Genealogía de La Moral

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Genealogía de la Moral

FRIEDRICH NIETZSCHE

RESUMEN DE LA OBRA

"Estos tres decisivos trabajos preliminares de un psicólogo para una transvaloración


de todos los valores" (Ecce Homo, 346), de los que se compone LA GENEALOGIA DE LA
MORAL, han sido considerados siempre como la obra más cruel y más sombría de su
autor"(Andrés Sánchez Pascual, en la introducción de la versión al castellano de la obra de
Nietzsche, editada por Alianza Editorial, 5ª edición, 1980).

Esta obra difiere del resto de las de Nietzsche en no ser de carácter aforístico, es decir,
pensamientos, máximas sin conexión, aunque respondan a una constante actitud del autor.
Su estilo es continuado, dividida en párrafos largos, sin puntos y aparte, todo seguido y
dividido en números. El Primer tratado tiene —aparte del prólogo del autor con ocho
párrafos— 17, el segundo 25 y el tercero 28.

El carácter continuado y casi sistemático de LA GENEALOGIA DE LA MORAL, ha


llamado la atención de los estudiosos sobre ella. Nietzsche se enfrenta aquí con tres
problemas y trata de desenmascararlos llegando hasta el fin de lo que se propone, sin
terminarlo, porque Nietzsche nunca termina sus obras. En ésta, el autor se presenta como
un refinado psicólogo y al mismo tiempo como un conocedor agudo de la historia de la
humanidad. Aunque esta obra la compuso en el verano de 1887 en Sils-Maria, Alta
Engadina Suiza), el contenido de la misma son pensamientos antiguos, procedentes incluso
de su infancia, que "el hecho de que yo me aferre a ellos todavía hoy, espero que se hayan
vuelto más maduros, más luminosos, más fuertes, más perfectos!.. incluso... no surgieron
en mí de una manera aislada, ni fortuita, ni esporádica, sino de una raíz común, de
una voluntad fundamental de conocimiento"(prólogo de LA GENEALOGIA DE LA MORAL).

Prólogo de LA GENEALOGIA DE LA MORAL

Está fechado en julio de 1687, en Sils-Maria. Dice: "Mis pensamientos sobre la


procedencia de nuestros prejuicios morales —pues de ellos se trata en este escrito
polémico— tuvieron su expresión primera, parca y provisional en esa colección de
aforismos que lleva por título Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres.
Define el por qué del nombre de Genealogía: Dada mi peculiar inclinación a cavilar sobre
ciertos problemas, inclinación que yo confieso a disgusto —pues se refiere a la moral... qué
origen tienen propiamente nuestro bien y y nuestro mal. El propósito de la obra:...
necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en entredicho el
valor mismo de esos valores— y para eso se necesita tener un conocimiento de las
condiciones y circunstancias de que aquellos surgieron, en las que se desarrollaron y
modificaron... Se tomaba el valor de esos valores como algo dado, real y efectivo, situado
más allá de la duda; hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en considerar
que el bueno es superior en valor a el malo, superior en valor en el sentido de ser favorable,
útil, provechoso para el hombre como tal (incluido en el futuro del hombre). ¿Qué ocurriría
si la verdad fuera lo contrario?..."

Para entender esta obra se necesita haber leído sus escritos anteriores, y termina
diciendo que no es tarea fácil: "Si este escrito resulta incomprensible para alguien y llega
mal a sus oídos, la culpa, según pienso, no reside necesariamente en mí. Este escrito es
suficientemente claro, presuponiendo lo que yo presupongo, que se hayan leído primero
mis escritos anteriores y que no se haya escatimado algún esfuerzo al hacerlo: pues, desde
luego no son fácilmente accesibles..." Nietzsche mismo reconoce la dificultad de ser
entendido: "... la forma aforística produce dificultad... En el tratado tercero de este libro he
ofrecido una muestra de lo que yo denomino interpretación en un caso semejante: —ese
tratado va precedido de un aforismo, y el tratado mismo es un comentario de él. Desde
luego, para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que
es precisamente hoy en día la más olvidada —y por ello ha de pasar tiempo todavía hasta
que mis escritos resulten legibles— una cosa para lo cual se ha de ser casi vaca y, en todo
caso, no hombre moderno: el rumiar...".

