Juan El Bautista 1
Juan El Bautista 1
Juan El Bautista 1
De adulto, Juan vivió una vida difícil en la zona montañosa de Judea, entre
la ciudad de Jerusalén y el mar muerto. Vestía ropa de pelos de camello
con un cinto de cuero alrededor de su cintura, lo cual era la vestimenta
típica de un profeta. Su dieta era simple, langostas y miel silvestre (Mateo
3:4). Juan vivió una vida sencilla ya que se enfocaba en la obra del reino
que tenía por delante.
El ministerio de Juan el Bautista creció en popularidad tal como se registra
en Mateo 3:5-6: "La gente salió a él de Jerusalén y toda Judea y toda la
región del Jordán. Confesando sus pecados, eran bautizados por él en el
Río Jordán. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de
alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando
sus pecados". Para ser bautizado por Juan había que reconocer su pecado
y arrepentirse, que por supuesto fue una buena manera de estar
preparados para la venida del Salvador. El arrepentimiento asociado con el
bautismo de Juan, también mantuvo a los fariseos alejados del agua, ya
que no se veían a sí mismos como pecadores. Para los fariseos, las
palabras de Juan eran muy duras llamándolos "generación de víboras" y
advirtiéndoles que no confiaran en su linaje judío para la salvación, sino
que se arrepintieran e hicieran "frutos dignos de arrepentimiento". Las
personas de ese día sencillamente no trataban a los líderes, religiosos o de
otra índole, de esa manera por el temor al castigo. Sin embargo, la fe de
Juan hizo que fuera una persona valiente a pesar de la oposición.
La opinión general de Juan el Bautista era que él fue un profeta de Dios
(Mateo 14:5), y muchas personas pudieron haber pensado que él era el
mesías. Esta no era su intención, ya que él tenía una visión clara de cuál
era su llamado. En Juan 3:28 Juan dice, "Vosotros mismos me sois testigos
de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él". Juan
advirtió a sus discípulos que lo que habían visto y oído de él era sólo el
comienzo del milagro que iba a venir en la forma de Jesucristo. Juan era
simplemente un mensajero enviado por Dios para proclamar la verdad. Su
mensaje era simple y directo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado". Él sabía que, una vez que Jesús apareciera en escena, la
obra de Juan terminaría. Él voluntariamente cedió a Jesús el
protagonismo, diciendo: "Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe" (Juan 3:30).