Alberto Methol Ferre-Uruguay Como Problema
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Accepted: November 15, 2007 – Published November 23, 2007
E l e c t r o n e u r o b i o l o g í a vol. 15 (5), pp. 3-104, 2007
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
Índice
Noticia editorial
Prólogo por Arturo Jauretche (1971)
Uruguay como problema: ¿Cuáles son las posibilidades de independencia real,
si es que existen, de un país como el Uruguay? (1967)
1. El Uruguay en cuestión
2. Génesis Internacional de Uruguay
3. El Uruguay Internacional
4. La necesidad de trascender al Uruguay
5. El Nuevo Uruguay Internacional
Otros trabajos del autor:
1. La integración de América en el pensamiento de Perón (1996)
Addendum: El Proyecto ABC. Alocución del Excelentísimo Señor Presi-
dente de la Nación, General de División Juan Domingo Pe-
rón, ante Jefes y oficiales en la Escuela Nacional de Guerra,
Buenos Aires, el 11 de noviembre de 1953.
2. Mercosur o muerte: nuestras tres ebulliciones totalizadoras (2004)
3. Alberdi, Perón y la Unidad Sudamericana (2004)
Noticia editorial
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tre nos en ese mercado interior ampliado. En fin, el derrocamiento de Perón dio
temporario fin a ese Plan ABC, como se lo llamaba. Volviendo al hilo: sobre la
unidad así proyectada, Roberto Ares Pons escribió una obra cuyo título era
Uruguay: ¿Provincia o nación? (1961), donde abogaba para que el Uruguay se
constituyera en el vínculo entre Argentina y Brasil. En ese clima, el grupo fun-
dador de la revista Nexo fue convirtiéndose en un precursor del actual Merco-
sur mientras, gracias a la relación de Methol Ferré con los intelectuales argen-
tinos antes nombrados, el pensamiento de la Izquierda Nacional argentina
pudo ser conocido en el Uruguay e influir sobre algunos dirigentes socialistas
de ese país, como fue el caso de Vivian Trías y Carlos Machado. Actualmente
(2007), Alberto "Tucho" Methol Ferré es considerado uno de los grandes pen-
sadores y propulsores tanto del Mercosur como de la Confederación Sudameri-
cana de Naciones y sus artículos y conferencias son seguidos con interés por
todo el continente. (MC, Electroneurobiología)
Prólogo
(a la edición de 1971)
Este que usted acaba de abrir es uno de esos pequeños grandes libros
que ocupan poco lugar en la biblioteca y mucho en la cabeza del lector, como,
por ejemplo, La Lucha por el Derecho de Ihering, que es para mí modelo de los
pequeños grandes libros. Creo además que éste tiene, para la visión geopolíti-
ca de la Cuenca del Plata, una importancia tan grande como aquél la tuvo en la
esfera más general de su tema.
Tal vez sea mejor que los dos trabajos, el mío Política y Ejército de 1957
que reeditaré actualizado próximamente, hayan salido por separado, pues ob-
vian las inevitables dificultades – por mayores que sean los acuerdos – que
crea el hecho de ser los autores hijos de las márgenes opuestas del Plata.
Sería ocioso decir que este prólogo tiene que ser necesariamente corto
para estar a tono con el libro prologado: debe ser breve, y más si no es bueno
y no le cabe lo de Gracián.
De entrada nomás, el autor nos pone frente a la médula del asunto: “El
Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur y la incertidumbre
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Sobre este tema no se puede ser más acertado que Methol Ferré para ca-
racterizar ambas actitudes y esto me obliga a transcribir los párrafos en que
hace la síntesis: “Nos escindíamos en pueblerinos y ciudadanos del mundo.
Palco avant scene o mecedora en el patio del fondo. ¿Quién no recuerda sus
profesores de historia americana ignorantes de la universal, y a los de univer-
sal, que se salteaban la americana? Así, de ‘una historia isla’ pasábamos a la
evaporación, a las sombras chinescas de una ‘historia océano’ donde la histo-
ria se juega en cualquier lado menos aquí”.
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por sinopsis más recientes. Ed.] donde se comprueba que han desaparecido
las condiciones que permitían circunscribir las soluciones a la Cuenca del Plata,
como creía el autor en la primera. Todavía cuando ésta, era vigente aquello de
Herrera que se cita: “Debemos mantener siempre el punto medio entre Ita-
maratí y el Palacio San Martín, pero para ello siempre más cerca del Palacio
San Martín”.
Ninguna guerra puede hacerse hoy sin contar con las masas populares y
estas son más eficaces cuanto mayor capacitación tienen. (Aquí una digre-
sión: en otra parte he señalado la imprescindible necesidad de identificar
FF.AA. y pueblo, no desde el ángulo político, sino como necesidad militar) y es
éste concepto que debe decidir a las fuerzas armadas para buscar el retorno
de los gobiernos populares, salvando así su propio destino marcial y no poli-
cial; éste las fortifica para adentro en la medida que las debilita para afuera.
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En esta nueva escala de valores la Cuenca del Plata no es eje del pro-
ceso sino la Cordillera porque el problema se ubica en la dimensión continen-
tal que tiene, y Argentina se coloca en una posición mucho más fuerte que la
que tiene en la Cuenca del Plata. La hegemonía del Brasil sobre todas sus fron-
teras es incontrastable y ya no se trata sólo del Uruguay, porque lo mismo pasa
al Oeste que al Norte. Sólo Argentina puede vertebrar Hispanoamérica, pero si
no hay Hispanoamérica sin Argentina, ya estamos frente al riesgo de que no
haya Argentina sin Hispanoamérica, como consecuencia de haber opuesto la
geopolítica de Rivadavia y de Mitre – atlánticas – a la del Pacífico, que fue la
sanmartiniana y también la bolivariana. (Quiero imaginar que Argentina y el
Uruguay hubieran sido aliados de Solano López, en la Guerra del Paraguay,
en lugar de aliados de los Braganza. Basta pensarlo para percibir la incapaci-
dad criminal de una política que era la continuidad de la que con Rivadavia le
negó auxilios a San Martín para completar su empresa).
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Arturo Jauretche
1971
1
A propósito de “barrigas agujereadas” y “carne de paloma”. El cónsul argentino en Colonia, mi amigo
Fernando Bracht, gran nadador, hace dos o tres años salvó a dos uruguayos que se estaban ahogando.
Salió en los diarios y yo le escribí diciéndole que su hecho era extraordinario por su condición de “barriga
agujereada”. Agregaba que seguramente no le anotarían en su ficha personal este acto “que sin embargo
debe ser uno de los pocos éxitos de nuestra diplomacia en la vecina orilla”.
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Dedicatorias:
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1. El Uruguay en cuestión
El Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la in-
certidumbre de su destino afecta y contamina, de modo inexorable y radical,
al sistema de relaciones establecido entre Argentina, Brasil, Paraguay y Boli-
via. Seguramente, sus repercusiones son aún más lejanas. Por eso, una re-
flexión sobre su historia, raíces y prospectiva compromete y está empeñada
directamente con sus vecinos. Tanto para ellos como para nosotros, una dis-
tracción acerca del otro equivale a un olvido de sí mismos. El Uruguay separa-
do de su contexto renunciaría a comprenderse y caería en la irrealidad tenta-
dora del solipsismo político.
Que el Uruguay esté en profunda crisis, y ésta amenace más y más des-
de larga data, es sorpresa para todos, incluso, y en primer término, para los
uruguayos, aferrados a su incredulidad. La ejemplaridad acatada del Uruguay,
para América Latina y para los uruguayos mismos, era cosa juzgada; se pre-
sumía bien adquirido para siempre. El país se sentía venturosa y sensata ex-
cepción a las “bárbaras” tragedias latinoamericanas. Sin embargo, año a año,
desde hace visiblemente por lo menos una década, la crisis ha avanzado paula-
tinamente, con algún reposo aparente, pero retomando fuerza para nuevos
enviones. Una crisis no abrupta, sino lenta y pertinaz como la decrepitud. Pa-
reciera que el país asistiera apático a su propio desmenuzamiento, como una
vieja familia en desgracia, y que se abandonara inerme al peligro más grande
que le acecha desde los tiempos de la Triple Alianza.
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Pero una nueva perspectiva abrió la crisis general del Imperio Hispánico
por la ocupación napoleónica.
2
“A Portugal la independencia le ha costado el patriotismo. No tiene otra salvación que soñar en con-
quistar a España. Por recelo a ésta han caído a los pies de un rey ladrón y esclavo de Inglaterra” (Carta de
Miguel de Unamuno a Federico de Onís). Ver “Unamuno y el Uruguay”, de Daniel Castagnín, La Paz
1967, pág. 12.
3
Vicente Rodríguez Casado, en el prólogo a la obra “El Río de la Plata en la Política Internacional” de
Octavio Gil Minilla (Editorial Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1949).
