Pavana Del Gallo y El Arlequín

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Segunda edición, octubre 2002.

Primera edición 1967

Pavana del
gallo y el
arlequín

Carlos de Rokha.
2

De Profundis

Desde este amargo té me vuelvo hacia el demonio


Apenas entrevisto por el insolente huésped
Que soy cuando de noche entro en mi ser visible
Cansado de mi viaje y de la larga
Locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes
Me vuelvo a la ceniza y al vaso de mi sangre
Con las venas ardiendo y el rostro amortajado
Mas la espalda, llagada doliéndome el costado, dando
Perdón al denodado
Enemigo que soy de mí mismo y de mi alma
Solitario por dentro, fatigado,
Sin esperanzas como
Un Cristo de abismal perspectiva
Sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
Por los días que vivo buscando una respuesta
A la angustia que asalta mis ojos cuando duermo
¡Oh deudo, oh desolado!
Centinela del tiempo, vigía sumergido
En la sangre, en el vino y la tierra; ese, ese soy,
Esa mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi angustia,
Y en mí mismo me acabo
Por dentro, como un viento que hacia el cielo impulsa
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
Como una anguila ebria sobre una isla en llamas,
Ya sin ansias de todo lo vivido
Me vuelvo a la vigilia de mi cáliz
Y nada, nada espero de los días que vienen
Sino una azul espada que me destroce el alma.

Cuadro de verano
I
Los gallos son los soles de la tarde
Que salen al verano y todos ellos cantan
Cuando sus plumas rojas ya de sangre
3

Se vuelan de sí mismas se van pero se quedan


Sobre un alto granero que les da su acogida
A esas plumas de gallos embriagadas de vino
En la tarde que muele y muele su molino
Los ojos de los gallos se ruedan a la hierba
Y los techos hilachan un cielo de ceniza
Mientras otras escarchas golpean los alambres de vidrio
Una lluvia de pasto invade los graneros
Un tren rojo pasa sobre el puente
Se va la eternidad con sus ojos de búho
El paisaje dibuja luciérnagas de frío
En las verdes acequias que suben al molino
Ellas vienen de a poco otras veces se atrasan
En los rubios tapices del trigo y sus escalas
Porque el río las llama con sus lenguas de mármol
Y grises piedras blancas grises tablas muy blancas
Le dan sostén al día que se mueve en su rueda
Pero se van las piedras las tablas y los días.

II
Los gallos de la tarde son mis suelos verduras
Que vuelan al verano y se queman sus plumas
Ellas sus rojas plumas que se queman al sol
Mientras el cielo cae a hachazos bajo el viento
También unas encinas que reclaman ser libres
Y se ovillan las nubes prisioneras de alambres
Que enjaulan una diurna eternidad columnas
O espumas esas llaves o puertas ventanales
O trigos que se incendian en tapices de nieve
O pájaros que escriben un número en la arena
Este número gótico de áureas esencias.

III

Tú estás entre los gallos esos hijos del fuego


Todo pasa de nuevo todo vuelve a su rito
Un ciego pez en llamas va alrededor del día
En este dulce Enero que es un coro de gallos
O un lineal vuelo de gallos todos los gallos marinos
Todo este coro augusto, este coral de sangre
Se empina hacia los techos de rojas tejas altas
Muy altas como plumas que se escapan del gallo
El gallo verde opreso después en estos círculos
Que marcan unas tizas en el patio en que un niño
Echa hacia el aire un azul volantín mañanero
4

Volantín de verdura ese se eleva al cielo


Mientras arrojan llamas los gallos por sus ojos
Bellos gallos que al día los quema en su redoma
Bellos gallos de oro se suben a las torres.

IV

Este carruaje azul lo conducen los gallos


Hacia una tarde enera sobre un campo de trigo
Donde un espantapájaros danza un ballet antiguo
Bajo el cobre del sol va la nave de plumas
Y yo me quedo abajo esperando el regreso
Se arrodilla la hierba cuando pasa ese fuego
Se va el carruaje azul la tarde vive ajena
Se van todos los gallos
Se va el sol con su cola de oro en los tejados
(la cola de este sol es de paja por dentro)
Mas permanecen solas las ranas del pozo.

Un volantín de hierba asciende a las estrellas


El tren vuelve de nuevo a pasar sobre el puente
Y los ríos se llenan de una música ebria
El color de las hojas de torna tornasol
Y lloran las abejas en sus jaulas de hilo
Se demoran los gatos en la siesta de estío
Ahora ésta la tarde son los gallos de enero
Que juegan a los dados su roja eternidad
Ahora ya la tarde son diez gallos no más
Que bailan sobre un fuego en vértice tenaz
Los gallos degollados multiplican la esfera
Los gallos,¡ah!, gallos su terrible coral.

Invisible comarca

Amo los perros, los niños y los pájaros


Y en ese claro cielo descubro cada día
La rosa que mis padres en la infancia me dieron.
Era una rosa viva, de altivísimas líneas
Y en ella aún se conjuga
El sueño que de niño tuve una tarde pura.
Hoy recuerdo las veces que junto a una fuente mágica
Descubrí el caracol y la rana dormida.
5

Era un tiempo más lento que el río en las maderas,


Pero aún brilla todavía
Una lámpara sobre un tapiz junto a los espejos.
El pájaro llameaba en cada una de sus alas,
El niño se dormía en una puerta por donde entraba el aire
Y se sumaba el perro a un reposo en la tierra.
¡Aire para las alas del pájaro en su círculo,
tierra para os niños y el perro al medio día!
Mas advengan los cielos a una raíz de sueño.

Retorno

A causa de la noche son más bellas las islas


Los árboles más azules porque así lo ordena el mar a las lámparas de coral
Y ellas no desean oponerse a lo que desea el arco iris
Cuando los peces mueven sus colas para decir basta a las disidencias
Y los pájaros ponen sus huevos entre los vidrios y alambres llenos de escarcha
Un bello animal de oro diseñado por la risa de los algodones
Aparece de pronto al medio de las pizarras del jardín
La escena continúa cuando los bailarines llevan sus trajes hacia el bosque
Todo está en orden debido a la densidad de la luz
Tu rostro sometido a los espejos
Tu rostro de líneas simultáneas es la calle que me conduce a otras calles
Esas calles perdidas en los días de la infancia
Donde otros niños buscan guijarros en una playa que empieza donde termina el molino
No había otras estrellas sino las que se reflejaban
En los volantines de papeles pintados con motivos pascuales
No hay otra luz sino la que viene de los abanicos
Ahora es necesario ese misterio que descifraron los graneros
No hay otra luz si no la de ese pasaje por la que se pierde la escena
A medida que desaparecen los personajes la escala
Que nos conducía a ese inesperado regreso se convierte en una cuerda movediza
Esto es todo lo que queda de ese tiempo
Pero basta esa visión que nos libera
Ahora que una música distinta sube de las redes en la que brillan algunos guijarros.

