El Esclavo
El Esclavo
El Esclavo
Uno de los problemas que tiene que encarar todo ser humano es el
mundo en el que ha nacido. Su ser y las intenciones del mundo no van a la
par. El mundo quiere que sea útil, que sea un esclavo, que sea utilizado
por los que tienen poder. Y naturalmente, el hombre está resentido por
esto. Quiere ser él mismo. El mundo no le permite a nadie ser lo que se
supone que es por naturaleza. El mundo intenta amoldar a todas las
personas a su conveniencia: útil, eficiente, obediente, pero nunca rebelde
ni afirmándose, ni declarando su propia individualidad, sino siendo servil,
casi como un robot. El mundo no quiere que seáis seres humanos, quiere
que seáis máquinas eficientes. Cuanto más eficientes sois, más
respetables, más honorables. Y esto es el origen del problema.
Nadie nace para ser una máquina. Es una humillación, una degradación; es
quitarle al hombre su orgullo y su dignidad, destruirlo como ser espiritual
y reducirlo a una entidad mecánica. En consecuencia, todos los niños
empiezan a cerrarse desde el principio, cuando se dan cuenta de las
intenciones de la sociedad, de los padres, de la familia, del sistema
educativo, de la nación y de la religión. Se empiezan a volver defensivos a
consecuencia del miedo, porque se tienen que enfrentar a una fuerza
tremenda. Son tan pequeños y frágiles, tan vulnerables, tan indefensos,
tan dependientes de las mismas personas de las que se tienen que
defender.
El problema se complica más aún porque el niño se tiene que defender de
las personas que creen que le quieren. Y probablemente no estén
mintiendo. Las intenciones son buenas pero carecen de conciencia; están
totalmente dormidos. No saben que son marionetas en manos de una
fuerza ciega que se llama sociedad, todas las instituciones y los intereses
creados juntos.
El niño se enfrenta a un dilema. Tiene que luchar contra los que ama, y
además cree que le aman. Pero lo curioso es que la gente que le quiere,
no le quiere tal como es. Le dicen: «Te queremos, sí, te queremos, pero
sólo si sigues nuestro camino, si sigues nuestra religión, si te vuelves
obediente como nosotros.»