Cuadernillo - Curso Eva Futurock

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ESA INCOMODIDAD LLAMADA

EVA
AUTORA JULIA ROSEMBERG

1
E
l 11 de noviembre del 2021 se cumplieron setenta años de la prime-
ra vez que las mujeres votaron a nivel nacional en la Argentina. Se
trata de una elección conocida por ser la que le permitió a Juan
Domingo Perón ser nuevamente electo para la presidencia, y tam-
bién por ser la primera y única vez que pudo votar Eva Perón desde el policlí-
nico donde estaba internada, ya con su enfermedad avanzada. Esta elección
fue posible gracias a la sanción cuatro años antes de la ley 13.010 “de los dere-
chos políticos de las mujeres”. Una ley que había sido largamente anhelada
por diferentes agrupaciones políticas y feministas que desde comienzos del
siglo XX habían emprendido la lucha. Más de una decena de proyectos de ley
llegaron a presentarse en el Congreso durante la primera mitad del siglo, pero
ninguna de esas veces fue aprobada, la mayoría en ambas cámaras solía ser
de los conservadores, generalmente opositores a otorgar derechos a las muje-
res.

Pero el proceso electoral de 1951 fue importante en la historia argentina por


una arista que ha obtenido menos lugar en la memoria: se trató de las elec-
ciones en las que resultaron electas por primera vez diputadas y senadoras
mujeres. A partir de la apertura de sesiones legislativas de 1952 el Congreso
nacional y las diferentes legislaturas provinciales contarán con la presencia de
133 legisladoras. Por primera vez representantes políticos, hombres y mujeres,
discutirán y decidirán sobre la cosa pública de igual a igual. Un dato no menor
es que todas las mujeres que ingresaron a las cámaras de diputados y senado-
res ese año provenían del Partido Peronista Femenino. Porque el otro partido
político con capacidad de entrar legisladores, la Unión Cívica Radical, no llevó
mujeres en sus listas. Para ese entonces, el estatuto de este partido permitía a
las mujeres tan sólo tareas secundarias como las de propaganda. Otros parti-
dos sí incorporaron mujeres, como el Partido Comunista que llevó a la primera
candidata a la vicepresidencia, Alcira de la Peña. Pero la cantidad de votos que
obtenían no les permitían entrar legisladores.

El Partido Peronista Femenino creado en 1949 fue la herramienta que per-


mitió la incorporación masiva de mujeres a la política. Con una estructura de
penetración territorial muy capilar, era absolutamente vertical: la conducción
residía en Eva Perón, y a ella respondían de manera directa o indirecta todas
las militantes. Eligió personalmente a veinticuatro delegadas, cada una de
ellas encargada de una provincia, y luego subdelegadas que tenían a cargo
porciones de territorio más pequeñas, lo que les permitió avanzar por todo el
mapa. Se cree que llegaron a haber unas 3.600 subdelegadas, número que
nos permite tener una idea de la masividad que adquirió este partido en muy
poco tiempo. El objetivo principal era empadronar a las mujeres, entregarles
la libreta cívica, y capacitarlas para ejercer por primera vez el voto.

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Así, el Partido Peronista Femenino junto a la Fundación Eva Perón y su vínculo
con los sindicatos fueron los dos pilares centrales en la construcción de poder
de Eva Perón. Un poder que, al decir de Marysa Navarro, una de las mejores
biógrafas de Eva, era similar al que había construido Perón. Sólo los diferen-
ciaba el hecho coyuntural de que uno era presidente. Una mujer, entonces,
que construye un poder político central en la Argentina incluso antes de que
las mujeres votaran, antes de que fueran consideradas sujetos políticos, antes
de que fueran consideradas ciudadanas. Un caso único dentro de los países
republicanos de mediados del siglo XX. Pero Eva no sólo construyó poder para
sí. Eva disputó poder para sus compañeras. A partir de las elecciones de 1951
el armado de las listas de legisladores que presentaría el peronismo fueron
objeto de disputas internas entre las tres partes que componían el peronismo:
el Partido Peronista de los hombres, la CGT y el Partido Peronista Femenino.
Gracias a las siguientes elecciones, la composición del Congreso nacional en
1955 cuando ocurrió el golpe de Estado, era casi el 25% de mujeres. Es inte-
resante la comparación con otros países: en Chile había sido aprobada una
ley de sufragio femenino en 1949, poco tiempo después de la sancionada en
nuestro país. Para 1957 habían pasado por el Congreso de ese país tan sólo
cuatro mujeres legisladoras, bien lejos del centenar que hubo en el nuestro. Lo
que pasaba en el mundo por ese entonces con la incorporación de mujeres a
la política era más similar a lo que sucedía en Chile que en Argentina.

