El Cine Norteamericano en 130 Películas - Augusto M. Torres
El Cine Norteamericano en 130 Películas - Augusto M. Torres
El Cine Norteamericano en 130 Películas - Augusto M. Torres
Augusto M. Torres
Intolerancia
Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Los diez mandamientos
Avaricia
El maquinista de la General
El demonio y la carne
El viento
Sin novedad en frente
Tabú
Tarzán de los monos
King Kong
Sombrero de copa
Una noche en la ópera
El diablo es una mujer
La novia de Frankenstein
Capitanes intrépidos
Maniquí
Tierra de audaces
Bloqueo
La muchacha de la Quinta Avenida
Amarga victoria
Medianoche
Lo que el viento se llevó
Pinocho
Lady Hamilton
Los viajes de Sullivan
El cuarto mandamiento
Seis destinos
Ser o no ser
Casablanca
Los verdugos también mueren
Laura
El hombre del sur
¡Qué el cielo la juzgue!
Tener y no tener
Los mejores años de nuestra vida
Gilda
Forajidos
¡Qué bello es vivir!
El cartero siempre llama dos veces
Duelo al sol
Retorno al pasado
Monsieur Verdoux
Pasión en la selva
Desfile de pascua
La ciudad desnuda
Carta de una desconocida
Juntos hasta la muerte
La legión invencible
El demonio de las armas
Flecha rota
La reina de África
Bodas Reales
Solo ante el peligro
Niágara
Cantando bajo la lluvia
Operación Cicerón
Johnny Guitar
Melodías de Broadway
La túnica sagrada
Manos peligrosas
Cuando ruge la marabunta
Obsesión
La sal de la tierra
La ventana indiscreta
La humanidad en peligro
Tierras lejanas
Luces de candilejas
La noche del cazador
Marty
Gigante
La bella de Moscú
Senderos de gloria
Los cautivos
Las girls
Los vikingos
El apartamento
Río salvaje
Un extraño en mi vida
El fuego y la palabra
El intruso
West Side Story
El buscavidas
El terror de las chicas
¿Qué fue de Baby Jane?
Días de vino y rosas
El prestamista
La semilla del diablo
El valle del fugitivo
Patton
Mi vida es mi vida
La huida
Cabaret
Defensa
La gran estafa
Malas tierras
El exorcista
El fantasma del Paraíso
Marathon Man
Taxi Driver
La guerra de las galaxias
Superman
Llega un jinete libre y salvaje
Manhattan
Alien, el octavo pasajero
La puerta del cielo
Atlantic City
Georgia
El extraterrestre
Oriente y Occidente
El beso de la pantera
Elígeme
Único testigo
Memorias de África
La pequeña tienda de los horrores
Bird
Valmont
El padrino III
Labios ardientes
El alma de la ciudad
Augusto M. Torres
El cine norteamericano en 130
películas
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el
art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de
multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en
parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de
soporte sin la preceptiva autorización.
© Augusto M. Torres ® Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1992
Calle Milán, 38; 28043 Madrid; teléf. 300 00 45
ISBN: 84-206-0575-1
Depósito legal: M. 22.151/1992
Papel fabricado por Sniace, S. A.
Compuesto e impreso en Fernández Ciudad, S. L.
Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid
Printed in Spain
Introducción
A.M.T.
Intolerancia
INTOLERANCE, 1916
GREED, 1923
TABÚ, (1931)
MANNEQUIN, 1937
BLOCKADE, 1938
Entre 1932 y 1949 Bette Davis trabaja en exclusiva para Warner Bross
y protagoniza casi sesenta películas. Más tarde hace obras tan importantes
como Eva al desnudo (All About Eve, 1950), de Joseph L. Mankiewicz, y
¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), de
Robert Aldrich, pero el período Warner es el mejor de su larga carrera tanto
por la calidad como por la cantidad de sus películas. Sus cada vez peores
relaciones con el productor Jack L. Warner, el excesivo trabajo y no gustarle
los guiones que rueda, hacen que Bette Davis llegue a detestarlo.
Como claro ejemplo de su error pueden señalarse los cuatro
melodramas que, a finales de los años 30 y principios de los 40, rueda bajo
la dirección del imaginativo Edmund Goulding (1891-1959). That Certain
Woman (1937), nueva versión de La intrusa (The Trespasser, 1929),
primera película sonora de Goulding; La solterona (The Old Maid, 1939),
basada en una novela de Edith Warton convertida en guión por Casey
Robinson; La gran mentira (The Great Lie, 1941), sobre un novelón de
Polan Banks; y sobre todo Amarga victoria.
Basada en una obra de teatro de George Brewer y Bertram Bloch, y de
nuevo convertida en guión por el eficaz Casey Robinson, Amarga victoria
tiene la ventaja sobre las otras tres de no girar en torno a madres solteras,
hijos sin padre y herencias. Sin embargo, no se libra de estar protagonizada
por George Brent, un inexpresivo actor, con quien Bette Davis trabaja en
demasiadas ocasiones, que además con el tiempo se ha pasado de moda.
Judith Trábeme es una joven de 23 años de Long Island sólo interesada
por la equitación, los caballos, las fiestas y los hombres. En uno de los
habituales comienzos de película Warner, donde se da gran cantidad de
información, no sólo se narra esto, sino que tiene frecuentes dolores de
cabeza, le ocurre algo raro al saltar un obstáculo a caballo y choca con él y
finalmente se cae rodando por una escalera.
