Insistir en El Error - Julio Spota (Casus Belli)
Insistir en El Error - Julio Spota (Casus Belli)
Insistir en El Error - Julio Spota (Casus Belli)
Abstract: Argentina falls into dangerous initiatives when a set of rules of national-strategic
affairs, grounded in biased and electoral criteria are applied. Having in mind the present
critical situation, this paper intends to analyze the consequences brought by the derogation
of the legal frame built in 2018 by National Defense. With the aim of organizing these
topics, our remarks will be shown in theme points, self-contained but argumentatively
correlative. The idea of this expositive approach aims to consistently show: 1) the setting
of a strategic perspective, anchored in some statements incompatible with the
Law of National Defense (LDN) and with the state of affairs in the present international
context; 2) the misconception derived from the content of the held-aloft multi-lateral
support, its local normative translation and its political implications; and 3) the renewal
of a whole inconsistency between the enacted normative status and its derivations in
the sphere of military praxis. From then onwards, justifications of each of the mentioned
points will be exposed with the aim of pointing out the degree of theoretical fallacies
and practical inconveniencies of the present National Government (GN) in the field
of National Defense (DN). This paper finishes with some reflections around a set of
comprehensive considerations.
Breve introducción1
Como umbral de discusión conviene emplazar una nota inaugural de tinte aclarativo:
los instrumentos legales atinentes a DN argentina sancionados en 2018 y derogados
en 20202 en ningún lugar proponían el involucramiento de las FF. AA. en tareas de
Seguridad Interior (SI) por fuera de lo establecido en las normas vigentes. Tampoco
estipulaban que la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo representaran las princi-
pales misiones militares. El planteo real, en contraste con el ficticiamente denunciado
como “militarización de la seguridad”, consistía en subordinar y compaginar –en ese
orden– el tenor del decreto de reglamentación emitido por el Poder Ejecutivo Nacio-
nal (PEN) con el verdadero espíritu estratégico de la LDN. La actualización de 2018
buscaba sortear los escollos sembrados por el Decreto de reglamentación 727/20063
1 Varias de las ideas volcadas en el presente texto fueron anticipadas en un artículo de difusión previo
(SPOTA, 2020).
2 Dada la actualidad de la problemática bajo análisis, en gran medida el bagaje cognoscitivo recabado
para la elaboración del escrito radica en notas redactadas por especialistas y aparecidas en medios
masivos de comunicación. No obstante, la oportuna utilización de elementos bibliográficos afines
a los aparatos eruditos tradicionales, la apelación a opiniones vertidas en matutinos representa un
andamio fundamental del presente estudio.
3 Todas las normas enumeradas en el texto serán citadas en el segmento bibliográfico dentro de un
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 41
que, como veremos a lo largo del artículo, desnaturalizaba una parte sustantiva del
mandato de la LDN.
¿Cómo ocurría la perturbación aludida? A causa de dos motivos concatenados:
1) por fuerza del entendimiento sesgado de los antecedentes legislativos nacionales y
en materia de Derecho Internacional que obran en el caso, sumado a 2) el afincamien-
to en una perspectiva estratégico-nacional desajustada de las consecuencias estratégi-
co-sectoriales (Ministerio de Defensa) y estratégico-militares (FF. AA.) de la medida.
En resumen: en pleno respeto del sentido político de los “consensos básicos” labrados
en la recuperación de la Democracia y en completo abrazo del signo estratégico esta-
blecido por la LDN, la meta perseguida por el Decreto 683/2018 y su concomitante
Directiva Política de Defensa Nacional (DPDN, 2018) se cifraba en diagramar un en-
foque cónsono con las complejidades verificadas en el escenario geopolítico regional
y mundial. La iniciativa implicaba el abandono del concepto de una DN centrada de
manera exclusiva y excluyente en amenazas “extranjeras, estatales y militares” (Battaglino,
2020; Eissa, 2020; Garré, 2020), por juzgarlo restrictivo, irreal, anacrónico y, sobre
todo, incompatible con los dictados de la LDN.
La opción superadora configurada por las herramientas políticas ahora deroga-
das abogaba por la adopción de una concepción moderna y adaptativa, acorde con la
flexibilidad “praxeológica” (Aron, 1963) postulada por la LDN. Por ende, cabe señalar
que en 2018 Argentina formuló una política de DN confeccionada para proteger los
intereses vitales de la Nación contra cualquier agresión estatal o no estatal. Las condi-
ciones a cumplir para definir la agresión como asunto de DN implicaban que pro-
viniera del exterior del país y que, por su peligrosidad, la tarea de contrarrestarla rec-
lamase el empleo del Instrumento Militar de la Nación (IMN). Concluidas las sucintas
aclaraciones del caso, abordemos a continuación los tres ejes designados como verte-
bradores del trabajo.
5 Desde 2006 en la legislación nacional apareció el verbo “conjurar” como reemplazo lexical del más
apropiado “repeler”.
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 43
nuestra moderna concepción en Defensa Nacional, sino que sobresalió como quiebre
de una tendencia histórica con más de dos décadas a cuestas.
