en la lucha de clases no debe ser en­
tendida. por tanto, como una consecuencia lógica de su produc­
ción anterior —que no lo es en absoluto— sino como reflejo de
una crispación. de una angustia por una situación personal
profundamente contradictoria, como ya señalaron las criticas que.
tras la publicación de su "Réponse..." recibió desde "La Nouvelle
Critique". No podían cubrirse, sin violencia teórica, los huecos

“M.A Maídixfhi. •■I.cilere dcll'inu-rno del PCI ;i l.ouis Allhusser". citado pot
J. Ranciere. op cil.. pg 49

46
que su primer planteamiento dejaba. "Parece difícil no interpretar
la crispada insistencia en la lucha de clases que practica Althusser
en su reciente presentación a la sexta edición de la obra de Marta
Harnecker... como sinloma inequívoco de consciencia tardía de
ese hueco fundamental en su concepción del marxismo."97

Barcelona. I.° de Mayo de 1975

•’J Muñoz. "Prólogo: Reconsiderando a l.ukács”. en G lichlhcim. "l.ukács". irad


casi, de J Muñoz. Barcelona. F.d. Grijalbo. 1972. pg. 24.

47
Emest Mandel
Jean Marie Brohm
Jean Marie Vincent
J.M. Poiron-Daniel Bensaíd
Catherine Colliot-Théléne
Alain Brossat-Denise Avenas

CONTRA ALTHUSSER
PREFACIO
DE ALTHUSSER A MARX

Jean-Marie Vincent
A un observador externo, incluso favorablemente dispuesto,
no puede menos que extrañarle el destino del marxismo desde ha­
ce unos cien años. Como teoría se ha extendido con una conside­
rable rapidez, logrando adeptos en todo el planeta. Poderosos Es­
tados lo reivindican como propio, partidos perfectamente bien or­
ganizados confiesan oficialmente tener la misión de propagarlo.
Pero al mismo tiempo debemos reconocer que sus numerosos éxi­
tos no han podido evitar sus también numerosas escisiones. En la
actualidad, coexisten varios cánones del "marxismo-leninismo”
en los denominados países socialistas, y si pretendiésemos pasar
revista a todas las escuelas de pensamiento que se sitúan en la
prolongación de la obra de Marx y Engels, sería necesario escribir
toda una enciclopedia de los marxismos.
Esta proliferación de las oposiciones, esta dispersión, ¿puede
considerarse simplemente como la prueba de que el marxismo era
y sigue siendo una religión, y que por tanto, al institucionalizarse,
ha corrido la misma suerte que las demás religiones, una vez
superado su periodo histórico? Basta fijarse con un mínimo de
atención en los desarrollos del pensamiento burgués desde princi­
pios de siglo para darse cuenta de que no es éste el caso del
marxismo. Nadie lucharía con tal encarnizamiento contra una
ideología que hubiese perdido su carga subversiva. Como han vis­
to G. Lukács y Simone de Beauvoir, el pensamiento burgués ha
perdido toda autonomía de reacción, y en realidad busca su uni­
dad perdida en la lucha contra el marxismo, es decir, en un es­
fuerzo constante, aunque inútil, para demostrar que el materialis-

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mo histórico es un callejón sin salida, y que la universalización de
los fenómenos socio-económicos sobre una base capitalista no
comporta la necesidad de una lucha de clases antagonista.
Asi pues, el marxismo representa una censura fundamental,
tanto en el dominio teórico como en el político, y al preguntar por
sus dificultades debemos evitar las respuestas estereotipadas que
hacen referencia al "fanatismo" y al "totalitarismo" de determi­
nados sectarios de Marx. Por el contrario, deberemos buscar el
origen de sus conmociones y de sus divisiones en su relación con
la realidad, en su capacidad —positiva o negativa— para enfren­
tarse con las formas intelectuales burguesas, y para participar en
la transformación revolucionaria de la sociedad. El marxismo tie­
ne que estar permanentemente en una situación de crisis, pues le
es imprescindible reconsiderar constantemente sus posiciones, afi­
nar su critica de una sociedad que a su vez sufre una continua evo­
lución. Ya a principios de siglo, marxistas experimentados como
Rosa Luxemburg y Lenin opinaban que el revisionismo expresaba
la influencia de la burguesía y de la pequeña burguesía en el mo­
vimiento obrero. Por ello no se limitaban a buscar la solución de
sus problemas solamente en la letra de los textos de Marx y En-
gels. Obras como “El desarrollo del capitalismo en Rusia" y "La
acumulación del capital", son una demostración de que trataban
de ampliar su punto de vista y aplicarlo al análisis del mundo en
que vivían.
Por otra parte, fueron precisamente ellos los agentes más acti­
vos del movimiento revolucionario durante la Primera Guerra
Mundial y una vez concluida ésta (la Revolución de Octubre y la
Revolución alemana) mientras que los partidarios de la "ortodo­
xia", es decir, del conservadurismo ideológico, se aliaban de
hecho con la democracia burguesa o con la contrarrevolución. La
audacia teórica estaba de su parte, y tras ellos se abrieron nume­
rosos caminos: análisis del imperialismo, nueva concepción del
internacionalismo, critica de la democracia burguesa y principio
de elaboración de la dictadura del proletariado, etc. Durante algu­
nos años el marxismo conoció un vigoroso desarrollo en países
como la Unión Soviética, Alemania. Italia. Hungría, etc., y. nota
importante, en toda una serie de países colonizados.
Por consiguiente, este periodo, el de los inicios de la III Inter­
nacional. es fundamental para convertir realmente al marxismo er
el instrumento teórico de un enfrentamiento mundial con la bur
guesia. Pero la profunda conmoción experimentada por el order

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social capitalista ha movilizado a las fuerzas conservadoras en una
escala gigantesca, y sabemos que muy pronto el movimiento revo­
lucionario sufrió graves derrotas (Hungría, Italia, Alemania). La
Unión Soviética aislada logra sobrevivir como Estado indepen­
diente. pero la presión internacional de la burguesía juntamente
con las fuerzas conservadoras de) interior la arrastran hacia un
proceso revolucionario que bloquea la transición al socialismo. El
marxismo es puesto al servicio del "socialismo en un solo país"
por los revisionistas estalinistas, es decir, se niegan algunas de sus
funciones esenciales —el análisis de desarrollos nacionales desi­
guales pero combinados, la elaboración de la estrategia interna­
cional a partir de procesos económicos y políticos intcrdepen-
dientes. De esta fundamental desviación inicial deriva toda una
serie de desviaciones secundarias igualmente graves, a pesar de la
canonización del “leninismo" y del mantenimiento de la lll Inter­
nacional (como sucursal del Kremlim). Podemos enumerarlas del
siguiente modo:
— la transformación del marxismo en una filosofía intempo­
ral. transhistórica, en una concepción de la naturaleza del mundo
y del hombre (el "Diamat" de los soviéticos);
— la transformación del materialismo histórico en la clave de
la historia universal;
— la transformación de la economía marxista (critica de la
economía política y de las formas económicas fetichizadas) en una
teoría mecanicista del funcionamiento de la economía capitalista y
de la economía de transición al socialismo;
— el abandono de la perspectiva de la disolución del Estado;
— la rehabilitación de la democracia burguesa (frentes popula­
res).
La fuerza del nuevo revisionismo era tanto más grande cuanto
que podia apoyarse en un Estado en conflicto más o menos per­
manente con las grandes potencias imperialistas en razón de sus
características económicas y sociales. De este modo, el estalinismo
pudo esterilizar durante muchos años el pensamiento marxista y
reducir a un papel totalmente marginal a los revolucionarios que
rechazaban plegarse a sus exigencias políticas e ideológicas. Ni
tan siquiera el proceso revolucionario consecutivo a la Segunda
Guerra Mundial (Yugoeslavia. Albania, China) bastó para termi­
nar con este estado de cosas, en la medida en que su extensión y
su profundidad se vieron precisamente limitadas por la influencia
del estalinismo. Los comunistas yugoeslavos o chinos que rom-

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pian con determinados aspectos de la teoría y la práctica estalinis-
tas (particularmente, la alianza con la fracción "liberal" de la bur­
guesía) quedaban de hecho atrapados en el molde que los habia
formado en sus acciones más radicales. En los desarrollos de la
autogestión o en los de la revolución cultural, algunos años más
tarde, han mantenido un significativo paternalismo con respecto a
las masas, tanto si lo encubrían con el “mercado socialista" como
con el "pensamiento de Mac-Tsé-Tung". Es decir, que las revolu­
ciones de la segunda postguerra se han visto también alcanzadas
por los fenómenos de la regresión y el estancamiento, aunque no
hayan alcanzado tanta amplitud como en la Unión Soviética.
No es, pues, extraño que la llamada "dcscstalinización”, que
en realidad se limitó a ser un proceso muy restringido de reforma
en los métodos de la capa social dominante en la URSS, no haya
logrado terminar con el marasmo teórico, en la medida en que el
recurso a un empirismo más acentuado ha dejado intacta la fisu­
ra existente entre la teoría y la práctica, entre la teoría y la políti­
ca en sus diferentes manifestaciones: contaminación de la teoría
por una serie de concepciones burguesas como consecuencia de
una investigación ecléctica de los complementos del marxismo,
desvalorización de la política y de las prácticas subversivas, vo­
luntarismo y activismo sin verdadero horizonte. Es cieno que
desde 1968 las cosas han cambiado bastante, la ideología del cre­
cimiento y del bienestar ha sido severamente criticada, la hegemo­
nía del estalinismo sobre una parte del movimiento obrero ha dis­
minuido. Pero todavía queda mucho camino por recorrer para im­
pedir que el pasado —las deformaciones del marxismo— pese
como un peso muerto sobre el presente y no permita captar a éste
en su verdadera dimensión. ¡Cuántas antiguallas anarquizantes c
individualistas se resucitan hoy en nombre de la lucha mal com­
prendida contra el autoritarismo estalinista! ¡Cuántas antiguallas
reformistas reaparecen con la excusa de buscar la novedad! En
este sentido, la tarea que deben realizar los revolucionarios conse­
cuentes es la de analizar el mundo contemporáneo al mismo tiem­
po que reanudan el contacto perdido con las generaciones anterio­
res. lodo ello sin hacer concesiones a la moda de ios caprichos
pasajeros. La unidad teoría-práctica no se restablece con la sola
convicción revolucionaria, sino mediante un incesante trabaje
critico tanto en la teoría como en la práctica.
En Francia, el debate sobre el marxismo gira, desue hace unos
diez años, en torno a la obra de L.ouis Althusser, que ha puesto en

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tela de juicio la pobreza de la tradición teórica del país. Sin em­
bargo, los resultados de las polémicas y de las discusiones suscita­
das por la nueva Escuela son algo decepcionantes. Los altercados
a los que hemos asistido apenas han hecho progresar el estudio de
determinados problemas fundamentales (análisis de la sociedad
francesa, critica de la economía política, por ejemplo). Tampoco
puede decirse que hayan representado un duro golpe para el idea­
lismo universitario francés, que ha sabido encontrar adornos más
abigarrados para atraer a su clientela. Todo ello no debe extrañar­
nos demasiado. El diagnóstico de Allhusser sobre los orígenes de
la miseria del marxismo teórico en Francia cometía demasiadas
omisiones para barrer todas las escorias. Allhusser nos dice que el
guesdismo, el jauresismo, y el anarco-sindicalismo a lo Sorel han
influido negativamente y duraderamente en el pensamiento mar-
xista francés, pero parece ignorar que estas antiguas tradiciones
han sido recuperadas, reelaboradas por la penetración del eslali-
nismo en el movimiento obrero a partir de 1924-25. Con ello, y
un poco a la manera de sus adversarios "humanistas", Allhusser
minimiza el impacto del estalinismo, interpretado por él como una
desviación “economicista", como un sistema represivo, pero no
como una política que conduce a la derrota del proletariado en
Francia y en cualquier otra parte. Esta es la razón de que su teo­
ría, incluso en su forma más pedagógica, parezca finalmente tan
descarnada, tan alejada de las preocupaciones de los elementos
más activos de la joven generación. Allhusser quiere la ciencia y
la Revolución, pero como no puede unir los dos extremos de la
cadena, no logra que avance ninguna de las dos, ni la critica cien­
tífica de la burguesía ni la práctica política lúcidamente orientada.
Los autores de los ensayos aquí presentados pretenden, pre­
cisamente, demostrar que Allhusser debe ser superado, y que ello
puede hacerse sin necesidad de recaer en la (rampa de un marxis­
mo existencializado u hostil a todo esfuerzo científico. Los puntos
de vista defendidos no son siempre idénticos, pero la profunda
unidad de la empresa reside en la voluntad común de luchar para
que se afirme un marxismo revolucionario adaptado a nuestra
época. Para ello se han apoyado en las adquisiciones del trotskis-
mo y de la IV * Internacional, no porque precisen recetas para
pensar, sino porque están convencidos de que de esta manera op­
tan por el rigor teórico y político.
1

LOUIS ALTHUSSER
Y LA DIALECTICA MATERIALISTA

Jean-Marie Brohm

Para conocer el sabor de una fruía


hay que probarla.

Mao-1 sé-Tung

Tanto en Francia como en otros países, los trabajos de Louis


Ithusser han suscitado un debate político y teórico importante
ue afecta, en definitiva, a la propia esencia del marxismo. En
>te sentido la discusión de las tesis del “camarada filósofo" Al-
lusser no puede reducirse a una simple polémica universitaria co-
10 aquellas con las que gustan entretenerse los medios de la inte-
igentzia académica y los compañeros de fatiga de la gran “orga-
ización política de la clase obrera, el partido comunista", según
i definición del propio Althusser.1 Los problemas planteados por
i corriente althusseriana se sitúan en el centro mismo del “frente
úrico" (Engels) de la lucha de clases. Es preciso reconocerle a
Jthusser y a sus amigos este mérito. Tras el gran sueño estalinis-
i de la razón dialéctica, las tesis de Althusser, escritas en lo esen-
al con anterioridad a 1968. han permitido iniciar en el plano
úrico un debate que en la práctica ya había sido emprendido
or los trotskistas con sus esfuerzos encaminados a lograr la cons-
tución de un partido marxista-leninista obrero. Tal vez no sea

1 L. Althusser. Pour Marx, Maspero. París. 1968. p. 12 (Hay traducción espartóla: La


•votación teórica de Marx, S. XXI)

57
ocioso recordar aquí que la IV Internacional había planteado y re­
suelto teóricamente la mayor parte de las preguntas alusivamente
planteadas por Althusser en el ámbito teórico y político ("culto a
la personalidad", humanismo revolucionario, la dialéctica como
"álgebra de la revolución", el comunismo como superación de la
alienación y la reificación de las relaciones sociales, desaparición
del Estado, las clases y las ideologías, función del partido como
intelectual colectivo, etc.). Si por un momento Althusser ha podi­
do parecer el Malherbe de la filosofía marxista. se debe esencial­
mente a la dogmática estalinista que durante casi 40 años ha lo­
grado paralizar cualquier investigación marxista minimamente
independiente. Otra razón, aún más fundamental que la primera,
es la ausencia total de tradición teórica marxista en Francia. El
movimiento obrero francés, que nunca ha llegado a asimilar (y no
digamos enriquecer) el marxismo revolucionario, na estado
marcado desde siempre por su origen positivista, proudhoniano y
anarco-corporativista.' El marxismo que introdujeron Lafarguc y
Guesde era vulgarmente economicista. mecanicista y empirista. Si
a esto se añade la enorme influencia de la pequeña burguesía
laica, francmasona y racionalista, se comprende porqué el movi­
miento obrero francés no ha tenido nunca una práctica y una
teoría "a la altura de los principios marxistas”. para usar la ex­
presión de Engels.
La corriente althusseriana se presenta asi como el producto
de la crisis desigual y combinada de! estalinismo r del revi­
sionismo. Desde este punto de vista es interesante anotar que la
descomposición del movimiento estalinista internacional (lo que
habitualmente y de modo sensacionalista se denomina el "gran
cisma comunista" entre la China popular y la URSS) se reflejó en
Francia, en el plano teórico y político, mediante la emergencia de
dos alas, representadas por Garaudy y los grupos Unir-
débat/CIC. la primera, y por Althusser. la antigua UJCML y a
continuación, las diversas sectas maoistas. la segunda. La primera
corriente, que cabe calificar de “comunismo de derechas", se in­
clina hacia un “nuevo bloque histórico" (cuya traducción práctica
es el Programa común) y trata de restablecer un "marxismo de
rostro humano". Este revisionismo, que tiende alegremente la
mano a los hermanos cristianos, ha dado nuevos brios a casi
lodos los lemas clásicos de la social-democracia internacional
(revolución científica y técnica, revolución fria o transición pacifi­
ca al socialismo, respeto por la “persona humana", autogestión

SR
coexistencia pacifica, “ética socialista" etc. ). Este revisionismo es
lo que ha servido de repulsivo y de chivo emisario para que Al­
lhusser y sus amigos hayan podido aparecer como guardianes de
la ortodoxia marxista. Por otra parle, es muy significativo que
iras el congreso del PCF de Argenteuil en marzo de 1966. cuyo
comité central adoptó la linea humanista pequeño burguesa de
Aragón, Garaudy y Cía. el circulo de ULm de la UEC. considera­
blemente influido por Allhusser. haya publicado un pequeño folle­
to titulado "¿Hay que revisar la teoría marxista-leninista?".2
Desde este momento, la corriente allhusscriana se ha presentado a
si misma como una reafirmación de la ortodoxia. En resumen, y
casi no es una caricatura. Bernstcin contra Kautsky. La vieja lu­
cha entre la derecha revisionista y el centro ortodoxo.
Las raíces del éxito de Allhusser deben buscarse precisamente
en este ambiente de dislocación entre el PCF y la UEC. En el
plano teórico ante todo, pero también en el político. Allhusser
presentaba una linca clásica menos marcada por la "nueva demo­
cracia avanzada" del PCF que. desde 1965. apoyaba a un antiguo
ministro del Interior burgués. Fran^ois Miterrand. A partir de
este momento las cosas se precipitaron. La "Jeunesse Communis-
le Révolutionnaire". bajo el impulso de Krivinc y Webcr. desarro­
llaba una critica revolucionaria de izquierdas, mientras que las
múltiples corrientes surgidas de la UEC normalizada daban lugar
a una corriente "italiana" y a una corriente "maoistizante"
(UJCML) de la que Allhusser era el padre espiritual. El remolino
de la “Gran revolución cultural proletaria" y sobre lodo la agita­
ción revolucionaria de Mayo-Junio de 1968 acabaron de ctistali-
zar la corriente allhusscriana. Esta produjo bastantes aportacio­
nes teóricas de calidad (Bctielheim. Badiou. Godelier. Ranciere.
Balibar. Poulantzas. Estable!, etc.) y se especializó en una "con­
descendiente neutralidad" frente a la China del gran timonel. Los
huérfanos de Stalin se habían encontrado un,a vez más. ahora bajo
los protectores pliegues del gran manto de Mao (a pesar de que al­
gunos de ellos todavía siguiesen en el PCF).
Pensamos que no era inútil presentar esquemáticamente el
contexto histórico de la emergencia de Allhusser o. para emplear
una expresión típica de Louis. del “corte epistemológico" operado
por él.

• A propos dune resolulion dtt CC du PCF. I//12/13 de mam de Argtnieuil


SER. colección Que fairc? París. 1966
No obstante, y de modo bastante sintomático, no fue tanto la
cuestión política de la dialéctica lo que se situó en el centro del
debate, sino el problema de la gnoscologia, de la epistemología,
de la lingüistica, de la ideología y de la filosofía marxista y de sus
implicaciones estructuralistas. En efecto, tales cuestiones irían a
reunirse con un conjunto de preocupaciones de la época centradas
esencialmente en torno al problema de la “muerte del hombre" y,
correlativamente, en torno al triunfo total de la "Estructura", ver­
dadera hipóstasis tecnocrálica del Orden, del simple "ser-ahi". del
en-si, que diría Hegel. Lacan, Lévi-Strauss, Foucaull y otros tra­
taban de demostrar que el sujeto no es más que una ilusión bur­
guesa o un efecto mistificado de las estructuras del inconsciente
(el discurso del Otro). En resumen, la significación y las implica­
ciones de la obra de Althusser y de sus epígonos para el movi­
miento revolucionario permanecieron en gran parte ocultas. El
corle epistemológico interesaba, sobre lodo, a los comentaristas de
Bachelard, Cavaillés, Koyré y la antropología estructural. Desde
este punto de vista, es bastante significativo que la obra de Althu­
sser fuese primero considerada como un ataque en regla a la ten­
dencia dominante de las ciencias humanas, la tendencia antropo­
lógica humanista. No es menos significativo el hecho de que Al-
thusser, en una problemática casi neo-kantiana, haya soñado con
plantearse el problema de las posibilidades del conocimiento
marxista, o sea. el probiema de la cientificidad del materialismo
histórico. De ahí el esfuerzo teórico de Althusser para delimitar el
campo de la ciencia marxista "pura" frente a la empeiria de la
ideología, un poco como hace Kant al oponer el reino trascenden­
tal de las categorías puras de la razón frente al empirismo de la
sensibilidad. Por ello Althusser, lo mismo que Kant, se ha visto
obligado a plantearse el problema de la aplicación de la "Teoría".
No hace falla decir que la razón práctica de Althusser es su "prác­
tica teórica”. Pero de la dialéctica revolucionaria ni se habla;
no aparece para nada esta "dialéctica, la más vasta y profunda de
las ciencias de la evolución, la teoría de la lucha de clases y de la
función revolucionaria, en la historia mundial, del proletariado,
creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista".3 Pero es
precisamente esto lo que más importa hoy. l a "Realdialcktik" de
Marx. L enin y Trotsky no es un “instrumento de brujería" o de
prcstidigilación conceptual, sino un arma para la lucha de cía-

’ l.cnin. Kart Murx. in Ocuvres choisics. lomo I. Ediciones de Moscú. 1962. p 2K

60
ses. Por esta razón centramos nuestra critica en las concepciones
revisionistas de la dialéctica materialista.

I. LOS AVATARES DE LA DIALECTICA O LOS


DIVERSOS ASPECTOS DE LA "HEGELOFOB1A"

Allhusser. en una frase cuyo secreto sólo él conoce, afirma


que "el joven Marx jamás ha sido hegeliano".4* Para aplastar
totalmente al infame, desde hace algunos años Allhusser opera un
doble proceso quirúrgico en la obra de Marx, hacia arriba y hacia
abajo. En primer lugar, hacia arriba. Allhusser irata de demostrar
que Marx (a pesar de las numerosas pruebas que atestiguan lo
contrario, incluyendo ciertas declaraciones del propio Marx)
jamás ha sido contaminado, ni de cerca ni de lejos, por la "peste
hegeliana". para citar a Engels.® ni siquiera en su juventud.
Aprendemos de este modo que "por consiguiente (sic) la tesis tan
extendida del hegelianismo del joven Marx no es más que un
mito".11 Marx habría sido sobre todo kantiano-fichteano (¡natu­
ralmente!) y después fcuerbacheano. En segundo lugar, hacia
abajo. Allhusser opina que tras "una prodigiosa abreacción" Marx
"fue lomando distancia con respecto a Hcgel... alejándose de
Hegel".7 Dicho de otro modo, simple contradicción in adjecto,
Marx se habría ido alejando de un punto de partida hegeliano. que
por otra parte seria un punto de partida inexistente... Pero lejos de
contentarse con ir detectando, con el paso de los años, los restos
de hegelianismo que hay en Marx. Allhusser condena cada vez
más textos de Marx al purgatorio de las obras anteriores a la rup­
tura epistemológica, que cada vez se hace más tardía. Asi, Althu-
sser afirma, en su prefacio a la edición Garnier del tomo 1 del
Capital, que “Marx ha necesitado un considerable trabajo de re­
volución para lograr registrar en el interior de conceptos verda­
deramente nuevos la ruptura realizada con el pensamiento de
Hegel. El famoso prefacio de 1859 (la Critica de la Economía
Política} todavía es profundamente hegcliano-evolucionista. Los
Grundrisse. que datan de los años 1857-1859, también están
profundamente marcados por el pensamiento de Hegel, de quien

4 Puur Marx. op. cil.. p. 27.


* F. Engels. ¿iiii-Diihring. Ed. Sociales. París. 1963. p. 171.
• Puur Marx. op. cil.. p. 27.
’ tbidem. p. 27.

61
Marx habría releído y admirado la Gran Lógica durante el añc
1858. Cuando aparece el Libro I del Capital (1867) todavía que­
dan huellas de la influencia hegeliana. Estas huellas no desapare­
cerán totalmente hasta más tarde: la Critica del programa de
Gotha (1875) y las Notas marginales sobre Wagner (1882)
están ya total y definitivamente exentas de cualquier resto de in­
fluencia .hegeliana".8
Lo que le interesa a Althusser es afirmar “la irreductible espe­
cificidad de la teoría marxista".8 la “irreconciliable distinción
teórica que separa a Marx de Hegel",10 la especificidad de la dia­
léctica marxista que “la distingue rigurosamente de la dialéctica
hegeliana”," etc. Nos encontramos una vez más ante la tentativa,
a la vez clásica y original, de depurar a Marx de las "escorias”
hegelianas. Ya no es la dialéctica hegeliana lo que debe espulgar­
se, como dice Lenin, para “separar la dialéctica materialista de su
ganga",18 sino el marxismo el que debe ser purificado de su cás­
cara hegeliana, el que debe ser descortezado, depurado, “hinübe-
rretten" (salvado). Pues se trata precisamente de esto: devolver el
marxismo a su pureza, lejos del alcance de las tentaciones del
“flirt" con Hegel...
En este aspecto, Althusser coincide con una corriente muy
conocida en el movimiento obrero: el neo-kantismo, el neo-positi­
vismo y los diferentes matices del cientificismo revisionista de la
II Internacional y de los “marxistas burgueses”. En 1899, en
plena época del “retorno a Kant", según la consigna de los re­
visionistas del momento, Th. G. Masaryk publica una obra en la
que rechaza la dialéctica materialista identificándola con la dialéc­
tica hegeliana y tratándolas a ambas de “simple juego de manos",
de “elucubración metafísica”.18 Este mismo año, E. Bernstein
escribe en “Vorausseizungen des Sozialismus" que la dialéctica
hegeliana “constituye el elemento pérfido de la doctrina marxia-
na, la trampa, el obstáculo que impide una apreciación lógica de
las cosas... Las grandes realizaciones de Marx y Engels no se
han llevado a cabo gracias a la dialéctica hegeliana, sino contra

• Averilssement al libro I de El Capital, e. Gamier-Flammarion. París. 1969. p. 21.


* Pour Marx. op. cil., p. 30.
10 Ibidem. p. 30.
11 Ibidem, p. 164.
“ Lenin. Cahlers phllosophlques. in Oeuvres. tomo 38. Ed. de Moscú. 1971, p. 145.
“Th. G. Mazaryk. Die philosophlschen un sozlologischen Grundlagen des
Marxlsmus. 1899. p. 45.

62
ella".14 El mismo Bernsiein. en una respuesta a Kautsky. escribe:
"la trampa del modo de reflexión dialéctico consiste en que sus
fórmulas de abstracción de las particularidades especificas de las
cosas, que son admisibles, e incluso necesarias, para determinados
fines de exposición y de investigación, son igualmente aplicadas
ulli donde, debido a la naturaleza del objeto de la investigación,
no pueden serlo o solamente pueden serlo con limitaciones. Hay
que reconocer que el propio Hegel se dio cuenta de ello; en nin­
gún momento he tratado de disminuir la importancia de este pen­
sador-, solamente queria señalar los peligros de su dialéctica".15
Al mismo tiempo, la corriente neokantiana, reagrupada en
torno a la consigna de "volver a Kant" lanzada por C. Schmidt
en 1896. inició su ofensiva contra la dialéctica hegeliana y el
materialismo dialéctico. De este modo, en 1900. L. Woltmann.
que afirma la importancia de la influencia de Fichte y sobre todo
de Kant en Marx (lo mismo que en la actualidad sostiene Althu-
sser). escribe: "un estudio en profundidad de la esencia y de la
historia del marxismo... demuestra que Marx y Kant están mucho
más cerca uno del otro en las cuestiones del método científico que
Marx y Hegel... De manera general, la toma de postura critica de
Marx con respecto a la filosofía hegeliana significa, en ei fondo,
un retorno a la doctrina kantiana".18
Posteriormente, H. de Man.11 para quien "en Francia, el mar­
xismo ha sido siempre un producto de importación" (alemán, se
entiende) repetirá la misma idea en nombre de un pragmatismo
obtuso y de borrosas consideraciones éticas sobre la personalidad
humana. Después será Max Eastmann quien corte de un tajo el
hegelianismo de Marx. "Me gustaría desembarazar al propio Marx
de su educación hegeliana."18 Y en una frase que Althusser podría
firmar, y que constituye un anticipo de su teoría del corte epis­
temológico. afirma la ruptura teórica: "debemos elegir entre el

“ E. Bernsiein. Vorausseizungen de\ Sozialisnius und die Aulguben der


Su:ialdemvkralíc. 1899, p. 42. Sobre esios mismos lemas, cf. K. Saverland. Der
diulekiische Maierlullsmus. Neuer deuischcr Verlag. Bcrlin 1932 (A pesar del pumo de
visia esialinisia del auior).
“ E. Bernsiein. Dialekiik und Emwicklung. Neuc Zeil. XVII. II. 1899. p. 329.
'* L. Wohmann. Der Hisiorische Maierislistnus. Dusseldorf. Hermann Michel’s Ver-
lug. 1900. p. 297.
” H. de Man. Au-delá du marxisme, l'Eglamine. Bruxelles. 1927.
‘“Max Easiman. la science de la révolulíon. NRF. Gallimard. París. 1928. y ¡a
Science el la revuluiian. Une reponse... in la lime des classes. n“ 3. mayo de 1928. p.
69. Acerca de la cuestión de la hegelofobia. cf.. el notable articulo de R. París. En decu du
marxismo en lanío que filosofía hegeliana y el marxismo en iani<
que ciencia capaz de explicar esta filosofía".19 Lo mismo dio
Allhusscr cuando opone la ciencia marxisia a la ideología, cuandt
(rala de demostrar la "cienlificidad" del marxismo, cuando lral¡
de probar la especificidad de la dialéctica marxisla "que la distin
gue rigurosamente de la dialéctica hegeliana".20 o cuando pone d<
relieve, siguiendo la tradición del “Diamat" soviético cstalinisla
"la teoría que permite ver claro en Marx, distinguir la ciencia di
la ideología.... la propia filosofía marxisla”.21 Dicho de otro mo
do. Althusser. como buen racionalista cartesiano, quiere distinguí
las ideas claras y distintas de las nociones falsas, delimitar el cam
po de lo verdadero del de lo falso, al igual que hizo Descartes ei
el Discurso del Método.
También hoy la marejada del antihcgelianismo cumple las mis
mas funciones socio-polilicas. Se trata de borrar del marxismo lo
do carácter revolucionario, y para emplear una expresión de Al
thusser. todo "izquierdismo teórico", y por supuesto todo izquier
dismo político. La empresa de Allhusscr revela su verdadero ca
rácter: se trata de una tentativa de normalización neoestalinisl;
encaminada a transformar el marxismo en una "ciencia pura" d
la historia y en una filosofía trascendental del materialismo día
léctico.
La corriente revisionista, que pretendía completar a Marx co
Kant, manifestaba por medio de Bernstein su verdadero objetive
"el socialismo como ciencia tiene tareas distintas a la social
democracia como partido". Dicho de otro modo, Bernstein y 1c
revisionistas trataban de separar radicalmente el marxismo com
"ciencia” del movimiento obrero como órgano de lucha revolu
cionaria, que sin duda estaba contaminado por “pasionc
patológicas", para hablar como habla Kant de lo empírico prác
lico. R. Hilferding, futuro ministro de Finanzas de la burguesi
alemana, había escrito en el prólogo de su Capital financier
(19)0): “la política del marxismo, como su teoría, no implica jui
cios de valor. Por consiguiente, por muy extendida que esté inir
y extramuros, es una interpretación falsa la que pretende idenlifi
car sin más marxismo y socialismo. Considerado desde un puní
de vista lógico, como sistema científico e independientemente d
sus consecuencias históricas, el marxismo no es más que una tec

"La Science de la rérolulton. op. cil.. p. 51.


” Pulir Marx. op. cil.. p. 164.
" tbidem. p. 31/32.

64
ría sobre las leyes cvolulivas de la sociedad formulada en su gene­
ralidad por la concepción marxista de la historia y aplicada a la
época de la producción industrial por la economía marxista. Pero
aceptar la exactitud del marxismo, y por consiguiente la necesidad
del socialismo, no equivale a introducir juicios de valor, y tam­
poco da ninguna clase de indicaciones sobre la actitud práctica a
adoptar”.22 En este fragmento antológico del revisionismo apare­
ce casi palabra por palabra el espíritu y la letra de Althusser ("sis­
tema científico”-. Althusser: ciencia; "teoría de las leyes evolutivas
de la sociedad formulada en su generalidad por la concepción
marxista de la historia”; Althusser; ciencia de los modos de pro­
ducción o materialismo histórico como ciencia de la historia). En
la misma linea. K. Kautsky escribe que la concepción materialista
de la historia no está "en absoluto vinculada, en cuanto doctrina
científica, al proletariado", sino que más bien es una "doctrina
puramente científica" que solamente puede considerarse proletaria
porque es casi unánimemente aceptada en los medios proletarios y
entre la intelligentsia revolucionaria".23
Como vemos. Althusser arrastra una pesada herencia. Por ello
no nos extraña que quien osa escribir “nosotros, los filósofos
comunistas"24 pueda también decir "se puede ser •comunista' sin
ser marxista'. Hace falla distinguir las dos cosas para no caer en
la trampa, en la tentación política de confundir la postura teórica
de Marx con sus tomas de posición políticas, y legitimar así la
primera a partir de las segundas"24 En otro lugar Althusser nos
propone una verdadera cuadratura del circulo estalinista: "los
comunistas que son marxistas y los marxistas que son comunis­
tas”.29 Esta vez sin comillas. Es muy cierto que en el PCF ni los
comunistas ni los marxistas son legión, pero no obstante... Althu­
sser recuerda que "las concepciones teóricas de los comunistas...
no son más que la expresión general de las condiciones reales de
una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se
está operando ante nuestros ojos".
* 7 De ahí que, para Engels, el
comunismo, el socialismo científico “sea la expresión teórica de la
posición del proletariado en la lucha de clases y la generalización
teórica de las condiciones de la liberación del proletariado".
** El
marxismo es precisamente la teoría del proletariado porque es una
teoría de la revolución proletaria permanente y un análisis de las
contradicciones del modo de producción capitalista que posibilitan
la emancipación de la clase obrera (y de la humanidad en
general). Por muchas vueltas que se le den al problema el marxis­
mo seguirá siendo “esencialmente critico y revolucionario". (No
debemos olvidar que El Capital, la obra más importante de Marx,
lleva como subtitulo "una crítica de la economía política"). Asi
pues, no es posible separar, como querría Althusser como buen
neokantiano y buen neocomtiano que es, la práctica política de la
teoria en Marx (en Lenin, en Trotsky, etc); tampoco es posible
separar al marxismo del comunismo. No hay más comunista
que el marxista ni más marxista que el comunista. De otro
modo seria posible imaginar que pueda darse —y la historia se
encarga de demostrarlo— un “marxismo legal", un “marxismo
burgués”, un “marxismo independiente”, un “marxismo liber­
tario", un "marxismo universitario”, un “marxismo occidental",
etcétera.
La operación política de Althusser se nos aparece de este
modo como una empresa de despolitización del marxismo y de
"desproletarización" del materialismo histórico. Por ello critica
el “humanismo izquierdista" que “elaboraba una teoria encami­
nada a establecer una relación directa entre la doctrina de
Marx y la clase obrera", que interpretaba “el marxismo como
expresión y producto exclusivo de la práctica proletaria".
** Ahora
bien, sucede que este humanismo -izquierdista es, según el propio
Althusser, "el humanismo revolucionario de los ecos de la revolu­
ción del 17"’° y que “la interpretación historicista-humanista del
marxismo había surgido entre los presentimientos de la revolución
” K. Marx. F. Engels. Manifesté du Partí communiste. Ed. sociales. París. 1962.
p. 38.
’• F. Engels. les communistes el Kart Helnzes. in Marx-Engels. Werke. Berlín, tomo
4. p. 322. Cf. también la fórmula lapidaria de G. Lukács: "El materialismo histórico es la
teoria de la revolución proletaria", in Lénlne. EDI. París. 1966. p. 25. Y en el mismo sen­
tido Lenin: "El marxismo es la teoria del movimiento liberador del proletariado", in la
Falllite de la ll Internationale. Ed. Sociales. París. 1953. p. 22
’• L. Althusser. Llre le Capital. Maspero. París. 1969. tomo I. p. 180. [Hay traducción
española. Para leer El Capital. S. XXII.
«ibidem. p. 182.

66
del I7”.31 Allhusser critica, pues, una corriente que Mandel deno­
mina “el marxismo del factor subjetivo”, y que nosotros preferi­
mos denominar el marxismo del sujeto-objeto (el joven Lukács,
Korsch, Gramsci, Rosa Luxemburg, Trolsky, e incluso un cierto
Lenin). Allhusser critica a los militantes revolucionarios que efec­
tivamente “apelaban directamente a la conciencia y a la voluntad
de los hombres para rechazar la guerra, derribar el capitalismo y
hacer la revolución".32 Todos estos militantes, que efectivamente
fueron dirigentes u organizadores revolucionarios (cosa que Al­
lhusser no puede pretender ser desde lo alto de su cátedra de la
escuela normal de Ulm), pensaban realmente en unos hombres
concretos para hacer la revolución proletaria y no en “agentes"
abstractos (“Trager", como a menudo dice Allhusser) de las rela­
ciones sociales. Pensaban en hombres de carne y hueso y no en
"sopones" de estructuras que construyen igualmente "un partido
de conciencia de clase", según la expresión de Engels, cuya tarea
es conducir a las masas proletarias y campesinas al asalto de los
aparatos de Estado y a edificar la dictadura revolucionaria del
proletariado. Pensaban en hombres con todos los defectos deriva­
dos de la corrupción capitalista, como subraya Lenin. que inter­
vienen conscientemente, a través de los soviets y del partido, en el
curso de los acontecimientos. Como dice Trolsky, "la voluntad
consciente de la vanguardia se convierte en un factor cada vez
más decisivo en los acontecimientos que preparan el futuro".33
Pero Allhusser parece olvidar estas palabras cuando confia en un
aparato "obrero-burgués" (Lenin) burocrático y contrarrevolucio-
rio: el PCF. Es el “voluntarismo" revolucionario, ilustrado
recientemente por el heroico destino del Che Guevara, lo que con­
dena Allhusser en nombre del objetivismo cientificisla. Efectiva­
mente es más fácil confiar en un cenáculo de bonzos que realizar
por su cuenta la militancia en la revolución socialista. Encontra­
mos aqui lo más esencial del positivismo pequeño burgués y del
revisionismo objelivista: la revolución ya no es el producto de una
iniciativa humana, sino el resultado casi mecánico de una serie
de estructuras, fuerzas productivas o "contradicciones objetivas".
Los reformistas de la II Internacional ya creían que el socialismo
podía surgir del crecimiento cuantitativo del número de votos;

’• tbidem. p. 180.
** tbidem. p. 180.
”1 .Trolsky. Lilieralure el révoluiion. Julliard. París. 1964. p 92 (Hay Iraducciór
española. Liieraiura r revolución. Alianza Edilorial. Madrid.)
hoy, el PCF (que ya no cree ni en el socialismo) espera alcanzar
una “democracia avanzada" medíanle la concentración poujadista
en torno a una serie de reivindicaciones demagógicas y puramente
corporativistas (panecillos para todos, aumentos de salarios para
todos, incluyendo subalternos). Para Allhusser. leoria obliga, el
socialismo será el producto de una sobredeterminación estructural
(a dominante) de las contradicciones objetivas del “capitalismo
monopolista de Estado".
Comprobamos de este modo adonde conduce politicamente la
negación de la esencia revolucionaria de la dialéctica materialista,
heredera de la dialéctica hegeliana. Ambas son "esencialmente
criticas y revolucionarias" porque consideran "todas las cosas
desde el ángulo de su fatal negación, de su necesaria destrucción”.
La dialéctica, “en cuanto capta el propio movimiento con el que
se construye toda forma, no es más que una configuración transi­
toria, a la que nada infunde respeto".34 Por otra parle, Engcls ha
mostrado todavía con mayor nitidez "el carácter revolucionario de
la filosofía hegeliana".33 "el lado revolucionario de la doctrina de
Hegel... debajo de su apariencia enormemente conservadora".38
Presentamos con mayor extensión la cita, pues es preciso dejar
hablar a los textos que Allhusser "olvida" “sintomáticamente" en
su “lectura en diagonal": "esta filosofía dialéctica disuelve todas
las nociones de verdad absoluta, definitiva, asi como las nociones
correspondientes de una naturaleza humana absoluta. Para ella no
hay nada definitivo, sagrado o absoluto; muestra la caducidad de
todas las cosas y en todas las cosas, y para ella sólo existe el pro­
ceso ininterrumpido del devenir y de lo transitorio, de la ascen­
sión sin fin de lo inferior a lo superior... También tiene, es cierto,
su lado conservador; pues reconoce la justificación de determina­
das etapas del desarrollo del conocimiento y de la sociedad en
ciertas épocas y condiciones, pero solamente la reconoce en esta
medida. El conservadurismo de esta manera de ver es relativo, su
carácter revolucionario es absoluto —la única cosa absoluta,
por otra parle, que queda en pie".37
Es esta esencia revolucionaria de la dialéctica hegeliana
primero, marxista después, lo que Allhusser (consciente o incons-

14 K. Marx. £7 Capital, libro 1. posifacio.


’• F. Engcls. L Feuerbach el la fin de la philosophie classique allemande. in
K. Marx. F. Engcls. Oemres choisies. Ed. de Moscú. 1955. tomo II. p. 393.
’• tbidem. p. 395.
” tbidem. p. 394.

68
cicnlemenie, no es éste el problema) traía de ocultar y de negar.
Queda por ver de qué modo Althusser destruye la unidad dialécti­
ca revolucionaria del marxismo mediante una serie de corles y
rupturas.

II. L. ALTHUSSER Y EL CAMBIO DE TERRENO:


DE LA PRAXIS REVOLUCIONARIA A LA
EPISTEMOLOGIA ESTRUCTURALISTA

Los "devotos" (como dice Althusser. esa cosa que somos


nosotros) tal vez recuerden que la esencia del marxismo es "el
análisis concreto de una situación concreta" (Lenin). "El princi­
pio fundamental de la dialéctica es que no existe ninguna verdad
abstracta; la verdad siempre es concreta."38 Pero, lo cual es
verdaderamente extraordinario. Althusser jamás nos ha dado un
análisis concreto de una situación concreta. Sus textos "tcoricis-
tas" a ultranza están sembrados de alusiones fugitivas, de
sugestiones ya sabidas, de sobreentendidos ambiguos y de ejem­
plos falsamente analizados como concretos (por ejemplo, el
"análisis" que lleva rápidamente a cabo de la revolución rusa del
17 en función de su tesis de la "sobredeterminación"). No hay
duda que Althusser forma parte de aquel grupo que 1 rolsky califi­
ca de “marxistas librescos".39 grupo que recita las sagradas escri­
turas del credo marxista. pero que jamás aporta el más mínimo
análisis concreto en el transcurso de la práctica revolucionaria.
Y sin embargo, el marxismo es ante lodo —como dice Trolsky-—
"un método de análisis, pero no análisis de textos, sino de las
relaciones sociales.40 Althusser, que ha sabido subrayar la im­
portancia del "nuevo continente" abierto por el materialismo his­
tórico. hubiese podido tratar de explorarlo, aunque sólo fuese en
pequeña escala. El análisis de lo que él mismo denomina "la des­
viación cslalinisla" (o también el "culto a la personalidad"), el
análisis de la formación social francesa contemporánea, el análisis
de la política de colaboración de clase del PCF en tanto que parti­
do "obrero-burgués", del partido socialista en tanto que partido
burgués imperialista, el análisis de la crisis revolucionaria de ma-

*'V. Lenin. Un pas en avam. deux pus en urriere. in Oeuvres choisies. Ld. de
Moscú. 1962. lomo I. p. 518.
”1. Trolsky. 1905. Bilun el perspeciives. Eji. De Minuil. París. 1969. p 421
** tbidem. p. 421.

69
yo-junio del 68 en Francia, el análisis de la invasión de Checoes­
lovaquia por las tropas del pacto de Varsovia, el análisis concreto
del aparato de Estado francés, etc, todo esto que tanto condiciona
a la práctica marxista. incluida la práctica teórica, es completa­
mente silenciado. A menos de que Althusser no esté de acuerdo,
en todos estos puntos, con "el gran partido revolucionario de
nuestro tiempo", el PCF (cuya profundidad de análisis y origi­
nalidad de posiciones es de lodos conocida). Althusser se ciñe ex­
plícitamente a la “Teoría" y/o a la "práctica teórica", es decir a
la explicitación de la "cicntificidad" del marxismo y de las posibi­
lidades del conocimiento. En resumen, Althusser elabora, ni
más ni menos, una gnoscología "marxisla". en la más pura tradi­
ción filosófica. Ni siquiera se da cuenta de que Marx no elaboró
primero una teoría del conocimiento (de la que hay algunos ele­
mentos en la célebre "Introducción general", biblia de Althusser),
sino que esencialmente produjo conocimientos y también criticas
de conocimientos o de teorías del conocimiento. Desde Hegel
sabemos que la dialéctica no es sino el movimiento inmanente del
contenido del propio objeto, que la dialéctica está en las propias
cosas y que una teoría del conocimiento abstracta, separada de su
objeto de estudio, es una desviación idealista (de la categoría de
la de Kant. que también estudiaba la "posibilidades trascenden ­
tales" del conocimiento, independientemente de una práctica real,
en acto, de conocimiento). Althusser debería meditar el programa
que asignaba Lenin a los intelectuales revolucionarios, socialistas,
que quieren situarse en el terreno del proletariado. “Su trabajo
teórico deberá orientarse hacia el estudio concreto de todas las
formas de antagonismo económico en Rusia, hacia el estudio de
sus relaciones y su desarrollo lógico; debe desvelar este antago­
nismo allí donde esté disimulado por la historia política, por las
particularidades de las instituciones jurídicas, por los prejuicios
teóricos establecidos, debe trazar un cuadro de conjunto de
nuestra realidad, en tanto que sistema determinado de relaciones
de producción, mostrar la necesidad de la explotación y la expro­
piación de los trabajadores en este sistema, indicar la salida que
sugiere el desarrollo económico."41 Asi es como Lenin concebía
las tareas de un intelectual revolucionario. Althusser responde que
hay que conocer el método marxisla antes de ponerlo concreta­

41 V. l enin. Ce que «»>/ /<•' '¿mis dii peupte" el emnment Hs t


socialdémocralei. in Oeurres completes. Ed de Moscú, tomo I. p. 10.1

70
mente en práctica, que es preciso conocer la teoría de la práctica
teórica antes de ejercerla. Pero sucede que el propio Marx ha ela­
borado su método materialista-dialéctico en el curso mismo de
su análisis del modo de producción capiialista. Mediante sus
análisis concretos o produciendo una teoría del modo de produc­
ción capitalista, Marx nos ha dejado su método dialéctico. En este
sentido es exacto decir que si Marx no nos ha dejado una lógica
en si, si nos ha dejado la lógica dialéctica de su obra principal,
“El Capital”.
Pero Althusser habla en abstracto del Método, como habla en
abstracto del Estado burgués, de la Ideología burguesa en general,
etc. Por ninguna parle aparece un análisis concreto que permita
verificar la “fuerza absoluta” del método de que habla Hegel. Por
lo demás, es esta generalidad abstracta, esta "noche absoluta en la
que todos los galos son pardos" (Hegel) y en la que todos los
enunciados son “frondosos como el pelaje de una res" (Mao) lo
que posibilita que Althusser sea miembro del PCF y edite, a la
vez, sus libros en Maspero, “célebre izquierdista”, al tiempo que
inspira la corriente teoricista de la ex UJCML. La fuerza y la fas­
cinación de Althusser provienen precisamente de la ausencia de
análisis concretos, pues todas las cluecas hallan a sus crias en
este albergue español. Pero el fetichismo de la Teoría que domina
a Althusser constituye la expresión misma de su incapacidad para
apropiarse realmente la realidad concreta en forma de concepto (lo
real pensado). En Althusser, el método no pasa de ser un forma­
lismo bastante dogmático. Se trata de un método sin objeto, o
mejor dicho, de un método que se toma a si mismo por objeto.
Nos encontramos una vez más frente al eterno procedimiento
idealista que consiste en reflexionar sobre las posibilidades del co­
nocimiento en general sin elaborar prácticamente un proceso de
apropiación cognitiva de lo real. Althusser cae asi bajo la critica
que ya el propio Hegel (horror) dirigía contra este género de for­
malismo (logicismo, fetichismo de la matemática, etc.). Tanto en
Hegel como en Marx, el método dialéctico es el propio movi­
miento del objeto contradictorio, reflejado en forma de concep­
tos. Como dice Hegel en una fórmula resumida "el método es el
movimiento del propio concepto”.41 Y como dice Marx, el
método consiste en analizar lo real para apropiárselo teóricamen­
te, y a continuación procurar que “la materia se refleje en su re-
“G. W. F. Hegel, Ciencia de la Lógica, p. 5S2 de la ed. fr. Aubier-Montaignc. París,
lomo II.
*
producción ideal". ’ Pero en lodos los casos el método es méio
do sobre una realidad exterior a si mismo, sobre un objeto cog
noscible (de lo contrario se cae una vez más en el circulo (auto
lógico del silogismo y de la lógica formal: A = A). El método e
el movimiento teórico de su objeto, o como dice Marx "la repro
ducción de lo concreto por la vía del pensamiento ”.43 44 Y come
precisa Hegel "el método no es otra cosa, en efecto, que la es
tructura del todo expuesta en su pura csencialidad".45* Lo qui
Hegel reprocha, por ejemplo, a los matemáticos es que "su méto
do sea exterior a la materia".48 "En el conocimiento matemáti
co la reflexión es una operación exterior a la cosa, con lo que k
verdadera cosa resulta alterada".47 En cambio, prosigue Hegel
el conocimiento científico exige entregarse a la vida del objeto o
lo que es lo mismo, que se le tenga en cuenta, que se exprese I:
necesidad interna de este objeto”.48 Y a propósito del "moví
miento dialéctico de la propia proposición".49 que es lo propii
del proceder dialéctico. Hegel añade algo que nos parece funda
mental para la intelección de la esencia propia del método dia
láctico: "la proposición debe expresar lo verdadero, pero funda
mentalmente lo verdadero es el sujeto; en cuanto tal es solamente
el movimiento dialéctico, esta marcha que engendra por si mism¡
el curso de su proceso y retorna hacia si misma".50 El métodi
sin objeto, sin contenido, de Althusser le hace caer bajo los emba
tes de la critica que Marx dirigia a los metafisicos del método ei
si. La critica de Marx es fundamental, pues nos enseña que n<
existe marxismo fuera de una práctica concreta de conocimiento
Una vez más. no hay. no puede haber, "marxistas librescos". D
lo contrario se cae en la "marxologia". en la exégesis talmúdica (i
la que tan aficionados son los estalinistas). o en la abstracción de
marxismo. Marx critica a "estos metafisicos que con sus abstrae
ciones creen estar haciendo análisis, y que a medida que van ale
jándose de los objetos creen estar aproximándose a ellos más ;
43 K. Marx, posifacio al libro I de El Capital.
44 K. Marx. Introducción genera! a la critica de la economía política, in Fundamen
/«v de la critica de la economía política, p. 30 de la ed fr Anihropos. Paris. 1968
lomo I
44 G. W. F. Hegel. Fenomenología del Espíritu, prefacio, p. 41 de la ed. fr. Aubier
Montaigne, lomo I.
44 tbidem. p. 41.
47 tbidem. p. 37.
44 tbidem. p. 47.
44 Ibidem. p. 56.
14 Ibidem. p. 56.
mas hasta llegar a penetrarlos"?1 La exposición abstracta del
método hace entonces las veces de análisis concreto. "Del mismo
modo que a fuerza de abstracción lo hemos transformado todo en
categorías lógicas, no hay más que hacer abstracción del carácter
distintivo de los diferentes movimientos para llegar al movimiento
en estado abstracto, a la fórmula puramente lógica del movimien­
to. Asi como en la categoría lógica creemos encontrar la sustancia
de todas las cosas, creemos también que en la fórmula lógica del
movimiento hallaremos el método absoluto que no solamente es
capaz de explicarlo todo, sino que también implica el propio
movimiento de la cosa".
* 2
Althusser. no contento con instaurar una "ruptura" entre la
política y la teoría marxista. entre el marxismo y el comunismo,
entre el marxismo como socialismo científico y el movimiento
obrero revolucionario, no contento con fetichizar abstractamente
el método como "Teoría" y con separarlo formalmente del movi­
miento real del conocimiento, instituye además toda una serie de
corles quirúrgicos cuyo resultado final es la destrucción de la
unidad orgánica, dialéctica del marxismo, lo que es típico de
lodo revisionismo consecuente y lo que le permite atacar de
"modo ininterrumpido y por etapas" los diferentes fragmentos de
la totalidad destruida.
La primera "Spaltung" de Althusser es la que opera entre el
"materialismo dialéctico" y el "materialismo histórico". Althu­
sser. siguiendo el opúsculo de Stalin (y en función de ciertas ob­
servaciones de Engels y sobre todo de Lenin, quienes sin embargo
jamás han legitimado la absolutización de esta separación) distin­
gue dos aspectos en el marxismo. "La teoría marxista comprende
una ciencia y una filosofía. En la gran tradición clásica de) movi­
miento obrero, desde Marx a Lenin, Stalin, Mao. la teoría marxis-
la se ha venido definiendo como una teoría que comprende dos
disciplinas teóricas distintas: una ciencia (designada por su teoría
general: el materialismo histórico) y una filosofía (designada por
*
el término materialismo dialéctico)". 3 Como buen filósofo (fran­
cés. nobleza obliga) Althusser va a explicarnos que el materialis-
11 K. Marx. Miseria de la filosofía, p. 166 de la ed. fr. Ed. Sociales. París. 1961
"tbidem. p. 1 16.
M L. Althusser. Lénine el la philosophie. seguido de Marx el Léi’ine devam Hegel.
Maspcro. París. 1972. p. 52. Esta distinción, ya desarrollada por Althusser. en Cuhiers
inarsi\ie\-leiiiiii\ie\. n* II i Maieriulisme hisiorique el muleriulisme dialeeiiquel sera
utilizada posteriormente por uno de sus discípulos. Xicos Poulanlzas. Pouroir poliiique el
elasses hiélales de l'Eiai eapiialisie. Maspcro. P.iris. 1970. p 7
mo dialéctico (término que no se halla, salvo error, en las obras
escritas por Marx, sino que ha sido popularizado por Plejanov...)
es una nueva filosofía (o una nueva práctica de la filosofía). En
un texto que merece ser citado por ilustrar estupendamente el "fi­
losofismo” de Allhusser, éste afirma que Marx, mediante un nue­
vo "discurso del método" (sic) ha fundado "una nueva filosofía".
Se trata de la famosa Introducción general de 1857 "único texto
sistemático de Marx que contiene, bajo las formas de un análisis
de las categorías y del método de la economía política, elementos
suficientes para fundar una teoría de la práctica científica, es decir
una teoría de las condiciones del proceso de conocimiento,
que constituye el objeto de la filosofía marxista".
** Estamos
confundidos, el "materialismo dialéctico" de Marx se ha converti­
do (de un modo muy kantiano) en "una teoría de las condiciones
del proceso de conocimiento", dicho de otro modo, en una gno-
seologia o en una epistemología general. Allhusser llega incluso a
decir que su tarea prioritaria (a la que identifica con la del marxis­
mo actual) es "plantear directamente la cuestión epistemológica
fundamental que constituye el objeto propio de la filosofía marxis-
ta",55 o lo que es lo mismo, del "materialismo dialéctico". Allhu­
sser debe haber olvidado la II de las Tesis sobre Feuerbach: "La
cuestión de saber si el pensamiento humano puede captar una ver­
dad objetiva no es una cuestión teórica, sino una cuestión
práctica. Solamente en la práctica puede el hombrt probar la ver­
dad. es decir, la realidad y el poder de su pensamiento... La discu­
sión sobre la realidad o la irrealidad de un pensamiento que se
aisla de la práctica es una discusión puramente escolástica".58
Pero Allhusser. en cuanto apóstol de la neo-escolástica, olvida
precisamente la "práctica revolucionaria".57 Este "héroe filosófi­
co". para emplear la expresión peyorativa de Marx.58 ha olvidado
que Marx no pretendía desarrollar la filosofía, sino aboliría (y con
ella toda metafísica, sin descontar la “materialista").
“En Alemania, el partido político práctico exige con razón la
negación de la filosofía".58 Pero antes de aboliría, hay que rcali-

14 Pour Marx. op. cil.. p. 106.


"le Capiial". op. cil.. lomo I. p. 87.
“ K. Marx. Tesis sobre Feuerbuch. in K. Marx. Fr. Engels. La Ideología Alemana, p
JI y 32 de laed. fr. Ed. Sociales. París. 1968
*’ tbidem. p. 32.
" Marx y Engels. La ideología Alemana, op. cil.. p. 39.
•* K. Marx. Crilica de la filosofía de! derecho de Hegei. in K. Marx. Fr. Engels. Sin
lu religión, Ed. Sociales. París. 1968. p 48

74
zar sus objetivos progresistas (aquellos principios enunciados par­
ticularmente por la Ilustración del siglo XVIII). Dicho de otro
modo, hay que luchar por la emancipación universal del proleta­
riado. “La cabeza de esta emancipación es la filosofía, su corazón
el proletariado. La filosofía no puede realizarse sin abolir al prole­
tariado. el proletariado no puede abolirse sin realizar a la filoso­
fía".80
Esto significa que el marxismo no asigna ninguna función es­
pecifica a la filosofía (la cual, de todos modos, nunca ha sido más
que el "lenguaje de la vida real"). El análisis concreto de la reali­
dad social e histórica representará la decadencia práctica de la fi­
losofía. “Cuando se expone la realidad, la filosofía deja de tener
un medio en el que existir de modo autónomo. A lo sumo, su
lugar podrá ocuparlo una síntesis de los resultados más generales
que sea posible extraer del estudio del desarrollo histórico de los
hombres".81 Es lo que Marx denomina “la ciencia real, positi­
va".82 Por lo demás, desde 1845 Marx afirma el carácter totali­
zador del marxismo que no se deja recortar en franjas epistemo­
lógicas. El marxismo es uno porque la propia realidad es una to­
talidad concreta (interiormente diferenciada). "Solamente conoce­
mos una ciencia, escribe Marx, la de la historia. La historia
puede ser examinada desde dos puntos de vista. Se puede distin­
guir una historia de la naturaleza y una historia humana. Sin em­
bargo. ambos aspectos son inseparables: mientras existan hom­
bres, su historia y la de la naturaleza se condicionarán reciproca­
mente".83 Sin embargo Allhusser, en contra de toda la tradición
marxista (la verdadera, no la de Stalin-Mao, sino la de Lenin,
Rosa Luxemburg, Gramsci, Trotsky, Guevara) considera el histo-
ricismo del marxismo como una "equivocación”.84 Critica con­
cretamente a Gramsci porque éste "tiende a confundir en el mate­
rialismo histórico la teoría de la historia y, a la vez, el materialis­
mo dialéctico, que sin embargo son dos disciplinas (como si el
marxismo pudiese asimilarse a un conjunto de "disciplinas" en el
sentido “escolar" del término) distintas".83 Lo que Allhusser, de
hecho, le reprocha a Gramsci es la filosofía de la praxis, es decir

•° tbidem. p. 58.
K. Marx. F. Engcls. La Ideología Alemana, op. cil.. p. 51.
• 'tbidem. p. 51.
• ’ tbidem. p. 45.
* ' Lire "le Capiial". op. cil.. lomo I. p. 150.
"tbidem. p. 165.
la teoría que se impone la tarea de transformar conscientemente el
mundo (alienado) en lugar de limitarse a interpretarlo. Para
Gramsci. el marxismo debe proyectarse en la historia para la
transformación de la historia. En este sentido, el marxismo es
un humanismo revolucionario. Althusser tiene razón cuando se­
ñala que la "novedad" del marxismo como historicismo "consiste
en incluir el sentido práctico de su propia teoría”.98 Y esto es lo
que le estorba en nombre de la "Ciencia" y de la "Teoría". El
marxismo de Gramsci, afirma Althusser, es "una llamada directa
a la práctica, a la acción política, a la transformación del mundo,
sin lo cual el marxismo seria presa de las ralas de biblioteca y de
los funcionarios políticos pasivos" (al parecer Althusser está ha­
blando de si mismo y del PCF).81 Efectivamente, como dice Marx
de modo hermoso, "para el materialista práctico, es decir el co­
munista. se trata de revolucionar el mundo existente, de atacar y
transformar prácticamente el estado de cosas con que se encuen­
tra".88 Ni más ni menos, esto es lo que define exactamente al
marxismo, que ha dejado de ser una especulación teórica para
convertirse en el movimiento comunista práctico de las masas
obreras.
Ultimo punto a señalar en este contexto. El marxismo es una
teoría-praxis unitaria, global, que se apropia la totalidad de la
realidad histórico-social sin fragmentarse en diferentes ciencias
sectoriales reificadas. Este punto ha sido notablemente desarrolla­
do por el joven Lukács y por Korsch en su polémica contra los re­
visionistas que creían completar al marxismo en los diferentes
sectores, aqui con una "ética", alli con una psicología social em­
pírica, más allá con una “filosofía más moderna", y por último,
con una antropología (estructuradla o no). Según Lukács. el
marxismo es el punto de vista de la totalidad concreta. "Sea cual
sea el lema que trate el método dialéctico, siempre está girando en
torno a un mismo problema: el conocimiento de la totalidad del
proceso histórico. Los problemas ideológicos y económicos no
son. pues, para la dialéctica, extraños los unos a los otros, sino
que se confunden entre si... Para el marxismo, en última instan­
cia. no existe una ciencia jurídica, una economía politica. una his­
toria. etc., autónomas; solamente existe una ciencia, histórica y
dialéctica, única y unitaria, del desarrollo de la sociedad como to-

* * ¡bidem. p. 164.
• ’ thidem. p. 164.
• " K. Marx. f;. Ingeh. La ¡deotagia Ah inuna. op cil.. p. 54
lalidad".” Por su parte, K.Korsch explica cómo el revisionismo
fragmenta el marxismo en una serie de ciencias parciales. "La
teoría global y unitaria de la revolución social se ha transformado
en una critica científica de la economía y del Estado burgués, de
la instrucción pública, de la religión, del arte, de la ciencia, y de
todas las formas culturales propias de la burguesía, critica que ya
no desemboca necesariamente en una praxis revolucionaria, como
su esencia le tenia destinado".70 Pero el marxismo, dice Korsch,
es un materialismo que trata de comprender teóricamente y de in­
vertir prácticamente la totalidad de la vida histórica y social. El
marxismo no es una suma de ciencias "puras" o una filosofía
pura, sino una critica científica comunista desde el punto de vista
de la clase proletaria. "El marxismo jamás ha sido una "cien­
cia"... No es una "economía", ni una "filosofía", ni una "histo­
ria". ni cualquier otra "ciencia humana"... Lo que K. Marx se
propone es una "critica" de la filosofía burguesa, una'"crilica" de
la historiografía burguesa, una "Critica" de todas las ciencias hu­
manas burguesas-, en una palabra, una "critica" de la ideología
burguesa en su conjunto, y para ello se coloca en el punto de vista
de la clase proletaria".71 Sin embargo, Althusser querría hacernos
creer que el marxismo es una "ciencia" entre otras: la "ciencia de
la historia"-, una ciencia de un sector particular, o como dice
Althusser, "una región del conocimiento" (Husserl hablaba de
"ciencia regional"...). El marxismo, como "toda ciencia", nos
dice Althusser, tiene en si mismo, concretamente en su práctica
teórica, su propio criterio de validez. Tras evocar a las matemáti­
cas. Althusser afirma: "podemos decirlo de las ciencias "experi­
mentales": el criterio de su teoría son sus experiencias, que
constituyen la forma de su práctica teórica. Otro tanto debemos
decir de la ciencia que nos interesa en el más alto grado: el mate­
rialismo histórico".72 Dicho de otro modo, el marxismo es una
"ciencia" entre otras, y los marxislas son respetables "científicos"
que proporcionan trabajos teóricos, concretamente en el CNRS y
en la Universidad. De este modo, el marxismo se convierte, como
dice Korsch irónicamente, al igual que todas las demás ciencias
"científicas", en algo "neutro", objetivo, por encima de las clases.