Alquimias del mar

El mar tiene razón sólo en cuanto a sus islas


Razón de árboles, razón de nubes
El mar tiene razón cuando cantan sus olas
El mar tiene razón todo el día
Todo el día razón de sus corales para una música de agujas
Los corales forman tapices donde crece una hierba distinta
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Ahora son llamas encendidas desde la eternidad


El mar tiene razón todo el día
Razón de misterio razón de bastarse a sí mismo
El mar mueve su cola para agradecer el bello día
El bello día que baja del algodón de sus nubes
Porque el mar tiene razón en el vértigo de su abismo
Día a día el mar tiene razón y eso basta
No es necesario otra cosa para creer en la música de sus esferas

Música de alas y de olas


Música que el viento propaga de isla en isla
Es necesario saber que el mar tienen razón a cada instante
Esa es la razón de sus islas empolladas de nubes
Razón que le da perpetuidad y movimiento
Una magia más pura que el encanto
Una magia propia
Una magia mayor de edad
Una magia de alquimia
El mar tiene razón en creerse importante
El mar dueño de su destino
El mar tiene razón porque se basta a sí mismo
El mar es una esfera
Que gira en el mismo punto hace ya siglos
Que da vuelta a en torno a un idéntico círculo
El mar es ese signo que dioses de barba de piedra trazaron siempre.

Estival

Un rostro entre la más menuda hierba


Como un vasto espejo
Donde todo se reproduce

Un navío en el espejo
Una estrella en la caja de música
Un arlequín sobre el rocío
El murmullo que descubrí en mi infancia
Entre las hojas
Que se iban como los caballitos del carrusel

Aprisionada por el muro


La hierba se libera en el vuelo de los pájaros
Mi sueño se libera en el espejo
Mi infancia se libera en los navíos

Oh, plumas de gallos en el estío


7

Oh, follaje de palmas en el muro.


Salmo en azul

No sé sino llorar, a veces


En que un anís de angustia nos consume,
En que tú vienes y ordenas el pan que clama por el cielo,
En que yo ordeno mis salmos dolorosos como huesos de hebreo,
En que yo ordeno mis salmos dolorosos como huesos
Y el mercader del trigo retorna a su país
Entre espuelas de aceite y hachas de borde cruel.

¡Ah!, olvidé mi ser entre estos puros recursos del retorno


¡y nada existe ya, nada, nada;
sólo la quintaesencia imposible del hombre!

Dos sonatinas
I
Yo era el pasajero del olvido
Que volvía de un viaje sin memoria
A través de rutas desconocidas
A través
De estaciones perdida
Donde nadie me esperaba
No podía abrir la puerta del miedo
Y un lobo de fauces sangrientas aullaba en mi ser
Todas las islas, todas las nubes
Podían ser mis torres
Pero no había sino olvido en las paredes
¡Oh, celda concéntrica, que vasta
soledad reúne entre mis huesos!
Yo era ese viajero que volvía a todo adiós
Dejaba atrás pueblos sumergidos en la nieve
Rostros extraviados en la noche
Cuando el tren estrellado descargaba su maravilloso equipaje
Yo descendía con las manos vacías
En medio de campanarios apolillados
Mis ojos traían visiones muertas
De una antigua edad
De sal y de presagios
Y todo de mí huía
Yo estaba sumergido en el olvido
Pero, ¿Quién llama a los ausentes?
¡Abrid, abrid las tumbas!
8

II
Yo decía: arrebato, un azul, los perdidos silencios,
Pero nadie venía de las islas y ese azul y ese otro arrebato
No eran si no himnos
De pequeñas islas que a lo lejos
Brillaban como doradas transparencias vegetales,
Si presencias de nubes desoladas
Torres de algas y el infinito
De que pronto
Entra por las ventanas
De los molinos abandonados.
Entonces gatos ciegos gimen sobre las alfombras
Y el alba cae como una anunciación
De una lluvia aún más tenue que el misterio.

Una capa de escarcha sobre los alambres.

El tiempo olvidado

Los árboles ilustran la tarde


Ellos nada dicen pero lo dicen todo
Ellos lo dicen todo al viento que juega en la colina
El viento juega con los pájaros, deja pasar la tarde
En el paisaje de nevada donde todo se pinta con más fascinación
Hay pájaros de hierba pájaros de corcho
Que enjaulan entre sí el horizonte y sus cúpulas
En el horizonte se agrupan las estrellas
Mientras un aceite de esperma cae del cielo
Mientras la verdura crece entre los árboles donde reaparecen los rostros del tigre
Más acá donde el gato persigue a la mariposa
Más acá de los pararrayos fósiles
Más allá de las bellas islas y sus nubes
Todo se decide de nuevo a un golpe de azar
Porque el gato alcanzó a la mariposa en el molino de papel amarillo
Porque en el horizonte las estrellas son enjauladas por los pájaros
Los pájaros que nada saben sino picotear las doradas semillas
Ellos se llevan el cielo, el cielo que brilla entre los árboles
Mientras tú apareces en la escena como al fondo de un bar
Apareces llena de luces en tu cofia de campesina de Holanda
Más bella que jamás eres el dulce prima que vuelve de la infancia
A llenarlo todo con tu risa transparente como la sidra.
9

Dibujo

Me paso el día leyendo un texto antiguo,


Pero de pronto interrumpo esos estudios
Porque vuela entre las sacras páginas
Una invisible abeja de oro que renace
De las góticas letras de mi libro.

Me sorprende este milagro obscuro


Y veo revolar a la ventana
A la dorada abeja que vivió en el polvo
Aprisionada hace ya siglos, siglos
En el azul papel del bello escrito.

La abeja gira en torno a los visillos


Manchado por las moscas y la leche
Que cae desde el alba hacia la hierba.

