Historias Del Hechos de Los Apóstoles para Niños

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 25

La llegada del Espíritu Santo

Después de que Jesús regresara al cielo, los discípulos se quedaron en


Jerusalén, tal como Jesús les había mandado que hicieran. Mientras los
creyentes estaban todos juntos, de repente la casa donde estaban se llenó
de un sonido parecido a un fuerte viento. Entonces, algo semejante a
llamas de fuego aparecieron sobre las cabezas de todos los creyentes.
Fueron llenos del Espíritu Santo y ellos empezaron a hablar en otras
lenguas.

Por aquellos días se celebraba en las calles de Jerusalén una importante


fiesta religiosa, para la que habían venido visitantes de muchos otros
países. Con gran valor, los discípulos dieron testimonio ante toda aquella
gente de las maravillosas nuevas del Amor de Dios manifestado en Jesús.
En consecuencia, 3.000 personas recibieron la salvación.
Pedro y Juan sanan a un mendigo

Un día Pedro y Juan iban al Templo. Cuando estaban llegando a la puerta


del Templo, vieron a un hombre lisiado que estaba pidiendo dinero. Pedro
miró al cojo y dijo: “No tengo dinero que darte. Pero te daré lo que tengo.
¡En el nombre de Jesús, levántate y anda!”

Inmediatamente, Dios sanó al cojo, y él empezó a andar y saltar, y a alabar


a Dios. La gente que estaba en el patio del Templo se quedó asombrada. Se
congregaron numerosos curiosos y Pedro predicó a Jesús. A consecuencia
de ello, 5.000 personas se convirtieron aquel día.
Los apóstoles enfrentan oposición

El sumo sacerdote y sus funcionarios se llenaron de envidia. Arrestaron a los


apóstoles y los metieron en la cárcel pública; pero un ángel del Señor llegó de
noche, abrió las puertas de la cárcel y los sacó. Luego les dijo: «¡Vayan al
templo y denle a la gente este mensaje de vida!». Así que, al amanecer, los
apóstoles entraron en el templo como se les había dicho, y comenzaron a
enseñar de inmediato.

Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus funcionarios, convocaron al Concilio


Supremo. Luego mandaron a sacar a los apóstoles de la cárcel para llevarlos a
juicio; pero cuando los guardias del templo llegaron a la cárcel, los hombres ya
no estaban. Entonces regresaron al Concilio y dieron el siguiente informe: «La
cárcel estaba bien cerrada, los guardias estaban afuera en sus puestos, pero
cuando abrimos las puertas, ¡no había nadie!». Entonces alguien llegó con
noticias sorprendentes: «¡Los hombres que ustedes metieron en la cárcel
están en el templo enseñando a la gente!».
Esteban predica a la gente

Uno de los líderes en la primera Iglesia fue un hombre llamado Esteban.


Tenía muy buena reputación y estaba lleno del Espíritu Santo y de
sabiduría. Esteban hizo muchos milagros y razonaba con persuasión
diciendo a la gente que debía creer en Jesús.

Un día, cuando Esteban estaba enseñando sobre Jesús, algunos judíos


que no creían en Jesús empezaron a discutir con Esteban. Se enfadaron
mucho y mintieron sobre Esteban a los líderes religiosos.
Arresto de
Esteban

Los líderes
religiosos
arrestaron a
Esteban y le
mandaron
ante el sumo
sacerdote y
otros líderes
de los judíos,
donde más
falsos
testigos
mintieron
sobre
Esteban.

El sumo sacerdote preguntó a Esteban “¿Son verdad todas estas cosas?!”


Esteban les contestó recordándoles muchas de las grandes cosas que Dios
había hecho desde los tiempos de Abraham hasta el tiempo de Jesús, y cómo
el pueblo de Dios le habñia desobedecido continuamente. Entonces dijo:
“Vosotros, gente obstinada y rebelde siempre rechazáis al Espíritu Santo,
igual que vuestros antepasados rechazaron a Dios y mataron a sus profetas.
¡Pero vosotros hicísteis algo aun peor que lo que ellos hicieron!. ¡Matastéis al
Mesías!”.

