ENTOMO
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Cierre:
Alucinaciones
degollado por una hoz. Para resolver el caso hicieron que todos los labradores de la zona
que podían encontrarse relacionados con el muerto, depositasen sus hoces en el suelo, al
aire libre, observando que tan solo a una de ellas acudían las moscas y se posaban sobre su
hoja, lo que llevó a la conclusión de que el dueño de dicha hoz debía ser el asesino, pues las
moscas eran atraídas por los restos de sangre que habían quedado adheridos al ‘arma’ del
crimen.
Durante muchos años en determinados ambientes, se pensaba que al morir una persona las
larvas que aparecían en el cadáver para devorarle bien aparecían por generación
espontánea, o bien salían del propio cadáver. Estas creencias perduraron hasta que
Francisco Redi, un naturalista del Renacimiento se propuso demostrar de una forma
científica que estas larvas procedían de insectos, los cuales depositaban sus huevos para que
se desarrollasen sobre el cadáver.
Para ello, realizó el siguiente experimento: expuso al aire libre un gran número de cajas
descubiertas y en cada una de ellas depositó un trozo de carne, unas veces cruda y otras
cocida, para que las moscas atraídas por el olor vinieran a desovar sobre ellas.
A las diversas carnes acudieron las moscas y desovaron ante la presencia de Redi que
observó cómo estos huevos depositados por los insectos se transformaban primero en
larvas, después en pupas y por último cómo salían los individuos adultos.
Redi distinguió cuatro tipos de moscas: Moscas azules (Calliphora vomitoria); moscas
negras con franjas grises (Sarcophaga carnaria); moscas análogas a las de las casas
(Musca domestica o quizás Curtonevra stabulans), y por fin moscas de color verde dorado
(Lucilia caesar).
Pero como es lógico todo experimento tiene su contraprueba. Para ello, las mismas carnes
se colocaron en cajas, pero esta vez cubiertas con una gasa, a fin de que también se
produjese en ellas la putrefacción, pero las moscas no tuviesen acceso a ellas. Redi vio que
evidentemente las carnes se corrompían, pero que no aparecía sobre ellas ninguna larva.
También observó que las hembras de las moscas intentaban introducir la extremidad del
abdomen por las mallas tratando de hacer pasar a través de ésta sus huevos y que algunas
moscas no depositaban huevos, sino larvas vivas, dos de las cuales pudieron introducirse a
través del tejido.
Redi también demostró que las moscas no cavan la tierra y que las lombrices de tierra en
ningún caso se alimentan de los cadáveres enterrados.
Pero no fue hasta 1805 cuando Bergeret comienza a utilizar de una forma más o menos
continua y seria la entomología como ayuda en la medicina legal. Él, junto con Orfila y
Redi, realizan estudios que son el punto de partida para que Brouardel solicite el concurso
de Megnin, quien amplió y sistematizó la entomología forense.
Aunque, el auténtico nacimiento de la entomología medico – legal tuvo lugar en 1894 con
la publicación de "La Fauna de los Cadáveres. Aplicación de la Entomología a la Medicina
Legal".
Los diferentes grupos de artrópodos fueron definidos por Megnin como "escuadrillas de la
muerte". Según el autor, estas escuadras son atraídas de una forma selectiva y con un orden
preciso: tan preciso que una determinada población de insectos sobre el cadáver indica el
tiempo transcurrido desde el fallecimiento.
Estudios posteriores han demostrado que esto no es ni mucho menos tan exacto como
pensaba Megnin y los primeros estudiosos del tema.
Por último, para concluir esta primera parte de datos generales deberíamos tener claro
cuales son los principales objetivos de la Entomología Forense, que son:
De estas tres cuestiones ("Causa", "Data" y "Lugar") los artrópodos poco o nada pueden
aportar respecto a la primera; esa labor, establecer la causa de la muerte, corresponde al
forense; sin embargo, tanto en la fijación del momento del fallecimiento como en la relativa
a los posibles desplazamientos del cadáver, los artrópodos pueden ofrecer respuestas y, en
muchos casos definitivas.
La muerte de un ser vivo lleva consigo una serie de cambios y transformaciones físico -
químicas que hacen de este cuerpo sin vida un ecosistema dinámico y único al que van
asociados una serie de organismos necrófagos, necrófilos, omnívoros y oportunistas que se
van sucediendo en el tiempo dependiendo del estado de descomposición del cadáver. El
estudio de esta fauna asociada a los cadáveres recibe el nombre de entomología forense.
