Martínez Guijón

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TEXTOS CASTELLANOS DE LA BAJA EDAD MEDIA SOBRE

LOS EFECTOS TEMPORALES DE LAS LEYES

JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN


Universidad de Sevilla

SUMARIO
1. Planteamiento: los interrogantes sobre el tema.
2. La respuesta del Fuero Real: selección de textos romanos que consagran el principio de la
irrectroactividad de las leyes. Fuero Real, proemio y Código Teodosiano 1, 1, 3; Fuero Real
4, 5, 1, y Digesto 48, 19, 1.
3. La respuesta de las Partidas 3, 14, 15, frente a la tradición romana y visigoda: el grado de
perfección de los actos jurídicos y la aplicación de una nueva ley; la renuncia al decisionismo
del legislador.
4. La aplicación de los principios a los casos: Leyes Nuevas, XVI, y Leyes del Estilo CC. La
retroactividad o irretroactividad de las normas en función de una determinada política legislati-
va. La discrecionalidad del legislador al valorar la perfección de los actos jurídicos.
5. El sistema del Ordenamiento de Alcalá de Henares. La carta de Pedro I, de 1351, sobre su
observancia y la formal recepción de las soluciones de la Constitución Tanta y del Liber
iudiciorum 2, 1, 14. Leyes nominatim retroactivas en el dispositivo del Ordenamiento.
Bibliografía

1. ¿Las leyes afectan a los actos y a los hechos anteriores a su promulgación


(efecto retroactivo), o sólo a los que se produzcan a partir de la entrada en vigor
de la norma (efecto ixretroactivo)? ¿Qué ley se aplica a esos actos y hechos
cuando no han agotado la producción de sus efectos, y una nueva y distinta nor-
ma es promulgada? ¿Han de adaptarlos en este caso a la nueva y diferente ley
los propios sujetos del acto? ¿Qué norma ha de aplicar el juez cuando se plantea
un litigio sobre un acto jurídico pasado, si a la hora de sentenciar rige otra
distinta a la que estaba vigente en el tiempo que fue realizado?
Las respuestas históricas se buscan en los textos jurídicos de la Baja Edad
Media, cuando el derecho castellano empieza a desarrollarse por medio de una
legislación de alcance territorial, que lentamente se va imponiendo. Entendiéndose
por ley "leyenda en que yace enseñamiento e castigo, que liga e apremia la vida del
home que non faga mal, e que muestra e enseña las cosas que el home debe facer
e usar" (Partidas 1,1,4), el sistema obligaba a pronunciarse sobre la vigencia de sus
contenidos tanto en el tiempo como en el espacio. Tratándose además de un derecho
que en el momento del que partimos, se modela, en múltiples aspectos, sobre el
romano y el canónico, sin olvido del visigodo, y sobre la ciencia jurídica que glosa
y comenta los dos primeros, las respuestas de estos dos ordenamientos no castellanos

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habrán de ser referenciales del de Castilla, que resultará así valorado mediante esta
precisa comparación.

2. En el Fuero Real encontramos las primeras manifestaciones sobre el tema:

Proemio: "... e pidiéndonos mercet que les emendásemos los sus usos
que fallásemos que eran sin derecho e que les diéssemos fuero por que
uisquiessen derechamient daquí adelant...".
4,5,1: "Todo omne que alguna cosa fiziere porque deua auer pena en
su cuerpo, reciba la pena que deue auer en el tiempo que fizo la culpa e
non en el tiempo que es dada la sentencia; et por ende mandamos que si
alguno era sieruo en el tiempo que fizo el mal, maguer que en el tiempo
de la sentencia sea aforrado, a tal pena haya como manda la ley dar al
sieruo e non como a libre. Otrossí mandamos que si en el tiempo de la
pena era libre e en el tiempo de la sentencia era sieruo, que haya la pena
de como libre".

El primer texto enuncia el principio general que rige los efectos de las leyes
en el tiempo. "Por que uisquiessen derechamient daquí adelant", es una fórmula
genérica que consagra la irretroactividad de las leyes. El texto castellano, que en
este punto no ha merecido la atención de su glosador Alonso Díaz de Montalvo,
es una manifestación vulgarizada de dicho principio, al parecer formulado por
vez primera por Teodosio I en el ario 393, cuando las constituciones imperiales
no sólo interpretan el derecho existente sino que también crean el nuevo que se
necesita: "Omnia constituta non praeteritis calumniam faciunt, sed futuris regu-
lam ponunt" (C. Th. 1,1,3). Años más tarde, Teodosio II y Valentiniano III, en
el ario 440, recogerán de nuevo el principio, pero reservándose el legislador
ahora la posibilidad opuesta, la de promulgar constituciones con efectos retroacti-
vos: "Leges et constitutiones futuris certum est dare forman negotiis, non ad
facta praeterita revocan, nisi nominatin et de praeterito tempore et adhuc penden-
tibus negotiis, cautum sir (C.1,14,7). Siendo principio el efecto irretroactivo de
las leyes nuevas, la retroactividad aparece como excepción, que exige cumplir
los requisitos que la propia constitución establece. Formalmente la retroactividad
precisa de cláusula expresa que la establezca. Sustancialmente sólo puede incidir
sobre actos jurídicos anteriores pendientes de conclusión, frente a los "iudicata,
transacta finitave", sin necesidad, pues, de que lo hayan sido por la vía procesal,
como se desprende de la última expresión utilizada (D. 50,16,229 y 230).
Presentados así los dos textos jurídicos romanos, podría pensarse que en el
transcurso del ario 393 al 440, el poder legislativo imperial aumenta, sobre la
base de una declaración normativa que legaliza la posibilidad de otorgar, con
ciertos requisitos, efectos retroactivos a las nuevas leyes. De esta forma se habría
introducido una mayor inseguridad jurídica.
No cabe tal conclusión, puesto que en el propio Código Teodosiano en el
que se ha recogido la Constitución del 393, aparecen normas posteriores, tanto

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Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

sobre cuestiones penales, como privadas o de adminstración, de carácter singular


desde luego, con cláusula de retroactividad expresa, lo que significa que el texto
del año 393 enuncia la regla general pero que la práctica legislativa imperial
imponía excepciones a la misma.
He aquí algunos ejemplos:

10, 8, 4. De bonis vacantibus.- "... ut constitutio et de praeterito et deinceps


habeat firmitatem" (a. 346).

9, 17, 2. De sepulchri violati.- "...Factum solitum sanguinae vindican i mul-


tae inflictione corregimus atque ita suplicium statuimus in futurum, ut nec
ille absit a poena, que ante commisit..." (a. 349).

12, 1, 179. De decurionibus.- "Quod non solum in futuris, sed etiam de


praeteritis observandum esse censemus" (a.415).

Sobre estas bases -la regla y los casos singulares- la constitución del año 440
permitía una distinta valoración, con ejemplos claros en el Código Justiniano. Desta-
ca su pragmatismo, puesto que recoge la regla general, la práctica de las excepcio-
nes, y lo que hay que subrayar, y es por lo que cabe una distinta valoración de la
misma, se autoimpone límites para excepcionar la regla general. Sin esta precisa
argumentación, pero con indicación de que tales limites ya se hallaban en el se.
Orfitianum, D. 50, 16, 229 y 230, Tommaso Marky pudo concluir, y con acierto, lo
siguiente, comparando los efectos de los dos textos que se manejan y la práctica
legislativa:

"A guardare il gruppo delle leggi retroattive si vede a prima vista che mentre nel
Codice Teodosiano la rempattivitá é espressa con semplice riferimento al passato, in
quello Giustiniano c' é messo sempre un limite preciso e definito alla retroattivitá
cioé che questa non coinvolga i casi esauriti in via giudiziaria o extragiudiziaria",
(la cita en pág. 270).
Véanse algunos ejemplos:

C.J. 1, 2, 22, 1. De sacrosantis eclesiis.- "Quae oportet non solum in casibus,


quos futurum tempus creaverit, sed etiam in adhuc pendentibus et iudiciali
termine vel amicali compositione necdum sopitis obtinere" (a. 529).

1, 17, 2, 23. De veteni iure enucleando etc.- "Leges autem nostras, quae in
his codicibus id est institutionum seu elementorum et digestorum vel pan-
dectarum posuimus, suum obtinere robur ex tertio nostro felicissimo sanci-
mus consulatu... in omne aevum valituras et una cum nostri constitutionibus
pollentes et suum vigoren iu iudiciis ostendentes in omnibus causis, sive
quae postea emerserint sive in iudicio adhuc pendent, nec eas iudicialis vel
amicalis forma compescuit. Quae enim iam vel iudiciali sententia finita sunt
vel amicali pacto sopita, haec resuscitari nullo volumus modo" (a. 533).

