Entomologia Forense

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Entomología forense

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José Carlos Infante-Cabezón


Sociedad Andaluza de Entomología
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ISSN: 1578-1666; 2254-8777
Boletín de la SAE nº 30 (2020): 133-146.

Artículo de revisión

Entomología forense
José Carlos INFANTE-CABEZÓN & Francisco Javier SORIA-IGLESIAS

Laboratorio de Entomología Aplicada, Universidad de Sevilla. Avda. Reina Mercedes 6, Sevilla 41012,
España. Email: [email protected]. Email: [email protected]

Resumen: Se presenta un trabajo bibliográfico sobre la entomología en la Ciencia


Forense. Empieza por una recopilación histórica desde las grandes civilizaciones de la
antigüedad hasta el primer uso de los insectos en un caso real en criminología en Europa.
Continúa con la definición y las características del proceso de sucesión. En el trabajo se
detalla la descomposición de un cuerpo humano en cinco etapas y finaliza con un ejemplo
de cómo se calcula el intervalo post-mortem.
Palabras clave: Entomología forense, sucesión, descomposición, intervalo post-mortem,
cadáver.

Forensic entomology
Abstract: A bibliographic review is provided about the use of insects in Forensic Science.
It starts with a historical recap, from the great ancient civilizations up to the first use of
insects in a real case in Europe. It is then followed up by the definition and characteristics
of the succession process. It describes the human body's decomposition in five stages and
it is finalized with an example of how the post-mortem interval is calculated.
Key words: Forensic entomology, succession, decomposition, post-mortem interval,
corpse.

INTRODUCCIÓN
La descomposición es un proceso continuo y natural en el que la materia orgánica
regresa al medio (Payne, 1965; Olaya Másmela, 2001). Comienza con la muerte y finaliza
cuando ya solo quedan huesos puesto que ya no hay materia orgánica (Goff, 2010). Los
cuerpos son reservas de alimento temporal y cambiante para numerosos tipos de
organismos, desde bacterias y hongos hasta artrópodos e incluso vertebrados (Richards
& Goff, 1997; Goff, 2002). Los primeros organismos que comienzan a descomponer el
cuerpo son las bacterias que habitan en nuestro interior. Mientras estamos vivos, nuestro
sistema inmunitario es capaz de controlarlas, pero una vez fallecemos, tienen vía libre
para actuar (Goff, 2010). Durante su labor de descomposición, estos organismos van
destruyendo células liberando sus enzimas y generando productos de deshecho olorosos
que son los que finalmente atraen a los artrópodos al cadáver (Reverte Coma, 1999;
Magaña, 2001).
Podría decirse, que la Ciencia Forense es una disciplina o conjunto de disciplinas
que podríamos delimitar por sus dos componentes. Forense hace referencia a las
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cuestiones legales, como determinar las causas de la muerte; mientras que el término
ciencia alude al conjunto de conocimientos adquiridos mediante la observación de
fenómenos naturales de los que surgen principios y leyes generales comprobadas
mediante la experimentación (Rivers & Dahlem, 2014). Dentro la ciencia forense se
enmarca la entomología forense, una herramienta que se basa en el uso de los artrópodos
(en su gran mayoría insectos) para determinar el tiempo que lleva un individuo muerto,
así como las características de la zona de procedencia. Por este motivo, es una prueba
complementaria y, a veces, decisiva en las investigaciones criminales, como puede leerse
en muchos de los casos presentes en Goff (2002).
Allá donde se asiente el ser humano habrá insectos, pero no los mismos grupos
están en todas las zonas. Muchos son de unas regiones concretas con determinadas
condiciones ambientales. Durante una investigación se puede usar esta información
(insectos distintos en diferentes hábitats) para determinar si un cuerpo ha sido movido de
la escena de un crimen a la zona en la que ha sido encontrado, si las especies halladas en
el mismo, no se distribuyen en la zona donde haya aparecido. Por ejemplo, según Goff
(2002) se podría diferenciar entre poblaciones entomológicas distintas, como las de zonas
urbanas y zonas de cultivo.
Historia de la Entomología Forense
Cuando el ser humano se asentó en el planeta, empezó a convivir con los insectos,
devoraban las cosechas, transmitían enfermedades, etc. Como por ejemplo se puede
apreciar en las consecuencias que tuvieron algunas de las siete plagas de Egipto (McNeill,
1976).
La huella que dejaban estas “bestias de seis patas” ha sido descrita en antiguas
civilizaciones como la griega, china y egipcia, así como en jeroglíficos de Mayas y
Aztecas (Beutelspacher, 1988). Algunas de estas civilizaciones veneraban a los insectos,
asociándolos a la reencarnación o a la inmortalidad, debido en parte a la metamorfosis
completa u holometabolia que realizan coleópteros, lepidópteros y dípteros, entre otros
órdenes (Laufer, 1912; Beutelspacher, 1988). El recorrido que realizaba el escarabajo
pelotero con la bola de excremento de un lado para otro, representaba para los egipcios el
movimiento del Sol por el cielo; lo asociaban al Dios del sol Khepri. También los
relacionaban con la reencarnación ya que la hembra de Scarabaeus (s. str.) sacer
Linnaeus, 1758 realiza la puesta en la bola de excremento de la que posteriormente las
larvas se alimentarán y saldrán transformadas en imagos (Berenbaum, 1995).
El primer uso de la entomología forense se remonta al siglo XIII en China. En
muchos trabajos sobre esta disciplina, se relata el caso que ocurrió en una pequeña aldea
china en el año 1235 con el “detective” Sung Ts’u como protagonista que describe el
acontecimiento en su manual La eliminación de los errores. Comienza con el hallazgo de
un cuerpo sin vida de un hombre que presentaba varias puñaladas que Ts’u relacionó con
las de una hoz usada en el trabajo del campo. Decidió reunirlos a todos con sus
herramientas y las examinó, observando que en una de ellas las moscas se agolpaban
porque tenía restos de tejidos y sangre. Tras este hecho el propietario de la hoz confesó
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el asesinato. La actuación de Sung pone de manifiesto un buen entendimiento sobre la


