Oikon. Suku Felipe Carrillo Puerto

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SUKU’UN FELIPE

8 agosto, 2021 por VERÓNICA OIKIÓN SOLANO


Este nuevo libro de Armando Bartra vuelve la mirada hacia la figura de
Felipe Carrillo Puerto, quien ha sido valorado en distintos momentos, ya
sea por la literatura testimonial de actores cercanos que le conocieron, o,
por la historiografía académica, que pone énfasis en el imaginario
socializante de su gobierno. Carrillo Puerto es, en esencia, uno de los
héroes epónimos del Yucatán posrevolucionario, como parte de una
epopeya colectiva que se reivindica de izquierda.

La estructura de la obra cuenta con seis apartados o capítulos, divididos a


su vez por distintos subapartados. El I se denomina “Con Zapata en
Morelos, 1913-1915”; el II “Primeros Pasos, 1878-1913”; el III lleva por título
“Reformismo norteño, 1915-1918”; “Un nuevo rumbo, 1918-1922” es la
denominación para el IV capítulo; el V fue titulado “Gobernar con el pueblo,
1922-1923”, y es el bloque que se extiende con un mayor número de
secciones. El último capítulo es el VI bajo el rótulo de “El fin del principio,
1923-1924”. Al inicio de su libro, Bartra coloca una “Advertencia” para el
eventual lector. Y al final de la obra aparecen los “Agradecimientos” y
“Bibliografía”. No hay un epílogo o cierre formal de la obra con una
reflexión o conclusión.

En principio, quiero detenerme en la “Advertencia”, porque en sus páginas


el autor define los propósitos de su estudio que subvierte los cánones de
la tradicional historiografía académica y rompe de distintas maneras con
los límites entre la disciplina histórica y la imaginación y la invención
históricas. No censuro ni condeno esta forma de abordar un proceso
histórico; al contrario, realmente me parece que Bartra se adentra por un
camino insólito que le permite afrontar con soltura y erudición esas aguas
tumultuosas que evaden una historia encorsetada para aventurarse en la
“búsqueda de la verosimilitud” mediante la construcción de rutas no
convencionales en la historiografía. Su tarea como historiador, nos dice, se
ha permitido “ciertas licencias historiográficas que sin embargo falsean la
verdad histórica” (cursivas mías). Aquí me detengo y llamo la atención de
que lamentablemente no se cuidó con acierto la edición y al leer estas
líneas las y los lectores nos sorprendemos de tal afirmación. Con
seguridad, el autor escribió acerca de su obra: “se permite ciertas licencias
historiográficas que sin embargo no falsean la verdad histórica”. Como
efectivamente comprobamos al leer y revisar la obra en conjunto. Es de
esperarse, entonces, que subsiguientes ediciones corrijan este error
tipográfico.
Esta forma de hacer historia a la que se ha adscrito el autor, se mueve con
gran originalidad en las líneas fronterizas entre historia y ficción, entre
historia e invención, que es a la vez creación-imaginación; pero no en
detrimento de la obra misma. Al contrario, la intersección creada por
Bartra, permite que la narración gane en fluidez, dinamismo y exaltación,
retrotrayendo el pasado al presente muy vivamente, y construyendo una
historia con personajes de carne y hueso:

Los personajes existieron, los acontecimientos relevantes se cuentan tal


como ocurrieron y los documentos citados son fidedignos. Los diálogos y
algunos eventos circunstanciales, en cambio, siendo posibles, no son
verificables; unos porque los testigos los reconstruyeron años después
según los recordaban, otros porque los imaginé yo apoyándome en lo que
sé de los participantes y las circunstancias (página 11).

Estos riesgos historiográficos elaborados por el autor también


alcanzan la manera en que él mismo decidió no utilizar un aparato crítico
y notas a pie de página que, a su decir, empantanaban su propia narración.
De manera explícita, acepta que su obra no sea citada como fuente de
consulta. De hecho, Bartra apela al disenso propuesto por Jacques Le Goff:
“La erudición es un andamio que el artista, el historiador, deberá retirar
una vez que haya concluido su obra”,[1]desarmando con ello una de las
grandes premisas fundantes del quehacer histórico. Es decir, ante todo, y
de forma imperativa, la obligación de citar paso a paso en la
reconstrucción histórica las fuentes de las que se abreva
tradicionalmente; pues si no se realiza así se corre el riesgo de ser acusado
de no seguir la norma o, lo que es peor, de cometer un plagio
descaradamente.
Bartra, incluso, va más allá en su propuesta de una historia sin ataduras:

Y como este libro habla de cosas que ocurrieron, pero no pretende tener
valor documental, me tomé incluso la libertad de modificar no el sentido,
pero sí la redacción de algunos de los textos que reproduzco, pues de la
manera en que estaban escritos eran de incómoda lectura. Si alguien
quisiera citar algo de esta narración histórica, le sugiero que no lo haga y que
mejor acuda a la bibliografía. Ahí está la fuente (cursivas mías, página 13).
Tal vez esta forma de narración sui generis emprendida por Bartra cause
resquemor en una corriente muy conservadora y tradicional de la
disciplina histórica, pero no debemos cerrarnos como oficiantes de la
Historia a nuevos modelos de interpretación y de escenificación de los
hechos históricos. En el caso que nos ocupa, Suku’un Felipe logra la
dimensión que le impuso el autor; tanto por la atmósfera de suspenso que
evoca, como porque al abrir sus páginas se crea una ambientación
histórica, como si se desplegara un lienzo cinematográfico, en donde
confluyen, se agolpan y contienden múltiples actores. Sobre todo, el
pueblo maya, quien le impuso a Carrillo Puerto el sobrenombre de suku’un,
“amigo”.
Este “relato biográfico”, como ha denominado Bartra a su obra, es, en toda
forma, una aventurada propuesta para darle mayor impulso al llamado
giro biográfico, pues amplifica con versatilidad el espectro heurístico del
campo biográfico. Los ejes analíticos en los que se mueve el giro biográfico
creativo descansan no sólo en la construcción de una sola figura en
solitario. El acento innovador –como es el caso de Suku’un Felipe– implicó
para el autor compenetrarse en la vida de Carrillo Puerto, para realzar sus
méritos, sus obras y su trayectoria, engarzada a y haciéndola parte de su
comunidad y colectividad, al construir señaladamente sus redes de apoyo
y sociabilidades políticas ante los grandes desafíos de su tiempo. Esta
sugestiva biografía muestra también cómo el gobernador yucateco
enfatizó, a partir de su reconocimiento de la lucha de clases, su
interpelación (y sus esfuerzos de transformación) del viejo orden
dominante capitalista burgués de muy diversas maneras, para reivindicar
los derechos civiles, sociales y políticos del pueblo maya. El término de su
asediado gobierno y el final atroz cometido contra Carrillo Puerto, nos
hablan precisamente de cómo reaccionaron los intereses oligárquicos
ante un modelo de sociedad más igualitario en medio de la falaz coyuntura
de la rebelión delahuertista.
Por otra parte, mi crítica se endereza en poder escudriñar todavía más de
cerca algunos recovecos sociopolíticos que han quedado obliterados en la
narración.

Me refiero específicamente a algunas relaciones personales que no fueron


subrayadas por el autor, y que en su momento fueron propiciadas por sus
afinidades ideológicas, afianzando una forma de proyectar las políticas
socializantes en la educación. Tal fue el caso de la relación de camaradas
con María del Refugio García Martínez, (conocida como Cuca García) –
michoacana, comunista y feminista- enviada en mayo de 1923 por José
Vasconcelos –flamante primer secretario de Educación Pública- como jefa
de la misión pedagógica para tomar ejemplo de la educación racionalista
establecida por Carrillo Puerto al frente de la gubernatura en Yucatán. La
misma Cuca García, durante su estadía en aquella entidad, fue alentada
por el gobernador para poner por escrito las ideas de redención social que
compartían ambos.[2]
De hecho, Carrillo Puerto y Cuca García se conocían desde los primeros
años fundacionales del Partido Comunista Mexicano (PCM, 1919), cuando
otra activa comunista, Elena Torres, relacionó al dirigente comunista José
Allen con Carrillo Puerto y con el connotado general michoacano Francisco
J. Múgica. Además, Cuca García mantuvo durante varios años una
entrañable amistad con Elvia, “la monja roja del Mayab”, como se le
conocía a la hermana de Carrillo Puerto, y con quien coincidiría en
distintas batallas mediante sus ideas de avanzada social y de liberación
para la mujer.[3]
Por último, me gustaría insistir en que una nueva edición podría subsanar
algunas erratas que pueden deberse a cierto apresuramiento en la
publicación de la obra. Encontré, por ejemplo, que en la bibliografía se
cambió erróneamente el nombre de la historiadora Gabriela Cano, a quien
se le menciona como “Graciela” Cano. Otro detalle más, es que
inexplicablemente no veo citada en la bibliografía la compilación epistolar
entre Carrillo Puerto y Alma Reed publicada en 2011 por Michael K.
Schuessler y Amparo Gómez Tepexicuapan en la edición de Conaculta. Por
todo el contexto, con toda seguridad esta correspondencia sí fue revisada
por Bartra.

Si se considera una nueva edición, mi sugerencia va en el sentido de que


se incluya un índice onomástico, que hace mucha falta para ubicar a
numerosos personajes –mujeres y hombres- que se mencionan en esta
biografía tan sugerente y peculiar al mismo tiempo.

Esta obra, de la pluma erudita de Armando Bartra, rompe lanzas contra la


historia rígida, y a la vez impulsa la necesidad de conocer de viva voz a
quienes –como fue el caso de Felipe Carrillo Puerto- formaron parte de una
generación que estaba convencida que México requería de una revolución
de las conciencias, una revolución socialista, incluyente y creativa.
Armando Bartra, Suku’un Felipe. Felipe Carrillo Puerto y la revolución maya
de Yucatán, México, Fondo de Cultura Económica, 2020, 293 p., (Sección de
Obras de Historia). ISBN: 978-607-16-7008-3

[1] Jacques Le Goff, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?,


México, Fondo de Cultura Económica, 2019.
[2] En la revista Tierra, el magazine del sureste, órgano de la Liga Central de

Resistencia de Yucatán, 1923, se encuentran los artículos de la pluma de


Cuca García: “La tierra es de los que la cultivan”, “El Sembrador”, “¡Madre
Tierra!”, “Por ellos habla la raza”, y “Los mediocres”.
[3] Elvia Carrillo Puerto, “salvando obstáculos y venciendo prejuicios
ancestrales”, reunía a las mujeres trabajadoras de la ciudad de Mérida con
la mira de su emancipación mediante ciclos de conferencias, dotación de
libros e invitación a la lectura en las bibliotecas, la instalación de una
escuela para obreras así como la publicación de la revista Feminismo.
Véase Verónica Oikión Solano, Cuca García (1889-1973), por las causas de las
mujeres y la revolución, prólogo de Mary Kay Vaughan, Zamora, El Colegio
de Michoacán y El Colegio de San Luis, 2018. Especialmente, los capítulos
“Conectando con la revolución mundial” y “Trazando el surco socialista por
medio de la educación”.

REFERENCIA
http://revistamemoria.mx/?p=3357

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