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4, 29, 21. Ad se. Velleianum.- "Ad praeteritos nihilominus contractus pro


negotiis et controversiis necdum transactionibus vel definitivis sententiis seu
alio legitimo modo sopitis locum habituris" (a.517).

El comentario medieval, teniendo en cuenta la constitución del año 440 y


también otros textos romanos paralelos, hará suya la conclusión que se desprende
de la primera parte de aquel texto, entendiéndola como consecuencia que deriva de
la naturaleza misma de la ley. Así, por ejemplo, opina Baldo: "et tunc comprehendit
(lex) futuros casus quia hae,c est natura legis" (en M.G.J.Ph. Folmer, pág 287). El
alcance del término "nominatim", y cuáles sean los "negotia praeterita, finita seu
decisa" frente a los "adhuc pendentibus", en la literalidad de C. 1, 14, 7, serán cuestio-
nes sobre las que el comentario se pronunciará, y que habrán de tenerse en cuenta
cuando el examen de los textos legales o doctrinales castellanos así lo requiera.
Veamos ahora el segundo texto del Fuero Real. Su modelo es este pasaje
del Digesto 48, 19, 1:

Ulpianus libro octavo disputationum. "Quotiens de delicto quaeritur, placuit


non eam poenam subire quem debere, quam condicio eius admittit eo tempore,
quo sententia de eo fertur, sed eam, quam sustineret, si eo tempore esset sen-
tentiam passus, cum deliquisset.Proinde si servus crimen commiserit, deinde
libertatem consecutus dicetur, eam poenam sustinere debet, quam sustineret,
si tune sententiam passus fuisset, cum deliquisset. Per contrarium quoque si in
deteriorem condicionem fuerit redactas, eam poenam subire eum oportebit,
quam sustineret, si in condicione priore durasset."

La concordancia del Fuero Real con el Digesto en este punto ya fue señalada
por Alonso Díaz de Montalvo: "concord. 1. 1. ff. de poenis", quien, de nuevo, no
muestra interés alguno por la cuestión esencial que el texto castellano plantea y
regula. Si el delito deriva de la previa existencia de la pena, no existe acción punible
sin que se halle predeterminada por la ley y sancionada: "e tal pena haya como
manda la ley". El delito resulta así ser un acto penado y circunscrito al tiempo en
que se comete y, en estos momentos, también a la condición social de su autor. La
ecuación que relaciona la pena establecida con el momento de la comisión del delito
y con el status del reo, rige la sentencia con independencia del tiempo en que ésta
se dicte. Consecuentemente, el autor del delito "reciba la pena (establecida) en el -
tiempo que fizo la culpa e non en el tiempo que es dada la sentencia". Podrá con-
cluirse que el texto del Fuero Real, al menos para los delitos que se castigan con
penas corporales, se pronuncia por la irretroactividad de las leyes penales. Sería la
concreción, ahora en la esfera penal, del principio sobre la vigencia del Fuero Real,
"daquí adelante", incluido en el proemio al mismo.
La glosa (de fines del siglo XV) de Alonso Díaz de Montalvo, "todo home,
en el tiempo", a la ley 4,5,1, plantea cuestiones que nosotros hemos de relacionar
con la virtualidad que se ha de atribuir a las teóricas conclusiones sobre la legali-
dad de la pena y sobre el efecto irretroactivo de la ley penal, a las que, a nuestro
juicio, era posible llegar al comentar el texto. Así razona el jurista castellano:

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Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

"aut loquimur de poena ordinaria, et a jure limitata, et habet locum ista lex,
et inspicitur tempus delicti... aut in poena arbitraria... et tunc inspicitur
tempus condemnationis... et est ratio in promptu, quia prima poena est certa
a principio, et uniformis, et invariabilis... et statim cum quis delinquit est
astrictus ad illam poenan, sed guando imponitur poena arbitrio Judicis non
est certa a principio sed tempore sententiae, certificatur pro motu Judicis...
habito respectu ad qualitatem delinquentis tempore sententiae...." (El Fuero
Real de España... glosado por el egregio doctor Alonso Díaz de Montavol,
Madrid, 1781, pág. 382).

Según Alonso Díaz de Montalvo, la ley 4, 5, 1, del Fuero Real no puede


observarse cuando las penas prescritas sean arbitrarias o a determinar por el juez
(sobre esta cuestión, cumplidamente Francisco Tomás y Valiente, págs. 374-380).
Lo que el glosador pone de manifiesto y, con igual valoración, es que en el
sistema penal castellano, que él conoce, hay penas ordinarias (determinadas por
el derecho, ciertas, uniformes, invariables) y penas arbitrarias (inciertas hasta que
la sentencia se pronuncia). Y los efectos del sistema son bien diferentes según
que establezca unas u otras. Existiendo penas ordinarias, al tiempo de la comi-
sión del delito, a ellas ajustará su sentencia el juez, aunque cuando la dicte sean
otras las que se encuentren en vigor. Una solución como ésta, carece de sentido
cuando es el arbitrio judicial el que determina la pena, puesto que a ninguna
legalidad previa ha de atenerse. ¿Ni siquiera a la resultante de la condición
personal y social del reo, que sí era posible conocer con referencia al momento
de la comisión del delito? Así parece que se da a entender.
Tempus delicti o tempus condemnationis eran las dos soluciones que se
ofrecían, por una doctrina que no hace planteamientos de mayor alcance, y que
así concluye al hilo de la existencia de unas penas legales y de otras arbitrarias.
No se avanzaba hacia el principio de la legalidad de la pena, tal y como figuraba
en la ley 4, 5, 1 del Fuero Real que resultó deslegalizado porque la misma
legislación real posterior "con demasiada frecuencia remitía directa o indirecta-
mente al juez la decisión de elegir en concreto pena cierta y determinada para
el delito", (Francisco Tomás y Valiente, 375). Lógicamente, cuestionarse el tema
de la retroactividad o irretroactividad de las penas, pudo, dada aquella frecuencia,
resultar supérfluo.
Sin embargo de la inseguridad juridica derivada del sistema de penas arbi-
trarias, la ley del Fuero Real, que estamos comentando, permite entender como
irretroactiva la norma penal, tanto en la pena ordinaria que establezca, si modifi-
ca la ya existente, como en las figuras de delito que introduzca nuevamente, lo
que incluso es válido dentro del sistema de penas arbitrarias. "Ubi enim poena
non exprimitur, recurritur ad arbitrium judicis": pienso que tan sólo para su
determinación (Gregorio López, s.g. 'según aluedrio' a Partidas 7, 15, 27).


[5] 311
JOSÉ MARTÍNEZ GUÓN

3. La cuestión esencial que nos interesa es objeto de tratamiento especifico en


las Partidas:
3, 14, 15. Como los pleytos se pueden prouar por ley, e por fuero .-....
Otrosí dezimos, que si sobre pleyto, o postura, o donación, o yerro que
fuesse fecho en algund temporal que se juzgauan por el fuero viejo, fuese
fecha demanda en juyzio en tiempo de otro fuero nueuo que es contrario
del primero; que sobre tal razón como esta deue ser prouado e librado el
pleyto por el fuero viejo, e non por el nueuo. E esto es, porque el tiempo
en que son comengadas, e fechas las cosas, deue ser siempre catado; ma-
guer se faga demanda en juyzio en otro tiempo sobrellas".

