Trilogía Cásate Conmigo 3
Trilogía Cásate Conmigo 3
Trilogía Cásate Conmigo 3
SON TRES
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPITULO 1
Ya pasaron dos meses y por más que reniegue, sigo esperando que el
gallego vuelva, no sé si por mi culpa o no, Marisa se toma un tiempo con
Frank, él aprovecha y se une a sus hermanos haciendo causa común con ellos,
viven los tres en la casa de Manu. Una noche Marisa me llama.
—Ya sé lo que vamos hacer, ahora voy, tomamos mate y prepárate —
me pide, sonrío y preparo el mate, son las once de la noche los chicos ya
están en sus habitaciones.
—Loca ¿qué vamos a hacer? —pregunto apenas abro la puerta de mi
casa, me sonríe.
—¿Cuánto dinero tienes? —la miro, sorprendida.
—Te presto, ¿cuánto quieres? —ella larga una carcajada y me
observa.
—Sofi, de la venta de nuestra empresa, ¿cuánto te queda? —no
entiendo dónde quiere llegar, termino pensando que es verdad, vivo en el
limbo, al acordarme de las malditas palabras, que me dijo el gallego, puteo
por lo bajo.
—Toda y creo que un poco más, Manu siempre me deposita de más y
sabes que yo no soy de gastar, si lo hago, gasto con su tarjeta porque él me
obliga, ¿en qué estás pensando loca? —ella sonríe, no entiendo nada.
—¿Te acuerdas de nuestra empresa?,maldita la hora que le vendimos,
me enteré que los socios se pelearon y laquieren vender —la miro
entusiasmada, me encanta laidea.
—¿Vos creés, que podemos comprarla?¡Ay Marisa qué emoción!, me
encantaría, sería como recuperar lo nuestro, lo que mamá lucho por esa
empresa—se me caen las lágrimas y mi tía también empieza a moquear —
sabes que muchas veces pienso en ello y nunca la tendríamos que haber
vendido.
Las dos nos abrazamos y entre el llanto empezamos a reír.
—Listo mañana vamos a hablar —la miro sorprendida.
—Ya fui hablar, mañana tenemosuna reunión,creo que nos va a faltar
dinero,no tanto, pero ya laconseguiremos,quiero ver la cara del gallego
cuandosaquemos todo el dinero de su banco jaja ja.
—No quiero pedirle un dólar a él, ¿escuchaste? —se empieza a reír.
—¿De qué te ríes?, no a él, ni a Davy ni a Frank, SOLO MUERTA le
pediría.
—Tranquila, ya sé a quién le vamos a pedir, pero ahora no me
preguntes, mañana te pones bien guapa y a las diez tenemos la reunión de
esto nada a nadie, ni una palabra.
Esa noche, no pude dormir estaba muy ansiosa, hasta angustiada por
no saber si podríamos comprarla, sé que ex mis hombres se van a querer
morir, quisiera verles la cara. Después que mis hijos se fueron a la escuela y
los más grandes a la empresa de sus padres, Marisa me pasó a buscar y nos
fuimos, vestidas para matar. Me puse un pantalón blanco, bien ajustado y una
blusa de seda verde transparente, Marisa un monito blanco con un escote que
madre mía, nos íbamos riendo y cantando en la camioneta la canción de
Enrique Iglesias, Bailando, ponemos el volumen al máximo y recordamos los
años pasados, reímos y cantamos.
Cuando doblamos en una esquina, ya a unas cuadras de la empresa,
un auto se detiene a nuestro lado, Marisa lo mira al conductor, la mira y la
vuelve a mirar, es uno de los contadores de la empresa de publicidad de
nuestros ex.
—Chau, papito —grita Marisa, destornillándose de risa, el hombre
queda mudo.
Llegamos, y se nos corta el aliento, la empresa está en ruinas, una
gran tristeza nos embarga por completo, nos miramos sin hablar, no queda ni
el veinte por ciento de lo que era, un hombre muy apuesto y con unos cuantos
años nos espera en la gran puerta de entrada.
Marisa me dice que la deje hablar, asiento, ensayamos nuestra mejor
sonrisa y saludamos al entrar, ella nos presenta. Siento los ojos de él sobre mi
cuerpo, como aguijones, me desviste en un segundo, subimos al ascensor y
nos dirigimos al tercer piso. Ahí nos esperan dos hombres más, saludamos y
uno de ellos queda deslumbrado con Marisa, a pesar de sus años es una
hermosa mujer y muy inteligente. Nos sirven café y pasamos a una sala, que
antes, destinábamos a reuniones, está toda destruida, saltado el revoque y los
sillones son los mismos que dejamos, quince años atrás.
Marisa pide que le muestren los balances y los clientes que tienen, si
es que los tienen. Nos entregan unas planillas y no podemos creer, estos
hombres son muy estúpidos o se quieren deshacer de la empresa, a como dé
lugar. Nosotras nos miramos, pedimos que nos permitan hablar unos minutos
a solas, ellos aceptan y se retiran.
—Quieren treinta millones —mis ojos se abren como platos.
—Están locos, esto no lo vale, nosotros la vendimos en setenta
millones y aun poseemos acciones de la misma, pero en este estado, esto no
vale ni la mitad —mi tía me mira y sé que está sacando cuenta.
—Le ofreceremos diez millones, no pediremos dinero a nadie y
saldremos ganando me tengo fe, que lavamos a levantar, casi no tienen
clientes, tendremos que viajar, comunicar que es nuestra otra vez, haremos
mucha publicidad, ya verás, volverá a ser lo que fue.
—Marisa, lamento sacarte de tu encantamiento, pero no van a aceptar,
por más muertos que estén, y levantarla costará varios millones.
—Lo intentaremos, si no quieren, ofreceremos un poco más.
Y así lo hicimos, a uno por la cara que puso, la cifra no le gusto, los
otros dos dijeron que lo pensarían.
—Espero la contestación en tres días, si no contestan en el término de
ese tiempo, deduciré que no aceptan, invertiré el dinero en otro lado, buenas
tardes señores. —Saludamos y nos fuimos, Marisa me demostró lo fría y
astuta que resultaser, a la hora de negociar.
Los próximos días, nos pasamos caminando por las paredes, no
pensaba en el gallego, ni en Davy, aunque él venía siempre a verme, me veía
inquieta y nerviosa, sé que pensaba que era por ellos, «¡si supiera!»
Al tercer día, nos piden reunirnos, transpiramos todas de los nervios
que teníamos, tratamos de mantenernos tranquila, los saludamos y nos
sentamos, nos pidieron un poco más de dinero, ellos se veían muy nerviosos.
—Ni un dólar más, eso es lo que ofrecemos lo toman o lo dejan, por
favor tenemos otra reunión, no podemos perder tiempo —admiraba la
entereza y el poder de convicción de Marisa.
—Ustedes saben que esto, aunque esté en ruinas, vale mucho más y
sus productos se pueden vender en millone s—un hombre nos apuraba con
sus palabras, Marisalo miraba y sonreía.
—Pues, arréglenla y recuperen a los clientes, buenas tardes señores.
—Nos paramos y nos detuvieron enseguida.
—Me encantan las mujeres con cojones, y usted señora los tiene,
aceptamos, pero en efectivo—tenía ganas de gritar de alegría, otra vez la
empresa de mi madre en nuestras manos, Marisa les sonrió y nos dimos las
manos.
—Por supuesto, cuando tengan los papeles listos, vendremos con
nuestros abogados, depositaremos el dinero y en el acto retirarán el mismo.
Cuando volvíamos, saltábamos, reíamos y llorábamos de la alegría,
paramos en un lugar a tomar algo y pedimos un vinito blanco, reserva tardía,
frío, estábamos como locas, unos hombres que estaban cerca nos saludaron y
mandaron otra botella a la mesa.Le dije a Marisa que no, pero ella estaba
como loca y aceptó, cuando se estaban acercando a nuestra mesa, ¿quién
pudo haber entrado? y ella agarrada a su brazo, Manu estaba serio y ella reía
como lo que era, una zorra.Lo vi enseguida, Marisa seguía sonriéndoles a los
que se acercaban, la codeé y ella me miró. La alemana no dejaba de tocarlo,
él se sentía incómodo, hasta que la sujetó por el brazo y ella se calmó, estaba
borracha.
—Estamos esperando a nuestros maridos, gracias por el vino, quizás
en otro momento—Marisa es una caradura y yo estaba roja como un tomate.
Uno de ellos dejó una tarjeta sobre la mesa y se retiraron, el más
joven me sonrió y la verdad es que era un bombón. Cuando nos levantamos
ellos nos seguían mirando, levantaron sus copas y nos sonrieron justo cuando
Manu, miró a quién saludaban, nos miró y se le cayó la mandíbula, no podía
creer que éramos nosotras y como Marisa ya estaba bastante entonada, se dio
vuelta y le grito.
—Te queda bien, la zorra, cuñado. A ustedes los Falcao los gusta ser
cornudos, por eso salen con las putas. Chau gallego saludo a tu hermano —
los dos hombres cuando lo vieron a Manu, desaparecieron en un instante, la
zorra sonreía con ironía y el gallego estaba enfurecido.
Llevé a Marisa a la casa y me fui a la mía, después de bañarme, me
llama Davy.
—Hola Sofi, puedo ir quiero hablar contigo.
—No, estoy ocupada —le corté.
A las doce de la noche después de meses, me llama el gallego al
escuchar su voz, casi me meo, «la madre que me parió, amo a este
desgraciado», solo escuchar su voz, se me nubla la razón.
—Sí, ¿quién habla? —me hago la interesante.
—Sofi, ¿podemos hablar? —su voz suena cansada, triste, pero no me
engaña más.
—¿Qué quieres? Estoy ocupada. —Hace un silencio, yo suspiro.
—Quiero volver a casa, sé que estuve mal, perdóname yo ya te
perdoné, te extraño, por favor quiero dormir contigo nena, ¿te acuerdas? solo
los tres.
—El que lo olvidaste fuiste vos, ¿sabes qué?, ya no quiero que
vuelvas, estoy bien así, ya no te amo, ve a dormir con esa zorra. Después de
verte con ella, ¿crees por un minuto, que dejaría que vuelvas a mi cama? Ni
lo sueñes, te acuerdas lo que me dijiste, lo mío es mío, no quiero ni siquiera
que lo miren, ni que lo toquen y ella hoy me demostró que vos ya sos de ella,
se cansó de tocarte.Jamás dejaría que vuelvas a ponerme las manos encima,
lo siento.Te amé hasta que me dolieron los huesos, nunca pregunté por todos
sus negocios turbios, les fui fiel en cuerpo y alma, pero eso no te bastó,
hiciste promesas que no pudiste cumplir, me engañaste de la peor manera y
con la zorra más grande de todas.Decime,¿qué se siente acostarse con la que
se acostó con tus hermanos y tu padre?, ¿no te da asco?, ¿no te da vergüenza
llevarla del brazo por la calle, aparecer en las revistas y que tus hijas me
pregunten, esa es la novia de papá?
—No seas tan cruel, sabes que a la que amo, esa ti.
—¡Hipócrita, mentiroso, sos lo peor! Peor que tu hermano, no pueden
tener la bragueta cerrada, se van a morir solos. Ya no tengo veinte años como
cuando me conocieron, me defraudaste gallego, todas las expectativas las
tenía puestas en vos, sabés que solo tus brazos me calmaban, me protegían—
ya siento un nudo en la garganta y las lágrimas sin permiso inundan mi
rostro, me las seco con el dorso de las manos y me maldigo —¿a mí, me
llamás cruel?, cuando soy yo, la que corre a la habitación de tus hijas a
protegerlas en las noches de lluvia, soy yo la que les explica que ya no vas a
volver porque amás a otra y tengo que secar sus lágrimas.
—Lo hice a propósito, para darte celos, nena déjame volver, tu
gallego te ama. No me hagas sufrir mi niña, déjame amarte otra vez. Tienes
razón, nena yo soy cruel, por favorámame otra vez, amo a mis hijos, te amo,
hazme otra vez un lugar en tu vida, estoy muriendo, por favor Sofi, ámame
otra vez.
—A ella dile miniña, a mí no, voy a cortar, mañana tienes que ir a la
reunión del colegio de las nenas, yo tengo una reunión y no puedo ir.
—¿Qué reunión? ¿Dónde? ¿Con quién? —pregunta ofuscado.
—No te importa, como a mí no me importa lo que hagas vos, hasta
mañana.
A la mañana siguiente se tenía que hacer la transacción, yo temblaba
pensando que el gallego no iba a dejar salir tanto dinero de su banco, Marisa
como siempre estaba tranquila, esperábamos el llamado delos vendedores,
mientras yo caminaba por las paredes toda transpirada, Marisa tomaba mate.
—¿No estás nerviosa? Mirá si el gallego nonos quiere dar el dinero.
—Lo mato, es nuestro dinero, no le pedimos nada a ellos —responde
muy suelta de cuerpo, la miro sin entender su despreocupación. En ese
preciso momento suena mi celular, levanto los ojos al cielo y me persigno.
—Hola, ¿señora de Falcao? —reconozco la voz al instante es el
gerente del banco, seguro que Manu no me deja sacar el dinero, pienso, le
hago seña a Marisa y lo pongo en altavoz.
—Sí, Francisco ¿cómo está? —mi voz se suaviza y la suya se
dulcifica, Dios, conozco a los hombres, son todos iguales, babosos.
—Buenos días, ¿cómo está? ¿siempre tan hermosa? —ja, lo dije,
todos iguales —acá hay unos hombres que vienen a retirar una gran cantidad
de dinero de su cuenta y de la señora Marisa, como no puedo localizar a
Manuel, no sé qué hacer —la maquinaria de mi cabeza se activarapidísimo.
—Sí Francisco, está todo bien, haga el favor de abonarles los cheques,
es para un gran negocio —cruzamos los dedos y cierro mis ojos.
—Usted disculpe señora, pero, ¿tanto? —la madre que lo parió, sigue
dudando.
—Escúchemeseñor, si no lo abona, en este mismo momento me veré
obligada a llamar a mi marido, no creo que le alegre que su señora pierda un
negocio millonario, por su culpa—sé que todos les temen, menos yo, tengo
que convencerlo rápido, antes que el desgraciado llegue.
—Está bien señora quédese tranquila, ya abono los cheques, buenos
días —me quedo muda, Marisa me mira.
—Buenos días, gracias Francisco —corto y nos abrazamos con
Marisa, lloramos de alegría.
El pobre hombre, no se imagina lo que el gallego le va a hacer,
cuando se enterela cantidad de dinero que retiramos.
A las dos horas llaman de la empresa de cosméticos, cobraron el
dinero y mañana mismo nos podemos hacer cargo de la misma. A las seis de
la tarde, llama el gallego desesperado, rabioso y puteando en alemán.
—Tú estás completamente loca de remate, tú y la otra argentina, dime
para qué retiraron tanto dinero del banco. Sofíííaaa —me grita desaforado, en
completo estado de excitación.
—Despacio, bonito o tengo que llamarte cielo —me río— no tengo
por qué darte explicaciones de nada, solo sos el padre de mis hijos, soy
completamente libre —Ramona está cerca, al ver que estoy discutiendo me
saluda con la mano y se retira.
—Tú nunca vas a ser libre, mientras yo viva, métetelo en esa cabecita
loca que tienes, tú eresmía, ahora y siempre. Resignación cielito, así es —me
está provocando, lo conozco.
—Solo te puedo decir que, la prioridad en mi vida son mis hijos y el
trabajo.
—¿Qué trabajo? No vas a ir a trabajar, no lo necesitas, ¿escuchaste?
Me estás haciendo enfadar y mucho, claro tú tienes una capacidad
extraordinaria para provocar, es más, eres feliz haciéndolo —responde,
irónico.
—Jajá, no me hagas reír, lo voy hacer y vas a cerrar el pico,
¿escuchaste? De ahora en más, vos y yo estamos en pie de guerra, vas a
conocer lo que esta argentina es capaz de hacer, BONITO —corto y sé que es
lo peor que le puedo hacer, “GUERRA SI, SIIIIIIIIIII” grita mi bruja.
Marisa viene a casa cenar, los varones van a la suya, se reúnen con los
amigos, las nenas después de cenar y se van a un rato a la pileta; hoy los
padres no vinieron a verlas, hablaron por teléfono, sé que están enojados. Le
cuento a Marisa lo que me dijo Manu.
—Frank me volvió loca quiere saber para qué retiramos el dinero, por
supuesto no dije nada.
Frank está viviendo al lado con mis hombres, pero esta noche se
quedan en su hotel, los hijos le coparon la casa. Le declaramos la guerra, a
todos, sabemos que mañana por la mañana tienen una reunión importante en
la empresa de publicidad, mi hijo me lo confirmó. Marisa ya planeó el primer
ataque, yo me mato de risa, sus ideas son disparatadas.
—Mañana, empezaremos con la venganza, terminamos ahí e iremos a
tomar el lugar que nos corresponde en nuestra empresa, nuestra empresa no
lo puedo creer, trabajaremos hasta hacerla resurgir de las cenizas ya veras, —
me confirma, nos abrazamos y bailamos de la alegría.
Después de tomar unas cuantas copas de vino blanco, reserva tardía,
frío, se fue y yo por supuesto no podía dormir, Davy me llamó cuando estaba
por entrar en la pileta, ya las nenas dormían y los varones seguían de joda.
—Hola Sofi, ¿estás acostada? —cabrón, sé que me llama para
sonsacarme qué haremos con el dinero, será que tendré cara de tonta, pienso.
—Hola amor —sé que piensa que ya me tiene a sus pies, jajá —estoy
por meterme en la pileta ¿vos que hacés?
—Te extraño, ya cenaron —mmmm cómo estamos, sé que quiere
venir.
—Si vienes, te preparo algo y nos metemos en la pileta, pero Manu
no.
—Nena, él quiere ir, solo los tres, no seas mala —desgraciado, lo
obligo a llamarme.
—Si querés vení solo, no quiero verlo, ¿venís o no? —oigo cómo
deliberan.
—Ahora voy —Manu debe estar revolcándose de la rabia, «¡que se
joda!»
Me pongo el bikini más chiquito que tengo, le preparo una sabrosa
picada. A los veinte minutos lo tengo en mi casa, con tres kilos de helado,
parado en la puerta tocando timbre, porque yo les hice dejar el juego de llaves
a los dos. Tiene un vaquero gastado y una camisa blanca abierta, se le ve
colgado una cadena con la Virgen de Luján, que les regalé hace años, a los
dos. No puedo creer lo guapo que está, sus ojos grises me desvisten con la
mirada, ya estoy mojada, que fácil soy. Después de hablar y picar algo, tal
como imaginaba, pregunta por el dinero, callo y levanto los platos.
—¿Vamos a la pileta? —vino preparado, se trajo una zunga, hijo de
su madre, me lo quiero comer crudo, nadamos y me cuenta de la empresa de
publicidad, pregunta por los niños, después de cansarnos nadando, nos
sentamos en las reposeras, a la luz de las farolas.
—Dime Sofi, ¿aún nos amas? —su pregunta me toma por sorpresa y
dudo en contestar, me pongo de costado, al igual que él y lo miro.
—Sabes, uno se cansa de amar y cuando te traicionan, tantas veces, es
muy difícil volver a amar —me mira se pasa las manos por ese hermoso
cabello que tiene, estira sus dedos largos y blancos y me acaricia la mejilla.
—Sofi para nosotros tú eres, nuestra nena, eres todo, sin ti no
podemos vivir. Manu lo hizo, primero porque tu broma no le gustó, segundo,
antes de pelear a muerte contigo, dejó pasar un tiempo, la alemana no
significa nada. Ella nos trae una mercadería, no quieras saber qué es, solo
eso, ni remotamente pienses que la amamos, el gallego está muy mal con
todo esto.
Me acerco más a él y nuestros labios se rozan, produciendo una
descarga eléctrica, como siempre, que nos deja sin aliento, nos miramos
intensamente y lo beso en los labios, su deliciosa boca se abre por arte de
magia, nuestras lenguas se saludan y sin permiso en un segundo me levanta
apoyándome sobre su gran y glorioso metro noventa, estamos ardiendo,
busco su cabello, mis dedos traviesos tiran de él y el juego comienza. La
música suena lentamente y nuestros cuerpos se entrelazan más y más, su boca
me va devorando centímetro a centímetro, haciéndome vibrar, sus manos
recorren lentamente mis pechos, siento cómo su respiración se agita, yo gimo
y sus embestidas son precisas e intensas, mis dedos pasean por su gran tórax
recorriéndolo como tiempo atrás. Me besa la nariz, la frente. Su cuerpo
empieza a transpirar y a temblar, sé que el gran momento se avecina, lo
marco en el pecho, gruñe, mis uñas marcan sus brazos y se vacía en mí,
gritamos y gritamos, inertes de tanto placer, nos abrazamos profundamente,
nos ponemos de costado, hasta calmar nuestros latidos.
—Te amo, brasilero siempre lo he hecho y siempre lo haré —me mira
traspasándome con esos ojazos grises.
—Te amo, tanto, solo los tres recuerdas nena, vuelve a nosotros por
Dios, no sabes lafalta que nos haces, quiero a mi familia de vuelta, no nos
castigues más amor, pasa su brazo por mi cintura arrimándome aún más a su
cuerpo, posa su boca sobre mis labios y los muerde suavemente, perdónalo te
lo pido yo —ni loca, ja ja ja, si vino a eso, se equivocó.
Levanto mi mano y mis dedos le tapan los labios,
—Sh-sh-sh, escúchame —él toma mis dedos y los llena de besos—, te
amo y así será hasta que me muera —observo como traga saliva y sus ojos se
llenan de lágrimas —aunque Manu fue el que secó mis lágrimas, cuando vos
me rompiste el corazón allá en la isla. —él baja la vista y una lagrima se le
escapa, la seco y lo acaricio con toda la ternura del mundo, al recordar sin
quererlo, no hago más que empujar las sombras del pasado al presente, mi
pequeño cuerpo se contrae y lo abrazo con todo el amor que aún me queda, se
queda quieto sintiendo la culpa que sabe que tiene, me limpio las lágrimas
con mis dedos y lo miro— Ya no puedo estar con él, ya no, creí en él, más
que en ti, hubiera regalado mi alma aldiablo por envejecer los tres juntos, eso
dijo él un día, ¿recuerdas? Si él te mandó para que me preguntaras, dile que
no, élya decidió su destino y el mío. Aunque me muera de amor, verlo con
ella me hizo más daño del que vos me has hecho, mi corazón está lleno de
pena, lo ha roto, ya nada queda de lo que sentía, dile que él y yo estamos en
guerra, no sé quién va a ganarla, pero yo emplearé todas las armas que estén a
mi alcance para arrancarlo de mi pobre corazón.
Sin dejarlo hablar, le pido que se vaya, acepta y se marcha. Mi noche
es horrible, no hago más que pensar en el gallego, su cuerpo, su rostro, sus
labios, la forma de poseerme, su sonrisa, hasta sus enojos y celos deseo,
levanto mi mano y observo mi anillo, mis lágrimas traicioneras hacen un lago
sobre mis mejillas, hundo mi cabeza sobre la almohada y el llanto se
intensifica, me duermo llorando.
Me levanto peor de lo que me acosté, me ducho y cuando al salir me
miro en elespejo, casi muero, mis ojos hinchados y las ojeras, me recuerdan
la mala noche que he pasado, puteo como loca, busco la crema y trato de
arreglar lo que ya está roto, mi corazón. Me arrodillo y otra vez el llanto se
hace presente, Ramona, que, en tantos años, nunca entró a mi habitación,
alertada por mi llanto y sin golpear, entra corriendo, su arrodilla ante mí y me
abraza, llorando conmigo.
—Lo amo más que a nadie —repito, abrazándome, a ella— ¿qué voy
a hacer sin él?, me defraudó, pero lo sigo amando con todo mi corazón —ella
acaricia mi espalda esperando a que me calme.
—Mi niña querida, cuánto dolor debes sentir, ¿por qué no lo perdonas
de una vez? Llevan meses alejados, él también debe estar mal, lo conozco, él
te ama Sofi, eres la luz de su vida.
—¡Mentira! Él ya tiene a esa zorra, ya nole intereso, ni sus hijos le
interesan.
—¿Qué dices? ¿Te has vuelto loca? Manu los ama a todos —la miro
— Sí mi niña, soy grande pero no estúpida sé que a Davy también lo ama,
eso no me importa, solo quiero que vuelvan hacer la familia que eran.
Me levanto como un rayo, recupero la poca cordura que me queda,
Ramona me mira, pensando que estoy loca, la verdad es que creo que estoy
enloqueciendo.
—Basta de llorar tengo dos reuniones —sigue mirándome— ya está
gallega, ya lo perdí, no lloraré más, basta, se acabó, dejame sola que me voy
a cambiar —se da vuelta para irse y la abrazo— Te quiero, ya se me va a
pasar —ella me besa la mejilla y se va hablando un idioma irreconocible,
sonrío, amo a esta gallega, que mees fiel hasta la médula.
Me pongo un vestido corto, me miro en el espejo y sonrío, si estuviera
el gallego, me diría, “sácatelo por favor” jaja, pero no está. Marisa pasa a
buscarme y me dice
—Hoy empieza la guerra, prepárate sobrina, hoy los Falcao van a
rabiar jaja ja —se mata de risa.
—Pero, ¿no vamos a nuestra empresa? —ya le tengo miedo.
—Primero los haremos enfadar a los desgraciados —me responde.
A los veinticinco minutos llegamos, observamos cuatro autos
impresionantes, estacionados en la entrada de la empresa, más los de ellos,
los de los empleados estacionan sobre los costados. Nos bajamos,
acomodamos nuestra ropa y Marisa me habla.
—Escúchame, toma esta carpeta y cuando te haga seña, la tiras sobre
la mesa, seria y con cara de culo —me vuelve a mirar—, sácate los lentes
estás hermosa, —me los bajo y la miro, se lleva la mano a la boca —Nena,
por Dios, lloraste amares, ¿lo quieres aún?, dímelo —me vuelvo a poner los
lentes.
—Lo odio, con toda mi alma —se larga a reír.
—Sí hermosa, te creo, vamos adentro, miéntele al gallego, a mí no —
me mira de costado y se agarra de mi brazo —te amo, no lo olvides, esto es la
guerra. Solo sígueme, yo hablo, tú observa los voy a volver locos —no tengo
idea, pero me gusta —relájate, sonríe y mueve ese lindo culo que Dios te dio,
—me pide— largo una carcajada y ya estamos dentro de la empresa.
Como siempre tres recepcionistas están atendiendolos teléfonos,
cuando nos ven se les caen las mandíbulas, «zorras» pienso, ya saben que
estamos separados, les sonrío, Marisa las saluda con un movimiento de
cabeza. Subimos en el ascensor y llegamos al piso donde están de reunión,
vemos entrar a dos hombres de traje, los que se dan vuelta para mirarnos.
Marisa me da las últimas indicaciones, observa la hora en su celular, sabemos
que el gallego es puntual sobre el horario de las reuniones, me mira y
entramos. Cuando ingresamos a la gran sala de reuniones, donde hay una
gran mesa de caoba lustrada, enseguida lo veo en la punta, con su traje negro,
impecable, como siempre absorto en mil papeles, Manu, se ve esplendido; a
su lado está Davy, la alemana está parada a su lado, mostrándole unos
documentos, Frank en la otra punta y a los costados cuatro hombres. Está tan
compenetrado en lo suyo, que no nos ve.
—Buenos días señores —saluda Marisa sarcásticamente.
Me indica unas sillas vacías y nos sentamos, todos nos miran, Manu
levanta su hermoso rostro y sus ojos no dejan deobservarme, la zorra, Frank y
Davy nos miran y lo miran al hermano, sin saludar.
—Nadie contesta, bueno, nos sentaremos, ¿qué tema trataremos hoy?
—mi tía lo mira al gallego que está con la boca abierta.
El gallego reacciona, se para y nos mira directamente a los ojos,
todos, nos observan.
—¿Qué pasa cuñado? Venimos a tomar el puesto que es nuestro,
Sofía —con un gesto me indica la carpeta.
Manu, mira la carpeta y su mirada se cruza con la mía; me da tanta
bronca, que las mejillas me arden, al ver a la zorra a su lado, meparo
enfrentándolo.
—Acá están nuestras acciones, entre las dos sumamos el cincuenta
por ciento, tenemos derechos, ¿algún problema? —Él solo me mira.
Mueve su cabeza de un lado a otro y se sienta, quedamos las dos
calladas, hasta que empiezan a proponer un gasto de dos millones para
comprar no sé qué, Marisa se para y todos la miran.
—No estoy de acuerdo, es mucho dinero no se puede gastar tanto —
Frank se para furioso y le grita.
—Marisa por favor, no sabes nada de esto, ¿qué haces acá? —ella ni
lo mira.
Lo miro a Manu, sé que, hace un esfuerzo enorme para no echarnos,
me encanta cuando está enojado, me calienta sobre manera, le mantengo la
mirada, hasta que no aguanta más y le sonrío irónicamente y se enfurece.
—Bueno pasemos a otro tema —anuncia, dando vuelta una hoja—
hay que girar tres millones a Alemania —dice, sin levantar la vista de unos
documentos, pero no lo dejo terminar, lo interrumpo.
—No estoy de acuerdo, ese dinero tiene que —pero se levanta
haciéndome retroceder, pega un puñetazo a la mesa y todos temblamos, nos
miramos con toda la rabia que en este momento sentimos, se saca la corbata
la tira a un costado y se abre la camisa, a la mierda la calma, sonrío, lo que lo
enoja aún más, como era de suponer la pelea estáservida.
—¿De qué te ríes? ¿Quieres volverme más loco aún? —pregunta a los
gritos, sin dejar de mirarme, la zorra sonríe, la toma de un brazo y la saca
afuera— ¡Todos afuera YA! —grita como un chancho, todos salen, pero a mí
me toma de un brazo, Marisa lo mira mal.
—Solo un momento, por favor —le pide, mirándola, suavizando su
voz, ella me hace seña que me espera afuera, solo quedamos los dos en esa
enorme sala, nos desafiamos con la mirada.
—¿Por qué? ¿Porqué amor, me haces esto? Sofi nena, háblame —
bajo la mirada, con su dedo índice me levanta el mentón y me habla a un
centímetro de mi boca— Te amo, dime qué hacer para volver contigo, dímelo
—suplica.
Me separo de él en un segundo, lo miro con todo el odio del mundo.
—Sigue con esa zorra, te veías muy contento a su lado, ¿también le
has regalo acciones? —reacciona al instante soltándome.
