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Educación y conocimiento: las dos agendas y sus desafíos∗


José Joaquín Brunnerβ

Tabla de contenido
I. Agenda siglo XX....................................................................................................................2
Una historia conocida ..................................................................................................................... 2
La sistematización de la educación ............................................................................................ 3
Recién en la segunda mitad del siglo ......................................................................................... 5
Metas incumplidas ........................................................................................................................... 6
EDUCACIÓN PREPRIMARIA .............................................................................................................................. 7
CALIDAD DE LOS LOGROS DEL APRENDIZAJE ................................................................................................. 8
INEQUIDAD EN LA CONCLUSIÓN DE LOS CICLOS EDUCACIONALES .............................................................. 8
Rezagos en los propósitos.............................................................................................................. 9
EL DÉBIL VÉRTICE DE LOS SISTEMAS ............................................................................................................. 9
SEGREGACIÓN DE LOS HEREDEROS ..............................................................................................................10
CONFORMACIÓN DE UNA SEMI-PROFESIÓN DOCENTE ...............................................................................10
DIAGNÓSTICO TEMPRANO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR ...........................................................................11
II. Agenda siglo XXI ............................................................................................................. 12
Fin de un ciclo ..................................................................................................................................12
Cambio de paradigma...................................................................................................................13
Políticas ECTP ..................................................................................................................................14
III. Cuestiones varias .......................................................................................................... 16
Por qué ECTP no se tradujo al idioma de la acción..............................................................16
¿Acaso una tercera vía?................................................................................................................17
Competencias claves y el ideal de ciudadanía.......................................................................18
Integración y pertenencia: ¿cómo llenar el vacío de dios?................................................20
Integración social práctica .........................................................................................................24
IV. Prioridades para la acción ......................................................................................... 28
Fallas y remedios conocidos........................................................................................................28
Cinco pilares.....................................................................................................................................29
Bibliografía ............................................................................................................................ 32
Tablas y Gráficos.................................................................................................................. 35


Trabajo preparado con el apoyo del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de
Barcelona (CIDOB) para el Seminario Agenda de Desarrollo Iberoamericana que se celebrará en
Barcelona los días 5 y 6 de noviembre de 2010. Contó asimismo con el patrocinio del Programa
(SOC01) de Políticas de Educación Superior apoyado por la Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica de Chile. La responsabilidad sobre este paper es del autor exclusivamente y
las opiniones en él contenidas no comprometen a las instituciones mencionadas.
β
Director del Centro de Políticas Comparadas de Educación (CPCE) de la Universidad Diego
Portales en Santiago de Chile.
2

Hace una década sugerí que “la educación latinoamericana enfrenta dos desafíos
de enorme magnitud. Por un lado, debe cumplir las ‘asignaturas pendientes’ del
siglo XX, tales como universalizar la cobertura preescolar, básica y media;
incorporar las poblaciones indígenas al sistema escolar; mejorar la calidad y
resultados de la enseñanza de las competencias básicas, particularmente entre los
sectores más pobres de la población infantil, juvenil y adulta; modernizar la
educación técnica de nivel medio y superior; masificar la enseñanza de nivel
terciario” . Al mismo tiempo, por otra lado, debía “dar el salto hacia el siglo XXI y
emprender las ‘nuevas tareas’ de las cuales dependen el crecimiento económico, la
equidad social y la integración cultural, adaptando para ello sus estructuras,
procesos y resultados y las políticas educacionales, a las transformaciones que—
por efecto de la globalización—experimentan los contextos de información,
conocimiento, laboral, tecnológico y de significados culturales en que se
desenvuelven los procesos de enseñanza y aprendizaje” (Brunner, 2000:82) .
Hoy esta formulación aparece validada por los antecedentes aportados por la
investigación educacional y por la reflexión sobre las perspectivas que ofrece el
presente siglo. Recientemente ha sido retomada en el documento 2021 Metas
Educativas. La Educación que Queremos para la Generación de los Bicentenarios
(OEI, 2010:23), el cual se pregunta cómo podrían enfrentarse ambos desafíos con
ciertas garantías de alcanzar éxito. La respuesta es asertoria: “No parece posible
que si se mantiene un ritmo de progreso de la educación y unos modelos de
reforma similares a las vividas en las últimas décadas, pueda lograrse un salto
cualitativo que sitúe a la educación de la región […] entre aquellas capaces de
lograr una educación de calidad para todos sus alumnos. Hacen falta diferentes
aproximaciones a los desfases existentes, nuevos actores e instituciones, y
estrategias renovadas sobre el cambio educativo que permitan avanzar en el logro
de ambas agendas de forma integrada e innovadora” (OEI, 2010:24).
Ya adentrados en el siglo XXI, en este texto nos proponemos profundizar sobre las
dos agendas y sus desafíos, con el fin de aportar elementos de interpretación y
evaluación de la trayectoria y estado actual de la educación en la región, por un
parte y, por la otra, de contribuir al debate sobre las reformas necesarias de cara al
futuro.
I. Agenda siglo XX

Una historia conocida


A partir del momento republicano de hace dos siglos, la historia educacional
latinoamericana se ha desenvuelto por cauces bien conocidos. Transcurridos los
primeros cien años de vida independiente, “las naciones de América Latina diferían
de la mayoría de las naciones de Europa y de los Estados Unidos en cuanto al nivel
educacional relativamente bajo de sus poblaciones y, especialmente, a las
profundas divisiones que separaban a las elites de los grupos marginados”
(Reimers, 2006:5539-55)1. Tómese el ejemplo de Chile. Alrededor del Centenario,
escribe el educador Darío Salas en 1917, “continúa aun sumergida en la ignorancia
(el analfabetismo, n. del a.) un 48% de la población mayor de cinco años. De los
ochocientos mil niños de edad escolar que existen en el país, más de la mitad—un

1 En este caso, la numeración corresponde a las ‘localizaciones’ del libro en la edición de Kindle.
3

62,5% según el Censo de 1907—[…] crece sin recibir instrucción alguna, vegeta en
ocupaciones sin futuro, se agosta en la miseria material y se pudre en la peor de las
miserias, en la miseria moral” (Salas, 1967:36). A lo anterior se sumaba el hecho
que de cada 100 alumnos inscritos en primer grado, solo un 25% se mantenía en
el grado tercero y al sexto grado llegaba un 2% (Salas, 1967:109).
Otro gran problema que aquejaba a la educación de las repúblicas
latinoamericanas al tiempo que celebraban el Centenario era el del acceso
desigual a la enseñanza elemental por circunstancias de clase social, etnia y
género. En efecto, como señala Reimers (2006:5707-13), la gradual expansión de
las oportunidades educacionales a nivel primario se veía contrarrestada por “un
proceso creciente de segmentación social de las instituciones educacionales. […]
Esta segregación social ocurría a través de los patrones de segregación residencial,
prácticas institucionales de discriminación social en colegios públicos, y la huída
de los grupos privilegiados hacia centros privados. La aguda segregación social dio
un duro golpe a la visión de una` escuela común’ promovida por los fundadores de
los sistemas de educación pública, primero al expandir instituciones divididas y no
comunes y, segundo, al permitir el desenvolvimiento de anillos desiguales en estas
escuelas separadas”. En el caso de Chile, como apunta Rojas (2010:237), la
educación fiscal reconoció a partir de 1880 la existencia de dos subsistemas social
y escolarmente segmentados: uno centrado en los liceos y sus cursos
preparatorios, que favorecía a los niños de las clases acomodadas y de sectores
medios emergentes, y otro vinculado a las escuelas primarias, cuyo público-
objetivo eran las clases populares.
Por último, existía la cuestión de la debilidad de las instituciones y estudios
superiores. De hecho, la universidad latinoamericana de comienzos del siglo XX
aparecía al decir de Ribeiro (1971:70) como una institución patricia incrustada en
la matriz napoleónica, es decir, una institución “que preparaba a los hijos de los
hacendados, de los comerciantes y de los funcionarios para el ejercicio de papeles
ennoblecedores o el desempeño de cargos político-burocráticos, de regulación y
mantenimiento del orden social o de las funciones altamente prestigiadas de
profesionales liberales, puestos al servicio de la clase dominante”.2 O bien, según
observa Schwartzman (1996:25), “las sociedades latinoamericanas siempre
fueron muy estratificadas, y sus instituciones de educación superior eran
probablemente adecuadas, hasta inicios de este siglo [XX], para dar a sus élites la
cantidad limitada de educación formal que ellas deseaban”.
La sistematización de la educación
La Agenda del Siglo XX se hizo cargo, básicamente, de abordar estos problemas, a
partir de la herencia y con la institucionalidad, capacidades humanas e
instrumentos legadas del siglo anterior. Efectivamente, durante los primeros cien
años de desarrollo , hasta culminar en las décadas iniciales del siglo XX, se
despliega en los países de la región su esfuerzo de concentración, centralización y
sistematización de la educación bajo el impulso de los estados nacionales. Es decir,

2 Considérese que en Chile la matrícula universitaria correspondía a 1.106 alumnos el año 1900,
ofrecida por las Universidades de Chile (88,5%) y la Universidad católica (11,5%). Mientras esta
última solo impartía la carrera de leyes, la Universidad de Chile ofrecía carreras en las áreas de
leyes, pedagogía, medicina, matemáticas, dentística, farmacia y arquitectura (Labarca, 1939:217).
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se lleva a cabo el establecimiento de sistemas nacionales de educación, capaces de


incluir un número creciente de niños y jóvenes en procesos de escolarización cada
vez más estandarizados y prolongados.
Siguiendo la línea de análisis macro-sociológico de Archer (1979) para la
conformación de los sistemas de educación de varios países europeos (Francia,
Dinamarca, Inglaterra, Rusia) puede observarse también en América Latina unos
procesos que primero llevan a los grupos contendientes—aspirante a ocupar las
palancas del estado; de orientación política liberal (bajo diversos nombres) e
inspiración laica, positivista o utilitarista; de origen mesocrático o desprendidos
del ala más secularizada de los grupos aristocráticos—a disputar con éxito el
control sobre la provisión educacional a la Iglesia Católica y los sectores
oligárquico-conservadores y, enseguida, ya bien a sustituirlos en este control o a
restringir y subordinar su campo de acción.
Como sea, lo que ocurre en América Latina a lo largo del siglo XIX y durante la
primera parte del siglo XX es, al igual como antes había sucedido en los países
estudiados por Archer, “no solo la integración de la educación a la política, sino la
emergencia de una educación nacional-estatal” (Archer, 1984:62). Los grupos
contendientes imponen pues su control sobre la educación no mediante la
movilización de recursos propios, que no poseen, sino a través del uso del poder
político, del aparato burocrático del estado y de los recursos fiscales. “La capacidad
de definir la enseñanza queda directamente vinculada a la posición política y, lo
que es una novedad, puede perderse con el cambio de la fortuna política de un
grupo” (Archer,1984:63).
Si bien en algunos países el control estatal sustituye de manera completa el
anterior monopolio eclesiástico sobre la provisión educacional (Uruguay), en
otros, en cambio, como ocurre en Chile, el estado solo logra restringir el campo de
actuación de la iglesia católica y los grupos contendientes deben establecer un
acuerdo con los incumbentes, dando paso a un régimen de provisión mixta de
educación donde el estado, incluso, financia una parte de la educación de
propiedad y gestión privada (Brunner, 2010).
En breve, a lo largo de estos procesos la educación es sistematizada y se
institucionaliza como un instrumento que coadyuva a la formación del estado
nación—mediante sus propios y específicos dispositivos de socialización,
instrucción y disciplinamiento de las generaciones jóvenes—al mismo tiempo que
aquel emplea a la educación para integrar, ordenar y reproducir a la sociedad civil
y sus jerarquías.
Por ejemplo, al despuntar el siglo XX, en la Argentina la educación era dirigida
desde un Consejo Nacional de Educación que pronto impulsaría la obligatoriedad y
la gratuidad de la educación primaria, el desarrollo del magisterio nacional, la
educación de la mujer, la higiene infantil, la construcción de locales escolares, la
eliminación de los castigos corporales y la formulación de programas curriculares
y métodos pedagógicos (Solari, 1980:185). También en Chile las dos primeras
décadas del nuevo siglo están dedicadas al debate sobre la obligatoriedad de la
enseñanza. Liberales y conservadores chocan en torno al principio mismo de la
obligatoriedad versus la libertad de elegir de las familias; los contenidos de una
educación compulsiva (laicos o religiosos; humanísticos o prácticos); el carácter
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social de la ampliación de oportunidades educativas (democrático o segregado), y


el control sobre el proceso de unificación de la enseñanza elemental (si en manos
del estado o de los particulares) (Rojas, 2010:243). Y así ocurre también en el
resto de Latinoamérica, con las múltiples diferencias temporales y de detalle
debidas a la variedad de contextos históricos y a las distintas trayectorias de
formación de los estados nacionales. Por ejemplo, de Uruguay se ha dicho que a
comienzos de 1900 el país tenía ya un sistema educativo amplio y abierto a todos
los niveles para satisfacer la integración del aluvión de inmigrantes que recibía
(Torres Wilson, 1994). En Paraguay, a finales del siglo XIX, en la sección que
comprendía las zonas de Paraguarí, Misiones, Encarnación y Caazapá, donde había
27 escuelas y una matrícula de 1.636 niños y 806 niñas, solo un 35% y un 21% de
los niños podía leer y escribir, respectivamente. Entre las niñas las cifras
correspondientes eran 26% y 13%. En el mes de julio de 1909, las cámaras
legislativas aprueban una ley de educación obligatoria, promulgada el mismo mes
por el presidente González Navero (Florentin, 2009:89 y 124) En Bolivia, los nivele
de analfabetismo eran superiores al 80% a comienzos de 1900. Según el censo de
ese año, había 677 estudiantes universitarios y, en total, menos del 2% de la
población menor de 25 años recibía instrucción (Mesa y Gisbert, 2000:520).