Ella quiere romper la cerradura, el vidrio


Para volar al sol, ese su padre antiguo
Que la llama a su esfera al mediodía,
A su trigo de sangre por las noches,
A sus vasos de espuma en cada tarde,
A sus vitrales de azulada imagen,
A la arpillera en llamas de su origen,
A los ciervos en fuga de su altura,
A los corales con que adorna el cielo
Y el agua de las nubes, hijas puras
Que sobre las colinas se retrasan
Entre los tejados rojos, entre
Molino de madera herida.
Me parece también que entre las páginas
De este libro que sostengo en mis rodillas
Rueda una miel de sangre hacia los vasos
Que derraman el vino en los manteles.

Y me quedo yo solo en la penumbra,


Muy solo como un niño prisionero
De su capricho obscuro, de su sueño,
Sin esa abeja, con el libro en sombras,
Esperando que venga la mañana
A liberarme de este olvido lento,
De esta oculta fuga, de esta isla apenas
En que vivo el destierro de los ángeles,
En que olvido mi olvido con su ausencia,
10

Cruel, desolado tiempo que me apena


Hasta hacerme llorar en los abismos
De esa mi sangre que a veces cae de sus cegados límites
Por escaparse casi de rodillas a su muerte.

¿Qué me despierta al alba sino la cruel, la bella abeja,


ese canto nupcial que en los espejos
deja la huella de sus alas rubias?

Ella vuela desde la blanca silla a la mampara


Amparada en el ligero velo de su polvo
Y en los azules círculos que traza
A medida que asciende hacia la bóveda.

Hay, además, un gato que quiere devorarla


Y un pez que al verla la cree el arco iris
Y una escoba niña que desea destrozarla
Pero la abeja insiste en una doble magia
La de su vuelo y su dorada música.

No se detiene nunca en los pasillos.


Sólo desea retornar al cielo
Donde vivió hace siglos en mi libro.

A la altura de las gaviotas

El amor vive entre los espejos


Como un mar que sube a la altura de las gaviotas.
A la altura de las gaviotas
Sube mar, sube espejo, sube amor y poesía.
Todo lo designa este mar furioso
Que pasa de vena a vena, de río a río
Entre columnas, entre
Colinas, vastas colinas que se reflejan en las aguas,
Visiones nada más, pero visiones
Que los ojos asaltan como espadas
Y las sienes desnudas hiriéndonos las manos.
Aquí sólo el amor vive de su obscura crisálida
Sólo el amor, sólo el amor, sólo la muerte
Vuelven de extraños paisajes concebidos
En torno a un puro sueño que desterrados ángeles
Sostienen sobre el tiempo, ese perdido himno.
Los ángeles sostienen los espejos
11

Mientras abajo el mar de la mañana


Sube entre las columnas a inaugurar el día.
A inaugurar el día que vuelve de su viaje
Alrededor de la tierra cansada de ser tierra
Viene el mar de la mañana con sus trompetas de oro
Y sus carros de plata donde viven los dioses.
Donde viven los dioses vive el amor nuevo,
Vive la poesía y la locura.
Porque sólo queda el brillo del mar sobre las lámparas,
Sólo queda tu voz contando las estrellas
Mientras pasan veleros por los viejos espejos,
Veleros guiados por fantasmas, ruinas
De ciudades perdidas en el sueño.
Se ven otras ciudades,
Otras colinas, otros ríos
Que volvían de tiempos innombrables
A tocarnos los labios como un sello.
A tocarnos los labios como un vino
En el que la sangre se adormece
Poco a poco mientras pasan
Visiones que no retienen nuestros pases.
Visones, constelaciones, galaxias;
Todo repetido en un número de lámparas,
Todo mar de cristales anunciado
Por un fuego que sube a las colinas.
El fuego sube a los espejos
Donde el amor vive de su azogue,
De su estrella, de su terrestre columna ya celeste,
De un pez que pasa sobre las sienes como un aceite rápido,
De un ángel furioso que se duerme entre los párpados.

Puerta de escape

I
El cielo se hace trizas a medida que caen sus pájaros
El mar no sabe qué hacer con tanto tiempo con tanta eternidad con tanta altura
Al fondo de los bosques que buscan sus arroyos
Bosques enanos con claros de luna donde se ven las casas de techo rojo
Sobre las que caen nubes de leche nubes de hierba
Aunque no lo sepas ni veas el oro de nieve de las hojas
Ven y dice
Qué tiene este pueblo lleno de abejas
Y pájaros de espuma con alas de coral
Niña de ojos esmeralda
Dime dónde van los ciervos qué buscan a través
12

Del resplandor de sus dorados cuernos


Dime dónde terminan estas calles estas aspas
De molinos que ascienden más allá de sí mismas
Dime por qué los pinos llegan al cielo y el cielo no lo sabe.

II

A este lado del agua de van las islas


A medida que se cortan los árboles
Las islas se van de viaje
Una tras otra
A medida que el cielo las invade
Los pájaros se caen de sus plumas
La selva se llena de encantamiento
De siervos zafiros como tus ojos
No se ve otra cosa que el sol
No se ve otra cosa que la tempestad llena de peces
Y no se sabe otra cosa que aceptar lo que dice el mar
El mar lleno de ojos.
De árboles de aceite que se derraman hacia el cielo
Porque así lo ordenan los ángeles a la eternidad que es un sueño que se despierta de las
(nubes
Eternidad tú eres el motivo central de la vigilia de mi sangre.

III

El mar se va de a poco entre sus islas


Que salen a esperarlo como dulces invitadas al festín
El mar va de paseo entre los árboles
Y vuelve a ser el hijo de su ausencia
Que en las mañanas regresa de un viaje sin memoria
A través de diversos iceberg de columnas de colinas
Vuelve ahora ese mar en busca de sus novias
Ellas son las islas que otra vez lo aman
Bellas altas hermanas de un largo sueño que aún no comienza ni termina
Porque todo ha pasado menos el mar en sus carros de oro
El mar en sus carros de oro viaja hacia el alba
Que ha de estallar entonces como un rubí de sangre el primer día del mundo
Y las estatuas del amor serán rescatadas de sus tumbas
Que se abrirán para dar paso a las estrellas
Estrellas nunca vistas hermanas de la espiga
Los prometidos surcos donarán su milagro
Y otra vez la magia del amor ha de ser redimida
Cuando el mar viva de nuevo en los ojos de los niños
Y los guerreros del mar sean coronados por las águilas
Es decir por esas hijas del cielo
El cielo que abre sus sellos cuando el mar lo invade con su aceite
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Y con el verde petróleo que asciende de su abismo


