400 Parte Tres - OCR
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r
400 parte tres Relaciones sociales
figura 10-6
\imas usadas para
cometer asesinatos
en l slados Unidos,
2002.
Iiwwtv. FBl. lnfonnei
hnmofénrm ót ¿etewwncM
flnta"íicólogos
sociales señalan que mirar estas escenas de ficción de un hombre
' hnpone <»n su íuerza a una " vIa excita distorsiona las percepciones de
•T**, accionan las mujeres en la realidad a la coerción sexual y aumentan la agre-
>°. hombres contra ellas, por lo menos en el contexto del laboratorio.
<ión de %.
epclones distorsionadas de la realidad sexual
«.stiguar violencia sexual refuerza el mito de la violación", es decir, que algunas
fcres aceptan el asalto sexual, que no significa no" ? Para averiguarlo, Neil Mala**
J v James Check (1981) mostraron a hombres de la Universidad de Maní toba dos
■ lículas de un asaltosexual o bien dos películas en que un hombre vence sexualmen-
iuna mujer. Una semana después, cuando los entrevistó otro investigador, quienes
v eron las películas con la violencia sexual ligera aceptaban más la violencia contra las
¡r.ujeres. En otros estudios se confirma que la exposición a la pornografía aumenta la
aceptación del mito de la violación (Oddone-Paolucci y colaboradores, 2000). Por
¿nemplo, mientras pasaban tres tardes viendo películas de violencia sexual, especta
dores hombres en un experimento de Charles Mullin y Daniel Linz (1995) también se
sintieron gradualmente menos molestos por violaciones y vapuleos. En comparación
con otros que no fueron expuestos a las películas, tres días después expresaron tam
bién menos simpatía por las víctimas de la violencia doméstica y calificaron sus lesio
nes como menos graves. Así, se preguntaron los investigadores Edward Donnerstein,
Daniel Linz y Steven Penrod (1987), ¿qué mejor manera para un personaje malvado
quehacer que las personas reaccionen impávidamente a las torturas y la mutilación
de mujeres que mostrar una serie progresiva de esas películas?
Observe que el mensaje sexual (que a las mujeres les gusta ser "tomadas") era su-
y no parecía que suscitara argumentos en contra. Dadas las frecuentes imágenes en
los medios de mujeres que ceden su resistencia en los brazos de un hombre fuerte, no
- iberia sorprender que incluso las mujeres lleguen a pensar que otras mujeres dis-
e i ser superadas sexualmente, aunque prácticamente ninguna cree que a ella le
na
^ (Malamulh y colaboradores, 1980). "¿Que me excite un hombre que me ven-
en la vida."
es,ón contra las mujeres
; r^CnC*as sugieren que la pornografía contribuye a la agresión real de
%rt(l9¿?tra muÍeres* En los estudios correlaciónales apareció esta posibilidad. John
^u¡b]e °bservó clue en todo el mundo, a medida que la pornografía se hizo más
aun>entó rS ®d cadaslos sesenta y setenta, la tasa de violaciones denunciadas
-’-ada (e;ei a Jernente, excepto en países y regiones donde la pornografía estaba con-
"La pornografía que
‘^«fía vjoIP 0Sílue contradicen esta tendencia, como Japón, donde se consigue por-
retrata la agresión
. ^l enta ^r° Ia tasa violaciones es baja, nos recuerdan que otros factores
sexual como si fuera
.?aportantes). En Hawai, el número de violaciones denunciadas se mul-
agradable para la
' ?°^*s a JaVeces entre 1960 y 1974, cayó cuando se impusieron temporalmente res- víctima aumenta la
, ’ °lro est^¿^°^ra^a Y volvieron a subir cuando éstas se levantaron. aceptación del uso de la
"t.Cventai>d’°Corre,adonal, Larry Barón y Murray Straus (1984) descubrieron coerción en las
jjn.J rcv*slas de sexo explícito (como Hustler y Playboy) en los 50 estados relaciones sexuales."
contri SC COrre’ac*onaron con las tasas de violación en dichos estados, —Consenso de las ciencias
; t ()J) potros factores, como el porcentaje de hombres jóvenes en cada sociales. Taller del
Ministerio de Salud sobre
Neva(jPÓ 61 primer ,u8ar en venta de esas revistas y el primer lugar en Pornografía v Salud Pública
a fue el segundo en las dos medidas. (Koop, 1987).
