NCR Andreasen
NCR Andreasen
NCR Andreasen
M.L. Andreasen
Información biográfica
En los años cincuenta, el Sr. Walter Martin y el Sr. Barnhouse, ambos evangélicos
influyentes en aquella época, estaban a punto de calificar a la Iglesia Adventista del
Séptimo como “secta”, debido a sus creencias peculiares sobre la marca de la bestia (la
aceptación del domingo siendo “la marca”), vigencia de la ley, el sacerdocio de Cristo
en el santuario celestial, la expiación en el santuario celestial, el don profético de Elena
G. de White, la naturaleza humana de Cristo siendo la naturaleza caída de Adán, su
práctica habitual de proselitismo, los 2300 días de Daniel 9, y el juicio investigador.
Ambos pidieron reunirse con la oficialidad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día -a lo
cual se accedió- para discutir los temas que inquietaban a los grupos evangélicos, y
especialmente al Sr. Martin y al Sr. Barnhouse, editor de una influyente revista.
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Séptimo Día- según trato acordado con Martin y Barnhouse- como demostración de que
reflejaba realmente la posición oficial adventista. Sólo entonces se le concedería el
estatus de comunidad cristiana, y no sería considerada una secta.
En su página 650, como encabezamiento de la sección III, compuesta por citas de Ellen
White, aparece el título: ‘Tomó la naturaleza impecable de Adán’.
Debido a la protesta del pastor M.L. Andreasen y a la autoría de estas cartas abiertas
(que escribió al serle negada una audiencia que él quiso que fuera pública, o bien
incluyendo una copia para él de lo discutido), le fueron retiradas sus credenciales como
pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El pastor Andreasen murió en esa penosa
circunstancia. Después de su muerte le fueron restituidas dichas credenciales. Un poco
tarde quizá...
Ese es parte del escenario en el cual se escribieron estas cartas, la primera de las cuales
tiene relación con la naturaleza humana que Cristo tomó en la encarnación, y que
reproducimos a continuación [los comentarios añadidos figuran entre corchetes]:
La palabra “encarnación” deriva de dos palabras latinas: in carnis, que significa “en
carne” o “en la carne”. Como término teológico denota el hecho “de tomar [Jesús] la
forma y la naturaleza humana; concebido como el Hijo de Dios”. En ese sentido usa el
apóstol Juan esa palabra, cuando afirma:
Eso demuestra que la encarnación es una prueba de discipulado. Está queriendo decir,
más allá de toda duda, que es mucho más que una simple creencia en la aparición
histórica de Cristo.
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Infinitamente más debe ser la encarnación del propio Hijo de Dios. Permanecerá
siempre como un misterio para la comprensión humana. Todo cuanto puede hacer el
hombre es aceptarlo como parte principal del plan de la redención, que ha sido
gradualmente revelado desde la caída del hombre en el Edén.
La frase “antes de los siglos” significa antes de que hubiera creación de cualquier clase.
Así, el plan de la salvación no fue un pensamiento sobrevenido a posteriori. Fue algo
previsto. Ni siquiera cuando Lucifer pecó se reveló el plan completamente, sino que “se
ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Rom 16:25). Para esto Dios no dio
ninguna razón. Pablo nos informa “que por revelación me fue declarado el misterio... el
misterio de Cristo... el cual en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los
hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu” (Efe
3:3-5).
Convenía
Existen dos palabras en la epístola a los Hebreos que son de interés en este análisis. Son:
“convenía”, en el versículo 10 del segundo capítulo, y “debía ser”, en el 17 del mismo
capítulo.
También Moisés quiso amonestar o instruir a Dios. Cuando Israel se postró ante el
becerro de oro, Dios dijo a Moisés:
Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los consuma
(Éxodo 32:10).
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Moisés trató de apaciguar a Dios y dijo:
Es fácil ver que en ese interesante episodio Dios estaba probando a Moisés; le estaba
dando una oportunidad para que intercediera en favor del pueblo. Pero vemos también
evidenciada la disposición que Dios manifiesta a hablar sobre algunos temas con sus
santos; sí, y hasta con aquellos que no son santos. Su invitación a la humanidad es:
“Venid ahora, y razonemos” (Isa 1:18 LBLA). Dios está ansioso por comunicarse con su
pueblo. Ni Abraham ni Moisés fueron rechazados por su audacia.
