Justicia y Misericordia
Justicia y Misericordia
Justicia y Misericordia
net ¿Pueden coexistir el amor, la misericordia y la justicia?
¿Pueden coexistir el amor, la misericordia y la
justicia?
En realidad, estas se necesitan mutuamente
Fuente: corazones.org
San Juan en su primera epístola nos da la definición del amor.
“Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama
no ha conocido a Dios, porque DIOS ES AMOR. En esto se manifestó
entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por
nuestros pecados.” (Cf. 1 San Juan 4: 719)
La “justicia” es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al
prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con
los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las
relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común.
El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud
habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. (referirse al no. 1807 del Catecismo
de la Iglesia Católica).
La “misericordia” es el atributo de Dios que extiende su compasión a aquellos en necesidad. Tanto
el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento ilustran que Dios desea mostrar su misericordia
al pecador. Uno debe humildemente aceptar la misericordia; no puede ser ganada. Como Cristo ha
sido misericordioso, también nosotros estamos llamados a ejercer compasión hacia otros,
perdonando como dicen las palabras de Jesús “setenta veces siete” (Mt 18:22).
Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de la misericordia”, nos permite verlo
especialmente cercano al hombre, sobretodo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo
mismo de su existencia y de su dignidad. Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición
de la misericordia divina. No sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino
que además, y ante todo, Él mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la
misericordia.
Jesús, sobretodo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que
vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo
que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el
sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de
http://www.es.catholic.net/op/articulos/59064/puedencoexistirelamorlamisericordiaylajusticia.html 1/3
7/6/2016 Catholic.net ¿Pueden coexistir el amor, la misericordia y la justicia?
distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral.
Cabalmente el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor es llamado «misericordia» en el
lenguaje bíblico. (Cf. Dives in misericordia)
Cristo revela a Dios que es Padre, que es “amor”, que es “rico en misericordia”. Hacer presente al
Padre en cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo, es su misión fundamental de
Mesías. (Cf. encíclica Dives in misericordia)
En la parábola del hijo pródigo no se utiliza, ni siquiera una sola vez, el término «justicia»; como
tampoco, en el texto original, se usa la palabra «misericordia»; sin embargo, la relación de la
justicia con el amor, que se manifiesta como misericordia está inscrito con gran precisión en el
contenido de la parábola evangélica. Se hace más obvio que el amor se transforma en misericordia,
cuando hay que superar la norma precisa de la justicia: precisa y a veces demasiado estrecha. El
hijo pródigo, consumadas las riquezas recibidas de su padre, merece a su vuelta ganarse la vida
trabajando como jornalero en la casa paterna y eventualmente conseguir poco a poco una cierta
provisión de bienes materiales; pero quizá nunca en tanta cantidad como había malgastado. Tales
serían las exigencias del orden de la justicia; tanto más cuanto que aquel hijo no sólo había
disipado la parte de patrimonio que le correspondía, sino que además había tocado en lo más vivo y
había ofendido a su padre con su conducta. Esta, que a su juicio le había desposeído de la dignidad
filial, no podía ser indiferente a su padre; debía hacerle sufrir y en algún modo incluso implicarlo.
Pero en fin de cuentas se trataba del propio hijo y tal relación no podía ser alienada, ni destruida
por ningún comportamiento. El hijo pródigo era consciente de ello y es precisamente tal conciencia
lo que le muestra con claridad la dignidad perdida y lo que le hace valorar con rectitud el puesto
que podía corresponderle aún en casa de su padre. (Cf. Dives in misericordia)
Esa imagen concreta del estado de ánimo del hijo pródigo nos permite comprender con exactitud en
qué consiste la misericordia divina. El padre del hijo pródigo es fiel a su paternidad, fiel al amor
que desde siempre sentía por su hijo. La misericordia tal como Cristo nos la ha presentado en la
parábola del hijo pródigo tiene la forma interior del amor, que en el Nuevo Testamento se llama
ágape. Tal amor es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y
singularmente hacia toda miseria moral o pecado. Cuando esto ocurre, el que es objeto de
misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y «revalorizado». (Cf. Dives in
misericordia)
La misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y
extrae el bien de todas las formas del mal existentes en el mundo y en el hombre.
Por su parte, la idea de justicia que debe servir para ponerla en práctica en la convivencia de los
hombres, de los grupos y de las sociedades humanas, en la práctica sufre muchas deformaciones.
La experiencia demuestra que fuerzas negativas, como son el rencor, el odio e incluso la crueldad
han tomado la delantera a la justicia. En tal caso el ansia de aniquilar al enemigo, de limitar su
libertad y hasta de imponerle una dependencia total, se convierte en el motivo fundamental de la
acción; esto contrasta con la esencia de la justicia, la cual tiende por naturaleza a establecer la
igualdad y la equiparación entre las partes en conflicto. No en vano Cristo contestaba a sus
oyentes, fieles a la doctrina del Antiguo Testamento, la actitud que ponían de manifiesto las
palabras: «ojo por ojo y diente por diente». Tal era la forma de alteración de la justicia en aquellos
http://www.es.catholic.net/op/articulos/59064/puedencoexistirelamorlamisericordiaylajusticia.html 2/3
7/6/2016 Catholic.net ¿Pueden coexistir el amor, la misericordia y la justicia?
tiempos; las formas de hoy día siguen teniendo en ella su modelo. Jesús nos dice en las Sagradas
Escrituras: «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el Reino de los Cielos». (Mt 5, 20) (Cf. Dives in misericordia)
En efecto, es obvio que en nombre de una presunta justicia (histórica o de clase, por ejemplo), tal
vez se aniquila al prójimo, se le mata, se le priva de la libertad, se le despoja de los elementales
derechos humanos. La experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por
si sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí
misma, si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en
sus diversas dimensiones. (Cf. Dives in misericordia)
Las palabras del sermón de la montaña: «Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán
misericordia» ¿no constituyen en cierto sentido una síntesis de toda la Buena Nueva, de todo el
«cambio admirable» en ella encerrado, que es una ley sencilla, fuerte y dulce a la vez de la misma
economía de la salvación? Estas palabras del sermón de la montaña, al hacer ver las posibilidades
del «corazón humano» en su punto de partida (ser misericordiosos), ¿no revelan quizá, dentro de la
misma perspectiva, el misterio profundo de Dios: la inescrutable unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, en la que el amor, conteniendo la justicia, abre el camino a la misericordia, que a su
vez revela la perfección de la justicia? (cf. Dives in misericordia)
La encíclica, de Juan Pablo II, Dives in misericordia, habla extensamente sobre la misericordia
divina y específicamente de su relación con el amor y la justicia. Es un texto muy recomendable de
leer si quieren conocer mas profundamente la misericordia de Dios.
http://www.es.catholic.net/op/articulos/59064/puedencoexistirelamorlamisericordiaylajusticia.html 3/3