Capítulo Ii

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CAPÍTULO II

PERSPECTIVA TEÓRICA

La perspectiva teórica de esta investigación, constituye el segmento donde


se analizaron los antecedentes de estudio, los cuales sirven como referencia al
tema de estudio, de igual manera, se presentan las definiciones teóricas y los
términos básicos que sustentan la investigación en su fundamentación teórica.

Desesperanza

Al abordar este concepto es importante señalar que desesperanza no es


decepción ni desesperación. Para Tovar y Montaño (2012) “La decepción es la
percepción de una expectativa defraudada, y la desesperación es la pérdida de la
paciencia y de la paz, un estado ansioso, angustiante, que hace al futuro una
posibilidad atemorizante.” (p.3) En estas concepciones de decepción y
desesperación, a pesar de mantener estrecha relación con la desesperanza, no
pueden tomarse como ésta.

Una vez aclarado esto, Tovar y Montaño (2012) afirman que la desesperanza
es entonces “un estado en el que el individuo no emite respuestas para evitar la
estimulación aversiva, ya sea porque no encuentra ningún reforzador ante la
conducta de escape, o bien porque le es imposible escapar.” (p.3) en donde la
exposición constante a estímulos aversivos tiene consecuencias importantes en el
organismo.

Por su parte, Stotland (1969) es citado por Tovar y Montaño (2012) quienes
simplifican su concepto de desesperanza afirmando que “la desesperanza es
concebida como un sistema de esquemas cognitivos que tienen en común ciertas
expectativas negativas acerca del futuro, sea este inmediato o remoto” (p.3). En
este mismo sentido, Flórez, González & Gil (2014) agregan que “es una condición
psicológica en la que un sujeto aprende a creer que está indefenso, que no tiene
ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que
haga es inútil.” (p.13), dando de esta forma como resultado que asuma posturas
pasivas frentes a situaciones dolorosas, incluso cuando puede cambiarlo. Es
decir, la persona desesperanzada posee un sistema de creencias que está regida
por el sentimiento de incapacidad de salir adelante por sí solo sin importar lo que
haga, porque considera que sus acciones no están ligadas a las consecuencias
que se derivan de dichas acciones, lo cual genera la creencia de que no podrá
solucionar los diversos problemas que afrontará a futuro, evidenciando de esta
forma una actitud de indefensión.

Es importante recalcar la referencia que Flórez, González & Gil (2014) hacen
de la indefensión respecto a su concepto de desesperanza, puesto que para poder
hablar de desesperanza, es inevitable tener que hablar de indefensión, dado que
en ocasiones su uso suele ser confundido con la desesperanza, y a pesar de estar
estrechamente ligados, no se puede tomar como términos unificados. Para
explicarlo es importante conocer los orígenes del constructo de desesperanza.

Origen del Constructo Desesperanza

El origen del constructo surge desde la psicología experimental a mediados


de los años 60 (cuya denominación en principio era conocida como indefensión
aprendida), con los trabajos realizados por Overmier, Seligman y sus
colaboradores. Ahumada (2008) explica el experimento de Overmier y Seligman
(1967) de la siguiente manera:

La indefensión fue postulada por el psicólogo Martin Seligman, quien,


exponía a dos perros, encerrados en grandes jaulas, a descargas
eléctricas ocasionales. Uno de los animales tenía la posibilidad de
accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga,
mientras el otro animal no tenía medios para hacerlo. El tiempo de la
descarga era igual para ambos, ya que la recibían en el mismo momen-
to, y cuando el primer perro cortaba la electricidad, el otro también
dejaba de recibirla. En cualquier caso, el efecto psicológico en ambos
animales era muy distinto; mientras el primero mostraba un
comportamiento y un ánimo normal, el otro permanecía quieto,
lastimoso y asustado, con lo que la importancia de la sensación de
control en el estado de ánimo parecía demostrada. Incluso cuando la
situación cambiaba para el segundo animal, y ya sí podía controlar las
descargas, era incapaz de darse cuenta y seguía recibiendo descargas
sin intentar nada para evitarlo (p. 23)

Como resultado de este experimento se demostró que el factor determinante


de tal comportamiento era la incontrolabilidad percibida por los animales, y no el
estrés de los eventos aversivos. Si el animal lograba aprender alguna forma a
poner fin a la condición en la que estaba expuesto (por ejemplo choques
eléctricos) mediante el accionar de una palanca, girando una rueda o simplemente
saltando de un lugar a otro, el animal aprendía que existía una conducta o acción
que se convertía en una vía de escape que le otorgaba control sobre la situación
desagradable, como consecuencia de ello no se desarrollaba indefensión.

No obstante, si el animal no encuentra forma de escapar, quedando


expuesto al elemento estresor (por ejemplo descargas eléctricas), sin que nada de
lo que haga pueda poner fin a los estímulos desagradables, terminará
desarrollando una conducta de indefensión, por lo que ya no intentará escapar del
estimulo aversivo, quedando pasivamente soportando el malestar causado por el
evento desagradable, aunque pueda en esta ocasión salir de tal situación.

Un hecho adicional significativo de este nuevo estado de indefensión es que


mostrará poco interés en una compañera sexual en celo e incluso en alimentarse,
mostrando una disminución importante en su tasa de comportamiento habitual,
asumiendo un estado de quietud, aletargamiento, desmotivado para iniciar casi
ninguna conducta. Es decir, no tiene sentido realizar alguna acción de las que
cotidianamente realizaba porque sólo espera por el evento aversivo, finalmente
presentará signos de ansiedad y tristeza que es el propósito perseguido con el
experimento, lo que puede extrapolarse como un modelo animal experimental para
la depresión humana.
De esta forma se crea el constructo de indefensión, del cual Galindo y Ardila
(2012) mencionan que en el Diccionario de Psicología de la American
Psychological Association (APA, 2007), se define como “una falta de motivación y
fracaso al actuar después de exponerse a un evento o estímulo no placentero, sin
que el individuo pueda tener control sobre éste” (p.393).

Es entonces durante los años 70 cuando se inicia la experimentación de este


constructo en seres humanos, donde la complejidad del ser humano supuso
grandes modificaciones en la base del conocimiento que se había asentado en
este constructo según lo realizado en años anteriores con animales, puesto que el
marco explicativo y metodológico realizados en ese momento resultaron ineficaces
al trasladarse a los humanos. Valverde y Polaino-Lorente (1982) explican los
acontecimientos surgidos durante los años 70 cuando se inicia la experimentación
de este constructo en seres humanos.