Recién en la segunda mitad del siglo


Al iniciarse el siglo XX, los avances reales de la educación latinoamericana —más
allá de la retórica educacional a veces encendidas de las elites progresistas de la
época—eran escasos. Recién a mediados del pasado siglo, y como producto de la
expansión impulsada por los estados—el estado docente—los sistemas nacionales
se habían consolidado relativamente y ofrecían ahora una mayor cantidad de
oportunidades de participación en la enseñanza primaria de varios países, según
puede observarse en la Tabla 1. Con todo, sólo Argentina y Uruguay habían logrado
transformar la obligatoriedad en universalización de este nivel (esto es, los
inscritos en el correspondiente nivel representan el 90% o más de la cohorte de
edad respectiva); tres países—Chile, Paraguay y Perú—logran una tasa de alredor
de 75%; Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, México, Perú, Paraguay y
Venezuela oscilan entre un 66% y u 50%, y los demás países se sitúan por debajo
de esta última cifra (Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras y Nicaragua). A
su turno, como indica la misma Tabla, las tasas de participación en la educación
secundaria y terciaria eran todavía bajísimas, situándose aquellas en torno a un
5,4% y éstas en torno a 1,8% en promedio, respectivamente. El analfabetismo
alcanzaba en la región a alrededor de un 42% y el capital humano era de apenas
2,8 años en promedio.
<Tabla 1>3
A partir de ese momento y hasta finalizar cronológicamente el siglo XX—que,
según veremos más adelante, no coincide exactamente con el fin de la Agenda de
dicho período—la expansión de la matrícula continúa sostenidamente en todos los
niveles, pudiendo observarse (Tabla 2) que el año 2000 la mayoría de los países de
la región habían universalizado el nivel primario, incluso medido por la tasa neta
de participación. A la fecha, se hallaban claramente por detrás de esta meta, con

3 Las tablas y gráficos se encuentran al final del documento.


6

distintos grados de avance, solamente Ecuador, Guatemala y Nicaragua. En el nivel


secundario dos países—Argentina y Uruguay—han universalizado la cobertura;
Bolivia, Chile, Cuba, México y Perú exhiben una tasa de 75% o más; y solo
Guatemala y Honduras se sitúan por debajo de 50%. Asimismo, para el año 2000,
todos los países de la región con información disponible habían alcanzado o
superado el umbral donde se estima convencionalmente se inicia la masificación
de este nivel (15%) y varios superaban por más de dos veces dicha tasa: Argentina,
Chile, Bolivia, Uruguay y Panamá. La tasa promedio de analfabetismo había
disminuido al 12% y el capital humano en la población mayor de 15 años había
aumentado a 8,1 años promedio de escolarización.
<Tabla 2>
Un balance de la contribución de los sistemas educacionales durante la segunda
mitad del siglo XX puede se obtienen al revisar la distribución de la población de
15 años y más según el nivel de formación más alto alcanzado (Gráfico 1). Dos
cosas llaman la atención. Primero, el porcentaje todavía bajo de personas con
educación secundaria completa o superior (algo más de un tercio), que se supone
es el principal motor de economías que procuran utilizar intensivamente el
conocimiento. Segundo, la alta proporción de personas con ciclos educacionales no
completados (casi la mitad), que revela la escasa eficiencia interna de los sistemas
en términos de tasas de graduación.
<Gráfico 1>
A su turno, el Gráfico 2 muestra un significativo aumento del capital humano de la
fuerza de trabajo regional (población de 25 años y más) entre 1950 y 2000. Según
puede observarse allí, en promedio hombres y mujeres incrementaron su capital
humano en alrededor de 5 años promedio, a razón de un año por década,
cerrándose además casi completamente la brecha de género durante este período.
Cabe observar que el mundo en desarrollo (122 países) progresó a un ritmo
similar al de América Latina en este indicador, que los hombres de Asia del este y
el Pacífico lo hicieron más rápido y que, en ambos sexos, Europa y Asia Central
llevan una ventaja de casi dos décadas sobre Latinoamérica (Barro y Lee, 2010:34-
35).
En suma, los cambios producidos por la educación en las sociedades de la región
durante la segunda mitad del siglo XX son sin duda significativos, a pesar de las
limitaciones que acabamos de ver. Pero también lo son los rezagos en el
cumplimiento de las metas y propósitos de la Agenda del siglo XX, como pasamos a
revisar brevemente a continuación.

Metas incumplidas
En lo básico, y más allá de las asignaturas pendientes en cuanto a cobertura de
acceso y participación en los niveles básico y medio, hay tres frentes de
incumplimiento que es necesario tener en cuenta para un adecuado enfoque de la
Agenda del siglo XXI. Tienen que ver, respectivamente, con la educación temprana
o preprimaria de niñas y niños; con la calidad de los procesos de aprendizajes, y
con la equidad social de los resultados.
7

EDUCACIÓN PREPRIMARIA
Ha dicho el premio Nóbel de economía, J. Heckman (2008:38) que “el capital
humano adulto (y el consecuente éxito en la vida) se define durante los primeros
años de un individuo”. Por ejemplo, se inicia un explosivo crecimiento del
vocabulario de los niños y niñas alrededor de los 15-18 meses que continúa hasta
los años del preescolar. A los tres años, señala un texto, un niño puede ser ya un
usuario competente, a condición de que se desarrolle en un medio ambiente donde
se utiliza activamente el lenguaje (Bransford et al, 2002:95). En Chile, diversos
estudios realizados entre niños en edad preescolar de nivel socio-económico bajo
muestran significativos rezagos cognitivos y prevalencia de dificultades de
lenguaje. Por ejemplo, el estudio de mayor envergadura realizado a fines de los
años 90 reporta que “entre el 36 y el 49 por ciento de los casos [incluidos en el
universo muestral] presenta un desarrollo cognitivo deficitario (1 o más
desviación estándar (DS) bajo el promedio esperado para la edad). […] Esta
situación es aún peor en la población rural: entre los niños rurales de 4 años que
no participan en un programa [parvulario], casi un 60 por ciento presenta un
desarrollo cognitivo deficitario, versus un 45 por ciento aproximadamente de sus
pares urbanos de la misma edad” (Ministerio de Educación de Chile, 1998:28). Por
su lado, un estudio de seguimiento de alumnos de escuelas municipales durante los
tres primeros años de la educación primaria, constata que “los niños del subgrupo
que no lograron identificar el primer fonema de las palabras, segmentar
pseudopalabras, encontrar analogías verbales, reconocer nombres escritos o
identificar el nombre de las letras, cuando entraron al primer año, fueron los
lectores más deficientes durante todo el período” Bravo Valdivieso et al., 2004). Es
decir, hasta 3er año escolar el rendimiento lector aparece parcialmente
predeterminado por los procesos de socialización familiar. Y esas diferencias se
mantienen y tienden a ensancharse después, pues según previene gráficamente J. J.
Rousseau (2000:303): “no sólo la educación pone diferencias entre los espíritus
cultivados y los que no lo están, sino que aumenta la que se encuentra entre los
primeros en proporción a la cultura; porque si un gigante y un enano caminan por
la misma ruta, cada paso que uno y otro den dará nueva ventaja al gigante”.
En estas circunstancias, y considerando que América Latina es una región donde
las desigualdades del hogar generadas por factores de ingreso, residencia,
educación de los padres y etnia se manifiestan con particular crudeza, iniciar
tempranamente la educación formal de los niños con el objeto de estimular su
desarrollo cognitivo y socioemocional y compensar las desventajas del ‘efecto
cuna’, es una necesidad prioritaria y tiene un enorme impacto social. A pesar de
esto, los países de la región solo comenzaron tardíamente en el siglo XX a crear una
red de atención para niños entre 3 o 4 y 5 años de edad, esto es, antes de ingresar
al ciclo de K y pre-K y de cursar la enseñanza obligatoria. El resultado, como
muestra la Tabla 3, es que el año 1999 un porcentaje cercano a la mitad de los
niños de este grupo de edad, y pesar del esfuerzo desplegado por los estados, no
recibía atención y cuidado en un jardín o centro infantil. La información disponible
para diversos países separadamente indica que los grupos con menor atención
son, precisamente, lo que tienen mayor necesidad de compensar el ‘efecto cuna’.
<Tabla 3>
8

CALIDAD DE LOS LOGROS DEL APRENDIZAJE


Como ya se anticipó más arriba, América Latina ha incrementado
significativamente la provisión educacional pero no ha tenido en éxito en asegurar
a todos los estudiantes unos niveles similares de aprendizaje ni ha podido evitar
que una proporción de ellos abandone la escuela antes de completar el ciclo
obligatorio. Dos recientes mediciones internacionales permiten concluir que los
logros del aprendizaje son relativamente bajos entre los países de América Latina.
La prueba PISA de comprensión lectora—competencia considerada fundamental
para aprender autónomamente a lo largo de la vida—tomada a jóvenes de 15 años
de 30 países de la OCDE y 27 otros países participantes, permite comparar el
desempeño de la educación latinoamericana tanto con la de países más
desarrollados pertenecientes a la OCDE como con la países de similar y menor
desarrollo relativo (Gráfico 3).
<Gráfico 3>
Muestra esencialmente cuatro características del desempeño latinoamericano: (i)
existen diferencias de desempeño entre los países de la región , las que se
confirman en la prueba del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo
(SERCE )(Orealc, 2008) donde Cuba aparece a la cabeza, en la categoría alta;
Uruguay, Costa Rica, México y Chile en la categoría media-alta; Argentina, Brasil y
Colombia en la categoría media; Paraguay, El Salvador, Perú, Ecuador, Nicaragua,
Panamá y Guatemala en la categoría media-baja y República Dominicana en la
categoría baja; (ii) al margen de estas diferencias intra-regionales, el desempeño
de los países de América Latina que participan en la prueba PISA se sitúa
ostensiblemente por debajo del rendimiento promedio de estudiantes de los países
de la OECD ; (iii) a la edad de 15 años entre un 36% de los alumnos en el mejor de
los casos y un 58% en el peor, entre estos países latinoamericanos, no ha logrado
el dominio mínimo de las competencias de comprensión lectora que se supone
debería haberse alcanzado a dicha edad, y (iv) esta performance es
característica—en términos comparativos generales—de los estudiantes de la
mayoría de países de ingreso medio alto, medio bajo y bajo que participan en el
examen del PISA.
INEQUIDAD EN LA CONCLUSIÓN DE LOS CICLOS EDUCACIONALES
Como señala la CEPAL, sobre la base de la evidencia obtenida de las encuestas de
hogares, a medida que se avanza en la edad de los alumnos entre la educación primaria
y la terciara, aumentan asimismo las diferencias de progresión en los estudios y por lo
mismo las tasas de conclusión para jóvenes provenientes de hogares con diferente
capital económico y social, educacional y cultural (Gráfico 4).
<Gráfico 4>
Dicho en otras palabras, la universalización del acceso a nivel primario y la mayor
apertura de los niveles secundario y terciario, no ha logrado revertir la reproducción
intergeneracional de las desigualdades de la cuna y de la desigual calidad de la
escolarización, hecho que es particularmente visible cuando los adolescentes están a
mediados de su trayectoria escolar en la educación secundaria. En efecto, según indican
los resultados de la prueba PISA 2006 para la escala de ciencia, la mayoría de los países
latinoamericanos participantes muestran tener no sólo un rendimiento por debajo de la
media de los países de la OCDE sino, además, un impacto del entorno socioeconómico
9

superior a la media de dichos países, en el siguiente orden de mayor a menor: Chile,


