Angeles
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¿Qué es un Ángel?
Un ángel es un ser sin cuerpo, sin tamaño definido, con múltiples tareas como acompañarnos,
protegernos, enseñarnos y estar siempre disponible cuando lo llamemos, pues los ángeles
fueron creados por Dios, con energía pura el primer día de la existencia del mundo
especialmente para estar con los seres humanos que irán evolucionando con el paso del
tiempo. “Ángel” quiere decir “mensajero” y por eso constituyen la forma más directa de
comunicarnos con nuestro Creador.
¿Dónde están?
Los ángeles están en todo el Universo, Protegen la esfera celestial, los planetas, las estrellas y
el tiempo, también a los pueblos, países y religiones. Pueden presentarse en todas partes a la
vez, volviendo más lentas las pulsaciones de su energía de luz para que podamos verlos en un
solo lugar y espacio, por eso –cuando se han aparecido- se ven como lechosos o transparentes.
Hay ángeles en casi todas las religiones. En la Biblia se mencionan más de 300 veces. Los libros
sagrados dicen que hay “miles de millones de ángeles”. Y todos están a nuestra disposición,
sólo tenemos que ponernos en contacto con ellos. Según los angelólogos más conocidos:
Dionisio, llamado “El Areopagita” y Santo Tomás, en su “Suma Teológica”, existen tres círculos
o esferas cada una con tres categorías distintas para definir sus lugares y atributos:
1.- Serafines: Ellos pertenecen a la jerarquía más alta, y rodean el trono de Dios, murmurando
constantes alabanzas en su honor. Regulan el movimiento de los Siete Cielos. Pueden morir y
renacer en cada suspiro de alabanza.
2.- Querubines: Son guardianes de las esferas del tiempo. Cuidan del buen funcionamiento del
espacio, las estrellas y la luz. Los pintores los han representado como rostros de niños con alas
sin cuerpo y también como ángeles bebés.
3.- Tronos: Tienen miles de alas y de ojos, se representan como ruedas de fuego que giran a
gran velocidad. Son parte cercanísima a Dios por ser cuidadores y generadores de espíritus
purísimos.
1.- Dominios: Su misión es gobernar a todos los ángeles de los círculos inferiores, son como los
“burócratas” del coro angelical y estar al pendiente de que cumplan con las tareas
encomendadas integrando a los mundos espiritual y material.
2.- Virtudes: Es la especie a la que pertenecen muchos arcángeles porque son capaces de
realizar milagros. Quienes se dedican a utilizar energía para sanar o armonizar, son cobijados
por esta categoría de seres de luz.
3.- Poderes: Especialmente están destinados a proteger todas las normas de convivencia, la
historia, las religiones y la educación. Cuidan del equilibrio del Universo y del entorno del ser
humano haciéndolo participar en la red de energía del plan divino.
Tercer Círculo o Esfera: los Mensajeros.
1.- Principados: Cuidan de todo lo que son grupos y los líderes de los grupos, incluyen a los
pueblos, las religiones y países, organizaciones o grandes empresas internacionales, así como a
sus dirigentes.
2.- Arcángeles: Ellos son seres súper luminosos y se encargan de los grandes trabajos, como
hacer milagros y realizar encomiendas extraordinarias necesarias para el ser humano que las
pida, cuidando que siempre sean para su bien y el de quienes le rodean. Son los segundos más
cercanos a la raza humana y por lo tanto, escuchan peticiones. Muchos arcángeles, ya se dijo,
pertenecen a una o más categorías de las cercanas a Dios, como Serafines y Virtudes. Los más
conocidos son cuatro: Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel, aunque hay muchos más, según la
persona y el tiempo en que se hizo o hace el recuento, por eso difieren en nombres,
cantidades y atribuciones.
Cada 29 de septiembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de tres Santos Arcángeles: San
Miguel, San Gabriel y San Rafael y, por ello, te presentamos ocho datos que quizás no conocías
sobre ellos.
