Conquista y Ocupación Del Actual Territorio Argentino
Conquista y Ocupación Del Actual Territorio Argentino
Conquista y Ocupación Del Actual Territorio Argentino
Las ciudades fueron fundadas por diversos motivos, entre los que se destacan
los estratégicos y económicos. Su evolución, estancamiento o, en algunos casos hasta su
desaparición, tuvo que ver con los “ciclos de expansión y contracción de “fronteras
internas” y, en determinado momento, con el auge de la plata potosina. La escasez de
metálico llevó a que se convirtieran en áreas dependientes de los “centros” del imperio
colonial, y que hasta mediados del siglo XVIII funcionaran como un apéndice de la
economía minera altoperuana.
Tras la búsqueda del paso interoceánico, más tentado que confundido, Solís
llegó a un gran río que llamó de Santa María o Jordán (actual Paraná Guazú) entre enero
y febrero de 1516, y navegó hasta las costas del Uruguay donde encontró una isla que
denominó Martín García en honor a uno de sus marineros que fue enterrado allí. Pronto
lo acompañarían en suerte Solís y sus compañeros, que apenas desembarcados en la
costa del Uruguay encontraron la muerte a manos de los indios.
2
Habida cuenta del fracaso de Solís, la Corona decidió probar suerte con un
nuevo intento. En el año 1519, el marino portugués Hernando de Magallanes partió
desde España con la consigna de encontrar finalmente el paso que condujera a las Indias
orientales. En su recorrido por la actual costa argentina uno de sus cronistas – vale
aclarar que la fortuna quiso que fuera uno de los pocos sobrevivientes - recogió
importante información antropológica y geográfica. No faltaron las rebeliones
castigadas con mano dura y el contacto con los aborígenes “patagones”, de los cuales
embarcó dos de quienes sólo el relato llegó a Europa.
Cuando parecía que la empresa correría la misma suerte que otras tantas,
Magallanes halló la entrada al estrecho, el Cabo de las Vírgenes y, en menos de un mes,
apareció en el océano Pacífico.
Mientras que Portugal reiniciaba la polémica por sus derechos sobre Oriente,
España intuía que su destino estaba ligado a la conquista americana. En los años que
siguieron al regreso de Elcano se probó suerte nuevamente – él mismo moriría en la
expedición siguiente –, pero para entonces el oro, que a poco de andar cedería el lugar
3
Para ese entonces el “río de Solís” ya era conocido con el pomposo nombre de
Río de la Plata, y se aseguraba que conducía a la Sierra homónima y al Imperio del rey
blanco.
Si algo faltaba para tornarlo aún más creíble, a comienzos de la década de 1530
Pizarro llegó a Perú y repitió la hazaña de Cortés. Nuevamente, un puñado de intrépidos
había consumado otra proeza. Tesoros, tierras, y recursos humanos parecían estar
esperando a quién tuviese las agallas para hacerse de ellos.
Un bravo capitán de los tercios españoles, que según las malas lenguas en 1527
había participado en el saqueo de Roma, encontró en la empresa americana lo que a
priori parecía una magnífica oportunidad de invertir su fortuna de dudoso origen.
Apremiado porque las noticias que llegaban del Imperio de los incas ponían en
carrera a otros competidores, se apresuró a firmar una capitulación que poco o nada
tenía que ver con la carta de merced otorgada a Colón en su primer viaje: muchas
4
Aunque tenía permiso para construir hasta tres fortalezas de piedra – lo que
revela el absoluto desconocimiento del territorio – sólo pudo levantar un precario
caserío de barro y paja, rodeado por un fuerte de palo a pique. La naturaleza se revelaba
hostil, y los indispensables aborígenes no se mostraban ni en gran cantidad, ni muy
dispuestos a satisfacer las necesidades de los recién llegados.
Desde Perú y desde Chile: ocupación del centro y norte del territorio
argentino
Una vez controlada la situación, se debieron tomar los recaudos necesarios para
evitar que en el futuro volvieran a repetirse los cruentos episodios de las guerras civiles.