Incluida la ley en la tercera Partida, "que fabla de la justicia, e como se ha


de fazer ordenadamente en cada logar, por palabra de juyzio, e por obra de
fecho, para desembargar los pleytos", puede pasar desapercibida al figurar com-
prendida en el titulo catorce de dicha Partida, que trata "De las prueuas, e de las
sospechas que los omes aduzen en juyzio sobre las cosas negadas, e dubdosas".
Se puede justificar, en cambio, el lugar asignado a la ley, dado que los efectos
retroactivos o irretroactivos del nuevo derecho son contemplados precisamente
en su incidencia sobre la resolución de los juicios, y porque el término pruebas
tiene el mayor alcance de fundamentos de derecho, conforme al cual la demanda
se ha de plantear y dictar la sentencia. Por la misma razón,la ley regulará los
casos en los que un derecho extranjero ha de aplicarse en los territorios del
señorío del rey de Castilla.
La ley de Partidas es más precisa que la fórmula genérica del Fuero Real,
y más amplia en su contenido que la 4,5,1 de este mismo texto. Ahora se toma-
rán en consideración los contratos en general, las liberalidades y los delitos.
Sobre unos y otros la cuestión que se plantea es ésta: ¿qué derecho habrá de
aplicar el juez si el acto, objeto de litigio, ha sido objeto de una nueva regulación
cuando se plantea cualquier demanda sobre el mismo? La ley destaca la colisión
entre el viejo y el nuevo derecho, y se pronuncia sobre la aplicación del primero,
negando efectos retroactivos al segundo.
El interés de la ley radica en la interpretación que se haya dar a la justificación
que lleva consigo la propia norma: "E esto es, porque el tiempo en que son comen-
Çadas, e fechas las cosas, deue siempre ser catado; maguer se faga demanda en
juyzio en otro tiempo sobrellas" ¿Qué actos no resultarán afectados por la nueva y
contraria ley? Ciertamente, los 'fechos' o terminados o acabados. ¿Para qué, enton-
ces, hablar de actos comenzados? ¿O es que existen casos en los que estos se rigen
por el derecho vigente al iniciarse la relación jurídica?. La interpretación de Gregorio
López, en el resumen que hace en latín de la ley, no permite responder afirmativa-
mente a la última interrogante. Es tajante en su conclusión:

"Item secundum foros, et leges correctas, debent contractas, aut maleficia


ante correctionem facta terminan. Hoc dicit".

Según esta interpretación, la ley de las Partidas habría introducido una


solución favorable a la retroactividad de las leyes para cualquier tipo de actos
jurídicos no acabados completamente. Incluso para los delitos sobre los que no

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Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

haya recaído sentencia, si en el ínterin entre su comisión y el juicio, el derecho


hubiese cambiado, en contra del Fuero Real 4, 5, 1.
Resulta obligado profundizar en el análisis de dicha ley de Partidas, tenien-
do presente la glosa de Gregorio López y las soluciones romanas hasta ahora
vistas. Otros textos romanos-visigodos habrán de recodarse más adelante con la
misma finalidad.
En primer término, si "aut maleficia ante correctionem facta", deben senten-
ciarse conforme al nuevo derecho, Gregocio López está admitiendo la retroactivi-
dad penal. En contra de D.48,19,1 y de Fuero Real 4,5,1, y sin los matices que
un pensamiento jurídico, más o menos contemporáneo a dicho glosador, había
introducido en el tratamiento de la cuestión, y que en líneas anteriores se ha
expuesto. La glosa de Gregorio López, irreflexiva pienso, resulta inoperante
frenta a la propia ley, puesto que en ésta el 'yerro', o el delito, es hecho comen-
zado y acabado con referencia al momento de su consumación. Este es el 'tem-
pus delicti'. Y es el derecho entonces vigente el que ha de aplicarse, aunque
resulte corregido antes de ser sentenciado dicho delito.
Ahora bien, la interpretación de Gregorio López es válida en su primera parte.
Los actos jurídicos no perfectos, es decir, no acabados en sus efectos, deben ade-
cuarse al nuevo derecho, y si sobre ellos se pleitea, el juez debe sentenciar conforme
a la norma que ha corregido el derecho bajo cuyo imperio el acto se inició. Ambas
afirmaciones resultan concordes con la ley de Partidas que se está analizando, la cual
obliga a pronunciamientos concretos sobre cuando han de entenderse perfectos los
actos jurídicos, y muy en particular tratándose de actos unilaterales de disposición
(donaciones en el texto alfonsino) que resulten diferidos en el tiempo.
La comparación de la ley de las Partidas con los textos romanos o visigodos
sobre idéntica materia, alguna luz puede arrojar sobre su alcance y significado.
Las Partidas 3, 14, 15, no reciben la fórmula plasmada en C.J. 1, 14, 7. El
legislador castellano no se ha reservado la facultad de atribuir al nuevo derecho
efectos retroactivos, aunque hubiera de hacerlo nominatim. Que los tenga o no
se separa de cualquier decisionismo del monarca, porque dependerá de la propia
dinámica del acto jurídico de que se trate, según que bajo la nueva normativa
continue o no produciendo efectos. Esto significa que a cualquier norma se le
atribuyen consecuencias retroactivas sobre los actos que no hayan agotado sus
propios efectos. De la fórmula justinianea persiste el requisito que hacía recaer
la retroactividad exclusivamente sobre los "pendentibus negotiis", con la mayor
extensión que supone no ser necesario el expreso pronunciamiento del legislador
sobre la retroactividad de la norma nueva, aunque sólo lo fuera con respecto a
los actos no acabados totalmente.
En el comentario de Partidas 3, 14, 15, frente a C.J. 1, 14, 7, algo más debe
añadirse. La ley castellana circunscribe su propia solución al ámbito litigioso,
porque es en el momento de sentenciar cuando se produce la colisión entre el
viejo y el nuevo derecho, aplicándose el primero a los actos comenzados y
hechos bajo su vigencia, y el segundo -se entiende- a los simplemente comenza-
dos. La ley romana, en cambio, al no reducir su también propia solución a dicho
ámbito, significaría que los particulares habrían de reformar sus propios actos
jurídicos o sus relaciones contraídas en tanto se produjera una nueva y contraria
ley y en cuanto dichos actos o relaciones no estuviesen agotados plenamente y

[7] 313
JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

hubiesen producido todos sus efectos. Tales posiciones, así diferenciadas, arrojan
saldos distintos. Creo que el de las Partidas introduce mayor estabilidad en el
derecho, puesto que las relaciones juridicas contraídas bajo un determinado
sistema, aunque éste cambie, pueden continuar produciendo sus efectos según las
soluciones de aquél, siempre que las partes implicadas así lo acuerden, renun-
ciando a pleitear, o no haya tercero legitimado para promover demanda alguna.
Han de verse ahora algunos textos romanos y visigodos que plantean la
cuestión en el ámbito expreso que no lo hacía el Código de Justiniano y sí en
cambio las Partidas. Es el caso de la constitución Tanta del ario 533 sobre
confirmación del Digesto, y la ley 2, 1, 14, del Liber iudiciorum que en su
versión medieval, es la 2, 1, 12, del Fuero Juzgo:

Const. "Tanta" (23): "Leges autem nostras, quae in his codicibus, id


est institutionum seu elementorum et digestorum vel pandectarum posui-
mus, suum optinere robur ex tertio nostro felicissimo sancimus consulatu,
praesentis duodecimae indictionis tertio calendas Ianuarias, in omne aevum
valituras et una cum nostris constitutionibus pollentes et suum vigorem in
iudiciis ostendentes in omnibus causis, sive quae postea emerserint sive in
iudiciis adhuc pendent nec eas iudicialis vel amicalis forma compescuit,
quae enim iam vel iudiciali sententia finita sunt vel amicali pacto sopita,
haec resuscitari nullo volumus modo.

Liber iudiciorum 2,1,14. Ut Fuero Juzgo 2,1,12. Que los


terminate cause nullatenus revol- pleytos, pues que una vez fueren
vantur, relique ad libri huius se- acabados, que no sean depués re-
riem terminentur, adiciendi leges vueltos. "Los príncipes an poder
precipibus libertatem manente. de ennader leyes en este libro to-
"Quecumque causarum negotia davía, é los pleytos que son ya
incoata sunt, nondum yero finita, comenzados, é non son aun acaba-
secundum has leges determinare dos, mandamos que seyan termi-
sancimus. Illas autem causas, que nados segund estas leyes Elos
(iam iuste) ante quam iste leges a pleytos que eran ya acabados, ante
nostra gloria emendarentur, lega- que estas leyes fuesen emendadas,
liter determinate sunt, id est secun- segund las leyes que eran fechas
dum legum modum, qui ab anno ante del primero anno, que nos
primo regni nostri in preteritis ob- regnassemos, non mandamos que
servatus est, resuscitare nullatenus en ninguna manera sean de cabo -
patimur. Sane leges adiciendi, si jus- demandados. Y el príncipe puede
ta novitas causarum exigerit, princi- ennader leyes, segund cuemo los
palis electio licentiam habebit, que pleytos avinieren de nuevo, é de-
ad instar presentium legum vigorem ven valer asi cuerno las otras".
plenissimum optinebunt".
(Se ha reproducido en cursi-
va lo añadido por Ervigio y entre
paréntesis lo que éste suprime).