Este PMI o (intervalo postmortem) puede ser usado para confirmar o refutar la coartada de
un sospechoso y para ayudar en la identificación de víctimas desconocidas enfocando la
investigación dentro de un marco correcto de tiempo. Esta investigación puede llegar a ser
vital en la investigación de un homicidio.
En general, el tiempo transcurrido desde la muerte es determinado por análisis de los restos
a través de observación externa, control físico – químico y estimación del deterioro
producido por el paso del tiempo en artefactos como ropa, zapatos, etc.
La tercera técnica viene con la valoración del deterioro de tejidos plásticos, nylon y
materiales semejantes.
Después de la muerte, hay dos grupos de fuerzas postmortem que cambian la morfología
del cuerpo.
El primer grupo incluye aquellos factores que vienen desde fuentes externas como
crecimiento bacteriano, invasión del cuerpo por los insectos y mordeduras de animales.
El segundo grupo está compuesto por factores que proceden del interior del cuerpo, como
el crecimiento de bacterias intestinales que aceleran la putrefacción y la destrucción
enzimática de los tejidos.
1. Periodo cromático
* En esta fase se instaura la mancha verde en la fosa ilíaca derecha; esto suele suceder a
partir de las 24 horas después del fallecimiento.
2. Periodo enfisematoso
3. Periodo colicuativo
Todos estos periodos se encuentran afectados por una serie de factores que retardan o
aceleran esta descomposición; se trata de los siguientes:
1) Circunstancias de la muerte
3) Temperatura
4) Humedad
6) Insectos
7) Otros animales
En los cadáveres se produce una progresión sucesiva de artrópodos que utilizan los restos
en descomposición como alimento y como extensión de su hábitat. Esta sucesión de
artrópodos es predecible ya que cada estadio de la putrefacción de un cadáver atrae
selectivamente a una especie determinada. Aunque el papel de las diferentes especies de
artrópodos es variable y no todas participan activamente en la reducción de los restos
(Tabla I).
Tabla I
ARTRÓPODOS
ESTADOS DE DESCOMPOSICIÓN
ASOCIADOS
Los diferentes tipos de artrópodos que llegan a un cadáver pueden clasificarse de la
siguiente forma:
Especies necrófagas: son las que se alimentan del cuerpo. Incluye dípteros (Calliphoridae
y Sarcophagidae) y coleópteros (Silphidae y Dermestidae).
Especies omnívoras: se incluyen aquí grupos como las avispas, hormigas y otros
coleópteros que se alimentan tanto del cuerpo como de los artrópodos asociados.
Especies accidentales: aquí se incluyen las especies que utilizan el cuerpo como una
extensión de su hábitat normal, como por ejemplo Collembola, arañas, ciempiés. Algunas
familias de ácaros que pueden alimentarse de hongos y moho que crece en el cuerpo.
Existen dos métodos para determinar el tiempo transcurrido desde la muerte usando la
evidencia de los insectos. El primero utiliza la edad de las larvas y la tasa de desarrollo (fig.
1). El segundo método utiliza la sucesión de insectos en la descomposición del cuerpo.
Ambos métodos se pueden utilizar por separado o conjuntamente siempre dependiendo del
tipo de restos que se estén estudiando. Por lo general, en las primeras fases de la
descomposición las estimaciones se basan en el estudio del crecimiento de una o dos
especies de insectos, particularmente dípteros, mientras que en las fases más avanzadas se
utiliza la composición y grado de crecimiento de la comunidad de artrópodos encontrada en
el cuerpo y se compara con patrones conocidos de sucesión de fauna para el hábitat y
condiciones más próximas.
Los parámetros médicos son utilizados para determinar el tiempo transcurrido desde la
muerte cuando éste es corto, pero después de las 72 horas la entomología forense puede
llegar a ser más exacta y con frecuencia es el único método para determinar el intervalo
postmortem.
Los insectos son con frecuencia los primeros en llegar a la escena del crimen, y además
llegan con una predecible frecuencia, como ya ha sido mencionado anteriormente
(Anderson, 1995).
A pesar de todo, es muy importante tener en cuenta, que la entomología forense se basa en
el estudio de elementos biológicos, por lo que posee las limitaciones inherentes a la propia
variabilidad de estos elementos. La determinación del PMI es en realidad la determinación
de la actividad de los artrópodos, más que la determinación del tiempo per se (Goff, 1993).
