El Derecho Ambiental y Su Naturaleza Juridica

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EL DERECHO AMBIENTAL

Y SU NATURALEZA JURÍDICA.1

Benjamín Revuelta Vaquero.


Claudia Alejandra Verduzco Moreno.

Sumario.
I. Introducción, II. El medio ambiente. III. El medio ambiente, un bien público. IV. El
Derecho ambiental. A. Motas y características. B. Sujetos. V. Derecho ambiental: Colectivo
y difuso. A. Derecho ambiental ¿Derecho público, Privado, Social, o Rama Autónoma?. VI.
Conclusiones. VII. Fuentes de información.
Resumen.
Entender la naturaleza -sus interrelaciones, sus características especiales, sus diferen-
cias, su relevancia para la vida, la libertad y la salud- y en base a ella proyectar el alcance del
derecho ambiental, es un ejercicio fundamental para buscar una regulación eficiente de esta
nueva e importante rama del derecho. El presente artículo ofrece un análisis sobre la ubi-
cación del derecho ambiental en el espectro público-privado-social-autónomo del derecho.
Este ejercicio resulta inevitable para dimensionar adecuadamente: los derechos colectivos
sobre los bienes públicos; el tipo de normas que se deben elaborar en la regulación espe-
cífica del derecho ambiental; y, la inconveniencia de supletoriedad de las normas civiles.
Abstract.
Understanding nature -it’s interrelations, it’s special characteristics, its relevance for
life, liberty and health – and from this point projecting the impact of environmental law, is a
fundamental exercise of this new and important branch of law. This article offers an analysis
about the location of environmental law in the public-private-social-autonomous, spectrum
of law. This exercise is useful to obtain an adequate dimensión on: collective rights and
public goods; the type of law that has to be elaborated within the specific regulation of
environmental law; and the disadvantages to apply supplementary civil rules to this branch.

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Fecha de recepción 16 de marzo de 2012. Fecha de aprobación 20 de abril de 2012.

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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

I. Introducción.
El derecho ambiental es una nueva rama del derecho que tutela los elementos que
componen el medio ambiente, como es el agua, el aire, el suelo, la flora y la fauna. Esta re-
gulación, -en los tiempos de grave deterioro ambiental que nos toca vivir- es muy importan-
te, ya que de la protección y preservación de esos elementos depende no sólo el equilibrio
ecológico, sino también nuestra posibilidad y calidad de vida.
Por ello, entender la naturaleza jurídica y los alcances del derecho ambiental resulta
un asunto de fundamental importancia en la sociedad planetaria actual. Algunos países
han avanzado consistentemente en los temas del derecho ambiental. Algunos otros, como
México, muestran un desarrollo más tímido. No obstante, en los últimos tiempos se viene
avanzando en el reconocimiento de acciones colectivas, lo que habrá de marcar una nueva
etapa para el derecho ambiental en nuestro país.
Sin embargo, desentrañar la naturaleza jurídica del derecho ambiental y su ubicación
en el espectro público-privado-social-autónomo del derecho -como lo ofrecemos en este
artículo- es un problema jurídico a resolver. Este ejercicio es inevitable no sólo para enten-
der su concepto, sino para dimensionar y potencializar sus alcances, una vez que hemos
identificado su punto de partida. Se trata de un ejercicio académico que sin lugar a dudas
será un referente y una lectura obligada para los estudiantes de licenciatura o maestría en
derecho que desean tener una visión nítida y actual de la naturaleza del derecho ambiental
y su operación procedimental.
Partimos de la hipótesis de que el derecho ambiental no encuadra en las concepciones
tradicionales del derecho público, derecho social, y derecho privado. La comprobación de
esta hipótesis, a través del soporte del marco teórico referencial de autores reconocidos
como Brañes (2000), Cifuentes (2002), García (2005), García y Galindo (2004), Gonzá-
lez (2010), Kelsen (1934), Latorre (2003), Porrúa (2000) y Rojina (1997), nos ha llevado
a identificar dos opciones para aportar en la reflexión de la naturaleza del derecho ambiental
y, consecuentemente, en su tratamiento. Una de ellas es la defensa del derecho ambiental
como una rama autónoma del derecho; la otra opción es retomar los orígenes del derecho
público, en especial la teoría del interés en juego para ampliar el concepto de derecho pú-
blico, de tal suerte que incorpore al derecho ambiental.
Así, este artículo realiza un ejercicio singular que parte de identificar los rasgos fun-
damentales del medio ambiente y su reconocimiento como un bien público. Posteriormente
se revisan los conceptos y las características del derecho ambiental, de tal suerte que este
marco nos permite entrar con propiedad al análisis de su ubicación en el espectro público,
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privado, social o autónomo. Ello, como un paso ineludible para fortalecer su regulación y
su aplicación.
II. El medio ambiente.2
A fin de ubicar la naturaleza del medio ambiente3, vamos a referir algunos de los prin-
cipios y conceptos mas relevantes que se han aportado a través del tiempo. Ello, en el en-
tendido que en este campo, como en muchos otros, no existe consenso en las definiciones.
Uno de los primeros autores que hicieron mención al medio ambientefue Hipócrates
en su obra Aires, aguas y lugares (460-375 A.C.),4 en la cual resalta la importancia del
ambiente, considerándolo como generador de múltiples enfermedades, y como una vía de
sanación al tener un medio ambiente sano. En el mismo sentido autores como Thomas
Sydenham y Giovanni María Lancisi,5 confirman lo aseverado por Hipócrates.
El medio ambiente necesita además una definición jurídica con la finalidad de es-
tablecer cuál va a ser su objeto de estudio del derecho ambiental, tal como lo menciona
Lorenzetti (2008), quien además hace la diferencia entre el derecho subjetivo que otorga