Incluso dentro de la historia de nuestro país lo sucedido a mediados del siglo


XX parece ser una isla. La cifra del 25% de composición de mujeres en el Con-
greso recién se superará más de cuarenta años después, a fines de la década
de los 90 y gracias a la Ley de Cupo Femenino de 1991, que obligaba a los par-
tidos a presentar 30% de mujeres en sus listas. Durante el primer peronismo
se llegó a ese número sin necesidad de ninguna ley, sólo por el empuje y la
voracidad que Eva y el Partido Peronista Femenino le dieron al ingreso de las
mujeres en la política.

Pero el primer peronismo no significó únicamente la igualación en térmi-


nos políticos del hombre y la mujer. Esos años posibilitaron además, con Eva
Perón a la cabeza, un ensanchamiento en la agenda de los feminismos. En
hechos pero también en palabras, fue planteada la necesidad de nuevas con-
quistas. Desde la vestimenta a la que podían acceder hasta la función que
cumplían en la sociedad, se fue reformulando el estereotipo de mujer tradi-
cional. Incluso realizando cuestionamientos que hasta en la actualidad siguen
resultando temas pendientes. En un discurso de diciembre de 1946, uno de los
primeros que dio en público, una Eva muy joven, de voz aguda, nerviosa, que
tartamudea, habla frente a trabajadores y trabajadoras de la industria textil,
que suele tener una gran proporción femenina. Después de plantear la ne-
cesidad de que salga la ley que habilita a las mujeres a votar, y de extender la

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licencia por maternidad, entre otras cosas se pregunta “¿por qué si rendimos
iguales nos han de pagar menos?”, refiriéndose a la histórica injusticia de que
hombres y mujeres cobren diferente salario. O la posibilidad planteada en La
razón de mi vida de que lo que hoy llamamos tareas de cuidado sean remu-
neradas a través de un salario mínimo.

Esto es importante plantearlo porque a lo largo del tiempo se fue macerando


una imagen de Eva Perón que dice que más que una figura disruptiva en la
historia argentina, habría sido aquella que prolongó un estereotipo patriar-
cal de disciplinamiento sobre la mujer. En general, recortaron algunas frases
aisladas de los textos de Eva más conocidos, en donde habla de la mujer como
seno del hogar y la familia, como pruebas irrefutables de esa imagen. Otros
proponen una pequeña variación: mientras el peronismo habría producido
rupturas en los hechos respecto del género, en sus discursos y palabras, en su
lengua, habría mantenido una estructura conservadora. Y si bien es cierto que
algunas de esas líneas tradicionales forman parte del lenguaje del peronismo,
propias de un “clima de época”, lo cierto es que estas convivieron con otras
que produjeron profundas rupturas. Por sólo dar un ejemplo, si bien Eva Perón
es crítica de los feminismos en varios pasajes, lo cierto es que en otros llega a
decir que necesitamos un “feminismo moderno”. O la marcha del Partido Pe-
ronista Femenino, Evita capitana, que hacía cantar en bocas de mujeres que
nunca habían votado que “por Perón y por Evita la vida queremos dar”, con-
signas que solemos imaginar más cerca de 1970 que de 1950.

¿Cómo entender estos fragmentos del pasado del primer peronismo en los
que el campo de lo posible para las mujeres se ensanchó como nunca antes
en la historia argentina, generando profundas rupturas en las tradiciones pa-
triarcales? ¿Es posible pensar un vínculo entre peronismo y feminismo? Si se
trató del movimiento político que habilitó avances contundentes, materiales y
simbólicos, de las mujeres ¿por qué durante mucho tiempo se creyeron movi-
mientos paralelos, que se rechazaban?