Cuando los líderes religiosos oyeron esto, se enfadaron tanto que arrastraron
a Esteban a las afueras de la ciudad y le arrojaron piedras para matarle.
Mientras Esteban moría gritó: “Jesús, recibe mi espíritu.” Cayendo sobre sus
rodillas, volvió a gritar: “Maestro, no tengas en cuenta este pecado contra
ellos.” Entonces murió.
Felipe, el evangelista

Felipe fue uno de los siete diáconos elegidos por los apóstoles para
atender a los cristianos de la iglesia primitiva. En una ocasión, mientras
Felipe estaba en Samaria hablando a las personas acerca de Jesús, lo visitó
un ángel que le dijo que tomara el camino que iba de Jerusalén a Gaza.
En el camino, Felipe vio a un hombre sentado en su carruaje leyendo. El
hombre era el tesorero de Candace, reina de Etiopía, y regresaba a casa
después de haber ido a Jerusalén a adorar a Dios. Al acercarse Felipe al
carro, se dio cuenta que el hombre estaba leyendo el capítulo 53 de Isaías,
donde hay una profecía sobre Jesús. Felipe le preguntó al hombre:
—¿Entiendes lo que estás leyendo?
—No, no lo entiendo —respondió el hombre—. ¿Me lo podrías explicar?
Felipe se sentó a su lado y le contó sobre Jesús y el gran regalo que Dios
había dado al mundo entero. Luego, el etíope pidió que lo bautizara. Tras
ser bautizado, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe de repente, y el etíope
«siguió muy feliz su camino».
Pablo se hace cristiano

Pablo no creía en Jesús y por lo tanto perseguía a los creyentes. El iba de


casa en casa en Jerusalén, para arrestar tanto a hombres como a mujeres y
llevarles a prisión.
Mientras Pablo iba por el camino hacia Damasco, una gran luz del cielo
brilló a su alrededor, y él cayó al suelo. Pablo oyó a alguien decir: “¡Pablo!
¡Pablo! Yo soy Jesús. Tú me estás persiguiendo.” Cuando Pablo se levantó, no
podía ver. Sus amigos tuvieron que llevarle a Damasco.
Había un discípulo en Damasco llamado Ananías. Dios le dijo: “Ve a la casa
donde esté alojado Pablo. Pon tus manos sobre él y volverá a ver“. Así que
Ananías fue a Pablo, puso sus manos sobre él y dijo: “Jesús, que se te apareció
en tu camino hacia aquí, me ha enviado a tí para que puedas recuperar la
vista y ser lleno del Espíritu Santo”. Inmediatamente Pablo fue capaz de ver
otra vez.
Pablo escapa de los judíos

Enseguida, Pablo empezó a predicar a los judíos en Damasco, diciendo:


“¡Jesús es el Hijo de Dios!” Los judíos se asombraron de que el hombre que
había intentado destruir a los creyentes ¡ahora creía en Jesús!

Después de muchos días, los judíos planearon matar a Pablo. Enviaron a


gente para seguirle a las puertas de la ciudad y matarle. Pero Pablo oyó el
plan, y sus amigos le ayudaron a escapar. Una noche le bajaron de los
muros de la ciudad en una cesta. Después de que Pablo huyera de
Damasco, continuó predicando sobre Jesús.
Pedro resucita a
Dorcas

Había una creyente


en Jope que se
llamaba Dorcas. Ella
siempre hacía
buenas acciones a
los demás y
ayudaba a los
pobres. En esos
días, se enfermó y
murió. Los
creyentes habían
oído que Pedro
estaba cerca, en
Lida, entonces
mandaron a dos
hombres a
suplicarle: «Por
favor, ¡ven tan
pronto como
puedas!».

Así que Pedro


regresó con ellos y,
tan pronto como
llegó, lo llevaron al
cuarto de la planta alta. Pedro les pidió a todos que salieran del cuarto; luego
se arrodilló y oró. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «¡Dorcas, levántate!». ¡Y
ella abrió los ojos!

Cuando vio a Pedro, ¡se sentó! Él le dio la mano y la ayudó a levantarse.


Después llamó a las viudas y a todos los creyentes, y la presentó viva.
Pedro y Cornelio

En Cesarea vivía un centurión llamado Cornelio. Cornelio y su


familia creían en Dios, oraban con frecuencia y ayudaban a los pobres. Un
día, él tuvo una visión de un ángel que le dijo: «¡Dios ha recibido tus
oraciones y tus donativos a los pobres como una ofrenda! Ahora envía a
algunos hombres a Jope y manda llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
Él te dirá lo que debes hacer.» De inmediato, Cornelio envió hombres para
hallar a Simón Pedro.

Mientras, Pedro estaba en una azotea orando. De pronto sintió


mucha hambre, pero tuvo una visión de una sábana que bajaba a la
tierra. En la sábana había toda clase de animales, aves y reptiles. Pedro
escuchó una voz que le decía: «Pedro, come». Y Pedro dijo: «No puedo, pues
estos son considerados impuros según las leyes». Pero la voz le dijo: «No
llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio».
Pronto llegaron
los hombres
que Cornelio
había enviado,
y le dijeron a
Pedro que los
acompañara.
Pedro ya sabía,
por medio de la
visión que Dios
le había dado,
que debía ir
con esos
hombres a la
casa de
Cornelio, y que
debía hablarle a
él y a sus
amigos y
familiares de
Jesús.