Argentina, Uruguay y Brasil, situándose solo Colombia en la categoría de países que
teniendo un rendimiento por debajo de la media de los países de la OCDE se sitúa a la
vez entre aquellos países que experimentan también un impacto del entorno
socioeconómico por debajo de la media de estos países (OCDE, 2006:197). Según ha
señalado la propia OCDE a propósito de este análisis, cuanto más grande es la
heterogeneidad socioeconómica en el entorno familiar (o sea, el ‘efecto cuna’), mayores
son también los retos para los profesores, los centros y todo el sistema educativo,
señalando a continuación que en tal sentido México, Brasil, Colombia, Uruguay y
Chile—junto a otros países participantes como Portugal y Túnez (OCDE, 2006:199)—
se encuentran ante un desafío mayor. Lo anterior adquiere mayor gravedad cuando se
comparan las tasas de conclusión en los distintos ciclos educativos de diverso grupos
de estudiantes latinoamericanos según área de residencia y pertenencia étnica. Según
muestra el Gráfico 5, los grupos rurales indígenas y no indígenas son los más
desfavorecidos en esta comparación, acentuándose las diferencias a media que se
asciende en la trayectoria escolar.
<Gráfico 5>

Rezagos en los propósitos


Si bien durante la segunda mitad del siglo XX se consolidan los sistemas nacionales
de educación, con las limitaciones ya observadas, aquellos presentan además
diversas fallas, distorsiones y/o tensiones que conviene tener presente antes de
entrar a discutir la Agenda de reformas del siglo XXI. Aquí solo serán enunciados
brevemente, aprovechando el hecho que respecto de cada una existe una extensa
literatura de origen nacional o de alcance regional.
EL DÉBIL VÉRTICE DE LOS SISTEMAS
La conducción de los sistemas nacionales reside en estructuras de gobierno y
gestión habitualmente precarias, con escaso desarrollo organizacional, falta de
recursos humanos con suficiente calificación técnica, débil dotación tecnológica,
pobres sistemas de información para la gestión, ausencia de equipos de alto nivel
para el análisis, diseño y enunciación de las políticas y, en general, una cultura
funcionaria donde se mezclan el clientelismo, una baja profesionalización
burocrática y la falta de incentivos y reconocimientos. Problemas similares a los
identificados por la CEPAL (1967:192-198) en los años 60 del siglo pasado,
obstaculizaban entonces el planeamiento educacional, permanecen hoy y se han
vuelto más asfixiantes debido a la complejidad de los organismos administrativos
de la educación: planes demasiado generales y carentes de objetivos operativos de
corto plazo; inestabilidad del respaldo político otorgado a las acciones
planificadas; resistencias a adoptar la racionalidad del planeamiento por parte de
la administración pública tradicional; escasa comunicación entre equipos técnicos
y autoridades políticas de nivel superior; falta de consulta a las distintas partes
interesadas e involucradas; bajo compromiso y participación de los sectores
privados relevantes del sector educacional y la economía; oficinas de planeamiento
poco integradas en los esquemas tradicionales de la administración pública;
problemas de información estadística y dificultad de encausar recursos fiscales en
función de los planes aprobados.
GASTO PÚBLICO DEPRIMIDO
10

A lo anterior se debe agregar que, a pesar de los esfuerzos realizados por los
estados, el gasto fiscal por alumno en los distintos niveles del sistema educacional
fue y sigue siendo hasta hoy persistentemente bajo, con leves y variables mejorías
en momentos de mayor crecimiento e ingresos del estado y con caídas también de
variable fuerza en momento de deterioro del ciclo económico, como ocurrió, por
ejemplo, durante la llamada década perdida de los 80. Según puede verse en la
Tabla 4, aún a comienzos del siglo XXI, las cifras latinoamericanas de gasto
público4 por estudiante—en la educación primaria y secundaria, incluso en caso
del país donde el gasto es relativamente más alto—alcanza apenas a la mitad del
país de la OCDE que menos gasta, pudiendo ampliarse la brecha hasta representar
17 veces el gasto más alto de la OCDE comparado con el más bajo latinoamericano
en el nivel primario y 44 veces en el nivel secundario.
<Tabla 4>
SEGREGACIÓN DE LOS HEREDEROS
La combinación entre un bajo gasto público por alumno con circuitos segmentados
de escolarización según jerarquías sociales de clase y estrato, área de residencia y
origen étnico, unido a la existencia de oportunidades formativas provistas
directamente por el sector privado más acomodado a los hijos de su grupo social—
los herederos de Bourdieu—a través de colegios pagados por las familias,
contribuye a reforzar la segregación social de las elites y de los procesos de
socialización y escolarización de sus hijos, con efectos duraderos a lo largo de la
vida. Es, como vimos, un fenómeno de antigua data en la región (Reimers, 2006).
La Tabla 5 ofrece para los países latinoamericanos que cuentan con información
comparable, un cuadro del peso relativo de este circuito de excelencia selectiva,
que oscila entre un 4% y un 15% de la matrícula en el nivel primario y un 6% y un
20% en el nivel de la secundaria superior.
<Tabla 5>
CONFORMACIÓN DE UNA SEMI-PROFESIÓN DOCENTE
Sin duda, otro factor que dificultó que América Latina pudiera ofrecer una
educación de calidad a la mayoría de sus niños y jóvenes que durante la segunda
mitad del siglo XX accedían cada vez en mayor número al sistema de educación, fue
la debilidad de los cuerpos docentes, tanto en el nivel primaria y medio como en el
superior. En efecto, hubo que formar aceleradamente miles de profesores (Tabla
6), primero a partir de escuelas normales sin estatus universitario y luego dentro
de las universidades e institutos de educación superior, sin que se contara allí ni
con los recursos humanos ni con los medios didácticos y recursos necesarios. La
velocidad de los procesos de expansión de la matrícula, junto con el precario
estado de las escuelas y facultades de pedagogía, dieron por resultado el
crecimiento de una semi-profesión: desprovista de una plataforma de

4 Para los efectos que aquí interesa conviene limitar el análisis del gasto únicamente a aquel de
origen público, pues es éste el que—al menos en los niveles primario y secundario—tiene un
carácter más equitativo, en cuanto busca garantizar el acceso de todos los niños a la educación
obligatoria y de compensar por esta vía las desigualdades del hogar y el ‘efecto cuna’. El gasto
privado, en cambio, como se verá a continuación, puede tener el efecto contrario al reforzar las
desigualdades de origen socio-familiar.
11

conocimiento disciplinario sólida; carente de una práctica ‘clínica’ en su formación;


permanentemente prendada de modas teóricas que circulaban en los circuitos
pedagógicos; provista de escaso prestigio social; con una débil capacidad de atraer
y reclutar alumnos de talento y alto mérito escolar y encaminada a proveer
personal para una carrera ocupacional mal remunerada, con escaso
reconocimiento y desprovista de incentivos.
<Tabla 6>

DIAGNÓSTICO TEMPRANO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR


Por último, también la educación superior experimentó cambios drásticos durante
el mismo período, que afectaron su organización, funciones y la calidad del servicio
docente debido a la fuerte expansión de la matrícula. El alumnado aumentó en la
región de 1,6 millones a 9,4 millones entre 1970 y 1997, al mismo tiempo que—
como se vio en la Tabla anterior—los docentes se multiplicaban por cinco veces
durante estas casi tres décadas.
El mismo estudio de la CEPAL (1967:103-168) citado más arriba ofrece una
variedad de elementos para caracterizar el estado de la enseñanza universitaria y
su crisis en la década de los 60, la mayoría de los cuales subsiste hasta ahora solo
que con mayor complejidad: presencia de algunas universidades excesivamente
pobladas que sobrepasan el límite “que permite la operación racional del sistema”
y otras que están muy por debajo del mínimo; escasa producción de conocimiento
y débil plataforma de I+D; proliferación de instituciones por presiones e intereses
locales; incapacidad de las instituciones para cooperar entre sí a nivel regional;
naciente multiplicación de universidades privadas sin coordinación alguna con las
necesidades nacionales; ausencia de un encuadramiento planificador para el
desarrollo de la enseñanza terciaria; abierto antagonismo entre universidades
públicas y privadas; preferencia por las carreras tradicionales y apertura de
nuevas carreras no siempre justificada ni desde el punto de vista académico ni del
económico; bajo rendimiento de las instituciones medido en términos de la razón
graduados/matrícula; fallas de formación e información entre los egresados de la
educación secundaria que en número creciente aspiran acceder al nivel superior;
predominio en el estudiantado de las clases medias y subrepresentación de la clase
baja; deserción diferencial según origen social; limitado impacto de la educación
terciaria en la movilidad social; alta politización producto de que los gobiernos
buscan utilizar a las universidades como instrumento de dominio político o bien
de minorías que desean utilizarlas para mejorar su posición de poder; cogobierno
de base estamental en las universidades públicas que “parece difícil defender […]
en términos puramente racionales”; organización de las universidades como “una
serie de facultades y escuelas […] que tienen asociaciones muy endebles entre sí y
[…] realmente constituyen feudos aparte”; costosa duplicación de las mismas
cátedras y anquilosamiento de muchas de ellas; dedicación parcial de la mayoría
de los profesores, que limita y posterga el surgimiento de una profesión
académica; éxodo de los intelectuales de la universidad en busca de mejores
horizontes y condiciones más estimulantes de trabajo en el extranjero;
alargamiento de los estudios; gratuidad mal concebida de los estudios.
12

Hemos resumido en esta sección con cierto detalle el análisis Cepalino de la


educación superior y la universidad del año 1967 pues allí aparecen identificados
no solamente síntomas que perduran hasta hoy sino que se plantean además, por
primera vez, ciertos elementos que más adelante formarán parte de la Agenda de
reformas educacionales del siglo XXI, la cual empieza a plasmarse—por fijar un
hito—en una siguiente publicación de la CEPAL, producida conjuntamente con la
Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la UNESCO, del año 1992.
II. Agenda siglo XXI
En efecto, una agenda para el siglo XXI (Agenda 21, como en adelante la
llamaremos abreviadamente) aparece por primer vez en Educación y
Conocimiento: Eje de la transformación productiva con Equidad (CEPAL-OREALC,
1992)5, documento que describe el fin de un ciclo de desarrollo educacional en
América Latina; identifica algunos desplazamientos conceptuales que dan lugar a
un nuevo paradigma de desarrollo educacional, y formula una propuesta de
políticas que sería necesario impulsar para su materialización.

Fin de un ciclo
Junto con reconocer los esfuerzos realizados desde la posguerra “para desarrollar
sistemas nacionales de educación, capacitación e investigación científica y
tecnológica”, el documento concluye que a pesar de ellos “las capacidades
existentes de formación de recursos humanos […] siguen siendo precarias, y
notoriamente insuficientes para enfrentar los nuevos desafíos que plantea la
inserción internacional” (p. 75).
El diagnóstico es lapidario: el nivel educacional de la región es de apenas 6 años de
estudio, se dice allí, y casi la mitad de la fuerza laboral no ha completado la
educación primaria; la masificación educacional se realizó con poca inversión y
tuvo impacto inequitativo pues benefició en mayor medida a los hijos de grupos
medianos y altos; la educación para la mayoría es de deficiente calidad y a menudo
sin vinculación con los requerimientos de la sociedad; las capacidades de I+D se
hallan concentradas en pocas universidades y desvinculadas del aparto
productivo; las actividades oficiales de capacitación son escasas y se han separado
de las principales dinámicas de la economía en tanto que el emergente mercado de
la capacitación actúa con sin transparencia ni reglamentación adecuada.
En suma, se sostiene que en América Latina los sistemas de formación y difusión
de conocimiento tienen un carácter polarizado y sin base integradora; que su
expansión ha obedecido en gran medida a presiones sociopolíticas y no a los
requerimientos del desarrollo, y que la administración de estos sistemas ha ido
burocratizándose “al punto de haberse transformado […] en un segmento que le
rinde cuentas a nadie sino a sí mismo” (p. 76).
A pesar de que los rasgos salientes de este diagnóstico, sostiene ECTP, son bien
conocidos y que se reconoce la necesidad de reformar radicalmente los estilos de
gestión educativa para enfrentar los desafíos de la transformación productiva, esto
no se ha traducido “en un cambio total de concepciones y perspectivas del
desarrollo educacional, y en acciones tendientes a modificar radicalmente la

5 En adelante ECTP, citándose entre paréntesis las páginas respectivas.


13

orientación, gestión y operación del sistema de generación y difusión de


conocimiento” (p. 78).