Por empezar hay que volver a marcar que esta experiencia de las mujeres
durante el primer peronismo ha quedado invisibilizada de la narrativa histó-
rica. Sólo así pudo crearse una imagen conservadora y patriarcal de Eva Pe-
rón. Incluso en la actualidad sigue habiendo un profundo desconocimiento:
sabemos muy poco sobre las biografías de las delegadas y subdelegadas del
Partido Peronista Femenino, sus unidades básicas, la labor parlamentaria que
realizaron las primeras diputadas y senadoras. En el barrio de Puerto de Ma-
dero de la Ciudad de Buenos Aires numerosas calles llevan los nombres de
mujeres que lucharon por sus derechos como Victoria Ocampo, Alicia Moreau
de Justo, Julieta Lantieri. No han quedado en la memoria popular, y muy poco
en la académica, los nombres de esas primeras legisladoras, quienes tuvieron

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que vencer muchas resistencias para poder incorporarse por primera vez a la
política como dirigentas. Este desconocimiento no es casual. El golpe de Esta-
do que se impuso en septiembre de 1955 tuvo entre sus principales objetivos
explícitos “desperonizar” al país. Para eso se tomaron medidas como el conoci-
do decreto 4161 que, entre otras cosas, prohibía el sólo hecho de mencionar la
palabra Perón o Eva Perón. Pero la dictadura que se instaura entonces tuvo un
particular interés en disciplinar la experiencia política de las mujeres. No sólo
porque gran parte de las legisladoras y delegadas del Partido Peronista Feme-
nino fueron encarceladas, muchas de ellas por más de dos años, prohibién-
doles volver a ejercer sus profesiones en muchos casos. Se atacaron, además,
las unidades básicas del Partido y se ensañaron particularmente con su archi-
vo, del cual quedan piezas desperdigadas generalmente en manos privadas,
buscando que no queden huellas, que no sea posible la transmisión. En el año
2012 el Departamento de Estudios Históricos Navales encontró una gran can-
tidad de documentos pertenecientes a Isaac Rojas, el vicepresidente de facto
a partir de 1955. Habían sido entregados por sus hijos tiempo antes al Archivo
General de la Armada Argentina para que lo custodiasen. Entre los diversos
documentos se encuentran allí resoluciones del consejo superior del Partido
Peronista Femenino.

Pero la dificultad para pensar el vínculo entre peronismo y feminismo no sólo


proviene de la invisibilización de esta experiencia histórica. Hay que señalar
también la incomodidad que genera la figura de Eva Perón. Incomodidad que
se dio incluso dentro del propio peronismo: después del golpe de Estado de
1955, se consolidó la imagen de Eva abanderada de los humildes por su labor
en la Fundación Eva Perón, la del vínculo con las organizaciones sindicales, la
de una Evita santa, pero poco y nada se rescató su rol en tanto dirigenta políti-
ca. Así el propio movimiento a lo largo de su historia marginó una arista fun-
damental de su propio recorrido. De esta manera, el hecho de que Eva Perón
tuviera que resignar su candidatura a la vicepresidencia en 1951, la que había
impulsado y alimentado como parte del mismo avance que estaba generan-
do con las mujeres en las listas de legisladores, fue narrado y mitologizado
como el “renunciamiento histórico”. Es decir, como un hecho de grandeza por
parte de ella. A lo largo del tiempo se sumaron interpretaciones que ponían
de relieve el estado avanzado de su enfermedad, o la oposición que tenían
hacia esa candidatura las Fuerzas Armadas. Sin embargo no hubo lecturas
que pensaran este hecho en clave de género como un límite que encontró
Eva, quizás porque no permitiría la monumentalización de su figura. Un lími-
te a una mujer que aún con toda su influencia tuvo que enfrentarse al poder
masculino, resignando aquello que legítimamente había construído y proyec-
tado. Esta figura macerada a lo largo del tiempo de una Eva excepcional y con
rasgos heroicos de alguna manera contribuyó a invisibilizar la organización
colectiva que construyó y marginar a tantas mujeres que lucharon junto a ella.
Eva Perón es también una figura incómoda para ciertas vertientes de los femi-

