Rosario Por Las Vocaciones
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Misterios Gloriosos
La Resurrección del Señor
El domingo al amanecer, cuando ya había pasado el tiempo del descanso obligatorio, María Magdalena y
la otra María fueron a ver la tumba de Jesús. De pronto, hubo un gran temblor. Un ángel de Dios bajó del
cielo, movió la piedra que cerraba la tumba, y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago, y
su ropa era blanca como la nieve. Al verlo, los guardias se asustaron tanto que empezaron a temblar y se
quedaron como muertos. El ángel les dijo a las mujeres: “No se asusten. Yo sé que están buscando a
Jesús, el que murió en la cruz. No está aquí; ha resucitado, tal y como lo había dicho. Vengan a ver el
lugar donde habían puesto su cuerpo. Y ahora, vayan de inmediato a contarles a sus discípulos que él ya
ha resucitado, y que va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo. Éste es el mensaje que les
doy.” (Mateo 28:1-7).
Padre Celestial, la resurrección de Jesús ha traído la esperanza de una nueva vida al mundo. Ayuda a
aquellos que están llamados a ser discípulos a las naciones. Que se llenen de fortaleza y esperanza de Él
que vive y reina por los siglos. Te lo pedimos, con María, por Cristo nuestro Señor.
Padre Celestial, Jesús ha prometido estar con tu Iglesia hasta el fin del mundo. Que aquellos que están
llamados a continuar tu obra a través de los sacramentos y de tu testimonio santo sean fortalecidos para
llevar a cabo tu voluntad para con la Iglesia. Te lo pedimos, con María, por Cristo nuestro Señor.
Señor, Tú quien llamaste a los apóstoles para que hicieran discípulos en todas la naciones y quien
nos has llamado por medio de nuestro Bautismo y Confirmación para construir Tu Santa Iglesia, te
imploramos que escogas de entre nosotros, Tus hijos, muchos sacerdotes, religiosos y religiosas que
te amen con todo su corazón y que dediquen sus vidas con amor y felicidad a proclamar tu nombre.
Amoroso y bendito Dios, Padre de todos, Tú siempre bendices en todo momento a tu pueblo
y estás al pendiente de sus necesidades a través de tu providencial cuidado. Tu Iglesia
continuamente necesita sacerdotes, religiosos y religiosas que ofrezcan su vida al servicio del
Evangelio. Abre los corazones de nuestros hijos e hijas para que sientan tu llamado. Dales el
don del entendimiento para que puedan aceptar la invitación de servirte a ti y a tu Iglesia.
Dales el don de la decisión para seguir tu llamado. Concédeles tener el espíritu del joven
Samuel quien encontró el pleno desarrollo de su vida cuando te dijo: “Habla, Señor, que tu
siervo te escucha.” Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor y Redentor. Amén.