actividad de las moscas (Bass & Jefferson, 2004; Rivers & Dahlem, 2014).
Hasta el S. XVII en Europa se pensaba que los gusanos que aparecían en un
cadáver se debían a generación espontánea. Gracias a los estudios de Francesco Redi
sobre la carne expuesta a moscas y carne aislada de ellas, se demostró que los gusanos
que aparecen en ella proceden de huevos depositados por moscas y no a generación
espontánea (Ross, 1961; Goff, 2002).
El primer caso en el que se usaron los insectos en Europa para resolver un crimen
fue en 1855. Durante unas reformas en una vivienda de París, se descubrió un bebé
momificado tras la chimenea, por lo que los sospechosos inmediatos fueron los
propietarios de entonces. La autopsia fue realizada por el doctor Bergeret d’Arbois, que
encontró larvas de la mosca Sarcophaga carnaria (Linnaeus, 1758), pupas de polilla de
la familia Tineidae (Benecke, 2001) y huevos de ácaros. Bergeret determinó que las larvas
de mosca se habían alimentado del cadáver en 1848 y que los ácaros pusieron huevos en
1849, por lo que los sospechosos pasaron a ser los dueños de la casa en 1848 (Goff, 2002).
Aunque la interpretación del doctor de los ciclos biológicos fue errónea, sus premisas
eran correctas. Es el primer registro del uso de insectos para establecer el intervalo post-
mortem (Benecke, 2001).
En 1894 el Dr. Pierre Mégnim publica en Francia su obra La fauna des Cadavres.
A lo largo de toda su carrera llevó a cabo numerosos estudios sobre la sucesión (término
que se define más adelante) de insectos y el papel de los ácaros en el cadáver (Rivers &
Dahlem, 2014). En su libro describió ocho etapas para la sucesión de insectos en cuerpos
hallados en tierra, a esas ocho etapas las denominó “Escuadras de la muerte” (Fig. 1).
Además, reseña con minucioso detalle la morfología de adultos y larvas de varias familias
de moscas (Benecke, 2001; Rivers & Dahlem, 2014). El trabajo de Mégnim dio a conocer
la disciplina ampliamente, inspiró a investigadores posteriores a él (Benecke, 2001) e
incluso sentó las bases científicas de la entomología forense (Romero Palanco et al.,
2006).
Figura 1. Etapas de desarrollo de Sarcophaga carnaria.
Escuadra II. a) Adulto b) Detalle de la venación alar. c)
Antena. d) Larva. e) Extremo anterior de la larva. f)
Extremo posterior de la larva, detalle de los espiráculos.
g) Pupa. Fuente: Mégnin, 1894. Figure 1. Development
stages of Sarcophaga carnaria. Wave II. a) Adult b)
Detail of wing venation c) Antenna d) Larvae e) Larvae
anterior point f) Larvae posterior point, detail of
spiracles g) Pupa. Source: Mégnin, 1894.