Al fondo de su abismo moran los dioses en islas sumergidas
Los dioses de cabezas de piedra de ojos devorados por los peces
Los dioses que eran hermanos de los hombres porque nacieron de su sueño
Y bajaron al mar en busca de otros cantos
Como el poeta baja al fondo de sí mismo
En busca de su sangre del vino y los puñales
El poeta viaja hacia sí mismo en busca de otro tiempo
Y sólo encuentra un niño llorando en la colina
Es en el alba. No se ven más los dioses
Sólo el mar lo redime de su angustia
Sólo el mar le devuelve sus esferas
Sólo el mar entra en sus venas como un vino
Sólo el mar le lava su costado por diez flechas de plata herido ya en la espera
Sólo el mar es flecha que lo hiere
Sólo el mar talla su imagen en los espejos de la arena
Sólo el mar es más eterno que los dioses
Sólo el mar es quien abona las galaxias
Sólo el mar es el que dora las espigas y dio un azul de abismo a los tallados dóricos
Sólo el mar es el que vence noche anoche a la ceniza y a la muerte.

El abuelo

Amigo de los niños, del trigo, de los pájaros


Vivió cantando un día en la verde colina
Y se fue como siempre una vez bajo este árbol
Que le daba su sombra como una mano alada.
Era así el dulce abuelo
Se ponía en las tardes a dormir junto al fuego
Y esperaba su vino con paciencia de santo.
En sus ojos vivían visiones campesinas
De caballos arando, de ganado que pace
Cuando se muere el día a un golpe de ceniza
Y el sol deja su mancha de sangre sobre el pasto.
De estirpe casi céltica venía de las islas
Y fumaba su pipa recordando los barcos
En que viajó de joven hacia un mundo ignorado.
Tuvo una estampa noble de heráldicas presencias
Y su barba muy rubia evocaba el pasado
De un rey que en el destierro conquistó otros países.
Fue sereno, guerrero, soberbio, desolado
Y leía en la biblia las lecciones de Cristo.
Vivió para los suyos, dejó un libro de viajes
Y su bastón de caña aún recuerda sus manos
Y la fuerza salvaje de sus puños de atleta.
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Al final de sus días tuvo nietos que amaba


Y su sabia fecunda le dio un altivo nombre
De varón de comarcas que holló con sus pisadas.
Así fue el noble abuelo que hoy recuerdo llorando.
Así vive por siempre en la tierra que amaba.
Y hoy vuelve a mi memoria con talladas espuelas.
¡Oh, huésped trashumante de los días perdidos!

Bíblica del pez

El pez que vuela a mí ciego de aletas


Transformado en la mesa donde habita
Es sal y es vino donado a mi agonía.
Yo muero junto al pez que me devora
Mientras él sangra en mi costado adjunto:
El pez sin ojos y sin lengua absorto.
Este el pez sin ojos y sin lengua absorto.
Este es el pez para sed despierta
Que vuelve de la sangre a mi piel yerta
Consumándose en ritos que yo ignoro.
Quiere ser llama, apenas es sonido,
Pero en un ausente cielo se demora
Y advienen al fuego como un gallo ebrio.
El pez abeja, absorto, desmedido
Rueda en los osos de una aúrea lámpara
Y su piel se deshoja en cada obstáculo.
Antiguo, sin edad, casi ya alado
Traza una flecha, un círculo, una línea
Que se dibuja en la dorada arena.
Y es un leve tapiz, es una llave,
Movimiento tenaz, árbol sin hojas
Que entre mis crueles manos se acomoda
Que entre mis crueles manos se acostumbra.
Arrancado a la sal, al aire, al agua
Viene a posarse entre mis sienes frías
Cuando una flecha obscura lo atraviesa.
El bello pez ahora danza entre las rubias llamas,
Mas se obstina en ser número, aureola
Y cae sobre mi piel como un estigma.
Abro su pulpa roja, innumerable, intransferible, aún viva:
Ella con sus latidos me alimenta
En la insaciada visión que a mí me otorga.
Este pez que se va, ciervo ya en llamas,
Llave del agua, puerta de la tierra
En mi voz es el pájaro que nombro.
El pez que es pájaro en mi tarde vive
15

Consumándose en vinos devorados


Por una sed que a mí me pertenece.
El pez desde la tierra sube al cielo
Emplumado en la cola, en la cabeza,
El pez ave real de las esferas.
Hacia el aire se va transfigurando
Como una lleve abierta en mi costado,
Mas vuelve hacia el espejo de la fuente.
Vuelve ya muerto a un acabado sueño
De líneas y colores en los vidrios
Cuando la tarde lo hace ser un cáliz.
Vaso para mi sed se torna espuma
Y vino rojo y aúreo pan alado
Que en la mesa del Viernes clava espinas.
Lo veo solo, late como antes
Y su salobre piel arde en la hierba
Sobre un tapiz de sangre al medio día.
El pez se muere mientras yo agonizo
Y sus aletas rojas se conmueven
Y su cola de piedra se estremece.
Era hijo del sol, ahora es sombra
Ya breve, más eterna, sojuzgada
Al coral que de nuevo lo recibe.
Como un ave que vuela sobre el trigo
Este es el pez que el aire transfigura
En la sed que le dona a mi costado.
Y esta es su gracia niño, su pan ácimo,
El color de su piel ya decorado por un fuego de leños circulares
Que su santa heredad de la tierra le confieren.
Anterior a la luz, casi ya eterno,
Indivisible, único innombrado
Entra mi ser y se disgrega el día.
El pez, ese su cuervo es el que en mi sueño vive
Innominado, ciego gira en torno a sus alas y da vuelta
Sobre un espacio negro hora tras hora.
Veo sus ojos lentos, su plumaje
De carbón y terciopelo en movedizos ángulos
Brillar cuan a mí vuelve el brasero.
Se queda fijo cuando yo lo miro
Y sus garras las clava en mi costado
Hiriéndome de a poco en ese sueño.
Vuela junto a la sombra que proyecta
Sobre los viejos muebles de la estancia
Y mi locura llama al ser alado que sólo desde los muros se distancia
¡Venid, os digo, al ver el bello, el cruel pez y transformado
en un inmemorial corcel que por su lengua sangra
detenido en el tiempo sobre el fuego!
16