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tivas con las dos primeras y firmes naciones europeas modernas, Inglaterra y
Francia. Y cuando la guerra anglo-francesa llega a su paroxismo, determina la
quiebra del decadente sistema español, empantanado en una monarquía semi-
feudal, a pesar de los esfuerzos esclarecidos de Carlos III. Primero Trafalgar
remata a la flota española y deja al océano en exclusividad inglesa, reina de
los mares: “Mar libre” y “libertad de comercio” fueron los nombres de la apro-
piación inglesa del mar. Luego la ocupación napoleónica en la península ibérica
disgrega al Estado y corta a la economía española de sus reinos americanos.
Así, el único suplente del poder español fue el poder inglés, que estaba dando
el inaudito salto histórico de la Revolución Industrial y emergía, con una arro-
lladora dinámica capitalista, sobre el vasto mundo todavía agrario. América
del Sur era un inmenso mercado vacante, y los ingleses eran los únicos posee-
dores de los instrumentos requeridos para dominarlo: la más poderosa flota y
el sistema maquinista de más alta capacidad productiva. Y establecerá víncu-
los orgánicos con todos los patriciados latinoamericanos, agroexportadores,
extractivos.
4
Esta visión fue desarrollada hace cuarenta años por el chileno Alberto Edwards en su magnífica obra
“La Fronda Aristocrática”. Recordemos que Bernardo Berro en su correspondencia de marzo de 1840
ya comentaba a su hermano Adolfo: “Que el pueblo no hizo la revolución, y que sólo se prestó a obedecer
con gusto para pelear por la independencia y que un corto número de individuos fueron los que la
idearon y dirigieron, es cosa que confesará cualquiera que despreocupadamente estudie desde sus prin-
cipios la historia de nuestra emancipación y organización política”. Las más grandes excepciones, en
este aspecto social, son, en el norte mejicano, Morelos e Hidalgo y, en el sur rioplatense, Artigas. Ed-
wards ve brillantemente la “fronda aristocrática” de los patriciados, pero en “cada país” y no percibe su
rol disgregador y coadyuvante con la empresa balcanizadora inglesa. Pero vislumbra los rasgos propios
del Patriciado, tan diferente a la burguesía como a los feudales. El amasijo de “feudalismo” y “bur-
guesía”, proverbial en la historiografía latinoamericana sobre la emancipación y el siglo XIX, se ha agra-
vado con el macaneo de las contribuciones del marxismo sovietizante.
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¿Y qué pasó con nosotros? El Virreinato del río de la Plata, luego Pro-
vincias Unidas, también saltó a pedazos, por obra conjunta de la oligarquía
porteña y los ingleses. El gran caudillo de la cuenca del Plata y Protector de los
Pueblos Libres, José Artigas, terminaba derrotado por las tenazas inglesas des-
de Río y Buenos Aires, y tras el breve período de la cisplatina y la reincorpo-
ración de la Banda Oriental a las Provincias Unidas en 1825, se declara en
1828 la independencia del Estado Oriental del Uruguay. La historia fronteriza
que teníamos se definía. Habíamos sido Banda Oriental y Provincia cisplatina,
dos posibilidades que nos eran esenciales desde el origen, que estaban ya en
pugna constituyente de la Colonia del Sacramento y Montevideo. Pero, como
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Francois Perroux: “La coexistencia Pacífica” (F.C.E., México, 1960), págs. 186 y 42.
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apunta Alberdi, no había dos posibles, sino tres. Uno era Argentina, otro Bra-
sil. ¿Y el tercero? Dejémosle a Alberdi la palabra: “Pero una tercera entidad
más importante que los dos beligerantes se interpuso en la lucha y reclamó
Montevideo como necesario también a la integridad de sus dominios. Esa entidad
era la civilización. Ella también tuvo necesidad de que Montevideo fuera libre e
independiente para campear en sus nobles dominios, que se extienden en todo
el fondo de América. Habló naturalmente por sus órganos naturales, la Inglate-
rra y Francia”.6
3. El Uruguay Internacional
La firme estabilización del Uruguay desde el último tercio del siglo XIX,
a partir de la dictadura de Latorre, se asentó en su radical y armoniosa incor-
poración a la economía mundial “uniconcéntrica”, cuyo núcleo era Inglaterra.
Esa economía mundial específicamente inglesa estaba en su apogeo finisecular,
a pesar del crecimiento industrial europeo continental, que le era sin embargo
dependiente y sujeto en última instancia a sus reglas de juego. En la era victo-
riana y la “belle epoque” se condensa el Uruguay.
6
Juan Bautista Alberdi: “Historia de la Guerra del Paraguay”. (Ed. Patria Grande, Buenos Aires,
1962), pág. 80.
7
En su célebre carta a Granville, en 1825.
8
Editorial de Sarmiento, en “El Progreso”, de Santiago de Chile, el 25 de noviembre de 1842 (Ver:
Ricardo Font Escurra: “La Unidad Nacional”, Ed. Teoría, Buenos Aires, 1961.
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Antes, y para mejor responder a esas preguntas, que nos son de vida o
muerte, nos permitiremos ahondar la cuestión del Uruguay Internacional para
ajustarnos de cerca de nuestra especificidad, y lo haremos a través del más
avezado sabedor de la original situación geopolítica uruguaya de este último
medio siglo, que es el Dr. Luis Alberto de Herrera. Así como Batlle ha forjado
decisivamente la conciencia “interna” del país, podemos afirmar que Herrera ha
sido su conciencia “externa”. Veamos cuáles son sus premisas y razones histó-
ricas, en contraste con las coordenadas habituales del Uruguay moderno, que
pasamos a describir someramente.
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Andrés Prëdohl: “Economía Internacional” (Ed. Ateneo, Buenos Aires, 1955), pág. 254.
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liberal, ejemplo y envidia del resto de América Latina, a la que miramos con
petulancia. El sistema agroexportador generaba una amplia renta diferencial
que satisfacía las reclamaciones populares casi sin luchas, y por ende, no
hubo ninguna reacción antibritánica. Más aún, nadie más admirado que el
distante, flemático, elegante administrador inglés. Para abundar, un recuerdo
de mi infancia: durante la Segunda Guerra Mundial, el poeta gauchesco Fer-
nán Silva Valdez declamó estrofas frente a una multitud pletórica en el Estado
Centenario, que creo decían: “Inglés, músculo de acero / Inglés, palabra cum-
plida / El que te mojó la oreja / no sabe donde puso el dedo”. Y hasta numero-
sa gente añoraba que las invasiones inglesas de 1806 no hubieran tenido éxi-
to, pues suponían estaríamos mejor. Remanencias del largo embobamiento,
secular en los latinoamericanos, respecto a la ejemplaridad anglosajona. Aquí
nunca hubo antiimperialistas ingleses notorios. Batlle los hostigó en su lucha
contra el “empresismo”, pero nadie podía llegar a mayores. Siempre tuvimos
amplia noticia de las inversiones y tropelías norteamericanas en América Lati-
na, casi nunca de las inglesas en el Río de la Plata. El país no necesitaba sa-
berlas, y hasta le convenía no saberlas. Eran un mal menor en el mayor bien.
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nes era hacerse intensos “voyeurs”. Bueno es que un pequeño país luche por el
derecho contra la fuerza, puesto que es su fuerza, pero la confianza balsámica
y pedante de las Declaraciones en el mundo tenso de los poderes internacionales
– que por otro lado se escamoteaba – no dejaba de ser deprimente y trivial. A
Dios gracias, y a los malos tiempos, nuestros picos de oro han declinado para
siempre. Todo esto no era más que los modos de ahistoricidad de nuestra con-
ciencia histórica. Quizá sólo los grandes males y sufrimientos promuevan la his-
toria, pues la satisfacción la exila o la hace preocupación engolada.
10
A principios de siglo, con la inmigración vinieron aquellos generosos e idealistas anarquistas catalanes
e italianos, que trasponían mecánicamente sus experiencias europeas al medio americano, negando las
“patrias” y postulando la cosmopolita fraternidad universal, ignorantes de las diferencias de desarrollo y
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Frugoni, Regules, etc., se movían con los problemas del Uruguay, pero el
Uruguay mismo era absolutamente obvio; no era cuestión en sí, ni precariedad,
sino permanencia supuesta para siempre, como el aire que respiramos. Para
Herrera la preocupación era desde la existencia del Uruguay; los otros pug-
naban por distintos atributos del Uruguay, sujeto intangible. Y por lógica pro-
pensión espontánea, se pensaba a Herrera en términos exclusivos de adjudi-
carle sólo intención de atributos, ocultándoseles lo esencial. ¿Por qué era así?
Porque la singularidad de Herrera entre sus contemporáneos residía en ser ante
todo hijo de la incertidumbre del siglo XIX uruguayo y sus tiempos revueltos,
perdidos y esfumados en la lontananza. Soterrados en el inconcuso contento
insular del país. Herrera fue, en genealogía y profundidad, “el último patricio”
oriental.
situación histórica concreta de las naciones. Es una noche en que todos los gatos son pardos. Entonces
comentaba Herrera la “grave alucinación en un país con grandes problemas por resolver y con una gran in-
terrogante clavada en la frente” (“La Formación Histórica Rioplatense”, Ed. Coyoacán, Buenos
Aires, 1961), pág. 38.