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nismos. Por varios motivos, uno de ellos tiene que ver con un recorrido histó-
rico: la gran mayoría de los movimientos que se autodenominaban feministas
fueron profundamente antiperonistas. Aquellas agrupaciones que durante la
primera mitad del siglo XX habían hecho un largo recorrido en la búsqueda
del sufragio femenino, llegaron incluso a oponerse en 1947 a la sanción de la
ley 13.010, por aprobarse bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, a quien
consideraban un fascista. En esta ocasión, el antiperonismo predominó por
encima de las reivindicaciones por las que venían peleando durante décadas.
Y en este sentido hay que sumar otro elemento que genera incomodidad: Eva
Perón nunca fue un personaje puro, sino que en ella pueden leerse tensiones
y complejidades que estaban en pugna a mediados del siglo XX. Ya menciona-
mos la convivencia en sus palabras de elementos tradicionales y rupturistas.
Pero hay un elemento más de esta impureza: en Eva las cuestiones de género
están siempre atravesadas por otra variable, las de clase. Para Eva la apelación
a las mujeres no era en abstracto, a un conjunto total, sino que hacía un recor-
te: buscaba un sujeto político en particular, las mujeres trabajadoras, las hu-
mildes, las descamisadas, las “mujeres de pueblo” como las llamaba, en oposi-
ción a las “oligarcas”. Esto para ciertos feminismos era y es intolerable.

Así, la figura de Eva Perón impulsa el desafío de pensar el feminismo no como


una corriente ajena a la política en términos tradicionales, sino que por el con-
trario obliga a pensarlo enlazado con otras tradiciones. En La razón de mi vida
llega a decir: “De nada nos valdría un movimiento femenino organizado en un
mundo sin justicia social. Sería como un gran movimiento obrero en un mun-
do sin trabajo. No serviría para nada!”. Feminismo y justicia social como algo
indisoluble, algo que sólo de manera reciente está comenzando a retomarse.

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Coda de la segunda edición
EVA Y LAS MUJERES

“El derecho del sufragio femenino no consiste tan sólo en depositar la boleta
en la urna. Consiste esencialmente en elevar a la mujer a la categoría de ver-
dadera orientadora de la conciencia nacional”.1

A mediados del siglo XX las mujeres de nuestro país vivieron una fenomenal
experiencia: su incorporación a la vida política. ¿Qué significaba exactamente
esto? No sólo pasaban a ser votantes, sino también a partir de entonces po-
dían ser representantes políticas. En verdad, fue un cambio más profundo, a
partir de la ley 13.010 pasaron a ser ciudadanas, sujetos políticos. ¿Cómo vivie-
ron ese proceso? ¿Cómo pensaron eso que estaban protagonizando? ¿Cómo
lo interpretaron? ¿Bajo qué ideas organizaron su accionar? Para el caso del
peronismo, salvo contados casos, es muy poco lo que sabemos sobre ellas. En
la historiografía se avanzó de manera escueta sobre ese terreno 2, mientras
que la bibliografía más general tendió a enfatizar dos aspectos: el peronismo
injustamente no habría reconocido lucha previa por los derechos de las muje-
res, colocándose como el que inauguró ese camino. Y por otro lado, se ha lle-
gado a sugerir que quienes militaron en el partido conducido por Eva Perón,
incluso quienes fueron las primeras representantes de la patria, no habrían
sido cuadros políticos en sí mismos, sino meramente secuaces de las directi-
vas de la conducción. Una interpretación cargada de prejuicios y desconoci-
miento más que de un estudio de los documentos. Aquí nos interesa plantear
un recorrido por un conjunto de fragmentos, escritos o dichos, por diferentes
mujeres ligadas al peronismo que fueron contemporáneas a la fenomenal ex-
periencia de incorporación a la política para intentar comenzar a descular bajo
qué ideas y representaciones se lanzaron a la política. Se trata tan sólo de eso,
unas primeras pinceladas construidas a partir de las voces de las protagonistas
de esos años.

Empecemos por Lucila de Gregorio Lavié. Esta abogada feminista además de


estar a cargo por orden de Perón de la primera dependencia del Estado na-
cional que reconocía como propios los derechos de las mujeres, escribió en
esos años diversas publicaciones sobre cuestiones de género. Sostenía que el
gobierno peronista estaba abriendo una nueva era. Así en 1948, por ejemplo,
proponía: “Las mujeres argentinas inician una nueva etapa en su evolución
social, merced a tres hechos de gran trascendencia: la concesión de sus dere-

1 Discurso de Eva Perón difundido por radio sobre el deber cívico de la mujer desde la Residencia de Olivos,
19 de febrero de 1947.