Tras este primer bloque, y de forma menos precipitada, aparece el
doctor Fred Steele, un neurocirujano de primera fila que, cansado de la
práctica de la medicina, va a irse al campo a investigar las células
cerebrales. En una larga y excelente escena, narrada más como una pelea
matrimonial que como una visita al médico, la impulsiva Judith Traherne es
examinada por el desencantado doctor. Le diagnostica un tumor cerebral y
decide olvidar sus proyectos y operarla, dado que para entonces ya están
profundamente enamorados. La historia da un nuevo giro cuando la
operación resulta un éxito, pero como el tumor es maligno, la paciente
morirá pocos meses después. El doctor Fred Steele y Ann King, la mejor
amiga de Judith Traherne, se ponen de acuerdo para que no se entere y viva
feliz sus últimos meses de vida, pero por un descuido de una enfermera ve
su diagnóstico y cree que su amiga le ha pedido al doctor que se case con
ella por piedad. Judith Traherne les abandona y vuelve a su vida disoluta a
base de concursos hípicos, alcohol y hombres casados.
Un viejo enamorado irlandés, Michael O’Leary, actual encargado de
sus caballos, la convence de que sea feliz durante el tiempo que le queda.
La pareja se reencuentra, se casa y se va a vivir a una casita de Vermont,
donde el doctor puede hacer sus experimentos y ella cuidarlo. En una última
vuelta de la historia, llega Ann King a visitarlos, el doctor se va a un
congreso de medicina y Judith Traherne siente los primeros síntomas de que
se acerca su final. Ambas deciden no decirle nada y, en una sobria escena
final, Judith Traherne se tiende en su cama para esperar la muerte.
Especializado en dirigir mujeres, Edmund Goulding trabaja con Greta
Garbo en Ana Karenina (Love, 1927), versión muda de la célebre novela de
León Tolstoi, y Gran Hotel (Grand Hotel, 1932), sobre la novela de Vicki
Baum; dirige a Gloria Swanson en La intrusa; Norma Shearer en Deslices
(Riptide, 1934); y Marión Davies en La rubia del Follies (Wondie ofthe
Follies, 1932).
Sus mejores trabajos son las citadas cuatro películas con Bette Davis,
luego su carrera comienza a declinar tras dirigir a un Tyrone Power, que
viene de sufrir la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, en El filo de la
navaja (The Razor’s Edge, 1946), sobre la novela de W. Somerset
Maugham, y El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 1947).
Medianoche
MIDNIGHT, 1939
PINOCCHIO, 1940
CASABLANCA, 1943
LAURA, 1944
Tras dirigir cuatro películas para 20th Century Fox, la última In the
Meantime, Darling (1944) también como productor, cae en manos de Otto
Preminger Laura, una novela policiaca de Vera Caspary, publicada en 1934,
cuyos derechos tiene el estudio. Se interesa por ella sin imaginar que su
autora se convertirá en una conocida escritora, que sobre obras suyas se
harán películas tan prestigiosas como Gardenia azul (The Blue Gardenia,
1953), de Fritz Lang, y Les Girls (1957), de George Cukor, y
posteriormente Laura será adaptada al teatro en 1947 por George Sklar y a
la televisión en 1966 por Truman Capote.
La historia de la presunta víctima que aparece inesperadamente a
mitad del relato y se convierte en principal sospechosa de un crimen, así
como la del policía que se enamora de la víctima, son los únicos elementos
que, según confiesa Preminger en su autobiografía, toma de la novela. Con
la colaboración de tres eficaces guionistas consigue hacer el primer guión
que le interesa de verdad, pero le cuesta trabajo que el poderoso Darryl F.
Zanuck decida convertirlo en una película.
En su calidad de productor, Preminger consigue ponerlo en marcha,
que junto a la estrella de 20th Century Fox, Gene Tierney, trabajen los casi
debutantes Dana Andrews y Clifton Webb y que el proyecto se haga con el
dinero que requiere. Aunque Zanuck le encarga la dirección a Rouben
Mamoulian, a quien no le interesa, pero acepta porque necesita dinero, y le
prohíbe a Preminger que pise el plato. A los dos días de rodaje y a la vista
del poco interés de lo rodado, Preminger convence a Zanuck, ante la
oposición de los actores, de que le deje dirigirla.
También consigue Otto Preminger que la fotografía la haga el
debutante Joseph La Shelle, que gana un Oscar por este trabajo, y comenzar
desde cero a su entera satisfacción, aunque a Darryl F. Zanuck no acaba de
gustarle el primer montaje y le obliga a rodar otro final, donde la
protagonista, Laura, cuenta una tercera y diferente versión de la historia.
Por fin se impone el final de Preminger y nace una de las obras claves e
innovadoras del cine negro.
El resultado es una buena mezcla de la tradición británica del género:
la mayoría de los personajes tiene motivos para haber cometido el crimen,
hay muebles con doble fondo que esconden importantes secretos, el diálogo
es excesivo; con la norteamericana: un peculiar detective lleva la
investigación, interviene personalmente en la acción y acaba descubriendo
al asesino sin necesidad de prolijas deducciones. Sin olvidar el aliciente de
que la presunta víctima aparezca a mitad de la narración y mientras tanto el
detective se haya enamorado de ella.
Si estos ingredientes nunca acaban de convencer a Zanuck, hacen de
Laura uno de los éxitos del año y la convierten en un clásico del género.