Cambio de paradigma
La tesis de ECTP es que América Latina necesita “una profunda transformación de
sus formas de transmitir, producir y aplicar el conocimiento” (p. 120). La meta
estratégica es desarrollar un sistema interrelacionado de educación, capacitación y
ciencia y tecnología (el “triángulo necesario” lo llama) en condiciones de alcanzar
simultáneamente un doble objetivo: “formación de la moderna ciudadanía y la
competitividad internacional de los países” (p. 125).
Estas dos ideas fuerzas—ciudadanía y competitividad—guían el conjunto de las
propuestas de ECTP. La idea de fondo es que “emprender una transformación
productiva en un nuevo marco de creciente equidad social implica una profunda
revisión de los contenidos cognitivos, instrumentales y éticos de la formación
proporcionada por la sociedad a las nuevas generaciones” (p. 127).
Desde el punto de vista de la formación de ciudadanía se plantea la necesidad de
dar acceso a todos a “los códigos culturales básicos de la modernidad”; esto es, “el
conjunto de conocimientos y destrezas necesarios para participar en la vida
pública y desenvolverse productivamente en la sociedad moderna” (p. 157).
Además, tales destrezas constituirían la base necesario para futuros aprendizajes,
dentro y fuera de la escuela. Se trata, por tanto, de las capacidades que “suelen
definirse como requeridas para el manejo de operaciones aritméticas básicas; la
lectura y comprensión de un texto escrito; la recepción e interpretación de los
mensajes de los medios de comunicación modernos, y la participación en el diseño
y ejecución de trabajo de grupo” (p. 157).
En cuanto a la competitividad—que se entiende en primer lugar y esencialmente
como “generar las capacidades necesarias para sostener el crecimiento económico
y el desarrollo nacional dentro de un cuadro de creciente globalización e
internacionalización” (p. 128)—se busca establecer una nueva relación entre
educación y producción, no limitada a los aspectos instrumentales únicamente
sino abierta a consideraciones de uso del conocimiento y las tecnologías en todas
las esferas de la economía, la sociedad y la cultura.
Todo esto plantearía la necesidad de introducir una serie de desplazamientos
conceptuales6, que deben orientar el paso del viejo paradigma al uno nuevo de
desarrollo educacional, como se representa esquemáticamente en el Cuadro 1.

6 Sin que corresponda profundizar aquí en las principales ideas y corrientes de pensamiento que
inspiran el nuevo paradigma de ECTP resulta de interés mencionar que las fuentes de inspiración
son esencialmente tres: (i) la de los autores vinculados a la escuela neoschumpeteriana (C.
Freeman, R. Nelson, C. Pérez, G. Dosi, B. Lundvall y otros); (ii) La del análisis de la gestión y
estrategia empresariales (P. F. Drucker, K. Ohmae, M. Porter); la de los estudios prospectivos de
interés para la educacikón y el mundo del trabajo (Naisbitt, Aburdene, Toffler, Gorz, Gaudin, Reich
(pp. 93-122).
14

Cuadro 1
Desde el viejo paradigma Al nuevo paradigma
PAPEL DEL ESTADO
De la conducción de la educación, capacitación e A un enfoque que integra sistemáticamente
I+D como compartimentos estancos, estas tres dimensiones entre sí y con el sector
gobernados desde la cima productivo
De la idea que estos sistemas y sus funciones A la preferencia por mecanismos e incentivos
solo pueden conducirse bajo mando que faciliten su constante adaptación entre sí y
administrativo y gestión burocrática con su entorno.
Del estado administrador y proveedor Al Estado evaluativo, incentivador y generador
benevolente de recursos de políticas de mediano y largo plazo
De una educación que refuerza las A una educación que destina sus mejores
desigualdades iniciales recursos a los lugares donde hay mayores
necesidades (“función compensatoria”)
Desde el razonamiento que el estado debe A la búsqueda de diversas fuente para cada
financiar exclusiva o casi exclusivamente el subsistema y función, con participación
“triángulo necesario” creciente de recursos privados
CAMBIO INSTITUCIONAL
De la consideración de estos sistemas como A una visión abierta que los define y evalúa en
orientados hacia su autosustentación, función de los beneficios que aportan a la
satisfacción de sus valores internos y control economía, la sociedad y la cultura
por sus propios integrantes
De organizaciones centralizadas A una concepción descentralizada que busca
fortalecer la autonomía de las instancias.
Preferencia por principios operativos de
autorregulación, libertad y flexibilidad
institucionales.
LINEAMIENTOS PARA POLÍTICAS
De la prioridad asignada a la oferta A la preeminencia de la demanda y sus medios
de expresión
Del énfasis en la cantidad A la primacía de la efectividad, cuya evaluación
debe ser continua
De la cobertura A la calidad
De la subvaloración social y económica de los A una profesión docente socialmente valorada,
maestros, encapsulados en sus actividades, atractiva, adecuadamente remunerada y
cuya profesión pierde legitimidad y no atrae a estructurada en función del mérito, exigencias y
jóvenes y adultos con talento y vocación rendimiento
pedagógica
De una preparación para el trabajo separada del A una situación en que la empresa lidera la
trabajo, rutinaria y burocratizada formación para el trabajo y el estado actúa
compensatoriamente en favor de los grupos
postergados
De la consideración de la ciencia y tecnología A un enfoque de I+D como esfuerzo conjunto de
como un área académica protegida las universidades, empresas, instancias
gubernamentales y de la comunidad que actúan
para aumentar la competitividad.
Fuente: Sobre la base de Unesco-Orealc (1992:120-122).

Políticas ECTP
Finalmente, ECTP propone un conjunto de políticas que expresan estos
desplazamientos, agrupadas en siete ámbitos como se resume esquemáticamente
en el siguiente Cuadro 2.
15

Cuadro 2
Ámbito Acciones y medidas
Institucionalidad del - Autonomía directiva y de gestión de los centros educativos
conocimiento abierta a - Diversificación de los centros escolares y sus proyectos
los requerimientos de - Instituciones de educación superior más diferenciadas y diversas con
la sociedad mayor capacidad de emprendimiento
- Mayor autonomía acompañada de mecanismos de regulación pública
y de evaluación
- Necesidad de crear instancias de coordinación concertación
Acceso universal a los - Cobertura universal de calidad en el nivel básico junto con expansión
códigos básicos de la y fortalecimiento de la atención preprimaria
modernidad - Asegurar la adquisición de competencias cognitivas esenciales y otras
como análisis de información, uso de los medios de comunicación y
comprensión de la sociedad
- Énfasis en programas de educación y capacitación de adultos
Impulsar la - Fortalecer la oferta por parte de institutos y centros, perfeccionar
creatividad en el personal de gestión, agilizar la transferencia y crear redes con
acceso, difusión e investigadores nacionales en el extranjero
innovación científico- - Fortalecer la demanda y crear agentes de enlace entre oferta y
tecnológicos demanda
- Vinculación del subsistema de I+D con el sector productivo
Gestión institucional - Información y evaluación de la educación obligatoria
responsable - Evaluación institucional en la educación superior
- Evaluación de la eficiencia externa de la educación
Profesionalización y - Mejorar el reclutamiento, formación y capacitación de los docentes
protagonismo de los - Remuneración e incentivos con sueldo base y consideraciones de
educadores desempeño y mérito
- Nuevas funciones del director en centros educacionales autónomos
Compromiso financiero - Financiamiento amplio y diversificado con fortalecimiento de la
de la sociedad con la gestión y creación de capacidades de estudio y evaluación en los
educación ministerios de educación
- Mecanismos que faciliten la asignación eficiente del financiamiento
fiscal
- Mecanismos selectivos vinculados a las prioridades de la política
nacional
Desarrollo de la - Áreas prioritarias: formación de capital humano avanzado,
cooperación regional e articulación con el sector productivo, investigación educativa y sobre
internacional procesos de conocimiento, implantación de políticas asociadas al
nuevo paradigma.
Fuente: Sobre la base de Unesco-Orealc (1992:138-198).

En suma, una agenda 21 de reforma de la educación para el siglo XXI ha estado


sobre la mesa de las decisiones por lo menos desde hace 18 años. En su mejor
versión—contenida en ECTP—ella ofrece una visión de conjunto que relaciona el
‘triángulo necesario’ de la educación, la capacitación y las actividades de I+D con
las necesarias transformaciones del sector productivo, los fenómenos de inserción
de los países en los procesos de globalización y al difusión de una cultura
plenamente democrática de la modernidad. No es habitual encontrar en la
producción intelectual latinoamericana posterior a la ECTP una formulación de
esta envergadura, densidad y ambición. Más bien las propuestas educacionales
contemporáneas parecen cada vez más listados de medidas autocontenidas,
expresadas en frases llamativas—casi consignas—y revestidas de una aparente
universalidad.
16

Por el contrario, podría resultar de interés plantearse la siguiente pregunta: ¿En


qué aspectos esenciales cabe decir que los conocimientos producidos por la
investigación educacional durante las últimas dos décadas, y la reflexión
intelectual y política que los acompaña, permiten enriquecer aquella agenda u
obligan a precisarla o a proyectarla hacia nuevos tópicos?
III. Cuestiones varias
En lo que sigue procederemos a responder a esta pregunta de una manera
inevitablemente esquemática, incluso telegráfica a ratos, pues el objeto de esta
tercera parte es estimular la conversación, sugerir interrogantes, provocar el
debate y escapar, cuando sea posible, del círculo acostumbrado de discusiones
sobre las reformas educacionales.

Por qué ECTP no se tradujo al idioma de la acción


Una primera cuestión que surge de inmediato es la siguiente: ¿por qué la Agenda
21 tal como quedó plasmada en ECTP prácticamente ha ido desapareciendo de la
conversación sobre políticas y reformas educacionales, a pesar de que muchas de
sus ideas mantienen plena vigencia, quizá ahora incluso más que antes? Por
ejemplo, el más reciente y completo documento en este ámbito—de la Cepal, la OEI
y la Segib, 2021 Metas Educativas. La Educación que queremos para la generación de
los Bicentenarios—no menciona ECTP. Incluso, una búsqueda en Google Académico
muestra que el documento de 1992 cuenta con escasas citas académicas directas,
aunque hay cientos de referencias a él y a las ideas que contiene en diversos
autores de la región7, lo cual indica un amplio radio de difusión e influencia entre
agentes activos si no en la formulación de políticas educacionales al menos en el
debate sobre ellas.
Probablemente, las razones para esta disímil valorización son varias.
Primero, el carácter sistémico e interdisciplinario de la propuesta, en un mundo
cada vez más especializado en fragmentos disciplinarios y que rehúye el debate
sobre propuestas que entrañan una visión totalizante de los fenómenos sociales.
Segundo, relacionado con el anterior, una visión que envuelve en un solo tejido
argumental a los diferentes niveles educacionales (desde la educación inicial hasta
el doctorado) y a la educación conjuntamente con la capacitación para el trabajo y
los sistemas nacionales de innovación, todo esto en un campo intelectual cuya
división del trabajo se vuelve cada más minuciosa y estrecha, tanto desde el punto
de vista académico como de la enunciación de políticas sectoriales y la
administración burocrática.
Tercero, un enfoque que aborda desde las cuestiones más generales del desarrollo
latinoamericano—como el rol del estado, la transformación productiva, la
inserción en los mercados globales—hasta medidas puntuales para asuntos
específicos como la gestión de las escuelas, las modalidades de financiamiento de
I+D y el papel de los incentivos en los esquemas de producción de conocimiento,
pasando por temas de alcance intermedio como las reformas necesarias de la

7 Meramente como ilustración pueden citarse, entre otros, a Tedesco (1998, 2000); Brunner
(2000); Garretón (2000:71-78); Ottone (2001); Muñoz (2002); Hopenhayn (2003); Mena Miranda
(2004); Solano Alpízar (2005).
17

universidad o el vínculo entre autonomía escolar y pertinencia curricular. La moda


hoy, en cambio, es el enunciado de medidas específicas a partir de enfoques
limitados, bajo el supuesto de que las políticas cobran legitimidad en el debate solo
si se apoyan en evidencias proporcionadas por las ciencias las que, habitualmente,
se refieren a fenómenos acotados y relativamente simples.
Cuarto, la necesidad que tienen propuestas holísticas como la de ECTP de
encontrar una amplia y heterogénea base de apoyo (suele decirse: transversal) si
desea aplicarlas, pues justamente debido a su amplio radio ellas levantan también
variadas resistencias y requieren por lo mismo de un apoyo de amplio espectro.
Quinto, las opciones ideológicas—o, si se prefiere, valóricas y de visión histórico-
cultural—que subyacen al diseño de ECTP, los cuales, sin duda, estaban llamados
también a provocar fuertes reacciones desde diversos círculos, como veremos en
el siguiente punto.

¿Acaso una tercera vía?