2
La expresión medio ambiente presenta como antecedentes la palabra inglesa environment, que se ha traducido como los
alrededores, gente, modo de vida, circunstancias, etc., en que vive una persona, así como del término en alemán Umwelt, cuya
traducción sería el espacio vital natural que rodea a un ser vivo, y la francesa environnement, que equivaldría en castellano a
entorno. Además etimológicamente medio ambiente proviene del latín medius (forma masculina). La palabra ambiente procede
del latín ambiens, -ambientis, y ésta de ambere, “rodear”, “estar a ambos lados”. La expresión medio ambiente podría ser
considerada un pleonasmo porque los dos elementos de dicha grafía tienen una acepción coincidente con la acepción que
tienen cuando van juntos. Pero en el año de 1984 en su 20ª edición el Diccionario de la Real Academia Española lo definió
como: “el conjunto de circunstancias físicas, culturales, económicas, sociales etc. que rodean a las personas”
3
El concepto de medio ambiente se ha ido acuñando a partir de los dos conceptos que los conforman como lo manifiesta
Carmona(2002:392): “el concepto medio, que era definido como el fluido material de intercambios de materia y energía del
mismo sistema exterior, y por otro lado, de ambiente que significa lo que lo rodea o cerca”.
4
Obra de Hipócrates “Tratados hipocráticos”. “…VII. ...Ahora quiero referirme a las aguas, aquellas que traen la enfermedad
o la salud muy buena, y a los males o los bienes que es posible que se originen en el agua. Las que son cienagosas, quietas
y estancadas en el verano deben ser calientes, espesas y pestilentes, ya que no hay desagüe, y puesto que el agua de lluvia
fresca siempre está fluyendo en ellas y el sol las calienta, deben ser de mal color, malsanas y biliosas. En el invierno deben ser
escarchadas, frías y turbias a través de la nieve y las escarchas, de tal manera que son muy conducentes a la flema y los dolores
de garganta. Quienes las beben tienen siempre el bazo grande y duro, y el estómago endurecido, estrecho y fogoso, mientras
que los hombros, las clavículas y la cara se les ven enflaquecidos; el hecho es que la grasa de su cuerpo se disuelve para
alimentar el bazo, de tal manera que son muy delgados. Con una constitución semejante, comen y beben mucho. Los órganos
digestivos, superiores e inferiores, son muy duros y fogosos, y es así que necesitan medicinas más potentes. Esta dolencia es
endémica tanto en verano como en invierno. Además, las hidropesías que ocurren son muy numerosas y mortales. Pues en
el verano hay epidemias de disentería, diarrea y fiebre cuartana por mucho tiempo, enfermedades que cuando se prolongan
causan constituciones tales como las que he descrito, que generan hidropesías que llevan a la muerte. Estas son las dolencias
del verano. En el invierno, los jóvenes sufren de neumonía y de enfermedades que van acompañadas de delirio; y los mayores,
por razones de la dureza de sus órganos digestivos, padecen de fiebres ardientes”.
5
ThommasSydenham (1624-1689) y Giovanni María Lancisi (1654-1720), formulaban la teoría miasmática, en la que el
miasma es un conjunto de emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras que son causa de enfermedad.
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la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 4°6, y la tutela del
ambiente que se concentra en el bien colectivo.
En su mayoría, los autores coinciden en la complejidad que representa crear una
definición de medio ambiente que contengan todos los elementos que lo integran. Así, por
ejemplo, Cabanillas Sánchez citado por González (2002:20) sostiene: “no resulta nada
sencillo establecer con cierto rigor el significado jurídico del medio ambiente, ya que como
se ha dicho repetidamente, el medio ambiente resulta ser un bien indefinido, complejo e
integrado por numerosos factores”.
Por su parte, Brañes (2000:20) manifiesta que: “el ambiente debe ser entendido
como un sistema, vale decir, como un conjunto de elementos que interactúan entre sí, pero
con la precisión de que estas interacciones provocan la aparición de nuevas propiedades
globales no inherentes a los elementos aislados que constituyen el sistema. Esto implica,
por otra parte que el ambiente debe ser considerado como un todo, o como también suele
decirse “holísticamente” (del griego holos, todo), pero teniendo claro que ese “todo” no es
“el resto del Universo”, pues algo formará parte del ambiente sólo en la medida en que per-
tenezca al sistema ambiental de que se trate”.Considerar al medio ambiente como un todo,
es un aspecto fundamental. Ello implica que cada elemento tiene una función para el sistema
en su conjunto, así como para el desarrollo de los otros componentes. Así, por ejemplo, es
importante el cuidado y preservación del agua, del suelo o del aire para la salud de los seres
vivos, hombre-fauna y flora, así como para el equilibrio del medio ambiente.
En este sentido el propio ordenamiento legal, contemplado por el artículo 3 fracción
I de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) define al
medio ambiente como: “el conjunto de elementos naturales y artificiales o inducidos por el
hombre que hacen posible la existencia y desarrollo de los seres humanos y demás organis-
mos vivos que interactúan en un espacio y tiempo determinado”.

6
Al respecto el Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito ha señalado: “ El artículo 4°, párrafo
quinto, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, adicionado el 28 de junio de 1999, consagra el derecho
subjetivo que tiene todo individuo a un medio ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar. Asimismo, la preservación
y restauración del equilibrio ecológico y la protección al medio ambiente en el terreno nacional está regulada directamente
por la Carta Magna, dada la gran relevancia que tiene esta materia. En este sentido, la protección del medio ambiente y los
recursos naturales es de tal importancia que significa el “Interés social” de la sociedad mexicana e implica y justifica, en cuanto
resulten indisponibles restricciones estrictamente necesarias y conducentes a preservar y mantener ese interés, precisa y pun-
tualmente, en las leyes que establecen el orden público” Tesis I.4º.A.447 A, Seminario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Novena época, t. XXI, enero de 2005, p. 1799.
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Así, el medio ambiente, es todo lo que nos rodea, lo que permite la vida, el desarrollo
de organismos vivos, pero sobre todo es el que garantiza la permanencia del hombre en la
tierra. Por ello el cuidado del ambiente para lograr mantener el equilibrio ecológico es la
única forma de asegurar que las generaciones futuras puedan sobrevivir, de lo contrario el
desgaste del suelo, la contaminación del aire y del agua, harán imposible la vida humana.
Como un aspecto fundamental, hay que decir que el medio ambiente también es un
bien jurídico tutelado, aún y cuando no ha sido un tema resuelto en su totalidad para el
derecho ambiental, ante la falta de normas y figuras de protección (tales como la reparación
del daño ocasionado al medio ambiente, de manera tal que pueda ser factible la exigencia de
la misma a la persona física o moral que contamine). En este sentido, González (2002:18)
establece las premisas legislativas que debe adquirir el medio ambiente para considerarse
como bien jurídico tutelado, las cuales son: “a) que se le otorgue autonomía respecto de los
elementos que lo integran; b) que como tal sea reconocido e incorporado al orden jurídico,
ya sea en el plano constitucional, en el de la legislación secundaria o en el jurisprudencia;
c) que tal orden jurídico resuelva sobre la titularidad del mismo; d) que el derecho positivo
establezca los mecanismos para su protección y reparación en caso de daño”. Aún y cuan-
do en México podemos decir que se encuentran atendidos los incisos b y c, no podemos
aseverar lo mismo en lo referente a la autonomía, así como a la protección y reparación del
medio ambiente. Temas en los cuales nuestro País aún tiene acciones pendientes.7
III. El medio ambiente, un bien público.
Debemos también ubicar que el medio ambiente es un bien público. Los bienes pú-
blicos son aquellas propiedades de un ente público afectadas a un uso o servicios públicos
y sometidos a un régimen especial de utilización y protección. Los bienes públicos tiene
como características principales la de no rivalidad, y la no exclusión. Por lo que respecta a
la primera, podemos decir que un bien es rival si al usarlo por un individuo reduce la opor-
tunidad de consumo de otro individuo. Por ello la no rivalidad se traduce en la posibilidad
de que varias personas puedan hacer uso de un bien de forma simultánea, sin que éste se
agote, o se desgaste en su consumo. La segunda característica de la no exclusión, implica
que el uso de un bien público no puede ser limitado para alguna persona, por el contrario
todos los individuos, toda la colectividad tendrán el derecho de hacer uso y de disfrutar de
los bienes públicos en la misma proporción. Por ello, también se dice que los bienes públi-
cos son bienes democráticos.

7
Para mayor detalle en el tema de la reparación del daño ambiental, se recomienda ver González (2010) y Verduzco (2011).
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Cabe mencionar que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su


artículo 278 pár�����������������������������������������������������������������������������
rafo quinto, contempla además otras tres características de los bienes públi-
cos y que son: ser inalienables, imprescriptibles e inembargables.9
Como el ejemplo mas claro y contundente de bienes públicos tenemos al medio am-
biente. Los recursos naturales que componen al ambiente son bienes que todos los habi-
tantes de cierta comunidad podemos gozar de manera uniforme.10 No se puede excluir a
ninguna persona de su uso y, por tanto, tampoco existe rivalidad en su consumo, en razón
a que todos podemos hacer uso racional de los elementos que lo integran, y que son indis-
pensables para la subsistencia del hombre.
No debemos dejar de lado, que existen además los bienes públicos internacionales,
sobre los cuales han surgido varios debates. En el año 2003 se creó el grupo de trabajo
Internacional sobre bienes públicos globales, creado para calificar el concepto de bien pú-
blico internacional.11 Entre ellos se encuentran los recursos naturales que tienen injerencia
no sólo en un país, sino aquellos de los cuales el beneficio o perjuicio causan un daño al
bienestar de otro país, como ejemplo podemos mencionar, el agua de los mares, el aire, etc.
Así podemos definir a los bienes públicos internacionales como: “aquellos bienes pú-
blicos cuya provisión, o los beneficios asociados a su provisión benefician a todos los países,
a todos los segmentos de la población y a todas las generaciones.”12
La importancia de conceptualizar el medio ambiente como un bien público es en ra-
zón a describir con mayor puntualidad el horizonte del derecho ambiental. Para entender
con mayor profundidad el derecho que tienen todas las personas de usar y disfrutar los
recursos ambientales. Situación que va acorde con el derecho fundamental que confiere la
carta magna de tener un medio ambiente sano. Aunado a los principios de no rivalidad y de

