Concepto de Verdad en El Magisterio de Benedicto XVI
Concepto de Verdad en El Magisterio de Benedicto XVI
Concepto de Verdad en El Magisterio de Benedicto XVI
La verdad, del griego “aletheia”, es un tema que abarca toda la vida humana. Literalmente esta
palabra se traduce como “desocultamiento”. Se destapa una realidad velada a los sentidos. Era
utilizada frecuentemente en la filosofía clásica para definir la unidad entre el ser y el pensar. Con el
tiempo ha sufrido muchas mutaciones, sin embargo, en el cristianismo se utiliza el concepto
elaborado por sto. Tomás de Aquino en su Summa Theologiae El santo teólogo, afirma en su suma
teológica que la verdad es la adecuación entre objeto y entendimiento. El objeto es tanto más
verdadero cuanto más se adecúa al principio de su existencia. Tomás pone el ejemplo de un edificio:
es tanto más verdadero cuanto más se adecúa a la idea que tenía el arquitecto de ella. La teología
escolástica ha tomado mucho de la filosofía clásica para expresar el pensamiento cristiano sobre la
verdad, tenemos claros ejemplos en sto. Tomás de Aquino, al que el papa emérito veneraba mucho
como pensador y teólogo, cuyos estudios ha utilizado para hablar de la verdad en múltiples
ocasiones.
Según muchos filósofos, la verdad y el bien son valores que se identifican. Según algunos,
constituyen incluso el mismo valor.
Desarrollando el pensamiento del célebre teólogo, podemos afirmar que la veracidad de un hombre
depende del cumplimiento del designio de Dios en su vida. Éste pensamiento lo desarrolla san
Pablo en su carta: renovaos por la transformación de la mente, para conocer la voluntad de Dios.
Ésta “transformación” nos lleva a la “verdad plena”, ya que por ella recibimos el Espíritu Santo, que
es el que nos revela la verdad completa. San Pablo afirma que incluso la creación espera ansiosa la
revelación de esa condición interior recibida en el bautismo por los cristianos. Esa transformación
es la que se da en san Pablo, cuando escribe: no vivo yo, Cristo vive en mí. Los cristianos se
transfiguran en Cristo, que es la verdad, conforme se desarrolla en ellos la gracia santificante.
La “veracidad” de cada hombre se revelara al final de los tiempos, en el Juicio Final, cuando todos
pasemos por el “fuego”, quedando destruida toda vanidad. Solamente la voluntad de Dios, que se
revela como verdad auténtica, es la que da solidez a nuestra vida. Sin ella, la vida del hombre carece
de fundamento sobre el que apoyarse, y a causa de las contrariedades de la vida, se desmorona. Sin
embargo, cuando el hombre se apoya sobre esa verdad, da fruto a pesar de las pruebas. Un hombre
es veraz cuando mantiene su fidelidad a la alianza. En el A.T. la verdad se caracteriza por la
fidelidad a la alianza del Señor, por eso no hay reparo en que Judith, para salvar a su pueblo y
permanecer fiel a Dios, decide engañar a Holofernes. (Cf. Jdt 11), porque su acto está dirigido hacia
la verdad.
Una vida sin verdad es una vida sin sentido, como muchas veces han reiterado muchos teólogos, ya
que ella es la meta y el centro de la vida humana, siendo ella Cristo mismo (cf. Jn 14,6). La verdad
es garantía de la autenticidad de la vida. Una vida sin valores que trasciendan la materialidad está
condenada a la destrucción, pues es una vida sin esperanza, una vida vacía.
Para poder entender a Benedicto XVI en su comprensión de la verdad es necesario realizar un
recorrido por la Sagrada Escritura para analizar lo revelado.
La primera referencia a la verdad en la Sagrada Escritura se encuentra en el libro del Génesis, en el
contexto de la historia de José. Cuando los hermanos de José llegan a Egipto para pedir provisiones,
entonces José, al verles les dice que son espías; y para que demuestren lo contrario les exige que
traigan a su hermano más pequeño. Dice una frase que suena así: “… a ver si la verdad está con
vosotros” . El concepto utilizado es “aletheia”. En este versículo ya podemos entrever que hay un
carácter personal de la verdad; no es algo que se somete, sino algo que está al lado del hombre que
no merece castigo, algo que le acompaña. La verdad acompaña al hombre.
Más adelante, en el libro de Samuel, el rey David afirma que la palabra de Dios es verdad. Frase
que repetirá el mismo Jesús en su discurso sacerdotal. Y, ¿quién es la palabra de Dios? El logos de
Dios es Jesucristo, que se ha venido ha revelar a la tierra, ha venido a revelar el rostro del Padre y
dar testimonio de sí mismo, de la verdad.