TRATADO PRIMERO

"Bueno y malo"

El comienzo frío, pseudo científico, incluso irónico, se refiere aquí a los psicólogos
ingleses: "El primer estimulo para divulgar algo de mis hipótesis acerca del origen de la
moral me lo dio un librito claro, limpio e inteligente, también sabihondo... El titulo del librito
era El origen de los sentimientos morales; su autor el Dr. Paul Ree; el año de su aparición,
1887" (Prólogo, 4). Se burla de ellos, de esas "ranas frías y viejas, aburridas, que andan
arrastrándose y dando saltos en torno al hombre, dentro del hombre, como si aquí se
encontraran exactamente en su elemento propio, esto es en una ciénaga" (GM, I, 1). Siente
cariño por ellos, le gustaría que fuesen valientes y magnánimos, pero "les falta a esos
historiadores de la moral el espíritu histórico para hallar el origen de los
vocablos bueno y malo. Se contradicen al atribuir los conceptos del bien y del mal al olvido
y al hábito. En este punto resulta más coherente, aunque no más verdadero, Spencer, que
identifica el concepto bueno con lo útil y conveniente. Hace falta renovar a la genealogía y,
más en concreto a la etimología:... camino correcto... bueno es igual
a noble, aristocrático en el sentido estamental... vulgar, plebeyo, bajo, acaban por pasar al
concepto malo".

¿Qué significan las palabras, y cuál es la historia de su matamorfosis intelectual?


Nietzsche analiza el vocablo malo (en alemán schlecht), que significa originariamente "el
simple", el hombre vulgar y bajo. En cambio, el concepto de bueno (gut) se refería al
hombre de rango superior, al noble, al poderoso, al señor. Las valoraciones brotaban, por
tanto, de una forma de ser, de una forma de hallarse en la vida y en la sociedad. Aunque
es posible que alguna de las etimologías aducidas aquí y en otros lugares por Nietzsche
estén equivocadas, lo decisivo es haber penetrado hasta la fuente de donde brotan los
valores.

A partir del párrafo seis empieza Nietzsche a atacar a la casta sacerdotal, antítesis de
la casta caballeresca y aristocrática. Los hábitos de aquéllos son contrarios a los de éstos;
los sacerdotes se dedican a inculcar ideas y sentimientos; de ahí su neurastenia. Dice
Nietzsche: "Nada de lo que en la tierra se ha hecho contra los nobles, los violentos, los
señores, los poderosos, merece ser mencionado si se le compara con lo que los judíos han
hecho contra ellos: los judíos, ese pueblo sacerdotal, que no ha sabido tomar satisfacción
de sus enemigos y dominadores más que con una radical transvaloración de los valores
propios de éstos, es decir, por un acto de la más espiritual venganza". "... con los judíos,
comienza en la moral la rebelión de los esclavos: esa rebelión que tiene tras de sí una
historia bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan solo porque ha resultado
vencedora... " (GM, I, 7). "Los señores están liquidados; la moral del hombre vulgar ha
vencido...". Nietzsche continua atacando al cristianismo como continuación de Israel, o del
pueblo judío, a lo largo de los párrafos 8 y 9.

El remedio que inventan para curar su enfermedad ha sido más peligroso que la
enfermedad misma: los sacerdotes inventan la religión, inventan la metafísica hostil a los
sentidos, inventan el "otro mundo". Con ello, sin embargo, el hombre se ha convertido en
un animal interesante, con ello el alma humana se ha vuelto profunda y malvada (Böse).
Así aparece por vez primera la maldad, a diferencia de la anterior malicia. Y Nietzsche pasa
ahora a señalar concretamente con el dedo la fuente de la valoración nueva: esa fuente es
el resentimiento; es la sed de venganza del sacerdote y, sobre todo, del pueblo sacerdotal
por excelencia: el pueblo judío.

Antes, en tiempos de más salud, las valoraciones se atenían a la realidad: no existía


más que lo bueno (gut), es decir, las cualidades del hombre fuerte y poderoso, y lo malo
(schlecht), las peculiaridades del hombre simple y bajo. Pero el resentimiento introduce una
transvaloración: ahora los valores son lo bueno (gut) y lo malvado (Böse). La
transvaloración consiste en que ahora se llama malvado al poderoso, al violento, al lleno de
vida. En cambio, se llama bueno al que antes era el malo, esto es, al hombre bajo, simple,
indigente, enfermo. Así lo dice Nietzsche: "Esos depositarios de los instintos opresores y
ansiosos del desquite, los descendientes de toda esclavitud europea y no europea, y en
especial:de la población precaria —¡representan el retroceso de la humanidad!... ¿Y no es
esto nuestra fatalidad? Conformarse con el hombre manso, el incurable mediocre..." (GM,
I, 11). "... ¿Qué es esto que precisamente a mí me resulta del todo insoportable?...
lamentamos que descendemos cada vez más abajo, hacia algo más débil, más manso, más
prudente, más plácido, más mediocre, más indiferente, más chino, más cristiano...
Actualmente la visión del hombre cansa —¿qué es hoy el nihilismo si no es eso?... Estamos
cansados de el hombre..." (GM, I, 11 y 12).