La entomología en general prosiguió


abriéndose camino en el siglo XX de la mano
de Jean Henri Casimir Fabre (1823-1915). Sus
documentos se caracterizaban por un atento
interés en los detalles y exactitud. En ellos
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describía abundantes observaciones tanto de insectos como de arácnidos. Desde el ángulo


de la entomología forense, los estudios de Karl Meixner y Hermann Merkel, ofrecieron
nuevas ideas sobre la sucesión cadavérica (Rivers & Dahlem, 2014).
Las investigaciones en entomología forense fueron aumentando durante todo el
pasado siglo, destacando las contribuciones de Bernard Greenberg, considerado padre de
esta ciencia en los Estados Unidos, o los estudios de Jerry Payne en los 60 (Goff, 2002).
En la década de los 70 se crea “La Granja de Cadáveres”. Se trata de un extravagante
complejo ideado por el doctor Bill Bass, donde se encuentran diseminados cuerpos
humanos al aire libre con el fin de estudiar la descomposición humana y la fauna asociada
(Bass & Jefferson, 2004). Además de la sucesión de insectos, hoy en día se usan técnicas
tan novedosas como el análisis del contenido estomacal de larvas de moscas encontradas
en escenarios en los que no hay cadáver, pero sí hay indicios de que lo ha habido; con
ello se pretende averiguar si hay ADN humano en las especies halladas (Amendt et al.,
2011).
Actualmente, la entomología forense es una ciencia bastante asentada tanto en la
sociedad como en el ámbito jurídico-policial a la vista de la cantidad de trabajos
publicados que hay, entre los que destacan los del doctor M. Lee Goff de Hawaii.
Los objetivos principales de este trabajo son dar a conocer los cambios
fundamentales que le ocurren a un cuerpo al morir y las fases de la descomposición de un
cadáver, recopilar información acerca de la principal fauna asociada al proceso de
descomposición, mostrando que los insectos y otros artrópodos son un pilar fundamental
en esta disciplina con los que se puede averiguar el intervalo post-mortem (en adelante
IPM), si el cuerpo ha sido trasladado, determinar la época del año y servir de apoyo y
fiabilidad a otras pruebas forenses.
METODOLOGÍA
Los contenidos recogidos en este trabajo han sido obtenidos tanto de libros,
capítulos de libros, artículos de revistas científicas facilitados por la Dr. Dª Inés Martínez
Pita (profesora de la asignatura “Entomología y Botánica Forenses” de la Universidad
Pablo de Olavide). También se han consultado artículos científicos en Google
Académico, Scopus, Journal of Medical Entomology, Journal of Forensic Sciences,
Canadian Society of Forensic Sciences Journal, Dialnet, Pubmed, Graellsia, Ciencia
Forense, Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa, Boletín de la Asociación
española de Entomología y libros y artículos de los archivos de la biblioteca de la
Universidad de Sevilla disponibles online.
Sucesión cadavérica. Definición y categorías de las especies del cadáver
Al poco tiempo de morir llegan los primeros insectos al cadáver (Goff, 2011). A
medida que se van alimentando del cuerpo, este cambia, convirtiéndose en apto para otros
organismos, los cuales también se alimentarán, alterándolo nuevamente. Este proceso
continúa hasta que el cadáver se ha convertido en huesos (Goff, 2002). Esto es lo que se
conoce como sucesión. Esta actividad es bastante predecible ya que los organismos actúan
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en distintos momentos (Goff, 2002; Salazar-Ortega, 2008). Cabe destacar el trabajo de