Vemos como ya en el A.T. se encuentran referencias a que la Palabra, que más tarde se hará carne,
es la Verdad suprema. El concepto de verdad del cristianismo no se basa en teorías filosóficas o
deducciones, se basa en el encuentro con la palabra de Dios, en que Dios se revela a la humanidad,
mostrando la verdad, el camino y la vida.
La verdad tiene carácter personal y trascendental al mismo tiempo. Es alguien que está cerca, y, sin
embargo es inalcanzable. Como afirmaba el todavía cardenal Joseph Ratzinger, Jesucristo ha
acercado y a la vez alejado a Dios de la humanidad. Por qué? Porque Dios, como se revela en el
A.T. es, en cierto sentido, mas alcanzable a la razón humana. Un Dios al que no se le puede ver,
porque mueres. Jesucristo, sin embargo, ha revelado a Dios en la cruz, en el misterio por excelencia,
algo inabarcable para el intelecto humano.
Por eso, la verdad solamente la halla la humildad, porque no se abarca por el intelecto solamente,
sino por la fe, que requiere un acto de humildad. El acto de fe es posible solamente cuando alguien
reconoce que hay algo que va más allá de las propias fuerzas o del propio intelecto.
El papa emérito dedicó toda su vida a la búsqueda y profundización de la verdad. Gran parte de sus
obras están dedicadas al desarrollo del concepto mencionado. Ya incluso en su ordenación episcopal
eligió el lema “cooperador de la verdad”. Para Benedicto XVI ella es algo que no se puede ignorar,
que es preciso buscar con ansiedad.
El concepto de verdad en el Antiguo testamento aparece casi siempre como una correspondencia
entre lo dicho y la realidad. Aquí se entreve que lo que dice el Señor siempre se cumple, su palabra,
dabar en hebreo, siempre es algo que se realiza en la existencia del hombre. El mensaje de Dios es
un mensaje verdadero porque no es meramente “informativo”, sino “performativo”, conlleva
consecuencias concretas en la existencia del hombre.
El concepto de la verdad ha estado expuesto a una evolución y ramificación amplia a lo largo de la
historia, hasta llegar al punto de que hay muchos tipos de verdad: subjetiva, objetiva, científica,
religiosa. Sin embargo, Benedicto XVI siempre ha afirmado que existe solamente una única verdad
que contiene en sí todas las ramas posibles de la verdad: Cristo. Él mismo afirma: yo soy el camino,
la verdad y la vida. La universalidad es uno de los atributos filosóficos de la verdad, pues el mismo
concepto de verdad significa aquello que corresponde a lo que es, a la realidad. Al tener la verdad
un carácter universal, abarca todas las dimensiones de la vida del hombre: religiosa, cotidiana…
La verdad y su conocimiento son parte esencial de la vocación del hombre en la tierra. El hombre
tiene inscrito en su corazón el deseo y la necesidad de conocer la verdad y de transmitirla a sus
semejantes.
El papa emérito afirma que “solamente la humildad puede llegar a la verdad”, pues, en el
cristianismo, la verdad no es solo un concepto abstracto, sino una persona a la que hay que conocer
(en el sentido bíblico), amar, y para conocer a Cristo hace falta humildad, porque Dios se oculta a
los soberbios de corazón y se revela a los humildes. Es Cristo mismo el que inicia la relación con el
hombre, atrayéndole hacia sí para revelarse a sí mismo.
Para comprender y abarcar el concepto de verdad que utiliza Benedicto XVI durante todo su
Magisterio, es necesario analizar el concepto bíblico de verdad. La palabra “verdad” en la Biblia, en
hebreo, se formó a partir de la raíz “amán” que resulta el amén litúrgico. Significa ser sólido, tener
un fundamento fuerte. Benedicto compara la palabra amén hebrea, representante de la fe judía con
el logos griego, representante de la filosofía. Para él, no se puede contraponer en ningún caso la
inteligencia con la fe, pues las dos tienden a la verdad, se tienen que complementar, pues la
inteligencia nos hace llegar a la verdad y la fe nos la hace conocer en el sentido bíblico de la
palabra, pues solamente por ella podemos conocer a Jesucristo bajo la acción del Espíritu, que guía
a los seguidores de Jesús hacia la verdad completa.
Se percibe en el concepto bíblico de la verdad cierto toque empírico. La verdad, para los hebreos es
de dimensión empírica, no intelectual y abstracta. La verdad es aquello, en lo que se puede confiar,
porque se ha experimentado que es sólido, que no defrauda. Encontrar la verdad no es fruto de
esfuerzos intelectuales, es fruto de una vivencia particular. Por eso Cristo mismo se atribuye el
título de verdad, porque el es Dios, y Dios es el sólido por excelencia, es la roca que se ha
convertido en piedra angular. En la mentalidad bíblica la verdad está muy ligada a la fidelidad. Ella
es una parte esencial de la verdad. Ella es fiel, lo que los griegos llamarían “inmutable”.