¿Cuáles son los valores que se han perdido según Nietzsche?: los del bueno de la
otra moral, "precisamente el noble, el poderoso, el dominador... " que "disfrutan la libertad
de toda constricción social, en la selva... allí retornan a la inocencia propia de la conciencia
de los animales rapaces, cual monstruos que retozan, los cuales dejan acaso tras de sí una
serie abominable de asesinatos, incendios, violaciones y torturas con igual petulancia y con
igual tranquilidad de espíritu que si lo único hecho por ellos fuera una travesura estudiantil,
convencidos de que de nuevo tendrán los poetas, por mucho tiempo, algo que cantar y que
ensalzar. Resulta imposible no reconocer, a la base de todas estas razas nobles, el animal
de rapiña, la magnífica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botín y de victoria..." Y
¿quiénes son estos nobles?: "las aristocracias romana, árabe, germánica, japonesa, los
héroes homéricos, los vikingos escandinavos —todos ellos coinciden en tal imperiosa
necesidad...", "de cuando en cuando esa base oculta necesita desahogarse, el animal tiene
que salir de nuevo fuera, tiene que retornar a la selva". (GM, I, 11).

Para Nietzsche todo es fenoménico. No hay sujeto permanente a lo largo de las


variaciones de la vida humana. No hay ser, sino devenir. Y por fin viene la nueva verdad de
este primer tratado: la psicología del cristianismo. El cristianismo es el heredero de la
transvaloración moral realizada por el pueblo judío, es el heredero de la rebelión de los
esclavos de la moral. El cristianismo, dice Nietzsche, no es la religión del amor, sino la
religión del odio más profundo contra los buenos, es decir, contra los nobles, poderosos,
veraces. El cristianismo ha "redimido" al género humano, dice Nietzsche con ironía: lo ha
redimido de los señores. Han vencido, al menos por el momento, los plebeyos.
TRATADO SEGUNDO

"Culpa", "mala conciencia" y similares

En este segundo tratado Nietzsche comienza con serenidad a decir que la capacidad
de olvido en el hombre es una fuerza activa, y no meramente pasiva, como se cree. La
capacidad de olvido es una forma de la salud vigorosa: "... la fuerza de la capacidad de
olvido. Esta no es una mera vis inertiae (fuerza inercial)... sino más bien activa, positiva en
el sentido más riguroso del término, facultad de inhibición...Precisamente este animal
olvidadizo por necesidad" (GM, II, 1). Sigue Nietzsche con el desarrollo de su pensamiento,
diciendo que en ocasiones es necesario recordar: cuando se hacen promesas; y por ello es
necesario crearle al hombre una memoria, y sólo puede hacerse causando daño: "... —
¿Cómo hacerle una memoria al animal-hombre? ¿Cómo imprimir algo en este
entendimiento del instante, entendimiento en parte obtuso, en parte aturdido, en esta
viviente capacidad de olvido, de tal manera que permanezca presente?... Para que algo
permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece
en la memoria, —éste es un axioma de la psicología más antigua (por desgracia, también
la más prolongada) que ha existido sobre la tierra... Cuando el hombre consideró necesario
hacerse una memoria, tal cosa no se realizó jamás sin sangre, martirios, sacrificios;,.. todo
esto tiene su origen en aquel instinto que supo adivinar en el dolor el más poderoso medio
auxiliar de la mnemónica. En cierto sentido toda la ascética pertenece a este campo..." (GM,
II, 3). Y a esa memoria, a ese sentimiento de poder disponer del futuro, el hombre lo llama
"conciencia".

Ahora bien, ¿de dónde viene la mala conciencia? Y aquí Nietzsche acude una vez más
a la genealogía remontándose a los tiempos prehistóricos. La mala conciencia viene de la
culpa (schuld). Pero la culpa no es nada que tenga que ver con la responsabilidad moral,
sino que es una deuda (schuld), esto es, una relación entre un acreedor y un deudor. (En
alemán la palabra schuld significa indistintamente "culpa" y "deuda").