**G. l.ukacs. Histoire ei consciente de classe. Ed. de Minuit. París. 1960. p. 55 y 56


y p. 48.
’• K. Korsch. Marxisme el philosophie. Ed. de Minuil. París. 1964. p. 98.
’• Ibidem. p. 136 y 137.
” Lire le Capital, op. cil.. lomo I. p. 72.
o como decía ya el revisionista Hilferding, en “una ciencia libre
de todo juicio de valor, objetiva, científica". Todo esto es muy
bonito, pero olvida que para los marxistas revolucionarios "los
socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proleta­
ria”73 que no buscan “la ciencia ni hacen sistemas".74 sino que
son portadores de "una ciencia revolucionaria”, no doctrinaria.
Como hemos visto, Althusser ataca violentamente el "hege­
lianismo” de una parte de la obra de Marx. De ello extrae concre­
tamente la conclusión de que la dialéctica marxista es radicalmen­
te diferente de la dialéctica hegeliana. Si Althusser se dedica con
tanto encarnizamiento a cortar el cordón umbilical que une a
Marx y a Hegel. se debe a que las categorías hegelianas en Marx
indican la persistencia de una problemática humanista/revo­
lucionaria e historicista/dialéctica. En si, la relación He-
gel/Marx solamente tiene importancia para la historia de las
ideas. Pero la cuestión de la “herencia” se ha convertido en úna
cuestión política que concierne a la propia esencia del marxismo.
Es en este aspecto que nos interesa traerla a colación. Con una
sola frase, Althusser plantea el problema. Reconoce que en
muchos lugares, sin equivoco. Marx admite su deuda con la dia­
léctica de Hegel. Se trata de pasajes absolutamente límpidos, en
los que el propio Marx deíme su filiación con Hegel. a los que
Althusser califica irónicamente de “citas célebres".75 Es cierto
que Althusser tiene razón cuando dice que una colección de citas
no constituye todavía una demostración y que “no se debe con­
fundir la teoría de Hegel con el juicio de Marx sobre Hegel”.78
Pero se puede suponer que también Marx había leido a Hegel en
sus textos, y de que también él sabia teorizar conscientemente sus
relaciones con la dialéctica hegeliana. No solamente Marx, sino
también Engels y Lenin. sin contar a Trotsky.
Engels escribe en su prefacio a "La guerra campesina en
Alemania“sin la filosofía alemana que le ha precedido, en
particular sin la de Hegel, el socialismo científico alemán, el único
socialismo científico que se conoce, jamás se habría constitui­
do".77 Engels realza, pues, el hecho de que la problemática inicial
del marxismo está en deuda con la critica del idealismo hegeliano

” K. Marx. Miseria de la lilosopa. op. cit.. p. I33.


™lbidem. p. 133.
’• Pour Marx. op. cil.. p. 183.
’• tbidem. p. 209.
” K. Marx. F. Engels. Oeuvres ehoisies. op cil.. lomo I. p. 696.

78
de donde ha tomado las fuentes y los temas de reflexión (aliena­
ción. critica del derecho y del Estado, sociedad civil, teoría de las
necesidades, etc.). Es particularmente importante destacar este
punto en un momento en que en Francia se está tratando a Hegel
de "perro muerto”. Por lo demás, esta idea será desarrollada por
l.enin. En uno de sus ensayos. Lenin subraya que el marxismo se
ha enriquecido con "las adquisiciones de la filosofía clásica ale­
mana, sobre todo con el sistema de Hegel. el cual habia conducido
a su vez al materialismo de Feuerbach. La más importante de
estas adquisiciones es la dialéctica, es decir, la teoría de la evo­
lución en su aspecto más profundo y más amplio".18 Lenin vuelve
sobre este problema a propósito de Herzen de quien dirá que "ha
asimilado la dialéctica de Hegel". Ha comprendido que era "el
álgebra de la revolución"79. (Cosa que Marx y Engels también
comprendieron, si no le sabe mal a Allhusser).
Por otra parte, es importante señalar que. en diversas ocasio­
nes y muy formalmente, Marx se ha declarado "discípulo de este
gran pensador".80 Y en el libro H del Capital, es decir, en una
obra de madurez, según la clasificación de Allhusser. Marx precisa
todavía más las relaciones que le unen con su padre espiritual:
"mis relaciones con Hegel son muy sencillas. Yo soy un discípu­
lo de Hegel y la charlatanería presumida de los epígonos que
creían haber enterrado a este pensador me parece francamente ri­
dicula. De lodos modos, me he lomado la libertad de adoptar
frente a mi maestro una actitud critica, desembarazando de misti­
cismo a su dialéctica y haciéndole experimentar un profundo cam­
bio".81 Esta transmutación de la dialéctica hegeliana consiste, se­
gún las célebres metáforas, en ponerla en pie. en despojarla de sus
velos idealistas, en extraer su núcleo racional. Y si Marx declara
que su método es materialista, mientras el de Hegel es idealista e
incluso místico, ello no impide que Hegel haya sido "el primero
en exponer el movimiento de conjunto" de la dialéctica.82 Marx
llega escribir que "la dialéctica de Hegel es la forma funda­
mental de toda dialéctica".'13 Por supuesto, también aqui subra-

'■V. Lenin. le* irui


* rource
* * irui
el te * punir
* *eon
iiiui¡ve *me.
du mur\i in
*Oeurre *.ehoi
ie op. cil.. lomo I. p. 69.
” V. Lenin. A tu memuire de Herzen. in Oeurre * *.choi
ie opcii.. lomo I. p. 687
• ’ El Capilul. libro I. op. cil.. p. 29.
“ El Capilul. libro (I. in K. Marx. Oeurre
* (Eeunumie). l a Pleiade. Gallimard. París.
1968. lomo II. p. 29.
* " Et Capilul. libro I. op. cil.. p. 29.
• ’ K. Marx. F. ungels. Leures ú Kugelmunn. Ed. Sociales. París. 197 I p 90
ya que es preciso despojarla de sus velos místicos. Asi. pues, al
contrario de Althusser y de algunos otros, Marx, Engels y Lenin
se “toman en serio a este perro muerto de Hegel”,84 precisamente
a causa de su método dialéctico. A Althusser y a sus discípulos
antihegelianos se les podría replicar lo que decia Marx a un (al
Lange: "de entrada no comprende el método hegeliano y mucho
menos el modo crítico como yo lo aplico”.88
La dialéctica constituye el lazo más sólido entre Hegel y
Marx. Ella es el principal de sus bienes comunes. "Marx y Engels.
dice Lenin, veían en la dialéctica de Hegel, la doctrina más vasta,
la más rica y la más profunda de la evolución, una inmensa ad­
quisición de la filosofía clásica alemana".86
Marx, y tras él lodos los grandes marxistas, han considerado
la dialéctica hegeliana en su aspecto más revolucionario. “Todo lo
que existe merece perecer": esta fórmula de Hegel resume muy
bien la esencia subversiva de su dialéctica y es precisamente ésta
la que Marx toma por su cuenta en el postfacio al libro I del Capi­
tal, cuando afirma que la dialéctica “es esencialmente critica y re­
volucionaria porque considera todas las cosas desde el ángulo de
su negación fatal, de su destrucción necesaria". Evidentemente, y
en nombre de la propia lógica dialéctica. Marx pulveriza "el apa­
rato mágico de Hegel"87 que hace que la madre sea engendrada
por el hijo, la naturaleza por el espíritu, etc., y que justifica a
todas las cosas considerándolas igualmente racionales, dejándolas
asi efectivamente en pie. Asi, pues, Marx desprende a la dialéctica
hegeliana de su forma mistificada, es decir, que no nos da un de­
sarrollo especulativo de la sociedad y la historia, sino una exposi­
ción real que capta la cosa ntisma. La famosa “inversión" de la
dialéctica de Hegel no es más que el desarrollo consecuente de la
concepción materialista de la historia que expone las conexiones
reales del movimiento de la sociedad. Este método materialista es
el resultado de la depuración de la dialéctica de Hegel. su mejor
fruto, su joya. En una carta a Engels. Marx indica que tras haber
hojeado la lógica de Hegel, le vinieron ganas de “hacer accesible
al sentido común, en dos o tres cuartillas, el contenido racional
del método descubierto y a la vez mistificado por Hegel".86 Marx

"ibidem, p. 169.
"Ibidem. p. 169.
“ V. Lenin. K. Marx, in Oeuvres choises. op. cil.. lomo I. p. 33.
• ’ K. Marx. F. Engels. La Sagrada Familia. Ed. Sociales. París. 1969. p 226
• • K.Marx. F. Engels. Leures sur "le Capital". Ed Sociales. Paris. 1964. p X3

80
piensa en esta tarea cuando afirma que “basta con ponerla (a la
dialéctica) nuevamente sobre sus pies para que presente una fiso­
nomía completamente razonable”.89 Por lo demás, Engels se dió
inmediatamente cuenta de la importancia capital que tenía esta
labor de extracción del método para el socialismo científico. Es él
quien afirma que "Marx era el único que podía comprometerse a
extraer de la lógica hegeliana el núcleo que encierra los verdaderos
descubrimientos de Hegel en este dominio, y a establecer, despo­
jado de sus velos místicos, el método dialéctico en su forma sim­
ple en la que constituye el único modo justo de desarrollo del pen­
samiento. La elaboración del método que sirve de base a la critica
de la economía política de Marx, la consideramos como un resul­
tado que apenas cede en importancia a la concepción materialista
fundamental".90
Allhusser finge no comprender la naturaleza real de la extrac­
ción del núcleo. Sin embargo, la cosa es muy sencilla para lodo
aquel que haya Icido a los clásicos. Marx, en su postfacio al Capi­
tal, señala la inversión metodológica que opera Hegel. la trans­
mutación de las prioridades; “para Hegel el movimiento del pen­
samiento... es el demiurgo de la realidad, la cual no es más que la
forma fenoménica de la Idea. Para mi. en cambio, el movimiento
del pensamiento no es más que un reflejo del movimiento real,
transportado y transpuesto en el cerebro del hombre”.91 Engels
desarrolla exactamente la misma idea. Lamentamos tener que re­
currir a estas extensas citas de "textos” marxistas. pero ya que
Allhusser acorrala con su “lectura" sintomática o "analítica” (en
el sentido freudiano) lo "no dicho" por Marx, hay que oponerle,
al menos, “lo dicho" por Marx y Engels. En una carta a Schmidt.
Engels escribe: “la deformación de la dialéctica en Hegel proviene
del hecho de que está obligada a ser "la autoevolución del pensa­
miento". con lo que la dialéctica de las cosas no es más que un
simple reflejo, cuando en realidad la dialéctica que está en nuestra
cabeza no es otra cosa que el reflejo del desarrollo real que se ope­
ra en el mundo natural y en la sociedad humana y que obedece a
formas dialécticas".92 Compárese con lo que dice Lenin: "la dia­
léctica de las cosas crea la dialéctica de las ideas y no al revés".93
• • K. Marx. ftní/uim al libra I del Cupitu!. op vil . p 29
• * F. Fngcls, Conirlbuiion a la criiúim- de l'n-anomie poliiitiue de Kart Man. in
Oeutres choisles. op. cil.. lomo I. p J88 y .'89
K. Marx. Postfacio a! libro I del Capital, op. cil. p. 29.
” K. Marx. F. F.ngcls. Lettres sur "le Capital", op. cil.. p. J82
•’ V. l enin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 186.

81
Por oirá parle, el propio Marx nos ha dejado indicaciones
concretas en cuanto al método de extracción del núcleo. En su
Critica a la filosofía de! Estado de Hegel muestra que Hegel ha
podido describir empíricamente ciertos rasgos del Estado, pero
que ha disfrazado especulativamente (ales rasgos para dar una in­
terpretación mística de los mismos. “Hegel no debe ser censurado
porque describa el Estado moderno tal como es. dice Marx, sino
porque el presenta el ser del Estado por lo que es".94 En otro
lugar le reprocha que invierta el orden real de las cosas, en parti­
cular el del predicado con el sujeto. En La Sagrada Familia
Marx muestra que las construcciones especulativas de Hegel con­
tienen en germen verdades concretas, objetivas. "A menudo, dice
Marx, en el interior de su exposición especulativa aparece una
exposición real que aprehende la cosa misma; el desarrollo real en
el interior del desarrollo especulativo lleva al lector a tomar el de­
sarrollo especulativo como algo real y el desarrollo real como algo
especulativo”.9’ En los Manuscritos de !844m Marx va incluso
más lejos al extraer el núcleo decisivo de la dialéctica hegeliana
para desarrollarlo a su vez desde una base materialista; se trata de
la consideración de la negatividad del trabajo humano y del
hombre como producto de su propio trabajo. “La grandeza de la
Fenomenología de Hegel y de su resultado final —la dialéctica de
la negatividad como principio motor y creador— consiste, pues,
en que Hegel capta la producción del hombre por si mismo como
un proceso; la objetivación como desobjetivación, como aliena­
ción y supresión de esta alienación; en que capta la esencia del
trabajo y concibe al hombre objetivo, verdadero en cuanto real,
como el resultado de su propio trabajo. Marx llega incluso a pre­
cisar que la Fenomenología es una critica real, aunque oculta y
mistificante: “La ‘conciencia infeliz’, la ‘conciencia honrada .
la lucha de la ‘conciencia noble contra la conciencia vil’, etc.,
cada una de estas secciones contiene —aunque siempre de un
modo alienado— elementos para la critica de dominios enteros
como la religión, el Estado, la vida civil, etc.".97
Los fundadores del marxismo han considerado, por consi­
guiente. que la dialéctica materialista es innegablemente la conti-••*

•4 K. Marx. Critique de tu philosophle de CEiat de Hegel. Cosics. París. 1948


p. 134
•* K. Marx. F. Engels. La Sagrada Familia, op. cil.. p. 77.
•" K. Marx. Manuscrits de 1844. Ed. Sociales. París. 1962. p. 1.12
•’ tbidem. p. 131. 132.

82
nuación dialéctica, mediatizada, de la dialéctica hegeliana. Lenin.
por ejemplo, de quien Althusser dice que introduce "la afirmación
categórica de que la dialéctica de Marx no tiene nada que ver con
la de Hegel",98 afirma, en cambio, en numerosos pasajes de sus
Cuadernos filosóficos concretamente, que ciertos párrafos de la
Ciencia de la Lógica “son indudablemente la mejor exposición
de la dialéctica".99 Lenin señala que si Marx no nos ha dejado
una Lógica, si nos ha dejado la lógica del Capital. Esta misma
lógica que no se puede comprender í no se ha leido y comprendi­
do la gran lógica de Hegel. Lenin incluso afirma francamente que
"Marx aplica la dialéctica de Hegel en su forma desarrollada a la
economía política".100
Toda la tradición del marxismo revolucionario ha reconoci­
do la importancia que para el marxismo tiene la dialéctica hegelia­
na. Es un mérito de Marx... el haber revalorizado el método dia­
léctico. tanto en su relación con la dialéctica hegeliana como su
diferencia con ella, y el haber aplicado, al mismo tiempo, este
método en El Capital".'01 Por su parle Lenin afirma que el paso
de Hegel a Marx viene caracterizado no solamente por la elabora­
ción del materialismo histórico, sino ante lodo por la acogida de
la dialéctica hegeliana. reelaborada de arriba a abajo, invertida,
puesta sobre sus pies. Lo que es más importante, Lenin llega a
decir que el idealismo objetivo de Hegel está más cerca del mate­
rialismo consecuente y en todo caso más cerca del marxismo que
el materialismo vulgar. Escribe incluso que “el materialismo his­
tórico (es) una especie de aplicación y desarrollo de las geniales
ideas-semilla que existían en germen en Hegel".102 Estamos muy
lejos del corte radical arbitrariamente postulado por Althusser y
sus epígonos. Por lo demás. Lenin insiste constantemente en esta
idea a todo lo ancho de su lectura de la Lógica de Hegel. Este, al
exponer a menudo la cosa misma (aunque sea bajo un velo idea­
lista). es el precursor directo del materialismo marxista. “El mate­
rialismo está al alcance de la mano. Engels tenia razón: el sistema
de Hegel es un materialismo invertido".103 Y en otro lugar: "el
idealismo objetivo (y todavía más el idealismo absoluto) se ha

n Atenissement al libro I del Capital. op. cil.. p. 29.


•*v. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 82.
100 V. Lenin. tbidem. p. 168.
F. Engels. Dialéctica de la naturaleza, ed. fr. Ed. Sociales. Paris. 1968. p. 53
">* V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 190.
,M tbidem. p. 262.

83
aproximado mediante zig-zags (y dando traspiés) al materialismo,
hasta llegar a tocarlo y a cambiarse parcialmente en él".104 Qué
falsa y pobre aparece entonces la posición de Althusser cuando
pretende que "Marx se distingue radicalmente de Hegel" y quiere
“dedicarse a analizar la noción de inversión para demostrar que se
trata de una metáfora". Esta metáfora de la inversión designa, sin
embargo, procesos históricos reales de trabajo marxista sobre la
dialéctica hegeliana: inversión de la primacía del sujeto sobre el
objeto de conocimiento, inversión de la primacía de la realidad es­
piritual sobre la realidad material, inversión de la primacía de la
especulación sobre la acción revolucionaria de transformación del
mundo sensible. Se trata de las inversiones que opera Marx en sus
Tesis sobre Feuerbach, en La Ideología alemana, o Engels en
su L.Feuerbach r el fin de la filosofía clásica alemana. Una
vez efectuada esta triple inversión, "la gran dialéctica de Hegc'
que el marxismo ha hecho suya tras ponerla sobre sus pies",
según la hermosa definición de Lenin.I0S toma una fisonomía to­
talmente razonable y revolucionaria. Se trata también del trabajo
de extracción, de purificación y de inversión materialista que ope­
ra Lenin al leer párrafo por párrafo este curso de método dialécti­
co que es la Lógica. "La totalidad, el núcleo, la última palabra y
la esencia de la lógica de Hegel. es el método dialéctico".10’ A lo
largo de su lectura atenta Lenin va dando un contenido materia­
lista a las categorías dialécticas hegelianas (Ser. esencia, aparien­
cia. negación, fondo, medida, etc.). Se trata, pues, de un "Hegel
materialmente invertido".107 "De un modo general, dice Lenin.
me esfuerzo por leer a Hegel desde una óptica materialista: Hegel
es el materialismo cabeza abajo".108
Además. Lenin no se limitó a estudiar la dialéctica de Hegel-
Marx, sino que la aplicó en su práctica revolucionaria, sintiendo
constantemente la necesidad de volver la mirada hacia Hegel.
como una fuente. Al final de su vida, en 1922. en un articulo titu­
lado El alcance del materialismo militante. Lenin insiste en
una tarea teórica que le parece central (en plenas dificultades eco­
nómicas debidas a la Nueva Política Económica y en plena discu-

,0* tbidem. p.262.


’”'V I cuín, l'tt adelante. </<n mío» atrae cil fr >n Ocurre
* *
cltanie op crl
lomo I. p. 517
V. Lenin. Cuaderno
* *.
filosofictr op. cil.. p. 222.
,07 tbidem. p. 138.
tbidem. p. 102.

84
sión en el seno del PCR bolchevique): "organizar el estudio siste­
mático de la dialéctica de Hegel desde el punto de vista materia­
lista, es decir, de la dialéctica que Marx aplicó prácticamente en
El Capital y en sus escritos históricos y polilicos”.109 Lenin pro­
pone incluso "crear una sociedad de los amigos materialistas de la
dialéctica hegeliana". una especie de escuela marxisla de la dia­
léctica hegeliana y marxiana con un programa muy completo.
"Inspirándonos en la manera en que Marx aplicaba la dialéctica
de Hegel comprendida en un sentido materialista, podemos y de­
bemos desarrollar esta dialéctica en todas sus formas, reproducir
en la revista (bajo el estandarte del marxismo) pasajes lomados de
las principales obras de Hegel, interpretarlos con un espíritu ma­
terialista comentándolos mediante ejemplos de aplicación a la dia­
léctica tomados de Marx, asi como ejemplos de dialéctica tomados
del dominio de las relaciones económicas, políticas; ejemplos que
la historia reciente, y concreamente la guerra imperialista y la re­
volución actuales proporcionan en abundancia".110 Hoy este pro­
grama sigue en pie. y es una componente esencial del rearme
teórico de la vanguardia revolucionaria en su proceso de construc­
ción de la IV Internacional.
Hemos dicho que Althusser procede por etapas y metódica­
mente. Una vez separados Marx y Hegel. asi como el joven Marx
y el viejo Marx, va a disociar totalmente las categorías centrales
de la dialéctica marxisla a fin de reducirlas una por una. La ope­
ración se centra sobre todo en los conceptos clave del marxismo:
alienación, sujeto, totalidad, humanismo revolucionario, auto-
emancipación revolucionaria del proletariado, etc. No es cuestión
de tratar aqui este vasto y complejo conjunto. Vamos simplemente
a abordar la manera en que Althusser "borra" estas categorías a
partir de su negación de la dialéctica marxisla (y hegeliana). La
manera, sobre todo, en que Althusser liquida conceptos que.
según él, pertenecen al periodo de juventud de Marx, a su filosofía
del hombre: los conceptos de alienación, de escisión, de fetichis­
mo, de hombre total, etc."."1

■"•V.Lenin. El alcance del materialismo militante. ed.fr in Oettvres choisies


op cil.. lomo III. p. 796.
1,0 Ibidem. p. 796. 797.
1,1 Paur Marx. op. 246. En general, para esle lipo de problemas, véase F. Jakubowski
les superstructures idealogipues dans la conception matérialiste de riiistoire. E. D. I.
París. 1971

85
A partir de este momento. Althusser avanza sin disimulos.
Para él. el concepto de alienación es un “concepto ideológico pre-
marxista".113 No es pues extraño que Althusser todavía ponga en
duda que El Capital esté limpio de hegelianismo, porque el con­
cepto y el término de alienación aparecen en él constantemente,
no como simples figuras retóricas, sino como problemática Tunda-
mental de la crítica del modo de producción capitalista.
Desde los Manuscritos de 1844 Marx desarrolla una critica
de la alienación obrera que. en lo esencial, permanecerá inaltera­
ble en su obra. Esta alienación es. de hecho, triple. El primer mo­
mento es la alienación del obrero con respecto al producto del tra­
bajo que se le escapa y le domina. "El objeto que el trabajo pro­
duce, dice Marx, su producto, se le enfrenta como un ser extraño,
como un poder independiente del productor".113 Este objeto, en
tanto que mercancía vendida en el mercado, se vuelve contra el
obrero, por una parte en forma de dinero, fetiche monetario aso­
ciado a la riqueza universal, por otra parte, en tanto que salario,
cristalización de una cantidad de tiempo de trabajo que le permite
comprar objetos-mercancía para su subsistencia. De este modo,
"cuantos más objetos produce el obrero, menos puede poseer y
cada vez más cae bajo la dominación del capital, su producto".114
Por otra parle, el obrero, al producir mercancías se convierte él
mismo en una mercancía más: una pura fuerza de trabajo a la que
se compra o se vende en el mercado de trabajo. Esta alienación es
también la del obrero con respecto a los medios de producción, y
alcanza su apogeo con la automatización industrial capitalista.
Asi, Marx escribe en El Capital l: "El medio de trabajo converti­
do en autómata se yergue ante el obrero durante el proceso de tra­
bajo incluso en forma de capital, de trabajo muerto que domina y
absorbe su fuerza vital".113 Y también: "el carácter autónomo y
alienado que la producción capitalista imprime en general a las
condiciones y al producto del trabajo, en lo referente al obrero, se
desarrolla con la máquina hasta el antagonismo más pronuncia­
do".119 El obrero, pues, no solamente es la propiedad, la cosa del
capitalista, sino que tampoco su propio producto le pertenece (o.
mejor, no pertenece a la clase obrera como trabajador colectivo).

Paur Marx. op. cil.. p. 246.


1,1 K. Marx. Munuscriis de 1844. op. cil. p. 57.
114 tbidem. p. 114.
111 K. Marx. £/ Capiial I. op cil.. lomo II. p 105

X6
Además, el obrero se despega de los medios de producción que se
le aparecen como un inmenso mecanismo represivo que comprime
su cuerpo y embota su alma.
"Pero la alienación no aparece solamente en el resultado, sino
en el acto de la producción, en el interior de la propia actividad
productiva".111 ¿En qué consiste, pues, la alienación del trabajo?
"Ante todo, en el hecho de que el trabajo sea exterior al obrero...,
que éste no se afirme en su trabajo, que no se sienta cómodo, sino
desgraciado, que no despliegue una libre actividad Tísica e intelec­
tual, sino que mortifique su cuerpo y arruine su alma".118 En su
trabajo, el obrero está como fuera de si. Esto explica que "se huya
del trabajo como de la peste”.119 El concepto de alienación del
trabajo refleja, pues, una realidad concreta, la miseria obrera en­
gendrada por la explotación capitalista del trabajo. El concepto de
trabajo alienado no tiene, pues, simplemente un "estatuto teóri­
co", una "función teórica”, como explica Ahhusser,120 sino un
valor práctico”. Permite designar concretamente la realidad coti­
diana vivida por los trabajadores. Es cierto que el marxismo no es
un existencialismo, sino una critica de la existencia alienada, de la
vida cotidiana alienada. Es un "misil teórico” cuya vocación es
hacer saltar por los aires, mediante la lucha de clases, toda esta
"mierda"121 (Marx) de la sociedad burguesa y de la organización
capitalista del trabajo (o también burocrática de Estado estalinis­
ta). La alienación es. pues, una noción clave en el marxismo, en la
medida en que indica las tarcas concretas de un auténtico socialis­
mo: la abolición de las relaciones alienadas del trabajo explotado
y alienante. Esta problemática de la alienación se arrastra no so­
lamente a lo largo del Capital y de los Grundrisse, sino también
y sobre todo, en la obra de Engels. concretamente en el Anti-
Dühring. Para Marx lo mismo que para Engels. el comunismo de­
finitivo es la abolición de toda alienación humana y ame todo, la
del trabajo asalariado (incluido aquél que se autodenomina “so­
cialista”). Aunque Marx haya pensado cada vez más la alienación
mediante el concepto económico especifico de explotación capita-

tbidem. p. 113.
117 K. Marx. Manuscriis de 1844. op. cil.. p. 59.60.
"• tbidem. p. 60.
"• tbidem. p. 60.
1,0 Pulir Marx. op. cil.. p. 159.
1,1 Carla de Marx a Engels (30-4-1868). in K. Marx. F. Engels. Leure
* uir le
lista.122 jamás ha reducido la primera a la segunda, ni tampoco ha
limitado simplemente la alienación al modo de producción capita­
lista. Incluso en un periodo de transición en el que todavía domi­
nen la ley del valor y las categorías mercantiles y monetarias, la
alienación continuará existiendo (aunque en vias de extinción).
Marx critica, por lo demás, al sistema capitalista no desde el
ángulo de su irracionalidad económica (pues el capitalismo ha de­
sempeñado una función histórica progresista) sino desde el ángulo
de la alienación de la clase obrera, es decir, desde un punto de
vista de clase, desde el ángulo de la miseria de las clases trabaja­
doras y de la "venalidad universal" (cf. el Manifiesto comunis­
ta). Los Grundrisse, estos textos preparatorios del Capital (que a
menudo no son más que otra versión apenas distinta) y que
Althusser arroja en el infierno premarxista o hegeliano. están
atravesados de parte a parte por la problemática de la alienación,
que "hace que las condiciones objetivas del trabajo sean extrañas
a la fuerza de trabajo viva. Todo esto llega a un punto en que las
condiciones materiales de la persona del obrero existen fuera de y
frente a él'122 y que "el trabajo se enfrenta al obrero como un
poder extraño".124
El último aspecto de la alienación es el de la alienación de
todas las relaciones humanas y más generalmente de la vida en
sociedad. Se trata, entre otros, del problema de la reificación y del
fetichismo de la mercancía. La sociedad se les presenta, así, a los
productores como una inmensa máquina cuyos resultados y modo
de funcionamiento ni siquiera controlan. “No son tan sólo los
productos de los trabajadores transformados en poderes indepen­
dientes. productos que dominan y compran a sus productores-, son
también las fuerzas y las relaciones sociales —forma de trabajo—
lo que se erige frente a los productores en tanto que manifestacio­
nes de su producto".125 De este modo, la sociedad aparece como
una "naturaleza" objetiva, totalmente exterior a los hombres que
se encuentran aplastados por ella y se sienten impotentes. Aunque

Sobre esic lema. cf. E. Mandel. /u Formalion de tu petatee eeonamique de Kart


Marx. Maspero. París. 1967 (notabje puesla al día) O R Rosdolsky. Zar F.nt-
xtehungxgexchichte dex marxschen "Kapital". Europaischc Verlagsansiali Frank-
fun/Main. 1968. (Esta obra fundamemal destruye todas las leyendas teóricas de Althusser
en particular la del "corte' ).
K. Marx. Fondemenis de la criiiqiie de l'econontie poliiique, op. cil.. lomo I.
p 415.
1,4 tbidem. p. 417.
1,4 K Marx. El Capital. libro III. Op. sil., ed. la Plciadc. lomo II. p. 1428.

RR
el conjunto de este movimiento aparezca como un proceso social...
la totalidad del proceso es. de hecho, un agregado objetivo, surgi­
do espontáneamente... Sus propios conflictos producen una fuerza
social por encima de ellos, que les es ajena; las acciones que ejer­
cen los unos sobre los otros se convierten en un proceso y un po­
der que escapan a su dominio... Las interrelaciones sociales de los
individuos se erigen como autoridad autónoma por encima de
ellos; tanto si esta autoridad se representa como un hecho natura),
debido al azar o a cualquier otra fuerza, constituye el resultado
fatal de que en el punto de partida del movimiento social no sea el
Ubre individuo social".128 Desde este momento las relaciones so­
ciales adoptan una forma fantástica. Las relaciones humanas se
convierten en apariencia en relaciones entre cosas (dinero, valor,
capital) y las relaciones entre las cosas revisten el aspecto de rela­
ciones entre los hombres ("la señora tierra", "el señor capital",
etc). Las relaciones sociales, lejos de ser "simples, transparentes y
racionales", están completamente reificadas y dominadas por el
fetiche de los fetiches, el dinero, esta "puta universal".
Precisemos enseguida que esta concepción marxista de la alie­
nación no es “ética" como cree, por ejemplo, M.Rubel, siguiendo
a todos los social-demócratas y humanistas pequeño-burgueses, y
como Allhusser Tinge creer cuando procede a una amalgama lipi-
camenie estalinisia enire la concepción marxisia de la alienación y
la concepción antropológica, ontológica, o "humanista", cristiana
de izquierda... La concepción marxista de la alienación es teórica
y política a un tiempo, y nos introduce en el corazón mismo de la
realidad de la lucha de clases. Si la emancipación de los trabaja­
dores la consiguen los propios trabajadores, será porque ellos no
tienen nada que perder como no sean sus cadenas. Y estas cadenas
son las de la explotación capitalista, de la opresión estatal e ideo­
lógica y de la alienación social. Con ello se aborda el aspecto
práctico, revolucionario, de la dialéctica marxista. La dialéctica es
el "vehículo de la revolución" en cuanto permite, como demuestra
el ejemplo presentado por Lukács, evidenciar la alienación y la
reificación, e indicar un camino, el único camino, la revolución
proletaria como abolición histórica de la división de clases, del
Estado, y más generalmente, del trabajo asalariado, (cf. La Ideo­
logía alemana). Y en este punto topamos con el problema de los

K. Marx. El Capital, libro II. op. cil. ñola amcrior. p. 506.

89
problemas, la cuestión de! sujeto revolucionario y de su voca­
ción humanista revolucionaria.
Al contrario de Allhusser, que afirma frecuen temen te que la
historia es un "proceso sin sujeto", debemos reafirmar aquí la
tesis central del materialismo histórico. La historia es u.i proceso
(la lucha de clases) con un sujeto (el proletariado y su parti­
do, más los soviets). Esta tesis es fundamental, pues indica las
tareas explícitas del marxismo revolucionario: la constitución del
proletariado de clase en si que es (materia bruta de la explotación)
a clase para si (introductora del comunismo). El proletariado se
constituye en sujeto precisamente en el transcurso de la lucha de
clases.
La negación del sujeto histórico postulada por Allhusser es.
por lo demás, sintomática, pues no solamente niega el carácter re­
volucionario de la dialéctica (lo que no debe extrañarnos), sino
también la función del partido revolucionario como portador y ac­
tor de esta dialéctica consciente. La negación del sujeto revolucio­
nario implica, en Allhusser, la negación de la iniciativa revolucio­
naria. Tampoco aqui podemos entrar en detalle en la concepción
althusseriana de la historia.127 Quizá lo hagamos en otro lugar."
Lo que tratamos esencialmente de demostrar es la concepción es­
tática de la historia que tiene Althusser, incapaz de pensar el cam­
bio revolucionario, la irrupción de las masas en la escena de la
historia que. según Trolsky, caracteriza a toda revolución autén­
ticamente proletaria (Historia de la revolución rusa).
Althusser nos explica que una formación social es un todo
articulado con dominante (un modo de producción dominante, je­
rarquizado a su vez en instancias, niveles, fuerzas productivas, re­
laciones de producción, etc.). El modo de producción es una com­
binatoria de estructuras y concretamente de relaciones de produc­
ción. Estas, lejos de ser, como se podría pensar con la lectura de
los clásicos, relaciones entre clases, relaciones entre grupos de in­
dividuos que ocupan el mismo lugar en el proceso de producción,
son estructuras y basta. Dicho de otro modo, las contradicciones
del modo de producción capitalista (pues es el que nos concierne)
no son primordialmente conflictos de clase, sino imbricaciones
discordantes de estructuras. Se produce una desarmonia. una noa-
decuación (por ejemplo, entre fuerzas productivas y relaciones de
producción), no-correspondencia estructural. La articulación com-
Sobre este tema. v. A. Schmidt. Geschichie und Sirukiur. Reine Hanser Verlag
Munich. 1971.

90
plcja sobredeterminada queda asi constituida. La sociedad capita­
lista ya no es una totalidad negativa trabajada por la negalividad
de las contradicciones de clase, sino un todo estructurado con do­
minante. es decir, un edificio arquitectónicamente jerarquizado.
Una verdadera sedimentación de estratos, niveles e instancias,
para utilizar las metáforas “tópicas" o espaciales tan del agrado
de Althusser. Y en este lodo las clases simplemente han desapare­
cido en provecho de misteriosas estructuras omnipotentes. El sis­
tema capitalista, al que Allhusscr le gusta presentar, de acuerdo
con la descripción de Marx, como “un mecanismo, una mecánica,
una maquinaria, una máquina, un montaje".128 ya no conoce cla­
ses actuantes, sufrientes, combatientes, sino simplemente “efectos
de estructura", combinaciones de eficacia. Desde este momento,
no solamente desaparecen las clases, sino también las luchas de
clases como sujetos antagónicos. Pero dejemos hablar al propio
texto de Althusser: “si en lo sucesivo las relaciones de producción
se nos aparecen como una estructura regional (sic). a su vez ins­
crita en la estructura de la totalidad social, aqui nos interesa en su
calidad de estructura. Lo económico no es solamente una re­
gión estructurada que ocupa un lugar propio en la estructura glo­
bal del lodo social, sino que en su propio lugar, en su autonomía
(relativa) regional, funciona como una estructura regional y como
tal determina a sus elementos... L.a estructura de las relaciones de
producción determina lugares y funciones que son ocupados y asu­
midas por agentes de la producción, que solamente son los ocu­
pantes de tales lugares en la medida en que son los portadores
(Tráger) de tales funciones.
"Los verdaderos “sujetos" (en el sentido de sujetos constitu­
yentes) no son. pues, contrariamente a las apariencias, las "evi­
dencias" del dato de la antropología ingenua, los "individuos
concretos", los "hombres reales", sino la definición y la disiribu-
ción de dichos lugares y funciones. Los verdaderos "sujetos" son.
pues, dichos definidores y distribuidores: las relaciones de produc­
ción.... pero como se trata de "relaciones" no se les puede consi­
derar como sujetos. Y si por ventura se nos ocurriese tratar de re­
ducir tales relaciones de producción a relaciones entre los hom­
bres. es decir, a "relaciones humanas", tergiversaríamos el pensa­
miento de Marx".12" Althusser parece olvidar el Prefacio de 1859

l.irc Ir Capiial. op cu . lomo II. p 70.


'"‘Ibidem. n 53
a la Contribución a la critica de la economía política en donde
Marx dice lextualmenie que "en la producción social de su exis­
tencia, los hombres entran en determinadas relaciones, indepen­
dientes de su voluntad, las relaciones de producción".130 Por lo
demás, no está nada claro quienes que no fuesen los hombres con­
cretos podrían establecer entre si relaciones de producción. El
sueño de Althusser es tan viejo como la ideología social: consti­
tuir una Tísica social a lo Augustc Comte. una mecánica social en
la que los engranajes de las estructuras, las instancias, los niveles,
etc., determinarían el funcionamiento del conjunto. Sólo hay un
problema: existen ciertos hombres concretos que pueden aceptar o
rechazar esta implacable mecánica social. AL fetichizar la reifica-
ción de las relaciones de producción. Althusser no las convierte
solamente en entidades trascendentes, sino que también hace de
ellas una fatalidad. En la más pura tradición positivista. Althusser
es incapaz de pensar la acción y la iniciativa revolucionarias que
conscientemente transforman tales relaciones de producción. Para
Althusser la historia es un proceso sin sujeto, lo que en él signifi­
ca un teatro sin actor, un juego de sombras chinescas manipuladas
por la mano invisible de este nuevo gran arquitecto del universo
que es la estructura de las relaciones de ptoducción. De este mo­
do, Althusser describe a la sociedad como "un sistema objetivo
regido, en sus determinaciones más concretas, por las leyes de su
montaje y su maquinaria".131 Esta maquinaria social "sin me­
cánicos" tiene, no obstante, sus eficacias estructurales, inter­
preta un papel conocido de antemano, programado en cierto
modo. Althusser habla de "esta puesta en escena, este teatro que
es a la vez su propia escena, su propio texto, sus propios actores,
este teatro cuyos espectadores solamente son. ocasionalmente, es­
pectadores en cuanto son ante todo sus propios actores forzosos,
atrapados en la prisión de un texto y de unas funciones cuyos
autores no pueden ser ellos, porque en esencia se trata de un
teatro sin autor".132 Y lo que es peor, esta puesta en escena ni
siquiera concierne a los “hombres concretos".

92
"Las relaciones sociales de producción, en Marx —dice
Althusser— no ponen en escena simplemente a los hombres, sino
también, en ciertas combinaciones especificas, a los agentes del
proceso de producción y a las condiciones materiales del proceso
de producción".133 Francamente, no vemos cómo puede Althusser
pensar la revolución proletaria de otro modo que no sea el de una
fatalidad y un desarrollo necesario. Es inútil precisar que Althu-
sser tampoco es capaz de pensar la intervención de una organiza­
ción revolucionaria (de la que nunca habla) en el curso de los
acontecimientos. Para no citar más que un ejemplo concluyente:
¿cómo se explica Althusser la acción heroica (concepto "huma­
nista" si los hay) de los Tupamaros o del ERP argentino, cuyo
coraje, ingenio y determinación revolucionaria pesan enormemen­
te en la lucha de clases? ¿Se trata de efectos de estructura o acaso
del producto de una elección polil'ca y de un compromiso militan­
te individual o colectivo? La acción revolucionaria de las clases
explotadas no es un efecto de la combinación de estructuras que
convertiría a los "agentes conscientes", según la expresión de
Engels. en simples marionetas del teatro de la mega-máquina so­
cial. Esta acción es el producto de la lucha entre las clases. Althu­
sser, en cambio, convierte a la historia en un choque de estructu­
ras. en una combinatoria (o combinación) de instancias estructu­
radas en un lodo articulado. De este modo se cierra la posibilidad
de comprender (y sin embargo ésta es la función del positivismo
cientificista más elemental) "la coincidencia entre el cambio de las
circunstancias y la actividad humana (que) solamente puede ser
considerada y racionalmente comprendida en tanto que práctica
revolucionaria", según expresión de Marx.134 Por el contrario, en
Althusser (y en Hegel) "la historia se conviene, como la verdad,
en una Persona particular (en el caso de Althusser, en una enti­
dad). un sujeto metafisico (en Althusser un proceso sin sujeto ni
fin) al que los individuos reales sirven de simple soporte".1*3 En
Marx, la estructura, la historia, la sociedad o cualquier otra reali­
dad trascendente "no libra ningún combate. Es. al contrario, el
hombre rea! y vivo quien lo hace, quien libra lodos los combates;
no es la historia la que se sirve del hombre como un medio para

”* tbidem. p. 45.
114 K. Marx. Tesis sobre Feuerbaeh. op. cil.. p. 32.
1,4 K. Marx. F. Engels. La Sagrada Familia, op. cil.. p. 101.

93
realizar sus Tines, como si ella fuese una persona independiente; es
la actividad humana la que persigue sus propios Tines".138
"Concebir la sustancia como sujeto, como proceso interno...
este modo de concebir las cosas constituye el carácter esencial del
método hegeliano".131 Concebir el mundo social no solamente
como objeto muerto (capital constante) sino también como sujeto
vivo (capital variable) y revolucionario ("la clase obrera será re­
volucionaria o no será" Marx), ésta es la esencia de la dialéctica
materialista. Por supuesto que este sujeto no es, como querría ha­
cernos creer Althusser, simple, igual a si mismo, transparente, to­
talmente omnisciente (ego cartesiano, ego trascendental husserlia-
no, mónada leibniziana. Yo Tichleano. etc.), sino un sujeto colec­
tivo práctico cuya constitución práctica se opera en el curso
mismo de la lucha de clases; el proletariado y su partido (el so­
viet). El proletariado pasa de su situación de objeto explotado a la
de sujeto de la transformación revolucionaria. La historia huma­
na. en tanto que proceso dialéctico de la unidad Sujeto-Objeto
es un producto de la acción de los hombres "a la vez autores y
actores de su propio drama".138 "Los hombres, dice Engels.
hacen su propia historia, sea cual sea e! giro que adopte ésta,
persiguiendo sus propios Tines conscien temen le deseados, y son
precisamente los resultados de esta multiplicidad de voluntades
actuando en sentidos diferentes y de sus repercusiones sobre el
mundo exterior, los que constituyen la historia".139
El funcionalismo estructuradla. teñido de terminología mar-
xista, de Althusser. no permite comprender las "averias" del sis­
tema. los "fallos" de la estructura, que constituyen siempre sabo­
tajes a la mecánica capitalista conscientemente buscados por los
proletarios. El pensamiento lecnocrálico de izquierda de Althusser
es un pensamiento del Orden social, una sincronía del “Esta-
blishment". La "Ciencia" que Althusser quisiera constituir, la de
la historia, es idéntica en su espíritu a las demás ciencias "cien­
tíficas": lingüistica, matemáticas, ciencias exactas en general, que
establecen hechos, cstadisiicas.daios experimentales, en una pala­
bra "cosas positivas". En el limite, se trata del viejo sueño de la
ciencia universal, de esta gran matemática del mundo social que
considera a las clases sociales como soportes de las estructuras.
1 tbidem. op. 116.
tbidem. op. 76.
' K. Marx. Miseria de la filosofia. op. cil. p. III.
’ F. Engels. L Feuerbach y el fin de la filosofia clasica alemana, op. cil.. p. 426.

94
como agentes distribuidos y puestos en escena mediante combina­
torias, y no como “héroes de la historia" para emplear una expre­
sión del agrado del gran timonel. Pero Lenin ha insistido con cla­
ridad en la esencia del marxismo; es una guia científica para la
acción. “El marxismo —dice Lenin— se distingue de las demás
teorías socialistas en que sabe combinar notablemente la plena
lucidez científica en el análisis de la situación objetiva y de la evo­
lución objetiva, con el reconocimiento categórico a más no poder
del papel de la energía, la creatividad r la iniciativa revo­
lucionaria de las masas, asi como, naturalmente, de los grupos,
individuos, organizaciones, partidos, que saben descubrir y reali­
zar la unión con tales clases.”140 Lo que Allhusser se niega a ver
es la importancia capital de la función de la "subjetividad his­
tórica", según la hermosa expresión de Gramsci.141 Esta teoría de
la subjetividad histórica explica que. por vez primera, aparezca en
la historia humana un sujeto colectivo consciente que transforma
conscientemente la sociedad y rechaza someterse a sus ciegos ci­
clos de reproducción ampliada en los que el capital es el verdadero
sujeto, el astuto demiurgo de la historia. Efectivamente, Marx tie­
ne mucha razón cuando dice que con el socialismo-comunismo
termina la prehistoria de la humanidad y comienza la historia hu­
mana en la que los productores libremente asociados dirigen cons­
cientemente su destino.
El materialismo histórico representa, pues, la rehabilitación
consciente y buscada del factor subjetivo, revolucionario. No se
trata, dice Marx, de captar la realidad únicamente como objeto (o
estructura) sino también y sobre todo de modo subjetivo como
“actividad revolucionaria", como "actividad práctica, critica".
Este es el fondo del problema. Pues, como dice Trolsky. "los
acontecimientos los preparan los hombres, los hacen los hombres,
reaccionan sobre los hombres y los transforman".142 Estos hom­
bres son los militantes de la clase obrera y en general de las masas
populares explotadas que un dia se rebelan, no porque están de­
terminadas por una eficacia de estructuras, sino porque ya no so­
portan subjetivamente su situación de sometidas. El proletariado

“• V. Lenin. Contre le bovcott. in V.Lenin. Marx, Engels. marxisme. Ed. de Moscú.


1954. p. 253.
141 Concepto desarrollado en su significación política actual para el Front communiste
révolutionnaire por D. Bensáíd. in Rouge, semanario de acción comunista, n * 251 (19-1V-
1974).
141 L. Trolsky. Literatura r revolución, op. cil.. p. 23.
es, pues, el objeto-sujeto dialéctico de! proceso revolucionario,
el sujeto de la subversión social, la totalidad negativa, la negalivi-
dad portadora de la revolución permanente. Por esta razón la dia­
léctica materialista se ejerce en la auto-actividad revolucionaria
**
de! proletariado.' Esta dialéctica materialista culmina en la
iniciativa del partido comunista revolucionario que es “la consti­
tución del proletariado en partido político", según Marx,141 *144
“principe moderno" (Gramsci) armado con el arma de la dialécti­
ca y con la dialéctica de las armas (fusil de la teoría y teoría y
práctica del fusil). Por esta razón el proletariado se constituye,
mediante el partido, en subjetividad revolucionaria. Como dice
Gramsci: “el partido comunista es el instrumento, la forma his­
tórica del proceso de liberación intima mediante el cual el obrero
deja de ser un simple ejecutante para convertirse en el que tiene la
iniciativa, deja de ser masa para ser guia y jefe, deja de ser brazo
para ser cerebro y voluntad".145* Por esta razón, añade Trotsky.
"la voluntad consciente de la vanguardia se convierte en un factor
cada vez más decisivo en los acontecimientos que preparan el fu­
turo".148 Es este factor activo el que Trotsky cxplicitó en el pro­
grama fundacional de la IV Internacional (1938) al subrayar la
constitución del factor subjetivo, la vanguardia, en fuerza objetiva.
Es en esta calidad de iniciativa revolucionaria que interviene el
partido, este "partido de conciencia de clase" (Engels). como fac­
tor dialéctico en la historia, como sujeto. Y es la fusión de los dos
sujetos en la cima de su actividad.la clase-sujeto y el partido-suje­
to la que sella el momento revolucionario, el sallo hacia el reino
de la libertad. La actividad autónoma de las masas coincide con el
máximo de iniciativa del partido. Es en este momento cuando la
dialéctica, adueñándose de las masas, se convierte en fuerza mate­
rial. Como dice Trotsky. en este caso la definición de Herzen de
la dialéctica hegeliana "puede aplicarse con mayor justicia al mar­
xismo. La dialéctica materialista de la lucha de clases es la verda­
dera álgebra de la revolución".147 He aqui. en suma, con su "fiso­
nomía racional", el humanismo revolucionario marxista. el mismo

141 Sobre este concepto fundamental, v. M Loewy. La théorie de la revolution che: le


jeune Marx. Maspero. París. 1970. y L. Trotsky: Nos laches polltlques, Ed. Belíond. Pa­
rís. 1970.
144 K. Marx. Status généraux de l'Associatlon Internationale des travallleurs. ir
K. Marx. F. Engels. Oeuvres cholses. op. cil.. tomo I. p. 406.
145 A. Gramsci. Oeuvres choíscs. Ed. Sociales. P.tris. 1959. p. 326
144 L. Trotsky. Literatura >• revolución, op. cil.. p. 92.
147 tbidem. p. 94.

96
hI que se refiere a menudo Guevara, por ejemplo, cuando confirma
concretamente a propósito del Capital: *'el peso de este monu­
mento de la inteligencia humana es tal que a menudo nos hace ol­
vidar (como evidentemente le sucede a Althusser) el carácter hu­
manista (en el mejor sentido de la expresión) de sus preocupacio­
nes. El mecanismo de las relaciones de producción, y su conse­
cuencia, la lucha de clases, oculta en cierto modo el hecho objeti­
vo de que son hombres lo que se mueve en la atmósfera históri­
ca”.* 48

III: DIALECTICA HEGELIANA,


DIALECTICA MARXISTA

Queda por tratar un último punto: el de la matriz categoría!


de la dialéctica hegeliana y sus relaciones con la dialéctica marxis­
te. Althusser afirma que entre ambas hay una diferencia de esen­
cia estructural, un corte radical. "Para hablar claro, dice Althu­
sser, esto implica que estructuras fundamentales de la dialéctica
hegeliana como la negación, la negación de la negación, la identi­
dad de los contrarios, la "superación", la transformación de la ca­
lidad en cantidad, la contradicción, etc. poseen en Marx (en la
medida en que las loma de ahi. lo cual no es siempre el caso) una
estructura diferente de la que poseen en Hegel".149 Althusser pa­
rece insinuar aquí que Marx otorga otra función a las categorías
hegelianas. cuya terminología adoptaría simplemente para darles
otro contenido o una “estructura diferente". Si estamos de acuer­
do con Althusser en considerar que la apreciación correcta de las
categorías de la dialéctica de Hegel y/o de Marx es vital para el
marxismo, no damos, por supuesto, la misma interpretación a las
relaciones entre la dialéctica de Hegel y la de Marx. Estas dos for­
mas de dialéctica se hallan en una relación orgánica, dialéctica; en
términos hegelianos: unidad de la identidad y de la diferencia. La
dialéctica de Hegel está en la misma relación con la dialécti­
ca de Marx que la revolución burguesa democrática con la re­
volución proletaria socialista. Se da una unidad entre ambas y al141

141 E. Che Guevara. Oeuvrex. 10019 III ITexiex pollilquex). Maspcro. París. 1971.
p. 159.
'** Pour Marx. op. cil.. p. 92. Cf. igualmente Lénlne el la phllnsophie seguido de
Marx ei Lénlne devani Hegel. Maspcro. Paris. 1972. p. 59. donde Ahhusser se refiere a la
"concepción no hegeliana de la dialéctica".