8
Este mismo precepto constitucional en el párrafo tercero establece: “corresponde a la nación el dominio de todos los re-
cursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas, de todos los minerales o substancias que
en vetas, mantos o yacimientos constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, tales
como los minerales de los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la industria; …”
9
inalienable significa que no se puede enajenar o traspasar el dominio a alguien. Imprescriptible, que no prescribe la acción.
E inembargable que no se pueden embargar, porque no pertenecen a alguien en específico.
10
Por comunidad entendemos una pequeña aldea, una ciudad, un municipio, un estado, una región, un país o el planeta. La
comunidad local o la comunidad internacional. Todo depende del contexto, del espectro y del impacto de las acciones, así
como del grupo de personas o territorios que pueden afectar.
11
Los resultados de este grupo de trabajo fueron publicados en el año 2006, los cuales pueden ser consultados en la página
de internet siguiente: http://www.gpgtaskforce.org/bazment.aspx
12
Dicha definición se contiene en la revista electrónica http://www.revistasice.info/cachepdf/BICE_2875_3-
12_4562E58CAD443819795E4
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no exclusión, también debe existir la obligación de cuidarlos, con la finalidad de respetar los
derechos, de otros, a usarlos con la misma calidad.
En consecuencia, cuando un bien público de carácter ambiental -un bien colectivo-
es dañado por una persona física o moral debe fincarse una responsabilidad de los daños
causados y obligar a su reparación. Ello, en virtud de que el derecho que tiene una persona
a usar un bien, no le otorga el mismo derecho a destruirlo.
IV. El derecho ambiental.
Con lo que hemos adelantado en párrafos anteriores, nos podemos percatar que
definir al derecho ambiental, no resulta una tarea fácil, por la complejidad de elementos que
lo componen y debido a la gran diversidad de ideas existentes. Desde su nacimiento, los
legisladores se han enfrentado en un gran abismo de complejidad no sólo en la definición,
sino en la regulación, pero sobre todo en alcanzar una aplicación eficiente.
El derecho ambiental surge por dos aspectos principales, el primero como respuesta
a la necesidad de explotar los recursos naturales en un marco de racionalidad, y aprove-
chamiento sostenible. El segundo como resultado a las exigencias internacionales. Es decir
en función de los principios internacionales, así como de los compromisos que en materia
ambiental México ha celebrado con la finalidad de preservar el medio ambiente. En ambos
espacios debemos reconocer que también las ONG´s han contribuido para impulsar los
temas ambientales tanto en la agenda política, como en la agenda legislativa.
Esta disciplina jurídica era necesaria para la protección del medio ambiente. Es una
rama relativamente nueva, ya que la preocupación del estado mexicano sobre los temas am-
bientales es relativamente reciente. No obstante, debemos reconocer que se ha avanzado
en los últimos años, -lo más novedosos son las acciones colectivas, como lo habremos de
comentar más adelante- pero aún quedan diversos temas pendientes que conviene revisar,
aún y cuando de momento escapan al tema central de este artículo.13 Con todo, conviene
tener como punto de partida las concepciones mas aceptadas del derecho ambiental.
Brañes (2000:29) define al derecho ambiental como “el conjunto de normas jurídicas
que regulan las conductas humanas que pueden influir de una manera relevante en los pro-
cesos de interacción que tiene lugar entre los sistemas de los organismos vivos y sus siste-

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Para una remisión de los antecedentes del derecho ambiental se puede consultar Brañes (2000), Latorre (2003), Gutiérrez
(2000).
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mas de ambiente, mediante la generación de efectos de los que se espera una modificación
significativa de las condiciones de existencia de dichos organismos.”14
Por su parte, Gutiérrez (2000:112) describe al derecho ambiental como “el conjunto
sistemático y ordenado de leyes que regulan la protección, conservación, preservación y
utilización de los recursos naturales y del equilibrio ecológico del hábitat.”
La complejidad de los conceptos citados -y otros por el estilo- pueden crear inquietu-
des acerca de lo que podemos entender como derecho ambiental. Quizá una simplificación
de los términos permite un mayor entendimiento y una mejor aplicación. En este sentido,
González (2010:18) de manera muy simple lo define como:“la disciplina jurídica que tiene
por objeto la tutela del bien jurídico “medio ambiente”. Aún cuando esta definición parece
muy general, nos permite entender que en el derecho ambiental regula jurídicamente todo
lo elementos que componen el ambiente. Ello, nos permite retomar los amplios horizontes
del medio ambiente y su naturaleza de bien público, -como vimos en los párrafos anterio-
res- para enriquecer la noción de derecho ambiental.
A. Metas y características.
Adentrándonos un poco en el tema, es preciso comentar que el derecho ambiental tie-
ne varias metas concretas que debe cumplir para lograr una regulación eficiente del ambien-
te; para protegerlo, pero sobre todo para conservarlo. Al respecto, González (2010:26)
refiere que las metas del derecho ambiental son: “a) La protección de la salud y seguridad
humana b) la conservación del patrimonio estético, turístico y paisajístico, c) La salvaguarda
de la biosfera en sí misma, d) La transparencia y libre circulación de la información sobre el
medio ambiente, e) La preservación y reparación del daño ambiental, f) El facilitamiento del
acceso a la justicia ambiental, g) El conocimiento científico y tecnológico, h) La internacio-
nalización de los costos ambientales, i) La estabilidad social, y j) La tutela de la propiedad.”
Como se puede observar estas metas son amplias, son ambiciosas, pero también son
necesarias en México y en cualquier País, ya que su cumplimiento se traduce en una mejor
calidad de vida para beneficio del ambiente y de todos los individuos. Así, la conservación
de la salud, es un aspecto fundamental para el ser humano, pero debemos tener en cuenta
que se encuentra condicionada en gran parte al ambiente. Es decir, de la calidad de los
recursos naturales dependerá en buena medida el ambiente de salud y bienestar de una
sociedad.

14
El derecho ambiental para Brañes (2002) tiene un doble significado, el primero como sistema jurídico y en consecuencia
designar el conjunto de normas jurídicas que lo integran, y el segundo en cuanto a la ciencia jurídica; es decir cuando se refiere
a un conjunto de proposiciones que se formulan respecto de dichas normas.
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Lograr la conservación del ambiente en equilibrio con el desarrollo de una sociedad,


no es tarea fácil. Desgraciadamente la urbanización, la modernización y el desarrollo eco-
nómico de las urbes producen la mayoría de las veces un impacto negativo sobre el medio
ambiente, afectando la calidad del agua, el aire, y los cambios de uso de suelo que afectan la
flora y la fauna. Por ello, la conservación del patrimonio estético y turístico, pero sobre todo
la salvaguarda de la biosfera es un reto que tenemos en nuestro País y en el mundo. Así,
podríamos comentar de cada una de las metas del derecho ambiental. Aspectos todos con
los que coincidimos y que guardan una gran importancia no sólo para el derecho ambiental,
sino para la vida del hombre en equilibrio con la naturaleza.
Al estudiar al derecho ambiental también encontramos interesante hacer referencia a
sus características. Al respecto la Suprema Corte de Justicia de la Nación (2005:86) hace
referencia a las características del Derecho ambiental que son:
“a) Que se ubica preferentemente en el derecho público, aunque también en el pri-
vado. Pero, a diferencia del derecho agrario y del laboral que se apoyan en grupos or-
ganizados, se sustenta, sobre todo, en sectores desorganizados cuyos miembros pueden
desconocerse entre sí.
b) Es de muy difícil o imposible codificación en la mayoría de sus casos, por lo menos
en su etapa actual. De aquí que se encuentre disperso en numerosas leyes y reglamentos
federales, estatales y municipales, así como en tratados y acuerdos internacionales.
c) Puede contener intereses patrimoniales pero que a veces no son cuantificables en
dinero, ni susceptibles de apropiación. Antes bien, protege valores culturales, la salud, el
agua, el aire, etcétera.
d) En el derecho mexicano, formalmente pertenece –la mayor parte de las veces- al
derecho administrativo. La consecuencia es que su tutela se ha encomendado a organismos
administrativo o político-administrativos de diverso nivel, aún cuando sea digno de la pro-
tección judicial de tribunales federales, de tribunales civiles y penales.
e) Resulta muy difícil definir las relaciones entre acreedor y deudor, o sea, entre suje-
tos activos y pasivos. En el derecho ambiental, el sujeto pasivo o deudor es el agente que
contamina, mientras que el sujeto activo o acreedor es la víctima de la contaminación, esta
relación se extiende en el espacio y en el tiempo. Hasta ahora, en México se ha tendido
a considerar al Estado como el único sujeto pasivo o el sujeto pasivo por excelencia, es
decir, el encargado de proteger, reparar y restaurar el ambiente, de ahí que los ciudadanos,
teóricamente, se lo pueden exigir, pese a la carga política y económica que ello supone.”

