Genealogía de La Moral
Genealogía de La Moral
Genealogía de La Moral
FRIEDRICH NIETZSCHE
RESUMEN DE LA OBRA
Esta obra difiere del resto de las de Nietzsche en no ser de carácter aforístico, es decir,
pensamientos, máximas sin conexión, aunque respondan a una constante actitud del autor.
Su estilo es continuado, dividida en párrafos largos, sin puntos y aparte, todo seguido y
dividido en números. El Primer tratado tiene —aparte del prólogo del autor con ocho
párrafos— 17, el segundo 25 y el tercero 28.
Para entender esta obra se necesita haber leído sus escritos anteriores, y termina
diciendo que no es tarea fácil: "Si este escrito resulta incomprensible para alguien y llega
mal a sus oídos, la culpa, según pienso, no reside necesariamente en mí. Este escrito es
suficientemente claro, presuponiendo lo que yo presupongo, que se hayan leído primero
mis escritos anteriores y que no se haya escatimado algún esfuerzo al hacerlo: pues, desde
luego no son fácilmente accesibles..." Nietzsche mismo reconoce la dificultad de ser
entendido: "... la forma aforística produce dificultad... En el tratado tercero de este libro he
ofrecido una muestra de lo que yo denomino interpretación en un caso semejante: —ese
tratado va precedido de un aforismo, y el tratado mismo es un comentario de él. Desde
luego, para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que
es precisamente hoy en día la más olvidada —y por ello ha de pasar tiempo todavía hasta
que mis escritos resulten legibles— una cosa para lo cual se ha de ser casi vaca y, en todo
caso, no hombre moderno: el rumiar...".
TRATADO PRIMERO
"Bueno y malo"
El comienzo frío, pseudo científico, incluso irónico, se refiere aquí a los psicólogos
ingleses: "El primer estimulo para divulgar algo de mis hipótesis acerca del origen de la
moral me lo dio un librito claro, limpio e inteligente, también sabihondo... El titulo del librito
era El origen de los sentimientos morales; su autor el Dr. Paul Ree; el año de su aparición,
1887" (Prólogo, 4). Se burla de ellos, de esas "ranas frías y viejas, aburridas, que andan
arrastrándose y dando saltos en torno al hombre, dentro del hombre, como si aquí se
encontraran exactamente en su elemento propio, esto es en una ciénaga" (GM, I, 1). Siente
cariño por ellos, le gustaría que fuesen valientes y magnánimos, pero "les falta a esos
historiadores de la moral el espíritu histórico para hallar el origen de los
vocablos bueno y malo. Se contradicen al atribuir los conceptos del bien y del mal al olvido
y al hábito. En este punto resulta más coherente, aunque no más verdadero, Spencer, que
identifica el concepto bueno con lo útil y conveniente. Hace falta renovar a la genealogía y,
más en concreto a la etimología:... camino correcto... bueno es igual
a noble, aristocrático en el sentido estamental... vulgar, plebeyo, bajo, acaban por pasar al
concepto malo".
A partir del párrafo seis empieza Nietzsche a atacar a la casta sacerdotal, antítesis de
la casta caballeresca y aristocrática. Los hábitos de aquéllos son contrarios a los de éstos;
los sacerdotes se dedican a inculcar ideas y sentimientos; de ahí su neurastenia. Dice
Nietzsche: "Nada de lo que en la tierra se ha hecho contra los nobles, los violentos, los
señores, los poderosos, merece ser mencionado si se le compara con lo que los judíos han
hecho contra ellos: los judíos, ese pueblo sacerdotal, que no ha sabido tomar satisfacción
de sus enemigos y dominadores más que con una radical transvaloración de los valores
propios de éstos, es decir, por un acto de la más espiritual venganza". "... con los judíos,
comienza en la moral la rebelión de los esclavos: esa rebelión que tiene tras de sí una
historia bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan solo porque ha resultado
vencedora... " (GM, I, 7). "Los señores están liquidados; la moral del hombre vulgar ha
vencido...". Nietzsche continua atacando al cristianismo como continuación de Israel, o del
pueblo judío, a lo largo de los párrafos 8 y 9.
El remedio que inventan para curar su enfermedad ha sido más peligroso que la
enfermedad misma: los sacerdotes inventan la religión, inventan la metafísica hostil a los
sentidos, inventan el "otro mundo". Con ello, sin embargo, el hombre se ha convertido en
un animal interesante, con ello el alma humana se ha vuelto profunda y malvada (Böse).
Así aparece por vez primera la maldad, a diferencia de la anterior malicia. Y Nietzsche pasa
ahora a señalar concretamente con el dedo la fuente de la valoración nueva: esa fuente es
el resentimiento; es la sed de venganza del sacerdote y, sobre todo, del pueblo sacerdotal
por excelencia: el pueblo judío.