Así es posible en determinados casos que la data dada por el entomólogo no coincida con la
data proporcionada por el médico forense que ha practicado la autopsia; esto puede ocurrir,
bien porque los insectos no hayan colonizado el cadáver en los primeros días después de
producirse la muerte (lugares de difícil acceso para los insectos, casas perfectamente
cerradas, etc.), o por ejemplo en los casos de abandono y malos tratos en niños y ancianos
pueden existir heridas y lesiones que por su falta de higiene sean colonizadas por los
insectos antes de producirse la muerte de la persona (fig. 2).
Así pues para una correcta estimación del intervalo postmortem (PMI) mediante la
entomología hay que tener en cuenta que cada caso es único y diferente de los demás.
Aunque el proceso siga una secuencia general de eventos. Esta secuencia general es
presentada por Catts & Haskell en su monografía "Entomology and Death: A Procedural
Manual" que nos indica un modo general de actuación:
La muerte conlleva una perdida de la temperatura del cuerpo, la cual se equilibra con el
medio ambiente en 24 horas, siempre que la temperatura exterior no sea demasiado baja.
Aparecen livideces en el cuello y las partes declives en la primera hora, mientras que la
rigidez cadavérica se generaliza al cabo de unas siete horas para desaparecer según las
circunstancias en dos, tres o cuatro días.
En estos momentos, en los que nada es visible para el ojo humano, es cuando las primeras
oleadas de moscas comienzan a llegar al cuerpo. Las hembras grávidas llegan al cadáver,
lamen la sangre u otras secreciones que rezuman de heridas o los orificios naturales y
realizan la puesta en los primeros momentos después de la muerte.
Cómo y cuándo llegan estos insectos al cadáver y como se desarrollan en él, son las
preguntas que debe hacerse toda persona que se interese por la entomología forense.
Las primeras oleadas de insectos llegan al cadáver atraídos por el olor de los gases
desprendidos en el proceso de la degradación de los principios inmediatos (glúcidos, lípidos
y prótidos), gases como el amoniaco (NH3), ácido sulfúrico (SH2), nitrógeno libre (N2) y
anhídrido carbónico (CO2). Estos gases son detectados por los insectos mucho antes de que
el olfato humano sea capaz de percibirlos, hasta tal punto, que en algunas ocasiones se han
encontrado puestas en personas que aún se encontraban agonizando.
Tradicionalmente se menciona a los dípteros como los primeros colonizadores del cadáver,
donde estos insectos cumplen una parte importante de su ciclo vital. Constituyen la primera
oleada de necrófagos, que aparece inmediatamente después de la muerte. Está representada
por dípteros pertenecientes a las familias de Calliphoridae (Calliphora vicinia) y muy
frecuentemente Sarcophagidae (Sarcophaga carnaria) (fig. 3 y 4).
Estos dípteros braquíceros tienen un ciclo vital cuyas distintas etapas deben conocerse en su
duración y características, con fines de datación. Las hembras de estas familias suelen
depositar sus huevos en los orificios naturales del cadáver tales como ojos, nariz y boca, así
como en las posibles heridas que pudiese tener el cuerpo. La familia Sarcophagidae no
pone huevos, sino que deposita larvas vivas.
Los huevos son aproximadamente de 2mm de longitud y poseen un corto periodo
embrionario. El estadio de huevo suele durar entre 24 y 72 horas, siempre dependiendo de
la especie (fig. 5).
Existen datos que indican que si dos cuerpos son expuestos a la vez, uno con heridas o
traumas y otro sin ellos, el que presenta las lesiones se descompone mucho más
rápidamente que el que no presenta traumatismos debido a que la mayoría de las moscas
son atraídas por las heridas, donde tienen lugar muchas de las ovoposiciones más tempranas
(Mann et al., 1990).
Tampoco hay que descartar como lugar de puesta la zona de contacto del cuerpo con el
sustrato, posiblemente porque en esa zona es donde se acumulan los fluidos corporales, lo
que provee una humedad adecuada, así como una temperatura más estable (Anderson &
Vanlaerhoven, 1996).
Los huevos puestos en un cadáver normalmente eclosionan todos a la vez, lo que da como
resultado una masa de larvas que se mueven como un todo por el cuerpo (Gof & Lord,
1994).
Las larvas son blancas, cónicas, ápodas y formadas por 12 segmentos; nacen y se
introducen inmediatamente en el tejido subcutáneo. Lo licuan gracias a unas bacterias y
enzimas y se alimentan por succión continuamente.
Cuando las larvas han finalizado su crecimiento, cesan de alimentarse y bien en los
pliegues del cuerpo, de la ropa o alejándose del cuerpo, se transforman en pupa. El
crecimiento y la transformación en pupa varían además de con cada especie, con las
condiciones exteriores y dependen de la causa de la muerte y tipo de alimentación.