Lo estratégicamente revolucionario del acto legislativo de 1988 se vincula con la
modificación operada en el principio de determinación de enemistad. La LDN supuso
el abandono definitivo de la tipificación del “enemigo interno” infiltrado en el tejido
social como prioridad militar. Dicha consideración ocurría a consecuencia de la in-
stauración de la Doctrina de Seguridad Nacional como paradigma en DN desde tiem-
pos del presidente Juan Carlos Onganía. El perfil doméstico del actor contra el cual se
aprestaban y empleaban los medios de combate era correlativo con el establecimiento
de una frontera ideológica antes que geográfica en cuanto condición de determinación
de enemistad. La demarcación de marras distinguía puertas adentro del país entre un
“nosotros” a defender y un “otros” de quien defendernos. El resultado argentino
de la Doctrina de Seguridad Nacional entremezcló hasta la indistinción la labor militar
con la policial al interior de una planificación donde la segregación de misiones y fun-
ciones perdía toda especificidad. Deriva de indistinción institucional que terminó por
recalar en la configuración de la maquinaria operativa del “Proceso de Reorganización
Nacional”. Pero ello sucedía en el terreno de los hechos. Lejos de allí, en la cumbre de
su arquitectura conceptual, asomaba una elucubración concatenada de la cual pendía
todo el resto del edificio dictatorial. El componente tipificador del “enemigo inter-
no” donde el talante ideológico prevalecía sobre el político-internacional prin-
cipiaba en un enfoque donde lo militar tutelaba lo político, lo estatal subordinaba
lo social y lo represivo englobaba lo defensivo.
6 Brezezinsky define la geoestrategia como “la gestión estratégica de los intereses geopolíticos” (2019: 86).
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 47
La segunda aclaración revela que Puerto Belgrano resolvía un dilema que acuciaba la
cúspide del razonamiento estratégico argentino. Su lugar de asiento marca un punto
de armonización entre las estimaciones entonces ordenadoras de la política de defensa
nacional. Erigir allí el vértice operativo de la Armada se revelaba como una opción óptima
conforme lo dictaminado por las prospectivas bélicas. El sitio brinda una plataforma
ideal para un hipotético esfuerzo de proyección de poder militar al entorno inter-
nacional. ¿Cómo interactuaban los rasgos del lugar con las necesidades más vastas
en materia de Defensa? Lo hacían promediando geográficamente los elementos de la
agenda geopolítica argentina investidos con potencialidad polemológica.
Las convenientes características del lugar reportan la condición necesaria mas
no suficiente para justificar la elección del sitio. El colmado de las exigencias topográfi-
cas e hidrográficas locales debía empalmar con previsiones estratégicas de escala su-
damericana. La decisión de “dónde” construir la base presumía en primer lugar el
hallazgo de un enclave propicio como embarcadero que además se ubicase en coor-
denadas fijadas por los condicionamientos regionales sopesados como críticos para
la época. El componente –y tino– geoestratégico de la decisión consistió en haber
conseguido congregar en un mismo acto los requisitos exigidos al paisaje local (suelo,
costa y condiciones subacuáticas) con las demandas y percepciones geopolíticas de
aquel entonces.
Puerto Belgrano resolvía en una única moción un abanico de necesidades múl-
tiples, puesto que la dirigencia política acordó ubicar el apostadero de la flota de mar
en: a) un sitio aproximadamente equidistante de Rio de Janeiro y Santiago de Chile
(los centros neurálgicos de los potenciales enemigos); b) una posición que no pondría
en riesgo de bombardeo a la Capital Federal durante un teórico ataque brasileño o
chileno contra las principales instalaciones navales argentinas; y c) un puesto náutico
ubicado lo suficientemente cerca de la sede del Gobierno Nacional como para –en
caso de necesidad– proveerle protección inmediata.
Incrementando el espesor geoestratégico de la decisión, el emplazamiento abon-
aba la adopción de un doble posicionamiento ofensivo y defensivo. Siendo las men-
cionadas metrópolis extranjeras los respectivos núcleos políticos de los poderes
potencialmente hostiles, desde Puerto Belgrano resultaba viable desplegar los medios
militares tanto en dirección a las capitales sindicadas como hipotéticamente adversar-
ias, como para interceptar una fuerza enviada por uno o ambos eventuales enemigos.
En desconocimiento de cuál de los vecinos monopolizaría nuestra atención estratégica,
el sitio reportaba la alternativa más adecuada frente a cualquier eventualidad expedi-
cionaria o acción defensiva desarrollada contra o por alguno de los posibles contrin-
cantes. Y también, aunque indeseable a todas luces e improbable en igual medida, su
localización deparaba la mejor de las chances de cara a una tesitura bélica donde Brasil
y Chile formaran un frente común contra Argentina.
A más de un siglo del clima de opinión en materia de Seguridad Internacional
descrito a grandes rasgos en los párrafos anteriores, las fronteras interestatales no han
modificado su trazado y el elenco de Estados vecinos no varió en su composición. Pero
geopolíticamente todo ha cambiado. Respecto de Brasil, hace décadas fueron asfalta-
das las vías camineras que nos unen. El dato resulta por demás revelador, porque el
mantenimiento de la precariedad de las rutas remitía a la precaución estratégico-operacional
de dificultar el tránsito de blindados y tanques brasileños durante una conjetural in-
vasión. Como ulterior fruto positivo de la medida de concordia, el mejoramiento de
la infraestructura caminera redundó en la dinamización del intercambio comercial y
la estimulación a la colaboración productiva con nuestro principal socio económico.