97
mismo tiempo una superación de la una con respecto a la otra. No
existe muralla china entre las dos, pues se trata de un proceso
imnlerrumpido. En este sentido la dialéctica revolucionaria es
la expresión teorética de la revolución permanente. K.Korsch
ha puesto perfectamente en claro este aspecto capital. Escribe
contra Kautsky: "La relación teórica entre la dialéctica materialis­
ta de Marx y la dialéctica idealista de Hegel. que refleja la relación
histórica existente entre la revolución burguesa y la revolución
proletaria, no es la simple negación, sino la negación de la nega­
ción... Del mismo modo que la revolución proletaria no es la sim­
ple negación de la revolución burguesa, sino que significa el desa­
rrollo progresista en una etapa superior de la práctica revoluciona­
ria. también el nuevo método materialista dialéctico de Marx y
Engels no es en teoria la simple negación de la dialéctica idealista
de Hegel. sino su desarrollo contradictorio hacia una forma supe­
rior de pensamiento".150
En efecto, el segundo punto es en Marx un cambio de terreno.
Marx ya no sitúa la dialéctica en la Idea, en lo Absoluto, en el
Concepto, sino en la realidad histórico-social. En Marx, la dia­
léctica es un proceso objetivo y no solamente una figura del pen­
samiento. "En lo relativo al movimiento dialéctico su elemento es
el puro concepto" escribe Hegel.151 Para Marx, en cambio, es el
proceso histórico trabajado por las contradicciones objetivas.
Pero, una vez señalada esta diferencia, Marx adopta de Hegel "las
formas fundamentales de la dialéctica", como él dice en una carta
a Kugelmann, y todavía con mucha mayor claridad en una carta
poco conocida que dirige a J.Dietzgen; “las leyes correctas de la
dialéctica ya están contenidas en Hegel: de un modo, es cierto,
mistico. Se trata de despojarla de esta forma...
* ’.155 Evidentemen­
te no podemos analizar aqui todas las categorías de la dialéctica
hegeliana. Vamos a separar solamente las categorías decisivas
para ver cómo Marx las pone en práctica.
La primera “ley correcta” de la dialéctica descubierta por
Hegel y que será utilizada sin cambio concierne al proceso de
abstracción teórica como concretización dialéctica. Conlrariamen-

K. Korsch. Die matiriallsiische Geschlchtsaufassung. Elne Auselnandersetzung


mil Kart Kautsky. in Archlv für die Geschichte des Sozlatismus XIV. editado por Grun-
bcrg. 1928. p. 191
1,1 G. W. F. Hegel. Fenomenolugia del espíritu, op. cil.. lomo I. p. 56.
'** K. Marx. F. Engels. Lettres sur tes Sciences de tu ¡.ature. Ed. Sociales. Paris.
1973. p. 64.

98
: a las filosofías de la intuición (Bergson) o de la evidencia tras-
endental (Descartes, Husserl), el método dialéctico no es un
létodo de la inmediatez, sino un método de la mediación de las
bstracciones en el interior de la totalidad concreta. Al releer
a célebre Introducción de 1857 de Marx sobre el método, da la
mpresión de estar leyendo palabra por palabra ciertos fragmentos
le la Lógica de Hegel. Lo que Althusser considera como la esen-
ia del método marxista se encuentra ya en un 90 % en Hegel. Es
ma paradoja, pero es un hecho, como dice Hegel. Tanto en Hegel
orno en Marx, la totalidad concreta es una unidad contradictoria,
lialéctica, de determinaciones abstractas. En Hegel, la totalidad
'no es una unidad abstracta sino la unidad de una diversidad
nultiforme-, pero esta unidad en la que se encuentra realizada la
elación entre los elementos diversos y multiformes, proporciona
ma gran precisión a estos mismos elementos''.153 Un poco más
delante: la totalidad es “el sujeto mismo, es lo concreto, la lolali-
lad que reune en si varias precisiones".154 En Marx "la totalidad
io es un amasijo caótico, sino un todo rico en determinaciones y
n relaciones".155 Y también: la totalidad concreta "es la síntesis
le numerosas determinaciones, es decir, unidad en la diversi-
lad”.158 La diferencia entre Hegel y Marx es que para Marx el
iensamiento.no produce la totalidad concreta sino que la reprodu-
e como concreto de pensamiento, mientras que para Hegel “lo
cal es el resultado del pensamiento".157 Por lo demás, se da una
otal identidad de método. Por ejemplo, Hegel considera que “el
oncepto es lo más concreto y lo más rico, porque constituye la
tase y la totalidad de las determinaciones anteriores de las catego-
ias del ser y de las determinaciones reflexivas”.158 Y en cuanto
‘la abstracción es lo concreto”,159 “siempre y en todas partes, lo
ibstracto debe ser el principio y el elemento en el cual y a partir
leí cual se desprendan las particularidades y las ricas estructuras
le lo concreto".180 El mismo procedimiento se encuentra en
Vlarx: se trata “de elevarse desde la abstracción hasta lo concre-

“•G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 163.164.


• “ tbidem. p. 306.
“* K. Marx, tntroductlon gtnérate á la critique de l'economle polltlque. op. cil..
>. 30.
* “ tbidem, p. 30.
• ” tbidem. p. 30.
l,*G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil., p. 292. lomo II.
“• tbidem. p. 295.
M tbidem. p. 522.

99
lo".181 de manera que "las determinaciones abstractas desembo­
quen en la reproducción de lo concreto por medio del pensamien-
to".,ea Encontramos este método en Hegel, quien en la Lógica
parte de las determinaciones más abstractas de esta ciencia: Ser,
Nada, Devenir, etc., para desembocar en determinaciones cada vez
más especificas y concretas: medida, cantidad, calidad, etc. O en
la Fenomenología del Espíritu, que es una progresión pedagógica
del Espíritu; se parte de la certeza sensible para irse elevando gra­
dualmente a las formaciones más complejas y más concretas his­
tóricamente hablando, de la Razón o del Espíritu: Derecho, Esta­
do. Religión, Arte y como coronamiento, el Saber de los saberes,
la suma, la síntesis y la recapitulación del Espíritu: el Saber Abso­
luto. El método del Capital es el mismo: a partir de la forma celu­
lar, la mercancía, hasta el modo de producción capitalista en su
conjunto: producción, circulación, distribución, consumo, pasando
por las categorías de valor, trabajo abstracto, renta territorial, be­
neficio, plusvalía, etc. Es precisamente este método marxista el
que no comprende Althusser cuando advierte al lector del Capital
que Marx, "atrapadoen una concepción hegelianade la ciencia..."
pensaba que "en toda ciencia el comienzo es lo más arduo". De
hecho, la sección I del libro I se presenta con un orden de exposi­
ción cuya dificultad deriva en gran parte de este prejuicio hegelia-
no".183 No obstante, es sintomático observar que Marx, tanto en
su Contribución a la crítica de la economía poli tica, como en
su Fundamentos de la critica de la economía política o en El
Capital, comienza por el estudio de la tríada: mercancía, dinero,
valor. No es algo puramente fortuito, ni tampoco se debe única­
mente a dificultades de redacción, como insinúa Althusser. Es la
propia necesidad del método dialéctico la que implica comenzar
por lo simple categoría! y lo abstracto teórico para "elevarse de lo
más simple a lo más complejo".184 Por otra parle, desde muy
pronto (en 1859) Engels confirma este modo de proceder. Escri­
be: "con este método se parte de la primera y más simple de las
relaciones que existe para nosotros históricamente, prácticamen­
te... Esta relación la analizamos. Por el hecho de ser una relación.

1,1 K. Marx. Introductlon genérale á la critique de l'économle polli¡que. op. cil..

,M tbidem. p. 30.
L. Althusser. Avenlssemeni al libro I del Capital, op. cil.. p. 19.
••• K. Marx. Introducilon générale á la critique de l'économle polhlque, op. cil..

100
de ella se derivan ya dos aspectos que están en relación uno con
otro. Cada uno de estos aspectos es considerado por si mismo: de
ello derivamos el modo de su comportamiento con respecto al
otro, su acción reciproca. Con lodo lo cual resultarán una serie de
contradicciones que exigirán ser resuellas".198 (Da la impresión
de estar leyendo la Lógica de Hegel). Por esta razón, concluye
Engels. “la economía política empieza con la mercancía, con el
momento en que los productos son intercambiados unos por
otros".198
La piedra de toque de la dialéctica materialista reside precisa­
mente en esta aplicación de la dialéctica que Marx lleva a cabo en
El Capital. Este inmenso y decisivo tema no puede, por supuesto,
ser correctamente tratado en el marco de un articulo breve. Aquí
solamente tratamos de indicar algunos problemas de fondo. No es
casualidad que Althusser, en sus "consejos de lectura" del Capital
presente alegremente este capitulo I como atrapado en "una con­
cepción hegeliana de la ciencia".’87 Pero aquí Althusser no hace
más que repetir las numerosas criticas al Capital formuladas ya en
vida de Marx. En su postfacio Marx señala que “en Alemania, los
autores de reseñas (o de consejos de lectura) se quejan de la so­
fistica hegeliana".188 Lo que ni Althusser ni otros comprenden es.
por una parte, el hecho de que en toda ciencia “el comienzo es ar­
duo" y que no hay camino real fuera de los senderos escarpados
de la áspera melodía de la dialéctica hegeliano-marxista; por otra
parte, el hecho de que el método de exposición dialéctica es una
reproducción abstracta que expone el movimiento real en su con­
junto real, no tanto como movimiento cronológico, cuanto como
movimiento categoría!. "Si se logra hacerlo, dice Marx, de modo
que la vida de la materia se refleje en su reproducción ideal, este
espejismo puede hacer pensar en una construcción a priori ".'69
La exposición dialéctica es. pues, una recomposición que desarro­
lla la arquitectura de las relaciones embrolladas y complejas, exac­
tamente como si fuese una capa geológica o arqueológica. "Come­
teríamos un error, dice Marx, si estableciésemos la sucesión de las
categorías económicas en el orden de su influencia histórica. Por

* F. Engels. Coniribution a la critique de l'économle polltlqiie de Kart Marx, in


'•
K. Marx. F. Engels. Oeurres choisles. op. cil.. lomo I. p. 389.390.
■“ tbidem. p. 390,
L. Althusser. Avenissemeni al libro I del Capital, op. cil.. p. 19.
K. Marx. Postfacio ai libro / de! Capital, op. cil. p. 27.
,o tbidem, p. 29.

101
el contrario, su orden está determinado por sus relaciones en el
interior de la sociedad burguesa moderna. De esta manera se ob­
tiene exactamente la inversa de su orden natural o del orden de su
desarrollo histórico".170 Pero lo que preocupa a Marx en su análi­
sis de las categorías económicas es "su orden y sus relaciones en
la sociedad burguesa moderna".171
Segundo punto, el pensamiento dialéctico va de lo simple abs­
tracto a lo complejo concreto entendido como una unidad de de­
terminaciones abstractas. "La marcha del pensamiento abstracto,
que se eleva de lo simple a lo complejo, refleja asi el proceso his­
tórico real".17* El método dialéctico se eleva de lo abstracto a lo
concreto. En este sentido, el análisis de la mercancía (y por consi­
guiente del valor), en cuanto forma celular de la sociedad burgue­
sa (Marx), es necesariamente el punto de partida del análisis del
modo de producción capitalista, porque el análisis del valor-mer­
cancía. en su escisión dialéctica valor de uso/valor de cambio, ya
contiene en germen todas las contradicciones del modo de produc­
ción capitalista. (Movimiento contradictorio del carácter doble del
trabajo, contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de
producción, contradicción entre la socialización de la producción
y la apropiación privada de los productos, contradicción entre ca­
pital constante y capital variable, entre las diferentes fracciones
del capital total, contradicción intrínseca del capital que se niega a
sí mismo, contradicción entre el desarrollo ilimitado del capital y
la caida tendencia! de la tasa de beneficio, etc.). En este sentido
Lenin, que era un lector asiduo de Marx y también de Hegel, tiene
razón cuando escribe: "Del mismo modo que la forma simple del
valor, el acto aislado de cambiar una mercancía dada por otra,
contiene ya en si, de una forma no desarrollada, todas las contra­
dicciones principales del capitalismo, también la generalización
más simple, la primera y más sencilla formación de conceptos...
significa la loma de conciencia por el hombre de la trabazón obje­
tiva cada vez más profunda del universo".173 ¿Qué otra cosa dice
Hegel en su Lógica'! También para él el comienzo es simple y el
resultado complejo como mediación de todas las inmediateces,
esta progresión viene ante lodo caracterizada, escribe Hegel, por

1,0 K. Marx, Iniroduciion genérale u tu crilique de l'écomonie poliliyue. op. cil.


17.
1,1 tbidem. p. 37.
tbidem. p. 32.
V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 169.

102
el hecho de que "comienza con precisiones cada vez más simples
para continuar con precisiones cada vez más ricas y concretas...
En cada nueva fase de su determinación la masa de su contenido
anterior se amplia y se enriquece: no solamente no pierde nada
por el hecho de la progresión dialéctica, ni deja nada tras de si,
sino que arrastra consigo todo lo adquirido y se recoge en si
misma a medida que se enriquece".174 Del mismo modo, Marx
comienza por el análisis de la mercancía para enseguida pasar a
las demás categorías que le están dialécticamente ligadas: trabajo
en su doble determinación, capital en sus dobles determinaciones
(capital constante, capital variable), plusvalía independientemente
de sus formas particulares (provecho, interés, renta territorial, que
serán tratadas ulteriormente), etc. En El Capital Marx emplea,
pues, el mismo método que Hegel: el autodesarrollo de las catego­
rías según el propio proceso dialéctico de sus relaciones y proceso.
No es de extrañar, por consiguiente, que Engels haya podido es­
cribir que Marx nos ha dejado una dialéctica en estado práctico en
sus manuscritos no publicados. "Lo que Marx quería escribir ante
todo, escribe Engels, era un esbozo de dialéctica".175 Tampoco es
de extrañar que Lenin afirme en un aforismo particularmente
"anti-althusseriano". anticipándose al tiempo, “no se puede com­
prender totalmente El Capital de Marx y en particular su ca­
pítulo / sin haber estudiado mucho y sin haber comprendido
toda la Lógica de Hegel. Asi. pues, no hay un solo marxista en
los últimos cincuenta años que haya comprendido a Marx".178
La segunda ley que nos parece importante destacar en la
dialéctica de Hegel. y que también está en estado práctico en el
método de Marx, es la relación dialéctica entre ley y fenómeno,
esencia r apareada. La lógica de Hegel recapitula lodo el esfuer­
zo de reflexión de la filosofía clásica en su filosofía del concepto,
de la Idea, de la esencia. También Marx, a continuación de Hegel.
piensa proceder a una clara distinción conceptual entre apariencia
y realidad esencial, con el fin de conseguir fundar la ciencia de las
relaciones sociales reales, que no aparecen en su forma rcificada.
Para Hegel. la ciencia (el modo de pensar dialéctico o "especu­
lación" como él dice) consiste en alcanzar a través y en los fe­
nómenos "la ley como imagen constante del fenómeno siempre

1,4 G. W. F. Hegel, Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 569.


F. Engels. Leure a Lavrov (2-IV-I883). in K. Marx. F. Engels. Letires sur le
Capiial. op. cil.. p. 324.
V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil., p. 170.

103
inestable", el "tranquilo reino de las leyes".177 Pero, al contrario
de lo que sucede en ciertas filosofías trascendentales, oscurantistas
o idealistas subjetivas, "la ley no se encuentra fuera o más allá del
fenómeno, sino que le es directamente inamanenlc; el reino de las
leyes es la tranquila imagen del mundo existente o fenoménico.
O mejor dicho, el fenómeno y la ley forman una totalidad y es el
mundo quien, por si mismo, constituye el reino de las leyes".17"
Para Hegel, por consiguiente, la totalidad de los fenómenos (o el
mundo) contiene la ley como relación esencial o como fenómeno
esencial. Ello explica que la totalidad de los fenómenos siempre
sea más rica que la ley. que es una abstracción momentánea de un
continuum móvil e inestable. Lenin realiza un comentario muy
hegeliano de este Hegel: “Lo aparente es la esencia en una de sus
determinaciones, én uno de sus aspectos, en uno de sus momen­
tos. La esencia parece ser esto. La apariencia es el aparecer de la
propia esencia en sí misma".179 Dicho de otro modo, existe una
unidad dialéctica en el interior de una totalidad concreta de la
esencia y de la apariencia, siendo la esencia una simple apariencia
esencial, momentánea, que ulteriormente pasa a otra y a otra, su­
cesivamente, o como dice Hegel "la realidad es la unidad de la
esencia y la apariencia".190 Es este carácter de la realidad lo que
explica el proceso del conocimiento dialéctico: la profundización
permanente, la aproximación sin fin que constantemente se apro­
pia de la infinita riqueza de lo real. De esta manera. Lenin pro­
porciona "los elementos de la dialéctica"191 a partir de su lectura
de la Lógica de Hegel: "... lodo el conjunto de las múltiples y di­
versas relaciones de esta cosa con las demás. El desarrollo de esta
cosa (o también fenómeno), su movimiento propio, su vida
propia. Las tendencias y aspectos interiormente contradictorios de
esta cosa. La cosa (fenómeno, etc.) como suma y unidad de los
contrarios. No solamente la unidad de los contrarios, sino tam­
bién el paso de cada determinación, cualidad, rasgo, carácter, as­
pecto. propiedad, a su contrario. Proceso infinito de profundiza­
ción en el conocimiento del hombre".192 "El conjunto de todos
los aspectos del fenómeno, de la realidad y sus relaciones

G. W. F. Hegel. Fenomenología del espiriiu. op. cil.. tomo I. p. 123.124.


”■ G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 149.
”* V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 127.
G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 181.
1,1 V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 209.
'"Ibidem. p 209. 210

104
reciprocas", dice l enin.1"3 he ahí los componentes de la verdad,
que va de los fenómenos a la esencia y de una esencia menos pro­
funda a una esencia más profunda. Encontramos nuevamente aquí
la totalidad concreta de Hegel y Marx que es una rica síntesis de
múltiples determinaciones. La aproximación del conocimiento
consiste asi en sacar incesantemente a luz nuevos aspectos y rela­
ciones ("precisiones") para llegar a lo concreto pensado (síntesis
de abstracciones).
El método dialéctico de Marx es el mismo. Consiste en partir
de la mercancía y de su carácter doble —la esencia, la ley. el
fondo— que nadie había podido "leer" hasta este momento, para
irse progresivamente acercando a la superficie de los fenómenos
que corresponden a las ilusiones de los protagonistas. El método
dialéctico tiene por objeto pasar del movimiento simplemente apa­
rente de los fenómenos al movimiento profundo, interno, al
núcleo. Marx escribe, a propósito de la competencia, presentada a
menudo por los burgueses como una ley de la naturaleza: "El
análisis científico de ésta presupone el análisis de la naturaleza
intima del capital. De este modo, por ejemplo, es como el movi­
miento aparente de los astros únicamente resulta inteligible para
quien conoce su movimiento real".184 Marx trata, pues, de elevar
la economía política a la categoría de ciencia, es decir, "por opo­
sición a la economía burguesa vulgar que se conforma con las
apariencias", se trata de “penetrar el conjunto real c intimo de las
relaciones de producción en la sociedad burguesa".185 Esta critica
de la economía burguesa vulgar (que también es válida para la
economía estalinisla) es tan importante para la comprensión del
método dialéctico que Marx la ha relacionado explícitamente con
la critica de la alienación y de la reificación de las relaciones so­
ciales. lo que confirma la unidad intrínseca del marxismo. Marx
escribe: "en esta triada económica (capital, tierra, trabajo) que
quiere establecer la conexión interna entre los elementos de valor
y de riqueza y sus fuentes, la mistificación del modo de pro­
ducción capitalista, la reificación de las relaciones sociales, la im­
bricación inmediata de las relaciones materiales de producción con
su determinación hislórico-social se hallan ya realizadas: y se tra­
ta del mundo encantado e invertido, el mundo al revés en donde el
señor Capital y la señora Tierra, a la vez caracteres sociales y
Ibldem. p. 186.
*** K. Marx. El Capital, libro I. op. cil.. lomo II. p. 10.
”* Ibldem. lomo I. p. 83.

105
simples cosas, bailan su fanlasmálica ronda. El gran mérito de la
economía política clásica es haber disipado esas falsas apariencias
y esas ilusiones: la autonomización y la esclerosis de los diversos
elementos sociales de la riqueza, la personificación de las cosas y
la reificación de las relaciones de producción, esta religión de la
vida cotidiana".188 Por el contrario, “la economía política vulgar
se limita de hecho a transponer en el plano doctrinal y a sistema­
tizar las representaciones de los agentes de la producción, prisio­
neros de las relaciones de producción burguesas... No debe extra­
ñamos que esta economía política se sienta perfectamente cómoda
precisamente en esta apariencia alienada de relaciones eco­
nómicas... por otra parte toda ciencia seria supérflua si la apa­
riencia y la esencia de las cosas se confundiese".187 Ahora bien,
para Marx no se trata de estudiar "la forma fenoménica de las re­
laciones que se refleja en la manera de pensar de los pequeño-
burgueses y de los economistas vulgares, sino de su conexión
real".188 Consideremos algunos ejemplos que demuestran de qué
modo en el seno de casi todas las ilusiones de la economía bur­
guesa “en el fenómeno las cosas se manifiestan a menudo al
revés". Por ejemplo, la noción de salario como "precio del traba­
jo". Esta noción diluye todo rastro de la división de la jornada de
trabajo en trabajo necesario y sobre-trabajo, en trabajo pagado y
trabajo no pagado, de modo que todo el trabajo del obrero parece
pagado “a su justo precio". Contrariamente al vasallaje en el que
todo el trabajo explotado reviste la apariencia de trabajo no paga­
do "en el trabajo asalariado sucede lo contrario: también el
sobre- trabajo o trabajo no pagado adopta la apariencia de trabajo
pagado... aqui la relación monetaria disimula el trabajo gratuito
del asalariado en provecho de su capitalista". “Esta forma que
solamente expresa las falsas apariencias del trabajo asalariado,
hace invisible la relación real existente entre capital y trabajo y
muestra precisamente su contrario; de ella se derivan todas las no­
ciones jurídicas concernientes al asalariado y al capitalista, todas
las mistificaciones de la producción capitalista, todas las ilusiones
liberales".189

,M K. Marx. £/ Capital, libro III. Ed. Sociales. Paris. lomo III. p. 207.208.
tbidem. lomo III. p. 196.
'••Carla de Marx a Engels (27-IV-1867), in K. Marx. F. Engels. Lettres sur /<
Capital, op. cil.. p. 169.
'*• K. Marx. El Capital, libro I. op. cil.. lomo II. p. 210.211.

106
Veamos otro ejemplo que deriva de la diferencia entre lasa de
plusvalía y tasa de beneficio. Sabemos que la composición or­
gánica del capital difiere en las diferentes ramas industriales.
Ahora bien, sabemos que solamente el capital variable es fuente
de plusvalía. De donde se deriva la siguiente ley: "suponiendo que
el valor de la fuerza media de trabajo y el grado medio de su ex­
plotación sean iguales en diferentes industrias, las masas de plus-
valia producidas estarán en proporción directa con la magnitud de
las partes variables de capitales empleados, es decir, en razón
directa con sus parles convertibles en fuerza de trabajo". Pero
"esta ley está en una evidente contradicción con la experiencia
fundada en las apariencias. Todo el mundo sabe que un afilador,
que emplea relativamente mucho capital constante y poco capital
variable no obtiene, por ello, un beneficio o una plusvalía menor
que el panadero que emplea relativamente mucho capital variable
y poco capital constante”.190 Lo mismo sucede con la mayor parte
de realidades económicas; la plusvalía no aparece directamente,
únicamente lo hace bajo sus formas fenoménicas: el beneficio in­
dustrial o comercial, la tasa de interés, los dividendos, etc. Tam­
poco el valor aparece directamente como tal, sino solamente bajo
la forma fenoménica del precio que no concuerda con el valor o
que oscila en torno a un valor medio. También en este punto es
preciso partir de la esencia para dar cuenta de las apariencias que
la ocultan e incluso que la contradicen. "El cambio o la venta de
las mercancías a su valor es racional; es la ley natural de su equi­
librio y es a partir de esta ley que deben explicarse las diferencias
y no a la inversa, explicar la ley a partir de las diferencias".191
Dicho de otro modo, para Marx se trata de pasar, en cualquier
caso, de las apariencias a la realidad esencial, más concretamente
de la superficie de la circulación o la distribución al fondo de la
producción. Se trata, pues, de comenzar por el fondo de las cosas
antes de subir a la superficie mediante la integración de los ele­
mentos de la totalidad concreta (método de recomposición de las
abastracciones que permite comprender a partir de las "clases"
abstractas la población concreta, por ejemplo): "No nos interesa
mostrar en detalle de qué modo las interferencias del mercado
mundial, sus coyunturas, el movimiento de los precios en el mer­
cado, los periodos de crédito, los ciclos de la industria y del co-

1,0 Ibidem. lomo I. p. 300.


1,1 K. Marx. El Capital, libro III. op. cil.. tomo I. p. 203.

107
mercio. las alternancias de prosperidad y crisis, se presentan a
estos agentes (los de la producción) como leyes naturales, omni­
potentes, como expresión de una dominación, y de qué modo se
manifiestan ante ellos bajo el aspecto de una ciega necesidad. Y
no nos interesa mostrarlo porque el movimiento real de la compe­
tencia cae fuera del alcance de nuestro plan y aquí nosotros sólo
vamos a estudiar la organización interna del modo de producción
capitalista en su media ideal".192
A partir de este momento, Marx se remonta hacia las aparien­
cias de la superficie: “las formas del capital... le aproximan pro­
gresivamente a la forma en que se manifiesta en la sociedad, en la
superficie, como si dijéramos, en la acción reciproca de los dife­
rentes capitales, en la competencia y en la conciencia ordinaria de
los propios agentes de la producción".193 Finalmente, desde este
momento, se pueden “descubrir y describir las formas concretas a
las que da origen el movimiento del capital considerado como un
todo".194
La última categoría de la dialéctica que nos gustaría exponer
aquí concierne a la totalidad y a la contradicción.
Althusser afirma en varios lugares que en Hegel la contradi­
cción y la totalidad son radicalmente distintas de las de Marx.
Allhusser, que cita muy poco a Lenin en este debate (y con moti­
vo), comenta en cambio ampliamente a Mao-Tsé-Tung. aunque se
olvide reproducir los pasajes en los que éste presenta a Hegel
como uno de los padres (idealistas, es cierto) de la dialéctica. “El
célebre filósofo alemán Hegel. dice Mao.... ha aportado una con­
tribución muy importante a la dialéctica, aunque siempre
desde una óptica idealista...". Y también es Mao quien observa
que Marx y Engels han "adaptado con un espiritu critico los ele­
mentos racionales de la dialéctica de Hegel".193 Nos gustaría
conocer aquellos pasajes en los que Althusser. maoista fiel, valora,
aunque sea de manera critica, los "elementos racionales de la dia­
léctica de Hegel" y su "importante contribución". Y sin embargo,
el pensamiento de Mao no se presta, en este punto, a ninguna am­
bigüedad. Es claro como el "alba radiante". Si Althusser es inca­
paz de evaluar la contribución especifica de Hegel. se debe a que

tbidem. lomo III. p. 208.


,M tbidem. tomo I. p 47
1,4 tbidem. p. 47.
’•* Mao-Tsc-Tung. De ta conlrudiciion. in Quaire essais philosophiques. Ed. de
Pekín. 1967. p. J3.

108
lu teoría de la contradicción ha pasado en un 90% al marxismo.
En ningún fragmento de sus Cuadernos filosóficos, Lenin critica
verdaderamente la teoría de la contradicción de Hegel. Al contra­
rio. no hace más que citarla ampliamente para mostrar que en ella
se encuentra el fondo esencial de la dialéctica.
Contrariamente a lo que insinúa Althusser. que pretende que
la totalidad dialéctica hegeliana es simple e idéntica a si misma en
sus tribulaciones y que, por consiguiente, concluye que “el tipo de
unidad de la totalidad hegeliana” no puede identificarse“con la
estructura de unidad de la totalidad marxista".196 en Hegel lo
mismo que en Marx, la totalidad es una totalidad negativa en la
que las contradicciones múltiples y no idénticas forman un nudo
histórico en constante evolución. La unidad de las contradicciones
(y su diferencia) es una unidad histórica compleja en la que cada
contradicción se transforma en su contrario o modifica a las
demás contradicciones (negación determinada, negación de la ne­
gación. etc.). Hegel escribe: "el examen de todo lo que existe
muestra... que. a pesar de la igualdad consigo misma, todas las
cosas son desiguales y contradictorias y también que son idénticas
a si mismas, a pesar de la diversidad y la contradicción, del
mismo modo que se hallan animadas por un movimiento que las
impulsa a pasar de una de sus determinaciones a otra, y ello se
debe a que cada una de ellas encierra en si su propio contra­
rio”.197 En el interior de esta totalidad negativa (unidad de las
contradicciones) se produce, dice Hegel. "una transformación de
uno de los términos en el otro".196 Contrariamente a lo que pre­
tende Althusser (las contradicciones son simples, iguales a si
mismas e iguales entre ellas), en Hegel hay una jerarquización.
una progresión articulada de las contradicciones en un movimien­
to escalonado de cada una de ellas con relación a la otra. Es asi
como explica Hegel la secuencia, en su Lógica: diferencia, oposi­
ción. contradicción. Toda diferencia encierra en potencia una opo­
sición y ésta una contradicción. La totalidad hegeliana es. pues,
una totalidad en la que las contradicciones se condicionan reci­
procamente. Y esta mediación reciproca engendra nuevas contra­
dicciones. Hay pues una creación y desaparición permanente de
contradicciones, o sea un desplazamiento del momento fuerte de

,M Pour Marx. op. cil.. p. 210.


G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 32.
"'tbidem. p.179.

109
la contradicción en provecho de otro. Hegel da una idea concreta
de la articulación dialéctica de la totalidad que es la "rica plenitud
concreta según sus detcrminabilidadcs".199 Esta totalidad no es
algo simple, sino un encabalgamiento contradictorio de relaciones.
Como dice Hegel. “es una multitud de caracteres distintos, un
rico sistema de relaciones en si misma, o un múltiple sistema de
relaciones con otros".200 Estas relaciones son complejas en
cuanto múltiples y móviles. "El lodo, dice Hegel. no es una
unidad abstracta (simple, homogénea, como dice Allhusser) sino
la unidad de una diversidad multiforme-, pero esta unidad, en la
cual se realiza la relación entre elementos diversos y multiformes,
proporciona mayor precisión a tales elementos".201
La totalidad en tanto que sistema de relaciones es. pues, una
unidad diferenciada de relaciones contradictorias evolutivas que se
niegan reciprocamente de modo permanente (negación permanen­
te o ininterrumpida). "El todo es independiente, las parles sólo
son momentos de esta unidad; pero también ellas son lo indepen­
diente... y cada uno. en su independencia, depende de otro. La re­
lación. pues, está afectada por una contradicción interna y se halla
de este modo suprimida... En cuanto unidad negativa, el Todo se
relaciona negativamente consigo mismo... tiene su razón de ser en
su contrario, en la inmediata multiformidad. es decir, en las par­
les".202 Asi, pues, en la totalidad hegeliana se encuentra en estado
práctico un proceso dialéctico de mediación de los contrarios. Lo
mismo sucede en Marx para quien la totalidad es "la síntesis de
todos los contrarios y en resumidas cuentas aparece siempre como
la potencia superior y única con respecto a los extremos. En
efecto, el movimiento o la relación, que en su origen sirve de me­
diación a los dos extremos, se convierte necesariamente, por su
misma dialéctica, en su propia mediación. Desde este momento
aparece como único sujeto autónomo, y los dos extremos se con­
vierten en simples elementos".203 Y precisamente la circulación’es
la mediación de las dos formas fenoménicas del valor o de las dos
formas contrarias de la mercancía, es "justamente el movimiento
bajo esta doble forma en la que cada uno se conserva en su con-

'”G. W. F. Hegel. Fenomenología del Expiriiu. op. cil.. lomo I. p. 8.


'-Ibldem. p. 82.
G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 183.184.
’•* Ibldem. p. 162.
*•’ K. Marx. Fondemenic de la critique de l'economle politlque. op. cil.. lomo I
p. 280.

110
Ira rio. la mercancía en la moneda, la moneda en la mercan-
cía...".204 Igualmente para la mercancía en sus dos aspectos: "Su
unidad también se disocia directamente y esta disociación coincide
con su unidad. Todo ello hace que el valor de uso únicamente se
realice a través del valor de cambio, y que a su vez el valor de
cambio sólo se realice a través del valor de uso".205
Esta totalidad negativa es, a su vez, elaborada por la negación
y no por las estructuras, es movida por "el movimiento de nacer y
parecer”,209 por la negalividad, por la negación de la negación,
"por la pulsación interna del automovimiento y de la vida", para
retomar una expresión de Lenin207 en su comentario de Hegel. Es
el proceso de la negación determinada lo que da “la nada de lo
que proviene. Pero la nada, considerada solamente como la nada
de lo que proviene, es de hecho el verdadero resultado, es una na­
da determinada que posee un contenido”209 (negación de la nega­
ción).
Mediante esta negación determinada, dice Hegel, "una nueva
forma nace inmediatamente y en la negación se efectúa la transi­
ción por la cual tiene lugar el proceso espontáneo que se realiza a
través de la serie completa de las figuras de la conciencia",200 de
las cosas, de las formas lógicas o de las formaciones sociales.
Esta negación determinada, que para Althusser es una aberra­
ción, tiene efectos políticos importantes, pues especifica el exacto
contenido del proceso de negación. De este modo para Marx la
producción mercantil capitalista es en cierto modo la negación de
la producción mercantil simple, del mismo modo que la pro­
ducción mercantil post-capilalista es la negación de la produc­
ción mercantil capitalista, etc. También para Lenin el socialis­
mo es la negación del capitalismo monopolista de Estado, a su
vez negación (parcial y relativa) del capitalismo liberal competiti­
vo. Y el propio comunismo es la negación del socialismo como
fase inferior de la transición hacia la sociedad sin clases. Ignorar
esto equivale politicamente a presentar la marcha hacia el socialis­
mo como una serie positiva, progresiva, por etapas, sin ruptura,
sin negación del capitalismo. En la actualidad vemos en estado

,M Ibidem, lomo II. p. 642,643.


•“ Ibidem. p. 643.
*MG. W. F. Hegel. Fenomenología del Espíritu. op. cil.. lomo I. p. 40.
V. Lenin. Cuadernos filosóficos, op. cil.. p. 135.
,MG. W. F. Hegel. Fenomenología del Espíritu, op. cil.. lomo I. p. 70.
'"Ibidem. p. 71.
práctico la “negación" de la negación de la negación o de la ne­
gación determinada. Es el "programa común" que debería abrir el
paso a la "democracia avanzada", que^a su vez debería abrir el ca­
mino a la "sociedad socialista". Ya no hay salto ni discontinui­
dad. Todo se conserva en la continuidad en el cambio y en el
cambio en la continuidad. El beneficio, la sociedad mercantil, el
espíritu de empresa, la iniciativa (Mitlerrand), el aparato de
Estado fuerte, la constitución gaullisla de 1958 se "conservan" en
el mal sentido hegeliano. Para el Programa Común la "democra­
cia avanzada" consiste en un De Gaulle de izquierdas más el
SMIG (salario mínimo) a 1200 Francos. Y Mitlerrand, antiguo
jefe de los polis de Francia, es el nuevo Napoleón que Hegel-Mar-
chais ve pasar a caballo sobre las masas trabajadoras, el nuevo
"Wellgeist" de la Unidad popular, una rosa en el puño.
No es asombroso que Althusser, miembro "avanzado" del
PCF, haya alabado a menudo y con largueza, la perspicacia que
tuvo Stalin al suprimir la negación de la negación de las "leyes de
la dialéctica". Se comprende, la negación que Stalin llevó a cabo
de la negación de la negación tenia un objetivo práctico. Tras la
constitución de 1936, la "más democrática del mundo" Stalin ex­
terminó físicamente a la oposición trotskista, bujariniana y zino-
vievista durante los procesos de Moscú. En efecto, tenia que negar
a sus potenciales “negadores", tenia que negar la negatividad de
la clase obrera para poder restaurar el capitalismo en la URSS al
tiempo que destruía totalmente los últimos residuos de la demo­
cracia soviética.
El proceso de la negación determinada conduce, tanto en
Hegel como en Marx, a una concepción profundamente dialéctica
de lo real y de la historia. Para Althusser. en cambio, ya no hay
contradicción en su totalidad estructurada con dominante (a pesar
de las referencias a Mao). Solamente hay combinaciones-articula­
ciones de estructuras, desplazamientos de instancias, sobredeter-
minaciones. combinatorias, eficacias o efectos y juegos de estruc­
turas. Hay coexistencia (pacífica) de estructuras, pero no lucha de
contrarios, es decir, choque, violencia, destrucción.
"Lo que distingue al mecanicismo, escribe Hegel. es que sea
cual sea la relación entre los elementos asociados, esta relación es
siempre ajena a su naturaleza y que incluso cuando presentan la
apariencia de un bloque unido, se trata de simples yuxtaposicio-

112
ncs, composiciones, mezclas, acumulaciones, etc.".210 Para Althu-
»cr hay, pues, armonía o desarmonia de las estructuras, pero no
interpenetración de los contrarios, unidad y/o identidad de los
contrarios. La lucha de clases, es decir, la permanente guerra civil
pacifica" o armada entre las clases está totalmente ausente de la
totalidad estructurada con dominante" y de la mayor parte de los
textos "teóricos" de Althusser. Para Althusser las estructuras no
con contradictorias (como en cualquier estructuráosla) sino dife­
rentes, complementarias o articuladas-jerarquizadas. Althusser
uistituye un modelo dialéctico por un modelo estructuralista, es
decir, la lucha de los contrarios por la conexión de las estructuras.
I I matiz es importante, tanto como la diferencia entre reforma y
(evolución.
Esto es lo que explica que Althusser sea incapaz de pensar el
cambio revolucionario, es decir, la negación de la negación, que es
un proceso ininterrumpido en el que las diferentes formas de la
negación provisional se van negando reciprocamente, de modo re­
volucionario (paso de la cantidad a la cualidad, salto, ruptura,
etc.). Es lo mismo que explica Hegel a propósito de una flor (que
muy bien podria ser una rosa): "La yema desaparece en el brote
de la floración, y se podria decir que la yema es refutada por la
flor. Igualmente, con la aparición del fruto, la flor es denunciada
como un falso ser-ahi de la planta, y el fruto se instala en el lugar
de la flor como su verdad. Todas estas formas no son solamente
distintas, sino que cada una de ellas rechaza a la otra porque son
mutuamente incompatibles".211 Es un proceso parecido al de
"unidad-desbordamiento" que tiene actualmente lugar en las elec­
ciones presidenciales. La extrema izquierda revolucionaria se
afirma en su "ser-ahi" mediante la denuncia del "falso ser-ahi"
de Mittcrrand. En el segundo turno, apoya a la negación de la ne­
gación para a continuación negarla, desbordarla como "incompa­
tible" con el socialismo que las masas obreras quieren construir
"enseguida".
Hallamos el mismo método en Marx cuando analiza el desa­
rrollo del modo de producción capitalista. "La apropiación capita­
lista, conforme al modo de producción capitalista, constituye la
primera negación de esta propiedad privada que no es más que el
corolario del trabajo independiente e individual. Pero la negación

310 G. W. F. Hegel. Ciencia de la Lógica, op. cil.. lomo II. p. 407.


1,1 G. W. F. Hegel. Fenumenologia del Espíritu, op. cil.. lomo I. p. 6.
capitalista engendra por sí misma su propia negación... la nega­
ción de la negación”.212 Se trata de la expropiación de los expro-
piadores por los sepultureros del capitalismo-, los proletarios, en­
carnación material, revolucionaria, de la dialéctica.

CONCLUSION

La importancia de las citas en nuestro texto se justifica por el


hecho de que la “lectura" de Althusser pretende ser rigurosa, o
sea, por lo menos fiel. Pero, como creemos haber demostrado am­
pliamente, su revisión de la tradición marxista procede por alusio­
nes, silencios e incluso falsificaciones. Althusser utiliza los textos
a su conveniencia sin respetar el gran principio de la dialéctica ya
enunciado por Hegel: “la Verdad es el Todo".2,3 Una lectura
honrada y escrupulosa de los textos de Marx muestra que la rela­
ción Hegel/Marx es dialéctica, y no estructural (corte, ruptura).
La continuidad Hegel/Marx es la continuidad de la revolución
permanente. Marx ha tomado de Hegel el viejo topo dialéctico
que “siempre dice no” (Fausto), como la revolución proletaria
arranca del punto en el que los sans-culottes y los descamisados
tuvieron que detenerse: en el umbral de la propiedad privada de
los medios de producción. La continuidad Hegel/Marx se des­
pliega sobre la comunidad dialéctica que les es propia.
Althusser no ha “comprendido en absoluto lo más esencial del
marxismo, a saber: su dialéctica revolucionaria".114 Política y
teóricamente, Althusser sigue estando en el regazo del estalinismo
y del dogmatismo revisionista. Sus numerosas referencias a un
Stalin "pedagogo” no son fortuitas (como tampoco lo son las epi­
sódicas a A.Comte). Lo que Althusser denomina mediante una
delicada paráfrasis, la “desviación eslalinista"213 o el “culto a la
personalidad",21® es decir, lo que nosotros llamamos estalinismo
(sin comillas), expresión de la contrarrevolución capitalista-buro­
crática de Estado.es la verdadera fuente de su pensamiento. En
términos hegelianos, Althusser es el espíritu del tiempo estalinis-
ta, aquel que cual pájaro de Minerva levanta su vuelo en el cre-

K. Marx. El Capital, libro I. op. cil.. tomo III. p. 205.


’*’G. W. F. Hegel. Fenomenología de! Espíritu, op. cil.. lomo I, p. 18.
114 V. Lenin. Sur notre rivolutlon, in Oeuvres chais les. op. cil.. lomo 111,989.
,,s I.. Althusser. Réponse á John Lewis. op. cil.. p. 82.
tbidem. p. 77.

I 14
púsculo de los burócratas. El estalinismo vehiculado por los
varios millones de ejemplares de “Materialismo dialéctico y mate­
rialismo histórico" de Stalin ha deformado a generaciones enteras
de militantes tras haber exterminado Tísicamente a otras tantas.2,7
En este sentido, el estalinismo fue la verdadera aplicación de
“cierto Hegel". el de la filosofía prusiana oficial. La "racionali­
dad" del estalinismo ha sido la colectivización forzosa, la liquida­
ción del bolchevismo-leninismo, los procesos, los campos de con­
centración y de trabajo, el pacto con Hitler, la traición a la revo­
lución mundial y la liquidación de la Internacional comunista. Y
es este mismo estalinismo el que Althusser respeta, aquel cuyos
méritos “alaba ante la historia"-.218 es él quien nos explica que
uno de los méritos de Stalin fue construir "el socialismo en un
solo país".219 mostrar que existían unos "Principios del leninis­
mo":220 es él quien exalta “un período (1933-1943). cuyo heroís­
mo. grandeza y dramatismo" hemos podido vivir o conocer.221
En la actualidad, y muy tímidamente, en la atmósfera silenciosa y
algodonosa del PCF. este "partido de unificación nacional" (Mar-
chais), Althusser esboza una critica (parcial) de derechas de!
estalinismo, al que reduce a una 'desviación" por oposición a
una “linea" (desviación "economista-humanista"). En una
palabra, Althusser da una explicación estalinista del estalinis-
mo. No es. pues, extraño que su critica afecte esencialmente al
trotskismo. único movimiento internacional comunista que criticó
teórica y prácticamente el estalinismo. El trotskismo, cuyo renaci­
miento tras el mayo del 68 extraña a Althusser, es precisamente la
única critica222 del estalinismo que se hace (y se hizo) desde un
punto de vista de clase, proletario (y no simplemente humanista).
Es este mismo trotskismo, mil veces enterrado por los sepul­
tureros de la revolución y por su "jefe infalible", quien toma hoy
de nuevo el arma de la dialéctica y las armas a secas. Esta dia­
léctica, que no es una escolástica, sino la revolución permanente
en la teoría y en la práctica, se está llevando a cabo desde hace
tiempo en la empresa militante de construcción y desarrollo de la

I 15
IV Internacional, partido mundial de la revolución que pasará por
encima del cadáver del estalinismo y de la socialdemocracia
(avanzada o no). Es esta misma dialéctica la que utilizan hoy los
militantes comunistas revolucionarios, pues, como dice K.Korsch:
“La dialéctica materialista del proletariado no puede ser enseñada
de forma abstracta, ni tampoco mediante una serie de supuestos
ejemplos, como una ciencia particular que tuviese su propio obje­
to. No puede ser utilizada de modo concreto más que en la praxis
de la revolución proletaria y en una teoría que es parte constitu­
tiva, inmanente y real de ella".4,3

A los militantes del Front


Communiste Révolutionnaire.
Abril de 1974.***

*** Acerca de la critica del estalinismo. véase Trolsky. La revoluilon irahle. in De la


rivolutlon. Ed. de Minuil. París, 1963: L. Trolsky. Dtfense du marxlsme. E. D. I.. París
1973; L. Trolsky. La naiure de l'URSS (lexios escogidos presentados poi
J. L. Dallemagne). Maspero. París. 1974; K. Modzelewski y J. Kuron. Letire au pam
ouvrler polonals. cuadernos Rouge, n* 4. Maspero. 1969.
“• K. Korsch. Marxlsme el phllosophle. op. cil.. p. 180.

116
2

RELEER “EL CAPITAL”*

Catherine Colliot-Thelene
No podemos limitarnos aquí a oponer
simplemente el método (histórico)
dialéctico _>■ el método estructural.
Toda meta critica de la exégesis de
Marx por Althusser debe esforzarse
al mismo tiempo en asimilar sus re­
sultados positivos.1
Alfred Schniidt
Para leer El Capital: asi se titula la obra maestra de
Althusser, en la actualidad indiscutible punto de referencia teórico
de numerosos estudios marxislas-, por ejemplo, los trabajos de
Bettelheim sobre las sociedades de transición, los trabajos de
Poulantzas sobre las superestructuras políticas.
El autor tuvo mucho cuidado en subrayar el carácter espe­
cifico de su lectura: se trataba de la lectura del Capital por un fi­
lósofo, distinta de la que hubiese hecho un economista, un histo­
riador o un lógico.2 Esta precisión, por si misma, ya es suficienle-
■ Texto publicado en el n.
* 9 de la revista Critiques de léconomie politique. ocl.-dic .
1972 (Maspcro).
1 Alfred Schmidt. Geschichte und Struktur, Fragen einer marxtstíschen Historik,
Cari Hansen Verlag. 1971. p. 15-16. Este filósofo marxista alemán ha consagrado gran
pane de sus investigaciones a la "escuela parisina", es decir, a Althusser y sus discípulos.
En muchos aspectos debemos remitirnos aquí a sus análisis. Concretamente, aparte de la
abra citada, puede verse "líber Geschichte und Geschichtsschreibung in der malerialischen
Dialektik" in Folgen einer Theorle-Essays über "Das ¡Capital" van Kart Marx, Suhr-
kamp Verlag. 1969. y “Der strukturalilische AngriíT auf die Geschichte". In Beltrage zur
marxistischen Erkennmistheorie. Shurkamp Verlag. 1969.
•Cf. Llre le Capital. Maspero. 1968. tomo I. p. 10.11.

117
mente inquietante: ¿acaso El Capital se presta a estas interpreta­
ciones dispersas, efectuadas en función de una compartimentación
del campo del Saber que tiene su origen en la Universidad capita­
lista? ¿No será esta "división del trabajo" teórico tributaria de la
ideología burguesa? ¿Y en caso afirmativo, si la propia estructura
del Capital pone en cuestión la autonomía, incluso la legitimidad
de la existencia de esas ciencias particulares que se llaman
sociología, economía política, filosofía, historia o lógica, cómo
podemos dejar de temer que una "lectura" del Capital hecha a
través de cualquiera de estos puntos de vista parciales esté gravada
por una pesada hipoteca: investir en El Capital un proyecto cuya
validez está negado en esta misma obra?
Por consiguiente, este es el problema: sin duda hay múltiples
lecturas posibles del Capital. Pero su comprensión efectiva no
proviene de la síntesis de tales perspectivas parciales que no hacen
más que reproducir una jerarquía de las ciencias histórica y social-
mente determinada. Por el contrario, debemos tratar de destruir
estos tabiques, productos y prejuicios de nuestra cultura, para ac­
ceder a una comprensión global, interna, del Capital. Para ello
disponemos, además de esta obra, de varios borradores y textos
inacabados: la Contribución, los Fundamentos, las Teorías sobre
la plusvalía.3
En este estudio trataremos de apreciar la interpretación del
método del Capital propuesta por Althusser en Para leer El Ca­
pital. Desde la publicación de Para leer El Capital, determinadas
posturas han sido corregidas o matizadas por el propio Althusser
o por alguno de sus discípulos. De lodos modos, estas modifica­
ciones no afectaron más que al detalle; las ambigüedades fun­
damentales ligadas a este proyecto filosófico reivindicado por
Althusser siguen en pie. y se hacen más peligrosas cuando se
abandona el comentario directo del Capital para consagrarse al
estudio de nuevos dominios.
Tal vez se nos reproche el despojar a la discusión de su di­
mensión política para aceptar situarnos en el terreno elegido poi
Althusser: el método y la teoría del Capital. Sim embargo
creemos que la atmósfera apasionada que ha marcado la polémica
contra los trabajos de Althusser. evidentemente justificada por el

’ Coniribuiion a la crilique de l'économie poliiique. Ed. Sociales. 1968: Fondemeni


de la criitque de leconomie potinque. Anlhropos. 1969; Theorten líber den Mehrwer
Berlín. Dielz Verlag. 1967. tomo XXVI. I y 2.

118
contexto político en que se inscribía, a menudo ha perjudicado la
claridad de los debates. El análisis científico del modo de produc­
ción capitalista solamente podrá seguir cumpliendo la tarea que
Marx le asignaba — ser un arma en las manos del proletariado en
su lucha por la emancipación y por la abolición de la sociedad de
clases— si los revolucionarios se preocupan de mantener su rigor,
condición ineludible de su desarrollo. Por esta razón, la reflexión
sobre el método marxista, lejos de ser un patrimonio de ciertos
filósofos marcados para siempre por su formación universitaria,
halla, en cambio, motivos para su reactualización en los proble­
mas concretos que plantea la Historia contemporánea.
Esto no implica en absoluto que rechacemos de nuestro hori­
zonte toda forma de polémica. Pero en lugar de la virulencia de
ataques excesivamente rígidos, a menudo ineficaces, preferimos
una critica fundada en una mejor apropiación de la obra de Marx,
para lo cual esta discusión nos proporciona una excelente ocasión.
Por otra parte, resulta que a pesar de reconocer una legitimi­
dad relativa a las tesis de Allhusser, el peligro que comportan no
deja de ser particularmente grave. El centro del debate es el carác­
ter matcrialista.de la teoría marxista: ¿el materialismo profesado
por Marx tiene un alcance real en la teoría que elaboró o bien se
trata también de pura ideología sin incidencia alguna sobre su tra­
bajo cientifico? La cuestión merece que nos detengamos en ella.
Ante lodo, evitemos un equivoco concerniente a la relación
entre Allhusser y la escuela estructuráosla. A pesar de las ad­
vertencias del autor.4 varios de sus críticos se han obstinado en
ver en esta corriente de pensamiento una interpretación "estruc-
turalista" del marxismo, incluso la imposición de un método
elaborado en otro campo conceptual a un dominio radicalmente
heterogéneo. ¿Qué hay de ello en realidad?
Estos críticos reflejan, de hecho, de forma inadecuada, una di­
ficultad latente en las obras iniciales (Pour Marx. Lire le
Capital), pero cuyos efectos nefastos se revelan en los análisis
originales inspirados por ellas.
Claramente: aunque un buen número de los análisis de Para
leer El Capital y de Pour Marx se inspiran visiblemente en el
método estructuráosla, y tendremos ocasión de discutir la posibili­
dad de transcribir una parte de los análisis de Ma-x en los tér­
minos del cstructuralismo. queremos reconocer aqui la indepen­

4 Cf. especialmente. Lire le Capital, op. cil.. tomo I. Averiissemeni. p. 5 y 6

119
dencia de la investigación de Althusser con repecto a la ideología
estructuralista. Una gran parte de los conceptos que utiliza son to­
talmente extraños al método estructuralista, tal como lo define la
lingüistica y la antropología de Lévi-Strauss: determinación en
última instancia, dominación, proceso de producción... Sin em­
bargo, el recurso primitivo a la terminología estructuralista no es
del todo inocente. Althusser tenia que pensar, con una terminolo­
gía prestada que, por el hecho mismo de su transferencia, perdía
todo contacto con el campo en donde originalmente había sido
elaborada, un método aprioristico que definiese las condiciones
formales que constituyen el criterio de cientificidad en un momen­
to dado de la historia de las ciencias. En este aspecto, la construc­
ción de nuevos conceptos, ignorados por el estructuralismo, no
prueba nada, ya que se efectúa desde la misma perspectiva forma­
lista en que se basaba el préstamo de las categorías estructurales.
Sería por consiguiente, erróneo, tratar de reducir el pensa­
miento de Althusser a la importación ilegítima de un método des­
de un dominio científico a otro. La utilización de conceptos desa­
rrollados en otros contextos (ya sea ei estructuralismo o el psicoa­
nálisis) solamente es un indicio de un problema metodológico mu­
cho más profundo que trataremos de delimitar.

I. REFLEXIONES SOBRE LOS PRINCIPIOS


DE LA EXPOSICION DE LAS CATEGORIAS
EN EL CAPITAL

1. La interpretación empirista de “El Capital”: identifica ­


ción del proceso de apropiación teórica con el proceso de
génesis de lo real.
El problema hacia el cual se inclina Althusser es la estructura
del Capital, es decir, los principios que rigen el orden de desarro­
llo de los conceptos, a través de los cuales se realiza la compren­
sión teórica de los mecanismos de funcionamiento de la sociedad
capitalista. En el transcurso de esta investigación tropieza con una
frecuente interpretación errónea de los análisis de Marx, a la que
estigmatiza con el término de “historicismo”.8 No entra en nues­
tro propósito interrogar la coherencia interna de esta categoría
‘Acerca de la categoría de historicismo. véase Lire te Capiial, op. cil.. cap. 4. Igual­
mente. Nikos Poulantzas. "Breves remarques sur l'objet du Capital", in En pariam du
Caphal, Anthropos. 1968. p. 235.

120
que, en la acepción de Althusser, encubre una serie de temas ex­
traordinariamente variada algunos de los cuales son susceptibles
de ser interpretados de modo muy distinto. Por ejemplo, el repro­
che que Marx dirige a la economía clásica: haber despreciado el
carácter histórico de las categorías económicas. Más adelante ten­
dremos ocasión de ver que la significación dada por Althusser a
este lema atestigua la existencia de un absurdo en la interpreta­
ción del pensamiento de Marx, inevitable desde la perspectiva
filosófica que orienta la lectura de nuestro autor.
Sin embargo, es evidente que si la aparente conherencia de la
categoría de historicismo depende totalmente de la validez de la
interpretación del Capital que se nos propone, nada más peligroso
que dejarse atrapar por la ilusión de este rigor y ponerse a defen­
der incondicional mente al adversario que Althusser ha tenido buen
cuidado de construir a su entera conveniencia. Por esta razón, no
es en absoluto ilógico reconocer el carácter fundado de ciertas
criticas que formula Althusser, al tiempo que se rechaza admitir
sus conclusiones: éstas no derivan, como trata de hacernos crecr.
de una deducción irreprochable a partir de las proposiciones ini­
ciales, sino de una serie de hipótesis formalistas que afectan a su
lectura y definen los limites de lo que para él es pensablc.
De hecho, no era inútil enfatizar, frente a las frecuentes in­
terpretaciones empiristas que tergiversan El Capital, la autonomía
relativa de que goza el pensamiento teórico. Demasiado a
menudo, en efecto, las exégesis del Capital han olvidado
distinguir rigurosamente el proceso teórico de apropiación de lo
real y su génesis histórica concreta. Sin duda, tal negligencia se
justifica por la preocupación didáctica encaminada a privilegiar la
importancia de la historia en el pensamiento marxisla. en la
medida en que en este punto se manifiesta la diferencia principal
que separa a Marx de todas las teorías burguesas, tanto
económicas como filosóficas. Sucede sin embargo que esta forma
de proceder es peligrosa, en cuanto olvida su función esen­
cialmente didáctica para tratar de dar cuenta, con ayuda de sus
esquemas simplificados, de las deducciones del Capital. La aven­
tura parece tanto más seductora cuanto que ni el propio Engels
supo evitarla: algunos textos de Engels. que nadie osaria calificar
de sospechosos de haber tergiversado el pensamiento de Marx,
pueden ser invocados en apoyo de dicha empresa. Corramos el
riesgo de releerlos, sin olvidar su interés pedagógico, sin vacilar
tampoco a la hora de revelar las ambigüedades en que incurren.