—Por el amor de Dios, ¿te has vuelto loca? ¿Cómo puedes creer algo
semejante? Ella trabaja, nos trae mercadería que nosotros no podemos traer,
—se vuelve acercar a mí, conociéndolo me va cercando para devorarme, lo
conozco, no va a tener tanta suerte, me corro rápido de su lado y le grito.
—Sabes que, si no tiene acciones, no puede estar acá, todas las que te
llevas a la cama, vienen a tus reuniones, hipócrita, cínico, mentiroso vos no
amas a nadie, te odio —doy media vuelta y me alejo tratando de salir, pero
me toma de atrás, me apoya en su cuerpo y su perfume me embriaga, siento
el latido desaforado de su corazón sobre mi espalda, sus brazos me cubren la
cintura y una mano me aprieta el vientre, su rostro se apoya en mi cuello y
creo estar perdida.
—Sofi, mi niña si supieras lo que sufro, no dirías estas tonterías, solo
tú, solo los tres recuerdas, perdóname, no me alejes de tu lado estoy
muriendo de amor haré lo que me pidas, solo dime que aún me amas, sus
labios ya empiezan a recorrer mi cuello haciéndome estremecer —estoy a
punto de ceder cuando la zorra entra empujando la puerta, los dos la
miramos.
—¿No te das cuenta que él me ama a mí? ¿Porqué no lo dejas en paz?
—la va a sacar, tomándola con rabia de un brazo, pero yome adelanto y
lomiro.
—No, laque sobra acá soy yo, lástima no haberme dado cuenta antes,
el tipo de hombre que sos, no vuelvas hablarme, si no es por tus hijos —él se
queda paralizado.
Antes de irme, abro la puerta y agarro a la zorra de las extensiones y
me la llevo a rastras, llamo el ascensor y nos metemos adentro en un segundo
con Marisa y con la zorra gritando como una loca. Veo correr a Manu y lo
escucho gritar mientras el ascensor empieza su descenso.
—Sofi, nena —grita el gallego, dentro del ascensor Marisa la
despeina toda y la amenaza.
—No quiero verte cerca de los Falcao, ¿entendiste? contesta mierda
—ella asiente llorando, está temblando, el ascensor para y vemos cómo los
Falcao corren bajando las escaleras, las puertas se abren y salimos
acomodándonos la ropa, la zorra queda despatarrada en el piso llorando.
—Hablemos, nena por favor —me grita el gallego.
Agito mi brazo sobremi cabeza y le hago seña que no, siento como
putea en alemán y le dice a la zorra que se vaya. Frank nos corre y nos
detiene antes de salir.
—No quiero que vuelvas aquí —le exige a Marisa, las dos nos vamos
encima de él, sin dejarlo hablar.
—¿Qué te pasa? ¿Estás loco? Voy a venir siempre que quiera o
¿tienes una puta escondida acá? Idiota, tú no me mandas ya perdiste esos
derechos, no me jodas Falcao, porque sabes lo que soy capaz de hacer —
Marisa casi le mete un dedo en el ojo de tanto agitarlo.
Davy viene a su encuentro y se lo lleva, ella se larga a reír y Frank se
enfurece.
—Mañana volvemos chicos, espérennos —mientras nos vamos, nos
damos vuelta y los tres no dejan de mirarnos.
CAPÍTULO 5
Manu por unos cuantos días no fue al banco, atendía las llamadas
desde mi casa, Joaquín estaba aprendiendo rápido y hacía su trabajo a la
perfección, hasta atendía a algunos clientes importantes, con sus casi
diecinueve años era inteligente y cuidaba el negocio como lo hacía su padre,
al gallego se le caía la baba.
—¿Sabes Sofi?, mi crío me salió más inteligente que yo —decía
mientras yo escribía y él revisaba unos papeles, lo miré y le sonreí, él me
miró. —¿Qué? ¿Porqué me miras así? —me acerqué y le agarré las mejillas
con mis manos, soltó los papeles y con un solo brazo me atrajo a su cuerpo.
—Sos muy arrogante Falcao, muy celoso y muy, muy atractivo —
susurré sobre sus labios, estaba con el pantalón del pijama y una remera
blanca, estiré una mano y la deslicé dentro de su pantalón, lentamente y
mientras le mordía el labio, le acariciaba el bulto, que ya me saludaba, él
cerró sus ojos y me succionó los labios.
—Vamos un ratito a la cama, con el brazo así, no lo puedo hacer
parado —me pide, ya empujándome al dormitorio.
Nos amamos como siempre, se olvidó del dolor del brazo y me
embistió, como solo él podía hacerlo, sus caderas ejercieron la presión justa,
que mi cuerpo reclamaba, me elevó al cielo en un segundo, sus palabras
sucias, enloquecieron mis sentidos dejándolos totalmente indefensos. Sus
labios recorrieron mi cuerpo mil veces, mis dedos lo arañaron y mis dientes
furiosos lo marcaron, mientras él gruñía de placer, me encanta su fiereza al
hacer el amor, suave y la vez dominante. Me subo sobre su cuerpo y lo
cabalgo como una yegua, me mira mordiéndose el labio y sus caderas
profundizan sus estocadas, con una mano me acaricia los pechos y de pronto
con un solo movimiento me da vuelta quedando mi cuerpo, boca abajo.
—¡Suplícame que te coja!¡Vamos, dilo mi niña, suplícalo! —su voz
es ronca, grave, apoya su glande sobre mi ano —provocándome, me muerde
el cuello y lame mi oído, estoy por explotar, este hombre me seduce, me
excita tanto, que estoy perdiendo la razón.
—Tomame, hacé de mí lo que quieras, hacelo gallego, por favor
hacelo —le grito.
Después de amarme dos veces, nos rendimos en nuestra gran cama,
me abrazo a su cuerpo sudado, me mira, subo mi cabeza y lo observo.
—¿Qué pasa mi niña?, ¿estás bien? —pregunta besándome la frente.
—Sabes, no creo que pudiera perdonarte otra vez, no quiero sufrir
más—no me deja terminar de hablar, me abraza con todas sus fuerzas.
—Esta vez, creí que te perdía para siempre, solo en mi casa por las
noches, lloraba tu ausencia, extrañaba tus brazos, tu sonrisa, tu pelo—baja su
cabeza y me lo huele —extrañaba a mis hijos, los olores de tu casa, todo,
quería morir, sabes, ya estamos viejos, no puedo estar sin ti —me aprieta otra
vez contra su cuerpo y yo subo mis piernas a las suyas—no me importa que
sepas, que lloré por ti —bajo la cabeza y él me pide que lo mire— te amo
más de que puedes imaginar, perderte, significaría hundirme otra vez en el
infierno —susurra con lágrimas en los ojos.
Después de dormir una siestita, volvimos al trabajo, yo me
comunicaba con Marisa a la empresa y él hablaba con su hijo al banco y cada
hora lo llamaba Davy, por temas de la empresa de publicidad.
Una noche, después de cenar, cuando ya los chicos estaban
durmiendo, el gallego mandó a llamar a Frank, nos sentamos en el parque,
con el brasilero y por primera vez, el gallego nos comentó a los tres su
preocupación, tenía datos del padre de la chica de mi hijo.
—La madre de ella —murmuró— no se fue, como ella asegura, la
mataron —los tres nos quedamos duros, sin poder articular palabra alguna —
meses después de su desaparición, se encontró su cuerpo, tirado en un baldío,
con un disparo en la cabeza. Se dice que ejercía la prostitución, se lo citó al
marido varias veces, pero tenía una coartada perfecta, estaba fuera del país,
como ella no tenía familia, la investigación quedó nula y él libre, es todo lo
que me averiguaron.
—¿Tú crees que él la mató? —preguntó Frank, con miedo, sin sacarle
la vista de encima.
—Creo que sí, el tipo es peligroso, tenemos que andar con cuidado,
no tiene los negocios que dice, tampoco creo que sea su verdadero nombre,
¿qué negocios lo tienen tanto tiempo fuera del país? ¿y la hija no le importa,
como para dejarla sola tanto tiempo? Por último, ¿por qué el odio hacia mi
familia? —todos nos miramos, pensando que su deducción tenia
fundamentos, ¿qué padre deja sola a una hija, adolecente tanto tiempo? Y
¿por qué nos odiaba, si no lo conocíamos? los interrogantes quedaron
flotando en el aire, y cada uno de nosotros, sacando nuestras propias
conclusiones.
—Escúchame, hermano —le preguntó Frank, todos los miramos —
este tipo, ¿no será Alex que siempre tuvo una doble vida? —giramos la
cabeza, esperando la respuesta del gallego.
—No, Alex es un mentiroso, jugador, quizás hasta mala persona, pero
no es tan inteligente, como para tener una familia escondida tanto tiempo.
Además, es un cobarde, no creo que tenga el valor para matar a nadie.Esto
me está desvelando, hoy me llamaron del taller, me dijeron que los cables de
los frenos del auto, fueron cortados deliberadamente, quiere decir que alguien
nos quiere muertos —me tapo la boca para no gritar, Davy que está a mi lado,
me abraza, besándome la cabeza —no quiero que rezongues, —me mira —
pero necesitamos otra vez custodia, si le pasa algo a los chicos, creo que me
muero, no quiero que salgas sola —me estoy por parar enojada, pero estira la
mano y me sienta a su lado, me pasa la mano por la cintura, y me mira —ya
escuchaste, no quiero verte sola afuera, por favor nena, entiéndeme—le
acaricio la mejilla y lo abrazo, sin contestar —Creo que Alex se esconde en
La Casona, —«la madre que lo parió, ¿cómo no lo descubrimos antes?», los
mira a los hermanos —el casero que vive en el fondo, me dijo que le daba
lástima, pero no podía ocultarlo más, temía que si nosotros nos enterábamos,
perdería su trabajo —Frank, se para y maldice, Davy se sonríe— ahora,
díganme qué hacemos con él. Ya me cansó, papá, lo quiere afuera de todo,
me dio órdenes que lo mande a Alemania, donde está la familia de Ana —lo
miro, sin entender por qué a Alemania —no preguntes nena, mi padre manda,
yo obedezco, le vamos a pasar un dinero por mes, pero no queremos volver a
verlo —me dice, al ver mi expresión.
—Pero, aunque haya obrado mal, es su hermano, —los miro a los
tres, ellos desvían las miradas hacia Manu, que se quedó pensando.
—Sofi, yo te amo, pero por favor, no te metas en esto, él no es como
nosotros, lo primero para nosotros es la familia, para él no, no merece el
apellido que lleva, le quiso pegar a tu hijo, ¿eso no te molesta? Y no voy a
molerlo a palos, solo porque papá me lo pidió, está enfermo —termina
diciendo, me mira ya enojado y como siempre tengo que darle la razón, me
callo y me acurruco en su cuerpo —Bueno, mañana vemos qué hacer con este
tipo, quiero que uno de los dos acompañe a Alex a Alemania, solo así me
quedaré tranquilo, ya me comuniqué, los van a estar esperando.
—¿Quieres que vaya yo? —pregunta Frank.
—Sí, creo que va a ser lo mejor, lo necesito a Davy acá controlando
todo, ¿podrías ir?
—Sí, no hay problema, ¿cuándo nos vamos?
—Mañana mismo, así terminamos con este problema, y tienes que ir a
controlar los negocios allá, quiero saber cómo van, controla todo con tus
propios ojos, te mandaré con una custodia no quiero sorpresas —Frank
asiente con la cabeza, Manu me manda a traer bebidas y supe que querían
hablar en privado, entré en la cocina y escuché tras la puerta.
—¿Qué pasa con el negocio de las piedras? Papá no quiere que lo
hagamos, estoy seguro que lo vas hacer igual, o ¿estoy equivocado? —
Preguntó Frank, Davy se paró y lo enfrentó a Manu.
—¡Estás loco!, ¿qué mierda te pasa? yo no voy a participar y tú
tampoco, nadie, sabes lo peligroso que es, la última vez casi morimos todos
—Manu lo miraba desafiándolo, callado—¿Porqué haces esto?, dime —le
grita— no lo necesitamos, ya estamos hechos, tenemos más del dinero que
podemos gastar, a nuestro hijos y nietos, jamás les faltará nada, no te
entiendo —el gallego se paró y Frank se corrió, sin dejar de mirarlo a Davy.
—No vuelvas a levantarme la voz —lo señaló con el dedo— nunca
más, lo vamos hacer y punto no se habla más, si ustedes no quieren, lo haré
solo, los alemanes me acompañaran —lo fulminó con la mirada a Frank, que
parecía clavado al piso.
—Manu, hermano, yo te acompaño, pero júrame por los nenes, que es
la última vez, júralo, si Falcao se entera, nos mata, sabes el peligro que
corremos, ¿porqué lo haces? ¿Quieres morir? —el gallego lo observó y
abrazó al brasilero sonriendo, pero él se deshizo de su abrazo y se fue adentro
enojado.
—Lo juro, hermano la última vez, no lo comentes con nadie, y cuando
digo con nadie, incluye a Marisa, se lo cuenta a Sofi y se me termina la paz
—Frank asintió, se despidieron, yo salí de la cocina, él me miró y me abrazó.
—Te amo más que nada en este mundo —me apoyo sobre su cuerpo y
me besó con pasión.
«Si me quisieras, tanto, no te pondrías en peligro», pensé.
Como mi amiga Miriam, aprendía rápido, en nuestra empresa, cada
tanto nos turnábamos con Marisa y ella nos remplazaba. Uno de los amigos
de Marisa quería vender unas acciones que tenía de nuestra empresa y ella se
las compró. Después de la separación con el loco del marido, se la veía
esplendida, un amigo de Davy la volvía loca, la llamaba y la invitaba a salir,
me gustaba ese hombre para ella, era viudo, sin hijos dueño de una imprenta
muy importante, el brasilero tenía miedo que la volvieran a lastimar, ella
seguía siendo una mujer espléndida, hermosa y muy inteligente, yo no quería
que se quedarasola. Un día el brasilero lo llamó a su empresa y habló con él.
—Te voy a preguntar algo y por favor dime la verdad —lo fulminó
con la mirada y el pobre hombre seguro semojó— ¿Qué pretendes con
Miriam? Ella es una buena mujer, es de mi familia, la madre de mi ahijada, si
la llegas a lastimar, aunque sea con palabras, mis hermanos y yo te caeremos
encima y te aplastaremos como a una cucaracha —hablo amenazándolo.
Cuando llegó a casa y nos contó, se mataba de risa.
—Davy por Dios, ¿así le dijiste? Seguro que se fue corriendo, ahora
no la va a querer ver más, no había otra forma de expresarlo—Manu lo
miraba serio, mientras tomábamos mate, en el parque y las nenas nadaban.
—Está bien, va a dejar pasar unos días, lo va a pensar, se habrá meado
encima —Manu largó una carcajada, justo en el momento que llegaba Frank
con Marisa, al contarle lo sucedido todos se reían.
—No me causa gracia, pobre Miriam, y ¿si no vuelve? —lo miro a
Davy, enojada.
—Nena, si no vuelve, es porque no la quería —contesta el gallego
muy suelto de cuerpo.
—Va a volver, él sabe que ella vale, no como las putas que algunos
están acostumbrados —Marisa desvía la vista a Frank, quien no sabe para
dónde mirar.
—No me mires a mí, que me estoy portando como nunca —responde
serio, pero sin mucha convicción, «será desgraciado», pienso.
—Todos nos portamos bien —se ataja el gallego— ven Sofi, siéntate
a mi lado y dame otro mate lavado —Davy observa el mate con asco, nunca
le gustó, Marisa lo mira.
—No pongas esa cara de asco, los mates son lo mejor que hay —me
pide uno y seguimos conversando.
Llega, Miriam con unos papeles de la empresa y se los entrega a
Marisa.
—Siéntate, toma unos mates —le pide Manu, sentado en una
reposera.
—¿De qué hablaban? ¿De qué se reían? —pregunta.
—De que los hombres no son culpables hasta que se demuestre lo
contrario —ella agarra al vuelo el dicho y contesta mirándome.
—Sofi —me responde— en nuestra tierra, cuando los hombres son
infieles —yo los miro, con esa sonrisa irónica que tanto le desagrada al
gallego, Davy y Frank empiezan a reírse, pues lo sabe muy bien, el gallego
como no lo sabe, se queda sobre ascuas, observándome, impaciente.
Las tres nos levantamos, lentamente, sin dejar de mirarlo, a él se le
salen los ojos, el brasilero y el hermano se mean, el gallego nos ve
acercándonos y se sienta en la reposera, más serio que perro en bote, me subo
encima de él y los ojos se le salen de las orbitas, las mira a Marisa y a Miriam
con miedo.
—Sabes, mi amor ¿qué dicen en mi Argentina? —él mueve su cabeza,
negando, le manoteo el bulto, su cara de espanto, es total —LOS CAPAMOS
BONITO —se levanta de golpe tirándonos al piso, sale puteando, se aparta y
nos hace el ademán con un dedo en la cabeza, de que estamos todas locas.
—¡Están locas! ¿Qué mierda les pasa? Locas son TRES
ARGENTINAS LOCAS —grita como un marrano, todos los hombres se
descostillan de risa, pero a él no le hace gracia, nos mira serio, nuevamente
avanzamos sobre él, mientras retrocede, la está pasando mal, lo sé, seguimos
arrinconándolo.
—¡Basta! No me gusta este juego, ¡Sofi! —grita, tapándose los
testículos con una mano.
Marisa que es la más terrible, observa que está a punto de caer en la
pileta, lo empuja, con toda su fuerza y el gallego cae como una bolsa de
papas, pero antes, la toma del brazo y caen juntos. Terminamos todos en la
pileta, nadando, Ramona que nos ve, se muere de risa, el brasilero, corre la
alza y despacio en brazos la zambulle, ella, grita y grita, pero termina muerta
de risa. Después de secarnos, Ramona saca pizzas del freezer y todos
cenamos en el parque, riendo de los chistes que como siempre cuenta Frank,
las nenas se duermen, Manu y Davy las llevan en brazos a sus dormitorios,
me encanta ver todo el amor que les dan. Cuando terminamos de cenar llegan
mis hijos, con las chicas, Ramona les prepara la cena, después de la misma,
se divierten en la pileta, mientras nosotros charlamos en el parque.
—Saben, esta chica tiene esos ojos, que me hacen acordar a alguien,
siento como que la conozco, no puede ser, ¿no? —pregunto, mirando al
gallego.
—No nena, a veces pasa, pero, ¿dedónde la vas a conocer? ¿Te
parece? —responde, me quedo pensando, sé que esos ojos los he visto, pero
callo.
El amigo de mis hombres, no ha llamado a mi amiga, yo les reprocho,
que sea su culpa. Miriam me cuenta que no lo ha vuelto a ver, nos miramos
con tristeza, si supiera lo que los Falcao le dijeron, si me lo hubieran dicho a
mí, ni loca vuelvo, pienso. Pero después de una semana el hombre la llama,
parece que se tomó su tiempo, ella feliz y después de una cena a la luz de las
velas, empiezan a salir. Al otro día, le contamos que nuestros hombres lo
habían amenazado, ella se larga a reír y nos cuenta que él se lo confesó.
Nosotras felices nuestra amiga volvía a sonreír.
Como todos éramos amigos, los domingos, nos juntábamos y
almorzábamos todos juntos, por supuesto, en mi casa. A medida que pasaban
los días, observaba cómo Davy y el gallego se ponían tensos, nerviosos, sabía
que era por ese viaje, del que hablaban a escondidas. Una noche escuché que
el gallego le confirmaba, que, a la tarde del otro día, partía para Brasil, con
unos primos y dos custodias, escuché cómo Davy le suplicaba entre susurros
que no fuera, pero él estaba decidido a hacerlo.
Pensé mil maneras de detenerlo y me decidí por la más alocada, sabía
que esa no podía fallar, al otro día, antes que la custodia llegara y después
ellos se habían ido a trabajar, tomé a mis hijas y nos fuimos, ellas felices que
no iban a la escuela, yo muerta de miedo.
A las diez de la mañana me llama el gallego, estaba segura que, llamó
a casa y Ramona le dijo que no estábamos.
—Sofi, ¿dónde estás? ¿Y las nenas? ¿Porqué no esperaste a la
custodia?
—¡Eh cuántas preguntas, bonito! —al responderle “bonito”, supuso
mi enojo.
—¿Dónde estás? Te dije que —no lo dejo terminar de hablar, me
enfurezco.
—¿Para qué nos quieres cuidar? Si vas hacer ese viaje peligroso, ¿así
nos quieres?
—Sofi, estoy levantando presión dime dónde estás y te mando la
custodia —me responde.
—Pues por mí revienta, no voy a volver hasta que prometas que no
vas a hacer ese puto negocio—siento cómo su respiración se agita.
—¡La madre que me parió! —me grita, aparto el celular de mi pobre
oído y me rio.
—Promételo y vuelvo —sé que ya perdió la poca calma que le
quedaba, nadie se atreve a desafiarlo, YO SÍ —vamos bonito, promételo, tus
hijas tienen frío y no traje abrigo, sé que mi confesión lo va a volver más loco
de lo que está, mentira mis hijas están bien abrigadas, sonrío.
—No sé qué hacer contigo, me desafías, me puteas, ¿todavía no te das
cuenta con quien estás hablando? ¡Mierda! —largo una carcajada
provocándolo más aún.
—¡Claro que sé! Hablo con un imbécil, que no se conforma con nada,
solo le interesa el dinero, aunque este forrado, él quiere siempre más, ese sos
vos ¿no? —Le pregunto, irónicamente.
—Te voy a poner sobre mis rodillas y juro por Dios, que te dejaré ese
hermoso culo, colorado como un tomate, ¡ven yaaaa! —me grita—¡Trae a
mis hijas! —al segundo, endulza la voz —por favor Sofi, se van a enfermar
no me hagas esto, nena ven, me espera el avión, por favor, es el último viaje,
¡Sofi te amo!
—¿Así que vas a pegarme? Mira vos, el gallego, peleador —siento
que sonríe, baja la voz, pensando que me arrepentí y me susurra.
—Ven pronto, así te voy amar, ese hermoso culo, ven amor —jajajá,
ni loca.
Como soy muy yegua la hago hablar a Lucía, ella se prende en todas,
Magy se tapa los oídos, yo me tapo la boca, para no reír.
—Papi, tenemos mucho frío, mamá no quiere ir a casa, tenemos
hambre —al escuchar eso, Manu si pudiera, metería la mano en el celular y
me estrangularía.
—Está bien, eres más que una yegua, ¡eres una perra! Lo prometo,
pero juro que me la voy a cobrar, ¿escuchaste? —me grita enojado y yo
suspiro.
—Empecemos de nuevo, háblame bien, que no te cuesta un carajo
hacerlo Falcao, trata bien a tu mujer, con buenos modales —siento, como
sonríe de la rabia que tiene.
—Mira, ya te dije, no voy a ir a ningún lado, trae mis hijas, porque
juro que te mato, ¡ya! —me lo dice deletreando cada letra, ahora sí, me
asusto.
—Bueno, ahora voy, ¿Qué quieres para almorzar? —pregunto
dulcemente.
—¿Qué te parece para ti, en poco de cianuro, con todo mi amor? —
Responde, entre dientes.
—¿Qué te parece, si esta noche mientras duermes, te capo? ¡No te va
a doler bonito! Va a ser rápido, te lo prometo —se larga a reír.
—¿Estás lejos? Ven amor, mi argentina loca, te amo tanto, apúrate —
responde hecho una seda.
—Estoy abriendo el garaje, te amo, lo hice porque te amo, no quiero
que nada malo te pase —susurro y oigo cómo suspira.
Al llegar, él cierra el garaje, ayuda a las nenas a bajar y cierra la
puerta, después que las nenas, entran en la cocina, siento cómo me observa,
lentamente me va cercando, su mirada es la de un gato rabioso, voy
retrocediendo, sin dejar de mirarlo. Observo hacia los costados para ver
adónde puedo correr, se da cuenta y me sonríe, de golpe, pega su metro
noventa al mío, siento que me falta el aire, toma mi nuca con una mano y con
la otra me agarra las cachas. «Dios cómo me calienta verlo enojado», le
sonrió. Me levanta la cabeza, se agacha, me muerde la pera, y respira sobre
mis labios, ya estoy mojada.
—Dime ¿Qué castigo, se merece mi mujercita? —susurra, el
desgraciado, abro mis ojos como platos, está loco, ¿qué le pasa? No fue para
tanto, pienso.
Mis brazos reaccionan, los entrelazo en su cuello, me pongo en puntas
de pies y le como la boca, nuestras lenguas se encuentran y saludan, mientras
él gruñe y yo gimo, bajo la palma de mi mano y suavemente le acaricio el
bulto, me suelta y sonríe irónicamente. Su mirada se desliza hacia abajo
demostrándome lo que quiere, me pongo de rodillas, rápidamente se abre la
bragueta y su miembro, erecto y enorme, me sonríe. Lo absorbo con mis
labios y succiono ferozmente, se retuerce, tira su cabeza hacia atrás, toma mi
nuca apoyándola más contra él y en menos de un minuto derrama todo su
semen caliente, en mi boca, me levanta de los hombros, me apoya en su
cuerpo y me besa la cabeza, me cuelgo de sus hombros y me esfuerzo para
besarlo, él me separa, cierra su bragueta y sonríe. Me quedo con una
calentura de madre y padre nuestro, lo miro, incrédula, furiosa.
—Apúrate, argentina vamos a cenar —lo miro, toda sudada y mis ojos
como platos, no me va a dejar así, ¿o sí? Larga una carcajada, mientras se
aleja caminando, mira hacia atrás observándome y vuelve a largar una
carcajada.
—¡La madre que te parió, gallego! —le grito, estoy enfurecida, entro
en la cocina, él está sonriente, todos sentados a la mesa y entro toda
despeinada y sudada, Davy me mira serio, Manu agacha la cabeza tratando de
esconder su sonrisa.
—Sofi, ¿qué te pasa? ¿estás transpirando, nena? Hace un frío —
pregunta el brasilero, le pongo mi mejor cara de culo, lo miro a Manu, que
está cenando plácidamente, sirviéndoles gaseosa a mis hijas.
—Estoy hirviendo, no sabes el calor que tengo —el gallego no
aguanta más y se larga a reír, estruendosamente, Davy y todos lo miran sin
entender nada, giro y lo miro a la cara, él se tapa la boca conla servilleta y me
mira serio.
—¡Andate a la misma mierda, gallego! —Joaquín me mira.
—Sofía, estamos a la mesa cenando, no putees. —Manu me observa
de costado.
—Déjala hijo, estas argentinas son unas bocas sucias —lo perforo con
los ojos y corro a cambiarme, cuando me dispongo a salir del dormitorio,
entra tomándome de atrás.
—Suéltame, te odio, no me toques, idiota, cabrón —le grito, me
aprieta más a su pecho y mientras, me lame el oído, «¿Por qué seré tan fácil?,
ya estoy a sus pies otra vez».
—Estaba enojado nena, te amo, esta noche te voy a hacer gritar —me
doy vuelta entre sus brazos y lo beso en la mejilla.
—Pues esta noche, voy a salir con mis amigas, bonito —se pone
serio, me toma de los hombros, mirándome.
—No me digas, ¿quién va a cuidar a las niñas? —pregunta poniendo
su hermoso rostro de costado.
—Tú —exclamo, apuntándolo con mi dedo y él sonríe.
—Ni lo sueñes, iré a una exhibición de box con mis hermanos, —me
besa la frente y entramos en la cocina, Ramona me sirve la cena y la miro,
ella entiende mi mirada.
—Ramonita, gallega querida —me paro y la abrazo, mimosa, observo
cómo Manu le hace seña que no —¿No te quedarías esta noche con tus
niñitas? —Me sonríe.
—Sí mi niña, sabes que no puedo decirte que no —la beso en la
mejilla y sigo cenando, el gallego se muerde por preguntarme dónde voy,
pero Davy le gana de mano.
—¿Dónde vas? ¿Con quién vas? No pediste permiso —será
desgraciado, pienso.
—No me hagas reír, bonito, ya soy grande, salgo con la gallega y los
chicos, creo que va Marisa y Miriam también —los dos me devoran con los
ojos.
—No quiero que tomes, y no te pongas ropas escandalosas,
escuchaste ¿no? A las tres te quiero acá y te vas con seguridad —me largo a
reír y lo enfrento, como es mi maldita costumbre.
—Sabes que no tomo mucho, me pondré lo que me venga en ganas y
vendré a la hora que se me dé las ganas, ¿escuchaste bonito? —la mira a la
gallega, que se va al jardín de invierno apurada, para no reírse frente a él.
—Listo, haz lo que te venga en ganas, pues yo haré lo mismo —nos
desafiamos con las miradas y callamos.
Me ducho, llamo a las chicas y vamos todas, somos ocho, me pongo
un pantalón blanco, muy ajustado, una blusa de gasa transparente, me
maquillo y cuando estoy por salir, mis hombres flanquean la puerta.
—Córranse, me voy —Manu sonríe y me hace un escaneo profundo.
—Así, no sales, ve a ponerte otra cosa, con semejante culo, todos van
a tocártelo, por favor mi niña ponte otra cosa ¿sí? —me pide mimoso, me lo
comería, cuando me pone esa carita.
Bufo, pero para no discutir, me cambio y me pongo un vestido corto,
sonrío frente al espejo, sé que tampoco lo aprobarán, salgo al living donde
ellos siguen sentados.
—Sofía, ¿me estas cargando? —se acerca y su gran mano se desliza,
debajo de la falda del vestido—Ves, así te van a toquetear —aclara,
observándome, de costado.
—Pues que me toquen, bonito —le grito, su cara se trasforma —así se
me va la calentura —Davy se larga a reír y él se enfurece, los beso en la
mejilla y me voy, dejándolo bien calentito.
CAPÍTULO 9
Los días pasan, el trabajo nos agobia, ellos se olvidan del episodio,
eso creo yo, cada vez que salgo de la empresa, miro hacia todos lados, el
gallego otra vez nos puso custodia a todos, subo en un segundo a mi auto y
sin perder tiempo me dirijo a mi casa, donde me encierro.
Hasta que, un día, mientras me ducho y de la nada, me agarra un
ataque de llanto que me cuesta parar, después de calmarme, me pongo
cómoda y entro en la cocina, ya mis hijas llegaron de la escuela, están en la
casa de Marisa, que las invito a merendar.Las empleadas ya se retiraron y mis
hombres aún no han llegado, me siento en el taburete de la cocina y me cebo
unos mates y en un segundo, me vienen a la mente,todos los acontecimientos
de años atrás,él, queriéndose llevar a mi hijo Bruno en un ataque de locura,
los gritos, los golpes que Frank y Davy le dieron hasta quedar casi muerto,
¿qué mierda quiere, después de tantos años?¿Qué viene a buscar?
