Panchito Jimenez
Panchito Jimenez
Panchito Jimenez
COMO UN ALGARROBO
Su peculiar voz y acento norteño hicieron populares temas como ‘Los algarrobos, ‘Amigo
guitarrista’, ‘Embrujo’ ‘Querubín’, piezas clásicas del repertorio criollo que Panchito
Jiménez ha difundido a lo largo de seis décadas. Años que pesan, pero no lo suficiente
como para domar definitivamente al legendario León del Norte.
Mirando sus fotografías de cuando integraba Los Trovadores del Perú y Fiesta Criolla, dos
emblemáticos conjuntos de música peruana, Francisco Jiménez Fernández parece resignado
al paso de los años. A pedido nuestro recuerda con serenidad los tiempos idos. Tiempos en
los que los cantores como él vestían poncho blanco y pañuelo rojo; en los que en el Perú se
entregaban discos de oro por sorprendentes ventas de LPs o discos de 45. Tiempos en los
que los canales de televisión y las radioemisoras lo llamaban a cada rato; en los que
escuchaba con mayor frecuencia que los animadores de las peñas más prestigiadas
presentaban, directamente desde Chiclayo, a Panchito Jiménez, El León del Norte.
Radio Delcar de Chiclayo es el primer referente que Panchito Jiménez tiene de su incursión
en el mundo artístico. Tenía 15 años cuando sus amigos lo llevaron allí para interpretar los
temas que causaban furor en las jaranas del barrio El Porvenir. Bastó que lo oyeran una vez
para que su particular voz termine compartiendo micrófonos con ídolos de la época. Luego,
a fines de los años treinta, llegaron los contratos para cantar marineras. “No aceptaban los
valses ni las polkas”, dice recordando una oportunidad en la que, en un festival en
Chongoyape, se ganó tres soles (“de cuando las monedas eran de plata”) y aprendió a
sentir el orgullo de ser valorado como cantante.
Pero Panchito Jiménez recién empezó a alcanzar reconocimiento cuando coincidió en
Huancayo con Oswaldo Campos, Miguel Paz, Oscar Avilés y Javier Gonzales, quienes en
ese momento regresaban al Perú tras una exitosa gira por Argentina. Tenía 22 años y todas
las ganas de destacar en el criollismo.
Los Trovadores del Perú debían reemplazar la voz de Gonzales y el elegido fue Jiménez.
Con él, la fama del cuarteto rozó la celebridad, sobre todo después de compartir escenario
con el tenor Alejandro Graña, el suceso musical de entonces.
En 1945, sin embargo, cada uno terminaría tomando su propio camino. Y el de Panchito
apuntaba hacia el sureste del continente: Argentina, Bolivia y Paraguay. En cada punto de
la travesía, él hacía gala de sus virtudes vocales, pero también de una irrefrenable vocación
de picaflor. Bohemio al fin y al cabo, dejaba un amor en cada pueblo. Hasta que la
oportunidad de integrarse al popular conjunto Fiesta Criolla lo hizo pisar tierra firme y vivir
un poco de estabilidad. Había cumplido 35 años.
Fiesta Criolla tuvo dos etapas. En la primera Panchito cantó acompañado de Oscar Avilés,
Humberto Cervantes, Pedrito ‘Verija’ Torres y el cajonero Arístides Ramírez; mientras que
en la segunda con Roberto Velásquez, ‘Chinoco’ Gonzales, ‘Sudapisco’ Samanez y
Humberto Cervantes. Fueron muchos años animando las mejores jaranas criollas de Lima y
provincias, con una discografía tal que al propio artista le cuesta recordar con exactitud la
cantidad de placas grabadas y vendidas, Temas como ‘La comarca’, ‘Embrujo’, ‘Querubín’
y ‘Los algarrobos’ fueron éxitos, que, de haber sido comercializados como se hace ahora,
estos criollos serían millonarios.
Tiene dificultades para ver con claridad y su caminar es cansino, algo que no resulta tan
extraño en quien ha vivido 82 años, la mayor parte de ellos entregando lo mejor de sí a la
difusión del folclore criollo. ‘Ahora estoy bien, pero en diciembre pasado el cigarro me
tumbó. Casi me manda a la otra”, dice Panchito Jiménez con su acostumbrada picardía.