Cuando el acreedor es la sociedad, y contrae la deuda, es decir, el que comete la culpa


viola sus compromisos con aquella, olvidándose de lo prometido, entonces la sociedad
descarga sobre él sus golpes más crueles. Para Nietzsche el comienzo de todas las cosas
grandes en la historia de la humanidad ha sido siempre cruel: "en esta esfera, es decir en
el derecho de las obligaciones es donde tiene su hogar nativo el mundo de los conceptos
morales culpa (schuld), conciencia, deber, santidad del deber, —su comienzo, al igual que
el comienzo de todas las cosas grandes de la tierra, ha estado salpicado profunda y
largamente de sangre... el imperativo categórico huele a crueldad... indisociable engranaje
en las ideas culpa y sufrimiento.. la crueldad constituye en alto grado la gran alegría festiva
de la humanidad más antigua, e incluso se halla añadida como ingrediente a casi todas sus
alegrías; (o para decirlo con Spinoza, la sympathis malevolens —simpatía malévola—) es
una propiedad normal del hombre... Sin crueldad no hay fiestas; así lo enseña la más
antigua, la más larga historia del hombre, y también en la pena hay muchos elementos
festivos." (GM, II, 6). Nietzsche se remonta a la antigüedad clásica para confirmar sus
afirmaciones: "... es cierto que todavía los griegos no sabían ofrecer a sus dioses un
condimento más agradable para su felicidad que las alegrías de la crueldad. ¿Con qué
objeto creéis, pues, que hace Homero que sus dioses miren hacia los destinos de los
hombres? ¿Qué sentido último tienen, en el fondo, las guerras troyanas y otras atrocidades
trágicas semejantes?..." (GM, II, 7). "Midiendo siempre las cosas con el metro de la historia"
(GM, II, 9), sigue Nietzsche hablando del origen de otros conceptos relacionados con la
culpa de carácter sangriento, y después pasa a la humanización de estos conceptos:
"Cuando su poder se acrecienta la comunidad deja de conceder tanta importancia a las
infracciones del individuo... El acreedor se ha vuelto siempre más humano en la medida en
que más se ha enriquecido... la justicia que comenzó con todo es pagable, todo tiene que
ser pagado, acaba por hacer la vista gorda y deja escapar al insolvente..." (GM, II, 10).

En estas circunstancias Nietzsche rechaza el origen de estos términos en el terreno


del resentimiento, así como la "finalidad" como fuente de origen de la moralidad y sustituye
ese concepto por la voluntad de poder o voluntad de vida, concepto clave de su
pensamiento: "... todas las finalidades, todas las utilidades son sólo indicio de que una
voluntad de poder se ha enseñoreado de algo menos poderoso y ha impreso en ello,
partiendo de sí misma, el sentido de una función..." "Destaco tanto más este punto de vista
capital de la metódica historia cuanto que, en el fondo, se opone al instinto y al gusto de la
época hoy dominantes, los cuales preferirían pactar incluso con causalidad absoluta, más
aún, con el absurdo mecanicista de todo acontecer, antes que con la teoría de una voluntad
de poder que se despliega en todo acontecer". Continua hablando de la "mala conciencia"
o "remordimiento de la conciencia" según Spinoza, a quién ataca por su sentido moral
semejante al de los cristianos: "Durante milenios los malhechores sorprendidos por la pena
no han tenido, en lo que respecta a su falta, sentimientos distintos de los de Spinoza" (GM,
II, 12 y 15). A continuación Nietzsche da su interpretación: "En este punto no es posible
esquivar ya el dar una primera expresión provisional de mi hipótesis sobre el origen de la
mala conciencia: tal hipótesis no es fácil hacerla oir, y desea ser largo tiempo meditada,
custodiada, consultada con la almohada. Yo considero que la mala conciencia es la
profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo presión de aquella modificación,
la más radical de todas las experimentadas por él, —de aquella modificación ocurrida
cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en el sortilegio de la sociedad y
de la paz. Lo mismo que tuvo que ocurrirles a los animales marinos cuando se vieron
forzados, o bien a convertirse en animales terrestres, o bien a perecer, eso mismo les
ocurrió a estos animales felizmente adaptados a la selva, a la guerra, al vagabundaje, a la
aventura, —de un golpe todos sus instintos quedaron desvalorizados y en suspenso..."
(GM, II, 16).