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Hemos hecho tan extensa citación para no dejar en el aire nuestra aseve-
ración respecto a Herrera y justificar haberlo tomado como hilo conductor, pues
no es aún posible presumir este conocimiento.
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El Uruguay Internacional” (Ed. Bernard Grasset, Paris, 1912) Como esta vieja y única edición es hoy
casi inhallable, nos remitimos para las citas de página a un compendio que hemos hecho de este libro – junto
con otros escritos – en la obra para la Editorial Coyoacán, publicada bajo el título “La Formación
Histórica Rioplatense” (Buenos Aires, 1961), págs. 16 y 17. Lamentablemente, por omisiones de im-
prenta, esta edición no facilita del todo su manejo, pues falta el ìndice y el título mismo de “Uruguay In-
ternacional” al abrirse esa parte (pág. 16).
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“Antes y Después de la Triple Alianza” (Montevideo, 1951, Tomo I – págs. 30, 34, 35
y 36).
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Herrera abrevia así nuestra esencia política: “Ni con Brasil, ni con la
Argentina, dice la divisa de nuestro localismo; pero completándolo procede a
agregar: ni contra uno ni contra otro”.13 Su corolario fundamental se compen-
dia en el único principio básico de nuestra política internacional: la No Inter-
vención.
No fue fácil erradicar al país de sus lazos naturales con la Cuenca del
Plata. Hubo una gran tensión entre el “Territorio” y Montevideo, porque el terri-
torio (económico social) debía arrancarse a sus conexiones con la Mesopota-
mia argentina y el río Grande brasileño. Costó el trágico período que va de la
Guerra Grande a la Triple Alianza. Así, antes nació el Estado que la Nación.
Todavía Berro clamaba por “nacionalizar el destino” e insistía en la neutraliza-
ción garantida internacionalmente del Uruguay. Sólo cuando, a partir de Lato-
rre, nuestra patria adquiere verdadera consistencia, se sale de lo “innomina-
do” y se va asumiendo en la práctica el nombre propio de Uruguay a secas. (El
nombre oficial del país, más que nombre propio, fuera la delimitación de la
ubicación geográfica de un régimen). El Uruguay real estaba allí. Si Oribe hizo
el intento imposible de construir el “Estado Oriental”, luego Latorre será el fun-
dador del “Estado Uruguayo” y Batlle su perfección. El Uruguay se había vuelto
un hecho incontrovertible. Pero todo hecho demanda justificación. Aceptar el
hecho es aceptar de algún modo su justificación. Y ésta lo lleva a Herrera
hasta sus últimas y lógicas consecuencias: desde el elogio entusiasta a la mi-
sión Ponsomby, hasta entregar el retrato del Lord al Ministerio de Relaciones
Exteriores, para que presida premonitorio el despacho de nuestros ministros.
Cierto, era todavía el tiempo del esplendor inglés y uruguayo, en vísperas de
la Gran Depresión.
13
“Formación Histórica Rioplatense”, pág. 35.
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Op. cit., pág. 35. Si el “El Uruguay Internacional” se abre con el capítulo “El Deber Previsor”, se ci-
erra con el de “La Concordia, piedra angular”.
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Op. cit., pág. 39: “Son ciudadanos del Uruguay y no ciudadanos del mundo los que afianzarán los
derechos de la República. Visible la dispersión de ideales que vivimos, más preocupados por las complica-
ciones ultramarinas que de las nuestras… Hijos de un país pequeño y nuevo no debemos olvidar los orien-
tales las leyes de la proporción, referidas a los vecinos enormes como al imperio moral creado por las civi-
lizaciones excelsas. Concentremos nuestra voluntad en el propio taller; pongamos nuestra inteligencia, so-
bre todo, en el tema doméstico. Pasión y brazo al servicio de la causa nacional, parte minúscula, pero
parte al fin, de la epopeya humana. No haríamos poca hazaña contribuyendo, con el testimonio de nuestra
dicha labrada despacio, a acrecer, con un grano de arena, los grandes saldos morales”.
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Todo está dicho para dejar en limpio la dinámica interior del equilibrio
internacional, fijar el sentido geopolítico de nuestras posiciones, y los trabajos
de balanceo que implican. Todo es saber verdaderamente qué se quiere, y cua-
les son los medios adecuados para conseguirlo. Quien quiere el fin, quiere los
medios y no se entretiene con pompas de jabón. Herrera era, por encima de
todo, un patriota de la “patria chica”; y su finalidad preservarla, de acuerdo al
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único medio posible: no ser infiel a su razón histórica de ser, ni perder el sen-
tido primordial de las raíces hispanoamericanas. En estos últimos decenios,
Herrera fue el gran conservador, el conciente guardador de la existencia del
Uruguay. Esto lo puso en palpable contradicción con la mentalidad vigente,
ideologizante e idealista del común ilustrado uruguayo, en especial si era uni-
versitario. No vivía distraído de la historia del país, sabía cuáles eran sus per-
manencias, sus intereses constantes, sus probabilidades.
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Op. cit., pág. 24..
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del Uruguay rebasa las propias fronteras dilatándose, por centenares de le-
guas, tanto en concepto civil como en sentido militar” 17, por eso los tiempos
revueltos tienen profunda raíz: “Causas en mucha parte orgánicas trajeron
aquellas tinieblas, que piden tolerancia y cuya apreciación filosófica nos aparta-
ría del asunto. Pero conviene indicar la razón madre de los pasados infortu-
nios: la ingerencia de los limítrofes en la vida nacional y la alianza de nuestros
partidos con esos limítrofes”.18 ¿El Salto Grande no pone solapadamente, otra
vez, las viejas pendientes, reestablece conexiones estructurales? ¿Reabrimos
la cuestión? El “deber previsor” mira lejos.
17
Op. cit., pág. 28.
18
Op. cit., pág. 27.
19
Op. cit., pág. 21.
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Aparte del hecho, de por sí sintomático, que desde los ámbitos univer-
sitarios se pregunte: “¿Cuáles son las posibilidades de independencia real, si es
que existen, de un país como el Uruguay?”, cosa que hubiera sido sentido co-
mo blasfemia ridícula pocos años atrás, es más, que ni siquiera se hubiera
planteado, hay como dos símbolos extremos de esa congoja de lo que el tiem-
po y el viento no se ha llevado. Nos referimos a Ángel Floro Costa y Carlos Qui-
jano, las dos puntas que se atan nuevamente.
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Pido acepten mis excusas por volver con el inglés: vaya en descargo lo
poco que se le ha tomado en cuenta visiblemente. Mucho es lo escrito acerca
de las relaciones del imperialismo inglés y la Argentina. Es lógico, un caso no-
toriamente más grande que el diminuto Uruguay. Eso ha hecho que se nos
omitiera, para nuestro alivio y santa ignorancia, en las referencias de innume-
rables textos al respecto, desde Lenin a Crouzet. Tampoco aquí fue viviente,
como en la Argentina, un fuerte movimiento crítico al Poder Inglés. Entonces
teníamos cumplida noticia de los Borges pero nunca de los Scalabrini Ortiz,
salvo alguna necrológica vergonzante. De tal modo, impalpablemente, parecía
que nosotros estábamos fuera de la Troya. Que lo del “Sexto Dominio Británi-
co” sólo atañía a los argentinos pero nos excluía a nosotros, fruto exquisito.
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Este planteo lo hemos formulado ya hace casi una década (“La Crisis del Uruguay y el Imperio
Británico”. La Siringa, Buenos Aires, 1959; previamente, se había publicado en octubre de 1958 en
Tribuna Universitaria). Quizá la polvareda política de aquel momento hizo pasar a segundo plano lo fun-
damental, y la gente se fue por las ramas, quedándose con retazos de aquí y allá, sin percibir claramente el
conjunto de sus ideas básicas. Ahora no hacemos más que retomar una de sus dimensiones, pues el tiempo
transcurrido no ha hecho más que confirmarnos en nuestro enfoque esencial. Si hubiéramos encontrado ra-
zones valederas para rectificarnos, lo hubiéramos hecho de inmediato. Pero ni las hemos encontrado, ni
otros nos las han ofrecido.
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Jacinto Duarte: “Dos Siglos de Publicidad en la Historia del Uruguay”, Montevideo, 1952, pág. 90.