Existen innumerables referencias de la temprana llegada de los dípteros al cuerpo una vez
acaecida la muerte; también existen referencias sobre la presencia de puestas en cuerpos
aún con vida, bien por la existencia de heridas abiertas o por procesos inflamatorios
purulentos (Nuorteva, 1977).
Las larvas que eclosionan en cuerpos con vida, en primer lugar se alimentan de los tejidos
necróticos para seguir alimentándose de los vivos, causando las miasis.
Por lo tanto, la presencia de los callifóridos en un cadáver reciente, es inevitable. Toda
ausencia de huella de este paso, pupas vacías, adultos muertos, debe obligar a los
investigadores a formular ciertas hipótesis:
A. Que el cadáver haya sido trasladado de lugar, y aún en este caso se encontraría algún
resto de estos dípteros.
C. Que los restos de los dípteros hayan desaparecido por la acción de los necrófilos
(depredadores o parásitos de los necrófagos), o animales (aves insectívoras, hormigas,
avispas).
D. Que el cadáver haya sido impregnado con productos repugnatorios, que hayan impedido
el acceso de las primeras oleadas de insectos. En este caso aparecerían en el cadáver restos
de productos como arsénico, plomo o formol, que se ha comprobado evitan la presencia de
los primeros necrófagos en el cadáver.
Normalmente, y a la vez que los callifóridos, aunque en muy pocos casos conviviendo en el
mismo cadáver, aparece otro grupo de dípteros los sarcofágidos. Concretamente la especie
Sarcophaga carnaria, es la más común en nuestras latitudes. Muy frecuentemente en los
meses de Julio y Agosto, suele ser la primera colonizadora de los cuerpos en
descomposición. Que no aparezcan juntas con los callifóridos puede deberse a que las
larvas de Sarcophaga depredan a las de Calliphora.
Otros callifóridos que también pueden aparecer en los cadáveres aunque con menos
frecuencia que la Calliphora vicinia son los géneros Lucilia (L. sericata y L. caesar),
Phaenicia (Ph. Sericata) y Chrysomyia (Ch. albiceps). Estos géneros son activos a partir de
los 13º C y realizan sus puestas principalmente en los pliegues del cuerpo, eclosionando
entre las 10 y las 52 horas de la puesta, el crecimiento de la larva dura entre 5 y 11 días y la
pupación varía de forma importante ya que a unos 13ºC dura entre 18 y 24 días mientras
que a temperaturas de 31ºC puede reducirse a entre 6 y 7 días.
Es importante señalar que mientras los sarcofágidos pupan entre la ropa o en los pliegues
del cuerpo y aprovechan los orificios naturales para sus puestas, los callifóridos se entierran
para realizar la pupación y prefieren hacer sus propios orificios (fig. 6).
En nuestro país, Chrysomyia albiceps aparece durante los meses de septiembre y octubre,
Sarcophaga carnaria de marzo a noviembre y Lucilia sericata de abril a septiembre
(Domínguez y Gómez, 1963).
Con la aparición del ácido butírico en el cadáver aparecen los primeros grupos de
coleópteros derméstidos como Dermestes maculatus, D. frischii y D. undulatus, y el
lepidóptero Aglossa pinguinalis. Son bastante comunes en cadáveres de aproximadamente
un mes.
Estos coleópteros evolucionan sobre las grasas en fermentación al mismo tiempo que las
orugas de una pequeña mariposa de género Aglossa (A. pinguinalis). Estos lepidópteros
viven con mucha frecuencia en las cuevas, las bodegas, las plantas bajas deshabitadas o
utilizadas como almacenes de alimentos. Revolotean al amanecer desde la mitad de junio
hasta septiembre. Las hembras hacen la puesta en varias veces, en los productos de origen
animal olvidados. El olor rancio de las grasas descompuestas las atrae poderosamente.
Desaparecen en el cuerpo y se alimentan un mes largo, después salen y se transforman en
crisálidas durante 20 días en un capullo formado de restos diversos. La temperatura provoca
su eclosión si es suave o la retarda hasta la primavera siguiente en caso contrario.
Entre los coleópteros hace su aparición la especie (Necrobia. violacea) con las mismas
preferencias nutritivas que Piophila casei; el ciclo vital dura aproximadamente entre 25 y
35 días.
Formando parte de esta escuadra encontramos a los coleópteros necrófagos por excelencia.