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Resulta importante detenernos a analizar brevemente cada uno de los incisos antes
mencionados. Con relación al Inciso a), nos parece una grave imprecisión que se diga que
el derecho ambiental pertenece al derecho público y también al privado. Este tema lo ha-
bremos de tocar con mayor profundidad más adelante.
En el inciso b), coincidimos en que resulta muy difícil o de imposible codificación en su
estado actual. Asimismo, que se encuentra disperso en diversas leyes y ordenamientos, lo
que dificulta su aplicación revolviéndose entre derecho público, derecho privado e incluso
derecho social. Si bien es cierto que se han creado un sinnúmero de leyes administrativas
de carácter ambiental, también es cierto que las mismas la mayoría de las veces no tienen ni
siquiera vinculación y en su conjunto no han logrado resolver el problema administrativo o
judicial del acceso a la justifica ambiental o la protección efectiva al ambiente.
Del inciso c), se desprende una de las principales características del derecho ambien-
tal, es que tutela bienes públicos que son incuantificables, inapropiables, pero sobre todo
indispensables para la supervivencia del hombre.Los bienes públicos ambientales no son
sólo un bien como tal, sino que su existencia produce beneficios o utilidadespara las per-
sonas y para la vida del entorno. Es decir, hay que considerar también el servicio ambiental
que prestan. Por ejemplo: un árbol, no es solamente un árbol como un paisaje hermoso.
Se trata de un hábitat de aves o animales; refugio y la sombra de otras especies menores
de flora que crecen en sus alrededores. Igualmente es un elemento importante de alguna
cadena alimenticia. También se encarga de transformar diariamente el dióxido de carbono
por oxigeno. Así, ¿cómo poder calcular cuanto valen todos estos servicios ambientales?
Como este ejemplo podríamos mencionar un sinnúmero de ellos.
Con respecto al inciso d) ya hemos comentado sobre la gran diversidad de disposi-
ciones administrativas que existen y estamos de acuerdo. También coincidimos en que por
tratarse del medio ambiente –un asunto tan importante- la protección debería de ser digna
de una protección judicial de tribunales federales. Sin embargo, hemos de notar que nue-
vamente la Corte cae en ambigüedades al decir que debe haber protección de tribunales
civiles y penales. Parece que ni siquiera el máximo tribunal acaba de digerir la naturaleza
única y especial del derecho ambiental que no debería admitir suplencias de otras ramas del
derecho, tal y como lo defendemos más adelante.
El inciso e) finalmente recoge parte de estas particularidades del derecho ambiental
y refuerza su concepción de derecho colectivo que trasciende a los conceptos tradiciona-
les de deudor y acreedor, propios del derecho romano-germánico. Un asunto que viene
quedando superado al entender los amplios horizontes del medio ambiente y del derecho
ambiental.
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Con todo lo antes mencionado confirmamos que el derecho ambiental es conformado


por elementos propios, muy especiales; es decir, tiene características únicas.
B. Sujetos.
Por sus características únicas, por su espectro colectivo, otro aspecto que tiene gran
importancia dentro del derecho ambiental, son los sujetos legitimados. Este tema es com-
plejo y habrá de originar un sinnúmero de conflictos en su aplicación. El artículo 4° Cons-
titucional establece que: “toda persona tiene derecho a un medio ambiente adecuado para
su desarrollo y bienestar”, en tal virtud dicho precepto otorga a la colectividad el derecho
para solicitar al Estado el cumplimiento del mismo.
López y Ferro (2006:22) argumentan “al referirnos a los sujetos del derecho ambien-
tal, debemos tener en cuenta el ámbito de aplicación de la normatividad ambiental en rela-
ción con los individuos o entidades que tienen algún tipo de derecho, obligación, atribución
o función derivada de este conjunto normativo distingue dos tipos de sujetos en el derecho
ambiental, los públicos y los privados…los sujetos públicos de derecho ambiental pueden
ser: a) La Federación, proyectada como el Estado mexicano; b) Las entidades federativas;
c) Los organismos descentralizados; d)Los organismos desconcentrados ; e)Los organismos
Internacionales públicos; f) En general, todos aquellos organismos del sector público que
tengan injerencia en materia ambiental.. los sujetos de derecho ambiental son: a) Personas
físicas; b) Personas morales; c) Organismos no gubernamentales; Organismos sociales; d)
Universidades; e)Centros de Investigación; e) Organismos y fundaciones internacionales”.
Por su parte Rabasa (2007:17) sostiene que “En el derecho ambiental, el sujeto
pasivo o deudor es el agente que contamina y el sujeto activo o acreedor es la víctima de
la contaminación: esta relación se extiende en el espacio y en el tiempo a tal grado que el
principio de causalidad es asunto de la mayor complejidad. Hasta ahora, la tendencia en
México, en materia ecológica, es considerar al Estado como único sujeto pasivo o el sujeto
pasivo por excelencia: el encargado de proteger, reparar y restaurar el ambiente”.
En la presente investigación consideramos que sujetos del derecho ambiental con
legitimación para ejercer una acción colectiva o individual somos todos, ya que el medio
ambiente nos acompaña desde la concepción hasta después de la muerte. Por ello, el acce-
so a la justicia ambiental debería ser para todas las personas sin restricciones, ni limitaciones
de carácter legal, pues de lo contrario estaríamos otorgándole el derecho a demandar el
disfrutar de un medio ambiente sano a unas personas y excluyendo a otras.

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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

En este sentido la propia LGEEPA en su artículo 1 fracciones I15 y VII16 establece


que las disposiciones son de orden público y de interés social, reconociendo así el derecho
de toda persona para ejercitar una acción administrativa de carácter ambiental.
V. Derecho Ambiental: Colectivo y difuso.
Con la misma lógica expuesta en la sección anterior es preciso visualizar al derecho
ambiental, como un derecho colectivo y como un derecho difuso. Ambos temas, repre-
sentan una complejidad social, pero sobre todo jurídica, para conceptualizar y crear los
elementos sobre los cuales deberán ser regulados.
Si bien implica un grado de dificultad, no es imposible, tal es el ejemplo de varios
países que paso a paso han creado un procedimiento legal para tutelar los derechos colecti-
vos y difusos, como son Brasil principalmente, Canadá, Japón, Australia, Singapur, Escocia,
Suecia, Finlandia, Noruega, Holanda, Israel, Alemania, Bélgica, Grecia, España, Turquía, y
China. Estos países cuentan con un procedimiento especial para los derechos colectivos y
difusos, que les garantiza a sus ciudadanos un acceso a la justicia colectiva, sobre bienes o
derechos que son considerados colectivos, tal es el caso del medio ambiente, de la salud,
etc.17
Los autores difieren sobre la conceptualización de los derechos difusos e intereses
difusos, pues algunos consideran que su significado tiene similitud, y la diferenciación en-
tre ambos no resulta transcendente. Al respecto Gidiy Ferrer (2008:13) mencionada que
“el Código Modelo ha optado por reunir, dentro de la expresión “intereses o derechos
difusos”, todas las pretensiones esencialmente transindividuales, o sea, todas aquellas que
no pueden ser reivindicadas por nadie con exclusividad, puesto que pertenecen a ciertos
grupos sociales más o menos determinables en función del grado de agregación de sus
integrantes”. Por su parte, otros tratadistas prefieren hacer la diferenciación aún y cuando
no son substanciales, pues consideran que al hablar de intereses difusos, nos referimos a
una comunidad, y una colectividad en caso de derechos colectivos, sin olvidar la figura de
derechos individuales homogéneos.