Con Chile, tras varias décadas transcurridas luego del infausto episodio de
aprestamiento en 1978 y las desavenencias de 1982, la cercanía estratégica bilateral
alcanzó tal nivel de madurez que nuestras naciones incluso han formado una fuerza
de paz binacional conjunta y combinada bautizada “Cruz del Sur” (Bertotto, 2010). Los
hechos narrados hablan con elocuencia sobre la estabilidad internacional alcanzada en
el extremo meridional del Cono Sur y capturan en una instantánea la consolidación de
una convivencia interestatal pacífica entre naciones otrora suspicaces. Recapitulando,
para Argentina los Estados vecinos que ayer cifraban amenazas militares primarias
hoy no expresan peligro alguno. Algo que el Decreto 727/2006 invita a tomar con
pinzas ya que, por motivos obvios, las tiranteces interestatales que define como objeto
exclusivo y excluyente de la DN suelen darse entre vecinos. Asaz dif ícil sería para Ar-
gentina, cuya agenda estratégica expande sus intereses a escala subcontinental, tener
un choque militar con un actor estatal ubicado en la escala extrarregional.
Para sopesar el grado de animosidad implícita que el Decreto 727/2006 emite
a los Estados con los cuales compartimos frontera, basta tomar un café en confianza
con un militar uruguayo, paraguayo, brasileño, boliviano o chileno y consultar con
franqueza cómo interpretan la perspectiva estratégica argentina de “extranjero, estatal
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 49
8 http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/240000-244999/240966/norma.htm
50 Julio César Spota
Toda consideración articulada sobre DN argentina por definición debe expedirse re-
specto del capítulo más crítico de la política exterior nacional: la recuperación de las
islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. El tipo de relacionamiento de la
cartera con la cuestión de los territorios nacionales bajo ocupación extranjera adquirió
un definitivo carácter no beligerante a la luz de lo consagrado en la primera cláusula
transitoria de la Constitución nacional reformada en 1994. En el mencionado aparte
de la ley suprema de la República se establece que:
9 El tratamiento del particular amerita la mención de la reciente creación del Comando Conjunto Ma-
rítimo (2021). Conforme lo estipulado en la Resolución 244/2021 publicada en el Boletín Oficial, el
propósito del nuevo espacio institucional estriba en “conducir las operaciones de vigilancia y control
en los espacios marítimos y fluviales en forma permanente a fin de contribuir a la preservación de los
intereses vitales de la Nación Argentina”. La flamante organización concurre a robustecer el esfuerzo
nacional en DN dedicado a la jurisdicción y recoge el espíritu estratégico anticipado por la creación
del Comando Conjunto Aeroespacial (2014) y el Comando Conjunto de Fuerzas de Operaciones
Especiales (2018).
10 El Embajador argentino Mario Verón Guerra esclarece una acendrada confusión en los razonamien-
tos usuales sobre el Atlántico Sur. “Es habitual escuchar que la causa Malvinas es una política de
Estado porque consta en la Constitución Nacional. Error. La Constitución Nacional ordena a los
Gobiernos el trazado e implementación de una política de Estado en lo tocante a la causa Malvinas.
Lamentablemente la política ha fallado en sostener un curso de acción consensuado, coherente y
mancomunado por encima de las sucesivas gestiones presidenciales”.
52 Julio César Spota
en las campañas antárticas, sería una acción importante como parte de dicho
“polo logístico”. La soberanía sobre el Mar Argentino se reclama a partir de la
que el país ejerce sobre la Patagonia y más al norte, hasta la desembocadura
del Río de la Plata. Si Argentina perdiera el ejercicio de su soberanía efectiva
sobre la Patagonia, y en particular su costa, perdería el ejercicio efectivo de la
soberanía sobre este mar. (Fraga, 2020: 139)
Bretaña no utilizaremos las armas sino la ley, ¿hemos de concluir que nuestro país se
prepara para combatir guerras que piensa que no van a materializarse nunca, mien-
tras les sugiere a los países linderos que los consideramos amenazas primarias? ¿O el
panorama polemológico argentino comprende la totalidad del escenario mundial y
nuestro país se apronta a enviar una fuerza expedicionaria a combatir en algún punto
distante del globo o para contrarrestar una ofensiva proveniente de lares extrarregio-
nales?
Sería casi inverosímil asumir la primera postura. Pero descartando por absurdas
las siguientes, la posible devolución al encadenamiento de interrogantes arroja
ulteriores inquietudes. El razonamiento estratégico concomitante al contenido del
decreto 727/2006 conduce con inexorabilidad al sinsentido. El verdadero problema
de fondo, el trastorno primigenio desde el cual se originan todos los desajustes sub-
siguientes, se sitúa en la incompatibilidad existente entre el sentido de la reglamenta-
ción revitalizada y el espíritu estratégico insuflado por el Poder Legislativo a la LDN.
¿Dónde anida el desencuentro entre la ley y su reglamentación? En la condensación de
elementos correlativos que, con ánimo de síntesis provisoria, cabe describir apelando
a su consecuencia práctica. El Decreto 727/2006 empobrece hasta la indigencia con-
ceptual el verdadero contenido estratégico de la LDN.