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7^»
figura 10-7
Después de ver una
película erótica agresiva,
hombres universitarios
aplicaron descargas más
intensas que antes, sobre
todo a una mujer.
Fuente: Datos tomados de
Donnerstein. 1980.
Eq Ocho
dad de cncuestas se preguntó a universitarios hombres si había alguna probabili-
^pos biV1° aran a Una mu)er / estuvieran seguros de que nadie lo sabría y no
Porción 6 un castigo de ninguna manera (Stille y colaboradores, 1987). Una
noshabía , a ora (alrededor de una tercera parte) admitieron que por lo me-
u^? * ^
in
^ dicaron ^ era Posibilidad de que lo hicieran. En comparación con los hombres
' rtS parecía ^a^la n’n8una posibilidad de que violaran a una mujer, aque-
’!°kción, en n maS 3 1°S reos vi°lación en cuanto a que creían en los mitos de la
n rna ^UeSe exc*ta^an con representaciones de violaciones y en que se condu- "La pornografía es la
ne
• ^sta a?rcs*va hacia las mujeres, tanto en el laboratorio como en las citas teoría y la violación es
1 ^dnq reSlV^a<^ es mayor entre aquellos que tienen las actitudes en favor de la práctica/*
u
—Robín Morgan (1980,
E<jUc • ecuItiva la pornografía (figura 10-8).
p.139).
nacional de 95
...................1 -
Fuente: Estudios publicados por Koss, Heise y Russo (1994) y Krahé (1998).
ñas toleran imágenes en los medios que nutren el acoso sexual, el maltrato y la viola-
ción. Entonces, ¿hay que restringir las representaciones que denigran o violan a las
mujeres?
En la competencia entre los derechos del individuo frente a los derechos de la co
lectividad, los pobladores de las naciones occidentales toman partido por los derechos
individuales. Como alternativa a la censura, muchos psicólogos están en favor de “un I
entrenamiento consciente sobre los medios de difusión". Recuerde que investigado
res de la pornografía han logrado volver a sensibilizar y educar a sus sujetos en las
respuestas reales de las mujeres a la violencia sexual. ¿De la misma manera podrían
los educadores fomentar destrezas para presenciar críticamente los medios? Al sensi
bilizar a las personas ante las imágenes de las mujeres que predominan en la porno
grafía y los temas de acoso y la violencia sexual, debe ser posible contrarrestar el mito
de que a las mujeres les gusta que las obliguen. "Nuestra esperanza utópica y q^2
ingenua —dicen Edward Donnerstein, Daniel Linz y Steven Penrod (1987, p-1
es que, al final, la verdad se revelará por medio de la buena ciencia y prevalecerá)
público quedará convencido de que estas imágenes no sólo denigran a quienes re.r
tan, sino también a quienes las ven."
13-8
~ agresivos
f nte.
