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Helena frunció el ceño. Era evidente que no mentía, lo veía en sus ojos, lo había sentido en sus
caricias. Incluso lo supo cuando la había besado tras los discursos del banquete de boda.
-Muy bien, entonces, ¿Por qué no lo haces? -quizás había planteado mal la pregunta.
-Creo que no puede esperar más -insistió ella-. Pero, si te resulta mas fácil, ponte de pie.
-Claro, porque ese era el mayor problema -sin embargo, Michael se sentó de nuevo en la silla.
- ¿Y bien?
-Y bien -el suspiro-. Por supuesto que quiero acostarme contigo. Eres mi mujer. Eres hermosa.
Me importas y espero tener un futuro contigo. Pero…
¿A dónde quería llegar? El pánico se apodero de Helena. Supuso que no era la primera vez que
ese hombre hacia el amor, y sabia que no estaba enamorado de Karol. ¿Cuál era el problema?
-Antes de dar ese paso, antes de iniciar algo que, espero, nos conduzca a un afecto mas
profundo, creo que es importante que acordemos algunos términos sobre nuestro futuro.
- ¿No es eso lo que hicimos en el restaurante? -ella lo miro perpleja-. ¿No es eso lo que
estamos haciendo ahora con el anillo y todo eso?
-En parte -asintió Michael. ¿Por qué no la miraba a los ojos? -. Pero para que eso sea
realmente oficial, necesitamos el acuerdo matrimonial firmado y sellado. Es importante, por si
sucediera algo.
-Michael, por favor -Helena lo miraba fijamente-. Por favor dime que no te niegas a acostarte
conmigo por culpa del papeleo.
-De acuerdo -Michael respiro hondo. Una táctica dilatoria que su esposa reconoció al
momento.
Estaba pensando en el mejor modo de decir lo que fuera a decirle. Lo cual significaba que,
seguramente, no iba a gustarle.
-La otra noche, antes de que entraras al estudio con ese increíble camisón, que espero siga
arriba porque me muero de ganas de vertelo puesto otra vez, cuando pueda apreciarlo…
-Menos mal. En cualquier caso, antes de eso me reuní con nuestros padres -el la miro con
gesto severo-. En cuanto nos acostemos juntos, las reglas del juego cambiaran. No habrá
posibilidad de anular el matrimonio cuando regresemos. Tienes que estar segura de lo que
deseas realmente.
- ¿Anularlo? -Helena sacudió la cabeza-. ¿Te has negado a acostarte conmigo para ofrecerme
una posible salida?
-En parte.
- ¿Y la otra parte?
-Mi padre sugirió que, de haber algún problema, debía dejarte embarazada para atarte a mi
lado, y asegurarme de que firmaras el contrato antes de que naciera él bebe.
- ¿Y que dijo mi padre a eso? -el corazón de Helena se paro en seco. Quizás Ezequiel no supiera
lo que había sufrido, y no le sorprendía la insensibilidad de ese hombre, pero su padre…
-El, Helena, se rio. Dijo algo sobre que al casarte te harías perdonar por el pasado -Michael se
revolvió los cabellos con una mano temblorosa y ella quiso consolarlo, que en la consolara.
Pero solo conseguía oír la risa de su padre, despreciando lo peor que le hubiera pasado jamás.
En muchas ocasiones había sido consciente de que Karol y ella eran más útiles que queridas
para su padre. Y comprendía que ese matrimonio era un acuerdo comercial, conveniente y
lucrativo.
Pero hasta ese momento no había sido plenamente consciente de lo poco importante que era
ella para su padre. Y, de repente, sintió el corazón hecho trizas.
-No podía consentirlo -Michael seguía hablando-. Hablaban con tanta ligereza sobre un bebe,
que supe que no podía hacerlo. Necesitamos tenerlo todo acordado antes de que algo así
suceda.
Helena trago con dificultad, como si tuviera una piedra atravesada en la garganta. Michael no
había querido que ella se sintiera atrapada, no había querido un hijo no deseado, como había
sido él. Le sangro el corazón por el niño que debía de haber sido Michael, y por el hombre en el
que se había convertido. Quizás fueran capaces de darse el uno al otro algo de lo que ambos
habían carecido toda su vida. Amor.
Y Helena quiso ese corazón para ella, mas de lo que lo había querido a los catorce años. Mas
que cuando había envidiado a su hermana ese maravilloso prometido. Mas que cuando se
había puesto el vestido de novia prestado, y, desde luego, mas que cuando se le había
insinuado con el camisón de la noche de bodas. Mas que cuando le había elegido el anillo de
pedida perfecto.
-Creo que deberías volver a declararte -le propuso nerviosa. Necesitaba decirle la verdad.
Pero, si lo hacía, podría destruir la tenue felicidad que empezaban a construir juntos. En
cuanto regresaran a Londres, en cuanto los papeles estuvieran firmados, quizás entonces
podría contarle lo sucedido años atrás. Quizás entonces podría hacerle comprender.
-Helena -Michael sonrió, de nuevo con una rodilla en el suelo-. ¿Querrás ser mí esposa? ¿En
todos los sentidos?