La letra de la ley es tan clara que descarta cualquier tipo de ambigüedades: toda
agresión, que haya sido engendrada fuera de nuestras fronteras, sin distinción entre lo
estatal o no estatal, que en su despliegue amenace los intereses vitales enumerados en
la LDN (soberanía, independencia, integridad territorial, autodeterminación y vida y
libertad de los habitantes),11 y cuya tramitación exija la intervención del IMN, repre-
senta un problema de DN. Luego, la complejidad del mandato estratégico consiste en
prepararnos de manera eficaz (efectiva) y eficiente (económicamente sostenible), para
enfrentar el extenso abanico de potenciales agresiones estatales o no estatales de una
envergadura tal que el Estado nacional argentino se vea obligado a acudir a las FF. AA.
para repelerlas (Spota, 2018b).
Complicando aun más el ya de por sí brumoso panorama prospectivo (no hay
nada más diáfano que el porvenir), desconocemos quién podría abrigar la intención de
perpetrar un acto hostil contra nuestra Patria. Para despejar la pregunta por el mañana
debería trabajar con ahínco el Sistema de Inteligencia Nacional. Pero de forma eufemística
convengamos que la Inteligencia (ICIA) argentina padece desarreglos crónicos que
11 El reconocimiento legal de los cinco conceptos como “intereses vitales” fue establecido en el 2.º artí-
culo de la ley de reestructuración de las FF. AA.
54 Julio César Spota
impiden su correcto desempeño. No obstante lo cual, justo en este caso una opinión in-
ternacional generalizada subsana la miopía estatal sufrida por las deficiencias intrínse-
cas del Sistema de Inteligencia Nacional. Todas las evaluaciones políticas y prognosis
estratégicas disponibles están contestes en asumir que nuestros vecinos no nos ata-
carán y que siendo Argentina una potencia de alcance regional, dif ícilmente (segundo
eufemismo del párrafo, en esta ocasión utilizado para suavizar la expresión “es casi
imposible que”) suframos la agresión militar de un actor estatal extrarregional.
Despejado en primera instancia el horizonte de beligerancia potencial de los te-
mores interestatales, sin negar su posibilidad, pero valorándola en extremo remota,
¿quién resta como posible amenaza con atendibles probabilidades de ocurrencia? Tal
elenco lo componen por necesidad los actores no estatales con capacidades militares
en cuanto riesgo eventual. Obviedad que obliga a los actores estatales a compartir con
los no estatales la marquesina de la Seguridad Internacional que aquellos monopoli-
zaron hasta el fin de la guerra fría (Bartolomé, 2006). Sin necesariamente subsumir a
uno u otro a la condición de “de reparto”, un razonamiento prudencial les asignaría
una probabilidad de ocurrencia equivalente a las amenazas estatales y no estatales, o al
menos af ín. No se descartan aquellas, se las asemeja en chance a estas. Pero poniendo
en suspenso la determinación de una equiparación entre o de una predominancia de
las amenazas estatales sobre las no estatales (o viceversa), algo que no hace a los in-
tereses específicos del escrito, sí urge explicitar que ambos deberían revistar en el or-
den de las preocupaciones estratégico militares. ¿Cómo? En razón de las apreciaciones
estratégicas que deberían ser labradas por una ICIA que en Argentina no funciona, y
al abrigo del costado prospectivo de un andamiaje normativo que en nuestro país pa-
dece graves incoherencias estructurales desde 2006.
En la necesidad programática de priorizar sus objetivos, la estrategia debe eri-
gir un orden de prelación donde se jerarquice la multitud de tópicos situados bajo su
responsabilidad. El esquema de valoración ponderará el grado de vulnerabilidad que
aqueja a lo considerado como más valioso y, conforme lo indique la semblanza del
universo de intereses a salvaguardar, diseñará los cursos de acción conducentes a su
protección. Listar lo que demanda defensa a toda costa, incluso –o sobre todo– con
el empleo del IMN, recortará un agregado de bienes tangibles e intangibles a defender
con el concurso de “todas las Fuerzas de la Nación” (como indica el 2.º art. de la ley de
DN). El mantenimiento incólume de aquello que Argentina entiende como prioritario
supedita la disquisición sobre la identidad del actor hostil. En caso de sustanciarse una
amenaza contra algo clasificado como vital y cuya mitigación demande el empleo del
poder militar dado el volumen de la agresión, poco –o nada– importa la estatalidad
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 55
12 Que las mismas categorías consten como intereses vitales argentinos en el segundo párrafo del se-
gundo artículo de la LDN denota la importancia conferida a la ONU por parte del legislativo ar-
gentino de la época. Consonancia para nada inaudita ya que la gran mayoría de países miembros se
hicieron eco normativo, de una manera u otra, de tales principios.
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 57
La política de DN diseñada por los Gobiernos kirchneristas (en todas sus versiones
desde la época de la ministra de Defensa Nilda Garré hasta el día de hoy), alega –con
acierto– que la resolución de la ONU estableció el principio doctrinario sobre el cual
Argentina erigió los “consensos básicos de la Democracia”. Noción que en su versión
sinóptica finca en la idea de diferenciar la DN de la SI a través de un eje de incumben-
cias segregadas: exterioridad/Defensa Nacional//interioridad/Seguridad Interior. Por
lo tanto, la reglamentación 727/2006 concurriría a extraer las precisiones normativas
que la redacción de la ley pasó por alto en una omisión inintencional, toda vez que
las agresiones externas que señala la ley consistieran, conforme lo determinado por
la ONU, en agresiones externas, estatales y militares. Ahora bien, el razonamiento es
correcto hasta ese punto, aunque en el siguiente paso tropieza con un equívoco de
cuño casi pueril. La confusión estriba en la lectura incompleta del documento citado
como sustrato ético-jurídico de la LDN.