¿Cuáles son los valores que se han perdido según Nietzsche?: los del bueno de la
otra moral, "precisamente el noble, el poderoso, el dominador... " que "disfrutan la libertad
de toda constricción social, en la selva... allí retornan a la inocencia propia de la conciencia
de los animales rapaces, cual monstruos que retozan, los cuales dejan acaso tras de sí una
serie abominable de asesinatos, incendios, violaciones y torturas con igual petulancia y con
igual tranquilidad de espíritu que si lo único hecho por ellos fuera una travesura estudiantil,
convencidos de que de nuevo tendrán los poetas, por mucho tiempo, algo que cantar y que
ensalzar. Resulta imposible no reconocer, a la base de todas estas razas nobles, el animal
de rapiña, la magnífica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botín y de victoria..." Y
¿quiénes son estos nobles?: "las aristocracias romana, árabe, germánica, japonesa, los
héroes homéricos, los vikingos escandinavos —todos ellos coinciden en tal imperiosa
necesidad...", "de cuando en cuando esa base oculta necesita desahogarse, el animal tiene
que salir de nuevo fuera, tiene que retornar a la selva". (GM, I, 11).
En este segundo tratado Nietzsche comienza con serenidad a decir que la capacidad
de olvido en el hombre es una fuerza activa, y no meramente pasiva, como se cree. La
capacidad de olvido es una forma de la salud vigorosa: "... la fuerza de la capacidad de
olvido. Esta no es una mera vis inertiae (fuerza inercial)... sino más bien activa, positiva en
el sentido más riguroso del término, facultad de inhibición...Precisamente este animal
olvidadizo por necesidad" (GM, II, 1). Sigue Nietzsche con el desarrollo de su pensamiento,
diciendo que en ocasiones es necesario recordar: cuando se hacen promesas; y por ello es
necesario crearle al hombre una memoria, y sólo puede hacerse causando daño: "... —
¿Cómo hacerle una memoria al animal-hombre? ¿Cómo imprimir algo en este
entendimiento del instante, entendimiento en parte obtuso, en parte aturdido, en esta
viviente capacidad de olvido, de tal manera que permanezca presente?... Para que algo
permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece
en la memoria, —éste es un axioma de la psicología más antigua (por desgracia, también
la más prolongada) que ha existido sobre la tierra... Cuando el hombre consideró necesario
hacerse una memoria, tal cosa no se realizó jamás sin sangre, martirios, sacrificios;,.. todo
esto tiene su origen en aquel instinto que supo adivinar en el dolor el más poderoso medio
auxiliar de la mnemónica. En cierto sentido toda la ascética pertenece a este campo..." (GM,
II, 3). Y a esa memoria, a ese sentimiento de poder disponer del futuro, el hombre lo llama
"conciencia".
Ahora bien, ¿de dónde viene la mala conciencia? Y aquí Nietzsche acude una vez más
a la genealogía remontándose a los tiempos prehistóricos. La mala conciencia viene de la
culpa (schuld). Pero la culpa no es nada que tenga que ver con la responsabilidad moral,
sino que es una deuda (schuld), esto es, una relación entre un acreedor y un deudor. (En
alemán la palabra schuld significa indistintamente "culpa" y "deuda").
Las palabras finales de Nietzsche en los párrafos últimos de este segundo tratado
(finales del 21, todo el 22 y parte del 23), son un exabrupto contra el cristianismo, propio de
un demente. Nietzsche considera toda religión una "ficción" y vuelve al pueblo griego,
anterior a Sócrates, para justificar su posición dionisíaca de la vida. Pero todo eso es lo más
noble que encuentra para la ficción poética de los dioses. El espera que el "salvador" de la
humanidad sea su superhombre: "Alguna vez, sim embargo, en una época más fuerte que
este presente corrompido, que duda de sí mismo, tiene que venir a nosotros el hombre
redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al que su fuerza
impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allí, cuya soledad es
malentendida por el pueblo como si fuera una huida de la realidad... Ese hombre del futuro,
que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de los que tuvo que nacer de
él, de la gran naúsea, de la voluntad de la nada, del nihilismo, ese toque de campana del
mediodía y de la gran decisión, que de nuevo libera la voluntad, que devuelve a la tierra su
meta y al hombre su esperanza; ese anticristo y antinihilista,... alguna vez tiene que llegar...
" (GM, II, 24), " Mas ¿qué estoy diciendo? ¡Basta!, ¡Basta!... únicamente le está permitido a
uno más joven, a uno más futuro que yo, a uno más fuerte que yo, —lo que únicamente le
esta permitido a Zaratustra, a Zaratustra el ateo..." (GM, II, 2).
TRATADO TERCERO
Despreocupados, irónicos, violentos —así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama
siempre únicamente a un guerrero.