314 [8]
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

El texto romano establece la retroactividad de las leyes para las causas


incoadas y aún no sentenciadas o terminadas por transacción entre las partes. La
ley visigoda reproduce la solución romana en su parte esencial, al determinar que
las normas incluidas en el Liber iudiciorum se aplicarán a los pleitos incoados
sobre los que todavía no haya recaído sentencia. Ambos textos contienen una
solución en favor de la retroactividad de, al menos, el derecho que en algunos
concretos 'corpora jurídicos se ha recogido, la cual se circunscribe al que ha de
tenerse en cuenta por el juez a la hora de dictar sentencia.
Valorándolos puede afirmarse que hacen posible que cualquier acto sobre
el que se pleitee -salvo las causas que hayan terminado por resolución judicial,
o también amistosa, en el Digesto-, con independencia de la perfección que
dicho acto hubiera alcanzado, en tanto pueda ser objeto de litigio, reciba un
tratamiento judicial conforme a un derecho distinto, caso de haberse dictado, al
vigente en el tiempo de su realización.
Ahora bien, una tal solución, la romano-visigoda, que evidentemente atenta
contra la seguridad y estabilidad de los actos jurídicos en orden a su propia
eficacia, resulta de menor alcance sobre la base de alguna consideración general
y de algunas normas que la contradicen o la restringen.
La consideración general habría de valorar el derecho que los aludidos
'corpora' jurídicos realmente contienen. Si en dichos 'corpora' se ha recopilado
un derecho preexistente, la fórmula que consagra la retroactividad del derecho
aplicable en los juicios no resultaría sustancialmente operativa ni en sí misma ni
frente al derecho anterior, al ser éste el que se recopila. Con dicha fórmula se
pretenderia introducir un mayor grado de estabilidad juridica, al decretarse como
derecho más seguro el que se contiene en unos determinados códigos, a partir
de su promulgación. La validez de esta argumentación obligaría, sin embargo,
a una comprobación sobre el grado de fidelidad con el que ese derecho ya exis-
tente es recopilado más tarde.
La argumentación, a sensu contrario, tiene otro alcance, ahora frente a las
leyes concretas que lleven incorporada una cláusula de irretroactividad, que
dejaria de tener eficacia cuando el derecho se recopila más tarde, precisamente
por ser ya derecho viejo aplicado desde aquel entonces a los actos futuros. Se
puede ofrecer el ejemplo que sigue: una ley visigoda, de las atribuidas a Chin-
dasvinto (la Dum inlicita sobre legítimas hereditarias de los descendientes), que
se dicta con expresa cláusula irretroactiva (Liber iudiciorum y Fuero Juzgo 4, 5, 1:
"ista magis servetur a cunctis moderata censura", "e mandamos por esta ley que
se deve guardar daquí adelante"), dejaría de tener esa eficacia, por no constituir
un derecho nuevo, cuando se recopila en el año 654,-y no entraría en colisión
con la ley 2,1,12, del Fuero Juzgo (2,1,14 del Liber iudiciorum), si bien habría
de tenerse en cuenta el factor cronológico; es decir un número de años suficiente
para que una norma, originariamente irretroactiva, hubiera ya resultado aplicable
a los casos que en un momento posterior pudieran ser objeto de pleito. En la
época medieval, y en los lugares o entre los grupos de población en los que el
derecho del Liber iudiciorum ha continuado aplicándose sin interrupción, cuestiones
de derecho transitorio, sustantiva o procesalmente, no son planteables, habida
cuenta de la antigüedad del Código que se aplica.

[9] 315
JOSÉ MARTÍNEZ GO:5N

Y hay normas que restrigen o contradicen la solución que se está analizando.


El mismo Digesto la desautoriza en el pasaje de Ulpiano sobre el tratamiento de los
delitos (48, 19, 1). Una novela del año 542, la CXV, resolvía, en contra de la re-
troactividad, que el derecho aplicable en las apelaciones debía ser el mismo confor-
me al cual se había sentenciado previamente, aún cuando, entre la sentencia definiti-
va y la apelación, se hubiese promulgado una ley nueva, e incluso para el supuesto
en el que ésta dispusiera su extensión a los negocios pasados:

Ut cum de appellatione cognoscitur secundum illas leges debeat iudi-


cari quae tempore datae sententiae obtinebant, non secundum eas quae
postea promulgatae sunt, et de aliis capitulis.
Praefatio. "Prevenit ad scientam nostrae serenitatis, quod cum inter Eus-
tathium virum reverentissimum Tloae civitatis episcopum et Pistum diaconun
ecclesiae Telmissenae fuisset causa commota, processit a rectore provinciae de-
fmitiva sententia, contra quam appellatio est porrecta. Iudices igitur, apud quos
appellatio ventilabatur, dubitantes ad nostram clementiam retulerunt, an secun-
dum leges quae obtinebant, guando processit definitiva sententia, an secundum
tenorem legis quae post definitivam sentenfiarn a nobis promulgata est eandem
causam examinare deberent. Nos itaque iustum esse perspeximus secundum
leges quae obtinebant tempore datae sententiae praedictam appellationis causam
examinan et tenninum secundum ipsas accipere; praevidimus autem et posthac,
quandoque dubitatio taus emerserit, eam simili ordine terminan".
Caput I. "Ideoque sancimus, si guando de aliqua causa processerit
definitiva sententia et provocatio fuerit subsecuta, appellationis examinato-
res secundum leges quae tempore definitivae sententiae obtinebant termi-
num dare negotio. Hac eodem videlicet observando et in retractandis am-
plissimae praefecturae praetorianae sedis sententiis et in suggestionibus
iudicum, guando utraeque partes omnibus allegationibus suis renuntiaverint
et iudices per suas relationes, quid disponi debeat, interrogaverint. In omni-
bus énim praedictis casibus illas leges a cognitoribus servari decernimus
quae tempore sententiae aut certe relationis obtinebant, tametsi contigerit
postea legem promulgan i novi aliquid disponentem et tenorem suum ad
praeterita quoque negotia referentem."

Esta última solución podria haber inspirado la que se contiene en la ley


2, 1, 9, del Liber iudiciorum (= en Fuero Juzgo), al permitir que se aleguen
las leyes antiguas,

"non ad confutationem harum "mas aquellos non queremos


legum nostrarum, sed ad comproba- que hayan la pena desta ley los que
tionem praeteritarum causarum pro- quisieren allegar las otras leyes que
ferre in iudicio fortasse voluerint", fueron ante fechas, non por destruir
estas nuestras, mas por afirmar los
pleytos que son pasados por ellas",

316 [101
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

y que, dada su relativa ambigüedad en el contenido, evitaría en la época medie-


val la frontal colisión entre el viejo derecho y el Fuero Juzgo, en aquellos luga-
res en los que este texto resultara impuesto o aceptado.
Finalmente, cuando Ervigio revisa, corrige y completa el Liber iudiciorum
decreta que el resultado tenga eficacia para "adelante", o sea, con exclusión de
las "litis" comenzadas y no acabadas, en contra de la solución de la ley 2,1,14:

"... Et ideo harum legum co- "...E por ende estas leyes, que
rrectio vel novellarum nostrarum nos emendamos, é las que fazemos
sanctionum ordinata constructio, si- nuevamientre, é ordenamos, é pone-
cuti in hoc libro et ordinatis titulis mos en este libro cada uno sus títu-
posita et subsequenti est serie adno- los mandamos que sean guardadas
tata, ita ab anno secundo regni nos- de las Kalendas de noviembre deste
tri a duodecimo Kalendis Novem- segund armo que nos regnamos, é
bribus (21 octubre 681) in cunctis que valan por siempre, é que las
personis ac gentibus nostrae ampli- tengan todos los que son de nuestro
tudinis imperio subiugatis innexum regno, así cuerno las oyeron, é las
sibi a nostra gloria valorem obti- otorgaron todos los obispos de
neat, et inconvulso celebritatis ora- Dios, é los sabios de nuestra corte,
culo valitura consistat..." é los mayores.."
(Liber iudiciorum 2, 1, 1, redac- (Fuero Juzgo 2, 1, 1,).
ción de Ervigio y la vulgata, a. 681).