De esta forma, según lo referido por Valverde y Polaino-Lorente (1982), los


primeros procedimientos para inducir la indefensión en humanos fueron realizados
por Thornton y Jacobs, (1971-1972), y estos procedimientos eran bastante
parecidos a los usados en animales (ruidos molestos) en tareas sencillas pero
insolubles. Posteriormente Hiroto (1974) suaviza lo realizado haciendo uso de
anagramas insolubles, técnica que fue la utilizada en años siguientes. Los
mayores inconvenientes se muestran al verse involucrados otros elementos que
incidían en los experimentos en humanos, como lo eran el locus de control Hiroto
(1974), las atribuciones del individuo respecto a la causa del fracaso Dwech
(1975) o el estado depresivo de Miller y Seligman (1975).

Para el caso de los seres humanos en los estudios de Hiroto (1974) e Hiroto
y Seligman (1975) se demostró también el efecto, identificando el fenómeno de la
indefensión mediante tres déficits en las siguientes perspectivas:

a) Perspectiva motivacional: Se caracteriza por un retraso en la iniciación


de respuestas voluntarias. Al convencerse que sus respuestas no
afectaran las consecuencias, el individuo por lo general tenderá a
disminuir tales respuestas a futuro ya que no tiene esperanza en un
logro positivo ante la situación.

b) Perspectiva cognitiva: Reaprender que se puede controlar una


respuesta, luego de haber aprendido que no se puede controlar,
origina un afecto negativo o limitativo en el individuo ya que produce
un hábito.

c) Perspectiva emocional: Cuando un individuo es sometido durante la


fase de pre-tratamiento a situaciones altamente aversivas, se
producen una serie de desórdenes conductuales y fisiológicos, como
consecuencia, se puede desarrollar un estado de ansiedad y miedo
seguido de depresión.

En este sentido, Valverde y Polaino-Lorente (1982) refieren que Seligman (1975),


propuso que lo que causa el déficit en las respuestas de los sujetos son las
expectativas de no control, ante lo cual surge la problemática de no haber cabida
para respuestas a aspectos como ¿Dónde y cómo se forjan las expectativas? A su
vez, Costello (1978), Roth (1980) y Tennen, Guillen y Drum (1982) citados por
Bernabé. G Pons-Salvador. y G, Cerezo. A (2005) afirman que “el déficit de
rendimiento podría resultar de una extinción del esfuerzo y atención durante la
exposición a la situación incontrolable; es decir, podría depender de mediadores
motivacionales más que cognitivos” (p.5), poniendo de esta forma en duda lo
anteriormente expuesto por Seligman.

Abramson, Seligman y Teasdale (1978) citados de igual manera por


Bernabé. G Pons-Salvador. y G, Cerezo. A (2005) reformulan el esquema
explicativo en que se pretende incidir en el proceso cognitivo con el fin de detallar
cómo se formulan las expectativas, para lo cual se insertan las atribuciones que el
sujeto realiza respecto a la causa al encontrarse en una situación donde no puede
controlar ni cambiar los resultados. De este modo, las atribuciones tienen la
función de mediar la percepción de no contingencia y la no contingencia futura,
evidenciando las expectativas futuras del individuo al dar mayor cabida, a su vez,
a aspectos emocionales, postulando el constructo como un modelo depresivo.

Ante esta cabida a aspectos emocionales a través de las atribuciones, se


pudo observar que existen atribuciones por causas internas y/o externas, en
donde se evidencia que, si las causas son internas, había disminución de la
autoestima, mientras que si son externas, las expectativas de incontrolabilidad
eran variadas según las situaciones y tareas donde a su vez eran transitorias,
razón por la cual Abramson y Cols (1978), mencionados por Bernabé. G Pons-
Salvador. y G, Cerezo. A (2005), indicaban que “existía un estilo atribucional
insidioso que predisponía a la formación de expectativas de incontrolabilidad”
(p.6).

En este sentido, Halberstadt, Andrews, Metalsky y Abramson (1984);


Abramson, Alloy y Metalsky (1988); y Abramson, Metalsky y Alloy (1989), formulan
el modelo de depresión por desesperanza (cuyos inicios fue denominado como
desesperanza aprendida). En este modelo se logra llegar de forma más próxima a
las causas de los síntomas de la indefensión, y se formulan las diferencias en
cuanto a las causas de los síntomas en relación al modelo original ya que, en un
principio se hablaba de expectativa de no poder controlar los resultados, mientras
que ahora se refieren a derivaciones de la falta de control, como las expectativas
negativas sobre la ocurrencia de acontecimientos altamente estimados o
importantes.

De esta forma, se habla de una baja expectativa de conseguir la meta


(desesperanza), más que de una baja expectativa de dependencia respuesta-
resultado (incontrolabilidad), dando lugar entonces a lo que se conoce como
desesperanza (en un principio entendida como “desesperanza aprendida”). En
este modelo se deja perfectamente claro que cada elemento de la cadena
postulada que conduce a la causa suficiente proximal (expectativa de
desesperanza) es una causa contribuyente de depresión, porque acrecienta su
posibilidad, pero no es ni necesaria ni suficiente para la ocurrencia de los síntomas
depresivos, manteniéndose entonces en el estado de desesperanza.

Características de la desesperanza

Tomando en cuenta las investigaciones relacionadas con el surgimiento de


este constructo, y atendiendo el hecho de que la indefensión forma parte como
predecesora de la desesperanza, aunque sin ser precisamente lo mismo, es
importante caracterizar el estado de indefensión. La indefensión, entendiendo que
se genera según lo postulado por Seligman (1975), a causa de la percepción de
que los acontecimientos son incontrolables, desarrolla conductas propias en dicho
estado, ya que ésta se caracteriza por afectar directamente la motivación y la
cognición, en donde los individuos no perciben la relación entre su
comportamiento y las respuestas.

Anaya, Cadena, Contreras, Restrepo y Vinaccia (2005) explican lo anterior al


afirmar lo siguiente:

La baja motivación ocasionada por la desesperanza ocurre por la


relación entre la percepción del control y el control real. La indefensión
produce un rápido deterioro que impide responder de forma adaptativa
a una situación traumática o iniciar respuestas voluntarias para ejercer
control sobre los acontecimientos. Inclusive, dificulta a la persona
aprender que su respuesta ha sido eficaz, aún cuando realmente lo
haya sido; por ello, la percepción de incontrolabilidad se caracteriza por
una marcada distorsión de la percepción de control. De esta forma, la
desesperanza podría suponer un verdadero obstáculo para la
adaptación a la enfermedad; el paciente ha aprendido que se encuentra
indefenso, lo que disminuye su motivación para actuar, bloquea su
capacidad cognitiva para percibir sucesos. (p.6)

En consonancia con lo anterior, Maier y Jackson (1978) mencionados por


Overmier, J. Bruce (1986) explican que la inducción de desesperanza (tener una
experiencia aversiva incontrolable) producía un claro déficit motivacional o
inactividad inducida. A su vez, los sujetos indefensos cometían muchos más
errores durante el aprendizaje que los del grupo de control, lo que parece
evidenciar la existencia de un déficit cognitivo específico que genera en los
individuos indefensos una dificultad para aprender que produce retraso en un
nuevo aprendizaje posterior, a causa de la afectación del aspecto motivacional y
cognitivo.