Fueron unos mareos y una zapateada del corazón, síntomas lo suficientemente preocupantes
como decirle adiós al tabaco. Y no tanto por él mismo, sino por sus familiares. “Me dio
pena verlos en el hospital durante la madrugada, preocupados por mi salud”, refiere.
Pero no obstante esos achaques, en plena conversación la lucidez y la calidad vocal de
Panchito parecen intactas. Las referencias a hechos y personajes de la historia del enollismo
del siglo pasado brotan de sus labios sin demasiado esfuerzo, como los falsetes necesarios
para demostrar qué es un Triste, ese género musical norteño casi desconocido por las
generaciones actuales debido a la falta de promoción de nuevos intérpretes. “Quedamos
pocos, al igual que los cantores de yaravíes, porque las disqueras dicen que no es un
género comercial. Yo no sé qué pasará después, cuando los muchachos pregunten qué es
un Triste o qué es un yaraví, y no haya alguien que les enseñe”, advierte.
En 1971 Panchito Jiménez decide escuchar a quienes desde hacía tiempo le decían que él
podía ser solista. A punto de cumplir medio siglo de vida, sentía cobijar la fuerza necesaria
para que ‘El León del Norte’ siguiera rugiendo en peñas, festivales y programas de radio o
televisión. Y así lo hizo, al menos mientras la música criolla continuó siendo interesante
para el público, los empresarios artísticos y los medios de comunicación.
En los ochenta las cosas se pusieron color de hormiga para todos los cantores criollos,
entonces Panchito Jiménez se dio cuenta de lo atinado que fue invertir en la educación de
sus cinco hijos y haber cultivado el amor de Consuelo Llontop Chafo- que (“ella me ha
acompañado en los momentos más difíciles”), desde hace 35 años su segunda esposa.
“Ahora uno se defiende con el favor de Dios. Peor sería no recibir nada”, dice,
refiriéndose a la pensión de 500 soles que desde hace quince años recibe gracias a una
gestión especial realizada durante gobierno aprista. “Pobres los muchachos que quieren
hacer criollismo. Creo que tienen que juntar miles de dólares para grabar. Ni siquiera
estar bien con la voz lo ayuda a uno, porque no hay trabajo. Yo mismo tengo varias
canciones, de ésas que me mandan mis paisanos en casetes, pero no puedo sacar otro disco
por falta de dinero, ni cantarlas en peñas porque me las podrían piratear al toque”.
Le pregunto cómo se siente cada vez que escucha sus viejas canciones, y los ojos se le
nublan. “Hace unos días oí en la televisión ‘Juanita’ y ‘Amigo guitarrista’... me puse a
llorar. Uno siente mucho el hecho de no tener un espacio para cantar, uno se entristece. El
peruano es medio ingrato para con su música, pero qué se puede hacer. Yo vivo
agradecido a quienes me reconocen, a quienes me recuerdan. Cuando estuve internado en
el Hospital Rebagliati un doctor se acercó y me dijo: ‘usted no debe morirse... tiene que
cantar muchos años más. Entonces me dije que yo debia ser como la chicharra, que sólo
revienta de tanto gritar.., de tanto cantar”. No se apene, Panchito quién le dijo que los
algarrobos no lloran.
Él rugía” valses
Cuando “El León” tomaba el micrófono, un rugido singular emergía desde el fondo de su
garganta, abriéndose paso entre los contrapuntos de las guitarras. Era un canto de barítono,
sazonado con falsetes y la picardía del dejo norteño. Entonces, la jarana empezaba, con
golpes de buen cajón como dice la canción.
Sí, Panchito Jiménez Fernández no cantaba, sino “rugía” valses. Por eso, su compadre José
Lázaro Tello—gigante de los micrófonos, quien puso los nombres artísticos más
memorables— lo bautizó como “El León del Norte”, dizque por la singularidad y fortaleza
de su canto. Si Lázaro resucitase, sabría que no se equivocó.
“La gente me decía: ‘pero si en el norte no hay leones’, ¡cómo que no hay!, ¿y el puma?”,
bromea el cantor este mediodía limeño en el sofá de su casa de la urbanización Los
Cipreses, donde vive hace 37 años. La sala y el comedor están adornados con trofeos,
diplomas y fotos que recuerdan su grandeza vocal. Varios leones de fantasía, que sus
admiradores le han regalado, cuidan la morada.