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chos políticos, la generalización del trabajo fuera del hogar y el despertar de
la conciencia de los derechos de las trabajadoras, iniciado con la Revolución”.3
Derechos, género, política y trabajo: aparece aquí, al igual que los vimos en el
recorrido de Eva Perón, las mujeres trabajadoras como sujeto central del pe-
ronismo. Género y clase entramados. Nos dice Gregorio Lavié que la transfor-
mación fundamental de la época para las mujeres (que liga a la palabra “revo-
lución”) fue la incorporación a la política pero también por la transformación
sucedida en el mundo del trabajo. En el peronismo, una aparecería inescindi-
ble de la otra.

El año anterior, en 1947 publicó otro texto, Trayectoria de la condición social


de las mujeres argentinas.4 Nos interesa detenernos brevemente aquí. Por
empezar, recalcar que, al igual que en la mayor parte de sus escritos, Gregorio
Lavié recurre a la historia de las mujeres de nuestro país para poder pensar y
analizar la situación de su presente. Construye a partir del pasado: Juana Man-
so, Juana Manuela Gorriti, Julieta Lanteri, Cecilia Griersson, son algunos de los
nombres a los que convoca. Reconoce ese pasado fundamental a la vez que
señala las rupturas que en ese presente se están operando.

En este texto cuyo tema central son las mujeres, vuelve a la cuestión del tra-
bajo, ya no como una panacea, sino dando cuenta de las cuestiones aún pen-
dientes. Rápidamente señala la mayor explotación que sufren las mujeres:
“Los patronos prefieren a las obreras para muchas tareas porque rinden más y
se les paga menos”. Y es que no todo está resuelto para ellas: “se advierte que
pese a los grandes progresos realizados, respecto al trabajo de las mujeres,
queda mucho por hacer y que luchan empeñosamente por mejorar su con-
dición y por lograr que se aplique el principio “salario igual, para trabajo igual”
por el que tanto nos queda por luchar en la Argentina”.

Además marca las enormes resistencias que aún deben vencer las mujeres en
el mundo del trabajo: “Los obreros no se resignan todavía a reconocer en sus
compañeras condiciones de líderes. Todo requiere aprendizaje.

Tuve ocasión de experimentar esta resistencia. Se organizaba un acto con el


fin de conseguir mejoras para las obreras.

A mi despacho se presentaron varias compañeras y un dirigente. Las jóvenes


permanecían silenciosas en actitud de expectativa ante lo que iba a decir el
vocero. ¿Estas jóvenes no sabrán expresarse?, me preguntaba. Cuando me
quedé a solas con las obreras me expusieron sus demandas con toda claridad.

2 Una de las pocas que lo ha hecho fue Adriana Valobra en diversos trabajos que fuimos citando a lo largo del libro.
3 Gregorio Lavie, Lucila, Las mujeres de América y la paz, Universidad Nacional del Litoral,1948.
4 Gregorio Lavie, Lucila, Trayectoria de la condición social de las mujeres argentinas, Universidad Nacional del
Litoral, 1947.

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Les dije que con la misma sencillez que me hablaban debían hacerlo ante el
micrófono. Con mil temores aceptaron. El acto fue brillante. Las improvisadas
oradoras se desempeñaron magníficamente. Era que los compañeros, al no
tener confianza en ellas, le impedían la acción”.

Hubo algunas herramientas del pasado que buscaron interceder en este


escenario de mayor explotación: “la ley llamada “Del trabajo de las mujeres y
los menores” de 1924 vino a poner algún dique a esta situación. La virtud de
nuestro país de poner a tono con las convenciones internacionales en la legis-
lación del trabajo hace que por lo menos en cuanto a las normas escritas, no
hayamos quedado retrasados”. Hasta que llegó el peronismo: “Una nueva era
se ha iniciado en el país con el despertar de la masa obrera (...) Los hombres y
mujeres del trabajo, adquirieron la conciencia de su fuerza y fueron los artífi-
ces de sus propias leyes. Por convenios de patrones y obreros con el apoyo y
la dirección del Estado, hicieron que lo que sólo eran enunciados legales sin
efectividad, se convirtieran en normas reales de trabajo y las superaron”. Esta
diferencia que traza entre normas escritas que no interceden en la realidad, y
las transformaciones “efectivas” bien podrían plantearse como sustrato prime-
ro de una definición del peronismo. Resume así, Gregorio Lavié, lo que esos
años significaron para las mujeres: “Vivimos un momento de transición; ha pa-
sado la etapa literaria de los derechos de las mujeres (...) Estamos en la etapa
de las realizaciones”.