Esta situación, que puso de manifiesto la necesidad de distraer a la “mano de obra
desocupada”, fue hábilmente conjugada con razones de carácter estratégico. De este
modo, fomentó la movilización de contingentes hacia el sur del continente.
perdurar, sino que además, con el correr de los años, fue uno de los principales centros
desde donde se llevó a cabo el proceso de conquista y ocupación. Mientras la intención
predominante fue garantizar la conexión con Chile, se trató de asegurar los contrafuertes
andinos. Con este objetivo, Juan Pérez de Zorita fundó tres ciudades que, aunque de
corta vida – puesto que serían destruidas en 1562 por los indios calchaquíes -, revelaban
el interés de poblar, defender la tierra, y asegurar las bases del intercambio comercial.
Así, entre 1558 y 1560 se fundaron Londres (en Catamarca), Córdoba (en los valles
calchaquíes) y Cañete (en Tucumán). En Cuyo, región que administrativamente
dependería de Chile hasta bien entrado el siglo XVIII, se fundaron Mendoza y San Juan,
y varios años más tarde, cuando ya se había consolidado la tendencia definitiva hacia el
Atlántico, se fundó San Luis.
Entre los intereses españoles se confundían dos intenciones bien definidas, que
sin embargo poseían muchos puntos en común. Mientras que el oidor de la Audiencia
de Charcas, el Licenciado Matienzo promovía la fundación de ciudades para poder
establecer un nuevo circuito para la salida de la plata hacia España, el virrey peruano
Francisco de Toledo consideraba oportuno no innovar en materia de rutas comerciales
(Lima – Portobello). Según su parecer, debían establecerse poblaciones que sirvieran
como barrera de contención a las incursiones indígenas y como fuente de
abastecimientos para las minas de Potosí. Al parecer más persuadido por el plan de
Matienzo que por las órdenes de Toledo, Jerónimo Luis de Cabrera fundó Córdoba en
1573, y rápidamente se dirigió al río Paraná donde estableció el puerto de San Luis
sobre el antiguo de Gaboto. A poco de regresar a Córdoba, recibió la noticia de que Juan
de Garay, partiendo desde Asunción había fundado Santa Fe y tenía toda la intención de
restablecer Buenos Aires.
fundación de San Felipe de Lerma (en honor a su cruento fundador) en el Valle de Salta,
Todos los Santos de la nueva Rioja, y San Salvador de Jujuy. San Fernando del valle de
Catamarca debió esperar hasta que en 1683 el crecimiento de su población decidió la
constitución de un nuevo Cabildo.
Como se señaló anteriormente, luego del fracaso del primer intento de fundación
en Buenos Aires, la población rioplatense se trasladó a la ciudad de Asunción, que
durante las tres décadas siguientes imaginó más el contacto con el Alto Perú que la
posibilidad de llevar a cabo una refundación en el estuario. Al amparo de una población
indígena modesta pero colaboradora se constituyó un asentamiento que adquirió
características distintivas del resto de la ocupación española en América. El escaso
interés que por entonces despertaba en la Corona, permitió que se enseñorearan
caudillos que frecuentemente se veían enredados en la lucha por el poder. Esta
situación, a la que se sumó una dosis considerable de mala fortuna, contribuyó a que
fracasaran los intentos de restaurar el orden perdido con nuevos adelantados: Alvar
Nuñez Cabeza de Vaca (1542 – 1544) fue depuesto y enviado a España encadenado, y
el nombramiento de Juan de Sanabria, que murió antes de partir, recayó en su esposa,
doña Mencia Calderón (1550 – 1555). El destino rioplatense parecía no poder cambiar.
