Garrido Lecca
Garrido Lecca
Garrido Lecca
versión impresa ISSN 0716-2790
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-27902001019600001
INTRODUCCION
Puede considerarse a los años finales de la primera mitad del siglo XX (1948-1950)
y los iniciales de la segunda (1951-1955) como los que señalan nuevos hitos y
rumbos en la música peruana del siglo que acaba de concluir. Hasta ese entonces,
la tendencia generalizada de la creación musical en el Perú había sido la de un
nacionalismo folclorizante que tuvo fuertes lazos con el indigenismo. La obra de
compositores como José María Valle Riestra (1858-1925), Luis Duncker Lavalle
(1874-1922), Daniel Alomía Robles (1871-1942), José Castro (1872-1945), Luis
Pacheco de Céspedes (1895-1985) o Federico Gerdes (1873-1953) se constituyó en
pionera de una música de arte con color nacional. Cada uno de ellos tomó diversos
elementos de la tradición musical peruana que encajaron en las más diversas
formas y géneros. Ollanta de Valle Riestra fue el primer intento de crear una ópera
nacional; las piezas para piano de Duncker Lavalle, tales como Quenas o el
vals Cholita, revelaban una filiación semipopular de tintes salonescos; El cóndor
pasa de Alomía Robles ejercía un fuerte impacto por su vena india y su denuncia
antiimperialista; Castro sustentó la tesis del pentafonismo incaico; Pacheco de
Céspedes plasmó evocaciones de la música inca en sus Danzas sobre un tema
inca y Gerdes rememoró diversas leyendas indias en su música para piano. Según
Carlos Raygada, la música peruana estaba situada en el terreno del folclore-
imitación.
EL COMPOSITOR
En 1950 viajó becado a Santiago de Chile donde estudió con Domingo Santa Cruz,
una especie de Carlos Chávez chileno, y con el holandés Fré Focke, con el cual
entró en contacto con las técnicas más modernas de composición: atonalidad,
politonalidad, dodecafonismo. Entre 1954 y 1964 se desempeñó como compositor y
asesor musical del Instituto del Teatro de la Universidad de Chile, donde
permaneció una década escribiendo numerosas partituras de música incidental:
obras de Sófocles, Shakespeare, Calderón, Anhouil o Buzatti subieron al escenario
provistos de los sonidos de Garrido-Lecca. Viajó luego a Nueva York becado por el
Instituto Internacional de Educación (1961-1962) y la Fundación John Simon
Guggenheim (1963-1964). Como muchos compositores de nuestro continente (el
mexicano Blas Galindo o el cubano Harold Gramatges, por mencionar dos casos)
asistió en calidad de becario a los cada vez más famosos cursos de verano en
Tanglewood, donde fue discípulo de Aaron Copland, el Boulanger de los Estados
Unidos. En 1965 pasó a formar parte del Departamento de Composición de la
Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la misma universidad, de la cual llegó a
ser jefe. Durante sus años chilenos llegó a ser presidente de la Asociación Nacional
de Compositores en dos oportunidades (1968 y 1972).
Celso Garrido-Lecca ha sido, a lo largo de una carrera que supera el medio siglo,
creador, promotor, organizador, maestro, líder, y ha dejado una honda huella en
cada una de estas facetas, lo que lo ha convertido en una de las presencias
decisivas en el curso de la música peruana y latinoamericana.
TÉCNICA Y ESTÉTICA
Las concepciones teórico-musicales son todas aquellas que tienen un vínculo directo
con el lenguaje musical del compositor y que se hacen evidentes en los aspectos
técnicos, en asuntos de gramática y sintaxis musicales. Cuando Iturriaga dice que
las obras de su primera época muestran a un compositor actualizado en medios
técnicos y estética... se refiere a aquellas en las que la temprana madurez de
Garrido-Lecca es visible: la Elegía a Machu Picchu (1965) Intihuatana (1967) y, de
manera muy singular, Antaras (1968), que motiva el presente artículo. Estas obras,
técnicamente, revelan un conocimiento profundo de los procesos composicionales
que renovaron la tradición occidental hacia el inicio de la segunda mitad del siglo
XX, pero no sólo reflejan asimilación, sino también aplicación de resoluciones
personales.
