Cazadores de Microbios
Cazadores de Microbios
Cazadores de Microbios
LICENCIATURA EN MERCADOTECNIA
METODOLOGIA DE LA INVESTIGACION
“CAZADORES DE MICROBIOS”
300B
15 DE MARZO 2022
Cazadores de microbios es un libro que nos describe la vida y obras de un grupo
de científicos que estudiaron las bases para comprender el mundo. Se llena de
relatos sobre sus experimentos o vida cotidiana y como los llevo a formar parte de
la historia.
Capítulo I
Antony Leeuwenhoek.
“El primer cazador de microbios”
Poco se supo sobre él durante 20 años, pero encontró su afición de tallar lentes.
Creía que se podían ver cosas de mucho mayor tamaño que lo que observaba a
simple vista. Visitando las tiendas de óptica aprendió lo necesario para tallar
lentes; comenzó relaciones con alquimistas y boticarios, observo sus métodos y
aprendió todos los secretos para obtener los metales de los minerales y así
comenzó a iniciarse como un orfebre. Le interesaba superar todos los lentes
fabricados en Holanda. Así que pasaba horas y horas trabajando. Persistió y
dedico todo tiempo en fabricar una lente que fuera tan perfecta que le permitiera
ver las cosas pequeñas de una manera gigantesca y con nitidez.
Tras comprobar todo lo que Leeuwenhoek decía era cierto, se le asignó una fecha
para una demostración ante la Real Sociedad. Y no mintió, ahí estaban aquellos
bichitos. Por lo que los demás científicos aplaudieron su trabajo, y lo felicitaron.
Dando paso a convertirlo miembro de la Real Sociedad.
A sus 91 años Leeuwenhoek perdió la vida, pero cumplía con su promesa hecha
50 años atrás, trabajar para la Real Sociedad hasta el último de sus respiros.
Capitulo II
Lazzaro Spallanzani
“Los microbios nacen de microbios”
Una de sus tantas noches en soledad Spallanzani tropezó con un libro sencillo que
le demostró un nuevo procedimiento de atacar la cuestión del origen de la vida. No
argumentaba con palabras sino con experimentos, lo que bastaba para demostrar
los hechos con claridad. Este libro le hizo pensar en animales microscópicos.
Spallanzani era un tipo duro que gozaba destruir todas las ideas contrarias a las
suyas. Se acercó a su laboratorio para comenzar a poner a prueba y desechar las
explicaciones de una teoría de Needham, un católico ferviente que había obtenido
popularidad por su experimento al tomar cierta cantidad de caldo de carnero
recién sacado del fuego, había puesto el caldo en una botella y lo había tapado
perfectamente con un corcho para que no pudieran penetrar ni seres, ni huévenlos
provenientes del aire. Después había calentado la botella y su contenido en
cenizas calientes. Dejo en reposo el caldo y la botella, días después saco el
corcho y encontré un plagado de animalillos.
Existía la teoría que provenían de la sustancia del caldo y que no era necesario
ser carnero sí que no que hacia el mismo efecto en sopa de semillas o de
almendras.
Spallanzani cambio el procedimiento, hirvió sus sopas por una hora, fundio los
cuellos de las botellas para que fueran selladas con el mismo vidrio y evitar que se
colaran cosas diminutivas. Completamente selladas los mantuvo en agua
hirviendo. Y las saco para esperar el lapse de días necesarios, además preparo
una serie de caldos que estaban tapados con corchos, no eran selladas al fuego y
después de seguir el procedimiento de Needham las puso al lado de sus
experimentos.
Dio como resultado que el caldo que había sido hervido por más de una hora no
contenía absolutamente nada de bichos. Siguió con las que había hervido por
minutos y encontró aquellos pequeños bichos, cayó en cuenta que esas botellas
había sido selladas a fuego por lo que no había posibilidad de penetrar en ellas
algo del exterior pero aquellos bichos habían resistido la temperatura del agua
hirviendo.
Los experimentos de Spallanzani eran tan claros, tan difíciles de contradecir, aun
empleando los razonamientos más sofisticados que fue difícil vencerlo.