Por su parte, en cuanto a los sujetos que presentan desesperanza, Tovar y


Montaño (2012) afirman que ante la estimulaciones aversivas “se puede llevar a
los individuos a perder la motivación, la esperanza de alcanzar metas, una
renuncia a toda posibilidad de que las cosas salgan bien, se resuelvan o mejoren”
(p.8). A su vez, Galindo y Ardila (2012), caracterizan la desesperanza al
mencionar que “la desesperanza se relaciona con la perspectiva temporal
(incapacidad para visualizarse a largo plazo), la planeación (no tener planes
futuros) y la percepción de la sociedad (negación frente a la posibilidad de cambiar
su forma de vida o su economía).” (p.6)

En este sentido, según afirma Galindo y Ardila (2012), “estos autores


también encuentran una relación directa entre la desesperanza y la edad,
acompañada de una relación inversamente proporcional entre la desesperanza y
el nivel de estudios, en donde a menor edad y mayor nivel de estudios, menor
desesperanza.” (p.6). En relación con esto, Galindo y Ardila (2012), menciona a
Garber y Seligman (1980), quienes encontraron “diferencias en relación al sexo y
la edad, sus resultados muestran cómo a edades tempranas los niños tienen un
mayor sentimiento de desesperanza que las niñas, mientras que en la vida adulta
sucede lo contrario, las mujeres son más vulnerables a la desesperanza que los
hombres.” (p.7)

Por su parte, según Frankl (2001) mencionado por Tovar y Montaño (2012)
“la desesperanza por una causa existencial puede acentuar el riesgo suicida, más
aún en sujetos cuyas condiciones personales de salud física, social y económica
son favorables, que cuando tales condiciones no son tan buenas“(p.5).
A través de lo expuesto, se evidencia que el constructo de desesperanza
posee una complejidad intrínseca a la hora de enmarcar su estructura teórica; sin
embargo, han sido numerosos los estudios que se han realizado sobre este tema.
Esto es afirmado de esta manera por Pérez y Díaz-Berciano (2005), mencionado
por Galindo y Ardila (2012), quienes dicen que “el concepto de desesperanza ha
tenido una gran evolución en cuanto a investigación y es de resaltar la gran
importancia que tiene en distintas áreas” (p14). Haciendo alusión a esto último,
Domjam (1999), referido por Galindo y Ardila (2012), afirma que “Dentro de estas
aplicaciones, destaca el envejecimiento, el rendimiento académico, el dolor
crónico, el rendimiento atlético, la propensión a infartos, el trato discriminatorio y el
dolor producido por la pérdida de un ser querido.” (p14).

Tomando en cuenta esto, es de aludir lo realizado por Vergel. R (2016) en la


Tecana American University (Estados Unidos), quien desarrolló una investigación
titulada “La desesperanza inducida como factor de indefensión en la
población del municipio Cabimas del estado Zulia”.

Esta investigación tuvo como objetivo general analizar el grado de presencia


de la desesperanza inducida como factor de indefensión en los habitantes del
municipio Cabimas del Estado Zulia, debido a que en el referido municipio de
Venezuela, por observación directa, así como por los reiterados casos
comunicacionales en los medios impresos y redes sociales en las nueve (9)
parroquias que la conforman, se evidencian síntomas en la población que
pudieran estar asociados con el síndrome de desesperanza inducida como factor
de indefensión. Hecho que puede acarrear efectos negativos en estos sujetos al
poder ser el origen de enfermedades con raíces emocionales y psicológicas, que
causan trastornos en su calidad de vida, además de impactos negativos en el
ambiente familiar por no contar con las herramientas para canalizar soluciones
efectivas a este síndrome.

Para ello se tomó una muestra de doscientos cuatro (204) sujetos de ocho
parroquias del municipio Cabimas en el lapso comprendido de noviembre 2015 a
julio del 2016. Se utilizó como herramientas de trabajo la observación directa y la
aplicación de la encuesta mediante la escala dicotómica, a través de la
implementación de un instrumento de recolección de datos o cuestionario
constituido por veintiún (21) preguntas, con dos opciones de respuestas SI y NO,
lo que permitió la verificación del problema plantead. Se midió la variable,
mediante la aplicación de la Escala de Desesperanza de Beck, el cual es un
cuestionario autoadministrado que valora la actitud de la persona ante su
bienestar y sus expectativas futuras.

En esta investigación se obtuvo que la población cuenta con una presencia


68,8% de los síntomas sociales de la desesperanza inducida; a su vez, la
presencia de los síntomas físicos de la desesperanza inducida fue del 63,4%; y,
por su parte, los síntomas psicológicos asociados a la desesperanza inducida
tienen una presencia del 54,6%. En cuanto a los resultados diferenciados por
géneros se obtuvo que las mujeres tienen mayores efectos de los síntomas con un
52,7%, mientras los hombres un 47,2%.

El principal aporte del mencionado trabajo de investigación se fundamentó en


conocer los niveles de desesperanza existentes en una población adulta en el
municipio Cabimas en Venezuela, el cual resultó elevado, 65.1%. Al respecto, la
autora afirma que es promovido desde el sistema gubernamental, presuntamente
con fines de índole político. Debido a que el estudio y los resultados se obtuvieron
hace cuatro años, cuando las condiciones, el contexto de salubridad y demás
aconteceres eran distintos a los actuales, es un tema que sigue teniendo vigencia
en la población venezolana.

En el mismo orden de ideas, se toma en cuenta como antecedente que


fundamenta el presente trabajo, lo realizado por Orbegoso. B (2019) en la
Universidad Privada Antenor Orrego del estado Trujillo-Perú, en donde se llevó
a cabo la investigación titulada “Personalidad y Desesperanza en estudiantes
de tres escuelas profesionales de una Universidad Privada de Trujillo”. En
ésta se pretendió determinar la relación entre personalidad y desesperanza en
estudiantes de tres escuelas profesionales de una universidad privada de Trujillo.