En efecto, en relación con el debate más fundamental de las ciencias sociales y en
el campo político-intelectual durante el tránsito desde el siglo XX al XXI—el debate
en torno a la modernidad—ECTP toma partido resueltamente a favor de la
modernidad, tanto frente a los críticos neoconservadores (Bell, 1978) como de los
críticos posmodernos (Lyotard, 1987) de diversas orientaciones. La modernidad
es entendida allí según sus mejores ideales como una cuestión de ciudadanía—“se
trata de consolidar y profundizar la democracia, la cohesión social, la equidad y la
participación” (p. 17)—y de competitividad internacional, entendida como el
desarrollo de capacidades que permiten “compatibilizar las aspiraciones de acceso
a los bienes y servicios modernos con la generación de medios que permiten
efectivamente dicho acceso” (p.17).
Es decir, ECTP favorece una estrategia de desarrollo hacia fuera, donde el
crecimiento solo es posible a largo plazo mediante la incorporación del progreso
técnico y la innovación. Pero ello supone el desarrollo endógeno de capacidades de
conocimiento, entre las cuales la educación juega un rol fundamental.
Adicionalmente exige una serie de otros cambios que en su conjunto delinean un
nuevo paradigma de políticas sociales.
Franco (1996) caracterizó en su momento a ese modelo emergente de políticas
sociales por buscar, en el plano institucional, dejar atrás el monopolio estatal sobre
estas políticas (su diseño, financiamiento, ejecución y evaluación) y propender a
distribuir estas funciones entre una pluralidad de actores (estatales, privados, no-
gubernamentales e ‘informales’ como la familia). Asimismo, por favorecer la
descentralización sobre la centralización. En el plano de la lógica de la toma de
decisiones representaría una opción por la lógica de proyectos con asignación
competitiva de recursos, licitaciones y participación de los usuarios antes que por
la lógica burocrática. Esto conlleva también la preferencia por subsidios
competitivos a la demanda en vez de asignaciones administrativas a los
proveedores de los servicios. En el plano del objetivo buscado, el nuevo modelo
aspiraría a la universalidad de las satisfacciones en sustitución del universalismo
de la oferta (cobertura homogénea que habitualmente favorecería a los informados
y organizados). En cuanto a los criterios de prioridad y expansión de los servicios,
18

el modelo emergente elige beneficiar primero a los más necesitados y para ello usa
la focalización, al revés del modelo tradicional que expandía los servicios
progresivamente hacia abajo (acceso segmentado). Por último, mientras este
último modelo emplea el monto del gasto social como indicador de éxito, el nuevo
modelo utilizaría mide la relación entre costo e impacto, o sea, un indicador más
exigente.
ECTP se acomoda perfectamente a los parámetros de este nuevo modelo y el
paradigma que propone a comienzos de los 90 se ajusta a los criterios que la
caracterizan. En efecto, el documento de la Cepal y Orealc expone una visión que
gira en torno al eje de la modernidad y propone una estrategia de inserción en los
mercados internacionales mediante la creación de capacidades endógenas, entre
las cuales aquellas relacionadas con las funciones de conocimiento resultan
decisivas. A su turno, “la educación aparece como una bisagra para compatibilizar
tres grandes aspiraciones de la modernidad: la producción de recursos humanos;
la construcción de ciudadanos para que actúen en la política y en la vida pública, y
el desarrollo de sujetos autónomos” (Hopenhayn, 2003:178).
Puede decirse que ECTP formulaba avant la lettre una suerte de tercera vía—tal
como luego se propuso en la Europa socialdemócrata y por algunos neo-
demócratas en los Estados Unidos (Giddens, 2000)—aplicada a la reforma
educacional y de los aparatos de conocimiento. Efectivamente, se trata de una
formulación que se sitúa equidistante de las propuestas más tradicionales de
reforma, tipo agenda Siglo XX con su énfasis en el estado docente; las propuestas
crítico-radicales cuyo planteamiento es que una auténtica reforma de la educación
solo es posible en condiciones de una revolución socialista que sustituya la
reproducción estatal-educacional de las desigualdades de clase, y las propuestas
neoliberales consistentes en abrir las puertas de la educación a la operación de los
mercados, fijar estándares y permitir a los padres elegir la educación de sus hijos
mediante la entrega de bonos (vouchers) y la provisión de abundante información
sobre el desempeño de los establecimientos.
Nuestra conjetura es que la propuesta de ECTP chocó también en este plano—el
ideológico o de orientaciones valóricas e histórico-culturales—con las corrientes
entonces predominantes en la región, a la izquierda y a la derecha, sin concitar el
apoyo necesario para llevar a cabo un programa reformista de esta envergadura.
La pregunta es si acaso la presenta década, que comienza con las celebraciones del
Bicentenario y se proyecta con positivas perspectivas de crecimiento para América
Latina, no podría llegar a ser más propicia para esta propuesta.

Competencias claves y el ideal de ciudadanía


En el plano estrictamente educacional, ECTP gira, según vimos, en torno al par
ciudadanía / competitividad que curricularmente se expresa en la noción de
‘códigos culturales básicos de la modernidad’. Vimos también que ésta sirve tanto a
los efectos de la participación ciudadana como de la productividad, de la acción
cultural como del desempeño eficaz, de la racionalidad de fines como del cálculo de
medios. Por su lado, la literatura sobre competencias claves para la vida
desarrollada en el marco de la Ocde (Oecd, 1995, 2002)--mucho más elaborada y
mejor fundamentada que aquella sobre ‘códigos básicos’—no sollo viene a
reforzarla sino que permite avanzar ahora sustancialmente en su aplicación
19

curricular.
Efectivamente, ambas implican la idea de que la educación debe preparar a la
gente para lidiar con su entorno mediante el desempeño de actividades o tareas.8
Por lo que toca a las competencias, éstas se definen, justamente, como habilidades
que permiten responder a las variadas demandas del entorno. Según expresa un
documento de la Ocde (Oecd, 2002:8), “esta aproximación externa, orientada por la
demanda, o funcional, tiene la ventaja de poner por delante las demandas
personales y sociales que salen al encuentro de los individuos”. Internamente, en
tanto, las competencias se entienden como habilidades, capacidades o
disposiciones que comprenden conocimientos, destrezas cognitivas y prácticas,
actitudes, emocione, valores y motivaciones. No existen independientemente de la
acción a través de las cuales se manifiestan, acción que supone intereses, razones y
metas. Se adquieren a través de procesos formales informales de aprendizaje,
entre los cuales aquellos dirigidos a la adquisición de conocimientos y destrezas
cognitivas son esenciales pero no los únicos. En efecto, los procesos de desarrollo
de competencias tiene lugar también en la familia, el lugar de trabajo, en relación
con los medios de comunicación masiva, en organizaciones religiosas y culturales,
comunidades de diverso tipo, y en la vida cotidiana en relación con otros y
mediante la participación en redes físicas y virtuales. Un rasgo distintivo adicional
de las competencias es el de la reflexividad; las competencias en su aspecto
cognitivo son reflexión sobre el pensamiento; suponen “el uso de destrezas
metacognitivas, habilidades creativas y tomar una posición crítica. No se trata solo
de cómo los individuos piensan, sino también de la manera como construyen sus
experiencias más generalmente, incluyendo su pensamiento, sentimientos y
relaciones sociales” (Oecd, 1995:9).
En relación con los procesos educativos, los documentos de la Ocde definen como
competencias claves aquellas relacionadas con el uso interactivo de instrumentos
(por ejemplo, lenguaje y tecnologías); con la interacción en grupos heterogéneos y
con la actuación autónoma de las personas.
El uso interactivo de instrumentos (cognitivos, socioculturales y físicos) es esencial
como medio para hacer sentido del entorno, de los otros y de uno mismo. Supone
el uso interactivo del lenguaje, símbolos y textos; de información y conocimientos
y de tecnologías. Estas competencias están en la base de la participación en la
cultura. Su desarrollo tiene mucho que ver con los procesos formales de
escolarización que, desde hace siglos, operan como el canal más apropiado para
introducir a los niños y jóvenes en el conocimiento de las disciplinas académicas y
en las disciplinas del comportamiento reflexivo. En lo esencial comprenden la
alfabetización (literacy) en lectura, matemáticas y en razonamiento científico. El
uso interactivo de información y el conocimiento es un recursos esencial de la
sociedad contemporánea y conlleva destrezas básicas como identificar y acceder
fuentes de información, evaluar su calidad y organizar el conocimiento y la
información que se necesita tener a la mano.
La interacción dentro de grupos heterogéneos—que es esencial en organizaciones

8 En este sentido puede decirse que refleja una visión más bien protestante de la vida, en la
tradición de la ascética intramundana que Weber descubre en el origen del espíritu del capitalismo
moderno).
20

pluralistas y diversas—supone desarrollar competencias como la de relacionarse


con otros, cooperar y trabajar en equipo, y manejar y resolver conflictos,
habilidades valoradas por el mercado laboral contemporáneo y para una efectiva
participación en la diversidad de roles y redes de la sociedad.
Por último, las competencias de actuación autónoma son cruciales para la
formación de identidades y la realización de proyectos y planes personales.
Comprenden la capacidad de actuar con entendimiento del entorno (el big picture)
y de los sistemas dentro de los cuales uno participa; la habilidad de definir planes
de vida y proyectos personales—rasgo saliente en sociedades altamente
individualizadas—y la habilidad de afirmar los propios derechos, intereses, límites
y necesidades, así como asumir responsabilidades en todos estos aspectos. “Un
orden autónomamente creado de complejidad mental significa que los individuos
pueden tomar distancia de las múltiples expectativas y demandas de su entorno;
pensar por sí mismos; actuar contra el trasfondo de un medio ambiente complejo,
interdependiente y conflictivo; tomar control sobre el accionar propio sobre la
base de los propios sentimientos, pensamientos y valores; actuar por sí mismos
más que ser actuados por otros, y protagonizar la propia vida antes que actuar
guiones impuestos desde fuera” (Oecd, 2002:11).
Como es fácil apreciar, la filosofía y la práctica de las competencias claves para la
vida—‘códigos culturales básicos de la modernidad’ según los llama la ECTP—
están lejos de ofrecer una visión estrechamente cognitivista de la educación, o una
concepción estridentemente individualista, o un paradigma calcado del homo
economicus o del competidor egoísta, como caricaturalmente suelen denunciar
algunos críticos. Por el contrario, presentan—en el contexto de las sociedades
contemporáneas—alo así como el ideal de un individuo formado la regla clásica de
una ‘vida examinada’.9

Integración y pertenencia: ¿cómo llenar el vacío de dios?


Una cuestión de difícil abordamiento en el marco de las competencias claves para
la vida o los códigos culturales básicos es el rol ético o de socialización que se
atribuye a la escuela.
Como bien señala Tedesco (2000:63-64), desde el punto de vista de la
socialización, “ya no es posible pensar, como en el pasado, que los marcos de
referencia normativos, las visiones del mundo y de la propia identidad serán
provistos exclusiva o fundamentalmente por instituciones como el estado, la

9 Como señala M. Nussbaum (2006:5), “En un libro titulado Cultivating Humanity he dicho que hay
tres capacidades, sobre todo, que son esenciales para el cultivo de la humanidad en el mundo
contemporáneo, y para la salud de una ciudadanía democrática. Primero, la capacidad para un
examen crítico de sí mismo y de las propias tradiciones, para vivir lo que siguiendo a Sócratas
podemos llamar ‘una vida examinada’“. Segundo, “la habilidad para verse a s mismos no solo como
ciudadanos de una localidad o grupo sino además, como seres humanos ligados a todos los demás
seres humanos por vínculos de reconocimiento y preocupación: como ‘ciudadanos del mundo’,
según proclama la antigua tradición greco-romana a la que pertenecía Séneca”. Tercero, “los
ciudadanos no pueden penar bien únicamente sobre la base del conocimiento factual. La tercera
habilidad del ciudadano, estrechamente relacionada con las dos anteriores, puede llamarse
imaginación narrativa. Significa la habilidad de pensar como sería estar en el lugar de una persona
diferente a uno mismo, se un lector inteligente de la historia de otra persona, y entender las
emociones y deseos que alguien puesto en ese lugar pudo tener”.
21

iglesia o la familia”. Esta es una queja habitual en círculos conservadores, y no sólo