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Por eso, hay más relación actual entre la “situación” terrista y la de Ges-
tido que con el batllismo propiamente dicho. Creo que esta crisis de los parti-
dos tradicionales se objetiva de modo supremo en el agotamiento histórico del
batllismo, al que asistimos, refugiándose la mentalidad puramente distributivista
de una clase media angustiada en los sectores de la llamada izquierda, así co-
mo es previsible una irritación popular contra los grandes terratenientes, con un
vigor desconocido antes en el país, pero con enormes dificultades prácticas. Es
muy espinoso el salto desde el asfalto hasta la campaña. La ira popular corre el
riesgo de quedar en el vacío, sin consecuencias reales, perdiéndose su eco en
los campos distantes y despoblados. Sólo una tremenda necesidad puede pro-
ducirlas. En ese sentido, puedo traer a colación un pensamiento habitual de Nar-
done, quien solía repetir: “Hasta que Montevideo no arda, no puede esperarse
ni pretenderse ningún cambio profundo en el país”. Sólo semejante incendio
social podría trascender la literatura. Esa visión apocalíptica no puede por cierto
descartarse. Quizá sólo un gran sufrimiento, la desgracia sostenida e insosteni-
ble, altamente concentrada en Montevideo, termine con las inercias sobrevivien-
tes a la muerte de la renta diferencial, y ponga en tensión real, decidida e inte-
ligente al país. Lo seguro, es que nadie o muy pocos salen a la intemperie anti-
cipadamente. Para que así sea casi es necesario haber perdido la casa. Ese ya
no tener nada que perder nos hace futurizar de verdad. El pueblo hace muy po-
cas revoluciones, es sensato y conservador. Pero a diferencia de intelectuales o
de jóvenes subsidiados en rebelión familiar, cuando se propone la revolución la
hace, pues es también un acto de sensatez y conservación, no contradictorio
con la audacia y el heroísmo; y ajeno a toda gratuidad. Hace la revolución
cuando es lo único sensato.
Y ¡pocos pueblos con tantas razones para ser conservador, como el uru-
guayo! Para ser legítimamente conservador. Hasta ahora, aquí el conserva-
tismo ha tenido mejores razones que la aventura. No vamos a repetir los elo-
gios en que el uruguayo se ha autodeleitado. Es cosa que va deslizándose pau-
latinamente en las sombras del pasado. Sin embargo, los factores estáticos
son aún muy poderosos. Tenemos las clases medias populares en que está
más extendida la propiedad habitación. La vivienda propia es realidad para una
proporción gigantesca del pueblo uruguayo. Y esa paradójica masa de “propie-
tarios-asalariados” no propende por cierto a la movilidad, el bien inmueble no
es afecto a lo mueble. Desde fines de siglo, con Piria, gran político-rematador
que abrió a la inmigración nueva residencia en la tierra, hasta Vaz Ferreira que
postulando como derecho humano fundamental “habitar sobre el planeta”
dio categoría filosófica al sueño de la casa propia, la inversión inmobiliaria ha
sido la principal en el país. (Por travesura, podríamos decir que “fue el búho
de Piria”). Incluso el actual proceso inflacionario, unido a las leyes de alquiler,
no ha mermado el número de propietarios sino que los ha acrecentado. A lo
que se suma: la gran cantidad de pequeños empresarios que con costos fijos
de escasa entidad, pueden soportar mejor la crisis que grandes firmas; la de-
bilidad de nuestra burguesía industrial y por consiguiente de nuestro proleta-
riado. Y dominándolo todo, el neomaltusianismo espontáneo de las clases uru-
guayas, que – envejecidas – son poco permeables a los cambios. ¿Pero qué
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puede esto contra los factores negativos que arruinan el país, y que tienden
necesariamente a dinamizarlo, así sea por desesperación? No vamos a hacer
enumeraciones resabidas, pero vale resumir: estancamiento de la producción,
déficit del presupuesto del Estado y de las balanzas de comercio y de pagos,
que se hacen crónicos, y que nos encuentran con una descapitalización acumu-
lativa, atraso técnico, parálisis o mal uso de la mayor parte de la población ac-
tiva del país. No hay país con semejante lujo que no haya estallado.
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pasaba nada”. Porque, sí, ¿qué pasa? ¡Y sin embargo se mueve! Y es en los
tránsitos inciertos que la inteligencia debe estar más en vigilia. Inteligencia que
poco tiene que ver con las presumibles crisis histéricas de nuestro idealismo
agonizante. Nos encontramos ahora enfrentados a la situación que describe
Hans Freyer: “Las épocas felices de un orden estatal positivo no precisan de
una ciencia especial de las condiciones y leyes de la vida social, y si llegan a
poseerla, es sólo una teoría de lo existente. Sólo cuando los hechos sociales se
escapan a la forma estatal en que se hallan presos, la hacen sal-tar a pedazos
o pasan por encima de ella, es cuando se plantea el tema de estudiar científi-
camente ese material con leyes propias, la ‘sociedad’, descubriendo en lo po-
sible las leyes naturales de su desenvolvimiento”.22 Sociedad estable es so-
ciedad de juristas y leguleyos. Los conflictos se resuelven por distintas abo-
gacías en múltiples tribunales, oficiales o no. Es más el reino de las “mediacio-
nes” que de las contradicciones. ¿Cómo no hacer del Derecho y la Constitución
mitos intangibles, si el país tenía medio siglo largo de paz?
22
Hans Freyerm, “Introducción a la Sociología”.
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ruano, intenta pensar por primera vez, de modo concreto, globalmente el pro-
ceso histórico latinoamericano. Nueva tesis, nueva antítesis. Con el siglo XX se
inaugura a la vez el tercer Imperio y la formación de la conciencia latinoameri-
cana. Se emprende la larga marcha por la formación nacional de América Lati-
na. “Será la paradoja del avance del nuevo Imperio Yanqui: a cada paso suyo
adelante, habrá un paso delante de su contrario, la unidad latinoamericana”.
Así, su camino será inverso del inglés. Promueve como su instrumento al Pa-
namericanismo, que se inicia a fines del siglo XIX con su primera proposición
concreta: la unión aduanera. Pero como ella no podía tener otra consecuencia
que la subordinación absoluta al poder industrial yanqui, fue declinada por los
latinoamericanos. La fruta todavía estaba verde, y el inglés era aún fuerte.
23
Nicholas J. Spykman. “Estados Unidos frente al Mundo” (Ed. FCE, Méjico, 1944), pág. 49.
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La guerra fría de EE.UU. con Rusia le hace arrastrar en pos suyo, como
séquito, al sistema panamericano. Todos los intentos de liberación nacional, de
industrialización efectiva, serán acusados de “comunistas” – como antes de
“fascistas” – para desprestigiarlos, aislarlos y reprimirlos. Estados Unidos apo-
yará a todas las dictaduras retrógradas, y será implacable con las dictaduras
progresistas, que son en su concepto las únicas “totalitarias”. Pero no es fácil
amañar a su antojo todo un vasto proceso histórico. Aquí y allá, los Estados
Unidos se ven obligados a transacciones. ¡No sólo transan los débiles! Por otra
parte, es difícil que “cipayos en estado puro” estén al frente de un Estado: de
algún modo y en algún grado son presionados siempre por los intereses nacio-
nales; y en algún momento y en algún grado también resisten. Compleja es la
tarea de ser Imperio, asistiendo, día a día, por doquier, a una conspiración o in-
surrección permanente, callada o abierta. En rigor, en América Latina en distin-
to grado y oportunidad casi todos conspiran contra los estrictos intereses nor-
teamericanos. Estos sólo podrán coincidir consigo mismo en la ocupación lisa y
llana. Es el destino de los Imperios, no ser amados sino temidos y acatados, pe-
ro en verdad no les importa otra cosa. Quizá los yanquis sean una excepción, y
también quieran ser amados, no perder su imagen interior: es pedir demasiado.
Sólo se ama a los iguales; es ley divina, al punto que Dios se hizo hombre por
amor y para ser amado. Y para redimirnos de nuestra justicia murió como la-
drón y esclavo.
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Y bien, ¿qué pasa con nosotros? Si América Latina está dividida en dos
grandes zonas por el infierno verde que anula su arteria principal, la Cuenca
Amazónica, si sus comunicaciones son aún extrovertidas, marítimas y no te-
rrestres, en la gigantesca Cuenca del Plata, base fundamental del Cono Sur,
está el ámbito de despegue más portentoso de América Latina. Tapón y salida,
24
Op. cit., pág. 48.
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¿Qué es la Cuenca del Plata? El Hemisferio Sur está dominado por los
océanos, y sólo hay tres dispersos centros terrestres, insulares respecto a las
áreas humanas más densas del planeta: uno Australia y Nueva Zelandia, otro
África del Sur (separada del resto por el Sahara), y, finalmente, nosotros, el
Cono Sur Latinoamericano. No somos así zona de tránsito, estamos como a
contramano del comercio mundial y de las áreas de tensión bélica entre los
grandes poderes. Esta posición relativamente marginal es sin embargo la zona
óptima de América Latina. Abarca a Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil y
Uruguay y puede proyectarse también sobre el Pacífico por Chile; comprende
en su ámbito, literalmente considerado, una superficie mayor de cuatro millo-
nes de kilómetros cuadrados, alcanza ya una población de sesenta millones de
personas; en crecimiento vertiginoso, singularmente brasileño, tiene las posibi-
lidades hidroeléctricas más grandes del mundo, ofrece maravillosas facilidades
de comunicación prolongables para la conexión interna con la Cuenca Amazóni-
ca. Este portentoso abanico hidrográfico, hoy totalmente desaprovechado, es
la base energética más formidable para el desarrollo industrial y agrario, y
comprende una inaudita variedad de recursos minerales, hierro, tungsteno,
manganeso, etc., condición de los “polos” de desarrollo, con sus industrias pe-
sadas. Paraguay sabe ya que está en el corazón de la cuenca y que será su
máximo beneficiario, Bolivia rompe su aislamiento mortífero, Argentina y Bra-
sil están dando e impulsando los pasos para su cooperación, semiconscientes
que en su coordinación está el destino industrial más importante de América
Latina. ¿Y nosotros?