En la investigación se planteó la hipótesis de que existe relación entre


personalidad y desesperanza en estudiantes de tres escuelas profesionales de
una universidad privada de Trujillo. De esta forma, se propuso como objetivo
general determinar la relación entre personalidad y desesperanza en estudiantes
de tres escuelas profesionales de una Universidad Privada de Trujillo. La
población estuvo constituida por el total de 460 estudiantes que cursan los ciclos
de estudios I, II, III en las Escuelas Profesionales de Administración, Ingeniería
Civil y Derecho de una Universidad Privada de la ciudad Trujillo, razón por lo cual
se tomó una muestra de 210 estudiantes.

En la investigación se utilizaron dos instrumentos, el Cuestionario de los


Cinco Grandes Factores-BIG FIVE (BFQ) y la Escala de Desesperanza de Beck
(BHS). Los resultados mostraron que el 22.9% de los estudiantes que constituyen
la muestra prima, poseen características de la dimensión de personalidad energía
y en cuanto a la desesperanza el 57.6%, presentaron nivel alto de desesperanza,
el 22.4% un nivel medio y el 20% presentaron un nivel bajo de desesperanza.

Respecto a los niveles de desesperanza por dimensión, se pudo apreciar


que en las dimensiones Expectativa de desgracia en el futuro, Expectativa de un
futuro incierto, Creencia que los acontecimientos negativos son durables y
Creencia en la imposibilidad de ser favorecido por el azar, predomina el nivel alto
con porcentajes que oscilan entre 59% y 85.2%. Así mismo, se identificó que en
las dimensiones Carencia de ilusión del futuro y Expectativa de infelicidad en el
futuro, predomina el nivel medio con el 43.8% y 56.2%, respectivamente.

De esta forma se evidenció que existe una correlación altamente


significativa, negativa y de grado débil (p< .01) entre la dimensión Energía de
personalidad y la desesperanza; se observó una correlación altamente
significativa, negativa y de grado débil (p<.01) entre la dimensión Energía y la
dimensión Expectativa de la infelicidad en el futuro; también se observó una
relación significativa, negativa y de grado débil (p< .05) entre la dimensión Energía
y la dimensión carencia de ilusión en el futuro, en estudiantes de tres escuelas
profesionales de una Universidad Privada de Trujillo.

Teniendo en cuenta lo anterior, se concluye que la investigación aportó una


fuente de fundamentos al investigador sobre los efectos de la desesperanza en la
población de adultos jóvenes y los efectos que ésta tiene según distintas
dimensiones de la personalidad, lo cual guarda relación con la presente
investigación.

Hostilidad

Según Moscoso (2008) “A pesar de la extensa cantidad de estudios


científicos que reportan acerca del impacto negativo de la hostilidad sobre la salud
y el bienestar psicológico de las personas, la definición de este término es
ambiguo y muchas veces confuso” (p.3). Sin embargo, este mismo autor señala la
conceptualización al afirmar que “la hostilidad es una reacción emotiva que incluye
sentimientos de cólera, y, a la vez, mantiene una connotación actitudinal que la
convierte, además, en un patrón de conducta orientada hacia la violencia.” (p.4).

Por otro lado, Blanco. Y, Matos. M y Vallejo. D (2015) mencionan a Buss


(1961), en su definición de la hostilidad como “una reacción de la actitud que
comporta una reacción verbal implícita de sentimientos negativos (mala
disposición) y evaluación negativa de las personas y acontecimientos” (p.11). De
esta manera se evidencia que la respuesta hostil no tiene impacto alguno sobre
otras personas si no son expresadas verbalmente.

Por consiguiente, según lo anteriormente expuesto por Buss (1961) y


Moscoso (2008), la hostilidad abarca la interpretación y evaluación de los
estímulos de manera negativa, las cuales no tienen impacto alguno sobre otras
personas si no son expresadas verbalmente. Cuando dichas evaluaciones
negativas son verbales, las respuestas hostiles toman la forma de expresiones
negativas catalogadas como agresivas. Dicho en otras palabras, la hostilidad es
entendida como el componente cognitivo que genera la agresividad y la violencia.

Delimitación conceptual: Hostilidad-Ira-Agresión

A lo largo de la historia ha habido confusión respecto a la conceptualización y


la diferenciación que existe, a pesar de la estrecha relación que tienen, entre los
constructos de ira, agresión y hostilidad, lo cual, de no delimitarse estas
diferencias que ponen de manifiesto los límites donde finaliza y comienza cada
uno, implicaría ambigüedad en cuanto al desarrollo del presente trabajo.

Al respecto, Carrasco. M y González. J (2006), afirman que “los términos


agresión, ira y hostilidad se han empleado frecuentemente de forma
intercambiable debido a la ambigüedad de sus definiciones y al fuerte
solapamiento entre los mismos” (p.4). Estos autores, a su vez, hacen mención
para describir la delimitación de los términos de la calificación que les dio
Spielberger, Jacobs, Russell y Crane (1983); Spielberger (1985-1995) como
“Síndrome AHA” a estos tres términos, poniendo de manifiesto la diferenciación
que existe entre cada uno.

La ira, según Spielberger (1983; 1985), citado por Carrasco. M y González. J


(2006), constituye un “estado emocional consistente en sentimientos que varían en
intensidad, desde una ligera irritación o enfado, hasta furia y rabia intensas, que
surgen de acontecimientos desagradables y no están dirigidos a una meta” (p.4).
A su vez, estos mismos autores mencionan a Berkowitz (1996), quien afirma que
“la ira consistiría en la conciencia de los cambios fisiológicos asociados a la
agresión, reacciones expresivo-motoras e ideas y recuerdos, producidos por la
aparición de dichos acontecimientos” (p.4).

En cuanto a la hostilidad, por el contrario, Carrasco. M y González. J (2006),


mencionan a Spielberger (1983; 1985) y a Berkowitz (1996), quienes entienden a
la hostilidad como el conjunto de actitudes negativas complejas que tienen como
consecuencia la motivación a conductas agresivas que están dirigidas a un
objetivo. En fin, se trata de un componente cognitivo y evaluativo, que se refleja en
la percepción y el juicio negativo del otro, sobre el que se muestra desprecio o
disgusto.

A diferencia de la ira y la hostilidad, Carrasco. M y González. J (2006),


afirman que “la agresión constituye el componente comportamental del Síndrome
AHA, la cual puede definirse como la conducta voluntaria, punitiva o destructiva,
dirigida a una meta concreta, destruir objetos o dañar a otras personas” (p.4).

Características de personas hostiles

La hostilidad Lacovella. J y Troglia. M (2003) la entienden desde la


perspectiva cognitiva, quienes afirman que “es el resultado de las influencias que
puede haber recibido un sujeto por parte de su medio ambiente a lo largo de su
vida, ya que si actúa el factor genético, lo hace de modo muy reducido” (p.2).

