Unidad II - Lecturas
Unidad II - Lecturas
Unidad II - Lecturas
R. R. Tolkien, L
as Aventuras de Tom Bombadil : Pró logo
( The Adventures of Tom Bombadil and other verses from the Red Book ; London: George Allen & Unwin
1963. Las aventuras de Tom Bombadil y otros poemas del Libro Rojo , trad. varios; Barcelona: Minotauro
2005.)
Hay en el Libro Rojo gran cantidad de poemas. Algunos de ellos se incluyeron en la narració n de la
Caída del Señor de los Anillos , o en los relatos y cró nicas a ella añ adidos; muchos má s se hallan en hojas
sueltas, mientras que unos cuantos está n anotados descuidadamente en los má rgenes y espacios en
blanco. La mayorı́a de estos ú ltimos carece de sentido, y ahora resultan ininteligibles incluso cuando es
posible leerlos; o son só lo fragmentos recordados a medias. Los nú meros 4, 11 y 13 fueron extraı́dos
de dichos marginalia; aunque quizá el cará cter de este grupo podrı́a ilustrarse mejor con el garabato
que se encuentra en la pá gina que contiene el poema “Cuando el invierno comienza a morder”:
Tanto revolotea al viento la veleta
que no puede tener aun erguida la cola;
tanto padece el frío la pobre gallineta
que no puede cascar una vil caracola.
“Mi situación es dura”, gime la gallineta,
y “todo es vanidad” contesta la veleta;
y comienzan las dos su triste batahola.
La presente selecció n ha sido hecha sobre el conjunto de las piezas má s antiguas, referidas en su
mayorı́a a leyendas y bromas de la Comarca hacia el ៷�in de la Tercera Edad; aparentemente
compuestas por Hobbits, en particular por Bilbo y sus amigos, o por sus descendientes inmediatos. Sin
embargo, rara vez hay indicació n de quié n es el autor. Se advierte que los poemas no incluidos en la
narració n fueron escritos por diversas manos, y probablemente provienen de la tradició n oral.
En el Libro Rojo se dice que el nº 5 es obra de Bilbo, y el nº 7 de Sam Gamyi. El nº 8 está señ alado
SG, y la atribució n puede aceptarse como vá lida. El nº 12 tambié n dice SG, aunque Sam puede a lo
sumo haber retocado una pieza má s antigua de los bestiarios tradicionales que parecen haber
agradado a los Hobbits. En El Señor de los Anillos , Sam asegura que el nº 10 era tradicional en la
Comarca.
El nº 3 es un ejemplo de otro tipo de poema que, al parecer, causaba gracia a los Hobbits: un relato
rimado que regresa al comienzo, y que por lo tanto puede ser recitado hasta la exasperació n (del
oyente). Se encuentran varios ejemplos en el Libro Rojo, pero los demá s resultan simples o inmaduros.
Con mucho, el nº 3 es el má s largo y elaborado. Evidentemente, es obra de Bilbo. Ello está indicado por
su obvia relació n con el largo poema recitado por el mismo Bilbo, como obra propia, en la casa de
Elrond. Siendo en su origen una “rima sin sentido”, en la versió n de Rivendel se encuentra
transformado, y aplicado, de un modo algo incongruente, a las leyendas alto‑é l៷�icas y nú menó reanas
de Eä rendil. Probablemente sea porque Bilbo habı́a inventado sus esquemas mé tricos, y estaba
orgulloso de ellos. Estos esquemas no aparecen en otras obras del Libro Rojo. La versió n má s antigua,
que es la reproducida aquı́, debe pertenecer a los primeros tiempos despué s de que Bilbo regresara de
su viaje. Aunque se advierte la in៷�luencia de las tradiciones é l៷�icas, é stas no está n tratadas con
seriedad, y los nombres utilizados ( Derrilyn , Thelamía , Belmaría , Aerie ) son simples inventos al estilo
é l៷�ico, pero de ningú n modo son él៷�icos.
En otras piezas se nota la in៷�luencia de los sucesos acaecidos al ៷�inal de la Tercera Edad, ası́ como
tambié n la ampliació n de los horizontes de la Comarca producto del contacto con Rivendel y Gondor.