Quien no detenga sus ojos en el tercer artículo, sino que prosiga hasta el
siguiente, descubrirá una capa de plasticidad jurídica en la Resolución 3314. La cláu-
sula, redactada catorce años antes que la ley de DN, posibilitó la cuota de ductilidad
praxeológica conferida al segundo artículo de la LDN argentina (dosis de versatilidad
disuelta por el decreto 727/2006). El texto del 4.º art. de la Resolución 3314 le pro-
porciona al documento un elemento clave de adaptabilidad aplicativa. Maleabilidad
auspiciada por efecto de una precaución prospectiva orquestada bajo el manto de lo
prudencial: “La enumeración de los actos mencionados anteriormente no es ex-
haustiva y el Consejo de Seguridad podrá determinar qué otros actos constituyen
agresión, con arreglo a las disposiciones de la Carta”. La sapiencia de la Asam-
blea de la ONU condujo al cuerpo a confeccionar una declaración exhaustiva sobre la
perspectiva de la época, que en aquel entonces solo veía agresiones ocasionadas por
Estados nacionales, y, al propio tiempo, humilde en sus aspiraciones, por reconocer la
insensatez de dogmatizar sobre los formatos bélicos que traería consigo el porvenir.
La Asamblea de la ONU entendió en 1974 que “agresión” significa varias cosas
58 Julio César Spota
13 Por economía de espacio no nos detendremos a pormenorizar las relaciones trabadas entre la LDN
y la LIN. Para acceder a una exposición al respecto conviene revisar otra publicación (Spota, 2018).
14 Sancionada en 1990 pero promulgada en 1991.
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 61
Cuadro Nº 1
El resultado estratégico de lo estipulado por el PNAE aparece con tanta claridad que
resulta arduo explicar su completo desconocimiento por parte del decreto 727/2006:
es la magnitud de la amenaza y no su proveniencia la variable determinante en el
razonamiento estratégico argentino. La estimación de la magnitud de la amenaza
depara el criterio último con la que se estipulan los medios indispensables para con-
trarrestarla. La identidad de la amenaza reporta una variable de tercer orden –siendo
el segundo la proveniencia– y , por lo tanto, la pregunta por “quién” provoca la amena-
za se subsume de manera accesoria a la inserción del fenómeno en algún
cuadrante de los observados en el gráfico N.º1. Poco importa si un Estado extranjero
ataca Argentina con sus FF. AA. o si lo hace un actor no estatal con aptitudes militares.
Lo determinante al momento de sopesar el alcance de la respuesta argentina consiste
en distinguir si su peligrosidad amerita el empleo del IMN o si basta con el uso de las
policías y FF. SS.
No cabe duda que el PNAE fue construido sobre una estructura axiológica
democrática, republicana y constitucionalista. Pero en igual medida, el orden de
prelación de valores que le confirió entidad ponderó al pragmatismo como otra de las
columnas centrales del armado legal. El contrapunto entre proveniencia del desaf ío
y repartición del PEN encargada de tramitarlo funge como norte legal y organizati-
vo de un segmento considerable de los acontecimientos esperables. Pero en caso de
sustanciarse cualquier suceso incluido en el segmento restante, como podría ser un
62 Julio César Spota
ataque exterior por parte de un actor no estatal que requiera respuesta militar o una
tesitura interna cuya gravedad amerite la intervención de las FF.AA. (como ocurrió en
La Tablada), la gravedad prima sobre la espacialidad. Como resultado, se descubre que
la totalidad de los inconvenientes reciben tratamiento por vía de un principio rector
donde la magnitud del peligro predomina sobre su proveniencia.
Aunque la proveniencia extraterritorial pueda sugerir coincidencia con “amena-
za estatal”, los problemas nacidos por fuera de nuestras fronteras muestran un pre-
ponderante cariz no estatal. De hecho, omitiendo las periódicas rupturas de la ley
por parte de grupos delictivos que operan de manera transnacional y la situación de
ocupación extranjera de los territorios insulares (que la Constitución Nacional marca
como un conflicto a resolver de manera incruenta), no existen situaciones de origen
externo que pongan en entredicho las leyes argentinas y, según sea el caso, reciben
vigilancia, control y solución con los elementos a disposición de la repartición de Se-
guridad provincial o nacional. A menos, por supuesto, que incluyamos fenómenos
como la depredación de la riqueza ictícola argentina a manos de flotas extranjeras dig-
itadas por Estados con los cuales tenemos fluidas relaciones comerciales y diplomáti-
cas en torno a la soja (a buen entendedor, pocas palabras). Un punto de debate sobre
el cual volveremos en las consideraciones finales.