Puede concluirse que las Partidas han pretendido ofrecer al juez una solu-
ción sobre el derecho de acuerdo con el cual debe administrar justicia, cuando
sobre una materia determinada se han producido cambios normativos, sobre la
base de la situación misma en que se encuentre el acto jurídico objeto del pleito,
es decir tomando en consideración el grado de perfección que el acto haya con-
seguido con anterioridad a la entrada en vigor de una ley nueva. Los actos termi-
nados o "fechos", es decir, los consumados y finalizados con anterioridad, con
independencia de que sobre ellos haya una litis pendiente, o en el futuro sean ob-
jeto de litigio, siempre han de sentenciarse conforme al derecho vigente cuando
se comenzaron e hicieron. Para dichos actos las Partidas sancionan la irretroacti-
vidad de las nuevas leyes. ¿Qué ocurre con los que comenzaron a realizarse
conforme a un determinado derecho entonces vigente, y que prosiguen produ-
ciendo efectos al dictarse una nueva ley?
Es esta una interrogante que subyace en la ley, pero que no es resuelta
expresamente. Al no serlo, se abre un posibilitismo diferenciador y casuístico en
cuanto al tratamiento juridico de unos actos no plenamente consumados, que en
el texto de las Partidas no encuentra reflejo, incluso en supuestos que podrían
exigir expreso pronunciamiento, como lo era, a título de ejemplo, el de las legítimas,
ahora rebajadas (Partidas 6, 1, 17; Liber iudiciorum 4, 5, 1; Fuero Real 3, 5, 9), sin
que se plantee su incidencia sobre un testamento anterior.
JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

4. Efectivamente, la cuestión de la retroactividad o irretroactividad del derecho


será objeto en otros textos juridicos castellanos de un planteamiento casuístico,
de acuerdo con una técnica que puede describirse así: se propone un supuesto
juridico concreto, se precisa que sobre su regulación se ha producido un cambio
legislativo, y se resuelve la incidencia que el nuevo derecho haya de tener sobre
dicho supuesto, razonando la solúción adoptada.
Uno de esos casos ha llegado hasta nosotros a través de las Leyes Nuevas, que
son, como es sabido, una colección privada en la que se han recogido pronuncia-
mientos regios en aclaración o interpretación del Fuero Real. Dicha colección, con
materiales procedentes de Alfonso X, pudo estar recopilada, a juicio de López Ortiz,
entre 1265 y 1278. Más tarde se le añadieron resoluciones de Sancho IV.
Reproduzco la ley que nos interesa, que es la XVI, que en algún manuscrito
(Esc. 52) figura bajo la rúbrica de 'Título de la partición que demanda el hermano
que no es legítimo al legítimo':

"La otra es guando uno orne demanda a otro su hermano en ioyzio, quel
diese a partir buena de su padre, mueble e heredat, e aqueste que demanda era
de baragana e el demandado era de velada; e dijo el de velada que non devia
dalle parte, ca el lo avie todo de heredar porque era de velada, e asi lo manda
el fuero; e dixo el de la baragana, digo vos que nuestro padre me connoció por
fijo en el otro fuero, e heredaré asi como el otro fuero manda, e por esto tengo
que me devedes dar partir buena de mi padre, pues que en el otro fuero fui
heredado de buena de nuestro padre: dijo el de velada, digo vos que nuestro
padre, que murió en este fuero que agora avemos, e tengo que por él vos
heredar, en el otro fuero non debedes heredar, pues que él en este fuero murió,
e yo lo debo heredar porque so de velada, manda el rey, que pues que el
padre non fuer muerto en el otro fuero, que non herede el fijo de barragana,
maguer que fuese nacido e recibido en el otro fuero, ca non ganó el hereda-
miento, pues que el padre en el non fue muerto".

La ley parece ser el extracto de un proceso, en el que se ventilaban los dere-


chos hereditarios de los hijos naturales en la sucesión paterna en concurrencia con
los legítimos, con alegaciones de unos y otros, resuelto por un mandato del rey
equivalente a la sentencia del caso en litigio. Las alegaciones de las partes muestran
que nos encontramos ante un supuesto en el que un derecho nuevo, en colisión con
el antiguo, establece soluciones diferentes sobre la materia referida, es decir, los
derechos sucesorios de los hijos naturales habiendo legítimos.
El derecho viejo, de una serie de fueros locales castellanos, admitía, indistinta-
mente en la sucesión de los padres a los hijos naturales o de barragana y a los
legítimos (Enrique Gacto, págs. 179-181 y 187). A título de ejemplo, el Fuero de
Brihuega, 311, recoge el sistema en estos términos:

"Qui fiziere fijo con otra mugier. Tod omne de briuega que oviere
mugier velada, et fijo fiziere en otra, aquel fijo non herede, et si non oviere
mugier et fijo fiziere en mugier que no aya marido, et buscare padrinos, o

318 [12]
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

lo fiziere fijo por concejo, y lo conociere por fijo a su fin, o en hueste en


haz de cavalleros, este herede".

El derecho nuevo era el del Fuero Real, que excluía de la sucesión intestada
del padre a los hijos naturales si concurrían con legítimos, pudiéndose, en la
testada, disponer en favor de aquéllos de la cuota del quinto de los bienes, que
era de libre disposición. Este era el alcance de la ley 3,6,1, de dicho Fuero:

"Como el que hubiere fijos, o nietos de bendición, no puede heredar


a otros algunos. Todo home que hubiere fijos, o nietos, o dende ayuso de
muger en bendición, no puedan heredar con ellos otros algunos que haya
de barragana mas del quinto de su haber mueble, o de raíz, puedales dar lo
que quisiere ..."

La implantación de este nuevo derecho se va consiguiendo incluso en


municipios que no sustituyen su fuero por el Fuero Real. Por vía de mejoría o
de privilegio, los monarcas la imponen. Es el caso de Cuenca, que no es el
único, donde desde el ario 1285, por un privilegio de Sancho IV, se prohíbe la
concurrencia sucesoria de los hijos naturales con los legítimos:

"e los fijos de las barraganas o los que fazen fijos en sus moras que
heredan con los fijos de las veladas, esto vos digo que non es derecho e
mando que sea como el derecho manda".

Volvamos a la ley XVI.


De ella se deduce que el demandante se encuentra en posesión del estado de
hijo natural reconocido por el padre. Dicho estado, de conformidad con el derecho
vigente en el tiempo en que lo adquirió, confería a quien de él disfrutaba derechos
hereditarios en la sucesión del padre, en igualdad con los hijos legítimos de éste. La
sucesión que se contempla parece ser la intestada, porque la frase "pues que en el
otro fuero fui heredado de buena de nuestro padre", creo que se refiere al régimen
patrimonial que aquel derecho establecía para los naturales en la herencia paterna,
y no explicitamente a que el padre hubiese testado. Ahora bien, con anterioridad a
la muerte del padre, y por tanto antes de que se abra su sucesión, aquel derecho ha
sido sustituido por otro que excluye a los hijos naturales de la herencia paterna caso
de concurrir con legftimos.
El demandante argumentará que, habiendo adquirido su condición de hijo
natural reconocido bajo un derecho, que, además, lo declaraba heredero del padre
reconociente, ese derecho era el aplicable al fallecimiento del causante. El demanda-
do, hijo legítimo, esgrimirá que el aplicable es el nuevo derecho, el vigente a la
muerte de su progenitor.
La razón la dará el rey a este último, negándola al primero: "que non here-
de el fijo de barragana", y con este fundamento jurídico: porque "maguer que
fuese nacido e recibido en el otro fuero, ca non ganó el heredamiento, pues que
el padre en él non fue muerto".

[13] 319
JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

Según esto, la ley que rige la sucesión es la vigente en el momento de la


muerte del decuius, que es cuando aquella se abre. El principio de la irretroacti-
vidad de las leyes no resulta quebrantado, puesto que no entiende el rey que el
hijo natural haya adquirido derecho alguno en la sucesión del padre, en tanto la
muerte de éste no se produzca.
La solución castellana coincide con la que mayoritariamente sostienen los
juristas que han elaborado el derecho común (Folmer, 294, 295, 300, 303 y 304),
y encuentra un buen y preciso desarrollo en la doctrina jurídica castellana ante-
rior al Código civil, por obra de Joaquín Escriche, que opina de este modo:

"La ley del tiempo en que se abre una sucesión abintestato, esto es,
del tiempo en que muere la persona intestata, es la única que determina
quiénes son los que deben recoger la herencia, y cuál es el derecho de cada
uno de los llamados en los bienes de que se compone. Así, pues, la espe-
ranza que pudieran haber concebido a la herencia otras personas en virtud
de una ley anterior, quedaría desvanecida con la publicación de la nueva
ley: porque tal esperanza no formaba un derecho adquirido, como ya se ha
insinuado más arriba; y por la contraria razón, si después de la muerte de
la persona intestada, sobreviniere otra ley que variase el orden de suceder,
no podría ya privar de los bienes hereditarios a las personas llamadas por
la ley del tiempo de dicha muerte, aunque todavía no los hubiesen acepta-
do; pues que tenían ya adquirido en ellos un derecho que hacía parte de su
patrimonio ...." (S.v. 'Efecto retroactivo', pág. 766)

Otro texto, casi coetáneo del anterior, interesa analizar ahora. Procede de
las Leyes del Estilo, colección privada también, realizada posiblemente en la
época de Sancho IV, y en la que se recogen sentencias o decisiones del tribunal
de la Corte, pronunciándose sobre la aplicación del Fuero Real y de las Partidas.
La ley CC establece lo que sigue:

"Que si el rey da fuero o ley nueva no se estiende a lo pasado. Si


alguno ficiese su testamento, e tal fuero fuese en el lugar que el padre
podiese mandar la tercera parte de mejoría a uno de sus fijos, e ge la man-
dae esta tercia parte en su testamento, e ante que finase diese el rey otro
fuero aquel lugar, en que se contenia que no podiese el padre mandar mas
a un fijo que a otro; si el padre murió en este otro fuero e no habia revoca-
do la manda que habia echo en el testamento, o si no fizo otro testamento
por que fincase revocado el primero, vale la manda fecha en el testamento
que fue fecho en el primero fuero: ca lo que dice en el fuero que dió el rey
después no se entiende a las cosas pasadas, e de ante fechas, o mandadas,
o otorgadas, mas a las por venir".