Tanto el nº 6 (aunque aquı́ esté ubicado junto al poema del Hombre de la Luna compuesto por Bilbo)
como el ú ltimo (nº 16) deben tener su origen ú ltimo en Gondor. Evidentemente, se basan en
tradiciones de los Hombres, en tanto que habitantes de las costas y familiarizados con los rı́os que
desembocan en el Mar. De hecho, el nº 6 menciona Belfalas (la ventosa bahı́a de Bel), y la Atalaya
Unidad II ‑ 1
Marina, Tirith Aear , de Dol Amroth. El nº 16 menciona los Siete Rı́os1 que desembocan en el Mar en el
Reino del Sur, y contiene un nombre en la lengua de Gondor, en su forma alto‑é l៷�ica: Fíriel , mujer
mortal2. En Playa Larga y en Dol Amroth hubo muchas tradiciones acerca de las antiguas moradas de
los Elfos y acerca del puerto en la boca del Morthond desde el cual navegaban los “barcos hacia el
Oeste”, en una é poca tan lejana como la de la caı́da de Eregion en la Segunda Edad. Estas dos obras, por
lo tanto, son reelaboraciones de material del Sur, aunque el material pueda haber llegado hasta Bilbo a
travé s de Rivendel. El nº 14 tambié n depende de la tradició n de Rivendel, é l៷�ica o nú menó reana,
referida a los dı́as heroicos a ៷�ines de la Primera Edad; parece contener ecos del relato nú menó reano
de Tú rin y Mı̂m el Enano.
Los nú meros 1 y 2 evidentemente provienen de Los Gamos. Demuestran un conocimiento de ese
paı́s, y tambié n del Valle, el valle boscoso del Tornasauce3, que difı́cilmente tuviera un Hobbit que
viviera al oeste de Marjala. Tambié n demuestra que los habitantes de Los Gamos conocı́an a Bombadil4
, aunque sin duda entendı́an tan poco sus poderes como la gente de la Comarca los de Gandalf: ambos
eran considerados personajes bené volos, quizá misteriosos e impredecibles, pero aun ası́ có micos. El
poema nº 1 es má s antiguo, y está compuesto de diferentes versiones de leyendas relacionadas con
Bombadil que circulaban entre los Hobbits. El nº 2 usa tradiciones similares, pero el humor de Tom se
transforma aquı́ en burla hacia sus amigos, que lo tratan de una manera divertida (aunque teñ ida con
algo de miedo); pero probablemente fue compuesta en una é poca muy posterior, despué s de la visita
de Frodo y sus compañ eros a la casa de Bombadil.
Los versos aquı́ presentados, de origen hobbit, gustan de las palabras extrañ as, y de los trucos
mé tricos y de rima; en su ingenuidad, los Hobbits evidentemente consideraban estas cosas como
virtudes o gracias, aunque indudablemente se trata de meras imitaciones de prá cticas é l៷�icas. Tambié n
son (al menos en su super៷�icie) livianos y frı́volos, aunque a veces dejan la incó moda sospecha de que
allı́ hay algo má s de lo que se ofrece a simple vista. El nº 15, cuyo origen es innegablemente hobbit, es
una excepció n. Es la pieza má s tardı́a, y pertenece a la Cuarta Edad; pero se lo incluye aquı́ porque
alguien anotó en su encabezamiento “El Ensueñ o de Frodo”. Esto es digno de menció n, y, pese a que es
poco probable que el poema haya sido escrito por Frodo mismo, el tı́tulo muestra que se lo asoció con
los sueñ os de oscuridad y desesperació n que lo visitaron en marzo y octubre durante sus ú ltimos tres
añ os. Pero habı́a de hecho otras tradiciones referidas a Hobbits que fueron atacados por esta “locura
de aventuras”; y, si alguna vez regresaban, se volvı́an misteriosos e intratables. El pensamiento del Mar
nunca dejaba de estar presente en el trasfondo de la imaginació n hobbit; pero el sentimiento que
prevalecı́a en la Comarca a ៷�ines de la Tercera Edad era de miedo y descon៷�ianza hacia todo
conocimiento é l៷�ico, y en verdad ese sentimiento no fue del todo erradicado por los sucesos y cambios
con que terminó esa Edad.
J. R. R. Tolkien, “Beowulf: Los monstruos y los crı́ticos” (fragmento)
[ The Monsters and the Critics and Other Essays , editado por Ch. Tolkien: London: George Allen &
Unwin 1983. L
os monstruos y los críticos y otros ensayos , trad. de E. Segura. Barcelona: Minotauro 1998.
Prá cticamente toda la censura, y la mayor parte de la alabanza que ha recibido The Beowulf se ha
debido, bien a la creencia de que era algo que no era –por ejemplo, primitivo, pagano, teutó n, una
1
L
efnui , M
orthondKirilRingló , G ilrainSernui , y A nduin .