Me repito las mismas preguntas, una y mil veces, después recuerdo,
nuestros paseos, nuestras caminataspor Palermo, nuestras risas, el sillón en
mi piso, donde tomábamos helados mirando la misma película, tres veces
seguidas, sus cosquillas ypor ultimo como siempre, terminar en el dormitorio.
No quiero volverme más loca, trato de pensar en otra cosa, abro la
computadora, mientras sigo con el mate. Miro sobre el margen izquierdo,
tengo un mensaje, lo abro, me levanto del taburete, me corro para atrás y me
tapo la boca con las manos, para que no se escuche el grito aterrador que sale
de mis labios, élestá ahí. No sé qué hacer, quisiera meter la computadora en
el tacho de basura, estoy a punto de hacerlo, pero el gallego, desconfiaría.
Hace meses que me controla todo, siempre tuvo ese don el desgraciado, sabe
si algo me sucede, además de sus celos que no puede controlar. Davy también
lo es, pero lo del gallego ya se pasa de maduro, como si lo hubiera llamado
con el pensamiento, suena mi celular, miro la pantalla, es él, mierda empiezo
a putear, trato de calmarme, respiro profundo, varias veces.
—Hola, amor ¿dónde estás? —si me dice que ya llega me muero.
—Estoy por llegar —la madre que me pario, empiezo sudar como
testigo falso—voy a pasar un ratito por lo de Frank, a saludar a mis hijas, me
avisaron que están ahí—suspiro y me relajo— después voy a casa, Davy llega
más tarde, fue a ver a unos clientes, ¿qué estás haciendo? —me pregunta.
—Voy a tomar unos mates, te amo Manu, mucho —siento cómo ríe.
—Yo también hermosa, nunca sabrás cuánto, media hora y voy,
espérame, te llevo algo—la calidez de su voz me relaja, cómo puedo decirle
que otra vez este loco de mierda volvió, no lo puedo hacer, si Davy en su
momento lo molió a trompadas, estoy segura que Manu lo mata.
Abro el mensaje que había cerrado, sin poder creer, lo que mis ojos
ven. Es una serie de fotografías, una más linda que la otra, es un videíto
casero. Mientras las miro mis ojos no paran de llorar, ahí estamos mis padres,
mi hermano, Marisa y yo, nunca lo había visto, después estamos los dos en
un cumpleaños, bailando, abrazados, mirándonos, Dios mío, cuando estoy
por borrar todo, con ganas de correr y no parar más, aparece él hablando,
amplío la imagen y escucho, da la impresión que está a mi lado, en mi cocina.
—No quiero que te asustes, solo quería verte, solo una vez mi
pequeña. Aún hoy, lloro tu ausencia, aún hoy te amo, sé que me porté mal,
pero tu partida me partió el corazón, nunca dejé de extrañarte, nunca olvidé
nuestras charlas, nuestros paseos, Sofi nena, ¿aún te acuerdas de mí?
Esa pregunta me estrangula la garganta, cómo quise a este hombre,
pero siempre como amigo, con derecho, sabía que él me amaba, lo lastimé,
yo soy la culpable de todo lo que pasó, pienso.
—Jamás te haría daño, Dios mío, quiero verte, solo una vez, tomar
un café, que me cuentes de tu vida, de tus hijos, sé que tienes cuatro, yo no he
tenido hijos, no sé quién es tu hombre. Si es ese brasilero o el banquero, no
me importa, he averiguado y sé que te aman, ¿quién podría no amarte, nena?
Por favor por los viejos tiempos Sofi, solo un café, nena, solo eso te pido.
Me apuro a borrar todo, el video, el mensaje y me siento, tratando de
digerir todo esto, por supuesto ni loca, me encontraré con él y tampoco diré
nada, se va a cansar y se irá, entro en el baño me arreglo un poco, justo
cuando oigo que abren la puerta de entrada, es Manu.
—Sofi, ¿dónde estás? —el vozarrón del gallego, retumba en la casa,
salgo, lo miro y le regalo la mejor de mi mejor sonrisa, tira su saco en el
sillón y me abraza.
—Te extrañé, le traje un regalo a mi argentina, —se agacha y me besa
suavemente en los labios, me abrazo a su cuello y no lo suelto, él se queda
quieto, dejándose abrazar. —Está mimosa, mi niña —me separa y me
observa— ¿Pasa algo? —Pregunta, arrugando su frente.
—Nada, solo quería estar contigo, vamos a la cocina —lo llevo de la
mano y nos sentamos en los taburetes, toma mi cara entre sus dedos y me
mira.
—Sofi, ¿estás bien, te duele algo? ¿Estás triste? —su preocupación
me enternece el corazón, haciéndome dudar, estoy a punto de contar todo lo
sucedido, pero no quiero preocuparlo.
—Nada, todo bien, ¿tomamos mate? ¿Saco las masitas de limón? —
pregunto, él se levanta y saca de su saco una bolsita, sonríe y se sienta a mi
lado.
—Para ti amor, recién llegado, de Davy y mío, ábrelo, a ver si te
gusta, si no lo cambiamos—abro sabiendo que es una alhaja, es una cadena
en platino con un dije de diamante, grande, y sobre los bordes, brillantes
chiquitos, formando una flor, de un color verde intenso, precioso. Me lo
cuelga a mi cuello y lo beso en los labios, me arrima a su cuerpo y me come
la boca.
—Me encanta, gracias a los dos, saldrá una fortuna —digo mimosa,
apoyada en su pecho.
—Nada es una fortuna, todo, para ti es poco, ceba unos mates,
cuéntame de los críos, a las nenas ya las vi, a Joaquín lo dejé en la casa de un
amigo, pero Bruno, hoy no fue a la empresa, ¿dónde está? Davy está furioso
—termina diciendo.
—Se fue hace un rato, iba a verse con Candy, dicen que van a hablar
—él sonríe, moviendo su cabeza.
Después de cenar, ellos estaban agotados y yo estaba furiosa, con el
video y conmigo misma, por no atreverme a confesarle a mis hombres, lo que
sucedía. Nos acostamos temprano, nos duchamos y Davy enseguida se
durmió, Manu que me abrazaba, como siempre de atrás, me lamía la oreja, ya
estábamos calientes, me dio vuelta y nos besamos con pasión, sus manos
pasearon por mi cuerpo, sin permiso y mi mano atrevida tocaba su pene, el
gallego estaba que ardía, después de un sexo, desenfrenado y furioso,
volvimos a nuestra posición, cuando me estaba durmiendo, escucho su voz.
—Mi niña, ¿duermes? —estaba en eso, hasta que me habló.
—¿Querés agua? —aunque adormilada, siento que sonríe.
—No nena, quiero que me cuentes, qué es lo que te preocupa y no me
mientas pues te conozco —me hace cosquilla, arrimándome más hacia su
cuerpo, huele mi pelo y me besa la cabeza.
—Nada, gallego vamos a dormir, mañana hablamos.
—¿Todavía amas a este gallego viejo? —su voz suena triste, me doy
vuelta y lo miro a los ojos.
—¿Dónde estás viejo?¡Por favor! Vos tenés que ser eterno, ¿quién
nos va a cuidar? —lo acaricio con todo el amor que le tengo y le muerdo la
nariz— salvo a este loco que duerme a nuestro lado —él se inclina y lo mira
al brasilero, que no se enteró de nada y sonríe —no amo a nadie más, los dos
me hacen muy feliz y a veces también enojar, jamás dejaré de amarte —baja
su cabeza, muerde mi labio inferior, y me sonríe.
—Sabes, siempre pienso que cuando sea viejo, que no falta mucho —
sonríe otra vez —tú seguirás siendo joven y quizás —no lo dejo terminar de
hablar y lo beso, lo miro y los dos tenemos lágrimas en nuestros ojos, nos
abrazamos tan fuerte como podemos.
—Cuando vos seas viejo, yo también voy a estar más vieja, nos
mudaremos a la casa de la playa, los tres, ese será nuestro refugio, ese será
nuestro hogar, yo te amo con locura y si vos me faltases, me moriría de pena,
¿sabes por qué? —le acaricio la cara, cada rincón de ella—Porque si vos no
estás, ya no me interesa vivir, ya nada me importaría—él me besa y solloza
en mis brazos, como si fuera un niño, se me arruga el corazón y los dos nos
largamos a llorar, Davy se despierta se sienta en la cama y nos mira.
—Dime que no pasó nada malo. ¿Están bien los chicos? —le pregunta
al gallego, mirándolo, confundido, él se seca las lágrimas y lo mira.
—Sí, solo estamos mimosos, vamos a dormir —me doy vuelta abrazo
a mi brasilero y el gallego me abraza a mí, Davy antes de dormir, murmura.
—Locos de mierda, me despertaron —Manu estira la mano y él se la
agarra.
—Ya sabes brasilero, somos tres locos, ¿UNO MAS UNO? —les
pregunto.
—SON TRES —susurran ellos, ya entregándose a los brazos de
Morfeo, me acerco más a ellos, haciendo el alfajorcito y nos dormimos
profundamente.
A Miriam le sentaba, muy bien la nueva relación, cada quince días
nos juntábamos todos en mi casa, nos divertíamos de lo lindo, después de
cenar, bailábamos horas. Después, como siempre los hombres jugaban a las
cartas en el jardín de invierno y las mujeres nos juntábamos en el living, a
contarnos nuestras cosas- mate va mate viene- la gallega nos contaba los
chismeríos de la empresa de publicidad y nosotras contábamos de la nuestra.
Marisa que siempre era la más desvergonzada, la miraba a Miriam, ella le
entregó el mate a la gallega y le preguntó.
—Marisa, por favor te conozco, no voy a contestar tu pregunta—
todas la mirábamos, sabíamos a qué se refería, todas sonreímos
—Cuéntanos, por favor, ¿qué tal en la cama? —y se lo tuvo que
preguntar, ella la miró con la boca abierta.
—Bien—Marisa, la miro de reojo.
—¿Nada más que bien? —todas la observábamos, expectantes,
esperando su contestación.
—Bueno a ver, ¿qué mierda quieres que te diga? me coge bien, punto
—la gallega se tapó la boca, con las manos y todas estallamos en una
carcajada, sin fin.
—Eso me suena a de uno a diez, ¿cinco? —Marisa estaba empeñada a
que contara más, es una yegua, pensé.
—Mira, no sé qué pasa —baja la voz y todas nos agachamos a
escucharla. —Cuando estamos en lo mejor, me pregunta, ¿te gusta esto? ¿te
gusta aquello? Yo estoy ardiendo y él se preocupa si me gusta o no, ¿qué
mierda le pasa? Es como que tuviera miedo a no sé qué
Me levanto del sillón, con Marisa detrás de mí y nos matamos de risa,
sabemos que el pobre tipo tiene miedo después de lo que Davy le dijo, todas
nos miran y Marisa le confiesa la conversación que el brasilero tuvo con el
novio, ella se levanta indignada y se le salen los ojos de lugar.
—¡Hijo de puta!, ¿eso le dijo?, con razón, algo me había dicho, pero
no pensé que era para tanto, esta noche cuando estemos solos, lo mato —es
tanta la tentación de risa de Marisa, que se va corriendo al baño, cuando ella
vuelve, Miriam se pone seria y nos cuenta.
—Saben me enteré de algo, ¡bah! Él mismo me lo contó, —todas nos
miramos, queriendo averiguar, ella nos mira.
—Tiene una hija —nos quedamos mudas, nunca nadie lo supo— pero
no la ve, vive en argentina.
—Pero cómo, ¿mis hombres no lo saben? —Pregunto.
—Sí, lo saben, pero es un secreto, él tuvo una relación pasajera con la
madre, en un viaje de negocios que hizo a Argentina, después de años ella le
escribió y le confesó que tenía una hija —no podíamos creer lo que nos
contaba —él se quiso morir, viajó, e hicieron los análisis y sí era su hija, la
reconoció, pero se enteró que ella solo firma con el apellido de la madre.
—Pero a ver, no entiendo —exclamo Marisa—¿Por qué no la ve? ¿Y
la madre, le pasa dinero? —otra vez, la atosiga con preguntas.
—La madre murió hace años, ella se terminó de criar con su abuela,
sí, le deposita todos los meses, pero escuchen esto —todas prestamos más
atención —según pudo saber, por Manu —me mira— la chica desde hace
diez años no toca un peso de su cuenta bancaria, él habló con ella hace unos
meses y ella le dijo que no la llame más, que él no era su padre y que se
guarde su dinero, que no lo necesitaba.
—¡Qué quilombo! Pero él tendría que haber viajado, hablado con ella
—le digo.
—Lo hizo Sofi, no lo atendió, se ve que tiene su carácter, igual a él,
cuando se enoja, se enoja, son dos cabezas duras. No quiere usar ese dinero,
dice que no es de ella.
— Dime Sofi, ¿todas las argentinas son así? —me pregunta Ramona,
me río.
—Lo que pasa es que él no la crio, seguramente cuando fue niña,
necesitÓ del amor del padre, pero él nunca estuvo presente, qué tristeza ¿no?
—me dio mucha pena por esa niña, aun sin conocerla, la gallega cambió de
tema, a todos nos pareció muy triste la historia, Marisa se levanta y se dirige
al baño.
—¡Que lindos que están los chicos! —expresó la gallega, cuando
Joaquín se arrimó a darme un beso, porque se iba a acostar. Lo apreté todo y
le besé toda su hermosa cara, él se deshizo de mi abrazo y corrió escaleras a
arriba.
—Está triste, el padre de su chica se la llevó y no sabe dónde, es un
desgraciado está haciendo sufrir a mi niño —Marisa, que había ido al baño,
llega en ese instante y se mete en la conversación.
—Es un mal nacido, dijo que no nos quiere, ¿ustedes pueden creer?
¿Quién no saldría con mi sobrino? Un bombón, inteligente como pocos, por
favor, si lo agarro yo, le canto unas cuantas.
—Pero ¿quién es el padre? —pregunta, Miriam.
—No sabemos, es un fantasma —murmuro— no sabemos si su
nombre es real, dijo que trabajaba de algo, por lo que el gallego pudo
averiguar, es mentira. —Todas nos quedamos callada.
—Yo lo vi triste, cuando no la vi a la chica supuse que se habían
peleado, pero al saber esto, ahora entiendo, por lo que sé, él cada tanto se
aleja de España y vuelve a su país, Argentina, no entiendo cómo la deja sola a
la hija tanto tiempo —expresa Marisa.
Vamos a ver a los hombres que están jugando al truco, ya se tomaron
todo. Cuando Marisa ve todo lo que tomaron, empieza a sacar las copas y el
vino y les sirve café, ellos la acribillan con los ojos y ella les sonríe.
—Dale, Frank termina y vamos a casa —la mira, ya está en pedo,
tiene los ojos chiquititos, se para y la abraza, ella se ríe.
—¡Por Dios, qué olor, Falcao! Vamos, nos vamos chicos —afirma, lo
abraza empujándolo hacia la puerta de entrada, —Mañana nos vemos —grita
alejándose.
Los acompaño hasta la puerta y así se van yendo todos, el brasilero,
que se había repuesto, con el café que Marisa le había servido, se quedó
tratando de acomodar el desorden.
—Nena, cierra el jardín de invierno y la puerta del fondo, ya cerré
adelante —me pidió el gallego, mientras me besaba la cabeza, dirigiéndose al
dormitorio.
Cerré todo, conecté la alarma y me fui aldormitorio, la custodia
trabajaba de lunes a sábado al mediodía, ya después estaban mis hombres en
casa, hasta el domingo. Cuando, entré Manu luchaba con Davy tratando de
correrlo a su lugar en la cama, mientras me desvestía, me reía sola,
observando la imagen.
—Déjame a mí —le pedí al gallego, me arrimé, le susurré algo al oído
y él se corrió, sin chistar.
—¿Qué le has dicho? —lo mira y ve que se agarra los testículos y
rezonga adormilado, me mira —¿Qué hace? —pregunta con el ceño fruncido,
me largo a reír.
—Córrete bonito o quieres que esta argentina te cape, eso le he dicho
—él me mira incrédulo.
—Eres terrible, pobrecito, mira qué eres mala —nos acostamos, nos
damos unos besos y nos acomodamos como nos gusta, los tres abrazados,
dormimos a hasta la una del mediodía. Cuando me despierto estoy tapada en
la cama y sola. Me ducho y me dirijo hacia la cocina.
Entro en la cocina, llamándolos, ellos me contestan desde el living,
entro y están absortos, observando la computadora en la que se muestran todo
lo que han grabado las cámaras, que están ubicadas en mi casa. Las imágenes
muestran a un hombre encapuchado, a las cinco de la mañana, mirando la
puerta del garaje, ni siquiera toca la manija de la puerta, se aleja y se acerca
varias veces, por supuesto no se le ve la cara, solo el cuerpo alto, de
contextura grande, con una campera con capucha, está ahí parado observando
todo, veinte minutos después, se aleja caminando. Manu se refriega los ojos y
vuelve a pasar la imagines varias veces, se abrigan y se van a fuera, pero todo
está en su sitio, la cerradura no está forzada. Mis hombres ya están re locos,
conjeturando mil hipótesis, desayunamos, se levantan los chicos y cuando
estamos todos sentados en la cocina, el gallego les habla, a las nenas,
también, les muestra las imágenes en la cámara. Las nenas un poco se
asustan, los varones, no tanto, mis hombres abrazan a sus hijas.
—Si cuando salen de la escuela, no nos ven a mamá o a nosotros, a
sus hermanos o mi chofer, quiero que vuelvan adentro de la escuela,
¿escucharon? Nadie más las puede retirar, ¿escucharon bien? —ellas
asienten, se levantan y se van a la pileta.
—¿Quién es? —pregunta Bruno, pensativo—¿Será un ladrón?
—No hijo, este no es un ladrón, este tipo busca algo más, esto ya me
está poniendo nervioso—responde Davy tocándose el pelo.
—Tengo el presentimiento, que el padre de tu chica esta atrás de todo
esto, ese desgraciado me tiene harto—se levanta y se dirige al jardín de
invierno, Davy lo sigue y mis hijos se van con las hermanas a la pileta, me
pongo a pensar, que espero que no sea el que pienso, pues si es así, temo lo
peor.
Después de hablar una hora con mi suegro y contarle todo, mis
hombres vuelven a la cocina, estoy abriendo mi computadora, justo en el
momento que ellos entran, como una idiota, la cierro de golpe y Manu se da
cuenta, pero calla. A la tarde, llevamos a las nenas al shopping, los varones
también vienen con nosotros, entramos a comprarles algo de ropa a los cuatro
y después nos sentamos a merendar; unos amigos de Davy se acercan y se
ponen a conversar, Manu me abraza y me dice al oído.
—¿Qué quieres que te compre? ¿No quieres algún libro? —susurra
acariciándome, el rostro.
—Tengo tres sin leer, vamos a caminar —le respondo.
Nos paramos y con los varones empezamos a caminar, las nenas van
adelante, mirando las vidrieras, Davy nos mira, se despide de los amigos, y
de dos grandes zancadas, camina al lado de sus hijos. Vemos una casa de
antigüedades y entramos, a los tres nos encantan. En ese preciso momento
sale una mujer, vemos que nuestros hijos se hacen seña y los miramos, la
mujer pasa cerca de ellos y les toca los brazos, sonriéndoles, la miro, tiene
unos cuarenta, no le saco la mirada de encima, ella saluda con una sonrisa a
mis hombres y sigue de largo. Los cuatro se sonríen, «la madre que los parió,
seguro que es alguna que trabaja en la casona» —pienso.
—Mira esto, Sofi —es una fuente de agua, más grande de la que
tenemos en casa —¿te gusta? Es hermosa —exclama Manu, todos se arriman
a mirarla, yo estoy furiosa, Manu se da cuenta, me abraza y me besa —
Vamos hermosa no es nadie, tú eres todo —me mira —¿la compramos? —me
pregunta, sonriendo.
—Si te gusta, cómprenla —respondo.
Me separo de ellos y voy a mirar unos atrapa sueños para las nenas, a
ellas les encantan, empiezan a elegir los colores, cuando deciden, se los doy a
la vendedora junto con la fuente de agua, la muy desgraciada no le saca los
ojos de encima a Davy. Me arrimo a él, me mira, sabe porqué me arrimo, me
pasa la mano por el hombro y la mujer se queda dura, yo le sonrÍO. Cuando
salimos mis hijos varones desaparecieron.
—¿Dónde están los chicos? —les pregunto mirando, hacia todos
lados.
—Fueron con unos amigos, vamos que es tarde, después vienen —
responde Manu tomándome de la cintura —¿Qué hay para cenar? o ¿quieres
que compremos algo? —ni contesto, sé dónde fueron mis hijos y eso me
enfurece.
Las nenas caminan delante de nosotros con sus regalos en las manos,
felices, esta es la mejor edad, pienso mirándolas. Mis hombres hacen chistes
y se ríen tratando de que olvide a mis hijos, de camino a casa paramos en una
rotisería, donde compran la cena, yo me quedo adentro de la camioneta,
enojada con todo el sexo masculino, puteo por lo bajo, ellos esperan con sus
hijas, cada tanto me observan de reojo, saben lo que estoy pensando.
—Mira mami, lo que compramos —me muestra Emily, la miro y me
compraron arroz con pollo, Manu me mira, ni lo miro, llegamos a casa y ceno
en silencio, las nenas se van a sus dormitorios con el helado y mis hombres
me ayudan a levantar los platos.
—Sofi, por Dios nena, son grandes, ¿qué quieres que hagamos? Son
hombres, tienen necesidades —me doy vuelta y lo enfrento a Manu, ve
reflejada la locura en mis ojos y sin quererlo, retrocede.
—¿Qué hombres? Todavía son unos niños —ellos sonríen con ironía,
lo que me enfurece más aún.
—¡Por favor! —grita Davy mirándome, secando los platos —ya
tienen pelos, ¿de qué niños me hablas? Nena, hazte a la idea que ellos son
hombres —me deletrea cada palabra, Manu quiere agarrarme y yo me alejo.
—Un día de estos me agarra un ataque de locura, y le prendo fuego a
ese antro de perdición, a ese puterío, porque solo es eso, un asqueroso puterío
—se miran sorprendidos.
—Primero, que eso no es un puterío, como lo llamas, segundo viene
Falcao y te mata, por favor, no peleemos, ellos ya son grandes, saben lo que
hacen —el brasilero estira su mano y sonrío irónicamente.
—No le tengo miedo ni a Falcao, ni a ustedes, y sí, es un puterío,
ustedes no tendrían que dejarlos ir, pero claro, ¿cómo van a hacer eso? si
ustedes se cansaron de ir, aun hoy no sé si van, machistas eso son, mierda
todos son machistas, me voy a dormir, no me jodan más bonitos, porque
estoy muy, pero muy enojada —giro sobre mis talones y entro en mi
habitación, me ducho y me acuesto, ni los escucho cuando se acuestan, me
duermo puteando.
Pasaron unos días y no se volvió hablar más del tema, mis hombres se
hacían los olvidados y yo recibí más mensajes del loco, ya no sabíaqué hacer,
no podía confiar en nadie, Manu se daba cuenta que algo pasaba, con Marisa
empezamos a pensar en vender la empresa, había varios candidatos, el
gallego se encargaría de las conversaciones.
—Tengo una muy buena oferta —dice Manu, una tarde tomando mate
en mi casa y menciona la suma que estarían dispuestos a pagar. Nos
quedamos sin palabras, solo nos miramos. —Lo que mucho no me gusta, es
que, el que firma es un testaferro, pero bueno si a ustedes les va, la
vendemos, —nos dice.
—¿Qué tiene que ver que sea testaferro? —pregunta Marisa, tomando
un mate.
—Nena, que es no es plata limpia, seguro que es un lavado de dinero.
—Gallego, no me hagas reír, toda la plata que entra en tu banco, ¿es
dinero limpio? —exclama, Frank, Davy y él se enfurecen, Marisa no sabe
dónde ponerse, Frank se la quiere comer cruda, el gallego la mira desafiante.
—Yo sé de dónde viene cada puto billete que entra en mi banco, la
cuestión es que no quiero que ustedes tengan problemas, no sé si me explico,
argentina —el tono de su voz es amenazante, Marisa se hacechiquitita y pide
perdón.
—Manu, perdóname, soy una idiota no quise decir eso, perdóname —
Frank se levanta y se va sin saludar, está furioso, al salir golpea la puerta,
Manu sigue observándola con rabia, yo no séqué decir, verlo enojado a Manu
es como ver al coludo mirándote, te intimida, tienes ganas de correr, Marisa
se levanta y lo abraza, él se queda inmóvil—haremos lo que tú digas, si te
parece la vendemos, si no esperaremos, vamos no te enojes cuñado, abrázame
—Davy lo mira y le hace señas, el gallego la abraza sin ganas y ella se va,
cuando está en la puerta me mira.
—Sofi, Dios, fui una idiota, dile que me perdone, sé que lo ofendí,
ahora tengo que aguantarlo a Frank, por favor, dile que me perdone —la beso
y asiento, sabiendo que va a tardar en perdonarla, él es así.
CAPÍTULO 11
Manu se dio cuenta que, por primera vez en su vida, estaba haciendo
todo mal, ver a su familia alejarse delante de sus ojos, le rompió el corazón;
sus niñitas ni lo miraron y su hijo lo separó de la madre, miró a su nueva hija,
miró a la madre que había aparecido de la nada reclamando no sé qué y se
sintió morir. ¿Qué estaba haciendo? Otra vez perdería a Sofi, a la mujer que
amaba, a sus hijos, a Davy, por esa mujer que no lo merecía, estaba loco, qué
hago acá, pensó, la miró otra vez a la madre de la hija y le habló.
—Ni sueñes que tú y yo, tendremos una vida juntos, jamás dejaría a
mis hijos y a mi mujer por ti, nunca, eso no va a pasar nunca —repitió
enérgico y rabioso, su hija lo miró.
—Sabía que esto no iba a funcionar, te lo dije—le recriminó asu
madre.
Manu las miro y entendió todo, qué estúpido había sido, esa mujer
solo volvió para atraparlo como años atrás no lo pudo hacer, la miró con todo
el odio del mundo.
—¿Tútramaste todo esto? ¡Contesta! —le pedía, a la mujer y observó
a la hija que lloraba—¿Tú sabías de todo esto?
La hija asintió, el gallego no podía creer cómo había caído en esa
mentira, él que se sabíainteligente, cómo lo habían embaucado tan
fácilmente, por esa zorra que lo único que deseaba era su dinero, solo eso le
importaba. Después de desaparecer por años y encontrar que el gran Manuel
Ocampo la había reconocido como hija en su ausencia, sería muy fácil sacar
provecho de esa situación, teniendo a su hija como legítima, de unos de los
hombres más ricos, la había utilizado para su propio beneficio. Manu se
agarró la cabeza, las volvió a mirar, la señalo con el dedo a la mujer.
—La casa que compré está a mi nombre, mañana mismo la venderé
—la miró a la hija—compraré otra, en la otra punta de la ciudad, por
supuesto solo a tu nombre, te daré lo que te corresponde en vida, no quiero
más problemas, ¿escucharon? ¡y a ti, no quiero verte nunca más! —dijo,
dirigiéndose a la mujer
Ella se paró y quiso agarrarlo, él se movió rápido, soltándose.
—No vuelvas a acercarte a mí, ¿me escuchas? ¿Entendiste?
Ella asintió después se dirigió a la hija que no paraba de llorar, la
llevó a un costado y le habló.
—Tú no eres como ella, no te dejes influenciar, ella no vale nada, tú
sí, mañana llámame y hablaremos —la besó en la cabeza y se fue.
Davy no podía creer lo que los chicos le contaban, estaba anonadado,
furioso con él, no podía entender cómo el gallego hacía algo así, esperóa que
llegara y encerrados en la habitación ardió Troya, se dijeron de todo, menos
lindos, el brasilero le recriminaba su accionar y él gritaba que había sido una
argucia de esa zorra, para separarlo de su familia.
—¿Y piensas que ahora, ellos te creerán?, dime, ¿cómo vas a hacer
para reconquistar a nuestra mujer? Debes estar loco, para dejarte embaucar de
esa manera y por una zorra —gritaba agitando su mano.
Manu se recluía en el sillón del dormitorio, sabiendo que él tenía
razón, todo se le había ido de las manos, ¿qué haría ahora? Sofilo debía odiar,
pronto le pedirá que se vaya y sabía que estaba en todo su derecho.
Pero nunca hubiera imaginado lo que su nueva hija, estaba a punto de
hacer, algo para salvarlo de esa situación tan embarazosa, trataría de sacarle
ese peso de encima.Ella sabía que él se sentía responsable deella y a la vez de
su familia, una familia, que pareciera nunca terminaría por aceptarla, algo que
le dolía en el alma, pues era la única que tenía.Aun así, decidió hablar en
favor de su padre, la había reconocido y estaba atento a sus necesidades, se
creyó con el deber de ayudarlo, se lo debía, pensó.
—¿Sabes? no puedo creer lo del gallego, no lo creo, pero cómo puede
ser que se haya dejado embaucar por una zorra, ahora que lo pienso hasta
creo que se hizo embarazar, aprovechando que él esa noche estaba borracho
—Marisa hablaba con Sofi mientras firmaban unos documentos, a punto de
entregar.
Pero ella ni la escuchaba estaba harta de todo, tenía ganas de
desaparecer, hacerse humo y volar, sin rumbo, Marisa la observó.
—Eh, tierra llamando a Sofi, me escuchas, o ¿estoy hablando al pedo?
—le gritó.
—Hablas al pedo, porque no pienso perdonarlo, en cuanto se venda la
empresa y las nenas tengan sus vacaciones me iré un mes a Argentina.
Además, no creo que él haya estado borracho, las dos sabemos que a los
Falcao les gustan las putas —Marisa largó una carcajada, moviendo su
cabeza, en señal de aprobación.
—Pues yo me iré contigo, hace rato que quiero visitar mi país.
Las dos sonreían, cuando por interno la secretaria les comunicó que
una mujer pedía hablar con Sofía, la hicieron pasar, la observaron era joven y
bonita alta, de tez blanca y ojos negros, Sofía enseguida reconoció en ella los
ojos de Manu, Marisa hizo ademan de irse, pero ella la detuvo con la mirada.