Ésta, a su vez, presenta características fundamentales que pueden ser


observables, en la medida en que los sujetos que presentan hostilidad, según
Lacovella. J y Troglia. M (2003), “se caracterizan por esperar lo peor de los
demás, estar siempre a la defensiva, crear ambientes de tensión y competitividad
y percibir al entorno como un espacio de lucha para lograr objetivos” (p.2).

El proceso emocional de la ira-hostilidad-agresión

Respecto al proceso en el cual surgen respuestas emocionales, Lacovella. J


y Troglia. M (2003) entienden que “no son las situaciones en sí las que causan
una determinada reacción emocional, sino que de acuerdo con la evaluación
situacional que haga el individuo se manifestarán diferentes formas y diferentes
grados de emoción” (p.4). Y así, esta perspectiva aclara que la valoración
cognitiva que da el individuo a determinadas situaciones, es lo que causa las
respuestas emocionales a los diferentes estímulos en distintas circunstancias. A
partir de estas consideraciones, Lacovella. J y Troglia. M (2003) describen el
proceso con la siguiente afirmación:

En una primera instancia la valoración es sobre las consecuencias que


la situación tiene para ella misma −valoración primaria− y luego, si el
resultado de la valoración es de amenaza o desafío, la persona evalúa
los recursos de que dispone para evitar o reducir las posibles
consecuencias negativas de esta situación −valoración secundaria
(p.4).

Por su parte, Fernández-Abascal y Palmero (1999), mencionados por


Lacovella. J y Troglia. M (2003), proponen entender a la ira-hostilidad como una
unidad en la que cada una de estas manifestaciones son componentes del mismo
proceso emocional. De esta forma, dichos autores describen el proceso de la
siguiente manera:

El proceso, como en todas las emociones, se inicia con la evaluación


(cognición) de un estímulo (percepción) que realiza un sujeto con un
determinado estado afectivo (afecto), si el estímulo es procesado como
un candidato a desencadenar la emoción de ira, entonces la persona
experimentará dicha emoción. Así se activa fisiológicamente, se
produce una cierta disposición actitudinal hostil (cognición) y se activan
tendencias a la acción que eventualmente darán lugar a una forma de
afrontamiento, la agresión. La respuesta fisiológica se caracteriza por
un aumento de la activación simpática, la hostilidad modula la respuesta
fisiológica y las tendencias a la acción (aumentándolas). En cuanto a la
acción, el sujeto la llevará a cabo si estima que sus recursos para la
agresión son suficientes y lo considera pertinente. Si no se dá alguna
de estas condiciones entonces reprime el impulso y consecuentemente
se incrementará la hostilidad (también podría ser incrementado el
sentimiento de ira), de este modo se produce también un aumento de la
activación fisiológica o su prolongación en el tiempo. (p.4).

El trabajo de investigación realizado por Sarabia, F. (2016) en la


Universidad Técnica de Ambato en Ecuador, titulado como “Funcionalidad
familiar y su relación con la hostilidad en adolescentes”, ofrece información
interesante al respecto. En la investigación se presentó como objetivo principal
conocer la relación existente entre funcionalidad familiar y hostilidad en una
población de 64 adolescentes con un rango de edad de 12 a 16 años, cuya
justificación radica en el hecho de que un alto número de actos agresivos y
violentos, tanto a nivel mundial como a nivel de Latinoamérica y Ecuador,
cometidos por personas de entre 12 y 25 años, para ese momento habían
aumentado sus índices durante los últimos 6 años.

Para poder explorar la variable de funcionalidad familiar, se procedió a


aplicar el cuestionario de funcionamiento familiar FFSIL, y para la variable de
hostilidad se procedió a utilizar en cuestionario de agresividad de Buss y Perry.
Acto seguido, mediante la utilización de los instrumentos y los resultados
obtenidos, se comprobó que existe relación entre los niveles de funcionalidad
familiar y hostilidad; y, a su vez, se concluye que existe una asociación entre
funcionalidad familiar y hostilidad debido a que de los adolescentes provenientes
de familias funcionales, el 15% presenta hostilidad; de las familias
moderadamente funcionales, el 60% presenta hostilidad; mientras que los
adolescentes con disfunción familiar, el 24% posee hostilidad; y, por último, 2% de
disfunción severa presenta hostilidad.

En este sentido, se aprecia que la población objeto de estudio posee


distintos niveles de funcionalidad familiar. Es así que de los 65 adolescentes, 10
poseen funcionalidad familiar; 39 de ellos, funcionalidad de tipo moderada; 15
adolescentes provienen de familias disfuncionales y 1 de una familia severamente
disfuncional. Se concluye que el nivel de funcionalidad familiar que predomina en
los adolescentes es la moderada. En relación con la hostilidad, se aprecia que 52
adolescentes presentan un nivel muy alto, siendo este tipo de nivel el que se
mostró con mayor frecuencia, seguido del nivel muy bajo representado por 6
sujetos, en el nivel bajo se ubican 4 personas, en el nivel medio 2, y 1 en el nivel
alto.

La importancia de la mencionada investigación que antecede al presente


proyecto, se evidencia en basamentos teóricos y estadísticos en lo que respecta a
la variable hostilidad, razón por la cual su utilización es de justificada relevancia
como sustento de lo que se está presentando.

Por su parte, Molla. W (2019). en su investigación realizada en la


Universidad Nacional Federico Villareal, titulada “Desesperanza y Agresión
en Adolescentes Reincidentes del Centro Juvenil de Diagnóstico y
Rehabilitación de Lima”, tuvo como objetivo el estudio de la relación entre
Desesperanza con Agresión y sus subescalas en los adolescentes reincidentes
del Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima.

La muestra de dicha investigación estuvo compuesta por 91 adolescentes


infractores reincidentes, quienes fueron evaluados con las estandarizadas: Escala
de Desesperanza de Beck (BHS) y el Cuestionario de Agresión de Buss y Perry
(AQ).

Los resultados señalaron una relación positiva entre la Desesperanza y las


subescalas Agresión Física y Hostilidad, así como la importancia del tipo de familia
y la falta cometida para la consideración de los puntajes alcanzados en ambas
variables. La desesperanza y agresión mantienen una relación positiva y
moderada, permitiendo concluir que entre mayor sea el nivel de desesperanza en
la persona, mayor nivel de agresión alcanzará.

Y el aporte que brinda la investigación mencionada descansa en el hecho de


que se demuestra que las subescalas de agresión física y hostilidad ofrecen una
correlación significativa con la variable desesperanza, y su comprobación permitió
concluir, a sus efectos, que se debe tener en cuenta esta última para regular y
prevenir delitos asociados a estos tipos de agresión. Acontecimientos que están
estrechamente relacionados como factores influyentes con el presente proyecto.

