BIEDA Introducción A Apología y Critón
BIEDA Introducción A Apología y Critón
BIEDA Introducción A Apología y Critón
APOLOGIA DE SÓCRATES
CRITÓN
IS B N 9 7 8 - 9 8 7 - 2 7 2 0 0 - 4 - 9
1. Filosofía. 2 . P latonism o.
C D D 184
I a ed ición: ju n io de 2 0 1 4
IS B N : 9 7 8 - 9 8 7 - 2 7 2 0 0 - 4 - 9
Bibliografía ...................................................................................................255
Estudio preliminar
I. Introducción
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II. El juicio
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«Exam inen, <jueces>, junto conmigo también esto: ¿por qué corres
pondería que yo quisiera hacer estas cosas, incluso si pudie
se <hacer> la mayor parte de todas ellas? Pues nadie quiere correr los
mayores peligros gratuitamente ni ser el más malvado en relación con
la mayor maldad» (§13).
>
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Ahora bien, ¿cómo se debe confiar en un hombre de tal clase <sc. com o
tú> que, pronunciando el mismo discurso a los mismos hombres y
acerca de los mismos temas, dice las cosas más contrarias? (§26)
Querría aprender de ti si acaso consideras ignorantes o sensatos a
los hombres sabios <i.e. uno de los ítems de la acusación>. Pues si d o s
consideras> ignorantes, tu discurso sería novedoso, mas no verdadero.
Si, por el contrario, d o s consideras> sensatos, no conviene, sin duda,
que quienes son sensatos cometan los mayores errores y elijan más los
males antes que los bienes. Por lo tanto, si soy sabio, no erré, y si erré,
entonces no soy sabio. En ambos casos, tú serías un m entiroso.»
desprende que la verdad sirve para dar cuenta del error co m eti
do por un agente que, así, reconoce su ignorancia. Algo así
com o un «error responsable» es, en la esfera del Palamedes,
iiT)420si_ble; «a pesar del lógos que sabe descubrir un error, este se
ve anulado por otro lógos que lo hace imposible. El error existe,
al m enos co m o posibilidad, pero lógicam ente absurda. Parece,
casi, co m o si aquí se prefigurara la crítica de Sócrates al co n cep
to de que nadie com ete un error por voluntad propia».13 C alo_-
gero entiende que el contenido del § 2 6 del Palamedes es «co m
pletam ente socrático»: «cada palabra podría haber sido dicha
por Sócrates en un diálogo platónico».1'* U na prueba co n tu n
dente de estas dos opiniones la encontram os en el paralelism o
manifiesto e ntre el § 2 6 del Palamedes gorgiano que recién cita
m os, y el siguiente pasaje de la Apología platónica:
«¿Entonces qué, Meleto? ¿Tú, con tu edad, eres tanto más sabio que yo,
con la mía, com o para saber que los malos siempre hacen algo malo a
los que tienen más cerca de ellos mismos y los buenos hacen algo
bueno, pero yo he alcanzado tanta ignorancia com o para desconocer
que, si hiciera malvado a alguno de los que conviven conm igo, correré
el peligro de recibir un mal por parte de él, de modo que <sería posible
afirmar>, com o tú dices, que hago un mal semejante voluntariamente?
En esto no me persuades, M eleto, y creo que tampoco <persuades> a
ningún otro hom bre. Más bien, o no corrompo <a los j óvenes> o. si los
cor rom po, lo hago involuntariamente, de m odo q ue en am bos casos t ú
m ientes» (25d -e).
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Este Ánito era curtidor —es decir: uno de los artesanos a quienes
Sócrates dice que representa— y, hacia Fines del siglo V, cobró pro
tagonismo político, primero com o seguidor de Teramenes, luego
com o m iem bro del partido dem ocrático.28 Llegó a ser uno de los
jefes de los proscriptos y, finalmente, form ó parte del derroca
miento de los Treinta.29 En la época dram ática del juicio, ya había
advertido a Sócrates que dejara de filosofar com o lo hacía:
«Sócrates, me parece que con facilidad habias mal de los hombres.