Pero hacia mediados de la década de 1560, la prosperidad de Potosí superó cualquier
expectativa previa, y el impulso poblador que se extendía a lo largo del Tucumán,
comenzó a vislumbrar la necesidad de constituir una cabecera en el Río de la Plata. Este
proyecto fue llevado a la práctica por el cuarto adelantado, Juan Ortíz de Zárate (1570 –
1576) que, aún cuando no resulto más afortunado que sus antecesores, logró, un tiempo
antes de morir, recibir la noticia de que su Teniente de Gobernador, Juan de Garay,
había dado el primer paso de lo que significó el comienzo de una nueva etapa. En 1573,
Garay fundó Santa Fe, y cumpliendo con las órdenes del último de los adelantados, Juan
Torre de Vera y Aragón, se dispuso a ocupar la ciudad - puerto abandonada 39 años
atrás. Ahora, olvidadas las plateadas fantasías, se convertía en la puesta en práctica de
un proyecto geopolítico y económico mucho menos tentador pero tal vez más sólido.
Para los sesenta pobladores que lo acompañaron, estaba claro que sólo se podría
sobrevivir a partir del trabajo de la tierra y, de evolucionar favorablemente las
circunstancias, de las posibilidades comerciales que brindaría su puerto como enlace
con Europa. Como esto - contra lo que muchos suponen - no ocurrió de inmediato, la
definitiva Buenos Aires fue, hasta bien entrado el siglo XVIII, una pequeña y modesta
8
aldea que tuvo un papel secundario y dependiente de las pujantes - aunque a su vez
subordinadas - ciudades del interior.
Tal vez esta apretada síntesis acerca de las razones y la dinámica de la fundación
de las poblaciones, deja la idea de que sólo se hace hincapié en las más importantes o en
las que con el tiempo se transformaron en cabeceras de provincia. Pero vale la pena
aclarar que no se trata de un descuido, ya que la población española se concentró en
torno de estos asentamientos urbanos, y los territorios circundantes sólo fueron
incorporados a partir de las necesidades económicas, esto es, cuando el ganado o los
cultivos comenzaron a requerir un mayor espacio. En ocasiones surgieron conflictos con
respecto a los límites de cada ciudad (que incluía, además del casco urbano, las tierras
que eran entregadas a los pobladores en calidad de chacras y estancias), puesto que unas
terminaban donde las otras empezaban.
Pero hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX, gran parte del territorio
argentino fue “tierra de indios”: En el norte - la Región del Gran Chaco -, desde Bolivia
hasta Santa Fe, y desde Jujuy y Salta hasta el Paraná, permaneció al margen del control
del hombre blanco, y lo mismo ocurrió con la Patagonia, desde el río Colorado hasta
Tierra del fuego.
Entre las dificultades que hallaron los conquistadores durante esta primera etapa
de conquista y ocupación del actual territorio argentino, debe mencionarse muy
especialmente la actitud adoptada por la población indígena. La fortuna de las poco
numerosas huestes fundadoras – en ocasiones treinta o cuarenta individuos -, estuvo
sujeta en cada lugar al grado de docilidad o belicosidad que exhibieron los aborígenes.
El comportamiento de las diferentes etnias varió en tiempo y espacio. Por ejemplo los
huarpes de Cuyo fueron sometidos con relativa facilidad, pero no ocurrió lo mismo con
algunas parcialidades de los calchaquíes del Tucumán y los guaraníes del Litoral, que
9
mantuvieron en jaque a la población blanca hasta bien entrado el siglo XVII. En primera
instancia, el no ser aceptados de buen grado implicaba para los europeos graves
dificultades para asegurarse el sustento material. La amplitud del territorio otorgó a los
aborígenes la posibilidad de refugiarse en tierras nuevas adonde la mano del hombre
blanco no podía llegar. Si lo que seguía era la guerra, los españoles encontraron tantas
dificultades para llevarla adelante como para lograr acuerdos duraderos. En inferioridad
numérica, y en ocasiones moviéndose en un medio natural poco propicio para sus
tácticas militares, dependieron - al decir de los cronistas de la época de un modo
indispensable - del apoyo de grupos indígenas aliados.
(Hernandarias)
1591 La Rioja (Juan R. de
Velazco)
1593 Jujuy (Francisco de
Argañaraz)
1594 San Luis (Luis Jofré de
Loaiza)
1683 Catamarca (Fernando
de Mendoza Mate de
Luna)
11