Al respecto dice Eric Salzman que lo que está involucrado en esta música "es el
verdadero alcance de la percepción y la comprensión, y la nueva música trata de la
calidad y la naturaleza de una experiencia, percepción, pensamiento y comprensión
más elevados, comunicados a través del alcance total de las capacidades humanas.
Existe en esto una nueva totalidad de formas y verdades psicológicas que nacen de
una experiencia universalizada, pero que deben ser nuevamente establecidas en
particular para cada obra" (Salzman 1967: 226).
Dice Juan Orrego-Salas que "Junto con haberse desprendido de la idea exclusiva de
recurrir al folklore como medio de identificación, y abrirse a otras posibilidades, el
compositor de América Latina se vio expuesto de golpe a un cúmulo de problemas
de orden estético y técnicos, inherente al poswebernismo y a todos los desarrollos y
experimentaciones subsecuentes, incluyendo la música electrónica y aleatoria, el
empleo de computadoras y demás. No existió una práctica continuada que
condujera en forma natural al compositor hasta esta etapa... No cesó para el
compositor, sin embargo, el problema de la identidad. El serialismo, posiblemente
en virtud de su dependencia de métodos inflexibles, arrastró consigo necesidades
crecientes por parte de quienes lo adoptaron de encontrar medios que confirieran
un sello personal a su obra... El miembro de la llamada 'vanguardia musical' de
América Latina, cuando llegó a verbalizar sus ideas, confesó sentirse víctima de una
gradual erradicación de su propio medio, ante lo cual no permaneció indiferente, a
pesar de su oposición a todas las formas de nacionalismo que antes había
imperado" (Orrego-Salas 1980: 185-186). El enfoque de Orrego-Salas describía
una situación (que se hizo más claramente manifiesta en las décadas de los sesenta
y setenta) que estaba a flor de piel en todo el continente y sobre la que se
adoptaron las más encontradas posturas. Tal vez, la posición de Garrido-Lecca se
situaba más cercana a la del compositor guatemalteco Joaquín Orellana, quien
consideraba a la corriente nacionalista como un atributo gastado, pero, en cambio,
concedía que el compositor latinoamericano podía descubrir maneras de
comportamiento afines a motivaciones que surgieran de su propio medio y fueran
capaces de generar elementos para representar en formas de expresión
continental.
Si por una parte se consideraba superado al nacionalismo "de tarjeta postal", como
le llama Roque Cordero (Cordero 1980:163), por otra se proclamaba la vigencia del
folclore como elemento sustantivo de un arte comprometido con las posturas
políticas y estéticas más progresistas y con la defensa de un arte nacional (ahí
están las obras de los brasileños Claudio Santoro o César Guerra Peixe o del chileno
Luis Advis para ilustrarlo). Lo notable y original de Antaras es que su autor logró
concretar sus búsquedas sonoras y de plasmación de un nuevo lenguaje, así como
marcar su distanciamiento de ese nacionalismo al que aludía Roque Cordero, sin
apartarse de sus raíces culturales e históricas. Esta obra es uno de los mejores
ejemplos de cómo hacer un arte donde se den la mano, en lúcida convergencia, lo
"nacional" y lo "moderno".
LA OBRA
La obra de Garrido-Lecca es, en ese sentido, una doble reflexión: de una parte, la
búsqueda tímbrica que nos haga rememorar estos ancestrales instrumentos; de
otra, una lúcida especulación con las posibilidades sonoras de la familia de cuerdas
de arco, con su riqueza de timbres y colores, con las formas de obtener sonidos a
través de diversos golpes de arco, y, también, por el empleo de recursos más
contemporáneos como los glissandi en armónicos, los pizzicati, etc.