Por mi parte, te aconsejaría, si quieres hacerm e caso, que tuvieras
cuidado: así com o quizás en otra ciudad es más fácil hacerles mal
a los hombres que hacerles bien, en esta ciudad es más fácil toda
vía. Creo que tú mismo también lo sabes» (Aden. 94 e -9 5 a ).
Además de curtidor, Ánito también era uno de los hombres más
influyentes de la ciudad.30 Según Burnet, esta doble pertenencia
de Ánito al ámbito comercial y al político es más que relevante por
cuanto representaría fielmente el caso de quien, sabio en un asun
to, se pretende igual de sabio en otras cosas de las que nada sabe.31
Esta «intervención» de un artesano en asuntos vinculados con el
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F) El texto de la acusación
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—D e todos modos, dinos, M eleto: ¿cómo dices que corrom po a los más
jóvenes? ¿No es bien claro que, conform e los cargos que redactaste, d o
h a g o enseñándoles a no creer en los dioses en los que cree la ciudad,
sino en otros asuntos divinos nuevos? ¿No dices que los corrom po
enseñándoles estas cosas?
—Absolutam ente, eso es lo que digo.
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III. Sócrates
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A) Sócrates filósofo42
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«Ahora bien, desde la filosofía antigua hasta Sócrates, que había oído
a Arquelao, discípulo de Anaxágoras, los números y los movimientos
eran los temas tratados, y de dónde nacían todas las cosas y a dónde
tornaban, y con afán eran investigados por aquellos filósofos los tarna-
ños, intervalos y cursos de los astros y todas las cosas celestes. Sócrates
fue el primero que hizo bajar la filosofía del cielo, y la hizo residir en
las ciudades, y la introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por
la vida y las costumbres y por las cosas buenas y malas. Y su variada
manera de discutir, la diversidad de sus temas y la grandeza de su talen
to, conmemorados por el recuerdo y las obras de Platón, produjeron
numerosas clases de filósofos discrepantes» (Cuestiones Tuscitlanas V, 4,
10).45
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«Por lo tanto -dije yo-, no ocurre otra cosa que esta: que nadie mar-
rYtf voluntariamenteJhacia los males ni hacia lo que cree que son males:
y pi siquiera, según parece, es esto posible en la naturaleza del hombre
(ptj anthrópouphyset)\el querer ir hacia lo que se cree que son males en
lugar de ir hacia los bienes. Incluso si alguien Fuese compelí do a elegir
entre dos males, nadie ejegirá el mayor si le es posible elegir el menor»
(Prot. 358c-d).
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«Yo los estimo y aprecio, señores atenienses, pero obedeceré más al dios
que a ustedes, y mientras respire y tenga la capacidad <de hacerlo>, no
dejaré de filosofar, de exhortarlos <a filosofar> y de exponerme ante
quien sea de ustedes con el que pudiese toparme, diciéndole las cosas
que acostumbro decir: «noble señor, [...], ;no te avergüenzas de
preocuparte,p.or, las riquezas -d e modo que sean cuantiosas para ti—,_la
fama.y el honor, mientras que no te preocupas por la sabiduría, la ver
dad y el alma -d e modo que esta sea excelente—?» (Ap. 29d-e).
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retom ado justo antes de la primera votación: «pues creo <en los
dioses> co m o ninguno de m is acusadores, y dejo e n sus m anos,
señores atenienses, y en la del dios juzgar qué será lo mejor,
tanto para m í com o para ustedes» (3 5 d ). Esta figura del juicio
divino, es desarrollada posteriorm ente por el propio Platón
quien, en el m ito final del Gorgias, hace de R adam antis, M inos
y É aco los encargados de juzgar a ciegas a las almas (5 2 3 c -5 2 4 a ).
H acia el final de la Apología, estos dos cam inos vuelven a ser
m encionados: «pero ya es h ora de irse, yo a m orirr ustedes a
vivir. Q uién de nosotros m archa hacia un destino m ejor es oscu-
ro para todos, salvo para el dios» (42a ).