Debía ser
La otra palabra sobre la cual queremos llamar la atención es “debía ser”. Refiriéndose a
Cristo, Pablo dice:
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar
los pecados del pueblo (Heb 2:17).
Si bien “convenía” -en el versículo 10- es una palabra moderada, “debía ser” -en el 17-
(ofeilo en griego) es una palabra contundente que significa “bajo obligación”, “deber”,
“debía”, “estar ligado”, “estar endeudado”, “ser deudor de”. Si Cristo “debía ser” un
sumo sacerdote misericordioso y fiel, Pablo dice que tenía que ser “en todo” semejante
a sus hermanos. Se trata de obligatoriedad. Es un deber al cual está obligado, y que no
puede evitar. No puede hacer reconciliación a favor del hombre a menos que tome su
lugar con él y se haga en todas las cosas semejante a él. No es una cuestión optativa o
de preferencia. Cristo debía, tenía, tenía el deber de, estaba bajo la obligación de
hacerlo, era deudor de... A menos que tuviese que batallar con las mismas tentaciones
que tienen los hombres, no podría simpatizar con ellos. Uno que nunca ha tenido
hambre, que nunca ha estado enfermo ni debilitado, que nunca ha batallado con las
tentaciones, no está plenamente capacitado para simpatizar con aquellos que son
afligidos de ese modo.
Por esa razón era necesario que Cristo fuese en todas las cosas semejante a sus
hermanos. A fin de poder compadecerse de nuestras debilidades, tuvo que estar
“rodeado de debilidad” (Heb 4:15 y 5:2). Por lo tanto, si el hombre es afligido, también
él tuvo que ser afligido “en todas sus aflicciones” (Isa 63:9). El propio Cristo testifica:
“No fui rebelde ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores y mis mejillas a los que
me mesaban la barba; no aparté mi rostro de injurias y de esputos” (Isa 50:5-6). Él
“mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades” (Mat 8:17). Cristo
no se eximió de nada. No pidió la exención de ninguna prueba o sufrimiento humanos,
y Dios no lo hizo exento de nada.
Todo eso era necesario para que Cristo pudiera ser un Sumo Sacerdote misericordioso.
Ahora puede simpatizar con cada hijo de la humanidad, pues conoce el hambre por
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experiencia propia, la enfermedad, la debilidad, la tentación, la pena, la aflicción, el
dolor, y el sentirse separado (abandonado, alejado) de Dios y de los hombres. Fue
“tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15). Es su
participación en las aflicciones y debilidades lo que lo habilita para ser el Salvador
simpatizante que tenemos en él.
Teniendo presentes estas reflexiones, leemos con asombro y perplejidad, y también con
pena, la declaración falsa que aparece en Questions on Doctrine en la página 383, según
la cual Cristo estaba “exento de las pasiones heredadas y de las poluciones que
corrompen a los descendientes naturales de Adán”. Para apreciar la importancia de esta
declaración necesitamos definir lo que significa “exento” y “pasiones”.
El Diccionario Standard College define “exento” así: “Libre o excusado de alguna carga
obligada; libre de alguna restricción”. El Diccionario Webster New World, Edición
College, define “exento” como: “quitar, liberar, dejar libre de alguna regla que otros
tienen que observar; excusar, liberar... libertar de una regla, obligación, etc., que obliga
a otros; excusado, liberado; exento implica una liberación de alguna obligación o de
algún requerimiento legal, especialmente cuando otros no son así liberados”.