Payne (1965) en el que relata los cambios producidos en cerdos expuestos a insectos y
los cambios cuando no había exposición a ellos, durante un estudio llevado a cabo en
verano. En el trabajo, publicado en la prestigiosa revista Ecology, se identifican más de
500 especies de animales, en su mayoría insectos. Es uno de los trabajos sobre
descomposición más citados.
Los artrópodos se relacionan con los cadáveres de manera distinta, pero se
establecen cuatro relaciones básicas (Goff, 2002, 2010). Se añade una quinta categoría
(especies accidentales) que suele pasarse por alto en algunos trabajos (Smith, 1986;
Amendt et al., 2004) pero que a veces resulta de gran importancia (Goff, 2010).
Especies necrófagas
Son aquellas especies que se alimentan del cuerpo en descomposición (Payne,
1965). En este grupo podemos incluir a las moscas de las familias Calliphoridae y
Sarcophagidae, así como coleópteros de las familias Silphidae y Dermestidae (Magaña,
2001; Goff, 2010). En esta categoría se incluyen los taxones más relevantes para estimar
el IPM al principio de la descomposición (1-14 días) (Villet, 2011).
Especies depredadoras y parásitas de las especies necrófagas
Conforme las especies necrófagas aumentan en número, atraen al cadáver a
depredadores y parásitos de las mismas (Goff, 2002). Algunas especies de dípteros son
necrófagos en los primeros estadios larvarios, pero se vuelven depredadores en las últimas
fases. Esto le ocurre, por ejemplo, a
las larvas de Chrysomya rufifacies
(Macquart, 1842) (Goff, 2010, 2011)
que son capaces de devorar a las
larvas Chrysomya megacephala
(Fabricius, 1794) (Fig. 2) (Goff,
2002; Shiao & Yeh, 2008). También
encontramos coleópteros en esta
categoría como “los escarabajos
sepultureros” (familias Silphidae,
Staphylinidae e Histeridae),
pudiéndose alimentar todos ellos de
huevos y larvas de moscas, además
de carroña, hongos, estiércol, como
Silphidae (Goff, 2002; Bonilla et al.,
Figura 2. Larva de Chrysomya rufifacies depredando a 2016). Los principales parásitos de
otra de Chrysomya megacephala sirviéndose de sus las especies necrófagas son los
espinas esclerotizadas. Fuente: Shiao & Yeh, 2008. himenópteros (Goff, 2002, 2010) que
Figure 2. Larvae of Chrysomya rufifacies preying on
another larva of Chrysomya megacephala using
pueden ser endo- o ectoparásitos y
sclerotized thorns. Source: Fuente: Shiao & Yeh, 2008. suelen ser gregarios, por lo que de
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una larva de mosca parasitada pueden emerger muchos individuos (Goff, 2002).
Los himenópteros y algunos escarabajos, además de poder ser parásitos o
depredadores de las especies necrófagas, se pueden alimentar directamente del cadáver
(Payne, 1965; Villet, 2011), siendo considerados como un grupo omnívoro e incluso, a
veces, una categoría aparte según el autor consultado (Goff, 2002). Cabe destacar que en
algunos casos el ritmo de la descomposición se ve ralentizado debido a que algunas
especies, como Solenopsis germinata (Fabricius, 1804), retiran del cadáver gran cantidad
de larvas de mosca (Early & Goff, 1986).
Especies adventicias
En esta categoría podemos enmarcar aquellas especies que usan el cadáver como
una extensión de su hábitat. Se incluyen grupos como colémbolos, arañas o miriápodos
(Goff, 2010, 2011). En estados avanzados de descomposición, estos animales tienden a
concentrarse en el sustrato bajo el cadáver. En las especies adventicias se incluyen
también algunas familias de ácaros (Acarideae, Lardoglyphidae y Winterschmidtiidae)
que se alimentan de los hongos que crecen en el cuerpo (Goff, 2011).
Especies accidentales
Las especies accidentales son un grupo que ha sido ampliamente subestimado por
algunos autores. Los componentes de este grupo no se relacionan directamente con el
cadáver, sino que llegan a él por casualidad. Estos organismos puede que se hayan caído
de la vegetación de alrededor de donde se encuentra situado el cuerpo debido a la
manipulación de las plantas en un intento de esconder el cuerpo (Goff, 2002, 2010). En
otras ocasiones puede que un insecto que iba volando acabara sobre la víctima de modo
casual (Goff, 2011). Esta fauna ayudaría a saber si ha habido traslado del cuerpo, e incluso
determinar la fecha de la muerte.
Descomposición
La descomposición es un proceso continuo y constante, pero para facilitar su
estudio, los entomólogos forenses dividen, de forma arbitraria, el proceso en etapas o
estados basándose en los cambios físicos y morfológicos que experimenta el cadáver
(Goff, 2010). El número de estos estados varía según los estudios, si bien la mayoría
establecen cuatro fases (Salazar-Ortega, 2008; Bygarski & LeBlanc, 2013; Abouzied,
2014), cinco (Early & Goff, 1986; Romero et al., 2006; Goff, 2010, 2011) o seis (Payne,
1965).
Se ha elegido hacer una descripción de cinco estados como término medio
siguiendo a Goff (2010, 2011).
Estado fresco