Además resulta ser la primera de una serie de producciones 20th Century
Fox, integrada por Ángel o diablo (Fallen Ángel, 1945), Vorágine
(Whirlpool, 1949), Daisy Kenyon (1947), Al borde del peligro (Where the
Sidewaik Ends, 1950), Cartas envenenadas (The Thirteenth Letter, 1951), y
la producción RKO Cara de ángel (Ángel Face, 1953), donde Preminger
entreteje relaciones tenebrosas en torno a una atractiva mujer siempre
dentro del cine negro y con excelentes resultados que le sitúan a la cabeza
de su profesión.
Actor, ayudante de dirección y más tarde director de la compañía del
famoso Max Reinhardt, Otto Preminger (19061986) ya ha dirigido una
película en Viena y más de cincuenta espectáculos teatrales en su país,
cuando en 1935 el empuje de los nazis y un contrato de trabajo le hacen
embarcar para Estados Unidos. Al año siguiente ya ha firmado otro contrato
con 20th Century Fox, pero a pesar del progresivo éxito de sus películas
nunca abandona la actividad teatral.
Poseedor de un estilo muy personal, apoyado en largos planos rodados
con grúa que encierran a los personajes dentro de los decorados, Preminger
tiene sucesivos éxitos con Carmen Jones (1954), El hombre del brazo de
oro (The Man with the Golden Arm, 1955), Buenos días, tristeza (Bonjour
Tristesse, 1958) y Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, 1959),
ya dentro de una ambigüedad que para unos es perfecta y para otros
excesiva.
Estos éxitos le llevan al resbaladizo terreno de las superproducciones
de larga duración en Éxodo (Exodus, 1960), Tempestad sobre Washington
(Advise and Consent, 1962), El cardenal (The Cardinal, 1963), Primera
victoria (In Harm’s Way, 1965) y La noche deseada (Hurry Sundown,
1967). Sus últimas películas interesantes son El rapto de Bunny Lake
(Bunny Lake Is Missing, 1965) y El factor humano (The Human Factor,
1980).
El hombre del sur
GILDA, 1946
Tras una última discusión entre los amantes, Lewt McCanles manda
aviso a Pearl Chavez para despedirse antes de marcharse a México. La cita
es en la Roca de la Cabeza de India. Pearl llega a caballo, hace los dos
disparos de contraseña con su rifle y Lewt le responde. Pearl dispara sobre
Lewt y le hiere. Un tiroteo entre los amantes bajo un sol abrasador les deja
malheridos. Lewt inmovilizado dice: «Te quiero, Pearl. Ven, date prisa.»
Pearl se arrastra hacia él sobre una apropiada música de Dmitri Tiomkin, se
besan y mueren.
Esta lírica, romántica y surrealista escena final de Duelo al sol, un
western escrito y producido por David O. Selznick, encierra la fuerza
narrativa de King Vidor, uno de los grandes pioneros. Aunque las relaciones
entre productor y realizador no son especialmente malas durante el rodaje,
Selznick es un perfeccionista y, tras el éxito de su producción Lo que el
viento se llevó (Gone with the Wind, 1939), quiere llevar aún más lejos sus
peculiares sistemas de producción en esta cara historia al servicio de su
amada Jennifer Jones.
Hija de una bailarina india, acostumbrada a danzar sobre la barra de un
gran saloon, en una barroca y sensual escena digna de Josef von Sternberg,
pero al parecer rodada por William Dieterle, y de un padre jugador, que
acaba ajusticiado por el asesinato de su mujer y su amante, Pearl Chavez se
va a vivir al rancho Spanish Bit bajo la protección de Laura Belle, una
prima segunda de su padre de la que estuvo enamorado de joven.
En el inmenso rancho, mientras el senador McCanles la trata como una
sucia mestiza y Laura Belle como a una hija, desde la primera noche Pearl
Chavez aparece como un escollo en las relaciones entre sus dos hijos.
Mientras el bueno y sensato hermano mayor la admira, el malo y díscolo
menor la besa con lujuria en una gran escena.
La fuerza de las relaciones triangulares crece sobre el fondo del
tradicional enfrentamiento entre el poderoso ganadero y el ferrocarril. Con
una excelente escena de masas donde se enfrentan los vaqueros, las gentes
del ferrocarril y el ejército, mientras el sensato Jesse McCanles cambia de
bando, el caballo de su padre se desboca y le arrastra y una mano anónima
corta las alambradas del rancho. Y otra intimista durante una noche de
tormenta en que llega Lewt, mientras Pearl friega con la medalla al cuello
que le ha dado el Matapecados, la besa y termina violándola, llena de
pasión y posteriormente recortada.
Esta excelente producción es fruto de la personal manera de trabajar de
Selznick, es decir de la acumulación del trabajo de realizadores tan
diferentes como Vidor, Sternberg, contratado como asesor para el color, y
Dieterle. Una vez finalizado el montaje de la versión de Vidor, realizado
con su material y el rodado por los desconocidos directores de la segunda
unidad Otto Brower, Reeves Eason y Charles Franklin, Selznick manda
rodar numerosas escenas adicionales o repeticiones a Dieterle, Sternberg e
incluso al decorador William Cameron Menzies. Gracias a la labor rectora
de Selznick, el resultado no sólo tiene gran coherencia y unidad estilística,
sino que posiblemente es la mejor película de King Vidor.