Llega hasta tal punto la identificación bíblica de la verdad con la fidelidad, que en el comentario a
Jn 1,14 en la Biblia de Jerusalén se dice que lleno de gracia y de verdad es equiparable a aquello
que le dice Dios a Moisés sobre sí mismo: lleno de amor y fidelidad.
Jn 8,32 Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Hay que entender la palabra conocer en éste
versículo según su significado semítico, amar, permanecer en, denota cierta intimidad. Se conoce la
verdad si se mantiene en la palabra de Jesús, y como dice Benedicto XVI, todo lo que Jesús dice y
hace se dirige al Padre, Jesús lo revela definitivamente. Entonces, permanecer en la palabra de Jesús
es permanecer en la revelación del Padre. Si nos mantenemos en esa revelación, conoceremos la
verdad, pues la verdad es el Hijo, que vive en constante relación de amor con el Padre. El amor es el
que llega al conocimiento de todo, es la vía maestra para encontrar la verdad.
Jesús, durante su vida pública, habla reiteradamente sobre la verdad. Se conoce muy bien su
expresión: en verdad, en verdad os digo. Ésta expresión no debe ser entendida como el te lo juro
contemporáneo, pues la expresión que se utiliza en griego es amén. Amén, del cuál deriva emet en
hebreo, que es verdad, como ya lo hemos indicado anteriormente, significa algo sólido, en lo que se
puede confiar. Jesús no “constata” realidades, transmite una palabra que se cumple indudablemente,
la palabra que no vuelve a su lugar sin haber cumplido lo que debe cumplir. Jesús mismo es la
palabra que vuelve al cielo cumpliendo todo lo que debía cumplir, las Escrituras, la Torá. Al ser el la
palabra, el mismo es la verdad, es la roca verdaderamente solida (emet), en la que se puede confiar
sin quedar defraudado. Más tarde, será el Espíritu Santo el que llevará a los discípulos de Jesús y a
los cristianos a la verdad completa, el que les introducirá en la vida divina, para que ellos vivan en
mí (Cf. Jn 17). La vida divina es la única certeza, garantía del hombre, lo único realmente
“verdadero”, en lo que se puede apoyar el hombre. Por eso, los discípulos más tarde se atribuirán el
título de “testigos de la verdad”, porque han sido testigos de la vida divina, del amor a los
enemigos, de la vida eterna que no acaba, en conclusión, de la muerte y resurrección de Jesús.
Testigos del cumplimiento de la Torá, de la fidelidad, “emet”, verdad de Dios, que envía un
Salvador según lo prometido.
El papa alemán afirma que la verdad, si es buscada con sinceridad, se encuentra, mejor dicho, ella te
encuentra. Aunque el hombre se encuentre en el camino equivocado, si la busca con corazón
sincero, ella se dejara encontrar, porque: quién busca al Señor, lo encontrará. Al fin y al cabo, es la
verdad la que viene a nuestro encuentro en la dimensión existencial de nuestra vida. Dice Benedicto
XVI, que para que sea posible una vida recta, la conversión, es preciso conocer antes la verdad,
permanecer en ella. La verdad tiene dos caras: el amor de Dios y la impureza del hombre. Sí el
hombre no descubre una de estas dos cosas, no descubre ninguna de las dos. Si solamente se
descubre el amor de Dios, se acaba siendo indiferente, pues no necesita amor el que no se siente
débil y no quiere ser amado gratuitamente. Sin embargo, si solamente vemos nuestra condición
profunda de pecado, desesperamos, porque no hay salvación posible si no es en Jesucristo.
Juan Pablo II dice que cuando conocemos a Dios, nos conocemos a nosotros mismos. Se puede
crear un paralelo de éste pensamiento con la afirmación del papa emérito en su libro Jesús de
Nazaret; el ex papa dice que la revelación de la naturaleza divina es lo mismo que la explicación de
nuestro ser. Pues al entregar el Decálogo Dios no entrega simplemente preceptos que hay que
cumplir. Cada vez que Dios interactúa con su pueblo es para revelar algo de sí mismo. Entregándole
los 10 mandamientos, le entrega la vía para la felicidad, para la plena realización personal, “haz esto
y serás feliz.”