Y para que eso sea posible no bastaba con lo que se legislara y se realizara
desde el gobierno, era necesario, además, una transformación en los vínculos
más cotidianos: los hombres tenían que hacer tareas en el hogar, y las muje-
res debían acceder a vacaciones que no se tradujeran en reproducir las tareas
del hogar en otro lado: “tenemos que colaborar todos con las mujeres casadas
que necesitan o quieren ser socialmente productivas para aliviar su doble y
pesada carga. El trabajo es fuente de dicha, pero requiere el descanso repara-
dor y la distracción sana”.

Al año siguiente, en 1948 se publicó Civismo femenino 5 una revista dedicada


a acompañar el proceso de incorporación político de las mujeres. No hemos
podido averiguar cuál era su vínculo con el gobierno, ni quiénes eran los que
estaban por detrás de dicha publicación. Desde la editorial la presencia de la
historia es central, para constatar que desde los orígenes de la patria hubo
mujeres con un destacado papel. Y se identifica al sujeto que habría provo-
cado que ellas no pudieran estar en igualdad con los hombres: la oligarquía.

5 Civismo femenino, en defensa de los derechos de la mujer, Buenos Aires, 1948.

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“Estamos en los comienzos de una gran cruzada redentora”, así definían en
otro artículo a lo que estaban viviendo las mujeres en relación a la política. Se
trata de una de las pocas publicaciones que ligaron de manera explícita lo
que estaba sucediendo en nuestro país con el feminismo: “El feminismo se ha
impuesto entre nosotros por evolución y como lo dijo el General: revolución
es evolución y tanto la una como la otra dejan partículas y en este caso el voto
femenino es una partícula de aquella revolución inolvidable y salvadora de la
Patria. El pueblo de los varones ilustres, de los abuelos que son próceres indis-
cutibles, también tienen entre sus habitantes nobilísimas nietas. De ellas la
Patria espera y ellas no defraudarán a la Patria”. Acá el pasado también tiene
un lugar central, no como algo a descartar, sino por el contrario aquello que
permite una narración sobre la patria, y por ende, inscribir la acción política
del presente. Además, se liga el voto a la revolución pero también a una deuda
con la patria.

Incluso una de las notas se titula “Razón del feminismo”, en donde se propone:
“Hablemos -pues, que para ella hacemos esta revista- hablemos de la mujer
obrera, de la mujer empleada, de la mujer que puebla los barrios humildes y
que gana el sustento con el honrado esfuerzo de su labor cotidiana.

Dirijamonos a ella para advertirle que, los pequeños detalles no interesan.


Para explicarle que la obra del peronismo no puede quedar reducida a la
conquista de posiciones efímeras, ni menos a beneficios de determinados
sectores del trabajo. Para aconsejar, si necesario fuese, sobre que la misión de
la mujer argentina no se concreta ya a la tarea que cumplió hasta ahora en el
taller o en la oficina. Su misión, idealizada, debe llegar mucho más lejos. Debe
tender al beneficio común. A la participación de todas en la lucha por la reafir-
mación de la obra revolucionaria, que es su propia obra.

Cuando los derechos de la mujer fueron reconocidos mediante laudos, decre-


tos y finalmente leyes peronistas, el feminismo adquirió la jerarquía que has-
ta entonces le fuera negada. Ingresó, de lleno, abiertamente, en las nutridas
columnas de trabajadoras que habían sufrido mucho y que habían estado
aguardando en vano. (...) Esta es, compatriotas nuestras, la razón del feminis-
mo. Feminismo no significa, como mal se entendió hasta ahora, la pérdida o el
desdoro de la femeneidad. No significa que la mujer argentina va a olvidar en
momento alguno ni uno solo de los rasgos que configuran su delicadeza.
Feminismo quiere decir, inclusión honrosa de la mujer, en la lucha por el bien-
estar común”.