En síntesis, el verdadero espíritu de la LDN honra la ductilidad conceptual trazada
en la resolución de la ONU. La apertura al futuro y no la cerrazón al porvenir depara
la verdadera sustancia estratégica de la viga maestra de la política de Defensa argen-
tina, que el Decreto 727/2006 desconoce por completo al proyectar sobre el sistema
de defensa una lectura abreviada de un pronunciamiento multilateral rico en perspi-
cacia praxeológica. Lo que fuera elaborado en la ONU en 1974 con franca vocación
de adecuación ante un mañana siempre incierto y legislado en nuestro país en 1988
con fundamento interpartidario, proyección transgubernamental y tino estratégico,
vuelve a fenecer por anquilosamiento artificial en 2020 (como repetición del equívoco
de 2006) a los pies de un instrumento legal de menor jerarquía y, para peor, absoluta-
mente confundido sobre la verdadera naturaleza y dimensión del terreno sobre el que
aspira a afianzarse.
Como nota final de aparentes tintes irónicos, pero de verdadera coloratura trági-
ca, mientras el GN deroga los instrumentos elaborados por la gestión anterior con
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 63
ánimo de evitar la tan supuesta como imaginaria “militarización de la SI”, decidió enviar
cazadores de monte a impedir que las personas provenientes de Bolivia saturen las
instalaciones sanitarias salteñas (La Nación, 2020). Perplejidades político-estratégi-
cas de una Argentina devastada por la insensatez: mientras los subpresupuestados
componentes específicos del IMN (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) luchan por cum-
plir con la misión de alistar, adiestrar y sostener tropas y medios exclusivamente para
repeler agresiones extranjeras, estatales y militares, el Presidente de la Nación en su
calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas les ordena a aguerridas tropas
especializadas en hacer la guerra en entornos subtropicales que impidan la llegada de
ciudadanos extranjeros hasta los hospitales de una provincia de Argentina.
Ahora bien, recordemos que el contenido del Decreto 727/2006 establece que el
empleo del IMN queda reservado para circunstancias conflictivas con otros Estados,
un condicionamiento estratégico que da lugar a una singularidad táctica. Por un lado,
impedimos cualquier asomo de versatilidad que contemple la preparación del sistema
de defensa para enfrentar por igual a actores estatales y no estatales. Algo que la LDN
admite dado que no habla de la identidad de las agresiones a repeler sino de su origen
y magnitud, y sobre lo que el PNAE termina por decantarse a favor de la magnitud por
encima del origen. Por otro, el GN les ordena a algunos de los infantes más feroces que
entrena el Ejército que se ocupen de los migrantes de un país hermano. ¿O sea que he-
mos de pensar que nuestra actual apreciación estratégica tipifica como ejército regular
a los grupos más vulnerables de las poblaciones altiplánicas que cruzan la frontera por
pasos ilegales, en busca de ayuda médica en las instalaciones hospitalarias de una de
nuestras provincias?
Suprema paradoja. El despliegue de unidades de cazadores de monte para con-
tener civiles bolivianos desarmados tiene lugar mientras resurge como un mantra que
“el empleo de las FF. AA. queda reservado para conjurar agresiones provocadas por
actores extranjeros, estatales y militares”. Algo extraño debe de estar sucediendo en el
proceso de toma de decisión político-estratégica para conciliar opuestos irreductibles.
Sin duda, alguien aducirá que el envío de cazadores de monte abona el esfuerzo de
proveer apoyo logístico a las FF. SS., puesto que la pandemia amerita el uso sinérgico
de todos los recursos del Estado. Aserción rebatible ya que la aptitud principal de los
cazadores de monte dista de ser la logística: su capacidad prioritaria es la guerra en
ambientes de bosque denso característicos del norte argentino y, como toda tropa de
infantería ligera moderna, cuenta asimismo con la habilidad de reunir ICIA durante
las operaciones.
Dando por sentado que efectuar tareas de ICIA militar sobre los migrantes
64 Julio César Spota
tarea de conducir con acierto la fuerza de seguridad provincial, hace años recurren a
la GNA para llevar a cabo las tareas que le corresponderían a un cuerpo de policía que
jamás consiguieron guiar.
Entonces, ante la perpetuación de lo que sólo debería ser excepcional, el GN
se ve conminado a reemplazar a la GNA con unidades del Ejército Argentino, un en-
roque que contagia a escala nacional el desmanejo bonaerense de responsabilidades
subrogadas por instituciones creadas para otro fin. La GNA termina estando en lugar
de la Policía bonaerense y el Ejército pasa a ocupar el rol de policía de seguridad de
fronteras originario de la GNA. En tal deriva de interinatos se inscribe el envío de los
cazadores de monte a Salta para interpretar un papel no solo ilegal sino contrario a
toda razonabilidad en el uso de recursos humanos ultracapacitados. Inesperadamente
los “trasplantes” minan los cimientos sobre los que fueran levantados los “Consensos
Básicos”, cuando el soldado deviene gendarme puesto que el gendarme hubo de trans-
formarse en policía, dado que enormes sectores “sucios” de la policía provincial bo-
naerense forman parte de las razones detrás del colapso generalizado de la provincia
más grande de Argentina.