—Siéntate —pidió, la chica nerviosa se sentó, pero antes de hacerlo
se presentó, dejándolas muda a las dos.
—Soy la hija de Manuel Ocampo —dijo, nerviosa, bajando la cabeza.
Marisa se quedó de piedra, Sofi le sonrió irónicamente, haciéndola
sentir de más, ya la había reconocido por los ojos, esos ojos que tanto amaba
y la habían traicionado de la peor manera.
—Yo soy Sofía, dime ¿qué vienes a buscar acá? tu padre no trabaja
acá —le respondió de mala manera, aun sabiendo que ella no era culpable de
nada.
—Enseguida la reconocí, usted es la modelo, usted es hermosa, mis
medios hermanos, son muy bonitos—expreso ella, Sofía, se calló y no supo
qué responder, mientras que Marisa sonreía— vine para salir en defensa de
mi padre —las dos la observaban—cuando mi madre volvió y le conté que mi
padre me había reconocido, me instó, me obligó a que almorzáramos juntos.
Aunque me negué, ella me insistió a que lo haga, sabe, yo quiero a mi padre,
pero soy consciente que él es su marido, que tienen hijos, no quiero que se
peleen y mis hermanos se sientan mal, él ama a sus hijos siempre habla de
ellos y de las pequeñas, dice que son tan hermosas como usted. Mi madre
mañana se va a otro país, no quiero tenerla cerca, por favor no se enoje con
él, mi madre me contó que esa noche él estaba borracho y ella aprovechó la
situación.
Sofía y Marisa, se habían parado, sin dejar de mirarla, esa chica era
buena persona, sin conocerlos se preocupaba por sus hermanos, las había
dejado a las dos sin palabras, su actitud las había sorprendido y conmovido, a
la vez.
—Sabes, borracho o no, me ha engañado, tu padre es un buen
hombre, pero no puede tener su bragueta cerrada y después de tantos años,
estoy muy cansada de lidiar con los Falcao —trató de cambiar el tono de voz
— él también me dijo, que te quiere y que sos muy inteligente, saliste a él, no
creo que sea a tu madre —Marisa le hacía seña para que se callara, pero Sofi
seguía hablando— te agradezco que hayas venido a defender a tu padre eso
habla muy bien de ti, aunque es tarde.
La chica la miró y se le acercó, ante el repentino movimiento, Sofía se
paralizó.
—Por favor, Sofía no prives a sus hijos de vivir con él, es muy triste
criarse sin papá.
Marisa se limpiaba las lágrimas y Sofi, miraba hacia arriba tratando
de evitar que las lágrimas desbordaran sus ojos, jamás pensó que esa niña le
diera una lección de humanidad, sabía que sus hermanos no la aceptaban, e
igualmente los defendía, sintió culpa por los celos que, en determinados
momentos, sintió de esa chica, se aclaró la garganta y se limpió las lágrimas.
—Mirá, vos debés seguir viéndote con él, él siempre será tu papá,
siempre puedes contar con él, no olvides eso —estuvo a punto de abrazarla,
pero su maldito orgullo no se lo permitió.
—Yo me voy a mudar, él no quiere que esté cerca de ustedes, tiene
razón yo solo soy su hija, una hija que nunca quiso tener, ya no los voy a
molestar, ya tengo una vida, trabajo y con lo que él me da, es suficiente. No
vengo a dar lastima, solo quiero que no se separen por mi culpa. Sofi, él te
ama más que a nada en este mundo, por favor vuelve con él, sin ti no es nada,
está muriendo poco a poco.
Marisa no aguantaba más las ganas de llorar, el corazón de esa
chiquilla era muy grande, la miro a Sofi secándose unas lágrimas y se acercó.
—Tiene razón, basta de peleas perdónalo de una vez, tú también lo
amas, piénsalo Sofi, los dos están sufriendo —Sofía miró a la chica.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó acercándose.
—Zoe —respondió, secándose unas lágrimas —Mi madre nunca me
quiso, me dejó muy pequeña con mi abuela que ha sido, madre y padre,
cuando fui creciendo nunca me importó tanto mi madre, como mi padre, aun
sin conocerlo lo quería, pues él no me había abandonado, él nunca supo de mi
existencia, después de mucho insistirle a mi abuela, ella me confesó quién
era, mi abuelo falleció años atrás y ella pobre se está muriendo, por eso me
dijo el nombre de él, para que no me quedara sola.
Después de hablar y contar su triste historia de vida, con mucho
aplomo, la angustia y el llanto la vencieron, se tapó la cara y se largó a llorar
como lo que era, solo una chiquilla asustada. Sofi salvó los pasos que la
separaban de ella y la abrazó, las tres lloraron como niñas, Marisa sabía, que
nadie mejor que Sofi, para saber lo que era quedarse sin madre ni padre,
después que las tres se calmaron, Sofía la tomo por los hombros y le habló.
—Mira, yo sé lo que se siente, lo viví en carne propia,a vos te quedó
una abuela y a mí me quedo una tía —la miró a Marisa, que no podía parar de
llorar y la señaló con el dedo— ella es mi tía y ha sido mi madre, desde que
mis padres fallecieron en un accidente en Argentina.Piensa que no estás sola,
no vas a estar sola, nosotras vamos a estar con vos, dejame tu número de
celular, después que arregle unos problemas, te voy a llamar y tendremos otra
charla, pero por Dios, no lloremos más, ¿sí? —y mientras, le secaba unas
lágrimas.
Zoe, en un acto reflejo se abrazó a su cintura, apretándose muy fuerte,
a pesar de que la abuela la había criado, con todo el amor del mundo, sintió
que ella, necesitaba el amor de una madre, más a esa edad, la cobijó entre sus
brazos y le besó la cabeza, había llegado el momento de hablar con Manu,
jugaría su última carta, ¿perdonaría o lo desterraría de su vida, para siempre?
Pasaron unos meses, en los cuales, Manu se debatía entre irse a su
casa o seguir aguantando la indiferencia de su mujer, ella ya no se acostaba
con ninguno de los dos, los problemas que tenía que resolver no le daban
posibilidad de pensar en otra cosa, Davy por su parte se encontraba triste,
había intentado varias veces, intimar con Sofía, pero ella lo rechazaba
constantemente. Los varones vivían en su mundo, Joaquín aun pensaba en su
chica, aunque Sofi sabía, que picoteaba de vez en cuando por ahí, Bruno
seguía con Candy, aunque ella intuía que esa relación terminaría, la amaba
más de lo que ella lo amaba a él, solo con ver cómo ella lo trataba delante de
todos, la llenaba de rabia, había veces que ella y Marisa, que adoraba a su
ahijado, no comprendían cómo él, aguantaba todo eso. A las nenas se les
había pasado el enojo con el padre, él no perdía momento para abrazarlas y
decirle lo mucho que las amaba. Después de la cena se pasaba horas enteras,
encerrado en su despacho, hablaba por teléfono, o solo, meditando, desde la
noticia de la llegada de su hija, estaba viviendo en un infierno.
«Siempre fui muy sensato, prudente, un as en los negocios», pensaba
una madrugada, sentado solo en sudespacho, con los brazos apoyados en el
escritorio y un habano. Después de años, había vuelto a ese hábito, el sueño
se diluía como el humo de su habano, ante tantos interrogantes, sonrió en la
soledad del mismo, al recordar lo que Sofi, siempre decía “los Falcao no
pueden tener sus braguetas cerradas, un día de estos te capo”. lo que ella no
sabía, era que, hacía años que, para ambos, solo existía ella, con Davy habían
jurado no engañarla nunca más y así lo hicieron. Aunque la tentación siempre
estaba a la orden del día, ellos, solo sonreían sabiendo que ella era su niña, la
que los esperaba en casa con sus hijos, hijos que, solo con ella quisieron
tener, hijos que habían implorado tener y ella en un acto de profundo amor,
aceptó darles. Cuatro niños hermosos, iguales a su madre, pensó y después de
años de felicidad, su vida estaba perdida, por un acto estúpido del pasado,
que volvía a golpearlo de frente, debilitando toda su fuerza, sacándole lo que
más amaba, a su Sofí, a su niña.Apagó su habano, estiró sus manos al cielo,
como suplicando sosiego,estirando su metro noventa y caminando con paso
lento y cansado, entró en la otra habitación, se duchó y antes de acostarse, lo
miró a Davy cómo dormía plácidamente, lo tapó, pensando que también él
era su amor, se acostó tratando de dormir, ya eran las cuatro de la madrugada.
Marisa y Sofi, llevaban meses encontrándose a escondidas, con Zoe,
charlaban y reían contándose intimidades, ella, era muy simpática y muy
extrovertida. Un día, antes de irse le contó a Sofi que el padre hacía un mes
que no la veía, le giraba el dinero y la había llamado por teléfono solo una
vez y en las ocasiones que ella había llamado al banco, la secretaria le decía
que estaba en reunión o en la empresa de publicidad. La miraron sin entender,
porqué se negaba, Sofi le llevo unas ropas, que ella agradeció con un beso,
les contó que la madre ya no estaba en el país y que su abuela estaba
internada y al nombrarla, sus ojos se llenaron de lágrimas, se notaba el
inmenso amor que sentía por esa mujer. Sofi se ofreció para acompañarla al
día siguiente, al hospital y así lo hizo; terminó temprano en su empresa y la
pasó a buscar, Manu le había comprado la casa y aunque chica, era muy
bonita y bien lejos de la de ellos.
—Vamos sube —la instó, Zoe subió admirando el vehículo.
—¡Dios mío es hermosa esta camioneta! —dijo observándola.
Sofía le conto que hacía dos años, su padre se la había regalado.
—Mi papá me llamó —le contó muy alegre— dijo que tiene mucho
trabajo y que se va a ir unos días a Brasil, ahí viven mis abuelos ¿no? —
pregunto.
Sofía la miró, pensando que iba a hablar con el padre, seguro le
preguntaría qué mierda hacer, si irse de la casa o quedarse, sabía de la
influencia de Falcao sobre sus hijos, aún hoy, aunque los negocios los
manejara el gallego, el padre era el que siempre tenía la última palabra,
sonrió y la miró.
—Sí, ahí viven tus abuelos, ellos te van a amar, estoy segura, yo los
amo y los respeto, aunque a veces me peleo con él —la miró de reojo y
sintió, cómo esa chiquilla se le estaba metiendo en el corazón, era dulce,
educada, se parecía mucho al padre y también tenía esos ojos negros igual a
los de él, que siempre la impactaron y tanto amaba.
Cuando llegaron al hospital y después de subir al quinto piso, se
detuvo delante de la puerta donde se encontraba su abuela, ella la miró.
—Entremos —pidió, tomándola de la mano.
Sofi dudó, pero ante su insistencia entró, vio a una mujer grande
dormida, la miró, la volvió a mirar y entonces la conoció, se tapó la boca con
las manos y lentamente se acercó, ante la atenta mirada de Zoe, la abuela de
repente abrió sus ojos y la conoció.
—Sofi —gritó llena de emoción.
Sonriendo, se arrimó y le tomo sus manos arrugadas y se las besó,
Zoe no entendía nada, solo las observaba, esperando, que le dijeran de dónde
se conocían.
—Mi querida profesora —Sofi se apoyó en la cama y la abrazó —
cuánto hace que no nos vemos —iba a preguntar por el marido, que también
había sido su profesor de literatura, el Rector, que le había pedido que dictara
clases con él, pero ella había decidido, brindarle todo su tiempo a su familia.
Su recuerdo le vino a la memoria y los ojos se le llenaron de lágrimas,
la anciana se dio cuenta y apretándole las manos, dijo.
—El falleció años atrás, siempre se acordaba de ti, fuiste una buena
alumna —la abuela se secó unas lágrimas y volvió hablar —cuando supe el
nombre del padre de mi nieta, que Dios me perdone, maldije a mi hija pues
sabía que él era tu marido, me desesperé y me prometí, no decirle nunca a mi
nieta, su nombre, pero ya ves, ante su insistencia y sabiendo que pronto no
estaré a su lado, tuve que decirlo, perdóname Sofi, seguro has tenido
problema —ella le sonrió, antes de responder.
—Nada que perdonar, Zoe es una gran mujercita, le prometo que la
cuidaremos, la niña se ha hecho querer, ya arreglaré los otros temas, que nada
tienen que ver con usted, tiene que mejorarse, por ella, nada tiene que temer
—la abuela le beso las manos.
—¡Cómo Dios acomoda cada cosa en su lugar!, pensar que tenía
miedo de dejarla sola en esta vida y él me manda un ángel como tú, que sé la
cuidará.
Zoe, estaba parada, observándolas, callada.
—Sofi, Zoe no es como mi hija, ella es un ángel, cuídamela por favor,
hasta que crezca, no la abandones, por favor, fue la luz de los ojos de mi
marido, prométemelo, por favor—las tres se abrazaron y la habitación se
llenó de llanto y tristeza.
Sofí, salió de esa habitación destruida, Zoe se había quedado con la
abuela, ella le había prometido ir a la noche un ratito, sabía que esa promesa
la cumpliría, estando con el gallego o no, no iba a desamparar a esa niña, ella
no solo necesita dinero, sino alguien que la contenga, un hombro para llorar y
un abrazo. Cuando esa gran mujer no esté más a su lado, ella está dispuesta a
dárselos, le contó todo a Marisa y las dos por muchos días, iban a la noche a
cuidarla y a estar con Zoe, quien no tenía a nadie más, que a esa abuela; sus
hombres preguntaban dónde iban, pero ese era un secreto que por ahora no
iban a develar.
—Sofi, otra vez vas a salir, Frank me conto que Marisa también sale,
¡basta! ¿qué estás buscando, que nos vayamos, que te dejemos, que mierda
buscas? —le gritó Davy observando cómo se iba.
Manu también la miraba sentado en el sillón del living, sin hablar.
—No tengo porqué darle explicaciones a nadie, ya estoy bastante
grandecita ¿no te parece? —dijo con ironía.
Manu se paró y le habló, después de meses.
—Cuando quieras traer a ese hijo de puta con el que sales, avísame
que nos vamos—la voz irónica que utilizó, y el modo despectivo en que se
expresó, la sacó de sus casillas.
—No te quepa duda alguna, unos días antes les aviso, bonitos —
respondió, los dos puteaban en alemán y se metieron en su habitación.
Sofi salió sonriendo, sabiendo que los había dejado más caliente que
una cuba. Aunque ella hizo traer una droga carísima de Canadá, que solo allí
se conseguía, la abuela de Zoe, no tenía mejoría, su destino estaba marcado,
lo inevitable ocurriría de un momento a otro.
Una mañana cuando fue a verla, ella ya estaba en coma, verla a Zoe,
solita en esa habitación, besándole las manos a su abuela, fue una escena que
le partió el corazón, se acercó, la levantó de la silla y la abrazó. La obligó, a ir
a ducharse y que durmiera un poco, ella se quedó hasta las seis de la mañana
que ella volvió, llego a la empresa con los ojos hinchados de tanto llorar. A
media mañana llegó Manu, hecho una furia a su oficina, abrió la puerta sin
llamar y la enfrentó, ella estaba agotada, de pasar toda la noche en el hospital.
—Vergüenza, me das vergüenza, anoche no viniste a dormir, con
quién mierda sales, quién es ese pendejo, lo voy a matar con mis propias
manos, escuchaste, contéstame, ¡mierda! —gritó, ella seguía sentada en su
sillón sin ganas de pelear, solo lo miraba, lo que lo enfureció más aun de lo
que estaba— y me vas a decir en qué mierda gastas tanta plata, ¿en él? Te
creía más viva, le pagas para que te coja ¿es eso? —ella seguía observándolo,
sabía que lo descubriría, el dinero que pagaba por esa medicación lo había
pagado con su tarjeta, era una pequeña fortuna, aunque era el dinero de ella,
todas las tarjetas pasaban por las manos del, se paró y se puso a centímetros
de su cara, él retrocedió.
—Sabes que sí, pago para que me coja y no sabes lo bien que lo hace
se merece cada dólar —él apretó sus puños y la respiración se le agitó, quería
torcerle el cuello, matarla por lo que decía, pero ella no se conformó con eso
y lo provocóaun, más— hacía tiempo que nadie me poseía con tanto fervor,
con tanta maestría, sí, tienes razón es un pendejo, un pendejo que me vuelve
loca en la cama, ¿estás conforme?¿eso querías saber? pues bien ya lo sabes,
¿algo más? —lo desafío con la mirada, él se fue golpeando la puerta con tanta
fuerza que Marisa corrió a ver qué es lo que ocurría, al entrar la encontró
sentada en su sillón, con sus brazos y cabezas apoyadas en su escritorio
llorando.
Ese mismo día sus dos hombres, se mudaron a la casa de Manu,
estaban muy enojados, heridos en su orgullo de hombres, convencidos que ya
la habían perdido.
Por otro lado, los médicos les avisaron que ya nada había que hacer,
solo debían rezar, Sofi casi no iba a la casa, solo a dormir, se la pasaba con la
hija de Manu, en el hospital esperando el triste momento, de despedir a un ser
querido. Sofi, habló con sus hijos, una noche los sentó a todos en el jardín de
invierno y les contó todo, ellos la miraban, las nenas mucho no entendían y
los varones sintieron una pena inmensa por Zoe.
—He decidido que ella vivirá en casa —expresó, mirándolos, a todos
—ella es su hermana les guste o no y está sola en esta vida, ¿la vamos a dejar
sola? —nadie contestaba, hasta que Joaquín respondió.
—Está bien, Sofi, a mí me parece bien, es de la familia, pero porqué
no le dijiste nada a papá, ellos pensaron que tenías otro, por eso se fueron —
todos esperaban su contestación.
—Porque en vez de preguntarme, él me atacó, jamás los engañe a
ninguno de los dos, ahora ellos van a tener que tragarse sus palabras, tu padre
tenía que estar en estos momentos con ella, ¿no te parece?
Bruno, también le contesto.
—Ellos te aman, Sofía, él se equivocó, pero fue hace años, tráela a
vivir acá, yo también estoy de acuerdo —ella miró a sus nenas que movían
sus cabecitas, para todos lados.
—Nosotras también la queremos acá —respondieron las nenas, todos
se abrazaron sabiendo que existía una Falcao más en sus vidas.
Les prohibió que les comentaran algo a sus padres, sus hijos varones,
se negaron, pero ante la insistencia de ella, aceptaron.
A los dos días la abuela falleció, Zoe había quedado sin esa mujer que
la había criado. Después del funeral, al que solo asistieron, Marisa, Miriam y
Sofi, con todos sus hijos, la hija de Manu, por orden de ella se mudó a su
casa, se le dio un cuarto que tenían vacío, arriba, junto a los de sus hermanas.
Paso a ser una más de la familia, Manu y Davy no sabían nada, hasta que un
día a Joaquín, estando trabajando en el banco se le escapó.
—Tengo que ir a ver a tu hermana, hace días, creo que un mes que no
la voy a ver, bueno, por lo menos dinero no les falta —decía Manu a su hijo.
—Creo, que hace más, que no la ves —respondió, observando al
padre, él levantó la vista de los papeles que tenía en el escritorio y lo miró,
sorprendido —¿sabías que la abuela falleció? —el gallego se quedó mudo.
—¿Cómo sabes tú eso? ¿La viste? —Joaquín sonrió irónicamente, sin
mirarlo —responde hijo, cuéntame —Joaquín se enderezó y levantó su voz.
—Hace una semana que vive en casa, Sofía así se lo prometió a su
abuela, cuando ustedes le reprochaban que ella salía con otro, no era así, ella
se la pasaba con Zoe y su abuela en el hospital, —el gallego lo observaba, sin
pestañar —Le compró una droga carísima, para ayudar a salvarla, pero no
pudo, ustedes la atacaron sin preguntar —Joaquín, subió su voz,
considerablemente —sin saber lo que ella estaba haciendo, lo que tendrías
que haber hecho, tú —exclamó.
Manu no podía creer lo que escuchaba, miró hacia abajo, por primera
vez en su vida, al gran Falcao sintió vergüenza ante las palabras de su hijo, se
levantó y se fue, Joaquín enseguida llamó a su madre para contarle, la
conversación con su padre, ella a su vez, rápidamente se dirigió a su casa, no
quería que se enojara con su hija.
Sofi, llegó primero a su casa, no entró la camioneta, la dejo en la
puerta del garaje, abrió y la buscó dentro de la casa. La encontró leyendo un
libro en inglés, sentada en el living, le contó lo que pasó rápidamente, la
chiquilla se asustó, imaginando lo furioso que su padre se pondría. Sofi no
alcanzó a cambiarse de ropa, que Manu ya estaba tocando el timbre de su
casa. Zoe se puso atrás de ella y se quedó quieta, Sofi se arregló el pelo
tratando de parecer lo más relajada posible, respiró profundo y abrió, Manu
estaba colorado como un chancho, apoyado en el marco de la puerta,
observándola, furioso, miró hacia un costado y la vio a su hija, enseguida
percibió su miedo y lo enterneció verla escudándose en su mujer.
—¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste lo que pasaba? —el gallego
estaba furioso, pero no quería asustar a su hija, más de lo que estaba, trató de
relajarse —dejaste que dudara de ti, piensas que soy tan ogro, ¿no me
conoces aún? —la miró a la hija —¿y tú porqué no me llamaste? ¿no te dije
que me llamaras, si necesitabas algo? —Zoe no se movía, se había prendido a
la cintura de Sofi y de ahí lo miraba, nunca lo había visto enojado.
—Si hubieras ido a verla, te hubieras enterado, pero claro, primero los
negocios, después la familia.
Sofi lo desafiaba con la mirada, como siempre lo había hecho, como
siempre lo haría, pensóél.Su niña, su pequeña Sofi, había acogido a su hija, la
observó, estaba bellísima con ese trajecito y su trenza torcida, sonrió, solo él
sabía hacérsela.Quiso abrazarla, acunarla entre sus brazos, llevaba meses sin
hacerlo, meses deseándola, el deseo estaba terminando con su cordura, solo
ella, solo los tres, meditó, recorrió su carita aniñada, sus pecas, sus ojos, Dios
cómo amaba a esa loca argentina que tenía enfrente de él, desafiándolo,
provocándolo, los años la habían vuelto más mujer, más hermosa.
—¿Podemos hablar a solas? —le preguntó, sin alejar la vista de ella.
Zoe giró sobre sus talones y se escondió en la cocina, Sofi abrió de
par en par la puerta y él entró, hundió sus grandes manos en los bolsillos del
pantalón de vestir, sus largas piernas abiertas y la miró. Ella sabía que, si se
acercaba, caería rendida a sus pies, retrocedió, él sonrió, como una fiera
acorralando a su presa, ella quedó atrapada contra la pared, él seguía
acercándose, acechándola, sonriente.
«Desgraciado, ya me tiene a sus pies» pensó ella.
—No te acerques, ni loca voy a dejar que pongas un dedo en mi
cuerpo, ¿escuchaste? —gritó, pero ya lo tenía encima, sin tocarla, se agacho y
le hablo sobre los labios, ella ya estaba mojada, entregada.
—No te voy a tocar, ese va a ser tu castigo —Sofi abrió sus ojos y lo
miró, el muy desgraciado largó una carcajada y se alejó— te portaste mal,
tendrías que haber acudido a mí —se acercó nuevamente y con sus manos le
tomó a cara— ¿quieres que te toque? —preguntó riendo, ella lo empujó y se
alejó.
—Sos un engreído, Falcao, tengo unos cuantos, que quieren más que
tocarme, idiota, ¡sal de mi casa ya!
Manu se enfureció, de dos zancadas la abrazó de tal manera que la
ahogó, levantó su mentón, con un dedo y su lengua lucho por entrar en su
boca, Sofi luchaba con sus brazos alejándolo, aunque su corazón le exigía lo
contrario, en segundos, sedesarmó entre sus brazos, la sujetó de la cintura,
metió su lengua suavemente en su boca, devorándola, con ansia, con amor,
con pasión, terminaron extenuados, la miró y le acarició el rostro, le besó la
nariz y metió la nariz en su pelo.
—Hueles, a gloria mi niña, como siempre, no me alejes de tu lado,
ámame, mi niña —su voz, pesada, ronca, daba la pauta de lo que sentía por
ella. —Eres la mujer más increíble, que conozco, primero tenías celos de ella
—observó su actitud y sonrió, al verla bajar la cabeza suspiró al ver que sus
dedos agarraban sus grandes brazos—ahora la traes a vivir a casa, dime
argentina, ¿quieres volverme más loco de lo que ya estoy? —Sofi no
contestó, solo lo miró —dime ¿qué quieres hacerle a mi pobre corazón? ya no
sé cómo tratarte, qué decirte, ¿me amas? Porque sé que es así, ¿Por qué me
haces sufrir tanto? Ya te dije, sí, me equivoqué —ella, al escuchar eso quiso
alejarse de su lado, pero él, la envolvió entre sus brazos, muy fuerte— eso fue
veinte años atrás, mi niña, no te he engañado, nunca más, ninguno de los dos,
tu ausencia me está matando —levantó nuevamente su mentón y le habló
poniendo su frente sobre la de ella y sus manos sujetaron su cintura —Dime
que todo pasó,vivamos en paz con nuestros hijos, si quieres que ella se quede,
no me opondré, una vez te dije y lo vuelvo a decir, solo tú, mi niña, solo tú,
solo los tres.
Sofi, pasó sus brazos sobre su cuello, abrazándolo, tomo su nuca, con
sus dedos, acercándolo más a ella, se puso en punta de pies y le lamio los
labios, el cerró sus hermosos ojos negros y suspiró, el beso se acrecentó y sus
manos pasearon, sin permiso, por el cuerpo delgado de ella, provocándola,
olvidándose de todo, apretando su cuerpo y olvidándose del mundo, gimieron
de placer. Sofi se apartó y le acaricio la cara, lo tomó de la mano, sentándose
en el gran sillón del living a conversar, se abrazaron, y él empezó a hablar y
ella rodeo con sus manos, su cintura, había extrañado tanto, ese gran abrazo
de oso, pensó.
—Dime que está todo bien, que podemos volver. Te extrañamos, te
amamos, dilo—ordenó el gallego, ella levantó su cabeza y le sonrió.
—Quiero que te quedes, quiero envejecer, juntos los tres, que esta
noche me hagas el amor como nunca —la apretó más a su cuerpo, suspirando
aliviado— y quiero que quieras a Zoe, como quieres a tus otros hijos.
La miró con lágrimas en los ojos, le besó la cabeza y se secó una
lagrima que se le había escapado.
—Sofi, yo la quiero, pero sabes cómo pienso —ella le tapó los labios,
con sus dedos, él se los retiró— los quiero a todos, pero sin ti, sin mi
argentina, me muero, dime ¿cuándo lo entenderás?
Como tiempo atrás ella se subió a sus piernas y le besó todo el rostro,
se tocaron, se lamieron, la lujuria hizo acto de presencia sin poderparar, la
recostó en el sillón, le desabrocho la camisa y desesperado succiono sus
pezones, que al tacto de sus labios endurecieron al instante.
Sofí se paró como pudo, sonriendo, prendiéndose los botones de la
camisa, la miro mal, su pene luchaba por salir, se paró y se lo acomodó, ella
se colgó de su cuello, mientras, la levantó agarrándola de la cintura,
poniéndola a su altura, su lengua enloquecida entró en su boca, devorándola,
otra vez, no quería separase de ella, estaba feliz de tenerla de nuevo entre sus
brazos, estaba feliz de tenerla en su vida.
—A la noche, está Zoe —murmuró ella, sonriendo— habla con ella
por favor, avísale a Davy, quiero que a la noche se queden conmigo —pidió,
besándolo en los labios.
—A la noche —le respondió, achinando sus ojos— ya traemos la
poca ropa que nos llevamos, ahora hablo con ella y después nos duchamos —
Manu estaba ardiendo, se besaron y entraron en la cocina, donde la pobre hija
se comía las uñas, se soltó de Sofi y abrazó a la hija, que se largó a llorar.
—¿Quieres vivir con nosotros, con tus hermanos? —ella asintió,
secándose las lágrimas— bueno, seremos una gran familia, tus hermanos te
querrán, como te queremos nosotros. —La besó en la mejilla y ella corrió a
los brazos de Sofi, que la recibió como a una hija.
Manu, se sintió orgulloso de su mujer, de su niña, una vez más, esa
argentina loca, lo llenaba de orgullo, lo dejaba con la boca abierta, le daba
una lección de amor difícil de olvidar.
CAPÍTULO 15
El gallego, iba solo dos veces por semana al banco, mi hijo Joaquín
estaba al frente, estábamos orgulloso de él, era un genio, tomaba decisiones y
llevaba el banco adelante mejor que el gallego; lo único que, al padre, no le
gustaba mucho, era lo severo que era con los empleados, cuando él estaba,
todos trabajaban sin chistar; era un banquero excelente y cuando llegaban las
grandes transacciones, entonces llamaba a Manu. La novia iba con él al
banco, estaba muy enamorado de ella, pero el gallego decía que había algo en
la chica que no le terminabade cerrar; a mi suegro se le caía la baba, con
Joaquín, pero Bruno, Dios mío, era como el padre, aunque iba a la empresa
de publicidad y cumplía su horario, hacía lo que quería.Se perdía por horas, y
nadie sabía dónde estaba, Davy cansado de lidiar con él, le pidió a Manu que
tomara las riendas del asunto.Un día cuando llegó a las seis de la tarde a casa,
el gallego lo llamó a su despacho, ahí se encerraron por horas, lo vi salir a
Bruno con lágrimas en los ojos, el gallego lo abrazó y le besó la cabeza, los
dos se miraron.
—Gracias, tío —susurró Bruno, Manu le pegó en el brazo.
—Anda, ve dúchate y esperaremos a Joaquín y a tu padre. Vamos a ir
a la exhibición de boxeo.
Lo miré, ¿no lo iba a retar? ¿Qué paso?, el gallego tenía ese don de
convencer hasta las piedras, miraba cómo Bruno subía las escaleras y el
gallego me miraba sonriente, lo miré con desconcierto.
—¿Qué le dijiste? ¿No ibas a retarlo? —exclamé, se sentó a mi lado
en el taburete de la cocina y me susurró al oído.
—No me gustan los gritos, ya deberías saberlo, argentina —le sonreí,
sabía que lo decía por mí— le hablé como lo haría con mi hijo, entendió, se
va a portar bien —largué una larga carcajada, se rio conmigo, en un segundo
me sentó sobre sus piernas, haciéndome cosquillas— ¿Qué apostamos? —
movió su cabeza de lado, se inclinó y me mordió la barbilla, su perfume entró
en mis fosas nasales y sentí punzadas en mi sexo, ellos tenían ese poder sobre
mí.