“Pasión” se define como “sufrimiento original o agonía... cualquier emoción como odio,
aflicción, amor, miedo, alegría; la agonía y los sufrimientos de Jesús durante la
crucifixión o durante el periodo que siguió a la última cena. La pasión normalmente
implica una fuerte emoción que tiene un efecto conminador”. La pasión es un término
abarcante. Aún cuando originalmente tenía relación con la pena, el sufrimiento o la
agonía, no queda confinada a esos significados ni a pasiones de la carne exclusivamente,
sino que incluye todas las emociones del hombre tal como se ha mencionado
anteriormente: rabia, pena, anhelo, piedad, etc. Las pasiones incluyen, de hecho, todas
las tentaciones que incitan al hombre a la acción. Sacarle esas emociones a un hombre
para hacerlo exento de toda tentación, lo convierte en una criatura inferior al hombre,
una especie de no-hombre, la sombra de un hombre, una no-entidad, eso a lo que
Markham llama un “hermano buey”. Las tentaciones son los ingredientes que permiten
que el carácter sea edificado para el bien o para el mal, dependiendo de cómo reaccione
el hombre ante ellas.
Si Cristo fue exento de las pasiones de la humanidad, entonces fue diferente de los otros
hombres, ninguno de los cuales estuvo exento. Una enseñanza tal es trágica, y
totalmente contraria a lo que los Adventistas del Séptimo Día han enseñado y creído.
Cristo vino como un hombre entre los hombres, no reclamando ningún favor ni
recibiendo ninguna consideración especial. De acuerdo con los términos del pacto, no
recibió ninguna ayuda de Dios que no estuviera disponible para cualquier ser humano.
Esta era una condición necesaria para que su demostración tuviera valor y su obra fuese
aceptable. El menor desvío de esta regla invalidaría la misión, anularía el pacto, lo
invalidaría y destruiría realmente toda esperanza para el hombre.
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La acusación de Satanás ha sido siempre que Dios es injusto al requerir que el hombre
guarde la ley, y doblemente injusto al castigarlo por no hacer lo que no se puede hacer,
y lo que nunca ha hecho nadie. Su reclamación es que Dios debería por lo menos hacer
una demostración para probar que se puede lograr, pero poniéndose bajo las mismas
condiciones a las cuales el hombre está sujeto. Noé, Job, Abraham y David, fueron todos
hombres buenos, pero no alcanzaron la elevada norma divina. “Por cuanto todos
pecaron”, dice Pablo (Rom 3:23).
Dios no se estremeció ante el desafío de Satanás. Desde mucho antes, incluso desde la
eternidad, había trazado su curso de acción. Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios
envió a “su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al
pecado en la carne” (Rom 8:3). Cristo no consintió el pecado en la carne, sino que lo
condenó, y al hacer de ese modo, confirmó el poder y la autoridad de la ley.
Al morir en la cruz reforzó aún más la ley, al pagar la penalidad requerida por la
transgresión de la misma, exaltando la penalidad de su transgresión al pagar el precio
que dicha ley demandaba. De esa forma podía perdonar sin ser acusado de ignorar la
ley ni de ponerla a un lado. Cuando se hizo evidente que Dios iba a enviar a su Hijo y a
demostrar en él que el hombre puede guardar la ley, Satanás supo que eso desataría la
crisis, y que habría de vencer a Cristo o perecer. Una cosa le preocupó especialmente:
¿vendría Cristo a esta tierra como un hombre con las limitaciones, debilidades y
enfermedades que el hombre ha traído sobre sí mismo a causa de sus excesos? Si así
fuese, Satanás confiaba en que podría vencerlo. Si Dios lo hubiera hecho exento de las
pasiones que corrompen a los descendientes naturales de Adán, entonces podría
reclamar que Dios estaba haciendo favoritismo, y en ese caso la demostración resultaría
inválida. En las siguientes citas tenemos la respuesta de Dios:
A ese mundo donde Satanás pretendía dominar permitió Dios que bajase su
Hijo como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar
los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla
como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la
derrota y la pérdida eterna (El Deseado, 33).
Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la
tentación. En tal caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán...
Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se vistió de la
naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación (El Deseado,
92).
Las tentaciones a las cuales fue sometido Cristo eran una terrible realidad.
Como persona libre fue puesto a prueba, con libertad para ceder a las
tentaciones de Satanás y obrar en desacuerdo con los propósitos de Dios. Si
eso no hubiera sido así, si no hubiera sido posible para él caer, no podría
haber sido tentado en todo punto como es tentada la familia humana (Youth
Instructor, 26 octubre 1899).
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del perfecto vigor de la mente y el cuerpo... No sucedía lo mismo con Jesús
cuando entró en el desierto para luchar con Satanás. Durante cuatro mil
años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así
como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad
degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades
de su degradación (El Deseado, 91-92).