Si prescindimos del ideal ascético, entonces el hombre, el animal hombre, no ha tenido hasta ahora
ningún sentido. Su existencia sobre la tierra no ha albergado ninguna meta; «¿para qué en absoluto
el hombre?» - ha sido una pregunta sin respuesta; faltaba la voluntad de hombre y de tierra; ¡detrás
de todo gran destino humano resonaba como estribillo un «en vano» todavía más fuerte! Pues
justamente esto es lo que significa el ideal ascético: que algo faltaba, que un vacío inmenso rodeaba
al hombre - éste no sabía justificarse, explicarse, afirmarse a sí mismo, sufría del problema de su
sentido. Sufría también por otras causas, en lo principal era un animal enfermizo: pero su problema
no era el sufrimiento mismo, sino el que faltase la respuesta al grito de la pregunta: «¿para qué
sufrir?» El hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el sufrimiento:
lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo, un para––esto
del sufrimiento. La falta de sentido del sufrimiento, y no este mismo, era la maldición que hasta ahora
yacía extendida sobre la humanidad, - ¡y el ideal ascético ofreció a ésta un sentido! Fue hasta ahora
el único sentido; algún sentido es mejor que ningún sentido; el ideal ascético ha sido, en todos los
aspectos, el fuute de mieux [mal menor] par excellence habido hasta el momento. En él el sufrimiento
aparecía interpretado; el inmenso vacío parecía colmado; la puerta se cerraba ante todo nihilismo
suicida. La interpretación - no cabe dudarlo- traía consigo un nuevo sufrimiento, más profundo, más
íntimo, más venenoso, más devorador de vida: situaba todo sufrimiento en la perspectiva de la
culpa... Mas, a pesar de todo ello, - el hombre quedaba así salvado, tenía un sentido, en adelante no
era ya como una hoja al viento, como una pelota del absurdo, del «sin-sentido», ahora podía querer
algo, por el momento era indiferente lo que quisiera, para qué lo quisiera y con qué lo quisiera: la
voluntad misma estaba salvada. No podemos ocultarnos a fin de cuentas qué es lo que expresa
propiamente todo aquel querer que recibió su orientación del ideal ascético: ese odio contra lo
humano, más aún, contra lo animal, más aún, contra lo material, esa repugnancia ante los sentidos,
ante la razón misma, el miedo a la felicidad y a la belleza, ese anhelo de apartarse de toda apariencia,
cambio, devenir, muerte, deseo, anhelo mismo - ¡todo eso significa, atrevámonos a comprenderlo,
una voluntad de la nada, una aversión contra la vida, un rechazo de los presupuestos más
fundamentales de la vida, pero es, y no deja de ser, una voluntad!. Y repitiendo al final lo que dije
al principio: el hombre prefiere querer la nada a no querer...
El superhombre
Piensa Nietzsche que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un puente
entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la superhumanidad. Es su destino,
pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado: <<Habéis evolucionado del gusano
al hombre, pero todavía hay mucho de gusano en vosotros>>. El hombre es como una enfermedad
en el universo, y es el único animal que todavía no ha llegado a consolidarse. La vida humana
conlleva un grave riesgo: o vencer al hombre mediante la superación, o volver a la animalidad
primitiva. Mientras todos los animales han producido algo superior a ellos, el hombre se resiste a
evolucionar, no quiere abandonar lo valores del pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Está
pues, a diferencia del animal, vuelto al futuro y concibe ideales, cuenta destinos. Pues bien, habría
según Nietzsche tres versiones del ideal humano: El ideal estético, donde el ideal humano es
interpretado como tragedia, donde se armonizan lo dionisiaco y lo apolineo. Lo dionisiaco representa
la embriaguez desenfrenada de vivir y lo apolineo representa la armonía de forma y el resplandor de
la belleza. Pero también el ideal científico, que concibe el ideal humano como sabiduría: el hombre
sabio conoce la realidad del mundo con todas sus miserias, y por eso afirma enérgicamente la vida.
Por último, el mayor ideal, el superhombre, donde se integra y sintetiza el radical cambio de valores
que propone Nietzsche.
De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba "rebaño", "manada" o "muchedumbre")
se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy
individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas
por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro
prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el
dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo
activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado
de las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga
vitales.
Para llegar al superhombre, el hombre europeo tiene que autosuprimirse, y este proceso debería
pasar por tres fases :
- El camello es el símbolo del hombre europeo actual, que todavía está impregnado de la moral de
esclavos y que soporta el peso de la carga con paciencia.
- El león en cambio es el símbolo del hombre revolucionario, el que se levanta contra la moral de los
esclavos. A su vez, el león después de romper las cadenas de la esclavitud tiene que transformarse
en niño.
- El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de
valores.
El superhombre representa, pues, esa nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la
Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre para convertirse en superhombre ha
de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre, sino todo lo contrario,
una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que éste se convierta en un ser con plenitud
de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás. Pero esta transformación requiere, según
Nietzsche, de una voluntad de dominio, de agresión y de sentimientos hacia lo ajeno, la "voluntad de
poder".