—Lo que vos quieras —me volví a reír, provocándolo —¡te voy a
ganar!
—¡Ay, Dios mío, qué fanfarrona eres! Bésame —ordenó,
inclinándose sobre mis labios, lo agarré del cuello y le devoré la boca en un
segundo, me introdujo su lengua, mientras su mano, hacia presión en mi nuca
para tener más profundidad.
Cuando se cansó de explorarla, dirigió su mano a mi pecho y lo
masajeó, sentía cómo su bulto iba creciendo en su entrepierna, bajé la mano y
lo toqué, muy suavemente, me miró, con esos ojos negros hechiceros-
—Vamos a la cama, no doy más, quiero entrar acá —pronuncio,
tocando mi sexo, con voz ronca y la respiración agitada, pero justo se abrió la
puerta de entrada y oímos las voces de Joaquín, Davy, Marisa y Miriam, me
bajé rápido de sus piernas, me arreglé la ropa, el pelo y él se acomodó el
bulto hinchado, sonreí y él puteaba por lo bajo y me besó en los labios.
—Me la debes, esta noche te como toda —sonrió y todos entraron en
la cocina.
Davy trajo masas finas, se arrimó a mí y me besó la cabeza, mi hijo y
los demás hicieron lo mismo, Marisa preparó el mate y todos se sentaron.
—¿Estás bien Sofía? —preguntó mi hijo sentándose a mi lado, lo
abracé y le toqué el pelo.
—Sí mi amor, ya estoy bien, ¿dónde está tu novia? —me miró.
—Fue a comprar ropa, después viene.
Observé cómo Manu ponía mala cara, hacía meses que vivía con
nosotros, decía que no tenía dónde ir y a mí me daba lastima, pero sabía que
abusaba del amor que mi hijo le profesaba. Una vez por semana se ausentaba
con cualquier motivo, a nadie le caía bien, noté que Zoe la rechazaba
descaradamente y Bruno ni se le arrimaba, sin entender el motivo, no
preguntaba, solo observaba.
Después de una noche de amor descontrolada, como siempre los tres
en nuestra habitación, hablamos del tema, el gallego insistía que Tatiana, la
novia de Joaquín, no les gustaba, los mire disgustada.
—Esa chica está sola en la vida, no sean malos, no tiene a nadie —
Manu, estiro su cuerpo, puso sus brazos tras su cabeza y me respondió.
—Sofi, no me gusta, creo que es una puta como la madre —abrí
grande mi boca, sin poder creer, lo que los desgraciados, pensaban de ella.
Aunque Davy no dijera nada, sabía que opinaba lo mismo, sentí la risa de
Davy, se sentó en la cama y tomó un trago de agua.
—Escúchame, piensa en esto —habló el brasilero, con ese acento que
me calentaba tanto, giré mi cabeza y fui todo oídos— ¿Dónde carajo va una
vez por semana? Dime, ¿siempre a comprar ropa? Cuando vuelve, apenas
trae una bolsita, ¡vamos nena, no somos críos!, tiene una carita, no sé cómo
mi ahijado no huele a las de su clase —Manu, también inclinó su cabeza
hacia un costado y le respondió.
—Porque es un crío y tiene una calentura madre con ella, que, a pesar
de su edad, creo que él no fue el primero, tiene unos cuantos tiros en su haber
—los dos largaron unas carcajadas que me pusieron furiosa, salí de la cama,
desnuda y los miré, con mis manos en la cintura.
—¡Son unos desgraciados!, solo es una niña —afirmé.
Ellos se descostillaban de risa, miré sus cuerpos sin saber, si pegarles
o comerlos, estaban para lamerlos muy lentamente y a puro fuego, de repente
observaron en mis ojos, el morbo que me producían, se callaron y empezaron
a tocarse, hijos de puta sabían que eso me calentaba, se sonreían y me
llamaban. Corrí al baño, en un segundo estuvieron sobre mi pobre cuerpo, me
reí, terminamos en la bañera, como siempre los “TRES, UNO MAS UNO,
SON TRES” repetimos,
—La noche recién comienza, nena —pronunció Manu.
A la mañana siguiente, mientras salía medio dormida hacia la cocina,
mis hombres desayunaban, sentados en los taburetes de la cocina alcancé a
escuchar que hablaban de Maxi, agudicé el oído.
—¿Dónde lo enterraron, al desgraciado? —preguntaba, Davy.
—No sé, ni me interesa, solo me interesa saber, que está bien muerto,
hablé con la policía y así me lo confirmó, lo demás no me importa —contestó
Manu, comiendo una tostada, hice ruido al salir y ellos callaron.
Con Marisa y Miriam salíamos siempre de compras, una tarde que
mis hombres no estaban, nos fuimos a comprar ropa, paseamos, nos
detuvimos a almorzar, me quedé dura cuando Miriam, me dijo.
—Sofi, perdón por lo que te voy a decir, pero si no lo hago dejaría de
llamarme tu amiga —nos miramos con Marisa —Tatiana no me gusta.
—¿A quién le gusta? A ella, que no ve lo qué es esa chica —Marisa
me señaló con la cabeza—Esa chica, que Dios me perdone, va a ser como la
madre.
—Si no la has visto en nada, cállate, es muy chica, no sé porque se
agarran con ella, sufrió mucho, el hijo de puta la violó —las dos me miraron.
—¿Estás segura que la violó? —preguntó Miriam, tomando su taza de
café.
—¡Por favor! No va a mentir en eso o ¿sí? —ya no sabía qué pensar.
Miriam me clavó eso ojos negros, hermosos que tenía, lo que dijo a
continuación, me dejó de la nuca.
—¿Viste cómo lo mira a Manu? Dime que no te distes cuenta y te
mato, se lo come con la mirada, cuando lo hace, él se pone incómodo, se
levanta y se va —Marisa la miró como bicho raro y al segundo desvió la
mirada hacia mí.
—Sabes que yo también, hace unos días lo noté, pero me dije, ¡qué
mala eres Marisa! —sonrió y continuó— entonces es cierto, es una pequeña
puta —la sangre me subió a la cabeza.
«¿Cómo no me había dado cuenta?¡Qué boluda que soy!» me dije.
—No me hagan la cabeza, que yo arranco enseguida, ¿están seguras?,
quizás fue un momento que uno está boba.
—Esa chica no tiene nada de boba, a esa le gustan todos, ¡pobre mi
ahijado! —afirmó Marisa —Va a ser cornudo, no sécómo no se da cuenta, es
más pregúntale a Zoe, para mí, ella sabe algo, porque eso no la quiere, estoy
segura de ello.
Esa tarde, llegue a mi casa con dolor de cabeza, ya mis hombres
estaban sentados en los taburetes picando algo, la gallega antes de irse los
sirvió.
—¡Qué cara, amor! —pregunto el gallego, mirándome.
Me duele la cabeza —respondí, enseguida se levantó y me dio un
analgésico—Siéntate acá ¿qué te compraste? ¿Cómo la pasaste? —los dos me
miraron y como yo no tengo pelos en la lengua y estaba muy enojada, abrí mi
boquita y les conté lo que las chicas pensaban.
—¿Qué te dijimos nosotros? —respondió Davy picando un pedazo de
queso, tomó uno y me lo puso en la boca.
—Manu, ¿a vos te buscó? —pregunté de golpe, se ahogó con el pan,
me miró.
—¿Estás loca? Ya la hubiera echado, es la novia de mi hijo, ¿estamos
todos locos?, si lo hubiera hecho te lo hubiera dicho, —hice ademan de
levantarme, me tomó del brazo y me sentó otra vez— nena, mi vida, no ves
que estamos viejos, te damos todo, por favor, solo los tres, mírame Sofi —lo
miré y lo besé en los labios— Mi vida, te amamos, nosotros estamos celosos
de ti —vi que Davy sonreía, desgraciado sabía que algo iba a decir.
—¿Qué? —lo miré— ¿Qué estas por decir? Te conozco, decilo —le
grité, se empezó a reír, después detuvo su risa y me miróserio.
—Sabes que no te engañamos más —ya me paré para pegarle, Manu
me detuvo de la mano— salvo que encontremos a una con unas tetas así, dijo
tocándose las tetillas, apretándoselas, sabía cuál era mi trauma.
—¡Sos un hijo de puta! —me paré y lo corrí hasta el jardín de
invierno, Manu me gritaba que era un chiste.
En ese momento entró Tatiana a la cocina, lo miró a Manu sentado y
le fue a dar un beso, él ni se inmuto, pero ella lo besó cerca de la comisura de
los labios, él levantó su cabeza para decirle algo, justo cuando yo entraba a
las risas con Davy, que me llevaba abrazada.
—Hola, Tatiana, ¿cómo estás? —saludé, dándole un beso en la
mejilla.
—Bien, hola Davy —saludó, él solo respondió con un movimiento de
cabeza, se sentó al lado de Manu y recordé lo que las chicas me habían dicho
y mis hombres también.
—Ven acá Sofi, a mi lado —tomó mi mano y la hizo correr a ella, era
muy ingenua o una pequeña zorra, se corrió con una sonrisa, mis hombres
hablaban de trabajo y al ver que no le dirigían la palabra se fue a su
dormitorio.
Cuando mis hijas llegaban de la escuela, la casa se encendía de gritos,
risas y peleas, pero eran tan bellas, a los hermanos se los metían en los
bolsillos, a Joaquín lo tenían de maestro, no entendían matemáticas, que a él
le encantaba y se pasaba horas enseñándoles. A la novia no le hacía mucha
gracia que le destinara tanto tiempo a las hermanas, eso fue lo que no empezó
a gustarme y como decían mis amigas, empecé a abrir mis ojos, no solo era
así con las hermanas, sino también cuando lo veía hablar con Zoe, su
hermana mayor, que ya estaba dando clases en un instituto de inglés. Manu se
sentía orgulloso de ella, era tan dulce con todo el mundo, menos con Tatiana,
que la ignoraba. Empecé a controlar las veces que salía, cuando volvía le
hacía mostrar lo que se compraba, hasta que un día que veía a mi hijo
preocupado porque no llegaba, me enfurecí, cuando llego la encaré a solas.
—Te quiero preguntar algo —ella se dio vuelta y me sonrió, recién en
ese momento vi su carita, de quien esconde algo —¿Todas las semanas, tenés
que comprarte ropa?
—Joaquín me ama, dice que me compre lo que quiera —esas palabras
me pusieron alerta —como a todos a acá les dan una mensualidad y a mí no,
él me la da —me quise morir, mi hijo era un boludo.
—Por supuesto, porque son nuestros hijos, tu contestación está fuera
de lugar, mostrame qué te compraste —ya está ardiendo de rabia, levantó sus
hombros y me respondió.
—Nada, hoy solo paseé, no me compre nada —mis ojos la
fulminaron.
—Estuviste cuatro horas afuera de casa y ¿no compraste nada?, no te
creo.
—Mira Sofía, si no me quieres más aquí, solo dilo y nos vamos con
Joaquín —quise estrangularla, la zorra mostraba las uñas, pero no me
conocía.
—Hacé lo que te plazca, pero tené en cuenta una sola cosa, si lastimás
o engañás a mi hijo, juro por Dios que te voy a buscar y te corto la cabeza,
¿escuchaste? —se plantó frente a mí, desafiándome.
—Le diré a él, que quieres que nos vayamos, ¿está bien así?
—No me desafíes, no sabés lo que soy capaz de hacer por mis hijos
—le iba a decir mil cosas más, cuando entró Joaquín al living y nos miró—
Bueno, voy a poner los platos, para la cena —dije mirándola y poniendo mi
mejor sonrisa.
—Cuando esté la cena ¿me llamas? —me pidió ella.
Me quedé parada, mirando cómo se llevaba a mi hijo de la mano a la
habitación, estaba envenenada de furia, casi rompo los platos de la bronca
que tenía. Esa noche mis hombres se habían ido a una exhibición de boxeo,
les di cenar a las nenas y después llamé a los grandes, les serví la cena y me
encerré en el dormitorio, lloraba de la bronca que esa pendeja me hizo
agarrar. La llamé a Marisa y le conté lo sucedido.
—Vos estás loca, ¿qué te pasa? Te desconozco, échala a la mierda de
tu casa, por Dios, te vas a dejar llevar por delante por esa zorra, ¿lo sabe
Manu? —me preguntó, claro que no, de lo contrario ya estaría en la calle.
—Se va a llevar a Joaquín, ¿qué mierda hago? —sentí cómo ella
suspiraba, pensando también en mi hijo.
—Mira, déjalo así, ahora sal y hazle lavar los platos, y habla con Zoe
ella sabe algo —así lo hice.
Le hice lavar los platos mientras me iba con la hija de Manu al jardín
de invierno a hablar. Apenas entré vi la cara de Zoe, preocupada, la abracé y
me miró.
—No pasa nada, solo quiero preguntarte algo, sé que no me vas a
mentir —asintió con su cabeza y esperó mi pregunta, sentí que sabía lo que le
iba apreguntar, nos sentamos en los sillones.
—Dime ¿porqué no quieres a Tatiana? ¿Te ha hecho algo? —se
mordió el labio y bajó la cabeza.
—A mí directamente no, lo que le hace a mi hermano, es lo mismo
que si me lo hiciera a mí —pequeña yegua pensé— días atrás, salimos más
temprano del instituto con una compañera, fuimos a tomar un helado al
shopping y ahí estaba ella coqueteando con un hombre grande, la tomaba de
la mano y ella le sonreía. Cuando la vi, quise correr hasta ella y cachetearla,
pero solo me acerqué caminando y la miré, ni se inmutó solo me sonrió,
después en casa la agarré sola. Le dije de todo, que se lo iba a contar a mi
hermano —a esa altura, yo estaba hecha una fiera— me contestó que, si se lo
decía, se lo llevaría lejos de todos nosotros, nunca más lo veríamos.
Ya en ese momento de la conversación estaba como un perro rabioso,
si la hubiera tenido enfrente, no sé qué le hubiera hecho y eso que todavía
faltaba lo mejor
—¿Sabes que lo busca a papá? —la miré recordando lo que mis
amigas me habían dicho —sí Sofi, lo provoca a cada instante, papá la ignora,
pero ella es una zorra.
Después de esa confesión, no me pude dormir, me puse un top, un
short yme encerré en el gimnasio, caminé en la cinta como loca, le pegué al
saco de boxeo sin piedad, como si él, fuera la pequeña zorra, ni escuché
cuando mis hombres llegaron.
Manu detuvo la cinta y tomándome de una mano me bajó.
—¿Te quieres matar? —preguntó, mirando cómo me corría la
transpiración por todo mi cuerpo, me abrazó, mientras Davy me sacaba los
guantes de boxeo, me separé del y le conté todo lo que Zoe me había dicho.
—Dime, si es verdad. ¿Ella te busca? —le pregunté, lo miré y supe
que sí, me sentí una idiota— la voy a matar, es una zorra, está viviendo en mi
casa —Davy me sujetó del brazo.
—Deja que el gallego arregle esto, no te metas —respondió el cabrón,
Manu me miró me quiso abrazar, pero yo me corrí, me tomó por la fuerza
apoyándome sobre su gran pecho.
—Amor, hace años que para nosotros no existe nadie más, solo tú, yo
voy arreglar esto, cree en mí, mañana por la mañana, esa zorra solo será un
mal recuerdo —lo abracé a con desesperación.
Davy me besó la cabeza y los tres entramos en nuestro dormitorio,
nos abrazamos como siempre y nos dormimos, yo con rabia, el gallego me
besó la cabeza, hasta que me dormí.
Manu había tomado una puta costumbre, tenía que ponerle leche tibia
en un termo, a la noche se despertaba y tomaba, a veces me olvidaba,
entonces, él se levantaba y se la calentaba. Lo que yo no sabía era que
Tatiana, esperaba cada noche que él bajara para poder seducirlo, aunque la
ignoraba, ella seguía con su intento, esa noche adrede no se llevó la leche, fue
a la cocina y ahí estaba, la pequeña zorra, Manu la escuchó bajar las
escaleras, casi en bolas y se quedó quieto sobre la mesada.
—Acá está el hombre de mi vida —susurraba ella acercándose, como
una gata, mimosa— ¡Dios mío! Eres tan hombre, tan hermoso —lo abrazo de
atrás, el gallego casi no respiraba, los dedos de ella se deslizaron sin permiso,
dentro de su pijama, cuando casi llego a su miembro, él se dio vuelta, y le
sacó la mano.
—Escúchame lo que te voy a decir, pues lo diré solo una vez, ¿te
crees por un solo minuto, que yo engañaría a mi mujer con una zorra como
tú? ¿Lo crees? Mi mujer vale diez veces más que tú —se inclinó y la miró a
la cara— Vas a terminar como tu madre, quiero que te vayas de mi casa —
ella se rio.
—Si me voy, me lo llevo a tu hijo, que está muerto conmigo, si me
quedo los tengo a los dos, ¿qué quieres? —al gallego ya se la había agotado
la paciencia.
—No tienes una puta idea, con quién estas tratando —la sujetó del
brazo y la dio vuelta —¿Ves esa cámara? ¿Crees que mi hijo, después de ver
cómo quieres seducirme, te seguirá queriendo? —ella lo miro, seria.
—Diré que me quisiste violar —el gallego la soltó y largo una
carcajada.
—¡Estas completamente loca! Mañana a primera hora mi hijo, verá
esta grabación, te recomiendo que te vayas antes, no sé si podré sujetar la
furia que desatará sobre ti —Tatiana, subió rápido las escaleras, Manu sacó y
guardó las grabaciones.
Cuando me desperté, estaba sola, como siempre una notita del gallego
me aguardaba sobre la mesa de luz, TE AMO, NENA. Me duché y salí
rumbo a la cocina, encontré a Joaquín sentado con Ramona y Miriam
tomando mate, nos saludamos.
—¡Qué alegría amiga! ¿Viniste a tomar unos mates? —le pregunté,
tomando el mate que me daba Ramona.
—Sí, Marisa me dijo que venga un rato —miré hacia todos lados y la
zorra no estaba—. ¿Dónde está tu novia? —le pregunté a mi hijo.
—Discutimos, no sé dónde fue —levantó sus hombros y siguió
hablando con Miriam del banco.
Mi amiga estaba anonadada por como él se expresaba sobre su
trabajo, empujé mi taburete y lo abracé, él me miró y también me abrazó,
mientras me besaba la cabeza, así nos encontró Manu al entrar a la cocina.
—¡Ey amigo!, suelta a esa mujer, que es mía —bromeó, acercándose,
me levantó de la silla, me puse en puntas de pies y nos besamos, todos se
reían.
—¿Qué hacés a esta hora acá? —Pregunté acariciándole su incipiente
barba.
—Tengo que hablar con mi hijo —lo miré levantando mis cejas, él
asintió, puso su cara en mi cuello y me besó, luego entraron en el despacho y
estuvieron una hora. A mi amiga, le conté lo que había pasado la noche
anterior.
—¡Es una hija de puta!, tienes que sacártela de encima, yo ya la
hubiera agarrado del cogote, meterse con Joaquín que es más bueno que el
pan, si me hubieras dicho Bruno, que no le hace asco a nada, sería otra cosa
—las dos largamos una carcajada —Mierda, ese chico es como el padre, ¿te
acuerdas lo que te hizo pasar? Jesús bendito, tenía un problema con su
bragueta —me miró— ¿ahora no? —me pregunto.
—Mira amiga, quiero creer que no, sigue siendo un bombón, claro un
bombón grande —ella sonrió— está mucho más tranquilo, pero Manu, Dios,
las empleadas del banco le revolotean como moscas a la miel, aunque él lo
niegue, es así y para colmo de males es más celoso que Davy.
—Para mí, el más bonito siempre fue Davy, pero ahora que los años
pasaron, el más seductor es el gallego, tiene esa sonrisa que te desarma,
¿cómo quieres que no se fijen en él? Tendrían que ser ciegas.
—Hijo de puta, está muy fuerte, de todos lados —nos miramos,
sabiendo a qué me refería, ella hizo una seña y yo con mi cabeza asentí —
decime, tu gallego no se queda atrás.
—No, tiene más pene, que sentido común —nos descostillamos de
risa.
En ese momento, justo, mi hombre salía del despacho con el hijo,
quien me miró y sin decir palabra alguna, se fue a su dormitorio. Lo miré a
Manu, sin saber qué era lo que había pasado, se sentó a mi lado y cuando nos
fue contando, me enfurecí, ¿se había dejado tocar por esa zorra? Quise ver las
grabaciones, y así lo hicimos los tres.
Entramos al despacho y Miriam que jamás había estado allí, nos miró.
—Sofi, ¡esto es hermoso! —exclamó.
Sí, era un despacho enorme, con muebles de algarrobo, traídos de
Madrid, con dos sillones de cuero negro, un baño, sobre un gran escritorio se
divisaba una computadora de última generación, detrás del sillón donde él se
sentaba, las fotografías de sus hijos cuando era niños y la de nosotros tres
estaba, sobre su escritorio.Sobre la pared que daba a nuestra habitación, una
biblioteca de muerte,abarrotada de libros, mi amiga estaba sin aliento, le
encantaban los libros, se acercó y empezó a tocarlos, le hice señas que no lo
hiciera, el gallego era muy celoso con todas sus cosas y viendo la cara de
culo de él y se alejó.
—¿Te gusta?, este es el refugio de mi gallego —pasé mis brazos por
su cintura y lo abracé, élme sujeto fuerte y me besó la cabeza —acá mi amor
cuando no va al banco, se pasa horas trabajando.
—Increíble, le voy a decir al gallego que quiero una así —y seguía
con su dedo en los libros, la volvía mirar y sonrió— perdón Manu, pero me
encantan los libros, no puedo dejar de mirarlos —él se sonrió.
Nos acercamos a la PC, la encendió y nos mostró las grabaciones, al
ver que la pendeja le metía la mano adentro del pijama, casi me da un infarto,
puteé y él me abrazo de atrás, di vuelta mi cabeza y lo miré.
—¿Dejaste que esa zorra te tocara? —me quise parar, pero él me
sujetó fuerte y me volví a sentar.
—Nena, jamás dejaría que ella me ponga un dedo encima —susurró
en mi oído, me di vuelta de golpe, ya Miriam se quería ir, veía que la pelea
estaba servida, le hice seña que se quedara y así lo hizo.
—Pero te abrazó, sucio —le grité en la cara.
—Tenía que dejarla hacer, para que tu hijo viera con la zorra que
estaba.
Después de ver semejantes grabaciones, supuse que mi hijo estaría
hecho mierda, pobre, después que mi amiga se fue, fui a su habitación, lo
encontré tirado en la cama y con lágrimas en los ojos.
—Mi vida, vas a conocer a tantas mujeres, sos hermoso, inteligente
—le decía, me había sentado en la cama y él había puesto su cabeza en mi
falda— ella es una de las tantas niñas, que conocerás hasta que llegué la
elegida —me miró y supe que estaba destruido.
—¿Cuándo me daré cuenta? Si son todas iguales —me preguntó, le
sonreí, le acaricié el pelo.
—Mira hijo, cuando encuentres una que te dé batalla, que se te resista,
aunque te quiera, porque así somos las mujeres —me miró sonriente— vas a
querer estar con ella día y noche, te va a hacer enojar y te va hacer llorar.
Cuando la veas, vas a sentir como toda la piel se te eriza, y te reirás sin
sentido, cuando sientas todos esos sentimientos, amor mío, esa, será la mujer
de tu vida. La que te dará hijos y a mí, nietos, —le levanté la cara hermosa y
lo miré, le sequé las lágrimas—, pero no te apures por los hijos, no quiero ser
abuela todavía —le besé la frente y mi niño, se rio, supe en ese momento, que
lo más importante para una madre es ver sonreír a su hijo.
CAPÍTULO 19
***
Manu llegó primero, Ramona lo recibió con rabia en sus ojos, solo se
había quedado para hablar con él, Manu la observó extrañado.
—¿Todavía acá? Te voy a tener que pagar más, ¿dónde está Sofía? —
le preguntó, observando hacia todos lados.
—Está con Marisa y Miriam, ya viene, quiero hablar contigo, antes
que ella venga —el gallego la hizo sentar en el sillón del living y él se
quedóparado, la gallega le dio un sobre abierto.
—Toma, esto llego hoy, mientras mi niña estaba haciendo las
compras, di que yo lo recibí y no estoy segura de no decírselo a ella, si lo
hago te vas a tener que atener a las consecuencias —el gallego tomó el sobre,
mientras la miraba desconcertado, lo abrió y encontró una esquela que decía.
La pasamos bárbaro, ¿podríamos repetirlo?
Metió su mano dentro del sobre y extrajo su corbata. Aun dándole
dinero y sabiendo que nada había pasado, ¿le mandaba eso?
«Esa zorra» pensó. Hizo un bollo en su mano, mientras puteaba en
alemán, se maldijo en todos los idiomas posibles, si eso caía en manos de
Sofi, el fin era inminente, tuvo que confesarle a la gallega, lo que había
hecho, con toda la vergüenza del mundo, lo estúpido que se había portado.
Ella le dijo de todo, pero como era tan grande el amor que sentía por el hijo
de su mejor amiga, lo cubrió, haciéndole prometer que jamás volvería hacer
algo semejante.
***
***
***
***
***
—Nena, tenemos que ir, queremos estar con Falcao, ¿qué vas a hacer
tú? ¿Quieres venir o te quedas con las nenas? Los varones, seguro van a
querer ir —los miré, sabiendo que no iba a ir.
—Me quedaré con las nenas y Ramona, ustedes vayan tranquilos —el
gallego me miro supe al instante lo que me iba a responder.
—Vamos, Sofi no quiero que te quedes sola, acompáñanos —me
pidió, acariciándome la mejilla.
—No, ya te dije, me quedo con las nenas —respondí, besándolo en
los labios.
Enseguida se comunicaron con Frank y llamaron al hangar para pedir
que tengan listo el avión, para dirigirse a Brasil.Cuando mis hijos varones
llegaron y se enteraron, mi casa se convirtió en un mar de lágrimas, ellos la
querían mucho, ella los esperaba con ansias cuando iban a pasar unos días a
la isla, lo que hacían dos veces al año. A Manu lo veía muy nervioso y Davy
llorisqueaba a cada rato, mi chico grande, pensé, siempre supe que era el
preferido de su abuela. Frank llamó avisando que el avión estaba listo, Marisa
vino a mi casa conMiriam, Manu me llevó al dormitorio antes de irse.
—Escúchame bien,por favor no salgas, el chofer vendrá a buscar a las
nenas para llevarlas a la escuela y las traerá de vuelta, promételo, así me voy
tranquilo, no quiero sorpresas —me levantó la barbilla y me besó en los
labios— promételo mi amor,volveré lo más pronto posible —lo abracé con
todas mi fuerzas y me besó la cabeza— quisiera que vengas con nosotros,
pero sé que no quieres, también pienso en las nenas y papá me dijo que no las
lleve, nena te voy a extrañar —susurró, me apoyo en su pecho y mis brazos
se enroscaron en su cintura, Davy entro y los tres nos abrazamos.
—Sofía, cuida a las nenas y cuídate —hacíamuchos años que no nos
separábamos, me tomó la cara con las dos manos y me besó en los labios,
oímos cómo Frank los llamaba, salimos del dormitorio agarraron sus bolsos y
después que saludé a mis hijos varones, se fueron.
Todas las mujeres nos quedamos en mi casa, muy tristes, antes de
abordar el avión mis hombres me llamaron, para quedarse tranquilos, Manu
tenía ganas de quedarse, lo sentí en su tono de voz,aunque se encontraba en
una encrucijada, el padre lo necesitaba.Las nenas se fueron a dormir y nos
quedamos en la cocina con Marisa y Miriamconversando, recordamos
tiempos vividos, cuando las tres estábamos solas, Marisa nos contaba sobre
los Falcao, sus anécdotas nos a hacíanreír, hasta que de la nada salió el tema
de Maxi y con Marisa nos miramos.
—Nena, por favor no lo nombremos, mira si vuelve del infierno —
ella hizo una mueca y Miriam se largó a reír.
—Déjate de joder, ese está más que muerto, ¡qué hijo de puta resultó
el desgraciado!, se volvió loco, ¡pero era tan lindo! —lo dijo de una forma
que largamos una carcajada— no se rían estaba muy bien, ¿no me van a decir
que era feo? —preguntó, observándonos.
—No, era lindo tipo, pero se volvió loco, esta yegua no sé qué tiene,
los vuelve locos a todos, nena, ¿qué les haces en la cama? —me preguntó
Marisa mirándome, yo reí, ya todas estábamos con unas copitas de más.
—Lo mismo que vos le haces a Frank y vos al gallego —ellas
abrieron sus bocas y me contestaron.
—Yo, agarro al gallego, pobre, que ya tiene más años que la humedad
y lo mato, todas las noches no le quedan ganas de ir por ahí a buscar a nadie
más y ¿tú? —confesóMiriam, dirigiéndose a Marisa, que se ahogó bebiendo,
cuando la escuchó.
—Bueno, qué se yo, hago lo que puedo —las tres nos matamos de risa
—Frank es como un chico grande, no exige demasiado, tiene más carreras el
pobre, pero, —me miró a mí—nena tú, ¿cómo haces? porque sé que los dos
son muy activos —a Miriam se le salían los ojos, le clavé la mirada a Marisa.
—Pues lo que pasa, que yo soy más joven que ustedes —les respondí
altaneramente, ellas me observaron abriendo grande sus bocas, me dio un
ataque de risa.
En ese momento, escuchamos ruidos que provenían del garaje, nos
miramos y yo ya estaba temblando, Marisa y Miriam iban a salir, pero yo les
pegué un grito.
—¡Ni loca, nadie sale! —les dije.
Fui corriendo hasta la computadora donde estaban las cámaras
encendidas las veinticuatro horas filmando, ellas venían detrás, las miramos
todas, hasta que la que estaba fuera del garaje, mostraba a una persona
forcejeando el portón para entrar, me tapé la boca, para sofocar el grito.
—Llama, ya al gallego —le pidió Marisa a Miriam, veía cómo a ella
le temblaban los dedos almarcar, elgallego enseguida atendió.
—Nena, ¿pasa algo? —respondió él, preocupado.
—Ay gallego ven enseguida, alguien quiere entrar, ¿llamamos a la
policía? —le preguntó.