121
En la reseña a la Contribución a la crítica de la economía
política, publicada en agosto de 1859 en la revista Das Volk,"
Engels insinúa que, para tratar su lema, a Marx se le presentaba
la posibilidad de elegir entre dos modos de exposición: el modo
histórico y el modo lógico. La preferencia concedida al modo
lógico vendría justificada, según él. por la mayor simplicidad que
permitiría en comparación con el análisis histórico, lleno de
farragosos detalles inútiles y de "zigzags" impuestos por la histo­
ria concreta.
“Solamente el tratamiento lógico —escribe— era adecuado.
Pero éste no es otro en realidad que el tratamiento histórico
despojado simplemente de su forma histórica y de sus con­
tingencias embarazosas. Allí donde comienza la historia,
comienza también el proceso del pensamiento, y su desarrollo no
es otra cosa que el reflejo, en una forma abstracta y teóricamente
consecuente, del proceso histórico..."7
La cuestión tan controvertida y epistemológicamente tan
decisiva del punto de partida de la exposición ciéntifica. la
resuelve Engels un tanto a la ligera: según él. el punto de partida
de la exposición científica y el comienzo histórico no son más que
la misma cosa. Una respuesta asi no es inocente: compromete la
comprensión de la forma de proceder de Marx en El Capital.
También es la causa de los contrasentidos que comete Engels en
el libro III del Capital. Contestando al economista Conrad Sch-
midt que presentaba una interpretación relativista de la teoría
económica marxista. Engels trata de fundar la necesidad objetiva
de la estructura del Capital en la preexistencia histórica de la
categoría de valor-trabajo sobre la categoría de precio de produc­
ción. Esta tesis le lleva a conclusiones absolutamente extrañas a la
teoría marxista: como, por ejemplo, la idea, cuando menos
curiosa, según la cual la ley del valor seria "generalmente válida"
para el "periodo de la producción simple de mercancías", ex­
cluyendo. por consiguiente, la producción capitalista, que seria
una "modificación" de la producción simple.
“La ley del valor de Marx es generalmente válida, en la
medida, por lo menos, en que pueden serlo las leyes económicas,
para lodo el periodo de la producción simple de mercancías, o sea
hasta el momento en que ésta sufre una modificación con el ad-

• Berlín. M E. W Dieiz Verlag. 1969. lomo XIII. p. 468


’ tbidem. p. 475.
venimiento del modo de producción capitalista La ley del
valor de Marx, por lo tanto, es económicamente válida en general
para un periodo comprendido entre el principio del cambio que
transforma los productos en mercancías hasta el siglo XV de
nuestra era".8
Es curioso ver cómo Engels resucita un viejo mito propio de
la economía burguesa cuando atribuye al "periodo de producción
simple de marcancías" una existencia histórica concreta. Una
producción simple de mercancías, opuesta a la producción
capitalista, significaría el intercambio directo entre los productores
inmediatos: pero si es cierto que el intercambio mercantil,, y por
consiguiente la forma valor, se desarrolló antes del advenimiento
del capitalismo, del cual es una condición histórica, también
puede decirse que solamente afectó a una fracción marginal de los
productos. Solamente en el modo de producción capitalista el in­
tercambio somete a su ley a "la propia sustancia de la produc­
ción", es decir, no solamente a los bienes de consumo, sino tam­
bién a los propios medios de producción, y entre ellos a la fuerza
de trabajo. Hablando con propiedad, el periodo de la producción
simple de mercancías, o el intercambio directo entre los
trabajadores de sus productos, no es más que "una relación abs­
tracta de la producción basada en el capital".9 Pues tan sólo
cuando la propia fuerza de trabajo loma el carácter de mercancía
"la producción, en toda su amplitud, tanto en profundidad como
en extensión, se convierte en producción de mercancías [...]. La
mercancía solamente se convierte en forma elemental general de la
riqueza sobre la base de la producción capitalista".10

2. El momento "estructuralista" .en el estudio del modo


de producción capitalista.
Esta confusión entre el desarrollo concreto de la historia y el
orden de desarrollo de las categorías del Capital se mantuvo, más
o menos abiertamente, en numerosas investigaciones marxistas: el
adversario al que se enfrentaba Althusser no era, por consiguiente,
puramente ilusorio, con lo que las tesis por él defendidas ganaban
fuerza y credibilidad.

• Suplemento al libro II del Capital, in ed fr. de El Capital. Ed. sociales. 1965, tomo
VI. p. 30 y ss.
* Fondements. op. cil.. p. 47. lomo II.
'"Un chapitre inedlt du Capital. U. G. E.. 1971. p. 75.76.

123
De este modo, puede decirse que procede correctamente
cuando subraya la diferencia entre el proceso de génesis histórica
del modo de producción capitalista y el proceso de construcción
teórica que permite adquirir el conocimiento de las leyes que le
son propias. Diferencia que. a su vez. se articula sobre la diferen­
cia entre el objeto real y el objeto de pensamiento, diferencia que
en un solo movimiento funda la posibilidad y la autonomía del
pensamiento teórico. Asi, pues, no hay relación alguna entre el
orden de exposición de las categorías en Ei Capital y el orden de
aparición de las categorías reales en la historia. Según la con­
fesión del propio Marx:
“Seria imposible y erróneo situar las categorías económicas en
el orden en que han sido históricamente determinantes. Su orden
está determinado, al contrario, por las relaciones existentes entre
ellas en el seno de la moderna sociedad burguesa..."11
Numerosos textos de Marx, concretamente de los Fun­
damentos, podrían corroborar esta afirmación explicitada por Al­
thusser en los siguientes términos:
"El sistema jeráquico de los conceptos en su combinación
determina la definición de cada concepto, en función de su lugar y
de su función en el sistema. Es esta definición del lugar y la fun­
ción del concepto en la totalidad del sistema lo que se refleja en el
sentido inmanente a este concepto, cuando lo relacionamos
biunivocamente con su categoría real."12
La influencia del estructuralismo es evidente. Aparentemente,
sin embargo. Althusser no dice nada que no lo hubiese dicho ya el
propio Marx. Aparentemente, pues esta modificación de la ter­
minología oculta en realidad una ruptura total con las
preocupaciones teóricas de Marx. Efectivamente. Marx solamente
pretendía hacer una exposición del "método de la economía
política" como indica el titulo del párrafo del que se ha extraído el
citado pasaje. El proyecto de Althusser es muy distinto: lo que él
trata de elaborar es la constitución de una teoría de la praxis
científica en general, y la exégesis de Marx que lleva a cabo está
subordinada a este proyecto.13

11 Ibidem. "Imroduciion á la criliquc de Icconomic polilique". Contribuiioii. p. 171.


11 Ibidem. Lite te Capital, p. 83.
” Véase especialmente Lire le Capítol, lomo I. cp. 14. p. 57. Ln esta misma obra,
p. 106: "El capilulo III de la Introducción de IHS7 puede considerarse con razón el Dis­
curso del método de la nueva ñlosofia fundada por Marx I n efecto. es el único texto siste-
málico de Marx que coniiene. bajo la* especie* de un anali*i* de la\ categoría* r del

124
Es cieno que tiene mucho cuidado de que su problemática no
coincida con la típica problemática de las teorías idealistas del
conocimiento. Su intención, según afirma, no es en absoluto
determinar a priori las condiciones formales a las que debería
someterse toda ciencia, sino a comprometer su carácter de cien­
cias. Por ello la filosofía ya no es la suprema instancia legisladora,
dotada del poder de definir legalmente lo que es científico y lo
que no lo es. Al contrario, la filosofía es "leoria de la historia de
la producción de conocimientos,"14 con lo que admite su depen­
dencia constitutiva con respecto al actual estado de las ciencias.
Pero la forma de proceder de Althusser revela que no basta con
exiliar al Sujeto trascendental, portador de la racionalidad
científica. para que la ruptura con el idealismo se consuma
definitivamente. Pues con la pretensión, basada en una ciencia
particular (en este caso la leoria económica marxista), de aislar las
formas generales de lo "Teórico" en un momento dado de la
historia de las ciencias, se reintroduce subrepticiamente esta
pretensión normativa del filósofo de la que creíamos habernos
librado. Althusser podia ignorarlo, pues trabajaba sobre una obra
acabada cuya modestia "teórica" no era, por consiguiente, in­
mediatamente discutida por su propia práctica. No puede decirse
lo mismo de sus epígonos para quienes no cabe duda que las for­
mas de un discurso científico pueden determinarse a priori in­
dependientemente de la especificidad del objeto analizado.15
Precisemos, pues, el contexto en que hallan su significado las
reflexiones metodológicas de Marx. El borrador del Capital, pu­
blicado con el titulo Fundamentos de la critica de la economía
poli tica, constituye en este sentido una inestimable fuente de en­
señanzas. No porque en esta obra aparezcan secuelas de las obras
de juventud, de las que la escuela althusseriana es incapaz de ren­

125
dir cuentas. El problema está en otra parte: los Fundamentos
constituyen, en acto, la elaboración de un método a través de un
trabajo de investigación. El trabajo de análisis de la materia se
completa, en esta obra, constantemente, con una reflexión sobre
los requisitos metodológicos y las necesidades objetivas del orden
de exposición implícitas en la propia materia.

3. Un ejemplo: el análisis de ¡a renta territorial capitalista.


Solamente un ejemplo. Las célebres páginas sobre la categoría
de la renta territorial que se encuentran en el tomo VIII del
Capital, ejemplo particularmente significativo si es cierto, como
dice Marx, que el modo de producción capitalista ha sido his­
tóricamente la primera forma de producción que ha despojado a la
propiedad territorial de su función privilegiada en los anteriores
modos de producción: la de fundamento de la actividad social.18
En el plan de 1857, dividido en seis libros. Marx habia pre­
visto consagrar lodo un libro a la propiedad territorial; este libro
habría sucedido directamente al primer libro, que trataría del capi­
tal e incluso estaría colocado antes del libro dedicado al trabajo
asalariado.11 En el plan definitivo del Capital, tan sólo la sección
sexta del libro III trata de este tema: su titulo. "Conversión del
beneficio en renta territorial", revela una rigurosa limitación con
respecto al proyecto original. Limitación que Marx plantea desde
el inicio de la sección sexta:
"El análisis de las diversas formas históricas de la propiedad
territorial se sale del marco de esta obra. Esta propiedad solamen­
te nos interesa aquí en cuanto que una parte de la plusvalía pro­
ducida vuelve al propietario territorial.”’8
¿Qué razones motivan esta limitación?. Marx las explica en
los Fundamentos:
“Mientras el valor de cambio no juega más que un papel se­
cundario frente al valor de uso. no es el capital, sino su relación
con la propiedad territorial lo que aparece como su base real. En
cambio, no es en absoluto posible comprender la propiedad terri­
torial moderna sin el capital cuya existencia está implícita en ella;
en efecto, el capital produce esta forma histórica una vez ha trans­
formado a su imagen la figura histórica precedente de la renta

“ Fondtments, op. cil.


" Fondements. op. cil.. l. I, p. 211.
"El Capital. I. VIII. p. 7.

126
territorial. Precisamente con la evolución de la propiedad territo­
rial puede medirse la victoria y la formación progresiva del capi­
tal... Pero, repitámoslo, estamos hablando aquí de la sociedad
burguesa realizada y estimulada por su propia base mate­
rial. ”19
Y el propio Marx generaliza un poco más adelante:
"Es evidente que las fuerzas productivas y las relaciones de
producción no surgen de la nada, ni del interior de la idea que se
pone a si misma; sino que se han desarrollado sobre la base de
una producción ya existente y en oposición a las relaciones de
propiedad tradicionales sólidamente arraigadas. En la sociedad
burguesa definitivamente constituida, cada relación económica
implica otra en su forma burguesa y económica, y cada una de
ellas condiciona a las demás, como sucede en lodo sistema
orgánico. Este sistema orgánico, a su vez, tiene en su conjunto
sus propios presupuestos, y su desarrollo total implica que su­
bordina todos los elementos constitutivos de la sociedad o que
crea a partir de él los órganos que todavía le hacen falta. De este
modo se convierte históricamente en una totalidad."20
Pedimos perdón por tan extensas citas: las discusiones filo­
sóficas abstractas sobre la legitimidad de una interpretación es­
tructural de la teoria marxista han acumulado tanta confusión en
este punto que era necesario releer una vez más el propio texto de
Marx. ¿Qué dice este texto? Que el objeto especifico del Capital,
“la sociedad burguesa definitivamente constituida, o sea. el proce­
so de reproducción del capital sobre la base de sus leyes inmanen­
tes, implica excluir el análisis de las distintas formas que ha re­
vestido históricamente la propiedad territorial. En el estudio del
modo de producción capitalista, se admite hipotéticamente que es­
te modo de producción ha sometido a su dominio todas las ramas
de la producción, incluida la agricultura. Por esta razón, la única
categoría económica que expresa la propiedad territorial y que
tiene derecho de ciudadanía en este análisis es la que traduce el
modo original de participación del propietario territorial en la
plusvalía capitalista: la categoría de la renta territorial, en cuanto
se distingue de la renta en trabajo, de la renta en especie, lo cual
es evidente, pero también de la renta monetaria, simple cambio de
forma de la renta producto, y por consiguiente representando la

'* Fondements. l. I. p. 198. 199. Subrayado nuestro.


•• tbidem, p. 226. Subrayado nuestro.

127
totalidad del sobrcproducto. mientras que la renta territorial capi­
talista no es más que un excedente sobre el beneficio medio.
De lodos modos, si la renta territorial, tal como es analizada
en El Capital, extrae sus determinaciones de las relaciones socia­
les en las que está implicada, no por ello se deduce que la existen­
cia de las formas precapitalislas de propiedad territorial sea indife­
rente al modo de producción capitalista; al contrario, constituyen
una condición previa indispensable para su desarrollo. Si la tierra,
afirma Marx en su Teorías sobre la plusvalía, estuviese "inicial-
mente a la libre disposición de todo el mundo, fallaría un elemen­
to fundamental para la formación del capital. Este medio de pro­
ducción esencial es, dejando aparte al hombre y a su trabajo, el
único medio de producción originario; no podría ser alienado ni
apropiado; no podría oponerse al trabajador en cuanto propiedad
extraña y transformarlo en trabajador asalariado."21
¿Significa esto que un estudio de la renta territorial capitalista
supone previamente el conocimiento de la historia de la propiedad
territorial? Evidentemente no. Revelador en este sentido es el lu­
gar asignado al capitulo que trata de la génesis de la renta territo­
rial en la sección 6 del libro 111. El estudio de la génesis de la ren­
ta territorial, que no es su historia, sino la elaboración de los es­
quemas que organizan nuestra comprensión científica de esta his­
toria. está a continuación del estudio en profundidad de las dife­
rentes formas de la renta del suelo capitalista (renta diferencial,
renta absoluta).
Es poco probable que este orden sea imputable a la presenta­
ción de Engels (el libro III fue publicado por Engels a partir de
los borradores de Marx). En efecto, el mismo fenómeno se repite
en el libro I del Capital: la acumulación primitiva, la historia de
la formación del modo de producción capitalista, solamente apare­
ce al final del primer libro, una vez que han sido desarrolladas las
categorías fundamentales de este modo de producción. Para que la
acumulación primitiva dejase de ser este mito que había hecho de
ella la economía burguesa, para que fuese algo más que un capitu­
lo de una historia apologética hecha para adular la vanidad de la
clase dominante, tenia que ser desvelado su "secreto"; secreto que
no es otro que la relación social existente entre el trabajo y el ca­
pital. "la separación radical del productor de los medios de pro-

11 Theorien líber den Mehrwen. Citado según Román Rosdolsky. Zur Enisiehnngges-
chichte des Marxschen "Kapiiul". Europaische Verlagsanslall. 1968. t. I. p. 57.

128
ducción".22 Pero solamente el análisis de la “sociedad burguesa
realizada" permitía tematizar esta relación fundamental que el ca­
pitalismo reproduce a una escala constantemente creciente.
Por consiguiente, es exacto que la elaboración de una historia
científica, que rompe con los prejuicios y evidencias inmediatas
del empirismo, pasa por el camino de una determinación teórica
de las caracteristicas internas de cada modo de producción, carac­
terísticas que se reflejan en cada una de las categorías singulares,
rentas del suelo, trabajo, propiedad, sobreproducto, etc. Esta es la
razón de que uno de los hilos conductores de la reflexión de Marx
en los Fundamentos sea la estricta delimitación entre las condi­
ciones históricas del capital, que pertenecen a su genealogía, y las
“condiciones de su conservación y crecimiento", resultados de su
propio movimiento.23 Lo que hace posible el análisis del modo
de producción capitalista es ¡a distinción rigurosa entre el
proceso de formación de! capital y su proceso de reproducción
en función de sus leyes propias: la posibilidad de interpretar
El Capital con los términos del estructuralismo no hace más
que manifestar el éxito de Marx en mantener esta distinción a
lo largo de su análisis.2*

4. Los presupuestos de la exposición de las categorías en


"El Capital".
¿Qué conclusiones metodológicas nos sugiere el ejemplo de la
renta territorial? Nosotros vemos esencialmente dos. intimamente
ligadas. La desviación teórica de Althusser se manifiesta en los
dos niveles del análisis.
En primer lugar, el estudio de ios pasos que sigue Marx para
aislar el objeto especifico de su análisis, en nuestro ejemplo la
renta territorial capitalista, permite comprobar claramente que el
modo de exposición de las categorías en El Capital es tributario
del trabajo de apropiación de la materia, o modo de investigación.

“El Capital. I III. p. 154.


*’ Fondemtms. I. I. p. 422 sq.

justificada, seria preciso que una sociedad de transición fuese no el lugar de enfrentamiento
de modos de producción antagonistas coexistiendo en un equilibrio inestable, sino una

129
que constituye su condición previa. Según Marx, la distinción en­
tre modo de investigación y modo de exposición, por real que
fuese, era puramente "formal".25 Esta no era una observación
puramente anodina. Por ejemplo, su negativa a publicar la Intro­
ducción de 1857 al principio de la Contribución, como tenia in­
tención de hacer, estuvo motivada por la preocupación de poner
término a las generalizaciones apresuradas que no hacen más que
perjudicar al rigor científico.28 Había que evitar toda anticipación
"de los resultados que no habían sido demostrados", y las refle­
xiones sobre el método de la economía política se encontraban en­
tre estos resultados.
Quienes buscan en las brillantes fórmulas de la Introducción
de 1857 esta "vía real hacia la ciencia" contra la que. sin embar­
go. Marx nos previene, olvidan siempre interrogarse sobre la sig­
nificación de tal rechazo. Lo mismo sucede con Althusser. ¿Cómo
podía haberlo comprendido? Tras haber planteado como una dife­
rencia esencial la diferencia formal entre modo de investigación y
modo de exposición. 27 hiposlasia a este último y pretende deducir
a partir de él las formas generales capaces de conferir fuerza coer­
citiva a toda demostración científica. Paradójicamente, la posibili­
dad de este error manifiesta la perfección de la exposición de
Marx. ¿Acaso no nos advertía que una exposición científica “lo­
grada" podía parecerlc al lector una "construcción a priori"?™
Marx logra delimitar a través del proceso de investigación las
condiciones de inteligibilidad de su objeto, las cuales presiden la
elección del orden de exposición más adecuado. Lejos de esfumar­
se en su resultado, el modo de investigación les es. al contrario,
inmanente (aunque el trabajo de investigación sea necesariamente
anterior a la exposición). Los circuios que delimitan la exposición
son otros tantos indicios. A título de ilustración, recordemos el
más célebre de estos circuios. El punto de partida del análisis del
Capital es el estudio de la mercancía, más concretamente, de la
categoría que fundamenta la posibilidad del cambio: la categoría
del valor. Algunos capítulos más adelante, esta misma mercancía

11 Cf. Poslfacio a la segunda edición alemana del Capital, p. 29 del lomo I de la ed. fr
del Capital.
MCf. Contribuiian. p. 3. “Suprimo una imroducción general que habia esbozado por­
que. pensándolo bien, me parece que anticipar los resultados que todavía han de ser de­
mostrados sólo puede fastidiar al lector, y si este quiere seguirme deberá elevarse de lo
singular a lo general."
” Cf. Lire le Capital, t. I. p. 58-59.
'‘Et Capital. l. I. p. 29.

130
nos es presentada como el resultado del capital, en cuanto no
desarrolla la totalidad de sus determinaciones más que en el modo
de producción basado en el capital.30 Karel Kosik observa con ra­
zón a este respecto:
“La afirmación según la cual la mercancía es la forma
económica elemental del capitalismo solamente puede constituir el
pumo de partida de la exposición científica si todo el desarrollo
de esta exposición demuestra la legitimidad y la necesidad de tal
punto de partida. Para que Marx pueda partir de la mercancía co­
mo de una totalidad de determinaciones abstractas y no desarro­
lladas del capital, debe ya conocer al capitalismo como totalidad
de dichas determinaciones abstractas."30
No hay modo mejor de decir que la exposición teórica indica,
en su propia estructura, el trabajo de investigación de la que cons­
tituye un producto. Nada más erróneo, pues, que atribuir a sim­
ples preocupaciones de elegancia la atención que presta Marx al
complejo trazado de su obra: en él se inscribe la plenitud de un
análisis que, por vez primera, supera la visión parcial de las
teorías económicas anteriores, incapaces de comprender que el ca­
pital pueda ser creador de valor, al tiempo que se la da por presu­
puesto-, o también, lo cual no es más que otro aspecto del mismo
problema, que la generalización de la forma mercancía del pro­
ducto sea un resultado del modo de producción capitalista, cuando
el comercio constituía la base histórica de su desarrollo.31

Althusser insiste con razón en el hecho de que el orden con que son expuestos los
conceptos en Et Capital no puede basarse en el orden histórico de aparición de los fe­
nómenos que designan. Sin embargo, no comprende la razón por la cual Marx, que era más
consciente que nadie de esta diferencia, se complace a menudo en subrayar la aparente ana-
logia entre ambos: de hecho responde de dos modos distintos a un mismo problema, que
los economistas burgueses planteaban, según los casos, ya en forma teórica —¿la categoria
del valor precede o sucede al capital en la leoria económica?— ya en forma histórica —¿la
mercancía crea al capital o es su producto? Precisamente por ser el objeto de la teoria
económica "la sociedad burguesa definitivamente constituida" es posible responder simul­
táneamente a estas dos cuestiones. Remitimos, para este problema, el notable texto de los
Fondemenis, l. I. p. 198. uno de cuyos pasajes de la página 29 hemos citado.
En segundo lugar, el análisis de la renta territorial capitalista
ilustra el doble status de la historia en la teoría marxista. Es cierto
que un estudio científico de la historia supone, para verse libre de
las múltiples ideologías que la acosan, tematizar las diferencias
(diferencia entre los modos de trabajo, diferencia entre las formas
de explotación, diferencias que afectan a la totalidad de las cate­
gorías) que singularizan a cada modo de producción; no obstante.
el pensamiento científico no hace más que reflejar bajo la for­
ma de una especificidad teórica la relatividad histórica de ca­
da uno de ellos. Por esta razón concedía Marx una importancia
tan grande a las diferencias de forma de la producción social, has­
ta el punto de que renunció a situar antes de su análisis del modo
de producción capitalista una exposición "de las determinaciones
abstractas generales válidas para cualquier formación social".32
Tales determinaciones generales eran, en efecto, uno de los obje­
tos privilegiados de los economistas burgueses, en la medida en
que ocultaban la ignorancia de las "diferencias reales"33 confun­
diendo todas las categorías económicas en una misma indetermi­
nación: ¿acaso distinguirlas no implicaba confesar el carácter
transitorio de la sociedad capitalista, es decir, de la clase a la cual
estaban vinculados?
La independencia del orden de exposición de las categorías
con respecto al desarrollo de la historia real no puede hacernos ol­
vidar que esta historia constituye el substrato material del
análisis. Marx lo explica claramente en un pasaje de los Fun­
damentos:
"No es necesario escribir la historia real de las relaciones de
producción para analizar las leyes de la economía burguesa. De
hecho la exacta concepción y la deducción de tales leyes en tanto
que relaciones surgidas en el transcurso de la historia nos
conducen incesantemente a establecer comparaciones que evocan
el pasado de dicho sistema [...]. Tales evocaciones, al mismo tiem­
po que la exacta concepción del presente, nos dan la clave del pa­
sado I...]. Además, esta concepción exacta nos permite descubrir el
movimiento del devenir y los puntos que hacen presentir la aboli­
ción de la forma actual de producción y prefiguran la sociedad fu­
tura."34

132
Este texto define el punto de inserción de la historia en el cs-
udio teórico del modo de producción capitalista. Lejos de suponer
ana puesta entre paréntesis de la historia real, la constitución del
nodo de producción capitalista en objeto de pensamiento presu­
pone esta historia en donde se sitúa su referente concreto. Historia
iue. a pesar de no estar todavía teóricamente determinada, consti­
tuye sin embargo el horizonte de materialidad que el análisis del
■nodo de producción capitalista designa como el modo de existen-
:ia concreto de su objeto: la sociedad capitalista está histórica-
nenie situada, es una relación de producción "surgida en el
transcurso de la historia", producto de la descomposición de la
sociedad feudal, y es en este sentido que la estudia Marx.
En este punto se revela el juego de palabras en torno al cual
gira la oposición esquemática entre método estructural y método
dialéctico. La escuela althusseriana defiende la exigencia de cons­
truir una ciencia de la historia rigurosa, cuyas premisas descono-
cemos-, sus adversarios replican que la génesis precede a la estruc­
tura. y que por consiguiente es ilusorio tratar de comprender una
estructura rechazando lomar en consideración sus condiciones ge­
nerales de posibilidad. A eslc nivel de generalidad, el único modo
de resolver el problema planteado es el de una petición de princi­
pio. Althusser excluye de su problemática la historia concreta en
la cual se enraiga el objeto estudiado y solamente valora el mo­
mento de elaboración teórica, hasta el punto de que para él el tér­
mino historia es sinónimo de ciencia de la historia. Quienes le cri­
tican. en cambio, ignoran las necesidades inherentes al proceso de
apropiación de lo real por el pensamiento y designan con el nom­
bre de historia exclusivamente a la historia concreta, a la cual sus­
tituyen a menudo por una filosofía de la historia cuyos méritos
propagandísticos no sirven para compensar su inconsistencia
teórica.
¿Qué hay de Marx en lodo esto? Como ya hemos visto, no
hay nada más opuesto al pensamiento de Marx que las teoriza­
ciones inmediatas de la historia, cargadas de prejuicios cuya
ausencia se supone debían garantizar ellas mismas. Pero, por otra
parte, jamás pierde de vista que el modo de existencia concreto del
objeto estudiado se halla necesariamente implicado en los métodos
que deben ponerse en práctica para constituirlo en objeto de cien­
cia. Por esta razón, la teoria marxista no proporciona, como la fi­
losofía. "una receta, un esquema con el cual acomodar las épocas
históricas". Al contrario, trata de resolver "la dificultad que

133
aparece [...] cuando se empieza a estudiar esta historia y a clasifi­
car esta materia, tanto si se trata de una época pasada como de la
actual, y a exponerla en su realidad."3i Solamente lo logrará si
respeta simultáneamente la relativa autonomía del proceso de pen­
samiento y la existencia real independiente de su objeto de estu­
dio.38
Asi. pues, nos parece inútil tratar de definir la dialéctica por
oposición al estructuralismo. presentando la ambigua noción de
historia como la clave que permitiría alcanzar sin más rodeos una
comprensión en profundidad de la obra de Marx. La historia con­
creta, referente implicito en todo análisis, no es lo mismo que la
historia conceptualmente determinada, solamente aparece como un
resultado del trabajo teórico. Por ello la dialéctica no puede carac­
terizarse con anterioridad a un trabajo teórico, a menos de identi­
ficarla con una filosofía de la historia o con un formalismo aprio-
rislico. El método de análisis del Capital (el modo de exposición),
del cual sabemos que es algo exigido por las propias característi­
cas de su objeto, debe comprenderse como un momento del traba­
jo teórico. Este solamente merece ser calificado de dialéctica en
cuanto deduce las condiciones de inteligibilidad de su objeto a
partir de un estudio de las modalidades concretas de su existencia.
No era otro el propósito de Hegel. aunque estuviese implicado en
un proceso idealista que oscurecía su significación auténtica,
cuando escribía al comienzo de su Lógica:
“Tan sólo la naturaleza del contenido debe inspirar el conoci­
miento científico, pues es esta determinación propia de su conte­
nido lo que pone y crea su propia determinación."31
En este aspecto, la critica que Althusser hace de Hegel es re­
lativamente inadecuada. No afecta, de hecho, más que a una de
las posibles lecturas de este autor, la que la tradición universitaria
francesa, marcada por el cxistencialismo. ha puesto de moda. Esta
lectura se centraba preferentemente en la Fenomenología de!
Espíritu. Es muy probable, sin embargo, que Marx no conservase

“ Alfred Schmidi resume del siguiente modo el doble status de la historia en la teoría
marxr'a "Quien estudie la dialéctica marxista debe resolver esta contradicción por un
lado, -s fundadores no se dejan influir por el proceso histórico real —primero analizan "el
mundo acabado del capital"— pero, por otro, en todas las etapas de su an. lisis. presupo­
nen implícitamente que la "estructura económica de la sociedad capitalista" procede his­
tóricamente de la estructura económica de la sociedad feudal". Alfred Schmidt. Geschichit
and Sirukiur. op. cil.. p. 43.
” Hegel. Science de la higique. Aubicr. t. I. p. 8.

134
a lo largo de toda su vida una perspectiva unilateral sobre la obra
de Hegel. No pretendemos desarrollar aqui este problema tan
complejo: de todos modos, habría que explicar algún día esta carta
que Marx dirigió a Engels en la que explícitamente afirma que el
hecho de haber "hojeado una vez más la Lógica de Hegel" le
ayudó a llevar a cabo la critica de las teorías clásicas del benefi­
cio.38 Si nuestra suposición es exacta, cuando pensamos que el
“método de elaboración" de las categorías económicas (el modo
de exposición) está enteramente fundado en el modo de investiga­
ción que lo ha hecho posible, es probable que. como sugiere
Rosdolsky en un articulo publicado con ocasión del centenario del
libro I del Capital,39 el estudio atento de los manuscritos prepara­
torios. concretamente de los Fundamentos, pueda suplir la lectura
de la Lógica de Hegel. condición indispensable, en opinión de
Lenin. para la comprensión del Capital.
La exposición de Althusser culmina en una nueva interpreta­
ción de la relación entre la teoria marxista y la economia política
burguesa. Los errores que comete en este punto nos parecen sin­
gularmente significativos de las tendencias latentes de su obra. En
la medida en que en ella veia una ilustración de la teoria de la his­
toria de la producción de los conocimientos, con la que. según él.
se identifica la filosofia marxista. la respuesta que propone a este
problema revela, mucho mejor que una declaración de principios,
la verdadera naturaleza de su investigación. Debemos, pues, vol­
ver a ello y subrayar el carácter materialista de la critica marxista.
cuyo olvido hace incomprensible la reflexión de Marx sobre la
economia burguesa.

II. LOS LIMITES


DE LA ECONOMIA BURGUESA

"Los economistas nos explican de qué modo se produce en el


nterior de ciertas relaciones dadas (las relaciones de producción
jurguesas). pero lo que no nos explican es de qué modo se produ-
:en estas relaciones, es decir, el movimiento histórico que las hace
laccr[...]. Estas categorías son tan poco eternas como las rela-

”Carta del 14 de enero de 1858. Leures sur le Capiiul. Ed Sociales. 1964. ep. 27.
14 Román Rosdolsky. "I a signification du Capiiul pour la recherche marxiste contení-
oraine". En panam ilu Capital, op cu.. p 25.1

135
ciones que expresan. Constituyen productos históricos y transito­
rios."40
De este modo, desde su obra Miseria de la filosofía, Marx
formula este reproche que afecta al conjunto de las teorías eco­
nómicas burguesas, a pesar de las notables diferencias existentes
entre ellas: ignorar el carácter histórico del objeto que analizan y
de las categorías que maneji.n. ¿Debemos pensar, como hace Al­
thusser, que esta critica es superficial y equivoca y que debemos
buscar en otra parle el secreto de la relación entre Marx y la eco­
nomía burguesa? Veamos lo que nos propone el propio Althusser.

I. Una interpretación idealista de la historia de la econo­


mía política.
En un capitulo de Lire le Capital titulado “Los méritos de la
economía clásica", Althusser resume brevemente la critica que
hace Marx de la economía política burguesa, apoyándose esencial­
mente en las Teorías de plusvalía. Al término de esta exposición,
llega a un resultado que él mismo califica de “extraña situación":
Marx seria el heredero de la economía clásica, cuya labor se
habría limitado a perfeccionar.
“Si existe un malentendido, está en otra parte, en Ricardo y
en Marx —no entre Ricardo y Marx, sino entre la totalidad de la
economía clásica valor-trabajo de la que Marx no es más que el
brillante “retocador", y la economía política moderna marginalis-
ta y neomarginalista que se basa en una problemática completa­
mente distinta."41
Aparentemente, para Althusser esta situación es algo más que
"extraña"; es escandalosa. Por ello va a tratar de invertirla por
lodos los medios. Si hay un “malentendido", y este malentendido
se traduce en el nivel epistemológico mediante un "corte", será
entre Marx y el conjunto de la economía burguesa, anterior o pos­
terior a Marx, clásica y marginalista. Las diferenciaciones en el
seno de la economía burguesa se difuminan para que se manifieste
con todo su esplendor la originalidad del pensamiento marxista.
Althusser solamente puede sostener esa tesis recurriendo a un
esquematismo que no deja de traerle problemas. Es asi como, con
el fin de apuntalar su idea directriz de una diferencia de objeto en­
tre la economía .política burguesa y la critica marxista de la

40 Mlsére de la philnsophle. Ed. Sociales. 1968. p. 115.119.


41 Lire le Capital, op. cil.. I. I. p. 104.

136
economía política sobre la base de una definición extraída del dic­
cionario Lalande.41 *43 Pero la "banalidad" de esta definición no re-
deja más que la banalidad de la economía marginalista; por otra
parte. Lalande solamente cita economistas modernos. Sin duda
hubiese tenido dificultades para encontrar en los más grandes de
los economistas clásicos, y sobre lodo en Ricardo, aserciones en
favor de lo que dice.
Para legitimar la utilización que hace de esta definición.
Althusser introduce la hipótesis arbitraria según la cual unas mis­
mas "categorías fundamentales" aparecerían en las obras de la
economía clásica y en numerosos trabajos de la economía con­
temporánea. En ninguna parte propone una demostración en
apoyo de esta afirmación. Sin embargo, tal demostración se echa
de menos. En efecto, cuando Althussser descubre en una "an­
tropología ideológica que basa en el hombre sujeto de necesida­
des [...] el carácter económico de los fenómenos de su espacio"43
la problemática común a toda la economía política burguesa sin
discriminación, parece difícil aceptar esta tesis, al menos por lo
que concierne a Ricardo. Ello implica, en efecto, como observa el
autor, que la economia política tiende a reducir "los valores de
cambio a los valores de uso y estos últimos a las necesidades de
los hombres".44 Ahora bien, en el problema preciso de la relación
entre el valor de uso y el valor de cambio, la posición de Ricardo,
que convierte el valor de uso de una mercancía en la condición de
su valor de cambio —sin el cual no podría ser objeto de in­
tercambio, pero que no interviene en la determinación de la rela­
ción cuantitativa que establece con otra mercancía en el acto del
intercambio — no se distingue de la tesis marxista del valor de uso
“base material de) valor de cambio". El concepto que fundamenta
el análisis de las categorías económicas al cual procede Ricardo es
precisamente el concepto de valor-trabajo. "El valor de una mer­
cancía, o de la cantidad de cualquier mercancía intercambiable por
ella, depende de la cantidad relativa de trabajo necesaria para pro­
ducirla, y no de la remuneración mayor o menor concedida al
obrero."45 Asi se inicia la obra de Ricardo. Si es cierto que. de
acuerdo con las palabras de Marx, "Ricardo no ha comprendido

41 Llre le Capital, t. II. p. 26.


41 tbidem. p. 29.
44 Ibldem. p. 28.
44 Ricardo. Principes de l'économie politique. Calman—l.cvy, 1970. p. 13

137
su propio principio",'” es decir, que no ha sabido extraer todas las
consecuencias que en él estaban implícitas, es mas importante se­
ñalar el punto de su obra en que precisamente falla su razona­
miento que rechazar su teoría, metiéndola, sin ninguna verosimili­
tud, en el mismo cesto que la antropología económica. De lo con­
trario, se cae en esta tesis que roza el idealismo:
“Este sabor a falsa eternidad que Marx encontraba en los
clásicos puede venirles politicamente de su deseo de perennizar el
modo de producción burguésPero también puede venirles de
otra razón, más antigua que la burguesía, perteneciente a otra
historia, una razón no política, sino teórica: efectos teóricos
inducidos por esta silenciosa antropología que sella la estructura
del objeto de la economía política."47
Es evidente que en este punto Allhusser ha abandonado defi­
nitivamente el proyecto anteriormente evocado de una articulación
de las diferentes historias (historia económica, historia política,
historia de de las instituciones jurídicas, del arle y de las distintas
ciencias) que explicaría tanto su independencia reciproca como los
desfases existentes entre ellas.48 El tiempo de la economía política
se mide al ritmo de las rupturas provocadas por la aparición de
una problemática radicalmente nueva. La producción de los con­
ceptos que estructuran esta problemática no ha sido explicada, por
lo que la historia de la economía política parece gozar de una ab­
soluta autonomía con respecto a la infraestructura: igualmente
afirma su independencia con respecto al nivel político cuyas inci­
dencias sobre la teoría económica no son. según Allhusser. muy
profundas. No es. pues, extraño que nos encontremos a Allhusser
reconociéndole al idealismo una parte de verdad. Al excluir la
ciencia del campo de las superestructuras, se proporcionaba los
medios necesarios para justificar el status privilegiado atribuido al
discurso científico.49 El legitimo deseo de preservar la originali­
dad de la temporalidad de las ciencias de cualquier forma de re-
duccionismo empirista le lleva a olvidar la efectividad de la de­
terminación de las teorías científicas según diversas mediaciones,
de acuerdo con el contexto económico y social en que están ins­
critas. La autonomía de la temporalidad científica, por real que

4*Fundemems. i. II. p. 51.


41 Lire te Capilul. I. II. p. 31. Subrayado por nosotros
"tbidem. l. I. p. 125.
**Cr.. a este respecto. Lire le l'apiiut. 1 I. p. 169-1 70.

138
sea, sigue siendo relativa. Althusser lo presiente cuando se da
cuenta de que la continuidad de la historia de una ciencia sólo
puede garantizarse en determinadas condiciones;50 sin embargo,
no sospecha que las condiciones de su continuidad son también
las de su emergencia.

2. La originalidad de la critica materialista.


¿Era pues una paradoja muy grande admitir con Marx el
carácter científico de la economía ricardiana? Lejana secuela de la
oposición reificada entre ciencia burguesa y ciencia proletaria,51 la
incapacidad para comprender el limite efectivo de la economía
burguesa es muy sintomática. Para haberse formado en la critica
marxista en una época en que de ésta no se conocía más que su
caricatura estalinista, Althusser y muchos de sus contemporáneos
han perdido para siempre el camino del materialismo. A un so-
ciologismo vulgar, en el que algunos han querido ver la expresión
de un marxismo consecuente, no le queda otra opción que la de un
formalismo idealista para el cual el discurso científico no remite
más que a si mismo y la estructura conceptual de una teoría sola­
mente puede basarse en y por la teoría. Desde este momento en
que la referencia al materialismo no es más que una cláusula esti­
lística, la originalidad de la critica materialista se ha perdido de­
finitivamente.
La critica materialista no puede asimilarse en absoluto a una
simple critica conceptual. Cuando Marx trata de la filosofía clási­
ca. del socialismo utópico o de las doctrinas económicas, no se
conforma con denunciar la estructura interna de tales teorías, con
revelar la inconsistencia de sus argumentaciones, los errores de
sus demostraciones; también analiza el horizonte histórico de tales
discursos, es decir, las condiciones económicas, sociales, políticas,
especificas que han permitido el surgimiento de tales discursos.
Ideológico o científico, todo discurso remite a un más allá his­
tórico determinado, condición material de su posibilidad. Asi pasa
con el socialismo utópico-, el error que le caracteriza —hipostasiar
los ideales de la sociedad burguesa, ignorando su substrato eco­
nómico y social, y asignárselos al proletariado como su tarea—
procede necesariamente de circunstancias históricas concretas en
las que estas teorías vieron la luz; traducen las primeras tentativas

“ tbidem. l 1. p. 170.
51 Sobre este lema, vease el articulo de M. Loewy.

139
de la clase explotada de formular una política independiente, en
un momento en que el estado de desarrollo de las fuerzas produc­
tivas y de las relaciones de producción burguesas no permitían
aún detectar las condiciones materiales que posibilitarían su
emancipación.
Obviamente es inútil tratar de comprender la critica marxista
de las teorías económicas burguesas si se pierde de vista su propia
unidad: a la vez critica interna de cada teoría, cuyos hallazgos y
errores Marx recensiona cuidadosamente, y análisis del contexto
histórico determinado que hizo posible la coexistencia de tales ha­
llazgos y errores en el seno de una misma teoría. Es a través de
este doble movimiento como se realiza la inteligibilidad histórica
(materialista) de la economía política burguesa. Lejos de confun­
dir en una misma problemática amorfa el conjunto de tales doctri­
nas, se compromete a detec'ar la especificidad de cada una de
ellas, y a dar cuenta de las mutaciones que afectan al devenir de la
economía política en función de las determinaciones concretas de
la historia del modo de producción capitalista.
El carácter científico de la economía política no se agotaba en
la forma que revestía este discurso: nada más inútil que esta apa­
rente sistemalicidad con la que se complacen en ordenar sus doc­
trinas la economía pre-ricardiana y los apologetas. Al contrario,
lodo sucedía en el interior de la naturaleza de las categorías em­
pleadas: que fuesen la expresión inmediata de los fenómenos pro­
ducidos por la competencia, y la teoría económica se condenaría a
no ser más que la transcripción sistematizada de la ideología de
los agentes de producción, a-la que proporcionaría la garantía de
una "nomenclatura" y de un aparato conceptual artificial. En
contrapartida, la determinación de la categoría fundamental del
modo de producción capitalista, la categoría del valor-trabajo,
abría el camino al análisis científico de este modo de producción,
y también a la crítica de las viejas doctrinas. Marx traduce en el
par: método esotérico/ método exotérico esta diferencia entre dos
tipos de teorías económicas, igualmente sistemáticas, pero sola­
mente una de las cuales es científica en la medida en que la forma
de una teoría no garantiza por si sola su cienlificidad. estrecha­
mente ligada a las categorías empleadas.52 Althusser niega la per-

140
linencia de esta distinción pues, según afirma, se conforma con
expresar "a propósito de la economía política, las condiciones
generales de la racionalidad científica existente (de lo Teórico
existente): Marx no hace más que tomarlas del estado de las cien­
cias existentes para importarlas a la economía política como nor­
mas formales de la racionalidad científica en general".53 Esto
equivale a cometer un grosero error con el pensamiento de Marx.
Pero no debemos extrañarnos por ello: el prejuicio universalista
que grava la lectura de Althusser le impide comprender un texto
en el que Marx expone, ciertamente con una terminología ambi­
gua, las condiciones de la racionalidad de la teoría económica y
no de cualquier teoria científica en general. Seria, pues, absurdo
ver una apreciación "formal" de la cientificidad de las teorías
económicas allí donde Marx nos explica, al contrario, que la dife­
rencia entre los dos métodos, esotérico y exotérico, remite a la
distinción en que se basa lógicamente: la diferencia entre la natu­
raleza de las categorías empleadas, diferencia que únicamente
posee un significado en el interior de la teoría económica. Del
mismo modo, el gran mérito de la teoría ricardiana, que le vale ser
reconocida como científica, consiste en partir de la determinación
del valor por el tiempo de trabajo, y en obligar a "la ciencia a
romper con la antigua rutina y a dar cuenta de hasta qué punto las
demás categorías —relaciones de producción y de circulación— y
las demás formas expuestas y desarrolladas por ella corresponden
a este fundamento, a este punto de partida, o hasta que punto lo
contradicen."54
En cuanto el carácter científico de la teoria económica depen­
día de la tematización de la categoría del valor-trabajo, estaba da-

141
ro que la posibilidad de acceder a la racionalidad científica estaba,
a su vez, subordinada a una serie de condiciones históricas preci­
sas. El descubrimiento de que el trabajo concebido en su raciona­
lidad abstracta es el fundamento del valor de cambio de las mer­
cancías. es un resultado de las investigaciones llevadas a cabo
desde Tíñales del XVII a principios del XIX;55tributarias déla evo­
lución de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción
capitalistas, propusieron diversas soluciones que en sus singulari­
dades llevan la marca de la época y del pais en el que se realiza­
ron. Sistema monetario, mercantilismo, fisiocracia, inducidos al
error por el predominio de determinada rama de la producción en
las sociedades por ellos estudiadas, situaron toda la actividad
creadora de la riqueza social en un trabajo concreto determinado.
Hubo que esperar a que la industria capitalista se hubiese desa­
rrollado suficientemente en un pais. Inglaterra, hasta el punto de
subordinarse la mayor parte de la producción, o al menos hasta
rechazar en un segundo plano las supervivencias de modos de
producción ya superados, para que Adam Smith dejase “toda
determinación particular de la actividad creadora de riquezas, para
considerar el trabajo a secas, es decir, ni el trabajo manufacturero,
ni el trabajo comercial, ni el trabajo agrícola, sino todas las for­
mas del trabajo en su carácter común".59 Impulsados por las
exigencias de la lucha ideológica contra la aristocracia feudal, los
intelectuales burgueses se acercaron al análisis científico de la
economía capitalista. Ricardo rompió definitivamente con la ideo­
logía empirista que entorpecía los trabajos de Smith. al confrontar
todas las categorías de la economía política con el principio
fundamental del valor-trabajo.
Asi terminaban los vagabundeos empíricos a través de los
cuales la naciente economía política trataba de captar las leyes que
regían la producción capitalista. Por lo menos, eso podía espe­
rarse. Pero los economistas burgueses no se constituyeron en
pioneros de la racionalidad científica hasta que la ideología
política de la burguesía correspondió objetivamente a la función
histórica del sistema económico burgués. En la lucha contra los
vestigios del feudalismo, la ciencia económica era un arma en ma­

142
nos de la burguesía: por consiguiente, le preocupaba su rigor. Pero
tan pronto como el modo de producción capitalista se hubo garan­
tizado una hegemonía que los nostálgicos del pasado ya no podían
detener, cuando todavía no se habían familiarizado con los engra­
najes de un sistema en el que, ocasionalmente, podían encontrar
su propio interés, la ideología de la burguesía dejó de ser una
ideología conquistadora para pasar a la defensiva. El verdadero
enemigo, ahora, estaba en otra parte: aparecía esporádicamente en
las revueltas obreras, se iba formando paulatinamente dotándose
de organizaciones autónomas, secretaba una ideología en principio
confusa, pero que pronto iba a adquirir un gran prestigio: el so­
cialismo. El análisis científico de la economía es un arma de doble
filo; los economistas burgueses pronto lo comprendieron. Desde el
momento en que el modo de producción capitalista reveló sus
limites, a través de las primeras crisis y con el desarrollo de las
luchas obreras, la economía política burguesa recayó en un empi­
rismo que adoptó los más diversos disfraces. Tras las vacilaciones
de aquellos a quienes Marx calificó de apologetas. la escuela “his­
tórica"’7 reivindicó ostensiblemente el empirismo y el marginalis-
mo imitó los procedimientos de la abstracción teórica que en lo
sucesivo le serían vedados.
En el marco de una concepción materialista de la historia de
la economía política, el carácter científico de la teoría ricardiana
no es, en absoluto, incomprensible. La teoria ricardiana era
científica por haber puesto como fundamento del análisis de la
producción capitalista la categoría del valor-trabajo; pero no
podía serio más que por el hecho de que el nivel de desarrollo del
capitalismo en Inglaterra era tal que permitía la elaboración de di­
cha categoría.”

141
Por supuesto. Ricardo no es Marx, y debemos dar cuenta de
esta distancia que separa a la más acabada de las teorías
económicas burguesas de la teoría económica marxista.

3. Ricardo: "El limite que la ciencia burguesa no podrá


franquear".
Si la obra de Ricardo es la única obra económica burguesa cu­
yo carácter científico nunca ha sido impugnado por Marx, tam­
bién constituye “el limite que la ciencia burguesa no podrá
franquear".19 Por esta razón, el análisis y la critica de la teoría ri-
cardiana constituyen el punto crucial de una historia materialista
de la economía política. Pues no solamente deben poner en evi­
dencia las particularidades debidas al contexto socio-económico
especifico que la fundamenta, sino también el limite general de to­
do el pensamiento económico burgués, el problema con el que tro­
pieza toda teoría que se sitúe en el punto de vista de clase de la
burguesía. Nos queda por demostrar que la afirmación de Marx
según la cual el pensamiento burgués es incapaz de superar un
cierto nivel de rigor, ilustrado precisamente por Ricardo, no es
una afirmación simplemente propagandística, es decir, que su fun­
ción no es la de desvalorizar a la burguesía incluso en su actividad
científica, sino que se funda en un análisis preciso de las implica­
ciones metodológicas de un punto de vista de clase.
Para ello, una vez más. releamos a Marx, concretamente sus
textos referentes a la teoría del valor de Ricardo, ya que esta cate­
goría fundadora revela tanto los méritos de Ricardo como sus
insuficiencias.
En el mismo pasaje de las Teorías sobre la plusvalía en don­
de Marx distingue el método esotérico del método exotérico, su­
braya también el carácter incompleto del método de Ricardo.
Aunque éste delecte correctamente la "célula económica", es de­
cir. el concepto del valor-trabajo, y trate de penetrar en la "fisio­
logía interna" de la sociedad capitalista, fracasa cuando trata de
deducir lógicamente todas las categorías económicas de su con­
cepto fundamental y se conforma con confrontar las categorías
económicas heredadas de las teorías anteriores para verificar sus
compatibilidad con el principio básico o para hacerle sufrir a éste
las modificaciones necesarias que aseguren la coherencia interna
de su teoria.

"Le Capital. 1.1. p. 24.

144
Este defecto de la deducción de las categorías no se debe a las
carencias lógicas de Ricardo, sino a la insuficiencia de su concep­
to inicial. En efecto, Ricardo se limita a considerar la cantidad
del valor sin analizar en detalle la naturaleza del trabajo repre­
sentado en el valor, o sea, la sustancia del valor, el trabajo hu­
mano abstracto. Nadie ignora la importancia que Marx atribuía a
este análisis, en la medida en que constituye la clave de la teoría
del dinero. Ahi reside precisamente la diferencia entre Marx y Ri­
cardo, como recuerda el propio Marx en las notas marginales al
“Tratado de economía política " de Adolphe Wagner: "La dife­
rencia existente entre Ricardo y yo", es que él "sólo se ocupa del
trabajo en tanto que medida de ¡a cantidad de! valor, y por lo
tanto es incapaz de encontrar un lazo de unión entre su teoría del
valor y su teoría del dinero".80
Pero la teoría del dinero no es la única que se ve afectada por
esta insuficiencia conceptual: todas las demás categorías analiza­
das llevan sus estigmas.
“La economía política clásica jamás ha logrado deducir de su
análisis de la mercancía, y especialmente del valor de esta mer­
cancía. la forma bajo la cual se convierte en valor de cambio, y en
ello reside uno de sus principales defectos. Son sus mejores repre­
sentantes. como Adam Smith y Ricardo, quienes tratan la forma-
valor como algo indiferente, que no tiene ninguna relación intima
con la naturaleza de la propia mercancía. Y no tan sólo porque el
valor como cantidad absorba su atención. La razón es más
profunda. La forma-valor del producto del trabajo es la forma
más abstracta r la más general del modo de producción ac­
tual, que adquiere por ello un carácter histórico, el de un modo
particular de la producción social. Si se comete el error de lomarla
por la forma natural, eterna, de toda producción en toda sociedad,
se pierde necesariamente de vista el aspecto especifico de la for­
ma-valor. y a continuación de la forma-mercancia. y en un grado
más elevado, de la forma-dinero, de la forma-capital, etc.".81
La temalización del trabajo abstracto, sustancia del valor, del
que dependía la elaboración de las categorías clave: fuerza de tra­
bajo. plusvalía (independientemente de sus modalidades concretas:
provecho, interés, renta del suelo), del par conceptual capital va-
riable/capital constante, y, más allá, de la ley fundamental del

*° tbidem. i. III. p. 242. Subrayado por Marx.


•• tbidem. I. I. p. 83. ñola.

145
modo de producción capitalista (la baja tendencia! de la tasa de
beneficio). suponía el reconocimiento de la especificidad de las
relaciones de producción capitalistas, único ejemplo histórico en
el que el trabajo está radicalmente separado de las condiciones
objetivas de su realización, en el que. por consiguiente, se presen­
ta como pura potencialidad, cuya realización depende de su previa
venta al capital. En otras palabras, suponía que fuese admitido el
fenómeno de la explotación.
Pero Ricardo no podía llegar a este punto, pues se lo impedía
su perspectiva burguesa. Un testimonio de ello es su controversia
con Adam Smith a propósito del problema de la determinación del
valor.
En la sección I del capitulo I de los Principios de la econo­
mía política r del impuesto. Ricardo subraya con razón la in­
consecuencia de que hace gala Smith con respecto a la determina­
ción del valor. En Smith se encuentran dos concepciones distintas
sobre el mismo punto: por una parte, determina correctamente el
valor de un producto por el tiempo de trabajo necesario para su
producción; por otra parle, afirma la identidad de la cantidad de
trabajo fijada en la producción de un objeto cualquiera y de la
cantidad de trabajo que este objeto puede comprar, es decir, que
convierte al valor de cambio del trabajo en la medida del valor.
Ricardo percibe claramente el carácter erróneo de esta segunda
determinación; pero lo que no percibe son las razones profundas
que llevan a Smith a cometer este error. Por ello no demuestra el
error de Smith. sino que se limita a oponerle su propio principio.
Si la retribución que recibe el trabajador estuviese siem­
pre en proporción con su producción, escribe Ricardo, seria efecti­
vamente correcto decir que la cantidad de trabajo fijada en la pro­
ducción de una cosa y la cantidad de trabajo que este objeto puede
comprar son iguales [...] ¡Pero estas dos cantidades nunca son
*
iguales!." 9
Marx comenta este pasaje en los siguientes términos:
"En el fondo, ningún razonamiento lógico apoya esta conclu­
sión. Pero en la práctica lodo lo apoya y por consiguiente es pre­
ciso que el razonamiento teórico le siga en este punto."83
El pasaje citado por Ricardo en el cual Smith determina co­
rrectamente el valor de cambio, corresponde a un estado supucsla-•*

•* Ricardo. Principes de l'économie piiliiique... op. cil.. p. 16.


•’ Fondemenis. I. II. p. 54.

146
mente histórico de simple intercambio de mercancíasexplícita­
mente se le sitúa ames de ¡a acumulación del capital. Pero
cuando Smilh pasa al intercambio entre trabajo objetivo y trabajo
vivo, o sea, a la relación entre capital y trabajo, la ley del inter­
cambio de equivalentes ya no es respetada. El capitalista recibe
más trabajo del que paga. Es la intuición de esta dificultad lo que
suscita la perplejidad de A. Smilh y le lleva a revisar la teoría del
valor. Smilh percibe la diferencia entre las leyes que rigen el in­
tercambio de mercancías entre productores inmediatos y las leyes
del modo de producción capitalista que parecen una derogación de
los principios del intercambio de equivalentes. En este aspecto,
caracteriza correctamente al capital como poder de controlar el
trabajo de otro. Pero comete el error de inferir de ello que, sobre
la base del modo de producción capitalista, la relación de valor
entre las mercancías ya no se funda en las cantidades relativas de
trabajo empleadas para producirlas. Si Ricardo "se mantiene en el
lugar correcto",95 es decir, si mantiene la validez de la ley del
valor trabajo, lo hace al precio de un desconocimiento total del
problema planteado correctamente por A. Smilh. "Ricardo no se
preocupa de la manera como se pasa del valor equivalente basado
en el trabajo al valor no equivalente (valor que produce la
plusvalía en el intercambio)".99
Ricardo no se interroga acerca de la génesis del capital, de la
génesis del modo de producción capitalista como sistema de pro­
ducción históricamente situado. Al igual que todos los economis­
tas burgueses, su reflexión arranca del marco de las relaciones de
producción capitalistas. Pero el desconocimiento del carácter
histórico del modo de producción capitalista tiene como conse­
cuencia la inadecuada comprensión de su estructura interna.
"Ricardo parte del hecho actual de la producción capitalis­
ta [...] Para él es un hecho que el valor del producto es superior al

He aquí el pasaje en cuestión (subrayado por nosotros): En este estada iwo </e /«»
sociedades nacientes qu? precede a la acumulación de capitales r a la apropiación de
la tierra, la relación entre la cantidad de trabajo necesario para adquirir cada objeto parece
ser el único dato que puede conducirnos a elaborar una regla para regir el intercambio de
unos con otrosí...) Es lógico que lo que se produce normalmente con dos jornadas o dos
horas de trabajo valga el doble de lo que requiere habitualmentc un sólo dia o una sola
hora de trabajo." A. Smilh. Recherches sur la nuture et /'origine de la richesse des
natlons, libro I. cap. VI.
•* Foódements. i. II. p. 53.
•• tbidem.
valor de los salarios. ¿L'uá! es el origen de este hecho? No se
explica.
Con otras palabras, el "olvido" del carácter histórico y transi­
torio del modo de producción capitalista tiene incidencias directas
en la inteligibilidad de su funcionamiento actual, en la medida en
que no permite determinar la especificidad de la forma de explota­
ción capitalista, es decir, concretamente, "producir" los conceptos
de fuerza de trabajo y plusvalía. La elaboración de tales conceptos
en Marx está directamente ligada al reconocimiento de la especifi­
cidad histórica del modo de producción capitalista, pues supone la
comprensión de la transformación del derecho de propiedad de la
producción mercantil en derecho de apropiación capitalista.68 Esta
es la incógnita de la teoria ricardiana, y a ella se aferrarán las di­
versas polémicas dirigidas contra ella por los economistas burgue­
ses, que sin embargo no fueron capaces de aportar una solución
satisfactoria. Polémica que Marx resume en la cuestión siguiente:
"¿Cómo la producción, sobre la base del valor de cambio de­
terminado solamente por el tiempo de trabajo, lleva a este resulta­
do según el cual el valor de cambio del trabajo es inferior al valor
de cambio de su producto?"69
La respuesta de este problema, añade Marx, depende del .estu­
dio del capital. Por su parle, Ricardo no logra concebir jamás la
naturaleza del capital, relación que vincula el trabajo vivo, des­
poseído de los medios objetivos para su ejecución, con los medios
de producción pertenecientes a otro-, lo capta, al contrario, bajo la
forma objetivada de trabajo acumulado (trabajo muerto). Por ello
puede postularlo como algo común a cualquier época: ¿acaso no
se efectúa cualquier trabajo con ayuda de un medio de trabajo
producido por un trabajo anterior?
Alargaríamos excesivamente las dimensiones de este trabajo si
mostrásemos en detalle la cadena de repercusiones de este error
inicial de la teoria ricardiana en el conjunto de las categorías por
ella desarrolladas. Sin embargo, la empresa es perfectamente reali­
zable: los brillantes análisis de las Teorías sobre la plusvalía
proporcionan los materiales que habría que presentar en forma
sistemática. Para nuestro propósito basta con demostrar, en contra
de Althusser, que la referencia de clase de la teoria marxisla está

• ’M E. W.. 26. 2 p. 408.