Interesado por el cine desde niño, King Vidor (1895-1982) trabaja
como proyeccionista en el cine de su ciudad natal durante las vacaciones.
Finalizados sus estudios, es operador de actualidades, director de cortos,
figurante, actor secundario y guionista, hasta que consigue realizar su
primer largometraje: La vuelta del camino (The Turn in the Road, 1919).
Su primera gran película es El gran desfile (The Big Parade, 1925),
una producción Irving Thalberg para Metro-Goldwyn-Mayer sobre la Gran
Guerra, pero a la que sabe dar un toque muy personal. Le sigue Y el mundo
marcha (The Crowd, 1928), un canto al realismo con escenas rodadas con
cámara oculta, que es una de las cumbres del cine mudo.
Con el sonoro cada vez le resulta más difícil realizar trabajos
personales, como Aleluya (Hallelujah 1929) La calle (Street Scene, 1931) o
El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1934), pero consigue hacer
suyos y llenar de vida los más insólitos encargos.
Desde desgarradores melodramas, como Stella Dallas (1937), Beyond
the Forest (1949), Pasión en la niebla (Ruby Gentry, 1953), adaptaciones
de novelones, como Cenizas de amor (H. M. Pulham Esq., 1941), El
manantial (The Fountamhead, 1949), o westerns comunes, como Duelo al
sol o La pradera sin ley (Man Without a Star, 1955).
Retorno al pasado
NIÁGARA, 1952
THEM! 1954
Famoso por los once westerns que dirige, la realidad es que la casi
totalidad de la producción de Anthony Mann (1906-1967) durante la década
de los 50 tiene interés. Debuta como realizador a comienzos de los 40 y, a
pesar del atractivo de algunos policíacos que hace durante esos años, sus
dieciséis primeras producciones pueden considerarse de aprendizaje. Y
luego sólo rueda en España para Samuel Bronston El Cid (1961) y La caída
del imperio romano (The Fall of the Román Empire, 1963), para morir
durante el rodaje de Sentencia para un dandy (A Dandy in Aspic, 1967).
Su brillante lista de westerns comienza con La puerta del diablo
(Devil’s Doorway, 1950), uno de los primeros a favor de los indios, y Las
furias (The Furies, 1950), adaptación de una novela de Fedor Dostoiewsky,
para seguir con Colorado Jim (The Naked Spur, 1953), El hombre de
Laramie (The Man from Laramie, 1955), Cazador de forajidos (The Tin
Star, 1957), El hombre del oeste (Man of the West, 1958) y, en menor
medida, The Last Frontier (1956) y Cimarrón (1960).
Entre ellos destacan Winchester 73 (1950), Horizontes lejanos (Bend
of the River, 1952) y Tierras lejanas, que escribe Borden Chase,
protagoniza James Stewart, como alguno de los otros, y produce Aaron
Rosenberg para Universal, tanto por los buenos resultados obtenidos, como
por notarse que están hechos por equipos similares que trabajan con
perfección.
Tierras lejanas es una sofisticada película de itinerario en cuanto no
sólo narra cómo un grupo de hombres se traslada de un lugar a otro y vive
algunas aventuras, sino que se centra en el itinerario moral de Jeff Webster,
cómo pasa de estar sólo preocupado por sus problemas a interesarse por los
de su comunidad.
Jeff Webster llega a la pequeña población de Skadway con una manada
de ganado para vender, su viejo socio Ben Tatem y algunos problemas, pero
allí éstos aumentan al ser confiscadas las vacas por el juez Gannon que
domina la zona, y caer en manos de Ronda Castle, una dura y atractiva
mujer que controla garitos y bares. Durante el camino a las lejanas tierras
de Alaska, al poblado de buscadores de oro de Dawson, se les unen la joven
pecosa Renée Vallon y el viejo borrachín Rube. En Dawson venden con
buenos beneficios el ganado y se convierten en buscadores de oro, pero el
juez Gannon y la ambiciosa Ronda Castle intentan apropiarse del rico
poblado, hasta que Jeff Webster decide pararles los pies y expulsarles del
territorio.
Gracias a la bondad del guión del especialista Borden Chase y la
claridad narrativa de Anthony Mann, resulta tan atractiva como clara la
compleja y movida trama, que comienza en Seattle en 1896 y finaliza en el
pueblecito de Dawson, donde hay viajes en barcos fluviales de vapor,
juicios en un bar, tiroteos, escenas de amor, expediciones por territorios
nevados, aludes, canciones, búsqueda de oro, etcétera.
Esta misma fuerza narrativa y gusto por el trabajo bien hecho aparece
en las otras dos producciones Universal que rueda Anthony Mann en los 50
para el productor Aaron Rosenberg, la aventura Bahía negra (Thunder Bay,
1953) y el musical Música y lágrimas (The Glenn Miller Story, 1954),
donde vuelve a trabajar un equipo similar. Aunque también aparece en el
melodrama Dos pasiones y un amor (Serenade, 1956), sobre la novela de
James M. Cain, y la producción de guerra Los diablos de la colina de acero
(Men in War, 1957).
La máxima aportación de Anthony Mann al western es algo tan
evidente como el rodaje en escenarios naturales de las escenas que
transcurren en exteriores. Por estos años lo normal es rodar en escenarios
naturales los planos generales de una escena que se desarrolla en exteriores
y en estudio los planos medios y primeros planos, con ayuda de
transparencias, para cuidar la calidad fotográfica. Al tiempo que las escenas
nocturnas y las demasiado largas o complejas también se hacen en estudio
por similares razones de fotografía y comodidad del equipo.