De nuevo estamos ante una cuestión relativa al derecho de sucesiones. Concre-


tamente ante la mejora hereditaria en favor de los descendientes, que resulta consa-
grada por el Fuero Real, frente a la mayoría de los fueros locales castellanos, que

320 [14]
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

se habían inclinado por la solución que igualaba a los hijos en la sucesión (el Fuero
de Soria 303 y 330 admite, contradictoriamente, las dos soluciones), y en contra del
derecho sucesorio de las Partidas (Alfonso Otero, págs. 74 ss.).
El capitulo 230 (10,27) del Fuero de Cuenca sirve de ejemplo del sistema que
consagraba el principio de igualdad de derechos de los hijos al suceder a sus padres:

"Quod parentes nulli heredum pre aliis dare queant.- Propter predictas
raciones mandamus, quod neque pater, neque mater aliquid possint dare
alieni filiorum suorum, neque sani, neque infirmi; set omnes equaliter acci-
piant, tam in mobili quam in radice".

La ley 3,5,10, del Fuero Real reconoce la facultad de mejorar con el tercio
de los bienes, en estos términos:

"Como ninguno puede mandar a extraños mas de la quinta parte de su


facienda. Ningun home que hubiere fijos, o nietos, o dende ayuso, que hayan
de heredar, no pueda mandar, ni dar a su muerte mas de la quinta parte de sus
bienes, pero si quiere mejorar a alguno de los fijos, o de los nietos, puedales
mejorar en la tercia parte de sus bienes sin la quinta sobredicha, que puedan
dar por su alma, o en otra parte do quisiere, e non a ellos".

La ley 200 de las del Estilo se plantea, por vía de hipótesis, la incidencia que
sobre las mejoras otorgadas en testamento habría de tener un retomo legislativo al
viejo sistema de los derechos locales, si se promulgara una nueva ley contraria a la
3, 5, 10, del Fuero Real. El supuesto, que ya demuestra, por su mismo planteamien-
to, cierta inseguridad sobre el futuro arraigo de la institución, que la posterior evolu-
ción del derecho castellano desde luego no confirma, es resuelto en favor de la
validez de las mejoras otorgadas en el testamento, en tanto no fueran revocadas por
quien las ordenó, y aun cuando éste muera estando vigente un derecho que no las
admitiera. Y la solución se fundamenta utilizando el principio de la irretroactividad
de las leyes con respecto a los actos realizados con anterioridad (los pasados, he-
chos, mandados, u otorgados, claro es, porque de un testamento se trataba), principio
que resulta formulado y admitido en toda su radicalidad.
Ahora bien, lo que hay que subrayar es la contradicción, o falta de homoge-
neidad, que se advierte entre el criterio que ahora se acepta y el que se tuvo en
cuenta al resolver el caso que originó la ley XVI de las Leyes Nuevas, porque
si la norma que ha de regir la sucesión es la vigente cuando el decuius fallece,
en el supuesto objeto de Leyes Estilo 200, la mejora otorgada resultará ser nula
si la facultad de mejorar había sido prohibida antes de la muerte de aquél, aun-
que lo hubiera sido con posterioridad al acto de testar. ¿O es que el testamento,
una vez otorgado y no revocado, es un acto perfecto sobre el que no ha de
operar ningún efecto ley nueva alguna, aunque se haya promulgado antes de la
muerte del testador y modifique el derecho de sucesiones?

[151 321
JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

Esta es la cuestión, que no resulta aclarada por Cristóbal de Paz, comenta-


rista de las Leyes de Estilo, como se desprende de su insustancial discurso sobre
el punto de nuestro interés:

"E ge la mandasse esta tercia parte en su testamento, e ante que finasse


diesse el Rey otro fuero a aquel lugar, et rursus, ibi: Vale la manda fecha en
el testamento, que fue fecho en el primero fuero: Ca lo que dize en el fuero
que dio el Rey despues, no se entiende a las cosas passadas e de ante fechas,
o mandadas, o otorgadas, mas ha las por venir. Aperte enim haec verba de-
monstrant legem quamtunuis declaratoriam, nunquam praeterita negotia respi-
cere, quae perfecta et consummata erant, et ex eis alicui ius erat quaesitum.
Itidem, et novam formam a lege appositam, non comprehendere ea, quae ante
legis aeditionem facta sunt, sed solum in futuris negotiis obseruandam" (Scho-
lia ad Leges regia stilii, Madrid 1608, fol. 573).

Ciertamente, la ley 200 del Estilo no plantea ni resuelve el supuesto con


relación a una posible nueva ley declarativa del derecho anterior, sino sobre la
base de una nueva norma que lo corrige sustancialmente, como tampoco se
cuestiona la operatividad que puedan tener las posteriores leyes modificativas de
las formas o solemnidades de los actos juridicos, sobre los ya realizados.
Cristóbal de Paz, a mi juicio, tácitamente se muestra concorde con el senti-
do lineal de la ley del Estilo, puesto que si, como entiende, la ley declarativa
posterior no afecta a los actos anteriores a ella, perfectos, acabados y que hayan
generado derechos, menos aún resultarán afectados por una nueva ley correctoria
del derecho anterior bajo cuyo imperio se realizaron.
Sigue abierta, pues, la pregunta formulada más arriba, que, de acuerdo con
los criterios de los comentaristas, habría de contestarse en aplicación de la regla
que rige el derecho sucesorio, según la cual los testamentos en su esencia deben
responder a lo que el derecho establezca en el momento de la muerte del otor-
gante (Folmer, 303 y 304). La doctrina posterior entenderá igualmente que

"el testamento no es un acto perfecto, ni tiene fuerza, ni da derechos


sino después de la muerte del testador; y de aquí es que no sólo puede
revocarse por el testador mientras viviere, sino que quedará absolutamente
nulo por la incapacidad de testar en que incurriere el testador a virtud de
una ley penal sobrevenida antes de su muerte, y perderá todos o parte de
sus efectos por una nueva ley publicada después del testamento y antes de
la muerte del testador que declare incapaces de recibir la herencia o los
legados a las personas a quienes se han dejado, o que limite y restrinja la
facultad de los testadores para disponer de sus bienes" (Joaquín Escriche,
s.v. 'Efecto retroactivo', pág. 765).

Según esto, siendo el testamento una cosa empezada, pendens negotium, en lo


relativo a la capacidad de disponer y de recibir y al fondo de sus disposiciones, en

322 [16]
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

tanto no muera el testador, el supuesto de Leyes del Estilo, CC, debería haberse
resuelto en contra de la validez de la mejora.
¿Cómo se explica la contradicción señalada entre las Leyes Nuevas, XVI,
y las Leyes del Estilo, CC? En ambas se respeta el principio de la irretroacti-
vidad de las leyes, pero sobre la base de premisas no uniformemente valoradas.
La condición de hijo natural reconocido no origina derechos hereditarios, tan
sólo unas expectativas que pueden no confirmarse por el derecho existente al
morir el padre intestado, que es el aplicable. La mejora otorgada en testamento,
conforme al entonces derecho vigente, es válida porque la nueva ley, que la
prohíbe, no ha de aplicarse a los actos pasados. Se juega, y de modo distinto,
con la perfección o no de unos actos o de unas situaciones, cuando, tanto en uno
como en otro caso, debían haber sido considerados como no consumados o como
pendientes de alcanzarla. Obsérvese -y es lo que se sugiere- que las soluciones
que en ambos casos se adoptan, son coherentes en sus resultados, porque de ellos
se desprende la confirmación de las disposiciones del Fuero Real, sobre los
derechos hereditarios de los hijos naturales en concurrencia con los legítimos y
sobre la facultad de mejorar a los descendientes, en contra de lo que se estable-
cía en los derechos locales castellanos. El principio de la irretroactividad de las
leyes, actuando sobre unos actos jurídicos que discrecionalmente pueden ser
calificados o no como perfectos, resulta ser un comodín manejable según con-
venga a una determinada política legislativa del rey.