15
Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente artículo 1° fracción I “Garantizar el derecho a toda persona
a vivir en un medio ambiente adecuado para su desarrollo, salud y bienestar”
16
LGEEPA Artículo 1° fracción VII “Garantizar la participación corresponsable de las personas, en forma individual o colec-
tiva, en la preservación y restauración del equilibrio ecológico y la protección al ambiente”.
17
Ver a Gidi, Antonio y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Coord. (2008), Código modelo de procesos colectivos. Un Dialogo
Iberoamericano. Porrúa, Universidad Nacional Autónoma de México. México. Así como a Gidi, Antonio autor y Lucio Cabrera
Acevedo traductor, (2004), Las acciones colectivas y de tutela de los derechos difusos, colectivos e individuales en Brasil.
UNAM. México.
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De igual forma, el Código Modelo define los intereses o derechos difusos en función
de la presencia de tres características, que Gidiy Ferrer (2008:14) refieren como:“i) la tran-
sindividualidad, ii)la indivisibilidad, iii) la titularidad común a grupos de personas que estén
agregadas entre sí apenas circunstancialmente (coincidencias de hecho) o por fuerza de la
existencia de una relación jurídica entre si o con la parte adversaria”. La primera, que es
la transindividualidad, es la característica principal que permite diferencias de los derechos
individuales y los derechos difusos. Es decir, son derechos superiores a los particulares que
se encuentran en conjunto no como la suma de derechos, sino con un todo, en el cual sólo
hay un titular que es la comunidad.
La indivisibilidad, es fundamental, ya que sería imposible pretender dividir los dere-
chos colectivos o difusos. Por ello una característica de ellos, es el deber de compartirlos
por ser imposible concebirlos de forma individual, tal es el caso de un río que abastece a
una comunidad, pretender dividir el agua que le pudiera corresponder a cada miembro de
la comunidad sería absurdo. Así, el derecho que tiene una colectividad al uso y disfrute es
grupal e indivisible; no se puede seccionar para unos cuantos.
Lo anterior nos lleva a concebir la titularidad de los derechos difusos en dos hipótesis
que Gidi (2008:15) menciona: “por la titularidad pertinente a grupos sociales formados o
por personas vinculadas por circunstancias de hecho” y por la existencia de una vincula-
ción de sus integrantes entre sí, o con la parte contraria, derivada de una relación jurídica
base.” En este contexto, es necesario aclarar que inicialmente toda la sociedad es titular
de intereses o derechos difusos. Es decir, son derechos indeterminables, hasta el momento
en que pueden ser vinculados en virtud de circunstancias fácticas o de hecho. También
puede existir un interés o derecho difuso de grupos que desde el inicio son perfectamente
identificables, porque además de estar ligados por circunstancias fácticas, existen relaciones
jurídico-formales.
Como ya se refirió, la legislación brasileña es una de las desarrolladas en el tema de
derechos colectivos y derechos difusos. Gidiy Ferrer (2008:16) citan dicha legislación a fin
de conceptualizar dichos términos: “derechos difusos aquellos transindividuales, indivisi-
bles, cuyos titulares son personas indeterminadas y vinculadas por circunstancias de hechos.
Por otra parte los llamados derechos colectivos son aquellos transindividuales, indivisibles,
cuyos titulares son grupos, categorías o clases de personas vinculadas entre sí o con la parte
contraria por una relación jurídica base”.

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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

Estos reconocidos autores diferencian entre derechos colectivos, derechos difusos


y derechos individuales homogéneos.18 Estas conceptualizaciones nos sirven de plataforma
para dimensionar el derecho ambiental. No obstante, nosotros defendemos la idea, expues-
ta en Revuelta (2011: 225-226) de que los derechos al medio ambiente “son en realidad
derechos colectivos de naturaleza difusa. Esto es así porque se trata de derechos indivisibles
y transindividuales, que pertenecen a un grupo de personas no identificables, sin vínculos
jurídicos previos (fuera de compartir la ciudadanía o la vecindad), que se identifican entre sí
por un acontecimiento específico.”
En el mismo sentido se argumenta que no son sólo colectivos porque no existe ningu-
na relación jurídica previa y que tampoco hay una acumulación de acciones unitarias, por lo
que no se puede hablar de derechos individuales homogéneos. Con esta última aseveración,
cerramos este apartado.
Ahora, debemos decir que toda esta revisión de ideas y conceptos fundamentales que
van desde la definición de medio ambiente, su naturaleza de bien público, la conceptuali-
zación de derecho ambiental, -con sus metas, características y sujetos-, hasta la valoración
como derecho colectivo y difuso, nos permite tener un sólido sustento para abordar la
pertenencia del derecho ambiental en las grandes ramas. Así, el siguiente apartado se en-
carga de analizar detenidamente la ubicación del derecho ambiental en el espectro público-
privado-social-autónomo. Ello, como un paso ineludible a fin de -una vez confirmando su
naturaleza- proyectar el alcance de sus procedimientos.
A. Derecho Ambiental ¿Derecho Público, Privado, Social,
o Rama Autónoma?.
Con el panorama amplio que hemos revisado, es momento de analizar con claridad la
inserción del derecho ambiental en las ramas tradicionales, para determinar si pertenece a
la rama dederecho público, privado, social o si se le puede o debe considerar un derecho
autónomo.
Como sabemos, el derecho ha sido clasificado por los doctrinarios en diversas ramas.
Entre ellas, la división tradicional de derecho público y derecho privado, se establece de
acuerdo a la relación que guarda el Estado con los particulares o la relación que existe sólo
entre los particulares.19

18
Siguiendo desde luego el patrón brasileño, establecido en el Código Brasileño de Defensa del Consumidor.
19
No obstante, autores como León Duguit considera que es errónea esta clasificación, pues la esencia de las normas jurídicas
es realizar la solidaridad social y por lo tanto todas las normas son de derecho público. De acuerdo a esta visión sería inco-
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Cada disciplina jurídica tiene como tutela un bien jurídico,20 creando para su guar-
da un procedimiento que sea efectivo para garantizar el cumplimiento de la norma. Así,
también se reconoce que de acuerdo a la similitud de los bienes jurídicos o los intereses
jurídico-sociales tutelados pertenecen a una clasificación. En tal virtud, es importante revi-
sar cada una de estas ramas, a fin de determinar sus características y en base a ello entender
si el derecho ambiental se encuadra en alguna de ellas.
Sobre el derecho público, Rojina (1997:21) señala que: “es el conjunto de reglas que
organizan su actividad y que rigen las atribuciones, facultades y relaciones de los órganos
del Estado entre si y de éstos con los particulares”.
Por su parte, Porrúa (2000:45) menciona que: “…el jurista Ulpiano divide al Dere-
cho en atención a su objeto, a su utilidad, y dice que la utilidad común es la que distingue,
la que clasifica a una norma jurídica como de derecho público, siendo la utilidad particular
la que hace catalogar a una norma jurídica como de Derecho Privado… Por ello otras
doctrinas buscan la distinción entre Derecho Público y Derecho Privado diciendo que el
Derecho Privado regula relaciones de igualdad, de coordinación; que, por el contrario, el
Derecho Público tiende a regular relaciones de supra o de subordinación: la subordinación
de los gobernados hacia los gobernantes.”
Esta relación de supra a subordinación entre el Estado y los particulares parece ser
uno de los elementos más destacados para entender cuando el derecho es público. En
este sentido, García y Galindo (2004:117) nos señalan que: “la relación es de derecho
público, cuando el Estado interviene en ella como supremo ente ordenador en virtud de
su soberanía… en el ámbito del derecho privado se incluyen el derecho civil, el mercantil y
los que regulan las relaciones entre los particulares en un plano de igualdad aunque estén
sometidos a normas públicas de control.”
Ahondando en el tema Latorre (2003:156) afirma: “las relaciones de derecho
público con particulares se caracterizan porque en ellas existe una situación de desigualdad
entre las partes: de un lado, el órgano público revestido de imperium; por la otra, el simple
particular que ocupa una posición inferior subordinada. Por el contrario, en las relaciones
de Derecho Privado, todos intervienen como iguales, al menos jurídicamente.”