Me han llegado cartas afirmando que Cristo no pudo haber tenido la misma
naturaleza del hombre, porque si la hubiera tenido, habría caído bajo
tentaciones similares. Si él no hubiese tenido la naturaleza humana, no
podría ser nuestro ejemplo. Si no participó de nuestra naturaleza, no habría
podido ser tentado como lo es el hombre. Si no le fuese posible ceder a la
tentación, no podría ser nuestro ayudador. Fue una solemne realidad que
Cristo vino a pelear las batallas como un hombre, en beneficio del hombre.
Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar al Modelo;
el hombre debe ser hecho participante de la naturaleza divina (Review and
Herald, 18 febrero 1890).
Cristo cargó los pecados y debilidades de la raza tal como existían cuando él
vino a la tierra para ayudar al hombre... Tomó la naturaleza humana y llevó
las debilidades de la raza degenerada (The Temptations of Christ, 30-31).
Si Cristo hubiese estado exento de pasiones, no habría estado capacitado para entender
o ayudar a la humanidad.
Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote. Pues en cuanto él mismo padeció
siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Heb 2:17-
18).
Un Salvador que nunca ha sido tentado, que nunca ha tenido que batallar con las
pasiones, que nunca “ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía
librar de la muerte”, que “aunque era Hijo” no “aprendió lo que es la obediencia” a
través de esos sufrimientos, uno que estaba “exento” de las cosas que un Salvador debe
verdaderamente experimentar: tal salvador es lo que esta nueva teología nos ofrece. No
es esa la clase de Salvador que yo necesito, ni tampoco el mundo. Alguien que nunca ha
enfrentado pasiones, no puede entender el poder de estas ni el gozo de vencerlas. Si
Dios le concedió favores especiales y exenciones a Cristo, en ese mismo hecho lo
descalificó para su obra. No puede haber una herejía más dañina que esta que aquí
analizamos. Aleja al Salvador que yo he conocido y lo sustituye por una personalidad
débil, considerado por Dios como incapaz de resistir y vencer las pasiones que pide al
hombre que venza.
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Es evidente que nadie puede pretender que creamos en los Testimonios y al mismo
tiempo que creamos en la nueva teología según la cual Cristo fue exento de las pasiones
humanas. O bien es una cosa, o la otra. La denominación está ahora en la encrucijada y
tiene que decidir. Aceptar las enseñanzas de Questions on Doctrine (Preguntas sobre
doctrina) implica abandonar la fe en el Don [de profecía] que Dios ha dado a este pueblo.
Algo de historia
Quizá al lector le interese saber la forma en que estas nuevas doctrinas fueron aceptadas
por los dirigentes, y cómo vinieron a ser incluidas en Questions on Doctrine, recibiendo
de esa manera apoyo oficial.
Todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios, y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios (1
Juan 4:2-3).
¿En qué tipo de carne vino Jesús a esta tierra? Repetimos una cita que ya hemos dado
antes:
Solamente colocándose al nivel de la humanidad que vino a salvar, podía Cristo mostrar
al hombre cómo vencer sus debilidades y pasiones. Si los hombres con los que se asoció
hubiesen entendido que estaba exento de las pasiones con las cuales tenían que batallar
ellos, su influencia habría quedado inmediatamente destruida y hubiera resultado ser
un impostor. Su declaración: “Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33), quedaría reducida
a una jactanciosa deshonestidad, porque estando exento de pasiones no tenía nada que
vencer. Su promesa de que “al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi
trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc 3:21),
se enfrentaría inmediatamente a la reclamación de que si Dios los eximiera también a
ellos de las pasiones, entonces también podrían vencer como Cristo venció.
El que Dios eximiera a Cristo de las pasiones que corrompen al hombre es el colmo de
la herejía. Significa la destrucción de toda verdadera religión y anula completamente el
plan de la redención, convirtiendo a Dios en un engañador y a Cristo en su cómplice.
Sobre aquellos que enseñan una falsa doctrina como esa, destructora de las almas,
descansa una pesada responsabilidad. La verdad, por supuesto, es que Dios “no
escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rom 8:32).