Desde Pseudo-Dionisio Areopagita, Padre de la Iglesia del siglo VI, se suele enumerar tres
jerarquías de ángeles. En la primera están los Serafines, Querubines y Tronos. Les siguen las
Dominaciones, Virtudes y Potestades. Mientras que en la tercera jerarquía se encuentran los
Principados, Arcángeles y Ángeles. Estos últimos son los que están más cercanos a las
necesidades de los seres humanos.
La palabra “santo” (del griego ‘hagios’) significa “el que es sagrado”. No significa “ser humano
santo”, sino que puede aplicarse a los santos que no son humanos.
Los arcángeles eligieron estar del lado de Dios y rechazaron al diablo, por lo tanto, son ángeles
santos.
La palabra Arcángel proviene de las palabras griegas “Arc” que significa “principal” y “ángel”
que es “mensajero de Dios”. Al respecto, señala San Gregorio Magno:
“Hay que saber que el nombre de ‘ángel’ designa la función, no el ser del que lo lleva. En
efecto, aquellos santos espíritus de la patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre
pueden ser llamados ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros.
Los que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que anuncian cosas
de gran trascendencia se llaman arcángeles”.
En el libro de Tobías (12,15) San Rafael se presenta como “uno de los siete ángeles que están
delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia”. Mientras que en el Apocalipsis
(8,2) San Juan describe: “vi a los siete Ángeles que estaban delante de Dios, y ellos recibieron
siete trompetas”. Por estas dos citas bíblicas se afirma que son 7 Arcángeles.
La Biblia solo da el nombre de tres Arcángeles: Miguel, Rafael y Gabriel. Los otros nombres
(Uriel, Barachiel o Baraquiel, Jehudiel, Saeltiel) aparecen en libros apócrifos de Enoc, el cuarto
libro de Esdras y en literatura rabínica.
Sin embargo, la Iglesia solamente reconoce los tres nombres que se encuentran en las
Sagradas Escrituras. Los demás pueden servir como referencia, pero no son doctrina.
San Gabriel Arcángel es conocido como el “ángel mensajero”, se le representa con una vara de
perfumada azucena y es patrono de las comunicaciones y de los comunicadores porque trajo
al mundo la más bella noticia con la Anunciación.
El único libro sagrado que menciona a San Rafael Arcángel es el de Tobías y figura en varios
capítulos. Allí se lee que Dios envía a este arcángel para que acompañe a Tobías en un viaje, en
el que se casó con Sara, una mujer cuyos maridos fueron asesinados por el demonio Asmodeo.
De igual manera, San Rafael le indicó a Tobías cómo devolverle la vista a su padre. Por esta
razón es invocado para alejar enfermedades y terminar felizmente los viajes.
El nombre del Arcángel Miguel viene del hebreo “Mija-El” que significa “¿Quién como Dios?” y
que, según la tradición, fue el grito de guerra en defensa de los derechos de Dios cuando
Lucifer se opuso a los planes salvíficos y de amor del Creador.
San Miguel es mencionado por su nombre en tres libros de la Escritura: en el libro de Daniel se
le describe como ‘uno de los principales príncipes’ en la jerarquía celestial; en Judas se dice
que San Miguel había peleado con el diablo por el cuerpo de Moisés; y en Apocalipsis, San
Miguel y sus ángeles son representados luchando contra el diablo y arrojándolos del cielo.
La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente
para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Se le suele
representar con el traje de guerrero o soldado centurión poniendo su talón sobre la cabeza del
enemigo.
3.- Ángeles: Según documentos sagrados, Dios creó al cielo y a la tierra en seis días, el primero
creó a los ángeles y antes de retirarse a descansar, creó a los seres humanos. Los ángeles están
por su mandato, en contacto absoluto con los humanos encargándose de guiarlos, enseñarlos,
acompañarlos y protegerlos, entre otras cosas. Hay un “Ángel de la Guarda” desde el
momento de nacer, pero podemos llamar a cualquiera en todo momento.
Ángeles.
AT.