que i;aponen
c nnujetv*
üeceu ntes de
'*>.U3l<»S
■ai*-'' ron una
hostil,
’ M iamuth
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ge una esperanza ingenua? Consideremos lo siguiente: sin prohibir los cigarros, el "Lo que tratamos de
/ de fumadores en Estados Unidos se redujo de 42 por ciento en 1965 a 23 por hacer es elevar la
X a comienzos del siglo XX. Sin censurar el racismo, las imágenes antes comunes conciencia de la
X medios de afroamericanos como bufones aniñados y supersticiosos práctica- violencia en contra de
han desaparecido. A medida que la gente cambia conscientemente, los guionis- las mujeres y de la
pornografía, por lo
- productores y directivos de los medios decidieron que las imágenes abusivas de
menos al nivel de la
^ minorías no eran buenas. Hace poco decidieron que las drogas no son glamorosas,
conciencia de la
daban a entender muchas películas y canciones de las décadas de 1960 y 1970, bibliografía sobre el
¡no iH'ligrosas. Así, el consumo de marihuana entre los preparatorianos de ultimo racismo y el Ku Klux
tñoen el mes anterior se redujo de 37 por ciento en 1979 a 12 por ciento en 1992, an- Klan."
de rebotar a 23 por ciento en 1996, cuando el clamor cultural en contra de las dro- —Gloria Steinem (1988).
cas se suavizó y el consumo volvió a ensalzarse en canciones y películas (Johnston y
colaboradores, 1996). ¿Algún día veremos con vergüenza la época en que las pelícu
las entretenían con escenas de explotación, mutilación y coerción?
Durante todas esas horas, ¿qué conductas sociales se ejemplifican? De 1994 a 1997,
os agotados empleados del Estudio Nacional sobre la Violencia en Televisión (1997)
abalizaron unos diez mil programas de las principales cadenas y canales de cable,
í s resultados? Seis de diez programas contenían violencia ("actos que imponen la
rza física y amenazan con dañar o matar o que de hecho dañan o matan"). Duran-
v P’eüos a puñetazos, las personas que caían por lo regular se sacudían y se le-
,
solo an m^S v’8orosas' a diferencia de las peleas reales a puñetazos que duran un
o<*ipe (y qUe dan por resultado una fractura de mandíbula o de mano). En 73
cien?*?*0 *asescenas violentas los agresores no sufrieron ningún castigo. En 58 por
de ]a 3 Vlc^ma no pareció sufrir dolor. En los programas infantiles, sólo 5 por ciento
la v; ?°,encia len,a consecuencias de largo plazo; en dos terceras partes se retrataba
como divertida.
rnagri'n ° re^uce todo esto? En resumen, la televisión irradia sus ondas electro-
cas a los globos oculares de los niños durante más horas de crecimiento que
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"adLos crímenes en horario estelar fomentan las conductas que retratan o, como tes-
c l»w i. • S tigos participando vicariamente en los actos agresivos, los programas canalizan ener-
’?xioimL La gía agresiva? La última idea, una variación de la hipótesis de la catarsis, sostiene que
11. 4 tic la mirar programas violentos permite a la gente liberar su hostilidad guardada. Los de
• •« ti fensores de los medios dtan esta teoría frecuentemente y nos recuerdan que la violen
••WX) ** cia es anterior a la televisión. En un debate imaginario con un crítico de la televisión,
h* :r ’ihrra*
el defensor del medio argumentaría que "la televisión ño tuvo ningún papel en los ge
i< m sea
nocidios de judíos y amerindios y que sólo refleja y responde a nuestros gustos". "De
• ictz e o
; íe la
acuerdo —responde el crítico—, pero también es verdad que durante la era de la tele
visión, en Estados Unidos las denuncias de delitos violentos han aumentado varias
veces más rápidamente que el índice de crecimiento demográfico. De seguro usted no
quiere decir que las artes populares son meros reflejos pasivos, sin ningún poder pa
i núes ra influir en la conciencia pública, ni que la fe que tienen los anunciantes en el poder
tvh del medio es ilusoria." El acusado contesta: "La violencia recurrente es resultado de
• *♦ míe muchos factores. La TV quizá reduce la agresividad al sacar de las calles a las perso
íi* nato a nas y al ofrecerles una oportunidad inofensiva de ventilar su agresividad".