2
Este nombre perteneció a una princesa de Gondor, a travé s de quien Aragorn proclamaba descender de la
lı́nea meridional. Tambié n era el nombre de una hija de Elanor, hija a su vez de Sam; pero ese nombre, si es que
está conectado con el poema, debe haberse derivado de él; no puede haber surgido en la Frontera del Oeste.
3
Grindmuro era un pequeñ o muelle sobre la ribera norte del Tornasauce; estaba fuera de la Cerca, y estaba
bien protegido y vigilado por un grind o valla que se extendı́a incluso hasta el lecho del rı́o. Espino (Colina del
Zarzal) era un caserı́o ubicado sobre un terreno elevado tras el muelle, en una lengua de tierra estrecha, entre el
៷�in de la Cerca Alta y el Brandivino. En Mithe , la desembocadura del Rı́o de la Comarca, habı́a un desembarcadero,
desde el cual bajaba un sendero hacia Hoya del Bajo que seguı́a hacia el Pontó n y pasaba por Junquera y Cepeda.
4
De hecho, probablemente fueron ellos mismos quienes le dieron ese nombre (es una forma tı́pica de Los
Gamos), que se debe haber añ adido a los muchos que ya tenı́a.
Unidad II ‑ 2
alegorı́a (polı́tica o mı́tica) o, má s a menudo, una obra é pica–, o bien al desá nimo ante el
descubrimiento de que era é l mismo y no lo que el estudioso hubiese querido que fuera –por ejemplo,
una balada pagana heroica, una historia de Suecia, un manual de antigü edades germá nicas o una
Summa Theologica nó rdica–.
Yo expresaria toda esa diligencia con otra alegorı́a. Un hombre heredó un campo en el que habı́a un
montó n de viejas piedras, parte de una construcció n má s antigua. Algunas de esas piedras ya habian
sido utilizadas para construir la vivienda que habitaba, cerca de la vieja casa de sus padres. Con el
resto edi៷�icó una torre. Pero al llegar sus amigos, advirtieron (sin molestarse en subir los escalones)
que esas piedras habı́an pertenecido a un edi៷�icio má s antiguo. Entonces derribaron la torre, no sin
grandes esfuerzos, buscando bajorrelieves o inscripciones ocultas, o intentando descubrir dó nde
habı́an hallado las piedras los remotos antepasados del hombre. Algunos sospechaban que habia allı́
un depó sito subterrá neo de carbó n, y empezaron a cavar, olvidá ndose incluso de las piedras. Todos
habı́an dicho: «Esta torre es interesantı́sima». Pero tambié n dijeron (despué s de derribarla): «¡En qué
estado desastroso se encuentra!» E incluso se oyó murmurar a los descendientes del hombre, aunque
de ellos se habrı́a esperado que comprendieran por qué lo habı́a hecho: «Es una persona muy extrañ a.
¿Por qué ha usado las piedras para construir esa torre absurda? ¿Por que no restauró la vieja casa? No
tiene sentido de la proporció n». Y, sin embargo, desde la cima de esa torre el hombre habı́a podido
mirar el mar.
Confı́o poder demostrar que tal alegorı́a es justa, incluso si consideramos a los crı́ticos má s
recientes y avisados, cuya preocupació n esté , en principio, del lado de la literatura. Para alcanzarles
debemos pasar en un rá pido vuelo sobre las cabezas de muchas dé cadas de criticos. Mientras lo
hacemos, una babel en con៷�licto se levanta ante nosotros, una babel que vendrı́a a resumirse en las
siguientes opiniones: « Beowulf es una é pica autó ctona a medio hacer, cuyo desarrollo se vio truncado
por la enseñ anza en latı́n; fue inspirada por un intento de emular a Virgilio, y es un producto de la
educació n que se introdujo con el cristianismo; como narrativa resulta ៷�loja e inconsistente; las reglas
de la narrativa son inteligentemente observadas a la manera de la é pica culta; es el producto confuso
de un comité de anglosajones estú pidos y probablemente borrachos de cerveza (es é ste un comentario
galo); se trata de una serie de baladas paganas editadas por monjes; es la obra de un sabio aunque
errado anticuario cristiano; es la obra de un genio, extrañ a y sorprendente en ese perı́odo, si bien el
genio parece haberse manifestado en la creació n de algo que hubiera sido mejor dejar sin hacer (es
é sta una voz muy reciente); es un cuento popular salvaje (coro general); se trata de un poema que
pertenece a una tradicion aristocrá tica y cortesana (las mismas voces); es una confusa miscelá nea; es
un documento socioló gico, antropoló gico y arqueoló gico; es una alegorı́a mı́tica (voces muy antiguas
é stas, y generalmente acalladas, aunque no tan erradas como algunos de los má s recientes reclamos);
es rudo y á spero; una obra maestra del arte mé trico; carece en absoluto de forma; es curioso, pero su
estructura resulta ridı́culamente endeble; es una inteligente alegorı́a de la polı́tica contemporanea (el
viejo John Earle, apoyado tı́midamente por el señ or Girvan, si bien el periodo al que se re៷�ieren no es el
mismo); su arquitectura es só lida; es super៷�icial y barato (una voz solemne); es innegablemente algo
de peso (la misma voz); se trata de una é pica nacional; es una traduccion a partir del dané s; fue
importado por comerciantes frisios; es una carga para los planes de estudio ingleses; y (coro ៷�inal y
universal en el que coinciden todas las voces) es digno de estudio».