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C ) Sócrates ciudadano
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ahora no son capaces de ninguna de las dos cosas. Pues son inca
paces de hacer a alguien sensato ni insensato; más bien hacen
eso que hacen según la casualidad» ( Crit. 4 4 d ).86
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Por otro lado, en este punto quizá sea oportuno recordar que
detrás de nuestro texto está Platón. Si, según C ordero, toda la
filosofía platónica es producto del violento e insuperable im p ac
to que significó la m uerte (injusta) de Sócrates, Castoriadis, con
un sesgo más político que personal, interpreta de m anera sim i
lar: «la filosofía política de Platón es esencialmente una respues
ta al fracaso de la dem ocracia, deduciendo de este fracaso que la
com unidad hum ana no es capaz de autogobernarse». Pero es
incapaz de gobernarse, agregamos, porque el resultado puede
llegar a ser algo tan terrible com o el asesinato de Sócrates.95
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Apología de Sócrates
Página Texto de Burnet Variante adoptada
18a9 ÍJOX8QOV TJOTeQCX
T BCD
24e5 JTOIOÍIOLV jroieiv
BCD T W V PB 2
Duke et al.
27e6 OU TOt) aúxoO xoO ai)TOü
BCDTW VPB2 Ven. 184
Duke et al.
28a5 « íqeI aÍQi]aei
T BCDW VPB2
Duke et al.
32a7 áWa x av a p a x av
Burnet Ast
Duke et al.
33a7 éni0U|!OÍ émOufiEi
T BCDW VPB2
Duke et al.
35al tw XcoxQcm] óiac^épeiv tü > v tó v ZcoxQcm ] ÓLacj)8Qeiv tlv'i
JToXXo)V C(V0 Q03 JICOV tcÍjv jioXXcov CívOqüJJKOV
Burnet T
40a4 i] toü6aij.iovíou [i] t o ü Saipovíou]
BCDW VPB2 Secl. Schleiermacher
Duke et al.
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Critón
Página Texto de Burnet Variante adoptada
4 3 c5 x a ^e™'lv XaXejtr|v x a i papeiav
TB2 B
43d4-5 [tü > v á Y y é X o j v ] xcí)v áyyéXwv
secl. Hirschig BC D T
Duke et al.
44 b3 áxoitov ü)g axojrov
B TW SV PB2
Duke et al.
V. Reconocimientos
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Esteban Bieda
Abril de 2 0 1 3 , Ciudad de Buenos Aires
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NOTAS
3. Pueden m encionarse, a m odo de ejem plo, los nom bres más fam osos de Antístenes,
A ristipo, Euclides, Fedón y Esquines, entre otros. Cf. M ársico (2 0 1 3 ).
5. E n los libros II y III de Rep. el personaje Sócrates critica a los poetas tradicionales por
el m odo de co n ceb ir a la divinidad, luego de lo cual propone una serie de pautas ( typoi)
que los nuevos poetas deberían respetar al m om ento de tratar ese tipo de temas. Sin
em bargo, nada se dice de la tiranía.
7 . Para C rid as, cf. M e m . 1.2.31 ss.; para las aspiraciones tiránicas de A lcibíades cf.
Tucídides V I. 1 5 .4 .4 y V I.2 9 .1 .1 .
9. C f. fr. 16 (Page).
10. C f. M ársico (2 0 1 0 ).
11. En m om entos en que M enelao estaba reclutando el eje'rcito para marchar a Troya,
O diseo se fingió loco para zafarse del juram ento de ir a la guerra. Cuando el rey de Esparta
llegó a ítaca acom pañado por Palamedes, Odiseo se m ostró sem brando sal con un asno y
un buey uncidos a un arado. Fue Palamedes quien descubrió el engaño: puso al pequeño
Telérnaco en el cam ino del arado y Odiseo tuvo que detenerse antes de matar a su propio
hijo. Luego, el rey de ítaca se vengaría falsificando una carta en la que quedaría probado
que el rey Príam o había propuesto a Palamedes traicionar al ejército aqueo a cam bio de
oro. Soborn ó a un esclavo de Palamedes para que colocara oro en su tienda e hizo circular
la carta. Finalm ente, Palamedes murió lapidado por el ejército griego. En su Defensa cíe
Palamedes, Gorgias ilustra lina posible defensa del héroe ante la acusación de O diseo.
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13. U ntersteiner (1 9 4 9 : 7 9 ).