> A’l» su
Los estudios sobre la televisión y la agresión pretenden identificar los efectos más
>8* MÍO
ni.
sutiles y difundidos que los ocasionales asesinos imitadores que atrapan la atención
• i puede
k i.ipia. de la opinión pública. Los estudios preguntan cómo influye la televisión en la condac-
ta y el razonamiento de los espectadores.
figura 10-9
Hábitos televisivos
de los niños y
actividades
delictivas
posteriores.
Ver violencia a los ocho
años es un factor de
pronóstico de delitos
graves a los 30.
Fuente: Datos tomados de Eron
y Huesmann (1984).
*’TjkizJn
Empela vi
Bájela televi
Ep píenle
|¿C5 pistos*
tubera de la
Lrjnahdov»
IkDe seguro usté
F rrinpode
ñata en dp,
'f ‘-“l’adluencia de algunos de los factores posibles. Por ejemplo, William Belson (1978; Mu-
'"*s^ 1978)estudió a 1 565 niños londinenses. En comparación con los que veían poca
b*x ),encia'los 9ue veían mucha (en especial la violencia realista, más que la de carica*
ic- 3 l.°Sras)/ admitieron hasta 50 por ciento más actos violentos durante los seis meses an-
’ a .^ores (Por ejemplo, "destrocé el teléfono de una cabina"). Belson también examinó
í ‘terceros factores posibles, como tamaño de la familia. Al final se sostuvo la diferen-
t entre quienes veían poca televisión y quienes veían mucha, después de equiparar
an respecto a los terceros factores. Por tanto, Belson supuso que los que más veían
^taonas ^evis^n eran más violentos por su sobreexposición a la televisión,
^fcdiez m’smo modo, Leonard Eron y Rowell Huesmann (1980, 1985) encontraron
^poKda^ 3 V1°lencia que veían 875 niños de ocho años se correlacionaba con la agresivi-
televisalnc uso después de extraer estadísticamente varios terceros factores obvios. Ade-
CUan(^° v°lvieron a estudiar a estos sujetos a los 19 años de edad, descubrieron
Ie r
Vl
a a °lencia a los ocho años tenía un valor pequeño de pronóstico de la violen-
^ °h'aa? 19 a^Os' pero la agresividad a los ocho no pronosticaba la violencia que se
Í0Sn S
'C- ’^defos a°S 9- La agresión seguía a la observación, no al contrario. Además, para los 30
ni £ 08 niños que habían visto más violencia se habían convertido en adultos
Potabilidades de ser encarcelados por algún delito (figura 10-9).
' ann y co*aboradores (1984, 2003) confirmaron estos resultados en estudios
r más n h ° los 9ue más violencia veían, 15 años después tenían dos ve-
r de
^^posa^ akdidades que los otros de aceptar que empujaban, asían y golpeaban a
dp SU$ COn*rapartes femeninas tenían dos veces más probabilidades, como jó-
>J* Loshábartr°Íar a>go a su marido.
* Jiento i te,evisivos de los adolescentes también dan claves sobre el comportá
dmelo °s adultos, como descubrieron Jeffrey Johnson y colaboradores (2002)
a más de 700 sujetos al paso del tiempo. Entre los de 14 años que
c
< orno S e Una h°ra de televisión al día, 6 por ciento se mezclaron en actos agre-
* ^a$(29 asa^°/ robo o amenazas de daños) a las edades de 16 a 22, pero cinco ve-
P°r ciento) fueron los que habían visto televisión más de tres horas al día.
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fstados Unidos, y otro por Jacques Leyens (1975), en Bélgica, mostraron a niños de
lincuentes internos, estadounidenses y belgas, una serie de cintas comerciales agresi-
vas o no agresivas. El resultado constante fue que "la exposición a la violencia filmada
| t ,J llevó a un aumento en la agresividad del espectador". En comparación con la se
mana anterior a la proyección de los filmes, los ataques físicos aumentaron notable
mente en las casas donde los niños habían visto cintas violentas. Dolí Zillmann y
James Weaver (1999) expusieron de la misma manera a hombres y mujeres, durante
cuatro días consecutivos, a películas actuadas violentas y sin violencia. ¿Tuando par
ticiparon en otro proyecto al quinto día, los expuestos a las cintas violentas fueron
nías hostiles con el asistente de la investigación.