—No, no llames a nadie ya estoy saliendo, enciérrense —a los diez
minutos el gallego llegó con los primos del brasilero, no había nadie, después
de revisar todo entraron a casa.
—No hay nadie, ¿están seguras que vieron a alguien?, quizásestán un
poco tomadas —el gallego, nos hizo seña con los dedos y Miriam se enojó.
—Sofi, muéstrale el video —me pidió.
Todos fuimos a verlos y ahí se veía a un hombre forcejeando el
portón, para poder entrar, los hombres se miraron, desconcertados, esa noche,
el gallego se quedó a dormir y los primos se quedaron de guardia afuera;
estábamos desayunando cuando llamó Manu.
—¿Todo bien mi amor?,¿están bien? —me preguntó, no sabíacómo
decirle lo que había ocurrido.
—Sí, gallego ven, te extraño —le hablé muy suave, al momento supo
que algo pasaba.
Hacía mucho tiempo que no nos separábamos y lo quería a mi lado, sé
que era egoísta de mi parte, pero mi corazón lo reclamaba, sin él estaba
perdida, sin ellos nada era lo mismo, sentí como su respiración se agitó al
instante.
—Dime amor, que nada pasó, dilo nena, por favor —me reclamó.
—Anoche alguien quiso entrar en el garaje, quizás era un ladrón, no
sé, llamamos al gallego, vino con los alemanes, ellos se quedaron haciendo
custodia afuera y él se quedó a dormir, no sé qué pensar —no me dejó
terminar de hablar.
—Mira Sofi, haré revisar el avión y saldré cuanto antes para casa,
quédate tranquila, Davy está muy mal, pero me lo llevo conmigo, no quiero
que se quede acá, pásame con mis primos —así lo hice, hablaron una hora,
después me pasaron el teléfono a mí.
—Escúchame, mis primos se quedarán a cuidarte, el gallego tiene que
hacer unos trámites y vuelve a la tarde a quedarse a dormir, no mandes las
nenas a la escuela, están más seguras en casa hasta que nosotros lleguemos, si
viajamos hoy, mañana estaremos contigo, te amo, si tienes que comprar algo,
encárgalo por teléfono, amor ¿entendiste? —sus palabras me asustaron más
de lo que estaba.
Para colmo de males Marisa y Miriam tenían que ir a empresa, Mía y
Candy estaban a cargo ya hacía meses, pero Marisa tenía que ir a firmar unos
documentos. Zoe iba a ir al instituto, pero custodiada, ¿quién era ese hombre?
¿Qué es lo que buscaba? Sabía que mis hombres tenían enemigos,
seguramente ellos sabían muy bien quién o quiénes eran, pero nunca me lo
iban a decir.
—Sí Manu, perdóname, en este momento que están pasando, pero
sabes todo lo que pasamos, ven cuando puedas, pero por favor no tardes —
sentí su respiración, sabía que élquería estar ya, conmigo.
—Sofi, vuelvo a casa como sea, hoy, papá quiere ir unos días con
Ana, que está muy triste, estoy pensando dejarles el avión y viajar con mis
hermanos en un vuelo de línea, no veo la hora de verte, te amo, te doy con
Davy que quiere hablar contigo —hablé con mi nene grande unos minutos y
después cortamos, con la promesa, que hoy mismo viajarían de regreso.
Ese día fue el más largo de toda mi vida, Marisa y Miriam me
llamaban cada media hora, aunque quisieron venir a dormir, les dije que no,
estaba segura adentro, afuera la custodia, mis hijas se dedicaron a nadar,
después las tres nos pusimos a leer. Ramona, mi gallega, también se quiso
quedar, pero no la dejé; Manu me llamó a las siete de la tarde y me confirmó
que ya tomaban el vuela hacia Barcelona.Me quedémás tranquila, calculé el
horario, sabía que mañana temprano ya estarían en casa, cenamos con mis
hijas y después cada cual se fue a su dormitorio. Mis hijos varones me
llamaron como a las doce, ellos venían en el avióncon mis suegros al otro día;
me tranquilizaron y también hablé por una hora con Ana, que estaba muy
angustiada, a la una de la mañana cuando ya me había cansado de leer,
apagué el velador y recibí una llamada que me enloqueció.
—Hola Sofi, ¿cómo estas hermosa? —su voz parecía de ultratumba,
casi me muero de la impresión, me quedé tiesa, sin hablar, las piernas me
temblaron y las manos empezaron a traspirar— Soy yo, nena, aún estoy acá
—pegué un grito y solté el celular que se desarmó todo.
Me cambié y me fui al living, abrí la ventana y comprobé que la
custodia estaba en la puerta, no sabía qué mierda hacer, sola con mis hijas,
conocí esa voz al instante, me duchérápido para poder despertarme bien, no
podía ser, él estaba muerto pensé, cuando me estaba vistiendo sonó mi
teléfono de línea, la misma voz, me puse furiosa y le grité.
—¿Quién mierda sos? ¿Te parece gracioso, asustar a una mujer?
¡infeliz! —oí cómo se rio y me aterroricé más aún.
—No quiero asustarte, sabes que te amo, tienes que estar conmigo no
con ellos, tu destino soy yo —respondió, no había dudas, era la voz de él,
cómo podía ser, ¿me estaba volviendo loca? era él de verdad, con todo el
miedo del mundo, susurrando, pregunte.
—Maxi, ¿sos vos? —solo al pronunciar su nombre, se me erizó la
piel.
—Sí, nena soy yo, el que te cuidaba, cuando quedaste sola,
¿recuerdas? —mi rostro se cubrió de lágrimas, no podía ser él, pensé, estoy
desvariando, después de tantos problemas estoy perdiendo la razón.
—Estás muerto, desgraciado, ¡no vuelvas a llamar! —respondí y
corté.
Por supuesto que me pasé la noche en vela, cuando llegaron mis
hombres estaba hecha un manojo de nervios, me abrazaron y no pude parar
de llorar, les contéde las llamadas, ellos me miraban como si estuviera loca,
«¿había perdido la razón?»
—No puede ser, es un desgraciado que te quiso asustar —me decía
Davy, abrazándome —nena, élestá muerto, bien muerto, entiendes, quizás lo
imaginaste, lo soñaste, ¿estabas acostada? —me preguntó, lo miré.
— Dios no lo he soñado, era él, estoy más que segura.
Sé que Manu no pensaba lo mismo, me miraba, me acariciaba, pero
callaba, nos dimos un baño de inmersión los tres, después comimos algo y
nos recostamos, ellos se quedaron dormidos y yo me levanté. Ramona llegó
con las empleadas, estaban ordenando toda la casa, le comenté lo que me
había pasado y se persignó.
—Por Dios mi niña, pero si está muerto, ¿lo soñaste? —otra más que
no me creía, tenía ganas de gritar, pero callé.
—No sé, ahora ya lo dudo, pero parecía su voz; gallega, no estaba
soñando —le afirmé, ella me miró.
—Sabes, a veces hay sueños tan reales, que parecen ciertos, no te
atormentes ya están los niños aquí, ellos te cuidaran, no pienses más.
Así lo hice, no pensé más, mis hombres no me hablaron más del tema,
pero al gallego lo veía preocupado, preparamos un buen almuerzo, al otro día
llegaban los padres. Cuando llegaron, nos abrazamos con Ana y lloramos las
dos, ella había amado mucho a la nana, durante años estuvieron juntas.
—Seguramente jamás la olvidaré —me confesó, limpiándose la nariz.
Vinieron Marisa, Miriam, todos sus hijos y nietos estuvieron
presentes, almorzamos y después los hombres se retiraron al despacho de
Manu a hablar de negocios, nosotras las mujeres nos quedamos tratando de
levantarle el ánimo a Ana.
—Salgamos, el sábado —todas la miramos a Marisa, que prosiguió—
vamos tomamos unos traguitos por ahí —hacía seña con la mano, riendo,
Marisa siempre estaba lista para la joda— podemos ir a jugar al pool, ¿te
acuerdas? —me dijo, mirándome.
Todas nos reímos recordando cuando recién lo conocí al brasilero, y
él sin saber que yo jugaba bien, me desafió; en ese momento salieron mis
hombres del despacho y nos miraron.
—¿De qué se ríen las argentinas? —preguntó, curioso mi suegro.
—Nos acordábamos cuando fuimos a jugar al pool y uno que yo sé,
me desafió —Davy me abrazó, se empezó a reír y lo miró a Manu.
—¿No sabías esa anécdota? —lo miró al gallego, quien negó con la
cabeza, sonriendo y mirándome de reojo —esta yegua, ¡no sabes cómo juega
al pool! bueno quizás ahora ya esta vieja.
Me di vuelta y le pegué en el brazo, mientras él se mataba de risa.
—Podemos ir todos a jugar, y ver si esta argentina me gana a mí —
respondió el gallego poniendo su cara de costado, provocándome.
—Cuando quieras nene, ¿qué jugamos? —lo apuré, mi suegro largó
una carcajada y todos lo siguieron— juguemos por algo —Manu, me miró
serio.
—Mira, si prometes cumplir lo que te pido, juguemos —me largué a
reír, agarrándome la panza.
«¡Ni loca me va a ganar!» pensé. «¿Qué me va a pedir si ya le di
todo?», me acerqué a él, lo abracé y le respondí mimosa sobre los labios, yél
me los mordió.
—Prometo cumplir, pero desde ya te advierto que no vas a ganar,
bonito —mi suegro se descostillabade risa.
—Argentina estamos ante testigos, tienes que cumplir —me advirtió,
el gallego, serio— Bueno, ¿aceptas? —me apuró, cínicamente.
—Acepto, una argentina nunca se echa atrásjaja ja —«tomá»
Marisa y Miriam gritaban y mis hijas también, vi en los ojos de él, tal
seguridad, que me asusté «¿y si me gana?, ¿qué me puede pedir?» levanté las
manos, delante de él.
—A ver, a ver, espera un segundo, primero dime ¿Qué es lo que tú
quieres? —él largó una larga carcajada, acompañada por las de los demás
hombres, que no dejaban de observarme.
Enseguida noté que mi suegro y Davy se miraban, «adivinando el
pedido», pensé, achinando mis ojos, pero no conseguídescifrar los gestos de
ellos.
—No te lo voy a decir, pero si pierdes, que así va a suceder —me
recalcó cada letra— tienes que cumplir —lo miré a él y al brasilero.
—¡Jamás perderé! Un gallego nunca me va a ganar, pide lo que
quieres, pero yo también voy a pedir y tú tienes que cumplir —me arrimé y lo
miré, los dos nos calentamos más de la cuenta, sentí como su cuerpo
respondía ante mi cercanía y mi suegro pegó un grito que nos hizo saltar a
todos.
—¡Listo! No se hable más del asunto, mañana todos veremos quién
gana, pero argentina, si no cumples te desheredo —me largué a reír y lo
abracé.
—Ni lo sueñes Falcao, lamento decirte que verás perder a tu hijo, por
primera vez en tu vida, ja ja ja —todos nos sentamos a cenar mientras los
varones seguían haciendo chistes sobre las apuestas.
—Yo lamento decirte, papá, que apuesto por Sofía —Bruno, las
nenas, mis amigas, Ana y Ramona dijeron lo mismo, mi suegro los miró a
todos.
—Yo apuesto por mi hijo —Frank iba a abrir la boca, pero mi suegro
le hizo una seña.
—Yo también —se retractó, iba a apostar por mí, sonreí, quedaba
solo Davy quien sentía todas las miradas encima de él.
—Bueno —nos miró— lo lamento amor, apuesto por el gallego —
dijo casi en un susurro, lo miré.
—Traidor —le grité.
Todos empezaron a apostar ante mis ojos, observé que Marisa y mi
amiga sacaban dólares y lostiraban sobre la mesa, mi suegro incrédulo, las
observaba riendo.
—Vamos suegro quiero ver tu dinero, ¿o te achicas? —le dijo a
Falcao.
—¡Dios mío! No se puede creer lo fanfarronas que son estas
argentinas, van a llorar —sacó un fajo de billetes de su bolsillo, todos
quedamos quietos, mudos, los hijos se mataban de ris — bueno a ver ahora,
apuesten, vamos, quiero ver sus dineritos acá —golpeó la mesa, Marisa que
era una kamikaze, fue corriendo hacia su cartera y le extendió un cheque.
—Acá, tienes no nos achicamos, ja ja ja —mi suegro se descostillaba
de risa.
Por un momento, en el que todos se quedaron en el jardín de invierno
esperando la cena, nos encontramos solos con el gallego en la cocina, yo
preparaba las ensaladas, él me abrazo de atrás y olió mi pelo.
—¿Te dije que hueles a gloria?, mi niña, te deseo tanto, que entraría
en ti en este preciso momento, te voy a devorar entera, te extrañé tanto —
sentí su bulto duro, en mi espalda, sus manosacariciaban mis limoncitos,
mientras sus labios mordían mi oreja —cuando te acercaste a mis labios me
calenté, dime que sentiste lo mismo —sonreí, sabía el desgraciado que fue
así.
Me di vuelta lentamente, lo besé en los labios, abrimos nuestras bocas
y nuestras lenguas se saludaron una vez más, mis brazos lo rodearon y mis
dedos jugueteaban en su nuca, lo que no hizo más, que acrecentar su
calentura, sentía como gruñía en mis labios, y entonces, escuchamos
unatosecitay los pasos de alguien entrando en la cocina, nos separamos al
instante, tratando de reponernos.
—¡Deja a mi niña en paz! —la voz de la gallega nos hizo sonreír —
yatendrán tiempo, ¡sucio! —le gritó, el gallego largó una carcajada y se fue
hasta donde estaban los demás.
Después de una larga cena, acompañada por los chistes de Frank y
Manu tratando que callara, ya que eran subidos de tono y el gallego no quería
que sus hijas los oyeran; Emily, se tapaba los oídos, lo que hacía sonreír a
mis suegros, pero Lucía se los festejaba ante la cara de culo del padre. Como
mi suegro observó que el hijo estaba levantando presión, cambió de tema y
todos agradecidos.
—Bueno, organicemos la salida del sábado, quiero reírme un rato,
porque no me van a decir que no será divertido, quiero ver perder la apuesta a
las argentinas —afirmó, mirándonos, todas nosotras le clavamos la mirada—
bueno, no me miren así, no es para tanto, les tengo que advertir que mi hijo es
un eximio jugador —todas giramos las cabezas y nuestros ojos se depositaron
en mi gallego, que me observaba sonriendo.
—No vale, así no, vos no dijiste que sabías jugar —le recriminé,
señalándolo.
—Bonita, tú no lo preguntaste, la apuesta está hecha, no puedes tirarte
atrás, tienes testigos —todos los ojos se posaron en mí, incriminándome.
—¡Ni loca! Empieza a sentirte perdedor, pues eso es lo que harécon el
gran Falcao, te derrotaré—todos se empezaron a reír, menos él, que me
miraba serio.
—Mira mi niña, ya todos saben que eres la dueña de mi corazón, pero
cuando se trata de una apuesta, este gallego, pone todo lo que tiene que
poner, te comunico hermosa, que ya perdiste —Davy largó una carcajada,
mientras yo, abría mi boca como un sapo.
—Vos no serías capaz, ¿no? —le pregunté, abrazándolo mimosa.
—¡Oh, sí nena! Sí seré capaz, te voy a ganar, te lo puedo asegurar,
hay mucho en juego, no pienso perder y tú —me tocó la nariz— tú vas a
pagar, como que me llamo Falcao.
Las carcajadas y risas de todos, no se hicieron esperar, Marisa me
miraba y empecé a temer.
El día llegó, estaba muy nerviosa, el gallego como si nada, todo el día
se lo pasó haciendo bromas, lo que me hacía dudar más aún. El lugar elegido
fue un pool muy chiquito, mis hombres le pagaron al dueño y lo hizo cerrar
solo para nosotros, bueno nosotros solos ya éramos un batallón, más algunos
amigos de ellos y amigos de mis hijos; observaba, cómo el dueño se sobaba
las manos, con el dinero que ellos le daban, nos sirvieron de todo, bailamos,
hasta mi suegro y mi suegra se animaron a hacerlo, mis hijos se divertían con
amigas, o algo más, no quería pensar, si eran algo más. Miriam estaba muy
mimosa con el gallego, él era un gran tipo la complacía en todo, Manu estaba
ardiendo, no dejaba de besarme y acariciarme, Davy me sacó a bailar y me
habló al oído.
—Sofí, hoy estás más hermosa que nunca, te amo nena —me susurró
al oído, ante la sonrisa del gallego.
—Yo también te amo, brasilero. Dime, ¿Manu sabe jugar de verdad?
—la duda me estaba matando, él me agarró de la barbilla y me miró.
—¡No sabes cómo juega!, como dices tú —me dijo sobre los labios
—polvo— lo miré abriendo grandes mis ojos —¡te va a hacer polvo!
Me quedé pensando «¿Me estaba jodiendo o no?»
Si perdía, sabía lo que me esperaba y se lo comenté a Marisa.
—Nena, no puede jugar mejor que tú, ni loco, ni lo pienses, el
brasilero te quiere asustar —sentí escalofríos, me transpiraban las manos, lo
miré al gallego, reír y conversar con los amigos, muy seguro de sí mismo y
supe inmediatamente que iba a perder.
—Bueno —escuché la voz de mi suegro— vamos, quiero verlos
jugar, quiero ganar unos dólares —los amigos de él se miraron.
—A ver, nadie nos dijo esto, ¡nosotros también apostamos! —gritaron
— por supuesto a favor de nuestro amigo —me miraron, sonriendo.
—Diles a tus amigos que se vayan a la mierda —le susurré al gallego
en el oído, cuando se agachó para besarme en los labios.
Sonrió y me tomó de la mano, me puso en taco en ella, él tomó otro,
ante la atenta mirada de todos, el lugar se impregnó de un silencio pasmoso,
nos miramos, nos desafiábamos, mientras poníamos tiza a los tacos y
ocupábamos nuestros lugares.
Miré de reojo y observé cómo el brasilero hablaba con Marisa, «¿Qué
le estaba diciendo?»
—¡Como voy a disfrutar esto, Dios mío! —le susurraba en el oído,
ella se dio vuelta con mala cara y le contestó.
—¡Cállate pájaro de mal agüero! Sofía lo va a destruir —Davy
largóuna carcajada y se acercó al gallego; veía cómo cuchicheaban entre
ellos.
«Estos algo se traen entre manos» pensé.
Lo sentí tan seguro, tan arrogante, y con su media sonrisa, mientras
ponía tiza al taco, me advertía que no iba a ser fácil ganarle; me maldije por
ser tan fanfarrona.
El juego comenzó, y yo perdía bola tras bola, me quería matar empecé
a sudar, no podía controlar mis nervios, el desgraciado sabía jugar, cuando le
toco a él me puse detrás le susurréal oído.
—¿No la vas a dejar ganar a tu niña? —odiaba arrastrarme, pero lo
tenía que hacer, tragándome mí orgullo argentino.
Giró su cabeza y aún agachado, me sonrió.
—Noamor, estoy dispuesto a ganarte, ya estoy saboreando mi paga.
Lo miré, incrédula con todo el odio del mundo
—Pues vete a la mierda gallego —le respondí enojada y le causó tanta
gracia, que dejó el taco sobre la mesa y me abrazó.
—Mi vida, esto es un juego, eso no quiere decir que no te ame —
afirmó besándome.
Todos gritaban, me soltó, se puso serio y el juego empezó otra vez,
ante mi angustia y ganas de llorar y los gritos de los hombres. No podía creer,
cómo me estaba ganando, me tocóel turno y me repuse, mis hijas y mis
amigas me animaban, de reojo veía cómo Manu observaba al gallego, no
entendía el porqué.
Después de una hora, tranquilo, sin esforzarse, me estaba ganando,
sentía un nudo en la garganta y ganas de revolearle el taco por la cabeza,
tenía que tirar mi último tiro, el que no me salía, lo miré, me tiró un beso,
«desgraciado», lo jugué y perdí.
El local se volvió un griterío, por supuesto todos se arrimaron a él a
saludarlo, yo me abracé con Marisa, con lágrimas en los ojos, jamás había
perdido y justo lo hacía con él. Maldije mi suerte, Miriam me dijo que no le
dé el gusto de verme llorar, me limpié las lágrimas y lo enfrenté. todos nos
miraban, veía cómo mi suegro aplaudía y por lo bajo lo puteé. Observé cómo
las luces se bajaban y Manu me señalaba una enorme pantalla frente a
nosotros, todos nos miramos, la pantalla se encendió lentamente, de fondo se
escuchaba la música de la Berisso, no entendía nada.
Mis hombres se pusieron a mi lado, mis cuatro hijos a los costados, o
cinco porque a Zoe ya la consideraba mi hija, y se empezaron a ver las
imágenes, que representaban nuestra vida, me tapé la boca con las manos sin
dejar de llorar.Ahí estábamos nosotros tres, años más jóvenes, en la pileta de
nuestra casa nadando, jugando, nuestros viajes a través del mundo, mis
partos, mis suegros bailando, la nana, mis amigos, aquel recitalque
terminamos peleando con Davy, el partido de pool con el brasilero, sonreí,
cenas, almuerzos en familia, cumpleaños, toda nuestra loca vida estaba ahí,
recordándonos gratos y felices momentos. Por último, mis dos hombres me
hablaban a través de esa gran pantalla, me quedé tiesa, sin aliento mirándolos.
“Hola, mi niña, acá estamos, te amamos más que a nuestra vida, sabes
que cometimos muchos errores, te hemos lastimado, nos has puteado y
echado varias veces de tu vida; pero ya ves, el amor es más fuerte, nunca nos
separaremos de ti, jamás, sabes que ya estamos viejos y otra argentina loca
como tú no vamos a conseguir”
Todos reían, yo los codeé y ellos me besaron la cabeza, Davy tomó su
lugar y siguió hablando.
“Sabes que sin ti ya no podemos vivir, te damos las gracias por los
hijos maravilloso que nos diste, por los momentos felices, por aguantar
nuestras cabronadas, por todo, mi pequeña Sofi, ahora hay algo que el gallego
te va a pedir y tú, porque eres buena niña vas a aceptar”
La música se escuchaba más suave y lo miré al gallego, no sé de
dónde había sacado un gran ramo de rosas rojas, que sostenía en sus grandes
manos, me miró y me quise morir; me iba a preguntar lo que no quería
escuchar, todos estábamos llorando.
«La madre que me parió, que no lo pregunte, que no lo pregunte, que
no lo pregunte», rezaba en silencio.
Pero lo tuvo que preguntar, se arrodilló frente a mí, y con una cajita
blanca en la mano, dijo...
—Sofi, por favor, mi niña CÁSATE CONMIGO —me largué a llorar
y él hacía puchero, aguantando las lágrimas.
Lo miré al brasilero, que sin ningún pudor lloraba y se mordía el
labio, todos esperaban mi respuesta, extendí mi mano y le acaricie la mejilla a
Manu, su rostro se inundó de lágrimas, le pasé los dedos a Davy limpiándole
las suyas, los observe a los dos, «mis niños grandes», mis hombres.
Hacía años le había pedido a Dios un hombre que me diera vuelta en
la cama, sonreí, recordando el loco pedido, pero la vida me gratifico con dos,
«¿podía esta vez negarme? Ni loca, mi vida sin ellos no sería vida».
—Acepto —respondí, en un susurro, ni yo creía mi respuesta.
Mi bruja hizo acto de presencia y me gritó: “¿Qué haces?¡Estás
locaaaa!”, le di un empujón y se cayó de culo.
Le extendí la mano al gallego, me abrazó y me besó en los labios,
después Davy me abrazó y me besó en la cabeza, todos nos felicitaron y mi
suegro me abrazó.
—¡Por fin Sofi, vas a ser una Falcao! —me largué a reír, ellos con ese
apellido me tenían los ovarios por el piso.
—Sabes que, para mí, sos como mi padre, hace años que soy una
Falcao, suegro, te agradezco que me hayas acogido en tu familia cuando aún
no me conocías —nos abrazamos con Ana y no parábamos de llorar, hasta
Manu me arrancó de sus brazos y me secó las lágrimas.
—¡Basta!, no quiero verte llorar más, señora Falcao —me abracé a su
cuello, la música empezó y seguimos bailando con los cuerpos entrelazados.
Después fuimos a una habitación que se encontraba en el fondo del
local y los tres nos besamos con pasión y desesperación.
—UNO MAS UNO, SON TRES —susurró Davy sobre mis labios.
A los minutos nos reintegramos a la fiesta, al baile, donde ya unos
cuantos estaban con algunas copas de más, entre ellos Frank, quien cuando
nos divisó, entre el gentío, se acercó a nosotros de la mano de Marisa.
—¡Por fin nena!, no te vas a escapar esta vez ¿no? —preguntó
sonriendo, ante la mirada incrédula de mis hombres tras su pregunta.
—¡Por favor, hermano! ve a tomar agua, tienes un tremendo pedo
encima —le recriminó el gallego, con mala cara, Davy no lo dejó responder,
lo tomó del brazo y lo introdujo al baño, Marisa me saludaba y se disculpaba
por las palabras de él.
—Sofi, ¡qué alegría nena!,¿dónde será la boda? —me preguntó y
como siempre, el gallego ya tenía todo planeado, me miró y me arregló el
cabello, mientras me besaba la nariz.
—Será en la playa privada de nuestra casa de la playa, ¿verdad, amor?
—¿Eso es lo que quieres? —le pregunté acariciándole el rostro.
—Sí, eso es lo que quiero, solo la familia y pocos amigos, el mar será
testigo del gran amor que te tengo y te tendré, hasta el día del juicio final —lo
abracé y lo besé en los labios, entonces, llegaron mis hijos y me llevaron a
bailar ante los rezongos del padre.
Después de ese día, el gallego empezó a estar molesto, inquieto al
preguntarle el motivo, aducía que la mudanza lo tenía ocupado, yo sabía que
algo más había.La casa de la playa tenía todo el mobiliario nuevo, nuestra
habitación, su despacho y su biblioteca que era para él su refugio, la había
mandado a construir de igual manera que en mi casa, detrás de ella se
encontraba un cuarto, a prueba de ruidos, con la caja de seguridad y
documentos, solo teníamos que llevar nuestra ropa, hasta llegué a pensar que
se había arrepentido. Con Marisa y Miriam fuimos a comprar el vestido de
novia, elegí un modelo hermoso, que me lo iban a mandar directamente a la
casa de playa, compramos los vestidos de mis hijas, Zoe y mis amigas
también, se decidieron y eligieron los suyos. Cuando volvíamos le comenté a
ellas, lo inquieto que lo notaba al gallego.
—¡Por favor!, ¿cómo vas a pensar eso?, déjate de joder nena, ellos
están muertos contigo, ni locos se arrepienten —me dijo, Miriam riéndose.
—Nena, me dijo Frank, que en el banco tienen mucho trabajo, quizás
es eso, debe pensar que ahora lo deja solo a Joaquín.Es eso, no pienses más.
La miré, «pobre mi hijo, solito mi bebé, debe estar cansado», todavía
era chico, pero no era eso, yo conocía al gallego muy bien, algo lo estaba
molestando, lo tenía preocupado, algo le estaba quitando el sueño.
Mis suegros, ocuparon la casa de al lado de mi casa, la del gallego,
aunque vivían en la mía, solo iban a dormir ahí. Ana estaba fascinada con la
boda y con las chicas prepararon una despedida de soltera, algo que las tenía
más entusiasmada a ellas que a mí, pero cuando mis hombres se enteraron
pusieron el grito en el cielo.
—¡Mamá! ¿Cómo se te ocurre? —gritó Davy, mirándola, todos la
miramos, recién terminábamos de cenar, en mi casa— ya estamos grandes
para eso —lo miré mal, el gallego no hablaba, aunque la inquietud estaba
reflejada en su rostro.
—¿Por qué no? ¿Qué creés que vamos hacer? —le grité mal,
mirándolo al ver a mi pobre suegra cohibida, mi suegro y los demás, miraban
hacia otro lado, sabían que la pelea recién comenzaba.
—¡Manu, por favor dile algo! —le pidió, haciéndole señas con las
manos, él me miró y miró a Ana.
—¿Dónde van a ir? —nos preguntó, lo que me sacó de mis casillas,
«pero ¿quién se creía? ¿quién era para darme permiso?» vio cómo perdía mi
paciencia— No te enojes nena, veo que te estás enojando, solo dime dónde
irán, sabes que tengo miedo que algo suceda —abrí mi boca y le respondí.
—¿Qué te parece que va a pasar? ¿Te creés que yo soy como ustedes?
—le grité en la cara, acercándome a él, sacó sus manos de los bolsillos, se
arrimó más a mí y se agachó.
—No me provoques, hoy no estoy bien ¿escuchaste?, no vas a ir y
punto —susurró sobre mis labios.
«Este desgraciado está loco» pensé y lo enfrenté.
—Ja ja ja ¿no me digas? le puse un dedo sobre su gran pecho —todos
me miraron pensando que me había vuelto loca, quizás, sí —voy a ir, quieras
o no, ¿escuchaste? vos no sos mi dueño, no te equivoques Falcao —le grité, y
observé cómomis palabras desataron su furia.
***
Manu tensó la mandíbula y apretó sus dientes, una vez más la loca de
su mujer se atrevía a desafiarlo a delante de todos, nadie daba crédito de lo
que era capaz esa loca argentina, en cinco minutos la cocina quedó vacía,
todos huyeron al percatarse que la discusión no se disolvía al contrario se
acrecentaba.
Sofía se dirigió al dormitorio, se desnudó y cuando entraba a
ducharse, entró el gallego, observó sonriendo cómo ella por lo bajo maldecía,
ella lo provocaba y se enojaba. Volvió a sonreír pasándose los dedos por el
pelo, ella salió y se cubrió con una toalla sin mirarlo, al pasar por su lado, él
la sujetó del brazo y la apretó a su cuerpo.
—¿Tú estás enojada? Tú que me desautorizas ante mi familia, será
posible que siempre me tengas agarrado de los testículos, me vuelves loco
con tus contestaciones, con tu preceder, dime mi niña, ¿qué más quieres de
mí? —la miró de costado, ella le sostuvo la mirada, lo empujó para soltarse
de sus brazos, pero ante la fuerza de él, se quedó quieta, pero le contestó.
—¡Suéltame! Estoy enojada, muy enojada, no pienso hablar contigo,
ahora no —gritó soltándose de sus brazos.