Dado el perfecto funcionamiento de los estudios, esta absurda práctica
abarata costes y simplifica rodajes, pero quita fuerza a un género en gran
parte basado en el enfrentamiento del hombre con la naturaleza. Anthony
Mann es uno de los grandes del género que durante la década de los 50
consigue sacar el western a exteriores, práctica que con el tiempo se
generaliza.
Luces de candilejas
MARTY
GIANT, 1956
Este western gira en torno a Willie Boy, un indio paitue, que vuelve a
su reserva, tras cumplir una condena, para ver a Lola Boniface y, en vista de
la repetida oposición de la familia de ella a sus relaciones, hacer un
matrimonio por rapto. Llega a la reserva de Morongo en plenas fiestas y
durante su primera noche en el pueblo tiene lugar un doble encuentro
amoroso.
Por un lado el sheriff Christopher Cooper acude a casa de la
superintendente de la reserva, doctora Elizabeth Arnold, y quedan muy
claras las dificultades ideológicas de su relación, al impedir el feminismo de
ella someterse a las exigencias de él. Y por otro lado Lola Boniface y Willie
Boy se ven en el campo, pero son sorprendidos por el padre de ella, hay un
tiroteo y éste muere accidentalmente.
Así comienza una larga huida, que llena el resto de la película, donde
queda muy claro que el feminismo liberal de la doctora Arnold, bajo cuya
tutela está Lola, lleva a un paternalismo de trágicas consecuencias, y algo
similar ocurre con la trayectoria del sheriff Cooper. Mientras las relaciones
entre las parejas Cooper-Arnold y Willie Boy-Lola se enriquecen, y en
consecuencia también la narración, con un hecho en apariencia exterior: la
visita que por esas fechas de 1909 hace el presidente William H. Taft a las
reservas indias.
La habilidad de Willie Boy para despistar a sus perseguidores en su
huida al pueblo de Veintinueve Palmeras y, sobre todo, que, como dice el
sheriff Cooper, «este no es un asunto nuestro, sino de los indios», hace que
deje la persecución. Aunque una patrulla prosigue la caza al hombre por
puro placer, pero un duro enfrentamiento en que el indio mata a casi todos
sus caballos, les obliga a decir que Willie Boy se ha puesto al frente de
doscientos indios que se han levantado aprovechando la visita del
presidente.
Este bulo llega a oídos de los periodistas que acompañan al presidente
en su viaje y enseguida lo convierten en noticia de primera página. Lo que
significa que por la seguridad de William H. Taft se reavive la persecución
de Willie Boy y el sheriff Cooper vuelva a ponerse al mando. Y así
encuentran con un balazo en el corazón a Lola Boniface, no se sabe si
suicidada o asesinada, pero como alguien dice: «Antaño ningún indio
deseaba que su mujer cayera en manos del enemigo.» Mientras Willie Boy
se deja matar en el enfrentamiento con el sheriff Cooper: «Le di la
oportunidad de entregarse, no la aceptó y no le quedaba ninguna bala en su
rifle.»
La primera pregunta que plantea este admirable y lúcido western es
cómo puede ser la segunda película de las sólo tres dirigidas por el
guionista Abraham Lincoln Polonsky (1910) en un período de veinticinco
años. Perteneciente a una familia judía de origen ruso, a finales de los años
40 comienza una brillante carrera como guionista de Mitchell Leisen,
Robert Rossen y Michael Gordon, y enseguida dirige Force of Evil (1948).
Y la respuesta, una vez más, hay que buscarla en las actuaciones del
«Comité de Actividades Antinorteamericanas». Un organismo que se pone
en marcha en 1947 para combatir el clima liberal creado durante el mandato
del presidente Franklin D. Roosevelt, prosigue sus actividades hasta 1953 y
supone una de las causas de la decadencia del cine de Hollywood. Para dar
mayor repercusión a sus objetivos lanza sus ataques contra el mundo del
cine, entonces lleno de exiliados europeos huidos del nazismo y que hacen
unas películas cada vez con un mayor contenido social.
En un tiempo récord el senador McCarthy no sólo consigue que se
dejen de producir estas películas, sino sembrar el terror entre quienes las
realizan. Más allá del problema de los condenados, los famosos «Diez de
Hollywood», está el de los que delatan a sus compañeros, como Elia Kazan,
Edward Dmytryk o Robert Rossen, y el de los que huyen a Europa, como
Joseph Losey o Jules Dassin, sin olvidar la autocensura que nace
espontáneamente entre quienes escriben, dirigen y producen películas.
Abraham Polonsky, como tantas otras promesas del cine
norteamericano, se ve obligado a emigrar a Europa y colaborar de forma
anónima como guionista en televisión y cine para subsistir. Cuando a
finales de los años 60 la situación se regulariza, la industria cinematográfica
poco tiene que ver con la que conoció y, entre sus múltiples proyectos, sólo
consigue rodar El valle del fugitivo y la irregular comedia dramática El
romance de un ladrón de caballos (Romance of a Horsethief, 1971).