La agresión provocada en estos experimentos no es asalto ni ataqup; aún más, en la
escala de un empujón en la hilera de la cafetería, un comentario cruel, un gesto de
amenaza. Sin embargo, la convergencia de las pruebas es sorprendente. "La conclu
sión irrefutable dijo en 1993 una comisión sobre violencia juvenil de la Asodadón
Psicológica Americana— es que ver violencia aumenta la violencia." Esto es verdad
sobre lodo entre gente con tendencias agresivas (Bushman, 1995). El efecto de ver vio
lencia también es más fuerte cuando una persona atractiva comete un acto violento
justificado y realista por el que no reábe castigo y del que no se manifiesta ningún do
lor ni daño (Donnerstein, 1998).
En resumidas cuentas, concluyen los investigadores Brad Bushman y Craig Ander "La elevada exposición
son (2001), el efecto sobre la agresividad de ver violenda sobrepasa el efecto del taba a la violenda en los
quismo pasivo en el cáncer pulmonar, la ingesta de caldo en la masa muscular y la medios es una de las
tarea en el rendimiento escolar. Como en el caso del agarro y el cáncer, no todos mani principales causas de la
fiestan el efecto, pues otros factores tienen su importancia. Los efectos acumulados a elevada tasa de
largo plazo son los preocupantes, y los intereses de las corporaciones desdeñan las violenda en la moderna
pruebas. Pero ahora las evidendas son "abrumadoras", dicen Bushman y Anderson: sociedad
estadounidense."
"La exposición a violenda en los medios produce incrementos significativos en la agre
—Psicólogo social Craig A.
sividad." La base de investigadón es grande; los métodos, diversos, y los resultados Anderson, al rendir
generales, congruentes, coincide un gmpo de tarea del Instituto Nadonal de Salud testimonio ante el Comité de
Mental, compuesta por notables investigadores de la violenda en los medios (Ander Comercio, Ciencia y
Transporte del Senado
son y colaboradores, en prensa). "Nuestra revisión exhaustiva [...] arroja evidendas estadounidense el 21 de
inequívocas de que la exposición a la violencia en los medios incrementa la probabili marzo de 2000.
dad de conducta agresiva y violenta en los contextos inmediato y de largo plazo".
Dada la convergencia de las evidendas correlaciónales y experimentales, los inves-
hgadores han estudiado por qué ver violencia tiene este efecto. Consideremos tres po
sibilidades (Geen y Thomas, 1986). Una es que no es el contenido violento el que
causa la violencia social, sino la activación que produce (Mueller y colaboradores,
1983; Zillman, 1989). Como dijimos, la excitación se propaga: un tipo de excitación es-
bmula otras conductas.
En otras investigaciones se muestra que ver violencia desinhibe. En el experimento
de Bandura, el adulto que golpea al muñeco Bobo confiere una legitimidad a esas ex
presiones y reduce las inhibiciones del niño. Ver violencia imprime en el espectador la
conducta agresiva al activar ideas relativas a la agresión (Berkowitz, 1984, Bushman y
Geen, 1990; Josephson, 1987). Escuchar música con letras sexualmente violentas pare
ce lenerun efecto semejante (Barongan y Hall, 1995; Johnson y colaboradores, 1995;
Pritchard, 1998).