Pero hay otros dos aspectos que también deben ser tenidos en cuenta para un
mayor acercamiento a esta obra. En primer lugar, Antaras es una reflexión sobre el
tiempo, dimensión en la cual transcurre la música, y la puesta en tela de juicio de
conceptos como el compás, la métrica, la división de valores, que en la música
tradicional habían adquirido categoría de absolutos; ello implica un manejo flexible
del tiempo y un uso privilegiado de elementos como el accelerando, el rallentando y
la repetición de motivos, figuraciones o células a la mayor brevedad posible. En
segundo, una concepción del instrumento como un objeto sonoro global en el cual
los sonidos pueden obtenerse no sólo por frotamiento de la cuerda con el arco, sino
también por articulaciones detrás del puente, mediante golpes en la caja del
instrumento, etc. Para el logro de sus propósitos, Garrido-Lecca propone un
conjunto de símbolos e indicaciones que explican a los intérpretes cómo debe ser
resuelta la partitura1:
LA ESTRUCTURA
Ejemplo N° 1.
2) Acorde a la naturaleza de los instrumentos para los cuales escribe, Garrido-Lecca
dispone los sonidos de tal modo que permite el libre juego entre las cuerdas para
tocar células de muy rápida articulación, privilegiando, por ejemplo, los intervalos
de 4, de 5 o de 6 que son muy fáciles de obtener de una cuerda a otra, como se ve
en los ejemplos N° 2 y N° 3.
Ejemplo N° 2. Contrabajo.
Por su parte la viola toca una inversión (en el sentido serial del término), es decir
que, respecto a la serie original, los intervalos son un reflejo: si en la serie original
son ascendentes, en la inversión son descendentes y viceversa. Así, el set de la
viola es el siguiente (ver ej. N° 7).
en tanto el cello tiene un set de notas que es la inversión del que toca el violín II
(ver ej. N° 8).
c.2) Golpes de arco diversos: arco normal, col legno battuto, col legno tratto.
c.4) Obtención de sonidos en lugares no usuales del instrumento: atrás del puente,
golpes en la caja del instrumento con la mano o con el arco.
Sección a. Marca el inicio de la pieza con una entrada del contrabajo que propone
una secuencia de armónicos naturales sobre cada una de las cuerdas del
instrumento. A este elemento se agrega, en entradas sucesivas, el cuarteto II
formando el acorde Do-Fa-Sib-Lab. Cuando el cello del cuarteto I toma estas notas
haciendo la misma figuración que el contrabajo, el segundo cuarteto se mueve una
tercera menor (un intervalo clave en muchos pasajes de la obra) hacia abajo,
excepto el violín I. Rápidamente las figuraciones del contrabajo son abordadas por
el cuarteto II, que al tocar in crescendo señala la primera acumulación de tensión,
en tanto el cuarteto I ingresa tocando un acorde sostenido que llega hasta el final
de la sección. Al llegar el minuto 1.15, el cello del cuarteto I presenta un elemento
que será retomado más adelante: un pasaje sobre los armónicos 5-6-7-8-9-10 de
la fundamental Do. El contrabajo hace al mismo tiempo una figura similar sobre los
armónicos 6-7-8-9-10 de la fundamental La (III cuerda). Los acordes sostenidos
del cuarteto I, los armónicos superpuestos de cello y contrabajo y los glissandi en
armónicos del cuarteto II que empiezan lentamente para luego intensificar el
movimiento en accellerando, crean una segunda acumulación de tensión, mayor
aún que la anterior, que termina en el minuto 1'50 concluyendo la sección a.