Con dosis equivalentes de error y porf ía, los exponentes de una mal entendida
ortodoxia normativa en DN son los mismos que concluyen por militarizar la seguri-
dad. ¿De qué manera? De una insólita. En apego a un dogmatismo plagado de con-
fusiones, el GN predica el divorcio de la DN respecto de la SI, mientras utiliza a los
militares como gendarmes y a los gendarmes como policías provinciales porque estos
no actúan como tales. Como corolario del desquiciado entramado de apelmazamiento
de misiones, funciones y doctrinas entre las esferas de Seguridad y Defensa, la política
de DN se precipita al abismo de la más completa insensatez, cuando el plano norma-
tivo que el GN resucita como lineamientos hiperrestrictivos de la DN se funde con la
praxis militar de estilo policial que la decisión termina por adoptar en el terreno.
A modo de conclusión
La noción de violencia social puede obtener vigor conceptual al ser estimada según
criterios asociados a la idea de Seguridad Ciudadana. Este concepto remite a un dis-
positivo de análisis cuantitativo que arroja una medición internacionalmente acepta-
da: cantidad de muertos por causas violentas cada 100 mil habitantes en un país deter-
minado. Venezuela en 2018 lideraba la tabla latinoamericana con 81,4 muertos cada
cien mil habitantes. El Salvador lo seguía a la zaga con una proporción de 51 muertes.
Jamaica, 47. Brasil y México poseen marcas que rondan los 25 muertos por cada 100
mil habitantes. Los Estados más seguros para vivir al sur del Río Grande son Chile (con
4,5 muertos/millón de hab.) y Argentina (5,2 muertos/millón de hab.). Uruguay, que
en el imaginario argentino simboliza una suerte de edén de bienestar y seguridad, para
2018 exhibió a una marca inesperada: 11,5, más del doble de Argentina.15
El crecimiento exponencial del crimen organizado, en particular de la narco-
criminalidad, señala las causas estructurales que originan una singularidad regional.
Latinoamérica carece de hipótesis de conflicto interestatales y las mediciones de
seguridad ciudadana muestran los peores guarismos del mundo. En otras palabras,
los Estados gozan de una salud encomiable mientras las sociedades se desangran por
mor de un tipo de violencia social inconcebible en su fragor. La imagen resultante
choca con la concepción estratégica argentina por causas distintas al pretendido “in-
tento neoliberal de militarizar la seguridad”. Retórica incendiaria concebida a caballo
de consignas alarmistas como “el ajuste no cierra sin represión” (Uranga, 2016).
En primer lugar, Argentina no requiere el empleo de las FF. AA. para el combate
contra el crimen organizado pues cuenta con instrumentos más adecuados para tal fin.
Las policías, FF. SS. y el sistema de ICIA deberían activarse en sentido compaginado
para mitigar las amenazas y garantizar el imperio de la ley. Solo en caso que las FF. SS.
se vieran superadas en su capacidad de fuego frente a, por ejemplo, un grupo narco
con aptitudes militares, el GN debería explorar la opción de instaurar el estado de sitio
con anuencia parlamentaria y desplegar unidades militares en modalidad de combate.
Exactamente eso ocurrió, ocurre y ocurrirá en la lucha de Brasil contra el Primer
Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermellho, aunque sin la necesidad de
recurrir a la declaración de estado de sitio.
https://es.insightcrime.org/noticias/analisis/balance-de-insight-crime-sobre-los-homici-
dios-en-2018/#:~:text=En%202018%2C%20el%20pa%C3%ADs%20registr%C3%B3,y%20
16%2C2%20en%202016.
68 Julio César Spota
Al igual que Argentina, que posee “fuerzas intermedias” para combatir los deli-
tos para los que las fuerzas provinciales no gozan de la necesaria capacidad ni cuentan
con la requerida competencia– por caer en el orden de lo federal– , Brasil dispone
de una alternativa legal “intermedia” inexistente en nuestro país: el estado de defen-
sa como etapa previa al estado de sitio.16 El marco legal del país más poderoso de
Sudamérica contempla un gradiente normativo que le facilita un arco de respuestas
donde combinar la seguridad y la defensa, conforme el deterioro de las condiciones
de orden público migren desde la cotidiana normalidad, hasta instancias que ameriten
la hipotética supresión transitoria de algunas garantías y libertades consagradas en su
Constitución Política.
La flexibilidad brasileña en el uso de las FF. AA. en situaciones domésticas des-
cansa en dos puntales: un andamiaje legislativo diferente del argentino y un repertorio
de amenazas interiores de mucha mayor gravedad. La identidad de los actores que
ponen en entredicho del Estado de derecho brasileño no comporta una diferencia ta-
jante con el mundo de la ilegalidad en Argentina. De hecho, la condición delictiva de
los actores no estatales que en ocasiones llega a poner en jaque la gobernabilidad bra-
sileña es casi idéntica al reparto argentino. Sin tratarse necesariamente de los mismos
grupos (aunque en el noreste argentino el PCC avanza a pasos cada vez más raudos)
la nómina muestra una naturaleza af ín: en una y otra latitud se trata de exponentes
del crimen organizado transnacional, pero con una diferencia abismal. El poder del
crimen organizado aquí es solo una partícula del que dichos actores poseen allá.
En el terreno de lo táctico y operacional, Argentina está en aptitud de ponerle
coto a la totalidad de la delincuencia local apelando a las herramientas institucionales
contempladas en las esferas de Seguridad e Inteligencia. Pero abundan los desaf íos
domésticos donde las FF. AA. resultan indispensables. Citemos solo dos: 1) el control
del Mar Argentino, campo de Agramante por antonomasia entre Prefectura Nacional
y la Armada Argentina; y 2) el control de los cielos, donde solo la Fuerza Aérea puede
y debe ejercer la vigilancia y el control. El debate sobre la milla 12 parte la mentalidad
estratégica nacional, y las posiciones encontradas parecen apalancar intereses
sectoriales antes que propender a la salvaguarda de los intereses nacionales.