• • CE a este rvspcclo. i. I. p. 419 sq.. /.<• Cupiiul. I. III. p 21 sq.
* *Coniríbulion. p J8.

148
perfectamente fundada y permite dar cuenta de la diferencia que la
separa de la teoría ricardiana y, a través de ella, de toda la teoría
económica burguesa. El encubrimiento de la diferencia existente
entre las condiciones históricas de la formación del capital y los
presupuestos actuales de su producción es una necesidad de la
ideología burguesa que debe negar la especificidad del modo de
apropiación capitalista y su contradicción con las leyes universales
de la propiedad proclamadas por esta misma burguesía. La com­
prensión de este fenómeno solamente podian llevarla a cabo los
portavoces de una nueva clase, el proletariado, que no tenia nin­
gún interés en disimularlo. Allí donde Smilh veia la derogación
del principio jurídico del intercambio de equivalentes, derogación
que le incitaba a volver a la teoría del valor trabajo, Marx distin­
guiendo los presupuestos históricos del capital de las condiciones
de su reproducción en el interior del modo de producción capita­
lista. condiciones constituidas por el juego de sus propias leyes,
sabrá poner en evidencia la relación dialéctica que une el principio
jurídico con la realidad concreta: por original que sea el modo de
apropiación capitalista, no procede de una derogación de la ley del
intercambio de equivalentes (es decir, de las leyes primarias de la
producción mercantil), sino de su aplicación en un modo de pro­
ducción en el que la propia fuerza de trabajo es tratada como una
mercancía. Ahora bien, la transformación de la fuerza de trabajo
en mercancía no desvirtúa en absoluto el mecanismo de la produc­
ción mercantil, sino que, al contrario, constituye la condición de
su generalización y de su extensión a la totalidad del sistema eco­
nómico. Se llega con ello a la siguiente paradoja: a medida que el
modo de producción capitalista se va desarrollando "el modo de
apropiación puede cambiar totalmente sin que el derecho de pro­
piedad conforme a la producción mercantil se resienta”.70
La posibilidad de una critica de la economía burguesa, o sea.
de la obra teórica de Marx, está subordinada, por tanto, a la adop­
ción de un punto de vista de clase que permita trascender el punto
de vista burgués y los límites que le son propios. Pero la adopción
de un punto de vista de clase no es una elección individual arbi­
traria. sino una consecuencia del desarrollo de las luchas de
clases; el mismo fenómeno que condenaba a desparecer a la
economía científica burguesa ortogaba al portavoz de otra clase, el
proletario, el privilegio del ejercicio científico de la economía

’• Le Capital. I. III. p. 27.

149
política. En la medida en que la elaboración de la economía mar­
xista no proviene de una mutación exclusivamente teórica,
autorizada por el mayor rigor del economista Marx, la critica de
ia economía política y la economía política proletaria son dos
expresiones sinónimas.
La “lectura" a la que Althusser somete al Capital se orde­
na en torno a un único contrasentido, cuyos erectos hemos tenido
ocasión de analizar por dos veces: cuando trata de la función de la
historia en la teoría marxista y cuando se ocupa de la relación de
Marx con la economía burguesa. Según él. afirmar el carácter his­
tórico y transitorio del modo de producción capitalista implica que
el orden de exposición de las categorías económicas debe mode­
larse sobre el desarrollo histórico concreto de este modo de pro­
ducción. Como hemos visto, ello equivale a pasar por alto la com­
plejidad del pensamiento materialista-dialéctico. Pero este con­
trasentido. lejos de ser debido al azar, se desprendía necesaria­
mente del proyecto filosófico subyacente a su lectura.
Althusser reconoce su deuda con esos eminentes filósofos que
consagraron sus investigaciones a la historia de las ciencias:
Bachelard. Cavaillcs, Canguilhem. Los trabajos de sus maestros le
han enseñado lo ilusorias que eran estas múltiples filosofías que.
al levantar acta de las ciencias más destacadas de su época, pre­
tendían deducir de ellas las condiciones de toda ciencia posible
encargando a un Sujeto dotado de las determinaciones requeridas
la garantía de su universalidad (tanto la generalidad como la
atemporalidad). Toda filosofía concuerda con un estado determi­
nado de las ciencias: solamente puede librarse de los prejuicios
ideológicos que regulan su modo de proceder reflexionando en es­
ta dependencia interna, substituyendo, como preconizaba
J. Cavaillés. una historia de la conciencia por una historia del
concepto. Pero, al efectuar esta mutación, se anula a si misma, ya
que en el lugar donde antaño se expresaba la arrogancia del fi­
lósofo. no queda más. desde este momento, que el modesto dis­
curso del historiador de las ciencias.
En el curso del análisis de Althusser se realiza una curiosa
transformación: Althusser nos propone dos definiciones distintas
de la filosofía marxista. En un primer momento, "teoría de la his­
toria de la producción de conocimientos".71 la filosofía marxista
—la misma que se halla "en estado práctico" en las obras de

” Lire le Capital. 1.1. p. 67.

150
Marx y que debemos aislar— se nos presenta más adelante como
la "teoría de las condiciones del proceso de conocimiento''.71 En
el espacio de esta diferencia se pone en juego y se pierde el rigor
de la critica inicial: como historiador de la ciencia. Althusser se
cree completamente libre de prejuicios idealistas: como filósofo
contemporáneo, reinstaura en esta contemporaneidad la búsqueda
eterna del filósofo-, la de las formas generales que determinan la
cientificidad de toda teoria posible, sea cual sea su campo de in­
vestigación.
De todas formas. Althusser no es totalmente inconsciente de
esta discordancia: la práctica de la historia de-las ciencias le ha
enseñado que determinadas disciplinas han podido, ilegítimamen­
te, “creerse fundadas por la simple extensión de una forma de ra­
cionalidad existente: la psicofisiologia. la psicología, etc.".73 Para
esta objeción, el filósofo tiene lista una respuesta: "No toda fun­
dación científica provoca ipso fació una revolución en lo Teórico,
sino, asi podemos presumirlo por lo menos, aquella fundación
científica que se vea obligada a rehacer prácticamente la proble­
mática existente en lo Teórico para poder pensar su objeto."
¡Qué subjetivo y arbitrario es este criterio! ¿De qué medios
disponemos para probar la legitimidad de las pretensiones univer-
salizantcs reivindicadas por buen número de “nuevas" ciencias?
¿Qué más podemos hacer, en presencia de estos múltiples trabajos
que pretenden derribar los fundamentos de lo Teórico y elaborar
una nueva forma de racionalidad, sino confrontarla con otra for­
ma, que la filosofía del momento considera como la única válida?
El tema del "corte epistemológico" revela aqui su verdadera sig­
nificación. Si este corte instaura no una nueva ciencia procedente
de un análisis interno de su objeto, sino las formas generales de un
nuevo tipo de discurso científico, no le queda más que rechazar
como ideología pura el conjunto de teorias anteriores, construidas
en función de criterios científicos superados a los cuales el mo­
mento presente de la “Teoría" niega todo valor. Para hablar con
propiedad, la ciencia no tiene historia: no hay más historia que ia
de este corte primitivo que la sitúa de una vez por todas en el ele­
mento científico.
Sin embargo, es cierto que la obra teórica de Marx constituyó
en su dia una "revolución” cuyas consecuencias todavía no han
sido extraidas en su totalidad. Pero solamente lo era por el carác­
ter materialista de su análisis: análisis del modo de producción
capitalista, o sea, de la infraestructura de la sociedad actual, impli­
caba repensar sobre esta base las modalidades de existencia de ta­
les pseudo-objetos, cuya unidad se debe únicamente a la ideología
que los produce, y sobre los cuales se construyen estos asombro­
sos discursos a los que tanta importancia da la Universidad capi­
talista: psicología, sociología, filosofía, historia, y tal vez algunos
más...'Al querer buscar en otra parte la significación de la revolu­
ción “teórica” llevada a cabo por Marx, Althusser se comprome­
tió en un proceso radicalmente opuesto al recorrido por una
célebre teoría idealista: una restauración del formalismo en el ho­
rizonte del propio materialismo. No debe extrañarnos que el mate­
rialismo se haya esfumado.

152
3

LAS MALSANAS “LECTURAS”*


DE ALTHUSSER

Denise Avenas
y Alain Brossat
[...] Tendremos que ocuparnos deta­
lladamente de la historia de los
hombres; en efecto, casi toda la
ideología se reduce o bien a una
concepción errónea de esta historia o
bien a una visión de la misma total­
mente abstracta.

(Lu Ideología Alemana)


“No hemos leído El Capital como economistas, como histo­
riadores o literatos Hemos leído El Capital como filósofos.”
De entrada, Althusser muestra su juego: su “discurso” sobre el
marxismo y sobre El Capital en particular no se sitúa ni sobre el
terreno de la ciencia, ni sobre el de la política, sino en la intersec­
ción de ambos. ¿Cuál es, en efecto, su concepción de la “filosofía
marxista”? El mismo lo ha explicado en el curso de una comu­
nicación a la muy docta Sociedad francesa de Filosofía:1 su con­
cepción se articula en torno a dos “puntos nodales”, la ciencia
(materialismo histórico) y la práctica política. “Todo ocurre en
torno a esta doble relación”. La nueva práctica filosófica que
autoriza esta doble articulación consiste en una “intervención en
el dominio teórico" con el fin de trazar en él una linea de demar-
' Texto publicado en el n* 9 de la revista Critiques de leconomie polilique. oct-dic..
1972. Maspcro.
1 Linine et la phllosophie. Maspero. 1969.

153
cación “entre las ideas consideradas verdaderas y las ideas consi­
deradas falsas", “entre lo científico y lo ideológico”. "Politica­
mente" interviene en el terreno científico rechazando las ideolo­
gías que la acosan, tras lo cual está en condiciones de intervenir
“científicamente” en el terreno de la lucha de clases entre "lo
científico que las sirve y lo ideológico que las amenaza".De alguna
manera se trata de una "epistemología política" cuya tarea fun­
damental seria acorralar a la ideología allí donde se encuentre...
Sin embargo, al cabo de cierto número de reducciones sobre
las que volveremos, Althusser abandona la referencia a lo político
para situarse exclusivamente en el plano del "saber", sin admitir,
empero, que esta conclusión estaba implícita en el sistema eri­
gido por él. Al privilegiar la relación con la "ciencia" ("la unión
vincula el movimiento obrero con la teoría marxista. Nosotros va­
mos a hablar solamente de la teoría marxista"), Althusser se ve
llevado a mantener la historia, en su contenido concreto, político.
a distancia. Con ello recae, aunque no lo admita, en la ideología,
en una interpretación cientificista y formalista del marxismo que
constituye la quintaesencia del marxismo universitario actual. Asi.
pues, se trata de una nueva forma de revisionismo que debe ser
desmantelada, y que es tanto más perniciosa cuanto que se dota
con las apariencias del rigor científico.

1. CUESTION DE METODO
El proyecto acariciado por Althusser y su escuela es muy
ambicioso. Se trata, por medio de una lectura "psicoanalilica" de
Marx —concretamente del Capital— de elaborar el cuerpo de
conceptos que organizarán esta filosofía marxista que Marx no
pudo escribir en vida y que se halla en estado "práctico", latente,
en su obra. "El texto invisible está contenido en el texto legible":
hace falla desprenderlo, producir su “leoria". desembarazarlo de
sus escorias o de sus oropeles ideológicos —es decir, en este caso,
hegelianos. Se trata, por tanto, de alguna manera, de producir una
"metateoria" del marxismo, de elaborar este "materialismo dia­
léctico" que Marx solamente pudo esbozar porque "hace falla
tiempo para que una filosofía nazca, se constituya y se forme des­
pués del gran descubrimiento que ha provocado sordamente su
aparición".2

’ tbidem. "Sur le rappon de Marx á Hegel". París. Maspero. 1972

154
Para aproximarse a Marx, Allhusser debe, por lamo, elaborar
una red de lectura. Para delectar lo no-dicho en lo dicho, para
extraer la “dialéctica" de la obra marxista. apela a cierto número
de conceptos surgidos en diferentes horizontes, con el fin de
esclarecer de un modo radicalmente nuevo la “ciencia" marxista y
separarla cuidadosamente de la idcologia. Sin embargo, nos parece
que hay una contradicción entre la finalidad que persigue
Allhusser y los medios de que dispone, tanto en su método de
aproximación como en la problemática que lo fundamenta. Por
coherente que sea. si se la considera a la luz de los Tines que persi­
gue —evacuar la historia y la dialéctica en lo que tiene de "critica
revolucionaria"— su red de lectura es extremadamente helerócli-
ta. Sin embargo, el rigor científico más elemental parece pedir una
cierta prudencia en el manejo de analogías y en la transferencia
de conceptos de uno a otro dominio. Ello no significa que no sea
posible esclarecer determinado dominio científico por medio de
conceptos surgidos en otro dominio distinto y que son operatorios
en ambos. Pero conviene asegurarse previamente que tales trans­
ferencias no se operen en detrimento del "campo científico" que
se explora, y que sean requeridas por este campo de investigación.
Ahora bien, vemos cómo Allhusser toma sus conceptos funda­
mentales de los más diversos dominios: psicoanálisis, estruclu-
ralismo lingüístico, cpistemologia bachelardiana. No al azar, por
supuesto, sino en función del a prior! que guia su lectura "culpa­
ble" (la expresión la emplea él mismo) de Marx. Del psicoanálisis
retiene los conceptos de sobredeterminación (causalidad múltiple),
condensación, desplazamiento, para explicitar "la eficacia propia
de la estructura" del modo de producción capitalista. De la
corriente cstructuralista en lingüistica, adopta esta famosa noción
de "estructura", que privilegia las relaciones, el sistema, en detri­
mento de los elementos constitutivos, y que le permite descubrir
una nueva inteligibilidad del modo de funcionamiento interno del
sistema capitalista. Finalmente, de la epistemología bachelardiana
extrae el concepto clave de “corte epistemológico" en torno al
cual organiza su caza de las ideologías.
La sistematización de tales conceptos venidos de diversos lu­
gares ya es sospechosa desde el punto de vista estricto del rigor
científico que Allhusser pretende conseguir. Sospecha que se agu­
diza cuando, para completar su red de lectura, se ve obligado a
utilizar una serie de "metáforas espaciales" que poseen, según
confesión del mismo Allhusser. un status ambiguo. "El recurso a

155
las metáforas espaciales (cambio de terreno, espacio, lugar, situa­
ción, posición, etc) empleado en el presente texto plantea un pro­
blema teórico: el de sus títulos de existencia en un discurso con
pretensiones científicas". (El subrayado es nuestro). Este pro­
blema puede enunciarse del siguiente modo: “¿Por qué determina­
da forma de discurso científico requiere necesariamente el empleo
de metáforas tomadas de un discurso no científico?". Althusser
no responde y sin embargo no es una paradoja pequeña la preten­
sión de hacer la teoría (científica) del paso de la ideología a la
ciencia en un lenguaje que escapa a esta última.
A decir verdad, Allhusser no puede responder. Si lo hiciese
reconocería el verdadero carácter de su empresa: realizar un dis­
curso científico sobre el marxismo. En efecto, la extracción y la
adopción de los conceptos más arriba enumerados y las metáforas
espaciales a ellos adscritas, solamente adquieren sentido en fun­
ción de su objetivo. Su característica común consiste en. con el
pretexto de criticar al historicismo, enemigo número uno del mar­
xismo. acentuar un modo de inteligibilidad de la teoría marxista
ahislórico y antidialéctico. En otras palabras, se trata de evacuar
el devenir, en provecho del juego de instancias en el interior de la
estructura, de denunciar, privilegiando la inteligencia estructural
del sistema, la imagineria hegeliana de la Aufhebung (superación
y conservación) que se da en el marxismo. No es casualidad que
Althusser reconozca entre sus maestros, junto a Bachelard. Can-
guilhem y Cavaillés, epistemólogos. a Foucault, para quien en la
historia del saber "se", o mejor, “ello", pasa de un "pedestal
epistemológico" a otro de un modo radicalmente discontinuo
(véase Las palabras y las cosas). Allhusser piensa estructura
contra estructura, sistema contra sistema, pero es incapaz, diga lo
que diga, de hacer inteligible el paso de una estructura, de un sis­
tema. a otro. De alguna manera, volveremos sobre ello, "espacia-
liza" la dialéctica'
Para esclarecer su modo de proceder podemos referirnos a otro
célebre “importador de conceptos": Lévi-Strauss. En Antropolo­
gía estructural explica que los conceptos extraídos de la lin­
güistica le permiten formular el modelo teórico en función del cual
es posible comprender las sociedades "salvajes" y sus sistemas de
parentesco. Pero tiene la elemental precaución de demostrar que
su objeto de estudio autoriza la utilización de estos conceptos: se
molesta en demostrar que "en otro orden de realidad, los fe­
nómenos del parentesco son fenómenos del mismo tipo que los

156
fenómenos lingüísticos", al tiempo que indica que no se trata de
una transcripción literal y que la analogía tiene ciertos limites.
Althusser procede de modo muy distinto. No es su objeto —el es­
tudio del modo de producción capitalista a través del Capital de
Marx— lo que determina una lectura puramente estructural, sino
su propia problemática, que por necesidades a ella implícitas debe
apelar a nociones que oscurecen y desnaturalizan su objeto, como
más adelante demostraremos. Se puede reconocer una validez
"científica" al análisis que realiza Lévi-Strauss de las denomina­
das sociedades primitivas, en la medida en que. esquemáticamen­
te, se las puede considerar como sociedades "sin historia", que
viven según una temporalidad que les es propia y que autoriza un
análisis estructural. No puede decirse lo mismo del modo de pro­
ducción capitalista, cuyo carácter especifico consiste, precisa­
mente, en ser transitorio, históricamente determinado, en cons­
tante devenir. Ello significa que una lectura estructural es posible,
pero que solamente es válida y operatoria si se articula con una
clara comprensión de la génesis y el devenir del sistema. Conside­
rarla como la'única lectura válida y “científica" equivale a cerrar­
se el camino, a no poder forjar los medios necesarios para des­
truir. para superar concretamente el sistema. Asi. pues, vamos a
tratar de demostrar que es la perspectiva de Althusser lo que está
fundamentalmente viciado, en la medida en que. por una parte,
pretende que la filosofía marxista sirva de puente entre la ciencia
y la práctica política, pero que, por otro lado, su utillaje concep­
tual implica una negación de la esfera política. Claramente, si
se admite qué no existe "teoría marxista" independientemente de
una praxis revolucionaria, se admitirá también que el abandono
del segundo punto sólo puede conducir a desviacionismos graves.
Un marxista que deliberadamente se sitúa en el terreno exclusivo
del "saber" solamente puede negar la política en el seno de su
propio sistema.

II. LA PROBLEMATICA DEL CAMBIO


DE TERRENO
La perspectiva de Althusser —expulsar las ideologías del
marxismo— se articula por entero en torno a su manera de apre­
hender la relación entre Marx y Hegel y en su teorización del
"cambio de terreno" operado del uno al otro. Por lo tanto, dehe­
mos arrancar desde este punto, antes de analizar de más cerca el

157
Corpus conceptual que “produce". En efecto, según Althusser no
basta con esclarecer “prácticamente", históricamente, el paso de
Hegel a Marx, como hace por ejemplo Botligelli en su prefacio a
los Manuscritos de 1844. Se trata de "producir el concepto" de
esta ruptura.
El modo en que Marx y Engels han "rolo con su conciencia
filosófica anterior" implica, según Althusser. una reestructura­
ción total de su campo conceptual. Este "cambio de terreno" se
le aparece como el ascenso de la ideología a la ciencia, mediante
la apertura de un nuevo "continente científico", la historia. Por
consiguiente, al haber elaborado el materialismo histórico. Marx
puede ser asimilado a Galileo. fundador de la física científica, y
admitido en el museo de los grandes genios de la ciencia. En la
medida en que este paso de la ideología a la ciencia se realiza de
un modo radicalmente discontinuo, resulta —y no es otra la
idea de Althusser— que no tiene nada que ver con la Aufhebung
hegeliana. sino que más bien se hace inteligible con el concepto de
corte, epistemológico, grado cero de la ciencia que barre lodo lo
precedente sin conservar nada de ello.
Al oponer dos formas de racionalidad metafórica. Althusser
acentúa el aspecto de la escisión del cambio de "pedestal" entre
dos sistemas de pensamiento cada uno de los cuales posee su pro­
pia coherencia, pero que no tienen nada que ver el uno con el
otro. ¿Acaso no trata de demostrar que Marx, incluso antes del
"corte" de 1845 (La Ideología Alemana), nunca había sido he-
geliano. acaso no quiere demostrarnos, contra el propio Marx, que
éste no le debe nada al último de los filósofos?
De este modo, la noción de cambio de terreno implica, coma
envés de la discontinuidad, la idea de sustitución. Marx rechaza
una teoria ideológica extraña a la realidad de la práctica para sus­
tituirla por una teoría cualitativamente distinta, que si reconoce la
esencia de la práctica social; la distingue de la ideología que se le
quiere imponer, loma en serio sus caracteres propios, los piensa,
los enuncia y enuncia las condiciones particulares de este mismo
reconocimiento... Pues con la simple inversión de una ideología
no se obtiene una ciencia. El cambio de terreno implica la critica
y la destrucción del aparato conceptual heredado de la ideología,
es decir, en el espíritu de Althusser. del aparato conceptual here­
dado de Hegel: alienación, negatividad. totalidad, contradicción,
para citar solamente los temas más importantes. 1.a ciencia no
puede adornarse con oropeles ideológicos, debe producir sus

158
propios conceptos, organizar un nuevo campo conceptual, pues
también el propio objeto de la ciencia ha sufrido una mutación en
el proceso de ruptura y reorganización: la historia de Marx no es
la de Hegel. Aqui. como en otros muchos lugares. Althusser se
enfrenta con la advertencia de Marx de no tratar a Hegel como
un “perro muerto", y con la publicidad que hace de su deuda con
la dialéctica hegeliana. Por lo tanto, le hace falta demostrar que
Marx piensa, con conceptos prestados, nociones radicalmente
nuevas, de las cuales Althusser pretende producir los conceptos
"teóricos".
Esta reorganización total del campo conceptual representa
para Althusser lo más esencial del cambio de terreno, y es por
esto que éste se presenta como un acontecimiento teórico. El corte
riguroso ciencia/ideología define la oosición de los hallazgos
científicos de Marx con respecto a una doble cesura: la oposición
joven Marx/Marx de la madurez encubre toscamente la oposi­
ción ideologia/ciencia por un lado, y por otro, dentro del propio
Marx de la madurez, la oposición entre obras científicas (El Capi­
tal) y obras polémicas en el terreno ideológico (Anti-Dühring).
Esta doble articulación encubre finalmente una tercera cesura, la
que aparece entre el terreno de la economía política, campo de
ejercicio de la ciencia, y los demás dominios de la especulación
marxista que Althusser remite gustosamente a la ideología (esen­
cialmente la producción de Engels. la antropología cultural. £/
Origen de la familia, etc.). El camino real de la constitución del
marxismo como ciencia es. por lo tanto, la economía política.
"El Capital constituye una verdadera mutación epistemológica
de su objeto, su teoría, su método". Representa "el acto fundacio­
nal de una ciencia —por lo tanto, un verdadero acontecimiento,
una revolución teórica, que rechaza a la vez la economía política
clásica y las ideologias hegeliana y feuerbachiana como su prehis­
toria, el principio absoluto de la historia de una ciencia". Es
decir, en resumidas cuentas, que antes del Capital, y en torno a
él. todo lo demás es pura ideología...
El resultado más inmediato de esta concepción del "cambio de
terreno" es la introducción en la obra de Marx de una comparti-
mentación que pretende ser hermética. Althusser se ve obligado a
servirnos a Marx en tajadas, y en Pour Marx encontramos la si­
guiente pcriodización:
—1840-1844, obras de juventud, ideológicas.
—1845, obras de la ruptura: con La Ideología Alemana y las

159
Tesis sobre Feuerbach, Marx y Engels rompen con la ideología
hegel ian izan te y fundan el materialismo histórico.
—1845-1857, obras del periodo de maduración.
—1857-1883, obras de madurez: Marx es finalmente Marx,
un hombre de ciencia.
La ruptura, por lo tanto, está pensada de modo lineal, en
términos de antes/después, y no tal como en Marx, reactivada a
cada instante, como actualización de una exigencia teórica. Lo
cual no deja de traer dificultades: por ejemplo. Althusser se ve
forzado a introducir un período de "maduración" durante el cual
se puede pensar que subsisten secuelas de ideología. ¿No habla
más tarde (en Lenin y la filosofía) de "ruptura ininterrumpi­
da"'? Pero seamos claros: si el corte epistemológico es tan radical
como pretende Althusser, también está bien determinado en el
tiempo: 1845. La noción bastarda de “ruptura ininterrumpida"
es una contradicción en los términos, que no hace más que indicar
que la ruptura entre ciencia e ideología es un proceso largo y com­
plejo. incesantemente reactivado, y que la compartimentación más
arriba citada carece de sentido. Ello nos lleva a plantearnos una
primera cuestión que responderemos al final de este articulo: ¿la
relación de Marx con Hegel debe pensarse en términos de “corte
epistemológico"?
La segunda consecuencia de la comprensión allhusseriana del
cambio de terreno es un estrechamiento considerable de la obra
de Marx. La idea de la sustitución de un tipo de racionalidad ba­
sado en la critica de la economía política clásica por la racionali­
dad heredada de Hegel conduce a Althusser a operar una reduc­
ción de la obra de Marx a la economía, con el fin de preservar
a toda costa su carácter unitario y homogéneo. Asi, en el período
de madurez, $e recluyen en el terreno de lo ideológico todas
aquellas investigaciones cuyo objeto especifico no es el análisis
económico del modo de producción capitalista. Para ello debe elu­
dir el problema teórico planteado por la naturaleza compleja de
los Grundrisse y sobre todo el problema del status del estudio del
desarrollo del capitalismo en Inglarterra que aparece en el libro I
del Capital, al que consideramos esencial para situar el proyecto
teórico y práctico de Marx. Pero esta dificultad Althusser la barre
de un manotazo: recaída historicista insignificante... Ordenando
todo lo concerniente a la inteligencia genética del modo de pro­
ducción capitalista y los instrumentos conceptuales a ella adscritos
en el terreno de lo residual, la mutilación de la obra de Marx re­

160
sulta irremediable... y el valor operatorio de la concepción althu-
iseriana del cambio de terreno resulta totalmente invalida.
La tercera consecuencia del repliegue de Althusser en el terre­
no del Saber, con todas las reducciones que comporta y la erec­
ción de un rígido sistema que no deja opción alguna a la histo­
ria, es la ruptura que instaura entre lo teórico y lo práctico —en
nombre de una supuesta "práctica teórica". Pero antes de estudiar
en profundidad este punto fundamental, debemos examinar deta­
lladamente lo que Althusser "produce", esta "dialéctica" que ex­
trae del cuerpo teórico marxista.

III. DIALECTICA Y SOBREDETERMINACION

Althusser se propone eliminar para siempre lo que de Hegel


hay en Marx, ya que por algo se produce entre los dos la
"brecha" del corle epistemológico. Por supuesto que la famosa
“ruptura" o "corte" debe entenderse en el nivel de la dialéctica.
El modo en que Marx plantea el problema es bien conocido:
"La dialéctica, en Hegel. está cabeza abajo. Para desprender de su
ganga mística, el núcleo racional, hay que invertirla". Invertirla
significa, en primer lugar, “cambiarla de terreno", transportarla
desde el puro “automovimiento del espíritu" que organiza la
historia de los pueblos, según Hegel. al nivel de la historia rea!
de los hombres. Pero ello no basta, y en esto estamos de acuerdo
con Althusser: al cambiar de objeto, la dialéctica tiene que sufrir
necesariamente una profunda transformación. “La dialéctica he­
geliana no dejará de serlo para convertirse en marxista por el sen­
cillo milagro de una extracción". Pero ya no estamos de acuerdo
con él en la interpretación de esta transformación que sufre la dia­
léctica. Para ser claros, la suya implica que las estructuras fun­
damentales de la dialéctica hegeliana. como la negación, la nega­
ción de la negación, la identidad de los contrarios, la superación,
la transformación de lo cualitativo en cuantitativo, la contradic­
ción, etc., poseen en Marx (en la medida en que las utiliza, lo cual
no siempre es cierto) una estructura distinta de la que
poseen en Hegel Es cierto que la dialéctica se ve afectada por la
"inversión" operada por Marx, aunque sólo sea en la medida en
que deja de ordenar a posterior'! una historia muerta, para con­
vertirse en principio de inteligibilidad de la historia en marcha:
ello implica particularmente que deja de ser finalista y cerrada.

161
circular, en la medida en que, según Hegel, el fin ya esiá incluido
en el principio, y en que el resultado, la culminación del sistema,
solamente es la definitiva actualización de este fin, al término de
cierto número de etapas acumulativas. Ello no significa que sus
conceptos fundamentales, la superación, el salto cualitativo, el
papel motor de la contradicción, lodo lo que en la dialéctica hege­
liana es “critico y revolucionario", o también su "núcleo racio­
nal", no sean conservados. En este sentido no puede decirse que
la dialéctica materialista sea algo absolutamente distinto de la
dialéctica hegeliana. pues constituye la superación (negación y
conservación) de esta última, su reorganización sobre otras bases,
pero sin que se dé esta solución de continuidad radical que esta­
blece Althusser para cubrir las necesidades de su propio sistema.
¿Pero qué entiende Althusser por dialéctica materialista? Para
"producir el concepto" de la misma (que en Marx se encuentra de
modo disperso, en "estado práctico"), se refiere a la teoría mao-
ista de la contradicción reinterprelada a la luz de conceptos prove­
nientes del psicoanálisis. Lo que Marx no admite de Hegel, y tam­
bién en este punto estamos de acuerdo con Althusser. pues equi­
vale a una conclusión de la noción de "inversión", es la "origina­
ria simplicidad" de la dialéctica hegeliana. Efectivamente, toda
ella “se halla enteramente pendiente de esta suposición radical de
una unidad originaria simple, que se desarrolla en el seno de si
misma en virtud de la negatividad. y que. en su desarrollo, única­
mente restaura, en una totalidad cada vez más concreta, esta sim­
plicidad originaria". Para cualquiera que haya leído a Hegel. es­
to resulta evidente, tanto como que no puede decirse lo mismo de
Marx. Pues la unidad simple originaria de la que arranca la dia­
léctica hegeliana no se encuentra en Marx, que parte siempre de
una totalidad ya estructurada, de lo que Althusser denomina un
"lodo estructurado complejo con dominante". Del mismo modo,
la contradicción simple, que sirve de motor a la dialéctica hegelia­
na. es. en Marx, estructurada y compleja. Y para ello recurre al
presidente Mao que ha sabido distinguir perfectamente la contra­
dicción principal de las secundarias, el aspecto principal del as­
pecto secundario de la contradicción principal y su desigualdad
fundamental. Admitámoslo momentáneamente, aunque se trate de
una interpretación muy mecanicista de la dialéctica marxista. car­
gada además de desastrosas implicaciones prácticas.
Contrariamente a la totalidad hegeliana. "desarrollo alienado
de una unidad simple, de un principio simple", la totalidad mar-

162
xista, el modo de producción capitalista por ejemplo, es un todo
complejo con dominante, en el que "cada contradicción, cada
articulación esencial de la contradicción, y la relación general de
las articulaciones en la estructura con dominante constituyen otras
tantas condiciones de existencia del propio todo complejo”. Así.
por ejemplo, las relaciones de producción son la condición de
existencia y no solamente un fenómeno de las fuerzas productivas-,
también la superestructura es la condición de existencia y no un
simple fenómeno de la estructura. Esto lo traduce Allhusser me­
diante el concepto de "sobredeterminación": "La sobredetermina­
ción designa en la contradicción la siguiente cualidad esencial: la
reflexión, en la propia contradicción, de sus condiciones de exis­
tencia. es decir, de su situación en la estructura con dominante del
lodo complejo". En otras palabras, la sobredeterminación designa
el tipo de causalidad propio de la estructura, en el que las determi­
naciones son múltiples. En cierto modo, tras este pedante fárrago,
se oculta algo perfectamente banal: Allhusser trata de reescribir en
su jerga la dialéctica de las instancias en el seno de una totalidad
determinada, su juego reciproco, sus interrelaciones. El propio
concepto de sobredeterminación. al remitir a "una pluralidad de
factores determinantes" dialécticamente relacionados en una
misma totalidad, es perfectamente aceptable. Por lo tanto, no cri­
ticamos tanto al concepto en si mismo, cuanto a la manera en que
Allhusser lo presenta, como si fuese un descubrimiento histórico,
y la finalidad que le confiere, sobre la cual diremos algo más ade­
lante. Efectivamente, encontramos esta noción en todos los
marxistas consecuentes que han roto con el simplismo r el
mecanicismo —lo que. en contra de las apariencias, no es el caso
de Allhusser. Cuando Trotsky analizó este "todo complejo con
dominante" que es el modo de producción capitalista mundial, y
de él extrajo la teoría de la revolución permanente, ¿qué otra cosa
hizo —y de un modo mucho más luminoso y operatorio— sino
producir una teoria de la totalidad que no tiene nada que envidiar
a la de Allhusser? Y sobre todo, su "punto de vista de la totali­
dad" desembocaba en una práctica política inmediata, mientras
que el de Allhusser la hace imposible.
¿Cuáles son. por lo tanto, las implicaciones de la lectura “es­
tructural" que la escuela ahhusseriana lleva a cabo con Marx?
Como hemos visto, para ella, la historia se halla recortada por
una serie de discontinuidades radicales, que entre una "estruc­
tura" y la que la sigue, no hay nada en común. El paso de una es-

163
truelura económica a otra, de un modo de producción a oiro. es
del mismo tipo que el "corle epistemológico" entre el sistema
ideológico de Hegel y el sistema científico de Marx, lo que con­
vierte en ininteligible este mismo paso. Ahora bien, la noción he-
geliana —recuperada por Marx— de sallo cualitativo nos parece,
en este dominio, mucho más operatoria, ya que también es preciso
que el desarrollo de las fuerzas productivas haya alcanzado un
sallo cuantitativo que le haga incompatible con el mantenimiento
de las relaciones de producción existentes para que el salto sea
posible (aunque no ineluctable) —conservando las nuevas rela­
ciones de producción los hallazgos anteriores en el seno de una
nueva totalidad estructurada. Por lo tanto. Allhusser opera una
primera reducción "en el tiempo": desde el momento en que apa­
rece un nuevo "todo complejo con dominante", el precedente se
esfuma, desaparece de la historia. Allhusser jamás capia un sis­
tema en relación con su génesis, en su devenir histórico. Cada
estructura posee una "eficacia" propia y autosufícienic. No capta
cada modo de producción como un momento de la historia del
desarrollo de las fuerzas productivas, por ejemplo, sino en si
mismo, lo que es muy poco marxista, suponiendo que se considera
la historia del desarrollo del capitalismo en Inglaterra, por ejem­
plo. como algo más que una simple escoria ideológica.
Pero Allhusser procede a una segunda reducción, en el espacio
esta vez. Explica que "la gran ley de la desigualdad no sufre
ninguna excepción", que es "anterior a los casos particulares" de­
que da razón. De acuerdo. Pero Allhusser procede a una curiosa
inversión: para él no es la desigualdad externa entre dos formacio­
nes sociales lo que funda su desigualdad interna, sino a la inversa,
es decir, que considera cada formación social en si misma, antes
de referirla a su contexto internacional. "Toda interpretación que
remita los fenómenos de desigualdad interna a la desigualdad ex­
terna (por ejemplo, la que explica la coyuntura excepcional'
existente en Rusia en 1917 exclusivamente a partir de las relacio­
nes de desigualdad externa, relaciones internacionales, desigual­
dad de desarrollo económico entre Rusia y Occidente, etc.) cae en
el mecanicismo, o en lo que le sirve de coartada, en una teoría dé­
la acción reciproca entre lo exterior y lo interior. Por consiguien­
te. debemos remitirnos a la primitiva desigualdad interior para en­
tender la esencia de la desigualdad exterior...". Una simple pre­
gunta: ¿cómo puede determinar Althusser esta desigualdad inte­
rior en si misma, a menos de permanecer en un nivel descriptivo

164
en el seno de una formación social aislada, en un esquema meca-
nicista válido en cualquier parle? ¿De dónde proviene esta desi­
gualdad interna (entre dos modos de producción, por ejemplo,
como en la Rusia de 1917) sino de la inlernacionalización del
modo de producción dominante a escala mundial?
Si la teoria leninista de la revolución se halla, hasta 1917.
plagada de escorias mecanicislas y es relativamente errónea (por
ejemplo, cuando postula el mantenimiento necesario de una etapa
burguesa para que el capitalismo ruso concluya su propio desarro­
llo). ello se debe a que, grosso modo, sigue esta problemática de
la primacía de la desigualdad interior sobre la referencia interna­
cional. Inversamente, si Trotsky ha podido demostrar que. incluso
en la Rusia subdesarrollada, la revolución interrumpiría violen­
tamente la etapa burguesa para ser proletaria desde el primer
momento (aunque sólo fuese para cumplir primero las tareas de la
revolución burguesa) ha sido por haber considerado de entrada la
formación social rusa en su contexto internacional, como eslabón
débil del sistema imperialista. Lo que Althusser continúa sin ver
—cuando el propio Lenin lo reconoció— es que el modo de pro­
ducción capitalista es una totalidad orgánica mundial, de la que
tal o cual formación social particular no es más que un eslabón,
determinado por el lodo. No negamos que la desigualdad sea in­
terna a la estructura particular. Pero lo que si decimos es que esta
desigualdad es una consecuencia de la desigualdad exterior funda­
mental. su producto. Es por ello que el desarrollo no solamente es
desigual, sino también combinado, siendo este segundo aspecto
mucho más importante que el primero. De otro modo ¿cómo ex­
plicar la revolución rusa y su carácter social? ¿Cómo explicar al
menos el hecho de que la teoría marxisla fuese importada a Rusia
desde el Occidenle europeo cuando todavía no se había producido
en este país la aparición de un movimiento obrero minimamente
estructurado? Desde este punto de vista. Allhusscr no hace más
que continuar la teoría estaUnista (y no la leninista) del desarro­
llo desigual, justificando todos los compromisos con las fuerzas
reaccionarias con la excusa de cumplir la etapa "burguesa" nece­
saria en virtud de la desigualdad “interior", justificando lodos los
fracasos (ausencia de "madurez" en las condiciones interiores) y.
finalmente, la famosa teoria del socialismo en un solo país. En
este contexto, no disponemos del suficiente espacio para desarro­
llar estas fundamentales adquisiciones del trotskismo como teoria
y como práctica. Señalemos, no obstante, que al transportar el

165
"todo complejo con dominante" al nivel mundial, y al clarificarlo
mediante el concepto de desarrollo desigual y combinado, Trots-
ky introduce una noción fundamentalmente dinámica que no tiene
nada que ver con el "juego” de una “estructura” por complejo
que sea.
Ya tenemos, pues, situado el célebre "todo complejo con do­
minante" althusscriano: replegado sobre si mismo, no debe nada a
su estructura anterior ni a su entorno exterior. Se aulodetermina.
posee en si mismo su propio "juego dialéctico". Todo sucede en
su interior. “Por lo tanto, la desigualdad es algo interior a la for­
mación social, porque la estructura con dominante del todo com­
plejo. esta invariante estructural, constituye ella misma la condi­
ción de las variaciones concretas de las contradicciones que la
constituyen, y por consiguiente de sus desplazamientos, condensa­
ciones. mutaciones, etc....... e inversamente, porque esta variación
es la existencia misma de este invariante." Dicho de otro modo,
es la estructura compleja de la formación social lo que determina
el papel de la contradicción dominante: la economía, determinante
en última instancia, puede, en determinado momento, hacer que
determinada instancia (política, teórica, ideológica...) sea la
dominante. En esto consiste precisamente el juego de las instan­
cias en el seno de la estructura. ¿Pero cuál es la molricidad del
sistema? También es algo totalmente interno: "Afirmar que la
contradicción es motriz, equivale [...] a decir que implica una
lucha real, enfrentamientos reales, situados en lugares determina­
dos de la estructura del todo complejo." Por efecto de la relación
de las contradicciones en la estructura, se produce una condensa­
ción de la lucha en un punto estratégico, inseparable del
desplazamiento de la dominante entre las contradicciones. Es
decir, que en determinado momento la evolución de la relación de
las contradicciones en el seno de la estructura produce la lucha de
clases en un punto determinado, mientras que la estructura asigna
la dominancia a la -nstancia política. "Estos fenómenos orgánicos
de desplazamiento y de condensación producen a Tin de cuentas la
mutación, el salto cualitativo, el momento de la "reestructuración
total" —el paso a una nueva estructura de un modo radicalmente
discontinuo."
El proceso es el mismo que hemos analizado más arriba, a
propósito de la sobredeterminación: los conceptos de desplaza­
miento y condensación, extraídos del análisis freudiano del
“trabajo del sueño", no son contestables en si mismos; es la uiili-

166
zación de Althusser lo que los hace discutibles: en resumidas
cuentas. Althusser procede a una reducción de la dialéctica a un
puro mecanismo formal, a un puro sistema de relaciones, del mis­
mo modo que reduce el marxismo exclusivamente a la estruc­
tura del Capiial. "La eficacia propia de la estructura" no es, por
tanto, más que un esqueleto formal, el cual, so pretexto de produ­
cir una "metateoria" del marxismo, más allá de lodo contenido
concreto e histórico, niega el aspecto revolucionario del marxis­
mo. que es, precisamente, considerarlo una "guía para la acción".
La finalidad de la operación consiste en negar el "sujeto" de la
historia: la estructura se "deseslruclura" en virtud del juego in­
terno de sus contradicciones, y a continuación "ello" se rees­
tructura sobre otras bases. "El desplazamiento y la condensación,
basados en la sobredelerminación, dan cuenta, mediante su domi­
nancia. de las fases (no antagónica, antagónica, explosiva) que
constituyen la existencia del proceso complejo, es decir, del deve­
nir de las cosas." Este mecanismo perfectamente engrasado asigna
a las masas un lugar y una función precisos en el seno de la es­
tructura. pero verdaderamente no existe sujeto consciente:“La tra­
dición marxista ha obrado correctamente cuando ha retomado la
tesis de la dialéctica de la naturaleza que significa polémicamente
que la historia es un proceso sin sujeto, que la dialéctica implícita
en la historia no es el resultado de la acción de un sujeto, ni abso­
luto (Dios) ni humano". Con esto está todo dicho: en el meca­
nismo ai cual Althusser reduce la dialéctica, donde todo se
determina mediante un juego formalizado de relaciones, la
función de una dirección revolucionaria consciente se esfuma,
lo que equivale a recaer en una de las formas de esta "glori­
ficación de las cosas existentes " que, según Engels, caracteri­
za a cualquier ideología.
Althusser argumenta que no hace más que seguir el método
empleado por Marx en El Capital, única obra, como hemos visto,
a la que considera auténticamente "marxista": ¿acaso en la intro­
ducción de esta obra Marx no hace suya una interpretación según
la cual las leyes del modo de producción capitalista son idénticas a
las leyes de la naturaleza, y que de este sistema de leyes se des­
prende "la necesidad de otra organización, tanto si la humanidad
cree en ella como si no. tanto si tiene conciencia de ella como si
no"? De hecho, esto no significa otra cosa que la ley fundamental
según la cual lo económico es determinante en última instancia,
que lo económico hace indispensable, una vez alcanzado determi-

161
nado nivel de desarrollo de las Tuerzas productivas, la subversión
de las relaciones de producción existentes. Pero esta necesidad im­
plicada en el substrato económico no basta para invertir efectiva­
mente las relaciones de producción; son los hombres quienes
hacen la historia, solamente el polo subjetivo está en condiciones
de "desbloquear" la situación "objetiva". Amputar al marxismo
de este aspecto fundamental, equivale a cerrarse el camino a la
comprensión del papel interpretado por Lenin, para no hablar del
de Trotsky. Es preciso que la necesidad inmanente a la estructura
se transforme en algo consciente para que pueda ser actualizada
en la revolución, la cual, como demuestra la historia, únicamente
puede salir victoriosa dirigida por un partido que esté en condicio­
nes de hacer de las "masas" el sujeto politico de la historia. (De
lo contrario, ¿por qué demonios habría perdido Marx tanto
tiempo con la I Internacional?).
El sistema althusseriano desemboca, por lo tanto, por mucho
que él lo niegue en nombre de la "relativa autonomia de las ins­
tancias" en una nueva forma de economismo. Si admitimos, in­
viniendo su problemática, que el “todo complejo estructurado con
dominante" es el modo de producción capitalista mundial, desa­
rrollado de forma desigual pero combinada, tendremos que ad­
mitir. de rechazo, que en todas partes está a la orden del dia la re­
volución proletaria. La desigualdad del desarrollo hace que esta
revolución tome formas especificas en función de cada formación
social, que las fuerzas motrices de la revolución no coincidan for­
zosamente con su naturaleza social (cosa que Lenin supo ver con
claridad en el caso de Rusia), y que esta revolución no va a esta­
llar en todas partes al mismo tiempo. Pero el hecho de que cada
una de esas formaciones sociales sea de dominante capitalista,
parte integrante del sistema imperialista, en virtud del desarrollo
combinado, hace que, si bien con formas especificas en cada caso,
todas estas revoluciones no puedan ser sino proletarias. Para ser
claros, fundamentalmente esto significa que la instancia económi­
ca ha llevado en todas partes a la dominancia a la instancia po­
lítica. que la clave de la situación internacional se encuentra en el
nivel político, de donde se deduce el papel esencial de una di­
rección internacional; como decia Trotsky, es la propia estructura
económica internacional la que requiere una dirección política in­
ternacional. lo cual permite comprender la fórmula lapidaria según
la cual la crisis de la humanidad se reduce fundamentalmente a la
crisis de la dirección revolucionaria. No disponemos de lugar aqui

168
para desarrollar estas fundamentales adquisiciones del trotskismo
y del leninismo, solamente queremos señalar que el trotskismo no
es una forma de "politicismo" desprovista de fundamentos “obje­
tivos". sino que el papel del polo subjetivo se articula con la ins­
tancia económica internacional y que en la actualidad tiene una
importancia decisiva: es en este punto donde se produce la ruptura
entre el trotskismo y.el economicismo mecanicista. Si en el mo­
mento en que las condiciones objetivas están maduras, no aparece
una dirección revolucionaria que lleve a buen Tin la actividad re­
volucionaria de las masas, el capitalismo encontrará una forma
de salir del paso, de perpetuarse bien o mal. sin ser capaz de re­
solver sus propias contradicciones. Pero si se niega el papel del
sujeto en la historia no se puede entender el paso de un orden so­
cial o otro, ni tampoco articular la teoría revolucionaria con la
práctica revolucionaria.

IV: A MODO DE CONCLUSION: CONTRA


ALTHUSSER. LA UNIDAD TEORIA PRACTICA

De lo que hemos dicho anteriormente se deduce que Allhusser


debe ser atacado y su sistema desmontado más por su modo de
proceder y su método que por los conceptos que emplea. La idea
central que es preciso destruir es la de que la "revolución", el
"descubrimiento" de Marx es del orden del saber, de igual cate­
goría que la de Galileo —lo cual permite corlar a Marx a ima­
gen de cierta universidad. La valoración de Marx como científi­
co es un modo como otro de hacer desaparecer al Marx político,
asi como la nueva relación instaurada por él entre cierta práctica
de la teoría y la práctica revolucionaria. Lo que Allhusser defiende
no es tanto el marxismo, teoría de la revolución proletaria, cuanto
la categoría y el derecho a la existencia de lo que él mismo deno­
mina filosofía marxista. es decir, de un saber cuya importancia re­
side más en la coherencia interna que en su aplicación práctica.
Lo que le interesa precisamente a Aithusser es no tener que dar
cuenta de la articulación de este "saber" con una práctica política.
Pero una reflexión correcta sobre la teoría marxista es una refle­
xión sobre esta articulación y no uno u otro de sus aspectos; de lo
contrario, se cae en el revisionismo cicntificista.
¿Es Marx el Galileo del siglo XX? ¿Su descubrimiento cien­
tífico no va acompañado constantemente, como si fuese su

169
sombra, por una insistente exigencia que no se puede reducir
ai puro terreno de la ciencia? Se puede tratar,de elucidar este
problema considerando la relación entre Hegel y Marx con una
óptica diferente a la de Althusser. Desde el principio mismo de su
carrera literaria. Marx ataca la filosofía del derecho y la concep­
ción del Estado de Hegel: de ello se puede discernir que esta opo­
sición tiene un carácter directamente teórico-práctico, que esta
critica se ejerce en nombre de la voluntad (todavia mal definida en
1842-1843) de fundar una política distinta de la de Hegel. El
sistema hegeliano. última ideología "total" de la burguesía ascen­
dente. cerraba la historia y. haciendo guardia en sus puertas, la
proclamaba acabada con la epopeya napoleónica y con la consti­
tución del Estado prusiano. Marx levanta acta de la distorsión
existente entre la promesa hegeliana de suprimir la alienación con
la realización del Estado, y el agravamiento de las alienaciones de
la “clase doliente" en su época. Le es. por lo tanto, imprescindible
destruir el palacio de ideas en que Hegel había encerrado a la his­
toria. reafirmando el carácter radicalmente inacabado de la mis­
ma. Es la aparición de un nuevo radical lo que comporta la di­
solución del sistema hegeliano, con la irrupción, por decirlo asi.
de la historia en el escenario de la teoria. Se trata de volver a la
historia humana, y se adivina con ello que este cambio de terreno
no se efectúa en los términos de un corle epistemológico, sino
bajo los auspicios de la abolición de la independencia de lo
teórico. Lo que Marx invierte, aquello en lo que cambia radical­
mente de terreno, es una relación, la de la teoria con la práctica.
El hecho de que Marx haya sabido llevar a cabo la critica del
mundo burgués en lugar de su defensa (alienación del trabajo)
aparece como el revés de la necesidad de fundar una politica, al
contrario de la problemática de Althusser. cuya concepción cerra­
da e impermeable del sistema, imposibilita toda práctica politica.
Hegel no superó la dualidad entre pensamiento y realidad, por lo
que la contradicción entre el lado revolucionario de su teoría y la
glorificación de lo existente, fin para el que fue utilizada, es una
contradicción irreductible. Por el contrario, de entrada Marx se si­
túa "en el punto de vista de la totalidad", en el sentido en que.
desde el primer momento, ve la necesidad de pensar la unidad en­
tre lo teórico y lo práctico. La puesta al dia y la elaboración del
modelo teórico de inteligibilidad del modo de producción capi­
talista sólo adquieren una significación profunda desde esta óp­
tica. Si se admite, como hace Korsch. que "la aparición de la teo­

170
ría marxista no es más que el otro aspecto de la aparición del mo­
vimiento proletario", es decir, que es contradictorio situar, como
hace Althusser. la teoría de un lado y el movimiento obrero de
otro, y conservar únicamente la primera, solamente se podrá
considerar la teoría marxista en función de su vocación de inspi­
radora del proletariado, de factor tendente a su toma de concien­
cia. en el terreno de la transformación del orden social existente.
La dialéctica es revolucionaria precisamente en cuanto constituye
el principio unificador de estos dos aspectos: conocimiento y
transformación de la realidad. Unidad que halla su fundamento en
el tratamiento económico de la sociedad elaborado por Marx, en
cuanto no trata de cosas, sino de relaciones entre personas, y en
última instancia, de relaciones entre clases. La fundación de una
política revolucionaria como punto culminante de este proceso
atestigua prácticamente la radicalidad del cambio de terreno.
Franquear el paso de la teoria a la práctica constituye un progreso
teórico. Por ello, para Lenin. el análisis concreto de una situación
concreta (y la política de ello derivada) no debe oponerse a la teo­
ría "pura", sino que constituye el punto culminante de la teoría,
el punto en que ésta encuentra su verdadera realización. El leni­
nismo funda la introducción de una continuidad teórica en la
práctica política, la introducción de una coherencia teórica en su
seno. En este sentido, constituye la actualización más profunda de
la ruptura operada por Marx.
De estas observaciones se deduce que la producción de Al­
thusser constituye una importante regresión teórica con res­
pecto a obras como Historia v conciencia de ciase, si nos situa­
mos en la perspectiva de la unidad entre lo teórico y lo práctico.
Al tratar de definir los fundamentos de una epistemología del
marxismo. Althusser olvida el aspecto esencial de la teoría mar­
xista, el que hace de ella una teoría politica, y no la materia pri­
ma de una "filosofía", puesta nuevamente de acuerdo con el gusto
imperante mediante la utilización de conceptos estructuráoslas.
Desde este punto de vista. £7 Capital no pertenece exclusivamente
al dominio del saber: constituye el instrumento teórico más ela­
borado con el cual fundar una práctica revolucionaria. Y Marx lo
concibió de esta manera, en relación con su propia práctica políti­
ca. Por ello su inteligibilidad genética predomina sobre su inteli­
gibilidad estructural, en cuanto aquélla fundamenta y autoriza a
ésta (pero no a la manera de Althusser...).

171
4

EL TEORICISMO Y
SU RECTIFICACION

Jean-Marie Vincent
¡Por fin llegó Althusser! Esto es lo que pensaron muchos
indo hace ocho años aparecieron Pour Marx y Lire le Capital.
acias a él, los marxistas ya no estaban, al parecer, obligados a
fizar esta imposible elección entre el subjetivismo sartriano, el
gmatismo de los más atrasados estalinistas, o también, el eclec-
smo de Garaudy y la repetición de los temas lukacsianos de
:e cuarenta años. Sin duda la exclamación de alivio, la rápida
ivereión. no estaban exentos, en muchos casos, de segundas in-
ciones más o menos confesables. Al partir de una reflexión
stemológica profunda, muy alejada del “Diamat” de los So­
ticos, Althusser permitía si no reconciliarse completamente, por
menos dialogar, con las corrientes más en boga del pensamien-
filosófico y científico que se estaba desarrollando en Francia,
¡uiendo con mayor o menor fidelidad las huellas de Althusser
i posible no avergonzarse de encontrar interesantes el psicoa-
lisis de Lacan, el estructuralismo.de Lévi-Strauss, la epistemo-
;ia de Bachelard y de Canguilhem, las corrientes filosóficas más
jdernas, influidas por Nietzsche y Hcidegger. Al romper radi-
mente con las ontologias del sujeto predominantes desde 1945,
thusser señalaba el modo de sintonizar con un mundo intelec-
il fatigado de las cantinelas humanistas, fascinado por las proe-
> y las recaídas de la técnica, y al borde del aliento por su con-
:to con la metafísica occidental. Al son de los tiempos. La Nou-
lle Critique y La Pensée abrieron rápidamente sus puertas a
i discípulos del Maestro, con el fin de presentar una nueva cara.