La intención de él, fue matarla, pero sonrió y se quedó con las manos
apoyadas en la mesada del baño, su cabeza hacia arriba, tratando de calmarse,
se miró en el espejo y suspiró. Cuando entró en el dormitorio, Sofi estaba
acostada abrazada a la cintura de Davy, se desnudó y se acostó a su lado sin
tocarla, solo observándola, solo admirándola, solo amándola.
«Sí, amo a esta loca, la única que me desafía» La única que lo
calentaba de mil maneras posibles, aún hoy después de tantos años, ella era la
dueña de su corazón, ella era la que lo hacía suspirar, sonreír y enojarse todo
a la vez. Sin aguantar la tentación de tenerla a su lado desnuda, se acercó,
paso sus brazos por su estrecha cintura y la atrajo hacia él, hizo lo que
siempre hacía, olió su pelo y se lo besó. Sintió el suspiro de ella y la amo más
aun, «mi niña, mi desobediente y dulce niña», así se durmieron los tres
juntos, muy juntos.
Al otro día, cuando se despertó y abrió sus ojos, quiso levantarse de
inmediato pero el gallego la detuvo al instante sujetándola y besándola en los
labios dulcemente, ella cerró sus ojos y aceptó ese beso, mordiéndoselo.
—Te amo, te amo tanto, no sé qué hacer contigo ¿Por qué te
comportas así? Dime mi niña —le preguntaba sacándole el pelo de la cara y
sus dedos se hundían en su cintura, ella gimió y bajo lentamente su mano
hasta sus testículos y los acarició, notó cómo él entrecerraba sus ojos,
deleitándose, ante el suave contacto, de sus dedos— ámame, ámame por
favor dale a tu gallego lo que más le gusta —le pidió, con voz ronca y
gruñendo en su oído.
—Te voy amar, pero recuerda bien, yo no soy tu empleada, no me
ordenes, no me mandes, recuérdalo —susurró apretándose a su cuerpo,
comiéndole la boca con apremio.
—Lo que tú quieras, pero ahora dame lo que más me gusta —afirmó
el gallego, apoyando su glande ardiente, en la entrada de su sexo.
Sabía que ella era la única que le robaba se voluntad, cuando quería,
lo tenía asumido, ella sintió el suave movimiento del cuerpo de Davy
buscando su lugar, detrás de ella, se amaron con vigor, con urgencia, sin
piedad, sin control, la pasión que sentían los consumía, los elevaba al cielo y
los bajaba al infierno.El morbo hizo acto de presencia y todo se convirtió en
amor en estado puro, los gritos, los gemidos invadieron el espacio y los
movimientos fueron duros, secos hasta que estallaron, inundándola con su
semen ardiente, abundante, sus cuerpos temblaron y se relajaron. Quedaron
abrazados extasiados de tanto amor, se miraron, se besaron y se quedaron
media hora más uno dentro del otro, quietos, solo observándose, después
ellos se fueron.
Le dijeron que iban al banco, pero ella suponía que no, tenían algo
entre manos, lo cual por supuesto, y como siempre, se iba a enterar cuando
ellos quisieran.
***
Ese día nos fuimos de shopping todas las mujeres, compré ropa para
mis hijas y mis amigas también se compraron para ellas, cansadas nos
sentamos a tomar algo cuando mi celular sonó, ya de antemano sabía quién
era.
—Manu —puse cara de cansada y todas largaron una carcajada, que
él seguro escucho.
—Sofi, ¿por qué todas se ríen? —preguntó sonriente— ¿ya compraste
todo? ya estamos llegando a casa, ¿ya vienes? —me acribilló a preguntas,
como siempre.
—Estamos tomando algo, media hora y voy —respondí, sonriente.
—¿Te compraste el vestido? ¿qué color es? —ni loca le iba a decir el
color, ni se lo iba a mostrar.
—Rojo, ¿te gusta?, está espléndido —se hizo un silencio, sé que
llegaba el reto.
—Sofi, ¿aún tienes ganas de pelear? —me respondió serio.
—No amor —me paré y hablé alejada de todas— gallego no puedo
decirte el color, tampoco te lo mostraré, por favor —no me dejó terminar de
hablar.
—Lo sé, mi vida, con cualquier color vas a estar muy bella, no me lo
muestres, sorpréndeme, sé que lo harás, después te llamo, vuelve rápido te
extraño, ya estamos llegando a casa, te amo.
—¿Qué pasó anoche, se mataron? —preguntó Marisa, tomando su
jugo.
—No, nos fuimos a dormir y hoy temprano hubo reconciliación —
Ana me miraba, con los ojos grandes, la miré y se tapó los oídos con las
manos.
—No cuentes, menina, no me cuentes no quiero saber —todas nos
empezamos a reír mientras ella seguía con los oídos tapados —escúchame
¿vamos a salir el sábado? Quiero divertirme un rato.
La miramos con Miriam, ya habíamos reservado un lugar espléndido,
donde por supuesto no faltarían los strípers, «si faltaran no sería fiesta»,
pensé sonriéndome.
—¡Por supuesto!, vamos a ir, nadie lo va a impedir, jajaja nadie, —
dije y todas levantamos las manos.
—Chicas, pero, ¿dónde vamos a ir? miren que ya estoy vieja —
preguntó Ana.
—Tú quédate tranquila, divertir no vamos a divertir —le dijo Marisa,
sobándose las manos, mi suegra se rio, ya imaginaba dónde.
Después de saludar a todos, fui a guardar mi ropa a la otra habitación
con llave, observé cómo Davy me seguía, cuando iba a entrar detrás de mí, le
cerré la puerta en la cara, lo que produjo su enojo.
—Eres una yegua, ábreme —gritaba en la puerta, escuché que Manu
lo llamaba y él se retiraba, me dirigí a la cocina y ahí están todos tomando la
merienda.
—Ven siéntate aquí —me indicó un taburete— ¿estás cansada? —
preguntó, haciéndome la trenza.
—¡No sabes lo que caminamos!, al fin compramos todo, les compré
dos camperas, si no les gusta las cambian, allá cerca del mar va a hacer frío
—le dije, mirándolo.
—Gracias, te acordaste, ya las vimos están muy buenas, ¿verdad
Davy? —preguntó, mirándolo.
—Sí, me gustaron, ¿cuándo nos mudamos?, ya quiero ir —Davy era
como un chico grande.
—Mañana, empezaremos a llevar algunas ropas, ¿sí? —me preguntó.
—Sí, pero, ¿no faltaba la seguridad?
—No nena, ya instalé todo, tú tranquila —susurró en mi oído.
Manu se encerró en el despacho, con los dos hermanos, estuvieron ahí
dentro, más de dos horas interminables, cuando salieron se notaba en sus
rostros la preocupación, los miré al gallego y a Davy, callaron, cenamos y
después de una ducha, nos fuimos a descansar.
Y llegó el día de la salida de chicas, mis hombres no habían dicho
nada más, estaban callados, no alegres, pero sin joder. Me preparé, me puse
un pantalón ajustado a mi cuerpito y una blusa de seda que mi gallego me
había traído de unos de sus viajes a París, donde tenía negocios; cuando salí
del dormitorio, los dos sentados en los sillones del living, me desnudaron con
las miradas.
—Sofi, no quiero joderte el momento, pero, ¿por qué no te quedas con
nosotros? —me pidió Davy, moviendo su cabeza de costado y sonriendo.
—Por favor, no empieces, voy con tu mamá vengo temprano —le
contesté, acercándome y besándolo en los labios, ante la atenta mirada de
Manu.
—Ve y diviértete, si tomas no manejes, ¿escuchaste? —dijo, el
gallego.
«¿Qué le pasa? ¿No me va decir nada más?», me senté en su falda y le
acaricié la nuca con los dedos, cerró sus ojos y me comió la boca.
—No sigas haciendo eso, porque te encierro en el dormitorio y entro
en ti, sabes que me estás calentando —sonrió, mordiéndome el labio, me
levanté riendo y me arreglé la ropa.
—Va a manejar Carmen, ella no puede tomar, está tomando
antibióticos.
—Se puede saber ¿dónde van? —pidió el brasilero, arreglándome el
pelo.
—No sé, a tomar algo por ahí —percibí enseguida la sonrisa de
Manu, cabrón se imaginaba dónde íbamos, pero ni loca se lo confesaba.
—No vengas tarde, te esperamos, te amamos —Davy me guiñó un
ojo, me saludaron y salí apurada, huyendo de sus preguntas, me subí a mi
camioneta y hui lo más rápido que pude, recogí primero a mi suegra que me
esperaba al lado y después a las chicas.
—Nena, pensé que se nos arruinaba la salida, Manu, ¡qué
hinchapelotas! —dijo Marisa mirándome mientras mi suegra se mataba de
risa hablando no sé qué, con Miriam, recogimos por último a Carmen y a
divertirnos, pensé.
—Sabes cómo es él, más celoso que antes, más de lo que fue el
brasilero, —mi suegra me miro.
—Pobre, ¿más que mi hijo? ¡Dios te compadezco! —todas nos
largamos a reír—pero con mi hijo se sacaban los ojos ¿no? —preguntó.
—Sí, hasta que llegó el gallego, él hizo de mi vida, un bálsamo de
paz; ¿sabes? él es el hombre que toda mujer desearía tener, en su vida.
—Nena y mi hijo ¿qué mierda es? —Marisa se descostillaba de risa,
ante las palabras de ella.
—Mira, Ana tu hijo es un rompe pelotas, infiel, celoso, arrogante es el
hombre que toda mujer desea en la cama —los ojos de Ana, se saltaban de
sus órbitas y Marisa se meaba de risa— pero lo amo, ya no podría vivir sin
ninguno de los dos —Ana movió su cabeza.
—Bueno, si los amas, allá ustedes, pero no me digan que los tres son
normales, para mí a los tres les falta un tornillo, un tornillo muy grande —
expresó haciendo gestos, con sus dedos.
El boliche al que fuimos estaba muy bueno, poca gente, picoteamos
algo, tomamos un poco y después de la una de la madrugada, ¿quiénes
aparecieron? Sí, los stríper, por Dios santo, unos hombres increíbles.
Porsupuesto a todas se nos salían los ojos, mi suegra abría la boca como un
sapo, lo que nos hacía descostillar de risa. Carmen ya le había echado el ojo a
un morocho que estaba para untarlo y lamerlo, pero a mí me preocupaba la
cara de mis hombres, presentía que algo ocurría, algo que no me decían, los
conocía demasiado.Mi suegra como siempre,ya estaba pasada de copas,
Marisa y Miriam bailan desaforadas, con los stríper.Tuve ganas de ir al baño,
cuando estaba allí, oí una voz, que me heló la sangre, era la misma del
celular, me persigné, no sabía si salir o quedarme a vivir ahí, me quedé
callada, sin moverme, creí morir, entonces escuché un grito y grité también,
sentí la voz de Miriam que me llamaba, abrí un poquito la puerta con los ojos
cerrados.
—Miriam, Miriam —respondí, casi en un susurro, abriéndola toda,
me la encontré a ella, apoyada en la mesada del baño, descompuesta blanca
como un papel, me acerqué y ella no podía hablar solo me señalaba la puerta.
—¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —pregunté, pero ella solo me miraba
estaba ida.
—Dime ¿qué te pasa? —la sacudí, justo cuando entraba Marisa y al
verla en ese estado se asustó, entre las dos la sacamos del baño y la sentamos
en los sillones que estábamos, ella no hablaba.
—Nena, ¿qué te pasa? parece que vistes al coludo, por favor habla —
gritaba Marisa —vamos, llevémosla a afuera, así hicimos salimos todas,
cuando ella tomó una bocanada de aire frío, volvió en sí y nos miró.
—Estaba en el baño, yo lo vi, yo lo vi —gritaba sacudiendo los
brazos, la miré y supe enseguida que yo no había soñado, era la voz de él.
—¿A quién viste? dilo Miriam me estás asustando, dime ¿a quién
mierda viste? —le preguntaba Marisa sacudiéndola.
Me tapé la cara con las manos y mi tía nos miró, al instante se dio
cuenta.
—¡Ustedes están locas! El desgraciado está muerto, fue alguien
parecido —pero vi en sus ojos un dejo de duda, nos volvió a mirar, las otras
no entendían nada, solo observaban —Sofi, nena, dime que no era él.
—Entré al baño y al minuto escuché su voz llamándome —Marisa la
miró a Miriam.
—Cuando yo entré, él estaba parado ahí, te juro que era él, me miró y
salió, parecía un fantasma, Dios, casi me muero, creí que me desmayaba, te
juro que era él —a todas nos corrió un frío por la espalda, nos quedamos
muda.
***
Sabía que lo había visto, era él, no tenía dudas, va a ir por ella, seguro
estará pensando, en qué forma y el lugar, para secuestrarla, la madre que lo
parió, maldecía, Manu, golpeando con sus dedos el volante ante el silencio de
los demás, nadie daba crédito, de la astucia de ese hombre.
—Hijo, ¿qué vas a hacer ahora? Está obsesionado con Sofi, tienes que
cuidarla, ya pensaste, ¿cómo? —le preguntaba el padre mirándolo, e
incomodándolo más de lo que estaba.
—No, tengo que pensar bien, si le pasara algo me muero —Davy le
tocó el hombro, en señal de apoyo, pero lo encolerizó.
—Solo a mí, me importa —lo miro a Davy— a ti no te importa un
carajo, solo te importa meterla en cualquier lado, ¿no? —todos los ojos se
volvieron a él, el padre se dio vuelta y lo acribilló con los ojos.
—Davy ¿otra vez andas de joda? Déjate de joder, ya estás grande, ¿no
amas a Sofi? —pregunto recriminándole.
—Solo fue una vez, no volverá a ocurrir —respondió, mirando hacia
otro lado.
Manu estaba enojadísimo, fuera de sí, todos se dieron cuenta y el
resto del viaje se realizó, sin que nadie hablara. Primero, dejaron a Frank en
su casa, quien al bajarse y antes que el auto arrancara, le gritó a Davy.
—¿Qué tal estaba la pendeja? —sonrió, y el brasilero quiso abrir la
puerta para enfrentarlo, pero Falcao le pegó el grito y Manu aceleró
alejándose del lugar.
Frank siempre había tenido su boca grande, eso a nadie le sorprendió.
Cuando llegaron, todos se fueron a dormir, Manu se duchó y se fue
solo a la cocina, a pensar una estrategia para atrapar a Maxi, estaba seguro
que volvería por su mujer; en un momento dado entró Davy en pijama y lo
enfrentó, aunque él lo miró y lo ignoró.
—Solo fue esa vez, ¿no crees en mí? —preguntó, acercándose, el
gallego se paró y lo señalo con el dedo.
—No tengo tiempo ahora, para aguantar tus estupideces, tengo cosas
más importantes que hacer, está suelto ese loco de mierda, ¿no crees que eso
es más importante que tú? Cuando llegue el momento hablaremos y veremos
qué hacemos, por el momento no te me acerques estoy muy loco, no quiero
que terminemos mal —Davy se alejó, al ver fuego en su mirada, se dirigió al
dormitorio y se acostó.
El gallego se quedó esperando a su mujer que a la media hora llegó, y
lo encontró sentado en el taburete de la cocina, al observarlo supo que algo
no andaba bien.
—Hola mi amor, ¿estás esperándome? —Sofi tenía un sexto sentido,
no se había divertido, sabía que algo estaba sucediendo, lo presentía— ¡Qué
cara! ¿Sucedió algo? —le preguntó al gallego, que la envolvió entre sus
largos brazos y le besó la cabeza— No me asustes, amor, ¿dónde está Davy?
¿Y mis hijos? —Manu le besó los labios y la hizo sentar a su lado.
—Todos están bien, tranquila, sabes que te amo ¿no? —ella seguía sin
entender.
Como hacía siempre, se sentó sobre sus piernas, mientras sus dedos
jugueteaban con su pelo, empezó a besarle la nariz, las mejillas, la frente y,
por último, lo miró y le comió la boca. Fue un beso intenso, la aferró con su
mano por la nuca y la devoró, en un segundo, se alejó de su rostro y la miró,
mientras con sus manos sostenía su rostro, tanto adoraba.
—Mi niña me estas calentando, ¿te portaste bien? —preguntó con
sarcasmo, mientras le mordía el labio inferior.
—Bésame —pidió con los ojos cerrados, más caliente que una pava,
la sonrisa de él no se hizo esperar y la separó de su lado.
—Espera, hablemos, tengo algo que decirte —la sentó en el taburete y
le tomó las manos, y se las besaba —algo sucedió, no quiero que te
preocupes, pero tengo que decírtelo —el gallego no sabía cómo comenzar esa
conversación y ella sabía que algo grave ocurría— Maxi no está muerto, —
disparó de repente y ella se cubrió la cara con las manos y se refugió en sus
brazos, la sostuvo fuerte sobre su pecho y siguió hablando— tenías razón era
él quien te llamó, hace unos días, yo también lo vi, fueron solo unos
segundos, estaba espiándonos. Escúchame, sabes que si te pasa algo me
muero, ¿no? —ella asintió, callada— Pues entonces, vas obedecerme más
que nunca —la separó de su cuerpo y la miró, tomándola suavemente de los
hombros— Amor, él está obsesionado contigo, sé que vendrá por ti, lo sé,
pero no debes temer, te protegeré, daré con él antes que se acerque, solo
quiero que hagas lo que te pido, no quiero que salgas sola, solo lo harás
conmigo o con Davy, promételo, por favor, promételo —ella asintió,
nuevamente— Ahora vamos a dormir, no quiero hablar más del tema, estoy
furioso.
—Dime, ¿cómo lo supiste? —preguntó abrazada a él, mientras
entraban en el dormitorio, él se detuvo y la miró.
—No importa cómo lo supe, solo lo sé y con eso basta, vamos a
darnos una ducha y a dormir, mañana tengo mucho trabajo.
—No vas a ir al banco ¿no? —no quería quedarse sola.
—Sí, tengo que ir unas horas, Davy se quedara hasta que yo venga.
Sabes, lo veo muy cansado a nuestro hijo, los números te matan, vive adentro
del banco, no se divierte, desde que le paso eso con esa niñita, se alejó de
ellas, bueno, en sentido figurado —observó la cara de su mujer y largo una
carcajada.
Sabía que a ella no le gustaba que él fuera con las putas, como lo
habían hecho su padre y su tío años atrás, pero después de la decepción que
tuvo, no quería tener nada serio con nadie; se ducharon y se acostaron, a Sofi
le costó conciliar el sueño, cuando se despertó se encontró sola en la inmensa
cama. Se levantó, se duchó como todas las mañanas, cuando se dirigió a la
cocina lo encontró a Davy con unos papeles sobre la mesa, lo miro, se acercó
y lo besó en los labios, sintió que él estaba callado, triste, mientras se servía
café lo observó.
—¿Qué pasa, te peleaste con el gallego? —preguntó sentada a su
lado, le pasó la mano por la mejilla, el dejó los papeles sobre la mesa y la
miró directamente a los ojos.
—Te vas a enojar, pero te lo voy a decir de todos modos —ella bebió
un trago de su café y se sirvió una tostada, cuando se la iba a llevar a la boca,
éllo dijo.
—Los engañé, ayer me acosté con una modelo, solo fue esa vez, me
buscó y no pude resistirme, perdóname Sofi, se lo que prometimos, si quieres
echarme hazlo, pero no va a volver a pasar—ella solo lo miraba, amaba a ese
chico grande, sus ojos grises, su cuerpo, sus brazos, «nunca cambiara»,
pensó.
Ya estaba cansada de luchar contra la corriente, Davy la miraba
esperando una puteada o una cachetada, como siempre, pero ella solo suspiro.
—¿La pasaste bien? —pregunto, ante un brasilero desconcertado.
—¿No me escuchaste? Te engañé —deletreó cada palabra, Sofi solo
lo observaba.
—Y yo te pregunté si la pasaste bien, mira bonito —al pronunciar esa
palabra, él supo que estaba enojada— ya no sé qué hacer contigo, sos como
un niño grande, ya no tengo ganas de pelear y volverte a echar, lo que
haremos es lo siguiente, vos seguí con tu vida y yo seguiré con Manu —Davy
se paró de inmediato, enfrentándola.
—Estás loca, yo te amo, los amo a los dos. Sí, me equivoqué, pero no
los voy a perder, ¿me escuchaste? —le gritó en la cara.
—Pues entonces aprendé a tener tu bragueta cerrada —le gritó—
nunca pudiste y no creo que puedas hacerlo ahora —él no la dejó terminar de
hablar.
—Sí que puedo, solo fue un desliz —ella se empezó a reír a
carcajadas.
—No pienso acostarme contigo, ve sabiéndolo, ¿el gallego lo sabe?
—Sí, pero ya pasó, no va a volver a pasar —trató de tomarle la mano,
ella se levantó y se fue al jardín de invierno a hacer gimnasia, él juntó los
papeles y entró a ducharse.
Davy se sentía mal, por lo que había hecho, aun sabiendo que ellos
eran los amores de su vida, sin ellos estaba perdido, aun así, lo hizo igual, se
maldijo y tomó la decisión de empezar terapia otra vez, odiaba hacerlo, pero
si no lo hacíaterminaría solo, pensó. Se cambió y al salir se lo llevó
pordelantea Manu, que entraba cansado.
—¿Dónde vas tan apurado? ¿Te llamó la de turno? —pregunto
irónicamente, asesinándolo con la mirada y sacándose el saco, Sofi apareció
en el living toda transpirada y sin dejar de mirar al brasilero, lo besó a Manu.
—¡No seas imbécil! Me voy a terapia —los dos se quedaron mudos,
observándolo, ya no sabían qué pensar de él, pero era tanto el amor que se
tenían, que Manu lo tomó del brazo, y lo detuvo en la puerta.
—Espera, vamos los tres, te acompañaremos, ¿no somos tres? —se lo
dijo mirándolo y a Davy se le llenaron los ojos de lágrimas. Sofi corrió a sus
brazos y los tres se abrazaron, ella se duchó rápido y los dos lo acompañaron.
Ese amor, loco, tóxico, que sentían los tres se mantenía a través del
tiempo, de los años, nada ni nadie los separaría, aunque Davy muchas veces
faltara a su promesa, los tres sabían que solo juntos podían ser felices. Su
amor era tan fuerte que ya no podían vivir separados, cuando llegaron a
terapia, el brasilero entró y los dos esperaron en un café, enfrente del edificio.
Se sentaron frente a frente y se miraron mientras, el mozo les servía
los cafés con medialunas, Manu estiró sus largos brazos y acaricio los dedos
de ella, a la vez que jugaba con sus anillos, Sofi lo miró, sabía que algo tenía
para decirle.
—Él se va a curar, sabes que es un chico grande, pero lo amamos
¿no? —le preguntó con recelo, temiendo que ella una vez más, lo echara
como años anteriores, de su vida.
Vio cansancio en su mirada, esa mujer siempre los había perdonado a
los dos, todos sus engaños, todas sus cabronadas, ¿qué más le podían pedir?
Si lo echaba estaba en todo su derecho. Aunque sabía que ella era distinta a
las demás, fue ella la que los sacó de la oscuridad en que estaban sumergidos,
fue ella la que les dio cuatro hijos hermosos, fue ella, quien curó todas sus
cicatrices, sin pedir nada a cambio y entregando todo, aun sin que ellos lo
merecieran. Solo ella, era la luz que iluminaba sus vidas, ella era su amor, su
niña bonita, le apretó las manos y la miro a los ojos, con toda la ternura del
mundo, «Mataría por esta mujer».
—¿En qué piensas? mi vida —le preguntó temiendo a su respuesta.
Ella le sonrió, él amó esa sonrisa, como siempre, sus ojos negros
hechiceros brillaron de amor.
—¿Sabes, por qué estamos juntos los tres? Porque armamos una
familia. ¿Sabes por qué lo voy a perdonar una vez más? —el gallego la
observo, sin saber la respuesta—Porque yo te amo, más allá de lo entendible,
porque si tú me faltaras yo me moriría —a Manu, se le nubló la mirada,
apretó sus manos, sin dar crédito a las palabras de su mujer— escúchame
gallego, lo que tengo que decirte —él se enderezó sobre la silla y se puso
serio— yo los amo a los dos, me han pedido hijos y se los he dado, me han
engañado y los he perdonado. Cuando tú llegaste a mi vida, que era un
desastre, a causa de sus engaños y mentiras, tú me cuidaste, tú me diste ganas
de seguir viviendo, te amo y así va a ser hasta el día que me muera, aunque
tengas celos infundados en mí, jamás te engañé, ni lo haré. Ahora bien, sé
también que tú lo amas a él —Manu asintió, sabiendo que amaba a ese loco
— pienso que quizás nos tendríamos que mudar antes a la casa de la playa,
ahí estaremos más juntos los tres, sin tantas obligaciones de por medio,
estaremos casi todo el día solos, quiero que sepas que, no voy a perdonar
nada más, que te quede claro, si algunos de los dos me hace algo, tomaré a
mis hijas y me iré y nunca van a saber adónde— el gallego se quedó helado,
su cuerpo dio un respingo ante la respuesta de ella y la contundencia de sus
palabras.
Sin que se dieran cuenta, Davy había entrado y había escuchado la
conversación, se sentó y la miró.
—No vas a tener que hacerlo, porque yo no lo haré más, si lo hago, el
que se irá, seré yo—los dos lo miraron —sé que los tres nos amamos, sé
también, que tengo un problema, que quiero solucionar, y yo también quiero
irme, cuanto antes a la casa de la playa.
El gallego, lo observó.
—Pues entonces no hay más que hablar, nos iremos cuanto antes, ya
la casa cuenta con la seguridad necesaria, para estar tranquilos, solo
llevaremos algo de ropa, todo está amueblado —después que el brasilero
merendó, se levantaron y se fueron a su casa donde sus niñitas los esperaban
y seguro sus hijos ya habrían llegado del banco y la empresa de publicidad,
las niñas los recibieron con abrazos y los varones con hambre.
—Sofía, por favor ¿dónde estaban? Queremos comer —gritaron los
varones, mientras las niñas contaban las cosas que habían hecho en la
escuela, bombardearon de palabras a la madre, los hombres se reían mientras
se sacaban sus sacos, llegó Falcao con Ana y se sentaron a comer. Manu
entusiasmado le contaba al padre que pronto se irían a la casa de la playa, con
las nenas, los varones se quedarían a vivir ahí.
—Solo estamos a dos horas —afirmó Manu, el padre sonrió, todos lo
miraron—¿qué pasa papá? —preguntó el gallego, al notar su sonrisa.
—Nada, solo les diré que tengo ganas de vender la isla —los nietos
no podían creer lo que sus oídos escuchaban— Ana quiere venirse más cerca,
de ustedes y yo también, ya estamos viejos, para estar alejados de la familia
—en ese momento llegó Marisa, con Miriam y los maridos, escucharon la
confidencia de los suegros y Marisa los abrazó.
—Me parece bien, suegro, tenemos que estar todos juntos, aunque
ellos se quieren ir lejos, los desgraciados—respondió, Manu y Davy largaron
una larga carcajada, Sofi le sonreía.
—¿Dónde van a comprar? —preguntó el gallego, mirando a los
padres, ellos se sonrieron nuevamente y contestaron.
—Cerca, no les voy a decir aún, pronto lo sabrán —Davy se puso
serio.
—Pero han comprado cerca de los chicos, de acá ¿no?
—No lo voy a decir, es una sorpresa, Marisa y Miriam vivirán cerca
de nosotros—Manu y Davy no salían de su asombro, habían vivido toda la
vida en esa hermosa isla.
Se cambió de tema y los hombres como siempre se fueron al
despacho hablar de negocios, los chicos a la pileta y las mujeres se quedaron
en la cocina.
—Son unas traidoras, ¿no me van a decir dónde compraron? —les
pregunto Sofi enojada, recordando el cuchicheo de ellas, días atrás.
—No, porque tú te irás lejos de nosotras —exclamó Marisa— esos
desgraciados te alejan de mi lado —ella se paró y se abrazó a su tía, que
siempre fue como su madre.
—No seas tonta, vendré a verlas o irán ustedes, tendrán una casa más
para pasear por la playa —afirmaba Sofi, mientras se secaba las lágrimas,
cuando entró el gallego a la cocina, la vio llorar y la abrazó.
—Mi niña, ¿por qué lloras? ¿Qué le hicieron? —les preguntó,
mirando a las mujeres.
—Nada gallego, solo que los vamos a extrañar —afirmó Marisa.
—Pero pueden venir cuando quieran, siempre que no se queden
muchos días, todo irá bien —respondió con una risa contagiosa, Marisa le
pegó en el brazo, puteándolo, todos los hombres salieron del despacho y se
dispusieron a cenar.
Manu pasó unas semanas de locos, no quería dejar nada librado al
azar, revisó mil veces todo, no quería olvidarse de nada, a los varones les
daba mil recomendaciones, acá no traigan a nadie, saben que mi casa de al
lado estávacía, y amueblada, pero acá no.
—No se olviden que Ramona me contará lo que hacen —les decía,
ellos levantaban sus ojos, al cielo y él los terminaba retando.
Con Davy, viajaban todos los días a la playa, no querían llevarla a
Sofi hasta que todo estuviera en condiciones, aunque ella se quejaba, sabía
que el que mandaba era el gallego, las nenas querían irse ya, y los varones no
veían la hora que se fueran. Ya no soportaban a Manu con sus consejos y
enojos por no encontrar algo.
Bruno el mayor de los hijos, era un desastre, le encantaba salir y
divertirse con los amigos y por supuesto andaba con todas, y aunque lo
negaba, cuando su hermano le preguntaba, seguía amando a Candy.Cuando
se la encontraba acompañada, la rabia lo consumía, la quería matar, la
separación de ellos se debió, primero a la inseguridad de ella, propia de su
juventud, después por las infidelidades de él, cansada de soportar sus engaños
ella lo dejó y él, arrogante como todo Falcao, no trató de reconquistarla.
Cuando se encontraban, sus miradas se cruzaban muy a pesar de ellos, los dos
sabían que se amaban, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a dar el
primer paso. Así pasaban los años y ese, que parecía un gran amor, se
mantenía en una nebulosa, flotando en el limbo, aunque Sofía, que era medio
brujita, siempre decía que iban a terminar juntos, eran tal para cual. Ella veía
que por más que lo negaran, aún se seguían amando. Cuando no se veían,
cada uno de ellos le preguntaba por el otro, a su prima Mía, queya estaba
cansada de estar en medio de los dos y así planeo su venganza.
