Tarea de Historia
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Pese a todas estas "virtudes", en la actualidad es una de las zonas más atrasadas
económicamente de América, y en el ámbito mundial apenas supera a algunos
países africanos y de medio oriente. A esto le añadimos que los regímenes
políticos en vigor son demasiado débiles e inestables —salvo México y Costa
Rica, que gozan de relativa estabilidad con democracias en proceso de
consolidación—, además de enfrentar serios problemas de salud, educación,
servicios, seguridad pública — varios de ellos enfrentan a grupos guerrilleros y de
narcotraficantes que amenazan la paz interna— y con frecuencia son amenazados
por fenómenos naturales. A lo largo de cinco siglos, Mesoamérica ha
desempeñado el papel de "manzana de la discordia", que en vez de ayudarle a
superar sus problemas ha provocado un estancamiento económico severo y una
marginación social lamentable. Hoy enfrenta un ataque más, la pregunta es
¿cuáles serán las consecuencias? Antes de analizar el problema que le abruma
en la actualidad, conviene recordar algunos detalles de su odisea a lo largo de los
últimos quinientos años.
Hacia 1492, cuando los españoles tuvieron contacto accidental con estas "nuevas"
tierras, pensaron que habían encontrado una ruta más corta para llegar a las
"Indias orientales", Asia. La confusión se originó porque algunas personas tenían
la idea de que el mundo era muy pequeño y redondo y era posible, como pensaba
Cristóbal Colón, darle la vuelta en poco tiempo si se continuaba navegando hacia
el mismo punto en dirección a occidente. Al tener contacto con los habitantes de
estas tierras, los "extranjeros" no tardaron en darse cuenta de que habían llegado
a un lugar diferente al que ellos pensaban al principio.
Años después, los europeos iniciaron la exploración de este "Nuevo mundo", con
la idea de encontrar nuevos mercados para desplazar sus mercancías y, sobre
todo, en búsqueda de riquezas, ya fueran minerales —oro y plata— o naturales.
Grande fue su sorpresa al "descubrir" a lo largo y ancho de estas tierras grupos
humanos que tenían una compleja organización social, política y militar. El gran
dilema de los conquistadores colonizadores fue ¿cómo llamar a estas personas?,
¿quiénes eran?, ¿cómo habían llegado aquí?, ¿por qué no había referencias de
ellas en las sagradas escrituras? Fue un largo proceso para construir una
identidad para esta gente; este asunto no es objeto del presente trabajo, por lo
que solo se señala como referencia. Para no hacer más larga la digresión,
solamente diremos que estas tierras fueron llamadas originalmente "Indias", luego
se les añadió "occidentales" para diferenciarlas de las "Indias orientales", cuyo
gentilicio era "indios"; posteriormente recibieron el nombre de América y sus
habitantes "americanos".
Este término —hoy un concepto— hacía una clara distinción entre la parte
sudamericana — con una marcada tradición "inca"—, y poco más arriba de la
mitad de México hacia el norte del continente —conocido como "Aridoamérica",
por las características geográficas de la zona—. El argumento de Kirchhoff se
sustentaba en varios elementos: primero, un alto grado de "civilización",
caracterizado por una compleja organización política y social, una red económica
bastante desarrollada, además de compartir algunos rasgos y elementos
culturales como alimentación, educación, lengua, vestido y otros; segundo, un
área geográfica bastante homogénea, caracterizada por numerosos ríos,
abundante vegetación y fauna, lo que según Kirchhoff favoreció un alto grado de
"civilización", ya que el medio les aportaba mucho más de lo que necesitaban para
vivir y les permitía acumular e intercambiar sus bienes; tercero, una tradición
arquitectónica y tecnológica más o menos común, caracterizada por majestuosas
construcciones —centros ceremoniales y político militares— a lo largo y ancho de
este espacio; y cuarto, cultos religiosos bien definidos pero con ciertas afinidades,
ya que tenían algunos dioses y prácticas rituales comunes (Kirchhoff, 2009: 4–12;
Jiménez, 1979: 11–25).
Los estudios sobre este espacio se han multiplicado a lo largo de las últimas
décadas y han arrojado importantes conocimientos sobre estos pueblos. No es
objeto de este trabajo darlos a conocer, ya que en todo caso es más
recomendable ir directamente a las obras de los más destacados arqueólogos,
antropólogos e historiadores que se han encargado del asunto. Nuestro propósito
es hacer referencia al origen del término "Mesoamérica", que será importante para
la estructura de este trabajo.
La importancia de este espacio fue reconocida por los españoles a principios del
siglo XVI, cuando concibieron la idea de que habían encontrado un continente
hasta entonces desconocido; de tal manera que se inició una nueva etapa en la
historia de la humanidad, el "mundo" dejó de ser Europa, África y Asia, ya que se
agregó este "Nuevo Mundo" que lo complementó. A pesar de el hallazgo de los
europeos, el objetivo no fue el conocimiento de nuevos pueblos, sino la búsqueda
de rutas más cortas para desplazar las mercancías hacia las Indias orientales —
Asia— y aumentar las riquezas de la Corona española. 2 Comenzó así una lucha
por apropiarse de las nuevas rutas y mercados, y por ende de los nuevos
territorios como puntos estratégicos para lograr dicho propósito (García Fuentes,
1980; Rodríguez, 2000). El buen posicionamiento en el Caribe 3 garantizaba a
España el desplazamiento de mercancías y riquezas hacia Filipinas y otros
lugares de Asia —la ruta España–La Habana–Veracruz–Ciudad de México–
Acapulco–Manila—, así como también la comunicación con Perú y las minas del
Potosí —España–La Habana–Portobelo–El Callao.