Pandemia COVID-19
El Covid-19, según la OMS (2020), “es una enfermedad infecciosa del tipo
coronaria”, y explica que el nombre se toma de las palabras "corona", "virus"
y disease (enfermedad en inglés), mientras que 19 representa el año en que
surgió. Por su parte, la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia,
por sus siglas en inglés, 2020), menciona que el Covid-19 es una enfermedad
ocasionada por una nueva cepa de coronavirus y afirma que, a su vez, es un
nuevo virus asociado a la misma familia de virus del síndrome respiratorio agudo
severo (SRAS) y a algunos tipos de resfriado común.

El origen del virus se dio en Wuhan (Hubei, China), donde ocurrió un brote
de una nueva neumonía por coronavirus en diciembre de 2019. A principios del
año 2020, la enfermedad por el nuevo coronavirus (Covid-19) comenzó a
extenderse por toda China; razón por la cual era considerada, hasta entonces,
como epidemia. Sin embargo, el 11 de marzo la OMS declara el Covid-19 como
pandemia, puesto que se habían reportado 118.000 casos de infectados en 114
países, con 4.291 casos de personas fallecidas y se esperaba que las cifras
siguieran en aumento.

El informe de la misión de la OMS sobre China, mencionado por el Ministerio


de Salud de España (2020), describe los síntomas y signos más frecuentes en
base a 55.924 casos confirmados por laboratorio, que incluyen: “fiebre (87,9%),
tos seca (67,7%), astenia (38,1%), expectoración (33,4%), disnea (18,6 %), dolor
de garganta (13,9%), cefalea (13,6%), mialgia o artralgia (14,8%), escalofríos
(11,4%), náuseas o vómitos (5 %), congestión nasal (4,8%), diarrea (3,7%),
hemoptisis (0,9%) y congestión conjuntival (0,8%)” (p.22). Pese a todo, esta
enfermedad tiene la peculiaridad de ser asintomática las primeras semanas, según
el Centro de Control de Enfermedades de China.

El tiempo medio desde el inicio de los síntomas hasta la recuperación, según


el Ministerio de Salud de España (2020), es de 2 semanas cuando la enfermedad
ha sido leve, y de 3 a 6 semanas cuando ha sido grave o crítica. El tiempo entre el
inicio de síntomas hasta la instauración de síntomas graves como la hipoxemia
(disminución anormal de la presión parcial de oxígeno en la sangre arterial) es de
1 semana, y de 2 a 8 semanas hasta que se produce el fallecimiento.

Adicionalmente, resulta necesaria la explicación de algunos términos


mencionados anteriormente para poder comprender la presente investigación.
Asimismo, se citarán estudios previos que proporcionan referencias de mucha
utilidad para el desarrollo de la investigación en curso, tomando en consideración
los aportes que proporcionan.

Enfermedad, Infecciones, Virus

El concepto de enfermedad, según la OMS a través del Reglamento


Sanitario Internacional (2005), es la “alteración o desviación del estado fisiológico
en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada
por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos
previsible". (A pesar de ser numerosos los documentos encontrados en los que se
referencia esta definición, no se ha encontrado la fuente primaria). Por su parte,
según la Real Academia Española (2019), la enfermedad es “La alteración más o
menos grave de la salud”.

En cuanto a las infecciones y las enfermedades infecciosas, la OMS en el


Reglamento Sanitario Internacional (2005) explica que “son causadas por
microorganismos patógenos como las bacterias, los virus, los parásitos o los
hongos. Estas enfermedades pueden transmitirse, directa o indirectamente, de
una persona a otra. Las zoonosis son enfermedades infecciosas en los animales
que pueden ser transmitidas al hombre.”

Por otro lado, García. J, Agüero. J, Parra. J y Santos. M (2010), definen las
infecciones como “la presencia y multiplicación de un microorganismo en los
tejidos del huésped; representa la interacción del agente patógeno con el
huésped” (p.2). La enfermedad infecciosa, por su parte, “es la expresión clínica del
proceso infeccioso, traduciendo en signos y síntomas tanto el daño causado por el
agente infeccioso como el resultado de la inflamación resultante” (p.2).

Y según la definición de Alarcón. D y Ojeda. R (2018), “los virus son


pequeños pedazos de material genético (ya sea ADN o ARN) que infectan una
célula hospedera; la mayoría se aloja en bacterias (p.4).

Coronavirus

Según el Ministerio de Sanidad de España (2020), en relación a la definición


de los coronavirus, afirman que:

Los coronavirus son una familia de virus que causan infección en los
seres humanos y en una variedad de animales, incluyendo aves y
mamíferos como camellos, gatos y murciélagos. Se trata de una
enfermedad zoonótica, lo que significa que pueden transmitirse de los
animales a los humanos (2). Los coronavirus que afectan al ser humano
(HCoV) pueden producir cuadros clínicos que van desde el resfriado
común con patrón estacional en invierno hasta otros más graves (p.4).

La OMS (2020), por su parte, menciona que los coronavirus son una extensa
familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en
humanos. En los humanos, varios coronavirus causan infecciones respiratorias
que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el
síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo
severo (SRAS). En este sentido, Ávila. J (2020) afirma que “los coronavirus que
afectan al humano por transmisión zoonótica, suelen causar problemas de salud
epidémicos en brotes de mayor gravedad e impacto social” (p.4).

Epidemia – Pandemia

Según la definición de Llorca. J (2010), la pandemia es “una descripción en


la salud comunitaria que ocurre cuando una enfermedad afecta a un número de
individuos superior al esperado en una población durante un tiempo determinado”
(p.2). Por su parte, Horcajadaa. J y Padilla. B (2013), afirman que las epidemias
son “un aumento inusual del número de casos de una determinada enfermedad en
una población específica, en un periodo de tiempo determinado” (p.2).

Para Ávila. J (2020), “una pandemia es la afectación de una enfermedad


infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa” (p.9),
es decir, que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos
de una localidad o región. Por ende, el mismo autor afirma que “el término
pandemia hace referencia a la afectación geográfica o numérica en cuanto al
número de casos afectados y nunca referencia a la gravedad clínica del proceso”
(p.9).

El autor antes citado (2020), haciendo mención de la OMS, afirma que para
que pueda aparecer una pandemia es necesario:

a) Que aparezca un nuevo virus o una nueva mutación de uno ya


existente, que no haya circulado anteriormente y que la población no
sea inmune a él. b) Que el virus tenga la capacidad de transmitirse de
persona a persona de forma eficaz, provocando un rápido contagio
entre la población. (p.9).