Patton
PATTON 1970
CABARET, 1972
DELIVERANCE, 1972
BADLANDS, 1973
SUPERMAN, 1978
MANHATTAN, 1979
ALIEN, 1979
Tan interesado por el cine como por el teatro, Arthur Penn (1922)
también tiene una larga actividad como escritor y realizador de programas
dramáticos en directo en televisión durante la década de los 50. Fruto de
esta actividad son sus dos primeras películas: El zurdo (The Left Handed
Gun, 1958), un western sobre el mítico «Billy el Niño» escrito por Leslie
Stevens a partir de una obra para televisión de Gore Vidal; y El milagro de
Ana Sullivan (The Miracle Worker, 1962), sobre la obra de William Gibson,
en tomo a la educación de una niña sorda, muda y ciega, que antes monta en
teatro y dirige en televisión.
En ambas producciones ya aparecen claramente definidos sus
protagonistas, seres marginados a la búsqueda de una identidad a través de
sus relaciones con los demás, inadaptados y extraños a la sociedad, que
inventan comunidades paralelas para poder subsistir con una cierta
nostalgia de la familia, último refugio contra el caos que les rodea.
Estos personajes se desarrollan y adquieren profundidad en Acosado
(Mickey One, 1965), una extraña parábola antimaccarthysta con demasiada
influencia europea, y La jauría humana (The Chase, 1966), una gran
producción de Sam Spiegel, basada en un guión de Lillian Hellman, sobre
la violencia generada en un pueblo del sur que acaba en un intento de
linchamiento, donde Penn no se encuentra muy cómodo. Aunque resulta
mucho más convincente Bonnie y Clyde (Bonnie and Clyde, 1967), historia
romántica y violenta de una pareja de pistoleros durante la depresión, sobre
un excelente guión de David Newman y Robert Benton que escriben para el
director francés Francois Truffaut.
También se sitúan en la misma línea El restaurante de Alicia (Alice’s
Restauran!, 1969), una demoledora puesta al día de sus teorías sociales a
través del análisis de la juventud hippy, en general, de la figura del cantante
folk Woody Guthrie, encarnado por su propio hijo, en concreto; y Pequeño
gran hombre (Little Big Man, 1973), ambicioso western paródicodramático
sobre la batalla de «Little Big Horn».
Tras este primer período de su obra cinematográfica, donde rueda 7
películas en 12 años, sus producciones se distancian y sólo hace cinco
durante las décadas de los 70 y 80. Mientras Missouri (The Missouri
Breaks, 1976) es un western frustrado, convertido en un enfrentamiento
entre Marión Brando y Jack Nicholson, pero en el que aparece su mundo
personal, Agente doble en Berlín (Target, 1985) y Muerte en el invierno
(Dead of the Winter, 1987) ni siquiera parecen suyas.
Sin embargo tanto La noche se mueve (Night Moves, 1975) como
Georgia son dos de sus mejores y personales trabajos. La primera es un
policiaco, basado en un guión de Alan Sharp, donde más que la intriga en
sí, cuenta el clima filosóficoerótico en que se desarrolla, en torno a la vida
de su habitual héroe, ahora un solitario detective privado. Y la segunda, con
un guión de Steve Tesich que encierra una cierta carga autobiográfica, es
una de las mejores expresiones del ser marginal a la búsqueda de identidad
que inventa una comunidad paralela con identidad propia para sobrevivir.
A través de Danilo, un emigrante yugoslavo que llega de niño a
Estados Unidos con su madre para encontrar a su padre que ha venido
antes, se narra la historia de cuatro amigos, tres chicos y una chica, cómo
pasan de la adolescencia a la madurez y las relaciones sentimentales que
cada uno tiene con ella. Ambientada en la segunda mitad de los años 60,
encierra una buena evocación de la época, lejos de compromisos o
nostalgias, donde los aires revolucionarios se mezclan con el comienzo de
las protestas por la guerra de Vietnam.
Dentro de su riqueza temática, Georgia también describe la vida de un
pueblo del este de Chicago dedicado a la siderurgia, las relaciones entre
padre e hijo, siempre duras y conflictivas en Penn, y el amor por América
de los emigrantes europeos, subrayado por múltiples versiones de
fragmentos de la Sinfonía del nuevo mundo, de Antón Dvorák. Esto unido
al clima erótico creado por la presencia de Georgia, subrayada por la
canción homónima de Ray Charles, hace del conjunto una de las mejores,
ricas y personales obras de Arthur Penn.
Lástima que su fracaso comercial la convierta en la última buena
película de Penn y arrastre consigo a un grupo de jóvenes intérpretes, desde
Craig Wasson, como Danilo Prozori, hasta Jodi Thelen, como Georgia
Miles, que posteriormente no hacen nada destacable.
El extraterrestre
WITNESS, 1985
Roger Corman produce y dirige durante dos días y una noche, gracias
a la ayuda de dos cámaras y según sus rápidas técnicas de la época, La
pequeña tienda de los horrores (The Little Shop of Horrors, 1961), una
película muy barata en blanco y negro que no tiene el menor éxito. Escrita
por Charles B. Griffith, uno de los guionistas habituales de esta etapa de su
carrera, no es la historia de terror de complemento de programa que los
espectadores esperan, sino una ingeniosa y delirante comedia juvenil rodada
demasiado deprisa.
En buena medida se trata de una nueva versión de Un cubo de sangre
(A Bucket of Blood, 1960), también escrita por Charles B. Griffith y
dirigida por Roger Corman, pero donde el café beatnik se ha convertido en
una floristería y el escultor asesino que transforma a sus víctimas en
estatuas en una planta devoradora de hombres. Y mientras Un cubo de
sangre se pierde bastante en el olvido, La pequeña tienda de los horrores se
convierte en lo que últimamente los norteamericanos denominan «objeto de
culto».