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25
Gil Munilla, op. cit., pág. XIX.
26
R. Henning y L. Köshola. “Introducción a la Geopolítica” (Ed. Escuela de Guerra Naval, Bue-
nos Aires, 1941).
27
Juan Bautista Alberdi, op. cit., pág. 79.
52
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Patria Grande empieza para nosotros por la Cuenca del Plata ¡Y eso sí que es
“nacionalizar” el destino!
28
Herrera, op. cit., pág. 63 (En “La Raíz”, que es una autobiografìa).
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“El que sólo conoce a su propio país, tampoco conoce a éste”, reza un
antiguo aforismo. Es lo que nos ha ocurrido. El Plan del CIDE o el Modelo de
Faroppa están construidos dentro de las coordenadas del viejo Uruguay, su-
ponen sin expresarlo nuestra inserción europea y así la Cuenca del Plata y
América Latina son un borroso telón. No rompen con los presupuestos últimos
del Uruguay battlista, que hoy agoniza, y en términos marineros está dando
una “vuelta de campana”. El CIDE dice que un “modelo” ha terminado, pero
no propone otro sustitutivo, sino simplemente un recauchutaje racional del
que ya está: un mejor uso y avaluación. En rigor, no formulan otro modelo.
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por eso, su rol es forzosamente limitado. Pero ahora se nos exige mucho más
con la Cuenca del Plata y el próximo Mercado Común. Nos es indispensable co-
nocer, e intervenir en su elección, los posibles polos de desarrollo latinoameri-
canos y principalmente platenses, teniendo en cuenta desde nuestro punto de
vista no sólo los puntos donde la producción logre la combinación menos costo-
sa de factores, sino también la propagación de sus efectos en beneficio de los
países participantes, y especialmente el nuestro.
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se a la Cuenca del Plata, de: “La integración se hará, con nosotros o sin noso-
tros; sería mejor que se hiciera con nosotros”, adquieren aquí la plenitud de
su sentido, que quizá el autor no tuviera expreso, y es que “sin nosotros” es
con nosotros a rastras, en lo peor. O nos metemos o nos meten. Así, la terce-
ra hipótesis es la versión negativa de la primera hipótesis, su reverso.
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29
Daniel Castagnin, op. cit., pág. 11.
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Daniel Castagnin, op. cit., pág. 28.
31
Herrera, op. cit., pág. 28.
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Estamos pues en otra vuelta de tuerca, y revive bajo otra faz y signo la
gran polémica ateneísta del '80. Decía entonces don Pedro Bustamante “O pla-
tinos o brasileros, mucho me temo señores, que en estos precisos términos se
plantee al fin el problema que habrán de resolver… nuestros nietos, si no son
los padres de nuestros nietos”. Le siguió un Uruguay tan exitoso que la cues-
tión se nos replantea a la generación de los bisnietos. Pero sus términos no son
tan sencillos y hay grandes diferencias. Antes, se iba a “entrar” en el Uruguay,
y ahora es “salir”. De lo que ahora se trata es convertir al Uruguay en el más
fuerte nexo argentino-brasileño, que es la condición sine qua non de la liberación
nacional de América Latina. ¿Empezará ella por la Cuenca del Plata? Lo cierto es
que no haremos ninguna política, sin argentinos y brasileños juntos.
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Pocas veces hubo una política latinoamericana. América Latina está di-
vidida en dos ámbitos:
1º - el extremo norte que es México, Caribe y Centro América. Allí está la po-
tencia hispanoamericana más importante: México, con una población
actual de casi cien millones de habitantes. Y era ya lo más importante
desde los comienzos de la conquista y en la génesis de América Latina.
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El eje del Imperio Español en América del Sur era el mundo peruano,
que iba por el Océano Pacífico y se orientaba a través de Panamá al Caribe y el
Atlántico Norte, mientras que Brasil nace ocupando casi todo el litoral Atlántico,
en el Atlántico Sur.
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Desde hace unos tres o cuatro años comienza a notarse un repunte ge-
neral de los precios de las materias primas de alimentación, con la irrupción de
los grandes mercados asiáticos. Muchos aseguran que vendrá otra onda de ex-
pansión de las explotaciones de alimentos. Canadá, exportador rural de made-
ras y trigo, en los años '20 aplicaba un gravamen de 25% a las importaciones
para estimular las industrias internas, mientras que la Argentina agroexporta-
dora no hizo ninguna política industrial: ponía un gravamen del 6%. No habrá
preocupación por amparar a su desarrollo industrial. Solamente la crisis del
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A Mario Travassos como brasileño le era fácil hacer lo que era difícil a
un hispanoamericano. En su obra Proyección Continental de Brasil, breve libro
que es una joya de inteligencia y de sobriedad, dice: nos importa sólo América
del Sur, más arriba es área norteamericana, no nos metamos. Meter el hocico
allí es quedar electrocutado. Para un hispanoamericano esto era más difícil
porque había una solidaridad histórica con todo el conjunto, que no sentía el
Brasil de la época de Mario Travassos. Creo que Perón se da cuenta que lo pri-
mero es plantear la posibilidad de unificar a América del Sur, no a América La-
tina. América del Sur, si lo logra, quizá sea América Latina. Quizás Perón sin
América del Sur, nada. Por eso continuamente usa “Sudamérica”, “Conferencia
Sudamericana”. Continuamente usa la palabra "sudamericana" más que "uni-
dad de América Latina". Se da cuenta que es mejor acotar el espacio. Su pen-
samiento eje es que hay sólo un camino principal para la unidad sudamericana,
que es la alianza argentino-brasileña.
Brasil solo no puede generar la unidad de América del Sur, por su dife-
rencia.
Perón intentó comenzar antes su alianza con Chile. La intentó con Gon-
zález Videla y la hizo con Ibáñez, o sea que él la hacía con los radicales y des-
pués con los no radicales. La alianza Argentina-Chile era un interlocutor más
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válido, más importante ante Brasil. El entendimiento con Chile fue una cons-
tante de Perón, tan constante como el entendimiento con Brasil. Lo que pasó
es que Perón no tenía el respaldo de una conciencia histórica colectiva ni en la
Argentina ni en Brasil.
3. Desde 1870 hasta 1985, donde hay un pacífico statu quo, que va
preparando la Nueva Alianza.
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Cuando lo leí, vi que era todo lo contrario de ese título infame. El dis-
curso de Perón me llegó en un momento crucial. En el Uruguay asomaban
también los síntomas de la crisis de la retirada del Imperio Británico, cuando
nuestras bases transoceánicas tambaleaban. ¿Dónde y cómo reinsertarnos pa-
ra tener un nuevo camino viable? El fundamento histórico de Uruguay había si-
do Inglaterra y los ingleses se nos estaban yendo; entonces Uruguay ¿en qué
se iba a sostener? ¿Hacia dónde?
Fue ese discurso de Perón que me hizo percibir que el destino de la Ar-
gentina era su alianza con Brasil, que el destino de Brasil era su alianza con la
Argentina, que el destino del pequeño Uruguay era no intentar ser ni Banda
Oriental que era la solución argentina, ni Provincia Cisplatina que era la solu-
ción brasileña, ni el Uruguay solo que era la solución inglesa, sino asumir a la
vez la doble condición de la frontera, que era ser simultáneamente Banda
Oriental y Provincia Cisplatina. Eso lo aprendí en el discurso de Perón del año
1953 y fue el impulso que tuve para fundar con unos amigos una revistita,
Nexo, al comenzar el año 1955. El nuevo destino uruguayo era ser “nexo” ar-
gentino-brasileño.
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Había sido un discurso secreto ante los altos mandos y lo más secreto
es lo que los enemigos hacen más rápidamente público.
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Addendum:
El Proyecto ABC
Alocución del Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, General de División Juan Domingo Perón,
ante Jefes y oficiales en la Escuela Nacional de Guerra, Buenos Aires, el 11 de noviembre de 1953.32
32
Contexto: En el año 1946, Estados Unidos mantuvo el bloqueo de armamentos contra la Argentina e
intentó una acción similar en el comercio internacional de combustibles. Le molestaba la política de ex-
portación de granos con que Perón favorecía a España y a Portugal. También quería impedir el crecimien-
to de la marina mercante. Pero sobre todo no deseaba que la Argentina organizara un bloque de países en
el Cono Sur y además trataba de convencer a los ingleses de que no vendieran material bélico a nuestro
país. En 1947, por lo pronto, los norteamericanos ya habían dado muestras de preocupación por lo que
ellos consideraban un proyecto de Perón para organizar una federación de países del sur del continente.