Al mundo parecía más del agradarle Needham, eran cínicos y alegres y negaban
todo poder la naturaleza. La Real Sociedad eligió a Needham miembro. Por otro
lado Spallanzani, se encontraba furioso, temía por la ciencia, se hacía caso omiso
de los hechos desapasionados, y no le daban el valor.
Y frente al rechazo de su teoría Spallanzani, se lanzó a la tarea de experimentar
en su laboratorio con sus botellas, sus semillas y sus microbios.
Capitulo III
Louis Pasteur
“Los microbios son una amenaza”
Pasteur creía que estos bastoncillos eran fermentos del ácido láctico. También se
le ocurrió un medio para probar que los bastoncillos estaban vivos y
transformaban el azúcar en ácido láctico. Tenía que idear alguna especie de caldo
transparente para observar la posible reproducción de ellos.
Tomó levadura seca, la hirvió en agua pura y la filtró para obtener un líquido
transparente, añadió cierta cantidad de azúcar y un poco de carbonato de cal para
impedir que el líquido tomara un carácter ácido. Tomo después una motita gris en
el líquido procedente de una fermentación, y con todo cuidado la sembró en el
nuevo caldo, colocó el frasco en una estufa de cultivo y se dispuso a esperar.
Observó como muchas motitas grises y todas ellas desprendían burbujas, enfoco
el frasco hacia la luz y vio elevarse del fondo ligeras espirales. Puso el
microscopio y en el líquido había millones de bastoncitos.
Emprendió la tarea de demostrar a Francia cómo la ciencia podía ahorrar dinero a
la industria. Empaco aparatos de vidrio y, acompañado de un ayudante, Duclaux,
marchó precipitadamente a su casa natal, a Arbois, para salvar la industria
vinícola, que estaba en peligro.
Pasteur visitó a los que fueron camaradas de otros tiempos, para rogarles le
dieran botellas de vino, vino amargo, vino viscoso, vino grasiento.
Por las investigaciones que había efectuado en otra época, que eran los fermentos
los que transformaban el mosto en vino, y tenía la convicción de que el culpable
de que los vinos se echasen a perder era otro ser microscópico. Y así era, en
cuanto examinó al microscopio las muestras de vinos grasientos, encontró un
hormiguero de curiosos microbios. Pasteur y Duclaux se pusieron a trabajar en un
laboratorio improvisado; atacaron a fondo el problema de impedir la presencia de
los microbios perjudiciales en los vinos sanos, y descubrieron por último que sí,
una vez terminada la fermentación, se calienta suavemente el vino, por bajo del
punto de ebullición, morían todos los microbios que no desempeñaban papel
alguno en el vino y se conservaba éste sano.
Gernez fue enviado al norte de Francia para estudiar los gusanos de seda de
Pasteur. Tras una ardua investigación concluyo que los glóbulos están vivos, son
parásitos, son los que hacen enfermar a los gusanos.
Koch a pesar de no tener tiempo para realizar sus investigaciones debido a que
seguía su trabajo como médico, en sus tiempos libres encontró unos pequeños
filamentos y bastoncitos en la sangre de los animales muertos por el carbunco que
le llamaron la atención y se las arregló de alguna manera para contagiar la
enfermedad a unos ratones encontrando que al día siguiente de haberlos
contagiado el animal había muerto.
Koch se preguntó por qué se encontraban estos filamentos y bastoncillos en los
animales enfermos y no en los animales sanos y porque morían en los cristales
donde los ponía y sin embargo sobrevivían en los animales.
Para esto realizó una serie de experimentos controlados lo mayormente posible,
puso los filamentos a la temperatura corporal del ratón y entonces observó que se
formaban esporas cristalinas dentro de los filamentos de lo cual dedujo que estas
esporas protegían a los filamentos hasta el momento en que entrarán a un animal
sano listos para esparcirse.
Con todo esto fue a mostró sus resultados expreso lo siguiente "Los tejidos de
animales muertos de carbunco, bien estén frescos, putrefactos, secos o tengan un
año de antigüedad, sólo pueden producir el carbunco si contienen bacilos o
esporas de estos”.