5. En 1348, el 28 de febrero, en las Cortes de Alcalá de Henares, Alfonso XI,


"con conseio de los Perlados, e Ricosomes, e Cavalleros, e Homes buenos, que
son connusco en estas Cortes", promulga el entonces llamado "libro de las leys",
hechas y establecidas en esas Cortes. Se trata del Ordenamiento de Alcalá de
Henares, del que se conocen diferentes redacciones (una primera asistemática,
sistemáticas las otras). Le precede una carta de Alfonso XI, que da autoridad a
las leyes que lo integran, describe muy parcialmente su contenido, y no se pro-
nuncia sobre la cuestión que nos está interesando. "Fagemos, e establecemos
estas leys, que se siguen", es fórmula que promulga, sin precisar si las que
siguen han de afectar o no exclusivamente a los actos futuros.
Tres años después, Pedro I, en las Cortes de Valladolid de 1351, manda que
el Ordenamiento de Alcalá de Henares se use y guarde. Lo hace mediante una
carta conminatoria -"só pena de la mi mercet"- cuyos términos son éstos:

"Don Pedro por la gracia de Dios Rey de Castiella, de Toledo, de León,


de Gallicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jahén, del Algarve, de
Algecira, e Sennor de Molina. A todos los Perlados, e Ricos ornes, e Cavalle-
ros, e Fijosdalgo, e Conceios, e ornes bonos de las Cibdades, e Villas, e Loga-
res de los nuestros Regnos, e del mío Sennorío salut, e gracia. Bien sabedes
en como el Rey D. Alfonso mío Padre, que Dios perdone, haviendo muy grant
voluntat que todos los de su Sennorío pasasen en justicia, e en egualdat e que
las contiendas, e los pleytos que entre ellos fueren, se librasen sin alargamiento,

[17] 323
JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

e los querellosos pudiesen más ayna alcangar complimento de justicia, e de


derecho, que fiÇo Leys muy buenas, e muy provechosas sobre esta razón. E
figolas publicar en las Cortes, que figo en Alcalá de Fenares. E mandólas
escrevir en quademos, e seellarlas con sus seellos. Et embió aquellos quader-
nos dellos a algunas Cibdades, e Villas, e Logares de sus Regnos. Et porque
fallé que los Escribanos que las ovieron de escrivir apriesa, escribieron en ellas
algunas palabras erradas, e menguadas, e pusieron y algunos títolos, e Leys,
dó no habian a estar. Por ende yo en estas Cortes que agora fago en Vallado-
lid mandé concertar las dichas Leys, e escribirlas en un libro, que mandé tener
en la mía Cámara, et en otros Libros que yo mandé levar a las Cibdades, e
Villas, e Logares de míos Regnos, e mandélos seellar con míos seellos de
plomo. Porque vos mando que usedes de las dichas Leys, e las guardedes
segunt en ellas se contiene, así en los pleytos, que agora son en juicio, como
en los pleytos que fueren de aquí adelante. Et non fagades ende al por ninguna
manera só pena de la mi mercet" (ed. Los códigos españoles concordados y
anotados, I, Madrid, 1872, pág. 443).

En el documento, desde el punto de vista que aqui interesa, no se ha repardo


(cfr. Alfonso García Gallo, pág. 261: " Pedro I revisa el Ordenamiento, pero se
ignora de qué manera"). A nuestro efecto, lo que hay que subrayar es que el monar-
ca decreta la retroactividad de las leyes del Ordenamiento. La solución es la romano
visigoda (Constitución Tanta, Liber indiciorum 2, 1, 14, y Fuero Juzgo 2, 1, 12), y
sin las desautorizaciones con las que ambas legislaciones la recogen. Que, al mismo
tiempo, ordene su aplicación en los pleitos futuros, ya puede pensarse que los actos
que los originan se han llevado a cabo conforme a la normativa de Alcalá. Esta sería
la interpretación aislada, considerando en sí mismo el párrafo de la Carta de Pedro I
que se pronuncia sobre la aplicación de las leyes del Ordenamiento de Alcalá de
Henares, fuera del contexto que lo determina. Siendo, como puede comprobarse,
muchas de ellas leyes modificativas del derecho anterior, la estabilidad de las
relaciones jurídicas no resultaba de ese modo asegurada.
Cabe otra interpretación, que no aisla el susodicho párrafo del contexto de
la Carta de 1351, sino que lo pone en conexión con la causa que motivó la
revisión que el monarca hizo de las leyes del Ordenamiento: "Et porque fallé que
los Escribanos que las ovieron de escrivir apriesa, escribieron en ellas algunas
palabras erradas, e menguadas, e pusieron y algunos títolos, e Leys, dó no habían
a estar". Corrección de erratas, de errores, cambios de lugar de algunas Leyes,
¿supresión de otras?. Puede pensarse que la retroactividad se decreta para las
leyes corregidas, que de este modo habrían de aplicarse en unos pleitos pendien-
tes, pero que ya, vigente el Ordenamiento desde 1348, habrían recaído sobre
casos que deberían haberse conformado con las leyes del propio Ordenamiento.
De aceptarse esta interpretación, podría concluirse que ni Alfonso XI, ni Pedro I,
habían hecho pronunciamientos globales sobre la retroactividad de las leyes del
Ordenamiento de Alcalá.
La lectura de las leyes que forman el Ordenamiento de Alcalá, permite
afirmar, que, con algunas excepciones, miran a los actos futuros y su vigencia

324 [18]
Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

y aplicación judicial se prevé para los posteriores a la promulgación del propio


texto legal. Algunas incluyen una expresa cláusula que así lo establece, explicán-
dose su inserción porque las leyes refieren un derecho anterior que resulta dero-
gado desde 1348 por otro que entonces se establece, y que ha de regir los actos
que a partir de ese momento se produzcan:

Titulo 21. ley 1. Sobre el adulterio, con un tratamiento penal cuya aplica-
ción se prevé "de aquí adelante", y que difiere del Fuero Real;

Titulo 23, ley 2. 'Que ningunt judío, nin judía, nin moro, nin mora non den
a logro', "de aquí adelante", frente a un derecho "que fasta aqui de luengo
tiempo acá fuese usado, e non es estrannado como devia";

Título 29, ley única, que regula los desafios entre hijosdalgo, los "que de
aquí adelante acaescieren", derogándose el Ordenamiento de Burgos del año
1338 sobre idéntica materia;

Titulo 32, leyes 1 a 58, bajo esta rúbrica 'De las cosas que el rey don Alfonso
en las Cortes de Alcalá tiró e declaró, e mandó guardar del [Pseudo] Ordena-
miento [1] que el emperador don Alfonso VII figo en las Cortes de Nájera
(1138)', debe entenderse irretroactivo sobre la base de la declaración que en el
prólogo de dicho titulo 32 se hace: "las quales (leyes que lo integran) ... man-
damos que se guardasen de aquí adelante", con respecto a las alteraciones y
modificaciones que ahora se establecen frente al anterior y discutido Ordena-
miento najerense. Se trata de un amplio título, regido por su propio prólogo,
en el que se insertan algunas leyes -me refiero a la 50 y a la 51 que prohíben
respectivamente el pecio de los navíos y la prendación de los que transportan
mercancías a estos reinos por deudas de sus dueños-, que por su materia bien
pudieran haber constituido titulo diferenciado de este 32, que fundamentalmen-
te trata de ciertos derechos del rey, de los derechos de los señores, de las paces
y seguridades en los caminos, y de la designación y requisitos que para ella
han de cumplir los jueces y los merinos.