15. Cf. D e R om illy (1 9 7 5 ). Para la Yerdad com o «orden del discurso», cf. E n c o m i o de
H e l e n a §1 (G orgias: 201 1).
16. C f. Rceve (1 9 8 9 : 8 ).
17. Para la co n cep ció n platónica de la retórica en Gorgias y Fedro, cf. Livov y
Spangenberg (2 0 1 2 : cap. 9 y su «Ape'ndice»).
18. Las causas se dividían en privadas (/diai dikaí) y públicas (detnósiai di/taí); cf. Eutif.
2a y Lisias 1.44.
2 1 . En este sentido, Jen o fo n te se queja de que la m uerte no era una pena contem plada
por ley en el tipo de delito que, supuestam ente, había com etido Sócrates; cf. M e m .
1.2 .6 2 y Ap. de Sócr. 25.
22. Aunque sí «logógrafos», co m o Dem óstenes, Isócrates o Lisias, que escriben discur
sos de defensa que el acusado debe m em orizar y repetir luego en el tribunal.
23 . Para más detalles sobre este tema, cf. Poratti (1 9 9 3 : 2 3 1 - 2 3 3 ) y la bibliografía allí
citada.
25. Cosa que tam bién habían hecho otros com ediógrafos com o Calías, Amipsias, Éupo-
lis y Teleclides; cf. G uthrie (1 9 8 8 : 3 4 5 ).
2 7 . Jeno fo nte, Ap. de Sócrates 4. Para esta serie de injustas condenas a intelectuales, cf.
Dodds (1 9 9 7 : 180).
2 8 . C f. A rist., Const. d e los Atenienses 3 4 .3 . Teram enes era uno entre quienes negociaron
la paz tras la derrota ateniense en la Guerra del Peloponeso. Posteriorm ente trató de o p o
nerse a los Treinta que finalm ente lo ejecutaron.
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3 2 . «La introm isión (polypragmosyne) recíproca de las tres clases existentes <en la pólis>
y su intercam bio <de actividad> constituyen el mayor daño para la ciudad y podrían
denom inarse, con total corrección, “crim en” (kakourgla) [ ...] . Y esto es la injusticia»
(Rep. 4 3 4 b -c ). «Introm isión» traduce «polypragmosyne », térm ino que literalm ente signi
fica «m ultiplicidad-de-ocupaciones» pero que suele tener un sentido peyorativo.
3 4 . Salvo por el reemplazo del verbo «eiságo» —que tradujim os «introducir»— por «eisphé-
ro«, la versión de D iógenes Laercio es igual a la que trae Jen o fo n te en M e m . 1.1.1.
35- Según Eggers Lan (1 9 8 8 : 18), el estilo directo de D iógenes, sum ado a la m ención
de la pena propuesta hacia el final, son elem entos suficientes para considerar que su ver
sión es la más fidedigna.
39- Estos dos pasajes dejan abierta la cuestión de cuál sería la ley vigente, hacia el año
3 9 9 , que perm itiera juzgar a alguien por asébeia, dada la suspensión de ese tipo de ju i
cios co n la am nistía del año 4 0 3 . Luego de una serie de disquisiciones al respecto, Eggers
Lan concluye (1 9 8 8 : 3 6 y 3 7 ): «podemos sacar de todo esto com o m ín im o una co n clu
sión: desde el año 4 0 3 hasta el 3 9 9 el estado de transición jurídica se prestaba a una elas
ticidad que llegaba hasta lo subjetivo en el cam po judicial [ ...] . Por consiguiente, había
m uchas form as de asébeia».
4 0 . Eggers Lan (1 9 8 8 : 4 2 ).
4 2 . M ás allá de las infinitas polém icas en torno al problem a del Sócrates «platónico» y
su vínculo con el Sócrates «histórico», no nos detendrem os a tratar de deslindar cu ánto
hay allí de factura “puram ente” socrática y cuánto de factura platónica, dado que lo que
aqu í nos ocupa son dos diálogos específicos de Platón. En este sentid o, no nos preocu
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pa tanto a quién corresponden las ideas allí vertidas sino, más bien, la discusión y co m
prensión de tales ideas. Para una discusión de la cuestión del Sócrates histórico, cf.