Cuando lo bautizaron como “El León del Norte”, Panchito iniciaba su carrera como solista
tras años al volante de Los Trovadores del Perú y Fiesta Criolla. ¿Le gustó el apelativo?
“Aunque no le guste a uno, tiene que aguantar”, sonríe pícaro. Este criollo de 87 años de
edad dejó de “rugir” valses y marineras hace dos o cuatro años. Y se disculpa por la falta de
precisión en las fechas, porque “lo primero que uno olvida a esta edad son los almanaques”.
De Chiclayo a la palestra
Francisco Julián Jiménez Fernández (prefiere siempre obviar su segundo nombre) comenzó
como cantante en Chiclayo, “la tierra donde se acuesta uno, amanecen dos y se hacen tres”,
como reza el dicho.
Soltaba sus gallos con los grupos de su barrio El Porvenir. Profesionalmente, se inició
cuando “a los 15 o 16 años de edad” participaba en los diversos concursos de radio Delcar,
la OAX norteña. “Ahí cantaba música peruana, huainitos del norte, marineras y valses. Mi
fuerte eran los valses.”
Una vez, recuerda, ganó “un billete colorado de 10 soles”. Nos grafica: en ese momento
histórico servía para comprarse dos pares de zapatos marca Aguila, y te sobraban como dos
soles más. Eran otros tiempos.
Un día se dijo, “me voy pa’ Lima” y por el año “mil novecientos cuarentaitantos” ya era la
primera voz de Los Trovadores del Perú, reemplazando a Javier González. En el conjunto
conoció al “Chino” Óscar Avilés, con quien escribiría más tarde páginas importantes del
críollismo.
Los Trovadores fueron de gira hasta Oruro, Bolivia, donde se disolvieron. Panchito decidió
probar suerte, y estuvo siete años “andando” entre Bolivia y Argentina. “A la fuerza” tuvo
que aprenderse huainos y taquiraris, que el público le exigía.
Degusta el recuerdo de esos años como una etapa muy buena de su vida. “No me quejo. Se
ha paseado uno muy bien.” En La Paz recibió un correo de Avilés, quien lo invitaba para
que volviera a Lima. Panchito, que ya quería regresarse, tomó sus maletas y se vino. Así,
ese 1957 fecundaron Fiesta Criolla.
Cantata y fuga
Hace varios años, este devoto de la Cruz de Motupe y el Señor de los Milagros se alejó
definitivamente del medio, por problemas con la presión alta; aunque hay quienes insisten
en que vuelva a ‘rugir” en los escenarios.
Ya no frecuenta a los amigos de antes, a las serenatas y las peñas, que no son como las de
su tiempo. “¡Qué vamos a comparar, hasta la gente era otra! Además, ya cansa, pe.”
Tampoco se manda su tanganazo de pisco para afinar la garganta.
Son otros tiempos, los cantantes modernos “hasta saben música”. Él lo aprendía todo de
oído y nunca supo rasguear una guitarra; aunque grabó tantos discos que olvida el número.
En sus más de 60 años de servicios profesionales a la peruanidad se ha cuidado la voz sólo
evitando bebidas heladas y limitando las jaranas.
No le gusta quejarse. Dice que el Estado le ha retribuido ‘un poquito”. En su primer
gobierno, Alan García les dio trabajo a algunas figuras del criollismo. Así, se hizo profesor
de música del colegio Hipólito Unanue, lo cual le valió para jubilarse, hace nueve años.
Cada mediodía, don Panchito prende el equipo de sonido y lo revitaliza escuchar las
canciones que inmortalizó. Empero, le preocupa que muchos cantantes grandes estén
retirándose. Opina que si no se escuchan a buenos cantantes y compositores es porque la
música extranjera está “matando” todos los géneros musicales nacionales.
“Los extranjeros saben de qué pie cojeamos. ¿Te has dado cuenta de que el cantor peruano
tiene una cosa extraña: siempre comienza por lo extranjero? ¡Cuántos se reían de los
huainos, de la música de los negros, que son tan bonitas, y ahora están de moda!”
No cree en aquello de que la música criolla vaya a desaparecer. “No va a morir, porque no
se la puede botar de la casa.” Pero sí parece a veces que este género musical sufre de
ataques al miocardio, ‘eso-denuncia el artista— se debe a los cantores y los extranjeros,
siempre”.