Además les enseñó el modo de exterminar la plaga y su descubrimiento también
ayudó a que se empezara a luchar contra los microbios de una manera científica
dejando de lado las supersticiones de los médicos.
Un día Koch, miró la superficie lisa de media papa cocida que había quedado
sobre una mesa del laboratorio. Acercó sus ojos miopes a la papa, preparó los
portaobjetos y limpió los lentes del microscopio. Tocó una de las manchitas grises
con un delgado alambre de platino y puso una minúscula fracción de aquella
substancia viscosa, con un poco de agua, entre dos portaobjetos, al examinar la
preparación al microscopio, encontró un enjambre de bacilos que nadaban
tranquilamente, y cada uno de ellos era exactamente igual a sus millares de
hermanos contenidos en la gota.
Examinó los microbios de una manchita amarilla, de otra roja y de otra violeta, los
gérmenes eran redondos en una, tenían aspecto de bastoncitos flotantes en otra y
los de la tercera parecían sacacorchos vivientes pero invariablemente, todos los
microbios de una manchita eran semejantes a sus hermanos. Se dio cuenta del
espléndido experimento que le había obsequiado la naturaleza. “Cada una de
estas manchitas es un cultivo puro de una especie bien definida de microbios; es
una colonia pura de una sola especie microbiana” (Roberto Koch).
Todo lo que se sabía acerca de la tuberculosis era que se suponía causada por
alguna especie de microbio, puesto que los hombres enfermos podían transmitirla
a los animales sanos. Obtuvo el primer material tuberculoso, Koch se dedicó a
teñir de pardo, de azul, de violeta, el material con grandes precauciones,
mojándose cada vez las manos con sublimado corrosivo, que se las ennegrecía y
arrugaba, frotaba con el peligroso material tuberculoso láminas de cristal delgadas
y limpias, que mantenía después varias horas en un fuerte tinte azul.
Una mañana sacó los portaobjetos del baño colorante y los examinó al
microscopio, al enfocar surgió una visión extraña de la niebla gris, masas curiosas
de los bacilos sumamente delgados, teñidos de azul y tan tenues, que no podía
hacer conjeturas acerca de su tamaño, pero que tenían una longitud inferior a una
milésima de milímetro.
Entonces se dio cuenta de que estaban incontables los mismos bacilos, los
bastoncitos retorcidos que había descubierto en un principio en los pulmones del
obrero víctima de la tuberculosis. Estaban inmóviles, pero vivos seguramente y en
trance de multiplicarse, eran delicados y remilgosos en cuanto a alimentación y de
poco tamaño, pero más salvajes.
El 24 de marzo de 1882 dijo cómo los médicos podían aprender ya las costumbres
al bacilo de la tuberculosis, el enemigo más pequeño de la humanidad pero
también el más implacable, sus fuerzas, sus puntos débiles mostrando cómo
podía emprenderse la cruzada para aplastar, para eliminar del mundo a este
enemigo mortal.
Capítulo V
“Pasteur y el perro rabioso”
En 1870 las maternidades de París eran unos verdaderos focos de infección, el
austriaco Semmelweis, había demostrado que la fiebre puerperal era contagiosa.
De cada diecinueve mujeres que ingresaba a un hospital llenas de esperanza,
moría una, dejando huérfano a su hijo.
Pasteur descubrió que los microbios de esta enfermedad eran transmitidos a las
mujeres sanas por los médicos. Decía el haber descubierto aquel microorganismo.
Y así fue como empezó a experimentar en animales específicamente en vacas
con la teoría de que si les inyectaba con tuberculosis en pequeñas dosis a medida
de que pasaba el tiempo, si la vaca sobrevivía, se convertiría en una vaca inmune
a la enfermedad con la que intencionalmente había sido infectada. Luego
experimento con gallinas de la misma manera que con las vacas.
A su consultorio llega una madre con su hijo casi nauseabundo con mordeduras
de perro en catorce lugares distintos. Todas las mordeduras fueron causadas por
un perro rabioso. El niño de nueve años sería el primer experimento en humanos.