en éstos como permite ver la cita de Tedesco, que suele expresarse, al mismo
tiempo, como una crítica de los medios de comunicación, en particular la
televisión. Interrogado un exponente del pensamiento neoconservador
norteamericano si acaso en las sociedades contemporáneas no sería el caso de que
la libertad protege los valores de todos con igual indiferencia, sin dejar lineamiento
positivos para el comportamiento, ya sea de la religión o la ley natural, su
respuesta es: “Ése definitivamente es el caso hoy en día, y los medios de
comunicación masiva juegan un importante rol, en particular la televisión, que ha
sustituido a la familia, la escuela y la iglesia, como los instrumentos principales
para la socialización y la transmisión de valores” (Brzezinski, 1996:57). Otra idea
estrechamente asociada con esta es que desde el advenimiento de la cultura
electrónica de masas, los primeros relatos que forman la ‘imaginación narrativa’ de
las personas es la banalidad de la televisión y no la riqueza de los cuentos
tradicionales relatados en el seno de la familia.
La pregunta que se plantea, por tanto, es en qué medida, y bajo qué condiciones, el
sistema educacional y su núcleo, la escuela, pueden, o necesitan, continuar
produciendo integración cultural o solidaridad moral como la llamaba Durkheim.
Es decir, hasta dónde en las condiciones actuales, la escuela mantiene su rol como
agente de socialización: transmitir marcos normativos, visiones del mundo,
principios de identidad, en fin, sentidos compartidos que fortalezcan la cohesión
social.
Según la hipótesis de Tedesco (1998), existiría actualmente lo que él llama un
“problema de déficit de socialización”; esto es, “de ausencia de experiencias que
garanticen la incorporación a la sociedad con marcos de referencia relativamente
consolidados. Las instituciones educativas tradicionales, particularmente la familia
y la escuela, están perdiendo capacidad para transmitir los valores y las pautas
culturales que aseguren los niveles básicos de cohesión de una sociedad”. 10
Tras este planteamiento pareciera estar subyacente la idea, de origen
durkheimiano, de que la educación genera integración y cohesión solamente en la
medida que cultiva un imperativo moral de alguna especie. Como bien dice
Schwartzman (2010) en su ponencia a este seminario: “Émile Durkheim creía que
la educación en los valores nacionales, cívicos y culturales eran necesarios para
corregir y compensar los efectos de la división social del trabajo en las sociedades
modernas, y garantizar la cohesión social”.
Permítaseme un excursus en este punto, para profundizar en el vacío que
Durkheim procuraba llenar con un efecto de solidaridad moral. En efecto, él
percibió, tempranamente, que la educación pública tenía un talón de Aquiles: la
ausencia de un imperativo moral. Su punto de partida era la siguiente
constatación:
Se ha decidido darles a nuestros hijos, en las escuelas, una educación moral
estrictamente laica, entendido con ello una educación que prescinda de toda
apelación a los principios en que se apoyan las religiones reveladas y que se

10 Para una formulación más completa de esta hipótesis, véase J. C. Tedesco, El Nuevo pacto

Educativo. Madrid: Anaya, 1995.


22

base exclusivamente en ideas, sentimientos y prácticas justificables con la sola


razón, esto es, una educación puramente racionalista.11
Sin embargo, admite de inmediato, para laicizar y racionalizar en estos términos la
educación, no es suficiente “quitarle todo lo que en ella es de origen extra-laico”. Al
contrario, había que llenar el vacío que se producía; había que crear un imperativo
moral para la educación pública. Pero, ¿cómo podía ésta transmitir un sentido de
la vida, una doctrina de valor para la formación de niños y jóvenes, en ausencia de
un código ético religiosamente fundado? Según él, para esto se volvía necesario
encontrar una solución de ‘solidaridad orgánica’ que, al mismo tiempo,
transmitiese un ‘imperativo moral’. De lo contrario, sostenía, si no se dota a la
educación pública de un carácter moral, ella terminaría transmitiendo a los
alumnos apenas “una moral decaída de su dignidad natural”. Y se corría además el
riesgo “de secar la fuente de la que el profesor sacaba parte de su autoridad y del
calor necesario para encender los corazones y estimular las mentes”.
Se tornaba imprescindible, por tanto, recuperar el sentido trascendente de la
educación pero en código laico, funcional. Había que despojar a los símbolos
morales de su vestimenta religiosas y representarlos en su “desnuda
racionalidad”. Y, de paso, encontrar la manera de hacer sentir a los niños su
realidad, su poder más bien, “sin recurrir a ningún intermedio mitológico”. Sólo así
podía la nueva educación moral producir todos sus efectos.
¿Y cuáles eran los efectos buscados?
Primero que todo, “regularizar la conducta”; a fin de cuenta, el más básico de los
imperativos de la integración funcional. En ausencia de este efecto, el niño
educado hoy no lograría mañana, como adulto, ejercer las responsabilidades de su
función. Y el hombre, sostenía Durkheim, “puede ser feliz solamente cuando se
dedica a unas tareas definidas y particulares”. Al contrario, los ‘irregulares’, los
que no saben ceñirse a unas ocupaciones determinadas (no tienen su lugar en la
división del trabajo), son siempre sospechosos, precisamente por “su moral
incierta y precaria en alto grado”.
En seguida, junto con su función ‘reguladora’ y en correspondencia con las
exigencias de la solidaridad orgánica, la moral de la escuela pública debía inculcar
disciplina, cuya base es la regularidad de las conductas pero que, adicionalmente,
le asigna a éstas unos fines que delimitan su horizonte. “La disciplina, decía él,
proporciona hábitos a la voluntad, le impone frenos; regula, contiene”. Mas, ¿cómo
transmitir y desarrollar una disciplina en condiciones de estricta laicidad y puro
racionalismo, respetando a la vez la autonomía de la voluntad personal? Ello
puede lograrse, según Durkheim, si los educandos son llevados a identificarse
fuertemente con una autoridad superior. De allí, justamente, el éxito de las
religiones educadores. Pues al vincular la moral con una potencia trascendente,
hacían “fácilmente representable la autoridad inherente de los preceptos
morales”. En breve, se trataba pues de sustituir de alguna forma el concepto de
dios --de un ser ‘supra-experimental’, como decía Durkheim, en estos asuntos
tributario de Comte y los positivas-- por un ‘concepto empírico observable’ que, en

11 Émile Durkheim, op.cit., p.173. En adelante en esta sección, las frases citadas corresponden todas

a la Parte III de este libro, pp.167-274


23

términos de autoridad, debía reunir sin embargo características similares a las de


una autoridad divina. Tal entidad solo podía ser, en su concepto, la sociedad de la
cual uno formaba parte (o la humanidad); es decir, la conciencia colectiva. Cabía
pues a la escuela pública despertar y desarrollar enérgicamente esta identificación
moral y estimular en los alumnos la capacidad de entrega, de sacrificio por el valor
superior de la sociedad. “Hay que entrenar a los individuos en la consecución de
los grandes objetivos colectivos a los que puedan dedicarse; hay que hacerles
amar un ideal social en cuya actuación puedan trabajar más adelante”.12 En otra
parte nuestro autor resume este ideal bajo el concepto el de un “patriotismo
espiritual”.
Podemos entonces resumir así la ecuación durkheimiana de la educación moral:
primero, laicizar la escuela; enseguida, llenar el vacío producido por la expulsión
de dios de la sala de clase con un fuerte sentido de disciplina; tercero, respaldar
dicho sentido con un concepto trascendente de autoridad; cuarto, asumir que en
condiciones de solidaridad orgánica tal concepto trascendente sólo lo puede
proporcionar la conciencia colectiva de la sociedad; quinto, desarrollar, en función
de esta entidad supraorgánica, el propósito de un patriotismo espiritual. La
sociedad, dirá Durkheim, “es el ideal que hay que realizar”. De hecho, únicamente
ella podía operar como el nuevo dios empírico de la moral.
Unas veces [la sociedad]se nos presenta como una autoridad que nos limita,
que nos mantiene dentro de unas normas, que se opone a nuestros
desbordamientos y ante la que nos inclinamos con un sentimiento de religioso
respeto; otras veces, como la potencia amiga y protectora, como la madre
nutricia de la cual sacamos lo esencial de nuestra sustancia intelectual y moral,
hacia la cual se dirigen nuestras voluntades en un impulso de gratitud y amor.
En el primer caso es como un Dios celoso y temido, como un legislador severo
que no permite que se conculquen sus órdenes; en el segundo, es la divinidad
piadosa por la que el creyente se sacrifica con alegría. La sociedad debe este
doble aspecto que nos presenta y esta doble función a esa única propiedad en
virtud de la cual es superior a los individuos. Por ser superior a nosotros, nos
manda, es una autoridad imperativa, porque si estuviera a nuestro nivel
solamente podría darnos consejos no vinculantes, pero no podría imponerse a
nuestra voluntad. Al estar por encima de nosotros, ella constituye el único fin
posible de la conducta moral.13
Subrepticiamente pues, Durkheim ha hecho entrar por la ventana a los dioses de la
religión que había sacado por la puerta de atrás. En este proceso, la solidaridad
orgánica ha vuelto a adquirir todos los rasgos de la solidaridad mecánica. Al
parecer, entonces, la integración puramente funcional no sería capaz de fundar una
moral educacional; así al menos interpretamos nosotros a Durkheim. De allí que
haga falta insuflarle, aunque sea en versión secularizada, una buena proporción de
solidaridad mecánica; crear para las escuelas públicas un nuevo ‘imperativo
moral’.
Cerramos aquí este largo paréntesis y volvemos al hilo de nuestro argumento
principal.

12 Ibid., p.255
13 Ibid., pp.246-247
24

Integración social práctica


Decíamos, se recordará, que hoy parece predominar la idea de que la educación
genera integración y cohesión solamente en la medida que cultiva un imperativo
moral de alguna especie; es decir, que cultiva la solidaridad mecánica. Y que, por el
contrario, desde el lado de la solidaridad orgánica, el efecto de socialización e
integración que se produce es débil o inexistente. Lo anterior no pareciera
desprenderse sin embargo como una suerte de inexorable consecuencia lógica de
la contraposición entre los dos tipos de integración social, tal como se originan en
Durkheim (1964) y fueron posteriormente reelaborados y aplicados por Bernstein
(1975) a los sistemas educacionales (Cuadro 3). Es perfectamente posible
concebir formas de integración social, y formas de pertenencia, a partir de ambos
tipos de solidaridad.

Cuadro 3
Tipos de integración social según Durkheim aplicados a los sistemas educacionales a la
manera de Bernstein
Código de integración moral Código de integración funcional
(Solidaridad mecánica) (Solidaridad orgánica)
Integración basada en semejanzas de orden moral Integración basada en la interdependencia generada por la
división del trabajo
Opera a través de estructuras compartidas de creencias Opera a través del entrelazamiento producido por el
y sentimientos comunes que regulan la conducta ejercicio de funciones especializadas
Celebra la homogeneidad y roles son asignados Celebra las diferencias y roles son adquiridos
Sanciones de tipo penal juegan un rol central para mantener Sanciones tienen fines restitutivos; buscan resolver
la cohesión grupal y revivir creencias comunes conflictos de intereses
Separa fuertemente 'dentro' y 'fuera' del grupo. Favorece Débil separación de límites con exterior e internos. Admite
categorías 'puras' y rechaza su 'contaminación' (*) categorías' mezcladas’ y 'polución' (*)
Posee un fuerte componente religioso o trascendental que Posee carácter secular. Valores últimos están abiertos
alimenta el sistema de creencias. Predomina la a discusión o se hallan internalizados en la esfera
conciencia colectiva sobre la individual. privada. Predomina la conciencia individual.
Otorga valor supremo a la sociedad e intereses colectivos. Otorga valor supremo al individuo, sus intereses y a la
libertad de opción.
No produce mayor tensión entre creencias privadas y Puede producir alta tensión entre creencias personales y
obligaciones de rol. Individuos están 'sobre-socializados'. obligaciones de rol. Prevalecen obligaciones de la función.
Estas formas opuestas de solidaridad social se expresan también en las modalidades de integración educacional
Educación transmite valores comunes a través de un orden Educación reconoce diferentes funciones y diferencias
escolar fuertemente estructurado entre individuos en un orden de valores diferenciados
Sanciones juegan un rol central en el sistema; poseen Sanciones pierden significado simbólico y se negocian para
carácter ritual de reforzamiento del orden escolar mantener un orden funcional en la escuela
Control social es fuerte y ejerce presión moral Control social es débil y se ejerce mediante funcionarios
especializados en nombre de la disciplina funcional
Organización del trabajo enfatiza jerarquías, separación de Organización del trabajo enfatiza cooperación en equipos,
roles y clasificaciones fuertes de espacio y tiempo. intercambio de roles y clasificaciones débiles
Contenidos curriculares se hallan claramente definidos, Contenidos curriculares solo son sugeridos pero se
clasificados y ordenados. Poseen un fuerte componente concretan en el proceso de enseñarse. Son 'adquiridos'
de 'imperativo moral'. Son 'asignados' más que 'adquiridos' ('construidos') más que 'asignados'.
Profesores tienen rol de proveer 'soluciones' en el marco de Profesores ejercen diversos roles y actúan como
25

una relación jerárquica y fija proponentes de problemas en una relación abierta


Su autoridad es formal y de estatus Su autoridad es menos formal y descansa en el carácter de
la función
Actividades de la escuela se organizan en torno a grupos Actividades de la escuela se organizan en torno a grupos
homogéneos ordenados según jerarquías internas mixtos que suelen reflejar opciones de los alumnos
Límites de la institución educacional son fuertes y separan Límites de la institución educacional son permeables y
con nitidez un interior y exterior. favorecen interacción con el exterior
Fuente: Elaborado sobre la base de Émile Durkehim, The Division of Labor; New York: The Free Press, 1964 .Steven
Lukes, Emile Durkheim. His Life and Works – A Historical and Critical Study; London: Allen Lane The Penguin Press,
1973, cap.7. Basil Bernstein, Codes and Control. Volume 3, Towards a Theory of Educational Transmission; London and
Boston: Routledge & Kegan Paul, 1975, cap. 3
(*) Corresponde a la clasificación de categorías de Mary Douglas, Purity and Danger. An análisis of concepts of
pollution and taboo; London: Routledge & Kegan Paul, 1969