Comentando el Evangelio según san Lucas, Benedicto afirma sobre el hijo pródigo que su
“recapacitar” al estar fuera de la casa de su padre fue un abrir los ojos a la realidad. Se dio cuenta de
que estaba “fuera de sí”, alienado. De esta forma la conversión se nos presenta siempre como un
cambio de camino, una verdadera metanoia desde la mentira hacia la verdad. Cualquier pecado en
el fondo es una mentira, porque es una negación fundamental de la base de la existencia humana: he
sido creado por amor y para el amor. El pecado vuelve al hombre hacia sus propios intereses
egoístas, y de tal forma niega el propio sentido de la existencia. Éste camino del hijo pródigo hacia
su país, hacia si mismo, le muestra el camino al Padre, pues en nosotros está inscrito el deseo de
encontrar la verdad, que es Dios.
Hans Urs von Balthasar, teólogo del Concilio Vaticano II, del que el papa emérito mismo dice que
ha sido uno de sus guías en toda su obra teológica, afirma que la verdad es el Uno por excelencia,
que la verdad es una persona. La verdad en el sentido cristiano, es imposible de sistematizar, porque
la verdad hay que conocerla en el sentido bíblico, igual que se conoce a Dios. Al ser el mismo Jesús
la verdad, es imposible entenderle solamente a través de esfuerzos intelectuales, sino que el
intelecto debe ser iluminado por la luz de la fe. En su obra, Balthasar afirma que a Dios no se le
puede engañar, que solamente se le puede recibir con corazón sincero, porque el “entregarse” es la
naturaleza de Dios. Si continuamos con el paralelo Dios-verdad (Jesucristo, que es Dios, dice sobre
sí mismo que es la verdad, el camino y la vida), entonces la verdad es imposible encontrarla solo
por una determinación voluntaria del hombre, es preciso que esa verdad desee ser descubierta, se
permita encontrar. Según él, el hombre, a causa de su voluntad de control sobre todo, como
consecuencia del pecado original (ser como dios), desea que la verdad sea subordinada a sus
capacidades intelectuales. Por eso Dios escandaliza muchas veces, porque su forma de pensar es
incomprensible, y para el hombre esto resulta muchas veces inaceptable. Llega a afirmar que el
único principio hermenéutico para comprender la revelación, la Palabra de Dios, y en consecuencia,
la verdad misma, porque Dios en su Palabra se entrega al hombre, es el amor, que abarca la fe y la
humildad. Ella (la verdad), es un valor trascendental y por lo tanto supera al hombre, y algo que
supera al hombre no puede ser abarcado por su mente. El mismo Jesús dice que solamente a los
pequeños les han sido reveladas “estas cosas”. Cuales son éstas cosas? Las “cosas” que Jesús ha
venido a revelar a la tierra, son el amor y la misericordia del Padre, viene a revelar el verdadero
rostro del Padre, a ser testigo de la verdad (Jn 18).
Lo vemos en nuestra sociedad, todos los intentos de encontrar la verdad, que se llevan a cabo, sin
embargo, con prejuicios a Dios, han llevado a la conclusión de que no existe ninguna verdad, que
está determinada por la voluntad del hombre. Porque la verdad solo se revela a aquellos que la
buscan sinceramente, intentando llevar a cabo su vocación a ella, que está inscrita en el corazón del
hombre.
1 papa, B. (2005, November 25). Inauguración del Año Académico de la Universidad Católica del Sagrado Corazón
(25 de noviembre de 2005) | Benedicto XVI. Vatican.
https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2005/november/documents/
hf_ben_xvi_spe_20051125_universita-sacro-cuore.html
una utopía. No puede existir orden ni paz en una sociedad sin verdad. Sería una caída en la
anarquía, pues cualquier opinión sería válida. La democracia entonces se convierte en el arma
encubridora de la dictadura. Una dictadura de la opinión establecida por la mayoría. En un mundo
así, las minorías se marginarían y se tratarían de eliminar.
La dictadura del relativismo es la dictadura de la mentira, de lo falso; y el padre de la mentira es
Satanás, que es el príncipe de este mundo. El hombre ha sustituido la verdad por el placer y el
confort. La desaparición y sustitución de distintos valores que hace unos siglos parecían
inconmovibles son fruto de un proceso de secularización de nuestra sociedad. La filosofía moderna
se ha apoyado mucho sobre el pesimismo nitzscheano que afirmaba que la religión es para los
débiles, que nos quieren tener controlados y que hay que volver a una sociedad anárquica, en la que
sobreviva el más fuerte. Los débiles no son necesarios. Por eso, la verdad ha perdido su
trascendencia, porque al fin y al cabo, en una sociedad así, la verdad es lo que dicte el que es más
fuerte. Recordemos las grandes dictaduras del último siglo: Hitler, Mussolini, etc.