El hombre, según Nietzsche, está, pues, preso de la sociedad, y al no poder desahogar


sus instintos hacia fuera los descarga hacia dentro: así se forma la interioridad humana, el
alma, el origen de la mala conciencia. Esta es la nueva tesis de este segundo tratado: Todos
los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro —esto es lo que
llamo la interiorización del hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más
tarde se denomina su alma... las penas sobre todo cuentan entre tales bastiones— hicieron
que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta atrás, se
volvieran contra el hombre mismo. La enemistad, la crueldad, el placer de la persecución,
en la agresión, en el cambio, en la destrucción —todo esto vuelto contra el poseedor de
tales instintos: ése es el origen de la mala conciencia" (GM, II, 16). "Es una enfermedad la
mala conciencia, no hay duda, pero una enfermedad como lo es el embarazo..." (GM, II,
19).

Vuelve Nietzsche a los conceptos citados anteriormente: deudor y acreedor, y


considera así mismo que los dioses deben su origen a este sentimiento de deuda, de culpa.
Las viejas estirpes se sentían deudoras de sus antepasados. Y para pagarles su deuda
(esto es, para redimir su culpa) les ofrecen sacrificios; cuanto mayor es la deuda, tanto más
poderosos se presentan los dioses, hasta que, cuando se considera que la deuda es
impagable, llegan los dioses a su máxima altura: el Dios único y omnipotente. Ya está
Nietzsche perfilando su tesis, diciendo que el ateísmo consiste en no tener deudas (Un-
schuld) con los dioses; es una segunda inocencia (UnscHuld), una vuelta a una existencia
pre-teológica: "... no hay que rechazar la perspectiva de que la completa y definitiva victoria
del ateísmo pudiera liberar a la humanidad de todo ese sentimiento de hallarse en deuda
con su comienzo, con su causa prima. El ateísmo y una especie de segunda inocencia se
hallan ligados entre sí" (GM, II, 20). "Esto es lo que provisionalmente hay que decir, con
brevedad y a grandes rasgos, sobre la conexión de los conceptos culpa, deber, con
presupuestos religiosos... de propósito he dejado de lado... el entrelazamiento de la mala
conciencia con el concepto de Dios" (GM, II, 21).

Las palabras finales de Nietzsche en los párrafos últimos de este segundo tratado
(finales del 21, todo el 22 y parte del 23), son un exabrupto contra el cristianismo, propio de
un demente. Nietzsche considera toda religión una "ficción" y vuelve al pueblo griego,
anterior a Sócrates, para justificar su posición dionisíaca de la vida. Pero todo eso es lo más
noble que encuentra para la ficción poética de los dioses. El espera que el "salvador" de la
humanidad sea su superhombre: "Alguna vez, sim embargo, en una época más fuerte que
este presente corrompido, que duda de sí mismo, tiene que venir a nosotros el hombre
redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al que su fuerza
impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allí, cuya soledad es
malentendida por el pueblo como si fuera una huida de la realidad... Ese hombre del futuro,
que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de los que tuvo que nacer de
él, de la gran naúsea, de la voluntad de la nada, del nihilismo, ese toque de campana del
mediodía y de la gran decisión, que de nuevo libera la voluntad, que devuelve a la tierra su
meta y al hombre su esperanza; ese anticristo y antinihilista,... alguna vez tiene que llegar...
" (GM, II, 24), " Mas ¿qué estoy diciendo? ¡Basta!, ¡Basta!... únicamente le está permitido a
uno más joven, a uno más futuro que yo, a uno más fuerte que yo, —lo que únicamente le
esta permitido a Zaratustra, a Zaratustra el ateo..." (GM, II, 2).

TRATADO TERCERO

¿Qué significan los ideales ascéticos?