Mas antes de explicar nuestra hipótesis—de que es perfectamente posible


concebir formas de integración social, y modos de pertenencia, a partir de ambos
tipos de solidaridad—necesitamos precisar cómo en el análisis educacional estas
dos modalidades típico-ideales de integración representadas en el Cuadro 3 y sus
correspondientes formas de integración escolar, se asocian, respectivamente, al rol
del estado una, la solidaridad mecánica, y a la sociedad civil y los mercados la otra,
la solidaridad orgánica.
El papel de la educación en la formación de los estados-naciones de América Latina
ha sido repetido tantas veces que se ha convertido en un lugar común. La idea
central es que el escenario de las nacientes repúblicas
marcó el sentido de la creación y el uso de la principal herramienta utilizada para
consolidar los estados nacionales en esta etapa: la organización de un sistema
educativo nacional, cuyo objetivo fundamental fue el de homogeneizar y construir
relaciones entre poblaciones de características y orígenes muy diversos.
Respondiendo a este imperativo, la escolarización de la sociedad era la vía
fundamental para su nacionalización y se realizó a través de una matriz centralista,
homogénea y de ejercicio vertical de la autoridad (desde el ministerio hacia el aula).
Estos rasgos del sistema resultaban inseparables del papel político que se le asignó a
la educación para la formación de un estado que requería incorporar vastos y a
variados sectores étnicos y sociales, a veces incomunicados o aislados, a un proceso
acelerado de modernización económica (Iaies y Delich, 2009:190).
Dicho en otra formulación de amplia circulación en la literatura, lo que se hallaría
en crisis ahora, como vimos más arriba, es precisamente la “idea de unidad
nacional que inspiró la organización de los sistemas educativos y que garantizó
cierta cohesión social en los nacientes estados latinoamericanos”. Por eso, “no se
cuenta hoy con sistemas educativos capaces de generar cohesión social, al menos
como lo hicieron en el pasado, canalizando aquella fuerza unificadora y
homogeneizadora del estado que garantizaba cierta ‘unanimidad’ tanto en el
punto de partida, como en los resultados esperados de la escolarización masiva. En
el panorama actual, el estado pierde capacidad de unificación, mientras la sociedad
civil crece, la cultura se democratiza y la gestión de lo público ha perdido
legitimidad” (Iaies y Delich, 2009:225).14

14 No pretendo polemizar con la tesis más general que sustenta este tipo de planteamientos, pero

llama la atención: 1) La escasa o nula mención al papel unificador del Estado a través del creciente
monopolio de los medios de violencia ejercida sobre sectores importantes de la población,
26

Por el contrario, la integración social vía solidaridad orgánica remite primero que
todo a la noción clásica de sociedad civil, la cual descansa sobre la división del
trabajo y sus expresiones en los intercambios de mercado. No se halla referida, por
lo mismo, a valores morales sino a competencias; no a representaciones de lo
común sino a diferenciaciones funcionales de roles. Como vimos ya, las
competencias claves que la educación debe ayudar a formar y desarrollar tienen
ante todo un sentido funcional, pero se forman y desarrollan con vistas a un sujeto
autónomo y reflexivo. Al decir de ECTP, “la formación de los ciudadanos en una
conciencia de responsabilidad social significa hacerlos solidarios y activos al
asumir tareas como miembros de una organización con un proyecto común” (p.
126). En consecuencia, el centro de gravedad de los ‘códigos culturales de la
modernidad’, al igual que en el caso de las competencias, está puesto en las tareas
y responsabilidades, mientras que lo común se desplaza hacia los proyectos
organizacionales; es decir, hacia las metas de la acción individual y colectiva.
Luego, el tipo de pertenencia o integración que se postula en esta concepción es
efectivamente de carácter práctico; significa formar parte de redes de funciones,
roles, desempeños, interacciones e intercambios que, idealmente, se expresan
como una comunidad de personas que deciden por sí mismas, reflexivamente, sus
proyectos y cursos de vida. Es decir, en esta línea argumental la nación no aparece
como horizonte de cohesión social ni el estado es el portador del proyecto común,
sino la comunidad de sujetos autónomos y socialmente responsables de su
desempeño es el horizonte y los proyectos de las personas y las organizaciones el
medio de su consecución.
Este cambio de marea en el significado social de la educación parece manifestarse
desde ya en los currículos de enseñanza de las ciencias sociales y las humanidades
de varios países latinoamericanos, según sugiere un estudio de Cox et al.
(2009:282-283). Señalan, en efecto, que el referente histórico de comunidad en
función del cual se educa a los niños, que hasta ahora habría sido la nación, está en
declive y que los currículos de la década de 1990 “se ubican claramente en otra
perspectiva respecto de la nación, el Estado y el patriotismo”, dando paso, por un
lado, a valores universales como los derechos humanos o cosmopolitas como la
ciudadanía global y, por el otro, a una referencia hacia grupos sociales de base local
o étnica. Según los autores citados, este doble deslizamiento tendría un efecto
altamente problemático, “porque si no hay una construcción cultural de la nación
en el sistema escolar, en su sentido más profundo de comunidad de origen y
destino, se está ante el riesgo de tendencias disgregadoras de lo común,
fuertemente presentes tanto en la lógica del mercado como en clima cultural de la
diversidad” (p.282).
En realidad, no tiene por qué ser así. En efecto, es poco probable que lo común
tenga solo una posible representación en el marco educacional y que ésta sea
inmune al paso del tiempo y las transformaciones históricas, debiendo por tanto
mantenerse inconmoviblemente apegada a la desfalleciente figura del estado-
nación o de la nación-estado.

especialmente los pueblos originarios; 2) La rotunda afirmación, asumida como supuesto, de que la
educación es generadora de cohesión social, cuando lo más propio de ella es generar grupos de
estatus diferenciados. Dicho en otras palabras, llama la atención al escasa presencia de Weber en
este tipo de análisis.
27

De hecho, si se atiende a los parámetros disyuntivos que hemos venido explorando


aquí—solidaridad mecánica / orgánica como tipos ideales de integración y
Estado/sociedad civil (mercados) como horizontes culturales de pertenencia—es
posible distinguir diversas modalidades típico ideales de socialización e imaginar
variadas combinaciones y tensiones entre los elementos concurrentes en cada
caso, según se presenta estilizadamente en el diagrama a continuación.
28

Diagrama
Modalidades de socialización escolar en vistas a la pertenencia en una cultura
común

Fuente: Sobre la base de M. Weber, Bureaucracy and Education. En M. Weber, Economy and Society,
Edited by G. Roth and C. Witich, University of California Press, Berkeley, 1978, pp. 998-1003.
También se utiliza a L. Crouch, A. Gove y M. Gustafsson, Educación y cohesión social. En S.
Schwartzman y C. Cox (Edotores) Políticas Educativas y Cohesión Social en América Taina, Uqbar
Editores, 2009, pp. 293-338.

En suma, si se acepta que la cohesión social es aquella fuerza o acción mediante la


cual los individuos pertenecientes a una sociedad se mantienen unidos, tendremos
que concluir que la educación contribuye hoy a esta empresa justamente en la
medida que ella forma a las personas para desempeñarse en las redes de
producción, intercambio y uso, consumo o recepción de cosas, servicios y
símbolos. Dicho en el lenguaje weberiano que inspira nuestro diagrama, en la
medida por tanto que prepara a las personas como “especialistas” dotados de las
necesarias competencias claves o códigos culturales básicos de la modernidad para
ocupar su lugar en la división del trabajo sobre la que se sustentan estas redes. Y, a
la vez, en la medida que desarrolla sus capacidades para formar parte
reflexivamente de una comunidad de sujetos individualmente autónomos y
socialmente responsables, caracterizados por la variedad y el pluralismo de sus
valores.
IV. Prioridades para la acción

Fallas y remedios conocidos


Una selección de las competencias básicas necesarias para desempeñarse en las
sociedad contemporánea y poder asumir las funciones y roles que mantienen
unidas a las redes—aquellas que tienen que ver con el uso interactivo del lenguaje,
29

símbolo y textos—se halla sujeta a mediciones periódicas, principalmente a través


del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (Pisa). Este examen
mide el grado en que los alumnos de diversos países a los 15 años han logrado el
dominio mínimo esperable a esa edad de las competencias de comprensión lectora,
matemáticas y ciencias (Ocde, 2008:22-27). Sabemos que los resultados de los
estudiantes latinoamericanos que participan en esta prueba son mediocres. En la
mayoría de los países de la región—con la excepción de Chile y Uruguay—
aproximadamente un 50% de los alumnos se encuentra por debajo del Nivel 2 en
la prueba de ciencias, la más reciente, nivel que define el umbral en el cual los
estudiantes “comienzan a mostrar las competencias científicas que les permitirán
participar de manera activa en situaciones de la vida real relacionada con la
ciencia y tecnología” (GIP, 2009:75. La otra mitad no reconoce relaciones causales
simples, el conocimiento que emplean confunde hechos científicos con
experiencias personales y suelen aplica información científica incorrecta .
La investigación sobre escuelas efectivas (Sammons, 2007) identifica con
suficiente precisión cuáles son, en general, los causas que explican el bajo
rendimiento escolar y cuáles os factores y variables que explican la varianza de
resultados dentro y entre escuelas. Sin embargo, debemos reconocer a esta altura
que tal conocimiento general no es suficiente para discernir en concreto, para cada
país individualmente considerado, cuáles de aquellos factores y variables sería
preciso intervenir, en qué orden y combinación, y mediante qué instrumentos, con
el fin de producir un mejoramiento significativo del aprendizaje de todos los niños
y jóvenes (Duryea et al., 2008).
También ECTP propone una serie de reformas a los sistemas educacionales de
América Latina, que van desde el vínculo hogar-escuela pasando por las variables
de gestión de los colegios hasta la institucionalidad dentro de la cual se
desenvuelven los centros educativos. A la luz de los disímiles avances producidos
en la concreción de estas reformas y de la mantención de resultados mediocres en
las evaluaciones nacionales e internacionales, y teniendo a la vista las nuevas
evidencias reunidas durante los últimos 20 años, es posible sugerir que la Agenda
21 necesita priorizar las siguientes áreas y acciones.

Cinco pilares
En primer lugar, la educación inicial o pre-primaria. En efecto, la literatura
especializada muestra—tanto desde el punto de vista neurobiológico y
psicopedagógico (Center on the Developing Child, 2010) como económico
(Heckman, 2008)—que no existe alternativa mejor que intervenciones efectivas
para compensar desigualdades de origen socioeconómico y cultural antes del
ingreso de los niños a la escuela. Este período es crítico para la formación de
conexiones cerebrales; los circuitos más complejos se desarrollan jerárquicamente
sobre la base de los más simples; las experiencias de interacción con los adultos
son decisivas; el aprendizaje procede desde el comienzo en las dimensiones
cognitiva, emocional y social interrelacionadamente; la pobreza y la tensión ‘tóxica’
pueden perjudicar severamente la arquitectura cerebral y dar lugar a problemas
de aprendizaje y conducta; la flexibilidad del cerebro y su capacidad de cambiar
decrecen con el tiempo, y de la efectividad de los programas de intervención
temprana depende en parte importante el desarrollo de las personas a lo largo de
30

la vida, especialmente de los niños nacidos en condiciones de precariedad social.