rrecto realizar este tipo de clasificación, pues no hay norma jurídica que regule la relación de los particulares sin que el Estado
intervenga. Sin embargo esta clasificación es generalmente aceptada en el estudio del derecho.
20
Es la tutela que la norma brinda a los valores tangibles e intangibles del hombre, desde los más significativos como son la
vida, la libertad, el patrimonio, la seguridad, hasta los más irrelevantes como el honor, la fidelidad etc.
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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

Por tanto, -y a contrario sensu- en el derecho privado podemos entender que se trata
de relaciones en un plano de igualdad. Así, Rojina (1997:22) nos señala que el derecho
privado es el “Conjunto de reglas que reglamentan exclusivamente las relaciones entre
particulares.”
Hasta aquí parecería clara la definición tradicional entre derecho público y derecho
privado. Derecho Público es el que tiene utilidad común, colectiva. El que regula las re-
laciones entre el Estado como órgano soberano y los particulares. Es un derecho en una
relación desigual; es decir, en relación de supra a subordinación. Por su parte, el derecho
privado es la relación que existe de forma igualitaria entre los particulares para resolver sus
problemas.
Sin embargo, a un lado del derecho público y derecho privado, existe -para muchos
autores- otra clasificación que es el derecho social. Así, se dice que el derecho social tiene
como objeto la regulación de las relaciones entre particulares con diferencias marcadas,
procurando la equidad y la justicia social. Es decir, es un derecho protector que tiende a
cuidar a las clases sociales económicamente débiles. Por tal razón es conocido como un
derecho de clases.
En este sentido, Soberanes (1996:214) citando a Ignacio Carrillo Prieto, refiere: “…
mediante el “derecho social” se sustituye el concepto de igualdad, formulado por el libe-
ralismo, por el de la igualación, cambiado la justicia conmutativa por la distributiva; esto
es los hombres que no son iguales no pueden ser tratados del mismo modo, puesto se
traduciría en tratarlos injustamente… El dominio del derecho social es el campo en el que
se entrecruzan el derecho público y el privado; la división no puede servir ya de base a
la sistematización del derecho. Dicha división no podría explicar dos nuevos estatutos: el
derecho económico y el derecho del trabajo… ”
Con ello, se argumenta que el derecho social surge de la necesidad de crear una
tercera clasificación, en la cual se encontrarán las ramas del derecho que no pertenecían ni
al derecho público, ni al derecho privado, y que por su naturaleza contienen la protección
de los derechos sociales. Así, el derecho social es un derecho que tiende a la igualación de
una clases sociales con otras.
Ahora bien, ya que hemos revisado las tres grandes ramas: derecho público, derecho
privado y derecho social, debemos analizar a cual de ellas pertenece el derecho ambien-
tal.
Para acercarnos al tema debemos establecer las relaciones que se generan en el dere-
cho ambiental. Siguiendo a la doctrina podemos identificar cinco relaciones:
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1. Entre el Estado y el medio ambiente; en donde el Estado tiene la obligación de


preservar el medio ambiente como un bien colectivo, público.
2. Entre el Estado y los particulares; en donde el Estado debe regular jurídicamente
la preservación del medio ambiente e imponerla a los particulares.
3. Entre el medio ambiente, el Estado y los particulares; teniendo el medio ambiente
un grado de superioridad frente a la obligación del estado y los intereses públicos
y privados.
4. Entre los particulares y el medio ambiente; entendiendo, como derecho funda-
mental que todas las personas a disfrutar de un medio ambiente sano.
5. Finalmente, entre los particulares y el Estado; en donde los particulares se erigen
como inspectores de Estado, a fin de supervisar que los gobiernos cumplan con
las obligaciones que tienen de preservar el ambiente para todos los individuos.
La identificación de estas relaciones nos permite darnos cuenta del alcance, del hori-
zonte, del derecho ambiental. Estas relaciones nos muestran que con mucho se trasciende
las dimensiones tradicionales de derecho público, derecho privado y derecho social. Vea-
mos:
Las definiciones generalmente aceptadas de derecho público -como sabemos y hemos
revisado arriba- refieren principalmente una relación de supra a subordinación del Estado
hacia los particulares. Este rasgo distintivo del derecho público no ocurre de manera per-
manente en el derecho ambiental, ya que como vimos existen diversas relaciones, no sólo
del estado hacia los particulares, sino de estos hacia aquel, e incluso del bien público sobre
ambas personas jurídicas.21 Por tanto, no podríamos considerar que el derecho ambiental
pertenezca a la clasificación y conceptualización generalmente aceptada del derecho públi-
co, ya que sus relaciones trascienden la concepción tradicional.
Por otra parte, hemos observado que el derecho social es un derecho de igualación.
Es decir, un derecho que busca proteger intereses de las clases sociales desprotegidas, en
relación a otras más poderosas. Como ejemplo, tenemos el derecho laboral, el derecho
agrario, el derecho a la seguridad social etc., que tienen en común proteger a un determi-
nado grupo de personas, en relación con el conglomerado. Un grupo que presumiblemente
tendría desventajas frente a otros más poderosos, y por tanto requiere un tratamiento espe-
cial. Así, el derecho ambiental tampoco puede ser clasificado dentro de esta rama, en razón

21
Es decir, del medio ambiente sobre el estado y sobre los particulares, entendidos como personas morales y personas físicas;
ambas personas jurídicas.
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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

a que el derecho ambiental no distingue entre grupos sociales, situación económica, raza o
idioma. El derecho ambiental es para todos los individuos. Es decir, el derecho ambiental no
es un derecho de clases; por el contrario, abarca derechos colectivos, bienes públicos y no
sólo bienes o derechos que pertenezcan a ciertos sectores de la población. Se trata de un
derecho con una cobertura difusa, para todo el conglomerado social actual, e incluso para
las generaciones futuras. En este último sentido debemos decir que el derecho ambiental
también tiende a proteger los derechos de los niños e incluso de los no nacidos, de las
futuras generaciones.
Los argumentos esbozados arriba sirven igualmente de nítido sostén para descartar
que el derecho ambiental pueda pertenecer al derecho privado, ya que las relaciones entre
particulares no llegan a trascender esa esfera.
En base a todo lo anterior y al no estar convencidos de que el derecho ambiental deba
encasillarse dentro de las clasificaciones existentes de derecho público, derecho privado y
derecho social, tenemos dos opciones: A) Considerar al derecho ambiental, como una rama
autónoma; o, B) Proponer una conceptualización mas amplia del derecho público, para que
se integre a esta rama.
A) En la primera opción se puede argumentar que el derecho ambiental debe consi-
derarse como una rama autónoma del derecho, por tener características que únicamente
le son propias a esta materia. Al respecto existen varios autores que identifican con toda
claridad estas características. Por ejemplo, González (2010:24) sostiene: “a pesar de su
juventud, el derecho ambiental posee ya características que lo diferencian de las disciplinas
jurídicas tradicionales, a saber: a) es nuevo, b) es inacabado, c) es finalista, d) es heterodoxo
y e) es universal”.
Con respecto a dichas características se sostiene que el derecho ambiental es nuevo,
debido a que esta disciplina se desarrollo a partir de los años 60’s con la creación de las
legislaciones ambientales, así como el reconocimiento a un Medio Ambiente adecuado en
la Declaración de Estocolmo en el año 1972, los cuales marcaron su autonomía como rama
del derecho. Es inacabado, ya que varios aspectos aún no han podido ser regulados-en
buena medida por su naturaleza pública y colectiva-, pero sobre todo aplicados eficien-
temente en protección del medio ambiente, esto debido a que se encuentra en una etapa
de creación, y al no contener en su totalidad las figuras jurídicas que son necesarias, se ve
obligado a suplir sus deficiencias con normas jurídicas ya creadas.22