G uthrie (1 9 8 8 : caps. X I I y X I II) y B rickhousc y Sm ith (2 0 0 0 : cap. 1).
4 3 . C f. Eggers Lan (1 9 6 6 ).
4 4 . E n palabras de A ristóteles: «lo que depende de los hom bres m ism os es propio en
gran medida de este tipo de variables contingentes, y ellos mismos <sc. los hom bres> son
los principios (arkhat) de tales cosas; de m odo que, de cuantas acciones el hom bre es
principio y dueño (kyrios), es evidente que es posible tanto que sucedan co m o que n o ...»
(Ética E n d e m i a 1 2 2 3 a 2 -6 ).
4 5 . C f. A c a d é m i c a I, 4 , 15.
^r^46^Rcsuena aqu í uno de los aspectos más socráticos de la ética aristotélica: «el presente
-estudio no es con vistas a la teoría, com o los dem ás: en efecto, no investigamos para
saber qué es la virtud, sino para volvernos buenos, puesto que ningún otro beneficio
sacaríam os de ella» (Etica n i c o m a q u e a 1 1 0 3 b 2 6 -2 9 ).
4 8 . Para, un análisis porm enorizado del actuar del tirano según Sócrates, cf. nuestro
Bieda (2 0 1 2 a ).
('49./fcsto m ism o es lo que Sócrates le hace sentir a Alcibíades, toda vez que sus discursos
le provocan profundos raptos em ocionales: «bajo el influjo de este Marsias <sc.
Só cratcs> .,m u ch as jveces me en con tré realm ente en esa situación, al punto de parecerm e
ind igna de ser vivida (oit biotós) la vida q ue llevo» ( 2 1 5 e -2 l6 a ; trad. V. Juliá).
5 1 . C f. G óm ez-L ob o (1 9 9 8 : 1 4 4 -1 4 5 ).
5 2 . «¿Es vivible para nosotros cu na vida> con la corrupción de aquello que es m altrata
do por lo inju sto y beneficiado por lo justo? ¿O consideram os que eso en relación con
lo cual se dan la injusticia y la justicia, sea lo que fuere entre las cosas que están en nos
otros, es peor que el cuerpo?» (Critón 4 7 e -4 8 a ).
5 3 . G u thrie (1 9 8 8 : 4 4 4 ). Para los sentidos co m o “herram ientas” del alm a, cf. Teeteto
1 8 4 c -1 8 5 d .
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56 . C f. H ow land (2 0 0 8 : 5 3 6 ).
59- C f. Poética X I.
6 0 . Las palabras de los Coros que cierran E d i p o rey y A n t í g o n a son elocuentes en este
sentido. H em os estudiado esta cuestión específicam ente en Bieda (2 0 0 8 a ).
6 1 . C ab e recordar que lo d em ónico, que se le m anifiesta para evitar que siga un curso
de acción , no se le presenta durante el ju icio ; cf. 4 0 b .
6 2 . C f. Brisson (2 0 0 0 ) y Kerferd (1 9 8 1 ).
6 3 . Eggers Lan (1 9 8 8 : 4 3 ).
6 5 . G ou x (1 9 9 8 : 1 0 7 ).
6 7 . E n efecto, si Edipo no le diera crédito al oráculo, ¿por qué habría ido a hacer la
co nsu lta en un prim er m om ento? Por otro lado, recordem os que, ya rey teban o, ante
la peste que aqueja a la ciudad, Edipo envía a C reon te a consultar al orácu lo délfico
para saber có m o elim inarla (cf. w . 6 7 - 1 5 1 ). Lo paradójico de esto es que el m ism o
hom bre que cree haber refutado el oráculo -p u esto que aún n o sabe que el h o m bre al
que m ató era su padre y la m ujer que desposó es su m ad re-, le sigue dando créd ito su fi
ciente co m o para consultarle có m o resolver un problem a central de su gestión al fren
te de T ebas.
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7 1 . G óm ez-Lobo (1 9 9 8 : 5 0 ). .
7 3 . Recordem os que Sócrates está exponiendo la génesis de la calum nia, del prejuicio
(diabolt0 que pesa sobre él, prejuicio que consiste en considerarlo «sabio» (cf. 2 1 b ). En
este sentido, el hecho de que el oráculo respondiera que no hay nadie más sabio que él
resulta, evidentem ente, negativo.