Respecto de las intervenciones, la literatura identifica una serie de “factores de
efectividad”, entre ellos: personal altamente calificado en los centros; clases
pequeñas y una alta razón adulto/niños; un entorno rico en lenguaje; un currículo
apropiado a la edad de los niños y material didáctico estimulante; relaciones
cálidas e interacciones positivas entre adultos y niños y una participación alta y
consistente de ellos. Además, las intervenciones deben ser continuamente
evaluadas y corregidas durante su desarrollo. Desde el punto de vista económico,
hay abundante evidencia de que los programas de intervención previos al ingreso
a la escuela arrojan mejores resultados que programas remediales posteriores, y
poseen un alto retorno a la inversión.
En segundo lugar, también existe sólida evidencia que contar con profesores
reclutados entre los jóvenes más talentosos y meritorios egresados de la
enseñanza secundaria, formados con estándares exigentes en las universidades,
con un mayor repertorio de estrategias didácticas y que aprovechan mejor los
textos escolares hacen una diferencia desde el punto de vista del rendimiento de
los alumnos (Hanushek, 2010). Para alcanzar estos objetivos es preciso
modernizar la profesión docente en su integridad; es decir, transformar una semi-
profesión heredada del siglo XX—más fuerte en los aspectos gremial-sindicales
que en los de calidad del desempeño—en una auténtica profesión, provista de una
fuerte plataforma de conocimientos y prácticas, que dé cuenta de su desempeño y
del aprendizaje de los alumnos ante las familias, la comunidad local y la autoridad
pública y sea premiada o sancionada en concordancia.
En tercer lugar, y como una condición ineludible para transformar los centros
educativos y llevar adelante los programas de mejora de la calidad, es
imprescindible transformar el rol de los directores y sus equipos directivos desde
uno de carácter meramente administrativo a uno de conducción del cambio e
innovación organizacionales y de liderazgo pedagógico en la escuela (Leithwood,
2009). Como en cualquiera otra organización, en ausencia de este elemento, es
difícil imaginar que pudiera producirse el masivo cambio en la gestión y el
desempeño de las escuelas que la Agenda 21 necesita impulsar.
En cuarto lugar, se requiere construir una institucionalidad para los sistemas
educacionales que combine adecuadamente crecientes exigencias (altos
estándares curriculares, evaluaciones externas con consecuencias para alumnos,
profesores y directivos) junto con el desarrollo de capacidades endógenas (de
gestión autónoma, manejo de personal y recursos y, sobre todo, de enseñanza en la
sala de clase) en las escuelas (Hopkins, 2008). Esta dialéctica entre exigencias y
capacidades debe servir como criterio principal para el desarrollo de los demás
aspectos de la institucionalidad: áreas donde convienen grados significativos de
centralización y descentralización; instancias de evaluación y disponibilidad de
apoyos para el mejoramiento; modalidades públicas y privadas de gestión de
colegios, etc.
En quinto lugar, y para concluir este ejercicio de priorización, parece oportuno
agregar una consideración igualmente breve sobre las instituciones de producción,
transferencia y difusión del conocimiento científico-tecnológico, llamadas a tener
un rol crucial en la transformación productiva de las economías de la región según
31

ECTP.
Mediante el contraste de los paneles A y B del Gráfico 6 se da cuenta del grave
desbalance que existe entre una región cada vez más exitosamente especializada
en la producción y exportación de recursos naturales y su rezago en todos los
aspectos y variables relacionados con la elaboración y exportación de actividades,
servicios y productos de conocimiento. Como puede apreciarse allí, mientas en el
primer orden de recursos—los naturales (Panel A)—la mayoría de los indicadores
expuestos muestran una participación latinoamericana dentro del respectivo total
mundial superior al peso de su población en el mundo, en cambio en el orden de
los recursos de conocimiento (Panel B), la participación regional es
invariablemente inferior al peso relativo de su población, con excepción del
indicador de participación en la matrícula mundial de educación superior. Este
bajo desempeño en los indicadores de conocimiento—donde en algunos casos,
adicionalmente, la mitad o más del total regional corresponde al Brasil—repone
con plena toda fuerza lo señalado por ECTP hace casi dos décadas: “La inserción de
América latina en el panorama mundial de generación y utilización de
conocimientos continúa siendo extremadamente precaria. La contribución de la
región al total mundial disminuye a medida que aumenta el valor intelectual
incorporado a las distintas variables”. En estas condiciones, una educación escolar
de calidad, la formación masiva de capital humano avanzado y la producción,
transferencia y aplicación de conocimiento científico-técnico permanecen como
tareas pendientes de la región para lograr la transformación productiva con
equidad.

Santiago de Chile, 25 septiembre 2010.


32

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35

Tablas y Gráficos

Tabla 1
América Latina: Tasa bruta de participación en los niveles primario, secundario y
terciario; tasa de alfabetismo sobre la población mayor de 15 años, y años promedio
de escolarización en la misma población, 1950.
País Tasa bruta de participación por nivel Analfabetismo Escolarización
Primario Secundario Terciario (Porcentaje) (Años promedio)
Argentina 94 10 5 14 4,8
Bolivia 35 5 2 68 2,5
Brasil 39 6 1 51 1,5
Chile 74 11 2 20 4,8
Colombia 36 4 1 38 2,3
Costa Rica 61 6 2 20 3,5
Cuba 66 5 .. 24 3,6
Ecuador 57 4 1 44 2,5
El Salvador 61 3 1 60 1,5
Guatemala 28 2 1 71 1,3
Honduras 28 1 1 65 1,7
México 53 3 2 35 2,4
Nicaragua 39 3 1 62 1,6
Panamá 76 9 2 30 3,8
Paraguay 74 2 1 34 2,7
Perú 67 6 2 44 3,1
R Dominicana 54 2 1 36 2,5
Uruguay 90 17 6 .. 4,3
Venezuela 51 3 1 48 2,2
Fuente: Sobre la base de Reimers (2006), Tablas 11.2, 11.3, 11.11, 11. 5 y Barro y
Lee (2010).
36

Tabla 2
América Latina: Tasa bruta de participación en los niveles primario, secundario y terciario;
tasa de analfabetismo sobre la población mayor de 15 años, y años promedio de
escolarización en la misma población, 2000.
País Tasa bruta de participación por nivel Analfabetismo Escolarización
Primario Primario/neta Secundario Terciario (Porcentaje) (Años promedio)
Argentina 120 107 97 48 3 9,3
Bolivia 116 97 80 36 15 9,9
Brasil 162 97 56 17 13 7,5
Chile 103 89 75 38 4 10,2
Colombia 112 89 70 23 8 7,7
Costa Rica 107 97 51 16 4 8,7
Cuba 102 104 82 24 3 10,6
Ecuador 115 81 57 .. 8 8,1
El Salvador 112 91 54 18 21 8,0
Guatemala 102 84 37 .. 32 4,8
Honduras 106 88 33 15 25 7,5
México 113 103 75 20 9 9,1
Nicaragua 104 81 54 .. 34 6,7
Panamá 112 100 69 35 8 9,6
Paraguay 111 92 60 .. 7 8,5
Perú 128 92 80 29 10 9,0
R Dominicana 124 99 50 .. 16 7,4
Uruguay 109 90 98 36 2 8,6
Venezuela 102 88 59 29 8 7,0
Fuente: Sobre la base de Reimers (2006), Tablas 11.2, 11.3, 11.11, 11. 5 y Barro y
Lee (2010).
37

Gráfico 1
América Latina y Caribe: Población de 15 años y más por nivel más alto de
educación alcanzado, 2000.

Fuente: Sobre la base de Barro and Lee (2010).

Gráfico 2
América Latina y el caribe: Capital humano en la población mayor de 15 años,
1950-2000

Fuente: Sobre la base de Barro and Lee (2010)


38

Tabla 3
América Latina: Tasa bruta de
participación en la educación preprimaria
y proporción de matrícula pública, 1999.
Tasa bruta Matrícula
de pública
País participación (%)
Argentina 57 72
Bolivia 45 91
Brasil 58 72
Chile 77 55
Colombia 36 55
Costa Rica 84 90
Cuba 105 100
Ecuador 64 61
El Salvador 42 78
Guatemala 46 78
Honduras .. ..
México 73 91
Nicaragua 28 83
Panamá 39 77
Paraguay 27 71
Perú 55 85
R Dominicana 34 55
Uruguay 59 ..
Venezuela 45 80
Fuente: Sobre la base de Unesco, EFA
Global Monitoring Report 2007. Annex -
Table 3B.
39

Gráfico 3
Países latinoamericanos y otros: Porcentaje de estudiantes en cada nivel de
desempeño en la escala de comprensión lectora, PISA 2006

Fuente: Sobre la pase de OECD, PISA 2006 - Volume 2: Data, 2007.


Table 6.1a
40

Gráfico 4
América Latina: Jóvenes de distintos grupos de edad que en el cambio de siglo
completan ciclos educativos, según años promedio de estudio de los padres, 1990-
2005.

A. Conclusión de la educación primaria entre jóvenes de 15 a 19 años

B. Conclusión de la educación secundaria entre jóvenes de 20 a 24 años

C. Conclusión de la educación terciaria entre jóvenes de 25 a 29 años


41

Fuente: CEPAL, Panorama Social de América Latina, 2007, Gráfico III.7.


42

Gráfico 5
América Latina: Conclusión de ciclos educativos según grupos definidos por su
área de residencia y pertenencia étnica, alrededor de 2005.

Fuente: CEPAL, Panorama Social de América Latina, 2007, Gráfico III.6.


43

Tabla 4
América Latina y países de la OCDE: Gasto público por alumno según nivel educacional
y como porcentaje del PIB, 2007.
(En USD-PPA)
País Primaria Secundaria Terciaria Como % PIB
Argentina 1.583 2.433 1.706 4,5
Bolivia .. .. .. ..
Brasil 1.306 1.118 2.977 5,1
Chile 1.656 1.867 1.594 3,4
Colombia 1.086 875 3.664 4,9
Costa Rica .. .. .. 4,9
Cuba .. .. .. 13,3
Ecuador .. .. .. ..
El Salvador 515 601 889 3,0
Guatemala 470 271 866 3,1
Honduras .. .. .. ..
México 1.842 1.895 4.867 5,5
Nicaragua 232 106 .. ..
Panamá 1.416 1.722 .. ..
Paraguay .. .. .. ..
Perú 552 673 .. ..
R Dominicana 691 311 .. 2,4
Uruguay 901 1.100 1.917 2,9
Venezuela 1.106 986 .. 3,7

Australia 5.664 5.040 7.009 5,2


Dinamarca 8.457 11.770 18.591 8,3
España 5.699 7.033 6.896 4,3
Estados Unidos 9.280 10.290 10.616 6,1
Finlandia 5.861 10.318 10.838 6,1
Francia 5.477 8.651 10.741 5,6
Grecia 4.122 5.336 6.279 3,5
Italia 7.267 8.256 6.774 4,8
Nueva Zelanda 4.595 5.101 7.436 6,3
Países Bajos 6.490 9.202 15.640 5,6
Portugal 4.663 7.084 6.013 5,3
Fuente: Instituto Estadísticas de la UNESCO, Compendio Mundial de la Educación 2009,
Cuadro 13.
44

Tabla 5
América Latina (8 países): Proporción de la matrícula nacional por nivel educacional en
colegios privados no subvencionados por el estado, 2007 (Porcentaje).
Secundario Secundario
Primario
País inferior superior
Argentina 3,6 3,6 5,6
Brasil 9,2 9,5 15,1
Chile 6,2 6,1 6,9
México 8,1 12,4 20,1
Paraguay 10,1 8,4 17,6
Perú 15,1 18,2 18,9
Uruguay 14,1 12,1 10,9
Fuente: Sobre la base de Unesco Instituto de Estadísticas, Compendio Mundial de
la Educación 2009, Cuadro 17

Tabla 6
América Latina y el caribe: Personal docente por nivel, 1970-1997 (En miles).
Nivel 1970 1980 1990 1997
Primario 1.363 2.260 3.006 3.474
Secundario 788 1.083 1.520 1.874
Terciario 158 387 605 789
TOTAL 2.309 3.730 5.131 6.137
Fuente: Unesco, Anuario
Estadístico 1999, Tabla II.S.4.
45

Gráfico 6
América Latina: Peso relativo en el mundo en dimensiones de recursos naturales y
de conocimiento, a finales de la década de 2010.

A. América Latina: Participación respecto del total mundial en recursos naturales,


alrededor de 2010.

Fuente: Sobre la base de F. Luzón, 2010-2020 La Hora Latinoamericana.


Presentación, Santander, 5 julio 2010.
46

B. América Latina: Participación respecto del total mundial en distintas dimensiones


de la economía basada en conocimiento, alrededor de 2005-2010

Fuente: Sobre la base de The World Bank, World Development Indicators 2009.
Unesco Institute for Statistics, Global Education Digest 2009.
National Science Board: Science and Engineering Indicators 2010.
Oecd, Education at a Glance 2009.
SCImgo, SJR - SCImago Journal & Country Rank 2010. Shanghai Ranking Consultancy,
Academic Ranking of World Universities (ARWU) 2009.
Abreviaciones: ES=educación superior. ICT=Intensiva en conocimiento y tecnología.
IC=intensivos en conocimiento. AT=alta tecnología. USPTO=US Patent and Trade Office.

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