22
Este asunto queda claramente ejemplificado con los temas de acciones colectivas, en vigencia a partir de marzo de 2012 y
con la complejidad de temas como la reparación del daño ambiental. Sobre este último aspecto ver Verduzco (2011)
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Es finalista, porque además de perseguir los fines generales del derecho, esta rama
tiene otros, tal y como lo señala González (2010:25) “…el fin supremo de esta disciplina
jurídica es garantizar el derecho al medio ambiente adecuado, es decir de un Estado socio-
ambiental de derecho, dentro del cual el bien jurídico se erige como el bien jurídico funda-
mental.” Además, es heterodoxo porque es necesario transformar las instituciones ya crea-
das y construir nuevos paradigmas, esto como resultado a la complejidad de sus objetivos.
Por último, es preciso reconocerlo como un derecho universal, no sólo por la solidaridad
internacional que ha surgido en torno al medio ambiente, así como la preocupación por su
deterioro, sino por los efectos planetarios que ocasiona la observancia o inobservancia de
los derechos ambientales. Incluso, debe notarse que múltiples normas y principios interna-
cionales son cada día más incluidos en las legislaciones nacionales creando así una similitud,
con la finalidad de proteger los recursos naturales.
En el mismo sentido López y Ferro (2006) sostienen que el derecho ambiental reúne
los requisitos para ser rama autónoma del derecho, pues contiene principios propios, técni-
cas jurídicas propias y sobre todo se refiere a determinada categoría de personas, de objetos
o de relaciones.
En relación a la autonomía del derecho ambiental, Cifuentes (2002) manifiesta:
“Como es lógico, cuando surge un valor u objeto que se debe proteger jurídicamente, por
un elemental imperativo metodológico, se procede necesariamente a caracterizar dicho
objeto, es decir, a definirlo y buscar su naturaleza jurídica, y en función de ello crear deter-
minada estructura conceptual e instrumental para su defensa, o bien referirlo a alguna de
las ya existentes. Esta tarea se vuelve sumamente delicada cuando la ciencia del derecho se
enfrenta a un objeto muy particular y novedoso como lo es el ambiente, que exige, como
ningún otro un tratamiento jurídico que podríamos llamar exquisito, con un enfoque siste-
mático y tendencialmente preventivo, derivado de su propia “naturaleza” y de su complejo
funcionamiento.”
Efectivamente como lo menciona el autor, cuando los individuos se percatan conscien-
temente que existe un derecho que es indispensable tutelar, se debe analizar primeramente
sus características esenciales, con ello podemos conocer si tiene alguna similitud con los
derechos que han sido jurídicamente tutelados, y de ser así se adaptará ese sistema jurídico
para que regule además a una nueva esfera jurídica.
Pero también tenemos el supuesto, de que la prerrogativa que se pretende regular
jurídicamente no cuente con ningún rasgo de similitud, sino por el contrario, sea de mayor
importancia que cualquier otro derecho. Es decir, que del estudio de sus características se
desprenda que tiene un rango de superioridad sobre cualquier cosa, pues sin él no podría
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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

existir ninguno. Tal es el caso del medio ambiente, sin el cual no podrían existir vida o de-
recho. Por ello es importante crear consciencia de la importancia que tiene y -defendiendo
esta opción- reconocer su autonomía sobre cualquier rama del derecho, por ser superior,
por ser un elemento indispensable de la existencia misma del ser humano y que tiene im-
pactos directos sobre otros derechos fundamentales.
B) La segunda opción es re-conceptualizar la idea del derecho público. Esta es una
opción bastante atractiva. No sólo porque se puede defender el principio que todo derecho
es público23 -ya que tiende al orden social y por tanto a regular la vida pública-, sino porque
el medio ambiente, como hemos visto, es en esencia un bien público.
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único detalle es
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que debemos pensar en retomar una concepción mucho mas am-
plia del derecho público. Para ello, debemos romper los moldes acartonados de la visión
patrimonialista del estado que lo colocan en un plano de superioridad en relación a los
particulares. Debemos transformar igualmente la clásica visión privada de nuestro derecho
romano-germánico.24 Un derecho en donde si bien el origen romano de los interdictos
populares en roma era hacer respetar el derecho de los ciudadanos sobre el uso común, se
trata de figuras que quedaron un tanto rezagadas y no habían tenido mayor desarrollo en
la era contemporánea.
Ahora, en la era global, en un momento de resurgimiento de lo público, resulta indis-
pensable abrir nuestro entendimiento, nuestros procesos y nuestras acciones a los mecanis-
mos de derecho público, de acciones colectivas. Afortunadamente, en los últimos tiempos
México ha empezado a caminar en este sentido.
El 29 de julio del año 2010 se aprobaron reformas constitucionales para reconocer en
el artículo las acciones colectivas. Unos meses después, se introdujeron reformas al Código
Federal de Procedimientos Civiles, -publicado en el Diario Oficial de la Federación con fe-
cha 26 de abril del año 2011- en las cuales se regulan las acciones colectivas, para tutelar
derechos e intereses colectivos. Con esta reforma, se crea una nueva etapa en el derecho
mexicano, que incluye de manera destacada principios del derecho ambiental -además de
los derechos de consumo- para abonar en un mejor acceso a la justicia ambiental.

23
Siguiendo la escuela clásica de Kelsen que declara que todo derecho constituye una formulación de la voluntad del Estado
y es, por ende, derecho público.
24
Para revisar las características privadas del derecho romano germánico se recomienda revisar a Rene David (1968) o Zarate
(1997).
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Con todo lo anterior, confirmamos que el derecho ambiental es un derecho con una
dimensión mayor, que no sólo trasciende a los particulares, sino al propio estado, ya sea en
su calidad de ente soberano o de ente particular.25
Así, con esta lógica en mente, entonces habríamos de retomar el concepto de derecho
público y sustraer de entrada la relación de supra a subordinación que sirve para muchos
teóricos como el elemento de distinción del derecho público. Como hemos visto, el dere-
cho ambiental tiene características especiales y brinda elementos suficientes para mostrarlas
limitaciones de la “teoría de la naturaleza de la relación” que es el principal soporte de las
conceptualizaciones de varios autores reconocidos, tales como Rojina (1997), García y
Galindo (2004) o Latorre (2003) entre muchos otros.
En todo caso -en la perspectiva del derecho ambiental- parecen mucho más apro-
piados retomar los principios de la “teoría del interés en juego” de Ulpiano para poder
insertar al derecho ambiental como parte del derecho público. Pues como nos decía el ju-
risconsulto: Derecho público es el que atañe a la conservación de la cosa romana… (García
2005:131). Ello toda vez que las normas del derecho ambiental,-más allá de las visiones
subjetivas o incluso del ánimo del legislador- defienden el interés colectivo. Son principios
que defienden a la comunidad frente a otros individuos y frente al propio estado, ya sea
en su calidad de ente soberano o de ente ordinario. Esta rama del derecho rige aquello (el
medio ambiente) que se halla directamente al servicio de todos; es decir del pueblo y de
los pueblos del planeta.
De tal suerte que si entendemos y definimos el derecho público bajo la “teoría del
interés en juego” nos acercamos a poder insertar el derecho ambiental en esta rama. Al
hacerlo debemos reconocer que existen objeciones en contra de esta teoría que se pueden
agrupar en tres grandes rubros de acuerdo a García (2005:132), sobre los cuales habremos
de comentar:
1) Se dice que “La nota del interés en juego es un criterio sumamente vago.” No es-
tamos de acuerdo con dicha critica para el caso del derecho ambiental, ya que incluso para
menos letrados queda claro que el medio ambiente se constituye en la esfera fundamental
de vida de su persona, de su familia, de su comunidad y del planeta.
2) “La teoría parece ignorar el hecho de que los intereses privados y públicos no se
hallan desvinculados, sino por el contrario fundidos de tal manera que es difícil, cuando no
imposible señalar en cada caso dónde termina el particular y dónde empieza el colectivo.”