Los retratos de los medios también producen imitación. Los niños del experimento
de Bandura repetían las conductas que habían atestiguado. El sector de los comercia-
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H.l,,
i*
Coito implícito de pareja sin casarse
desconocido
Tomado de un análisis hecho por George Gerbner (1993; Gerbner y colaboradores, 1986) de casi 35 000
personajes de televisión desde 1969. Los datos sexuales de la televisión fueron tomados de Fernández-
Collado y colaboradores (1978). Los datos de religión en la televisión fueron tomados de Skill y
colaboradores (1994); los de religión en la vida real, de Saad y McAneny (1994; porcentaje para los que a
religión es importante o muy importante). Datos sobre el alcohol tomados de NCTV (1988). El porcra»
de los actos sexuales entre parejas sin casarse es sin duda una fracción del que se retrata en la teleracn
dado que casi todos los adultos están casados, la frecuencia del coito es mayor entre casados que entre
solteros y el sexo extramarital es más raro de lo que se pensaba (Greely, 1991; Laumann y colaborado».
1994). Los datos sobre asesinatos son de Oliver (1994).
De$ensibilización.
una
R •«.
palabrota. ;QU¿y otra vez un estímulo que active enuRH jjr.’
•I
I
cv sucede? De sus cursos de introducción a la psicoW*
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jzá la era del Niñtendo. ('‘frece una violencia moderada, como arrojar bola# -•
uegos de Super Mario Brothers.
idorv^^-^:,
nía! v viera
——t-. 1 .. ~ ^7-fjf-\
1993 . Mortal Kcmhit y juegos siguientes ofrecen combates a muerte. I as versiones c on - •
2Ó«> SoMieréf Fortuné despliega actos violento» realistas, como cuando al disparar ■
1<? aiTanCa y huesos, tendones y sangre.
,w¡„8 P°"S 'lcc,r“"° a los |ue8°s v,ote» (Anderson, 2004; GeMüe y Ander-
^ 2003). J.t
^tos saladores de nona tos en masa no son
Jo, cada año se compraban 200 mil ones de juegos y el niño promedio de dos J?
.V i
figu r 10
i ’VCgOS
vioU« i fluyen Aumenta los sentimientos agresivos. Se incrementan los niveles de frust
ei- acias como de hostilidad manifiesta. ración, así
W • JN-
Fu*!. • Aumentan los comportamientos agresivos. Después de un juego violento, los niños
''CraigA.
>■ óushnian y los jóvenes juegan más agresivamente con sus pares, discuten más con sus
(»»: y
maestros y se enredan en más peleas. El efecto ocurre dentro y fuera del
laboratorio, en los informes personales, en los informes de los maestros y en
los informes de los padres, así como por las razones enumeradas en la figura
10-10
• Disminuyen los comportamientos prosociales. Después de jugar un videojuego
violento, las personas son más lentas para ayudar a una persona que se queja
en un pasillo y para ofrecer asistencia a sus pares.
Además, cuanto más violento es el juego, mayores son sus efectos. Los videojuegpe
se han hecho más violentos, lo que explica por qué los estudios más recientes encuen
tran los efectos más grandes. Aunque queda mucho por aprender, en estos estudios se
indica que, al contrario déla hipótesis de la catarsis, el ejercicio de la violencia tomen
ta la expresión de la violencia.
Como científico consciente, Anderson (2003,2004) exhorta a los padres a que seen
teren de lo que reciben sus hijos y a ver que su dieta de medios, por lo menos en casa
sea saludable. Quizá los padres no puedan controlar lo que sus hijos ven, juegan \ re
meri en la casa de otros, pero pueden vigilar el consumo en su propia casa y ofr^®
más tiempo para otras actividades. Las relaciones con otros padres fomentan un*
cmdario conveniente para los niños. Las escuelas pueden ayudar si ofrecen educa®
sobre los medios.