Hasta cierto
punto, los
discípulos se
habían dirigido
solamente a
los judíos, pero
ahora irían a
cualquiera que
quisiera saber
sobre Jesús,
incluyendo a un
centurión
romano.
Un ángel libra de la cárcel a Pedro

Herodes metió a Pedro en la cárcel, donde estaba vigilado por cuatro


grupos de soldados. Pensaba presentarlo ante el pueblo después de la
Pascua.
La misma noche anterior al día en que Herodes lo iba a presentar ante el
pueblo, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos
cadenas, mientras otros soldados estaban en la puerta vigilando la cárcel. De
pronto se presentó un ángel del Señor. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo
despertó, y le dijo: «¡Levántate en seguida!» Al instante, las cadenas cayeron
de las manos de Pedro, y el ángel le dijo: «Ponte tu capa y sígueme.»
Pedro salió tras el ángel. Pasaron la primera guardia, luego la segunda, y
cuando llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, la puerta se abrió
por sí sola. Salieron, y después de haber caminado una calle, el ángel lo dejó
solo.
Pedro fue a la casa
de María, la madre
de Juan Marcos,
donde muchos se
habían reunido
para orar. Tocó a la
puerta de entrada,
y una sirvienta
llamada Rode fue a
abrir. Cuando ella
reconoció la voz de
Pedro, se alegró
tanto que, en lugar
de abrir la puerta,
corrió hacia
adentro y les dijo a
todos:

—¡Pedro está a la
puerta!

—¡Estás loca!—le
dijeron.

Como ella insistía,


llegaron a la
conclusión: «Debe
ser su ángel».

Mientras tanto,
Pedro seguía tocando. Cuando por fin abrieron la puerta y lo vieron,
quedaron asombrados. Él les hizo señas para que se callaran y les contó
cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. «Díganles a Santiago y a los
demás hermanos lo que pasó», dijo. Y después se fue a otro lugar.
Pablo y Bernabé en Chipre

El gobernador de Chipre mandó llamar a Bernabé y a Pablo, porque quería


oír el mensaje de Dios. Pero un brujo llamado Elimas se les opuso, tratando
de impedir que el gobernador creyera. Pablo lo miró fijamente y le dijo: —
¡Mentiroso, malvado, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno! Ahora el
Señor te va a castigar: vas a quedarte ciego, y por algún tiempo no podrás
ver la luz del sol.

Inmediatamente Elimas quedó en total oscuridad, y buscaba que alguien lo


llevara de la mano porque estaba ciego. Al ver esto, el gobernador creyó.
Un llamado
de
Macedonia

Pablo y Silas
viajaron por
la región de
Frigia y
Galacia.
Luego,
siguieron su
viaje por
Misia hasta
el puerto de
Troas.

Esa noche
Pablo tuvo
una visión.
Puesto de
pie, un
hombre de
Macedonia—
al norte de
Grecia—le
rogaba:
«¡Ven aquí a
Macedonia y
ayúdanos!».
Entonces
decidieron salir de inmediato hacia Macedonia, después de haber llegado a
la conclusión de que Dios los llamaban a predicar la Buena Noticia allí.
Pablo y Silas en Filipo

Al liberar Pablo a una adivina del demonio que la poseía, los iracundos amos
de la mujer azuzaron a una turba en contra de los maestros cristianos, los
llevaron ante las autoridades de la ciudad y presentaron falsos cargos contra
ellos. Los funcionarios mandaron que los despojaran de sus ropas, los
golpearan y luego los encadenaran y echaran en la cárcel, desestimando sus
derechos como ciudadanos romanos. Esa noche hubo un gran terremoto. La
cárcel se sacudió con tal violencia que las paredes se derrumbaron y las
puertas se abrieron.