Sin embargo, junto a estos enigmáticos mensajeros, los antiguos relatos bíblicos conocen
también un ángel de Yahveh (Gén 16,7; 22,11; Éx 3,2; Jue 2,1), que no difiere de Yahveh mismo
manifestado acá abajo en forma visible (Gén 16,13; Éx 3,2): Dios, que habita en una luz
inaccesible (1Tim 6,16), no puede dejar ver su rostro (Éx 33,20); los hombres no perciben
nunca de él sino un misterioso reflejo. El ángel de Yahveh de los viejos textos sirve, pues, para
traducir una ideología todavía arcaica, que con la denominación de “ángel del Señor” deja
huellas hasta en el NT (Mt 1,20.24; 2,13.19; Lc 1,11; 2,9), e incluso en la patrística. Sin
embargo, a medida que progresa la revelación se va asignando cada vez más su papel a los
ángeles, mensajeros ordinarios de Dios.
Originariamente se atribuían indistintamente a los ángeles tareas buenas o malas (cf. Job
1,12). Dios envía su buen ángel para que vele sobre Israel (Éx 23,20); pero para una misión
funesta envía ángeles de desgracia (Sal 78,49), tales como el Exterminador (Éx 12,23; cf. 2Sa
24,16s; 2Re 19,35). Incluso el Satán del libro de Job forma todavía parte de la corte divina (Job
1,6-12; 21,10). Sin embargo, después de la cautividad se especializan más los cometidos
angélicos y los ángeles adquieren una calificación moral en relación con su función; ángeles
buenos por un lado. Satán y los demonios por el otro; entre unos y otros hay oposición
constante (Zac 3,1s). Esta concepción de un mundo espiritual dividido revela la influencia
indirecta de Mesopotamia y de Persia; para resistir mejor al sincretismo iranobabilónico, el
pensamiento judío desarrolla su doctrina anterior; sin renunciar en nada a su riguroso
monoteísmo, usa a veces de una simbólica prestada y sistematiza su representación del
mundo angélico. Así el Libro de Tobías cita a los siete ángeles de la faz (Tob 12.15: cf. Ap 8,2),
que tienen su réplica en la angelología de Persia. Pero no ha cambiado el papel asignado a los
ángeles. Velan por los hombres (Tob 3,17; Sal 91,11; Dan 3.49s) y presentan a Dios sus
oraciones (Tob 12,12); presiden los destinos de las naciones (Dan 10,13-21). A partir de
Ezequiel explican a los profetas el sentido de sus visiones (Ez 40,3s; Zac 1,8s); esto viene
finalmente a ser un rasgo literario característico de los apocalipsis (Dan 8,15-19; 9,21ss).
Reciben nombres en relación con sus funciones: Rafael, “Dios cura” (Tob 3,17; 12,15), Gabriel,
“héroe de Dios” (Dan 8,16; 9,21), Miguel, “¿quién como Dios?”. A éste, que es el príncipe de
todos, está encomendada la comunidad judía (Dan 10,13,21; 12,1). Estos datos se amplifican
todavía en la literatura apócrifa (Libro de Henoc) y rabínica, que trata de organizarlos en
sistemas más o menos coherentes. Así la doctrina del AT sobre la existencia del mundo
angélico y su presencia en el mundo de los hombres se afirma con constancia. Pero las
representaciones y clasificaciones que utiliza tienen necesariamente un carácter simbólico que
hace muy delicada su apreciación.
NT.
El NT recurre al mismo lenguaje convencional, que toma a la vez de los libros sagrados y de la
tradición judía contemporánea. Así enumera los arcángeles (1Tes 4,16; Jds 9), los querubines
(Heb 9,5), los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades (Col 1,16), a los que en
otro lugar se añaden las virtudes (Ef 1,21). Esta jerarquía, cuyos grados varían en la expresión,
no tiene el carácter de una doctrina ya fijada. Pero, como en el AT, lo esencial del pensamiento
está en otra parte, y aquí se reordena en torno a la revelación de Jesucristo
El mundo angélico tiene su puesto en el pensamiento de Jesús. Los evangelistas hablan a veces
de su trato íntimo con los ángeles (Mt 4,11; Lc 22,43); Jesús menciona a los ángeles como seres
reales y activos. Sin dejar de velar por los hombres, ven el rostro del Padre (Mt 18.10 p). Su
vida está exenta de condiciones terrenas (cf. Mt 22,30 p). Aun cuando ignoran la fecha del
juicio final, que es un secreto exclusivo del Padre (Mt 24,36 p), serán sus ejecutores (Mt
13,39.49; 24,31). Desde ahora participan en el gozo de Dios cuando los pecadores se
convierten (Lc 15,10). Todos estos rasgos están conformes con la doctrina tradicional.