Pasteur llamo a dos de sus amigos médicos Vulpian y Grancher esa misma tarde
empezaron con el experimento. Al transcurrir el tiempo el niño mejoró hasta su
recuperación total.
Aquella tarde del 6 de julio de 1885, fue hecha a un ser humano la primera
inyección de microbios atenuados, de hidrofobia: después, día tras día, el niño
soportó sin tropiezo las restantes inyecciones, meras picaduras de la aguja
hipodérmica. Pasteur dijo al mundo que estaba dispuesto a defender de la
hidrofobia a todos sus habitantes.
Murió en 1895, en una modesta casa próxima a las perreras donde conservaba los
perros rabiosos en las afueras de París. En torno del lecho se agrupaban Roux,
Chamberland y otros investigadores a los que había inspirado, hombres que
habrían arriesgado la vida ejecutando fantásticas correrías contra la muerte y que
de ser posible, hubieran dado sus vidas ahora, para salvar la del maestro.
Capítulo VI
Roux y Bering
“Masacre de conejillos de indias”
En 1888, Emilio Roux continuó las investigaciones que Pasteur había tenido que
abandonar. En poco tiempo descubrió que el bacilo de la difteria destila un veneno
extraño, y que un gramo de esta substancia pura basta para matar dos mil
quinientos perros. Emilio Behring, su romántico discípulo, descubrió en la sangre
de los conejillos de Indias un poder extraño un algo desconocido que volvía
completamente intensivo el poderoso veneno de la difteria.
La difteria, que varias veces cada cien años presenta intensos altibajos en su
virulencia, se encontraba, entonces en uno de los períodos más sanguinarios las
salas de los hospitales infantiles ofrecían un aspecto funesto con tantos lamentos
desoladores, los ataque de tos espasmódica anunciaban la asfixia, en las tristes
hileras de angostos lechos, las blancas almohadas enmarcaban caritas violáceas
bajo la presión estrangulante de una mano desconocida.
Estos bacilos aparecieron en todas las gargantas, hurgó en todos los rincones de
aquellos cuerpecitos; tino centenares de preparaciones de todos los órganos.
Intentó, y pronto lo consiguió, desarrollar aquellos bacilos en estado de pureza.
Pero en ninguna parte de los cuerpos que examinó, encontró aquellos microbios:
sólo aparecían en las gargantas obstruidas por las membranas.
Roux disecó tejidos de todos los rincones de aquellos cadáveres; hizo cultivos de
los corazones y los bazos; pero no encontró ni un solo bacilo, y eso que pocos
días antes había inyectado a cada conejo un billón de ellos aproximadamente.
Inyectó a varios conejillos de Indias una dosis de diftéricos capaz de matarlos con
toda seguridad, y a las pocas horas los microbios empezaron su labor destructora.
Los conejillos supervivientes desearían probablemente haber muerto, porque el
tricloruro al mismo tiempo que los curaba, les causaba tremendas quemaduras en
la piel, y los pobres animales chillaban lastimeramente cuando se rozaban
aquellas heridas dolorosas.
Empezó a inyectar bacilos diftéricos, toxina diftérica y tricloruro de yodo a conejos,
ovejas y perros, con el propósito de convertir aquellos cuerpos vivos en fábricas
de suero curativo, de suero destructor de toxina, de “antitoxina”. El efecto fue
milagroso, poco después casi todos los animalitos empezaron a respirar con más
facilidad, y a las veinticuatro horas al ser puestos boca arriba, se levantaban con
presteza y quedaban de pie. Al cuarto día estaban tan buenos como nunca,
mientras que los de la otra mitad del lote no tratados, eran llevados al horno
crematorio, fríos y muertos.
Behring preparaba su suero para llevar a cabo el primer ensayo decisivo en algún
niño a punto de morir de difteria, escribió su informe clásico explicando cómo era
capaz de curar animales condenados a muerte segura, inyectándoles una
substancia nueva. Los resultados parecían milagrosos, unos cuantos niños
murieron; el hijo de un médico famoso de Berlín falleció misteriosamente.