Sección b. La figuración inicial del contrabajo aparece en violines y viola del
cuarteto I sobre el set de notas Sol-Lab-La-Si-Re al que superpone el acorde Mi-Si-
Re-Mi-Sol (de cierta connotación pentáfona) del contrabajo y el cuarteto II. Éstos
dan paso a una frase melódica en el cello del cuarteto I que arranca al inicio del
minuto 3 y alcanza hasta el minuto 3'30. La frase del cello es respondida por el
violín 1 del cuarteto II, pero constreñida en su dimensión y duración. El cuarteto II
introduce un nuevo set (Si-Do-Do#-Mi-Fa#-Sol) siguiendo las figuraciones del
contrabajo, al cual el cuarteto I le opone un acorde tipo cluster (Mib-La-Sib-Do) que
crea un movimiento ascendente, encadenando segundas y terceras menores en
forma de escala (ver ejemplos N° 9, N° 10 y N° 11).
a los cuales se suma el cello, una vez terminado su frase melódica (ver ej. 12).
Un acorde final del cuarteto I con el cello tocando la serie de armónicos 7-8-9-10
de la fundamental La se diluye en un gran pianissimo que sirve de conclusión a la
sección b y en consecuencia a la primera parte de la pieza.
Sección c. Comienza en el minuto 4'00 de la pieza, luego de una breve pausa, con
una improvisación sobre el setde notas del violín 1 del cuarteto II, como lo muestra
el ejemplo 4, y que, como lo he explicado líneas arriba, es imitado, sucesivamente,
por la viola, el violín 2 y el cello del cuarteto II respondiendo a una organización de
tipo serial. En tanto, el cuarteto I sostiene un cluster integrado por las notas La-Si-
Do-Re, cada una de las cuales se desplazan un tritono hacia arriba antes de tomar
para sí, y de manera simultánea, los sonidos que antes tocaba el cuarteto II.
El cluster se desplaza entonces al cuarteto II con las notas Lab-Sib-La-Si. El
contrabajo por su parte despliega una serie de células rítmicas, de manera
improvisatoria, combinando pizzicati y golpes col legno battuto. La tensión se
acumula hasta desembocar en un intenso trémolo en el minuto 4'45 que crea un
nuevo clímax hasta el minuto 4'51.
Un corte abrupto nos devuelve un nuevo set de notas que es imitado por los cellos,
mientras violines y violas mantienen clusters tremolados o glissandi col legno. En el
minuto 5'18 reaparecen en el cuarteto II las figuraciones del contrabajo, pero
convertidas en valores irregulares sobre los cuales el cuarteto I impone una nueva
unidad armónica, que con trémolos irregulares intensifica el movimiento que
alcanza su mayor sonoridad en el minuto 5'35. Contrabajo y cuarteto II salen en el
minuto 5'42, pero en el 5'50 se suman al juego de acordes que produce una de las
mayores concentraciones de energía. Los acordes se mueven lentamente, el
cuarteto II introduce células rítmicas derivadas del huayno, se agregan luego
acordes abiertos en pizzicati, con lo que el punto máximo de tensión llega a un
triple fff en el minuto 6'45. Este el punto donde concluye la sección c.
c) Los acordes del cuarteto II que combinan sonidos pisados y cuerdas al aire,
derivados de aquellos que aparecen el minuto 4'56.
d) La línea melódica del violín del cuarteto I, que es una variante de la línea del
contrabajo de esta misma sección.
e) Las figuraciones de sonidos quebrados que se tocan como armónicos, que vienen
a ser una modificación de la figuración que presenta el contrabajo al inicio de la
obra. Éstas constituyen el elemento que plantea la disolución del movimiento
composicional. Todo el pasaje final en armónicos es uno de los momentos más
sugestivos y tímbricamente interesantes. Este elemento es iniciado por el violín 2
del cuarteto I en el minuto 8'40 y paulatinamente lo toman los demás instrumentos
hasta que la sonoridad se disuelve, a cargo del violín 1 del cuarteto II, en el minuto
9.
1
La partitura utilizada en el análisis es la editada por el Instituto Nacional de Cultura del Perú en 1975. El
cuadro de símbolos fue realizado por Raúl Donoso.
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