El titulo 27, 'De la significación de las palabras', ofrece otro enfoque de la


eficacia temporal de las leyes, sobre la base de la que debe atribuirse a las acla-
raciones que el propio legislador hace del derecho vigente y a las correcciones
o cambios que se puedan introducir. Sirva de ejemplo la ley 11:

"Algunas veges fagemos perdones en que perdonamos la nuestra Justi-


cia, salvo muerte segura: Et toman dubda los Judgadores, como se entiende
muerte segura, por ende tenemos por bien que los perdones que fasta aquí
figimos, dó perdonamos salvo muerte segura, que se entienda ser segura la
que fue fecha sobre tregua o aseguranga puesta por Nos, o por nuestra
carta, o otorgada por la otra parte. Et en los perdones que figieremos de

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JOSÉ MARTÍNEZ GIJÓN

aquí adelante, establescemos que toda muerte sea segura, salvo lo que se
probare que fue peleada".

La ley retrotrae la aclaración que contiene, sobre el alcance y significado


de la expresión 'muerte segura', a los actos ya pasados. La nueva solución a los
que se produzcan en adelante. Se apunta la distinción entre leyes declaratorias y
leyes correctorias, con esos efectos distintos en punto a su vigencia. Con esa base,
la ley 1, título 9, resulta meramente aclarativa, puesto que las dudas que se plantea-
ban sobre si la prescripción de año y día requería además de la tenencia, título y
buena fe, se resuelven positivamente, exigiendo ambos requisitos.
Pero también hay en el Ordenamiento de Alcalá de Henares supuestos de
retroactividad en algunas de sus leyes:
La ley 2, título 9, nos ofrece un ejemplo, al establecer plazos de prescrip-
ción -diez arios- para la reclamación de deudas, que afectan a las contraídas con
anterioridad a 1348. El plazo para reclamar el pago -el vigente cuando la obliga-
ción se contrajo- no genera derecho adquirido alguno que pueda ser esgrimido
por el acreedor, el cual tampoco -dada la amplitud del que ahora se establece-
resulta abiertamente perjudicado por la medida. Se trata de un argumento, que
la propia ley modera:

"et las debdas, que son fechas fasta aquí desque son pasados siete
annos o mas, que las puedan demandar fasta tres annos; et si non fueren
pasados siete annos que las demanden del día que se comprió el plago a
que se avía a pagar la debda fasta comprimiento de los dichos dies annos;
et después que non sea oído el demandador".

Obsérvese que nos encontramos ante un supuesto de retroactividad restringida


en favor de los acreedores que no hubiesen reclamado las deudas durante siete años
o más, puesto que pueden hacerlo en todo caso en el plazo de tres años. Las deudas
de inferior antigüedad prescriben según el nuevo plazo de diez años.
La ley es absolutamente retroactiva en el caso de deudas contraídas entre judíos
y cristianos, para cuya reclamación se establece un plazo más reducido, seis arios:

"et las debdas, e las demandas que ovieren los judíos por ragón de los
contractos, que figieren los christianos, que non puedan ser demandadas, nin
entregadas después de seis amos del plago a que ovieren de ser pagadas".

Otro caso es el de la ley única del titulo 26, que prohíbe la percepción de
portadgos, peajes, rondas y castillerías, cuando se carece de tíitulo para ello,
estableciendo penas concretas para las futuras contravenciones, y retrotrayendo
la posibilidad de penalizar las anteriores a la ley con penas arbitrarias, a discre-
ción del monarca. Puede pensarse que nos encontramos ante una figura de delito
ya existente -"et porque esto es contra derecho, e es danno a los de nuestra
tierra"-, sin previa penalización, aplicándose la solución que ya ha sido apuntada
en el comentario a Fuero Real 4, 5, 1: "ubi enim poena non exprimitur, recurritur

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Textos castellanos de la Baja Edad Media sobre los efectos temporales de las leyes

ad arbitrium iudicis", en este caso al del rey dada la materia que se contempla
y los posibles contraventores, nobles o señores.
En la ley 1, título 23. se ha impuesto otra solución retroactiva, al prohibir
la práctica de la usura por los cristianos, puesto que

"los contractos usurarios que son fechos fasta aquí, que no son pagados, e
que han rescibido los que les dieren mayor contía de la que dieron, e les
finca alguna comía por ragón dellas, que seyendo fallado que han recibido
lo que dieron. e prestaron, que non puedan a yer más",

lo que significa que a unos contratos anteriores a la ley. en cuya virtud una de
las partes habría recibido de la otra un préstamo, obligándose a devolver mayor
cantidad de la recibida, se les aplica una norma posterior, que declara extinguida
la obigación en tanto se haya devuelto lo que se recibió sin intereses, logros o
usuras. Solución bien distinta a la que se establece en la ley siguiente (23,2), que
prohíbe para el futuro que judíos y moros presten a usura o logro (cfr. Bartolomé
Clavero, págs. 40, 42, 46).
Y conviene fijarse en los argumentos que en ambas leyes se barajan para
justificarlas:

"La cobdicia, es raíz de todos los males, en tal manera que ciega los
coragones de los cobdiciosos, que non temiendo a Dios nin aviendo ver-
guenga a los omes desvergongadamente dan a usuras en muy grant peligro
de sus almas e danno de nuestros pueblos; por ende mandamos, que cual-
quier christiano, o christiana de qualquier estado, o condición que sea, que
diere a usura..." (23,1);

"Porque se falla que el logro es un grant pecado, e vedado así en la


ley de Natura, como en la ley de Escritura, e de Gracia, e cosa que pesa
mucho a Dios, e porque vienen dannos e tribulaciones a la tierra, do se usa
e consentirlo, e mandarlo, e judgarlo pagar, e entregar es muy grant pecado:
et sin esto es muy grant ermamiento, e destroimiento de los algos, e de los
vienes, e de los moradores de la tierra, do se usa: et como quier que fasta
aquí de luengo tiempo acá fue usado, e non estrannado como devía, Nos
por seguir a Dios, e guardar en esto nuestra alma, como devemos, e por
tirar los dannos, que por esta ragón viene al nuestro pueblo, e a las nuestras
tierras, tenemos por bien, e defendemos , que de aquí en adelante ninguno
nin judío, nin judía, nin moro, nin mora, non sea osado de dar a logro por
sí, nin por otro ..." (23,2).

La retroactividad de la primera ley, y la supresión de unos privilegios o


costumbres tolerantes con las prácticas usurarias de judíos y moros de la segun-
da, se justifican en una necesaria adecuación del derecho humano con el natural
y el divino, que el pensamiento jurídico castellano posterior, con referencia a la
posible retroacción de las penas, igualmente admitirá.

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JOSÉ MARTÍNEZ GUÓN

Puede concluirse que en el Ordenamiento de Alcalá de Henares, si se acepta


la interpretación que se ha dado a la carta de Pedro I, de 1351, se resuelve el dilema
de la retroactividad frente a la irretroactividad de las leyes, en favor de ésta, impo-
niéndose aquélla cuando así y expresamente la establezca alguna de sus normas.

El autor de estas páginas algunas otras ha escrito en diversos lugares sobre


el tema, y que aquí se citan porque completan parcialmente las que en estos
momentos se publican. Son éstas:
La vigencia temporal de las Leyes de Toro es la continuación del trabajo
que ahora ve la luz, y el que versa sobre el intervencionismo económico de la
Monarquía y la retroactividad de las leyes en la Edad Moderna es, en cuanto a
su contenido, no sólo análisis puntual de unas determinadas normas, sino tam-
bién de las fórmulas que se utilizan para promulgar o "dar autoridad" o declarar
la que han de tener las leyes que se recopilan respectivamente en 1567 y 1805.
El lector especializado ya podrá observar que, ni con unas ni con otras
páginas, la cuestión sustancial es tratada de un modo acabado y completo. Se
avanza en su conocimiento y en él se piensa proseguir.

BIBLIOGRAFÍA:

Clavero, Bartolomé: Usura. Del uso económico de la religión en la historia, Madrid, 1984.
Escriche, Joaquín: Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, H, Madrid, 1874.
Folmer, M.G.J.Ph.: Le droit privé transitoire ou intertemporal au Moyen-Age, en "Revue
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Gacto Fernández, Enrique: La filiación no legítima en el Derecho histórico español,
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García Gallo, Alfonso: Curso de Historia del Derecho Español, I, Madrid, 1948.
Marky, Tommaso: Appunti sul problema della retroattivitá delle norme giuridiche nel
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serie, vol. XII-XIH, volume LIH-LIV della Collezione, Milano 1948, págs. 241-271.
Martínez Gijón, José: La vigencia temporal de las Leyes de Toro, en "Homenaje al
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Otero Varela, Alfonso: La mejora, en "Anuario de Historia del Derecho Español", 33,
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Tomás y Valiente, Francisco: El Derecho penal de la Monarquía absoluta. Siglo XVI,
XVII, XVIII, Madrid, 1969.

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