“El estado general de los niños a los que se aplica el suero mejora rápidamente.
En las salas apenas si se ven ya caras pálidas y plomizas: las criaturas están
alegres y animadas” (Roux).
En el Congreso de Budapest descubrió cómo el suero hacía desaparecer de la
garganta de los niños la membrana gris donde los bacilos al desarrollarse
elaboraban el terrible veneno.
Capitulo VII
Elías Metchnikoff
“Los solícitos fagocitos”
Capitulo VIII
“Theobald Smith”
Theobald Smith, dio la explicación de por qué el ganado vacuno del Norte, cuando
es trasladado al Sur, enferma y muere a consecuencia de la fiebre de Tejas, y de
por qué el ganado vacuno del Sur, aun estando sano, acarrea al Norte una muerte
misteriosa para el que está en la región.
De este modo se explicaron por qué el ganado del Sur no es víctima de la fiebre
de Texas, esta cruel enfermedad existía en el Sur, en los sitios donde hay
garrapatas, que están en todas partes; las garrapatas estaban continuamente
picando a las vacas del Sur e inoculándoles los fatales microbios piriformes, que
no les afectaban, porque los ataques benignos que habían tenido cuando eran
terneras las habían hecho inmunes. Finalmente, después de cuatro veranos
sofocantes, pero llenos de éxito, Theobald Smith se dispuso, en 1893, a contestar
a todas las intrincadas cuestiones que puede transmitir una enfermedad.
Capitulo IX
“David Bruce”
David Bruce entró en el Servicio Médico del ejército inglés, no para luchar ni para
salvar vidas de soldados, ni tampoco para tener ocasión de cazar microbios,
ocupación desconocida en aquellos tiempos, ni con fin alguno tan desinteresado:
lo hizo porque quería casarse, y tanto él como su novia carecían de dinero.
Solicitó una audiencia de Apolo Kagwa, Primer Ministro de Uganda, a quien dijo
había descubierto el microbio que estaba matando a tantos de sus súbditos,
informándole al mismo tiempo de que otros muchos miles más tenían ya el
parásito en la sangre y estaban, por tanto, sentenciados a morir.
Nyassalandia fue el último campo donde Bruce dio la batalla a la enfermedad del
sueño y aquél en el que estuvo más desesperanzado, porque allí fue donde
encontró que la “Glossina sorsitans” no sólo vive en las orillas de los lagos y de los
ríos, sino que zumba y pica de un extremo a otro de Nyassalandia, y no hay
manera de escapar de ella, no hay posibilidad de trasladar naciones enteras
huyendo de su mordedura. Bruce siguió dedicado al problema, y pasó años
enteros midiendo la longitud de los tripanosomas y tratando de encontrar si la
nagana y la nueva enfermedad eran una misma y sola cosa. Terminó por no
saberlo, y sus palabras finales fueron éstas “En el momento actual no es posible
realizar experimentos que decidan la cuestión en uno o en otro sentido. Los
experimentos a que se refería era inyectar tripanosomas de la nagana, no en uno
ni en cien, sino en un millar de seres humanos”
Capitulo X
Ross contra Grassi
“El Paludismo”
Capitulo XI
Walter Reed
“En interés de la ciencia y por la humanidad”
Capitulo XII
Pablo Ehrlich
“La bala mágica”
Pablo Ehrlich era todo menos un gran médico. La composición química de los
animales es igual a la química de mis colorantes: Tomó azul de metileno, que era
su colorante favorito, e inyectó una pequeña cantidad en la vena auricular de un
conejo, el color difundirse por la sangre y el cuerpo del animal, tiñendo
misteriosamente de azul únicamente las terminaciones nerviosas. Por un
momento olvido sus conocimientos fundamentales, de inmediato procedió a
inyectar este producto a sus siguientes enfermos pero se presentaban dificultades,
atemorizaban a los pacientes, lo que es muy comprensible. Del extraño
comportamiento del azul de metileno entrando en un solo tejido de entre los
centenares que componen los seres vivos.