Precisamente debido a que su naturaleza era sensible a la menor ofensa, irreverencia o
desprecio, su prueba fue más dura y sus tentaciones más fuertes que las que nosotros
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hayamos jamás enfrentado. Resistió “hasta la sangre”. No; Dios no lo dispensó, no lo
eximió. En su agonía
ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de
la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente (Heb 5:7).
* [Aunque hoy se sabe que el libro lo escribieron L.E. Froom, R.A. Anderson y W.E.
Read, durante muchos años no se desveló la autoría del libro].
El Dr. Barnhouse informa que “hace poco menos de dos años se decidió que el Sr. Martin
iniciara una investigación sobre el Adventismo del Séptimo Día”. El Sr. Walter R. Martin
era en aquel tiempo un candidato al grado de Doctor en Filosofía en la Universidad de
Nueva York, y estaba también en relación con el comité editorial de la revista ‘Eternity’.
Queriendo obtener información fidedigna de primera mano, el Sr. Martin fue a
Washington a la sede de los Adventistas, donde se encontró con algunos de los
dirigentes. “La respuesta fue inmediata y entusiasta”.
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los oficiales de la Asociación General, urgiendo a que se remediara la situación y a que
se corrigieran tales publicaciones”.
Esto tenía relación con la doctrina de la marca de la bestia, una de las doctrinas
fundamentales de la iglesia Adventista casi desde sus comienzos. Cuando los dirigentes
descubrieron que el Sr. Martin tenía razón, sugirieron a los oficiales que la situación
fuese “remediada y que tales publicaciones se corrigieran”. Se hizo así. No fuimos
informados sobre qué publicaciones fueron “remediadas y corregidas”, ni si sus autores
fueron notificados antes de hacer los cambios; si fue consultado el comité de los libros
afectados, ni si los editores de los libros o las casas publicadoras estuvieron de acuerdo
con los cambios. Lo que sabemos es que en los libritos de la Escuela Sabática del segundo
trimestre de 1958, que trataban del libro de Apocalipsis capítulo a capítulo, el capítulo
13 que se refería la marca de la bestia, fue omitido por completo. El capítulo 12 estaba
ahí, y también el 14, pero no estaba el 13. Evidentemente, los libritos de Escuela Sabática
habían sido “remediados y corregidos”.
El mismo procedimiento
Pero eso no es todo. El Dr. Barnhouse informa que se actuó de igual modo con respecto
a la naturaleza de Cristo durante la encarnación, el asunto que hemos estado tratando
aquí. Nuestros dirigentes aseguraron al Dr. Martin que “la mayoría de la denominación
ha mantenido siempre que [la naturaleza de Cristo durante la encarnación] era
impecable, santa, y perfecta, a pesar de que algunos autores [adventistas] publicaron
ocasionalmente en prensa puntos de vista completamente contrarios y repugnantes a
la mayoría de la Iglesia”.
Si nuestros dirigentes le dijeron eso al Sr. Martin, entonces le dijeron la mentira más
grande que se puede decir, ya que la denominación nunca mantuvo otro punto de vista
diferente al expresado por la Sra. White en las citas reproducidas en este artículo.
Desafiamos a nuestros dirigentes, o a cualquiera, a que pruebe esas aseveraciones. Cuán
rematadamente falso es que ciertos escritores fueran a la imprenta con puntos de vista
“completamente repugnantes a la mayoría de la Iglesia”. Ellen White fue uno de esos
escritores que “publicaron... en prensa”. Vean también lo que nuestro libro básico, Bible
Readings for the Home (Las hermosas enseñanzas de la Biblia), vendido por millones,
tiene que decir al respecto. Tengo ante mí dos copias: una impresa por Pacific Press en
1916, y la otra por la Southern Publishing en 1944. Ambas dicen lo mismo. Aquí están
las enseñanzas aceptadas por la denominación:
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En su humanidad Cristo participó de nuestra naturaleza pecaminosa. Si no
fuese así, entonces no habría sido “hecho semejante a sus hermanos”, no
habría sido “tentado en todo como lo somos nosotros”, no habría vencido
como nosotros tenemos que vencer, y no habría podido ser el completo y
perfecto Salvador que el hombre necesita y tiene que tener para ser salvo.