Protocolos de prevención según la OMS

Para evitar la transmisión del contagio en la población, la OMS (2020)


sugiere los siguientes métodos preventivos: lavarse las manos con agua jabonosa
frecuentemente, adoptar medidas de higiene respiratorias (uso del tapabocas,
taparse la boca con el codo al estornudar, entre otras), el distanciamiento social
(un metro o tres pies de distancia), y evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca.

Respecto a las orientaciones sugeridas a los países, la OMS anuncia el 3 de


febrero, el  Plan Estratégico de Preparación y Respuesta de la comunidad
internacional, dentro de lo cual destaca; el cierre de fronteras, el uso de medidas
como el confinamiento, entre otras.
Protocolo de prevención en Venezuela

En Venezuela el primer caso de COVID-19 se registra el 13 de marzo en el


Distrito Capital, anunciado por la Vicepresidenta Ejecutiva de la República, Delcy
Rodríguez, quien confirmó los dos primeros casos de COVID-19, por contagio de
pasajeros provenientes de Europa. Días después, el Ejecutivo Nacional procede a
decretar el estado de alarma, acatando los protocolos establecidos por la OMS,
tomando en cuenta también el estado de excepción contemplada en la
Constitución Nacional, medida en la cual se ampara la cuarentena social, que
plantea el confinamiento en casa, el distanciamiento social, la participación mínima
en la jornada laboral, priorizando sectores como la salud, la alimentaria, entre
otros, a fin de evitar el contagio, responsabilidad otorgada a los cuerpos policiales
y militares.

En la actualidad hay países que han logrado controlar parcialmente el Covid-


19, que inicialmente fueron fuertemente afectadas por la pandemia, como es el
caso de España, por ejemplo, donde incluso ya han realizado estudios desde la
perspectiva psicológica.

En ese país europeo, con la investigación realizada por S. Dosil, N. Idoiaga,


N. Ozamiz y M. Picaza (2020), en la Universidad del País Vasco, Leioa,
España, denominada “Niveles de estrés, ansiedad y depresión en la primera
fase del brote del COVID-19 en una muestra recogida en el norte de España”,
se analizaron los niveles de estrés, ansiedad y depresión a la llegada del virus y
se estudiaron los niveles de sintomatología psicológica según edad, cronicidad y
confinamiento, en una muestra de 976 personas y la medición de las variables
ansiedad, estrés y depresión, recogidas entre el 11 al 15 de marzo del 2020.

Los resultados de este estudio demuestran que, aunque los niveles de


sintomatología han sido bajos en general al principio de la alarma, la población
más joven y con enfermedades crónicas ha referido sintomatología más alta que el
resto de población. También se ha detectado un mayor nivel de sintomatología a
partir del confinamiento en casa. Se prevé que la sintomatología aumentará según
vaya transcurriendo el confinamiento.

La misma investigación evidencia que el bienestar psicológico es clave a la


hora de afrontar el Covid-19 y de prevenir enfermedades mentales y gestionar las
emociones. Además, ante el confinamiento impuesto por las autoridades y ante
una amenaza de enfermar, los niveles de estrés, ansiedad y depresión aumentan
en la población, pero sobre todo, lo hacen en aquellos grupos llamados de riesgo.
Al observar estos resultados, llama la atención que los jóvenes manifiestan mayor
estrés que las personas mayores, lo cual, según los autores, puede deberse al
contenido que están recibiendo por vía de las redes sociales, entre otras cosas.

En suma, a través de este estudio, según los autores, en esta situación de


confinamiento sin precedentes, es muy importante atender a los factores
psicológicos de la ciudadanía. A su vez, afirman que es clave analizar los efectos
que va a producir la crisis del Covid-19 en la salud de las personas.

Fundamentación Legal

A continuación, se harán citas de artículos cuyos contenidos referidos al


basamento legal, contribuyen de manera significativa a sustentar y apoyar la
comprensión de la presente investigación, tomadas del Reglamento Sanitario
Internacional propuesto por la OMS (2005), la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999), la Ley Orgánica de la Salud (1998), la Ley
Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (2007) y el Código de
Ética Profesional (1981).

En el Reglamento Sanitario Internacional propuesto por la OMS (2005), en el


artículo 2 se señala que:

La finalidad y el alcance de este Reglamento son prevenir la


propagación internacional de enfermedades, proteger contra esa
propagación, controlarla y darle una respuesta de salud pública
proporcionada y restringida a los riesgos para la salud pública y
evitando al mismo tiempo las interferencias innecesarias con el tráfico y
el comercio internacionales. (p.21).

Asimismo, en el párrafo 1 del artículo 11 se menciona que:

A reserva de lo dispuesto en el párrafo 2 del presente artículo, la OMS


enviará a todos los Estados Partes y, según proceda, a las
organizaciones internacionales pertinentes, tan pronto como sea posible
y por el medio más eficaz de que disponga, de forma confidencial, la
información concerniente a la salud pública que haya recibido en virtud
de los artículos 5 a 10 inclusive y sea necesaria para que los Estados
Partes puedan responder a un riesgo para la salud pública. La OMS
comunicará la información a otros Estados Partes que puedan
prestarles ayuda para prevenir la ocurrencia de incidentes similares.
(p.26)

En cuanto al papel que representaran los Estados Miembros, en el párrafo 1


del artículo 13 se hace referencia a que:

Cada Estado Parte desarrollará, reforzará y mantendrá, lo antes


posible, pero a más tardar cinco años después de la fecha de entrada
en vigor del presente Reglamento para ese Estado Parte, la capacidad
necesaria para responder con prontitud y eficacia a los riesgos para la
salud pública y las emergencias de salud pública de importancia
internacional según lo previsto en el anexo 1. En consulta con los
Estados Miembros, la OMS publicará directrices para prestar apoyo a
los Estados Partes en el desarrollo de la capacidad de respuesta de
salud pública. (p.29)

Sin embargo, es de tener en cuenta que, de existir una emergencia de salud


imprevista de índole internacional, en el párrafo 1 del artículo 15 se hace alusión a
que:

Si se ha determinado de conformidad con el artículo 12 que se está


produciendo una emergencia de salud pública de importancia
internacional, el Director General formulará recomendaciones
temporales de conformidad con el procedimiento establecido en el
artículo 49. Esas recomendaciones temporales podrán ser modificadas
o prorrogadas, según proceda, incluso una vez que se haya
determinado que la emergencia de salud pública de importancia
internacional ha concluido, en cuyo momento se podrán formular otras
recomendaciones temporales, si es necesario, con objeto de evitar que
vuelva a ocurrir o de detectar inmediatamente su reaparición. (p.30)

En donde según el párrafo 2 de este mismo artículo, se menciona que:

Las recomendaciones temporales podrán incluir las medidas sanitarias


que habrá de aplicar el Estado Parte en que ocurra esa emergencia de
salud pública de importancia internacional, u otros Estados Partes, a las
personas, equipajes, cargas, contenedores, medios de transporte,
mercancías, y/o paquetes postales a fin de prevenir o reducir la
propagación internacional de una enfermedad con un mínimo de trabas
para el tráfico internacional. (p.30)

Estos artículos establecidos en el Reglamento Sanitario Internacional


propuesto por la OMS (2005), enfatizan la importancia de la existencia de un ente
rector que brinde las disposiciones y el proceder a seguir por parte de los Estados
miembros de dicha organización, con el fin de garantizar respuestas que permitan
no sólo prevenir, sino también controlar y regular las situaciones que amenacen la
salud pública internacional, evidenciando de esta forma la responsabilidad que
tienen los Estados de cumplir estas recomendaciones brindadas por la OMS.