En un memorando fechado el 20 de mayo de 1947, el Director de Asuntos de las Repúblicas Americanas
del Departamento de Estado, Ellis Briggs, observaba: “Existe, el peligro que la Argentina aspire a organi-
zar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y económica argentina”; y señalaba que los Esta-
dos Unidos debía oponerse a cualquier desarrollo que pudiera facilitar la formación de tal bloque. Desde
el punto de vista británico, un informe titulado “Ambiciones argentinas en Sudamérica” del Foreign Offi-
ce del 15 de febrero de 1949, daba cuenta que “No hay duda de que la mente del presidente Perón incur-
siona por las peligrosas honduras de la geopolítica. Al dirigirse a un grupo de estudiantes brasileños en ju-
lio de 1948 anticipó un tercer bloque de países latinos a ser liderado aparentemente por la Argentina, ba-
sado sobre una unión aduanera establecida primero entre las naciones sudamericanas y luego extendida a
España, Portugal e Italia, incluso Francia – en otras palabras, un bloque latino. Este bloque parece asocia-
do de cerca en la mente del General Perón con la Tercera Posición de la Argentina, como mediadora entre
los Estados Unidos y Rusia”.
En 1951, con el seudónimo de Descartes había escrito el presidente argentino: “La batalla por esa nueva
forma cultural se decidirá sin duda en el último cuarto del siglo XX. El año 2000 tendrá que llegar con el
triunfo de las confederaciones continentales”. En ese mismo año, expresaba en otro artículo: “Ni Argenti-
na ni Brasil ni Chile aislados pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un des-
tino de grandeza. Unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los océanos de
la civilización moderna. Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa
polifásica, de impulso que no se detendrá”. En cuanto a la aproximación con Getulio Vargas, presidente
de Brasil al comenzar la década de 1950, Perón buscaba la comprensión de la nación hermana recono-
ciéndole la gravitación regional que posee. El 27 de mayo de 1947 Perón y el mandatario brasileño Eurico
Dutra (que sucedía a Vargas tras sus primeros dos periodos presidenciales) inauguraban el puente interna-
cional entre Paso de los Libres y Uruguayana sobre el río Uruguay, gracias al cual quedaban unidos am-
bos países por carretera y ferrocarril. Considerada obra monumental, era de las más importantes de Amé-
rica del Sur. Sin embargo, en esas relaciones predominaban recelo y desconfianza. Durante la presidencia
de Dutra se creó la Escuela Superior de Guerra en 1947, que destinada a formar la élite para implantar las
estructuras tendientes a lograr que Brasil alcanzara el rango de potencia mundial. En ese mismo año, el
propietario de la revista O Cruzeiro, Assis de Chateubriand, había manifestado que “Uruguay es una pro-
vincia brasileña” y aconsejaba a ese país a retornar a “la comunidad brasileña”. En cuanto a los acuerdos
económicos, en noviembre de 1946 se firmó un tratado entre ambos países, que acordaba el intercambio
de trigo argentino por neumáticos, caucho crudo, y lingotes de hierro brasileño. A principios de 1953, Pe-
rón declaró al periódico brasileño “O Mundo” que: “Yo estoy por la constitución de una unión aduanera
sudamericana, a fin de que formemos un bloque económico capaz de discutir sobre un pie de igualdad
con las grandes masas económicas que se constituyen en otras latitudes. Es necesario que los latinoameri-
canos unan sus esfuerzos a fin de que la gran civilización de la cual son herederos no desaparezca absor-
bida por los eslavos y los anglosajones, constituidos actualmente en bloques antagónicos pero que, en
cualquier momento, pueden unirse”. En la segunda quincena de febrero de 1953, Perón viajó a Santiago
de Chile, donde formalizó un acuerdo de complementación de recursos y posterior unión aduanera, con
una invitación a los pueblos latinoamericanos a incorporarse al pacto de Santiago. Mientras tanto, un
memorando del Departamento de Estado explicaba en 1952 que “A medida que la Argentina logre agran-
dar su posición mundial y prestigio, establecerse como líder de un bloque neutral de países (no limitado a
América Latina) sostenedores de una Tercera Posición entre el comunismo y el imperialismo capitalista, y
(convertirse) en líder de América Latina con apoyo suficiente como para oponerse a la influencia nortea-
mericana, probablemente utilizará todos los medios a su disposición, hechos posibles, por la pasividad de
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los Estados Unidos, para socavar la posición norteamericana en América latina y atraer neutrales poten-
ciales a su Tercera Posición. Las aspiraciones argentinas constituyen una amenaza positiva y continuada
contra los objetivos y políticas de los Estados Unidos. Por ello parece necesario tomar medidas para neu-
tralizar las actividades argentinas en tanto y en cuanto se oponen a las nuestras”:
En general, se proclamaron las siguientes pautas básicas de la Tercera Posición: (1) Respeto por la sobe-
ranía de los Estados, la autodeterminación de los pueblos, la solidaridad de las naciones, la solemnidad de
los tratados y la supresión de todo colonialismo en América; América Latina es considerada una unidad
continental y de destino; (2) No se llevó a cabo un enfrentamiento frontal contra los países dominantes,
sino una táctica de negociaciones autónoma sin aceptar vasallajes o interferencias; (3) Posición cordial y
equilibrada frente a la Unión Soviética, en línea con un pacifismo conciliador; (4) Se rehuyó el choque
(aunque a veces se produjo) con los Estados Unidos, de quienes se aguardaba una nueva política econó-
mica para América Latina que no se produjo (tipo Plan Marshall) y se optó por negociaciones como la
Misión de Ramón Cereijo al país del norte, la Ley de Inversiones Extranjeras, y el contrato con la compa-
ñía petrolera California; (5) Línea discreta y de abstención en muchas de las votaciones en los organismos
internacionales (OEA – ONU); (6) Relaciones diplomáticas con casi todos los países, tanto del bloque oc-
cidental cuanto del oriental; (7) Divulgación internacional de esta doctrina nacional, ofreciéndola como
posible salida sociopolítica para la comunidad mundial. Cabe destacar que en virtud de ello la Argentina
peronista no adhirió a los acuerdos de la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de otros or-
ganismos, como el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIR), o al Acuerdo Internacional
de Tarifas y Comercio (GATT).
Otros elementos: (1) Memorandum del Secretario de Estado Dean Acheson al Presidente de los Estados
Unidos, Washington 1 Mayo, 1950: "Confidencial. Tema: Efectos en el Brasil de los sucesos en la Argen-
tina y el significado de la posible elección de Vargas sobre las relaciones norteamericanas-brasileras. 1-
Estimado de los efectos en Brasil de la mejoria en las relaciones entre los EEUU y la Argentina. Los po-
sibles efectos en el Brasil han sido evaluados antes de considerar mejorar nuestras relaciones con la Ar-
gentina. Hemos dejado bien claro con los brasileños que estamos listos para ayudarlos de maneras apro-
piadas. Brasil ha sido incapaz de planificar proyectos y estará en cierto desorden hasta las elecciones de
octubre. Historicamente el Brasil y la Argentina han competido entre sí por el liderazgo en Sud América.
Dada su participación en la guerra, el Brasil esta convencido que merece consideración especial. Por lo
tanto, cualquier intento que hagamos para mejorar las relaciones con la Argentina sera criticado. /…/ Un
amplio segmento de la prensa brasilera ataca amargameente a cualquier cosa que puede asistir al regimen
de Perón. Otorgar asistencia económica a la Argentina puede convertirse en tema político en el Brasil, es-
pecialmente si Vargas se perfila como candidato presidencial. Vargas podrá criticar a Dutra por su intento
poco exitoso de obtener asistencia económica de los EEUU, mientras la Argentina ha tenido éxito [en este
sentido]." (2) Declaracion de Politica [por seguir] preparada por el Departamento de Estado: Secreto.
