La Educación en El Virreinato
La Educación en El Virreinato
La Educación en El Virreinato
El Virreinato en el Perú duró aproximadamente trescientos años y estuvo marcada por las
profundas diferencias sociales justificadas en la “limpieza de sangre”. Estas diferencias afectaron
todos los aspectos de la vida colonial, uno de ellos la educación.
Aspectos Importantes:
La enseñanza del latín constituyó un eje central de la educación en la colonia. Para ello, el uso de
un libro de texto fundamental fue La Gramática Latina de Antonio de Nebrija. Todos los cursos se
impartían en latín, el dominio de esta lengua era primordial. El castellano se usaba únicamente
para aclarar algunos pasajes confusos del texto utilizados en clase.
Elitista: El acceso a la educación fue un privilegio de las clases dominantes: españoles, criollos ricos
y caciques. Las mayorías sociales estuvieron excluidas de recibir educación.
Patriarcalista: La mujer estuvo excluida de recibir educación. Excepto en algunas familias de poder
económico, la mujer recibió una educación elemental y simple.
Rígida: Los alumnos eran disciplinados severamente. El aprendizaje era rígido, se llegó al
castigo físico.
La división de los estudios durante el virreinato era: Primeras Letras, Estudios Menores y Estudios
mayores. Era una división flexible que cuando se trataba de pasar de un nivel al otro, ponía énfasis
en la habilidad del estudiante, tomando en cuenta que, entre la edad del discípulo y los niveles de
aprendizaje, no había mayor relación. Para los Estudios Menores y Mayores, las clases se podían
dictar tanto en la Universidad como en cualquier otra institución educativa.
Primeras Letras:
Estaban asociados al aprendizaje del latín y los conocimientos académicos se impartían en dicha
lengua. Incluían la enseñanza de gramática, retórica y dialéctica. Durante la primera, los alumnos
pasaban la mayor parte del día oyendo sus lecciones y ejercitándose en el latín. En la tarde debían
repasar lo aprendido y preparar pequeños textos. Los mejores leían los sábados en actos públicos.
Con el segundo curso, se pretendía perfeccionar el arte de la oratoria. Finalmente, el tercero debía
servir para mejorar las composiciones de los alumnos.
Estudios Mayores:
Se estudiaba arte o filosofía aristotélica durante aproximadamente tres años. Concluidos estos, el
alumno recibía el grado de bachiller en artes.
Existieron tres tipos de colegios: los colegios de las órdenes religiosas, los colegios mayores y los
colegios de caciques.
En ellos, las órdenes religiosas educaban a sus sacerdotes, Se impartía la enseñanza del latín, artes
y teología. Los estudiantes, deseaban obtener el grado de bachiller o doctor en teología, debían
dar sus exámenes en la Universidad de San Marcos. Sin embargo, esto no los obligaba a escuchar
clases en la Universidad. De estas instituciones, la más famosa fue el Colegio de San Pablo, que
estuvo a cargo de los jesuitas.
Era internados que funcionaban como vivienda para los estudiantes de la Universidad de San
Marcos. Allí estas repasaban las lecciones aprendidas, bajo la supervisión de un tutor. Instituciones
de este tipo eran: el colegio Real de San Felipe y San Marcos (vinculado a la Universidad de San
Marcos), del colegio San Martín (a cargo de los jesuitas) y el Seminario de Santo Toribio de
Mogrovejo. El que más destacó fue el colegio de San Martin. Creado en el siglo XVI por los jesuitas,
pretendió favorecer a los estudiantes de filosofía. No obstante, pronto se convirtió en centro
educativo de casi toda la aristocracia criolla limeña.
En 1620, el Príncipe de Esquilache creó dos colegios dedicados a la educación exclusiva de los
jóvenes pertenecientes a la antigua nobleza indígena. El que funcionó en Lima se llamó Colegio del
Príncipe, y el que funcionó en el Cuzco fue llamado Colegio de San Francisco de Borja.
Además, es importante señalar que varios de sus alumnos lograron graduarse como abogados,
para el siglo XVIII, en la Universidad San Francisco Javier de Sucre (Bolivia).
Los jesuitas se encargaron de la educación de los hijos de caciques y nobles. Su objetivo no fue
tanto educarlos como a españoles o criollos sino evangelizarlos y, a través de ellos, evangelizar a
los demás. Al principio les enseñaron gramática, pero luego las condiciones de enseñanza de los
indígenas decayeron. Después de la expulsión de los jesuitas del Perú (1767), el colegio siguió
funcionando, aunque con reformas propias de la época. Hubo una revalorización de los estudios
con la creación de aulas de latinidad, enseñanza de la Historia, y más contactos con la Universidad.