Esta fase comienza en el mismo momento de la muerte (Fig. 3) y finaliza cuando
se observa hinchazón externamente debido a la relajación del abdomen. Al cesar el
bombeo del corazón, el aporte de oxígeno se detiene y, mientras se va consumiendo, se
van poniendo en marcha procesos anaeróbicos. Tras la muerte se observan una serie de
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procesos físicos como livor mortis, algor mortis y rigor mortis cuya aparición depende
principalmente de la temperatura y de la humedad (Rivers & Dahlem, 2014).
El periodo de exposición a los artrópodos se prolonga desde el fallecimiento hasta
que alguno de ellos coloniza el cuerpo. En esta fase el cuerpo está accesible a los insectos,
pero aún no han detectado su presencia (Tomberlin et al., 2011). Este estadio no dura
mucho ya que algunos califóridos, como Calliphora vicina Robineau-Desvoidy, 1830, y
sarcofágidos, como distintas especies del género Sarcophaga Meigen, 1826, pueden
aparecer a los pocos minutos (Tomberlin et al., 2011; Goff, 2011), depositando sus
huevos (Calliphora Robineau-Desvoidy, 1830) o larvas (Sarcophaga ) (Capó et al., 2004)
en los orificios naturales del cuerpo (nariz, boca, oídos, etc.) o en heridas previas en casos
de muertes violentas (Goff, 2010, 2011). También es posible encontrar algún sílfido,
aunque depende de la estación (Rivers & Dahlem, 2014).
Estado hinchado
Este estado se caracteriza por un aumento de la actividad descomponedora por
parte de la comunidad bacteriana (putrefacción). Se acentúa el catabolismo de
compuestos orgánicos, haciendo aún más propicio el ambiente a los microorganismos
anaeróbicos (Rivers & Dahlem, 2014). Como productos de las reacciones químicas se
hallan una gran cantidad de gases, que se acumulan en el interior de la cavidad abdominal
haciendo que se hinche como si fuera un globo (Fig. 4) (Goff, 2011). A veces, los líquidos
internos son expulsados al exterior por los orificios naturales o heridas debido a la presión
de los gases, los cuales también salen (Carter et al., 2007; Rivers & Dahlem, 2014). Estos
son ricos en amonio, sustancia atractiva para Calliphoridae, Sarcophagidae y Muscidae
(Rivers & Dahlem, 2014). En esta etapa, acuden también los depredadores como sílfidos,
estafilínidos e himenópteros (Byrd & Castner, 2010).
La actividad conjunta de las bacterias y las cresas (larvas de dípteros) en el interior
del cadáver hace aumentar la temperatura interna pudiendo alcanzar 50ºC (Goff, 2010),
concretamente el volumen de larvas en el interior del cuerpo es lo que hace aumentar la
temperatura. Es un factor a tener en cuenta ya que para calcular el IPM se usa el tiempo
de desarrollo de las especies, que varía con la temperatura (Gruner et al., 2017). El fin de
esta fase llega cuando la piel debilitada por los fluidos y la actividad de los organismos,
se rompe liberando el contenido al exterior. El resultado es el desinflado del cuerpo y la
entrada en el siguiente estado (Rivers & Dahlem, 2014).
Estado de putrefacción
Al quedar expuesto el interior del cadáver, en el ambiente se detecta un fuerte
hedor (Goff, 2010). Los tejidos se han necrosado, pero no están secos aún y se aprecia
una gran pérdida de masa corporal (Fig. 5). Desde el punto de vista entomológico, la
putrefacción o fase de consumo, es el auge de la colonización (Tomberlin et al., 2011;
Rivers & Dahlem, 2014). Las larvas de dípteros forman masas de agregados por todo el
cuerpo, que son las principales culpables de la gran pérdida de masa cadavérica. Como
es lógico, con tal cantidad de larvas disponibles, acuden muchos insectos depredadores
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como sílfidos, estafilínidos e histéridos (Rivers & Dahlem, 2014) que, si ya habían
acudido en estados previos, ahora son más numerosos (Goff, 2010). También se pone en
marcha la fase de dispersión de las larvas de dípteros, que suelen haber acabado de
alimentarse y se alejan del cuerpo para pupar (Tomberlin et al., 2011). Hacia el final de
esta etapa las larvas de las moscas habrán dejado solo piel, hueso y cartílago (Goff, 2010).
Estado post-putrefacción
La mayoría de los tejidos del cuerpo han sido consumidos. No queda ningún resto
fresco y si lo hubiese, se secaría enseguida (Rivers & Dahlem, 2014) por eso otros autores
nombran este estado como seco (Payne, 1965) (Fig. 6). Los dípteros dejan de ser
predominantes y son reemplazados por los derméstidos, que hicieron acto de presencia al
final de la putrefacción y tanto larvas como adultos son predominantes en esta fase. Al
alimentarse de los restos secos, dejan los huesos totalmente limpios (Goff, 2010). Por eso
algunos museos usan, por ejemplo, a Dermestes maculatus De Geer, 1774, para limpiar
los huesos de los cadáveres de animales para luego exponer el esqueleto. Además de los
derméstidos, hay un aumento de insectos depredadores y avispas parásitas
(principalmente Braconidae y Pteromalidae) (Byrd & Castner, 2010; Goff, 2010).