De forma que en junio de 1962 se estrena en el Orpheum Theatre de
Nueva York, en el denominado off-off Broadway, una versión musical de La
pequeña tienda de los horrores, con libreto y canciones de Howard Asham
y música de Alan Menken, producida por «The WPA Theatre», que no sólo
tiene gran éxito en Estados Unidos, sino también en Inglaterra. Casi
veinticinco años después, cuando el musical es un género prácticamente
extinguido por sus altos costes de producción y las dificultades para su
exhibición en el extranjero, el productor David Geffen pone en pie una
versión musical de La pequeña tienda de los horrores y elige a Frank Oz
para que se encargue de la dirección.
Gracias a la afición de sus padres por las marionetas, el británico Frank
Oz entra en contacto con el norteamericano Jim Henson a los 17 años y
enseguida comienzan a trabajar juntos en su famosísimo Muppets
(Teleñecos) para crear los personajes Miss Peggy, Fozzie Bear, Bert y
Grover. También colabora con Jim Heston en la realización de Cristal
oscuro (The Dark Crystal, 1982), su gran película fantástica con
marionetas, para luego dirigir en solitario The Muppets Take of Manhattan
(1984).
La experiencia de Frank Oz con marionetas y que uno de los
principales protagonistas de La pequeña tienda de los horrores sea una
planta devoradora de hombres, es lo que hace que sea elegido por el
productor David Geffen. Y enseguida encuentran un apropiado tono de
comedia camp, llena de horror y canciones, para contar cómo el joven
dependiente de una floristería Seymour Kelborn vende su alma a una planta
devoradora de hombres, que compra a un anciano mandarín durante un
eclipse de sol, para conseguir el amor de Audrey, su compañera de trabajo,
en una clara utilización y superación de la versión de Roger Corman,
El resultado es un simpático musical, muy pobre en comparación con
obras similares de los mejores momentos del género, pero no desprovisto de
una peculiar gracia. Integramente rodado en los británicos estudios
Pinewood, el complejo triángulo chico-chica-planta-devoradora-de-
hombres está resuelto con ingenio y la planta es una divertida creación de
Lyle Conway, uno de los miembros habituales del equipo de The Muppet
Show.
La coreografía está firmada por Pat Garret y es mínima. El mejor
número es el del dentista sádico Orin Scrivello, encarnado por Steve
Martin. Así como su encuentro con el paciente masoquista, interpretado en
esta versión por Bill Murray y en la de Roger Corman por un joven Jack
Nicholson. También hay que destacar la presencia de un coro de color,
integrado por Crystal, Ronette y Chiflón, que comenta la acción.
A pesar de no ser una gran película, estar íntegramente rodada en
decorados en Inglaterra y hacer añorar los pequeños musicales de los años
50, es una obra original dentro del cine norteamericano de finales de la
década de los 80 y marca una fecha dentro del género, posiblemente la de
su definitivo final.
El relativo éxito conseguido, más de un determinado tipo de público
que de crítica, hace variar la carrera de Frank Oz, quien desde entonces sólo
se dedica a la comedia a través de títulos como Un par de seductores (Dirty
Rotten Soundreis, 1988), ¿Qué pasa con Bob? (What About Bob?, 1991) y
Housesitter (1992).
Bird
BIRD, 1988
Desde hace años Clint Eastwood (1930) es uno de los nombres más
conocidos del cine norteamericano, pero su trayectoria hasta llegar a esa
posición ha sido larga. Entre 1955 y 1958 interviene en papeles secundarios
en películas de escasa importancia, en 1957 comienza a trabajar en
televisión y durante siete años es «All American Cowboy» en la serie
Rawhide.
Cuando el italiano Sergio Leone busca un actor norteamericano
apropiado y barato como protagonista de su primer spaghettiwestern da con
Clint Eastwood y cambia su vida. El éxito de la trilogía Por un puñado de
dólares (Per un pugno di dollari, 1964), La muerte tenía un precio (Per
qualque dollaro in piú, 1965) y El bueno, el feo y el malo (II buono, il
brutto, il cattivo, 1966), devuelven a Eastwood a Hollywood convertido en
estrella.
Clint Eastwood enseguida demuestra que tiene las ideas muy claras y
no quiere limitarse a ser una estrella. Crea la compañía Malpaso y comienza
a trabajar como actor y productor, pero el encuentro con el realizador Don
Siegel marca su evolución posterior. Después de trabajar juntos en tres
películas, Eastwood no sólo es el productor y protagonista de Harry, el
sucio (Dirty Harry, 1971), de Don Siegel, sino también el director de la
segunda unidad. Esto le descubre un nuevo mundo y enseguida produce,
interpreta y dirige Escalofrío en la noche (Play Misty for Me, 1971).
A partir de este momento simultanea sus tres actividades. Interpreta y
produce una película al año que dirige otro y protagoniza, produce y dirige
otra. Esto le lleva a una actividad regular como realizador, que se afianza a
lo largo de 16 películas dirigidas en 20 años. También logra un controlado
trabajo como productor, tanto de sus propias obras como de las ajenas, con
las que da su primera oportunidad a realizadores como Michael Cimino,
James Fargo, Richard Tuggle, Buddy Van Horn. Sin olvidar que su trabajo
como actor le ha convertido en una estrella de primera magnitud.