Especies como Necrophorus humator, N. vespilloides y N. vestigator, Necrodes littoralis y
Silpha obscura, son comunes en los cadáveres en avanzado estado de descomposición (fig.
9, 10 y 11).
Es curioso señalar que Omalium rivulare aparece en invierno, dato que puede resultar muy
significativo en una investigación.
Han pasado ya más de 6 meses y entramos en la etapa de Desaparición de los restos con el
cadáver prácticamente seco o con un grado de sequedad bastante importante; en este
momento aparecen en el cadáver verdaderas masas de ácaros, generalmente de tamaño
microscópico, que se cuentan por millares de individuos. Pertenecen a ocho o diez especies
no bien conocidas. Los más estudiados son los que pertenecen al grupo de los tiroglífidos
(Tyroglyphus siro). En ocasiones pueden ser observados en el jamón muy seco, cecina u
otros productos secos o ahumados.
Hacen entonces su aparición una serie de coleópteros que van a alimentarse de los restos de
pelo, piel, uñas, etc., pertenecientes a los géneros Dermestes (D. maculatus), Attagenus
(A.verbasci), Rhizophagus, etc.; también vuelven a aparecer algunas especies de
derméstidos que ya habían aparecido en etapas anteriores. Aparecen también algunos
lepidópteros con los mismos hábitos alimenticios en estado larvario: Aglossa caprealis,
Tineola bisselliella, entre otros. A partir de 1-1,5 años de la muerte, en el cadáver no
quedan más que escasos restos orgánicos, huesos y en su entorno restos de los artrópodos
que lo han visitado. En este momento hacen su aparición tres especies de coleópteros muy
característicos que se alimentan a base de estos residuos, Ptinus brummeus, Trox hispanus
y Tenebrio obscurus.
Pero no todos los cadáveres aparecen en tierra, pues frecuentemente aparecen cadáveres
sumergidos en agua, tanto dulce como salada. La fauna cadavérica hídrica a la que hace
mención por primera vez Raimondi y Rossi en 1888, no es conocida como la fauna
terrestre, debido a la dificultad que entraña su estudio.
No obstante, Porta, en 1930, lleva a cabo una serie de investigaciones que se esquematizan
en la Tabla II.
Tabla II
Larvas de insectos
Moluscos Crustáceos
Cromático Cromático
Crustáceos (escasos) Moluscos
Sanguijuelas
Larvas de insectos
Crustáceos (abundantes)
Peces
Protozoarios Peces
De disolución inicial Cualicuativo
Celenterados Sanguijuelas
Crustáceos (excepcionalmente)
Más de una vez nos hemos visto en la imposibilidad de hacer acopio de larvas a partir de
cadáveres de animales, cuando éstos se encontraban situados en lugares donde abundaban
las hormigas.
Desde este punto de vista, el fenómeno más interesante es el canibalismo existente entre
larvas de especies vecinas que se encuentran en un momento determinado en un mismo
lugar. Por ejemplo, las larvas de Sarcophaga carnaria pueden convivir con las de Lucilia,
pero en un momento determinado, si escasea el alimento, éstas últimas pueden ser
devoradas por las de Sarcophaga.
Todos los elementos citados anteriormente, junto con algunos otros, habrán de ser tenidos
en cuenta por el experto para así poder ofrecer conclusiones más fiables a la hora realizar
un informe para datación de la muerte mediante la entomología.
A continuación, y para terminar, se muestra un protocolo que debería ser conocido por toda
persona que en algún momento tenga que realizar una recogida de muestras para la datación
de la muerte:
ENCUESTA ENTOMOLÓGICA
Protocolo de recogida de muestras
Recolectar una muestra completa de todos los insectos o ácaros que se encuentren
tanto encima como debajo del cadáver.
Recolectar ejemplares tanto vivos como muertos, en estado adulto o larvario. Así
como sus mudas.
En cadáveres recientes, se buscarán los huevos y larvas pequeñas en orificios
naturales así como en las posibles heridas.
Las muestras se guardarán por separado y convenientemente rotuladas, si es posible
indicando la zona de donde se obtuvieron.
Parte de las larvas se sumergirán en agua hirviendo para después conservarlas en
alcohol y es conveniente que otra parte se mantengan vivas, para su posterior
desarrollo en el laboratorio.
Los ácaros, si los hubiese, serán conservados en alcohol de 70ºC.
Se realizará una estimación de abundancia de cada muestra.
Se precisarán los datos de fecha y lugar y metodológicos del entorno del cuerpo.
Las muestras se enviarán al entomólogo a la mayor brevedad posible.
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