3 4

5 6

Figura 3.- Estado fresco. Fuente: Goff, 2010. Figure 3.- Fresh stage. Source: Goff, 2010. Figura 4.-
Estado hinchado. Fuente: Goff, 2010. Figure 4.- Bloated stage. Source: Goff, 2010. Figura 5.- Estado
de putrefacción. Fuente: Goff, 2010. Figure 5.- Decay stage. Source: Goff, 2010. Figura 6.- Estado
post-putrefacción. Fuente: Goff, 2010. Figure 6-. Postdecay stage. Source: Goff, 2010.
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Estado de esqueletización
La etapa anterior finaliza con el cadáver reducido a huesos y pelo, dando comienzo
a la etapa de esqueletización (Fig. 7) (Rivers & Dahlem, 2014). Al no haber materia de la
que poder alimentarse, no suelen observarse animales en este estado, aunque al inicio de
la esqueletización puede haber ácaros y colémbolos en la fauna del suelo bajo el cadáver,
que pueden usarse para estimar IPM (Goff, 2010). También al principio se pueden ver
pupas de moscas parasitadas por himenópteros, que puede ser útil para establecer el
periodo de actividad insectil. El final de la esqueletización es difícil de definir, dura hasta
que huesos y pelo se han desintegrado, cosa que puede llevar años (Rivers & Dahlem,
2014).
El principal factor que afecta a la descomposición es la temperatura. Cuando son
bajas se ralentiza debido a que disminuye la actividad bacteriana e insectil, cuando va
aumentando la temperatura, la velocidad de descomposición también lo hace. En climas
secos y de muy altas temperaturas, la actividad de los organismos también cesa (Goff,
2010). Si se impide el acceso de los insectos a un cuerpo no solo se retrasaría la
descomposición, sino que también dificultaría el establecimiento de una comunidad
(Pechal et al., 2014), lo que podría
afectar al mantenimiento de la
biodiversidad y a procesos ecológicos
tanto espacial como temporalmente
(Barton et al., 2013).
Debido a la cantidad de factores que
afectan a la descomposición y a la
variabilidad de la duración de cada
estado, no se ha considerado oportuno
poner la longitud temporal, aunque
Figura 7. Estado de esqueletización. Fuente: Goff, Early & Goff (1986) establecen la
2010. Figure 7. Skeletal stage. Source: Goff, 2010. duración de cada estado en su estudio.

Estimación del intervalo post-mortem mínimo (IPMM)


Durante las primeras 72 h desde el óbito, el IPMm (Fig. 8) se suele calcular usando
factores físicos como el livor mortis, algor mortis o rigor mortis (Goff, 2010). Después
de ese tiempo, medidas basadas en esos factores son muy inexactas, convirtiéndose los
insectos en una herramienta muy útil (Amendt et al., 2011). Si la víctima se encuentra en
las primeras fases de la descomposición, lo más preciso para estimar el IPM es usar a los
dípteros (Goff, 2011). Para calcular la edad de las moscas, el entomólogo forense sigue
una serie de pasos: a) identificar las especies, b) hacer una reconstrucción de la
temperatura en la escena del crimen, c) modelar el desarrollo de las cresas (Amendt et al.,
2011). Conocer la temperatura lo más exacta posible es tremendamente importante para
determinar el IPM, ya que existe una relación lineal teórica entre la temperatura y el
tiempo de desarrollo de los insectos. Para obtenerla, se consulta con la estación
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meteorológica más cercana de donde se ha hallado el cadáver (Amendt et al., 2007).