173
De lodos modos, seria erróneo reducir la extraordinaria boga
del althusserismo exclusivamente a estos fenómenos de adapta­
ción a las obsesiones de los medios intelectuales y universitarios.
Althusser, militante del PCF, proporcionaba con ello respuestas a
preguntas que se planteaban las nuevas generaciones de marxistas
que no habían conocido ni el periodo de la resistencia, ni el de la
guerra fria, pero que se encontraban confrontados con la crisis del
mundo post-estalinista del Este y un mundo capitalista rudamente
convencido de su perennidad. La más importante de estas cuestio­
nes, por otra parte bastante angustiosa, era: ¿cómo han llegado el
marxismo y el movimiento comunista internacional a este estado
de degradación? En el 65. hace un año que ha caido Krutshev.
dos años que la polémica entre el PC chino y el soviético se ha
hecho pública, un año que los Estados Unidos han dirigido sus
primeros ataques contra el Vietnam del Norte. En el desarmante
prefacio de Pour Marx, las respuestas se centran en dos ideas: el
"izquierdismo" (en el que Bogdanov es puesto al lado de Lyssen-
ko, Korsch, Lukács y Stalin) y el "vacio teórico" cuya responsabi­
lidad recae en el dogmatismo y en las tradiciones idealistas o po­
sitivistas. Por otra parte. Althusser especifica claramente que el
problema con el que se enfrenta no es directamente político —so­
lamente tiene elogios para la dirección política del PC— sino de
orden filosófico y teórico. Para él se trata de restituir al marxismo
en su integridad, de constituirlo definitivamente en filosofía au­
tónoma para establecer la práctica teórica sobre fundamentos sóli­
dos. Implícitamente, los crímenes y las fallas de Stalin. para em­
plear el vocabulario de Althusser. los fracasos y retrocesos del
movimiento obrero internacional más generalmente, se atribuyen
a un déficit de la filosofia y de la teoria. El izquierdismo y el dog­
matismo y sobre todo el sistema implacable de Stalin. se atribuyen
a desviaciones de una norma teórica esbozada por Marx, que hoy
debe desprenderse de los desechos y desperdicios que la han recu-
bierto desde hace tiempo para alcanzar toda su potencialidad. Por
consiguiente, el camino que propone Althusser es unilateralmenie
teórico: al transformar la filosofia en teoría de la producción de
conocimientos, su utilización como basamento de las ciencias bas­
ta para —sin referencia directa a las prácticas sociales surgidas
del movimiento obrero— dar un impulso decisivo al pensamiento
revolucionario. En otras palabras, otro discurso u otra práctica re­
flexiva —la ruptura filosófica con el empirismo, el subjetivismo,
el positivismo y cualquier otra forma de idealismo— llevan en si

174
mismos la cientificidad del marxismo y su originalidad radical con
respecto al pensamiento burgués. No hay duda que Althusser pro­
cura no caer en la trampa del “materialismo dialéctico” a la
soviética, que se presenta como una concepción general del mun­
do, positiva y acabada, ya que la filosofía, al menos en 1965, la
concibe como una red de interpretación todavía abierta a la inte­
rrogación. Pero en la medida en que parece como si esta reflexión
filosófica fuese autosuficiente, la nueva leoria científica cuyas
perspectivas debe trazar aquélla, queda como suspendida en el
vacio enrarecido de un lenguaje científico separado y aislado de la
evolución de las relaciones sociales de producción. En este aspec­
to, la ciencia marxista no es más que el descubrimiento de una
nueva problemática y de un nuevo continente científico, la conse­
cuencia de una ruptura epistemológica que se puede, eso si, poner
en relación con la lucha de clases, pero que encuentra en si mis­
ma. o más exactamente en sus consecuencias y sus desarrollos
científicos, su criterio de validez. La ciencia es la ciencia porque
es la ciencia; este parece ser el sentido de las comparaciones que
hace Althusser en Lire le Capital entre los descubrimientos de
Marx y los descubrimientos de los químicos de finales del siglo
XVIII. De este modo, la práctica teórica se justifica a si misma, y
su resultado, el pensamiento concreto, mantiene relaciones indefi­
nibles con la realidad objetiva o con los demás niveles de la prác­
tica.
Esta dificultad con la que Althusser no se enfrenta de forma
decidida en ningún momento, suscita evidentemente otras
muchas. Si la ciencia creada y desarrollada por Marx no es la
ciencia situada de la sociedad capitalista, es decir, la disolución
teórica orientada a la práctica de las formas intelectuales objetivas
que dominan la práctica de los grupos y de los individuos de esta
sociedad, en una palabra, si no es en primer lugar elaboración
crítica de los instrumentos necesarios para destruir —mediante la
acción de la lucha de clases— los distintos fetichismos producidos
por un mundo al revés (subjetivación de las relaciones materiales,
objetivación de las relaciones sociales dice el Capital) entonces
estamos muy cerca de los peligros derivados de un vagabundeo
epistemológico (gratuidad de los “cortes" o de las rupturas). Al­
thusser piensa producir efectos de conocimiento o efectos científi­
cos eliminando las cuestiones engañosas concernientes al sentido
originario y a la tierra natal del conocimiento y también las con­
cernientes a las infinitas mediaciones existentes entre el conoci-

175
míenlo y la realidad, pero al tratar de evitar este impasse se dirige
en linea recta hacia otro: el que le lleva a desconocer, en el seno
del pensamiento burgués, de sus relaciones categoriales y de su
aparato de apropiación de lo real, la presencia de huellas incesan­
temente renovadas de la oposición característica de las relaciones
sociales y del metabolismo entre la sociedad y la materialidad. En
este sentido, el pensamiento, tanto si adopta la forma de la filoso­
fía como la de la teoría científica, no puede alcanzar el nivel de la
totalidad, aunque se afirme al modo de un sistema cerrado.En el
libro I del Capital la metamorfosis de las formas, forma valor,
forma moneda y forma trabajo, se presenta de entrada como un
proceso hegeliano que reduce la contradicción a la unidad, lo
heterogéneo a lo homogéneo, pero tras este proceso ‘natural" se
delinea otro que a cada momento opone la contradicción a la uni­
dad, lo heterogéneo irreductible a la homogeneidad relativa, por
ejemplo, el proceso material de producción al proceso de valora­
ción o la moneda a la mercancía. A partir de esta presencia de las
oposiciones, Marx extrae la nueva ciencia de la sociedad capitalis­
ta, pero no esencialmente como un Corpus de conocimientos po­
sitivos. sino como una conceptualización critica que pasa por su
tamiz los conocimientos presentes y los pasados, sitúa las relacio­
nes entre teoría y práctica y determina las condiciones de la pro­
ducción científica. Sobre esta base y sin ofrecer un sacrificio al
criterio pragmatista de la verificación por la eficacia. Marx se
halla en condiciones de discriminar lo verdadero y lo falso, lo
científico y lo ideológico. Por el contrario. Althusser no puede su­
perar el estudio de una comparación entre los méritos respectivos
de los campos epistemológicos y de las problemáticas científicas
(entre la economía política clásica y Marx), lo que le obliga a pen­
sar las relaciones entre teoría y práctica en los términos excesiva­
mente genéricos y abstractos de una teoría intemporal de los nive­
les y de las estructuras de la práctica (económica, política e ideo­
lógica, técnica y científica). La práctica teórica asi concebida se
articula, por supuesto, con las demás prácticas, pero sin que esta
articulación esté explicitada en su funcionamiento, sin que se ana­
licen las razones de la continuidad o de la discontinuidad que debe
enfrentar cuando trata de definir las relaciones entre lo económico
y lo ideológico, por un lado, y lo político, por otro.
El virtuosismo althusseriano logra aparentemente salirse de
este impasse recurriendo a consideraciones eruditas sobre desfases,
desequilibrios, o descentramientos que afectan a estas relaciones.

176
o estableciendo sutiles distinciones a propósito de la dominancia y
de la determinación en última instancia. En su articulo sobre la
“dialéctica materialista" Allhusser nos dice que existe un princi­
pio de unidad, el del todo conplejo con dominante o estructura de
dominación, pero aparte de esta afirmación de principio, no nos
ofrece más que una serie de constataciones ambiguas sobre la in-
variancia de la estructura en la circularidad de los condiciona­
mientos.
Las referencias a la revolución de octubre de 1917 y a sus
múltiples condicionamientos, a la sobredeterminación de las con­
tradicciones, a su reflexión sobre las prácticas en determinadas
coyunturas, no pueden engañarnos: la determinación en última
instancia por lo económico (combinación de las relaciones y de
las fuerzas de producción) sigue siendo un misterio que solamente
se sostiene verbalmente mediante un discurso sobre la universali­
dad y la especificidad de la contradicción o mediante una serie de
juegos de manos sobre las contradicciones principales y las secun­
darias, tomados ambos de Mao-Tsé-Tung.
Es cierto, Aithusser en ocasiones entrevé otra orientación. En
el artículo ya citado observa con razón:1 "Si las condiciones de
existencia naturales o históricas nunca son para Hegel la contin­
gencia, se debe a que jamás determinan en absoluto la Totalidad
espiritual de la sociedad: la ausencia de las condiciones (en el sen­
tido no empírico, no contingente) en Hegel se emparenta necesa­
riamente con la ausencia de estructura real del todo, con la ausen­
cia de una estructura con dominante". Por esta razón seria licito
esperar que se plantease el problema de las relaciones entre el
pensamiento y el ser —no nos dice que rechaza el monismo. En
otras palabras, nos gustaría que se preguntase por las relaciones
existentes entre la actividad humana y la materialidad ante la que
se halla confrontada. Desgraciadamente, sus premisas —el postu­
lado de una teoría general de la producción de conocimientos— le
impiden precisamente poner en discusión la noción de producción.
Los desarrollos que consagra a la discontinuidad cualitativa de la
producción teórica (generalidad I trabajada, generalidad II que
trabaja, generalidad III producto del trabajo) no hacen más que
codificar las características formales, transhistóricas de toda prác­
tica intelectual, en polémica con quienes privilegian una u otra de

■Véase Pour Marx. p. 214. En las siguienies ñolas citamos Pour Marx y Lire h
Capital con las siglas PM y LC.

177
(ales características (desde los empiristas a Hegel). De esta
manera, se sitúa de nuevo en un terreno bien conocido, el de las
afirmaciones antropológicas complementadas por una conceptuali-
zación abstracta sobre la producción en general, cosas éstas que
Marx se había cansado de denunciar en multitud de obras. O sea.
que se halla afectado de ceguera ante uno de los descubrimientos
fundamentales del marxismo: la especificación de la producción
capitalista como producción de valores, la especificación de la ac­
tividad de los hombres como trabajo abstracto, creador de valor,
o, al contrario, como no-trabajo, con todo lo que ello implica al
nivel de las prácticas, entre las cuales se encuentra la práctica
teórica. Para Marx la actividad transformadora de la materia en la
sociedad capitalista (tanto si es social como natural) solamente
responde secundariamente al esquema de la adaptación de los
medios o de los instrumentos de trabajo a fines concretos, pues es
fundamentalmente una actividad valoradora que tiene en si misma
su propia finalidad. Más exactamente, la producción de los bienes
materiales se desdobla en una producción simultánea de valor de
uso y de valor en el que el segundo término es primario, asi como
la producción teórica se desdobla en una producción simultánea
de conocimientos y de formas-signo que es, ante todo, despliegue
de sentidos, circulación y circularidad de las significaciones. De
esta manera, las relaciones entre los hombres y sus condiciones
naturales de existencia —el metabolismo bio-social— asi como
las relaciones sociales de producción o las relaciones intersubjeti-
vas que se injertan en ellas, son rechazadas a un segundo plano
como simples soportes del proceso de producción y de distribución
de los valores. Ello permite a Marx hablar de "inversión" de las
relaciones en un mundo cabeza abajo en donde el trabajo concreto
se convierte en una forma de manifestación de su contrario, el tra­
bajo humano abstracto, donde el carácter de igualdad de los tra­
bajos humanos adquiere la forma de los valores de los productos
del trabajo. Pero no hay que engañarse, con ello Marx no quiere
decir que el Sujeto se aliene en el Objeto o que uno de ellos ocupe
el lugar del otro, sino que únicamente saca a luz la coexistencia
contradictoria de las formas (que rigen las relaciones sociales) con
los contenidos que constituyen la materia de tales relaciones. Para
ello no hacia falla recurrir a un mantillo originario ni negar la
igualdad de los orígenes como hace Althusser; basta con desarro­
llar la vida aparentemente aulárquica de las formas como un pro­
ceso que remite incesantemente a sus presupuestos materiales. I I

178
modo de exposición o “darstellung" del Capital tiene precisamen­
te este significado. Para repetir las palabras de Marx en el postfa-
cio de la segunda edición alemana del Capital, es el reflejo de la
vida de la materia en su reproducción ideal, es decir, la manifesta­
ción del carácter inacabado del proceso deductivo que parece en­
gendrar las formas, o también la manifestación de un desdobla­
miento permanente bajo las apariencias tangibles de la autodeter­
minación del valor (el capital creador de capital). De este modo
Marx puede distinguir un nivel fenoménico de la realidad —el de
la metamorfosis de las formas— que mantiene relaciones funcio­
nales con otro nivel de la realidad donde se determina la inversión
forma/contenido como consecuencia de un modo particular de
apropiación de los medios de producción y de los productos del
trabajo. No se trata, por tanto, de una distinción entre el interior
y el exterior que equivaldría a una reducción de lo inesencial a lo
esencial, sino de la constatación de la evidencia de una dicotomía
fundamental en la realidad de la sociedad capitalista: las relacio­
nes sociales de producción se disponen de tal modo que su mani­
festación es al mismo tiempo su ocultamiento. que su producto (la
circulación de las mercancías y del capital) se presenta como pro­
ducción. incluso como la forma definitiva de toda producción.
Todo ello concede un lugar central a la teoria del fetichismo, con
lodo lo que ella trae consigo. Pero es precisamente lo que no ad­
mite Althusser cuando habla, a este respecto, de conceptos pura­
mente indicativos. En un pasaje muy significativo de Lire le
Capiral escribe: “El carácter equivoco de estos conceptos es efec­
tivamente evidente, la esencia remite al fenómeno, pero al mismo
tiempo, en sordina, en lo inesencial, el fenómeno remite a la esen­
cia. cuya manifestación y expresión puede ser. pero al mismo
tiempo remite, y en sordina, a lo que aparece a un sujeto empíri­
co. a la percepción, o sea. a la afección empírica de un sujeto em­
pírico posible. En este caso, es muy sencillo acumular en la propia
realidad estas determinaciones equivocas y localizar en la propia
realidad una distinción que. sin embargo, únicamente tiene senti­
do en función de una distinción previa entre la realidad y su
conocimiento. En la búsqueda de un concepto que le permitiese
pensar la singular realidad de la eficacia de una estructura sobre
lus elementos, Marx ha vertido frecuentemente en su uso. a decir
Verdad casi inevitable, del par clásico esencial/fenómeno. al asu­
mir por fuerza y no por gusto sus ambigüedades, y al transformar
tn la realidad bajo la forma de “lo interior y lo exterior'' de lo

179
real y del movimiento de lo real y del movimiento aparente de la
esencia intima y de las determinaciones concretas fenoménicas,
percibidas y manipuladas por determinados sujetos, la diferencia
epistemológica entre el conocimiento de una realidad y esta mis­
ma realidad...2 Por lo tanto, lo que le reprocha a Marx es que
haya violado las fronteras entre el concepto y la realidad, que
haya medido por el rasero de los sujetos empíricos —cuyo estatu­
to es efectivamente equivoco—, "la inversión", "el fetichismo" y
los principales instrumentos críticos de que se ha servido.De algún
modo sospecha que El Capital determina desde fuera, mediante
una estructura no económica, el objeto económico, o más exacta­
mente. que la causa no se piensa verdaderamente a partir de sus
efectos. Pero, incluso aceptando la delimitación althusscriana en­
tre la economía política clásica y el marxismo, la afirmación
resulta gratuita. En ningún momento abandona Marx el dominio
de las relaciones de producción y de las relaciones sociales con el
entorno "natural", como tampoco se aventura inadvertidamente
por el terreno fácil, falsamente homogeneizado de una an­
tropología económica. Da cuenta de un modo riguroso de su ob­
jeto (la critica del modo de producción capitalista) y de la conti­
nuidad-discontinuidad del espacio económico. Y a menos que
rechacemos lodos los pares de opuestos, valor de uso/valor de
cambio, trabajo concreto/trabajo abstracto, producción de mer­
cancías/producción de bienes, no se puede sostener seriamente
que las nociones de inversión y fetichismo sean extraeconómicas
La personificación de las cosas y la reificación de las relaciones
sociales no son. efectivamente, más que la manifestación de estas
oposiciones irreductibles nacidas de las relaciones de producción,
es decir, de una configuración de las relaciones sociales. Por el
contrario, es Althusser quien se encuentra en graves dificultades
Como no dispone del hilo de Ariadna que le conduzca de las
estructuras a los efectos o de los efectos a las estructuras, para
definir, por ejemplo, las relaciones entre la infraestructura y la
superestructura, no le queda más que describir su perplejidad \
decretar que tiene la solución. Evidentemente no puede aceptar la
causalidad transitiva, pues la estructura tiene efectos que la con
tradicen. y no puede pensar en su problemática esta manifesta
ción-disimulación que remite a una doble organización, composi
ción-oposición de la realidad. Por ello debe recurrir al expediente

’LC.II pp. 1 73-174.

180
le la "causalidad metonimica" que define de la siguiente manera:3
'Creo que entendido como el concepto de la eficacia de una causa
lusente. este concepto funciona admirablemente a la hora de
lesignar la ausencia en persona de la estructura en los efectos
onsiderados desde la perspectiva de su mera existencia. Pero hay
|ue insistir en el otro aspecto del fenómeno que es el de la presen­
ta. la inmanencia de la causa en sus efectos, dicho de otro modo,
a existencia de la estructura en sus efectos." Nos encontramos
ina vez más ante una definición que se presenta a si misma como
a resolución de un problema. Althusser rechaza con razón la
«udoteoria de la interacción que Engels oponía a los partidarios
leí determinismo económico o del idealismo, pero él mismo se
¡nreda en una solución paralela. La interioridad de la estructura
:n sus efectos es simplemente postulada, no demostrada, lo que
lermite realizar todos los malabarismos que se quiera con la
iresencia o la ausencia de la estructura, con la correspondencia o
10 correspondencia de los diferentes niveles de la práctica. Diga
o que diga Althusser. con ello se pone junto a las corrientes
narxistas a las que más aborrece: el economicismo. el ncohegclia-
lismo. etc. En efecto, la estructura de la que nos habla no es. o ya
10 es. el todo complejo con dominante que esperábamos, sino un
principio de explicación que se acomoda con todo y con nada, es
lecir. una fórmula mágica. En este sentido, y a pesar de todos sus
¡sfuerzos para tener en cuenta las exigencias de una epistemología
áentifica. Althusser no realiza ningún progreso notable con res-
)ecto a las explicaciones frecuentemente ingenuas de los marxistas
le finales del siglo XIX y principios del XX. También él ofrece
¡acrificios a un “Diosoculto...4 y lo hace en nombre de una lucha
:ontra la teología y la teleología. No obstante, el propio Marx nos
la dejado preciosas indicaciones sobre el modo de concebir la de-
íerminación en última instancia o la articulación de los diferentes
liveles de la práctica en la sociedad capitalista. El primer nivel.
:l de las relaciones de producción (de la producción material y de
a producción de mercancías), no debe confundirse con el ex-
xsivamente restringido del proceso de trabajo o de las relaciones
écnicas mantenidas por los hombres con su entorno-, se expresa
nucho mejor en las relaciones que estos mismos hombres tienen

’ Véase LC.II. p. 171.


* Véase el reproche que hacia Bcnedcuo Crocc a los marxisias de recurrir a un falso
“deus abscondiius" o a un principio de explicación invcrificablc. en su libro Maierialism»
con su propia actividad (por mediación de la apropiación de los
medios de producción), con los resultados de esta actividad
(distribución, consumo) asi como con las condiciones generales de
esta actividad (relaciones con el dato natural biológico, etc). 1:1
carácter relaciona! de lo económico no tiene, por supuesto, nada
de evidente, de inmediatamente dado. Como observa Marx al
principio del Capital, "la riqueza de las sociedades en las que
reina el modo de producción capitalista se presenta como una in­
mensa acumulación de mercancías". Dicho de otro modo, estas
relaciones se dan o se presentan como cualidades "naturales", o
como propiedades: el valor (valor de cambio) es una propiedad de
las cosas, la riqueza (valor de uso) es una propiedad de los hom­
bres. Ha sido precisa, y todavía sigue siéndolo, una revolución
teórica permanente para no perderse en este mundo de las eviden­
cias y es precisamente esto lo que explica el peso de lo económico,
su repercusión en los demás niveles de la práctica. En efecto, a
partir de la "naturaleza" de lo económico es imposible fundamen­
tar las prácticas no económicas sobre un conocimiento adecuado
de las relaciones de producción, si el valor de las cosas como con­
dición de la riqueza del hombre, o aún mejor, la vida abundante
de las formas como garantía y prueba del poder del hombre, sir­
ven de fundamento a las actividades sociales aparentemente más
alejadas del "sórdido materialismo" de la economia. El hombre
abstracto de la sociedad capitalista —es decir, el hombre abstraído
de sus condiciones o de sus presupuestos relaciónales— se eleva
de este modo por encima de la acumulación de mercancías como
acumulación de las cosas para afirmar su propia idealidad, es
decir, su control sobre el mundo que le rodea. Pero al hacer esto
sigue prisionero, y con él los demás hombres concretos, de las re­
laciones subyacentes que no puede penetrar ni controlar. Su
idealidad asume, como resultado y como expresión, el contenido
no explicitado de las relaciones de producción. Por ello las formas
que conforman el contenido, es decir, las diferentes modulaciones
de la forma valor, se reproducen a todos los niveles mediante un
movimiento aparentemente natural. Las relaciones jurídicas,
políticas, libidinales se fetichizan. se convierten en propiedades
"naturales" (de la organización social, de la sexualidad, etc.), que
se utilizan pero a las que uno se halla sometido por ser naturales
Por consiguiente, más allá de la inversión que caracteriza a las
relaciones de producción se produce un efecto de repetición de
esta inversión forma-contenido en el idealismo de la práctica y del

182
pensamiento burgués que, por un lado, reduce a la nada estas
relaciones reificadas y. por otro, les concede una vida fantasma­
górica al tiempo que trata de reconciliarse con ellas.
Es este análisis —y no el postulado de la presencia de la es­
tructura en sus efectos— lo que autoriza a Marx a hablar de un
todo dialécticamente articulado. La configuración de las relacio­
nes de producción explica la naturaleza de la fragmentación de las
prácticas (de lo económico a lo teórico) asi como su alejamiento
reciproco. Al mismo tiempo, permite pensar su continuidad sin
que en ningún momento sea necesario reducir lo político a lo eco­
nómico o un nivel a otro. Lo económico es determinante en últi­
ma instancia porque da origen a la vida aparentemente autónoma
de las formas y porque con ello traza limites precisos a cualquier
práctica, y no porque ello sea el destino de no se sabe que “homo
faber" enfrentado u la rareza. Esta es la razón de que Marx, en su
exposición del Capital, se reconcilie con la dialéctica hegeliana.
instrumento por excelencia del aulodesarrollo de una totalidad, en
este caso instrumento del aulodesarrollo de la mercancía en capi­
tal (el plan primitivo tenia previsto llegar al Estado). Marx nos
previene en múltiples ocasiones para que no creamos que este uso
de la dialéctica es puramente metafórico. Por ejemplo, en el ca­
pitulo sobre la mercancía escribe: “Se trata ahora de hacer lo que
nunca ha intentado la economía burguesa; se trata de descubrir la
génesis de la forma moneda, es decir de desarrollar la expresión
del valor contenida en la relación de valor de las mercancías desde
su esbozo más sencillo y menos aparente hasta esta forma moneda
que salta a la vista de lodo el mundo. Al mismo tiempo quedará
resuello y desaparecerá el origen de la moneda". Por lo tanto, no
es extraño que a menudo utilice una terminología hegeliana; ex­
tremos opuestos, transición, unidad de los contrarios, etc. ya que
se trata de un proceso comparable al de un concepto. De todos
modos y a cada paso, por asi decir, nos recuerda que este desarro­
llo tiene una autonomía puramente derivada, secundaria, y que.
por lo tanto, es preciso jugar simultáneamente en dos terrenos. El
aulodesarrollo como proceso aparentemente deductivo remite,
como dice él. a la esencia, o en otras palabras, la metamorfosis de
las formas remite a la ley de su movimiento. De este modo, deli­
mita dos niveles de la causalidad, un nivel en el que se despliegan
circularmente las contradicciones del mundo fenoménico de las
relaciones sociales reificadas y un nivel que podría denominarse
de la causalidad substancial, si no fuese de naturaleza relaciona!, y

183
que remite incesantemente ai primero a sus propios limites. De
esta manera. Marx desvela el hecho de que el movimiento de tota­
lización que va del valor intercambiable de las cosas a la riqueza
de los hombres y sobre la cual se edifica la totalización de las to­
talizaciones, la que opera el espíritu a partir de las formas signo y
de las formas lógicas, no es más que un momento de la realidad
dividida y fragmentada, de la totalidad social rota en su con­
tinuidad y en su extensión' por la inversión de las prácticas en
continuidad y en su exptensión por la inversión de las prácticas en
las relaciones de producción. Se comprende entonces que pueda
decir que su dialéctica —que sin embargo es todo lo contraria—
debe tanto a Hegel. La totalización hegeliana es la de un mundo
cabeza abajo, sus categorías permiten pensarlo rigurosamente,
captarlo en sus intimas relaciones, pero naturalmente sin olvidar
que la solidez del proceso es la de la cosificación. En este sentido,
la dialéctica materialista se adapta perfectamente a la dialéctica
hegeliana. le sigue las huellas, por asi decir, desde la agitación de
las cosas y de la inquietud de los hombres hasta la reconciliación
en el Espíritu. No para compartir sus certezas, sino para irlas des­
truyendo a medida que se vayan afirmando. Reconoce la dialéctica
de la negatividad y el movimiento de la "Aufhebung" como uno
de estos momentos, pero como un momento de la abstracción real
—las categorías de la economía burguesa como formas intelectua­
les objetivas, como práctica económica cristalizada y como funda­
mento de las demás prácticas— que debe reducirse a sus presu­
puestos, es decir, a sus condiciones de producción. Allí donde He­
gel discierne en el sistema de Ja atomística constituido por la so­
ciedad civil una recaída-alienación de la actividad productora de
formas del homo faber —condición de todos modos de su avance
hacia el Estado y la reconciliación— Marx muestra, por el contra­
rio, que hay un mundo de oposiciones irreductibles que las con­
tradicciones hegelianas no hacen más que encubrir sin alcanzarlas
verdaderamente. El concreto que se alcanza siguiendo este camino
no es el' universal concreto hegeliano. sino un concreto de pensa­
miento que se aleja de la abstracción real haciéndose la síntesis de
múltiples determinaciones —aparentes y enmascaradas— pero
también captando su dependencia respecto a la actividad subver­
siva, negadora de la inversión de las relaciones sociales. Si se pre­
fiere, el concreto de pensamiento se distancia de la realidad —ni­
vel de la metamorfosis de las formas objetivas— para acercarse
mejor a ella —nivel de los presupuestos— para mejor tomar con­

184
ciencia de la ineficacia de la producción autonomizada del pensa­
miento. La dialéctica materialista, por tanto, no puede ser más
que una dialéctica revolucionaria, pues no puede conformarse con
la critica intelectual del mundo de las formas objetivas —lo que a
su modo Hegel hace perfectamente— sino que debe efectuar una
critica práctica, destructora de las formas objetivas (no naturales)
de la sociedad capitalista.
Todo ello es indudablemente decisivo a la hora de abordar el
problema de la ideología. Según el espíritu de la dialéctica mate­
rialista. evidentemente no puede existir una teoría transhistórica
de la ideología en general, a menos de caer en la trampa de las
consideraciones generales sobre la ideologia en cualquier sociedad,
comparables a las consideraciones de la economía política sobre la
producción en general. La cuestión ante la que estamos confronta­
dos está situada con enorme precisión, casi se podría decir cualita­
tivamente. Concierne a la relación de las conciencias, de lo vivido
por los grupos y los individuos con el mundo de las formas feli-
chizadas de la sociedad capitalista, y no a la relación con el mun­
do de las formas sociales en general, sobre el cual únicamente se
puede producir un discurso vacio (de la ausencia de las diferencias
especificas) y demasiado lleno (de las categorías del mundo en que
vivimos). Sin embargo, es este discurso el que trata de construir
Althusser para no verse obligado a recurrir a la matriz del feti­
chismo (concepto "enigmático" a sus ojos). Para ello, debe recha­
zar la teoría de la ideologia elaborada por Marx en los Grundris-
se, en El Capital y en las Teorías sobre la plusvalía, particular­
mente en su enfrentamiento con la economía política clásica y sus
epígonos. Según él o bien Marx ha hablado de la ideología única­
mente en términos de pura ilusión (La Ideología Alemana) o
bien, por asi decir, no ha hablado de ella (El Capital). Por lo tan­
to. y sin mayores obstáculos, puede completar su teoría general du­
la producción de conocimientos con una teoría omnihistórica de la
estructura y del funcionamiento de la ideologia. Pero mejor oiga­
mos lo que dice:
"Si eterno significa no trascendente a cualquier historia (tem­
poral). sino omnipresente, transhistórico, o sea inmutable en su
forma en toda la extensión de la historia, tomaría palabra por pa­
labra la expresión de Freud y diria: la ideologia es eterna como el
inconsciente. Y añadiría que esta aproximación me parece teórica­
mente justificada por el hecho de que la eternidad del inconsciente
no es independiente de la eternidad de lo ideológico en general".

185
Para él. esta naturaleza iranshistórica de la ideología se mani­
fiesta en el hecho de que no se la puede concebir como una repre­
sentación alienada o imaginaria, en cuanto constituye la relación
viva que une a los hombres con su mundo, por lo que se halla
profundamente anclada en su realidad. En ningún caso puede ser
considerada como una aberración pasajera, por ejemplo, como una
falsa conciencia que estaría relacionada con los fenómenos de la
alienación; se trata más bien de una relación imaginaria y real a la
vez. que los individuos mantienen con sus condiciones de existen­
cia. Como dice Althusser. incumbe tanto a un verdadero incons­
ciente social como al dominio de las prácticas materiales. En tan­
to que sistema de representaciones de masa encamada en unos
aparatos y en unas prácticas (actos rituales), constituye un medio
para situar a los agentes en la producción social. En el limite, po­
dríamos decir que es la famosa presencia-ausencia de la estructura
en sus efectos o de la totalidad social en una de sus estructuras re­
gionales. lo que permite eliminar elegantemente el problema de la
conciencia/inconsciencia de los hombres.Por otra parte. Althusser
nos invita a ello decretando que la ideología denomina sujetos a
los individuos, o para ser más precisos, que su función es conver­
tir a los individuos concretos en sujetos con el fin de que se some­
tan libremente a las órdenes del Sujeto. Padre. Dios y que acepten
su sometimiento. En otras palabras, y sin ser indudablemente
consciente de ello. Althusser nos presenta una teoria de la ideolo­
gía que coincide casi punto por punto con la de Parsons y los so­
ciólogos de su escuela. Ni siquiera falta en ella la referencia a los
problemas de la adaptación que se encuentran en los pasajes don­
de habla de los "buenos" y "malos" sujetos de la interpelación (la
abundancia que prodiga en el empleo de comillas no modifica
para nada el asunto, ¡tampoco a Parsons le gustan las connota­
ciones morales!). L a única diferencia notable que se puede descu­
brir entre el teórico de la interpelación y el del funcionalismo es
que el segundo dispone de un aparato conceptual mucho más fino
y elaborado que el primero. Allí donde Althusser no hace más.
por asi decir, que proponernos su interpelación y sus aparatos
ideológicos de Estado. Parsons introduce sus "palterns variables",
sus imperativos funcionales, su calegorización de valores y nor­
mas. su articulación funcional del sistema social en sub-sistemas.
Es cierto que Althusser. al parecer, mantiene una cierta rela­
ción con la teoria marxiana de la ideología cuando califica de
imaginaria la relación entre los hombres y sus condiciones de

186
existencia, pero como diría él mismo, el concepto es muy enig­
mático. O bien la ideología constituye a los sujetos concretos (vo­
cabulario de Allhusscr) en el sentido fuerte del término —no
siendo los individuos más que soportes abstractos sin verdadera
consistencia— y no tiene sentido decir que esta relación es imagi­
naria; o bien la relación es efectivamente imaginaria, y hay que
admitir que al menos uno de los términos de la relación tiene un
estatuto más o menos irreal. Si se trata de los sujetos concretos,
ya no hay necesidad de plantear el problema de la ideología (no se
establecen relaciones con un fantasma). Si se trata de las condi­
ciones de existencia, es licito preguntarse por qué es necesario
postular una teoría materialista de la ideología. En ambos casos,
estamos en un callejón sin salida.
Por el contrario, si en lugar de plantear a priori que la ideolo­
gía es eterna y que asigna sus lugares a los sujetos, nos pregunta­
mos por la experiencia viva de los hombres de la sociedad capita­
lista, y más exactamente, por la concreta relación que establecen
con sus condiciones de existencia, podremos percibir, siguiendo a
Marx, que esta relación es primariamente una relación real, pero
parcial y truncada, de los individuos con las formas objetivas de
su entorno. Con mayor precisión, los hombres, los individuos de
la sociedad capitalista solamente son conscientes de una parte de
sus condiciones de existencia (el proceso de valoración, la circula­
ción y la producción del capital), l as demás condiciones de exis­
tencia solamente las recuerdan de modo latente, intermitente o
alusivo —como elementos perturbadores de una buena disposición
de las cosas— porque están como ocultas bajo la superficie, bajo
el movimiento autónomo de las cosas sociales. Por esta razón,
aunque Marx hable en El Capital de velo místico, de fantasmago­
ría. tiene mucho cuidado de no convertir a la ideología en un puro
mundo del error o de la ilusión en el sentido que esta expresión
tenia en los Manuscritos de 1844. l a ideología, tal como la pien­
sa en su obra de madurez, no es. hablando en propiedad, la mani­
festación de una falsa conciencia, sino un momento unilateral-
mente autonomizado de las relaciones vividas en función de las
cristalizaciones objetivas de las prácticas. Cuando los hombres di­
cen intercambiar equivalentes en el mercado capitalista, cambian
realmente equivalentes, pero solamente captan una parte reducida
del proceso que ponen en marcha con su actividad. En consecuen­
cia. son más dirigidos que directores, y con su activismo no hacen
más que reforzar el efecto de ocultamienlo de las relaciones socia­

187
les de producción que comporta la inversión. Su lazo social, o si
se quiere, la trama de sus relaciones, se convierte en algo exterior
a ellos: comunican y despliegan sus actividades por mediación del
mercado y más generalmente por mediación de los intercambios
de valor. Esto es lo que los constituye en sujetos concretos y no
en una alienación de los sujetos en tanto que colectividad de enti­
dades individuales. Es esto lo que impide pensar la sociedad capi­
talista como una red primaria de relaciones individuales o como
un sistema de interacciones, para emplear el lenguaje de los so­
ciólogos. Los individuos viven su relación con el mundo como
una relación de instrumentalidad (de zuhandenheil diría Heideg-
gcr). de relación directa con los objetos y el entorno, cuando están
accionados por las cosas sociales o las formas objetivas, l odo el
misterio de su impotencia-potencia, de su inconsciencia-concien­
cia reside ahi. La práctica consciente —en realidad la capacidad
de poner en relación elementos heterogéneos y de negar las dife-
rancias desarrolladas por el espíritu humano— se aplica no al
mundo de las relaciones técnicas, naturales o inmediatamente so­
ciales. sino a un mundo scnsible-suprascnsible, hecho de prácti­
cas. que substituye al entorno primario. Es cierto, ni el entorno
social ni las condiciones bio-sociales de la actividad desaparecen,
pero la conciencia de los hombres únicamente las afecta mediante
un trabajo de las conciencias aisladas sobre un material de prácti­
cas autonomizadas y opacas. La conciencia se convierte, en este
sentido, en una condición de la inconsciencia y la inhibición. Al­
thusser. que no quiere admitirlo, porque erróneamente sospecha
una contaminación hegeliana en el propio Marx, se ve obligado a
echar mano de un recurso idealista para determinar la eficacia de
estas prácticas no penetradas. En su teorización, la ideología crea
los sujetos, lo que equivale a edificar sin decirlo una leoria de la
inculcación mediante la violencia simbólica en la que reaparece la
vida misteriosa de la estructura y sus efectos. En el postscriptum a
su articulo sobre los aparatos ideológicos de Listado en donde la
ideología en tanto que práctica ha quedado expresada y traducida
en estos famosos aparatos de Estado, y sin duda preocupado por
las implicaciones de este tipo de conceptualización. introduce de
modo perfectamente ecléctico la lucha de clases, pero sin que sea
posible descubrir cómo este punto de vista de clase se articula con
la interpelación en sujetos concretos o con la eternidad de lo ideo­
lógico. Escribe convencido:5
•Véase la revista Lu Pernee. n
* 151. p. J8.

188
"Pues si es cierto que los AIE representan la forma con que se
realiza necesariamente la ideología de la clase dominante, y la for­
ma con que esta ideología debe necesariamente medirse y con­
frontarse, las ideologías no "nacen" en los AIE, sino de las clases
sociales consideradas en la lucha de clases: de sus condiciones de
existencia, de sus prácticas, de sus experiencias de lucha."
Pero si entendemos qué significa hablar, esta introducción de
las ideologías como modulaciones particulares de la ideología nos
remite de hecho a las prácticas cotidianas selladas por las volicio­
nes y las reacciones elementales de los grupos y de los individuos,
perceptibles en la superficie de la vida social, es decir, a una inter­
pretación de las prácticas propia de una psicología social behavio-
rista que Althusser finge despreciar, pero a la que de este modo
convierte en fundamento de los enfrentamientos de clase. De lo
contrario habría que admitir que las prácticas de clase (especial­
mente las de la clase explotada) trascienden lo ideológico, lo que
es completamente contradictorio con la idea althusseriana de que
solamente hay práctica en y por debajo de la ideología. Hay que
aceptarlo; el mundo de la ideologia es un mundo cerrado, sean
cuales sean las oposiciones y los desplazamientos que le afecten.
Subsistirá de todas formas en la sociedad sin clases.
Esta no es. sin embargo, la última palabra de Althusser. En
varias ocasiones nos recuerda que es un discurso sin sujeto, el de
la ciencia, lo que permite escapar al circulo vicioso de la ideolo­
gia. e incluso transformarla en instrumento de acción refleja sobre
la historia. Dicho de otro modo, la ideologia se transforma en su
contrario gracias a la teoria de la historia que produce el conoci­
miento de las leyes de transformación de los modos de producción
y especialmente del modo de producción capitalista.
En la perspectiva adoptada, y para lograr una teoria satisfac­
toria. es preciso eliminar, por supuesto, las referencias a las
prácticas inmediatas, a los hombres concretos y a la presunta uni­
dad de los individuos a través de los distintos estratos de la arti­
culación social (por encima de las instancias existentes entre
ellos). El modo de producción solamente puede ser un proceso de
producción sin sujeto ni fines, es decir, un conjunto de estructuras
en interacción. Dice Balibar. como fiel discípulo, que solamente
debemos ocuparnos de las diferentes formas de la individualidad
histórica o también de los soportes de las funciones relacionadas
con las estructuras. Por lo tanto, no es posible construir las cate­
gorías del materialismo histórico a partir de una seudo-compren-

189
sión empirista de la especificidad de las prácticas, ni tampoco a
partir de una historización de la filosofía (su realización en la so­
ciedad por mediación de los sujetos). Por el contrario, hay que
buscar una teoría transhistórica de los modos de producción que
se exprese en una conceptualización de las variaciones de estruc­
turas homologas en sus formas pero variables en sus combinacio­
nes. Es lo que ha tratado de hacer Balibar. siguiendo a Allhusser.
cuando estudia el proceso de trabajo —fundamento de la determi­
nación en última instancia— como una combinación de tres ele­
mentos (l.el trabajador, 2. los medios de producción. 3. el no-
trabajador. que se apropia el sobre-trabajo) denominados inva­
riantes del análisis de las formas. De lodos modos, tiene mucho
cuidado de advertirnos que no se trata de una combinatoria en el
sentido estructuradla de la expresión, es decir, de una simple va­
riación del lugar ocupado por los factores, pues en función del lu­
gar que ocupan en la estructura, éstos cambian de naturaleza y de
contenido concreto. El trabajador "libre" de la sociedad capitalis­
ta no es. para hablar con propiedad, un obrero libre de las coer­
ciones de la corporación medieval, sino otro tipo de agente de la
producción. Pero esta limitación del análisis transhistórico a la
comparación de formas diferenciales (de la individualidad o de la
producción) no superponibles. equivale a admitir que se está pro­
cediendo analógicamente partiendo de un principio de organiza­
ción —en parte lomado de la sociedad capitalista— impuesto con
más o menos éxito a otros modos de producción, con riesgo de
transportar luego al estudio del capitalismo el contenido de formas
que le son anteriores. La teoria de la historia que tenia que ser ri­
gurosa acaba de hecho siendo una teoria indecidible y resu­
miéndose en una filosofía de los modos de producción de la que
no está claro que represente progreso alguno con respecto a las di­
ferentes filosofías de la Historia de inspiración marxista. Una vez
más nos encontramos en el terreno de las consideraciones genera­
les sobre la producción.
Pero este primer avalar no es el único. Con su voluntad de no
sucumbir a la idea de un continuum social —totalidad expresi­
va— ni a una concepción unificada de la producción y las produc­
ciones no económicas (unificadas por la práctica, evidentemente).
Balibar distingue en la reproducción social la producción-repro­
ducción de las "cosas" (indicios de las relaciones sociales) y la
producción-reproducción de las relaciones sociales propiamente
dichas. De este modo introduce un dualismo que ciertamente le

190
permite rechazar, en beneficio de una apertura hacia otras instan­
cias. las opiniones excesivamente simplificadoras que sitúan la re­
producción social únicamente en la inmediatez de la producción,
pero que le lleva al mismo tiempo a separar la reproducción social
de su fundamento: la producción, simultánea a la producción ma­
terial de valores de uso. de mercancías y de capital en tanto que
relaciones mediatizadas por las cosas. La base sobre la que se
construye el edificio es. por lo tanto, muy estrecha, privada como
está de cualquier referencia explícita al metabolismo bio-social
existente entre los hombres y la naturaleza. En el limite, podemos
incluso preguntarnos qué significado tienen nociones como prácti­
ca o producción. Sigamos, en efecto, el razonamiento de Balibar.
Para él. en el fondo, el concepto de fetichismo es inaceptable en
cuanto se basa en la idea de que la necesidad coercitiva de las re­
laciones de producción simplemente depende de la actividad ante­
rior que necesariamente lega a la siguiente determinadas condicio­
nes de producción y que no hace más que repetir de otro modo las
concepciones de la alienación —proyección de la actividad huma­
na. La reproducción social, por lo tanto, no depende de una conti­
nuidad lineal entre lo precedente y lo consecuente, sino de una
producción de los individuos-sujetos por las relaciones sociales,
en una palabra, de la permanencia de una estructura y de su espa­
cio en el que no hay lugar para las relaciones de los individuos
con la mercancía-fetiche. La demostración seria irrefutable si la
tesis del fetichismo se basase en una argumentación como esa. Pe­
ro una lectura mínimamente atenta de los Grundrisse o del Capi­
tal nos convence fácilmente de lo contrario. Marx no define las
relaciones necesarias que mantienen los hombres entre si única­
mente como un efecto de sus relaciones anteriores. Según él. los
antecedentes de la producción son incluso integrados por el capi­
tal como otros tantos elementos indispensables a su movimiento
de acumulación ampliada: a este nivel, el pasado o el precedente
no son más que una materia prima trabajada y elaborada incesan­
temente. La misma constatación vale para los individuos a los que
el capital convierte en sus funcionarios o en factores de produc­
ción comparables a la tierra (propiedad territorial). En este senti­
do. el capital actúa como una especie de sujeto del proceso social
que conforma a sus exigencias a las diferentes condiciones de su
propia existencia: es sujeto del mismo modo que lo es la mercan­
cía. Pero evidentemente todo ello incumbe no a un Sujeto-demiur­
go. sino a un Sujeto-sustituto, a un casi-sujeto en lugar de sus

191
propios presupuestos (producción material, individuos, anteceden­
tes). En otros términos, la producción de los sujetos concretos por
la relación social que es el capital no puede eliminar la cuestión dé­
la producción de esta relación social (a menos que nos quedemos
en las misteriosas propiedades de la estructura). Como ya hemos
visto antes, si Marx no se deja pillar en la trampa de una interac­
ción o una intersubjetividad concebidas como creadoras de la so­
ciedad, sin embargo no llega hasta el punto de negar la existencia
de un problema de las relaciones sociales. Sabe muy bien que la
estructura, sin las relaciones sociales y sin los soportes (humanos,
materiales) de dichas relaciones, no tiene sentido. Para él. toda la
dificultad consiste en devanar la compleja madeja de dichas rela­
ciones. de la producción consciente que se inserta en las relacio­
nes de producción inconscientes, etc. Lo que trata de demostrar es
que el mundo de las formas objetivas no se puede separar de las
relaciones sociales, y que éstas, por su parte, están en relación de
continuidad-discontinuidad con los individuos. En resumidas
cuentas. Marx nos invita a buscar en los individuos las divisiones
o las fracturas detectadas en la sociedad. Si también afirma que la
unidad del sujeto es una concepción ideológica, no lo hace para
dispersar al individuo a los cuatro vientos de las estructuras regio­
nales del lodo con dominante, sino para evidenciar la imposibili­
dad para el sujeto unitario de la era burguesa de controlar, me­
diante su teleología de la acción, la seudo-trasccndencia de su ego.
las contradicciones que le atraviesan de parte a parte. El individuo
es tanto núcleo social, máscara de carácter, personalidad abstrac­
ta. cuanto eslabón de la relación social, relación concreta (si bien
inconsciente la mayor parte del tiempo) con sus presupuestos bio-
sociales y realidad supra-funcional. En una palabra. Marx se nie­
ga a aceptar las concepciones que convierten a los hombres en un
material puramente maleable de la entidad Sociedad. Incesante­
mente se remite a la materialidad de las relaciones, no como a un
dato antropológico indiscutible (postura apriorista de los Manus­
critos de ¡844), sino como a un resultado de la elaboración teóri­
ca bajo el acicate de las contradicciones o como a una dilucidación
de los presupuestos y de las relaciones aparentemente simples. De
esta manera, puede pensar las relaciones sociales y las relaciones
de los soportes con estas relaciones en términos de contradiccio­
nes-oposiciones irreductibles.
Desde esta perspectiva, la sociedad capitalista únicamente
puede concebirse como una serie de separaciones; separación en-

192
trc los individuos y sus lazos sociales, separación enire los
trabajadores y los medios de producción, separación entre el tra­
bajo manual y el intelectual, separación entre la vida social y la
esfera de organización de esta misma vida social que es el Estado
y, “last bul noi least", separación entre las fuerzas productivas
(humanas) y las relaciones de producción. O sea, que el proceso
social además de ser un proceso abstracto de unificación de los
factores más diversos es un proceso concreto de disociación o de
negación especifica de la socialidad y de la naturalidad. Balibar
(como Althusser) adopta evidentemente un punto de vista
totalmente opuesto. Al haber separado la reproducción social de
sus presupuestos materiales, solamente puede concebirla como
la determinación necesaria del movimiento de la producción
mediante la permanencia de la estructura. De este modo, se
esfuma cualquier idea de contradicción a este nivel, y el paso del
modo de producción capitalista al modo de producción comunista
se transforma en una especie de cuadratura del circulo. El mismo
lo reconoce cuando escribe:9
"Toda producción social se halla sometida a determinadas
relaciones sociales estructurales. La intelección del paso o de la
"transición” de un modo de producción a otro no puede aparecer,
por lo tanto, como un hiato irracional entre dos ‘periodos' que
están sometidos al funcionamiento de una estructura, es decir, que
tienen especificado su concepto. La transición no puede ser un
momento, por breve que sea. de desestructuración. En si misma
constituye un movimiento sometido a una estructura que está por
descubrir."
La solución propuesta, las formas de transición como modo de
producción particular, no hace más que rechazar el problema sin
resolverlo. Para convencerse de ello basta con fijarse en el análisis
que lleva a cabo de la dinámica del capitalismo en el plano estric­
tamente económico. Tras examinar las manifestaciones de la ley
de la baja tendencia! de la tasa de beneficio, concluye que,
hablando con propiedad, no son expresión de contradicciones (an­
tagónicas), sino expresión de efectos opuestos o inversos (con­
tradicciones parciales). Según su mentalidad, no hay razón para
afirmar que la estructura de la economía sea contradictoria ni
tampoco que la causa se halle dividida. El resultado, afirma, siem­
pre es un cierto equilibrio, incluso cuando este equilibrio se

•LC.II. p. 277.

19]
alcanza mediante una crisis. Los limites del modo de producción
son internos y no indican el camino de su superación. En este
caso sólo queda refugiarse en los modos de correspondencia de los
diferentes niveles de la estructura, es decir, en las posibilidades de
modificación de la eficacia de una relación por el modo de eficacia
de otra. En otros términos, la transición se delinea a partir del
momento en que se produce un desfase entre la estructura
económica y la estructura política (formas del derecho y del
Estado), cuando hay una “no-correspondencia" entre estos dos
niveles estructurales. Escribe Baliban7
“En un periodo de transición hay ‘no-correspondencia’
porque el modo de intervención de la práctica política, en lugar de
conservar los límites y de producir sus efectos bajo su deter­
minación, los desplaza y los transforma. No hay, por tanto, una
forma general de la correspondencia de niveles, sino una variación
de formas que dependen del grado de autonomía de una instancia
con respecto a otra (y a la instancia económica) y del modo de su
intervención reciproca."
A partir de este momento, hay que determinar, por supues­
to, de qué modo pueden producirse estos desfases, siendo in­
suficientes los medios de la apelación al activismo político (ni
siquiera sobredeterminado por la práctica teórica) para producir
desfases o no-correspondencias. Balibar cree salir de este callejón
sin salida explicando que los desfases sólo son el reflejo de la
coexistencia de dos o más modos de producción, pero con ello
deja de lado varias cuestiones esenciales. La primera, eviden­
temente, consiste en saber de qué modo se pasa de la dominancia
de un modo de producción a otro en el interior de una misma for­
mación social. La segunda consiste en saber de qué modo puede
desarrollarse un modo de producción de transición hacia el
socialismo en el seno de un modo de producción capitalista; y
cuestión dentro de la cuestión, ¿es licito postular que el modo de
producción capitalista es comparable en este aspecto con el modo
de producción feudal? Sea cual sea el lado al que dirijamos la
mirada, la transformación de la estructura sigue siendo un
misterio.
No obstante se podría objetar que la teoría althusseriana de la
estructura halla su complemento en una teoria de la coyuntura
como lugar nodal de la condensación de las contradicciones y

’LC.llp. 322.

194
como punto de fusión de las desigualdades y de los despla/ain« it
tos de las diferentes prácticas. La lucha de clases, un nu nicnio
puesto entre paréntesis por exigencias de la demostración, hniiu
de este modo su reaparición. Sin embargo, la argumentación no es
del todo convincente, pues —en los términos planteados
solamente la estructura puede producir la coyuntura y fijarle
limites: las prácticas, distintas unas con respecto a otras, siguen
encerradas en instancias cuyas articulaciones no tienen nada que
ver con la coexistencia de un mismo presente. En efecto, no se
puede interpretar de otro modo la tesis de Aithusser sobre el
historicismo que al mismo tiempo que condena toda idea de
relación inmediata entre lo teórico y lo real, entre la concepción
del mundo y la historia, o entre la ciencia y la conciencia, niega la
posibilidad de hacer coincidir el presente de las diferentes ins­
tancias en el tiempo común de la contemporaneidad. Para llegar a
una teorización asi. nos dice Aithusser. hay que proceder a una
verdadera reducción de los niveles entre si, es decir, a una serie de
deslizamientos conceptuales que borren las diferencias entre ellos.
Todo ello culminaría, en definitiva, en la identificación de la prác­
tica teórica con la práctica histórica, a su vez unidad de las prácti­
cas económica y política. Nos encontraríamos entonces con una
lógica del saber absoluto, es una "sección de esencia" que pre­
tende captar la continuidad temporal del todo en la simul­
taneidad del presente. Pero esto es precisamente lo más dis­
cutible. La contemporaneidad a que apela la práctica revo­
lucionaria no es la presencia en si de la estructura —el ma­
terialismo histórico como conciencia de la sociedad capitalista
(Lukács)— sino el momento negativo de la destrucción de las
estructuras por efecto de las contradicciones. Existen muchas tem­
poralidades diferenciales, distorsiones irreductibles, en la re­
producción capitalista, que explican la no simultaneidad de las
historias vividas por los individuos y las clases, pero la presencia
permanente de lo inhibido social viene incesantemente a peturbar
esta diferencial de los niveles y de las prácticas. En el nivel
económico, las fuerzas productivas materiales y humanas aparecen
en una primera aproximación como un aspecto de las relaciones
de producción, incluso como una relación de producción en el
sentido estricto (tesis de Balibar). teniendo en cuenta su subor­
dinación al sistema de las máquinas, es decir, al sistema de
acumulación y de mando del capital. La simbiosis social entre los
hombres y la naturaleza se manifiesta en este estadio como una

195
relación cnlre el sistema de máquinas (Tuerzas productivas
materiales) y la naturaleza, utilizando las fuerzas productivas
humanas como un intermediario para poner en movimiento un
número determinado de intercambios materiales. Pero detrás de
esta relación, que no es más que una modalidad particular del
metabolismo hombres-naturaleza, especifica de la sociedad
capitalista, se delecta otra —soporte indispensable de la
primera— en donde las relaciones de producción cristalizadas
determinan un sistema tecnológico (combinación de hombres y de
máquinas), intermediario de la relación social con la naturaleza.
Por esta razón, todo el esfuerzo de Marx en El Capital consistirá
en mostrar que las relaciones entre fuerzas productivas y
relaciones de producción no pueden entenderse con un simple
examen de las combinaciones del proceso de trabajo como hace
en los Manuscritos de 1844, sino mediante un examen de in­
formaciones combinadas en las que la forma de la relación con el
entorno bio-social (la aprobación privada de los medios de
producción) se opone a la creciente socialización de su contenido
(la multiplicación de las conexiones entre los hombres y su medio
ambiente). Por esta razón analizará las relaciones de la clase
obrera con el mundo de la producción, no ya en términos de
alienación del productor (el "Enlausserung‘' hegeliano), sino en
.términos de desposesión constantemente renovada, es decir, de
cesión al capital de las potencias colectivas e intelectuales de la
producción. Con ello la clase obrera es situada precisamente en
oposición a la potencia extraña de la producción —valoración—
de la que sin embargo es el principal agente, al mismo tiempo que
en su condición de trabajador colectivo cada vez más socializado
por la marcha progresiva de la economía (la cooperación de los
flujos materiales de la producción). Más allá de cualquier
postulado sobre la negatividad, puede aparecer, por lo tanto, ver­
daderamente. como el portador concreto de la revuelta de las fuer­
zas productivas contra las relaciones de producción, como la
presencia de lo contradictorio en lo económico (el capital no
puede desembarazarse de la clase obrera) o más exactamente como
su negación determinada. El capital debe reducir la fuerza al
estado de factor de producción, al tiempo que debe desarrollarla
indefinidamente como concentrado de conexiones sociales para
hacer resaltar su propio valor. La frase de Marx según la cual el
capital constituye su propio limite, adquiere asi pleno significado:
el capital como relación social contiene en si mismo su contrario.

196
la clase obrera como relación social antagonista (materialidad
contra materialidad). En este caso, es obvio que los demás niveles
de la práctica no puedan dejar de experimentar los efectos de lo
contradictorio de lo económico. Lo jurídico-politico. si completa y
sanciona la inversión que constituye lo económico mediante la
instauración del fetichismo del interés general, también debe
manifestarse como tratamiento constantemente reajustado de los
enfrentamientos de clase y de los desequilibrios que amenazan el
orden social. En cuanto al nivel ideológico, lejos de estar en­
cerrado en sí mismo como insinúa Althusser, y de no poseer más
que una flexibilidad táctica y “polilica", es el centro de una serie
de confrontaciones auténticamente anárquicas, en las que la cons­
trucción del sentido se mide sin tregua por la floración del sin­
sentido, en donde la dominación cultural debe, indefinidamente,
restablecerse frente a las presiones que vienen de lo bajo. In­
dudablemente esta danza loca da la impresión de ser un “per-
peluum mobile”, un circulo de circuios, en donde lo nuevo no
hace más que reproducir lo ya visto o lo ya vivido con otras for­
mas. pero, y esto es lo decisivo, una serie de rupturas mayores
pueden y deben producirse (nacimiento del marxismo) porque la
experiencia de los individuos (y de los grupos) más allá de las
relaciones aparentemente exclusivas con las formas objetivas
fetichizadas también es relación negativa, a modo de brecha, vacío
o carencia, con sus presupuestos sociales, y sobre todo porque la
clase obrera, en el movimiento que inicia para superar la
atomización producida por el proceso de valoración, se afirma
como principio heterogéneo de organización social. Es lo que
Gramsci ya comprendía perfectamente cuando, en “Ordine
Novo"’ estimulaba al estudio de lo que él denominaba historia
subterránea de la clase obrera.
Que al negar la posibilidad de la contemporaneidad, es decir,
la posibilidad de destruir las fronteras y las temporalidades
autonomizadas de las estructuras regionales, Althusser se cierre el
camino a la comprensión de la práctica revolucionaria, es su­
ficiente para persuadirse del peligro de referirse a lo que dice
acerca del Estado y la política. Su análisis parte de la distinción
clásica entre poder de Estado y aparato de Estado, distinción que
Lenin ya había utilizado en su momento para iluminar, más allá
de la máquina burocrática (aparato de Estado) la cristalización
por encima de las masas de una esfera de la organización política
•En 1919.

197
(el poder de Estado). En este aspecto, Lenin no hacia más que
prolongar los análisis de Marx para quien la forma Estado y las
formas juridico-politicas se elevaban por encima del proceso de
valoración (producción de mercancías, intercambio de equivalen­
tes) como la garantía y la sanción necesarias de (ales relaciones
seudo-igualitarias. Con ello Marx (y tras él Lenin) no hacia sino
deducir el Estado del mismo modo que había deducido las demás
formas objetivas. Pero para no caer en la trampa del fetichismo,
Althusser procura no seguir estas indicaciones. El Poder de
Estado se convierte para él en una esencia bastante misteriosa, la
manifestación de la fuerza social de las clases (de hecho, de la
clase dominante), lo que le permite dar al Estado un carácter in­
temporal, casi eterno, y concentrar toda la atención en su
materialización, el aparato de Estado, con sus modalidades
represivas e ideológicas. La práctica política revolucionaria queda
con ello estrictamente predeterminada: se limita a ser una lucha
política para sustituir por un nuevo aparato de Estado, el viejo
aparato de Estado, sin que en el fondo sea necesario preguntarse
por sus componentes. Dicho de otro modo, aquello que para
Lenin constituye la novedad radical del marxismo, del poder de
Estado —la destrucción de la forma Estado— en cuanto poder
separado de la masa de los trabajadores, se borra (lo que evidente­
mente constituye una forma muy original de tratar el problema de
la desaparición del Estado). Sin ni siquiera darse cuenta de ello.
Althusser coincide con el hombre que fue el blanco principal de
Lenin en El Estado r la Revolución, el Karl Kautsky que creía
en la perennidad del Estado y de la burocracia, al tiempo que afir­
maba su ortodoxia. El horizonte del comunismo se aleja hacia el
infinito.
Por consiguiente, los largos desarrollos sobre el objeto del
Capital y sobre la ruptura epistemológica fundamental, represen­
tada por la obra del Marx de la madurez, desembocan en un
resultado singularmente decepcionante, en el fondo de naturaleza
tautológica: las estructuras son las estructuras, y no basta querer
para salir de sus limites. De lodos modos, hay que tener en cuenta
que este resultado tiene una importancia decisiva en la teorización
althusseriana, pues permite fundamentar los privilegios de la
filosofía como teoría general de la producción de conocimientos
(el materialismo dialéctico). En un pasaje de Pour Marx, cuyo
vocabulario es significativo a más no poder, Althusser escribe:9
•PM. pp. 169-170.