Despreocupados, irónicos, violentos —así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama
siempre únicamente a un guerrero.
Si prescindimos del ideal ascético, entonces el hombre, el animal hombre, no ha tenido hasta ahora
ningún sentido. Su existencia sobre la tierra no ha albergado ninguna meta; «¿para qué en absoluto
el hombre?» - ha sido una pregunta sin respuesta; faltaba la voluntad de hombre y de tierra; ¡detrás
de todo gran destino humano resonaba como estribillo un «en vano» todavía más fuerte! Pues
justamente esto es lo que significa el ideal ascético: que algo faltaba, que un vacío inmenso rodeaba
al hombre - éste no sabía justificarse, explicarse, afirmarse a sí mismo, sufría del problema de su
sentido. Sufría también por otras causas, en lo principal era un animal enfermizo: pero su problema
no era el sufrimiento mismo, sino el que faltase la respuesta al grito de la pregunta: «¿para qué
sufrir?» El hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el sufrimiento:
lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo, un para––esto
del sufrimiento. La falta de sentido del sufrimiento, y no este mismo, era la maldición que hasta ahora
yacía extendida sobre la humanidad, - ¡y el ideal ascético ofreció a ésta un sentido! Fue hasta ahora
el único sentido; algún sentido es mejor que ningún sentido; el ideal ascético ha sido, en todos los
aspectos, el fuute de mieux [mal menor] par excellence habido hasta el momento. En él el sufrimiento
aparecía interpretado; el inmenso vacío parecía colmado; la puerta se cerraba ante todo nihilismo
suicida. La interpretación - no cabe dudarlo- traía consigo un nuevo sufrimiento, más profundo, más
íntimo, más venenoso, más devorador de vida: situaba todo sufrimiento en la perspectiva de la
culpa... Mas, a pesar de todo ello, - el hombre quedaba así salvado, tenía un sentido, en adelante no
era ya como una hoja al viento, como una pelota del absurdo, del «sin-sentido», ahora podía querer
algo, por el momento era indiferente lo que quisiera, para qué lo quisiera y con qué lo quisiera: la
voluntad misma estaba salvada. No podemos ocultarnos a fin de cuentas qué es lo que expresa
propiamente todo aquel querer que recibió su orientación del ideal ascético: ese odio contra lo
humano, más aún, contra lo animal, más aún, contra lo material, esa repugnancia ante los sentidos,
ante la razón misma, el miedo a la felicidad y a la belleza, ese anhelo de apartarse de toda apariencia,
cambio, devenir, muerte, deseo, anhelo mismo - ¡todo eso significa, atrevámonos a comprenderlo,
una voluntad de la nada, una aversión contra la vida, un rechazo de los presupuestos más
fundamentales de la vida, pero es, y no deja de ser, una voluntad!. Y repitiendo al final lo que dije
al principio: el hombre prefiere querer la nada a no querer...

El superhombre

Piensa Nietzsche que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un puente
entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la superhumanidad. Es su destino,
pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado: <<Habéis evolucionado del gusano
al hombre, pero todavía hay mucho de gusano en vosotros>>. El hombre es como una enfermedad
en el universo, y es el único animal que todavía no ha llegado a consolidarse. La vida humana
conlleva un grave riesgo: o vencer al hombre mediante la superación, o volver a la animalidad
primitiva. Mientras todos los animales han producido algo superior a ellos, el hombre se resiste a
evolucionar, no quiere abandonar lo valores del pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Está
pues, a diferencia del animal, vuelto al futuro y concibe ideales, cuenta destinos. Pues bien, habría
según Nietzsche tres versiones del ideal humano: El ideal estético, donde el ideal humano es
interpretado como tragedia, donde se armonizan lo dionisiaco y lo apolineo. Lo dionisiaco representa
la embriaguez desenfrenada de vivir y lo apolineo representa la armonía de forma y el resplandor de
la belleza. Pero también el ideal científico, que concibe el ideal humano como sabiduría: el hombre
sabio conoce la realidad del mundo con todas sus miserias, y por eso afirma enérgicamente la vida.
Por último, el mayor ideal, el superhombre, donde se integra y sintetiza el radical cambio de valores
que propone Nietzsche.

De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba "rebaño", "manada" o "muchedumbre")
se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy
individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas
por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro
prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el
dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo
activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado
de las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga
vitales.
Para llegar al superhombre, el hombre europeo tiene que autosuprimirse, y este proceso debería
pasar por tres fases :
- El camello es el símbolo del hombre europeo actual, que todavía está impregnado de la moral de
esclavos y que soporta el peso de la carga con paciencia.
- El león en cambio es el símbolo del hombre revolucionario, el que se levanta contra la moral de los
esclavos. A su vez, el león después de romper las cadenas de la esclavitud tiene que transformarse
en niño.
- El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de
valores.

El superhombre representa, pues, esa nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la
Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre para convertirse en superhombre ha
de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre, sino todo lo contrario,
una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que éste se convierta en un ser con plenitud
de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás. Pero esta transformación requiere, según
Nietzsche, de una voluntad de dominio, de agresión y de sentimientos hacia lo ajeno, la "voluntad de
poder".

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