Lo vio en un boliche, Bruno, entro con la seguridad de un ganador,
nadie negaba que lo era, acompañado de sus tres amigos y dos mujeres, a una
de las cuales, llevaba agarrada de la cintura. Mía lo vio de lejos y se movió
hacia un costado, para que él no la viera, pero él ya la había visto y se acercó
a saludarla, la besó en la mejilla y ella le sonrió.
—¿Cómo está mi prima? —fue lo primero que preguntó, invitándole
un trago, la mujer lo abrazó y Mía la miró de reojo.
—Muy bien, tú no puedes decir lo mismo, con la compañía que traes
—Bruno, la miro y se largó a reír, ella siempre le decía que tenía un imán con
las putas.
—Tu amiguita, ¿no vino hoy? —siguió indagando, buscando con la
mirada a Candy, ella le sonrió con sarcasmo.
—Está con el novio, ¿no sabías? está de ennoviado —exclamó,
observando cómo se tragaba la sonrisa y sus ojos grises se volvían oscuros de
la rabia.
—Se puede saber ¿quién es? —ya no sonreía, solo quería saber el
nombre del desgraciado y apartaba de su lado a su acompañante, el humor
con el que había entrado se le esfumó, pensando que ella estaría en los brazos
de otro, la prima lo vio transpirar y le gustó su disgusto, sabía que él la
amaba, que los dos se amaban y siguió con el juego.
—El padre tiene una cadena de farmacias, en Brasil, si todo va bien se
la va a llevar allá, no sabes lo bueno y lindo que es —Bruno la miró, no sabía
si creerle o no.
—Pues que sea feliz, dile de mi parte, que le deseo lo mejor —
respondió, pronto a marcharse, su rostro reflejaba la rabia y el dolor por la
noticia.
Cuando se estaba yendo, Mía vio que Candy entraba acompañada de
un chico que solo era un amigo y agradeció a Dios, que llegara con él, volvió
la vista a su primo, que se quedó parado observando a los recién llegados, se
inclinó sobre Mía y le susurró
—¿Ese es el novio? —ella saboreó la inquietudque eso le provocaba,
le encantó verlo celoso, lo miró.
—Sí, ¿no es bonito? Y encima de buena posición, lo que toda mujer
desea —susurró, mirando cómo él apretaba los dientes y puteaba por lo bajo.
La tomó a la mujer de la cintura y se fue a la pista a bailar, Candy
buscó a Mía con la mirada y se acercó a ella, que por supuesto, nada le
comento del encuentro con Bruno.
El amigo de Candy la saco a bailar, sin saber, que Bruno no
despegaba los ojos de ellos. Él había tomado un poco de más, los amigos
querían llevárselo, conociéndolo sabían que, ante la noticia, si se quedaba
todo terminaría mal, pero él se rehusaba a irse. Tenía intenciones de enfrentar
a Candy y pedirle explicaciones, por mucha seguridad que ostentaba tener
ante todo el mundo, sabía que su corazón aún sangraba y extrañaba a esa
mujer, la primera mujer que amó, la única que lo dejó;con la que, siendo
pequeños, proyectaron una vida juntos, hasta imaginaron hijos juntos, por
más que su mente se resistía, su corazón solo latía al verla, lo demás era solo
diversión de una noche.El momento se presentó cuando la vio dirigirse al
baño, sola, la esperó en la puerta, ella salió apresurada, lo vio y trató de
esquivarlo, pero ese gran cuerpo, se impuso al de ella más delgado.
—Hablemos —le susurró, mientras se arrimaba a ella atrapándola
contra la pared, ella bajó la vista y lo empujó.
—Tú y yo no tenemos nada que hablar, elegiste tu camino, deja que
yo elija el mío —respondió queriendo alejarse.
Él la retuvo del brazo y la abrazó contra su pecho, ella se perdió en él
y al sentir su perfume se dejó abrazar, como años atrás, se repuso en un
segundo, intentó separarse, la miró directo a los ojos.
—Decime que no te vas a ir —le exigió en el oído.
Al sentir su aliento caliente sobre su cuello, ella suspiro, se separó y
lo miro, vio sus ojos grises devorarla y estuvo a punto de abrazarlo, apoyólas
manos su pecho.
—¿Dónde, crees que me voy a ir? —le preguntó, sin saber las
mentiras que Mía le había contado.
Él ladeo su hermoso rostro y se agachó lentamente, estaba a
centímetros de su boca, cuando el amigo de ella la fue a buscar, se separaron
rápidamente y Bruno enfrentó al chico.
—Está conmigo, estamos hablando —Candy, lo conocía bien a
Bruno, sabía que, si le contestaba mal, la pelea estaba servida, le hizo seña al
amigo y él se retiró— ¿Con este payaso te vas a ir? —ella se enfureció.
—Pero, ¿quién te crees, que eres? Hazte a un lado, déjame pasar —le
gritó.
Él, lejos de moverse, la abrazó nuevamente y la besó, ella lo dejó
hacer, se devoraron solo en segundos, hasta que ella se alejó, y lo dejó solo
apoyado en la pared, se pasó la mano por los labios y se dirigió adonde los
amigos estaban esperándolo.
—Vámonos, Bruno, ¿qué quieres hacer? Vamos amigo, esto va a
terminar mal —le dijo uno de sus amigos, observando que estaba bajo el
efecto del alcohol.
Él estaba sacado, la quería a ella y ella… «se la pasaba bailando con
ese, que no supo defenderla ante mí» pensaba, sin saber que solo eran buenos
amigos.
Mía, sacó su celular y lo llamó a Joaquín, sabía que solo a él le haría
caso.
—Hola, ¿gallego? —preguntó al escuchar su voz.
—Mía ¿pasa algo? ¿Mi hermano está ahí? —sabía que, si ella
llamaba, algo sucedía.
—Ven para aquí, tu hermano tiene un pedo asqueroso, si no te lo
llevas habrá pelea, ya sabes cómo es, está Candy también —al escuchar eso,
Joaquín, se vistió, ya se había acostado, mirando una película.
—Ya salgo, reténganlo ahí —saliendo apurado.
Cuando llegó era tarde, Bruno lo tenía al pobre chico, sobre el piso
dándole trompadas, nadie lo podía sacar de arriba de él, las mujeres lloraban
y los amigos tironeaban, Joaquín lo agarró de los pelos y le gritó.
—¡Basta, estás loco!¡Lo vas a matar! —tiro de él y con la ayuda de
los amigos lo sacaron afuera.
Tenía sangre en las manos y estaba furioso, Joaquín lo metió en el
auto y se alejó rápidamente. En el auto Bruno seguía puteando y el hermano
solo lo observaba, paró en un café y lo empujó al baño donde lo hizo lavarse
las manos, si la madre lo veía en esas condiciones se moría, después se
sentaron y pidió café, Bruno esquivaba su mirada, mientras tomaba el café.
—¿Qué te pasa?, ¿enloqueciste? ¿Cómo le vas a pegar de esa manera?
Si la perdiste, fue tu culpa, ¿qué quieres hacer? déjala ser feliz —le gritó
Joaquín.
—Ella me ama, lo sé —repetía, temblando de bronca.
—Pues entonces, conquístala de nuevo, pero este no es el modo, ni el
lugar, así solo logras alejarla más. Bruno tienes que madurar, ¿cuántas veces
tengo que correr por ti? Hay días que pienso que el niño eres tú.
Todos en la familia sabían que Joaquín, siempre fue muy maduro para
su edad y al igual que su padre, era un genio con los números; con los pocos
años que tenía estaba dirigiendo el banco más grande de Barcelona, por
supuesto, que siempre consultaba a su padre, en todo, él era su gran referente,
amaba su inteligencia y seguridad, algo que por supuesto, él había heredado.
Bruno bajó la cabeza, sabía que su hermano tenía razón, él era el mayor y
siempre parecía lo contrario.
—Me pongo loco, cuando la veo con otro, me descontrolo, sé que nos
amamos, pero fui un imbécil, no me perdonará —repetía, agarrándose la
cabeza, el hermano lo miraba, sintiendo compasión.
—Escúchame —Bruno levantó su cabeza y lo miró— ve tras de ella,
pero haz las cosas bien esta vez. Enamórala, mándale flores, lo que te plazca,
invítala a algún lugar que le guste, si te ama volverá contigo, pero por favor
no quiero volver a verte de esta manera, te amo hermano, sufro al verte así —
Joaquín le estaba hablando con el corazón, Bruno lo miró.
—¿Cómo soportaste lo que ella te hizo? —se refería a la novia que él
había tenido, Joaquín dio vuelta la taza de café entre sus dedos y bajó la
mirada, pensando quién sabe en qué, levantó sus ojos y lo miró.
—Me dolió, lloré de bronca, maldije, pero el tiempo ayuda a curar la
herida, aunque no a olvidar, ya no quiero estar con nadie, ya sabes solo sexo,
nada más, pero lo tuyo es distinto —se miraron— ustedes se aman, no la
pierdas, lucha por ella, ve tras ella, pero no de esta manera, recupérala y sé
feliz, por mí también —las palabras, le llegaron al corazón y los ojos se le
llenaron de lágrimas, sabía que su hermano, aún no olvidaba a esa mala
mujer.— Vamos que, si se enteran en casa, nos matan a los dos —sonrieron y
se fueron, Bruno haría caso a su hermano y trataría de reconquistarla, aun
sabiendo que sería difícil, lo intentaría, no la perdería otra vez, pensó.
Bruno siempre fue el más difícil, su padre, había sido igual, un tiro al
aire.Decía su padre, que lo adoraba, que se había cansado de sacarlo de la
comisaria y salvarlo en todo, hasta que los años le dieron la madurez,
necesaria, lo que nunca pudo controlar bien fue su adicción a las putas, eso el
padre se lo perdonaba, sabía que era un problema de familia.Después de
conocer a Sofise calmó, no solo por ella, sino también por Manu, que lo tenía
cortito, Falcao, siempre pensaba que era un gran, dolor de cabeza.
CAPÍTULO 24
***
—Hola, mi amiga venga acá —dijo él abriendo sus brazos, tuvo que
recostarse contra la pared para que ella no lo tirara al suelo, del salto que dio,
el padre lo miraba sonriendo, de pronto sonó el teléfono y Manu sentado en
su sillón atendió, Joaquín salió con Diana afuera.
—Señor, hay una señorita que quiere hablar con usted —escuchó la
voz de su secretaria, a través del tubo del teléfono.
—¿Tiene cita? Quizás es con Joaquín, ¿de qué quiere hablar? —
preguntó revisando unos papeles.
—No señor, me dijo con el señor Ocampo —se quedó pensativo,
esperando que no sea algunas de sus chicas de años atrás, suspiró, quería
terminar con el trabajo lo más rápido posible y volver a su casa.
—Está bien hazla pasar, dile que solo dispongo de minutos —puteó
por lo bajo.
La puerta se abrió y él siguió con unos papeles en las manos, levantó
la vista cuando escuchó esa voz, que lo remontaba a tiempo atrás y que
recordaba muy bien; la miró, estaba esplendida, con algunos años más,
sonrió, recordando viejos momentos vividos.
—Hola gallego, ¿cómo te trató la vida? Veo que sigues igual, siempre
entre papeles —él se recostó en su gran sillón, tocándose la barbilla y sonrió,
se levantó y la abrazó, pero ella lo besó en los labios, como años atrás.
Se repuso enseguida y la alejó de su cuerpo, sonriéndole, ella había
pasado por su vida y la de Davy muchos años atrás, fue una gran amiga y un
poco más, la conocían desde jóvenes. Después supervisó por años su casa de
citas, La Casona, que aún hoy existía, regenteada por otra mujer, por
supuesto que esto, como muchas cosas más, Sofía ignoraba. Él se apoyó en
su escritorio y la invitó a sentarse en la silla.
«¿Qué venía a pedir esa mujer? ¿Qué la motivaba a visitarlo, después
de tantos años?», la miró de arriba abajo, con esa sonrisa que ella adoraba. La
encontró encantadora, sonrió, admirando sus pechos, tanto él como el
brasilero era lo que más admiraban de ella.
«Él seguía siendo un gran seductor, aun con sus años» pensó ella,
sonriéndole.
—Dime mujer, ¿qué te trae a visitarme? Estás esplendida, como
siempre —él sabía lo que una mujer quería oír, sin quererlo sacó a relucir su
simpatía y su encanto, su hombría estaba a flor de piel.
—Gallego, cuando me fui —se puso serio— me dijiste que, si alguna
vez necesitaba algo, no dudara que tú me ayudarías, ¿aún esa promesa está en
pie? —le preguntó observándolo.
Manu supo al instante que su promesa, lo haría tener problemas, pero
no podía echarse atrás, se pasó los dedos por el pelo, pensando.
—Dime, sabes que te ayudaré, ¿qué te pasa? —ya no le gustaba tanto,
que hubiera vuelto, presintió que se iba a meter en líos.
—Sabes, hace años tuve una hija —él sonrió— tiene doce años, —
afirmó sin sacarle la vista de encima, la cabeza de él, empezó a sacar cuentas,
si decía que era suya, se mataba, no quería más problemas en su vida, la miró
abriendo sus ojos muy grandes, ella entendió—No, quédate tranquilo, no es
tuya, ni de ningún Falcao, sabes que siempre nos cuidamos —él suspiró—,
bueno me separé del padre hace un año y me la sacó —empezó a llorar, ante
la atenta mirada delgallego, se secó las lágrimas y siguió —me echó y no
quiere que la vea más. —Manu no entendía nada.
—Pero, ¿porqué te echó? Y, ¿quién es el padre? ¿Cómo te va a sacar
a la niña? Dime la verdad, si acudes a mí, sabes muy bien que odio las
mentiras.
Ella se puso de pie, empezó a caminar por el gran despacho, ante la
mirada de él, los ojos del gallego se desviaron, aun sin quererlo, a sus pechos,
tanto él como Davy tenían adoración por los senos; Sofi tenía unos
limoncitos, que ellos adoraban y un traste perfecto, duro y parado, un poco de
genética y un poco de gimnasio, pensó, pero como buen macho y desgraciado
siempre deseaban lo ajeno. Se pasó la mano por la barbilla y sonrió, ella zorra
vieja lo observó y se acercó, como una gata mimosa, rodeó el escritorio y
agachándose lo tomó de la corbata, atrayéndolo, hacia ella, por supuesto que
él no se resistió, estiró una mano, acariciando uno de sus senos, ella gimió y
con sus dedos muy hábiles le masajeó los testículos, cuando estaba a punto de
besarlo, sonó su celular, Manu lo tanteo de arriba del escritorio sin mirarlo,
pero ella se lo sacó de sus manos.
—Por favor déjalo, atiéndeme a mí, por los viejos tiempos —susurró
la zorra, mordiéndole el labio inferior, el celular seguía sonando, lo que
provocó en el gallego su rápida atención, se corrió de su lado y se paró
inmediatamente, se arregló la corbata y atendió.
—Sofi nena —saludo a su mujer, sonriendo, sabía que ella tenía un
sexto sentido —todo bien, ¿qué haces? —ya enojada respondió.
—¿En qué andas bonito, que no me has llamado? Quiero pensar que,
trabajando, ¿no? ¿Dónde está Davy? Lo llamo y no me atiende —supo al
instante de su enojo, agradeció su llamada, él suspiró.
—Trabajando, Davy tenía que ir a cobrar a unos morosos, todo bien a
la seis llegamos, a las nenas las pasa a buscar mi chofer, ¿quieres que
llevemos algo, amor? —respondió mimoso, mientras la zorra de atrás le
acariciaba la espalda, haciéndolo sentir más que nervioso, pero Sofi, que
siempre tuvo algo de bruja, presentía que algo ocurría.
—No quiero nada, me voy al supermercado, sola, ¡hagan su vida! —
le gritó, esas palabras lo volvieron a la realidad al gallego al instante, se alejó
de la zorra y habló con dureza.
—No vas a ningún lado, espera que yo llegue, ¿entendiste? —afirmó,
la mujer se sentó en su sillón, haciéndolo girar, él le clavo la mirada
intimándola a levantarse, cosa que hizo al instante —escucha nena, no te
enojes, ya salgo y vamos juntos.
Sabía que Sofi atraía las miradas de todos, aún era una belleza de
mujer y siempre tuvo miedo que se enamorara de otro, después de
convencerla con arrumacos colgó, la zorra percibió el cambio de él, se notaba
que amaba a esa mujer, igualmente insistió, se arrimó y colgó sus brazos en
su cuello, rápidamente él se los sacó y se alejó.
—Bueno, a ver o me cuentas o me voy, tengo cosas que hacer —le
advirtió.
—No puedo creer lo que has cambiado, ¿tanto la amas, a esa mujer?
—preguntó
Manu, se pasó las manos por su hermoso rostro y suspiró.
—Más que a la vida misma, es todo lo que quiero, ella y mis hijos son
lo mejor que la vida me dio, si no hablas me voy —le anunció de repente.
La zorra sintió por esa mujer, una gran envidia, con solo veintidós
años, había conquistado el corazón del gran Falcao y el de Davy, pues
sospechaba que él también la amaba; se había adueñado de dos hombres muy
deseados por muchas mujeres, que por años se los habían disputado, se sentó
en la silla enfrente de él y empezó en su relato.
—Quiero recuperar a mi hija, ¿me puedes ayudar? Te voy a pagar —
la sonrisa de lado, que mostró, le aseguró que no quería dinero.
—¿Quién es el padre? —volvió a preguntar.
—El polaco —expresó con miedo, Manu largó una carcajada y la
miróserio.
—¡Ni loco! Él es mi amigo, sabrá Dios qué mierda le hiciste, vete
estoy ocupado, no me voy a pelear con él y menos por ti —la miró con esa
mirada que ella conocía muy bien, de arrogancia y desprecio, el gallego
sacaba a relucir su lado oscuro.
—Yo sé muchas cosas, que no conviene que salgan a la luz, sé cosas
de ustedes y de él —esas palabras se escucharon como latigazos en el aire,
Manu se enfureció, la arrinconó contra la pared y con su mano la agarró de la
barbilla, su mirada era lava hirviente que la perforaba.
—Fue un chiste, por favor gallego, jamás abriría la boca —suplicó, la
soltó y le abrió la puerta, para que se fuera.
—Quiero que te vayas y no vuelvas nunca más, si lo haces atente a las
consecuencias—la zorra lo sujetó del brazo, mirándolo a los ojos.
—Por favor, ayúdame habla con él, hazlo por mi hija —observó cómo
sus ojos se le llenaron de lágrimas.
—No te prometo nada, hablaré con él, ahora vete —la vio marcharse,
salió al pasillo y le dijo a la secretaria que esa mujer, tenía prohibida la
entrada al banco, tomó el celular y marcó el teléfono de su amigo, mientras
guardaba unos documentos, importantes en la caja fuerte.
—Polaco, ¿cómo andas? —hacía meses que no se veían, su amistad
databa de años, años de jóvenes, de correrías, de putas y noches sin dormir, el
amigo se rio.
—Manuel Ocampo, que te parió amigo, ¿cuánto hace que no salimos?
—largó una larga carcajada.
—Ya estamos viejos—respondió—escúchame tengo que hablar
contigo —su tono de voz cambió.
—¿Qué pasa? ¿Necesitas algo? Sabes que para ti lo que desees —
respondió el amigo.
—No, el problema es tuyo, vino tu mujer, me pidió que intercediera
contigo por la hija —el silencio del otro lado de la línea le aseguró al gallego
que se estaba desatando una tormenta.
—Esa hija de puta, ¿qué mierda te dijo? Ella es mi hija —el gallego
se quedó helado, sabía que la zorra no decía la verdad —ella es mi hija, mi
mujer murió hace dos años, al año la conocí a ella, no tenía dónde ir, le di
lugar en mi casa, ya sabes y compartimos cama de vez en cuando, pero yo
siempre me preocupé por mi niña, es lo que más quiero. Mira ella me robó
una noche y se fue, lo que quiere es plata, ya sabes para que cierre su puta
boca, sabes los negocios que tengo —el gallego lo interrumpió.
—Sí, a mí me amenazo, casi la estrangulo, es una zorra, ¿cómo
mierda la llevaste a vivir contigo? Todos la conocemos.
—Encima que la mantuve y pagué sus vicios, la muy puta me engañó
y no puedes imaginar con quién —Manu pensó— salió con Frank, no le echo
la culpa a él, ella es muy zorra. Ya sabes, hablé con él, me dijo que también a
él le había robado, ¿no lo sabías? —Manu quedó desconcertado, ya quería
hablar con su hermano.
—Mira, ya le prohibí venir aquí, no quiero problemas, en cuanto a ti y
a mi hermano, son unos imbéciles por dejarse embaucar por ella, ya hablaré
con él —después de prometer verse, cortó la comunicación, enseguida llamó
a Frank, obligándolo a que venga al banco enseguida.
Cuando lo tuvo enfrente lo puteó, le dijo de todo, Frank bajó la cabeza
y escuchó lo que su hermano le decía, entró Davy con los hijos y al verlo tan
furioso a Manu, salieron espantados del despacho, cuando se cansó de hablar,
lo dejó defenderse.
—Tienes razón en todo, pero sabes que la carne es débil, no me robó,
me pidió prestado—Manu se rio en su cara.
—¡Es lo mismo, idiota! ¿No la conoces? Te hubieras acostado con
otra, sabes lo que va a pasar, si se entera Marisa ¿no? —le gritó apuntándolo
con el dedo— prometimos nada de putas.
—No se va a enterar, solo fue unos días —el gallego no salía de su
asombro, se acercó más al hermano y le gritó de frente, intimidándolo—
imbécil, con más razón, tu cogida te salió cara, pareces un pendejo eso déjalo
para los chicos. ¿Porqué mierda no fuiste a la casona? Elegías a cualquiera y
te salía gratis, ¡idiota! —gritó desaforado, el gallego los conocía muy bien a
todos, caminó a su alrededor, pensando y lo miró a los ojos, supo al instante
que Davy también estaba metido en eso. Puso las manos en los bolsillosy
gritó su nombre, sabía que el brasilero estaba atrás de la puerta,
entrólentamente, mirándolo a Frank que bajó la cabeza, la mirada rabiosa del
gallego los escrutaba a los dos.
—Dime que tú, no estás metido en esto —gritó, sin dejar de
observarlos ojazos grises del brasilero, que se lo confirmaron —son dos
idiotas sin sesos.
El gallego inspiró y los dos supieron que se venía una avalancha de
insultos, les dijo todo lo que se le vino a la mente, se sentó en su sillón y por
un segundo reflexionó, lo que por momentos atrás estaba dispuesto hacer y se
calmó, «qué desgraciados eran la mayoría de los hombres, teniéndolo todo en
su hogar y arriesgar todo eso por una puta» pensó, se pasólas manos por la
cara y los miró.
—Perdón, creo que me pasé —dijo, sin sacarles la vista de encima,
los dos lo respetaban, desde que el padre lo dejó a cargo de todos los
negocios, sabían que él mandaba, Davy tomó la palabra.
—Escucha Manu, tienes razón, fuimos unos imbéciles, dime ¿qué
hacía acá? —el gallego cambiósu mirada reprobatoria y lo miró con ternura,
escondidos tras esa pregunta, se encontraba los celos que sentían.
—Vino a que la ayude, dice que el polaco retiene a su hija, ahora
bien, termino de hablar con él y me dice que ella le robó y que esa niña es de
él. No quiero más problemas en mi vida así que, esto se queda acá, no la
ayudaré, lo que menos quiero es enfrentarme a ese loco de mierda, y quiero
que ustedes, se alejen de ella, saben que es capaz de cualquier cosa, me
amenazó, diciéndome que sabe cosas nuestras y ustedes saben que es así. Si
abre su boca tendremos problemas, lo que me enoja sobremanera es, ¿por qué
ella? ¿Por qué no fueron ya saben dónde? —los dos lo miraron— Bueno,
vamos que mi mujer está loca, intuye que algo pasa —los tres después de
acomodar unos papeles salieron cerrando la puerta.
En el pasillo, Frank iba haciendo bromas cuando vieron la figura del
polaco, ir directo hacia ellos, con dos custodios, el gallego se adelantó y los
hermanos se quedaron atrás, las sonrisas se desvanecieron y los hermanos lo
observaron con resquemor.
—¡Mi amigo! —gritó el polaco abrazando al gallego, dándole unas
palmadas en la espalda, quien estaba alerta, ante la mirada seria de todos los
presentes, Manu se alejó y sonrió. Supo al instante que estaba buscando
pelea, los miro de costado a los hermanos, que captaron su pensamiento, pero
el gallego fue más vivo.
—¡Qué casualidad! Justo íbamos a verte —el polaco se quedó
desconcertado—mi hermano Frank quería ir a pedirte disculpas, ¿no es así
hermano? —repitió apretándole el brazo.
—Sí —respondió, mirando al visitante, que lo observaba, con rabia—
estuve mal discúlpame —pronuncio Frank, Davy se dio cuenta que iba a
decir como siempre algo más, él tenía esa cualidad, siempre su boca se abría
de más— me agarró con la guardia baja, de otra manera no la hubiera cogido,
pues no vale la pena —el gallego se dio vuelta clavándole la mirada, lo quería
matar.
El polaco se le tiró encima y los custodios iban a sacar un arma,
cuando el polaco sintió en la nuca el hierro frío del revólver del gallego
apuntándole en la sien, soltó a Frank y levantó las manos, los custodios
retrocedieron y Manu lo tomó del cuello.
—Sabes que es norma entre nosotros, no tocar a la familia, si le pones
un dedo encima, tu hija quedara huérfana, ¿qué me dices? —le susurróal
oído.
—Si yo hubiera tocado a tu mujer, ¿qué hubieras hecho? —preguntó,
observando al gallego que guardaba su arma y se arreglaba la ropa, le sonrió
de costado y le puso una mano en el hombro.
—Ya estarías muerto y enterrado, pero no confundas las cosas, tu
mujer es una puta —le dijo deletreando cada silaba— y la mía una señora ¿o
me lo vas a desmentir? —el polaco se arreglaba el pelo, sin dejar de mirarlo.
En su juventud habían sido buenos amigos de correrías y de negocios,
siempre supo que el gallego a nada le temía y en ese momento se lo
terminaba de demostrar, no quería pelear con él, pues aparte de respetarlo,
todos sabían que era temible, cuando se enojaba.
—Bueno, acá no pasó nada —decía, clavándole la mirada a Frank —
me voy por donde vine, contigo no hay resentimiento, no quiero perder tu
amistad —afirmó estirando la mano, Manu se la apretó más de lo debido y lo
miró a la cara, sin soltársela.
—Acá queda todo, no te metas con mi familia y todo seguirá bien,
pero si me entero que alguien les hace un rasguño, iré por ti, no te quepa
ninguna duda —él asintió y se retiró con la custodia, los hermanos Falcao se
quedaron parados, observándolos irse, Manu se dio vuelta y clavó la vista en
sus hermanos.
—Esto es lo que consiguieron, poner a la familia en peligro, son unos
imbéciles—afirmaba, caminando hacia la salida, el mal humor se apoderaba
de él, solo pensar que su familia podía estar en peligro, lo enloqueció, todo el
trayecto a su casa lo hizo en silencio, meditando, evaluando las
consecuencias de la situación, Frank iba en su coche y Davy con él, solo
miraba por la ventanilla, hasta que sintió la mano de Manu tocarle el hombro
mientras manejaba, lo miró.
—Escúchame, tenemos que estar atentos, sabes que este desgraciado
es capaz de cualquier cosa, pondremos custodia otra vez, pero Sofi no debe
enterarse, entre Maxi, loco de mierda —gritó y con sus manos golpeó el
volante— que anda suelto, quién sabe dónde, queriendo a nuestra mujer y
ahora éste —lo miró al brasilero— porque no te creas que se va a quedar de
brazos cruzados, ya estará planeando su venganza. A veces creo que
merecemos todo esto, por todo lo malo que hicimos en el pasado, vivo
pensando que le puede pasar algo malo a Sofi y te juro que si es así, me mato
—Davy le apretó la pierna, en señal de consuel — ella es lo mejor que
tuvimos en nuestra vida de mierda, gracias a ella salimos de la oscuridad que
nos revolcábamos, ella es la vida, ella es mi vida —al gallego duro,
arrogante, inconmovible se le llenaron los ojos de lágrimas, se las limpio con
la mano, mientras se abría el gran portón del garaje, se miraron y bajaron,
sabiendo que ahora se enfrentaban a una argentina rabiosa por su tardanza,
sonrieron y entraron.
No se escuchaba ningún ruido, solo la melodía de una música suave,
pasaron por la gran cocina y entraron en el living, ahí tirada en el sillón
grande, Sofi se encontraba recostada con un libro sobre el pecho, durmiendo
plácidamente.A sus pies Roki, como siempre cuidándola, los miró moviendo
su cola, se quitaron los sacos y se sentaron enfrente de ella observándola, los
dos pensaron lo mismo, «¡Qué bella es mi mujer!» ella abrió los ojos y los
miró seria, mientras enderezaba su cuerpo y se paraba.
—¡Era hora! ¿Dónde mierda, estaban? —los dos se largaron a reír,
ante sus palabras, era bella pero muy mal hablaba, aunque eso también les
gustaba— no se rían, ¿dónde están mis hijas? —preguntó y los dos se tiraron
encima de ella y la besaron hasta que el mal humor se le pasó y el calor de los
cuerpos anunciaba que el juego comenzaba otra vez.
—Me van a volver loca, ¡déjenme! —Sofi luchaba sin muchas ganas,
entre sus brazos, se dio por vencida y se dejó amar, como solo ellos lo hacían,
en minutos fueron un entrevero de manos y piernas, sus bocas ansiosas y sus
lenguas ardientes recorrieron cada palmo de sus cuerpos.Como siempre, se
amaron con lujuria y los gritos y gemidos llenaron el gran espacio, el morbo
se instaló, dejando paso a la locura irrefrenable, que los envolvía y la pasión
de esos cuerpos y se entregaron al amor.Todo era válido, eran tres animales
en celo, deleitándose, besándose, penetrándose, así eran ellos tres locos
amándose. Como siempre después de una hora intensa de amor, cayeron en
ese gran sillón, sus respiraciones entrecortadas, sus cuerpos aun temblando y
la sensación de sentirse satisfechos por el sexo compartido, los tres se
abrazaron y desnudos descansaban sonrientes. De pronto escucharon una
bocina, enseguida se miraron, recordando que el chofer traía a las chicas de la
escuela, se pararon y corrieron a buscar sus ropas, desparramadas por todo el
living, los hombres entraron corriendo en el dormitorio y ella las recibió, no
sin antes arreglarse el pelo.
CAPÍTULO 28
FIN