Que sólo tiñe un tejido de los varios que forman el cuerpo animal; debe existir una
substancia que tiña y mate microbios que atacan al hombre. Koch solía entraren el
laboratorio de su discípulo, en el cual había hileras de frascos llenos de vistosos
colorantes que Ehrlich no tenía tiempo de usar.
Koch consideraba disparatados los sueños de balas mágicas, soltaba una catarata
de explicaciones atropelladas, que en aquellos días versaban sobre la posibilidad
de inmunizar a los ratones contra los venenos contenidos en las semillas, la
cantidad de veneno necesaria para matar en cuarenta y ocho horas a un ratón era
de cien gramos. Les coagula la sangre en las arterias.
Pablo Ehrlich blandía los tubos llenos de coágulos color ladrillo, de sangre de
ratón, para probarle a su ilustre jefe que la cantidad de veneno necesaria para
coagular aquella sangre es exactamente la requerida para matar al ratón de donde
procedía la sangre.
Ganaba amigos con facilidad, y como era hombre astuto procuraba que alguno de
ellos fueran personas influyentes. En 1890 lo vemos ya al frente de su propio
laboratorio, situado en Steglitz, cerca de Berlín, que consistía en dos pequeñas
habitaciones, una que había sido panadería y establo la otra. Ehrlich recordando
cómo se había inventado la burbuja de las vacunas de Pasteur, y cómo se desinfló
el globo de los sueros de Behring. El comportamiento de los venenos, de las
vacunas y de las antitoxinas debe regirse por leyes matemáticas.
Sus dibujos se volvían cada vez más raros, hasta el punto que su teoría de
inmunidad de las cadenas laterales se convirtió en un rompecabezas que servía
para nada. Creyó en su disparatada teoría de la inmunidad, basada en las
cadenas laterales.
Sus esfuerzos por encontrar las leyes de los sueros no se tradujeron sino en una
serie de dibujos fantásticos que nadie tomaba en serio, y que en realidad, en nada
habían contribuido para transformar los sueros poco efectivos en otros más
poderosos. Kadereit, desmontando el laboratorio de Steglitz para trasladarlo a
Francfort estaba lleno de judíos ricos, célebres por su sentido social y por su
dinero. Leyendo esta historia podría pensarse que sólo existe una clase de
cazador de microbios: aquella en la que los investigadores sólo dependen de sí
mismos, que prestan poca atención a la labor de los demás, y en lugar de leer
libros se ocupan de leer la Naturaleza. Pablo Ehrlich sacaba sus ideas de los
libros.
En 1901, Había inyectado a ratones aquellos diablos atetados que tan graves
males ocasionaban en las ancas de los caballos, produciéndoles la enfermedad
conocida como mal de caderas y entonces inyectó arsénico a los ratones
enfermos, tratamiento que mató muchos tripanosomas y que los alivió un tanto, sin
que realmente se produjera una notable mejoría. Los ratones siguieron muriendo
en todos los casos. Pero esta simple lectura fue suficiente para encandilara
Ehrlich.
Fue un hombre jovial, que llevaba mezcladas en una caja todas las medallas que
tenía, fue un hombre impulsivo.
Conclusión
Este libro nos narra y nos evidencia la importancia de cada uno de estos
científicos y como se convirtieron de vital importancia el estudio de microbios,
bacterias o enfermedades peligrosas que escalaban a la muerte. Nos da una
pequeña biografía de los personajes, como afrontaron su vida y como surgieron
sus ideas para convertirse en parte de la historia.
Además de relatar su lucha incansable para alcanzar su satisfacción profesional.
Es muy interesante saber que por la observación pudieron resolver tanto, como
una simple gota de agua les pudo cambiar su vida. O el color de una papa les
causaba tanta intriga. Comenzando a investigar y experimentar para que
concluyeran con teorías y descubrimientos fascinantes. Eras personas inexpertas
pero que buscaban de una u otra manera sobresalir. Desde un aficionado por la
orfebrería hasta pintores, doctores reprimidos y religiosos.
Bibliografía