25
Con lo cual se supera la teoría de Roguin expuesta en García (2004).
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El derecho ambiental y su naturaleza jurídica

Esta apreciación es parcialmente correcta y en el fondo refuerza la posición de Kelsen de


que todo derecho es público. Sin embargo, en el tema ambiental es claro que el interés
colectivo tiene prioridad sobre el interés particular. Resulta imposible ser casuístico, pero
consideramos que basta entender los principios generales del derecho y aplicar el sentido
común -con los elementos técnicos de medición correspondientes- para determinar en las
muy diversas situaciones en dónde empieza el interés colectivo; es decir, dónde termina el
derecho particular a usar un bien público y dónde empieza el derecho al medio ambiente
sano de todos. Situaciones que no se pueden establecer a priori.
3) “La determinación de la índole pública o privada queda al arbitrio del legislador.
Así, la distinción estará sujeta a consideraciones de oportunidad, fundamentalmente polí-
ticas, que le quitarán todo valor científico.” Un asunto altamente debatible en todos los
tiempos y lugares, del que difícilmente se puede escapar. Una revisión crítica de los siste-
mas jurídicos contemporáneos nos muestra que el orden jurídico es un establecimiento de
las elites, de los poderosos. Así, en múltiples temas y espacios encontramos ejemplos de
normas jurídicas, de arreglos constitucionales, que responden a los intereses de grupos
hegemónicos. El legislador frecuentemente está actuando políticamente.26 Ante ello, siem-
pre es útil pensar ¿Qué es el derecho y a qué intereses responde? Marx nos decía que el
derecho es el instrumento de control del grupo en el poder. Una definición ruda, cruda,
pero observable en las sociedades. Por consiguiente, ese derecho creado políticamente es
el objeto de estudio que muchas veces llega a desplazar a la teoría o a la ciencia abstracta,
pues en el campo de las ciencias sociales, estas se construyen en las practicas del conglo-
merado. Además, hay que decir que ahora en el derecho ambiental, con el reconocimiento
y la aceptación de un sinnúmero de normas internacionales, principios y acuerdos. Así, el
derecho convencional restringe la discrecionalidad de los legisladores nacionales. En este
sentido, debemos reconocer que hoy existen practicas y principios universales de los que
no se hablaba y no se consideraron cuando se desarrollaron las teorías y las críticas a las
mismas. Todo ello constituye una discusión que abre aristas y deja muchos temas sobre la
mesa.
Lo anterior constituye una breve e inconclusa defensa de la teoría del interés en juego
para reconocer al derecho ambiental como parte del derecho público, pues sabemos que el
asunto es más profundo, que se requieren críticas y muchos más análisis. No desconocemos
la rica y enorme discusión que ha existido y existe sobre la oposición entre derecho público
y derecho privado, así como la insatisfacción de muchos autores hacia prácticamente todos

26
Incluso, ¿Por qué tener desconfianza del legislador? Ante ello, también debemos preguntarnos ¿quién es el legislador? Si
no el representante del pueblo, en donde radica la soberanía.
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los criterios de división, como lo señala el maestro García Máynez (García 2005:135). No
obstante, en este modesto, pero actual artículo, estamos poniendo una nueva perspectiva,
-la perspectiva ambiental- para reabrir la discusión del derecho público y del espectro pú-
blico.
VI. Conclusiones.
La ubicación del derecho ambiental en el espectro publico-privado-social-autónomo
es un aspecto esencial no sólo para comprender la naturaleza y los efectos de esta novísima
e importante rama del derecho, sino para proyectar su operación exitosa.
En efecto, nuestra reflexión, nuestro discernimiento en la ubicación del derecho am-
biental no sólo es un ejercicio académico que busque encasillar al derecho ambiental para
fines decorativos. En realidad, lo visualizamos como un punto de partida indispensable para
entender sus alcances y, consecuentemente, para construir una regulación secundaria que
responda a sus principios y características únicas. Este es el asunto de fondo.
En este sentido, debemos decir que las dos vías propuestas buscan el mismo desti-
no. Es decir, la necesidad de pensar, diseñar y operar un procedimiento especial, que no
admita supletoriedad de otras legislaciones, de derecho público o del derecho civil. Esto
debe ser así, por la naturaleza de bien público de los bienes ambientales, así como por sus
implicaciones colectivas presentes y futuras. Situaciones que trascienden las concepciones
tradicionales público-privada-social.
Al reconocerse el derecho ambiental, como un derecho autónomo nos permite enten-
der la necesidad de que tenga un procedimiento especial, un procedimiento hermético que
no admita supletoriedad del derecho civil que venga a trastocar aspectos esenciales. Por
ejemplo, en el tema de la reparación del daño, en el tema de la carga de la prueba, de la
legitimación procesal, o en el de la ejecución de las sentencias. En estos temas se requiere
un derecho autónomo con características congruentes y consistentes con las implicaciones
colectivas del derecho ambiental.
La segunda vertiente que apuntamos: ubicar al derecho ambiental dentro del derecho
público, entendido éste bajo la “teoría del interés en juego” es otra opción viable que puede
apuntar en el mismo sentido. Es decir, que puede apuntar a perfilar un procedimiento de
amplio espectro que sea hermético en sí mismo y que no admita supletoriedad del derecho
civil privado, o de cualquier rama del derecho aún cuando pertenezca al derecho público.
Esto, en virtud de que cualquiera de los procedimientos existentes son muy reducidos e
inaplicables en un procedimiento ambiental, en el que debe imperar el principio de la su-

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plencia de la queja en beneficio del medio ambiente. Es decir, se debe establecer el marco
jurídico para que el juzgador vaya a analizar y proteger el fondo del asunto, que son los
bienes ambientales colectivos.
Lo fundamental es que el procedimiento ambiental sea accesible, flexible, acorde al
derecho tutelado, sin preclusión de términos, obligando al juzgador a suplir defectos de
forma y fondo que pueda cometer la parte actora dentro del procedimiento, siempre en aras
de preservar el bien público.27 Ello, con la finalidad de no permitir que por cuestiones pro-
cesales se exima al responsable de cumplir con la obligación de reparar el daño ocasionado.
Es decir, el derecho ambiental necesita un procedimiento especial -hermético- para blindar
su adecuada instrumentación. Un procedimiento sin enmendaduras con otras leyes, que nos
permita garantizar una adecuada justicia ambiental.
VII. Fuentes de Información.
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27
Pueden ser parte actora en una acción colectiva de acuerdo con el artículo 585 del Código Federal de Procedimientos
Civiles, les reconoce legitimación activa para ejercitar cualquiera de las acciones colectivas a: ”I. La Procuraduría Federal
de Protección al Consumidor, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional para la Protección
y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros y la Comisión Federal de Competencia; II. El representante común de la
colectividad conformada por al menos treinta miembros; III. Las asociaciones civiles sin fines de lucro legalmente constituidas
al menos un año previo al momento de presentar la acción, cuyo objeto social incluya la promoción o defensa de los derechos
e intereses de la materia de que se trate y que cumplan con los requisitos establecidos en este Código, y IV. El Procurador
General de la República.”

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