Ahora bien, en cuanto a esto último mencionado, en la Constitución de la


República Bolivariana de Venezuela del año 1999, en el artículo 83, establece
que:

La salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que


lo garantizará como parte del derecho a la vida. El Estado promoverá y
desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar
colectivo y el acceso a los servicios. Todas las personas tienen derecho
a la protección de la salud, así como el deber de participar activamente
en su promoción, defensa, y el de cumplir con las medidas sanitarias y
de saneamiento que establezca la ley, de conformidad con los tratados
y convenios internacionales suscritos y ratificados por la República.
(p.17).

En concordancia con esto, en el artículo 84 plantea que:


Para garantizar el derecho a la salud, el Estado creará, ejercerá la
rectoría y gestionará un sistema público nacional de salud, de carácter
intersectorial, descentralizado y participativo, integrado al sistema de
seguridad social, regido por los principios de gratuidad, universalidad,
integralidad, equidad, integración social y solidaria. El sistema público
de salud dará prioridad a la promoción de la salud y a la prevención de
las enfermedades, garantizando tratamiento oportuno y rehabilitación
de calidad. Los bienes y servicios públicos de salud son propiedad del
Estado y no podrán ser privatizados. La comunidad organizada tiene el
derecho y el deber de participar en la toma de decisiones sobre la
planificación, ejecución y control de la política específica en las
instituciones públicas de salud. (p.17)

Tomando en cuenta que una de las recomendaciones propuesta por la OMS


ante la pandemia del Covid-19 fue la cuarentena social, Venezuela, a través de la
Constitución Nacional, respecto a esto, hace referencia al estado de excepción en
el artículo 337 donde se menciona que:

El Presidente o Presidenta de la República, en Consejo de Ministros,


podrá decretar los estados de excepción. Se califican expresamente
como tales las circunstancias de orden social, económico, político,
natural o ecológico, que afecten gravemente la seguridad de la Nación,
de las instituciones y de los ciudadanos y ciudadanas, a cuyo respecto
resultan insuficientes las facultades de las cuales se disponen para
hacer frente a tales hechos. En tal caso, podrán ser restringidas
temporalmente las garantías consagradas en esta Constitución, salvo
las referidas a los derechos a la vida, prohibición de incomunicación o
tortura, el derecho al debido proceso, el derecho a la información y los
demás derechos humanos intangibles. (P.72-73).

Así pues, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela resalta el


compromiso del Estado con la promoción de la salud de los ciudadanos y
ciudadanas venezolanas a través del financiamiento del servicio de salud público y
el desarrollo de políticas públicas para la prevención de acontecimientos que
atenten contra la salud de la población, manifestando incluso que el país, de ser
necesario, puede entrar en el mencionado estado de excepción con el fin de
atender la situación presentada, dando prioridad así al bienestar de la población.
La Ley Orgánica de la Salud de 1998, por su parte, establece en el Título I
artículo 2 que:

Se entiende por salud no sólo la ausencia de enfermedades, sino el


completo estado de bienestar físico, mental, social y ambiental.

En su artículo 3, además, se determina que:

Los servicios de salud garantizarán la protección de la salud a todos los


habitantes del país y funcionaran de conformidad con los siguientes
principios:

Principio de Universalidad: Todos tienen el derecho de acceder y recibir


los servicios para la salud, sin discriminación de ninguna naturaleza.

Principio de Participación. Los ciudadanos individualmente o en sus


organizaciones comunitarias deben preservar su salud, participar en la
programación de los servicios de promoción y saneamiento ambiental y
en l gestión y financiamiento de los establecimientos de salud a través
de aportes voluntarios.

Principio de Complementariedad: Los organismos públicos territoriales


nacionales, estatales y municipales, así como los distintos niveles de
atención se completarán entre sí, de acuerdo a la capacidad científica,
tecnológica, financiera y administrativa de los mismos.

Principio de Coordinación. Las administraciones públicas y los


establecimientos de atención médica cooperarán y concurrirán
armónicamente entre sí, en el ejercicio de sus funciones y utilización de
sus recuerdos.

Principio de Calidad: En los establecimientos de atención médica se


desarrollaran mecanismos de control para garantizar a los usuarios la
calidad en la prestación de sus servicios, la cual deberá observar
criterios de integridad, personalización, continuidad, suficiencia,
oportunidad y adecuación a las normas, procedimientos administrativos
y prácticas profesionales.

En esta misma Ley Orgánica se establece que la salud no es únicamente la


ausencia de enfermedad, comprendiendo de esta manera al individuo desde una
perspectiva global, lo cual resulta de interés en la presente investigación.
Asimismo, se resaltan los principios mediante los cuales deben regirse los
organismos públicos de salud.

En lo concerniente a lo propio de la investigación, en el ámbito de la


psicología, es preciso tomar en consideración el Código de Ética Profesional, cuyo
Capítulo I de los Deberes Éticos en el Área de la Investigación, artículo 54 reza
que:

La investigación en Psicología debe inspirarse en los más elevados


principios éticos y científicos.

Al respecto, el artículo 59 puntualiza que:

Toda investigación deberá ser calificada en función de su necesidad


real, de su alcance y de los riesgos que implica. El investigador deberá
tener sumo cuidado de transmitir las verdaderas razones de su
investigación.

Por otro lado, el artículo 60 enfatiza que:

El investigador deberá garantizar el anonimato de las respuestas de los


sujetos sometidos a investigaciones y evitar aminorar la posibilidad de
cualquier daño moral a aquellos.

Resulta evidente que el basamento legal constituye uno de los pilares más
importantes dentro de la investigación científica en cualquier área del
conocimiento, pues permite alcanzar, al llevar a cabo la investigación, una visión
amplia de las implicaciones legales del trabajo que ha llevado a cabo.

AUTOR: LANDAETA SÁNCHEZ MANUEL

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