7 4 . Esta referencia a lo d em ónico se repite en varios pasajes del Corpus platónico: cf. v.g.
Crit. 3b, Eutici. 2 7 2 e, Rep. 4 6 9 c , F echo 2 4 2 b , Teet. 151a. Es preciso destacar que, más
allá del m odo en que ha trascendido, Sócrates jam ás se refiere a esta señal en térm inos
de un «dalmo/j», es decir: de una divinidad, sino que utiliza un adjetivo neutro sustan
tivado «to d a i m ó n i o n » que, si bien da cuenta del origen o filiación divina de la voz, no
por ello im plica que ella m ism a sea un dios. Para el origen de lo d em ónico, cf. el orácu
lo dado al padre de Sócrates en Plutarco, D e genio Socratis 5 8 9 c.
7 5 . Jeno fo nte, por el contrario, sí le atribuye indicaciones positivas: cf. v.g. Apol. 12 y
M e m . 1 .4 .3 -7 y IV .8 .1 -2 . C o m o señala G óm ez-L ob o (1 9 9 8 : 7 9 ss.), la señal divina tiene
pretensiones más prudenciales que morales: el im pedim ento de participar en cuestiones
políticas, por ejem p lo (3 Id ), no tendría que ver tanto con una deficiencia moral p e r se
de tales prácticas, sino más bien con evitar la m uerte de Sócrates antes de com pletar su
m isión en Atenas.
7 6 . C f. M ei n . 1.1-2, 10, 11. N o obstante, el hecho de escuchar “voces” no hum anas con
vistas a tom ar decisiones era algo com ún hacia finales del siglo V : «Y en cu anto a eso de
<que introduzco> "nuevos asuntos divinos”, ¿cóm o podría introducirlos si digo que cier
ta voz de un dios se me m anifiesta señalándom e lo que debo hacer? En efecto, tam bién
quienes se sirven de los sonidos de los pájaros y las palabras de los hom bres realizan sus
conjeturas m ediante voces. ¿D iscutiría alguien que los truenos vociferan o que co nstitu
yen un gran presagio? Y la Pitia que está en el trípode <délfico>, ¿no com u nica ella
misma el m ensaje del dios m ediante cierta voz? Todos, igual que yo, dicen y creen que
el dios anticipa el futuro e indica lo que quiere. A lgunos denom inan a estos dadores de
presagios “pájaros”, “palabras”, “sím bolos” y “adivinos”, pero yo lo llamo “d em ónico”»
(Jen ofi, A p . de Sócr. 1 2 -1 3 ).
7 8 . H orkheim er (1 9 9 0 : 2 8 2 ).
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82 . Recordem os, en este sentid o, las palabras de Eggers Lan que ya hem os citado s upra :
«podem os sacar de todo esto com o m ínim o una conclusión: desde el año 4 0 3 hasta el
3 9 9 el estado de transición ju ríd ica se prestaba a una elasticidad que llegaba hasta lo su b
jetivo en el cam po jud icial [ ...] . Por consiguiente, había m uchas form as de asébeia»
(1 9 8 8 : pp. 3 6 y 3 7 ).
84 . Trad. M . Boeri (Losada, 2 0 0 6 ), retocada. Cf. una crítica sim ilar en Gorgias 4 8 5 d ss.
8 9 . N o obstante esto, cierta tendencia filo-espartana por parte de Sócrates parece haber
sido percibida por la ciudadanía ateniense: en la com edia aristofánica A ve s se dice que
«ser socrático» es sinónim o de ser «amante de Esparta»; cf. v. 1 2 8 0 ss.
9 1 . Eggers Lan (1 9 9 6 : 9 1 ).
9 2 . Recuérdese, en este sentido, su enfrentam iento tanto con la oligarquía (plasm ado en
el episodio de León de Salam ina) com o con la dem ocracia (plasm ado en el episodio de
los generales de las Arginusas).
9 5 . C astoriadis (2 0 0 6 : 4 6 ). CL Cordero (2 0 0 8 ).
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