198
"La 'teoría' incumbe a su propia práctica, directamente Peto
la relación de una teoria con su práctica, en la medida en que sea
éste el tema a debate, interesa también, a la condición de set
reflejado y enunciado, a la propia Teoria general (la dialéctica), en
donde se expresa teóricamente la esencia de la práctica en general,
y a través de ella la esencia de las transformaciones, del devenir'
de las cosas en general."
No se puede decir con más claridad que es la Teoria quien in­
troduce la movilidad en el orden de las cosas y transforma con su
impulso inicial las estructuras y las prácticas al mismo tiempo. No
estamos tan lejos del Hegel que identificaba el pensamiento con la
voluntad y quería que la teoria abandonase su papel con­
templativo. Tampoco lo estamos del joven Marx que, contra Kant,
pretendía reconciliar la razón pura con la razón práctica. Y que
los escépticos no protesten enfrentando a esta convergencia, que
solamente es paradójica en apariencia, los muchos textos en que
Althusser critica toda concepción que convierta a la relación
teoría-práctica en una relación modelo de la acción-aplicación. Ni
Hegel ni el joven Marx tenían una idea tan simplista de esta
relación: para ellos se trataba de disolver la objetividad producida
por el Eniausserung o el Entfremdung. Por supuesto que
Althusser no les sigue completamente por este camino, pero
afirma netamente que la eficacia de lo teórico consiste en cambiar
la estructura de las prácticas. Efectivamente no se puede dar otro
significado a los asombrosos pasajes de Pour Marx sobre la prác­
tica politica de Lenin en donde ve delinearse "el momento actual"
de la coyuntura como momento del desciframiento de la estructura
y de producción de conocimiento, olvidando casi por completo las
cuestiones tácticas y estratégicas.10 Para Althusser la cuestión
esencial, al parecer, es lograr que los conceptos pasen del estado
"práctico" a la dignidad de lo teórico mediante un proceso de pu­
rificación y depuración análogo al paso de la Reflexión a la Razón
de Hegel. Se explica, entonces, que ponga tanto énfasis en situar
lo teórico y lo científico fuera de superestructuras, es decir, fuera
de la estructura. Sin este privilegio de extraterritorialidad de la
teoría, sin esta localización en un más allá de la estructura, cual­
quier relación de subordinación de la acción al pensamiento desa­
parecería.

PM. pp. 178-183.

199
Una vez más, no debemos dejarnos engañar por las eruditas
variaciones sobre la ruptura y el corte epistemológico. Althusser
nos abre lisa y llanamente las puertas de un templo del saber dis­
cretamente absoluto, y presentándole con el ropaje del todo com­
plejo con dominante, nos invita a restaurar el culto a la vieja
metafísica. En lugar de un pensamiento de las contradicciones
materiales (fínitud del pensamiento) nos propone un pensamiento
místico sobre la contradicción, y todo por haberse negado a ad­
mitir la naturaleza critica de lo teórico en la concepción marxista,
y por haber ignorado que era preciso disolver un fetichismo de lo
teórico como forma objetiva de socialización del pensamiento.
Para él, la teoría en tanto que auto-producción de conocimientos
se ve afectada por un signo positivo, tiene un carácter afirmativo
debido a su ruptura con la ideologia de lo vivido y a su calidad de
clarificación conceptual. Como nos muestra el prefacio a Lire le
Capital, consiste en una lectura de lo visible, es decir, en una
revolución de la teoría antigua mediante un desplazamiento de la
problemática inducido a su vez por la aparición de lo prohibido y
de lo reprimido. Presa de ciertos escrúpulos, reconoce, es cierto,
que este cambio de terreno es el resultado de ciertas condiciones
especificas, pero como en el mismo movimiento rechaza toda
referencia a un cambio de "punto de vista" (asimilado al mito
idealista de la decisión del espíritu y no relacionado con la irrup­
ción de lo social contradictorio), nos vemos obligados a com­
prender que se trata de una lectura inexplicada (y tal vez inex­
plicable), si bien inspirada en "la inaudible e ilegible notación de
los efectos de una estructura de estructuras".11 A decir verdad, se
tiene la impresión de trocar el sujeto trascendental por el in­
consciente trascendental, sin ganar nada en el cambio. La lectura
sintomática, por consiguiente, se revela bastante cegata cuando se
le pone ante sus narices lo legible de Marx. Pdf temor a caer en
las redes del pensamiento antropológico, Jacques Ranciére trata
de no ver la significación de la inversión en los pasajes que con­
sagra a| concepto de critica en Marx. Para él constituye simple­
mente una relación entre la forma fenoménica y la determinación
científica, o también entre la conexión de las cosas en el nivel de
la percepción y la conexión interna en el nivel de la constitución.
Sin ningún signo aparente de malestar escribe, tras haber con­
denado la contradicción-separación de una unidad originaria:1*
" LC.l.p. 16
■’LC.l.p. 142.

200
“La contradicción tampoco consiste en que el trabajo concreto
se convierta en nada o el esto concreto en universal abstracto. La
unión contradictoria del trabajo concreto y el trabajo abstracto no
está determinada por una dialéctica que seria inherente a uno de
los dos términos. Expresa la forma particular que, en un modo de
producción determinado, toman las características generales del
trabajo.”
O sea que, para Ranciére, lo sensible-suprasensible o abs­
tracto general de las formas (valor, trabajo, mercancía) no es la
manifestación de la imbricación de una doble relación social entre
los hombres y las cosas, sino un simple espacio de representación
(indicio de la estructura y percepción). Por lo tanto, no puede
concebir lo teórico (en el sentido marxista) como un momento de
la reversión de la inversión, es decir, como la extracción de un
pensamiento supuestamente totalizador, en realidad atrapado en
las contradicciones, a partir de sus cristalizaciones fetichizadas
gracias a una reorientación hacia la doble estratificación de la rea­
lidad. No se da cuenta de que el trabajo teórico debe ser destructor
de obstáculos materiales-inmateriales que no son solamente los
del pensamiento frente a las cosas, sino los del pensamiento como
relación social que pasa a través de las cosas para asentarse en
ellas. Para utilizar el lenguaje de Heidegger diremos que son todas
las nociones tradicionales de la metafísica occidental las que hay
que poner en cuestión, entre ellas la de teoria del conocimiento, la
de poder teórico (ligado a la concepción abusivamente ideológica
de la acción social), para situarlas de nuevo en el proceso de
hipostatización real (lo sensible-suprasensible de las categorías de
la economía y de la sociedad burguesas). De lodos modos, hay
que tener cuidado. Esta destrucción de las abstracciones reales que
recuerda la destrucción fcnomenológica que Heidegger quería lle­
var a cabo, no tiene nada que ver con una apertura hacia las di­
mensiones de lo olvidado, lo prohibido, lo latente o lo posible. La
destrucción de la hipóstasis de lo abstracto general no puede ser
esencialmente disipación de las ilusiones de la conciencia de si en
su relación con el mundo, debe ser ante todo lucha para el esta­
blecimiento de nuevas relaciones entre el pensamiento y la reali­
dad empírica, es decir, nuevas relaciones de comunicación entre
los hombres (en vez de intercambios de valor) y nuevas relaciones
con las condiciones de la actividad social. La ciencia —en térmi­
nos marxistas— no depende solamente de la comunidad de inter­
pretación semiótica de los científicos (Peirce) y de los desplaza­

201
mientos de posición que puedan producirse en ella, sino del con­
junto más vasto constituido por el enfrentamiento entre las clases.
No hay ciencia de la sociedad capitalista que no esté insertada en
la lucha de clases, ni ciencia que se baste a si misma. El trabajo
científico es. de hecho, destrucción teórica y práctica revoluciona­
ria. critica rigurosa de las categorías-hipóstasis reales, y parte
interesada en la reversión material de la inversión. Solamente con
esta condición se tiene el derecho de hablar de una práctica teórica
susceptible de superar el logocentrismo de la interpretación del
mundo y de la “realización" de esta interpretación. La práctica
teórica de Althusser que teme la simple idea de que lo teórico se
deslice hacia lo histórico, no puede producir, evidentemente, tales
efectos críticos, pues hace todo lo contrario: reducir lo histórico a
lo teórico-lógico. Asi. pues, no hace más que interpretar mediante
la producción de "conocimientos" y realizar mediante el paso de
la estructura a la coyuntura. La especificidad del lazo que une lo
lógico y lo histórico, lo teórico y lo social, la forma y el contenido
como relaciones de inversión-sustitución, de oposición-disyun­
ción. funcionales y disfuncionales a la vez. se le escapa por com­
pleto. Por consiguiente no le queda sino sucumbir al fetichismo
introduciendo una separación conceptual estricta entre teoría de la
historia y dialéctica materialista, entre materialismo histórico y
materialismo dialéctico para, por supuesto, fundamentar el prime­
ro en el segundo. La filosofía (materialismo dialéctico) funda la
ciencia de la historia (materialismo histórico) que funda a su vez
la práctica: el Verbo se hizo carne como en el Evangelio.
Siguiendo a Althusser cuando postula la omnipotencia de la
teoria muchos han experimentado una verdadera embriaguez. Era
la época en que los discípulos citaban la frase de Lenin: “El
marxismo es todopoderoso porque es verdadero". Tenia la ventaja
de terminar cualquier discusión antes de haberla empezado, y de
proporcionar a buen precio a quienes la pronunciaban la garantía
de que se hallaban en el buen camino. Parecía, pues, sencillo en­
contrar de nuevo el vigor revolucionario: bastaba con perseguir el
revisionismo o. más exactamente, con exorcizarlo basándose en
una nueva exégesis de los textos sagrados. Pero este furor inter­
pretativo que efectivamente podía esclarecer ciertas desviaciones
teóricas muy extendidas en el PCF y en su periferia, era en
realidad impotente ante los embates que sufría el medio
estudiantil e intelectual en el marco general de la lucha de clases.
En efecto, una teoría inconsciente de sus propias condiciones de

202
trabajo solamente podía registrar las transformaciones de la prác­
tica y de la ideología, sin controlarlas-, teoría reflejo, se hallaba
expuesta a una irrupción salvaje de la política, es decir, a una serie
de deslizamientos, de adaptaciones pragmáticas, que preparaban
para algunos de sus partidarios su propia disolución. Piénsese, por
ejemplo, en la evolución que desde la UEC de izquierda prole­
taria. pasando por la UJCML. sufrieron numerosos althus-
se ríanos.
El propio Althusser debió darse cuenta de que la filosofía no
podía quedar reducida a una teoría general —excesivamente
general— de la producción de conocimientos, sino que era
necesario tener también en cuenta a la lucha de clases. Desde
1967 procedió a la critica de su propio teoricismo y en la ac­
tualidad define la filosofía marxista como "lucha de clases en la
leoria". es decir, la de una dimensión política. En la Respuesta a
John Lewis, hay ciertos pasajes en los que se percibe un tono
aparentemente nuevo:13
“Al decir ‘el corle epistemológico' es primario y es al mismo
tiempo 'corte' filosófico, enunciaba yo dos errores. Pues en el
caso de Marx lo primario es la revolución filosófica y esta
revolución no es un ‘corte'. La simple terminología teórica tiene
aqui su importancia: si es licito conservar el término de corte'
para designar el comienzo de la ciencia de la historia, el efecto
reparable de su irrupción en la cultura, este punto de no retorno,
no lo es en el campo de la filosofía. En la historia de la filosofía,
como en muchos episodios de la lucha de clases, no se puede
hablar verdaderamente de punto de no retorno; hablaremos,
pues, de ‘revolución’ filosófica (en el sentido estricto. en‘el caso
de Marx). Esta expresión es más apropiada, pues para evocar aqui
una vez más las experiencias y las resonancias de la lucha de
clases, todos sabemos que una revolución está siempre expuesta a
ataques, a retrocesos, incluso al riesgo de una contrarrevolución."
Esta autocrítica, de todos modos, deja en pie varias am­
bigüedades en cuanto a la naturaleza de la filosofía o de la nueva
práctica de la filosofía que reivindica Althusser. La filosofía, nos
dice, no tiene objeto, en el sentido en que lo tiene una ciencia;
tampoco tiene historia (en el sentido de historia de una ciencia),
al contrario, es la política en la leoria. De acuerdo, pero ¿de qué
modo la política o la lucha de clases intervienen en la teoría? En

11 Reponte a John Lewis. Maspcro. París. 1973. p 60

203
este aspecto, Althusser es muy evasivo, lo que le permite convertir
al marxismo en una especie de juez de paz que sirve de árbitro en
el combate incesantemente renaciente entre el idealismo y el ma­
terialismo, Indudablemente, la filosofía asi concebida recibe su
alimento de la lucha de clases, pero también la trasciende al ser
ella misma quien proporciona las reglas para la interpretación de
esta realidad política. De esta manera Althusser puede, al tiempo
que niega hacerlo, sustraer la producción de conocimientos al
condicionamiento de las relaciones de producción. A pesar de las
muchas referencias al papel de las escuelas filosóficas en la lucha
de clases, pretende que existe una filosofía límite —el materialis­
mo dialéctico— suscitada por la lucha de clases, pero consagrada
sin pretenderlo como forma superior de la lucha de clases, lucha
de clases en última instancia con respecto a una materialidad
bruta de enfrentamientos de clase. El estatuto de la lucha de clases
y de la política permanece, pues, ambiguo: se trata de una especie
de referente material de la teoría —la lucha de clases es el motor
de la historia— que apenas se sale de una indiferenciación
cómoda. Por un lado están las masas que se agitan y después la
teoría que decide el significado de esta agitación o. más exacta­
mente, que decide el modo en que hace intervenir el deux ex
machina de la lucha de clases y de la política en sus altercados
con las facciones concurrentes en el frente ideológico. La radicali-
zación teórica invocada en la actualidad por Althusser se queda,
pues, a medio camino: lo lógico-teórico no deja que sus categorías
se sometan a un punto de vista de clase y se propone relacionar
intimamente el trabajo-científico con el movimiento proletario. La
articulación de lo teórico con lo político bajo la primacía de la
lucha de clases queda, de esta manera, como algo indeterminado e
inasible, con todo lo que ello comporta de empirismo y de dog­
mático en el análisis político y de las perspectivas abiertas al
movimiento revolucionario.
Desde 1968 esencialmente, Althusser quiere hablar de política,
pero el reexamen al que procede queda, en este marco, for­
zosamente limitado. Su nueva práctica de la filosofía no le permite
poner radicalmente en tela de juicio la teorización de la III
* In­
ternacional estalinista. y su propio redescubrimiento del mo­
vimiento de masas a través de mayo-junio del 68 o de la pri­
mavera checoeslovaca no le incita a una nueva comprensión del
partido revolucionario y de la auto-organización de la clase
obrera, de su relación dialéctica y de su complementariedad.

204
Aunque su ambición sea hacer una critica de izquierda de la in­
volución de la revolución de Octubre, no es capaz de ir más allá
de una denuncia del estalinismo como desviación "economicista"
—lo que no es falso pero sí deja totalmente de lado la cuestión de
las relaciones de la linea eslalinista con la lucha de clases a escala
internacional y soviética. ¿Cuál es la naturaleza del Estado
soviético actual? ¿Cuáles son las funciones realmente asumidas
por los partidos comunistas en los países capitalistas? Estas son
cuestiones imposibles de responder remitiéndose exclusivamente a
la permanencia de desviaciones heredadas de la II * Internacional
o mediante la denuncia de la sobreestimación de las fuerzas
productivas por parte de los principales dirigentes soviéticos tras
la muerte de Lenin. Para Allhusser. al parecer, no hubo con­
trarrevolución eslalinista, marcada por los tres episodios fun­
damentales de la derrota de la oposición de izquierda en la URSS,
de la expropiación del proletariado y el campesinado durante los
primeros planes quinquenales, y de las depuraciones masivas de
los años 1934-1939. Al parecer, para él los partidos comunistas
siguen siendo comunistas y no se han pasado definitivamente al
campo del orden burgués (aunque su inserción en el orden
capitalista se exprese a través de las privilegiadas relaciones que
establecen con la burocracia soviética). Indudablemente admite
que en el movimiento comunista internacional y en la URSS se
dejan sentir influencias enemigas (provenientes del enemigo de
clase capitalista), pero como plantea el problema en términos de
"desviación", puede limitar el trabajo de rectificación a la
renovación ideológica en el interior de las viejas estructuras. Ello
explica la fascinación que ejercen sobre él las posturas maoistas:
se extirpan los peligros de la "via capitalista" apelando a los
aparatos ideológicos y desempolvando los espíritus sin caer en la
trampa de “economicismo". Se evita de este modo tener que
afrontar el paso objetivo del viejo mundo, su materialidad real, el
enlace de las relaciones de producción a escala mundial, la subor­
dinación organizativa de la clase obrera con las diferentes
burocracias reformistas y en consecuencia con las relaciones de
poder internacionales. Por una parte se espera el estallido de las
masas, pero por otra se dispone a cubrirlas con una coraza
denominada pensamientos de Mao o linea de masas bien com­
prendida. La primacía de la política se revela aqui como el
primado de una política paternalista: la de un estado mayor que
más allá de las cuestiones lácticas y estratégicas, dice lo que se

205
debe hacer y lo que no se debe hacer (léase el estado mayor de la
Revolución cultural). Naturalmente seria prematuro afirmar que
Althusser se ha quedado para siempre en estas posiciones, pero se
puede avanzar que si no revisa su concepción filosófica de la
política —reflejo deformado y deformador de la división social del
trabajo— para convertir definitivamente a esta última en una
fuerza de subversión material que afecte a lodos los niveles de la
práctica no podrá superar su actual tentativa de reforma intelec­
tual de un estalinismo en crisis. En la actualidad admite que el
trotskismo dispone de una teoria. pero todavía está lejos de darse
cuenta que su mérito principal consiste en haber mantenido, frente
a todos los obstáculos, el trabajo para la construcción de un parti­
do revolucionario que sea una fuerza material susceptible de des­
truir los condicionamientos que se oponen a la auto-organización
de los trabajadores en consejos. El teoricismo es rectificado, no
verdaderamente corregido.

206
5

ALTHUSSER CORRIGE A MARX


*

Ernest Mandel
La aparición del tomo I del Capital de Marx en edición de
bolsillo1 es un acontecimiento importante. Atestigua la creciente
popularidad del pensamiento marxista; o, para ser más preciso,
atestigua el hecho de que las editoriales burguesas son conscientes
de la masiva demanda que pueden satisfacer en este terreno, de su
capacidad de transformar El Capital en una masa de mercancías
cuyo valor de cambio (y la plusvalía que contiene) es fácilmente
realizable en el mercado.
Marcuse se lamenta, descubriendo en este fenómeno la capaci­
dad diabólica de la sociedad burguesa de nuestra época para rein­
tegrar a todos los autores de izquierda, incluso a los “izquier­
distas" (de los que Marx sigue siendo el prototipo). Creemos que
está equivocado.
El hecho de que 699 páginas de papel impreso en pequeños
caracteres se vendan a decenas de miles de ejemplares con lo que
se benefician varias editoriales capitalistas atestigua evidentemen­
te la tendencia de la sociedad burguesa a transformar en mercan­
cía todo lo que cae en sus manos, pero el éxito de venta del Capi­
tal en tanto que operación mercantil únicamente es posible porque
este libro satisface una demanda social, porque tiene un valor de
uso. Pero este valor de uso del Capital no es. por supuesto, la
' Icxio publicado en Quairieme Internuiionulc. n" 41 (anúgua serie), enero de 1970.
'Marx. £7 Capital, libro I. Paris. 1969, ed.fr. de Gamier-Flammarion. p. 699. La
"Advenencia" de Allhusser ocupa las páginas 7 a JO. Hay una traducción española en
Louis Allhusser. Escritos, Laia. Barcelona.

207
consolidación del sistema socio-económico fundado en la genera­
lización de la producción mercantil, es decir, del modo de produc­
ción capitalista. Al contrario, el valor de uso del Capital consiste
en la desmitificación de ese modo de producción, contribuyendo
de este modo a su desintegración y destrucción.
En este sentido, la aparición del Capital en edición de bolsillo
no es una prueba de la fuerza sino de las contradicciones crecien­
tes de la sociedad burguesa —del mismo modo que el chiste de
Lenin según el cual el penúltimo capitalista vendería la cuerda con
que se colgaría al último no es una prueba de la capacidad de la
burguesía para integrarlo todo, incluidas las armas que la comba­
ten. Y al hablar de prueba no pensamos en la acepción más gene­
ral y abstracta del término, sino en su sentido más preciso.
La creciente boga de ideas y publicaciones marxistas en Fran­
cia es una consecuencia de mayo del 68, es decir, un producto de
la crisis revolucionaria que ha sacudido a la sociedad capitalista
francesa y que ha acrecentado considerablemente el escepticismo
en lo referente a las posibilidades de supervivencia de dicha so­
ciedad. Si una fracción de la clase capitalista ve en ello un modo
de acumular rápidamente capital antes de que el diluvio se la lleve
con el resto de sus compinches, comparsas y competidoras, ¡ que
le aproveche! No hay motivos para quejarse, al contrario.
Sin embargo, la edición del Capital en formato popular no
gana gran cosa con la “Advertencia" que aparece en su comienzo,
firmada por Louis Althusser. Es cierto, no todo es malo en esta
advertencia. Hay en ella algunos consejos pedagógicos útiles,
aunque sujetos a discusión. El objeto del Capital es circunscrito
con precisión: se trata del análisis del modo de producción capita­
lista, de un modo de producción particular y especifico, y no del
análisis de algunas “leyes generales" que regirían la vida eco­
nómica de la humanidad en cualquier época. La naturaleza de la
plusvalía —uno de los descubrimientos económicos fundamenta­
les de Marx— es recordada de manera sucinta y correcta. La rela­
ción entre El Capital y el análisis del sistema imperialista mun­
dial que hizo Lenin se halla esbozado, aunque de modo incomple­
to? La importancia y la realidad del concepto de capital social

208
global son correctamente tratadas. Althusser conoce a Marx, y
evidentemente es preferible que El Capital esté prologado por al­
guien que sabe, al menos, de qué se trata que por algún escribano
que viera en El Capital simplemente la continuación corregida de
la Riqueza de las naciones de Adam Smith, o un ensayo sobre la
necesidad de reorganizar la sociedad sobre la base de determina­
dos principios morales aprioristas.
Dicho esto, esta advertencia inicial sufre una serie de taras
fundamentales que encierra la lectura de Marx por Althusser.
Y ello nos da ocasión de esclarecer algunas de estas debilidades
—a guisa de advertencia, tanto para los lectores del Capital como
para los de Althuser.

LAS “INSUFICIENCIAS"
DEL TOMO I DEL “CAPITAL"

Louis Althusser expone un juicio moderado sobre el libro que


prologa. Es cierto, el tomo I del Capital es un libro genial, revo­
lucionario. de alcance histórico. Pero también es un libro insufi­
ciente. Nuestro severo critico resume asi su opinión con respecto a
tales insuficiencias:
"El libro 1 contiene también otras dificultades teóricas, li­
gadas a las anteriores o a otros problemas.
Por ejemplo, la teoria de la distinción a introducir entre el
valor y la forma-valor: por ejemplo, la teoría de la cantidad
de trabajo socialmente necesaria; por ejemplo, la teoría de las
necesidades sociales, etc. Por ejemplo, la teoría de la compo­
sición orgánica del capital. Por ejemplo, la famosa teoría del
"fetichismo" de la mercancía y su ulterior generalización.
Todas estas cuestiones —y muchas más— constituyen di­
ficultades objetivas reates a tas que el libro 1 ofrece solu­
ciones provisionales (sic) o soluciones parciales. ¿A qué se de­
be esta insuficiencia?"
Althusser contesta a esta pregunta con dos razones. En primer
lugar, se debe a que Marx tenia ya in mente todo El Capital en el
momento de escribir el tomo I y no podía meter los cuatro
volúmenes en uno solo-, de ahí el carácter de anticipación del
análisis (Althusser procura no añadir que una exposición si­
multánea de lodos los descubrimientos económicos de Marx en un
"■olo volumen se encuentra en los Grundrisse, obra que no aprecia
por parecerle excesivamente ‘‘influida por el pensamiento de
Hegel”). En segundo lugar, se.debe a que el propio Capital
arrastra consigo determinadas huellas de la supervivencia "en el
lenguaje y en el pensamiento de Marx de la influencia del pensa­
miento de Hegel".
Ya tenemos, pues, al Capital y al pobre Marx en el banquillo
de los acusados-, los dos huelen un poco a azufre y a cuerno que­
mado. ¿Hay o no que quemar a los herejes? ¿Está preparando el
Gran Inquisidor la hoguera, a la que no escaparán ni la Critica
del Programa de Gotha ni las Notas marginales sobre Wagner?
Sin duda la reducción del “marxismo puro" a estas dos obras oca­
sionales y polémicas de Marx tiene un carácter hasta tal punto in­
congruente que incluso un hombre como Althusser, generalmente
desprovisto de sentido del humor, retrocede ante la enorme carca­
jada que corre el peligro de provocar. Por ello. El Capital no será
quemado; se deciará solamente “insuficiente" el tomo I (no sola­
mente el tomo 1, como veremos a continuación).
Pero el Inquisidor, si bien es muy severo, también es un poco
torpe. El ejemplo que elige para desvelar la "influencia hegeliana"
sobre el pensamiento del Capital desvela de manera neta la insufi­
ciencia de la asimilación del marxismo por parte de Althusser. Es
el principio del Capital lo que pone en tela de juicio como hege­
liano:
"Preso en una concepción hegeliana de la ciencia (para
Hegel no hay más ciencia que la filosófica, y en este aspecto
toda verdadera ciencia debe fundar su propio principio), Marx
pensaba entonces (sic) que "en toda ciencia, el principio es lo
más arduo". De hecho, la sección / del libro 1 se presenta con
un orden de exposición cuya dificultad depende en gran parle
de este prejuicio hegeliano. Por otra parte, Marx redactó unas
diez veces este principio, antes de darle su forma "definitiva
—como si al hacerlo tropezase con una dificultad que no era
solamente del orden de la simple exposición— y con razón."
¿Pero de qué se trata? Se trata del hecho de que Marx inicie
el análisis del Capital con el análisis de la mercancía. ¿Es es­
to una concesión a la concepción hegeliana de la ciencia? ¡ En ab­
soluto! Es la expresión de una concepción de la historia basada
en la dialéctica materialista. No se trata de lograr que una "cien­
cia" funde su “propio principio" (dialéctica idealista), sino de
buscar el secreto de un modo de producción en sus orígenes
históricos materiales y sociales (dialéctica materialista). La de­

210
bilidad fundamental de Aithusser reside en su negativa a dis­
tinguir ambos métodos, en su sospecha con respecto a la dialéctica
materialista como algo "hegeliana", y en su rechazo de hecho de
la dialéctica a secas por esas razones.
¿Por qué ha empezado Marx El Capital con un análisis de la
mercancía, no en tanto que "hegeliano". sino precisamente como
marxista? Porque, al contrario que el propio Aithusser, no ha
querido analizar el modo de producción capitalista como algo es­
tático, como una estructura móvil separada del pasado y del futu­
ro. Lo que ha tratado de hacer ha sido resumido “con toda exacti­
tud", según el propio Marx, en la siguiente fórmula: "Esclarecer
las leyes que rigen el nacimiento, la vida, el crecimiento y la
muerte de un organismo social determinado, y su sustitución por
otro (orden) superior".3 Y desde el momento en que se comprende
de esta manera el proyecto científico de Marx, el principio del
Capital deja de ser un simple “flirt hegeliano", o lo que es peor,
una concesión a la concepción idealista de la ciencia que funda
"en si misma su propio principio", para convertirse en una res­
puesta a la pregunta: ¿de dónde surge el capitalismo? ¿cuáles son
sus contradicciones esenciales? El capitalismo es la producción
mercantil generalizada; es el modo de producción en que por vez
primera en la historia de las sociedades, la fuerza de trabajo y los
demás medios de producción se convierten en mercancías. Descu­
brir los secretos de la mercancía en las relaciones de producción
que la crean equivale a desvelar las contradicciones fundamentales
del propio modo de producción capitalista. Pues estas contradic­
ciones se hallan contenidas en germen en la propia mercancía.
Aithusser se complace en citar una y otra vez a Lenin como el
verdadero intérprete y el más puro de los pensadores marxistas
(totalmente libre de sus escorias hegelianas). Pero ¿cuál es la
opinión de Lenin sobre el tema concreto que nos ocupa? Veamos
lo que dice en sus cuadernos sobre la Lógica de Hegel:
"Invertir: Marx ha aplicado la dialéctica de Hegel en su
forma elaborada a la economía política...
Al igual que la forma simple del valor, el acto singular de
cambiar una mercancía determinada por otra mercancía en­
cierra ya, de una forma no desarrollada, todas las contradic­
ciones del capitalismo, también la generalización más simple,

* Véase al poslfacio de la segunda edición alemana del lomo I del Capital reproducido
en pane en la misma edición de bolsillo, p. 583.

211
la formación más elemental de conceptos (juicios, conclu­
siones, etc), significa ya ¡a comprensión constantemente pro­
gresiva por parle del hombre de las relaciones de intercone­
xión profundas y objetivas de! mundo. Es aquí donde debemos
buscar el verdadero sentido y la significación rea! de la lógica
de Hegel".4
Y también, en el mismo sentido:
"Si Marx no ha dejado una Lógica (con mayúscula), si nos
ha dejado la lógica del Capital, r esto debería explotarse al
máximo en la cuestión que nos interesa. En El Capital se apli­
ca a una disciplina la lógica, la dialéctica y la epistemología
del materialismo (no hace falla emplear estos tres términos:
se trata de una sota cosa), que se ha apropiado todo lo que de
válido había en Hegel y lo ha desarrollado más allá de sus
límites idealistas.
Mercancía - Dinero - Capital - producción de plusvalía ab­
soluta • producción de plusvalía relativa.
La historia del capitalismo y el análisis de los conceptos
que la resumen.
El principio —el elemento más simple, el más habitual, el
más inmediato del "ser": la mercancía particular. Su análisis
como análisis de una relación social. L'n análisis bilateral, de­
ductivo e inductivo— lógico e histórico (las formas del valor).
El control por los hechos, es decir, por la práctica, se opera
aquí en cada momento de! análisis.
Cf. a propósito de la cuestión "esencia" (Mesen) r "apa­
riencia" —precio .»• valor— demanda y oferta versus "valor"
—(del trabajo cristalizado)— salario y precio de la fuerza de
trabajo ".5
Como vemos. Lenin aprueba y aprecia en su justo valor el
método empleado por Marx en la redacción del capitulo I del Ca­
pital. Incluso ve en ¿I la característica especifica de la dialéctica
materialista aplicada por Marx al estudio de las relaciones de pro­
ducción capitalistas. No define —como Althusser— este método
marxista simplemente como una investigación con conceptos abs­
tractos que permitan el análisis de una realidad abstracta (el modo
de producción capitalista en general). Lo define como unidad de

* W. I. Lenin: "Zur Kriiik der Hegclschen "Wisscnsehafi der I ogik". in "Aus dem
Philosophischen Nachlass', Dieiz-Verlag. Berlín. 1949. pp 97-9X
'tbidem. pp. 249-250 ("Zur Krilik der Vorlesungcn Hegels uber dic Geseñichle der
Philosophie").

212
dos contrarios, deducción c inducción, como la síntesis de dos
contrarios: "Historia del capitalismo r análisis de los concep­
tos que la resumen", es decir, a la ve: el capitalismo abstracto y
general (sin este trabajo de abstracción, nos perdemos en mil de­
talles insignificantes, no significativos, no podemos captar las
tendencias del desarrollo histórico, abandonamos el botin para
perseguir una sombra) y el capitalismo concreto c históricamente
desarrollado (sin este retorno a lo concreto y a la historia, sin esta
"verificación por la práctica", es fácil perderse en abstracciones
irreales, sin relación con la realidad social que se trata de com­
prender para poderla cambiar).
Sentimos curiosidad por saber qué piensa Althusser de estos
pasajes de Lenin, llenos de profundidad y sabiduría, sobre el
método de Marx. ¿También Lenin ha confundido hegelianismo y
marxismo? ¿También es sospechoso de herejía? ¿Debe ser que­
mado juntamente con el capitulo I del lomo i del Capital'!

TEORIA DEL VALOR-TRABAJO


COMPOSICION ORGANICA DEL CAPITAL Y
LEYES DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO

La incomprensión que Louis Althusser manifiesta con respec­


to al capitulo I del tomo I del Capital y su rechazo de la dialéctica
materialista que integra análisis abstracto deductivo y análisis
histórico genético, le conducen por otra parle a diversos errores
teóricos de importancia. Dos de estos errores aparecen en su "Ad­
vertencia" de la edición del Capital publicada por Garnier-Flam-
marion.
Cuando da cuenta de las "grandes dificultades" teóricas del li­
bro I, ante lodo las que se reúnen en la terrible sección I... en tor­
no a la leoria del valor-trabajo afirma:
"Daré en pocas palabras el principio de la solución.
La leoria del "valor-trabajo" de Marx, que todos los "eco­
nomistas" e ideólogos burgueses le han repoehado con conde­
nas irrisorias, es inteligible, pero solamente como un caso par­
ticular de la leoria que Marx r Engels denominaron “le\ del
valor, " o ley de la distribución de la cantidad de fuerza de
trabajo disponible por las diversas ramas de la producción,
distribución indispensable para la reproducción de las condi­
ciones de producción".
La "solución" que propone es particularmente desafortunada;
contradice la letra y el espíritu de los escritos de Marx y Engels al
repeclo. En ninguna parte menciona Marx una "ley del valor"
como teoría general aplicable a todas las sociedades. Lo que Marx
explica es que toda sociedad humana debe efectuar una cierta eco­
nomía en su tiempo de trabajo, una distribución más o menos
proporcional de esta fuerza de trabajo entre las diversas ramas de
la actividad económica y social. Pero esta ley general —efectiva­
mente, es una ley general— no debe ser confundida con la “ley
del valor", que no es más que una aplicación particular de esta ley
a un tipo especifico de organización socio-económica, una socie­
dad basada en la producción de mercancías.
Althusser se refiere a la Critica del Programa de Gotha co­
mo el texto económico más maduro de Marx. Si hubiese prestado
atención a la cuestión de la "ley del valor" habría podido obser­
var lo que dice Marx en esta obra: "En el seno de una socie­
dad cooperativa (genossenschaftlich) basada en la apropiación
colectiva de los. medios de producción, los productores no in­
tercambian sus productos: tampoco el trabajo necesario para
producir estos productos aparece como valor de los mismos,
como una propiedad objetiva (sachlich) de dichos productos,
ya que ahora, a! contrario de ¡o que sucede en la sociedad ca­
pitalista. los trabajos individuales forman parle de! trabajo
global de modo inmediato r no mediante un rodeo".8
En el capitulo I del libro I del Capital, Marx afirma explícita­
mente que la producción mercantil y la producción del valor
únicamente existen porque este trabajo social global se halla frag­
mentado en trabajos privados ejecutados independientemente
unos de otros (p.69 de la edición Flammarion del Capital). Y ahi
reside todo el sentido de la famosa "ley del valor": esta ley cum­
ple la función de restablecer de modo espontáneo esta distribu­
ción proporcional de la fuerza de trabajo entre las diferentes acti­
vidades económicas que. en una sociedad no mercantil se realiza
conscientemente por una decisión de la colectividad, tanto si es
mediante la rutina, las costumbres o los ritos de una sociedad
primitiva, como mediante la planificación socialista en una
sociedad socialista (basada en los "productores asociados", para
emplear la fórmula de Marx).

* In Marx-Engels "Ausgewahhe Schrificn . Band II. p. 15. Moskau. 1950. Verlag Tur
rrcmdsprachige Liicraiur.

214
Es inadmisible, por lo tanto, confundir la ley general con su
forma particular de aplicación al régimen de producción de mer­
cancías. Lejos de ser una "aplicación particular" de una "ley más
general" denominada "ley del valor", la teoria del valor-trabajo
explica precisamente por qué y cómo esta “ley del valor" sucede-
a "la economía directa del tiempo de trabajo" que rige las
sociedades pre-mercantiles. Pero para poder admitir esto,
Althusser habría tenido que introducir de nuevo la historia en El
Capital, cosa que se niega obstinadamente a hacer. Sobre lodo,
habria tenido que admitir que el capitulo I del lomo I (donde todo
esto está explicado de modo profundo, aunque en un lenguaje que
hace en ocasiones difícil su comprensión) es algo más que un sim­
ple flirt con la terminología hegeliana.
Añadamos que el grave error teórico cometido por Al­
thusser en la cuestión de la "ley del valor" está relacionado con
su formación ideológica estalinista, con su relación ambivalente y
ambigua con respecto al estalinismo. Como se sabe, fue Stalin
quien aportó un certificado de ortodoxia a esta revisión funda­
mental del marxismo que consiste en afirmar que la "ley del
valor" es igualmente aplicable a la economía soviética (¡inclu­
so a toda economía socialista!). Althusser nos promete un
análisis de "lo que se denomina con una expresión que no tiene
nada de marxista: el periodo del culto a la personalidad" (p. 23).
Si quiere seguir un buen consejo, le recomendamos partir de esta
cuestión —y de la Crítica del Programa de Gotha— para com­
prender las raíces de la degeneración burocrática del Estado
soviético. Tratar de explicarla a partir de este crimen particular de
Stalin consistente en convertir el prefacio de Marx a la Contribu­
ción a la critica de la Economía política en su texto de referen­
cia, le llevaría seguramente a un callejón teórico sin salida.
El segundo error teórico de Althusser concierne a la cuestión
de la composición orgánica del capital. Descubre "un gran malen­
tendido que... deriva de la necesidad de leer de cerca el texto de
Marx". Según Althusser, "la inmensa mayoría de lectores" habria
visto en la "composición orgánica del capital" (la relación entre
capital constante y capital variable) una “teoria de la empresa, o,
para emplear una terminología marxista, una teoria de la unidad
de producción. Sin embargo, Marx dice todo lo contrario: siempre
habla de la composición del capital social total, aunque lo haga
en forma de ejemplos de apariencia concreta..." (p. 23).

215
Es posible que ciertos economistas burgueses vean en la cues­
tión de la composición orgánica del capital ante todo, o incluso
exclusivamente, una "teoría de la empresa". Althusser tiene razón
al recordarles su error (le tenemos que recordar, por nuestra parle,
que casi todos los comentaristas marxistas. o que se creen tales,
han evitado esta equivocación tan elemental). Pero Althusser se
equivoca cuando de ello deduce que Marx habla siempre de la
composición orgánica del capital social, es decir, del capital en su
conjunto, y solamente de este capital social.
Toda la teoria marxista de la distribución equitativa de la tasa
de beneficio, es decir, (oda la teoria marxista de la competencia
capitalista, se basa en la existencia de una composición orgánica
del capital diferente en cada una de las ramas de la producción.
Se puede hallar este concepto en la parte segunda del tomo III del
Capital (capítulos 8 a II). Igualmente desempeña un papel pri­
mordial en la teoria marxista de la renta del suelo. Para no fatigar
al lector con citas extensas, solamente expondremos una:
"Pero... si capitales de un valor igual en diferentes esferas
de la producción, producen beneficios desiguales, debido a su
diferente composición orgánica, se sigue de ello que los bene­
ficios de capitales desiguales en diferentes esferas de la pro­
ducción pueden tener una relación distinta a la relación pro­
porcional con sus dimensiones respectivas...".''
Si mencionamos este error de Althusser. no lo hacemos por
pedantería, sino para poner de relieve la debilidad metodológica
del autor. Ya lo hemos dicho, la "Advertencia" de Althusser no
menciona el aspecto del objeto del Capital que para el propio
Marx es más importante: las leyes de desarrollo del modo de
producción capitalista. Pero estas leyes de desarrollo derivan de la
competencia (es decir, de la propiedad privada de los medios de
producción y de la producción mercantil generalizada). Pero la
palabra competencia apenas se menciona en la "Advertencia", por
ejemplo, no interviene en las páginas 14-15 para explicar las ra­
zones por las cuales El Capital desarrolla cada vez más el maqui-
nismo. Althusser tiene razón cuando concede una gran importan­
cia al concepto de "capital social" creado por Marx. Pero se
equivoca cuando pierde de vista que. para Marx, el capitalismo es
"un capital social" que solamente puede aparecer bajo la for­
ma de diferentes capitales, es decir, que presupone siempre la

’ Das Kafiiial III. I, p. 128. Hamburg Olio Meisncrs Verlag. 1921.

216
competencia.8 He ahí el error metodológico fundamental que nos
revela este “pequeño” error concerniente a la composición or­
gánica del capital.8

ALTHUSSER Y
EL MATERIALISMO HISTORICO

Este mismo error metodológico se relaciona con el pasaje más


curioso de la “Advertencia”: un ataque en regla contra el prefacio
a la Contribución a la crítica de la Economía política de Marx:
"Ultimo rastro de la influencia hegeliana, esta vez fla­
grante y extremadamente perjudicial (ya que todos los teóri­
cos de la ‘reificación .)• la 'alienación' han encontrado en él
motivos para 'fundar' sus interpretaciones idealistas del pen­
samiento de Marx): la teoría del fetichismo ('El carácter feti­
chista de la mercancía y su misterio', IV* parte del capítulo /
de la sección I).
Como se comprenderá, no puedo extenderme aquí en el
tratamiento de todas estas cuestiones, que exigirían una bue­
na demostración. No obstante, las apunto pues con el muy
equívoco y (¡ay!) célebre prefacio a la Contribución a la critica
de la Economía política (1859), el hegelianismo »• el evolu­
cionismo (el evolucionismo es una forma vulgar de hegelianis-

* Das Kapital tt. p. 328. Hamburg Olio Meisncrs Verlag. 1921.


'Señalemos un nuevo error de Allhusser. Al hablar de las horas suplementarias
escribe: "Aparentemente, las horas suplementarias parecen "costar muy caras" al capitalis­
ta. ya que las paga veinticinco, cincuenta, incluso cien veces más que las horas normales.
Pero en realidad le son más provechosas, pues permiten que las "máquinas", cuya vida ca­
da vez es más breve, debido a los continuos progresos de la técnica, trabajen todo el dia.
Dicho de otro modo, las horas suplementarias permiten al capitalista sacar el máximo pro­
vecho de la productividad." (PM. p. 14).
La producción continua permite amortizar (reproducir) mas deprisa el capital fijo, por
supuesto. Marx ha explicado que la cantidad total de plusvalía anual no depende solamente
de la masa de capital variable y del nivel de la plusvalía, sino también de la duración del
ciclo de reproducción del capital circulante. Allhusser habría tenido que mencionar este
factor para que su razonamiento fuese inteligible. Pues "permitir a las maquinas trabajar lo­
do el dia" en si no aumenta la plusvalía, ni un solo céntimo. Esta solamente la produce el
trabajo vivo, no las máquinas. Para que las horas suplementarias aumenten el beneficio del
capitalista, es preciso que la (asa de plusvalía sea tal que. a pesar del trabaja suplementa­
rio. el obrero continúe produciendo plusvalía.Si la hora suplementaria se paga al doble que
la hora normal, por ejemplo, solamente una lasa de plusvalía superior al lili) % hace útil la
introducción de horas suplementarias desde el punto de vista del patrono.

217
¡no) que abundan en él, han hecho verdaderos estragos en la
historia del Movimiento obrero marxista. Apunto también que
en ningún momento ha cedido Lenin a la influencia de estas
páginas hegeliano-evolucionislas, lo que le ha permitido com­
batir la traición de la 11 Internacional, edificar el partido
bolchevique, conquistar, a la cabeza de las masas populares
rusas, el poder del Estado para instaurar la dictadura del pro­
letariado y comprometerse en la construcción del socialismo. "
Althusser no tiene suerte con sus bestias negras. Ayer era la
teoria marxista de la alienación. La afirmación de Althusser según
la cual la alienación seria un aspecto "premarxista", que práctica­
mente seria inencontrable en las obras posteriores a los Manus­
critos de 1844 ("Pour Marx”, p. 246) resulta insostenible; lo he­
mos demostrado en La Formación del pensamiento económico
de Karl Marx.10 Por otra parte, el mismo Althusser lo recono­
ce explícitamente en la "Advertencia”.11 Pero pasa inmediata­
mente a continuación a sostener una nueva bestia negra igualmen­
te insostenible; la de que en ningún momento habría cedido
Lenin a la influencia de “esas páginas hegeliano-evolucionislas ”
que se encuentran en el "Prefacio" a la Contribución.
Pero no hace falta buscar todos los pasajes de las Obras de
Lenin en donde esas “páginas hegeliano-evolucionislas" de Marx
son citadas con una opinión favorable; mencionaremos solamente
un texto revelador. Durante el segundo semestre de 1914, en el
curso de la redacción de un texto bibliográfico de Marx que resu­
me toda la doctrina marxista, escribe Lenin lo siguiente:
"Una formulación completa de las tesis fundamentales del
materialismo, aplicado a la sociedad humana y a su historia,
la proporciona Marx en el prefacio de su obra Contribución a
la critica de la Economía política con estas palabras."11
Sigue una larga cita de los pasajes más notables de este Prefa­
cio, de hecho la cita más larga de Marx contenida en este texto de
Lenin que, no obstante, menciona las principales obras de Marx

10 Ernesl Mandcl; La formación de ¡a penseé économique de Kart Marx, París. Mas-


pero. 1967. pp. 172- 1 77.
11 p. 21. donde proclama fríamente que los Grundriwe están "profundamente marca­
dos" por el pensamiento de Hegel.
” Véase Lenin; Marx-Engets-Marxisme. Edilions en langucs étrangeres. Moscou
1954. pp. 19-20.
entonces conocidas. Lo minimo que se puede decir es que esas
"páginas hegeliano-evolucionistas”, lejos de no haber influido ni
un solo momento a Lenin, eran consideradas por éste (asi como
para la mayoría de marxislas) como "una formulación completa
de las tesis fundamentales" del materialismo histórico.
Pero las desventuras de Althusser no terminan aqui. Ya que
considera esta “formulación completa de las tesis fundamentales”
del materialismo histórico como "hegeliano-evolucionista". será
útil citar un pasaje del mismo texto de Lenin consagrado al mar­
xismo. que arroja una luz muy particular sobre la manera que
tenia el “idealista” Lenin (quizás habría que decir el “izquier­
dista" Lenin) de las relaciones existentes entre el "evolucionis­
mo” y el “hegelianismo":
"En nuestra época, la idea de desarrollo, de evolución, ha
penetrado casi por completo en la conciencia social, pero por
un camino distinto de la filosofía de Hegel. Sin embargo, es­
ta idea, tal como la formulan Marx y Engels basándose en Hegel.
es mucho más vasta, más rica de contenido que la corriente
noción de evolución. Una evolución que parece reproducir es­
tadios ya conocidos pero de otra forma, en un grado más ele­
vado ("negación de la negación"), una evolución en espiral,
por asi decir, r no en linea recta, una evolución a saltos, de
catástrofes. de revoluciones, "de soluciones de continuidad":
los impulsos internos hacia el desarrollo provocados por e!
contraste, el choque de las distintas fuerzas r tendencias que
actúan sobre un cuerpo dado, en e! marco de un fenómeno de­
terminado, o en el seno de una sociedad concreta, la interde­
pendencia y la relación estrecha, indisoluble, de todos los as­
pectos de un mismo y único fenómeno (la historia siempre ha­
ce aparecer nuevos fenómenos), relación que determina el pro­
ceso universal, único, legitimo del movimiento, estos son algu­
nos de los rasgos de la dialéctica, doctrina de la evolución
más rica que la doctrina vulgar."13
Obsérvese, de paso, que Lenin. al contrario de Althusser,
imita la "imprudencia" de Marx e integra a su vez la “negación
de la negación” en las "leyes de la dialéctica". Althusser,

” tbidem. pp. 18-19.

219
siguiendo a Sialin. cree que esta desafortunada "negación de la
negación" no ha dejado de causar estragos —¿pero cómo asom­
brarse realmente de la imprudencia "marxista" de Lenin?14 ¿No
demuestra el pasaje que acabamos de citar que Lenin, al contrario
de Althusser. reivindica francamente el "evolucionismo" (este
"hegelianismo vulgar" según Althusser)? ¿Y no es el mismo
Lenin quien lleva este supuesto error hasta el punto de preferir un
tipo particular de "evolucionismo", precisamente el evolucionis­
mo corregido por Hegel, a saber una concepción de la evolución,
del movimiento universal, que no ve en él solamente una sucesión
de cambios graduales, sino también de cambios bruscos, a saltos,
es decir, una concepción de la evolución que integra el concepto
de revolución, que concibe el movimiento como la unidad de ¡a
continuidad r la discontinuidad? Lenin era de la opinión que
este contenido genial de la dialéctica de Hegel ha sido conservado
por Marx y Engels ("salvado", decían los propios fundadores del
marxismo) al tiempo que lo ponían sobre sus pies, es decir, consi­
derando que el movimiento fundamental del que debe partir "el
trabajo teórico" es el de la realidad material y objetiva de la mate­
ria. de la naturaleza, de la sociedad humana, y no el de la “idea
absoluta". Althusser tiene evidentemente derecho a opinar de otro
modo, pero que no presente su opinión con la etiqueta del
marxismo-leninismo, pues tanto Marx como Lenin han dicho lo
contrario en varias ocasiones.
Es difícil comprender la aportación del "evolucionismo" (es
decir, de lo contrario de la idea de transformación por saltos, por
revoluciones) en el célebre Prefacio a la Contribución a la critica
de la Economía política. Nos encontramos, en cambio, con una
exposición, ciertamente sucinta, de la doctrina de la revolución
social, forma universal del paso de un modo de producción a
otro. ¿Se limita la critica de Althusser al hecho de que en este
prefacio no aparece la expresión "dictadura del proletariado"?
Pero, en este caso, habria podido dirigir la misma critica al...
Capital, en donde inútilmente se buscará esta expresión. Sola-

XXXII de la sección VIII del libro I. donde Marx, hablando de la "expropiación de lo;

ción de la negación" de emrc las leyes de la dialéctica, y ha influido en otros errores ma;
graves" ("Avertissemenr. p 22).
mente un individuo de mala fe pretendería que los representantes
de una doctrina tan compleja y rica como el marxismo revolu­
cionario tuviesen que reproducir iodos los conceptos básicos de
esta doctrina en todos sus escritos, independientemente del objeto
y de la función especifica de los mismos.

LAS RAZONES DE ALTHUSSER

Sin duda será siempre un misterio para nosotros y nunca


llegaremos a saber (a menos que Allhusser se decida a expli­
cárnoslo) porqué la "influencia" que el Prefacio a la Contribu­
ción a la critica de la Economía Política habría ejercido sobre
Lenin le habria impedido combatir la traición de la II * Interna­
cional o luchar con éxito por la conquista del poder en Rusia, sin
mencionar el "obstáculo” que este Prefacio habria constituido
para la teoría leninista del Partido y para la construcción del par­
tido bolchevique. En realidad, las nociones escolásticas que
Allhusser opone a la dialéctica materialista de Marx y Lenin están
muy cerca del "evolucionismo mecanicistizante" de un Kautsky.
de un Guesde. y de los demás dirigentes de la II * Internacional,
que la condujeron a la vergonzosa capitulación de 1914.
El Prefacio funda la posibilidad de las revoluciones sociales
en la constatación materialista de las crisis estructurales de los
modos de producción (del conflicto entre el desarrollo de las
fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción). Fun­
damentalmente es el mismo camino seguido por todos los marxis­
tas revolucionarios, antes y después de 1914. al desvelar la natu­
raleza del imperialismo como la de un régimen conducente a una
crisis estructural del sistema mundial capitalista. Fue preciso
oponer a este modo de proceder metodológicamente fundamental
toda clase de sofismas mecanicistas y parciales —olvidando la lec­
ción de Hegel. recuperada por Marx y Lenin. según la cual se debe
considerar la guerra imperialista como "en interdependencia y en
estrecha e indisoluble relación con todos los aspectos de un solo y
único fenómeno, la crisis mundial del sistema imperialista"— pa­
ra que los soctaldemócralas pudiesen alegar sucesivamente que el
imperialismo sólo era ua aspecto entre otros "del capitalismo mo­
nopolista". que la guerra "contenia elementos de defensa de
patria realmente amenazada", que "el partido no pedia separarse
de las masas, embriagadas por el chauvinismo", para justificar su
vergonzosa negativa a combatir la guerra imperialista, a lo que se
habían comprometido solemnemente.
Partiendo de una idéntica concepción dialéctica de la crisis del
sistema imperialista (del modo de producción capitalista actuando
como un todo contradictorio, pero unido a escala mundial), pudo
Lenin coincidir en abril de 1917 con la genial predicción de
Trolsky según la cual precisamente por el hecho del retraso de
Rusia podría ésta realizar la revolución de manera "ininterrum­
pida" y establecer la dictadura del proletariado. Pues en la época
del imperialismo consumado, la dominación de los monopolios
imperialistas sobre el mercado mundial y sobre la economía de los
paises subdesarrollados (países en los que las clases posesoras
autóctonas son sus aliados) bloquea de modo definitivo la posi­
bilidad de una expansión capiialista de las Tuerzas productivas en
estos paises, impide una solución del problema agrario en el mar­
co del capitalismo (mediante un desarrollo de la agricultura “a la
americana" como pensaba todavía Lenin poco antes de la Primera
Guerra Mundial), y no les deja a estos paises otra elección que el
estancamiento en sus estructuras subdesarrolladas o una dictadura
del proletariado que colabore con el campesinado pobre.
La “Advertencia" de Althusser no habla para nada de estas
opciones fundamentales que están en la base de la acción leninista
en 1914 y en 1917, del mismo modo que considera objetivamente
falsa la opción fundamental adoptada por Lenin en ¿Qué hacer? y
en el momento de la creación del partido bolchevique.15 Cuando
aborda problemas concretos de estrategia obrera y revolucionaria,
lo hace solamente de una forma escolástica estéril: "Una lucha de
clases deliberadamente confinada en el dominio exclusivo de la lu­
cha económica está y estará siempre a la defensiva sin poder de­
rrocar jamás al régimen capitalista... Solamente la lucha politica
puede ‘hundir el barco’ y superar sus limites; sólo ella. pues,
puede dejar de ser una lucha a la defensiva y pasar a lo ofensiva...
Este es el problema n° 1 del Movimiento obrero internacional
desde que ‘se fusionó con la teoría marxista' (p. 17)". O todavía
peor: “Marx demuestra asi de manera irrefutable., que hasta la lo­
ma del poder revolucionario... la clase obrera no puede tener ob­
jetivo. ni por consiguiente, otro recurso que luchar contra los
efectos de explotación producidos por el desarrollo de la producti­
vidad, para limitar tales efectos..."
Si Lenin se hubiese limitado a esta escolástica, no habría pro­
ducido, evidentemente, ni ¿Qué hacer?, ni El Imperialismo, ni
El Estado y la Revolución. Ya el Manifiesto comunista nos
enseña que toda lucha económica del proletariado es una lucha
politica a partir del momento en que adquiere una cierta exten­
sión. Por otra parte, cualquier socialdcmócrata, desde Guy Mollct
a Willy Brandt pasando por Wilson y Spaak. aplaudiría alboro­
zado la noción de que "solamente la lucha política puede hundir
el barco". El problema número 1 del movimiento obrero inter­
nacional desde la Primera Guerra Mundial no es precisamente
perderse en distinciones bizantinas entre “luchas económicas" y
“lucha politica". entre "defensiva” y "ofensiva", sino captar la
época de decadencia del capitalismo como algo que hace objetiva­
mente posible, periódicamente, la transformación de las luchas de
gran amplitud que el pioletariado desencadena inmediatamente
(tanto si son económicas como políticas) en luchas orientadas ha­
cia la contestación del conjunto de relaciones de producción ca­
pitalistas y hacia la inversión del poder de Estado.
Esto es lo que nos enseñaron Lenin y los fundadores de la In­
ternacional Comunista. Es esto, el espíritu "hegeliano". es decir,
dialéctico, del célebre Prefacio. Esta es también, dicho sea de

de an obrero de la Renault, al parecer. ¿No será uno de esos siniestros universitarios de los

audaz autocrítica. el ñoco caso que íbamos a hacerle a su "Advcilencia "?


paso, la principal lección que se puede extraer del Mayo del 68 en
Francia. ¿Tal vez Althusser se ha dedicado a esta "corrección" de
Marx y Lenin para evitar una confrontación directa con esta pro­
*
blemática? 8 El futuro tiene la palabra.