Sin embargo, después que Pablo y Silas le salvaron la vida al carcelero al no


huir del lugar, este los llevó a su casa, les dio de comer, curó sus heridas y
escuchó lo que le dijeron. Esa misma noche, él y toda su familia abrazaron la
fe en Jesús. A la mañana siguiente Pablo y Silas fueron puestos en libertad,
con las disculpas del tribunal.
Visita de Pablo a Troas

Pablo estuvo hablando a los creyentes y como tenía que salir al día
siguiente, prolongó su discurso hasta la medianoche. Un joven que se
llamaba Eutico estaba sentado en la ventana. Como Pablo habló por
largo tiempo, le entró sueño al muchacho, que al fin, profundamente
dormido, cayó desde el tercer piso; y lo levantaron muerto. Entonces
Pablo bajó, se tendió sobre el muchacho y lo abrazó. Y dijo a los
hermanos: —No se asusten; está vivo. Entonces los miembros de la
iglesia llevaron a Eutico sano y salvo a su casa, y eso los animó mucho.
El sobrino de Pablo

Un día, cuando visitaba el templo en Jerusalén, un grupo de hombres


enojados rodeó a Pablo y lo arrastró fuera del templo. Lo hubieran matado,
pero las autoridades romanas intervinieron.
Mientras Pablo estaba encarcelado en Jerusalén, los líderes religiosos
estaban tan enojados con él que deseaban matarlo. Se reunieron más de
cuarenta hombres y juraron no comer ni beber nada hasta matar a Pablo.
Diseñaron un plan para engañar al tribuno (comandante romano) para que
sacara a Pablo de la prisión y lo llevara al concilio judío, y así matarlo en el
camino.
Pero el sobrino de Pablo escuchó los planes y fue inmediatamente a ver
a Pablo para contarle el complot. Pablo entonces envió a su sobrino a ver al
tribuno que creyó las palabras del muchacho. El tribuno mandó preparar
una gran escolta de doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos
lanceros para trasladar a Pablo a Cesarea.
Pablo se presenta ante el rey Agripa

En Cesarea, Pablo tomó ventaja para hablarles a muchos sobre Jesús,


incluido Festos, el gobernador romano, y el rey Agripa. Al examinar a
Pablo, tanto Festo como el rey Agripa lo hallaron inocente de las
acusaciones. Sin embargo, debido a que Pablo había apelado ante César,
fue enviado a Roma para ser juzgado en la corte del César.
El Naufragio

Una de las aventuras más grandes de Pablo sucedió cuando estaba en un


barco. El había sido arrestado de nuevo y ahora tenía que aparecer delante
del emperador en Roma.

El barco estaba tan azotado por una tempestad que el capitán ordenó a
todos a aliviar la carga. Ataron al barco con sogas con la esperanza de que
impediría que se rompiese. Algunos días después, el barco fue llevado cerca
de la isla de Malta. Se estrelló contra las piedras y se rompió, pero todos
llegaron a la playa sanos y salvos.
Pablo en la isla de Malta

Los habitantes de la isla encendieron un fuego porque estaba lloviendo y


hacía mucho frío. Pablo había recogido leña y la estaba echando al fuego
cuando de repente, una serpiente salió huyendo del fuego y le mordió la
mano a Pablo. Cuando los que vivían en la isla vieron a la serpiente colgada
de la mano de Pablo, dijeron: «Este hombre debe ser un asesino porque,
aunque se salvó de morir ahogado en el mar, la diosa de la justicia no lo
deja vivir. »

Pero Pablo arrojó la serpiente al fuego. Todos esperaban que Pablo se


hinchara, o que cayera muerto en cualquier momento, pero se cansaron de
esperar, porque a Pablo no le pasó nada. Luego los enfermos de la isla
fueron a buscar a Pablo para que los sanara, y Pablo los sanó.
Pablo llega a Roma

Al llegar a la ciudad, las autoridades permitieron que Pablo viviera aparte y


no en la cárcel. Sólo dejaron a un soldado para que lo vigilara.

Pablo se quedó a vivir dos años en la casa que había alquilado, y allí recibía
a todas las personas que querían visitarlo. Nunca tuvo miedo de hablar del
reino de Dios, ni de enseñar acerca de Jesús, ni nadie se atrevió a
impedírselo.

Pablo también escribió muchas cartas para animar y enseñar a los creyentes.
Algunas de esas cartas llegaron a ser libros de Biblia.
Timoteo

Loida y Eunice, la abuela y la madre de Timoteo, lo instruyeron desde


pequeño en el conocimiento de las Escrituras. Cuando Timoteo era todavía
un hombre joven llegó a ser uno de los dirigentes de la incipiente iglesia
cristiana. Fue sin duda uno de los más fieles colaboradores del Apóstol
Pablo, tanto en sus viajes misioneros en los que formó parte del equipo
misional paulino, como también en calidad de portador de sus epístolas.

www.freekidstories.org
Art by Didier Martin. Adapted and used by permission. Text from the Bible and Bible-based sources.
www.freekidstories.org
Art by Didier Martin; text adapted from Didier Martin. Used by permission.

También podría gustarte