Corona de cielo

Los veleros del rocío se van sobre la hierba


Mayo es Enero
En tus manos caben todos los pájaros todas las rosas todas las estrellas
Tus ojos pueden cerrarse con mis sueños
Adentro de tus párpados viajan mis países de humo
En el ruedo de tu vestido de gaza empiezan a girar las primeras espigas
Sobre tu cabeza se abre el abanico del cielo
Tu cabeza de árbol tu cabeza de jirafa tu cabeza de carrusel y de calesita
Tu cabeza de nido de pichones de torcazas con migas de pan y trigo
Que una ronda de pájaros salvajes han empezado a picotear
El trigo se transforma en arena
Los pájaros han sido apresados por los alambres
Los pájaros azules cantan en las ventanas de las torres
En las ventanas de las torres caen los astros de hierba
Enero es un día de Septiembre
Una corona de leche una corona de espigas de leche
La tarde se desdibuja sobre los tejados
Estoy lleno de júbilo como un astro recién nacido
Como una cebolla azul
Mi risa alcanza la pleamar
La mañana se anuncia con el primer tañido de campanas
Las campanas de bronce casi verde de las viejas y pequeñas aldeas de provincia
Las nubes mueven las campanas en todas direcciones
Un niño sonríe desnudo en su jardín de nubes de algodón de flores de leche
Cada mañana el algodón vaporoso limpia el vidrio marino de los espejos
Los espejos dibujan países de otros tiempos
Me iré a vivir a esos países con mi amor
Enero es un país de cañas de azúcar
Vámonos muñeca al país de las castañas y las ranas
Las ranas croan entre las nubes
Los pájaros salen de sus plumas
Y sus alas abandonan las jaulas de madera de pino
Hay que partir un día de Enero
Cuando los pastores empiezan a tocar sus flautas
Cuando el algodón de las nubes empieza a caer sobre los tejados de mi casa.

Interior

Doy alimento a un perro día a día


Que vienen a acompañar mi soledad.
17

La leña brilla luego en los rincones


De la casa ya en sombras sepultada.

Sobre el lineal brasero de cobre repujado,


Ese que da una viva llama a los espejos,
Vemos asarse algunas todavía jóvenes castañas
Que esparcen dulce aroma entre los muebles
Y se demoran en dorar sus cáscaras
Que aún dialogan con los panes blancos.

El perro se arrodilla a los pies de su sueño


Como una imagen pura de la tierra, haz de indolentes ramas olvidadas
En ovillada vestidura: sólo ella lo contiene
Y le concede medida a su ternura
De niño conmigo juega y juega.

El sueño de ese perro tiene una verde estatua


Que lo contempla de una cruel altura
Desde la selva donde se levanta
El redondel altivo de su plinto.

El perro evoca sobre el suelo sangre.


Cada mañana vienen hasta mi mesa
Y es un recuerdo obscuro que reposa
Sobre la alfombra en que le arrojo migas.

Es sólo el fiel testigo que perdona


Esa maldad con que lo trato a veces
Cuando le pongo el agua en platos sucios.

El pobre perro ajeno después duerme


En tanto agujerea la ventana el cielo
Y a lo lejos se oyen estar así dolientes
Las dulces bestias mansas en su establo.

Entonces viene a mí de esos lugares


El muy ardiente olor del heno del verano
Que en la paz de la tarde envuelto todo
Las colinas invade en ese instante.

Se puede evocar algo, es cierto, como esa


Se puede evocar algo, es cierto, como esa
Una dorada y larga cabellera
Que herida por los vidrios la cubre la arpillera
Y los alambres que ente sí la enjaulan
Le dan una apariencia casi alada
De isla sometida a las estrellas
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Mientras cae a pedazo en los aljibes.

Ella se alza de un licor extraño


Que me persigue y que me otorga a ratos
Una insistente, una mortal manía:
En el hastío que torna siempre y me devora siempre
Cuando ingreso en mí mismo a pie juntillas
Y me doblego en un espacio puro.

Me siento en sillas de alta paja hebrada, roja


A meditar casi de a poco en otras cosas
Mientras se va la tarde en los arroyos
Y vuelven las visiones de mi infancia
En cada libro con dibujos de hadas,
En cada fruta cuya pulpa hiero y abro.

Hay raíces arbóreas en los muros


Y una araña ha pasado entre los sacos
Y las moscas ahora manchan la leche, los visillos y la escarcha.

El vino se derrama en los manteles


Mientras juega en el patio un duende obscuro
Que imita el rito de la sangre en una flecha rápida
Y en un escudo vegetal celeste.

El lento paisaje tapizado en bruma


Desdibuja la línea de su arquitectura,
Se acuareliza en cada teja roja
Y el humo de los leños encendidos
Y en los hornos de barro campesino.

El fuego llega hasta la encina junto al pino.

Se abre una puerta tenaz: el perro escucha entre gemidos


Volver a crueles huéspedes de un doloroso olvido
Que lo castigan con una rubia escoba
Tan espigada delgada en las bateas
Y en los tejados donde brilla el cielo.

La noche adviene luego y permanece,


Desolada columna que esa mi sed prolonga.
El perro se da tumbos en las sillas
Y se arquea en la cuerda de sus huesos
Mientras llamea el vino en nuestros vasos
Y la tarde enrojece grises piedras
Que sostienen las vigas de la casa.
19

Aún los corredores multiplican


El coloquial silencio vespertino
Y el frío después:
Cuando puede los hace de rodillas
Porque atardece de a poco en el estío
Y los techos se llenan de rocío.

Se detienen el olvido en cada mueble


Y hay otro olvido ausente entre las puertas
Porque se cierran mientras suenan llaves
Y el origen del cielo cambia nubes
Cuando se van los oros en los choclos
Y las ranas son músicos del trigo
O niñas que no vuelven de las norias.

El pan descansa ya en la larga mesa


Y llama el vino con su lengua pródiga.

El abuelo muele maíz en el molino


Y un gallo ciego desde los rincones
Vuela a mi encuentro con sus plumas rojas
Y su corona de metales ocres.

Está sola la casa junto al tiempo


Porque el perro se ha ido con el gallo
Y los hombres que antes vivían en sus piezas
Ahora tienen reposo bajo tierra
Y ahí la lluvia les blanquea el rostro.

El huésped y sus ritos

No sé qué hacer del día y sus azules.