(Recitado)
Los ojos de mi norteña
son como los de la urraca,
que alumbran cuando yo duermo
mientras yo sueño en la hamaca.
Ingenio Criollo
Estas son algunas coplas que he podido oir, donde se manifiesta ese salero y picardía de la
gente norteña:
Que cholo más miserable
del norte tenía que ser,
se acuesta con la cuñada
para no gastar a la mujer.
A mi cholita cocinando
se le quemó el delantal,
si no la bombeo a tiempo
se le quema lo principal.
En la Voz de Olga Milla y de la Producciòn Titulada Repercusiòn nos regala este Tondero
llamado "Palo Santo"
Manuel Acosta Ojeda: "Cuánto daría por ser joven" Por Michael A. Zárate
Quiso ser guerrillero, pero sus canciones terminaron siendo más poderosas que un fusil. El
compositor Manuel Acosta Ojeda, gran amigo de Luis Abelardo Nuñez, en un diálogo no
apto para seguidores de La culebrítica.
Para quienes aún creen que las palabras tienen música, las letras de Acosta Ojeda suenan a
rebeldía en estos tiempos de canciones al paso. Falta poco para rendir homenaje a la música
criolla y hay un señor de 77 años que desea volver a ser joven, sin percatarse tal vez de que
uno solo deja de serlo cuando pierde la capacidad de indignarse. He aquí, pues, a un
compositor con acné.
-¿Y a qué llamaría hoy música popular? ¿Solo a la que se divulga por la radio?
No. No estamos consumiendo música popular, sino música popularizada, que es muy
diferente. Es decir, canciones mediocres, malas, estúpidas a veces. Tan estúpidas como:
"Dale a tu cuerpo alegría Macarena, eh... Macarena...".
-¿Y cuál es su opinión sobre esta nueva ola musical que ha surgido a raíz de tragedias como
las de Néctar y Sally?
-Nos indica claramente la falta de dignidad de nuestros promotores. Yo no voy contra los
comerciantes. Al fin y al cabo, el señor Nílver Huarac, el Canal 5 y Delgado Parker son
negociantes. No se les puede pedir escrúpulos.
-¿Qué pasará con un niño que hoy crece cantando Qué lindos son tus ojos?
-Esa canción no le hará ningún favor cultural. O sea, estamos volviendo a eso del animalito.
El artista tiene que estar seguro de si quiere ser un comunicador o un 'divertidor'.
Lamentablemente, el comunicador se muere de hambre y el 'divertidor', como Dina Páucar,
Sonia Morales o Rossy War, tiene casa con piscina, camioneta y chofer.
-Dígame, ¿le gustaría ser joven en esta época de iPods y MP3, de reggaetón y culebríticas?
-Yo creo que sí. No sabe cuánto daría por ser joven, pero eso es imposible. Creo que puedo
enseñar mucho de lo que he aprendido. Me gustaría ser joven para luchar con más fuerza.
Ahora me siento muy adolorido por estar limitado físicamente, por no poder pararme y salir
como antes a los sindicatos, a las universidades y a las comunidades para hablar en el
lenguaje de mi pueblo. Porque hablar en difícil es bien fácil. Hablar en fácil es bien difícil.
¿Qué es un Triste?
Hará algunos años Panchito Jiménez (Cantante de Fiesta Criolla) en una entrevista se
quejaba de que las nuevas generaciones de peruanos no sabían lo que era un triste.
El Triste es una interpretación quejumbrosa nacida para ser escuchada, y que se caracteriza
por ser casi siempre una forma de canto en llanto largo y tendido, donde se nota
visiblemente, para algunos, el origen gitano de esta música; aunque otros encuentran mucha
similitud con el yaraví. La voz principal a manera trágica se aqueja y nos hace sentir su
dolor, su queja. Casi siempre la temática es machista, la pérdida de su china (su mujer), el
lamento o la sátira de un adulterio, la pérdida de la cosecha debido a la falta de agua o el
exceso de ésta (el fenómeno de El Niño) es también una temática muy norteña sin duda. En
otros encontramos la nostalgia por el alejamiento de la tierra, del hogar.
Por lo general concluido el triste se prosigue con bailes como el llamado golpe de tierra, o
el tondero, siendo en este caso que se usa la frase "si un triste nos hace llorar, un tondero
nos ha de alegrar".