INFLUENCIAS GRUPALES
1
Agresión: dañar a los demás capítulo 10
La historia detrás de la
investigación: Craig Anderson sobre
violencia de los videojuegos /
Como me daba'cuenta de los obvios efectos noci Muchas per >onas < reén qué la mejor manera de
vos que se documentaban en las investigaciones aumentar los conocimientos dé un tema complica
de la violencia en televisión y cine; me sentía preo do consiste en encontrar personas que expresen’ ■
cupado de ver que se incrementaba la violencia en puntos ile vista en contra y que se dé a cada "la-
los videojuegos. Entonces, con una estudiante de do" la misma atención. Las noticias sobre la vio-
posgrado, Karen Hill, comencé investigaciones co lencia en los medios conceden él mismo tiempo á
rrelaciónales y experimentales que coincidieron los representantes de la industria y a sus "exper
con la creciente inquietud del público y que me lle tos" favoritos, junto con palabras tranquilizadoras ' •
varon a rendir testimonio en una subcomisión del de un muchacho despreocupado de 14 años, lo
Senado estadounidense y a fungir como asesor de que deja la impresión de que sabemos menos de
una gran variedad de grupos gubernamentales y lo que en realidad sabemos. Si todos los expertos
de políticas públicas, incluyendo organizaciones de un campo están de acuerdo, ¿tiene lógica esta. ‘
defensoras>dé padres y niños. idea de "equidad" y "equili- -
Aunque es gratificante ver que las investigacio brío" o nos conviene más
nes de uno tienen un efecto positivo, la industria pedir que expertos verdade
de los videojuegos ha hecho grandes esfuerzos ros publiquen artículos de
por desestimarlas, así como hace 30 años las taba investigación originales re
caleras ridiculizaban la investigaciones en medici visados por sus compañeros
na básica preguntándose cuántos Marlboro tenía en el número actual de la
que fumarse una rata de laboratorio para que le publicación respectiva?
diera cáncer. También recibí correo muy grosero
de jugadores y el volumen de las solicitudes de in
formación me llevó a ofrecer recursos y respuestas Craig A. Anderson,
en www.psychology.iastate.edu/faculty/caá. Universidad Estatal de Icnva.
Los grupos pueden amplificar las reacciones agresivas en parte porque diluyen la
responsabilidad. En las guerras, las decisiones de atacar las toman estrategas alejados
de las líneas del frente. Dan órdenes y otros las cumplen. ¿Este distanciamiento hace
más fácil recomendar las agresiones?
Jacquelin Gaebelein y Anthony Mander (1978) simularon esta situación en el labo
ratorio. Pidieron a sus estudiantes de la Universidad de Carolina del Norte, en
Greensboro, que aplicaran descargas a una persona o bien que aconsejaran a otra qué in
tensidad aplicar. Cuando la víctima era inocente de cualquier provocación, como son
las víctimas de la agresión en masa, los participantes de la línea de vanguardia aplica
ron menos descargas que las recomendadas por los consejeros, los cuales se sentían
menos directamente responsables de cualquier daño.
La dilución de la responsabilidad aumenta no sólo con la distancia, sino también
c°n los números (recuerde que en el capítulo 8 estudiamos el fenómeno de la desindi-
v*dualización). Brian Mullen (1986) analizó información de 60 linchamientos ocurri
dos entre 1899 y 1946 y realizó un descubrimiento importante: cuantas más personas
hut>iera en la turba, más perverso era el asesinato y la mutilación.
Mediante el "contagio" social los grupos magnifican las tendencias agresivas, así
'orno polarizan otras tendencias. Los ejemplos son las pandillas de jóvenes, fanáticos
,el futbol, soldados rapaces, rijosos urbanos y lo que los escandinavos llaman "ase-
Ul0"; grupos de escolares que hostigan o atacan repetidamente a un compañero inse-
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figura 10-11
Agresión acentuada
Decisiones grupales
por el grupo.
Cuando los individuos
escogen qué descargas
aplicar como castigo por
dar respuestas
equivocadas, aumentan la
Decisiones individuales
intensidad del castigo a
medida que avanza el
experimento. La toma de
decisiones en grupo
polariza aún más esta
tendencia.
Fuente: Datos tomados de Jaffe y
colaboradores, 1981.