Se me van las semanas en el humo
Que sale de mi espejo lentamente.
Se me van los azules, los naranjas
En el leve navío que dibujan
Manteles extendidos en el patio.

Hay algunas abejas que así giran


De ventana a ventana, espacio a espacio.
Los árboles quisieran ser las nubes.
Al centro de las hojas y sus ritos
20

Mi ser discurre con la noche alada.


Entonces los fantasmas se descienden
De los techos cargados con arañas.
El fuego empieza a subir desde los braseros
Y lentos gatos van a los rincones.
Ahí me esperan lámparas de oro
Y un aceite de espermas y de otros vinos
Mientras cae la tarde en la semana.

No sé qué hacer con tanto azul de espuma.


Se me van los navíos en , los dedos
Y una espada de azul invade mi alma
En tanto queda la casa desolada
Porque en ella a un rito extraño me abandono
Y se acercan a mí largos fantasmas
Que desdibujan sus perfiles pálidos.
Estoy solo en la casa, nadie habita
Sus corredores de tiniebla ahíta.
Los azules de hierba, las naranjas
Como rubias monedas se descorren
En las fruteras de plateada esfera.

Un perfume de vinos despoblados


Dibuja manchas en los muebles viejos.
Viene un anciano que pregunta a mi alma
Las fechas de unos pueblos sumergidos
Porque ve entre mis manos claros signos
De sueños parecidos a la muerte.
Yo soy ungido el santo del abismo
Por ese polvo de mi piel absorta
Más por la sacra agonía que a mí adviene
Entre los muros y las puertas altas.
No hay música después en las esferas
No hay astros en la hierba
Se me van las semanas y los días
Todo muere de apoco entre, los vinos
La tierra se distancia de agonías.

El viaje

Cuando volví a aquel pueblo en que viví de niño


Todo estaba lo mismo que en los días perdidos.
Nadie vino a esperarme a la estación dormida
Yo traía en mis ojos equipajes de sombras
Las casas bostezaban llenas de un polvo umbrío.
21

No encontré a los vecinos


Que hablaban con mi abuelo
En la paz de la tarde cuando se acaba el día.
Todos , todos yacían en sus nichos helados.
Sólo unas rojas loicas jugaban en alambres
Que muy breves medían la extensión del villorrio.
En el viejo molino
Nadie movía ahora la ya gastada rueda.
Los campanarios mudos, las plazas casi secas
Sin sus rondas de niños y de pájaros.
Los labriegos lejanos consumían sus manos
Trabajando la tierra como en el tiempo antiguo.
Visiones olvidadas, telarañas heridas, puertas todas en sombras
Me hablaban de un pasado de remotas anuencias.
Quise llorar entonces,
Pero volví mi rostro
Y un silencio de asombro me acompañó al regreso
Cuando volví del pueblo en que viví mi infancia.

El viajero de noche

El buen amigo sirve vino rojo


Y se conversa de cosas sin asunto
Mientras se adentra la noche en las ventanas
Y una pausa letal en vuelve al tiempo.

Yo soy el huésped que asisto así a ese oficio


Y me demoro lento ya en mi hastío
Cuando se habla y habla de los días
Que nos otorgan doloroso olvido.

Una tarde en la tierra es un destierro


Que me olvida de todo cuanto lloro
Y en mi sangre se mueren las visiones
De ese yerro paisaje obscuro.

Se pierde el mundo entre mis venas frías


Como un vino que cae de los vasos
O una llave que en la hierba cae
O una nube de su celeste origen olvidada.

El joven pastor sube hacia las puertas porque se retrasa


22

En llegar a las ventanas del molino


Y entonces el mar resplandece en sus orillas
Como un espejo de materia viva.

Me pienso muerto en una antigua silla


Con un perro a mi lado que me mira
Y yo le hablo al perro de ese sueño
En donde estoy ausente de la tierra.

Me duele el niño obscuro que fui un día


Y creo que en la muerte volveré a ser más joven
Porque ella nos devuelve el tiempo sin memoria
De los ríos que vieron un día nuestros ojos.

Volveré a ser el niño perdido en los espejos


Que jugaba en la hierba con un cervatillo breve
Y veía en las doradas fuentes
Revolar un velero hacia islas de nieve.

Ahora el tiempo pasa en un lejano círculo


Mientras la noche se entra en mi ropa
Y un abismo inmortal hay en el cielo,
Cuyas sacras columnas me obsesionan.

Yo soy el huésped de la noche, el asesino


Que vive solo en su terrible hastío
Y agoniza por dentro y se solloza
Y grita y clama, ansía y llama.

Bajo la tierra seca el tiempo y vive


Y es un mar sin origen el espacio
Porque se muere todo cada hueso
Y hay raíces de sangre entre los frutos.

Pienso en mi muerte antigua casi absorto


Y me pongo a llorar y me doblego
Sojuzgado al silencio de los árboles
Y a la visión obscura de una fiera.

Yo soy la fiera que en su sangre enferma vive


Devorada en edades copretéritas
Como un cruel asesino desolado
Por ese crimen que le dona el sueño.

Cuando es de noche vienen los fantasmas


Y se arrodillan frente a mi locura
Que los perfila en la delgada llama
23

De una vela que a ciegas se consume

Es ya la hora de invocar la muerte


Y de llamarla en cada rosa viva
Para dejar que el tiempo se demuela
En una devastada piedra obscura.

Que se vayan los días y los días


Como el vino se va entre nuestras venas
Y no que recuerdo de la nada
Ni siquiera en el tiempo de la nada.

Que yo me quede solo, obscuro, solo


Sin raíces de edad en el olvido
Y se cierren de a poco en dulce espasmo
Mis ojos fatigados por la sombra.

Que se muera mi sangre es los que pido


A los ríos que vuelven de los ríos
Y se olvide mi olvido de su olvido
Y se seque la tierra cuando lloro.

Que se destroce el cielo en cada rosa


Y sólo muerte y muerte advenga y venga
Sólo ceniza, polvo, sólo viento
Y destrucción y cataclismo y ruinas.

Que se detenga el tiempo, que el sol muera


Y rompan sus anillos los más lejanos astros
Y se apaguen los círculos del fuego
Y todo lo que vive extíngase.

Que se vaya la vida, el universo


Ruede a los abismos más profundos
Y la belleza sea horrible mueca
Y grotesca miseria el amor puro.