Washington, 26 de Octubre de 1951. /…/ Punto C) Relaciones con otros estados: "Las relaciones de la
Argentina con sus vecinos, aunque amistosa en la superficie, se caracterizan por una corriente de descon-
fianza por parte de estos últimos, por lo que sospechan constituyen los verdaderos móviles de la politica
exterior argentina y sus ambiciones económicas. Brasil y la Argentina están cada uno celoso del prestigio
del otro en el hemisferio occidental y a través del mundo. Las relaciones norteamericano-brasileñas han
sido tradicionalmente mas amistosas que las relaciones norteamericano-argentinas. El Brasil tiende a re-
sentirse de cualquier manifestación de estrechas relaciones entre los EEUU y la Argentina.La política de
los EEUU entre ambos paises es la de mantener estas revalidades en su mínimo. Se estima que la política
básica entre la Argentina y Chile es amistosa. Como resultado, los pequeños incidentes que ocurren de
tiempo en tiempo acaban por ser solucionados rapidamente. El actual gobierno de Chile desconfía de Pe-
rón, creen que es inherentemente peligroso y nos lo ha informado. Los EEUU han indicado a Chile que
no han visto señal alguna que soporte supuestos designios agresivos por parte de la Argentina hacia Chile
y que Chile no ha ofrecido prueba alguna para sustentar estas aseveraciones. Paraguay: la posición prefe-
rencial geográfica e histórica de la Argentina en el hemisferio occidental puede, bajo ciertas circunstan-
cias, conducir a intentos de dominación política. Esto, combinado con la rivalidad argentino-brasileña por
mantener influencias sobre el Paraguay, puede acarrear serias fricciones entre la Argentina y el Brasil. Fi-
nalmente, la tendencia paraguaya de aprovecharse de esta rivalidad para su propia conveniencia tiende a
involucrar a los países vecinos, quiéranlo o no. Por ahora estimamos que ninguna de estas fuerzas pertur-
badoras es una seria amenaza. La politica norteamericana es la de mitigarlas todo lo posible y en todo lo
apropiado."
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
"Señores:
He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar sobre las ideas
fundamentales que han inspirado una nueva política internacional en la Repú-
blica Argentina.
El mundo moderno
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mento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en ra-
zón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización.
Ventaja de América
Esto es una cosa tan evidente, tan natural y simple, que no necesita-
ríamos hacer uso ni de la estadística y menos aún de la dialéctica para conven-
cer a nadie.
La amenaza
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se
escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los
tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llama-
ría mucho la atención.
Defensa común
Unidos o dominados
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Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizás el único éxito ex-
traordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobier-
nos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra perma-
nente y no a una obra circunstancial.
El primer plan
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
ciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política
internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orienta-
ción, por lo menos, que regían sus decisiones o designios.
Ponerse adelante
Para ser país monitor – como sucede con todos los monitores – ha de
ser necesario ponerse adelante para que los demás lo sigan. El problema es
llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación y los demás van a seguir
aunque no quieran. De manera que la hegemonía no se conquista. Por eso
nuestra lucha no es, en el orden de la política internacional, por la hegemonía
de nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simplemente y llanamente la
obtención de lo que conviene al país en primer término; en segundo término,
lo que conviene a la gran región que encuadra el país y, en tercer término, el
resto del mundo, que ya está más lejano y a menor alcance de nuestras previ-
siones y de nuestras concepciones.
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El ABC
Vargas e Ibáñez
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
Cito este caso grosero para que los señores intuyan toda la gama in-
mensa de intereses de todo orden que se desgranan en cada una de las cosas
que come el pobre "roto" chileno y que producen ellos.
Por esta razón nunca me hice demasiadas ilusiones sobre las posibilida-
des de ello; por eso seguimos trabajando por estas uniones, porque ellas debe-
rán venir por los pueblos.
Nosotros tenemos muy triste experiencia de las uniones que han venido
por los gobiernos; por lo menos, ninguna en ciento cincuenta años ha podido
cristalizar en alguna realidad.
Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde
abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se
realicen.
Señores: sé también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran
dificultad: ltamaraty, que constituye una institución supergubernamental. lta-
maraty ha soñado, desde la época de su emperador hasta nuestros días, con
una política que se ha prolongado a través de todos los hombres que han ocu-
pado ese difícil cargo en el Brasil.
Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y el Brasil; esa
política debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de parte nues-
tra.
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Nosotros con ellos no tenemos ningún problema, como no sea ese sue-
ño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles: son ustedes más
grandes, más lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún inconvenien-
te.
Conciencia internacional
Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún, diji-
mos: Vamos a suprimir las fronteras, si es preciso. Yo agarraba cualquier cosa,
porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que
era necesario y conveniente.
Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan
pronto, porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cáma-
ras y que antes de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en
política; primero hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son
puntos de vista; son distintas maneras de pensar.
Claro que él creyó que esto en seis meses le iba a dar la solución; pero
cuando pasaron los seis meses el asunto estaba más complicado que antes.
Naturalmente, no pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su Parla-
mento y frente a sus propios ministros a realizar una tarea que implicaba po-
nerse los pantalones y jugarse una carta decisiva frente a la política interna-
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
Fui a Chile, llegué allí y le dije al general Ibáñez: "Vengo aquí con todo
listo y traigo la autorización del presidente Vargas, porque yo estaba compro-
metido a hacer esto primero con él y con el Brasil; de manera que todo sale
perfectamente bien y como lo hemos planeado, y quizá al hacerse esto se faci-
lite la acción de Vargas y se vaya arreglando así mejor el asunto".
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Política de unión
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La integración latinoamericana
Aquí hay un problema de unidad que está por sobre todos los proble-
mas, y en estas circunstancias, quizá muy determinantes, de haber nosotros
solucionado nuestros entredichos con Estados Unidos, tal vez esto favorezca en
forma decisiva la posibilidad de una unión continental en esta zona del conti-
nente americano.
Chile, aun a pesar de la lucha que debe sostener allí, ya está unido con
la Argentina.
Lo único que hay que vencer son intereses; pero cuando los inter-
eses de los países entran a actuar, los de los hombres deben ser vencidos por
aquellos; ésa es nuestra mayor esperanza.
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Homenaje de Alberto Methol Ferré al uruguayo Carlos Quijano, precursor de la reforma universi-
taria, legislador, jurista, y economista, creador del semanario Marcha, publicación que formó e in-
fluyó a varias generaciones entre 1939 y 1974, cuando fue clausurada, prolongada a través de los
Cuadernos de Marcha que llegaron hasta el 16 de junio de 2001. Publicado originalmente en
Agenda de Reflexión número 189, Buenos Aires, el jueves 10 de junio de 2004.
"No para dar por pensado, sino para dar en qué pensar"
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
tanos más que entre sí. América Latina (ibérica o hispánica en su sentido origi-
nal) fue como dividiéndose por paulatina complejización y madurando un nue-
vo y vasto "círculo histórico-cultural" que hoy somos nosotros, desde nuestras
raíces. Mestizaje hijo de la Cristiandad latina en su último gran despliegue ba-
rroco y primero nuestro. Es la primera ebullición fundadora de América Latina.
Todo se junta con todo, y luego va particularizándose.
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Hoy América Latina tiende a separar sus dos regiones básicas. México,
América Central y las Antillas caminan en o hacia el Nafta-ALCA. Es segura-
mente irreversible, salvo depresión mundial. En tanto que la gran isla de Amé-
rica del Sur, lo más importante de América Latina, su escenario fundamental,
se vuelve inexorablemente el centro de ebullición de sí misma. El Mercosur es
su avenida principal. Es la gran batalla de estos años, a todos los niveles.
Anuncian y quieren muchos su muerte y desaparición. Y les renace al otro día,
porque se asienta en lo principal de América del Sur. ¿Cuál es su opuesto?
¿Cuál es la verdad de las otras propuestas que lo excluyen y pretenden ser al-
ternativas (no complementos)? Su opuesto, su contrario tiene un nombre
ejemplar: el destino de Puerto Rico. ¿Cuál es el destino de las "patrias chicas"
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
En este siglo hubo una lucha en toda América Latina entre dos tenden-
cias fundamentales. Una es la tendencia a la integración, de Bolívar, San Mar-
tín, Artigas y muchos otros. Hubo una lucha por la integración de un imperio
en descomposición, para reintegrarlo en una nueva lógica, para evitar que se
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Y el otro punto era que al dividirse los Ibéricos, el Imperio Español era
enormemente alargado: desde Norteamérica, alargado hasta el sur; mientras
que el Imperio Lusitano era Brasil, sobre el Atlántico Sur. Una parte de los Lu-
sitanos, mientras que los Hispanos en dos partes (México arriba y, en América
del Sur, esencialmente Lima) inician un solo Virreinato. Es el tiempo más largo
de nuestra historia. Porque nuestra historia se inicia – incluyéndonos – en el
Virreinato del Perú, hasta 1776.
O sea, más de dos siglos. Ahora estamos casi empatando el siglo de pe-
ruanos que fuimos todos. Todos éramos peruanos.
Pero usó el invento de un pequeño país, que al final del ciclo de la inde-
pendencia por Lord Ponsonby, que dijo “ni de las Provincias Unidas, ni del Im-
perio del Brasil”. Y Uruguay es el "ni" – "ni de los ingleses". Ni fu ni fa. Uste-
des, aparte, inventaron Uruguay, que era el centro de abastecimiento de la
ocupación que siguió de las Islas Malvinas.
Les digo esto para que vayamos ubicando los grandes espacios que sur-
gen en la crisis de la Independencia, con el fracaso de Bolívar por un lado, y de
un negrito como San Martín. Yo le llamo el primer cabecita negra victorioso o
importante de nuestra historia. Era cabecita negra. No es un invento mío; pero
esa es otra historia.