Las noticias sobre un Nuevo Mundo se difundieron en Europa y, claro, las demás
potencias no permitirían —o al menos tratarían de evitarlo— que España se
quedara con todo. Pronto llegaron los franceses a las aguas americanas, le
siguieron los ingleses y holandeses, más tarde los portugueses, daneses y otros.
Pero la mayoría de los que cruzaron "el charco" no fueron gente común, sino los
temidos "perros del mar": ¡los piratas! Se inició en el Caribe una lucha frontal de
los españoles contra los usurpadores para defender sus posiciones estratégicas:
los puertos y ciudades ubicados en las costas del Golfo de México, el Mar Caribe y
también el Océano Pacífico. Durante los tres siglos de la colonización española en
América, e incluso hasta mediados del siglo XIX, los piratas asolaron la zona. 4
Desde la época colonial se pretendía encontrar una vía que comunicara los
océanos Pacífico y Atlántico, pero se fue perdiendo el interés por diversas
circunstancias administrativas y escasez de recursos; la idea recobró impulso a
principios del siglo XIX cuando Alexander von Humboldt destacó las ventajas que
significaba construir un canal en Centroamérica, porque era la franja terrestre más
angosta del continente americano, y se inclinaba más por Nicaragua (Rajchenberg
y Héau–Lambert, 2003; Beas, 2003; García A., 2003; Bonilla, 2003). Se hicieron
varios proyectos con el objetivo de encontrar el sitio más adecuado para atravesar
de un océano a otro, entre los que destacan: el Istmo de Tehuantepec; en
Honduras se trató de unir el Puerto Caballos y el Golfo de Fonseca con una vía
ferroviaria; en Nicaragua se descubrió que el lago de Nicaragua desagua en el
Mar Caribe a través del río San Juan, y del océano Pacífico se podía trazar un
camino corto de 18 kilómetros al lago; finalmente se encontró que la ruta más
propicia se encontraba en Panamá, que había sido utilizada por los españoles
desde 1520 (García, 1945).
Hasta mediados del siglo XX se construyó una carretera —la carretera del Golfo—
con una serie de ramificaciones que unía las principales ciudades de la zona con
el centro y norte del país; siendo esta la primera vez que había una comunicación
más eficiente por vía terrestre. En la segunda mitad de este mismo siglo se
descubrieron importantes yacimientos petrolíferos en la región, dándose a partir de
este momento un bum económico en la misma. Se erigió una gran infraestructura
para facilitar la comunicación y transporte en la zona, sobre todo a las áreas de
explotación petrolera. Asimismo, hubo movimientos poblacionales, ya que muchos
trabajadores de diversas partes del país se trasladaron a estos lugares con sus
familias, y se crearon programas de vivienda, educación, salud y otros servicios
para satisfacer las necesidades básicas de los habitantes de las casi espontáneas
ciudades (Tudela, 1989: 237–288; Capdepont, 2009: 40–41, 56–60).
Por su parte, casi toda Centroamérica se unió en la época colonial bajo una
unidad administrativa —la audiencia de Guatemala—, y al lograr su independencia
se fraccionó en Estados nación con un origen común: Guatemala, Honduras,
Nicaragua, El Salvador, Costa Rica. El caso de Belice fue el de un protectorado
inglés hasta 1981 que obtuvo su emancipación, pese al descontento de
Guatemala que reclamaba dicho territorio desde finales del siglo XIX. Panamá
administrativamente pertenecía al virreinato de Nueva Granada durante el período
colonial, después de conseguir su independencia se adhirió a Colombia en 1822, y
a principios del siglo XX se separó de esta y quedó bajo la tutela político
económica de Estados Unidos hasta finales de la centuria comentada, cuando el
gobierno panameño se hizo cargo absoluto del canal.
Desde los inicios de la época colonial hasta mediados del siglo XVII, la economía
de Centroamérica se centró en dos polos: Panamá–Portobelo–Cartagena y
Santiago de Guatemala —capital de la audiencia y sede de la Capitanía general—.
Ya en el siglo XVII, se involucraron en el comercio de la zona los piratas y
contrabandistas, principalmente ingleses, quienes se habían posesionado de
Jamaica, y posteriormente de una franja de tierra continental, entre los límites de
Guatemala y la península de Yucatán, hoy Belice. La economía de la zona era
esencialmente agrícola y, salvo raras ocasiones, fue de nivel secundario (Lowell,
1990; MacLeod, 1980; Fonseca, 1992).
Cabe aclarar que los programas como CEPAL y los bloques económicos son
diferentes, el primero de ellos busca "medidas de apoyo" a ciertos países, el
segundo se crea con otros intereses, como fomentar mercados comunes y otro
tipo de acuerdos; pero en ambos, quienes dictan las políticas económicas y se
benefician son los países más desarrollados, porque son ellos los que establecen
las condiciones de los préstamos o las reglas de intercambio comercial. Los
bloques económicos fueron creados para que las potencias — de Europa, Estados
Unidos y Japón— se ubicaran en espacios ventajosos en el comercio mundial; y
para que los países cuyas economías son débiles se insertaran en él o superaran
su pobreza y marginación social. Aunque su origen no es tan nuevo, ya que desde
siglos atrás se firmaban tratados internacionales entre diversos países para formar
alianzas políticas, mercantiles o de otro tipo, los que surgen en la segunda mitad
del siglo XX tienen una tendencia más económica.