Salmo en azul

No sé sino llorar, a veces


En que un anís de angustia nos consume,
En que tú vienen y ordenas el pan que clama por el cielo,
En que yo ordeno mis salmos dolorosos como huesos de hebreos
En que una manzana enviuda de su piel
Y el mercader del trigo retorna a su país,
Entre espuelas de aceite y hachas de borde cruel.
24

¡Ah!, olvidé mi ser entre estos puros recursos del retorno


¡y nada existe ya, nada, nada;
sólo la quintaesencia imposible del hombre!

El mar celebra años

El paisaje sale de paseo


Y revienta con frutas y todo
Amanece temprano en el mapa que las pequeñas flores tejen en las ventanas
Ahora luminosas debido al porqué de ese aire que antes no estaba
Y luego se ve venir y tú lo ves y él pasa y queda
Es entonces
El cielo vuelve en un velero de lechugas
(vuelve cielo vuelve velero de lechugas)
La mañana es una joven de cera
Que sonríe apoyada en las muletas de los tejados
Pero eso no es todo y está también el milagro de los jardines vecinos a la tempestad celeste
Los jardines que vagan entre las nubes, entre las campanas
Ah y qué hace el pastor de las habas
No recuerdas lo que decía hará media hora
Antes que los jardines tejan alfombras en el cielo
Tu abuelo habrá vuelto ya de la cacería del zorro
Apresurémonos pon cerrojo a las puertas, abre la noria bajo las estrellas
Deja el oro del trigo en los graneros insumisos
Ven a la fiesta que los calendarios góticos estiman innecesaria
Ven tatuada de pantera
A esa hora en que las palomas son todavía niñas
A esa hora en que Eurídice aparece en el fondo de los espejos
Y de nuevo está aquí la música que las islas confundían con la eternidad
Y de nuevo todo es como siempre un sortilegio imprevisto
Una raíz que se devuelve siglo a siglo de mar a mar
He ahí el río del sueño la fiesta de la sangre
Que anuncian los tambores de los volcanes
Los tambores que resuenan al fondo de las venas
Que son los espejos del mar
El mar que siglo a siglo pide a los siglos ser para siempre liberado
El mar quiere desencadenarse de esa música de eternidad
Que la esfera de los soles da a sus islas
Música de eternidad en sus corales
Música de eternidad en los espejos dorados de la arena
(arena igual al azar de la arena)
el mar quiere ser libre en su bosque de navíos encendidos de estrella en estrella
y busca un profeta de barbas de piedra de venas de hierba
que escriba en el agua la s palabras de sus sueños
el mar quiere ser un profeta azul solemne vertical en su abismo
estos son los instrumentos del mar
25

he aquí el mar padre de sí mismo abuelo de sus olas


tanto ha llorado que el cielo anuncia un nuevo cataclismo
se abrirá el fondo de la tierra
y surgirán dioses de ojos perdidos al fondo de la noche
Entonces acabarán los reinos
Sólo el mar ha de vivir más allá de la vida y de la muerte

Sólo el mar
Sólo el mar
Sólo el mar
Orad entonces por la eternidad de sus columnas
Sólo ese mar es igual a sí mismo
Sólo el mar
Sólo el mar
Sólo el mar.

Pavana

Se abren las ventanas. Pero la luz había entrado


Antes. Es el fulgor de la última estrella de la noche
Que se pasa a la primera estrella del alba.
(A lo lejos, el grito de los vendedores de pescado).
Tu sueño recién se despierta como un niño convaleciente que ofrece una
Rosa de papel transparente a los repentinos visitantes. Ellos pasan:
Tú vuelves y si continúan, si se mueven con los mismos gestos y las
Mismas palabras de siempre, tú, en cambio, te detienen casi absorto
O igualmente maravillado por algo que no podías precisar.
En vano te esfuerzas por comunicar algo de lo que descubres a diario
En cada hoja de papel o en alguna mariposa que se hace polvo al sol.
Ahora la luz viene a los objetos. Pero ¿qué ver ahí, qué tomar de todo
Aquello donde mi ser permanece?

Se abren las ventanas. La luz ya había entrado antes.


No sabe por qué, pero es así.
Todos los días sucede lo mismo.
Mientras la estrella de la noche se cambia en la estrella del alba.

No encuentras sino silencio donde un invisible clamar te envolvía y si


Quieres volver al sueño debes abrir los ojos, seguir el vuelo de los
Pájaros, buscar a los amigos perdidos, anotar fechas lejanas en la pared
De tu celda.
¡Un juego de niños sobre el césped, una pavana a la prima de trenzas negras!
Más allá de ti mismo está la isla levantada en el
Alba. Ocuparás su destello en encontrar el camino,
Que la línea de tu mano borran y se desaparecen,
Acaso con crueldad y hastío, con hastío y crueldad,
26

Tras ese espejo la luz de una estrella nocturna pueda


ser transferida a otra en plena mañana.

Esta isla hacia el alba

Ven, caballo escarlata de espuma verdemar.


Llévame a otras tierras más ligeras,
A un paisaje menos lento y que sea
Semejante al licor que destila en la noche
Un cielo cuya música pueda yo oír en sueños esferada.

Venid y conducidme ¡Oh! Extraños


A esa total lejanía a que aspiran mis pobres manos,
Que sólo un tulipán ofrecen a la vida.

Pero ese puro júbilo, ... ¡Ah1 es el deseo,


Que a todos nos libera en el delirio de sus locas clepsidras,
Ya durmientes y sabios bajo los rojos tilos,
Que ensombran la colina de llamas en diamante.

Venid, ¡Oh! Bestias, ¡Oh! Soles, ¡oh, santos


Venid, venid ahora que aún espero sortilegios,
Pájaros, seres que amo con mis ebrios sentidos.

Esta es la isla al alba sostenida por integrales coros.