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mundo que habla distintas formas de la lengua romance, que era el latín vul-
gar. El latín vulgar derivó en castellano, catalán o portugués.
Entonces, esos dos países son los dos primeros países que inician el
proceso de globalización mundial; es decir, el proceso mundial de unificación
es iniciado por Castilla y Portugal, con Colón, Vasco Da Gama, Magallanes y El
Cano, que son los primeros que dan la vuelta al mundo totalmente; es decir,
que recorren, que abarcan el mundo y generan aquel imperio del que se decía
“donde el sol no se pone”, porque era un imperio que estaba en el Asia, en el
Pacífico, en el Índico, en el Atlántico Sur y en el Atlántico Norte.
Brasil nace así como puerto del Atlántico Sur donde se podía hacer el
viaje mucho más rápido por el sistema de corrientes oceánicas que llevaba
desde Portugal. Y de estas islas iba hasta Brasil y de Brasil hasta África del Sur
en el Cabo y subía hacia la India o hacia las islas de las especies. Brasil nace
como base al Asia.
Es bueno recordarlo, para romper con los estereotipos en que todos nos
hemos formado, porque el mundo es mucho más rico y mucho más interesante
que lo que suelen habernos enseñado.
Entonces, aquí están las tres regiones básicas de América Latina: la zo-
na de México hoy es el único país importante. El resto es un enanaje múltiple,
que hace que México no tenga posibilidad de maniobra con otros países impor-
tantes al lado y que tengan frontera con la potencia mundial hoy por hoy
máxima. Ese es el lío que tiene México: no tiene aliados posibles en su zona.
Es céntrico y pegado a esa frontera.
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Lo que pasa surge de la unidad entre Castilla y Portugal – que les digo:
Portugal nace porque era una provincia de Castilla.
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Era ese momento en que todos escribían sus historias patrias como el
epicentro del mundo, y borraban todo el resto. Es cuando empieza el novecen-
to, la generación de intelectuales que se empiezan a plantear que la separación
de los países de América Latina estaban condenados al atraso y al fracaso his-
tórico, aunque tuvieran éxitos aparentes, digamos, por tener ya las dimensio-
nes adecuadas para generar una verdadera potencialidad capaz de industriali-
zar a los países. Entonces el argentino Manuel Ugarte, Vasconcelos, etc., son
de la primera generación que se plantea volver a pensarnos como conjunto.
José Enrique Rodó dice que lo fundamental es pensarnos como conjunto; él ni
sabía cómo era el conjunto, pero sabía que, sin el conjunto, estábamos muer-
tos. Íbamos a ser las márgenes permanentes de la historia.
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titución europea; pone el ejemplo de lo ruinoso que puede ser una mala imita-
ción, porque hay que saber seleccionar lo que se imita, según las posibilidades
de nuestra originalidad. Y también es esencial el para qué.
Estados Unidos ha sido uno de los países más proteccionistas del mun-
do. Muchos sostienen que lo siguen siendo, bajo la apariencia de mantener ta-
rifas aduaneras bajas, porque tienen una cantidad de aparatos para-
arancelarios y refinados mecanismos económicos que lo convierten en país su-
perproteccionista mundial. Esto lo sabe muy bien el amigo; lo explica muy bien
en un fascículo.
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Entonces, indica Alberdi, lo sabio es que los pequeños estados y los me-
dianos estados se empiecen a reunir regionalmente para lograr configurar es-
tados de dimensiones continentales, porque es el único modo que pueden ser
interlocutores de los otros estados que necesariamente se iban a formar, aun-
que todavía no lo habían hecho.
Alberdi escribe esto en 1868, a dos o tres años del final de la guerra de
secesión en Estados Unidos. Esta inicia el gran salto industrializador de los Es-
tados Unidos, de 1865 en adelante, que va a culminar a fines del siglo XIX que
ya Estados Unidos supera a cualquiera de los estados europeos. Alberdi escribe
esto antes de que los Estados Unidos den el gran salto, antes de convertirse en
el gran estado continental industrial.
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allí comienzan los sindicatos, los partidos socialistas, Lenin, cuando ya había
empezado el proceso de industrialización.
Es más interesante para nosotros que Lenin, porque Sun Yat-Sen, edu-
cado por los misioneros metodistas yanquis en una misión asiática, luego va a
Japón y ve el proceso industrializador de Japón, y enuncia la teoría general del
nacional populismo. Esta la enuncia Sun Yat-Sen y Haya de la Torre la retoma.
Dice que aquí no puede haber partido comunista tipo Lenin porque no hay una
sociedad industrial constituida; que acá lo único que se puede hacer es una
alianza de clases de los campesinos y la incipiente burguesía industrial de las
ciudades, que es nuestra mira: los obreros, los sectores medios y sus intelec-
tuales, es decir una alianza nacional y popular. Que eso es lo mismo que podrá
ir gestando una gran revolución en China.
Todo eso pasó vicisitudes; Chiang Kai-Shek … Mao Tsé-Tung que vino
con otro enfoque … Pero, en el fondo, Mao hizo la revolución campesina. El ré-
gimen actual reaplica las teorías de Sun Yat-Sen, a punto tal que ha hecho de
la casa de Chiang Kai-Shek un museo nacional, que le rinde homenaje; ya no
se le rinde homenaje sólo a Mao, porque China ha ido girando en forma extra-
ordinaria. Y hoy, a diez años desde los enfoques de Lenin y una muy inadecua-
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“La unidad empieza por la unión, y ésta por la unificación de un núcleo bá-
sico de aglutinación”.
O sea que, para que haya unidad, tiene que haber un núcleo básico de
aglutinación. Si Paraguay, Uruguay, Bolivia se juntan para iniciar la unidad de
América del Sur no forman ningún núcleo básico de aglutinación, ni se entera
nadie ¿verdad? Tiene que ser un núcleo básico. Dice: “El futuro mediato e in-
mediato en un mundo altamente influido por el factor económico impone la
contemplación preferencial de este factor. Ninguna nación, ni ningún grupo de
naciones, puede enfrentar la tarea que tal destino impone sin unidad económi-
ca”.
O sea, él llama unidad económica a que cada país tiene que tener en sí
todos los recursos importantes, y las dimensiones importantes de mercado in-
terno, etc., etc., como para ser un desarrollo autosustentable para poderse
proyectar en serio, y entonces dice: “El signo de la Cruz del Sur puede ser la
insignia de triunfo de los penates de la América del hemisferio austral”. Y llama
la atención que el MERCOSUR eligió como su signo a la Cruz del Sur.
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Sur. Contiene la frontera viviente de cinco siglos de ese sur latino, la única
frontera viviente que tiene con el Amazonas.
Entonces, esto es una empresa que hace que, naturalmente, los uru-
guayos que olfatean esto, y los argentinos, y los brasileños, y los paraguayos
con mayor razón, digan: si avanzo hacia esto, la cosa es una revolución cultu-
ral que aterra; todo el imaginario argentino ya no sirve como aislado, es un
imaginario que se tiene que entreverar con el paraguayo, con el boliviano, con
el uruguayo, con el brasileño, para ir generando paulatinamente un imaginario
sudamericano común para ir enseñando nuestra literatura, nuestra ciencia, la
nuestra, que es, a la vez, argentina, uruguaya, brasilera, paraguaya, boliviana.
Esa es la literatura y la historia y la ciencia que tendrán que estar en nuestras
escuelas. Y cuanto más tardemos, más indefensos los dejamos para el futuro;
los hacemos argentinos arcaizantes, uruguayos, brasileños, paraguayos, boli-
vianos arcaizantes. Y lo mismo a las escuelas de los otros enanos.
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Alberto Methol Ferré - Uruguay como Problema, y otros trabajos
otro en Uruguay. Tiene que haber más vínculos, y más vínculos de intercam-
bio, de conocernos, y mandar profesores y maestros, gente.
Perón, en esta propuesta del nuevo ABC, en el fondo hizo lo que pidió
Alejandro Korn, en plena lucha por la reforma universitaria en 1925. Korn la
describió como algo muy lindo “la hora de pensar las nuevas bases”. A las nue-
vas bases le hacen falta la justicia social con los trabajadores y le falta el asen-
tamiento de una cultura nacional. Y yo digo: está bien, Alejandro Korn, pero el
asunto es lo de Haya de la Torre: democratización, industrialización, integra-
ción.
Pero les quería dar estos pantallazos del proceso de separación, que
vence al integracionismo presente en la Independencia; recordar cómo se
mantienen algunas cosas, cómo en el apogeo de la separación empieza la rei-
vindicación de la integración del 1900, cómo se acelera en la crisis del '29, y
cómo arranca ya con dos argentinos, con el nuevo ABC de Perón y con la CE-
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Accepted: November 15, 2007 – Published: November 23, 2007
revista
Electroneurobiología
ISSN: 0328-0446
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