La idea de que Cristo nació de una madre inmaculada o impecable (los
protestantes no reclaman esto de la virgen María), que no heredó
tendencias al pecado, y que por esta razón no pecó, lo sustrae de la esfera
de un mundo caído y del preciso lugar en donde se necesita el auxilio. En su
humanidad, Cristo heredó justamente aquello que hereda todo hijo de
Adán: una naturaleza pecaminosa y caída. En su divinidad, desde su misma
concepción fue engendrado y nacido del Espíritu. Y fue así a fin de situar a la
humanidad en terreno ventajoso, y para demostrar que de igual manera,
todo aquel que “es nacido del Espíritu” puede ganar victorias similares sobre
el pecado en su propia carne pecaminosa. Por lo tanto, cada cual ha de
vencer tal como Cristo venció (Apoc 3:21). Sin ese nacimiento no puede
haber victoria sobre la tentación ni salvación del pecado (Juan 3:3-7) (Página
21)
[N. del T.: Dos años después -1946- se cambió esa nota en la nueva edición del libro,
que resultó también así “remediado y corregido”. Esta última es la versión que se
tradujo y distribuyó a los hispanohablantes].
A fin de que el lector pueda analizar por sí mismo el informe del Dr. Barnhouse,
reproduzco aquí porciones de su documento titulado: ¿Son cristianos los Adventistas Del
Séptimo Día? No es el informe en su totalidad, sino sólo la parte que está relacionada
con las cuestiones aquí analizadas. Posteriormente presentaré otras partes del mismo.
Hace poco menos de dos años se decidió que el Sr. Martin iniciase una
investigación sobre el Adventismo del Séptimo Día. Nos pusimos en contacto
con los Adventistas diciendo que queríamos tratarlos con ecuanimidad, y
que apreciaríamos la oportunidad de entrevistarnos con algunos de sus
dirigentes. La respuesta fue inmediata y entusiasta.
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El Sr. Martin fue a Takoma Park, Washington DC, a las oficinas centrales del
movimiento Adventista del Séptimo Día. Al principio los dos grupos se
miraron el uno al otro con considerable recelo. El Sr. Martin había leído una
gran cantidad de literatura adventista y les presentó una serie de
aproximadamente 40 preguntas relacionadas con la posición teológica que
mantenían. En un segundo encuentro se le presentó una serie de páginas
con respuestas detalladas a sus preguntas. Percibimos inmediatamente que
los adventistas estaban negando de forma categórica algunas posiciones
doctrinales que antes se les habían atribuido. A medida que el Sr. Martin leía
las respuestas que le daban, llegó, por ejemplo, a una declaración que
repudiaba completamente el pensamiento de que la observancia del Sábado
del Séptimo Día fuera básica para la salvación, y la negación de cualquier
enseñanza de que la observancia del primer día de la semana significase
recibir la “marca de la bestia” del anticristo. [Martin] les señaló que en la
librería contigua al edificio en el que se estaban celebrando aquellas
reuniones, cierto libro publicado por ellos y escrito por uno de sus ministros
declaraba categóricamente lo contrario a aquello que estaban ahora
afirmando. Los dirigentes buscaron el libro, descubrieron que el Sr. Martin
estaba en lo correcto, e inmediatamente trajeron este hecho a la atención
de los oficiales de la Asociación General, diciéndoles que esa situación debía
ser remediada y que tales publicaciones debían ser corregidas. Ese mismo
procedimiento se repitió en relación con la naturaleza de Cristo durante la
encarnación, [afirmaron] que la mayoría de la denominación había siempre
mantenido que era impecable, santa, y perfecta, a pesar del hecho de que
algunos escritores [adventistas] hubieran publicado ocasionalmente en
prensa puntos de vista contrarios, completamente repugnantes a la mayoría
de la Iglesia. Después le explicaron al Sr. Martin que tenían entre ellos a
algunos miembros “lunáticos marginales”, de igual manera que hay locos
irresponsables en todas las áreas del cristianismo conservador. Esta acción
de los Adventistas del Séptimo Día fue indicativa de pasos similares que se
tomaron subsecuentemente.