Especializado en historias de acción, la mayoría de las películas de
Eastwood son policiacos, como Ruta suicida (The Gauntlet, 1977), Impacto
súbito (Sudden Impact, I 1983), El principiante (The Rooke, 1990);
westerns, como Infierno de cobardes (High Plains Drifters, 1977), El fuera
de la ley (The Outlaw Josey Wales, 1975), El jinete pálido (Palé Rider,
1985); o películas de guerra, El sargento de hierro (Heartbreak Ridge,
1986).
Entre medias hace obras más personales, como El aventurero de
medianoche (Honky Tonk Man, 1982), un melodrama sobre un cantante
country tuberculoso ambientado en los años 30; Cazador blanco, corazón
negro (White Hunter, Black Heart, 1984), una historia en torno al rodaje de
La reina de África (The African Queen, 1951) donde encarna al mismísimo
John Huston; y sobre todo Bird, biografía del gran músico de jazz Charlie
Parker.
Bird no parece una película suya porque es la segunda de las dieciséis
que dirige donde no actúa, nada tiene que ver con la violencia que domina
su cine y a lo largo de casi tres horas, con una compleja estructura e
intensas escenas de larga duración, narra las dificultades que un maravilloso
saxofonista negro encuentra para subsistir en la etapa final de sus 34 años
de vida.
Articulada en torno a dos líneas paralelas, una que va desde que intenta
suicidarse ingirlendo iodo el 1 de septiembre de 1954, bajo la depresión
sufrida por la muerte de uno de sus hijos, hasta que muere de un ataque
cardiaco el 12 de marzo de 1955, y la otra, intercalada como un tradicional
flashback, desde que conoce a su mujer blanca hasta que muere su hijo; la
compleja estructura de Bird se enriquece con breves recuerdos para fijar
determinados momentos o subrayar otros, separados por el repetitivo plano
del platillo de la batería que vuela por los aires, resto de su primera y
fracasada audición, para finalizar con otra serie de recuerdos en el momento
de su muerte.
Intoxicado por drogas y alcohol, con una úlcera de estómago y una
cirrosis, la vida de Charlie Parker es una continua lucha contra la adicción,
la enfermedad y la muerte, para poder trabajar, crear la peculiar música que
le hace famoso, mientras cada vez es más conocido y a duras penas puede
mantener a su familia con su peculiar e irregular trabajo.
Clint Eastwood sabe dar el difícil tono de este particular y duro relato,
mantenerlo a lo largo de dos horas y media y conseguir estupendas
actuaciones de un reparto casi íntegramente de color, donde brillan Forest
Whitaker, como Charlie «Bird» Parker, y Diane Venora, como Chan Parker,
su mujer y madre de sus hijos.
Valmont
VALMONT, 1989
14/08/2010
Table of Contents
Augusto M. Torres El cine norteamericano en 130 películas
Intolerancia
Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Los diez mandamientos
Avaricia
El maquinista de la General
El demonio y la carne
El viento
Sin novedad en frente
Tabú
Tarzán de los monos
King Kong
Sombrero de copa
Una noche en la ópera
El diablo es una mujer
La novia de Frankenstein
Capitanes intrépidos
Maniquí
Tierra de audaces
Bloqueo
La muchacha de la Quinta Avenida
Amarga victoria
Medianoche
Lo que el viento se llevó
Pinocho
Lady Hamilton
Los viajes de Sullivan
El cuarto mandamiento
Seis destinos
Ser o no ser
Casablanca
Los verdugos también mueren
Laura
El hombre del sur
¡Qué el cielo la juzgue!
Tener y no tener
Los mejores años de nuestra vida
Gilda
Forajidos
¡Qué bello es vivir!
El cartero siempre llama dos veces
Duelo al sol
Retorno al pasado
Monsieur Verdoux
Pasión en la selva
Desfile de pascua
La ciudad desnuda
Carta de una desconocida
Juntos hasta la muerte
La legión invencible
El demonio de las armas
Flecha rota
La reina de África
Bodas Reales
Solo ante el peligro
Niágara
Cantando bajo la lluvia
Operación Cicerón
Johnny Guitar
Melodías de Broadway
La túnica sagrada
Manos peligrosas
Cuando ruge la marabunta
Obsesión
La sal de la tierra
La ventana indiscreta
La humanidad en peligro
Tierras lejanas
Luces de candilejas
La noche del cazador
Marty
Gigante
La bella de Moscú
Senderos de gloria
Los cautivos
Las girls
Los vikingos
El apartamento
Río salvaje
Un extraño en mi vida
El fuego y la palabra
El intruso
West Side Story
El buscavidas
El terror de las chicas
¿Qué fue de Baby Jane?
Días de vino y rosas
El prestamista
La semilla del diablo
El valle del fugitivo
Patton
Mi vida es mi vida
La huida
Cabaret
Defensa
La gran estafa
Malas tierras
El exorcista
El fantasma del Paraíso
Marathon Man
Taxi Driver
La guerra de las galaxias
Superman
Llega un jinete libre y salvaje
Manhattan
Alien, el octavo pasajero
La puerta del cielo
Atlantic City
Georgia
El extraterrestre
Oriente y Occidente
El beso de la pantera
Elígeme
Único testigo
Memorias de África
La pequeña tienda de los horrores
Bird
Valmont
El padrino III
Labios ardientes
El alma de la ciudad