15 de diciembre de 1969

co marxista" Althusser corre en ayuda de los "prácticos" Waldeck-Rochcl y Séguy. que


habrían tenido razón al "no seguir a los izquierdistas", "ya que hay que saber distinguir

224
6

ALTHUSSER, LA IDEOLOGIA,
LA ESCUELA
*

J. M. Poiron
LA REVISION DEL MARXISMO POR ALTHUSSER

En su artículo publicado en el n.° 151 de La Pensée, de junio


de 1970, el “teórico” del PC Althusser pretende enriquecer a su
manera el marxismo forjando a la vez una nueva definición del
Estado y un nuevo concepto: el de "aparatos ideológicos de
Estado" (AIE). Partiendo de-la necesidad de un análisis de la
reproducción de las condiciones de la producción, empieza
describiendo la reproducción de los medios de producción y la de
la fuerza de trabajo. Es a este nivel, y solamente a partir de él,
que este autor hace intervenir a la ideología, a la que más tarde
tratará de definir. Pero ya desde este mismo momento se puede
afirmar que esta definición de la ideología será necesariamente
muy restringida pues su campo de aplicación no se extenderá a
la reproducción de los medios de producción propiamente
dichos. ¿Cómo explicar, entonces, lo que Marx denomina
anarquía de la producción en el sistema capitalista que nace de la
incapacidad de la clase burguesa en cuanto tal de comprender r
controlar el proceso de producción? Este principio de la
separación fundamental de hecho que se producirá más adelante
entre lo económico y lo político lo analizaremos después.

• Articulo publicado en el suplemento de Rnugr tn" 155). revista de la I C

225
Aithusser ilustra su demostración con el ejemplo del Estado.
Para él. el análisis marxista “clásico" del Estado es excesivamente
"descriptivo" (Estado: fuerza represiva, instrumento de la dic­
tadura de una clase), hay que "superarlo" (en el sentido hegeliano
de la expresión). Según el autor hay que distinguir entre el poder
de Estado y el aparato de Estado.
Esta "novedad" aparentemente poco operatoria es de hecho
extremadamente peligrosa y abre la puerta a toda clase de refor-
mismos. Si es verdad que el cambio del “poder de Estado” no
constituye forzosamente un cambio en el "aparato de Estado" (los
ejemplos que presenta Allhusser son los de las revoluciones de
1830 y 1848. el golpe de Estado de Napoleón III. etc.) también
hay que subrayar de modo imperativo que tales cambios se
producen en el marco de una clase determinada que no ve su
poder recusado en cuanto clase. Todo cambio revolucionario, es
decir, todo cambio que hace pasar el poder de una clase a otra, va
inevitablemente acompañado de la destrucción del antiguo aparato
de Estado y de la construcción de un nuevo aparato adaptado a
los objetivos de la nueva clase en el poder (el problema de los in­
dividuos miembros de este antiguo aparato se plantea de otro
modo y no hay que confundir la necesidad provisional que tiene la
clase revolucionaria de utilizar en el marco del nuevo aparato de
Estado a estos antiguos “funcionarios" con la persistencia del an­
tiguo aparato en cuanto tal, lo que parece hacer Aithusser a
propósito de la revolución del 17 con el ejemplo de Lenin).
Esta separación introducida en la definición del Estado puede
ser la justificación teórica de la práctica reformista del PC que
pretende lomar el poder de Estado sin avanzar al mismo tiempo
la perspectiva de la destrucción del aparato de Estado.1 Y ello a
pesar de que. al final del capitulo, Allhusser reafirma la necesidad
que tiene el proletariado de llevar a cabo esta destrucción. La dis­
tinción “teórica" introducida permite la negación de la simul­
taneidad de ambas operaciones. La toma del poder va inme­
diatamente acompañada de la destrucción del Estado burgués y de
la legalidad del nuevo aparato proletario (los consejos obreros)
surgido durante la crisis revolucionaria.

226
Pero Althusser no para aquí. Tras esta brillante operación v.i
a tratar de precisar la naturaleza de este aparato de Estado
Distingue "el aparato represivo de Estado que funciona de modo
masivamente predominante en la represión al tiempo que fun­
ciona secundariamente en la ideologia" p. 14, y "los aparatos
ideológicos de Estado" definidos como una "realidad que esta
manifiestamente al lado del aparato (represivo) de Estado, peto
que no debe confundirse con él". Tales aparatos funcionan "de
modo masivamente predominante en la ideologia, pero también
funcionan secundariamente en la represión".
A continuación hace el balance de tales AIE: AIE religioso,
escolar, familiar, político, sindical, informativo, cultural. (Señala
por otra parte, que los AIE familiar y jurídico tienen otras fun­
ciones; pero ya hablaremos de esto, pues de hecho ¡ no todos los
AIE descritos tienen como función principa! la función
ideológica!).
A partir de ahí Althusser va a tratar de definir la relación
existente entre la ideologia y sus aparatos. Su tesis puede
resumirse en dos citas;
“Una ideologia existe siempre en un aparato y su práctica o
sus prácticas, su existencia, es material", p. 26. es decir, que la
ideología está indisolublemente ligada, sólo existe por y para unos
aparatos especiftcos. A continuación describe la relación existente
entre la ideología y la acción de los individuos a ella sometidos:
“Resulta, pues, que el sujeto actúa en cuanto es actuado por el
siguiente sistema (enunciado en su orden de determinación) 1
ideología existente en su aparato ideológico material,
prescribiendo prácticas materiales reguladas por un ritual
material, prácticas que existen en los actos materiales de un
sujeto que actúa con toda conciencia según la creencia. "
Althusser se desenmascara aquí por completo. Como la
ideologia no está directamente ligada al propio proceso de produc­
ción (véase más arriba el nivel en el cual, según él. interviene la
ideologia) corre el peligro de existir de una manera totalmente
idealista (sin existencia material).
Para resolver este problema el autor inventa el concepto de
AIE que trata de afianzar en una realidad material esa ideologia
que sin tales aparatos no tendría ningún fundamento. Al hacer
esto configura una esfera de lo ideológico que funciona casi de

’ Subrayado por mi.


modo independiente con respecto a la producción en el seno de
aparatos que la constituyen y la reproducen3 (en este aspecto, el
orden de determinación antes citado es perfectamente escla-
recedor).4

TRABAJO ALIENADO E IDEOLOGIA

Debido a su negación del trabajo alienado. Althusser evita


afianzar la realidad de la ideologia en el propio proceso de
producción y la considera desde el punto de vista de la reproduc­
ción. Ahí está la raíz de su desviacionismo.
Las condiciones de reproducción de las relaciones de produc­
ción nacen en el propio proceso de producción.
“El trabajo no produce solamente mercancías, se produce a si
mismo y produce al obrero como una mercancía más en la medida
en que produce mercancías en general...” Esta categoría de la
mercancía reina en toda la sociedad:
“Mediante el trabajo alienado, el hombre no crea. pues,
solamente una determinada relación entre si mismo y el objeto y
el acto de producción en tanto que potencias extrañas y hostiles:
crea también una determinada relación entre los demás y su
propia producción y su propio producto, al igual que produce una
determinada relación entre si mismo y los demás”, p. 161. Id.
Lo mismo expresa Lukács en “Reificación y conciencia de
clase del proletariado", extracto de su “Historia y conciencia de
clase". “La mercancía solamente puede comprenderse en su
auténtica esencia como categoría universal del ser social total",
p. 113.
Esta alienación surgida del proceso de producción capitalista
es la realidad sobre la cual va a apoyarse y desarrollarse la
ideologia. En efecto, todas las clases del sistema capitalista sufren
esta alienación, incluso si. como dice Marx, “la clase posesora se
complace en esta alienación, en ella se afirma y reconoce su

228
propia potencia y con ella adquiere la ilusión de una existencia
humana", mientras el proletariado "se siente aniquilado en
esta alienación, ve en ella su impotencia >■ la realidad de una
existencia inhumana" (La Sagrada Familia).
Según esto, la burguesía, a su vez "victima" de esta alienación
universal, es incapaz debido a su situación de clase, de com­
prender ¡a autoridad social, es decir, el funcionamiento real de la
sociedad. (Esta incapacidad se expresa mediante esta "anarquía de
la producción" y con la oposición permanente entre los intereses
individuales del capitalista y sus intereses como elemento de una
clase).
La burguesía impone a la sociedad en su conjunto, y basán­
dose directamente en la realidad de la alienación universal, su
"visión del mundo", esta "falsa conciencia" de la que habla
Engels.
Lo mismo dice Marx en La Ideología Alemana. "Las ideas
de las clases dominantes son, en cualquier época, las ideas
dominantes, es decir que la clase que constituye la potencia
material dominante de la sociedad es igualmente su potencia
espiritual dominante (...) las ideas dominantes no son más que la
expresión ideológica de las relaciones materiales dominantes con­
cebidas en forma de ideas, por consiguiente las relaciones que
convierten a su clase en dominante, por consiguiente, las ¡deas de
su hegemonía' .
Esta ideología dominante constituye, por lo tanto, "la ex­
presión. en el plano de la conciencia, de una apariencia objetiva
del capitalismo, a saber, la reificación". Jakubowsky, p. 173 in
Les superstructures idéologiques dans la conception materia-
liste de la historie.
Pero lo que sigue siendo fundamental es la afirmación de que
esta ideología impregna todos los poros de la sociedad capita­
lista, que existe independientemente de los aparatos específicos
encargados de constituirla y que le sirven de base material. Todo
"aparato" de la sociedad capitalista difunde, por tanto, de
modo permanente, la ideología dominante, pero seria inútil
tratar de disociar esta ideología de las demás funciones de
este aparato. De este modo, la enumeración hecha por Althusser
de los diversos AIE se revela errónea.
El AIE religioso no está expresamente ligado al sistema
capitalista, sino que sirve de expresión mítica de la sujeción del
hombre en todas las sociedades "presocialistas".
El AIE familiar ejerce una función de reproducción de la
fuerza de trabajo, como observa Althusser, incluso en el caso de
que esta función esté directamente ligada a la difusión de una
ideología.
Se podría seguir por este camino. El AIE jurídico está directa­
mente ligado al aparato represivo de Estado. El AIE político es,
de hecho, la lucha política. El AIE sindical es la expresión directa
de la lucha de clases en la empresa, etc.".
*
Al convertir a la ideologia en esta esfera separada de la
producción, al negar la realidad del trabajo alienado que es lo
único que puede explicar el nacimiento y la imposición de esta
ideologia sobre todas las clases. Althusser abre el camino a las
prácticas espontaneistas, el obrero puede, desde este momento,
ser espontáneamente revolucionario y portador de una "ideologia
*8 y el eje de la lucha de clases se desplazará ¡hacia los
proletaria",s
AIE! Igualmente se puede llegar a negar la necesidad de un par­
tido revolucionario tal como lo definió Lenin.

ALTHUSSER. LA ESCUELA Y LA EXTREMA IZQUIERDA

El AIE escolar ocupa un lugar en la demostración de


Althusser, por lo que conviene que nos detengamos en él.

I. Una primera definición de la escuela.


La escuela es descrita una primera vez al principio del
articulo. "La Escuela (...) enseña “técnicas", pero lo hace de
modo que aseguren la sujeción a la ideologia dominante, o el con­
trol de su práctica”, p. 7.
He ahí una definición que parece dar cuenta, efectivamente, de
la realidad de la institución escolar, incluso en su carácter no
homogéneo (sujeción o control) al distinguir una escuela que
asume la tarea de la formación de la fuerza de trabajo, y una es­
cuela que garantiza la formación de ideólogos. Pero hay que ob­

s Esta clasificación en los AIE de la política y de lo sindical desemboca práciicamemc


en la lucha contra la institución de los partidos políticos y la institución sindical llevada a
cabo por la corriente maoisla. pero, como buen marxista universitario. Althusser se desinte­
resa de los problemas de aplicación práctica.
* En efecto, para que este obrero "guarde las distancias" con respecto a los AIE. ya que
la alienación no está directamente ligada al proceso de producción, se convierte en el revo­
lucionario modelo en oposición a los "pequcAos-burguescs". estudiantes que participan di­
rectamente del AIE escolar.

230
servar, cosa que no hace Althusser, que debido al hecho mismo de
esta definición, la escuela se convierte en el lugar de una impor­
tante contradicción que puede permitir el desarrollo de las luchas.
Contradicción entre la necesidad objetiva (ligada al desarrollo
de las fuerzas productivas) de una cada vez mayor cualificación de
la fuerza de trabajo y la necesidad de mantener esta “capacidad
técnica" dentro de los limites compatibles con el orden social. Lo
que implica obligar al trabajador a aceptar el lugar que ocupará en
el proceso de producción (especialización rígida), obligarle a acep­
tar la imagen falseada del funcionamiento de la sociedad.

2. Una comparación "reveladora".


Partiendo de esta definición, Althusser se va a deslizar in­
sensiblemente hacia otra definición de la escuela totalmente
distinta de la primera. Para hacerse más inteligible, utiliza la
siguiente comparación: la Escuela desempeña en la sociedad
capitalista el papel desempeñado por la Iglesia en la sociedad pre­
capitalista. Esta Iglesia, aparato ideológico de Estado dominante
“concentraba en su interior no solamente las funciones religiosas,
sino también las escolares y una buena parte de las funciones in­
formativas y culturales”, p. 18.
En la actualidad, el aparato ideológico de Estado dominante
es el aparato ideológico escolar.7
Hay que replantearse esta comparación, que es muy esclare-
cedora. Definir la Escuela como aparato ideológico dominante, es
algo eminentemente reaccionario, equivale a justificar la prác­
tica izquierdista de la destrucción de la Escuela aquí y ahora.
Del mismo modo que la lucha contra la Iglesia fue un ele­
mento esencial de la lucha revolucionaria en el siglo XVIII, la
lucha contra la escuela se convierte hoy en el elemento central
de la lucha revolucionaria.
No debe extrañarnos encontrar en Illich. “La Sociedad
desescolarizada", idéntica comparación entre la Escuela y la
Iglesia, comparación que Justifica la misma estrategia de des­
trucción inmediata de la Escuela.
En este sentido. Althusser justifica la práctica de la extrema
izquierda, especialmente en sus corrientes maoístas (por lo demás,
formadas en lo esencial en su propia “escuela").

’"EI par Escuela-Familia ha reemplazado al par Iglesia-Familia" p. 19

231
Esta “esclarecedora ” revelación es evidentemente errónea. La
Iglesia no cumple, en absoluto, en la economía precapitalista, las
mismas funciones que la Escuela actual. La fuerza de trabajo se
forma fuera de la Iglesia, en el gremio, en el taller. Lo cual corres­
pondía al estado de desarrollo de las fuerzas productivas. El papel
de la Iglesia, definida como “aparato de formación", se limitaba a
la educación y reproducción de una capa de funcionarios e ideó'o-
gos. Es absolutamente falso pretender establecer un paralelismo
con la escuela actual-, ello equivaldría a reducir el sistema escolar a
la ENA y a no ver que este sistema sigue estando fundamental­
mente determinado por la formación de la fuerza de trabajo *
(por lo tanto, desempeña una labor socialmenle útil), aunque esta
formación se realice bajo las formas dictadas por la ideología
dominante y bajo el estricto control de la clase burguesa.
La lucha revolucionaria no puede, por consiguiente, ser reem­
plazada por la lucha contra los A1E. Sigue centrada en el aparato
de Estado, halla su fuente en la explotación cotidiana de los
trabajadores en la fábrica. La lucha contra la ideología dominante
no puede cristalizarse contra los sedicentes AIE, sino que está in­
disolublemente ligada a la lucha cotidiana revolucionaria.

232
7

*
LOS INTELECTUALES DEL PCF
CONTRA EL ESTALINISMO

Daniel Bensáid
A propósito de la actitud de los soviéticos con respecto al
estalinismo, Pierre Daix habla, en una entrevista concedida al
semanario Nouvel Observateur, de "esta especie de enorme
cadáver que se está pudriendo en un rincón". De este modo ex­
presa el malestar y la náusea de los propios comunistas franceses.
Aparte de que este obstinado cadáver no acaba de morir.

EL ESTALINISMO SEGUN ELLENSTEIN:


INEVITABLE Y ACCIDENTAL

Jean Ellenstein ha publicado en Editions Sociales el tomo 2


de su Historia de la URSS, que trata del periodo 1922-1939;
dicho de otro modo, de la estalinización y del triunfo definitivo
del estalinismo. La tesis de Ellenstein es clara: en 1922, si los
trabajadores hubiesen tomado el poder, ni la economía ni la
sociedad serian ahora socialistas. Ha sido durante este periodo y
gracias a la dirección eslalinista que han llegado a serlo. Este es el
punto fundamental, que una vez establecido con firmeza, le per­
mite a Ellenstein abordar con audacia la critica secundaria del
régimen estalinista. De este modo la constitución de 1936,

’ Dossier publicado en Runfie, n" 216. 10 de Agosto de 197.1

233
presentada en su momento como la más democrática del mundo,
reflejaba según él la transformación socialista de la sociedad. Por
lo tanto, hasta ahi lodo va bien: la dirección estalinisla es una
dirección revolucionaria que administra un Estado socialista
basado en una economía y una sociedad socialistas.
"La indiscutible contradicción entre el carácter democrático
de la Constitución y la práctica no democrática de este periodo
debe ser analizada a partir de las realidades históricas frecuen­
temente evocadas en el curso de este volumen. La ausencia de
democracia en Rusia antes de la revolución, las tradiciones
heredadas del zarismo, así como la situación internacional y las
estructuras existentes en razón de las condiciones históricas
surgidas de la guerra civil, están en el origen de esta con­
tradicción. La práctica estaba desfasada con respecto a la teoría."
Que el estalinismo encontró un terreno favorable, a partir de las
condiciones objetivas, es algo que no vamos a discutir. Nuestro
movimiento tiene el mérito histórico de haber proporcionado una
explicación materialista del estalinismo teniendo en cuenta el
aislamiento internacional de la revolución rusa, el débil desarrollo
de las fuerzas productivas y el modo de distribución de ello
resultante, el análisis de la burocracia.
Pero Ellenslein aspira a algo diferente. Quiere demostrar a la
vez que el estalinismo era inevitable (para descargar al PCF
de toda responsabilidad) r que fue algo accidental (para
tranquilizar a quienes temen un desarrollo análogo en Fran­
cia): "Es la forma que ha lomado la construcción del socialismo
en la Unión Soviética. Por consiguiente, es un fenómeno espacio-
temporal". Si ha sido, como dice Ellenslein. un “producto de
la historia", un "fenómeno espacio-temporal", entonces los
materialistas, que por algo son también realistas, han hecho bien
el apoyarla (era un mal necesario); y asi quedan en paz con la
historia.

ALTHUSSER Y LA “DESVIACION ESTALIN1STA"

En la nota publicada en forma de anexo en su respuesta a


John Lewis, Althusser nos recuerda que desde 1960 repudiaba la
noción de culto a la personalidad como "un concepto inen-
contrable en la teoría marxista". En la actualidad se ha en­
valentonado hasta definir como critica de derechas todo análisis

234
del estalinismo que solamente vea en él una perversión del poder,
una alteración superestructura) del poder (¡encaja. Ellenstein!).
Según afirma, estas explicaciones insuficientes dejan el campo
libre a la "ideología burguesa más anticomunista" y a la "teoria
trotskista '. inocentemente relacionadas. Llega a decir que hace
falta "llegar a la raíz: a las contradicciones de la construcción
del socialismo". Pero el suelo es demasiado duro para Althusser
y la raíz excesivamente profunda: por esta razón no llega a ella y
se limita a nombrarla. Se trata de un progreso tan veleidoso como
su personaje.
Althusser prefiere permanecer en el terreno de la especulación
metodológica, a una prudente distancia de los hechos. En lugar de
atacar a las contradicciones de la construcción del socialismo en
sus condiciones históricas determinadas, da una nueva explicación
del estalinismo esencialmente ideológica, análoga a la introducida
por su discípulo Poulantzas en Fascismo r dictadura. En su ori­
gen habria una desviación de la linea general que domina "a par­
tir de los años 30" (¡qué imprecisión!) la III1 Internacional. Esta
linca se basa en el par economicismo-humanismo que. según
Althusser, ya caracterizaba a la 11“ Internacional. ¡Se trata de una
"revancha postuma"! Se trata de “exaltar simultáneamente las
fuerzas productivas y el Hombre" y de esquivar por ambos lados
la lucha política, el problema del poder.
Contra el análisis trotskista. Althusser opina que la noción de
estalinismo no es teóricamente distinta de la de culto a la per­
sonalidad. ¡Sin más juicio! Sin analizar el contenido concreto
desarrollado, recuperado, puesto al dia, desde La Revolución
traicionada de Trotsky. escrita en una época en que Althusser y
los suyos se tragaban impasibles una mezcla de cconomicismo y
humanismo aderezada con un poquito de proceso de Moscú. Sin
aludir siquiera a los estudios de Ernest Mandel que no se contenta
con decir que falta llegar a la raíz, a las condiciones y con­
tradicciones de una economía en transición. Sin explicar a la luz
del marxismo cómo (y contra quién) pudo triunfar una linea asi.
no solamente en la URSS, sino en lodo el movimiento comunista
internacional. ¡Y a qué precio!
De hecho, Althusser parle, frente a Ellenstein, de una critica
aparentemente radical del estalinismo; hace como si se tomase el
problema a pecho. Y en definitiva, ello le sirve para atenuar su
importancia y desviar la critica. Según él, es inexacto hablar del
estalinismo. Este rigorista prefiere hablar de "desviación estali-
nista": ¡esa es la palabra justa! ¡el concepto! ¿Desviación con
respecto a qué? ¿A qué norma? ¿Sólo es una desviación esta de­
formación del socialismo, esta orientación conservadora y reaccio­
naria del movimiento obrero que tiene en su haber el hundimiento
del PC chino en el 26. el abandono de España y la liquidación del
POUM, los procesos de Moscú, la tradición de la revolución
griega, la destrucción de Budapest y la invasión blindada de Praga
en la primavera del 68?
Althusser es muy prudente. Cuida y sopesa sus palabras. Las
destila parsimoniosamente. Sus producciones son muy aplaudidas,
su rareza las convierte en algo precioso. De hecho Althusser ma­
neja todos los trucos de un charlatán, desde el abracadabra mági­
co a los disfraces del científico. Simula elevarse por encima de la
historia, cuando en realidad marcha lastimosamente a remolque
de ella. Tras entreabrir unas cuantas puertas y retroceder frente a
los espacios vertiginosos con ello descubiertos, esto es lo que que­
da del parloteo althusseriano: el estalinismo es una desviación
de origen fundamentalmente teórico. De este modo, se esclare­
cen últimamente 30 años de historia del movimiento obrero.
En su obra Lo que sé de Soljenitsin, Pierre Daix escribe: "La
fascinación ejercida por la revolución de Octubre, de la que se
aprovechó el estalinismo y de la que se sirvió para avalar sus
crímenes en nombre de la necesidad de defender el socialismo, si
bien fue relevada por las victorias sobre Hitlcr. no pudo sobrevivir
a las revelaciones del XX Congreso, a la crisis polaca, a la insur­
rección húngara, antes de que el cisma con China acabase de
desmitificar el conjunto del sistema demostrando que había dejado
de ser universal y de corresponder a sus fundamentos teóricos" (p.
79). Y sigue diciendo: "Cuando en otro tiempo fuimos los porta­
dores de la iniquidad estalinista, además de estar convencidos de
que se trataba de una defensa legítima, si no de un acto de justi­
cia, identificamos la Unión Soviética con el porvenir del socialis­
mo. Veinte años después, sabemos que. al hacerlo, no favorecimos
en lo más minimo la causa del socialismo en Francia, que. en
cambio, hemos contribuido a destruir la unidad moral de la Resis­
tencia y nos hemos hecho culpables, entre la clase obrera de
nuestro pais, de los crímenes contra el socialismo que habíamos
negado y en ocasiones transformado en ejemplos. A finales de ve­
rano de 1972, no solamente ya no era posible identificar la Unión
Soviética con el porvenir del socialismo, sino que aquélla hacia las

236
funciones de gendarme velando por el mantenimiento del orden
existente en Europa".
El libro de Daix no constituye un análisis del estalinismo.
Tampoco lo pretende. No es más que una toma de conciencia del
mismo, ardiente y apasionada, por parte de un estalinista empe­
dernido que, durante la guerra fria, luchó en primera linea para
negar la existencia de los campos soviéticos. A algunos, este des­
cubrimiento les parecerá tortuoso, demasiado brutal para no ser
sospechoso. ¿Conseguirán las persecuciones contra Soljenitsin
destruir una fe ciega que no pudo ser abatida por treinta años de
prácticas estalinistas y de toda clase de crímenes? Daix se explica
a este respecto; da cuenta de los mecanismos y de las corazas de la
autocensura. No hay que criticar para no dar armas al enemigo de
clase... Hay que apostar por una mejora gradual... No hay que
correr el riesgo de tirar el niño con el agua del baño. Además, a
uno le cuesta reconocer que la abnegación, los sacrificios, los
combates de toda una vida, han sido inútiles, se han extraviado,
que la historia nos ha puesto un inmenso par de cuernos. Enton­
ces, lo que a una mirada indiferente se le aparece como irrisorio,
se convierte en decisivo, culmina la labor sorda de tantas peque­
ñas conmociones. Para Daix, la expulsión de Soljenitsin de la
Unión de escritores soviéticos prolonga y esclarece la invasión de
Checoeslovaquia. En torno a la figura de Soljenitsin se articulan
las losas del edificio estalinista; actúa como un catalizador y pre­
cipita una ruptura que se había ido difiriendo, una ruptura re­
troactiva. Esta es la cuestión.

"ESTE HIMALAYA DE SILENCIO COLECTIVO"

Al evocar el informe Krutshov, las rehabilitaciones, los hom­


bres que salieron de los campos de concentración, Daix habla de
un "enorme secreto colectivo", y también de este “Himalaya de
silencio colectivo". También los intelectuales del PCF tienen su
Himalaya; su silencio es el trotskismo. Un silencio insoportable
por acusador. Si no hubiese una voz que se levantase contra ellos,
todavía estarían afirmando que el estalinismo es inevitable, toda­
vía estarían confundiendo su capitulación con el realismo. Pero
existe una Oposición de izquierda, un movimiento trotskista que,
paso a paso, ha ido trazando otro camino posible: durante la revo­
lución china en el 26, acerca de la cuestión de la industrialización

237
y la planificación, acerca de la lucha contra el nazismo en Alema­
nia. En cada ocasión, se planteó explicitamente una opción, que
demostraba que había otros caminos posibles además del empren­
dido. En Los Comunistas (1949). Aragón hace decir a uno de sus
héroes: “los trotskistas son polis, eso es todo. No constituyen un
problema filosófico". Tanto mejor, porque ellos no han dejado de
plantear un problema político, mientras todavía hoy los Aragón,
los Ellenstein. los Daix. los Althusser. siguen evitándolo.
De todos modos, y la brecha es considerable. Ellenstein aban­
dona en su libro el viejo concepto de hitlero-trotskismo. Incluso
insinúa que “en el plano interior, la teoría trotskista de la revolu­
ción permanente se aproximaba a la teoría leninista de la revolu­
ción ininterrumpida". Al tiempo que recuerda que Stalin tenia
razón al defender, contra Trotsky, el "socialismo en un solo país"
(es el titulo del volumen) y al lograr erigirlo. En resumen. Trotsky
ya no está en el infierno, sino en el purgatorio. La frontera entre
el Bien y el Mal absolutos ya no es impermeable. Para los estali-
nistas más sagaces, la retirada, aunque modesta, es peligrosa. Es
como una fisura en los diques de Holanda por donde puede preci­
pitarse el mar embravecido. Pero en seguida se producen atrope­
llos, desde Pierre Durand en las columnas de L'Humanité hasta
Althusser. para meter valerosamente el dedo por el agujerito
abierto por Ellenstein.
En efecto, si Althusser se preocupa hoy de efectuar un análisis
teórico de la desviación estalinista, es para enfrentarse mejor con
la izquierda, dado que las autocríticas sumarias y superficiales son
incapaces de "mantener a distancia al antiestalinismo trotskista".
Se inquieta por este "fenómeno de apariencia paradójica": "Cin­
cuenta años después de la revolución de Octubre y veinte años
después de la revolución china, se produce el fortalecimiento de
unas organizaciones que subsisten desde hace cuarenta años sin
haber logrado una sola victoria histórica (pues, a diferencia de los
"izquierdismos” actuales se trata de organizaciones que tienen
una teoría): las organizaciones trotskistas".
Decididamente. Althusser conoce mal la historia y la entiende
peor. Esta leoria que cimenta las organizaciones trotskistas y las
hace coriáceas a sus ojos, es la filiación que desde el bolchevismo
conduce al trotskismo pasando por la Oposición de izquierda de
los años 1925-1946. A través de esta historia, nuestro movimien­
to logró la primera victoria, la de la Revolución de Octubre, frente
y contra los Stalin y Zinovicv del momento. Y también hemos
conseguido la última victoria, la que cuenta: hemos sido el único
grupo que no ha capitulado ni se ha doblegado ante el estalinis­
mo, y que ha mantenido la tradición del internacionalismo revolu­
cionario. Todo ello es algo muy distinto de las victorias efímeras
cuyos trofeos conserva Althusser en sus vitrinas teóricas.
En cuanto a Daix, debido a que va bastante lejos en su de­
nuncia del estalinismo, tiene que mostrarse discreto con la cues­
tión del trotskismo. por lo que la trata por omisión.
Asi, cuando habla de los campos soviéticos, pretende que
Goebbels fue el primero en hablar de ellos y David Rousset el se­
gundo. De acuerdo con los datos de que disponemos. Trolsky fue
asesinado en 1940 por la GPU cuando ya había escrito Los
crímenes de Sialin, libro en el que abundan los hechos y los tes­
timonios. Siguiendo con los hechos, su hijo León Sedov fue asesi­
nado en 1938 por la misma GPU-, o sea, que su obra Los proce­
sos de Moscú estaba escrita desde antes. Pero estas primeras voces
no las ha querido oir Daix, porque eran demasiado terribles,
porque provenían del propio seno del movimiento obrero, porque
exigían un coraje político y no unas tranquilizantes certezas.
Que se produzcan confusiones a este respecto es concebible.
Lo inadmisible es que Daix elimine en una nota de su libro a los
fastidiosos Trotsky y trotskismo: “No debe perderse de vista
que, en lo referente a. la literatura, las opiniones de Trotsky
apenas difieren de las de Stalin. Trotsky ataca a Zamiatine, a Pil-
niak, a Blok, a Essenine, entre otros, y los considera culpables de
emitir un juicio independiente sobre la revolución. El control de la
creación artística forma parte de la concepción que el régimen so­
viético tenía, desde un principio, de su propia función” (nota a pie
de la página 158).
Daix, que se considera un espíritu abierto, que ha sabido leer
las obras de la lingüística, del estructuralismo, de la escuela his­
tórica francesa, sigue siendo un pésimo lector de Trotsky, para no
decir un lector carente de honradez. ¿Cómo puede decir esto
después de la reedición de Literatura y Revolución en formato
popular? Es cierto que Trotsky. ha criticado severamente a Pil-
niak, a Blok, a Essenine y a muchos otros. Pero jamás ha preten­
dido convertir estas criticas en una postura oficial, militarizar y
estatizar el arte y la literatura. Todo lo contrario, ha afirmado que
la creación artística depende de ciertos procesos sociales a largo
plazo que superan ampliamente por su extensión la jurisdicción y
la competencia de un partido o un Estado. Por esta razón Trotsky

239
estaba de acuerdo con Bretón en que en arte "todo está permiti­
do”. Si Daix no ve en esto ninguna diferencia con el estalinismo,
es que todavía no se ha despegado suficientemente de su pasado
para distinguir una polémica virulenta en el seno del movimiento
obrero de una sentencia policial. Esta ceguera puede llevarle lejos,
por ejemplo, a considerar la degeneración eslalinista como inhe­
rente, “desde su origen", “al régimen soviético”.
Es asi como una ruptura vergonzosa con el estalinismo puede
desembocar en la pérdida del rumbo ideológico. Stalin quiso que
el socialismo se identificase con la URSS, quienes combaten el
sistema burocrático continúan, de grado o por fuerza, identifi­
cándola con el socialismo y le proporcionan a Stalin su última
victoria postuma.

BALANCES SIN PERSPECTIVAS

Ellenstein, Allhusser, Daix abordan el estalinismo según di­


versos procedimientos que determinan también sus perspectivas.
Daix lo admite con bastante honradez: “El neo-estalinismo está
desarmado y circunspecto ante el debate político de fondo." Lo
que no ve es que las semi-rupturas, las semi-medidas no constitu­
yen en absoluto una manera mejor de abordar este debate.
Para Ellenstein. la causa está vista. Quiere hacer presentable
el estalinismo. Pero sigue siendo eslalinista. En una carta a Le
Monde (2 de Agosto), tiene buen cuidado de precisar: “Estoy to­
talmente de acuerdo con el articulo de Roland Leroy sobre los es­
critos de Pierre Daix". La coz del asno.
Para Aithusser se trata también de lo accesorio para conservar
mejor lo esencial. Existe una desviación eslalinista, de origen
teórico, pero la historia de la URSS y de la III* Internacional no
se limitan a esta desviación. En los balances teóricos de Aithu­
sser, lo positivo supera con mucho lo negativo: “Stalin no puede
quedar reducido, por razones evidentes y poderosas, a la desvia­
ción que hemos relacionado con su nombre, y con mayor razón a
la 111
* Internacional, a la que acabó dominando al cabo de treinta
años. Ante la historia, tiene otros méritos. Supo comprender que
era preciso renunciar al inminente milagro de la revolución mun­
dial y, por consiguiente, emprender la construcción del socialismo
en un solo pais, y sacar de ella todas sus consecuencias: defender­
la a toda costa como la base y la defensa del socialismo en el

240
mundo, convertirla, bajo el asedio del imperialismo, en una forta­
leza inexpugnable y dotarla, con este Tin, de una industria pesada
de la que salieron los tanques de Stalingrado que sirvieron para
que el heroísmo del pueblo soviético, en una lucha a muerte, li­
brase al mundo del nazismo. Nuestra historia también pasa por
ahi. Y a través de las caricaturas y tragedias de esta historia, mi­
llones de comunistas han aprendido, aunque Stalin los enseñase
como dogmas, que existían los principios del leninismo" (p. 95).
Que los carros de Stalingrado también hayan sido empleados
en Praga, que se produjese el pacto germano-soviético, que
L'Humanilé clandestina del 4 de Julio de 1940 todavía escribiese:
“El pueblo francés quiere la paz y exige medidas enérgicas contra
quienes, por orden de la Inglaterra imperialista, quisieran lanzar
de nuevo a la guerra a los franceses"; todo esto no cuenta, sólo es
un puñado de arena que apenas cruje bajo la bota teórica. Althus­
ser ataca la “desviación" estalinista para salvaguardar mejor el
meollo. Le basta con olvidar y aligerar un poco las tintas. Lo
siento. Althusser, nuestra historia no pasa por ahi. Nuestra histo­
ria es otra, en el pasado y en el presente.
La querella parecería efectivamente gratuita si no tuviese im­
plicaciones actuales. Para Althusser, la “única critica histórica de
izquierda de la desviación estalinista" es “la critica silenciosa,
pero en actos, realizada por la revolución china, una critica lejana,
desde el foro. Que debe verse de cerca y descifrarse". El maldito
Althusser, que para salvar los muebles acaba haciendo la apología
de la teoria muda, volviendo el marxismo al mimo. Haciendo el
elogio de una política disfrazada. Cada vez mejor.
Hay que decir una serie de cosas: que la revolución china
tomó para adaptarlo a su propio uso el vocabulario estalinista
(¡basta con leer de nuevo la Nueva Democracia!). que la direc­
ción del PC chino, escarmentada por la catástrofe del 26, se dis­
tanció de la Internacional, que se forjó en polémicas contra los
cuadros formados en Moscú por Pavel Mig, que la revolución chi­
na triunfó contra la orientación y las consignas de Stalin, contra
sus emboscadas y sus trampas. Todo ello constituye la distancia
que. para nosotros, separa una dirección reformista reaccionaria
de un partido revolucionario empírico.
Pero después de la Revolución cultural, a la luz de la nueva
política internacional de China, en el momento en que Chu-en-
Lai se alegra de ver cómo se refuerza la Europa del capital frente
al peligro que representaría el social-imperialismo soviético, cuan­

241
do las divergencias políticas en el seno del PC chino se solucionan
de modo diferente al de un debate político (Lin Piao). se hace di­
fícil encontrar en China una patria de recambio para el socialis­
mo, y en Mao un Stalin mejorado. Exceptuando a Althusser, cla­
ro. que se conforma con una critica lejana, desde el foro, para po­
der hacer mejor la critica de cerca, la que examina los hechos, la
que descifra.
Es una vez más Daix quien se acerca al problema decisivo:
"Escribí este libro cuando, porque, tras el silencio de las Letires
francaises, al que se añadieron otros silencios, curiosamente mul­
tiplicados desde 1968, disminuyeron las ya débiles posibilidades
que tenía el sistema socialista de reformarse desde el interior”. Es
una opción. Garaudy lo habia dicho antes que Daix: ya no se
puede callar más. Daix explica con bastante claridad que. a sus
ojos, durante mucho tiempo, lo esencial ha sido continuar hablan­
do desde el interior del movimiento comunista. Sabe, y asi lo dice,
que sus palabras, impresas en las columnas del Nouve! Observa-
leur, suscitarán recelo a priori. También en este momento se
considera una victima del mecanismo del PCF: lodo está prepara­
do para que quienes rompen con el partido lo hagan en solitario,
condenados por su soledad a expresarse a titulo individual en tri­
bunas circunstanciales, tribunas provisionales. Nadie ha podido
resistirlo: Marty, Tillon, Garaudy, Lefévre, tal vez mañana Daix.
son, ante el partido, hombres solos.
Es este temor el que hace vacilar a Daix y le devuelve al carril
del que está tratando de escapar. Explica que muchas veces ha ca­
llado porque las cosas iban a arreglarse. Y todavía hoy: "A medi­
da que la credibilidad del acceso de la izquierda al gobierno se
precise y se acreciente, las transformaciones en el interior del
partido se operarán por si mismas”.
En este caso, si el partido sigue siendo el partido, si las trans­
formaciones se operarán por si mismas, ¿para qué atropellarse?
Daix está atrapado en el torbellino de la vieja lógica. Oscila entre
esta nueva capitulación y una dudosa justificación de su aisla­
miento. que afectaría su estatuto de intelectual. "La política, de­
clara al Ñouvel Observaieur, también consiste en ganar las elec­
ciones, a corto plazo. El papel de un intelectual es. a mi entender,
el contrario: a largo plazo." Ya nos estamos alejando del marxis­
mo y Daix se halla en una posición cada vez peor. (Leroy no deja
de reprocharle su concepción política de lo político).

242
No hay escapatoria, ni evasiva ni semi-medidas que valgan.
La única manera de romper con el estalinismo sin ser destruido,
consiste en demostrar que ya no se identifica con el movimiento
obrero, que la URSS no se identifica con el socialismo. Consiste,
por lo tanto, en luchar por la construcción de una organización
revolucionaria y encontrar su lugar en el movimiento obrero. Pero
Daix esquiva estas opciones.

BIBLIOGRAFIA

Pierre DAIX, Ce que je sais de Soljénitsyne (Le Seuil).


Entrevista en Le Nouvel Observateur (16 de julio).
ALTHUSSER, Réponse á John Lewis (Maspero).
ELLENSTEIN, Histoire de l'URSS, Tomo 2 (Editions sociales).
Pierre DURAND, A propos de l’Histoire de l'URSS, tomo 2
(L'Humanité, 10 de julio).
Roland LEROY, A propos des receñís écrits de Pierre Daix
(France Nouvelle, 31 de julio).
Louis COUTURIER, Le PCF el l'Histoire de l'URSS (Quatriéme
Internationale n° 9-10 (nueva serie) sept-oct. 1973.)

243
8

CRITICA DE UNA AUTOCRITICA

Jean-Marie Brohm
Dos libros recientemente publicados vuelven a poner sobre el
tapete el debate, que Althusser no ha dejado de alimentar, sobre la
especificidad de la “Ciencia” marxista y de la “Filosofía” marxis­
ta. El primero, Philosophie et philosophie spontanée des sa-
vanis (1967) (Maspefro, 1974) es la célebre Introducción el
"curso de filosofía para científicos" pronunciada en la Escuela
Normal Superior en 1967. Estos cursos de filosofía, en los que
participaron los demás miembros de la “Escuela althusseriana”,
P.Macherey, E. Balibar, F. Regnault, M. Pécheux, M. Fichant y
A. Badiou se prolongaron aproximadamente hasta mayo-junio del
68, y ejercieron una influencia evidente sobre toda una generación
de intelectuales universitarios. Asi, pues, en cierto lugar, la “Es­
cuela”, se enunciaron una serie de Tesis filosóficas, es decir,
según Althusser, de “proposiciones dogmáticas” (p. 13), aptas
para circunscribir a la filosofía. Esta está “hecha de palabras or­
denadas en proposiciones dogmáticas denominadas Tesis” (p.
18). El conjunto de estas tesis forma “un sistema" en el que las
"categorías filosóficas que ellas producen pueden agruparse y fun­
cionar como un método filosófico” (p.24).
Evidentemente L. Althusser pretende estar hablando como un
filósofo marxista que desarrolla la filosofía marxista, la de Marx,
Engels, Lenin, Mao (y de vez en cuando Stalin). ¿Acaso no nos
dice, en efecto, que “sin Lenin y todo lo que le debemos, este
curso de filosofía para científicos, jamás habría tenido lugar”?

245
(p.78). también nos alegramos de saber que las célebres Tesis de
Abril de Lenin y su práctica política nos ayudan “a pensar tan de
cerca como sea posible la práctica propia de la filosofia" (p. 60).
Y para quienes todavía tienen dudas en cuanto a la eficacia prácti­
ca de esta “avalancha de tesis" (p. 27), en cuanto a las "posturas
correctas” de la práctica política de Aithusser, el Filósofo de la
calle Ulm precisa (sin duda ante un auditorio asombrado al com­
probar que "formalmente hablando”, “la práctica filosófica" de
un agregado de la universidad francesa es "del mismo tipo que la
práctica de Lenin")(p. 61). en una proposición dogmática resumi­
da: "hemos podido comprobar que la filosofía que profesábamos,
o mejor, la posición que ocupábamos en filosofia, estaba relacio­
nada con la política, con determinada política (sic). la de un Le­
nin (...) No hay contradicción en ello: esta política es la del movi­
miento obrero, y su teoria viene de Marx..." (p. 97).
Asi, pues, Aithusser es marxista-leninista, filosóficamente ha­
blando, por supuesto. Pero la “aridez de las tesis" (p.28) no debe
desanimarnos. Efectivamente, como en toda práctica, la filosofía
“sólo puede aprenderse practicándola, pues solamente existe en la
práctica" (p.28). Allhusser, al decidirse a publicar este curso, pre­
senta, en resumidas cuentas, el balance de su “ejercicio” de la fi­
losofía que le permite precisar las claves, enunciar las tesis, deli­
mitar las posturas (criticando las posturas falsas y tomando par­
tido por las posturas correctas). Y este balance recuerda mucho a
un “testimonio retrospectivo" (p.8). En efecto, como explica en
su Advertencia de mayo del 74. este curso para científicos que
es su "introducción del 67" (p. 8),
* inició un “viraje" en sus “in-

1 Seguramente para acentuar el parentesco, digamos la filiación, con la Introducción


general a la critica de la economía política ( 1857) de Marx. Allhusser piensa segura­
mente en lo que decia Marx en 1859 en su Prefacio a la Critica de la Economía política.
precisamente con respecto a esta Introducción del 57: "la anticipación de resultados que to­
davía no han sido demostrados puede crear confusión" (Ed Sociales. 1957. p. 3). A cooti-
nuación. después de una autocrítica asi. hay que decidirse a enfrentar "la enojosa
obligación de exponer (su) opinión sobre los denominados intereses materiales" (ibtdcm.
p. 3). Finalmente, ya que se trata de "arreglar (sus) cuentas con (su) conciencia filosófica
anterior" (ibidem. p. 5). no se pueden olvidar las siguientes tesis de Marx: "No es la con­
ciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino su existencia social lo que de­
termina su conciencia" (ibidem. p 4). Esto ya lo habla dicho Marx, por ejemplo, en La
Ideología Alemana... Por esta razón es preciso "destacar el antagonismo existente" entre el
materialismo histórico "y la concepción ideológica de (a filosofía alemana" (ibidem. p. 5)
Se podria decir también, "de la filosofia francesa", aunque sólo fuese la de un eminente es­
pecialista de la Teoria (o de la Práctica teórica). Entonces, ya que aparentemente "se abre
una época de revolución social" (ibidem. p. 4) y ya que "la humanidad solamente se plan­
tea los problemas que puede resolver" (ibidem. p. 5) se le puede preguntar al pájaro de
Minerva —que en sus meditaciones filosóficas sobre la Ciencia, la Verdad, el Tclos. el Ser.

246
vestigaciones sobre la filosofía, en general, y sobre la filosofía
marxista en particular" (p.8).
Hoy, en sus Elementos de Autocrítica (Hachette, 1974),
Althusser nos propone no solamente una nueva definición de la
filosofía (“lucha de clases en la leoria”) sino sobre todo la expli-
citación de una serie de declaraciones autocríticas. Hacia el final
nos dice que las posiciones de Pour Marx, Lire le Capital y otros
textos estaban todavía afectadas por una “desviación historicista".
que “la lucha de clases estaba prácticamente ausente" de muchas
de sus construcciones intelectuales? que el "corle epistemoló­
gico" estaba concebido de manera especulativo-racionalista; que
“en Pour Marx y en Lire le Capital apenas se trata de la lucha
de clases en si misma" (Eléments d'Autocritique, op.cit., p.94) y
otras cosas parecidas. Por ejemplo, Althusser confiesa el pecado
(“herejía") de espinozismo. Su confesión final deshace un singu­
lar malentendido: “Hemos sido culpables de una pasión fuerte y
comprometedora: hemos sido espinozislas" (op.cit.. p.65). Sin
duda ésta es la razón de que este hereje dedicase su autocrítica
antidesviacionista a “Waldeck Rochet, que admiraba a Spinoza y
le habló ampliamente de él en 1966" (op.cit.. p.ll). En suma,
una conversación entre especialistas de la"herejia". Uno de ellos,
famoso dirigente del partido comunista francés.3 eminente rc-

247
volucionario, y por añadidura, especialista en Spinoza. El otro, fi­
lósofo prudente, que avanza disfrazado y que, mediante una larga
serie de rodeos y retrocesos, trata de ver un poco claro en el rodeo
de Marx por Hegel, ya que el trabajo filosófico exige rodeos y re­
trocesos. Dicho de otro modo, durante los años transcurridos en­
tre el 60 y el 65, tras haber hecho “la prueba concreta que ser
marxista en filosofía no es nada fácil" y “tras haber topado du­
rante años con una serie de textos enigmáticos y con sus tristes
comentarios” (p.67), Althusser da un rodeo por Spinoza, “audaz”
o “imprudentemente" (como quieran) (p. 69), tras muchos es­
fuerzos también (p.67) y pagando por ello un precio teórico eleva­
do (p.68). Para llegar finalmente al siguiente resultado: “en la re­
petición anticipada de Hegel por Spinoza, hemos buscado y creído
delimitar en qué condiciones podía una filosofía, por debajo de
sus proclamas y sus silencios, a despecho de su forma, al con­
trario, por su propia forma, es decir, por el dispositivo teórico de
sus tesis, en una palabra, por sus posiciones, producir efectos úti­
les al materialismo” (p.70, subrayado por nosotros). Aquí está
expresada toda la filosofía estalinista; esta vez sin rodeos, al con­
trario. de modo “muy explícito”. Althusser explica, en efecto, de
qué modo su historia subjetiva [es decir, su fidelidad al partido
comunista francés, fuesen cuales fuesen los azares de la “linea co­
rrecta” y sus numerosos “(re)ajustes"] y la coyuntura ideológica y
teórica existente [crisis del estalinismo, XXo Congreso del PCUS,
ruptura entre la Unión Soviética y la República Popular China,
calificada de “escisión del movimiento comunista internacional”]
le impusieron este rodeo como algo necesario (p.69). Con la crisis
provocada por la desestalinización y la fragmentación del bloque
estalinista en varios comunismos nacionales y vías especificas
hacia el socialismo (italiana, china, francesa, por ejemplo...), era
efectivamente difícil hallar una posición política coherente que
permitiese una adaptación constante a los “virajes”, no de la filo­
sofía en general, y marxista en particular, sino a la linea del apa­
rato del PCF, de la diplomacia "comunista” de la burocracia so-

selgnements de mai-juin 1968: Qu'est-ce que la philosophle marxiste?; y sobre todo


L'Avenir du Partí communiste francais. Sin duda aprenderán en ellos la decisiva con­
tribución del "Partido", en estas históricas jornadas, a "la liberación revolucionaria del
proletariado" para emplear la sorprendente expresión de Althusser (p. 35). Es cierto que en
su Riponse Althusser ya había reescrilo la historia: todos los comunistas tenemos en co­
mún. aparte de lo que pensemos de ellas (sic) la revolución cultural china y el Mayo del 68
en Francia" (Maspero. 1973. p. 80). Para decirlo lodo, nada divide a los "auténticos fi­
lósofos comunistas, mientras sigan hablando de Filosofia.

248
viética, de la coexistencia pacifica (entre dos o entre tres) y final­
mente del partido comunista chino, cuyas sutilezas filosóficas son
bien conocidas (sobre todo cuando se trata de Confucio. de Lin
Piao y algunos otros). En resumen, Althusser jamás ha tenido op­
ción;4 o mejor, ha "elegido" (no como Sartre, por supuesto)
callarse, guardar silencio, ocultarse, avanzar paso a paso, de ma­
nera sinuosa, discreta, y para decirlo todo, académica, por el labe­
rinto filosófico del estalinismo en donde se encuentran mezclados,
al azar de un rodeo, no solamente los grandes clásicos, sino tam­
bién Stalin, Mao, Waldeck Rochet y, por qué no, todos los
“Grandes Dirigentes del Movimiento Comunista Internacional".
Pero, eclecticismo político obliga, para encontrar “una justa
Unión entre el Movimiento obrero y la Teoria marxista-leninis-
ta", Althusser ha tenido que “situarse en posiciones teóricas (filo­
sóficas) proletarias", por supuesto “a partir de posiciones políti­
cas proletarias" (¡sic!) (p. 126). Althusser, pues, se ha visto am­
pliamente favorecido por los favores de la "critica al culto de la
personalidad" de Krutshov y el humanismo cultural pequeño bur­
gués de los Garaudy y Adorno, cuando el partido inició su pe­
ríodo de “diálogo” y de "renovación democrática". Además
"demos al XXo Congreso lo que le pertenece; desde este congreso
es posible (hablar y publicar), y, para hablar solamente del Parti­
do francés, en el transcurso de la sesión del comité central de

* "De hecho, ames del XX Congreso (claramente: en pleno periodo estalinisla). un


filósofo comunista, al menos en Francia, apenas podía publicar textos filosóficos
(minimamente) cercanos a la política que fuesen algo más que el comentario pragmático de
las fórmulas consagradas" (Réponse. p. 65) En este sentido, tenemos que hacer dos obser­
vaciones. Tras el XX Congreso, por ejemplo en la presente coyuntura de la Unión Soviética
(periodo Breznev) los textos filosóficos de los "comunistas" del gran partido hermano
siguen "siendo el comentario pragmático de las fórmulas consagradas". Basta consultar las
obras del catálogo de las Ediciones de Moscú hoy (1974). Por ejemplo (no restrictivo):
Dialéctica, lógica, gnoseologia: su unidad por Kedrov; El Estado soviético y el derecho.
por Tchkivadzé; Iniciación al materialismo dialéctico e histórico por Yakhot; del mismo
"filosofo": Introducción al materialismo histórico, o también El materialismo histórico
por Kelle y Kovalzon: sin olvidar los Problemas fundamentales del materialismo dialéc­
tico (y del materialismo histórico) etc. Por lo demás, los militantes marxistas.
revolucionarios y realmente comunistas, que llevan a cabo la lucha contra la burocracia do­
minante en Yugoeslavia. Checoslovaquia. Polonia. Unión Soviética, etc. siguen siendo vic­
timas de la represión estalinisla. que no tiene nada de filosófica. J. Kurom K. Modzelewski.
K. Kosik. los filósofos rojos en Yugoslavia, los oponentes comunistas en la URSS (casi lo­
dos ingresados en hospitales psiquiátricos) y los militantes marxistas checos saben algo de
iodo esto. Ni siquiera la "Escuela de Budapest", en torno al viejo Lukács. se beneficia com­
pletamente del "derecho a la investigación y a la expresión filosófica". Sin duda debido a
los "trágicos acontecimientos" ocurridos en Hungría en 1956.

249
ArgentcuiP (1966) reconoció el derecho de sus militantes a la in­
vestigación y expresión filosóficas" [Réponse á John Lewis, op.
cit., (p. 65) ]. ¡Gracias, camarada Waldeck Rochel, por tanta ge­
nerosidad!
La autocrítica de Althusser aborda una serie de cuestiones so­
bre las cuales habrá que volver más a fondo: relación Marx/He­
gel. teoría de la contradicción.8 definición del humanismo y del
economicismo. función de la ideologia. clarificación del corpus
conceptual del materialismo histórico.7 etc. Veremos entonces,
pero no nos anticipemos, que la autocrítica de Althusser tal vez
sea el anverso de una nueva astucia de la razón estalinista.
En el Ínterin, podemos resumir en unas cuantas tesis (provi­
sionales) nuestra critica de cierta autocrítica;
A. Esta autocrítica es la justificación filosófica del estali­
nismo, como política concreta en el seno de la Komintern, en
la época de la decadencia imperialista. Esta autocrítica se
efectúa en nombre de la teoria (“por lo demás mucho más espino-
zista que estructuralista") (p.55) de la “causa ausente" (p.56).
Asi, según Althusser, que cree conocer la historia del partido co­
munista ruso y de la Internacional comunista, es difícil “echar
mano" de “la" causa de lo que algunos han denominado “el esta­
linismo", y otros "culto a la personalidad". Los efectos (¡sic!)
estaban presentes: la "causa, ausente” (p.56). Por otra parte,
añade el ardiente admirador de los Principios del leninismo de
Stalin, incluso suponiendo que se pueda analizar científicamente
el estalinismo (bautizado como "desviación estalinista"), "esta
“causa" no es por si misma más que un eslabón en la dialéctica
de la lucha de clases del Movimiento obrero dominado por la
construcción del socialismo en un solo pais"8 (p. 56). Y para

250
que las cosas sean todavía más claras (¿conocimiento de segundo
grado?), Althusser explica que la categoría de causa ausente sig­
nifica que las razones últimas de la desviación estalinista jamás se
personaron en la escena histórica y que, por lo tanto, no era posi­
ble enfrentarse con ellas directamente "como con una “persona
presente" (p. 57). Dicho de otro modo, el estalinismo no existia
en ninguna parte. Su forma era elusiva y difícil de encontrar.
A menos que consideremos con Spinoza, que también partía de
Dios, que su causalidad era no "eminente" (p. 81). Aventura cier­
tamente peligrosa, si pensamos en lo que ha costado práctica­
mente al movimiento revolucionario internacional.
B. La autocrítica relativa al "téoricismo" sigue siendo to­
talmente teoricista. Althusser se forja como tarea política “de­
fender, a propósito del marxismo-leninismo, en el sentido tajante
de la expresión (sin duda, mediante una guerra de posiciones...),
la categoría filosófica de “ciencia" "(p.35). Diga lo que diga, el
ortodoxo defensor del Verbo prefiere el debate de filólogos a la
guerra de clases. La clave de las luchas ideológicas o políticas au­
ténticas es. para él, la conservación o la desaparición de ciertas
expresiones. “No es exagerado decir, añade, que lo que hoy está
en discusión tras estos debates, es, en definitiva, el propio leninis­
mo” (p. 33). Claro, y cuando no es un problema de expresiones,
es un problema de filosofía, que como todo el mundo sabe, siem­
pre ha transformado concretamente el mundo. Por ello no debe
extrañarnos ver a Althusser pronunciando una vez más su Tesis
preferida, su conclusión filosófica fundamental: “yo decía enton­
ces (1960-65): la cuestión esencial es la de la filosofía marxista.
Sigo pensando lo mismo" (p. 100). Y lo seguirá pensando eterna­
mente, sin duda.

251
C. La autocrítica intelectual de Althusser sirve para escamo­
tear la responsabilidad politica concreta de los intelectuales en la
lucha concreta contra el sistema capitalista, la violencia impera-
lista y el absolutismo estalinista. Los filósofos son como mosco­
nes, intelectuales sin práctica, decía Althusser en su Introducción
del 67 (p. 17), sin duda para describir a cierta categoría de inte­
lectuales. Y ya que Althusser, tras un largo rodeo, se ha sentido
“llamado a la actualidad" (p. 126) le recordaremos que existe
“otro tipo de intelectual" (Philosophie el philosophie spontanée
des savants, op.cit., p.25), que anuncia efectivamente las revolu­
ciones que estamos viendo ante nuestros ojos. Se trata de los mili­
tantes revolucionarios del M1R que, ellos si, están luchando real­
mente (y no en el sentido figurado de la expresión) a partir de
posiciones políticas proletarias. Este es su programa; “la muerte
de nuestro secretario general no significa en absoluto la liquida­
ción del MIR. El fusil que ha dejado Miguel ya lo empuña otro
dirigente. El combate sólo cesará el dia en que hayamos colgado a
Pinochet en la Plaza de Armas de Santiago" (Declaración de
Edgardo Enriquez, hermano de Miguel; Le Monde, 8-X-1974).

252
INDICE

pü.
Nota de la Edición Española............................................... 7
Introducción.......................................................................... 9
Prefacio de Althusser a Marx............................................... 51
1. Louis Althusser y la dialéctica materialista............... 57
2. Releer “El Capital”*..................................................... 117
3. Las Malsanas “Lecturas”* de Althusser...................... 153
4. El teoricismo y su rectificación.................................. 173
5. Althusser corrige a Marx*........................................... 207
6. Althusser, la ideología, la escuela* ............................ 225
7. Los intelectuales del PCF* contra el estalinismo .... 233
8. Crítica de una autocrítica........................................... 245

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