Las autoridades civiles y las religiosas exigieron que los profesores tengan una licencia oficial para
enseñar; para ello debían demostrar que tenían los conocimientos necesarios y que eran buenos
cristianos. En estos primeros años de la educación en el Perú, niñas y niños tenían acceso a
profesores particulares y a educación privada, pero cuando se abrieron las primeras escuelas no se
permitió que las niñas recibieran clases con los niños.
En 1603 se fundó la Casa de Niños Expósitos, destinada a albergar a los niños blancos, varones y
mujeres, sin padres. Pero como también fueron abandonados varios niños y niñas de “castas
morenas”, se establecieron diferencias en el trato que recibirían. Los niños españoles aprendían a
leer y escribir para dedicarse después a “profesiones útiles y honestas”. Las niñas pertenecientes a
las castas recibirían una educación diferente a aquella destinada a las blancas. Estaban obligadas a
servir en el hospital hasta los dieciocho o veinte años. Luego podían ser dispuestas a diversos
servicios. Además, eran entregadas a los vecinos de “buena fama” a cambio de cierta cantidad de
dinero.
Las mujeres no blancas eran ofrecidas como sirvientas a particulares o a instituciones de mujeres.
El dinero que recibían por su trabajo era entregado al hospital en retribución de lo que este había
invertido en su crianza. Asimismo, las niñas blancas de pocos recursos o huérfanas podían
educarse en colegios para ser asistentas o enfermeras.
Algunos beaterios de indígenas, albergaban a indígenas huérfanas y pobres que vivían aisladas del
mundo y siguiendo rígidas reglas cristianas. En el Cuzco existieron siete beaterios de indígenas. La
nobleza indígena, cansada de sentir que sus mujeres eran humilladas, sentía que estos
establecimientos les brindaba una educación que les garantizaba poder y respeto, mostrando
públicamente que las indígenas respetaban las rigurosas reglas de castidad y sabían argumentar
en castellano cuestiones religiosas.
La Ilustración fue un movimiento intelectual del siglo XVIII cuyos ideales fueron la razón y la
ciencia. Estos ideales fueron acogidos por varios intelectuales criollos que pidieron reformas en el
sistema colonial sin ir en contra del imperio español.
Una de las reformas que se buscaban era que el talento, en lugar de la alcurnia (ascendencia), sea
la mejor forma de ser aceptado y ascender en la sociedad. Se recomendaba también que la
enseñanza de las “primeras letras” fuera obligación del Estado, encomendándose al clero el deber
de instruir al pueblo. Sin embargo, es solo en la década de 1790 que se insiste en la importancia de
que la educación sea difundida ampliamente, sin reservarse a unos pocos niños privilegiados.
La educación de los caciques pasaba no solo por su conversión sino por su aptitud para convertir a
los indígenas y luego a mantenerlos en el respeto de la fe cristiana. Una vez lograda esta aptitud
con el dominio de la lectura, la gramática y algo de la necesaria teología era imposible evitar que
aprendieran más o que se igualaran con los españoles. Ese era uno de los mayores temores de la
élite española y de buena parte de la Iglesia.
El interés de los conquistadores por fundar en las nuevas tierras una universidad estuvo presente
desde el comienzo. El cronista fray Antonio de la Calancha refiere que el propio Francisco Pizarro
designó sitio para fundar dicho centro de estudios en 1535. Esta temprana preocupación dio su
fruto en algunos años después, exactamente el 12 de mayo de 1551, cuando por Cédula emitida
en Valladolid, se erige la Universidad de la Ciudad de los Reyes, bajo la curaduría del dominico fray
Tomás de San Martín y el capitán don Jerónimo de Aliaga.
Dos años después se inauguran las clases en la Universidad; su primer rector fue fray Juan Bautista
de la Roca. Los únicos cursos que se dictaban entonces eran Teología y Artes. Posteriormente, bajo
la tutela de fray Domingo de Santo Tomás, se enseño quechua en la Universidad, aunque también
había Primeras Letras (castellano) y Estudios Menores (latín).
Muchas reformas reformas experimento San Marcos durante la colonia. Las principales fueron en
1571, donde se especificaron los grados de bachillerato, licenciatura y maestría; las reformas
impulsadas por el virrey Amat (siglo XVIII) a consecuencia de la expulsión de los jesuitas; y la
encabezada por José Baquíjano y Carrillo (1783), que fracasó, aunque determinó cierta
modernización de los cursos.