Un tapiz para el alba

1. En primer lugar, el día.


y después, todo.
A esa misma hora en que eso parece un pequeño
Misterio ( o un pasos de danza) descifrado por dos
Niños en un parque de juegos. Al unísono de una
Caja de música que tanto reparte sus arpegios como
Se ocupa de atrasar el desenlace. El gorjeo de los
Gorriones toman a su cuenta los demás. Por ejemplo,
El problema de los abalorios casos celestes
2. Luego tú, pastora de nubes en las ventanas del estío.
3. Pablo y Virginia reaparecen de pronto en plena
escena tomados de la mano y sonriendo a las
cascadas de agua, a los espejos de hierba matutina
y brillante como el ojo de los gatos, a los pájaros
que tan graciosamente, tal vez a una invisible orden,
27

vuelan en ese instante por encima de los molinos


incendiados bajos las estrellas.
4. No tiene nada más que esperarse `para que nos
sorprendamos de todo esto. En pleno hastío y a esa
hora en que los jardines sonríen a los guardavallas,
que por otro lado ubican según las líneas de sus
manos la posición de los astros en lo alto de las
lejanas colinas.
5. Todo puede suceder de un momento a otro.
El arco iris cambiará de colores.
La luz del alba ha de durar hasta el mediodía.
6. Sin embargo: “encontrémonos mañana, cuando las
palomas inician su habitual paseo.”O”: ese crimen
me recuerda que yo sólo debo amar la belleza”.
7. Pero, a pesar de todo, las estrellas que incendiaron
El molino bajan en el próximo paraje. Todo esto
No deja de maravillarnos por su red de luz. Y
Algo pasa en el instante preciso que empieza la mañana.
8. He aquí la música prometida en los ocasos, el
vino ritual, el júbilo de los invitados al festín, el
infinito señalado en un juego de dados sobre la
hierba roja.
9. trae, pues, las semillas del cielo, dónalas a cada
sonrisa, y que tus manos tejan un tapiz para el
alba. ¡Un tapiz para el alba.

Casi siempre

He aquí los vasos tallados a mano, la luz en el


Recorte de ventana, que el pequeño periódico recibe
Mientras las moscas saltan en el techo. Ellas son
Azules, azules. ¡Pero hay otro color en torno a las
Paredes. No se sabe si viene de las bujías, de las
Lámparas, que todo lo contienen!
¡Ahí flotan las estrellas! ¡Alcanzad el misterio!

¡Qué escándalo de luz en las pizarras!


¡Qué festín en las panoplias!

Los choclos, dulce milagro, ríen, alzan enaguas; el amor no se detiene, las
Monedas brillan, tu boca me maldice y me ama.
Una ruta hacia el Vino.
Todo es tapiz de promesas y algo más que el viento, algo más que la lluvia.

Un júbilo de espejos preside la mañana.


Vienen los magos, dejan caer un astro en la hierba.
28

Se van después, pero queda de todo un silencio que vuelve,


Una raíz, en fin, pájaros ciegos, peces
Que casi alados cruzan la cerradura de las llaves.

Y ahí estás tú, tu vestido multicolor, lleno de frescas naranjas, tu risa


Aldeana, hija del espacio que adviene.

Esto es el canto nupcial, casi solemne, del pan recién inaugurado por los
Albos manteles. (Entonces los emigrantes sueñan otras banderas).
¡Oh, copos de las migas!¡Oh, vaivén de cáscaras!
¡Oh, música de la sal, esperanza del agua!
Y cálices. Pureza; batir de palmas a la siesta.
Mas ahora clamor de este friso.
Ya paisaje libre a pleno y vasto cielo puro en dedales de nubes.
Sobre la mesa una cafetera de plata ( en su brillo el que tintinea) una
Bandeja con panecillos frescos, queso a la espera del vino rojo, que llama
Con su lengua victoriosa. No se sabe si son los ángeles del vino quienes
Cantan un réquiem.
¡Oh, cristalería de alas de gallo!
¡Oh, Padre Nuestro de la cebolla y el tomate!

Ven, juglaresa del verano repartido en dones de ternura rápida, de aceite


En vuelo, de navíos.
Ahora estás aquí, mediodía que se proclama.
Hay cañas que suben a irse.
El trigo llamea en los rincones.
¡Qué parloteo de gallos sobre la fuente del alba!
¡Qué fuga de rubíes (gotas de sangre) sobre las alfombras de piel de tigre!
Y el dado del agua en vuelta.

Pavana del gallo y el arlequín

Vengan a ver el gallo de oro


El gallo azul que vuela en los andenes
Y desde el corredor se va al granero
Vean sus alas de zinc, sus alas de alambre que el sol las cristaliza
Al mediodía cuando se dora el fruto salpicado de sangre
Que venga el arlequín de mi pavana
A jugar con el gallo sobre el trigo
Mientras el cielo cae en los tejados
Vengan a ver este ballet sin nombre
Pero en sagrados ritos inspirado.

Ahora que la tarde es un ciervo que sangra en el costado


Venga la aúrea llama de la rosa
29

A decorar la fuente veneciana


Venga el gallo a ese círculo con el sol en sus plumas.
Arlequín estrellado con el gallo en sus manos
El gallo ebrio de luz en el azul de las esferas
Y el arlequín a medio filo con un laúd antiguo entre sus brazos
Los dos bailan un paso de danza en la floresta
Vengan todos a verlos en esa bella instancia
La pavana y el coro del arlequín y el gallo
E
El gallo azul da vueltas la rueda del molino
El gallo azul derriba las doradas colmenas
El gallo azul se sube a las torres del cielo
Y su cola dibuja un tapiz en la noria
Y sus plumas se escapan en busca de una estrella
La estrella le habla al gallo y le dice que bueno
Estrella de papel que decora las ventanas del alba
El arlequín de paja vuela sobre la hierba ardiente
El arlequín de paja con su traje de terciopelo verde
El arlequín de paja hablándole a mi gallo de ranas y palomas
Venga el niño de hojotas con su volantín de papel transparente y el organillero
Con su música y el loro de la suerte.
Venga el abuelo con su pena vieja y su guitarra de nácar y su jarra de vino asoleado.
¡Venid, venid al alba cuando el gallo azul canta!
¡Venid, venid al alba antes que el arlequín de paja
termine su pavana!

Carlos de Rokha. Hijo de Pablo y Winétt de Rokha, nació en santiago en 1920 y murió a temprana edad, en 1962,
víctima de un ataque cardiaco.

A pesar de constituir una de las figuras relevantes de la poesía post vanguardista su obra, limitada por lo exiguo de
las ediciones, no se ha difundido como se podría esperar.

Carlos de Rokha publicó cuatro libros: Cántico profético al primer mundo (1944), El orden visible (1956),
Memorial y Llaves ( 1949-1961 ) y Pavana del gallo y el arlequín (1967). Obtuvo los premios Municipales
Gabriela Mistral de los años 1961 y 1962.
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