J. R. R. Tolkien, “Carta #247 al coronel Worskett” (fragmento)
( Cartas de J.R.R. Tolkien . Selecció n de H. Carpenter, trad. de R. Masera; Barcelona: Minotauro 1993.)
20 de septiembre de 1963 76 Sand៷�ield Road, Headington, Oxford
Estimado coronel Worskett:
Muchas gracias por su hermosa y alentadora carta. Me dio gran placer . . . .
En verdad, podrı́a darle otro volumen (o muchos) sobre el mismo mundo imaginario. De hecho,
estoy contratado para hacerlo. Pero hace ya unos añ os que vengo postergá ndolo por intensas tareas de
ı́ndole profesional, descuidadas mientras vigilaba de cerca la impresió n de El Señor de los Anillos . Eso
habrá terminado por el momento cuando mi traducció n de Sir Gawain and the Green Knight entre en
Unidad II ‑ 3
prensa: pronto, espero. Luego volveré a la tarea de poner en orden todas o algunas de las leyendas de
las primeras edades a las que se hace referencia en los Apé ndices (esp. A i.) . . . .
Me temo, de cualquier modo, que la presentació n exigirá mucha faena, y yo trabajo muy
lentamente. Es preciso elaborar las leyendas (fueron escritas en diferentes momentos, algunas hace
muchos añ os) y volverlas coherentes; y deben integrarse con El S. de los A.; y hay que darles cierta
forma progresiva. No hay un recurso simple disponible, como podrı́an serlo un viaje o una bú squeda.
Yo mismo tengo dudas sobre la empresa. Parte del atractivo del S. de los A. radica, creo, en los
atisbos de una historia má s amplia desarrollada en el fondo histó rico: un atractivo como el que tiene
ver a lo lejos una isla que no se ha visitado, o las torres de una ciudad distante que resplandecen entre
la niebla iluminada por el sol. Ir allı́ es destruir la magia, a no ser que vuelvan a revelarse nuevos
panoramas inasequibles. Ademá s, muchas de las leyendas má s antiguas son puramente «mitoló gicas»
y casi todas ló bregas y trá gicas: una larga narració n de los desastres que destruyeron la belleza del
Mundo Antiguo, desde el oscurecimiento de Valinor hasta la Caı́da de Nú menor y la huida de Elendil. Y
no hay hobbits allı́. Ni aparece Gandalf, salvo en una menció n pasajera; porque el tiempo en que cobró
importancia no empezó hasta la Tercera Edad. Los ú nicos personajes importantes del S. de los A. que
aparecen son Galadriel & Elrond.
Hay, por supuesto, un montó n de vı́nculos entre El Hobbit y El S. de los A. que no quedan
claramente establecidos. Fueron escritos o esbozados en su mayorı́a, pero se los eliminó luego para
aligerar el barco; como las expediciones explorativas de Gandalf y sus relaciones con Aragorn y
Gondor; todos los movimientos de Gollum hasta que se refugió en Moria, etcé tera. En realidad, escribı́
enteramente un relato de lo que sucedió antes de la visita de Gandalf a Bilbo y la subsiguiente
«Reunió n poco esperada» tal como lo vio el mismo Gandalf. Debió haber tenido lugar durante una
conversació n evocadora sostenida en Minas Tirith, pero tuvo que ser eliminada y só lo se la representa
brevemente en Ap. A, pá gs. 83 a 86, aunque se omiten las di៷�icultades que Gandalf tuvo con Thorin.
Unidad II ‑ 4