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Celina Rodríguez de Martínez Paiva y María Rosa Pizzuto de Rivero fueron dos
de las primeras legisladoras nacionales que ingresaron al Congreso en 1952
por el Partido Peronista Femenino. Escribieron tiempo después, en 1967, un
libro titulado La verdad, vida y obra de Eva Perón.6 En el primer tomo busca-
ban narrar el accionar político de Eva, dentro del cual le dieron un lugar desta-
cado a su construcción política de mujeres. Veamos cómo construyeron ellas
la narración sobre su incorporación a la política: “En 1889 el feminismo argen-
tino tiene su era inicial con Cecilia Griersson, quien pese a la oposición tenaz y
tozuda de las autoridades universitarias que se niegan a otorgarle el diploma
de médica, logra la entrega del correspondiente en solemne acto académico.
En el año 1911 la primera expresión del Movimiento Feminista en nuestro país
encuentra su líder en la doctora Lanteri, quien pide el derecho de votar para
las mujeres y la entrega de la libreta de enrolamiento. A ella la siguen unas
pocas mujeres nada más. Nadie las escucha”.

Esta lucha que fue ridiculizada dio un triunfo parcial: “el sufragio femenino en
la provincia de San Juan durante la gobernación del doctor Cantoni en 1927
(...) Las voces se pierden… como se pierden las iniciativas y los proyectos de
algunos parlamentarios. El hombre no le daba importancia. Pero dos hechos
tuvieron que acontecer para que la liberación de la mujer se produjese: 1) La
Revolución Social; y 2) la aparición en la escena pública argentina de una mu-
jer extraordinaria: Eva Perón”.

¿Qué significó para estas dos legisladoras lo sucedido a partir de la ley 13.010?
“El voto femenino resume todo un esquema de filosofía simple y práctica de
darle realidad y presencia jurídica a la mujer, que le permite alcanzar a través
de ella, la transformación total de las estructuras políticas y sociales, que ha-
brán de redimir opresiones, errores y horrores a los pueblos. Sin la mujer, par
del hombre ante la ley y las contingencias de la vida, todo intento de mejora-
ción colectiva, será en vano y pasajero”.

Y siguen un poco más en la misma línea: “¿Es ese pequeño documento cívi-
co que Eva Perón entregó a la mujer argentina, algo más que la obligación
de depositar en épocas de elecciones un sobre cerrado en la urna? Sí. Es algo
más. Mucho más. Ella quería la ejercitación permanente de esa representa-
ción política y constitucional, para que la propulsora congénita del bien, que
por la naturaleza y destino es la mujer, dispusiese del instrumento y la fuerza
legal necesarios gracias a ese ejercicio, cumpliría el amplio programa de jus-

6 Rodríguez de Martínez Paiva, C., Pizzuto de Rivero, M.R., La verdad, vida y obra de Eva Perón, Editorial Astral,
Buenos Aires, 1967.

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ticia social que, desde el primer momento, por su sola inspiración y decisión
levantó Eva Perón como decálogo de sus principios”. Como una constante, y
en discusión con otras vertientes políticas, el voto no puede reducirse al hecho
electoral, es la llave inicial para llegar a la justicia social, incluso a algo mucho
más elevado, la redención.

Dedican algunas páginas a analizar las primeras elecciones en que pudo


ejercerse la ley 13.010, las del 11 de noviembre de 1951, y gracias a las cuales se
eligieron a las primeras mujeres representantes políticas de la historia. “En los
partidos políticos que se oponen a la reivindicatoria concepción justicialista,
los derechos cívicos de la mujer siguen siendo -en la práctica partidaria- una
mera formulación. Se las incorpora a la acción proselitista, se las moviliza
como “peón de mano”. Y como los “peones criollos de las oligarquías extranje-
rizantes” tampoco están sus nombres en la “lista de pagos”. Las llevaron a vo-
tar: para eso tenían el derecho, pero no las pusieron en listas para ser votadas:
para tanto no les alcanzaba ese derecho. Claro que muchas mujeres llegamos
al Parlamento Nacional, a los Congresos Provinciales. Veníamos algunas de la
docencia, de la Universidad o de la fábrica; otras, del hogar humilde. Pero del
olvido, todas. Y todas por el camino abierto por Eva Perón. Sólo el peronismo
incluyó en sus listas a la mujer”.