El libro del Sr. Martin relativo a los Adventistas del Séptimo Día aparecerá en
algunos meses. Va a traer un prefacio de algunos dirigentes responsables de
la Iglesia Adventista del Séptimo Día, para certificar que no son citados
erróneamente en el libro, y que en las áreas donde hay acuerdo y
desacuerdo según lo muestra el Sr. Martin, se han expuesto de forma
fidedigna sus puntos de vista, como también bajo el punto de vista
evangélico nuestro. Todas las referencias del Sr. Martin a un nuevo libro
adventista sobre sus doctrinas (se llamaría Questions on Doctrine), se
referirán a la primera versión de dicho libro, el cual será definitivamente
impreso en coincidencia con la publicación de la obra del Sr. Martin. De ahí
en adelante toda crítica ecuánime del movimiento adventista deberá tener
en cuenta dichas publicaciones simultáneas.
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grupo mayoritario del sano liderazgo, que se ha determinado a poner freno
a cualquier miembro que procure mantener puntos de vista divergentes del
sostenido por el liderazgo responsable de la denominación.
Para evitar acusaciones que les han formulado los evangélicos, los
Adventistas han tomado las medidas necesarias para que el programa radial
‘La Voz de la Esperanza’ y la revista más importante ‘Signs of the Times’, sean
identificados como pertenecientes a la iglesia Adventista del Séptimo Día.
1.- Questions on Doctrine -página 383- declara que Cristo estuvo exento. El Espíritu de
Profecía deja claro que Cristo no estuvo exento de las tentaciones y pasiones que afligen
a los hombres. Cualquiera que acepte la nueva teología tiene que rechazar los
Testimonios. No hay otra opción.
2.- El Sr. Martin fue el instrumento empleado para que cambiara nuestra enseñanza
sobre la marca de la bestia y la naturaleza de Cristo en la encarnación. En otros libros se
hicieron cambios similares, pero no fuimos informados acerca de cuáles fueron esos
cambios.
4.- Hemos sido amenazados de que se pondrá freno a todo aquel que deje de creer y
seguir a los dirigentes. Se ha caracterizado a los que así hagan, como “locos
irresponsables”, militando en un sector “lunático marginal”.
5.- Estamos alarmados al ver que de alguna manera estos laicos evangélicos hayan
tenido suficiente influencia en nuestros dirigentes como para hacer que ‘La Voz de la
Esperanza’ y ‘Signs of the Times’ hayan tomado las medidas tendentes a “evitar
acusaciones que les han formulado los evangélicos”. Estas son noticias siniestras. Esas
instituciones son instrumentos de Dios, y es increíble que los dirigentes puedan permitir
que los condicione cualquier influencia externa. Se ha cometido un gran pecado contra
la denominación, que solamente podrá ser limpiado mediante el profundo
arrepentimiento por parte de los culpables, o bien si los implicados renuncian a su oficio
sagrado.
Siete veces he solicitado una audiencia, y se me ha prometido una, pero solamente bajo
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la condición de que se trate de un encuentro privado con cierto hombre, y de que no se
me proporcionaría ninguna grabación de la entrevista. He solicitado una entrevista
pública, o en el caso de que sea una entrevista privada, que sea hecha una grabación y
que yo reciba una copia. Se me ha negado tal cosa. Como no he podido tener esa
entrevista estoy escribiendo estas cartas, las cuales contienen, y contendrán aquello que
habría dicho en esa entrevista. ¿Puede el lector deducir las razones por las que los
oficiales no quieren efectuar dicha entrevista [de forma pública]?
Soy Adventista del Séptimo Día y amo este mensaje que he predicado por tanto tiempo.
Sufro profundamente cuando veo que los pilares fundamentales están siendo
destruidos, cuando veo que las verdades benditas que han hecho de nosotros lo que
somos están siendo abandonadas.
Estoy agradecido por gozar de buena salud, y deseo las bendiciones del Señor para cada
lector. Hemos llegado a tiempos difíciles, y a cada uno corresponde el mantenerse de
parte de Dios en estos tiempos peligrosos. Que el Señor esté contigo.
Traducción: www.libros1888.com
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