Jesús precisa además su situación en relación con el Hijo del hombre, esa figura misteriosa que
le define a él mismo, particularmente en su gloria futura: los ángeles le acompañarán el día de
su parusía (Mt 25,31); ascenderán y descenderán sobre él (Jn 1,51), como en otro tiempo por
la escalera de Jacob (Gén 28,10...); él los enviará para reunir a los elegidos (Mt 24,21 p) y
descartar del reino a los condenados (Mt 13,41s). En el tiempo de la pasión están a su servicio
y él podría requerir su intervención (Mt 26,53).
El pensamiento cristiano primitivo no hace, pues, sino prolongar las palabras de Jesús, cuando
afirma que los ángeles le son inferiores. Rebajado por debajo de ellos con su encarnación (Heb
2,7), merecía, sin embargo, su adoración en su calidad de Hijo de Dios (Heb 1,6s; cf. Sal 97,7). A
partir de su resurrección aparece claro que Dios los ha sometido a él (Ef 1,20s), una vez que
habían sido creados en él, por él y para él (Col 1,16). Actualmente reconocen su señorío (Ap
5,11s; 7,11s) y el último día formarán su escolta (2Tes 1,7; Ap 14,14-16; cf. 1Tes 4,16). Así el
mundo angélico se subordina a Cristo, cuyo misterio ha contemplado (1Tim 3,16; cf. 1Pe 1,12).
2. Los ángeles y los hombres.
En esta perspectiva los ángeles siguen desempeñando cerca de los hombres los cometidos que
les asignaba ya el AT. Cuando una comunicación sobrenatural llega del cielo a la tierra, son
ellos sus misteriosos mensajeros: Gabriel transmite la doble anunciación (Lc 1,19.26); un
ejército celeste interviene la noche de Navidad (Lc 2,9-14); los ángeles anuncian también la
resurrección (Mt 28,5ss p) y dan a conocer a los apóstoles el sentido de la ascensión (Hech
1,10s). Auxiliares de Cristo en la obra de la salvación (Heb 1,14), se encargan de la custodia de
los hombres (Mt 18,10; Hech 12,15), presentan a Dios las oraciones de los santos (Ap 5,8; 8,3),
conducen el alma de los justos al paraíso (Lc 16,22; “In paradisum deducant te angeli..”). Para
proteger a la Iglesia llevan adelante en torno a Miguel el combate contra Satán, que dura
desde los orígenes (Ap 12,1-9).
Un vínculo íntimo enlaza así al mundo terrenal con el mundo celestial; en el cielo los ángeles
celebran una liturgia perpetua (Ap 4,8-11), a la que se asocia en la tierra la liturgia de la Iglesia
(cf. gloria, prefacio, sanctus). Estamos rodeados de presencias sobrenaturales, que el vidente
del Apocalipsis concreta en el lenguaje de convención consagrado por el uso. Esto exige de
nuestra parte cierta reverencia (cf. Jos 3,13ss; Dan 10,9; Tob 12,16), que no se ha de confundir
con la adoración (Ap 22, 8s). Es, pues, necesario proscribir un culto exagerado de los ángeles,
que perjudicaría al de Jesucristo (Col 2,18).
Más allá de estas afirmaciones explícitas de la Biblia, la crítica puede preguntarse qué sentido
tienen representaciones tomadas ampliamente del mundo pagano ambiente y que traducen
elementos periféricos del mensaje bíblico. No es fácil resolver el problema. Un punto es cierto.
Sea cual fuere la naturaleza y la estructura del universo espiritual que rodea a Dios y ejecuta
sus designios, es por sumisión a Cristo, dueño del mundo y Salvador, como tal universo es
incorporado al plan divino de la creación y de la redención. Así es como entra en el campo de
la fe cristiana.