El olvido previo es una constante en las reflexiones de estas mujeres. Quizás


es por eso que muchas de ellas intentaron desocultar parte de ese pasado, de
esa historia invisibilizada. María Granata fue una escritora ligada al peronismo,
que participó de manera asidua en las peñas Eva Perón. En 1952 fue parte de
una publicación conjunta titulada Una nación recobrada, enfoques parcia-
les de la Nueva Argentina.7 Allí escribió un artículo titulado “Valoración de la
mujer en el peronismo”, en donde el tema central es, nuevamente, la incorpo-
ración de las mujeres en la política pero antes de llegar a eso aborda el olvido
en el que se encontraban antes: “Felizmente, de cuanto a la mujer argentina
le fuera negado en materia de derechos políticos, nada se ha perdido. Ella ha
acumulado valor y prudencia, ha juntado pasión. Por eso ahora su participa-
ción en la vida cívica es singularmente decidida, sin un asomo de vacilación,
como si el ejercicio de la ciudadanía fuera en ella práctica antigua. Para algu-
nos puede resultar asombrosa su comprensión inmediata de los problemas
de la nacionalidad en sus diversos aspectos. La verdad es que la mujer los ha
comprendido siempre”.
A lo largo del artículo la cuestión del tiempo es central, y cómo ese tiempo
previo tiene sentido y valor a partir de un presente que los ilumina de otra ma-
nera: “En cuanto al Partido Peronista Femenino, su creación responde a la ne-
cesidad de aglutinar todos aquellos factores que hacen de la mujer un aporte

7 AAVV, Una nación recobrada, enfoques parciales de la Nueva Argentina, Presidencia de la Nación, Subsecreta-
ría de Informaciones, Buenos Aires, 1952.

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decisivo en la configuración de la sociedad futura. Cuanto más profunda sea
la cohesión de sus convicciones y propósitos, con mayor rapidez se recupera-
rá todo ese tiempo perdido en la larga inactividad, en la obligada indiferencia
política. De nada había valido la tradición histórica femenina, su actuación
entrañablemente humana y heroica en las luchas por la primera independen-
cia patria. Sólo el peronismo reparó todos los olvidos. Y ahora la mujer tiene
derechos y tiene partido”. El peronismo nuevamente como un antes y un des-
pués, como reparador no sólo de derechos, de materialidades sino también de
olvidos, de un tiempo histórico.

Este antes y después aparece muy claramente en algunas como símbolo de


que el peronismo en efecto fue una revolución. Celina Rodríguez, la legislado-
ra nacional por la provincia de Buenos Aires que citamos más arriba, dijo des-
de la Cámara de Diputados que gracias a la ley 13.010: “la libre y dulce esclava,
señora y ama de puertas para adentro, nunca de la puerta hacia la calle para
el goce pleno de los atributos superiores que incorporó al ser la civilización,
salía al fin de su deprimente cautiverio. El peronismo daba cabal prueba con
ello de sus poderosos contenidos; era una revolución de verdad, de fondo
substancial, de reparación, creación y avance”.8 Si el peronismo fue una revo-
lución, y las mujeres que citamos en este apartado parecen no dudar de ello,
lo fue también por la profunda transformación de la realidad de las mujeres de
nuestro país.

Para estas mujeres, y se trata de algo distintivo del peronismo en esos años,
participar de la política estaba lejos de ser un hecho meramente electoral.
Muy por el contrario, la invitación y porque no la demanda del peronismo era
a transformar los destinos de la patria. La incorporación de las mujeres al pe-
ronismo nace encarnando una disputa hacia el interior del movimiento, repre-
sentando sus ribetes más revolucionarios.

8 Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados por el proyecto de ley de amnistía para los infractores de la
ley de enrolamiento, 30 de septiembre de 1953. Disponible en https://bcn.gob.ar/otras-publicaciones/publica-
cion-parlamentarias

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Documento histórico

Suplemento nro. 2 de “Civismo Femenino”.


Diciembre, 1948.

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