La práctica duplicación de misiones y funciones entre el Área Naval Fluvial de
la Armada (que no tiene autoridad de policía) y la Prefectura Nacional (que sí la tiene,
pero insiste en ejercerla por fuera de las 12 millas náuticas) agrava el sinsentido de, por
ejemplo, enviar a Prefectura a la Antártida, previsto como responsabilidad primaria
17 https://www.argentina.gob.ar/armada/despliegue-naval/area-naval-austral
18 Según lo establecido en el inciso A del artº 4.º de la ley de SI, “En razón de su función de policía de
seguridad en la vigilancia de la frontera, en los casos en que la ley pertinente fije un ancho inferior
a CINCUENTA (50) kilómetros para el sector fronterizo fluvial, e inferior a CIEN (100) kilómetros
para el sector fronterizo terrestre, la jurisdicción territorial de Gendarmería Nacional abarcará res-
pectivamente, a lo largo de la frontera, una faja con las profundidades mencionadas precedentemente”.
70 Julio César Spota
Jaunarena muestra que el sistema de Defensa Nacional argentino del siglo XXI enfren-
ta el reto de conseguir eficacia y eficiencia en un despliegue multidimensional para dar
cuenta de una agenda poliédrica de amenazas. ¿Cómo? En aplicación de una lógica
interagencial interna y externa en cuanto tónica de pensamiento y acción individual de
la cartera de DN y de lo posibilitado por el PNAE. Clausuremos el texto glosando de
manera relacional cada una de las categorías planteadas, con ánimo de cerrar el círcu-
lo de razonamientos con elementos de andadura conceptual. La multidimensionalidad
denota el número de dominios en los cuales la Defensa Nacional posee responsabili-
dades: tierra, aire, agua, espacio exterior y ciberespacio. La concepción de amenazas
poliédricas tipifica en apretada síntesis el cúmulo de actores estatales y no estatales
con intenciones y/o capacidades para generar daño contra los intereses vitales de la
Nación enumerados en el segundo artículo de la LDN: soberanía, independencia, inte-
gridad territorial, capacidad de autodeterminación y vida y libertad de los habitantes,
a responsabilidad de la Defensa Nacional (Spota, 2019).
La peculiaridad del firmamento estratégico del siglo XXI renueva la sagacidad de
una frase oriunda del Acto I, escena 5 de Hamlet, la inmortal tragedia de Shakespeare.
Cuando Hamlet observa que “hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que
tu filosof ía sueña”, amonesta a su interlocutor por la soberbia de suponer exhaustivo
su conocimiento sobre lo humano. En la mentalidad imperante en la política de DN
Insistir en el error.
Desaciertos estratégicos en la Política de Defensa Nacional Argentina 71
actual ocurre algo parecido: Argentina asume que enfrentará un determinado tipo de
desaf íos, pero no otros. Como si nuestra mirada agotara las posibilidades de animad-
versión engendradas desde el entorno internacional. Es una vez más Lourdes Puente
Olivera quien desgranó el problema del empecinamiento nacional de creer que a nivel
estratégico-nacional se pueden elegir los problemas a solucionar y que las nomencla-
turas valen más que las realidades:
Por último, lo denominado como lógica interagencial interna y externa aspira a con-
ceptualizar el imperativo de acción sistémico como mandato estratégico dentro de y
entre las diferentes reparticiones del Estado. En lo concerniente a la Defensa Nacio-
nal, la condición interna o externa de la racionalidad interagencial discrimina a nivel
teórico dos tipos de interrelaciones. La interagencialidad interna menta un género de
articulación que cualitativamente superador de la idea de “acción militar conjunta”.
Promover una praxis sectorial conforme la interagencialidad interna implica mucho
más que la gestación, de por sí ardua, de acciones donde confluyan dos o más compo-
nentes específicos del IMN. La expectativa radica en congregar al unísono los ámbitos
políticos y militares como variables integradas dentro de un esmero optimizador. La
articulación interagencial interna de las aptitudes contenidas en los elementos sin-
gulares potenciará el efecto del conjunto hasta niveles que sobrepasan con creces la
simple suma de los aportes particulares.
La versión externa de la interagencialidad propone la instauración de una racio-
nalidad “sinérgica” (Luttwak, 2009: 410) análoga a la antes mencionada. La diferencia
estriba en su escala de aplicación. En lugar de plantearla como combinación inteli-
gente de los componentes de una única cartera, en este caso postula la implantación
de la misma dinamización en registro interministerial e incluso interjurisdiccional.
La articulación de los elementos constitutivos del sistema de Defensa con el resto de
los factores de poder que dan forma al estado nacional, los estados provinciales y los
72 Julio César Spota
poderes locales, ocurre en el afán de contrarrestar las acciones aviesas provocadas por
amenazas poliédricas a nivel multidimensional contra nuestros intereses vitales; algo
que los instrumentos legales hoy derogados auspiciaban y que el regreso del Decreto
727/2006 dificulta hasta lo impracticable.
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