Puesto que la temperatura varía de una distancia a otra, la temperatura proporcionada por
la estación no va a ser exacta a la zona
donde se ha encontrado el cuerpo, por lo
que se hace un seguimiento de este
parámetro en el área durante varios días,
realizándose finalmente una recta de
regresión con la que se podrá calcular la
temperatura media el día del
descubrimiento del cuerpo (Goff, 2002).
Hay varios modelos disponibles en
cuanto al desarrollo larvario, aunque el
más usado y preciso es la “suma térmica”.
El cálculo se realiza sobre los
especímenes más desarrollados, puesto
que fueron los primeros en aparecer
(Amendt et al., 2011). Previo al análisis
en laboratorio de las muestras, tienen que
haber estudios sobre el ciclo de vida de
las especies que vamos a usar a una
temperatura controlada para poder
realizar los cálculos (Pérez et al., 2016;
Salazar et al., 2018). Supongamos el
siguiente ejemplo: se encuentra un
cadáver el 15 de abril a las 12 horas y se
observa que las larvas más desarrolladas
Figura 8. Esquema sobre la línea temporal desde la son las de Calliphora vicina, iniciando el
muerte hasta el desarrollo de los insectos e IPMm. segundo estadio. Teniendo en cuenta un
Fuente: modificado de Villet et al., 2010. Figure 8.
estudio previo hecho a 25ºC se sabe que
Temporal line escheme from death up to the
development of the insect and PIMm. Source: esta especie tarda 13 h en eclosionar y 16
modified Villet et al., 2010. h en completar el primer estadio, con un
total de 29 h hasta iniciar la segunda fase
de desarrollo. Para pasar las horas a horas graduales acumuladas (HGA), se multiplica
29h x 25ºC= 725 HGA (ºC x h). Se determina que la temperatura media del 15 de abril
fue de 23ºC, si las larvas se recogieron a las 13 h, acumularon un total de 299 HGA ese
día. Si restamos 725 HGA-299 HGA, obtenemos 426 HGA restantes. Si la temperatura
media del 14 de abril fue de 21ºC, dividimos 426 HGA entre 21ºC y tenemos 20’3 h de
desarrollo. Retrocediendo en el tiempo desde medianoche, se determina que los insectos
comenzaron a actuar entre las 3 y las 4 de la madrugada del 14 de abril (ejemplo
modificado de Goff, 2002).
143
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En estados más avanzados de descomposición, puesto que no suelen haber


dípteros, se estudia el patrón sucesional de los coleópteros principalmente (Midgley et
al., 2010; Amendt et al., 2011).

DISCUSIÓN
La entomología forense sigue avanzando, demostrando que es una herramienta
fundamental en criminalística después de todo lo expuesto en el trabajo. Además de los
estudios clásicos de sucesiones que ya realizaban Mégnim en 1894 o Payne en 1965, se
seguirán haciendo avances en el conocimiento de los ciclos de vida de las especies
interesantes para la ciencia forense y se servirá, como ha empezado a hacer no hace
mucho, de otras ciencias como la genética o la biología molecular, usando el ADN como
base para identificar especies (Shayya et al., 2018) o incluso identificar ADN humano
(Tomberlin et al., 2011). También cobran importancia los trabajos sobre corología de
distintas especies de interés forense (Cabanillas, 2018), que ayudan a ampliar el
conocimiento del área geográfica en la que se encuentran, con el consiguiente uso para
estudios posteriores.

AGRADECIMIENTO
En primer lugar, nos gustaría agradecérselo a Domingo Infante, por los libros y
las revisiones a la hora de realizar este trabajo. A la profesora Mª Ángeles López por las
revisiones adicionales, a Inés Martínez, por la bibliografía aportada, a Javier Pérez por
las revisiones de la familia Silphidae y la bibliografía proporcionada y a los revisores y
editores de la SAE: Álvaro Pérez, José Manuel Barreda y Rafael Obregón.

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Fecha de recepción: 23/marzo/2020


Fecha de aceptación: 17/octubre/2020
Publicado en línea: 24/octubre/2020

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